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alguno. Es una traducción hecha por fans y para fans.
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Créditos
Traducción
Pripri2408

Corrección
KAEt

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Lectura Final
Pripri2408

Diseño y Diagramación
KAET
Índice
Créditos _______________________ 4 Capítulo 24 __________________ 117
Sinopsis _______________________ 7 Capítulo 25 __________________ 120
Capítulo 1 _____________________ 8 Capítulo 26 __________________ 123
Capítulo 2 ____________________ 15 Capítulo 27 __________________ 128
Capítulo 3 ____________________ 20 Capítulo 28 __________________ 136
Capítulo 4 ____________________ 24 Capítulo 29 __________________ 142
Capítulo 5 ____________________ 29 Capítulo 30 __________________ 145
Capítulo 6 ____________________ 33 Capítulo 31 __________________ 152
Capítulo 7 ____________________ 40 Capítulo 32 __________________ 156 5
Capítulo 8 ____________________ 42 Capítulo 33 __________________ 158
Capítulo 9 ____________________ 44 Capítulo 34 __________________ 163
Capítulo 10 ___________________ 47 Capítulo 35 __________________ 172
Capítulo 11 ___________________ 53 Capítulo 36 __________________ 178
Capítulo 12 ___________________ 56 Capítulo 37 __________________ 183
Capítulo 13 ___________________ 63 Capítulo 38 __________________ 188
Capítulo 14 ___________________ 66 Capítulo 39 __________________ 194
Capítulo 15 ___________________ 70 Capítulo 40 __________________ 200
Capítulo 16 ___________________ 75 Capítulo 41 __________________ 205
Capítulo 17 ___________________ 81 Capítulo 42 __________________ 210
Capítulo 18 ___________________ 85 Capítulo 43 __________________ 212
Capítulo 19 ___________________ 93 Capítulo 44 __________________ 215
Capítulo 20 ___________________ 98 Capítulo 45 __________________ 221
Capítulo 21 __________________ 102 Capítulo 46 __________________ 223
Capítulo 22 __________________ 109 Capítulo 47 __________________ 227
Capítulo 23 __________________ 115 Capítulo 48 __________________ 230
Capítulo 49 __________________ 236 Capítulo 62 __________________ 298
Capítulo 50 __________________ 243 Capítulo 63 __________________ 302
Capítulo 51 __________________ 246 Capítulo 64 __________________ 308
Capítulo 52 __________________ 250 Capítulo 65 __________________ 311
Capítulo 53 __________________ 252 Capítulo 66 __________________ 317
Capítulo 54 __________________ 256 Capítulo 67 __________________ 325
Capítulo 55 __________________ 261 Capítulo 68 __________________ 333
Capítulo 56 __________________ 268 Capítulo 69 __________________ 336
Capítulo 57 __________________ 272 Capítulo 70 __________________ 345
Capítulo 58 __________________ 275 Epílogo ______________________ 353
Capítulo 59 __________________ 282 Escena Extra_________________ 360
Capítulo 60 __________________ 286 Sobre la Autora ______________ 368
Capítulo 61 __________________ 291

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Sinopsis
ÉL ES EL PORTERO SEXY Y GRUÑÓN DEL QUE ME
ENAMORÉ EN LA SECUNDARIA... Y AHORA SOY SU
AYUDANTE.

Después de que mi ex destrozara mis sueños en la industria de la


música, me he cansado de que me rompan el corazón. Se suponía que
trabajar como ayudante de un jugador de la NHL iba a ser pan comido, pero
Jamie Streicher no tiene nada de fácil. Es un imbécil intimidantemente sexy
y gruñón que no me soporta. El tipo tiene un ego enorme. Mantener la
profesionalidad no será un problema, incluso cuando me exija que me mude
con él. 7

SIN EMBARGO, BAJO SU HOSQUEDAD, JAMIE ES


SORPRENDENTEMENTE DULCE Y PROTECTOR.

Cuando Jamie se entera de lo malo que era mi ex en la cama, su


naturaleza competitiva se dispara, y me anima y mima en todos los sentidos.
¿La chispa creativa que solía sentir al escribir canciones? Ha vuelto, y estoy
escribiendo música de nuevo. Entre llevar su camiseta en los partidos, las
fiestas ruidosas con el equipo y volver a ser valiente en el escenario, me estoy
enamorando de él.

PODRÍA ROMPERME EL CORAZÓN, PERO PUEDE QUE


MEREZCA LA PENA.

Behind the net, es un romance de hockey profesional con mucho


picante y un HEA. Es el primer libro de la serie Vancouver Storm, y puede
leerse por separado.
Capítulo 1
JAMIE
El lateral izquierdo patina hacia la red y me lanza el disco. Hay un
thwap del mismo en mi guante y mi sangre arde con competencia y
satisfacción.
—Streicher Shut Out 1 —grita mi nuevo compañero de equipo mientras
pasa rápidamente y lanzo el disco al hielo con un asentimiento rápido. Los
fanáticos en Nueva York solían cantar eso durante los juegos. Cuando gané
el Trofeo Vezina el año pasado, otorgado al mejor portero de la NHL, lo
mencionaron en el discurso sobre mi desempeño. 8
Cerca de la banca, los entrenadores observan, toman notas y discuten
el rendimiento del equipo. Un disco logra pasarme y mi estomago se tensa.
La mirada del entrenador en jefe se dirige hacia mí, con una expresión
imperceptible.
Hace dos semanas, firmé como agente libre por debajo de mi valor para
poder jugar en el equipo de Vancouver Storm. Después del ataque de pánico
que provocó su accidente automovilístico, mi mamá insistió en que estaba
bien, pero sé que, si me ha ocultado los ataques, debe estar empeorando.
Ahora que el equipo me ha fichado por un precio más bajo, soy un activo.
Podrían cambiarme por más dinero y yo no tendría nada que decir al
respecto. Soy como una casa que acaban de obtener y si deciden comprar
algo mejor, me venderán.
La preocupación fluye a través de mí. Mi madre ha lidiado con la
depresión y la ansiedad durante años, desde que mi padre falleció en un
incidente de conducción en estado de ebriedad autoinfligido cuando yo era
un bebé, pero mientras no estuve mirando, se convirtió en algo mucho peor.
Dejar Vancouver no es una opción y no voy a renunciar al deporte que
amo, por lo que esta temporada debe ir bien. Necesito jugar lo mejor que

1 Frase para el protagonista dentro de la Arena, en señal de que no deja entrar el disco en

la red.
pueda y mantener mi estatus de ser el mejor para que no me intercambien.
Este año, necesito concentrarme.
Los jugadores realizan ejercicios a medida que continúa la práctica y
hago referencia a lo que sé sobre ellos en juegos anteriores. He jugado contra
Vancouver Storm en el pasado y reconozco sus rostros, pero no conozco a
estos muchachos como conozco a mi antiguo equipo. Jugué para Nueva
York durante siete años, desde que tenía diecinueve. No conozco a estos
entrenadores y esta ciudad no se ha sentido como casa desde que me fui a
las categorías inferiores, pero Vancouver es donde necesito estar ahora.
Algo se tensa en mi pecho. Es solo el primer día del campamento de
entrenamiento, pero nunca sentí tanta presión para jugar lo mejor posible.
Suena el silbato y patino hacia la banca con los otros jugadores.
—Se ven bien, muchachos —dice el entrenador mientras nos reunimos
alrededor del banquillo.
Al final de la temporada pasada, una de las peores en la historia de los
Storm, Tate Ward llegó a los titulares después de que fuera anunciado como
el nuevo entrenador en jefe. El tipo tiene treinta y tantos años, no mucho
mayor que algunos de los jugadores de Vancouver y tuvo una carrera
prometedora como delantero en la liga hasta que una lesión en la rodilla la
terminó. Fue entrenador de hockey universitario hasta el año pasado y por 9
lo que he leído en las noticias de hockey, los aficionados se muestran
escépticos. Los entrenadores en jefe suelen ser mayores, con más
experiencia como entrenadores a nivel profesional.
Ward me mira y bajo mi máscara de portero, mi mandíbula se aprieta.
—Tenemos mucho trabajo por hacer durante las próximas temporadas
—dice, examinando al grupo de jugadores—. Terminamos el año pasado casi
al final de la tabla de posiciones de la liga.
El aire se siente pesado cuando los jugadores se mueven sobre sus
patines, preparándose. Esta es la parte en la que muchos entrenadores
señalarían los defectos y debilidades de los jugadores. Lo que el equipo jodió
el año pasado. Aquí es donde nos dirá que perder no es una opción.
Y yo no conozco lo que es perder.
—No hay otro lugar al que ir sino hacia arriba —dice Ward en su lugar,
sonriéndonos—. Vayan a las duchas y descansen. Nos vemos mañana.
Los jugadores salen del hielo y me quito la máscara con el ceño
fruncido. Estoy seguro de que esta fachada agradable y de apoyo de Ward
terminará tan pronto como comience la temporada en unas pocas semanas
y la presión se vuelva real.
—Streicher —llama Ward mientras me dirijo por el pasillo hacia el
vestidor. Se dirige hacia mí y espera mientras los jugadores restantes se
arrastran por el pasillo, dándoles un asentimiento de reconocimiento—.
¿Como te estás adaptando?
Asiento.
—Bien. —Mi apartamento está lleno de cajas que no tengo tiempo de
desempacar—. Gracias, eh, por arreglar lo del apartamento. Y lo de la
mudanza.
La tensión se acumula en los músculos de mis hombros y paso una
mano por mi cabello. Odio aceptar la ayuda de los demás.
Ward me hace señas de que no lo tome en cuenta.
—Nuestro trabajo es ayudar a los jugadores a adaptarse. De hecho,
muchos jugadores piden un asistente. Pueden ayudarte a desempacar,
preparar las comidas, hacer el mantenimiento de tu vehículo, pasear a tu
perro, lo que sea.
—No tengo perro.
Se ríe.
—Sabes lo que quiero decir. Estamos aquí para proporcionarte lo que
necesites para que puedas concentrarte en el hielo. Cualquier cosa que
requieras, sólo dilo.
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No necesito ayuda para concentrarme en el hielo. He pulido mi vida a
las dos cosas que importan: el hockey y mi mamá.
—Puedes apostarlo —digo, sabiendo muy bien que no voy a pedir nada.
Siempre he sido el tipo que se cuida a sí mismo. Eso no va a cambiar.
Ward baja la voz.
—Si tu mamá necesita ayuda, también podemos proporcionarla.
Cuando solicité un cambio a Vancouver, él fue quien me llamó para
preguntarme por qué. Le dije todo. Es el único que sabe acerca de mi mamá.
La ansiedad aumenta y es por eso que no debería haber abierto mi puta
boca. Ahora la gente quiere involucrarse. Cada instinto en mi cuerpo se
rebela y mis hombros se contraen.
Mi calendario este año será agotador. Ochenta y dos partidos, la mitad
en Vancouver y la mitad fuera, con prácticas de equipo, preparación con el
entrenador de porteros y mis propios entrenamientos. Además, tendré
sesiones con mi fisio, masajista, psicóloga deportiva y entrenador personal.
Algo se enciende en mi pecho, una mezcla de competencia y
anticipación. He estado compitiendo en hockey desde que tenía cinco años
y disfruto de un desafío. La presión me alimenta. Años de entrenamiento me
han convertido en una persona a la que le encanta superar sus límites y
ganar.
¿Este año? ¿Entre lo terca que es mi mamá y lo intenso que será mi
horario? Va a ser un maldito reto.
Sin embargo, nada que no pueda manejar, siempre y cuando me
concentre.
—Estamos bien. —Mis palabras salen entrecortadas—. Gracias.
Siempre hemos sido mi madre y yo. Lo tengo controlado. Siempre lo he
tenido.

Después de ducharme y cambiarme, salgo de la arena para almorzar y


me dirijo a casa para dormir una siesta antes de ir al gimnasio. Estoy
caminando por un callejón desde el estadio hasta la calle cuando un ruido
en los contenedores de basura me detiene.
El trasero de un perro marrón esponjoso sobresale de una caja. Cuando
paso, saca la cabeza de la caja y me mira. Tiene macarrones con queso por
todo el hocico.
Mueve la cola hacia mí y yo le devuelvo la mirada. Sus ojos son de color 11
marrón oscuro, brillantes de emoción. Su raza es difícil de decir. Pesa entre
dieciocho a veinte kilos, tal vez una mezcla entre labrador y un spaniel. Una
de sus orejas es más corta que la otra.
El perro da un paso adelante y yo doy un paso atrás.
—De ninguna manera —le digo.
Se tira al suelo, se da la vuelta para exponer su barriga y espera,
moviendo la cola de un lado a otro sobre el pavimento mientras pide que le
froten la barriga.
—¿Dónde está su dueño? —Miro de un lado a otro en el callejón, pero
estamos solos. Mi nariz se arruga mientras la estudio. Sin collar y entre los
macarrones, su hocico está sucio y grasiento. Su pelaje es demasiado largo,
cayendo sobre sus ojos y aunque necesita un corte, puedo ver lo delgada
que es.
Hay una sensación tortuosa en mi pecho que no me gusta.
—No comas eso —le digo, frunciendo el ceño mientras señalo con la
cabeza hacia la basura—. Te enfermarás.
Su lengua rosada cae por un lado de su boca.
—Vete a casa.
Mis palabras salen severas, pero ella todavía está esperando que le frote
la barriga.
Mi corazón se tensa, pero empujo los sentimientos lejos. No. Este no es
mi problema. No hago distracciones. Ni siquiera tengo citas, por el amor de
Dios, porque sé por experiencia que la gente quiere más de lo que puedo
darles.
Sin embargo, no puedo dejarla aquí. Podría ser atropellada por un auto
o herida por un coyote. Podía comer algo que la enfermara.
La SPCA se la llevará. Saco mi teléfono y después de buscar en Google,
llamo al lugar más cercano.
—Hay un perro detrás del estadio en el centro —le digo a la mujer
cuando responde. Solo hay un estadio en el centro de Vancouver, así que
sabrá a cuál me refiero. Hay perros ladrando en el fondo de su lado—.
¿Alguien puede venir a recogerla?
La mujer se ríe.
—Cariño, tenemos muy poco personal. Tendrás que dejarla en una de
nuestras ubicaciones.
Enumera los lugares que aceptan perros antes de colgar. Los que están
cerca están todos llenos, así que tendré que conducir un par de horas fuera
de la ciudad para dejarla. Miro el teléfono, con el ceño fruncido, antes de
mirar a la perra. 12
Se pone de pie de un salto, sin dejar de mirarme, moviendo la cola. Es
como si pensara que le voy a dar una golosina o algo así. Hay un tirón
molesto en mi pecho.
—¿Qué? —le pregunto a la perra, y mueve la cola con más fuerza. Algo
en mi pecho arde y trago con la garganta apretada.
No puedo dejarla aquí.
En el fondo de mi cerebro, mi parte rigurosa y disciplinada se burla.
¿Qué pasa con mi loco horario? No puedo con un maldito perro. Ni siquiera
puedo manejar tener una novia sin joderlo todo. Estoy absolutamente
seguro de que no puedo cuidar de un perro. Estoy viajando la mitad de la
temporada.
Pero no puedo dejarla aquí.
Su cola se mueve de nuevo y me mira con esos ojos marrones. La llevaré
a un refugio, pero no me la voy a quedar.

Esa noche, estoy sentado en mi auto fuera del refugio, inspeccionando


el edificio pequeño, pero bien mantenido. Puedo escuchar ladridos desde
adentro. Hay un campo cercado al lado del edificio con juguetes para perros
y algunos equipos de plástico, como en un parque infantil.
En el asiento del pasajero, la perra mira por la ventana, curiosa. Bajo
la ventanilla y la dejo olisquear.
Después de revisar los anuncios de perros perdidos en línea, encontré
una granja altamente calificada que acepta perros callejeros y los coloca con
nuevos dueños. Examinan a sus dueños minuciosamente y los perros están
bien cuidados.
Este es el mejor refugio que pude encontrar. Conduje tres horas para
llegar aquí.
Mi mirada recorre el lugar y trago con un nudo en mi garganta. Me
imagino dejándola aquí y se me forma un peso en el estómago.
La perra me mira y jadea, con la lengua fuera.
—No puedo mantenerte —le digo.
Se pone de pie y trata de subirse a mi regazo y suspiro. Siguió
intentando hacer eso mientras yo conducía. Se sube a mi regazo y apoya la
cabeza en el reposabrazos.
Mierda. Si hubiera sabido lo difícil que sería esto, no la habría tomado
para empezar.
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Eso es una mentira. De ninguna manera la dejaría en un callejón sucio.
Repaso las razones por las que no puedo mantenerla. Ni siquiera he
tenido un perro. No tengo idea de cómo cuidar de uno. Mi mamá está
lidiando con serios problemas de salud mental y me necesita, ya sea que
pueda admitirlo o no. Necesito concentrarme en el hockey. Después de que
mi ex, Erin, y yo rompiéramos cuando teníamos diecinueve años, no hago
compromisos. Esta perra es un gran compromiso, y necesitaría trabajar en
mi exigente horario con ella.
Y, sin embargo, la duda surge en mí. Estudio el edificio, buscando
fallas. Hay algunas malas hierbas en el jardín. La moldura exterior necesita
pintura nueva. En el campo, hay un par de agujeros que probablemente
hayan cavado los perros. No puedo con un perro, pero no puedo dejarla aquí.
Este lugar no es lo suficientemente bueno para ella.
Froto el puente de mi nariz, sabiendo que mi mente ya está decidida.
Mierda.
—Hey.
Levanta la cabeza y me mira con sus ojos brillantes. Mi corazón da un
vuelco.
—¿Quieres vivir conmigo? —Le pregunto y sigue dándome esa linda
mirada—. Oh. Quieres un premio.
Se mueve y salta de mi regazo al asiento del pasajero, esperando. Me
acerco al asiento trasero y abro la bolsa de golosinas que le compré, le doy
unas cuantas y observo cómo las mastica.
Ya estoy decidido e ignoro la voz en mi cabeza que me dice que no es
una buena idea. Observo cómo la perra se acurruca como una bola en el
asiento del pasajero y se duerme. Tengo el dinero para contratar un
asistente este año y la perra estará bien cuidada.
En mi teléfono, me desplazo por mis contactos hasta que encuentro a
quién estoy buscando.
—Streicher —responde Ward.
—Hola. —Me froto la mandíbula mientras ese mal presentimiento
serpentea por mis entrañas de nuevo—. Cambié de opinión. Voy a necesitar
un asistente.

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Capítulo 2
PIPPA
Mi corazón late mientras estoy de pie afuera del edificio de Jamie
Streicher.
La última vez que lo vi en persona, acababa de derramar un Slurpee
azul sobre mi camiseta blanca en la cafetería de la secundaria. Su mirada
fría y desinteresada se repite en mi cabeza, sus ojos verdes me recorren
antes de volver a su conversación con el resto de los deportistas atractivos
y populares.
Ahora seré su asistente.
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Siempre fue un imbécil, pero Dios, era tan hermoso, incluso entonces.
Cabello oscuro y espeso, siempre un poco desordenado por jugar al hockey.
Mandíbula afilada, nariz fuerte. Hombros anchos y fuertes, y alto. Tan alto.
Pestañas injustamente oscuras. Nunca llegó a esa fase adolescente
incómoda que pareció abarcar toda mi adolescencia. Su cosa silenciosa,
intimidante y gruñona me desconcertaba y fascinaba, también a todas las
demás chicas y la mitad de los chicos de la escuela.
Oh Dios. Respiro profundamente e ingreso el número en el teclado
exterior. Me abre sin verificar quien es. En el ascensor, mi estómago se
tambalea de camino al ático.
Ya no soy esa chica tonta de la banda. Soy una mujer adulta. Han
pasado ocho años. Ya no tengo un enamoramiento adolescente con el chico.
Necesito este trabajo. Estoy sin dinero y durmiendo en el sofá de mi
hermana. Renuncié a mi terrible trabajo en Barry's Hot Dog Hut sin previo
aviso después de una semana. Incluso si quisiera volver, cosa que no quiero,
sólo acepté ese trabajo como una forma de emergencia para pagar las
facturas y ayudar a Hazel con el alquiler, nunca me volverían a contratar.
Además, no hay forma de que me recuerde. Nuestra escuela era
enorme. Yo era la chica tonta de la música, siempre saliendo con los chicos
de la banda y él era un jugador de hockey ardiente. Soy dos años menor, así
que ni siquiera teníamos clases juntos ni amigos en común. Es uno de los
mejores porteros de la NHL, con el aspecto de un maldito dios. El hecho de
que sea conocido por no tener relaciones parece hacer que la gente sea aún
más salvaje. El año pasado, alguien arrojó bragas al hielo para él, estuvo en
todos los titulares sobre deportes.
No se acordará de mí.
Observo como el número sube medida que me acerco a su piso.
Estará ocupado con las prácticas y el entrenamiento. No lo veré.
Y realmente, realmente necesito este trabajo. He terminado con la
industria de la música y sus idiotas famosos. Estudie marketing y es hora
de seguir ese camino. Las únicas ofertas de trabajo de Vancouver en
marketing requieren al menos cinco años de experiencia, por lo que ni
siquiera me considerarían. Según mi hermana Hazel, que trabaja como
fisioterapeuta para los Vancouver Storm, pronto se abrirá una vacante de
marketing en el equipo. Prefieren las contrataciones internas, dijo.
Este trabajo de asistente es mi entrada. Es temporal. Si me pruebo a
mí misma en ese trabajo, será mi pie de entrada para el trabajo de marketing
con el equipo.
El ascensor se abre en el último piso y camino hacia su puerta,
tomando una respiración profunda y tranquilizadora. No funciona y mi 16
corazón late contra la pared frontal de mi pecho.
Necesito este trabajo, me recuerdo.
Llamo, la puerta se abre y mi pulso se acelera como si estuviera
borracha de sidra barata.
Es mucho más atractivo de adulto. ¿Y en persona? En realidad, es
injusto.
Su marco llena la entrada. Es un pie más alto que yo e incluso debajo
de su camiseta de entrenamiento de manga larga, su cuerpo es perfecto. La
fina tela se extiende sobre sus anchos hombros. Soy vagamente consciente
de un perro ladrando y corriendo por el apartamento detrás de él, pero mi
mirada sigue su movimiento mientras apoya una mano en el marco de la
puerta. Sus mangas están hacia arriba y mi mirada se detiene en sus
antebrazos.
Los antebrazos de Jamie Streicher podrían dejar embarazada a una
mujer.
Estoy mirando. Levanto mi mirada hacia su rostro.
Puaj. Mi estómago se hunde. Ese enamoramiento adolescente que tuve
hace años irrumpe en mi vida como un cometa, estremeciéndome. Sus ojos
siguen siendo del verde más profundo y rico, como todas las sombras de un
bosque antiguo. Mi estómago da vueltas.
—Hola —suspiro antes de aclararme la garganta. Mi rostro arde—.
Hola. —Mi voz es más fuerte esta vez y finjo una brillante sonrisa—. Soy
Pippa, tu nueva asistente. —Paso una mano por mi cola de caballo.
Hay un momento en el que sus rasgos están en blanco antes de que
sus ojos se agudicen y su expresión se convierta en una mirada ceñuda.
Mis pensamientos se esparcen en el aire como confeti. ¿Palabras? No
las conozco. Ni siquiera podría decir una. Su cabello es grueso, corto y un
poco rizado. Húmedo, como si acabara de salir de la ducha y quisiera pasar
mis dedos por el.
Su mirada permanece en mí, volviéndose más hostil por segundos,
antes de suspirar como si lo estuviera molestando. Así es como se veía en la
secundaria: hosco, irritado, gruñón. No es que hayamos interactuado
alguna vez.
—Excelente —dice la palabra como una maldición, como si yo fuera la
última persona que quiere ver. Se da la vuelta y entra en el apartamento.
Sabía que no me recordaría.
Contengo una risa sin humor de vergüenza e incredulidad. No sé por
qué me sorprende su actitud. Si he aprendido algo de mi ex, Zach, y su
grupo, es que a las personas hermosas y famosas se les permite ser unos 17
completos imbéciles. El mundo les permite salirse con la suya.
Jamie Streicher no es diferente.
Tomo la puerta abierta como una señal para seguirlo. La perra corre a
mis pies y salta sobre mí. Lleva un collar rosa y la amo de inmediato.
—Abajo —ordena con una voz severa que hace que la parte de atrás de
mi cuello hormiguee. La perra lo ignora, salta sobre mis piernas y mueve la
cola con fuerza.
—Hola, perrita. —Me agacho y me río mientras trata de darme besos.
Está llena de energía salvaje y bruta, haciendo estos pequeños
golpecitos con las patas en el suelo mientras mueve la cola con tanta fuerza
que podría caerse. Su trasero se mueve de la manera más linda mientras
rasco el lugar sobre su cola.
Estoy enamorada.
Jamie se aclara la garganta con desaprobación. La vergüenza parpadea
en mi pecho, pero la empujo lejos. Estoy aquí para ayudarlo con su perra;
¿Cuál es su problema? Cuando me enderezo, siento mi rostro acalorado.
Además, ¿su apartamento? Es uno de los mejores lugares en los que
he estado por dentro. Es uno de los lugares más bonitos que he visto. Las
ventanas del piso al techo abarcan dos pisos y tienen vista al lago y a las
montañas North Shore, llenando de luz la sala y la cocina de concepto
abierto. La cocina es reluciente y espaciosa y aunque la sala de estar está
repleta de cajas de mudanza y juguetes para perros, el enorme sofá seccional
se ve muy cómodo y acogedor. Hay escaleras, asumo que conducen a los
dormitorios. A través de las ventanas puedo ver el norte de Vancouver y las
montañas. Incluso en un día tormentoso en lo peor del lluvioso y sombrío
invierno de Vancouver, la vista será espectacular.
Apuesto a que este lugar tiene una bañera enorme.
—¿Cómo se llama? —le pregunto a Jamie mientras acaricio a la perra.
Está apoyada en mí, claramente amando toda esta atención.
Su mandíbula tiembla y la forma en que me mira hace que se me hunda
el estómago. Sus ojos verdes son tan agudos y penetrantes, y me pregunto
si este chico alguna vez ha sonreído.
—No sé.
En el piso cerca del sofá, hay una cama para perros gigante y
esponjosa, y alrededor de cien juguetes coloridos están esparcidos por toda
la sala. En el piso de la cocina hay un tazón de agua y un tazón de comida
vacío y en el mostrador hay una bolsa gigante de golosinas, medio vacía. La
perra corre hacia uno de los juguetes antes de llevarlo a los pies de Jamie y
mirarlo, moviendo la cola.
—Tengo que ir al estadio, así que acabemos con esto —dice Jamie, 18
como si estuviera perdiendo el tiempo. Me adelanta y, cuando pasa, su olor
entra por mi nariz.
Mis ojos prácticamente se cruzan. Huele increíble. Es ese aroma
indescifrable del desodorante para hombres: intenso, especiado, audaz,
fresco y limpio, todo al mismo tiempo. El olor probablemente se llame
Avalancha o Huracán o algo poderoso e imparable. Quiero poner mi rostro
en su camisa y oler. Probablemente me desmayaría.
Mientras se mueve por la cocina, mostrándome dónde está la comida
de la perra, me sorprende la forma en que se mueve con poder y gracia. Los
músculos de su espalda se ondulan bajo su camisa. Sus hombros son tan
anchos. Es tan, tan jodidamente alto.
Me doy cuenta de que aún no se ha presentado. Esto es algo que la
gente famosa hacía en la gira de Zach cuando llegaban al backstage, como
si esperaran que supieras quiénes eran.
—Toda nuestra comunicación será por correo electrónico o mensaje de
texto —dice Jamie—. Pasea a la perra, aliméntala, mantenla fuera de
problemas. Ya la llevé al veterinario y por limpieza. —La mira de nuevo.
Le ofrezco una sonrisa tranquilizadora.
—Puedo manejar todo eso.
—Bien. —Su tono es agudo.
Vaya. Señor Personalidad, aquí mismo. Trago con dificultad. Es tan
mandón. Me recorre un escalofrío y me hormiguea la piel. Apuesto a que
también es mandón en la cama.
—Porque es tu trabajo —añade.
Una sensación de malestar sube por mi garganta, pero la empujo hacia
abajo. Ya no tengo dieciséis. Lo sé mejor y conozco su tipo. Después de Zach,
sé que no debo enamorarme de tipos como este, tipos famosos. Chicos con
ego. Chicos que creen que pueden hacer lo que quieran sin consecuencias.
Chicos que simplemente se cansarán de mí y me dejarán de lado.
—Los días de juego, duermo la siesta después del almuerzo —dice por
encima del hombro mientras lo sigo por las escaleras—. Necesito silencio
total.
Se necesita toda mi fuerza de voluntad para no saludarlo y decir, ¡señor,
sí, señor! Algo me dice que no se reiría.
—La llevaré a dar un largo paseo durante ese tiempo.
Gruñe. Esa es probablemente su versión de llorar lágrimas de alegría.
En el pasillo de arriba, se detiene en una puerta abierta. La habitación
está vacía a excepción de un puñado de cajas grandes y un colchón envuelto
en plástico.
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—¿Este será mi dormitorio? —pregunto.
Frunce el ceño y mi estómago se retuerce.
—Quiero decir, ¿esta será la habitación donde dormiré cuando no
estés? —Aclaro para que no piense que estoy tratando de mudarme a tiempo
completo o algo así—. Cuando la esté cuidando.
Se cruza de brazos.
—Sí.
La forma en que me mira, está haciendo que mi estómago dé vueltas
como las patas del perro en el suelo. Mi reacción nerviosa es sonreír de
nuevo y las líneas de su ceño se hacen más profundas.
—Excelente. —Mi voz es prácticamente un chirrido.
Inclina la barbilla hacia el baño al final del pasillo.
—Puedes usar ese baño. Tengo mi propio baño.
Sus ojos se demoran en mí y trato de no moverme bajo el peso de su
mirada. A este chico no le gusto, pero voy a cambiar eso una vez que se dé
cuenta de lo mucho más fácil que puedo hacerle la vida. Además, nunca me
verá.
Perder este trabajo no es una opción.
Capítulo 3
JAMIE
Pippa Hartley está de pie en mi sala, jugando con la perra y no puedo
respirar. Cuando abrí la puerta, pensé que estaba alucinando.
Su cabello esta más largo. Sin embargo, tiene la misma sonrisa tímida
y los mismos ojos azul grisáceos que hacen que olvide mi propio nombre. La
misma voz suave y musical que me esforzaba por escuchar en la secundaria
mientras ella hablaba y se reía con los otros chicos de la banda.
Adulta, sin embargo, es jodidamente hermosa. Una maravilla. Tiene
pecas sobre la nariz y los pómulos por el sol de verano, y mechones dorados
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en su cabello color caramelo que no es ni castaño ni rubio. Aunque sus
brackets eran lindos en la secundaria, su sonrisa hoy casi me detiene el
corazón.
Soy Pippa, dijo en la puerta, como si no me recordara. No sé por qué
eso me decepcionó tanto.
—¿Quieres que te ayude a desempacar? —pregunta, jugando tira y
afloja con la perra—. O puedo comprar comestibles o preparar comidas para
ti.
Observo la bonita curva de su boca mientras habla. Sus labios tienen
un aspecto suave, el tono perfecto de rosa. Siempre lo han sido.
Mierda.
—No. —La palabra sale más dura de lo que pretendo, pero estoy
nervioso.
No puedo pensar alrededor de Pippa Hartley. Siempre ha sido así.
En un instante, mi mente está de vuelta en ese pasillo fuera de la sala
de música de la escuela, escuchando mientras cantaba. Tenía la voz más
hermosa, cautivadora y hechizante que jamás había escuchado, dulce, pero
cuando alcanzaba ciertas notas, áspera. Fuerte, pero en ciertas partes,
suave. Siempre controlada. Pippa sabía exactamente cómo usar su voz. Sin
embargo, nunca cantó en público. Siempre era ese maldito Zach el que
cantaba y ella tocaba la guitarra como respaldo.
Me pregunto si todavía canta.
Me pregunto si todavía estará con él y mis fosas nasales se dilatan.
Durante el verano, vi su rostro estúpido y golpeable en una valla publicitaria
y casi me salgo de la carretera. ¿Ese tipo es el telonero de una gira? Apenas
podía tocar la guitarra. Su voz era promedio.
No como Pippa. Ella es talentosa.
Ocho años después, todavía pienso en ese momento en el pasillo, todo
el tiempo. No sé por qué, no importa.
La perra sacude el juguete mientras Pippa lo sujeta y se ríe.
Necesito salir de aquí.
—Tengo que ir a la práctica. —Agarro mis llaves del mostrador y tiro mi
bolso sobre mi hombro.
—Adiós —dice cuando atravieso la puerta.

21

Después de la práctica de esa tarde, estoy a punto de abrir la puerta


principal cuando un ruido en mi apartamento me detiene con mi mano en
la manija de la puerta.
Canto. Fleetwood Mac suena dentro de mi apartamento. Sobre la
melodía, su voz resuena, clara, brillante y melódica. Alcanza todas las notas,
pero hay algo especial en la forma en que lo canta. Algo exclusivo de Pippa.
No puedo moverme. Si entro, dejará de cantar.
La alarma suena a través de mí, porque esto es exactamente lo que no
debería estar haciendo. Se suponía que se iría antes de que yo llegara a
casa.
No puedo tener alrededor a Pippa este año. Sólo han pasado unas pocas
horas y ya se metió en mi cabeza.
Cuando abro la puerta, mi nueva asistente está desempacando las
cajas de la cocina, levantando la mano para colocar un vaso en el estante,
inclinándose hacia adelante en el mostrador, dándome una vista clara de su
increíble culo.
La irritación se aprieta en mi pecho. Esto es lo último que necesito.
Mi mirada recorre el apartamento. La mayoría de las cajas están
desempaquetadas. Arregló mi sala de estar y la foto de mi mamá y mía está
en la estantería. Ha arreglado los muebles de la sala de manera diferente a
como estaban en mi apartamento en Nueva York. La silla Eames mira hacia
las ventanas, con vista a las luces de la ciudad en el norte de Vancouver, al
otro lado del lago. La perra está durmiendo en el sofá, hecha un ovillo.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho, sintiendo una mezcla de alivio y
confusión. El apartamento se ve bien. Se siente como un hogar. Tenía miedo
de desempacar, pero ahora está casi listo.
Ni siquiera me importa que la perra esté en el sofá.
Su canto se detiene y mira por encima del hombro.
—Oh, hola. —Jadea y mira su teléfono en el mostrador antes de que
sus ojos se dirijan a los míos—. Lo siento. No me di cuenta de qué hora era.
—Se quita el polvo de las manos y camina hacia la puerta—. ¿Cómo estuvo
la práctica? —pregunta mientras se pone las zapatillas.
La manera dulce y curiosa en que pregunta hace que mi pecho se sienta
raro. Cálido y líquido. No me gusta. Tengo la extraña necesidad de decirle lo
nervioso que estoy por esta temporada.
—Bien —digo en su lugar y sus ojos se abren de par en par ante mi
tono brusco. Mierda. ¿Ves? Es por eso que esto no va a funcionar. Me
importa demasiado lo que piensa. 22
—Daisy y yo fuimos a dar un paseo de dos horas por el Parque Stanley
y luego pasé la mayor parte de la noche entrenándola para hacer trucos.
Mis cejas se juntan.
—¿Daisy?
Se encoge de hombros, sonriendo a la perra en el sofá.
—Ella necesita un nombre. —Recoge su bolso—. La saqué hace una
hora, así que no es necesario que lo hagas.
Trato de decir algo como gracias, pero sólo sale un ruido bajo de
reconocimiento en mi garganta.
Pasa una mano delicada sobre su cola de caballo, parpadea dos veces
y me da esa brillante sonrisa de antes, en la que pensé durante toda la
práctica.
Sus mejillas se están sonrojando y parece avergonzada.
—Me quitaré de tu camino. —Pasa la correa de su bolso sobre su
hombro y me da otra sonrisa rápida y tímida—. Estaré aquí mañana
temprano después de que te vayas a la práctica. Buenas noches, Jamie.
Mi mirada cae a sus bonitos labios y me quedo sin palabras.
Probablemente piensa que me han golpeado en la cabeza con el disco
demasiadas veces.
Se va y yo me quedo allí, mirando la puerta.
Tal vez no tenga que…
Aplasto el pensamiento, como si me quitara un mosquito del brazo.
Pippa tiene que irse. Sé por mi madre y por la única relación que intenté en
mi primer año en la NHL que, si hay demasiadas bolas en el aire, dejaré caer
una. Siempre lo hago.
En el momento en que se va, saco mi teléfono y llamo a Ward.
—Streicher —responde.
—Entrenador. —Paso la mano por mi cabello—. Necesito un nuevo
asistente.

23
Capítulo 4
PIPPA
—¿Me están despidiendo? —Repito mientras hablo por teléfono a la
mañana siguiente, parpadeando ante la nada. Estoy en la puerta principal
del apartamento de Hazel, poniéndome los zapatos para irme a casa de
Jamie. Mi mente da vueltas y mi frente se arruga en confusión—. No
entiendo.
La mujer en la oficina del equipo suspira.
—No te lo tomes como algo personal. Estos tipos pueden ser muy
particulares.
24
Mi estómago se hunde. Despedida después de un día. Esto no se verá
bien cuando solicite el trabajo de marketing con el equipo.
Realmente pensé que lo había hecho bien ayer. Desempaqué la mayoría
de sus cosas y Daisy fue agradable y estuvo agotada cuando llegó a casa.
De hecho, fue divertido caminar con ella y tocar música en el apartamento
mientras me seguía.
El pánico comienza a sangrar a través de mis pensamientos. Mierda.
Necesito dinero ahora. Necesito mudarme del pequeño estudio de Hazel. No
puedo volver a Hot Dog Hut, siento nauseas sólo con el recuerdo de la
espeluznante forma en que el dueño me miraba. Sin mencionar la forma en
que yo olía después de los turnos.
Despedida. Mis padres van a enloquecer. Después de desperdiciar mi
vida siguiendo a Zach de gira durante dos años, quieren desesperadamente
que tenga una carrera en marketing, para lo que fui a la universidad. Están
obsesionados con que yo tenga un trabajo estable y constante. Un trabajo
de escritorio. Algo con beneficios. Algo que no esté en la industria de la
música. Trabajaron muy duro para pagar mi educación. Mis padres no son
ricos ni nada y sacrificaron mucho para que Hazel y yo tuviéramos lo que
ellos no tuvieron.
Quiero que estén orgullosos de mí.
Doy las gracias a la mujer, cuelgo y miro al suelo. La realidad me golpea
y mis hombros se hunden. Esto apesta.
A mi lado, la puerta se abre y me golpea. Me apresuro a apartarme del
camino, pero tropiezo con una de mis cajas de mudanza y aterrizo de culo.
—¡Lo siento! —Los ojos de Hazel están muy abiertos mientras me ayuda
a levantarme—. ¿Estás bien?
Froto mi brazo, haciendo una mueca.
—Estoy bien. No debería haber permanecido de pie frente a la puerta.
Su apartamento es un pequeño estudio porque vivir en Vancouver es
demasiado caro. Por eso necesito este trabajo si me voy a mudar.
—¿Cómo te fue ayer? —Se dirige a la esquina de la cocina y saca los
ingredientes para hacer batidos.
Cuando llegué a casa anoche, ella estaba dando una clase de yoga.
Aparte de trabajar como fisioterapeuta para el equipo, enseñar yoga es la
verdadera pasión de Hazel. Tenía una clase temprano en la mañana hoy
antes del trabajo.
Le cuento las noticias decepcionantes que acabo de recibir y se queda
boquiabierta.
25
—¿Y ni siquiera dijeron por qué?
—No. —Una punzada de rabia me golpea entre las costillas y mi
estómago se tensa—. Sin embargo, fue un verdadero imbécil. Apenas me
dijo dos palabras en todo el rato. Simplemente hizo esta cosa ardiente y
ceñuda con los ojos. —Entrecierro los ojos y gruño.
Hazel levanta una ceja oscura. Su cabello es más oscuro que el mío, un
marrón chocolate contra mi rubio agua lavaplatos.
—¿Crees que te recuerda?
—No. Para nada. —Me quito los zapatos y los dejo en el armario del
vestíbulo. — Ni siquiera se presentó.
Hace una mueca desde la cocina.
—Grosero.
—¿Verdad? —Niego mientras me dejo caer de nuevo en el sofá—. Tan
grosero. Como, sé que es una celebridad rica y atractiva, pero sigo siendo
una persona, ¿sabes?
—Totalmente. —Hazel asiente con vehemencia, su cola de caballo
rebota—. Eres una persona. Mereces respeto.
—¿Respeto? —farfullo—. Él no conoce esa palabra. Me trató como si
fuera una pulga que pertenece a la basura.
Hazel enseña los dientes.
—Lo odio. Jugadores de hockey. —Sus ojos se estrechan—. Son los
peores.
Hazel salió con un jugador de hockey en la universidad, pero él la
engañó. Fue todo un asunto. Ni siquiera lo menciono.
—Lo peor —repito, cruzando los brazos sobre mi pecho. Mi pie golpea
el suelo con un ritmo entrecortado y se me forman nudos en el estómago.
Lo hice muy bien ayer y soy perfecta para este trabajo.
Después de Zach, mi confianza se vio afectada, pero ¿ahora esto? Qué
manera de patear a una chica cuando está deprimida.
Mi mente retrocede a hace un mes, en el aeropuerto, esperando mi
vuelo a casa. El encargado de la gira había arreglado mi Uber, que pensé
que me llevaría al lugar de encuentro del autobús de la gira para que todos
pudiéramos viajar a la siguiente ubicación. En cambio, fue al aeropuerto y
cuando comencé a llamar a la gente, confundida, nadie respondió.
Finalmente, Zach me devolvió la llamada.
—Ah, mierda —dijo—. ¿Ella ya te envió al aeropuerto? Iba a hablar
contigo primero.
Me dejó por teléfono. Dijo que ahora éramos personas diferentes, que
ya no éramos adolescentes y que quería ver quién era él lejos de mí. Salimos 26
durante ocho años, desde el décimo grado, e hizo que su empleado me
despidiera.
Cuando le ofrecieron la gira en nuestro último año de universidad, hizo
los arreglos para que yo trabajara en ella, asistiendo al coordinador de la
gira para que no tuviéramos que hacer la relación de larga distancia.
Cuando se atascaba en una canción, trabajábamos en ella, yo en mi
guitarra, ayudándolo con la letra. Puse toda mi vida en espera para seguirlo
mientras él vivía sus sueños.
Mi rostro arde al pensar en cómo lloré en el baño del aeropuerto,
sintiéndome tan perdida y sola. Tan indeseable, como una bolsa de basura
al costado del camino.
¿Tipos como Zach y Jamie? Piensan que el mundo gira a su alrededor.
Piensan que pueden deshacerse de las personas después de que pierden
interés. La vergüenza surge en mi estómago, seguida inmediatamente por la
furia.
Estoy tan harta de ser esa chica, la chica de la cual se deshacen.
Me siento derecha, sintiéndome entusiasmada.
—Voy a enfrentarlo.
—Um. —Los ojos de Hazel se abren de par en par, las manos pausadas
en la licuadora—. No creo que sea una buena idea.
Mi pulso se acelera ante la idea de discutir con Jamie Streicher. Estoy
harta de que me pisen los hombres.
—Siempre estás diciendo que necesito decirle al universo lo que quiero
—le digo a Hazel.
—Sí, al universo. No a él. Probablemente llamará a la policía.
—No llamará a la policía. —Me lo imagino sacándome físicamente de
su casa, echándome sobre su hombro. Una extraña punzada me golpea
entre las piernas. Oh. Me gusta esa idea.
Lo que sea. No es el punto. Es el rey de los idiotas, pero necesito este
trabajo.
Hazel suelta una carcajada.
—Así es como terminas en la primera plana del periódico. Estrella local
de hockey acosado por una loca.
—No voy a acosarlo. Voy a recuperar mi trabajo.
Tal vez tenga razón y actuar toda violenta no sea el mejor enfoque. Se
vuelve hacia el mostrador para hacer su batido y cuando abre el armario,
veo el molde para muffins que usé la semana pasada.
Se me ocurre una idea. Hazel tiene razón, si aparezco y exijo que me 27
devuelvan el trabajo, pensará que soy un psicópata.
Sin embargo, si aparezco con cupcakes, sólo estaré reforzando lo gran
asistente que sería. Nadie llama a la policía por alguien que trae cupcakes.
Cuando le cuento a Hazel mi plan, se ríe.
—Mantendré mi teléfono encendido en caso de que necesite rescatarte.
Dos horas más tarde, los cupcakes están fríos y decorados. Por fuera,
están perfectamente helados, cubiertos con chispitas divertidas y coloridas.
Sin embargo, estos cupcakes están llenos de mi rabia. Realmente golpeé la
masa mientras los hacía, vertiendo toda mi frustración de Zach y Jamie y
mi situación de vida de mierda en eso.
Por el horario que me dio Jamie, sé que estará en casa en diez minutos,
así que guardo los cupcakes en un recipiente y me preparo para irme.
Hazel me sonríe mientras me pongo los zapatos.
—Ve a buscarlo, fiera.
De camino al apartamento de Jamie, empieza a llover. Olvidé que el
clima de Vancouver puede cambiar muy rápido, así que no estoy usando mi
abrigo con capucha. En un semáforo, me muerdo el labio, preguntándome
si debería dar la vuelta y buscar mi otra chaqueta.
No. Ya puedo sentir la duda en mi estómago. Si vuelvo atrás, no seguiré
con esto.
Necesito ese trabajo. Necesito el dinero. Necesito darle espacio a Hazel
en el apartamento y necesito una entrada con el equipo para poder
conseguir el trabajo de marketing y seguir con mi vida. Esto está ocurriendo.
Voy a recuperar mi trabajo.

28
Capítulo 5
JAMIE
Estoy tratando de dormir un poco, pero no puedo dejar de pensar en
mi linda asistente.
Ex-asistente.
Mierda. Miro por las ventanas de mi dormitorio, donde está lloviendo a
cántaros coincidiendo con mi estado de ánimo. He estado pensando en ella
todo el día. ¿Por qué me importa? Será contratada por alguien más en un
santiamén.
29
Un sentimiento desagradable se clava en mi pecho. Odio la idea de ella
instalándose en el apartamento de otro tipo, sonriéndole y cantando en su
cocina.
Hay un golpe en la puerta y frunzo el ceño. No esperaba a nadie.
Cuando llego a la puerta, Daisy ya está allí, husmeando debajo y moviendo
la cola.
La abro y me congelo.
Rímel corre por el rostro de Pippa. ¿Ha estado llorando? El dolor golpea
mi pecho, pero sus ojos están claros y su cabello está empapado, el flequillo
se pega a su frente y los músculos de mi pecho se relajan. Al verme, se
endereza, con las fosas nasales dilatadas. En el fondo de mi mente, me doy
cuenta de lo lindo que es eso.
—Hola —dice y traga saliva.
Parpadea.
Esta nerviosa. Está sosteniendo un recipiente de plástico con cupcakes
dentro.
Frunzo el ceño de nuevo.
—¿Cómo llegaste hasta aquí? —Necesita una llave o que le permitan
entrar.
Me hace señas de fue fácil.
—Los muchachos de ayer se acordaron de mí y les di cupcakes.
Por supuesto que la dejaron subir. Esta mujer podría convencer a un
policía para que le entregue su arma. Todo lo que tendría que hacer es
sonreír y sacudir su cola de caballo, y él diría, ¿también quieres las balas?
Hay una extraña y graciosa presión en mi pecho y por primera vez en mucho
tiempo, siento la necesidad de sonreír.
Empuja el recipiente en mis manos.
—Estos son para ti.
Levanto las cejas y los miro a través de la transparencia de la tapa de
plástico.
—No he comido un cupcake en más de una década.
Sus ojos se abren.
—¿Qué? Eso es tan triste. —Capta su reflejo en el espejo detrás de mí,
que debe haber colgado ayer—. Ay dios mío. —Se pasa un dedo debajo del
ojo para limpiar el maquillaje—. ¿Así es como me veo? Jesús.
Sabe que la despedí, ¿verdad?
Se vuelve hacia mí y respira hondo.
—Hice un buen trabajo ayer. 30
Dudo. No está equivocada.
—No. —Sus mejillas están sonrojadas—. Un gran trabajo. Puedo
manejar todo lo que me arrojes, no hay problema. Y ni siquiera te
presentaste. —Su boca se aprieta—. ¿Quién te crees que eres, Ryan Gosling?
¿Para despedirme como un imbécil?
Conozco a Ryan Gosling. Lo conocí en una fiesta de la NHL el año
pasado a la que el equipo tenía que ir. Es un chico agradable. Mucho más
agradable que yo.
¿Ese es su tipo? Mi mandíbula se tensa. No me gusta esa idea.
—Imbécil —repito.
—Lo siento. —Se estremece—. Soy una persona, ya sabes. Merezco ser
tratada con respeto.
Sus cejas se juntan y parpadea rápidamente, luciendo como un
cachorro pateado. Joder. Mi corazón se hunde. Odio este sentimiento. Odio
que se sienta así y especialmente odio saber que hice eso.
Está en lo correcto. Fui un idiota ayer. Sin embargo, no era mi intención
serlo. No sé cómo ser normal a su alrededor. Apareció luciendo como una
princesa de Disney y apenas pude decirle dos palabras.
Señala a Daisy, que está esperando a sus pies, mirándola con
adoración.
—Me llevo muy bien con Daisy. Siento haber estado todavía aquí
anoche. Perdí la noción del tiempo y no volverá a suceder. Te prometo que
nunca tendrás que verme. —Su voz tiembla—. Haré lo que sea necesario
para recuperar mi trabajo.
El aire se espesa con la tensión y ambos nos miramos fijamente. ¿Esta
ella…? En mi cabeza aparecen imágenes de nosotros enredados en la cama.
Debajo de mí, con la cabeza inclinada hacia atrás, sus ojos cerrados, una
expresión de placer en su rostro mientras empujo dentro de ella.
Voy a estar pensando en eso más tarde con mi mano alrededor de mi
pene y me odio por eso.
—Eso no es lo que quise decir —dice rápidamente, las mejillas
sonrojadas en un tono más profundo de rosa—. Dije eso de manera rara.
Sólo quiero decir que realmente necesito este trabajo, así que cualquier cosa
que hice que te hizo pensar que no encajaba bien, por favor házmelo saber.
No hay forma de que pueda decirle la verdad, que es la chica con la que
estuve obsesionado durante dos años en la secundaria. ¿Y todo lo que dijo?
Está en lo correcto. Me gusta la forma en que arregló mi apartamento. Ayer
cansó a Daisy más de lo que yo podría haberlo hecho. Ya puedo decir que
esta perra necesita mucha estimulación mental y ejercicio físico. En el
fondo, le confío a mi mascota. 31
Debería dejar que el equipo me busque otro asistente. Los problemas
de Pippa no son mis problemas. Tengo suficiente en mi plato.
Al igual que en el refugio con Daisy, ignoro esa vacilación. ¿La forma
en que Pippa me mira ahora, con una mezcla de determinación y
preocupación, con la cabeza en alto? Lo pone justo en el medio de mi pecho.
La miro fijamente, estudiando su rostro. Aunque parece una rata
ahogada, sus ojos todavía brillan. Sus mejillas están sonrojadas, tan llenas
de vida y vitalidad, y mi pecho se siente raro, como si tuviera acidez.
Levanto una ceja hacia ella.
—¿Me llamas imbécil y luego me pides que te devuelva el trabajo?
Se mueve, haciendo una mueca.
—Sí, lo hice. —Aplana sus labios, mirándome culpable y la
determinación en sus ojos tira de un músculo en mi pecho—. Lo siento.
Me gusta esta chica. Es luchadora. Necesitó muchas agallas para que
apareciera y me llamara imbécil. Nadie me habla así.
No puedo joderla así. Encontraré una manera de concentrarme este
año. Siempre lo hago. He tenido años para practicar disciplina. Este año,
tendré que practicar más duro.
No puedo despedirla, pero puedo mantenerla a distancia.
Cruzo mis brazos sobre el pecho, moviéndome sobre mis pies contra el
marco de la puerta. La parte de atrás de mi cuello se siente caliente.
—De acuerdo.
Se ilumina y por un momento, me aterroriza que vaya a echarme los
brazos al cuello.
—¿En serio?
Aterrorizado o emocionado. No sé.
—No guardes nada aquí —agrego rápidamente.
Aplaude y eso molesta a Daisy. Ella comienza a caminar por el
apartamento. Pippa me sonríe, la sonrisa se extiende por su rostro y siento
que estoy a punto de vomitar.
—Gracias. —Agarra sus manos juntas—. Lo prometo, seré genial.
Ese no es el problema.
—Tengo entrenamiento —le digo. No es hasta dentro de una hora, pero
no me voy a quedar sentado en el apartamento mirándola.
Ya se está quitando la chaqueta.
—Sin problema. Aquí tengo todo bajo control. ¿Necesitas comestibles? 32
Me pongo los zapatos y dudo. Necesito comestibles.
Cualquiera que sea mi expresión, asiente.
—Puedo conseguirlos. ¿Qué te gusta comer?
—Oh. —El nutricionista del equipo tiene planes de alimentación
detallados para cada jugador, pero no quiero depender de Pippa más de lo
necesario—. No sé. Algo.
Asiente, sonriendo.
—Excelente. Totalmente puedo conseguirte eso.
Abro la puerta. Necesito salir de aquí.
—Espera —dice, entregándome los cupcakes—. Llévate esto contigo.
Puedes dárselos al equipo o lo que sea.
Le doy una mirada extraña. Si aparezco con cupcakes, nunca
escucharé el final. Sin embargo, los tomo. No puedo ver esa mirada de
decepción en su rostro otra vez.
En la calle, abro el recipiente y me meto uno en la boca. Mis ojos se
ponen en blanco cuando el azúcar golpea mi lengua y casi gimo de éxtasis.
Es la mejor puta cosa que he probado en mi vida.
Capítulo 6
PIPPA
—No puedo creer que los cupcakes funcionaran —dice Hazel mientras
caminamos por el sendero de la montaña.
Han pasado dos semanas desde que me enfrenté a Jamie, pero entre
cuidar a Daisy y el trabajo de fisioterapia de Hazel y las clases de yoga,
apenas nos hemos visto. Hoy es nuestra primera oportunidad de ponernos
al día.
Daisy huele algo en los arbustos antes de seguir adelante. Pasamos la
mañana haciendo entrenamiento de adiestramiento hasta que Hazel y yo
33
nos sentimos seguras de dejarla sin correa en un sendero donde es opcional
utilizarla en el norte de Vancouver. A medida que ascendíamos por el
sendero hacia las montañas, la temperatura bajó, pero salió el sol, el bosque
está sereno y pacífico, tenemos chaquetas abrigadas y Daisy está pasando
el mejor momento de su vida.
Pienso en cuando me enfrenté a Jamie. Parecía que iba a echarme, o
peor aún, llamar al equipo y arruinar mis posibilidades de un futuro trabajo.
Pero no lo hizo. Cuando dije merezco ser tratada con respeto, casi
pareció… arrepentido.
—No creo que fueran los cupcakes —reflexiono.
No lo he visto desde que se fue a la práctica ese día porque ha estado
ocupado entrenando y desde que comenzó la temporada hace unos días, ha
estado viajando. Su apartamento parece sacado de una revista de diseño y,
a veces, cuando miro las montañas por las ventanas, siento que me estoy
quedando en una casa de vacaciones, totalmente separada de mi vida real.
El apartamento siempre está lleno de luz, así que esta semana compré
algunas plantas para que se sintiera más personal.
El apartamento es hermoso y, sin embargo, es un poco solitario, sólo
Daisy y yo. Nunca he vivido sola. En la universidad, siempre tuve al menos
cuatro compañeras de cuarto, y luego, en las giras de Zach, siempre había
gente alrededor. Siempre había alguien con quien charlar y reír.
Necesito hacer más amigos en Vancouver. Todos mis amigos están en
la industria de la música.
Mi estómago se hunde. Necesito hacer nuevos amigos porque he
terminado con la música.
Algo que le dije a Jamie se repite constantemente en mi cabeza desde
esa conversación con él. Hare lo que sea necesario.
Me estremezco.
—Accidentalmente insinué que me acostaría con él para mantener mi
trabajo. —Hazel chilla de risa y yo gimo—. Lo aclaré enseguida. Pero aún.
Fue incomodo.
—¿Ya se dio cuenta de que fueron a la misma escuela? —Hazel es un
año mayor que yo, un año menor que él.
—Definitivamente no. ¿Ya has trabajado con él?
—No. —Me mira—. ¿Vas a mencionarlo?
—Diablos, no. ¿Qué tan incómodo sería eso? Querrá saber por qué no
dije nada la primera vez que lo conocí.
—Bueno, no importará lo suficientemente pronto. Emma fijó una fecha
de salida de la estera, por lo que están organizando el papeleo para la 34
publicación de trabajo interna.
Correcto, el trabajo de marketing. Mi estómago se retuerce por los
nervios y asiento con entusiasmo. Se siente un poco forzado.
—Excelente.
—Probablemente comenzarán a entrevistar en diciembre o en año
nuevo.
—Eso es bueno. Eso me da suficiente tiempo con el equipo para
probarme a mí misma.
—Sí. —Hazel levanta una ceja—. Y entonces ambas podremos laborar
en trabajos estables y responsables por el resto de nuestras vidas, por los
siglos de los siglos—. Su voz es de un tono aireado y sarcástico.
La observo. El sueño de Hazel es abrir su propio estudio de yoga y
fisioterapia, un lugar donde las personas de todos los tipos y tamaños de
cuerpo se sientan cómodas, pero nuestros padres se ahogarían si
escucharan eso.
Arriesgado, dirían.
Miro mis zapatos mientras caminamos.
—Quiero decir, no están equivocados. Tener un trabajo estable hace la
vida más fácil.
Suelta algo que suena como mierda.
—Sí, pero están como obsesionados con eso.
—Quieren lo mejor para nosotras.
Nuestros padres no crecieron en la pobreza, pero ambos provenían de
familias de bajos ingresos. Nuestro padre era mecánico y nuestra madre
bailarina de ballet hasta que no llegó a formar parte de una compañía de
ballet. Luego abrió su propio estudio de baile. Enseñó ballet hasta que se
retiraron a un pequeño pueblo en el interior de la Columbia Británica hace
unos años. Aunque fue una profesora increíble, creo que sirvió como un
recordatorio de lo que no había logrado. Al crecer, cuando hacía comentarios
sobre dedicarme a la música, se usaba a sí misma como ejemplo de por qué
no debería hacerlo.
Fracasar es muy difícil, siempre decía. Prepárate para el éxito en su
lugar.
Quieren que vivamos vidas cómodas y felices y para mi papá, eso
significa tener un trabajo con un sueldo quincenal y beneficios. Para mi
mamá, eso significa algo que no será demasiado decepcionante si no sale
bien. Como el trabajo de fisio de Hazel. Como esta cosa de marketing.
No cualquier cosa en la industria de la música. Por eso estudié
marketing en la universidad con énfasis en música. Quería especializarme
en música, pero me convencieron de que no lo hiciera. 35
Resultó que tenían razón. La industria de la música es brutal. Recuerdo
tocar una canción que escribí para Zach, y cómo él y su representante se
rieron después. Zach dijo que era linda.
Mi estómago se aprieta con vergüenza. Pienso en ese momento y me
duele el corazón. No soy lo suficientemente fuerte para soportar eso.
Hazel se vuelve hacia mí.
—¿Papá te sigue preguntando por Streicher?
Además de que nuestros padres quieren que tengamos trabajos sólidos,
a nuestro padre le encanta el hockey y es un fanático de Vancouver Storm
de toda la vida. Está encantado de que ambas trabajemos ahora para el
equipo. Cuando se enteró de que un chico de nuestra escuela fue cambiado
a Vancouver, se volvió loco de emoción.
Gimo.
—Sí.
Nos reímos y Daisy se adelanta para saludar a un labrador amarillo
que viene por el camino.
—Es tan buena perra —dice Hazel, enlazando su brazo con el mío.
Le sonrío a Daisy.
—Si, lo es. Me encanta esa parte de mi trabajo.
Caminamos, observamos a los perros, saludamos a los dueños al pasar
junto a ellos y disfrutamos del tiempo en el bosque. Un río fluye entre los
árboles, corriendo sobre las rocas. Hay claros a lo largo del camino en las
orillas y Daisy entra y sale del agua antes de regresar al camino.
—No has tocado tu guitarra desde que llegaste a casa.
Mi garganta se contrae y trago con dificultad.
—He estado ocupada.
Eso es mentira y lo sabe. Toda mi vida, las canciones flotaban en mi
cabeza. Zach y yo solíamos pasar el rato, y yo tonteaba con la guitarra, y
cuando tocaba cierta combinación de acordes, la canción aparecía en mi
cabeza. Era como abrir una puerta. Como, oh, ahí estás.
Desde que Zach me dejó, nada. Silencio mortal.
Nuestras botas crujen a lo largo del camino y me imagino a mi guitarra
sentada sola en el apartamento de Hazel, esperándome. Una culpa extraña
se mueve a través de mí, como si la estuviera descuidando. Compré esa
guitarra en la secundaria. No es la guitarra más bonita ni la más cara, ni
mucho menos, pero, aun así, me encanta.
Y ahora la estoy evitando.
Cada vez que pienso en tocar mi guitarra, pienso en Zach haciendo
36
arreglos para que me envíen al aeropuerto. Pienso en todas las veces que
toqué la guitarra mientras Zach y yo trabajábamos en las letras. Pienso en
él riéndose de la canción que escribí.
La boca de Hazel se tuerce hacia un lado, frunce el ceño.
—¿Tiene esto algo que ver con el herpes?
Ahogo una risa. Así es como llama a Zach.
—No podemos llamarlo así.
—Le digo a todos los que conozco que lo tiene.
Mi pecho tiembla de la risa.
—El herpes es para siempre.
Entrecierra los ojos y se toca el labio.
—Correcto y Zach se fue hace mucho tiempo. En su lugar, llamémoslo
Clamidia. —Su expresión es sobria—. Entonces, ¿tiene algo que ver con él?
Me inclino para rascar a Daisy mientras trota a mi lado.
—Probablemente.
Hazel está callada y posiblemente hay cientos de cosas que quiere decir.
Nunca le gustó Zach, ni siquiera en la secundaria.
—Ojalá supieras que eres la jodidamente mejor. —Lo dice en voz baja.
Un músculo en su mandíbula hace tictac—. Me gustaría que supieras lo
talentosa que eres. Serías imparable.
Cuando usa esa voz tranquila y seria, me dan ganas de llorar y no sé
por qué. Caminamos en silencio con el sonido del río corriendo junto al
camino.
—Bueno. —Se encoge de hombros—. Tendrás que meditarlo para
sacarlo de tu cabeza.
—Herpes —digo con voz comercial, como si estuviera vendiendo
paquetes de spa—. ¡Medítalo!
—Clamidia —corrige, y nos reímos—. En serio. Medita sobre ese tipo
que te vuelve loca.
Su enfoque del bienestar descarado y sin tonterías me hace sonreír.
Se ríe.
—Y si la meditación no funciona, tienes que tener sexo.
La sangre sube a mi rostro.
—La mejor manera de superar a alguien es tener sexo. Especialmente…
—Pone más énfasis en la palabra, volviéndose hacia mí y mirándome 37
fijamente—. Cuando sólo te has acostado con un chico en toda tu vida.
Me retuerzo, metiendo mis manos en los bolsillos de mi chaqueta. Sí.
Es cierto. Perdí mi virginidad con Zach y no me he enganchado con nadie
más.
Otro destello de vergüenza arde en mi estómago. Probablemente esa fue
parte de la razón por la que quería seguir adelante, porque yo no puedo...
No puedo, eh, llegar allí. No puedo tener un orgasmo con un chico. Una
vez le admití a Hazel que cada vez que Zach y yo follabamos, fingía. Lo hice
una vez, y estaba tan feliz y aliviado. Creo que pensó que era su culpa que
yo no pudiera llegar allí. Y luego seguí fingiendo. No dejaba de decirme a mí
misma, esta será la última vez, porque es mentir. Pero al final, no estaba
lastimando a nadie, así que seguí haciéndolo. Si no podía venirme, eso lo
estresaba, lo que me estresaba a mí. Simplemente era más fácil fingir.
La idea de acostarse con alguien nuevo es desalentadora. Nunca he
tenido una cita formal y nunca he estado en una aplicación de citas. Zach y
yo habíamos sido amigos desde la clase de banda de octavo grado y nos
hicimos cada vez más cercanos. Hasta que un día, cerca del final del décimo
grado, tomó mi mano y lo dejé. Entonces empezó a llamarme su novia. Todos
a nuestro alrededor actuaron como si no fuera una sorpresa, así que no le
di mucha importancia.
A lo largo de los años, me dejé llevar por él, supongo. Frunzo el ceño,
no estoy segura de cómo me siento al respecto. No puedo imaginar estar tan
familiarizada con alguien más como lo estaba con Zach.
Especialmente con mi pequeño problema. Tendré que fingir todo de
nuevo para alguien nuevo.
Hazel me observa, como si mis preocupaciones estuvieran escritas en
mi rostro.
—¿Qué?
—No puedo. —Agito mi mano en el aire—. Sabes.
Resopla y copia mi gesto, exagerada. Solté una risa nerviosa.
—¿Tener un orgasmo? —dice.
Hago un ruido estrangulado.
—Sí. Es mi cuerpo. ¿Y ahora tengo que contárselo a una persona
completamente nueva?
Suspira, y echa su cabeza hacia atrás.
—No es tu cuerpo. Tu coochie 2 sabía que Zach era un perdedor colosal.
—Deja de hablar de mi coochie. 38
—¡Tu coochie quiere acción! —le grita al bosque y yo balbuceo con risa,
tratando de taparle la boca—. ¡Dale a tu coochie lo que quiere!
Una pareja pasa junto a nosotros y les sonreímos. Mi rostro está rojo
brillante. Cuando se han ido, estallamos en risas de nuevo.
Hazel le arroja un palo a Daisy y sale corriendo tras él. Durante el resto
de la caminata, Hazel me cuenta sobre sus presuntuosos compañeros de
trabajo en el estudio de yoga y cuando regresamos a su auto, mi rostro duele
de tanto reír. Daisy está cubierta con una capa de lodo por correr a través
de los charcos, pero tiene esa mirada cansada y feliz.
—Vamos —le digo, señalando el asiento trasero cubierto con una
toalla—. Salta.
Me mira antes de empezar a sacudir todo el cuerpo, arrojando barro y
agua sucia sobre mí. Levanto las manos, pero es demasiado tarde.
Al otro lado del auto, Hazel se está riendo a carcajadas. Me toma una
foto y sonríe ante el resultado.
Le doy una sonrisa forzada.
—El barro está en mi cabello, ¿no es así?
—Sí. —Sonríe.

2
Sobrenombre a su vagina.
Una hora más tarde, Daisy está limpia y acurrucada en el sofá de la
sala mientras yo estoy en la ducha, lavándome la suciedad del cabello.
Jamie no estará en casa sino hasta tarde, así que estoy cantando una
canción de Coldplay. La canto como yo la hubiera grabado, suave en algunas
partes y cruda en otras.
La acústica del baño es increíble, y hay algo en el agua caliente que
corre por mi piel y el olor de mi acondicionador me hace sentir que este es
mi pequeño mundo, sola, donde nadie puede tocarme.
Termino la canción, cierro el agua y me seco el cabello con una toalla
antes de envolverla alrededor de mí y salir del baño para ver cómo está
Daisy.
Jamie Streicher está de pie en su sala, mirándome en toalla.

39
Capítulo 7
JAMIE
Mi cerebro no está funcionando.
Esa es la única explicación de por qué estoy parado aquí, mirando a
Pippa casi desnuda en una toalla pequeña. Su cabello mojado cae en
cascada alrededor de sus hombros y por encima de la toalla que aprieta
contra su pecho, mi mirada se engancha en su escote. Las pecas salpican
su clavícula, al igual que en su rostro.
Estaba cantando en la ducha y era el sonido más dulce que jamás había
escuchado. No podía moverme.
40
Algo corre por mi sangre, excitación. Atracción. Las chispas resbalan
por mi columna cuando miro sus piernas. Su piel se ve tan suave.
Ya sea que quiera estarlo o no, todavía me siento muy atraído por esta
chica.
Su rostro se pone de un rojo brillante. Sus uñas de los pies están
pintadas de verde menta. ¿Por qué es tan jodidamente lindo? Observo su
labio inferior. ¿Siempre fue tan grueso? La sangre corre hacia mi pene y me
doy la vuelta.
—¿Qué estás haciendo? —Exijo. Sale más duro de lo que pretendía.
—Daisy me cubrió de barro y no me di cuenta de que llegarías a casa
tan temprano…
—Está bien. —Se suponía que no estaría aquí cuando yo llegara a casa.
Esto sólo puede funcionar si nunca la veo.
¿A quién diablos estoy engañando? No está funcionando. He estado
pensando en ella durante dos semanas, preguntándome qué estarían
haciendo ella y Daisy. Me ha estado enviando correos electrónicos diarios
con actualizaciones y aunque nunca respondo, los espero con ansias. Los
espero, actualizando la pantalla del correo mientras estoy sentado en un
avión o entre sesiones de entrenamiento.
Pensé que, si no la veía, no podría distraerme. Estaba tan equivocado.
Hago un ruido de frustración en mi garganta y me dirijo a la puerta.
—Puedo salir de aquí ahora mismo —grita detrás de mí.
—Volveré a las cuatro. —Esa es la hora en la que estaba previsto que
regresara a casa, pero uno de mis entrenadores tuvo que reprogramar. Me
pongo las botas y no miro atrás.
En el ascensor, cierro los ojos y respiro profundamente en un patético
intento de centrarme. Mi teléfono vibra en mi bolsillo y cuando lo saco, veo
una foto mía y de mi mamá parpadeando en la pantalla con su llamada
entrante.
Es el recordatorio que necesito. Apenas puedo manejar el hockey
además de cuidar a mi madre, no puedo perder la cabeza por una chica. No
vale la pena.
—Hola, mamá —respondo.

41
Capítulo 8
PIPPA
Jamie se va y me quedo mirando la puerta, atónita.
Es tan idiota. Él es el que llegó temprano a casa. Sólo estaba siguiendo
el horario que me dio.
Me dirijo al dormitorio donde me quedo cuando él no está para poder
cambiarme y salir de aquí. Ni siquiera me molesto en secarme el cabello. Me
pongo la ropa, bajo las escaleras para darle a Daisy un beso de despedida
en la cabeza y cierro.
42
Hazel dará una clase de yoga en línea desde su casa hasta la noche y
estoy tratando de darle espacio, así que me dirijo a la cafetería de abajo para
escribir mi actualización diaria. Jamie nunca las pidió, pero estoy tratando
de hacer un buen trabajo.
Tengo un mensaje de texto de más temprano en la tarde. Me lo perdí
mientras estaba en la ducha.

Hazel
¿Qué carajo es esto?

Abro el enlace que envió.


Mi estomago se hunde por el suelo cuando empieza el vídeo. Me
apresuro a conectar mis auriculares mientras Zach toca en un espectáculo
reciente, sonriendo a la mujer que está a su lado en el escenario. Parece de
la misma edad que Zach y yo, con el cabello largo y ondulado color platino.
Su ropa es elegante y bohemia y está sonriendo y cantando junto a Zach
mientras le devuelve la sonrisa.
Parece que pertenece al escenario. Se siente tan cómoda allá arriba,
tan perfecta y carismática.
Mis auriculares se conectan y me quedo boquiabierta. Están cantando
una canción que Zach y yo escribimos juntos. Quiero decir, no obtuve
créditos de escritura porque sólo jugamos con la melodía en uno de nuestros
días libres, pero, aun así.
No solo me dejaron, me reemplazaron. Por un modelo más nuevo y
brillante. Me pican los ojos y parpadeo para apartar las lágrimas.
No lo tienes, Zach me dijo una vez cuando planteé la idea de tratar de
escribir mi propio álbum. Siempre he querido. Estar en el centro de atención
es realmente duro, me dijo, como si me estuviera protegiendo de eso.
No siempre fue así. O tal vez lo era y simplemente salió más a la
superficie en los últimos dos meses. ¿Cuándo las cosas estaban bien,
cuando Zach encendía su carisma y me mostraba su luz? Me hacía sentir
tan especial y cálida. Cuando éramos sólo nosotros, nos reíamos mucho. Me
conocía mejor que nadie. Su sonrisa me hacía sentir como tener un millón
de dólares.
En el video, él le sonríe como solía sonreírme a mí y me duele el pecho.
Mis ojos se humedecen de nuevo, cae una lágrima y la limpio rápido.
Nunca me pidió que subiera al escenario con él. Ni una sola vez.
Esto apesta. 43
Estoy sentada en una cafetería con ciento veintitrés dólares en mi
cuenta bancaria, viviendo en el sofá de Hazel cuando Jamie está en la ciudad
y mi ex me ha superado.
A través del cristal, mi mirada se cruza con la de Jamie. ¿En serio? Es
como si el universo siguiera atravesándome los peores momentos posibles
para encontrarme con él.
Bajo la cabeza, con la esperanza de que el resplandor del cristal me
oculte. Si finjo que no lo vi, tal vez se vaya...
No. Lo miro. Está en la puerta de la cafetería. La está abriendo. Mierda.
Tal vez sólo esté tomando un café.
No. Se dirige hacia mí.
Capítulo 9
JAMIE
Está sentada en una mesa al lado de la ventana, limpiándose los ojos,
tratando de ocultar sus lágrimas. La alarma se dispara a través de mí y mis
instintos protectores se encienden. En un segundo, estoy dentro, frente a
ella.
La miro.
—¿Esto es porque te vi en toalla?
Limpia frenéticamente las lágrimas, parpadeando rápidamente. 44
—No. —Se ríe de sí misma, pero se siente vacía—. Eso ni siquiera se
registró en mi lista de experiencias vergonzosas. —Se aclara la garganta y
fuerza una sonrisa—. Estoy bien.
Me duele el pecho al verla así. Odio esto.
—Dime por qué estás llorando. —Me cruzo de brazos.
—Estoy bien —dice de nuevo, sin mirarme a los ojos. Agarra su teléfono
y su bolso como si estuviera a punto de levantarse.
Me inclino sobre ella, poniendo mis manos sobre la mesa. Estoy siendo
un imbécil, intimidándola, pero necesito saber por qué está llorando para
poder arreglarlo.
—Dime. —Mi voz es baja y se le corta el aliento.
Desliza su teléfono sobre la mesa antes de presionar reproducir. En la
pantalla, ese maldito Zach Hanson con el que salió en la secundaria está
cantando en el escenario junto a una mujer.
Levanto una ceja hacia Pippa.
Sus ojos brillan con ira.
—Me dejó el mes pasado y ahora está en el escenario con alguien nuevo.
—Una nueva ola de lágrimas se derrama. Quiero matar a ese tipo por hacerla
sentir así.
Miro el video, el rostro de ese bastardo estúpido. Así que todavía
estaban juntos hasta hace poco. Era escuálido en la secundaria, y ahora,
no puedo distinguir su complexión debajo de su chaqueta, pero todavía se
ve pequeño. Soy más fuerte, lo apuesto.
—Deja de llorar. —Exijo.
—Lo estoy intentando —toma una respiración temblorosa—. Todo es
una mierda en este momento. Él tiene una musa nueva y brillante, y yo soy
una perdedora que vive en el sofá de su hermana y ruega que le devuelvan
el trabajo. —Otra lágrima rueda por su rostro.
Mi mano se levanta y me detengo justo a tiempo. ¿Qué carajo? ¿Estaba
a punto de limpiarle las lágrimas? Me siento frente a ella. Mi rodilla rebota
mientras descubro qué hacer al respecto.
Odio a ese tipo. Lo odio tanto. Tiene una expresión suave, blanda y
golpeable. Los porteros casi nunca se meten en peleas, pero si ese tipo
estuviera en el hielo en mi partido mañana, no lo dudaría.
Mis pensamientos regresan a lo que dijo sobre vivir en el sofá de su
hermana.
—Así que consigue tu propio lugar —le digo.
Cuando me mira, está irritada. Bien. Al menos está ayudando con el 45
llanto. Enojada es mejor que triste. No puedo con una Pippa triste.
—Vancouver es caro. Quiero encontrar algo cerca de tu casa para poder
llegar rápidamente si me necesitas.
En el fondo de mi mente, me gusta la forma en que dice si me necesitas.
Un cosquilleo divertido se mueve sobre mi piel y frunzo el ceño con más
fuerza.
—Deberías ir a casa.
—No puedo. —Su rostro se arruga y entro en pánico. Su hermana está
dando una clase de yoga en línea, explica—. ¿Por qué estoy hablando contigo
sobre esto? Estoy bien. Sólo necesito llorar esto.
Odio todo sobre esto. Cada instinto protector en mi cuerpo surge con
la necesidad de mejorar las cosas para ella.
—Múdate conmigo.
Nos miramos el uno al otro. No sé de dónde diablos salió eso. Se supone
que no debo pasar más tiempo con ella; Se supone que debo evitarla.
Vivir con ella no es mantenerla a distancia.
Sin embargo, ha dejado de llorar. Eso es algo. Me observa, confundida.
La idea de que viva en mi apartamento alivia algo en mi pecho.
—Será más fácil para Daisy. —Continuo.
La recuerdo cantando cuando llegué a casa y mi corazón late más
fuerte. Si vive conmigo, tal vez vuelva a escucharla cantar.
Al otro lado de la mesa, se está mordiendo el labio, insegura.
—No lo sé.
Mi pulso se está acelerando. La imagino en mi apartamento, recostada
en el sofá, leyendo un libro con Daisy a sus pies. Tocando su guitarra como
solía hacerlo con sus amigos en la secundaria. Mi pecho se calienta. Me
gusta esa imagen
No me importa si esto es una mala idea. No puedo dejarlo ir. Además,
estaré ocupado con el hockey y visitando a mi madre al Norte de Vancouver.
Ni siquiera la veré.
Y no me preocuparé por ella, así que eso es algo.
—No puedes estar llorando en público —le digo. Una vez más, mi voz
sale aguda y severa. Idiota—. Es poco profesional. Te mudarás mañana.
La observo en busca de alguna señal de que no quiere hacer esto,
cualquier miedo o repulsión. Pero en cambio, deja escapar un largo suspiro
y su rostro se relaja como si estuviera aliviada.
Mi corazón palpita fuerte.
46
La comisura de su boca se curva hacia arriba y sus ojos se suavizan.
—Bueno. —Asiente—. Gracias, Jamie.
Algo chisporrotea por mi espina dorsal. Me gusta la forma en que dice
mi nombre, así de dulce. Me gusta la forma en que me está mirando en este
momento, como si yo le gustara.
Le hago un gesto con la cabeza y me pongo de pie.
—Mañana —repito.
Asiente, limpiándose el maquillaje corrido.
—Mañana.
Mientras subo las escaleras, mi pulso se acelera como si estuviera en
medio de un juego. Acabo de lanzar una llave inglesa a la máquina bien
engrasada que es mi vida. Pippa es embriagadoramente bonita y, a su
alrededor, mi mente se queda en blanco, pero siento una punzada de
anticipación y emoción que no había experimentado en mucho tiempo.
Capítulo 10
JAMIE
Esa tarde, justo antes del atardecer, estaciono en el camino de entrada
de una casa suburbana en el norte de Vancouver, con una bolsa de comida
griega en el asiento del pasajero. Hay una cena informal para los jugadores
esta noche, del tipo conocerse entre los nuevos, pero ignoré la invitación.
Desde el asiento trasero, Daisy mueve la cola, curiosa y emocionada. Tomo
una respiración profunda.
No puedo creer que le pedí a Pippa que se mudara conmigo. Sin
embargo, con ella cuidando a la perra, tendré mucho tiempo para mantener 47
un ojo en mi madre.
Desde el asiento trasero, Daisy apoya la cabeza en mi hombro, me
olfatea y la miro de reojo. Una extraña sensación crece en mi pecho.
¿Esta... comenzando a gustarme esta perra? Le frunzo el ceño y jadea
y mueve la cola. Resoplo.
—Vamos. —Salgo del auto, dejo salir a Daisy y camino hacia la pequeña
casa.
La casa es modesta, firmemente de clase media. Traté de comprarle a
mi mamá algo más grande cuando me hice profesional, pero se negó. Dijo
que no quería dejar el barrio en el que había vivido durante años. Que le
gustaban los vecinos y no quería hacer nuevos amigos.
Cuando me acerco a la puerta principal, el movimiento en el techo
llama mi atención y mi corazón se detiene.
Mamá está allí, usando gruesos guantes de jardinería. Me saluda con
una gran sonrisa.
—Hola, cariño.
La sangre late en mis oídos. No puede estar ahí arriba. Mi mente se
acelera, imaginándola teniendo un ataque de pánico en el techo, resbalando
y cayendo, rompiéndose la cabeza contra el pavimento.
—¿Qué estás haciendo allá arriba? —reclamo. Daisy le ladra a mi
mamá, moviendo la cola.
Mamá me sonríe ampliamente.
—Limpiando las canaletas.
—Baja. Ahora. —Estoy usando mi voz más firme—. Está oscureciendo.
—Puedo ver muy bien. Estoy terminando, de todos modos. —Se ríe y
deja caer un puñado de hojas sobre mí. Revolotean hasta mis pies y Daisy
salta y trata de morder una—. ¿Jamie, cariño? ¿De quién es ese perro?
Levanto una ceja hacia Daisy, que está sentada con la cola moviéndose
de un lado a otro sobre el pavimento. La comisura de mi boca se contrae
cuando sus ojos se abren de par en par. Ella piensa que está recibiendo un
premio.
Tal vez a una pequeña parte de mí le esté empezando a gustar esta
perra.
—Mía —le digo—. Conseguí una mascota.
Mamá se emociona, aplaudiendo.
—¿Lo hiciste? Oh, Jamie, eso es genial. Eso es exactamente lo que
necesitas. 48
—¿Puedes bajar por favor? —Me siento nervioso con ella en el techo,
tan alto. —Contrataré a alguien para hacer eso.
—Deja de tratarme como a una niña. No soy incapaz de vivir mi vida.
La irritación aumenta en mis entrañas. Irritación y algo más, algo más
enojado. Odio que finja que está bien cuando no lo está. Siempre ha sido
así. Nunca, nunca hablamos sobre su depresión o ansiedad cuando yo era
niño. Todavía no hemos hablado del accidente de auto del año pasado. Mi
mirada se dirige al garaje abierto. Su auto está arreglado y me pregunto si
ha estado conduciendo. No se le permite hacerlo hasta que reciba ayuda.
Estaba llevando a sus amigas a casa desde el bar cuando tuvo un
ataque de pánico y chocó por detrás a otro vehículo. Debido a las luchas de
mi difunto padre con el alcoholismo, ella siempre es la conductora
designada. Creo que una de sus amigas olía a alcohol y, combinado con
conducir de noche, cuando ocurrió el accidente de mi padre, eso la sacó de
su cabeza.
No lo recuerdo, yo era solo un bebé cuando condujo ebrio y chocó su
auto contra un poste, pero lo resiento por dejar a mi mamá con todo este
equipaje. Si no fuera por él, tal vez no habría tenido depresión mientras yo
crecía. Tal vez no tendría ataques de pánico.
—Ni siquiera estás enganchada a algo. —Mi pecho se contrae—. Podrías
resbalar y caer.
Pone los ojos en blanco y se dirige hacia la escalera.
—Un meteorito podría golpearme en la cabeza y matarme. —Desciende
por la escalera y mi ritmo cardíaco se ralentiza—. Te preocupas demasiado.
Internamente, me desinflo. A veces desearía ser como ella, pero
entonces, ¿quién mantendría unida a nuestra familia? ¿Quién se
abalanzaría y contestaría las llamadas de mi mamá cuando está teniendo
un episodio?
Daisy la ama de inmediato, por supuesto. Nos dirigimos adentro y mi
mamá se entretiene en la cocina, colocando la comida que traje mientras
agarro los platos. Daisy olfatea cada centímetro de la casa.
—¿Cómo te estás adaptando en tu nuevo lugar? —pregunta.
Siento la extraña necesidad de hablarle de Pippa. ¿Qué diría? Mi
asistente es un hermoso pájaro cantor del que me enamoré en la secundaria.
Quién es increíble con mi perra. Quien llenó el refrigerador con todos los
alimentos que me gustan a pesar de que le ladré “cosas” como una lista de
compras. Y ahora va a vivir conmigo, durmiendo al otro lado de la pared.
Tal vez haciendo otras cosas al otro lado de esa pared. El pensamiento
va directo a mi polla.
—Bien —le digo—. Está bien. 49
Trae los platos a la mesa.
—Quiero ir a un juego.
—No creo que sea una buena idea.
Parpadea como si la hubiera abofeteado e inmediatamente me
arrepiento de mis palabras. Podría haberlo dicho de otra manera. Sin
embargo, no es una buena idea. El olor a alcohol es un detonante para ella
y en un partido de hockey todos beben. Si pasa algo, captará toda mi
atención y no puedo perder la concentración en el hielo.
—Jamie —me da una mirada indulgente, pero hay irritación debajo de
ella—. Tuve un pequeño ataque de pánico.
Uno que está admitiendo.
Sus ojos están en la lasaña mientras la sirve.
—Me estás tratando con guantes de seda.
Eso es porque eres frágil y no tienes el mejor historial de mantenerte
unida. Pienso. Y en mi cabeza, tengo diez años y preparo mi propio almuerzo
durante uno de sus puntos bajos de depresión.
—¿Necesitas ayuda para mudarte? —Se mueve a la cocina y me alivia
que haya abandonado la idea de venir a un juego.
—No. Ya desempaqué todo.
Me da una mirada divertida. Sabe lo exigente que es mi horario.
—Eso fue rápido.
Me aclaro la garganta.
—Contraté a un asistente para ayudar con Daisy y otras cosas.
Mamá parpadea. Una sonrisa se extiende por su rostro.
—¿Tú? ¿Contrataste a alguien para que te ayude?
—No es gran cosa. —Le doy una mirada dura, pero la comisura de mi
boca se estira.
Se ríe.
—Si tú lo dices. —Al pasar, me da un codazo—. Eso es genial, cariño.
El calor se extiende en mi pecho. Agacho la cabeza, avergonzado.
—Sí, bueno. —Me encojo de hombros—. Ella hace muchas cosas por
mí que me ahorran tiempo para que pueda concentrarme en el hockey.
—¿Ella? —Su cabeza se inclina y sus ojos brillan.
Mi estómago se hunde y mi mirada se dirige a mi madre. Me encojo de
hombros de nuevo.
50
—Sí.
La parte de atrás de mi cuello se calienta.
—¿Cómo se llama? —Los ojos de mi mamá son como láseres y hay un
pequeño tirón en la comisura de su boca.
Mantengo mi rostro neutral, sin querer revelar nada, incluso cuando
mi pulso se acelera al pensar en mi linda asistente.
—Pippa.
Por favor, no preguntes de dónde es, ruego en silencio. Diré que fuimos
a la misma escuela y luego todo se derrumbará.
Hace un ruido de placer, tarareando.
—Bonito nombre. ¿Qué edad tiene ella?
Huele sangre en el agua.
Tengo veintiséis años, lo que hace que Pippa tenga veinticuatro.
—No sé.
—Adivina.
Mi piel hormiguea. Lo sabe. Jodidamente lo sabe.
—Un poco más joven que yo.
—Mmm. —Sonríe y asiente, mirándome—. Interesante.
Me quedo en silencio.
—¿Es bonita?
Paso una mano por mi cabello.
—No lo sé.
—Quiero decir, tienes ojos, ¿no? —Lo pregunta tan inocentemente,
como si no supiera la respuesta.
Respiro hondo, frustrado con mi madre, pero también conmigo mismo,
porque no debería tener este enamoramiento inconveniente.
Y seguro como la mierda que no debería haberle exigido que se mudara
conmigo.
—Sí, ¿bien? —Salgo corriendo—. Ella es muy bonita y tiene una
hermosa voz para cantar y Daisy la ama.
Mi mamá mueve los labios para ocultar una sonrisa, pero sus ojos
brillan.
—¿Qué? —Exijo.
Se echa a reír.
Gimo. Tiene una forma de sacarme las cosas. 51
Me sonríe mientras se sienta al otro lado de la mesa, inclinando la
cabeza.
—Lo de Erin fue hace mucho tiempo. —Lo dice en voz baja, y mis
pulmones se tensan—. La vi en un nuevo programa de televisión. Ella es la
estrella.
Mi mandíbula se contrae tanto que mis dientes podrían romperse y
recuerdo hace siete años, durante mi año de novato. Erin Davis, la
supermodelo en camino a la cima que conmocionó a la industria de la moda
cuando dejó abruptamente el modelaje. En los últimos años, ha estado
actuando. La busco de vez en cuando para ver si todavía está trabajando.
Mi mamá piensa que Erin y yo rompimos porque no podía manejar el
hockey y una relación, lo cual es técnicamente cierto. Ella no sabe que
cuando Erin me dijo que su período se había retrasado una semana, entré
en pánico. Erin estaba tan emocionada y yo tenía el terror escrito en todo
mi rostro. Teníamos diecinueve años, por el amor de Dios. Era mi año de
novato y estaba trabajando más duro que nunca en el hockey. Cada vez que
podía, volaba a casa para visitar a mi madre. Mi mejor amigo cuando era
niño, Rory Miller, no estaba interesado en ser mi amigo ahora que
jugábamos en equipos de hockey separados. Todo era diferente y yo apenas
lo aguantaba. Agregar otro compromiso a mi vida era aterrador. Sin
embargo, lo habría hecho, sin importar lo difícil que fuera.
Tuvo su período un día después, pero el daño ya estaba hecho. Ambos
sabíamos que la relación había terminado y una semana después, vi las
noticias sobre su salida del modelaje. Desapareció de la faz de la tierra
durante casi cinco años.
La culpa oprime mis pulmones. Por eso ya no tengo relaciones. Porque
Erin quería mucho más de lo que yo podía darle. Porque fue casual para mí
y le rompí el maldito corazón y arruiné su vida. Estaba tan traumatizada
que dejó una carrera prometedora.
Yo le hice eso.
Tal vez no estaba enamorado de ella, pero era una buena persona y se
merecía mucho más que la atención a medias que pude darle. Si hubiéramos
terminado teniendo un bebé, ese niño merecería mucho más que el tiempo
limitado que podría darle.
Nunca lastimaré a alguien de la forma en que lastimé a Erin.
Cuando me retire del hockey, tendré tiempo para esas cosas, una
relación, casarme, tal vez tener hijos. Si me mantengo en forma y con la
cabeza en el juego, puedo jugar hasta los treinta y tantos años. Hasta
entonces, esas otras cosas no son parte del plan.
—¿Jamie? 52
Mi cabeza gira hacia mi madre. Me mira con una expresión curiosa y
suave.
—Hay más en la vida que el hockey, ya sabes.
Asiento y hago un ruido de reconocimiento, pero ella no lo entiende.
Después de ver llorar a Pippa el otro día, no va a pasar. Sé que no tengo
tiempo para ella y no puedo aplastarla como lo hizo su ex, y como yo aplasté
a Erin.
—Y todavía quiero ir a un juego. —Abre sus ojos hacia mí de una
manera afectuosa, quiero decir de manera problemática—. Me sentaré en los
asientos lejanos si es necesario.
Capítulo 11
PIPPA
Una semana después, puse una foto enmarcada de mí y Hazel en la
estantería de mi dormitorio. Estaba bien con mudarme a una habitación
que estaba básicamente vacía excepto por la cama y la cómoda, pero
durante la última semana, siguieron llegando muebles. Ni siquiera estaba
aquí cuando apareció este estante para libros, simplemente apareció,
ensamblado, esta mañana después de que llegué a casa del paseo de Daisy.
Mi estómago se agita. Sé que él lo armó.
Casi nunca está aquí. A veces, escucho que se abre la puerta principal
53
cuando llega tarde a casa. Daisy duerme conmigo todas las noches, pero le
gusta saludarlo cuando llega a casa, así que abro la puerta y la dejo salir
corriendo, pero no lo saludo porque quiero darle espacio.
En mi dormitorio, deslizo el estuche de mi guitarra de debajo de la cama
para hacer espacio para una caja. Estoy a punto de empujarlo hacia abajo
cuando dudo. Mis manos se demoran en el estuche antes de abrirlo.
Mi guitarra brilla hacia mí y mi corazón se retuerce. Me encanta esta
cosa y ahora la estoy empujando lejos para que acumule polvo. Extiendo la
mano y tiro de una cuerda.
La última vez que toqué fue frente a Zach y su representante en la gira.
Ni siquiera quería que su representante estuviera presente, pero Zach lo
llamó y escucharon mientras tocaba el esqueleto de una canción en la que
había estado trabajando. Incluso en la secundaria, me encantaba escribir
música.
En el fondo, soñaba con tener una carrera como la de Zach.
Cuando me sonrieron después, de esa manera condescendiente, en
realidad me reí con ellos para ocultar mi vergüenza. Lo peor fue que hasta
ese momento, pensaba que tenía lo necesario para hacer de la música mi
carrera. Puedo cantar, puedo tocar la guitarra y puedo escribir música.
Siempre quise escribir un álbum, aunque sólo fuera para ver si podía.
El trabajo de marketing va a ser mucho más fácil al final. A nadie se le
rompe el corazón por un trabajo de escritorio.
Hay un ruido en la puerta de mi dormitorio e inhalo profundamente.
Jamie está de pie allí, frunciéndome el ceño.
—Jesús. —Cierro el estuche de la guitarra y lo deslizo debajo de la
cama—. Me asustaste. No te escuche llegar a casa.
Frunce el ceño más fuerte.
—Lo siento.
—Está bien.
Su mirada se dirige hacia el borde del estuche de la guitarra que
sobresale debajo de la cama y parece que quiere preguntarme algo, pero
antes de que pueda hacerlo, me pongo de pie.
—Estaba a punto de sacar a Daisy. Estaré fuera por un tiempo para
darte un poco de espacio. —Paso rápidamente junto a él y mi pulso silba a
través de mis venas.
Desearía no tener esta reacción hacia él. Para Jamie, probablemente
soy como un mosquito, diminuto, insignificante y un poco molesto. La forma
en que frunce el ceño cada vez que estoy cerca me dice todo lo que necesito
saber.
54
Bajo las escaleras para preparar a Daisy y mientras le abrocho la correa
y el arnés, Jamie entra en la sala, cruza los brazos sobre el pecho y observa.
Su presencia en el apartamento es intensa: es alto y ancho, y sus ojos verdes
hacen que mi piel se erice, son tan agudos. Nuestros ojos se encuentran y
sonrío nerviosamente, tratando de invocar esa versión de mí misma que
exigió su trabajo y lo llamó imbécil.
—La he estado llevando al parque para perros cerca de aquí —le digo.
Si actúo como si no me afectara, tal vez mi cuerpo capte la indirecta—. Hay
un tipo que tiene un perro que se parece mucho a Daisy. Les gusta jugar
juntos. Creo que su nombre es Andrew.
Estoy divagando mientras me pongo los zapatos. Parece que no puedo
controlar mis nervios alrededor de este tipo.
—Andrew —dice la palabra como si supiera mal.
Me encuentro con su mirada penetrante, parpadeando confundida.
—Sí. Él es joven. Probablemente de mi edad. Es un entrenador
personal.
La mirada de Jamie se vuelve fría antes de merodear hacia la puerta.
—Voy contigo.
Mis labios se separan por la sorpresa cuando se pone los zapatos.
—No tienes que hacerlo. Sé que probablemente estés cansado. —Suele
dormir una siesta a esta hora, exhausto por la práctica.
—No estoy cansado. —Saca su chaqueta del armario y se la pone antes
de tomar la correa de mi mano—. Estoy adolorido y necesito moverme.
Vamos.
Antes de que pueda protestar, abre la puerta y me hace un gesto para
que salga al pasillo.

