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Resumen capitulo 38

Órganos encargados de conducir las relaciones exteriores de los Estados

Siendo aun el Estado el sujeto principal del derecho internacional, un elemento que lo
caracteriza es, en razón de su propio funcionamiento como tal, la posibilidad de relacionarse
con sus semejantes; vale decir, hace a su misma existencia el poder interactuar, primero, con
otros Estados, y luego, con los demás sujetos y actores del derecho internacional.

Dentro de la organización interna de cada Estado, la competencia de su conducción


corresponde al poder ejecutivo, característica común a casi la totalidad de los sistemas
constitucionales, aunque, en los países en que existe la separación entre jefe de Estado y jefe
de Gobierno, suele variar la competencia primaria.

Para cada poder ejecutivo se crean órganos dentro de su esfera (a criterio de cada Estado), y
posteriormente se conforman entes especializados en dicha tarea, que luego van a actuar de
interlocutores ante sus contrapartes en los otros Estados.

Una distinción conveniente, sobre esos órganos es aquella elaborada por Remiro Brotons, que
los divide en centrales y periféricos. Esta subdivisión, si bien se la podría considerar
meramente teórica y muy sujeta a los vaivenes de estilos dentro de cada Estado, nos permitirá
posteriormente delinear los conceptos, quedando más claro el carácter “permanente” de la
misión diplomática y sus integrantes.

El elemento en común a todos los órganos es la inmunidad que tienen ante el Estado
extranjero en el cual se encuentran presentes (ya sea de manera ocasional o permanente),
tanto ante sus tribunales como ante todas sus autoridades en general.

Respecto a la distinción entre los órganos centrales y los periféricos; Los primeros son aquellos
que tienen una competencia originaria en la ya mencionada conducción de las relaciones
exteriores. Esta situación es el resabio de los tiempos antiguos, cuando las relaciones entre
Estados se daban entre monarca y monarca, como titulares de la soberanía de sus territorios.
Posteriormente, esta competencia se fue extendiendo a aquellas figuras dentro del gabinete
del monarca o jefe de Estado, y luego al encargado específicamente de los aspectos prácticos
de las relaciones exteriores, el ministro competente.

Esta categoría se encuentra plasmada en la Convención de Viena sobre el Derecho de los


Tratados (1969), que en su artículo 72.a enumera aquellas autoridades estatales que gozan de
por sí de los plenos poderes, y se los considera representantes “naturales” de sus Estado.

En el artículo 99, inciso 7, de la Constitución Nacional, veremos con detalle que se otorga al
presidente de la Nación la facultad de nombrar a los ministros; teniendo la Cancillería el
carácter de ministerio según la Ley 22,250 de Ministerios, y sus normas modificatorias, de lo
que resulta el carácter de perteneciente al poder ejecutivo de este, aunque con un marco
normativo que le permite un alto grado de especialización.

Los órganos denominados por la doctrina como “periféricos”, los cuales podrían definirse
como aquellos entes creados como auxiliares de los primeros, aunque su nivel de especialidad
sea mucho mayor, entre otras cosas. Al respecto, esto queda plasmado en el artículo 99 de la
Constitución Nacional, relativo a las atribuciones del presidente de la Nación. Los incisos que
establece esta idea son: Art 99 incs. 7, 11 y 15.

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Dentro de los periféricos se ubican los creados posteriormente como auxiliares de aquellos
denominados centrales.

Hay otra diferenciación más relevante y pragmática: los órganos centrales trabajan desde la
capital de cada Estado, mientras que los periféricos se asientan en el exterior del país, es decir,
en los Estados con los cuales se mantienen relaciones diplomáticas, consulares, o las ciudades-
sede de organizaciones internacionales.

