Está en la página 1de 42

Jesús, Justicia, y la

Diferencia de Roles
Entre Géneros
El Caso de la Desigualdad de
Funciones por Género en el Ministerio

Kathy Keller
Contenido

Introducción
Parte 1: Principios Hermenéuticos
Lo que 1 Corintios 14:33b-38 no puede significar
Entonces, ¿qué significa 1 Corintios 14:33b-38?
1 Timoteo 2:11-12
¿Dónde nos deja esto en cuanto al papel de la mujer?
¿Debemos obedecer?
Un último escollo
Resumen
Parte 2: Trayectoria personal
Introducción

Cuando Tim y yo nos mudamos a Manhattan en 1989 para fundar la


Iglesia Presbiteriana Redentor, sabíamos que algunos temas que
eran controversiales en otros lugares podían resultar incendiarios en
Nueva York. A través de los años, la sexualidad y el género, al igual
que las opciones personales en dichos campos, han encabezado
nuestra lista de temas que provocan indignación, lágrimas, gritos y
decepción.
Una mujer me dijo con lágrimas en los ojos al enterarse que la
congregación no ordenaba a mujeres como ancianas o pastoras:
“¡Fue como enterarte que tu prometido es un pederasta!”. No son
palabras moderadas que inviten a continuar la conversación. Yo
quería consolarla y ayudarla, pero la pregunta es: ¿Cómo se puede
hablar pastoral y compasivamente a la gente del siglo XXI para que
la cuestión de los roles de género no se considere una antigüedad
vergonzosa con la que la Iglesia está atascada, sino como un don,
destinado a nuestro bien?
La cuestión para mí no es algo académico. Luché ardua y
personalmente con este asunto siendo una mujer que en su día se
preparaba para ser ordenada en la Iglesia Presbiteriana Unida
(EE.UU.).1 Y en todos los lugares en los que he ejercido el ministerio
desde entonces, me he sentido como una mujer sin patria. En algunos
sitios me han visto con recelo como a una “feminista delirante”
porque animo a las mujeres a enseñar y a liderar, y yo misma lo
hago.2 En Nueva York me han llamado “la mujer que se odia a sí
_________________________________________
1. Desde su fusión con la Iglesia Presbiteriana del Sur, la denominación se conoce hoy como PCUSA.
2. Una vez, en una congregación de la Iglesia Libre de Escocia, después de finalizar el culto vespertino del
domingo, yo intervine en una sesión de preguntas y respuestas dirigida por Tim. Todas las cabezas voltearon
para mirarme con una expresión de desconcierto, escrita en el rostro de cada hombre y mujer. Era como si el
misma” y algunas cosas peores porque sigo creyendo que Dios nos
concedió un gran regalo al crear roles de género complementarios
para los hombres y las mujeres.
Como esposa de pastor, cofundadora de Redeemer (y, por lo tanto,
responsable de ciertos aspectos de su filosofía ministerial) y mujer
en el ministerio, he considerado que mi rol es convencer a las
mujeres —y a los hombres— de que se alejen de la cornisa cuando
descubran la posición complementaria de la congregación. No es
que nosotros ocultemos la cuestión. Los nombres de los ancianos
aparecen impresos en el boletín todos los domingos, y se presentan
regularmente ante la congregación —todos ellos hombres— para la
ordenación de oficiales y otros actos. No obstante, las mujeres son
tan visibles en el personal y en el ministerio de Redeemer que a
veces la gente tarda en darse cuenta3.
Entonces, ¿cómo abordar la cuestión? Desde el punto de vista
pastoral, siempre hay dos frentes a considerar, y oportunidades de
aprendizaje que vienen con cada uno de ellos.
En primer lugar, el frente hermenéutico: ¿Cómo discernimos lo
que dice la Biblia? ¿Qué hacemos con los cambios culturales que se
han producido desde que se escribió la Biblia? ¿Tenemos que
obedecer o incluso preocuparnos por algo que se dijo hace tanto
tiempo en una época y un lugar tan distintos a los nuestros? ¿Cómo
debe ser nuestra obediencia al texto?
Abordar estas cuestiones brinda la oportunidad de debatir sobre la
inspiración y la infalibilidad de las Escrituras, la naturaleza de la
revelación, el costo de someterse al señorío de Cristo y, sobre todo,
_____________________________________
perro de la casa hubiese hablado repentinamente.
3. Me limitaré a hablar sobre los roles de género en la vida de la Iglesia, pues ya he escrito sobre el tema de
los roles de género en el matrimonio en The Meaning of Marriage: Facing the Complexities of Commitment with
the Wisdom of God (Nueva York: Dutton Adult, 2011), cap. 6.
la disciplina de la hermenéutica y cómo aprender a leer e interpretar
la Biblia.
En segundo lugar, el frente de la personalidad: ¿Estás diciendo
que una mujer no es tan digna como un hombre? ¿No está igual de
capacitada? ¿No está igualmente llena del Espíritu Santo? ¿Estás
sugiriendo implícitamente que su sentido de llamado al ministerio
es falso? Estamos en el siglo XXI; ¿cómo se le puede decir a una
mujer que no puede tomar la decisión que desea? ¡Es una cuestión
de justicia!
Detrás de estos cuestiones personales hay un profundo dolor y
frustración causados por iglesias y personas que han marginado a las
mujeres y los dones que Dios les ha dado, convirtiéndolas en
miembros de segunda clase del cuerpo de Cristo. También revelan
lugares donde las suposiciones del mundo han moldeado actitudes
tanto en hombres como en mujeres, desplazando la enseñanza de las
Escrituras por tradiciones subculturales o por el individualismo
postmoderno.
Quiero abordar ambas constelaciones de interrogantes bajo los
epígrafes de (1) imperativos hermenéuticos y (2) trayectoria
personal.
Parte 1:

