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Práctica Administrativa APUNTES
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Práctica administrativa
Máster de Acceso a la Abogacía 2021 – 2022
El derecho administrativo es el ejercicio mediante el cual se somete el poder del Estado al control de
la ley, emanada de la voluntad popular. Cuando la administración actúa sometida a su poder de
imperium no está actuando en el mismo plano de igualdad que los ciudadanos.
Excepto en los supuestos de actos anulables en los que la administración misma declara que no es
conforme a derecho. Para deshacer los actos declarativos de derecho habrá que declarar el acto
lesivo de interés público y la Administración se demanda a sí misma, esto es el procedimiento de
revisión de oficio de actos anulables. No puede demandar directamente al particular por otra
manifestación de la potestad de la autotutela: es una exigencia del principio de eficacia sobre el que
se asienta la propia actuación administrativa.
Cuando se habla del carácter revisor de la actuación administrativa surge la cuestión sobre si todo
aquello que hace la Administración es actuación administrativa: la administración no solo dicta actos,
también realiza actos no jurídicos y dicta normas.
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1. ¿Por qué existe una jurisdicción administrativa con un proceso distinto y órganos
separados distintos? ¿Cuál es el sentido de que exista una jurisdicción especial?
Se trata de un poder exorbitante (tal y como el que ejercen los padres sobre los hijos
mediante la patria potestad que ostentan). La potestad se caracteriza, frente a otras
situaciones jurídicas, es que atribuye ese poder exorbitante al sujeto que se la
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encomienda por virtud de una norma, pero que se ejerce en beneficio de terceros o del
interés general. Ese poder no se ejerce en beneficio de la propia administración titular
del poder.
Potestad más exorbitante: la potestad reglamentaria (normativa). Es sin duda, la más
exorbitante de todas. No hay nada más intenso que la potestad de realizar normas de
obligado cumplimiento. La tienen solo las administraciones públicas, aunque no todas.
Otras potestades: expropiatoria, intervención en la esfera jurídica de los particulares
a través de licencias, sancionadora, etc. El resto de los operadores jurídicos no tienen
esta posibilidad.
Potestad de autotutela: la administración, al margen de la voluntad de los particulares,
puede extinguir, crear o modificar situaciones jurídicas e incluso ejecutarlas (llevarlas
a efecto) en contra de la voluntad del afectado e incluyendo la compulsión sobre las
personas (LPAC). Como la administración pública puede hacerlo porque la CE la
habilita, la jurisdicción contencioso-administrativa es la que controla que ese poder
exorbitante que produce cambios en el mundo de lo jurídico se ajusta a la ley. La
administración es un aparato vicario.
Es especializado porque tiene un carácter reactivo, es decir, es el propio carácter
revisor de la jurisdicción contencioso-administrativo. La jurisdicción de otros órdenes,
como el civil, no controla la legalidad de una mutación jurídica, sino que analiza la
posición jurídica lícita de dos sujetos que están en un plano de igualdad pero que están
en desacuerdo.
Los cambios jurídicos en el mundo del derecho administrativo se producen por la
voluntad unilateral de la administración, distinto a las relaciones entre privados (cuyos
cambios se producen en el marco de acuerdos de voluntades, que hace que el contrato
sea ley entre las partes con los límites de la ley, la moral y el orden público). La
mutación en el ámbito de derecho privado es consecuencia directa de la voluntad entre
las partes, mientras que los cambios en el mundo jurídico producidos por el derecho
público son fruto de ese poder exorbitante. En este sentido es cuando la
administración ejerce el imperium. Cuando la administración no ejerce su imperium,
está actuando como un particular más y los conflictos de aplicación del derecho en
este marco no se sustancian ante la jurisdicción de lo contencioso-administrativo, sino
ante la jurisdicción civil ordinaria.
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Las situaciones jurídicas en las cuales se mueven los operadores jurídicos pueden ser
activas o pasivas. Serán activas en la medida en que amplían la esfera jurídica y
pasivas en la medida en que la reducen. La situación de poder de la administración
(la potestad) y la de algunos sujetos privados (como la patria potestad) amplían la
esfera jurídica. Su contrapunto pasivo se llama sujeción. Hay otras situaciones del
derecho privado que no se denominan “potestad” sino “derecho subjetivo”, cuyo
contrapunto pasivo es la obligación. Hay otras situaciones mixtas que suponen una
carga en el titular de esta, en virtud de la cual obtiene un beneficio (por ejemplo, una
matrícula).
Lo que caracteriza a los contratos administrativos para no responder a la lógica de los
contratos del Código Civil es que la administración es la que tiene la potestad del ius
variandi, esto es, es quien determina las reglas del juego mediante sus propios pliegos.
Interpreta, dirige e impone unilateralmente el sentido del contrato mediante su
potestad de factum principis: la administración tiene la posibilidad de modificar el
objeto del contrato con carácter vinculante, dentro de unos límites. La posición de las
partes dentro del contrato administrativo no son producto de un cruce de voluntades y
no tienen la misma posición, esto es lo que hace necesario que se apliquen unas reglas
distintas que privilegian la posición de la administración. La subsunción de las reglas
extraordinarias que dan un poder exorbitante a la administración son las que
determinan el control por parte de la jurisdicción contencioso-administrativa. Solo se
rigen por las reglas previstas en el CC de forma supletoria en lo no previsto en su ley
particular.
Aún cuando la administración celebra contratos privados, cuando los actos de
preparación y adjudicación de los contratos están realizados por la administración
pública de forma unilateral manifestadas en el pliego y pese a que la disciplina se rija
por derecho privado, esos actos de preparación y adjudicación también están
sometidos a derecho administrativo y por tanto son objeto de control de su jurisdicción
especializada.
El contrato administrativo existe como categoría precisamente porque es una
distorsión muy significativa de la lógica básica que informa el cruce de voluntades
propios de la contratación en general.
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orden social desde fuera, sino que se convierte en un agente que opera dentro de ese
orden social y que no puede operar solo mediante una potestad unilateral de imperium.
Dentro de las situaciones jurídicas activas, hay algunas que amplían la esfera jurídica
de los ciudadanos. El derecho subjetivo y el interés constituyen situaciones jurídicas
activas reconocidas por el ordenamiento jurídico y protegida por los tribunales en
virtud de la cual puede luego exigir frente a los demás un comportamiento activo que
le beneficie particularmente. El titular puede exigir del obligado que realice una
prestación que le beneficie o que reconozca un título o posición jurídica que le
beneficia y, a su vez, exigir respeto a esa situación declarada por un tribunal por parte
del resto de la comunidad jurídica. Casi todo el derecho privado se descompone en
una infinidad de particularidades que son explicables en términos de derechos
subjetivos, cuyo correlato es una obligación de dar, hacer o no hacer. Por el contrario,
en el derecho administrativo en el control de legalidad de la administración,
padecería en gran medida si solo se pudiese reaccionar frente a la administración
como titular de un derecho subjetivo.
Un derecho subjetivo es una posición activa que confiere la norma respecto de un
obligado que deba hacer o no hacer algo.
Ejemplo: una afectación al círculo de interés del particular, como puede ser que unas
terrazas ocupen toda la calzada donde se aparcan vehículos de la zona. Si un vecino
de la zona expresa desacuerdo con esto, no es que tenga un derecho subjetivo
conferido porque no hay norma del ordenamiento que reconozca esta posición activa.
No se tiene derecho a aparcar ahí en vez de permitir la instalación de la terraza. Lo
que se tiene es un interés legítimo porque afecta al círculo de interés.
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➢ Recurso directo: los reglamentos se pueden impugnar en vía judicial en el plazo de dos
meses desde su publicación en el BOE. La fundamentación será que la norma es contraria a
derecho, esto es, la norma es contraria a la ley que habilita la potestad reglamentaria de la
administración o una norma de rango superior. En principio, después del transcurso de dos
meses el acto devendrá inatacable.
➢ Recurso indirecto contra reglamentos: si la administración aplica esa normativa que no
es conforme a la legalidad en un acto, mediante la impugnación de ese acto se puede
impugnar la validez de esa norma. Se puede interponer aún cuando ha pasado el plazo de
dos meses desde que se ha dictado la norma, pero se tiene el plazo de dos meses desde que
se dicta el acto para impugnar. La fundamentación es que la norma en la que se apoya ese
acto es ilegal, no el acto en sí mismo.
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• Comunidades Autónomas
a) Consejo de Gobierno
b) Consejeros
Discrecionalidad de la Administración
Existen determinadas situaciones en que se otorga a la administración cierta capacidad de
libertad de actuación o discrecionalidad.
Estas son:
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(...) La Administración local intentará alcanzar una información óptima para el ciudadano.
Discrecionalidad técnica
Se da cuando la norma jurídica utiliza conceptos que remiten a un juicio o valoración de
carácter técnico. Ej: Criterios de un tribunal para aprobar una tesis doctoral.
Los órganos jurisdiccionales no podrán determinar la forma en que han de quedar redactados
los preceptos de una disposición general en sustitución de los que anularen ni podrán
determinar el contenido discrecional de los actos anulados
En cualquier caso, no hay una libertad absoluta, la actuación ha de estar dentro del marco de la
norma y la actuación ha de estar siempre motivada (art.35.1 i) LPAC).
