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Alfredo Ávila
Jordana Dym
Erika Pani
coordinadores
El colegio de México
Universidad Nacional Autónoma de México
ISBN 978-607-462-421-2
ISBN 978-607-462-421-2
Impreso en México
Introducción
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ducido en muchas obras sobre el tema, y en esta ocasión utilizamos la que está contenida
en Valencia Avaria, Anales de la República, t. 1, pp. 13-15.
4 El “Catecismo de los patriotas” tiene como autor a Camilo Henríquez y fue publi-
reino de Chile entre 1806-1810. Véase también Jocelyn-Holt, “El escenario juntista chileno,
1808-1810”, Chust, 1808: la eclosión juntera en el mundo hispano, pp. 269-285.
6 Fernández Sebastián y Suárez Cabal, “El concepto de ‘independencia’ y otras nocio-
pp. 11-13.
12 “Oficio del Virrey de Buenos Aires dirigido al Capitán General de Chile (reserva-
do)”, en Tocornal, Memoria del Primer Gobierno Nacional, Documento ii, p. 230.
13 Collier, Ideas y política…, p. 80.
la Asamblea del 18 de septiembre de 1810”, pp. 7-31. Guerrero relativiza el carácter del
“Cabildo Abierto” y se refiere más bien —de acuerdo con las fuentes del periodo— a una
asamblea en la que participaron autoridades, algunas corporaciones (entre ellas el Cabil-
do) y otras personas nobles de la capital.
15 Véanse las diversas posturas sobre el significado del Catecismo Político Cristiano en
Eyzaguirre, Ideario y ruta…, p. 104 (visión tradicional hispana); Villalobos, Tradición y re-
forma…, pp. 253-259 (postura más ecléctica); Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile…,
pp. 199-200 (enfatiza los aspectos de ruptura contenidos en el Catecismo). Dos estudios
clásicos y detallados sobre el texto son Donoso, El catecismo político cristiano y Hanisch, El
catecismo político-cristiano. Las ideas y la época: 1810.
16 Bravo Lira, Derecho común y derecho propio en el Nuevo Mundo, pp. 89-145.
que deban componerla “por los mayorales del reino, así como los perlados, e
ricos homes, e los otros homes buenos y honrados de las villas”.17
¿Jura usted defender la patria hasta derramar la última gota de sangre, para
conservarla ilesa hasta depositarla en manos del señor don Fernando VII,
nuestro soberano, o de su legítimo sucesor; conservar y guardar nuestra re-
ligión y leyes; hacer justicia y reconocer al supremo Consejo de Regencia
como representante de la majestad Real?18
17 Así lo explicitó José Miguel Infante en la jornada del 18 de septiembre de 1810, ci-
tado en Tocornal, Memoria del Primer Gobierno Nacional, p. 205. La misma idea se encuen-
tra en Infante, “Parecer del procurador negando la legitimidad del Consejo de Regencia”,
14 de agosto, 1810, en Martínez, Memoria histórica sobre la revolución de Chile, pp. 72-76.
18 El juramento de los miembros de la Junta de Gobierno, del 18 de septiembre de
1810, se encuentra citado en “Diario de don José Gregorio Argomedo”, en Colección de His-
toriadores y Documentos relativos a la Independencia de Chile, t. xix, p. 28.
19 Martínez, Memoria histórica sobre la Revolución de Chile, t. 1, pp. 285-286.
ca…, t. ii, p. 90. El mismo autor señala en otro himno: “¡Que las sabias leyes/ le alcancen
a dar/ Con su independencia/ Su felicidad”.
21 “Inscripciones”, de Camilo Henríquez, en Martínez, Memoria histórica…, t. ii, p. 91.
22 Peralta, ¡Chile tiene fiesta! El origen del 18 de septiembre (1810-1837); Sagredo, “La
Chile, t. viii.
32 “Manifiesto de don José Miguel Carrera, en 4 de diciembre de 1811, en el cual
El tema de fondo es que en esos tres años se había producido una evo-
lución política mayor, con consecuencias quizá imprevisibles en 1810,
pero más nítidas en 1813, al menos en algunos autores que guiaban la
opinión pública y manifestaban abiertamente sus convicciones. La inde-
pendencia era “el único término de nuestra revolución”, y para lograrla
había que desarrollar una conducta decidida.37
nicado”.
