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Tema 1: Introducción teórica:

problemas y conceptos de la literatura


hispanoamericana contemporánea.
TEMA 1

CONTENIDOS Y ACTIVIDADES.

1. Acercamiento teórico
¿Literatura? ¿Hispanoamericana? ¿Contemporánea?: el
necesario deslinde terminológico.
Independencia / originalidad / representatividad: claves de la
literatura hispanoamericana (Ángel Rama dixit).
La dicotomía unidad/diversidad. La división de Hispanoamérica
en regiones culturales.
La realidad “desaforada” hispanoamericana (García Márquez
dixit)

2. Seminario de lectura y comentario de textos

“El descontento y la promesa” de Pedro Henríquez Ureña (La


Nación, Buenos Aires, 29 de agosto de 1926. Seis ensayos en
busca de nuestra expresión, 1928)

“Literatura y subdesarrollo” de António Cândido (en César


Fernández Moreno (coord.) América Latina en su literatura, pp.
335-353.)
Si hablamos de “Hispanoamérica”, habría que pensar en diversos puntos.

• La población indígena, que estará presente en la literatura contemporánea de manera


transcultural, mezcladas y atravesadas por otras culturas que no son ellas, sino más bien
por otras culturas europeas.
• La diversidad y la diversidad de naciones, ya que hay una cantidad ingente de países que
tendríamos que cubrir en esta asignatura, cosa que no nos daría tiempo como tal.
o Argentina o Honduras
o Bolivia o México
o Chile o Nicaragua
o Colombia o Panamá
o Costa Rica o Paraguay
o Cuba o Perú
o Ecuador o República Dominicana
o El Salvador o Uruguay
o Guatemala o Venezuela
• La conquista y el proceso histórico de la misma, con los restos históricos que puede
quedar de eso, de la influencia aún de las metrópolis en estas naciones.
• Un territorio caracterizado por la revolución, por la tendencia revolucionaria. De hecho,
al siglo XX se le conoce como el siglo de las revoluciones hispanoamericanas. Son países
en continuo estado de efervescencia. Es muy difícil que se mantengan consolidados,
estables. Por eso mismo, es un país muy tendente también a los golpes de estado y a las
contrarrevoluciones. Sigue habiendo esta intención de búsqueda de la estabilización, ya
que está siempre en un constante cambio entre decepciones y promesas, en una
búsqueda constante de esa libertad y de la identidad propia
• La naturaleza es también un elemento muy importante. Sirve como elemento de
identidad clara para las naciones hispanoamericanas, con la selva como una especie de
identidad nacional. Además, son espacios muy beligerantes, comparado con la literatura
europea. Es una de las señas de identidad y se va a seguir utilizando.
• Sin embargo, el elemento que ya llevaría la literatura hispanoamericana es el
“subdesarrollo”. Tenemos que ser conscientes de que muchos de estos países, bajo esas
características que hemos citado anteriormente, hace que tengan dificultades
económicas graves, con grandes diferencias sociales y con economía sometida en
muchísimos casos al dominio extranjero. Son países políticamente independientes (en
apariencia), pero son países intervenidos económicamente. Sí que es cierto que estos
países muestran esa inestabilidad económica en mayor o menor medida. Son países
muy ricos a nivel natural (fruta, minerales, petróleo, etc.), pero esa riqueza no consigue
trasladarse a la forma de vida de sus habitantes. Eso genera sociedades muy inestables,
muy complejas. Sí que es cierto que hay países que han conseguido crear una clase
media más amplia y estable, pero no es el caso en muchos de estos países, y muchísimo
menos cuando hablemos de principios del siglo XX.

Una complicación que tenemos nosotros como estudiantes de la academia aquí en España, es
que leemos estos textos desde nuestra propia perspectiva de lectores europeos, acercándonos
a una literatura que no nos pertenece. Esto lo tenemos que tener muy en cuenta, ya que la
conocemos desde fuera, como extranjeras. Nos va a resultar muy complicada alcanzar esta visión
desde parámetros propios hispanoamericanos.