Principios Hermenéuticos

Acepto y abrazo la Biblia como Palabra de Dios, inspirada y sin


error. Aunque no siempre fue así.
Dios conquistó mi vida durante la secundaria, pero tardé en llegar
a confiar en la Biblia como algo más que una colección de relatos de
Esopo y sentimientos poéticos útiles en ocasiones ceremoniales.
Sólo era vagamente consciente de que había personas —a las que se
aludía vagamente como “fanáticos”— que mantenían puntos de
vista más sólidos. Criada en un hogar y en una iglesia con igual
visión que la mía, mi perspectiva de las Escrituras no disminuyó mi
intención de acceder al ministerio ordenado en la Iglesia
Presbiteriana Unida. Sabía que Dios era real y lo había
experimentado de todas las formas posibles, excepto a través de las
Escrituras. No tenía la menor idea de que me estaba perdiendo algo.
No fue hasta mi época en la universidad que conocí a cristianos
inteligentes que aceptaban la Biblia como la Palabra de Dios, la
única regla infalible de fe y conducta. Luché con la autoridad y la
inspiración de la Biblia durante varios años. Decidí hacer un curso
de estudio independiente sobre el tema y repasé una lista de lecturas
que me dio un profesor para llegar a la conclusión de que todos los
libros estaban escritos desde el mismo punto de vista. Varias listas
de lectura después, me encontré íntimamente familiarizada con la
crítica textual, las variantes textuales, la tradición oral, el documento
Q, los esenios, el liberalismo, la neoortodoxia, la desmitificación, el
fundamentalismo, el evangelicalismo y mucho más.
Para mí, explorar los campos de la alta crítica, bíblica y textual
reveló la exactitud esencial de los textos canónicos. Sin embargo,
era en realidad una pregunta muy simple la que resolvía el asunto
más profundo de la autoridad. Jesús confió en la inspiración del
Antiguo Testamento y garantizó la inspiración del Nuevo
Testamento.4 Él citó las Escrituras en cada momento de su vida,
incluidas sus palabras en la cruz basadas en el Salmo 22. Jesús
destilaba las Escrituras. Si yo confiaba en que Jesús era quien decía
ser, ¿por qué no iba a confiar también en su punto de vista sobre la
autoridad y la inerrancia de las Escrituras?5 Esto cambió mi vida. Y
cambió muchas cosas más.
Relataré esta odisea personal para mostrarle al lector que tuve
todas las ocasiones —y una razón importante— para no aceptar
plenamente las Escrituras como única regla de fe y conducta. Nadie
de mi familia ni de mis amistades creía eso, así que no fui educada
bajo esa perspectiva, y eso trajo consigo enormes consecuencias.6
Por ejemplo, desde que comencé a confiar en la Palabra de Dios
como verdad, escrita para facilitar mi desarrollo y no para
disminuirlo, todas mis decisiones debían someterse a las Sagradas
Escrituras. Cuando mis decisiones y los mandatos de Dios entraban
en conflicto, Dios ganaba.
_____________________________________
4. Véase Juan 14:26: "Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, os
enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
5. Véase Mateo 5:17-19: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para
abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una
tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos
mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos;
mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.
6. Me pareció evidente que no se invitaba a las mujeres a desempeñar el papel de ancianas en la iglesia.
Como en aquel momento estaba oficialmente bajo la tutela del consejo de mi iglesia y a punto de dar el siguiente
paso convirtiéndome en "candidata bajo la tutela" del presbiterio de Pittsburgh, tuve que notificar a mi asesor y
a varios comités el cambio en mis puntos de vista y en mi situación. Cuando se me preguntó al respecto desde
la sala la noche en que me presenté ante el Presbiterio para el cargo de "Trabajador Eclesiástico Comisionado",
fui abucheada y silbada por cerca de la mitad de los 350 pastores y ancianos asistentes. El Presbiterio estaba
dividido sobre esta cuestión, y yo me convertí involuntariamente en el punto álgido de un largo debate. La reunión
degeneró en un auténtico circo, tras lo cual mi pastor, Ray Pierson, me dijo de camino a casa: "¡¿Qué les voy a
contar esta noche a los ancianos?!".
Esto hizo que el estudio de la hermenéutica se convirtiera para mí
en un tema de primera necesidad. ¿Qué decía realmente la Biblia
sobre cuestiones clave? ¿Alguien podía saberlo, o había margen de
maniobra? Si había margen de maniobra, ¿me serviría de algo?
El tema de la hermenéutica es vasto, y no todo es relevante para
el tema de las mujeres en el ministerio, así que únicamente resumiré
lo básico. Durante la última generación han surgido muchas obras
nuevas sobre la ciencia de la interpretación bíblica, y contienen
mucha información de valor. Sin embargo, estos libros, aun
reconociendo la complejidad de la tarea, si están escritos por
evangélicos con una elevada visión de las Escrituras, siguen
aferrándose a las mismas dos piedras angulares.7 Para mí, estos dos
principios han marcado toda la diferencia, particularmente en el área
de los roles de género, el ministerio y la colisión entre ambos.
En primer lugar, la Escritura no contradice a la Escritura. O en
las palabras elegantes del Artículo 20 de los Treinta y Nueve
Artículos de la Iglesia Anglicana, “ni puede [la Iglesia] exponer un
pasaje de la Escritura de manera que contradiga a otro”. El corolario
de esto podría enunciarse así: Lo que está claro en la Biblia
interpreta lo confuso.
¿Cómo podría ser de otro modo, especialmente si una sola mente
estuvo detrás de la revelación, la escritura e incluso la elección de
los diversos destinatarios de la Palabra de Dios? A mí me hace
gracia, y en ocasiones me molesta, que el sentido común no figure
en el debate sobre la comprensibilidad de las Escrituras. Si se puede
aceptar la existencia de un Ser lo bastante poderoso como para ser
llamado Dios —el Creador y Sustentador del universo—, ¿por qué
es tan difícil creer que Él sea capaz de comunicarse de forma clara
_____________________________________
7. Por ejemplo, véase Grant Osborn, The Hermeneutical Spiral: A Comprehensive Introduction to Biblical
Interpretation (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1997).
y concisa con sus criaturas?8 Eso parece un asunto menor que el
hacer girar todos los electrones alrededor de todos los núcleos de
miles y miles de millones de mundos, por no hablar de atender
simultáneamente los corazones rotos y los espíritus abatidos de sus
criaturas sensibles.
En segundo lugar, cada texto debe entenderse en su contexto
histórico, social y cultural. ¿Cuál fue la intención del autor en cada
libro, pasaje y frase, y qué significó para los receptores originales?
El corolario de este principio es: Debemos encontrar la manera de
obedecer fielmente lo que descubramos que es la voluntad revelada
de Dios, aunque nuestra situación cultural haya cambiado desde que
fue revelada por primera vez.
Una vez más, el sentido común debería ser de ayuda. Dios inspiró
a seres humanos para que escribieran su revelación. La Biblia es, por
tanto, un libro humano, que utiliza lenguaje humano. No obstante, si
Dios es inmutable y en su providencia elaboró un libro para guiar a
su pueblo en todo tiempo y lugar,9 entonces lo que reveló ayer sobre
su carácter y su designio para sus criaturas no cambiará hoy.10 Dios
no es capaz de nada “novedoso o mejorado”, porque su perfección
es tal que cualquier cambio sería un paso atrás de la santidad com-
_____________________________________
8. La primera lista de lecturas que me dio el Dr. Donald Hobson para mi estudio independiente en el Allegheny
College incluía un libro de Bernard Ramm, cuyo título me avergüenza decir que no recuerdo. (Lo más probable
es que se tratara de The Christian View of Science and Scripture o de Special Revelation and the Word of God).
Lo que sí recuerdo, y he recurrido a ella durante décadas, es su explicación de cómo la Biblia puede ser un libro
inspirado divinamente e inerrante, pero escrito por seres humanos imperfectos. Ramm sugería (hasta donde
alcanza mi memoria) que, al igual que un maestro artesano debe primero diseñar y crear las herramientas que
utilizará para realizar su obra de arte maestra, así Dios, cuya soberanía se extiende sobre todos los aspectos de
la vida, mediante su control providencial del mundo, diseñó los receptores perfectos de su Palabra. La Palabra
escrita, como la Palabra encarnada, es a la vez humana (por tanto, con su propio vocabulario y otras
particularidades) y divina (por tanto, sin error ni pecado).
9. La declaración clásica de cómo la Biblia es a la vez un documento totalmente humano, pero sin errores y
verdadera para todos los tiempos, es la de J. I. Packer, "Fundamentalism" and the Word of God: Some
Evangelical Principles (Grand Rapids: Eerdmans, 1958).
10. Incluso el plan de Dios para redimir a su pueblo, que a nosotros nos puede parecer que ha atravesado
muchas etapas, era un plan integral "antes de la creación del mundo" (Efesios 1:4, 11; cf. Mateo 25:34).
pleta, el amor completo, la justicia completa y la misericordia
completa. Puede que tengamos que practicar la obediencia a sus
mandamientos de forma dinámica, reflejando los contextos
cambiantes en los que nos encontramos, pero eso rara vez supone un
obstáculo real. Dios da mandamientos inalterables, pero también nos
da libertad para obedecerlos de formas culturalmente diversas.
Una vez establecidas las reglas hermenéuticas básicas,
metámonos a lo más hondo de la piscina y consideremos lo que
algunas feministas llaman los “textos del terror”:11 1 Corintios
14:33b-38 y 1 Timoteo 2:11-12.

Lo que 1 Corintios 14:33b-38 no puede significar

1 Corintios 14:33b-38 dice lo siguiente:

33b
Como en todas las iglesias de los santos, 34 vuestras mujeres callen
en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que
estén sujetas, como también la ley lo dice. 35 Y si quieren aprender
algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una
mujer hable en la congregación. 36 ¿Acaso ha salido de vosotros la
palabra de Dios, o solo a vosotros ha llegado?
37
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os
escribo son mandamientos del Señor. 38 Mas el que ignora, ignore.

Este pasaje no puede significar que las mujeres no puedan de


ninguna manera comunicarse oral o verbalmente en las reuniones
públicas de la iglesia. En 1 Corintios 11:5, sólo tres capítulos antes,
Pablo escribe que “toda mujer que ora o profetiza con la cabeza des-
_____________________________________
11. Este término fue tomado del libro de Phyllis Trible de 1984 con ese título, que en realidad no trataba de
estos pasajes. Desde entonces, la frase se ha utilizado para referirse a cualquier texto bíblico que ofenda la
sensibilidad moderna o desafíe una explicación simple.
cubierta deshonra su cabeza.” La discusión sobre el velo, que
incluye referencias a la mujer como gloria del hombre, al cabello
como gloria de la mujer, a los ángeles, a la creación y a la Trinidad
—aunque repleta de significado— puede oscurecer el hecho central
de que las mujeres hablaban y oraban públicamente en las reuniones
cristianas. En 1 Corintios, Pablo no condena el ministerio público de
las mujeres, sino que lo regula.
Entre los profetas había mujeres. Pedro, el día de Pentecostés, al
observar la venida del Espíritu Santo sobre hombres y mujeres por
igual (Hechos 1:14; 2:1-4, 16-18), citó Joel 2:28-29 como
explicación de lo que estaba ocurriendo. “Vuestros hijos y vuestras
hijas profetizarán.... Incluso sobre mis siervos, hombres y mujeres,
derramaré mi Espíritu... y profetizarán”. Lucas menciona además
que Felipe el evangelista tenía “cuatro hijas solteras que
profetizaban” (Hechos 21:9).12
Si no me equivoco al leer 1 Corintios, parece como si gran parte
de la carta tuviera la intención de frenar las prácticas de creyentes
entusiastas que, habiendo experimentado una nueva libertad en el
Evangelio, ahora sacaban falsas conclusiones de él y se pasaban de
la raya, por así decirlo. Comían carne ofrecida a los ídolos, a pesar
de la insensibilidad de esa práctica para las conciencias más débiles,
y daban demasiada importancia al hecho de hablar en lenguas. En el
contexto actual, 1 Corintios 11 se lee como un alegato para mantener
los roles de género divinamente ordenados (cuyo signo cultural era
entonces cubrirse la cabeza), incluso mientras las mujeres ejercían
públicamente sus dones espirituales en una amplia gama de formas.
_____________________________________
12. Esto plantea otra cuestión. ¿Qué era la profecía? ¿Era simplemente una exhortación basada en la
Escritura, o una revelación inmediata de Dios, o algo intermedio? Para nuestro propósito aquí no es crucial
determinarlo. La cuestión es que la profecía transmitía la verdad sobre Dios, y era ejecutada en público tanto por
mujeres como por hombres. Y no se consideraba que entrara en conflicto con el "hablar" prohibido en 1 Corintios
14 y la autentein que se prohibía en 1 Timoteo 2.
En resumen, hay muchos ejemplos en el Nuevo Testamento de
mujeres que son elogiadas en lugar de condenadas por hablar en
público. Las mujeres profetizan en 1 Corintios 11:5 (y nótese que en
1 Corintios 12:28 el don de profecía se califica por encima del don
de enseñanza), Priscila y Aquila aclaran el evangelio a un hombre
(Apolos) en Hechos 18:26, y en Romanos 16:3 Pablo se refiere a
Priscila como “colaboradora” (synergos), una designación que
también se aplica a Evodia y Síntique en Filipenses 4:3, que
participaron en la labor de evangelización junto a Pablo. También
hay ejemplos de mujeres líderes y profetas en el Antiguo
Testamento, como María (Miriam), Débora y Hulda. Y, por
supuesto, a las primeras testigos de la resurrección, todas ellas
mujeres, el ángel les ordenó en el sepulcro que “fueran y se lo dijeran
a sus discípulos [de Jesús]” (Marcos 16:7).
Es evidente que las Escrituras no prohíben a las mujeres hablar en
público en la mayoría de los casos. Sólo una, la enseñanza
mencionada en 1 Timoteo 2:11-12, está vedada a las mujeres.
Veremos eso más adelante.

