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INTERSUBJETIVO

MARGARET CRASTNOPOL,
- JUNIO 2004
PH.D.- Nº 1, Vo. 6, Pags. 58-79 c Quipú - ISSN 1575-6483
Pag. 58

Los distintos lugares psíquicos donde reside la


vivencia de uno mismo1.
Margaret Crastnopol2, Ph.D.

En lugar de considerar la vida psíquica como una dicotomía entre lo


intrapsíquico o lo interpersonal, sugiero que pensemos en términos de
una continuidad de la auto-experiencia desde lo mas privado o interior a lo
mas público y exterior. Paso a expresar cuatro «dominios» —
fenomenológico, intrapersonal, interpsíquico, e interpersonal— que cons-
tituyen el espectro de la auto-experiencia. Cada dominio presta una cua-
lidad especifica a la vida interna propia, y juntos (en proporciones varian-
tes) constituyen la morada psíquica única para un determinado individuo.
Este artículo ilustra cómo la variabilidad entre nuestros pacientes en sus
moradas habituales pueden explicar su propia diversidad de respuestas a
posturas analíticas distintas, enfoques interpretativos e incluso a diferen-
tes analistas. La percepción del clínico de su propia proclividad personal
hacia una orientación más interior o más exterior ayuda a promover el
contacto óptimo con la vida psíquica del paciente.
Palabras clave: Sí mismo, intrapsíquico, interpersonal, subjetividad, expe-
riencia de sí.

Instead of dichotomizing psychic life as either intrapsychic or interpersonal,


I suggest we think in terms of a continuum of self-experience from the most
private or interior to the most public or exterior. I articulate four «domains»
—phenomenologic, intrapersonal, interpsychic, and interpersonal— that
constitute this spectrum of self-experience. Each domain lends a specific
quality to one’s internal life, and together (but in varying proportions) they
constitute the psychic dwelling place unique to a given individual. This
article illustrates how the variability among our patients in their habitual
dwelling places may explain their diverse responses to differing analytic
stances, interpretive approaches, and indeed, different analysts. A clinician’s
awareness of his or her own personal proclivity toward a more interior or
more exterior orientation helps promote optimal contact with the patient’s
psychic life.
Key words: Self, intrapsychic, interpersonal, subjectivity, self-experience
English Title: The Dwelling Places of Self-Experience.

Tess, una mujer de 28 años, estudiante de doctorado en historia medieval


expresó su dilema psíquico con angustia. «La ciencia es la identidad de mis pa-
dres». «Sus vidas no se separan de la ciencia». «Y yo misma no me puedo sentir
como alguien integro y valioso hasta saber que haré con mi vida». A pesar de su
éxito significativo como alguien con un prometedor futuro académico, la paciente
estaba, sin embargo, atormentada con inculpaciones obsesivas contra sí misma
que daban como resultado una vida sin dirección y el sentimiento de que ella era
una vaga que no valía para nada. Durante meses estuvimos constantemente explo-
rando una variedad de escenarios internos que podían explicar sus autocríticas
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inflexibles, su permanente ansiedad y su depresión. Habíamos conceptualizado un


conjunto de imagos parentales internas que la juzgaban de una forma muy crítica,
unas voces arcaicas que le decían que para devenir un ser humano completo ella
tenía que tener una profesión, entregarse a ella y llegar a ser excelente en la mis-
ma. Llegamos a la conclusión que esto era realmente una internalización de las
actitudes de unos padres adictos al trabajo, actitudes que se dirigían más hacia
ellos mismos que hacia su hija. Ellos habían intentado evitar conscientemente im-
poner tales actitudes en su querida hija, insistían en que su respeto y amor era
incondicional, independiente del camino que ella escogiera en la vida.

¿Por qué la angustia de mi paciente continuaba sin remitir? ¿Por qué no


podía Tess hacer uso de su comprensión actual para contrarrestar la internalización
de la neurosis de sus padres? ¿Por qué era incapaz de aceptar las actitudes cons-
cientes de sus padres hacía ella sin ir más allá? ¿Deberíamos entender esto sim-
plemente como un área inamovible de conflicto intrapsíquico (lo que, por supuesto,
es parte de la explicación), o hay alguna forma adicional de perturbación o incluso
fijación?

Mi propuesta es que hay otro aspecto que está en juego. La educación que
recibió esta joven la llevó a juzgarse en función de lo que ella hacía en el mundo. El
hacer, poner en acto (enacting) su self era lo que era más significativo para ella. La
realidad de esta área de su experiencia por un lado triunfaba sobre una de sus
representaciones intrapsíquicas más pronunciadas: la de la niña tan incondicional-
mente estimada por dos padres que la adoraban; y por otro lado, fortalecía de forma
neurótica otra representación: la discípula indigna de dos modelos de perfección.

El rol profesional de sus padres constituía el self de estos y el rol profesional


de Tess constituía el self de ella misma, por encima y más allá (aunque también
relacionado con) de su complejo escenario intrapsíquico que comprendía figuras de
autoridad bien intencionadas pero a la vez compulsivamente demandantes. Empe-
zó a quedar claro que, a menos que Tess pudiera también ser ayudada a construir
y a poner en acto (enact) un rol que ella considerara valioso, y que estuviera en
sincronía con las expectativas internalizadas que tenía sobre sí misma, la explora-
ción intrapsíquica (por más intensa que fuera) no la podía ayudar a aliviar su opresi-
va autodepreciación.

Creo que estábamos tratando con lo que para esta mujer era un hiper-desarro-
llado sentido de sí misma dentro de un dominio específico, que en este caso era el
territorio interpersonal. Un «dominio», tal como uso el término, es un lugar hipotético
dentro de la psique desde el cual emergen vivencias de uno mismo (self-experiences)
particulares. Me gusta pensar el «dominio» como un sitio de la vivencia de uno mis-
mo, o un «lugar psíquico donde reside» esta vivencia, tal como sugiere el título. En
este trabajo articularé un abanico de dominios que abarcan los distintos sentimientos
del sí mismo (desde el más interno al más externo) . Propondré que dejemos de lado
la tendencia a pensar en la vida psíquica en términos de dicotomía, como la dicoto-
mía intrapsíquico versus interpersonal y que en su lugar intentemos identificar la
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graduación de la experiencia que va de los aspectos más privados a los menos de la


vida psicológica. Adoptando este acercamiento graduado (que implica un continuo de
lugares psíquicos de residencia) podemos reflejar de una forma más precisa la enor-
me variedad en el carácter de un individuo. Sostengo que tales diferencias del senti-
miento de sí subyacen a las variaciones en las respuestas de los pacientes en fun-
ción de las diferentes posturas analíticas y aproximaciones interpretativas, y por su-
puesto, según diferentes analistas. La singularidad de cada díada analítica emerge
en parte del hecho que los lugares psíquicos preferidos de los dos participantes
coincidan o varíen, lo que tiene importantes consecuencias. Espero ilustrar que poder
reconocer este factor tiene importantes implicaciones clínicas.

Los dominios de la vivencia de uno mismo como un espectro

Los dominios o lugares de la vivencia de uno mismo que propongo, desde el


más interno y privado al más externo y público, son: el fenomenológico, el
intrapersonal, el interpsíquico, y el interpersonal. Como sitios de la vivencia de uno
mismo que forman un continuo, estos son puntos focales para atender desde las
más a las menos privadas facetas del self. Considero el espectro completo de la
experiencia del self como un «multi-lugar para residir» donde estarán presentes los
cuatro dominios en mayor o menor grado. Cuando una persona experimenta el self
predominantemente dentro de un dominio concreto, los otros tres lugares subyacen
en diferentes grados al lugar protagonista. Tomando a groso modo como sinónimos
distintas metáforas espaciales como «lugares de residencia», «sitios», «loci», «do-
minios», o «áreas», puede dar la impresión que estoy ofreciendo un sistema para
concretizar o estructurar la psique. Por el contrario, lo que estoy buscando es
intentar capturar metafóricamente la diversidad de maneras en las que el self puede
ser percibido, expresado, y puesto en acto (enacted), y como esta variedad depen-
de de cómo de internos o externos es el sentido sel self. Al destacar este continuo
desde la interioridad hasta la exterioridad, también aludo a dimensiones relaciona-
das entre sí como serían la «introversión/extroversión» (Jung, 1971), «internalidad/
externalidad», y lo «interno/externo». Sugiero que los individuos difieren unos de
otros según sea el sitio preferido donde se vivencian a sí mismos, desde el que se
sitúa más internamente hasta el que lo hace más externamente. Estas variaciones
no solo distinguen a una persona de otra, sino que también se dan dentro de la
misma persona en función del tiempo, el lugar, y los contextos de su vida actual.

