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“Las novias de Travolta”

(Cuarenta y… tantos)

Basada en la obra “Las novias de Travolta” de Andrés Tulipano


Adaptación: Paloma Ulloa

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PERSONAJES

Todos los personajes que aparecen en esta obra son mujeres que sienten que
han superado el ecuador de sus vidas y se enfrentan al vértigo de la vejez, la
menopausia y el fracaso.

MONTSE: Hoy cumple 45 años, es directora de cuentas de una importante


agencia publicitaria, vive con su hijo adolescente y se esfuerza
por ser feliz.

Viste con ropa cara, clásica y un poco ostentosa. Lleva el pelo en


una media melena con mechas que, junto con su manera de
hablar, un tanto nasal, le dan un aspecto inconfundiblemente
“pijo”.

CRISTINA: Tiene 44 años, es médico y está divorciada, pero tiene un amante


de 25 años que le genera un cierto conflicto personal. Por lo
demás su vida es su trabajo.

Viste vaqueros, deportivas y camisa. Se nota que lleva ropa de


buena calidad pero no es ostentosa.

MARISA: Está casada y tiene una hija de 8 años.

Su aspecto es el de cualquier ama de casa de clase media.

Hasta ahora siempre ha hecho lo que los demás esperaban de


ella, pero ahora su matrimonio está en crisis y esto la ha devuelto
a una realidad dolorosa y decepcionante que le hace replantearse
toda su vida, incluso su relación con su propia hija.

LUCÍA: Tiene el aspecto de una mujer nórdica moderna: Alta, delgada,


pelo corto y muy negro y piel bronceada. De complexión atlética,
tiene una cierta elegancia natural.

Es hija de un brillante científico que emigró del país en busca de


mejores horizontes para su carrera y ha vivido en Suecia desde
que tenía 15 años.

Durante ese tiempo ha estado casada con dos hombres


diametralmente opuestos: un astrónomo brillante y un músico de
rock. Pero últimamente ha comprendido que en realidad es
lesbiana, y en la actualidad tiene una relación con una mujer. Su
vuelta a España y en concreto a su ciudad natal, es un viaje hacia
el pasado para reencontrarse con sus amigas de la infancia y
consigo misma.

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ESCENOGRAFÍA

Hay un elemento constante en el escenario, que sirve para subrayar algunas


de las situaciones. Se trata de una gran pantalla en la que van apareciendo
fotografías de los personajes en distintos momentos de su vida.

Esta pantalla, irá cambiando de lugar en la escena según las necesidades


narrativas.

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ESCENA PRIMERA

Cortina musical “I will survive” cantada por Gloria Gaynor (1978).

Viernes a medio día. Se abre el telón y vemos el interior de un lavabo de


señoras de un restaurante cualquiera. Las puertas de los retretes no
llegan ni al suelo ni al techo por lo que podemos ver por debajo de una de
ellas los zapatos de Montse, que se mueven al ritmo de la música.

Entra Cristina y para la música. Mira por debajo de las puertas hasta que
encuentra los pies de su amiga y llama dando unos golpes.

CRISTINA: ¿Montse?

MONTSE: (Tiene una manera de hablar muy nasal, un tanto “pija”)


Si.

CRISTINA: (Alarmada) ¿Estás bien? ¡Hace media hora que estás


aquí!

MONTSE: Es por culpa del diurético que estoy tomando: en cuanto


me levanto me entran ganas de hacer pis.

CRISTINA: (Severa) ¡Mira que te lo advertí! Te dije, como amiga y


como médico, que no lo tomaras. (Cambia un poco el
tono. Ahora se le nota que ha tomado unas copas. Se
apoya en la puerta y se ríe) Una enfermera de mi hospital
lo empezó a tomar antes de casarse… y se meó viva en el
altar.

MONTSE: ¿Cuántos años tiene?

CRISTINA: Veintisiete.

MONTSE: Claro, es demasiado joven para tomar estas cosas.

CRISTINA: (Rotunda) ¡Tú también eres joven!

MONTSE: (Furiosa) ¡No me hagas reír! ¡Hoy cumplo 45 y tú sabes


muy bien que no es lo mismo 45 que 27!

Si no empiezo a tomar el diurético ahora mismo, cuando


llegue el verano, no podré entrar en el bikini ni con fórceps.

CRISTINA: ¿Y Por qué no dejas de tomar cosas raras y vas al


gimnasio de una puñetera vez?

MONTSE: (Escandalizada) ¡¿A un gimnasio?! ¿Para qué? ¿Para


hacer ejercicios en unos aparatos sudados y malolientes y
ver a las niñas de cuerpos esculturales ligando con los

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monitores mientras yo hago el ridículo con unos pantalones
anchos para que no se me note la celulitis? ¡Ni loca!

CRISTINA: ¿Es que te da miedo el contagio?

MONTSE: No, me da miedo la osteoporosis.

CRISTINA: ¡Tú lo que tienes que hacer es ir al psiquiatra! No, mejor


aún, al sexólogo, porque es la falta de sexo lo que te está
volviendo loca.

¿Por qué no volvemos a la mesa? (con mucha intención,


poniendo un tono un poco sexy en la voz) ¿No te has
fijado en los que tenemos al lado?

MONTSE: ¿Esos con aspecto de yupis?

CRISTINA: Sí, esos.

MONTSE: Bah! Son demasiado jóvenes, no tienen más de 30.

CRISTINA: A los hombres de esa edad les encantan las mujeres...


maduritas.

MONTSE: Por favor, tía, déjame mear en paz.

CRISTINA: (Desafiante y coqueta) ¿Quieres que te lo demuestre? Te


apuesto lo que quieras a que si le pido fuego al de la
corbata a rayas, esta noche, pasa a ser otra muesca en mi
colchón.

MONTSE: Pero tía, que nos conocemos hace años y las dos sabemos
que las únicas marcas que hay en tu colchón son las de
cuando se te recalienta el vibrador y te lo quema.

CRISTINA: (Cínica) Parece que el diurético te pone más insoportable


que de costumbre ¿Lo vas a seguir tomando, no te ha
servido de nada lo que te acabo de contar de la enfermera?

MONTSE: (Suspira y habla como si Cristina fuese tonta) Es que


hay que saber valorar los pequeños sacrificios que te llevan
a los grandes logros. Tu enfermera se habrá orinado en la
iglesia pero seguramente ahora estará en Cancún tomando
el sol, luciendo el cuerpo y disfrutando de su luna de miel.

CRISTINA: (Hace un ruido como cuando se marca un error en un


programa televisivo) ¡Error! Está en su casa porque
mientras bailaba el vals con su padre, se meó encima, se
resbaló y se rompió una pierna (se ríe, está un poco

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bebida). Ahora tiene escayola que le llega hasta aquí (Se
señala la cadera).

MONTSE: Tú no me entiendes porque nunca has tenido que hacer


régimen. Todavía me acuerdo de que en el Instituto te
pasabas el día comiendo bollos y mojándolos Cola-cao y
sin embargo estabas como un palillo. Y ahora que tienes 45
años, sigues divina.

CRISTINA: ¡Eh! ¡Un momentito! Que yo NO tengo 45… (Hace una


pequeña pausa y baja el tono) todavía...

MONTSE: ¡Pero los cumples dentro de tres meses!

CRISTINA: Ya, pero tres meses son tres meses y en ese tiempo
pueden pasar muchas cosas.

MONTSE: Es verdad, en tres meses, puede pasar de todo, (irónica y


rotunda) ¡menos que el tiempo se detenga!

CRISTINA: (Se burla porque se siente herida y hace gestos


grandilocuentes) Ohhh ¡Qué frase tan profunda! Te
sientas en la taza del váter y te viene la inspiración.

MONTSE: (Dolida) ¡¿Es que no comprendes que a partir de hoy voy a


empezar a cumplir los años de dos en dos?!

CRISTINA: (Conciliadora) Pero Montse, que la vejez no es física, es


mental.

MONTSE: (Irónica) ¡Ah, claro, entonces, vete avisando a tu mente de


que en cualquier momento se te caerá el culo!

CRISTINA: (Hace una pausa, se asegura de que nadie pueda verla,


saca un cigarrillo del bolso y lo enciende. Aspira
profundamente y suelta el humo despacio, como si
suspirase):

¿Mi culo? Ya hace tiempo que cayó víctima de la


gravedad…

MONTSE: (Asombrada, entreabre la puerta del retrete y se asoma


por primera vez a escena)

¿De verdad?

CRISTINA: ¡Sí!

MONTSE: ¡Pero eso es imposible! ¡Si hace diez años que haces
Pilates casi todos los días y además sales a correr todas

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las mañanas! ¡Yo misma te veo pasar desde mi ventana, y
nunca te permites ni un descanso!

CRISTINA: (Relajada, apoyada contra el lavabo, mientras sigue


fumando)

Claro, no paro porque con las mallas de lycra, cuando yo


paro mi culo sigue en movimiento.

Después de los cuarenta él (se da una palmada en el


trasero) conquistó su autonomía y no he logrado que
vuelva a ser el mismo de antes.

MONTSE: ¡Pero eso es terrible!

CRISTINA: ¿Por qué?

MONTSE: ¿Cómo que por qué? (desesperada) ¿No te das cuenta de


que ha comenzado la cuenta atrás?

CRISTINA: (Distraída) ¿Qué?

MONTSE: ¡Que se nos pasa el tiempo! ¡Que caducamos, como los


yogures!

CRISTINA: (Tajante, apagando el cigarrillo en el lavabo) ¡No seas


ridícula! No somos comida.

MONTSE: (Saca una mano por la puerta del retrete, mientras


sigue sentada)

Dame un cigarrillo, “por fa”.

CRISTINA: ¿Pero desde cuándo fumas?

MONTSE: Desde que tengo 45 años.

CRISTINA: (Enciende un cigarrillo y se lo pasa) ¡Toma!

MONTSE: (Coge el cigarrillo y aspira fuerte, después se


atraganta, tose y comienza a sollozar)

¡Ay tía! No sabes cómo me cuesta decir cuarenta y cinc…


cinc… Es como si ya estuviera el maldito cinco de
“cincuenta” acechándome.

CRISTINA: No seas infantil que no es para tanto.

(Brusca) ¡Y no llores, que entre lo que lloras y lo que meas


te vas a deshidratar!

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MONTSE: (Sorbe y cambia de tono, intentando dominarse) ¿Va a
venir Marisa?

CRISTINA: Creo que sí: hablé con ella anoche y me dijo que vendría
más tarde porque ahora está ocupada grabándole un video
a su hija.

MONTSE: ¿Y para qué va a grabar un video de la niña?

CRISTINA: No, no va a grabar un video de su hija, sino PARA


(remarcando bien el para) su hija. Creo que es un regalo
para cuando cumpla los 18 años.

MONTSE: (Muy sorprendida) Pero si la niña tiene siete u ocho años


¿no?

CRISTINA: Sí, pero dice que hoy ha coincidido todo, que por fin ha
conseguido que le dejaran una cámara y que, además,
(pone una voz mística y hace gestos de visionaria) se
siente espiritualmente preparada para grabar el mensaje.

