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GU ILLAUME SIBERTIN-BLANC

así como los nuevos usos de la defensiva en las guerras de resisten- [ 155J
cía hacían más complejas las formas y apt1esta.s estratégicas de la
batalla. Sin ernbargo, reservaba al combate un privilegio. "Centro
de toda la guerra o campaña", la batalla sigue siendo el único me-
dio gt1errero que se pueda deducir de su concepto: "La derrota del
enemigo, y en co11secue11cia la aniquilación de su fuerza armada,
es el objetivo principal de todo el acto bélico [... ] el único medio
del que se sirve el acto bélico es el combate" 18 • Así, este primer
problema sitúa el análisis en el terre110 polemológico concreto de
la táctica, de la estrategia y de sus relaciones, al que responde una
reevalt1ación de las formas de afrontamiento no subordinadas al
paradigma de la acción militar. Pero notemos que esta primera
tesis -"la batalla y la no-batalla son el doble objeto de la guerra",
sin exclt1sividad de ningt1na sobre la otra 19- no rest1elve el pro-
blema correspondiente. Más bien lo hace indecidible, hasta tanto
se hayan considerado los datos tácticos y las implicaciones de los
modos de territorialización de la máquina de guerra.

Problema 2: ¿La guerra es el objeto (objetivo) de la máquina de


guerrar
Tesis 2: La máquina de guerra no tiene co1no objetivo propio
o directo la gt1erra por sí misma, sino la composición de un espa-
cio liso. Su heterogeneidad formal respecto de la forma-Estado
tiene por contenido cualitativo, no el afrontamiento militar, si110
una diferencia de ocupación del espacio-tiempo. Si conocernos
Estados sin ejércitos e, incluso, enf'rentarnientos que r10 se pro-
ponen doblegar una voluntad política adversa (del tipo pillajes
o razias), no concebimos, en cambio, ningún Estado, por muy
"trascendente" o débilmente socializado, que no implique un
mínimo de preparación del territorio, algún agenciamiento de

18 Ibíd., libro IV, cap. 11; libro VIII, cap. 1.


19 MM, pp. 4 1 6 - 4 1 7 .
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[ 156J infraestructuras materiales y ocupaciones simbólico-imaginarias


del espacio habitado. Lo que llamamos de ordi11ario "principio
territorial de la domi11ación estatal" es tanto el resultado como el
presupuesto de esa inscripció11, sin importar cuánto varíe según
las formaciones históricas, media11te la cual un Estado compensa
la desterritorialización específica de sus aparatos respecto de sus
prácticas sociales. La exterioridad de la máquina de guerra 110es,
pues, u11a exterioridad e11 el espacio (distancia geográfica), sino
una exterioridad del espacio (ser "de fuera", do11dequiera que
se esté), que impide su plena i11teriorización a la forma-Estado,
confor1ne a la determi11ación del no1nos nomádico: espacio liso
que no puede ser "tomado" sino "te11ido", y que vuelve los corre-
latos territoriales (socioeco11ómicos, institucionales, simbólicos)
activamente imposibles.
¿Por qué seguir hablando, entonces, de tina máqui11a de gue-
rra, con todas las ambigüedades de esta expresió11, cuando no
tiene por objeto propio la guerra, si110 u11modo de producción
de espacio? Pues si la producción de espacios lisos es, de hecl10,
su proceso intrínseco, la máquina no puede posicionarse, e11-
to11ces, sin enco11trar aquello que rehúye, sin frotarse fuera de
sí misma con aquello que excluye de sí misma. La ambigüedad
no está, pues, en la expresión, si110 en la cosa misma 2º : "Sí la

20 No se puede, e11to11ces, seguir la propuesta de M. Hardt, de sustituir


"1náquina de guerra" por "máquina de espacio liso", a fin de resolver
la equivocidad que pesaría sobre la prin1era (M. Hardt, "Reading
Notes on Deleuze a11d Guattari - Capitalis1n and Schizophrenia",
URL: www.dulce.edu/~l1ardt/mp5.htm). Tratándose de un gesto pura-
1nente verbal, no es seguro que consiga disipar la ambivalencia efectiva
que de11ota la expresió11 retenida por Deleuze y Gttattari, más bien
refuerza su desconocin1iento -el misn10 que permite sustituir cómo-
dame11te u11a aprehensió11 problemática del co11cepto por su valori-
zació11 axiología a priori. No obstante, Deleuze y Guattari pone11 gran
cuidado e11 prevenir las identificacio11es sun1arias de la n1áquina de
guerra con u11 proceso de e1na11cipación, o del espacio liso con u11
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guerra deriva necesariamente de la máquina de guerra es porque [ 157 J


ésta se enfrenta a los Estados y a las cit1dades, como fuerzas (de
estriaje) que se oponen al objeto positivo: como consecuencia,
la máquina de guerra tiene como enemigo al Estado, a la ciudad,
al fenómeno estatal y urbano, y su objetivo es aniquilarlos"''. La
guerra no se deriva analíticame11te de la 1náquina de guerra ni de
sus agenciamientos de espacio liso; son estos agenciamientos los
que hacen que la guerra se derive necesariamente de la máquina
nómada, según un vínculo sintético. (El problema l1a cambiado:
¿ controla y opera esta síntesis!' ¿Qg,é impone, en adelante,
esta necesidad!')