Permítanme ofrecerles algunos ejemplos clínicos de cómo las personas di-


fieren según sea el lugar psíquico predominante donde reside la vivencia de sí mis-
mo, e intentar al mismo tiempo dar un idea de cada uno de los cuatro dominios.
Una mujer joven, artista de profesión, es un ejemplo de alguien centrado en el
dominio fenomenológico. Costaba varios minutos, al principio de cada sesión, an-
tes de que ella pudiera «encontrarse a sí misma», pero desde ese momento en
adelante podía hablar directamente desde esta perspectiva, describiendo el estado
de su mente, su nivel de ansiedad en aquel momento etc. Cómo realmente yo me
comportase con ella era inmediatamente reinterpretado en la línea de este cons-
ciente o no formulado estado vivencial.
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De los cuatro dominios que estoy describiendo, veo el fenomenológico como


el más cercano a la descripción de Winnicott del «ser» o del funcionamiento del
«self verdadero». Como un tipo de «santuario interno», este sector es el más elabo-
rado, el más cercano al funcionamiento somatopsíquico en sí mismo; con sus
raíces en lo constitucional, se siente como el más internamente «personal» de los
dominios. En este sitio de la vivencia de uno mismo, uno está primariamente
focalizado en un sentimiento, pensamiento, sensación, imagen, o combinación de
ellos. Cada persona tiene sus propias condiciones óptimas para contactar con el
sentimiento de sí fenomenológico. Una persona puede sentirse más en contacto
con el centro de su propia psique cuando oye música, otro cuando admira una
determinada pieza artística, una tercera en el clímax de su pasión sexual, una
cuarta formulando una idea propia, y así sucesivamente.

Marcia Cavell (2000) formula la cualidad de este lugar de residencia psíquico


cuando cita a Hume (1888) diciendo: «Por mi parte, cuando entro en lo más íntimo
dentro de lo que llamo mi yo mismo (myself), siempre tropiezo con una u otra
percepción particular… nunca puedo atrapar mi ser (myself) [p. 252, p.515 in P.D.].»
En otras palabras, este lugar implica un ser y una percepción relativamente no
estructurados.

En contraste, el dominio intrapersonal -el segundo en el continuo desde los


más privados hasta los más externos aspectos del self- incluye imágenes más
cristalizadas del self en relación consigo mismo y con los otros. Un ejemplo de
alguien que reside principalmente en el lugar intrapersonal era una ingeniero de
caminos de 25 años de edad, cuya vida interna estaba ricamente bordada con
comentarios y metacomentarios acerca de cualquier cosa que ella pudiera pensar,
sentir, o hacer. Solía empezar una serie de pensamientos que al cabo de un rato
podían ser interrumpidos por un comentario irónico que provenía de otro aspecto de
sí misma. Después podía surgir una respuesta o un comentario adicional, el cual
finalmente llevaba otra vez al sentimiento original. La vivencia intrapersonal tiene la
cualidad de sentirse muy cercana y familiar (en el sentido de Fairbairn de objeto [no
estoy segura como lo explicaria en español, pero en ingles seria «el mundo cerrado
de los objetos internos»] del mundo interno), además de tener connotaciones con-
tradictorias de arropamiento y claustrofobia. Esto puede en un momento dado im-
plicar una tendencia a reflexionar sobre uno mismo, como en el caso de esta inge-
niero de caminos, pero puede no ser así. Uno puede «oír» voces internas o «visionar»
imágenes internas, o en su lugar sus residuos pueden simplemente ser sentidos
como tendencias internas o estados del humor.

Las representaciones internas de la vivencia intrapersonal incluye partes que


se sienten como uno mismo (el «yo» o el «mi»), y partes que se sienten a la vez
como uno mismo y como una versión interna compuesta y general de los otros. La
representación del otro ha sido abstraída o separada del modelo o modelos exter-
nos originales. En otras palabras, el «otro» tal como se vivencia en este lugar no
posee los atributos únicos y la textura de la figura «real» original en su vida externa,
ya que ha sido en algún grado asimilada y convertida en una parte del propio paisaje
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interno. Esta área es la versión subjetiva y vivencial que a menudo llamamos el


«mundo intrapsíquico».

El tercer sitio en mi propuesta en el continuo interno/externo es el dominio


«interpsíquico». En comparación con la imagen del otro en el lugar intrapsíquico, la
representación del otro interpsíquico mantiene aún más de su propia y real idiosin-
crasia, de sus cualidades personales, que se completa con una vida subjetiva ima-
ginada. Hay una más pronunciada y elaborada fantasía de la interrelación del self y
del otro, de la que se tiene en el lugar intrapersonal. Algunas veces cuando esta-
mos en el área interpsíquica, se siente como si hubiera un valioso diálogo continua-
do entre nuestras imágenes internas del self y el otro. En otro momento las relacio-
nes internas entre estas imágenes pueden por supuesto sentirse sin valor,
desestabilizantes, y/o dolorosas. Un hombre de 60 años quien residía en el dominio
interpsíquico estaba excepcionalmente centrado en como los otros lo vivenciaban a
él. Desesperadamente necesitaba ser visto como alguien considerado, alegre y
con talento. En sesión, el miedo proyectado que él tenía de no tener en cuenta o
herir mis sentimientos de alguna manera, le dificultaba fácilmente concentrarse en
contactar y articular su mundo interno. Estaba preocupado constantemente de que
su flujo de asociaciones me aburriera. El lugar interpsíquico es donde se siente el
impacto en la propia autoestima de las «valoraciones reflejadas del self», tal como
lo describe Sullivan (1953).

En el dominio interpersonal —el punto más externo en mi continuo interno/


externo)— nos vivenciamos a nosotros mismos como si estuviésemos «en proce-
so» o «haciendo» con otras personas. Sentimos «yo soy el self que se está com-
portando de esta forma o de la otra relacionándose con los demás»; nuestro lugar
de conciencia por lo tanto se siente «allí fuera» en el borde de o en el espacio entre
el self y el otro. Este dominio, que fue ilustrado en mi discusión inicial de Tess, es
por lo tanto el sentimiento más externo de los cuatro. Un hombre joven remarcó,
«después de verme a mi mismo respondiendo con tanto entusiasmo al nacimiento
de mi sobrina, me di cuenta del instinto de paternidad tan fuerte que tenía». En
otras palabras, él descubrió una parte central de su self no a través de la intuición o
introspección, sino a través de verse a sí mismo en acto frente a los demás. Descu-
brir qué hacemos en el mundo externo a menudo nos enseña bastantes cosas de
nosotros mismos que no pueden ser entresacadas desde otros tipos de auto-es-
crutinio. Algunas veces negamos o disociamos el conocimiento que proviene de
esta auto observación —decimos retrospectivamente que «no éramos nosotros mis-
mos». Quizás lo que queremos decir es que el aspecto del self observado en ac-
ción no concuerda con nuestra experiencia del self interpersonal en otros contex-
tos, o con el self que ocupa otro lugar psíquico.

Es evidente que el mismo suceso vital o acontecimiento externo puede ser


vivido de forma bastante diferente en función del dominio predominante a través del
cual sea filtrado. Por ejemplo, estar enamorado tendrá una cualidad diferente si se
vivencia desde el lugar interpersonal de la experiencia del self o desde el lugar
fenomenológico. La experiencia más exterior (o interpersonal) sería participar en
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conductas amorosas o expresiones de afecto con la persona querida, mientras la


experiencia más interior (o fenomenológica) podría ser la pasión, el deseo o los
estados de éxtasis per se. Sentir amor dentro del dominio intrapersonal —siguien-
do el ejemplo— estaría marcado por la conciencia y placer del propio enamora-
miento. Dentro del sector intrapersonal, uno estaría envuelto por la dedicación apa-
sionada a un objeto idealizado, una figura que es una versión condensada y perfec-
cionada entre el amado de la «vida real» y el «otro amado» original (sea el padre del
mismo sexo o del opuesto o la pareja parental). El objeto verdadero, de carne y
hueso, de nuestro afecto es simplificado y «reclutado» (usando el concepto de
Fairbairn) para formar parte de nuestro arquetipo de «otro deseado» cuando se está
en el dominio intrapersonal.