La inactividad de la Administración
El art. 29.1 LJCA también prevé cómo actuar en aquellos casos en que en virtud de una
disposición general que no precise de actos de aplicación o en virtud de un acto, contrato o
convenio administrativo, esté obligada la Administración a realizar una prestación concreta en
favor de una o varias personas determinadas, quienes tuvieran derecho a ella pueden reclamar
de la Administración el cumplimiento de dicha obligación.
El art.29.2 LJCA dispone que, para la inactividad respecto a actos firmes, el plazo de espera
tras la reclamación será de 1 mes. Después podrá interponerse recurso contencioso.
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➢ Problemas que plantean los arts. 29 y 30 LJCA en los casos de inactividad material de
la administración (art. 29) y vía de hecho (art. 30). Comentarios a la LJCA de Juan
Alfonso Santamaría Pastor.
Art. 25 LJCA: el recurso contencioso-administrativo se puede interponer contra actos o normas. Los
actos pueden ser expresos o presuntos.
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Artículo 29.
1. Cuando la Administración, en virtud de una disposición general que no precise de actos
de aplicación (esto significa que no hay acto administrativo) o en virtud de un acto,
contrato o convenio administrativo, esté obligada a realizar una prestación concreta en
favor de una o varias personas determinadas, quienes tuvieran derecho a ella pueden
reclamar de la Administración el cumplimiento de dicha obligación. Si en el plazo de
tres meses desde la fecha de la reclamación, la Administración no hubiera dado
cumplimiento a lo solicitado o no hubiera llegado a un acuerdo con los interesados,
éstos pueden deducir recurso contencioso-administrativo contra la inactividad de la
Administración.
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2. Cuando la Administración no ejecute sus actos firmes podrán los afectados solicitar su
ejecución, y si ésta no se produce en el plazo de un mes desde tal petición, podrán los
solicitantes formular recurso contencioso-administrativo, que se tramitará por el
procedimiento abreviado regulado en el artículo 78.
Artículo 30.
En caso de vía de hecho, el interesado podrá formular requerimiento a la
Administración actuante, intimando su cesación. Si dicha intimación no hubiere sido
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formulada o no fuere atendida dentro de los diez días siguientes a la presentación del
requerimiento, podrá deducir directamente recurso contencioso-administrativo.
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➢ Apunte sobre la legitimación activa: el interés legítimo se asienta sobre lo que señala el
art. 162.1 b) CE. Se puede transmitir mediante subrogación este interés. Si en vía
administrativa la administración ha reconocido legitimación a unos sujetos, no se puede
volver a discutir sobre ello en vía contencioso-administrativa. Esto último es una
consecuencia de los actos propios, esto es, si ha permitido la comparecencia en el
procedimiento como titular de un derecho o interés a una tercera persona, luego no puede
oponer la excepción de falta de legitimación activa si esta impugna en vía judicial.
➢ El procurador es el representante y como tal es quien realiza todas las actuaciones en
nombre del litigante.
➢ El letrado solo lleva la dirección técnica. No es quien representa al litigante.
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El objeto del recurso contencioso-administrativo se regula en el art. 25 LJCA. Se trata de una lista
tasada de actuaciones impugnables. En los arts. 31, 32 y 33 LJCA se regulan las pretensiones de las
partes, pero no se trata ya de una lista tasada.
Artículo 1.
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Artículo 25.
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Ambas normas tienen valor, fuerza y rango de ley. Esto es una paradoja: la jurisdicción contencioso-
administrativa no es en principio la competente para el control jurisdiccional de las normas con rango
de ley. Este control de validez y de conformidad con el ordenamiento jurídico compete
exclusivamente al TC como órgano constitucionalmente legitimado para contrastar si la validez de la
ley se sujeta a la CE (arts. 82 a 86 CE: el poder ejecutivo puede dictar normas con rango de ley). Hay
una norma con rango y valor de ley, no producida por las Cortes (pero sí por el ejecutivo) que sin
embargo no se controla por el TC sino por el poder judicial (concretamente por el orden contencioso-
administrativo). ¿Por qué tiene encomendado este control? Un decreto-legislativo es una potestad
normativa delegada por el poder legislativo, siempre que la CE lo permita, (y que, por tanto, sigue
siendo titularidad de las Cortes) al poder ejecutivo para dictar normas, sobre unas bases dictadas por
el poder legislativo, una determinada materia o para refundir textos. Este control por parte del orden
contencioso-administrativo es una construcción jurisprudencial dado en los años 50, previo a la
CE de 1978 y de creación del TC. La única posibilidad que existía de controlar los excesos del poder
ejecutivo respecto de la delegación efectuada es que este se controlase por el poder judicial (orden
contencioso-administrativo), haciendo uso de un argumento ultra vires, esto es, el poder ejecutivo ha
rebasado los límites de la potestad encomendada por el poder legislativo. Esa franja que sobrepasa el
poder delegado al ejecutivo no puede legítimamente considerar que ese exceso ultra vires sea una
norma con rango de ley, sino que lo considera un reglamento (disposición de carácter general). El
poder ejercido ya no cumple los límites de la delegación, de tal manera que todos los excesos ya no
son poder normativo delegado sino poder normativo propio del ejecutivo.
Esto no ocurre de igual forma con los decretos-leyes porque estos ya son una potestad normativa
propia constitucionalmente atribuida. Esta ley es perfecta, aunque pudiese ser inválida, pero ese
control de validez será competencia del TC. Este decreto-ley podrá ser convalidado por las Cortes o
se tramitará como un proyecto de ley (ninguno de los dos casos impide su control de
constitucionalidad). Luego, la posición normativa de los decretos legislativos y los decretos-leyes es
distinta.
Apunte: la vía de hecho es una acción u omisión no reconducible al campo de las normas, pero sí de
los actos. El primer inciso se refiere al control normativo, mientras que los otros tres supuestos se
refieren al control de la actuación de la Administración o de su inactividad material.
¿Por qué se hace esta distinción entre objeto y pretensión?
Cuestión de la cuantía:
El objeto del recurso contencioso-administrativo no es valorable económicamente, se trata de un acto
o una omisión y eso no tiene cuantía. Sin embargo, la importancia de la cuantía es fundamental. En
función de esta se irá por un procedimiento general o abreviado (menos de 30.000 euros), con todas
sus diferencias. La cuantía del procedimiento la determina el LAJ y, en caso de discrepancia, en
último término la determina el juez. Si el procedimiento se hubiese tramitado erróneamente por la
cuantía, el LAJ dará el plazo perentorio de 10 días para subsanarlo. Este decreto del LAJ se puede
recurrir, en cuyo caso corresponde decidir al juez. Naturalmente, la mayoría de los letrados procura
sostener que la cuantía del procedimiento es indeterminada para tener más armas (pues no habrá que
redactar la demanda hasta que no se haya visto el expediente completo) o sostener que la cuantía es
superior a 30.000 euros.
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Ejemplo: una subvención de una cuantía concreta o de una sanción de multa será muy difícil
sostener que el procedimiento no tiene cuantía. Esta probablemente será inferior a la cuantía para
tramitarse por procedimiento general.
De acuerdo con la LJCA (1998), el procedimiento propiamente dicho y con independencia de cuál
sea el órgano competente no se inicia por demanda. El demandante está en una posición de
desventaja frente a la Administración. El particular no conoce el procedimiento de formación de
voluntad de la Administración que ha conducido a que dicte ese acto administrativo, por lo que antes
de impugnar el acto o disposición manifiesta su desacuerdo y solicita la información para poder
formular la demanda mediante el escrito de interposición. Una vez se le ha dado traslado del
expediente al recurrente se determinará el conocimiento del acto de voluntad que se impugna.
La otra manera de comenzar el procedimiento contencioso-administrativo es por demanda. El
particular tendrá que hacerlo obligatoriamente en los casos con una pretensión de cuantía no superior
a 30.000 euros.
¿Cabe procedimiento abreviado ante los TSJ, AN o TS? Posible pregunta de test.
No cabe, pues el procedimiento abreviado solo es posible en relación con esos temas de cuantía
inferior a 30.000 euros y solo en relación con los órganos unipersonales (juzgados de lo contencioso-
administrativo y el Juzgado Central de lo contencioso-administrativo).
¿Cabe iniciar un recurso-contencioso administrativo por demanda? Posible pregunta de test.
La división en dos partes de la pretensión del particular que impugna es la siguiente:
a) Interposición del recurso contencioso-administrativo que equivale a su anuncio.
b) Demanda, una vez recibido el expediente.
Esto garantiza la posición de igualdad del particular ante la Administración. Precisamente porque
esto existe, el juicio contencioso-administrativo es esencialmente un juicio de derecho y no de
hecho (a diferencia, por ejemplo, del orden penal). Aunque naturalmente cabe la prueba, lo cierto
es que el espacio para practicarla es menor porque casi todo se encuentra ya en el expediente. En
el supuesto de que no sea un órgano colegiado y de que la cuantía sea inferior a 30.000 euros
estará obligado a iniciar el procedimiento por demanda.
En el art. 45.5 LJCA se reconocen una serie de excepciones tasadas a la iniciación del
procedimiento con el escrito de interposición:
5. El recurso dirigido contra una disposición general, acto, inactividad o vía de hecho en que no
existan terceros interesados podrá iniciarse también mediante demanda en que se concretará la
disposición, acto o conducta impugnados y se razonará su disconformidad a Derecho. Con la
demanda se acompañarán los documentos que procedan de los previstos en el apartado 2 de este
artículo.