Problema 3: ¿Es la máquina de guerra el objeto (medio) del apa-


rato de Estados'
Tesis 3: Si no es en sí misma el objeto del aparato de Estado,
lo deviene cuando el Estado se la ap1·opia como un instrumento su-
bordinado a sus fines propios, y este proceso de apropiación re-
percute sobre los dos problemas precedentes: es cuando el Estado
se apropia de la máquina de guerra como medio, qt1e la máquina
de guerra adopta la guerra por objetivo directo y qt1e la gt1erra,
a su tt1rno, adquiere la batalla como forma objetiva privilegiada.
Cambian, entonces, ta11to la forma del pole1nos como la naturaleza
de la síntesis. Antes que la máqt1ina de guerra sea apropiada por
el Estado, su relación con la guerra es necesaria sintéticamen-
te, pero la síntesis misma remite a un e11c11entro exterior entre la
forma-Estado y una máquina de guerra: este encuentro "sobre-
determina" la síntesis, funda la contingencia de su necesidad y hace
que la máquina de guerra mantenga la autonomía de su proceso

espacio de liberación, al p11nto de concluir, precisamente, la 12.ª meseta


con esa advertencia.
21 MM, p. 417.
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[ 158] propio (ya lo habíamos señalado, para la resistencia árabe e11T.


E. Lawrence). Pero a partir del mome11to en que la máquina de
guerra es apropiada por el Estado, subordinada a la política de los
Estados y sus fines, "cambia evidenteme11te de naturaleza y fun-
ción, puesto que e11tonces está dirigida co11tra los nómadas y to-
dos los destructores del Estado, o bie11 expresa relaciones entre
Estados, en la medida e11 que un Estado sólo pretende destruir
otro o imponerle sus fines" Si entra entonces en una relación
22

sintéticame11te necesaria co11la guerra, no es ya e11virtud de u11


e11cue11tro exterior, sino e11las nuevas condiciones en que u11Es-
tado domina el poder de la síntesis, tra11sforma la forma objetiva
de la guerra en combates de ejércitos regulares, y se vuelve capaz,
incluso, de integrar localme11te, no sin desconfianza o resisten-
cia, ele1nentos irregulares del conflicto asimétrico.
¿A qué llamamos "poder de sí11tesis"r A las condiciones y los
medios de esta apropiación estatal de la máquina de guerra, luego,
en último a11álisis, al proceso maquínico propio de la potencia de
Estado: la captura. Tal es el desplazamiento mayor de la hipótesis
con respecto al dispositivo clausewitiziano: el problema primario
no es la "realizació11" del concepto puro de la guerra, la ejecución
de la guerra absoluta en las condicio11es más o menos lin1itativas
de los Estados seg(111sus parámetros políticos, sociales, económi-
cos y técnicos, 1norales y jurídicos. Es sobre todo la apropiación
1naterial de la máqui11a de gl1erra por el Estado y las condiciones,
formas y medios histórica1nente variables de esta apropiación,
que podrán dar cuenta de los modos de realización de la guerra,
pues estos dependen de aquéllos. De ahí una segunda serie pro-
blemática que atañe al proceso genealógico de la apropiación, y
cuya ex1Josición reactiva la teoría de la forma-Estado y la redefi-
nició11 de sus aparatos co1no "aparatos de captura".

22 MM, p. 418.
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Serie problemática 11 [ 159 J


(serie sintética-dinámica: el proceso de apropiación
de las máquinas de guerra por los Estados).

Problema 4: ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de seme-


jante apropiación?
Tesis 4: La condición principal de esta apropiación estatal des-
cansa en u11a ambigüedad inter11a de la máquina de guerra, como
una "vacilación" objetiva de la Idea, en f11nción de la tesis 2.
"Precisamente porque la guerra sólo era el objeto suplementario
o sintético de la máquina de guerra nómada ésta cae en la vacila-
ción que le será fatal, y el aparato de Estado, por el contrario, va a
poder apropiarse de la guerra, y, por tanto, volver la máquina de
guerra contra los nómadas [... ] la integración de los nómadas a los
imperios conquistados ha sido uno de los factores más decisivos
de la apropiación de la máquina de guerra por el aparato de Esta-
do: el inevitable peligro ante el que los nómadas sucumbieron." 2 3
Si el Estado encuentra primero la guerra, 110 haciéndola por sí
mismo, sino sufriéndola, hay q11edecir que aprende rápido ... 24 La
datación del Tratado de nonzadología hace eco no sólo a la exterio-
ridad de la potencia gengislchanida, que habrá subordinado por
décadas los centros imperiales cl1inos, sino también a la ambi-
güedad que la atraviesa -y la atraviesa "desde el comienzo, desde
el primer acto de guerra contra el Estado"·-, pues los grandes
guerreros nómadas siguientes, l(ublai, y sobre todo Tamerlán,
aparecerán como nuevos fundadores de Imperio, que volverán
la máquina de guerra contra los propios nó1nadas de las estepas 25•
1227 resuena como la fecha de ese giro histórico o, mejor, de esa

23 Idem.
24 MM, p. 417.
2 1 R. Gro11sset, L'empire
des steppes, op. cit., pp. 495-496 (El imperio de las
estepas, rr. esp., Madrid, EDAF, 1991).
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[ 160 J vacilación en la Idea, esa Jlt1ct11atio a1ti1ni de la Idea, que el Estado


va a aprovechar, si11vacilar.