Entonces, ¿qué significa 1 Corintios 14:33b-38?

En primer lugar, examinemos el contexto de este pasaje. Hacernos


la pregunta hermenéutica: “¿Qué significó esto para la audiencia
original?” será de gran ayuda para entender lo que se está
prohibiendo y por qué.
El pasaje en la NVI lleva el título editorial “Orden en los cultos”
justo antes de 1 Corintios 14:26. Pablo está escribiendo a la iglesia
de Corinto sobre cómo deben celebrar sus cultos. En 1 Corintios
14:1-25, ha abordado el uso apropiado (y limitado) de hablar en
lenguas durante el culto público, prefiriendo el habla comprensible
que podría conducir a la conversión de los incrédulos (vv. 24-25).
Luego, en 14:26-33, da instrucciones sobre la estructura misma del
culto.

Orden en los cultos


26
¿Qué concluimos, hermanos? Que, cuando se reúnan, cada uno
puede tener un salmo, una enseñanza, una revelación, un mensaje en
lenguas o una interpretación. Todo esto debe hacerse para la
edificación de la iglesia. 27 Si se habla en lenguas, que hablen dos —
o cuando mucho tres—, cada uno por turno y que alguien
interprete. 28 Si no hay intérprete, que guarden silencio en la iglesia
y cada uno hable para sí mismo y para Dios.
29
En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres y que los demás
examinen con cuidado lo dicho. 30 Si alguien que está sentado recibe
una revelación, el que esté hablando ceda la palabra. 31 Así todos
pueden profetizar por turno, para que todos reciban instrucción y
aliento. 32 El don de profecía está bajo el control de los
profetas, 33 porque Dios no es un Dios de desorden, sino de paz.

Este bosquejo sugiere un período de participación pública general


por cualquiera que estuviera presente: himnos, exhortación, lenguas
y profecía. Nótese particularmente que no debía haber mensajes
hablados en lenguas a menos que pudieran ser interpretados y por lo
tanto entendidos y, como veremos en un momento, juzgados. Más
específicamente, los que hablasen profecías estaban limitados a dos
o tres, y entonces “que los demás examinen con cuidado lo dicho”.
Este es el meollo del asunto.
Considere por un momento la situación de la congregación que
recibe esta carta. A la iglesia primitiva se le enseñó a realizar el culto
según el modelo de la sinagoga judía. Ni las sinagogas ni las
reuniones de la iglesia primitiva contaban con un clero permanente
y profesional, sino con rabinos o maestros itinerantes que eran
invitados a participar. Este parece ser el caso de Jesús en Mateo
13:54, Marcos 6:2 y Lucas 4:31-32. Este incidente u otro parecido
se registra con más detalle en Lucas 4:14-29. Obsérvese que una de
las cosas que asombró y, en última instancia, enfureció a “la gente
de la sinagoga” (Lucas 4:28) fue la autoridad con la que hablaba
Jesús. Este asombro, y otras menciones de la autoridad con la que
Jesús enseñaba, pueden derivarse de su costumbre de comenzar sus
comentarios con “Amén, Amén”, traducido de diversas maneras
como “De cierto, de cierto” o “En verdad, en verdad”, o incluso “En
verdad os digo”.
Esto resulta más comprensible cuando reflexionamos sobre la
estructura del culto en la sinagoga. Los ancianos de la sinagoga
tenían la tarea de evaluar los comentarios del predicador invitado del
día y juzgarlos como verdaderos y dignos de ser recibidos, o falsos
y rechazables. Se sentaban al frente de la congregación, y si se
pronunciaba una palabra veraz, eran ellos quienes debían pronunciar
“Amén, Amén” al final de la misma. La ofensa de Jesús, entre otras,
fue que al comenzar sus comentarios diciendo “Amén, Amén” [“De
cierto, de cierto”] (Lucas 4:24), estaba juzgando que sus propias
palabras eran verdaderas antes incluso de que hubieran sido
pronunciadas, quitándoles esa función a los ancianos. No es de
extrañar que los ancianos se sintieran insultados, ya que a ellos
correspondía la función de distinguir la verdad de la blasfemia. Su
enfado por haber sido anulados estaba en cierto modo justificado, o
lo habría estado si Jesús no hubiera sido la Palabra de Dios
encarnada, llena de verdad.
La iglesia primitiva adoptó esta misma práctica que la sinagoga
judía, y por las mismas razones. Sin un clero residente y
experimentado y una compilación autorizada del “depósito de la
verdad” dejado por Jesús, los apóstoles itinerantes, los mensajeros
de los apóstoles y los aspirantes a apóstol podían presentarse en
cualquier acto de culto y hablar. Dependiendo de la contundencia
del orador, podrían ganar una audiencia para su interpretación de las
enseñanzas de Jesús. La falsa doctrina era el mayor enemigo de la
iglesia naciente, y la forma de contrarrestarla era contar con un
grupo de ancianos locales, elegidos por su madurez en la fe, cuyo
trabajo consistía en juzgar la verdad de la herejía, ya fuera de boca
de su propia congregación local o de un orador itinerante. Parece
probable que estos ancianos fueran los primeros clérigos
remunerados de la joven iglesia: su función era tan importante y su
formación tan amplia que era conveniente remunerarlos para que
pudieran dedicarse a ella con libertad. (1 Timoteo 5:17-18).
Es en este punto, donde se está juzgando a los profetas (1
Corintios 14:29-33a), cuando se dice a las mujeres que guarden
silencio (14:33b-38):13

33b
Como en todas las iglesias de los santos, 34 vuestras mujeres callen
en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que
estén sujetas, como también la ley lo dice. 35 Y si quieren aprender
algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una
mujer hable en la congregación. 36 ¿Acaso ha salido de vosotros la
palabra de Dios, o solo a vosotros ha llegado?
37
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os
escribo son mandamientos del Señor. 38 Mas el que ignora, ignore.

Aquí es donde los principios hermenéuticos “la Escritura


interpreta la Escritura” y “lo más claro interpreta lo confuso” son
_____________________________________
13. Anthony Thiselton escribe: "Es probable que la interpretación contextualmente implícita, que no necesita
explicación para los destinatarios, tenga que ver con no dejar hablar, o más probablemente con evitar el desorden
durante el discurso profético (como en v. 29), que podría implicar (1) la interrupción repetitiva; y (2) la probabilidad
de que las esposas preguntaran a sus maridos durante el culto, en especial si, como se plantea en la Didajé, las
cuestiones de estilo de vida contextual eran parte de la interrupción" (The First Epistle to the Corinthians [New
International Greek Testament Commentary; Grand Rapids: Eerdmans, 2000], 1156).
sumamente útiles. Sólo en otra ocasión se dice a las mujeres que
guarden silencio, y es en 1 Timoteo 2:11-12.

11
La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. 12 Porque no
permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino
estar en silencio.

Otros estudiosos de la Biblia más competentes que yo han


abordado la cuestión de si “enseñar o ejercer dominio/autoridad
[authentein] sobre el hombre” representan una o dos funciones. Yo
estoy de acuerdo con quienes concluyen que se refieren a una sola
función. Esta construcción o figura retórica se conoce como
hendiadys («uno mediante dos»), y Pablo la utiliza con frecuencia.
Craig Blomberg dice:

Philip Payne ha demostrado que la conjunción oude (“ni”) que


conecta los dos verbos clave en el versículo 12 une
regularmente expresiones que en algún sentido se definen
mutuamente. Pablo no está prohibiendo aquí dos acciones
separadas; más bien, los dos verbos juntos definen una función
o papel específico. El contexto más amplio de 1 Timoteo 2
corrobora esta afirmación14.

Nosotros hacemos algo parecido cuando decimos cosas como


“Hoy hace frío fuera”, lo que significa que hace mucho frío, una sola
cosa, no dos.
Aunque soy bien consciente de los ríos de tinta que han corrido
____________________________________
14. Blomberg, Craig, "A Complementarian Perspective", en Two Views on Women in Ministry (Stanley N.
Gundry, editor de la serie; Grand Rapids: Zondervan, 2005), 169. La cita de Blomberg es: Philip B. Payne, "Oude
in 1 Timothy 2:12", ponencia presentada en la reunión de la Evangelical Theological Society (Atlanta, noviembre
de 1986).
Aunque soy bien consciente de los ríos de tinta que han corrido
en argumentos y contraargumentos sobre esta construcción
gramatical, debo estar de acuerdo con Blomberg y Hurley. James
Hurley, hablando sobre la cuestión de si “enseñar” y “autoridad
(dominio)” son dos cosas o una, y encontrando concluyente la
afirmación de “enseñar con autoridad”, dice: “Cuando [enseñar o
tener autoridad (ejercer dominio) sobre el hombre] se separan... se
abusa de la gramática y de las mujeres”.15
Así pues, lo que se prohíbe a las mujeres en 1 Timoteo 2 (y, por
extensión, en 1 Corintios 14) es la enseñanza autoritaria, algún tipo
de enseñanza que conlleva una autoridad que no se encuentra en
otras formas permitidas de discurso oral. Dado que esto ya se ha
relacionado en 1 Corintios 14 con el juicio de los profetas y va
seguido inmediatamente en 1 Timoteo 3 por un debate sobre las
cualificaciones de los ancianos, me parece no sólo plausible sino
inevitable llegar a la conclusión de que a las mujeres se les ordenaba
guardar silencio (es decir, se les prohibía participar) en una función
reservada únicamente a los ancianos, aquellos hombres encargados
de evaluar o juzgar la fidelidad personal y corporativa al “depósito”
apostólico de la verdad.16
Obsérvese que la carta de Pablo a Timoteo comienza y termina
con advertencias en contra de la falsa enseñanza (1 Timoteo 1:3-7;
6:3-5, 20-21), además de dedicar un buen rato al tema en la parte
central (4:1-16). Para la Iglesia primitiva era fundamental (como
podría decirse que lo ha sido a lo largo de toda la historia de la Igle-
____________________________________
15. James B. Hurley, Man and Woman in Biblical Perspective (Grand Rapids: Zondervan, 1981), 200.
16. Los presbiterianos los llaman "ancianos" y los dividen en ancianos gobernantes (generalmente laicos que
no han cursado estudios de seminario y no predican) y ancianos docentes (que sí cuentan con estudios de
seminario y han sido evaluados y acreditados por un organismo regional, el Presbiterio, y predican). Juntos se
denominan "el Consistorio". Otras denominaciones pueden ubicar esta función de "guardián de la verdad" en
una autoridad diferente. Seguiré refiriéndome a ellos como ancianos, ya que ese es el término utilizado en 1
Timoteo 4:14; 5:17 y Tito 1:5 en la NVI. La palabra griega utilizada en 1 Timoteo 3:1-2 se traduce a menudo
como "supervisor" (o, tal vez, "obispo" o "pastor").
sia) asegurarse de que la verdad del Evangelio no se adulterase con
“mitos y cuentos de viejas” (4:7). Antes de que existiera un canon
escrito, sólo el juicio autorizado de los ancianos se interponía entre
el registro apostólico puro y cualquier adorno que un predicador
decidiera añadir.
Pablo se refiere a menudo a este buen “depósito” encomendado
(1 Timoteo 6:20; 2 Timoteo 1:14, donde se destaca especialmente la
transmisión de lo recibido de forma no adulterada). Judas utiliza una
expresión similar en Judas 3 (“la fe que ha sido una vez dada a los
santos”; cf. también 1 Corintios 11:2; 15:1-3; 2 Tesalonicenses 3:6,
etc.).
La enseñanza se consideraba autoritativa por dos razones.
Primero, era el juicio final de la verdad frente a la herejía; segundo,
incluía el poder de la disciplina, es decir, el poder de expulsar del
cuerpo de la iglesia a cualquiera que enseñe en desacuerdo a la
tradición oral apostólica aprobada.17