¿Cabe en otros supuestos distintos o puede el particular dejar de ejercitar su derecho de conocer
el expediente con el escrito de interposición? La respuesta es categóricamente sí o no.
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De acuerdo con la pirámide normativa, se puede afirmar que cada escalón no constituye sino la
aplicación más o menos amplia del mandato que está por encima de este. Las leyes, así, son
aplicación de la CE (no en el sentido de ejecución) y los reglamentos son aplicación de las leyes, no
solo en su marco, pero básicamente sí ejecutan el contenido de la ley. Los actos ejecutan los
mandatos reglamentarios.
La realidad concreta es que la diferencia entre acto y norma es de régimen jurídico, es decir, las
normas solo se derogan por otras posteriores de igual o superior rango. Los actos administrativos no
se derogan. La mayor parte de las normas se publican y los actos se notifican, aunque hay actos que
se también son publicados. El límite entre acto y norma lo propone el propio ordenamiento jurídico,
pero solo quien aplica el derecho interpreta cuándo está ante un acto, aunque tenga la apariencia de
una norma y cuándo está ante una norma, aunque tenga la apariencia de un acto.
• El plazo para resolver el RR es de un mes. Desde ese momento se producen los efectos del
silencio y, por tanto, desde esa fecha se cuentan los seis meses para recurrir. Sin embargo,
hay que recordar la STC que señala que ya este plazo de seis meses no se da.
• La inactividad de la Administración es diferente a los supuestos de silencio administrativo
(art. 29.1 LJCA). En el caso no hay inactividad porque ya se le ha denegado la beca, luego sí
ha habido acto.
• En el caso podría ser leído como una resolución proveniente del Secretario General (que
agota la vía administrativa, según el art. 114 LPAC) o como proveniente del Director
General (que no agota la vía administrativa porque no es materia de personal, de manera que
no agota la vía y lo que procede es el recurso de alzada).
No hay día de gracia porque no se está en vía judicial y tampoco opera para todos los casos
(como puede ser el supuesto de los actos de preparación y presentación de los recursos). Muchos
órganos jurisdiccionales consideran los actos precluidos más allá del día de gracia (art. 128
LJCA).
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Este caso es un claro supuesto de cuantía indeterminada. Será determinada la cuantía cuando se
haya determinado la cantidad a recibir. Así, el procedimiento a seguir es el general.
¿Se puede interponer directamente la demanda en cualquier caso que el particular lo desee
alegando que ya conoce el expediente? Cuestión sobre el art. 53.1 y 45 LJCA. Jaime.
Existe la opción de formular demanda sin expediente en los casos del art. 45 LJCA y también en los
que no se ha remitido el expediente en el tiempo en que hubiera debido ser enviado. Señala el art.
53.1 que, en estos casos, la parte recurrente podrá pedir por sí o a iniciativa del LAJ que le conceda
plazo para formalizar demanda. ¿Por qué es esto así? STS: hay jurisprudencia consolidada por virtud
de la cual razón, entre otras, por las que no se puede iniciar el proceso contencioso-administrativo sin
interposición es porque con esa interposición se acota el objeto del recurso. Exige el órgano
jurisdiccional demarcar cuál es el acto impugnado. Esto sitúa nuevamente el problema entre la
delimitación de lo que es el objeto y lo que es la pretensión. El art. 1 LJCA establece que la
jurisdicción contencioso-administrativa conoce de las pretensiones que se deduzcan en relación con
un acto administrativo. La regla general es que no cabe bajo ningún concepto iniciar un proceso
contencioso-administrativo sin la previa interposición del recurso, salvo en algunas excepciones
previstas en la ley: el procedimiento abreviado con carácter general, el recurso de lesividad y la
impugnación de disposiciones de carácter general. El motivo por el que no se requiere escrito de
interposición cuando se impugnan disposiciones de carácter general es que, a diferencia de un acto
administrativo, aun cuando hay antecedentes en la elaboración de las disposiciones de carácter y se
prevé en la ley este procedimiento de elaboración, el expediente no es necesario porque el juicio
contencioso-administrativo es un juicio puramente normativo. Al ser un juicio puramente normativo
lo único que hay que contrastar es una norma de rango superior con una norma de rango inferior, por
tanto en ese sentido no hay un expediente propiamente dicho donde se forma la voluntad de la
administración para la producción de un acto. En las impugnaciones de carácter general, el único
trámite donde puede realmente ampararse en el procedimiento de elaboración de normas de carácter
general es en el principio de audiencia cuando es preceptiva o en los informes de órganos consultivos
del Poder Judicial y Consejo de Estado en los supuestos que corresponda.
En los casos de lesividad no hace falta conocer el expediente porque es la propia administración la
que se demanda a sí misma. Es su propia voluntad la que se ha formulado.
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principio de igualdad de armas, sino porque es necesario concretar el objeto del recurso contencioso-
administrativo con el anuncio del acto impugnado para evitar su dispersión o, incluso, en un
momento posterior, la dispersión de las pretensiones.
Art. 53.1 LJCA: habilita al particular a pedir por sí o al LAJ que le conceda plazo para formalizar
demanda en los supuestos en los que la Administración no envía el expediente en plazo.
➔ Rebatimiento de la tesis del TS: nada impediría, siguiendo la tesis del TS, sumar la
acotación del objeto del recurso a la demanda propiamente dicha donde se alegan las
pretensiones. Esta no puede ser la razón por la que es preceptiva la interposición del recurso.
El motivo real no puede ser el mero acotamiento del objeto de lo que se impugna. En la línea
del art. 53.1 LJCA, el recurrente ya ha interpuesto el escrito y ha solicitado el expediente, de
tal manera que el procedimiento no es una de esas excepciones. Lo que ocurre es que la
Administración no ha mandado el expediente cuando ha tenido que remitirlo. ¿Qué se podría
hacer si la Administración tiene en su potestad, con la no remisión del expediente, de
paralizar el proceso? El art. 53.1 y 53.2 establece los mecanismos para evitar la paralización
del procedimiento, a iniciativa del particular o del LAJ. Cabe preguntarse cómo podría el
particular formular la demanda si no tiene conocimiento de lo que recoge el expediente. Tras
la CE (art.106), el poder judicial sí tiene poder de imperium sobre la Administración, por lo
que en materia de ejecución de sentencias la Administración es un mero órgano de auxilio
del poder judicial. La Administración no tiene recursos ni medios para ejecutar materialmente
las sentencias, tampoco es su función. El órgano jurisdiccional somete a su ámbito de poder al
órgano administrativo para que ejecute las sentencias y le ordena que lo haga por cuenta
propia. ¿Ocurre lo mismo en el caso de los expedientes? No aplica la misma lógica que en
materia de ejecución de sentencias. No está garantizado por la ley que se remita efectivamente
el expediente, desplazando la carga de la acción al recurrente que tiene que formular demanda
sin tener a la vista el expediente. Solo si después se recibe, le da un plazo perentorio de 10
días para realizar alegaciones complementarias.
Conclusión: como norma general, es preceptivo iniciar el procedimiento mediante escrito de
interposición para garantizar la igualdad de armas y la efectividad del control jurisdiccional.
No solamente el recurrente tiene que conocer el expediente, sino que lo tiene que conocer el
juez también. Resolverá sobre todas las cuestiones planteadas en ese proceso de emanación de
voluntad de la Administración, aunque no hayan sido alegadas por el recurrente y puede
volver sobre ello en el juicio. El art. 53 LJCA es un mal remedio al principio de igualdad de
armas. El procedimiento sigue a costa de lesionar la posición del particular porque no hay
ninguna sanción para la Administración por no enviar el expediente a tiempo
Posible pregunta de test: cuando se pretende la declaración de nulidad radical, ¿una norma puede
ser anulada o una norma contraria al ordenamiento jurídico de rango reglamentario es nula de
pleno derecho?
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Art. 128.1 LJCA: los plazos son improrrogables, provocando la caducidad. En realidad, la LJCA
confiere un privilegio al recurrente (salvo para los escritos de preparación e interposición del
recursos), por virtud de los cuales, aunque los plazos son preclusivos, mientras no se declare la
caducidad del plazo por el órgano jurisdiccional el actor podrá presentar el escrito correspondiente y
producirá efectos. Esto no ocurre en ningún otro orden.
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Muchos órganos jurisdiccionales no aplican el art. 128 LJCA a trámites por medio de los cuales no se
produzca el decaimiento del recurso. Si se ha interpuesto la demanda, se celebra (o no) la vista y
se emplaza para conclusiones, transcurriendo el plazo de 10 días: ¿juega el art. 128 LJCA? El
art. 128 no juega para aquellos casos en los que haya que preparar (apelación y casación) o
interponer recurso contencioso-administrativo. Esto quiere decir que, transcurrido el plazo, se
producirá la caducidad automática.
Existe una línea jurisprudencial que señala que el art. 128 LJCA es un amparo o ventaja para el
justiciable que, aún cuando se le haya pasado el plazo, mientras el órgano no declare su caducidad,
puede presentarlo y produce efectos. Pero esto solo vale para aquellos escritos que de no practicar el
trámite en plazo se le tendría por decaído en el recurso al justiciable y no en los demás. Es por eso
que muchos órganos jurisdiccionales admiten las conclusiones fuera de plazo mientras no se declare
la caducidad, pero otros lo toman como un decaimiento en el plazo porque el decaimiento en el plazo
de conclusiones no determina el decaimiento en el recurso, sino solamente en ese trámite que ha
precluido (que no caducado). Por tanto, el art. 128.1 LJCA en realidad da juego para los escritos de
demanda (20 días) y contestación, virtualmente solo en estos casos.