Igual que en la versión intrapersonal, una vivencia interpsíquica de amor im-


plicaría la relación entre imágenes del self y el otro, pero en la vivencia interpsíquica
como opuesto a la intrapersonal, el otro es más bien un ser tridimensional, modela-
do de una forma más cercana al amado real. Sus características distintivas, forma
de ser y experiencia subjetiva interna sería imaginado como parte de la imagen
interna.

Daré otro ejemplo simple. Si uno fuera consciente de sentirse feliz y satisfe-
cho pero no tuviera un contexto concreto para tales sentimientos, podríamos decir
que esto ocurre en el lugar fenomenológico de la vivencia de uno mismo. Si esta
felicidad estuviera conectada con un sentimiento de aprobarse uno mismo, se po-
dría decir que en este momento uno está, consciente o inconscientemente, situado
en el dominio intrapersonal. Si después uno se imagina una figura externa con
características de sus padres sonriéndole y como resultado se siente orgulloso,
esto ocurre en el lugar interpsíquico. Y si sus padres estuvieran literalmente can-
tando sus alabanzas y ello le hiciera sentir orgullo, se estaría en el lugar interpersonal
de la vivencia de uno mismo. Espero que se pueda ver como estas posiciones
constituyen un tipo de continuo «embarullado» que va de lo más privado hacia
progresivamente lo más interactivo y público, de lo más interior hacia los aspectos
más exteriores del self (Slochower, 1999).

El continuo interior/exterior desde la perspectiva de la Teoría


de las relaciones objetales.

En resumen, cada dominio refleja un lugar o cualidad de la vivencia interna.


A menudo pensamos en el «funcionamiento intrapsíquico» y en «la relacionalidad
interpersonal» como polos de una dicotomía de la vida psíquica, lo que implica que
hay solo un «interno» o «externo», «profundo» o «superficial» para el self. En cam-
bio lo que yo sugiero es que hay una graduación que va del polo más interno al polo
más externo de los sectores donde vivenciamos nuestro self, y que ninguno de
estos sectores representa lo fundamental del self.

Uso el término «representaciones internas» en lugar de «objetos internos»


para describir el contenido del segundo y tercer dominio. Mi propuesta es reforzar
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que estoy hablando de vida interna desde una perspectiva vivencial, en lugar de
hacer proposiciones sobre las estructuras psíquicas subyacentes. (En este senti-
do, Sandler y Sandler, [1998] hace una útil distinción entre las definiciones de
«objeto interno» que son vivenciales y subjetivas y aquellas que son estructurales y
no vivenciales). Mi esquema (aunque otra vez embarullado) incorpora implícitamen-
te la dimensión subjetivo/objetivo de la experiencia humana, en mi uso de las con-
trastadas representaciones de «yo» (I) y de «mi»(me). Aquí el «yo» (I) se refiere
principalmente a vivenciarse uno mismo como sujeto y el «mi» (me) toma a uno
mismo como un objeto(ver Aron, 2000, Fast, 1998). En el domino de lo más exter-
no, «la yoidad» empieza a incorporar algún grado de «miidad» (me-ness). Otro
aspecto de este «lío» de mi esquema es el emborronamiento de la distinción que
ocurre entre las áreas que he conceptualizado. Es especialmente difícil de distin-
guir vivencialmente (tanto como conceptualmente) entre los lugares intrapsíquico y
interpsíquico, dado que en nuestra experiencia a menudo se unen los dos.

Permítanme ofrecerles otro modo de pensar sobre las diferencias entre los
cuatro lugares donde reside la vivencia de uno mismo, tomando el lenguaje de la
teoría de las relaciones objetales. El dominio fenomenológico, el cual comprende
bastantes de los sentimientos, sensaciones, cogniciones e imágenes no procesa-
dos, incluye la vivencia interior no formulada de la persona (el presubjetivo, preobjetivo
«yo» (ver Donnel Stern, 1997); y también la casi formulada vivencia del self y del
mundo interno («yo» («I») ahora también incorporando algún aspecto del «mi» («me»).

El dominio intrapersonal, en el cual la vida interior cristaliza en un conjunto


de voces internas, incluye el «yo» representaciones del self que son el «mi» («me»)
(ahora separado del self reflexivo [ver Aron, 2000]), y mi versión del «otro» (tu, él o
ella) de manera generalizada. Este sector comprende las relaciones de estas imá-
genes entre sí.

El dominio interpsíquico es donde reconocemos y procesamos un otro espe-


cífico e individual y también la perspectiva de uno mismo que tiene el otro. Este
lugar implica relaciones entre el «yo», el «mi» y mi versión del «otro» (conservando
este «otro»muchos de los atributos distintivos del otro externo). El «otro» tal como
es vivenciado en este lugar incluye nuestra fantasía de su vivencia de «mi». Lo que
significa que hay un mayor compromiso con el mundo externo al dar importancia a
la vida interna del otro.

En este lugar también puede haber una fantasía de la imagen mental (como
opuesto a su simple vivencia) que el otro tiene de mi. La imagen mental que el otro
tiene de mi se refiere a una abstracción cognitiva como si fuera vista a través de las
lentes de alguna teoría general, formal o informal, de la personalidad. Refiriéndose
incluso a un mundo más amplio más allá de la vivencia personal que el otro tiene de
uno mismo, este aspecto del mundo interpsíquico (que incluye una apreciación del
teorizar del otro) es sentido incluso situado más externamente que el primer aspec-
to (en el cual solo la vivencia del otro respecto de uno mismo está incluida).
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El sector último y más externo, el do-


minio interpersonal, refleja el self en proceso
con los otros y con las cosas. Este dominio
del «haciendo» (enacting) o interactuando
incluye el self relacionándose
interpersonalmente con un individuo real, ex-
terno, y también con un grupo o con toda la
sociedad. Los roles interpersonales y socia-
les de uno están situados en este lugar de la
vivencia de uno mismo.

Volviendo a la descripción de la viven-


cia global de uno mismo como un conjunto
de lugares de residencia psíquica conecta-
dos, sugiero que cada dominio sucesivo
involucra un aumento del grado de inclusión
del mundo externo real en el sentido del self
de uno. Podemos referirnos a aquellos luga-
res como variaciones en la profundidad de la
privacidad del self que ellos representan. Aun- Margaret Crastnopol
que contradiciendo la metáfora de la profun-
didad, podría argumentar que ninguna categoría es necesariamente más fundamen-
tal que otra. Cada una contribuye en un grado u otro a la naturaleza polifacética de
la psique, y la vida psíquica en uno de los lugares, a menudo, estará influida o se
mezclará con la de los otros lugares. Puesto que la mente está limitada a lo que
puede ser aprehendido en un momento dado, cuando un sector esta siendo accesi-
ble, los otros sectores pueden no estarlo. «Estar en los «espacios», o los vacios
entre lugares», citando a Bromberg (1998), toma el significado ampliado no solo de
poder tener en cuenta las diferentes representaciones del self, sino también poder
considerar las diferentes posiciones en los distintos lugares de la vivencia de uno
mismo tal como estos se suceden desde un punto relativamente interno a otro
relativamente externo.

Por otra parte, los aspectos «yo» «mi», y «otro» no son en sí mismos una
unidad sino que son una especie de compuesto dinámico formado por los distintos
aspectos del self o del otro. Y, aunque pienso que cada individuo tiene una tenden-
cia particular a preferir un lugar determinado de la vivencia de uno mismo, considero
que es probable que tales estados también fluctúen de alguna manera en respuesta
a las personas de nuestro entorno relacional.

El flujo de la concentración psíquica: un ejemplo de movimien-


to desde el interior al exterior.

Permítanme ofrecer un ejemplo personal. Mi propio lugar interior de residen-


cia psíquica tiende a estar más fírmemente situado en los sectores intrapersonal y
interpsíquico (el primero referido al lugar de las relaciones entre las representacio-
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nes internas generales, y el segundo al lugar de las relaciones entre las imágenes
internas de individuos específicos). Sospecho que este es el caso de muchas de
las personas que escogen convertirse en terapeutas o psicoanalistas. Sin embar-
go, también las circunstancias tienden a alterar nuestro foco interno y pueden algu-
nas veces pasar por encima de nuestras tendencias inherentes. Me di cuenta de
este tipo de movimiento del lugar interno de vivencia de una manera muy intensa,
una mañana cuando asistía a una jornada de puertas abiertas de mi instituto, du-
rante la cual mi lugar de vivencia de mi misma cambiaba desde un lugar interior y
solitario hacia una progresiva externalidad durante el curso del acontecimiento.

