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Tema 5. La eficacia de los act os administ r at ivos: el pr incipio de aut ot ut ela declar at iva. Condiciones.

La apr obación
por ot r a Administ r ación. La demor a y r et r oact ividad de la eficacia. La ejecut ividad de los act os administ r at ivos: el
pr incipio de aut ot ut ela ejecut iva. La ejecución for zosa de los act os administ r at ivos: sus medios y pr incipios de
ut ilización. La coacción administ r at iva dir ect a. La vía de hecho.

ADMINISTRATIVO AYTO.
TALAVERA 2021

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La autotutela declarativa:

La autotutela es el más importante de los privilegios de la


Administración, entendidos éstos como aquellas situaciones y
poderes que el ordenamiento jurídico le otorga colocándola en una
situación desigual y superior respecto de los administrados que con
ella se relacionan. Su fundamento se encuentra en la necesidad de
una eficaz gestión de los servicios públicos confiados a la
Administración y tiene su respaldo constitucional en el artículo 103.1
de la Constitución.

Analizaremos a continuación los dos tipos de autotutela.

Cualquier persona que quiera hacer efectivo su derecho frente a otra


que no se le reconozca, ha de acudir a los Tribunales de Justicia para
que éstos le otorguen la tutela correspondiente. Esta es la regla
general, aunque existen algunos supuestos de autotutela privada en
los que el propio sujeto hace valer su derecho frente a los demás; se
trata, sin embargo, de hipótesis excepcionales que precisan un
reconocimiento legal explícito y que poseen carácter facultativo, sin
que excluyan la intervención del Juez.

Esto podría valer también para la Administración, en el sentido que


la ejecución material de un acto requiriera su validación judicial. Pero
la realidad es que la Administración no ocupa respecto de los
Tribunales la misma posición que cualquier otra persona. A diferencia
de éstos, está capacitada como sujeto de derecho para tutelar por sí
misma sus propias situaciones jurídicas sin necesidad de recabar la
tutela judicial; es más, el Juez no puede interferir salvo cuando la
autotutela se ha producido y precisamente para verificar si se ajusta
o no al derecho material aplicable.

Para el Tribunal Constitucional, el fundamento de la autotutela se


encuentra en la necesidad de una eficaz gestión de los servicios
públicos confiados a la Administración y tiene su respaldo
constitucional en el artículo 103.1 de la Constitución (Sentencia

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22/1984, de 17 de febrero), aunque esta justificación no excluye que
la autotutela se considere como uno, si no el más importante, de los
privilegios de la Administración, entendidos éstos como aquellas
situaciones y poderes que el ordenamiento jurídico le otorga
colocándola en una situación desigual y superior respecto de los
administrados que con ella se relacionan.

Se suelen diferenciar dos clases de autotutela: declarativa y


ejecutiva. Hablaremos de la ejecutiva más adelante para respetar el
orden de los epígrafes de este tema.

La declarativa dimana de la ejecutividad de los actos


administrativos, supone eximirse de la carga del juicio declarativo; la
ejecutiva, de la ejecutoriedad, con la exención de la carga del juicio
ejecutivo. Algunos autores, como García De Enterría, añaden la
autotutela "en segunda potencia".

La autotutela declarativa.

La autotutela declarativa supone que todos los actos administrativos


-que, no se olvide, son decisiones unilaterales de la Administración-
tienen fuerza ejecutiva, salvo cuando expresamente la Ley lo niegue.
Es decir, la declaración administrativa que define una situación
jurídica nueva, crea inmediatamente esta situación. Se encuentra
actualmente recogida en el artículo 98 de la Ley 39/2015, de 1 de
octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas (en adelante LPACAP), en cuya virtud "los
actos de las Administraciones Públicas sujetos al Derecho
administrativo serán inmediatamente ejecutivos", con algunas
salvedades:
"a) Se produzca la suspensión de la ejecución del acto. b) Se trate de
una resolución de un procedimiento de naturaleza sancionadora
contra la que quepa algún recurso en vía administrativa, incluido el
potestativo de reposición. c) Una disposición establezca lo contrario.
d) Se necesite aprobación o autorización superior.".