¿Dónde nos deja esto en cuanto al rol de la mujer?

James B. Hurley, en su libro Man and Woman in Biblical


Perspective, ha resumido la cuestión de esta manera:

Si aceptamos la conclusión de que 1 Corintios 14:33b-35 se


refiere a la evaluación de los profetas, debemos pasar a
considerar las instrucciones reales dadas por Pablo al respecto.
____________________________________
17. Las culturas predominantemente no alfabetizadas consideran la exactitud de la tradición oral como un
deber sagrado. Obsérvese que en 1 Corintios 11:2 Pablo elogia a los creyentes por retener “las instrucciones tal
como os las entregué”, lo cual se refiere claramente a un cuerpo de doctrina que era fundamental mantener
inalterable. Recuerdo a mi profesor de inglés, el Dr. Paul Zolbrod, del Allegheny College, grabando cuentos
populares navajos en sus vacaciones de verano y volviendo al año siguiente con las transcripciones escritas.
Antes de que los ancianos de la tribu las aprobaran para su publicación, debían compararse con la versión
cantada del guardián de la tradición oral, cuya exactitud se consideraba intachable. Los errores tipográficos
podían entrar en la imprenta, pero nunca en el depósito sagrado memorizado por el chamán.
Él no los consideraba insignificantes. Todas las iglesias de
Dios, dijo, eran uniformes en esta práctica (14:33b).... Es difícil
ver cómo esto podría aplicarse a cualquier forma de discurso;
no es difícil de entender si se trata de evaluar el mensaje de un
profeta.18

Además, añade:

El pasaje no se opone en modo alguno a 1 Corintios 11, que supone


específicamente que las mujeres hablarán al orar y profetizar en la
iglesia. Tampoco está en conflicto con la enseñanza de los capítulos
12-14, que suponen que los diversos miembros del cuerpo de Cristo
participarán todos en las reuniones corporativas.19

Si examinamos el pasaje más confuso, 1 Corintios 14, y nos


preguntamos: “Aquí se está prohibiendo una cosa, ¿qué es?”,
encontramos la respuesta en el pasaje más claro, 1 Timoteo 2, que
es: la enseñanza autoritativa.
Para aclarar la distinción entre ésta y otras formas de transmisión
verbal de información, he utilizado una ilustración cuando yo misma
he estado delante de un auditorio de hombres y mujeres, enseñando.
Les digo:

Si al final de este seminario vuelves a casa y dices: “Esto ha sido


lo más estúpido que he escuchado nunca, no me creo ni una palabra”,
¿qué te pasará?
Nada. Absolutamente nada.
No obstante, si te llaman ante los ancianos de la congregación y
te dicen: “Jesucristo era Dios mismo, y murió y resucitó corporal-
____________________________________
18. Hurley, Man and Woman in Biblical Perspective, 191.
19. Ibid., 193.
mente de entre los muertos para nuestra salvación”, y les dices: “Eso
es lo más estúpido que he escuchado nunca, no me creo ni una
palabra”, ¿qué te ocurrirá entonces?
Se te negará la membresía, si eres candidato a miembro de la
congregación; o, si ya eres miembro, comenzará un proceso
disciplinario (pensado en tu bienestar). Se te exhortará, animará y
aconsejará para que cambies de opinión. Puede que se te prohíba
comulgar. Si continúas obsesionado, serás excomulgado, para que
no puedas seguir fingiendo que eres miembro del cuerpo de Cristo.

Esa es la diferencia entre la comunicación pública de información,


la exhortación o explicación (todas permitidas a hombres y mujeres
no ordenados) y la enseñanza autoritaria, que es competencia de los
ancianos ordenados.20 Dicho de la manera que lo hacemos en
Redeemer: todo lo que un hombre no ordenado está autorizado a
hacer, una mujer también está autorizada a hacerlo.21
Volviendo a dos de las preguntas más apremiantes (y acuciantes)
que acompañan a esta discusión, y que mencioné al principio:
¿Tenemos que obedecer, o incluso preocuparnos, por algo que se
dijo hace tanto tiempo, en un tiempo y un lugar muy distintos a los
nuestros? ¿Y por qué Dios dispuso las cosas así, con una división de
____________________________________
20. Hablo como presbiteriana. En iglesias con diferente sistema de gobierno donde la estructura de autoridad
puede diferir, la función de "enseñar con autoridad" puede residir en un organismo o persona diferente. Más
sobre esto más adelante.
21. Algunos han sugerido que ahora que tenemos el depósito de la verdad afianzado con seguridad en las
Escrituras, no hay más función para un cuerpo de ancianos que guarden o juzguen entre la verdadera doctrina
y la falsa. Aunque las palabras de un predicador todavía deben evaluarse, son evaluadas respecto a las
Escrituras, por cada cristiano individual. Este individualismo idealista me parece equivocado y, además, refutado
por el curso de la historia de la Iglesia. Siempre que los individuos se sientan a solas a leer la Biblia y sacan sus
propias interpretaciones sin la guía —a veces disciplinaria— de aquellos que son más sabios que ellos (los
ancianos de 1 Timoteo 5:17 y aquellos que "trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor” en 1
Tesalonicenses 5:12-15), el resultado suele ser una doctrina no apostólica. Así pues (hablando como
presbiteriano), la función de un cuerpo de ancianos (o similares) es tan crucial hoy como lo era antes de que se
compilara el canon.
funciones que se basan en el género?
Las respuestas son “sí” y “no lo sé”. Más adelante, cuando aborde
cuestiones personales, intentaré explicar por qué. Sin embargo,
aunque desconozco las razones de Dios para los roles basados en el
género dentro de la iglesia, no se trata de algo malo, perjudicial,
injusto u opresivo. Pero primero permítanme explicar el “Sí,
tenemos que obedecer”.

¿Tenemos Que Obedecer?

¿Por qué tenemos que obedecer, o incluso preocuparnos, por algo


que se dijo hace tanto tiempo en una cultura tan distinta de aquella
en la que vivimos hoy? En mi experiencia de casi medio siglo
lidiando con esta pregunta, las respuestas han cambiado por década
en cuanto a por qué no tenemos que preocuparnos, y mucho menos
obedecer, estos dos textos, o cualquier texto que sugiera un
ministerio de dos vías divididas según el género.
En 1970, cuando estaba bajo la tutela del Presbiterio de
Pittsburgh, la práctica era asignar a cada candidato a uno de los
comités permanentes del Presbiterio. Aunque (¡o tal vez porque!) yo
había pasado de la vía de ordenación del Presbiterio de Pittsburgh a
lo que entonces era la vía de Trabajador Eclesiástico Comisionado
no ordenado, se me asignó al Grupo de Trabajo sobre la Ordenación
de Mujeres, algo que todavía se estaba debatiendo acaloradamente
por aquel entonces en la UPUSA.
En realidad yo estaba ansiosa por ir. Acababa de tomar una
decisión que cambiaría mi vida, basada en una interpretación
incipiente, pero que yo seguía considerando válida, de las Escrituras.
Si había cometido un error en mi exégesis o interpretación, lo mejor
era saberlo ahora. Aquí, si es que en algún sitio, pensé, encontraré
los argumentos más convincentes sobre cómo leer bien las Escrituras
y aplicarlas correctamente. Mi actitud, aunque me faltaban las
palabras, podría haberse expresado así: Golpéame con tu mejor
golpe.
Para mi consternación y sorpresa, el mejor intento resultó ser un
rechazo flojo y circular de cualquier texto paulino que sugiriera que
las mujeres no debían ser ordenadas o tratadas diferente en lo que
respecta al ministerio. La suposición a priori era: “Sabemos que las
mujeres deben ser ordenadas; por lo tanto, si encontramos un lugar
en la Biblia que sugiera lo contrario, no puede tratarse de un texto
legítimo”. “Pablo probablemente no escribió 1 Timoteo, y un escriba
posterior puede haber interpolado 1 Corintios 14”. Era un caso de
“Sabemos lo que creemos; no nos confundas con los hechos”. A mí
no me hizo ninguna gracia.
Con el paso de los años y las décadas, las nuevas defensas contra
estos textos han sustituido a la desestimación superficial con la que
me encontré al principio. Las más populares de estas teorías han
sido: (1) Pablo realmente enseñó esa horrible doctrina, pero entonces
Pablo era un misógino terrible, así que podemos ignorar cualquier
cosa que diga sobre las mujeres; (2) Pablo enseñó esa horrible
doctrina, pero sólo estaba destinada a ser aplicada a una iglesia
específica que tenía problemas con mujeres arrogantes, así que no
debemos lidiar con ella hoy; (3) Pablo enseñó exactamente lo que
parece que estaba enseñando, pero la situación cultural ha cambiado
tanto que ya no necesitamos o debemos obedecer esa parte de las
Escrituras.
Permítanme analizar cada una cuestión de estas por separado.

