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Exploraciones Críticas en el Conflicto Israelí-Palestino

a través de Enfoques Postestructuralistas y Decoloniales

Docente:

Nicolás Gissi B.

Ayudante:

Moira Muñoz A.

Alumna:

Nadinne Locke B.
Introducción.

El conflicto israelo-palestino se remonta a finales del siglo XIX, con el auge del nacionalismo judío y la
consiguiente migración de judíos a Palestina, que entonces formaba parte del Imperio Otomano. En
este periodo nació el sionismo, un movimiento que pretendía establecer una patria judía en
Palestina. La afluencia de inmigrantes judíos y las subsiguientes compras de tierras provocaron un
aumento de las tensiones con la población árabe palestina local. Tras la Primera Guerra Mundial y el
colapso del Imperio Otomano, Palestina quedó bajo control británico, lo que complicó aún más la
situación (Bosemberg, 2009)

Después de la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas propusieron un plan para dividir
Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe. La creación del Estado de Israel en 1948 condujo a
una guerra entre el recién formado Estado y sus vecinos árabes, lo que provocó un gran número de
refugiados palestinos (Bosemberg, 2009) Este acontecimiento, conocido como la Nakba, sigue
siendo una importante fuente de resentimiento y agravio para los palestinos.

En los años posteriores, el conflicto ha sido testigo de numerosas guerras, levantamientos e


iniciativas de paz, y el estatus de Jerusalén, el destino de los refugiados palestinos y las fronteras de
un futuro Estado palestino siguen siendo cuestiones polémicas. La ocupación de Cisjordania y la
Franja de Gaza por Israel y la construcción de asentamientos en estas zonas han complicado aún más
las perspectivas de paz. En noviembre de 2023, la ONU informó que más de 13,300 personas han
sido asesinadas como resultado de la ofensiva militar y los bombardeos de Israel en Gaza (Noticias
ONU, 2023). El Secretario General de la ONU, António Guterres, ha denunciado las violaciones de las
leyes humanitarias internacionales y de la protección de civiles, y ha insistido en la urgencia de un
alto al fuego humanitario. Sin embargo, este conflicto también ha polarizado a la sociedad
internacional, los cuales han manifestado estar a favor o en contra intentando mediar el conflicto,
dando pie a debates internacionales y políticos (Castro et al., 2021). La violencia constante, las
violaciones de los derechos humanos y la falta de resolución han contribuido a perpetuar este
conflicto hasta la actualidad.

En este sentido, es fundamental destacar que el postestructuralismo no solo destaca la importancia


de analizar y desmantelar las manifestaciones tangibles del poder en el conflicto, sino que también
se ocupa de criticar la racionalidad misma que lo sustenta (Gissi, 2023). De este modo, se plantea un
cuestionamiento profundo acerca de las formas en las que se ejerce y se legitima la dominación,
abriendo así espacios para desafiar tanto las narrativas oficiales como las subyacentes que
contribuyen a perpetuar la desigualdad y la opresión.

Desarrollo

Es imperante reconocer y comprender la profunda influencia del colonialismo en la situación actual


del conflicto Israelí-palestino. Desde esta perspectiva, se entiende que este prolongado conflicto es
la consecuencia directa de una historia de dominación, imposición y desposesión. Desde la
perspectiva de Dussel (2000) este conflicto podría ser una manifestación moderna de la colonialidad,
donde se destaca principalmente cómo Israel ha establecido un dominio político, económico y
cultural sobre Palestina, perpetuando relaciones de poder desiguales y opresivas.

En este contexto, los análisis de Brah (1992) y Dussel (2000) convergen en un enfoque interseccional
sobre la diferenciación cultural y relacional. La construcción de esta diferencia se entiende como un
proceso contextual y discursivo, alimentado por narrativas occidentalistas, sionistas, racistas y otros
discursos. Esta diferenciación no es estática ni natural, sino una práctica de significación que influye
en la percepción y la interacción con determinados sujetos, como el pueblo palestino.