Como presupuesto lógico de la ejecutividad aparece la "presunción


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de legalidad" de las decisiones administrativas, por el cual los actos
de las Administraciones Públicas sujetos al Derecho administrativo
son ejecutivos, se presumen válidos y producen efecto desde la
fecha en que se dicten, si bien la eficacia puede quedar demorada
cuando así lo exija el contenido del acto o esté supeditada a su
notificación, publicación o aprobación superior. No obstante, se trata
de una presunción iuris tantum, que traslada a los administrados la
carga de tener que acudir a los recursos para evitar la firmeza del
acto y destruir aquella presunción de conformidad de la actuación con
el ordenamiento jurídico, pero no afecta a la carga de la prueba, que
ha de ajustarse a las reglas generales. Por otro lado, la presunción
de validez no se extiende a los actos nulos de pleno derecho.

Ahora bien, la autotutela declarativa presenta varios límites.

En primer lugar, el dimanante de la vinculación de la Administración


a sus propios actos declarativos de derechos, que le impide
formalmente volver contra ellos mediante otros de signo de contrario;
para ello deberá acudir a su impugnación contencioso administrativa,
previa declaración de lesividad, salvo si se trata de actos nulos de
pleno derecho.

En segundo lugar, puede que la ejecución del acto haya sido


suspendida en vía de recurso administrativo o de recurso
contencioso-administrativo. La posibilidad de dejar en suspenso la
eficacia de los actos de la Administración responde, entre otras, a la
idea de que, si esos actos se han llevado a cabo sin posibilidad de
vuelta atrás o, al menos, cuando resulta difícil la reparación de los
perjuicios causados, parece inútil verificar la adecuación a Derecho
del acto en cuestión. A ello se añade que la autotutela no parece un
principio general que exprese valores fundamentales, sino una regla
general excepcionable ante determinados derechos o potenciales
agresiones a esos derechos de carácter irreversible, o ante simples
garantías de cumplimiento futuro prestadas por el ciudadano
obligado a cumplir en el acto.

En tercer lugar, y enlazando con lo anterior, ha de recordarse que las


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resoluciones sancionadoras sólo son ejecutivas cuando no quepa
contra ella ningún recurso ordinario en vía administrativa (art. 90.3 de
la LPACAP) , mientras tanto, carecen de tal cualidad.

Finalmente, no ha de olvidarse que la autotutela administrativa no


impide ni excluye en ningún caso la tutela jurisdiccional, sólo que la
primera actúa inicialmente, mientras que la segunda revisa la
legalidad de lo cumplido por la primera, es decir, actúa a posteriori,
para comprobar si la actuación de la Administración se ha ajustado o
no a la legalidad.

La aprobación por otra administración:


Entre los efectos de los actos administrativos se introduce en la Ley
de Procedimiento Administrativo Común la norma que recoge la
LJCA en su art. 44, al regular el requerimiento previo a la
interposición del recurso contencioso-administrativo cuando una
Administración considere ilegal un acto de otra Administración
Pública.
El art. 39.5 de la Ley 39/2015, de 1 de octubre inserta el
requerimiento previo en el curso de un procedimiento administrativo
en el que el acto a aprobar tenga como base un acto administrativo
de otra Administración pública que se considere ilegal.
En este supuesto el citado art. 39.5 dispone que, con carácter previo
a la aprobación del acto, se podrá requerir a la otra Administración
para que anule o revise el acto y, en caso de no ser atendido el
requerimiento, quedará expedita la vía contencioso-administrativa.

En este supuesto está previsto que se paralice el procedimiento en


curso y, por tanto, quede en suspenso la aprobación del acto
administrativo hasta que se resuelva el contencioso.
Los efectos de los actos administrativos se encuentran recogidos en
el Art. 39 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre cuyo contenido es el
siguiente:

Los actos de las Administraciones Públicas sujetos al Derecho


Administrativo se presumirán válidos y producirán efectos desde la
fecha en que se dicten, salvo que en ellos se disponga otra cosa.

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La eficacia quedará demorada cuando así lo exija el contenido del
acto o esté supeditada a su notificación, publicación o aprobación
superior.

Excepcionalmente, podrá otorgarse eficacia retroactiva a los actos


cuando se dicten en sustitución de actos anulados, así como cuando
produzcan efectos favorables al interesado, siempre que los
supuestos de hecho necesarios existieran ya en la fecha a que se
retrotraiga la eficacia del acto y ésta no lesione derechos o intereses
legítimos de otras personas.

