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ACCIDENTES DEPORTIVOS: ¿RESPONSABILIDAD CIVIL POR ERROR ARBITRAL?

Barbieri, Pablo C.
Publicado en: LA LEY 06/02/2013 , 6 • LA LEY 2013-A , 257
Sumario: I. Los accidentes deportivos en las disciplinas riesgosas.- II. El "riesgo asumido" y los
menores de edad deportistas.- III. Los daños entre deportistas y la responsabilidad civil.- IV. El
error arbitral y la generación de responsabilidad.- V. Nuevamente sobre la responsabilidad de las
federaciones deportivas.- VI. Breve corolario.
Cita: TR LALEY AR/DOC/187/2013
I. Los accidentes deportivos en las disciplinas riesgosas
El pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que comentaré, nos introduce en
uno de los temas más candentes en materia de responsabilidad por daños y perjuicios en el
deporte: los accidentes en las disciplinas calificadas como "riesgosas" o de "alto riesgo".
Éstas podrían conceptualizarse como las que implican "un serio peligro para la integridad física de
los deportistas que las practican, excediendo las meras lesiones que pueden acontecer como
consecuencia del desarrollo de cualquier deporte". (1) Las posibilidades de que se produzcan
accidentes y daños en la integridad física de los contendientes se potencian notablemente.
Así ocurre con deportes tan variados como el automovilismo, el motociclismo, el ski, el boxeo o el
rugby. Es más, la consideración como actividad "riesgosa" de este último es resaltada en numerosas
oportunidades en el decisorio subexamine.
Quienes llevan a cabo dichas prácticas, desde lo jurídico, realizan una voluntaria aceptación del
riesgo al que se hace referencia. Las menciones al "riesgo asumido" o al "riesgo anormal" son
bastante usuales en pronunciamientos jurisdiccionales o aportes doctrinarios sobre esta materia.
Se sostuvo, al respecto —y referido a los accidentes en competencias automovilísticas— que se
trata de "un riesgo que no es ya el normal de la cosa que menta el art. 1113 del Cód. Civil, sino el
anormal de la actividad que se instrumenta". (2)
Esta asunción de un cierto riesgo derivado de la práctica de estos deportes atenúa —sino que la
puede llegar a eliminar— la responsabilidad por los daños que pueda sufrir un competidor. La
aplicación del art. 1113, segundo párrafo del Código Civil podría generar estas consecuencias
jurídicas; según el caso, las figuras de la "culpa de la víctima", el "caso fortuito o la fuerza mayor" o
la "culpa de un tercero por el que no se debe responder", llevarían a encuadrar la cuestión en una
ausencia de reproches, teniendo en cuenta, claro está, las distintas circunstancias de cada evento
dañoso.
Queda claro, pues, que los deportes de alto riesgo introducen cuestiones particulares que deben estar
presentes en los distintos análisis y soluciones. Es una de las características propias de muchos
tópicos incluidos dentro del llamado "derecho deportivo". Y, en el caso que nos ocupa, asume aún
mayores derivaciones.
Ello ha tenido acogida jurisprudencial. Se decidió, por ejemplo que "en general, hay "asunción o
aceptación" de riesgos cuando, estando ante un demandado real o presuntamente culpable del daño,
la víctima se ha expuesto a sabiendas de que éste deba sobrevenir, dada la naturaleza del hecho que
se ejecuta o en el que se interviene, no bastando el conocimiento de la simple posibilidad del
daño". (3)
Y este "riesgo asumido", manifestado en el caso en que nos ocupa por la práctica del rugby —
deporte riesgoso per se— al que se sumaba el desempeño del rugbier en un puesto del equipo que
no era el habitual, contando con el consentimiento de dicho deportista, es el que, entre otros
motivos, llevó a los tribunales provinciales a expedirse rechazando el reclamo impetrado como
consecuencia del accidente deportivo sufrido en un encuentro. El consentimiento del participante —
rugbier— posteriormente lesionado y actor en el pleito que comento, fue tomado como uno de los
elementos relevantes para fundar el rechazo de la demanda en la justicia cordobesa.