Como directora asociada del instituto, por aquel entonces, fui a ayudar en el
desarrollo del acto, mezclándome informalmente con los candidatos, docentes y
candidatos potenciales, para valorar el nivel de preparación e interés de estos últi-
mos en la formación psicoanalítica, y para hablar formalmente sobre la filosofía y
valores educacionales de nuestro instituto. Tenía una múltiple relación clínica/ pro-
fesional/social con bastantes de las personas que habían venido. La escena era
perfecta para estar en contacto (algunas veces confusamente) con el espectro com-
pleto de la vivencia de mi misma desde mis diversos lugares de residencia psíquica.

Cuando llegué aquel día me sentía incluso más internamente de lo que en mí


es usual (probablemente una función de alguna ansiedad anticipatoria), pero gra-
dualmente me fui «despertando» a mi alrededor y empecé a darme cuenta cada vez
más durante el curso de la mañana de aspectos públicos de mi self . En mi lugar
fenomenológico, estaba al principio dándome cuenta del peso de los termos de
café que llevaba, de la belleza del diseño interior y de las vistas del edificio donde se
hacía el acto, de mi placer de estar formando parte de la reunión junto con una
cierta captación de que el acto estaba funcionando bien, y una sensación cenestésica
de mi self como si me empezara a acostumbrar a un lugar no familiar y a caras
desconocidas. Me estaba dando cuenta de un vago deseo e intención de conectar
con los otros. (Todo ello representa el área fenomenológica de una vivencia senso-
rial, cognitiva y afectiva no digerida). Me estaba débilmente dando cuenta de mi
misma como el centro y receptor de aquellas sensaciones, sentimientos, deseos y
movimientos (Esto constituye un aspecto ligeramente más exterior de este dominio
que la vivencia casi-formulada).

En un nivel intrapersonal, me daba cuenta de ciertos puntos de


cuestionamiento de mi misma, facilitándome una guía o alentándome o reprendién-
dome de retroceder ante ciertos retos que surgían (esto ocurrió en el segundo lugar
de la vivencia de mi misma, el «yo» relacionándose conmigo misma como «mi»).
Había también una presión interna desde mis «otros» internos, un conjunto de
voces no específicas, unas voces internas aunque «no-del todo-mi» con su acos-
tumbrado tono crítico, aprobador o irónico.

Cuando charlaba con los invitados y tomaba decisiones improvisadas para


respetar las complejas necesidades de aquellos con quien tenía roles duales, se
activaba mi self interpsíquico. Observaba la abierta reacción hacia mi de una perso-
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na dada y imaginaba su encubierto correlato interno (cuanto tenía de cálido, o de


valorativo, o de familiar, o de cauteloso, etc.), los cuales sutilmente o no alteraban
mi propia valoración y a su vez influían en los aspectos del otro que yo evocaba.
(Esta es la vivencia interpsíquica del «yo» o «mi» en relación con mi imagen de un
«tu» específico, y también con nuestras imágenes mutuas). Por momentos aque-
llas impresiones cristalizaban en el sentir que los otros se hacían una cierta valora-
ción cognitiva de mi (me podían ver, por ejemplo, asertiva, o con humor o franca o
quizás superficialmente identificada con mi rol como persona con cargo en el insti-
tuto, etc.), perspectivas que podían estar de acuerdo o podían contradecir mi propia
autoimagen. Espero que puedan sentir el movimiento desde mi reconocimiento
interno de lo que sentía profundamente privado y interno, hacia una progresiva inclu-
sión mayor de aspectos de mi self que abarcaban mi entorno relacional y el mundo
externo.

Después mi atención se movió más completamente hacía mi dominio


interpersonal. En alguna medida yo iba «con el automático puesto», permitiendo a
ciertas personas que me arrastrasen a una conversación, y permitiéndome aproxi-
marme a otras con las que yo deseaba hablar, dejando las conversaciones extin-
guirse, etc. Era como si yo estuviera dejándome llevar por el flujo de estar con los
otros, aunque al mismo tiempo estaba inconscientemente dándome cuenta de las
interacciones que yo veía periféricamente alrededor mío. Manteniéndome en este
lugar de la vivencia de mi, estaba implícitamente drenando sectores previos (parti-
cularmente el interpsíquico) para actuar con intenciones, motivos y deseos que
podía haber tenido en relación con estas activas interacciones con los otros (este
era el «yo» / o «mi» interactuando con el otro externo real).

Finalmente, en ciertos momentos empecé a darme cuenta de mis aspectos


profesionales como directora asociada y sentí la responsabilidad relacionada con el
rol de hacer que las cosas fueran bien y contener algunos de los deseos relaciona-
dos con las partes más internas de mi self. La vivencia de mi misma en relación con
el grupo implicaba también una interpenetración de los aspectos fenomenológico,
intrapersonal e interpsíquico del self. Dadas mis propias predilecciones, ahora me
sentía algo desconectada de mi misma, ausente de las más privadas localizacio-
nes psíquicas al estar habitando este lugar interpersonal. Pero ciertamente sentí
que estaba «siendo yo misma» -aunque de diferentes formas- durante toda la ma-
ñana. El sentido esencial de este ejemplo es que nosotros podemos movernos
desde un lugar a otro en el proceso de «ser nosotros mismos», y sólo a través del
reconocimiento del papel de los diferentes lugares psíquicos que podemos llegar a
formular una descripción completa y comprensiva del self durante un cierto período
de tiempo.

Teorías psicodinámicas y psicoanalíticas y sus sitios preferi-


dos de la vivencia de uno mismo.

No habrá pasado desapercibido al lector que las diferentes teorías analíticas


y sus diferentes autores tienden a considerar central uno de los diferentes sitios
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psíquicos como el lugar supuestamente más verdadero del self. El acercamiento


del psicoanálisis existencial (May, Angel, & Ellenberger, 1958) pone especial aten-
ción en los inmediatos aspectos fenomenológicos del self. El dominio intrapersonal,
representado como implicando interacciones entre las diferentes representaciones
internas, es por supuesto bien descrito por los autores británicos de las relaciones
de objeto ( por ejemplo, Fairbairn, 1952; Winnicott, 1958; Kohon, 1986). Las teorías
freudianas clásicas (Freud, 1923) y la psicología del yo (ver Fenichel, 1972) tam-
bién enfatizan el lugar intrapsíquico en sus descripciones de las interacciones entre
las tres instancias psíquicas internas. El lugar interpsíquico y también el aspecto
del lugar interpersonal que implica como el otro nos vivencia, son elaboradas por
los teóricos relacionales. (Por ejemplo, ver Mitchell & Aron, [1999], quienes descri-
ben el self como siendo co-creado en el amplio contexto del campo relacional). El
lugar interpsíquico —en particular el aspecto que focaliza como el otro conceptualiza
(como opuesto a vivenciar) a uno mismo— es el foco de aquellas teorías de la
personalidad y de la psicopatología que enfatizan la valoración y diagnosis de la
personalidad (ver Barron, 1998; Pervin & John, 1999; McWilliams, 1994; Westen,
1998, y Westen & Schedler, 1998).

Por último, el dominio interpersonal es la particular provincia de las variadas


teorías interpersonales, la mayoría de las cuales también secundariamente articu-
lan el lugar interpsíquico (ver Lionells, y col., 1995).

Diferencias entre las personas respecto a sus característicos


lugares de residencia psíquica.

Desearía ahora volver a las variaciones entre las personas con respecto a
sus lugares de preferencia para la vivencias [no seria singular, la vivencia?]del [de?]
sí mismo. Para alguno, la vivencia de sí mismo está ampliamente caracterizada por
diferentes voces internas (las cuales pueden representar diversas representaciones
internas) en comunicación entre ellas. Otras personas dedican más tiempo interno
a simplemente vivenciar el «yo»; y aún otros en concentrarse más en interacciones
reales con los otros externos. Hay quienes están muy pendientes de la vivencia que
los otros tienen de ellos, y en discernir como ellos mismos son de diferentes de los
diferentes otros. Y para muchas personas, una particular combinación de estos
lugares de vivencia de uno mismo es lo que mejor caracteriza su vida mental. Los
lugares en una persona concreta tienden a hacer una malla unos con otros en grado
diverso de manera que se hace difícil distinguir una vivencia interpsíquica de una
vivencia interpersonal.