Problema 5: ¿Cuáles son las formas concretas de esa apropiacióni'


Tesis 5: Deleuze y Guattari esquematizan dos 1nétodos princi-
pales, según los dos polos de la soberanía ("con todas las mezclas
posibles"): por un lado, un "encastramiento" de grupos sociales
exógenos de la soberanía política, y que conservan una hetero-
geneidad y una autonomía relativas (problema histórico de los
mercenarios, milicias, condotieros, cuerpos especiales, etc.26) ; por
otro lado, "la apropiación propiamente dicha", que co11stituye la
potencia de guerra como función pública incorporada a la estruc-
tura jt1rídico-institucional del Estado y que tiende, entonces, a
reti1·arle tanto como puede toda auto11omía.

Problema 6: ¿Cuáles son los medios efectivos de esta apropiacióni'


Tesis 6: Estos medios no pueden ser directan1ente militares
ni jurídicos, porque la institución n1ilitar y las transformaciones
correlativas del derecl10 e11sus relacio11es con la fuerza represiva
resultan de esta apropiació11. Ni la genealogía de la pote11cia es-
tatal de guerra es, en sí misma, guerrera, ni la juridificación de
la violencia de Estado se deriva de u11aevolución jurídica; una y
otra dependen de los tres aparatos orgánicos de la captura esta-
tal: el ordenamiento del territorio y el control de las normas de
residencialidad y circulación de los hombres y las cosas; la orga-
nización del trabajo y el control de las normas del sobretrabajo;
la fiscalidad y el control de la emisión monetaria 27• Lo muestra,
a través de la historia, el cofu11cionamiento permanente de ese
triple mo11opolio en la empresa de territorialización de los gue-

26 MM, pp. 359-361, 433-436. Sobre la distinción entre el encastramiento


de la máquina de guerra y su apropiación, véase MM, pp. 419 y 434.
27 Véase supra, primera parte: "Arcl1iviolencia".
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rreros y la incorporación de sus fuerzas a la forma-Estado, que [ 161 J


anuda la fijación territorial con los deberes de servicio militar y
obligación económica y estimula así el aparato fiscal y la moneti-
zación de la economía (infinitización de la deuda). Instituciones
como el hatru en la Babilonia aqueménida, la cleruquía del Egipto
lágida o, aún, el kleros en Grecia durante el siglo v, se proponen
fijar a los guerreros mercenarios, cediéndoles una tierra en com-
pensación de sus prestaciones militares, pero en condiciones ta-
les que esta territorialización beneficia sobre todo al desarrollo
de la fiscalidad y el control estatal de la economía monetaria. Al
tiempo que constituye tln poderoso medio de absorber el ex-
cedente imperial, la territorialización de los guerreros partici-
pa estrechamente en el crecimiento de la fiscalidad pública y la
monetización de la economía 28• En condiciones históricas muy
diferentes, cuando los Estados modernos emergentes se con-
frontan a los desmembramientos de la feudalidad y al dinamismo
de las ciudades libres para establecer la unificación territorial de
su dominación, la solución inventada por la monarquía francesa
permite territorializar la vieja aristocracia guerrera, explotando
directamente una serie de factores económicos y mecanismos fi-
nancieros. La ruina de una nobleza feudal arrinconada por las
det1das, la presión de los títulos sobre la propiedad de la tierra, la
promoción estatal de una burguesía nueva, el desarrollo correla-
tivo de la economía monetaria y las finanzas públicas, posibilitan
la sujeción financiera de la nobleza de armas respecto al sobera-
no, y el emplazamiento de una conscripción sustitutiva que se
extenderá pronto a capas cada vez más amplias de la población 29•

28 Armées et fiscalité dans le monde antique, París, CNRS, 1977, en especial


E. Van't Dacl<, "Sur l'évolution des institutions militaires lagides",
y G. Cardascia, "Armée et fiscalité dans la Babylonie achéménide"
(sobre la institución del hatru). Véase AE, 2 0 3 - 2 0 4 ; MAJ, pp. 4 4 9 - 4 5 0 .
29 N. Elias, La sociedad cortesana, tr. esp. G. Hirata, México, FCE, 1996,
cap. 5, en particular pp. 2 0 2 - 2 1 2 .
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[ 16 2] El ví11culo e11t re el desarrollo de la fisc a lidad públ i ca y la cons-


ti t ución de las i11stit uciones militares atestigua la i teraci ón, en la
evolució11 creadora de Estados, de la acción co11vergente de las
capturas de territorios, actividades y capitales.
La apuesta de la teoría de los aparatos de captura, lo hemos
visto, está en forjar un concep t o 110 jurídico del monopolio de
Estado 3º . Conten1pla una operación de monopolización media11-
te la cual se realiza una autoco11sti t ució11 del poder de Estado,
en las mismas es t ruct uras socioeconómicas sobre las que ejerce
simultá11eamente s11dominació11 y, de este modo, despliega u11
desciframie11to materialista de las t ransformaciones del Esta-
do, a través de los conflictos y fuerzas adversas que incorpora
a lo l a rgo de su l1istoria. De al1í, lo l1emos destacado también, la
retranscripción del concepto de captu1·a de Estado e11 el análisis
marx i a no de la acumulación originaria, que reclama un mapeo
de las t ransfor1n a ciones de la economía de la violencia represiva
de Estado y su afinidad co11 las 1nutacio11es del ap a rato jurídico,
a través de l a descomposición de los modos de producción prec a -
p i t alistas y la i11fluencia IJrogresiva de la relación de producción
del capital. En adelante, a la luz de la hipótesis de la máquina de
guerra, es t e anál i sis cobrará un nuevo relieve. Bajo un primer as-
p e cto, la l1ipótesis se implanta en ese proceso histórico: dobla la
acumulación originaria del capital con la acunzulación originaria de
una pote11cia 1·epresiva de Estado, e11u11sen t ido que va más allá de
un a simple a11alogía co11el análisis de Marx. Sin embargo, parece
que los dos procesos deban ser distinguidos, ya que no se inscri-
ben sobre el mismo plano o e11la misma econon1ía estat a l de la
violencia. La tr a nsformación del nexo entre poder represivo y
ap a rato jurídico en el establecimiento de la estruc t ura de pro-
ducción capitalista concierne, ante todo, a la represión interior
como policía de Estado o "viole11cia de derecho'', mientras que el

