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MULTIDIMENSIONALIDAD SEGURIDAD CIUDADANA UNIDAD III
“La Construcción de un Nuevo Sistema Social, Político y Económico en el
Marco de la Constitución Nacional: Describir los Principios y Valores
Constitucionales del Nuevo Sistema Social, Político y Económico
Definiendo el Marco Ideológico y Visión de País, Inclusión Social,
Participación Ciudadana, Sistema de Justicia y Seguridad Ciudadana”
Asignación Especial a Distancia # 3 del Plan de Contingencia Semestre I-2020
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Autor: Arístides Mota
C.I.V- 12.524.653
Docente: Dr. Carlos Rodríguez
Email: carjoserg@gmail.com
Cátedra: Multidimensionalidad Seguridad Ciudadana
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Valencia, mayo de 2020
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INTRODUCCIÓN
Esto implica que el gobierno y las leyes no deben ser establecidos exclusivamente
por un sector de la sociedad y definir únicamente las ideas y criterios de la clase
dominante, por el contrario fija una estructura muy rígida que descansa en la división
de los poderes, en la igualdad y la desestimación de los hombres oprimidos o
esclavizados por ninguna razón. De tal manera que, desde allí se han establecido los
parámetros reales sobre los cuales el gobierno y la ley han sentado sus bases para
dirigir los destinos de la nación.
En ese sentido, el propósito del presente trabajo es esbozar algunas ideas en torno
a los “Principios y Valores Contemplados en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, el Marco Ideológico y Visión de País, la Inclusión Social
y la Participación Ciudadana, Sistema de Justicia y la Seguridad Ciudadana”;
destacando la forma como estos conceptos se interconectan con la seguridad
ciudadana y el desarrollo del país de cara al servicio público, considerando la ética y
los valores axiológicos que debe exhibir todo funcionario dentro del conglomerado
social como bandera.
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De allí que, Sartori (1996:212) cuando afirma que “... las primera constituciones
(Virginia, Maryland y Pensilvania) incluían una declaración de derechos, pero
principalmente consistían en un plan o estructura de gobierno”. Afirma que a través
de la historia las declaraciones de derechos se fueron abriendo paso, hasta llegar a
adquirir la importancia actual, pero, se puede declarar de que su transformación en
derechos materiales sigue perteneciendo a la estructura constitucional; sin embargo,
Sartori (Ob. Cit.) refiere que, “...cuanto más establezcamos una constitución llena de
regulaciones y dé promesas, tanto más propiciamos que no se les cumpla y que el país
caiga en la debacle” (p.214).
Entonces, podría decirse que, se admite que la configuración del Estado Social
supone la formulación de planes, programas y la planificación de la economía, tanto
en lo que se refiere concretamente a la política económica, sino también en cuanto al
diseño e implementación de su política social. Mediante éstas se tiende a realizar
determinado orden socioeconómico, dentro del cual ciertos derechos adquieren mayor
preponderancia. Entre estos derechos destacan los derechos humanos y los derechos
sociales, sobre todo los relacionados con lo laboral y la seguridad social, a través de
los cuales se cumple prioritariamente el deber de justicia distributiva, en procura del
bienestar común del cuerpo social y, en definitiva, de la persona humana.
En este punto, vale decir que en las últimas dos décadas del siglo XX y los inicios
del XXI, han sido tiempo propicio para el desarrollo de distintas tesis sobre el relato
precedente, lo cual ha establecido la tendencia a priorizar lo económico sobre lo
social. La cuestión es de una enorme trascendencia en el orden de lo jurídico y
merece ser analizada, dentro del diseño del orden social, económico, político y de los
derechos humanos, ya que una república debe fundamentarse en determinada escala
de principios y valores, de manera que si la eficiencia del sistema se independiza el
derecho pierde o extravía su conexión con el sistema axiológico expresado en el
orden constitucional, y cuyo vértice debe ser el ciudadano como principal receptos de
las políticas emanadas de este contrato social.
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Principios y Valores Constitucionales del Nuevo Sistema Social, Político y
Económico Definiendo el Marco Ideológico y Visión de País
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En tal sentido, en el preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (1999) quedaron sentados los motivos para establecer los principios
fundamentales organizativos del Estado y del sistema político venezolano; es decir, se
asentaron claramente las características que definen el Estado, los valores de la
Sociedad Política y los fines sociales que debe perseguir el Estado en orden a
garantizar los derechos humanos que, en él se consagran como esenciales. En el
mismo se indica que somos un “Estado de Justicia Federal y Descentralizado”
destacándose el valor de la justicia, de manera que más que un Estado sometido al
derecho, se configura un Estado sometido a la justicia. También se plasmaron los
siguientes valores: libertad, independencia, paz, solidaridad, bien común, integridad,
convivencia y el imperio de la ley. Valores estos que deben orientar el texto
Constitucional en procura de alcanzar los derechos humanos esenciales.