Es importante hablar entonces de qué entendemos cuando hablamos de “Hispanoamérica”


como una identidad, y lo que legitima ese término. Entonces, podríamos decir de la lengua como
ese elemento en común, que une estos territorios en una identidad unificadora. Es importante
la presencia de lo lingüístico, aunque habría más razones que apelan a la unidad, dentro de la
diversidad. Dos términos que, a pesar de ser contrarias, son claras identidades de lo que aquí
vamos a tratar. A partir de la lengua, también es factible el uso de otros términos que no son
solo el de “Hispanoamérica”. Otro concepto que se empieza a utilizar mucho como sinónimos,
aunque no lo son del todo es “Latinoamérica”, que también es unificado por la lengua, pero son
aquellos que son de tradición latina, pero no el español concretamente. Entonces, en
Latinoamérica estarían los países donde ha estado presente la colonización, pero también donde
funcionan las lenguas francesa y portuguesa, como es el caso de las islas del Caribe francés o
Brasil. Otro término que se suele utilizar es “Iberoamérica”, aplicando únicamente a las lenguas
de la Península Ibérica, español y portugués. Ahora, hay también críticos y teóricos que incluyen
a Brasil, puesto que las condiciones del país lusofalante son muy semejantes a las de las naciones
hispanoamericana.

Esto genera algunas consecuencias inevitables. Una de ellas


es, por tanto, qué pasa con aquellos países que hablan
lenguas indígenas. Eso, al utilizar lenguas propias de esos
territorios, no entrarían en nuestro corpus. Esto hace,
además, que haya poca producción en esos idiomas, dentro
de dos fuerzas: fuerzas que intentan potenciar el uso de las
lenguas autóctonas, y las que buscan una alfabetización, una
conciencia de lo escrito, que está en la tradición española y
no en la indígena. Hay una fuerza que busca el valor estatal
de estas lenguas indígenas, como el quechua o el guaraní, y
otros que buscan esa universalización, ya que el español te abre unas puertas de difusión
gigantescas internas y externas. E, incluso, tenemos el caso de México, en el que existe una
variedad ingente de lenguas indígenas dentro del mismo territorio.
Esto da que, si tenemos una lengua en común, que es el español, si estamos haciendo una
especie de mirada internacional tomando esos países como unidad, ¿por qué lo separamos de
España? Si usamos el español como el único elemento en común, también tendría que entrar el
país europeo. O territorialmente, ¿por qué separamos la hispanoamericana de otra literatura
que no pertenecería a nuestro territorio nacional? Entonces, ¿está bien separar entre las
literaturas?

En este sentido, vamos a utilizar las teorías de Ángel Rama, un crítico de literatura
hispanoamericana de origen uruguayo. Publicó Transculturación narrativa en América Latina
(1982) en la que, en los capítulos primeros, da una mirada muy interesante introductoria a la
realidad hispanoamericana. Va a decir, por tanto, que de alguna manera sea propio de la
literatura hispanoamericana, que no estén en el resto de las literaturas.

Entonces, él habla de tres motores básicos de esta literatura:

1. Es una literatura que nace unida y nunca ha dejado de estar unida a la idea de
independencia. Él piensa que esta necesidad de independencia es una necesidad que
sigue estando vigente en la literatura hispanoamericana.
2. La originalidad. Todas las literaturas buscan esa originalidad, pero aquí hablamos de un
sentimiento más fuerte.
3. La representación. Contar con la literatura como un mecanismo de autorrepresentación

Gabriel García Márquez, al ganar su Premio Nóbel, da un discurso titulado La soledad de América
Latina (1982) en el que habla de su identidad hispanoamericana y de la soledad del pueblo
latinoamericano. Él empieza hablando de las circunstancias “pavorosas” de la realidad
latinoamericana: conquista, dictadura, desaparecidos, etc. Él no habla de su nación, sino de su
identidad latinoamericana. Habla de ese continente como “un continente de leyenda”, que
nunca ha estado ajeno a lo asombroso. Habla sobre la dificultad de la literatura y de sus técnicas
para hacer creíble la vida hispanoamericana, porque los recursos tradicionales de la tradición
literaria no estaban hechos para hacer creíble la vida americana, sino la europea. Es decir, ellos
heredan una realidad literaria que no les representa y no les sirve.

