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JOHN GLEDHILL 57// ¡es o

| r 2) Y

EL PODER
Y SUS DISFRACES
Perspectivas antropológicas
de la política

CENTRO DE INVESTIGACIONES
Y ESTUDIOS SUPERIORES EN
y ANTROPOLOGIA SOCIAL
BIBLIOTECA

00045279
Serie General Universitaria 1
edicions bellaterra

a annc aaa
Edición revisada por Joaquía Beltrán
Indice general

U Prólogo a la segunda edición, 11

Para situar lo político: una antropología politica a€liial


, 15
Cómo no utilizar Occidente como punto de partida,
26 * La peculiari-
Diseño de la cubierta: Joaquín Monciós dad del estado moderno, 36 + Implicaciones general
es de la disconti-
Traducido por: Francisco J. Ramos muidad histórica, 40 + La antropología política reconstituida, 43
hulo eriginal: Puwer and its Disguises: Antheopological Perspe
ctives an Política Orígenes y limites del poder coercitivo: la antropología
(I
. O Jolin Giedhill, 1999 sociedades «acstatales», 47
Editado por Pluso Press Lid., Londres, 1999"
la exteriorización de lo político comó hegación del poder, 54 +
Políti-
O Esicions Bellaterra 2000, 5.1, 2000 €a sexual en las sociedades «acstatales 60 * La civilización, madre
Espronceda, 304 de la barbarie, 69 * Las «sociedades acsiatales»
o 08027 Barcelona bajo el estado moder-
no, 75

De la jerarquía a la vigilancia: la política de las


Y le Jitribución de ejemplares de ella mediame alpuler civilizaciones
u prixiamo públicas agrarias y el surgimiento del estado nacional
occidental, 81 W
Impreso en España Los sistemas politicos en las teorfas del desarrollo curopeo,
Printed in Spain 85 * ¿Una
dinámica expecificamente curopca?, 90 + La civilización agrari
a fuera
1SBN: 84-7290-134.1 de Europa, 99
Depósito Legal: B. 2.440-2000
271 Impreso por Edim, s.c.c.1. - Barcelona y a Antropología política del colonialismo: un estudio de
la domi-
nación y la resistencia, 413
ladice gencral. o 2— ]g————]]Ú——]][—]— 9
— bil poder y sus disfraces

La política de la producción del conocimiento antropológico: algunos


La antropologia política estrectoral-funcionalista como hija de su épo 350 + 11
ca, 116 El proceso colonial como objeto de análisis, 119 + Las fractu
dilemus iniciales, 340 * Actuar basándose en el conocimiento,
compromiso en la base, 359 * ¿Del conocimiento a la sabiduría?, 371 +
casde la estructura: aniropología de la resistencia, 128 El poder y sus disfraces, 376
Estados poscoloniales: los legados de la historia y las presiones
Bibliografí 383
M

de la modernidad, 149
Las diversos regimenes en África tras la independencia, 153 * «Politi Índice alfabético, 407
ca profunda»: el estado y la sociedad civil, 161 + Las relaciones de po-
der en el marco del «estado en la sombra», 166 + La edemocratización»
en América Latina, 169 + México: democratización versis «extadoen
ta sombra» y militarización, 170 + Pueblos imbigenas y extandoon Mé
aico y Guatemiala, 190

De la macroestructura al microproceso: análisis antropológico


de la práctica política, 201
A la estructura a través de ls acontecimientos, 206 + 1a política como
actividad de los «hombres políticos», 214 * La autonomía del ámbito
político y sus prácticas simbólicas, 218 - Las insidiosas estrategias del
poder, 234

Proceso político y «desorden mundial»: perspectivas sobre el


conflicto y la violencia contemporáncos, 241
Capitalismo en expansión, imperivs en decadencia, 243 + Globaliza-
wción cultural y relaciones
de pader, 254 * De las fa Maxías de la =sen:
“"derologi a las raices de la violencia política en Perú, 263 + Sri Lan
ka: la construcción del nuevo orden mediante la violencia, 279

¿La sociedad contra el estado moderno?: la política de los mo-


vimientos sociales, 289
Teoría de los movimientos sociales: la necesidad de un cierto esceptí
cismo, 291 + Modernidades alternativas, 308 + Política cultural y cons-
trucciones politicas de la cultura, 313 + Politica popular y politización
de las diferencias de sexo, 321

Antropología y política: compromiso, responsabilidad y ámbito


académico, 337
a
De la jerarquía a la vigilancia:
la política de las civilizaciones agrarias
y el surgimiento del estado nacional occidental

Puede parecer que los debates sobre los «orígenes del estado» tienen
una mayor importancia para la filosofía política que para la antropo-
logía politica contemporánea, pero no resulta tan evidente que se pue-
da decir lo mismo del análisis de las grandes «civilizaciones agra-
rias», la combinación de una sociedad estratificada, basada en la
agricultura, con una de las grandes «religiones del libro» del mundo,
como el budismo o el islam. Las civilizaciones agrarias de Oriente
Próximo o de Extremo Oriente fueron rivales históricos de la civili-
zación latina cristiana de Occidente, y las comunidades religiosas
multiétnicas a las que dicron origen siguen constituyendo una fuerza
importante en la actual política mundial, tal como los trágicos acon-
tecimientos de Bosnia, en 1993, recordaron a los europeos[El pro-
blema bosnio sugiere que la inestable frontera entre el cristianismo y
¢l islam sigue siendo un factor importante para la propia identidad de
«Europa» y de -Occidem:q La última crisis de Kosovo nos recuerda
que la identidad de Europa occidental se halla también envuelta en la
división entre la cristiandad católica y la ortodoxa oriental, como
consecuencia de la cuída del Imperio romano en Occidente y de su
supervivencia parcial en Oriente en la forma del Imperio bizantino.
Aunque, en última instancia, los gobiernos islámicos renunciaron a
realizar una intervención conjunta decisiva en el conflicto bosnio,
una serie de voluntarios procedentes de países islámicos sirvieron en
las fuerzas musulmanas. A la presencia de voluntarios nacionalistas
rusos en las fuerzas servias de Bosnia le siguió el conocido hecho de
que una columna rusa sc apresuró a tomar el control del aeropuerto
de Pristina adelantándose al avance de las fuerzas terrestres de la
El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia 83
82 —

OTAN. Aunque las motivaciones de los actores implicados en la diso- nes agrarias no europeas por derecho propio, y más bien tiende a ha-
jución de Yugoslavia sc ¡kfx:n buscar en el presente, y el cumfucu‘r cer hincapié en la manera en que dichas civilizaciones acabaron por
jsmo constituye hoy un l:nó_mcno-clanmcmc universal, la historia «estancarse» social y económicamente en comparación con Europa.
—y no sólo la del siglo XX— sigue siendo importante para compren- La sociología histórica sigue corriendo el riesgo de perpetuar el vicio
der los significados profundos de los que pueden estar investidas las intelectual conocido como «orientalismo» (Said, 1978; Turner, 1994),
acciones contemporáneas (Van de Port, 1999). en el que Occidente trata de entender a «Oriente» como una imagen
Esto confirma el punto señalado en el capítulo "l, la utilidad de opuesta de sus propias preocupaciones y concepciones acerca de sí
iratarde comprender la «modernidad» desde un punto de vista global mismo, reduciendo la diversidad y la complejidad de las formas cul-
e intercultural. Esta perspectiva no sólo clarifica la política contem- turales ajenas a un «otro exótico» homogeneizado: así, los europeos
de la religión, sino que ilumina otros aspectos de la división contrastaban el «despotismo» oriental con su propio amor a la libertad ,
del mundo en bloques geopolíticos que se basan en formas esepcial- o comparaban los supuestos rasgos del carácterde un «i iduo» oc-
mente similares de organización política y económica, pero que ar- cidental estandarizado con lo que, de manera general —aunque no in-
ticulan sus escisiones a través de la reafirmación de unas diferencias variable—, se caracterizaba negativamente como las inclinaciones
histórico-culturales. Es cierto que, con frecuencia, los conflictos lo- «orientales». Para Edward Said, el «orientalismo» era el medio porel
cales son desencadenados por líderes políticos con el propósito de cual la mirada imperial creaba un sistema de conocimiento apropiado
que sirvan a sus aspiraciones de poder, y que el pasado al que apelasu a la dominación del mundo, pero, como ha señalado Bryan Turner, en
retórica parece ser casi por entero una invención contemporánea. Sin cierto sentido —igualmente importante—, el «problema» del orienta-
embargo, la movilización social generalizada que suscitan estos im-
lismo no era Oriente, sino Occidente. Así, no debemos tomar sus pre-
pulsos —incluyendo la obscena violencia que se puede perpetrar en-
supuestos sobre la civilización occidental por verdades incuestiona -
tre vecinos— sugiere que los demagogos están desencadenando pro- bles (Turner, 1994, pp. 34; véase también Carrier, 1995).
cesos sociales más profundos. Estos procesos pueden reflejar unas
La modema sociología histórica es consciente de estos riesgos.
concepciones netamente populares de la sociedad, la cultura, la iden-
Sin embargo, el hecho de centrarse en explicar «el auge de Occidente»
tidad y el significado de la propia historia, configuradas por el modo
distrae la atención de los rasgos culturales de las civilizaciones no
en que la dominación occidental ha transformado —aunque no elimi- occidentales que no parecen pertinentes para la explicación de las di-
nado— la diversidad de las formas de vida social. ferencias en la evolución histórica. Este tipo de comparación puede
En esta área el análisis de la sociología comparativa tiende a re-
implicar también el uso de categorías sociológicas derivadas de la ex-
sultar deficiente, aunque hay que decir que el análisis comparativode
periencia occidental, que encarnan una serie de premisas etnocéntricas
las civilizaciones agrarias (incluyendo a Occidente) constituye un
sobre la manera en la que se hallan estructuradas las «sociedades» en
ámbito en el que la propia aportación de la antropología ha sido limi-
general. El andlisis de las civilizaciones agrarias no occidentales como
tada. Los sociólogos históricos se han mostrado interesados, sobre
«sistemas completos» por derecho propio resulta esencial, puesto que
todo, en explicar el «auge de Occidente» y en dar cuenta de la hege-
en este nivel existen diferencias radicales entre los sistemas culturales.
monía mundial alcanzada por las potencias occidentales. Tradicional-
Louis Dumont (1970, 1986) afirma que el sistema de castas in-
mente, estos análisis se han centrado en los supuestos «obstáculos» es-
dio, y, con él, la organizacion política de la civilización india, no se
tructurales que impidieron que las civilizaciones no occidentales
pueden comprender de manera adecuada sin reconocer que en la India
lograran el «dinamismo» económico y militar que permitió a las po-
la «jerarquía» se fundamenta en una lógica cultural completamente
tencias del noroeste de Europa llegar a la industrialización capitalista
distinta de la «estratificación social» de las sociedades occidentales
y, de ese modo, crear imperios coloniales basados en la supcrioridad
modernas. En ambos tipos de sociedad existen «desigualdades socia-
militar. Esta perspectiva no se centra en el estudio de las civilizacio-
les» (utilizando nuestra terminología), pero estas desigualdades no tie-
— lil poder y sus disfracex De la jerarquíau la vigilancia __ ————— SR
u—