Sin embargo, el análisis de la Corte Suprema de Justicia de la Nación introdujo otros criterios que
variaron diametralmente el criterio.
II. El "riesgo asumido" y los menores de edad deportistas
No es un dato menor que el deportista lesionado —a la sazón, reclamante del fallo subexamine— al
momento de producirse el hecho dañoso en el partido de rugby, era menor de edad.
Ante esta circunstancia deberíamos preguntarnos si el consentimiento de éste asumiendo el riesgo
de cambiar su posición en la cancha —situación que lo exponía a mayores peligros en los scrum,
entre otras incidencias— es válido como para eximir de deber de reproche a los eventuales
responsables civiles.
El decisorio comentado se endereza en el sentido correcto al tornar insuficiente el consentimiento
prestado por el menor con dicha finalidad jurídica.
Está claro que para desempeñarse en cualquier actividad deportiva federada, se requiere el
consentimiento de los padres o representantes legales. Sin ellos, el menor de edad no está habilitado
para disputar cualquier competencia. La totalidad de los reglamentos federativos de las disciplinas
deportivas se encolumna en este rumbo.
Los padres, en consecuencia, debieron prestar dicha conformidad de acuerdo a lo exigido por las
reglamentaciones vigentes.
Empero, en una adecuada interpretación, la Corte sostiene que "los riesgos aceptados por éstos —
los padres— se limitan a los que conocían o debían conocer de acuerdo a lo previsto por el
Reglamento de la actividad deportiva" (punto 7º del fallo subexamine).
Y el cambio de puesto del menor y la realización del "scrum simulado" previsto en las reglas de
juego del rugby entre menores de edad, no ingresan dentro de lo que "conocían o debían conocer"
los padres o representantes legales del jugador lesionado.
De allí que, en ambos supuestos, tanto el consentimiento prestado por el menor, como por sus
padres deba ser interpretado de manera diferente al previsto en las resoluciones de los tribunales
inferiores. En efecto:
a) Sería plenamente válido para asumir los riesgos propios del rugby como deporte y podría haberse
aplicado si el accidente deportivo se hubiera generado disputando el menor el partido en el puesto
donde se desempeñaba y sin que se hubieran producido transgresiones reglamentarias de gravedad.
b) Resulta ineficaz en el caso analizado donde se agrega un extremo importante: el cambio de
puesto del jugador menor de edad que lo exponía a un riesgo mucho más importante dentro de las
distintas funciones que se cumplen en un equipo de rugby.
A mi entender se trata de un análisis que, jurídicamente, resulta irreprochable, pero que,
lamentablemente, muchas veces se omite llevar a cabo en la vorágine de las prácticas deportivas. El
interés de los menores debe ser trascendente en las decisiones que los involucren. La ley 23.849 —
que ratifica la Convención de los Derechos del Niño de la Asamblea General de las Naciones
Unidas— se expide, en numerosas normas, en pos de la protección del "interés superior del niño"
(v.gr. art. 3º, punto 1). Y, en el caso comentado, se omitió dicho cuidado exponiendo al menor a un
riesgo mayor aún al de la propia práctica del rugby al permitirle el cambio de puesto dentro de un
equipo.
III. Los daños entre deportistas y la responsabilidad civil
Sin duda alguna, el supuesto ventilado en el pronunciamiento que se analiza, encuadra en el de
los daños entre deportistas, producidos dentro de una competencia.
La evaluación de la responsabilidad civil en estas hipótesis debe encararse tomando en cuenta las
particularidades de la actividad deportiva.
Se ha sostenido, al respecto que "habiéndose comportado los competidores de conformidad con las
reglas de juego, no habría incriminación de responsabilidad civil o penal por los daños ocasionados
a otros participantes". (4) En concordancia, oportunamente afirmé que "cuando los daños se
produzcan dentro del desarrollo normal de la competencia deportiva, existe, en consecuencia, un
riesgo asumido por parte de los deportistas que provoca, en principio, un eximente de
responsabilidad" (5); caso contrario, los tribunales estarían plagados de distintos pleitos por lesiones
producidas por choques, roces o jugadas propias de las diferentes disciplinas.
