Está en la página 1de 11

Resumen de la novela ROSAURA A LAS DIEZ

La novela Rosaura a las diez empieza con la declaración de la señora Milagros Ramoneda. Ella
es la narradora y cuenta la historia de todo lo que ocurrió. Primero, ella dice que todo comenzó
hace seis meses cuando el cartero trajo un sobre rosa. Pero, después de pensar más, dice que
será mejor que diga que empezó hace doce años cuando un nuevo huésped vino a vivir en su
casa. La Señora Milagros es una viuda y la dueña de la hospedería llamada La Madrileña. Ella
tiene tres hijas, Matilde, Enilde, y Clotilde. Siempre había pensionistas viviendo en su casa. El
hombre que llegó un día a La Madrileña se llamaba Camilo Canegato. Pidió un cuarto con
pensión. Camilo era un poco misterioso porque no tenía ni un pariente. Su padre había muerto
hace un mes. Estaba solo en el mundo y quería vivir en La Madrileña. Camilo era un pintor de
cuadros y un especialista en retratos al óleo.
Milagros describe los primeros días que Camilo vivió en su casa y entonces da solo un resumen
de los doce años y continúa con el presente. Camilo era el huésped modelo, era calladito y
modosito, pero tuvo secretos. Siempre iba a la mesa con muchos frascos de jarabes y pastillas.
Cuando Milagros le preguntaba para qué tenía esa farmacia, Camilo le contestaba que tomaba
las medicinas porque tenía fatiga en el cerebro y mucho sueño. Milagros le sugirió comer más.
Otra cosa sospechosa era que durante los doce años, Camilo nunca recibió cartas o llamadas por
teléfono, no tenía parientes ni amigos. Milagros y sus tres hijas eran la familia que él no tenía.
Pero, ella cuenta que seis meses antes ocurrió algo insólito. El cartero trajo una carta para
Camilo Canegato. Porque el sobre era de color rosa y tenía el olor de perfume, Milagros sabía
que era correspondencia de una mujer. Después de este día, cada miércoles, llegaba por correo
una carta dirigida a Camilo. Milagros y sus hijas estaban muy interesadas en el misterio y ellas
descubrieron el lugar donde Camilo escondía todas las cartas. Ellas leyeron las cartas y
descubrieron que una mujer, que se llamaba Rosaura, estaba enamorada de Camilo.
Las cartas llegaron durante ocho semanas, y, un miércoles, llegó una carta donde faltaba el
nombre de Camilo. Milagros leyó la carta antes que Camilo regresara a la casa. Ella no podía
creer que Camilo haya vivido con ellas por tanto tiempo y nunca haya dicho nada de una mujer.
Cuando él llegó a la hospedería todos se sentaron a la mesa y Milagros le preguntó a Camilo
sobre la mujer y él les contó toda la historia.
Un día un hombre le preguntó a Camilo si quería ir con él porque tenía un cuadro deteriorado y
pensaba que Camilo podía ayudarlo. Este hombre era muy rico y tenía una casa muy grande.
Camilo aceptó el trabajo de la restauración del retrato de la difunta esposa de aquel hombre.
Después de empezar el trabajo, el hombre le ofreció a Camilo otro trabajo. El hombre quiso que
Camilo pintara un dibujo de su hija Rosaura. Camilo estaba muy feliz porque pensaba que
Rosaura era muy bonita. La tía de Rosaura se sentaba con ellos cuando Camilo dibujaba, pero
ella siempre se dormía. Durante las sesiones de pintura Camilo y Rosaura se enamoraron. Pero,
un día, llegó una carta de Rosaura que decía «Adiós para siempre». Rosaura terminó su relación
porque su padre quería que ella se casara con su primo segundo. Camilo estaba muy triste pero
sentía que no podía hacer nada. Milagros decía que él debía luchar por su felicidad. Toda la
ayuda de Milagros y sus hijas fue inútil. Milagros sugería que Camilo la raptara, fuera por las
calles con el retrato de Rosaura, o pusiera un aviso en todos los diarios con grandes letras:
«Rosaura. Te espero. Camilo.» A Camilo no le gustaba ninguna de las ideas. Él solo se sentía
más y más triste.
Una noche cuando todos cenaban, Rosaura llegó a La Madrileña a las diez. Milagros estaba muy
felíz, la abrazó y la besó. Rosaura era muy bonita, no tenía ningún defecto físico. Ella era más
valiente que Camilo porque dejaría todo y se vendría a La Madrileña. Durante todo eso, Camilo
se quedó en el comedor y no habló. Milagros hablaba con Rosaura y descubrió que ella se había
peleado con su padre la noche anterior y escapó. Pero Rosaura no decía mucho, no contestó a
todas las preguntas de Milagros. Se quedó en silencio con ojos de perro apaleado. Milagros notó
que Rosaura tenía manchas como de golpes y pensaba que el padre lo había hecho. Milagros dio
un cuarto a Rosaura y David y Camilo se quedaron en el mismo cuarto. Había problemas porque
David y Rosaura eran amigos. Camilo no dijo nada, pero era posible que él tuviera celos. Un día
