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Institución Educativa Particular Parroquial “Mundo Mejor”.

ALUMNO (A) :.......................................................................... CÓDIGO:.......................................................


GRADO : Quinto SECCIONES: “A – C – R – N – V”
DOCENTE : Hno. Ever Cieza Tello Fecha:…………………………………………………………

Construye su identidad como persona humana, amada por Dios, digna, libre y trascendente, comprendiendo la
doctrina de su propia religión, abierto al diálogo con las que le son cercanas.

PROCESO DE FORMACIÓN E INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA


VER
la Biblia es Palabra sagrada inspirada por el Espíritu de Dios y recogida en unos libros, no como letra muerta sino
viva y vivificante, que sigue hablando hoy a todos los hombres. Es también
palabra humana escrita por hombres que pertenecieron al pueblo de Israel
y a la comunidad cristiana primitiva, y cuyos libros forman lo que llamamos
el Antiguo y Nuevo Testamento. La Biblia es un libro de naturaleza religiosa
y, por ello, no científica. Por eso, no pretende enseñar ni dar explicaciones
científicas sobre la naturaleza física; tampoco pretende informarnos con
total exactitud acerca de la historia humana. Teniendo en cuenta esto, debe
afirmarse: - Cuando la Biblia habla sobre los seres que componen el mundo físico, lo hace según las apariencias
sensibles o según el lenguaje vulgar de aquel momento. - Cuando la Biblia habla sobre hechos históricos de la vida
política o cultural, se garantiza su realidad, es decir, sucedieron, pero no se puede olvidar la perspectiva religiosa
de la Biblia, lo cual explica que se acentúen ciertos aspectos, se dejen en segundo lugar otros, y se den ciertas
lagunas en fechas o sucesión temporal.

¿La biblia está escrito en lenguaje humano? ¿Por qué la biblia es de naturaleza religiosa? ¿Qué narra la biblia
dentro de su contenido? ¿La biblia narra tal como sucedió en aquel entonces? ¿Podemos leer la biblia según
nuestras concepciones actuales?

Cuando se plantea la pregunta ―¿conoces la Biblia?‖ ellos automáticamente piensan que se pregunta si
conoce las historias allí narradas o si son capaces de citar textos de memoria, como se practica en los
―concursos bíblicos‖. Pero conocer la Biblia no es cuestión de memorización de textos, sino de comprensión.
Cuando una madre dice conocer a su hijo no quiere decir que tiene archivada en su memoria una serie de
datos biográficos sobre él, sino más bien que sabe cómo piensa, cómo y por qué reacciona a tales y cuales
acontecimientos, cuáles son sus actitudes frente a determinadas circunstancias, es decir, que es capaz de
entrar en el mundo interior de su hijo, de palpitar con él. De igual manera, la Biblia es entrar en su mundo,
es saber cómo y por qué se ha relatado aquello que se escribió, es palpitar con sus autores. Y la Biblia no es
un conjunto de datos informativos, sino de testimonios de vidas vívidas, como veremos ampliamente. [Si Ud,
cree conocer la Biblia, trate de responder a las siguientes preguntas que brotan del famoso relato del llamado
―sacrificio de Isaac‖, en Génesis 22: ¿Se trata de una historia, de una leyenda o de un mito? ¿Por qué se
relató? ¿Quién tomó nota de los diálogos entre Abraham e Isaac caminaban solos hacia el sacrificio? ¿Habló
Dios con voz humana? ¿Cómo se acordaron de los detalles después de ocho siglos que transcurrieron entre
el tiempo de Abraham (s. XVIII a.C.) y el tiempo en que fueron escritos (s. X)? ¿Es comprensible la
mansedumbre de Isaac al dejarse atar para ser sacrificado? ¿Cómo se comprende que, en el v. 12, el ángel
que habló fuera Dios mismo?

Preguntas servirán de guía: * — ¿Sabía Ud. que la Biblia contiene muchos escritos y que éstos son muy
diferentes los unos de los otros? ¡No todos son historia! *— ¿Sabía Ud. que muchos escritos fueron
compuestos muchas décadas, incluso siglos, después de que sucedieron los acontecimientos narrados en la
Biblia? Y, ¿ha tomado conciencia de lo que puede suceder cuando algo se transmite oralmente durante
mucho tiempo, de una generación a otra? *— ¿Sabía Ud. que los escritos que constituyen la Biblia no fueron
compuestos pensando en nosotros, sino para destinatarios bien concretos, es decir, que no nos tenían en
mente? * — ¿Podría explicar por qué en ciertos textos Dios aparece como vengativo y en otros como
misericordioso? ¿Es Dios temperamental?

JUZGAR
Lc 1, 1 – 4 ¿Qué proceso llevó Lucas para escribir su libro? ¿A quién dirigió Lucas su libro? ¿Para qué escribió su
libro?
Ez 3, 1 – 9 ¿Qué dijo Dios a Ezequiel que hiciera con lo que le presentó? ¿Sucedió, así como dice el texto? ¿A quién
va dirigido el mensaje del profeta Ezequiel?
1Cor 1, 1 – 2 ¿Pablo para quien escribe su carta?
Rm 15, 4; Hb 4,12 ¿Para qué se escribió la sagrada escritura?

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I. LA BIBLIA
La Biblia es expresión de una experiencia religiosa bien determinada en el tiempo y en el espacio: la experiencia
del antiguo pueblo de Israel y de las primitivas comunidades cristianas. En realidad, la Biblia no está constituida
por un solo libro. Siendo un solo libro –y esto tiene su importancia–, es también una biblioteca. Por otra parte, el
mismo término biblia etimológicamente es el plural de la palabra griega biblion (= libro); originalmente significaba,
por tanto, «los libros». Así pues, es preciso estar atento al doble aspecto de la Biblia: su unidad y su diversidad. La
Biblia constituye una unidad en la diversidad de escritos autónomos. Cada libro bíblico tiene su propia historia y
tiene que ser leído sobre el fondo de su propio contexto histórico, género literario, intención del autor, etc. La
biblia es un conjunto o una colección de escritos, que para nosotros están convenientemente reunidos en una sola
encuadernación y por eso solemos pensar que se trata de un solo libro.