55
Capítulo 12
PIPPA
La caminata al parque es silenciosa y tensa. Cuando llegamos, Jamie
escanea el área cercada antes de que sus hombros se relajen y su ceño
disminuya. Saludo y sonrío a algunas personas antes de soltar a Daisy para
que salude a los otros perros.
¿No me confía a Daisy? Me muerdo el labio mientras analizo las
posibles razones por las que vino con nosotras. El tipo me ha estado
evitando durante una semana.
—Este parque es realmente seguro —le digo. Está apoyado en la valla,
56
con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido—. Nunca llevaría
a Daisy a un lugar inseguro.
Su ceño se suaviza.
—Lo sé. Confío en ti. —La comisura de su boca se contrae, y sus ojos
casi parecen... ¿divertidos?—. No te habría preguntado que te mudaras si
no confiara en ti.
Dudo.
—No preguntaste.
Tose y mira hacia otro lado. ¿Fue eso una risa? Es tan difícil saberlo
con él.
—Deberíamos conocernos mejor. —Sus ojos están de vuelta en mí y es
difícil apartar la mirada. Son del color de los abetos de Douglas. Del musgo
verde terroso en el Parque Stanley. De una roca de color verde oscuro en el
fondo de un arroyo.
—Um. —Parpadeo estúpidamente sorprendida, sintiéndome tímida—.
Bueno. ¿Cuál es tu comida favorita?
Su ceja se levanta.
—¿Esa es tu pregunta?
—No tuve ningún aviso de que ibas a querer hablar hoy o habría
preparado una lista de preguntas. —Mi sonrisa se vuelve burlona.
La comisura de su boca se contrae de nuevo y sus ojos casi se ven
suaves. Me gusta esta mirada en él.
Me observa durante un largo momento. Esa chica que exigió su trabajo
vuelve a la superficie y lo miró fijamente.
—Cena de Navidad —dice, todavía mirándome de esa manera
desconcertante que hace que mi estómago se revuelva—. Pavo, puré de
papas, salsa, guiso de brócoli.
—¿Salsa de arándanos?
Asiente.
—Hecha en casa, no enlatada.
—Por supuesto. —Sonrío—. ¿Estás loco por la Navidad?
—En realidad no, pero a mi mamá le encanta. —Mira a Daisy, que tiene
un palo en la boca y está tratando de atraer a otro perro para que la
persiga—. Pasamos la mayor parte del tiempo cocinando juntos y viendo
películas navideñas.
La forma en que lo dice me hace pensar que simplemente le gusta verla 57
feliz.
Me mira, estudiando mi rostro.
—También me gustaron esas enchiladas que hiciste.
El orgullo llena mi pecho por un trabajo bien hecho.
—Excelente. Las haré de nuevo.
Daisy pasa corriendo a nuestro lado, perseguida por un golden
retriever, pasándoselo como nunca y le sonrío a Jamie. Su boca se tuerce
cuando nuestros ojos se encuentran.
Cada vez que sonrío, su boca se tuerce. Darme cuenta de eso hace que
mi estómago arda y se sienta líquido, así que le sonrío más ampliamente.
Tal vez no sea tan idiota, después de todo.
—Próxima pregunta. —Mis manos se están enfriando, así que las meto
en los bolsillos de mi chaqueta—. ¿Por qué hockey?
Mirando alrededor del parque, entrecierra los ojos mientras arma su
respuesta.
—Ni siquiera sé por dónde empezar.
—Empieza por el principio.
Resopla.
—Obtuve mi primer palo de hockey a los dos años.
—Vaya. —Mis cejas se alzan—. ¿Tu papá es un gran fanático del
hockey?
Su expresión cambia, apenas de manera perceptible y frunce el ceño.
—Lo era. Murió.
—Oh. —Mi corazón se hunde y ahora recuerdo haber leído esto. Mierda.
Debería haber recordado—. Lo siento mucho.
Niega.
—Está bien. No lo recuerdo. Sucedió cuando yo era muy joven. Era un
borracho y enredó su propio auto alrededor de un poste.
—Mierda —respiro. Eso es tan trágico. Estudio a Jamie, pero él no
parece afectado por esto.
—En serio —Me mira—. No lo recuerdo. Siempre hemos sido mi madre
y yo. Eso es suficiente para mí. —Aparta la mirada, frotándose la afilada
mandíbula—. El hockey es de ritmo rápido, más que cualquier otro deporte
y la sensación de estar concentrado en el juego, excluyendo todo lo demás,
es… —La comisura de su boca se tuerce de nuevo y su mirada se encuentra
con la mía—. En el hielo, es como si nada más existiera.
58
Mi corazón se contrae. Así es como me siento cuando estoy escribiendo
canciones. O cuando solía hacerlo. Como si todo se alejara.
—Me gusta ser parte de un equipo —dice, arqueando una ceja—. Pero
también me gusta ser el único hombre en la red. —Sus grandes hombros se
levantan en un encogimiento de hombros—. Me gusta la presión.
—¿Te gusta tu nuevo equipo?
—He jugado contra ellos antes, pero no soy amigo de ninguno de ellos.
—¿Qué pasa con esos cupcakes?
Su mirada se dispara a la mía en confusión.
—El recipiente estaba vacío. Se los diste a tus compañeros de equipo,
¿verdad? —Se congela, una mirada culpable cruza su hermoso rostro y mi
mandíbula se abre—. Ay dios mío. Los tiraste.
Se mueve, mirando alrededor del parque. La mirada culpable se
intensifica.
—Jamie. —Le doy una mirada horrorizada y cuando digo su nombre,
se gira y me presta toda su atención.
Es embriagador.
—¿Tiraste esos cupcakes a la basura? —Me cruzo de brazos, pero
puedo sentir la sonrisa retorciéndose en mi boca—. Fueron terribles, ¿no?
Nuestros ojos están bloqueados y el lado de su boca ni siquiera se
contrae, se está curvando hacia arriba. Dios, sus ojos son bonitos. La forma
en que me mira, divertido e intenso, hace que mi estómago se revuelva como
loco.
¿Estamos coqueteando ahora mismo? No puedo apartar la mirada de
él.
—Estuvieron increíbles. —Su mirada cae a mi boca y mis ojos se abren
una fracción.
Estamos coqueteando en este momento. ¿Qué?
Parpadeo unas doce veces, memorizando este momento para poder
analizarlo con Hazel más tarde.
—Así que no los tiraste.
Sacude la cabeza, todavía dándome esa media sonrisa burlona.
—Me comí hasta el último.
Me estoy derritiendo. Esa es la única explicación de lo que me está
pasando ahora mismo por dentro.
—Oh.
—Sí. —Su sonrisa se ha borrado, pero sus ojos siguen brillando, 59
divertidos, casi felices, incluso.
—Si hago más, ¿van a llegar al equipo?
—Probablemente no.
Me río y la comisura de su boca se contrae.
Dios, quiero ver una sonrisa completa tan desesperadamente. Apuesto
a que me derribaría, haría que mi cabello se agitara con su fuerza.
—Trajiste tu guitarra —dice, cambiando de tema.
Mi estómago se agita. No puedo decirle la verdad.
—No es nada. —Fuerzo una sonrisa y niego. Entonces pongo los ojos
en blanco. Demasiado, me digo. Demasiado falso—. Es mi vieja guitarra para
la que Hazel no tiene espacio. La compré después de graduarme. —Las
campanas de alarma suenan en mi cabeza a medida que me acerco al tema
de la escuela. Pongo los ojos en blanco de nuevo, tratando de transmitir una
vibra de no importa, que nunca he sido capaz de dominar—. Ya ni siquiera
la toco.
Está haciendo esa cosa de mirar fijamente de nuevo que me hace sentir
como si no tuviera ropa puesta.
—¿Por qué no?
—Um. —Todo en lo que puedo pensar es en Zach en el escenario con
esa nueva mujer y en lo fácil que fui reemplazada. Con un mejor modelo,
también. Nuevo y mejorado.
—No sé. —Frunzo el ceño a mis zapatillas—. Aprendí cuando tenía doce
años, y luego conocí a Zach… —lo miro—. Mi ex.
Hace un ruido triste de reconocimiento.
—Siempre nos metíamos con la música y esas cosas. Tocaba una
melodía y la cantábamos juntos o algo así. —Juego con el dobladillo de mi
chaqueta—. Incluso cuando estábamos de gira, a veces tocaba si solo
estábamos él y yo pasando el rato. —La vergüenza se asienta en mi estómago
y me muerdo el labio inferior con los dientes.
Odio ser la chica que fue dejada. Odio que Zach me haya dejado una
fea marca. La ruptura es como un peso que me sujeta.
Levanto mi mirada hacia la de Jamie y hay algo en su expresión
mientras me escucha hablar. Algo dulce y agudo, y me hace querer
quedarme aquí en este parque por un día entero, hablando.
—Lo que sea —digo, poniendo una sonrisa para alejar los extraños
sentimientos sobre Zach—. Está en el pasado.
Sus ojos recorren mi rostro. 60
—Tienes una linda voz.
Mi rostro se contrae y la vergüenza me atraviesa.
—¿Me escuchaste cantar?
Su nuez de Adán se balancea mientras asiente.
—Ese día yo…
Correcto. El día que casi me vio desnuda. Qué vergüenza. Mi rostro
arde.
—Todos suenan bien en la ducha.
—No. —Me da una mirada dura—. No lo hacen.
Cielos, es tan intenso. Un pequeño escalofrío rueda por mi espalda ante
su tono firme. ¿Será tan firme en la cama? Trato de no morderme el labio
ante la excitación que brilla a través de mí. La idea de Jamie Streicher
encima de mí, desnudo, sudando y con una mirada de éxtasis agonizante,
es muy, muy caliente.
—Tienes una gran voz —dice de nuevo—. Lo sabes.
Cuando mi profesora de música de doceavo grado me dijo eso, Zach
hizo que pareciera que la profesora estaba siendo amable. Como si sintiera
pena por mí.
—No voy a hacer nada con eso.
Me mira.
—No tengo madera de artista —le digo, haciéndome eco de las palabras
que dijo Zach hace años.
No lo tienes, había dicho. Uf. Todavía es vergonzoso que incluso lo haya
intentado. Especialmente cuando mi mente va a su nueva y maniática chica
soñada.
—Está bien —tranquilizo a Jamie.
—Tu ex es un puto perdedor por dejarte ir —dice.
Se me corta el aliento. Sus ojos brillan con furia e inclino mi cabeza,
estudiándolo. Frunce el ceño más fuerte. Está a punto de continuar, pero lo
interrumpo.
—Vamos. —Mi tono es brillante. No quiero estar triste, ser la chica
perdedora en este momento. Solo quiero olvidar
Su mirada se detiene en mí por un momento antes de asentir y dejarla
caer. Mientras caminamos a casa, le pregunto sobre su próximo horario y
busco otras formas en las que puedo ayudar en el apartamento. Sin
embargo, se resiste y, además de cuidar a Daisy y hacer los pedidos, no pide
mucho.
Sin embargo, hago una nota mental para comprar más ingredientes
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para cupcakes.
Estamos a una manzana del apartamento cuando algo en el escaparate
de una tienda de música me llama la atención y me detengo en seco.
Ay dios mío.
La guitarra de mis sueños se exhibe en la ventana delantera, reluciente.
Las fotos de la revista de guitarras que hojeé hace un par de meses no le
hacían justicia. En persona, puedo ver la fina artesanía, los detalles en la
veta de la madera, la forma que prácticamente puedo sentirla apoyada en
mi pierna mientras toco. Es más que hermosa. Mi mirada recorre cada línea,
cada cuerda, cada traste, memorizándola.
Está hecho de una mezcla de madera de nogal, caoba y abeto. En el
video que vi, la guitarra sonaba cálida, rica y completa. La compañía sólo
fabricó mil de ellas y hay una justo enfrente de mí.
Apuesto a que el interior de esa guitarra huele increíble. Creo que esto
es lo que llaman amor a primera vista.
La quiero. La quiero tan jodidamente mal. Sin embargo, no puedo
permitírmela. Si consigo el trabajo de marketing y soy muy, muy buena con
mi dinero, tal vez pueda encontrar una en uno o dos años.
Me detengo. ¿Por qué añoro la guitarra de mis sueños cuando ni
siquiera puedo agarrar la que tengo? Hay un dolor agudo en mi pecho.
Me doy cuenta de que Jamie me está mirando observar la guitarra, con
una expresión curiosa.
—Lo siento —grito, alejándome de la guitarra—. Vamos.

Cuando se va a su juego esa noche, en realidad se despide.


—Rómpete una pierna —le digo, sentándome en el piso de la sala,
entrenando a Daisy para que “lo deje”.
Su ceja se levanta en alarma.
—Buena suerte está bien.
Me imagino la brutalidad del hockey y cómo romperse una pierna no
es tan poco realista.
—Lo siento. Buena suerte.
Asiente una vez antes de irse.
Esa noche, estoy acostada en la cama, pensando en la conversación
que tuvimos en el parque. Reproduzco las expresiones faciales de Jamie, la 62
chispa divertida en sus ojos mientras me escuchaba hablar, el brillo
penetrante mientras hablaba sobre el hockey y por qué le encanta.
Desearía poder verlo sonreír. Me lo imagino y mi estómago se agita.
Y ahí está, un trino de notas en mi cabeza. Me siento en el dormitorio
oscuro. Son sólo unas pocas notas, pero es el mismo sentimiento de antes,
cuando me sentaba con Zach en un sofá con mi guitarra y bromeábamos.
Es una presión chispeante en mi pecho, como burbujas efervescentes.
Coloco mi mano sobre mi esternón, sonriendo por la ventana y estoy tan
aliviada que podría llorar.
Zach no me rompió. Esa chica que solía ser todavía está ahí. Sólo tengo
que encontrar una manera de sacarla.
Vuelvo a pensar en Jamie y me pregunto si tiene algo que ver con él.
Capítulo 13
JAMIE
—Streicher —Llama Ward mientras camino al vestidor después de la
práctica—. Ven a mi oficina cuando termines.
Mis entrañas dan un vuelco cuando le doy un rápido asentimiento y
me dirijo a las duchas. Ser llamado a la oficina del entrenador es como ir a
la oficina del director. En la ducha, reviso mis juegos y prácticas recientes.
Si Ward va a mencionar mis debilidades, necesito estar listo.
La puerta de su oficina está abierta cuando llego y levanta la vista de
su laptop.
63
—Oye. —Se pone de pie—. Vamos a almorzar. —Inclina la cabeza hacia
la calle debajo de la ventana de su oficina—. Conozco un lugar.
Un peso se acumula en mi estómago. Si fuera algo fácil, simplemente
hablaríamos en su oficina. El almuerzo significa una conversación más
amplia, y sea lo que sea, no me emociona escucharlo.
Ward hace una pequeña charla mientras salimos del estadio y
caminamos por las calles del centro de Vancouver.
—Por aquí —dice, bajando por un callejón.
Levanto una ceja y miro hacia el callejón estrecho, pero camina con
determinación y dirección, así que lo sigo hasta una puerta verde. Encima,
un letrero desgastado dice The Filthy Flamingo. Lo abre y el rock clásico sale
a bajo volumen.
—Después de ti, Streicher.
Doy un paso adentro. Es un bar, con cálidos paneles de madera en las
paredes, carteles de conciertos enmarcados de época, fotos Polaroid detrás
de la barra entre botellas de licor y guirnaldas de luces en el techo. La gente
se sienta en las cabinas, almorzando.
—¿Me trajiste a un antro? —le pregunto a Ward mientras la puerta se
cierra detrás de nosotros.
—Oye —espeta una mujer, sosteniendo una bandeja de bebidas detrás
de la barra. Tiene veintitantos años, con el cabello largo y oscuro recogido
en una cola de caballo alta. Lleva una camiseta de banda de aspecto antiguo
y el ceño fruncido.
—Esto no es un antro.
—No es un antro, Streicher —dice Ward lo suficientemente alto para
que ella lo escuche.
La camarera lo mira antes de llevar las bebidas a una mesa.
Ward se inclina.
—Es un antro, pero no decimos eso frente a Jordan. Este lugar es su
bebé.
Tomamos asiento en el mostrador mientras miro el espacio. Tres
opciones de almuerzo están escritas en la pizarra detrás de la barra y tengo
la impresión de que esas son mis únicas opciones.
Me gusta este lugar. Es raro. Al viajar a Vancouver a lo largo de los
años, permanecía en North Van con mi madre o en una habitación de hotel.
Este bar de mierda se siente como una pequeña conexión con la ciudad que,
con suerte, volverá a ser mi hogar por un tiempo.
Me pregunto si Pippa conoce este lugar.
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—Jordan odia el hockey. —La voz de Ward es baja—. Así que nadie nos
molestara aquí. —Me sonríe y sus ojos siguen a la espinosa camarera con
interés antes de volver a centrar su atención en mí—. ¿Aun estas
adaptándote? Tuviste ese contratiempo con tu asistente. ¿Está todo
solucionado?
—Sí —digo rápidamente—. Todo es estupendo. Ella es una gran ayuda.
Ward sonríe, gratamente sorprendido.
—Me alegra escucharlo.
Jordan toma nuestras órdenes y, cuando se va, Ward me mira con
curiosidad.
—No llegaste a la cena la otra noche.
Está hablando de la cena informal que me salté.
—Tenía que ver a mi mamá.
Asiente en comprensión, inspeccionando las Polaroids detrás de la
barra. Una pausa.
—No pasas mucho tiempo con los muchachos después de los juegos.
En mi taburete, me muevo con incomodidad. Algunos tipos de la NHL
se hacen amigos de sus compañeros de equipo y otros no. Mi entrenador de
Nueva York no tuvo ningún problema en que me mantuviera concentrado y
fuera de problemas. Lo último que necesita una franquicia son sus
jugadores en los medios por salir de fiesta. No fui el mejor portero de la liga
el año pasado debido a que me la pasé bebiendo con mis compañeros.
Mis pensamientos se enganchan y me imagino a Rory Miller y a mí
jugando al hockey cuando éramos adolescentes. Su padre, el miembro del
Salón de la Fama de la NHL, Rick Miller, organizaba tiempo extra en el hielo
para nosotros en el estadio local, y pasábamos horas practicando
lanzamientos, riéndonos y gritándonos el uno al otro.
Ese tipo era mi mejor amigo. Mi mandíbula se tensa y cruzo los brazos
sobre mi pecho. Ya no hago ese tipo de cosas.
—Me concentro en el hockey —le digo, ofreciéndole un encogimiento de
hombros—. No ha sido un problema hasta ahora.
Su boca se contrae.
—Streicher, tu concentración es insuperable. —Hace una pausa—.
Pero quiero que pases más tiempo con los muchachos fuera del hielo. La
camaradería del equipo es tan importante como entrenar sobre el hielo.
Mis cejas se juntan.
—No tengo tiempo.
—Has tiempo. —Su sonrisa es fácil, pero la determinación en sus ojos
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no deja lugar a la duda.
Mi rodilla rebota de frustración. Mantener contento al entrenador es
una parte crítica de permanecer en el equipo. He visto a entrenadores con
grandes egos intercambiar jugadores por razones insignificantes. Hacerlo
enojar podría poner en peligro todo.
Encuentro la mirada de Ward. El tipo no parece tener ego, pero no
quiero correr ningún riesgo.
—De acuerdo —le digo.
Capítulo 14
PIPPA
El estadio está vacío a excepción de los jugadores en el hielo. La mitad
usa camisetas blancas sobre sus protectores y la otra mitad usa camisetas
azules y realizan ejercicios mientras Jamie y el portero de reemplazo
protegen cada red. El cuerpo técnico permanece al costado del hielo con un
portapapeles, dando comentarios a los jugadores.
Tomo asiento en las gradas detrás del banco, agarrando las llaves que
Jamie olvidó en el mostrador esta mañana.
Jamie está en la red, bloqueando los discos que los jugadores le
66
disparan. Es rápido como un rayo. Ni siquiera veo el disco y él ya lo atrapó.
Entre ejercicios, se pone de rodillas y hace estos movimientos de cadera para
estirarse. En mi cabeza, escucho música porno de los setenta y escondo la
sonrisa detrás de mi mano.
Suena el silbato y los muchachos patinan fuera del hielo antes de
atravesar el pasillo hacia el vestuario, quitarse los cascos y hablar entre
ellos. Algunos me envían miradas curiosas.
Un tipo grande y rubio con una sonrisa encantadoramente infantil se
apoya en la barandilla que nos separa. Su cabello húmedo está muy corto y
tiene los ojos más azules.
—¿Estás perdida? —pregunta.
—No. —Mis mejillas se ponen rosadas—. Soy Pippa, la asistente de
Jamie.
Su sonrisa se ensancha.
—Streicher no dijo nada sobre una linda asistente.
Una risa burbujea fuera de mí. Algunos hombres no pueden lograr esta
vibra, pero él sí. A pesar de su tamaño, se siente como un gran golden
retriever, tonto y divertido.
—Amigo —bromeo, haciendo una mueca de dolor—. ¿Esa es tu línea?
Se ríe, ni siquiera un poco avergonzado.
—¿Cómo es que nunca te he visto en uno de los juegos?
—Realmente no me gusta el hockey. —Hago una mueca y me encojo de
hombros—. Lo siento.
—Pippa.
Al sonido de la voz de Jamie, mi estómago burbujea. Jamie avanza
hacia nosotros con una expresión tormentosa. Su cabello también está
húmedo con sudor, lo que debería ser asqueroso, pero es extrañamente
sensual en él. Se detiene entre el hombre rubio y yo como si estuviera
tratando de protegerme.
Mi rostro se calienta aún más. Espero que no piense que estoy aquí
para buscar jugadores o algo así.
—Olvidaste tus llaves —le digo, ofreciéndolas—. No quería que te
quedaras afuera mientras paseo a Daisy.
—Gracias. —Las toma antes de lanzarle una mirada rara al hombre
rubio. Un mechón de cabello oscuro cae sobre los ojos de Jamie, pero él no
se da cuenta.
El hombre rubio me sonríe aún más. Para ser un jugador de hockey,
tiene unos dientes sorprendentemente bonitos.
67
—Soy Hayden Owens.
—Pippa.
—Hola, Pippa. —Hayden mira a Jamie—. ¿Cómo es que no la invitas a
los juegos?
Jamie frunce el ceño y me lanza una mirada.
—Yo cuido a su perra por las tardes, por lo general —digo rápidamente,
no quiero que Jamie esté en una posición incómoda.
Hayden se apoya en la barandilla y la mandíbula de Jamie se tensa.
—Pippa, hazme un favor, ¿de acuerdo? —Le hace un gesto con la
cabeza a Jamie—. Haz que este hombre salga con nosotros después de un
juego. La mitad del equipo le tiene miedo porque no habla.
Se me escapa una carcajada y Jamie vuelve su mirada hacia mí.
—Puedo verlo —le digo—. Tu deslumbras mucho.
Hayden se ríe.
La comisura de la boca de Jamie se contrae y mi estómago tiene esa
sensación burbujeante de nuevo. Sonrío más ampliamente, no puedo
evitarlo. Me estoy acostumbrando a estar cerca de él, y ese sentimiento de
asombro que tenía se está desvaneciendo lentamente.
Así que tenía un flechazo por él en la secundaria. Eso fue hace años.
He aprendido mucho desde entonces, principalmente a nunca, nunca salir
con uno de estos tipos superestrellas que tienen todo al alcance de la mano.
Nunca pasará nada con Jamie Streicher. Saber eso, refuerza mi confianza.
Hayden camina de espaldas al vestidor, señalándome.
—Pippa, encantado de conocerte —Señala a Jamie—. Recuerda lo que
dije.
Hayden se va y me pongo de pie, metiendo las manos en los bolsillos
de la chaqueta.
—Está bien, me voy a ir.
—Espera un segundo. —Jamie se frota la nuca y tengo curiosidad. Su
garganta funciona.
Es como si estuviera viendo una capa oculta, una en la que está
nervioso.
—Me estaba preguntando —dice, y espero—. Mi mamá. Me ha estado
molestando sobre venir a un juego.
—Oh, eso es muy agradable. —Una sonrisa aparece en mi rostro y me
pregunto cómo es su mamá—. ¿Quieres que organice los boletos con la
oficina?
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—Uh no. Yo puedo hacer eso. —Sus ojos se encuentran con los míos—
. Estaba pensando que podrías venir con ella.
Mi expresión es dudosa.
—Sabes que no sé nada de hockey, ¿verdad?
Su rostro se relaja y hace un ruido que es casi una risa. Casi. Como un
murmullo divertido.
—Está bien. A ella no le importa. Sólo hazle compañía.
—Puedo hacer eso. ¿Es gruñona como tú?
Lo solté sin pensar. Cuanto más salimos Jamie y yo, más fácil es
molestarlo así. Esto es muchísimo mejor que los incómodos y tensos
silencios.
Arquea una ceja y algo burbujea dentro de mí. Se siente como placer.
—No.
Aunque no está sonriendo, sus ojos brillan, animándome. Hago una
mueca exagerada de alivio.
—Bien. Esa sería una noche larga.
Me mira fijamente y yo aplano la boca para no reírme. Se siente como
si quisiera sonreír y mi corazón rebota en mi pecho como una pelota de ping-
pong. Si hubiera visto esta versión de Jamie en la secundaria, habría sido
una acosadora total.
—Muy divertido —dice en su lugar.
Pongo los ojos en blanco.
—Lo sé, soy hilarante. Está bien, me voy a ir a casa.
—Gracias por traerme las llaves.
—Ningún problema. —Doy dos pasos antes de detenerme y girarme
hacia él. Todavía está parado allí, mirándome partir—. ¿Jamie?
Espera, mirándome atentamente.
—Deberías salir con el equipo. Apuesto a que sería divertido.
Su mirada recorre mi rostro, y se siente como si quisiera decir algo,
pero sólo asiente una vez.
—Lo pensare.

69
Capítulo 15
PIPPA
Un jugador de San Jose golpea a Hayden contra los paneles frente a
nosotras y, a nuestro alrededor, los fanáticos gritan, golpean sus manos
contra el vidrio y lo sacuden. Un rugido de abucheos se eleva desde nuestro
extremo de la Arena.
—¡Eso es un maldito penalti! —Un hombre detrás de nosotros le grita
al árbitro.
La madre de Jamie, Donna, me mira con ojos brillantes, del mismo
verde intenso que los de Jamie.
70
—Esto es muy emocionante —dice, sonriendo—. Es más fácil decir eso
cuando mi hijo no es el que está siendo golpeado contra el vidrio.
Juguetea con una cadena de cuentas alrededor de su muñeca
izquierda, haciéndolas girar. Ha estado haciendo eso desde que llegamos al
estadio.
Le sonrío y mis ojos se fijan en Jamie en la red cerca de nosotras. Ver
a Jamie Streicher participar en un juego es una experiencia totalmente
diferente a sentarse en una práctica. Cuando bloquea el disco, la multitud
que nos rodea lo vitorea, aunque ni siquiera parece que se dé cuenta o que
no le importe. Al igual que en la práctica, es más rápido de lo que puedo
seguir, pero ahora, hay cinco muchachos tratando de enviar el disco a la red
mientras otros cinco luchan contra ellos. El cuerpo de Jamie se dobla y se
contorsiona en la red con movimientos filosos, pero hace que parezca fácil.
Es de ritmo rápido, brutal y está cargado de energía.
Me encanta.
Pensaba que el hockey era aburrido, pero tal vez nunca le presté
atención hasta ahora. Mi papá estaría encantado, por supuesto.
Mi mirada cae en los dedos de Donna mientras hace girar las cuentas.
—¿Puedo traerte algo? Puedo buscar otra bebida o algo de comida. Lo
que quieras.
Niega con una sonrisa.
—No, gracias, cariño. Estoy bien. —Inclina la cabeza, estudiándome—
. ¿Eres de Vancouver?
—Del Norte de Vancouver —digo sin pensar.
—Ahí es donde vivo. —Se ilumina y yo me congelo—. ¿Qué barrio?
No puedo mentirle, es demasiado amable y cuanto más trato de pensar
en algo, más pensamientos se me escapan de la cabeza, así que digo la
verdad.
—Berkley Creek.
—De ninguna manera. Ahí es donde creció Jamie.
—De ninguna manera. —Fuerzo una sonrisa mientras mi pulso se
acelera.
Su ceño se arruga con curiosidad.
—¿A qué escuela fuiste? —Hay un par en el área y no es raro que los
estudiantes vayan a escuelas fuera de sus áreas de captación para
programas especiales.
—Um. —Aquí vamos, supongo.
71
Alguien nos toca el hombro antes de señalar la pantalla de arriba. El
juego se detiene por un momento y la madre de Jamie aparece en la pantalla.
—Por favor, denle una bienvenida muy especial a la mujer detrás de
Streicher Shut Out —pide el locutor—. ¡Donna Streicher!
El estadio vitorea y Donna se ríe y saluda a la cámara, mirándonos en
la pantalla. Señala a Jamie y le lanza besos. Un coro de awws se eleva
alrededor de la Arena.
Sonrío más fuerte. La mamá de Jamie es tan agradable y linda, y está
tan orgullosa de él.
Y gracias a Dios por esa interrupción.
—Jamie me dice que tienes una bonita voz para cantar —dice Donna
unos minutos más tarde mientras los jugadores se reúnen para un
enfrentamiento.
¿Dijo que?
—¿También eres artista?
Mi estómago se revuelve.
—Realmente ya no hago eso.
Su boca se contrae en una sonrisa irónica y torcida.
—Oh, querida. Me encantaría escuchar una canción eventualmente. Si
Jamie dice que eres buena, debes serlo. —Palmea mi mano en mi rodilla—.
No hay problema, cariño.
Ambas hacemos una pausa mientras San Jose patina hacia la red de
Vancouver. La energía a nuestro alrededor aumenta cuando su delantero
lanza el disco a Jamie. Golpea el fondo de la red y la multitud deja escapar
un gemido colectivo.
—Estará enojado por eso. —Donna todavía está jugando con las
cuentas—. Es muy duro consigo mismo, pero así es como llegó aquí. —Hace
un gesto hacia el hielo—. Desde que era un niño, ha asumido toda la
responsabilidad. Me preocupo por él. —Una sonrisa se levanta de la
comisura su boca y me mira. —Estoy muy contenta de que te tenga a ti para
ayudar. Él se preocupa demasiado.
Asiento.
—Sí, me he dado cuenta. Pero se unió a mí en un paseo el otro día.
Arquea una ceja y sus ojos brillan.
—¿Oh?
—Dijo que ayuda con el dolor muscular, moverse después de la práctica
así. 72
Sus ojos quedan fijos en mi rostro, interesados y divertidos como si
tuviera un secreto.
—Oh. Sí. Eso tiene sentido. ¿Cómo llegaste a ser asistente?
Le hablo de mi título, la gira de Zach, dejando de lado los detalles de
cómo me fui, y cómo quiero conseguir un trabajo en marketing con el equipo.
Sonríe cariñosamente.
—Eso es genial, Pippa. Estoy segura de que lo que sea que quieras en
la vida, lo harás realidad.
Le muestro una sonrisa débil. El marketing no es mi sueño, pero es mi
mejor opción. Puedo escuchar las voces de mis padres en mi cabeza. ¡No hay
nada de malo en un trabajo estable, Pippa! La culpa me atraviesa. Me
pagaron los estudios cuando tanta gente tiene que juntar préstamos
estudiantiles o saltarse la universidad por completo. ¿A quién le importa si
no es mi sueño?
Aprendí mi lección sobre perseguir mi sueño. Mi mirada se dirige a
Jamie mientras observa el disco en el otro extremo del hielo.
Algunas personas están destinadas a perseguir sus sueños, pero yo no
soy una de ellos.
Mientras los jugadores se cambian y hablan con la prensa después del
partido, nos dirigimos al palco reservado para amigos y familiares. El palco
está lleno de personas: jugadores, entrenadores, cónyuges, hijos y amigos.
Reconozco a algunos entrenadores y jugadores, incluido Hayden, que me
saluda amistosamente.
Le muestro a Donna fotos de Daisy mientras esperamos a Jamie.
—Oh Dios mío. —La mano de Donna se dirige a su boca mientras sonríe
ante una foto de Daisy a mitad de carrera—. Esto es demasiado lindo.
Detrás de Donna, pasa una camarera con una bandeja de bebidas.
—Me encanta donde sale con la lengua fuera. —Me desplazo a través
de las imágenes, sonriendo—. Tomo unas doce fotos al día.
Por el rabillo del ojo, veo que un jugador golpea accidentalmente a la
camarera. Sus ojos se abren de par en par y se apresura a colocar la bandeja
derecha, pero es demasiado tarde. Las bebidas se vuelcan y se derraman,
salpicando la manga de Donna. Los vasos se estrellan contra el suelo y todos
en el palco se vuelven para mirar.
73
—Lo siento mucho —jadea la camarera.
A nuestro alrededor, la gente recoge los fragmentos de vidrio, nos pasa
servilletas y limpia el derrame en el piso.
—Traeré más servilletas. —Nos dice la camarera—. Quédense aquí.
—Ups. —Le paso a Donna una toalla de mano con el logo de Vancouver
Storm.
Donna se frota la manga sin decir nada.
—¿Estás bien? —pregunto.
Se aclara la garganta antes de que sus ojos se desplacen por la
habitación. Se ha puesto pálida como una sábana y parece que no me ha
escuchado. Parpadea y mira hacia la puerta que conduce al pasillo.
—¿Donna?
—¿Mmm? —Se gira para mirarme. Su pecho sube y baja rápidamente.
Algo está mal. Tengo esa sensación en mis entrañas. Está actuando
diferente.
—¿Estás bien? —pregunto de nuevo en voz baja, colocando mi mano
sobre su brazo—. ¿Puedo traerte algo?
Al contacto de mi mano con la de ella, se vuelve hacia mí con una
mirada desconcertada, como si se hubiera olvidado de que estaba allí.
—Necesito un poco de aire. Necesito salir. —El tono de su voz ha
cambiado por completo.
La mujer ingenua y cálida de momentos antes se ha ido y ahora suena
petrificada. Fuerza una sonrisa y sé que es forzada porque hago eso todo el
tiempo.
—El baño de damas —dice, sonando sin aliento. Ella ya se está
alejando—. Vuelvo enseguida.
Tengo un mal presentimiento mientras la veo caminar hacia la puerta.
Una vez escuché que las personas que se están ahogando a menudo corren
al baño para evitar hacer una escena, cuando es el lugar más peligroso
porque nadie puede ayudarlos.
Donna no se está ahogando, pero definitivamente no está bien.
Me apresuro tras ella. Cuando abro la puerta del baño de damas, está
frente al fregadero, echándose agua en la manga. Está jadeando, respira
superficialmente y de manera rápida. Ojos abiertos de par en par.
Mi mente da vueltas, no sé qué hacer. No sé qué está pasando. Sus ojos
recorren rápidamente el pequeño espacio mientras trata de inhalar más aire.
—¿Qué está sucediendo? —pregunto, corriendo a su lado.
—Estoy bien. —Su voz tiembla cuando cierra el grifo, y está jadeando
74
más fuerte que nunca, agarrándose al borde del fregadero para sostenerse.
Se apoya contra la pared y las campanas de alarma suenan en mi cabeza.
No puede respirar. Está teniendo un ataque de pánico.
Capítulo 16
PIPPA
—Donna. —Mi voz es fuerte y firme mientras me coloco frente a ella—.
Mírame.
Su mirada se eleva, aterrorizada, mientras jadea por aire.
Señalo mis ojos.
—Aquí mismo.
Asiente frenéticamente.
75
—Vamos a respirar juntas. —Me esfuerzo por recordar lo que hace
Hazel en sus clases de yoga—. Inhala, dos, tres, cuatro —digo, lento y
constante, manteniendo el contacto visual con ella—. Exhala, dos, tres,
cuatro, cinco, seis. Excelente. Buen trabajo. Inhala, dos, tres, cuatro.
Está temblando, tratando de tomar aire con mi ritmo lento. Se está
desplomando más en la pared y me preocupa que se resbale, así que la
ayudo a sentarse en el piso y tomo el lugar a su lado.
—Lo estás haciendo genial. —Me lanzo a otra respiración contada.
—Esto nunca sucede —dice, sacudiendo la cabeza.
Asiento con comprensión.
—Ningún problema. Solo vamos a respirar a través de esto.
Sus ojos se clavan en los míos, llenos de miedo.
—Es el olor del bourbon. Simplemente me hace perder la cabeza.
—Está bien. —Mi voz es tranquila y le cuento a través de otro suspiro.
La puerta se abre y una mujer nos mira sentadas en el suelo y vuelve
a salir. Dirijo a Donna a través de más ejercicios de respiración. No sé lo que
estoy haciendo, pero esto parece estar ayudando. Después de cinco minutos,
parece que está bien. Temblorosa, pero puede respirar por sí misma. Su
respiración es profunda y fuerte.
—Estoy bien —dice, asintiendo con los ojos cerrados—. Lo siento
mucho.
Mis ojos se abren de par en par.
—Donna, no te disculpes. Por favor. Esto es solo… —Me encojo de
hombros—. Esto es solo la vida.
La comisura de su boca se levanta mientras me ofrece una sonrisa
agradecida.
—Eres increíble, ¿lo sabías?
Sacudo mi cabeza, riéndome.
—No sé lo que estoy haciendo.
Ríe.
—Yo tampoco.
Estamos en silencio por un momento. Puedo escuchar a la gente
charlando en el pasillo, yendo a casa. Mi mente salta a la frecuencia con la
que Jamie visita a su madre. Dijo que esto nunca sucede, pero se dirigió al
baño de damas lo suficientemente rápido como para decirme lo contrario.
—¿Jamie sabe que tienes ataques de pánico?
76
Suspira
—Sí. —Me da una mirada suplicante—. Por favor, no le hables de esto.
Ya tiene suficiente de qué preocuparse con el hockey.
Hago una mueca de incomodidad. Él es mi jefe. No puedo guardarle
secretos. Entonces, pienso en Zach arreglando que me envíen al aeropuerto.
Sé lo que es estar avergonzado por algo que no es culpa tuya.
—Bueno. —Mi boca se tuerce—. Pero creo que deberías decírselo.
Resopla.
—Intentará mudarse conmigo de nuevo.
Hay una conmoción en el pasillo. Voces elevadas.
—¿Dónde está ella? —La voz de Jamie resuena.
Mi pulso se dispara, y salto, intercambiando una mirada con Donna
antes de abrir la puerta. Jamie está parado afuera de la puerta del palco,
con los brazos cruzados y la mandíbula apretada, mientras la mujer que
entró al baño hace un gesto por el pasillo hacia el baño. El rostro de Jamie
está sonrojado por el esfuerzo y sus ojos están brillantes, y hay un aleteo en
mi pecho. Dios, es tan jodidamente hermoso, incluso cuando está furioso.
Jamie se encuentra con mi mirada, y el destello de ira en sus ojos
desaparece. Sus hombros se inclinan hacia abajo.
—Hola —digo alegremente—. Solo tuvimos que usar el baño —miento.
Se acerca furioso, mirando a Donna, que aparece detrás de mí en el
pasillo fuera del baño.
—Alguien dijo que había una mujer en el baño con un ataque de pánico.
Donna deja escapar un suspiro y pone los ojos en blanco.
—Demasiado para eso.
—Mamá. —Su tono es agudo, con la preocupación escrita en todo su
rostro.
Lo ignora.
—Así que me emocioné un poco.
—¿Qué pasó? —demanda Jamie. Cuando su madre deja escapar otro
suspiro de frustración, se gira hacia mí—. ¿Qué? ¿Sucedió?
—La camarera accidentalmente me derramó alcohol —admite Donna—
. Pippa me ayudó a recuperarme y ahora estoy lista para ir a casa y leer mi
libro. Voy a buscar un Uber.
Ya está sacudiendo la cabeza.
—Te estoy llevando.
Ella ya tiene su teléfono en la mano y está tocando la aplicación. 77
—No.
Veo de dónde saco su terquedad.
—Sí.
Lo mira con la comisura de la boca curvada hacia arriba.
—No. Estoy perfectamente bien ahora, gracias a Pippa. —Me lanza una
cálida sonrisa, y esta vez, sus ojos brillan.
No sé qué decir. No puedo creer que los ejercicios de respiración hayan
ayudado.
—No fue nada.
Niega.
—No, no lo fue. —Me guiña un ojo.
Después de que Donna promete enviarle un mensaje de texto en cuanto
llegue a casa, Jamie cede y todos bajamos las escaleras para esperar su
auto. Cuando se detiene, me envuelve en un cálido abrazo.
—Te veré pronto —me dice, y tiene esa forma de decirlo como si
fuéramos viejas amigas. Cuando abraza a Jamie, inclina la cabeza en mi
dirección—. No dejes que se escape.
Mi rostro arde. Sé que se refiere a ser su asistente, porque hago su vida
más fácil, pero no puedo evitar escucharlo de otra manera. De manera
romántica.
No, me digo. No iremos allí. Lo último en lo que está pensando Jamie
Streicher es en salir con su asistente y no tengo ninguna idea sobre salir con
otro chico famoso.
—Envíame un mensaje de texto cuando estés en casa —le recuerda
mientras entra en el auto, despidiéndose.
Observamos el auto alejarse antes de que sus ojos se fijen en mi rostro.
No tienen el borde duro que suelen tener.
—Gracias. No sé qué hubiera pasado si no fuera por ti. La última vez,
ella conducía, y… —Sus cejas se tiran hacia abajo—. Estrelló su auto.
—Mierda. —Mi boca se abre.
—Ella estaba bien —agrega rápidamente, cruzando los brazos. Su
mandíbula hace tictac y el dolor me apuñala en el estómago por él. Se ve
tan preocupado.
—Ella está bien —le digo con lo que espero sea una sonrisa
tranquilizadora.
—Sí. —Sus ojos recorren mi rostro, mi cabello, que está suelto
78
alrededor de mis hombros esta noche.
La forma en que me mira hace que un cálido peso se asiente en mi
estómago.
Señala el estacionamiento.
—Vamos.
—Oh. Iba a caminar.
Sus cejas se arquean.
—¿Por qué? Vamos al mismo lugar. Además —dice, mirando a nuestro
alrededor—, no es seguro que camines sola hasta la casa.
Dejo escapar un resoplido divertido.
—Jamie, en comparación con algunos de los lugares en los que estuve
durante la gira, Vancouver es muy seguro.
Me mira con la mandíbula apretada.
—No, Pippa.
La forma en que dice mi nombre, así de severo y exigente, envía un
escalofrío por mi espalda.
Antes de que pueda responder, pone su mano en mi espalda baja. Un
pulso de algo tibio y líquido me golpea en la parte baja del vientre y se me
corta el aliento.
Cuando llegamos a su auto, un crossover de lujo negro que
probablemente vale más que la casa de mis padres, me sostiene la puerta
abierta antes de entrar al lado del conductor.
Su esencia limpia y masculina llega a mi nariz, y mis ojos casi se ponen
en blanco. Huele increíble y estar en un espacio confinado con él es un gran
error. Mi mirada se desliza hacia sus manos en el volante mientras salimos
del estacionamiento.
Tiene manos grandes.
Dios, Pippa. Aparto la mirada y miro por la ventana mientras conduce.
—Es por eso que me mudé a casa —dice en voz baja.
Sus cejas se juntan y tengo la sensación de que todavía está
preocupado por su madre. Pienso en lo que dijo Donna durante el juego,
cómo Jamie toma los problemas de los demás.
Nada de eso es justo. No es justo que Donna sufra ataques de pánico y
no es justo que Jamie sienta la necesidad de arreglarlo por ella. Entiendo
que así es como funciona la familia, uno cuida a sus seres queridos. Aun 79
así, desearía que Jamie dejara más espacio para él. ¿Quién lo cuida?
Está callado, mirando el camino. Me doy cuenta de lo buen conductor
que es, confiado pero cauteloso. Como si no tuviera nada que probar.
Su mirada se conecta con la mía antes de volver a la carretera.
—Gracias por venir al juego.
—Me divertí. —La forma en que Jamie se movía sobre el hielo se repite
en mi cabeza—. Eres muy rápido allí fuera. Estás destinado a ser un jugador
de hockey.
Hay algo divertido en su mirada y parece que quiere decir algo. El auto
se siente demasiado pequeño de repente y hay un cálido tirón en mi corazón.
—Gracias, Pippa —dice en voz baja.
Cuando llegamos a casa, Daisy corre hacia nosotros moviendo la cola.
La saludo y alcanzo su correa para sacarla una vez más antes de acostarme,
pero los dedos de Jamie rozan los míos mientras me quita la correa.
—Lo haré.
—No me importa —le digo.
—Me toma un tiempo relajarme después de un juego. Estaré despierto
durante horas.
Una imagen parpadea en mi cabeza: él relajándose de una manera
diferente. De pie en la ducha, a altas horas de la noche, con una mano en
los azulejos de la ducha mientras el agua rueda por su pecho y abdominales
perfectos y cincelados, la otra mano empuñando su polla. Apuesto a que sus
labios se separarían y tendría una expresión torturada mientras se corre.
—Bueno. —Mi rostro se pone rojo mientras empujo la imagen fuera de
mi cabeza.
No puedo estar pensando cosas así.
—Buenas noches. —Su mirada cae a mi boca y mi pulso tartamudea
mientras frunce el ceño.
Estoy congelada, atrapada en mi lugar, mientras mira mi boca como si
lo ofendiera. Daisy está esperando a nuestros pies, pero parece que ni
siquiera se da cuenta. Sus ojos arden, y soy más consciente que nunca de
lo grande y ancho que es este tipo.
Bajo en mi estómago, la excitación florece.
—Buenas noches. —Mi voz es un chillido mientras me apresuro a ir a
mi dormitorio.
Más tarde, mientras estoy acostada en la cama, estoy perdida en mis
pensamientos, pensando en cómo Jamie cuida de todos. ¿Pero quién lo 80
cuida?
Un pensamiento sucio se cuela en mi cabeza. Somos Jamie y yo,
enredados en las sábanas, él encima de mí, sus gruesos brazos lo sostienen
a cada lado de mi cabeza, enjaulándome. Está empujando dentro de mí. Su
boca se abre y sus ojos se vuelven deliciosamente borrosos. Hay un cálido
repiqueteo de presión entre mis piernas y mi pulso se acelera.
Así es cómo cuidaría a Jamie.
Está totalmente fuera de mi liga, y he sido quemada por tipos de su
nivel antes. No debería querer follarme a Jamie, pero de verdad, de verdad
quiero.
Capítulo 17
JAMIE
En la mañana del domingo, permanezco acostado en la cama, mirando
por la ventana las montañas al otro lado del agua. Es sólo octubre, pero
después de una reciente ola de frío, hay nieve en la parte superior de ellas,
una capa blanca en los árboles.
También estoy pensando en Pippa y la dulce curva de su boca. Ha sido
así toda la semana. No puedo quitarme un pensamiento en particular de la
cabeza.
Realmente, realmente quiero follarme a mi linda asistente.
81
Se me escapa un gemido de frustración y cierro los ojos. Yo lo sé mejor.
Todo sobre Pippa es peligroso: su boca exuberante, su sonrisa, su dulzura.
En la secundaria, ella era solo la chica que me fascinaba, pero a medida que
la conozco, se está convirtiendo en más. Puedo sentirlo.
Aunque no voy a hacer nada al respecto. Jugar con la mujer que trabaja
como mi asistente es una forma fantástica de joder mi vida y la de ella.
Después de que Pippa ayudará a mi madre durante su ataque de pánico,
confío en ella. Me he empezado a acostumbrar a Daisy y espero con ansias
volver a casa y verla meneando la cola, emocionada de verme. Sin Pippa,
tendría que conseguir una nueva asistente o encontrar otro hogar para
Daisy.
No quiero ninguna de esas cosas.
¿Y después de lo que pasó con Erin? Lo sé mejor. Involucrarse con
alguien no es parte del plan. Mi mente se desplaza a Erin y su expresión
devastada cuando se dio cuenta de que no estaba listo para más. La lastimé
tanto que dejó toda su carrera. Se merecía mucho más de lo que yo podía
darle.
Pippa también lo hace.
Ella y mi mamá tienen planes de llevar a Daisy a una caminata al Norte
de Vancouver el próximo fin de semana. De hecho, me gusta que viva aquí.
Escucharla moverse por la cocina para preparar su café de la mañana es la
mejor manera de despertarse.
Me imagino la boca de Pippa alrededor de mi polla, sus ojos gris
azulados mirándome, midiendo mi reacción. La sangre corre a mi pene y
estoy duro.
Casi la mejor manera de despertar.
Me imagino sus suaves labios de nuevo, su cabello sedoso que me
encantaría envolver alrededor de mi puño mientras meto mi polla en su
apretado coño. La excitación endurece mi ingle y me duele la polla. Me quito
el bóxer y le doy una caricia a mi longitud. Una gota de líquido preseminal
aparece en la punta y tomo aire, dejándolo salir con un gemido.
No debería estar haciendo esto.
Sólo estoy pensando en ella, responde otra parte de mí. Mejor esto que
actuar en consecuencia.
Mientras me acaricio, las imágenes de Pippa pasan por mi cabeza. Su
cabello sobre mi almohada, su espalda arqueada mientras lamo entre sus
piernas. La forma en que los músculos de su estómago se apretarían
mientras se corre, las pestañas revoloteando. Apuesto a que se mordería el
labio mientras la acaricio. 82
Mis testículos se aprietan. Jesucristo. Mi mano trabaja rápido, y
empuño las sábanas con la otra. Pienso en lo cálida y suave que sería su
boca, en lo jodidamente increíble que se vería con mi polla entre sus labios
afelpados. La chispa burlona en sus ojos mientras disminuye la velocidad,
manteniéndome justo en el borde.
La presión y el calor en la base de mi columna se desbordan y me corro,
derramándome por todo mi abdomen y pecho con un bajo gemido.
Mierda. Estoy respirando con dificultad, mirando al techo, deseando
que me acabara de correr sobre Pippa en lugar de sobre mí.
Después de una ducha, me dirijo a la sala, a un asiento de primera fila
del culo de Pippa en mallas de yoga.
Mi polla se contrae mientras la miro fijamente, doblada por la cintura,
limpiando granos de café del suelo. Se gira y se endereza con una sonrisa.
—Buen día. —Sus ojos se demoran en mi cabello húmedo antes de
señalar una taza en el mostrador—. Aquí hay café para ti.
Mis cejas se juntan. Pippa hace esto, me hace café y no sé cómo
sentirme al respecto. No estoy acostumbrado a que alguien haga estas cosas
por mí.
Un extraño calor se extiende a través de mi estómago, y le doy un rápido
asentimiento.
—Gracias.
Cuando llego más allá de ella, su olor me rodea. ¿Vainilla, tal vez coco?
Algo ligero y dulce, como ella. Mis testículos se aprietan.
¿Cómo es que estoy excitado de nuevo? Me acabo de masturbar.
Pippa inclina la cabeza hacia mí con una mirada paciente.
—Vaya. Realmente debes necesitar ese café.
La estoy mirando, me doy cuenta. Me aclaro la garganta y camino hacia
la puerta, bebiendo el café.
Mierda. Esto es bueno.
—Daisy —llamo—. Vamos a caminar.
Está acurrucada en el sofá de la sala, durmiendo. Abre los ojos a
medias antes de volver a dormir.
—Ya la he llevado —dice Pippa, terminando su café.
Arrugo la frente.
—Es tu día libre.
Se encoge de hombros, sonriendo a Daisy.
83
—Me gusta salir con ella a primera hora de la mañana. Las calles están
tranquilas y paseamos por el parque. Es agradable, y no me importa. —
Coloca su taza en el lavavajillas y se dirige a la puerta—. Está bien, me tengo
que ir. Estaré de regreso alrededor del mediodía.
Mis ojos están en la curva de sus muslos en las mallas de yoga,
pensando en cómo se sentirían alrededor de mi cabeza.
—¿Adónde vas?
—Hazel estará enseñando yoga caliente hoy. —Se pone las zapatillas
de deporte—. Las otras profesoras en su estudio son un poco
malintencionadas, así que me gusta ir a apoyarla.
Hay una sensación extraña en mi pecho, como si no quisiera
despedirme. Sin pensar, dejo mi taza de café sobre la mesa y le hago un
gesto con la cabeza.
—Está bien. Vamos.
Me mira confundida.
Me pongo las zapatillas, ignorando la sensación de advertencia en el
borde de mi conciencia. Es sólo yoga, me digo. Ya estoy en ropa de
entrenamiento ya que estaba planeando llevar a Daisy a una carrera fácil
esta mañana. Haré esto en su lugar.
—Estoy dolorido hoy. El yoga me ayuda con mi flexibilidad.
Se muerde el labio y mi mirada recorre la curva de su boca.
—¿Estás seguro?
—Sí. —Abro la puerta—. Después de ti.
Cuando me ofrece una sonrisa tímida en el elevador, la sensación de
advertencia se silencia. Tal vez ella también quiera pasar más tiempo
conmigo.

84
Capítulo 18
PIPPA
—Estamos respirando —Hazel le recuerda a la clase, caminando
lentamente a nuestro alrededor para hacer ajustes en nuestras poses. Ella
apoya su palma en mi espalda baja y profundizo el estiramiento del perro
hacia abajo.
El sudor gotea de mi nariz y cae sobre la colchoneta. Sé que esta clase
se llama yoga caliente, pero olvidé lo caliente que es en realidad. He bebido
dos botellas de agua en cuarenta minutos. El sudor se acumula en mi top
deportivo, y mientras me inclino con la pose, alcanzando el cielo con la mano 85
derecha, se derrama. Mi ropa interior está húmeda y no de la manera
divertida.
Miro a Jamie y nuestros ojos se encuentran. Sus mejillas están
sonrojadas por el calor. Se quitó la camiseta unos minutos después de la
clase y parece que no puedo concentrarme en las poses o en la voz de Hazel.
Solo hay otras tres personas en la clase, pero apenas las noto.
El cuerpo de Jamie Streicher es perfecto. Gotas de sudor resbalan por
sus abdominales como una tabla de lavar. Un puñado de vello oscuro,
cuidadosamente recortado, se extiende por su amplio pecho. Brazos gruesos
y musculosos lo sostienen durante las poses. ¿Sus pectorales y pantorrillas?
Cincelados en piedra. Por su estómago, un rastro de vello llega hasta sus
pantalones cortos y mi mente queda atrapada en el una y otra vez.
Cada vez que se mueve, sus músculos se ondulan. Combinado con sus
ojos brillantes y su fuerza intimidante, es la imagen perfecta de vitalidad y
poder.
La excitación vibra en mi estómago, y me lo imagino levantándome y
tirándome sobre su hombro.
Tal vez hablé demasiado pronto sobre mi ropa interior.
También es increíblemente flexible. Desde la profundidad y el equilibrio
hasta sus poses, ha hecho yoga antes.
—Postura del niño —dice Hazel a mi lado dando un tono de énfasis,
como si no fuera la primera vez que lo dice. Abre sus ojos hacia mí, una
pregunta silenciosa de chica, ¿qué estás haciendo? en sus ojos, y me
apresuro a adoptar la pose.
Dejar que Jamie viniera conmigo fue una idea terrible. No puedo dejar
de mirarlo. Es un atleta olímpico impecable, mi padre me dijo que jugó en
los últimos Juegos Olímpicos de Invierno de Canadá y en este momento, me
veo como una rata de alcantarilla.
Pasamos un rato en la postura del niño y Hazel vuelve a llenar nuestras
botellas de agua. Cuando miro a Jamie, los músculos de su espalda no se
ven tan tensos como antes.
Tiene muchos músculos en la espalda. Cierro los ojos con fuerza y bajo
la cabeza, profundizando la pose. No es así con Jamie y no puede salir nada
bueno de mirarlo a escondidas.
Recuerdo el gemido bajo que escuché desde su dormitorio esta
mañana. Sigo diciéndome que sólo era él estirándose, despertándose. Dijo
que estaba dolorido. Probablemente fue eso.
Sin embargo, eso no me impide imaginar de qué otra cosa podría haber
sido ese gemido.
86
Hazel me pincha en las costillas. El resto de la clase está en la postura
de la silla y yo sigo en la postura del niño.
—Concéntrate —murmura al pasar.
Estoy concentrada, bien. Enfocada en el jugador de hockey sin
camiseta que está muy lejos de mi liga.

Después de que termina la clase y me doy una ducha rápida en el


vestuario, vuelvo al vestíbulo. Las alumnas de la clase se están tomando
una foto con Jamie. Las dos profesoras de yoga que estaban en la recepción
cuando nos registramos están esperando, con los ojos puestos en él, y
cuando es su turno, están a su lado en un instante, con los brazos alrededor
de su cintura. Algo se retuerce en mis costillas.
No está sonriendo, pero tampoco está deslumbrante. Una de las
mujeres se acurruca más cerca de él y su mirada se dirige hacia mí.
Un músculo se contrae en mi estómago y mis hombros se tensan. No
tengo por qué estar enojada. No tengo ningún derecho sobre él. Es mi jefe y
compañero de casa y eso es todo. Yo sólo… realmente no me gusta que lo
toquen así y lo miren con estrellas en sus ojos.
—¿Qué carajo? —sisea Hazel a mi lado—. ¿Lo trajiste aquí?
No tuvimos la oportunidad de hablar a solas antes de la clase.
—No me dio otra opción.
Vemos a los otros profesores tomar una serie de fotografías.
—Es realmente flexible. —Me lanza una mirada coqueta hacia mí.
—Detente. —Oculto una risa.
Su expresión es toda inocencia.
Jamie termina de tomar fotos y se dirige hacia nosotras.
—Buena clase —le dice a Hazel con un asentimiento—. Gracias —
Extiende su mano—. Soy Jamie.
Ella lo toma con cautela.
—Hazel.
—Trabajas con el equipo.
La sorpresa se desliza sobre sus rasgos.
—Sí. —Menciona a los fisioterapeutas experimentados con los que
trabaja y Jamie asiente. 87
—Los otros jugadores podrían beneficiarse de algo como esto.
Hazel se encoge de hombros, pero puedo decir que está tratando de no
sonreír. Puede ser cautelosa, especialmente con los hombres, pero en el
fondo quiere que la gente salga de sus clases sintiéndose bien, incluso si
son jugadores profesionales de hockey.
—Únete a nosotros para almorzar —le dice.
Yoga, y ahora almuerzo. Mi estómago se agita, y le digo que se calle.
Probablemente se esté muriendo de hambre y no sepa cómo deshacerse de
mí, o no quiere ser grosero. Miro a Hazel y me devuelve la mirada. En
nuestras miradas, estamos teniendo una conversación completa.
—A ella le encantaría —digo, sonriendo a Jamie.

Jamie nos lleva a un extraño y lúgubre bar en un callejón de Gastown.