Por último, cabe mencionar las misiones especiales, que son aquellas con carácter temporal,
enviadas por un Estado (al cual representan) ante otro Estado, con el consentimiento de este
último, para tratar con él asuntos determinados o realizar ante él un cometido determinado

Agentes y misiones diplomáticas

En lo que concierne a los agentes diplomáticos, la norma actualmente vigente es la Convención


de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961) (CVRD)456*. La Corte Internacional de Justicia,
en su fallo del caso relativo al Personal Diplomático y Consular de Estados Unidos en Teherán
(EE.UU. c. Irán), entendió que dicha convención se trataba de la codificación de normas
consuetudinarias8. De todos modos, el altísimo número de ratificaciones, que se acerca a la
totalidad de los Estados, no deja lugar a dudas sobre su carácter

La CVRD define como “agente diplomático” a todo integrante de la misión que revista esa
categoría y fuera acreditado como tal en el presente, al margen de las distinciones de
categorías con las que cada cual arribe al Estado receptor o el grado de jerarquía dentro de la
misión.

Las misiones diplomáticas son órganos de carácter representativo de un Estado, acreditados


ante otro Estado. Las funciones de la misión diplomática que la Convención lista de una
manera que creemos meramente enumerativa, son las siguientes:

A. representar al Estado acreditante ante el Estado receptor;


B. proteger en el Estado receptor los intereses del Estado acreditante y los de sus
nacionales, dentro de los límites permitidos por el derecho internacional;
C. negociar con el Gobierno del Estado receptor;
D. enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de los
acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al Gobierno del Estado
acreditante;
E. fomentar las relaciones amistosas y desarrollarlas relaciones económicas, culturales y
científicas entre el Estado acreditante y el Estado receptor

Inmunidades y privilegios

Las inmunidades de los agentes diplomáticos se encuentran, previstas en la CVRD.

La inmunidad del agente diplomático se entrelaza con la inmunidad do los locales de la misión
diplomática, los cueles no deben ser confundidos con la misión diplomática propiamente
dicha, si bien constituyen una parte ‘tangible" de ella.

Las inmunidades podrían ser divididas sobre la base de los dos elementos indispensables de la
misión diplomática: los funcionarios y los locales. El primer grado de inmunidad está centrado
en la persona del agente diplomático, la cual es inviolable (artículo 29). En efecto, el agente no

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puede ser objeto de ninguna forma de detención o arresto. El Estado receptor lo tratará con el
debido respeto y la protección que también debe darse en sentido activo, cuando se dispone
que adoptará todas las medidas adecuadas para impedir cualquier atentado contra su
persona, su libertad o su dignidad.

El art. 31 de la CVRD menciona las inmunidades mas reconocidas en la práctica; el agente


diplomático goza de inmunidad de la jurisdicción penal del Estado receptor. Esta inmunidad es
considerada como absoluta y podría ser vista como el otro pilar ' principal de la inmunidad
diplomática.

El agente diplomático también goza de inmunidad de jurisdicción civil y administrativa,


excepto sí se trata:

A. de una acción real sobre bienes inmuebles particulares radicados en el territorio del
Estado receptor, a menos que el agente diplomático los posea por cuenta del Estado
acreditante para los fines de la misión;
B. de una acción sucesoria en la que el agente diplomático figure, a título privado y no en
nombre del Estado acreditante, como ejecutor testamentario, administrador,
heredero o legatario;
C. de una acción referente a cualquier actividad profesional o comercial ejercida por el
agente diplomático en el Estado receptor, fuera de sus funciones oficiales.

Cabe destacar que el agente diplomático no está obligado a testificar. Ahora bien, la
inmunidad de jurisdicción de un agente diplomático en el Estado receptor no lo exime de la
jurisdicción del Estado acreditante, así como de las sanciones que le pudieran corresponder en
el ámbito administrativo en caso de conductas indebidas que se entienda que afectaron la
conducción de sus tareas.

El Estado receptor tiene el derecho a declararlo persona no grata, el Estado receptor podrá, en
cualquier momento y sin tener que exponer los motivos de su decisión, comunicar al Estado
acreditante que el jefe u otro miembro del personal, diplomático o no diplomático, de la
misión es persona non grata o no aceptable. El Estado acreditante retirará, entonces, a esa
persona o pondrá término a sus funciones en la misión, según proceda. Esta es una clara
facultad de sanción que tiene el Estado receptor; con ella puede exigir al Estado acreditante el
retiro de un determinado funcionario ante un caso de conducta indebida manifiesta. Esto no
obsta a que la facultad del Estado receptor de expulsar diplomáticos extranjeros es, como
mencionamos, jurídicamente ilimitada.