Antiguo y Nuevo Testamento


La Biblia está dividida en dos grandes bloques. El primero, más o menos las 4/5 partes del libro, se llama Antiguo
(o Viejo) Testamento 1, mientras que el resto lleva el título de Nuevo Testamento. Esto, en las biblias de edición
católica o protestante. En las biblias de edición judía no se encuentra esta división, ya que falta por completo la
parte correspondiente al Nuevo Testamento. La palabra testamento es de origen griego, y significa a la vez
―alianza y ―testamento. El Antiguo Testamento, pues, recoge la historia que procede de la alianza más antigua
del Sinaí, donde Dios hizo un pacto con Israel. Los libros del Nuevo Testamento, por otra parte, se refieren a una
experiencia más reciente, la alianza entre Dios y su pueblo renovado por el sacrificio de Jesús.

Los libros del Antiguo Testamento son 46. Nos narran cómo Dios hizo una Alianza con un pueblo concreto, Israel,
para invitarle a una vida de comunión con Él; y cómo ese pueblo le fue respondiendo a Dios, con sus luces y sus
sombras. A esto se llama Historia Sagrada; historia, porque se narran sucesos concretos de un pueblo y de unos
hombres; y sagrada, porque en esa historia interviene Dios que invita al hombre a la comunión con Él. La Historia
Sagrada es como un drama en dos actos. En el primero Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad y habla a ellos por medio de los profetas. En el segundo acto, en el Nuevo Testamento,
ha llegado la plenitud de los tiempos, y Dios habla por medio de Jesucristo, su Hijo.

Los libros del Nuevo Testamento son 27. Los libros del Nuevo Testamento, por otra parte, se refieren a una
experiencia más reciente, la alianza entre Dios y su pueblo renovado por el sacrificio de Jesús. El Nuevo
Testamento es una llamada a entrar en el misterio de esta ―novedad. Desde la Infancia de Nazaret y las parábolas
del Reino hasta el Apocalipsis, pasando por los discursos del Evangelio de Juan y la pasión de Pablo, todo el interés
está concentrado en esta ―novedad: El Amor-Dios no nos promete otra cosa que él mismo, y quiere que,
encontrándolo ya aquí en la tierra, comencemos a probar el gusto y el gozo de la Eternidad. Las dos partes de la
Biblia se refieren a la alianza sellada entre Dios y el pueblo, antiguamente por medio de Moisés y, según la
comprensión cristiana, renovada o restablecida por Jesucristo. Como el judaísmo no reconoce este papel de
Jesucristo, tampoco acoge los escritos sobre él como «Sagrada Escritura de la nueva alianza». Para el judaísmo la
alianza es solo una, la que fue sellada entre Dios y el pueblo de Israel por medio de Moisés.

Autor de la biblia
El autor de la Biblia es Dios, pero Dios se sirvió de unos instrumentos que sólo escribían lo que Dios les inspiraba,
pero respetándoles su modo de ser, su temperamento y su condición social. En la Constitución “Dei Verbum” del
Vaticano II se afirma la doble paternidad de los libros sagrados: “En la redacción de los libros sagrados Dios eligió
a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que, obrando él en ellos y por ellos,
escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que él quería” (DV 11). Se trata, pues, de libros con una
doble paternidad. Son libros escritos por hombres, sobre los que el Espíritu de Dios estuvo ejerciendo una acción
especial, de tal forma que también a él debemos atribuirle estos libros. El hombre tampoco será un simple
instrumento en las manos de Dios. Dios como que toma al hombre a su servicio, pero dejándole ser él mismo. Dios
respetó a los escritores sagrados, influidos por las costumbres y cultura de los países en los que vivían, dejando
huella de su estilo, temperamento, personalidad e incluso de la clase social a la que pertenecían o el oficio que
desempeñaban; así, por ejemplo, san Pablo muestra su temperamento impetuoso, san Juan, místico y sereno; san
Marcos, detallista; Lucas, como buen médico, nos revela a un Jesús lleno de misericordia, etc.

Idiomas en que se escribió la Biblia: hebreo, arameo y griego.


Casi todo el Antiguo Testamento fue escrito en hebreo, que era la lengua propia de Israel. Sin embargo, más tarde
el arameo suplantó al hebreo, siendo un dialecto de éste en el que Jesús hablaba a su pueblo. Finalmente, en
griego se escribieron algunos libros del Antiguo Testamento y todos los del Nuevo, exceptuando el evangelio de
san Mateo, que se escribió en arameo.

Géneros literarios en que se escribió la Biblia


Hay diferentes formas de expresión en la Biblia, que llamamos géneros literarios: novelas, alegorías, fábulas,
parábolas, poemas, leyendas, refranes, metáforas, simbolismos, hipérboles, antropomorfismos, etc. Cada vez que
leamos la Biblia tenemos que tener en cuenta estos géneros literarios para saber distinguir entre fondo (ideas) y

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forma (el modo de decir esas ideas), entre la realidad y la ficción, entre el núcleo histórico y el ropaje literario que
lo expresa. La lengua semita (hebreo y arameo) usa mucho las imágenes. Por eso encontramos en la Biblia
imágenes como, el fruto del árbol del paraíso, la creación de Eva de la costilla de Adán, la fuerza en el cabello de
Sansón, la ballena que se tragó a Jonás, etc. Lo importante es fijarnos, sobre todo, en el fondo, es decir, en el
mensaje que encierra ese ropaje literario o ese hecho narrado o esa poesía hermosa.

El canon de la Biblia
La palabra canon viene del griego; designaba una vara para medir. Por extensión también significa regla o norma.
Este término se usaba para referirse a los criterios y reglas literarias o artísticas. El cristianismo adoptó este
término para referirse a la colección de escritos que consideraba como inspirados por Dios y que, como conjunto,
constituían la regla o norma para la fe y la vida del creyente. El término canon se usó, pues, para designar la
colección de escritos inspirados y para subrayar su carácter normativo, es decir de la regla o norma de vida.

