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Esposas Mandonas,
y Cortes de Cabello
El Caso de la Igualdad de Género en el Ministerio
Michael F. Bird
CONTENIDO
Dedicatoria
Abreviaturas
Introducción
1. ¿Quién es quién en el corral?
2. Preocupación por Febe
3. Mujeres en las iglesias paulinas
Cabezas, cabello y velos
Las mujeres y el silencio
La sumisión mutua
La compañía de colaboradoras de Pablo
Manifiesto igualitario
“No permito a la mujer enseñar” ... ¿Pero por qué?
Conclusión
Epílogo: ¿Quién es Ilse Fredrichsdorff?
Lecturas complementarias
DEDICATORIA
BDAG Bauer, Walter, and Frederick Danker, A Greek English Lexicon of the New
Testament and Other Christian Literature (Chicago: University of Chicago Press, 2000)
BECNT Baker Exegetical Commentary on the New Testament
CBQ Catholic Biblical Quarterly
ESV English Standard Version
EvQ Evangelical Quarterly
ICC International Critical Commentary
JB Jerusalem Bible
JETS Journal of the Evangelical Theological Society
JSNT Journal for the Study of the New Testament
NCBC New Century Bible Commentary
NCCS New Covenant Commentary Series
NICNT New International Commentary on the New Testament
NIGTC New International Greek Testament Commentary
NIV New International Version
NIVAC NIV Application Commentary
NRSV New Revised Standard Version
PNTC Pillar New Testament Commentary
WBC Word Biblical Commentary
INTRODUCCIÓN
La razón por la cual incluí este gráfico es demostrar que el debate no está
completamente cerrado y resuelto, con los malos a la izquierda y los buenos a la derecha.
Dentro del cristianismo hay un amplio espectro de opiniones y prácticas sobre este
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8. Dos publicaciones representativas son Ronald W. Pierce, Rebecca Merrill Groothuis y Gordon D. Fee,
editores, Discovering Biblical Equality: Complementarity without Hierarchy (Downers Grove, IL: InterVarsity
Press, 2005), y John Piper y Wayne Grudem, eds., Recovering Biblical Manhood and Womanhood: A Response
to Evangelical Feminism (Wheaton, IL: Crossway, 1991).
9. La tabla en la página anterior es una adaptación de un folleto de Gerry Breshears y Debbie Dodd distribuido
en la reunión anual de la Sociedad Teológica Evangélica en Filadelfia, 2005.
asunto. Muchas de las críticas al feminismo cristiano no pueden aplicarse sin más a los
evangélicos igualitarios, y muchas de las críticas a los evangélicas igualitarios también
podrían hacerse a los complementarios moderados.
Los cristianos que participan en este debate siempre apelan al apóstol Pablo para
fundamentar su posición. Pero ahí radica el problema, ya que Pablo no puede ser
simultáneamente defensor y opositor de las mujeres predicadoras y de la ordenación
femenina al ministerio. Debemos preguntar con toda honestidad e integridad: “¿Qué
dijo realmente Pablo sobre las mujeres?”. Estudiar esta cuestión requiere una gran
disciplina y exige aceptar el texto de la Escritura incluso si nos sentimos incómodos con
lo que dice. También es necesario que nos involucremos con gracia en una variedad de
opiniones de otros creyentes; que reconozcamos nuestros propios prejuicios, tanto
culturales como confesionales; y que busquemos entender el contexto del mundo de
Pablo. Lo que quiero hacer con este es proporcionar una visión de la situación histórica
y cultural de las mujeres en el mundo antiguo, examinar los textos pertinentes de las
cartas de Pablo y, por último, proporcionar una fórmula para colaborar y adorar con los
creyentes que adoptan una postura diferente sobre este asunto. Pero antes de transitar
ese camino, ¡quiero hacerte pensar un poco primero!
2
Permítanme mostrarles cómo una lectura atenta del texto bíblico puede hacer que se
derrumben las suposiciones que se han mantenido durante mucho tiempo sobre las
mujeres y el ministerio.
Me encanta interactuar con mis alumnos. Lo puedo hacer de muchas maneras.
Guiarles por oscuras cavernas exegéticas y recorrer profundidades históricas oscuras es
gratificante, ya que puedo ver a los estudiantes experimentar el asombro y la emoción
de los nuevos descubrimientos. La educación teológica debería consistir en poner a
prueba los supuestos más arraigados y descubrir nuevas posibilidades en la teología y
la práctica. Uno de los temas que abordo habitualmente con los estudiantes es el tema
de Pablo y las mujeres. Permítanme darles un ejemplo. Durante mi clase de Romanos,
en algún momento del trimestre, planteo a los alumnos cuatro preguntas sobre la carta
de Pablo a los cristianos en Roma:
3. A ver, y si los romanos tuvieran alguna pregunta sobre la carta, como por ejemplo:
“¿Qué es la justicia de Dios?” o “¿Quién es ese miserable al que Pablo se refiere más
o menos a la mitad?” ¿A quién creen que sería la primera persona a la que
preguntarían?
Ojos bien abiertos, otros con las bocas abiertas, y otros con aspecto de estar irritados.
Luego añado provocativamente: “¿Podría ser que la primera persona que leyó y
enseñó públicamente sobre la epístola a los Romanos fuese una mujer? De ser así, ¿qué
nos dice eso sobre las mujeres y los roles de enseñanza en la iglesia primitiva?”
El resultado final es un momento “Ajá” para algunos de los estudiantes, y una mezcla
de confusión y frustración para otros.
Pablo dice muchas cosas sobre las mujeres entre líneas, pero a veces sus instrucciones
para las iglesias se centran en cuestiones de género, cultura e identidad cristiana. A estos
pasajes nos referiremos ahora.
2
Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las
instrucciones tal como os las entregué. 3 Pero quiero que sepáis que Cristo es la
cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de
Cristo. 4 Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su
cabeza. 5 Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta
su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. 6 Porque si la mujer no
se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse
el cabello o raparse, que se cubra. 7 Porque el varón no debe cubrirse la cabeza,
pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. 8 Porque el
varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, 9 y tampoco el varón fue
creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. 10 Por lo cual la
mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los
ángeles. 11 Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el
varón; 12 porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de
la mujer; pero todo procede de Dios. 13 Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que
la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? 14 La naturaleza misma ¿no os enseña
que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? 15 Por el contrario, a la
mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado
el cabello. 16 Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos
tal costumbre, ni las iglesias de Dios.
33
pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los
santos, 34 vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido
hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. 35 Y si quieren aprender algo,
pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la
congregación. 36 ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o solo a vosotros ha
llegado?
¿Sumisión Mutua?