—The Filthy Flamingo —leo en el letrero sobre la puerta.
—No digan que es un antro. —Nos dice mientras mantiene la puerta
abierta.
Hazel y yo nos detenemos en la puerta principal, dejando que nuestros
ojos se adapten. Suena "Tangerine", mi canción favorita de Led Zeppelin. El
interior del bar es acogedor y cálido, e inmediatamente me encanta este
lugar: los carteles antiguos de conciertos, las fotos detrás del bar, las luces
centelleantes que se extienden por el techo.
Detrás del mostrador, una mujer mezcla bebidas. Es hermosa, en
realidad, con este estilo grunge de los noventa que me encanta de inmediato.
Mira a Jamie.
—Tú otra vez.
Hace un ruido con la garganta que suena como una risa ahogada. La
camarera asiente hacia mí y Hazel.
—Siéntense donde sea.
Mi mirada se posa en un póster del álbum Quadrophenia de The Who.
—¡Hazel! —Lo señalo—. Mira.
Hazel le sonríe.
—Genial.
—¿Les gusta Quadrophenia? —pregunta la camarera.
88
Nos deslizamos en los taburetes de la barra.
—Es el álbum favorito de nuestro papá. —Explico—. Crecimos con ese
disco.
Nos ofrece una pequeña sonrisa complacida.
—Buen gusto. —Un segundo—. Soy Jordan.
—Pippa. —Me gusta ella de inmediato—. Esa es Hazel. Y Jamie.
Asiente hacia Hazel y cuando se vuelve hacia Jamie, arquea una ceja.
—Aquí no se habla de hockey.
Hace otro ruido que podría ser una risa. Pedimos el almuerzo y,
mientras comemos, Jamie conversa con Hazel sobre yoga.
—Me encantaría hacer una clase para atletas lesionados —dice Hazel—
. Algo que vaya a un ritmo más lento.
—Hazel quiere abrir su propio estudio algún día —le explico a Jamie—
. Un espacio donde personas de todo tipo de cuerpo se sientan cómodas, en
lugar de solo personas delgadas.
Levanta las cejas y mira a Hazel con algo que parece respeto.
—Es una gran idea. El mundo necesita más personas como tú.
Lo mira fijamente.
—Pensé que se suponía que eras un imbécil.
Jamie me mira, y algo brilla en sus ojos.
—¿Le dijiste eso?
—Um. —Parpadeo—. ¿No? —Muy convincente, Pippa. Me estremezco,
pero estoy sonriendo—. Quiero decir, me despediste.
Nuestros ojos se encuentran, y mi estómago da un vuelco lento y cálido.
Hay ese fascinante tirón en la comisura de su boca. Tengo la urgencia de
estirar la mano y pasar mi dedo sobre el. Hazel mira entre nosotros con una
mirada divertida en su rostro. Nuestras miradas se encuentran y sus cejas
suben y bajan una vez.
Realmente está tratando de que no le caiga bien, pero entre sus
preguntas reflexivas, su interés en su profesión y el poco ego que tiene, no
tiene ninguna posibilidad.
Yo tampoco sé si tengo alguna posibilidad. ¿Quién es esta versión de
él? No se parece en nada al imbécil hosco que pensé que era.
Jamie termina su sándwich y se recuesta en su silla.
—¿Haces clases particulares?
Hazel parece preocupada. 89
—¿Sí?
Asiente una vez.
—Mi entrenador se pondrá en contacto contigo.
Más tarde, cuando Jamie se dirige al baño, le sonrío a Hazel.
—Tienes razón. Todos los jugadores de hockey son malvados.
Pone los ojos en blanco, pero está sonriendo.
—Lo que sea. —Sus ojos se estrechan hacia mí—. Le gustas.
Me ruborizo con sentimientos felices y animados.
—Apenas puede soportarme.
Se ahoga.
—¿Estás bromeando?
—Hazel, el tipo me despidió. Sólo me volvió a contratar porque se sentía
mal por mí. Y luego me vio llorar y eso lo empeoró diez veces más. —Bajo mi
voz—. Él se compadece de mí. Solo soy la paseadora de perros, básicamente.
No le gusto.
Sostiene mis ojos con una mirada de complicidad.
—Le gustas.
Odio la ráfaga de mariposas en mi estómago ante sus palabras.
En el mostrador, el teléfono de Hazel empieza a sonar.
—Tengo un montón de notificaciones —murmura, frunciendo el ceño a
la pantalla—. Amigo —dice un momento después en un tono plano,
desplazándose a través de los comentarios.
Ha sido etiquetada en una de las fotos con Jamie que publicaron los
otros estudiantes. Se está volviendo viral en las redes sociales porque él casi
nunca se toma fotos con personas. Aparece un correo electrónico en su
teléfono y ella lo lee.
—Mi clase la próxima semana está llena —dice, sonando aturdida.
Mi mandíbula cae.
—Eso es increíble.
Sigue leyendo.
—El mes entero. Mis clases calientes de los sábados para todo el mes
están reservadas. El estudio quiere agregar una segunda clase por la tarde.
Estoy radiante. Se vuelve hacia mí con una sonrisa divertida y
sorprendida, y la gratitud por Jamie se aprieta en mi pecho. Me encanta ver
a Hazel así de feliz y orgullosa. 90
Cuando regresa, Jamie insiste en pagar el almuerzo para agradecer a
Hazel por la clase, y después de despedirnos de ella, regresamos a nuestro
apartamento.
Se me ocurre algo y me vuelvo hacia él con los ojos entrecerrados.
—Sabías que ir a la clase de Hazel la ayudaría.
Se encoge de hombros, pero la esquina de su boca se levanta. Mi
corazón se hincha.
—Oooooh. —Asiento, sonriéndole—. Bueno. Ya lo veo.
—¿Qué? —Su expresión es de preocupación.
Sólo sigo sonriéndole.
—Eres agradable.
Me mira como si me hubiera crecido otra cabeza.
Asiento.
—Sí. Lo eres. Cuidas a tu mamá, acogiste a un perro callejero que
necesitaba un hogar y me obligaste a mudarme. —Muevo mi pulgar sobre
mi hombro en la dirección de dónde venimos—. Nos compraste el almuerzo.
Jamie, eres amable.
Hace sonar su llavero en la entrada de nuestro edificio y me abre la
puerta, sin mirarme a los ojos.
—No es gran cosa.
—Te dije que las compañeras de trabajo de Hazel eran malas, así que
viniste conmigo para ayudarla.
Sus ojos se posan en mí mientras esperamos el ascensor y hay algo
cálido en su mirada.
—Tal vez solo quería pasar el rato contigo.
Me río.
—Mhm. Estoy segura. Probablemente tengas supermodelos en
marcación rápida, por lo que tiene mucho sentido que pases tu día libre
conmigo.
Entramos en el ascensor. La diversión se contrae en sus labios.
—¿Marcación rápida?
—Dije lo que dije. —Mi pecho tiembla de la risa. Algo en la forma en
que me está clavando la mirada y en cómo tal vez lo estoy divirtiendo, hace
que mi estómago dé volteretas de emoción.
Nuestras miradas se sostienen y siento un nudo en el estómago que
voy a atribuir al elevador que sube. Sus ojos brillan y puedo oler su aroma
fresco y fuerte. 91
Oh, vaya.
No está sonriendo, pero su mirada es cálida. El deleite brilla en mi
pecho y lucho contra el impulso de frotarme el esternón. Este sentimiento
es nuevo.
—Te debo una por hoy. —Mi voz es apenas un susurro y soy consciente
de lo pequeño que es este ascensor y del espacio que ocupa.
Su garganta se mueve mientras traga, aun sosteniendo mi mirada.
—¿Quieres compensarme?
Mis labios se separan y un escalofrío me recorre la columna. Hay calor
en sus ojos, y parpadeo hacia él, aturdida.
Sus palabras suenan sugerentes. Un músculo íntimo tira entre mis
piernas. Oh Dios. No puedo excitarme en un ascensor. No soy ese tipo de
chica.
La comisura de su boca se desliza hacia arriba en una sonrisa y mi
corazón late más rápido.
Soy el tipo de chica que se excita en un ascensor. Es demasiado tarde.
Está sucediendo. Esta allí. Estoy excitada por mi jefe jugador de hockey en
un ascensor.
Realmente no puedo estar haciendo esto. Jamie está totalmente fuera
de los límites. Es demasiado atractivo, demasiado agradable y huele
demasiado bien. Dejar que el flechazo que tengo se convierta en algo más
sólo terminará en angustia para mí.
—Está bien —le digo, todavía sosteniendo su mirada eléctrica.
—Tócame una canción.
Me estremezco. Un gran peso extingue mi excitación mientras mis
pensamientos se congelan.
—Cualquier canción —dice, y mi piel se eriza por el tono bajo de su voz.
La puerta del elevador se abre—. Una de tus favoritas; No me importa.
Abro la boca para decirle que no puedo, pero baja la cabeza para
mirarme a los ojos, así que estamos al mismo nivel. Su brazo sostiene la
puerta del ascensor abierta.
—Sí, tú puedes —dice en un tono firme y exigente. La comisura de su
boca se está curvando, y me pregunto, si me sentara y tocara una canción
para él con mi guitarra, ¿obtendría una sonrisa completa de él?
Es tentador.
Estoy parada ahí congelada, pero su mano llega a mi espalda baja y
suavemente me guía fuera del elevador. Su calor se impregna en mis capas
de ropa y quiero apoyarme en su mano.
92
Dentro de la puerta principal, Daisy salta y corre para saludarnos, y él
agarra su correa de la mesa auxiliar. Todavía no he dicho una palabra.
—Está arreglado entonces. —Le engancha el arnés antes de
enderezarse—. Gracias por una divertida mañana, Pippa —murmura.
Esta ¿arreglado?
Sea cual sea mi expresión, su boca se desliza en esa sonrisa sexy de
nuevo.
—Adiós —dice, saliendo por la puerta.
Me quedo allí por un largo momento, reproduciendo su sonrisa lenta,
la presión de su mano en mi espalda baja.
Quiere una canción, pero cada vez que pienso en tomar mi guitarra, mi
estómago se revuelve por la preocupación y duda.
Sí, tú puedes, dijo, y sonaba tan seguro. Tal vez tenga razón. Talvez
pueda. Me apoyo contra la puerta, dejando escapar un largo suspiro.
Capítulo 19
JAMIE
Unos días más tarde, estoy de pie en mi cocina en bóxers, mirando por
la ventana. Es medianoche y la cocina está a oscuras, sólo iluminada por
las luces de la ciudad.
No puedo dormir.
Apenas la he visto en toda la semana. Cuando llego a casa, se dirige a
su dormitorio o sale para encontrarse con Hazel. Me sirvo un vaso de agua
y me bebo la mitad, pensando en la carga de electricidad entre nosotros el
domingo por la tarde. Tenía tantas ganas de besarla.
93
Todavía las tengo.
—Joder —murmuro antes de vaciar el vaso.
El miedo en sus ojos cuando le pedí que tocara una canción para mí
me enfermó. Su ex le jodió la cabeza y ahora no puede hacer lo que ama.
Quiero más para ella. No quiero que viva con este miedo. Quiero que
ella lo aplaste y se sienta orgullosa. Pippa es fuerte, lo vi cuando ayudó a mi
mamá con su ataque de pánico.
Froto el puente de mi nariz. ¿Quiero más para ella? No soy nadie para
ella. Trabaja para mí. No me recuerda. Una punzada de culpa se aloja en mi
estómago. Tal vez decirle que tocara para mí fue exagerado.
Hay un ruido detrás de mí y Pippa está de pie en la cocina en
penumbra, pareciendo tan sorprendida como yo.
Lleva un pijama, un conjunto de pantalones cortos de color verde
menta sedoso. Los pantaloncillos son cortos y sus piernas son largas y
suaves. Su cabello está desordenado, como si hubiera estado dando vueltas
y no sé por qué me gusta tanto esa idea. Cuando mi mirada se engancha en
su parte superior, la lujuria surge en mi sangre.
Sus pezones están puntiagudos. Joder. Aprieto los dientes y necesito
toda mi fuerza de voluntad para levantar la mirada.
—No podía dormir —dice con una sonrisa nerviosa.
Asiento.
—Yo tampoco.
Pasa junto a mí y enciende la tetera antes de sacar su té favorito del
armario. Chai de vainilla descafeinado. Los envoltorios siempre están en la
basura; debe beber una tonelada de esa cosa.
—Me has estado evitando esta semana —digo y sus manos tiemblan
mientras abre la bolsa.
—Um. —Parpadea—. No, no lo he hecho.
La miro fijamente y, finalmente, su mirada se dirige a la mía. Una
sonrisa aparece en su rostro y se ríe un poco.
—Bueno —suspira con una mueca de culpabilidad—. Si.
—Mhm. —Me apoyo en el mostrador y su mirada se detiene en mis
abdominales.
¿Es apropiado para mí estar parado frente a ella en ropa interior?
Probablemente no.
¿Me importa? Observo mientras tira de su labio inferior entre sus
dientes, trazando mis abdominales con su mirada. 94
No. No, no me importa. Mi sangre zumba con satisfacción mientras sus
ojos se detienen en mi cuerpo.
—No te tomé por el tipo de persona que no paga sus deudas —le digo.
Suelta una carcajada.
—Yo no diría que es una deuda.
—“Te debo una”. Eso fue lo que dijiste.
—Jamie. —Rueda los ojos hacia mí, sonriendo. Me encanta la forma en
que dice mi nombre de esa manera burlona.
Cruzo los brazos sobre el pecho y su mirada se detiene en mis bíceps.
—¿Que te detiene?
Se gira, ocupándose de su té.
—Has tenido juegos y esas cosas.
No más de lo normal.
Mi mente vaga a hace un par de noches, después de llegar a casa de
un juego. Cuando encendí la televisión, ya estaba en el canal de deportes.
¿Estaba viendo mi juego?
El orgullo estalla en mi pecho al pensar en ello.
—Te estás estancando.
Sus ojos están puestos en su té y el olor que emana es el mismo que el
de sus productos para el cabello: dulce, especiado y cálido. Reconfortante
pero sexy e intrigante. Tengo la urgencia de enterrar mi rostro en su cuello
y oler.
Levanta la mirada para encontrarse con la mía y sus ojos están llenos
de vulnerabilidad.
—La última vez que toque para alguien, se rieron de mí. —Su voz es
tranquila.
La rabia corre por mis venas. Los mataré.
—¿Quien? —exijo en voz baja y letal—. Dime. Nombres. Ahora.
Rueda los ojos.
—Jamie.
—Ahora.
—Fue Zach. —Su rostro se está poniendo rojo, un parche de rosa en
cada mejilla, y mis puños se aprietan mientras los cruzo sobre mi pecho—.
Y su jefe. —Parpadea como si lo estuviera reviviendo antes de parpadear de
nuevo y está de vuelta aquí en la cocina conmigo. 95
Justo cuando creo que este tipo no puede empeorar, lo hace.
Asiento una vez.
—Esa es la canción que quiero escuchar.
Soy un maldito imbécil.
Sus ojos se abren de par en par.
—¿Qué? No.
—Sí. —Mi voz es firme y exigente. Soy un imbécil prepotente y
arrogante, pero no me importa.
Sus manos se retuercen y trata de ocultar su nerviosismo con una
sonrisa falsa. Está asustada y eso hace que mi pecho se sienta apretado.
—Hey. —Me inclino para que mis ojos estén al nivel de los suyos y mis
manos llegan a sus brazos. Ahí está ese increíble olor a chai otra vez—.
Cuando tenía nueve años, me golpearon con el disco.
Sus ojos se abren.
—¿De verdad?
Asiento y señalo mi muñeca.
—Aquí mismo. El disco me reboto y había olvidado mis guantes, así
que estaba usando repuestos que eran demasiado grandes, por lo que se
movieron. Me dolió como un hijo de puta.
Su expresión es comprensiva.
—Lo apuesto.
Mi mano vuelve a su brazo. Puedo sentir su calor a través de la tela
sedosa. Mi pulgar acaricia la tela de un lado a otro y sus labios se abren.
—No quería volver al hielo. Tenía miedo de que me golpearan de nuevo.
Sus cejas se juntan, y la forma en que me mira me hace querer
levantarla en un abrazo y nunca bajarla. Nunca la dejaría ir. La forma en
que me mira me hace querer protegerla del mundo y de los idiotas como su
ex.
Su boca se desliza en una sonrisa triste.
—No quiero volver al hielo —susurra, arrugando la nariz. Incluso en la
penumbra, sus pecas son tan bonitas—. Tengo miedo de que me golpeen de
nuevo.
Este momento en mi cocina se siente como si fuéramos las únicas
personas en el planeta. En el fondo de mi mente, suena una campana de
advertencia, pero la ignoro. Me ocuparé de eso más tarde. En este momento,
96
Pippa me necesita.
Le doy un apretón.
—Puedes hacerlo. Volví al hielo y estaba bien. ¿Recuerdas cuando mi
mamá tuvo un ataque de pánico? Lo lograste, pájaro cantor. Hiciste todo
bien. Eres dura como un clavo en el fondo, lo sé.
Su ceja se levanta.
—¿Pájaro cantor?
No quise llamarla así, simplemente se me escapó. Sin embargo, es
perfecto para ella.
—Mhm.
Se muerde el labio inferior. Quiere hacerlo. Sé que ella lo hace.
—Te diré qué. —Le doy otro apretón a sus brazos mientras estudio el
azul de sus ojos—. Media canción. Eso es todo.
La larga línea de su garganta se mueve mientras traga, su mirada fija
en la mía como si fuera un bote salvavidas. Quiero ser eso para ella.
La dejo ir y me enderezo.
—Vamos. —Mi tono se ha vuelto autoritario—. Vamos.
—¿Ahora? —Sus cejas se elevan hasta el cielo—. ¿Como ahora mismo?
—Sí. —Doy zancadas hasta el sofá y me dejo caer, pasando un brazo
por encima del respaldo—. Ahora.
Su mirada se detiene en mí, en el sofá, en mis abdominales, mis
pectorales, mis brazos y, por un breve momento, mi entrepierna. Mi pene se
contrae con interés, y hay un pulso de algo caliente en mis entrañas.
Déjala mirar todo lo que quiera.
—Deja de estancarte.
—Eres tan mandón —dice, sacudiendo la cabeza mientras desaparece
escaleras arriba para buscar su guitarra. Lo dice con resignación, pero hay
algo más en su voz. Algo divertido por mi mandonería.
Me inclino hacia atrás y entrelazo mis manos detrás de mi cabeza, y
cuando regresa, guitarra en mano, se detiene en seco al verme.
—¿Sí? —pregunto.
—¿Puedes ponerte una camiseta?
Su mirada se engancha en mi estómago, y tengo ganas de sonreír de
nuevo. Sé cómo me veo.
—¿Por qué?
Sé por qué, pero no me importa. Ver a mi linda asistente ponerse 97
nerviosa es divertido.
Me da una mirada plana y hace gestos hacia mi torso y brazos.
—Por todo eso.
Hay una presión en mi pecho, cálida y crepitante, como una risa. Mi
boca se engancha en una sonrisa.
—No.
—Terco, también —murmura, y le sonrío.
Se congela, mirando mi rostro, divertida. Como asombro o algo así.
—¿Qué?
—Estás sonriendo. —Sus bonitos labios se curvan en su propia sonrisa.
Su mirada recorre mi rostro y mi piel hormiguea con conciencia.
De repente, la quiero mucho más cerca. En mi regazo. A horcajadas
sobre mí, tal vez. Sus manos en mi cabello y las mías en el suyo.
Baja la barbilla, las mejillas se sonrojan de nuevo.
—Muy bien, Jamie Streicher. Tu sonrisa me da ganas de tocar. —Toma
una respiración profunda y rasguea. Suenan las notas iniciales.
Comienza a cantar y algo en mi pecho encaja en su lugar.
Capítulo 20
PIPPA
La sonrisa de Jamie Streicher me cautiva. Incluso después de que su
boca vuelve a tener el corte cruel normal, el brillo cálido permanece en sus
ojos.
Toco los acordes, pulso las cuerdas y canto esa canción que escribí
hace meses sobre envejecer y cambiar. De la que Zach se burló.
Mi voz es arenosa por el sueño. No he calentado y hay un rasguño en
las notas, pero me gusta cómo suena. Sigo escuchando sus risas, viendo la
mirada en el rostro de Zach, tan desconcertado y avergonzado pero
98
entretenido, empujo esos pensamientos.
Eres dura como un clavo, en el fondo. Lo sé. Eso es lo que dijo Jamie.
También me llamó pájaro cantor.
Sus ojos están sobre mí todo el tiempo, cálidos y firmes, y me trae de
vuelta al presente. Hasta este momento, sentado en su sala en medio de la
noche mientras toco mi guitarra por primera vez en meses. No es tan duro
como pensaba; de hecho, se siente natural, como si no hubiera pasado el
tiempo. A través de las ventanas, las luces de la ciudad centellean desde el
otro lado del agua y la luna brilla en el cielo nocturno.
Mis hombros se relajan cuando me muevo hacia el coro de nuevo, y
algo se extiende dentro de mí. Esta canción es divertida. Se siente como
Fleetwood Mac con un toque moderno de Taylor Swift, y luego un elemento
más que es todo mío. Tiene un tempo rápido y una melodía que engancha.
Es por eso que no pude quitarme la armonía de la cabeza una vez que
apareció. Tenía que hacer algo con eso, tenía que entretejerlo en una
canción.
Hago una pausa después del segundo verso, entrecerrando los ojos
hacia Jamie mientras trato de recordar la siguiente parte. Levanta una ceja
hacia mí, intrigado.
El siguiente verso llega a mi rápidamente y me lanzo a el. La comisura
de la boca de Jamie se dibuja en una sonrisa perezosa.
Dios, es jodidamente hermoso. Mis ojos caen a su torso, tan distractor
con todas las crestas y líneas profundas de los músculos. ¿La forma en que
abre las piernas de esa manera, en su bóxer negro?
Levanto mi mirada y sus ojos brillan con interés. Oh Dios. Me vio
mirando su entrepierna.
La canción trata sobre convertirse en una nueva persona y mi mente
vuelve a Zach mientras canto el último tercio, apoyándome en la música.
Pensé que Zach y yo estaríamos juntos por siempre. En el aeropuerto, esperé
mi vuelo en la terminal, sintiéndome jodidamente destrozada. La persona
en la que más confiaba me había enviado lejos, fuera de la vista, y sentí que
nunca volvería a sentir esa cercanía que tenía con Zach con nadie más.
Ahora me pregunto si alguna vez tuvimos esa cercanía para empezar,
o si todo estaba en mi cabeza.
Jamie sigue mirando y escuchando. Algo brilla en mi pecho, sólo un
poco, pequeño pero chispeante. Zach no era el indicado para mí, pero la
forma en que Jamie me hace sentir en este momento, tan segura, especial y
apoyada... tal vez vuelva a encontrar ese sentimiento.
No con Jamie, por supuesto. Incluso si tuviera una cita, iría por alguien
de su liga. Siempre hemos estado en dos niveles diferentes, incluso en la
secundaria. No soy ingenua. Lo se mejor. 99
Pero eso no significa que no lo encontraré con alguien. Tal vez. Un día.
Termino la canción, y el orgullo me recorre el pecho. Mi boca se tuerce
mientras escondo una sonrisa. Es vergonzoso estar orgullosa de mí misma
por algo tan tonto. Algo fluye por mi sangre, un estallido de emoción por
tocar algo que amo. Pasión, desafío y orgullo, todo mezclado. Me embriaga.
O tal vez eso es por estar tan cerca de Jamie mientras está casi desnudo.
Jamie se inclina hacia adelante, mirándome.
—¿Tu escribiste eso?
Asiento. Mi corazón late en mi pecho.
Me estudia antes de gruñir y sacudir la cabeza, casi para sí mismo.
—Ese tipo nunca fue lo suficientemente bueno para ti. No en la
secundaria y no ahora. Espero que veas eso.
Sus palabras se funden en mí. Si lo que hizo Zach rompió mi corazón,
las palabras de Jamie envían algo fresco sobre el para llenarlo. Como aloe
sobre una quemadura de sol. Significa algo, lo que dijo.
—Espera. —Mis cejas se juntan e inclino la cabeza, repitiéndolo—. No
te dije que Zach y yo fuimos juntos a la secundaria.
Los ojos de Jamie se abren un poco y mis labios se separan por la
sorpresa. ¿Es posible que me recuerde de la secundaria? No, no hay manera.
Una mirada de culpa pasa por su rostro, y mi mandíbula cae.
—Jamie. —Mi tono es acusador y muestro una sonrisa curiosa.
—Joder —murmura para sí mismo, frotándose la nuca. Su expresión
es tímida y es adorable—. Probablemente no lo recuerdes, pero fuimos a la
misma secundaria.
Me sale una risa. ¿No recordarlo? ¿Cómo podría alguien no hacerlo?
—Soy un par de años mayor y me perdí mucho de ella por el hockey —
continúa, y su expresión avergonzada me pone seria de inmediato.
Oh. Habla en serio. En realidad, piensa que no lo recuerdo.
—Lamento no haber dicho nada antes —continúa, y su rodilla se
balancea hacia arriba y hacia abajo de una manera que distrae—. Me
tomaste por sorpresa cuando te vi por primera vez, y luego yo sólo… —Se
calla y sus ojos se encuentran con los míos—. No quería hacerlo raro.
Podría seguir fingiendo, pero ¿por qué? Es agotador. Y el hecho de que
él me recuerde está haciendo que mi corazón haga los tippy-taps
emocionados de Daisy contra la pared frontal de mi pecho.
—Te recuerdo —admito—. Por supuesto que te recuerdo.
Su expresión se suaviza. 100
—¿Lo haces?
No puedo evitar poner los ojos en blanco.
—Jamie. Vamos. Ibas de camino a la NHL. Eras uno de los chicos
populares. Todas las chicas se desmayaban por ti. Eras hermoso, incluso
en ese entonces…
Su ceja sube, y allí está esa mirada de nuevo. Bromista, centrada y
determinada.
—¿Crees que soy hermoso?
Las chispas suben por mi garganta y trago saliva. Me estoy sonrojando.
—Uh —digo estúpidamente.
La comisura de su boca se contrae.
—Dijiste incluso en ese entonces. Eso significa que pensaste que era
hermoso entonces, y crees que lo soy ahora.
Mi pulso late en mis oídos y no puedo apartar la mirada. Su mirada me
clava como una mariposa bajo un cristal. Mis labios se separan y se cierran
mientras me esfuerzo por saber qué decir.
Atrapada. Estoy tan atrapada y ahora que sabe claramente que siempre
he estado enamorada de él, va a ser incómodo.
Se inclina hacia adelante con una sonrisa confiada y burlona que hace
que mi corazón lata más fuerte.
—Yo también pensé que eras hermosa —murmura, mirándome de una
manera que me hace sentir como si no pudiera respirar—. Incluso en aquel
entonces.
No puede ser verdad. Estudio sus ojos, buscando la mentira, pero no
encuentro nada. Nadie me ha llamado hermosa excepto mi mamá, y eso es
diferente.
Algo raro está pasando dentro de mi cabeza; Estoy reconsiderando
rápidamente todo lo que pensé que era verdad.
—Oh. —La palabra cae de mis labios, y la comisura de su boca se
levanta—. Bueno. —Sueno aturdida.
Nuestros ojos están bloqueados, y hay una chispa de tensión entre
nosotros. Se me revuelve el estómago y, por un momento, quiero que Jamie
sea ese tipo, el que me haga olvidar que Zach existió alguna vez.
Su mirada cae a mis labios, y el hambre enfocada llamea en sus ojos.
Mis pezones se erizan, porque nunca me han mirado así y definitivamente
no un hombre que luce como Jamie.
El enfoque depredador se eleva en sus ojos, y entre mis piernas, aprieto. 101
Se siente como si estuviéramos a punto de besarnos.
Una pequeña parte de mí se está volviendo loca, agitando los brazos y
chasqueando los dedos para llamar mi atención. Esto es una locura y no es
real. La energía en el aire es acalorada, tensa y peligrosa, y no quiero tener
nada que ver con eso. No quiero ni imaginar que le gusto a Jamie.
Me devastará. Después de Zach, estoy llena de grietas. No puedo tener
sentimientos por Jamie, porque si termina como lo hizo con Zach, lo cual
sucederá, me aplastará.
Me pongo de pie, sosteniendo mi guitarra como un escudo.
—Deberíamos ir a la cama.
Me mira con esa mirada que hace que mis entrañas se retuerzan.
—Buenas noches, Pippa.
Dejándolo en la sala, tirado en el sofá así, corro escaleras arriba, de
regreso a mi dormitorio, donde dejo mi guitarra en su estuche y vuelvo a
meterme en la cama.
Mi corazón se acelera mientras miro por la ventana el cielo oscuro,
pensando en cómo Jamie me miraba mientras tocaba.
Capítulo 21
JAMIE
—Su defensa de primera línea es débil ya que Hammond está fuera por
una lesión —les dice Ward a nuestros defensores un par de noches después
en el vestuario. Hayden Owens y Alexei Volkov, un defensa mayor, asienten.
Ward continúa hablándonos a través de la estrategia del juego. La
energía en la habitación aumenta, chisporroteando con intensidad. Incluso
aquí abajo, podemos escuchar a los fanáticos entusiasmados en las gradas.
Los Calgary Cougars son nuestros mayores rivales y esta noche es el
primer partido contra ellos esta temporada.
102
Ward repasa los ejercicios que practicamos esta semana, pero mi mente
está en otra parte.
Mi mente está en mi hermosa asistente, sentada con su diminuta
camiseta de dormir y pantalones cortos, con las suaves piernas metidas
debajo de ella mientras tocaba la guitarra en medio de la noche, luciendo
como un ángel enviado del cielo.
O tal vez fue enviada por el diablo, porque Pippa es tentadora como el
infierno.
Hermoso, incluso entonces.
Algo complacido inunda mi pecho. Me recuerda y piensa que soy
ardiente.
He estado pensando en ella desde que me desperté esta mañana. A lo
largo de la práctica, mi mente estuvo en su canto. En la ducha, la imaginé
conmigo, desnuda y mojada y sonriéndome con ojos brillantes. Cuando
recogí el almuerzo del Filthy Flamingo, recordé cómo sus ojos bailaban,
observando las luces de cadena en el techo.
Después de que tocó la guitarra para mí, quería besarla con tantas
ganas. La forma en que sus pezones se erizaron debajo de su camiseta me
ha estado atormentando durante días. No recuerdo la última vez que me
atrajo tanto una mujer.
Estoy tan jodido.
Me detengo a mí mismo, no estoy jodido. Estoy bien. Me he formado
con los mejores psicólogos deportivos del mundo y sé cómo bloquear las
distracciones. Pippa no es una opción. No es parte del plan y no hay espacio
para un desliz, porque si Pippa y yo comenzamos a perder el tiempo, tengo
la desagradable sensación de que no podremos parar.
A uno de los psicólogos deportivos de Nueva York le gustaba apelar a
mi naturaleza competitiva. Ponte a prueba, decía ella. Mantener mi distancia
con Pippa, mi enamoramiento de la secundaria, la chica a la que parece que
no puedo decirle que no, está demostrando ser un desafío. Sin embargo,
nada que no pueda manejar.
Recuerdo la sonrisa que creció en su rostro mientras seguía tocando y
cantando, como si estuviera orgullosa y sorprendida. Mi corazón se retuerce
y froto mi esternón sobre las protecciones de hockey. Maldita sea, era tan
hermosa y saber que tenía miedo de hacerlo me enorgullecía mucho.
Espero que sepa que no está rota. Espero que se dé cuenta de lo que
es capaz.
Ella está aquí otra vez esta noche con mi mamá. Chispas saltan en mi
pecho ante la idea de Pippa viendo mi juego. Tal vez mordiéndose el suave
labio inferior en momentos tensos. 103
—Streicher.
Mi cabeza se levanta. Ward y todos los demás en el vestidor me miran.
—¿Estás bien? —Ward inclina su barbilla hacia donde estoy frotando
mi esternón.
Dejo caer mi mano.
—Sí. —Asiento—. Bien.
De camino al hielo, me aparta a un lado.
—¿Esta noche va a ser un problema? —pregunta mientras los otros
jugadores pasan arrastrando los pies. La música suena en la arena mientras
los jugadores golpean el hielo para calentar.
Mierda. Mi distracción con Pippa está escrita en todo mi rostro.
Concéntrate, Streicher. Sacudo la cabeza.
—No.
Ward estudia mi rostro.
—No dejes que Miller se te meta en la cabeza. —Mira a su alrededor,
esperando hasta que el gerente de equipo sale del pasillo—. Sé que ustedes
tienen historia.
Mis pensamientos crujen hasta detenerse. Rory Miller fue cambiado a
Calgary recientemente. Lo sabía y lo olvidé por completo.
Así de malo es esto con Pippa. Olvidé que el tipo con el que crecí, que
solía ser mi mejor amigo hasta que se convirtió en un completo idiota, estará
en el hielo esta noche.
Frunzo el ceño a Ward.
—¿Cómo sabes eso?
—Es mi trabajo.
Con siete años de carrera, Miller tiene fama de fiestero, de mujeriego y
de ser un maldito imbécil en el hielo. A medida que se convirtió en un
extremo derecho increíble, su ego creció. Los entrenadores lo mantienen
porque marca goles, pero está lejos de ser un favorito de los fanáticos.
Odio jugar contra él. Calgary es uno de los equipos más cercanos a
Vancouver, geográficamente, así que jugamos contra ellos seis veces esta
temporada.
Tiene uno de los mejores promedios de anotaciones de la liga y me va
a lanzar el disco toda la noche. Este es el tipo de cosas en las que debería
haber estado pensando toda la semana, preparando y revisando la cinta del
juego. 104
—Has jugado con él —dice Ward—. ¿Conoces sus debilidades?
Miller es la estrella. Siempre lo ha sido, desde que éramos niños. Es la
persona más competitiva que he conocido. Nunca hubiéramos sido amigos
si yo no fuera portero.
Pienso en juegos pasados. No escucha las jugadas del entrenador. La
línea de salida pensará que está ejecutando una determinada jugada y Miller
la descarrilará para tener la oportunidad de anotar. Y como a menudo tiene
éxito, se sale con la suya.
Sé que debo vigilarlo, incluso si sus compañeros de equipo se están
preparando para una formación diferente. Sé que no debo confiar en él.
Asiento hacia Ward.
—Sí. Lo conozco.
—Bien. —Me da una palmada en el hombro—. Salgamos y tengamos
un gran juego.
Golpeo el hielo y me pica la nuca. En la otra mitad de la pista, nuestros
oponentes calientan, patinan y disparan discos al portero. El estadio ya está
repleto, rebosante de energía.
Rory Miller está parado allí, luciendo una sonrisa engreída y arrogante
que me dan ganas de golpearlo. Inclina la cabeza, gira y patina hacia la red,
hundiendo el disco antes de girar. Su sonrisa se extiende de oreja a oreja y
mi estómago se contrae con irritación.
Está tratando de llegar a mí. Esto es lo que él hace.
Me dirijo a mi red, centrándome. Frente a los postes de la portería,
caliento y mi mirada se cruza con la de Pippa. Está sentada detrás de la red
con mi mamá y la amiga de mi mamá.
Pippa lleva una gorra de Vancouver Storm. Parpadeo, mirándola
fijamente, y esas chispas se encienden en mi pecho de nuevo.
Se alegra, levantando su mano en un movimiento rápido y tímido que
hace que la comisura de mi boca se levante. Le devuelvo el saludo y la
frustración que sentí momentos antes se desvanece. Señala su gorra y yo
asiento, permitiéndome sonreírle. Me gusta verla con las cosas de mi equipo.
A su lado, mi mamá está charlando, sonriendo. Le dice algo a Pippa,
quien asiente y se ríe. A mi mamá le gusta Pippa y pregunta por ella cada
vez que llamo y eso también me gusta.
Me gusta que después del partido Pippa y Daisy estarán en casa.

105

Suena el silbato y comienza el tercer tiempo. Mi sangre bombea con


fuerza cuando Calgary toma el disco.
La mirada de Pippa descansa sobre mis hombros como una manta,
calmándome, manteniéndome concentrado. He bloqueado todos los tiros y
los fanáticos cantan Streicher Shut Out.
Su extremo izquierdo pasa a Miller, quien gira alrededor de Owens.
Está en una escapada con el disco, patinando duro, con los ojos en mí. Esa
maldita sonrisa de suficiencia en su rostro. Su equipo se pone en posición,
pero los ignoro.
Está frustrado. Su sonrisa de suficiencia es forzada. Estoy llegando a
él. Apareció aquí esta noche para marcarme un gol, para demostrarme algo,
tal vez que no me necesita o que soy un jugador más para él.
Su mirada se dirige a algo detrás de mí, y sus ojos se abren de par en
par por la sorpresa.
Pippa. Mi corazón se detiene. Sabía que tenía algo por ella en la
secundaria. Nunca se lo dije, pero él lo sabía.
Cuando me doy cuenta de lo que ha hecho, los fanáticos gimen
decepcionados y el disco está en la red.
Miller pasa patinando a mi lado con una sonrisa felina. Los fanáticos
lo abuchean y él les muestra esa sonrisa, lo que los irrita aún más. Mi
estómago se hunde, mis dientes rechinan, pero empujo todos los
pensamientos mientras el juego se reanuda.
Me concentré en sus debilidades cuando la mía se encuentra justo
detrás de mí.

Ganamos, y después de que el entrenador repasa el partido en el


vestuario, me ducho y subo al palco.
Mi corazón se detiene cuando veo a Rory maldito Miller sonriéndole a
Pippa, con la mirada depredadora clavada en ella. Dice algo, ella se ríe y él
sonríe más, acercándose a ella.
Protección primitiva surge en mí. No es raro que los jugadores del otro
equipo visiten el palco, especialmente si tienen amigos o familiares en el
equipo contrario. Sin embargo, seguro que no me gusta que él esté aquí,
hablando con ella. Aprieto los dientes y estoy frente a él, colocándome entre
ellos, mirándolo fijamente. 106
Su cabello rubio oscuro todavía está húmedo, y está en su traje. ¿Está
tratando de impresionarla o algo así?
Me mira con diversión petulante.
—Ahí está.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —digo de mala manera,
mirándolo.
Su sonrisa se ensancha, y quiero matarlo.
—Me estoy poniendo al día con la encantadora Pippa —dice antes de
hacer un gesto por encima del hombro, donde están hablando mi madre, su
amiga y Ward—. Y quería saludar a Donna.
—Le estaba diciendo a Rory cómo trabajo ahora como tu asistente. —
Pippa le da una sonrisa tímida y mi mirada se intensifica.
No me gusta que sonría para él.
—Y ustedes viven juntos —agrega Rory, entrecerrando los ojos hacia
nosotros.
Mi piel se eriza. Él ve a través de mí.
—No hables con ella —digo bruscamente, y la gente alrededor mira
debido a mi tono.
Tiene la puta audacia de reírse.
—Amigo.
A mis costados, mis manos se cierran en puños. Mi pulso zumba en
mis oídos. En el hielo, todo esto es juego limpio, pero ¿aquí arriba? Con mi…
Con mi asistente, me recuerdo a mí mismo, respirando profundamente.
—Debería irme —le dice a Pippa, sonriéndole como si hubiera
encontrado un tesoro enterrado—. Vuelo temprano mañana. Qué bueno
verte de nuevo, Pippa. Quizás la próxima vez puedas mostrarme Vancouver.
Ríe.
—Tú eres de aquí.
Sus ojos brillan.
—Estoy seguro de que la ciudad ha cambiado en una década. Y me
encantaría seguir poniéndome al día. —Su mirada se desliza hacia la mía y
los sugerentes matices hacen rugir mi sangre.
De ninguna maldita manera.
Él dirige una sonrisa hacia mí.
—Tal vez la próxima vez obtendrás tu Streicher Shut Out, ¿eh? —Miller 107
se aleja antes de que pueda responder, saludando a algunas personas antes
de desaparecer por la puerta.
Antes de que pueda decir algo más, Owens está frente a nosotros,
golpeándome el hombro. Intento no estremecerme.
—Gran maldito juego, amigo.
—Gracias. —Mi tono es conciso.
Sólo quiero llegar a casa, largarme de aquí. Tal vez Pippa toque otra
canción para mí esta noche.
Pippa le lanza a Owens una sonrisa comprensiva. Lo golpeo un disco
en el tobillo en el segundo tiempo.
—¿Cómo está tu tobillo, Hayden?
Por alguna razón, cuando ella le sonríe, no me molesta tanto. Tal vez
porque mi instinto me dice que es un buen tipo, y es tan amigable con todos.
Se agacha para levantar la pernera del pantalón, mostrándole el
verdugón rojo y el moretón creciente.
—Bastante enorme, pero viviré. —Infla el pecho de forma exagerada—.
Soy fuerte, Pippa.
Ríe.
—Bueno.
Un par de jugadores están en la puerta. Uno de ellos saluda a Owens y
él hace un gesto de un momento.
—Vamos a salir. —Nos dice y, a diferencia de Miller, no sólo está
hablando con Pippa. Me señala—. El entrenador dijo que tenías que pasar
el rato con nosotros.
Pongo los ojos en blanco con un resoplido, pero no puedo discutir. En
cada práctica, Ward menciona la formación de equipos y la vinculación y me
ha llamado específicamente algunas veces. Aunque todavía tengo la sangre
acelerada después del partido y no dormiré durante horas, no tengo ganas
de salir.
Sólo quiero pasar el rato con Pippa. Tal vez podamos ver una película
en casa.
La sonrisa de Pippa es esperanzadora y sus ojos brillan.
—¿Qué dices? ¿Quieres desahogarte un poco?
Mis cejas se arquean.
—¿De verdad quieres ir? —Inclino mi barbilla hacia los jugadores que
se congregan junto a la puerta—. ¿Con ellos?
Se encoge de hombros, y su sonrisa tímida es tan linda.
108
—Sí, lo hago.
Owens no es un imbécil como Miller, pero aun así no quiero que un
montón de jugadores de hockey solteros rodeen a Pippa como tiburones.
—Vamos. —Owens me golpea ligeramente en el estómago y lo empujo
con un resoplido. Este hombre es como Daisy en forma humana, animado
y lleno de energía.
En un instante, mi mente cambia. Quiero ver a esta chica fuera de las
paredes de mi apartamento. Quiero verla reír y divertirse.
Asiento una vez.
—Bueno.
Pippa se ilumina y no puedo apartar la mirada.
—Genial.
Capítulo 22
PIPPA
Fuera del estadio, Donna promete enviarle un mensaje de texto a Jamie
cuando llegue a casa mientras ella y su amiga suben al Uber y seguimos al
equipo hasta el Filthy Flamingo.
Jordan nos da una mirada plana mientras nos amontonamos.
—¿Estás bromeando? —le pregunta a Hayden.
—Hola, sol —dice, riendo, agarrándola en un gran abrazo—. Ganamos
esta noche. 109
Ella le da un codazo en el estómago y finge que le duele.
—No me importa. —Ella me ve y me da una pequeña sonrisa y un
asentimiento—. Hey.
—Hola. —Hago un gesto a los jugadores de hockey mientras ocupan la
mitad trasera de la barra estrecha—. ¿Está bien?
Resopla.
—Sí, está bien. Estoy acostumbrada a estos imbéciles.
Las sillas y las mesas rozan cuando los muchachos las acomodan para
que podamos sentarnos todos juntos. En la parte trasera del bar, un chico
se para frente a un micrófono, afinando su guitarra. Mira hacia arriba y le
guiña un ojo a Jordan.
—¿Contrataste entretenimiento en vivo? —Le sonrío ampliamente.
Rueda los ojos.
—No, solo es Chris.
Chris nos saluda con la mano.
—Soy su novio.
—Él no es mi novio —dice, lo suficientemente alto para que Chris y
todos entre ellos dos puedan escuchar—. Solo tenemos sexo.
Se me escapa una risa.
—Lindo.
Tal vez pueda llegar al lugar donde pueda tener sexo casual con un
hombre que no me importa.
La mano de Jamie aterriza en mi espalda baja y me lleva a un asiento
en una de las cabinas antes de deslizarse a mi lado. Su brazo pasa por
encima de la cabina, su muslo se presiona contra el mío y su olor me rodea.
Su posición a mi alrededor se siente posesiva, como si fuera suya.
Pienso en la otra noche, en cómo me recuerda de la escuela. Cómo dijo
que yo era hermosa. Siento un nudo en la garganta. No puedo dejar de
pensar en lo intenso que se veía cuando lo dijo.
Un pequeño fragmento dentro de mí se pregunta si Jamie se siente
atraído por mí. He sido la chica callada e invisible en el fondo durante tanto
tiempo que se siente inexplicable.
Hayden se desliza hacia el otro lado de la cabina, junto con Alexei, un
defensa gruñón de unos treinta y tantos años que no habla mucho. Su nariz
está torcida como si se la hubieran roto antes, pero como todos estos tipos,
es guapo, solo que de una manera más tosca.
—Miller nos hizo correr por nuestro dinero esta noche, ¿eh? —pregunta 110
Hayden, y Alexei gruñe su acuerdo.
Para mi sorpresa, Rory también me recordaba de la secundaria. Me
hizo mostrarle fotografías de Daisy, así que le mostré una de Daisy, Hazel y
yo el día que fuimos de excursión en el Norte de Vancouver y la estudió con
interés. Solo comenzó a actuar como un imbécil cuando apareció Jamie.
Jordan deja nuestras bebidas y yo estudio a Jamie, quien me observa
justo por encima de su cerveza.
Sé que Rory no está interesado en mí de esa manera. Sólo obtuve
vibraciones platónicas de nuestra conversación, pero él estaba tratando de
enojar a Jamie.
La imagen de Jamie en el palco de arriba, con la mandíbula apretada y
los celos brillando en sus ojos, me hace sonreírle. Quiero ver cómo se
desarrolla esta cosa con Rory y Jamie. Me pregunto si alguna vez volverán
a ser amigos.
—¿Algo gracioso, pájaro cantor? —Su voz es un murmullo bajo y un
escalofrío me recorre la espalda.
Sonrío más amplio.
—No.
Sus ojos bailan, y aunque su boca está en una línea plana, su mirada
es cálida y divertida.
—Bien. Déjalo de esa forma.
Me rio. En el bolsillo de mi chaqueta, mi teléfono vibra. Lo saco y leo el
texto de mi amiga, con quien trabajé en la gira.

Alissa
Chica. Estaremos en Vancouver la próxima semana. ¡Última parada del tour
antes del descanso!

Mi estómago se hunde. Los rostros de todos los de la gira pasan por mi


cabeza y la vergüenza aparece en mí. Con un grupo muy unido de personas
que trabajan horas insanas, lado a lado, los secretos no existen. Nadie de la
gira me envió un mensaje de texto después de que misteriosamente no me
presenté en la siguiente parada y no tengo ninguna duda de que todos saben
exactamente lo que sucedió.
Frunzo el ceño a mi teléfono. Odio que me recuerden mi antigua vida.
Mi teléfono vibra de nuevo.

Alissa 111
Hay una fiesta de despedida el martes por la noche, ¡y tu nombre está en la
lista! Jenna dijo que aún no ha recibido tu confirmación de asistencia.

Miro su mensaje con incredulidad. De ninguna manera voy a ir a una


fiesta de despedida con todos. ¿Qué tan jodidamente vergonzoso sería eso?
No puedo. No lo haré.
Leo su texto de nuevo, frunciendo el ceño. Nunca recibí una invitación.
Abro mi correo electrónico y me desplazo por los mensajes no leídos.
Ahí está. Oh Dios. El correo electrónico se envió a todos en la gira y
Jenna siempre se olvida de ocultar a las personas que están copiadas, así
que todos pueden ver mi correo electrónico en la lista. Todo el mundo sabe
que he sido invitada.
Jamie me roza el brazo.
—¿Qué está sucediendo?
—Nada. —Parpadeo, guardando mi teléfono.
Me mira de esa manera que hace que mi estómago se agite.
—Dime.
—Mandón.
—Mhm. —La comisura de su boca se inclina y puedo sentir mi propia
sonrisa comenzando.
En el pequeño escenario al fondo del bar, el chico empieza a tocar la
guitarra y a cantar. La mayoría de los jugadores lo ignoran, pero a él no
parece importarle. Tomo un largo sorbo de mi bebida y tarareo con aprecio
porque Jordan hace un buen whisky sour. Lamo la espuma de mi labio
superior y la mirada de Jamie baja a mi boca. Sus cejas se juntan en un
ceño concentrado.
—¿Vas a decirme por qué pareces haber visto un fantasma? —pregunta
en voz baja. A nuestro alrededor, los jugadores hablan, se ríen y se divierten,
pero Jamie ni siquiera se da cuenta.
Me muerdo el labio, observando su hermoso rostro. Sus pómulos aún
están sonrojados por el juego y me observa con paciencia y curiosidad. Algo
en sus profundos ojos verdes me da ganas de decirle cosas.
—Hay una fiesta de cierre para la gira la próxima semana.
Su mirada me clava, su mandíbula se aprieta.
—¿La gira de la que te despidieron?
Me rio sin humor.
—Quiero decir, cuando lo pones de esa manera, sueno estelar.
112
—Pippa.
—Lo sé, lo sé —suspiro, tomo otro sorbo de mi bebida, y allí están sus
ojos en mi boca otra vez. El calor se acumula en mi estómago. Su mano roza
mi brazo de nuevo, esparciendo piel de gallina a lo largo de mi piel.
Desearía no tener esta reacción a su alrededor. Cada vez es más difícil
de ocultar.
—Todo el mundo vio que me invitaron —le digo, dejando escapar un
largo suspiro—. Si no voy, es como…
—Fracaso.
Mi mirada sube a la suya.
—Exactamente. Como si me estuviera escondiendo de ellos. —Siento
un nudo en la garganta y niego—. Una parte de mí quiere esconderse y
olvidarlos a todos. Pero hay otra parte de mí que se siente como… —Trago
saliva. Mi pulso está latiendo más fuerte—. Como, que se joda, ¿sabes? A la
mierda con él por despedirme y elegir a alguien nuevo. —Mi estómago se
revuelve, y pongo los ojos en blanco—. Lo siento.
—No. —Su tono es agudo—. No te disculpes. —Toma un trago de su
cerveza—. Deberías ir.
Resoplo, dándole una mirada plana.
—Estoy segura de que será genial. Si aparezco luciendo súper sexy,
pensarán que estoy tratando de recuperarlo, pero si aparezco luciendo como
basura, parecerá que me estoy desmoronando sin él. Además,
probablemente estará besándose con su nueva musa toda la noche.
Tomo el resto de mi bebida. No quiero pensar más en esto.
En el escenario, el chico termina su tercera canción antes de dejar su
guitarra.
—Voy a tomar un breve descanso, amigos.
El pulgar de Jamie toca mi brazo y señala con la barbilla el escenario.
—Tu turno.
Mi sonrisa es indulgente.
—Bien. Muy divertido.
—Lo digo en serio. —Su mirada se clava en la mía, llena de
determinación—. ¿Qué te dije sobre volver al hielo?
La autoridad en su voz profunda hace que mi rostro se caliente.
—Jamie. —Mi boca se curva en una sonrisa triste—. Esto no es volver
al hielo. No he actuado en el escenario desde la secundaria.
113
—Lo recuerdo.
La conciencia brilla a través de mí, junto con... algo chispeando en mi
estómago. Ojalá pudiera ver dentro de su cabeza.
Me atrapa con su mirada.
—Sé que puedes hacerlo.
La forma en que me mira, la certeza en su voz, hace que mi interior se
caliente.
Hayden se vuelve hacia nosotros desde donde estaba hablando con la
cabina detrás de él.
—Pippa, ¿cantas?
Pongo los ojos en blanco.
—No precisamente.
—Sí —interrumpe Jamie—. Ella canta y toca la guitarra, y es buena.
Hayden apoya la barbilla en el puño y me mira como si fuera
Nochebuena y yo fuera Santa.
—Pippa.
—No. —Miro a Jamie—. Muchas gracias.
Hayden atrae la atención de los hombres.
—Pippa va a cantar para nosotros. —Comienza a aplaudir.
Todos reaccionan a la vez, aplaudiendo, gritando y quitando las sillas
del camino para mí, pero yo me quedo sentada. Miro a Hayden, pero no
puedo estar enojada con él. Mi corazón está acelerado, pero me estoy riendo.
—Sabes qué, pájaro cantor. —La boca de Jamie roza mi oído, y siento
ese pequeño tirón en mi vientre otra vez—. Si cantas una canción allá arriba,
te acompañaré a tu fiesta de cierre. Le mostraremos al imbécil de tu ex quién
salió victorioso.
Me encuentro con su mirada, y la electricidad tira entre nosotros como
una cuerda. Me imagino entrando en la fiesta con el brazo de Jamie a mi
alrededor, tal vez su boca rozando mi oreja como lo hizo hace un segundo.
Me imagino la mirada en el rostro de Zach: incredulidad, conmoción y
celos.
Me gusta esa idea.
—Trato.

114
Capítulo 23
PIPPA
Todo el mundo me está mirando. Esta guitarra está desafinada, pero
no hay tiempo para arreglarla.
Tengo miedo. Mi corazón late tan rápido que se quiere salir de mi pecho.
Mis pensamientos están en todas partes, zumbando como abejas. Reajusto
la correa en mi hombro y rasgueo un acorde suave. El movimiento es sin
esfuerzo.
El Filthy Flamingo se queda en silencio, pero puedo escuchar mi pulso
en mis oídos. Jordan se apoya en la barra del bar, observando. ¿Qué voy a
115
tocar? Me apresuro por una canción.
Si se ríen, me avergonzaré mucho. Nunca podría ir a otro juego.
Me encuentro con los ojos de Jamie y mi mente se detiene. Luce como
lo hizo la otra noche, cuando toqué para él. La expresión vigilante y paciente
que me inmoviliza.
Podría tocar esa canción.
El sonido de la risa de Zach y su representante resuena en mi cabeza
y mis pulmones se tensan. Tocar para Jamie es diferente a tocar para un
bar lleno de gente.
Al otro lado de la barra, la boca de Jamie se levanta mientras me mira
y me guiña un ojo. Bien. Volver al hielo. Sin embargo, no estoy lista para
tocar mi propia música.
Todos están esperando. Sostengo la mirada de Jamie y escucho una
canción en mi cabeza. Una canción de Roxy Music que mi papá solía tocar
cuando Hazel y yo éramos niñas.
Toco las notas iniciales y empiezo a cantar. Mi corazón sigue latiendo
como un tambor, así que miro a Jamie mientras canto, porque algo en él me
hace sentir que esto va a estar bien.
Después del segundo verso, mi nerviosismo desaparece. Mientras toco,
recuerdo a mi papá tocando esta canción en la sala mientras Hazel y yo
bailábamos alrededor. Nuestros tontos pasos de baile lo hicieron reír.
Durante el coro, dejo que mi voz vuele más alto, probando la respuesta.
Me lanzo al siguiente verso y el escenario se siente más firme bajo mis pies.
Los otros jugadores escuchan con gran atención. Hayden me da su sonrisa
juvenil y yo se la devuelvo. Mi mirada vuelve a Jamie y sus ojos son tan
cálidos que me dejan sin aliento en una de las notas.
Termino la canción y el bar estalla con ruido, vítores y aplausos. Mi
rostro está en llamas mientras vuelvo a colocar la guitarra en el soporte.
No puedo creer que acabo de hacer eso.
—¿Quieres tocar otra? —pregunta Jordan, arqueando una ceja hacia
mí, pero está sonriendo.
Niego. Sin embargo, siento que podría.
—No esta noche, gracias.
Todos me miran, sonriendo. No se están riendo, así que eso es bueno.
Miro a mi alrededor, buscando un ancla, pero estoy rodeada de gente
felicitándome. Es abrumador
—Solo un momento —suspiro antes de caminar hacia el pasillo de los
116
baños.
Necesito recuperar el aliento, dejar que mi corazón se calme. La pared
es fresca y sólida cuando me apoyo contra ella, cerrando los ojos y realizando
esas profundas respiraciones de yoga de las que Hazel siempre habla.
Los pasos hacen que mis ojos se abran. Jamie camina hacia mí con
una mirada febril en su rostro.
—¿Qué…? —empiezo.
Sus ojos brillan con calor.
—Eso fue jodidamente increíble.
Su mano llega a la parte de atrás de mi cuello y arrastra mi boca hacia
la suya.
Capítulo 24
PIPPA
La boca de Jamie toma la mía con fuerza, como si hubiera estado
deseando esto durante años. Agarra la parte de atrás de mi cabello e inclina
mi cabeza hacia atrás, arrastrando su lengua a lo largo de la mía y mis
rodillas se debilitan. Sus movimientos son urgentes, hambrientos,
insistentes y exigentes. Su aroma embriagador y masculino está en mi nariz
y apenas puedo respirar. No quiero ni respirar si esta es la otra opción. Mis
manos se mueven por los planos firmes de su amplio pecho y gime en mi
boca. 117
Oh Dios. Él toma mi boca como si quisiera follarme.
Nunca me habían besado así.
—Joder —murmura entre besos y todo mi cuerpo late con calor.
Estoy mojada. Ha hecho que me moje con un beso.
No estoy segura si mis ojos están abiertos o cerrados. No puedo sentir
nada excepto la presión necesitada entre mis piernas, la boca exigente de
Jamie y el ligero tirón de mi cabello en su puño. Agarra mi cabello como si
fuera mi dueño. Su otra mano descansa alrededor de la base de mi cuello,
pesada y enorme. No aplica presión, pero el contacto de su gran mano
sosteniéndome en una posición tan vulnerable, hace que nunca quiera
moverme. Me gusta demasiado de esta manera.
Su barba roza mi boca y gimo contra él. Algo en ese ruido lo saca de su
control, porque presiona todo su cuerpo contra el mío, inmovilizándome
contra la pared.
Sus caderas empujan hacia mí y jadeo contra sus labios.
Esta duro. La gruesa longitud de acero presiona mi estómago. Una
cálida presión da vueltas entre mis piernas y gimo. Jamie me está besando,
su erección es enorme, y definitivamente he perdido la cabeza.
—Jesucristo, Pippa —gruñe, retrocediendo para mirarme con ojos
oscuros. Está respirando rápido, mirándome, elevándose sobre mí. Suelta
mi cuello y casi lloro en protesta, pero apoya su antebrazo en la pared sobre
mi cabeza, observándome con una mirada vidriosa que prende fuego a mi
ropa interior.
Jamie Streicher es tan jodidamente caliente.
—¿Que está sucediendo? —Respiro.
Parpadea y frunce el ceño, y luego su mirada se cierra.
—Mierda. —Se endereza y yo quiero gritar ¡no!—. Lo lamento. —Se pasa
la mano por su rostro—. Perdí mi cabeza. No estaba pensando.
Hay cien cosas que quiero decir. Me gustó y vuelve a hacerlo me vienen
a la mente.
Da un paso atrás. Sin el calor de su cuerpo, tengo frío. El hambre y la
urgencia desaparecieron de su expresión, dejando su típica hosquedad
malhumorada. Pero a diferencia de lo normal, no tengo ganas de molestarlo
por eso.
Sólo me siento herida. Una fea verdad me golpea, así es exactamente
como me sentí en el aeropuerto.
¿Qué estoy haciendo? Es ardiente, protector y secretamente dulce.
Besarlo no se parece a nada que haya experimentado. Es bueno con su
madre, por el amor de Dios. Es el paquete completo. Si lo dejo, me devastará.
118
Lo que hizo Zach será un pequeño rasguño en comparación con lo que
podría hacer Jamie.
Es como si hubiera arrojado un balde de agua helada sobre mis
pensamientos y mi cabeza se aclara.
La boca de Jamie es una línea dura mientras se pasa la mano por el
cabello.
—Solo hago cosas casuales y con nosotros trabajando juntos…
—Lo sé. —Juego con las puntas de mi cabello mientras miro hacia otro
lado, controlando mi respiración—. Esto no es una buena idea.
Encuentro su mirada y me estudia, luciendo desgarrado.
—Eres mi asistente —dice.
Un peso aterriza en mi estómago y estoy enojada conmigo misma,
porque tiene razón. Todo sobre esto es una idea terrible. Doy un paso hacia
el baño de damas y fuerzo una sonrisa, como si lo que acaba de pasar no
fuera nada.
—Saldré en un minuto —le digo, empujando la puerta para abrirla
antes de que pueda responder.
Tomo un largo momento para lavarme las manos, humedeciendo una
toalla de papel con agua fría y presionándola en la parte trasera de mi cuello.
Mi piel todavía está caliente por Jamie prácticamente follando mi boca con
su lengua.
En contra de mi voluntad, me imagino a Jamie follándome la boca con
esa barra de acero que me presionó. Mis ojos se cierran y gimo.
Esto no es una buena idea, le dije.
Entonces no puedo imaginármelo.

119
Capítulo 25
JAMIE
Mi mandíbula esta tensa mientras vuelvo con el equipo. Algo en mi
modo de andar hace que los muchachos se aparten de mi camino.
Mierda. Besar a Pippa fue increíble. Es como si estuviera hecha para
mí.
No debería haber hecho eso, pero algo en Pippa me hace perder el
control. No puedo darle más que algo casual y sé que eso no es suficiente
para ella. Eso no es suficiente para mí en lo que a ella se refiere y eso me
aterroriza.
120
En la cabina, bebo el resto de mi cerveza, mirando la entrada del
pasillo, recordando cómo se sentía su suave boca debajo de la mía, cómo
sus curvas se apretaban contra mí, y cómo jadeaba y se frotaba contra mi
polla. No creo que ni siquiera se diera cuenta de que hacía eso. La mirada
nebulosa y drogada en sus ojos encendió mi sangre. Cada célula de mi
cuerpo quería echarla sobre mi hombro y llevarla a casa antes de follarla
contra el colchón.
Si Pippa y yo estuviéramos juntos, nunca la dejaría descansar. El
pensamiento se enrosca alrededor de la base de mi columna y me duelen los
testículos.
Miro mi vaso de cerveza vacío. Mi pulso sigue acelerado. Cada nervio
de mi cuerpo está en alerta máxima. Ni siquiera estaba tan entusiasmado
durante mi juego esta noche.
No puedo creer que hice eso. Mis ojos se cierran. Dije eres mi asistente,
pero lo que quería decir era eres especial y no quiero lastimarte. Ella ya ha
sido pisoteada. Si la aplasto como aplasté a Erin, no podría vivir conmigo
mismo.
—¿Estás bien, amigo? —pregunta Owens, levantando una ceja hacia
mí.
Asiento y arrastro una respiración moderada.
—Si.
Detrás de él, Pippa serpentea entre los jugadores hasta su asiento.
Están gritando elogios por su actuación y ella les está dando sonrisas
tímidas. Mi pecho se aprieta y el bar se siente demasiado pequeño.
Owens nos mira a Pippa y a mí.
—Oh.
Lo miro, desafiándolo a decir algo, pero sólo sonríe.
Pippa llega a la mesa.
—Me voy a ir. —Su mirada se lanza a la mía antes de apartar la mirada.
Me pongo de pie, saco mi billetera y saco unos cuantos billetes,
dejándolos sobre la mesa.
—No te vayas por mi —me dice—. Voy a caminar.
—Está oscuro —digo antes de que pueda contenerme. La idea de ella
caminando por callejones oscuros hace que mis hombros se tensen—. Y
estoy cansado.
Su mirada se dirige a la mía y me arrepiento de haber dejado ese pasillo
hace unos minutos.
121
—Bueno. —Pone una sonrisa brillante para Owens—. Hayden, gracias
por invitarme.
Él se pone de pie y le da un abrazo de oso. Sus pies se levantan del
suelo y se ríe en su amplio pecho.
—En cualquier momento. Te vamos a hacer cantar de nuevo.
Algo me aprieta el estómago mientras los observo y mis dientes
rechinan. Sé que él es así con todo el mundo, pero no me gusta. Quiero
tocarla así.
Cuando la baja, ella está sonrojada.
—Tal vez.
Todos abrazan a Pippa antes de irnos y cuando salimos por la puerta,
ella vuelve a sonreír con su sonrisa normal.
—Eso fue aterrador —me dice—. Pero estoy feliz de haberlo hecho.
—¿Tocar para todos?
Asiente y me mira.
—Gracias por animarme.
Mi garganta se aprieta mientras caminamos. Cuando cantó esta noche,
parecía que estaba en la cima del mundo. Ella sonrió, cantó y tocó como si
ese bastardo de Zach nunca existiera. Como si nadie la hubiera lastimado o
como si se hubiera recuperado de eso.
Quiero eso para ella. Lo quiero tan jodidamente mal.
Por eso no podemos hacer más de lo que hicimos esta noche. Merece
algo mucho mejor que yo.
Nos detenemos en un paso de peatones y esperamos a que cambie el
semáforo, y se frota los brazos, temblando. Mis cejas se juntan.
—¿Frío? —pregunto.
Es principios de noviembre. No llueve, pero las temperaturas han
bajado. Lleva un impermeable ligero sin aislamiento.
Asiente.
—Estaremos en casa pronto.
Me quito la chaqueta.
Rueda los ojos.
—Jamie. Estoy bien.
—Ponte esto. Ahora. —Mi voz es baja y veo que se queda sin aliento.
—Mandón —susurra, poniéndoselo. Es enorme para ella. Las mangas 122
son demasiado largas.
Se ve jodidamente adorable.
Caminamos a casa en silencio, escuchando los sonidos de la ciudad:
las bocinas de los autos, las conversaciones de la gente a nuestro paso, el
ruido de los restaurantes y bares. Dentro del apartamento, Pippa me da una
sonrisa rápida y tensa antes de desaparecer escaleras arriba. Llevo a Daisy
a dar un largo paseo, pensando en Pippa todo el tiempo, y cuando me subo
a la cama, seguro de que está durmiendo, saco mi dolorida polla y la acaricio
con el recuerdo de sus gemidos en mi boca.
Rompí el corazón de Erin porque no tuve cuidado, y sé que no debo
correr riesgos.
Esto es lo más cerca que puedo estar de meterme con Pippa.
Capítulo 26
PIPPA
La noche de la fiesta de cierre, Jamie se queda boquiabierto mientras
bajo las escaleras.
Una punzada de placer me golpea de lleno en el pecho y trato de ocultar
mi sonrisa. Sé que me veo bien. Mi cabello está suelto en ondas largas y
despeinadas. Mi vestido de terciopelo verde azulado oscuro abraza mis
ligeras curvas. Los ojos de Jamie se demoran en los tirantes finos, la línea
del cuello hundiéndose en mi escote y el bordado bajando por el vestido
hasta mis muslos. 123
—¿Eso es lo que estarás usando?
Las palabras son agudas y cortas, como si él no lo aprobara, pero el
calor en sus ojos me dice una historia diferente. Me sonrojo.
Esto no es una buena idea, le dije después de que nos besáramos. Eres
mi asistente, dijo.
La semana pasada, actuamos como si el beso nunca hubiera ocurrido.
Se unió a mí en algunos paseos por el Parque Stanley y en el Norte de
Vancouver, y Donna se unió a nosotros una vez cuando hicimos una
excursión a la Montaña Seymour. No parecía que ella notara alguna rareza
entre nosotros. Tengo la sensación de que diría algo o se burlaría de nosotros
si lo hiciera.
—Te ves increíble —le digo, observando su traje color carbón—. Vas a
tener mujeres cayendo sobre ti.
Dios mío, se ve bien. El traje debe ser a medida, porque le queda
perfecto. No lleva corbata y, en cambio, los dos botones superiores de su
camisa de vestir blanca están abiertos.
Sostiene mi mirada, y un músculo en su mandíbula hace tictac. Me
muerdo el labio, tratando de no recordar el sonido que escuché la noche que
nos besamos.
Aunque no puedo evitarlo.
Esa noche, me acosté en la cama, dando vueltas, tratando de conciliar
el sueño, pero todo en lo que podía pensar era en los labios de Jamie sobre
los míos y su lengua acariciando mi boca como si fuera mi dueño.
Cuando Jamie entró en su dormitorio, lo escuché a través de la pared,
su bajo gemido. El mismo gemido que escuché hace unas semanas. Se
estaba estirando, me había dicho.
No se estaba estirando.
En el momento en que lo escuché, mis ojos se abrieron con sorpresa y
el vértice entre mis muslos se calentó. Por primera vez en… no sé cuánto
tiempo, deslicé mi mano dentro de mis bragas y me toqué… caricias rápidas
y ligeras. Llegué en menos de un minuto. Un nuevo récord. No podía creerlo.
De hecho, mirando a Jamie ahora, con su traje color carbón, puedo
creerlo. Puedo creerlo tanto.
Mi mirada cae a su boca, presionada en una línea plana e infeliz, y
recuerdo cuán consumidor fue su beso. Un escalofrío rueda por mi espalda.
—Vas a tener frío —murmura.
—Llevare una chaqueta, mandón. —Pongo los ojos en blanco y su
mandíbula vuelve a temblar. Paso junto a él hacia la puerta principal y
cuando me inclino para ponerme los tacones, tropiezo con la correa de 124
Daisy.
Jamie suspira y se acerca.
—Estoy bien —le digo, pero se agacha a mis pies y me quita el zapato.
—Pon tus manos sobre mis hombros.
—Estoy bien.
—Pippa.
Suspiro y pongo mis manos sobre sus hombros antes de que me ponga
el zapato y abroche la delicada correa.
—Eres sorprendentemente ágil.
Le doy una sonrisa y cuando me mira, algo caliente y presumido
atraviesa su extraño estado de ánimo esta noche.
—Soy muy bueno con mis dedos.
Mi respiración se atrapa en mi garganta. Está arrodillado frente a mí,
su gran mano rodea mi tobillo, diciéndome lo bueno que es con los dedos y
me imagino este escenario yendo en una dirección muy sucia. Brotan
chispas entre mis piernas y nuestros ojos están bloqueados.
Si fuera más valiente, diría algo atrevido y sexy como muéstrame o
pruébalo, pero en lugar de eso, me quedo callada, mirándolo con el calor
pulsando entre mis piernas.
Rompe el contacto visual primero, mira hacia abajo para ponerme mi
segundo zapato, y cuando termina, se pone de pie y saca mi abrigo del
armario, sosteniéndolo para que deslice mis brazos en él. Me siento
extrañamente tímida después de tener su mano rozando mi tobillo, pero
parpadeo y le doy una sonrisa fugaz.
—¿Listo? —pregunto.
Asiente una vez.
—Adiós, Daisy —la llama, y ella abre los ojos a medias antes de volver
a dormir.
Bajamos en el elevador al estacionamiento en silencio. Abre la puerta
de mi auto y le agradezco, pero solo asiente con un gruñido. Lo observo
rodear el auto hasta su puerta. Su mandíbula está tensa de nuevo y tiene el
ceño fruncido.
Se arrepiente de haber dicho que sí a esto, me doy cuenta. Hizo el trato
conmigo antes de besarnos. Mi estómago se hunde en picado. ¿Qué pasa si
piensa que creo que esto es una cita?
—Esto no es una cita —le digo cuando se sube al auto.
Me mira como si fuera un insecto en la acera.
—Lo sé. —Su tono es enojado y resentido.
125
Sale del estacionamiento y se dirige a la carretera. Está lloviendo y el
mal humor de Jamie me hace sentir que esta noche ya es un error.
—No hemos hablado sobre tener invitados durante la noche —dice de
la nada.
Giro hacia él, dándole una mirada extraña.
—¿Eh? —Ahogo una risa—. ¿De qué estás hablando?
Ni siquiera puedo imaginar traer a un hombre a casa. ¿Dónde
encontraría uno? Después de lo que pasó con Zach, la idea de quitarme la
ropa para un hombre, dejar que me toque... Se me revuelve el estómago.
Odio esa idea.
Mi mente va al hombre a mi lado, todo hombros anchos, cabello grueso,
mandíbula afilada. Sus delicados dedos rozando mi tobillo. El gemido bajo
y necesitado que escuché a través de la pared.
No me importaría que él me tocara.
Sus fosas nasales se ensanchan cuando revisa sobre el hombro y
cambia de carril. Sus ojos están en el camino y el aire en el auto está cargado
de tensión.
—A Daisy no le gustaría.
Estoy sin palabras. No sé si reírme o darle un puñetazo.
—A Daisy le encantan las visitas —digo sin pensar.
La mirada que me da podría quemarme la piel.
Ni siquiera sé qué decirle en este momento. Conducimos el resto del
camino a la fiesta en un extraño y tenso silencio, y me arrepiento cada vez
más de esto. Esta fiesta va a ser muy incómoda. En la calle frente al
restaurante donde es la fiesta, encuentra un lugar para estacionar.
—Quédate ahí —ladra antes de salir y abrir el maletero.
Me estoy irritando. Estuvo de acuerdo en venir conmigo y ahora está
siendo un imbécil. No quiero hacer esto, sólo quiero irme a casa.
Abre mi puerta y estoy a punto de informarle que vamos a regresar,
pero abre un paraguas y me hace un gesto para que salga. Lo sostiene por
encima de mi cabeza, frunciendo el ceño a mi cabello.
—No quiero que tu cabello se moje.
Algo en mi pecho se eleva ante la imagen de él de pie allí, esperándome.
Soy una mujer adulta que puede cuidarse sola, pero entre él ayudándome
con mis zapatos, poniéndome el abrigo y ahora tratando de mantener mi
cabello seco, me estoy derritiendo en un charco.
Odio seguir comparándolo con Zach, pero no puedo evitarlo: Zach
esperaba que todos lo cuidaran y sólo empeoró con el paso del tiempo. Se
126
me hace un nudo en la garganta cuando recuerdo que Zach me preguntó
dónde estaba su café una mañana, como si yo fuera su empleada. Supongo
que sí, porque trabajé en la gira, pero ese no era mi trabajo.
—¿Qué está pasando contigo? —pregunto mientras la lluvia golpea el
paraguas sobre nosotros.
Su garganta se mueve mientras me mira. Nos encontramos de pie cerca
y huele delicioso.
—Lo lamento. —Sus ojos me sostienen, recorriendo mi cabello, mi
rostro, mi clavícula—. Estás preciosa.
Algo en mí se relaja y le sonrío a Jamie, luciendo tan guapo.
Literalmente soy su empleada y, sin embargo, es él quien me trata con
cuidado y atención.
Él es así con todos, me recuerda una voz irónica. Jamie Streicher cuida
de todos en su vida y yo no soy especial.
—Vamos —dice, guiándome a la puerta principal del restaurante con
su mano en mi espalda baja.
Mi estómago se hunde, y me estoy dando cuenta ahora. Zach está
adentro, y tengo que fingir que lo que hizo no me molestó en absoluto.
Me siento enferma.
—Hey. —Jamie me mira, estudiando mi rostro—. Que no te vean
asustada, pájaro cantor.
Se me hace un nudo en la garganta mientras lo miro. Cualquier rareza
que había en el auto se desvanece, y la mirada que me está dando es como
cuando me animó a subir al escenario en el bar. Como si creyera en mí.
Asiento hacia él.
—Sí. Bien.
—Seré tu portero —dice—. Bloquearé todos tus tiros esta noche.
Se me escapa una risa y le sonrío. La comisura de su boca se levanta y
sus ojos se llenan de afecto.
Por una fracción de segundo, desearía que me besara de nuevo.

127
Capítulo 27
PIPPA
Damos un paso dentro de un muro de sonido: música, risas,
conversaciones. El hombre de la puerta marca nuestros nombres en una
lista antes de que una mujer tome mi abrigo.
Una oleada de curiosidad se mueve por el espacio oscuro y mi piel
hormiguea bajo el peso de las miradas interesadas. Mi pulso zumba en mis
oídos mientras miro alrededor, dando una sonrisa tensa a algunas personas
que reconozco. En el segundo piso, más personas se reúnen, y hay alguien
en la parte superior de las escaleras que deja entrar y salir a las personas. 128
Esa sería la sección VIP.
Un destello de cabello rubio pálido llama mi atención allí arriba y mi
estómago se congela. En la luz tenue, puedo distinguirla, riéndose y tirando
su cabello sobre su hombro. Zach estará cerca, sin duda.
La cálida mano de Jamie aterriza en mi espalda baja.
—¿Qué tal un trago? —murmura en mi oído, y asiento. Me lleva a la
barra y pide un whisky sour para mí y una cerveza para él.
—Solo voy a tener una. —Sus ojos se posan en mi cabello—. Estaré
bien para conducir.
—Lo sé. —Me río en silencio—. Eres el señor Responsable.
Su mirada cae en mi boca y mi sangre se dispara con electricidad.
—No siempre —murmura, tomando su cerveza de la camarera antes de
agradecerle.
—¡Pippa! —chilla Alissa y yo me estremezco cuando lanza sus brazos
alrededor de mi cuello—. Lo lograste.
Fuerzo una sonrisa.
—Por supuesto.
Se vuelve hacia Jamie, mirándolo como si fuera un trozo de tarta de
queso que está a punto de devorar.
—Hola.
—Este es Jamie —le digo.
Él le da la mano y ella prácticamente está babeando. Hay un crujido de
placer en mi pecho, pero cuando bate sus pestañas hacia él, la parte de
atrás de mi cuello pica con irritación.
—¿Cómo se conocen ustedes dos? —pregunta, todavía mirándolo.
Su mano regresa a mi espalda baja.
—Soy su novio.
Mis pensamientos caen por un precipicio. Su mano se desliza por mi
espalda, sobre la piel desnuda de mis hombros, antes de descansar en la
parte donde mi hombro se encuentra con mi cuello. Es un gesto posesivo
que hace que mi corazón lata más fuerte, y cada célula cerebral en mi cabeza
tropieza.
—Sí —digo estúpidamente, mirándolo fijamente.
Me guiña un ojo. Me guiña un ojo. Su boca se curva hacia arriba en un
lado y estoy fascinada por el movimiento.
—Vaya. —Alissa inclina la cabeza hacia mí, parpadeando—. Muy
pronto. —Mira hacia la sección VIP y todos sabemos exactamente lo que está 129
insinuando.
La ira gotea en mi sangre, pero no dejo que se note. Apuesto a que nadie
dijo vaya, tan pronto a Zach y su nueva amiga.
Jamie coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. No puedo
respirar. Sólo lo miro con incredulidad y asombro. Es tan bueno en esto.
—Con la persona adecuada —dice, sosteniéndome la mirada—,
simplemente lo sabes.
Podría besarlo aquí mismo. En una oración, consolido la impresión que
causé esta noche y dio a entender que Zach no era el tipo adecuado para
mí. Dale a este tipo un premio de la Academia.
Más personas de la gira nos rodean y Alissa les presenta a Jamie a
todos como mi novio. Uno de los electricistas de la gira es aficionado al
hockey, y eso desencadena otra ronda de preguntas y miradas curiosas pero
impresionadas hacia mí.
—¿Puedo invitarte a un trago? —El aficionado al hockey le pregunta a
Jamie.
Su mano se desliza hacia abajo, tomando la mía.
—Gracias, pero estaré manejando a casa.
Su mano es enorme, cálida y callosa, y me apoyo en la barra para
apoyarme. Esto es mucho, fingir con él de esta manera, me está empezando
a gustar demasiado.
—Vivimos en Gastown. —Sus ojos se encuentran con los míos y hay un
destello de humor en su mirada solo para mí.
—Ustedes viven juntos —repite una de las maquilladoras y mira a una
de las estilistas con significado.
Toda mujer conoce esa mirada. Es la que le disparo a Hazel a veces que
significa hablaremos de esto más tarde. Mi pecho se aprieta y reduzco mi
sonrisa.
Unos minutos más tarde, un miembro del personal del evento aparece
a mi lado.
—Has sido invitada arriba —dice imperiosamente, como si hubiera sido
convocada por un rey.
La boca de Jamie está junto a mi oreja otra vez.
—No tenemos que hacer nada que no quieras hacer —murmura y su
aliento me hace cosquillas en el cuello. Es difícil pensar cuando hace eso.
Puedo oler su loción después del afeitado y me dan ganas de arrastrarlo por
un pasillo oscuro y revivir nuestro beso. 130
Se aleja para mirarme y hay chispas de picardía en sus ojos. Estoy tan
intrigada por esta versión del portero hosco.
—O podemos divertirnos un poco —susurra, mirando mi boca.
Me marchitare por pura calentura. Jamie Streicher me va a matar esta
noche.
Una sonrisa pesarosa se retuerce en mi boca mientras asiento hacia él.
—Bien.
Sola, esto sería terrible y aterrador. Sin embargo, con Jamie, se siente
como si estuviéramos juntos en esto. Como si estuviéramos en una fiesta de
disfraces donde nuestros disfraces son tan buenos que nadie puede
reconocernos. Hacer de pareja se siente como un escudo, una broma privada
sólo para nosotros.
Con él a mi lado, estoy bien. Tengo esto.
El miembro del personal nos conduce por las escaleras hasta la sección
VIP y siento ojos sobre nosotros todo el camino. La mano de Jamie está en
mi brazo, ayudándome con estos tacones tambaleantes. A mitad de camino,
mis pasos vacilan mientras la duda me sube por la garganta.
El pánico comienza a latir en mi pecho y no puedo respirar por
completo. Estoy de vuelta en el aeropuerto, llorando después de que me
tiraran como la basura de ayer.
—Hey. —Jamie me mira, la preocupación se cruza en su expresión—.
Recuerda lo que dije.
Bien. Afuera. Soy tu portero esta noche. Bloquearé todos tus tiros.
Asiento hacia él. Ver sus ojos tranquiliza mi corazón acelerado.
—¿No dejarás que se meta entre mi pliegue? —susurro, sonriendo. Es
una frase que escuché decir a uno de los comentaristas mientras veía uno
de los partidos fuera de casa de Jamie. Significa marcar un gol y suena muy
sucio. Estoy tratando de hacerlo sonreír.
Su labio se curva como si estuviera disgustado y me río.
—En tu pliegue —murmura—. Y no, joder, no lo haré.
Lo dice bruscamente, con celos, pero tal vez eso sea una ilusión de mi
parte. Mientras subo a la zona de espera en la parte superior de los
escalones, apoyo mi peso en su brazo.
—¿Por qué te pusiste estos ridículos zapatos?
Me encojo de hombros.
—Porque son ardientes.
Su mirada se detiene en mis piernas.
131
—Sí —es todo lo que dice.
El miembro del personal desengancha la cuerda de terciopelo y trato
de no poner los ojos en blanco. ¿Estas cosas alguna vez me impresionaron?
Odio que la fiesta esté tan dividida. Zach ni siquiera tendría una gira si no
fuera por todas las personas en el piso principal que se rompen el trasero
todas las noches, corriendo para solucionar problemas de audio de última
hora o buscando equipos de reemplazo. No tiene idea de cómo funcionan la
mitad de sus trabajos.
—Pippa.
Zach está frente a mí, envolviéndome en un abrazo. Su olor está en mi
nariz y mi corazón se aloja en mi garganta. Mi piel se eriza cuando me abraza
y nuestras orejas se rozan. Un escalofrío de repulsión rueda por mi espalda.
Esto no es nada como cuando toco a Jamie. Es frío y está rígido, y en el
momento en que Zach me deja ir, retrocedo, directo hacia Jamie.
Su brazo se cierra alrededor de mi cintura, inmovilizándome a su lado
y respiro aliviada. Eso es mucho mejor.
Zach me mira con una sonrisa de sorpresa, parpadeando con un
pequeño ceño fruncido como si fuera alguien a quien no puede identificar.
—Mírate.
—Hola. —Todavía no puedo respirar, pero Jamie me da un apretón en
la cintura antes de arrastrar sus uñas sobre la tela de terciopelo. Me
pregunto si le gusta esa sensación, porque seguro que a mí sí.
Pippa. Enfócate. Fuerzo una sonrisa a Zach.
Lleva una sudadera con capucha amarilla fluorescente con tiras
reflectantes, lo que la gente en las obras de construcción usa como equipo
de seguridad y lo odio por eso. Hace unos meses me dijo que necesitaba
empezar a vestirse para marcar tendencia, porque ahora era una celebridad.
Está tratando de estar a la moda, pero se siente poco sincero, como si
estuviera esforzándose demasiado.
Él traga, todavía mirándome de esa manera divertida, antes de hacer
un gesto hacia mi vestido con aprecio.
—Te ves increíble.
No puedo mentir, estoy contenta. ¿Esa mirada en el rostro de Zach? Es
satisfactoria como el infierno.
Al igual que todos los que están abajo, Zach se vuelve hacia Jamie y se
tambalea.
—Jamie Streicher. —Jamie extiende su mano. Es mucho más alto que
Zach y reprimo las ganas de reír—. El novio de Pippa. 132
La mano de Zach se congela en el aire antes de recuperarse y estrechar
la de Jamie.
—Sí, fuimos a la misma escuela —dice y las palabras carecen de tono.
—Correcto. —Asiento.
Cuando Zach me mira, hay cuchillos en su mirada. Hace un gesto
detrás de él y su rubia platino aparece, deslizándose hacia adelante como si
hubiera sido convocada.
—¿Conoces a Layla?
La mano de Jamie se aprieta en mi cintura. No, no la conozco y Zach
lo sabe.
Odio fingir estar bien con algo. Odio que todos hagan sus pequeños
papeles, incluidos Jamie y yo, y odio haber sentido la necesidad de mostrar
algo a estas personas.
Zach no importa y estas personas no son mis amigos. Me doy cuenta
de eso ahora. Lo sabía antes, pero me está golpeando esta noche.
—Hola. —Le sonrío y le doy la mano. Su mano es tan pequeña, como
la de un niño, y trato de no rodar los ojos—. Pippa.
Asiente con los ojos muy abiertos.
—Layla.
Sin embargo, la forma en que me sonríe es amable y tímida, y me
detengo. Pensé que sería del tipo Cruella, riéndose de victoria porque me
robó a mi hombre, pero parece joven, pequeña y tranquila. Zach da un paso
adelante y sus pestañas revolotean mientras retrocede.
Oh. Lástima o tal vez empatía, se eleva en mi estómago por la forma en
que la despide. Sé cómo se siente.
Zach nos indica que nos acerquemos al grupo. Reconozco a algunas
personas de programas de televisión y películas, un par de chicos de una
banda que me gusta. Jamie toma asiento y antes de que pueda sentarme a
su lado, me empuja a su regazo.
Es tan cálido y sólido, y sus manos se posan en mi cintura como si
pertenecieran allí. Sé que esto es sólo para el espectáculo, pero mi rostro se
calienta con timidez. Pienso en estar de pie afuera del edificio de Jamie por
primera vez, mentalizándome para entrar. Qué intimidante fue al principio.
Qué guapo pensé que era, y todavía lo creo. Sentarme en su regazo no es
como pensé que iría esto.
Aunque no me quejo.
Los ojos de Zach se enganchan en mí sentada allí, pero me doy la vuelta
como si no me importara.
133
—Cuando haces un trato —le digo a Jamie en voz baja—, realmente lo
cumples.
Su mirada cae a mi boca y me pregunto hasta dónde lo llevará esta
noche. El calor se mueve sobre mi piel, y aunque mis piernas, hombros y
brazos están desnudos esta noche, no siento frío.
El camarero me trae otra bebida y agua para Jamie, y él se involucra
en una conversación sobre hockey con el guitarrista en la gira de Zach. Finjo
escuchar, pero en realidad, mi atención está en Zach y Layla.
Se sienta a su lado, escuchándolo hablar con el grupo. Él no se dirige
a ella ni una sola vez y ella luce una sonrisa forzada. Nadie habla con ella.
Me siento mal por ella.
También me pregunto, ¿esa era yo? Pienso en esas fiestas y en cómo
me sentía afortunada de estar allí, afortunada de tener la atención de Zach
sobre mí. Layla me mira y sonríe, y siento la necesidad de abrazarla. Sería
raro si lo hiciera, lo sé, pero parece que ella necesita uno. Aparecí aquí esta
noche, lista para odiarla, pero ahora quiero arrastrarla conmigo cuando nos
vayamos.
El tipo con el que estaba hablando Jamie se levanta para saludar a
alguien y la mano de Jamie se desliza desde mi cintura hasta mi cadera. Su
mirada está en Zach.
—Así que ese es el tipo de hombre que buscas. —Su tono es plano e
infeliz.
Veo a Zach obsequiar al grupo una historia. Está prosperando como el
centro de atención, y cuando dice algo y todos se ríen, lo atrapo mirando a
su alrededor para evaluar sus reacciones.
Quiere gustarles tanto.
—Ya no —le digo a Jamie.
Nuestros ojos se encuentran y el frío en su mirada se desvanece un
poco. ¿Está pensando en cuando le dije que era hermoso, o en el beso en el
pasillo?
—Y todo esto. —Sus dedos aprietan mi cadera y su mirada recorre mi
rostro, mi cabello, mi vestido—. ¿No es para él?
Me río con incredulidad.
—¿Qué? Jamie —murmuro—. Por supuesto que no es para él.
Sus fosas nasales se ensanchan, y tengo la necesidad de pasar mi dedo
por su fuerte nariz.
—¿Qué diablos se supone que debo pensar, Pippa? —Sus ojos verdes
parpadean y agarra mi cadera con más fuerza. 134
Oh. Me gusta ese sentimiento.
—Hiciste todas las paradas por este tipo. —Se pasa la mano libre por
el cabello, despeinándolo—. Es la máxima venganza, ¿no? ¿Hacer que te
quiera de vuelta? —Aprieta los dientes—. ¿Hacer que suplique que te folle?
Estoy sin palabras, parpadeando, con la boca abierta al suelo en estado
de shock.
—Jamie —le digo, pero no puedo continuar. Intento darme vuelta en
su regazo, pero sus grandes manos me sujetan en el lugar.
—Deja de moverte —dice en un tono cortante y un momento después,
lo siento, la fuerte presión de su erección en mi trasero.
Mis ojos se abren de par en par.
Sé que esta noche es falsa, y probablemente sólo sea la reacción de su
cuerpo a sentarme en su regazo. Sin embargo, este lado inquieto y enojado
de Jamie me está iluminando, enviando calor a través de mi sangre, y soy
muy consciente de su longitud rígida contra mí, sus manos en mis caderas,
la forma en que sus dedos rozan la tela suave, cómo se tensan cuando mira
mi boca.
Se siente bien ser alguien más que la chica que fue pisoteada.
—Esa no es la máxima venganza —digo en voz baja.
Sus ojos oscuros se encuentran con los míos, inmovilizándome. Su
mandíbula hace tictac.
Mi boca se curva en una sonrisa y ni siquiera me reconozco en este
momento.
—La venganza absoluta sería follarte a ti.