Esta cuestión de la representación trae al hilo otro elemento que vamos a ver en la literatura
hispanoamericana, y es que la cultura tiene una importancia super potente, porque es lo único
que ha conseguido atravesar las fronteras y que nos llegue fuera de sus fronteras, por lo que hay
ese sentimiento de representación. Si pensamos en figuras que han tenido proyección
internacional fuera de Hispanoamérica, son principalmente personajes relacionados con el
mundo de la cultura, ya no solo en literatura (Vargas Llosa, Neruda, García Márquez), sino
también en la música (Chavela Vargas, Pablo Milanés, Shakira).

Estas tres nociones de Rama, por tanto, nos permite hablar de Hispanoamérica como una
entidad unitaria, como algo que tiene ciertas fuerzas que la unifican. En ese esfuerzo por
entender la diversidad, baja y comienza a dividir Hispanoamérica en tres regiones culturales,
utilizando términos que vienen de la sociología y la etnografía:

a) Indoamérica: Región cultural de aquellas zonas donde había cultura indígena muy
poderosas que han perdurado. Aquellos países donde hay una base étnica y cultural
indígena. Naciones como Perú, Bolivia, México o Paraguay entrarían en esta
circunstancia. Suelen ser países que vivían mucho de la minería, ya que los indígenas
fueron mano de obra barata para trabajar en las minas
b) Afroamérica: Aquellos países en los que por las condiciones demográficas había poca
población indígena, y debido al tipo de economía que se estableció, necesitaban mano
de obra y entonces se trajeron esclavos desde África, y esa población africana, ya
liberada, forma parte de la identidad de estos países. Eso se evidencia también
racialmente, por la presencia de negros o mulatos. Esto es el caso de Cuba, por ejemplo.
c) Iberoamérica: Aquellos países en los que la base indígena casi desaparece por la
colonización. La había, pero no eran muy potentes, y no dejan casi vestigios, y son países
que se crean por la llegada de inmigración europea. Países que entran aquí son, por
ejemplo, Argentina o Uruguay. Son países de grandes extensiones ganaderas, y países
donde está muy vigente la noción de “inmigración”, del criollo, y de las raíces
deslocalizadas. Son países de acogida, y tienen por eso también ese caos de los orígenes.

Esta división en tres grupos se evidencia mucho en la literatura, ya que ese bagaje cultural está
muy presente en la forma en la que cada uno se va a afrontar al desafío literario.

Pedro Henríquez Ureña publica el artículo El descontento y la


promesa (1926) en el periódico argentino La Nación, aunque
aparecerá posteriormente en una colección del propio Ureña
titulada Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928). Es
un título muy interesante, porque presenta muy bien la
literatura hispanoamericana de la realidad de estos territorios.
Dos conceptos, a priori, contradictorios entre sí, pero si nos
centramos más profundamente, se retroalimentan entre sí. Esta
tendencia a lo “desmesurado”, a la utopía, de lo grande, la
esperanza, la promesa, es algo que está muy presente en el pensamiento americano desde el
siglo XIX, cuando comienzan a formarse esas naciones. El descontento vendría porque la
promesa no se cumple. Cuando esa expectativa de grandeza no termina de consolidarse, genera
ese descontento, y a su vez, el descontento obliga a generar una nueva promesa, en un
movimiento cíclico. Hay una continua conciencia de búsqueda y de fracaso, pero no un fracaso
destructivo que anule la propia sorpresa. Esto se convierte, a su vez, en un motor constante de
creación.