21
Someteos unos a otros en el temor de Dios. 22 Las casadas estén sujetas a sus
propios maridos, como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, así
como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así
que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus
maridos en todo. (Efesios 5:21—24)
4
La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco
tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. (1 Corintios 7:4)
8
Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, 9 y tampoco el
varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. 10 Por
lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los
ángeles. 11 Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el
varón; 12 porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de
la mujer; pero todo procede de Dios. (1 Corintios 11:8—12)
15
Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y
que ellos se han dedicado al servicio de los santos. 16 Os ruego que os sujetéis a
personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan. (1 Corintios 16:15-16)
En las indicaciones de Pablo sobre las relaciones dentro del hogar, proporciona un
modelo general para las relaciones entre maridos y esposas, amos y esclavos, y padres
e hijos que sigue la costumbre habitual, aunque impregnada con virtudes cristianas
(Efesios 5:21—6.9; Colosenses 3:18—4.1; Tito 2:1—10). No hay duda de que Pablo se
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16. Véanse las interesantes discusiones sobre tales evidencias en Thiselton, First Epistle to the Corinthians,
1150-61; David E. Garland, 1 Corinthians (BECNT; Grand Rapids: Baker, 2003), 667-73.
refiere a que las esposas se sometan a los maridos (Efesios 5:22; Colosenses 3:18; Tito
2:5). Pero es curioso para mucha gente que el código doméstico de Pablo en Efesios
5:22-33 esté precedido por una mención a la sumisión corporativa en 5:21: “Someteos
unos a otros en el temor de Dios”. ¿Modera o suaviza esto las instrucciones de Pablo
sobre la sumisión de las esposas a los maridos al implicar que, al menos en algunas
ocasiones, los maridos deben someterse a sus esposas?
Bueno, “moderar” y “suavizar” son formas inapropiadas de decirlo. Aun así, Efesios
5:22—24 debe tomarse a la luz de 5:21, y 5:21 afirma claramente que toda persona debe
estar sujeta a otra persona. Pablo no dice que “toda persona” deba someterse a “toda
persona” en una especie de anarquía antijerárquica. Más bien, la iglesia de Dios existe
en una red de relaciones donde es necesaria la sumisión a otras personas en algún cargo
o función. Cuando se produce esa sumisión, se está siguiendo el ejemplo de Cristo, que
se sometió a Dios Padre.
Ahora bien, ¿deben los maridos someterse alguna vez a sus esposas? ¿Hay alguna
sumisión mutua en el matrimonio? Aunque algunas personas como Wayne Grudem no
pueden imaginarse que Pablo les diga a los maridos que se sometan a sus esposas, Pablo
dice tan claramente como la luz del Sol que las esposas y los maridos no tienen autoridad
sobre sus propios cuerpos, sino que los someten a la autoridad de su esposa o marido
(ver 1 Corintios 7:4). ¡A mí me suena bastante a sumisión mutua! Eso concuerda
perfectamente con lo que encontramos en otros lugares, donde Pablo dice que en el
Señor hay interdependencia entre los esposos y las esposas (1 Corintios 11:11). Por lo
que “sumisión mutua” es de hecho un término preciso.
¿Y en la iglesia? ¿Podrían los hombres someterse a sus esposas allí? Creo que
podemos deducir razonablemente que esto sí ocurría en Corinto. En Corinto leemos de
dos hogares importantes, los de Estéfanas y Cloe. Ambas casas enviaron delegaciones
a Pablo, ya sea dando informes sobre mal comportamiento (1 Corintios 1:11; 11:18) o
enviando a Pablo una lista de preguntas que necesitaban respuesta (7:1). Mi premisa es
que, a menudo, el liderazgo de la iglesia y el del hogar iban de la mano, tanto más
probablemente considerando que Pablo nunca menciona a los ancianos en las epístolas
a Corinto, por lo cual los líderes de facto de la iglesia eran los jefes de familia
reconocidos. Para poner un poco de orden en el caos de Corinto, Pablo dice a los
corintios que se sujeten a la casa de Estéfanas y “a personas como ellos, y a todos los
que ayudan y trabajan” (16:15-16).
Creo que la última frase sobre la sumisión o sujetarse a los obreros cristianos incluye
a las mujeres; he aquí algunas razones. (1) La otra casa importante en Corinto de la que
tenemos conocimiento estaba dirigida por una mujer, Cloe, y puede haber sido
igualmente una trabajadora productiva como Estéfanas. Cloe es tal vez una de esas
“personas” a las que hay que someterse como líder de la casa y líder de la iglesia en
Corinto. Pablo menciona específicamente a Estéfanas sólo porque estaba allí en Éfeso
mientras Pablo escribía la carta y quizás incluso llevó la carta a los corintios (aunque
debo admitir que estoy deduciendo esto). (2) Cloe podría ser algo así como Febe en
Cencrea (que estaba cerca de Corinto), una mujer rica involucrada en el servicio activo
de la iglesia o bien sosteniendo financieramente el ministerio. (3) Pablo se refiere al
“trabajo” de las mujeres en el ministerio en otros lugares (Romanos 16:6, 12; Filipenses
4:3). Así que si uno se sujeta o somete “a todos los que ayudan y trabajan” y si mujeres
como Febe y Cloe eran tales “ayudantes y trabajadoras” al servicio del pueblo santo del
Señor en el área de Corinto, ¡es razonable que Pablo esperase que la gente se sujetara o
sometiera a sus ministerios!17
Las cartas de Pablo hacen muchas referencias a las mujeres y a sus funciones
ministeriales en las iglesias con las que estaba asociado. Hay claros indicios de que
algunas mujeres incluso tenían un papel destacado en el ministerio de la enseñanza y la
vida de adoración de las primeras iglesias. Dos colaboradores destacados de Pablo
fueron Priscila y Aquila (Hechos 18:2; Romanos 16:3; 1 Corintios 16:19; 2 Timoteo
4:19), y Lucas nos dice que tanto Priscila como Aquila llevaron a Apolos aparte y “le
expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hechos 18:26). La palabra griega
exethento (“exponer” / “explicar”) está en la tercera persona del plural e implica que
tanto Priscila como Aquila hicieron la exposición, no sólo Aquila. Pablo escribe en la
carta a Tito que las mujeres mayores debían instruir a las más jóvenes (Tito 2:3-4).
Pablo se refiere al don de profecía en varias ocasiones (Romanos 12:6; 1 Corintios
12:10, 28; 13:2; 14:1; Efesios 4:11). El oficio profético estaba evidentemente extendido
en la iglesia primitiva, y mantenía fresca la voz viva de Jesús en el naciente mover
cristiano. El día de Pentecostés, Pedro explicó el trascendental acontecimiento del
derramamiento del Espíritu Santo, con los fenómenos que le acompañaban, citando Joel
2:28-29, que dice que en los últimos días Dios derramará su Espíritu sobre todo el
pueblo, y hombres y mujeres profetizarán (Hechos 2:17-18). También sabemos que
hubo mujeres profetas que profetizaron en reuniones cristianas que incluían a hombres
(Hechos 21:9; 1 Corintios 11:5). Nótese también que los oficios de profeta y maestro
están explícitamente vinculados en Hechos 13:1. Si la profecía es didáctica (es decir, no
sólo una predicción, sino comunicación o transmisión del mensaje de Dios) y autorizada
(es decir, una palabra inspirada de parte de Dios), la conclusión a la que debemos llegar
es que las mujeres sí enseñaban a los hombres con una palabra profética autorizada.
Varias mujeres, como Priscila, Euodia y Syntyche, son llamadas “colaboradoras”
(synergos) de Pablo en el ministerio del evangelio (Romanos 16:3; Filipenses 4:3), y el
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17. Para una mayor discusión, véase Alan Padgett, As Christ Submits to the Church: A Biblical Understanding
of Leadership and Mutual Submission (Grand Rapids: Baker Academic, 2011).
mismo término se utiliza en otros lugares para describir el ministerio de destacados
líderes cristianos masculinos del círculo paulino (Romanos 16:9, 21; 1 Corintios 16:15-
16; 2 Corintios 8:23; Filipenses 2:25; Colosenses 4:11; 1 Tesalonicenses 3:2; Filemón
1, 24). El tipo de ministerio que desempeñaban estas mujeres no se indica
explícitamente, pero está claro que lo hacían al lado de Pablo, y no tenemos ninguna
razón inmediata para pensar que sus actividades fuesen radicalmente diferentes de las
que realizaban Timoteo, Tito, Justo, Lucas, Marcos, Demas, Aristarco o Epafrodito. Lo
más probable es que estas mujeres trabajaran al lado de Pablo como parte de sus
actividades de evangelización y plantación de iglesias. En las diversas listas de dones y
oficios espirituales en los escritos de Pablo nunca asocia un don o un oficio con un
determinado género (Romanos 12:4—8; 1 Corintios 12:4—6, 28—31; Efesios 4:11-12).