Esta descripción expresada en el preámbulo constitucional, son las estructuras
básicas de la sociedad, de manera que, el momento de la sanción y promulgación del
texto Constitucional de 1999 sería, lo que se puede denominar como “la posición
original”, es decir, la situación en la cual los individuos pertenecientes a un
conglomerado pueden organizarse como sociedad para elegir y ordenan los valores
que en definitiva permitirán la configuración, mediante la producción de reglas
públicas, de la estructura básica institucional de esa sociedad.
Hechas estas consideraciones pasaremos a identificar en el texto de la Constitución
de 1999 la manera como en su articulado se concibieron y pretendieron desarrollar las
bases fundamentales contenidas en el preámbulo de la misma o que contribuyeran a la
configuración de tales principios.
Está claro que los valores superiores que formaron el ordenamiento jurídico
positivo venezolano tienen su origen en el preámbulo constitucional y resultan
fortalecidos en los artículos 1, 2 y 3 de la Constitución. En dichas disposiciones se
consagran los valores sobre los cuales la República se fundamenta, y se definen la
configuración del Estado y sus fines esenciales.
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El artículo primero de la CRBV, establece los valores superiores de la República
que constituyen las bases éticas en las cuales se fundamenta la misma: Libertad,
igualdad, justicia y paz internacional. El texto constitucional en su artículo 2, define
al Estado como “Democrático y Social, de Derecho y de Justicia”.
El Estado como tal, se declara Estado democrático, de derecho y de justicia. Esto
conduce a que el Estado tenga que asumir obligaciones sociales, que persiga como su
finalidad primordial el logro de la justicia social, y en consecuencia, se estructura al
Estado como un Estado prestacional, cuya intervención es importante en la actividad
económica y social, y que en definitiva, asume frente a los individuos la garantía del
cumplimiento de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución.
Asimismo, el texto constitucional, declara como fines económicos sociales del
Estado, los cuales se lograrán a través de la educación del trabajo los siguientes: a) la
defensa y el desarrollo de las personas; b) garantía de cumplimiento de los principios,
derechos y deberes; c) construcción de una sociedad justa y amante de la paz; d)
promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo; y e) todos estos fines deben
lograrse a través de la educación y del trabajo, concebidos en el texto constitucional
como derechos y deberes a la vez. Se enumeran en la constitución los principios
sustentadores del estado federal: Integridad, territorialidad, cooperación, solidaridad,
concurrencia y corresponsabilidad.
Como se ha afirmado anteriormente, que uno de los principales dilemas era
establecer un Estado Federal con amplio margen de descentralización, es por ello que
el Artículo 4 del texto constitucional establece los principios que rigen el Estado
Federal descentralizado: cooperación, solidaridad, concurrencia y corresponsabilidad.
Es menester aclarar que el Estado venezolano no solamente se obliga a garantizar los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, sino que además
contempla un régimen general de los derechos humanos que ordena que el contenido
de los Tratados y Acuerdos Internacionales suscritos por la República, relativos a
aquellos derechos mencionados, deben aplicarse y garantizarse conforme al principio
de progresividad y no discriminación.
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Este sentido, debe hacerse admitiéndose la aplicación del principio de la Cláusula
Abierta de los Derechos Humanos (Artículo 22 C.R.B.V.). En efecto, no puede dejar
de hacerse referencia a los principios básicos atinentes al régimen general de los
derechos humanos. Es menester destacarlos en todo y en cuanto ellos posibilitan,
apuntalan y en ocasiones amplían bastamente la búsqueda o la posibilidad efectiva de
concreción de la justicia social.
En resumen, los Principios y Valores Constitucionales, son aquellas
prescripciones que contienen directrices generales que delimitan el alcance axiológico
y político de un determinado orden jurídico; son verdaderas normas jurídicas y
forman parte integral del ordenamiento jurídico constitucional y como tal tienen el
alcance de “asegurar la permanencia y obligatoriedad del contenido material de la
constitución”.
En el caso de Venezuela, se encuentran establecidas claramente en los artículos del
texto constitucional del 1 al 9, donde ha quedado claramente establecido que
Venezuela se declara República Bolivariana, irrevocablemente libre e independiente,
lo cual lo constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que
propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la
vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la
responsabilidad social, que tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la
persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la
construcción de una sociedad justa y amante de la paz, siendo un Estado Federal
descentralizado, donde la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la
ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley.