38 El Semanario Republicano, núm. 5, sábado 4 de septiembre, 1813, “Sobre las con-
mos con declarar la independencia, porque los males que nos pudiera
traer esta no pueden ser otros, que una opresión mayor que la pasada,
y la misma que debemos esperar racionalmente, por consecuencia de lo
que ya tenemos hecho”. Es decir, no había vuelta atrás y seguramente la
monarquía cobraría algún tipo de vindicta por los sucesos de los últimos
tres años y la falta de fidelidad que se podía apreciar. Más que males,
había que pensar en los bienes que se podrían lograr con el éxito de la
empresa: “Solo la independencia es capaz de ponernos a cubierto de las
dobles cadenas que nos amenazan, y solo podemos empezar a contar los
días de nuestra felicidad, desde aquel en que rompamos los funestos la-
zos que nos atan al despotismo español”.40
Por el contrario, nada bueno podía esperarse de los dominadores:
Cualquier hombre que piense, conocerá que las Américas bajo el domi-
nio español jamás pueden gozar de la libertad civil, ni menos adelantarán
un paso en su felicidad. Para convencerse de esta verdad, no es necesa-
rio encanecer sobre los libros, ni apurar el entendimiento con cálculos
prolijos: basta conocer cuál es y cuál ha sido hasta hoy la conducta que
observan las metrópolis con sus colonias. Considerados los colonos como
unos hombres sujetos por la fuerza, se les hace servir al engrandecimiento
de la nación que les domina, y se les separan continuamente todas aque-
llas cosas, que algún día pudieran darles una consideración funesta a sus
dominadores.41
Si están cortadas las relaciones de este Estado con la antigua Metrópoli, si es-
tán rotas las ignominiosas cadenas que nos sujetaban a ella, y si para decirlo
de una vez está declarada de hecho por el voto general la independencia po-
47 Gazeta Extraordinaria del Gobierno de Chile, lunes 19 de diciembre, 1814, “El Vi-
lítica de este Estado, parece infundado diferir esta solemne declaración sin
la cual nuestros sacrificios no tendrán el carácter de esfuerzos hechos por
los hombres libres, y acaso serán confundidos con las pretensiones en que
suelen entrar los esclavos para arrancar un partido ventajoso de sus amos.
Sin esta declaración no ocuparemos el rango debido en el cuadro de las Na-
ciones; no obtendremos de ella la protección a que es acreedora la justicia
de nuestra causa, y nuestros Diputados carecerían de representación, y no
serían oídos en sus gestiones.
50 “La Suprema Junta Gubernativa delegada del Estado de Chile, &c.”, 13 de noviem-
de unidad religiosa en torno al catolicismo como un factor que tenía connotaciones reli-
giosas, pero también un valor político importante, en lo que Ana María Stuven denomina
“una fe común para una sociedad unida”. Véase Stuven, La seducción de un orden. Las elites
y la construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo xix.
a) Donde decía que “estaba reservado al siglo xix el oír a la América re-
clamar sus derechos sin ser delincuente y mostrar que el periodo de
su sufrimiento no podía durar más que el de su debilidad”, O’Hig-
gins agregó escuetamente “que ya no existe”.
b) Donde explica “la resolución de separarse para siempre de la Monar-
quía Española y proclamar su independencia a la faz del mundo”,
agrega la siguiente frase: “reservando hacer demostrables oportuna-
mente, en toda su extensión, los sólidos fundamentos de esta justa
determinación”. El propio O’Higgins llevaría adelante esta tarea en
un completo documento.
c) Cuando explica que los ciudadanos han aceptado la proposición de
la independencia, agrega que además está “afianzada en las fuerzas y
recursos que tiene para sostenerla con dignidad y energía”, aclarando
de esa manera las posibilidades reales de éxito en la guerra que toda-
vía sostenían patriotas y realistas.
d) Finalmente, cuando se declara la independencia, dice que el territo-
rio de Chile y sus islas adyacentes forman “un Estado libre, indepen-
diente y soberano, y quedan para siempre separados de la Monarquía
de España”, a lo que O’Higgins añade “y de cualquiera otra domina-
ción”, frase que continúa en el texto original de la siguiente manera:
“con plena aptitud de adoptar la forma de Gobierno que más con-
venga a sus intereses”.
dencia de las Provincias Unidas en Sudamérica (1816), Chile (1818) y Brasil (1822), p. 75.
Conclusiones