Los ministerios de la iglesia se basan en el llamado divino y los dones espirituales, no
en el género. Esto concuerda con la revelación del Espíritu Santo en el discurso de Pedro
en Pentecostés, donde se indica dos veces que Dios derrama su Espíritu sobre hombres
y mujeres por igual (Hechos 2:17—21).
En general, Pablo dice que los cristianos deben instruirse unos a otros sin hacer
referencia a los roles o limitaciones de género (Romanos 15:14; Colosenses 3:16). En
Corinto, donde Pablo no tuvo reparos en las cuestiones de género, afirma: “¿Qué hay,
pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina,
tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación”, sin añadir más nada sobre quién
puede instruir o compartir doctrina (1 Corintios 14:26). No existe restricción de género
al respecto.
Al final de la carta a los Romanos encontramos una referencia a Febe, a quien Pablo
confió la entrega de su epístola a Roma. Se le llama “diaconisa [diakonos] de la iglesia
en Cencrea” (Romanos 16:1). Hay que preguntarse por qué Pablo eligió a esta mujer
como enviada de esta importante carta. Parte de la razón es, sin duda, que era “ayudante”
(prostatis) de Pablo y que probablemente era una mujer de cierto nivel o estatus. Pablo
también la elogia en el sentido formal de presentarla a las iglesias locales de Roma. Es
de suponer que incluso leyó la carta en voz alta a las congregaciones y, quién sabe, tal
vez incluso respondió a preguntas sobre su contenido, ya que era una delegada oficial
de Pablo. Es cierto que se trata de una especulación, pero es eminentemente posible,
dado el contexto. En la misma sección, Pablo menciona a María, Trifena, Trifosa y
Pérsida, que “ha trabajado mucho en el Señor”, una expresión que probablemente denota
el ministerio en el evangelio (Romanos 16:6, 12).
En Romanos 16 también se menciona a una mujer apóstol: “Saludad a Andrónico y a
Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre
los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo” (Romanos 16:7). Aquí se
discuten dos puntos de interpretación. (1) El nombre griego Iounian puede ser
masculino o femenino, dependiendo de cómo se acentúe el texto griego original. (2) ¿La
expresión episēmoi en tois apostolois significa “destacados entre los apóstoles” (NVI)
o “bien conocidos por los apóstoles” (ESV)?
Para responder a estas preguntas, podemos comenzar señalando que el nombre
femenino “Junias” (o Junia) fue aceptado casi unánimemente por los primeros
comentaristas, y que existe un amplio testimonio de mujeres llamadas así en las
inscripciones antiguas y en otra literatura griega (250 casos, de hecho), pero no se
conocen referencias al uso masculino de Junias. Del mismo modo, el caso de una
traducción exclusiva de “bien conocidos por los apóstoles” pende de un delgado hilo de
evidencia y no era la opinión de los primeros comentaristas, que consideraban a Junias
como un apóstol. Por ejemplo, Juan Crisóstomo escribió: “¡Oh, qué grande la devoción
de esta mujer para que se la considere digna del apelativo de apóstol!” (Homilía sobre
Romanos, 31:2). Los intentos de reasignar su género o de excluirla de los apóstoles
surgen de un malestar por la interpretación natural del texto, a saber, que Junias era una
mujer destacada entre los apóstoles, una interpretación que no causaba malestar ni
ansiedad a los cristianos de los primeros siglos de la Iglesia.
Es posible que Andrónico y Junias, tal vez un matrimonio, fueran apóstoles en el
sentido de alguien que es enviado por una iglesia como misionero, como Epafrodito en
Filipenses 2:25 y Tito en 2 Corintios 8:23. Sin embargo, tales personas suelen ser
designadas por la iglesia de la que provienen como (lit.) “apóstoles de las iglesias” o
“vuestro apóstol” o incluso como Febe como “diaconisa de la iglesia de Cencreas”.18
Alternativamente, Andrónico y Junias pueden haber sido apóstoles en el sentido de ser
testigos de la resurrección de Jesús y fueron comisionados en ese momento para el
ministerio que ahora estaban emprendiendo fuera de Palestina (1 Corintios 15:6-7). Esto
se ve apoyado por el hecho de que Pablo dice que estaban “en Cristo antes que yo”, por
lo que probablemente se convirtieron en Palestina en algún momento alrededor del año
30—32. Las únicas otras apariciones de la palabra “apóstol” en Romanos describen la
comisión de Pablo de ir a los gentiles (Romanos 1:1; 11:13). Eldon Epp ha concluido
recientemente: “Sigue siendo un hecho que hubo una mujer apóstol, explícitamente
llamada así, en la primera generación del cristianismo, y los cristianos contemporáneos
-laicos y clérigos- deben (y finalmente lo harán) enfrentarse a ello.”19
En la iglesia primitiva había mujeres que eran cabezas de familia, y es probable que
ejercieran alguna forma de liderazgo en las iglesias domésticas que estaban bajo su
tutela (Hechos 16:14-15; 17:4; 1 Corintios 1:11; Colosenses 4:15). Por ejemplo,
Estéfanas era el jefe de una casa en la ciudad de Corinto y un líder prominente en la
iglesia de allí (1 Corintios 1:16; 16:15-17). ¿Debemos decir lo mismo de mujeres como
Ninfas en relación con “la iglesia que está en su casa” (Colosenses 4:15) en Laodicea?
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18. Richard Bauckham, Gospel Women: Studies in the Named Women of the Gospels (Grand Rapids:
Eerdmans, 2002), 180.
19. Eldon J. Epp, Junia: The First Woman Apostle (Minneapolis: Fortress, 2005), 81.
¿O de Cloe en relación con su casa también en Corinto (1 Corintios 1:11)? Es posible
que mujeres como Ninfas y Cloe hayan actuado como líderes en algún sentido, aunque
no tenemos pruebas explícitas del primer siglo que indiquen cómo o en qué función
específica.
¿Era Pablo un igualitario en estado puro? Bueno, según muchos, al final de Gálatas
3, Pablo presenta un manifiesto virtuoso de igualdad cristiana:
26
pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27 porque todos los que
habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28 Ya no hay judío ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham
sois, y herederos según la promesa.
“No permito a la mujer enseñar” ... ¿Pero por qué? (1 Timoteo 2:11—15)
11
La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. 12 Porque no permito a la mujer
enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. 13 Porque
Adán fue formado primero, después Eva; 14 y Adán no fue engañado, sino que la
mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. 15 Pero se salvará engendrando
hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.
Ahora llegamos al final del juego. Solía pensar que este versículo enseñaba que las
mujeres no pueden enseñar o predicar a los hombres por ser las segundas en el orden de
la creación y ser inherentemente ingenuas y crédulas. Al mismo tiempo, hay una
prohibición real aquí que necesita ser tomada en serio y no ser convenientemente
borrada. Tengamos en cuenta que en este asunto los prejuicios operan en ambas esferas.