De esta manera, la diferenciación sistemática y naturalizada hacia los palestinos se traduce en


discursos que moldean la percepción de la sociedad hacia ellos, evidenciando cómo la construcción
del "otro" está arraigada en procesos culturales y discursivos que impactan profundamente en la
manera en que son vistos y tratados por la sociedad. Asimismo se expone en Hernández (2007) y
Fóscolo (1995) con el enfoque en el lenguaje y el inconsciente, donde aporta la noción de "otro"
como un elemento fundamental en la formación de identidades. En el contexto palestino, esta idea
ilustra cómo la construcción del "otro" ha sido utilizada para justificar la subordinación y la exclusión,
creando divisiones y conflictos identitarios arraigados.

La exclusión se agrava en un contexto donde las intervenciones militares occidentales en Oriente


Próximo y Medio, en especial aquellas que han llevado a la desestabilización de países y la
generación de conflictos armados, han contribuido significativamente a la crisis migratoria (Bauman,
2016). Esta desestabilización ha llevado a un gran número de personas a huir de sus hogares,
buscando refugio y seguridad en otros lugares, incluyendo Europa y otros países receptores. En esta
línea Bauman (2016) destaca que en las sociedades receptoras hay una tendencia a reaccionar con
temor hacia lo desconocido, reflejando actitudes de rechazo hacia los migrantes, en este caso, hacia
los refugiados palestinos, donde los discursos estigmatizadores de occidente perpetúan este temor y
rechazo a la cultura palestina.
Según Rodó-Zárate (2021) estas representaciones estigmatizantes del “otro” son resultado de un
sistema más amplio de dominación que incluye el colonialismo, el imperialismo, el eurocentrismo y
la supremacía blanca. En este caso específico, es relevante leer los procesos bajo los cuales se erigió
en primera instancia el proyecto israelí, utilizando la violencia política como una estrategia de poder
colonial para someter y desmovilizar al pueblo palestino (Lucio, 2022). En este sentido, desde una
perspectiva postestructuralista, el conflicto palestino-israelí representa un lugar de contestación en
el que se entrecruzan el poder, la identidad y la representación. Las narrativas tradicionales que
privilegian las perspectivas israelíes, al tiempo que marginan las voces palestinas, reflejan un patrón
más amplio de sesgos colonialistas y occidentales que conforman la comprensión del conflicto.

Los análisis postestructuralistas pretenden cuestionar estos relatos dominantes, poniendo de relieve
la naturaleza construida del conocimiento y la dinámica de poder discursivo que perpetúa las
relaciones de desigualdad. La problematización de las visiones centradas en Occidente y la
deconstrucción del discurso colonialista son fundamentales para este enfoque crítico, que trata de
desvelar los silencios, las omisiones y los prejuicios que sustentan las representaciones dominantes
del conflicto. Una perspectiva antropológica, ciertamente, permite comprender las experiencias
vividas por israelíes y palestinos, reconociendo la multiplicidad de identidades, historias y
aspiraciones que dan forma al conflicto. Sin embargo, es importante situar el conflicto en el contexto
más amplio de los legados coloniales y las asimetrías de poder, bajo una comprensión más matizada
de las complejidades en juego y de las consecuencias humanas de la violencia y la desposesión
actuales.

En este sentido, es pertinente analizar la interseccionalidad situada de Rodó-Zárate (2021) donde se


tienen en cuenta los diferentes ejes de desigualdad y su relación con el poder, el lugar y el contexto.
Tanto la dimensión geográfica como la dimensión emocional propuestos por la autora, son
altamente pertinentes para esta problemática, ya que la conceptualización por parte de los
palestinos y palestinas forma parte de una realidad concreta y situada, que enfrenta las
teorizaciones hegemónicas a partir de las cuales se construye y se expande el concepto. De esta
forma, se expone también la dimensión emocional, donde el miedo, la sensación constante de
inseguridad, la angustia de perder el hogar y el impacto emocional que significa perder a los seres
queridos en manos militarizadas, demuestra en sí misma una forma de desigualdad no cuantificable
ni material, pero altamente real (Rodó-Zárate, 2021). Esta idea de análisis decolonial no sólo permite
contextualizar e historizar las experiencias de los palestinos dentro de un sistema capitalista e
imperialista, sino también oponerse a las lógicas desarrollistas que persisten en las entidades
internacionales y que sólo perpetúan el pensamiento instalado durante los procesos de colonización
(Espinosa et al., 2014).

