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Perspectivas de guerra civil

Sólo los bárbaros pueden defenderse.

NIETZSCHE
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ABOMINABLE EXCEPCIÓN, ABOMINABLE REGLA

Los animales luchan entre sí, pero no hacen


la guerra. El ser humano es el único primate que
se dedica a matar a sus congéneres de forma sis-
temática, a gran escala y con entusiasmo. Una de
sus principales invenciones es la guerra; la capa-
cidad de hacer la paz probablemente sea una
conquista posterior. Las más remotas tradiciones
de la humanidad, sus mitos y leyendas de héroes,
suelen girar en torno a homicidios y asesinatos.
Pero la simplicidad del armamento no fue el úni-
co motivo que condujo a combatir cuerpo a
cuerpo; también desde el punto de vista psíquico
resulta más satisfactorio descargar el odio contra
un individuo conocido, es decir, contra el vecino
más próximo. Todo ello permite concluir que la
guerra civil no sólo es una costumbre ancestral,
sino la forma primaria de todo conflicto colecti-
vo. Su descripción clásica, la Historia de la guerra
del Peloponeso, se remonta a unos dos mil qui-

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nientos años y todavía no ha podido ser supe- res. Por añadidura, tal situación sin precedentes
rada. deja entrever unas conexiones explosivas con el
Por el contrario, la guerra «fomentada» por un atavismo, lo cual obliga a replantear viejos interro-
Estado y dirigida contra otro Estado -el enemigo gantes antropológicos. ¿Qué resulta más chocante:
exterior- constituye un fenómeno relativamente matar a individuos conocidos o aniquilar a un
tardío. Presupone la existencia de una casta guerre- enemigo del cual no se tiene ninguna idea, posi-
ra profesionalizada, la creación de ejércitos perma- blemente ni siquiera una equivocada? Para las do-
nentes, así como la distinción entre militares y ci- taciones de los bombarderos de la Segunda Guerra
viles; por otra parte, conduce a la institución de Mundial, por ejemplo, el enemigo era una pura
complicados rituales, que abarcan desde la declara- abstracción. Y quienes hoy en día todavía aguar-
ción de guerra hasta la capitulación. Durante el si- dan en las rampas de misiles la orden de intervenir
glo XIX se llegó a racionalizar hasta cierto punto las ignoran desde su aislamiento hermético las conse-
masacres: aunque por un lado proliferaron como cuencias que comportaría pulsar el fatídico botón.
nunca debido a la implantación del servicio militar A la vista de una situación tan perversa, la más ab-
obligatorio y a los progresos técnicos, por el otro surda de las guerras civiles podría parecemos casi
los Estados intentaron someter las guerras a regula- normal. Así, el hecho de que el hombre destruya
ciones de derecho internacional, que en 1907 que- aquello que odia -yeso suele ser el enemigo den-
daron al fin fijadas documentalmente en la Regu- tro de su propio territorio-- quizá no sea la excep-
lación de la Guerra en Tierra de La Haya. En ción, sino la regla. Se constata una inexplicable re-
dicho contexto la guerra civil aparecía como excep- lación entre el odio al más próximo, al convecino,
ción a la regla, como manifestación irregular de un y la xenofobia u odio al forastero. Probablemente,
conflicto. El manual clásico de Clausewitz sobre el en un principio el odiado «otro» siempre sea el ve-
arte de la guerra, por ejemplo, no le llega a dedicar cino; sólo después de constituida una comunidad
ni una sola línea, y hasta el presente todavía no con una identidad propia se llega a declarar ene-
contamos con ninguna teoría seria sobre el tema. migo al forastero allende la frontera.*
El nuevo orden mundial marcado hoy por la
guerra civil no sólo desbarata las definiciones for-
* Nota al pie 2015: No se tiene en cuenta la muerte diri-
males de los juristas; el caos bélico también hace gida a distancia mediante dranes, que en 1993 no había alcan-
fracasar los esquemas de todos los estados mayo- zado su magnitud actual.

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II asoló, y que supuso el exterminio de dos tercios
VIEJAS CUENTAS PENDIENTES, de su población. Yeso que la Guerra de los
POPULACHO NUEVO Treinta Años había sido desencadenada y desa-
rrollada por poderes estatales. Claro que lo mis-
Terminada la Guerra Fría, ha desaparecido el mo cabe decir de la mayor parte de las principa-
angustioso equilibrio de la «paz atómica», con lo les guerras civiles de los tiempos modernos: el
que también les ha llegado la hora a los idílicos alzamiento de confederados contra unionistas en
remansos de paz de Occidente, que habían esta- los Estados Unidos, de blancos contra rojos en
do amparados militarmente. Hasta 1989 perma- Rusia, de falangistas contra republicanos en Es-
necían irreconciliablemente enfrentadas dos su- paña. En todos estos casos hubo ejércitos y fron-
perpotencias nucleares, cuya línea de sutura era la teras; desde los respectivos cuarteles generales,
Alemania dividida. Los temores derivados de tan las instancias del mando central procuraban
frágil situación ya han caído en el olvido para ser controlar rígidamente a las tropas y llevar a la
sustituidos por otros. El signo más visible de que práctica sus planes estratégicos. Junto a la direc-
dicho orden bipolar del mundo ha quedado fini- ción militar solía existir una dirección política,
quitado lo constituyen esta treintena o cuarente- guiada por unos objetivos claramente definidos
na de guerras civiles que hoy azotan al mundo. y que actuaba como interlocutor en las negocia-
Ni siquiera resulta posible determinar su número ciones.
exacto, puesto que el caos no es computable. Y Ahora bien: mientras la guerra clásica entre
todo parece indicar que en el futuro no dismi- Estados suele tender a la monopolización del po-
nuirán, sino que irán en aumento. der y a la excesiva consolidación del aparato esta-
N adie estaba preparado para una transfor- tal, la guerra civil siempre comporta el peligro de
mación tan radical. Nadie es capaz de poner re- un relajamiento de la disciplina y de la desmern-
medio. Puede que en política nos encontremos bración de las milicias en bandas armadas que
ante una especie de estado de agregación. Para luego operan por su cuenta.
entenderlo, se impone echar una ojeada retros- En tales situaciones surgen «señoresde la gue-
pectiva sobre las guerras civiles del pasado. Pro- rra» que actúan de forma aislada y autónoma, im-
bablemente, Alemania nunca se haya recuperado pidiendo que el estado mayor pueda ejercer el
plenamente de la más pertinaz y violenta que la control militar y el gobierno el control político

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sobre las bandas armadas. Sin embargo, el curso tensión hasta extremos que en ocasiones augura-
de las guerras intestinas en Estados Unidos, Méxi- ban el estallido de la Tercera Guerra Mundial.
co, Rusia y China demostró que ambos bandos Esta forma de política exterior sólo ha deja-
en conflicto conservaron la capacidad de negociar, do de existir con el término de la Guerra Fría y
vencer o capitular. En todo caso, dichas contien- el desmoronamiento de la Unión Soviética. N o
das desembocaron en la consolidación de un nue- sólo Moscú y Pekín, también Washington sabe
vo régimen, de un poder estatal centralizado, que que la ayuda fraternal supone más gastos que be-
acabó por controlar el territorio objeto de disputa. neficios. Durante las últimas décadas sólo salie-
En tiempos del imperialismo no hubo nin- ron favorecidas económicamente aquellas nacio-
gún conflicto interno que no adquiriera de in- nes que no habían participado en dicho juego.
mediato dimensiones internacionales. La llamada La anacrónica realpolitik se encuentra hoy ante
realpolitik procuraba que toda guerra civil fuera las ruinas de un pensamiento imperial que perte-
atizada e instrumentalizada por potencias extran- nece al siglo XIX y que ya no permite conquistar
jeras. Los bandos contendientes tan sólo eran más parcelas en el mercado mundial.
piezas de un juego más amplio por medio del La guerra, antaño el método más simple de
cual las grandes potencias buscaban ampliar sus enriquecimiento, se ha convertido en un negocio
respectivos ámbitos de influencia y sus imperios deficitario. El capitalismo ha tomado buena nota
coloniales. Basta recordar las repetidas interven- de que las masacres organizadas por el Estado no
ciones europeas y norteamericanas en China, las reportan suficientes beneficios. Como es de su-
injerencias que siguieron a la revolución bolche- poner, este cambio de actitud por parte del capi-
vique, o bien la Guerra Civil española, conside- talismo no se debe a una repentina conversión
rada con razón un ensayo general de cara a la Se- moral, sino al frío razonamiento de que los go-
gunda Guerra Mundial. biernos de los países industrializados están mos-
Todavía durante los años setenta las super- trando cada vez mayor entusiasmo por la política
potencias se aferraron a dicha lógica. Ya fuera en de paz. Y el capital como fuente de paz resulta
África, en Asia o en Latinoamérica, desencadena- una imagen desacostumbrada. Claro que muchos
ron una larga serie de guerras vicarias y estuvie- todavía siguen prometiéndose enormes tasas de
ron presentes en todo conflicto interno que pu- crecimiento gracias a las guerras, a pesar de que
diera reportarles ventajas. Llevaron la escalada de las exportaciones de armamento ya sólo suponen

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el 0,006 % del comercio mundial. En este senti- dicar que se trataba de una guerra de liberación
do, el tráfico de armas ha pasado a ser una fuente nacional, de una lucha de resistencia contra los
de ingresos secundaria, que en caso necesario extranjeros, los opresores, los infieles. Pero, ape-
puede ser sometida a ciertas limitaciones. A la nas expulsadas las fuerzas de ocupación, estalló la
larga, los países inmersos en guerras civiles no re- verdadera guerra civil. Ya no quedaba ni rastro del
portan beneficios; se les castiga retirando todas envoltorio ideológico: la intervención extranjera,
las inversiones. La manifestación política de esta la integridad de la nación, la fe verdadera resulta-
reconversión tardía la encontramos en las misio- ron haber sido simples pretextos. Fue el comienzo
nes de paz de N aciones Unidas. * de la guerra de todos contra todos.
Las guerras civiles de nuestros días estallan de Por doquier podemos contemplar fenómenos
forma espontánea, desde dentro. Ya no precisan parecidos: en África, en la India, en el Sureste
de potencias extranjeras para que el conflicto se asiático, en Latinoamérica. Ya no queda el menor
intensifique. Mientras hasta hace poco todavía vestigio de la aureola heroica de los guerrilleros,
adoptaban la máscara de la lucha de liberación o partisanos y rebeldes. Antaño pertrechadas con
del levantamiento revolucionario, desde el fin de un bagaje ideológico y respaldadas por aliados ex-
la Guerra Fría muestran su verdadero rostro. tranjeros, hoy la guerrilla y la antiguerrilla han
U n buen ejemplo nos lo ofreció la guerra civil acabado independizándose. Lo que queda es el
de Afganistán. Mientras el país estuvo ocupado populacho armado. Todos estos autoproclama-
por tropas soviéticas, cabía interpretar la confron- dos ejércitos, movimientos y frentes populares de
tación según el esquema del mundo bipolarizado. liberación han degenerado en bandas merodeado-
El conflicto lo instrumentalizaron ambos bandos: ras que apenas se diferencian de sus contrincan-
Moscú apoyaba a sus lugartenientes, Occidente a tes. Ni siquiera el variopinto bosque de siglas con
los muyahidines anticomunistas. Todo parecía in- el cual se adornan -FNLA o ANLF, MPLA o
MNLF- consigue ocultar que no poseen objeti-
* Nota al pie 2015: Se calcula que, en 2013, e! volumen vo, proyecto ni ideal alguno que los mantenga
de! comercio mundial era de 18,8 billones de dólares. Supues- cohesionados; tan sólo una estrategia que apenas
tamente, e! comercio mundial de armas asciende a cincuenta y merece ese nombre, pues se reduce al asesinato y
ocho mil millones de dólares. Pero, en realidad, en este nego-
cio la economía sumergida es casi tan cuantiosa como la de la al saqueo.
industria de la droga.