Muchos cristianos han sido demasiado complacientes con una tendencia cultural que se
opone explícitamente a los valores cristianos (como el feminismo radical) o están
demasiado dispuestos a seguir la tradición incluso cuando esa tradición es
completamente antibíblica en sus afirmaciones (como la opinión de que las mujeres son
inferiores a los hombres). Al mismo tiempo, la restricción aquí es real, no es vergonzosa,
no es una adición de un discípulo posterior de Pablo que no compartía la visión liberal
de su maestro sobre las mujeres, y es parte de la enseñanza inspirada de las Escrituras.
Sin embargo, muchos cristianos piadosos y talentosos tienen opiniones violentamente
diferentes sobre lo que Pablo quiso decir y cómo se aplica hoy.
Algunos cristianos sostienen que el argumento de Pablo aquí se basa en el orden de
la creación (“porque Adán fue formado primero”), por lo que no se debe a la
circunstancia cultural o a la situación histórica de Éfeso y el argumento es, por tanto, de
aplicación universal. El problema aquí es doble. En primer lugar, como he señalado
antes, Pablo también apela a la creación en 1 Corintios 11:3—16 para establecer que las
mujeres deben llevar la cabeza cubierta. Sin embargo, todos los comentaristas que han
hecho un curso básico de hermenéutica reconocen que la cuestión del velo se limita
culturalmente al entorno grecorromano de Corinto. Cubrirse la cabeza tenía ciertas
connotaciones en ese contexto que no se mantienen en todas partes. Por tanto, la
apelación al orden de la creación en 1 Timoteo 2:13 no exige que la proscripción sobre
las mujeres que enseñan a los hombres deba ser aplicable de manera universal a todos
los cristianos en todo momento, ya que lo que se pretende extraer es un principio más
amplio. William Mounce admite que “el contexto limita la aplicación universal a
algunos ejemplos”, ya que en otros lugares las mujeres sí enseñaron (Hechos 18:26;
Colosenses 3:16; 2 Timoteo 1:5; 3:15; Tito 2:3-4).20
En segundo lugar, soy prudente a la hora de explicar este texto a la luz de
reconstrucciones hipotéticas del contexto, como la de postular la existencia de un furos
feminista en el culto a Artemisa en Éfeso y la entrada del gnosticismo en la iglesia como
el flanco sobre el que deben entenderse las restricciones de Pablo.21 Debemos privilegiar
el texto canónico y su contexto literario; sin embargo, al hacerlo, observaremos que hay
indicadores textuales de que la herejía que circulaba en Éfeso sí introdujo puntos de
vista aberrantes respecto a las mujeres y sus funciones (véase 1 Timoteo 2:9—11, 15;
4:1—4; 5:11—16).22
En cuanto a la aplicación complementaria e igualitaria de este texto, voy a intentar
enhebrar una aguja exegética entre ambas. Creo que vale la pena señalar que los propios
complementarios matizan o atenúan todas las implicaciones de su punto de vista, y ahí
está la debilidad de su posición. Por ejemplo, algunos complementarios permiten que
una mujer enseñe a los hombres indirectamente a través de libros, radio y sitios web,
pero no permiten que enseñen a los hombres en persona. Una mujer puede escribir un
comentario sobre Hebreos para que lo lean los hombres, pero no puede predicar o
enseñar a los hombres sobre Hebreos. Una mujer puede ser presidenta, primera ministra,
directora ejecutiva, general u oficial de policía, pero no puede servir como pastora. Una
mujer puede enseñar a los hombres francés o lecciones de piano, pero no la Biblia o la
teología. Una mujer puede enseñar la Biblia y la doctrina a los hombres no creyentes,
pero no a los hombres cristianos. El problema que tengo aquí es que algunos
complementarios apelan al Génesis y al orden de la creación para mostrar que es
intrínsecamente malo que una mujer esté en una posición de autoridad sobre un hombre,
y sin embargo sólo aplican esa restricción a la vida de la iglesia o al culto dominical.
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20. William D. Mounce, Pastoral Epistles (WBC; Nashville: Nelson, 2000), 123.
21. Esta teoría ha sido completamente desacreditada por Steven M. Baugh, "A Foreign World: Ephesus in the
First Century", en Women in the Church: A Fresh Analysis of 1 Timothy 2:9-15 (ed. Andreas Köstenberger,
Thomas R. Schreiner y H. Scott Baldwin; Grand Rapids: Baker, 1995), 13-52.
22. Sobre la falsa enseñanza en Éfeso y su representación en las Epístolas Pastorales, véase 1 Timoteo 1:3-
7, 18-20; 4:1-10; 6:2-10, 20-21 y 2 Timoteo 2:14-26; 3:1-9, 4:1-5. Para una visión general de la metodología para
ubicar la herejía e identificar sus perfiles básicos, véase Ben Witherington III, Letters and Homilies for Hellenized
Christians-Volume 1: A Socio-Rhetorical Commentary on Titus, 1-2 Timothy and 1-3 John (Nottingham: Apollos,
2006), 341-47.
Pero eso es como decir que está bien que alguien cometa adulterio siempre que no lo
haga el domingo o en el auditorio de la iglesia. O es como decir que está bien cometer
adulterio siempre y cuando lo hagas con un no creyente. Si es una violación tan clara
del orden de la creación de Dios que una mujer tenga autoridad sobre un hombre,
entonces esto debería aplicarse a todas las esferas de la vida, ya sean los negocios, el
gobierno, la política, el servicio civil o la iglesia, porque Dios es soberano sobre todas
las instituciones, y toda la vida se vive delante y bajo el amparo de Dios.
Al mismo tiempo, tengo una espina clavada con los igualitarios, ya que Pablo sí
restringe a las mujeres la enseñanza aquí, y lo hace, al menos en parte, porque son
mujeres. Pablo da un ejemplo claro en el que es deseable y necesario prohibir a las
mujeres que enseñen a los hombres. Incluso si uno cree que la prohibición está ligada a
la situación en Éfeso, debemos estar preparados para usar la misma prohibición cuando
se presenten situaciones similares.23 Enviar a una mujer líder a la plantación de iglesias
en el Medio Oriente no tendrá mucha tracción como me han dicho varios amigos
misioneros. Además, si pensamos que el contexto de la prohibición de Pablo fue en
parte impulsado por la revolución sexual del primer siglo,24 entonces tal vez la
revolución sexual de los años 60-90 podría justificar que una prohibición similar se
utilice más comúnmente hoy en día. Es un motivo de reflexión.
Para empezar, vamos a orientarnos culturalmente indagando un poco en la cultura
grecorromana. Las actitudes hacia las mujeres en el mundo antiguo eran muy diferentes
a las actitudes hacia las mujeres en el mundo occidental moderno. Además, las actitudes,
las leyes, los derechos y las expectativas en relación con las mujeres también diferían
entre los contextos judío, griego y romano. Por lo tanto, será útil que comprendamos
algunos de los antecedentes históricos y culturales de la enseñanza de Pablo sobre las
mujeres y las esposas antes de profundizar brevemente en 1 Timoteo 2:11—15. No
puedo ser exhaustivo aquí, ya que la mujer en el mundo antiguo es un tema enorme,
pero señalaré tres áreas particulares que influyen en cómo se veía a la mujer en el mundo
de las iglesias paulinas. Me centraré en los hogares, el honor/la vergüenza y las “nuevas”
mujeres romanas.