Las normas y actos dictados por los órganos de las Administraciones


Públicas en el ejercicio de su propia competencia deberán ser
observadas por el resto de los órganos administrativos, aunque no
dependan jerárquicamente entre sí o pertenezcan a otra
Administración.

Cuando una Administración Pública tenga que dictar, en el ámbito de


sus competencias, un acto que necesariamente tenga por base otro
dictado por una Administración Pública distinta y aquélla entienda
que es ilegal, podrá requerir a ésta previamente para que anule o
revise el acto de acuerdo con lo dispuesto en el Art. 44 , Ley 29/1998,
de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa, y, de rechazar el requerimiento, podrá interponer
recurso contencioso administrativo. En estos casos, quedará
suspendido el procedimiento para dictar resolución.

La autotutela ejecutiva.

La autotutela ejecutiva va más allá de la anterior, pues faculta a la


Administración para el uso de sus propios medios y sistemas de
coacción, sin necesidad de acudir a los Tribunales. Se refiere
normalmente a la ejecución forzosa de los actos administrativos
cuyos destinatarios, previamente apercibidos, se resisten al
cumplimiento, sirviendo el propio acto administrativo de título
ejecutivo. Esta ejecución forzosa procede salvo en los supuestos en
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que, de acuerdo con la Ley, se haya suspendido o cuando la
Constitución o la Ley exijan la intervención de los Tribunales.

La autotutela en segunda potencia.

A la autotutela declarativa y a la ejecutiva se sobrepone otro plano de


autoprotección, justificación material muy cuestionable, a la que
doctrinalmente se llama autotutela reduplicativa o de segunda
potencia.

Se instrumenta en dos técnicas concretas. En primer lugar, con la


interposición preceptiva de vías administrativas previas antes de
permitir el acceso a los Tribunales, ya sean civiles, ya laborales, ya
contencioso-administrativos, aunque se contemplan algunas
excepciones. En segundo lugar, mediante la potestad sancionadora
directa de la Administración, en cuya virtud, el administrado que ha
incumplido un deber que le vincula a la Administración no sólo se
arriesga a una ejecución forzosa, sino también a una sanción que
impondrá directamente la Administración sin tener que acudir al Juez.

Históricamente se conocía otra técnica, reflejada en el principio solve


et repete -paga y posteriormente reclama- (véase "Solve et repete"),
pero la proclamación constitucional del derecho de todos a la tutela
judicial efectiva por parte de los Jueces y Tribunales, sin que en
ningún caso pueda producirse indefensión, ha puesto teóricamente
fin a este principio.

A modo de recordatorio.

Se diferencian dos clases de autotutela:


- la declarativa: dimana de la ejecutividad de los actos
administrativos, supone eximirse de la carga del juicio declarativo los
actos administrativos -que, no se olvide, son decisiones unilaterales
de la Administración- tienen fuerza ejecutiva, salvo cuando
expresamente la Ley lo niegue

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- la ejecutiva: dimana de la ejecutoriedad, con la exención de la carga
del juicio ejecutivo a Administración para el uso de sus propios
medios y sistemas de coacción, sin necesidad de acudir a los
Tribunales.

Se refiere normalmente a la ejecución forzosa


de los actos administrativos
• A los efectos de este tipo de autotutela, el artículo 100 de la Ley
39/2015 prevé cuatro medios de ejecución forzosa: el apremio sobre
el patrimonio, la ejecución subsidiaria, la multa coercitiva y la
compulsión sobre las personas.

A los efectos de este tipo de autotutela, el artículo 100 de la Ley


39/2015 prevé cuatro medios de ejecución forzosa: el apremio sobre
el patrimonio, la ejecución subsidiaria, la multa coercitiva y la
compulsión sobre las personas.

El apremio sobre el patrimonio procede en los casos en los que ha


de satisfacerse una cantidad líquida, siguiéndose para ello las
normas reguladores del procedimiento recaudatorio en vía ejecutiva.

La ejecución subsidiaria tiene lugar cuando se trata de actos que, por


no ser personalísimos, pueden ser realizados por un sujeto distinto
del obligado, realizándose a su costa, para luego exigir el importe de
los gastos, daños y perjuicios por la vía de apremio.