MONTSE: ¡No me jodas!

Llámala ahora mismo y dile que venga, que una amiga no


cumple 45 años todos los días y que tiene 10 años por
delante para grabar el vídeo a su hija.

CRISTINA: (Coge el teléfono móvil, busca en la agenda y marca.


Suena la cisterna y Montse sale del baño sollozando y
lamentándose de nuevo)

MONTSE: Ya sabes que yo nunca me he quitado años, pero ahora se


me encoge el estómago cada vez que pienso que ya tengo
cuarenta y cinco.

CRISTINA: (Se confunde al marcar el número)

¡¿Te quieres callar que no puedo concentrarme?!

MONTSE: (Ignorándola) Decir cuarenta y cuatro, es más agradable.


No sé, la combinación de las letras t y r, es ligera... sutil...
cuatrrr..., parece que volara.... Pero cuando dices ¡y cinco!
(hace un gesto con las manos, como si estuviese
sosteniendo algo muy pesado) suena como si se cayera
algo grande, y no estoy hablando de ninguna parte de mi
anatomía ¿eh?

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CRISTINA: (Espera el tono del teléfono que, finalmente comienza a
sonar)

(Se pone un dedo en los labios) ¡Shhht!

Se ilumina la parte izquierda del escenario y se apaga


la zona del lavabo. En la parte ilumina está Marisa
sentada en una butaca. Se arregla el pelo y actúa como
si estuviese delante de una cámara. De fondo suena el
teléfono insistentemente. Entonces se levanta y
descuelga.

MARISA: ¿Dígame? Ah, hola Cris ¿Qué tal? ¿Ya habéis comido?
(Escucha en silencio durante unos segundos) ¡¿Cómo
que estáis en el baño?! (Irónica) ¿Es que hacíais
demasiado ruido y os han colocado la mesa ahí? (se ríe)

Se detiene y vuelve a escuchar.

¡Ahhh! Ya le dije que no tomara eso, que se iba a mear


viva.

No, no puedo ir, dile que estoy grabando un video para


mi… (Duda un segundo antes de continuar) hija y quiero
aprovechar antes de que vuelva del coleg... (Se detiene y
escucha)

Sí, esta noche sí que voy a su casa, pero ahora no puedo.


Esto es muy importante para mí, luego os lo cuento....

Dale un beso a Mont... (Se interrumpe porque están


hablando a la vez al otro lado del auricular). Nos vemos
esta noch... (Escucha), Ciao

Cuelga y deja el teléfono en el suelo. Se dirige a la cámara y la pone en


funcionamiento. Vuelve a colocarse el pelo, sonríe y comienza a hablar
con serenidad.

No sé cómo comenzar, hija. Pertenecemos a siglos


diferentes y yo me siento… (sonríe) como el eslabón
perdido entre la Nancy y la Barbie.

Estoy segura que en este momento piensas de mí lo mismo


que yo pensaba de mi madre: que no sabía nada de la vida
y que yo tenía que espabilarla.

(Se detiene de nuevo y cambia el tono de su voz que


ahora es un poco más serio)

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Hoy cumples dieciocho años... (Sonríe y le cambia la voz
porque comienza a recordar) Me gustaría volver a tener
esa edad pero sabiendo lo que sé ahora.

(Reflexiona, está pensando en voz alta) Seguramente


me volvería a casar, pero no tan joven, esperaría por lo
menos seis o siete años más para conocer otros hombres,
así no me pasaría la vida pensando que me he perdido un
montón de cosas.

Perdóname si ya eres una mujer madura y te parezco un


poco patética, pero quiero compartir algunas cosas contigo.

Desde que me casé, a los 20, mi vida ha vida ha girado en


torno a tu padre: nos relacionamos con sus amigos, con la
familia, con sus compañeros de trabajo…

Hace 25 años que estamos juntos… (Reflexiona) ¡No,


perdón!, hace 25, aquí (se señala a sí misma) pero
cuando tú veas esto ya habrán pasado... ¡35!... ¡Dios mío!

En éste momento (señala hacia el suelo, justo delante de


ella) estamos juntos... Allí (Señala a la cámara, se
detiene y dice) no puedo prometerte nada. 35 años es
demasiado tiempo y la convivencia es muy difícil.

Yo esto nunca te lo he contado, pero cuando tú tenías 8


años..., o sea hoy, estuve a punto de separarme de tu
padre y, una de las causas por las que no lo hice, fuiste tú.

Por eso te estoy grabando este mensaje, porque quiero


que sepas hasta qué punto eres importante para nosotros.

No sé si estamos haciendo lo correcto: Según los


psicólogos es una cagada, pero es NUESTRA cagada.

(Hace una pausa, siempre mirando a la cámara. Se


muestra indefensa) Te lo estoy contando, pero aún no se
lo he dicho a nadie ¿A quién iba a decírselo? Con tu abuela
prefiero no hablar, porque ya sé lo que me diría: “Cuando la
Iglesia no admite divorcios, por algo será.”

Sofía, tu padre y yo estamos pasando por un momento muy


difícil (pero se detiene un segundo y pone una voz más
firme y pedagógica) pero “tener una pareja es muy
importante para realizarse como ser humano” (Vuelve al
tono anterior) lo he leído en el “Cosmpolitan”.

Ya sé que todo esto te parecerá un poco cursi, porque tú


serás una mujer del siglo XXI, liberada, tecnificada,

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globalizada, y todo eso, pero se comprensiva (Hace una
pausa y después continúa, divertida) A fin de cuentas
soy de la generación del Windows Vista ¡He vivido la
transición de la botella de leche al tetrabrik! ¡Del correo
postal al e-mail! ¡Del “zapatófono” al i-phone!

(Relaja el cuerpo ante la cámara y se ríe) No tienes ni la


menor idea de lo que te estoy hablando ¿verdad? Bueno,
cuando termines de ver esto, puedes ir a buscarme al
parque, porque seguramente estaré allí echando migas de
pan a las palomas. (Se ríe de nuevo de su ocurrencia y,
con su risa en el aire, se apaga la escena).

Cortinilla musical: “It’s a heardtache” (Bonnie Tyler- 1978)

Se oscurece poco a poco el escenario y sólo queda iluminada la pantalla


en la que van apareciendo fotografías de las cuatro protagonistas, cuando
eran niñas.

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ESCENA SEGUNDA

Se escucha una voz femenina que anuncia por la megafonía de un


aeropuerto la llegada de un vuelo. Se ilumina el escenario con un foco
potente que marca un pasillo en la oscuridad.

Voz. “Air France anuncia la llegada de su vuelo número 147,


procedente de Estocolmo”

“Air France announces the arrival of its flight number one


four seven, from Estocolmo”

Entra en la luz Lucía, arrastrando una pequeña maleta con ruedas.


Recorre la zona iluminada de un extremo a otro y se detiene frente al
público, recorriendo la platea con la mirada como si buscara algo.

Vuelve a quedar la escena a oscuras.

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ESCENA TERCERA

Se ilumina el escenario y se ve un perchero blanco y una silla del mismo


color.

Entra Cristina vestida con una bata de médico. Está cansada y se deja
caer en la silla.

Comienza a sonar su teléfono móvil, mira la pantalla y descuelga.

CRISTINA: (Su voz es dulce, con un tono entre el que se usa para
hablar con un niño y con un amante) Holaaa ¿Cómo te
ha ido?

(Escucha y, mientras lo hace mueve mecánicamente la


cabeza, asintiendo) Para mí tampoco ha sido un buen día
¿Te acuerdas de aquella paciente de la que te hablé, de la
viejecita encantadora que se parecía a mi abuela?

Escucha

¡Esa! Pues hoy me han entregado el resultado de la


biopsia...

Hace una pausa y escucha.

Sí, era el típico cuadro de cáncer, pero hay veces que los
síntomas engañan y...

Escucha

No, a ella no le he dicho nada. Hablé con su hija...

Vuelve a escuchar y mueve la cabeza afirmativamente.

Bien…, es una buena chica, parece centrada. Recibió la


noticia con mucha serenidad.

Escucha

Ahá, ahá, sí, tiene unos 40 años...

(Escucha y se ríe con ganas) ¿He dicho "chica"? Bueno,


para mí es una chica.

(Cambia el tono y vuelve a ponerse seria) Ella también


se lo esperaba. Se le saltaron las lágrimas, pero...

Cambia de tema y de tono bruscamente.

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No hablemos de estas cosas. (Se ríe un tanto
forzadamente) Mi psicólogo dice que mi matrimonio se fue
a la mierda, sobre todo, por hablar de las historias clínicas
de mis pacientes a la hora de la cena. (Divertida) Yo
notaba que se levantaba varias veces de la mesa, lo que
no sabía es que se iba al baño a vomitar...

(Se ríe y escucha) Ya, ya, pero que tú estudies medicina


no cambia nada. Una conversación sobre una operación de
hemorroides durante una cena romántica, rompería la
magia de cualquier matrimonio.

(Escucha) No, hoy no voy a poder… hoy cumple 45 años


una de mis mejores amigas ¡Es un día muy especial y
quiero pasarlo con ella!

(Escucha. Le fastidia lo que oye, pero se ríe para


disimular) No, no estoy “huyendo”.

(Escucha. Conciliadora, casi como si hablara con un


niño) Escúchame, si el otro día no quise que pasara nada,
fue por lo que te expliqué: necesito más tiempo.

(Escucha y reacciona demasiado rápido) ¡No tiene nada


que ver con la diferencia de edad, eso ya lo hemos
hablamos! (Ahora mientras habla camina de un lado
hacia otro del escenario porque está irritada)

(Escucha) No, no es que me “cague”. Además ¿no


podríamos evitar esas palabras en nuestras
conversaciones?

(Escucha) Es cierto que te dije que una de las cosas que


me gusta de ti es que seas tan espontáneo, pero… hay
veces que eres demasiado espontáneo para mí.
(Comienza a reír, pero está irritada y se le nota al
hablar, aunque intenta disimularlo. Gesticula para sí
misma a sabiendas de que su interlocutor no puede
verla)

A lo mejor a las chicas de tu edad no les molesta que


eructes en la mesa, pero a mí ¡me toca los huevos! ¿Lo
ves? Ya estoy hablando igual que tú.

(Escucha) ¡No, no puedes ir al cumpleaños!

(Escucha y después muy irónica) Primero porque es una


reunión SÓLO para mujeres. Segundo porque me
preguntarían que porqué no te he dejado en la piscina de

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bolas del Mc. Donald’s y por último, porque no me da la
gana.

(Escucha) ¿A Montse? La conozco desde que teníamos 5


años. Éramos vecinas y estábamos todo el día juntas.

Después nos reencontramos en el Instituto: compartimos


recetas contra el acné, hablábamos de novios, de sexo y
con el tiempo, de matrimonio, de hijos, de divorcios y de
pensiones alimenticias. En fin ¡toda una vida!

Escucha y suelta una carcajada

(Conciliadora. Se la nota más relajada también en la


actitud del cuerpo) Si, tienes razón, seguramente
terminaremos hablando sobre la incontinencia urinaria.