Sin embargo, el convertir este principio general en un criterio absoluto sería, francamente, un
dislate jurídico. Daría lugar a una suerte de "impunidad agresora" que, además de atentar contra la
integridad física de los deportistas, vulneraría las propias reglas de la competencia, incluido el tan
mentado fair play pregonado desde diferentes federaciones deportivas nacionales e internacionales.
La transgresión abierta y grosera al reglamento es un extremo de suficiente entidad como para que
el criterio consignado supra, ceda. Así se atribuyó responsabilidad a una jugadora de hockey sobre
césped que "... violentamente le arrojó un golpe en forma horizontal con su palo en la mano
izquierda, que impactó de lleno en la boca de la (otra) jugadora... provocándole... la pérdida de por
lo menos dos piezas dentales y un corte en el labio superior con también abundante hemorragia". (6)
Y del mismo modo, la conducta dañosa animada con dolo o culpa grave del deportista también
implicaría la imposición de su deber resarcitorio, tal como ha surgido en varios antecedentes
jurisprudenciales e importantes aportes doctrinarios. (7)
Sin embargo, del análisis del decisorio en comentario, no se desprende que ningunas de estas
posibilidades se haya verificado, sino que pareciera que se trató de un accidente que puede
generarse en un deporte de alto riesgo como el rugby y máxime en un scrum, donde las
posibilidades de contacto físico, roce, golpes y caídas parecen inevitables.
¿Por qué entonces la Corte Suprema de Justicia de la Nación se inclinó en la dirección diferente a la
de los tribunales provinciales que la precedieron en su actuación y consagró responsabilidad
resarcitoria?
El criterio es bastante novedoso y merece un estudio más detallado.
IV. El error arbitral y la generación de responsabilidad
La Corte califica como "negligente" el desempeño del referí o árbitro del partido de rugby donde se
produjo el evento dañoso (punto 11 de la sentencia) en atención a no guardar distintos aspectos
reglamentarios en cuanto al desarrollo del partido, sobre todo en relación al cambio de posición en
la cancha del menor lesionado y la no realización de un "scrum simulado" ante dicha situación,
conforme las distintas consideraciones que se vierten en el fallo transcripto.
Esa falta de cumplimiento reglamentario fue, a juicio del tribunal, la que expuso al menor a un
riesgo mucho mayor que el propio del deporte y, en consecuencia, genera la atribución de reproche
a las entidades que deben responder por su obrar.
El art. 1109 del Código Civil reza que "todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia
ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio...".
Y en el caso que nos ocupa, la negligencia arbitral fue la causa determinante del daño producido en
el accidente deportivo en un partido de rugby, según lo indica el tribunal sentenciante. La omisión
en la aplicación reglamentaria es, sin dudas, una clara manifestación de dicha conducta reprochable,
máxime cuando se encuentra en juego la integridad física de menores de edad.
Por otra parte, los reglamentos federativos son verdaderas "fuentes del derecho deportivo". (8) La
aplicación de éstas dentro de una competencia está a cargo de los referís o árbitros y su
incumplimiento omisivo es, en este caso, la causa generadora del riesgo que, finalmente, concluye
con el hecho dañoso que se ventiló en el fallo de marras.
V. Nuevamente sobre la responsabilidad de las federaciones deportivas
Otro dato saliente del decisorio en análisis es que extiende la responsabilidad del hecho dañoso a las
federaciones deportivas del rugby (Unión Cordobesa de Rugby y Unión Argentina de Rugby).
De este modo, nuestro Superior Tribunal vuelve a profundizar la aplicación de la doctrina sentada
en el fallo "Mosca, Hugo c/ Provincia de Buenos Aires y otros s/ Daños y Perjuicios" (6/3/2007),
disponiéndose allí la responsabilidad de la Asociación del Fútbol Argentino.