Por supuesto, la conciencia de una persona como opuesta a los lugares


inconscientes, a menudo variará grandemente. Para simplificar la presente discu-
sión, he eliminado la distinción entre lugar de residencia psíquica consciente e
inconsciente, y hablo de ellos como un compuesto. Sin embargo, esto desvirtúa la
descripción más compleja en la cual cada dominio es más o menos disociado, más
o menos completamente formulado, en cada persona particular. Dentro de cada
lugar, algunos aspectos de las representaciones del self -y del otro- serán más
Pag. 69 LOS DISTINTOS LUGARES PSÍQUICOS DONDE RESIDE LA VIVENCIA DE UNO MISMO

concientes y otras más inconscientes. Esto se puede resumir diciendo que la regla
es la variación infinita.

El entretejido de lugares dentro de la psique.

¿Cómo se interpenetran los diferentes lugares en nuestra vida interna? Pen-


semos en la vivencia de sí misma que tiene una persona como si fuera un conjunto
de «múltiples» lugares de residencia psíquica constituidos por un conjunto de habi-
taciones. Corrientemente, una persona tiene una o dos habitaciones favoritas de su
vivencia psíquica, (por ejemplo, el lugar fenomenológico o intrapersonal) pero tam-
bién tiene, al menos, algún acceso a las restante habitaciones. Algunas pueden ser
mayores que otras, o pueden tener la entrada más grande y por tanto el acceso a
las habitaciones contiguas será más fácil.

La configuración de las habitaciones difiere de una persona a otra. Una per-


sona puede fuertemente concentrarse en el sentido intrapersonal del self, pero pue-
de fácilmente volver a asir también el aspecto fenomenológico. Otra puede vivir en
una habitación multiuso combinando lo interpersonal y lo interpsíquico, y puede
necesitar hacer un largo pasaje para alcanzar lo fenomenológico. Y algunos ten-
drán que abrir una brecha en una puerta cerrada a cal y canto, si desean alcanzar
su vivencia interpersonal. Las tendencias constitucionales para habitar un sitio y no
otros, son, ante todo, la razón fundamental de esta situación psíquica; y en segun-
do lugar, los motivos adaptativos y defensivos para formular o no, asociar o disociar,
reprimir o destapar diversas facetas de la vivencia de uno mismo.

Llevando esta metáfora un paso más allá, diría que el grado de conciencia
presente en cualquiera de los lugares de la vivencia de uno mismo se podría repre-
sentar metafóricamente por su iluminación. Algunos lugares —o las representacio-
nes internas que hay dentro de ellos— tienen mucha luz (esto es, concientes),
otros son solo débilmente perceptibles, y finalmente otros están sumergidos en la
oscuridad (esto es, inconscientes).

Diana después de un tiempo considerable en una terapia de grupo, había


finalmente construido un fuerte sentimiento de valía personal . Un problema matri-
monial posterior le trajo a mi consulta para ver la posibilidad de un trabajo en pareja.
Cuando en su lugar, le recomendé reiniciar un tratamiento individual, ella se sintió
conscientemente —en los sitios interpersonal e interpsíquico— receptiva a mi con-
sejo. La fuerza o la «presión» de nuestros selfs interpersonales en acción (su expe-
riencia concreta de mi auténtica y evidente consideración hacia ella) hizo que Diana
entrara en contacto en ese momento con un sentimiento interpsíquico de confianza
hacía mi. Sin embargo, al salir de mi consulta, una vez que ya no estábamos
interactuando directamente y el dominio interpersonal ya no predominaba, hizo un
ansioso y resistente giro. En una posterior exploración de su vivencia interpsíquica,
Diana y yo descubrimos que su experiencia inconsciente de mi recomendación
difirió de su claro reconocimiento cuando yo le hice la sugerencia. Yo era vivenciada
conscientemente como una figura parental nutricia, tratándole con respeto y consi-
MARGARET CRASTNOPOL, PH.D. Pag. 70

deración. Pero en la transferencia negativa inconsciente, yo era una figura parental


crítica que a través de su recomendación le indicaba que aún le encontraba defec-
tos. Una vez el «deslumbramiento» desde el lugar interpersonal fue reducido y
nosotras «dirigimos el punto de luz» hacia el rincón de su habitación interpsíquica,
Diana fue más capaz de evaluar la completa significación emocional de mi reco-
mendación. Este ejemplo simplemente refleja la exploración habitual de los ele-
mentos transferenciales inconscientes, pero yo lo presento ahora para ilustrar mi
perspectiva de que cada sector tiene sus propias combinaciones de aspectos cons-
cientes e inconscientes, y también que la predominancia de un dominio puede en
un momento dado suprimir elementos de otro dominio.

En una sesión de terapia, el paciente le ofrece al terapeuta una visita guiada


de sus «múltiples» lugares de residencia. El tour del paciente está influido en algu-
na medida por el lugar preferente de la vivencia de sí que tiene el terapeuta, quien
durante la visita está haciendo el rol de, si me permiten la expresión, de «arquitecto
consultor». Algunas de las habitaciones del paciente y sus diseños cambiarán en
función de los dos individuos que las están visitando. Esta renovación potencial es
después de todo la razón de ser de la visita.

La importancia en el proceso terapéutico del lugar de la viven-


cia de sí mismo del paciente.

Postulo, a diferencia de las enseñanzas de muchas teorías, que ninguno de


los cuatro dominios debería ser privilegiado como el óptimo en salud mental. Cada
persona desarrolla su propio y único patrón de vivencia de sí mismo. Al mismo
tiempo, algún grado de flexibilidad para moverse entre los lugares es esencial para
un funcionamiento psíquico «suficientemente bueno». De hecho, podemos
conceptualizar que ciertos tipos de psicopatología suponen una inhabilidad para
estar en el lugar de la vivencia del sí mismo que es requerida por una demanda
concreta del contexto. Por ejemplo, el individuo incapaz de renunciar al rol de «es-
pectador» durante una relación sexual (ver Kaplan, 1994) está encerrado en el área
interpsíquica y no puede residir adecuadamente en el lugar fenomenológico de la
sensación sexual. Si bien este bloqueo puede en parte ser atribuido a conflictos
psicosexuales, podría en cambio ser parte de un patrón caracterológico del lugar de
residencia interpsíquico de esta determinada persona. Clarificando esto podríamos
dirigir el trabajo analítico en una dirección más productiva.

Otro ejemplo de este tipo de problema ocurre cuando un paciente ha llegado


a un cierto nivel de insight sin sentir un cambio interno profundo. El paciente dice
«mi imagen negativa de mi mismo no encaja con otras percepciones de mi. Eso lo
entiendo. Pero ¿por qué no se traduce en gustarme más a mi mismo? El problema
en este caso puede radicar en una mayor inhibición de la habilidad para hacer una
transición desde el área interpsíquica del self hacía la intrapersonal, una dificultad
que tiene que ver con la evitación de relaciones internas inquietantes que están
presentes en un nivel más privado.
Pag. 71 LOS DISTINTOS LUGARES PSÍQUICOS DONDE RESIDE LA VIVENCIA DE UNO MISMO

Como regla general, sugiero que la terapia tenga dos metas con respecto al
lugar de la vivencia de sí del paciente. Primero, dirigir la ayuda a los pacientes hacía
el reconocimiento de la valía y de las limitaciones que representa su patrón particu-
lar para conseguir un bienestar psicológico general. Segundo, intentar fomentar un
mayor potencial de acceso a lugares no conocidos hasta entonces.