30 Véase supra, cap. 2.


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proceso de apropiació11 de la máquina de gt1erra parece concer- [ 163 J


nir esencialmente a una violencia exterior, defensiva t1 ofensiva,
vuelta contra otros territorios ll otros Estados. Desde este punto
de vista, los dos procesos parecerían encontrarse, inclt1so, en re-
lación inversa: por tln lado, interiorización de una violencia cada
vez menos manifiesta, a medida que se incorpora materialmente
en la estructura social; por otro laclo,.reforzamie11to y concentra-
ción mo11opolística de una potencia n1aterial ele g11erra en el Es-
tado, destinada a manifestarse "soberanamente" sobre la escena
internacional, en proporciones cada vez más considerables. Una
observación de Clausewitz citada más arriba abre, sin embargo,
otra vía. El desarrollo de la "col1esión estatal" c1ue determinará la
tendencia de las guerras del siglo XIX a cobrar una forma absoluta
se produjo en una época c11a11dolas guerras no mostraban 11isi-
quiera esa tendencia. No fue en la época de las políticas de g11erra
total cuando se desarrolló una potencia de guerra total, sino antes,
cuando las políticas asignaban objetivos limitados a la guerra y
proporcionaban segi'.1n estos los medios militares 3 ' .
Desde un punto de vista guattaro-deleuziano, este l1echo
debe explicarse mediante la nueva problemática abierta por la
fiipótesis: la cuestión de los modos de 1·ealizació11 de las guerras
interestatales es seg11ndaria respecto a los modos de apropiació11
de la máq11ina de guerra por el Estado. Este proceso de apropia-
ción debe ser concebido, entonces, como el de una "ac11mulación
originaria" de 11napotencia política ele guerra total, es decir, una
acumulación que no se explica por la determinación política de la
guerra, sino por las transformaciones de la máquina de guerra
durante la época clásica, en función de las nuevas relaciones en
que el Estado y el campo socioeconómico son determinados a
entrar. Desde ese ángulo, la secuencia histórica determinante es,
por supuesto, aquella en que la genealogía de la potencia militar

31 C. von Clausewitz, De la guerra, op. cit., libro VIII, cap. 3B, pp. 651-654.
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[ 164] se ve entrar en una relación de detern1inación recíproca con la


ge11ealogía del poder social del capital. Dos movimientos se vuel-
ven allí cada vez más indisociables: la integración de la máquina
de guerra a la forma- Estado, pero, también, la integración de
los aparatos de Estado en la inmanencia de la producción social.
El Anti Edipo llamaba "tendencia a la concretizació11" ese movi-
miento histórico de incorporación del poder y los aparatos de
Estado en las estructuras socioeconó1nicas, y e11los antago11ismos
sociales correspondientes. De esta circu11stancia se deducía, no
una pérdida de potencia del Estado considerada abstractan1ente,
sino, todo lo co11trario, su socialización inte11siva, co11firiéndole
un poder social i11édito, con funcio11es cada vez más diferencia-
das, en su nueva tarea de regular los flujos descodificados de ca-
pitales, merca11cías y fuerza humana de trabajo 32• En Mil mesetas,
la nueva hipótesis arroja por co11secuencia esta tendencia corre-
lativa: a n1edida que la máquina de guerra es interiorizada por el
Estado, la institucionalización de la guerra, su administración y
organizació11 no sólo políticas, si110 además industriales, finan-
cieras y poblacio11ales, devie11en factores de intensa creatividad
para ese Estado, cada vez más i11mane11te al campo social. En
otras palabras, la máquina de guerra apropiada deviene u11 ins-
trumento directo, no solamente de las políticas de guerra, sino
también de la implicación creciente del Estado en las relaciones
sociales de producció11, estimulante y regulador económico, tan-
to cotno instrumento de dominación en los conflictos de clase.
La utilización recurre11te de la máqui11a de guerra con10 órgano
de represión en los moti11es y coyunturas insurreccio11ales que
sacuden a Europa y el mundo colonizado, tiene como contra-
partida las fu11ciones que adopta en la i11vención de nuevas for-
mas de socialización del trabajo. En una carta a Engels del 2'5 de
septiembre de 18'57, Marx observaba que la institución militar
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l1abía constituido un formidable laboratorio de experimentación [ 165 J