135
Capítulo 28
JAMIE
Estoy lo más cerca que he estado nunca de cargar a esta chica sobre
mi hombro, llevarla a casa y olvidar todas las reglas que he hecho para mí.
Su boca se curva hacia arriba y sus ojos brillan con burla mientras
reproduzco las palabras que acaba de decir.
La venganza absoluta seria follarte a ti.
136
Lo deseo.
En el auto, le levantaría el vestido, le quitaría las bragas y enterraría
mi rostro entre sus piernas. Lo haría allí mismo, en el asiento delantero. No
me importaría si alguien lo viera.
No, lo haría aquí frente a Zach. La haría gritar mi nombre frente a toda
esta gente. Las bebidas se verterían en los regazos, la gente miraría mientras
me empujo hacia ella y hago mía a mi linda asistente. La chica a la que
siempre he querido se correría tan duro en mi polla.
Mi erección presiona su trasero mientras controlo mis pensamientos.
Desde el momento en que salió de su habitación con este vestido, alterné
entre fantasear con quitárselo y estar irritado porque se estaba vistiendo
para impresionar al imbécil que está desesperado por llamar la atención.
Los ojos de Pippa están fijos en los míos, evaluando mi reacción y
aprieto los dientes. Necesito ordenar mi mierda. Hago uno de mis ejercicios
de concentración mental del hockey: respiro profundamente, me concentro
en la sensación de que mis pulmones se expanden y no en la forma en que
me duelen los testículos, escucho la música que nos rodea, la charla y la
conversación, y trato de no inhalar el dulce aroma de su cabello Mis pulgares
rozan el suave terciopelo de su vestido y dejo que eso robe toda mi atención.
Abro mis ojos. Todavía estoy duro como una roca. Todavía quiero
follarla.
—Pippa —empiezo, pero no sé qué decir. No puedo pensar a su
alrededor.
Niega, pareciendo avergonzada.
—No sé por qué dije eso. —La larga línea de su garganta se mueve
mientras traga, mirándose las manos—. Te lo debo por esto. Muchas
gracias.
—¿Por qué? —Mi tono es plano con tensión.
Hace un gesto alrededor de la fiesta, y luego entre ella y yo.
—Por esto. Por dejarme sentarme en tu regazo. Por estar de acuerdo
con toda esta farsa.
¿Dejarla sentarse en mi regazo? De hecho, tengo ganas de reír. El culo
de Pippa presionado contra mí es la cosa más erótica que he experimentado
en años y me masturbaré pensando en eso durante semanas. Además, la
mirada venenosa que Zach me lanzó en el momento en que Pippa no estaba
mirando hizo que toda la noche valiera la pena.
Ya sea que se dé cuenta o no, Pippa ya no lo necesita. Sin embargo,
Zach se da cuenta. Un estallido de engreída satisfacción masculina me
golpea en el pecho cuando miro a los ojos a Zach al otro lado de la fiesta.
Hace una pausa a mitad de la conversación antes de continuar y sé que 137
tengo razón.
Maldito imbécil. El impulso de proteger a Pippa se multiplica por diez.
Ella aprieta mi rodilla y chispas se disparan por mi pierna,
directamente a mi polla. Esta es una dulce tortura, tenerla en mi regazo así.
La única razón por la que no la voy a mover para darle un descanso a mi
pene es porque nunca volveré a tener esta oportunidad.
Miro entre sus ojos y su boca.
—Prométeme que nunca volverás a acostarte con Zach.
Se ahoga.
—¿Qué?
—Hazlo. —Exijo. Sueno como un imbécil y no me importa—.
Prométemelo, Pippa.
Niega, riendo.
—Prometido. Ay dios mío. ¿Después de lo que pasó? No soy tan
estúpida.
—No creo que seas estúpida en absoluto.
—Bueno. —Se encoge de hombros, dándome una sonrisa torcida y
autocrítica—. Me quedé con el chico demasiado tiempo —dice en voz baja,
inclinándose. Su aliento me hace cosquillas en la oreja—. Y era terrible en
la cama.
—En serio. —Mis fosas nasales se dilatan cuando los imagino juntos,
él encima de ella. No, probablemente la haría ir arriba cada vez porque es
un jodido perezoso.
Joder, odio esa imagen.
—Ay —dice, moviéndose en mi regazo.
Mis dedos se clavan en sus caderas y aflojo mi agarre inmediatamente.
—Lo siento.
—Está bien. —Me da una pequeña sonrisa.
—¿Por qué era malo en la cama? —La pregunta sale de mi boca antes
de que pueda detenerla. No puedo evitarlo. Necesito saber.
Me da una mirada.
—No te estoy diciendo detalles.
—Me puse un traje para esto.
—Te pones un traje varias veces a la semana para los juegos —
responde, sonriendo, y mi pecho se siente presionado como una lata de 138
refresco.
Me encanta que no me tenga miedo y que le guste replicar.
Un lado de mi boca se mueve hacia arriba.
—Ya pasó mi hora de acostarme.
Se ríe.
—Bien. Bueno. —Su mirada se desliza hacia Zach antes de volver a la
mía—. Él haría esto con su mano —me susurra, y me inclino, aunque puedo
escucharla muy bien. Ella aplana los dedos y luego los mueve de un lado a
otro rápidamente, como si fuera un DJ, y está enseñando los dientes.
Una risa oxidada raspa mi pecho.
—¿Qué se supone que es?
Se ríe y cuando sus ojos brillantes se encuentran con los míos, mi pulso
se dispara.
—Ese es Zach frotando mi clítoris.
Mi estómago se revuelve. No me gusta que use su nombre en la misma
oración que mi clítoris.
—Siempre me sentí apurada y me preocupaba que me estuviera
tomando demasiado tiempo y luego yo… —Se encoge de hombros con una
mueca—. No podría llegar a ningún lado.
Con nosotros, no sería apresurado. Me tomaría mi tiempo. Me tomaría
toda la jodida noche. Cuando saliera el sol, ella todavía se estaría viniendo,
exhausta por innumerables orgasmos en todas las posiciones imaginables.
—Todo se sentía como una tarea cerca del final. —Su mirada se dirige
a la mía—. Lo siento. Demasiada información.
Un sentimiento surge en mi sangre, eléctrico y decidido. He estado
compitiendo en deportes toda mi vida. Prospero en la competencia. Está
entretejido en mi ADN en este punto y es la mejor manera de motivarme.
¿Escuchar que Zach no pudo hacer que Pippa se corriera? Enciende mi
sangre en llamas.
La haría venir. Haría que se corriera tan jodidamente duro.
Mi pulso late en mis oídos, y en este momento, no hay nadie aquí
excepto ella y yo. Sostengo su mirada, tragando con dificultad mientras me
imagino deslizando mis manos por su vestido aquí en el oscuro restaurante,
presionando las yemas de mis dedos sobre sus bragas húmedas. Tal vez
agarraría mi rodilla, tal vez hundiría su rostro en mi hombro mientras se
sacude en mi regazo, deshaciéndose.
Necesito hacer que se venga.
—No es demasiada información. —Me las arreglo para decir y mi voz es 139
ronca—. ¿Fue solo con él? —pregunto por alguna maldita estúpida razón—
. ¿Que no pudiste llegar allí?
Me gusta el dolor, supongo. Me gusta la tortura de escuchar sobre sus
luchas con los orgasmos, aunque no pueda hacer nada al respecto.
Se muerde el labio y yo sigo el movimiento. Quiero morder su labio.
Nuestros ojos se encuentran de nuevo.
—Es el único hombre con el que he estado —admite.
Respiro hondo mientras la competencia ruge en mis venas. Yo, grita mi
subconsciente. Soy yo quien puede hacerle cambiar de opinión.
Se remueve en mi regazo y aprieto la mandíbula mientras vuelve a rozar
mi polla.
—A veces tengo éxito, uh, sola.
Incluso en la luz tenue y malhumorada del restaurante, puedo ver el
rubor en sus mejillas. Me pregunto si se sonrojan así mientras ella tiene la
mano entre las piernas.
—¿Por qué te sonrojas, pájaro cantor? —Mi voz es baja.
—No lo estoy —dice, sin aliento. No me mira, pero su pulso salta en su
cuello.
El bonito pájaro cantor está pensando en algo travieso y necesito saber
qué es. Una mano todavía está agarrando su cintura, pero levanto mi mano
libre y presiono el dorso de mis dedos contra su mejilla. Sus pestañas
revolotean.
—Estas ardiendo. No tienes fiebre, ¿verdad? —Arqueo una ceja hacia
ella, burlándome.
—No lo creo —susurra, mirándome a los ojos.
—¿Qué estás pensando?
—Nada. —Sus ojos están muy abiertos.
Ahora tengo que saber. La giro en mi regazo para que no pueda evitar
mi mirada.
—Dime.
Resopla, medio divertida y medio molesta.
—Jamie.
—Ahora.
Gime.
—Mandón. Bien, está bien. La semana pasada… 140
—Sigue.
—Esto es embarazoso. Bueno. Lo que sea. Por lo general, tengo
dificultades incluso sola, pero la semana pasada pude hacerlo muy rápido.
—Su expresión se vuelve mortificada—. Ay Dios mío. ¿Por qué te digo esto?
—Solo estabas siguiendo órdenes —digo, pero mi voz suena lejana
porque todo en lo que puedo pensar es en Pippa al otro lado de la pared que
separa nuestros dormitorios, acariciándose. Jadeando. Los dedos de sus
pies curvándose cuando se corre.
Mierda. Estoy tan duro ahora.
—Jesús —murmura mientras mi polla pulsa dentro de ella.
—Deja de moverte —digo entre dientes.
Me da una mirada.
—Deja de apuñalarme con ese rascacielos.
Ahogo una risa. Solo Pippa podría hacerme reír en este momento. Tal
vez estoy mareado porque toda mi sangre se está filtrando en mi pene en
este momento.
—¿Qué pasa contigo? —Pippa me mira—. Todo el mundo dice que no
tienes citas.
—No.
—¿Nunca?
El rostro de Erin aparece en mi memoria: feliz, sonriente, y me inunda
la culpa de nuevo cuando recuerdo haber leído que se retiró de todos esos
desfiles de moda.
—Tuve una novia cuando tenía diecinueve años.
La cabeza de Pippa se inclina mientras escucha.
—Erin. —Se siente raro decir su nombre en voz alta—. Ella era
agradable, pero… —Niego, sin saber qué decir—. Mi calendario es intenso,
incluso fuera de temporada y mi mamá necesita mucha atención.
Pippa asiente y sus ojos están llenos de cálida compasión. Es la única
persona que sabe todo el alcance de las cosas, me doy cuenta mientras
estudio su rostro.
—Solo puedo manejar esas dos cosas.
Asiente de nuevo.
—Bien.
La miro a los ojos y algo se mueve en mi pecho. Jugar a fingir así se
siente demasiado fácil. Es diferente a salir con Erin, quien siempre se sintió
más como una amiga y darme cuenta de eso es un golpe duro en mi pecho. 141
Mis manos acarician arriba y abajo los costados de Pippa, y sus párpados
caen a la mitad, como si la estuviera relajando o encendiendo, o tal vez
ambas cosas.
Mi atención se dirige a mi polla. De nuevo.
Duro. De nuevo.
Me estoy permitiendo actuar como quiero con Pippa y no sé si podré
parar una vez que nos vayamos. Tocarla es jodidamente mágico.
A espaldas de Pippa, Zach la mira fijamente mientras su amigo habla.
Mi polla late y tengo una idea. Soy un idiota malvado y me aprovecho
de Pippa cuando se supone que debo ayudarla. Hay un millón de razones
por las que no debería hacer lo que estoy a punto de hacer, pero no me
importa. En el momento en que salimos por la puerta, todo vuelve a la
normalidad. Ambos sabemos que esto no es real.
—¿De verdad quieres clavarle la estaca en el pecho? —murmuro,
inclinándome y dejando que mi boca roce su oreja. Se estremece contra mí.
Espero hasta que me mira a los ojos. Cristo, sus ojos son bonitos.
—Bésame —le digo.
Capítulo 29
JAMIE
Pippa parpadea.
—Él está mirando. —Arqueo una ceja y mi mirada cae sobre sus labios.
Sé lo suave que es su boca. Lo he reproducido cien veces—. Sólo si tú
quieres.
—Sí —respira, asintiendo y cuando levanto mi mirada hacia la suya,
ella está mirando mi boca—. Si él está mirando, deberíamos.
—Mhm. 142
—Bueno. Voy a besarte ahora.
Mi mano llega a la parte posterior de su cabeza y la empujo suavemente
hacia adelante.
Nuestro beso es diferente esta vez. Menos urgente, menos frenético,
aunque siento todas esas cosas golpeando la pared frontal de mi pecho,
instándome a tomar su boca, pero no. Quiero saborear esto, porque al igual
que ella sentada en mi regazo, nunca tendremos otra oportunidad. Después
de esta noche, nunca volverá a ver a ese perdedor y mis oportunidades de
tocarla se reducirán a cero.
Beso a Pippa como si lo hiciera en serio. Como si fuera aire y yo
estuviera a punto de asfixiarme. Sus manos aprietan mi cuello y me acercan
más a ella, y mordisqueo su labio inferior antes de saborearla de nuevo.
La beso como si tuviéramos una eternidad. Sé que no lo hacemos.
Tenemos tal vez treinta segundos más de esto si tengo suerte.
Suspira dentro de mí como si también hubiera estado pensando en esto
toda la semana. Todo se desvanece: la gente, la música, todo excepto la
sensación de su boca debajo de la mía, presionada contra mí, mis manos en
su cabello. Ella es tan jodidamente dulce. Su lengua se desliza en mi boca
y estoy goteando líquido preseminal en mi bóxer. Le chupo la lengua y gime.
Podría hacer que se corriera tan jodidamente rápido. Lo haría una y
otra vez hasta que pidiera un descanso.
—Pippa —susurro entre besos.
Asiente y su boca busca la mía de nuevo. El deseo inunda mi pecho,
ahogando todo lo demás. Cada cosa mala que he visto o que me ha pasado
se evapora en la atmósfera mientras la beso, como si me estuviera llenando
de luz. Su cabello es de seda, y la abro más, para poder profundizar más.
Necesito ir más profundo. Necesito que ella sea completamente mía.
Sé que esto no es real, pero sigue siendo jodidamente increíble.
Siento una presencia a nuestro alrededor y cuando abro los ojos, hay
una sudadera con capucha fluorescente a nuestro lado. Estoy acunando la
mandíbula de Pippa en mis manos ahora, pero Zach se acerca y tira de un
mechón de su cabello.
Me alejo, mirándolo, con la mandíbula apretada.
—¿Qué están haciendo ustedes dos escondidos en la esquina? —
pregunta. Su sonrisa es irónica, forzada e incómoda—. Es una fiesta.
Vengan a pasar el rato con nosotros. —Señala la mesa de sus amigos. Lo
dice como si no estuviera preguntando.
Bajo mi mano, los músculos de la espalda de Pippa se tensan. Incluso
sin mis manos sobre ella, sentiría su vacilación, la forma en que se endereza.
—Tenemos que irnos. —Lo miro—. Tenemos que madrugar y no he 143
terminado con ella esta noche. —Mi tono es sugerente, y sus ojos brillan con
sorpresa y calor—. ¿Verdad, nena? —pregunto, cerrando mis brazos
alrededor de su cintura. Tiene los labios hinchados y parece aturdida
mientras asiente.
Algo presumido me atraviesa. La expresión de Zach es a la vez poco
impresionada e irritada.
Se levanta y cuando me pongo de pie, doy un paso más cerca de Zach
para enfatizar nuestra diferencia de altura. No uso mi tamaño a mi favor a
menudo, pero esta noche, aprovecharé cualquier oportunidad para
mostrarla a este tipo.
—Gracias por invitarnos.
—Sí —dice, forzando una sonrisa. Parece que está a punto de
enfermarse—. Realmente me alegro de verte, Pippa.
Fuerza una sonrisa de regreso.
—Igualmente.
Tomo su mano, que encaja perfectamente en la mía. En el camino hacia
abajo, la estoy cargando prácticamente, sosteniéndola en los brazos. Se
despide de algunas personas y, en cuanto salimos, se desinfla. Suelto su
brazo, porque ahora que nos hemos ido de la fiesta, la treta ha terminado.
Algo en mis entrañas se hunde. Todo eso parecía demasiado fácil y sé
lo peligroso que es.
—Oh, Dios mío —respira, cerrando los ojos—. Eso fue demasiado.
—Pippa. —Cruzo mis brazos sobre mi pecho para no hacer algo
estúpido como tocar su cabello o su cintura otra vez. Ya no estamos
fingiendo—. Lo lograste.
Resopla, rodando los ojos.
—Lo hiciste.
Me sonríe.
—Gracias a ti.
Mi corazón late más fuerte.
—En cualquier momento.
No puedo decirle la verdad, que esta noche no fue un favor para nadie
más que para mí.

144
Capítulo 30
JAMIE
No puedo dejar de pensar en ella.
—Tendremos otra ronda —le dice Owens al camarero, señalando a
nuestro gran grupo. Todos los jugadores están esta noche en un bar después
de una derrota contra Houston.
La inquietud hierve a fuego lento en mis entrañas mientras bebo mi
cerveza. Cada vez que sonó el silbato durante el partido de esta noche, tuve
ganas de mirar por encima del hombro. No podía dejar de imaginarla
sentada allí, sonriendo y mirándome jugar. He estado fuera durante seis
145
días y es hora de enfrentar una horrible verdad.
Extraño al pájaro cantor.
El camarero coloca otra cerveza frente a mí y yo bebo el resto de mi
trago antes de darle el vaso vacío y agradecerle.
—Estás de buen humor esta noche —señala Owens, sonriendo.
Lo miro.
—¿Cómo está tu chica?
Mi chica. Las palabras calientan mi pecho.
—Ella es mi asistente —le digo, pero no suena convincente.
—Sí. —Sonríe—. Es lo que quise decir.
Bebo la mitad de mi cerveza.
—Ella no es de tu puto negocio.
Deja escapar una fuerte carcajada, inclinando la cabeza hacia atrás.
—Streicher, relájate. No voy a ir tras Pippa.
Los músculos de mis hombros se relajan y bebo otro trago de mi
cerveza.
Pienso en la conversación que Pippa y yo tuvimos en el auto, donde le
dije que no trajera hombres a casa. Tan jodidamente estúpido. ¿Podría
haber sido más obvio? Probablemente piensa que soy un imbécil tóxico.
Y luego ocurrió lo de la fiesta. Besándola, tocándola, teniéndola en mi
regazo. He estado reproduciendo esa noche toda la semana.
—Probablemente me vas a arrancar la cabeza de un mordisco por decir
esto —comienza Owens.
—Así que no lo digas.
Él sonríe.
—No. Voy a decirlo de todos modos. Juegas mejor cuando Pippa asiste
a los juegos.
Cruzo los brazos sobre mi pecho. Puedo sentir mis fosas nasales
dilatarse. Hay una extraña presión en mi pecho.
—Eso es porque cuando ella va a mis juegos, mi mamá está allí —le
digo en un tono agudo—. Me preocupo por mi mamá.
Sacude la cabeza, los ojos brillando.
—No creo que sea eso.
—Estás borracho. 146
Se ríe de nuevo.
—Sí, lo estoy, pero eso no significa que esté equivocado.
Pongo los ojos en blanco. Estos malditos novatos creen que lo saben
todo. Al final de la mesa, Alexei Volkov lo llama, y cuando Owens se levanta
y se va, me imagino a Pippa sentada detrás de la red. Mis nervios se calman
inmediatamente.
Mierda.
Froto el puente de mi nariz. No estoy listo para mirar este problema a
los ojos. Es una cobardía por mi parte y va en contra de todo lo que he
aprendido sobre determinación y fortaleza mental en mi deporte, pero...
No puedo hacer esto de verdad con Pippa. No puedo estropearlo y luego
estar en la misma categoría que Zach, el maldito perdedor. Después de
escucharla tocar la guitarra y cantar para mí, sé que tiene lo necesario para
tener una carrera musical.
Simplemente no se da cuenta todavía.
En mi bolsillo trasero, mi teléfono vibra. Es una foto de Pippa y Daisy
en una caminata esta tarde. El sol se asoma a través de los árboles y los
ojos de Pippa son muy brillantes. Dos manchas rosadas brotan en sus
mejillas por el frío. Mi corazón se aprieta. La estudio, recorriendo las líneas
de su rostro y su cabello color caramelo con la mirada. Lleva una chaqueta
ligera y yo frunzo el ceño.

Yo
Vístete más abrigada.

Hace frío en las montañas.


Mi enfoque completo está en el teléfono, viendo cómo aparecen los
puntos de escritura. Un toque de emoción golpea mi pecho, como los
momentos antes de que un jugador intente anotar en mi red.

Pippa
Mandón.

Resoplo, apoyando la barbilla en la palma de mi mano, retrocediendo


hasta la foto de ella. La cerveza hace que mi cabeza flote y me pregunto si 147
diría eso en la cama.
Mi mente se inunda con imágenes de nosotros juntos, desnudos,
respirando con dificultad. Tal vez tenga sus muñecas inmovilizadas
mientras empujo dentro de ella, viendo sus ojos nublarse.
Mi polla se pone rígida y cierro los ojos con fuerza, frotando mi rostro.
Cristo, Streicher. Junta tu mierda.
El problema de Pippa con los orgasmos me ha molestado toda la
semana.
Miro mi conversación de texto con ella, queriendo decir tantas cosas.
¿Cómo estás? y ¿has estado pensando en mí también? y conozco cien
maneras de hacer que te corras.

Yo
¿Cómo van las cosas en el apartamento esta semana?

Finalmente me decido por esto porque es menos personal.

Pippa
Todo está tranquilo. Daisy te echa de menos.
Mi pulso se acelera. Me inclino hacia adelante, con los codos en las
rodillas, mirando la pantalla.

Yo
Estaré en casa antes de que ella se dé cuenta.

La respuesta llega de inmediato.

Pippa
Ella lo está deseando.

Mi boca se curva hacia arriba.


—Mierda —dice Owens desde el fondo de la mesa, señalándome—. Él
sonríe.
Sacudo mi cabeza hacia él y creo que todavía estoy sonriendo.
148
—Vete a la mierda, Owens —le digo, pero no toma en serio mis
palabras. Sólo me sonríe.

Yo
Cuéntame sobre las caminatas que has hecho esta semana.
Pippa
¿Quieres un horario detallado?
Yo
Sí. Hasta la hora.
Pippa
Mandón.

Sonrío a mi teléfono, la rodilla rebotando mientras mi sangre crepita


con energía.
Media hora más tarde, todavía estamos enviando mensajes de texto,
mensajes que van y vienen. He perdido la cuenta de cuantas cervezas me he
tomado. No bebo mucho, mi mamá siempre estuvo preocupada de que
podría heredar el alcoholismo de mi papá, pero me digo a mí mismo que
beber con el equipo es parte del vínculo que le gusta a Ward. Estoy en esa
zona flotante y animada donde todo parece más divertido.
Pippa
Gracias de nuevo por venir conmigo a la fiesta de despedida.

Me fui a mis partidos fuera de casa la mañana después de la fiesta, así


que no hemos tenido oportunidad de hablar de ello.

Yo
Ningún problema.
Pippa
Quiero disculparme por lo que hablamos.

Mi estomago se tensa.

Yo
Explica.
149

La respuesta no llega de inmediato y puedo sentirla mordiéndose el


labio al otro lado del continente.

Pippa
Las cosas de las que hablé sobre Zach y yo... no fueron profesionales.

Froto el dolor detrás de mi pecho imaginando su frente arrugada por la


preocupación.

Yo
¿Te arrepientes de habérmelo dicho? Te obligué a hacerlo.
Pippa
Aún. No es tu problema y estoy avergonzada.

No sé qué es este sentimiento en mi pecho. Es una mezcla de querer


darle un abrazo que dure horas y la feroz necesidad de demostrarle que está
equivocada sobre ese “problema” que cree tener.
Yo
Nada de lo que avergonzarse, pájaro cantor.

Presiono enviar antes de que pueda pensar dos veces sobre llamarla
así. Realmente no debería, si estamos hablando de ser profesional. Sin
embargo, parece que no puedo parar.

Pippa
Está bien, bueno.... Gracias por escuchar.
Yo
Puedes hablar conmigo sobre esas cosas en cualquier momento.

Le digo, como si fuera su jodido novio o algo así. Mi pecho se aprieta


ante ese pensamiento.
Una imagen fea vaga por mi cabeza. Me imagino a Pippa y a mí sentados
en el sofá del apartamento, ella hablando de sus problemas sexuales con un 150
hombre con el que está saliendo. La rabia me azota. Joder, odio esa imagen.

Pippa
Voy a ir a dormir ahora. Buenas noches, Jamie.
Yo
Buenas noches, Pippa.

Mucho después de su último mensaje, miro mi teléfono, repasando


nuestra conversación.
Zach no pudo hacer que se corriera y yo quiero tanto. No solo por mi
naturaleza competitiva, sino porque Pippa es encantadora y se merece todo
lo bueno. Pude ver la angustia en su rostro cuando me lo contó. La molesta.
Necesito arreglar esto para ella. Necesito cuidarla.
Entierro mi cabeza en mis manos. Hay un millón de buenas razones
para olvidar que alguna vez me dijo esas cosas. Ella trabaja para mí y le
confío mi casa, mi perra y mi mamá. Me gusta y no quiero arruinarle las
cosas como lo hice con Erin. Y lo sé desde el año pasado, mi mamá necesita
que la vigile, incluso si no está lista para admitirlo.
—Streicher, cuando dije que deberías pasar más tiempo con el equipo
—dice Ward con una sonrisa torcida, señalándome a mí con el teléfono—,
esto no es lo que tenía en mente.
Miro alrededor de la mesa. Todo el mundo está conversando, hablando,
bebiendo y riendo, pero mi cabeza está de vuelta en Vancouver con la mujer
de la que se supone que debo mantenerme alejado.
Me meto el teléfono en el bolsillo y Owens me pide otra cerveza.

Es tarde cuando vuelvo a mi habitación. Soy torpe, busco a tientas la


llave para abrir la puerta. Después de guardar mi teléfono, Owens nos hizo
reír a todos con las historias de su viaje de verano a Europa. Me recuerda a
cómo era Miller antes de convertirse en un imbécil. Ward incluso nos contó
un poco sobre sus días previos a la lesión cuando jugaba para Toronto.
Sin embargo, todo el tiempo mi mente viajaba hacia el problema de
Pippa.
Me quito la camisa y los pantalones y me dejo caer en la cama, saco el 151
teléfono y repaso de nuevo mi conversación con Pippa.
Es solo cuestión de tiempo antes de que ella lo admita ante otro hombre
y él también quiera ayudarla.
Mi cabeza cae hacia atrás sobre la almohada y dejo escapar un gemido
bajo. La idea de compartirla hace que mi mandíbula se apriete. Me gusta
Pippa y no sólo porque quiera follármela. Me gusta hablar con ella, me gusta
salir con ella y me gusta vivir con ella. Hace cupcakes para mí. Es divertida,
dulce y hermosa.
Somos amigos, creo. No quiero que hornee cupcakes para otro hombre
o que cante en la ducha mientras él escucha al otro lado de la puerta.
Mi cabeza da vueltas y me doy cuenta de que estoy borracho. No he
estado borracho en años.
Dejo que mi mente vuelva a pensar en Pippa y una idea se filtra a través
de mis pensamientos perezosos. En mi teléfono, busco un juguete sexual
del que haya oído hablar. Mi pulso late en mis oídos y estoy duro como una
roca mientras pongo el juguete en el carrito, lo envió a Pippa en el
apartamento y lo pago.
Capítulo 31
JAMIE
Tres días después, estoy sentado en el avión privado con el resto del
equipo, esperando el despegue, cuando le envío a Pippa un mensaje de que
estoy en camino.

Pippa
¡Daisy está deseando que llegues!
152
Responde y sonrío a mi teléfono. Hemos estado enviando mensajes de
texto durante todo mi viaje, enviándonos fotos de nuestros días. Me
sorprendo estudiando sus fotos, memorizándolas y deseando ver la
siguiente.
Aparece una notificación por correo electrónico en mi pantalla. Envío
en ruta para la entrega.
Mis ojos se estrechan, porque no recuerdo haber pedido algo al
apartamento. Pippa normalmente maneja esas cosas con la tarjeta de
crédito que le di.
¡Buenas noticias! Tu compra está lista para ser entregada y debería
llegar más tarde hoy.
(1) Satisfyer: ¡juguete personal con succión de clítoris que hace que los
dedos de los pies se enrosquen del placer!
Mi corazón se detiene.
Jodidamente lo olvidé.
Joder. Mi pulso se reinicia en un segundo cuando el recuerdo vuelve
rápidamente: acostado en mi cama en bóxers, duro como el acero,
comprándole un juguete sexual a Pippa.
Joder, joder, joder. No. Mierda. No puedo creer que hice eso. Esto no
está bien. Ella trabaja para mí. Nunca pidió esto. Está tratando de mantener
las cosas profesionales. Estoy tratando de mantener las cosas profesionales.
Mi garganta se cierra.
—¿Estás bien, Streicher? —pregunta Volkov a mi lado y yo asiento
escuetamente.
—Bien —murmuro, el corazón va a mil por minuto.
Mierda.
El enlace de rastreo dice que debe llegar media hora después de que
llegue a casa. Siento la piel caliente y estoy sudando. Si me apresuro, podría
llegar a casa para interceptar el paquete.
Me imagino a Pippa recibiéndolo con una expresión de horror y
disgusto. Todas las conversaciones de texto de esta semana, las sonrisas
que me da, los paseos que damos, lo he arruinado todo.
Lo que sea que Pippa sea para mí, simplemente lo arruine.
—Tripulación —dice el piloto por el intercomunicador—, prepárense
para la salida.
Las asistentes de vuelo se aseguran de que todos estén abrochados y
que la puerta del avión se cierre. Mi pulso se acelera y estoy atrapado en
este maldito avión durante cinco horas, rezando para que Pippa no reciba el
paquete antes que yo.
153

En el momento en que aterrizamos, estoy fuera de mi asiento, sacando


mi bolso del compartimento superior. Los chicos me lanzan miradas
cautelosas.
—Disculpen —digo en un tono agudo mientras me dirijo al frente. El
avión sigue rodando por la pista y una de las asistentes de vuelo pone los
ojos en blanco ante mi comportamiento.
No me importa si estoy siendo grosero. Necesito ser el primero en bajar
de este avión. Si no llego a tiempo, estoy jodido y ni siquiera se trata de tener
que buscar un nuevo asistente. Si ve que le envié un juguete sexual, perderé
a la única persona que realmente me gusta en esta ciudad.
Mi estómago se anuda y las náuseas me recorren.
Estoy justo detrás de la tripulación de vuelo cuando abren la puerta.
Si este fuera un vuelo regular en lugar de un avión privado o si no fuera
conocido por el hockey en esta ciudad, probablemente me arrestarían por la
forma en que estoy actuando. En cambio, la tripulación de vuelo no parece
impresionada cuando uno de ellos me hace un gesto para que siga adelante.
—Lo siento —murmuro mientras paso corriendo—. Es una emergencia.
Corro por el aeropuerto. Con mi altura y complexión, en esta ciudad,
soy fácilmente reconocible. La gente está boquiabierta, tomando fotos y
videos. Debo parecer el maldito Terminator, corriendo así. Mi bolso se
engancha en el codo de alguien y se tropieza.
—Lo siento —grito por encima del hombro, todavía corriendo.
Hay una salida especial del aeropuerto para vuelos privados, gracias al
cielo. Espero a la persona frente a mí, respirando con dificultad, el sudor me
cae por la frente.
No hay ninguna actualización sobre la ubicación del paquete. Todavía
en ruta para entrega. Trago los cuchillos en mi garganta. Mis nervios están
disparados y nunca me había sentido tan alterado. No antes de un gran
juego, no cuando descubrí que mi mamá estaba teniendo ataques de pánico,
nunca.
No sé lo que eso significa y no voy a tratar con eso ahora.
La persona en la salida me mira largamente mientras procesan mi
pasaporte. En el momento en que me reconoce, lo veo en sus ojos. Más tipos
de culpa aparecen en mis entrañas; si no fuera un jugador de hockey
profesional con un traje que cuesta más que el sueldo de la mayoría de la 154
gente, me llevarían a interrogatorio por parecer tan turbio como la mierda.
—Que tenga un buen día, señor Streicher —dice, haciéndome un gesto
para pasar—. Danos más de esos Streicher Shut Out.
—Lo tienes —le digo mientras me apresuro a salir por las puertas.
El Uber me está esperando afuera y entro. Dejé mi auto en el
apartamento en caso de que Pippa lo necesitara.
—Quinientos dólares para que me lleve a casa lo más rápido que pueda
—le digo al conductor, sacando los billetes de mi billetera.
Los próximos veinte minutos son insoportables. El conductor acelera y
frena, superando tanto el límite de velocidad que ni siquiera quiero mirar y
toca la bocina una docena de veces. Mi rodilla rebota mientras aprieto los
dientes, alternando entre mirar por la ventana y actualizar la página de
rastreo.
Cuando nos detenemos frente a mi edificio, le tiro los billetes y salgo
corriendo del auto. El elevador tarda un siglo en llegar y otro siglo en
alcanzar el último piso. Una diminuta anciana se baja en el décimo piso y
tengo que contenerme para no empujarla fuera del elevador para que se
mueva más rápido. Estoy arrastrándome fuera de mi piel con impaciencia.
El elevador finalmente se abre en el último piso y estoy en la puerta
principal en un instante.
Ningún paquete en el suelo. Mi pulso late en mis oídos. Todavía no
estoy a salvo, podría estar adentro o con el vigilante abajo.
Dentro del apartamento, está tranquilo. Daisy trota, moviendo la cola
y distraídamente la levanto, acariciándola mientras examino el
apartamento, abriendo el armario debajo del fregadero para verificar el
reciclaje.
Sin Pippa. Sin paquete. Sin caja vacía. Una llamada rápida abajo
confirma que tampoco recibieron un paquete. El alivio se abre paso a través
de mí y los nudos en mi estómago se desatan, uno por uno.
Aún no ha llegado. Suspiro y me apoyo contra la puerta principal para
recuperar el aliento. Acabo de envejecer una década. Le doy a Daisy una
caricia más antes de dejarla en el suelo, ella regresa al sofá y se vuelve a
dormir. A medida que mi pulso se vuelve más lento, paso una mano por mi
rostro.
Eso estuvo jodidamente cerca. Demasiado cerca.
En el pasillo de arriba, me dirijo a mi dormitorio para quitarme el traje
cuando un ruido me detiene en seco. Un suspiro. Miro la puerta de Pippa.
Un golpeteo rápido y rítmico, como un zumbido, seguido de un gemido
entrecortado. 155
Toda la sangre de mi cuerpo corre hacia mi polla. No llegué antes que
el juguete a casa. Llegó aquí antes que yo y actualmente mi linda asistente
lo está usando en su dormitorio.
Capítulo 32
PIPPA
Ola tras ola de intenso placer irradian desde donde estoy presionando
el juguete contra mi clítoris. Estoy temblando, con la espalda arqueada fuera
de la cama, los músculos tensos, la boca abierta y los ojos cerrados con
fuerza mientras sobrevivo al orgasmo más intenso de mi vida.
Cuando no puedo soportarlo más, apago el juguete y me derrumbo
sobre las almohadas, recuperando el aliento.
Eso fue… increíble. Levanto la cabeza y miro el juguete que Hazel me
envió. Mi mente esta fundida. Sentimientos flotantes y relajados fluyen a
156
través de mi cuerpo y resoplo una carcajada.
Esa cosa funcionó y rápido. Tal vez no estoy rota después de todo. Me
muerdo el labio, sonriendo para mis adentros. Pensar en Jamie mientras lo
usaba hizo que todo fuera más intenso.
Así que estoy un poco enamorada de él. Siempre lo he estado. No voy a
hacer nada al respecto. Respiro profundamente y me visto antes de bajar
las escaleras.
Jamie está en la cocina, descargando el lavavajillas, luciendo
jodidamente delicioso en pantalones deportivos y una camiseta gris de
manga larga. Algo en la forma en que la tela delgada se adhiere a su pecho
y hombros me hace querer correr escaleras arriba y usar el juguete de
nuevo.
Esbozo una gran sonrisa.
—Estás en casa.
Esta semana le envié un mensaje de texto diciéndole que Daisy lo
extrañaba, pero la verdad es que yo lo extrañé.
Me mira con una expresión que no puedo discernir mientras me acerco
y lo rodeo con mis brazos en un abrazo. No es hasta que mi rostro este
presionado contra su pecho y mis ojos se cierran que me doy cuenta de que
tal vez no es así como la mayoría de los asistentes saludan a sus jefes.
Sin embargo, no puedo encontrar la energía para preocuparme. Usar
ese juguete me aniquiló.
—¿Cómo estuvo tu vuelo?
Cuando doy un paso atrás, Jamie no me mira a los ojos y sus mejillas
están sonrojadas. Se aleja de mí, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Bien. Perfecto.
—Bueno. —Le sonrío de nuevo.
Me siento tan relajada. Hazel estará muy presumida y voy a comprarle
flores como agradecimiento. No, toda la floristería. Cada maldita flor en el
lugar.
Observo la nuez de Adán de Jamie mientras traga. Su mirada se lanza
a la mía antes de cerrar los ojos, frunciendo el ceño.
—¿Estás bien? —pregunto.
—Muy bien. —Se las arregla para decir antes de subir las escaleras.
Levanto una ceja, observando su forma alta y fuerte mientras
desaparece.
—Gruñón —digo detrás de él.
157
Su puerta se cierra de golpe y cuando regreso a mi dormitorio unos
minutos más tarde para tomar algo, escucho que la ducha está abierta. Debe
estar cansado de viajar o algo así.
Abro el cajón de mi mesita de noche, donde escondí el juguete y sonrío
para mis adentros. Voy a usarlo de nuevo esta noche.
Capítulo 33
PIPPA
A la mañana siguiente, Daisy y yo estábamos llegando a casa después
de un paseo matutino cuando nos encontramos con Jamie en el pasillo fuera
de su apartamento.
—¿Sales?
Apenas puede mirarme a los ojos mientras coloca su bolsa de gimnasia
sobre su hombro.
—Sí. 158
—Que tengas una gran práctica.
—Gracias. —Su mirada choca con la mía y creo que está a punto de
correr hacia el ascensor, pero no se mueve. Se aclara la garganta—. ¿Qué
harás hoy?
No puedo decir la primera respuesta que me viene a la mente. Montar
mi nuevo juguete mientras pienso en sentarme en tu regazo, frotándome
contra tu enorme erección.
Definitivamente no le puedo decir eso. Mi rostro se calienta, y mi cuerpo
se tensa con anticipación.
He estado usando ese juguete sin parar.
Nunca he tenido uno, así que no sabía lo increíbles que eran. En la
gira, no había privacidad, así que no es como si hubiera podido usar uno. Y
aunque tuviera uno, seguro que se me hubiera caído del bolso en el peor
momento, delante de todos.
—Iremos de excursión con Hazel. —Dudó—. Y podría tocar mi guitarra
un rato.
Su mirada se vuelve suave y cálida, y un sentimiento extraño surge en
mí. Me gusta esa mirada en su rostro afilado y hermoso. Me gusta que me
mire así.
—Eso es genial, pájaro cantor —dice y la comisura de su boca se curva
hacia arriba.
Mi corazón palpita. Haré lo que sea para que vuelva a sonreír. Sus ojos
sostienen los míos y los aleteos en mi pecho se intensifican.
—Envíame una foto de tu caminata.
Asiento, sonriendo. Sólo quiere saber cómo le ha ido a Daisy durante
el día, me recuerdo a mí misma.
Después de despedirnos, me dirijo a mi dormitorio y saco mi guitarra.
Toco alrededor de una hora, rasgueando y cerniendome con mi bolígrafo
sobre el cuaderno, lista para escribir letras, pero nada aparece. Así es como
solía escribir música: obtenía algunas partes de la canción, tal vez un verso,
el coro, tal vez sólo una línea de apertura, y luego completaba el resto, pero
hoy, nada se siente lo suficientemente bien. Nada suena digno de crear una
canción alrededor. No puedo dejar de imaginar a Zach y su representante.
Suelto un largo suspiro de frustración. Que artista sería. Ni siquiera
puedo hacer esto como un pasatiempo sin paralizarme y dudar de mí
misma.

159

—Están abriendo ese puesto de marketing la próxima semana para


aplicaciones internas —me dice Hazel en nuestra caminata esa tarde.
—Eso es genial.
Me imagino en reuniones para discutir asociaciones de marca,
estrategias de campaña o un rediseño de logotipo. En comparación con las
horas locas de una gira, un trabajo de oficina me permitirá tener una vida
normal. Tal vez incluso haga amigos allí. ¿Y si alguien se burla de mí o se
ríe de mis ideas? Estaré bien, porque una idea de marketing no es una parte
de mi corazón como lo son las canciones.
Algo me hace detenerme. Si trabajo para el departamento de marketing,
no podré volver a ver a Jamie ni a Daisy.
Mi buen humor estalla como un globo.
Sin embargo, es lo mejor. Pienso en tratar de escribir música esta
mañana y en lo paralizada que estaba por la idea de la crítica negativa. No
soy como Zach, que siempre podía ignorar las cosas malas.
—No tienes que solicitarlo —dice Hazel en voz baja—. Sólo porque es lo
que mamá y papá quieren…
—Quiero hacerlo —interrumpí—. Es para lo que fui a la universidad.
Su mirada permanece en mí, recelosa. No me cree. Hazel siempre ha
sido capaz de ver a través de mí.
Ya puedo escuchar lo felices que estarán mis padres de que incluso
haya presentado la solicitud. Han estado preguntando sin parar al respecto.
Además, estoy empezando a tocar música de nuevo. No quiero
presionarme para que sea todo en mi vida. Sólo quiero volver a amarlo.
—Oh, quería agradecerte por el regalo —le digo a Hazel, cambiando de
tema y disparándole una sonrisa descarada—. ¿Cruce los limites?
Absolutamente. ¿Me importa? No precisamente.
Inclina la cabeza, frunciendo el ceño.
—¿Eh?
—El juguete.
—¿Qué juguete?
Mis ojos se estrechan.
—El que me enviaste.
Me mira.
—Yo no te envié nada. 160
Parpadeo.
—Si lo hiciste. El Satisfyer.
Ahoga una risa.
—Yo no te envié eso. Aunque, esa es una gran elección. ¡Todos siempre
van por el vibrador, pero son como bzzzzzz! —Hace un ruido como el de una
sierra—. A veces es demasiado.
Dejo de caminar.
—Tú me lo enviaste.
—No —dice lentamente—. No lo hice.
Entonces…
Oh Dios. Mi boca se abre. Es la única otra persona que conoce mi
dirección. Incluso la oficina del equipo todavía tiene la dirección de Hazel en
mí archivo, aunque saben que estoy viviendo en casa de Jamie.
—¿Qué es esa mirada? —pregunta Hazel.
Estoy mirando a la nada. Mi rostro está a la temperatura del sol y me
voy a morir de vergüenza o de calentura o de shock.
Jamie Streicher me envió un juguete sexual y lo he estado usando sin
parar mientras pensaba en él.
La imagen de él parado en la cocina, mirándome con incomodidad
mientras salía en una neblina post orgasmo, aparece en mi cabeza. Presiono
mis manos contra mis mejillas. Voy a morir. En cualquier segundo, todo mi
ser saldrá volando por los aires.
—Oh, Dios —susurró.
—¿Qué?
—Creo que lo envió Jamie.
Se ríe a carcajadas.
—Impresionante.
—No —protesto, haciendo una mueca—. No es impresionante.
Sus ojos brillan de emoción.
—Le gustasssssss
—No, no lo hace. —Mi voz es rara otra vez—. No le gusto.
Me da una mirada que dice lo contrario.
No puedo gustarle. Eres mi asistente, dijo. Miro a Hazel, con la
preocupación surcando mi frente. Mi pulso se acelera.
—Se hizo pasar por mi novio en una fiesta en la que estaba Zach y tuvo 161
una erección cuando me senté en su regazo —dejo escapar.
La mandíbula de Hazel golpea el suelo, pero sus ojos sonríen.
—Cuéntamelo todo.
Cuando termino de contar esa noche, mueve la cabeza en negación.
—Quiere follarte.
Me pica la piel y no puedo respirar por completo.
—No sé qué hacer.
—¿Quieres follarlo?
La última venganza sería follarte. No puedo creer que dije eso.
—Sí —grito, sonrojándome—. Pero no podemos.
Suspira
—Sabes lo que siento por los jugadores de hockey, pero si tú quieres, y
él quiere… —Me da una mirada alentadora—. ¿Por qué no?
Porque ya lo quiero como más que un amigo. ¿Qué pasa si me enamoró
de él, sólo para mudarme en unos meses y nunca volver a hablar con él?
¿Qué pasa si me empieza a gustar demasiado y me hace lo mismo que Zach?
Ya me han aplastado una vez este año. No puedo pasar por eso de
nuevo. Jamie es tan locamente sexy y tan fuera de mi alcance que ni siquiera
existe la posibilidad de que no me rompa el corazón.
—Pippa —dice Hazel—, mantén las cosas casuales con él. Los hombres
son tan fieles como sus opciones, especialmente estos hombres. —Se encoge
de hombros—. No olvides quién es. Y deja tus emociones fuera de esto.
Fácil para ella decirlo. Hazel siempre mantiene las relaciones
temporales y sin complicaciones, pero no sé cómo hacerlo.
Vivo con Jamie. Trabajo para Jamie. Nos enviamos mensajes de texto
y hablamos de nuestro día. Su perra es básicamente mi mejor amiga. Salgo
con su mamá.
Nada de esto es sencillo. Mis emociones ya están completamente
involucradas, y si lo dejo ir más allá, va a doler como el infierno.

Esa tarde, llegó a casa antes de lo esperado y los zapatos de Jamie


están en el armario del vestíbulo, pero el apartamento está en silencio. Daisy 162
está cansada después de nuestra caminata, así que se dirige al sofá para
dormir la siesta y yo subo a mi dormitorio para cargar mi teléfono.
Cuando paso por la puerta de Jamie, escucho mi nombre en su voz
baja, apenas por encima de un murmullo.
Mi corazón se detiene. ¿Está hablando de mí por teléfono? Frunzo el
ceño y me inclino, escuchando. Esto está totalmente mal, pero si lo está,
tengo que saber lo que está diciendo. Mi piel hormiguea cuando presiono mi
oreja contra la puerta.
—Mierda —murmura en el mismo tono de cuando nos besamos. Un
gemido bajo y necesitado.
Mis ojos se abren de par en par. Mi piel se calienta cuando imagino
cómo se ve al otro lado de la puerta, apretando su polla con el puño y
haciendo una mueca de placer.
—Pippa. —Escucho su gemido bajo a través de la puerta y siento una
oleada de humedad entre mis piernas.
Mi ardiente jefe jugador de hockey se masturba mientras gime mi
nombre. Un estremecimiento se dispara a través de mí, y nos imaginó
juntos, todos los planos duros de su cuerpo mientras me toca, animándome.
Jamie sería tan, tan diferente a Zach en la cama. Puedes hacerlo, dijo
Jamie cuando no estaba segura de actuar en el bar.
Apuesto a que también diría eso en la cama.
Capítulo 34
JAMIE
Pippa llega a casa la noche siguiente con Daisy y se detiene en seco en
la cocina, inclinando la cabeza con una sonrisa de sorpresa.
—¿Qué es esto? —pregunta, señalando el gran desastre que he hecho.
Me froto la nuca, sintiéndome estúpido. No puedo creer que pensé que
esto era una buena idea.
—Cena —me las arreglo para decir, encontrándome con su mirada
antes de apartarla—. Hice la cena para nosotros. 163
Soy un maldito desastre. No puedo dejar de pensar en ella teniendo
orgasmos en su dormitorio con el juguete y no puedo dejar de preocuparme
de que descubra que yo se lo envié. No debe saber que fui yo; es la única
explicación de por qué no renunció o llamó a Recursos Humanos. Cuando
pienso en ella mudándose, me siento enfermo. Cuando me imagino la
expresión de su rostro cuando se entere de que se lo compré, quiero
arrancarme el cabello.
He intentado compartimentar a Pippa. He intentado colocarla en una
caja separada en mi mente y guardar pensamientos de su boca exuberante,
tetas perfectas y trasero redondo y azotador para el momento en que me
meto en la cama todas las noches.
Nada de eso está funcionando. Está constantemente en mis
pensamientos, y yo comprándole ese juguete es un hacha inminente por
encima de lo que seamos.
Me estoy desmoronando, así que hago la cena para nosotros. no sé por
qué. Parece que ya no entiendo la razón. No en lo que respecta a Pippa.
Parpadea.
—No sabía que podías cocinar.
Me encojo de hombros como si no importara.
—No tienes que comerlo si no quieres.
—Sí quiero —dice rápidamente—. Sólo estoy sorprendida —Me sonríe
y mis nervios se calman un poco—. Gratamente sorprendida —¿Se está
sonrojando? Vaga hacia el horno y mira adentro—. ¿Enchiladas?
Asiento.
—Frijoles negros, camote y espinacas. Listo en veinte.
Sube las escaleras para dejar sus cosas y dejo escapar un largo suspiro
mientras mi cabeza cae hacia atrás. Cinco minutos más tarde, estoy
cargando el lavavajillas cuando regresa a la cocina. Se acerca para pasarme
un cuenco y nuestros dedos se rozan. La electricidad se dispara a través de
nuestro toque y me sacudo hacia atrás.
—¿Qué pasa contigo? —Me da una mirada divertida y curiosa—. Estás
muy nervioso.
Mis hombros se tensan.
—Estoy bien.
Resopla.
—Jamie, tus hombros están a la altura de tus oídos. ¿Necesitas un
masaje o algo así?
Mi polla se pone rígida, pensando en sus suaves manos amasando mi 164
cuello. Jesús, mierda.
—No necesito un masaje —espeto.
Levanta las manos.
—No dije que yo lo iba a hacer. Relájate.
Estoy arruinando esto. Tomo aire. Pippa se mueve al fregadero para
lavar un cuchillo y sin pensar, mis manos están sobre sus hombros,
alejándola.
—Limpiare yo. No hice este desastre para que puedas limpiar por mí.
—Lo sé. —Se encoge de hombros bajo mis manos—. Estoy feliz de
ayudar. Yo también vivo aquí.
—Pippa. Siéntate.
Deja el cuchillo limpio en la almohadilla de secado y se vuelve hacia mí
con una mirada preocupada.
—¿Hice algo mal?
—No. —Me odio—. Lo lamento. Estoy estresado hoy.
Su boca se tuerce.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?
Ahí voy de nuevo, imaginándola arrodillándose y tomándome entre sus
bonitos labios. Estoy a punto de decir que no, pero aparece otra imagen en
mi cabeza. Nosotros sentados en la sala en medio de la noche mientras ella
toca la guitarra.
—Música. —Cruzo los brazos sobre mi pecho, apoyándome contra el
mostrador—. Eso podría ayudar.
Una sonrisa se levanta en su boca y alcanza su teléfono.
—Puedo hacer de DJ, no hay problema.
—No.
Su mirada salta a la mía, con una ceja levantada.
—Tú.
Su boca se tuerce hacia un lado de nuevo, pero sostiene mi mirada.
—Eso fue algo de una sola vez. —Sonríe como si estuviera bromeando,
pero la vulnerabilidad brilla en sus ojos y me duele el pecho.
Levanto mis cejas hacia ella.
—Hice la cena. —Al igual que ella, estoy bromeando, pero tampoco lo
estoy.
165
Nos miramos el uno al otro y siento su decisión desvanecerse.
—Vamos, pájaro cantor —murmuro—. ¿Me vas a hacer rogar?
Resopla, rodando los ojos.
—Bien. Pero sólo porque claramente estás teniendo un mal día. —Una
pequeña sonrisa se curva en su bonita boca y sus ojos pierden esa expresión
vacilante de hace un momento. Se dirige hacia las escaleras.
Vuelve con su guitarra y se sienta en el sofá. Estoy de pie en la
desordenada cocina, mirando mientras coloca la guitarra en su regazo,
colocando la cinta sobre su hombro.
Se siente casi demasiado bueno para ser verdad.
—He estado tocando alrededor de algunas melodías —admite con una
sonrisa graciosa, casi avergonzada que me hace querer besarla de nuevo—.
No es muy bueno.
El aire deja mis pulmones en un resoplido.
—Voy a ser el juez de eso.
—Bueno. —Sonríe para sí misma y comienza a tocar.
Su música llena el apartamento y una presión cálida y apretada surge
en mi pecho. La canción que está cantando es esperanzadora, dulce y
divertida. La letra trata sobre volver a subirse al caballo después de caerse.
La voz de Pippa es suave pero fuerte, y tiene control sobre sus notas como
una profesional. Hace que parezca fácil y sin esfuerzo.
Mientras canta sobre superar tiempos difíciles, me pregunto si tengo
algo que ver con esto, si la charla de ánimo que le di antes de la fiesta de
despedida sobre volver al hielo tuvo algún impacto.
Realmente, realmente espero que lo haya hecho.
Canta una línea sobre encontrar a alguien mejor y un pensamiento
desagradable me asalta. ¿Qué pasa si ella está pensando en seguir adelante
con otra persona? La imagino deslizando el dedo en una aplicación de citas
y me siento mal. Me imagino a tipos llamando a la puerta de nuestra casa
para recogerla y me duele la mandíbula de tanto apretar.
La melodía termina y ella me lanza una sonrisa avergonzada.
—No es algo muy pulido —bromea.
Parpadeo, sacudiéndome.
—¿Tú escribiste eso?
Asiente.
—Sé que necesita trabajo.
—¿Por qué haces eso? —pregunto sin pensar—. Reducirte de esa 166
manera.
La incomodidad se refleja en su rostro y mueve los pies debajo de las
piernas.
—Um. —Sus pestañas revolotean—. Supongo que lo digo primero para
que otros no lo hagan. —Me mira y definitivamente quiero besarla de nuevo,
incluso para distraerla de los imbéciles que la hicieron sentir que no era lo
suficientemente buena.
—Yo nunca haría eso, pájaro cantor.
Sostiene mi mirada antes de asentir levemente.
—Lo sé.
Estoy tan jodidamente ido por esta chica.
—¿Cómo puede alguien decirte que sí primero si te dices que no a ti
misma? —pregunto. Se muerde el labio, mirándome, y en lugar de insistir
en el tema, simplemente hago girar mi dedo en el aire—. Siguiente.
Se ríe y la tensión se disipa.
—Mandón.
Mientras limpio, Pippa sigue tocando. Daisy duerme en el sofá y cuando
suena el temporizador, sirvo y le hago un gesto a Pippa para que se siente
en la mesa que he arreglado.
El aire vibra de emoción. Esto se siente como una cita. No. No como
una cita. Esto se siente como... algo más. Algo natural, fácil y necesario.
Como si fuéramos una pareja o algo así. Daisy está comiendo su cena del
cuenco para que coma lento que le compré, y Pippa observa divertida cómo
mueve la cola.
Esto se siente como estar en familia.
Mi estómago se aprieta. No lo somos y lo sé. Solo soy yo tratando de
suavizar las cosas con ella para no perder a alguien que realmente necesito
este año.
Pippa da un mordisco y tararea con aprecio.
—Jamie, esto esta bueno.
Sonrío a mi plato.
—Gracias. Solía hacérselo a mi mamá cuando era niño.
Me lanza una sonrisa graciosa, medio confundida, medio divertida.
—¿Cocinabas cuando eras niño?
Asiento, agarrando mi vaso de agua. Los recuerdos regresan: la
habitación oscura de mi madre a la mitad del día, las cortinas cerradas, ella
debajo de las sábanas, profundamente dormida. Todo lo que hacía era 167
dormir durante semanas seguidas hasta que salía del abatimiento en el que
se encontraba. Así los llamaba: abatimientos.
—Está bien —dice Pippa, dejándolo así.
Es su reacción lo que me hace querer compartir más. La forma en que
me da espacio me dice que lo mantendrá entre nosotros. Nunca se lo diría a
los medios ni a sus amigos.
—Mi mamá tuvo depresión cuando yo era niño. A veces tenía que
cocinar para mí.
Su mirada preocupada se encuentra con la mía, pero no hay compasión
detrás de sus ojos.
—Oh. Lo lamento.
—Está bien. Lo maneje.
La comprensión pasa por sus rasgos y una pequeña sonrisa se levanta
en su rostro.
—Es por eso que cuidas de todos.
Me encojo de hombros.
—No tengo otra opción.
Se estira sobre la mesa, cubre mi mano con la suya y le da un cálido
apretón. Su piel es suave, y mi mano se tensa debajo de la suya para no
tirarla a mi regazo como en la fiesta de despedida.
—Lo siento —susurra, tirando de su mano hacia atrás ante mi
expresión sombría.
Esto va todo mal. Comemos en un silencio incómodo y tenso, y cuando
terminamos, ella se levanta para recoger los platos, pero la detengo.
—Lo haré. —Mi tono sale más agudo de lo que pretendía.
Se sienta en el sofá y toma su guitarra de nuevo. Toca otra canción
mientras limpio la cocina más a fondo que nunca. Si me detengo, ella dejará
de tocar y estoy desesperado por escuchar su voz. Su canto en el sofá hace
que este apartamento se sienta como un hogar.
Su canción termina y me mira con una pequeña sonrisa.
—Creo que tienes ese lugar.
Miro hacia abajo, donde estoy fregando la encimera impecable.
Se muerde el labio, los nervios escritos por todo su rostro.
—¿Te sientas conmigo?
Mis pies ya se están moviendo hacia la sala. Parece que no puedo 168
decirle que no. Me dejo caer en la silla frente a ella.
Hace una pausa y me ofrece una mirada vacilante.
—¿Estamos bien?
Asiento.
—Estamos bien, Pippa.
Me estudia, mordiéndose el labio inferior y no puedo dejar de pensar
en cómo se sintió ese labio inferior entre mis dientes cuando la besé en la
fiesta de despedida.
Maldita sea, qué no haría por volver a experimentar eso.
El silencio se extiende entre nosotros antes de que me ponga de pie.
Estoy nervioso, y voy a hacer algo estúpido si me siento aquí con ella.
Llego hasta el pasillo fuera de mi dormitorio cuando su voz me detiene.
—¿Se trata del juguete que me compraste? —Sube la última de las
escaleras, cruzando los brazos sobre el pecho.
Mi estomago da un vuelco. Por supuesto que lo descubrió.
—Pippa. —Tomo un respiro—. Lo siento mucho.
Me mira. No puedo leer su expresión.
—¿Por qué?
Niego, sintiéndome enfermo por los nervios.
—Cruce la línea. Me lo dijiste en confianza y… —Me interrumpí,
frustrado—. No quiero hacerte sentir incómoda. Tomé demasiadas cervezas
y estuve pensando en ti todo el día. —Mierda, no quise decir eso—. Porque
nos habíamos estado enviando mensajes de texto. Estuve pensando sin
parar en lo que dijiste en la fiesta de despedida. —Mis ojos se encuentran
con los suyos y el calor ruge en mi sangre—. Me gusta que estés aquí. Me
gusta que toques música en el departamento y me gusta que vengas a mis
juegos.
Su boca se inclina hacia arriba en una sonrisa.
—Me gusta salir a caminar contigo y que tu hagas la cena.
Me duele el corazón. Todo lo que puedo hacer es asentir. No puedo creer
que casi jodí esto porque estaba cachondo.
Mete las manos en las mangas de su suéter.
—Y me gusta ir a tus juegos y pasar el rato con tu mamá.
Ahora sólo enumeramos más razones por las que no debería haber
hecho lo que hice.
Su lengua sale para humedecer sus labios.
169
—Lo usé.
Ahogo un gemido ante el recuerdo de escucharla correrse sobre el
juguete. Sólo puedo imaginar cómo lucia. No puedo dejar de imaginar cómo
sería.
No puedo mentir.
—Lo sé.
—¿Lo haces? —Sus ojos se abren de par en par.
—Este lugar no está insonorizado. —Froto el puente de mi nariz. Ahora
que lo sabe, tal vez tenga más cuidado para que no tenga que andar con una
erección todo el día.
Se mueve, apretando sus muslos.
—Escuché mi nombre en tu habitación el otro día —susurra, con las
mejillas sonrojadas.
Me congelo. Ayer, dejé escapar su nombre cuando estaba pensando en
ella, masturbándome. Incluso recordarlo envía sangre corriendo a mi polla.
—No te escuche llegar a casa.
Nos miramos el uno al otro por un largo momento, y el aire entre
nosotros chisporrotea. Se muerde el labio inferior y observo el movimiento,
fascinado. Me pregunto si haría eso si tuviera mis dedos enterrados dentro
de ella.
Mis ojos se cierran. Mierda. No importa cuánto lo intente, no puedo
quitarme esas ideas de la cabeza. Siento que me estoy poniendo duro.
—Jamie —respira, y la miro.
La mirada en sus ojos me dice que algo peligroso está por suceder. Está
a punto de decir algo en lo que no podré dejar de pensar. Lo sé.
—¿Qué? —Mi voz es baja.
—¿Por qué me compraste ese juguete? —Sus pestañas revolotean—. La
verdadera respuesta.
Doy un paso hacia ella. El hilo que mantiene unida mi fuerza de
voluntad está a punto de romperse.
—Porque quería darte algo que él no pudo.
Su mirada cae a mi erección y más sangre se precipita allí.
—Porque —continúo, porque parece que no puedo guardar un puto
secreto con esta chica—, quería hacer que te corrieras más fuerte que nunca
y esa era la única manera. Y no quiero que nadie más lo haga.
Su garganta trabaja y se está sonrojando de nuevo, pero sus ojos están
fijos en los míos. La tensión entre nosotros es densa y eléctrica cuando doy
otro paso hacia ella. 170
—¿Funcionó? —pregunto, porque no puedo evitarlo.
Su respiración es irregular mientras asiente, y me duelen los testículos.
Debería ir a mi dormitorio. Estoy a punto de estallar con ella mirándome
así.
Mi control se desvanece y camino hacia adelante hasta que su espalda
está presionada contra la pared. Mi pecho roza el suyo, y puedo sentir su
aliento en mi cuello mientras levanta la cabeza para mirarme a los ojos.
—Tienes que dejar de mirarme así, pájaro cantor —le digo, apoyando
mi antebrazo en la pared sobre su cabeza.
—¿O qué? —respira
—O voy a perder la cabeza. —Lo digo como si no hubiera pasado ya—.
No puedo dejar de pensar en ti usando ese juguete.
Una pequeña sonrisa marca su boca. Tímida, burlona y consiente,
como si viera exactamente lo que me está haciendo.
Mantén la distancia, me digo a mí mismo. Pero la voz se vuelve más
silenciosa, más lejana.
—¿Quieres mostrarme? —Las palabras salen de mi boca antes de que
pueda detenerlas. Mi voz es baja y gruesa.
Hay un latido entre nosotros donde esa voz que se desvanece en mi
cabeza lucha por atención, y le doy un portazo mental. Esto no es una
relación. Pippa no tiene experiencia en la cama y yo sí. ¿Quién mejor para
mostrarle lo que vale que yo, un hombre que piensa mucho en ella?
En la penumbra del pasillo, sus pupilas se dilatan.
—Bueno.
Mi control se rompe y mi mano se envuelve alrededor de la parte trasera
de su cuello, acercando su boca a la mía.

171
Capítulo 35
PIPPA
Jamie besa como si estuviera enojado conmigo. Su boca se mueve con
urgencia, exigente, áspera y desesperada, como si estuviera volcando cada
gramo de frustración dentro de mí.
Me encanta.
Doy un suspiro de alivio, porque su boca en la mía es como beber agua
después de una maratón. Tan necesaria, tan imprescindible, tan
jodidamente buena.
172
Agarra mi cabello, inclinando mi cabeza hacia atrás y acariciando mi
boca. Chispas de placer patinan sobre mi piel y su beso me está drogando.
Chupo ligeramente su lengua y gime.
—Me estás matando, joder —dice con voz áspera entre besos. Está
frenético y el deleite y el deseo oscilan en mi vientre, calentándome. Su barba
es áspera contra mi piel, sus labios prácticamente magullan los míos, pero
no me importa. Solo necesito más.
Gime de nuevo como si le doliera, apoyando su frente contra la mía.
Mis manos llegan a su camiseta, rozando arriba y abajo los duros planos de
su pecho. Dios, quiero verlo sin camisa otra vez, como esa noche en la
cocina.
—Mierda —dice, los ojos vidriosos brillando—. Necesito verlo. Necesito
ver que te corras con el juguete que te compré.
Sus labios buscan los míos, y un fuerte dolor se forma entre mis
piernas mientras me muerde el labio inferior. Un suave gemido se escapa de
mí. El aliento sale de mis pulmones cuando sus caderas me sujetan contra
la pared y su gruesa longitud presiona contra mi estómago.
Besar a Jamie es más caliente que cualquier cosa que haya hecho con
Zach.
Sus labios se mueven bruscamente por mi cuello, y me quedo allí, con
el corazón acelerado como si esto fuera un sueño. Estoy flotando y aún no
hemos hecho nada. Retrocede y siento su ausencia inmediatamente.
Abre la puerta de mi dormitorio, me mira y señala dentro.
—Entra ahí. —Exige.
Me estremezco. Cuando Jamie me da órdenes, me hace sentir libre y
completamente diferente a mí misma, y no me importa en lo más mínimo.
Con el corazón acelerado, paso junto a él hacia mi dormitorio. En mi
cama, me detengo y giro. Me sigue al interior y cruza los brazos sobre el
pecho.
—¿Y bien? —pregunta.
Oh Dios. Mi estómago se hunde, y la excitación que sentí momentos
antes flaquea. Probablemente se acostó con cien mujeres y ahora no tengo
ni puta idea de qué hacer.
Se va a reír de mí. Al igual que Zach y su representante se rieron de mí.
Parpadeo rápidamente, encontrándome con su mirada, y su expresión
cambia.
—Pájaro Cantor —dice, sosteniendo mi mirada—. ¿Quieres parar?
173
—No, yo solo… —Me interrumpo, mirando mi mesita de noche. —No sé
cómo hacer esta parte.
Sus ojos se vuelven suaves. Da un paso adelante y enrosca sus dedos
en la parte de atrás de mi cabello otra vez.
Dios, eso se siente bien. Cierro los ojos mientras presiona sus labios
contra los míos. Los nervios desaparecen.
—Quítate la ropa y métete en la cama.
Se echa hacia atrás y me mira, y algo en él diciéndome qué hacer envía
calor a mi centro.
—¿Lo entiendes?
Asiento, aturdida.
—Bien. —Suelta mi cabello, retrocede de nuevo y se cruza de brazos.
Mi pulso se acelera de nuevo mientras me quito el suéter. Alcanzo el
dobladillo de mi camisa y, mientras me la subo, la ceja de Jamie se levanta.
—Más lento.
Otra ola de calor aparece entre mis piernas. Me gusta este lado de él:
primitivo, mandón, exigente, deseándome. Me quito la camiseta a un ritmo
criminalmente lento, observo el tic de su mandíbula, sus ojos ardiendo a
fuego lento y sus puños apretados, metidos debajo de sus brazos.
Su mirada cae a mi brasier, uno de encaje de color rosa pálido. Su
lengua toca su labio superior mientras sus ojos se detienen en mi pecho y
mis pezones se endurecen. Me imagino esa lengua trazando mi piel por
encima del brasier, y siento una ráfaga de liquido en mi centro.
¿La forma en que me mira? Se siente bien.
Sus ojos se encuentran con los míos.
—Todo —dice, inclinando su barbilla hacia mis pantalones. Otro
escalofrío rueda por mi columna vertebral.
Cuando me quito los jeans, mira mi tanga de encaje como si lo
ofendiera, pero yo sé la verdad. Su manzana de Adán se balancea cuando
deja escapar un largo suspiro, con la mirada fija entre mis piernas.
—¿Tus bragas están húmedas?
Asiento.
—Bien. —Aprieta sus ojos cerrados, la mandíbula hace tictac mientras
toma otro aliento—. Sigue adelante.
La sangre me zumba en los oídos cuando extiendo la mano para
desabrocharme el brasier. No puedo creer que esté haciendo esto. Tengo
ganas de reírme de la emoción y los nervios, como cuando estoy en una
montaña rusa. Cuando me quito el brasier, los ojos de Jamie están en mis
174
tetas. Sus fosas nasales se dilatan y un escalofrío de emoción me atraviesa.
—Jesús, joder —murmura, mirando hacia otro lado antes de que su
mirada regrese a mi pecho—. Bragas también, Pippa.
Las deslizo hacia abajo. Mi piel se eriza por su mirada entre mis
piernas, y él gime y se pasa la mano por el cabello antes de inclinar la
barbilla detrás de mí.
—En la cama.
Todavía está completamente vestido, y yo estoy completamente
desnuda. Esta es la cosa más intimidante que he experimentado, o la más
excitante. O ambas. Puedo escuchar mi pulso en mis oídos mientras me
acomodo en mi colcha, recostándome en las almohadas. Mis muslos se
presionan juntos, y hay un dolor sordo entre ellos. Mis pezones están
erizados, mi piel se pone de gallina, y un pensamiento me asalta.
¿Qué pasa si no puedo venirme?
La preocupación aparece en mi mente. Sería tan incómodo. La tensión
se forma en mi pecho y me muerdo el labio, mirando hacia arriba mientras
Jamie se cierne sobre mí, aun cruzando los brazos.
Abre el cajón de mi mesita de noche, y cuando ve el juguete, hace una
pausa antes de recogerlo. Sus ojos son oscuros, iluminados solo por la
lámpara en mi mesita de noche, y otro escalofrío me atraviesa, aterrizando
en mi centro.
Me entrega el juguete antes de enderezarse, esperando. Es tan alto, tan
jodidamente ancho, y parece demasiado grande para mi dormitorio.
—¿Así? —Respiro, el corazón late con fuerza. ¿Va a pararse sobre mí
así?
Asiente.
—Mhm. Exactamente así, pájaro cantor.
Estoy nerviosa, pero no quiero parar. Él mirándome así, sin tocarme,
aunque sé que quiere hacerlo, voy a estar pensando en esto durante mucho
tiempo.
Mi mirada está fija en la suya mientras hago clic en el juguete. Su
zumbido llena el silencioso dormitorio y sus ojos se oscurecen.
—¿Que estas esperando?
—Mandón —susurro y la comisura de su boca se tuerce.
Presiono el juguete contra mi clítoris y mis ojos se cierran.
Ay dios mío.
175
Los músculos de mis muslos se tensan. La succión contra mi clítoris
es perfecta, mejor que cualquier cosa que haya sentido. Bueno… recuerdo
haber besado a Jamie momentos antes. Ese fue un contendiente cercano.
Jamie besándome entre las piernas podría ser lo mejor que podría
experimentar, si es algo como esto.
Suspiro, la cabeza inclinada hacia atrás y puedo sentir sus ojos en mí.
Dios mío, esto es tan caliente, con él parado sobre mí, mostrandome esa
mirada feroz en su rostro. Nunca pensé que estaría en esto.
Le echo un vistazo. Sí. Feroz. Absolutamente feroz. El calor se acumula
alrededor de la base de mi columna, y gimo y cierro los ojos de nuevo.
—Mantén los ojos abiertos. —Exige.
Hago lo que dice, mirándolo. Se ve tan enojado, pero cuando mis ojos
bajan a sus pantalones, su erección se tensa contra la tela.
Me duele el clítoris, un latido sordo de calor y placer, y gimo.
—¿Estás cerca? —pregunta y asiento.
Arquea una ceja, mirándome como si me odiara, pero hay un suave
afecto en sus ojos.
—¿Vas a decir mi nombre cuando te vengas?
Otro pulso de calor entre mis piernas. Estoy empapada.
—No sé. Tal vez.
—Error. —Su mandíbula se aprieta—. Lo dirás. Sin duda.
Su confianza me hace resoplar con una risa tranquila. Los dedos de
mis pies se curvan ante las olas de placer que irradian de mi clítoris
mientras el juguete succiona, y me imagino la boca de Jamie allí, sus ojos
ardiendo mientras me mira.
Oh. Eso es bueno. Se pasa la mano por el cabello, despeinándolo. Se
ve tan caliente así. Tengo tantas ganas de tocar su cabello.
—Joder —murmura de nuevo, apretando los dientes—. Eres tan
jodidamente buena, Pippa. No puedo esperar a verte venir por mí.
Asiento con desesperación, agarrando mi edredón con mi mano libre.
El calor y la presión se acumulan, y el placer recorre mi cuerpo.
Zach aparece en mi cabeza. Me estremezco, apartando la imagen, pero
no puedo. Nos imaginó en la cama, impacientándose conmigo.
Todo mi cuerpo tiembla y el dolor entre mis piernas se desvanece.
No. No, no, no. Ahora no. Tenía esto. Cierro los ojos, buscando ese
sentimiento de hace un segundo.
La voz de Jamie es baja, con el ceño fruncido. 176
—¿Qué está sucediendo?
Niego.
—No sé.
Humillación, vergüenza y arrepentimiento se arremolinan dentro de mí.
Esto fue un gran maldito error. No puedo creer que pensé que podría pasar
de estar sexualmente rota a básicamente tener un orgasmo a la vista.
¿Quién diablos me creo que soy?
Mi rostro se está poniendo rojo y, de repente, estoy demasiado desnuda,
demasiado expuesta. Tiro el juguete lejos; no está haciendo nada, de todos
modos. Mis piernas se juntan.
—Esto no está funcionando. —Mi voz es temblorosa. Cierro los ojos y
meto las piernas. Solo quiero esconderme. Dios. ¿Cómo voy a enfrentarlo de
nuevo?—. Lo lamento. Me está tomando demasiado tiempo y tengo frío y…
—Sacudo la cabeza—. Lo siento.
Estoy humillada. Esto va a hacer las cosas incómodas entre nosotros.
Jamie se sienta a mi lado en la cama, mirando mi rostro. Su mandíbula
aún se aprieta, pero sus ojos están atentos y tal vez un poco preocupados.
—Lo siento —digo de nuevo.
—Deja de disculparte. —Se estira para colocar un mechón de cabello
detrás de mi oreja, y mi corazón se acelera ante la intimidad de eso.
Realmente quería hacer esto. Se sentía divertido, sexy y peligroso.
—Estás demasiado en tu cabeza. —Sus ojos buscan los míos.
—No sé cómo salir —admito.
Su mirada cae a mi boca y sus ojos se oscurecen de nuevo. Toma aire
y lo deja salir lentamente.
—Tengo una idea.

177
Capítulo 36
PIPPA
Jamie tira su camisa sobre su cabeza, y soy asaltada con una vista
fantástica de su torso ondulante. Músculos sobre músculos. Hombros
redondeados y tonificados. Pectorales definidos. Abdominales apilados.
Bailan y se mueven mientras él se quita los pantalones, y esa sensación
cálida y apretada entre mis piernas late una vez más.
Oh. Ahí está.
—¿Qué estás… —empiezo
178
—Estamos probando algo nuevo. Ponte de pie para mí.
Me deslizo fuera de la cama mientras tira el edredón y toma mi lugar.
Sus piernas se abren antes de hacer un gesto para que me siente entre ellas.
Hay algo tan atractivo en sus ajustados bóxers negros. Tal vez sea el
contorno de su pene contra la tela, tensándose.
—Ven aquí, Pippa.
Me estremezco ante su tono, cargado de tensión y calor, pero hago lo
que dice, colocándome entre sus piernas. Su erección presiona mi culo y
hay una chispa de calor entre mis piernas.
En el momento en que me acomodo contra él, suspiro con placer. Es
tan cálido. Coloca el edredón sobre nosotros, cubriéndome.
—¿Mejor? —murmura contra mi oído, y yo asiento.
—Mucho mejor.
—Bien. —Me inhala, la nariz contra mi cuello, y lo deja salir como un
suspira—. Es mi turno, ¿de acuerdo?
Asiento, dejando que mi cabeza caiga contra él. Besa mi mejilla, mi
mandíbula, mi cuello y la tensión abandona mi cuerpo.
Sus manos rozan mis muslos, dedos fuertes clavándose en los
músculos, masajeándome. A medida que sus manos se acercan a mi centro,
hace una pausa.
—Pon tus manos en mis muslos, pájaro cantor.
Pongo mis manos sobre su cálida piel y se estremece.
—Estas fría —resopla, riendo en voz baja.
—Lo siento —chillo.
—Está bien. —Presiona otro beso en mi mejilla, y este es el lado de
Jamie que es más peligroso. La dulce versión de él—. Pon tus pies sobre los
míos.
Lo hago, y gime como si tuviera dolor.
—Como el hielo —dice, y me río. Un pequeño soplo de aire contra mi
cuello me dice que él también se está riendo.
Me estoy relajando más por segundos. Sus manos suben y bajan por
mis muslos, acercándose más y más al vértice cada vez, y me fundo en él
mientras el calor se acumula dentro de mí.
—¿Como esta esto? —Su boca se mueve contra mi hombro.
—Bien —susurro.
Sus manos se mueven hasta mis pechos, y cuando sus dedos
encuentran mis pezones, suspiro de nuevo. Pellizca y hace rodar los picos,
suavemente al principio, pero con una presión cada vez mayor, provocando 179
más jadeos y suspiros de mí hasta que me retuerzo contra él. Su pene late
contra mi espalda mientras me arqueo en sus manos. El calor se acumula
en el fondo de mi estómago y puedo sentir lo mojada que estoy.
—Voy a probar el juguete de nuevo —dice, bajo en mi oído—. ¿Crees
que puedes manejar eso?
Asiento, abriendo mis piernas, presionándolas contra sus muslos.
—Uh… huh.
Se mueve debajo de mí, alcanzándolo y lo desliza debajo del edredón,
tocando mi clítoris antes de encenderlo.
La intensa succión del juguete en mi clítoris hace que cada músculo de
mi cuerpo se tense.
—Ay dios mío
—¿Has jugado con la configuración?
Me estoy retorciendo sobre él.
—No.
Oh Dios. Esto es tan bueno. Esto es perfecto, exactamente lo que
necesito. Es tan cálido y firme debajo de mí, a mi alrededor, y mis uñas se
clavan en sus muslos gruesos y musculosos. Su polla late de nuevo cuando
hago eso.
Baja la intensidad del juguete y la sensación desesperada y dolorosa se
desvanece, no del todo, pero ya no estoy a punto de correrme.
—Oye —protesto, pero es más una súplica desesperada.
Sus dientes raspan mi hombro.
—Tú no estás a cargo aquí. —Su mano llega a mi estómago,
deslizándose hacia la parte inferior de mi pecho. Quiero que vuelva a tocar
mi pezón, que lo haga rodar, que lo pellizque, lo que sea, pero no lo hace,
sólo sigue acariciando mi piel, rodeando el punto dolorido.
—Dime lo que sientes en este momento —murmura en mi oído, bajando
la intensidad del juguete otro punto.
La suave succión del juguete me lleva a una zona cómoda y flotante.
No puedo correrme así, pero no quiero que se detenga.
—Pájaro cantor. Presta atención.
Tomo un respiro. Bien. Necesito enfocarme.
—Bueno. Um. Puedo sentir el juguete entre mis piernas.
—Bien. —El placer ondea a través de mi cuerpo, calentándome—. ¿Qué
otra cosa?
Cierro mis ojos. 180
—Puedo sentirte contra mi espalda. Eres tan cálido.
—Mhm.
—Tus piernas bajo mis manos.
—Muy bien. Lo estás haciendo muy bien. —Su tono bajo es complacido,
y mi clítoris palpita por el elogio.
Mi piel se siente caliente. Necesito más, pero no puedo llegar allí con
esta velocidad baja. Mi espalda se arquea.
—Jamie, necesito más.
—Aún no. —Finalmente, su pulgar se desliza hacia arriba, jugando con
mi pezón, y mi cabeza vuelve a caer hacia atrás.
—Oh dios mío.
—Dime algunas cosas más que sientes.
—Um. —Mis pensamientos se dispersan por la forma en que me
pellizca. El juguete vibra entre mis piernas, y mi pecho sube y baja
rápidamente mientras mi respiración se acelera—. Tu mano en mi pezón.
—Mhm. —Su boca está de vuelta en mi hombro y su rastrojo de barba
me raspa—. Tus tetas son tan perfectas, Pippa. Verte con ese bonito brasier
rosa hará que me corra durante años.
Me duele el coño, inundado de calor y líquido.
—Vaya.
—¿Qué otra cosa?
Mis pensamientos flotan en el aire y trato de atraparlos.
—Um. El edredón contra mi piel.
—Uh Huh.
—Tu erección contra mi culo.
Suelta una carcajada.
—Lo siento.
—No —respiro—. Me gusta. Es caliente.
Gime.
—¿Qué más, nena?
Mi cuerpo se aprieta, contrayéndose alrededor de la nada. Me gusta
cuando me llama así.
—Puedo sentir tus muslos contra los míos —digo y mi voz es débil.
Sube la velocidad del juguete y cuando gimo, pellizca mi pezón con más 181
fuerza. Sus rodillas se enganchan debajo de las mías, así que sostiene mis
piernas abiertas con sus muslos. Por la forma en que me tiene, soy
impotente y mi coño vibra con la presión.
—Oh, Dios mío —jadeo.
—¿Como es eso?
—Bueno. Tan jodidamente bueno. —Mi espalda se arquea de nuevo y
presiono mis labios para contener el gemido—. Más.
—¿Más? —Su tono me provoca.
—Por favor.
Un ruido retumbante sale de su pecho, como si le gustara que se lo
pidiera amablemente. Aumenta la velocidad en el juguete de nuevo.
—Te ves tan jodidamente bonita —dice en mi oído mientras me retuerzo
en su regazo—. Tan jodidamente hermosa sentada en mi regazo mientras
uso el juguete en tu coño.
Sube la intensidad de nuevo y mis ojos se ponen en blanco. Me lo
imagino inclinándome sobre esta cama, empujando esa gran polla dentro de
mí. Mi coño revolotea. Oh Dios. Está comenzando.
Esto está funcionando. No puedo creer que realmente esté
funcionando.
—Eso es tan bueno —me atraganto. La presión aumenta de nuevo,
arremolinándose entre mis muslos. Jamie es tan cálido contra mí, contra
mis piernas, contra mi espalda. Su gran mano ahueca mi pecho,
masajeando, y el placer dentro de mí aumenta—. Oh, Dios —respiro—. No
te detengas.
Sus dientes raspan mi cuello.
—¿Qué pasa si lo hago? —Baja el ajuste y la presión entre mis piernas
desaparece.
—No —grito, clavando mis uñas en sus muslos—. Más.
—Ruégame. —Exige en voz baja que me hace temblar—. Pídeme que te
deje venirte, pájaro cantor.
—Por favor. —Estoy respirando con dificultad—. Por favor, déjame
venirme.
—Bien. —Sube el juguete unas cuantas velocidades y yo gimo—. Sigue
hablando. ¿Qué estás pensando?
—Tu polla. —Mi voz se quiebra cuando vuelve a ajustar el juguete—.
Tu polla dentro de mí.
—¿Es eso lo que quieres?
182
Asiento con urgencia.
—Sí.
—¿Crees que podrías manejarme? —Vuelve a aumentar la velocidad del
juguete y me retuerzo en su regazo.
Mi cuerpo no es mío; es suyo. Él es el dueño. Lo maneja como le place,
y yo sólo lo acompaño.
—No lo sé —admito.
Su grueso brazo envuelve mi torso, anclándome a él, y lo agarro.
—Creo que podrías. —Su voz es aspera y caliente en mi oído—. Creo
que podrías tomar mi polla. Sería un ajuste apretado en este hermoso coño,
pero lo haríamos encajar.
Sólo estoy asintiendo, con los ojos cerrados mientras el juguete me hace
sentir como si estuviera a punto de estallar de placer. Comienzan los
primeros aleteos.
—Tengo que correrme —le digo, apretando su brazo.
—Entonces vente, nena. Vente en el juguete que te compré. Muéstrame
lo bueno que es.
Sus dientes raspan el lóbulo de mi oreja y la presión se desborda.
Capítulo 37
PIPPA
Olas de placer pulsan entre mis piernas, y no puedo pensar, no puedo
hablar, ni siquiera puedo respirar, sólo estoy sujetándome alrededor de la
nada, temblando en su regazo mientras me abraza contra él.
—Buena chica —gruñe Jamie—. Una chica tan jodidamente buena
para mí, viniéndote tan duro.
Un ruido que nunca me había oído hacer se me escapa, medio gemido,
medio llanto, y sostiene el juguete contra mi clítoris mientras un intenso
placer irradia a través de mí.
183
—Oh, Dios mío —grito—. Jamie.
Gime, bajando el juguete una velocidad.
—Lo estás haciendo jodidamente bien, Pippa. Sigue adelante. Sácalo,
nena.
Baja la velocidad un punto más, y yo sigo ahí, flotando y totalmente
paralizada por la euforia. Nunca me he venido por tanto tiempo. Nunca me
había corrido tan fuerte. Siento que me están volviendo al revés. El calor se
extiende desde mi centro y puedo sentirlo todo: la forma en que su duro
pecho se siente contra mi espalda, cómo su gran brazo me aprieta contra él,
el roce de sus muslos contra los míos, sus labios en mi cuello,
apremiándome.
Finalmente, no puedo soportarlo más y mi mano cubre la suya. Aparta
el juguete y yo me derrumbo contra su cuerpo.
Santa mierda.
Todavía estoy temblando por las réplicas, mis caderas se inclinan
contra su erección.
—Deja de hacer eso —dice y me río, aturdida.
—¿O qué? —Me presiono contra él de nuevo, y esta vez, sus caderas
empujan hacia adelante para encontrarme, empujando su polla contra mi
culo.
Algo tira dentro de mí, sabiendo lo mucho que me desea.
Me libero de su agarre, girándome para arrodillarme entre sus piernas,
y nuestros ojos se encuentran mientras él se sienta contra la cabecera,
mirándome. Sus profundos ojos verdes están vidriosos de lujuria, y hay otra
punzada de calidez donde presionó el juguete momentos antes. Puedo ver la
forma de su pene, distorsionando el frente de sus bóxers negros, y mi centro
se calienta.
Cuando arrastro mi mirada hasta la de Jamie, su expresión es de dolor.
—No me mires así —suplica, con las fosas nasales dilatadas—. Se
suponía que esto era sobre ti.
Mis ojos bajan de nuevo a su pene, y palpita bajo mi mirada. Le muestro
una sonrisa de complicidad.
Atrapado.
Mientras mi mirada recorre su torso, todas las crestas y valles, el pecho
suave y las líneas duras de sus abdominales, me invade la necesidad de
cuidarlo, de brindarle algo que nadie más puede. Es tan controlado, tan 184
cuidadoso, tan militante en todo, pero en este momento, sólo quiero que
sienta un placer abrumador como yo lo sentí hace unos momentos.
Extiendo la mano y acaricio su longitud sobre la tela de sus bóxers.
—Joder —murmura, con la cabeza cayendo hacia atrás contra el marco
de la cama. Sus ojos están entrecerrados.
Su reacción me anima y le doy otra caricia lenta. Es tan duro, tan
grueso, y cuando pienso en cómo se sentiría dentro de mí, mis muslos se
aprietan.
Ya sé que sería muy bueno. Incluso podría doler un poco, y estoy
extrañamente excitada por eso.
En mi siguiente toque, me detengo en la cabeza, pasando mi pulgar
sobre ella. La tela está húmeda con líquido preseminal y deja escapar un
gemido bajo, apretando la mandíbula.
—Oh, mierda, Pippa.
Aprieta la mandíbula de nuevo y me siento ebria de poder. Apenas lo
estoy tocando, y lo tengo haciendo todos estos ruidos que voy a recordar
mientras uso el juguete la próxima vez. Algo audaz me atraviesa y tiro de la
cintura de sus bóxers hacia abajo, dejando que su pene se libere.
La polla de Jamie es magnifica: gruesa, larga y dura. La polla más
hermosa que he visto nunca. No es de extrañar que le preste tanta atención
en su habitación. Hay gotas de líquido preseminal en la punta, y cuando
arrastro mi pulgar a través de ella, él toma una fuerte bocanada de aire.
—¿Esto está bien? —pregunto suavemente.
Asiente. Levanto mi pulgar a mis labios y chupo el sabor salado, y su
manzana de Adán se balancea.
—Jesucristo —murmura con voz entrecortada. Sus ojos me clavan, tan
brillantes y llenos de intensidad que me estremezco—. ¿Te gusto eso?
Asiento, sonriéndole antes de volver a acariciarlo.
—Es divertido jugar contigo.
En el siguiente trazo, gime.
—Divertido para jugar —repite, mirándome trabajar su polla. Es tan
grueso. Más gotas líquidas salen de la punta y cuando deslizo mi otra mano
alrededor de sus testículos, sus grandes muslos se tensan.
—Mierda —jadea—. Si no dejas de hacer eso, voy a correrme sobre tus
tetas.
El calor corre hacia mi coño, y mis labios se abren con emoción y
sorpresa. Quiero eso. Lo quiero tanto. Sigo trabajando su polla. Fascinada
por su reacción, le doy un suave apretón a sus testículos. Frunce el ceño, 185
los labios entreabiertos, y siento que lo tengo bajo mi completo control en
este momento.
Me encanta.
—Quítate el bóxer —susurro.
Tan pronto como lo hace, mis manos están de vuelta sobre él. Lo
acaricio más rápido, y maldice de nuevo.
—Pippa —advierte. Sus manos se aprietan a los costados y sus
párpados caen como si estuviera a punto de desmayarse. Sus abdominales
tensos ondulan.
Estoy empapada, masturbando a Jamie Streicher. Sus hombros se
tensan mientras hunde sus manos en su cabello. Su expresión es tensa, su
respiración es rápida y no puede apartar la mirada de mí. No necesito tratar
de memorizar este momento; Sé que nunca olvidaré esto.
En mi mano, su polla late y asiente, dejando escapar un fuerte gemido.
—Me voy a venir, nena. Voy a correrme sobre tus hermosas tetas.
Mis ojos están muy abiertos.
—Hazlo.
Se arquea, gimiendo. El semen sale disparado de su polla y cubre mis
tetas mientras sigo acariciándolo, y cuando creo que ha terminado, no es
así. Sigue corriéndose, mirándome con esa expresión agonizante que amo
mientras rocía líquido sobre mis senos. Está cubriendo mis manos, está en
mis tetas y está goteando por mi estómago.
—Dios mío, Pippa —murmura, recuperando el aliento, mirándome con
algo que parece asombro—. Hiciste que me corriera tan fuerte. —Su mirada
cae a mis tetas y la comisura de su boca se eleva en una sonrisa satisfecha.
Mete un largo dedo en su semen antes de mirarme la boca.
—Abre.
Hago lo que me dice. Mi rostro se calienta, pero también lo hace el
vértice de mis piernas, me encanta cuando me dice qué hacer. Desliza su
dedo en mi boca, y gimo por su sabor, chupo su dedo y dejo que mi lengua
se arremoline alrededor de el.
Gime de nuevo mientras retira su mano.
—Jesús.
Me enciendo con una sonrisa encantada. Pone los ojos en blanco, pero
la comisura de su boca dibuja una sonrisa satisfecha. Se inclina hacia
adelante para presionar un suave beso en mi boca.
—Sabía que podías hacerlo —susurra. Su mano se desplaza a la parte
de atrás de mi cuello. Es tan cálido, tan reconfortante, tan agradable. Nunca
dejaré esta cama. 186
Me besa, y en lugar de ser urgente y exigente como antes, es suave,
dulce, gentil, como si me estuviera apreciando. Mis pensamientos flotan en
el aire, mi piel hormiguea y suspiro en él.
Dios mío. ¿Así es el sexo para otras personas? ¿Qué diablos estaba
haciendo con Zach todos esos años?
—¿Estás bien? —murmura, alejándose para buscar mis ojos.
—Sí. —Asiento, sin aliento.
Estoy más que bien. Estoy mil veces mejor que cuando entramos en
esta habitación.
Me da un beso más antes de alejarse.
—Quédate aquí.
Regresa un momento después con toallitas para limpiarme, y mi pulso
tropieza ante ambos lados de él: exigente y mandón versus dulce y cariñoso.
Observo su trasero tonificado y sus muslos poderosos mientras se aleja.
Cuando regresa, vistiendo bóxers limpios y sosteniendo un vaso de agua,
todavía tiene esa expresión satisfecha, esa sonrisa mientras sus ojos me
recorren, y no puedo evitar sonreírle.
—¿Qué hora es? Debería pasear a Daisy otra vez.
—Yo lo haré —dice, hurgando en el bolsillo de su pantalón en busca de
su teléfono—. Quédate aquí. —Saca su teléfono y su expresión cambia—.
Mierda —murmura, frunciendo el ceño.
—¿Qué ocurre?
Ya tiene el teléfono en la oreja.
—Tengo seis llamadas perdidas de mi mamá.