Milagros oyó voces y gritos en el cuarto de Rosaura. Rosaura estaba llorando, pero no dijo nada
sobre lo que ocurrió.
A pesar de que Camilo y Rosaura nunca hablaron, ellos decidieron casarse. Cuando se estaban
preparando para la boda necesitaban documentos de identidad. Rosaura tenía su cédula y
Clotilde, una hija de Milagros, notó que el nombre en la cédula era Marta Córrega. Rosaura le
explicó que solo firmó las cartas con el nombre «Rosaura,» y que su nombre realmente era
Marta Córrega. Es un misterio por qué razón ella usó un nombre falso. Pero ellos se casaron y
se fueron al Hotel para la noche de bodas. De allí partirían al día siguiente para Córdoba,
Argentina. Después de la celebración todos estaban un poco achispados y nadie notó la ausencia
de David Réguel. Milagros despertó en la noche cuando oyó el timbre y muchas voces. Como
un huracán entró David Réguel con las noticias. Dijo que Camilo Canegato mató a Rosaura en
un hotel cerca de Rio de la Plata en Buenos Aires.
Cuando Milagros terminó contando su declaración, David Réguel empezó su versión de la
historia. Él tuvo una perspectiva muy diferente, solo podría ver el mal en Camilo Canegato.
Estaba seguro que Camilo mató a Rosaura y en su declaración a la policía habló de la
motivación y dijo que el asesinato tuvo una razón. David tuvo una teoría completa con una tesis,
hipótesis y demostración. Era muy obvio que él era más culto y mundano pero sus ideas eran
muy negativas. Dijo que Camilo era un «gurrumino» y desconfiaba a causa de su
vulnerabilidad física. Dijo que Camilo era un hombre que produjo resentimientos y un hombre
así era potencialmente peligroso. Camilo se enojó pero nunca dijo nada, solo sudaba mucho.
David también contó que Milagros lo trataba sin ninguna consideración y lo explotaba.
David admitió que le gustaba Rosaura, pero también que ella era una de esas espléndidas
mujeres que tenían que pasarse la vida encerradas en sus casas. Ella era espiritualmente
frustrada. Solo quería a Camilo porque los pintores tienen una aureola falsa de genialidad triste
y dulzona. Pero David dijo que Camilo tenía una doblez inconcebible. En Un momento Camilo
estaba muy tranquilo y el próximo estaba violento. Rosaura no sabía nada del mundo. En la casa
de Rosaura, Camilo tenía un poder infinito. Por esta razón, Camilo seducía a Rosaura. David
pensaba que la relación entre Rosaura y Camilo llegaría a un momento en que la víctima no
ofrecería ya ningún nuevo incentivo a la tentación del corruptor. Camilo no quería una afinidad
con Rosaura, la detestó. Él no podía dejar a Rosaura porque ella sabía dónde él vivía. Camilo
quería mudarse, pero Milagros dijo que él no podía. David hablaba del sábado cuando todos
estaban dormidos. Él vio a Camilo en puntas de pies y lo espió. Camilo entró del cuarto de
Rosaura y le habló brutalmente. Dijo que era necesario que ella se fuera. Pero, finalmente,
Rosaura se casó con Camilo y estaba contenta. Después de la boda, los dos salieron para el
Hotel Wein, pero en realidad fueron a un hotelucho infame llamado Hotel La Media Luna. Era
misterioso porque el hotel era muy malo, ¿por qué se quedaron allí? David y la policía veían a
Rosaura muerta en su cuarto y David estaba seguro que Camilo la mató.
Después de la declaración de David Réguel, se inicia una conversación entre Camilo y un
inspector llamado Julián Baigorri. Camilo contestó las preguntas del inspector pero decían una
historia totalmente diferente que la que contaron Milagros o David. Dijo que trabajó en el taller
y fue un restaurador de cuadros, pero no pintó, solo restauró. A veces pintaba dibujos usando
una foto para el diseño. Su padre era severo y silencioso y nunca conoció a su madre porque ella
murió cuando era niño. A Camilo le gustaba Milagros y sus hijas. Ellas eran como una familia,
eran buena gente. Se quedó en La Madrileña por doce años porque sentía terror por cualquier
cambio.
El inspector acusó a Camilo por la falsificación del documento de Rosaura, pero Camilo dijo
que Rosaura jamás existió y que Señor Belgrano no tuvo ninguna hija. Camilo dijo, «Pero, en
esa realidad, yo interpolé un sueño, y mi sueño se llama Rosaura, yo introduje un fantasma, y el
fantasma se llama Rosaura.
Rosaura era una pura invención de su mente. Camilo escribió todas las cartas, tenía la escritura
redonda y prolija como una mujer. Fabricó todo en su cabeza. Dijo, «Soñar, vivir, ¿dónde está la
diferencia? Sus sueños expresan sus deseos reprimidos. Soñaba con Rosaura durante el día
cuando estaba despierto. Soñaba que una mujer le amaba y usaba la relación entre Matilde y