des tados nacionales que sucedieron a las civilizaciones agrarias no


el mismo significado para los actores sociales en las socieda
- uicas que para los nacidos en sociedades basadas en las nociones curopeas sometidas a la dominación colonial en la actualidad parez-
ºº'::'gmlcs de individualismo e igualitarismo. Lo esencial del argu- can estados modernos, con elites occidentalizadas y formas modernas
mentode Dumont es que, en la India, el poder político está englobado de vida politica. En cierto sentido lo son, ya que la dominación colo-
en —y subalterno 4— ¢l estatus religioso. Como veremos más adelan- nial occidental los ha transformado profundamente en determinados
¡e en este mismo capítulo, la posición de Dumont ha sido criticada por aspectos. Sin embargo, no es posible explicar su política contempo-
algunos antropólogos basdndose en que este autor, pesc a su radical re- ránea sin comprender que son unos modelos culturales profundamen-
jativismo, pertenece en realidad a la tradición sociológica que se re- te distintos de la naturaleza de la sociedad, del gobierno y del estado
monta a Marx y a Weber —y representa otra variante del orientalis- los que siguen configurando los acontecimientos actuales y hacen que
mo—, puesto que, al describir el poder político en la India anterior al su «modernidad» sca, no menos moderna, sino —todavía— distinta
colonialismo, lo considera menos importante para la vida social de lo de la de Occidente. Deberíamos tener también presente que ni las so-
que realmente fue. El énfasis de Dumont en la lógica cultural de la je- ciedades modernas ni las antiguas tienen una única cultura: podemos
rarquía como principio cultural eterno, constantemente presente en las identificar distintos tipos de culturas de clase y regionales, que pue-
concepciones culturales indias del poder, también ha sido criticado y den resultar fundamentales en los procesos políticos.
calificado de idealismo estructuralista y ahistórico. Sin embargo, tal
como veremos en el capítulo 7, se pueden aducir poderosos argumen-
(05 en favor de su permanente relevancia para la política contemporá-
nea, una vez que tengamos una teoría que explique cómo unos mode- Los sistemas políticos en las teorías del desarrollo curopeo
los culturales históricamente arraigados pueden ser reactivados de
manera que influyan en el comportamiento de los actores contempo- Aunque es necesario señalar las posibles limitaciones de la sociología
ráneos. histórica comparativa, no quisicra menospreciar sus importantes lo-
La cultura es importante. Aunque resulta difícil ver cómo el gros ni su importancia para el desarrollo de la antropología política.
análisis comparativo puede ser siquiera posible sin suponer que po- Las nuevas ideas que ha producido la investigación moderna del de-
demos abordar, pongamos por caso, las relaciones entre las «clases» sarrollo europeo nos permiten apreciar mejor lo que resulta caracte-
y el «estado» en diferentes civilizaciones agrarias, es' necesario defi- rístico de la experiencia histórica de Occidente, además de corregir
nir qué denotan estos términos generales en cada escenario cultural e las deficiencias del pensamiento antropológico sobre la materia. Me
histórico concreto. ¿Es realmente el feudalismo japonés, por ejemplo, centraré aquí en determinadas cuestiones relacionadas con problemas
igual al feudalismo europeo, aunque ambos constituyan, en cierto ni- de los que trataremos posteriormente en este libro, empezando por la
vel de abstracción, ejemplos de algo similar?' Es posible que los es-' relación entre cambio político y cambio socioeconómico en Europa,
Los diferentes teóricos fechan los orígenes de una trayectoria
evolutiva netamente curopea en distintos períodos históricos. Algu-
1. Esta cuestión se ha considerado importante debido a que Jupón fue la única po-
teacia asiática que realizó una rápida transformación hacia el capitalismo. Resulta nos, como Perry Anderson (1974a, 1974b), sostienen que el papel pre-
testador explicar este hecho diciendo que la organización política «Icudal» de Japón cursor de la civilización romana resultó fundamental para el posterior
proporcionaba las «condiciones estructurales previas» para el capitalismo, que, de desarrollo europeo. Otros parten de los rasgos específicos del feudalis-
etro modo, sólo se hubiera dado ea Europa. Este razonamiento es refutado por Moul-
der (1977), quien sostiene que el edesarrollo» de Japón sólo se puede explicar por s mo europeo 0 hacen hincapié en una serie de momentos decisivos pos-
lugar ónico en un sistema mundial en evolución. Japón carecia del tipo de recursos teriores en la historia universal, como la expansión geográfica del mun-
qe las potencias industriales curopeas estaban interexadas en contrular, y fue aximi-
lado como «socio menor» ea s proyecto de asegurar la dominación militar de Asia, do europco en el siglo xvi, el auge de los estados absolutistas, o incluso
en bugar de «convertirlo ca periferia» el desarrollo del capitalismo industrial. Algunos análisis han arremetido
El poder y sus disfraces De la jerarquía 4 la vigilancia 87
6. — —

contra la ideade una oposición polarizada entre la historia de Europa y trabjo asalariado hibre y en la proletanzacion masiva del «campesi-
la de Asia (Tumer, 1979). El análisis comparativo de las revoluciones nado». expulsado de la tierra y obligado a vender su fuerza de trabajo a
rusa y china realizado por Theda Skocpol sugiere que las es- los capitalistas. La proletarización constituye la condición previa para
¡Í“W¡mn¡. políticas y agrarias de los tres antiguos regímenes «protoburo- la producción capitalista tal como la definió Marx. y. en consecuencia.
cráticos» derrocadas por estas clásicas revoluciones sociales resultaban la «prehistoria» del capitalismo entraña la transformación coercitiva
más semejantes entre sí de lo que Francia era de Inglaterra (Skocpol, del sistema agrario «tradicional» por parte de la clase dirigente y del es-
1979). Sin embargo, afirma que el destino de estos regímenes vino de- tado, dado que los campesinos se resisten a ser expulsados de la tierra
cerminado por el desarrollo de un sistema estatal internacional en cuyo y a ser incorporados al trabajo asalariado. El trabajo «asalariado libre»
contexto no podían competir con éxito contra otras potencias más «mo- entraña también otras importantes transformaciones del sistema jurídi-
demas». Así pues, eso resulta compatible con los razonamientos que ha- co, con el fin de garantizar los derechos de propiedad privada y la in-
cen hincapié en el papel del sistema multi-estatal que se desarrolló en violabilidad de los contratos, por una parte, y de disolver los vínculos
Europa como fuerza impulsora en la historia moderna, de dependencia personal asociados al feudalismo, por la otra. Así pues,
Numerosos análisis sugieren que no resulta adecuado considerar la para el marxismo ortodoxo el capitalismo implica un segundo tipo de
modernidad —definida en términos del individualismo, la sociedad de transformación política: hasta que la burguesfa no logra arrebatar el
masas, el estado modemo y sus tecnologías disciplinarias, una noción de control del estado a la aristocracia terrateniente no puede promulgar las
historicidad como «progreso» y una cultura dominante de racionalismo leyes necesarias para el pleno desarrollo del capitalismo moderno. La
cientifico— como el producto exclusivo del cambio socioeconómico.? consolidación del modo de producción capitalista depende, pues, de la
Giddens (1985) afirma que no todos los rasgos de las sociedades mo- revolución politica. La «revolución burguesa» de Gran Bretaña es la
dernas se derivan de la organización capitalista del proceso de produc- guerra civil del siglo Xvit, y el advenimiento del capitalismo modemo
ción y de las relaciones de propiedad capitalistas, y que la transformación en Francia se retrasó debido a que su «revolución burguesa» no se con-
militar y politica avanza según una lógica propia y autónoma, aunque sumó hasta finales de la siguiente centuria.
este punto de vista ha sido criticado por antropólogos como Fricdman Sin embargo, no todos los autores marxistas modernos aceptan
(1994) y Ong (1999), tal como señalábamos en el capítulo 1. esta explicación ortodoxa. En contra del énfasis predominante en «las
La postura de Giddens se halla claramente en contradicción con el nacientes burguesías urbanas», Breaner (1982) afirmaba que el capi-
énfasis marxista en la «transición al capitalismo» como la clave para talismo agrario constituía la condición previa esencial del capitalismo
comprender el desarrollo europeo. La teoría «marxista ortodoxa» posee industrial y era el producto del conflicto entre las clases agrarias en el
su propia dimensión política, pero ésta se halla unida a una determina- seno de la sociedad feudal inglesa, mientras que las diferentes estruc-
da teoría del cambio social basada en las clases. El presupuesto es que turas politicas fueron importantes sobre todo como factores que in-
el capitalismo es el producto de la lucha de clases, y que esta lucha tie-
fluyeron en los distintos resultados de dichos conflictos en Francia y
ne dos caras. En primer lugar, el capitalismo moderno se apoya en el Europa oriental. En oposición casi completa a este planteamiento, se
ha desarrollado otro importante debate acerca de si Gran Bretaña al-
2. Pocos teóricos modernos la consideran consecuencia únicamente de los cambios canzó 0 no una transición plena al capitalismo.
sociales que tuvieron lugar en Gran Bretaña y que produjeron el capitalismo industrial, Perry Anderson (1987) y Tom Nairn (1988) afirman que la deca-
aunque hay un antropólogo que ha propuesto razonamientos basados ca las peculiari-
dades culturales de los ingleses (Macfarlane, 1987). Las obras de este autor sobre el in- dencia económica de Gran Bretaña, y las peculiaridades de la estruc-
dividualismo británico muestran como mínimo una afinidad electiva con el neoconser- tura de clases, las instituciones políticas y el nacionalismo británicos,
vadurismo, y forman parte de un movimiento historiográfico «revisionista», que se deben explicar en términos de las limitaciones del desarrollo capi-
sostiene
que en todoel desarrollode Occidente no ha acontecido nada que sea aulénti-
camente «revolucionario». Pero, en gran parte, siguen guardando silencio acerca del talista en este pais. El cambio inicial hacia el capitalismo no produjo
carácter coercitivo de lo que yo insistiré en ver cumo tramformaciones fundamentales el tipo de industría capitalista a gran escala que sc desarrolló más tar-
— El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia
u /_—_———
89