En primer lugar, debemos situar los debates sobre las mujeres en relación con la
estructura de los hogares en la sociedad grecorromana. En las principales ciudades del
mundo romano, los hogares eran la unidad básica de vida de la población. Un hogar
solía estar formado por un hombre como cabeza de familia, familiares directos como las
esposas y los hijos, parientes lejanos, esclavos, libertos, arrendatarios, sirvientes, a veces
socios comerciales, y otros criados y dependientes. El hogar proporcionaba seguridad,
identidad, protección y honor a sus miembros. En muchos casos, estos hogares
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23. Philip H. Towner, The Letters to Timothy and Titus (NICNT; Grand Rapids: Eerdmans, 2006), 239.
24. Bruce W. Winter, Roman Wives, Roman Widows: The Appearance of New Women and the Pauline
Communities (Grand Rapids: Eerdmans, 2003), 1–74, 173–211.
proporcionaban el lugar físico para que las iglesias domésticas se reunieran para orar,
adorar y compartir las comidas en común (véanse Romanos 16:5; 1 Corintios 16:19;
Colosenses 4:15; Filemón 2).
Las mujeres solían ser las encargadas de dirigir el hogar, donde existía una red de
relaciones y expectativas relativas al mantenimiento del orden y el honor del hogar.
Estas expectativas y obligaciones solían expresarse en “códigos domésticos”, que se
remontan a Aristóteles. En el Nuevo Testamento se encuentran códigos domésticos
similares, especialmente en las cartas de Pablo sobre las relaciones apropiadas entre
esposos y esposas, amos y esclavos, padres e hijos (véase Efesios 5:21—6:9; Colosenses
3:18—4:1; Tito 2:1—10).25 Es notable que la mayoría de las enseñanzas de Pablo sobre
las mujeres se dirijan a las iglesias situadas en las principales ciudades romanas del
mundo helenístico, donde las cuestiones sobre la conducta y los conflictos en los
hogares eran una preocupación genuina. Los códigos del hogar cristiano se refieren a
cómo debe vivirse el señorío de Jesucristo sobre una comunidad ante el mundo pagano
que les rodea.
Aunque estos códigos son indudablemente patriarcales,26 expresan ese patriarcado a
la luz de las obligaciones mutuas de honor y amor y censuran claramente los abusos de
autoridad. Eran una forma necesaria de estabilizar un nuevo movimiento religioso que
se consideraba políticamente subversivo y socialmente ofensivo para las élites
culturales y los poderes cívicos. Los códigos domésticos paulinos no son una
reafirmación del status quo de la ética pagana ni un mandato de revolución social, sino
que se refieren a la autoridad del Señor sobre la familia de la fe y a las obligaciones
mutuas que se derivan de la subordinación de toda autoridad bajo el Señor. En pocas
palabras, se trata de la aplicación del principio de Colosenses 3:17 a la vida doméstica:
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor
Jesús”.27 Lo que hay que tener bien claro es que la composición de los hogares afectó a
las estructuras de liderazgo de algunas iglesias domésticas, y que los códigos bíblicos
de los hogares también se vieron influidos por las expectativas culturales de conducta
dentro de estos hogares.28
En segundo lugar, los pueblos de la antigüedad vivían en una cultura del honor y la
vergüenza. El honor era el reconocimiento público de la valía de una persona en función
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25. Cf. también 1 Timoteo 2:1—15; 6:1-2, 17—19; 1 Pedro 2:18—3:7.
26. Según Wayne A. Meeks (The First Urban Christians: The Social World of the Apostle Paul [New Haven,
CT: Yale University Press, 1983], 76): "El jefe de familia, según las expectativas normales de la sociedad,
ejercería cierta autoridad sobre el grupo y tendría cierta responsabilidad legal sobre él. La estructura del oikos
[casa/hogar] era jerárquica, y el pensamiento político y moral contemporáneo consideraba la estructura de roles
superiores e inferiores como básica para el bienestar de toda la sociedad".
27. Michael F. Bird, Colossians and Philemon (NCCS; Eugene, OR: Cascade, 2009), 113–14.
28. Carolyn Osiek and Margaret Y. MacDonald, A Woman’s Place: House Churches in Earliest Christianity
(Minneapolis: Fortress, 2006), 144–63.
de las cualidades que encarnaba y del comportamiento valorado por un determinado
grupo. El honor puede ser atribuido por el género, el rango social y la nobleza de
nacimiento o bien adquirido a través del ascenso social en los logros públicos y por
sobresalir sobre los demás. El honor era un bien limitado en las sociedades antiguas, y
se conseguía mediante la competencia social y evitando la deshonra.
Para las mujeres el honor estaba determinado por las virtudes de la castidad y la
modestia. Mientras que mantener el honor y ganarlo era un objetivo principal de la
interacción social en la esfera pública, Pablo puede decir a los romanos: “Amaos los
unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los
otros”. (Romanos 12:10). No deben jugar el juego del honor dentro de la red de
relaciones cristianas, por lo que encontramos constantes mandatos contra la rivalidad y
la ambición egoísta (2 Corintios 12:20; Gálatas 5:20; Filipenses 1:17; 2:3). No
encontrarás a Aristóteles o Cicerón abogando por la virtud de la humildad, ya que
equivalía a un autodesprecio. La humildad era para los esclavos, pero Pablo la convierte
en el criterio quintesencial de la semejanza con Cristo (Filipenses 2:3, 5—11; Efesios
4:2; Colosenses 3:12). Las relaciones entre esposos y esposas deben entenderse a la luz
de esta sociedad impulsada por el honor, en la que los esposos y las esposas tenían la
obligación de mantener el honor del otro.29
En tercer lugar, las mujeres de la sociedad grecorromana tuvieron una suerte desigual
en cuanto a sus derechos y tratamientos. Las mujeres romanas gozaban de más libertad
que sus homólogas griegas, pero ambas estaban relativamente apartadas de la sociedad,
salvo las que tenían que ganarse la vida y se veían obligadas a trabajar en el mercado.
Los matrimonios eran concertados y las mujeres estaban a merced de la patria potestad
o cabeza de familia. Bajo Augusto, una mujer tenía derecho a emprender acciones
legales contra un tutor cuyas acciones hacia ella se consideraran poco razonables. Bajo
Claudio, se abolió la tutela de las mujeres nacidas libres, pero no la de las liberadas o
ex esclavas.30 Además, Bruce Winter ha señalado que en el siglo I se estaba produciendo
una revolución sexual, y que muchas mujeres acomodadas de las clases altas habían
comenzado a actuar de forma promiscua. Estas “nuevas esposas romanas” se vestían de
tal manera que indicaban que estaban disponibles sexualmente. Estas mujeres de clase
alta vestían de forma provocativa, actuaban con falta de decoro y se apartaban
radicalmente de la imagen de modestia que representaba los roles tradicionales de las
esposas y las viudas.32 Algunos de los problemas a los que se enfrentó Pablo pueden
provenir de este entorno.