“Apenas salimos de la espesa nube colonial al sol quemante de la


independencia, sacudimos el espíritu de timidez y declaramos señorío sobre
el futuro. Mundo virgen, libertad recién nacida, repúblicas en fermento,
ardorosamente consagradas a la inmortal utopía: aquí habían de crearse
nuevas artes, poesía nueva. Nuestras tierras, nuestra vida libre, pedían su
expresión.”

o LA INDEPENDENCIA LITERARIA

Lo primero que hace el autor es una genealogía de la literatura hispanoamericana, recogiendo


momentos clave desde el siglo XIX hasta comienzos del siglo XX, de forma cronológica, ordenada.
Por poder destacar, se puede decir que habla del Modernismo como la primera vez que la
literatura hispanoamericana gesta como una voz propia, y que a su vez se exporta desde
Latinoamérica. También es verdad que el Modernismo surge nutriéndose de la poesía francesa,
aunque termina generando una poética propia (Darío, Martí), que consigue influir en la poesía
extranjera. Además, las vanguardias son descritas como “juventudes inquietas, que se irritan
contra sus mayores y ofrecen trabajar seriamente en busca de nuestra expresión genuina”.

o TRADICIÓN Y REBELIÓN

Este nos va a hablar de dos fuerzas antagónicas que están presente en esta literatura: seguir la
tradición, sobre todo europea, ya que estos países apenas tienen tradición. Empieza a haber
tradición, aunque estamos hablando de únicamente un siglo. Seguir la doctrina de la tradición o
buscar una voz totalmente original. El Romanticismo tiene una fuerte influencia en la literatura
hispanoamericana desde su inicio. La postura de Henríquez Ureña es que […] se ha usado una
tradición y se la ha renovado. Aquí la apuesta de Ureña es por no desaprovechar esa tradición
compartida, que el afán de independencia no nos lleve a borrar una tradición de la que podemos
aprender, quitando el hándicap de no poder aprender y tomar esa tradición, aunque no sea
propia de estas nuevas naciones.
“El problema de la expresión genuina de cada pueblo está en la esencia de la
revolución romántica, junto con la negación de los fundamentos de toda
doctrina retórica, de toda fe en "las reglas del arte" como la clave de la
creación estética. Y, de generación en generación, cada pueblo afila y aguza
sus teorías nacionalistas, justamente en la medida en que la ciencia y la
máquina multiplican las uniformidades del mundo. A cada concesión práctica
va unida una rebelión ideal.”

o EL PROBLEMA DEL IDIOMA

En comparación con otras artes, como la pintura y la música, sí que la herramienta puede sentirse
más independiente de esos antiguos procesos colonizadores, mientras que la literatura, ese
idioma impuesto es la propia herramienta. La literatura es un idioma impuesto, un idioma
recibido, y que conlleva una forma de pensar y de sentir ligado al idioma, y que es complicado
hacer algo totalmente independiente y puro “nuestro” con algo que no es de esa población.

“En literatura, el problema es complejo, es doble: el poeta, el escritor, se


expresan en idioma recibido de España. Al hombre de Cataluña o de Galicia
le basta escribir su lengua vernácula para realizar la ilusión de sentirse
distinto del castellano. Para nosotros esta ilusión es fruto vedado o
inaccesible. ¿Volver a las lenguas indígenas? El hombre de letras,
generalmente, las ignora, y la dura tarea de estudiarlas y escribir en ellas lo
llevaría a la consecuencia final de ser entendido entre muy pocos, a la
reducción inmediata de su público. […] No hemos renunciado a escribir en
español, y nuestro problema de la expresión original y propia comienza ahí.
Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir, y cuanto en
él se escribe se baña en el color de su cristal. Nuestra expresión necesitará
doble vigor para imponer su tonalidad sobre el rojo y gualda.”