Francia, Alemania y Estados Unidos, sino un sistema en el que Al principio, el conflicto enfrentó a los aristócratas ricos y cos-
_ i6n capitalista se mantuvo 4 pequeña escala y no alcanzé mopolitas con los miembros pobres de la nobleza, que se ulinearo
n con
a wduf:mbfl plena sobre el capital comercial. Por consiguiente, la el rey debido a que temían que la «modernización» política llevara
a la
“uwm_,¿;.'¡. británica no logró producir un estado y un sistema polílfA abolición de los derechos señoriales, que constituían su fuente de in-
E veses». La tesis de Nairn y Anderson ha sido duramente cri- gresos, comparativamente escasos. Sin embargo, lo que empezó siendo
- Ellen Meiksins Wood (1991). Esta autora ofrece el fasci- un conflicto político en el vértice de la sociedad francesa acabó convir-
:::.cm…ummo de que el hecho de que nuestras concepciones tiéndose en una revolución social basada en la lucha de clases entre
igmdticas de la sociedad «burguesa», e-l estado modc-mo y la cul- lerratenientes y campesinos. Todos los campesinos franceses estaban
tura política provengan de la Europa continental, :speqalm:nl: de resentidos contra el régimen señorial, pero quienes más lo estaban eran
Francia, simplemente revela el carácter estatista, «de nrr¡_hn a abajo», los pequeños propietarios agrícolas, que ciertamente posefan sus
tierras,
del desarrollo capitalista en estos países, y ponc de manifiesto que las pero seguían estando sujetos a unas exacciones que se remontaban
al
relaciones sociales de propiedad precapitalistas persisticron en ellos período medicval. En cuanto los campesinos vieron que el aparato
del
mucho tiempo después de haber desapurecido en Gran Bretaña, donde estado estaba demasiado desorganizado como para reprimirles de
una
el capitalismo se afianzó en la sociedad de una manera mucho más manera cficaz, el resentimiento se convirtió en rebelión.
¡[obal en una primera etapa. Así, la ausencia de un estado «moderno» Surgieron entonces unos lideres más «radicales», los jacobinos,
y de una cultura política de tipo continental en Gran Bretaña refeja el que dirigieron el conflicto de masas que se desarrolló
tanto en el
hecho de que fue la burguesía la que estableció el capitalismo en cse campo como en la ciudad; pero se trataba de intelectuales
urbanos y
país, desde abajo, en lugar de hacerlo el estado, desde arriba. En con- profesionales «pequeñoburgueses», y no de una naciente
burguesfa
secuencia, la cultura británica es la más capitalista de Europa. cupitalista, ya fuera en su variante mercantil o industrial, En
Sin embargo, el razonamiento de Wood sitúa a Gran Bretaña líneas
generales, el resultado de la Revolución francesa fue favorabl
como un caso excepcional en el conjunto del desarrollo europeo, y re- e al de-
sarrollo capitalista: las instituciones feudales fueron abolidas
fuerza los argumentos no marxistas de que el análisis del cambio po- en favor
de un régimen de plena propiedad privada y la solidaridad campesi
na
lítico en la Francia del siglo xvi1i en función del concepto de «revo- se vino abajo en cuanto los pequeños propietarios agrícolas se
lución burguesa» es erróneo, tal como muestra Skocpol en su análisis vieron
liberados de las imposiciones señoriales que les habían llevado
de la crisis del antiguo régimen. a ha-
cer causa común con los campesinos dependientes de los propieta
En la Francia prerrevolucionaria, los comerciantes ricos podían -
rios. Sin embargo, parece necesario reconocer al estado
comprar cargos públicos y convertirse en nobles. Francia tenía una absolutista
como actor autónomo en este drama histórico y centrars
clase alta unificada, que incluía tanto a la aristocracia hereditaria e en el hecho
de que el problema inmediato que debía resolverse tras
como a la burguesía (preindustrial), y fue la rebelión contra el abso- la revolución
fue la reconstrucción del estado,' proceso que durante todo el
tutismo de esta elite la que precipitó la crisis revolucionaria, 1o que siglo si-
guiente privaría a Francia de estabil política.
predispuso a las clases altas en favor de un gobierno representativo
El caso del antiguo régimen en Francia tiene consecuencias más
—que la elite veía como un gobierno que conservaría sus privilegios—
amplias. No sc puede reducir el estado en las civiliza
fue el hecho de que la corona eliminara su exención tributaria. Esta ciones agrarias u
política vino dictada por la crisis fiscal causada por los costes de la ri- 3. _El propio Marx explicaba los acoatecimientos posrevoluciona
validad militar con otros estados que posefan sistemas económicos
rios en Francia, par-
ticularmente el surgimiento del régimen populista de Luis Bonapart
<ontinua debilid e, en función de la
más dinámicos. Los agricultores franceses, que habían de soportar la ad de la clase capitalista y de la continua resistencia del campesinado
2 la modernización social y económica. Este anlisis está expresado de manera mordaz
tributación estatal y las exacciones feudales de los terratenientes, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, el 1exto
no que contiene su famosa (e infame) ana-
logía entre el pequeño propictario agricola francés
tanto,el propio Marx no adoptó el simple modelode y lalas«revoluc
«patatas en un saco». Por lo
se distingufan precisamente por su productividad.
ión burguesa»
; %! - El poder y sus disfraces De la jerarquia a la vigilancia __ 91

imple instrumento de dominación de la clase dirigente, puesto que Gran Bretaña alcanzó inicialmente la supremacía simplemente
por-
º¿””;islemn generalmente implican conflictos entre los gobiernos que poseía una «cierta ventaja» sobre sus rivales. Sin embargo
, difie-
s s y las clases terratenientes, En el caso de China, la dinastía re de muchos otros teóricos que comparten esta premisa al
afirmar
imperial gobernaba a través de los letrados, un cuerpo de burócratas que Europa se fraguó a partir de una secuencia de acontecimientos
en teoría, se reclutaban abiertamente en función de la capacidad claramente diferenciada a partir del año 800, aunque comparte
algu-
r…-u un examen de filosofía confuciana; en la práctica, sin em- nas ideas comunes con Perry Anderson (1974a). Como este
bargo, eran generalmente los hijos más jóvenes o los pupilos de las fa- autor,
Mann hace hincapié en el carácter débil del primer estado medieval,
milias de la «nobleza» terrateniente (Moore, 1969). Esto hizo que al y subraya la importancia de la extrema descentralización política que
estado le resultara difícil lograr su objetivo de gobernar a través de un siguió a la caída del Imperio romano, la «parcelación de la soberanía»
Wul administrativo que careciera de un poder social auténomo y y la autonomía de la ciudad medieval respecto al control político
de
que escapara al control de las camarillas de propietarios regionales, las la aristocracia terrateniente feudal.* Ambos están de acuerdo en que
cuales podían anteponer sus intereses privados y sus ambiciones polí- esto configuró la posterior evolución económica de las sociedades
ticas & los intereses del imperio. Sin embargo, cada vez que entraba en europeas. Lo que añade Mann, respecto de Anderson, es la
idea de
escena una nueva dinastía imperial, con frecuencia tomaba una serie que lo que él denomina «sistema acéfalo de múltiples estados
federa-
de medidas destinadas a reducir el poder de las clases altas propieta- dos» creó en Europa una dinámica económica expansionista en dos
rias de tierra: así, en el siglo xvit los manchúes abolicron la servi- esferas, la propia economía agraria y la economía y el comerci
o in-
dumbre, de modo que los campesinos, ahora emancipados, pudieron temacionales, dentro del marco especial creado por la Iglesia
cristia-
convertirse de nuevo en miembros libres de las comunidades campe- na (Mann, 1986, pp. 395-396).
sinas, pagando impuestos únicamente al propio estado. El cristianismo es un aspecto fundamental en el modelo
de
Mann (1986) y Hall (1985) describen el efecto a largo plazo de Mann de esta inicial «dinámica europea», como también lo
es en la
estos procesos como un «empate de poder» entre las clases dirigentes respuesta que da John Hall a la pregunta de por qué la civilización
y el estado imperial. A primera vista, el argumento de Skocpol de que curopea no se reunificó políticamente bajo un estado imperial
, y, en
la Francia prerrevolucionaria y la China manchú eran variaciones de cambio, alcanzó una economía dinámica en unas condiciones de des-
un mismo tema resulta muy atractivo, pero Mann ha afirmado que in-
cluso los estados «imperiales» de Europa reflejaban la existencia de
importantes diferencias, en cuanto a las condiciones que se daban en 4. En el contexto europco, asociamos el feudalismo a la
existencia de una clase
¢l continente, respecto al equilibrio de poderes entre el poder social rerrateniente, pero Weber definió el fcudalismo en términos
políticos, como sistema
de dominación en el que el derecho a ejercer la autoridad es delegado por los posee-
(de clase) descentralizado y el poder que ostentaban los estados mo- dor del es
pader de rango superior a los de rango inferior, a cambio de servicios de ca-
nárquicos. Estas diferencias resultan fundamentales con relación a lo rácier militar o administrativo, mediante una relación contract
ual de
que el autor identifica como la especial dinámica histórica de las so- <nue el señor y el vasallo. Lo que se concede, el feudo, no tiene por lealtad personal
(hmhlkm.úmw…md……lel…uwvu qué ser un dere-
ciedades europeas. m impuestos
campesinos libres o & ejercer la autoridad jurídica o militar (We-
ber, 1951, pp. 255-257), El feudalismo ey estaba especialmente descentralizado
debido a que las elites locales disfrutaban del poder simultá
neamente en las esferas
cconbamica, jurídica, política y militar. Sin embaryo, la soberanía no estaba simple-
mente descentralizada, sino parcelada: diferentes señores tenfan jurisdicción sobre las
¿Una dinámica específicamente europea? misimas aldeas campesinas, de modo que los campesinos
podían enfrentarlos entre si,
+ algunos de ellos conservaban una posesión de la tierra
pane de los señores. La parcelación de la soberanía dejó «alodial» , libre de cargas por
a algunos sectores de la so-
Mann adopta el punto de vista de que el capitalismo era un producto siedad feudal comparativamente libres de control, y Anderso n sostiene que esto dio a
del sistema de civitización curopeo, de mayor envergadura, y que las fuerzas favorables al capitalismo una posibilidad de consolid arse que no surgió en
las sistemas estatales no cumpcos
El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia 93