de relaciones de producción, que enseguida serán "desarrolladas
en el seno de la sociedad burguesa'' (por ejemplo, la sistematiza-
ción del salariado, la división del trabajo dentro de una rama, el
"maquinismo"... ). En idéntica perspectiva, Deleuze y Guattari
recuerdan el papel determinante que los ingenieros militares,
desde el Medioevo, son llamados a desempeñar en el ordena-
miento estatal del territorio, "no sólo con las fortalezas y plazas
fuertes, sino con las comunicaciones estratégicas, la estrt1ctura
logística, la infraestructura industrial'' 33• Desde el pt1nto de vista,
aún, de las transformaciones de los modos de división y conexión
del proceso de trabajo durante los siglos XVII-XVIII, Deleuze y
Guattari saludan los trabajos de Foucault sobre los modelos mili-
tares de los dispositivos disciplinarios empleados paraterritoria-
lizar los cuerpos productivos en los aparatos de producción in-
dustrial nacientes. Es en los cuarteles, arsenales, manufacturas de
armamento, donde se experimentan y sistematizan las técnicas
qt1e permiten "fijar, sedentarizar la fuerza de trabajo, regular el
movimiento del flujo de trabajo, asignarle canales y conductos",
mediante el estriaje de un "espacio cerrado, recortado, vigilado
en todos sus puntos, en el que los individt1os están insertos en un
lugar fijo, en el que los me11ores movimientos se hallan contro-
lados, en el que todos los aco11tecimientos están registrados" 34 •
En suma, el programa genealógico abierto por "el conjunto
de la hipótesis" no se propo11e estt1diar únicamente el rol de la
fiscalidad pública, el ordenamiento estatal de los territorios y las
conexiones del trabajo productivo en la apropiación de la máqt1i-
na de guerra. También se propone analizar cómo esta máquina,
apropiada bajo instituciones y funciones militares, deviene un

33 MM, p. 419.
34 MM, p. 374. Cf. M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., pp. 130-137,
150-157, 182.
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[ 166 J intenso vector de creació11 de saberes y técnicas de poder para el


estriaje estatal del campo social, sin el cual la relación de produc-
ción capitalista no habría podido establecerse ni exte11der su do-
n1inación. Así, este programa articula la acumulación origi11aria
de la pote11cia militar a la acu1nulació11 del capital, como los dos
procesos que la forma-Estado i11corpora, y en los cuales el Estado
moderno se transforma. El efecto mayor de esa incorporación
será el nexo inextricable de condicio11a1nie11to y esti1nulación
recíprocos, entre el creci111iento del capitalistno industrial y el
desarrollo de las eco1101nías de guerra. En virtud de una 1nisma
tendencia con1pleja el Estado moderno se militariza, adopta sus
nuevas fu11ciones reguladoras en 11nca1npo capitalista descodifi-
cado y la organización material de la potencia de guerra se vuelve
u11a fu11ción interna de la acumulació11 y reproducción ampliada
del capital. Se hace 11ecesario, ento11ces, reconsiderar la Fór1nula
clausewitzia11a y la evaluación de sus límites e11 el Tratado de 110-
madología, en fu11ció11 de esa unidad te11de11cial: es en ese nivel,
precisamente, donde el programa genealógico se verá e11granado
e11u11 diagnóstico de la sit11ación actual -en 1980.

SITUACIÓN ACTUAL E !LIMITACIÓN DE LA VIOLENCIA:


INVERSIÓN DE LA HIPÓTESIS O REVERSIÓN DE LA FÓRMULA

Los límites de la Fórmula fueron enunciados, a menudo, por


la necesidad de operar su i11versión, tanto pa1·a el análisis l1is-
tórico como para el cálculo estratégico de los nuevos conflictos
del siglo xx. La política habría deve11ido una continuación de
la guerra por otros medios y los Estados, i11st1·u1nentos de una
guerra perpetua, abierta o larvada, cuyo sujeto últitno, en todo
caso, ya no serían estos. Como sea, de Lud end orf f a P. Virilio,
de C. Scl1mitt a M. Foucault, el gesto ha cobrado sentidos tan
diversos que Deleuze y Guattari no lo retoma11 por su cuenta,
si11 reinscribirlo e11 el sistema de su hipótesis. "No basta co11
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inverti1· las palabras como si se pudiese11 pronunciar en un sen- [ 167 J


tido o en el otro, hay que seguir el movimiento real al fi11al
del cual los Estados, habiéndose apropiado de una máquina de
guerra, habiéndola adaptado a sus fines, vuelven a producir una
máquina de guerra que se encarga de la finalidad, se apropia de
los Estados y asu1ne cada vez más funciones políticas." 35 Primer
punto, ento11ces: la inversión debe comprender un proceso his-
tórico que no implica sólo los parámetros del Estado político
en la oscilación de las guerras reales, entre simple observación
armada y desatatniento extren10 de la hostilidad militar, sino,
más profundamente, la evolución de un factor material de apro-
piació11 despejado por la hipótesis, factor que ha de servir como
criterio para evaluar el sentido que Ludend orff dio, el primero,
a dicl1a inversió11 de la Fórmula 36•
Co11esta proposición he incluido, como se ecl1a de ver, a De-
leuze y Guattari entre los pensadores que junto al Schmitt de
El concepto de lo político o el Lenin de los años 1914-1917 y la
Tet1·adska llamé antes clausewitzia11os excesivos, quienes lejos de
"superar" a Clausewitz no hacen más que llevar l1asta sus últi-
mas co11secuencias las intuiciones por las cuales el pensamiento
clausewitziano de las relaciones entre guerra y política excedía
ya sus propias premisas históricas y conceptuales. Un elemento
central en el debate acerca de la posteridad clausewitziana es,
11aturalmente, el problema de las transformaciones de la guerra
imperialista moderna como "guerra total" y, singularmente, in-
cluso antes de su formulación ludendorffiana 37, la crisis de una
concepción estrictamente instrumental de la guerra como un