Hernández como ejemplo. Camilo dijo, «Soñé hasta el punto de hacer que mi sueño penetrara
en la realidad». El inspector dijo que Camilo era un loco o un cínico.
Cuando «Rosaura» llegó a La Madrileña Camilo la ignoró. Dijo que no recordaba nada en el
tiempo en que Rosaura llegó y cuando ellos estaban en el carro. En la habitación del hotel
Rosaura se reía locamente. Camilo quería que ella se detuviera y él oprimió su garganta. Camilo
salió, pero cuando salió ella estaba viva. Ella respiraba y le miraba. Cuando volvió un rato
después, con David Réguel y la policía, ella estaba muerta. Era posible que otra persona la
matara. El hombre del hotel estaba afuera de la puerta. Tenía una cara con cicatrices y se
llamaba Turco. También había un muchacho alto vestido con una camisa amarilla. Este hecho
es muy importante porque entonces la historia es más complicada.
La última declaración es de la Señorita Eufrasia Morales. Ella trabajaba en La Madrileña y hasta
entonces estaba escondida. Ella no tuvo una gran parte en la historia, pero era posible que ella
guardara un objeto de mucha importancia. Habló de la mucama de la hospedería, llamada Elsa.
Elsa trabajó en La Madrileña desde hace varios años y amaba a Camilo Canegato. Ella limpiaba
su cuarto y le servía la comida. Pero, cuando ella supo que él andaba de amores, las dos
muestras de predilección desaparecieron instantáneamente. Solo Eufrasia se daba cuenta de que
Elsa espiaba a Camilo. Eufrasia hablaba de la tarde del sábado cuando ella dejaba de tejer y se
acostaba. Pero su cama estaba junto a la pared que separaba su habitación de la que fue de
Rosaura. Oyó voces que parecían como una disputa, pero no entendía una sola palabra. Escuchó
un rato y oyó que Rosaura dijo, «Para que me vaya vas a tener que darme todo lo que tenés en el
banco. Ni por un peso menos me voy de aquí» (Denevi 150). Todas las personas corrieron al
cuarto cuando escucharon los gritos. Elsa estaba en el cuarto de Rosaura con todos los
huéspedes y no había vuelto a su habitación después. Cuando Rosaura y Milagros fueron al
comedor, Elsa entraba al cuarto de Rosaura. Aquel día Rosaura perdió una carta que había
escrito. Ella pensó que Camilo la robó. Pero al día siguiente Elsa pidió un dia libre. Ella era un
poco sospechosa.
La parte final del libro incluye la carta desaparecida de Rosaura. Elsa tenía la carta. La escritura
no guardaba ninguna semejanza con las otras cartas que Camilo recibió. La tercera página fue
bruscamente interrumpida. La carta estaba dirigida a Rosa China, la mujer que lavaba la ropa de
Camilo. Fue escrita por Marta Correa (Rosaura) a su tía Rosa. Marta Correa usó el nombre de
Rosaura para esconder su identidad. Ella justo salió de la prisión después de cinco años. Entró
cuando tenía veintiséis años y cuando salió, se sentía mucho más vieja. No tenía nada, caminaba
por las calles sin un centavo. Todo era diferente en su mundo y sus amigos no vivían en los
mismos lugares. Ella llegó al Palacio Marinera donde vivía Iris, una amiga. Era rebajarse
demasiado, pero ellas fueron a vivir juntas como dos hermanas. Iris la ayudaba mucho.
Consiguió una nueva cédula de identidad para Marta. María Correa pasó a llamarse Marta
Correa. Entonces, ella tuvo dos nombres antes de Rosaura.
El Turco era el dueño del Palacio Marinera y tenía cicatrices en su cara. Era amigo de Iris y
fabricó la cédula de Marta. Cuando Iris le preguntó a Marta si ella quería trabajar para ellos,
Marta dijo que no le gustaba Turco. Había un otro hombre llamado ministro que era el ayudante
de Turco. Él había golpeado a Marta porque no le gustan las mujeres. Ministro era un mal
hombre. Marta escribió que había descendido a lo más bajo y no le gustaba. Entonces ella
escapó. Pero, luego estaba sola en la ciudad y sola en el mundo. Recordó que su tía planchaba la
ropa de un hombre que se llamaba Camilo Canegato en la pensión La Madrileña. Su tía Rosa
China, le dio una foto de ella a él y Camilo pintó el retrato. Marta solo quería encontrar a
Camilo para recuperar su dinero, y si era necesario, ella casaría con él. Se maquilló y fue a La
Madrileña. Cuando llegó la gente salió del interior de la casa y le llamó Rosaura. Ella no
entendió por qué.
Por todo esto, la novela Rosaura a las diez era complicada y muy compleja. Porque todos los
testigos dieron sus propias declaraciones, no se podía saber la verdad hasta el final. Camilo
imaginó a Rosaura, pero ella nunca existió. Tenía una foto de Marta Correga y la llamada
«Rosaura». Fue una coincidencia que Marta llegara a La Madrileña y quisiera casarse con
Camilo. Al final, Camilo estranguló a Marta, pero no la mató. El hombre llamado Turco fue el
asesino.