187
Capítulo 38
PIPPA
Me siento derecha, la inquietud poniéndome sobria. Apoya el teléfono
contra la oreja con el hombro mientras se pone los pantalones.
—¿Qué está sucediendo? —pregunta cuando Donna responde. La
preocupación está grabada en sus rasgos, los cuales estaban relajados hasta
hace un momento.
Hace una pausa, escuchando, con las manos vacilantes en los
calcetines. Sus ojos se abren. Ya estoy fuera de la cama, vistiéndome.
188
—Está bien —dice antes de escuchar más—. Iré a su casa para ver si
está bien. —Me mira—. ¿Puedes hacer esos ejercicios de respiración que
Pippa hizo contigo?
Él escucha, pero sus ojos están fijos en mí, las cejas juntas mientras
me pongo el suéter, la piel de gallina subiendo por mis brazos.
Después de prometerle que le devolverá la llamada, cuelga antes de
revisar sus contactos.
—¿Qué está sucediendo?
—Invitó a cenar a su amiga Claire y le pidió que le enviara un mensaje
de texto cuando llegara a casa, pero no lo hizo, y luego mi madre no pudo
comunicarse con ella. —Su mandíbula se aprieta—. Y tuvo un ataque de
pánico. Siempre le preocupa que la gente sea atropellada por un conductor
ebrio.
Claire vino a un partido de hockey con nosotras recientemente. Ella
vive en la parte sur de la ciudad. Tardará una hora y media en llegar allí y
luego llegar al Norte de Vancouver.
Me estoy abotonando los pantalones.
—Iré a casa de tu madre.
Niega.
—No, puedo ir allí después.
—Jamie, tomaré un Uber hasta la casa de tu mamá y puedes
recogernos allí después, o simplemente puedo tomar un Uber a casa si ella
está bien.
Me mira fijamente, y algo pasa a través de sus ojos.
—Bueno. Gracias, Pippa. Realmente aprecio esto.
—Sin problema. —Tomo mi teléfono y reservo un Uber que admite
mascotas antes de sacar mis auriculares de mi bolso y llamar a Donna.
—¿Pippa? —Su voz es alta.
—Hey —Le sonrío a Jamie, y mi tono es cálido y tranquilizador—. Voy
a hacerte una visita mientras Jamie va a casa de Claire y llevaré a Daisy.
Tal vez podamos llevarla a dar un paseo por el vecindario.
—Bueno. —Suena vacilante, y su respiración es poco consistente—.
Podría hacer eso.
—Me quedaré al teléfono contigo hasta que llegue —le digo,
poniéndome la sudadera con capucha.
He estado leyendo en línea sobre ataques de pánico. Algunas personas
que los tienen recomiendan las distracciones como una forma de calmarse.
—Eso estaría bien. —Suena aliviada—. Lo siento mucho, cariño. Me 189
emocioné mucho y luego... —Se corta a sí misma—. No sé qué pasó.
—Está bien. Cuéntame acerca de tu día.
Mientras Donna habla, Jamie me mira como si no supiera qué hacer
conmigo, y le hago un gesto para que se vaya. Asiente y sale de la habitación,
y momentos después, escucho cerrarse la puerta principal.

—¿Ese es Orión? —pregunto a Donna, señalando las estrellas mientras


Daisy huele un rosal.
Donna estira el cuello.
—Pensé que era la Osa Mayor.
Hablamos por teléfono todo el camino hasta aquí y para el momento en
que llegue, su respiración casi había vuelto a la normalidad. Jamie llamó
para explicar que el teléfono de Claire no funcionaba y que no podía
encontrar el cable de alimentación. Mientras Donna y yo deambulamos por
su vecindario, apenas puedo decir que tuvo un ataque de pánico en las
últimas horas.
—Eh. —Señalo hacia el este—. Pensé que eso era la Osa Mayor.
Donna se ríe.
—No tengo ningún conocimiento de astronomía, así que no me
preguntes.
—Yo tampoco.
Las dos nos reímos y me da un apretón cariñoso en el hombro.
—Muchas gracias por venir aquí con poca antelación, cariño. —Pone
los ojos en blanco, mirándose avergonzada—. Siento mucho haber
arruinado tu velada.
—Está bien. —Niego, sonriendo—. Honestamente. No queremos que te
quedes atrapada aquí sola.
—No le digas eso a Jamie o intentará mudarse conmigo de nuevo.
Bufo.
—Él puede ser terco cuando quiere serlo.
Una imagen de él aparece en mi cabeza: los brazos cruzados sobre su
pecho, la camiseta estirada sobre sus hombros mientras me mira usando el
juguete. Siento la piel caliente y me doy la vuelta para que Donna no pueda
ver cualquier expresión que pueda haber en mi rostro.
—La imaginé en un accidente automovilístico, como Paul —dice Donna 190
en voz baja—. El padre de Jamie. Y entonces no podía dejar de imaginarlo.
Era como si los pensamientos se apoderaran de mí y no pudiera controlar
las cosas. Normalmente se desencadenan por el olor a alcohol. —Sus ojos
se encuentran con los míos, y busca algo en mi expresión. Juicio, tal vez—.
A veces conduciendo. Pero nunca de la nada de esta manera.
Hago un ruido de reconocimiento.
—Muchas personas tienen ataques de pánico. Hay médicos que se
especializan en esto.
Sacude la cabeza con fuerza.
—No. De ninguna manera. Sin médicos, sin medicamentos. —Deja
escapar una risa amarga—. He estado allí y no voy a volver.
Pienso en lo que dijo Jamie en la cena esta noche, sobre cómo su madre
tenía depresión cuando él era un niño y es por eso que sabe cocinar. Me
duele el corazón por ellos. Puedo ver por qué Donna no está interesada en
volver a visitar el pasado y ni siquiera sé toda la historia.
—Eso se parece a Escorpio —dice Donna, señalando un grupo de
estrellas.
Las miro de reojo.
—Sí. Creo que tienes razón.
Las dos nos reímos, porque no tenemos ni idea.
Mientras caminamos, charlamos tranquilamente, pero mi mente vuelve
a Jamie y lo que hicimos en mi cama. No puedo creer lo fácil que sucedieron
las cosas una vez que hizo que me sentara en su regazo. Esa fue la primera
vez que pude correrme con un hombre. Tal vez fue la forma en que se sentía
contra mí, tal vez fue la forma en que sabía lo que estaba haciendo, o tal vez
fue ese ejercicio que hizo, donde me preguntó qué sentía. O tal vez fue todo
combinado.
Jamie no es sólo el atractivo jugador de hockey del que estaba
enamorada en la secundaria. Él es mucho más. Debajo de su exterior hosco
y cincelado, es amable, afectuoso y protector. Se preocupa más por las
personas en su vida que por sí mismo. Me anima en la música como nadie
más lo ha hecho. Me estoy haciendo amiga de su mamá y me encanta cuidar
de su perra.
La duda se eleva en mi estómago, y mi boca se tuerce hacia un lado.
Zach solía pensar que yo era especial, pero el brillo desapareció. No puedo
soportar la idea de que Jamie pierda interés en mí como lo hizo Zach.
Sólo con la idea, me siento enferma. No puedo pasar por eso otra vez.

191

Cuando regresamos a la casa de Donna, Jamie ya está dentro. Le envié


un mensaje antes de que saliéramos a caminar.
—Hola, cariño —le dice Donna mientras él se acerca a ella, estudiando
su rostro.
La escanea, con preocupación en sus ojos y mi corazón se retuerce.
Esto es mucho para que una sola persona lo maneje y debe ser difícil ver a
su madre luchar. Él la envuelve en un fuerte abrazo y ella suspira
exasperada.
—Estoy completamente bien —dice ella—. Pregúntale a Pippa.
Los ojos de Jamie encuentran los míos por encima de su hombro y me
da una mirada de gratitud. Solo sonrío y asiento.
Durante la siguiente media hora, Jamie se cierne mientras Donna
prepara té y yo me siento en la mesa de la cocina, conversando con ella.
Finalmente, Jamie está convencido de que su madre estará bien sola y ella
nos echa de la casa.
El camino a casa es extrañamente tenso y lo miro furtivamente a través
del auto. Su mandíbula está apretada. Nuestros ojos se encuentran.
—Gracias por esta noche, Pippa —dice en voz baja y seria.
—Ni lo menciones.
Mira de regreso a la carretera, luciendo frustrado.
—Yo, eh. Estaría tan jodido sin ti.
—Lo sé.
Resopla, divertido.
—Humilde.
Lo miro con las cejas levantadas, sonriendo.
—No lo menciones. Sinceramente.
Asiente y vuelve a la carretera, pero la tensión aún persiste en su
expresión. Cuando llegamos a casa, Daisy apenas puede mantener los ojos
abiertos mientras sube las escaleras. Ella duerme en el dormitorio de Jamie
cuando no está de viaje.
Jamie y yo intercambiamos una mirada. Ahora que estamos solos de
nuevo, pienso en lo que hicimos antes, en lo caliente que fue, en las ganas
de volver a hacerlo.
Pero no podemos. Yo sé eso. No puedo mantener mis emociones fuera
de esto como sugirió Hazel.
—Sobre esta noche —comienza. Su garganta trabaja y se frota la nuca.
192
—No creo que debamos hacerlo de nuevo —le espeto y sus ojos se
disparan hacia los míos. ¿Eso es decepción o alivio? No lo puedo decir—. Tú
tienes a tu mamá y yo tengo… —Me detengo, sacudiendo la cabeza. No
puedo decirle la verdad.
Tengo un corazón muy frágil y estoy muy enamorada de él.
—Bien. —Su intensa mirada recorre mi rostro, estudiándome, y su
mandíbula vuelve a tictac—. Lo siento si te hice sentir incómoda.
—No. —Niego—. No lo hiciste. Fue grandioso. Como, realmente genial.
—Está bien, me estoy sonrojando ahora—. Trabajo para ti y tenemos algo
bueno aquí.
Asiente, todavía mirándome con esa mirada cuidadosa.
—Si. Lo tenemos.
Mi garganta se siente espesa cuando trago.
—Excelente. —Miro hacia las escaleras. A través de las ventanas
gigantes de la sala, las luces de las pistas de esquí en las montañas brillan,
y sé que voy a estar mirándolas durante horas, reviviendo toda la noche—.
Debería irme a la cama.
—Buenas noches, Pippa. —Su voz es baja y hay algo en sus ojos que
me hace querer abrazarlo.
—Buenas noches.
Dentro de mi dormitorio, me apoyo contra la puerta cerrada y ordeno
mis pensamientos. Jamie no tiene espacio en su vida para mí, esta noche
fue un gran recordatorio de eso. No fue culpa de Jamie; fue un mal
momento, pero sé que está abajo culpándose por ello. Va a seguir pasando
y él nunca me va a elegir a mí sobre su madre. No puede. Ella lo necesita
demasiado.
Toda la situación tiene un letrero de advertencia de neón que dice
PELIGRO, parpadeando, con flechas rojas gigantes que lo señalan. Si dejo
que continúe, sé exactamente cómo terminará para mí.

193
Capítulo 39
JAMIE
Jugamos contra Calgary nuevamente unas noches más tarde. Alexei
Volkov tiene el disco, pero después de disparar, Miller se le cruza. El disco
golpea la tubería y los fanáticos en el otro extremo del estadio se ponen de
pie de un salto, pidiendo una penalización. El juego continúa y comienzan
los abucheos.
Cuando el portero de los Cougars atrapa el siguiente tiro, suena el
silbato y los árbitros y los jueces de línea se toman un momento para
discutir antes de separarse. 194
—Sin castigo —grita el locutor y todo el estadio abuchea.
Miller sonríe a los fanáticos, con los brazos abiertos mientras patina
sobre el hielo. Están furiosos, golpeando con los puños el cristal y él se
deleita con eso. Se quita el guante y les muestra el dedo medio, y los
abucheos se hacen más fuertes.
Ahora suena el silbato y recibe una sanción.
Jesús jodido Cristo. Apenas lo reconozco. Solía ser tan disciplinado y
centrado, como yo. Le encantaba el hockey, incluso cuando su padre
observaba cada uno de sus movimientos y lo regañaba después de los
partidos por lo que había hecho mal.
Agarro mi botella de agua y hago contacto visual con Pippa. Sonríe y yo
asiento de vuelta. Hazel está con ella esta noche, bebiendo una cerveza y
luciendo aburrida. Las pocas veces que el juego se detuvo cerca de mi red,
los ojos de Rory se dirigieron directamente a ellas.
Pippa se está riendo de algo que dijo Hazel. Me guiña un ojo con una
bonita sonrisa y mi polla se retuerce. Pensé que la mañana siguiente sería
incómoda, pero Pippa ha sido completamente normal. Casi como si nada
hubiera pasado.
Debería estar aliviado de que no esté molesta. Debería sacármela de la
cabeza y seguir adelante. En cambio, no puedo dejar de pensar en la otra
noche.
Tenía razón en que no deberíamos estar tonteando. Lo que pasó con mi
mamá fue un disparo de advertencia, un recordatorio de lo que puede salir
mal si no estoy ahí para ella.
No significa que este feliz por eso.
Estoy desesperado por hacer que Pippa se venga otra vez, pero si
empezamos a perder el tiempo, no nos detendremos. La haré mía, una y otra
vez, cada mañana, tarde y noche. Probablemente en medio de la noche. Ella
es jodidamente dulce, demasiado suave, demasiado especial y no puedo
tener suficiente de mi linda asistente. Es mucho más que la chica bonita de
la secundaria y cuanto más nos acercamos, más se desmorona mi
determinación en torno a ella.
Se merece mucho más que yo, de todos modos. Alguien que pueda
hacer de ella su enfoque completo, darle todo. Odio la idea de otro hombre
en su vida así, pero quiero que sea feliz.
El juego se reanuda, aparto la mirada y regreso al partido.

195
Después del partido, me dirijo al palco. Pippa me ve de inmediato y me
saluda con la mano cuando me acerco.
—Hola. —Me aclaro la garganta, mirando alrededor—. ¿Dónde está
Hazel?
—Fue al baño. Volverá enseguida. —Me sonríe—. Gran juego.
—Gracias.
Nuestros ojos se encuentran y mi mirada cae sobre sus labios. Mi
sangre todavía bombea con fuerza por el juego, la adrenalina fluye por mis
venas y lo único que quiero hacer en este momento es arrastrarla a casa y
hacer más de lo que hicimos la otra noche.
—Ahí está —dice Miller mientras se acerca a Pippa. Le da un gran
abrazo, levantándola de sus pies y ella deja escapar una carcajada.
Mis fosas nasales se dilatan y cruzo los brazos sobre mi pecho,
mirándolos.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Él la baja y tira del final de su cola de caballo. Mis puños se aprietan y
siento la necesidad de golpearlo.
—Sólo le digo hola a mi amiga Pippa.
Le sonríe.
—Hola.
Mueve las cejas hacia ella.
—Hola —le responde con un chirrido y se ríen.
Odio esto.
—Se supone que los jugadores del otro equipo no deben estar aquí. —
Mi tono es mordaz y mi pecho se siente apretado. No deberían estar
sonriendo el uno al otro de esa manera. Ella es mía, no suya.
Pone los ojos en blanco e inclina la barbilla hacia el otro lado de la
habitación, donde el portero de Calgary está hablando con nuestra segunda
línea delantera.
—Básicamente, Thurston está intercambiando jugadas con tu hombre.
A nadie le importa. —Le sonríe a Pippa y le pasa el brazo por los hombros,
y la ira surge en mi sangre—. ¿Cómo has estado, niña?
Resopla.
—Eres dos años mayor que yo.
—Sí, pero eres pequeña.
—Tengo una altura normal.
196
Odio la forma en que está metida en su costado de esa manera. Debería
estar acurrucada a mi lado. No en el de él. Nunca el de él.
—Eres ridículamente alto —le dice ella.
Me duele la mandíbula de tanto apretarla. Trago los cuchillos en mi
garganta mientras mi pulso late en mis oídos. ¿Por qué estoy tan
jodidamente alterado en este momento?
Hazel aparece al lado de Pippa, asintiendo con frialdad.
—Hola.
—Hazel. —Asiento hacia ella.
Su mirada se dirige a Miller, con su estúpido brazo aún alrededor de
Pippa, y hace una mueca de disgusto.
Sabía que me gustaba Hazel.
—Hola, Hartley —dice. Está mirando a Hazel con una sonrisa confiada,
pero algo depredador brilla en sus ojos—. ¿Me recuerdas?
Tienes que estar jodidamente bromeando.
La expresión de disgusto de Hazel se intensifica.
—No.
—Sí, lo haces.
Pippa mira entre ellos.
—¿Se conocen? Son de diferentes generaciones.
Miller está mirando a Hazel como si fuera el postre.
—Tuvimos un par de clases juntos. Hartley es un verdadero cerebrito.
—Correcto. —Asiente Pippa hacia Hazel—. Olvidé que tomaste clases
de verano para salir adelante.
Deja ir a Pippa y da un paso hacia Hazel, todavía con esa sonrisa de
confianza que quiero borrar de su rostro. Al menos ya no se la dirige a Pippa.
—¿Cómo has estado, Hartley? Pippa dice que estás trabajando para el
equipo.
Hazel lo mira por encima del borde de su cerveza mientras toma un
sorbo.
—Sí.
—Siempre tuviste algo por los jugadores de hockey.
Pippa me hace una mueca. Mi ceja se arquea y su boca dice te lo digo
luego.
Hazel lo mira como si fuera un insecto aplastado en el suelo, y si no 197
hubiera estado coqueteando con Pippa momentos antes, tendría ganas de
reír. Conozco los chismes de hockey. Las mujeres no suelen mirarlo como lo
mira Hazel.
Sin embargo, por el brillo en sus ojos, no parece que le importe.
—Creciste bien —le dice.
Ella sólo lo mira fijamente y él se señala a sí mismo.
—¿No vas a decir que yo también crecí bien? —Sus ojos brillan con
diversión.
—Felicidades. Ahora pareces el tipo de persona que posee una muñeca
sexual realmente cara.
—Su nombre es Diane. —Le sonríe abiertamente y puedo decir que le
encanta esto.
Pippa y Hazel se atragantan al mismo tiempo.
—No debes nombrarlas, Rory —dice Pippa y él se echa a reír.
—¿Tu muñeca sexual tiene cabeza? —le pregunta Hazel.
Sus ojos no dejan su rostro.
—La tenia, pero se la quite. —Su lengua toca su labio superior.
—Eso es peor.
Sólo le sonríe a Hazel como si quisiera conservarla. Pippa me lanza una
sonrisa divertida. Se siente privada y mi pecho se aprieta.
Hazel le dice algo a Pippa y ella gira la cabeza para escuchar. Su cola
de caballo roza mi brazo y me transporta a unos días atrás, cuando se sentó
entre mis piernas, temblando contra mí mientras se corría en mis brazos.
Todavía puedo sentir su cabello contra mi pecho mientras se retorcía. No
puedo dejar de sentirlo.
—Deberías salir conmigo y con Pippa cuando me muestre los
alrededores —le dice a Hazel.
Mira a Pippa.
—¿De qué está hablando?
Pippa pone los ojos en blanco.
—Rory necesita a alguien que le muestre Vancouver, aunque creció
aquí y ya no vive aquí.
Rory intenta empujar a Pippa detrás de él y ella se deshace en
carcajadas.
—No la escuches, nena. —Vuelve a sonreír a Hazel—. Deberías unirte
a nosotros.
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—Estoy ocupada. —Hazel frunce el ceño—. Y no me llames nena.
—Lo siento. —Se lleva la mano al corazón con remordimiento—. Nena.
Lo mira antes de volverse hacia Pippa.
—Sabes que va a tratar de atraerte a un trío, ¿verdad?
Pippa se ríe.
—Nunca he estado en un trío.
—No vas a tener un trío —digo bruscamente, y los tres me miran como
si me hubiera crecido una segunda cabeza—. Y no te vas a acostar con
Miller.
Puedo oírme a mí mismo, pero no puedo parar.
Pippa me da un codazo.
—Solo estamos bromeando —me dice antes de volverse hacia Miller—.
¿Cuándo estarás en la ciudad la próxima vez?
—Estoy aquí por un par de días más, en realidad. Mañana estaré libre
si lo estas.
Sus ojos prácticamente están jodidamente brillando hacia ella. Rory
Miller le está brillando a mi Pippa. Todo acerca de esto está mal y una ira
posesiva se precipita a través de mí.
La idea de que él intente algo con ella me pone enfermo. Sólo la miro,
deseando poder sacarla de aquí para que podamos estar solos.
—Mañana es perfecto —le dice Pippa.
Miller me mira como si hubiera ganado algo. Me está desafiando, pero
no puedo hacer nada. Ya tracé la línea con Pippa y la crucé un par de veces.
Esa puta mierda. Lo odio por jugar este estúpido juego conmigo. Me
odio por ponerme tan celoso por una mujer que no puedo tener.
—Excelente —me muestra una amplia sonrisa—. Es una cita.

199
Capítulo 40
PIPPA
Cuando salgo de mi dormitorio la noche siguiente, Jamie está rondando
el apartamento con una expresión cerrada. Entro en la sala y se detiene en
seco, mirando mi ropa.
Se encienden chispas en mi estómago y me pregunto si esto fue una
mala idea.
Sé que Rory no está interesado en mí. Incluso si bromeo sobre los tríos,
solo saldremos como amigos. Sin embargo, estuve con el mismo chico desde
el décimo grado, y después de que Jamie hizo que perdiera la cabeza con el
200
juguete, me di cuenta de lo mucho que me estaba perdiendo.
Quiero salir y divertirme. Quiero conocer nuevos amigos y tener nuevas
experiencias. Durante dos años, seguí a Zach de gira, trabajando duro, y
antes de eso, lo seguí a la universidad. Todos mis amigos eran en realidad
sus amigos.
Además, debajo de su actitud arrogante, Rory quiere volver a ser amigo
de Jamie. Simplemente no sabe cómo, además de meterse con los nervios
de Jamie.
—¿Eso es lo que usaras? —Sus fosas nasales se ensanchan y sus
profundos ojos verdes relampaguean.
Bajo la mirada hacia mi minifalda de lana y la camiseta de la banda de
un espectáculo que Hazel y yo vimos hace un tiempo. Sobre la camiseta, mi
suéter tejido que es abierto casi llega al dobladillo de mi falda.
—¿Qué tiene de malo esto?
Me mira las piernas con los brazos cruzados.
—Vas a tener frío.
Un escalofrío me recorre la espalda ante su tono mandón y me doy la
vuelta, comprobando la hora en mi teléfono para ocultar mi sonrojo. Rory
estará aquí en cualquier momento.
—Usare botas. —Las saco del armario y me meto en ellas.
Me encantan estas botas y no las uso lo suficiente. Llegan hasta mis
muslos y hacen que mis piernas se vean increíbles.
Cuando me giro, los ojos de Jamie están en el espacio de piel desnuda
entre las botas y mi falda, y su mandíbula está cerrada debido a la tensión.
—Jamie —suspiro, riéndome un poco—. Rory y yo sólo somos amigos.
Estás enfadado porque te hizo una anotación la otra noche.
Dagas salen disparadas de sus ojos y prácticamente puedo sentir el
cosquilleo de su mirada en mis muslos.
—Cuando vea esa falda, no querrá que sean amigos. —Levanta la
mirada y sus ojos brillan con frustración—. ¿Y si hay fotos? —dice—. Les
dijimos a todos en la fiesta de despedida que estábamos juntos.
—Nadie nos va a tomar fotos. Vamos a este bar realmente secreto muy
oscuro en Main Street que tiene cócteles increíbles. La gente de ese
vecindario es demasiado genial para tomar fotos de un jugador de hockey.
Mi teléfono suena sobre la mesa y puerta delantera se muestra en la
pantalla. Dejo a Rory que entrar y bajo el teléfono.
Me giro y choco con Jamie, y mis manos llegan a su pecho para
estabilizarme. Cuando me encuentro con su mirada, mi pulso se acelera.
201
Sus ojos son salvajes.
—¿Qué sucede? —pregunto, buscando sus ojos oscuros mientras mira
hacia la puerta y luego hacia mí.
Su boca choca contra la mía. Gimo contra él mientras su lengua se
desliza entre mis labios, acariciándome. Me hace caminar hacia atrás hasta
que choco contra la pared y sus caderas sujetan las mías.
Mis ojos se abren de par en par, sin ver nada. Todo lo que puedo sentir
es su presión en mi estómago, totalmente duro. Me duele el coño y dejo
escapar un suave gemido.
—Acordamos no hacerlo. —Mis palabras son un susurro arrepentido
contra sus labios y rompe el beso, apoyando su frente en la mía, respirando
con dificultad.
—No me importa.
¿Honestamente? A mí tampoco. No recuerdo por qué acordamos no
hacer esto. Es demasiado bueno.
Su boca vuelve a caer sobre la mía y me besa con tanta fuerza que
terminare lastimada. Estoy perdida en su beso, la sensación de su boca
tomando la mía, sus manos sobre mí y mis manos en su cabello. Cuando le
doy un tirón suave a su cabello, el gemido resultante que sale de su garganta
envía un escalofrío entre mis piernas, y puedo sentir la humedad
acumulándose en mis bragas.
Oh Dios. Jamie me está follando con la boca segundos antes de que
aparezca Rory, y ni siquiera me importa. No puedo parar.
—No puedo dejar de pensar en esto —deja salir Jamie, tan enojado
como antes, pero el calor en sus ojos hace que mi centro se apriete con
necesidad.
Él me quiere tan mal. Todo lo que puedo hacer es asentir.
—Dime que me detenga, Pippa —dice contra mi boca.
Gimo mientras me chupa la lengua. De ninguna manera.
Un golpe en la puerta junto a nosotros me hace saltar y su brazo se
mueve para descansar en la pared sobre mi cabeza, enjaulándome. Mis
nervios están ondeando por la emoción.
—Ese es Rory —susurro.
La mano libre de Jamie llega a mi cuello, sosteniéndome suavemente
para que me mantenga en mi lugar.
—Quédate ahí —murmura, y vuelvo a temblar.
Su otra mano cae sobre mis muslos y pasa los nudillos por la piel 202
desnuda entre mi falda y mi bota. No puedo respirar y mi corazón se acelera.
Mis tetas se sienten llenas y apretadas, y cuando la mano de Jamie se
desliza hacia el dobladillo de mi falda, empujándola hacia arriba, mis
caderas se inclinan involuntariamente.
Suelta una risita entrecortada, y cuando Rory llama de nuevo, Jamie
se inclina hasta que su boca roza mi oído.
—Dile que tardarás un minuto.
Él no puede querer decir…
Mi pulso late entre mis piernas.
Me lanza una mirada enfatizando la orden. Su expresión es clara.
Hazlo. Ahora.
—Solo un segundo —grito, la voz quebrándose mientras mis ojos
permanecen fijos en los de Jamie.
Su mano se arrastra hacia arriba. El aire crepita entre nosotros, pero
no puedo apartar la mirada. Dibuja una línea suave en la parte interna de
mi muslo y, con la otra mano, sus dedos se tensan alrededor de la base de
mi cuello.
Mis ojos se cierran cuando roza mi ropa interior y el placer me recorre
cuando presiona mi clítoris. Mi boca se abre y jadeo.
—Joder —susurro.
—Shh. —La comisura de su boca se levanta, pero sus ojos están tan
oscuros, como si estuviera torturándome así—. ¿Esto se siente bien?
Asiento.
—¿Quieres que te toque con los dedos?
Asiento de nuevo, tensando las manos sobre su ancho pecho. Más que
nada.
Levanta una ceja.
—Di por favor.
—Por favor —susurro.
—Buena chica. —Me mira fijamente, buscando mi rostro mientras
mueve mis bragas a un lado y pasa sus largos dedos sobre mí, rodeando mi
clítoris. Presiono mis labios para contener un gemido mientras se desliza
sobre mis sensibles nervios. Estoy respirando con dificultad,
estremeciéndome, y mete un dedo dentro de mí.
—Joder —murmura, y mis ojos se cierran ante la sensación deliciosa y
apretada—. Tan jodidamente húmeda para mí, Pippa.
Asiento, descansando mi cabeza contra su pecho. 203
—No, no, no —susurra—, mírame.
Trago otro gemido, mordiéndome el labio mientras levanto la cabeza
para mirarlo. Su cabello ha caído sobre sus ojos, e incluso a través de mi
bruma nublada y cachonda, encuentro eso muy encantador. Empuja otro
dedo dentro de mí, acariciando a un ritmo pausado diseñado para volverme
loca, y me aferro a su cuello, prácticamente colgando de él.
Rory llama a la puerta de nuevo, y me sobresalto, apretando los dedos
de Jamie. Olvidé que estaba allí. Jamie me lanza una sonrisa oscura y
complacida.
—Pippa —dice Rory a través de la puerta—. Me estoy aburriendo.
Vamos.
Jamie se inclina.
—Eres mía —murmura en mi oído, torciendo sus dedos hacia mi
ombligo para frotarlos contra mi punto G.
Dejo escapar un silencioso gemido.
—Solo un segundo —digo de vuelta, y mi voz se rompe cuando Jamie
golpea su pulgar contra mi clítoris. La presión y el calor se acumulan en mi
vientre, y me siento como la otra noche, con Jamie presionando el juguete
contra mi clítoris.
Siento que me voy a venir.
—¿Quieres venirte? —pregunta con esa sonrisa satisfecha y poderosa.
Asiento frenéticamente, con los ojos en blanco mientras trabaja mi
coño, reprimiendo el gemido de placer.
—Estoy justo ahí —respiro, mirándolo con asombro. ¿Cómo es tan
bueno en esto?
—Lo sé.
Hay un tono de suficiencia y determinación en su voz, y envía más calor
a sus dedos. Mi respiración sale en pequeños jadeos cortos y me aferro a su
mirada mientras la presión en mi centro se intensifica.
—Allí —murmura, mirándome atentamente, y su mano acelera. Su
pulgar roza mi clítoris y la ola dentro de mí se levanta—. Silencio —susurra
cuando empiezo a temblar.
Cierro mis labios con fuerza, temblando mientras aprieto sus dedos.
Una luz intensa y alucinante inunda mi cuerpo, ondulando, creciendo,
recorriendo, fluyendo a través de cada centímetro de mí, expandiéndose
desde donde los largos dedos de Jamie me acarician. Puedo escuchar lo
mojada que estoy mientras las chispas se encienden en mis nervios.
Mientras monto lo último de mi orgasmo, dejo caer mi cabeza contra su
pecho. 204
—Perfecto —susurra en mi oído—. Jodidamente perfecto.
Todavía estoy recuperando el aliento cuando se lleva los dedos a la boca
y lame mi sabor de su mano. Otra ola de calor se mueve a través de mí y mi
clítoris palpita. Se inclina y presiona un suave beso contra mi boca, y puedo
saborearme en sus labios.
Hay otro golpe en la puerta, y la mano de Jamie está en el pomo de la
puerta. Me apresuro a enderezar mi falda mientras él abre la puerta.
—Ya era hora… —Rory se detiene cuando ve a Jamie, y esboza una
sonrisa arrogante—. ¿Vas a colarte a nuestra cita, Streicher?
—Sí. Lo hare.
Capítulo 41
PIPPA
Esta ha sido la cena más extraña de la historia.
Estamos sentados en el oscuro bar de Main Street, a poca distancia del
apartamento. Es un bar clandestino con una entrada secreta disfrazada
como la oficina de un contador de los años setenta, pero en el interior es de
un exuberante terciopelo marrón, tiene obras de arte extrañas y fascinantes,
y un mural brillante y hedonista de personas descansando desnudas en la
naturaleza.
Tomo un sorbo de mi whisky chai sour y miro hacia el pasillo trasero,
205
donde están los baños. Probablemente haya una puerta trasera por la que
podría escabullirme.
Todavía estoy vibrando por lo que Jamie y yo hicimos en el
apartamento, y cada vez que pienso en ello, siento que mi rostro se enrojece.
A mi lado, Jamie vuelve a ser el mismo con el ceño fruncido. Sé que no
deberíamos haber perdido el tiempo otra vez, pero en el momento en que me
toca, todos los pensamientos se me van de la cabeza. Es demasiado eléctrico
entre nosotros. Demasiado intenso, demasiado bueno.
Dios, sus dedos dentro de mí... Un escalofrío me recorre.
—Pippa —Rory se revuelve su cabello—. ¿Qué es eso que escuché sobre
que tocaste la guitarra para todos?
Pongo los ojos en blanco.
—Es por diversión.
A mi lado, Jamie hace un ruido bajo de desaprobación con la garganta.
—Lo es —le digo con una sonrisa indulgente y me frunce el ceño.
—Ella es buena —le dice a Rory. Son las primeras palabras que le dice
desde que llegamos aquí—. Si quisiera, podría trabajar en la industria de la
música.
Se forma un bloque de hielo en mi estómago.
—No se trata sólo de talento.
—No, no lo es. —La mirada de Jamie es dura—. Se trata de trabajar
duro y creer en uno mismo. A ti sólo te falta el ultimo.
Un sentimiento feo y de duda surge en mí, y mis manos se retuercen
en mi regazo. Estoy a punto de cambiar de tema cuando Rory interrumpe.
—Parece que tienes un admirador —dice, lanzando una sonrisa a
Jamie.
Sin burlas. Sin sonrisa de exceso de confianza. Sólo una sonrisa.
—Su mayor fan. —Las palabras de Jamie no tienen la picadura que
suelen tener cuando habla con Rory.
Se miran el uno al otro durante un largo momento, evaluándose
mutuamente.
Muy bien, suficiente de esto.
—¿Por qué ya no son amigos? —Suelto abruptamente.
Jamie mira a Rory, quien se mueve en su silla. Hay un destello de
vulnerabilidad en sus ojos antes de que lo aleje de un parpadeo.
—Él es el tipo contra el que estoy anotando. —La sonrisa de Rory es
sardónica—. ¿Por qué sería amigo de un tipo así? 206
Jamie cruza los brazos sobre su pecho.
—Suena como una lección de la escuela de hockey de Rick Miller.
—Sí. —Las cejas de Rory se arquean una vez, y veo una inclinación sin
humor en sus labios mientras examina la barra.
Hay un largo momento en el que se siente como si ambos quisieran
decir más.
—¿Tu papá es Rick Miller? —le pregunto a Rory, levantando las cejas
hasta la línea de mi cabello.
Rick Miller es uno de los grandes del hockey canadiense. Sería uno de
los jugadores favoritos de mi papá si no tuviera la reputación de ser un
imbécil para la prensa y los fanáticos.
Rory me nivela con una mirada seca.
—El único.
—Vaya.
Se encoge de hombros.
—No te dejes impresionar, Pippa. Es un tipo normal.
Pienso en Jamie y en lo intimidada que estaba por él en la secundaria,
e incluso hace unos meses, y en lo amable, dulce y protector que es debajo
de su exterior hosco.
Sin embargo, algo me dice que Rick Miller no es amable ni dulce.
—Deberíamos irnos. —Jamie me mira—. Tengo entrenamiento
temprano y tu entrevista es mañana.
En mi estomago se forma un nudo. Cierto, la entrevista para el puesto
de marketing. Me he estado preparando durante dos semanas, repasando
todas mis notas escolares, practicando con Hazel y esquivando las llamadas
telefónicas de mis padres que me preguntan si estoy lista.
—Pájaro cantor. —Jamie está usando la voz que sólo usa cuando
estamos juntos, como si hubiera olvidado que Rory está sentado al otro lado
de la mesa—. Estarás genial, si eso es lo que quieres.
Eso no es lo que me preocupa, pero no veo ningún otro camino.
Cualquier otra opción es…
No, simplemente no.
Fuerzo una sonrisa rápida, y al otro lado de la mesa, Rory nos observa
con una mirada curiosa. La camarera pasa detrás de él y Jamie levanta una
mano para llamar su atención. 207
—¿Puede traernos la cuenta, por favor? —pregunta.
Le sonríe.
—Ya está arreglado. Qué tengan una buena noche. —Se va y miramos
a Rory, quien solo me guiña un ojo.
—Gracias —le digo—. No tenías que pagar nuestra cena.
Levanta un hombro, poniéndose de pie.
—Era lo menos que podía hacer.
No estoy segura de lo que quiere decir con eso y me pregunto si tiene
algo que ver con la forma en que terminaron las cosas entre él y Jamie.
Jamie se aclara la garganta, claramente incómodo con Rory pagando
algo por él.
—Gracias —murmura, y escondo mi sonrisa mientras nos vamos.
Fuera del bar, Rory señala con la cabeza calle abajo.
—Mi hotel está por aquí.
—Bueno. —Le sonrío—. Gracias por la diversión.
Me da un cálido apretón y un rápido beso en la mejilla. No tengo un
hermano, pero estoy bastante segura de que así es como se sentiría.
—Hagámoslo de nuevo, ¿de acuerdo? —Se aparta y me sonríe.
Asiento.
—Puedes apostarlo.
Se vuelve hacia Jamie, que lo mira con irritación.
—Y Streicher, tú también estabas allí, supongo.
Las fosas nasales de Jamie se dilatan. Pongo los ojos en blanco, le doy
las buenas noches a Rory y jalo a Jamie conmigo. Caminamos por las calles
hacia el apartamento en silencio hasta que me mira.
—Gracias por dejarme interrumpir tu reunión —dice.
Mi sonrisa es burlona.
—No preguntaste.
Resopla, y sé que está pensando en cuando exigió que me mudara con
él.
—Y no era una reunión. Era una cita. —Me alejo de él, sofocando una
sonrisa mientras hace un ruido infeliz en su garganta.
—No. Una. Cita.
Me río. Me encanta burlarme de él.
Pasamos por la tienda de guitarras y un suspiro se me escapa cuando 208
mi mirada se posa en la guitarra de mis sueños. Hago una pausa mientras
la admiro.
Jamie se detiene a mi lado, cruzándose de brazos mientras la estudia
a través de la ventana.
—Te encanta esta guitarra.
—Sí. —La miro, memorizando los detalles de la madera. Puedo
imaginar cómo se sentirían las cuerdas.
—La próxima vez que pasemos por aquí, deberías entrar y tocarla.
Sacudo mi cabeza mientras muestro una sonrisa.
—Si la toco, la querré aún más —admito.
—¿Sería eso algo tan malo?
Sí, porque entonces querré otras cosas aún más. Empezaré a imaginar
cosas. Comenzaré a soñar de nuevo, y la última vez que lo hice, no terminó
bien.
—En otra vida, tal vez, pero no en esta. Vamos. Vamos a casa.
Cuando abrimos la puerta principal, Daisy se acerca corriendo y Jamie
se agacha para acariciarla.
—Voy a caminar con ella —dice, levantándola en sus brazos.
Nuestras miradas se encuentran y mi mente está en lo que hicimos
horas atrás contra la puerta. Sus ojos se oscurecen, y sé que está pensando
en lo mismo. Siento un pulso de calor en mi bajo vientre.
Estoy tentada. Estoy tan jodidamente tentada.
Sin embargo, la noche en que Donna tuvo un ataque de pánico,
después de que Jamie usó el juguete conmigo, estuvo a punto de dejarme
de manera gentil, y rápidamente interrumpí porque no podía soportar que
me rechazaran de nuevo.
Apuesto a que esa es la expresión que usará cuando me diga que ya no
podemos hacer esto. Es solo cuestión de tiempo. Nunca me dejaría como lo
hizo Zach, me doy cuenta. Lo haría de la manera correcta. Lo haría de frente,
con cuidado y respeto.
Me estremezco, imaginándolo. ¿Por qué eso se siente peor?
Porque esa es exactamente la razón por la que me gusta. Es amable y
nunca lastimaría a alguien a propósito, pero eso no significa que no me
lastimaría sin querer.
—No puedo hacerlo casual —le digo.
Mis palabras flotan en el aire y mi mensaje es claro. Necesitamos parar
esto. Incluso si es divertido. Incluso si me está dando los mejores orgasmos 209
que he tenido. Incluso si no podemos quitarnos las manos de encima.
Me mira por un momento antes de que su manzana de Adán se mueva.
—Sí.
Mi pecho se siente extraño, apretado y tenso, con una presión no
deseada.
—Buenas noches.
Asiente, luciendo tan serio.
—Buenas noches, Pippa.
En otra vida, le dije sobre la guitarra. Tal vez eso se aplica a él, también.
Capítulo 42
PIPPA
Fuera del edificio donde se encuentra la oficina de marketing del
equipo, reviso la hora mirando mi teléfono. Hay una llamada perdida de casa
de mis padres. Tengo unos minutos, así que les devuelvo la llamada.
—Hola, cariño —responde mi mamá—. ¡Solo queríamos desearte suerte
antes de la gran entrevista!
Siento un temblor en mi estómago. Suena tan esperanzada y
emocionada.
210
—Espera un segundo. Ken —dice, llamando a mi papá—. Toma el otro
teléfono. Es Pippa.
Un momento después, mi papá está en la línea.
—Hola, cariño. Buena suerte hoy. Sabemos que lo harás bien.
Fuerzo una frágil sonrisa, a pesar de que no pueden verme.
—Gracias.
—Estamos muy orgullosos de ti —dice, y me imagino su amplia sonrisa
y sus ojos brillantes.
—Muy orgullosos —agrega mi mamá—. Una vez que consigas este
trabajo, todo empezara a caer en su lugar. Sólo espera. —Suena tan segura.
—Dentro de un par de años, es posible que incluso puedas pagar un
apartamento fuera de la ciudad.
No quiero vivir fuera de la ciudad. Ni siquiera quiero pensar en comprar
un apartamento todavía.
—Deberías preguntar sobre los beneficios —dice mi papá—. Pregunta
qué opciones de jubilación tienen.
—Ah y pregunta por la ortodoncia.
—Definitivamente pregunta por la ortodoncia —confirma mi papá—. No
todos los planes de salud los cubren.
Arrugo la frente.
—Ya usé brackets.
—No para ti —dice mi mamá—, para tus futuros hijos.
¿Mis futuros hijos? Me estremezco cuando mi mente empieza a
funcionar a toda prisa. Apenas puedo imaginarme en este trabajo dentro de
unos años, mucho menos, en quince. Dios querido. Esta conversación está
empeorando mucho las cosas. Me voy a casa por Navidad en unas pocas
semanas, y tengo la sensación de que esta entrevista será el tema principal
durante todo el tiempo que esté allí.
—Me tengo que ir —les digo—. Hablaré con ustedes más tarde.
—¡Está bien, adiós, cariño! ¡Buena suerte! —mi mamá dice con un
chirrido.
—No olvides decirles lo confiable que eres —dice mi papá como
despedida.
Suspiro y miro la puerta del edificio. No quiero hacer esto, pero no tengo
otra opción.

211
Capítulo 43
JAMIE
Ward silba mientras salgo del hielo a la mañana siguiente.
—Te patearon el culo hoy —comenta, y hago un ruido de acuerdo.
Mi enfoque no estuvo en el hielo hoy. Me duelen los músculos y mis
extremidades se sienten pesadas. Toda la noche, di vueltas y vueltas,
pensando en Pippa montando mi mano, los dulces y suaves gemidos que
trató de ahogar en mi camisa mientras se corría.
Nunca he sido del tipo celoso, pero cuando estoy con Pippa, pierdo la 212
cabeza pensando en ella con otros hombres. Odiaba la idea de que ella
saliera con Miller.
Jodidamente la odiaba.
Un pensamiento desagradable vaga por mi cabeza. Erin salía con
hombres todo el tiempo, y nunca me sentí así.
La inquietud me recorre. No más perder el tiempo. De verdad, esta vez.
Me la imagino preparándose para ir anoche y sofoco un gemido. Joder,
esas botas. A la mierda.
Pippa Hartley no tiene ni puta idea de lo hermosa que es.
—Streicher, ¿estás escuchando?
—¿Mmm? —Vuelvo a la realidad. Ward me está dando una mirada
extraña—. Lo siento, ¿qué?
—La gala benéfica. Aún no has confirmado.
Me abstengo de poner los ojos en blanco. El equipo de Vancouver Storm
es uno de los principales donadores del hospital infantil local, y realizarán
un evento de gala a finales de enero en Whistler, un complejo turístico de
esquí a dos horas al norte de Vancouver. El equipo estará allí junto con los
demás donadores. Van a haber un montón de celebridades con las que no
deseo pasar tiempo. Apoyo a la organización benéfica, asisto a los eventos
en el hospital e incluso dono de forma anónima, pero odio ir a las galas.
Mis pensamientos están escritos en todo mi rostro, claramente, porque
Ward me mira con dureza.
—La asistencia es obligatoria, Streicher. No estoy preguntando.
Mierda.
Me controlo, porque mantener feliz a Ward es parte del plan para
permanecer en Vancouver. He estado jugando bien, incluso mejor cuando
Pippa está sentada detrás de la red, un hecho que odio admitir, y no le voy
a dar a este tipo una razón para negociarme con otro equipo.
—Está bien —le digo—. Voy a estar allí.
—¿Llevarás a alguien más?
Estoy a punto de decir que no. Debería decir que no. Pippa puede
quedarse en Vancouver con Daisy, y si pasa algo con mi mamá, puede llegar
rápido.
Sin embargo, la idea de ir con Pippa lo hace soportable. Me la imagino
con un vestido de noche, viéndose hermosa. Su mano en mi brazo. Bebiendo
champán, riendo.
—Sí. Voy a llevar una cita.
Me estudia, el fantasma de una sonrisa formándose en su boca. 213
—Bien. Feliz de escucharlo.
Paso el resto de la tarde en el gimnasio, tratando de no pensar en ella
ni en la forma en que dijo no puedo hacerlo casual.
Ahí está, la confirmación de exactamente lo que pensé antes. Pippa
quiere más de lo que puedo darle, al igual que Erin. Soy mayor ahora, y sé
que no debo jugar con las emociones de alguien. La culpa me apuñala
cuando pienso en cómo queme la carrera de Erin. Está trabajando en un
programa de televisión local de bajo presupuesto cuando quería ser una
supermodelo, y eso es culpa mía.
No cometeré el mismo error con Pippa.
Mi mente piensa en su entrevista, que ya debería haber terminado.

Yo
¿Como te fue?

Aparecen puntos de escritura antes de que aparezca su texto.

Pippa
Excelente. ¡Me fue genial!
Mis ojos se estrechan. Le creo, pero no voy a comprar esta alegría. No
ha dicho que no quiere el trabajo, pero hay algo ahí, algo acechando en sus
palabras. Cuando toca su guitarra y canta, la luz se derrama fuera de ella,
llenando la habitación, iluminando todo. Es un marcado contraste con la
versión apagada de Pippa que veo cuando habla de este trabajo de
marketing.

Yo
Vamos a cenar esta noche.

Sugiero antes de que pueda pensar demasiado en ello. Quiero escuchar


sobre la entrevista. Quiero pasar tiempo con ella.
Ya no estaremos tonteando, pero parece que no puedo alejarme de mi
linda asistente.

214
Capítulo 44
PIPPA
Esa tarde, nos encontramos en un restaurante mexicano a pocas
cuadras del departamento, compartiendo papas fritas y guacamole. La
navidad está a solo unas pocas semanas, y llamativas decoraciones
relacionadas con la época están esparcidas por el espacio.
—Deberíamos averiguar cuándo es el cumpleaños de Daisy —digo entre
sorbos de mi margarita.
—Ella fue rescatada, por lo que probablemente no tenga un
cumpleaños oficial.
215
Mi corazón se hunde.
—Todos deberían tener un cumpleaños.
Su mirada recorre mi rostro, tan suave y gentil que casi puedo sentirlo.
—Tienes razón. Es inaceptable. —Saca su teléfono y frunce el ceño ante
su aplicación de calendario—. ¿Mediados de enero? Podemos hacer una
fiesta.
—¿Una fiesta? Quieres hacer una fiesta.
Sus ojos chispean.
—Solo si estás ahí.
—Oh, estaré allí. Sin embargo, sabes que tienes que usar un disfraz de
perro, ¿verdad?
Pone los ojos en blanco y me río.
—Hay algo que quiero preguntarte. —La duda pasa por sus rasgos
mientras me mira—. Hay una gala benéfica a finales de enero y se espera
que vaya el equipo. Sera en Whistler.
Me encanta Whistler y no he estado en años, probablemente desde que
Hazel y yo éramos adolescentes.
—Bueno. —Lamo el borde de sal de mi bebida antes de tomar un
sorbo—. Cuidaré a Daisy durante el fin de semana. —Se supone que el
trabajo de marketing no comenzará hasta febrero, como muy pronto. Si lo
consigo, eso es.
Su mirada cae a mi boca, brillando con calor. Pienso en la noche
anterior, en lo excitante que fue mientras él se alzaba sobre mí mientras
Rory esperaba al otro lado de la puerta. La forma en que sus ojos se
oscurecieron con posesividad mientras sus dedos presionaban dentro de mí.
No podemos hacerlo de nuevo, pero eso no significa que no pueda
pensar en ello.
—No, eh. —Aparta la mirada de mi boca, parpadeando—. Quiero que
vengas conmigo. Como mi asistente.
—Ningún problema. —Mi voz suena feliz y animada, pero por dentro
estoy un poco abatida. No debería, porque ambos sabemos que no podemos
ser más que esto, pero una pequeña parte de mí se desinflo cuando dijo
como mi asistente.
—Nos reservaré una suite y me encargaré de conseguirte un vestido —
añade.
—Excelente. —Termino mi bebida, y cuando el camarero pasa detrás 216
de Jamie, hago un gesto para pedir otra.
El tema de conversación cambia hacia las próximas vacaciones.
Durante la semana entre Navidad y Año Nuevo, visitare a mis padres en
Silver Falls, el pequeño pueblo en el interior de la Columbia Británica al que
se mudaron cuando se jubilaron.
He estado tratando de pensar en un regalo de Navidad para Jamie, pero
es imposible encontrar uno.
—¿Vamos a hablar acerca de la entrevista? —pregunta, interrumpiendo
mis pensamientos.
Tomo un fuerte respiro mientras mi estómago se revuelve.
—Estuvo bien.
Levanta una ceja y siento el peso de su mirada mientras desvío la mía,
observando alrededor del restaurante: a las botellas multicolores detrás del
mostrador, a los azulejos detrás de la barra, a las otras mesas, a cualquier
lugar menos a sus ojos.
Finalmente estoy lista para admitirlo, cuando me imagino en el trabajo
de marketing, una pequeña parte de mí muere.
—Pippa —dice y mi resolución se desmorona.
—Salió bien. —Mi boca está seca.
Jamie me mira, esperando.
—Probablemente voy a conseguirlo —le digo al hielo en mi vaso.
—Lo dices como si fuera algo malo.
Aplano mis labios, respirando con dificultad, y me quedo callada
porque no tengo ni puta idea de qué decir. Se siente como algo malo.
—Pájaro cantor.
Otro trozo de mi voluntad se desvanece, y desearía que no me llamara
así, porque me gusta demasiado. Es imposible fingir con él cuando me llama
así.
Sacude su cabeza.
—Tú no quieres ese trabajo, Pippa. Admítelo.
—Bien —estallo, y siento que estoy a punto de vomitar—. No quiero el
trabajo. Mis padres hacen que suene seguro, pero… —Me pellizco el labio
inferior entre los dientes. Lo que voy a decir sonara muy estúpido.
Los ojos de Jamie están brillantes.
—Lo seguro es aburrido.
El aliento sale de mí.
—Exactamente. 217
Me estudia durante un largo momento antes de que su expresión se
suavice.
—Bien.
—¿Bien? —Me inclino hacia adelante, dándole una mirada
desconcertada—. ¿Estas escuchando? Esto es un puto desastre, Jamie.
Sus ojos están fijos en mi rostro.
—No es un desastre.
Todo por lo que mis padres trabajaron tan duro, a la basura. Todas las
cosas en las que escatimaron para poder permitirme ir a la universidad,
todas las grandes esperanzas que tenían puestas en mí, por el desagüe.
Pienso en mi mamá dando clases de ballet, un recordatorio diario de que no
logró llegar al nivel profesional.
El fracaso duele, me dijo una vez.
Jamie se inclina hacia adelante, buscando mi mirada. Siento la
necesidad de subirme a su regazo y aferrarme a él como un koala,
enterrando mi rostro en su cuello e inhalándolo. Eso es lo único que me
hará sentir mejor en este momento.
—¿Qué pasa con la música? —pregunta suavemente.
—¿Qué pasa con eso? —Mi corazón late con fuerza, y decir las palabras
duele. Se sienten poco sinceras. Se sienten crueles y como una traición a mí
misma, lo cual no tiene sentido, porque de todos modos nunca fue una
opción.
No lo tienes, me dijo Zach.
La ira crece dentro de mí, y mis puños se aprietan. ¿Y si lo tengo? El
deseo de tomar el control, de dejar de ser esa chica a la que le pasan cosas,
envuelve mi garganta y aprieta.
—Tienes el talento, Pippa. —Su tono tiene un mordisco de frustración,
y su mirada me atrapa—. Eres tan jodidamente talentosa y la única persona
que no ve eso eres tú.
Pongo los ojos en blanco con una risa amarga.
—Zach no lo vio.
—Él lo vio —escupe Jamie—. Definitivamente lo vio.
Nuestro entorno se desvanece cuando nuestras miradas se encuentran.
Veo todo en sus profundos ojos verdes; Veo que quiere esto para mí, que
odia lo que Zach me hizo y que está furioso porque mis padres tienen esta
influencia inconsciente sobre mí.
—¿Qué pasa con mis padres?
Su mandíbula se tensa como si estuviera molesto. 218
—¿Qué pasa contigo?
Mis ojos se cierran por un breve momento. Me imagino su decepción, y
siento que me estoy desmoronando.
—Los matará.
Sus ojos se encienden, enfocados y furiosos. Es la misma mirada que
he visto en resúmenes de juegos, en primeros planos de su rostro en el punto
pesado de la acción.
—Te aman y lo superarán. —Lo dice como una amenaza, como si él se
fuera a asegurar de que resulte así, y mi corazón late más fuerte—. ¿Sabes
cuántas personas me dijeron que no lo lograría? —Su ceño se frunce con
frustración—. Pregúntale a Owens, a Miller, a cualquier otro deportista
profesional. Cualquiera que haya hecho algo valiente ha tenido a aquellos
que les dicen cosas pesimistas. Silencia esas voces. La única opinión que
importa es la tuya.
—Tu opinión me importa —le digo con sinceridad.
Sus fosas nasales se ensanchan.
—Bueno, sé que puedes hacerlo, así que ¿por qué no me escuchas?
Quiero creerle. Creo que yo también podría. No sé si estoy lista para
fallar rotundamente en algo que importa, pero hay una pequeña parte
obstinada de mí que aún no está lista para rendirse.
Cuando Jamie dice cosas como Sé que puedes hacerlo, esa parte
obstinada prospera. Al otro lado de la mesa, me está estudiando con una
expresión seria, y mi corazón da un vuelco.
Jamie es muy amable. Desearía que todos los demás conocieran este
lado de él. Me pregunto si su ex lo vio alguna vez.
—¿Qué pasó contigo y Erin? —pregunto suavemente. No es asunto mío,
pero tengo curiosidad. Dijo que sólo hace lo casual, y me pregunto si tiene
algo que ver con ella. Debería.
Parpadea y aparta la mirada.
—No tienes que decirme —me apresuro—. Si es personal.
—No. —Frunce el ceño—. Está bien. Es personal, pero… —Me mira a
través de la mesa, realmente me mira, y en este momento, siento que somos
mucho más de lo que somos—. Quiero decirte. Hace tiempo que quería
decírtelo, pero no estaba seguro de cómo. —Cruza los brazos sobre el
pecho—. Ella pensó que estaba embarazada.
Mi corazón se detiene.
—Tenías diecinueve años.
—Sí. —Su garganta funciona—. Era mi año como novato, y su carrera
apenas estaba despegando. —Me mira—. Ella era modelo.
219
Asiento, no queriendo revelar cuánto la he buscado en Google.
—Su período se retrasó dos semanas y cuando me dijo que podría estar
embarazada, se veía muy feliz. —Toma aire mientras la culpa se mueve por
sus facciones—. Me estaba volviendo loco.
—Por supuesto. —Ni siquiera puedo imaginar estar embarazada a los
diecinueve. estaría aterrorizada.
—Cuando tenía tiempo libre, volaba a casa para visitar a mi mamá. —
Su mirada se desenfoca, como si estuviera allí, en sus recuerdos—. Pensé
que las cosas entre Erin y yo eran casuales, pero ella pensó que éramos
más.
—¿Qué pasó?
Deja escapar un largo suspiro.
—No estaba embarazada, pero después de que vio mi rostro cuando
pensó que lo estaba, fue diferente. Terminamos. —Su mirada se eleva hacia
la mía, tan llena de arrepentimiento y preocupación—. Y vi en línea una
semana después que dejó el modelaje. Tenía todos estos contratos para la
Semana de la Moda y se retiró. Tenía una carrera realmente prometedora y
se alejó, y sé que fue por mi culpa. —Niega—. La aplasté, Pippa.
Me duele el corazón por Jamie, porque puedo ver lo desgarrado que
todavía está por esto.
—Jamie. —Nuestras miradas se encuentran, y le doy una suave
sonrisa—. Eso es mucha culpa para echarte a ti mismo. La gente pasa por
rupturas todo el tiempo.
—Zach te dejó y aplastó tu confianza.
Mis labios se abren y parpadeo, luchando por defenderme, pero tiene
razón.
—No puedo hacer eso de nuevo —dice.
Por eso no hace lo de las relaciones. Darme cuenta me pone muy triste.
Jamie se ha estado castigando a sí mismo por esto durante años.
—Tal vez Zach me rompió el corazón y me dijo que no era lo
suficientemente buena para hacer de la música mi carrera, pero eso no
significa que le crea. Lo hice, pero no sé si todavía lo hago. —Le ofrezco una
pequeña sonrisa—. Y tú tienes mucho que ver con eso. ¿Alguna vez hablaste
con Erin sobre lo que pasó?
Me estudia durante un largo momento.
—No.
La canción en el restaurante cambia, y mis pensamientos se detienen
mientras escucho a Zach cantar la letra de apertura. Mi estómago se hunde
por el suelo.
220
—¿Qué ocurre? —La voz de Jamie suena muy lejana.
La letra flota a mi alrededor, y mis labios articulan el estribillo mientras
Zach canta. Soy vagamente consciente de que la mano de Jamie está
cubriendo la mía encima de la mesa, pero todo en lo que puedo
concentrarme es en Zach cantando mi canción.
Mi canción. La que toqué para él y su representante. De la que se rieron.
Dijeron que no era lo suficientemente buena antes de tomarla.
Capítulo 45
PIPPA
Las náuseas suben por mi garganta.
—Pippa. —Jamie está sentado a mi lado ahora, su brazo alrededor de
mis hombros, con preocupación en su rostro—. ¿Qué está sucediendo?
—Esta es mi canción. —Mi voz es plana—. Esta es mi canción —repito.
Algunas de las letras son diferentes. Los versos tienen una melodía
diferente, pero el coro es todo mío.
Jamie le hace señas al camarero antes de sacar un billete de su billetera 221
y entregárselo.
—¿Puedes cambiar la canción, por favor? Ahora mismo.
Un momento después, la voz de Zach se corta abruptamente,
reemplazada por las notas iniciales de una canción diferente.
Se rio de mí. Todo este tiempo, pensé que no era lo suficientemente
buena.
Lo vio. Definitivamente lo vio, dijo Jamie sobre Zach.
—Pippa —murmura Jamie, y su mano está en la parte de atrás de mi
cuello, cálida, sólida y reconfortante. El contacto me arrastra de vuelta al
presente y parpadeo hacia él. Se ve furioso y preocupado, con la mandíbula
apretada muy fuerte y el fuego en los ojos.
Estoy confundida, sorprendida y muy, muy enojada, pero tener a Jamie
aquí de alguna manera lo hace mejor. Jamie, que cree en mí. Quién está
furioso por mí.
Hace meses, lloré en el aeropuerto y solo quería desaparecer. Esta
noche, sin embargo, hay una pequeña llama ardiendo dentro de mí. Algo
terco y cabreado.
Zach ha arruinado mucho, pero no quiero que arruine esta noche.
—Estoy bien —le digo, y creo que eso podría ser la verdad.
—Ven aquí —dice, envolviéndome en un gran abrazo y me permito
apoyarme en él.
Mi pulso vuelve a la normalidad mientras coloco mi mejilla contra el
pecho de Jamie. Su mano acaricia mi espalda e inhalo su cálido y especiado
aroma.
—Lo odio por lo que te hizo. —Siento sus bajas palabras retumbar en
su pecho.
—Yo también —susurro.
—¿Te quieres ir a casa?
Sacudo mi cabeza.
—Quiero quedarme.
He terminado con Zach, y he terminado de dejar que el pasado me
agobie.
Minutos más tarde, estoy llenando mi estómago con otra orden de tacos
que Jamie insistió en que comiera, y su teléfono se ilumina con un mensaje
de texto. La imagen de fondo hace que mi corazón salte a mi garganta. Es
una de las fotos que le envié de Daisy y yo en el parque, sentadas en uno de
los troncos gigantes. Le pedí a alguien que la tomara.
222
La hizo su protector de pantalla. Mi pulso aumenta de ritmo. No me
atrevo a tener esperanza. Él ve a dónde van mis ojos, y desliza el teléfono en
su bolsillo trasero antes de apoyar los codos en la mesa, mirándome.
—Prométeme que no dejarás que esto te detenga. Prométeme que
volverás a subir al escenario.
Parpadeo, y esa vieja indecisión levanta la cabeza dentro de mí.
—Prométemelo —dice Jamie, y sus ojos suplican.
¿Qué dije antes? No más dejar que el pasado me agobie.
—Está bien —le digo—. Lo prometo.
Capítulo 46
PIPPA
Un par de días antes de irme a visitar a mis padres por las fiestas, me
siento en el sofá con mi guitarra, pensando en lo que le prometí a Jamie. Mi
cuaderno está abierto sobre la mesa de café con un bolígrafo en el centro.
Mi mente pasa de la canción que escuché en el restaurante a la forma en
que Zach se rio de mí y a la forma en que me preguntó, “¿Conoces a Layla?”
la noche de la fiesta de cierre.
Miro por la ventana el cielo gris y melancólico. Que idiota.
La ira se me anuda en el estómago y empiezo a escribir una canción
223
sobre enfadarse. Las letras se detienen y fluyen cuando encuentro mi
equilibrio, pero en unos minutos tengo media página de letras y algunos
avances en los acordes.
—Apuesto a que pensabas que te saldrías con la tuya —cantó en voz
baja, pero me estremezco.
Eso no suena bien, muy suave para eso.
Lo intento de nuevo, pero esta vez canto más alto. Las chispas se
estrellan y estallan debajo de mi piel mientras sonrío a lo grande.
Ya lo tengo. Ese es el sentimiento correcto.
La actitud adicional enciende algo dentro de mí, y las palabras salen a
borbotones más rápido de lo que puedo escribir. Estoy cabreada, pero la
canción no se trata de que seas aplastada, esta canción se trata de volver a
levantarte. Se trata de vengarme, pero a mi manera, dejándolo ir. Decir adiós
al tipo que me lastimó, pero prometiendo demostrarle que estaba
equivocado. Se trata de que toda la incomodidad y el dolor valgan la pena
porque voy a ser mucho mejor y más brillante que antes.
Escribir esta canción se siente increíblemente fantástico. Mis ojos se
llenan de emoción mientras suavizo el coro, conectando con el siguiente
verso, y cuando la canción está lo suficientemente pulida, dejo mi teléfono
en la mesita y grabo una versión para no olvidar la melodía. Me siento como
una niña otra vez, corriendo cuesta abajo sin ninguna preocupación en el
mundo. Esto se siente bien, como si este fuera mi camino.
Me encanta esta canción, y estoy orgullosa de mí misma por haberla
escrito. Creo que Jamie también estaría orgulloso.
Por un capricho, le envió un mensaje de texto con lo que grabé. Mi
corazón da un brinco en mi pecho, y tomo aire. ¿Fue raro que se lo haya
enviado? Probablemente esté ocupado en una práctica o entrenamiento.
Miro el teléfono por un momento antes de tirarlo a un lado y levantarme
para llevar a Daisy a su caminata de la hora del almuerzo.
Cuando llegamos a casa de la caminata, veo un mensaje de texto de él.

Jamie
Que chica, Deberías tocar esta la próxima vez que vayamos al Filthy Flamingo.

Algo cálido irrumpe en mi pecho.

Yo
Tal vez 224
Jamie
Lo harás

Me rio.

Yo
Mandón.

Responde con un emoji de guiño y me muerdo el labio antes de


detenerme. ¿Qué me dije a mí misma hace unas semanas después de que
hizo que me viniera contra la puerta?
Absolutamente nada de enamorarse de Jamie Streicher. Es casi
perfecto, y no puedo soportar verlo convertirse en un imbécil como Zach. Si
sólo somos amigos, no puede lastimarme.

Jamie
Estoy iniciando una sesión de entrenamiento. Hablaré contigo más tarde,
pájaro cantor.
Cada vez que me llama así, siento una oleada de felicidad en el pecho.
Me lo imagino sonriéndome, esa rara, amplia y brillante sonrisa que me hace
querer mirar su rostro para siempre.
No es justo que sea tan sexy. No es justo que tenga que verlo todos los
días.
Una melodía aparece en mi cabeza y me río.
—No es justo que seas tan sexy —canto, tocando algunos acordes, y me
rio de nuevo.
Escribo una canción sobre lo ardiente que es Jamie. Me estoy riendo
todo el tiempo, escribiendo la letra y probando diferentes mezclas, y en una
hora, tengo el borrador de la canción.
Para la tarde, tengo un puñado de borradores de canciones. Una se
trata de querer a alguien, pero saber que es el equivocado para ti. Una se
trata de luchar con las expectativas de las personas y elegir lo que te hace
feliz al final. Una es sobre muy, muy buen sexo con alguien nuevo. Me gusta
esa, es seductora y juguetona, y la escribí pensando en mi sentada entre las
piernas de Jamie mientras me hacía correrme.
Estoy alimentando esa llama en mi pecho, agregando leña para 225
hacerme arder más brillante. Este es el álbum imaginario que siempre soñé
con escribir cuando estábamos en un vuelo a una nueva ciudad en la gira o
cuando Zach estaba en el estudio grabando.
Una canción trata sobre cómo Jamie cuida de todos menos de sí mismo,
y ¿quién cuida de él? Es serio y protector. Hay una letra ahí que se me acaba
de salir de la boca, y no estoy segura de cómo me siento al respecto.
Lo haría por siempre si no me rompiera el corazón.
Mi garganta se siente apretada mientras trago, leyendo esa línea.
Debería borrarla, pero no puedo. Las mejores canciones son abiertas.
Daisy me mira fijamente, moviendo la cola, así que la llevo de nuevo a
dar un largo paseo. Todo el tiempo, mi mente está en Jamie y en las
canciones que escribí.
El bosque está oscuro, así que nos limitamos a las calles iluminadas.
Los árboles a lo largo de la acera están decorados para Navidad con bonitas
luces parpadeantes y la preocupación golpea mi estómago. Todavía no le he
comprado un regalo a Jamie.
Lo que quiera, lo puede comprar. Tiene un apartamento precioso. No
necesita ropa ni equipo de hockey. Parece que le gusta cocinar, pero ¿qué
voy a buscar, una batidora? Me estremezco. Eso es tan tonto, y se siente
mal para nuestra relación. Trabajo para él, pero también somos amigos.
Si le preguntara, me diría que no consiga nada, pero eso es porque no
se da cuenta de que vale la pena.
Pasamos por la tienda de guitarras y mis cejas se juntan. La guitarra
de mis sueños se ha ido, reemplazada por una Fender eléctrica negra.
Algo se hunde en mi pecho. No podía pagarla, así que no sé por qué
estoy tan decepcionada.
Los ojos brillantes de Jamie y su expresión firme aparecen en mi
cabeza. Una vez que resuelva las cosas, como sea que resulten, voy a ahorrar
para una guitarra nueva. Algo especial, sólo para mí. Jamie estará feliz de
escuchar eso. Estaría orgulloso de mí si supiera que pasé toda la tarde
escribiendo.
Un descubrimiento me golpea.
Escribí ese álbum por Jamie. Pensé en él todo el tiempo, y cuando me
entró el síndrome del impostor, recordé sus palabras de aliento y sus cálidas
miradas de cariño, y eso me animó. Nunca he escrito ni una sola canción
para alguien, y mucho menos una colección de ellas, y nadie me ha alentado
como lo ha hecho Jamie.
Es como si pensara que puedo hacer cualquier cosa.
La verdad es obvia, y no importa cuánto lo niego o trato de compararlo 226
con Zach, no va a desaparecer.
Tengo grandes sentimientos por Jamie Streicher.
Ahora sólo tengo que averiguar qué hacer al respecto.
Capítulo 47
JAMIE
Navidad fue hace cuatro días. Estoy en casa de mi mamá, sentado en
el sofá con Daisy, viendo el video de Pippa nuevamente. Una picara sonrisa
permanece en su boca mientras canta la letra, su pie da golpecitos en el aire
mientras toca la guitarra y sus ojos brillan con travesura, como si se
supusiera que no debería estar cantando sobre enojarse con su ex y moverse
a algo mejor.
Es muy hermosa así. Siempre es hermosa, pero especialmente así,
cantando con todo su corazón, luciendo tan feliz. 227
Es el quinto día de no ver a Pippa y me estoy volviendo loco. Nos
enviamos mensajes de texto constantemente, pero no es lo mismo que
tenerla justo en frente de mí. Al alcance de la mano es el mejor lugar donde
puede estar Pippa.
Después de cinco días, es obvio. Tengo sentimientos por el lindo pájaro
cantor, y estoy cansado de decirme a mí mismo que no. Sólo pensar en ella
me hace feliz.
Busco mis viejas excusas, pero algo las corta. ¿Qué pasaría si pudiera
encontrar una manera de hacer que esto funcione?
Ella y Hazel volaron a Silver Falls la semana pasada, y debido a que mi
vuelo de Minnesota a Vancouver se retrasó debido al mal tiempo, se fue
antes de que yo llegara a casa. No pude despedirme ni darle los regalos de
Navidad que le compré. Podría haberlos llevado toda la noche a Silver Falls,
pero quiero ver su rostro cuando los abra.
¿Y si la visito? ¿Qué pasaría si hiciera lo impulsivo que nunca hago y
simplemente fuera con ella?
Algo se levanta en mi pecho, pero mi mente vaga al momento en que
Pippa y yo nos enganchamos y tuve un montón de llamadas perdidas de mi
madre. No estuve allí cuando ella me necesitó. Estaba distraído. Froto una
mano por mi rostro, alejando los sueños. No voy a ir a Silver Falls. La veré
la próxima semana cuando vuelva a casa.
Una sombra pasa sobre mí, y mi madre se inclina sobre el respaldo del
sofá donde estoy sentado, soñando con mi maldita asistente. Me quito los
auriculares.
—¿Es esa Pippa? —pregunta antes de que pueda guardar mi teléfono.
Asiento.
Hace un gesto hacia mis auriculares.
—Ponlo en voz alta.
Cuando le doy play después de desconectar los auriculares, la voz de
Pippa llena la sala mientras la vemos en la pantalla. Daisy se acomoda en
el sofá, descansa su cabeza en mi brazo y deja escapar un largo suspiro.
Mi mamá le da una caricia a Daisy.
—Extraña a Pippa.
Daisy y yo nos miramos. Yo también, amiga.
Mi mamá me da una mirada de reojo, estudiándome con un brillo
curioso en sus ojos.
—Puedo cuidar a Daisy si quieres salir en Año Nuevo.
La única persona que quiero ver en Año Nuevo es Pippa. 228
—Está bien.
—Jamie. —Me estudia, y hay un destello de tristeza y algo más en sus
ojos. Vergüenza, tal vez.
—Está bien —repito—. Realmente no me gustan las fiestas. —Y me
necesitas aquí, digo en mi interior.
Me mira por un largo momento.
—Empecé a buscar un terapeuta.
Levanto la cabeza y me giro para verla mejor.
—¿Qué?
Asiente, girando uno de sus anillos alrededor de su dedo.
—Pippa lo mencionó esa noche que ustedes dos estuvieron aquí. Hizo
que sonara un poco normal.
Mi corazón estalla de orgullo y cariño por mi Pippa.
—Es normal. Mucha gente recibe terapia.
Se encoge de hombros de nuevo.
—Todavía no he encontrado a nadie, pero estoy buscando.
—Genial. —Esa carga pesada en mis entrañas disminuye—. Estoy muy
feliz de escuchar eso.
—Pensé que podrías estarlo. —Toma asiento junto a Daisy y pasa los
dedos por el pelaje de Daisy—. ¿Qué hará Pippa para el Año Nuevo?
—Ira con Hazel a un bar.
Me imagino a Pippa en el bar lleno de personas, con el cabello suelto y
ondulado como en la fiesta de despedida. Tal vez esté usando un vestido,
pero lo más probable es que esté vestida de manera informal porque es un
bar de mierda en un pueblo pequeño y no quiere sobresalir. Cuando me dijo
eso, me reí, porque no hay una sola habitación en la que Pippa no destaque.
Una imagen no deseada aparece en mi cabeza de un hombre apoyado
en la barra, hablando con ella. Sonriéndole. Su mirada posándose en su
boca, en sus tetas. Tal vez se acerque y le coloque el cabello detrás de la
oreja, diciéndole algo coqueto. Mis fosas nasales se ensanchan.
Odio esa idea. La odio tanto. Mi rodilla rebota mientras miro a la nada.
—¿Jamie?
Presto atención.
—¿Mmm?
Mi mamá se encoge de hombros, indiferente.
—¿Por qué no vas a visitar a Pippa? Silver Falls es precioso, cariño, y 229
apuesto a que le encantaría mostrarte su ciudad natal.
Mi rodilla continúa rebotando mientras lo considero. Estoy
arrastrándome por mi piel sin ella.
En las últimas semanas, mi mamá se ha visto mejor. Parece menos
preocupada, menos ansiosa, como si tuviera más control. Tal vez ella estará
bien.
La madre de Miller vive a unos minutos de aquí y estoy seguro de que
él pasará las vacaciones allí. Tengo la extraña sensación de que estaría aquí
en un santiamén si se lo pidiera.
Y está buscando un terapeuta. Ese es un gran paso.
—Bueno. —Asiento—. Iré a Silver Falls
Capítulo 48
PIPPA
Esta ha sido la semana más larga de mi vida.
—Pippa. —Hazel abre los ojos desde la silla junto a la ventana que tiene
vista al patio trasero. Está en pijama y su cabello esta como si se acabara
de levantar de la cama.
Estoy tirada en el sofá, también en pijama con mi cabello hecho un
desastre como el de ella, mirando sin fuerzas por la misma ventana a los
árboles cubiertos de nieve. Son bonitos, pero ni siquiera me importan.
230
—¿Qué?
—Estoy tratando de meditar, pero sigues suspirando. —Me da una
mirada que es a la vez irritada y divertida.
Arrugo la nariz.
—Lo siento.
Levanta una ceja y mi estómago se contrae. El último día del año es
mañana, y luego volamos a casa al día siguiente.
No tengo absolutamente ninguna idea de qué hacer con mi flechazo por
el chico de la escuela secundaria, que se ha convertido en un
enamoramiento lleno de sentimientos en toda regla. Me gusta él. Incluso
podría sentir más que eso, pero no estoy mirando en esa dirección en este
momento. Sólo estoy tratando de averiguar qué hacer.
Mi instinto me dice que él siente lo mismo, pero ¿después de lo que
admitió sobre Erin? Puede que no esté preparado para escucharlo. Esa sería
la máxima devastación, decírselo y que todo se derrumbe.
Estoy dividida, así que estoy sentada aquí, mirando por la ventana,
poniendo nerviosa a Hazel mientras delibero.
Mi teléfono se ilumina con un mensaje de texto.

Jamie
Hey.

Hay una explosión de emoción en mi pecho. No puedo evitarlo. Es sólo


la reacción de mi cuerpo cuando me escribe. Nos hemos estado enviando
muchos mensajes de texto durante las vacaciones, y una parte de mí espera
que esté igual de aburrido y miserable sin mí.

Yo
Hola

Respondo, con los ojos pegados a mi pantalla, mirando cómo aparecen


los puntos de escritura.

Jamie
He estado pensando en hacer un viaje.
Yo
¿Oh sí? ¿A algún lugar cálido?
231
Jamie
A algún lugar frío.

La esperanza tonta e ingenua da vueltas y vueltas en mi pecho. Los


puntos de escritura aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer.

Jamie
Nunca he estado en Silver Falls.

Mi corazón salta a mi garganta y le sonrío a mi teléfono.


—¿Qué está pasando? —pregunta Hazel, sonriéndome.
—Nada.

Yo
Es precioso en esta época del año. Te congelarás el culo.
Jamie
Perfecto. ¿Puedo ir a saludar?
Yo
Sí, por favor.
Jamie
Excelente. Mi vuelo aterriza en dos horas.

Mi boca se abre.

Yo
¡¿Qué?!
Jamie
Estoy en el aeropuerto. ¿Está bien?
Yo
¡Por supuesto!

Mi sonrisa se extiende de oreja a oreja.


Hazel se deja caer a mi lado, mirando mi teléfono para leer los textos. 232
—¿Qué? —repite—. ¿Qué pasa?
No me importa que mis emociones estén escritas en todo mi rostro.
—Jamie viene de visita.
Suspira, pero está sonriendo.
—Claro que vendrá.