Para situar el pasaje en su contexto, 1 Timoteo 2:8—15 se refiere al comportamiento
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29. Véase además David deSilva, "Honor and Shame", en Dictionary of New Testament Background (ed. Craig
A. Evans y Stanley E. Porter; Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2000), 518-22.
30. Thiselton, The First Epistle to the Corinthians, 802.
31. Winter, Roman Wives, Roman Widows, 97–120.
y la decencia de hombres y mujeres en el culto público. Casi todas las palabras y frases
son discutidas en este pasaje, pero identificaré aquí dos cuestiones principales de las que
depende una interpretación. En primer lugar, está el carácter de la herejía efesina y su
relación con las mujeres de Éfeso y la posibilidad de que la situación se refleje en las
instrucciones dadas en estos versículos. ¿Es la observación de Pablo una instrucción
general que tiene sus raíces en el orden de la creación y es aplicable universalmente, o
sus instrucciones son ocasionadas e impulsadas por la situación en Éfeso? Una segunda
cuestión es el significado de las palabras “enseñar” (didaskō) y “ejercer dominio”
(authenteō) en 1 Timoteo 2:12. ¿Significan dos acciones o una sola? ¿Son positivas (“no
enseñen desde la posición de anciano”) o negativas (“no enseñen herejías ni dominen”)?
Lo cierto es que en 1 y 2 Timoteo la enseñanza suele estar relacionada con el cargo
de obispo/anciano, ya que un obispo debe ser capaz de enseñar (1 Timoteo 3:2; 5:17) y
la enseñanza forma parte del cargo de Timoteo (4:11; 6:2; 2 Timoteo 4:2). Además, el
comienzo de 1 Timoteo 2 tiene numerosas duplas de ideas sinónimas, como “reyes y
todos los que están en eminencia”, “vivamos quieta y reposadamente”, "piedad y
honestidad" (v. 2), “esto es bueno y agradable delante de Dios” (v. 3), “salvos y ...
vengan al conocimiento de la verdad” (v. 4), “predicador y apóstol”, “digo la verdad,
no miento” (v. 7), “sin ira ni contienda” (v. 8), “pudor y modestia” (v. 9), y “en silencio,
con toda sujeción” (v. 11). Dado ese contexto, es probable que “enseñar” y “ejercer
dominio” sean dos términos aproximados y se refieran a algo así como “ejercer dominio
mediante la enseñanza”. ¿Este dominio en la enseñanza se refiere a la exposición
positiva de la doctrina cristiana, o se refiere a algo negativo como propagar la herejía y
dominar? Aquí están las opciones:
Positivo
Traducción: No permito que una mujer enseñe y, por tanto, ejerza autoridad sobre un
hombre.
Explicación: Prohibición de enseñar doctrina a los hombres desde una posición
legítima de autoridad cristiana como el cargo de anciano, obispo, o pastor.
Argumento: Viola el orden de la creación dado por Dios.
Negativo
Traducción: No permito que una mujer, mediante falsa enseñanza, domine a un
hombre.
Explicación: Prohibición de enseñar falsa doctrina como medio para la usurpación de
la autoridad sobre los hombres.
Argumento: Las mujeres propagaban la herejía con el fin de ganar autoridad sobre
los hombres.
Voy a optar por la interpretación negativa de que Pablo restringe a las mujeres de
enseñar desde la posición de anciano y de enseñar a los ancianos porque las opiniones
que están difundiendo están ligadas a la herejía que el apóstol repudia en 1 Timoteo, y
porque su conducta está teniendo efectos adversos en los ancianos, los maridos y la
congregación en general de Éfeso.
Me parece que esta postura es defendible y plausible porque, en primer lugar, en
cuanto al contexto cultural, la llegada de las “nuevas mujeres romanas” a ciudades como
Éfeso significó que algunas mujeres de las altas esferas de la sociedad estaban decididas
a no tener hijos, aspiraban a las libertades sexuales de los hombres, se despojaban de las
prendas que simbolizaban la modestia y la castidad, y se mostraban descaradamente en
los foros públicos. Este tipo de comportamiento encuentra un lugar razonablemente
claro en las Epístolas Pastorales con exhortaciones sobre el aprendizaje en la quietud,
la sumisión y la modestia para las mujeres (1 Timoteo 2:9—11).
En segundo lugar, la falsa enseñanza fomentaba el ascetismo (1 Timoteo 4:3) y
promovía interminables genealogías, mitos y especulaciones sobre la creación (1:3-4;
4:4, 7; 2 Timoteo 4:4; cf. Tito 1:14), y probablemente también manipuló ingeniosamente
la historia de Eva (1 Timoteo 2:13—15). Las referencias a la prohibición del matrimonio
y la abstención de ciertos alimentos (4:3) podrían reflejar un intento de volver a la forma
de vida en el jardín del Edén antes de la caída. Algunas mujeres intentaban seguir un
modelo de vida basado en ciertos mitos del Génesis.32 Como todas las grandes herejías,
hay una reescritura del relato de la creación y, en consecuencia, una redefinición de la
salvación y un refrito de la relación entre hombres y mujeres. Cuando esto se combina
con un entusiasmo espiritual desenfrenado que colapsa la esperanza de la era futura en
las realidades presentes (2 Timoteo 2:18), entonces se tiene una receta para la apostasía,
el divorcio y la ruptura del orden en la iglesia.
Al referirse a que la mujer “se salvará engendrando hijos” en 1 Timoteo 2:15, Pablo
no puede estar diciendo que la salvación de una mujer dependa de su experiencia de
tener un bebé en el canal de parto. Tampoco está diciendo Pablo que ninguna mujer
cristiana morirá nunca en el parto, porque sabemos que algunas mujeres cristianas han
muerto y mueren en el parto. Tampoco puede estar Pablo hablando crípticamente de que
la salvación de una mujer está supeditada a que acepte la validez de las estructuras
patriarcales. Nada de eso tiene sentido. Lo más probable es que este versículo sea un
ataque a la herejía que mantenía el punto de vista opuesto, es decir, que las mujeres se
salvan por no experimentar el parto (pues Eva no tenía hijos antes de la caída). No tener
hijos por medio de la abstinencia o el aborto también liberaría a las esposas progresistas
para que se convirtieran en mujeres ociosas al estilo de las nuevas esposas burguesas
romanas. Pablo insta a las mujeres a abrazar su identidad precisamente como mujeres
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32. E. Schlarb, Die gesunde Lehre: Häeresie und Wahrheit im Spiegel der Pastoralbriefe (Marburg: N.G.
Elwert, 1990), 83-133 (esp. 123- 24).
cristianas en lugar de encontrar la libertad en la herejía. Pablo quiere que las mujeres
continúen en la fe, el amor y la santidad como señal de la salvación.33 Además, si vemos
rastros de la herejía detrás del verso 15, ¿por qué no una respuesta a ella también en los
versos 12—14? Al llamar la atención sobre el papel de Eva en la caída (v. 14) y su
deferencia hacia Adán por designio divino (v. 13), Pablo está cortando las piernas por
debajo de la herejía que defendían algunas mujeres. Esta herejía consistía en una
reescritura de la historia de la creación que pretendía subordinar a sus maridos o a los
principales líderes de la iglesia a su propia autoridad.
En tercer lugar, el uso que hace Pablo de authenteō (“ejercer dominio”) tiene
probablemente una connotación negativa, dado su uso en otra literatura y por el contexto
aquí en particular.34 Juan Crisóstomo aconseja a los maridos: “No seas despótico ni
domines [authentei] a tu esposa”35 Aunque didaskō para “enseñar” suele tener un
significado positivo, hay usos negativos de palabras afines para enseñar en 1 Timoteo
4:1 y 6:3 con relación a la doctrina errónea. Puesto que las dos palabras van juntas, un
doble significado negativo parece encajar mejor, a saber, falsa enseñanza + dominante.