Consideraciones sobre el desarrollo mental

¿Cómo se establecen los precursores de los lugares de residencia psíquicos


de una persona? Creo que una variable importante es la influencia constitucional o
factores temperamentales, por ejemplo, para que una persona sea psicológicamente
más sensible (por tanto, más situado en el dominio fenomenológico), más gregario
(por tanto, más situado en el lugar interpersonal), o más contemplativo (más en sintonía
con los dominios intrapersonal o interpsíquico). Emparejado con la matriz constitu-
cional están las influencias de la temprana infancia en el estilo cognitivo y vida afectiva
individual, en concreto las relaciones con los padres y otros familiares. Si la propia
vivencia interna de uno de los padres está muy concentrada en un terreno específico,
por ejemplo, y el niño está muy identificado con este padre, después el niño intentará
reunirse con el padre en esta habitación, sea a nivel intrapersonal, interpersonal etc..
Si, por otro lado, la relación con este padre es más distante o conflictiva, el niño
puede desidentificarse y desarrollar un lugar alternativo de preferencia para la vivencia
de sí mismo. Esto puede ocurrir, en parte, para diferenciar su self del de su padre y
construir un camino separado e individual para procesar su vida interna. Otra posible
motivación para desarrollar un lugar primario diferente al de los padres para la vivencia
de sí mismo podría ser la de ocultarse uno mismo, o proteger a los padres del propio
self ya separado y quizás también enojado o marginado.

Cuando un padre/madre ha sufrido algún tipo de crisis en el pasado, puede,


como sabemos, distorsionar o disociar aspectos de la experiencia que quedaron
asociados con el trauma. En este caso una «habitación» concreta puede permane-
cer inexplorada en la vida familiar. En casos severos, esta habitación psíquica pue-
de contaminarse o polucionarse con asociaciones negativas de los padres y enton-
ces queda implícitamente prohibido que el niño pueda entrar en ella en presencia de
los padres. Los padres pueden lanzar mensajes críticos implícitos como: ¿Por qué
siempre estás dándole vueltas a tus sentimientos sobre ti mismo (es decir, «estar
intrapersonalmente situado»)? O, «¿Por qué es tan importante para ti construir
todas estas amistades? (es decir, «estar interpersonalmente centrado)»?

A la inversa, el chico puede ser incapaz de dejar la órbita psíquica que la


figura parental ha construido, como cuando el chico está continuamente juzgándo-
se a sí mismo de acuerdo al rol que la sociedad espera de él, en línea con el terreno
interpersonal. Por supuesto, el lugar psíquico de la vivencia de sí mismo que se
desarrolló durante la infancia es al final una combinación de las tendencias tempe-
ramentales del chico y sus identificaciones con ambos padres (quienes por su-
puesto pueden diferir entre ellos mismos) y con otros pares, hermanos y adultos
significativos. La madre de uno de mis pacientes tenía una sensibilidad profética
MARGARET CRASTNOPOL, PH.D. Pag. 72

respecto a sucesos que probablemente afectarían a su familia, incluyendo lo que


parecían ser sueños telepáticos, aunque el padre denunciaba que las sospechas
de su mujer no tenían sentido. Mi paciente mismo compartía las capacidades
intuitivas de su madre, aspectos del área fenomenológica de la vivencia de sí mis-
mo. También compartía la capacidad de su madre para comprometerse
emocionalmente a través de vínculos afectuosos con los demás. Pero a causa de
que su padre constantemente rechazaba al completo tales vivencias, este paciente
de niño rechazaba activamente sus propias intuiciones y vida onírica, dejando así
un importante rincón de su habitación fenomenológica detrás de la cortina. Bajo la
influencia tiránica de su padre, el niño estaba, en cambio, situado en la habitación
intrapersonal que su padre habitaba, luchando con sus deseos para conseguir la
aprobación de su padre, no podía habitar y creer en la conciencia fenomenológica
de su propia ingeniosidad y vitalidad. Para un niño tan intensamente y
traumáticamente socializado, la vivencia potencial de ciertos lugares como el
fenomenológico puede estar demasiado cargada para posibilitar su elaboración.
Pienso que muy probablemente este chico cuando desarrolló su propio lugar de
residencia psíquica, estaba identificado con el miembro de la pareja parental más
respetado y poderoso, pero tal elección está obviamente multideterminada y el
resultado completo merece un estudio adicional.

Otro factor es si cada padre permite al niño acceder a ciertos partes del lugar
de vivencia del sí mismo propio y de que manera lo hace. Si los padres solo permi-
ten un conocimiento directo de sus propios aspectos interpersonales pero no en
cambio el acceso a espacios que sean más privados, entonces el niño puede reti-
rarse de estos espacios de conciencia más privados o por el contrario estar
hipervigilante ante cualquier dato que provenga de este sector. O el padre puede
insistir en dar forma a la vivencia psíquica del chico de una manera que es contraria
a sus tendencias naturales (su temperamento precoz), por ejemplo preguntando al
chico por ciertos sentimientos en el área fenomenológica cuando por su edad o
etapa de desarrollo, su conciencia está en otro lugar. Esto podría animar al chico a
buscar un área del self para habitar que no interesara al padre, como una forma de
protegerse de la intrusión.

Implicaciones clínicas

¿Qué implicaciones tiene para el terapeuta esta perspectiva de la vida psí-


quica a la hora de escoger una estrategia de intervención? A muchos pacientes les
llegará mejor una interpretación que coincida (en contenido o forma) con su lugar
más confortable, mientras otros pacientes (o el mismo paciente en momentos dife-
rentes) pueden estar más receptivos a las intervenciones que los desvíen de su
lugar típico. El analista aprende como usar mejor un dominio particular a medida
que entiende el significado que tiene para el paciente, y a medida que va entendien-
do el equilibrio entre los motivos adaptativos o defensivos a los que este lugar sirve.
Si un lugar dado es preferido más por los propósitos adaptativos que por los defen-
sivos, puede ser más fecundo para el analista estar allí con el paciente durante un
período de tiempo. Sólo viendo como su psique toma forma en este espacio proba-
Pag. 73 LOS DISTINTOS LUGARES PSÍQUICOS DONDE RESIDE LA VIVENCIA DE UNO MISMO

blemente profundizará el contacto empático con el «self» peculiar del paciente,


situación que trataré de ilustrar en breve.

Idealmente el analista ayudará al paciente a reconocer las habitaciones en


las cuales éste habita, a entender como estos modelos pueden haberse desarrolla-
do y que significan para el funcionamiento psíquico y bienestar emocional del pa-
ciente. El clínico experimentado probablemente ya tiene tendencia a hacer esto
como parte del análisis, aunque no necesariamente con las mismas palabras – o
empleando este marco teórico particular. En esto como en muchas áreas, lucha-
mos por conseguir un buen equilibrio entre el acomodarse y el desafíar las tenden-
cias propias del paciente.

Como con otras facetas de la personalidad y subjetividad (Crastnopol, 1999;


2000), las propias características internas del lugar de vivencia psíquica del analista
alterará el intrincado baile en el cual el sitio de la vivencia psíquica de uno puede
acercarse o distanciarse del lugar del otro. Una de las maneras en que esto ocurre
es que la inclinación personal que tiene cada analista por un determinado lugar de
la vivencia interna va a influir en la elección de su orientación teórica y en su estilo
de intervención. A causa de nuestras tendencias caracterológicas a vivir en un do-
minio u otro, algunos de nosotros «nacimos» como teóricos interpersonalistas y
otros «nacimos» como teóricos intrapersonales; algunos de nosotros vivimos en
una intranquila combinación de dominios y desarrollamos la capacidad de encajar
diferentes fidelidades teóricas. En este punto surgen una serie de preguntas en
relación a la formación psicoanalítica: ¿en que grado estamos inconscientemente
propensos para seleccionar pacientes que encajen con nuestras predisposiciones,
o bien que las complementen? ¿Deberíamos cambiar nuestra propia tendencia a
centrarnos en uno u otro dominio de la vivencia del sí mismo, o simplemente debe-
ríamos reconocerlo y entenderlo? Estas consideraciones nos devuelven al proble-
ma central de conocer como el lugar psíquico del analista y del paciente interactúan
para dar forma a su proyecto conjunto.

Hay también obvias ramificaciones clínicas en el trabajo con los sueños de


los pacientes -¿para impactar al máximo deberían las interpretaciones estar
enmarcadas en un lenguaje fenomenológico o en términos interpersonales para un
paciente concreto, o un sueño en especial? La exploración de las relaciones más
intimas del paciente pueden beneficiarse de la apreciación de las maneras en que
el lugar de residencia psíquica del paciente harmoniza o choca con el lugar de
residencia del otro significativo. Pero estas consideraciones tendría que desarrollar-
las más extensamente en otro lugar.