izacién política sumamente conflictivas. El cristianismo pro- mental— sea el factor decisivo del cambio social en Europa, sino que
jonó
el entorno de pacificación necesario para el desarrollo de los simplemente sustentó el impulso hacia la transformación.
istemas económicos y comerciales europeos, y la Iglesia desempeñó El segundo aspecto importante de la dinámica europea de Mann
e papel directo a la hora de reavivar y desarrollar la actividad eco- es el agrario. El autor afirma que el expansionismo europeo se apoyó
:m¡a;u los albores de la Edad Media. Hall señala que cl cristianis- en la explotación intensiva de la naturaleza, y que los campesinos
mo trataba de «penetrar» en las clases inferiores de la sociedad (Hall, realizaron una importante contribución a la innovación agrícola.
1985, p. 126), y Mann desarrolla esta idea en una nueva ¢ imeresante Mann sugicre que la explotación intensiva de la tierra era una res-
dirección, vinculando el cristianismo a la cuestión que constituye la puesta al localismo y a la fragmentación política de Europa, mientras
vanguardia del andlisis marxista: la lucha de cluses, que la agricultura de los romanos, más extensiva, constituyó un refle-
Mann afirma que la extrema descentralización del feudalismo jo de la peculiar organización política de su imperio territorial. Sin
europeo aumentó la estratificación de cluse entre señores y campesi embargo, el problema de afirmar que el dinamismo agrario es una ca-
nos, mientras que el cristianismo intensificó el grado de conflicto en racteristica de toda Europa en general es que en una gran parte de la
las relaciones de clase agrarias. Aquí, Mann hace hincapié en el ca- Europa preindustrial, al igual que en otras civilizaciones agrarias, las
rácter contradictorio del cristianismo, Después de que la Iglesia pri- fases de rápido desarrollo agrario fueron seguidas por períodos de es-
mitiva llegara a un acuerdo con el poder secular del estado, su jerar- tancamiento (Brenner, 1982; Wolf, 1982).
quía se dedicó a producir una «ideología inmanente a la moral de la Sin embargo, la importancia atribuida por Mann a la relación
clase dirigente».* Pero la doctrina cristiana siguió ofreciendo una vi- entre el cristianismo y el conflicto de clases, y al impacto de la des-
sión del mundo alternativa: una ideología sín clases que proporcio- centralización político-económica, sí parece relevante para compren-
naba un sentido de identidad social a una congregación social y cul- der por qué el capitalismo agrario surgió por primera vez en Europa y
turalmente heterogénea. Para el cristianismo, ricos y pobres, señores no en alguna otra región del mundo. Asimismo, esto le lleva a formu-
y campesinos, seyían juzgados por igual el Día del Juicio. Aunque la lar una teoría acerca de cómo las relaciones de propiedad influyeron
mayor parte de la Iglesia trató de predicar la obediencia a la autori- en el desarrollo de las diversas formas de estado. La civilización
dad, nunca logró eliminar este peligroso «mensaje» popular: los cris- curopea presenció una extensión sin precedentes de los derechos de
tianos debían aspirar a mejorar la sociedad en este mundo, y, si era propiedad «privada». No se trata aquíde la propiedad privada en su
necesario, en oposición a la autoridad terrenal. sentido moderno —la propiedad asignada a una única persona jurídi-
El cristianismo, junto con un estado débil, promovió la lucha de ca—, sino de hasta qué punto el estado podía interferir en la apropia-
clases. Sin embargo, Mann afirma que los señores mantuvieron su ca- ción de los recursos por parte de la clase dominante (Mann, 1986,
pacidad de superar a los campesinos en cuanto a organización. En su p- 399). En este aspecto, el estado europeo poseía un menor control
mayor parte, las rebeliones campesinas siguieron siendo localizadas. que otros coetáneos históricos, como los imperios chino y otomano.
En consecuencia, este autor no considera que la «lucha de clases» en-
Las monarquías curopeas que trataron de incrementar su poder sobre
tre señores y campesinos —proceso que para Brenner resulta funda-
la sociedad hubieron de adaptarse al inevitable fortaleciniento de las
clases. Como señala Hall: «El estado europeo evolucionó lenta y te-
5. La mayoría de los imperiosen la historia se han cimentado en torno a este tipo de nazmente en medio de una sociedad civil que ya existía con anterio-
Weologías de clite, mientras que la sociedad que se halla por debajo de dicha elite s
gue siendo segmentaria y, con frecuencia, se siguc basando en un sistema de valores ridad» (Hall, 1985, p. 137).
completamente distimto, incluyenda las prácticas religioxas. En el caso de China, cl Mann divide en dos fuses el proceso de consolidación del esta-
confucianis mo era la ideologia de los mandarines, y sólo se TEsÓ EN las cuestiones
relativas a la sulvación personal en posicriores etapas de la historia china, cuando el do en Europa. Desde mediados del siglo Xu hasta finales del xv,
las
misticismo budista y taoista habían llenado ya, en gran parte, el vacio que auél habis federaciones «feudales» fueron reemplazadas por estados territoriales
dejado en la religiosidad popular más centralizados, aunque estas unidades territoriales «nacionales»
. i El puder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia
,l//—_— 95

todavía unidas por unas «relaciones particularistas, a una crisis fiscal más o menos permanente que forzó a la corona a ven-
e -nnn'íln¡ ticas, entre monarcas y señores semiautónomos» (Mann, der cargos públicos al mejor postor. Mientras que los franceses po-
mensdo Al i.lunl que Moulder (1977), Mann afirma que el prin- seían una base tributaria agraria relativamente segura con
los peque-
l…-" ea hacia la centralización provino de la guerra internacio- ños propietarios agrícolas, el estado imperial español sufrió
una
Las levas feudales se suplieron con soldados profesionales, los constante erosión de su base tributaria compuesta por las comunid
a-
o5 se dispararon, y la competencia forzó a los estados a emular a des indígenas del Nuevo Mundo. Al garantizarse el consenso de
la
a nos. La actividad mercantil pasó a depender cada vez más de nobleza absteniéndose de gravarla con impuestos, y al imponer sus
. otección de los estados, pero los propios estados dependían de los exacciones a las clases inferiores, los regímenes absolutistas fomen-
* de los comerciantes capitalistas para financiar sus guerras, taron la división de la sociedad, y a la larga resultaron ser menos
efi-
que su capacidad de recaudación tributaria era todavía limitada. caces como organizaciones tributarias que los estados constituciona-
y pues, una especie de simbiosis entre las monarquías y el capi- les como Inglaterra y Holanda. Esto, a su vez, hizo que también
en el
3::.¡ comercial, y los intereses mercantiles contemplaban la guerra aspecto militar fueran competidores menos eficaces en la escena
in-
como un factor económicamente beneficioso, sumándose a las de- ternacional a largo plazo. Los estados constitucionales promovi
eron
mandas de expansión territorial procedentes de los hijos menores de la unidad de las clases propietarias, y Mann los describe como
«na-
la nobleza, quienes, según los sistemas hereditarios europeos, basa- ciones de clase orgánicas», que supieron movilizar toda la energía
fis-
dos en la primogenitura, no tenfan derecho a heredar tierras. Dado cal de sus poblaciones, dado que la clase dirigente contribuía
a los in-
qué la expansión militar implicaba apropiarse de los mercados, ade- gresos del estado (Mann, 1986, p. 480). Esto sentó las bases para
el
más de las tierras, la política económica del estado evolucionó en la desdrrollo de las modernas tecnologías del poder de las que
hemos
dirección conocida como «mercantilismo», orientándose hacia la cons- tratado en el capítulo 1. Hall hace una observación parecida
al com-
tucción de la economía «nacional» a expensas de los rivales, si bien parar al estado «orgánico» europeo con el «estado vértice» de
China,
las sociedades europeas no eran todavía «naciones» en el sentido mo- aunque señala también la semejanza subyacente, en este sentido,
en-
demo del término definido por Giddens. tre la Francia del antiguo régimen y China (Hall, 1985, pp. 138-139)
.
La segunda fase de la consolidación del estado, basada en los Sin embargo, Mann considera los estados absolutista y constitu-
estados nacionales, se inició a finales del siglo xv: la cadena señor- cional como dos tipos de una única forma de estado, histéricamente
vasallo dio paso, o bien al sistema absolutista de administración buro- característica de Europa. Su argumento se basa, entre otras
cosas, en
crática centrado en la Casa Real, o bien a la forma de gobierno consti- un razonamiento acerca de cómo actuaron los absoluti
smos francés y
tucional basada en las asambleas representativas. A medida que se español en sus respectivos mundos coloniales: el hecho de que
el ab-
intensificó la competencia militar interestatal todas las monarquías solutismo español no podía derogar los derechos de propiedad
priva-
europeas pasaron a tener ejércitos profesionales y maquinarias per- da o interferir en la economía como lo hacfan los antiguos
estados im-
manentes de recaudación tributaria que empleaban a burocracias. Sin periales se puso de manifiesto en su actuación en el Nuevo
Mundo,
embargo, la influencia de la clase dirigente en su conjunto siguió donde incluso sus propios funcionarios solían dedicars
e al contraban-
siendo muchísimo mayor que la del estado. do, en perjuicio de la politica económica del imperio.
Personalmente,
Mann define el absolutismo como un sistema en el que el mo- podría aceptar que la historia de los estados imperiales
español y fran-
narca gobierna a través de una burocracia y un ejército permanentes, cés refleju ciertamente la fortaleza del poder de clase
descentralizado
excluyendo a las clases dominantes de la participación institucionali- €n el mundo europeo; pero vale la pena señalar que
ya los observado-
2ada en el gobierno, y afirma que sólo fue posible allí donde el esta- res del siglo xvin empezaron a ver a los regímenes
absolutistas como
do no necesitaba gravar con impuestos a la clase dominante. España anacronismos, a los que les resultaría cada vez más difícil
sobrevivir
tenía el oro y la plata del Nuevo Mundo, pero, aun así, se enfrenté a al desafío planteado por otras sociedades, más dinámica
s, que se de-
El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia 97