Criterios que se tomaron para aceptar la canonicidad de un libro sagrado


1. La regla de la fe. Escrito que ha sido leído, meditado y comentado durante mucho tiempo en la mayoría de
las comunidades locales como palabra de Dios, o al menos como altamente venerable, fuese reconocido y
refrendado oficialmente como canónico para esa comunidad donde nació.
2. Ortodoxia. Se descartan los escritos de tendencia herética. El escrito debe ser coherente con otros escritos
que desde hacía algún tiempo ya habían sido reconocidos tácitamente como sagrados.
3. Tradición: Han servido como norma de fe y de conducta desde algún tiempo y en todas o en la mayoría de
las comunidades.
4. Autor. Personajes venerables y sin falsificaciones.
5. Inspiración divina. Comunica el hecho que un libro de la Biblia es realmente la Palabra de Dios en lenguaje
humano.

Hay cuatro cánones o listas oficiales de libros de la Biblia:


1. El canon de los judíos: ellos sólo aceptan 39 libros del Antiguo Testamento. No aceptan ningún libro del Nuevo
Testamento.
2. El canon de los protestantes: ellos aceptan 39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo. Total: 66 libros.
3. El canon de los católicos: aceptamos los 46 libros del Antiguo Testamento y los 27 libros del Nuevo
Testamento. En total: 73.
4. El canon de los ortodoxos (o sea los 200 millones de cristianos del Oriente Medio): aceptan, como los
católicos, todos los 73 libros de la Biblia.
La fijación del canon bíblico constituyó una necesidad para la Iglesia. Era necesario hacerlo por la universalidad de
la única Iglesia. Para mantener una misma regla de fe en todas las iglesias esparcidas por la tierra era indispensable
disponer de un mismo canon. Frente a los herejes que recurrían con frecuencia a libros ―secretos‖ (apócrifos) era
de todo punto necesario delimitar claramente los libros normativos de la fe, distinguiéndolos de cualquier otro,
fuera apócrifo o no.

Los destinatarios de la palabra


Dios sigue hablando hoy de muchas maneras: a través de los pobres, enfermos, etc. la biblia por ser testimonio
que han marcado la personalidad y la identidad de la comunidad, del pueblo de Dios, nos ponen en contacto con
ese Dios que es fundamento de la fe, fe atestiguada en la Biblia, del cual somos herederos y continuadores. La Dei
Verbum nos recuerda que la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo espíritu que se escribió.
La Biblia no es Dios, sino un medio que apunta o remite a Dios.

Originalmente la palabra de Dios se comunicaba a destinatarios concretos, es decir, se dirigía directamente a ellos.
La biblia toca asuntos que no me conciernen, al menos directamente, y por eso habrá cosas que no me digan nada
o que no entienda., y otras se pueda entender erróneamente. Los textos bíblicos fueron escritos y dirigidos a
auditorios concretos de ese tiempo, con condicionamientos propios de esa cultura, y referidos a las circunstancias
vividas en esos momentos, hay muchas cosas que no entendemos de buenas a primeras empezando por las
palabras y giro idiomáticos. Para entenderlo, por lo tanto, es necesario un mínimo de información que el texto
mismo nos proporciona: sentido de las palabras o giros, género literario del texto, condicionamientos culturales,
situación histórica en la que escribe el autor, problemática del auditorio.

¿Cómo puede ser palabra de Dios para nosotros? Calificar la Biblia como palabra de Dios implica afirmar que esta
habla. A sus destinatarios originales les hablaba, les decía lago. La pregunta espontáneamente surge es si les
hablaba a las personas de hoy. En la Biblia misma se observa esta preocupación por la relevancia de lo que se
transmitía: de diversos modos se llevó a cabo la actualización de tradiciones orales adaptándolas a nuevas
circunstancias y destinatarios.

En la Biblia se habla de experiencias y vivencias históricas de las personas en determinados tiempos, muchos siglos
atrás. Pero estas corresponden en buena medida a las experiencias de los hombres a través de todos los tiempos;

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son semejantes. La realidad del lector y la situación de la que procede el texto bíblico son paralelas o análogas. La
condición humana como tal no cambia a lo largo de los milenios; nos confrontan las mismas preguntas, los
problemas, las actitudes básicas de los hombres, son los mismos de ayer y hoy. Dios es el mismo ayer y hoy; sigue
dándose a conocer a los hombres, y les sigue invitando a confiar en Él. La biblia es eminentemente existencial: se
dirige a la vida. La Biblia es el medio privilegiado mediante el cual Dios nos habla. Por eso, es importante tomar
conciencia de que la Biblia no se reduce a un conjunto de recuerdos del pasado, sino que es un conjunto de
mensajes e invitaciones para los hombres a que confíen en Dios y sigan su camino, que son presentados mediante
esos viejos textos, pero frescos testimonio.

II. LA FORMACIÓN DE LA BIBLIA Y PROCESO PARA FIJAR POR ESCRITO LA BIBLIA


Formación de la Biblia
Una gran porción de los escritos de la biblia fue redactada después de una o más o menos larga transmisión oral,
que ocupa el tiempo que transcurre entre el suceso del que habla (el tema) y la comunicación escrita que narra
ese suceso. Las historias de los patriarcas, de David, de Jesús, fueron narradas oralmente durante algún tiempo, a
veces siglos, antes de ser fijadas por escrito.

1. Lo que está escrito en la biblia tuvo su punto de partida en “algo que sucedió”, sobre lo cual se habla y un día
se puso por escrito. Este “algo” que sucedió era ya sea un acontecimiento público, vivido o presenciado por
un grupo o una experiencia personal. Sabemos que todo lo que conocemos, y aquello sobre que hablamos,
tiene su origen en algo que es anterior a nuestro conocimiento y nuestro discurso. Lo que hallamos en la
biblia, de una u otra forma, tuvo su origen en experiencias o en acontecimientos humanos reales. Si no
hubiese habido una experiencia, un suceso o un acontecimiento, no se habría escrito lo que eventualmente
se escribió y que podemos leer en la Biblia.