Pablo no quiere que las mujeres dominen proponiendo falsas doctrinas en las iglesias
domésticas de Éfeso. Pablo escribe ante una situación en la que ciertas mujeres
acomodadas, montadas en la ola cultural de la liberación femenina, están tratando de
asumir agresivamente el manto del liderazgo antes de haber aprendido adecuadamente
la fe apostólica, mientras que han caído bajo la influencia de falsos maestros que están
reescribiendo la historia de la creación para adaptarse a las inclinaciones de las nuevas
mujeres romanas.36 Esto es algo que Pablo no tolerará.
Eso significa que las observaciones de Pablo aquí deben situarse en un contexto de
oposición de las normas culturales para las mujeres, de discordia familiar y de falsas
enseñanzas sobre el género y la creación. Está arraigado en un contexto particular, y no
podemos simplemente cortarlo y pegarlo en el siglo XXI sin reflexionar sobre cuándo
y dónde se aplican esas prohibiciones a nosotros. No creo que Pablo pretenda prohibir
de una vez por todas que las mujeres enseñen a los hombres o dirijan cualquier tipo de
ministerio. Pablo quiere que las mujeres aprendan y eviten ser engañadas precisamente
porque son vitales para el ministerio colectivo de enseñanza en las iglesias. Pero
definitivamente hay situaciones en las que las mujeres no deben enseñar y en las que no
deben dirigir.
Dicho todo esto, permítanme enfatizar que mi conclusión al respecto se basa en mi
reconstrucción de la herejía en lo referente a las mujeres de Éfeso y mi comprensión de
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33. Véase Stanley E. Porter, “What Does it Mean to be ‘Saved by Childbirth’ (1 Timothy 2.15)?” JSNT 49
(1993): 87–102.
34. BDAG, 150: "asumir una postura de autoridad independiente, dar órdenes, mandar" y JB: "decir a un
hombre lo que debe hacer".
35. John Chrysostom, Homilies on Colossians 10.
36. Witherington, Letters and Homilies for Hellenized Christians, 231.
las connotaciones de las palabras “enseñar” y “dominio” en 1 Timoteo 2:12 como
negativas —lo cual es algo debatible. Invito a los lectores a ser buenos bereanos y
contrastar mi hipótesis con la propia Escritura (Hechos 17:11), examinando todo y
reteniendo lo que es bueno (1 Tesalonicenses 5:21).37
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37. Recomiendo a los estudiantes que consulten los comentarios de Towner,Timothy and Titus, 212–39;
Mounce, Pastoral Epistles, 94–49; I Howard Marshall, The Pastoral Epistles (ICC: Edinburgh: T&T Clark, 1999),
452–71; y Andreas Köstenberger, “1 Timothy,” The Expositor’s Bible Commentary: Ephesians—Philemon (rev.
ed.; ed. Tremper Longman and David E. Garland; Grand Rapids: Zondervan, 2006), 12:515–30 para una muestra
de opiniones diversas.
Conclusión
Para terminar, yo no soy una feminista a ultranza porque creo que es algo anacrónico
suponer que Jesús y Pablo eran feministas en el sentido moderno del término. El
ministerio de Pablo dio a las mujeres una gran cantidad de libertad y responsabilidades,
pero todavía funcionaba dentro de una expresión amorosa del patriarcado, como puede
observarse en los códigos del hogar. La relación entre los esposos y las esposas, tal
como se expone en Efesios y Colosenses, muestra que el liderazgo de los esposos no
tiene nada que ver con el machismo y la misoginia. También hay una prohibición real
en 1 Timoteo 2:11—15 que debe ser tomada en serio, incluso cuando se contextualiza,
y no puede ser fácilmente borrada como muchos comentaristas hacen inadvertidamente.
Sin embargo, no me considero un complementario porque he tenido que inclinarme
con humildad ante la evidencia bíblica que creo demuestra que las mujeres sí enseñaban
a los hombres en la iglesia primitiva. La existencia de mujeres benefactoras,
colaboradoras, ayudantes, profetas, diáconos y líderes del hogar es un probable
indicador de que en algunos lugares, las mujeres participaban en las estructuras de
liderazgo de ciertas iglesias. El apóstol Pablo se revolcaría en su tumba si supiera que
los cristianos tratan sus mandamientos como jurisprudencia rabínica y compilan
enormes listas de cosas que las mujeres pueden y no pueden hacer.
No sé cómo se llama el término medio, quién lo sostiene o dónde está, pero he llegado
a un punto en el que no quiero que me encasillen en ninguno de los dos campos. No
pretendo tener una claridad total sobre todas las cuestiones exegéticas, pero
personalmente prefiero escuchar el sermón de una mujer capacitada que un sermón de
un hombre incapaz.
Por razones ecuménicas tengo ciertas reservas sobre la ordenación femenina a los
cargos más altos dentro de la iglesia, ya que esto crea barreras con otras comunidades
eclesiales, pero reconozco la autoridad de las Escrituras sobre cualquier consejo,
confesión, denominación o magisterio.
Como marido y padre, hago todo lo que puedo para guiar y nutrir a mi familia, y
como profesor cristiano hago todo lo posible para capacitar y equipar a mis alumnas
para que sirvan a nuestro Señor de cualquier manera que se sientan impulsadas a
hacerlo, y les deseo toda la bendición y el estímulo que pueda ofrecerles.
Paul Barnett ofrece una visión conservadora pero bastante inclusiva de las mujeres
en el ministerio más allá del cargo de “pastor principal”. Él escribe:
Es más, personalmente considero todo este debate una cuestión de segundo orden.
Las doctrinas de primer orden son aquellas esenciales y no negociables en el mosaico
de creencias cristianas, como la Trinidad, la inspiración de las Escrituras, la expiación,
la resurrección de Cristo, el regreso de Cristo y la salvación por la gracia a través de la
fe, cosas sin las cuales uno no puede ser cristiano. Las doctrinas de segundo orden son
aquellas como el bautismo, el gobierno de la iglesia, o el punto de vista de cada uno
sobre la teología de los últimos tiempos, y otros asuntos relacionados que son
ciertamente importantes para la fe y la vida de la iglesia, pero que no son en última
instancia un obstáculo para la unidad cristiana. Las doctrinas de tercer orden son
aquellas que son adiáforas o intranscendentes, como si los cristianos deben educar a sus
hijos en casa, qué traducciones o versiones de la Biblia deben usar, y cosas por el estilo.
Sostengo que la mujer en el ministerio es una doctrina secundaria que ciertamente afecta
la vida y la dirección de una iglesia, pero no es una cuestión que separe necesariamente
a los buenos de los malos. Cuando cursaba los estudios para el doctorado, conocí a una
señora que era una feminista de una variedad particularmente agresiva. Me propuse
preguntarle (provocarla en realidad) sobre su comprensión de 1 Timoteo 2:11—15. Su
respuesta fue una de las exposiciones más impresionantes de la posición
complementaria que jamás he escuchado. Sin embargo, cuando le pregunté cómo
aplicaríamos esa interpretación en la iglesia, me miró como si le hubiera ofrecido una
revista pornográfica. Me respondió: “Pero el tipo que escribió eso no es más que un
intolerante sexista, así que ¿a quién le importa lo que piense?”. Siguió con varios
comentarios despectivos contra mí por haber hecho siquiera la sugerencia. Esta mujer
veía las Escrituras como un documento de historia y que su mensaje era negociable.