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nI La guerra civil no procede de fuera, no es un
GUERRA CIVIL MOLECULAR, virus importado; se trata de un proceso endóge-
PÉRDIDA DE CONVICCIÓN no. Siempre lo inicia una minoría; probablemen-
te baste con que sólo uno de cada cien lo quiera
Contemplamos el mapamundi. Localizamos para que resulte imposible cualquier convivencia
las guerras en regiones distantes, preferiblemente civilizada. En los países industrializados todavía
en el Tercer Mundo. Hablamos de subdesarro- existe una gran mayoría de personas que prefie-
llo, crecimiento a dos velocidades, fundamenta- ren la paz. Hasta el momento, nuestras guerras
lismo. Creemos que los para nosotros inexplica- civiles no se han adueñado de las masas; siguen
bles combates se desarrollan en las antípodas. He siendo moleculares. Pero, tal como demuestra el
aquí el error, el autoengaño. Porque, de hecho, ejemplo de Los Ángeles, en cualquier momento
la guerra civil ya está presente en las metrópolis. se puede producir la escalada que extienda la de-
Sus metástasis forman parte de la vida ·cotidiana flagración.
de las grandes urbes, pero no sólo en Lima o J 0- Ahora bien, ¿podemos establecer una com-
hannesburgo, en Bombay o Río, sino también en paración? ¿Podemos comparar al chetnik con el
París y Berlín, en Oetroit y Birmingham, en Mi- vendedor de coches usados de Texas que desde
lán y Hamburgo. Y sus dirigentes no son única- lo alto de una torre dispara con un arma auto-
mente terroristas y servicios secretos, rnafiosos y mática contra la multitud? ¿Al cabecilla de Libe-
skinheads, traficantes de drogas y escuadrones de ria con el skin que rompe una botella de cerveza
la muerte, neo nazis y sheriffs negros, sino tam- contra la cabeza de un anciano indefenso? ¿A los
bién ciudadanos normales y corrientes que de la autónomos berlineses con los guerrilleros de la
noche a la mañana se convierten en hooligans, selva camboyana? ¿A la mafia chechena con Sen-
incendiarios, locos homicidas y asesinos en serie. dero Luminoso? ¿Y todo lo anterior con la nor-
Al igual que en las guerras africanas, estos mu- malidad de una ciudad de provincias alemana,
tantes son cada vez más jóvenes. Nos estamos sueca o francesa? ¿Acaso todo cuanto se dice
engañando a nosotros mismos al creer que impe- acerca de la guerra civil son simples generaliza-
ra la paz sólo porque todavía podemos salir a ciones o mera atemorización?
comprar el pan sin que nos acribille un tirador Me temo que, más allá de todas las diferen-
emboscado. cias, existe un denominador común. Lo que sor-

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prende tanto en uno como en otro caso es por te pretenden liberar; aliarse con los capos de la
un lado el carácter autista de los criminales, y droga y con los servicios secretos no les supone
por el otro su incapacidad para distinguir entre ningún problema, lo encuentran de lo más natu-
destrucción y auto destrucción. En las actuales ral. El terrorista irlandés suele utilizar a jubilados
guerras civiles ha desaparecido todo vestigio de como bombas vivientes y se dedica a hacer volar
legitimación. La violencia se ha desligado total- por los aires cochecitos de niños. Mujeres y ni-
mente de las justificaciones ideológicas. ños son las víctimas preferidas de los criminales
A diferencia de los criminales de nuestros de nuestros días. El chetnik no es el único que se
días, los de tiempos pasados eran personas cre- muestra orgulloso de masacrar a los pacientes de
yentes. Querían dejar bien sentado que mataban un hospital: por doquier se busca eliminar a los
y morían en nombre de algún ideal. Acataban indefensos. Todo aquel que no empuña una me-
«férreamenre», «fanáticamente», «inquebranta- tralleta es considerado una sabandija.
blernente», etcétera, lo que antes se daba en lla- Los criminales son, casi sin excepción, jóve-
mar ideología, por muy abominable que ésta fue- nes. Con su comportamiento ponen de manifiesto
se. Los partidarios de Hitler y Stalin acataban hasta qué punto ha quedado desprestigiada la ins-
extasiados los evangelios de sus caudillos, y nin- titución del patriarcado. Entre las ancestrales tra-
gún crimen les parecía lo bastante abominable diciones de éste se encontraban las fraternidades
cuando se trataba de defender la causa. de adolescentes, que por medio de ritos iniciáticos
Los guerrilleros y terroristas de los años se- buscaban canalizar en los jóvenes la acumulación
senta y setenta todavía creían necesario justificar de energía provocada por la testosterona, las ansias
sus acciones. Por medio de octavillas y procla- de acción y de sangre. Al macho en ciernes se le
mas, de catecismos pedantes y confesiones for- exigían pruebas de valor y combates simbólicos,
muladas con aire burocrático, buscaban justificar siempre regulados por un estricto código de ho-
ideológicamente sus tropelías. A los criminales nor. La regla básica exigía que el retador -ya fuera
de nuestros días todo eso les parece superfluo; se samurái o héroe del Far West, criminal o rebelde-
caracterizan por la total falta de convicción. midiera sus fuerzas con un contrincante lo más
A los involucrados en las guerras civiles de fuerte y aguerrido posible, pero por lo menos en
Latinoamérica no les importa lo más mínimo igualdad de condiciones. Los vándalos de nuestros
asesinar a los campesinos a los que presuntamen- días desconocen tales conceptos. Han dado lugar

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a una nueva forma de machismo. Cabría decir nes, liberó a los siervos, emancipó a los judíos,
que su honor reside en la cobardía, aunque ello se- instauró el Estado de derecho e implantó el su-
ría sobrestimarlos, pues ni siquiera son capaces de fragio universal. Tales innovaciones no interesan
ver la diferencia entre valentía y cobardía. Un sig- en absoluto a las actuales bandas combatientes. A
no más de autismo y pérdida de convicción. los nacionalistas de nuestros días sólo les mueve
Defectos tan peculiares se manifiestan con la fuerza destructiva que emana de las diferencias
mayor claridad en aquellos casos en que todavía étnicas. El tan invocado derecho a la autodeter-
encontramos algún vestigio de justificación. Esto minación se reduce al derecho a determinar
ocurre por ejemplo en aquellas guerras civiles quiénes deben sobrevivir en determinado territo-
que se dirimen en nombre de pretendidos con- rio y quiénes no. Sólo les guía el deseo de des-
flictos de nacionalidades. Pero en tales casos se truir todo tipo de «vida inservible». A los conten-
trata de simples jirones del atrezo de la historia, dientes de las guerras civiles de Angola, Somalia
lo cual ya salta a la vista en el decorado de opere- o Camboya nada les resulta más indiferente que
ta que eligen los nuevos dirigentes. Los propa- la suerte que puedan correr sus pretendidos her-
gandistas se nutren de consignas de segunda y manos de tribu; no les importa arruinados, bom-
tercera mano. La basura ideológica, como la que bardeados, pasados por las armas.
produce por ejemplo la Academia de las Artes y Es probable que el contenido ideológico del
las Ciencias serbia, pretende simular conviccio- fundamentalismo islámico también sea mucho
nes, aunque una somera ojeada a la realidad nos más insípido de lo que suponemos en Occidente.
muestra que las bandas no precisan de tales pre- Cualquier musulmán inteligente nos confirmará
textos. que no tiene nada que ver con la ortodoxia; se
Quizá sea necesario recordar que todas las trata simplemente de una reacción radical a la
luchas que a lo largo del siglo XIX condujeron a presión modernizadora. Ver a Sadam Husein po-
la formación de los modernos Estados nacionales sando como devoto musulmán constituye una
no eran simples reyertas irracionales. Quienes caricatura absolutamente blasfema, y casi lo mis-
sólo piensan en el repugnante patetismo chovi- mo cabe decir de la mayoría de los regímenes del
nista que las arropaba pasan por alto los logros Magreb y de Oriente Medio, cuya mayor ilusión
constructivos del nacionalismo europeo de viejo consiste en poseer las conquistas más mortíferas
cuño, que al fin y al cabo alumbró constitucio- de este Occidente al que precisamente comba-

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ten: misiles, bombas nucleares y fábricas de gases en tales casos la ideología es simple mascarada.
tóxicos. Lo que las diversas sectas, facciones y Preguntado por sus móviles, el homicida adoles-
milicias fundamentalistas buscan ante todo es es- cente que se lanza a la caza de ciudadanos inde-
trangular a sus hermanos en la fe, a sus correli- fensos suele dar respuestas como: «lo hice sin
gionarios. Por lo tanto, tampoco en este caso te- pensar», «estaba aburrido», «esos extranjeros no
nemos que vérnoslas con convicciones, sino con me caían bien». Y nada más. No sabe nada acer-
sus facsímiles. ca del nacionalsocialismo. La historia no le inte-
Parecida falta de contenido descubrimos en resa. La cruz gamada y el saludo fascista no son
las guerras civiles moleculares que se suceden en las más que la utilería habitual; pero la vestimenta,
metrópolis. Las guerras de bandas en los guetos la música y los vídeos son cien por cien nortea-
norteamericanos resultan incomprensibles si las mericanos. Ostenta la bandera de guerra del
analizamos con ayuda del esquema de las luchas de Reich, pero viste vaqueros y T-shirt. Al actuar
clase históricas. Ni siquiera pueden explicarse por como un skinhead, el joven vándalo adopta un
la oposición entre blancos y negros, pues las vícti- nombre inglés, lo cual le llena de orgullo. Con-
mas de asaltos, pillajes y asesinatos son mayorita- juntos musicales, compact discs y fanzines se cui-
riamente los propios negros. La reciente revuelta dan de garantizar la comunicación dentro de es-
de Los Ángeles no iba dirigida contra las mansio- tos círculos. La «germanidad» invocada en
nes de los barrios ricos; los criminales incendiaron Alemania no es sino un eslogan sin contenido,
ante todo instalaciones de su propia community, que tan sólo sirve para rellenar los huecos del ce-
entre ellas la librería más antigua de los Estados rebro. En lugar de turcos o vietnamitas, el crimi-
U nidos, regentada por negros, así como la oficina nal también habría podido apalear a inválidos,
del político local más militante con que contaba el indigentes, débiles mentales, ancianas o niños; o
barrio. En las luchas entre bandas siempre son los también, caso de que no fuera demasiado cobar-
perdedores quienes disparan contra otros perde- de para ello, a alemanes occidentales u orientales,
dores. según la ubicación geográfica de la población
Pero fijémonos ahora en los involucrados en que escoge para sus tropelías. Ante la alternativa
nuestras propias guerras moleculares. Solemos de tener que elegir entre germanidad y motoci-
catalogados como ultraderechistas o neonazis, y cleta, patria o discoteca, la opción no le debería
así creemos saber a qué atenernos. Pero incluso resultar difícil. Puesto que no cree en el futuro,

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no es de extrañar que ni siquiera su propia patria sin dejar atrás el menor rastro, sólo alimenta ya
le importe un pepino. el deseo de una agresión sin contenido.
Lo mismo cabe decir de la vertiente política
de la ultraderecha. El júbilo desencadenado por
la bancarrota del comunismo nos hace olvidar el IV
hecho de que el proyecto de la derecha ya había DESINTERÉS, AUTODESTRUCCIÓN
fenecido bastante antes. Tan pronto un partido
ultraderechista está a punto de convertirse en El autismo de los combatientes no es el úni-
fuerza política resulta que no dispone de ningún co aspecto común que salta a la vista en todas es-
programa; lo que presenta como tal es un reme- tas guerras civiles moleculares y regionales. Una
do cuya caducidad ya queda demostrada por las segunda característica es el altruismo o desinterés
más elementales realidades económicas. Todos de los implicados, que aquí adopta un significa-
los países industrializados están inequívocamente do completamente nuevo. En un libro impres-
integrados en el mercado mundial y dependen cindible, publicado en 1951, podemos leer lo si-
totalmente de él. La autarquía nacional, la ho- guiente al respecto:
mogeneidad racial o étnica, así como las aventu- «Probablemente el odio no haya faltado nun-
ras políticas aisladas, inevitablemente conduci- ca en el mundo; pero en ese momento se convir-
rían a sus habitantes a la muerte por inanición. tió en un factor político decisivo en todos los
El internacionalismo de derechas no deja de ser asuntos públicos [...]. El odio no podía concen-
una idea descabellada. Debido a ello, lo que vie- trarse realmente en nada y en nadie; no logró en-
ne en llamarse la Nueva Derecha ni siquiera es contrar a nadie a quien pudiera hacer responsable:
capaz de estructurar una política europea cohe- ni al gobierno, ni a la burguesía ni a las respectivas
rente. La consigna «Alemania para los alemanes» potencias extranjeras. De modo que penetró en
no sólo resulta bárbara desde el punto de vista todos los poros de la vida cotidiana y pudo disper-
político. Quien quisiera tomada en serio se vería sarse en todas direcciones, adoptar las formas más
obligado a estatalizar todas las transnacionales y fantásticas e imprevisibles [...]. Todos estaban
cerrar el aeropuerto de Frankfurt. Ni siquiera los contra todos y especialmente contra sus vecinos ...
portavoces de la derecha creen en sus propias »Pero lo que diferencia a las masas modernas
fanfarronadas. Su ideología caduca, desaparecida del populacho de tiempos pasados es el altruismo