Aquí estamos hablando de la escritura como una forma de expresión genuina. Está hablando de
cómo encontrar la propia expresión, original, propia e independiente. Si un pintor o un músico
quiere buscar una expresión propia, movida por la independencia y desligada de la antigua
metrópolis, con la literatura no es tan fácil, porque se hace en español. Ya en esa materia básica,
está la huella y la evidencia del proceso colonizador.

Cuando hablamos de “Hispanoamérica”, tenemos el concepto del idioma como enlace entre
todos ellos. Las identidades nacionales se basan mucho en tener el hecho de tener un idioma
diferente, pero aquí no tenemos. Podemos tener idiolectos, pero el idioma es el mismo.
Entonces, de ahí viene esa pregunta. Sin embargo, si hablamos de las lenguas indígenas, estamos
hablando de algo que te imposibilita acceder a un posible lector y a un mercado mucho más
amplio. Si tú escribes en quechua, vas a tener muy pocos lectores. La posibilidad de poder
escribir en español y que te entienda todas las regiones hispanoamericanas y España es mucho
más atractiva. No obstante, ha habido casos de escritores en lenguas indígenas posteriores a la
publicación de este artículo, o que han mezclado la lengua indígena con el español en sus
literaturas, por el interés que surge a partir de los años 80, y ese interés hace que haya posibilidad
de encontrar literatura escrita en esos idiomas. Sin embargo, es muy minoritario. Luego también
porque le exigimos al escritor que conozca ese idioma, porque hay muy pocos escritores que
conocen la lengua indígena, ya que la mayor parte de estos escritores tienen el español como
lengua materna. De ahí surge esa problematicidad. Crear algo original en un idioma no original
presenta ese obstáculo.

Uno de los ejes más importantes es la irreverencia con la que se trata el lenguaje, y su capacidad
de jugar y transformarlo, para tratarlo sin respeto, quizás por sentirlo como un elemento no del
todo propio, que les permitiría jugar más con él. Los escritores hispanoamericanos van a sortear
ese obstáculo, ya que uno de los ejes más importante de esta literatura es tomarse el propio
lenguaje como un juego, y la capacidad que tienen estos escritores de hacer con el español lo
que les da la gana, para transformarlo, tratarlo sin respeto, juguetonamente, quizá por no
sentirlo como un elemento no propio. Por eso se va a sentir con una actitud irreverente. La
vanguardia hispanoamericana va a ser mucho más atrevida que en la literatura española, y parte
de ello es eso, ya que se siente como algo artificioso o ajeno. Otra forma de sortear este
problema sería la de utilizar las lenguas indígenas, sobre todo de aquellos que las conozcan, ya
que los que no, sonarán más artificiosamente.

Una tercera forma es la de utilizar sin sentimiento de inferioridad los idiolectos de cada región.
Los primeros escritores que vamos a ver, cuando utilizan algún termino propio de su país, en
muchos casos se esfuerzan por aclararlo, porque se están dirigiendo a un público que sabían que
no lo entendían. Muchos de ellos incluían incluso un glosario. Este gesto de poner un glosario
implicaba un sentimiento de inferioridad, ya que metían la palabra en los discursos de los
personajes (no del narrador) del lugar, y entonces lo utilizaban como elemento casi folclórico, y
entonces ponían un glosario entendiendo que los lectores no iban a entender esa terminología.
Con el paso de los años, vamos a ver cómo los autores van a tener menos reparo en utilizar esta
terminología, y la van a utilizar más conscientemente. No adaptarán el idioma local a un
castellano estandarizado, sino que usarán sus dialectos, y si los leemos, ya se encarga el lector
en entenderlo, no es trabajo ya del escritor.
o LAS FÓRMULAS DEL AMERICANISMO

