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…otra cosa que me atrapa mucho de esta idea es que no es solo aplicable en el campo de
la poesía. Yo creo que, no importa el arte que sea, si el autor no está en inventar razones
para que su arte no sea visto como bello, este no lo será. Pensemos, si Picasso no hubiese
explicado que las figuras que pinta están dibujadas como vistas por todos los ángulos,
probablemente pensaríamos que es un hombre que no sabía dibujar muy bien. Sin
embargo, en realidad no nos tendríamos que ir tan lejos como para pensar en Picasso,
pensemos en la idea de la que se trata este texto; tal vez si no hubieses leído este texto ni
siquiera lo hubieras notado.
Esta forma del olvido que reniega de la aspiración a la totalidad deja aire para la propia
voz del adolescente que lee. Lo decía hace más de treinta años María Hortensia de Lacau
en su Didáctica de la lectura creadora cuando advertía – bajo el influjo del
estructuralismo – que el alumno era un lector y que la clase debía ser un encuentro entre
lectores. Reconocido como lector, no solo puede arriesgar una hipótesis y ensayar su
propia escritura sino que encuentra un lugar para sus propias lecturas. De paso damos así
también una respuesta posible al debate acerca de las relaciones de la literatura juvenil
(la literatura juvenil de autor y los bestsellers) y el canon escolar. Esas elecciones
personales (vernaculares les dicen ahora) forman parte también del conjunto coral de
textos con el que la lectura escolar dialoga para construir sentido.
II. ¡Habla memoria!
Otra de las notas que me fueron dadas a leer decía lo siguiente:
Esta cita captó mi atención debido a que, si sabemos con anticipación que la mayoría de
los cuentos borgeanos forman parte de este género, obliga a que uno preste suma
atención a los detalles, esperando a ese suceso que rompa con la realidad y haga que el
cuento dé un giro y pase a ser un relato fantástico. En este caso, ese suceso es lo que
Borges, personaje, vio a través del Aleph.
Esta nota representa el caso opuesto: la memoria (pero no el olvido) es lo que permite la
apropiación del texto por parte del lector. El conocimiento de la poética de la narrativa
borgeana y de las reglas del género disponen al lector para el encuentro. Se trata de un
encuentro afortunado (basado en las certezas) y siempre que no represente una lectura
tautológica (corroborativa o aplicacionista) parece, también, un encuentro para celebrar.
Por cierto que aquí, nuevamente, el ejercicio de escritura es lo que “protege” al lector de
la mecánica de la descripción estilística. A través de la escritura, reconoce las condiciones
de validez de su afirmación “si sabemos con anticipación”; el alcance de su hipótesis “la
mayoría de los cuentos borgeanos” y la singularidad de la obra sobre el horizonte
consabido de la poética. Subraya “En este caso” (no en todos, nuevamente) “ese suceso
es lo que Borges, personaje, vio a través del Aleph”. La teoría literaria representa para el
lector aprendiz una “lengua” (como suele decir Alberto Giordano) para formular su
hipótesis de lectura. Ni método ni matriz clasificatoria, una lengua desde la cual nombrar
una idea. Esto dicho con toda la fuerza performativa que supone el nombrar. La lengua de
la teoría designa al tiempo que crea (vuelve visible, permite comprender y reconocer) el
sentido en juego en y por la lectura.
Paul Ricoeur explica, en su libro la memoria, la historia, el olvido que las relaciones entre
imaginación y memoria han recibido dos figuraciones alternativas: el modelo del bloque
de cera y el modelo de la pajarera. El “modelo del bloque de cera” supone que aquello
que vimos, oímos o pensamos se imprime como sello en nuestra memoria. Por el
contrario, el modelo de la “pajarera” admite la identificación entre poseer un saber y
servirse de él de modo activo del mismo modo que no es lo mismo tener un pájaro al
alcance de la mano se distingue de tenerlo enjaulado. La búsqueda de un recuerdo es una
“caza”. En este sentido, el valor otorgado a la “memoria” (frente al olvido) ha estado
históricamente asociado a la enseñanza de la literatura en la escuela desde un curriculum
organizado en torno a una historia de la literatura hasta las hipótesis de cuño culturalistas
que tributan la razonable hipótesis de la transmisión generacional. En términos generales,
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esas teorías se sustentan sobre el modelo del “bloque de cera” y didácticamente implica
pensar una enseñanza de la literatura en términos de “contenidos” y en cuyo contexto la
lectura aparece generalmente retratada como una visita al museo. No obstante, en los
últimos años los discursos acerca de la lectura escolar han atendido al otro modelo, el de
la “pajarera” para señalar la importancia no solo de la conservación sino de la
transformación generalmente señalada en términos de apropiación. Desde nuestro punto
de vista, esto implica pensar en términos de invención y específicamente en su sentido
etimológico para la retórica, de “inventio”. La invención aparece, así pensada, no solo
como el llamado al funcionamiento de la imaginación sino precisamente de la
imaginación como memoria. Veamos otro ejemplo.