2. Toda experiencia o acontecimiento es “interpretado” por el individuo o por el grupo que ha vivido o
presenciado. Interpretar es responder a la pregunta por el significado, valor o importancia de algo. Toda
interpretación es subjetiva, es mi interpretación. Eso significa que la interpretación de un mismo
acontecimiento puede variar de una persona a otra. Los escritos de la biblia nos ofrecen una determinada
interpretación de lo que relatan. Su punto de vista es el de la fe. El punto de vista está o pre-juicio desde el
cual están interpretados es sustancialmente religioso, no político, social o económico. El éxodo está
interpretado como resultado de la acción liberadora de Dios y no como resultado de la astucia o de la suerte
de los hebreos.

3. Toda experiencia o acontecimiento importante es transmitido a otra persona o a un grupo. Para transmitirlo
hay que formularlo en un lenguaje que pueda ser comprendido por el destinatario, pues de lo contrario no
lo entenderá y no habrá comunicación. El lenguaje empleado es humano y no divino. Esto significa que es el
lenguaje propio de la una determinada cultura, de un pueblo, en un determinado tiempo, que no es igual en
todos los lugares y en todos los tiempos.

4. La experiencia interpretada y formulada fue transmitida a otra persona. La transmisión por lo general es oral
o escrita. El resultado de la continua comunicación oral nos es bastante conocido. ¿Qué sucede cuando A le
dice algo a B, y B se lo dice a C, y así sucesivamente? Lo comunicado es primeramente comprendido e
interpretado de cierta manera por el que recibe la información, y cuando éste la comunica a otro ya la habrá
modificado en algo – añade, quita, atenúa elementos o elabora otros de modo que queda alterado. Esto
significa que lo que está preservado en la biblia se transmitió porque era considerado importante y
significativo, porque contenía un mensaje válido en el momento de escribirlo. Según el tema que trataba y el
mensaje que quería comunicar, el autor se expresó en uno u otro género literario.

5. El último en la cadena de transmisión oral, puso por escrito aquellas tradiciones orales importantes. Muchos
escritos de la biblia son, pues, colecciones de tradiciones orales. La forma escrita no es más que otra manera
o modalidad de comunicar lo que se transmitía oralmente. No todo se relató ni todo lo relatado se puso por
escrito. Se preservó solo aquello que tenía importancia para ellos. El escritor escogió las tradiciones que le
parecieron más importantes, y las puso con cierto orden, incluso las recortó para que fueran más uniformes
y expresaran mejor el mensaje que él quería comunicar. Esto se observa fácilmente cuando se compara un
evangelio con otro. Cada libro se compuso independiente de los otros. Ningún autor escribió pensado que
sería leído milenios más tarde, en otros continentes.

6. En un momento de la historia de Israel el judaísmo se vio obligado a decir cuales, de todos los escritos
existentes, podía decirse que es realmente habían sido inspirados por Dios y que deberían ser considerados
normativos. Lo que había sucedido era que el número de escritos con pretensiones de inspiración divina iba
creciendo, algunos de los cuales eran de origen y contenido dudoso, incluso sectario. Para el judaísmo y para
el cristianismo la decisión sobre el canon era una cuestión de preservar la unidad y la identidad de la
comunidad.
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7. Cuando los idiomas en que los escritos de la biblia habían sido redactados, hebreo y griego, no eran aquellos
de los lugares donde se quería leer la biblia, entonces se hizo necesario traducirlos a los idiomas los nuevos
lectores. Como veremos, toda traducción es a su vez una interpretación. Por eso tenemos tantas traducciones
castellanas.

Proceso para fijar por escrito la Biblia


Con el correr del tiempo las diferentes tradiciones que circulaban y se preservaban como unidades independientes
las unas de las otras, fueron reunidas en pequeños libros. Las tradiciones de corte histórico se preservaban e su
forma escrita en los archivos del palacio. Las tradiciones de corte profético se preservaban en escuelas proféticas,
formadas por discípulos de un profeta. Los escritores, no solo con tradiciones orales para la composición de sus
obras, sino también con fuentes escritas. Lucas usó diversas tradiciones, predominantes escritas…yo también,
después de haber investigado diligentemente todo esto, he decidido escribirlo ordenadamente.

1. De la masa de material que estaba disposición del escritor, tanto tradiciones orales como escritos, se hizo
una selección. No se incluyó todo. Esto indica que el redactor tuvo ciertas razones para selección del material
disponible: de las tradiciones sobre David, el redactor su propósito era mostrar a David como el rey ideal.
2. El material seleccionado fue ordenado de una manera más o menos lógica por el escritor. En algunos casos
el orden es cronológico, en otros es temático, o según lo que el escritor quería comunicar. La expulsión de
los mercaderes del templo la relató Juan al inicio de la misión de Jesús, mientras que los otros tres
evangelistas la relataron la final.
3. Para unir las tradiciones a menudo los redactores empelaron frases ilativas como “después de algún tiempo”,
“un día”, “de vuelta al otro lado del lago”, “en cierta ocasión”.
4. La primera edición. Una vez redactada, la obra no siempre permaneció tal como el escritor la dejó. Los textos
escritos han sido reinterpretados. Algunas obras fueron retocadas ya sea añadiendo, eliminando, o alterando
el texto.

¿Cómo nació el Nuevo Testamento?


Jesús no escribió nada ni de su vida ni de su doctrina. Tampoco mandó a nadie que escribiera su mensaje. Él sólo
dijo: “Vayan y anuncien la Buena Noticia a todas las gentes, para que todos los pueblos sean mis discípulos”. Por
tanto, el Nuevo Testamento fue, antes que nada, predicado, vivido y celebrado. Solamente en un segundo tiempo,
cuando las primeras comunidades vivían y celebraban la fe en Cristo, y los testigos oculares de la vida y palabra
de Jesús iban desapareciendo, se sintió la necesidad de poner por escrito esa fe y esa predicación de los apóstoles
y discípulos. El Nuevo Testamento fue entonces el resultado de la fe y predicación de las primeras comunidades
cristianas.