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y la falta de interés por el bienestar de uno mis- Ya no hacen falta judíos para llevar a cabo el po-
mo [...]. El altruismo entendido no como bondad gramo, ni contrarrevolucionarios para efectuar la
sino como sentimiento de que uno mismo no es el limpieza étnica. Basta con que alguien prefiera
centro, de que el yo puede ser sustituido en cual- otro club de fútbol, que su tienda de comestibles
quier momento yen cualquier parte por otro [...]. funcione mejor que la de enfrente, que vista de
Este fenómeno de pérdida radical de uno mismo, otro modo, que hable otra lengua, que precise de
esta indiferencia cínica o aburrida con la que las una silla de ruedas o que se toque la cabeza con
masas se encaminan a su propia muerte fue algo un pañuelo. Cualquier diferencia se convierte así
totalmente inesperado [...]. Padecían una pérdida en un riesgo mortal.
radical de sentido común y de discernimiento, así Ahora bien, la agresión no se dirige tan sólo
como de un fracaso no menos radical del más ele- contra los otros, sino también contra la odiada
mental instinto de autoconservación.» vida de uno mismo. Parece como si -en palabras
En el citado fragmento, Hannah Arendt se de Hannah Arendt- a los criminales no les impor-
refería al periodo comprendido entre ambas gue- tara vivir o morir, sino saber si alguna vez habían
rras mundiales. Describía la base sobre la cual las nacido o jamás habían visto la luz del mundo.
masas propiciaron el surgimiento de los sistemas Por enorme que pudiera ser la reserva genéti-
totalitarios. La actualidad de su análisis es paten- ca de estupidez, no basta para explicar esta vio-
te. Pero a diferencia de los años treinta, los cri- lenta autodestrucción. Porque el nexo entre cau-
minales de nuestros días ya no tienen necesidad sa y efecto es tan evidente que cualquier menor
de rituales, uniformes, concentraciones, progra- de edad podría entenderlo.
mas, promesas ni juramentos de fidelidad. Inclu- Los lamentos por la pérdida de puestos de tra-
so pueden prescindir de un caudillo. Tienen su- bajo van acompañados de pogromos que a cual-
ficiente con el odio. Si en aquel entonces el quier capitalista con dos dedos de frente le mues-
terror era monopolio de los regímenes totalita- tran lo insensato que sería invertir allí donde ya
rios, hoy reaparece en forma desnacionalizada. nadie puede estar seguro de su vida. El más estúpi-
Hoy en día sobran la Gestapo y la GPU, ya que do presidente serbio, al igual que el más estúpido
la causa queda en manos de sus infantiles clones. Rambo, sabe que la guerra civil que está llevando
De este modo, cualquier vagón del metro a cabo conducirá a su propio país irremisiblemen-
puede convertirse en una Bosnia en miniatura. te a un vacío económico. La única explicación po-

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síble es que dicha autodestrucción colectiva no dañado y sólo ccontaba con los elementos más
constituye un efecto secundario con el que uno se imprescindibles~ Los vándalos procedieron con
conforma, sino el objetivo principal.
rabiosa meticu osidad. Rajaron los colchones,
Los combatientes saben muy bien que sólo arrojaron al suelio las botellas de suero y los medi-
pueden perder, que no pueden alcanzar victoria camentos; luego, aquellos energúmenos armados
alguna. Hacen todo cuanto está en sus manos y con uniformes de campaña dedicaron su aten-
para agudizar al máximo su situación. No sólo ción al escaso i strumental. Sólo se mostraron sa-
quieren convertir en «una auténtica mierda» a tisfechos después de haber inutilizado el único
sus contrincantes, sino también a sí mismos. He aparato de rayos X, el esterilizador y el aparato de
aquí cómo describe un asistente social francés la oxígeno. Cada uno de aquellos zombies sabía que
situación reinante en los suburbios de París: no podía vislumbrarse el fin de los combates;
«Han acabado destruyéndol¿ todo: los buzo- cada uno sabía que al día siguiente su propia vida
nes, los portales, las escaleras de las casas. Han podía depender- de la presencia de un médico que
arrasado y expoliado la políclínica en la que están lo cosiera. Por lo visto, estaban guiados por la
tratando gratuitamente a sus hermanos y herma- idea de aniquilar hasta la más mínima esperanza
nas menores. No aceptan norma alguna. Hacen de supervivencia. Cabría calificar esta reacción
añicos los consultorios de médicos y dentistas, y como una reductio ad insanitatem. La locura sui-
también destruyen sus propias escuelas. Cuando cida colectiva ha perdido de vista la categoría del
alguien les monta un campo de fútbol, deciden futuro; tan sólo concibe el presente. Ya no exis-
serrar los postes de las porterías.»
ten consecuencias. El mecanismo regulador de la
Las imágenes tanto de la guerra civil mo1ecu- auto conservación ha quedado derogado.
lar como de la macroscópica se asemejan hasta en En una situación así se impone pensar en las
el más mínimo detalle. Un testigo ocular relata 10 especulaciones de Freud, quien al final no vio
que vio en Mogadiscio. El informante estuvo otra solución que estatuir una pulsión de muerte
presente cuando una banda armada destruyó un dirigida en primer lugar contra la destrucción de
hospital. No se trataba de una acción militar. la vida propia y después contra la destrucción de la
Aquellos hombres no estaban amenazados por vida ajena; una hipótesis que nunca pudo ser com-
nadie; en toda la ciudad no se podía oír ni un probada empíricamente y que sigue siendo bastan-
solo disparo. El hospital ya estaba gravemente te nebulosa. Porque el concepto mismo del instin-

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to de autoconservación resulta problemático, o por vencidos de que la extinción de la vida les asegu-
lo menos ingenuo. Posiblemente sirva para ex- rará una existencia paradisíaca en el más allá.
plicar el comportamiento de bacterias y plantas, Pero no son precisamente estos pocos quienes
pero fracasa en cuanto se aplica a animales supe- llevan las de ganar en la guerra, sino aquellos exce-
riores, y no explica en absoluto la historia. Al fin sivamente numerosos que ya han perdido todo
y al cabo, millones de personas murieron en cali- aquello que pudieran sacrificar. Lo que confiere a
dad de santos y mártires, de héroes y fanáticos, las guerras civiles de nuestros días una calidad
sin tener en cuenta la ley de la autoconservación. nueva e inquietante es el hecho de que se llevan a
Pensadores pesimistas como De Maistre siempre cabo sin ningún riesgo, de que prácticamente se
han reconocido la importancia central de la vícti- lucha por nada. De este modo se convierten en
ma y han convertido la necesidad de la represión unos retrovirus de lo político. Hasta donde poda-
en una virtud. Puede ser que todas las religio- mos remontamos, la política siempre había sido
nes tengan su origen en los sacrificios humanos, considerada como el arte de la discusión en torno
y aun después de la des deificación del mundo a unos intereses, no necesariamente referidos al
nunca les han faltado a los hombres unos fines poder y a los recursos materiales, sino incluso cen-
superiores en nombre de los cuales decidían ma- trados en perspectivas de futuro, es decir, deseos,
tar o morir. Cabe preguntarse incluso si eso que proyectos e ideas. A pesar de que este embrollado
llamamos cultura habría sido posible sin esta fa- juego de intereses casi nunca se desarrollaba de
cultad para la entrega y el abandono de la propia forma incruenta, aunque sí siempre de forma im-
vida.
previsible, las intenciones de los implicados en
Hoy en día, a buen seguro todavía deben de todo momento eran predecibles. Lo cual ya no re-
existir personas que actúan desinteresadamente sulta posible allí donde no se concede el menor
en el sentido arcaico de la palabra: auxiliadores valor a la vida propia ni a la del prójimo, y donde
dispuestos a afrontar cualquier riesgo personal; queda completamente fuera de lugar cualquier
hombres situados en la oposición y que, como pensamiento político, desde Aristóteles y Maquia-
Jan Palach y los anónimos monjes budistas de velo hasta Marx y Weber. En un mundo por el
Indochina, son capaces de llegar a auto inmolarse cual vagan bombas vivientes, sólo subsiste una
para defender sus convicciones; pero también utopía negativa: el protomito de la lucha de todos
santones de sectas y fanáticos incoherentes, con- contra todos, tal como lo describió Hobbes.

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107
V ha acabado nacionalizándose no son los medios
LABERINTOS INTERPRET ATIVOS, de producción, sino la terapia. La curiosa creen-
CALLEJONES SIN SALIDA cia de que el hombre es bueno por naturaleza tie-
ne su último reducto en el trabajo social, donde
En esta situación es tentador encontrar expli- las motivaciones pastorales se entremezclan sor-
caciones lo más simples posible a lo que parece prendentemente con vetustas teorías del entorno
tan difícilmente explicable. A nadie sorprenderá y de socialización, pero también con una versión
que tanto políticos como editorialistas prefieran light del psicoanálisis. Quienes se erigen en tuto-
las interpretaciones más simplistas entre todas las res de las ovejas descarriadas las exculpan con
disponibles. Con ello no hacen sino seguir los es- desmesurada benevolencia de toda responsabili-
quemas tradicionales de los partidos. Quien pre- dad por sus actos violentos. La culpa jamás la tie-
tenda describir los esfuerzos de éstos, no tendrá ne el criminal, siempre el entorno: el hogar pa-
que extenderse demasiado. terno, la sociedad, el consumismo, los medios
Los oradores conservadores evocan sin cesar audiovisuales, los malos ejemplos. Parece como si
un imaginario ancien régime en el que supuesta- a todo homicida se le entregara, por así decido,
mente habrían imperado las buenas costumbres un cuestionario de elección múltiple que debe re-
y la decencia, la ley y el orden. Las causas de la llenar siempre a su favor:
perdición del mundo creen vedas en los movi- Mamá no me quería; Mis profesores eran ex-
mientos emancipadores de los dos últimos siglos cesivamente autoritarios/antiautoritarios; Papá lle-
y en la decadencia de la autoridad ancestral. Su- gaba a casa borracho/nunca estaba en casa; El
ponen, igualmente, que la salvación debe buscar- banco me concedió demasiado crédito/me blo-
se en la reimplantación de aquellas virtudes que queó la cuenta corriente; Cuando era niño/estu-
tienen sus raíces en las sociedades estamentales diante/aprendiz/empleado siempre me mimaron/
de cuño patriarcal. Pero, comprensiblemente, no relegaron; Mis padres se divorciaron demasiado
dan detalles de cómo y con qué medios políticos pronto/tarde: En mi barrio había demasiadas/in-
pretenden implantar este ideario en la fase actual suficientes posibilidades de ocio. Por todo ello no
de la civilización tardo-industrial. tuve más alternativa que robar/incendiar/atentar/
Mas he aquí que, en el ocaso de la socialde- matar. (Márquese lo que corresponda.)
mocracia, ha vuelto a vencer Rousseau. Lo que Con tales procedimientos se consigue que el

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delito desaparezca, dado que ya no existen crimi- los que ya no pueden mantener el ritmo de una
nales, sino sólo pacientes/clientes. Según este es- competencia cada vez más salvaje.
quema, incluso a Hoss y a Mengele habría que Si nos imaginamos un atlas que muestre la
considerados víctimas desamparadas merecedoras distribución territorial de todas estas masas «su-
de una ayuda adecuada en forma de tratamiento perfluas» -es decir, por un lado las regiones del
psicoterapéutico a cargo de la seguridad social. subdesarrollo en sus diversas gradaciones, y por el
Siguiendo esta lógica, sólo los terapeutas podrían otro las zonas de infraocupación en las rnetrópo-
plantearse dudas morales al respecto, al ser los lis-, y si a continuación tomamos los lugares en
únicos capaces de comprender la situación. Y los que habitan dichas masas y los comparamos
puesto que todos los demás no son responsables con los focos de las pequeñas y las grandes gue-
de nada, y mucho menos de sus propios actos, ya rras civiles, obtendremos una clara correlación.
no existen como personas, sino únicamente como y entonces llegaremos a la conclusión de que la
destinatarios de la asistencia social. violencia colectiva no es más que la reacción de-
Si comparamos la mamarrachada política de sesperada de los perdedores ante su situación eco-
tales afirmaciones con las teorías materialistas so- nómica sin futuro.
bre la crisis, por muy crudas que éstas sean todavía Sin embargo, no se han producido las conse-
resultan plausibles, porque por lo menos se basan cuencias políticas anunciadas por los teóricos mar-
en datos económicos y en consecuencia compro- xistas. En este sentido, sus tesis han sido falsifica-
bables. Sólo a un mentecato se le ocurriría servirse das. La lucha internacional de clases no tiene lugar.
del argumento de que el análisis marxista ya no Ninguno de los dos bandos implicados en la famo-
está de moda. Desde que el mercado mundial ha sa contradicción básica tiene intención de llegar a
dejado de ser una visión de futuro para convertirse una confrontación global. Los perdedores, lejos de
en una realidad global, cada año produce menos unirse bajo una misma bandera, van acelerando su
ganadores y más perdedores; pero no sólo en el Se- autodestrucción, al tiempo que el capital se retira
gundo y Tercer Mundo, sino incluso en el centro siempre que puede de los escenarios bélicos.
del capitalismo. Mientras allí son países e incluso En este contexto es preciso, aunque no pro-
continentes enteros los que quedan marginados de metedor, rebatir la pertinaz creencia de que las
las relaciones internacionales de intercambio, aquí condiciones de explotación pueden reducirse a un
son sectores cada vez más amplios de la población mero problema de distribución, como si se tratara