en Gran Bretaña, Holanda y América del Norte. En sí mis- Rusia soviética, la Alemania nazi y Japón en el período de entre-
s, pues, nO ¡… heraldos de una nueva era histórica mun‘dul. guerras. La organización de la economía durante la segunda guerra
En mi opinión, la «dinámica» del desarrollo europeo radica en
el mundial proporcionó un paradigma para la reestructuración «fordis-
esifmulo a largo plazo que supuso para la creciente transformación
ta-keynesiana» de la regulación económica capitalista a través de la
por el sistema internacional descentralizado de unidades
intervención del estado que caracterizó al período de posguerra has-
en competencia mutua, El análisis de Mann muestra cómo la
a finales de la década de 1970 (Harvey, 1989). Asimismo, la guerra
extrema descentralización político-económica de la sociedad medie-
fraguó algunos de los parámetros políticos del orden mundial que se
val curopea, junto con el particular carácter de la civilización latina
desarrolló a partir de 1945: no sólo la politica de la guerra fría, sino
cristiana, sustentaron la aparición de un «sistema acéfalo de múltiples
también el tipo de regímenes políticos que surgieron en los países
estados», que impidió la formación de imperios y, a la vez, propició
desrotados.
nuevas transformaciones de la sociedad y de las organizaciones polí-
Así pues, Giddens sostiene que el militarismo industrializado
ticas. Sin embargo, «Europa» se ha caracterizado siempre por
su di- constituye otra dimensión clave de la «modernidad». Sin embargo,
versidad de relaciones sociedad-estado y de culturas políticas, y esto
desde la perspectiva de finales de la década de 1990, parece impru-
es lo que hace que su coetánea unificación, e incluso su propia
iden- dente abandonar la prominencia concedida a las relaciones sociales
tidad, resulten tan problemáticas. Aunque el ámbito de la civilización
de propiedad capitalistas como artífices del cambio histórico, y re-
europea hizo posible que surgieran aquí los primeros estados
nacio- nunciar al análisis a largo plazo de la peculiaridad de la civilización
nales «modernos» y las primeras economías capitalistas, en un con-
curopea posromana en favor del modelo «discontinuista» de Giddens
wexto distinto las estructuras de muchas formaciones sociales europeas
tiene un precio. Mann y Anderson ofrecen importantes ideas sobre
habrían seguido mostrándose hostiles a la génesis de la sociedad
las raíces históricas de las relaciones entre la sociedad civil y el esta-
«moderna». En este sentido, el argumento de Mann en favor de una
do, la religión y la política, y el individuo y la sociedad en el ámbito
dinámica social común europea que, iniciada en el año 800, llevaría
curopeo.
al capitalismo, posee un inaceptable carácter telcológico.
Existen, sin embargo, importantes objeciones a cualquier marco
La propia importancia que Mann atribuye a los procesos
a largo que vea la «modernidad» como el producto del cambio endógeno que
plazoes rechazada por Giddens. Este autor afirma que aquellas
inter- tiene lugar en el espacio histórico-geográfico que define «Occidente»
pretaciones «progresistas» de la historia «en las que
la dinámica del como «Europa». De hecho, antes que referirse al «auge de Occiden-
moderno Occidente se relaciona con una secuencia
que vincula el 1e», sería preferible hablar del desarrollo de la «civilización del
mundo clásico, el feudalismo y las sociedades modernas»
minimizan Allántico Norte», de una manera que relacionara los acontecimientos
las cualidades distintivas de los estados «auténticamente
modernos» de Europa occidental con la existencia de unos imperios coloniales
en comparación con todas las formas de «estados
tradicionales», in- fundados por las potencias europeas. Podemos establecer una distin-
cluyendo los europeos (Giddens, 1985, p- 83). Centra
su propio aná- ción entre el «antiguo» mundo colonial, construido entre los siglos xvi
lísis en las transformaciones que siguieron al absolutismo
de los si- y Xvil, y el «nuevo» imperialismo capitalista representado por el pro-
gos Xvi y Xvil, y destaca el surgimiento de la sociedad
industrial, más ceso colonial del siglo xix, en el que los centros capitalistas indus-
que las relaciones sociales de propiedad capitalistas,
como la clave triales se reparticron políticamente el mundo con el fin de crear nue-
del desarrollo de las modernas tecnologías de poder.
Fue la guerra in- vos mercados, controlar las árcas que suministraban alimentos a sus
tsirializada la que produjo no sólo el colonialismo
del siglo xix, poblaciones urbanas y materias primas para los procesos industriales
0 también la expansión mundial de la forma del estado-nación.
La localizados en las metrópolis, e invertir capital en «modernizar» la pro-
aperiencia de la guerra industrializada, junto con la movilización
de ducción colonial para servir a las necesidades de la sociedad indus-
sasas a ella asociada, configuró la pauta de desarrollo
económico de la trial. Una posible explicación antropológica del papel del «antiguo»
“a El poder y sus disfrace,
9
De la jerarquía
a la vigilancia 99

colonialismo en el «auge de Occidente» es la que se deriva de las


que los «hijos de las Indias» —como se denominó en la Indonesia
pspefli"’ globales ofrecidas por Eric Wolf (1982)
y Sidney Miniz colonial a los descendientes tanto de los europeos como de los no
).
curopeos— carecían del autocontrol y de la «idoneidad» para el traba-
Ílmup¡ de ver el cambio a escala universal como
el resultado de » disciplinado requeridos en un ciudadano que reclamara el derecho a
las intervenciones de un activo «centro» metropoli
tano sobre una panticipar en una nación democrática liberal (Stoler, 1995, p. 130).
«periferia» colonial pasiva, tanto Wolf como Mintz hacen hincapié en
Así, Stoler afirma que el orden social colonial en evolución confi-
el modo en que los acontecimientos de las regiones
colonizadas in- ¿uróel modo en cl que las nacientes burguesfas europeas se diferencia-
fluyeron en los de las sociedades metropolitanas, y en las formas,
más ron de las antiguas aristocracias, definió la noción de ciudadano portador
complejas, en las que sc interrelacionaron los
cambios realizados en de derechos, libre e igual, y, en consecuencia, se dispuso a disciplinar a
las distintas áreas del sistema mundial, en tanto los acontecimientos
las nuevas y «peligrosas» clases trabajadoras industriales de su propio
de un área influyeron, facilitaron o impidieron los de otra.
Tal como territorio. Como demuestra el caso de los irlandeses, también las nuevas
observa Mintz, el mundo colonial sirvié como «laborator
io» de los vlases trabajadoras podían ser marginadas «racialmente» en el seno de
acontecimientos que posteriormente tendrían lugar en
Europa. Aun- las sociedades del Atlántico Norte, pero lo que sugiere Stoler es que la
que la caña de azúcar es originaria de Malaysia, y los europeos
deben «disciplina del cuerpo», subrayada como la quintaesencia de la moder-
la tecnología necesaria para su cultivo y tratamiento
al mundo islá- nidad en la obra de Michel Foucault (1979, 1985), posee una dimensión
mico, las plantaciones azucareras del Caribe prefigura
ron el sistema colonial vinculada a la «raza» y a la sexualidad que el propio argumen-
de fábricas de la revolución industrial en su modo
de organizar el 10 de Foucault, por eurocéntrico, ignora.
tiempo y la división del trabajo (Mintz, 1985). No
obstante, esta idea Así, el razonamiento de Stoler aconseja una mayor actitud críti-
del antiguo mundo colonial como «laboratorio de la modernida
ds se ca frente a los presupuestos básicos del discurso del «auge de Occi-
puede llevar mucho más lejos.
Ann Stoler (1995) ha afirmado que la experiencia dente». El pensamiento europeo occidental vino a describir Europa
de los europeos como una «modernidad» que llevaba la civilización y el progreso a
en sus «antiguos» territorios coloniales configuró
las ideas sobre la -los atrasados y los subdesarrollados»; sin embargo, se puede consi-
raza y la sexualidad en la Europa del siglo xix. Por
otra parte, la auto- derar a los primeros territorios coloniales de las sociedades europeas,
1a sugiere que todos los símbolos clave de
las modernas sociedades en el continente americano, el Caribe y Asia, como los laboratorios
occidentales, incluyendo las nociones liberales de
ciudadanía y nacio- históricos en los que se elaboraron inicialmente las ideas y prácticas
nalismo, se configuraron en un contexto histórico
en el que las rela- que vinieron a definir la «modernidad» (Stoler, 1995, pp. 15-16). Aña-
ciones coloniales resultaban esenciales, ¥ que
este hecho subyace en el Jiendo un nuevo elemento, irónico e importante, a su punto de vista,
propio concepto de «cultura» y en la misma
idea de «europeidad». la autora cita la observación de Timothy Mitchell de que el ejemplo
Existe una evidente relación entre la «invención
histórica de la raza paradigmático del modemo poder disciplinario que da Foucault, el pa-
blanca» y el comercio de esclavos del Atlántico,
aun cuando el racis- nóptico de Jeremy Bentham, apareció por primera vez en el Imperio
mo se vio reforzado en Estados Unidos por
la transición a una econo- otomano, y no en la Europa septentrional (Mitchell, 1991, p. 35).
mia capitalista industrial, tal como afirma David
Roediger (1994,
p- 64). Pero Stoler sugiere que las divisiones raciales
eran importantes
para defender la superioridad general «europea»
, dado que en las co
lonias había europeos de clase baja que
necesitaban diferenciarse en
$u estatus de «los nativos», y apartarse, en la La civilización agraria fuera de Europa
medida de lo posible, del
tipo de mestizaje sistemático que desarticularía
la jerarquía racial. En Guiándome por el ejemplo de las —silenciadas— aportaciones del
las colonias, la discriminación racial y de clase
se difuminó: se decía mundo islámico al desarrollo curopeo, me centraré aquí especialmen-
tojoo El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia 101