Dichas lógicas desarrollistas, al igual que el colonialismo, niegan la cultura fuera del occidentalismo y
buscan su homologación y asimilación. Frente a esto, el imaginario mundial con respecto a Palestina
ha sido caracterizado por la tracción por la alteridad o el rechazo de lo otro y la posesividad propia
del colonialismo sobre la tierra santa (Pfoh, s.f.). Desde los planteamientos de Brah (1992), donde la
diferencia se construye a través de los discursos y relación social e histórica, se observa que desde el
pueblo de Israel se ha presentado una perspectiva violenta, y de amenaza demográfica hacia sus
vecinos. Como nos presenta Sznajder (2013), “la amenaza a su existencia por parte de sus vecinos
fue parcialmente presentada en los mismos términos que el Holocausto dejó impresos en la
memoria colectiva judía e israelí.” (p. 43). Esta perspectiva proviene a partir de antecedentes
históricos y discursos como el trauma del holocausto y nacionalismo palestino que naturalizaron el
rechazo y diferenciación hacia el pueblo palestino.

Bajo este análisis, Israel representa a un sujeto moderno que se visualiza como un acercamiento de
occidente hacia oriente; racional y moderno, quien además llega como “nación [judía] con derecho a
un Estado [Israel]; nación por derecho [bíblico e histórico] de religión y Estado para una nación
perseguida [anti-semitismo que culmina en el Holocausto]” (Sznajder, 2013, p. 41) con el fin de
ocupar finalmente el territorio que le fue religiosamente prometido. Su calidad de modernidad llega
a través del apoyo de potencias occidentales como Estados Unidos (BBC News Mundo, 2023).
Además, se erige bajo la creencia de que puede llegar a “mejorar” y modernizar el territorio,
reemplazando una cultura atrasada y peligrosa por una cultura moderna y con una mayor cercanía
con occidente.

Desde la óptica crítica de Enrique Dussel (2000) sobre la modernidad occidental, se revela cómo esta
perspectiva eurocéntrica ha moldeado la visión de las potencias occidentales hacia la región. Esta
visión de superioridad ha llevado a imponer un modelo de progreso a Palestina, percibida como
menos desarrollada y necesitada de ser "desarrollada". Incluso varios académicos, tanto árabes
como palestinos e israelíes, han abordado el sionismo como una forma de colonialismo de
asentamientos. Donde se percibe como un proyecto que busca la ocupación y, en última instancia, la
eliminación de los habitantes originarios (Domínguez De Olazábal, 2019).

Este enfoque unilineal de desarrollo, supuestamente liderado por Europa, se refleja en la historia de
injerencia y acuerdos impuestos, considerados desde la perspectiva palestina como forzados o
desfavorables. Las acciones militares justificadas por Israel en nombre del progreso guardan
similitudes con la violencia justificada en el pasado en aras de la expansión civilizatoria occidental
(Domínguez De Olazábal, 2019). Por ello, los palestinos son interpretados como un "sacrificio
necesario" para la afirmación del Estado de Israel, y su resistencia a la ocupación es culpabilizada
como una oposición al proceso civilizador. Esto permite a Israel presentarse como una entidad
"inocente" y "emancipadora", justificando su poder militar y control político como respuesta a la
resistencia palestina.