Los temas y elementos clave que se han utilizado como fórmulas o mecanismos para generar
una conciencia propiamente hispanoamericana:

1. La naturaleza: Incluso los autores más recientes van a mantener ese juego de miradas
(admiración o crítica) a la natura autóctona, de la naturaleza como un espacio particular,
de conciencia ecologista o de los problemas con el agua
2. El indio: Hay una tendencia a lo largo de la narrativa sobre todo, tanto el indigenismo de
los años 20 y 30, como el neoindigenismo, más de los años 60, de una cultura propia,
que no mantiene la conexión por la metrópoli. Esto, sin embargo, no es algo global, ya
que hay zonas donde no tendrán una valencia a nivel nacional
3. El criollo: Un concepto que va a ir progresivamente teniendo menos vigencia, menos
sentido. Sin embargo, va a haber otras razas que van a estar muy implicadas. También
es visible la influencia del mundo oriental, de la población inmigrante de países como
China y Japón. Esta mezcla de culturas va a ir produciendo una literatura propia. Aquí
entra en escena el concepto de la transculturación, ese dialogo conflictivo entre
distintas culturas.
4. El dictador: Es una temática, la del abuso de poder de una figura unipersonal, que
parecía que estaba superada, pero no. Esto va a producir un tipo de novela, la “novela
del dictador”, que va a coger gran fuerza
5. Las megalópolis: Estas grandes ciudades (Buenos Aires, Ciudad de México, São Paulo),
enormes, creando un paisaje que se entiende como algo caótico, las diferencias entre
los barrios que pueden ser abismales. Esas ciudades que son como entes vivos va a
generar una temática en la literatura muy interesante
6. La violencia: No ya la de la dictadura, sino otro tipo de violencia, en muchos casos en
relación con el narcotráfico
7. El análisis psicológico: Sobre todo en esta parte iberoamericana, es una literatura que
tiende mucho a la introspección
8. Las migraciones: Los desplazamientos interiores y exteriores, en esta huida hacia Europa
o América del Norte, en esta literatura del tránsito. Se abre a esa necesidad de
desplazamiento, muchas veces forzado por razones políticas o económicas.
o EL AFÁN EUROPEIZANTE y LA ENERGÍA NATIVA

Otro elemento problemático, una situación compleja, que tiene que ver con el idioma, aunque
va más allá, siendo también una cuestión de ideología, cómo en algunos países de
Hispanoamérica hay un fortísimo afán por asemejarse a Europa, y hasta qué punto ese afán
puede incurrir, si hablamos de la literatura, en un proceso imitativo acrítico o en una posibilidad
de nutrirse de esos referentes, pero para construir una expresión propia.

Para Ureña, la clave está en la mezcla de ambas cosas, retirando ese afán, pero sí mantener o
respetar una cierta apropiación de la cultura europea y hacerla pasar por la energía de lo propio.
Para Ureña, eso es lo más enriquecedor para un posible escritor. No están intentando imitar a
Europa, pero sí apropiándose de aquello. Tampoco tener como limitaciones a la hora de
apropiarse de lo europeo. Lo más interesante es que, por muy europeizante que sea, va a tener
ese espíritu nativo. Un caso es Borges, un escritor radicalmente argentino pero muy europeísta,
ya que tiene la capacidad para asumir muchas tradiciones europeas, muy diversas, sin quedarse
con ninguna al final. Borges no imita el pensamiento europeo, sino que lo usa, lo utiliza.

“El compartido idioma no nos obliga a perdernos en la masa de un coro cuya


dirección no está en nuestras manos: sólo nos obliga a acendrar nuestra nota
expresiva, a buscar el acento inconfundible.”