35 MM, p. 421.
36 E. vo11 Lude11dorff, La guerra total, Buenos Aires, Pleamar, 1961.
37 Recordemos que Lague1·ra total se presenta como un conjunto de con-
sideraciones a manera de advertencias sobre un conflicto por venir,
tanto como un análisis crítico de la estrategia política 1nilitar adoptada
por las autoridades alemanas durante la Primera Guerra Mundial.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI

[ 168 J "medio de la política". Para toda una generación de pensadores


como W. Benjamín, E. Jünger y C. Schmitt, su descomposición
había formado el objeto de una reflexión inquieta, de un agudo
y trágico sentido de la historia -ya fuera, para algunos, en bene-
ficio de una nueva mística de la guerra, como la reprochada por
Benjamín a los hermanos Jünger, en su recensión de Guerra y
guerreros de 193 0 13 8 l . Allí, Benjamín enseñaba cómo, justamente,
al idealizar un ethos combativo en profu11da contradicción con
una tecnología militar que se ha vuelto impersonal y de masa, esa
mística guerrera exaltaba una representación de la guerra como
"efectividad universal" y expresaba, aun desfigurándolo, el pro-
ceso material de las guerras totales modernas en que las finalida-
des y condiciones políticas tienen tendencia a devenir contingen-
tes, cuando no indiferentes 39• Al mismo tiempo, el propio Jünger
componía el vívido cuadro de "esos talleres de Vulcano construi-
dos por los Estados industriales", materializando la guerra en un
maquinismo generalizado cuyas presiones e interconexiones vol-
vían anacrónica la vieja figura "decisionista" del soberano y ese
"instinto monárquico" del que se prevalía, todavía a comienzos
de siglo, la política prusiana 4º . En ese sentido, Benjamín ensalzará

38 W. Benjamin, "Teorías del fascismo alemán. Reseña de la colección


'Guerra y G11erreros', editada por Ernst Jünger, 1930", tr. esp. R. J.
Blatt Weinstein, en Para una crítica de la violencia (Iluminaciones IV),
Madrid, Taurus, 1998, p. 48 ("Estos acondicionadores de ruta para la
Wehrmacht casi llegan a persuadirnos de que el uniforme es para ellos
el máximo objetivo, de todo corazón, mientras que las condiciones en
las que luego se manifestará se pierden en el fondo [... ]").
39 Idem.
40 Sobre la correlación entre la movilización parcial y la "razón particu-
lar de Estado" heredada de la monarquía absoluta y centrada sobre la
decisión del soberano, véase E. Jünger, La nzovilización total ( 1 930).
Jünger extrae a contrario los diferentes procesos que se combinan en
la tendencia hacia la movilización total, el enrolamiento de la inte-
gralidad de la población, la requisición al máximo y la explotación ili-
mitada de todos los créditos "a fin de mantener la máquina en marcha",
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC

vario s artículos de Guerra y guerre1·0s que dejan ver el problema, [ 169 J


bruta lmen te puesto al día por la Gran Guerra -y que será toda-
vía uno de los móviles mayores de la l1ipótesis de la máquina de
guerra, nuev a confi rmac ión de ese "tropismo entre -dos- guerr as"
cuya incidencia· he señalado en repetidas ocasiones, que encla-
va el pensamiento macropolítico guattaro-deleuziano en la crisis
co11stitutiva de la Euro pa contemporánea, la guerr a imperialista,
el fracaso del movi mien to obrero revolucionario europ eo-oc ci-
dental y la ascensión del fascismo a escala continental:

Es compre11sible que el mejor y más ponderado de todos


los ensayos de la prese11te colección se haya planteado el
problema de la "sujeción de la guerra por parte del Estado".
Es que esta teoría mística 110adjudica en principio rol algu-
110 al Estado. Qg,e no se nos ocurra e11tender la "sujeció11"
en el sentido pacifista. Lo que aquí se exige del Estado es
una adaptació11 de estructura y postura a las fuerzas mágicas
que e11tiempo de guerra debe movilizar para sí, con el fi11
de expresarlas dignamente. De 110 ser así se vería impedido
para servir a los intereses de la guerra. El fracaso del poder
estatal respecto a la guerra es premisa fundacional del pen-
samiento autónomo de todos los aquí congregados 41•

la absorción de la "acción armada" en "la representación 1nucho más


amplia [de la guerra] que la co11cibe como un gigantesco proceso labo-
ral". "El despliegue de energías tan amplias [... ] necesita que se extienda
hasta el tuétano, hasta el nervio más fino [... ] Modificando con un solo
gesto la estructura de la división del trabajo, [la 1novilización total]
ramifica la vida moderna, ya compleja y nervificada considerablemente
a través de múltiples conexiones, sobre esa línea de alta tensión que es
la actividad marcial". Deleuze y Guattari se interesan manifiestamente
en Jünger, y remite11 en especial a Der Arbeiter, Herrschaft und Gestalt
(1932) (El Trabajador. Do1ninio y figura, tr. esp. A. Sánchez Pascual,
Barcelo11a, Tusquets, 1990): véase MM, pp. 404-405 y 435.
41 W. Benjami11, "Teorías del fascismo alemán", op. cit., p. 56.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI

[ 170 ] En su análisis de la Primera Guerra Mundial, Lttdendorff re-


conoce a Clausewitz el mérito de haber retenido, tras la lección
de las guerras napoleónicas y las nuevas formas de resistencia qtte
despertaron en España y Rusia, la importancia inédita, decisiva,
a todas luces, de la dimensión "popular" en los conflictos mo-
dernos 4' . Sin embargo, le reprocl1a el no l1aber arrojado todas las
implicaciones del caso, por causa de un triple presupuesto: Clau-
sewitz subordinaría, abusivamente, el instrumento militar a la ac-
ción diplomática, y esto porque reduciría Slt noción de lo político
a la política exterior, representándose las fuerzas armadas como
los únicos sujetos y objetos de los afrontamientos. Ludendorff
objeta que de las guerras post-revolttcionarias a las guerras totales
contemporáneas la hostilidad opondrá naciones enteras, la masa
de sus poblaciones civiles, el conjunto de su economía, sus fuer-
zas ideológicas (la "cohesión espiritual del pueblo"). Los objetivos
estratégicos ya no son sólo ejércitos y bases de reserva: son las in-
fraestructuras i11dustriales, los recursos financieros, las "reservas"
humanas y morales, todos enrolados y convertidos al esfuerzo de
guerra43. Mejor dicho, el centro de gravedad estratégico no es ya

42 C. von Clausewitz, De la guerra, op. cit., p. 188: "Desde que todos


los medios habituales anteriores fueran arrumbados por la suerte y
la audacia de Bonaparte y Esrados de primer orden f11eran aniqui-
lados casi de 11n golpe; desde que los españoles han demostrado con
su persistente lucha de lo que la sublevación nacional y la ir1surrec-
ción son capaces en su conjunto [... ]; desp11és q11e todos esos casos
han demostrado el enorme factor que el corazón y la conciencia de la
Nación son en el producto de las f11erzas estatales, bélicas y armadas;
después de que los gobiernos l1an conocido tocios esos medios auxi-
liares, no cabe esperar que en las futuras g11erras dejen de utilizarlos,
ya sea porque el peligro amanece su propia existencia o una fuerte
ambición les impulse".
43 E. von L11dendorff, La guerra total, op. cit., cap. rrr. Véase R. Aron,
confrontando, sobre esta cuestión a Lude ndor ff y Lenin: Penser la
guerre, Clausewitz, t. rr: L'!ige planétaire, Paris, Gallimard, 1976, pp.
57-68 (Pensar la guerra, Clausewitz, t. rr: La era planetaria, tr. esp.,
Buenos Aires, Instit11to de Publicaciones Navales, 1987 ).
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC

un "ce11tro", si110 el todo de la sociedad enemiga y su Estado. De [ 171 J


al1í, según Ludendorff, la necesidad teórica de extender la noció11
de polític·a para explicar el papel cada vez más determinante de la
política interior e11la empresa de guerra, y la necesidad práctica
de confiar e11un alto mando militar el poder decisional sobre el
conjunto de los medios militares y políticos (diplomáticos, econó-
micos, psicológicos ... ), con n1iras al único objetivo adecuado, en lo
sucesivo: 110simplemente ga11arle u11arelación ventajosa al Estado
para 11egociar las condiciones de la paz, sino imponer, por la vía
1nilitar, u11acapitulación i11condicional al vencido. QQf semeja11te
situació11 resulte de la unidad tendencia! ide11tificada más arriba,
se concibe fácilmente: la intrincación de la militarización del Es-
tado y la tendencia a su concretización en la inmanencia de las rela-
ciones sociales capitalistas co11siguen que la máquina de guerra no
pueda ser apropiada por la forma- Estado sin ser simultáneamente
materializada en u11ared de interconexiones cada vez más intensa
de relaciones socioeconómicas, políticas e ideológicas (lo cual sig-
nifica, otra vez, que en ningún n1omento histórico la máquina de
guerra apropiada se confundirá con la mera institución militar).
Deleuze y Guattari escril1e11: "[ ... ] los factores que convierten a la
guerra de Estado en guerra total está11 estrechamente ligados al ca-
pitalismo". Es en virtud de un mismo movimiento como el capital
"totaliza'' el campo social (lo que Marx llamaba subsunción real de
las relaciones sociales y del proceso de producción por el capital),
y como la potencia militar de Estado se encarna en una máquina
de guerra total, es decir, en una máquina de guerra cuyos medios y
objeto tienden a deve11ir ilimitados: los medios ya no se limitan a
las instituciones militares, si110 que se extiende11 al conjunto de "la
inversión del capital constante en material, industria y economía
de guerra, y de la inversión del capital variable en población física
y tnoral (que hace la guerra y la padece)" 44; y el objetivo ya no se

44 MM, p. 420.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI

[ 172 J limita a derrotar al ejército enemigo para doblegar la autoridad


política de que depende, sino a aniquilar el conjunto de las fuerzas
de la nación adversa.
No obstante, como lo ha destacado R. Aron, la inversión lu-
dendorffiana de la Fórmula no carece de ambigüedades. En pri-
mer lugar, porque Clausewitz sí considera, a veces, la política
interna en el esfuerzo de la guerra y, sobre todo, porque a duras
penas se concibe capitulación incondicional de un enemigo que
no venga acompañada de tina voluntad política capaz, al menos,
de proporcionar ese objetivo último de acuerdo a la conserva-
ción de su propio Estado 45• Ahora bien: esta dificultad no es sim-
plemente teórica, tiene que ver con una ambigüedad efectiva de
las políticas de guerra total. Esta ambigiiedad se revela histórica-
mente en la contradicción en que han podido entrar el objetivo
político y el proceso de una máquina de guerra que se ha vuelto
ilimitada y que, en el límite de esa contradicción, conduce menos a
la inversión de la relación de subordinación guerra/política de la
concepción clatisewitziana, que a una abolición de la política como
tal: la absorción del objetivo por un proceso material de guerra
devenido autónomo. A menudo se ha reprochado, al margen de
su formulación ludendorffiana, el carácter difuso del concepto
de guerra total 4 • Para Deleuze y Guattari, este concepto no es en
6