La crítica de Dussel (2000) resalta cómo los sufrimientos y sacrificios se vuelven inevitables en el
proceso de modernización, evidenciándose en las graves consecuencias humanitarias y sociales en
Palestina debido a las políticas de ocupación, bloqueo y disputas territoriales. Esta perspectiva
ofrece una lente profunda para entender las complejas raíces y consecuencias de este conflicto
prolongado, revelando dinámicas de poder, la percepción de superioridad y las justificaciones de
violencia en nombre del progreso y la civilización.

En esta línea la perspectiva de la biopolítica de Michel Foucault (Castro-Gomez, 2010), revela la


dinámica del poder estatal sobre la vida de los individuos y las poblaciones en dicho contexto. En el
corazón de esta perspectiva se encuentra la observación del Estado de Israel en su gestión y control
de la vida y la muerte de los palestinos. Las políticas de ocupación, los bloqueos, las restricciones de
movilidad y la construcción de barreras físicas ejercen una influencia directa sobre la salud, la
seguridad y las condiciones de vida de los palestinos. Estas medidas no solo delinean fronteras
geográficas, sino que también establecen un control biopolítico que impacta profundamente en la
existencia de esta población.

Por otro lado, la biopolítica se hace evidente en la gestión de la población palestina mediante
estrategias de segregación, control demográfico y políticas de asentamientos. Estas prácticas regulan
la distribución espacial de la población, determinando quién puede residir en determinadas áreas y
controlando diversos aspectos de la vida diaria de los palestinos, ejerciendo así un poder
disciplinario sobre sus vidas (Castro-Gomez, 2010). Por ejemplo, se puede observar la biopolítica en
la medicalización del conflicto, donde el acceso a la atención médica y los servicios de salud se ven
afectados por las políticas de ocupación, generando impactos directos en la salud y el bienestar de la
población palestina (Red de Profesionales de la Salud, 2009). Los palestinos presentan dificultades
para acceder a la atención médica debido al régimen de permisos israelí, las restricciones de
movimiento, las barreras físicas, las demoliciones y los desplazamientos, y el uso excesivo de la
fuerza. Según un informe de la OMS del año 2022, esto se debe a que el sistema de salud palestino
está fragmentado por la división geopolítica de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza, la anexión
de Jerusalén oriental por parte de Israel, y las diferentes responsabilidades de prestación y
financiación de la atención sanitaria (Organización Mundial de la Salud, 2022).

Solidaridad transnacional y luchas interconectadas en el conflicto

La perspectiva crítica que ofrecen los análisis antropológicos y postestructuralistas del conflicto
palestino-israelí cuestionan las estructuras de poder tradicionales, ofrecen relatos alternativos y
ponen de relieve las voces de los marginados por los discursos dominantes. Al deconstruir los
prejuicios colonialistas y occidentales, este enfoque crítico allana el camino para una comprensión
más integradora y equitativa del conflicto. En respuesta al marco del colonialismo de los
asentamientos, académicos y activistas han propuesto una perspectiva decolonial que cuestiona el
eurocentrismo y los paradigmas liberales de paz (Domínguez De Olazábal, 2019). Esta perspectiva
alternativa pretende situar a Palestina en un contexto global de estructuras de poder y resistencia,
reconociendo la diversidad e hibridez de culturas e identidades en la región.

Clifford (1991) sugiere la necesidad de una "etnografía generalizada", donde la representación


transcultural no se limite a la visión eurocéntrica y colonial, sino que sea una interpretación diversa y
multifacética de las comunidades. Además, se cuestiona la posibilidad de representar grupos
humanos extraños sin proponer métodos o epistemologías radicalmente nuevas. En el contexto del
conflicto israelí-palestino, este análisis podría aplicarse a la representación histórica y cultural de
ambas comunidades. Se destaca la importancia de evitar representaciones abstractas y ahistóricas,
reconociendo la complejidad y la diversidad de cada grupo. La crítica a los modos coloniales de
representación puede ser relevante al abordar cómo se han retratado estas comunidades en
diferentes momentos históricos y cómo estas representaciones han influido en las relaciones de
poder y conocimiento entre ambas.