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del reparto justo o injusto de un pastel. Aparte de a Occidente, recientemente rebautizado como El
que este cliché no puede invocar en absoluto la Norte. Los africanos, que ya se han percatado de
teoría marxista, es sencillamente falso. Nos lo sue- esta artimaña, afirman ahora que sólo hay una
len presentar afirmando que «nosotros» vivimos a cosa todavía peor que ser explotados por las mul-
costa del Tercer Mundo; que nosotros, es decir, tinacionales: no ser explotados por ellas. Según
los países industrializados, somos tan ricos porque ellos, el enemigo principal ya no son los centros
lo estamos explotando. Pero quienes se autoincul- del capitalismo sino aquellos gángsters políticos
pan de este modo suelen desconocer los hechos. que desde hace años arruinan sistemáticamente
Para ello basta un solo indicador: la participación sus respectivos países. Ninguna persona lúcida se
de África en las exportaciones mundiales se reduce traga que la gran banca haya orquestado durante
al 1,3 %; el de Latinoamérica se sitúa en el 4,35 %. veinte años la guerra civil del Chad, que Idi
Los economistas que han estudiado el asunto no Amin sea un agente de la CIA o que los Tigres
creen que la población de los países más ricos lle- tamiles sean marionetas del Pentágono. A pesar
gara a enterarse si los continentes más pobres desa- de ello, hay incluso europeos que siguen aferrán-
parecieran del mapa. Y esta situación tan catastró- dose a la idea de que no existen criminales, sólo
fica no la pueden modificar las crisis causadas por instigadores. Siguiendo esta lógica, la guerra civil
el endeudamiento ni los vaivenes en los precios de de Yugoslavia no sería responsabilidad de serbios
las materias primas, la fuga de capitales o el pro- ni de croatas, sino de ciertos secretarios de Esta-
teccionismo. * do de Bonn que por esta vía pretenderían restau-
Las teorías que se limitan a achacar la pobre- rar el Gran Reich alemán.
za de los pobres exclusivamente a factores exter- Tan descabelladas imputaciones también
nos no sólo alimentan la indignación moral, sino desempeñan un papel en la guerra civil rnolecu-
que tienen otra ventaja: exculpan a los gobernan- lar, sólo que en este caso los perdedores, llevados
tes del mundo pobre y achacan todas las miserias por su paranoia, se empeñan en señalar como
causantes de su miseria a extranjeros, judíos, co-
reanos, latinoamericanos o gitanos. Todas estas
* Nota al pie 2015: La participación de América Latina y
África en el comercio mundial parece haber aumentado desde
fantasiosas visiones de conjura no hacen más que
1990; en la actualidad se estima que está comprendida entre el ocultar la terrible verdad: en N ueva York al igual
3% yel6%. que en el Zaire, en las metrópolis al igual que en

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los países pobres, son cada vez más las personas falló por lo menos en el sentido de que aquellos
que son eliminadas del circuito económico porque que han sido «dejados atrás», dondequiera que se
ya no resulta rentable explotadas. encuentren, siempre se hallan en una situación
Si las cosas son así, se estarían alumbrando sin esperanza. Por razones ecológicas, demográfi-
con una luz mortecina todas las teorías acerca de cas y económicas jamás se logrará equilibrar el dé-
las vías no simultáneas, que interpretan cualquier calage de la modernización. Al contrario: las dife-
conflicto esencial como crisis de adaptación: la rencias aumentan de año en año. Todo el mundo
modernización global sería un proceso lineal, im- lo sabe; no sólo lo han comprendido el campesi-
parable; las guerras civiles, al igual que otros actos no sin tierra y el metalúrgico en paro, sino inclu-
condenables, se explicarían por las contradiccio- so el rudo matón y el jefe de banda que actúa de
nes derivadas del progreso; el subdesarrollo, el forma incoherente.
fundamentalismo y las luchas tribales serían sim- «En su fuero interno, el colonizado no reco-
ples fenómenos provocados por el atraso. La ver- noce ninguna instancia. Aunque agraviado, no
sión vulgar de esta lectura culmina en la afirma- está convencido de su humillación.» Tomando
ción de que hay sociedades que todavía viven «en como ejemplo la dominación colonial europea,
la oscuridad de la Edad Media». En este contexto Frantz Fanon demostró hace más de treinta años
hay quien llega a tomar en serio la creación de tra- que Los condenados de la tierra no sólo se rebelan
diciones ficticias, como el folclórico baile de dis- contra la miseria y el hambre, sino igualmente
fraces de las etnias. contra la constante humillación a la que se ven
Parece ser que esta interpretación del desarro- sometidos. Esta idea no es nueva; procede de la
llo contiene un núcleo esperanzador. Se dice que, filosofía alemana, y la conocida fábula de Hegel
una vez superadas las mentalidades y formas de la desarrolla del siguiente modo:
producción arcaicas, ya nada se opondría a un fu- El estado original de la sociedad humana es la
turo más feliz; las sociedades atrasadas sólo ten- lucha, pero no sólo para asegurarse los recursos
drían que seguir entonces el sendero recorrido existentes, sino también el reconocimiento por
por sus predecesoras más avanzadas para poder al- parte de los demás. Esta lucha es a vida o muerte,
canzadas. Pero, por desgracia, un modelo filosófi- hasta que el derrotado es abatido o se rinde. En
co-histórico de este tipo nos parece igualmente este caso se convierte en siervo del vencedor. Pero
anticuado. Porque el proyecto de modernización la dialéctica quiere que no sea el señor el que

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transforme el mundo, sino el siervo, y precisa- ra -en la terminología de Frantz Fanon- el señor
mente a través de su trabajo, que durará hasta que colonial: «El colonizado es un perseguido que
al final el señor dependa de él. Una vez alcanzado continuamente sueña con convertirse en perse-
este estadio, el siervo forzará su reconocimiento. guidor [...]. En las luchas tribales reviven los vie-
El momento histórico en que esto sucedió fue la jos resentimientos soterrados en la memoria co-
Revolución Francesa. Sólo entonces pudo surgir lectiva. El colonizado se lanza en cuerpo y alma a
el Estado universal, homogéneo, que garantiza a tales actos de venganza [...]. La auto destrucción
todo ciudadano el reconocimiento por parte de de un colectivo es, por lo tanto, una de las vías
los demás. Con ello, todos han alcanzado la liber- para descargar la tensión física del colonizado.»
tad, la emancipación. Con Napoleón la Historia Hegel toma el concepto de reconocimiento de
toca a su fin y la igualdad llega a ser un hecho. modo formal; busca fijado objetivamente. El que
No es preciso ser hegeliano para comprender se siente agraviado o humillado jamás lo aceptará.
que el deseo de alcanzar reconocimiento constitu- Una cosa es postular la igualdad ante la ley, que
ye un hecho antropológico fundamental. Pero se- en algunos países incluso ha sido impuesta en
ría ilusorio pensar que ello haya llegado a cumplir- mayor o menor grado. El Estado de derecho in-
se alguna vez. Incluso parece dudoso que sea cluso logró suprimir las formas más manifiestas
posible. Lo cierto es que la inmensa mayoría de las de opresión; el Estado social, garantizar a todos
personas que hoy pueblan el planeta sólo pueden los ciudadanos un mínimo de subsistencia, etcé-
soñarlo. Posiblemente la irresistible fuerza de atrac- tera. Sin embargo, el deseo de reconocimiento
ción ejercida por los regímenes del terror del si- desarrolló, primero en las metrópolis y luego en
glo XX pueda explicarse en buena parte por el he- todo el mundo, una dinámica que ni tan sólo hu-
cho de que todos ellos habían prometido a los biera podido imaginar un filósofo de 1806.
humillados que por medio de la fuerza lograrían Toda comunidad, incluso la más opulenta y
que se los reconociera: como comunidad nacional, pacífica, produce continuamente nuevas y con-
como sociedad sin clases, como umma de los cre- cretas desigualdades, agravios al amor propio, in-
yentes. Pero todos ellos cumplen sus promesas ne- justicias y frustraciones de todo tipo. Y a medida
gando a todos por igual dicho reconocimiento. que aumentan la igualdad y la libertad formales
Una vez derrocados, se reinicia la lucha, pero de los ciudadanos, se incrementan también sus
con la diferencia de que al agraviado le falta aho- reivindicaciones. Si éstas no se cumplen, prácti-

116 117
camente todos ellos pueden sentirse agraviados. bes, los campos y barcos repletos de refugiados en
El deseo de reconocimiento es insaciable. Lo po- condiciones de hacinamiento demuestran al sub-
demos comprobar a diario en la crónica de suce- consciente una y otra vez que somos demasiados.
sos. En el gueto, querer llevar una determinada Y la reacción es una violencia ciega y psicótica di-
marca de calzado deportivo es motivo suficiente rigida contra lo que está más a mano.
para cometer un robo con homicidio. Y el ofici- Esta tendencia puede apreciarse en cualquier
nista que fracasa en su intento de ser una estrella parte. Incluso personas aparentemente normales
pop se venga de dicha humillación asaltando un se convierten en criminales cuando se trata de eli-
banco o disparando indiscriminadamente contra minar a los «superfluos», entre los que en secreto
la multitud. también se cuentan a ellos mismos. Lo único que
Un último intento de explicación, el más de- cambia es el grado del delito cometido, que de-
primente de todos, tiene que ver con el inaudito pende de los medios de que disponga cada cual.
crecimiento de la población mundial. Ya en Mientras el incendiario sólo cuenta con una bote-
1950 Hannah Arendt manifestó la sospecha de lla de gasolina, el gobernante puede servirse de
que la facilidad con que los regímenes totalitarios misiles y gases tóxicos. Quienes instigan las gue-
consiguieron imponer su sangrienta lógica tenía rras civiles no sólo persiguen la llamada «limpieza
mucho que ver con este rápido crecimiento y con étnica»: la consecuencia última de sus esfuerzos es
la falta de tierras y el desarraigo de las masas, que la despoblación total. Como solución alternativa,
en el sentido de las categorías utilitaristas acaban caso de fracasar ésta, acuden a la expulsión, que
siendo realmente «superfluas». Parece como si el utilizan como arma demográfica contra el mundo
valor que conceden a su propia vida y a la de los exterior. Trasplantan a las víctimas a terceros paí-
demás disminuyera en la misma medida en que ses, como castigo por el hecho de que éstos toda-
aumenta la población mundial. vía defiendan vestigios de civilización. Para estos
Resulta difícil comprenderlo. Pero no sólo las cabecillas la población no es más que molesta in-
estadísticas de población, de migraciones y de re- mundicia que debe ser eliminada.
fugiados muestran hasta qué punto el mundo se Ante tales razonamientos resulta difícil de-
está quedando estrecho. También la vida cotidia- terminar dónde termina la interpretación y dón-
na nos lo muestra. El paro, la falta de un techo, la de comienza el desprecio por el hombre. La línea
degradación de muchos barrios de las grandes ur- divisoria queda franqueada cuando se llega al ex-

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tremo de afirmar que la humanidad obedece sin miento. Resulta realmente incomprensible cómo
saberlo a un imperativo biológico, como si se tra- un portavoz humano puede colocarse en el punto
tara de reducir la población del planeta a una ci- de mira de un virus o de una galaxia. Por estos me-
fra soportable para la biosfera. dios resulta imposible obtener una visión objetiva
No faltan voces en este sentido. Hay científi- del comportamiento humano. Una artimaña de
cos que argumentan de este modo, y autoprocla- este tipo jamás podrá remitirse al pensamiento de
mados abogados de la naturaleza que los secun- Hannah Arendt. Y es que la biología no tiene nada
dan. Resulta curioso que para ilustrado se suela que aportar a la comprensión de las guerras civiles.
echar mano de ese legendario experimento en el
que se obligó a un número cada vez mayor de ra-
tas a convivir en un espacio cada vez más reduci- VI
do. Según dicha lógica, las guerras civiles y otras INDICIOS, AUTOINTERPRETACIONES
formas de automutilación no serían sino meca-
nismos destinados a garantizar la supervivencia El comienzo es incruento, los indicios son
de la especie a cambio de incontables víctimas. inofensivos. La guerra civil molecular se inicia de
Tales ideas ponen de manifiesto la naturaleza forma imperceptible, sin que medie una movili-
híbrida y los delirios de grandeza de sus artífices. zación general. Poco a poco, en la calle se van
Desde un principio, muchos biólogos abonaron acumulando las basuras. En el parque aumenta
el terreno para la futura implantación de los regí- el número de jeringuillas y de botellas de cerve-
menes totalitarios. Imposible olvidar los servicios za destrozadas. Por doquier las paredes se van
prestados por los eugenistas y los experimentado- cubriendo de grafitis monótonos cuyo único men-
res médicos, cuyas consecuencias pudieron con- saje es el aurismo: evocan un Yo que ya no existe.
templarse en los campos de exterminio. La com- Los colegios aparecen con el mobiliario destro-
paración con las ratas no es casual. Pero, aparte zado, los patios apestan a mierda y orina. Nos
de la debilidad moral del pensamiento biológico, hallamos ante unas declaraciones de guerra; aun-
éste adolece también de un defecto intelectual. que pequeñas, mudas, el urbanita experimentado
Porque quien así argumenta pretende contem- sabe interpretadas.
plar a la humanidad desde fuera, una idea absurda Pronto la nostalgia del gueto se desahoga por
incluso desde la perspectiva de la teoría del conocí- medio de señales más claras. Neumáticos pincha-

