El sol de la tarde atravesaba la ventana iluminando el
cuenco de uvas que el viejo comía recostado en la silla
cuando Masino cruzó la sala dejando caer su gorra sobre la mesa. El viejo apenas lo miró y continuó chupando el jugo y escupiendo las semillas en su mano.
Masino paseó la mirada y ladeó la cabeza como para atrapar
los sonidos. -¿Y Nina? - pregunta sin dejar de escudriñar. -ha ido al pueblo, a vender el queso -pero es tarde, ya debería estar de regreso El viejo no responde, sigue comiendo uvas, sacando una tras otra como si fueran infinitas, corre la silla unos centímetros para evitar que el sol le de en la cara y vuelve a escupir las semillas en su mano que luego guarda en un bolsillo. Masino en silencio, parado en medio de la cocina y mirando el cuenco de uvas acariciado por la luz naranja del sol que lentamente muere sobre las colinas, se imagina a su hermana, sonriéndole a aquel mecánico con el que la vió besarse una vez. Se la imagina sentada en sus piernas recostando su cabeza en su pecho y siente deseos de matarlos a ambos. “Debería ir hasta allá” piensa, “partirles el cráneo y enterrarlos en el viñedo. Nina es una puta sin remedio, siempre dejándose seducir por otros hombres”. ya sabe lo que piensa su hermana, sabe que está harta del campo y le preocupa que se haya escapado con el mecánico, porque está seguro que solo quiere aprovecharse de ella. Debería ir a buscarla pero el rayo de luz se aleja de las uvas como una mano que se retrae. -Iré… a buscarla - le dice al viejo -Sabes que no debes salir en noche de luna llena, ella debe estar por llegar, seguro se le hizo tarde por estar mirando en las vidrieras. -No lo creo, en el pueblo dicen que se ve con un mecánico - responde masino recogiendo su gorra -jajaja, pues cual es el problema, por lo menos el mecánico tiene trabajo, mejor eso a que termine con un pobre peón. Su padre no entiende, no ve la gravedad del asunto, Nina no debe estar con un hombre que no sepa sus costumbres o será tratada como un animal, cuando los alimentan para luego ser sacrificados. El rostro de Masino se enciende como el sol moribundo del cual ya apenas alcanza a verse su corona, y sale cerrando la puerta con furia. Entró al cuarto de Nina, su olor aún se percibía, como un sudor dulce, caminó hacía su armario pero no encontró ropa, sacó los cajones vacíos y los tiró al suelo. Buscó la hoz con la que segaba el trigo y se metió en el camino.
El mecánico es un tipo fornido, de buen porte. Le gusta
vestir con traje y usar perfumes caros, su oficio le permite darse esos lujos y lo hace porque tiene como actividad preferida seducir a las adolescentes que pasan por su taller. Masino se siente como un estropajo al lado suyo, aunque sabe que en cuanto a fuerza él lo supera, aunque no tenga tantos músculos él sol y la tierra vuelven al hombre duro como las rocas. Lleva años aprovechándose de Nina pero ahora que tiene 20 ya no se siente atraído por su cuerpo.
Nina ha deambulado por las calles, viendo las coloridas
casas e imaginando cómo sería vivir en una, tener una familia y más nunca regresar al campo. En el pueblo todo luce muy limpio, no hay insectos y no huele a excremento. En las entradas hay flores, las casas cantan y lo que más le gusta es cuando por las noches todo se ilumina. Pensando en ello ha podido esconder el recuerdo de cuando el viejo de la tienda le ha agarrado la mano y con su boca desdentada la ha intentado besar, el viejo se aprovecha que su familia necesita vender el queso de cabra que preparan para suplir necesidades que el campo no puede, así que cada vez que ella lo visita él se aprovecha tocandole una nalga o diciéndoles cosas morbosas, ella no puede hacer nada porque entonces no habría a quien venderle el queso, pero ahora, en el cristal ha visto su reflejo y se le han aguado los ojos al observar su cabello quemado, su piel bronceada, sucia como la tierra y su ropa descolorida y remendada. Se siente como un animal, anhela otra vida pero solo Santiago podría dársela y últimamente siente que también él empieza a hartarse de ella. Mira el cielo, ya es la hora en que habían quedado en verse, es el día en que le propondrá que vivan juntos. Llega a su casa y él la invita a pasar, se besan en la puerta, ella le pregunta cómo ha estado, le dice que lo ha extrañado, él responde que también mirando hacia otro lado. La casa de Santiago no es grande como las demás pero tiene un piso liso y brillante. No hay muchas cosas pero ella sueña con encender la música en las mañanas, bailar un tango con la brisa mientras hace la limpieza, si tan solo Santiago le dijera que sí. Como tratando de seguir el tema él le dice que porque tarda tanto tiempo en visitarlo entonces ella le sonríe y le dice que quiere proponerle algo y él responde que también le tiene una propuesta.