La ejecución del acto administrativo se regula en el Capítulo VII del


Título IV de la Ley 39/2015, de 1 de octubre. Dicha regulación se
ocupa de las siguientes cuestiones: título, ejecutoriedad y los medios
de ejecución forzosa (apremio sobre el patrimonio, ejecución
subsidiaria, multa coercitiva y compulsión sobre las personas).
Los Art. 97-105 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre, integrantes del Capítulo
VIII del Título IV de la norma, se ocupan de regular la ejecución de los
actos administrativos centrándose en los siguientes aspectos:
Título: El Art. 97 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre establece que “las
Administraciones Públicas no iniciarán ninguna actuación material de

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ejecución de resoluciones que limite derechos de los particulares sin
que previamente haya sido adoptada la resolución que le sirva de
fundamento jurídico. El órgano que ordene un acto de ejecución
material de resoluciones estará obligado a notificar al particular
interesado la resolución que autorice la actuación administrativa”.

Ejecutoriedad: Los actos de las Administraciones Públicas sujetos al


Derecho Administrativo serán inmediatamente ejecutivos, salvo que
(Apartado 1 del Art. 98 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre):

• Se produzca la suspensión de la ejecución del acto.

• Se trate de una resolución de un procedimiento de naturaleza


sancionadora contra la que quepa algún recurso en vía administrativa,
incluido el potestativo de reposición.

• Una disposición establezca lo contrario.

• Se necesite aprobación o autorización superior.

Por su parte, en el apartado 2 del Art. 98 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre


se señala que cuando de una resolución administrativa, o de cualquier
otra forma de finalización del procedimiento administrativo prevista
en esta ley, nazca una obligación de pago derivada de una sanción
pecuniaria, multa o cualquier otro derecho que haya de abonarse a la
Hacienda pública, éste se efectuará preferentemente, salvo que se
justifique la imposibilidad de hacerlo, utilizando alguno de los medios
electrónicos siguientes:

• Tarjeta de crédito y débito.

• Transferencia bancaria.

• Domiciliación bancaria.
• Cualesquiera otros que se autoricen por el órgano competente
en materia de Hacienda Pública.
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Medios de ejecución forzosa: El Art. 99 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre,
señala que “las Administraciones Públicas, a través de sus órganos
competentes en cada caso, podrán proceder, previo apercibimiento, a
la ejecución forzosa de los actos administrativos, salvo en los
supuestos en que se suspenda la ejecución de acuerdo con la Ley, o
cuando la Constitución o la Ley exijan la intervención de un órgano
judicial”.

Seguidamente, el Art. 100 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre establece


cuáles son los medios de ejecución forzosa de los que puede valerse
la Administración, respetando siempre el principio de
proporcionalidad, precisando que, entre los admisibles, se elegirá el
menos restrictivo de la libertad individual.

Si fuese necesario entrar en el domicilio del afectado o en los


restantes lugares que requieran la autorización de su titular, las
Administraciones Públicas deberán obtener el consentimiento del
mismo o, en su defecto, la oportuna autorización judicial (Apartado 3
del Art. 100 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre). Los medios de ejecución
forzosa relacionados son:

• Apremio sobre el patrimonio:


El apartado 1 del Art. 101 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre dispone que
“si en virtud de acto administrativo hubiera de satisfacerse cantidad
líquida se seguirá el procedimiento previsto en las normas
reguladoras del procedimiento de apremio”. Tales normas
reguladoras del procedimiento de apremio son la LGT y el Reglamento
General de Recaudación.

• Ejecución subsidiaria:

La ejecución subsidiaria (Art. 100 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre)


consiste en la realización de lo dispuesto en el acto administrativo,
por parte de persona distinta a la obligada pero por cuenta de ésta.
Sólo procede en los casos que no sean personalísimos y siempre,
recuérdese, como señala el Art. 99 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre,
previo apercebimiento.
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El importe de los gastos, daños y perjuicios se exigirá conforme a lo
dispuesto en el artículo Art. 101 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre; es
decir, que el no cumplimiento podrá comportar la satisfacción de la
deuda por la vía de apremio (Cfr. Apartado 3 del Art. 102 ,Ley 39/2015,
de 1 de octubre). Dicho importe podrá liquidarse de forma provisional
y realizarse antes de la ejecución, a reserva de la liquidación definitiva
(Apartado 4 del Art. 102 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre).