Además de las tres de la tarde del día siguiente, hay órganos jurisdiccionales que dan también
hasta las tres de la tarde de dos días después: el motivo es que la eficacia de la notificación surte
efectos desde el día siguiente, por lo que será al día siguiente que se produzca la caducidad. Con
todo, hay órganos que computan la caducidad desde el mismo día de la notificación (tal y como
señala que debe hacerse en el art. 128 LJCA).
La Administración parte de un principio cuyo origen se remonta a la LJCA (1956) en virtud del cual
esta nunca puede allanarse a una demanda de forma tradicional. Los órganos de gestión (los que
producen los actos administrativos) están separados de los órganos de representación y defensa de la
Administración. El Abogado del Estado o Letrado de la Administración no está conectado con la
Administración: se les remite el expediente, lo estudian y defienden. No pueden allanarse, solo pedir
suspensión e informar al órgano de gestión sobre la conveniencia de allanarse, de tal manera que el
poder de decisión lo tiene el órgano de gestión en este sentido.
Prueba (Ana)
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El juicio civil está en mitad de la balanza: es un juicio de hecho y de derecho. El juicio contencioso-
administrativo es algo más abstracto. El peso y la función de la prueba documental en el juicio
contencioso-administrativo es radicalmente distinta.
Puesto que el contencioso-administrativo tiene pretensiones de ser un juicio integral y no solo revisor,
hoy en día los jueces son más proclives a celebrar vistas, a admitir y practicar prueba que no obra en
el expediente.
Una especificidad de la regulación de la prueba en la LJCA es que es bastante escueta y en casi todo
se remite a la extensísima legislación de la LEC.
La vista sirve para practicar la prueba. Se solicita mediante otrosí en el escrito de demanda o
contestación. Quien solicita la vista puede desistir de esta.
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El plazo es preclusivo de 10 días para su presentación y es un trámite que se realiza por escrito. Se
puede solicitar por el recurrente o la Administración en los escritos de demanda y contestación por
otrosí o en un plazo de 5 días mediante escrito independiente. Si el juez lo considera oportuno y sin
que ninguna de las partes lo solicite, el juez puede acordar este trámite.
No puede servir este trámite para aportar prueba ni tampoco para alegar hechos nuevos (vulneraría
los principios de contradicción y prueba, salvo la excepción de solicitar que el juez se pronuncie en
sentencia sobre la cuantía de la indemnización, ex art. 68 LJCA cuando ya consta en autos), tampoco
para volver sobre trámites precluidos o alegar excepciones extemporáneas.
A diferencia de la anterior LEC, ahora no hay réplica ni dúplica. Solo hay demanda, contestación,
prueba (si la hay) y conclusiones. En conclusiones es el único momento en que el demandante puede
utilizar argumentos nuevos, pues no ha podido utilizar argumentos que dimanan de la contestación de
la demanda por no haber tenido oportunidad. La admisión de argumentos nuevos en conclusiones (no
nuevas pretensiones ni motivos) es “lógico y natural”. Aun cuando las partes soliciten vista y
formulación de conclusiones orales, el juez puede estimar que no habrá vista y que las conclusiones
serán por escrito, siendo su potestad en todo caso.
Este tipo de procedimiento inicia por demanda y el plazo para interponerla es de 2 meses desde la
notificación del acto o publicación de la disposición impugnada. En la vista puede no haber prueba
porque no es necesaria, salvo la prueba documental aportada con la demanda. Sí hay vista, sin
embargo, aunque no haya contestación a la demanda (art. 78.3 LJCA).
Art. 78.3 LJCA: no obstante, si el actor pide por otrosí en su demanda que el recurso se falle sin
necesidad de recibimiento a prueba ni tampoco de vista, el Secretario judicial dará traslado de la
misma a las partes demandadas para que la contesten en el plazo de veinte días, con el
apercibimiento a que se refiere el apartado primero del artículo 54. Las partes demandadas podrán,
dentro de los diez primeros días del plazo para contestar a la demanda, solicitar la celebración de la
vista. En dicho caso el Secretario judicial citará a las partes al acto conforme a lo previsto en el
párrafo anterior. En caso contrario, el Secretario judicial procederá de acuerdo con lo dispuesto en
el artículo 57, declarando concluso el pleito sin más trámite una vez contestada la demanda, salvo
que el Juez haga uso de la facultad que le atribuye el artículo 61.
Este apartado implica que se suspende el principio de oralidad, pero no el principio de contradicción.
La demandada tiene un plazo de 20 días para contestar a la demanda. Si no hubiera vista, sin más,
tampoco habría procedimiento porque no habría contestación a la demanda.
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Constituye una novedad legislativa en la ley de 1956. ¿Tiene mucho sentido la existencia de este
procedimiento? ¿Cuál es su pretensión? Su finalidad es ser más ágil y rápido, y acercar el
procedimiento contencioso-administrativo al principio de oralidad. Se inspira en parte en los
procedimientos laboral y penal, pero su configuración no es óptima.
• ¿Cuál sería de la razón por la cual la impugnación de un acto podría comenzar por demanda?
Cuando el recurrente necesita el expediente, porque si no, se estaría retrasando el acceso a la
justicia.
• Cuestiones de personal: las situaciones funcionariales o laborales del personal al servicio de
las Administraciones Públicas no requieren del conocimiento del expediente porque -en la
mayoría de los casos- estos conocen su propia situación jurídica profesional. Sin embargo, no
está tan claro en otras situaciones que ahí se mencionan como las sanciones deportivas o
cuestiones de extranjería. Las causas de 30.000 euros tampoco son menos importantes como
para no respetar el principio de igualdad de armas. Las medidas de agilización de la justicia
no pueden traducirse en rémoras para el recurrente. No puede ser ni muy lenta ni demasiado
rápida. La Administración puede no emitir el expediente en plazo y no tiene ninguna
consecuencia, aunque el plazo está previsto en la ley, esto es, se trata de un mandato jurídico
sin sanción.
• Convocada la vista sin que el recurrente acuda, se le tiene por desistido, pero no a la
Administración. Es distinta la potestad de configuración legal del legislador a si esta
configuración es la adecuada para cumplir los fines. El recurrente se ve abocado a formular
una demanda sin tener todas las herramientas para hacerlo. Por eso se prevé el remedio del art.
78.4 LJCA, de manera que puede hacer alegaciones orales en el acto de la vista con
posterioridad, pero este es precisamente el gran problema del procedimiento abreviado. Como
demandante, a la vista del expediente puede cambiar de forma sustancial la demanda
interpuesta con nuevos datos que el Letrado no podrá rebatir.
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• El art. 78 LJCA hace parecer que la prueba está pensada únicamente para la de testigos, cuya
necesidad será muy discutible (y que no pueden ser objeto de tacha) porque no hay ningún
trámite para ello, al igual que la discusión de necesidad de cualquier otra prueba. Cualquier
otra prueba no sería practicable. En el caso del procedimiento abreviado no se solicita la
práctica de la prueba mediante otrosí, si se admiten serán practicadas en el acto de la vista.
¿En qué momento se solicita la prueba? No se prevé en ninguna parte, pese a que se podría
solicitar en el escrito de demanda (aunque no es preceptivo hacerlo) o en la propia vista.
En el procedimiento ordinario no tiene demasiado sentido que se proponga o justifique la
prueba mediante otrosí en la demanda cuando ni siquiera se conoce los motivos de oposición
del contario. Esto es un defecto de construcción en el proceso contencioso-administrativo para
ahorrarse el trámite de audiencia previa (la vista).
En el procedimiento abreviado tendría más sentido porque no hay contestación, es decir, no se
conoce las alegaciones del contrario con carácter previo. Se suele proponer en la propia vista
y se practica en ese mismo acto, pero es materialmente imposible practicar pruebas como las
periciales que no han sido anunciadas previamente.
• La justicia cautelar es el contrapeso de la prerrogativa de la autotutela. La autotutela debe
seguir siendo un dogma, pero estrictamente extendido a todos los actos administrativos. No
hay un verdadero procedimiento de composición de intereses previa a la vía judicial, aunque
muchas materias si encuentren su cauce en la vía administrativa.
¿Es potestativo para el recurrente? Pregunta de test. Es absolutamente preceptivo para el recurrente
en los casos que la LJCA señala.
Escrito inicial de demanda con solicitud de pleito a prueba (Mario Martí) y oposición
(Paula Pouso). Caso de renovación de la licencia de armas por parte del recurrente
Competencia: el TSJ tiene una competencia residual de todos los asuntos de materia periférica del
Estado y de las CCAA (art.10. b. LJCA). Ha habido un acto del Director General de la Guardia Civil
y un recurso de alzada posterior ante el ministro. ¿Es un acto en general o es un acto confirmatorio o
que rectifica? No está rectificando nada la resolución, sino que confirma la resolución del recurso de
alzada. Así, la competencia en este caso corresponde a la Sala de lo contencioso-administrativo de la
TSJ. Si rectificase la resolución, la competencia sería de la AN porque se trataría de un acto propio
del Ministro, no estaría confirmando un acto dictado por otro órgano administrativo.