El agente diplomático estará exento de todos los impuestos y gravámenes personales o reales,
nacionales, regionales o municipales, con excepción de los impuestos indirectos (incluidos en
mercaderías o servicios) y los impuestos y gravámenes sobre los bienes inmuebles privados
que radiquen en el territorio del Estado receptor (obviamente a título personal y al margen de
los fines de la misión), así como otros impuestos relacionados con sucesiones, ingresos e
inversiones privadas. Dicho grado de inmunidad se extiende también a los miembros de su
familia que “formen parte de su casa" cuando no sean nacionales del Estado receptor.

El sistema descripto de inmunidades y privilegios conlleva la obligación de sus beneficiarios de


respetar les leyes y reglamentos del Estado receptor, así como la obligación de no inmiscuirse
en los asuntos internos de ese Estado (art. 41 de la CVRD).

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E1 segundo pilar de las inmunidades es, la inmunidad e inviolabilidad del local de la misión,
prescripto por el art. 22 de la CVRD, definidos como “los edificios o las partes de los edificios,
sea cual fuere su propietario, utilizados para las finalidades de la misión” (la embajada). La
CVRD especifica lo siguiente:

A. Los locales de la misión son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán '
penetrar en ellos sin consentimiento del jefe de la misión.
B. El Estado receptor tiene la obligación especial de adoptar todas las medidas adecuadas
para proteger los locales de la misión contra toda intrusión o daño y evitar que se
turbe la tranquilidad de la misión o se atente contra su dignidad
C. Los locales de la misión, su mobiliario y demás bienes situados en ellos, así como los
medios de transporte de la misión, no podrán ser objeto de ningún registro, requisa,
embargo o medida de ejecución. Esta disposición luego se extiende a sus archivos y -
documentos, específicamente en lo que hace a su inviolabilidad.

En el art. 30 de la CVRD), se alude a la residencia particular del agente diplomático, la cual


expresamente goza de la misma inviolabilidad y protección que la sede diplomática. Mucho
más claro es el caso de la residencia oficial, considerada, por extensión, como integrante del
local de la misión. Sus documentos, su correspondencia y, salvo excepciones muy puntuales y
casuísticas, sus bienes también gozan igualmente de inviolabilidad.

Agentes y oficinas consulares

La actuación del agente consular constituiría una actividad diferente de la del diplomático, o la
labor del cónsul y otro personal destinado a dicha tarea tiene muchos puntos en común con la
actividad diplomática, y en la actualidad abarca una serie de actividades más diversas, como la
promoción comercial; la coordinación de misiones comerciales; la promoción del turismo; la
organización de actividades de' promoción cultural; la interacción con autoridades locales de
carácter provincial, estadual o municipal, así como cámaras comerciales o empresariales, etc.

La normativa vigente es la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (1963) (CVRC),


que es de donde surge todo el derecho positivo aplicable a la materia, y que refleja el derecho
internacional consuetudinario.

Las funciones consulares son ejercidas en lo que se denomina oficinas consulares, las cuales
pueden tener el grado de consulado, viceconsulado (categoría inexistente en nuestro sistema)
u oficina consular, que cubren un “área de competencia” denominada “circunscripción
consular”. Asimismo, existen los llamados consulados honorarios, conformados por personas
físicas residentes en el Estado receptor, por regla ciudadanos de este, pero de alguna manera
vinculados con el Estado acreditante, que aceptan esta función de representarlo cubriendo las
funciones consulares.

La función consular por antonomasia es la de “proteger en el Estado receptor los intereses de


sus nacionales, sean personas físicas o jurídicas, dentro de los límites permitidos por el
derecho internacional", lo cual se extiende al deber de prestarles ayuda y asistencia.