PERSONAJES
Camilo Canegato
Camilo es el protagonista de la novela. Es un hombre solitario, feo y extremadamente tímido,
que tiene muchas dificultades para establecer lazos afectivos.

Julián Baigorri
Julián Baigorri es el inspector que investiga el asesinato de Rosaura.

Milagros Ramoneda
Milagros es la dueña de la hospedería La madrileña. Es una mujer chismosa y con un gran
sentido del humor, y dice querer a Camilo como si fuera su hijo. Ella ofrece su declaración para
la investigación.
Matilde
Matilde es la hija mayor de Milagros. Trabaja de dactilógrafa en una oficina, tiene un carácter
independiente y Camilo está enamorado de ella.
Clotilde
Clotilde es la hija del medio de Milagros. Aún estudia en la secundaria y quiere hacer la carrera
de Derecho.
Enilde
Enilde es la hija menor de Milagros. Estudia música.
Eufrasia Morales
Eufrasia es huésped de La Madrileña. Es una mujer chismosa, entrometida y malintencionada.
Ofrece una declaración para la investigación.
Coretti
Coretti es un huésped de La Madrileña.
David Réguel
David Réguel es un huésped de La Madrileña y uno de los que ofrecen su declaración para la
investigación.
Elsa Gatica
Elsa es la mucama de La Madrileña. Está secretamente enamorada de Camilo.
Hernández
Hernández es un huésped de La Madrileña. Un día se besa con Matilde, lo que despierta los
celos en Camilo Canegato.
Rosaura
Su nombre verdadero es María Correa. Es la víctima del asesinato investigado por el inspector
Baigorri. En principio, parece ser la amante de Camilo Canegato, pero más adelante se descubre
que eso no es cierto.
Rosa Chinca
Es la tía de María Correa, y destinataria de la carta que resuelve el crimen.
El viudo
Es un hombre antipático y adinerado que contrata a Camilo Canegato como restaurador.
La cuñada del viudo
Es la cuñada del viudo que contrata a Camilo.
El sobrino del viudo
Es el sobrino del viudo que contrata a Camilo.
Sarkis Abulaf, “El Turco Estropeado”
Es un proxeneta que intenta retener a María para que trabaje para él. Es, junto al Ministro, el
culpable del asesinato de María.
Alicio Pereyra, “el ministro”
Trabaja para el Turco Estropeado y es uno de los culpables del asesinato de María.
Iris
Iris hospeda a María cuando sale de prisión. En realidad, ella intenta engañarla para que trabaje
para el Turco Estropeado.
Análisis de los capítulos
Rosaura a las diez comienza con la “Declaración de la señora Milagros Ramoneda (...),
propietaria de la hospedería llamada La Madrileña” , donde se desarrollan la mayoría de los
acontecimientos narrados a lo largo de toda la novela. Antes incluso de comprender el
argumento central de la trama, el hecho de encontrarnos ante una declaración nos permite
anticipar que estamos ante una novela del género policial: si hay una declaración, tenemos un
testigo o un implicado en un delito y es posible suponer que el receptor de dicha declaración sea
una persona vinculada a una institución policial o legal. De esta manera, la novela comienza con
lo que será la perspectiva de la señora Milagros, testigo fundamental para la resolución de un
crimen.
El filósofo y teórico literario Tzvetan Todorov describe las características que presenta el relato
policial clásico desde su nacimiento durante la primera mitad del siglo XIX. Para él, este tipo de
relatos no presentan “una historia sino dos: la historia del crimen y la historia de la
investigación. La primera historia, la del crimen, ha concluido antes de que comience la
segunda. Pero; ¿qué ocurre en la segunda? Poca cosa. Los personajes de esta segunda historia,
la historia de la investigación, no actúan, aprenden. Es decir, todo relato policial clásico cuenta
dos historias desarrolladas en dos lógicas temporales distintas: la historia de la investigación
leída por los lectores, que se desarrolla en una temporalidad lineal, y la historia del crimen, que
se presenta en forma fragmentaria e inconexa a partir de las opiniones subjetivas de los testigos,
las pruebas y las deducciones e hipótesis de los investigadores.

Sobre ello, Todorov agrega que “podemos caracterizar esas dos historias, además, diciendo que
la primera, la del crimen, cuenta «lo que efectivamente ocurrió», en tanto que la segunda, la de
la investigación, explica «cómo el lector (o el narrador) toma conocimiento de los hechos»”
(2003: 37). Mientras que los lectores seguimos el transcurso lineal del relato de la investigación,
nos vemos en la tarea de ir reconstruyendo el relato que la motiva, el crimen. Para Todorov, el
hecho de que el lector se vea obligado a reconstruir la historia del crimen explica que los relatos
policiales nunca puedan tener un narrador omnisciente, un narrador que pueda supervisar la
totalidad de los hechos en forma objetiva, que lo sepa todo. En el caso de haber un narrador
omnisciente, nunca se podría formular un enigma, requisito necesario para la reconstrucción
narrativa del crimen.

Ahora bien, la crítica ha coincidido en señalar, como una de las características más distintivas
de Rosaura a la diez, el hecho de que la figura del investigador, central en los relatos policiales,
casi no tenga incidencia ni aparezca como un personaje activo en la trama de la novela. En
efecto, el personaje del inspector Baigorri se presenta mayoritariamente como receptor de las
confesiones de los testigos y nosotros, en tanto lectores, recibimos las declaraciones del mismo
modo que él. De esta manera, la novela nos impulsa a ocupar un lugar activo en la recopilación
de las pistas y la comparación de los testimonios, para desentrañar el misterio que se alza en
torno al crimen. Lector e investigador, por lo tanto, aparecen como equivalentes en esta novela.
Juan Carlos Merlo destaca que una de las virtudes de esta novela reside en el hecho de que
Denevi ha sabido, Es decir que no solo las distintas interpretaciones de los hechos difieren
según los personajes implicados en el proceso de la investigación. Además, los modos que
tienen de comunicarse, sus opiniones y prejuicios nos sirven para caracterizar la personalidad
singular de cada uno de ellos. La declaración de Milagros, en este sentido, “Se trata de un
monólogo de la mejor estirpe hispana. Locuaz, sentenciosa, intencionada, graciosa, Doña
Milagros se muestra espontánea y parlanchina, como tantas emigradas españolas” típicas del
paisaje urbano en la ciudad porteña de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XX.