1. La acusación de misoginia contra Pablo.


La acusación de misoginia contra Pablo no se sostiene ni siquiera
con una lectura superficial del Nuevo Testamento. Pablo trabajó
junto a las mujeres, les encargó que llevaran sus cartas, estableció
iglesias en sus casas y esperaba que participaran plenamente en el
cuerpo de Cristo con los dones del Espíritu Santo. Lamentablemente,
muchas personas no se toman el tiempo para hacer siquiera un
estudio casual de las palabras y los hechos de Pablo, por lo que esta
acusación, tan fácilmente refutable, perdura entre los bíblicamente
menos alfabetizados.22

2. Aplicación sólo a la Iglesia en la época de Pablo


Más tenaz ha sido la explicación de que 1 Timoteo se escribió
únicamente a la iglesia de Éfeso, donde durante mucho tiempo había
existido un floreciente culto a Diana. Las mujeres acostumbradas a
las diosas y sacerdotisas llegaron a la iglesia con una visión
exagerada de su estatus; como resultado, causaron problemas en la
congregación. Las palabras de Pablo en 1 Timoteo fueron escritas
sólo para esa situación particular, y no se aplican a nosotros hoy.
Hay dos dificultades insuperables con este punto de vista. En
primer lugar, todo lo que Pablo (o cualquier otro autor bíblico)
escribió iba dirigido a un grupo específico de personas con una
situación específica en mente. Nada en la Escritura se dirige a “la
iglesia a través de los siglos, en cualquier tiempo, lugar o situación
cultural en que se encuentre”. Al compilar el canon, se presuponía
que la verdad de Dios era aplicable a la iglesia a lo largo de la
historia, porque Dios mismo es inmutable, omnisciente y
omnipotente, capaz por tanto de revelarse en el momento oportuno
y a través de los agentes que había preparado para comunicar Sus
palabras.
La segunda dificultad se encuentra en una lectura atenta de 1
Timoteo. Si hay alguna carta de Pablo que pueda decirse que va diri-
____________________________________
22. Thomas R. Schreiner, "The Valuable Ministries of Women in the Context of Male Leadership", en
Recovering Biblical Manhood and Womanhood (ed. John Piper y Wayne Grudem; Wheaton: Crossway, 2006),
212-13, aborda este punto de vista desinformado.
gida a “la Iglesia en general, dondequiera y cuandoquiera”, sería
ésta. En 1 Timoteo 3:14-15 Pablo escribe: “Aunque tengo la
esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes
conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente,
columna y baluarte de la verdad.”
Esta declaración se hace inmediatamente después de que Pablo
haya delineado los criterios para discernir y elegir a los ancianos de
la iglesia. De hecho, toda la carta, salvo algunas notables
instrucciones personales a Timoteo sobre su salud y ministerio,
puede considerarse un manual de plantación de iglesias: cómo
establecer una iglesia de forma organizada e institucional, según los
principios de la familia de Dios.
Hasta entonces, las iglesias locales diferían considerablemente de
una región a otra y de una ciudad a otra. Pablo está instruyendo a
Timoteo sobre lo que “él consideraba normativo más allá de la
situación inmediata”.23 Esta carta, en consecuencia, de todos los
escritos del Nuevo Testamento, es la menos abierta a la
interpretación de que fue escrita sólo para una situación específica y
que era aplicable sólo a esa situación. En todo caso, esta carta
debería considerarse como un modelo para todas las iglesias, en
todos los tiempos y en todos los lugares.
Curiosamente, el pasaje de 1 Corintios 14 tiene una cláusula
global propia. En 14:33b Pablo comienza diciendo que las siguientes
instrucciones deben observarse “en todas las iglesias de los santos”.
Sigue a esas instrucciones, que hemos demostrado que se refieren a
la preservación de la doctrina por parte de los ancianos, con estas
palabras: “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o solo a
vosotros ha llegado? Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconoz-
____________________________________
23. Hurley, Man and Woman in Biblical Perspective, 196. Hurley continúa ofreciendo un examen minucioso
del vocabulario y la gramática y concluye: "El lenguaje abstracto de Pablo indica que sus instrucciones deben
tener una aplicación general más que estrechamente limitada."
ca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (14:36-37).
Es evidente que Pablo ya ha experimentado cierta resistencia a
este precepto, y deja claro que no se trata de un asunto abierto a
interpretaciones alternativas. De hecho, él señala que ni siquiera es
una cuestión de su propia interpretación, sino “mandato del Señor”.
Esto contrasta con otros lugares de 1 Corintios en los que emite un
mandato bajo su propia autoridad como apóstol, como en 1 Corintios
11:1, 16, o en los que hace una distinción entre un mandato del Señor
(7:10) y uno de sus propios mandamientos (7:12).
Si aceptamos toda la Escritura como “inspirada por Dios” (2
Timoteo 3:16), no caeremos en el error de la Biblia de letras rojas,
en la que las palabras que se afirma que salieron de la boca de Jesús
tienen de alguna manera más peso que las reveladas por el Espíritu
Santo a los apóstoles. No obstante, al examinar el pasaje de 1
Corintios 14 en busca de pruebas de una fecha de caducidad cultural,
nos interesa que esté vinculado a algo que se sabía que había dicho
el propio Jesús, aunque no estuviera registrado en ningún otro lugar
de los escritos del Nuevo Testamento. (Juan nos dice que muchas
cosas que hizo Jesús no quedaron registradas; véase Juan 21:25.)
Cuando me encuentro con personas que están dispuestas a
descartar este pasaje por irrelevante o anticuado, siempre pregunto:
“¿Sobre qué otros mandamientos del Señor está dispuesto a sentarse
a debatir?” Hay algo aquí que debe obedecerse seriamente, y
tenemos que encontrar la manera de hacerlo en nuestra cultura
actual.

3. ¿Mandamiento obsoleto?
¡Ah! ¡Pero espera! ¿Realmente tenemos que obedecer el
“mandato del Señor”?
El intento más reciente de evadir estos pasajes es argumentar que
los cambios culturales de los últimos dos mil años hacen imposible
que hagamos las cosas como se hacían antes. De hecho, en realidad
sería erróneo desde el punto de vista misionero atenerse a ciertos
mandatos y directrices obsoletos del Nuevo Testamento. En pocas
palabras, este es el argumento de “eso era antes, ahora es así”.
Un buen ejemplo de este argumento se encuentra en Slaves,
Women and Homosexuals (Esclavos, mujeres y homosexuales), de
William J. Webb.24 En lo que sus defensores considerarían sin duda
una simplificación excesiva, él dice: Solíamos pensar que la Biblia
enseñaba que la esclavitud estaba bien; de hecho, lo enseñaba. Pero
Dios nos ha dado más luz y nos hemos dado cuenta de que, bajo el
apoyo a la esclavitud, la Biblia tenía una agenda más amplia e
iluminada, por lo que ya no creemos eso.
Del mismo modo (dice Webb), solíamos pensar que la Biblia
apoyaba una visión patriarcal y sexista de los hombres y las mujeres
y sus funciones en el hogar, la iglesia y la sociedad; de hecho, así lo
enseñaba. Pero Dios nos ha dado más luz, y ahora podemos ver que
los factores culturales actuales deben ser abordados por los
principios más fundamentales de la Escritura, por lo que podemos
descartar los mandamientos que podrían ser culturalmente
inapropiados u ofensivos con el fin de obedecer los mandamientos
más fundamentales que están sembrados en todo el texto. El sistema
de selección de los mandamientos de los que se puede prescindir
frente a los que se deben conservar es tan complejo que no intentaré
explicar aquí los parámetros de Webb25.
No me compete a mí entrar en una refutación punto por punto del
libro de Webb, así que me limitaré a decir que él, y otros que defien-
____________________________________
24. William J. Webb, Slaves, Women and Homosexuals (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2001).
25. Aunque Webb se queda corto al sugerir que hemos conseguido más luz sobre los mandamientos contra
la homosexualidad, la comunidad gay no lo ve así. La frase "más luz" fue acuñada en la década de 1990 por
iglesias dispuestas a aceptar la práctica homosexual como una expresión legítima (y no alternativa) de la
sexualidad. Reconocían la clara enseñanza bíblica contra la homosexualidad, pero se proclamaban "a la espera
de más luz", al igual que la que la iglesia había recibido en relación con la esclavitud y el papel de la mujer.
den un punto de vista similar de “aquello era entonces, hoy no es
así”, han cometido dos errores hermenéuticos básicos.
La primera es una grave interpretación errónea de los textos del
Antiguo Testamento como instructivos cuando son meramente
descriptivos. El comportamiento sexista y opresivo tanto de los
hombres como de la cultura en su conjunto se describe en el Antiguo
Testamento, pero no es un mandamiento. Imaginar que describir los
matrimonios polígamos de Abraham, Jacob y David es lo mismo que
aprobarlos sería un error del mismo tipo que, por ejemplo, leer sobre
alguna atrocidad genocida en el New York Times y suponer que el
Times aprobaba dicho comportamiento en lugar de simplemente
informar sobre él.
El propósito de Dios a lo largo de la historia redentora ha sido
volver a introducirse en su creación y reclamarla. El registro de esa
obra redentora incluye vívidas descripciones de por qué y cómo la
necesitamos. (¿Hay algún caso registrado de poligamia, por
ejemplo, que no haya salido muy, muy mal? ¿Sarah y Agar? ¿Raquel
y Lea? ¿El de Elcana? ¿De David? ¿Las esposas de Salomón?)
Lo mismo ocurre con la esclavitud. El Antiguo Testamento
regulaba el trato a los esclavos con el fin de humanizar y hacer
compasiva una institución que en aquella época era muy parecida a
la servidumbre por contrato: una forma voluntaria de hacer frente a
las deudas, y no la esclavitud africana del Sur de Estados Unidos,
basada en la raza y sustentada por los secuestros.26 Aun así, ninguna
forma de esclavitud es agradable, por lo que escucho a menudo:
“¿Por qué Dios no acabó con la poligamia y la esclavitud entre su
pueblo si eran cosas tan malas?”. ¿De verdad estás comparando las
____________________________________
26. Cf. la magistral obra de Mark Noll The Civil War as a Theological Crisis (Chapel Hill: University of North
Carolina Press, 2006). Demuestra que los propietarios cristianos de esclavos malinterpretaron la Biblia con
respecto a la esclavitud. Veían la palabra "esclavitud", tenían esclavos, y la cosa no iba más allá. Este colosal
error de interpretación debería darnos a todos calma y humildad a la hora de abordar cuestiones de interpretación
por nuestra cuenta.
prioridades de Dios con las tuyas? Esas cosas fueron, en el tiempo
de Dios, anuladas por la continua obra de Dios en el mundo (y
documentadas en el Nuevo Testamento), pero primero tuvo que
establecer algunas cosas que sin duda consideraba más básicas: Yo
soy un Dios santo. Sólo hay uno como yo. Tú no has sido lo que yo
quería que fueras. Hay que arreglar el mundo y todo lo que hay en
él. Y así sucesivamente.
El segundo error hermenéutico podría llamarse también error de
sentido común. Consideremos la enorme arrogancia de designar
nuestro momento cultural actual como el criterio con el que debe
medirse la Palabra de Dios. ¿Y de qué momento cultural estamos
hablando? Los cristianos de las regiones no occidentales del mundo
no encuentran dificultades con los llamados “textos del terror”. En
cambio, luchan con “poner la otra mejilla” y “amar a los que te
odian”. Eso es algo que suena absurdo en lugares donde la crueldad
más allá de lo imaginable es la norma diaria.