Sí, sí. Un beso, ciao. Te llamo mañana.

(Sonríe y cuelga) ¡Qué cabrón!

La escena queda a oscuras.

Cortinilla musical “Love is in the air” (John Paul Young- 1978)

Sobre la pantalla del escenario se ven fotografías de Cristina cuanto era


una niña.

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ESCENA CUARTA

LUCÍA: Comienza un monólogo dirigido a los espectadores.

En el 78 hubo dos acontecimientos que marcaron mi vida:


fue el año en que cumplí los 15 y mi padre apareció en
televisión presentando aquel descubrimiento científico que
le abrió las puertas de la investigación internacional.

Los vecinos vinieron a casa y nos felicitaron. La noticia se


repetía en todos los telediarios una y otra vez. Yo hubiera
deseado apagar todas las pantallas del país… (como
haciendo un aparte, para sí misma, con una sonrisa en
los labios) y meterme debajo de mi cama.

Por cierto ¿Alguien recuerda cómo terminó “Un hombre en


casa”? Tuve que marcharme justo cuando estaba
terminando la serie y me quedé como si estuviese
intentando recordar una palabra difícil que tuviese en la
punta de la lengua.

(Vuelve al discurso serio, concentrado) Aquí mi padre


era un científico gris que trabajaba en un laboratorio en
precarias condiciones, pero después de aparecer en
televisión, le llovieron las ofertas de trabajo de todas las
universidades y empresas farmacéuticas del Mundo.

Más tarde llegaron más cámaras de televisión y periodistas,


así que, poco tiempo después y tras muchas deliberaciones
familiares, hicimos las maletas y nos fuimos a Estocolmo.

(Un poco nostálgica, de nuevo como si hablase para sí


misma) Nunca pude despedirme de mis amigas, ni de mis
15 años. Ahora que tengo 45, vuelvo por primera a
encontrarme con mi pasado. Me fui siendo una adolescente
y vuelvo con dos exmaridos a la espalda: El primero un
físico doctorado en astronomía, un auténtico genio. El
segundo, un rockero descerebrado.

Dos polos opuestos y dos fracasos rotundos: El astrónomo


y yo mantenemos una amistad cordial, pero con el rockero
sigo luchando en los tribunales por la custodia del gato.

La verdad es que no es fácil vivir en pareja: Mi primer


marido hablaba en la cama de los agujeros negros de la
Vía Láctea. El segundo, se casó conmigo porque creía que
tener una mujer latina le daba exotismo a su currículum.
(Irónica) Cada vez que se emborrachaba se empeñaba en

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demostrarme que adoraba el flamenco y que entre sus
antepasados había sangre española.

(Con cansancio en la voz) Hace 30 años que vivo en


Suecia y todavía hay códigos que no entiendo. Llega un
momento en que no sabes quién eres ni de dónde vienes.

La primera vez me casé tenía 32 años y la segunda 38 y en


ninguna de las dos ocasiones estaba enamorada.

Estoy convencida de que, más que una pareja, lo que yo


estaba buscando eran elementos para aclarar algunas
dudas sobre mi sexualidad. Y hoy, después de cinco horas
de viaje, estoy segura de que he vuelto buscando algo o
escapando de algo, porque por primera vez en mi vida,
estoy enamorada y tengo miedo.

(Se sonríe) Me acuerdo de la serie Hechizada, esa en la


que una bruja movía la nariz y conseguía lo que quería. Yo
en este momento quisiera mover mi nariz y que ella, sí,
ELLA, apareciera aquí por arte de magia.

Cortinilla musical “I do, I do, I do, I do, I do” (Abba 1975)

En la pantalla del escenario comienzan a aparecer fotografías de una


mujer nórdica de unos 35 años.

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ESCENA QUINTA

En el salón de la casa de Montse. Cristina está de pié, curioseando la


decoración. Se detiene ante una fotografía.

En la pantalla se ve una imagen de dos niñas en bañador. Montse, en un


lado de la escena, está terminando de ordenar la mesa en la que están las
bebidas y las cosas para picar.

CRISTINA: (Señalando la fotografía que está mirando) ¿La de la


foto eres tú?

MONTSE: Sí. La otra es mi hermana. Yo tendría unos 7 años y


estábamos bañándonos en la piscina que nos regaló mi
padre.

CRISTINA: Pero si esto no es una piscina, es un depósito de 200 litros


cortado por la mitad.

MONTSE: (Molesta) ¡Ya empezamos! ¡Para nosotras era una piscina


y lo pasábamos fenomenal! ¿Sabes?

CRISTINA: (Dejando la foto y retirándose un poco) Bueno, perdona,


no es para que te pongas así.

MONTSE: ¡No, no te perdono! ¡Claro, como tú tenías una piscina de


verdad en tu (con mucha retranca) “super-casa”, piensas
que lo mío era una mierda!

CRISTINA: ¡Oye, que yo no he dicho eso! (recapacita y suspira, no


quiere discutir) No era mi intención…

MONTSE: No era tu intención, no era tu intención... ¡Hace cuarenta


años que no es tu intención, pero no pierdes ocasión de
hacerme sentir inferior!

CRISTINA: (Resignada) Eso ya lo hablamos muchas veces. No


empieces otra vez con lo mismo, por favor.

MONTSE: (Rencorosa) Claro, como mi meta siempre ha sido tu punto


de inicio…. Como tú lo has tenido todo siempre en esta
vida y…

CRISTINA: (Cansada de la discusión. Mira hacia el cielo, pone los


ojos en blando y hace un gesto con la mano como si
quisiera borrar lo que acaba de oír) No voy a contestar a
eso.

MONTSE: (Continúa hablando, ignorando las palabras de


Cristina)

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… tú siempre has tenido mejor ropa que yo. En el colegio
sacabas mejores notas. La casa de tus padres era más
grande y más bonita y cuando salíamos de copas siempre
ligabas con el más guapo. Hasta tu boda fue...

CRISTINA: (La interrumpe e imita su forma de hablar, nasal y


consentida) Te ha faltado decir que mientras que tú ibas
en bicicleta yo llevaba una Vespino, y que yo veraneaba en
Marbella mientras que tú ibas a Benidorm, con la “plebe”.

MONTSE: ¡No me tomes el pelo!

CRISTINA: No te tomo el pelo. Es que siempre me dices las mismas


cosas y te pones tan melodramática... Hasta tu psicólogo te
lo dijo una vez: cada vez que estás deprimida la tomas con
tu amiga.

MONTSE: Claro, como tú terminaste la carrera y tienes una


profesión...

CRISTINA: Tú no lo hiciste porque no te dio la gana.

MONTSE: (Histérica) ¿Qué quieres decir, que soy una fracasada?

CRISTINA: (Se sonríe y decide romper la discusión y tomárselo a


broma, así que coge la cabeza de Montse con sus
manos y comienza a examinarla con ademanes de
médico)

A ver..., no te muevas…

MONTSE: (Fuera de sí) ¿Pero qué haces?

CRISTINA: Estoy buscando el agujero por el que se te ha colado el


cerebro.

MONTSE: (Furiosa y a la vez suplicante) ¡Reconócelo tía, tú


siempre tuviste más cosas que yo!

CRISTINA: Te equivocas, tú has tenido cosas mucho antes que yo.

MONTSE: ¿Sí? Como qué.

CRISTINA: (Triunfante, riéndose) 45 años.

MONTSE: (Se ríe, se ha roto la tensión) ¡Qué hija de puta!

Persigue a Cristina por toda la escena y salen por uno de los laterales.

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Cortinilla musical “Girls just wanna have fun” (Cindy Lauper-1983)

En la pantalla van apareciendo fotografías de las dos actrices, en su


adolescencia.

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ESCENA SEXTA

En la parte izquierda del escenario hay dos sillas.

Entran Lucía y Marisa, riéndose.

MARISA: ¿Cómo has encontrado mi casa?

LUCÍA: Ha sido fácil, eres la única que sigue viviendo en el barrio.

MARISA: ¡No puedo creer que seas tú!

LUCÍA: (Girando sobre sí misma, como para mostrarse mejor)


¿Tan cambiada estoy?

MARISA: No, estás igualita, pero creo que te había borrado de mi


memoria, como si pertenecieras al pasado remoto.

LUCÍA: (Sonríe) Bueno, es que pertenezco al “pasado remoto”:


hace 30 años que no nos vemos.

MARISA: (impresionada) ¡30 años! Y yo todavía me siento como


cuando tenía 15 años.

LUCÍA: (Bromea) ¿Te gusta Lady Gaga?

MARISA: ¡¿Quién?!

LUCÍA: (Divertida) Lo ves, ya no eres una adolescente. Te has


quedado en los Bee Gees.

MARISA: ¿Ya te habías ido cuando le escribí aquella carta a los Bee
Gees?

LUCÍA: ¡¿De verdad le escribiste a los Bee Gees?! ¿Cuándo?

MARISA: No lo sé, en el 79 o el 80 ¿Aún estabas aquí?

LUCÍA: ¡Qué va! Nos fuimos a Estocolmo a principios del 78.

MARISA: (Sonríe con una cierta candidez) Uf, pues se enteró todo
el Instituto de que le había escrito una carta Robin, el que
más me gustaba. Cantaba con la mano siempre en la oreja,
¿Te acuerdas? (Comienza a cantar, imitándole)

“To love somebody…; to love somebody…; the way I love


you”.

LUCÍA: ¿Y te contestó?

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MARISA: (Muy irónica) ¡Por supuesto que sí! ¡En menos de una
semana!

LUCÍA: (Sorprendida, no ha comprendido aún que está


bromeando) ¿De verdad? ¿En castellano?

MARISA: (Aparentando seriedad) ¡Oh, sí, en un perfectísimo


castellano!

LUCÍA: (Sigue sin darse cuenta que se trata de una broma)


¡Qué raro!

MARISA: ¡Y tan raro! (Comienza a reírse) Tardé diez años en darme


cuenta de que a la máquina de escribir de Robin le fallaban
las mayúsculas, exactamente igual que a la Olivetti de mi
tía Marta.

LUCÍA: (Se ríe también) ¿Robin era el que más te gustaba?

MARISA: Si, parecía tan frágil... Ahora, visto desde la distancia, la


verdad es que tenía un aspecto muy... ¡gay! No parecía un
chico normal, pero a mí me gustaba.

LUCÍA: (Algo molesta) ¿Y cuál es tu idea de “normalidad”?

MARISA: Perdóname, no quería ser... yo… (Comienza a sospechar


algo) ¿Estás casada?

LUCÍA: No.

MARISA: ¿Tienes novio?

LUCÍA: Tampoco.

MARISA: ¿Y... novia?

LUCÍA: (Categórica, como si se quitase un peso de encima al


confesarlo) Sí.

MARISA: (Subrayando la naturalidad con la que recibe la noticia)


¡Qué bien! ¿Cuántos años tiene?

LUCÍA: Treinta y cinco.

MARISA: Estupendo y… (Se da cuenta de que no sabe cómo


continuar la conversación y comienza reírse) ¿Le gusta
el fútbol?