Un ejemplo

Me gustaría ahora presentar una parte de un análisis donde los respectivos


lugares psíquicos de residencia de paciente y analista se hacen evidentes. Al prin-
cipio simplemente pensé que la paciente y yo no encajábamos bien, pero a medida
que nuestra relación se fue profundizando, me di cuenta que en realidad nuestro[s]
MARGARET CRASTNOPOL, PH.D. Pag. 74

lugares psíquicos se iban entretejiendo de una manera compleja que podía ser
potencialmente constructiva. Trataré de mostrar como mis propias inclinaciones
contribuyeron a la evolución del proceso terapéutico.

Anna era una mujer de 40 años, con buenas aptitudes psicológicas aunque
muy ansiosa, que yo traté hace unos años cuando vivía en la Costa Este. Empezó la
terapia para resolver una invalidante y tediosa depresión. Sin embargo Anna solía
empezar cada sesión con un animado saludo muy personal de ella: «¿Como está?
¿Bien? Oh, este vestido (o peinado, o collar) le queda muy bien». Después de «hacer
visita» durante unos minutos, Anna podía empezar a explicar detalladamente la histo-
ria de alguien que había conocido hacía 30 años, y lo que esta persona y su familia
estaban haciendo en la actualidad. Luego podía hablar de un encuentro problemático
que había tenido con esta persona en las últimas semanas. Era sólo a través de la
plena elaboración de los antecedentes de esta persona, y a menudo a través de cómo
esta persona la había maltratado, que podía llegar a expresar algo de su estado interno
actual. Frecuentemente era sólo hacia el final de la sesión (si es que llegaba a ocurrir)
que podía llegar a reflexionar como esto influía en la imagen que ella tenía de sí misma.

Si un día Anna criticaba a su hija, entonces se sentía enfadada y deprimida


al mismo tiempo. Entonces se quedaba inundada por un mar de desprecio hacia la
hija y de rechazo hacia ella misma por ser tan hiper-crítica como había sido su
propio padre. Los intercambios interpersonales que ella explicaba eran indicios de
sus fundamentos interpsíquicos e intrapsíquicos. Sin embargo, Anna sólo podía
entender estos significados de forma intelectual y le despertaban muy poco interés.
Lo que le resultaba urgente era lo que sucedía, como le hacía sentir, y que era lo
que tenía que hacer a continuación.

Anna era la mayor de dos hermanas de una familia judía de clase media. Su
padre era un hombre dominante, amargado y siempre dispuesto a castigar, que
esperaba que su hija llegara a ser una mujer muy exitosa para así aumentar el
honor y prestigio de él mismo. Su madre era muy cariñosa, pero demasiado sumisa
y pasiva a la hora de defender a la hija de los abusos verbales, emocionales e
incluso físicos a que la sometía el padre. Anna adoraba a ambos padres y veneraba
a su padre, aunque los abusos del padre la ponían furiosa, e inconscientemente se
sentía enfadada con su madre por su negligencia.

Inicialmente, la paciente empezó el psicoanálisis para resolver su profunda


depresión con ideas de suicidio ocasionales. Se sentía muy decepcionada con lo
que ella percibía que era su fracaso en desarrollar sus potencialidades en la vida.
Se sentía socialmente torpe y aislada, y creía que era menospreciada en mayor o
menor grado por sus pocos amigos íntimos y por su familia. Relacionarse con
iguales de una manera que no fuera superficial la angustiaba, y ello hacía que se
quedara bastante aislada. Se mostraba muy auto-crítica, perfeccionista, y bastante
despreciativa con su considerable inteligencia y formación cultural, así como con
sus talentos y otros recursos psicológicos. Anna vivía volcada [quiere decir «involved
in?» (que es correcto) o «upset by»?; porque el significado debe ser mas positivo
Pag. 75 LOS DISTINTOS LUGARES PSÍQUICOS DONDE RESIDE LA VIVENCIA DE UNO MISMO

que negativo]en su matrimonio con un marido muy próspero, que la quería, pero que
al mismo tiempo era un hombre difícil al que idealizaba y denigraba alternativamen-
te. Aunque Anna llevaba una vida intelectualmente activa, no encontró la manera de
poder sacar provecho a sus estudios, es decir no pudo desarrollar profesionalmente
sus estudios y alcanzar un reconocimiento psicosocial e interpersonal.

Durante el primer año de tratamiento el lugar interpersonal de la vivencia de sí


misma (self-experience) de Anna no llegó a encajar conmigo. Yo, al vivir en los
dominios intrapsíquicos e interpsíquicos, tendía a estar menos en sintonía con los
dominios fenomenológico e interpersonal que con mis voces internas del self y el
otro. Por tanto me sentía desorientada ante la necesidad de Anna de contarme
detalladas historias sociales que a menudo eran sobre personas muy periféricas a
su propia vida. Me frustraba que no se me permitiera alcanzar lo que yo entonces
pensaba que sería estar «más cercana» a la experiencia que Anna tenía de sí
misma (es decir a cómo Anna metabolizaba estas experiencias privadamente),
pero a la vez me sentía completamente intrigada por la riqueza de sus historias y
por como su propia esencia relucía en lo que contaba.

El foco de la paciente en lo interpersonal se manifestaba no sólo en el conte-


nido de sus asociaciones, sino también en sus esfuerzos en establecer una rela-
ción personal conmigo, y en utilizar nuestra «relación real» como vehículo para
curarse. En la matriz transferencia/ contratransferencia, quedé capturada en la ca-
tegoría de «esencialmente buena persona» al igual que su madre y su amada tía.
Incluso cuando se sentía intensamente desesperada, solía hacer comentarios di-
ciendo que yo era «buena para ella», y que ella era también «buena para mí», lo
cual me recordaba de forma reconfortante el famoso comentario de Winnicott (Hazell,
1996) en el mismo sentido a su paciente Harry Guntrip. Yo intenté dejar de lado mis
escrúpulos de que este tipo de relación analítica era demasiado complaciente o
superficial para ser curativa.

En un momento dado, después de varios años de tratamiento, Anna se sintió


de nuevo bastante deprimida. Se mantenía bastante desinteresada en explorar su
mundo intrapersonal, por lo que nuestras sesiones solían centrarse en los pasos
concretos que ella podría hacer para mejorar su vida social o para poner en marcha
su carrera profesional. Sin embargo Anna no conseguía poner en marcha ninguna
de estas ideas. Por tanto entonces yo me preguntaba a mí misma ¿había yo segui-
do demasiado de cerca la pauta de la cura que Anna se había auto-prescrito?
¿Cómo podríamos detectar y analizar la transferencia negativa? Era difícil captar el
significado psicológico de las historias que Anna contaba, que cada vez parecían
más aleatorias, y con más dificultad para que se pudiera leer su significado simbó-
lico en sus lugares más privados de su vivencia de sí misma. Lo estuve pensando
un par de sesiones y finalmente le planteé la cuestión de forma apremiante: «No
podemos decir que es lo que sucede dentro de usted. Tal como están las cosas
ahora, no conseguimos tener acceso a sus ansiedades y a sus barreras internas, y
usted no está con la predisposición a intentar nuevas cosas en la vida que permitiría
que estos miedos se hicieran más aparentes y accesibles para nosotros. ¿Qué
MARGARET CRASTNOPOL, PH.D. Pag. 76

cambios podríamos hacer para que nuestro trabajo le resultara más útil? (Entre
líneas le estaba diciendo: «¿cuando empezaremos a trabajar de forma intrapersonal
—o intrapsíquicamente, tal como entonces lo habría denominado— de manera que
así yo tendría más confianza en lo que estábamos haciendo?»)

Inmediatamente Anna me espetó, de forma autoritaria pero también


tranquilizadora y quizá también algo defensivamente: «Ay Margaret, antes de que
empezáramos yo estaba a punto de matarme. ¿No se da cuenta que me ha salvado
la vida? No se desespere por mi, ya sabe que soy testaruda y que ando asustada,
pero lo conseguiré». Entonces continuó diciendo que en los últimos meses había
conseguido enfrentar los problemas de su hija con más calma, sin adoptar aquella
actitud abusiva y denigratoria de su propio padre. Sexualmente también iba tenien-
do una mejor respuesta fisiológica, como nunca había sucedido antes. Y finalmente
había encontrado las fuerzas para plantear a su marido el tema de sus limitaciones
en su vida sexual, de una manera fructífera sin precedentes. Por tanto ¿qué impor-
taba que todavía no hubiera empezado a conseguir sus objetivos profesionales o
sociales? Desde su propio punto de vista, lo que había sucedido había constituido
una profunda transformación de sí misma.