Sin embargo, no hay que dejarse llevar por eso de forma acrítica. Tenían que buscar su propio
acento, su propia tradición, dentro de ese “coro” que es la tradición europea.

o EL ANSIA DE PERFECCIÓN y EL FUTURO

Hay una actitud optimista, pero para ello tiene que imperar algo tan sencillo y difícil como el
ansia de perfección. No es cuestión de imitar o no imitar, sino que la literatura solo es perfecta
si tenemos la ambición de alcanzar esa perfección artística. Una voluntad de trabajo y de
esfuerzo. Habla de no contentarse con el hallazgo ajeno, del extranjero o del compatriota, sino
que hay que buscar una expresión honesta.
Por otro lado, António Cândido publica también Literatura y
subdesarrollo (1972), recogido posteriormente en América
Latina en su literatura (1972), un artículo donde nos habla
de cómo influyó esa visión del subdesarrollo a lo largo del
siglo XX en los pensadores latinoamericanos, cómo hay un
quiebre para entender este subdesarrollo, y esto cambia la
literatura.

Antes de esos años, se entendía el subdesarrollo como la


idea del “país nuevo”, donde todavía se definen a sí mismos
de esta forma, y el subdesarrollo se achaca a esa novedad.
Aquí hay una “conciencia amena” del subdesarrollo. Es decir,
lo consideran una situación transitoria, porque con esa riqueza natural y el potencial que sienten
que tienen, ese subdesarrollo no puede durar. Es solo una consecuencia de que todavía son
países inmaduros. Esto está vinculado con esa idea de “promesa” que veíamos en el texto de
Ureña. Están a la expectativa, en ese “todavía no”. No lo ven como algo sistémico, sino como algo
circunstancial, y, por tanto, para ellos su modelo ideal está en Europa. Ellos quieren parecerse a
Europa y aspiran a eso. Sienten que ese va a ser su destino. Cuando hablamos de la literatura,
de hecho, estamos hablando de una literatura que está más centrada en dirigirse a un lector
europeo, más que al propio, ya que lo sienten más cercano. Para ellos, sus receptores ideales
están fuera. Sin embargo, sienten que la realidad a la que ellos pertenecen, donde reconocen
sus valores artísticos altos, no están con ellos. Esa conciencia de país nuevo le lleva a tener una
proyección utópica sobre su futuro. Hay un interés por lo exótico, porque sienten como exótico
lo propio, ya que lo miran desde Europa. Está esa conciencia de optimismo social, una conciencia
de la propia grandiosidad como algo positivo, como algo bello, una expectativa. Aparece la
naturaleza, pero como un elemento grandioso, fascinante.

Lo curioso es que, paulatinamente, el descontento va a terminar comiéndose la promesa. Es


decir, cuando dejen de ser “países nuevos” y se sigan manteniendo ese subdesarrollo, empezará
a problematizarse esa cuestión. Empezará a asumirse que son países subdesarrollados, donde
no es algo temporal, sino algo sistémico. No es un problema que tiene que ver con la juventud
del país, sino más bien con que se tienen que hacer cambios en el propio sistema para poder
cambiar esa realidad. Se va a dar lo que Cândido va a considerar de una “conciencia
problemática”. No es una promesa, sino un problema que hay que resolver, un sistema que hay
que modificar. Por tanto, se empiezan a dar los movimientos revolucionarios porque veían ese
cambio sistémico. Entonces, Cândido dice que a la literatura lo que le ocurre es que la propia
literatura se vuelve problemática y se revoluciona a sí misma: va a empezar a experimentar y a
darse cuenta de que tienen que cambiar también la literatura. Curiosamente, van a entrar en
una mayoría de edad al empezar a entender que no quieren parecerse a Europa y comprender
cómo es su realidad nacional, en una visión más clara y lúcida de su propio mundo. Esto afecta
a muchos niveles, sobre todo a los autores, incluyendo el hecho de escribir en unos países donde
va a tener pocos lectores.

