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Sócrates y la ética
Según Aristóteles, Sócrates se preocupó exclusivamente de cuestiones
éticas. En la Metafísica dice: “Sócrates no se interesó en absoluto en aquello
que concierne a la naturaleza (physis); solamente se interesó en ta éthika”
La palabra éthos en griego significa “carácter”, “modos de ser” y también
“costumbre”. Por lo tanto, la frase de Aristóteles podría traducirse como:
“Sócrates se interesó en las cosas que conciernen a los modos de ser”.
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Aunque, según vimos, los filósofos anteriores, pre-socráticos querían encontrar
una explicación coherente de la realidad del todo para “vivir en armonía” con el
universo (tenían un interés en buscar reglas de vida); lo que caracteriza a
Sócrates en este sentido fue su interés exclusivo y evidente por estas
cuestiones que hacen a la vida del hombre. Por eso se dice, cuando se
hace historia de la filosofía, que con Sócrates el problema antropológico y
el de la ética aparecen como temas nuevos.
Tal como veremos en el diálogo Apología de Sócrates de Platón, en
Sócrates no puede trazarse una distinción entre su filosofía y su manera
de vivir. Sócrates vivió filosofando y esto, según él mismo lo declara,
quiere decir: “Vivir sometiéndome a examen a mí mismo y a los otros”
(Apología 28e).
Esta va a ser la tarea a la que Sócrates dedique toda su vida; pero ¿con
qué fin?, con el fin de mejorar la personalidad de sus conciudadanos. Es
necesario detenerse en esta noción de “personalidad” para entender su
significado en la filosofía de Sócrates. En el diálogo Critón Sócrates afirma
que hay que cuidar el alma, ocuparse de ella, como si fuera una plantita que
exige atención. Y en otro momento del mismo diálogo dirá: “Lo importante no
es vivir, sino vivir bien”.
La pregunta que surge es ¿qué relación hay, para Sócrates, entre vivir
bien y cuidar el alma? ¿qué significación tiene el alma o la psykhé para
Sócrates?
La psykhé y la virtud
Para Sócrates el alma es el verdadero “yo” de la persona. Es el núcleo de
la personalidad. Y con esta palabra nos referimos a esa unidad que consagra la
especificidad de cada uno. El alma reúne las características que hacen que una
persona sea distinta de otra. Esta asimilación entre el “alma” y el “yo” es la
novedad socrática (si consideramos teorías anteriores que, por ejemplo,
relacionaban el alma a la respiración).
Sócrates sostiene que hay que mejorar el alma, cuidarla, promocionarla,
pues ésta constituye el bien supremo del hombre. Es lo que él promueve
cuando, deseando despertar a sus conciudadanos, los interroga y los induce a
buscar en ellos mismos, en su interioridad los valores que han de regular la
vida de la comunidad. Dedicarse a cuidar el alma para ser “mejores” cada
día.
En Apología 38a Sócrates dice: “Para todo ser humano, el bien supremo
consiste en interrogarse todos los días a propósito de su perfección (o
virtud) y de todo aquello sobre lo cual me escuchasteis siempre discutir,
cuando me someto a mí mismo y a los otros a este examen sin el cual la vida
no vale la pena ser vivida”.
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Veamos entonces, para los griegos, la virtud es la perfección y la
perfección consiste en conocer. La perfección es conocimiento.
Y para Sócrates el alma pasa es la sede de las emociones, las
sensaciones y fundamentalmente la sede del pensamiento.
Si tomamos la frase “Conócete a ti mismo” (aforismo inscripto en el templo de
Apolo en Delfos y que forma parte constitutiva de la mentalidad griega)
podemos decir que la perfección de cada individuo comienza por
conocerse a sí mismo. Conociéndonos a nosotros mismos podemos
llegar a ser virtuosos.
Y aquí retomamos la fórmula que Sócrates enuncia en el Critón, diálogo que
narra la estadía de Sócrates en la prisión y los argumentos que él da a los
amigos que le proponen fugarse. Él les dice que no teme a la muerte y que “Lo
importante no es vivir, sino vivir bien; y vivir bien es vivir como se debe”.
Sócrates vivió siempre según ciertos valores, y cuando la ley lo condenó, él
decidió respetarla pues es lo que siempre había preconizado. Para Sócrates,
una vida donde se reniega de los propios valores no merecería ser vivida.
El método socrático
Así como Heráclito decía que el exceso de conocimientos no educa a la
inteligencia. Sócrates podría haber dicho que el exceso de conocimientos,
tener mucha información, no es lo que educa al “yo”. Para él, el conocimiento
sea válido es aquel que surge de uno mismo, es el que se puede hallar en el
alma después de hacer cierto camino, cierto esfuerzo o examen.
Entonces la pregunta sería ¿De qué manera podemos producir nosotros
mismos un conocimiento?
Habrán escuchado hablar de lo que se conoce como el método socrático.
Algunos le adjudican dos y otros, de tres etapas, y consiste justamente en el
trabajo necesario para sacar el conocimiento de nosotros mismos.