Un último torcimiento

De todos los intentos de evitar someterse a estos textos, el que menos


respeto es el que está más en boga hoy en día. Me encuentro con esta
postura en los campus de los seminarios, tanto de estudiantes como
de profesores, así como de pastores, laicos y laicas, y de personas
comprometidas en todas las ramas de ministerio.
La idea es la siguiente: Hay expertos en cada bando defendiendo
sus argumentos. Si no se ponen de acuerdo, ¿quién puede decir cuál
es el punto correcto y cuál el incorrecto? Puesto que la cuestión es
tan complicada y confusa, por caridad y justicia deberíamos hacer lo
más amoroso y ordenar a mujeres dotadas que se sientan llamadas al
oficio de ancianas gobernantes o maestras (o ministras o pastoras o
lo que sea).27
¿Quién puede estar en contra de la caridad y sus frutos? Sin
embargo, en este sentimiento acechan dos supuestos. La primera es
la popular desesperación posmoderna de que exista algo como la
verdad. La argumentación siempre ha estado en el centro de la
investigación filosófica, incluso de la formulación teológica. Los
grandes concilios de credos, la Confesión de Westminster, incluso
la ratificación del canon, fueron todos producto de un vigoroso
debate. Tener la mente abierta no significa tenerla abierta por los dos
extremos. Cuando se ha expuesto el mejor caso, se reconoce y se
adopta, aunque se mantiene con humildad y con la voluntad de
reconsiderarlo si se presentan nuevas perspectivas. Pero hasta que se
demuestre que es erróneo, o que se ha entendido mal, llegar a una
conclusión y luego actuar en consecuencia es el trabajo de una mente
racional.28
El otro supuesto es que la Biblia presenta un mensaje confuso y
confuso sobre el tema de los roles de género divinamente ordenados.
No sólo creo que eso no es cierto (véase más arriba), sino que, como
espero demostrar más adelante, los roles de género, como todos los
dones de Dios a los seres humanos, son para alegrarse y disfrutarlos,
no para soportarlos y sufrirlos.
Antes he planteado la pregunta: “¿Por qué Dios dispuso las cosas
así, con una división de funciones basada en el género?”. Al final de
cuentas, sigo sin saberlo. Podría especular, pero la especulación
suele conducir al error. Seguiré a aquel antiguo sabio que dijo:
____________________________________
27. Muchas de las personas con las que he hablado que defienden esta postura se refieren a la obra de John
Stackhouse Finally Feminist: A Pragmatic Christian Understanding of Gender (Grand Rapids: Baker Academic,
2005) de John Stackhouse como fuente de su conclusión.
28. En realidad, hay otra premisa implícita en este planteamiento: que quienes lo sostienen se mantienen
neutrales e indecisos sobre la cuestión. Aunque sea un tópico decirlo, "no decidir es decidir". Las personas que
sostienen este punto de vista rara vez dicen: "La cuestión es tan compleja y complicada, erremos por el lado de
la obediencia a Dios y no ordenemos a las mujeres."
“Donde Dios ha cerrado su Santa Boca no me aventuraré a abrir la
mía”. Me ha parecido algo infructuoso, que sólo conduce a la
autocompasión y al enfado en mi propia vida, cuestionar la
disposición de Dios sobre ciertas cosas cuando no las entiendo.
Confiar en su bondad (de la que hablaré más adelante) ha resultado
ser una mejor elección.

Resumen

Se anima a las mujeres a ser participar verbal y activamente en la


vida de la iglesia —enseñando, exhortando, animando y
contribuyendo en todos los sentidos, excepto en el oficio de anciano
(o dondequiera que resida la autoridad académica en una iglesia
particular)29, donde la enseñanza y la doctrina se juzgan de acuerdo
con el depósito canónico de la verdad, las Sagradas Escrituras.
Los versículos que ordenan la distinción de funciones basada en
el género están provistos de una armadura contra la acusación de que
sus estipulaciones son sólo específicas para un tiempo o una
situación. La Palabra que dice y proporciona la verdad es para
nosotros hoy tanto como para aquellos a quienes fue escrita
originalmente.
Así que hay algo que se está ordenando a la iglesia que debemos
encontrar la manera de obedecer. Despreciar, ignorar o agitar las
manos desesperados por no encontrar claridad en ello no son
opciones.
La siguiente sección estará dedicada a las cuestiones personales
que acompañan la aceptación y aplicación de los puntos anteriores.
____________________________________
29. Siendo presbiteriana, naturalmente tengo prejuicios a favor de que el consistorio, el tribunal de ancianos,
ostente esa autoridad jurídica. Si una iglesia está estructurada de tal manera que todo el mundo (que es lo mismo
que nadie) ostenta esa autoridad, recomendaría que se replantearan su política eclesiástica. La disciplina
eclesiástica es un medio de gracia muy descuidado en la comunidad cristiana.
Supongamos que una mujer o un hombre están convencidos de que
lo que yo he argumentado aquí es en verdad lo que enseña la
Escritura y, por tanto, deben obedecer, ¿cómo pueden hacerlo con
alegría, en lugar de con resentimiento rencoroso (pues toda
obediencia sin alegría comete el pecado de cuestionar el amor de
Dios)? Además, ¿cómo podemos obedecer esos mandamientos de
forma comprensible para nuestras culturas actuales (en plural,
porque la Iglesia abarca muchas razas y culturas)?
Parte 2:

Trayectoria personal

Muchas de las personas que escriben desde posiciones igualitarias o


feministas comienzan sus obras con una narración de su travesía
personal. En cierta medida, yo también lo he hecho. Pero por mucho
interés que esto aporte a lo que de otra manera podría ser un árido
trabajo de reflexión teológica,30 no es ése el recorrido personal que
quiero considerar en este momento.
Al principio de esta obra, he dicho que hay dos frentes pastorales
que deben considerarse al debatir sobre el complementarismo. El
primer frente tiene que ver con las cuestiones hermenéuticas
asociadas con los textos más relevantes. El segundo es el sufrimiento
personal que las mujeres (la mayoría de las veces) han padecido
como resultado de una falta de interpretación correcta de estos
textos, y la barrera que esas experiencias crean para aceptar una
interpretación complementaria de las Escrituras. Muchas mujeres, y
también hombres, han sido víctimas de tradiciones extrabíblicas
surgidas de la subcultura cristiana que han limitado o marginado los
dones de las mujeres en la iglesia.
El hecho vergonzoso es que en muchas iglesias las Escrituras han
sido interpretadas de tal manera que impiden a las mujeres ejercer
muchos, si no la mayoría, de los dones de liderazgo y enseñanza,
exhortación, aliento, etc., que el Espíritu Santo les ha dado. Esto no
sólo priva de derechos a la mitad de la iglesia, sino que amputa el
____________________________________
30. Lamentablemente, he comprobado a menudo que hay poca reflexión teológica acompañando las historias
de vivencias personales. Con frecuencia son relatos de experiencias personales, en las que la persona que
escribe, reacciona ante la injusticia de forma desmesurada. Omitiendo abordar los textos pertinentes en pro de
un fuerte sentimiento personal. Cf. Alan F. Johnson, ed., How I Changed My Mind about Women in Leadership:
Compelling Stories from Prominent Evangelicals (Grand Rapids: Zondervan, 2010).
cuerpo de Cristo.
Un cuerpo amputado es un cuerpo herido, y muchas mujeres han
sido destrozadas al decirles que sus dones, dones otorgados por el
Espíritu Santo, no están permitidos, no son deseados, incluso son
inexistentes o imaginarios. No es de extrañar que el debate se abra
tan a menudo con las palabras: “¡Esto es una cuestión de justicia!”.
He escuchado este lamento de mujeres con las que mantenía una
conversación tranquila, y de mujeres llorando. Lo he oído en grupos
pequeños y me lo han gritado en grupos grandes. Aunque yo
entiendo la frustración de la que nace este sentimiento, me ha tocado,
en algún momento de la conversación, explicar que no, que no se
trata en primer lugar de una cuestión de justicia, sino principalmente
de una cuestión teológica. ¿Qué ha dicho Dios? ¿Por qué tenemos
que obedecerlo? ¿Cómo podemos hacerlo? Entiendo su dolor y
confusión, y es fácil simpatizar con aquellas que han sido tratadas
injustamente (y antibíblicamente) por la iglesia que aman.
Por ejemplo…
La ocasión más reciente fue cuando hablé en mi seminario, el
Seminario Teológico Gordon-Conwell, sobre este asunto. Una
mujer se levantó durante la sesión de preguntas y respuestas y,
llorando, dijo las conocidas palabras: “¡Es mi vida! Esto no es sólo
una discusión teológica; ¡es una cuestión de justicia!”. No recuerdo
bien lo que le dije en ese momento; espero haya sido más amable de
lo que estaba pensando, porque era: “¡Querida, eres una estudiante
de seminario! Tú más que nadie deberías saber que es una cuestión
teológica/hermenéutica en primer lugar, y que tu vida cobra sentido
y madura cuando te ajustas a la voluntad de Dios, no cuando
consigues hacer lo que quieres. Contrólate”.
Esos pensamientos no me enorgullecen, y he luchado por saber
cómo explicar que no es una “cuestión de justicia” del mismo modo
que la igualdad de retribución por un mismo trabajo sí lo es. La
cuestión de ordenar mujeres no es una cuestión de justicia, pero
marginarlas sí es una cuestión de injusticia.
Hay una injusticia que abordar,31 y deberían restaurarse las
prácticas bíblicas en la forma en que se despliegan, o no se
despliegan, los dones de las mujeres en las iglesias con filosofías
complementarias o inclusive más rígidas. A menudo me
avergüenzan algunos que usan el título de “complementarios” pero
van más allá de las Escrituras para establecer normas arbitrarias
sobre la edad de los niños en que las mujeres ya no deben enseñarles
en la escuela dominical, o si una mujer líder de un grupo pequeño
debe tener un colíder varón si el grupo es mixto, etcétera.
No sé si las restricciones extrabíblicas surgen de un temor
teológico a la teoría del dominó (déjalas repartir boletines32 y lo
siguiente que ocurrirá es que quieran ser ordenadas) o de una versión
cristiana de la práctica judía ortodoxa de la halakhah,33 donde las
tradiciones y costumbres se hacen cumplir tan vigorosamente como
si fueran Escrituras, dando con ello amplio margen a cualquier
ocasión de pecado. Sea cual sea su origen, estos límites no bíblicos
caen bajo lo condenado por Jesús de obedecer “las tradiciones de los
hombres” en lugar de “los mandamientos de Dios” (Marcos 7:8).
No puedo dejar este tema sin reflexionar sobre cómo pueden y de-
____________________________________
31. El último libro de Jim Henderson, The Resignation of Eve: What if Adam's Rib Is No Longer Willing to Be
the Church's Backbone (Wheaton, IL: Tyndale, 2012), relata horribles ejemplos de abuso y maltrato de las
mujeres en la Iglesia. Sería un libro más contundente si abordara los textos más oportunos para convencer a los
responsables de tales comportamientos que ellos no tienen las Escrituras de su parte, sino todo lo contrario. La
indignación, por justificada que esté, no suele hacer cambiar a los cerrados de mente.
32. Conozco el caso de una mujer a la que se le ordenó que dejara de repartir boletines de culto en la parte
trasera de su iglesia; estaba de pie junto a su marido y acababa de coger la mitad de su pila de boletines,
saludando a los fieles a medida que entraban, entregándoles boletines junto a su esposo, diácono de la
congregación. La mandaron que desistiera, porque "sólo un diácono ordenado puede repartir boletines".
33. Halajá (hal-LUH-khah) significa "el conjunto de normas y prácticas que los judíos están obligados a seguir,
incluidos los mandamientos bíblicos, los mandamientos instituidos por los rabinos y las prácticas obligatorias"
(véase www.jewfaq.org/defs/halakhah.htm). La observancia de los mandamientos y costumbres extrabíblicos se
considera una forma de garantizar que nunca se esté ni siquiera cerca de cometer un pecado.
deben abordarse las injusticias y exclusiones que sufren las mujeres.
En cuanto a la forma de abordarlas, primero tiene que haber
interlocutores dispuestos. No puedo enumerar las ocasiones —
cientos ya— en las que se me ha exigido que reexamine mis
convicciones sobre este tema. A veces algunas personas me lo piden
llorando y otras veces con enfado, y yo estoy siempre de acuerdo.
No me interesa equivocarme. Tampoco deseo que me engañen ni
engañar. Así pues, dicho esto, volvamos a examinar los datos. Tener
que enfrentarse a los argumentos a favor del igualitarismo (y a las
personas que los defienden) obliga a los que no están de acuerdo a
presentar razones bíblicas convincentes y persuasivas para las
posiciones que ellos mantienen. En el proceso, mi esperanza es que
todos nos despojemos de esos acervos meramente culturales y
tradicionales que han determinado “el lugar de la mujer” y los
sustituyamos por una genuina comprensión bíblica.
Además, los hombres en posiciones de liderazgo que entienden
que las mujeres deben participar plenamente en todos los
ministerios, excepto en el que conlleva autoridad, deben dejar lugar
para que las mujeres usen sus dones en sus equipos, en sus
congregaciones, en cualquier lugar que sea bíblicamente apropiado.
Recibirán críticas por esto de algunos que ven a las mujeres en el
ministerio público como una prueba de liberalismo (en lugar de
como yo lo veo, como prueba de un fuerte apego al depósito
apostólico de la verdad). Dado que evitar la crítica no es una excusa
válida para la desobediencia, espero que a medida que surjan nuevas
voces defendiendo el papel legítimo y bíblico de la mujer, se animen
unas a otras a ignorar las críticas infundadas o basadas en la
“halajá”.
En cuanto a por qué estas prácticas antibíblicas deben y tienen que
ser corregidas (más allá de lo obvio, que hay que ajustarse a la
voluntad de Dios tal y como se expresa en las Escrituras), en
Redeemer nos dimos cuenta desde el principio de que íbamos a
ocupar un territorio muy estrecho. Había que obedecer los
mandamientos de las Escrituras, y las costumbres subculturales y
culturales no prescritas en la Biblia no tendrían cabida en nuestra
estructura de liderazgo ni en nuestra filosofía de ministerio.
Sé que en la ciudad de Nueva York (o en cualquier entorno
educado y ampliamente inconverso), cualquier práctica que no se
pueda respaldar bíblicamente no representa una opción. Así que el
corolario de no ordenar mujeres, es asegurarnos de que todos los
puestos legítimamente abiertos a hombres y mujeres no ordenados
estén ocupados tanto por mujeres como por hombres.
La posición más segura desde la cual abordar este asunto es la que
toma en serio los roles de género definidos bíblicamente. Con este
punto de partida —que las mujeres no pueden ocupar puestos de
enseñanza con autoridad (ancianos u obispos, o comoquiera que se
dispongan las cosas en el sistema de gobierno de la denominación
que corresponda)— se puede construir un argumento sólido a favor
del ministerio de las mujeres en todas las demás funciones.
No obstante, incluso después de haber simpatizado y estado de
acuerdo y de haber hecho sugerencias para poner fin a la injusta
exclusión de las mujeres de las funciones en las que pueden servir,
sigue surgiendo la pregunta: “¿Por qué hay exclusión para las
mujeres en algunas funciones? ¿No son nuestros dones igual de
importantes? ¿No nos concedió el Espíritu Santo esos dones en
primer lugar? ¿Y si me siento llamada a servir en una función
pastoral?”.
La primera respuesta, que admito es difícil que no suene algo
frívola, es que Dios es libre de disponer las cosas como mejor
cumplan su voluntad. Trataré eso con más detalle en un momento.
La otra respuesta es que dones y roles no son lo mismo. A todos,
hombres y mujeres, se nos anima, incluso se nos ordena, a utilizar
todos nuestros dones al servicio del cuerpo de Cristo. ¿Por qué
deberíamos sentir que es necesario ocupar un título o un rol
específico para poder hacerlo?
En una clase inolvidable, Elisabeth Elliot, una de mis profesoras
en el Seminario Teológico Gordon-Conwell, me enseñó a distinguir
entre los dones y las funciones en las que esos dones podían
utilizarse. Anunció a su clase de hombres y mujeres que ella tenía
mejores dones para ser pastora que la mayoría de los hombres de la
clase, posiblemente que todo el seminario. Conocía la Biblia en
varios idiomas, tenía una vasta experiencia en su exposición, la
madurez adquirida a través del sufrimiento para hablar con
compasión a los demás, y así sucesivamente. “Sin embargo”, dijo,
“Dios no me ha llamado, como mujer, a ejercer esos dones en un
cargo pastoral. Estoy llamada a utilizarlos, pero ¿por qué sólo
deberían ser valiosos si se usan en un rol específico, el ministerio
ordenado?”.
La dificultad de ejercer los dones de uno en el papel que se nos ha
asignado, debo añadir como inciso, se aplica tanto a los hombres
como a las mujeres. No todos los hombres aspiran a los papeles de
género que se les asignan. Cada vez es más difícil para los hombres
asumir la función de líder tanto en la iglesia como en el hogar.
Asumir riesgos y desempeñar el papel de “aquí es donde acaba el
dinero” no atrae a todos los hombres34.
Aquí es donde entra Jesús. Jesús es la razón por la que puedes
confiar en que la justicia de Dios está detrás de cada rol asignado,
tanto si eres un hombre que prefiere no asumir el liderazgo o el
compromiso, como si eres una mujer que desearía poder hacerlo.
Ambos pueden desempeñar el papel que les corresponde en Jesús.
Se necesitan tanto hombres como mujeres, cumpliendo sus roles en
____________________________________
34. Philip Zimbardo y Nikita Duncan, The Demise of Guys: Why Boys Are Struggling and What We Can Do
about It (TED Books: Ted.com, 22 de mayo de 2012).
la seguridad del hogar y de la iglesia, para revelar al mundo la
plenitud de la persona de Cristo.
Para mí, la gloria de los roles según el género es que cada uno
revela un aspecto de la vida de Jesús. Jesús en su autoridad de siervo,
muriendo para llevar a su esposa a la pureza sin mancha (Efesios
5:22-33), ha redefinido la autoridad y ha exigido que sus seguidores
hagan lo mismo (Mateo 23:11; Juan 13:13-17).
Jesús, en su actitud sumisa, asumiendo el papel de siervo para
asegurar nuestra salvación (Filipenses 2:5-11), muestra que su
sumisión al Padre fue un don, no algo que le fuera impuesto. En
ningún momento se pone en duda su igualdad con el Padre; léase
Juan 5, 6, 7, 8 y 9. En todas partes Jesús afirma ser el Padre. En todas
partes Jesús afirma ser Dios (“Antes que Abraham naciera, yo soy”,
8,58) y, sin embargo, “el Hijo no puede hacer nada por sí mismo;
sólo puede hacer lo que ve hacer a su Padre” (5,19). Sin embargo,
Él asumió voluntariamente el papel de siervo para llevar a cabo
nuestra justificación.
La igualdad ontológica del Hijo con el Padre y, al mismo tiempo,
su sumisión económica con el fin de salvarnos al asumir el papel de
siervo, nos conducen al corazón del misterio de la Trinidad35. ¿Cómo
podría esto expresarse sin actores humanos que representen las
mismas realidades, y los mismos roles?
El panfleto de C. S. Lewis en 1948 sobre “Sacerdotisas en la
Iglesia”, aunque no influyó en la decisión de la Iglesia Anglicana de
ordenar mujeres36, es bastante reflexivo sobre la diferencia entre el
___________________________________
35. No se trata de la herejía imaginaria de la subordinación eterna dentro de la Trinidad. Que yo sepa, ningún
complementario ha defendido tal cosa, a pesar de las acusaciones igualitarias en sentido contrario. Una de las
primeras leyes de la controversia (de hecho, del discurso civil) es no atribuir a la oposición opiniones que, de
hecho, no sostienen. La sumisión de Jesús al Padre se limitó a su encarnación terrenal, al igual que nuestras
propias funciones de autoridad y sumisión. En el cielo todos seremos hijos de Dios y todos seremos la esposa
de Cristo.
36. John Stott llegó a una conclusión diferente a la de Lewis, basándose en una interpretación de authentein
similar a la que yo he expuesto. Decidió que, puesto que la capacidad de admitir o expulsar miembros de la
mundo secular y la Iglesia37. En el mundo secular, hombres y
mujeres pueden y deben ser tratados como neutrales, equivalentes,
ciudadanos trabajadores. No obstante, esta es una fantasía de la que
podemos desprendernos cuando volvemos al mundo de la realidad,
el mundo de Dios. Allí podemos retomar nuestras identidades reales
como hombres y mujeres:38