Por tanto, el Nuevo Testamento tuvo tres etapas:


La primera es la del evangelio, es decir, Jesús, el Hijo de Dios encarnado en María Virgen, nacido en Belén, muerto
y resucitado, que nos anunció el Evangelio del Reino. Por tanto, esta etapa está constituida por la persona de
Jesús, su vida en la tierra y su doctrina.

La segunda etapa es la de la predicación apostólica, la de la tradición hablada y escrita. Los apóstoles, obedeciendo
el mandato de Jesús, predicaron el Evangelio donde podían y, especialmente, en las celebraciones litúrgicas.
Muchas veces lo que los apóstoles comunicaban de la vida y doctrina de Jesús era para responder y dar luz a los
problemas que planteaban los cristianos en aquellas comunidades primitivas. En esta segunda etapa, para guardar
con mayor fidelidad el mensaje de Jesús que transmitían los apóstoles: Los cristianos empezaron a poner por
escrito lo más importante de la predicación apostólica. Entre esos escritos, aparecían primeramente los relatos de
la pasión y resurrección de Jesús. Posteriormente se escribieron las parábolas y los relatos de los milagros
realizados por Cristo. Por último, algunos episodios de la infancia del Señor. La etapa tercera es la de los evangelios.
Unos cuantos años después de la muerte de Cristo, los evangelistas, inspirados por Dios, empezaron a escribir sus
evangelios. No se sabe la fecha exacta. Probablemente Marcos fue escrito entre los años 64 y 70. Lucas entre los
años 70 y 80. – Mateo no antes del 70 y 80. Juan, hacia el año 90 y 100.

Los evangelios no dicen todo lo que Jesús hizo y dijo, sino que escogen algo de lo mucho que se transmitía de viva
voz o en pequeños escritos. A veces reducen los datos de la tradición; otras veces, los amplían. Con ello adaptan
el mensaje de Jesús a las necesidades de la comunidad cristiana a la que van dirigidos. Por lo demás, los cuatro
evangelios conservan el estilo de la predicación evangélica, pues de ella nacieron y a ella quieren servir. Son
históricos y, a la vez, testimonios de fe que quieren conducir la fe y cambiar el corazón y la vida de los creyentes

III. REVELACION E INSPIRACION EN LA BIBLIA


¿Qué es la Revelación?
Es la manifestación por la que Dios hace conocer a los hombres verdades que por sí mismos serían incapaces de
conocer. Literalmente revelación quiere decir quitar el velo que oculta algo. Entre estas verdades está la verdad
profunda de la Creación, la verdad de la Santísima Trinidad, las relaciones entre Dios y el hombre a través de la

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gracia que nos capacita para hablar con Dios y entrar en diálogo amoroso con Él, Dios como Padre lleno de
misericordia, el destino del hombre a unirse a Dios en el cielo, las postrimerías o novísimos. Dios se ha revelado,
ha hablado para que lo conozcamos. Dios sale al encuentro de los hombres con infinito amor, pero lo hace de
modo progresivo, revelándose primero a Moisés, después a los Profetas y después por su Hijo y por los Apóstoles.
Al querer Dios que su divina Palabra quedase por escrito, tenía que intervenir eficazmente. Y lo hizo escogiendo a
unos hombres, a quienes iluminó su inteligencia y movió su voluntad. Y el único motivo ha sido el amor a nosotros,
el querer compartir con nosotros su vida divina y trinitaria. La Revelación tiene su plenitud en Jesucristo, el Hijo
de Dios, hecho hombre que nos ha comunicado toda la verdad. Ya no habrá más revelaciones. Con Cristo se cerró
la revelación. Él es la última palabra del Padre.

¿Qué es inspiración?
La inspiración, pues, en el sentido bíblico es una acción divina o influjo sobrenatural por el cual Dios ilumina el
entendimiento del autor sagrado al escribir un libro y mueve eficazmente su voluntad para que exprese la verdad
que él mismo quiere expresar, resultando así Dios autor principal del libro, y el hombre autor secundario e
instrumental (M. Martín Sánchez). Dios se sirvió de escritores sagrados. Para entender la acción de Dios sobre el
escritor sagrado se suele comparar a la de un gerente que manda a su secretaria a escribir dándole las ideas. Por
eso, cuando nosotros leemos la Biblia o la escuchamos proclamar, nos emocionamos, porque la Biblia es la Palabra
de Dios. Es como una carta de amor, que Dios nos escribe a cada uno. Por lo tanto, en la inspiración de la Sagrada
Escritura entran tres factores. 1. Dios que inspira. Este factor es denominado inspiración activa. 2. El hagiógrafo
(Autor humano) que es inspirado, receptor de la inspiración. A este segundo factor se le llama inspiración pasiva.
3. El libro como término de la inspiración. Recibe este factor el nombre de inspiración terminativa. Por eso decimos
que los libros de la Biblia son ―inspirados.
El Espíritu Santo ejerce con los autores sagrados tres acciones:
- Los ilumina el entendimiento, para que comprendan lo que Dios quería decirles.
- Les mueve la voluntad, para que escriban todo y sólo lo que Dios quiere.
- Les cuida para que no se equivoquen en nada de lo concerniente a la salvación.

Este hecho de la inspiración nos lleva a hacer unas reflexiones importantes que hay que tener en cuenta a la hora
de comprender el mensaje bíblico: Dios habla en la Biblia por medio de los hombres, con un lenguaje humano. Así
lo dice la Dei Verbum: ―Dios habla en la Escritura por medio de hombre y en lenguaje humano (DV, 12). La
presencia activa, dinámica del Espíritu de Dios en los mediadores. Esta misma fuerza divina actúa sobre los oyentes
o lectores, de modo que la palabra humana, al entrar en los oídos y en el corazón de los hombres, sufra, bajo la
acción del Espíritu y llegue a la intimidad del alma como Palabra de Dios. Ahora se entiende por qué el mensaje
de Dios ha sido escrito con la mentalidad y cultura de cada tiempo y de cada lugar. Este lenguaje, de un país y de
un tiempo tan antiguo, es lejano a nosotros en un primer momento, y exige una preparación adecuada para
poderlo entender aquí y ahora, para nosotros. Por eso, la Iglesia invita a los cristianos a desconfiar de una
interpretación individual y a atenerse a la interpretación de la misma Iglesia, a quien ha sido confiada la verdad
de la Palabra de Dios.