A partir de su declaración, los lectores nos hacemos una primera imagen del protagonista de la
novela, Camilo Canegato. Pese a que dice quererlo como si fuera de su familia, Milagros no
duda en calificarlo desde un principio como un sujeto ridículo, excesivamente tímido y falto de
carácter, a quien todos en La Madrileña tratan burlonamente: “Le hacían la comedia de tratarlo
con toda cortesía, lo llamaban “señor restaurador”. Sobre ello, resulta interesante que la
caracterización que Milagros hace de su aspecto físico tiende a enfatizar la opinión que tiene
acerca de su personalidad: “Su cara de San Lorenzo Mártir, con aquella sonrisa de sufrimiento
en los labios, todo él como un animalito que espera que lo maten, tan indefenso, tan rendido, tan
resignado”.

Por último, cabe mencionar la centralidad que tiene el tema de “Los chismes y el fisgoneo”
desde las primeras páginas de la novela. Salvo Camilo, todos los integrantes de la hospedería se
caracterizan por ser fisgones y chismosos. Uno de los momentos donde esto se hace más
evidente se nos presenta cuando Milagros lee la carta de Camilo para el resto de los huéspedes:
“Quisieron ver la carta, y la carta pasó de mano en mano, y cada uno dijo su opinión, su chisme.
Porque así es la vida, desgraciadamente. No se tragan entre ellos, pero para poner en solfa al
otro estaban todos de acuerdo, y tan amistosamente, que parecían hermanos” (50).
Irónicamente, Milagros critica las actitudes del resto cuando es ella quien más se entromete en
los asuntos de Camilo, ventilando para todos sus más hondos secretos.

En este segmento, los lectores terminamos de descubrir cuál es el crimen que propicia la
declaración de la señora Milagros: el asesinato de Rosaura. Sin embargo, otras incógnitas
surgen como consecuencia de este testimonio. La caracterización de Camilo dista mucho de la
que uno podría imaginarse de un asesino: ¿Es él, tal como afirma David, quien le quitó la vida a
Rosaura? A su vez, ¿qué hacía David en la escena del crimen? ¿Cómo llega a descubrir que es
Camilo el asesino? ¿Puede considerársele otro sospechoso? Más aún, los lectores nos podemos
preguntar acerca del motivo por el cuál la relación entre Camilo y Rosaura es tan fría y distante,
el por qué del nombre falso de Rosaura, cuál es la causa de los golpes que tiene en los brazos y
quién es la figura femenina misteriosa que denunció a la hospedería con la policía.

Como vemos, el desarrollo de este primer capítulo coincide con la descripción que Tzvetan
Todorov realiza sobre el género del relato policial. Tal como él afirma, Rosaura a las diez no
presenta “una historia sino dos: la historia del crimen y la historia de la investigación”. Los
lectores seguimos el desarrollo de la segunda historia, la de la investigación, y nos encontramos
con la tarea de ir reconstruyendo la historia del crimen a partir de las distintas incógnitas,
pruebas e información que la investigación nos provee. Como todo policial, la novela nos invita
a tomar una actitud activa frente al desarrollo de la trama, a formular hipótesis y preguntas; a
ocupar, en definitiva, el rol del investigador.
La presencia del tema de “Los chismes y el fisgoneo” ocupa un lugar central en estas páginas.
La señora Milagros dice querer a Camilo Canegato como si fuera de su familia, pero lo cierto es
que tiene una actitud descuidada frente a la privacidad de su inquilino. En el segmento anterior
fuimos testigos de cómo Milagros y todos los huéspedes se enteran del amorío de Camilo luego
de que ella le revise su correspondencia. En este vuelve a suceder algo similar: cuando Camilo
se sincera con Milagros acerca de la delicada situación que atraviesa su romance, todos en la
hospedería terminan sabiendo el secreto: “Pronto, sin embargo, todos supieron qué escollos
amenazaban la aventura de Rosaura y Camilo. Matilde se lo dijo muy en secreto a Hernández, y
Hernández, también muy secretamente, se lo confió a Réguel, y Réguel a Coretti, y Coretti a
Gaviña, y Gaviña a Juan Palotes. La única que quedó afuera de la cadena fue la señorita
Eufrasia, porque a ésa no hay quien la trague” . En esta cita, los habitantes de La Madrileña
aparecen representados como eslabones de una cadena unidos por la transmisión del chisme.
Milagros, por su parte, se presenta a sí misma como alguien ajena al chismorreo, pese a ser ella
el primer eslabón de la cadena.
Aún así, la llegada de la última carta de Rosaura genera un cambio de actitud en Milagros.
Ahora la mujer está al tanto de que ese manuscrito puede significar el fin del romance de
Camilo y toma, por primera vez, una posición discreta; comprende que revisarle la
correspondencia sería traicionar su confianza, y un sentimiento de vergüenza la domina.