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Oposición: no tener antecedentes penales, según la línea jurisprudencial no implica por sí solo que se
tenga capacidad para portar armas. Si bien se alegan, asimismo, motivos de seguridad personal por el
transporte de dinero no va a implicar un derecho a obtener una licencia para portar armas. En el
ordenamiento español no es un derecho que admite este tipo de prerrogativa al particular.
¿Por qué las medidas cautelares tienen mayor importancia en el orden contencioso-administrativo
que en el civil?
A diferencia de otros órdenes, el acto administrativo causa Estado: crea, modifica y extingue
situaciones jurídicas. Produce inversión en el principio de la paz jurídica. Todos los ordenamientos
civilizados se basan en el principio de la paz jurídica (status quo) que no puede ser modificado por la
voluntad unilateral de nadie. Para modificarlo hace falta un cruce de voluntades que es en lo que se
asienta el derecho civil, de ahí que el contrato sea ley inter-partes. El acuerdo es por sí mismo un
elemento que altera el principio de la paz jurídica. Cuando esa norma que rige para particulares es, a
juicio de uno de ellos, vulnerada por una de las partes, necesita el auxilio judicial.
El derecho administrativo se construye exactamente al revés. Está concebido de tal manera que con el
mero hecho de su voluntad altera el principio de la paz jurídica. No solamente crea, modifica o
extingue, sino que se presume válido. Puede incluso ejecutar sus propios actos en contra de la
voluntad de los afectados y solamente cede ante el control judicial de la actuación administrativa. Si
el retorno a la legalidad o la paz jurídica depende única y exclusivamente de los tribunales (y por
tanto de la capacidad de reacción por el afectado), entonces la medida cautelar se convierte en un
pilar básico de la justicia administrativa.
El incumplimiento de una obligación derivada de una relación privada no causa Estado por mucho
que afecte al particular. No provoca cambios en el mundo de lo jurídico. La medida cautelar es
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capital en el derecho administrativo porque precisamente se dirige a evitar ese cambio en el mundo
de lo jurídico, en tanto se produce un fallo que declare lo que es válido en derecho o no y sustituya,
en el ámbito de su potestad jurisdiccional, la potestad de autotutela.
¿Prejuzga el asunto?
La doctrina de la apariencia de buen derecho se importa de la jurisprudencia del TJUE. Permite, con
base en la probable tutela judicial a la pretensión del actor. Lo que ocurre es que esa doctrina de
fumus boni iuris está sobrepasada porque filosóficamente entraña una renuncia al propio proceso y a
sus garantías por anticipar un resultado, aunque tenga este carácter provisional.
Si es fundamental la justicia cautelar porque el acto administrativo causa Estado por ser definitiva
(que no inatacable). La justicia cautelar no tiene por objeto privar de eficacia al acto administrativo
necesariamente, aunque sí pueda ser su finalidad suspenderlo o cualquier otra medida que asegure la
eficacia de la sentencia y que permita ponderar los intereses concretos en el momento del litigio. En
la medida cautelar, lo que el juez debe preguntarse cuando el actor la solicita (aunque también puede
solicitarla el demandado) es lo siguiente: ¿en qué padece el interés público si se adopta una medida
cautelar concreta en ese momento? La medida cautelar es temporal y no despliega necesariamente
toda su eficacia hasta la sentencia, sino que puede decaer por apreciación del juez o por cambio de
circunstancias, incluso puede ser modificada en una dirección distinta tanto a petición del juez como
a instancia de parte. De la misma manera, en la ponderación de circunstancias, el juez tiene que
preguntarse cuál es el padecimiento de la posición del recurrente si no se adopta la medida cautelar
solicitada. El límite de la justicia cautelar está en desvirtuar un principio legalmente establecido: el
principio de autotutela. No puede excluirlo porque sería incluso ir contra un mandato legal. Puede
suspender temporalmente la eficacia de un acto administrativo, pero filosóficamente no puede
negarlo. ¿Tiene sentido mantener el principio de autotutela a ultranza? ¿Se debe considerar que,
en definitiva, la Administración en casi todas sus manifestaciones se presenta como un poder de
imperium?
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Cabe la adopción de la medida cautelar sin interponer el recurso: art. 136 LJCA, en relación con
los arts. 29 y 30 LJCA.
1. En los supuestos de los artículos 29 y 30, la medida cautelar se adoptará salvo que se aprecie con
evidencia que no se dan las situaciones previstas en dichos artículos o la medida ocasione una
perturbación grave de los intereses generales o de tercero, que el Juez ponderará en forma
circunstanciada.
2. En los supuestos del apartado anterior, las medidas también podrán solicitarse antes de la
interposición del recurso, tramitándose conforme a lo dispuesto en el artículo precedente. En tal
caso el interesado habrá de pedir su ratificación al interponer el recurso, lo que habrá de hacerse
inexcusablemente en el plazo de diez días a contar desde la notificación de la adopción de las
medidas cautelares. En los tres días siguientes, el Secretario judicial convocará la comparecencia a
la que hace referencia el artículo anterior. De no interponerse el recurso, quedarán
automáticamente sin efecto las medidas acordadas, debiendo el solicitante indemnizar de los daños y
perjuicios que la medida cautelar haya producido.
Artículo 29.
2. Cuando la Administración no ejecute sus actos firmes podrán los afectados solicitar su ejecución,
y si ésta no se produce en el plazo de un mes desde tal petición, podrán los solicitantes formular
recurso contencioso-administrativo, que se tramitará por el procedimiento abreviado regulado en el
artículo 78. Artículo 30. En caso de vía de hecho, el interesado podrá formular requerimiento a la
Administración actuante, intimando su cesación. Si dicha intimación no hubiere sido formulada o no
fuere atendida dentro de los diez días siguientes a la presentación del requerimiento, podrá deducir
directamente recurso contencioso-administrativo.
¿Cabe en algún otro supuesto? Posible pregunta de examen. No cabe adopción de medidas
cautelares sin interposición del recurso, salvo las excepciones previstas en los arts. 29 y 30 a los que
se refiere el art. 136 LJCA, porque lo que cabe con la adopción de la medida cautelarísima es su
adopción inaudita parte, lo que es distinto. Cuando el perjuicio que se puede causar con el acto
(ocurre especialmente en materia de extranjería y asilo) es tal, se admite su adopción inaudita parte
pero no sin interposición del recurso.
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La medida cautelar puede ser solicitada en cualquier momento antes de que se dicte sentencia. Lo que
ocurre es que normalmente solo tiene sentido al comienzo para modular los efectos del principio de
autotutela. En los supuestos del 29 y 30 LJCA no es necesario haber interpuesto la demanda
porque ni siquiera es necesario haber hecho el escrito de interposición. En los supuestos del
procedimiento abreviado, las medidas cautelares se solicitan con la demanda y en esos supuestos
concretos se admitirán las medidas cautelares al margen del propio recurso.
Fuera de esos supuestos anómalos, que chocan con la filosofía del proceso que implica que una
medida cautelar solo se adopta entablada una litis e incluso inaudita parte en supuestos de gravedad y
urgencia (art. 135 LJCA), no se puede. La medida cautelar siempre se solicita en el marco de un
procedimiento concreto, sin procedimiento no hay actuación jurisdiccional, y además, toda medida
cautelar puede adoptarse antes de la demanda y de la contestación (de hecho, es habitual) pero de
acuerdo con el principio de contradicción. Esto último implica que cuando no se tienen todos los
elementos para plantear la demanda, sí se le pueda plantear al juez la adopción de una medida
cautelar que module los efectos del principio de autotutela y preserve la eficacia de la sentencia que
se vaya a adoptar en su día, salvo que se pueda solicitar una medida cautelarísima después de haber
interpuesto el recurso sin dar audiencia a la parte contraria porque es un supuesto de extrema
urgencia o peligro. Se adopta la medida y luego se oye a la otra parte, de tal manera que se revoque o
confirme esta.
Los supuestos del art. 136 LJCA que hacen referencia a la inactividad material de la administración o
a la vía de hecho (arts. 29 y 30 LJCA) no hay escrito de interposición, sino un escrito directo de
demanda (error conceptual de la LJCA). ¿Tiene sentido este artículo? No, porque es un principio
absolutamente fundamental que la justicia cautelar se otorgue o deniegue en el marco de un
procedimiento.
¿Puede el juez de oficio adoptar medidas cautelares distintas a las solicitadas por las partes? La
respuesta sería -aunque no categóricamente- negativa, por el principio dispositivo que rige tanto el
procedimiento civil como el contencioso. El juez resuelve en los términos solicitados por las partes,
sin perjuicio de que pueda llamar la atención para que las partes soliciten otro tipo de medidas.
¿Qué pediría en la medida cautelar? El propósito de la media cautelar es que pueda seguir portando
armas. No se puede pedir la concesión de la licencia de armas como medida cautelar porque se
destruiría el objeto del proceso. Lo que se podría pedir es la medida positiva de poder portar armas:
podría pedirse la prórroga de la licencia anterior, aunque en este caso la licencia anterior está
caducada y no cabe pedir que el juez sustituya el criterio de la propia potestad Administrativa sobre
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este punto. En términos de lógica, no se puede pedir la suspensión de la eficacia no supone que haya
derecho a portarla.