1 en la relación entre religión y politica, dado que se trata de un tema minante nunca retiró su apoyo al estado imperial de una manera
de interés actual además de constituir un elemento fundamental en las tan
decisiva como la que llevó a la caída del Imperio romano en Occi-
¡eorías de la peculiaridad europea que ya hemos considerado.
Esto dente. Hall insiste sobremanera en el carácter monolítico de la cultu-
nos llevará también a abordar algunas árcas en las que los antropólo-
ra de la clite china al explicar el continuo restablecimiento
gos han contribuido de manera fundamental a una serie de importan- del go-
bierno imperial después de cada «racha» de «feudalización
1es debates. » (ibid.,
p. 52). El confucianismo no «penetró» en la sociedad china, pero
Empezaré por examinar el caso de China, donde la interminable su
civilización no conoció las luchas entre la Iglesia y el estado en tanto
repetición de la forma de gobierno imperial reflejuba un «empate de
los mandarines lograron eliminar la amenaza planteada por el bu-
poder» entre el estado y la clase terrateniente. China parece hallarse
dismo. Ninguna potencia estatal vecina amenazaba la integrid
ad de
entre los estados preindustriales más «burocratizados», pero la buro- China. Los invasores nómadas se limitaban a ocupar su lugar en las
cracia imperial resultaba diminuta en comparación con el támaño del instituciones imperiales, y el norte y el sur del país lograron la inte-
imperio (Hall, 1985, p. 41). Tal como observaba Weber (1951),
la gración económica, social y política.
cantidad de ingresos tributarios desviados a los bolsillos privados de Esto —observa Wallerstein (1974)— convirtió el conjunto del
dicha burocracia resultaba bastante sustanciosa. El gobierno de la estado imperial en un «sistema mundial» autosuficiente, aunque
China imperial trataba de evitar que sus administradores fueran asi- es
importante no ver a China como un sistema cerrado. A pesar de las
milados por la clase terrateniente estableciendo una rotación
regular periódicas intervenciones del centro imperial, las ciudades costeras
de los cargos y evitando que sirvieran en provincias en las que sus
del sur de China tienen dos milenios de historia cosmopolita
familias poseyeran tierras. No se puede decir que estas medidas in- a sus es-
paldas, ya que el acceso de extranjeros a dichas ciudades por
crementaran la eficacia administrativa. Con frecuencia, los mandari- el mar
resultaba mucho más fácil que por tierra a través de las montañas.
nes eran incapaces de hablar el dialecto de la zona, y pasaban a de-
Guangzhou (Cantón), en el delta del Xi Jiang, actualmente
pender de ayudantes «recomendados» por la aristocracia local. Sin en la van-
guardia del nuevo capitalismo chino, posee una mezquita de trece
embargo, el hecho de que, en general, los letrados chinos fueran re- si-
glos de antigiiedad que todavía es utilizada por una pequeña comuni-
clutados entre la aristocracia no constituía totalmente un desustre
des- dad china de musulmanes Hui integrada por seis mil personas
de el punto de vista del estado. Las familias de la aristocracia eran (Ikels,
ex- 1996, p. 13). Aunque la dinastía Ming (1368-1644) trató
tensas, y tenían problemas para mantener su posición económica de prohibir
y €l comercio marítimo, los mercaderes chinos siguieron creando
social. Incorporar a algunos de sus miembros a la burocracia consti- redes
comerciales en todo el este y el sureste de Asia. Cuando finalme
tuía una forma de contribuir a la riqueza colectiva de su «corporación nte
llegaron los comerciantes europeos en gran número, hubiero
de parentesco». Así, la aristocracia se beneficiaba del imperio n de for-
aunque zar la entrada en unos mercados encerrados en un comerci
se disputara con él el control de los excedentes del campesinado. o domina-
do por China y un sistema tributario que tenía ramificaciones
El confucianismo dio a la clase de los mandarines una identidad en toda
la región (Ong, 1996, p. 78).
específica que se centraba en las instituciones del estado
y, en última Como «sistema mundial», la civilización islámica se
instancia, las sustentaba, aunque no se podía contar parece a la
con que dicha cristiana: ningún imperio logró nunca encerrar a la totalida
identidad mantuviera la lealtad de los mandarines a una determinada d del mun-
do cultural islámico dentro de sus fronteras políticas.
dinastia (Hall, 1985, p. 40). Esto ayudó a enfriar las periódicas Sin embargo,
ten- como orden religioso global, el islam se muestra más omnímo
dencias a la «feudalización», Los terratenientes trataban do que
de eludir la €l cristianismo, Establece un marco para todo el conjunto
tributación del estado y de incrementar sus haciendas,
y daban refu-
de la vida
religiosa y secular, incluyendo el ámbito político, y
gio a los campesinos que preferian depender de un señor local se ocupa tanto del
a 50- más acá como del más allá. El islam, la última de las grandes
portar la creciente carga de los impuestos estatales; pero la clase religio-
do- nes del mundo que apareció en escena, se basa, como
el cristianismo,
El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia 103
102

el concepto del individuo ante Dios. Su cosmología social es, islam no acepta mediadores entre Dios y el individuo, sino que ad-
- distinta de la del modelo jerárquico de sociedad hinduista-bu- quieren su autoridad cn la sociedad en tanto intérpretes de «la Palabra
¿¡g¡: en el que el individuo carece de una existencia social significa- como texto» (Gilsenan, 1982, p. 31). Siguiendo a Crone (1980), Hal l
tiva fuera de la colectividad, y la parte es siempre abarcada por el sugiere que el hecho de que la codificación de la ley islámica tuviera
todo. Pero también es distinto del cristianismo. Los musulmanes no lugar fuera del territorio imperial del actual Irán y en oposición al ca-
jeren de la mediación sacerdotal para acercarse a Dios y alcanzar lifato omeya de Siria, en las ciudades comerciales desmilitarizadas
la gracia de la salvación. La importancia que el islam atribuye al de- del actual Irag, tuvo una importancia fundamental. Los ulemas esta-
ber individual de obedecer las enseñanzas del Corán —la fuente de ban distanciados del régimen político creado por la clase dirigente
sodas las leyes— proporcionó a los eruditos-juristas, los ulemas, un militar sunní del califato, y definieron la corriente principal del islam
| politico crucial. Tanto los letrados chinos como la jerarquía de de manera que valoraba e idealizaba la ley de un pasado árabe tribal
la Iglesia católica ofrecían ideologías que servian a los intereses del € igualitario, aprobado por el propio Alá. Se condenó la concentra-
estado, pero bajo el islam el poder político y el poder religioso podían ción de poder, tanto secular como religioso, La comunidad de Dios
resultar profundamente antagénicos. llevaría una vida sencilla: el califa debía ejercer únicamente el con-
Las tribus de pastores de Arabia fueron unificadas por el profe- trol necesario; y en esta teoría política no había sitio para un clero
ta Mahoma debido a que la influencia de dos civilizaciones agrarias fico ni para una clase dirigente parasitaria, El islam se mostraba más
vecinas, Bizancio y Persia, había despertado un sentimiento de iden- prolijo en teorías sobre la moralidad colectiva que en tcorías cohe-
tidad étnica común, que la visión del Profeta transformó en el mode- rentes con el estado (Ayubi, 1991),
lo expansionista de la comunidad islámica que realiza su sagrada mi- Las elites político-militares urbanas trataron de conjurar esta
sión mediante la guerra (Hall, 1985, pp. 86-87). Dado el riguroso amenaza a la legitimidad de su dominio intentando incorporar a los
monoteísmo y la perspectiva totalizadora de esta visión, los conquis- ulemas al aparato del estado como un estrato de eruditos-burócratas ,
tadores islámicos no se adaptaron fácilmente a las estructuras de po- pero los ulemas se mantuvieron distantes de las instituciones del es-
der existentes en las civilizaciones agrarias que invadian. Y el asunto tado, con la excepción del caso otomano, del que trataremos más ade-
se complicaba aún más por la naturaleza carismática del liderazgo lnte. Hall sugiere que actuaron así, en parte, debido a que la codifi-
original del Profeta y el carácter de su mensaje social, que hacía hin- cación de la sharia significaba que «su código doctrinal quedaba
* capié en las obligaciones de los ricos para con los pobres. En primer fijado» y ya no era susceptible de nuevas modificaciones por revela-
lugar, tras la muerte de Mahoma, las luchas de las diversas facciones ción (Hall, 1985, pp. 90-91). Pero este autor ofrece también una se-
por el control de la comunidad islámica dieron lugar a la oposición gunda explicación, centrada en cómo la práctica de la política en el
entre shifes y sunníes. El sunnismo se adaptaba a las estructuras del mundo islámico clásico fue estructurada por la continua interacción
poder social y político existentes más allá del corazón de Arabia, de las comunidades urbanas y las tribus segmentarias de pastores
nó-
mientras que el shifsmo se mantenía en tensión con el poder temporal madas, que seguían siendo las portadoras de la cultura islámica y de
al insistir en que los sucesores legítimos del Profeta habían de ser sus la fuerza militar clave del mundo islámico. A diferencia de Europa,
descendientes, estableciendo la comunidad islámica shií como una donde las ciudades que reclutaban a sus propias tropas o contrataban
comunidad de sufrimiento fundada en el martirio del nieto del profe- a mercenarios eran capaces de defenderse en un entorno que, además,
1a a manos de usurpadores «mundanos» (Gilsenan, 1982, pp. 55-56). era «relativamente pacífico», las ciudades de Oriente Próximo se en-
En segundo término, desde el punto de vista de Hall la codificación frentaban a un entorno tribal «capaz de realizar grandes avances mi-
de la ley islámica, la sharía, reforzó el potencial de la oposición entre litares» (ibid., p. 93).
el poder político y la comunidad religiosa, dirigida por los ulemas. La defensa de la civilización urbana dependía de la protección
Hay que subrayar que los ulemas no son sacerdotes, dado que el que pudiera obtenerse de uno de los grupos tribales islámicos
del ex-
__ — — El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia 105