IV. INERRANCIA EN LA BIBLIA


Empecemos por algunas observaciones. Primero, cuando hablamos de la verdad o del error en la Biblia, lo
hacemos desde nuestro punto de vista y según nuestro concepto de verdad, que es de origen filosófico griego
(aletheia). Para nosotros, verdad es la conformidad entre la realidad objetiva y verificable y lo que afirmamos
sobre esa realidad. Pero en el mundo donde nació la Biblia el concepto de verdad era diferente: verdad es todo lo
que es fiel, estable, merecedor de confianza; Dios es verdad, y Jesús podía decir ―soy la verdad. No se trata de
que alguien diga la verdad, sino de que él sea verdadero, es decir, digno de confianza —su opuesto es la mentira
que viene a ser hipocresía y no el error. Nuestro concepto de verdad es intelectual; el bíblico es existencial. En el
mundo bíblico se pensaba en términos de confiabilidad (=fe), no de veracidad; se refiere a la relación entre
personas, no a datos u objetos. Y es con ese concepto de verdad que se compusieron los escritos bíblicos. La
verdad de la que se trata en los escritos de la Biblia se sitúa en el nivel del mensaje (qué significa o quiere decir
para el lector), no de los datos en sí mismo (qué pasó) —por eso pueden tranquilamente exagerar o cambiar los
datos, ¡y eso nosotros lo llamaríamos mentira! Proyectar nuestro concepto de verdad a los escritos bíblicos es
situarlos en un mundo conceptual que no era el suyo, y es esperar de ellos lo que no pretendieron ofrecer.

Segundo, la Biblia nos ha llegado mediante copias de originales que se han perdido, como ya mencionamos. Ahora
bien, además de haber cometido algunos errores involuntarios, los copistas ocasionalmente introdujeron cambios
intencionalmente. Y no sólo los copistas, sino incluso los escritores bíblicos que utilizaron otros escritos como base
para sus propias obras, cambiaron (¿corrigieron?) ocasionalmente los datos. Basta comparar los pasajes que en
los libros de Crónicas son paralelos a aquellos que se encuentran en Samuel— Reyes (que les sirvieron de base), o
entre Mateo y Marcos (que fue una de sus fuentes), y se observará una serie de discrepancias que desde nuestro
punto de vista calificaríamos como ―errores‖: ¿a quién se deben?, ¿a Dios o a los escritores?

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Tercero. ningún texto de la Biblia afirma que ésta no contiene errores. La afirmación de que la Biblia no tiene
errores no está dada por la Biblia misma. Cuando algún texto bíblico se refiere a la verdad, no es a los detalles
históricos o científicos que se refiere, sino al mensaje global. Lo que ocasionó la transmisión de las tradiciones no
era la información a secas, sino su significación (mensaje) con miras a la salvación. La idea de una inerrancia
absoluta de la Biblia le es impuesta, proyectada desde fuera —no viene de la Biblia misma—, a partir de la tesis
de que Dios es responsable de la Biblia, es su autor absoluto (el hombre es sólo su instrumento).

Finalmente, cuando se afirma que la Biblia está libre de toda clase de errores, implícitamente se afirma que esa
inerrancia es válida para todos los tiempos. Pero esa afirmación cae por su propio peso. En la Biblia se encuentra
una serie de errores en materias de ciencias y de historia. Veamos algunos ejemplos: — En Levíticos 11, 6;
Deuteronomio 14, 7 se prohíbe comer la liebre ―porque rumia‖, cuando en realidad no es rumiante, sino un
roedor. Igualmente, en Levíticos 11 ,22 se cataloga a la langosta como un ―bicho alado que anda sobre cuatro
patas‖, cuando en realidad tiene seis patas. — Según Job 20,16, ―la víbora mata con la lengua‖— no con los
colmillos.

Los errores de tipo informativo que hemos destacado, indican que se trata de errores en el conocimiento humano,
ya sea porque corresponden a un momento cultural determinado —el de sus autores— o porque los autores no
fueron testigos oculares de los hechos. El error es descubierto por otros, poseedores de un conocimiento más
preciso y verificable. En otras palabras, los autores de los escritos bíblicos son hijos de sus tiempos. Además, su
interés no centraba en la precisión de los datos suministrados sino más bien en el mensaje —razón por la cual lo
comunicaban y se encuentra ahora en la Biblia.

V. OBSERVACIONES A TENER EN CUENTA AL MOMENTO DE LEER LA BIBLIA


1. Al principio estos libros eran obras independientes las unas de las otras, escritos en rollos o en papiro.
Estos libros no se escribieron pensando que más tarde se juntarían en una colección. Cuando se trataba de leer
algún texto, se sacaba solamente el rollo donde estaba, no todos los rollos (ve Lucas 4,17). Fue solo muchos siglos
más tarde que se juntaron y se pusieron bajo una sola encuadernación (tapa), como si fuera un solo libro, como
la conocemos. En ese tiempo, hace dos mil años no existía el papel ni había imprenta.

2. La segunda observación es que no todos los libros fueron escritos al mismo tiempo. Entre los primeros
escritos y los últimos libros de la Biblia han pasado casi mil años. Algunos son, pues, más antiguos que otros.
Levítico es mucho más antiguo que Ezequiel, y Ezequiel es varios siglos más antiguos que los evangelios. Eso
significa que no todos los libros de la Biblia representan el mismo nivel de cultura ni el mismo grado de
profundidad. Los libros más antiguos, en contraste con los más recientes, tendrán ideas más antiguas o primitivas
que los más recientes. Esto es obvio si se compara, por ejemplo, la idea de vida eterna que encontramos en el
libro de Éxodo con la que vemos en el libro de Ezequiel o más tarde en el de Eclesiastés. Poco a poco fueron
entendiendo, primero, que después de la muerte hay vida, más tarde comprendieron que hay premio y castigo en
la otra vida, y ya en tiempo de Jesús se hablaba inclusive de resurrección de muertos.