... el tipo de igualdad que implica que los semejantes son


intercambiables es, entre los humanos, una ficción jurídica.
Puede ser una ficción jurídica útil. Pero en la Iglesia damos la
espalda a las fábulas. Uno de los fines para los que se creó el
sexo fue simbolizar las cosas ocultas de Dios. Una de las
funciones del matrimonio humano es expresar la naturaleza de
la unión entre Cristo y la Iglesia. No tenemos autoridad para
tomar las figuras vivas y sensibles que Dios ha pintado en el
lienzo de nuestra naturaleza y desplazarlas como si fueran
meras figuras geométricas.....
En el caso de la Iglesia, vamos más lejos, porque allí nos
enfrentamos a lo masculino y lo femenino no sólo como un
hecho de la naturaleza, sino como sombras vivas y terribles de
realidades que escapan totalmente a nuestro control y, en gran
___________________________________
Iglesia y de administrar disciplina reside, en el sistema anglicano de gobierno eclesiástico, en el obispo y no en
el sacerdote, una mujer podía ser sacerdote pero no obispo. Aunque tengo razones para estar en desacuerdo
con él, le honro por reconocer que algo en la cuestión de los roles de género dentro de la iglesia requiere nuestra
obediencia, y por hacer todo lo posible por aplicarlo dentro de su tradición (véase John R. W. Stott, The Message
of 1 Timothy and Titus [The Bible Speaks Today; Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1996], 82).
37. Yo incluiría el hogar cristiano también, ya que 1 Timoteo 3:15 se refiere a la iglesia como la "casa de Dios",
y Efesios 5 hace referencia a la relación matrimonial y la relación de Cristo con la iglesia.
38. "La igualdad legal y económica son remedios absolutamente necesarios para la Caída, y protección contra
la crueldad.... Vistámonos de igualdad: pero desnudémonos cada noche" (C. S. Lewis, "Equality", de Present
Concerns: A Compelling Collection of Timely, Journalistic Essays [Londres: Collins Fount, 1986], 17-20; impreso
originalmente en The Spectator 172 [11 de febrero de 1944]). Puede encontrarse una versión en línea en
books.google.com/books?isbn=0156027852.
medida, a nuestro conocimiento directo39.

Lo que Lewis quiere decir es que manipulamos los roles de género


por nuestra cuenta y riesgo. ¿Qué pretendía Dios al hacernos varón
y hembra? ¿Por qué no un ser unisex, o hermafrodita, o capaz de
elegir por sí mismo si generar o incubar vida? ¿Por qué asignar roles
distintos? Profundos misterios de la revelación penden de nuestro
género y del ejercicio de los roles que nos han sido asignados. Si
Dios nos está enseñando algo sobre sí mismo y sobre nuestra
relación con Él (todos somos mujeres para Dios, dice Lewis,
haciéndose eco de Efesios 5: 25-27; Apocalipsis 21:2), ¿nos
atrevemos a editar su elección de analogía? ¿De la metáfora? ¿Del
propio lenguaje?
En un mundo caído habrá hombres y mujeres pecadores que se
opriman e incluso se desprecien unos a otros por su género. Por eso
la “ficción legal” de votantes, ciudadanos, empleados y personas
unisex e intercambiables es una salvaguarda. Pero en el hogar y en
la iglesia, tenemos acceso tanto al arrepentimiento como al perdón,
herramientas cruciales si los hombres y mujeres pecadores han de
retomar sus gloriosos mantos de identidad y vivir juntos como el
pueblo de Dios —caído, redimido, perdonado y perdonador.
La justicia, al final, es lo que Dios decreta. Así que si eres capaz
o no de ver justicia en los roles de género creados divinamente
depende en gran medida de cuánta confianza tengas en el carácter
de Dios. ¿No hará justicia el juez de toda la tierra? ¿Podemos definir
la justicia como algo distinto al designio de Dios? ¿Usando qué
como guía? ¿Qué sabemos nosotros que Él no sepa?
Si estamos plenamente convencidos de la sabiduría, el amor y la
___________________________________
39. C. S. Lewis, "Priestesses in the Church", en God in the Dock: Essays on Theology and Ethics by C. S.
Lewis (ed. Walter Hooper; Grand Rapids: Eerdmans, 1970). Una versión en línea de este ensayo puede
encontrarse en www.ldolphin.org/priestesses.html.
bondad de Dios, entonces, cuando nuestros deseos y los mandatos
de Dios estén en desacuerdo, sabremos que debemos confiar en lo
infalible y no en nuestros deseos, tan fácilmente manipulables. Ann
Voskamp, en su libro Thousand Gifts, lo expresa así:

Dios nos dio a Jesús. ¡A Jesús! Lo entregó por todos nosotros. Si


sólo tenemos un recuerdo, ¿no es éste suficiente? ¿Por qué es éste el
recuerdo que más a menudo damos por sentado? Abrió la carne del
Dios-Hombre y dejó correr la sangre. Lavó nuestra suciedad con la
gracia ensangrentada.... ¿No basta sólo ese recuerdo? ¿Hace falta
algo más? Si Dios no nos negó a su propio Hijo, ¿nos negará algo
que necesitemos?
Si la confianza hay que ganársela, ¿no se ha ganado Dios
inequívocamente nuestra confianza con las heridas de Cristo en
carne viva? ¿Cómo no va Él a darnos también generosamente todas
las cosas que considera mejores y justas? Ya nos ha dado lo
incomprensible.40
Puede que no siempre nos resulte evidente la justicia que hay
detrás de la creación del varón y la mujer por parte de Dios y de la
disposición de los distintos roles que eligió para ellos. ¿Por qué uno
y no otro? ¿Acaso, debemos esperar que nuestra finitud comprenda
la justicia infinita, omnipotente, sabia, buena, hermosa y llena de
gracia de Dios? Tal vez algún indicio resida en la danza de los sexos,
por la que revelamos la verdad sobre la vida interior del Dios trino.
El resto está revestido de misterio, al que nos sometemos, con la
plena confianza de que está destinado a nuestro bien.

___________________________________
39. C. S. Lewis, "Priestesses in the Church", en God in the Dock: Essays on Theology and Ethics by C. S.
Lewis (ed. Walter Hooper; Grand Rapids: Eerdmans, 1970). Una versión en línea de este ensayo puede
encontrarse en www.ldolphin.org/priestesses.html.
40. Ann Voskamp, Mil dones (Grand Rapids: Zondervan, 2010), 154-55.

También podría gustarte