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dos, teléfonos públicos inutilizados, coches in- acaban de hacer horas extras. Llegamos a una es-
cendiados. Estos actos espontáneos exteriorizan tación y suben cuatro jóvenes de unos veinte
la rabia por todo cuanto todavía está entero, el años. Las típicas botas y chupas de cuero. Ha-
odio contra todo aquello que aún funciona; un blan en voz alta y en una lengua que no entien-
odio que forma una amalgama indisoluble con el do, posiblemente árabe. Su actitud es retadora,
odio hacia uno mismo. Los jóvenes son la avan- recorren el vagón como si estuvieran buscando
zadilla de la guerra civil. Ello no sólo se debe a la víctimas. Se acercan y de inmediato me siento
normal acumulación de energía física y emocio- amenazado. Me miran fijamente. Temo que me
nal entre los adolescentes, sino también a la in- vayan a atacar. Pero siguen adelante y veo los
comprensible herencia con la que se encuentran, rostros de los demás pasajeros, amargados, llenos
a los problemas insolubles de una riqueza des- de rabia contenida, desfigurados por una extraña
consoladora. Ahora bien, todo cuanto hacen ya fealdad. Las palabras que pronuncian las conozco
se da de forma latente en sus padres: una furia demasiado bien. Incluso el anciano se ha desper-
destructora que sólo puede canalizarse parcial- tado y murmura algo acerca de colgados y coser-
mente a través de formas socialmente aceptadas, los a tiros. Ya no son los extranjeros quienes me
como son la obcecación por el automóvil, la ob- atemorizan, sino mis propios cornpatriotas.»
sesión por el trabajo, la voracidad, el alcoholis- «La excursión que mi hija tenía que hacer con
mo, la codicia, los deseos de pleitear, el racismo el colegio», relata otro, «fracasó porque en su cla-
y la violencia familiar. se hay dos chicas turcas. Los padres prohibieron
Resulta difícil decir de dónde nace el peligro ir a sus hijas porque el riesgo era demasiado gran-
en toda esta amalgama de agresiones. La percep- de. Una prueba de que existen espacios públicos
ción cambia de un instante al siguiente, como en considerados off limits; uno ya no puede pisados
una ilusión óptica. Un individuo que no condu- sin correr riesgos. No es algo nuevo: hace cuatro
ce comenta: años el barrio berlinés de Kreuzberg estuvo con-
«Cuando tomo el metro al atardecer ocurre trolado por unos doscientos individuos que se au-
lo siguiente. El vagón está casi vacío y mal ilumi- todenominaban autónomos. En este contexto di-
nado. Un anciano duerme en su rincón; en el cho término significa "para nosotros ya no existe
otro extremo hay unos tipos algo bebidos char- la sociedad humana". En aquella ocasión consi-
lando. Los dos a mi lado parecen empleados que guieron casi por completo su objetivo de tapar la

122 123
boca al resto de la población. Así surgió un terri- barrios afectados las instituciones oficiales, las
torio sin ley, dominado por la censura, el miedo y patrullas de policía y los tribunales ya no tienen
el chantaje. Las instituciones abandonaron el ba- ningún poder; han perdido el control.
rrio y las pocas organizaciones civiles que queda- »Un caso especial lo constituyen las regiones
ban fueron obligadas poco a poco a dejado. fronterizas, con sus propias turbulencias y reglas
»Zonas similares las encontramos también en del juego. Las bandas dedicadas al contrabando, a
la Europa Oriental y en la antigua República De- la droga y a la criminalidad en general ya han con-
mocrática Alemana. No deja de ser irónico que la seguido alterar profundamente la convivencia. A
antigua zona soviética se haya convertido de nue- ello contribuyen también los inmigrantes ilegales,
vo en eso: una zona. En algunos barrios impera en su mayoría procedentes de un entorno cultural
la ley del más fuerte. La policía, que se siente in- diferente, que los incapacita para comprender las
ferior, ya no se atreve a entrar allí, con lo cual se formas usuales de convivencia. Pero incluso los
convierte tácitamente en cómplice. En todos es- ciudadanos del lugar acaban abandonando las
tos casos puede hablarse de territorios liberados, normas de la civilización, permitiendo así que se
en el sentido de que los criminales han consegui- impongan las reglas elementales de la ley del más
do liberarse de la civilización y sus cargas. fuerte. De la misma manera en que Sadam Hu-
»Bajo tales condiciones se produce una doble sein anula el derecho internacional público, en di-
migración: la llegada de bandas de matones con chos territorios desaparecen todas las normas in-
disfraces ultraderechistas y la huida de las perso- ternas, ya sean escritas o consuetudinarias. Al final
nas amenazadas. En un principio, éstas eran los sólo hablan las arrnas.»
extranjeros y quienes pensaban de otro modo, A la población amenazada no le queda enton-
pero ahora son todos aquellos que no quieren so- ces sino elegir entre dos estrategias: la huida o la
meterse al terror. La consecuencia es la degrada- autoprotección. Una minoría privilegiada se bus-
ción del territorio. Un factor importante de tales ca sus propias vías de fuga; se traslada a «paraísos
procesos, al igual que en los Estados Unidos, es de vacaciones», se refugia en segundas residencias
la desindustrialización. Las condiciones de vida o casas solariegas, funda comunas o sectas en el
empeoran. Por un lado aparecen reductos prote- campo. Para la gran masa sin recursos la huida
gidos por patrullas de vigilantes constituidas por adopta la forma de la petición de asilo o bien de
los vecinos; por el otro, slums y guetos. En los la emigración en condiciones infrahumanas.

124 125
Quienes no optan por la huida, se enclaus- mientras éste pueda protegerlos por razón de su
tran. En todos los países del mundo se está traba- poder. Porque ninguna ley puede derogar el dere-
jando en la reconstrucción del Limes romano, des- cho natural del hombre a defenderse a sí mismo
tinado a proteger del asalto de los bárbaros. Pero cuando nadie más es capaz de hacerlo.»
incluso dentro de las metrópolis se están forman- Las razones del abandono por parte de los
do archipiélagos de alta seguridad. En las grandes Estados pueden ser muy diversas. Al principio
urbes americanas, africanas y asiáticas, los privile- suelen darse la cobardía y el cálculo táctico,
giados han creado ya hace tiempo ciudadelas ro- como sucedió durante la República de Weimar y
deadas de altos muros y alambradas de púas. En ahora en la Alemania reunificada. Cuando la
ocasiones se trata de barrios enteros a los que sólo guerra civil molecular ya ha avanzado más, la po-
se puede acceder con un pase especial. Barreras, licía y la justicia se ven atadas de pies y manos.
cámaras electrónicas y perros adiestrados contro- Mientras todavía se producen detenciones, las
lan el acceso. En las torres de vigilancia, guardias cárceles repletas se convierten en campos de en-
de seguridad provistos de metralletas controlan los trenamiento para los combatientes. En otros ca-
alrededores. Se impone el paralelismo con los sos, como en la Unión Soviética, el Estado pier-
campos de concentración, con la diferencia de que de toda su legitimación. Un paso más, y ocurre
en este caso es el mundo exterior el que los inter- como en Yugoslavia, donde es el propio régimen
nados consideran como posible zona de extermi- el que fomenta la creación de bandas.
nio. Los privilegiados pagan un alto precio por el Quien dispone de los medios necesarios, con-
lujo de su aislamiento total: se han convertido en tratará ya de entrada mercenarios que sustituyan a
prisioneros de su propia seguridad. la policía. Un signo inequívoco lo tenemos en el
La dinámica de la guerra civil comporta tam- crecimiento de las llamadas compañías de seguri-
bién el armamento de la población. Allí donde el dad. El guardia de seguridad se va convirtiendo
Estado ya no ejerce su monopolio del poder, le en símbolo de estatus. Los organismos estatales
corresponde al individuo defenderse por su cuen- incluso contratan sheriffs negros para proteger la
ta. Incluso Hobbes, quien concedía al Estado un infraestructura. Allí donde a los ciudadanos les re-
ejercicio casi ilimitado del poder, afirma con refe- sulta demasiado oneroso contratar los servicios de
rencia a esta situación: «Las obligaciones de los los guardias de seguridad, ellos mismos forman
súbditos para con el soberano sólo tienen vigencia patrullas de vigilantes. Y quien ni siquiera puede

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permitirse eso se procurará tarde o temprano un rajevo. Donde fallan todas las explicaciones, el
arma de fuego. El prototipo lo constituyen en intento de autointerpretación quizás sea una de
este aspecto los Estados U nidos, donde la pose- las pocas posibilidades de buscar las causas. Este
sión privada de armas forma parte de la ideología intento lo ha emprendido el escritor norteameri-
nacional. cano Bill Buford. En su reportaje Entre los ván-
Las guerras civiles, ya sean moleculares o a dalos, describe cómo él mismo se convirtió en
gran escala, son contagiosas. Mientras el número parte integrante de la turba. El reportaje trata de
de quienes no tienen participación alguna en ellas la fase de latencia de la guerra civil, y su escena-
disminuye -sea porque mueren o huyen o se unen rio es el campo de fútbol:
a uno de los bandos-, los contendientes se van pa- «Aunque difícilmente podría afirmar que de
reciendo cada vez más. La semejanza afecta tanto momento hubiese desarrollado alguna clase de re-
a su comportamiento como a su moralidad. En las lación con «ellos», lo cierto es que comprendí
zonas conflictivas de las ciudades la policía y el que el fútbol en sí empezaba a gustarme [...]. Fue
ejército actúan como si fueran una banda más. Las algo, lo entiendo ahora al reflexionar, no dema-
unidades antiterroristas practican la pena de siado diferente del alcohol o del tabaco: asquero-
muerte preventiva; los drogadictos y los pequeños so al principio, placentero a medida que te habi-
delincuentes son víctimas de los escuadrones de la túas, una costumbre que no puedes dejar al cabo
muerte, fiel reflejo de aquellos a quienes comba- de algún tiempo. Y quizás, a la postre, un poco
ten. Al lumpenproletariado le corresponde una autodestructivo.»
lumpenburguesía que copia al enemigo en la elec- Más adelante, en otra escena, la aceptación
ción de los medios. Algo parecido ocurre cuando de la violencia alcanza su punto culminante:
el foco bélico se va extendiendo. Entonces ya no «Eran seis en total, y los seis empezaron a
es posible distinguir entre agresión y defensa. El dad e patadas al chico tirado en el suelo. Él se ta-
mecanismo se parece al de la vendetta. Aumenta paba la cara. Me sorprendió que me resultara po-
cada vez más el número de personas que se ven sible distinguir, sólo por el sonido, cuándo alguna
arrastradas al torbellino de miedo y odio, hasta al- patada no daba en el blanco, o cuándo le alcanza-
canzar un estado de asocialidad total. ban, por ejemplo, en los dedos, y no en la frente
«No sabemos qué nos ha ocurrido.» Ésta es o en la nariz. Me quedé transfigurado. Pensando
la frase que más repiten los supervivientes de Sa- ahora en este incidente, me doy cuenta de que es-

128 129
VII
taba tan cerca que hubiera podido poner fin a la
PRESUNCIONES DE INOCENCIA,
paliza [... ]. Pero no lo hice. No creo que llegara a
CAMPOS DE MINAS
pasárseme esa idea por la cabeza. Fue como si el
tiempo se hubiese vuelto muy lento de repente,
También la palabrería sin sentido acerca de
como si cada segundo tuviese un clarísimo co-
la guerra civil desemboca tarde o temprano en
mienzo y un clarísimo final, como una secuencia
una especie de auto interpretación. En este caso
~e fotogramas en un rollo de película: me hipno-
no se fracturan huesos, pero cualquier discusión
tI.zaron todas y cada una de las imágenes que fui
sobre la guerra civil no hace sino reproducir la
viendo [... ]. Aquel primer estallido de violencia
propia guerra. No soy neutral. Estoy contagiado.
significaba que se había cruzado alguna especie de
Siento cómo la rabia, el miedo y el odio se están
umbral, algún límite, a un lado del cual aún exis-
acumulando en mí. Estoy involucrado en aquello
tí~ una idea clara de los extremos a los que se po-
de lo que estoy hablando. Mi sistema límbico
día llegar, un acuerdo tácito, incluso entre gentes
inunda el cerebro con mensajes de los que nada
de aquella ralea, respecto de lo que se podía y lo
sé. Corro peligro de perder el control sobre las
que no se podía hacer; al cruzar dicho umbral,
ideas que fluyen hacia mí.
~os. halláb~os e~ "" territorio en el que pocos
Resulta imposible cualquier discurso lineal
límites podían exisnr, en el que la sensación de
sobre este tema. Quien se limita a reafirmar su
que había ciertas cosas que no se hacían había de-
propia postura no hace sino echar más leña al
jado de tener razón de ser [... ]. Se trataba de una
fuego. No existe un punto de Arquímedes. Me
excitación que rayaba ya en algo mucho más im-
he adentrado en un campo de minas intelectual
portante, en una emoción más transcendente:
y moral. Me muevo con precaución. Sólo sé que
una alegría que parecía próxima al éxtasis. En
a lo sumo me podré orientar; en ningún mo-
todo ello había una tremenda energía; era imposi-
mento lograré desactivar las minas. No estoy de
ble no percibir al menos parte de aquel apasiona-
acuerdo con nadie, ni siquiera conmigo mismo.
miento. Cerca de mí, alguien dijo que se sentía
Como casualmente he nacido aquí, en Ale-
muy, muy feliz, que no recordaba haberse sentido
mania, al cabo de cincuenta años todavía me veo
tan feliz en toda su vida.»
acurrucado en un sótano, envuelto en una man-
ta. Hasta hoy soy capaz de distinguir el ladrido

