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Buen Trato Segun La Biblia
Buen Trato Segun La Biblia
Si los padres han sometido su voluntad a Dios y buscan obrar en justicia y amor, los
mandatos a sus hijos serán conforme a la voluntad de Dios y, por consiguiente, serán justos.
Los hijos que aman a Dios desde pequeños entienden que al someterse a sus padres están
obedeciendo a Dios y esto hace más fácil la obediencia.
A medida que los hijos crecen deben fortalecer su relación personal con Dios, pues su
obediencia principal será ante él. Por supuesto, siempre será importante considerar en
oración los consejos sabios de los padres. Aquellos que aman y temen al Señor aconsejarán a
sus hijos de acuerdo a los principios bíblicos y les animarán siempre a obedecer a Dios.
Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que
te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra.
(Efesios 6:2-3)
La obediencia de los hijos implica actitudes internas como la honra que se reflejarán en actos
concretos hacia los padres. El hijo que honra a su padre y a su madre los trata siempre con
respeto, con cortesía y muestra aprecio por ellos. Expresa su sentir con amor aunque no esté
totalmente de acuerdo y respeta la dignidad de sus padres.
Estos versículos hacen referencia a uno de los diez mandamientos (Éxodo 20:12) y a la
promesa que hay para aquellos que lo obedecen. Debemos honrar a nuestros padres toda
la vida, no es un mandamiento que caduca cuando llegamos a los 18 años. Al cumplirlo no
solo bendecimos a nuestros padres, sino que nosotros también recibimos bendición.
Pablo ahora habla directamente a los padres. Les dice una cosa que no deben hacer y otra
que sí.
No hagan enojar a sus hijos: Los padres no deben provocar a sus hijos al enojo, sino
que han de respetar su sensibilidad emocional y el proceso natural hacia la madurez.
¿Cómo hacemos esto? No debemos imponer cargas que los niños no puedan llevar
exigiéndoles comportamientos o actitudes de adultos. Debemos respetar que son
niños y que están en etapa de formación. Les ayudaremos con nuestra disciplina y
guía amorosa, pero no les exigiremos que actúen de forma perfecta. La actitud de los
padres hacia los hijos debe ser una de amor, respeto y aprecio durante toda la vida,
porque nuestros hijos son un regalo de Dios (Salmo 127:3-4).
Críenlos según la disciplina e instrucción del Señor: Los padres deben disciplinar e
instruir a sus hijos, teniendo siempre en cuenta su valor y dignidad como seres
humanos. Ninguna disciplina debe humillar o menospreciar, ni debe aplicarse cuando
el padre o la madre estén enojados. La disciplina e instrucción se hará como Dios hace
con cada uno de nosotros: con amor, con respeto, resaltando y alentando el potencial
de bien que hay en nosotros. Los padres deben enseñar a sus hijos a amar y a servir a
Dios. Esto debe hacerse principalmente con el ejemplo, viviendo vidas genuinas que
glorifican y honran a Dios.
En los tiempos de Pablo, bajo el Imperio Romano, la esclavitud era una práctica extendida y
aceptada. Entre todos los que estaban aceptando la salvación en Jesús había esclavos, al
igual que sus amos y otras personas, lo que afectaba, hasta cierto punto, el trato entre ellos.
En Cristo somos libres y en él todos somos iguales. Pero Pablo exhorta a los esclavos a
continuar su servicio y trabajo «como a Cristo», o sea, de forma voluntaria, excelente y como
si se tratara de un servicio a Dios.
Les explica cómo debe ser su trabajo y esto es algo importante que podemos aplicar aún hoy.
Dios quiere que tratemos a nuestros jefes y a todos los que tienen autoridad sobre nosotros
de la forma que expresan estos versículos.
A los amos o jefes les dice que deben tomar en cuenta la nueva actitud de sus esclavos y
hermanos en la fe. Hay que recordar el valor que Dios nos da y cuánto nos ama a todos
seamos siervos o amos. En esa época, esto requería bastante esfuerzo, un cambio de
mentalidad para mirar al otro como un ser humano amado por Dios y creado a su imagen.
Los jefes no deben amenazar ni insinuar la intención de causar daño a sus siervos. Pablo les
recuerda a los amos cristianos que ellos también están bajo la autoridad de Dios y que él nos
ve a todos iguales. La justicia y el amor de Dios llega a todos y él desea que tratemos a todos
los demás de forma justa y con amabilidad.
A los ojos del Señor todos somos valiosos. Jesús murió en la cruz por amor a los padres, a
los hijos, a los siervos, a los amos, y por amor a toda la humanidad. No menospreciemos a
nadie, tratemos a todos con respeto y con honra. Permitamos que el Espíritu Santo
transforme nuestros corazones y nos ayude a ver a los demás tal como Dios los ve.
Este capítulo de Efesios continúa hablando sobre la armadura de Dios y lo importante que es
saber para qué sirve y cómo usarla. Cuando vivimos llenos y guiados por el Espíritu Santo
vemos a los demás desde la perspectiva de Dios y también nos encontramos mejor
preparados para hacer frente a los retos diarios y a la guerra espiritual.