La participación en la organización, dirección y patrocinio de torneos, el dictado de los reglamentos
de juego y el juzgamiento a sus transgresiones por medio de órganos específicamente determinados
en los respectivos estatutos, aparecen como el motivo jurídicamente más relevante que la Corte
encuentra para extender la responsabilidad a las entidades deportivas de segundo o tercer grado.
Si bien al comentar el pronunciamiento dictado en "Mosca", mostré un cierto grado de reserva sobre
el criterio allí dispuesto —sobre todo en relación a la irresponsabilidad del Estado allí consagrada
— (9), en este pronunciamiento las cosas varían, en parte.
Creo que si se atribuye al error arbitral —o negligencia, según los términos del fallo— la causa
eficiente en la producción del evento dañoso generador del deber resarcitorio, la relación con las
entidades organizadoras es mucho más estrecha, en atención a que son éstas quienes designan a los
árbitros de los distintos encuentros.
La aplicación del art. 1113, primer párrafo del Código Civil aparecería como argumento jurídico
suficiente para decidir dicha extensión de responsabilidad, sin perjuicio de discutirse la existencia
—o no— de relación de dependencia entre árbitros y federaciones nacionales o provinciales
deportivas.
VI. Breve corolario
La materia jurídico-deportiva plantea constantemente nuevos desafíos y tantas materias de análisis,
con riquísimos estudios e investigaciones, y pronunciamientos jurisprudenciales de interesantes
características.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación se ha expedido de manera innovadora, incorporando a la
negligencia arbitral como uno de los factores a evaluar en materia de responsabilidad civil
resarcitoria.
Y, por sobre todo, ha encuadrado de modo jurídicamente irreprochable a los supuestos de daños
entre deportistas menores de edad, acaecidos en el transcurso de una competencia en una disciplina
de alto riesgo como el rugby.
Estimo, sin embargo, que se presentarán nuevos supuestos fácticos que deberán ser analizados con
cuidado y conforme a las particularidades de cada caso y cada disciplina en particular ya que la
solución hubiera sido diferente, acaso, si se hubiera tratado de un partido de fútbol.
Celebro, pues, la incorporación de criterios novedosos en materias que, como puede vislumbrarse,
se encuentran en constante construcción y desarrollo.
Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)
(1) BARBIERI, Pablo C., Daños y Perjuicios en el Deporte, Universidad, Buenos Aires, 2010, p.
156.
(2) Del voto del Dr. Juan José Guardiola, CCiv. y Com., Junín, 04/09/2007, "Esterlich de
Trombetta, Nora c. Bautec; Miguel Ángel y ot. s/Daños y Perjuicios"; en igual dirección, TRIGO
REPRESAS, F., Responsabilidad por daños resultantes en competencias automovilísticas, LA LEY,
1988-A, 509.
(3) CCiv. y Com. Lomas de Zamora, sala I, 24/11/02, "Angelakis, Nicolás G. c. Tamango, Sergio
G. y otros", en Revista de Responsabilidad Civil y Seguros, mayo de 2005, p. 57, con comentario de
BARBIERI, Pablo C.
(4) LLAMBIAS, Jorge J., Responsabilidad civil proveniente de accidentes deportivos, ED, 47-947
y ss.
(5) BARBIERI, Pablo C., Daños y Perjuicios..., cit., p. 65.
(6) Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y Comercial No. 5 de San Isidro, en autos "Luna,
María Luján c. García, Mirta y ot. s/daños y perjuicios". Véase la transcripción completa en
Cuadernos de Derecho Deportivo, No 1, Ad Hoc, Buenos Aires, 2001, pp. 265/270.
(7) BREBBIA, Roberto, La Responsabilidad en los accidentes deportivos, Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 1962, p. 17 y ss.
(8) BARBIERI, Pablo C., Régimen Jurídico, Administración y Gestión de los Clubes Deportivos,
Ad Hoc, Buenos Aires, 2011, p. 43.
(9) BARBIERI, Pablo C., Daños y Perjuicios..., cit., pp. 124/126.

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