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130
de la artillería antiaérea del aullido de una bom- Führer, quien no les ocultaba sus intenciones -un
ba de la aviación. A veces me martiriza en sueños «combate gigantesco, jamás visto», la lucha decisi-
el ulular de las sirenas, una melodía odiosa. Re- va y el empleo de todos los medios-, y cómo po-
cuerdo muy bien los sobresaltos de los bombar- cos años antes habían presenciado la quema de las
deos. Y los adultos que permanecían acurrucados sinagogas. Sin la entusiasta connivencia de dicha
en el banco de aquel sótano y a quienes iban des- población, los nazis jamás habrían logrado con-
tinados los «ataques indiscriminados» de los Alia- quistar el poder.
dos eran la «población civil inocente». Cada vez Pero ojo: todo aquel que piensa que esto
que escucho estos términos me pongo a cavilar. sólo es aplicable a los alemanes es un idiota. Por-
Cuando la guerra civil alcanza su punto cul- que sin esa «tremenda energía», sin esa «felici-
minante, resulta que la mayoría no la había queri- dad», sin el «éxtasis» que nos refiere Bill Buford,
do. Permanece muda. Nadie le hace caso. Siempre no es posible que estalle la guerra civil molecular
que se le ofrece la oportunidad, da la espalda a los ante nuestras mismas puertas ni el infierno más
combates y huye. Son ante todo las mujeres quie- allá de nuestras fronteras. Al principio siempre
nes se ocupan de remover las ruinas en busca de reina un júbilo histérico, ya sea en las gradas del
un puñado de harina, leña, unas cuantas patatas, y estadio de fútbol, o bien en las calles de Rostock
de sacar a sus hijos del infierno. Los ancianos bus- y Brixton, de Bagdad y Belgrado. A menudo los
can entre los escombros de sus hogares incendia- instigadores de la guerra han surgido de las urnas
dos, hombres cansados entierran los cadáveres. por mayoría aplastante, y en algún que otro lu-
Todos conocen imágenes como éstas y aún mu- gar los comicios incluso han revalidado sus fe-
cho peores. Estas gentes no disparan ni torturan. chorías.
Sus rostros no están marcados por el odio; están Sólo mucho más tarde aparecen quienes
apagados por el agotamiento. achacan la responsabilidad de los crímenes a uno
Pero no siempre ha sido así. La «población ci- u otro de los jerarcas enajenados, siguiendo para
vil inocente» que permanecía en los sótanos mien- ello un esquema que me resulta muy familiar.
tras las bombas de fósforo convertían la ciudad en Ahora bien, ¿quién ha criado y alimentado a es-
un mar de llamas había sufrido una profunda tos cabecillas, quién los aplaudió y rezó por ellos?
transformación. Porque sé muy bien cómo les ha- ¿Quién, si no la «población civil inocente»? Por-
bían brillado los ojos cada vez que hablaba el que el tirador emboscado que viste uniforme de

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campaña, el guardián del campo de concentra- zaban a vuelta a la barbarie. Los escritos de Sade
ción, el homicida que berrea consignas nazis, que fuero objeto de una veneración ritual que per-
entona cantos populares o jaculatorias, no es un dura h.asta nuestros días. Ernst Jünger propagó la
ser de otro planeta, sino el enviado de un colecti- violencia purificadora de las tormentas de acero,
vo, que se envalentona gracias al odio, a la cruel- Céline flirteaba con la chusma antisemita, y An-
dad y a la sed de venganza de éste. Sólo cuando dré Brceton afirmaba que «el acto surrealista más
dicha población siente en su propia carne las simples» consistía en «salir a la calle empuñando
consecuencias mortales de sus actos y de sus un reveólver para disparar a ciegas y mientras se
omisiones suena la hora de los inocentes. pueda contra la multitud». Cabe preguntarse
hasta ué punto el culto a la violencia profesado
por la vanguardias europeas puede tomarse al
VIII pie de la letra. Sus provocaciones no sólo prue-
CULTURA DEL ODIO, ban un profundo odio hacia todo lo existente,
ESTADO DE TRANCE DE LOS MEDIOS sino tajrribién un odio igualmente profundo con-
tra elloes mismos. Probablemente también actua-
Bienaventurado aquel que llegara a conven- ran así para compensar sus propios sentimientos
cerse de que la cultura es capaz de proteger a una de imp-otencia y como rechazo de una oleada de
sociedad frente a la violencia. Ya antes de iniciar- modernización que amenazaba sus afanes de no-
se el siglo xx, los artistas, escritores y teóricos de torieda . Además, habría que tener en cuenta su
la modernidad demostraron justo lo contrario. natural tendencia a la pose. Y, por último, cabría
Su predilección por el crimen, por el outsider sa- interpretarlo también a modo de indicadores
tánico, por la destrucción de la civilización es precoces, porque la fascinación que manifestaban
notoria. Desde París hasta San Petersburgo los era corno una premonición de lo que iba a suce-
intelectuales del fin de siécle coqueteaban con el der. Por lo demás, para propagar la guerra civil
terror. Tanto los primeros expresionistas como les faltaba la necesaria influencia sobre las masas.
los futuristas ansiaban la guerra. Ni siquiera des- Est falta de audiencia popular no la tuvie-
pués de la Primera Guerra Mundial disminuyó la ron ciertamente los lumpenintelectuales comu-
glorificación de la violencia; al contrario: aumen- nistas y fascistas, que se extasiaban ante la liqui-
tó. Grandes sectores de la élite intelectual ensal- dación de millones de burgueses, de campesinos,

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de judíos, de gitanos y de todo tipo de desviacio- grupos que se dan nombres como Public Enemy,
nistas. Gran parte de la intelligentsia yugoslava ha Slayer, Kahlschlag, Endsíeg, Brutal. Un grupo
demostrado que la producción de odio y la pre- que lleva el nombre de Guns N' Roses ya ha ven-
paración de la guerra civil sigue siendo todavía dido quince millones de copias de su primer ál-
hoy en día una de las principales tareas de los bum, Appetite for Destruction. 1
trabajadores de la cultura. El vandalismo también alcanza cotizaciones
En los países más adelantados, la industriali- elevadas en el mercado del arte. Los garabatos
zación de la cultura de masas ha conseguido que el tautológicos de los pintamonas de grafitis pasan
culto a la violencia y la nostalgie de la boue for- directamente al museo. El comercio del arte exhi-
men parte del patrimonio nacional. El concepto de be impúdicamente un ardiente deseo de terror.
vanguardia ha adquirido así un significado omi- Claro que en este caso se trata de deleites media-
noso, que sus portavoces jamás hubieran sospe- tizados, que precisamente deben su atractivo a
chado. A buen seguro no habrían creído posible este tranquilizador distanciamiento de la realidad.
que sus fantasías elitistas fueran tomadas al pie de y sería ingenuo sospechar que hay algún nexo en-
la letra e imitadas por legiones de artistas lumpen. tre causa y efecto donde sólo se trata de un simple
Entretanto la masacre se ha convertido en deseo de congraciarse con el público.
entretenimiento de las masas. El cine y el vídeo Aunque los homicidas gustan de adornarse
compiten por convertir al sicario, al secuestrador, ocasionalmente con emblemas, hace tiempo que
al asesino en serie en héroe del público. y con ya no dependen de los prototipos de una estética
sus puestas en escena de sangre y mierda, el tea- en decadencia. Su estado de trance producido
tro estatal subvencionado renquea desvalido tras por los medios no se explica por el deseo de imi-
las huellas del cine de terror. Esta reproducción tación, sino por la retroalimentación directa en-
trivial de la realidad se justifica definiéndola tre reproducción y realidad. Son numerosos los
como «confrontación sin piedad» que «no oculta criminales que sienten que «ellos mismos» ya no
nada» al espectador; como «valiente provoca-
ción» y «shock saludable». Una hipocresía crítica
l. Los nombres de los grupos significan, respectivamen-
cuyas verdaderas intenciones descubre el público te, «enemigo público», «asesino», «tala», «victoria fina]", «bru-
sin el menor esfuerzo. Mientras tanto, la ya vieja ta]" y «pistolas y rosas». El álbum de este último grupo lleva el
música rock prolonga su eterna juventud con nombre de Sed de destrucción. (N del T)

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son partícipes de sus propios actos. Llegan a creer sido tan grande. La Declaración de los Derechos
que no matan de verdad, sino que todo es «sólo Humanos, aprobada en 1948 por la Asamblea
televisión». La incapacidad de distinguir entre General de Naciones Unidas sin ningún voto en
realidad y película confiere una absurda confir- contra, establece en un preámbulo y treinta ar-
mación a las teorías del simulacro. tículos un largo catálogo de derechos políticos y
Los medios audiovisuales duplican por así sociales, entre ellos el derecho a la vida, la libertad
decido a la persona devenida irreal y le propor- y la seguridad de las personas, el derecho a la li-
cionan una especie de confirmación de su exis- bertad de pensamiento y creencia religiosa, el de-
tencia. Ello resulta de ese desinterés patológico recho a la libertad de expresión, el derecho a dis-
que diagnosticó Hannah Arendt. Cualquier ena- poner de seguridad social y trabajo, así como el
jenado puede tener hoy la esperanza de aparecer derecho a un estándar de vida que garantice la sa-
en la portada del New York Times con una bote- lud y el bienestar. Y todavía abunda afirmando:
lla de cerveza en una mano y la otra levantada «T oda persona tiene derecho a un orden social e
haciendo el saludo fascista. En las noticias de la internacional en el cual se vean plenamente reali-
televisión podrá admirar al día siguiente los des- zados los derechos y las libertades enumerados.»
manes cometidos la noche anterior: casas incen- Los países comunistas, Sudáfrica y Arabia
diadas, cuerpos mutilados, reuniones de urgencia Saudí se abstuvieron en su día, lo que puede con-
de las juntas de seguridad. En este sentido, la te- siderarse un pequeño tributo a la verdad. Todos
levisión hace las veces de gigantesco grafiti, pró- los demás Estados, incluso aquellos en los que las
tesis de un Yo atrofiado de forma autista. persecuciones y la censura, la represión y las tor-
turas estaban a la orden del día, suscribieron el
texto sin rechistar. Todavía hoy en día la Asam-
IX blea General la forman una mayoría absoluta de
SOBRES SORPRESA, dictaduras manifiestas o veladas. Las democracias
SENTIMIENTOS DE CULPABILIDAD representan una pequeña minoría; pero casi todas
ellas son culpables, porque desde 1948 han lleva-
N unca se había hablado tanto de los dere- do a cabo numerosas guerras coloniales y siempre
chos humanos como hoy; nunca el número de se han mostrado dispuestas a apoyar a los regíme-
quienes a lo sumo los conocen de oídas había nes terroristas que pudieran sedes de utilidad.