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LUCÍA: (Sonríe sorprendida por la ocurrencia, pero no está
molesta) No.

MARISA: ¿Lo ves? Esa es una ventaja, por lo menos no tienes que
tragarte los partidos delante de la tele como si te fuese la
vida en ello.

LUCÍA: (Se ríen, pero después vuelve el silencio y Lucía,


tanteándola, pregunta) Te ha sorprendido ¿verdad?

MARISA: (Disimulando) Nooo…, para nada. Tu no eres la única


lesbiana que conozco.

LUCÍA: La verdad es que no pensaba decírtelo, pero ya que tú me


has preguntado…

MARISA: ¡Ya somos mayorcitas!

LUCÍA: (Reflexiona) A mí me ha sorprendido tanto como a ti. No


hace mucho tiempo que, finalmente, lo he comprendido.
Quizá por eso he hecho este viaje, para compartirlo con
mis amigas de la infancia y... ver vuestras reacciones.

MARISA: (Piensa durante unos segundos) ¿Sabes una cosa? ¡Te


felicito!

LUCÍA: ¿Por qué?

MARISA: (Rotunda) Por hacer lo que da la gana. Ojalá yo hubiese


hecho lo mismo con mi vida.

LUCÍA: ¿Pero de qué estás hablando? Yo te veo fenomenal: tienes


una hija preciosa, un marido…

MARISA: (Interrumpiéndola) Bueno… mi relación con Pedro no va


muy bien… No sólo no es lo mismo que antes en la cama -
las pocas veces que pasa algo – sino que tampoco es lo
mismo el día a día, cuando desayunamos, cuando
cenamos… En fin, que ya no nos queda nada ¿entiendes?

LUCÍA: Claro, claro que te entiendo.

MARISA: Perdona, no sé por qué te estoy dando la plasta con esto.

LUCÍA: Somos amigas ¿no?

MARISA : Sí... Me conoces desde que éramos pequeñas y sabes que


siempre he sido... No sé cómo decirlo... ¿básica? Mis
necesidades son sencillas. No pretendo grandes
demostraciones de amor, sólo necesito un poco de

23
atención: Una mirada cariñosa, un poco de ternura, alguna
conversación amigable...

Voy a cumplir 45 años, Lucía, y lo único que quiero, lo que


necesito es... es...

LUCÍA: ¿Qué?

MARISA: Me da vergüenza.

LUCÍA: (Le coge de la mano) Venga, dilo.

MARISA: Alguien que me cuide.

Cortinilla musical: “To love somebody” de Bee Gees. Entre tanto, en la


pantalla van apareciendo fotografías de María, cuando era niña.

24
ESCENA SÉPTIMA

Entra Montse monologando hacia el público.

MONTSE: Cuando creía que ya nunca más me iba a llamar la


atención un hombre, me encuentro con él en la clase de
yoga…

Yo estaba haciendo el saludo al sol (Hace la postura del


Saludo al Sol) … y cuando me inclino hacia adelante…, y
asomo la cabeza entre las piernas, aparece él justo detrás
de mi…

(Mientras habla va haciendo todo lo que explica y,


finalmente, queda de espaldas al público, con la cabeza
entre las piernas)

(Dirigiéndose al público) Bonita manera de conocerle, eh.

Un hombre alto, delgado… Tal vez demasiado delgado...


pero fuerte. (Recuerda y va cambiando el tono de voz,
poniéndose un poco sexy) Uno de esos tíos con la cara
angulosa, ojos verdes y… (se incorpora) me quedé así, en
esta postura tonta, mirándole, hasta que la profesora de
yoga me llamó la atención porque llevaba cinco minutos
con el culo en pompa.

Desde entonces no le perdí de vista y, claro, él notaba que


no le quitaba los ojos de encima, así que cuando había un
ejercicio por parejas, como la araña o el conejo, lo
hacíamos juntos. (Con mucha intención) Y conejo va…,
araña viene…, un viernes me invitó a salir.

Fuimos a cenar a un restaurante vegetariano. Él pidió


ensalada de brotes de soja y agua mineral. Y yo la
especialidad de la casa: albóndigas de gluten de trigo con
semillas de girasol… Comí tanto, que después tuve que ir
al váter a vomitar para poderme mover y, cuando volví a la
mesa, (sugerente) me invitó a tomar un té… en su
apartamento.

(Dirigiéndose directamente al público) La verdad es que


es un tío muy callado, bueno, casi mudo, porque creo que
las primeras cuatro palabras de la noche las dijo ya en el
taxi: (Imitando la voz de un hombre) “¿Crees en la
reencarnación?”.

“Si”, le contesté, (haciéndose un poco burla a sí misma)


“y para la próxima vida me gustaría ser una lombriz..., ya
sabes... porque son hermafroditas y evitas la posibilidad de

25
que te pongan los cuernos” (Se ríe, un poco
alocadamente, después va bajando la intensidad de la
risa y, finalmente retoma el discurso). A mí me pareció
graciosísimo... Ya se que no fue el chiste más inteligente
del año … pero tenía su gracia… (Vuelve a ponerse seria)
Sin embargo a él no debió gustarle porque no volvió a
hablar hasta llegar a su casa.

Cuando bajamos del taxi señaló una ventana del segundo


piso, y dijo: (Vuelve a imitar su voz) “Ese es mi ashram,
mi espacio de meditación”. (Haciéndose un poco burla a
sí misma) “¡Qué bonito!” le dije “¿Y es un ashram de uno o
de dos dormitorios?” Pero él no contestó, sólo me miró
como si no supiera si lo decía en serio o en broma.

Me llamó la atención que la puerta del piso estuviera


pintada de naranja, pero como en el último número de la
revista Nuevo Estilo había visto una puerta pintada de
amarillo, pensé que el tío seguía las tendencias (se ríe de
su propia ocurrencia). Luego, cuando entramos, me dio
una bofetada a incienso que casi me tumba de espaldas. El
humo era tan espeso que no se veía nada, bueno, menos
el retrato a tamaño natural de Mahatma Ghandi y una
estatuita de Buda que sostenía una vela.

(De nuevo imitando su voz) “Voy a preparar el té”, dijo, y


desapareció entre el humo.

Empecé a escuchar una música extraña, como una versión


remezclada de “Salta, salta, salta pequeña langosta” pero
con un arreglo hindú del Raví Shankar. (Se escucha de
fondo una pieza de música hindú que ambienta la
narración).

Todo era muy extraño pero el tío me parecía tan


interesante… justo en aquel momento de mi vida…

No me senté en ningún sitio porque no encontré dónde: no


había sillas, ni sillones, ni banquetas y, de repente,
(poniendo una voz un poco sexy) le veo venir con la
bandeja en la mano y... ¡con el pecho desnudo!

(Imitándole, exageradamente pausada) “La ropa”, dijo,


“es una barrera que impide un contacto más directo con el
cosmos y bloquea las vibraciones positivas que nuestro
plexo solar necesita captar”.

No os voy a negar que me sorprendió cuando descubrí que


también estaba desnudo de cintura para abajo, pero me
porté como una reina y fingí que todo era de lo más natural.

26
Se sentó en posición de loto y, (con mucha intención)
como podréis suponer, no pude controlar mis mirada que
se fue directa al… “plexo solar”.

¡No vais a creer lo que vi!

Seguramente haya ejercicios de yoga para esa zona


porque el tipo lo tenía como…,como…, un bastoncillo de
los oídos, bueno… no tan fino, más bien… como una pajita,
una de esas que tienen la punta flexible… (se ríe) Si
hubiera tenido rayitas blancas y rojas me hubiera puesto a
chuparla sin darme cuenta (carcajada).

Después de tomar dos tazas de un té chino espantoso, se


frotó las manos y dijo que me iba a hacer masajes en el
cuello, para quitarme el estrés.

Y pensé: “Los únicos masajes de cuello que me quitan el


estrés son los del cuello del útero y esos... no se hacen con
las manos”.

(Sexy) Me tumbó boca abajo en la alfombra, se subió


encima... pero... pese a que me esforcé, no sentí la “pajita”.

Pero... los masajes eran tan buenos... que me sentí flotar


en el aire... “relájate…” me decía, “relájate… no tengas
miedo…” Y entre los masajes y el diurético que estoy
tomando me relajé tanto que terminé meándome en la
alfombra.´

(Se ríe) A las cuatro de la mañana aún no habíamos


terminado de limpiar el suelo.

Y mientras amanecía, Buda se moría de la risa, Ghandi me


miraba, y mi compañero de yoga meditaba, abrí
silenciosamente la puerta naranja, cogí un taxi y me fui a
un Mc. Donald’s que, (muy irónica) no será muy sano,
pero mi organismo occidental y globalizado estaba
necesitando una hamburguesa.

Después me fui a casa caminando. El día amanecía y yo...


¡iba chupando una pajita!

Se apaga la escena y se escucha de fondo “Salta, salta, salta, pequeña


langosta”.

En la pantalla, se ven imágenes de Montse, cuando era una adolescente.

27
ESCENA OCTAVA

En el salón de Montse se encuentran Cristina, Lucía y Marisa que ríen y


hablan animadamente.

MARISA: Cristina ¿tú te acuerdas de cómo llamábamos a Lucía


cuando salió la foto de su padre en la tele?

CRISTINA: ¡La Pitagorina!

MARISA: Sí, éramos crueles.

Entra Montse, trae una bandeja con copas y dirigiéndose a Lucía le lanza
una ráfaga de preguntas:

MONTSE: ¿Tu marido es sueco? ¿Están buenos los suecos? ¿Qué


tal se lo “montan”?

Marisa comienza a hacer aspavientos desesperados para cambiar de tema


de conversación.

CRISTINA: ¿Qué te pasa, estás haciendo aeróbic?

MARISA: (Cambiando de conversación) Lucía cumplió los 45 el


mes pasado.

MONTSE: Y yo los cumplo hoy. Ya sabes, es que a España todo


llega con retraso.

Cristina, Montse y Marisa se ríen pero Lucía no entiende la broma, así que
Marisa se lo explica.

MARISA: Claro, es que aquí cumplimos los años después porque


vamos un poco... “con hora canaria”.

LUCÍA: Ahhh, (se ríe) perdón, es que tengo un poco oxidados los
códigos del humor local.

CRISTINA: No te preocupes, después de la tercera copa te vas a partir


de risa.

MONTSE: Nos pasa siempre.

Suena el teléfono una y otra vez, pero Montse continúa hablando como si
no lo oyera.

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MONTSE: (Retomando la frase)… tomamos dos copas y no
podemos parar de reírnos ¿verdad?

MARISA: ¿No vas a contestar?

MONTSE: Nunca cojo el teléfono el día de mi cumpleaños.

CRISTINA: ¿Por qué?

MONTSE: Porque odio los mensajes hipócritas de la gente que llama


sólo para joderme. Como mi ex cuñada, que sólo me llama
para recordarme que soy un año más vieja.