• Multa coercitiva:

Como dispone el Art. 103 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre, cuando así lo


autoricen las Leyes, y en la forma y cuantía que éstas determinen, las
Administraciones Públicas pueden, para la ejecución de determinados
actos, imponer multas coercitivas, reiteradas por lapsos de tiempo
que sean suficientes para cumplir lo ordenado, en los siguientes
supuestos:
• Actos personalísimos en que no proceda la compulsión directa
sobre la persona del obligado.
• Actos en que, procediendo la compulsión, la Administración no
la estimara conveniente.
• Actos cuya ejecución pueda el obligado encargar a otra
persona.

Tal y como aclara el apartado 2 del Art. 103 ,Ley 39/2015, de 1 de


octubre, “la multa coercitiva es independiente de las sanciones que
puedan imponerse con tal carácter y compatible con ellas”; esto es,
las multas coercitivas no son sanciones propiamente dichas y por
tanto, son compatibles con las multas-sanción sin que pueda alegarse
vulneración del principio non bis in idem. Así lo expresa el Tribunal
Constitucional en la Tribunal Constitucional, nº 239/1988, de
14/12/1988, Rec. Recurso de amparo 609/1987 817/1987
(acumulados)):

“En dicha clase de multas, cuya independencia de la sanción queda


reflejada en el párrafo 2 del indicado art. 107 de la LPA no se impone
una obligación de pago con un fin represivo o retributivo por la
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realización de una conducta que se considere administrativamente
ilícita, cuya adecuada previsión normativa desde las exigencias
constitucionales del derecho a la legalidad en materia sancionadora
pueda cuestionarse, sino que consiste en una medida de
constreñimiento económico, adoptada previo el oportuno
apercibimiento, reiterada en lapsos de tiempo y tendente a obtener la
acomodación de un comportamiento obstativo del destinatario del
acto a lo dispuesto en la decisión administrativa previa.

No se inscriben, por tanto, estas multas en el ejercicio de la potestad


administrativa sancionadora, sino en el de la autotutela ejecutiva de la
Administración, previstas en nuestro ordenamiento jurídico con
carácter general por el art. 102 de la LPA cuya constitucionalidad ha
sido expresamente reconocida por este Tribunal (Tribunal
Constitucional, nº 22/1984, de 17/02/1984, Rec. Recurso de amparo
59/1983; Tribunal Constitucional, nº 137/1985, de 17/10/1985, Rec.
Recurso de amparo 124/1985 y Tribunal Constitucional, nº 144/1987,
de 23/09/1987, Rec. Recurso de amparo 858/1986), y respecto de la
que no cabe predicar el doble fundamento de la legalidad
sancionadora del art. 25.1 C.E. a que se refiere la Tribunal
Constitucional, nº 101/1988, de 08/06/1988, Rec. Recurso de amparo
654/1987, esto es: de la libertad (regla general de la licitud de lo no
prohibido) y de seguridad jurídica (saber a qué atenerse), ya que,
como se ha dicho, no se castiga una conducta realizada porque sea
antijurídica, sino que se constriñe a la realización de una prestación o
al cumplimiento de una obligación concreta previamente fijada por el
acto administrativo que se trata de ejecutar, y mediando la oportuna
conminación o apercibimiento”.

• Compulsión sobre las personas:

El Art. 104 ,Ley 39/2015, de 1 de octubre señala que “los actos


administrativos que impongan una obligación personalísima de no
hacer o soportar podrán ser ejecutados por compulsión directa sobre
las personas en los casos en que la ley expresamente lo autorice, y
dentro siempre del respeto debido a su dignidad y a los derechos
reconocidos en la Constitución.

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Si, tratándose de obligaciones personalísimas de hacer, no se
realizase la prestación, el obligado deberá resarcir los daños y
perjuicios, a cuya liquidación y cobro se procederá en vía
administrativa”.

La multa coercitiva ha de estar expresamente autorizada por una


norma con rango legal y consiste en la imposición de una sanción
económica, reiterada por lapsos de tiempo suficientes para vencer la
resistencia del incumplidor. Es independiente de las sanciones que
correspondan y compatible con ellas, aunque no procede en
cualquier caso, sino respecto de actos personalísimos en los que no
vale la compulsión directa sobre la persona o que, aún valiendo, no
se estima conveniente, y de actos cuya ejecución puede el obligado
encargar a otra persona.

La compulsión sobre las personas es un medio extraordinario


admisible para las obligaciones personalísimas de no hacer o de
soportar, que ha de estar admitido en una norma legal y ejecutarse
dentro del respeto a la dignidad y demás derechos constitucionales.