El punto de partida es la propia ignorancia. Para que la adquisición del
conocimiento no esté viciada por algo que ya tenemos, el receptáculo del
conocimiento, a saber, el alma, tiene que estar pura. En griego está la
palabra kátharsis -que usará Aristóteles-: que significa purificación,
Aristóteles la usa para referirse a la purificación de emociones que se produce
en el espectador de una tragedia.
Sócrates no habló de esto, no describió su propio método (entre otras cosas
porque no lo llamó así). Pero él hizo el elogio de su propia ignorancia: “Sólo sé
que no sé nada”. Es decir, cuando el alma está vaciada de conocimientos
(prejuicios, suposiciones, creencias etc.) recién puede uno disponerse a
conocer.
Este estado (de ignorancia) es el que Sócrates intenta reproducir en la
gente con la cual él conversa. Se sabe que Sócrates interrogaba a gente
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por la calle, decía que lo hacía guiado por su daimon, como una especie
de intuición que le indicaba a quién valía la pena interrogar.
Hay que tener en cuenta que Sócrates utiliza este método en el dominio
moral. Todos los ejemplos que encontramos de búsqueda socrática (de
interrogación a la gente), son interrogaciones que giran alrededor de lo
que hoy llamaríamos “valores”. Sócrates nunca pregunta, por ejemplo: ¿qué
es una silla?, justamente porque su filosofía está orientada a la constitución
del “yo” de una persona, lo que le importa son cuestiones como: ¿qué es
la justicia?, ¿qué es la piedad?, ¿qué es el bien?, ¿qué es el coraje? Y ese
saber no viene de afuera sino que cada uno lo tiene que buscar y sacarlo
de adentro suyo.
En griego, la raíz de “mayéutica” es maya, que es el nombre de la diosa de las
parteras. La madre de Sócrates era partera y él decía entonces que, al igual
que su madre, ayudaba a producir algo: a dar a luz los conocimientos que
alguien tiene en su interior.
Vivir bien, entonces, es construir y cuidar el alma con conocimientos que
nosotros mismos producimos -si somos bien guiados-. es ahí que el “yo”
se constituye.
Al leer en la Apología podrán comprobar la forma irónica con la que Sócrates
se dirige al jurado durante su defensa y también en otros detalles, se entiende
entonces que alguien como Sócrates pudo haber molestado a sus
contemporáneos. Incluso interrogó a gente importante de la ciudad para ver si
podían justificar el rol que ocupaban en la sociedad. En el diálogo platónico
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Eutifrón interroga respecto de la noción de piedad a un sacerdote muy
conocido en la época. Interroga a sofistas importantes como a Protágoras y a
Gorgias, también a un general del ejército como Laques (todos personajes que
conocemos por los diálogos platónicos). Y todos ellos terminan irritados con las
preguntas que Sócrates les dirige y perturbados al descubrir su no saber.
Tal vez lo que más pudo haber impactado a los coetáneos de Sócrates fue
la coherencia total que tuvo entre su manera de ser y pensar. Eso es
esencial en la filosofía. Llegar a una conclusión sobre uno mismo y sobre
las cosas y vivir de acuerdo con eso. Esta coherencia entre la manera de ser
socrática y sus ideas se observa cuando en el juicio se le propone una pena de
sustitución, no filosofar más, y él les responde que no puede hacer eso pues
¿Qué sentido o interés podía tener una vida sin filosofar?
Sócrates vivió interrogando a la gente. Se sabe que fue buen ciudadano y que
cumplía con todo lo que la polis ateniense le encomendaba; y cuando esta polis
lo condena a muerte él lo acepta. Al final del Critón, Sócrates usa un recurso
para disuadir a su amigo que le propone fugarse y le dice: “Si yo me escapara,
vendría las leyes y me dirían” (las leyes aparecen personificadas – como en
una obra de teatro- y le hablan): “Gracias a nosotras te educaste, te casaste y
nos defendiste en la guerra, y ahora ¿te vas a escapar como un cobarde,
disfrazado de mujer?” Sócrates se quedó y murió bebiendo la cicuta.
Cuando Aristófanes (poeta escritor de comedias del siglo V) escribió la
comedia Las nubes -en la cual Sócrates juega el rol principal -, el Sócrates
histórico tenía unos 40 años. De manera que ya era famoso por ese entonces
así que debió comenzar a actuar desde muy joven y continuó hasta los 70
años. Vale decir que en toda su vida debió haber producido bastantes olas en
la sociedad ateniense como para justificar que hoy- tantos siglos después
sigamos hablando de él.
Hay además otro fenómeno que destacar y es que todas las escuelas
filosóficas antiguas post-socráticas derivan de Sócrates. Si Sócrates no
hubiera vivido y muerto de esta forma tan especial, quizá muchos
atenienses no hubieran visto la necesidad de filosofar. Porque es la
muerte trágica de Sócrates la que lleva a ver qué es lo que se puede hacer
para modificar la sociedad.
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