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En segundo lugar, el teatro cómico se basó en el entretenimiento del público, por lo que en
él predominó el costumbrismo. Con frecuencia aparece acompañado de elementos líricos,
como la opereta, la revista o el vodevil, de asunto frívolo y ambiente cosmopolita.
Destacan aquí dos autores. Por un lado, Pedro Muñoz Seca, creador del astracán, un
género que se basa en situaciones disparatadas y juegos de palabras. También sobresale
Carlos Arniches, que cultivó tanto el sainete de costumbres madrileñas como la tragedia
grotesca, en la que juega con la comicidad externa y la profunda gravedad del contenido
para hacer una crítica de la realidad nacional. Destaca su obra “La señorita de Trevélez”.
Por último, el teatro poético se da en verso y surgió como continuación del teatro del siglo
XIX, neorromántico, con adquisiciones formales del modernismo (como su lenguaje
sensorial y versos sonoros). Ideológicamente muy tradicionalista, se caracteriza por el
deseo de imitar el teatro del Siglo de Oro y de exaltar personajes y situaciones de la España
medieval e imperial.
Sus autores más representativos fueron Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa.
Marquina cultivó el drama histórico con títulos como “En Flandes se ha puesto el sol”.
Villaespesa, precursor del modernismo poético en España, destaca con “La Leona de
Castilla”.
Dentro del teatro en verso, aunque con diferente enfoque, cabe situar las obras de los
hermanos Manuel y Antonio Machado, como “La Lola se va a los puertos”.