3. La tercera observación es que el orden de los escritos en la Biblia no es el orden en el que se compusieron.
Génesis no fue el primero que se escribió (lo más antiguo está en el libro de Éxodo), ni tampoco fue el Apocalipsis
el último (lo fue 2 Pedro). El orden en el que se pusieron más tarde en la colección ha sido por afinidad o semejanza
de temas, todos los profetas juntos, los libros históricos uno tras otro, como ya vimos. Recuerda que originalmente
eran independientes.

4. La cuarta observación es que la Biblia está dividida en Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. Entre los
dos hay grandes diferencias, por ejemplo, diferencias en la manera de entender a Dios y hablar de él, por eso Jesús
aparece discutiendo tantas veces con los judíos: él tenía otra idea de Dios. Unos veían a Dios más como guerrero
y otros más como protector, unos como juez y otros como padre. En el Antiguo Testamento se subrayan la alianza,
el culto y las leyes. En el Nuevo Testamento se subrayan la fe y el amor.

5. La quinta, pero sumamente importante observación, es que no todos los escritos son del mismo género
literario. Observarás en el Índice de tu Biblia que hay libros de historia, hay profetas, hay salmos, hay proverbios,
hay cartas, por mencionar los más obvios; estos son “géneros literarios” (género historia, género profecía, género
salmo, etc. Si estás más atento y te paseas por los libros mismos de la Biblia, encontrarás muchos más: poemas,
refranes, discursos, himnos, parábolas, etc.

6. La sexta observación es que, como los libros de la Biblia se escribieron hace tanto tiempo (hace por lo
menos dos mil años), y en otra cultura (en el Oriente Medio), es lógico que en la Biblia encontremos expresiones,
frases y conceptos que son extraños para nosotros (por ejemplo “hacer la verdad”, “hijo de la mentira”,
“justificación por la fe”). Eso lo notarás con frecuencia al leer la Biblia. Ellos (¡no Dios!) no pensaban ni hablaban
como nosotros hoy aquí. Un diccionario de la Biblia puede ayudar a aclarar algunos de estos términos y conceptos.

7
Lo mismo sucede hoy con el castellano si lo comparamos con Argentina, México o España: observamos que no es
idéntico. La manera de pensar (conceptos e ideas) en Santiago no es igual que en el Amazonas.

7. Una última observación (que es la que más perturba a muchos) es que el escritor redactó su obra
pensando en aquellos que le leerían, que eran personas de su tiempo y quizás de algunas generaciones más. Es
decir, los escritores de las obras bíblicas NO escribieron pensando en nosotros, veinte siglos más tarde.

Isaías, Ezequiel, Zacarías, etc., escribieron hace más de dos mil años, y escribieron para su pueblo, para Israel de
ese tiempo. Zacarías comenzó a hablar “en el octavo mes del año segundo de (el rey) Darío” (1,1), o sea, hace
2.500 años, y fue para la gente de su tiempo porque “Yavé se ha irritado mucho contra sus padres” (1,2) ¡no contra
los nuestros! Es decir, aunque parezca extraño, NO ESCRIBIERON PENSANDO EN NOSOTROS. Por eso no hablaban
de nuestros problemas; ellos hablaban de los suyos. San Pablo escribió sus cartas para comunidades muy
concretas de mediados del primer siglo: en Roma, en Corintio, en Tesalónica, etc. Lucas escribió su evangelio y
Hechos para su amigo Teófilo (ve Lc 1,3; Hch 1,1). El autor del Apocalipsis se dirigió a “las siete iglesias de Asia”
(cap.2-3), no en Chile. Basta observar en los textos mismos a quiénes se dirigía.

VI. LA BIBLIA ¿PALABRA DE DIOS?


“Palabra” es lo que comunica algo; “palabra de Dios” es lo que Dios comunica, es decir, su mensaje. Como vimos,
el mensaje se puede comunicar de muchas maneras. En ese tiempo el hombre lo hacía de la mejor manera que él
sabía comunicarse en su tiempo y como era típico en su cultura. Eso significa que la Biblia es palabra de Dios, pero
lo es en palabras de hombres. Lo que leemos no es palabra de Dios en el sentido de los productos de grabadoras
o secretarias, sino que el texto que leemos tiene un mensaje cuyo origen está en Dios, y que ese mensaje fue
comunicado por hombres de la manera que ellos mejor supieron hacerlo, con sus palabras humanas y sus
conocimientos de historia, de ciencias, de su cultura. Ahora bien, los textos de la Biblia eran palabras de Dios
directa para los israelitas o para los corintios o para Teófilo, es decir, para aquellos a quienes se dirigieron
originalmente: Ezequiel o Pablo o Lucas (ve Ez 3,1-4; 6,1; 7,1; 1Cor 1,2; Lc 1,3; Hch 1,1). No eran palabra
directamente para nosotros, porque no se escribieron pensando en nosotros ni se dirigían a nosotros, por eso no
tocaron nuestros problemas, sino los de otros, de otro tiempo y lugar. Para nosotros es palabra indirecta de Dios,
porque a pesar de su pasado, esos mismos textos tienen un mensaje que pasa a través del tiempo: lo que dicen
también se aplica a nuestro mundo. Ese mensaje es que hay que descubrir: es la palabra de Dios para nosotros
hoy. La palabra de Dios por excelencia y más completa es la persona de Jesucristo, no un libro: “En el principio
existía la palabra, y la palabra estaba con Dios, la palabra era Dios… y la palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros” (Jn 1,1.14; ve también Heb 1,1). De esa palabra definitiva de Dios dan testimonio los evangelios.

VII. Yo (1) leo/oigo un TEXTO (2)


No estoy presente en el hecho narrado, ni escucho las palabras y el tono de voz de quien habla en el texto. Tan
solo leo/oigo un texto escrito por alguien sobre algo (generalmente) del pasado. Entre aquello sobre lo cual se
habla y el texto que se lee hay una distancia en el tiempo, eso si no también en otras dimensiones como la
geografía, la cultura, la idiosincrasia, etc.

