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La era del espacio comenzó con la Muralla China y el Muro de Adriano de los antiguos imperios y
terminó con el Muro de Berlín. A lo largo de toda esa época, el territorio fue siempre el recurso
más preciado, el premio mayor de toda lucha por el poder, la marca que distinguía a los
vencedores de los vencidos, pero sobre todo fue la principal garantía de seguridad. El poder era
territorial; e igualmente territorial era la privacidad que liberaba de toda interferencia de ese
poder. Todo eso se acabó, desde hace bastante, pero se ha hecho evidente de manera efectiva y
definitiva que se acabó sólo a partir del 11 de septiembre. Los hechos del 11 de septiembre
dejaron en claro que ya nadie, por más rico en recursos, distante e independiente que sea, puede
cortar amarras con el resto del mundo.
Las fuentes de la actual inseguridad global se encuentran en lo que Manuel Castells denominó el
"espacio de flujos". La posibilidad de un ataque terrorista como el del 11 de septiembre no
resultaba inverosímil, y hacía mucho que se veía venir, debido a la inseguridad global que se
generaba masivamente en el interior del "espacio de flujos" extraterritorial completamente
desregulado y libre de toda bandera o control político.
La frontera global
Lo que mejor resume la nueva experiencia es la siguiente tesis: el espacio global ha asumido el
carácter de un espacio de frontera. En un espacio de frontera, ningún intento de dar a los
conflictos una dimensión territorial, de adjudicarle una demarcación al terreno, suele dar
resultado. Para todo propósito los adversarios son extraterritoriales. En un espacio de frontera,
las alianzas y los frentes de combate que las separan del enemigo son fluidos, como los
adversarios. Las tropas siempre están dispuestas a cambiar de lealtad, a la vez que la línea que
separa a quienes participan activamente del combate de aquellos que se mantienen al margen es
muy delgada y se tuerce con facilidad. En cuanto a las coaliciones, no hay matrimonios estables,
sólo convivencias temporales que responden abiertamente a la conveniencia. La confianza es lo
último que se ofrecería, y la lealtad lo último que se puede esperar.
En condiciones de frontera, toda guerra contra los terroristas puede ganarse si se posee suficiente
armamento aéreo, y suficiente dinero para incitar y/o sobornar a los aliados "flotantes" o
"flexibles" para que hagan de infantería. Pero la guerra contra el terrorismo es imposible de ganar
(imposible de ganar de manera concluyente) mientras el espacio global conserve su carácter
"fronterizo". El hecho de establecer coaliciones "flotantes" o "cambiantes" es uno de los factores
principales que ayuda a perpetuar esta naturaleza fronteriza del espacio global. La estrategia de
las coaliciones temporales de intereses transitorios, el rechazo concomitante de estructuras
firmemente institucionalizadas con el poder suficiente para granjearse la sumisión permanente a
reglas universales, la resistencia contra la asunción de compromisos mutuamente vinculantes a
largo plazo sujetos a estricta supervisión: todo eso separa el actual espacio de frontera de
cualquier posibilidad de reemplazado por un orden global, sujeto a supervisión y control político.
Una de las principales razones por las que la guerra contra el terrorismo es imposible de ganar
reside en el hecho de que ambas partes tienen intereses creados en la conservación de las
condiciones de frontera. En este aspecto en particular, ambas partes comparten un mismo punto
de vista, aun a pesar de que hablan una lengua diferente.
No hay una "política del orden mundial" a la vista que pueda presumir de un panorama más
amplio que el del precinto policial promedio. En ausencia de esa visión más amplia, la única
estrategia para imponer el imperio de la ley y el orden consiste en detener, encarcelar y privar de
sus prerrogativas a los agentes cuyas pretensiones de explotar las ventajas que ofrecen las
condiciones de frontera han sido declaradas ilegítimas por quienes ejercen un criterio
independiente.
Como afirmó Clausewitz, la guerra no es más que la continuación, por otros medios, de la política.
Jean Baudrillard dijo, acerca de la guerra declarada al terrorismo por los Estados Unidos y Gran
Bretaña, que no era más que una continuación, por otros medios, de la ausencia de política.) En
ausencia de una política global y de autoridades políticas globales, sólo pueden esperarse
violentos conflictos.
Batallas de reconocimiento
En esta sociedad cambiante en la cual los viejos hábitos se cambian con facilidad y los nuevos no
permanecen lo suficiente para convertirse en hábitos, la única manera factible de vivir es prueba y
error, equivocándose cuantas veces sea necesario para obtener un resultado que se pueda
considerar satisfactorio.
El ciclo de violentas batallas de reconocimiento sólo podrá detenerse una vez que no haya nada
más que reconocer: cuando se sancionen reglas de conducta universalmente vinculantes y
pasibles de aplicación efectiva que no permitan decisiones unilaterales. Cuando la protesta contra
la violación de los derechos humanos deje de ser asunto de (efímeros) intereses políticos y
militares.
Guerras asimétricas
Ocurre que en una guerra asimétrica un bando o el otro es constituido y dirigido formalmente por
un gobierno estatal, pero se considera que esa circunstancia es de importancia secundaria por el
hecho de que los "enemigos asimétricos" aúnan sus fuerzas y cooperan en pos de un mayor
debilitamiento de los poderes soberanos de los Estados-nación. Algunos combatientes lo harán
por decisión propia, y algunos otros por omisión, pero todos promueven la supremacía de las
fuerzas extraterritoriales globales. Los participantes de las guerras asimétricas son
transnacionales.
Uno de los posibles significados de esa "asimetría" puede guardar relación con el hecho de que las
armas y el potencial destructivo de los enemigos enfrentados en una guerra asimétrica son, por
regla general, desproporcionados. Solo ataques relámpago y se le endosa al enemigo que ha sido
atacado el reparar los daños del ataque.