Tal como indica Juan Carlos Merlo, “En Rosaura a las diez, Denevi crea un mundo de ficción
que el lector reconstruye a partir de la visión que cada circunstante tiene (según las apariencias
que ha podido percibir) de los enigmas o complicaciones del relato” (2000: 6). En otras
palabras, los lectores estamos invitados a la tarea de dilucidar el misterio que entraña el crimen
a partir de las declaraciones y las perspectivas individuales de los implicados en el proceso de la
investigación.
El Capítulo 2, entonces, consta de la declaración de David Réguel, personaje que no aporta
mucha información adicional respecto a los acontecimientos que condujeron a la muerte de
Rosaura, aunque sí difiere significativamente su apreciación sobre esos mismos hechos si la
comparamos con la declaración realizada por Milagros Ramoneda. En este sentido, Merlo
agrega que “La materia de los hechos, el contenido del relato es parcialmente recurrente. La
información que aporta cada nuevo declarante no crece con la revelación de nuevos hechos. Sí,
en cambio, crece la novela con las interpretaciones que de los hechos (narrados detalladamente
por la primera declarante) hace cada nuevo testigo” .
En el tema “La verdad, la falsedad y las mentiras”, desarrollamos como, bajo la mirada de
Daniel Link, todo policial se presenta como un relato sobre la verdad en la medida en que se
articula en torno a un misterio que debe ser revelado. Sin embargo, esta novela presenta la
particularidad de obligarnos a dilucidar este misterio a partir de la apreciación subjetiva de cada
uno de los involucrados. De este modo, es posible afirmar que las declaraciones operan como un
símbolo del carácter subjetivo de la verdad: más que una Verdad objetiva, los lectores nos
encontramos frente a una serie de versiones múltiples y singulares de los distintos
acontecimientos, cuya superposición hace posible que podamos desentrañar el misterioso
asesinato.

Antes que abundar en descripciones, Denevi tiene la cualidad de ofrecer vivos retratos de los
personajes a través del modo en que ellos se comunican. Al igual que con Milagros, entonces, la
declaración de David se nos ofrece como un fiel reflejo de su personalidad. Él es un individuo
“Soberbio, ostentoso, fatuo, con aires de sabelotodo y actitudes pedantescas inocultadas”, y
“Toda su declaración está teñida por el incontenible odio que siente hacia Canegato”. Desde el
comienzo del capítulo, David se presenta a sí mismo como el único que ha logrado desentrañar
el misterio de la muerte de Rosaura, y los recursos argumentativos que utiliza para describirse a
sí mismo ilustran la arrogancia que lo caracteriza: “Tathagata es uno de los apodos de Buda
Siddharta. Quiere decir: “El que ha llegado a la verdad.” Buda quiere decir: “El iluminado”, y
Siddharta: “El que cumplió su propósito”. Bueno, ¿qué decía? Ah, que yo soy el hombre que ha
llegado a la verdad. A la verdad en este embrollo de la muerte de Rosaura, claro” . En esta cita,
David se compara a sí mismo con el primer Buda, fundador de la doctrina religiosa budista,
mientras explica que solo él -no los otros huéspedes, ni tampoco la policía- ha sabido percibir la
personalidad homicida de Camilo tras el velo de su imagen inofensiva y cobarde. Como vemos,
David no solo se cree inteligente, sino que concibe sus atributos intelectuales como
pertenecientes a un orden superior, casi divino.

De esta manera, mientras que bajo la mirada de Milagros la posibilidad de que Camilo sea
culpable es casi un imposible, David piensa todo lo contrario. Para él, es el propio carácter débil
de Camilo, el hecho de que sea poco atractivo y objeto de burla del resto, lo que condujo que se
resienta con el mundo hasta explotar como “un volcán en erupción”. Más aún, David no
considera posible que una mujer bella, refinada y culta como Rosaura haya podido enamorarse
de un hombre como él. En sus palabras, Camilo “No es un hombre. Es la maquette de un
hombre, la muestra gratis”, un “gurrumino”, con “Las piernas, el cuerpo, los brazos, todo hecho
a escala reducida”.
Para David, es en el resentimiento que Camilo ha arrastrado toda su vida donde debe buscarse el
origen del asesinato de Rosaura. Este personaje está convencido de que Camilo la utilizó para
satisfacer sus deseos sexuales y para aparentar, de ese modo, ser interesante ante los otros
huéspedes de La Madrileña: Bajo su perspectiva, Camilo comenzó a odiar profundamente a la
joven tras saciar estos impulsos, llegando al punto de querer deshacerse de ella.

El Capítulo 2, entonces, presenta una posible solución al misterio según la mirada de David
Réguel, un personaje arrogante y envidioso, cuyo odio desmedido hacia Camilo influencia
significativamente su opinión acerca del caso. Sin embargo, los próximos capítulos demostrarán
que la mayoría de sus ideas respecto a Rosaura están equivocadas. Irónicamente, aunque David
se considera el más inteligente de toda La Madrileña, sus propios prejuicios y resentimientos lo
llevan a errar una y otra vez en la interpretación de los hechos.

En este tercer capítulo la narración asume la forma de un diálogo y el inspector, que hasta ahora
había aparecido como un receptor mudo de las declaraciones de los testigos, cobra voz propia.
A su vez, Camilo, cuya imagen se había definido únicamente a partir de las apreciaciones de la
señora Milagros y David Réguel, tiene la oportunidad de expresarse por sí mismo, mostrando
una personalidad que difiere en varios aspectos de la pintada por ellos.