El que escribe o narra lo hace con su bagaje cultural, instructivo, personal, y desde su perspectiva, punto de vista,
intereses, prejuicios… e inevitable INTERPRETA aquello que escribe. Igual hace el lector. Cada uno lo hace en desde
su subjetividad, con todo lo que esto implica, en el momento que en que se lee – una segunda lectura no será
entendida igual que la primera, pues el que cambia es el sujeto en sus apreciaciones – no el texto, que es el mismo.
Es la interacción entre la vida y el texto.

Por eso no hay existe “la” compresión e interpretación del texto, ni “la” verdad sobre él. No comprendo igual hoy
que hace diez años, ni igual un chino. Por todo eso, si se trata de textos “inspirados por Dios” a un autor concreto,
es importante comprender lo que los autores “inspirados” quisieron decir a sus destinatarios como “Palabra de
Dios”. Y la comprensión dependerá de la información que yo tenga y mi capacidad de escucha a su mundo.

VIII. EL FUNDAMENTALISMO: no realizar una lectura fundamentalista


Se trata de la actitud mental que sostiene y propaga los fundamentos de una determinada creencia, se política,
social, religiosa u otra, que pertenecen a un pasado ya no en vigencia y lo hace de una manera agresivamente
fanática, proselitista, no crítica y cerrada a todo diálogo. Sus fundamentos son categóricos dogmáticos, y son
tenidos simple llanamente por incuestionable. El fundamentalista no progresa: se queda estático, mentalmente
paralizados. Su concepción del mundo, del hombre y de Dios es para él absolutamente segura, incuestionable,
verdadera. El fundamentalista teme los cambios, teme el pluralismo, teme lo nuevo, teme la libertad, la adultez.
Nos extraña que, cuando esa visión es cuestionada, se refugia en el pasado y que ataque virulentamente lo que
amanece cambiarla. El fundamentalista apela a la voluntad de Dios, la cual es determinada por sus líderes. Su
referente es la sagrada escritura. El fundamentalista recurre a ella para fundamentar apriorísticamente sus
doctrinas, es decir le hace decir textos lo que él quiera que diga.

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El fundamentalista admite la Biblia como única autoridad para sus doctrinas y costumbres. Afirma la autoridad
exclusiva de la Biblia sosteniendo que es palabra de Dios en el sentido estricto del término: proveniente
directamente de Dios, por lo tanto, libre de todo error y condicionamiento. Para el fundamentalista, la afirmación
absoluta y total inerrancia e infalibilidad de la Biblia es de capital importancia. De ello de pende, en su opinión, la
autoridad de la Biblia y su total confianza en ella, y en última instancia en Dios mismo. El fundamentalista no parte
de la Biblia misma. Parte de una idea previa que tiene a cerca de Biblia: de que es el dictado de Dios, por tanto,
libre de todo posible error, y que es la palabra de Dios dirigida a él. El fundamentalista no se basa en la Biblia, sino
en su idea acerca de la Biblia, y en las orientaciones del líder.

Además, el fundamentalista se basa en las interpretaciones dadas por su líder espiritual, las cuales acepta
ciegamente como verdades absolutas e incuestionables, casi como viene de Dios mismo. El fundamentalista esta
tan seguro de comprender la Biblia correctamente y de poseer la verdad, que es incapaz de escuchar o leer
estudios críticos sobre la Biblia, descalificándolos como dañinos para la fe. “La Biblia dice…” vienen hacer
equivalente a “Dios mismo dice…” y no se puede cuestionar. El fundamentalista es simplemente incapaz de discutir
acerca de Biblia o de algún pasaje bíblico. El fundamentalista prioriza ciertos textos, por cierto, no viene de la
Biblia: se la dio el líder. El fundamentalista se llena la boca de textos bíblicos, bien aprendidos, concatenados de
manera que apoyen los unos a los otros, casi en forma circular, y no sale de ellos. Para el fundamentalista, conocer
la Biblia equivale a conocer de memoria el mayor número de textos posibles y la interpretación dada por su líder.
Su fe está centrada en los textos más que en la actuación histórica de Dios, por eso suele ser biblista. El
fundamentalista no admite que haya habido evolución, profundización, adaptación de la palabra de Dios, es decir,
no admite la tradición como proceso de interpretación y actualización.

ACTUAR
Sintetizan la información elaborando una infografía.

ACTIVIDADES DE EXTENSIÓN
Leen 2Tim 3, 16; Rm 15 4 – 6; luego responden a la siguiente pregunta: ¿Por qué se escribió la biblia? ¿Sigue Dios
hablando a los hombres? ¿Por qué crees que seguimos leyendo la sagrada escritura?

Metacognición: ¿Qué aprendí del tema? ¿Qué dificultades he encontrado? ¿Qué estrategias he usado para
aprender? ¿Para qué me sirve lo que aprendí?

N° 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
1 41 46 22 21 14 07 48 01 27 09
2 08 34 33 03 35 17 12 23 43 39
3 26 40 15 44 37 11 05 25 36 16
4 32 31 42 28 29 13 10 04 02 24
5 47 06 20 19 45 18 30 38

https://matergloriosa.wordpress.com/2018/09/10/el-autor-y-la-forma-escrita-de-la-biblia/
https://hombresymujeresdefuturo.org/index.php/servicios/5-minutos-de-catequesis/508-5-en-que-idioma-
se-escribio-la-biblia
https://matergloriosa.wordpress.com/2018/09/11/los-idiomas-y-los-generos-literarios-de-la-biblia/
https://litsdelaant.files.wordpress.com/2013/07/arens-eduardo-la-biblia-sin-mitos.pdf
http://odecaqp.blogspot.com/p/introduccion-general-los-evangelios.html
https://mercaba.org/ARTICULOS/B/BIBLIA%20CURSO/05_inspiracion_y_revelacion_de_l.htm
https://1library.co/article/la-verdad-de-la-biblia-inerrancia-significado-canon.yn976okq
https://www.venganyvean.cl/docs/Tema4_Pero_que_es_Biblia_29.5.20.pdf

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