Llegados a este punto mis tendencias personales y mis prejuicios teóricos


me dificultaban poder reconocer que entonces Anna se sentía considerablemente
mejor en los dominios fenomenológico e interpersonal. Por mi parte empecé a ana-
lizar más de cerca mis sentimientos en conflicto con la «interpersonalidad» de
Anna. Me di cuenta que yo desconfiaba de este dominio en parte por que mis
propios padres buscaron la cura de sus problemas emocionales a través de sus
relaciones interpersonales. Y estos esfuerzos les dieron pocos frutos en cuanto a
sus niveles más profundos. Por tanto era difícil para mí creer que Anna podría
internalizar nuestra relación suficientemente como para que ésta la pudiera trans-
formar psíquicamente, penetrando otras capas de su self. Yo estaba centrada en lo
intrapersonal y en lo interpsíquico porque era donde la verdad yacía en mi propia
familia. Mientras estos sitios eran mi lugar seguro, en cambio no lo eran para Anna.

Pronto me empezó a resultar claro la razón por la que los lugares intrapersonal
e interpsíquico eran relativamente inaccesibles para Anna: la razón era que su ma-
dre parecía que nunca había tenido en mente lo que Anna podía estar sintiendo
dentro. Y al mismo tiempo su padre ni lo sabía ni le importaba. Lo que realmente
importaba en la casa de su niñez era que debía estar alegre y mostrarse sumisa.
Además, en su sub-cultura, cualquiera que tuviera el aspecto de vivir hacia adentro
era criticado por ser un «ensimismado». Sus capacidades truncadas en estos as-
pectos permitieron que Anna se pudiera vivir a sí misma de forma interpersonal (y en
cierto modo también a nivel fenomenológico) a través de sus ricos intercambios con
los demás, pero al mismo tiempo la cristalización de sus vivencias intrapersonales
o interpsíquicas quedó obstaculizada. No era fácil que sus áreas de conciencia de
sí misma pudieran evolucionar hacia el sentimiento de «estos son mis aspectos
internos, y así es como se relacionan entre ellos». No es de extrañar que tuviera
dificultad en que yo la ayudara a formular estos aspectos de sí misma. Primero,
Pag. 77 LOS DISTINTOS LUGARES PSÍQUICOS DONDE RESIDE LA VIVENCIA DE UNO MISMO

Anna necesitaba confiar e internalizarme como un tipo de figura parental diferente –


más empática y poderosa que la madre, y más interesada en su mundo interno de
lo que su padre había estado.

Esta confrontación y sus secuelas acabaron por recalibrar nuestros respec-


tivos lugares de la vivencia de nuestro self. Mientras según su propia estimación
Anna podía ser una «mala» madre (vivenciado a nivel intrapersonal), ahora empeza-
ba a darse cuenta que su hija la veía como muy gratificante y «buena» (por tanto
esta vivencia de sí misma en el sector interpsíquico era discordante). A raíz de esta
realidad indiscutible con su hija, Anna empezó su esfuerzo para arreglárselas con
la imagen negativa relativamente inconsciente que tenía de sí misma en su dominio
intrapersonal. Lentamente, nuestro trabajo en lo interpersonal fue influyendo en su
sentido de sí misma en el dominio interpsíquico, se fue expandiendo hacia el domi-
nio intrapersonal, y fue incrementando lo que ya existía en el sector fenomenológico.

Retrospectivamente me doy cuenta que no sería del todo cierto decir que yo
había vacilado hasta aquel momento, y que a partir de entonces me estaba entregan-
do más abiertamente a las características internas de su «interpersonalidad».En rea-
lidad yo me había empujado a mí misma a trabajar en la esfera interpersonal casi tanto
como ella, porque yo también sentía intuitivamente que la poderosa relación amorosa
madre/hija e hija/madre que habíamos establecido tenía propiedades curativas para
ella. Yo había estado negando el potencial adaptativo de mi propia interpersonalidad a
causa de mi propia reticencia, y también porque me había preocupado que un énfasis
en lo interpersonal (junto con la muy activa relación personal que conlleva) podía obs-
taculizar defensivamente el acceso a otros lugares psíquicos de residencia del self.
Entonces me di cuenta que Anna no sólo disfrutaba sino que además se beneficiaba
de mi propia resonancia entusiasta y de mi cooperación con su dominio interpersonal,
aunque yo continuaba apuntando hacia otras capas de su experiencia.

Pero volviendo a la situación analítica de aquel momento, mi intervención


acerca de los rincones inexplorados de su psique probablemente penetró de alguna
manera, ya que Anna pronto preguntó: «¿Dado que mi vida y mis relaciones en
general van bien, por qué me siento a veces tan mal por dentro?» Aquí, ella misma
se estaba aventurando más allá del espacio interpersonal. Yo, animada por esta
pregunta, de forma automática empecé a formular una interpretación intrapersonal.
Me encontré jugando con la idea que aproximadamente sería: «una voz parental
interna sigue riñendo inconscientemente a la pequeña niña que hay en usted».
Pero me paré, y en cambio me encontré a mí misma diciendo: «ahora que usted
sabe como ser diferente a su propio padre, debe empezar a tratarse a usted misma
tal como lo hace con su hija. Necesita darse a sí misma aquel reconocimiento,
compasión y ánimo que su padre no pudo darle». A lo que ella asintió con calma,
como si estuviera diciendo «ah, quizá sea cierto».

Yo me estaba sintiendo más confortable viajando por la carretera que ella


elegía (la carretera del self interpersonal puesto en acto) para dirigirnos a sus sec-
tores más interiores.
MARGARET CRASTNOPOL, PH.D. Pag. 78

Creo que otros pacientes como Anna que están situados en el dominio
interpersonal pueden tener la tendencia a concentrarse en lo «real» o en la relación
personal con el analista, y entonces pedir una expansión de este elemento perso-
nal/social. Si reconocemos que el sector interpersonal es un importante dominio
donde vivenciamos nuestro self, tendremos menos tentaciones a considerar que el
paciente (o analista) que tiende a residir en este sector es superficial o se resiste al
análisis. Entonces dejaremos automáticamente de calificar esta interacción como
no-analítica, y en cambio la veremos como un vehículo potencial que puede servir
de conexión con los otros dominios.

Conclusiones

Desde mi punto de vista, es aconsejable que seamos lo más concientes


posible del lugar de residencia psíquica de nuestros pacientes. Entonces podre-
mos apuntar hacia otros aspectos de la manera que tiene el paciente de vivirse a sí
mismo y nos ayudará a determinar qué es lo que bloquea el acceso a los otros
dominios. Necesitamos tener claro como la orientación de nuestros pacientes evo-
ca ciertas tendencias en nosotros, y como nuestras propensiones interactúan con
nuestro estilo terapéutico ante un paciente dado. Ya que ningún sitio concreto de la
vivencia de uno mismo encarna la totalidad de la riqueza de la vida psíquica, el
acceso flexible al amplio abanico de posibilidades aumenta la capacidad del pa-
ciente de construir su self (característico y único). Lo ideal es que el analista tenga
como objetivo conseguir una buena autoconciencia de sus propios y característi-
cos lugares de residencia, lo cual al mismo tiempo hará posible su posible expan-
sión. Ello a su vez ayudará al paciente en su búsqueda para encontrar la respuesta
óptima a las demandas psíquicas ante las diferentes facetas de la vida.

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Notas
1
Una primera versión de este trabajo fue presentada en la División 39, de las reuniones de la APA en
San Francisco el 6 de abril del 2000. Traducido al castellano por Rosa Royo y Ramon Riera. Revisión
de María Hernández Gazquez. Publicado originalmente en Psychoanalytic Dialogues.Traducido y
reproducido con autorización del autor y de The Analytic Press.
2
Cofundadora, Ex-directora asociada y Profesora del Northwest Center for Psychoanalysis (NCP)
en Seattle, Washington; Docente y Supervisora de psicoterapia en el William Alanson White Institute
in New York City; Formadora Clínica en el Departamento de Psiquiatría y de Ciencias de la Conducta
y Departamento de Psicología, University of Washington, Seattle, Washington; Miembro del Consejo
de, Dirección de la International Association for Relational Psychoanalysis and Psychotherapy.
Dirección de la autora: 515 28th Avenue East. Seattle, WA, 98112 USA.

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