Los temas de “La soledad” y “El amor imposible” adquieren en estas páginas una importancia
central. Camilo es un personaje solitario, cuya vida se encuentra signada por la fría relación que
tuvo con su padre, único vínculo familiar de su vida, quien lo presionó para que siguiera el
oficio de restaurador sin darle posibilidad de que tomara las riendas de su vida: “Eran años en
que yo aceptaba lo que me venía de la vida, de los demás, como algo irremediable, como algo
irrevocable. Mi padre me puso a trabajar en su taller, y yo ya no pensé si me gustaba o no me
gustaba. Era severo y silencioso. Capaz de pasar todo un día sin mirarme. Pero me manejaba
con la mirada”. Este pasaje resulta significativo en tanto permite explicar la falta de carácter y
motivación que define a nuestro protagonista. A su vez, explica también el rechazo profundo
que siente por el arte y por su propio oficio de restaurador.

Ahora bien, desde el momento en que llega a La Madrileña, Camilo tiene la oportunidad de
establecer nuevas relaciones. Sin embargo, su inseguridad e incapacidad para comunicarse en
forma transparente con los demás le impiden sortear la soledad que lo caracteriza. Siente que el
mundo es indiferente hacia él, gesto que le resulta intolerable: “La indiferencia lo convierte a
usted en un cero, en esa nada de la serie aritmética, que no suma, ni resta, ni multiplica, ni
divide, que no agrega ni quita y está fuera de todas las operaciones aritméticas” En otras
palabras, si la indiferencia es peor que el odio, es porque este sentimiento implica cierto
reconocimiento como persona. La metáfora del cero en la aritmética adquiere un significado
similar al concepto de la nada: para Camilo, convertirse en un cero lo hace sentir que no existe,
como si su sola presencia pasara por completo desapercibida.

La incapacidad de accionar que caracteriza a Camilo lo lleva, en sus palabras, a soñar en


demasía. Él sueña constantemente y con tal intensidad que el mundo real y el de los sueños
terminan por confundirse en su mente. Camilo considera que “El sueño es la contrapartida de la
acción”, por lo que “El que durante la vigilia se dedica a la acción, de noche no sueña”. Como él
es un hombre sin carácter, piensa que sus sueños compensan la represión que atraviesa día a día.
En parte, es a través del motivo de los sueños que este personaje justifica el romance inventado
con Rosaura.

Como vemos, Camilo explica sus mentiras de un modo que nos permite poner en foco el tema
de “El amor imposible”: él es consciente de que su aspecto exterior y su personalidad hacen que
sea poco probable que alguna mujer se interese en su persona. El amor, en este punto, es algo
imposible que solo puede ocurrirle en el mundo de la fantasía.
La farsa de las cartas de amor, en este sentido, tiene como objetivo presentarse a sí mismo como
alguien digno de ser amado, alguien digno de interés. En particular, Camilo desea llamar la
atención de Matilde, la hija mayor de Milagros, de quien se encuentra secretamente enamorado
y a la que ha visto besarse con Hernández, otro de los inquilinos. Cabe mencionar el carácter
misógino de su apreciación respecto a las mujeres, de quienes dice que son como las gallinas:
puede que haya un pedazo de comida pudriéndose en el piso sin que ninguna le preste atención,
pero “basta con que una empiece a picotearlo, para que todas se lo disputen y corran por el
gallinero quitándose unas a otras el pedazo de bazofia” .

Símbolo de su imposibilidad de tener una relación amorosa, las cartas muestran que su única
posibilidad de acceder a una es a través del engaño. Sobre esto, el inspector Baigorri deja
entrever la posibilidad de que Matilde correspondiera el amor de Camilo cuando dice que lloró
terriblemente por él al enterarse de que iría a prisión. Sin embargo, Camilo descubre sus
posibilidades cuando ya es demasiado tarde para entablar cualquier vínculo con ella. El hecho
de que su estrategia para conquistarla le termine jugando en contra constituye en sí mismo una
ironía situacional.

El Capítulo 3 termina con la perspectiva de Camilo respecto a los acontecimientos finales que
desembocaron en el asesinato de Rosaura. Cuando los recién casados terminan a solas en el
hotel, Rosaura comienza a burlarse de Camilo, de su carácter y su aspecto. Las risas de Rosaura
funcionan como una imagen auditiva que ilustra el profundo desprecio que siente por él:
“Entonces Rosaura comenzó a reírse, a reírse a carcajadas, frenéticamente, locamente,
estridentemente (...). Y me abalancé sobre su risa, sobre el surtidor de aquella risa y quise
destruirlo”. Camilo intenta justificar su intento de asesinato como consecuencia de las
carcajadas de Rosaura. Pese a ello, la suelta antes de acabar con su vida y huye del hotel. Antes
de dejar el lugar se encuentra con los mismos personajes sospechosos que ya mencionó David
en su declaración: el Turco Estropeado y el joven alto de camisa amarilla. Deberemos avanzar
más sobre la obra para comprender su rol en el asesinato de Rosaura.

Este segmento comienza con la declaración de Eufrasia Morales, quizás el personaje más
chismoso y entrometido de todos los que habitan La Madrileña. Eufrasia es una mujer solitaria y
resentida, que detesta profundamente al resto de los huéspedes.

Eufrasia comparte con varios de los otros personajes el hecho de ser una mujer signada por la
soledad e imposibilitada de cualquier relación amorosa. Jubilada, sin familia, de una
personalidad tan complicada que aleja a todos los que la rodean, y sin demasiados intereses en
los que entretenerse, vive su vida a través de lo que realiza el resto de los huéspedes de La
Madrileña. Más aún, pese a que afirma despreciarlos, se encuentra constantemente pendiente de
lo que acontece en sus vidas. El hecho de que su declaración sea “espontánea”-es decir, que
nadie la convocó a declarar- es significativo en tanto la presenta como una mujer que no puede
evitar entrometerse en lo que sucede dentro de la hospedería.