absoluto difuso, sino -lo que es muy dife ren te- insostenible
(para empezar, por parte de quienes lo movilizan, estrategas y
pensadores de Estado) teórica y políticamente. Se trata de un con-
cepto que sólo cobra sentido en función de un Estado supuesto,
y que se totaliza mientras la guerra deviene total ( de ahí, la indis-
cernibilidad tendencia! entre el Estado y una máquina de guerra

45 R. Aron, Penser /aguerre, C/ausewitz, t. 11, op. cit., pp. 5 8 - 6 1 , 128.


46 Véase, por ejemplo, T. Lindenmann, "Lud endo rff et la guerre totale.
Une approche 'perceptuelle'", en F. Gere, T. Widemann (dir.), La
guerre totale, París, Economica, 2 0 0 1 , pp. 2 4 - 2 9 .
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC

incorporada a todos los engranajes de la sociedad industrial, [ 173]


como esos "talleres de Vulcano" descritos por Jünger, en el re-
gistro inextricablemente histórico y fantasmático de "la Era del
trabajador"), pero que no descubre su plena efectividad más que
en el límite de un proceso que sólo puede autonomizarse en el
horizonte de una subordinación del Estado al proceso de la má-
quina de guerra y un desmoronamiento de la política (no una
inversión). La efectividad l1istórica de ese límite que lleva la tesis
clausewitziana, tanto como su crítica ludendorffiana a lo impen-
sable, se identifica, según Deleuze y Guattari, con la máquina de
guerra mundial del Estado nazi. En su proceso de guerra total,
esa máquina tiende a desembarazarse de toda finalidad política, a
devenir un proceso de guerra incondicionado, es decir, sustraído
a toda condición política. No sólo la finalidad política tiende a
confundirse con el objetivo de guerra (en las condiciones descri-
tas por Ludendorff), sino que ese objetivo tiende, por su parte, a
devenir un proceso sin término, autónomo, cuyos fines políticos
ya no son más que medios subordinados. La máqui11a de guerra
total ya no es simplemente apropiada al Estado y sus finalidades
políticas, sino capaz de alienarse, de engendrar "un aparato de
Estado que sólo vale para la destrucción" y entrar en contradic-
ción con toda condición limitativa de un objetivo político, in-
cluso con la exigencia fundamental de la política de Estado: la
conservación del propio Estado. De donde resulta una diferencia
entre el Estado nacio11al-socialista y un Estado totalitario:

El totalitarismo es u11asunto de Estado: concierne esencial-


1nente a la relación del Estado como agenciamiento locali-
zado con la máquina abstracta de sobrecodificación que él
efectúa. Incluso en el caso de una dictadura militar, es un
ejército de Estado el que toma el poder y eleva el Estado al
estadio totalitario, y no una máquina de guerra. El totalita-
rismo es fundamentalmente conservador. En el fascismo,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI

[ 174] por el contrario, estamos claramente ante una máquina de


guerra. Y cuando el fascismo se construye un Estado totali-
tario ya no es en el sentido en el que 11nejército de Estado
toma el poder, sino, por el contrario, en el sentido en el que
una máquina de guerra se apodera del Estado47.

La especificidad nacional-socialista del Estado total no p11ede


ser determinada por completo sin tomar en cuenta la dinámica
de g11erra virtualmente ilimitada en la Cllal y por la cual consigue
totalizarse -po r militarización de la sociedad civil, moviliza-
ción total de la población en el esfuerzo de la guerra, movili-
zación ideológica hacia el expansionismo imperialista que ex-
plota todos los recl1rsos de los "delirios histórico-mundiales"4 8,
conversión global en economía de guerra por el desplazamiento
de las inversiones en medios de producción y consumo hacia la
producción de medios de dest rucc ión- . Pero en esta dinámica
el Estado tiende a devenir un simple acelerador del proceso de
aniquilación e11 que se abisma. En este sentido, la plena realiza-
ción del Estado total nacional-socialista es menos el totalitaris-
mo como tal (la dominación total sería más bien Sll objeto sin-
tético necesario, en función de las exigencias de la movilización
total, obra del Partido, por lo demás, rr1ejor que del Estado) que
s11extenuación en 11n"Estado suicida''49. La guerra total aparece,
entonces, menos como la empresa de un Estado que como una
máquina de guerra que se apropia del Estado y lo atraviesa de
"un flujo de guerra absoluta que no tendrá otra salida ql1e el

47 MM, p. 233; véase MM, p. 218-219.


48 Véase J. Chapoutot, El nacionalsocialismo y la antigüedad, París, Abada,
2013.
49 MM, p. 471. Sobre la tesis del Estado nacional-socialista como Estado
suicida, véase P. Virilio, L'insécurité du territoire (1976), París, Galilée,
1993, pp. 25-52 (La inseguridad del territorio, tr. esp., Buenos Aires, La
Marca, 1999); y M. Foucault, Defender la sociedad, Buenos Aires, FCE,
2001, pp. 234-235.

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