Suena el timbre y salto del sofá antes de tomar un respiro profundo


frente a la puerta. Hazel resopla desde la cocina, donde está en su laptop.
Abro la puerta y él está de pie allí con una sonrisa apenas perceptible,
lo que significa que está tan emocionado como yo. Dios, es tan alto. Estoy
sin palabras, mirándolo con una sonrisa tonta en mi rostro.
—Hola —digo estúpidamente.
Sus mejillas están sonrojadas por el frío. Lleva un gorro verde que
resalta el color de sus ojos. Tal vez sea una ilusión, pero me mira como si
fuera lo mejor que ha visto en su vida.
—Hola —dice, y el bajo tenor de su voz envía un escalofrío por mi
espalda.
La tensión corre entre nosotros, y su mirada cae a mis labios. Parece
que quiere besarme, y mi estómago se tambalea de la mejor manera.
—Estamos en casa —dice mi papá detrás de Jamie, y nos separamos
un paso.
Mis padres suben los escalones, charlando y se detienen en seco
cuando ven a Jamie. Estaban visitando a unos amigos y pensé que llegarían
más tarde.
Los ojos de mi papá se agrandan como si hubiera visto un fantasma.
—Oh dios mío. —Empuja su mano hacia adelante con una gran sonrisa
amistosa—. ¿Qué diablos está haciendo Jamie Streicher en mi escalón de
entrada? Ken Hartley.
Jamie le da la mano.
—Un placer conocerlo señor. —Le ofrece a mi papá una sonrisa, y desde
su lugar en la cocina, Hazel me mira confundida.
¿Señor? Hazel mueve su boca y me encojo de hombros.
—¡Oh, este es el jugador de hockey! —Mi mamá aplaude—. Hemos oído 233
hablar mucho de ti.
Le sonríe de nuevo, y mi rostro arde. No han oído hablar mucho de él.
Así que lo menciono de vez en cuando. ¿Y qué?
—Hola, señora Hartley —dice Jamie, estrechándole la mano.
Tira de él en un abrazo. Su cabeza apenas llega a su hombro.
—Llámame Maureen, cariño. Entremos. Te vas a resfriar.
Nos acomodamos adentro, y mi papá vuelve a comentar sobre la
sorpresa que es tener a Jamie Streicher en su casa, lo cual es lindo y
totalmente vergonzoso, pero a Jamie no parece importarle. Sólo sonríe y
responde las preguntas de mi papá.
Hazel entra y Jamie le asiente.
—Hazel.
Extrañamene, ella no se sorprende.
—Hola. Lo hiciste.
Asiente.
—Lo hice.
Hazel me mira y parece complacida.
—Bien.
—Todos, siéntense —dice mi papá, señalando la sala—. Traeré algunos
bocadillos. Jamie, ¿quieres una cerveza?
La cabeza de Jamie se hunde.
—Una cerveza sería genial.
—¿Cuál es tu preferencia? —Tengo la sensación de que, diga lo que
diga Jamie, mi padre correría a la tienda a comprarlo ahora mismo.
—Lo que tengas a mano —dice Jamie—. No soy exigente.
—Miller Lite, ¿está bien?
—Perfecto.
—Buen hombre. —Mi papá desaparece y, extrañamente, Jamie vuelve
a sonreír.
Mientras nos sentamos en la sala, mi mirada se dirige a los muebles
anticuados y la decoración, las baratijas en los estantes y las fotos tontas
de mí y Hazel cuando éramos niñas. Jamie se detiene frente a mi foto de
segundo grado. En la foto, estoy sonriendo ampliamente, de oreja a oreja,
con coletas saliendo a cada lado de mi cabeza. Me faltan mis dos dientes
frontales.
Jamie inclina la cabeza hacia la imagen. 234
—¿Te golpearon con un disco, Hartley?
Gimo, y mi mamá se ríe.
—Olvidé que era el día de la foto —le dice ella—. Deberías haber visto
mi rostro cuando Pippa llegó a casa y me lo dijo.
Los ojos de Jamie se detienen en la imagen, y creo que está sonriendo
de nuevo.
—Muy lindo.
Mi papá entra apresuradamente con una bandeja de bebidas e insiste
en que Jamie se siente en la cómoda silla La-Z-Boy donde mi papá suele
sentarse mientras mira hockey. Internamente, me estremezco, pero Jamie
es educado y amable y complace a mi padre con todas sus preguntas y
conversaciones que giran únicamente en torno al hockey.
Media hora después, mi mamá mira el reloj.
—Debería poner el pollo en el horno. —Mira a Jamie—. ¿Comes pollo?
—Oh. —Él me mira—. ¿Sí?
Le envío una sonrisa.
—Espero que no hayas pensado en irte sin cenar.
—Tienes que quedarte a cenar, Jamie. —Se burla mi papá.
Jamie se ríe.
—Estaría feliz. Gracias.
—¿Dónde te estás quedando? —pregunta mi mamá.
Jamie se pasa una mano por el cabello.
—Todavía no lo sé. Vi un hotel en Main Street. Voy a intentar allí
primero.
Los ojos de mi papá se agrandan. Es tan dramático a veces.
—¿No tienes una habitación reservada? —Sacude la cabeza
consternado—. No va a suceder. Todo se llena en esta época del año.
Mamá asiente.
—Tienes que quedarte con nosotros.
—¿Qué? —Me ahogo. Jamie está acostumbrado a hospedarse en
hoteles de cinco estrellas con camas tamaño king y HBO en la televisión, no
en casas con muebles más antiguos que yo. Las camas de Hazel y mía son
de cuando éramos adolescentes, y la cama de invitados es aún más antigua.
—Jamie no quiere quedarse con nosotros. Podemos encontrarle un Airbnb
o algo así.
—¿A esta hora de la noche? —pregunta mi papá, mirándome como si 235
estuviera loco—. Pippa, son casi las cinco de la tarde. Sé que no es mucho
—le dice a Jamie—, pero tenemos una habitación de invitados con tu
nombre.
Abro la boca para protestar de nuevo, pero Jamie asiente a mis padres.
—Me encantaría quedarme aquí. —Lo miro, y él me mira con diversión
en sus ojos—. Si a Pippa le parece bien.
—Sí. —Parpadeo hacia él—. Seguro.
—Excelente —Papá salta—. Voy a ayudar a Maureen con el pollo y luego
vuelvo. ¿Otra cerveza?
Jamie asiente.
—Claro, gracias, Ken.
Mi papá le sonríe, y sé que es porque Jamie lo llamó por su nombre de
pila. Miro a Jamie en estado de shock, pero mi corazón está bailando en mi
pecho.
¿Quién es esta versión de mi portero gruñón?
Capítulo 49
PIPPA
Por la noche, mamá aleja a papá para darle un descanso a Jamie, y
Hazel está arriba en su dormitorio, así que sólo Jamie y yo estamos en la
sala de estar, mirando Elf. Estamos bebiendo sidra de manzana caliente,
una tradición anual en nuestra familia, y la canela, la nuez moscada, el
clavo de olor y la cúrcuma hacen que nuestra casa huela increíble.
—Hagamos esto en casa —dice Jamie, y me derrito.
Me encanta la forma en que dice casa de esa manera.
236
Me encanta que haya tomado un vuelo a Silver Falls.
Me encanta pasar el rato con él, simplemente sentarme en la sala de
estar así, incluso si estoy en pantalones de chándal. Parece más contento y
relajado que nunca.
—¿Esto está bien? —pregunto, señalando a nuestro alrededor a la
desaliñada sala de estar—. Podemos ir a un bar o algo.
Jamie me da un codazo.
—Aquí es exactamente donde quiero estar.
En la pantalla, Will Ferrell salta disfrazado de elfo, gritando lo
emocionado que está por conocer a Santa, y río.
—Mi mamá está buscando un terapeuta —dice Jamie.
Me ilumino.
—¿En serio? Genial.
Asiente con alivio.
—Sí. —Se frota la parte de atrás de su cuello, mirándome—. Eso es por
ti, sabes.
—Eso no lo sabemos.
—Lo es. Me dijo que fue por la conversación que tuvieron.
Mi garganta se cierra con emoción.
—¿En verdad?
Asiente de nuevo, su mirada suave recorre mi rostro.
—Gracias.
Quiero subirme a su regazo y abrazarlo.
—Estoy muy contenta, Jamie. En serio.
—Yo también.
Su mano se desliza alrededor de la mía y le da un apretón. Algo dulce
y chispeante baila en mi estómago, y miro su boca. Prácticamente puedo
sentir sus labios contra los míos, exigentes e implacables. Sus ojos se
oscurecen, y la presión y el calor vibran entre mis piernas.
—Quiero darte tu regalo de Navidad —dice de repente, retirando su
mano, mirando mis ojos como si estuviera nervioso—. ¿Está bien?
—Por supuesto. —Parpadeo—. El tuyo no está listo.
Sacude su cabeza.
—Está bien.
—Quiero decir, está casi listo. Lo suficientemente listo como para 237
mostrártelo esta noche. —Muerdo mi labio, y ahora estoy nerviosa.
¿Y si lo odia? ¿Qué pasa si es demasiado? Mi estómago se retuerce con
mariposas, como si estuvieran tratando de escapar.
Jamie me da una sonrisa rápida, se pone los zapatos y se dirige a su
auto. Momentos después, regresa con dos cajas, una enorme y otra del
tamaño de una caja de zapatos. Tiene que colocar el gran regalo de lado para
que entre por la puerta. Están bellamente envueltos en papel reluciente y
lazos rojos brillantes.
—Oh Dios. —Los miro con horror. Van a mandar a volar mi regalo fuera
del agua—. ¿Puedo ir primero?
Sacude la cabeza con una carcajada mientras limpia la mesa de café y
se sienta.
—No. Estoy nervioso. —La comisura de su boca se curva hacia arriba
mientras me entrega el regalo más pequeño—. Tú primero.
Respiro profundamente y estudio el regalo mientras los nervios bailan
tap en mi estómago. Jamie levanta las cejas y mira su reloj de forma
exagerada, y me río.
—Basta —le digo antes de desatar el lazo. Su rodilla rebota mientras
abro la caja, y cuando tiro de la tapa, estallo en una gran sonrisa—. ¿Me
compraste mi propia camiseta?
Estudia mi rostro con una mirada divertida.
—¿Te gusta?
Saco la camiseta de color azul marino y blanco de la caja y la giro para
leer la parte de atrás. STREICHER está bordado con letras blancas gruesas,
y mi cuerpo vibra con algo complacido, orgulloso y posesivo.
—No tienes que llevar mi nombre en tu espalda —dice en voz baja,
mirándome con atención—. Podemos quitar esa parte.
—No te atrevas. —Sostengo su mirada mientras mis entrañas se
derriten en un charco—. Quiero llevar tu nombre.
—Bueno. —Las comisuras de su boca se contraen y sus ojos son
cálidos—. También quiero lo hagas.
No puedo decirle la verdad, usar su camiseta, tener su nombre en mí,
me hace sentir que somos mucho más de lo que somos y que me encanta.
Amo cada centímetro de este regalo.
Inclina la barbilla hacia la caja más grande.
—Siguiente.
La curiosidad se enciende en mi cerebro mientras lo desenvuelvo con
cuidado. El tamaño de la caja es muy parecido a… 238
No. Ni siquiera quiero hacerme ilusiones.
—Espero que sea una motocicleta. —Muevo mis cejas hacia él.
Sus ojos brillan como si estuviera disfrutando esto, mirándome abrir
los regalos que me dio. No sé qué hacer con eso. Me hace sentir especial y
cuidada, y hay otro golpe fuerte en mi pecho. Tiro lo último del envoltorio y
se me corta el aliento.
—Jamie —susurro, mirando la caja. Siento un nudo en la garganta.
Su dedo roza el dorso de mi mano juguetonamente.
—Ábrela.
Presiono mis labios en una línea plana, vacilando, antes de quitar la
tapa.
Sí. Ahí está, pero en lugar de estar en el escaparate de la tienda de
guitarras, está sobre la mesa.
Es tan hermosa, pero es más que eso. Esta guitarra es algo que pensé
que no podría tener y, sin embargo, aquí está. Mis ojos se llenan de emoción
y parpadeo rápido para despejarlos.
—Es demasiado. —No puedo mirarlo. Si lo miro, voy a llorar. O besarlo.
No estoy segura.
—No es mucho.
—Es muy cara. —Mis sentimientos por él crecen por segundos,
expandiéndose como un globo.
—Pippa. —Su voz es firme, sin dejar margen de maniobra—. Te
compraría todas las guitarras de la ciudad si pensara que me vas a dejar.
Mierda. Este tipo me va a romper el maldito corazón.
Cuando finalmente lo miro, su expresión es tan orgullosa, y sé que está
diciendo la verdad acerca de comprar todas las guitarras que pudiera.
Mierda.
—Decir gracias se siente como si no fuera suficiente. Me estás
mimando. —Paso mis dedos sobre su nombre en la camiseta.
Encoge sus grandes hombros.
—Así que déjame mimarte.
—Gracias —le digo, inclinándome para abrazarlo, y sus brazos me
rodean. Me apoyo en su hombro, inhalando su cálido y especiado aroma.
Una de sus manos se enrosca en mi cabello, la otra me sujeta con fuerza
contra él.
—De nada, pájaro cantor. —Siento su voz baja contra mi pecho, y
desearía que pudiéramos quedarnos así para siempre—. Muy bien, es hora 239
de darle una vuelta.
Me retiro y estudio la guitarra.
—Es demasiado linda para jugar.
—De ninguna manera. ¿No tienes que romper las guitarras? —Su boca
se curva.
Me echo a reír.
—Eso lleva años.
Hace un gesto hacia la guitarra.
—Mejor empecemos, entonces.
Los nervios brillan a través de mí. Estoy dudando, pero es ahora o
nunca.
—Me gustaría darte tu regalo primero. —Desde la mesa de al lado,
agarro mi teléfono y abro una carpeta, compartiéndola con él.
Su mano roza mi espalda baja.
—No tenías que comprarme nada, Pippa.
—Sabía que dirías eso. —Su teléfono suena en su bolsillo y yo asiento
con una sonrisa—. Ese es mi mensaje. Ábrelo.
Cuando abre el correo electrónico, su risa es de sorpresa y satisfacción.
El sonido se derrite en mi corazón. Su rostro se ilumina mientras recorre las
fotos profesionales que tomé de Daisy en la playa para perros, y sus ojos
brillan.
—Las tendré impresas —explico—. Iba a enmarcar una y ponerla en el
apartamento.
Sonríe ampliamente a la de Daisy a mitad de un salto, con la lengua
afuera y los ojos desorbitados.
—Estas son asombrosas. Las amo.
Aterriza en una de mí y Daisy.
Un destello de vergüenza me golpea, y mi rostro se calienta.
—No voy a imprimir las fotos donde yo salgo. Esa es la carpeta
completa, por lo que habrá algunas extras allí.
Todavía está sonriendo a la de Daisy y yo.
—Me encanta.
Me muerdo el labio, nerviosa por el próximo regalo.
—Hay algo más —le digo, sacando mi teléfono de nuevo. Mis manos
están temblando. Nunca he hecho algo como esto. 240
La mano de Jamie cubre mi rodilla, y el calor de su gran mano se filtra
a través de la tela, devolviéndome al presente. Me está sonriendo, esa
sonrisa suave y hermosa que me hace querer besarlo.
—Escribí un álbum —digo de repente, y levanta sus cejas.
—¿Qué?
Asiento.
—Sí. Escribí un álbum para ti. Quiero decir —ladeo mi cabeza de un
lado a otro—. Yo también lo escribí para mí, así que espero que no sea una
mierda que tengamos que compartir este regalo, pero me animaste y me
hiciste sentir que podía hacerlo, así que seguí escribiendo porque quería
tener una colección completa de canciones para mostrarte.
Sus ojos brillan con orgullo.
—Muéstrame.
Resoplo una carcajada ante su tono.
—Ahora, Pippa.
Me río de nuevo, abriendo otra carpeta en mi teléfono.
—Espera un segundo. Tan impaciente.
Su mano no se ha movido de mi rodilla, y su pulgar acaricia de un lado
a otro mientras comparto los videos con él. Normalmente los grabaría como
audio, pero me gustó cómo se veía la luz en la sala durante la hora dorada,
y luego dejé que el video siguiera. Una vez que terminé, corté las canciones
completas en sus propios clips.
El teléfono de Jamie se enciende y, un momento después, mi voz
resuena en la sala. Su boca se curva en una sonrisa complacida de nuevo,
y me mira.
—Escribiste un álbum —dice en voz baja.
Mi pecho está lleno de presión, vértigo y recelo.
—Escribí un álbum.
Sacude la cabeza con asombro, sin dejar de mirarme mientras suena
mi canción.
—Jodidamente increíble. Estoy tan orgulloso de ti.
Sonrío hacia mis manos en mi regazo.
—Gracias. —Mi garganta se siente gruesa mientras trago, alcanzando
mi nueva guitarra. Cuando la levanto, mi corazón late con fuerza.
Hay algo perfecto en esta guitarra: su peso, la forma en que se siente 241
el mango en mi mano, la curva del cuerpo sobre mi muslo cuando la coloco
en mi regazo.
—Esta guitarra es mi alma gemela —le digo a Jamie, y sonríe.
—¿Vas a tocar el resto del álbum para mí?
—Si te parece bien.
Se recuesta contra el reposabrazos del sofá, frente a mí, metiendo las
manos detrás de la cabeza mientras toco. Estoy tocando las canciones y
Jamie sonríe con ciertas letras porque sabe exactamente sobre lo que estoy
cantando. En los últimos meses, Jamie se ha convertido en uno de mis
amigos más cercanos y tocar la guitarra para él, cantar para él, se siente
íntimo y especial.
Termino la canción sobre la venganza, la que le envié hace unas
semanas, y mis dedos se ciernen sobre las cuerdas.
La única canción que queda es la sexy. Levanta una ceja en desafío,
como si pudiera ver mi vacilación.
Debería terminar aquí. Debería decirle buenas noches e irme a la cama.
Realmente debería. Se trata de Jamie, y no hay forma de que él no lo vea.
Algo arriesgado y valiente me llena y empiezo a tocar la canción.
Algunas de las letras son, um, realmente específicas. Esa es mi parte
favorita de escribir canciones, lo específicas que son algunas de las letras,
sobre comer helado de chocolate con cerezas y pasar por tu antigua escuela
secundaria o algo así, y puedes imaginarte a ti mismo dentro de la canción.
Me sentaré entre tus piernas mientras me haces temblar contra ti. Haz
que mi cuerpo sienta cosas nuevas, los dos queremos.
Frente a mí, Jamie se pone rígido y sus ojos se nublan. Dejo de tocar.
—Pájaro cantor —advierte, levantando una ceja. Hay una inclinación
deliciosa en su boca cruel, y me sonrojo.
Podrías cortar la tensión en esta habitación con un cuchillo.
—Deberíamos terminar ahí —murmuro.
—No hay ninguna posibilidad. —Su voz es gruesa.
Mi mirada cae al regazo de Jamie. Está completamente duro, la
erección tirando contra la tela de su sudadera. El calor pulsa bajo en mi
estómago, pero sigo tocando la canción.
—¿Escribiste esa para mí? —pregunta cuándo termino. No quita los
ojos de mi rostro.
Asiento. Nuestras miradas se mantienen y la tensión cruje entre
nosotros. La mirada de Jamie se oscurece y su mandíbula se aprieta
mientras lamo mi labio inferior. La presión se acumula entre mis piernas y 242
mi piel se siente cálida. Lo quiero tanto.
Sus ojos me observan con determinación.
—Ese fue el mejor regalo de Navidad que he recibido.
—Para mí también —suspiro.
Pasa un segundo en el que nos miramos el uno al otro, pero Jamie
aparta la mirada.
—Debería irme a la cama.
No, quiero gritar, pero en lugar de eso, asiento.
—Buenas noches.
—Buenas noches. —Se pone de pie, se acomoda y sube las escaleras
sin decir una palabra más.
Me siento en el sofá unos momentos después, sintiéndome acalorada y
nerviosa, llena de energía, antes de apagar las luces y dirigirme a mi antiguo
dormitorio, con mis regalos de Navidad. En mi habitación, extiendo la
camiseta y sonrío.
Me encanta. Me la voy a poner en todos los partidos, y ya me imagino
la sonrisa de Jamie cuando se dé la vuelta y me vea detrás de la red,
llevándola con orgullo.
Capítulo 50
PIPPA
—¿A dónde fueron tú y Jamie hoy? —pregunta Hazel la noche
siguiente, sentada frente a mí en la cabina del concurrido bar.
Es Nochevieja y el único bar del lugar está repleto. Miro a mi alrededor,
observando a toda la gente, las decoraciones navideñas aún puestas, y
Jamie esperando en el bar para traernos otra ronda de bebidas. Atrapa mi
mirada, me da un guiño rápido y automáticamente sonrío.
—Le mostré la ciudad y luego nos fuimos a las montañas. —Contengo
una risa al recordar su expresión después de que le lancé una bola de nieve.
243
—Él te apoyo esta noche —dice ella, mirándolo. Un grupo de hombres
están hablando con él mientras espera las bebidas, con estrellas en sus ojos.
—Lo hizo. —Mi corazón se aprieta. En la cena con mis padres,
mencionaron el trabajo de marketing, y Jamie les dijo de inmediato lo
talentosa que era como cantante y compositora. Se rieron y dijeron que era
importante tener pasatiempos.
—Pippa tiene lo necesario para hacer de la música su carrera —les dijo,
y quedaron atónitos hasta que cambié de tema.
Se inclina hacia adelante, bajando la voz, y sus ojos danzan con burla.
—Sólo trata de mantenerlo bajo esta noche, ¿de acuerdo? Las paredes
son delgadas.
Mis ojos se abren de par en par y tomo aire.
—No va a pasar nada. —¿Con todos en la casa? De ninguna manera.
Sus ojos ruedan hacia atrás.
—Oh, Jamie.
Me estiro a través de la cabina para cubrir su boca, riendo.
—Cállate.
—Uhn, golpéame más fuerte con tu palo de hockey. —Suena como una
estrella porno y la gente la mira.
Jadeo de risa.
—Eso ni siquiera tiene sentido.
Me aparta, sonriendo.
Dos grandes cuerpos masculinos se dejan caer en la cabina a cada lado
de nosotras, terminando nuestra conversación.
—¡Feliz año nuevo, señoritas! —Hayden lanza su brazo alrededor de mi
hombro, empujándome.
Una risa de sorpresa sale de mi boca. Al otro lado de la cabina, Rory le
sonríe a Hazel, quien lo mira como si fuera una cucaracha que acaba de
subirse a la mesa.
—¿Qué están haciendo aquí? —ella le pregunta
—Streicher dijo que haría un viaje de última hora aquí. —Nos cuenta
Hayden—. Pensamos en hacerle una visita. —En la puerta, la mitad del
equipo se amontona—. Le rogamos al equipo que nos dejara usar el autobús.
Me echo a reír ante la expresión confundida de Jamie mientras los
chicos lo rodean en el bar. Están llamando mucho la atención. 244
Hayden se burla de Rory.
—Y a este maldito tipo le gustamos más que su propio equipo.
Rory no quita los ojos de Hazel, y tengo la sensación de que sabía que
ella estaría aquí.
En ese momento, Jamie vuelve a la cabina con las bebidas. Me mira
con una expresión de disgusto, como si estuviera irritado porque los
jugadores se colaron en nuestra noche, pero también secretamente
complacido, porque obviamente lo consideran un amigo.
—Tenemos compañía —le digo.
—Lo veo. —Pone los ojos en blanco antes de hacerle un gesto a Hayden
para que se mueva.
Cuando Jamie se desliza en la cabina a mi lado, enjaulándome, pasa
su brazo por encima y sus dedos rozan mi hombro. Los nervios se deslizan
en mi estómago y contengo una sonrisa. Alrededor de la barra, la gente nos
mira con curiosidad.
—No entiendo por qué pasas tanto tiempo con estos tipos —le dice
Hazel a Rory. Está poniendo una expresión irritada, pero sus ojos brillan y
tiene problemas para mirarlo a los ojos.
Él la mira como si fuera la única persona en la habitación.
—Me gustan estos hombres. No existe una regla que no nos permita
salir con nuestros amigos, incluso si están en otro equipo. Simplemente no
hablo de los juegos. —Señala con la barbilla a Jamie con desafío en los
ojos—. No es que eso ayudaría a Streicher aquí. El tipo podría obtener todas
mis estrategias antes de tiempo y aun así le anotaría.
La mano de Jamie se aprieta alrededor de su copa, los nudillos se le
ponen blancos mientras mira a Rory. Lo está molestando, tratando de
obtener una reacción de Jamie.
La mitad de mí desearía que simplemente hablaran de eso. O lucharan.
Algo para sacarlo de sus sistemas. Sin embargo, dudo que eso sea bueno
para cualquiera de sus carreras. Los teléfonos saldrían en cuestión de
segundos, los grabarían y estarían en las noticias.
Mi mano aterriza en el muslo de Jamie, y su mirada cae a la mía. Su
mandíbula hace tictac, y le doy una suave sonrisa.
—Ignóralo —le digo.
Me mira con una pequeña sonrisa, y un momento después, sus dedos
acarician mi cabello mientras juega con las puntas.
Para las normas de la víspera de Año Nuevo, sentarse en un bar de un
pueblo pequeño y escuchar tocar a la banda local mientras se bebe cerveza 245
barata es leve. ¿Sentada aquí, arropada al lado de Jamie, sin embargo?
Esta es la mejor Nochevieja que he tenido
Capítulo 51
PIPPA
Dos horas después, Estoy felizmente borracha, rodeada de ruidosos y
bulliciosos jugadores de hockey. Jamie está pegado a mi lado y ha tomado
unos cuantos tragos. Hay un rubor rosado en sus pómulos, similar a cuando
sale de la ducha, e incluso sonríe un par de veces. Un puñado de jugadores
sigue haciendo tragos desde el shot-ski, una serie de vasos pegados
vulgarmente a un esquí para que todos los participantes necesiten beber
simultáneamente, y Hayden ordenó un trago especial que lo llevó a que el
camarero lo azotara con una raqueta mientras el bar animaba. En la 246
esquina, toca una banda y, a medida que nos acercamos a la medianoche,
aumenta la energía de la divertida fiesta en el bar.
—¿Me vas a besar a medianoche? —Rory le pregunta a Hazel.
Ella sostiene su mirada, con una sonrisa de suficiencia.
—Besa a tu muñeca sexual.
—La dejé en casa.
Contengo una risa y Hazel parece que también lo está intentando.
Él me mira.
—¿Qué hay de ti, Pippa? ¿Puedo obtener un lugar en tu tarjeta de baile?
A mi lado, Jamie se pone rígido.
—No.
Lo miro. Su brazo está sobre la cabina, pero puedo sentir el calor de él.
—Mi tarjeta de baile está llena esta noche. Gracias por la oferta
igualmente.
Jamie mira a Rory, pero antes de que algo pueda pasar, Hayden está
al lado de Jamie.
—Streicher, jugaras al billar con nosotros.
Jamie mira entre Rory y yo, inseguro.
—Ve —le digo, señalando con la barbilla las mesas de billar—. Hazel
me protegerá con sus afilados dientes.
Hazel le enseña los dientes a Jamie y me río. Rory solo mira a Hazel
con interés.
—Vuelvo en un rato. —La mano de Jamie roza mi espalda baja antes
de seguir a Hayden.
—Entonces —dice Rory al otro lado de la mesa—, ustedes dos.
Mi sonrisa es tensa y me encojo de hombros.
—¿Qué?
Su mirada es curiosa y burlona.
—Le gustas.
Me río para mis adentros, y me sonrojo.
—Es verdad —continúa, asintiendo—. Le gustas más que nadie que
haya visto.
Sus palabras envían un estremecimiento a través de mí, y escondo mi
sonrisa. Tal vez tengo sentimientos por él, pero no estoy lista para decírselo
a la gente. Ni siquiera se lo he admitido completamente a Hazel.
247
—Sólo soy su asistente —miento.
Hace un ruido de incredulidad.
—Eres su algo, eso es seguro.
Afortunadamente, llegan más jugadores a nuestra mesa con bebidas,
interrumpiéndonos, y entablo una conversación mientras observo a Jamie
jugando al billar con Hayden y Alexei.
—Muy bien, amigos —dice el cantante principal de la banda en el
micrófono unos minutos después—. Vamos a tomar un breve descanso justo
antes de la medianoche, pero tenemos un regalo especial para ustedes.
Jamie y Hayden regresan a nuestro grupo a través de la multitud, y los
ojos de Jamie están sobre mí.
—Tenemos otro músico en la casa, y ella nos va a cantar una canción
—dice el cantante principal y la boca de Jamie se curva.
Mi pulso se detiene.
— ¡Todos denle la bienvenida a Pippa Hartley!
Mis ojos se abren de par en par mientras el bar vitorea y aplaude, la
mitad de los clientes se giran para mirarme mientras estoy congelada en mi
lugar.
—¿Qué? —le pregunto a Jamie mientras mi pulso se reinicia al galope,
zumbando en mis oídos.
Baja su boca a mi oído.
—Sube ahí arriba, pájaro cantor. Quiero escuchar mi regalo de Navidad
en vivo.
Lo miro a los ojos y mis labios se abren. Parpadeo hacia él, aferrándome
a su mirada.
Actúe en el Filthy Flamingo en Vancouver, con treinta personas, en su
mayoría el equipo. Este lugar está lleno. La multitud alrededor del bar es de
ocho personas. Todas las sillas y cabinas están llenas y sólo hay espacio
para estar de pie. Hay al menos doscientas personas aquí.
Estoy enloqueciendo.
—No puedo —susurro, sacudiendo la cabeza.
Todo el mundo me está mirando.
Sostiene mi mirada, tan fuerte, firme y llena de afecto. Su boca se curva
en una hermosa sonrisa.
—Sí, tú puedes. Sé que puedes.
Miro alrededor del bar, encontrando miradas familiares mientras
observan y esperan. Jamie siempre piensa que puedo hacerlo, y siempre ha
tenido razón. Un sentimiento extraño atraviesa el pánico y el miedo escénico: 248
determinación. Si no hago esto, estaré demostrando que no soy adecuada
para la industria de la música. Que soy esa chica que solía salir con el
famoso cantante.
Quiero demostrar que están equivocados y, más que nada, quiero
demostrar que Jamie tiene razón.
—Está bien —susurro, asintiendo hacia Jamie—. Bien.
Su sonrisa se extiende por su rostro, y mi pulso tropieza.
—De acuerdo.
Dios, me encanta cuando lo hago sentir orgulloso.
Me dirijo hacia el micrófono, saboreando el roce de sus dedos en mi
espalda baja cuando paso a su lado. La multitud aplaude, y tomo la guitarra
que me entregaron en el escenario, deslizando la correa sobre mi hombro
antes de pararme frente al micrófono y mirar a la multitud.
Es como la primera vez, cuando me acerqué al micrófono en el bar
después de que Jamie me hiciera ese trato. Mi corazón late como un tambor
y soy hiperconsciente de todos esperando.
—Soy Pippa Hartley —digo en el micrófono, y mi voz es fuerte y clara—
. Y esta es una canción sobre la venganza.
La multitud grita, emocionada y borracha, y me encuentro con la
mirada de Jamie. Me da un firme asentimiento, todavía sonriendo, y me
lanzo. Canto la canción sobre levantarse después de ser pisada, la que me
hace sentir fuerte y poderosa. Mi voz resuena, y profundizo, dándole todo a
la canción. En la última ronda del coro, dejo de tocar la guitarra mientras
canto. El público aplaude al compás y yo les devuelvo la sonrisa mientras
canto.
Una mujer cerca del pequeño escenario grita en señal de apoyo y
agradecimiento, y le guiño un ojo. Mi pecho estalla con energía y orgullo, y
estoy volando alto. Termino la canción con total entrega y cuando toco el
último acorde, el techo sale volando del bar.
Es euforia. Estoy flotando, deslizándome más alto que nunca, con el
corazón acelerado y un hormigueo en la piel. Nunca me había sentido así, y
ya sé que soy adicta.

249
Capítulo 52
JAMIE
El bar ruge con aprecio ebrio por Pippa, y observo cómo ella le da a la
multitud una sonrisa tímida, entrega la guitarra y sale del escenario.
Al verla allí arriba, es muy obvio: estoy loco por esta chica, y lo he
estado por mucho tiempo. Mucho más tiempo del que creía.
Pippa Hartley me tiene envuelto alrededor de su dedo meñique. Haré
cualquier cosa por ella, y ni siquiera estoy enojado por eso. Quiero hacerle
cosas terribles, hacer que se corra con mi boca, mis manos y mi polla,
hacerla gritar mi nombre y mostrarle lo jodidamente increíble que puede ser
250
el sexo. Sé que hundirme en su apretado y húmedo coño va a cambiar mi
vida.
Sin embargo, no es sólo el sexo. Quiero despertarme con ella, pasar las
noches libres viendo una película en el sofá e ir a caminar por el bosque con
Daisy.
No sé cómo, pero vamos a resolver esto. Todas las cosas con mi mamá,
mis preocupaciones sobre lastimar a Pippa como lastimé a Erin, voy a lidiar
con eso. Voy a arreglarlo. No quiero que me pese más.
Sólo quiero a Pippa.
Llega a nuestro grupo y la atraigo a mis brazos, enterrando mi rostro
en su cabello, inhalando su cálido aroma.
—Estoy asombrado de ti —le digo al oído, y cuando se aparta para
sonreírme, sus ojos brillan.
—Gracias por alentarme —dice—. Eso fue… —Se calla, sacudiendo la
cabeza—. Increíble. Sentí que estaba volando.
Mis sentimientos martillan contra mi pecho, queriendo salir. Los
nervios pasan a través de mí, y busco sus ojos. Dios, es tan bonita y perfecta.
Se subió al escenario en un bar lleno de personas a pesar de que estaba
asustada, a pesar de que su ex imbécil trató de aplastarla. Siempre animó
a Pippa a ser valiente, y ahora es el momento de sacar una puta página de
mi propio libro.
—Siento algo por ti, pájaro cantor. —Mi corazón late con fuerza, y el
resto del bar desaparece—. Me gustas tanto. Ya no quiero fingir que no. Volé
hasta aquí por ti. —Algo se expande en mi pecho, llenando cada rincón de
un intenso calor. Nuestras miradas están bloqueadas, y mis brazos aún la
rodean, manteniéndola cerca—. No quiero pelear más con esto.
Sus ojos son brillantes y llenos de vulnerabilidad.
—Yo tampoco.
—¿En serio?
Asiente, riendo levemente como si estuviera aliviada.
No sé qué hacer con este sentimiento que rebota en mí. Es como si
hubiera petardos en mi sangre. Jodidamente finalmente, puedo dejar de
luchar contra eso.
—Vamos a resolverlo todo juntos.
Sonríe, y me enamoro un poco más de ella.
—Lo sé.
Casi me pierdo esto. Traté de luchar contra esto durante tanto tiempo. 251
Increíble.
—Diez, nueve, ocho —canta el bar a nuestro alrededor, y me doy cuenta
de que faltan segundos para la medianoche. Pippa parpadea, mirando a su
alrededor, antes de que su mirada vuelva a mí.
—Feliz año nuevo, Jamie —susurra.
La acerco más. Algo se ha movido en mi pecho, quedándose en su lugar.
Esto es correcto. Esta es la forma en que se supone que debe ser. Pensé en
ella durante todos esos años, y encontramos el camino de regreso el uno al
otro.
—Tres, dos, uno. —Cuenta la gente antes de que el bar vuelva a estallar
en vítores.
—Feliz año nuevo, Pippa —murmuro antes de hundir mi mano en su
cabello y acercar su boca a la mía.
Capítulo 53
PIPPA
—¿Tienes todo lo que necesitan? —Le pregunto a Hayden más tarde
esa noche en la sala de estar de mis padres.
Los muchachos no tenían un lugar donde quedarse porque Hayden es
un novato de veintitrés años que es terrible planeando. No podíamos
dejarlos dormir en el autobús, se congelarían, así que se están quedando en
casa de mis padres. Los jugadores más borrachos ya están roncando en el
suelo, cubiertos con mantas que les tiré encima.
Mi papá se va a volver loco de emoción mañana. Apuesto a que les hará
252
panqueques a todos.
Hayden me hace señas para que me vaya.
—Estamos bien. —Su mirada se mueve por encima de mi hombro hacia
donde espera Jamie.
Mi estómago se agita. Todos vieron nuestro beso a la medianoche.
Después, Rory me lanzó una mirada de te lo dije.
—Está bien. —Me despido de Hayden y Rory, que está en el sofá—.
Buenas noches.
Rory guiña un ojo.
—Buenas noches, Pips. No dejes que Streicher te mantenga despierta
toda la noche.
Mi rostro se enrojece mientras subimos las escaleras, y mi cuerpo vibra
con energía nerviosa. He estado vibrando con anticipación durante horas.
Oculto una sonrisa cuando llegamos al piso de arriba y su mano se
desliza en la mía. Fuera de la puerta de mi dormitorio, hacemos una pausa,
y la tensión en el aire crece cuando él me da una mirada ardiente.
—Hola —susurro.
Sus ojos son cálidos y presiona un beso en mi boca. Su lengua separa
mis labios, y me inclino hacia él mientras me acaricia, tan cálido y
meticuloso. Me lleva hacia atrás hasta que estoy contra la puerta de mi
dormitorio, y cuando su mano llega a mi cabello, inclina mi cabeza hacia
atrás para poder profundizar más.
La excitación vibra entre mis piernas.
Rompe el beso con un sonido bajo de frustración y apoya su frente
contra la mía.
—No podemos —murmura—. Aquí no. Tus padres están en la otra
habitación.
—Podemos ser silenciosos. —Muerdo mi labio inferior, hinchado por
besarlo, y le ofrezco una mirada traviesa.
—Tal vez puedas, pero no sé si yo puedo. —Respira hondo y, por un
momento, creo que va a ceder, pero sacude su cabeza—. No podemos, pájaro
cantor. Lo quiero tanto, no tienes idea. —Toma mi mano y la pone sobre su
polla.
Está completamente duro, y cuando lo acaricio sobre la tela, sus ojos
se cierran.
—Joder —respira antes de alejarse de mi toque—. No. —Deja caer un
beso firme en mis labios—. Buenas noches.
Arqueo una ceja hacia él, y señala la puerta de mi dormitorio.
253
—Ahora —dice en un tono decidido, aunque sus ojos están llenos de
diversión.
Dejo escapar una risita silenciosa.
—Buenas noches, mandón.
Un minuto después, me estoy desvistiendo, a punto de ponerme el
pijama, cuando el jersey me llama la atención y, en lugar de dormir con una
camiseta vieja, me pongo el jersey sobre la piel desnuda.
Esa excitación en la parte baja que hierve a fuego lento debajo de mi
piel comienza a hervir cuando la camiseta roza mis pezones y punzan. Ignoro
el dolor entre mis piernas y me meto en la cama.
A través de la pared, escucho el crujido de la cama en el dormitorio de
invitados cuando él se acomoda, e imaginarme sus pies colgando del borde
me hace reír.

Jamie
¿Algo gracioso?

Sonrío a mi teléfono.
Yo
Siento que estés en la cama más pequeña del mundo.
Jamie
Está bien.
Yo
Gracias de nuevo por la camiseta. Me encanta.

Abro la aplicación de la cámara y me tomo una foto usando la camiseta


antes de enviársela. Solo mis hombros son visibles porque estoy oculta
debajo de las sábanas.
A través de la pared, escucho un gemido bajo.

Jamie
¿La estas usando para dormir? Joder, pájaro cantor. Estoy tratando de no estar
excitado en la casa de tus padres.

254
La lujuria se dispara a través de mí, y mi mirada se dirige a la pared
que nos separa. Me lo imagino tirado ahí, con los ojos cerrados, respirando
profundamente mientras está tratando de controlarse. El calor se acumula
en mi vientre y aprieto los muslos.
Después de volar alto esta noche por cantar en el escenario y Jamie y
yo diciéndonos la verdad, me siento audaz y valiente.

Yo
Es todo lo que llevo puesto.
Jamie
Jesucristo. Eso es tan jodidamente caliente. No es por eso que te lo compré...
pero ahora eso es todo lo que puedo imaginar.

Mi boca se tuerce en una sonrisa tímida y complacida. Hay una larga


pausa antes de que aparezca otro texto.

Jamie
¿Estás segura de que puedes ser silenciosa?
Yo

Respondo mientras mi corazón golpea contra la pared frontal de mi


pecho.
Escucho el crujido de la cama cuando él se levanta y camina
suavemente por el pasillo hasta mi dormitorio. Mi puerta se abre y entra,
apoyándose contra la puerta cerrada. Me observa, acostada en la cama,
usando una camiseta con su nombre, y su mirada recorre la cama antes de
regresar a mi rostro. La gruesa cresta de su dura polla debajo de sus
pantalones de chándal hace que sienta un estremecimiento en todo el
cuerpo.
—Hola —murmura.
—Hola. —Me muerdo el labio y su mirada sigue el movimiento,
oscureciéndose aún más. Se acerca a la cama y se hunde cuando coloca sus
manos a cada lado de mi cabeza, cerniéndose sobre mí con una mirada
acalorada en sus ojos.
Entre mis piernas, el dolor se intensifica y no puedo apartar la mirada
de él.
—Tienes que ser muy, muy silenciosa, pájaro cantor. Ni un solo ruido. 255
—Su aliento hace cosquillas en mi rostro—. ¿Entiendes?
Asiento, suspirando. Diría cualquier cosa para tener su boca sobre mí
otra vez.
—Bien.
Se inclina para besarme.
Capítulo 54
JAMIE
Deja escapar un silencioso suspiro de alivio cuando mi lengua se
desliza dentro de su boca, y me muevo para que mis rodillas estén a cada
lado de ella.
—Joder —susurro en su boca, tan cálida y acogedora. Sabe tan dulce,
tan bien, que apenas puedo contenerme.
Aparto las sábanas para mirarla, y mi mente se queda en blanco
mientras miro a Pippa vistiendo sólo mi camiseta de hockey.
256
Un sentimiento corre a través de mi pecho.
Mía. Pippa es mía. Nunca la dejare.
Me quedo sin palabras mientras paso la mirada por su cuerpo. Nunca
olvidaré la vista de los muslos suaves de Pippa, la piel tersa, el atisbo de piel
sobre el escote de la camiseta. La dispersión de pecas a lo largo de su
clavícula.
Sus muslos se presionan juntos, y arrastro mi mano por la parte
interna de uno de ellos.
—Te ves tan jodidamente bien así.
Sus manos rozan mi pecho hasta que tocan mi cuello, y me estremezco
bajo su suave toque. Le dije que fuera callada, pero soy yo quien se traga un
gemido cuando sus dedos se enroscan en mi cabello. Ella tira de mi cabello
de esa manera que me pone aún más duro.
Empujo el dobladillo de la camiseta hacia arriba y mi corazón se detiene
cuando veo lo que tiene debajo.
Sin. Bragas.
Observo su perfecto coño.
—Me has arruinado —le digo, sacudiendo la cabeza antes de buscar
entre sus piernas y arrastrar mis dedos desde su entrada hasta su clítoris.
Sus caderas tiemblan, sus labios se abren, y cuando siento lo mojada que
está, dejo escapar otra maldición—. Empapada, Pippa. Estás jodidamente
empapada.
Se muerde el labio, observando cada uno de mis movimientos. Acaricio
por encima, rodeando su clítoris. Se pone tensa cuando rozo el apretado
brote de nervios, y una sonrisa oscura se dibuja en mi boca. Me encanta lo
sensible que es. Me encanta que hago que se sienta así, que puedo hacerle
esto.
Mantengo mi voz baja y mis ojos en ella.
—¿Ibas a tocarte aquí dentro?
Ella asiente y la recompenso empujando un dedo dentro de ella,
encontrando su punto G y torciendo mi dedo. Su espalda se arquea, pero
sus ojos bien abiertos permanecen en mí, y eso me encanta.
—Oh, mierda, Jamie —susurra, jadeando.
—Shh. —La acaricio, observando mientras presiona una mano en su
boca, con el ceño fruncido. Me instalo entre sus piernas y sus ojos se abren
de par en par—. ¿Él alguna vez hizo esto por ti?
Niega.
—Lo intentó, pero no me gustó.
257
La rivalidad late en mi sangre como un tambor, y empujo dentro y fuera
de su apretada entrada a un ritmo lento.
—¿Quieres intentarlo de nuevo?
Duda, y yo tuerzo mis dedos contra su pared frontal, amando cómo sus
párpados se cierran.
—Um —suspira mientras empujo dentro de ella. —Si quieres.
—Sí. —Observo dónde mis dedos entran en ella, observo cómo su
bonito coño los succiona—. Realmente lo hago. Pienso en ello todo el tiempo.
Asiente con una mirada aturdida.
—Bueno.
Presiono besos en cada peca en la parte interna de sus muslos, lentos
y suaves, calentándola hasta que bajo la cabeza y beso su clítoris. Mi lengua
la roza, y reprimo un gemido por lo dulce que es. Se arquea, tensándose
mientras la acaricio, cubriendo su boca con la mano. Se esfuerza mucho por
estar callada, mi pajarito cantor, y me encanta.
Mientras arrastro mi lengua sobre su clítoris, una y otra vez,
escuchando sus hermosos jadeos silenciados, mi mano libre se desliza hacia
su trasero y agarro su piel suave, empujándola contra mi boca mientras le
doy una larga succión a su clítoris hinchado. Sus muslos tiemblan, y un
momento después, sus dedos están en mi cabello, tirando.
—¿Te gusta esto? —susurro, y asiente febrilmente—. ¿Quieres que lo
haga de nuevo?
—Por favor —jadea.
La necesidad se precipita a través de mí. Me encanta lo mucho que
quiere esto.
—Shh. —Mi pulso late en mis oídos mientras la observo—. Necesitas
guardar silencio.
Asiente, y cuando vuelvo a entrar y salir, sus labios se abren mientras
pronuncia mi nombre. Me siento como un rey.
Empujo mi jersey más arriba de su estómago para poder ver sus tetas.
Joder, Dios mío, Pippa se ve tan bien acostada allí, el pecho subiendo y
bajando rápidamente. Su piel es tan suave, sus pezones están erizados y
fruncidos, y me levanto para meter uno en mi boca. Sus manos regresan a
mi cabello mientras lamo la punta con mi lengua.
Decirle a Pippa cómo me siento fue la mejor idea que he tenido, volar
para verla está en segundo lugar.
Su aliento sale en jadeos, y sonrío mientras presiono un beso entre sus
pechos.
—¿Quieres aprender algo nuevo, pájaro cantor?
258
—Esto se siente bastante nuevo para mí. —Su voz es tenue cuando
vuelvo a sumergir mi dedo en ella—. Oh, Dios —susurra.
Bufo una carcajada, dejando que mi barba raspe la suave piel de su
estómago en mi camino de regreso a sus piernas.
—Vas a decirme lo que quieres. —Beso un rastro a través de su piel,
bajando por sus muslos, en cualquier lugar excepto donde ella quiere.
—Por favor, Jamie —susurra.
—Dime.
—Haz lo que estabas haciendo hace un segundo.
—¿Que era? —Mi voz es baja y burlona—. Dilo, pájaro cantor. Puedes
hacerlo.
Su frustración alcanza su punto máximo.
—Quiero que me lamas el coño.
Le doy una sonrisa.
—Ahí vamos, nena. —Cuando tiro de su clítoris con mis labios y lo
succiono, un gemido bajo se escapa de ella—. Tienes que estar callada.
Alrededor de mi dedo, se aprieta, y puedo sentir lo mucho que necesita
esto. Quiero ser el tipo que le de placer, mientras la veo desmoronarse por
mi culpa.
—No puedo —susurra, respirando con dificultad mientras deslizo mi
lengua sobre su clítoris de nuevo.
Me congelo. La estoy apurando, me doy cuenta.
—Dime que sientes. —Mi boca vuelve a sus muslos. Ella está tan
mojada…
—No. —Hunde sus manos en mi cabello y me atrae hacia su centro
resbaladizo—. No puedo estar callada pero no quiero que te detengas.
Necesito venirme tan mal. Por favor, Jamie.
Engreída, satisfacción primitiva fluye a través de mí. No la estaba
apurando. Está desesperada por venirse.
—No voy a parar. —Regreso a su clítoris, lamiendo, succionando,
arrastrando su propia excitación sobre su piel sensible e hinchada.
—Oh, mierda. —Su cabeza se inclina hacia atrás—. Jamie, no puedo
contenerme.
Entierro mi rostro en su coño. Sus músculos tiemblan alrededor de mis
dedos mientras trabajo su punto G. Está cerca. Con mi mano libre, alcanzo
259
y tapo su boca. Una de sus manos permanece en mi cabello, pero la otra
agarra mi brazo mientras aprieta mis dedos.
—Me vengo —gime contra mi mano sobre su boca, y me aferro a su
clítoris, chupando con fuerza. Sus piernas atrapan cada lado de mi cabeza
mientras se sacude debajo de mi boca, sus muslos presionan contra mí,
arqueándose fuera de la cama para cabalgar contra mi boca mientras deja
escapar gemidos ahogados. Mi polla está tan dura que me duele mientras
empapa mi rostro con su orgasmo, respirando con dificultad.
Colapsa hacia la cama, recuperando el aliento, mirándome como si no
pudiera creerlo.
—Buen trabajo —susurra, y me río contra la parte interna de su muslo,
presionando un beso contra su piel antes de levantarme para quedar sobre
ella.
Mi Pippa. Tan jodidamente sexy. Un ángel tan perfecto, toda sonrojada
por su propio orgasmo. Paso mi pulgar por su labio inferior.
Su mirada cae al frente de mis pantalones de chándal, donde mi pene
se tensa contra la tela. Un brillo malvado entra en sus ojos.
—No esta noche —le digo, sabiendo que me voy a arrepentir—. Si
seguimos con esto, Pippa, voy a romper tu cama.
Abre la boca para protestar, pero la cubro con un beso, acariciando su
boca como quiero con mi polla. Me doy cinco segundos más de su boca antes
de alejarme, pararme sobre la cama y enmarcar su mandíbula con mis
manos.
—Eres tan perfecta —le digo—. Tan jodidamente perfecta.
Me mira con esa sonrisa dulce y somnolienta. Se siente especial
descubrir el sexo con Pippa así. Como si ambos estuviéramos descubriendo
cómo puede ser, porque seguro que nunca ha sido así para mí.
Ella es tan jodidamente mía.
La tapo con las sábanas y sonrío mientras se acomoda en las
almohadas, todavía con mi jersey, el cabello despeinado, todo desordenado
por mis manos en él.
La amo. Las palabras están justo debajo de mis cuerdas vocales, pero
las contengo, porque todo esto es muy nuevo. Laten a través de mi sangre,
atraviesan mi corazón y estoy seguro de que están escritas en mi rostro.
—Buenas noches, pájaro cantor —digo en su lugar.

260
Capítulo 55
PIPPA
Zach
¿Podemos hablar?

Diez días después de Año Nuevo, me encuentro apoyada en el


mostrador de la cocina, mirando el mensaje de texto que acabo de recibir.
Mi boca se seca mientras lo leo una y otra vez. No puede ser real y, sin
embargo, ese es su número. Los últimos mensajes que intercambiamos 261
fueron en agosto, un par de días antes de que me dejara, cuando fui a
comprar café para mí y le pregunte si quería algo.
La repugnancia se agita en mis entrañas. Tuvo la osadía de tomar mi
canción, ¿y ahora quiere hablar?
Lo bloqueo y borro el historial de mensajes.
Jamie abre la puerta del apartamento y me sobresalto. Me lanza esa
hermosa y encantadora sonrisa a la que soy adicta y los pensamientos sobre
Zach se desvanecen.
Al momento en el que Jamie estuvo de regreso en casa desde Silver
Falls, tuvo que irse por una racha de diez días de partidos fuera de casa,
pero ahora está de regreso. Me apresuro a abrazarlo. A nuestros pies, Daisy
hace sus giros emocionados en el suelo, moviendo la cola a mil por hora
debido al entusiasmo.
—Estás en casa —digo en el cuello de Jamie mientras presiona un beso
en la parte superior de mi cabeza. Sus brazos alrededor de mí, atrayéndome
hacia su duro pecho, son el máximo consuelo.
—Finalmente. —Presiona otro beso en mi sien, y cuando me inclino
hacia atrás para mirarlo, sus ojos se suavizan—. He querido hacer esto
durante diez días.
Me besa y yo suspiro. Tener su boca sobre la mía es un completo alivio,
dulce y cuidadoso, hasta que gime y desliza su lengua entre mis labios. Su
barba me raspa ligeramente y el calor me atraviesa.
—Te extrañé —murmura contra mis labios entre besos—. Me encanta
regresar a casa contigo.
Mi corazón se eleva como lo hizo en la víspera de Año Nuevo, cuando
canté en el escenario. Como cuando nos dijimos que tenemos sentimientos
el uno por el otro. No puede ser saludable que mi corazón palpite de esta
manera tan a menudo, pero no me importa.
Jamie se aparta, mira a Daisy y la levanta.
—También te extrañé —le dice. Ella le lame la oreja, se mueve en sus
brazos y él hace una mueca mientras me rio.
Este hombre con un perro es casi demasiado lindo para ser legal.
—Estaba a punto de llevarla a dar un paseo.
Daisy escucha la palabra caminar y su cabeza se vuelve hacia mí.
Jamie sonríe y le da otra caricia.
—Iré contigo.
Veinte minutos después, estamos paseando por el Parque Stanley. 262
Vancouver está experimentando una ola de frío y la nieve cae ligeramente a
nuestro alrededor, cubriendo los imponentes árboles esmeralda. La gente
odia conducir en la nieve en Vancouver, así que excepto por el crujido de
nuestras botas en la nieve, el centro y el parque están tranquilos.
—Tu mamá parecía estar muy bien el otro día. —Hazel y yo llevamos a
Daisy a dar un paseo con Donna hace un par de días, antes de que nevara.
Hace un ruido de placer con la garganta, sonriendo al suelo mientras
caminamos.
—Ella tiene una cita con un médico el martes.
Me enciendo, sonriéndole.
—¿La tiene? ¿Para medicación?
Asiente, el alivio se extiende por sus rasgos.
—Sí.
—Genial. —Dios, estoy tan feliz de escuchar eso. No sólo porque Jamie
se ha dedicado a cuidarla durante tanto tiempo. Donna es una persona
realmente encantadora y ha pasado por mucho. Merece sentirse mejor y
tener las herramientas para lidiar con sus ataques de pánico.
Caminamos en un cómodo silencio por un rato antes de que Jamie me
dé un codazo.
—El video tiene más de tres millones de visitas.
Mi estómago se tambalea.
—Lo sé. No me lo recuerdes.
Hayden me grabo cantando en la víspera de Año Nuevo y, después de
preguntarme, lo publicó en su TikTok. Se volvió viral, pero estoy fingiendo
que no existe. Sólo pensar en mucha gente viéndome cantar una de mis
propias canciones me pone nerviosa. Cometí el terrible error de leer los
comentarios en el video, y aunque la mayoría de ellos eran halagadores, no
puedo quitarme de la cabeza los pocos que fueron desagradables.
Ella no tiene nada especial. Esto es aburrido. Ni siquiera está tocando la
guitarra. Eso es solo para el show. Esta canción apesta. Solo la dejaron subir
porque esta buenísima.
No pude escribir música durante meses porque Zach hirió mis
sentimientos. ¿Cómo podría tener una carrera con miles de Zachs por ahí,
diciendo cosas aún peores? ¿Quizás diciéndomelas, todos los días?
—Hey. —Jamie deja de caminar y se acerca, poniendo su brazo
alrededor de mi hombro y jalándome a su lado—. Estoy orgulloso de ti. Eso
requirió agallas, subir allí.
Asiento haciendo un sonido de agradecimiento, pero mi ansiedad por
todo el asunto se vierte en mi sonrisa forzada. Me observa durante un largo 263
momento.
—Hacemos un ejercicio de visualización con una de las psicólogas
deportivas del equipo —dice, estudiándome—. Ella me hace imaginar el
juego. Me imagino a los delanteros del otro equipo tratando de anotarme y
cómo se siente el disco en mi guante o golpeando a mi bloqueador. Me
imagino a cada uno de los jugadores y cada cambio de marcador que se me
pueda ocurrir. Cuanto más específico sea, mejor. —Arquea la ceja—. Creo
que deberías intentarlo, pero con música.
Frunzo el ceño mientras pienso en soportar comentarios crueles por el
resto de mi vida.
—Realmente no quiero imaginarme a la gente abucheándome. —Una
risa ligera sale de mí para ocultar mi incomodidad.
—Eso no. Imagina la carrera que quieres. Imagina tu sueño, pájaro
cantor. —Su mano se desliza desde mi hombro hasta mi mano enguantada,
y me da un apretón—. Has estado atrapada en este bucle durante meses.
Es hora de imaginar algo nuevo.
Tiene razón, me doy cuenta. Todo lo que hago es pensar en el pasado,
y me está frenando. Cada vez que considero la carrera musical, pienso en lo
que sucedió para mantenerme alejada. Sigo poniendo mis propias barreras
en el camino.
Mi garganta está espesa mientras trago, mirándolo con vacilación. Su
expresión cálida y confiada me anima y asiento.
—Bueno.
—Cierra tus ojos.
Miro a mi alrededor. Solo estamos nosotros y Daisy, que está ocupada
olisqueando el costado del camino. Tomo una respiración profunda y dejo
que mis ojos se cierren.
El bosque está casi en silencio excepto por los sonidos de la nariz de
Daisy. Copos fríos caen sobre mis mejillas y nariz, y el aire huele limpio y
fresco.
Me imagino en el escenario. Es un espectáculo pequeño, y soy el acto
de apertura para un artista más grande. Hay un par de cientos de personas
en la multitud.
No. Me detengo, abro los ojos y parpadeo hacia Jamie, que sigue
mirándome con una pequeña sonrisa en el rostro. Quiero más que ser la
apertura. Mis ojos se cierran y lo intento de nuevo.
Estoy en el escenario de un estadio. Soy el acto principal y la guitarra
de mis sueños cuelga de mi pecho. Estoy de gira con mi nuevo álbum que
grabé con la productora de mis sueños, Ivy Matthews. Es conocida en la
industria de la música por ser excéntrica y exigente como el infierno, pero
tiene un talento supremo para crear músicos únicos y auténticos. Detrás de 264
mí, una banda cuidadosamente seleccionada de músicos con estilo y
talentosos está lista. Estoy usando algo que me hace sentir hermosa y
fuerte, y mi cabello está suelto alrededor de mis hombros.
—Soy Pippa Hartley —digo en el micrófono, y aplauden. Cada persona
en estar estadio compró boletos para verme, pero me gusta presentarme al
comienzo de cada espectáculo. Es algo mío.
Miro hacia el túnel. Jamie está de pie allí, luciendo orgulloso, y le
sonrío.
—Y esta es una canción sobre enamorarse.
En mi mente, me lanzo a la canción, la banda comienza a tocar, el
estadio se llena de sonido y luz, y es jodidamente espectacular.
Mis ojos se abren y sonrío hacia Jamie. Las lágrimas brotan de mis
ojos, porque lo que acabo de imaginar fue muy agradable. Me duele el pecho
por ello.
—No quiero el trabajo de marketing. —Mi voz es baja.
Asiente, serio.
—Lo sé.
Un peso se asienta en mi estómago. Cuando les dije a mis padres que
pasé la segunda entrevista con gran éxito, pudieron escuchar la falsa alegría
en mi voz.
Ojalá pudieran estar orgullosos de mí. Desearía no tener que
empujarme a mí misma en un trabajo que no quiero para obtener su
aprobación. Mi garganta se aprieta con la fea realización. Sé que sus
intenciones son buenas; vinculan la felicidad con la estabilidad financiera,
porque es lo que les faltaba al crecer.
Aunque yo no lo hago. Trabajar en un trabajo que no me gusta no me
hará feliz, incluso si paga mis cuentas. Mi corazón se retuerce en mi pecho,
y como él puede sentirlo, la mano de Jamie va a mi espalda, para frotar
círculos lentos y tranquilizadores.
Me dejé llevar por lo que querían, al igual que con Zach. Jamie me mira
en este momento de la misma manera que me mira cada vez que estoy a
punto de subir a un escenario, como si pudiera hacer cualquier cosa. La
llama en mi pecho es una luz piloto, alimentada por recuerdos de cantar en
Año Nuevo y grabar canciones que escribí en la sala de estar. Ese fuego es
mi amor por la música, la forma en que siento que estoy volando cuando
canto con todo mi corazón. Es la razón por la que no puedo alejarme de la
industria de la música, aunque lo intenté. Algo crudo y brillante corre a
través de mi sangre, y tomo aire.
Averiguaré cómo decírselo a mis padres. La idea de defraudarlos hace
que se me encoja el estómago, pero es lo que tengo que hacer.
265
—¿Quieres decirme lo que imaginaste? —La boca de Jamie se curva—.
No tienes que hacerlo.
Jamie no es Zach. Nunca se reiría de mí, nunca me diría que mis
sueños son estúpidos o que debería permanecer en mi camino.
—Yo quiero.
Le cuento todo, y cuando termino, sus ojos brillan con afecto y emoción.
—¿Te acercarías a ella?
Palidezco.
—¿A quién? ¿A Ivy Matthews?
Asiente.
—Um. —Parpadeo. Mi instinto es decir que no, pero me detengo de
nuevo.
No más poner obstáculos para mí misma. Ya no dejaré que lo que dijo
Zach me agobie. Si quiero lo que imaginé hace un momento, tendré que
hacer cosas aterradoras... como enviar mi música a personas que podrían
rechazarme.
—Supongo que podría —La determinación se vierte en mi sangre y
asiento hacia Jamie—. Sí. Voy a hacerlo.
Su sonrisa es tan amplia que hace que mi corazón se abra.
—Buena chica.
Me río y él pasa un brazo por mi hombro mientras seguimos
caminando.
Mientras Jamie está en el gimnasio esa tarde, estudio el sitio web de
Ivy Matthews. Hay una dirección de correo electrónico, pero no hay
información sobre si acepta solicitudes. Probablemente no querría trabajar
conmigo a menos que esté firmada por un sello discográfico. Ni siquiera
quería trabajar con Zach. Su representante trató de arreglar algo con ella y
los rechazó. Estaba tan enojado por el rechazo.
Esta es una posibilidad tan remota que ni siquiera es divertida, pero le
dije a Jamie que haría esto. Escribo un mensaje breve y profesional sobre
mi experiencia en la industria de la música y adjunto los enlaces para mi
video viral y las canciones que escribí para Jamie por Navidad.
La duda asoma su fea cabeza una y otra vez, pero alejarla se vuelve un
poco más fácil cada vez.
Presiono enviar y dejo escapar un largo suspiro. Incluso si no sale nada
de eso, y estoy segura de que ese será el caso, lo intenté. Di un paso
adelante.

266

En la noche, estoy a punto de darle de cenar a Daisy cuando mi teléfono


suena con un número desconocido y contesto.
—¿Es esta Pippa Hartley? —pregunta una mujer.
—Si, soy yo. —Dejo caer la taza de croquetas para perros en el
comedero lento de Daisy y ella corre a comérselas.
—Mi nombre es Marissa Strong. Soy la asistente de Ivy Matthews.
Mi cerebro deja de funcionar.
Hay una pausa.
—¿Estás ahí todavía?
—Sí —digo rápidamente—. Estoy aquí. Solo me preguntaba si estoy
alucinando.
Ríe.
—Sí. A veces recibo esa respuesta. Vi tu envío y se lo pasé a Ivy. Está
en la ciudad grabando y la banda terminó pronto, así que mañana está libre.
Si estás disponible, a ella le gustaría grabar un demo contigo.
Estoy mirando a la nada. Creo que ni siquiera tengo pulso en este
momento.
—No hay absolutamente ninguna garantía de que suceda algo con el
demo —continúa Marissa, toda profesional, pero su tono cambia a algo
pensativo—. Sin embargo, hay algo interesante en ti, y ella tiene curiosidad.
Algo interesante en mí. Se me acelera el pulso y trato de respirar.
—Estoy disponible —digo, sintiéndome sin aliento. No puedo creer
esto—. Estaré allí.

267
Capítulo 56
PIPPA
Ivy Matthews me atraviesa con su mirada en el vestíbulo del estudio
del Este de Vancouver y mi piel hormiguea con conciencia.
¿Por qué me puse zapatillas? Parezco la niñera de alguien. Los nervios
me punzan el estómago y lucho contra el impulso de morderme el labio.
Ivy Matthews es famosa por tener un estudio cerrado con la menor
cantidad de gente posible, así que estamos solas. Sin recepcionista, sin
Marissa, la asistente.
268
En este momento, desearía que hubiera otros aquí para quitarme la
atención. Ser su único objetivo es mucho, y no tengo ni idea de si lo estoy
arruinando o no.
Este es mi gran tiro. No puedo estropearlo.
Desearía que Jamie estuviera aquí, pero está en la práctica.
—¿Comiste? —Su voz es penetrante y directa, en contraste con las
dulces pecas esparcidas sobre su piel oscura. Su cabello canoso está
recogido hacia atrás en un moño apretado, viste de negro de pies a cabeza
y sus anteojos tienen marcos gruesos de color naranja fluorescente. Parece
una profesora de arte severa.
Asiento rápidamente.
—Tostada de aguacate con huevo escalfado. —Jamie lo hizo esta
mañana, insistiendo en que comiera a pesar de mi estómago revuelto y
nervioso—. Y un café.
Me estudia por un largo momento.
—Bien. —Cruza los brazos sobre el pecho y reprimo una sonrisa
cuando tengo un recuerdo de Jamie haciendo lo mismo.
Me pregunta sobre mi trayectoria en la industria de la música y le doy
un breve resumen de mi formación musical y mi tiempo en la gira con Zach.
Menciono su nombre para que entienda la escala de la gira, pero no le digo
el contexto de nuestra relación.
Al escuchar el nombre de Zach, su nariz se arruga.
—Nunca tuve un buen presentimiento sobre ese tipo. No cantaba como
si significara algo. —Su mirada se desliza hacia la mía, estudiándome a
través de sus marcos naranjas, y una sonrisa de halcón se dibuja en su
boca—. Tú, sin embargo. Quieres decir algo. Lo siento. —Asiente,
mirándome, catalogándome, y siento como si hubiera un foco sobre mí en
este vestíbulo silencioso—. Y siempre confío en lo que siento.
Aunque tengo miedo, aunque siento cada onza de presión sobre mis
hombros, quiero demostrarle que tiene razón.
Quiero probar que no soy nada como él.
Un sentimiento me golpea de lleno en el pecho. Este momento no es
para él; es para mí. Quiero mostrarle quién soy, qué puedo hacer, y lo haré
haciendo lo que mejor sé hacer.
Soy suficiente, y si ella no ve eso, este no es el momento adecuado. Sin
embargo, seguiré intentándolo. Quise decir lo que le dije a Jamie el otro día:
estoy lista para tratar de hacer de la música mi carrera. Aterrorizada, pero
lista. 269
Me enderezo, empujando mis hombros hacia atrás, y le doy una cálida
sonrisa, tal como se la di a Jamie el día que me presenté en su apartamento.
Ya me siento mejor. El hecho de que sea intimidante no significa que tenga
que encogerme de miedo.
—¿Hacemos esto? —pregunto alegremente, y me parpadea antes de
soltar una carcajada y señalar el espacio del estudio.
—Entra ahí, cariño. —Hay un tono de sorpresa en sus palabras, pero
desaparece por la puerta de la cabina de sonido y es hora de que me vaya a
mi lado.

—Bien —dice Ivy dos horas más tarde a través del micrófono que suena
en mis auriculares—. De nuevo.
Tomo un sorbo de agua antes de lanzarme de nuevo a la canción. No
tengo idea de cómo va esto. Sólo estoy cantando mis canciones y haciendo
lo mejor que puedo, porque ese es el alcance total de mi control. Estoy
tratando de no fangirlear por lo profesional que es este estudio, todo, desde
los micrófonos hasta la iluminación y la acústica, es de primera calidad, y
veo por qué le encanta grabar aquí. En la sala de control, la expresión de Ivy
a través del cristal no me da nada mientras su técnico de sonido graba. A
veces, veo que su boca se mueve mientras le da instrucciones sobre la
consola. En su mayoría, sin embargo, ella solo mira.
Colgada sobre mi cuerpo, la guitarra de mis sueños se siente como una
extensión de mí. El hecho de que Jamie me la haya comprado hace que este
momento sea un poco más especial, como un círculo perfecto. Este momento
se siente como una de esos vistazos del ejercicio mental que Jamie me hizo
hacer en el bosque ayer. Es casi demasiado bueno para ser verdad.
—Bien —dice de nuevo cuando termina la canción—. Siguiente.
Tomo aire y miro hacia la alfombra mientras decido qué canción tocar.
Me quedo con la que escribí sobre Jamie, sobre cómo cuida a todos menos
a sí mismo.
Cuando toco la canción esta vez, se siente diferente, porque ahora que
la mamá de Jamie está mejorando, parece que va a estar bien. Él puede vivir
su propia vida ahora que ella tiene la suya bajo control.
—Lo haría por siempre si no me rompiera el corazón —canto. Se me hace
un nudo en la garganta cuando las palabras se derraman y mi voz se
entrecorta.
Se siente diferente, porque sé que Jamie no es Zach. Las cosas han
cambiado entre nosotros. Es tan nuevo y me aterroriza pensar en el futuro 270
con él, pero eso no significa que no pueda tener esperanzas.
Cierro los ojos, porque no quiero ver la expresión de Ivy, sea cual sea.
No es profesional emocionarse en el estudio.
Mantengo los ojos cerrados durante toda la canción y me permito sentir
todas las sensaciones. Jamie vaga por mi mente, y sonrío para mis adentros,
porque su estimulo es la razón por la que estoy aquí, y siempre estaré
agradecida por eso.
—Hermoso. —La voz entrecortada de Ivy llega a través del micrófono y
mis párpados se abren de golpe.
Jamie está a su lado en la cabina de sonido, con los brazos cruzados
sobre el pecho, mirándome con esa mirada intensa y brillante, y la comisura
de su boca se curva hacia arriba. Tan serio, incluso cuando está sonriendo.
Está aquí, y estoy tan aturdida y complacida que todo lo que puedo
hacer es dejar que la sonrisa se estire en mi rostro mientras mi corazón da
un vuelco en mi pecho.
Él está aquí, y así me enamoro un poco más de Jamie Streicher.
—Interesante —dice Ivy en el vestíbulo esa noche después de haber
decidido que hemos terminado. Son las ocho y me muero de hambre, pero
me quedaría aquí varios días si ella me lo pidiera. Me estudia por un largo
momento, apenas mirando a Jamie—. Muy interesante. Gracias. Hemos
terminado por hoy.
Y luego ella no está, desapareció de nuevo en la sala de control. Por su
reacción, no puedo decir si la impresioné o la bombardeé, pero no veo cómo
podría haberlo hecho mejor.
—Pájaro cantor. —Siento la mirada de Jamie en mi rostro como un roce
de sus dedos. Sus ojos son suaves como el terciopelo, y mi corazón se aprieta
cuando le sonrío.
—Lo hiciste.
La emoción me inunda, y le sonrío más ampliamente.
—Creo que lo hice.
Hay algo entre nosotros. Todos estos sentimientos que estoy
experimentando por el chico que se ha convertido en mucho más que Jamie
Streicher pulsan en el aire, exigiendo atención. Su mirada cae sobre mis
labios, y no es solo calor lo que veo en sus ojos, sino más. Sus ojos se elevan
hacia los míos de nuevo, y me da esa sonrisa orgullosa. 271
—Vamos a alimentarte —dice, y yo asiento—. Y luego a casa.
Capítulo 57
JAMIE
Llegamos a casa esa noche después de cenar y luego llevamos a Daisy
a dar un paseo, y nunca he estado más enamorado de mi linda asistente.
Ella es tan valiente. Cantó con todo su corazón en esa cabina de sonido,
simplemente abrió su pecho y dejó que todos vieran el órgano latiendo detrás
de sus costillas, aunque tenía miedo.
Volvió al hielo, como le dije hace tantos meses.
—Gracias por venir hoy —dice mientras se quita las zapatillas. 272
—Como si me lo fuera a perder. —Casi me salté la práctica para irme,
corrí al estudio tan pronto como sonó el silbato—. Estoy tan orgulloso de ti,
pájaro cantor.
Sus pestañas revolotean, su mirada sigue en mi rostro. Sus labios son
tan bonitos, tan exuberantes, y mis dedos pican con la necesidad de
trazarlos.
—Me encanta cuando me llamas así.
Mi pulso salta cuando algo grande se expande en mi pecho. El apodo
es mi forma de decirle que la amo, me doy cuenta. Lo he estado haciendo
durante meses, mucho antes de que me diera cuenta de la realidad. Las
palabras están en la punta de mi lengua, pero me contengo.
Es nuevo, y no quiero apurarla.
Una sonrisa apenada se tuerce en mi boca.
—Me encanta llamarte así.
Miro a Pippa, a sus fascinantes ojos gris azulados. Nunca voy a
encontrar a alguien como Pippa Hartley. Ella es una en un millón, y después
de lo que vi hoy, finalmente se está dando cuenta.
—Hay algo que quiero preguntarte. —Meto un mechón de cabello
detrás de su oreja.
He estado pensando en esto desde la víspera de Año Nuevo, cuando mis
sentimientos por Pippa me golpearon como un tren de carga.
—Quiero comunicarme con Erin. —La expresión devastada de Erin
aparece en mi cabeza y la culpa me invade—. Quiero arreglar las cosas con
ella. Yo… —Mis palabras se cortan cuando miro a Pippa, tan abierta y
curiosa. Jesús, la amo. Haría cualquier cosa para evitar aplastarla como
aplasté a Erin—. Quiero arreglar las cosas.
Pippa me da una sonrisa triste.
—Siempre quieres arreglar las cosas.
Asiento.
—Esto es importante. ¿Está bien contigo?
—Por supuesto.
Sabía que a ella le parecería bien, pero ahora que somos lo que somos,
que estamos juntos, en una relación, que salimos, con todas estas frases
que se sienten demasiado suaves y diluidas para lo que siento por Pippa,
quiero ser tan abierto con ella como sea posible.
Le doy un beso en la sien y sus ojos se cierran. Su piel es cálida y suave,
y rozo mis labios sobre su mejilla, sobre la concha de su oreja. Su olor es
embriagador, reconfortante y jodidamente excitante.
273
—Deberíamos intentar algo —digo, porque no la he tocado
correctamente desde la víspera de Año Nuevo. Viajaba para los juegos y
luego, anoche, ella estuvo tocando su guitarra y sus canciones en la
habitación hasta pasada la medianoche.
Se le corta el aliento cuando pellizco suavemente el lóbulo de su oreja.
—¿Qué?
Mis dedos se enredan en su cabello e inclino su cabeza hacia atrás para
que me mire.
—Quiero hacer que te corras dos veces.
Los ojos de Pippa se agrandan y sus labios se abren mientras busca mi
mirada.
—Yo nunca…
—Lo sé.
—No creo que pueda.
Mi ceja se arquea mientras una petulante satisfacción me atraviesa.
Ella puede. Puedo hacer que suceda. Sé que puedo.
Haré cualquier cosa para que suceda.
—Dices eso muchas veces, pero no puedo recordar la última vez que
tuviste razón.
La preocupación nada a través de su mirada.
—No quiero decepcionarte.
Sacudo mi cabeza, porque no podría estar más equivocada.
—Pippa, no es así como funciona esto. Tocarte es un maldito sueño.
Solo estaría decepcionado de mí mismo si no lo disfrutaras. No de ti, nena.
Nunca de ti.
La preocupación se desvanece de sus ojos, dejando sólo lujuria y deseo,
y surge mi propia necesidad.
—Está bien —susurra, y mi boca cae sobre la suya.

274
Capítulo 58
JAMIE
Nuestro beso es urgente mientras la cargo por las escaleras. Sus
muslos aprietan mi cintura y yo agarro su culo, dándole una fuerte bofetada.
Su gemido vibra en mi boca, y cuando me chupa la lengua, joder. Gimo
contra ella, sujetándola contra la pared.
—Oh, Dios mío —gime cuando golpeo el lugar perfecto con mis
caderas—. Oh, Dios mío.
—Justo ahí, ¿eh?
275
Asiente, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, y mi sangre
late con la necesidad primitiva de complacerla.
—Jamie. —Sus ojos se abren con esa jodidamente perfecta mirada
aturdida mientras me balanceo contra su clítoris—. Necesito tocarte.
Me muevo para llevarla a su dormitorio.
—No —dice, y me detengo. Me da una sonrisa tímida y avergonzada—.
Tu cama.
Jesucristo, me gusta eso.
Un momento después, la bajo a mi cama, me quito la camiseta y los
pantalones, luego apoyo mi propio peso en mis codos a cada lado de su
cabeza mientras la beso. Otra pizca de control se desvanece cuando mi
lengua la acaricia, urgente y exigente.
Mi sangre canta con la verdad: Pippa es mía.
—¿Te gusta estar en mi cama? —murmuro mientras mis dedos se
deslizan por debajo de su camisa, rozando su estómago. Su piel es tan
suave.
—Sí. —Se le corta el aliento cuando acaricio la piel debajo de su brasier,
provocándola, sabiendo lo que quiere, pero esperando por un momento.
—A mí también me gusta.
Su espalda se arquea ante mi toque. Me alejo para molestara, y gruñe,
su mano acercándose a mi brazo.
—¿Qué pasa? —preguntó en voz baja, sonriéndole. Me muevo para
estar de lado, observándola.
—Jamie. —La forma en que dice mi nombre, irritada y excitada, hace
que mi sonrisa se vuelva perversa.
Se sienta y se quita la camisa, y estoy frente a frente con sus perfectas
tetas, colocadas en algo increíble como un brasier de encaje blanco bordado
con flores.
La lujuria inunda mi cuerpo.
—No es justo —murmuro, pasando mis dedos por el encaje.
Rodeo el encaje sobre su pezón, sintiendo el pico rígido debajo de la
tela. Sus ojos se nublan y sus labios se separan antes de que me mueva al
otro. Estoy completamente duro, acostado aquí con Pippa, jugando con ella,
burlándome de ella, excitándola.
Es el cielo.
—Hablemos del plan de juego, pájaro cantor. —Mi voz es baja mientras
rozo de un lado a otro los picos sensibles cubiertos de encaje—. ¿Cómo
vamos a hacer esto?
276
Sus mejillas están sonrojadas.
—Creo que deberías ir abajo.
Mis cejas se arquean.
—¿Ah, de verdad?
Asiente, y ambos estamos pensando en lo que paso hace unas semanas
en la casa de sus padres, cuando se puso mi camiseta.
—Te gustó eso, ¿verdad? —Asiente de nuevo y algo eléctrico cruje en el
aire que nos rodea—. A mí también.
La sorpresa pasa por sus ojos, y mi pulso late más fuerte.
—¿Lo dudaste, Pippa? —Mis dedos rozan las protuberancias de sus
pechos, justo por encima de su brasier—. ¿Dudaste de que tu coño fuera
una de las cosas más dulces que he probado? —Me sumerjo en la copa de
su brasier para encontrar un pezón rígido, y deja escapar un suave gemido—
. Porque lo fue, nena. Pienso en ello cada vez que acaricio mi polla, lo mojada
que estabas. Cómo sonabas, gimiendo por mí mientras te lamía.
Se arquea de nuevo ante mi toque y se desabrocha el brasier. Mi boca
cae sobre su teta, rodeando el punto sensible con mi lengua. El sonido que
sale de su garganta, necesitado y aliviado al mismo tiempo, hace que mis
testículos duelan de deseo.
—¿Vamos a usar el juguete esta noche, Pippa?
Niega.
—¿No? —Arqueo una ceja mientras chupo, y se le corta el aliento.
—Quiero probar sin eso —susurra, mordiéndose el labio.
Me mira como si pensara que puedo hacerlo, hacer que se corra de
nuevo sin el juguete. Mi polla se tensa, poniendo apretados mis bóxers.
—Esto me está volviendo loca —dice mientras pellizco y hago rodar el
otro pico—. Tócame.
Le sonrío.
—Te estoy tocando.
—Más. —Exige.
—¿No quieres decirme cinco cosas que puedes sentir?
Su mirada frustrada me hace temblar de risa. Nunca me he reído
durante el sexo. Mi pájaro cantor está cachondo y furioso, y yo estoy en el
cielo. En este momento, siento que ella es mi mejor amiga y, sin embargo,
estoy duro como una roca, pensando en complacerla. El sexo nunca ha sido
tan travieso para mí, y no puedo pensar en otro momento en el que me haya
sentido tan cómodo con alguien. 277
Así es como se supone que debe ser, me doy cuenta.
—Deja. De jugar. Conmigo. —Aprieta los dientes mientras acaricio su
pezón tan suavemente como puedo, observando su reacción.
—Ruégame.
Cuando su mirada hierve a fuego lento y un suspiro cae de sus labios,
mi sangre canta.
—Por favor, Jamie —susurra—. Por favor, haz que me corra.
El calor quema mi columna, acumulándose alrededor de la base, y
respiro, aferrándome a los últimos restos de control.
—Cuando ruegas así, pierdo la cabeza.
Sus ojos están vidriosos de lujuria, pero seguros.
—Entonces piérdela.
La dejo completamente desnuda en segundos. Mis manos se posan en
la parte interna de sus muslos, separándolos mientras bajo entre sus
piernas.
Está mojada, empapada, brillando con los muslos húmedos, y el orgullo
corre por mis venas. Yo lo hice. La hago sentir bien. Nadie más.
Pippa es mía.
El primer golpe de mi lengua en su húmedo centro hace que Pippa se
arquee fuera de la cama.
Esto. El sabor de Pippa enciende mi hambre de nuevo, prende fuego a
mi codicia por ella, y la necesidad posesiva dentro de mí se intensifica.
Entierro mi rostro entre sus piernas, lamiendo, acariciando, chupando el
apretado capullo de nervios. Los ruidos que salen de la boca de Pippa son
ásperos, entrecortados, sin filtro, y mi polla late con la necesidad de follarla
con fuerza.
Cuando deslizo un dedo dentro de ella y encuentro el punto surcado,
sus muslos se cierran con fuerza alrededor de mi cabeza.
—Jamie. —Se ahoga, y mi pecho late con orgullo.
—Te veías tan jodidamente caliente en mi jersey —digo antes de chupar
su clítoris. Sus muslos tiemblan a cada lado de mi cabeza. Su coño está tan
húmedo que puedo escuchar sonidos de succión cuando empujo mi dedo
hacia adentro y hacia afuera—. Tan jodidamente sexy. ¿Sabes cómo me hace
sentir ver mi nombre en tu espalda, Pippa?
Vuelvo a chupar su clítoris y sus manos se deslizan por mi cabello,
agarrando y tirando. La sensación dispara más calor por mi columna. Mi
longitud duele, goteando líquido preseminal.
278
—Me hace sentir como si fueras mía —le digo.
Sus ojos se nublan.
—A mí también me hace sentir así.
Mi pulso vibra en mis oídos, y nunca había sentido esta necesidad
salvaje, este deseo primitivo, fuera de control e instintivo. La vista de Pippa
acostada debajo de mí, abierta para mí, con el cabello desparramado sobre
mi cama, y las manos en mi cabello mientras me agarra con fuerza, elimina
cualquier duda.
—Oh, Dios, Jamie —gime cuando agrego otro dedo y froto su punto G.
Conozco ese tono. Lo memoricé, lo reproduje una y otra vez mientras
me follaba el puño, pensando en ella.
—Estás cerca —le digo antes de girar mi lengua sobre su clítoris.
Asiente bruscamente, con los ojos cerrados con fuerza.
—Uh huh.
Algo ardiente y arrogante se asienta en mi pecho, y cierro mis labios
sobre su clítoris, chupando y trabajando los nervios con mi lengua mientras
mis dedos trazan de adentro hacia afuera. Se aprieta a mi alrededor: sus
abdominales, sus piernas alrededor de mi cabeza, su coño alrededor de mis
dedos.
—Di mi nombre cuando te vengas como una buena chica.
—Joder —deja salir apenas, y puedo sentir su quiebre. Sus manos
agarran mi cabello con tanta fuerza que duele. El dolor quema en mi cabeza
y me encanta—. Jamie.
Tiembla a mi alrededor, gritando mi nombre, viniéndose y liberándose,
y no me detengo hasta que exprimo cada gota del coño de mi linda asistente.
A medida que su orgasmo disminuye, presiono besos de succión en su
clítoris. No puedo separarme de ella.
Sus piernas se separan cuando recupera el aliento, las manos todavía
en mi cabello. Sus dedos me quitan el cabello de los ojos mientras mira al
techo.
—Jamie —susurra—. ¿Qué demonios?
Me río y beso la parte interna de su muslo, cubierta con su excitación.
Mi lengua corre a lo largo de la piel suave y sensible allí, y deja escapar un
sonido agudo y tenso cuando llego a su clítoris.
—Sensible —jadea.
—Lo siento nena. —Me arrastro sobre ella, sosteniéndome con los
codos a cada lado de su cabeza, enjaulándola. Le levanto la barbilla y la
beso, y su aliento hace cosquillas en mi rostro mientras yace en un charco—
. No puedo evitarlo. —Presiono beso tras beso en su rostro, en sus mejillas, 279
en su frente, en su nariz, en sus ojos, en su boca suave, flexible, cálida y
tentadora.
Es perfecta, mi Pippa.
Sus manos suben y bajan por mis brazos, sobre mi pecho. Sus uñas
arañan el rastrojo de barba en mi cuello, a través del vello de mi pecho,
sobre mis abdominales, sobre las crestas de mi espalda. Estoy tan duro que
duele, pero no interrumpiría este momento por nada. La amo así, saciada y
complacida y tranquila.
En este momento, somos las únicas personas en el universo. Nada más
importa. No hay drama familiar, ni exs, ni preocupaciones sobre carreras o
el futuro o que nos rompan el corazón.
Somos sólo nosotros.
—Pájaro Cantor —susurro, porque la amo.
Sus ojos se encuentran con los míos, llenos de afecto, y por un
momento, creo que ella también podría amarme. La beso profundamente,
hundiéndome en su cálida y flexible boca, y mientras estoy atrapado en mi
bonito pájaro cantor, gimiendo sobre ella, busca y saca mi tensa polla de
mis bóxers y me da una caricia firme.
—Oh, mierda —gimo en su boca antes de quitarme los bóxers—. Espera
un segundo, nena.
Estoy demasiado cerca del borde, y quiero que esto dure. Nunca dura
con Pippa, y quiero sacar todo lo que pueda de esto.
Mi polla se instala en la cuna entre sus muslos. Su coño todavía está
húmedo, tan cálido, y la electricidad viaja arriba y abajo de mi columna,
adormeciendo mi cerebro, dejando que los instintos básicos tomen el
control.
Arrastro mi polla a través de su humedad, y la urgente necesidad de
correrse supera todos los pensamientos de mi cabeza.
Nirvana. Lo he alcanzado. Está entre las piernas de Pippa.
—Hazlo de nuevo —me persuade, inclinando sus caderas, arrastrando
la fricción y la excitación por mi longitud.
Joder. Esto es demasiado bueno. Me duele la polla y no puedo evitar
deslizarme contra ella de nuevo. Su coño está empapado, cálido,
cubriéndome de humedad.
—Oh, Dios mío —gime, mirándome como si fuera un Dios—. Eso se
siente bien. Tan bien.
El poder vibra a través de mi sangre, y lo hago de nuevo, deslizando mi
polla a través de ella, contra su clítoris. Sus ojos giran para ponerse en
blanco, y mi pulso late en mis oídos. 280
—¿Así? —Mi voz es irregular. No sé por cuánto tiempo puedo hacer
esto. Es demasiado intenso.
—Sí —jadea, retorciéndose mientras sigo empujando contra ella—.
Jamie. Así. Joder. —Su última maldición es de sorpresa, como si no pudiera
creerlo.
—Cuando finalmente te folle, Pippa, voy a correrme tan jodidamente
duro dentro de tu apretado coño. —Encuentro un ritmo, moviéndome contra
ella.
No le digo que cuando finalmente la folle, me va a romper. Me
arruinará. Creo que ya lo ha hecho.
—Quiero eso —jadea, sus caderas inclinándose para encontrarse con
las mías.
—Yo lo quiero también. No tienes ni puta idea de por cuánto tiempo lo
he querido.
Sus uñas se clavan en mi espalda y chispas de placer aparecen en la
base de mi columna. Sus gemidos se vuelven más altos, más entrecortados
y sus ojos se agrandan.
—Oh, mierda. Jamie. Por favor.
—¿Por favor qué? —Me estoy aferrando a mi vida aquí mientras me
deslizo contra ella de nuevo.
—Por favor, fóllame —respira—. Lo necesito, Jamie.
Su expresión es suplicante y llena de afecto y amor.
Amo a esta chica. No estoy listo para decírselo, porque se siente
peligroso y arriesgado, y más que nada, quiero que dure lo que tengo con
Pippa.
No puedo decirle que la amo, pero puedo demostrárselo.
Mi mandíbula está apretada mientras asiento.
—Bueno. —La palabra raspa como lija—. De acuerdo.
Finalmente, jodidamente finalmente, voy a mostrarle a Pippa a quién
pertenece.