Pese a todo, el carácter fisgón de Eufrasia termina siendo central para la resolución del caso.
Ella es la única que, absolutamente pendiente de todos los demás, adquiere consciencia de lo
que sucede en el corazón de Elsa, personaje que parece imperceptible para el resto de los
convivientes. Frente al desinterés de los huéspedes, e incluso de la policía, Eufrasia dice de Elsa
que es como “La piedra desechada por los arquitectos”, aquella que “puede ser la clave del
ángulo” . Mediante esta metáfora, Eufrasia alude al concepto de ‘piedra angular’, aquella que
establece los cimientos de una construcción y es especialmente importante, ya que las otras se
establecen en referencia a ella. Además, la imagen remite a las Sagradas Escrituras, en las que
se insta a no rechazar a Jesús porque él es el cimiento de la religión cristiana. Con todo, Eufrasia
refiere de esta manera al valor de Elsa como un elemento central para la reconstrucción del caso
que investiga la policía.
Cabe mencionar los paralelismos que presenta el personaje de Elsa en relación a Camilo
Canegato. Al igual que él, ella es víctima de un profundo desinterés por parte del resto. Incluso,
a pesar de haber sido presentada desde el primer capítulo, su presencia es casi imperceptible
hasta el momento en que Eufrasia la señala en su declaración. Además, Elsa también se
caracteriza por ser un personaje solitario e introvertido, su aspecto la vuelve poco seductora para
los demás y realiza constantemente sus tareas por la casa sin que nadie le preste atención:

Ahora bien, más allá de la declaración de Eufrasia, la novela finaliza con una transcripción de la
carta robada por Elsa. Esto pone en relieve la centralidad que el tema de “La correspondencia”
tiene en esta obra, no solo como un elemento constantemente repetido, sino también como una
mención que abre y cierra la narración, ofreciendo un marco para la historia. Sin embargo,
mientras las primeras cartas están escritas por el principal sospechoso del asesinato, la última
corresponde a la mano de la víctima y se ofrece como la pieza clave para resolver el misterio del
crimen. Con la aparición de esta carta descubrimos, además, la verdadera identidad de la
víctima: no es Rosaura, nombre ficticio dado por Camilo, ni Marta Córrega, identidad falsa
grabada en la cédula, sino María Correa, una mujer humilde de la provincia.

Tal como analizamos anteriormente, Denevi es un maestro a la hora de caracterizar a sus


personajes mediante sus modos de comunicarse. Su narración no se vale tanto de descripciones,
sino que los personajes se van revelando para el lector mediante el léxico que utilizan, sus
sintaxis y modismos. En el caso de María Correa, los lectores accedemos a su personalidad
mediante un manuscrito de “letra pequeña y desmañada” que “no guarda ninguna analogía o
semejanza con la que lucían las perfumadas epístolas de Rosaura”. En esta carta, no solo la
caligrafía contrasta con la imagen de la mujer culta y refinada que había pintado Camilo;
también está repleta de faltas de ortografía, y el vocabulario que presenta no coincide con el de
la falsa Rosaura. María Correa aparece caracterizada como una mujer de origen humilde, que ha
estado en prisión, no ha completado sus estudios y ha tenido que valerse de la astucia y la fuerza
para sobrevivir.

Las últimas líneas del manuscrito sin finalizar presentan un importante elemento de casualidad
como origen del fatal destino de María Correa: “Hice sonar el timbre. Una china con aspecto de
mucama salió a atenderme. Le pregunté si allí vivía el señor Camilo Canegato. Y en eso un
mundo de gente salió del interior de la casa y vino a mi encuentro, gritando, riendo, y
llamándome Rosaura. Y aquí comienza, tia, lo que deseaba contarle”.

La casualidad lleva a que María Correa, en su desesperado intento de conseguir dinero para
escapar de los proxenetas que la persiguen, vaya a en busca de Camilo Canegato en el preciso
momento en que él utiliza su imagen para convencer a los huéspedes de La Madrileña de que
tiene un amorío. Sin embargo, aunque las mentiras de Camilo se le presentan a María como la
oportunidad para salir finalmente de la pobreza y reconciliarse con su tía, terminan por llevarla
a la muerte en su noche de bodas.

De esta manera, los asesinos de Rosaura quedan finalmente al descubierto: son el proxeneta
Turco Estropeado y el ministro, aquel extraño joven de camisa amarilla que se escondía de
Camilo en el hotel. La verdadera identidad de Rosaura y el extraño vínculo que sostenía con
Camilo en la hospedería se explican también a partir del manuscrito. Además, las últimas líneas
de María se corresponden con su llegada a La Madrileña a las diez de la noche, completando el
significado del título de la novela.

Como dijimos, la llegada de María a la hospedería resulta significativa en tanto reúne


casualmente las mentiras de Camilo con el difícil pasado de la víctima, da origen a la historia
del crimen, y su narración en la carta es el último eslabón en la historia de su investigación.
Siguiendo las palabras de Daniel Link, la carta pone el punto final a esta historia que, como todo
policial, “es un relato sobre el Crimen y la Verdad”.

También podría gustarte