Salta el contestador:

VOZ DE MONTSE EN OFF:

Hola soy MONTSE, en este momento estoy en casa pero


no tengo ganas de hablar con determinadas personas, así
que deja tu mensaje y, si merece la pena, te llamaré. Si no
te llamo es porque eres una de esas personas con las que
no quiero hablar. (Termina el mensaje con un pitido
agudo)

Mensaje con voz de mujer de unos 40 años:

(Una voz un poco chillona y desagradable) ¡Hola,


Montse! ¿A qué no sabes quién soy? (risas un poco
tontas) Soy Susana, la gorda que se sentaba detrás de ti
en el colegio ¿Te acuerdas? El otro día, mientras hacía
limpieza en casa, encontré un cuaderno en el que estaba
apuntado el día de tu cumpleaños.

(Con una falsa preocupación) Ya se que te divorciaste


porque hace poco me encontré con Cristina... y me lo dijo.

Montse mira a Cristina pero ésta hace como que no va con ella la cosa.

(Con muy mala idea) Yo en cambio sigo casada y me va


muy bien con la charcutería. Tenemos dos hijos, ya sabes,
la parejita. Bueno te dejo porque te voy a gastar la cinta y
sé que tu madre te deja varios mensajes al día... ¡me lo
contó Marisa!

Montse mira a Marisa pero ésta sigue disimulando.

(Con maldad, casi canturreando) ¡Feliz cumpleaños!.


¡Ah! y si haces una fiesta no te olvides de avisarme.

29
(Cuelga)

Montse levanta el puño con el dedo anular hacia arriba.

LUCÍA: Escucha los mensajes, mujer, no todos van a ser


negativos.

MONTSE: Oye, que yo sé lo que digo. (Mordaz) Mi contestador no es


un contestador telefónico, es un experimento creado por los
extraterrestres para atraer a todos los gilipollas del planeta.

CRISTINA: No seas pesimista, mujer.

MONTSE: Bueno, si insistís, pero ateneos a las consecuencias…

Montse sale de escena para activar el contestador. Se escucha el efecto


de sonido del contestador al activarse mientras vuelve Montse a escena.

Mensaje con voz de un hombre de unos 50 años:

“Hola Montse, soy Jorge. Te llamo para felicitarte…


(pequeño silencio, como si dudase) ¿Ves como no me
olvido de ti?

(Con un tono más serio, un poco afectado) Quiero que


sepas que los años que pasamos juntos fueron los mejores
de mi vida, pero seguramente... nos casamos demasiado
jóvenes.

(Con un tono más desenfadado) Con “Pati” estoy bien,


pero no puedo hablar de muchas cosas con ella, el salto
generacional, ya sabes (se ríe). He tenido que esperar a
que se fuera a la Facultad para llamarte porque se pone
celosa… ¡cosas de críos!

Bueno, la verdad es que comparada contigo... es una


criatura. Es demasiado joven para entender estas cosas
porque... (un poco afectado) yo a ella la quiero ¿sabes?
Pero a ti te amo.

¡Feliz cumpleaños!

Cuelga

Montse se termina el güisqui de un trago.

CRISTINA, MARÍSA Y LUCÍA:

(Al unísono) ¡Qué - hijo - de puta!

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Montse responde con un gesto de suficiencia que quiere decir: “Os lo
dije”.

Vuelve a escucharse el sonido característico de otro mensaje en el


contestador:

Voz de hombre de unos 50 años:

Gabriela, soy Eloy, tu dentista. Estoy mirando las


radiografías de las fundas de tus premolares y,
definitivamente, hay que cambiarlas todas. Llámame para
concertar la cita.

Cuelga

Nuevo mensaje:

Es la voz de MARISA:

¡MONTSE ¿a qué no sabes quién ha venido a verme?!


Lucía, la que se marchó a Suecia ¿te acuerdas? Esa a la
que llamábamos la Pitagorina…

Marisa intenta ir hacia el teléfono para parar el mensaje pero no llega a


tiempo.

¿Y sabes qué? Resulta que es bollera.

Cuelga

Cristina y Montse se llevan la mano a la boca, avergonzadas, pero Lucía


se ríe, tal vez porque le parece todo un poco infantil.

Nuevo mensaje.

Voz de varón adolescente:

“Mamá, soy Diego ¡Felicidades! Pásalo muy bien con tus


amigas! Esta noche, después del ensayo, me quedo a
dormir en casa de Nacho, así puedes alargar la juerga un
rato...”

MONTSE: (Comentándoselo a sus amigas) Toca en un grupo de


rock.

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CONTINÚA EL MENSAJE:

“Un beso... (Hace una pausa como si lo pensase antes


de decirlo) Que te quiero”.

Cuelga

MONTSE: Si mañana viene oliendo a porro, le mato.

Nuevo mensaje. Voz de mujer de unos 70 años:

Hola cariño, soy mamá. Solo quería felicitarte. (Hace una


pausa y gimotea) Porque te mereces ser feliz, hija. No
importa que estés sola como un perro, ya verás como
pronto conocerás a alguien…

Parece mentira que vayas a cumplir 45 años… (Se le


quiebra la voz y solloza) para mí sigues siendo mi niña.
Aún parece que vas a entrar por la puerta, corriendo del
colegio para merendar mientras ves “Barrio Sésamo” en
televisión…

Montse se levanta de la silla y sale de la escena.

45 años y sin marido… pero…

Se escucha caer el contestador al suelo, rompiéndose en pedazos.

Montse vuelve a entrar en escena.

MONTSE: (Mordaz) ¿Alguien quiere un güisqui, un vino, un poco de


arsénico, un psicoanálisis?

LUCÍA: (Cambiando de tema) Yo también merendaba viendo


Barrio Sésamo.

CRISTINA: ¿Hasta qué edad?

LUCÍA: (Avergonzada) Hasta los 14... por lo menos…

MONTSE : (A Lucía) ¿Tú sabías que te llamábamos la Pitagorina?

LUCÍA: Si, lo sabía, pero nunca me importó.

MONTSE: “Pitagorina” es como llamábamos a los empollones que se


salían de la media y tú, de alguna manera, sigues
saliéndote de la media...

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CRISTINA: ¡Montse!

LUCÍA: (Quitándole importancia) Déjala, es verdad, yo me


considero una persona que de alguna manera altera la
“normalidad” establecida...

MARISA: Aquí, porque supongo que en Suecia ya está superado.

LUCÍA: No te creas, miedo a lo diferente hay en todas partes.

MONTSE: ¿Cuándo te diste cuenta de que…, de…?

(Intenta hacerse entender con gestos)

LUCÍA: ¿De que soy lesbiana?

MONTSE: Si.

LUCÍA: La verdad es que no hace mucho... aunque (reflexiona) en


el Instituto, antes de irme, ya había una compañera de
clase que me gustaba.

Las tres se detienen con los vasos en la mano, mirándola a la espera de


un nombre.

LUCÍA: (Se ríe, divertida) No os preocupéis, no era ninguna de


vosotras.

CRISTINA: ¿Quién era?

LUCÍA: Una chica de pelo rizado, muy delgada, que se sentaba en


la primera fila ¿Os acordáis de ella?

MARISA: ¿Con gafas?

LUCÍA: ¡Si!

MONTSE: ¡¿Silvia Puentes?!

LUCÍA: ¡Esa!

MONTSE: (Ofendida) ¡¿Y qué tenía ella que no tuviésemos


nosotras?!

CRISTINA: (Cambiando de tema rápidamente) ¿Tienes pareja?

LUCÍA: Si, tengo una novia que se llama Liv.

MONTSE: ¿Como Liv Ullmann?

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LUCÍA: Sí, se escribe igual.

CRISTINA: ¿Y por qué no has venido con ella?

LUCÍA: Creo que... necesitaba viajar sola para encontrarme con


vosotras y enfrentarme a mis nuevos sentimientos.

MONTSE: ¿Y a ella le ha parecido bien?

LUCÍA: Sí, absolutamente. (Reflexiona) ¡Es estupenda! Antes de


salir organizó una fiesta sorpresa de despedida y después
me llevó hasta el aeropuerto… aunque llegamos con la
lengua fuera ¡Casi pierdo el vuelo! (Se sonríe enternecida
mientras lo recuerda)

MARISA: (Con mucha intención) ¿Las dos con la lengua fuera?


¡Qué romántico!

MONTSE: (Obviando el comentario) Tienes suerte de estar con


alguien tan especial.

LUCÍA: ¿Tú estás sola?

MONTSE: Sí, completamente.

MARISA: ¿Cuánto hace que no pasas la noche con un tío?

MONTSE: Ufff. Tanto que yo creo que he vuelto a ser virgen otra
vez… (Carcajadas)

CRISTINA: … Será porque tú no quieres...

MONTSE: ¡¿Cómo que no?! Si hay veces en que me depilo una sola
pierna para que cuando me despierte por la noche y sienta
los pelos de la otra me haga la ilusión de que estoy con un
tío.

CRISTINA: ¡No exageres! Sabes muy bien que si tú quisieras podrías


acostarte con un tío distinto cada noche.

MONTSE: (Subiendo el tono de la discusión) ¿Me estás echando


en cara que paso de los tíos que me traes? ¡No quiero que
me presentes a nadie más, soy capaz de conseguir a un
hombre yo sola!

CRISTINA: (Hiriente) Espero que sea antes de que te llegue la


menopausia…

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MONTSE: Sigue así, hazme daño, como soy un blanco fácil…

(Fuera de sí) Yo también puedo ser una hija de puta si


quiero ¿sabes? y decirte por qué estás siempre sola y por
qué te dejó tu marido, pero no me gustaría joder mi fiesta
de cumpleaños.

MARISA: (Conciliadora) Chicas, chicas, no os pongáis a discutir por


tonterías.

MONTSE: (Llorando) ¡No son tonterías! ¡Tú nos conoces desde hace
mucho tiempo y sabes cuál es el problema!

MARISA: (Extrañada) ¿Qué problema?

MONTSE: No te hagas de nuevas. Ella se pasa la vida haciéndome


de menos, demostrándole a todo el mundo todo lo que
tiene y yo no tengo: su “supercoche”, su “supercasa”, su
ropa exclusiva…

LUCÍA: Perdóname Montse pero ¿no será al revés? ¿No serás tú


la que te pasas la vida intentando competir con Cristina?
(Montse rompe a llorar)

LUCÍA: (Arrepentida, no sabe como reaccionar) Lo siento, no


quería hacerte daño.

MONTSE: (Entre sollozos) No, está bien, hoy me han jodido tanto
que tu comentario sólo ha venido a rebosar el vaso.

Perdonad, tengo que ir… al baño… (Sale)

MARISA: (Reprendiendo a Cristina) Ya eres mayor, no eres


ninguna niña…

CRISTINA: (En voz baja) Se pasa la vida quejándose de que está


sola. Yo le presento a tíos interesantes y ella los desprecia
a todos. ¿Alguien la entiende?

Sin ir más lejos, ayer le propuse salir a cenar con un


cirujano que trabaja conmigo en la clínica y…

Montse grita desde fuera del escenario.

MONTSE: ¡No quiero que me dejes con lo que te sobra!


Ese salió contigo y, además de tomar Viagra, me contaste
que después de echar un polvo imita a Espinete!