Si varios de los medios de ejecución resultan aplicables en un


determinado supuesto, la Administración ha de elegir el menos
restrictivo de la libertad individual. En todo caso, si se necesita entrar
en el domicilio del afectado o en los restantes lugares que requieran
la autorización de su titular, ha de obtenerse el consentimiento del
mismo o, en su defecto, la oportuna autorización judicial que ha de
conceder el Juez de lo Contencioso-Administrativo que corresponda.

Sin embargo, la Administración también puede utilizar la autotutela


ejecutiva en otro sentido, sin que suponga la ejecución de un acto
administrativo previo. Son los casos en los que se utiliza el llamado
interdictum propium con el que la Administración recupera
directamente la posesión de sus bienes. Se trata de un instrumento
de defensa que tiene unos contornos muy definidos, temporales si
se trata de bienes patrimoniales, pues la recuperación únicamente
puede efectuarse en el plazo de un año, y materiales si se trata de
bienes de dominio público, dado que ha de constar de modo
indudable la titularidad demonial.
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Fuera de estas hipótesis, la Administración aparece como cualquier
particular, debiendo acudir a los Tribunales ordinarios para conseguir
la posesión.

En todo caso, se trata de una autotutela previa, no definitiva, pues su


aplicación no excluye, al igual que la declarativa, el eventual
conocimiento ulterior por parte de los Tribunales, comprensivo de la
validez del acto que ha servido de título ejecutivo y de la misma
ejecución forzosa; en ese sentido, la presunción de legalidad alcanza
también, en los términos antes indicados, a las ejecuciones
administrativas.

Para completar la autotutela en la ejecución, queda mencionar la


prohibición de inmisión judicial en determinadas ocasiones, como
muestra la prohibición de embargos o de ejecuciones patrimoniales
de la Administración o la también prohibición de que se dirijan
interdictos contra ella en ambos supuestos con ciertos requisitos,
pues, por ejemplo, la prohibición de interdictos solo afecta a las
"actuaciones de los órganos administrativos realizadas en materia
de su competencia y de acuerdo con el procedimiento legalmente
establecido", de modo que quedan fuera las hipótesis en las que la
Administración actúa por "vía de hecho".

La coacción administrativa directa. La vía de hecho.

En virtud de la ejecutividad y de la ejecutoriedad del acto


administrativo, cuando un acto se dicte puede y deber ser llevado a la
práctica, pudiendo la Administración llevar a la práctica el acto
administrativo cuando el particular obligado a ello no lo hace
voluntariamente, a cuyos efectos el artículo 93 parte de una necesaria
cautela en favor de los particulares, al disponer que «las
Administraciones Públicas no iniciarán ninguna actuación material de
ejecución de resoluciones que limite derechos de los particulares sin
que previamente haya sido adoptada la decisión que le sirva de
fundamento jurídico», y que «el órgano que ordene un acto de
ejecución material de resoluciones estará obligado a notificar al
particular interesado la resolución que autorice la actuación

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administrativa».

Se trata de impedir la coacción administrativa directa, es decir, la


actuación de la Administración a través de la cual intervenga
coactivamente en la esfera privada de los ciudadanos sin soporte
legal que la ampare, sin que previamente se haya dictado el
correspondiente acto administrativo, siguiendo los cauces
competenciales y procedimentales establecidos en garantía del
ciudadano.

De hacerlo al margen de estas cautelas, la Administración incurriría en


la vía de hecho, esto es, en una actuación material sin fundamento
legal alguno.

Por ello, como excepción al principio de ejecutividad, el artículo 101


dispone que “no se admitirán interdictos contra las actuaciones de los
órganos administrativos realizadas en materia de su competencia y
de acuerdo con el procedimiento legalmente establecido”, lo que
significa que, en el supuesto de que la Administración actúe por la vía
de hecho, podrá ser objeto de interdictos con los que se pueda
paralizar de inmediato en sede judicial su actuación.

El artículo 25 2 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la


Jurisdicción Contencioso-Administrativa señala que “también es
admisible el recurso contra la inactividad de la Administración y
contra sus actuaciones materiales que constituyan vía de hecho, en
los términos establecidos en esta Ley”.