Nina se emociona al imaginar que Santiago podría querer
lo mismo. Se sientan, ella sobre sus piernas. Se besan, Santiago la recorre con su mano y la retira al palpar sus pechos caídos. Ella lo mira y cuando está a punto de decirle lo que añora tocan a la puerta. Son dos amigos de Santiago, él los presenta. Ambos están vestidos elegantemente y se ven de muchos años más que Santiago. Él la llama aparte y le dice que necesita que atienda a sus amigos ya que esa noche tendrán una reunión. Nina asiente y le pregunta si le puede decir su propuesta. -Claro, dime. -Me gustaría vivir contigo. Santiago se percató de la bolsa que llevaba en sus manos y sonriendo le respondió que luego hablarían de eso. -Ve a servirle vino a mis amigos. -Nina buscó la botella en la cocina y mientras le servía notó que uno le miraba las nalgas. Se lo dijo a Santiago pero esté solo se rió y le dijo que si iba a vivir con él tenía que obedecer y complacer a sus amigos. -¿Lo dices en serio? -Claro, no veo porque te sorprende, sé que te gusta, siempre me buscas para eso ¿No? -Pero es que yo te quiero… ¿Ya no me quieres, Santiago? -Claro que te quiero, por eso te dejaré vivir conmigo. -Pero no de esta forma, no quiero estar con otros hombres. Nina se echa a llorar y Santiago la mira sonriendo. -Pensé que aceptarías, al fin y al cabo solo eres una puta campesina. Nina abandona sale corriendo de allí, recorre varias calles y ya cansada se sienta a llorar en los peldaños de una casa. Un hombre sale gritando que se vaya. Se encuentra con unos borrachos que la empiezan a tocar y a tratar de desvestirla, se vuelve a escapar corriendo hacía el campo. No quiere volver pero no tiene a donde ir, se adentra además con miedo pues en el cielo ya no se ve el sol y las colinas son manchas oscuras que lo cortan.
Le cuesta trabajo pasar entre los árboles, se asusta del
mínimo ruido y a donde voltee ve sombras que la acechan. En cambio al llegar a los prados de trigo camina por en medio, se siente más segura pero se mantiene alerta, prestando atención a cualquier sonido. Ha escuchado que algo avanza detrás suyo, tiene miedo de darse vuelta pero aquello se acerca rápido, así que gira y ve una cabeza de cabra que se asoma sobre el trigo. Se tranquiliza un poco pero la cabra avanza hacía ella mirándola fijo, sobre su cabeza la luna aparece iluminando el prado. Quiere correr pero no puede moverse. La cabra se pone de pie, ahora tiene el tamaño de un hombre, el viento parece silbar la melodía de un tango. La cabra la toma de la cintura y baila con ella. Ella la sigue involuntariamente, su cuerpo se mueve solo. El baile lleva unos segundos cuando aparece en medio del prado Masino quien intenta avanzar para salvarla pero sus piernas se duermen y cae al suelo. La cabra mira a Nina y dando un grito la tira al suelo, empieza a saltar sobre su vientre clavando sus pezuñas y regando el trigo con su sangre mientras masino solo observa sin poder levantarse. Al terminar la cabra se mueve hacia él pero al estar de frente la luna se esconde y la cabra huye saltando en el prado.