Las otras funciones consulares denominas en la CVRC son:

 fomentar el desarrollo de las relaciones comerciales, económicas, culturales y


científicas entre el Estado que envía y el Estado receptor, y promover, además, las
relaciones amistosas entre ellos;

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 informarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de la vida
comercial, económica, cultural y científica del Estado receptor, comunicarlo al
Gobierno del Estado que envía y proporcionar datos a las personas interesadas;
 extender pasaportes y documentos de viaje a los nacionales del Estado que envía, así
como visados o documentos adecuados a las personas que deseen viajar a dicho
Estado;
 actuar en calidad de notario, funcionario de registro civil y funciones similares y
ejercitar otras de carácter administrativo, siempre que no se opongan a las leyes y
reglamentos del Estado receptor;
 velar, de acuerdo con las leyes y reglamentos del Estado receptor, por los intereses de
los nacionales del Estado que envía, sean personas naturales o jurídicas, en los casos
de sucesión por causa de muerte que se produzcan en el territorio del Estado receptor;
 velar, dentro de los límites que impongan las leyes y reglamentos del Estado receptor,
por los intereses de los menores y de otras personas que carezcan de capacidad plena
y que sean nacionales del Estado que envía, en particular cuando se requiera instituir
para ellos una tutela o una cúratela;
 representar a los nacionales del Estado que envía o tomar las medidas convenientes
para su representación ante los tribunales y otras autoridades del Estado receptor, de
conformidad con la práctico y los procedimientos en vigor en este último, a fin de
lograr que, de acuerdo con sus leyes y reglamentos, so adopten las medidas
provisionales de preservación de los derechos e intereses de esos nacionales, cuando,
por esta: ausentes o por cualquier otra causa, no puedan defenderlos oportunamente;
 comunicar decisiones judiciales y extrajudiciales y diligenciar comisiones rogatorias de
conformidad con los acuerdos internacionales en vigor y, a falta de ellos, de manera
que sea compatible con las leyes y reglamentos del Estado receptor;
 ejercer, de conformidad con las leyes y reglamentos del Estado que envía, los derechos
de control o inspección de los buques que tengan la nacionalidad de dicho Estado, de
las aeronaves matriculadas en él y de sus tripulaciones;
 prestar ayuda a los buques y aeronaves mencionados en el punto anterior y a sus
tripulaciones; recibir declaración sobre el viaje de esos buques, encaminar y refrendar
los documentos de a bordo y, sin perjuicio de las facultades de las autoridades del
Estado receptor, efectuar encuestas sobre los incidentes ocurridos en la travesía y
resolver los litigios de todo orden que se planteen entre el capitán, los oficiales y los
marineros, siempre que lo autoricen las leyes y reglamentos del Estado que envía.

Al igual que en el caso de las relaciones diplomáticas, el derecho a realizar las actividades
consulares conlleva la obligación del Estado receptor de colaborar y facilitar su establecimiento
y posterior funcionamiento.

En consecuencia, el funcionario consular también va a L ' gozar de una serie de inmunidades y


privilegios que, si bien no son los mismos del diplomático acreditado, se le asemejan bastante.

Inmunidades y privilegios

En lo que respecta a las inmunidades del funcionario consular, si bien sigue una lógica similar a
la del agente diplomático, ellas no son totales, sino que caen cuando se tratare de la comisión
de “delitos graves”, por lo cual puede ser detenido, pero solo en virtud de sentencia firme, lo
cual incluye una prohibición de prisión preventiva. El agente consular está obligado a
comparecer ante los tribunales locales cuando se le instruyere un procedimiento penal.

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Respecto a la inmunidad de jurisdicción, los funcionarios consulares no estarán sometidos a la
jurisdicción de las autoridades judiciales y administrativas del Estado receptor por los actos
ejecutados en el ejercicio de les funciones consulares. Se exceptúa esta inmunidad para
procesos civiles cuando se trate de contratos que hubiere realizado a título personal sin
consignar su carácter de funcionario consular o de procesos surgidos ante responsabilidad
extracontractual. Para el funcionario consular no existe la eximición de comparecer como
testigo en procedimientos judiciales o administrativos.