CRISTINA: (Gritando) ¡No imita a Espinete, imita a Los Teletubbies!

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(Aclara a Lucía) Dice: “Abrazo, abrazo”.

Se oye el sonido de la cisterna y sale Montse tambaleándose un poco por


los efectos del alcohol.

CRISTINA: (A Montse, poniendo voz de Teletubbie y levantándose


hacia ella con los brazos abiertos y moviéndose como
si fuese un robot)

Abrazo, abrazo…

Se abrazan y lloran.

LUCÍA: Cuando cuente esto en Suecia no se lo va a creer ni Dios.

MARISA: Eso es lo bueno que tiene ser maduras.

CRISTINA: ¡No somos maduras, somos humanas!

MARISA: Perdonadme, pero yo sí que me siento una mujer madura.

CRISTINA: Tú no eres madura, quieres serlo, porque es lo que la


gente espera de ti a los 45 años.

MONTSE: (Que continúa abrazada a Cristina) Cristina tiene razón.

MARISA: ¿En qué tiene razón?

MONTSE: No sé (duda), pero suena convincente (Sonríe un poco


bobaliconamente por los efectos del alcohol).

LUCÍA: Ser madura, por lo menos, te ayuda a no volver a cometer


los mismos errores.

CRISTINA: Los cometes igual, Lucía.

MONTSE: (Con el mismo tono de Cristina) Los cometes igual,


Lucía.

CRISTINA: (Categórica) ¡Ser madura no te sirve para nada!

¡Te digo más, en estos momentos los prejuicios de MI


“madurez” no me dejan disfrutar libremente y sin
sentimiento de culpa del amor de un hombre mucho más
joven que yo!

Se hace el silencio y todas la miran, atónitas.

Sí, estoy saliendo con un hombre bastante más joven que


yo ¡¿y qué?!

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MARISA: ¿Cuántos años tiene...?

CRISTINA: Mmmfffnco.

MONTSE: ¿Cómo…?

CRISTINA: ¡Veinticinco!

Se vuelve a hacer el silencio. Todas se sientan sin decir palabra.

MONTSE: ¿Veinticinco? ¿Y por qué no le has traído?

LUCÍA: ¿Tienes televisión de pago?

MONTSE: Sí ¿por qué?

LUCÍA: Porque podríamos haberle sentado a ver Disney Chanel.

Montse y Marisa se ríen.

CRISTINA: Anda, mira la Sueca cómo se ha adaptado enseguida.

LUCÍA: Perdón.

MONTSE: (Con el mando a distancia en la mano) ¡A ver si os


acordáis de esto! He preparado una selección musical
especial para la ocasión.

Da al botón y comienzan a sonar pedazos de temas musicales enlazados


unos con otros. Todas bailan y crean situaciones divertidas):

Con “Bad Girls” (Donna Summer): Las cuatro imitan la manera en que se
bailaba por separado en la época.

Con “Don´t stop till you get enhoug” (Michael Jackson): Realizan una
coreografía, que termina en un trenecito que recorre todo el escenario.

Con “Me colé en una fiesta” (Mecano), suben a MONTSE sobre la mesa
para que baile.

Con el “El auto nuevo” (los Payasos de la tele): Imitan los ruidos y hacen
como que van viajando en un coche imaginario que conduce Montse.

Con “Take my breath away” (Berlin): Forman dos parejas y bailan con
todos los tics que usaban las parejas en los temas lentos. Montse, cae en
la cuenta que está abrazando a Lucía y corre para cambiar de pareja con
Cristina.

37
Comienza “Just the Way you are” (Barry White) y Cristina pide que pare la
música.

MONTSE da al botón del mando a distancia y detiene la música.

CRISTINA: (Alzando los brazos) ¡Barry White no! Quítalo que me trae
malos recuerdos. No sabes las peleas que tuve con mi
padre por este tema: me lo tenía prohibido para los
guateques que hacíamos en mi casa ¿os acordáis?

MARISA: (Suspira) ¡Ay, los guateques!

MONTSE: Que continúa bebiendo y sirviendo todo tipo de


bebidas. ¿Y por qué te lo prohibía?

CRISTINA: Porque decía que en una casa decente no se debían hacer


bailes lentos.

MONTSE: (Nostálgica) A mi me encantaban los guateques de tu


casa, me sentía la reina de la noche…

Llegaba a la puerta… tocaba el timbre… me abrían…, y allí


estaba yo con los ojos pintados y con una bandeja de
“mediasnoches” en las manos.

LUCÍA: (Como para sí misma) ¿Por qué para las fiestas nuestras
madres siempre nos hacían “mediasnoches”?

CRISTINA: Era una generación de mujeres poco creativas.

LUCÍA: No seas cruel, no las habían preparado para otra cosa.

MARISA: ¿Nuestros hijos no pensarán lo mismo de nosotras?

MONTSE: Nooo…; nosotras somos diferentes. Yo a mi madre la veía


vieja. Pero mi hijo y yo somos amigos, cuando estoy con él
me siento como una adolescente.

MARISA: (Irónica) Así que te sientes una adolescente ¿eh? ¿Te


gusta Lady Gaga?

MONTSE: ¡Sí, me encanta!

MARISA: (Molesta) ¡¿Y se puede saber de qué coño la conoces?!

MONTSE: Soy una mujer moderna, informada, globalizada.

CRISTINA: Creo que has estado demasiado tiempo casada, Marisa.

LUCÍA: Esa es una situación que no va a durar mucho...

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Se hace el silencio y todas miran a Marisa que hace un gesto para que
Lucía no continúe hablando.

CRISTINA: ¿Qué es lo que no va a durar mucho?

LUCÍA: (Improvisa para salir del paso)

La… la… globalización. No creo que dure mucho tiempo


más la globalización de la que hablaba Montse, porque los
países se están dando cuenta de que poco a poco están
perdiendo identidad y soberanía.

MONTSE: Eso es verdad. Mi cuñada, la que vive en Miami, toma vino


de Rioja en un vaso de Mickey Mouse ¡Qué ordinariez!

CRISTINA: Voy a decir una frase que me va a hacer vieja de repente,


pero… “cómo ha cambiado todo”, ¿verdad? En los tiempos
de mi madre las transformaciones no eran tan rápidas.

MONTSE: (Con energía) Nosotras somos diferentes, estamos


preparadas para arreglar enchufes, matar cucarachas,
navegar en Internet… Sufrimos de estrés, salimos de
copas… ¡cosas que para nuestras madres eran
impensables!

LUCÍA: Chicas, quizás lo que voy a decir os parezca superficial,


pero la igualdad de la que disfrutamos se la debemos al
dinero ¿no? Somos la generación de mujeres que ha
logrado los empleos mejor pagados de toda la historia de la
humanidad.

MARISA: Yo no trabajo, soy ama de casa.

CRISTINA: (Descarta el comentario con un gesto de las manos)


¡Trabajas igual! Además no importa, la independencia de la
que habla Lucía va más allá del dinero. Tú, por ejemplo,
eres más libre sexualmente de lo que nunca lo fue tu
madre.

MARISA: Bueno, es que en el diccionario de mi madre la palabra


sexo no existía, jamás hablé de sexo con ella, lo que
aprendí, lo aprendí con vosotras.

LUCÍA: ¡Yo también!

Todas, extrañadas, miran a Lucía.

Bueno, cuando me fui de aquí me perdí la mitad del curso


de sexualidad, (irónica) por eso me hice autodidacta.

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MONTSE: (Sin pensar) ¡Pero te salvaste con el examen oral!

Se disculpa por su ocurrencia y Cristina y Marisa se tapan la cara,


avergonzadas.

MONTSE: (Avergonzada) Perdón, perdón… es por el güisqui.

LUCÍA: No pasa nada, ha sido una descarga de tensión. Yo


también hacía este tipo de bromas antes de darme cuenta
de que soy una lesbiana reprimida.

MONTSE: (Sorprendida) ¡¿En serio!?

LUCÍA: ¡No! Era una broma.

(Cambiando de tema, muy animada) Cuando era


pequeña, en Suecia, jugábamos a “betydelse” ¿queréis
jugar?

MARISA : (En un ataque de entusiasmo) ¡Si, vamos a jugar al


betydelse, me parece genial!

CRISTINA : (A Marisa) ¿Y cómo se juega?

MARISA : No tengo ni la menor idea.

LUCÍA: Es un juego de cumpleaños. La gente se va poniendo de


pie y cuenta, a veces de coña, otras en serio, lo que les ha
pasado desde el año anterior.

CRISTINA: O sea, desde el último cumpleaños.

LUCÍA: ¡Exacto!

MONTSE: Llevamos 30 años de retraso, nos vamos a pasar seis


meses poniéndonos al día.

MARISA: (Hace un gesto a Montse para que se calle) ¿Y cómo lo


hacemos?

LUCÍA: Hay que bajar un poco las luces… (Montse se levanta


como si se dirigiese al interruptor, entonces baja la
intensidad de la luz del escenario. Una luz cenital
ilumina a Lucía)

El que quiere hablar se pone de pie y cuenta lo que ha


aprendido o sólo lo que quiere que sepan los demás …

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(Carraspea) Por ejemplo: Ahora que tengo 45 años quiero
compartir con vosotras todas las cosas que no he podido
contaros durante todo este tiempo pasado...

(Seria) Quiero que sepáis la angustia que se siente al


haber dejado atrás, perdidas para siempre, cosas
irrecuperables como adolescencia, el primer álbum de
cromos, mi colección de tebeos, el primer amor...

(Irónica, con una sonrisa en los labios, para romper la


tensión) Me sacaron de una ciudad en la que un beso con
lengua era la mayor aventura a la que podía aspirar una
chica y llegué a otra en la que, después de un cumpleaños,
te ibas a dormir a la casa del chico que te gustaba.

(Se encoge de hombros) Yo nunca he discutido con mis


padres por mi libertad: Siempre he hecho lo que he querido
y... aunque os parezca mentira, me hubiera gustado tener a
alguien que me pusiera límites, aunque sólo fuera para
tener con quién discutir.

(Un podo resignada) Una siempre le da valor a las cosas


cuando ya no las tiene, cuando están lejos... (Se repone)...
Y no estoy hablando de las cosas típicas: las comidas de la
abuela, el sol, las tardes de playa, no, estoy hablando de
las cosas que pasan en el interior, las que no se pueden
volver a vivir.

... Pero... no he vuelto para reencontrar los lugares y las


cosas, he vuelto para encontrarme con vosotras y, sobre
todo, conmigo misma porque creo... ¡No! Sé que estoy
enamorada y me siento feliz, pero... por primera vez...
tengo miedo y no sé por qué.

(Se hace un pequeño silencio. La luz del escenario se


abre, sin subir demasiado de intensidad, iluminando a
todas las protagonistas).

CRISTINA: (Sonriendo dulcemente) Yo sé por qué tienes miedo, a mí


también me ha pasado: Tienes miedo porque, por primera
vez, tienes algo que perder.

Cortinilla musical “Eternal flame” (Bangles).

Sobre la pantalla se ve una fotografía de todas las chicas en un


cumpleaños con quince vestidos y peinados de los años 70.