Con la llegada de una educación reglada, él alerta el peligro de que no se está favoreciendo que
la gente lea literatura, no se está creando del todo ese ámbito, ya que la gente lo que suele elegir
es la cultura pasiva, que no dejamos de preocuparnos por ello. Pero no solo eso, sino que si no
hay un público que acepta la literatura. Entonces se plantean dos salidas a esta problemática, y
es que los escritores o se centran en una literatura más light o escribe para lectores extranjeros.
De hecho, muchos escritores se han ido a otras naciones con mucho más desarrollo, como
Estados Unidos o los territorios europeos. Sin embargo, Cândido dice que, si nos seguimos
centrando en Europa, seguimos anclado a los antiguos dominadores, ya que buscamos atraer a
ese público, y no se llegaría a una literatura verdaderamente hispanoamericana.

Otro elemento muy interesante, que vamos a ir viendo para saber cómo funcionan estas
literaturas nacionales es tener o no modelos literarios propios. Cândido habla de que, en estas
primeras décadas, no hay apenas modelos propios. No hay una tradición consolidada de esa
literatura propia. Entonces, la escritura nace de modelos que hemos asumido, aunque después
decidamos romperlos. Sin embargo, un escritor empieza a escribir leyendo, construyendo así su
voz. Cuando estos escritores escriben copiando modelos externos, se va haciendo poco a poco.
Entonces, evidencia la importancia de Rubén Darío, porque sí que somete una voz propia. Por
eso su importancia dentro de la literatura hispanoamericana. Sin embargo, paulatinamente irán
llegando los fundadores de la poesía hispanoamericana contemporánea. Entonces, cuando
asumes que hay referentes no europeos, sino autóctonos, empiezas a tener referentes propios
de esa realidad hispanoamericana. No tiene por qué haber referentes nacionales, pero poco a
poco, surgiendo esto, sí que puedes tener referentes de tu identidad nacional, surgiendo voces
que apelan a tu mundo. Entonces, Cândido comenta cómo a partir de los años 40 o 50, comienza
a haber estos referentes propios, que dejará huella en toda la literatura hispanoamericana a
partir de este momento.

Otro elemento es la capacidad crítica de los estudiosos de la literatura, cómo cuando empieza a
haber una producción más constante y cuando empiezan a haber modelos propios y se deja de
haber una mirada a lo ajeno, esto da como tal una crítica más importante, sin dejarse llevar con
modelos vacuos. La crítica literaria no supo captar al principio que eso tuvo valor. Eso, según el
autor, dice que crea modelos débiles, ya que les daría vulnerabilidad a esas tradiciones literarias.

Con sentimiento de inferioridad, Cândido nos habla de una literatura en la que el autor se
enfrenta a unas fuerzas inmensurables de la literatura. El escritor hispanoamericano siente que
tiene que atraerlo, intentando entrar en ese mercado, poniéndole las cosas más fáciles. En el
mundo hispanoamericano, sin embargo, ese sentimiento de inferioridad irá desapareciendo
conforme se cree esa conciencia propia, en toda la certeza de crear una literatura propia.
Paulatinamente, esta literatura va a poder asumir los modelos europeos sin ese sentimiento de
inferioridad. El escritor no va a sentir que se debe a esas literaturas, sin sentirse minusválidos,
con una capacidad de estar a la altura de los europeos. Eso genera determinadas consecuencias
en el texto: ya no ponemos glosarios que ayuden a seguir las palabras de mi propia realidad

Al final habla de regionalismos, y él usa el término de “hiperregionalismo”, que nosotros


utilizaremos de la “literatura de la transculturación”. Él habla de una fase primera más exótica,
en un afán didáctico y de trasparentar esas realidades nacionales de una forma sencilla, también
para un lector externo; y después, la forma también se va a volver problemática. No solo se van
a tratar realidades a nivel diferencial, sino que también se va a plasmar esa diferencia a nivel
textual. El nivel que se exige de un lector cuando se acerca a Vargas Llosa no tiene nada que ver
con cómo lo hace Gallegos.

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