En lo que respecta a loe locales consulares, persiste su inviolabilidad, aunque la limitación de


accesos a las autoridades nacionales queda limitada a la parte que se utilice exclusivamente
para la tarea consular, salvo que hubiere consentimiento. De todos modos, los archivos y
documentos consulares son siempre inviolables dondequiera que se encuentren.

En conclusión, si bien los matices son notorios, las inmunidades tanto de la sede consular
como de sus agentes siguen lógicas y parámetros similares a los de la inmunidad de los
agentes diplomáticos.

En los últimos años se han planteado controversias debido a que diversos tribunales internos
de los EE. UU. condenaron penalmente a extranjeros -principalmente “a muerte" sin que se
haya notificado (o haciéndolo tardíamente) sobre el derecho de asistencia consular que
poseían tales personas. Ello ha dado lugar, ínter alia, a la interposición de peticiones ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos -por ejemplo, el caso Castillo Petruzzi-, un
pedido de opinión consultiva ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos -OC 16,
solicitada por México54-, así como tres demandas ante la Corte Internacional de Justicia -casos
Breard, La Grand y Avena y otros nacionales mexicanos-. Así, dichos órganos internacionales
han tenido ocasión de interpretar y/o aplicado el artículo 36 de la CVRC, el cual establece:

1) a) Los funcionarios consulares podrán comunicarse libremente con los nacionales del
Estado que envía y visitarlos. Los nacionales del Estado que envía deberán tener la misma
libertad de comunicarse con los funcionarios consulares de ese Estado y de visitarlos

b) Si el interesado lo solicita, las autoridades competentes del Estado receptor deberán


informar sin retraso alguno a la oficina consular competente en ese Estado cuando, en su
circunscripción, un nacional del Estado que envía sea arrestado de cualquier forma,
detenido o puesto en prisión preventiva. Cualquier comunicación dirigida a la oficina
consular por la persona arrestada, detenida o puesta en prisión preventiva, le será
asimismo transmitida sin demora por dichas autoridades, las cuales habrán de informar sin
dilación a la persona interesada acerca de los derechos que se le reconocen en este
apartado;

c) Los funcionarios consulares tendrán derecho a visitar al nacional del Estado que envía
que se halle arrestado, detenido o en prisión preventiva, a conversar con él y a organizar
su defensa ante los tribunales. Asimismo, tendrán derecho a visitar a todo nacional del
Estado que envía que, en su circunscripción, sé halle arrestado, detenido o preso en
cumplimiento de una sentencia. Sin embargo, los funcionarios consulares se abstendrán de
intervenir en favor del nacional detenido cuando éste se oponga expresamente a ello.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos interpretó que el inciso 1.a del artículo 36
consagra el “derecho a la libre comunicación”, cuyos titulares son tanto el funcionario consular
como los nacionales del Estado que envía, dado que tiene un doble propósito: reconocer el

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derecho de los Estados de asistir a sus nacionales a través del funcionario consular y reconocer
el derecho correlativo del nacional para acceder al funcionario consular con el fin de procurar
dicha asistencia.

Respecto del momento en que el Estado debe informar al extranjero detenido, esta Corte
sostuvo que “para establecer el sentido que corresponde dar al concepto ‘sin dilación’, se debe
considerar la finalidad a la que sirve la notificación que se hace al inculpado.

En cuanto a los derechos contenidos en el artículo 36 inc. 1 c, vinculados con el inciso anterior,
la Corte Interamericana destacó que su ejercicio solo está limitado por la voluntad del
individuo, al poder oponerse expresamente a cualquier intervención consular.

Para la Corte, si bien la información sobre la asistencia consular no constituye un derecho


especial en el caso de los individuos condenados a muerte, en esa circunstancia en que la vida
de un ser humano está en juego es cuando debe ser más estricta la observancia de las
garantías judiciales, entre las que se encuentra el mencionado derecho.

Por su parte, la CIJ, si bien determinó en el caso La Grand que el artículo 36 de la CVRC confería
derechos individuales y que EE. UU. había incumplido dicha disposición, no consideró
necesario expedirse respecto de si constituían derechos humanos, tal como interpretaba
Alemania.

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