281
Capítulo 59
PIPPA
Mi corazón late tan fuerte que puedo oírlo. Jamie toma un condón de
la mesita de noche, y una vez que lo enrolla sobre su gruesa longitud, se
posiciona en mi entrada.
Duda, viendo mi reacción, y sonrío, porque Jamie es dulce, amable y
cariñoso. Mis caderas se inclinan contra las suyas para animarlo, y su
mandíbula está tensa mientras empuja dentro de mí, buscando en mis ojos
cualquier señal de incomodidad.
Oh Dios. Un gemido se escapa de mí mientras me estiro alrededor de
282
su grosor. Es cuidadoso mientras introduce lentamente su polla en mi
cuerpo, y cada palabrota que se me ocurre parpadea en mi cabeza ante el
placentero dolor entre mis piernas.
—Tan jodidamente apretado. —Se las arregla para decir Jamie. Solo
está a mitad de camino.
—Ha pasado un tiempo. —La presión crece y jadeo cuando golpea cada
nervio dentro de mí.
—Ahí tienes. —Su voz es un murmullo bajo y reconfortante, pero sus
ojos brillan con calor mientras sigue empujando. Su mano se desliza hacia
mi pecho, jugando con mi pezón mientras se desliza más adentro.
La sensación de él dentro de mí es alucinante, altera el ADN, y ambos
estamos temblando.
Llega al fondo, y mis pensamientos se salen de mi cabeza. La
sensibilidad recorre mi cuerpo, irradiando desde donde estamos unidos.
Nuestras caderas están apretadas una contra la otra, mis piernas envueltas
alrededor de su cintura, y otro gemido de placer sale de mí mientras el calor
corre por mi columna. Dios, huele tan bien.
—Buena chica. —Aparta un mechón de cabello de mi rostro—. Qué
buena jodida chica, tomando mi polla tan bien. —Su voz es tensa, y un
rubor se extiende por sus mejillas—. ¿Estás bien?
Asiento, mirándolo a los ojos, y su mirada es ardiente, desesperada y
admirativa, todo en uno.
Ya soy adicta a que me mire así.
—¿Eso se siente bien?
—Sí —digo, pero está mezclado con un gemido—. Está muy apretado.
—Mhm. Lo sé. —Su polla late dentro de mí, y se me corta la respiración
mientras me duele a su alrededor.
—Tenía razón —susurro, y arquea una ceja hacia mí—. Eres un poco
demasiado grande para mí.
Su boca se inclina en una sonrisa maliciosa y me muerdo el labio.
—He estado pensando en esto durante mucho tiempo, Pippa. —
Presiona un beso suave e íntimo en mis labios, y su cabello roza mi frente—
. ¿Estás lista para que me mueva? Podemos quedarnos así todo el tiempo
que quieras.
Está temblando sobre mí, y con lo duro que está en mi interior, sé que
se está conteniendo. Incluso así, es tan controlado y cuidadoso. Inclino mis
caderas contra él, avanzando poco a poco sobre su pene, y solo el pequeño
movimiento me tiene mareada por la necesidad.
283
—Lista.
Él sale, lentamente, tan tortuosamente lento, antes de empujar de
nuevo. Gimo por el delicioso dolor, y cuando vuelve a tocar fondo, tan
jodidamente profundo, jadeo.
—¿Bien? —Se las arregla, con el cuello acordonado.
Mi asentimiento es vehemente.
—Bien. Tan bueno. De nuevo. —Ni siquiera estoy juntando oraciones
completas. Eso es lo que me hace la polla de Jamie Streicher.
Empuja de nuevo y ambos gemimos.
—Santa mierda, Pippa.
Me acaricia dentro y fuera con cuidado hasta que me adapto, luego
encuentra un ritmo más rápido. Verlo moverse sobre mí con esa mandíbula
apretada es fascinante, con esa boca hermosa y cruel, con esos ojos verdes
profundos que arden por mí. Ni siquiera quiero parpadear.
Ser follada por Jamie Streicher es una experiencia religiosa. La presión
aumenta dentro de mí, pero el placer es más profundo, más bajo, más lento
que cuando la boca de Jamie estuvo sobre mí antes. En lugar de un punto
intenso de sensación, el sentimiento se expande por todo mi ser. Mi cuerpo
ni siquiera me pertenece en este momento, es todo suyo. Y lo está
manejando exactamente como quiere.
—No puedo creer lo bien que se siente esto —jadeo, y cae en un ritmo
más rápido y más castigador. El calor detrás de mí centro se intensifica, y
mi mundo se reduce a Jamie y a mí, aquí en su cama, conectados así.
Estuvo allí para mí hoy en el estudio de grabación. Ha estado ahí para
mí todo el tiempo. Mi garganta funciona mientras lo miro. La emoción surge
dentro de mí, mezclándose con el calor creciente y la presión entre mis
piernas, y podría llegar al cielo antes de que terminemos aquí.
Nunca ha sido así antes.
—Pippa —grita Jamie, y parece que está perdiendo el control—. Te
necesito demasiado. Siempre te he necesitado.
La base en expansión del placer se extiende, y estoy cerca. Estoy tan
jodidamente cerca.
Sus ojos se nublan, pero no quita su mirada penetrante de mí.
—¿Crees que puedes venirte de nuevo?
No tengo la capacidad de decir dios sí, así que solo asiento y su mano
se desliza entre nosotros, acariciando mi clítoris mientras observa mi
reacción. Tan atento, este tipo, en todos los aspectos de su vida. Tan
cuidadoso conmigo.
Una nueva ola de excitación nada entre nosotros, y cuando toca mi
284
clítoris de esa jodida manera tan perfecta suya, tan suave y rápida, mis
músculos se tensan alrededor de su gruesa polla.
—Ya casi estoy allí —me las arreglo para decir mientras mi espalda
comienza a arquearse.
—Sí. —Me insta Jamie con una arruga de concentración entre sus
cejas. Sigo subiendo, el placer sigue alzándose y me siento suspendida. Las
embestidas de Jamie se están volviendo erráticas—. Estas ahí. Sé que lo
estas. Muéstrame. Necesito verlo.
Mi cuerpo se tensa cuando comienzan las intensas olas, que irradian
desde donde Jamie me empuja. Mi coño tiene espasmos, agarrándolo como
un puño, y mis piernas tiemblan alrededor de su cintura mientras la presión
estalla en mi vientre. Escuchó un gemido agudo, jadeante, el nombre de
Jamie, y me doy cuenta de que soy yo. Estoy cayendo, agarrando su duro
pecho y sus hombros mientras me corro, repitiendo su nombre una y otra
vez mientras me deshago. Soy vagamente consciente del fuego en sus ojos
mientras me ve perder la cabeza, la mirada complacida y oscura en sus ojos
mientras me destrozo a su alrededor.
Más tarde, voy a escribir una canción sobre este momento: sobre estar
tan conectada con alguien, sentir que nada existe excepto Jamie y yo.
Su expresión se vuelve agonizante, incrédula y adolorida, y lo siento
hincharse dentro de mí.
—Joder. —Entierra su rostro en mi cuello—. Voy a correrme tan
jodidamente duro.
Me estiro y raspo suavemente mis uñas por su espalda. El placer ha
llegado a su punto máximo dentro de mí, pero todavía estoy temblando,
todavía cabalgando mientras sus caderas se balancean contra las mías.
—Me vengo. —Su voz es gruesa cuando golpea dentro de mí, y
memorizo el momento en que Jamie Streicher se entrega a mí por completo.
Gime, follándome tan fuerte que mis tetas rebotan, hasta que sus
embestidas son más lentas y su respiración se vuelve más profunda.
Nunca nada se ha sentido tan real y correcto.
—Santa mierda, Pippa. —Su boca está contra mi cuello, respirándome,
y trazo suaves líneas arriba y abajo de su pecho, sus brazos, su espalda.
Presiona un beso en mi mejilla, y estoy flotando.
Su boca se encuentra con la mía, y sonreímos contra los labios del otro.
No puedo creer que alguna vez pensé que no podría tener esto.

285
Capítulo 60
JAMIE
Dos días después de que Pippa reorganizara todo mi estado de
conciencia, me acerco al lugar de almuerzo donde me encontraré con Erin.
—Señor Streicher —dice el portero, abriendo la puerta, y le doy un
saludo con la cabeza.
Para mi jodida sorpresa total, Erin estaba realmente dispuesta a hablar
conmigo. Afortunadamente, ella está en la ciudad y su programa está en
pausa. El restaurante donde reservé una mesa se caracteriza por ser
discreto y privado, por lo que no nos molestarán, aunque nos reconozcan.
286
Lo último que necesito son fotos de nosotros saliendo a la superficie y
rumores circulando. Lo que Pippa y yo tenemos todavía se está formando, y
no quiero causar problemas desde el principio.
Pippa. Mi pecho se alivia en el segundo que pienso en ella.
Mi lindo pájaro cantor. Mi fuerte, hermosa y valiente Pippa, que canta
en el escenario cuando está aterrorizada y vuelve al hielo.
Ahora que la tengo, perderla no es una opción. No joderé esto.
La anfitriona me lleva a la mesa, y Erin ya está sentada allí, enviando
mensajes de texto. Su rostro se ha rellenado, su cabello es más corto y su
piel brilla. Mi corazón se aprieta. No amo a Erin, pero es bueno ver a una
vieja amiga, incluso si la lastimé.
Y entonces la culpa golpea de nuevo.
—Erin.
Su cabeza se levanta, y cuando me ve, una gran sonrisa se extiende por
su rostro. Se pone de pie, y mi mirada baja a su vientre.
Ella está embarazada.
—Eh, tú. —Me alcanza y la abrazo. Todavía huele igual, a champú
afrutado.
Nos separamos y tomamos nuestros asientos, y me aclaro la garganta
mientras los nervios aumentan.
—¿Encontraste bien el lugar? —pregunto.
Agita una mano con una sonrisa fácil.
—Oh, sí, he estado aquí con mi agente.
Un camarero toma nuestros pedidos de bebidas y, cuando se va, se me
acelera el pulso. Me voy a poner manos a la obra y no hacer perder el tiempo
a Erin. Tomo una respiración profunda, y al otro lado de la mesa, parece
que ella está haciendo lo mismo.
—Lo siento… —empiezo.
—Quiero agradecerte… —dice al mismo tiempo.
Nos miramos el uno al otro con expresiones igualmente confusas.
Me hace un gesto.
—Tú primero.
—Bueno. —Tomo otra respiración profunda. Cada onza de culpa y
arrepentimiento se aprieta en un nudo en mi estómago—. Quiero
disculparme por lo que pasó entre nosotros. Sé que fue hace mucho tiempo
y éramos jóvenes, pero... —Cruzo los brazos sobre el pecho, pensando en 287
cómo me dije que no durante tanto tiempo—. Estas cosas pueden tener un
efecto duradero. —Levanto mi mirada hacia ella—. No fui claro contigo sobre
lo que podía manejar en una relación, y eso es mi culpa.
Arruga la nariz confundida.
—¿Eh?
—La forma en que reaccioné cuando pensaste que podrías estar… —Mi
mirada baja a su estómago. Internet dijo que estaba casada y hay un juego
de anillos en su mano izquierda. Apuesto a que su marido no la miró
horrorizado cuando le dijo que estaba embarazada—. No debería haber
reaccionado así. No debería haberte dejado insinuar sobre lo que éramos.
Lo arruiné todo para ti. Erin, vi lo que dijeron sobre ti. —Mi corazón se
retuerce de dolor—. Ibas a ser una supermodelo hasta que te rompí el
corazón.
Me devuelve la mirada, congelada, y hay una extraña punzada en mi
cerebro.
Mis ojos se lanzan a los suyos, repentinamente inseguros.
—¿Bien?
Al otro lado de la mesa, Erin se echa a reír.
Parpadeo, confundido, mientras tiembla con una risa alegre y
sorprendida.
—Jamie. —Sacude su cabeza, con los ojos brillando—. No arruinaste
nada.
Frunzo el ceño mientras reviso mis recuerdos. Su entusiasmo por el
potencial embarazo, su devastación por mi reacción. Su retirada de los
próximos desfiles de moda, desapareciendo de la faz de la tierra durante
años. Su perfil de IMDb con una lista de producciones de bajo presupuesto.
—Primero —comienza—, el modelaje me hacía sentir miserable. Leíste
que iba a ser una supermodelo, pero todo lo que leí fue que era demasiado
pesada, demasiado delgada, demasiado fea, demasiado alta, demasiado
baja. —Traga, y veo el dolor en sus ojos mientras niega—. Nunca fui
suficiente. —La esquina de su boca se curva en una sonrisa sin humor—.
Cuando me di cuenta que mi periodo estaba retrasado mi primer
pensamiento fue ahora puedo dejar el modelaje. Eso es jodido, ¿verdad? Esa
no es una buena razón para tener un hijo.
Me viene a la mente un recuerdo de Erin saltándose la cena porque se
reuniría con un diseñador al día siguiente.
Su mano descansa sobre su barriga y me lanza una sonrisa divertida.
—Ya amo a este niño más que a la vida misma, pero a los diecinueve
años, estar embarazada y tener un hijo habría sido difícil.
288
Mi mente está dando vueltas.
—Desapareciste.
Se encoge de hombros.
—Tuve que escapar. Era un adolescente con esta vida loca y más dinero
con el que no sabía qué hacer. Ni siquiera me agradaban la mayoría de mis
amigos, tenía hambre todo el tiempo y odiaba mi vida. Así que compré una
casa en la playa en un pueblo pequeño e hice yoga durante algunos años.
No tenía internet ni cable, así que leía, pintaba y salía con las mujeres
jubiladas de mi calle. —Sonríe de nuevo, y esta vez, se siente real—. Cuando
estuve lista para volver a la vida real, lo hice, pero fue en mis términos.
Hay una larga pausa en la que tomo toda esta información. Me imagino
su vida en la casa de la playa, y mi corazón se aprieta por ella. Era miserable,
y no lo vi.
—Mira —continúa, ajustando la posición de su vaso de agua—. No eres
la primera persona que se siente mal por mí porque estoy en un programa
de cable de mierda. —Su expresión se vuelve irónica—. Me gusta el
programa, sin embargo. Josh y yo amamos vivir en Vancouver, y el horario
es muy bueno. Estoy en casa para cenar todas las noches y tengo los fines
de semana libres. El elenco y el equipo son geniales y han sido muy amables
con mi embarazo.
Cuando trago, mi garganta está apretada.
—Lamento no haber visto lo infeliz que eras.
Me ofrece una sonrisa triste.
—Tuviste tus propios problemas ese año. Y, además, si lo hubieras
visto, habrías intentado arreglarlo, y la única persona que podía arreglarlo
era yo.
Sus palabras se hunden y yo asiento. Tiene razón, habría tratado de
arreglar su situación sin tener idea de cómo.
—¿Como esta tu madre? —pregunta.
—Mejor. —Ya han pasado algunas semanas y mi mamá evita hablar de
terapia, pero está bien. Le estoy dando su espacio. Me dará detalles cuando
esté lista.
—Bien. —Erin me sonríe—. Me alegro.
Nos sentamos allí un largo momento en silencio, y cuando vuelvo a esa
vieja culpa por lo que hice, no encuentro nada.
Un peso se levantó.
No rompí a Erin. No la aplasté. La mujer al otro lado de la mesa es una
versión más fuerte y feliz de la chica que pensé que lastimé.
Erin es más resistente de lo que me daba cuenta. Luchó y salió 289
victoriosa. Durante los últimos meses, Pippa ha conquistado sus miedos
una y otra vez. Me la imagino en Nochevieja, cantando en el escenario. El
momento en que me di cuenta de que estaba enamorado de ella. Una
sensación brillante y cálida se expande en mi pecho.
—Vaya —dice Erin, parpadeando hacia mí con fingida sorpresa—. ¿Una
rara sonrisa de Jamie Streicher? Debe ser mi día de suerte.
Bufo y sonrío más ampliamente.
—Muy divertida.
—Basta de hablar del pasado. —Me estudia—. ¿Qué hay de nuevo?
—Conocí a alguien.
Digo las palabras sin pensar. Pippa es la parte más grande y brillante
de mi vida, y estoy ilusionado por nosotros. Decírselo a Erin se siente bien.
Sus ojos se vuelven suaves y sonríe.
—¿Es la chica que vi en las noticias deportivas?
Se me escapa una risa. Después de mi último partido, las redes
deportivas mostraron clips de mí sonriendo a Pippa detrás del cristal.
Streicher Shut Out después de una sonrisa Streich-ing! dijeron.
Era la primera vez que me veían sonreír en público, bromearon los
presentadores de deportes.
—Sí. —Asiento hacia Erin, y una sonrisa se contrae en mi boca—. Esa
es ella.
Me estudia con esa sonrisa amable y afectuosa, y sé que está feliz por
mí.
—Cuéntame todo sobre ella.
Pasamos el resto del almuerzo en una avalancha de conversaciónes. Le
muestro a Erin el video de la víspera de Año Nuevo, le cuento sobre la
guitarra que le compré a Pippa, el viaje a Silver Falls y le muestro todas las
fotos de Pippa y Daisy en mi teléfono. Me muestra fotos de su boda en Bali
el año pasado. Cuando le cuento sobre la próxima gala benéfica y cómo voy
a llevar a Pippa a comprar vestidos, saca su teléfono y me envía una lista de
recomendaciones.
—Ahí es donde busco vestidos —dice sobre un lugar cerca del
apartamento—. Si llamas al dueño, puedes hacer arreglos para tener la
tienda para ustedes solos. —Sus ojos brillan—. Realmente la hace sentir
especial, ¿sabes?
—Perfecto. —Algo despierta en mi pecho al pensar en la gala. Es
imposible que Pippa y yo entremos en ese lugar sin que la gente sepa que
estamos juntos, y eso extrañamente me emociona.
290
Después de que termina el almuerzo y le doy un abrazo de despedida a
Erin, camino a casa por las calles de Vancouver con el humor más ligero
que antes.
Esto con Pippa va a durar. Puedo sentirlo.
Capítulo 61
PIPPA
Por las mañanas, Jamie Streicher es cálido, somnoliento y sexy como
el infierno. Me despierta con sus labios en mi cuello, presionando suaves
besos allí mientras sus manos recorren mi cuerpo. Me alejo para verlo
sonreír, tan relajado y a gusto.
Me encanta verlo así.
Su mirada cae a mi boca, y hay un latido de dolor entre mis piernas
mientras la lujuria brilla en su mirada. Su cabello está rebelde por dormir,
sus ojos están hinchados por el sueño y una barba oscura se extiende por
291
su mandíbula. Puedo imaginar exactamente cómo se sentiría esa barba en
la parte interna de mis muslos.
En una cama como esta, Jamie Streicher se ve sumamente follable. Su
mano se enreda en mi cabello y acerca mi boca a la suya, dejando escapar
un murmullo contra mis labios que suena como alivio.
—Vamos a la ducha —susurra, y asiento.
Minutos después, bajo el chorro de agua caliente, me corro con los
dedos de Jamie enterrados en mi interior.
—Eso es todo —murmura cuando empiezo a inclinarme, jadeando en
su pecho, apretándome a su alrededor—. Monta mi mano, pájaro cantor.
Móntala.
Cuando termino, toma el condón que dejó en el alféizar de la ventana
al lado de la ducha, me da la vuelta, pone mis manos en los azulejos de la
ducha y empuja dentro de mí. Él es un poco demasiado para mí, pero envía
ondas de calor a través de mi cuerpo cuando nos deshacemos juntos.
—No puedo tener suficiente de ti. —Sus palabras son un susurro
desesperado en mi oído, y floto con una calidez feliz y saciada.
Me siento igual.
Jamie insiste en lavarme el cabello, masajeando mi cuero cabelludo con
movimientos lentos, firmes y estimulantes.
—¿Cómo se siente esto?
—Me derrito —le digo, con los ojos cerrados, derritiéndome mientras
trabaja los músculos en la parte posterior de mi cuello. Su risa baja me hace
sonreír.
—Bien.
Me podría acostumbrar a esto. Podría acostumbrarme a esto tan mal.

—¿Recuérdame por qué necesito desayunar sentada en tu regazo? —


pregunto, girándome hacia Jamie dando sorbos a mi café. Daisy está
desayunando, yo estoy leyendo noticias de la industria de la música y Jamie
está viendo una vieja cinta del juego contra Calgary. Tienen otro juego esta
noche, por lo que tiene la mañana libre, y sé que está ansioso por volver a
jugar contra Rory.
—Es bueno para ti —miente, dándome un apretón en la cadera.
—Bueno para ti, querrás decir —me río, y me recompensa con uno de
esos dulces besos en mi sien. 292
Comemos en un silencio satisfecho durante unos minutos antes de que
su mano roce mi espalda.
—¿Alguna noticia de Ivy?
—No. —Los primeros días, revisaba mi correo electrónico
incesantemente, pero estar al límite constantemente era agotador, y ahora
sólo lo reviso unas pocas veces al día—. Está bien, sin embargo —le digo, y
es la verdad—. Estoy feliz de haberlo hecho. No puedo controlar lo que
sucede de su lado, pero si ella estuvo interesada, otros también podrían
estarlo.
Jamie me observa, escuchando.
Me encojo de hombros y sonrío para mis adentros.
—Estoy orgullosa de mí misma por hacerlo. Fue difícil y aterrador, pero
lo hice.
—Lo hiciste. —Su tono es complacido mientras acomoda un mechón de
mi cabello detrás de mi oreja—. Yo también estoy orgulloso de ti. —Mira la
hora en su teléfono—. Deberíamos irnos.
Lo miro curiosa.
—¿Ir a dónde?
Sonríe.
—A comprar tu vestido para la gala.

La pequeña tienda está vacía cuando llegamos a excepción de una


mujer de unos cuarenta años con un corte pixie oscuro y una gran sonrisa.
Desde el exterior, la tienda parece modesta, con un sólo vestido
ingeniosamente arreglado en la ventana, pero por dentro, vestidos
asombrosos caen en cascada desde el techo, adornados con plumas,
lentejuelas y cuentas. Algunos vestidos son sencillos, con telas fluidas y
suaves. Algunos son obras de arte, con miles de diminutos capullos de flores
cosidos en sus faldas. Una tiene un escote que llega hasta el ombligo, y ese
vestido me da miedo.
—Bienvenidos —dice la mujer, caminando hacia nosotros—. Tú debes
ser Pippa. —Se presenta como Miranda, la dueña—. Jamie, ¿puedes cerrar
la puerta por favor? —pregunta. Ante mi mirada confusa, explica—. Tu
hombre ha solicitado que tengamos la tienda para sólo nosotros esta
mañana.
Jamie me guiña un ojo. Cuando dijo que quería comprarme un vestido, 293
pensé en ir sola y comprarlo con la tarjeta que me dio. No esperaba esto.
—Cada vestido es único y especial. —Los ojos de Miranda brillan. Su
voz tiene esta encantadora energía tranquila, como cuando Hazel está
enseñando yoga, e inmediatamente me siento a gusto aquí—. ¿Deberíamos
encontrar un vestido tan hermoso como tú?
Me sonrojo y le doy un rápido asentimiento. Me lleva a la parte de atrás,
donde un área de espejos está cubierta con una cortina de grueso terciopelo
rojo. Un sofá de cuero marrón se encuentra fuera del vestidor. Unas cuantas
prendas cuelgan, esperándome. Una me llama la atención: una pieza gris
azulada, unos tonos más oscuros que el color de mis ojos. Las flores oscuras
fluyen por la falda, dando la ilusión de que están saliendo del corpiño. En
la percha, es difícil distinguir la forma del vestido, pero los ricos colores
brillan bajo la cálida iluminación de la tienda.
Miranda sacó algunos vestidos que pensó que se me verían bien y que
lucirían con el evento, así que Jamie toma asiento en el sofá mientras yo
entro al vestidor y me desvisto. Ella aparece de vez en cuando para agregar
alfileres para ajustar la talla, ayudarme con una cremallera o ayudarme a
quitarme un vestido, pero nada se siente del todo bien.
Guardo el vestido azul para el final, pero en cuanto me lo paso por la
cabeza, lo sé.
La tela es suave contra mi piel, y algo en el peso del vestido se siente
divino. En el espejo, estudio los detalles, los llamativos pedazos de color, la
delicada forma. Este vestido. El corpiño es de terciopelo, y cuando Miranda
me sube la cremallera, me queda perfecto. Las flores gigantes me hacen
sentir bonita, especial y feliz. Este vestido es una versión mejorada del que
usé para la fiesta de despedida. Miranda sale del vestidor y mi corazón
estalla de emoción cuando pienso en entrar a la gala con este vestido junto
a Jamie.
—¿Pippa? —La voz baja de Jamie viene desde afuera en el sofá—.
Muéstrame.
Salgo, y en el momento en que me ve, su mirada brilla con calor. De
repente me siento tímida, pero no puedo ignorar las chispas que se deslizan
sobre mi piel cuando me observa. Miranda no está a la vista, dándonos
espacio.
—Me gusta este —digo a la ligera.
Mira por un momento más antes de cerrar los ojos, como si estuviera
poniendo sobrio.
—Joder —murmura, ajustándose—. Pippa. —Lo dice como una
maldición.
Me río.
—¿Qué? 294
Su mirada vuelve a mí en el vestido, y su mandíbula se tensa mientras
se pone de pie. Mi corazón se acelera cuando camina hacia mí, su mirada
fija en la mía, antes de presionar un beso suave y cariñoso en mis labios.
No puedo respirar por completo y la cabeza me da vueltas.
—Eres hermosa —dice en voz baja.
Sonrío.
—Me haces sentir hermosa.
Me mira como si hubiera mil cosas agradables y amorosas que quisiera
decir. Pero en cambio, solo sonríe.
—Bien. —Observa deliberadamente hacia abajo a mi vestido—.
¿Quieres este vestido?
—¿Cuánto cuesta? —pregunto primero.
Resopla y sacude la cabeza con diversión.
—Dime —insisto.
—No. —Sus ojos están llenos de risa, y una sonrisa se eleva en esa boca
que solía pensar que era cruel—. ¿Quieres este vestido? —pregunta de
nuevo.
La guitarra ya costaba mucho dinero, ¿y ahora esto? Estoy dividida.
—Pippa. —Inclina la cabeza para mirarme a los ojos, y sus dedos llegan
a mi barbilla, inclinando mi rostro hacia el suyo—. No creo que lo entiendas.
—Sus ojos son firmes, cálidos, amables y serios—. ¿Algo que quieras, pájaro
cantor? Es tuyo. En lo que a ti respecta, el dinero no es un problema, porque
hacerte feliz vale la pena.
No debería amar esto. No soy una persona material, y el dinero no es
importante.
Sin embargo, ¿Jamie es generoso y quiere complacerme? Hace que me
derrita.
—Te voy a comprar el vestido y no vas a discutir. Voy a comprarte más
cosas, y tampoco discutirás sobre eso. —Sus ojos sostienen los míos—. ¿De
acuerdo?
Asiento sin palabras, tratando de no sonreír ante su expresión
satisfecha y posesiva. Dicha, creo que así se llama este sentimiento.
—Bien. —Me roba un beso antes de volver al sofá, y por enésima vez,
admiro cómo se mueve con tanta fuerza y gracia. No creo que me canse
nunca de eso. Inclina la barbilla hacia el vestuario—. Ahora ve a cambiarte
para que pueda llevarte a almorzar.
Contengo una sonrisa. Miranda vuelve a aparecer para marcar y 295
colocar alfileres antes de ayudarme a quitarme el vestido. Me estoy atando
las zapatillas cuando mi teléfono suena con un correo electrónico. Podría
ser Ivy Matthews, así que lo reviso, pero cuando veo quién envió el mensaje,
mi estómago se hunde.

¿Podemos hablar? Te envié un mensaje, pero creo que cambiaste tu


número.

Mis manos tiemblan, agarrando el teléfono mientras leo su mensaje


una y otra vez.
—¿Pippa? —La voz baja de Jamie viaja a través de la cortina—. ¿Estás
bien?
Me doy cuenta de que he estado aquí por un tiempo. ¿Cuánto tiempo
he estado mirando su mensaje, congelada? Se me hace un nudo en la
garganta mientras trago. Todavía estoy temblando de ira.
—¿Puedo entrar?
Es como si pudiera sentir cuando estoy molesta.
—Sí —digo en voz baja.
Entra en el pequeño espacio.
—¿Qué está sucediendo?
Su voz es tan cariñosa, tan preocupada, que simplemente me rompo.
—Zach me envió un correo electrónico —le digo, mostrándole el
teléfono. La ira y el resentimiento me atraviesan, y exhalo un suspiro de
frustración—. Me envió un mensaje de texto el día que regresaste de viajar,
pero lo bloqueé. —Mi corazón late con fuerza cuando Jamie mira el teléfono,
leyendo el mensaje—. No quiero hablar con él. No sé por qué me está
enviando mensajes. —Sacudo la cabeza con fuerza—. No quiero esto.
—¿Por qué no me dijiste?
—Lo bloqueé. Pensé que no insistiría. —Tomo una respiración
profunda, tratando de alejar toda esta ira relacionada con Zach, pero no
funciona—. Fue el día antes de grabar con Ivy. Sólo quería olvidarlo y
concentrarme.
Suspira.
—Sí. Entiendo eso. —Vuelve toda su atención a mí—. Puedes hablarme
de estas cosas. Podemos resolverlo juntos.
Lo miro y sus ojos buscan los míos con preocupación.
—Lo sé. —Agarro mi teléfono, abro mi correo electrónico y bloqueo su
dirección electrónica—. Allí —le digo a Jamie con un firme asentimiento—.
296
Tendremos que mantener las ventanas cerradas en caso de que vuelva a
intentarlo con la paloma mensajera.
Una risa aguda sale de su garganta, y deja un rápido beso en mi mejilla
antes de que vayamos a arreglar todo con Miranda. Ninguno de los dos me
dice cuánto cuesta el vestido, y Miranda y yo fijamos una hora para recogerlo
cuando termine con los ajustes.
Cuando Jamie y yo le damos las gracias y nos despedimos, ella se
inclina.
—La ropa interior se incluirá con el vestido. —Me guiña un ojo con
complicidad y yo le doy una sonrisa graciosa. Miranda es encantadora, pero
no estoy segura si quiero que me compre ropa interior.
Después del almuerzo, nos dirigimos a casa para que Jamie pueda
tomar una siesta antes del juego, y le envió un mensaje de texto a Hazel
sobre el evento en Whistler. Como parte del equipo, ella también irá.

Hazel
Oh. Tenemos un problema. Acabo de ver la lista de invitados.
Yo
???
La última vez que revisé, todavía estaban finalizándola.

Hazel
Te reenvié el correo. Todavía están tratando de vender las últimas mesas. La
mesa 16 va a ser un problema.

Mi correo electrónico hace ping. Esa náusea familiar surge cuando veo
quién está sentado en la Mesa 16.
Zach Hanson.

297
Capítulo 62
JAMIE
Esa noche, la energía de la Arena es tensa. Los jugadores, los
entrenadores, los fanáticos, todos están nerviosos, incluyéndome a mí.
Él le envió un mensaje de texto. El recuerdo del rostro de Pippa esta
mañana se repite en mi cabeza, y mi sangre late con furia. Pippa es mía, y
él tiene la puta audacia de acercarse a ella.
Antes del partido, me mostró a regañadientes la lista de asistentes a la
gala. Él va a estar allí, y sé que es por ella.
298
No tienes que ir, le dije. Mi asistencia es obligatoria, pero la de ella no
lo es.
En lugar de encogerse, sus fosas nasales se abrieron, levantó la barbilla
y la determinación brilló en sus ojos. Iré, dijo ella. No voy a dejar que me
asuste.
Mi maldito corazón. Pippa lo tiene en la palma de su mano.
En el hielo, el otro portero atrapa el disco y suena el silbato. Mis
hombros se tensan mientras veo a Miller y Volkov intercambiar palabras
acaloradas.
No sé a qué está jugando el entrenador de Calgary, pero nuestro equipo
ha estado recibiendo golpes sucios toda la noche. Los árbitros no parecen
darse cuenta, lo que solo enciende aún más a los fanáticos y a nuestro
equipo. Miller ha vuelto a su habitual comportamiento engreído y
provocador de peleas.
La mala energía flota en el aire como una niebla. Va a haber una pelea,
puedo sentirlo.
Uno de los defensas de Calgary choca con nuestro delantero de tercera
línea mucho después de que pasa el disco.
Todavía no hay silbato.
Volkov le grita algo al jugador del otro equipo y la tensión hierve. Miller
patina entre ellos, sonriendo como un gato astuto, pero no hay humor en
su rostro. Esta diferente esta noche. Más frío. Infeliz. Enfadado.
Se parece a su padre, que es un imbécil rico y miserable, y mientras
veo a Miller mirar a Volkov, me pregunto cuánto de eso se le paso.
Se reanuda el juego. Nuestro equipo intenta meter el disco en la red de
Calgary, pero Miller mete su palo entre las piernas de Owens. La afición está
de pie, abucheando y pidiendo penalti.
El silbato suena cuando el portero de Calgary atrapa el disco, y me doy
vuelta para tomar un trago de agua, mirando a Pippa detrás del vidrio.
Sonríe y me da un pequeño saludo con la mano, y asiento, rociando agua a
través de mi máscara, pensando en lo bien que se ve con esa camiseta. Mi
jersey. Mi pecho se contrae cuando la veo, aquí, apoyándome, usando mi
nombre con orgullo.
Esta chica lo es todo para mí.
Los jugadores se alinean para reanudar el juego y yo me coloco en la
posición de listo. Suena el silbato y Miller hace tropezar a uno de nuestros
muchachos.
Es como si ni siquiera lo estuviera intentando. Como si no le importara 299
el hockey. Cuando le importa, es imparable, y probablemente por eso sigue
en el jodido equipo. Sin embargo, la chispa que solía tener para el juego se
ha ido.
Finalmente, lo arrojan al área de penalización y la Arena grita y
abuchea. La gente golpea el cristal con los puños y él se quita el guante
antes de mostrarles el dedo del medio.
Inhalo fuertemente. Ya lo veo. Solía hacer esta mierda cuando éramos
adolescentes. Su padre decía algo que lo molestaba y él golpeaba el hielo de
mal humor. Él antagoniza a los jugadores, enciende a los fanáticos, se
convierte en el villano para que todos lo vean como él se ve a sí mismo. El
tipo se odia a sí mismo y se está desmoronando esperando que alguien le dé
lo que se merece.
Cuando termina su penalización de dos minutos, regresa al juego,
captura el disco de inmediato y se dirige directamente a mi red. Lanza el
disco directamente hacia mí. Golpea la tubería, jodidamente afortunado, y
un momento después, se me enfrenta.
Mi temperamento se enciende, y mi sangre zumba en mis oídos. El
silbato es lejano porque los aficionados rugen a nuestro alrededor,
sacudiendo los cristales.
—¿Qué carajo? —dice Owens, poniéndose frente a Miller.
Los ojos de Miller me desafían. La energía se agrieta a nuestro
alrededor, chisporroteando y vibrando con tensión.
—¿Qué pasa, Streicher?
—Estás de un jodido humor esta noche. —Toco a Owens, indicándole
que se quite del camino, y patina hacia atrás, observándonos. El resto de
los jugadores están dando vueltas, esperando, observando.
—Pelea, pelea, pelea —corean los fanáticos detrás del vidrio.
El conflicto que sentí en el aire, somos Miller y yo.
Sólo hemos peleado una vez. Teníamos dieciséis. Llegó a la práctica de
mal humor después de algo que dijo su padre, e hizo la misma mierda que
hizo esta noche.
—¿Qué? —Me lanza una sonrisa fea y llena de odio—. ¿Me vas a
golpear? ¿Tú, en tu torre de marfil? Jamie Streicher, el tipo más responsable
de la sala.
El ruido a nuestro alrededor se desvanece cuando lo miro, apretando
los dientes ante su provocación.
—Vamos —escupe, con sus ojos brillantes—. Me lo merezco, ¿no?
Mis puños se aprietan. Él fue el que cambió. Él fue el que se convirtió
en un maldito imbécil. Solía preocuparse por el hockey. Ahora es una gran
jodida broma para él.
300
Todo es una broma para él.
—Adelante —incita.
La sangre se precipita en mis oídos. En la NHL, ambos jugadores deben
ponerse de acuerdo para pelear, o el jugador que instiga recibirá una
sanción y el otro no.
Toda la ira que he guardado dentro durante años contra el chico que
solía ser mi mejor amigo sale a la superficie, se desborda y me arranco los
guantes.
La multitud ruge. Los porteros casi nunca pelean.
Me quito el casco y el vidrio detrás de mí se sacude por los fanáticos.
Los árbitros y los jueces de línea nos rodean, listos para interrumpir la pelea
cuando vaya demasiado lejos. Hasta entonces, nos dejarán lidiar con eso,
porque así se valora el resultado en el hockey.
No me atrevo a mirar a Pippa. Puedo defenderme en una pelea, pero no
quiero su preocupación e inquietud en mi cabeza mientras hago esto.
—Jodidamente por fin —espeta Miller, y me quito las protecciones de
portero y las tiro a un lado.
Patino hacia él, y su puño vuela. Bloqueo su golpe antes de lanzar el
mío. Conecta con su mandíbula, y un segundo después, su puño quema la
esquina de mi ojo.
Duele, y se siente bien.
El caos estalla a nuestro alrededor. Los puños vuelan cuando los
jugadores liberan la presión, agarrando las camisetas de los demás mientras
lanzan golpes. La energía en la arena se desborda. Nunca la había
escuchado tan fuerte aquí. Mi sangre late con fuerza, inundada con
adrenalina mientras Miller y yo descargamos nuestra agresión el uno contra
el otro.
La lucha es todo instinto, toda rabia primitiva. Yo agarro su camiseta,
él agarra la mía y nos golpeamos. El dolor se siente catártico, y mi rostro
está húmedo. Hay sangre en mi boca y más goteando de la ceja de Miller.
Los silbatos suenan de izquierda a derecha, y es una maraña de
extremidades, cascos rodando sobre el hielo, muchachos sentados unos
sobre otros, camisetas rasgadas.
Los fans se están volviendo locos.
Lanzo un golpe más y espero mientras Miller se endereza, los jueces de
línea luchan por separarnos. La pelea muere en sus ojos mientras recupera
el aliento, mirándome.
—¿Terminamos? —pregunta.
Se refiere a la pelea, pero creo que se refiere a esta tensión de siete 301
años. Me limpio la boca con el dorso de la mano. La sangre mancha mi piel.
Mi pecho se agita por aire, y la adrenalina silba a través de mis venas.
Algo cambia entre nosotros, y mi ira se desinfla. No quiero estar enojado
más. Sólo quiero seguir adelante. Miro a Pippa, que está mirando a través
de sus manos con una expresión preocupada, y mi corazón se aprieta.
No quiero guardar rencor, porque la vida es demasiado corta y dulce.
Le doy a Pippa un asentimiento para decir que estoy bien.
En el banquillo, espero que Ward esté furioso cuando los jugadores son
arrastrados al área de castigo, pero en cambio, su sonrisa se extiende de
oreja a oreja.
—Sí —le digo a Miller, encontrando su mirada—. Terminamos.
Capítulo 63
PIPPA
—Tu ojo —jadeo cuando Jamie se reúne conmigo en uno de los pasillos
del personal en la arena después del juego. Mi mano se dirige
automáticamente hasta su mejilla, con cuidado de no rozarlo. El área
alrededor de su ojo está hinchado y con moretones, y tiene un corte en el
labio.
—Estoy bien, pájaro cantor. —La comisura intacta de su labio se
levanta. A pesar de los golpes, parece más ligero que antes del partido,
menos estresado—. ¿Me veo horrible? 302
—Eres demasiado guapo para lucir horrible. Te ves aún más sexy con
el ojo morado.
Sus ojos brillan con diversión.
—¿Crees que soy guapo?
—Sabes que lo hago. Mandón y exigente, pero injustamente guapo.
Su sonrisa se eleva aún más, y no me pierdo la forma en que su mano
llega a mi espalda baja mientras me conduce por el pasillo hasta el
estacionamiento. Lo miro de nuevo, tan alto, su cabello aún húmedo por la
ducha. Mi mirada cae sobre su labio y puedo sentir la preocupación en toda
mi expresión.
Se ríe y deja de caminar.
—Te lo prometo. —Tira de mi mano a su pecho, aplanando su palma
sobre la mía para que pueda sentir el latido constante de su corazón—.
¿Sientes eso?
Sus ojos están sobre mí, mirándome con diversión afectuosa. Asiento y
no puedo apartar la mirada.
—Sigue latiendo. —Me estudia, y se siente como si quisiera decir más.
—¿Qué pasó ahí afuera esta noche?
Su pulgar acaricia distraídamente el dorso de mi mano mientras mira
hacia otro lado.
—Miller y yo resolvimos lo que se ha estado construyendo durante
mucho tiempo.
Nunca había escuchado la arena como esta noche. Los fanáticos
estaban furiosos y sedientos de sangre. Ver pelear a Jamie me partió el
corazón, pero también tiró de algo entre mis piernas. Parecía un guerrero,
todo poder, fuerza y brutalidad.
Fue excitante.
Acaricia mi piel de nuevo, y recuerdo la otra noche, él moviéndose
encima de mí, y la expresión agonizante en su rostro mientras se corría. Mi
centro se agita ante la idea de ello.
—Vamos a casa. —Sus ojos recorren mi rostro, y mi mirada se
engancha de nuevo en su labio cortado.
Esta noche, voy a cuidar de mi portero.

303
Jamie frunce el ceño ante la enorme bañera llena de burbujas. Su baño
huele como a mi producto de espuma chai de vainilla. Está sin camisa,
vestido solo con pantalones deportivos de talle bajo, y estoy tratando de no
distraerme con los profundos músculos en forma de V que conducen debajo
su cintura.
—Entra —le digo, señalando la bañera.
Su ceja se levanta, y se estremece. El moretón alrededor de su ojo se
está oscureciendo.
—Quieres que tome un baño de burbujas. —Su tono es plano.
—Mhm. Te ayudará a sentirte mejor.
Su mirada se enciende con calor, y tengo otro vistazo de él de anoche,
empujándose sin pensar en mí, gimiendo en mi cabello. Su mirada cae a
mis labios, y su lengua se desliza sobre el corte en su boca.
—Sólo si te metes conmigo.
Las palpitaciones entre mis piernas se intensifican y el calor se arrastra
por mi cuello.
—Bien —digo, y una mirada oscura parpadea en sus ojos.
Cuando se quita los pantalones y el bóxer, ya está duro, sobresaliendo
grueso y orgulloso. Hay algo en sus ojos que me gusta, un poco de soberbia,
mucha excitación y una posesividad que me hace temblar. Sus músculos se
mueven cuando se mete en la bañera: sus muslos gruesos, las
protuberancias de sus abdominales, sus hombros redondeados y fuertes
mientras se sumerge en el agua. Se acomoda y su mirada se agudiza,
inmovilizándome.
—Tu turno —dice, y la forma en que su boca se estira se siente
peligrosa.
La anticipación bombea en mis venas. Me quito el jersey y lo dejo sobre
la encimera antes de empezar a quitarme el suéter por la cabeza.
—Más lento.
Apoya el codo en el borde de la bañera mientras observa y, aunque su
lenguaje corporal es relajado, sus ojos están decididos. Vigilantes,
catalogándome. Así es como se ve en el hielo, observando cada movimiento.
Mi ropa desaparece lentamente, y el calor se aprieta entre mis piernas
mientras sus ojos se oscurecen. Finalmente, estoy desnuda, y un músculo
hace tictac en su mandíbula.
Pongo un pie en la bañera y se me corta el aliento.
—Está caliente —susurro.
—Ven aquí. —Se inclina hacia adelante y me guía entre sus piernas,
304
con la espalda contra su pecho, al igual que la vez con el juguete. Su pene
descansa contra su estómago, presionando mi culo, enviando escalofríos a
través de mí. Suspiro de consuelo cuando cruza sus brazos sobre mi
clavícula, atrayéndome contra él—. Eso está mejor.
Siento su voz baja a través de su pecho, y nos sentamos allí en un
cómodo silencio mientras el baño se empaña. Mis dedos trazan un camino
lento hacia arriba y hacia abajo por sus muslos, y se relaja a mí alrededor,
la respiración volviéndose estable. Eventualmente, sus manos se deslizan
sobre mi piel hasta mis hombros y sus pulgares se clavan en mis omoplatos,
trabajando la tensión en los músculos.
—¿Cómo se siente tu ojo?
Su risa es baja.
—Apenas siento algo en este momento. —Me da un beso en el hombro
y sonrío—. Eres la distracción perfecta.
Roza la piel entre mis senos, ligera como una mariposa, pero mis
nervios bailan con su toque, y lo siento por todas partes. Nunca he hecho
esto con un chico, simplemente sentarse en la bañera y explorar el cuerpo
del otro. Sus dedos se deslizan hacia mi pezón, rodeándolo, y el aliento sale
de mis pulmones ante el dolor agudo entre mis piernas.
Contra mi espalda baja, su pene late, y deja caer otro beso en mi
hombro.
—Se supone que debes descansar —susurro. Jala y gira el pico antes
de pasar al otro, y me da vueltas la cabeza, se siente tan bien.
—¿Cómo se siente esto? —pregunta en voz baja, ignorándome.
—Bien. —Mis ojos se cierran cuando me pellizca, y mi centro se aprieta
alrededor de la nada. El agua es tan cálida, su cuerpo duro es tan cómodo
contra el mío, y mi cabeza encaja perfectamente en su hombro mientras me
fundo en él.
Su boca está en mi sien.
—¿Dónde sientes esto, pájaro cantor? Dime.
—En mi pecho —suspiro mientras sus dedos trabajan, arrullándome
en un delicioso y confuso estado de excitación.
—Mhm. ¿Dónde más?
Dios, su voz es tan jodidamente sexy, susurrando en mi oído de esa
manera.
—Entre mis piernas.
—En serio. —Lo dice como si no estuviera sorprendido.
Asiento con los ojos cerrados y suspiro de nuevo cuando su gran mano
ahueca mi pecho, lo pesa y lo masajea. 305
—No puedo dejar de pensar en lo de anoche —dice, sus labios rozan mi
oído, y me estremezco.
—Yo tampoco —respiro—. Ni en esta mañana.
—Verte llegar es un sueño, Pippa. Soy adicto a eso. —Su mano se
desliza por mi estómago, arrastrando ligeros toques que siento en cada
terminación nerviosa—. He imaginado como hago que te corras de mil
maneras diferentes. Inclinada sobre la encimera de la cocina. En el asiento
trasero de mi auto. En mi cama. En tu cama. —Al rozar su mano sobre mi
clítoris, me sacudo, los músculos se tensan.
Toma mi coño, y por instinto, mis caderas se inclinan, buscando
fricción. Me duele el clítoris cuando mis piernas presionan las suyas.
—Necesitada. —Sin mover su mano, sus dientes muerden mi hombro
y mis caderas se inclinan de nuevo—. Tan jodidamente necesitada.
—Estás jugando conmigo.
Su risa es baja y complacida.
—¿Qué necesitas?
—Tócame. Follame. Lléname, Jamie.
No puedo creer las palabras que salen de mi boca. Nunca he dicho estas
cosas antes, pero, de nuevo, nunca antes me había sentido así.
Deja escapar un gemido ronco.
—Esa boca. Esa boca bonita y sucia. —Su boca traza la forma de mi
oreja. El calor se acumula en mi vientre y sé que, haga lo que haga, no
tardará mucho en hacerme venir—. ¿Ahora qué? Muéstrame.
Mi mano cubre la suya y la deslizo más abajo, presionando dos de sus
gruesos dedos cerca de mi entrada. Los empuja dentro de mí, y jadeo,
arqueándome contra él ante el delicioso dolor de estiramiento mientras lo
acomodo.
—¿Así? —pregunta, engreído.
—Sabes que es así —me las arreglo para decir mientras me acaricia
dentro y fuera.
—¿Qué otra cosa? ¿Qué más necesitas para llegar allí?
—En el clítoris. —Mi voz es fina y tensa, y estoy agarrando sus muslos,
tratando de respirar.
Su palma presiona contra mi clítoris, arrastrándolo con el movimiento
de sus dedos, y mis ojos se ponen en blanco. Mi cabeza da vueltas por la
intensidad.
—Ahí vamos —murmura contra mi sien, y su tono complacido me hace
sonrojar—. Qué buena chica para mí. Una aprendiz tan rápida. ¿Estás lista
306
para venirte?
Asiento frenéticamente.
—Usa tus palabras.
—Por favor. —Sale de mis labios como un gemido—. Tengo que venirme.
Su jadeo vibra a través de mi espalda y su pene presiona contra mí con
insistencia.
—Me encanta cuando me ruegas.
Mete los dedos dentro de mí, encontrando el lugar que deja en blanco
mis pensamientos. Sus dedos son un poco demasiado gruesos, pero el ligero
y doloroso pinchazo me empuja más cerca de mi liberación. Su otra mano
se posa alrededor de mi cuello, gentil pero posesiva, y sólo quiero ser suya.
Grito a los primeros temblores.
—Sí. —Su tono es engreído, y desearía poder ver su rostro—. Eso es
todo, ¿no?
Tiemblo mientras se acumula una intensa presión. Cuando toca ese
lugar, mi cuerpo se inunda con una sensación brillante e intensa.
—Jamie —lloriqueo.
Se siente demasiado bien. Demasiado. La fricción en mi clítoris, su
brazo alrededor de mi cintura, anclándome a él, sus labios contra mi sien,
sus gruesos dedos castigándome: la electricidad recorre mis músculos a
medida que la ola gana fuerza.
Llega a su punto máximo y me estrello.
—Me vengo. —Las palabras son bocanadas de aire mientras tiemblo,
suspendida mientras el placer pulsa a través de mí desde mi centro. Estoy
apretando sus dedos, presionándolos de pies a cabeza, retorciéndome bajo
el jodido éxtasis puro que es un orgasmo inducido por Jamie Streicher.
—Tan buena —murmura cuando me corro—. Buena chica. Perfecta.
Sólo así, nena. Estás tan apretada alrededor de mis dedos.
Me caigo hacia atrás, y la mano de Jamie sube y baja por mi muslo
mientras recupero el aliento.
Deja escapar un suspiro irregular.
—Me encanta hacer eso.
—Eres muy, muy bueno en eso —le digo a la ligera, y cuando roza mi
clítoris, me sacudo, riendo—. Demasiado sensible.
Su risa es baja contra mi cabello, y pone una sonrisa tonta y boba en
mi rostro mientras me acomoda contra su cuerpo.
Cuando salimos de la bañera, Jamie insiste en secarme. Todavía está 307
duro, y mientras tira de la toalla alrededor de mi espalda, mostrándome una
pequeña sonrisa, alcanzo su hermosa polla.
Gime, y le sonrío mientras paso mi pulgar sobre su punta, sobre la gota
de líquido que esta allí. La llevo a mis labios y mis ojos se cierran ante el
sabor. Cuando los abro, su expresión es agonizante, ojos oscuros vidriosos
y mandíbula apretada.
Estoy empezando a amar este momento en el que tengo un poder total
sobre él.
Se me ocurre una idea y me muerdo el labio antes de alcanzar mi
camiseta del mostrador. La anticipación me ilumina, porque creo que esto
le va a gustar. Con la camiseta en una mano, lo llevo al dormitorio.
—¿Qué…? —Sus palabras se cortan cuando la paso por encima de mi
cabeza, y sus ojos viajan por mi forma, brillando con lujuria—. Mierda.
Caigo de rodillas y sus ojos se oscurecen.
Capítulo 64
PIPPA
—Mierda —murmura Jamie de nuevo, apretando la mandíbula.
La lujuria y el afecto se entrelazan en mi pecho mientras lo acaricio,
observando su ceño fruncido. Jamie es tan especial y merece que lo cuiden
como cuida a todos los demás. ¿Y con la expresión en su rostro en este
momento, tan confiado y desesperado por mí?
Amo tanto a este chico.
Sus manos se hunden en su propio cabello mientras juego con su 308
longitud. Su polla es innegablemente perfecta: gruesa y larga, suave y dura,
y cuando lamo el líquido de la punta, aparece más.
—Vas a usar mi camiseta mientras me chupas la polla. —Lo dice como
si no pudiera creerlo, y sonrío de nuevo.
—Sí.
Deslizo mis labios alrededor de él, viendo sus ojos brillar con intensidad
y concentración. Es grueso en mi boca, un ajuste perfecto, y mis músculos
internos se aprietan. Tomo su longitud lo más lejos que puedo antes de que
mis mejillas se hundan con succión, y su cabeza cae hacia atrás con un
gemido torturado.
Sonrío a su alrededor antes de hacerlo de nuevo. Lento, tan lento. Sé
que ha tenido mamadas antes, pero esa llama en mi pecho que se ha vuelto
más brillante en los últimos meses quiere que esta sea la mejor mamada de
la vida de Jamie Streicher.
Chupo la polla de Jamie a un ritmo agónico. Quiero que piense en esto
durante mucho tiempo.
—Pájaro cantor, me estás matando aquí. —Su voz es gutural, y
torturarlo me está mojando de nuevo.
—Dijiste más lento, antes.
Lanza una risa aguda y dolorosa.
—Mierda.
Mantengo mi ritmo lento y constante, pasando mi lengua sobre su
punta cada vez que me alejo antes de llevarlo hasta el fondo de mi garganta.
Gime, y sus dedos se acomodan en mi cabello, tan suavemente, pero
flexionándose cada vez que succiono.
—Jesús, joder. Esto va a hacer que me corra tan fuerte. —Su mirada
cae a mi camiseta—. Me chupas la polla mientras usas mi camiseta, es lo
más caliente que he visto.
El placer se tuerce a través de mí, y sonrío a su alrededor. Me encanta
esto. Me encanta hacerlo sentir de esta manera. Me encanta tener a este
hombre a mi merced.
Deja escapar un gemido bajo y pulsa en mi boca. Sin embargo, no
acelero. Sólo mantengo este ritmo, sigo llevándolo al final de mi boca, sigo
bailando mi lengua sobre él. Los ruidos que hace son increíbles: gemidos
bajos de angustia como si estuviera herido, como si nunca se fuera a
recuperar de esto.
—Sí —jadea, gimiendo de nuevo, mirándome con fascinación—. Sí.
Ahora. Voy a venirme, Pippa.
Mi mirada es alentadora mientras tarareo en señal de aprobación, y él 309
se tensa, los abdominales se ondulan.
—Joder, nena, joder. Sí. —Gruñe, derramando líquido salado en mi
boca. Sus dedos se contraen contra mi cuero cabelludo—. Pippa. Me encanta
esto.
Me llena la boca y me lo trago. Me mira como si le hubiera robado el
alma, y ni siquiera está enojado por eso. Retrocede, jadeando por aire, su
mirada aún en mí mientras arrastro mi dedo sobre mis labios, atrapando
cualquier gota que se escape.
En un instante, me pone de pie, y su boca está sobre la mía, su lengua
acariciándome, sus manos en mi cabello, llevándome de vuelta a la cama.
—Tan jodidamente bueno —gruñe contra mi boca entre besos—. Eso
es lo más duro que he llegado. Me tiemblan las piernas. Quítate esto. —
Levanta la camiseta por encima de mi cabeza antes de bajarnos a la cama y
me mete en su pecho, un brazo debajo de mí y otro a mi alrededor.
Nos miramos por un largo momento.
Quiero decirlo, pero ahora que estamos en esto, la idea de perderlo me
aterra. Sé que nunca haría nada de lo que hizo Zach, pero no hay garantía
de que lo que tenemos ahora no desaparecerá algún día. Decirle que lo amo
haría que una ruptura fuera mucho peor. Estoy congelada como si estuviera
parada en un acantilado que se desmorona, las rocas se rompen a mi
alrededor y cualquier movimiento repentino lo derribará todo.
Mañana nos dirigiremos a Whistler para la gala benéfica. Puedo
imaginármelo: su mano en la parte baja de mi espalda, la sonrisa privada
que reserva sólo para mí. Me duele el corazón. Quiero que sea real y para
siempre.
Los ojos de Jamie parpadean con una emoción que no puedo precisar.
—Quiero decirte algo —murmura.
Mi corazón tartamudea.
—Yo… —Se detiene, buscando mis ojos.
Espero, y siento como si estuviera de pie en el borde de ese acantilado
otra vez, aferrándome a el. Estoy a la vez aterrorizada y emocionada por lo
que sea que esté a punto de salir de su boca.
Parpadea como si se estuviera retractando, controlándose.
—Tengo muchas ganas de ir a la gala contigo.
Incluso si ese imbécil está ahí, ninguno de los dos lo decimos.
—Yo también —susurro.
Sus labios presionan mi frente y nos quedamos dormidos de esta
manera.
310
Capítulo 65
PIPPA
El día siguiente, Jamie se detiene en el hotel en Whistler y me quedo
boquiabierta ante el elegante edificio estilo castillo. Es el hotel de lujo mejor
valorado de Whistler, donde se alojan todas las celebridades, y con las
fantasiosas luces invernales y los árboles cubiertos de nieve, parece sacado
de un cuento de hadas.
La ansiedad entra en mi mente, porque Zach estará allí esta noche. Tal
vez incluso se quede en el hotel. Mi estómago se aprieta. Esta mañana, mi
teléfono vibró con un número desconocido, pero lo ignoré. No dejaron un 311
mensaje de voz, pero tengo la fría sensación de que era Zach.
Realmente, realmente no quiero toparme con él, pero más que eso, no
quiero abandonar a Jamie. Me compró un vestido precioso, hicimos arreglos
para que Donna cuidara a Daisy todo el fin de semana, y esto se siente como
nuestro primer viaje juntos. No quiero que mi ex idiota se interponga en eso.
—Bienvenido, señor Streicher —dice el valet, tomando las llaves de
Jamie cuando sale del auto.
Le da las gracias, y cuando da la vuelta para abrirme la puerta, Jamie
niega.
—Lo tengo, gracias. —Abre mi puerta y levanta sus cejas hacia mí, la
comisura de su boca se curva.
Salgo y le doy una sonrisa tímida.
—Gracias.
Sus ojos son suaves.
—Ni lo menciones.
—Tomaremos sus maletas —dice el valet—. Espero que usted y su
esposa tengan una estadía maravillosa.
Abro la boca para corregirlo.
—Gracias —le dice Jamie, guiándome a la puerta principal. Lo miro
sorprendida y sólo me guiña un ojo.
¿Esposa?
Ni siquiera he considerado esa palabra. Solo tengo veinticuatro años,
pero escuchar esa palabra cerca de Jamie me deja sin aliento. Esposa. La
esposa de Jamie. Mi boca dibuja una sonrisa y la contengo. Los
pensamientos de advertencia en el borde de mi mente saltan para llamar la
atención, pero finjo que no los veo.
Después de registrarnos, Jamie nos lleva al último piso, y cuando abre
la puerta de nuestra suite, me quedo boquiabierta.
—Vaya —digo estúpidamente, mirando la cavernosa suite estilo cabaña
con ventanas del piso al techo, una decoración acogedora y una vista
increíble de las montañas nevadas. La chimenea está encendida, lo que se
suma al ambiente acogedor, y en la habitación que da a la sala de estar, una
cama tamaño king con un edredón blanco y esponjoso me pide que me deje
caer sobre ella.
La comisura de la boca de Jamie se tuerce y sus ojos están llenos de
diversión.
—¿Es este el tipo de lugar en el que te quedas cuando viajas con el 312
equipo? —pregunto.
Resopla.
—No. Suelo compartir habitación con otro jugador. Actualicé una vez
que dijiste que serías mi cita.
Algo dulce burbujea en mi pecho, y lanzo una mirada burlona hacia él.
—Sólo hay una cama.
Sus ojos brillan con calor.
—Mhm. —Da un paso hacia mí, y sus manos llegan a mis brazos—.
¿Está bien?
Nuestros ojos se encuentran, y es difícil respirar por completo bajo la
intensidad de su aguda mirada verde.
—Totalmente bien. —Contengo una sonrisa y señalo el sofá gigante en
forma de L—. El sofá parece lo suficientemente grande para ti.
Una risa brota de su pecho, y obtengo una de esas raras y
embriagadoras sonrisas de Jamie Streicher. Hemos estado durmiendo en la
misma cama desde el día de la sesión de grabación.
Su teléfono vibra, interrumpiéndonos.
—Hola —responde, deteniéndose un momento para escuchar—. Listo
en cualquier momento. Gracias. —Cuelga y levanta las cejas hacia mí—. El
masajista estará aquí en cualquier momento.
Oh. No me di cuenta de que se había reservado un masaje. Un
sentimiento titubeante aparece.
—¿Una mujer?
Su resoplido es burlón, como si fuera obvio.
—Sí.
Odio la idea de que una mujer lo toque. Sé que es probable que sea una
profesional y que este con molestias y adolorido después del partido de ayer.
Un masaje lo hará sentir mejor.
Todavía no me gusta. Jamie es hermoso y marcado. De pies a cabeza,
parece un Dios. Ni siquiera me gusta la idea de que una mujer tenga
pensamientos cachondos a su alrededor.
Me mira, su mirada cae sobre mis tetas. Estoy usando una de sus
sudaderas con capucha; es enorme para mí, pero mira mi cuerpo como lo
hizo esta mañana en la ducha.
—Soy un tipo paciente, Pippa, pero no quiero que otro tipo toque lo que
es mío.
313
Mi rostro se tuerce en confusión. ¿Quiere decir, como... su pene?
Estamos en el mejor hotel de Whistler. Dudo que le den un masaje y un
tirón.
—Jamie, un terapeuta de masaje profesional no te dará un final feliz —
espeto.
Me mira fijamente, igualmente confundido.
—Espero que no. —Sus cejas se juntan—. El masaje es para ti.
—Oh. —Dejo escapar una carcajada y mi rostro arde—. Lo siento.
Inclina la cabeza, entrecerrando los ojos.
—¿Qué? —preguntó, volviéndome para ocultar lo roja que me estoy
poniendo, pero sus manos aterrizan en mis hombros y me da la vuelta.
—Estás celosa —dice, estudiando mi rostro con una boca crispada.
Pongo los ojos en blanco.
—Detente.
—Lo estas. —Sus ojos son tan brillantes. Presumido. Tan jodidamente
presumido—. Estás celosa porque pensaste que una mujer me iba a dar un
masaje.
Me encojo de hombros y me tira contra él.
—Tan jodidamente linda —murmura—. Como si tuviera ojos para
cualquier otra persona.
Un momento después, llaman a la puerta y Jamie la abre para dejarla
entrar.
—Peluquería y maquillaje llegara a las cuatro —dice mientras ella se
instala, dejando un beso en la parte superior de mi cabeza. Sonríe ante mi
expresión desconcertada, alejándose para recoger sus cosas para un
entrenamiento ligero en el gimnasio—. Sólo quería que te sintieras especial.
—Sí —le digo con sinceridad—. Gracias.
—No lo menciones. —Está en la puerta, pero vuelve hacia mí,
besándome de nuevo como si no pudiera evitarlo—. Si no me voy ahora,
nunca lo haré.
Sonrío contra su boca, empujando suavemente su pecho mientras me
rio. Estoy rebosante de alegría y no puedo dejar de sonreír.
Se va, y más tarde, mientras la masajista trabaja en mis omoplatos, me
permito revivir las últimas semanas con Jamie.
Algo se retuerce en mi pecho, desesperado por salir. ¿Y si le digo cómo
me siento? El daño está hecho; Estoy enamorada del hombre. Me he estado
diciendo a mí misma que mantenerlo en secreto me mantendrá a salvo. 314
Dolerá menos si termina.
¿Es eso cierto, sin embargo? ¿O no decirle cómo me siento será uno de
mis mayores arrepentimientos?
Pienso en cómo me ha animado en los últimos meses. ¿De qué sirve
aprender a salir de mi zona de confort si no lo hago por las cosas que
importan?
Jamie importa. Creo que él podría importar más que casi nadie.
Tocando lo que es mío, dijo antes, y algo se revuelve en mi pecho.
Flotar en esta zona intermedia feliz y extasiada está empezando a no
ser suficiente para mí.
Necesito decirle a Jamie cómo me siento.

Jamie regresa justo cuando termino de ponerme la ropa interior que


Miranda me proporcionó para mi vestido.
Está bien, yo no la llamaría ropa interior.
Es lencería. Estoy usando lencería. Lencería de encaje, costosa,
seductora como el infierno hecha en Francia. Mi cabello está suelto
alrededor de mis hombros en ondas perfectas, y el maquillador me hizo un
look suave pero sexy que me hace ver como una modelo de Victoria's Secret.
Lo admito, me veo increíblemente ardiente.
—¿Pippa? —Llama Jamie, y escucho sus pasos.
—En el dormitorio.
Hasta hace unos momentos, yo era la única aquí, así que no me molesté
en cerrar la puerta. Jamie aparece en la puerta y se detiene en seco al verme.
—Hola. —Le sonrío, avergonzada de estar parada aquí sola, mirándome
en lencería—. Me estaba vistiendo.
—Joder, Pippa. —Sus ojos se oscurecen, la mirada se mueve de mi
rostro a mi cuerpo, y luego vuelve a subir—. Quédate ahí.
—Qué vas a…
Se acerca, se arrodilla frente a mí y me baja las bragas.
—Oh… —Mis palabras se cortan cuando lame una línea firme en mi
coño—. ¿Tú, debería…? —Mis ojos ruedan mientras su lengua se arremolina
alrededor de mi clítoris en círculos rápidos. Vaya. Es difícil pensar cuando 315
hace eso. Ya estoy mojada—. ¿Quieres que me acueste en la cama?
—No. —Gime, enterrando su rostro más profundamente entre mis
piernas. Engancha una gran mano alrededor de la parte posterior de mi
muslo, tirando de el sobre su hombro, y mis manos vuelan a su cabello para
mantener el equilibrio—. No quiero estropear tu lindo cabello.
Probablemente deberíamos hacerlo así.
—Está bien —suspiro, con los ojos cerrados mientras desliza dos dedos
dentro de mí.
Más tarde, después de correrme sobre la boca de Jamie, correspondo
felizmente.
—Te vas a poner esto de nuevo —dice, recuperando el aliento, con las
fosas nasales dilatadas mientras pasa los dedos por la correa de mi liguero.
—Bien por mí. —Lo beso y paso mis manos por su espeso cabello—.
Probablemente deberíamos terminar de vestirnos.
Después de terminar de arreglarme y de que Jamie se duchara y se
vistiera, entré a la sala de estar con mi vestido. Se me corta el aliento al verlo
de pie junto a las grandes ventanas, mirando la montaña cubierta de nieve
con las manos en los bolsillos, luciendo tan guapo y fuerte en su esmoquin.
Se gira al oír mis pasos.
—Pippa —dice mi nombre como una oración, mirándome. Parpadea
como si fuera un sueño—. Eres tan bella. —Saca su mano de su bolsillo,
sosteniendo una pequeña caja negra—. Te tengo algo.
Lo abre y mis labios se separan. En una delicada cadena de plata, una
piedra gris azulada capta la luz, brillando intensamente. Es del mismo color
que mi vestido. Algo cálido inunda mi pecho y es difícil respirar por
completo.
—Es hermoso. —Miro a Jamie, y me mira con interés—. Es demasiado
—le digo, porque mi corazón está explotando en confeti en este momento.
—¿Te gusta?
Asiento, mirando el collar. No puedo evitar sonreír. Es espectacular.
—Me encanta.
—Entonces no es demasiado. —Levanta suavemente el collar y abre el
broche con una destreza impresionante. Es tan divertido ver sus grandes
manos sostener algo tan delicado. Inclina su barbilla hacia mí—. Date la
vuelta, pájaro cantor. —Su voz es baja, y un escalofrío me recorre la espalda.
Hago lo que me dice y Jamie coloca el collar. Más escalofríos recorren
mi espalda cuando sus dedos rozan la parte de atrás de mi cuello.
—Allí —dice, y me giro. Su mirada cae al collar, y cuando me da esa
316
pequeña y seria sonrisa, mi estómago da un lento y cálido giro hacia
adelante—. Hermoso.
—Gracias. —Muerdo mi labio, mirando el collar, pasando mis dedos a
lo largo de la fina cadena—. Me encanta.
—Bien.
Mi sonrisa es tímida mientras miro mi vestido. Todo sobre hoy, sobre
mi vida en este momento, se siente como un cuento de hadas. La princesa
va al baile con un hermoso vestido, desmayándose por el apuesto príncipe.
No es solo el vestido, el collar, la lencería, el cabello y el maquillaje. Me
siento hermosa con Jamie. Nunca me sentí más especial y hermosa que
sentada en el regazo de Jamie la otra mañana, sin maquillaje, con el cabello
mojado y desordenado, usando su vieja sudadera con capucha de hockey.
La confianza que me ayudó a construir en los últimos meses se filtró en mis
venas, cada vez que decía puedes hacerlo o creo en ti o eres tan talentosa,
pájaro cantor, y ahora es parte de mí.
Le doy a Jamie la sonrisa más brillante que tengo.
—Vamos, guapo.
Se ríe sorprendido, y puedo decir que le gusta ese apodo.
Capítulo 66
PIPPA
Fuera del salón de baile, la mano de Jamie se desliza en la mía, y su
mirada seria y atenta busca mi rostro.
Mi corazón está palpitando. En el elevador, él no quería estropear mi
maquillaje, así que besó una línea suave y tortuosa en mi cuello mientras
miraba nuestro reflejo en el espejo, sin aliento. Una parte de mí quería
quedarse en ese elevador para siempre para no tener que enfrentar a Zach.
Una parte de mí no podía creer que el hermoso e imponente tipo con
esmoquin fuera mío. Y una parte de mí rugía de ira y resentimiento porque 317
Zach se abrió paso de nuevo en mi vida después de lo que hizo.
El pulgar de Jamie acaricia mi mano. Estamos a punto de encontrarnos
con la persona que me lastimó, y sus instintos protectores están
aumentando, como en la fiesta de despedida. Excepto que esta vez, es peor,
porque Zach robó mi canción y la hizo suya.
Respiro hondo, lo miro, contando cada pestaña oscura que bordea sus
ojos verdes. Sus ojos me lo dicen todo: Jamie no dejará que nadie me haga
daño esta noche.
Recuerdo las palabras de Jamie fuera de la fiesta de despedida sobre
volver al hielo y cómo cada vez que tenía miedo de hacer algo audaz, me
sorprendía mi valentía.
—Sé que nunca dejarás que me pase nada —le susurro a Jamie. Un
sentimiento energizado, fuerte y obstinado llena mi pecho, y me paro un
poco más derecha—. Y yo tampoco lo dejare.
Puedo defenderme ahora. Jamie me ayudó a desarrollar esa habilidad
y ahora está floreciendo.
—Vamos a fingir que no está allí —le digo a Jamie. Aprieta la mandíbula
y le sonrío—. Me vestí bonita para ti, y no voy a dejar que arruine esto.
Su expresión dice que quiere discutir, pero su expresión se suaviza.
—Bueno.
—Ven aquí, guapo. —Cuando se inclina, le doy un beso en la mejilla
antes de llevarlo adentro.
—Vaya, Hartley —dice Hayden tan pronto como entramos. Lleva un
esmoquin como Jamie, con su propio ojo morado—. Alerta de nena.
Me río y Jamie gruñe.
—Cuidado, Owens —le dice a Hayden, pero él sólo sonríe y le da una
palmada en el hombro.
Otros jugadores de hockey nos encuentran y estamos rodeados. Me
siento como un elefante bebé en el círculo de adultos gigantes, mirando a
su alrededor con miradas cortas, en busca de Zach. Nunca había visto tanta
gente hermosa en un lugar. El salón está repleto de jugadores de hockey
vestidos con esmoquin y veo rostros familiares de los equipos de Vancouver
y Calgary, la mayoría de ellos con pruebas de la pelea de anoche. Reconozco
algunas celebridades, actores y músicos. Mi corazón se detiene ante una
mujer con largo cabello rubio platinado, pero se gira y dejo escapar el
aliento. No es Layla. Es una mujer de un reality show.
Hazel me encuentra y me ilumino al ver su vestido magenta.
—Te ves preciosa.
Me hace un gesto, con los ojos casi desbordándose de su cabeza. 318
—Tú te ves genial.
Empujo a Jamie a mi lado.
—Alguien contrató peluquería y maquillaje para ponerme guapa esta
noche.
Me mira, la comisura de su boca se curva hacia arriba antes de saludar.
—Hazel.
—Jamie. —Mira entre nosotros. La mano de Jamie está en mi espalda
baja, tranquilizadora pero posesiva, y ella sonríe mientras lo mira con
aprobación—. Buen trabajo, Streicher. Sin embargo, todavía voy a darte una
paliza en fisio.
Asiente.
—Lo supuse.
Se sonríen el uno al otro como si fueran amigos, y mi corazón da un
vuelco.
—Bien —tararea Hazel antes de mirarme, con expresión seria—.
Todavía no lo he visto.
Me inclino y bajo mi voz.
—¿Cuál es la Mesa 16?
Indica una mesa al otro lado del salón.
—Estamos en el otro lado de la habitación, gracias a la mierda. —Niega,
las fosas nasales dilatadas—. Cuando vea a ese tipo, voy a destruirlo.
—Ponte en fila —le dice Jamie, con los ojos ardiendo.
—Nadie va a arruinar a nadie —les digo, y estoy sonriendo porque amo
a estas dos personas—. No vamos a hacer una escena, porque quedaremos
como idiotas. —Me enderezo y levanto la barbilla—. Vamos a ignorarlo.
—Pero… —comienza Hazel.
—Ignorarlo. —Asiento y le sonrío.
Sus ojos se estrechan, y después de un largo momento, cede.
—Vamos a tomar un poco de alcohol.
Minutos más tarde, Hazel, Jamie y yo estamos en nuestra mesa,
charlando con los jugadores y bebiendo champán, cuando se acerca Rory.
Un hematoma púrpura rodea su ojo izquierdo y tiene una raspadura
roja en la mandíbula. Incluso con las heridas de anoche, se ve muy bien con
su esmoquin y su nuevo corte de pelo.
—Hola, Pips. —Me envuelve en un gran abrazo—. Te ves mucho mejor
cuando no llevas esa fea camiseta de Vancouver. 319
Una risa sale de mí antes de que pueda detenerla. Miro a Jamie y pone
los ojos en blanco. Sin embargo, la comisura de su boca se contrae.
Rory se aleja y asiente hacia Jamie.
—Streicher. —Mete las manos en los bolsillos, estudiando el daño que
hizo en el rostro de Jamie—. Bonito brillo.
Jamie inclina su barbilla hacia él.
—Lo mismo digo.
Pasa un segundo, y espero la tensión familiar que corre entre ellos, pero
no aparece.
Jamie se aclara la garganta.
—Vamos a las clases de yoga caliente de Hazel los domingos —le dice
a Rory. Hazel está fuera del alcance del oído, hablando con Alexei—. Podría
ayudarte a estar en mejor forma.
Rory se ríe.
—Maldito imbécil.
Jamie casi sonríe ante eso. Miro entre ellos, fascinada. Los hombres
son tan raros.
—¿Hartley? —Rory levanta la voz, con la mirada desviándose hacia
Hazel. Su boca se inclina en una sonrisa burlona, pero hay más en su
expresión. Sinceridad, como si quisiera asegurarse de que ella lo quiere
allí—. ¿Te parece bien si me uno al yoga?
Lo estudia antes de encogerse de hombros con una expresión fría, como
si no le importara.
—Como quieras.
En una mano, sostiene una bebida, pero la otra está a su lado, su dedo
índice frota la yema de su pulgar en círculos rápidos. Su tic nervioso.
A ella le gusta él. La emoción revolotea en mi estómago. A Hazel nunca
le gustan los chicos, prefiere usarlos y dejarlos de lado.
Los ojos de Rory son suaves mientras la mira. Su expresión se parece
mucho a cómo me mira Jamie.
—Te ves hermosa —le dice Rory frente a todos, y no hay ni una pizca
de burla en su tono.
Parpadea, sorprendida por este lado de él.
—Gracias. —Se está sonrojando y apenas puede mirarlo a los ojos, y
escondo mi sonrisa girándome para observar a Jamie.
320
Me lanza un guiño rápido. Él también lo ve.
El maestro de ceremonias pide a los invitados que tomen asiento y
comienza la cena. En la mesa 16, hay un asiento vacío. Zach no ha llegado.
Mis manos se retuercen en mi regazo. Tal vez va a faltar.
Hay discursos, una presentación sobre el trabajo de la organización
benéfica este año y un video de jugadores y otras celebridades en el hospital
infantil local. En un momento, Jamie aparece en la pantalla, sentado en una
silla pequeña, dejando que una niña le ponga una tiara, y es tan
jodidamente lindo que me duele el corazón.
Su mano viene a mi regazo mientras escuchamos el último de los
discursos, y me da esa sonrisa tranquila y privada.
Mi corazón se acelera, y sé que tengo que decirle cómo me siento.
Pronto. Cuando el momento sea el correcto.
Cuando terminan los discursos, comienza la verdadera fiesta. La
música suena y las bebidas fluyen. Como todos los postres que Jamie sigue
trayendo, y Hayden nos hace reír tanto a mí como a Hazel que no podemos
respirar. El asiento de Zach en su mesa permanece vacío y me relajo más.
Miro a Jamie, y está hablando con el entrenador Ward, que se ve demasiado
guapo con su esmoquin para haber sido jugador de hockey. Jamie está a
gusto, rodeado de todos estos tipos que claramente lo admiran, y siento una
oleada de gratitud porque los tiene.
Termino lo que me queda de champán y atrapo la mirada de Jamie,
indicándole que voy a usar el baño de damas. Cuando salgo del baño
momentos después, Jamie está apoyado en una mesa cercana, esperando
pacientemente.
—No tenías que acompañarme —le digo.
Se encoge de hombros.
—Te veías un poco inestable allí, pájaro cantor.
Me río.
—No estoy borracha. Sólo me siento un poco tonta esta noche. —Zach
no apareció, y siento que se me ha quitado un peso de encima. Mi cabeza
zumba agradablemente, pero no estoy borracha.
—Puedes ser ambos. No me importa. —Se estira y me quita el cabello
del hombro. La diversión brilla en sus ojos—. Te sujetaré el cabello mientras
vomitas.
Mi pecho tiembla de la risa. Me encanta este lado tonto de él.
—No voy a vomitar. —Enlazo mi mano alrededor de su brazo,
sintiéndome en las nubes y feliz. Zach no se presentó, y esta gala ha sido
muy divertida. Me siento hermosa y especial.
321
Justo afuera de las puertas que conducen al salón, alguien se interpone
en nuestro camino y mi pulso se detiene. En un instante, los sentimientos
flotantes y felices se evaporan, dejándome vacía.
Zach.
No puedo respirar. A mi lado, Jamie se pone rígido.
—Pippa —dice Zach. Sus ojos se mueven sobre mí con asombro, como
si me viera bajo una nueva luz.
La nueva Pippa. En lugar de tenis y jeans, estoy usando un vestido
caro, con mi cabello en ondas glamorosas, con un jugador de hockey
profesional cerniéndose sobre mí. Zach me mira como si mi valor hubiera
subido.
La ira parpadea en mi estómago, porque nada de esto importa. No
importa el vestido, no importa el peinado ni el maquillaje. Ni siquiera
importa que Jamie sea un deportista profesional, porque él es mucho más
que eso.
Soy mucho más que todo esto. Jamie se preocupaba por mí mucho
antes de esta noche. Recuerdo la forma en que me miró después de que
toqué esa canción para él en su sala en medio de la noche. Eso es lo que le
importa a Jamie. Las cosas reales. No todo este artificio.
—¿Puedo hablar contigo? —Zach le dedica una mirada a Jamie,
frunciendo los labios—. ¿A solas?
—No —decimos Jamie y yo al unísono.
Mi mano se desliza en la suya, y me da un apretón tranquilizador. Le
devuelvo uno.
—Está bien. —La irritación cruza el rostro de Zach, y la familiaridad de
eso me hace sentir mal.
En mi cabeza, busco el plan de juego tranquilo y genial que expuse
hace horas. Ignora a Zach. Él no importa. No hagas una escena.
La rabia tamborilea en mi sangre y mi mandíbula se pone firme. Este
tipo me hizo sentir que no era suficiente. Me rompió el corazón, y luego me
invitó a esa estúpida fiesta para poder restregármela. ¿Conoces a Layla?
Tomó algo que creé, se rio de mí y luego lo hizo suyo.
—Todas esas cosas con Layla —comienza Zach, sacudiendo la cabeza—
. No está funcionando. Cometí un error. —Se mueve sobre sus pies—. Ella
no eres tú.
Algo se mueve a través de mi rabia. Ella no soy yo, ¿es porque ella se
enfrentó a él? ¿Quería ser tratada como una igual, en lugar de una musa
groupie únicamente para su uso?
Pensé que este momento sería más dulce de lo que es. Pensé que me
sentiría reivindicada, pero en cambio, estoy triste por Layla. 322
También estoy jodidamente enojada.
Mis ojos se estrechan mientras lo estudio, observándolo cada vez más
incómodo. Esperaba que me marchitara y me derribara por él, sin duda.
Cometí un error, dijo, pero me pregunto cuál cree que fue el error.
No se arrepiente de lastimarme. No se arrepiente de lo que hizo. Sólo
lamenta que no haya salido como él quería.
—¿Qué está sucediendo? —Hazel está de pie a diez pasos de distancia,
la mirada va de Zach a mí y a Jamie.
—Pippa lo está manejando —le dice Jamie, y cuando lo miro a los ojos,
veo que lo cree.
Jamie sabe que puedo defenderme.
Hazel cruza los brazos sobre su pecho y se para a mi otro lado. Ella y
Jamie son como dos guardaespaldas, rondando.
—Intentémoslo todo de nuevo. —Las palabras de Zach se precipitan,
teñidas de desesperación frenética—. Será diferente. —Su garganta trabaja
de nuevo, y se aferra a mi mirada.
Mierda, realmente debe estar en problemas. Hago el cálculo mental. La
gira ha terminado y es probable que su sello discográfico esté planeando la
próxima. Y mientras tanto, estará grabando un nuevo álbum.
Oh. Ahí está. No tiene a nadie que le dé ideas sin querer crédito.
Lástima que ya no soy esa chica. Esa rabia de antes resuena a través
de mí.
—Tomaste mi canción. —Mi voz es confiada y canalizo la mirada de
Jamie—. La escuché. ¿La canción que toqué para ti? La hiciste tuya.
Zach retrocede, desconcertado.
—¿Qué, eso? Eso no era una canción, Pippa. Eso era un desastre, y lo
limpiamos.
La ira se vierte de nuevo en mi sangre, y parpadeo hacia él.
Me rechaza.
—Los artistas toman de unos a otros todo el tiempo. Nada en el arte es
original.
Lo dice de una manera tan condescendiente, como si yo no tuviera idea
de cómo funciona la industria de la música. Mi corazón late, y nunca había
estado tan enojada. Todo el dolor de los últimos meses se arremolina dentro
de mí como un torbellino, acumulando energía. Siento que estoy a punto de
lanzar fuego e incendiar todo este hotel.
Hazel hace un ruido furioso en su garganta. 323
—Acaba con él —dice en voz baja, como en los videojuegos que solíamos
jugar cuando éramos adolescentes.
Algo fuerte me atraviesa y lo dejo libre.
—Tú no quieres lo mejor para mí —le digo a Zach, con una sonrisa
torcida en mi boca—. Quieres lo mejor para ti. Siempre lo has hecho.
Parpadea, aturdido.
—Nunca fuimos iguales. —Aunque mis manos están temblando, mis
hombros se deslizan hacia atrás y esa llama en mi pecho parpadea más
brillante, más caliente—. Y todavía no lo somos, ¿verdad? Crees que me
estás haciendo un favor.
Palidece antes de burlarse, y nunca se ha visto tan feo como cuando
me mira así, como si no fuera nada.
—Te estoy haciendo un favor. —Resopla, y duele—. ¿Qué estás
haciendo ahora? Nada en la música.
—Ella grabó un demo con Ivy Matthews —interrumpe Jamie con un
tono afilado.
Sus palabras dieron en el blanco, porque Zach se ve atónito de nuevo.
Ivy es su ballena blanca, y la obtuve. Aunque no salga nada de mi
demostración con ella, me eligió a mí y no a él.
Le doy a Zach una sonrisa triste. No quiero estar más enojada con él,
porque mientras esta ira me energiza, me va a dejar agotada. Sólo quiero
deshacerme de él, pasar a una vida mejor.
—Adiós, Zach. —Miro a Jamie y veo el orgullo en sus ojos—. Vamos —
les digo a él y a Hazel, y el brazo de Jamie me rodea los hombros.
No miro hacia atrás mientras nos alejamos.