Puesto que el acto administrativo produce efectos desde que se dicta, la medida por antonomasia es la
suspensión del acto. Sin embargo, actualmente cabe toda medida conectada causalmente con el
proceso, positiva o negativa, e incluso lo puede hacer la Administración demandada. El recurrente
quiere seguir llevando el arma, ¿cómo se viste esa pretensión como medida cautelar a solicitar?
¿Podría el particular justificar la medida cautelar en que han concedido la licencia otras
veces anteriores? Es una cuestión opinable, pero lo más probable es que no. La concesión
previa no plantea un problema de periculum in mora ni tampoco de ponderación de los
intereses en presencia de tal manera que justifique la adopción de una medida cautelar desde
ese punto de vista. Podría argumentarse de cara al pronunciamiento del fallo. No padece en
nada el interés del particular de llevar el arma y tampoco se ve perjudicado ningún derecho
suyo porque vaya a haber un pronunciamiento posterior en sentencia. Distinto es que se
plantee en la demanda la vinculación al precedente sin que hubiesen cambiado las
circunstancias y, por tanto, el cambio de criterio no está justificado. No sería adecuado
trasladarlo a la justicia cautelar. No valdría para justificar la apariencia de buen derecho
porque hoy no es un criterio que tenga el juez para adoptar una medida cautelar para no entrar
de forma anticipada en la decisión de la sentencia. Solo en los casos señalados por el TS se
admite esta doctrina. El precedente no es apariencia de buen derecho porque es una cuestión
que se dilucidará en el propio juicio al ser la pretensión que sostendrá la Administración. La
apariencia de buen derecho se verá en la propia sentencia.
a) Declaración de lesividad previa en sede administrativa. Debe señalar las razones por las que
el acto va contra el ordenamiento jurídico. No pueden alegarse razones de oportunidad
política o de estrategia, debe ser un acto favorable que esté viciado legalmente.
b) Declaración de lesividad en sede jurisdiccional con la interposición de la demanda por parte
de la Administración.
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¿Cuál es la lógica que informa que los actos administrativos favorables (o no) para los interesados
sean irrevocables con carácter general, a diferencia de lo que ocurre con las normas? El acto
finaliza el proceso de aplicación del derecho a la realidad y se consuma en sí mismo, es decir,
produce el cambio en el mundo de lo jurídico. Este acto será impugnable, pero no estará sujeto a un
régimen general de revocabilidad por seguridad jurídica, si no el proceso de aplicación del derecho a
la realidad no acabaría nunca.
Que sea un “acto decisorio” implica la expresión de la voluntad de la Administración, pero no puede
modificar por sí sola el acto que ha dictado y de ahí que tenga que impugnarlo ante la jurisdicción
contencioso-administrativa. Esto implica que ese acto no se encuentra protegido por el principio de
autotutela porque por sí misma no puede revocar el acto.
¿Puede un contrato ser objeto de este recurso? El cumplimiento del contrato queda fuera del recurso
de lesividad, pero los actos de preparación y adjudicación sí lo serían por ser actos unilaterales de la
Administración. Por el principio de acto separable son estos últimos lo que se pueden recurrir como
lesivos ante la jurisdicción contencioso-administrativa y, en consecuencia, al ser actos unilaterales,
también son susceptibles de declararse lesivos para el interés público. La convocatoria no podría
serlo porque no confiere ningún derecho a nadie.
Los reglamentos no pueden ser objeto del recurso de lesividad. Al ser normas, no son susceptibles
de recurso de lesividad. Las normas contrarias al ordenamiento jurídico se sancionan en vía de
recurso o, si la Administración quisiese modificarlas, solo tendría que derogarla.
Se admite que el acto que se pretenda declarar lesivo no sea un acto que ponga fin a la vía
administrativa (art. 25 LJCA).
Su única finalidad es la depuración del ordenamiento jurídico sin que afecte a la situación jurídica del
particular. Para no perjudicar la litis, no se suspende el procedimiento.
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El recurso indirecto es solicitado por las partes para impugnar la validez de la norma general,
mientras que en el caso de la cuestión de ilegalidad el juez debe plantear la cuestión de ilegalidad al
órgano judicial competente. Las normas reglamentarias están sujetas a un plazo perentorio de
interposición de recursos contra ellas como los propios actos, con la diferencia de que las normas no
son objeto de recurso administrativo, sino que siempre se impugnan directamente ante la jurisdicción
contencioso-administrativa, pues la Administración no controla las normas jurídicas que ella misma
dicta. El art. 106 CE encomienda esta tarea a los jueces y tribunales del orden contencioso-
administrativo. Si un reglamento dictado por la Administración no se recurre en el plazo perentorio
de 2 meses, esa norma deviene en principio inatacable por ser válida sin que lo sea verdaderamente.
Es por esto que el legislador arbitra dos mecanismos posibles:
a) El juez que al dictar una sentencia debe aplicar la norma, tras dictarla plantea la cuestión de
ilegalidad al órgano jurisdiccional competente para declarar su invalidez. Las normas de
contraste son la CE o las normas del bloque de constitucionalidad, no es nunca otra norma de
rango legal.
b) El segundo es el recurso indirecto contra reglamentos. Se trata de un supuesto en el que el
particular no está legitimado para interponer un recurso contra una norma y transcurre su
plazo de impugnación desde que se publica, pero la Administración dicta un acto haciendo
uso de esa norma. La razón de recurrir del particular no está en el acto mismo, sino en la
norma que le da cobertura legal.
La LJCA remite la suspensión del acto o las medidas cautelares que se adopten al amparo de
este procedimiento especial a las reglas particulares de las medidas cautelares. Este
procedimiento trata, por la gravedad del asunto, de acortar los plazos y obtener sentencia
favorable a los intereses del justiciable. Sin embargo, este fin no se cumple porque los plazos
son perentorios solo para el recurrente y no para el órgano jurisdiccional, con lo cual en la
realidad concreta el recurso por procedimiento especial para protección de derechos
fundamentales se puede alargar más que un procedimiento ordinario. Tampoco implica
suspensión de las actuaciones a solicitud del particular, como sí preveía la ley de 1956.
¿Por qué el recurso es poco recomendable? Este recurso también recorta la argumentación
jurídica. O se justifica perfectamente la vulneración del derecho fundamental o el recurso será
inadmitido. En un recurso ordinario no solo se puede alegar la vulneración de derechos
fundamentales, sino también todos los vicios de legalidad. No se pueden simultanear en
principio, porque sería un fraude procesal.
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1. Por sentencia
La sentencia de inadmisión es para todos aquellos casos en los que el órgano jurisdiccional no
entra en el fondo del asunto, pese a que la sentencia normalmente está abocada a decidir sobre
el fondo de este. Se puede inadmitir antes de la sentencia en algunos casos, pero no en otros.
El pronunciamiento de costas sigue la misma lógica de la LEC bajo el principio de
vencimiento.
El art. 27.2 LJCA señala: cuando el Juez o Tribunal competente para conocer de un recurso
contra un acto fundado en la invalidez de una disposición general lo fuere también para conocer
del recurso directo contra ésta, la sentencia declarará la validez o nulidad de la disposición
general.
Tiene que existir coincidencia entre el órgano que pueda conocer de los dos recursos (directo e
indirecto). Dentro de la competencia de los Juzgados Centrales y de lo Contencioso-
Administrativo como órganos unipersonales, no se contempla que puedan conocer de recursos
directos contra reglamentos. Sin embargo, podrían conocer sobre el recurso indirecto pero no
determinar la nulidad, sino que deben plantear la cuestión de nulidad a aquellos órganos
colegiados que sean competentes para declararla.
Los órganos competentes son los TSJ, cuando el reglamento o disposición general provenga de la
CCAA o entidades locales. Es competente asimismo la Sala de lo Contencioso-Administrativo de
la AN para conocer de estos recursos respecto de disposiciones de ministros y del Secretario de
Estado. El TS es competente para conocer de los recursos contra las disposiciones generales
emanadas del Consejo de Ministros.
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Disposición adicional octava LJCA: las referencias en el articulado de esta Ley al recurso de
súplica se entenderán hechas al recurso de reposición.
Artículo 79.
1. Contra las providencias y los autos no susceptibles de apelación o casación podrá interponerse
recurso de súplica(*), sin perjuicio del cual se llevará a efecto la resolución impugnada, salvo que el
órgano jurisdiccional, de oficio o a instancia de parte, acuerde lo contrario.
2. No es admisible el recurso de reposición contra las resoluciones expresamente exceptuadas del
mismo en esta Ley, ni contra los autos que resuelvan los recursos de reposición y los de aclaración.
3. El recurso de súplica(*) se interpondrá en el plazo de cinco días a contar desde el siguiente al de
la notificación de la resolución impugnada.
4. Interpuesto el recurso en tiempo y forma, el Secretario judicial dará traslado de las copias del
escrito a las demás partes, por término común de cinco días, a fin de que puedan impugnarlo si lo
estiman conveniente. Transcurrido dicho plazo, el órgano jurisdiccional resolverá por auto dentro del
tercer día.
Artículo 80.
1. Son apelables en un solo efecto los autos dictados por los Juzgados de lo Contencioso-
administrativo y los Juzgados Centrales de lo Contencioso-administrativo, en procesos de los que
conozcan en primera instancia, en los siguientes casos:
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regirá por el mismo régimen de admisión de la apelación que corresponda a la sentencia cuya
extensión se pretende.
