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¿Duele el amor?

Dice Brenda Shoshanna que “contrariamente a lo que comúnmente se cree el verdadero amor
nunca nos hace daño ni nos produce heridas”.

La creencia de que el amor tiene que doler o que “amar es sufrir” está muy arraigada,
especialmente en nuestra cultura occidental. Todo esto viene del encuentro de cierta
antropología occidental con la tradició n cristiana y, especialmente, con una visió n parcial y
muchas veces distorsionada del Misterio de la cruz de Cristo.

Permítanme antes una pequeñ a e importante aclaració n. ¿Qué es una “creencia”? En nuestro
blog lo hemos tratado de vez en cuando. Es importante comprenderlo para poder salir de la
esclavitud que la creencia supone y comenzar un camino de profunda libertad.

Esencialmente una creencia es una afirmació n racional a la cual damos estatus de verdad
absoluta y que se vuelve tradició n y cultura. Una creencia se asume, no se cuestiona.

Es muy comú n que vivimos de creencias sin ni siquiera darnos cuenta. A veces estas creencias
se convierten en patologías como, por ejemplo, cuando una mujer aguanta todo tipo de
humillació n de parte de su pareja, creyendo que eso es amor…

Una de las creencias má s arraigadas en nuestra cultura es justamente la de creer que en el


amor algo tiene que doler. Que si amo tengo que sufrir.

Intentamos cuestionar esta creencia y poner algo de luz en un tema tan importante y
profundo.

Una experiencia auténtica de amor, lo sabemos bien, es una experiencia de plenitud y paz.
Cuando nos sentimos amados todo está perfectamente bien, nos sentimos completos. “Cuando
estamos enamorados nunca nos preguntamos que sentido tiene la vida”, nos recuerda Osho.
¡Fantá stico! El amor nos llena a tal punto que se acaban hasta las preguntas fundamentales del
ser humano.

¿Puede una experiencia así producir heridas o dañ arnos? Obviamente que no. Hablando en
sentido estricto de nuestra dimensió n psicoló gica y emocional, lo que nos produce heridas y
nos dañ a no es el amor, sino una vivencia parcial del amor, una vivencia que en su bú squeda
se encuentra mezclada a nuestro egoísmos y nuestros apegos afectivos.

Cuando sufrimos “por amor” – por no sentirnos amados o no poder amar – tendríamos que
cuestionarnos: ¿es verdadero amor? A grandes rasgos el amor auténtico tiene unas
características: libre, universal y particular, concreto, íntimo.

Cuando en el amor se generan heridas (a uno mismo o a otros) no tendríamos que hablar de
verdadero amor. El verdadero amor siempre llena la vida, ilumina, plenifica.

¿Y la compasió n? La compasió n es tal vez el rasgo má s autentico de un verdadero amor. Es tan


central que la podemos identificar como el eje de todas las religiones y tradiciones religiosas.

Cuá nto siento compasió n hacia mi mismo o hacia otro que está sufriendo, ¿acaso no duele?

Obvio que si. Pero el dolor que nace de la compasió n es justamente lo opuesto del falso amor
que genera heridas: es un dolor que cura las heridas, que sana, que nos pone de nuevo en el
centro de nuestro ser. Podemos hablar de un dolor sano y purificador. Como un poquito de
alcohol sobre un herida abierta.
La compasió n nos conduce a la raíz de nuestro Ser. Hacemos un pasito má s.

En realidad lo ú nico que existe es el Amor. Si queremos usar otras palabras podemos hablar
de Dios, la Vida, la Conciencia, lo Uno. Lo hemos visto repetidas veces en muchas de nuestras
reflexiones.

Desde este punto que toca lo esencial – la dimensió n ú ltima de lo real – podemos decir que el
Amor abarca en un mismo abrazo gozo y dolor. Como todos los opuestos: vida y muerte, luz y
tiniebla, paz y guerra, etcétera.

En esta dimensió n que toca lo real de lo real podemos decir que también el dolor hace parte
del Amor. Pero justamente: hace parte. Es el Amor que se manifiesta como dolor. Tal vez lo
entendamos mejor hablando de vida y muerte. Si lo ú nico existente es la Vida, es la Vida
misma que en nuestra dimensió n histó rica se manifiesta como vida y muerte: la misma y
ú nica Vida. Así que cuando vivimos la experiencia humana del morir en realidad estamos
muriendo adentro de la Vida misma. Es la Vida que muere. Es la Vida que vive la experiencia
del morir. Pero, obvio, la Vida no puede morir. Todo esto nuestra mente que funciona por
dualismos no lo logra entender cabalmente. Solo el silencio puede vislumbrarlo.

Lo mismo entonces podemos decir del Amor. Es el Amor que sufre, que se manifiesta como
dolor. Pero, si es el Amor que sufre, ¿qué problema hay?

Este dolor no afecta, no puede afectar, nuestra dimensió n psicoló gica y emotiva. Desde acá se
explica la paz y la alegría de tantos má rtires y de tanta gente que vive grandes dolores.

Cuando nuestra dimensió n afectiva y emotiva queda herida o dañ ada estamos viviendo un
amor superficial o todavía en bú squeda. Es importante saberlo. No para culparnos ni
deprimirnos. Para crecer. Porque solo la verdad nos hará libres. Y la verdad no es una
creencia. Es la Vida. Pura Vida. Aquí y ahora. Solo Amor.

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