Donde el gobierno siempre será democrático, participativo, electivo,
descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables,
teniendo como norma suprema la propia constitución, fijada como el contrato social
por excelencia, contando con la bandera, el escudo y el himno nacional como
símbolos patrios, donde se habla el castellano y las lenguas indígenas son de uso
oficial para los pueblos indígenas y deben ser respetados en todo el territorio.
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Inclusión Social y Participación Ciudadana
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jóvenes, así como formación en las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación, entre muchas otras cosas.
En este contexto, Stok, J. (2014) profesor de la Universidad de Piura, establece en
su columna de la revista informativa de esa casa de estudio que:
En primer lugar, hay que dejar de lado el sentido ideológico de la
inclusión social, ya que no conduce más que confrontación y populismo,
y no resuelve lo que pretende. La inclusión social significa integrar a la
vida comunitaria a todos los miembros de la sociedad,
independientemente de su origen, condición social o actividad. En
definitiva, acercarlo a una vida más digna, donde pueda tener los servicios
básicos para un desarrollo personal y familiar adecuado y sostenible.
(p.16).
Por lo expuesto, resulta oportuno decir que el mundo está en proceso de grandes
transformaciones sociales, impulsadas por las migraciones, la urbanización, el cambio
climático, avances tecnológicos, el envejecimiento de la sociedad y el aumento de la
población de jóvenes en otros. Todas estas transformaciones ofrecen oportunidades
para la inclusión social, o la exclusión, si no se hace nada para evitar esta última.
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De allí, que la inclusión social es importante en sí misma, pero también porque es
el fundamento de la prosperidad compartida, dado que la exclusión social es
simplemente demasiado onerosa. Además, hay importantes costos sociales, políticos
y económicos si no se enfrenta la exclusión de grupos completos de personas, y no es
suficiente aceptar que algunos grupos están sobrerrepresentados entre los pobres, los
que no tienen educación, o los malnutridos del mundo. Es importante entender el
porqué, descubrir causas de la exclusión, y hay muchas formas creativas de hacer eso,
de manera que se apoye el desarrollo de las sociedades actuales a lo largo y ancho de
todo el mundo.
La participación ciudadana, por su parte, proviene del latín "partem capere" que
se traduce en “tomar parte”; en sentido técnico es comprendida como un proceso
social, continuo y dinámico, por medio del cual los miembros de una comunidad a
través de mecanismos establecidos y organizaciones legítimas en las cuales se
encuentren representadas, solicitan atención a la administración pública, pues resulta
difícil dialogar con todos y cada uno de los miembros, por ello, deciden aportan y
participan en la realización del bien común.
También puede traducirse en la actuación de los ciudadanos en las actividades
públicas, todo esto para hacer prevalecer tanto sus intereses sociales así como para
defender y garantizar los derechos colectivos o difusos, a través de estructuras y
procesos idóneas por medio de los cuales el ciudadano es tomado en cuenta en la
toma de decisiones por parte de la administración pública en materias que, de manera
directa le afectan, abarcando incluso etapas anteriores y posteriores a la toma de
decisiones en sí, como podrían ser la consulta, resolución, votación y ejecución de
estas.
Entonces, en relación a la participación ciudadana muchos han sido los
académicos y representantes de los distintos factores que hacen vida en el ámbito
público que se han dedicado a investigar este proceso, al mismo tiempo que han
propuesto y promovido diferentes acciones encaminadas a fortalecer este derecho
ciudadano que está íntimamente ligado al desarrollo de la democratización en el
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mundo; tratando en todo caso de redefinir su contenido frente a la crisis planteada de
la democracia representativa, política partidista y estatal, la ineficiencia
gubernamental en los diferentes aspectos de la gestión pública, el incremento y
profundización de los problemas sociales que no han solucionado.
Por otra parte, la participación ciudadana puede también ser considerada como
forma estratégica usada para activar o reactivar las relaciones entre el gobierno y la
sociedad, en aras de afianzar el sistema democrático como forma de gobierno, pues la
misma ofrece elementos eficientes y eficaces para democratizar y mejorar la
sociedad, dando así, igualmente, legitimidad al sistema democrático; para que los
resultados de la participación ciudadana sean abarcar áreas relacionadas a la
formulación, ejecución y control de la gestión pública. Según Moreno (2004):
La participación implica un proceso mutuo de transformación en la
medida en que la persona al mismo tiempo que trasforma, se ve
transformada por la realidad o hecho en el que participa, por su parte en el
ámbito de la comunidad la participación también implica y abarca
espacios y estructuras que van desde los espacios de encuentro informales
hasta los plenamente constituidos y legalizados. (p.125).