3. La tramitación de los recursos de apelación interpuestos contra los autos de los Juzgados de lo
Contencioso-administrativo y los Juzgados Centrales de lo Contencioso-administrativo se ajustará a
lo establecido en la sección 2ª de este capítulo.
1. Contra las diligencias de ordenación y decretos no definitivos del Secretario judicial cabrá
recurso de reposición ante el Secretario que dictó la resolución recurrida, excepto en los casos en que
la Ley prevea recurso directo de revisión.
El recurso de reposición se interpondrá en el plazo de cinco días a contar desde el siguiente al de
la notificación de la resolución impugnada.
Si no se cumplieran los requisitos establecidos en el párrafo anterior, se inadmitirá mediante
decreto directamente recurrible en revisión.
Interpuesto el recurso en tiempo y forma, el Secretario judicial dará traslado de las copias del
escrito a las demás partes, por término común de tres días, a fin de que puedan impugnarlo si lo
estiman conveniente. Transcurrido dicho plazo, el Secretario judicial resolverá mediante decreto
dentro del tercer día.
2. Contra el decreto resolutivo de la reposición no se dará recurso alguno, sin perjuicio de
reproducir la cuestión al recurrir, si fuere procedente, la resolución definitiva.
Cabrá recurso directo de revisión contra los decretos por los que se ponga fin al procedimiento o
impidan su continuación. Dicho recurso carecerá de efectos suspensivos sin que, en ningún caso,
proceda actuar en sentido contrario a lo que se hubiese resuelto.
Cabrá interponer igualmente recurso directo de revisión contra los decretos en aquellos casos en
que expresamente se prevea.
3. El recurso de revisión deberá interponerse en el plazo de cinco días mediante escrito en el que
deberá citarse la infracción en que la resolución hubiera incurrido.
Cumplidos los anteriores requisitos, el Secretario judicial, mediante diligencia de ordenación,
admitirá el recurso, concediendo a las demás partes personadas un plazo común de cinco días para
impugnarlo, si lo estiman conveniente.
Si no se cumplieran los requisitos de admisibilidad del recurso, el Juzgado o Tribunal lo
inadmitirá mediante providencia.
Transcurrido el plazo para impugnación, háyanse presentado o no escritos, el Juzgado o Tribunal
resolverá sin más trámites, mediante auto, en un plazo de cinco días.
Contra las resoluciones sobre admisión o inadmisión no cabrá recurso alguno.
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Después de la reforma de 2015, los motivos de casación se dan por unificación de doctrina y en
interés de la ley.
El TS no conoce el derecho de las CCAA. Todos los recursos de casación que se deduzcan del
derecho de las CCAA se dilucidan ante los TSJ correspondientes por la necesidad del orden
jurisdiccional, sin aplicar el derecho estatal. Esta es la reconducción específica a la unidad de la
doctrina en la interpretación del derecho de las CCAA.
Interés casacional objetivo: los motivos que regula la ley no son en todo caso interés casacional
objetivo, sino que estos motivos se presumen iuris tantum interés casacional objetivo. En el escrito
de preparación habrá que justificar por qué concurren. Si no se aprecia el interés casacional objetivo
mediante providencia, o si determina que no está suficientemente justificado mediante auto motivado,
se inadmitirá el recurso con respectivas costas al recurrente. Contra este auto o providencia cabe
recurso de queja porque el escrito de preparación se eleva al TS por el órgano de instancia.
Escrito de preparación: el escrito de preparación del recurso se presenta ante el órgano que ha
dictado la resolución en instancia cuya resolución se pretende casar. En este se tendrá que argumentar
qué norma o jurisprudencia, como causa de recurribilidad, se entienden infringidas. Esta infracción se
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tendrá que haber alegada en instancias previas del proceso, siempre que hubiese un momento
oportuno para hacerlo. Una vez admitido, se tiene un plazo de 30 días para formular oposición.
• Hay un ámbito muy discrecional por parte del TS para admitir un recurso de casación. El
interés casacional objetivo, salvo en los casos en los que se presume, remite a una apreciación
discrecional amplísima de este órgano. La necesidad de determinar el interés casacional de
forma tan amplia convierte la casación a un sistema muy próximo al del sistema
norteamericano.
• La casación pasa por tres filtros fundamentales: (1) la admisión del propio órgano cuya
sentencia se recurre en casación, de tal manera que a ese órgano es a quien le corresponde
tener por preparado el recurso. No se trata sencillamente del cumplimiento de las
formalidades del recurso, sino que el propio órgano puede considerar que no lo tiene por
preparado al no tener interés casacional objetivo. De ahí que quepa recurso de queja. (2) La
admisión por el propio TS, una vez que se ha preparado el recurso, donde se personan las
partes. (3) Sentencia.
Caso práctico: recurso de apelación del General Pérez de los Cobos (Elena Fernández
Darna, Ángela Chorén)
No es lo mismo el cumplimiento de requisitos para ser alto cargo, aunque sean cargos de libre
designación, y cuyo incumplimiento da lugar a su impugnación ante la jurisdicción contencioso-
administrativa que los requisitos para la destitución de un alto cargo. La motivación de la designación
radica en la confianza del gobierno y de la continuación de su programa político. La razón de la
designación no es ese cumplimiento de los requisitos establecidos en la ley para ser alto cargo,
sino la confianza. Cumplidos los requisitos para ser designado y siendo esa designación (libre, en el
sentido de que se tiene la confianza de que llevará a cabo el programa político del gobierno), el
motivo de la destitución será la pérdida de la confianza. Esa pérdida de confianza es igual de libre
que el nombramiento.
¿Es realmente esa pérdida o el cumplimiento de la legalidad lo que justifica la destitución? ¿Se
puede controlar eso por la jurisdicción contencioso-administrativa? Puesto que la confianza es
razón de nombramiento, cumplidos los requisitos, se podría sostener que la pérdida de esta es razón
de destitución. ¿Estamos en un supuesto real de pérdida de confianza? ¿Es la confianza
susceptible de control? Si la razón es verdaderamente la pérdida de confianza y no que no haya
comunicado cómo va una investigación judicial sobre un parlamentario, ¿ese ámbito es
susceptible de control jurisdiccional?
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No existe un contenido positivo de la libertad, pero puesto que es una decisión discrecional también
debe plantear un límite. Este límite negativo es la arbitrariedad. Desde el punto de vista de las partes,
se hace necesario justificar que no se ha probado esa arbitrariedad en el bien entendido de que la
prueba de esta en un ámbito tan libre es extraordinariamente difícil, dando lugar incluso a una posible
inversión de la carga de la prueba por ser quien tiene mayor conocimiento de los hechos (LEC). En
segundo lugar, siguiendo el argumento de la desviación de poder, no basta con alegar que se ha
producido el ejercicio de una potestad aparentemente lícito pero distinto del previsto en la norma que
la otorga (supuesto de anulabilidad del acto). Es difícil sostener que ha habido desviación de poder
porque no se acaba de vislumbrar qué otro fin distinto a la pérdida de confianza podría haber dado
lugar a una sanción. No es claro que exista una conducta típica por parte del General que implique la
apertura de un expediente sancionador. Parece más claro el argumento de la arbitrariedad.
¿Qué significa realmente la discrecionalidad? Esta tiene un contenido sustantivo y ontológico que
remite a un ámbito de decisión libre circundado por unos límites dentro de los cuales se puede
desenvolver esa decisión. Desde un punto de vista de control de la legalidad, la discrecionalidad
significa el mecanismo por virtud del cual el poder judicial puede enjuiciar toda la actuación de la
Administración sujeta a derecho administrativo, es decir, es lo que permite el control integral de la
actuación administrativa. Se genera una tensión entre ambas vertientes: entre lo que es un ámbito de
decisión libre dentro de unos límites y la necesidad de control por parte de los Tribunales (cláusula de
Estado de Derecho) sobre lo que en todo caso vaya a decidir un órgano administrativo.
La Administración puede revocar sus actos en cualquier momento. El problema de estas distinciones
conceptuales es que se mezclan parámetros distintos de clasificación y por ello resultan en figuras
distintas.
El sistema de recursos siempre conlleva a una acción de tipo impugnatoria por parte del particular
frente a la actuación administrativa, aunque no es completamente exacta esta afirmación. Al margen
del sistema de recursos, la revisión de actos nulos o anulables puede integrarse a instancia del
particular. Es verdad que en la revisión de actos anulables, en la medida en que esta es realizada por
la Administración impugnando su propia actuación (requisito pre-procesal: declaración de lesividad
del interés público), es realmente un acto favorable para el particular. No tiene sentido que sea el
particular el que impugne un acto que le es favorable, pero tendría sentido si es un tercero. ¿Qué
ocurre si es un tercero quien solicita la revisión de oficio de un acto favorable en la esfera de su
destinatario, pero desfavorable para su esfera? Es tendencialmente exacto que entre revisión e
impugnación por el sistema de recursos la diferencia sea que la primera sea la Administración la que
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de oficio lo haga (aunque puede estar, según los casos, estar también a disposición del particular),
mientras que en la segunda sea un mecanismo que esté a disposición del particular.
