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La neuroarquitectura es una rama de la neurociencia, es decir, del campo de estudio del

sistema nervioso. Básicamente, la neuroarquitectura tiene como objetivo el análisis y la


explicación de la arquitectura y sus efectos en el estado de ánimo del ser humano.

A través del diseño emotivo, establece las pautas para construir edificaciones que mejoren
nuestro bienestar y reduzcan nuestros niveles de estrés y ansiedad.

Con el objetivo de que el ser humano se sienta a gusto en los espacios que habita, la
neuroarquitectura brinda soluciones a la influencia negativa que podría llegar a tener el diseño
arquitectónico en nuestras emociones.

Principios de la neuroarquitectura

Los arquitectos se han preocupado por construir edificaciones en las que los seres humanos se
sientan a gusto desde tiempos inmemorables. Sin embargo, la aparición de la ciencia de la
neuroarquitectura como tal es más reciente.

El entorno modifica nuestras emociones e influye en nuestros estados de ánimo. Partiendo de


esta base, la neuroarquitectura busca explicar este fenómeno y proporcionar respuestas que
sirvan para mejorar el bienestar del ser humano.

Además, este campo de estudio está fuertemente ligado con la arquitectura sostenible ya que
nos permite conectarnos con la naturaleza y mejorar, de esta manera, nuestra calidad de vida.

¿Cómo diseñar espacios siguiendo la neuroarquitectura?

El fin de la neuroarquitectura es que el ser humano se sienta cómodo con el espacio en el que
se encuentra y, por lo tanto, logre obtener un estado de relajación óptimo.

La iluminación, los espacios verdes y los colores, junto con otros elementos de diseño
arquitectónico, como los ángulos y las formas, sientan las bases para la construcción de
espacios que sigan los lineamientos de esta ciencia. ¿De qué manera?

La iluminación es el elemento clave al diseñar nuevos espacios. La luz natural genera un


ambiente más agradable y, por lo tanto, promueve nuestra concentración. Además, produce
una sensación de conexión con los espacios naturales, lo que reduce el estrés. Por el contrario,
la luz artificial obliga al cerebro a esforzarse más afectando negativamente la productividad.
Los espacios verdes ayudan a nivelar nuestra ansiedad y el estrés producidos por la sensación
de encierro. Está comprobado que las edificaciones con grandes ventanales desde los que sea
posible ver espacios naturales inciden en estado de ánimo del ser humano, promoviendo la
calma y relajación. Al igual que la luz natural, los espacios verdes fomentan la concentración y
mantienen la productividad.

La psicología del color establece los efectos que tienen las distintas tonalidades en el ser
humano y su comportamiento. Por lo tanto, es de esperarse que los colores jueguen un papel
clave en la neuroarquitectura. La naturaleza incide positivamente en nuestras percepciones y
está comprobado que los colores ligados a ella, como el verde, el amarillo y el azul, reducen el
estrés y promueven nuestro bienestar. Por esa razón, incorporar estas tonalidades en nuestras
edificaciones hará la experiencia de permanecer allí más placentera. Además, las tonalidades
rojizas captan nuestra atención e inciden positivamente en nuestros niveles de concentración.

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