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ESCENA NOVENA

Entre risas y murmullos, Marisa, Lucía y Cristina miran un álbum de fotos.

MARISA: Esta es MONTSE el día de su decimoquinto cumpleaños.


(Se ríe) ¡Llevaba un vestido que parecía una lámpara!

LUCÍA: ¡No seas mala! Entonces era lo que se llevaba.

CRISTINA: (Dirigiéndose a Lucía) ¿Tú también celebraste una fiesta


cuando cumpliste los 15?

LUCÍA: No, yo no, mis padres pensaban que ese tipo de fiestas
eran decadentes.

MARISA: ¿No te dejaban ir?

LUCÍA: Dejarme... me dejaban, pero no me compraban ropa y a mí


no me gustaba ir en vaqueros.

Se escucha la cisterna del baño y después entra Montse.

CRISTINA: (Señalando una foto en el álbum) ¿Y ésta quién es?

Montse sigue bebiendo y preparando copas para las demás.

MONTSE: ¿No te acuerdas de ella? Es Alicia Martínez. Yo la odiaba


pero no tuve más remedio que invitarla.

LUCÍA: ¿Y por qué la odiabas?

MONTSE: Pues porque tenía todo lo que yo habría querido tener: era
alta, rubia, de ojos claros y... ¡Tenía una trenca!

MARISA: Pues fíjate qué cosas, el otro día me la encontré en un


centro comercial y me dio su teléfono y he estado a punto
de llamarla para que viniera a tu fiesta.

MONTSE: ¡Te mato, tía!

MARISA: (Con muy mala idea) Te hubiera encantado... Está gorda


como una vaca y creo que va por el tercer divorcio o así.

MONTSE: (Entusiasmada) ¡Entonces llámala, corre, y dile que se


venga ahora mismo!

CRISTINA: (Pasa la página y cambia la fotografía en la pantalla.


Ahora se ve un grupo de chicos de la misma época)
¡¿Pero quienes son estos?! (Señalando algo en el álbum)
¿¡Este es Martín!?

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MARISA: A ver… (se acerca a mirar)

MONTSE: ¡Qué guapo era! Estábamos todas coladas por él. Y pensar
que ahora lo mismo es calvo y gordo y tiene problemas de
próstata…

CRISTINA: (Nostálgica) Me acuerdo que esa noche me quiso sacar a


bailar y le dije que no porque yo entonces estaba medio
saliendo con Pablo y habíamos discutido, pero aún creía
que podríamos arreglarlo...

MARISA: (Riéndose) ¿Os acordáis de cómo te sacaban a bailar los


chicos? Te hacían un gesto así (lo imita) con la cabeza,
desde lejos...

LUCÍA: Sí, pero también había algunos que venían, se te ponían


delante y se esforzaban en sacar una voz grave e
interesante (imita su voz) “¿Bailas…?”.

Se ríen.

MONTSE: Ahora, en la generación de mi hijo son ellas las que se


acercan a ellos y los invitan a bailar y... a lo demás...

MARISA: ¿Me pregunto cómo serán las cosas cuando mi hija


comience a salir por ahí?

MONTSE: ¡¿Quién sabe?! (irónica) Lo mismo todo vuelve a empezar


y se vuelve a poner de moda la castidad.

MARISA: (Pasa la página. En la pantalla se ve un grupo de chicas


vestidas de fiesta) ¡¿Esta delgaducha de verde que
parece un tubo de neón quién es?!

CRISTINA: Soy yo, tonta, con un vestido de fiesta francés que me


había prestado mi prima.

MONTSE: Ah, sí, el mismo que llevaste a todos las fiestas de ese año.
¡Mira que diste por culo con ese vestido! (la imita) “Me lo
ha prestado mi prima y es francés… Me lo ha prestado mi
prima y es francés…

¡Sería francés, pero era del año de la tos!

CRISTINA: (Nostálgica) Era tan bonito…

MARISA: Reconozco que era muy vistoso, pero Montse tiene razón,
era un poquito antiguo. (Con mucha intención) Yo creo

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que era el mismo vestido que usó Madame Curie cuando
fue a recibir el Nóbel.

Se ríen.

LUCÍA: (A Cristina) Todavía me acuerdo de tu prima: vivía en el


mismo edificio que yo ¿verdad? ¿Qué ha sido de ella?

CRISTINA: Se casó con un diplomático alemán.

LUCÍA: ¿Y dónde lo conoció?

MONTSE: ¡¿Dónde lo consiguió?!

CRISTINA: Pues la verdad que es fue rarísimo: estaba en una fiesta en


Marbella, le presentaron a este hombre y se quedaron
hablando. El tío le dijo que hacía tiempo que estaba
pensando en formar una familia. Entonces mi prima, (con
muchísima ironía) tan culta, tan refinada, que hablaba un
inglés perfecto le dijo: “No hablemos más, fóllame ahora
mismo que estoy ovulando”. Y ahora tienen dos hijos y
hace 12 años que viven en Munich.

En la pantalla cambia la fotografía por otra en la que se ve a un grupo de


jóvenes vestidos con ropa de los 80.

MARISA: (Señalando el álbum) ¡Mirad, aquí estamos todas con


pantalones de campana y zapatos de plataforma!

Montse les quita el álbum, lo cierra, se lo lleva y lo guarda en un cajón. En


ese momento la pantalla se queda a oscuras.

MONTSE: ¡Ala! Se acabó el viaje al pasado.

MARISA: ¡¿Pero qué haces?! ¡Nos hemos quedado en los


pantalones de campana!

MONTSE: (Inflexible) Precisamente por eso he cerrado el álbum: no


hay nada peor que ver que ha vuelto la moda que usabas
cuando eras joven: ¡Es la demostración de que te estás
convirtiendo en una pieza de museo!

LUCÍA: No podemos negar que nacimos el siglo pasado... pero de


eso a ser una pieza de museo....

MONTSE: ¡Claro que no, todavía somos jóvenes! Estoy harta de cómo
nos tratan en los medios de comunicación. El otro día sin ir
más lejos, en uno de esos programas matutinos de la tele
dijeron: “Y ahora como todos los martes, llega la sección

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Chicas de cuarenta y... tantos” Como si las palabras chicas
y cuarenta fueran incompatibles.

CRISTINA: Es que... tenemos cuarenta y cinco.... ¡ya no somos niñas!

MONTSE: ¡Ya se que no somos niñas, tía! pero tampoco somos


momias.

CRISTINA: No jodas, Montse. Hay mujeres de nuestra edad haciendo


anuncios de “Tena-Lady”.

MONTSE: (A Cristina, inquisitiva) ¿Ya te has acostado con él?

CRISTINA: ¿Con quién?

MONTSE: Con tu “ligue” de 25 años.

CRISTINA: (Enfadada) ¡Ya te he dicho que no!

MONTSE: Pues date prisa mona y toma una buena ración de gingsen,
porque te va dejar agotada. (Se ríen)

LUCÍA: La verdad es que todos queremos parecer jóvenes de lo


somos y muchas personas se someten a la cirugía estética
como quien se empasta una muela.

CRISTINA: Pues yo no descarto hacerme algún arreglito en la cara... y


quitarme un poquito de aquí (se toca las caderas) y
ponerme un poquito por aquí (se toca los pechos).

MONTSE: A mí también me gustaría hacerme algo, aunque no sé si


me animaría a operarme la cara. Lo que sí me haría
mañana mismo es ponerme tetas.

LUCÍA: Yo me las puse el año pasado y mi cirujano está encantado


con su obra ¡No se ve ni una sola cicatriz!

MARISA: (Interesada) ¿Y notas alguna diferencia con el resto de la


piel?

LUCÍA: No, está como la seda ¿queréis tocar? (Espontáneamente


se desabrocha la camisa)

TODAS: (Moviendo las manos) ¡No, no, no, gracias!

MONTSE: Confiamos en tu palabra.

MARISA: (Como para sí misma) Mi marido siempre me reprocha


que tenga las tetas pequeñas.

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CRISTINA: ¿Cómo que te “reprocha”? Esas cosas no se pueden
reprochar…

MARISA: Estuviste poco tiempo casada ¿verdad? En veinte años de


convivencia puedes llegar a escuchar cualquier cosa.

MONTSE: ¡Que me lo digan a mí! Al segundo año, durante el


desayuno, mi marido ya me comentaba el color y la
consistencia de lo que había cagado. (Risas)

CRISTINA: Lo que más me molesta de la convivencia es cuando se


rompe la magia en la cama y te empiezan a dirigir…

(Imita a un hombre) “despacio… despacio… Un poquito


más… así, así” ¡Que más que hacer el amor parece que
están entrenando a un equipo de fútbol!

MONTSE: Hay algo peor que eso: cuando se ponen creativos y te


empiezan a preguntar: “¿Te beso aquí...?” “¿me pongo del
otro lado…?” ¿te hago esto? ¿te hago lo otro”? ¡Hazme lo
que quieras, coño, pero cállate!

MARISA: (Triste) Pues yo tengo algo mucho peor: tener que fingir
que has disfrutado, cuando hace tiempo que no sientes
absolutamente nada.

Todas se quedan calladas, sorprendidas por la


revelación.

LUCÍA: ¿Hasta cuándo podrás vivir así?

MARISA: ¿Y por qué me lo preguntas a mí?

LUCÍA: Lo sabes muy bien. Cuéntaselo de una vez a tus amigas, la


experiencia me dice que es la mejor manera de afrontar un
problema.

CRISTINA: (Solícita) ¿Qué te pasa? ¿Van mal las cosas con Pedro?

Luz cenital sobre Marisa.

MARISA: (Habla mecánicamente, como si pensara en voz alta)


Pedro y yo ya no hablamos casi nunca: No compartimos
sueños, ni proyectos como antes. En realidad, lo único que
hacemos juntos es ver la tele y dormir.

Ya tampoco salimos (se corrige) Mejor dicho, salimos,


pero sólo a comer. Se ve que seguimos arrastrando el
hambre histórica que nos inculcaron nuestros padres...
(Bromea) ¡Nos estamos convirtiendo roedores gigantes

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que sólo son capaces de hablar si encuentran a algún
conocido en el mismo restaurante!

(Nostálgica) Hace un milenio que no me mira como antes,


en silencio, despacio, haciéndome sentir deseada,
atractiva… Ahora... aprovecha cualquier ocasión, delante
de sus amigos, de su familia, de cualquier desconocido...
para ponerme en ridículo con alguna ironía maliciosa, o con
alguna crítica cruel... y yo, después me vengo pasándome
días enteros sin dirigirle la palabra... Entonces él termina
marchándose de casa, furioso, dando un portazo que hace
temblar las paredes...

(Se cubre la cara con las manos, como si fuera a llorar,


pero no lo hace y, enseguida las retira y continúa
hablando) Y yo noto como ese odio nos va destruyendo, y
me va volviendo una persona triste y cansada, incapaz de
acabar con todo esto.