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Sistema de Justicia y Seguridad Ciudadana
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Asimismo, en la CRBV de 1999 se consagra por primera vez a nivel constitucional
la seguridad ciudadana (artículo 55), entendida en sentido amplio como la protección
de los derechos, libertades y garantías constitucionales. Ello implica –al menos
conceptualmente- la superación del tradicional modelo de seguridad basado en el
orden público acuñado durante largo tiempo en el país, que garantizaba sobre todo el
normal funcionamiento de las instituciones del Estado y bajo el cual se protegía
(distorsionadamente) el orden económico y político, tanto en gobiernos dictatoriales
como democráticos, incluso por encima de los derechos y garantías civiles (Núñez,
2001).
A partir de 1999, el constituyente parece redefinir las relaciones entre el individuo
y el Estado en materia de seguridad, en el seno de un modelo constitucional propio de
un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia “que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la
justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en
general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”
(Artículo 2, CRBV).
La amplia gama de derechos reconocidos en la Constitución1 no sólo tiende a
fortalecer la tradicional noción de ciudadanía, sino que también es una franca
invitación a la seguridad, suponiendo que ante cualquier amenaza o coerción
ilegítima contra la libertad y los derechos, prevalecerá el orden constitucional
(Borrego, 2002). La introducción de este nuevo concepto en materia de seguridad
debía representar un aliciente para la sociedad venezolana y una guía para las
políticas públicas a desarrollar por la nueva República entrado el nuevo milenio,
quebrando la trágica historia de control del Estado, atacando un fenómeno presente en
las sociedades modernas –la inseguridad- y asumiendo el reto de garantizar la
seguridad de los derechos de sus ciudadanos, reto para el cual cualquier política de
Estado basada en el modelo del orden público resultaría ineficaz.
Siendo así las cosas y siguiendo el esquema de conceptos contrarios expuesto por
Recasens (2000), frente a un modelo basado en el orden público, que tenga como
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objetivo fundamental perpetuar la norma y mantener la autoridad, y como misión,
forzar la obediencia de los ciudadanos a la norma, se contrapone un modelo basado
en la seguridad ciudadana, que tendría como objetivo preservar derechos y libertades,
a la vez que se ofrece un servicio público a la ciudadanía, y cuya misión fundamental
sería la protección de la seguridad de los ciudadanos, todo ello en procura de una
mejor calidad de vida. En este sentido, la seguridad ciudadana - siguiendo a
Zuñigavienea ser un “concepto instrumental para el desarrollo de los derechos
Fundamentales” (1995:459) y el orden público, un instrumento al servicio de la
seguridad, pero nunca un fin en sí mismo.
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Conclusiones
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La suma de las propuestas expuestas señala la importancia de elevar la conducta
de los gobernados y gobernantes hacia valores éticos de honestidad, dado que el
Estado moderno está jugando su propia suerte en este desquiciamiento colectivo. No
se derrumba por viejo, sino por inútil, ya que gobernantes y gobernados no han
sabido colocarse con sabiduría frente a la complejidad de la vida social. Estamos
derrotados porque viven en nosotros, sin ser dominados, esos monstruos apocalípticos
que son nuestros instintos y egoísmos, nuestras pasiones e intereses.
En tal sentido, vale mencionar las palabras del entonces presidente Checoslovaco
Vaclar Havel, con motivo de la entrega del Premio Sonning, en el que destaca las
exigencias morales de las tareas públicas:
... la política es un sector de actividades humanas que plantea mayores
exigencias al sentimiento moral, a la capacidad de entender el alma de los
otros, al sentido de la medida y de la humildad. Es una dedicación para
personas que no se dejan engañar. Todos los que afirman que la política
es un asunto sucio mienten. La política es sencillamente un trabajo que
requiere personas especialmente puras, porque resulta muy fácil caer en la
trampa. Una mente poco perspicaz ni siquiera se dará cuenta. Por tanto,
tienen que ser especialmente vigilantes las que se dediquen a la política,
personas sensibles al doble sentido de la auto-confirmación existencial
que de ella se desprende.
Esto implica partir de la premisa de Horacio Verbitsky, que menciona “...lo nuevo
no es la corrupción sino el debate sobre ella”. Ya que la corrupción actualmente
amenaza seriamente el funcionamiento y la credibilidad en las nacientes democracias
latinoamericanas y debilita peligrosamente la legitimidad de aquellos sistemas
presuntamente consolidados. Al implicar un acceso discriminatorio al poder
decisional de una estructura gubernamental, golpea el corazón mismo del sistema y
hace dudar al ciudadano de las bondades de la estructura democrática. Lo cual se ha
convertido en un problema de dimensiones bíblicas en Venezuela, donde el erario
público se ha destruido y dilapidado ante la mirada inerte de los órganos contralores,
quienes hacen poco o nada para frenarla y dar a los ciudadanos razones para creer en
el gobierno y en las instituciones públicas.
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Referencias
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