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En tal sentido, se introducen otros factores distintos a la culpa, como por ejemplo el
riesgo y el peligro que genera la práctica de cierta actividad. Así, en estos supuestos
bastará que el sujeto ocasione un daño derivado de una actividad riesgosa o
peligrosa, para que responda por el evento dañoso, no siendo determinante analizar
si se actuó con culpa o dolo.
Por otro lado, la responsabilidad civil objetiva, también dentro del ámbito de la
responsabilidad extracontractual o aquiliana, es aquella que tiene como sustento el
ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa (más allá del riesgo normal existente
en todas las actividades del ser humano), la cual se encuentra recogida en el artículo
1970° del Código Civil, el cual establece, “aquel que mediante un bien riesgoso o
peligroso, o por el ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa, causa un daño a
otro, está obligado a indemnizarlo.” En tal sentido, ante un daño ocasionado, bastará
acreditar que la actividad realizada por el sujeto, o el bien manipulado, se consideran
peligrosas. En este caso, el sujeto sólo se liberará de responsabilidad si acredita que
el daño fue ocasionado por un hecho de fuerza mayor, un hecho determinante de
tercero, o por la imprudencia de la víctima, conforme al artículo 1972°.
Por otro lado, respecto a la responsabilidad civil objetiva, dentro del ámbito de la
responsabilidad civil contractual, esta es aquella en la que el cumplimiento de la
misma tiene como consecuencia directa la responsabilidad del deudor. Es decir, si el
deudor incumple la obligación será necesariamente responsable, salvo que ocurra
una causa no imputable, como por ejemplo un hecho de fuerza mayor que impida,
objetivamente, la ejecución de la obligación. Así, un ejemplo de lo señalado lo
podemos encontrar en el artículo 1315° del Código Civil, el cual establece “Caso
fortuito o fuerza mayor es la causa no imputable, consistente en un evento
extraordinario, imprevisible e irresistible, que impide la ejecución de la obligación o
determina su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso.”
Comentarios
Benjamín Moisá
Con todo respeto, hablar de «responsabilidad objetiva» es una contradicción
en sus propios términos, y hacerlo de «responsabilidad subjetiva», un
verdadero pleonasmo.
Las cosas «son lo que son»: la responsabilidad necesariamente es
subjetiva; de lo contrario, nos saldríamos del mundo del Derecho.
La llamada «responsabilidad por riesgo», o con mayor propiedad «por
peligro», reconoce como fundamento una «culpa por omisión»: omisión de la
mayor diligencia que exige la introducción de una cosa o actividad
peligrosa. Así, lo entendía ya Domat en el siglo XVII.
Le Tourneau y Cadiet, con razón, señalan que la «teoría del riesgo» sería
ridícula sin la «teoría de la causa adecuada». Esta última, por medio de la
«prognosis póstuma» (previsibilidad) hace entrar por la ventana la culpa que
los objetivistas echaron por la puerta de la responsabilidad civil, al decir de
Berckemeyer Olaechea.
Tampoco es verdad que el hecho de la víctima, de un tercero o el «casus»
rompan el nexo de causalidad, pues, en realidad excluyen la culpa: la
causalidad física se mantiene; lo que no hay, es culpa.
El legislador no puede hacer que el gato ladre...
Cordiales saludos, desde Tucumán, a todos los amigos peruanos.
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