El artículo 30 de dicha ley dispone que “en caso de vía de hecho, el


interesado podrá formular requerimiento a la Administración actuante,
intimando su cesación. Si dicha intimación no hubiere sido formulada
o no fuere atendida dentro de los diez días siguientes a la
presentación del requerimiento, podrá deducir directamente recurso
contencioso-administrativo”.

Si el recurso tiene por objeto una actuación material constitutiva de


vía de hecho, el demandante podrá pretender que se declare contraria
a Derecho, que se ordene el cese de dicha actuación y que se
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adopten, en su caso, las demás medidas previstas en el artículo 31 2
(según el cual “también podrá pretender el reconocimiento de una
situación jurídica individualizada y la adopción de las medidas
adecuadas para el pleno restablecimiento de la misma, entre ellas la
indemnización de los daños y perjuicios, cuando proceda” (artículo
32).
En cuanto a la interposición del recurso contencioso-administrativo en
este supuesto, señala el artículo 46 3 que “si el recurso contencioso-
administrativo se dirigiera contra una actuación en vía de hecho, el
plazo para interponer el recurso será de diez días a contar desde el
día siguiente a la terminación del plazo establecido en el artículo 30.
Si no hubiere requerimiento, el plazo será de veinte días desde el día
en que se inició la actuación administrativa en vía de hecho”.

El artículo 51 3 dispone que “cuando se impugne una actuación


material constitutiva de vía de hecho, el Juzgado o Sala podrá
también inadmitir el recurso si fuera evidente que la actuación
administrativa se ha producido dentro de la competencia y en
conformidad con las reglas del procedimiento legalmente
establecido”. Con esta previsión legal, se viene a definir la vía de
hecho, en sentido contrario: actuación material de la Administración
fuera del ejercicio de sus competencias y sin seguir las reglas del
procedimiento legalmente establecido”.

Al tratar del procedimiento para la protección de los derechos


fundamentales de la persona, el artículo 115 1 dice que “el plazo para
interponer este recurso será de diez días, que se computarán, según
los casos, desde el día siguiente al de notificación del acto,
publicación de la disposición impugnada, requerimiento para el cese
de la vía de hecho, o transcurso del plazo fijado para la resolución, sin
más trámites. Cuando la lesión del derecho fundamental tuviera su
origen en la inactividad administrativa, o se hubiera interpuesto
potestativamente un recurso administrativo, o, tratándose de una
actuación en vía de hecho, no se hubiera formulado requerimiento, el
plazo de diez días se iniciará transcurridos veinte días desde la
reclamación, la presentación del recurso o el inicio de la actuación
administrativa en vía de hecho, respectivamente”.

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Vía de hecho es la actuación de la Administración fuera de su ámbito
de competencia (órgano manifiestamente incompetente) o realizada
al margen del procedimiento establecido (prescindiendo total y
absolutamente del procedimiento legalmente establecido).

Lo cierto y verdad, es que ni se observa ni se contempla en la Ley


30/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de
las Administraciones Públicas (LPAC) una definición del significado y
extensión de la vía de hecho. Ni siquiera hace uso de esta expresión,
aunque, eso sí, prohíbe a las Administraciones iniciar actuación
material de ejecución de resoluciones que limite derechos de los
particulares sin que previamente haya sido adoptada la resolución
que le sirva de fundamento jurídico (artículo 97.1).

Del artículo 51.3 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la


Jurisdicción Contencioso-administrativa (LJCA) se vislumbra que hay
vía de hecho:

“Cuando la actuación administrativa se ha producido al margen de la


competencia y prescindiendo de las reglas del procedimiento
legalmente establecido”.

Asimismo, el procedimiento a seguir para el restablecimiento de tal


situación se encuentra expresamente consignado en el artículo 46.3
LJCA, que establece:

“Si el recurso contencioso-administrativo se dirigiera contra una


actuación en vía de hecho, el plazo para interponer el recurso será de
diez días a contar desde el día siguiente a la terminación del plazo
establecido en el artículo 30. Si no hubiere requerimiento, el plazo
será de veinte días desde el día en que se inició la actuación
administrativa en vía de hecho”.

Por alusiones, el artículo 30 del mismo cuerpo normativo establece:

“En caso de vía de hecho, el interesado podrá formular requerimiento


a la Administración actuante, intimando su cesación. Si dicha
intimación no hubiere sido formulada o no fuere atendida dentro de
17
los diez días siguientes a la presentación del requerimiento, podrá
deducir directamente recurso contencioso-administrativo”.

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