(Vuelve en sí, sin dramatismo) Por ahora seguimos


juntos, por la niña (reflexiona un momento), o eso es lo
que decimos... aunque en realidad estoy segura que lo que
nos pasa es que nos aterroriza quedarnos solos justo
ahora, en la mitad de la vida...

El escenario se queda a oscuras.

Cortinilla musical “Love of my Life” de Queen.

Pasados unos segundos se vuelve a iluminar la escena.

MARISA: (Reponiéndose) Aparte de eso, lo más importante que he


aprendido en estos últimos años, ha sido lo que me enseñó
Montse sobre cómo hacer mamadas.

CRISTINA: ¿Eeeeehhhh¡¿Cómo es essso…?!

MARISA: Pues verás, según MONTSE, siempre hay que llegar hasta
el final.

MONTSE: ¡MARISA…! Habíamos quedado en que eso era un


secreto entre nosotras.

CRISTINA: (A Montse) A ver, a ver…, nunca me has contado esa


teoría… tan... masculina...

MONTSE: (Justificándose) Yo, en realidad lo que le dije fue que...


hay ocasiones en las que no debes parar justo cuando…
¿Entiendes? ¡Al tío le puedes ocasionar daños
irreparables!

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Es como si desenchufaras la aspiradora justo cuando estás
aspirando algo importante, los mecanismos internos se le
pueden destrozar.

LUCÍA: ¿Y de dónde has sacado esa teoría tan... machista?

MONTSE: ¡Experiencia personal! (cambia de tono y bromea) he


visto a más de uno que se ha quedado así… (hace un
gesto absurdo, como de terror)

MARISA: Siguiendo con tu metáfora de los electrodomésticos


¿Cuántas veces nos dejan ellos en mitad del centrifugado y
no sienten ningún tipo de remordimiento por eso?

CRISTINA: Eso era antes, ahora los chicos se preocupan porque la


mujer también se quede satisfecha.

MONTSE: (Irónica) ¿Ah, si...? ¿Y cómo lo hacen...?

CRISTINA: No lo sé. Supongo que se preocupan de que tú también


disfrutes...

MARISA: ¿Cómo que no sabes? ¿Y tu "ligue"?

CRISTINA: (Fastidiada) ¡¿Otra vez con lo mismo?! ¡Ya te he dicho que


aún no ha pasado nada!

MARISA: No puedo creer que todavía no hayáis… (Mueve sus


caderas, procaz)

MONTSE: ¿Cuál es el problema? Tú nunca le has dado explicaciones


a nadie, eres una mujer hecha y derecha, siempre has sido
la más madura del grupo.

CRISTINA: Precisamente ese es el problema… (Luz cenital sobre


Cristina)... Ahora que estoy a punto de cumplir 45 años,
me gustaría compartir con vosotras una pregunta: ¿Por qué
nos enorgullecemos tanto de ser “maduras”? ¿Para qué
sirve ser madura…?

Y no me digáis que sirve para no repetir errores, porque si


hay una cosa que he aprendido por experiencia propia es
que es una de esas frases trilladas de las mujeres
“maduras” como la de “Todos los hombres son iguales”.

(Ligeramente enfadada) Para mi, en este momento, ser


madura me dificulta una buena comunicación con mi
pareja. Los prejuicios que he ido ganando con la
“madurez” no me dejan gozar plenamente la vida.

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(Rápida, implacable) ¡Y ojo!, cuando digo “gozar
plenamente de la vida” no estoy pensando en follar hasta
perder el sentido, ni intentar una postura nueva cada
noche. Gozar plenamente de la vida, en estos momentos,
significaría poder lanzarme a disfrutar sin red, sin medir las
consecuencias de mis actos.

(Reflexiva) Ahora que estoy saliendo con Santiago me


estoy dando cuenta de muchas cosas. Y odio esa
“madurez” que coloca lo razonable sobre lo políticamente
incorrecto. Si he aprendido algo en este último año…
(aclara) tarde, pero lo he aprendido... es que el amor tiene
mucho más de políticamente incorrecto que de razonable.

Lucía choca su copa con la de Cristina y comienzan a cantar, muy


divertidas, “Te estoy amando locamente” de Las Grecas. Se les suman las
otras chicas.

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ESCENA DÉCIMA

Luz cenital sobre Montse que está de pie sobre la mesa con una copa en
la mano. Se la nota levemente mareada por los efectos del alcohol.

MONTSE: Hoy, que cumplo 45 años, quiero hablar de mi experiencia


como mujer que, después de 20 años casada, vuelve a
colgarse el cartel de libre en el mercado de la oferta y la
demanda.

(Hace un aparte, divertida)… Y debo aclararos que hay


poca oferta… ¡y mucha demanda!

(Como si estuviese en una entrega de premios) Quiero


agradecer a mi familia y amigos su interés por presentarme
candidatos, pero preferiría que me dejaran intentar
encontrarlos por mí misma.

¡Estoy harta de que en cada cumpleaños, boda, velatorio y


bautizo, algún alma caritativa intente presentarme a alguien
para que rehaga mi vida! Me han presentado de todo y el
colmo fue el mes pasado, en el cumpleaños de mi sobrino
pequeño, cuando mi hermana intentó liarme con el payaso
que vino animar la fiesta. (Se ríe, está bebida y se
tambalea sobre la mesa)

Ha llegado un momento que ya no sé si busco un hombre


porque lo necesito o para que dejen de sentir lástima por
mí. Porque da lo mismo lo que diga: he intentado explicar
un millón de veces que estar sola tiene sus ventajas, pero
nadie parece entenderlo.

Me gusta vivir sin horarios, ver lo que me de la gana en la


televisión, fumar en la cama, chatear en Internet hasta las
tantas de la madrugada: ¡un montón de cosas que viviendo
con un tío no se pueden hacer!

Silencio. Todas la escuchan y Marisa mueve la


cabeza, afirmativamente.

(Solloza) Parece mentira, pero a medida que pasa el


tiempo, comienzo a echar de menos a alguien que ronque
a mi lado, que grite los goles del domingo mientras ve el
fútbol en la tele... Hasta algunas cosas que antes me
parecían insoportables, como cuando se sonaba los mocos
en la pila del baño, ahora las echo de menos... Y es raro,
porque por otra parte, he descubierto que me encanta estar
sola.

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(Hace una pausa, y habla como para sí misma, bajando
el tono) El psicólogo dice que, en el fondo, tengo miedo a
perder mi libertad recuperada y que por eso ningún tío me
gusta.

(Solloza de nuevo) Al principio me sentí libre,


salvajemente libre. Pero, ahora que mi marido tiene otra
pareja… me siento sola, y también un poco traicionada.

Cortinilla musical “Never be the same”(Christopher Cross-1979)

Lucía va a abrazar a Montse y Marisa y Cristina salen de la escena.

LUCÍA: Cuéntame algo de tu hijo.

MONTSE: Es un chaval estupendo: tiene 14 años… (sonríe) y quiere


ser arquitecto y rockero.

LUCÍA: ¡Buena combinación!

MONTSE: En estos momentos él es el adulto de la casa y yo la


adolescente. (Vuelve a sonreír enternecida) Me da
consejos ¿sabes? Me dice: (imita su voz) “Mamá, no es
bueno que estés sola, búscate un novio”.

(Se le quiebra la voz) Estoy muy orgullosa de él: es lo que


más quiero en esta vida.

LUCÍA: ¿Se lo has dicho alguna vez?

MONTSE: No, con estas palabras no.

LUCÍA: Tal vez deberías decírselo, no cometas el mismo error que


nuestros padres. (Le acaricia la cabeza tiernamente)

Entran Marisa y Cristina con una bandeja que contiene una botella de
cava y cuatro copas.

Cristina levanta su copa.

CRISTINA: Chicas, vamos a brindar: ¡Por nuestra amiga Montse que,


siendo… (Mira su reloj) Mmmm las veintitrés y
cincuenta…. está a punto de traspasar la mitad de la
década de los cuarenta!

TODAS: ¡Que hable… que hable… que hable!

Montse se dispone a decir unas palabras:

MONTSE: ¡Queridas amigas…! Perdón… (Sale)

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LUCÍA: ¿Se ha emocionado?

CRISTINA: No, es que está tomando un diurético que no la deja en


paz.

MARISA: ¿Y por qué sigue tomando esas cosas si sabe que le hacen
daño?

CRISTINA: Se lo hemos dicho hasta el agotamiento, pero no hace


caso a nadie ¡ya sabes cómo es!

MARISA: ¿Y por qué sigue tomándolo?

CRISTINA: Siempre dice lo mismo: “Tengo que entrar en el bikini y...


ya se sabe, la vejiga es pequeña, pero el corazón es
grande”.

Se vuelve a escuchar la cisterna de fondo.

Montse reaparece en el escenario y vuelve a alzar la copa.

MONTSE: Queridas amigas… hoy, que cumplo 45 años, he


descubierto qué es lo que nos está jodiendo la vida.

MARISA: ¿Los hidratos de carbono?

MONTSE: No.

CRISTINA: ¿El estrés?

MONTSE: Tampoco.

LUCÍA: ¿La celulitis?

MONTSE: No.

LUCÍA: Venga Montse, comparte de una vez con nosotras lo que


los dioses te han revelado.

MONTSE: Lo que nos está jodiendo la vida, chicas… (hace una


pausa dramática y las mira una a una antes de
contestar) ¡es la nostalgia!

CRISTINA: (Decepcionada) ¿Y ese es tu gran descubrimiento?

MARISA: Yo eso lo tengo claro desde hace mucho tiempo.

LUCÍA: ¡A mí me lo vas a decir!

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Montse se acerca a cada una de ellas como si tuviera un micrófono en la
mano y las estuviera entrevistando.

MONTSE: Cristina ¿cuál es la época de tu vida que más echas de


menos?

CRISTINA: Y yo qué sé… quizás la adolescencia, los 16 o 17 años,


cuando aún tenía todo el tiempo por delante y un montón
de sueños por cumplir...

MONTSE: ¿Y tú Lucía?

LUCÍA: Posiblemente también los 17 o 18, cuando empiezas a


sentir que la vida te pertenece.

MONTSE: ¿Marisa?

MARISA: Si, también…, la época de las fotos que hemos estado


viendo en el álbum.

MARISA: ¡Qué pena que entonces no nos diésemos cuenta de lo


que teníamos entre manos! ¡Nada menos que nuestro
futuro!

CRISTINA: ¡Tengo una idea!

Montse las coloca en grupo para hacer una foto.

¡Vamos a sacarnos una foto, así cuando seamos viejas y la


veamos también tendremos nostalgia de cuando éramos
jóvenes.

Todas posan como para una foto de familia. Se ve un resplandor de flash


y se escucha el ruido de la cámara fotográfica al disparar.

MONTSE: (Irónica y muy sobreactuada) Ay chicas…, no veo la hora


de cumplir los 70 para valorar estos 45.

Se escucha el tema “Staying alive” (Bee Gees – 1977).

En la pantalla aparece la foto de grupo de cuando tenían 15 años, en la


que los personajes están colocados en la misma posición que en la
fotografía que acaban de hacer.

Baja el telón. El tema musical se mantiene durante el saludo final de las


actrices.

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