324
Capítulo 67
JAMIE
Estoy asombrado de Pippa.
Tú no quieres lo mejor para mí. Quieres lo mejor para ti. Nunca nos viste
como iguales.
Amo a esta mujer, y necesito decírselo. Cuando nos acostamos en la
cama anoche, casi lo digo, pero me contuve. Ahora, en el elevador que sube
a nuestra suite, apenas puedo evitar soltarlo.
Me encanta cuidar de Pippa, pero ella no me necesita. Puede cuidarse 325
sola, y la amo por eso. En mi mente, veo nuestro futuro juntos, y lo deseo
demasiado.
Pippa es mi persona para siempre. Lo sé ahora. Creo que siempre lo
supe.
—Eres increíble —le digo, y una sonrisa se muestra en su rostro.
—Gracias a ti.
—No. —Sacudo mi cabeza—. Eso fuiste todo tú, pájaro cantor. —La
empujo para que retroceda hacia la pared, sosteniendo su mirada. La
electricidad hierve a nuestro alrededor, y me encanta la forma en que me
mira, tan confiada y dulce—. ¿Te he dicho lo jodidamente hermosa que eres?
—murmuro, peinando su cabello hacia atrás antes de besar su cuello.
Se ríe en voz baja bajo mi toque.
—Sí.
—Bien. —Mordisqueo su hombro. Se le corta el aliento, y me encanta
cómo suena.
Estoy tan perdido por esta chica. Me encanta cada sonido que hace.
Las puertas se abren en nuestro piso y tomo su mano, llevándola a la
suite. En el interior, su mirada recorre el espacio. La chimenea está
encendida, hay una botella de champán esperando en un cubo de hielo y, a
través de las ventanas, brillan las luces de la pista de esquí.
Presiona sus manos frente a su pecho con una mirada soñadora en su
rostro.
—Nunca quiero irme de este lugar.
Comprare un lugar en Whistler, decido, para los fines de semana. Un
lugar como este, estilo cabaña acogedora, donde Pippa, Daisy y yo podremos
venir a relajarnos. ¿De qué sirve ganar millones si no los gasto en las
personas que amo, haciendo las cosas que importan?
Esto es lo que importa.
En el dormitorio, entrelazo mis dedos con los de ella, mi corazón late
con fuerza mientras la beso, sumergiéndome en su boca cálida y acogedora,
amando cada bocanada de aire, cada gemido silencioso. Bajo su cremallera,
dejando que el vestido caiga a sus pies.
Pippa permanece de pie en esa lencería, luciendo jodidamente deliciosa.
Cada célula de mi cuerpo canta por esta diosa. Me paso la mano por el
cabello mientras el deseo late en mi sangre.
—Joder —suspiro, memorizando cómo sus tetas llenan el encaje, cómo
las bragas abrazan sus curvas, cómo sus perfectos pezones rosados apenas
son visibles. Paso mi pulgar sobre uno de los picos, y sus párpados caen
hasta la mitad. 326
Hay una tienda de lencería cerca de nuestro apartamento, pasé por allí
y pensé en ella cientos de veces. Iré allí mañana, decido, a comprar la mitad
de la tienda para Pippa. Mi mandíbula se tensa cuando la imagino usando
las bragas que le compré. Su jadeo mientras las arranco.
Jesucristo, eso es jodidamente caliente.
Mi linda Pippa me desabrocha la pajarita y siento una punzada de
afecto. Desnudarse el uno al otro se siente familiar, y recuerdo cuando el
valet se refirió a ella como mi esposa.
Me gusta eso. Mi boca se curva mientras me desabrocha los botones de
la camisa. Me gusta mucho. Me imagino a esta mujer con mi anillo en su
dedo, y algo posesivo late en mi pecho.
A mí también me gusta esa imagen.
Me quita la chaqueta y la camisa y caen al suelo antes de que su mano
se deslice sobre mi polla.
—Me encanta lo duro que te pones —respira, observando su mano
trabajar sobre mis pantalones antes de mirarme con una sonrisa juguetona.
Oh sí. Ella está recibiendo un anillo. Uno grande. Fuerte y llamativo.
Asquerosamente exagerado. Lo odiará, estoy seguro, pero quiero que la
gente lo vea a un kilómetro de distancia. Del espacio. Quiero que sea una
señal para todos de que está tomada.
—¿Porque sonríes? —pregunta, risueña.
Es tan linda. No la obligaré a usar un anillo que no le guste. Nunca
podría hacer eso. Puede usar el anillo que quiera.
Descanso mi frente contra la suya mientras me acaricia. La necesidad
se aprieta en mi cuerpo, y mi sangre late por ella.
—Espera.
Su mano se detiene.
—¿Qué sucede?
Mis fosas nasales se ensanchan mientras inhalo. Mis sentimientos por
Pippa aumentan y se intensifican, rompiendo como olas en un océano
tormentoso, desesperado por salir. Sin decirle la verdad de cómo me siento,
todo, la intimidad entre nosotros se siente incompleta. Retrocedo y busco
sus ojos.
—Te amo. —Mis palabras son un murmullo silencioso mientras observo
su reacción, y mi corazón golpea contra la pared frontal de mi pecho. Nunca
le he dicho esas palabras a una chica. Nunca me había sentido así, y es
estimulante y aterrador—. Te amo demasiado, Pippa. Estoy enamorado de
ti. Quiero todo contigo.
Sus labios se separan, y su pecho sube y baja rápidamente mientras
327
mis palabras se hunden. Por favor, que se sienta de la misma manera, le
pido al universo.
—Eres todo para mí. —Mi Pippa. Mi distracción, la chica contra la que
siempre he sido impotente—. Te quiero en mi vida. Me haces tan, tan
jodidamente feliz, pájaro cantor, y espero hacerte feliz a ti también.
—Tú lo haces —dice inmediatamente, y sus manos se deslizan a la
parte trasera de mi cabello—. Me haces feliz. Eres todo para mí, también. Yo
también te amo —susurra.
Mi corazón se abre de golpe, expandiéndose en mi pecho.
—Esperaba que dijeras eso.
Mi boca cae sobre la de ella, y el suave ruido en su garganta hace que
mi sangre vibre. Me ama, y no tengo que contenerlo más. Ella me ama, y
estamos haciendo esto.
Me ama, y esto es para siempre.
Mis manos caen a sus tetas y mis pulgares frotan círculos iguales en
sus pezones sobre la tela de su brasier. Se arquea en mis manos,
balanceándose sobre sus pies. Una risa oscura retumba de mí, y deslizo una
mano en sus bragas.
Su coño está empapado. Gime, haciendo una mueca de placer mientras
la acaricio, arrastrando una fricción lenta y delicada sobre ella.
—Mierda —respiro—. Estás tan mojada.
Asiente, mirándome como si fuera un salvavidas. Me agarra para
mantener la estabilidad, y envuelvo un brazo alrededor de sus hombros para
mantenerla erguida mientras la toco. Es tan suave, tan húmeda, tan cálida,
y no puedo tener suficiente.
—Te has corrido dos veces hoy —le digo en un tono bajo y burlón—.
Mira lo excitada que estás.
Asiente de nuevo, humedeciendo sus labios, y es ese destello de su
lengua lo que me hace gotear líquido preseminal. Saco mi mano de sus
bragas y observo su expresión vidriosa mientras chupo la humedad de mis
dedos. Gimo ante su gusto, dándole una sonrisa maliciosa, deleitándome
con su mirada de incredulidad y asombro.
—Te necesito desnuda, pájaro cantor —le digo, desabrochando su
sujetador y bajando sus bragas—. Necesito que te desnudes para mí para
poder hacer que te corras de nuevo. —La guío hasta la cama cerca del borde,
cerniéndome sobre ella y buscando uno de sus pezones erizados con mis
labios, trabajando el otro con mis dedos.
—Eso siempre se siente tan bien. —Sus palabras son un susurro bajo
y debil, y me duelen los testículos de necesidad ante el tono desesperado y
complacido de su voz. 328
Me encanta complacer a Pippa. Me encanta hacerla sentir bien y me
encanta ser el único hombre que lo ha hecho tan bien. Su cabello está
esparcido sobre la almohada, y es una de las cosas más impresionantes que
he visto, Pippa debajo de mí, mirándome así. Hace que me duela el corazón.
—Abre tus piernas para mí, nena —susurro contra su pecho—. Abre
las piernas para que pueda seguir haciéndote sentir bien.
Obedece, y una oscura satisfacción me recorre por haber seguido mis
instrucciones tan obedientemente. Tan confiada, como si supiera que nunca
la lastimaría.
Sus abdominales se tensan mientras froto su clítoris.
—Jamie —gime con frustración, y me rio antes de bajar mi boca hacia
ella.
Su sabor golpea mi lengua y gimo dentro de ella, empujando sus
muslos para que pueda profundizar más. Mi lengua recorre su hendidura
arriba y abajo, rodeando su clítoris, sumergiéndose en su apretado centro,
deslizándose sobre cada terminación nerviosa sensible hasta que sus manos
están en mi cabello, tirando.
—No puedo tener suficiente —jadea.
—Bien. —Chupo su clítoris y su espalda se arquea fuera de la cama—.
Tampoco puedo.
Mientras trabajo mi lengua sobre ella, me desabrocho el cinturón y saco
mi polla, dándole unas cuantas caricias fuertes.
Jesús. Estoy cerca. Estoy demasiado cerca.
—Estás jugando conmigo. —Su voz es fina, entrecortada, acusadora—
. Te estas burlando de mí.
—Puedes apostar a que lo estoy. —Dibujo círculos lentos y ligeros en
su clítoris antes de chupar con fuerza, y sus caderas se inclinan,
presionándola más contra mi boca—. Eres mía para jugar. ¿No es así, pájaro
cantor?
Asiente, tirando de mi cabello, y la sensación se dispara por mi
columna. Chupo su clítoris con un ritmo latente y sus muslos se agitan
alrededor de mi cabeza. Alrededor de mis dedos, sus músculos se flexionan.
—Usa tus palabras, nena. Dilo para que pueda escucharte.
—Sí —gime mientras froto su punto G—. Soy tuya para jugar. Soy tuya.
—Buena chica. Eso es lo que me gusta escuchar. ¿Quieres venirte?
Sus manos se aprietan en mi cabello.
—Sí.
—Pídelo amablemente. 329
—Por favor —suplica—. Por favor, haz que me corra. Por favor cariño.
Cedo y chupo con fuerza su clítoris mientras paso mi lengua sobre el,
trabajando su punto G en el ritmo constante y palpitante que la hace perder
la cabeza.
Mi mano libre se desliza debajo de ella, entre sus nalgas, provocando,
y levanta la cabeza para poder verme.
—¿Alguna vez él te tocó aquí, pájaro cantor?
La yema de mi dedo se desliza por su entrada trasera, mojada por su
excitación, y chilla, sacudiendo la cabeza.
—¿Quieres que yo lo haga? —Rodeo el capullo apretado, frotando
suavemente.
Sus ojos se cierran mientras deja escapar un gemido alto y desesperado
que nunca antes había escuchado.
—Sí, por favor.
Deslizo mi dedo dentro de su culo, tan lento y cauteloso, y cuando
empiezo a acariciarlo, se aprieta a mi alrededor.
—¿Bien? —pregunto, sonriendo.
Está asintiendo frenéticamente, respirando con dificultad, diciendo
cosas como por favor y sí. Deslizo mi lengua sobre su clítoris de nuevo,
succionando, y en cuestión de segundos, se inclina fuera de la cama,
dejando escapar un gemido alto y desesperado y apretando todos mis dedos.
Mi rostro está empapado con su excitación mientras sus muslos tiemblan a
mi alrededor, y estoy tan duro que me duele.
—Jamie. —Me alcanza, con el pecho agitado mientras recupera el
aliento—. Te necesito aquí.
Me arrodillo en la cama, colocándome sobre ella, dejando un rastro de
besos por su cuello y pecho.
—Te viniste tres veces hoy —le digo, sonriendo.
Sus ojos brillan y me sonríe.
—Hiciste que me viniera tres veces hoy.
El orgullo late en mi pecho.
—Jodidamente correcto, lo hice —digo, y bajo mis caderas, deslizando
mi polla contra su centro resbaladizo. Tiembla cuando me froto contra su
clítoris, y sus piernas se abren más.
Se agacha para inclinarme en su entrada, y ya estoy empujando sin
pensar dentro de ella, mi polla palpita por lo apretada, húmeda y cálida que
está.
330
—Ay dios mío. —Sus manos están en mi cabello y la mirada de felicidad
agonizante en su rostro hace que mis testículos se tensen—. Oh, Dios mío
—repite.
Una pizca de cordura se abre paso.
—Condón —gimo. No estoy usando uno. Estoy a mitad de camino y
temblando de necesidad, pero nunca haría esto sin su consentimiento.
—Estoy tomando la píldora. —Se pone seria, y su lengua sale para
lamerse los labios—. Nunca había estado sin condón antes.
Mi cerebro tartamudea, y cada instinto básico ruge a la vida. Más que
nada, quiero correrme dentro de ella. Quiero hacerla mía, total y
completamente.
—Yo tampoco —le digo, tragando. Mi polla late dentro de ella y se le
corta el aliento.
Asiente, apremiándome, y sus caderas se inclinan, buscando más. Me
hundo el resto del camino, y cada pensamiento en mi cabeza se desvanece.
Follar a Pippa sin condón es el nivel más alto del cielo. El ruido que me
desgarra la garganta es sobrenatural. Cuando salgo y empujo hacia adentro,
deja escapar un gemido bajo.
—¿Necesitamos hacer eso? —pregunto con los dientes apretados
mientras empujo. Su olor flota en mi nariz, y sólo me pone más duro. Está
tan mojada que puedo escucharme entrar y salir de ella, y los agudos
pinchazos de dolor de sus uñas clavándose en mi espalda me empujan más
cerca de mi orgasmo.
No puedo aguantar mucho más.
—¿Qué cosa? —jadea.
—La… —Lucho por decir las palabras, pero todo en lo que puedo
pensar es en lo jodidamente increíble que se siente a mi alrededor. No pensé
que fuera posible sentir esta elevada sensación de placer. Es más aguda que
cualquier dolor de cualquier lesión. Correrme dentro de ella me arrancará
el cerebro de la cabeza—. Donde te quedas atascada en tu cabeza —me las
arreglo—. Loa cosa de decir lo que sentimos que hacemos.
Está sacudiendo la cabeza y el movimiento es errático.
—No necesito ayuda. Estoy cerca, Jamie.
Gracias a la mierda, porque no puedo manejar esto por mucho más
tiempo. El calor se enrosca en mi interior, retorciéndose y pulsando.
—Tócate a ti misma. Enséñame lo que puedes hacer. Quiero verte hacer
que te corras mientras te follan.
Su mano cae entre nosotros hasta donde nos unimos, y mi respiración
es un silbido cuando me acaricia. Sus dedos trabajan su clítoris en círculos
331
suaves y rápidos, y su expresión es gloriosa, haciendo una mueca de placer
y desesperación mientras perseguimos nuestros orgasmos.
Sus labios forman una O mientras me mira como si no pudiera creerlo.
Mi control se desliza, y me introduzco con más fuerza. El collar que le
compré rebota con sus tetas mientras la follo, y el orgullo late en mi sangre.
—Te amo mucho. —Mi voz es áspera. La presión en la base de mi
columna aumenta rápidamente—. Tan jodidamente mucho, Pippa.
Ella asiente, una y otra vez.
—Te amo. Ay dios mío. —Su boca se abre—. Estoy llegando.
Con un jadeo ahogado, aprieta mi polla y mi orgasmo se dispara hacia
mí. Mi mundo se reduce a ella: sus pechos llenos, sus labios carnosos, sus
hermosos ojos azul grisáceos, nublados por la lujuria y aferrándose a mi
mirada. Entro en ella, sin control y reclamando, mientras mi liberación se
acerca a mí.
Me rompo en un millón de pedazos, viniéndome dentro de Pippa. Mi
frente cae sobre la de ella, y estoy gimiendo mientras mi visión se vuelve
blanca. El placer más intenso de mi vida atraviesa cada célula de mi cuerpo
mientras la lleno, gritando su nombre.
Mi mundo vuelve a enfocarse y respiro por aire, mirando a Pippa con
incredulidad.
—Santa mierda.
Una carcajada sale de ella, y luego yo empiezo a reír, y luego nos reímos
juntos. Esa fue la experiencia física más intensa de mi vida, y nos reímos
entre nosotros.
Amo a esta chica. Con Pippa, nunca me había sentido tan completo.
Todo lo que secretamente quería, lo tengo.
Nunca la dejaré ir.

332
Capítulo 68
PIPPA
Me despierto a la mañana siguiente en una cama enorme y cómoda,
acurrucada contra el pecho de Jamie. La luz del sol entra a raudales por las
ventanas, y mi cuerpo se siente tanto relajado como deliciosamente dolorido
por lo que hicimos anoche... y nuevamente en medio de la noche.
—Buenos días —murmura Jamie en mi cabello, y sonrío contra su piel,
pasando mis dedos por el rastro de vello en el pecho que conduce a sus
bóxers.
—Buen día. —Mi voz es suave y un poco tímida después de anoche.
333
Dijo que me amaba.
Lo dije de vuelta.
Lo miro. Me mira con su propia sonrisa y mi corazón se acelera. Espero
que esa emoción nunca desaparezca. Paso mis dedos alrededor del moretón
en su ojo, estudiando los tonos de verde en sus ojos mientras me mira.
—¿Cómo te sientes? —pregunta, y su mano se desliza sobre mi cadera.
Por la forma en que lo pregunta, y porque es Jamie, quien resultó ser
implacablemente cariñoso, sé que está preguntando sobre todo: Zach, el
sexo, los te amo.
—Un poco adolorida —admito—, pero no me arrepiento de nada.
—Bien. —Estudia mi rostro como nadie más lo ha hecho, y me doy
cuenta de que ha estado haciendo eso desde el día que entré en su
apartamento hace tantos meses.
Mis dedos recorren su pecho y se le pone la piel de gallina en los
músculos.
—¿Tú?
Su manzana de Adán se balancea, y hay un destello de vulnerabilidad
en su rostro.
—Sólo un arrepentimiento.
Me congelo.
—Quería pedirte que vinieras al Grad —dice antes de que pueda
dejarme desinflar—. En la secundaria.
Mis cejas se juntan y puedo sentir el impacto en todo mi rostro.
—No.
Grad es la gran cena y baile para todos los estudiantes que se gradúan,
la versión canadiense del baile de graduación. Los estudiantes de último año
pueden llevar citas.
—Sí —enfatiza, y la forma en que parpadea y mira hacia otro lado me
hace pensar que está un poco nervioso—. Te busque en las fiestas, Pippa.
Fui a todos los conciertos de la banda sólo para verte cantar y tocar.
Pregunté si tú y Zach estaban juntos, pero nadie lo sabía. Pensé que había
una posibilidad de que fueras soltera, y reuní el coraje para pedirte que
vinieras conmigo, y luego lo vi sosteniendo tu mano.
En mi mente, estoy de vuelta en la cafetería de la escuela cuando Zach
desliza mi mano en la suya de la nada, y mi corazón se retuerce.
Jamie hace un ruido de frustración con la garganta y frunce el ceño.
Lindo. Tan malditamente lindo.
—Lo dejé pasar, pero pensé en ti durante años después de eso. —Su
334
boca se inclina hacia arriba—. Cuando apareciste como mi nueva asistente,
pensé que estaba alucinando.
Todo esto se hunde, y una risa sorprendida sale de mis labios.
—¿Ibas a pedirme que fuera contigo?
Un rubor se extiende por sus mejillas como si estuviera avergonzado, y
lo amo. Amo tanto a este hombre. Una amplia sonrisa tira de mi boca y mi
pecho está a punto de estallar de felicidad.
—Tuve el mayor enamoramiento por ti en la secundaria —le digo.
Frunce el ceño.
—No.
—Sí. —Niego hacia él, sonriendo—. Jamie, no tienes idea de cómo te
ves, ¿verdad?
Se ríe, una risa fuerte, brillante y alegre de alivio y diversión que llega
directo a mi corazón.
—Ven aquí. —Me pone encima y mis piernas caen a ambos lados de
sus caderas, a horcajadas sobre él.
Nos miramos el uno al otro por un momento, su mano en mi cabello y
la mía en el suyo, quitándoselo de la frente.
—¿Recuerdas cuando derramé el Slurpee sobre mí? —le pregunto.
Se ríe.
—Sí. Estaba a punto de ir a buscar servilletas para tratar de ayudarte,
pero saliste corriendo.
Si me hubiera quedado unos segundos más, tal vez todo hubiera sido
diferente. Pero entonces no habría aprendido algunas lecciones difíciles pero
importantes con Zach.
Me inclino para besar a Jamie y siento su sonrisa contra mis labios.
—¿Pájaro cantor?
—¿Mmm? —Mis labios se deslizan sobre su barba y la sensación me
hace suspirar.
—Te amo mucho.
Cuando abro los ojos, puedo ver la verdad en su mirada. Mi corazón se
aprieta por el hombre que nunca pensé que conseguiría.
—Yo también te amo. —Dejo un beso en su boca—. Guapo —agrego, y
en una fracción de segundo, me voltea sobre mi espalda mientras grito de
risa.

335
Capítulo 69
JAMIE
Pippa y yo conducimos a casa por la sinuosa autopista Sea to Sky,
escuchando música, hablando y admirando las montañas boscosas y los
lagos de color azul claro.
Nunca he sido tan jodidamente feliz. Nunca me había sentido así, y
cuando pienso en lo mucho que traté de resistirme a ella, me río.
—¿De qué estás sonriendo? —pregunta Pippa desde el asiento del
pasajero.
336
Me estoy riendo del hecho de que pensé que alguna vez podría alejarme
de ella. Me estoy riendo porque de alguna manera pensé que suspirar por
ella por el resto de mi vida era una mejor opción que esta. Mejor que estar
juntos. Mejor que decirnos cómo nos sentimos.
—Simplemente feliz —digo, y me devuelve la sonrisa.
—Yo también.
—Bien.
Mi teléfono suena a través del Bluetooth. Es el número de mi mamá.
— Hola —respondo—. Estamos de camino a casa. Deberíamos estar allí
en una hora y media.
—¿Este es Jamie? —pregunta una voz de mujer, y Pippa y yo fruncimos
el ceño.
La inquietud sube en mí, inundando mis venas.
—¿Sí?
—Llamo desde la sala de emergencias del Lions Gate Hospital —
continúa.
Suena la alarma y se me seca la boca. Ese es el hospital en el norte de
Vancouver. Nos acercamos a un mirador en la carretera, así que me detengo
para estacionar.
—Tu mamá tuvo un ataque de pánico. Está bien, pero nos gustaría que
alguien la recogiera.
Mi mente da vueltas mientras golpeo el volante con los nudillos
blancos. Está mejor. Tiene un terapeuta y estaba buscando medicamentos.
No ha tenido un ataque de pánico desde aquella noche en que Pippa y yo
fuimos. Estamos más allá de esto.
Ella está mejor.
La mano de Pippa está en mi hombro y sus ojos están llenos de
preocupación.
—Está bien —le digo, porque no sé qué más hacer.
—Su auto ha sido remolcado a una tienda local —continúa la mujer, y
algo en mi pecho se arruga.
—¿Estaba conduciendo? —Miro a Pippa con sorpresa. Se está
mordiendo el labio inferior con los dientes.
—Parece que tuvo un ataque de pánico mientras conducía y luego
golpeó el auto de un oficial de policía.
Mi estómago se hunde. No puedo creer esto. Esto no se siente real.
—Joder —murmuro, pasándome la mano por el cabello—. ¿Qué pasa 337
con su medicación? ¿No la tomó hoy?
Hay una larga pausa y mi estómago se hunde aún más.
—No tengo conocimiento de ningún medicamento —dice la mujer—.
Ella no enumeró ninguno en el formulario de admisión.
Me mintió. Todas las conversaciones evasivas en las que pensé que sólo
necesitaba espacio. Nunca recibió medicación. Un dolor de cabeza crece
detrás de mis ojos. Esto es mucho peor de lo que podría haber imaginado.
Conducía y golpeó un auto policíal. Se supone que debe estar cuidando a
Dais…
Mi pulso explota.
—¿Había un perro en el auto?
Si algo le pasara a Daisy, no podría soportarlo. Nunca me lo perdonaría.
—No —responde la mujer—. Dijo que la perra se quedó en casa.
Pippa y yo nos miramos aliviados. Eso es algo, al menos.
—Estaremos allí tan pronto como podamos —le digo a la mujer.
Colgamos y miro a Pippa. Me siento perdido y confundido, y de repente,
tengo diez años otra vez, vuelvo a casa de la escuela con mi mamá
durmiendo a las tres de la tarde, con las persianas cerradas. Hay una
sensación que se hunde de decepción y temor en mis entrañas.
—Pensé que estaba mejor —le digo a Pippa—. Pensé que lo tenía
controlado.
—Lo sé. —Asiente, todavía con esa mirada preocupada—. Yo también
lo hice. Sin embargo, mejorar no será un proceso lineal.
Me quedo en silencio, porque no quiero señalar que, para empezar, tal
vez nunca mejoró.
Durante la próxima hora y media, conducimos en silencio mientras le
doy vueltas a todo lo que pensé que era verdad.
Pensé que mi mamá estaba mejor y que no me necesitaba para
gestionar su vida.
Pensé que podía con todo.
Por una vez, pensé que podría tener algo para mí.

—Te mandare a casa —le digo a Pippa mientras nos acercamos al


hospital. Estoy irritado con el estrés, la preocupación y la frustración—.
Necesito lidiar con esto solo. Te pediré un Uber.
338
Desde el asiento del pasajero, me mira con incredulidad.
—No.
—Sí. —La tensión se anuda en mis entrañas. Mis instintos para tomar
el control y arreglar las cosas están en su punto más alto. Incluso yo lo
puedo ver, sin embargo, lo que he estado haciendo hasta ahora no está
funcionando.
Estoy tan jodidamente perdido. No sé qué hacer.
—No me iré a casa —dice Pippa, cruzándose de brazos. Su tono es
obstinado, y exhalo un largo suspiro.
Si mi madre no puede progresar, o incluso intentarlo, no veo cómo
funcionaremos Pippa y yo, y eso me está rompiendo el corazón. Tal vez no
dañe nuestra relación en este momento, pero eventualmente lo hará. No
puedo hacerle eso a Pippa. No puedo seguir eligiendo a mi mamá sobre ella.
No puedo poner cada gramo de mi energía en preocuparme por mi mamá.
El dolor se retuerce en mi pecho. Todo lo que nos dijimos ayer fue en
vano.
—Bien. —Estamos llegando al estacionamiento del hospital—. Quédate
en el auto, entonces.
El dolor parpadea en sus ojos.
—No.
No tengo la energía para discutir con ella.
—Bien.
Dentro de la sala de emergencias, la enfermera de la recepción nos
indica cómo llegar a la habitación de mi madre y nos apresuramos por el
pasillo.
Llegamos a la puerta y Pippa me toca el brazo.
—Voy a esperar afuera —dice—. Estoy aquí si necesitas algo.
Me preparo para cualquier tormenta de mierda que esté esperando
dentro de esta habitación.
—Gracias.
En su habitación, mi mamá está charlando alegremente con las
enfermeras, riendo y sonriendo. Es una jodida fiesta aquí. Me ve y suspira,
rodando los ojos.
—Oh Dios mío. —Mira a las enfermeras—. ¡Candace, te dije que no lo
llamaras! —Hace una mueca ante mi ojo morado—. Uf, mira esa cosa.
¿Como estuvo tu viaje?
La miro con incredulidad, y algo de enojo y frustración gotea en mi 339
sangre.
—¿Podemos tener un momento a solas? —pregunto a las enfermeras y
se van.
Cuando estamos solos, mi mamá se mueve bajo mi mirada.
—Cariño, estoy bien…
—No digas que estás bien. —Me siento enfermo—. No digas que estás
bien, que no fue nada, que no necesitas ayuda.
Se ríe con sorpresa, pero no tiene humor.
—No necesito ayuda.
—Golpeaste un auto policial.
Hay silencio por un momento, y sólo nos miramos el uno al otro. Hay
un cambio dentro de mí, y cuando busco esa paciencia infinita, no está allí.
En cambio, encuentro traición y frustración.
Algo tiene que cambiar, y hasta ahora, he sido yo. Con mi mamá, yo
siempre soy el que se somete. He estado alentando a Pippa a que se defienda,
se ponga en primer lugar, haga lo mejor para su carrera y su vida, pero no
he seguido mi propio consejo.
—Me mudé aquí por ti —le digo, pero también me lo digo a mí mismo.
Agita una mano.
—Te mudaste aquí porque echabas de menos Vancouver.
—No. —Cruzo los brazos sobre mi pecho. Puedo sentir lo fuerte que late
mi corazón—. Me mudé aquí por ti porque empezaste a tener ataques de
pánico y claramente no pudiste manejarlo por ti misma.
Parpadea como si la hubiera abofeteado, y aunque mi corazón se
encoge al verla herida de esta manera, necesita escuchar la verdad. Ha
estado huyendo de eso durante tanto tiempo.
—Tuviste un ataque de pánico y tuviste un accidente automovilístico,
así que mudé toda mi vida aquí para cuidarte.
Su mandíbula se tensa mientras mira al suelo, y es como mirarse en
un espejo. Un nudo se deshace en mi pecho cuando digo la verdad. Sus
dedos van a su pulsera, girando las cuentas. No encontrara mis ojos.
—La enfermera en el teléfono dijo que no estabas tomando
medicamentos.
—No necesito esas cosas —murmura mi mamá—. Lo intenté. —Se
refiere a años atrás, cuando su depresión estaba en su peor momento—. Me
volvió loca.
—Eso fue hace quince años. —Mi voz es áspera—. Hay nuevos
medicamentos ahora y nuevas investigaciones. Médicos especialistas en 340
ansiedad. —Hago una pausa, a punto de hacer una pregunta cuya
respuesta creo saber—. ¿Encontraste un nuevo terapeuta como dijiste?
Mira las cuentas mientras las hace girar.
—No funcionó.
—Así que eso es un no. —Suelto un suspiro.
Lo veo tan claramente, todo dispuesto frente a mí. Va a seguir
empeorando, y voy a socavar mi vida hasta que no quede nada porque no
quiero herir sus sentimientos. Y mientras tanto, me diré a mí mismo que no
puedo tener a la mujer que amo porque no tengo tiempo para ella.
Mi corazón duele. Amo a Pippa y no quiero renunciar a ella. Amo a mi
mamá, y no quiero verla empeorar.
—¿Por qué conducías sola? —pregunto suavemente.
Un músculo hace tictac en su mandíbula y sus ojos se quedan fijos en
su brazalete.
—Necesitaba algo de la tienda. Fue solo un viaje rápido.
Podría haberse lastimado gravemente a sí misma o a otra persona. Si
Daisy se hubiera encontrado en el auto...
Ni siquiera puedo pensar en eso. Quiero mucho a esa perra.
—Sabes que tienes ataques de pánico mientras conduces y, sin
embargo, te pusiste al volante. ¿En qué se diferencia esto de lo que hizo
papá?
Su cabeza se levanta porque he tocado un nervio. Bien.
—Jamie. —Su tono es afilado.
Nunca le había hablado así. Nunca hablamos de él.
Doy un paso adelante, cruzando mis brazos sobre mi pecho.
—Estás ignorando el problema y está empeorando. Me mentiste acerca
de encontrar un terapeuta.
Su boca se aplana.
—Miré. —Su voz es pequeña—. Miré y luego solo… —Se congela,
sacudiendo la cabeza. —No pude.
—¿Por qué?
Levanta las manos, la incomodidad irradia de ella en oleadas, pero no
me importa.
—No quiero hablar más de esto.
Mi pulso se acelera. 341
—Nunca quieres hablar de eso.
—Este no es tu problema. Déjame lidiar con eso.
Mi cabeza está a punto de estallar.
—No quiero que cargues con esto sola, porque te amo y te debo todo,
pero tienes que darme algo. —Me paso una mano por mi rostro y mi pecho
se hunde aún más en la derrota—. Ya no sé qué hacer. Si no puedes
cuidarte, si siempre estoy preocupado por ti, no puedo tener una vida
normal. ¿Sabes lo que me dije durante años, mamá? Me dije a mí mismo
que no podía conocer a nadie ni casarme hasta que me retirara del hockey
porque necesito concentrarme en mi carrera y cuidar de ti.
El dolor destella a través de sus ojos.
—Estoy enamorado de Pippa. —Mi voz se suaviza cuando pienso en la
mujer fuera de esta habitación—. La amo y quiero estar con ella, pero me
preocupa que se interponga en el cuidado de ti. —Froto el dolor en mi
pecho—. No sé qué hacer.
El rostro de mamá decae, y se ve tan desconsolada.
Trago mi garganta espesa y tomo asiento a su lado en la cama.
—Te amo mucho. Me mata ver que esto sucede.
Pasa los dedos por las cuentas de su muñeca y respira lenta y
profundamente.
—Sentí tanta culpa por lo que pasó con tu padre —susurra, cerrando
los ojos con fuerza por el dolor—. Si hubieras estado en el auto, nunca me
lo hubiera perdonado.
—Lo sé. —Nunca ha dicho esto en voz alta, pero de alguna manera, lo
sé.
—Nunca he sido la madre que necesitabas. —Una lágrima se escapa de
su ojo y se la limpia rápidamente antes de sacudir la cabeza para sí misma—
. Pensé que esas cosas habían quedado atrás. —Sus ojos están llorosos
cuando se encuentra con los míos, y su garganta trabaja. Sé que se refiere
a la depresión y la ansiedad—. Quería que quedara atrás con tantas ganas.
—Siempre te sentiste culpable porque nunca hiciste que papá
obtuviera la ayuda que necesitaba, ¿verdad? —pregunto.
Me mira a los ojos y asiente.
—¿Cómo es diferente lo que estás haciendo? —Mi voz es suave porque
esta va a ser la verdad más difícil de digerir—. Sabes en el fondo que
necesitas ayuda y estás ignorando el problema.
En sus ojos, lo veo todo: culpa, preocupación, arrepentimiento,
autodesprecio y resignación.
—Sí —dice, desanimándose—. Tienes razón. 342
—No quiero tener razón.
Una sonrisa triste se dibuja en su rostro.
—Es difícil admitir que hay un problema. —Se detiene—. Que tengo un
problema.
—Lo sé.
Su mirada se eleva hacia la mía.
—Quiero que tengas todo.
—Quiero que consigas un terapeuta y abordes esto como sé que
puedes. —Pienso en Pippa y en las cosas por las que ha pasado con su ex,
en cómo trató de diezmar su confianza, pero ella se levantó más fuerte y
brillante—. Tener estos problemas no te hace débil. Te hace más fuerte, y sé
que puedes hacer esto.
Pasa un momento en el que solo nos miramos. Las cosas han cambiado
para mejor. Puedo sentirlo.
—¿Amas a Pippa? —pregunta en voz baja, sus ojos vagando sobre mí
con cálida admiración.
Resoplo.
—¿Eso es con lo que te quedaste de todo esto?
Se ríe ligeramente y suspira.
—Voy a conseguir un terapeuta, voy a hablar con ellos sobre la
medicación y voy a intentarlo seriamente. Porque no quiero ahogarme más
en esto y quiero que seas feliz. —A través de su tristeza y vergüenza, sus
ojos brillan con burla—. Entonces, ¿amas a Pippa?
Sonrío y mi corazón se expande, llenando cada rincón de la habitación.
—Sí. Amo a Pippa.
—¿Y ella te ama?
— Sí —dice Pippa desde el pasillo.
Los dos nos echamos a reír.
Pippa asoma la cabeza por la puerta con una sonrisa avergonzada. Se
está sonrojando.
—Lo siento.
Mi mamá le hace señas para que entre.
—Adelante, adelante.
Pippa entra en la habitación y se apoya en la mesa cerca de la puerta.
—¿Se divirtieron ustedes dos en la gala? —pregunta mi mamá.
Pippa y yo nos miramos sonriendo. 343
—Sí. —Sonríe más y me pregunto qué parte estará recordando—. Jamie
se veía muy guapo.
—Y Pippa se veía muy hermosa. —Levanto mis cejas hacia ella—.
Siempre lo hace.
—Quiero ver fotos —dice mi mamá, mirando entre nosotros con una
sonrisa complacida—. ¿Y ustedes se aman?
Sostengo la mirada de Pippa mientras mi corazón da un vuelco.
—Sí.
Mi mamá hace un zumbido feliz.
—Esperaba que eso sucediera.
—Yo también —admito.
Mi mirada cae en la mano izquierda de Pippa y me pregunto si es
demasiado pronto para pensar en comprarle un anillo.
Probablemente.
Pero tal vez no.
Salimos del hospital y llevamos a mi mamá a casa, y cuando Daisy nos
ve, corre y salta a mis brazos, moviéndose como loca de emoción mientras
Pippa y mi mamá se ríen.
Pippa no se apartó de mi lado hoy, incluso cuando exigí
obstinadamente que se fuera a casa en un ataque de pánico y vergüenza.
Ha estado allí para mí desde el primer día, incluso antes de que
estuviéramos juntos, y sé que incluso si la recuperación de mi madre toma
más tiempo de lo esperado, no estoy solo.
Pippa no es sólo el amor de mi vida; ella es mi familia

344
Capítulo 70
PIPPA
Un mes después, mis padres, Hazel, Donna y yo nos dirigimos al palco
en la Arena después de uno de los juegos de Jamie. Nos sentamos detrás de
la red, y cuando Jamie nos saludó a través del cristal, pensé que mi papá
iba a empezar a llorar de la emoción.
Jamie había sugerido a mis padres que vinieran de visita, insistiendo
en hospedarlos en un hotel cercano. Anoche, nos invitó a todos a cenar. Es
como si quisiera conocerlos mejor.
Rescindí mi solicitud para el trabajo de marketing y Jamie habló con el
345
equipo para extender mi contrato hasta que descubra un plan con respecto
a la música. Ha habido un silencio por parte de Ivy Matthews, y aunque
estoy decepcionada, no me impide escribir más.
He tocado en seis micrófonos abiertos por la ciudad en el último mes.
Estoy haciendo esto, y voy a darlo todo, porque importa.
Los nervios vibran en mi estómago cuando entramos en la sala. Me
estoy demorando en contarles todo esto a mis padres porque sé que no
reaccionarán bien.
En el palco, mi mamá conversa con Donna, Hazel y algunos otros. Los
jugadores que visitaron Silver Falls para el Año Nuevo saludan a mi papá
como un viejo amigo y le agradecen nuevamente por el desayuno que
preparó para todos, y los jugadores que no ha conocido se presentan de
inmediato. Cuando finalmente llega Jamie, no parece sorprendido de ver a
mi padre enfrascado en una conversación con Ward sobre las jugadas
defensivas de esta noche.
—Hola nena. —Jamie deja caer un beso en mis labios y sonrío.
—Hola. ¿Le dijiste a todos que vinieran a saludar a mi papá?
Las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba.
—Sí.
Este hombre. En serio. Es perfecto.
—Gracias.
Su mirada es tan cálida y satisfecha mientras recorre mi rostro, mi
cabello.
—¿Por ti, pájaro cantor? Cualquier cosa.
Me ruborizo de placer. Estoy tan feliz con este hombre.
Donna y mi mamá se ríen a carcajadas.
—Se están poniendo como una casa en llamas —le susurro a Jamie,
sonriendo, y sus ojos son cálidos cuando mira a su mamá.
Después del accidente automovilístico, Donna se tomó en serio la tarea
de abordar su ansiedad y sus ataques de pánico. Dos veces por semana,
Jamie la lleva a la consejería, espera pacientemente en el auto y luego van
a almorzar. Si él está fuera de la ciudad, yo la llevo. Incluso se unió a algunas
sesiones a pedido del consejero de Donna, y aunque tienen mucho terreno
por recorrer, parece que están progresando. Donna habla más abiertamente
sobre sus problemas ahora. La escuché mencionárselo a mi mamá durante
el juego.
Le sonrío a Jamie.
—Gracias por alojar a mis padres en un hotel.
346
—Feliz de hacerlo. —Sus labios rozan mi oído mientras baja la voz—.
No quiero que te estes silenciosa esta noche.
Un escalofrío me recorre la espalda mientras reprimo una sonrisa
descarada. Mis muslos se aprietan juntos, pensando en su lengua entre mis
piernas anoche, y luego en él tomándome contra la pared después, con mis
piernas envueltas alrededor de su cintura. Decirle que lo amaba desató algo
en Jamie, y ha estado demostrando su amor por mí de muchas, muchas
maneras.
No me estoy quejando.
—Vamos al bar. —Interrumpe Hayden. Señala a mis padres—. ¿Ken?
Maureen? ¿Donna? Vienen con nosotros, ¿verdad?
Mi papá está a punto de desmayarse de felicidad.

El Filthy Flamingo está lleno de ruido, risas, conversaciones y música,


interrumpido por la bebida ocasional que se derrama. Todo el equipo está
aquí, incluso Ward. Todavía está conversando con mi padre, pero sus ojos
se detienen en Jordan detrás de la barra.
El tipo de sexo casual de Jordan está en el pequeño escenario, tocando
la guitarra y cantando, y escucho la nueva canción que está probando. Se
trata de querer más de una chica que no está interesada, y sus ojos también
permanecen en Jordan todo el tiempo. Realmente necesita afinar su
guitarra.
—Amigos, me voy a tomar un breve descanso —dice al micrófono, y sus
ojos se encuentran con los míos—. Pero espero que nuestra amiga Pippa
pueda tocar para ustedes mientras tanto.
Mis ojos se abren como platos cuando todos se vuelven hacia mí. Hazel
me da un asentimiento alentador.
—Sí, Pippa —aclama uno de los jugadores. Uno de los jugadores más
borrachos aúlla como un lobo.
Mis padres me miran confundidos. Saben que actúe en la víspera de
Año Nuevo (todo el mundo en Silver Falls lo sabe), pero no saben que es algo
habitual.
No me han visto tocar en vivo en años. Mi pulso se acelera mientras los
nervios bailan en mi estómago. Lo llaman un pasatiempo y todavía creen
que voy a tener una carrera en marketing.
Sin embargo, si quiero estar en la industria de la música, tengo que 347
tocar frente a la gente, incluso si tengo miedo.
Me pongo de pie, y la gente a mi alrededor aplaude. Mis padres se ven
desconcertados ante la respuesta. Mi pulso late en mis oídos mientras subo
al escenario. Sé qué canción voy a tocar porque todo está muy claro ahora.
Cuando escribí canción tras canción sobre Jamie, era yo diciéndole que lo
amaba. Cuando escribí una canción sobre luchar con las expectativas de los
demás, era yo quien me golpeaba contra la jaula que me rodeaba.
—Hola —digo en el micrófono, rasgueando la guitarra—. Soy Pippa
Hartley.
Algunas personas se ríen, porque soy amiga de todos en esta sala.
Me lanzo a la canción, y cuando miro a mis padres, están escuchando
con gran atención. Mi mamá tiene una sonrisa dulce pero triste, y mi papá
me mira como si fuera un jugador de la NHL. Algo me duele en el pecho. Mi
mamá toma la mano de mi papá y él le murmura al oído. Asiente y sonríe
de nuevo.
Canto con todo mi corazón. Canto sobre querer más, querer creer en
mí misma, querer liberarme y ser yo misma. Canto sobre ir por lo que quiero
porque no quiero arrepentirme ni un sólo momento. No quiero perder un
segundo haciendo otra cosa que no sea seguir mi pasión y propósito.
Estar aquí arriba es donde debo estar. Incluso si no sale nada de eso.
Incluso si toco en bares por el resto de mi vida.
Jamie me mira cantar con una mirada orgullosa, como si fuera todo
para él.
Canto sobre cómo vale la pena correr el riesgo y, cuando termino, el
bar estalla en vítores y aplausos.
De vuelta en la mesa, mis padres están sin palabras. No me han visto
actuar desde la secundaria, y en ese entonces, solo interpretaba versiones
de canciones, nunca algo que escribiera. Tomo asiento y Jamie mira entre
mis padres y yo, listo para intervenir si es necesario, pero niego.
Jamie se defendió ante su madre, y yo puedo defenderme ante mis
propios padres. Si quiero una carrera en la industria de la música, tendré
que acostumbrarme a defenderme.
—No aceptaré el trabajo de marketing —les digo a mis padres.
La expresión de mi mamá es cautelosa.
—¿La oferta fue demasiado baja?
—Tienes que negociar. —Mi papá se inclina hacia adelante—. Esperan
que negocies el salario, Pippa.
—No. —Niego—. Por favor, déjame terminar.
La preocupación pasa por sus rostros. A mi lado, Jamie espera, 348
dejándome manejar esto.
—No hicieron una oferta porque rescindí mi solicitud. —Tomo una
respiración profunda, observándolos procesar esto. Mi mamá está asustada,
pero lo está ocultando. Puedo decirlo por la mirada en sus ojos—. No quiero
ese trabajo.
Mi papá parpadea.
—Dijiste que lo querías.
—No creo que lo hiciera. —Me estremezco—. Pensé que era lo correcto.
—Señalo el escenario por encima del hombro y pienso en el ejercicio mental
que Jamie me hizo hacer en el bosque y en todos los momentos increíbles
que imaginé—. Eso es lo que quiero hacer. Quiero una carrera en la
industria de la música. Quiero escribir mi propia música e ir de gira por
todo el mundo tocando para la gente. Me hace feliz. —Me encuentro con la
mirada fija de Jamie—. Y puedo hacerlo. Tengo talento y trabajo duro.
Mis padres guardan silencio mientras esto se asimila.
—Estoy tan agradecida por todo lo que han hecho por mí —continúo—
. Trabajaron muy duro para pagar mi universidad y se los devolveré. Cada
centavo.
—No —dice mi padre rápidamente, frunciendo el ceño—. No queremos
eso.
—Concuerdo —agrega mi mamá—. Ese dinero era para que tuvieras
opciones.
—Exactamente. Siempre quisimos que ustedes chicas tuvieran
opciones. —Mi papá mira a Hazel a unas mesas de distancia—. Queríamos
que tuvieran todo porque no tuvimos eso.
Mi mamá respira hondo, moviéndose en su asiento, luciendo incómoda.
Sé que está pensando en cómo no entró en la compañía de ballet cuando
tenía veinte años. Pasó tres décadas enseñando danza cuando no era su
pasión.
—Sé lo que estás pensando —le digo, y ella levanta una ceja. Mi pulso
se acelera porque odio estar en conflicto con ellos de esta manera—. Estoy
haciendo un gran movimiento y no hay garantía de que vaya a funcionar.
Las probabilidades están en mi contra.
Hay un momento en el que sólo me estudia, y es lo más seria que la he
visto.
—Va a ser difícil, Pippa.
—Lo sé.
—Va a ser lo más difícil que hayas hecho y existe la posibilidad de que
termines enseñando música a niños de cinco años. —Su tono es práctico, 349
como si me estuviera explicando una receta. El dolor destella a través de
sus ojos azul grisáceos—. Es difícil fallar en algo que amas. Duele mucho.
Mi pecho se tensa por ella, y mis manos se retuercen.
—Lo sé, pero todavía tengo que intentarlo, o me arrepentiré para
siempre.
Ella considera esto por un largo momento, y me preocupa que no esté
convencida, pero luego mira a mi papá. Algo pasa entre sus miradas, una
comunicación silenciosa perfeccionada durante décadas de matrimonio, y
su expresión se suaviza.
—No queremos que labores en un trabajo que odias —admite—.
Queremos que seas feliz. —Mira hacia el escenario. —Estar arruinado es
realmente difícil, cariño.
—Nunca estará arruinada —interrumpe Jamie, y la mirada que me
envía me dice que habla en serio.
Intento no reírme de su actitud protectora.
—Estoy de acuerdo con que las cosas sean difíciles —les digo—. Valdrá
la pena.
Estamos todos en silencio en medio del ruido del bar.
—Eres realmente talentosa, cariño —dice mi papá con una mirada
melancólica en sus ojos—. Nunca te habíamos visto así. Mientras tocabas,
le dije a tu mamá, ella parece una profesional allí arriba.
Mi mamá asiente y me sonríe como si me viera bajo una nueva luz.
—Parecía que pertenecías allí arriba.
Algo se desenrolla en mi pecho, hilo a hilo, hasta que me siento libre.
—Pertenezco allá arriba.
La mano de Jamie cubre la mía en mi regazo, y entrelazo mis dedos con
los suyos. Me envía un guiño rápido y mi corazón salta.
—Ella grabó un demo con un productor —les dice.
—¿Lo hiciste? —Papá mira entre nosotros.
Asiento, sonriendo y apretando la mano de Jamie.
—Sí. Lo hice.
Mis padres intercambian una mirada.
—No lo decimos lo suficiente —dice mi papá, y hay un temblor en su
voz—. Estamos orgullosos de ti. No importa qué.
—Realmente lo estamos. —Asiente Mamá—. Te queremos tanto. 350
Sus palabras son todo lo que quería escuchar, y parpadeo para
quitarme el escozor en los ojos.
—También los amo —susurro, sonriendo.
Mi papá se pone de pie.
—Abrazo grupal. —Hace un gesto a Hazel a unas mesas de distancia—
. Hazel, cariño, tú también. Ven aquí.
Me rio y mi padre nos atrae a todos en un cálido abrazo.
—Hola, ustedes dos. —Jordan está detrás de nosotros, gesticulando
hacia mí y Jamie. Ella está sosteniendo una cámara Polaroid—. Vengan
aquí. Quiero tomarles una foto.
Jamie me tira contra él, y el destello cegador se dispara justo cuando
me da un beso en la sien, haciéndome sonreír.
La cámara saca la foto y, un minuto después, aparece nuestra imagen.
La foto es arrebatada de mis manos.
—Me quedo con eso —dice Jordan antes de caminar detrás de la barra
y clavar la foto en la pared.
—Parecemos felices —le digo a Jamie, y me sonríe.
—Lo somos, pájaro cantor.
Esa noche, estoy frente al lavabo del baño, preparándome para ir a la
cama, cuando mi teléfono suena con un correo electrónico. Lo leo, y mi
corazón salta a mi garganta.
—Pippa —llama Jamie desde nuestro dormitorio—. ¿Vienes a la cama?
Leo el correo electrónico de nuevo, con las manos temblando.
Está sucediendo. En realidad, está sucediendo.
Unos pasos se acercan y Jamie aparece a mi lado.
—¿Qué ocurre?
Le sonrío, aturdida y eufórica.
—Nada está mal. Todo es asombroso.
Una carcajada sale de mí porque Jamie es tan hermoso y guapo de pie
aquí con sus ajustados bóxers negros, e Ivy Matthews me ha ofrecido un
contrato de grabación con su nuevo sello discográfico.
Ya ni siquiera reconozco mi vida. 351
Cuando le muestro a Jamie mi teléfono, una gran sonrisa aparece en
su rostro.
—Pájaro cantor. —Lo dice de la misma manera que dice te amo.
La emoción brota de mis ojos y sonrío con tanta fuerza que duele.
—Sí.
—Lo hiciste.
—Lo hice por ti. —Una lágrima se derrama—. Porque me mostraste que
podía.
—Siempre lo tuviste en ti. —Sus manos están en mi cabello mientras
levanta mi rostro hacia él—. Siempre.
Suspiro mientras me besa, y mi corazón está tan completo. Voy a
escribir una canción sobre este momento.
—Te amo —le digo por décima vez hoy.
Se aleja para mirarme a los ojos, y su mirada está llena de afecto.
—Pippa, te he amado por mucho más tiempo de lo que pensaba.
En un momento, sus manos están sobre mí y estoy sobre su hombro
mientras camina hacia el dormitorio. Me río mientras estoy boca abajo y le
doy una palmada en el culo.
Me da un apretón.
—Vamos a recuperar el tiempo perdido.

352
Epílogo
PIPPA
Siete Meses Después

—Listo para la entrada de Pippa —dice el técnico de escenario en mi


auricular.
La Arena vibra con energía. Contra las cegadoras luces del escenario,
puedo ver el parpadeo de los teléfonos en la multitud. Mi sangre zumba con 353
un millón de emociones a la vez, y tomo una respiración profunda,
conectándome a tierra. A lo largo de la gira, he encontrado un ritual en los
momentos previos al comienzo del espectáculo.
Los últimos siete meses han sido una locura.
Ivy Matthews fundó su propio sello discográfico y grabamos un álbum
juntas.
La guitarra de mis sueños cuelga de mi cuerpo, mis dedos descansan
sobre las cuerdas y el mango. Un zumbido bajo pulsa mientras los vítores
se apagan. Todo el mundo está esperando, observando.
Lanzamos el álbum, y luego todo se volvió loco. Dos de las canciones
subieron rápidamente en las listas e Ivy movió algunos hilos en la industria
para conseguirme el puesto de apertura en esta gira. Normalmente lleva
años lograr este tipo de progreso, pero Ivy estaba decidida.
Hay diecinueve mil setecientos asientos en esta Arena, y esta noche,
todos están llenos. Claro, están aquí para ver al artista para el que estoy
abriendo en esta gira, pero estoy de pie en el escenario con un bonito vestido
azul, tocando música que escribí.
Una amplia sonrisa se extiende por mi rostro, y mi corazón se hincha.
Estoy aquí, viviendo mi sueño, y estoy muy agradecida.
—Buenas noches, Vancouver —digo al micrófono, y la multitud
vitorea—. Es bueno estar en casa. Soy Pippa Hartley.
La multitud vitorea de nuevo y miro hacia los bastidores, donde Jamie
observa con un pase VIP colgando de su cuello. El afecto y el orgullo en sus
ojos me encienden. Me ha estado siguiendo de gira todo el verano, pero el
partido inaugural de la temporada es esta semana en este mismo estadio,
así que haremos la relación a larga distancia hasta noviembre, cuando
termine la gira.
Paso las yemas de los dedos por mi collar, el que tiene la piedra gris
azulada. Cuando estoy en el escenario o él está en el hielo, así es como le
digo que lo amo. Me encuentro haciéndolo constantemente, incluso cuando
no está cerca.
—Y esta es una canción sobre enamorarse.
La multitud ruge y le sonrío a Jamie.
“Pippa y banda en cinco, cuatro, tres”
Dos, uno.
La banda y yo empezamos a tocar la canción que escribí sobre Jamie,
y mi corazón está muy lleno.

354

Dos noches después, estamos de regreso en la misma Arena, excepto


que el piso está cubierto de hielo en lugar de un mar de fanáticos de la
música. Jamie y los otros jugadores terminan de calentar, y yo espero en la
entrada del hielo, micrófono en mano. Los fanáticos del hockey están llenos
de emoción después de la temporada pasada. Aunque los Storm fueron
eliminados en la primera ronda de los playoffs, tuvieron una buena
temporada, más de lo habitual y el entrenador Tate Ward se ganó a los
fanáticos de Vancouver.
—¿Lista? —pregunta la coordinadora de aperturas, y le doy un
asentimiento confiado. Mi estómago se revuelve con la emoción familiar que
siempre siento justo antes de subir al escenario, pero me llena de energía.
Dice algo en su auricular, y las luces de la Arena se atenúan. La
multitud aplaude mientras los jugadores se alinean en sus lugares.
—Por favor, pónganse de pie para cantar el himno nacional como
apertura —dice el locutor.
El coordinador me hace un gesto.
—Señorita Hartley, esa es tu señal.
Me miro con la camiseta de Jamie, usando su nombre en la espalda, y
sonrío.
—Nuestro talento esta noche es de cosecha propia —continúa el
locutor—. ¡Por favor, denle la bienvenida a Pippa Hartley!
Entro en la alfombra roja y la multitud aplaude. Mientras me dirijo a
mi marca, me veo en el Jumbotron, sonriendo de oreja a oreja.
Jamie se mantiene sobre sus patines más cerca de mi marca,
arrastrando los pies sobre el hielo para mantenerse caliente. Le dedico una
amplia sonrisa y le doy un rápido saludo con la mano antes de que mi mano
roce automáticamente mi collar. Debajo de su máscara de portero, sus ojos
brillan. Está feliz de estar de vuelta en el hielo, lo puedo notar. Ha sido
increíble tenerlo conmigo de gira todo el verano, pero aquí es donde
pertenece.
Tomo mi lugar y una vez que la camarógrafa está en su lugar, asiento
a la coordinadora. Un momento después, comienza la música.
Mi voz es fuerte y clara mientras canto el himno nacional canadiense.
Mi corazón late más fuerte que nunca, y se siente increíble. Es un momento
que nunca olvidaré, y cuando tenga cien años, recordaré estar parada aquí
en el hielo, cantando con todo mi corazón en el micrófono mientras Jamie
mira con orgullo.
Canto las últimas notas, y cuando termino, la Arena estalla. Los
jugadores de Vancouver están gritando y vitoreando mucho más de lo 355
apropiado, y no puedo evitar reírme.
Jamie y yo nos miramos y llevamos sonrisas a juego de oreja a oreja.
Me dice algo.
Pájaro cantor.
—Por favor, un aplauso para Pippa Hartley —dice el locutor, y saludo a
la multitud antes de caminar hacia la entrada, fuera del hielo—. Pippa, si
pudieras quedarte ahí un momento.
Mis cejas se juntan en confusión, pero dejo de caminar. En la entrada,
el coordinador me sonríe, levanta una mano y me dice quédate ahí.
La Arena zumba y miro alrededor, confundida.
—Pippa.
Jamie está a mi lado, ya no usa su casco ni las protecciones de portero
en sus piernas, y parpadeo hacia él. En sus patines, se eleva más de lo
normal.
—¿Qué está sucediendo? —pregunto, el pulso tambaleándose. Todos
en la Arena están mirando, murmurando.
Su manzana de Adán se balancea mientras traga, y su mandíbula
vuelve a endurecerse. Ha estado actuando raro todo el día. Nervioso, un
poco inquieto. Lo asusté mucho antes cuando entré a la habitación en
silencio.
Toma mis manos. La iluminación de la Arena lo hace lucir aún más
guapo, con su mandíbula afilada, pestañas gruesas y nariz fuerte.
—Primero —dice, lo suficientemente bajo como para que sólo nosotros
escuchemos—, tú eras la chica de la que estaba enamorado en la
secundaria. La chica que no vio lo bonita, talentosa, especial e interesante
que era. —Su garganta trabaja. ¿Qué diablos está pasando ahora mismo?—
. Y luego fuiste mi asistente, la mujer que me distraía y exigía que le
devolviera su trabajo y me llamaba imbécil.
Se me escapa una carcajada y los ojos de Jamie bailan.
—No creo que haya usado la palabra imbécil —susurro.
En serio, ¿qué está haciendo? Toda la Arena está mirando.
—Lo hiciste —dice—. Definitivamente lo hiciste. Y ahora eres mi novia.
—Mis ojos están fijos en los suyos y no puedo apartar la mirada—. Pero
quiero que seas mi esposa, y quiero ser tu esposo. Quiero que seamos una
familia y vivamos juntos una vida larga y feliz.
La comprensión se precipita hacia mí como un tren de carga, y Jamie
se arrodilla para atarse el patín…
No está atando su patín. Mi corazón late. Me está mirando, sosteniendo
una pequeña caja de terciopelo negro. Cabe perfectamente en su gran 356
palma, y hay algo muy brillante dentro. Su mano libre se desliza en la mía,
y me da un cálido y reconfortante apretón.
Ya puedo escuchar la canción que voy a escribir sobre este momento.
Una ráfaga de ruido, vítores, gritos y aplausos crece a nuestro
alrededor, y vuelvo a mirar a Jamie. Hay silencio mientras la Arena espera.
Mi corazón está en mi garganta, y mis ojos se están llenando de
lágrimas.
—Yo también quiero eso. Todas esas cosas.
—Sé que somos jóvenes. —Sus ojos buscan los míos—. Y que ni
siquiera hemos estado juntos un año. —La comisura de su boca se curva—
. Aunque no me importa. Te amo, pájaro cantor. No hay duda en mi mente
de que tú eres la indicada para mí.
Ni siquiera puedo hablar. Solo estoy sonriendo, parpadeando, mientras
mi pulso se acelera. Esto no se siente real. Esto se siente como el mejor
sueño que jamás podría imaginar. Estoy tan contenta de que no tenga
micrófono para esto. Aunque todo el mundo está mirando, parece que este
momento es sólo para nosotros.
—Creo que deberíamos probar algo nuevo —dice, con la boca torcida.
Sus ojos son del verde más brillante que he visto en mi vida. Su expresión
es tan suave, tan dulce, tan amorosa—. Deberíamos intentar estar casados.
—Su expresión se rompe y resopla divertido—. Deberías ver tu rostro.
—Oh. —Estoy riendo—. Estoy ocupada mirando otra cosa. —No puedo
respirar por completo cuando lo miro a los ojos. Creo que estoy llorando. No
estoy segura—. Yo también te amo. —Sale de mi boca. Decirle a Jamie que
lo amo es como respirar, es tan fácil y verdadero. Una lágrima se derrama y
su mano se levanta para quitarla—. Quiero casarme contigo.
El pecho de Jamie se hincha y su expresión se funde en algo magnífico.
Tan orgulloso, feliz y tranquilo.
—Esperaba que dijeras eso.
Se pone de pie, y su boca encuentra la mía inmediatamente. Nuestro
beso es suave, íntimo y amoroso. A nuestro alrededor, la multitud grita,
vitorea, vocifera, patea, golpea los cristales, silba.
Ni siquiera me importa que miles de personas estén mirando.
Probablemente más, porque esto se transmite por televisión.
Todo valió la pena, toda la angustia, todo el dolor, todos los momentos
de miedo. Todos valieron la pena por esto, y pasaría mil veces por eso otra
vez para poder terminar con Jamie Streicher.
—Probablemente deberías mirar el anillo —susurra contra la comisura
de mi boca.
Miro hacia la caja que está sosteniendo, y me derrito de nuevo. 357
—Es como mi collar.
Una llamativa piedra gris azulada se asienta sobre una banda de oro
blanco, con diminutos diamantes dispersos alrededor de los bordes de la
gran piedra central. Es delicado, único y perfecto.
—Mhm. Quería que combinara, para que tú también puedas usarlo
todos los días. —Lo saca suavemente de la caja—. ¿Quieres probártelo?
No puedo quitar mis ojos de este anillo. Nunca he visto algo así.
—Sí, por favor.
La risa profunda de Jamie me hace sonreír, y me sonrojo de placer
cuando desliza el anillo en mi dedo anular izquierdo. La Arena explota con
ruido, y juro que el hielo tiembla bajo mis pies por el volumen. Los jugadores
están golpeando sus palos en el hielo, sonriendo y gritando por nosotros.
—Me encanta. —Me muerdo el labio mientras mi pecho se llena con un
millón de emociones cálidas y palpitantes.
Jamie toma mi mano, y cuando lo miro a los ojos, veo todo frente a
nosotros. Esto es solo el comienzo, y no puedo esperar a ver a dónde va
nuestra increíble vida.
—¿Estás listo para ser mío? —pregunto.
—Pájaro cantor. —Me sonríe con esa sonrisa impresionante que es sólo
para mí. Me sonríe como si yo fuera adorable, y como si me amara más que
a nada—. Siempre lo he sido.

Hazel y yo estamos arriba en el palco con Donna, esperando que


comience el tercer período. Donna sigue agarrando mi mano y sonriendo al
anillo antes de romper en lágrimas.
Está muy emocionada. Es adorable.
El teléfono de Hazel suena y lo desbloquea. A nuestro alrededor, otros
miembros del personal sacan sus propios teléfonos mientras suenan las
notificaciones. Los ojos de Hazel recorren la pantalla de su teléfono y se pone
rígida.
—Hey —la empujo.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos, parece que está a punto
de vomitar. O desmayarse. No estoy segura.
—Hay un nuevo memorándum de negociacion —dice en voz baja. El 358
personal del equipo recibe un correo electrónico cada vez que se cambia un
nuevo jugador al equipo para que cada departamento pueda prepararse.
El tono sin emociones de su voz me hace detenerme.
—¿Quién es?
Sus movimientos son rápidos mientras empuja el teléfono en su bolsillo
trasero.
—Rory Miller.
A su lado, las yemas de sus dedos trazan rápidos círculos. Su tic
nervioso.
La temporada está a punto de ponerse interesante.
¡El siguiente libro será de Rory y Hazel! ¡Espéralo!
Mientras tanto, aquí tienes una escena extra de Jamie y Pippa.

Pippa y Jamie tienen el palco del equipo para ellos solos después de que
Pippa haya estado de gira, y Jamie está decidido a mostrarle a su esposa
exactamente lo mucho que la extraño.

359
Escena Extra
JAMIE
A cuarenta metros de distancia, Pippa está en el escenario frente al
micrófono. El oro de su cabello color caramelo se ilumina bajo el foco, y lleva
una falda corta con esas botas que me encantan, las que le llegan hasta los
muslos.
Mis ojos se detienen en la franja de piel desnuda entre sus botas y su
falda. Mi mente se dirige a esta noche, después del espectáculo, cuando le
recuerde una y otra vez cuánto la amo. Lo orgulloso que estoy de ella. Lo
jodidamente sexy que la encuentro. 360
Llevamos seis meses casados y no puedo dejar de follarme a mi mujer.
En el escenario, dirige una sonrisa hacia donde estoy esperando entre
bastidores. Le guiño un ojo y su sonrisa se amplía.
—Hola, Vancouver. Soy Pippa Hartley —dice al micrófono, como
siempre lo hace. Levanta la mano y acaricia el collar, y mi corazón se aprieta.
El anillo en su mano izquierda brilla intensamente—. Y esta es una canción
sobre mi perra.
La Arena aplaude ruidosamente y se ríe mientras ajusta su guitarra.
Cuando abrió en la última gira, todavía se estaba acostumbrando a actuar
para este tamaño de público, pero en su segunda gira de apertura, ha
encontrado su equilibrio. Me encanta ver lo cómoda que se siente arriba del
escenario.
Empieza a cantar, toca la guitarra que le compré y la Arena se llena
con el dulce y angelical sonido de su voz.
La miro y no puedo imaginar mi vida sin mí pájaro cantor. Amo mucho
a esta mujer. Ni siquiera me di cuenta de que era posible amar tanto a
alguien.
Durante todo el espectáculo, me quedo entre bastidores y observo a mi
pájaro cantor vivir sus sueños, y cuando termina el concierto, mi corazón
explota cuando escucho a la multitud rugir en aplausos. El mundo merece
escuchar la música de Pippa y ella merece todos los elogios que recibe de
ellos.
—Oye, guapo —dice cuando baja del escenario. Desliza su guitarra
alrededor de su espalda, levanta la mano y rodea mi cuello con sus brazos
mientras me abraza.
—Pájaro cantor. —Le doy un beso en la sien, inhalándola—. Sonaste
increíble, como siempre.
Su sonrisa es tímida y un poco avergonzada.
—Gracias. —Inclina la cabeza hacia el escenario, donde el equipo se
está preparando para el acto principal—. ¿Quieres ver el resto del concierto?
Mi brazo está alrededor de su hombro y mis ojos se posan en la franja
de piel desnuda de sus muslos. Algo se agita dentro de mí.
—Estaba pensando que podríamos mirar desde el palco del equipo.
Hablé con el gerente de operaciones hoy. —Le lanzo una mirada burlona y
bajo la voz—. Lo tendremos todo para nosotros.
Debido a la tenue iluminación detrás del escenario, casi parece que se
está sonrojando. Sus ojos brillan con anticipación mientras se muerde el
labio.
—Bueno.
361
Después de que se comunica con el coordinador del tour, subimos al
palco privado con vista a la Arena. Introduzco el código en el teclado de la
puerta y entramos al cuarto oscuro. La única luz sale a través del cristal
que da al concierto de abajo.
—¿Quieres encender las luces? —pregunta Pippa.
La puerta se cierra detrás de mí y mis manos llegan a sus hombros.
—No.
Sonríe y entrecierra los ojos hacia mí.
—¿Qué tienes planeado?
—Solo quiero a mi esposa para mí por unos minutos. —Dejo un rastro
de besos por su cuello y, debajo de mis labios, se estremece.
La llevo a los grandes ventanales, donde el artista principal ya está en
el escenario. Pippa se mueve para tomar asiento, pero la atraigo hacia mi
regazo.
Hace un sonido de satisfacción mientras mis brazos rodean su cintura
y se apoya contra mi pecho.
—Te extrañé hoy —susurra mientras beso el área entre su cuello y
hombro. Llegó a casa hace unos días, pero ha estado ocupada con las
pruebas de sonido de las últimas presentaciones y yo he estado practicando
y entrenando.
—También te extrañé, pájaro cantor. —Mis manos se deslizan por su
cuerpo, encontrando el dobladillo de su falda. Su piel es tan suave, tan
tersa, y cuando paso mis dedos por su muslo, se le pone la piel de gallina.
Durante unos minutos, permanecemos así, mirando al acto principal,
con Pippa en mi regazo y mis manos recorriendo su cuerpo. Me deslizo bajo
su falda, su cintura, subo por sus costados, deteniéndome justo debajo de
su brasier, antes de que mis manos desciendan lentamente, sumergiéndose
en la parte superior de sus botas, trazando una línea suave a través de su
piel. El olor de Pippa me rodea, y la presión de su culo contra mi regazo
combinada con sus suaves jadeos me están poniendo duro. La excitación se
arremolina dentro de mí, pero lo tomo con calma, porque he estado
fantaseando con esto por semanas.
—Jamie —respira Pippa después de que mis dedos levantan su falda
un centímetro—. Estoy empezando a pensar que no querías venir aquí para
ver el espectáculo.
Mi risa es baja en su oído y arrastro mis dedos por la parte interna de
su muslo.
—Oh, Dios mío —susurra cuando retiro mi mano. 362
—¿Qué pasa, pájaro cantor? —Le muerdo el delicado lóbulo de la oreja
y me encanta la forma en que se arquea contra mí.
—Juegas conmigo —gime.
—Mmmm. —Mis manos se deslizan debajo del dobladillo de su blusa,
rozando su piel. Cuando le bajo las copas del brasier y encuentro sus
pezones rígidos, deja escapar un gemido bajo. Su cabeza cae hacia atrás
contra mi hombro.
La amo así, cuando es masilla en mis manos. Cuando simplemente me
deja hacer lo que quiera con ella, darle placer, jugar con ella, provocarla,
excitarla hasta que esté empapada y suplicando.
—Te amo demasiado —le digo, jugando con sus pezones, rodándolos y
pellizcándolos.
—Yo también te amo. —Su voz es débil y cada vez que se retuerce, se
frota contra mi erección, poniéndome aún más duro.
Se está desesperando. Una satisfacción engreída me recorre mientras
me acerco a sus tetas, mis caricias se vuelven ligeras y apenas visibles.
Aguanta eso durante unos diez segundos antes de agarrar mi muñeca,
probablemente para colocar mi mano entre sus piernas.
—Pon tus manos en los apoyabrazos —le digo en su lugar.
—Jamie —gime. Lo hace, sin embargo. Sus manos llegan a los
apoyabrazos y puedo verlas tensarse por la frustración—. Mandón.
—¿Qué te pasa, nena? —Contra su cuello, estoy sonriendo. Sé
exactamente cuál es el problema.
Suspira.
—Tócame.
—Te estoy tocando.
—Más. Duro. —Se frota contra mi polla, balanceando sus caderas.
Su frustración me hace sonreír más fuerte. Me encanta cuando se pone
así.
—¿Puedes ser más específica? —pregunto, haciéndome el tonto.
—Entre mis piernas.
Mis manos bajan, rozando su cintura, jugando con la cinturilla de su
falda.
—¿Qué necesita mi bella esposa?
Su respiración se detiene con mis movimientos.
—Necesito venirme. 363
Algo posesivo se retuerce a través de mí, serpenteando y pulsando. No
hay nada más satisfactorio que hacer que Pippa se corra, hacerla jadear mi
nombre mientras una parte de mí está enterrada dentro de ella. Mis dedos
llegan al dobladillo de su falda y la subo más arriba, acercándome más y
más a su centro mientras se retuerce en mi regazo, inclinando sus caderas
para encontrar mi toque.
Cuando llego a la tela entre sus piernas, está empapada.
—Nena —respiro—. Tienes empapadas las bragas.
Asiente, con los ojos fijos en el concierto a través del cristal, pero su
expresión es vidriosa, como si ni siquiera estuviera prestando atención.
Froto círculos ligeros y lentos sobre sus bragas y sus ojos se cierran.
—Ay dios mío.
—Así, ¿eh?
Asiente y su cabeza vuelve a caer contra mí.
—Exactamente así.
Mantengo mis movimientos lentos sin suficiente presión, porque no he
terminado con ella. Sus caderas se inclinan para encontrarse con mis dedos,
pero retrocedo.
—Jamie —gime en frustración—. Mierda. Por favor cariño. Por favor,
fóllame.
—¿Con mis dedos? —pregunto contra su oreja.
Niega con fuerza y la necesidad llamea dentro de mí.
—Eres una chica tan mala —le susurro al oído—. Querer que tu marido
te folle en público.
Gime, empujando su culo hacia mi regazo, y le subo el dobladillo de la
falda hasta que queda alrededor de su cintura. Lleva una tanga de encaje
azul marino que le compré en un viaje de compras de lencería hace un par
de meses. Dijo que coincide con mi camiseta.
—Date prisa —dice sin aliento mientras libero mi polla de mis
pantalones. La saco, gruesa y dura, le deslizo las bragas a un lado y Pippa
se levanta.
Me coloco en su entrada empapada y baja lentamente por mi polla.
—Oh, Mierda, pájaro cantor.
El intenso placer de estar dentro de ella nunca pasa de moda. ¿Ahora
que es mi esposa? Es diez veces más intenso.
Lentamente, con una lentitud insoportable, se estira sobre mi longitud 364
y yo la rodeo para rozar su clítoris debajo de sus bragas. Los ruidos que
salen de Pippa son jodidamente deliciosos, suaves, dulces y desesperados.
Apenas me controlo mientras el calor rodea la base de mi columna. Su coño
está mojado y muy cómodo.
—¿Estás adolorida por lo de anoche? —pregunto. Cuando llegó tarde a
casa después de la prueba de sonido, la llevé al dormitorio y la hice montar
mi boca antes de tomarla con fuerza contra la pared.
Asiente y echa la cabeza hacia atrás.
—Está bien. Me gusta.
Un gemido bajo sale de mi pecho y aprieto su cintura, empujándola
más hacia mí. No me debería de gustar que esté dolorida, pero de verdad,
de verdad me gusta. Presiona todos mis botones primitivos y posesivos. Me
encanta que soy demasiado grande para ella y que nunca se adapta por
completo.
Se sienta sobre mi longitud y comienza a inclinar las caderas hacia
adelante y hacia atrás, dejando que los ruidos más bonitos salgan de sus
labios entreabiertos.
—Dios —susurra—. Eso es muy bueno.
—¿Te gusta esto? —le murmuro al oído.
Asiente una y otra vez, empezando a rebotar sobre mí.
—Se siente tan bien.
—Tu coño se siente increíble, Pippa. —Encuentra un ritmo más rápido,
inclinándose hacia adelante y agarrando mis muslos para mantener el
equilibrio mientras sube y baja por mi polla. Su excitación nos ha empapado
a ambos, cubriendo el interior de sus muslos.
Me recuesto y veo a mi hermosa esposa montar mi polla. Qué jodida
vista.
Su cabello cae sobre sus hombros, lo acomodo en una cola de caballo
y lo envuelvo alrededor de mi puño, tirando ligeramente de la manera que
sé que le encanta. La presión aumenta en la base de mi columna mientras
deja escapar otro gemido, apretando mi polla. No puedo apartar mis ojos de
ella. Incluso si alguien entrara en el palco ahora mismo, dudo que alguno
de nosotros se diera cuenta.
Con mi mano libre, mojo mi pulgar y lo dejo deslizarse entre sus nalgas,
acariciando el apretado brote de nervios en su entrada trasera, y grita,
apretando mi polla.
—Jamie, oh Dios mío —respira.
Mi pulgar se hunde dentro del estrecho agujero y acelera el ritmo,
rebotando con más fuerza sobre mí. 365
—Vente, Pippa.
—Estoy cerca. —Sus dedos se tensan sobre mis muslos.
—Bien. Quiero que mi esposa se corra sobre mi polla como una buena
chica.
Asiente con fuerza, montándome como una campeona mientras toco su
pequeño y dulce trasero y comienzan los primeros temblores.
—Ahí tienes —le digo, instándola a seguir, hipnotizada mientras su
espalda se arquea. Su coño se aprieta, con espasmos alrededor de mi
longitud, apretando y palpitando mientras se mueve, y más excitación nos
inunda—. Buena chica —gruño mientras se inclina hacia atrás, temblando
contra mí, sus manos hundiéndose en la parte posterior de mi cabello para
agarrarse mientras cabalga su orgasmo—. Qué buena chica, viniéndose así
en mi polla.
Sus movimientos se ralentizan y se hunde contra mí, recuperando el
aliento.
—Oh, Dios mío —respira, riendo un poco—. Eso fue tan intenso.
—Mmmm. —Le muerdo el cuello y se estremece, apretando mi polla de
nuevo. Todavía estoy dolorosamente duro dentro de ella—. ¿Crees que
puedas seguir?
Asiente.
—Creo que sí.
Con mis manos en su cintura, la guío para que se ponga de pie.
—Manos en el alfeizar, pájaro cantor.
Aunque puedo sentir su incertidumbre, hace lo que le digo y eso me
encanta. Su falda todavía está enrollada alrededor de su cintura, y le deslizo
las bragas hacia abajo, ayudándola a quitárselas, antes de guardarlas en mi
bolsillo.
Mientras Pippa está inclinada, con el culo al descubierto, me mira por
encima del hombro, con los ojos brillando con una nube post orgasmo y de
emoción. Me inclino y le doy un beso rápido antes de alinearme con ella
nuevamente.
Me deslizo en casa y mi cerebro se fragmenta por la necesidad. Está
oscuro en el palco y con el reflejo en el cristal del espectáculo, dudo que
alguien pueda vernos.
Sin embargo, eso no hace que esto sea menos emocionante.
—Oh Dios —gime cuando toco fondo dentro de ella.
Retrocedo y empujo hacia adentro, encontrando un ritmo lento y
cómodo. Apoya su peso en sus manos mientras la tomo por detrás, mis
caderas chocan contra su culo redondo y golpeable. La sangre me late en
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los oídos mientras miro abajo y veo a mi perfecta esposa tomar mi polla de
esta manera. Cuando golpeó su culo, deja escapar un gemido gutural y
complacido, apretándose contra mí, y mi mano se desplaza alrededor de su
frente, entre sus piernas.
—Uno más para mí, ¿de acuerdo? —Encuentro su clítoris y le doy
caricias suaves y rápidas.
Asiente sin pensar mientras me conduzco hacia ella, encontrando un
ritmo más rápido tanto con mis dedos como con mis caderas, y en cuestión
de segundos, gime mi nombre una y otra vez mientras le exprime la vida a
mi polla. Apenas puedo mantenerme firme, saliendo de mi piel con
necesidad mientras un placer urgente y doloroso se acumula en la base de
mi columna, expandiéndose, azotándose. Sus músculos se aprietan y
tiemblan a mi alrededor mientras jadea en busca de aire, y no puedo
contenerme más.
—Voy a correrme dentro de ti, nena —grito, con la mandíbula tensa
mientras la follo con fuerza.
—Sí —jadea—. Vente dentro de mí.
Mis testículos se acercan a mi cuerpo mientras mi visión se vuelve
borrosa y me corro con fuerza dentro de mi esposa. El calor me recorre, mi
sangre hierve y un placer intenso se apodera de cada pensamiento mientras
me libero. El líquido se desliza entre nosotros mientras la lleno, mientras
continúa temblando a mi alrededor. Llegamos juntos a nuestro clímax,
repitiendo los nombres del otro.
Nunca me acostumbraré a esto: a lo intenso, a lo que cambia la vida
cada vez que hacemos esto. Lo especial que es. Cuánto la necesito. Cómo no
puedo vivir sin ella.
Cuando salgo, respira con dificultad y aún recupera el aliento.
—Eso fue divertido —dice.
La giro para que esté frente a mí. Tiene los ojos vidriosos, las pupilas
hinchadas y una sonrisa feliz y aturdida en su hermoso rostro.
—Dios, te amo muchísimo.
Se ríe ligeramente.
—Te amo mucho. —Sus ojos brillan—. ¿Puedo recuperar mis bragas?
Sacudo la cabeza y le sonrío.
—No.
Después de limpiarnos, la pongo de nuevo en mi regazo y miramos el
resto del concierto juntos con ella pegada a mi pecho, donde pertenece.
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Sobre la Autora
Stephanie escribe comedias románticas
picantes con bromas mordaces, muchas risas
y un final feliz garantizado. Cree en el poder
de los mejores amigos, las mujeres
testarudas, un corte de pelo nuevo y el amor.
Vive en Vancouver con un hombre y un perro.

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