En esta línea, existe una dificultad de alcanzar una representación veraz y completa de las
comunidades en conflicto, ya que cualquier representación está constituida en términos de
relaciones históricas específicas de dominación y diálogo Clifford (1991) Esto puede relacionarse con
las dificultades en la narrativa y la representación histórica del conflicto israelí-palestino, donde
diferentes perspectivas y narrativas compiten por legitimidad y reconocimiento.
Es por este motivo que es importante destacar que la complejidad del conflicto, las narrativas
profundamente arraigadas y las enmarañadas dinámicas de poder anteriormente mencionadas,
dificultan el consenso y la reconciliación. El enfoque crítico que presentan los análisis antropológicos
y postestructuralistas puede enfrentarse a la resistencia de quienes están empeñados en mantener
el statu quo, y puede tener dificultades para ser aceptado por la mayoría. Si bien en la actualidad la
ONU ha reconocido el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a un Estado
independiente, sus intervenciones se han caracterizado por el fracaso de los intentos de alcanzar
una paz duradera y una solución justa para las mujeres palestinas y el pueblo en su totalidad. La
Comisión de Conciliación de Palestina ha tenido dificultades para llevar a cabo su mandato, debido a
la intransigencia de Israel, la división de los países árabes, la falta de apoyo de las grandes potencias
y la marginación general del pueblo palestino (Ramos, 2016). Esta misma contraposición de intereses
entre actores regionales e internacionales ha provocado que la ONU no cumpla con su objetivo de
mantener la paz y seguridad global.

En este sentido, el potencial de la solidaridad y la resistencia mundiales ofrece la oportunidad de


cuestionar el statu quo y transformar el discurso en torno al conflicto entre Israel y Palestina.
También encierra la promesa de inspirar una reevaluación de la solidaridad internacional como
medio para desmantelar las estructuras de poder coloniales y abogar por la liberación y la justicia.

Es decir, se hace hincapié en la importancia de la solidaridad y la resistencia desde un enfoque


multidireccional, llamando la atención sobre las luchas interconectadas de los pueblos oprimidos de
todo el mundo. El concepto de inter/nacionalismo, propuesto por académicos como Steven Salaita
(2016), subraya la solidaridad y la interconexión entre los pueblos oprimidos, más allá de las
diferencias geográficas, culturales e históricas. Este marco tiene el potencial de unir diversas luchas
bajo un objetivo común de liberación y justicia, donde se pretende derribar los límites de las
jerarquías coloniales y construir alianzas que trasciendan las fronteras nacionales y culturales en pos
de la descolonización y la justicia.

Conclusión
El análisis crítico del conflicto israelí-palestino a través de enfoques postestructuralistas y
decoloniales revela no solo las complejas interrelaciones entre poder, identidad y representación,
sino también cómo estas dinámicas moldean y perpetúan el conflicto. Desde la diferenciación
cultural hasta las políticas de dominación estatal, se evidencia cómo la construcción de narrativas
hegemónicas influye en la percepción y el tratamiento de las comunidades involucradas.
La resistencia a estas narrativas dominantes se presenta como un desafío fundamental para
desmantelar las estructuras de poder arraigadas. La llamada a la solidaridad transnacional y las
alianzas interconectadas entre los pueblos oprimidos son propuestas que trascienden las fronteras
nacionales y culturales, buscando descolonizar y promover la justicia en un contexto global.

Es crucial comprender que las soluciones a largo plazo para este conflicto requieren un enfoque
holístico que aborde las complejidades históricas, políticas y humanitarias. La descolonización de las
narrativas, el reconocimiento de las múltiples identidades y la urgente necesidad de poner fin a las
políticas de dominación son elementos esenciales para una paz duradera y equitativa.

En última instancia, esta reflexión invita a replantear la manera en que se abordan los conflictos
arraigados en la historia y el poder, y subraya la importancia de desafiar las narrativas establecidas
para construir un futuro basado en la justicia, la equidad y la solidaridad entre los pueblos.
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