Sin embargo, la verdadera asimetría de las "guerras contra el terrorismo" se deriva de la influencia
-diferente si no opuesta- que las condiciones de globalización ejercen sobre la situación y sobre el
espectro de opciones disponibles para los adversarios
De esa asimetría se sigue otra: la asimetría del armamento. El armamento de cada bando está
subordinado a sus aspiraciones bélicas; y ya que esas aspiraciones son contradictorias, sería de
esperar que los respectivos armamentos se evitaran mutuamente en vez de enfrentarse cara a
cara
Las guerras propiamente asimétricas son un fenómeno concomitante del proceso de globalización.
Están hechas a la medida del espacio global, libradas en la escena global, y descartan de plano
cualquier ambición territorial. No es el territorio lo que está en juego, sino el principio mismo de
territorialidad y su abolición, a pesar de que, por propia voluntad o por omisión, todas las partes
ayudan a consolidar la nueva extraterritorialidad de la condición humana.
las únicas que se contabilizan. Cuando los comandantes militares afirman que "salvar vidas" es su
ocupación principal y la de sus jefes políticos, se trata del bienestar de los soldados. Las otras bajas
de la guerra son "circunstanciales".
Una vez que la guerra se vuelve asunto de profesionales, los blancos que dejan de ser legítimos
pasan a ser "circunstanciales", difíciles de justificar, y mucho menos de defender en términos
moralmente aceptables
Las "bajas circunstanciales" pierden sus vidas porque el daño que se les inflige cuenta menos en el
balance total de las consecuencias de la acción militar. Son descartables, "un precio que vale la
pena pagar"; y no por lo que han hecho o se esperaba que hicieran, sino porque por casualidad se
pusieron en el camino de los bombarderos, o porque vivían, iban de compras o caminaban, de
manera imprudente, en las cercanías del terreno de juego de los ejércitos profesionales.
Kant observó que el planeta que habitamos es una esfera, y dirigió su pensamiento hacia las
implicancias de ese hecho considerado tan banal. Y las implicancias que investigó fueron que
todos debemos permanecer y movernos en la superficie de esa esfera sin tener ningún otro lugar
adonde ir, y que por ende estamos destinados a vivir para siempre en mutua vecindad y compañía.
De modo que "la perfecta unificación de la especie humana a partir de la ciudadanía común", es el
destino que la Naturaleza ha elegido para nosotros, el último horizonte de nuestra historia
universal que, originado y conducido por la razón y el instinto de conservación, estamos
destinados a perseguir y con el tiempo alcanzar.
Ahora el mundo esta agotado. Ya no habrá más estatuas de la libertad que prometan cobijar a las
masas abandonadas y oprimidas. No más vías de escape y escondites para nadie más que para
algunos criminales e inadaptados. Pero (y ésta es, podría decirse, la consecuencia más asombrosa
del agotamiento del mundo recientemente develado) tampoco podrá haber ya un chez soi [la casa
de uno] seguro y confortable, como lo han demostrado de manera dramática y más allá de toda
duda los acontecimientos del 11 de septiembre.
no hay soluciones locales a problemas globales; sin embargo, lo que buscan, ávidamente y en
vano, las instituciones políticas existentes -las únicas instituciones políticas que hemos inventado
colectivamente hasta aquí, y las únicas que tenemos~ son soluciones locales. Y no es de extrañar,
ya que rodas las instituciones son locales, y su poder para actuar soberanamente de forma viable
(o para el caso, legítimamente) está circunscrito al ámbito local.
En una época en la que ningún modelo cultural puede arrogarse, con autoridad y de manera
efectiva, superioridad sobre sus competidores, y en la que la construcción de la nación y la
movilización patriótica han dejado de ser los instrumentos principales de la integración social y la
autodeterminación del Estado, la asimilación cultural ya no constituye una opción
La tendencia actual a reducir de manera drástica el derecho al asilo polí- tico, acompañada por la
obstinada negativa a permitir la entrada de "inmigrantes económicos", no marca en absoluto una
nueva estrategia con respecto al fenómeno de los refugiados, sino más bien la ausencia de toda
estrategia y el deseo de evitar una situación de la cual avergonzarse políticamente. En esas
circunstancias, el ataque terrorista del 11 de septiembre fue un regalo para los políticos. Además
de las usuales acusaciones de que viven a costillas del bienestar de la nación y de que usurpan
puestos de trabajo," se acusa ahora a los refugiados de desempeñar un papel de "quinta columna"
en favor de la red global del terrorismo
Puede que las puertas estén cerradas, pero el problema no desaparecerá, por más firmes que sean
los cerrojos. Los cerrojos no hacen nada por controlar o debilitar las fuerzas que causan el
desplazamiento; pueden ayudar a mantener el problema alejado, invisible, lejos de la conciencia,
pero no pueden hacerlo desaparecer.
Al haber abandonado su medio anterior, o al haber sido expulsados de él, los refugiados tienden a
ser despojados de las identidades que ese medio definía, sostenía y reproducía. En términos
sociales, son "zombis": sus viejas identidades sobreviven principalmente en calidad de fantasmas,
rondando e! campamento por las noches de manera aún más dolorosa por ser totalmente
invisibles a la luz de! día. Incluso las viejas identidades que habían sido más cómodas, más
prestigiosas y más buscadas se vuelven una carga: entorpecen la búsqueda de nuevas identidades
más apropiadas al nuevo ámbito, impiden la aceptación de la nueva realidad y retrasan el
reconocimiento del carácter permanente de la nueva condición.