106

erior, pero. cuando el protector se convertía en 50bcmanfc. las cre- plia base social, sino también porque en los diferentes estados islá-
cientes cargas tributarias resultaban perjudiciales para la vida comer- micos ocupaban distintas posiciones estructurales y sociales, en fun-
ial, y el gobierno permanecía ajeno a la sociedad civil a la que go- ción de los peculiares contextos históricos de dichos estados.
Cuando aumentaba el descontento interno, los ulemas solfan A pesar de la inestabilidad de las unidades territoriales islámicas
P
retirar su apoyo a la casa gobernante, la declaraban impía ¢ invitaban clásicas, más tarde la historia islámica produjo tres imperios impor-
existencia real de un tamtes: el de los safawies, en Persia; el imperio musulmán de la India,
otra tribu a restaurar la pureza islámica. Así, la
:-lomo tribal alrededor de las áreas de vida sedentaria proporciona- y el otomano. Uno de los factores que impidieron el surgimiento de
ba la base para el continuo antagonismo entre la religión y la política, una sociedad islámica descentralizada y contractual fue de índole mi-
fronteras litar: la adopción de la pólvora. Por otra parte, los tres imperios se
y para la unidad cultural del mundo islámico más allá de las
de cualquier estado individual . El mundo islámico clásico no era sim- formaron en áreas con una larga tradición histórica de estados fuertes
plemente un mundo de múltiples centros políticos —como Europa—, basados en la tributación, que explotaban a un campesinado agrario.
u du- Sin embargo, el Imperio persa de los safawíes inició su decadencia a
sino un mundo de centros inestables: pocos regímenes legaban
rar un siglo. mediados del siglo xvi, cuando los ulemas retiraron su apoyo a los
Esta teoría de la política islámica deriva, en última instancia, de soberanos del imperio de origen iraní a raíz de que éstos renegaran de
una fuente «autóctona», el erudito del siglo xiv Ibn Jaldún (Gellner, su compromiso de convertir a todos sus súbditos al islam shif. El im-
1981). No obstante, Gilsenan ofrece otra explicación del papel políti- perio musulmán en la India, alineado con el sunnismo, adoptó la es-
co de los ulemas, que supera una objeción al razonamiento de Hall; a trategia —totalmente distinta— de integrar a los hindúes en su buro-
saber: que, puesto que el Corán requería siempre una interpretación, cracia y utilizar a los rajputas como soldados de elite. Su decadencia
su potencial cuestionamiento del despotismo y de la desigualdad so- se inició a finales del siglo xviI, cuando los emperadores trataron de
cial podía ser neutralizado. Los ulemas podían proporcionar —y pro- crear un estado estrictamente islámico (Hall, 1985, p. 106).
porcionaron— un encubierto apoyo ideológico y moral a las relacio- El Imperio otomano, más duradero, constituye el único caso en
nes políticas y sociales opresivas simplemente pasando por alto el que los ulemas fueron integrados con éxito en el régimen del esta-
ciertos tipos de acciones y de relaciones, así como definiendo deter- do. Éstos no sólo estaban exentos de tributación, sino que adquirían
minadas acciones y relaciones como «islámicas», y especificando friqueza en forma de las tierras y edificios que recibían como dona-
cómo se debían regular por la «ley eterna» de Dios (Gilsenan, 1982, ciones religiosas en su mayoría independientes del estado. Dado que
p. 35). Sin embargo, lo que los ulemas no podían hacer era establecer dichas propiedades (wagf) no estaban sujetas a la norma de confisca-
un monopolio social de la interpretación de la Palabra de Dios, pues- ción por el estado a la muerte del propietario, sino que podían trans-
10 que los creyentes no dependían de ellos para cumplir sus deberes mitirse a los herederos, con frecuencia los hijos de los miembros de
religiosos y los hombres santos no tenfan por qué ser ulemas. Fue esto la aristocracia político-militar otomana se integraban en el cuerpo
—sostiene Gilsenan— lo que evitó que ningún estado se apropiarade de los ulemas para adquirir derechos de propiedad hereditarios (Gil-
la tradición sagrada simplemente asimilando a los ulemas como cuer- senan, 1982, p. 38). El alineamiento de los ulemas con otros sectores
po de letrados. Esta asimilación raras veces convenía a los propios de la elite se vio reforzado por su papel como recaudadores de im-
ulemas, ¢ incluso en la época actual existe una constante tensión en- puestos, vinculados a los comerciantes que vendían los cereales que
tre el universalismo de la comunidad religiosa islámica y los intentos aquéllos recolectaban en especie, y por el hecho de que los ulemas de
particularistas por parte de los estados de apropiarse del islam y utili- rango superior eran miembros de la clase militar propictaria. Los ule -
zarlo para sus propios fines, como la construcción del nacionalismo. mas otomanos resultaron ser, pues, leales al estado y profundamente
Los ulemas nunca se convirtieron en una clase social, ni siquicra en conservadores.
un grupo corporativo, no sólo porque se les reclutaba entre una am- Sin embargo, cuando el imperio dejó de expandirse, a comien-
— El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia 107
106 ———