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Cuatro quintas partes de la población mun- tos democratizadores se dan en todos los conti-
dial viven bajo condiciones que constituyen un nentes. En lo que respecta a la xenofobia y el ra-
claro insulto a la retórica de la Declaración. Y cismo, nadie supera a las sociedades ricas, desde el
año tras año se les suman millones de personas Japón hasta California.
cuyas perspectivas son todavía mucho peores que La retórica del universalismo, sin embargo,
las de sus padres. Ante esta realidad, las arrogan- es específica de Occidente. Los postulados que se
tes formulaciones de Naciones Unidas suenan cí- establecen con ella pretenden ser aplicables a to-
nicas. De forma parecida también los súbditos dos sin excepción ni discriminación. El universa-
del Estado soviético podrían haberse sentido lismo no conoce diferencias por la proximidad o
burlados por la Constitución estalinista de 1936, la lejanía; es incondicional y abstracto. La idea de
que garantizaba a todo ciudadano un sinfín de los derechos humanos impone a cada cual una
derechos fundamentales. obligación, por principio ilimitada. Ello prueba
.Los europeos y norteamericanos tienen la cul- su esencia teológica, que ha sobrevivido a todas
pa de que hoy todo el mundo les tome la palabra, las secularizaciones. Cada cual es responsable de
pues fueron ellos quienes establecieron los dere- todos los demás. Este deseo implica la obligación
chos del hombre como norma política. Primero de semejarse a Dios, porque presupone omnipre-
en 1776 con la Declaración de Independencia de sencia, incluso omnipotencia. Pero como todas
los Estados Unidos; y luego con la Déclaration des nuestras posibilidades de actuación son finitas, la
droits de l'homme et du citoyen, promulgada en Pa- brecha entre expectativas y realidad es cada vez
rís en 1789. Poco después, concretamente en mayor. La frontera de la hipocresía objetiva que-
1793 yen pleno periodo del Terror, incluso llegó da traspasada muy pronto; sólo entonces el uni-
a proclamarse le bonheur commun como objetivo versalismo deviene una trampa moral.
del Estado. No cabe duda de que en aquellas par- Continuamente y por doquier -dicen- se es-
tes del mundo que no disponen de declaraciones tán produciendo masacres, la gente muere de
sobre lo bueno y deseable, el deseo de justicia, el hambre, es expulsada, torturada, violada, y voso-
altruismo y la compasión se dan tanto como en tros lo contempláis sin intervenir, seguís vuestra
Europa y N orteamérica: los países africanos po- vida cotidiana y os cruzáis de brazos... No se tra-
bres han acogido más refugiados de guerras civiles ta de un reproche mudo, sino muy elocuente. Va
que toda la Comunidad Europea; los rnovimien- dirigido a los gobiernos, pero también a la mujer

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que viaja en el metro, a las grandes potencias tan- sino cumplir con su obligación de informar; nos
to como al hombre de la calle.
muestran sin contemplaciones lo ocurrido, yel co-
No cabe duda de que nos hemos convertido mentarista añade la indignación imprescindible.
en meros espectadores. Esto es lo que nos dife- Pero a esta acusación se le suma inevitable-
rencia de las generaciones anteriores, que, cuan- mente un mensaje diferente, subliminal. Viene a
do no eran personalmente víctimas, autores o tes- decir que el horror es lo habitual y que lo impen-
tigos oculares, sólo se enteraban de las tropelías a sable puede acaecer en cualquier momento y en
través de rumores, de leyendas blancas o negras. cualquier lugar. Incluso aquí. Cualquier policía
Lo que ocurría en otra parte sólo se conocía de conoce la figura del homicida por imitación.
oídas: ~ oda~ía ~acia mediados de nuestro siglo Hoy se ha convertido en un factor político. En
la opiruon pública sabía poco o nada de los ma- este sentido, los medios audiovisuales, lo quieran
yores crímenes de la época. Hitler y Stalin hicie- o no, siempre hacen publicidad gratuita de la
ron todo lo posible para mantenerlos en secreto. violencia que muestran.
El genocidio era alto secreto de Estado. Yes que El horror transmitido por las imágenes acaba
en los campos de exterminio no había cámaras por convertirle a uno en terrorista o en voyeur.
de televisión.
Cada uno de nosotros está expuesto a un chanta-
Hoy, por el contrario, los asesinos se mues- je permanente. Porque sólo aquel que se ve obli-
tran dispuestos a ser entrevistados, y los medios de gado a ser testigo ocular puede ser el destinatario
~omunicación se sienten satisfechos de poder asís- del reproche de qué piensa hacer contra las tro-
tir a la matanza. La guerra civil se convierte así en pelías que se le muestran. Y por esta vía el más
una serie televisiva. Los combatientes muestran corrupto de todos los medios de comunicación,
sus crímenes ante las cámaras. Puede que piensen la televisión, se erige en instancia moral.
~u~ así aumenta su prestigio. No hacen más que La exhortación a hacer algo -¿pero qué?- y a
imrtar a lo~ secuestradores de aviones, a los gángs- intervenir -¿pero cómo?- va dirigida a todos y
ters y a quienes toman rehenes en las metrópolis, cada uno de nosotros y tiene un sinfín de conse-
entre cuyas exigencias siempre figura la de salir cuencias inextricables. Se dirige a ese «nosotros»
como estrellas de la televisión; los medios audiovi- que proclama los derechos del hombre y que ha
suales se ocupan de que disfruten de este recono- inventado la mala conciencia, es decir, a Occi-
cimiento. Los reporteros aseguran que no hacen dente, esa región del mundo considerada rica y
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que sigue creyéndose civilizada. La moral es el paces de pronunciar bien, y que nos preocupemos
último refugio del eurocentrismo. de sectas islámicas, milicias africanas y facciones
Quien haya intentado alguna vez discutir camboyanas cuyos móviles nos resultan insonda-
con un kurdo o con un tamil acerca de la proble- bles. Si alguien fracasa en el intento, de inmedia-
mática de Irlanda del Norte o de Euskadi sabe de to se le tilda de ignorante y egoísta, de ciudadano
sobra que se topará con un muro de incompren- opulento despreocupado por los sufrimientos de
sión. Lo más probable es que el asiático le con- los demás.
teste con otra pregunta: ¿qué me importan vues- Los destinatarios de este mensaje acaban des-
tras historias? Y con la mejor buena fe asegurará concertados. A algunos los atormentan los senti-
que tiene otras preocupaciones. Pero cuidado con mientos de culpabilidad. Si no hacen de la ayuda
censurarle el derecho a responder de este modo. desinteresada su profesión, sus posibilidades de
Porque también quienes viven en Ohio, el Pia- actuar serán limitadísimas. Muchos aportan dona-
monte o Baviera se sienten desbordados por los tivos. Y se les reprocha que sólo buscan una coar-
incomprensibles tiroteos que les muestra la pe- tada moral; que la beneficencia es un mero palia-
queña pantalla. El cúmulo de información con la tivo, una maniobra exoneradora por medio de la
que se les bombardea impide cualquier proceso cual cualquiera puede procurarse una buena con-
de elaboración sensata. Sólo los especialistas que ciencia por la vía fácil. Pero nadie les revela cómo
no tienen otra cosa que hacer son capaces de re- complacer a los predicadores de la virtud.
cordar las ciento cincuenta etnias resurgidas tras Una pedagogía que cree poder sensibilizar a
el desmembramiento de la Unión Soviética. sus pupilos incrementando la dosis actúa como
A pesar de todo ello, los noticiarios de la te- mínimo con ingenuidad. Lo único que consigue
levisión pretenden que cualquier vendedora de es, por el contrario, inmunizar a sus destinatarios
supermercado sea capaz de distinguir entre ingu- contra cualquier tipo de concienciación. La exce-
setios y chechenos, entre georgianos y abjasios. siva carga psíquica y cognitiva no hace sino de-
Hace años que Nagomo-Karabaj está a la orden volver el golpe. El espectador se siente incompe-
del día, y que nos vemos obligados a formamos tente e impotente; se encierra en su caparazón y
una idea de esa región por medio de cadáveresmu- desconecta; rechaza o pone en duda los mensajes
tilados. Se pretende que memoricemos los nom- que le llegan. Esta forma de legítima defensa no
bres de unos gángsters que ni siquiera somos ea- es sólo comprensible; es inevitable. Porque nadie

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es capaz de decimos cuál sería la respuesta «co- nómicos, los mandatos, contradictorios, los éxi-
rrecta» a la dosis diaria de asesinatos. toS, dudosos. Hasta donde las causas de los con-
Pero hay más. El concepto de reacción para- flictos sean racionalmente comprensibles, no po-
dójica lo conocemos a través de la farmacología: drán ser eliminadas por las misiones de paz.
un remedio mal aplicado o mal dosificado puede Toda mediación presupone que los bandos
producir efectos contrarios a los deseados. Unas implicados manifiesten la voluntad y tengan la
exigencias morales que no guardan relación algu- capacidad necesarias para alcanzar la paz. Pero,
na con nuestras posibilidades de actuación tan por lo general, las facciones contendientes pre-
sólo consiguen que los individuos así exhortados fieren proseguir con la lucha hasta la auto des-
acaben cruzándose de brazos y nieguen cualquier trucción. De modo que el mediador decidido a
responsabilidad. Aquí reside el germen de un poner fin a la masacre debe estar preparado para
proceso de barbarización que puede desembocar convertirse en diana de todas las partes implica-
en agresión encolerizada. das en la guerra civil. Porque éstas amenazan ru-
tinariamente a las organizaciones de ayuda, ata-
can los convoyes de suministro y los saquean,
X toman a los voluntarios como rehenes, sospe-
LLAMADAS DE AUXILIO, TUTELAS chan de los mediadores y los chantajean, sabo-
tean las negociaciones, disparan a matar contra
No sólo acaban desbordados los individuos, las tropas de paz. Y los gobiernos que envían a
sino también los sistemas políticos. Hasta el mo- éstas ni siquiera les conceden el derecho a defen-
mento no existe ningún mecanismo internacio- derse, y menos aún les autorizan a imponer mili-
nal capaz de poner coto a las guerras civiles cada tarmente sus objetivos.
vez más numerosas. No pueden conseguido la Las amenazas de sanciones y embargos se su-
política exterior clásica ni Naciones Unidas, y ceden, pero nunca llegan a ponerse en práctica.
mucho menos aún la Comunidad Europea. Jamás ha existido un bloqueo total, impuesto por
También a ellos se les acusa a diario de no inter- la fuerza de las armas. Ni siquiera se ha intentado
venir en todos los focos de conflicto. En la actua- llevado a cabo, a pesar de que resultaría extraor-
lidad los cascos azules están estacionados en más dinariamente eficaz. Con el país totalmente aisla-
de quince países. Los costes políticos son astro- do del exterior, sin suministro de energía ni de

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municiones, sin transferencias de dinero, sin vías más hubo nada semejante en toda la historia del
de comunicación, medios de transporte ni ali- mundo. Imposible trazar ninguna analogía. Una
mentos, toda guerra civil fracasaría a los pocos gigantesca ciudad comete suicidio, y ello ante los
meses. Pero precisamente la eficacia de esta rece- ojos de Europa, que no mueve ni un solo dedo: a
ta impide aplicarla. Apenas diera los primeros y la vista de tanta sangre se ha vuelto idiota o satá-
tímidos pasos en ese sentido, la fuerza de inter- nica [...]. He aquí la fórmula exacta: si en la Eu-
vención se vería sentada en el banquillo de los ropa del siglo XX puede existir un país con una
acusados, ya que el aislamiento del foco bélico esclavitud tan generalizada y jamás vista en toda
también afectaría de modo ineludible a la «pobla- la historia mundial, y si Europa no lo entiende o
ción civil inocente». bien lo acepta, entonces Europa debe desapare-
Debido a este dilema, todos cuantos partici- cer. Sólo así se hará justicia.»
pan en tales intervenciones pierden día tras día au- Tales inculpaciones se van agravando igual
toridad y credibilidad. A pesar de ello, toda inter- que las guerras civiles. Quien deniega la interven-
vención acarrea la petición de otras. ¿Por qué se ción militar es acusado de discriminación y bar-
interviene en el país X, mientras que el país Y que- barie. De este modo, el discurso anticolonialista
da abandonado a su suerte? Los bandos implica- va perdiendo cada vez más su base de sustenta-
dos en la guerra civil no comprenden por qué el ción. Por un lado ha canonizado la soberanía, la
mundo exterior no acude en su ayuda. Y cuando independencia y la no intromisión; pero por el
no llega dicha ayuda, la esperanza se torna desen- otro atribuye a las potencias occidentales una
gaño, indignación, e incluso rabia y deseo de ven- competencia universal. De este modo el auténti-
ganza. Ya contamos con ejemplos de este tipo re- co culpable siempre aparece simultáneamente
feridos al primer tercio de siglo, como el Diario de como salvador, y a la inversa. Esto llega hasta el
San Petersburgo de una autora del año 1919: extremo de que ya se están alzando voces pidien-
«Que estos europeos ignorantes e insensibles do la recolonialización por la vía de los mandatos.
nos asesinen, que hundan a Rusia [...]. El compor- Nos hallamos aquí ante el caso extremo de
tamiento insensato y criminal de la Entente (¿In- una proyección que ofrece una cómoda cobertura
glaterra?) prosigue [...]. Todos nosotros que tanto a los asesinos. Siempre se busca que la culpa de
amamos a Rusia deseamos que Inglaterra sienta en las guerras civiles jamás recaiga en los criminales
su propia carne lo que está perpetrando [...]. Ja- locales ni en su base popular, sino en otros, que

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siempre deben buscarse en el extranjero. A nadie formado con aniquilar sólo a los ciudadanos de
parece molestarle que debido a esta estratagema a su propio país. A Stalin tampoco lo atacó nadie
la población de un sinnúmero de regiones del mientras se limitaba a aterrorizar a las etnias so-
globo se le declare no emancipada, como si se tra- viéticas. Sólo el intento de exportar el terror con-
tara de meras marionetas incapaces de un movi- dujo a la guerra fría.
miento propio y que, en consecuencia, jamás La ética universalista no acepta conformarse
pueden llegar a ser sujetos, sino únicamente obje- con distinciones tan elementales. Exige la interven-
tos. Ello satisface los sentimientos de superioridad ción ilimitada, en cualquier parte y en cualquier
de las antiguas potencias coloniales, que siempre momento. Pero esta cuenta no llega a cuadrar.
habían tratado a los habitantes de los territorios Hace tiempo que se ha alcanzado el límite de lo
sometidos como si fueran niños: no se debe per- que los gobiernos de las potenciales fuerzas de in-
mitir que manejen objetos peligrosos; tienen ne- tervención pueden transmitir políticamente a sus
cesidad de un tutor. Como interventor sólo entra respectivas poblaciones. La guerra de Yugoslavia ha
en consideración Occidente, que también habrá demostrado que los europeos no tienen la volun-
de responder de todas las consecuencias, prescin- tad ni la capacidad de imponer la paz. Incluso una
diendo de lo que haga o deje de hacer. primerísima potencia como los Estados Unidos se
El caos de las intervenciones militares amena- ve incapaz de cumplir con su papel de policía uni-
za también con hacer desaparecer una diferencia- versal. N o se dispone de tanto sentimiento de cul-
ción que afecta al derecho internacional público; pabilidad, de tanto dinero ni de tantos soldados
concretamente, la diferencia entre guerras ofensi- como se necesitarían para acabar con todas las gue-
vas y conflictos internos. Esta doctrina, que puede rras civiles que asolan el mundo.
invocar buenas razones, ha dado lugar a conse-
cuencias prácticas, últimamente en Irak, cuando
este país atacó primero a un Estado vecino más XI
débil para lanzar luego sus misiles sobre Israel, PRIORIDADES, ANTINOMIAS
país alejado de sus fronteras y totalmente ajeno al
conflicto. U n genial investigador llamado Kurt Güdel
Ni siquiera la coalición contra Hitler habría logró demostrar en 1932 la imposibilidad de
podido constituirse si el dictador se hubiera con- unas matemáticas desprovistas de contradicción.