Pero eso no es cierto para la mayoría de los igualitarios que conozco. Mi punto es que
los críticos no deberían acusar a los igualitarios de intentar socavar la autoridad bíblica
ni equipararlos con el feminismo radical. Los evangélicos igualitarios se mantienen en la
tradición del cristianismo ortodoxo y poseen una alta estima por las Sagradas Escrituras,
aunque (como todos nosotros) de vez en cuando sean presa del espíritu cultural de nuestro
tiempo. Por otra parte, los complementarios no se levantan cada mañana y conspiran para
oprimir y abusar de las mujeres. Muchos de ellos están profundamente preocupados por
proteger a las mujeres de los abusos y frenar la explotación femenina, y desean que las mujeres
alcancen su máximo potencial en Cristo, aun cuando su propia cultura patriarcal, en lugar de
las Escrituras, ha moldeado su pensamiento en ocasiones. En pocas palabras, los igualitarios
no se oponen a la autoridad bíblica y los complementarios no son opresores deliberados de las
mujeres. Cuando ambas partes lo admitan, tal vez se acabe la guerra sobre el género.
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39. Paul Barnett, “Wives and Women’s Ministry (1 Timothy 2:11– 15),” EvQ 3 (1989): 237.
Epílogo:
¿Quién es Ilse Fredrichsdorff? Me encontré con una historia sobre ella mientras leía
el excelente libro de Robert Yarbrough The Salvation-Historical Fallacy, donde se
refiere a una cita que la menciona en el prefacio de un libro de M. Albertz Die Botschaft
des Neuen Testament (El mensaje del Nuevo Testamento), escrito en Alemania justo
después de la Segunda Guerra Mundial.40 La cita dice:
Este libro está dedicado a los hermanos jóvenes de la Confessing Church. Estuve
unido a ellos en mi cargo de jefe de la Oficina de Examen Teológico de la
Confessing Church en Berlín-Brandeburgo. Estuve más cerca de estos hermanos,
cuyo estatus era ilegal desde el principio, ya que el desempeño de mi ministerio
supuso la pérdida de mi libertad así como de mi ordenación, retirada por una falsa
autoridad eclesiástica. La dedicatoria del libro lleva dos nombres [uno es Erich
Klapproth, el otro es Ilse Fredrichsdorff].... Cuando la iglesia comenzó, ella [Ilse
Fredrichsdorff] era una joven perteneciente a la Confessing Church Nicolai-
Melanchthon en Spandau. A través de nuestra congregación llegó a estudiar
teología. Estudió en nuestra facultad teológica y en Basilea con Karl Barth. Se
convirtió en directora de la única escuela confesional verdaderamente evangélica
que se pudo establecer bajo el Tercer Reich, la escuela para niños cristianos no
arios a los que ya no se les permitía asistir a la escuela pública. Durante la guerra
permaneció en congregaciones al noreste de Berlín, en esa región donde se libró
la última batalla previa a Berlín. Fue tan solicitada por sus habilidades pastorales
que el comandante de los emplazamientos de las tropas, detrás de los cuales se
encontraban los pueblos que ella atendía, solicitó repetidamente su ayuda entre
las tropas. Más tarde dirigió las congregaciones desplazadas con la palabra de
Dios, volvió a la zona del hambre tanto como le fue posible y, después de haber
enterrado a cientos de los miles que perecieron, sucumbió ella misma al hambre.
Esta es una historia asombrosa de tomar realmente la cruz y servir a Cristo. ¿Qué dice
usted a ese tipo de historia?41 Ahora bien, si usted es un complementario consecuente,
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40. Robert W. Yarbrough, The Salvation Historical Fallacy: Reassessing the History of New Testament
Theology (Leiden: Deo, 2004), 342 n. 9.
41. En Internet localicé una referencia a una tesis (en alemán) sobre Ilse Fredrichsdorff, escrita por Renate
Schatz-Hurschmann titulada Ein Frau ist immer im Dienst: Das Leben der Isle Fredrichsdorff (Una mujer en el
ministerio: la vida de Ilse Fredrichsdorff).
se verá obligado a decir algo así como: “Ilse Fredrichsdorff fue el principal ejemplo de
todo lo que una mujer no debe ser, un pastor. Puede que haya tenido que hacerlo dadas
las circunstancias extremas de su tiempo, pero en última instancia su trabajo pastoral no
le dio gloria a Dios porque asumió el ministerio cristiano desobedeciendo directamente
el mandato de Dios.” Ahora bien, yo soy consciente que decir: “Mira, hay una persona
piadosa. que hizo cosas muy buenas por Dios, que incluso murió mientras servía a Dios,
así que Dios le debe aprobar”, no constituye un buen argumento. Esto es porque se
podría hacer el mismo argumento sobre una persona lesbiana o transgénero que han
hecho algunas cosas valientes en tiempos difíciles. El sentimentalismo no es la vara más
objetiva para medir las verdades bíblicas.
Dicho esto, el problema es que las mujeres como Ilse Fredrichsdorff no son
excepciones que prueban la regla; más bien, se encuentran en una larga línea de mujeres
de la era apostólica a través de la historia de la iglesia que han servido a Dios en áreas
tales como liderar comunidades y enseñar la Palabra de Dios a otros. Podrían citarse
docenas de ejemplos, y aquí sólo menciono algunos:
Durante la Reforma, Katherine Zell fue quizás la más activa y testaruda de todas
las esposas de los reformadores, teniendo su propio ministerio para los refugiados
religiosos e incluso presidiendo un funeral.
El fundador del metodismo, John Wesley, y el puritano Matthew Poole permitían
que las mujeres hablaran en las asambleas cristianas reunidas si se sentían guiadas
por el Espíritu, y por lo visto muchas mujeres lo hicieron.
La conocida predicadora Anne Hutchinson en la Nueva Inglaterra colonial.
Mujeres misioneras como Anne Judson en Birmania, Amy Carmichael en la India
o Gladys Aylward en China sirvieron a la causa del evangelio en tierras
extranjeras.
Las predicadoras participaron activamente en el movimiento abolicionista del
siglo XIX y en el movimiento sufragista del siglo XX.
También podemos recordar la labor evangelizadora de Catherine Booth,
cofundadora del Ejército de Salvación con su marido, William Booth.
Hay una gran cantidad de literatura escrita relacionada con el tema del apóstol Pablo y
las mujeres. Los siguientes estudios me han sido particularmente útiles a través de los
años:
Beacon Spencer, Aida. Beyond the Curse: Women and the Call to Ministry.
Nashville: Nelson, 1985.
———, ed. Two Views on Women in Ministry. Grand Rapids: Zondervan, 2001.
Cohick, Lynn. Women in the World of the Earliest Christians: Illuminating Ancient
Ways of Life. Grand Rapids: Baker, 2009.
Gundry, Patricia. Neither Slave Nor Free: Helping Women Answer the Call to Church
Leadership. San Francisco: Harper & Row, 1990.
Husbands, Mark A., and Timothy Larsen, eds. Women, Ministry, and the Gospel:
Exploring New Paradigms. Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2007.
Keener, Craig S. Paul, Women and Wives: Marriage and Women’s Ministry in the
Letters of Paul. Peabody, MA: Hendrickson, 1992.
———. Studies on John and Gender: A Decade of Scholarship. New York: Peter
Lang, 2001.
Sumner, Sarah. Men and Women in the Church. Downers Grove, IL: InterVarsity
Press, 2003.
Witherington, Ben, III. Women in the Ministry of Jesus: A Study of Jesus’ Attitudes
towards Women and Their Roles as Reflected in His Earthly Life. Cambridge:
Cambridge University Press, 1984.