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respecto del cual la Administración no puede salirse, incluso haciendo uso de su potestad
discrecional. Este límite externo es la interdicción de la arbitrariedad. La respuesta a si
puede prosperar un recurso administrativo por razones de oportunidad es que no, porque la
impugnación administrativa de un tercero solo puede fundarse en la vulneración del
ordenamiento jurídico. Esto es distinto a los supuestos en los que la Administración, habiendo
actuado legalmente, al amparo de la ley pueda revocar ella misma su propio acto por motivos
de legalidad o de oportunidad. Incluso por motivos de oportunidad, tratándose de un acto de
gravamen, puede hacerlo siempre que no haya transcurrido el plazo de prescripción de las
acciones, siempre que no vulnere el principio de legalidad y siempre que no constituya una
dispensa del cumplimiento de la ley. El particular solo puede impugnar por motivos de
legalidad y la Administración puede volver sobre su actuación en cualquier momento con los
condicionantes mencionados. Si se trata de actos declarativos de derechos, para volver sobre
sus propios actos, debe acudir a la declaración de lesividad del interés público e impugnarlo
ante el órgano contencioso-administrativo. La única forma de volver sobre un acto declarativo
de derechos es precisamente la vulneración de la ley, pero además requiere que la vulneración
tenga un carácter lesivo para el interés público.
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- En la revisión de oficio los actos nulos de pleno derecho pueden ser revisados sin sujeción a
plazo alguno, cuyo trámite esencial es el dictamen del Consejo de Estado u órgano
equivalente de la CCAA o, en los actos declarativos de derecho, la necesidad de declararlos
lesivos e impugnarlos ante la jurisdicción (tratándose de actos anulables). Como forma de
producción de voluntad de la Administración, que esta se forme mediante un procedimiento
es absolutamente indispensable porque es una ficción jurídica y la expresión de su voluntad lo
requiere para que dicha voluntad se le pueda imputar. La revocación, por ello, debe estar
inmersa en un procedimiento con todas sus garantías. Cabe la posibilidad de instar la
revisión de oficio a instancia del particular, pero no en los casos de los actos anulables
porque es una potestad de la propia Administración y porque, si es un tercero, tendría
que haberlo recurrido en tiempo y forma. La falta de notificación a un tercero de un acto
que produce una reducción de su esfera jurídica no abre la posibilidad de revisión de oficio, lo
que abre es la posibilidad de que, en cuanto tenga conocimiento, pueda interponer el recurso
que sea procedente. En la revisión de oficio de actos nulos de pleno derecho, al no estar sujeto
a plazo alguno, se haya interpuesto o no recurso, a petición del particular legitimado se puede
acudir a esta vía. Pero esto no da derecho a la declaración de nulidad y la apertura de la
jurisprudencia a esta vía es muy restrictiva.
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No es necesario que se produzcan en todo caso daños de imposible o difícil reparación. Las
razones principales en el ámbito de la LJCA para otorgar medidas cautelares básicamente son
dos:
- El aseguramiento de la eficacia de la sentencia que en su día se dicte. Esto justifica la
adopción de una medida cautelar tendente a este fin. Este aseguramiento está directamente
ligado al periculum in mora, es decir, a la tardanza natural a la sentencia de segunda
instancia. Si la sentencia de primera instancia ya se está ejecutando provisionalmente, la
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única razón por la cual la demora en dictar la sentencia en segunda instancia sería adoptar
las medidas que aseguraran la eficacia de una sentencia eventualmente revocatoria de
primera instancia, porque si fuese confirmatoria ya se estaría ejecutando provisionalmente.
- Puesto que el órgano de apelación no puede suspender la ejecución provisional de la
sentencia porque esta corresponde al órgano de primera instancia (el órgano de apelación
nunca es un órgano de ejecución. Los órganos jerárquicamente superiores nunca ejecutan.
Se tiene que pedir al órgano de primera instancia).
¿Cuál sería la medida en el caso de Pérez de los Cobos? Lo único que podría hacer el
órgano de apelación es impedir, en su caso, la reincorporación de Pérez de los Cobos. Su
incorporación al puesto de trabajo podría producir un perjuicio de difícil o imposible
reparación.
- En el caso de estimar, determina nada menos que el mantenimiento de la eficacia del acto
impugnado cuando ya un órgano jurisdiccional ha dicho que es contrario a derecho. En el
caso de desestimar el recurso, en la eficacia del acto impugnado, es lógico que se
mantenga porque el recurso se ha desestimado. ¿Qué sentido tiene que el recurso de
apelación tenga carácter suspensivo cuando ya hay un acto que está protegido por el
principio de autotutela y constitucionalmente protegido, a su vez, por el principio de
eficacia de los actos administrativos del art. 113 CE? Que el recurso de apelación sea a
ambos efectos no tiene sentido.
¿Cuál es la razón por la que las medidas cautelares se solicitan mediante escrito independiente o
mediante otrosí? Posible pregunta de test. La razón es que las medidas cautelares se pueden solicitar
en cualquier momento antes del señalamiento del plazo para dictar sentencia cuando se solicita
mediante escrito independiente al no ir anejo a un escrito de interposición.
¿Qué podría haber pedido el Letrado de Pérez de los Cobos? Pide la suspensión de la ejecución de
una sentencia el Abogado del Estado cuando el Letrado solicita la ejecución provisional y se la
otorgan. Ese pronunciamiento no es apelable y corresponde, además, al ámbito competencial del juez
de primera instancia. Lo que podrá pedir es una medida cautelar que aseguren la eficacia de la
sentencia en caso de que esta fuera revocatoria hasta la reincorporación al puesto de trabajo de Pérez
de los Cobos.
¿Qué podría haber pedido el Abogado del Estado? Se solicita suspender su reincorporación porque
como cargo de alta confianza en una materia tan relevante como es la lucha contra el terrorismo
puede provocar daños irreparables al no estar en buenos términos con los altos mandos.
Lo que realmente abre buen camino a la justicia cautelar no es el fumus boni iuris, que además la
jurisprudencia lo ha reducido a casos muy elementales, sino la ponderación de interese
concurrentes en el caso.
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¿Cómo consigue el juez que la Administración, que es la que puede materialmente llevar a cabo la
ejecución de la propia sentencia de condena, el cumplimiento de esta?
Las medidas con las que cuenta el Poder Judicial para esto son de escasa intensidad, de manera que
cuando la Administración no quiere llevar a cabo la ejecución de una sentencia, no lo haga. La
medida máxima es la elevación del tanto de culpa al Ministerio Fiscal para imputación de un delito
de desobediencia al funcionario que no lleva a cabo la sentencia. ¿Quién es el funcionario que no
cumple? Se entra aquí en el entramado complejo de la obediencia debida de la organización
administrativa.
¿Por qué antes del año 2011 no había costas y a partir de la reforma sí hay en el orden
contencioso-administrativo?
La razón “política” es que así se descarga de trabajo a los jueces y tribunales. Si la condenada en
costas es la Administración, esta no padece porque quien paga es el erario público, pero si es el
recurrente tendrá que pensar detenidamente si quiere interponer recursos. Esto puede verse desde una
doble perspectiva:
• Si se defiende la reforma, se dirá que es una medida que racionaliza el recurso a la justicia y
que descarga de trabajo a los jueces y tribunales.
• Si no se defiende la reforma, se sostendrá que se está planteando una suerte de inmunidad
jurisdiccional para librarse del control de legalidad.
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Había costas en todo caso si el particular decidía acudir a segunda instancia. Ya se le ha dado la
oportunidad de acceder a la justicia y se ha dictado sentencia con un criterio determinado. A
partir de 2011, hay costas desde primera instancia porque se generaliza para todo el ordenamiento
el principio de vencimiento (el que pierde, paga) del art. 396 LEC. A diferencia de los procesos
civiles en los cuales existe la figura de tasación de costas y donde hay un elemento de contraste a
efectos orientativos en función de la cuantía (los dictámenes elaborados por los respectivos
Colegios de Abogados de las sedes de los órganos judiciales), en el ámbito de la jurisdicción
contencioso-administrativa está completamente desconectado de un parámetro conceptual como
lo es el de la cuantía. Esto último hace que no haya normalmente tasación de costas, sino que esta
la practique el propio órgano jurisdiccional en sentencia y suele ser muy inferior a las costas de
otros procedimientos para evitar la recriminación sobre los límites al control de legalidad de la
actuación administrativa. Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa se apartan
sistemáticamente del principio del vencimiento por considerar que la cuestión es dudosa (y sin
necesidad de justificarlo), no imponiendo costas a ninguna de las partes. Esta tendencia, sin
embargo, es cada vez más a la baja.
Los reglamentos de la Cortes Generales no son leyes en sí mismas (aunque es un caso dudoso). Se
trata de una norma interna de autogobierno aprobada por el proceso legislativo ordinario pero que,
aún así, forma parte del bloque de constitucionalidad dada la importancia de esta. Escapa del control
de legalidad de la jurisdicción contencioso-administrativa.
La propia norma reglamentaria de las Cámaras y del TC, escapan al control de la jurisdicción
contencioso-administrativa. No así los actos de aplicación de estos reglamentos en la medida en que
afecten materia de personal, contratación o gestión de su patrimonio. En estas materias que son más
conflictivas de lo que pudiese parecer ad initio, el órgano constitucional correspondiente no está
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ejerciendo su función constitucional propia, sino que se están comportando como una Administración
Pública más.
La cuestión que se intenta dilucidar en este litigio en el que el TSJ de Galicia inadmite el recurso de
apelación por razón de la cuantía (inferior a 30.000 euros): ¿cuál es el fundamento de recurrir y la
cuestión debatida?
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