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Con ello desmontó de una vez por todas una Pero, para sus adentros, todo el mundo sabe que
convicción hondamente arraigada en los mate- debe preocuparse ante todo de sus hijos, de sus
máticos, quienes desde entonces se ven obligados vecinos, de su entorno inmediato. Incluso el cris-
a aceptar que les resulta imposible zafarse de la tianismo ha hablado siempre del prójimo (próxi-
inconsecuencia. Si esto no lo consiguen siquiera mo), no del más lejano.
los más astutos lógicos, ¿cómo podrían las siem- El intento de buscar gradaciones de respon-
pre nuevas antinomias de la ética solucionarse sabilidad puede dar unos resultados realmente
por medio de simples axiomas? positivos. Existen modelos antiguos, como por
Ha llegado el momento de despedirse de las ejemplo la adopción y el padrinazgo. Demues-
fantasías de omnipotencia moral. A la larga nadie tran que no se trata necesariamente de una proxi-
-ni la comunidad ni el individuo- puede evitar midad espacial, y mucho menos de simple paren-
examinar las gradaciones de su responsabilidad y tesco, sino de establecer una estrecha relación
establecer prioridades. (Quizá sea necesario expli- entre el que presta ayuda y el desamparado. Ello
car qué es una prioridad. Porque hay bastante gen- no sólo permite concentrar las energías materia-
te que se hace más tonta de lo que es tan pronto les y emocionales. La abstracción es sustituida
un argumento no encaja con su visión del mundo. por una relación concreta. Todo intento de ayu-
Así que veamos: el término «prioridad» no signifi- dar y de dejarse ayudar comporta necesariamente
ca escoger simplemente entre esto o aquello; tam- conflictos, que sólo pueden superarse cuando
poco entre alternativas que se excluyen mutua- ambas partes se conocen.
mente. ¿Qué se debe hacer primero? ¿Dónde Fijar prioridades también tiene siempre un
puedo emplear con mayor eficacia mis esfuerzos? lado oscuro, y sería injusto ocultado. El término
¿A qué opciones debo dar preferencia? Esto en triage procede del francés y viene a significar
cuanto a la semántica. ¿Entendido? Fin del excur- «tría», «selección». Este concepto surgió en la
so para duros de mollera.) medicina bélica del siglo XIX: tras las grandes ba-
Cada una de estas diferenciaciones resulta tallas, los médicos se veían confrontados con el
difícil y desagradable. Se contradice con fuertes problema de cómo atender a los heridos tenien-
tradiciones ideológicas. A quien habla de lo fini- do en cuenta unos transportes difíciles y arriesga-
to y de la relatividad de nuestras posibilidades de dos, la reducida capacidad de los hospitales de
actuación se le acusa de inmediato de relativista. campaña y unas condiciones de tratamiento in-

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suficientes. De forma más o menos explícita se bacan, quiérase o no, en la lógica del triage. Por
impuso la práctica del triage, que comporta la se- muy convincentes que resulten, ni la fijación de
lección y la separación en tres partes. Los heridos prioridades ni la graduación de responsabilidades
leves sólo eran tratados superficialmente y tenían garantizan salir del campo de minas. Sólo pueden
que llegar a la retaguardia por sus propios me- considerarse como solución de emergencia. Fren-
dios. A los heridos irreversibles se les abandonaba te a las promesas del universalismo sólo pueden
a su suerte. El tratamiento médico realmente efi- ofrecer su utilidad y su ausencia de autoengaños.
caz sólo se dispensaba a aquellos cuyo estado de Nadie negará que la solidaridad con todo el
gravedad era manifiesto pero tenían perspectivas mundo constituye un objetivo muy noble. Y quien
de curarse mediante intervención médica. El di- quiere y puede llevada a cabo es digno de admi-
lema de tales médicos y enfermeros era evidente. ración. Pero una simple mirada a nuestro propio
Tenían que soportar el riesgo moral que com- país nos mostrará hasta qué punto la disposición
porta toda decisión sobre la vida y la muerte. Si- a intervenir en cualquier momento en favor del
tuaciones de este tipo se están dando hoy en día bien es capaz de compaginarse con la barbarie
en la medicina de trasplantes. Sólo un delator cotidiana. A los alemanes, por ejemplo, no les re-
podría comparar el triage con la tristemente céle- sulta nada provechoso exhibirse como garantes
bre selección fascista, pues en nuestro caso se tra- de la paz y adalides mundiales de los derechos
ta de salvar vidas, no de exterminadas. y no pa- humanos mientras las bandas de homicidas e in-
rece que en el futuro dispongamos de soluciones cendiarios alemanes vayan sembrando día y no-
universales que permitan un tratamiento igual che el terror.
para todos los pacientes. Es más que probable No podemos mediar en el problema de Ca-
que los dilemas de este tipo se multipliquen y chemira; apenas llegamos a comprender las dispu-
agudicen en el futuro. tas entre sunitas y chiitas, entre tamiles y singale-
Todo caso extremo pone de manifiesto el ses; lo que ocurra con Angola deberían decidido
atormentador callejón sin salida al que debe en- ante todo los propios angoleños. Y antes de sepa-
frentarse hoy en día cualquier ética de la respon- rar a los contendientes bosnios debemos acabar
sabilidad. Ya se trate de ayuda alimentaria, inter- con la guerra civil en nuestro propio país. Para
vención política o militar, expulsión o emigración nosotros los alemanes, ello significa que no debe-
en masa, todas las opciones imaginables desem- mos dar prioridad a Somalia, sino a Hoyerswerda

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y Rostock, a Molln y Solingen. Nuestras posibili- de agua, se pone en funcionamiento el primer
dades de actuación alcanzan para eso; es algo que generador. Los contrabandistas acarrean carbu-
se puede exigir a cada uno de nosotros; de ello so- rante. Aparece un cartero. La madre que ha per-
mos responsables. dido a sus hijos cuelga un cartelito ante su cha-
Pero no es necesario ser alemán y mucho me- bola e inaugura así el único café del lugar. El
nos entender el inglés o el latín para comprender obispo reúne a unos cuantos mercenarios astro-
qué significan Hic Rhodus, bic salta! o bien First sos en el almacén junto a la iglesia y monta el
things first. N o importa dónde nos encontremos, primer taller de reparación. Comienza la vida ci-
el incendio está ante nuestra propia puerta. vil. Una vida imparable, hasta la próxima vez.
Tampoco la guerra civil pequeña, molecular,
dura eternamente. Tras los combates en las calles
XII llegan los vidrieros; tras el saqueo, dos hombres
MILAGROS PROVISIONALES provistos de alicates conectan de nuevo el teléfo-
no de la cabina. En hospitales saturados, los mé-
N o todos estamos poseídos por una locura ho- dicos de urgencias trabajan día y noche para sal-
micida. No todos deseamos la aniquilación de los var la vida de los supervivientes.
demás y de nosotros mismos. A más tardar, el día La perseverancia de estas personas parece un
del agotamiento total, una vez alcanzado el objeti- milagro. Saben que no podrán arreglar el mun-
vo de los contendientes, es decir, cuando el país do. Sólo un fragmento, un techo, una herida. Sa-
esté cubierto de ruinas y los muertos enterrados, ben incluso que los asesinos volverán, la próxima
saldrán a la luz los verdaderos héroes de la guerra semana o dentro de diez años. La guerra civil no
civil. Llegan tarde. Su aparición en escena no es es eterna, pero su amenaza es permanente.
heroica. No saltan a la vista y jamás aparecen en la Se ha pretendido convertir a Sísifo en un hé-
pequeña pantalla. roe existencialista, un marginal, un rebelde mar-
En un taller improvisado se fabrican prótesis cado por lo trágico y rodeado de esplendor lucife-
para mutilados. Una mujer busca harapos que rino. Quizás esto sea falso. Pero quizá sea algo
pueda utilizar como pañales. Con los neumáticos mucho más importante: una figura cotidiana. Los
de un vehículo destrozado por las bombas se fa- griegos interpretaban su nombre como el superla-
bricarán zapatos. Se arreglan las primeras tuberías tivo de sophos (inteligente, sensato). Para Hornero

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se trataba incluso del más sensato de todos los FUENTES Y JUSTIFICACIONES
hombres. N o era un filósofo, no era un charlatán.
Se dice que consiguió encadenar a la Muerte.
Con ello puso fin a las matanzas, hasta que Ares,
dios de la guerra, liberó a la Muerte y le entregó a
Sísifo. Mas éste engañó a la Muerte por segunda
vez y consiguió regresar a la Tierra. Se cuenta que
alcanzó una edad muy avanzada.
Más tarde, y corno castigo por su sentido co-
mún humano, fue obligado a llevar una piedra
peñas arriba, una y otra vez. Esa piedra es la paz. Las cifras correspondientes a las tasas del comer-
cio mundial y a las exportaciones de armas han sido
extraídas de las estadísticasdel GATT Y del SIPRI. A
Hannah Arendt la he citado según la tercera parte de
su obra The Origins 01 Totalitarism (Nueva York,
1951; Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza,
2006). El relato del trabajador social francés fue pu-
blicado por Stephan Wehowsky en el diario
Süddeutsche Zeitung de fecha 21/22 de noviembre de
1992 bajo el título «Ganas de alboroto». La expre-
sión reductio ad insanitatem se debe a Robert
Hughes. Mayores detalles acerca de la pregunta «¿A
costa del Tercer Mundo?» los ofrece Siegfried Kohl-
hammer en su ensayo Aul Kosten der Dritten Welt?
(Gotinga, 1993). El libro injustamente olvidado de
Frantz Fanon lleva por título Les damnés de la terre
(París, 1961; Los condenados de la tierra, T afalla,
Txalaparta, 2011). La principal interpretación mo-
derna de la dialéctica del amo y el esclavo la encon-

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tramos en Alexandre Kojeve, Introduction a la lecture El perdedor radical
de Hegel (París, 1947; Introducción a la lectura de He- Ensayo sobre los hombres del terror
gel, Madrid, Trotta, 2013). La cita correspondiente
al Leviatán de Thomas Hobbes es del capítulo 21.
Sobre la ideología de la bunquerización y el nuevo
Limes existe un buen libro debido a Jean-Christophe
Rufln: L 'empire et les nouveaux barba res (París, 1991;
El imperio y los nuevos bárbaros, Madrid, Rialp,
1993). El reportaje de Bill Buford Among the Thugs
(Entre los vándalos, Anagrama, 1992) ha sido publi-
No hay que entenderlo todo,
cado en Londres (1991). La apología que André Bre- pero no viene mal hacer el intento.
ton hace del pistolero puede verse en Second manifes-
R. K.
te du su rréa lis m e (París, 1930; Manifiestos del
Surrealismo, Madrid, Visor, 2009). El tratado de
Kurt Gadel «Sobre proposiciones formalmente inde-
cidibles de los Principia Mathematica» fue publicado
por primera vez en el volumen 38 de Monatshefte für
Mathematik und Physik (1931). Últimamente se ha-
bla incluso de «matemáticas locales» (véase J. L. Bell,
«Frorn Absolute to Local Mathematics», en Synthese,
vol. 69, 1968).
A Robert Nozick (Harvard), así como a Gabriele
Goetde y Karl Schlógel (Berlín), les debo importan-
tes informaciones y reflexiones.
H.M.E.
(Traducción de Michael Faber-Kaiser)

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