zos del siglo Xvil, se inició un prolongado período de decadencia. te del ámbito político. A menudo se afirma que la civilización india
fsta se vio reforzada por la penctración comercial europea, que indu- es netamente distinta debido a que la elite religiosa, los brahmanes, se
o la feudalización en las provincias de Anatolia cuando los notables abstenían de participar en la política para concentrar sus energías en
n en propictarios, produciendo cultivos de ex- organizar la sociedad a través del sistema de castas, con lo que la es-
lad sobre fera política resultaba no simplemente inestable, sino efimera. En la
la tierra se modificaron y los campesinos se convirtieron en proleta- India, la monarquía está secularizada, y el poder político se define
rios (Islamoglu y Keyder, 1977). Hall sugiere que los ulemas no se como jerárquicamente inferior a la autoridad religiosa: la fuente de la
su
volvieron contra el estado, sino que continuaron participando en ley es el poder religioso, y no el estado,
política como facción organizada, junto con los militares y los fun- Este tipo de escisión entre poder político y poder religioso posee
cionarios de la corte. El poder del sultán decayó y perdió su autono- implicaciones distintas de las del mundo islámico, dado que los nive-
mía frente a estos bloques de poder, aunque el imperio continuó, pa- les superior e inferior del orden jerárquico se conciben como inde-
ralizado por la incapacidad de cada una de las facciones para imponer pendientes más que como antagónicos. Sin embargo, el orden jerár-
su voluntad. quico establecido por el sistema de castas parece ser capaz de existir
Sin embargo, las cosas no fueron tan claras. Cuando el estado sin la regulación del estado, lo que lleva a Hall a afirmar que, en la es-
otomano reaccionó a la presión de Occidente, a mediados del si- tructura clásica de la India hindú, la politica «flotaba libremente» so-
glo xix, areformando» una seric de leyes —entre ellas, las relativas a bre un orden social estable organizado por los brahmanes (Hall, 1985,
la tierra— en sintonía con los parámetros occidentales, y adhiriéndo- pp. 71-72). Éstos proporcionaban la ley y los servicios religiosos ne-
se a la «secularización», los ulemas pudieron desempeñar un papel cesarios para la reproducción social, y mediaban en las disputas sur-
más popular contribuyendo a la subsistencia y apoyando a los cam- gidas entre unas castas y otras, o en el seno de las propias castas; pero
pesinos empobrecidos y a los emigrantes urbanos pobres. La religión el sistema de castas poseía la cualidad de autorregularse. Establecer
rompió su estrecha relación con el estado, desplazándose a nuevas un nuevo gobierno político resultaba fácil, dado que el conquistador
áreas en las que los pobres articulaban su experiencia del desarrollo no tenía sino que establecer su corte y dejar que la sociedad se gober-
capitalista afirmando su pretensión de ser los uuténticos ereyentes y nara por sí sola. En consecuencia, Hall define al estado indio como un
construyendo una visión deformada en la que se anatematizaba a los «estado custodio», cuyo tamaño y duración podían variar, pero cuya
extranjeros (Gilsenan, 1982, pp. 41-46). Así, incluso en la etapa final influencia era escasa dado que los brahmanes organizaban totalmen-
del Imperio otomano se puede percibir el desarrollo de las formas po- te la sociedad y la «penetraban» hasta un punto que hacía innecesa-
pulistas y fundamentalistas del islam que en el siglo Xx pasarian a ser ria cualquier intervención estatal. Sin embargo, este autor señala que
parte integrante de la vida en Oriente Próximo, cuando estas socieda- la sociedad india no era una sociedad totalmente celular y localista.
des responderían a lo que Ayubi (1991) denomina «desarrollo capita- Los brahmanes, geográficamente móviles, poseían una organización
lista distorsionado» y autoritarismo burocrático. Los intentos por parte «translocal», más capaz de unir a las comunidades de campesinos «l a-
de Kemal de crear un estado secular en Turquía, basados explicita- teralmente aisladas» que a las organizaciones, también «translocales »,
mente en los principios de la modernidad occidental, fracasaron a la de gobernantes y de guerreros (ibid., p. 75). Al abstenerse de interve-
hora de exorcizar el islam —o incluso ¢l fantasma del mundo otoma- nir en política y concentrarse en el control religioso de la sociedad,
no como visión alternativa de la identidad y la dignidad nacionales—, los brahmanes lograron limitar la capacidad del estado y de otras eli-
a pesar del compromiso constante de los militares con el proyecto de tes para transformar esa sociedad.
Kemal (Mardin, 1993). Hall cita el modelo de Geertz (1980) del «estado teatro» en Bali
Si en el mundo islámico los poderes político y religioso se ha- como paradigma del «estado custodio» en la civilización índica en ge-
llaban en tensión, era imposible que los ulemas se retiraran totalmen- neral, afirmando que el estado constituía un mecanismo para la repre-
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4 base cósmica de la condición terrenal según prin- la pureza y la impureza, la cual aparece de
manera tan destacada en
,F¡¡.nc¡'ón …::: I;:I:.cen términos de evolución social, «toda su pa- las realidades etnogrdficas del sistema de
castas que incluso influyó
OP"“:::: significaba nada» (Hall, 1985, p. 76). Admite que ocasio- en los modelos de Dumont y de otros,
n‘:nu los brahmanes tuvieron que luchar por el control dc la El análisis de Dirks se refiere también al model
o del «estado
…… y hacer política: por ejemplo, en el siglo m a.C., el budismo, teatro» de lu organización politica indica desar
rollado por Geertz, y
. dado por el emperador Asoka, de la dinastia Maurya, representó citado con aprobación por Hall. Geertz trata
de elaborar un enfoque
':::l,.fio especialmente tenaz. Sin embargo, nommlmer?le no se OP?' no eurocéntrico de las ideas sobre los estados
índicos o hindó-budis-
jeron a los regímenes políticos, ni poseian el poder suficiente para ha- tas del sureste de Asia, incluyendo Tailan
dia, Birmania y Camboya.
:.:,¡':Isu posición se apoyaba en el modelo jerárquico d: poder en FI Utiliza su trabajo sobre Bali para afirmar que
ningún estado de la re-
que la superioridad del brahmán se expresaba en su c-plcldaq de legi- gión puede ser analizado adecuadamente
utilizando los conceptos
mar al gobierno político, y la persistencia del (fukn jerárquico en su weberianos de feudalismo o patrimonialismo
(Bakker, 1988). Geertz
- to dependía de la relación —complementaria y de mutuo apoyo— sostiene que el «centro ejemplar» de Klung
kung poseia una impor-
l-.‘-""l:'l‘“ castas en tamo proveedoras de servicios. Sin embargo, Hall tancia meramente ceremonial, y que «el
estado» consistía en un gru-
:::l‘)eu que la inestabilidad del gobierno politico en la Indía era el re- po acéfulo de soberanos para quienes la compe
tencia politica equiva-
sultado de la superioridad del poder de los brnhr!mnu sobre el d¡. los lía a disputar un orden de precedencia igual
mente ceremonial. El mito
reyes y del nivel de control que los primeros ejercían sobre la sociedad nos habla de la decadencia de un modelo
clásico de perfección, pero
Aunque Hall se muestra crítico con Dumoul.en ulgups aspec- Geertz afirma que el «centro» y el mito de su
glorioso pasado poseen
tos, no cuestiona sus ideas fundamentales sobre la implicación q_iel es- una importancia esencialmente simbólica dentro
de la lógica cultural
tatus religioso en el poder político. No obstante, como ya he señalado local relativa al estatus y la jerarquía, y
no se deberían interpretar
al comienzo de este capítulo, algunos antropólogos -h*.m fnfmmdo que como portadores de una verdad histórica.
Está claro, sin embargo,
también en la India el poder afectaba al estatus césmncwm_\nl. y que ;I que cabría esperar que el «estado principesco»
quedara reducido a un
modelo de castas de Dumont constituye una representación ah-sloq» esqueleto ritual, destinado a representar
dramáticamente un poder bá-
ca y excesivamente coherente de una ideologia distante de lu-¡ t:flp sicamente ficticio, una vez que la monarquía
había sido despojada de
dades de la práctica política. Basándosc en un estudio clllllillnlfñrlcu cualquicr fundamento de poder real por parte
del gobierno colonial.
del pequeño reino de Pudukkottai —situado en ¢l Nl.' de la Indía, de Geertz no es, sin mbargo, el único que considera lus
unidades
habla tamil—, Dirks afirma que la casta estaba «arraigada en cl con- territoriales precoloniales del sureste de
Asia relativamente descen -
texto político de la monarquía», y tenía menos que ver con la opm,- tralizadas. Tambiah (1976, 1985) las descri
be como «unidades terri -
ción citada por Dumont entre pureza e impureza que con la «autori- toriales galácticas», en las que los sober
anos cósmicos gobernaban
\ravés de una coalición de linajes poderosos a
dad y el honor de la realeza, y las nociones uocud¡g de poder,
sobre una masa, étnica-
dominio y orden» (Dirks, 1987, p. 7). Sugiere que, en realidad, la ¡e mente diversa, de linajes, castas y aldeas
subalternas. La periferia de
paración de la casta respectode la política fue obra del o«dfn colonial estas unidades territoriales consistía en un
conjunto de pequeños ám-
británico, que consideró que eliminar la politica de la sociedad colo- bitos «de reyes» o «de jefes» más 0
menos autónomos, y sus fronte-
nial no sólo resultaba conveniente, sino necesario para gobcm‘u «una fas eran inestables y cambiantes, Sin embar
go, el modelo de Tambiah
sociedad inmensamente compleja por una serie de medios indirectos» 10 nos lleva necesariamente a la explicacién
de Geertz de la política
(ibid., p. 8). Dirks sugiere que el papel del brahmán alcanzó nuevas índica como una mera Superestructura
«tcatral»,
cotas bajo la administración colonial británica. Cuando el colonialis- En primer lugar, el principio de que
el poder puede afectar al es-
mo despojó de su poder a los reyes, sc permitió que los lnulfuunc¡ tatus apenas resulta poblemático en el mundo
hindú-budista ajeno u la
desarrollaran nuevos modelos de castas centrados en la obsesión por India. En la budista Sri Lanka, la situación
de las castas en la jerarquia
El poder y sus disfraces De la jerarquía a la vigilancia
111
10—

Así, Dirks cuestiona la propia noción de que el poder político te-


claramente determinada por su relación con el rey, y el propio
admitía que la oposición pureza e impureza r:wlu_ba menos nia un impacto superficial, o simplemente depredador, en una socie-
¡enificativa (Kapferer, 1988, p. 20). Por otra parte, I_o¡ lnflnln tam- dad basada en la aldea y, en gran parte, organizada por quienes osten-
o critican la formulación de Dumont de las mlucnmycs Jewqups taban el poder religioso.
y poder; así, Dirks intenta invertir el razonamiento y sugiere En el modelo de Geertz, el poder parece existir únicamente en
bfi‘”' :m de poder «políticas» y «rituales» resultan clarmente sus manifestaciones simbólicas e ideológicas, aproximándonos
peli-
¡¡¡:iblu y se pueden separar según critérios occidentales. Tanto grosamente a otra versión del modelo «estacionario» orientalista
de
el hinduismo como para la ideología budista cingalesa el estado las sociedades asiáticas. La relativa descentralización política y
la
inestabilidad no implican necesariamente que las relaciones de clase
está simbolizado por la monarquía y abarcado por la religión: artha, la
y de propiedad y las pautas de reproducción social sean inalterables
esfera de la fuerza y el egoismo, está rodeada por dharma, el ord_tn o
que el poder político constituya meramente una superestructura
universal. La tarea de los soberanos consiste en asegurar que If)? prin- ri-
tual-ceremonial sin ningún impacto a largo plazo en la vida
cipios de la armonía cósmica se mantengan. Las mvucll¡s- pnl¡lfcn¡ se social,
convierten en síntomas de la fragmentación no sólo del reino, sino del Sin embargo, lo que sí sugieren estos análisis antropológicos
es que es
propio cosmos; de un fracaso del gobierno a la hora de mantener el importante realizar estudios en profundidad acerca de cómo funciona-
ban realmente las civilizaciones agrarias precoloniales no curopeas
control sobre las fuerzas que constantemente amenazan con la frag- ,
observar el contenido y el significado cultural de las relacione
mentación y de conservar la «sociedad» constituida mediante la jerar- s de po-
der y dominación en las que se basaban, y comprenderlas como
quía. En Sri Lanka, los reyes pueden ser benévolos restauradores del so-
ciedades auténticamente históricas. No podemos entenderlas de ma-
orden jerárquico, o bien manifestar un poder demoníaco y destructor
nera adecuada si nos limitamos a preguntamos en qué difieren
cuando los principios de la jerarquía, ordenados cósmicamente, se sus
principios organizativos de los de las sociedades occidentales,
quiebran (Kapferer, 1988, p. 13). Es, pues, imposible que aquíel esta- ya
sean de la época moderna o de la premoderna, puesto que una
do sc considere irrelevante para la reproducción de la «sociedad». de las
cosas más importantes que debemos tratar de comprender
Sin embargo, Dirks proponc una segunda tesis, más contunden- es cómo las
transformó la dominación occidental,
te. Señala que, incluso en las condiciones de la India precolonial, los
El colonialismo no reduce simplemente las formas
estados organizaban y reorganizaban la sociedad de forma significa- autóctonas
de poder a un «esqueleto teatral» de lo que habían sido
tiva, distribuyendo donaciones de tierras, símbolos de poder y títulos, antes. Tam-
bién redefine la «sociedad» de manera fundamental, forzando
construyendo templos y organizando la guerra. Estas relaciones cen- a la
gente a proporcionar nuevos significados y prácticas
tro-periferia no tenían un carácter meramente ritual y simbólico. a las viejas iden-
tidades, como la «Casta» y la «etnicidad», tal como veremos
Dirks recuerda que: it en pos-
teriores capitulos. Si el hecho de no acertar a identificar
adecuada-
mente estas transformaciones impide nuestra reconstrucción
En el siglo Xvitt, en muchos de los pequeños estados de Tamil Nadu, del mundo
precolonial, resultará doblemente problemático cuando
entre el 60 y el 80 por 100 de toda la tierra cultivable se donó a los je- tratemos de
comprender el mundo contemporáneo, poscolonial. Las estructur
fes militares, criados, templos, brahmanes, funcionarios locales, sacer- as
culturales distintivas heredadas del pasado dejan su rastro en
dotes, sirvientes y artesanos. Dichas tierras se donaron tanto en las el pre-
»ente, pero el proceso colonial produjo también marcadas
áreas centrales como periféricas del estado. Cuando no habia suficien disconti-
te tierra cultivable para estas donaciones, el rey otorgaba concesiones nuidades en el desarrollo, así como una reestructuración,
de las insti-
de terreno forestal para que se convirtiera en tierra de cultivo o se em wciones, prácticas y creencias establecidas, lo que constitui
rá el tema
barcaba en una guerra de rapiña en busca de honor, fama, botin y nue- del próximo capítulo.
vas tierras (Dirks, 1987, p. 53).

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