En otra nota de lectura, en la que la consigna solicitaba una “asociación”, otro estudiante
propone una asociación entre el personaje de Borges en el “EL Aleph” y el del Dr. Jekyll en
Dr Jekyll y Mr Hyde, la novela de Stevenson.
yo también lo relacionaría con el personaje del Doctor Jekyll de la famosa novela titulada
El extraño caso de Doctor Jekyll y el Señor Hyde escrita por Robert Louis Stevenson. La
relación que yo encuentro entre ambos personajes se debe básicamente a sus
personalidades y los temas principales del texto y de la novela.
Teniendo en cuenta las personalidades, ambos personajes son personas muy serias a las
cuales les gusta investigar y escribir. Borges se ocupa más de las críticas literarias,
mientras que el Doctor Jekyll escribe pociones y descubrimientos científicos en su diario.
Además son dos personas respetadas y con ciertos privilegios. Así mismo, los dos se
ocupan de sus deseos hacen lo que les plazca.
Y en relación a los núcleos de las historias, ambas hablan sobre cosas de la vida real, con
esto me refiero a que ambos autores escriben cosas ficticias o fantásticas, relacionándolas
con la vida cotidiana, haciendo que de alguna forma el lector se sienta confundido por la
veracidad.
¿Qué es el Aleph para cada uno de nosotros? ¿cuál es ese punto en el que convergen
todos los puntos? ¿Por qué nos cuesta explicárselo a alguien más? ¿Cómo nos hace sentir
este punto en el espacio? ¿Somos como Carlos Argentino Daneri y queremos volver una y
otra vez allí o somos como Borges y preferimos olvidarlo? Las respuestas para cada cual
las puede saber cada cual, pero lo que puedo afirmar es que todos tenemos esa cosa en
donde está nuestro universo.
intimidad sino, también, la fuerza que nos permite decir algo por nosotros mismos. Como
cuando los chicos preguntan si lo dicen “con sus palabras”. Este sería el caso y no el de la
paráfrasis. Fernando Bárcena (un filósofo de la educación autor de En busca de la
educación perdida) piensa sobre esta subjetividad que se ejercita a partir de la lectura en
torno a unos versos de Hoja de hierba de Walt Whitman:
que yo he aceptado:
Algo que parece haber interesado a mis lectores alumnos es la presencia del personaje
Borges en el cuento. La inquietud se resolvió de distinto modo en las notas de lectura;
refirieron a esa característica del cuento de diversos modos pero recorto dos en particular
para compartir con ustedes. Dice uno de esos lectores:
Si según Borges sus cuentos son fantásticos y no se relacionan con su realidad ¿Cómo es
que es tan fácil asociar la vida de sus personajes a la suya?
Lo que sí me sorprende (…) es sus constantes apariciones en los cuentos. Eso es algo que
hace que uno tenga la duda de saber si lo que está leyendo pasó en serio, o si el escritor
inventa un personaje con su mismo nombre y apellido y lo inserta (…)
de la adolescencia, cierta semejanza entre ese que es hoy y aquel que emerge de su
pasado inmediato o, también, cierto contraste, entre su identidad presente y el que era
antes de sortear ´los peligros de la edad´. La adolescencia ´participa´ del presente como
una resonancia que viene de un ejercicio reflexivo de la memoria que busca en el pasado
cómo se llegó a ser quien se es: que es la estructura básica del relato de formación.
El recuerdo de adolescencia enseña sobre cierto destiempo de la memoria en el que el
pasado tiene un carácter de actualidad que conmueve las convenciones del ´curso´
evolutivo. De este modo, ofrece cierta evidencia a la afirmación de Benjamin (1993)
según la cual “Los adultos no conciben que haya algo más allá de la experiencia, que
existan valores - inexperimentables – a los que los adolescentes sí se entregan”. Una
lectura del recuerdo de adolescencia en las escrituras del yo parece indicar que este
recuerdo representa en la memoria autobiográfica, entonces, un intento último por
aprehender esos valores frente a los cuales la madurez podría definirse, ahora, en este
nuevo contexto, como una de las formas del olvido.
Algunos de ustedes podría objetarme que esto ya no es posible; que la literatura no
ocupa en los adolescentes un lugar posible desde donde construir su subjetividad. Un
lugar a donde volver con el paso del tiempo para recordarnos quiénes somos.
Pregúntense ustedes, los que así lo crean, por qué tantos adolescentes consumen libros y
otras ficciones (en soportes digitales, series televisivas o filmes) de ciencia ficción.
Sigamos jugando con el tiempo, ¿qué significa esa promesa de futuro que, aunque
apocalíptica generalmente, siempre tiene una fisura en donde se instala un personaje
adolescente?
Por último, para terminar, una curiosidad que me sorprendió a mí misma mientras
preparaba nuestro encuentro y que aunque casual no deja de ser muy significativa para
nuestra discusión.
El Coloquio de Cerisy-La Salle, en Francia que dio origen al ensayo de Barthes “Reflexiones
sobre un manual” era un coloquio como este que hoy nos reúne. Su título fue “La
enseñanza de la literatura”. El coloquio se celebró en el emblemático año de 1968 del que
ahora se conmemora su cincuentenario. Déjenme entonces volver a decir, con todo y a
pesar de todo, con ustedes, “la imaginación, al poder”.
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