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Roda da Fortuna

Revista Eletrônica sobre Antiguidade e Medievo


Electronic Journal about Antiquity and Middle Ages
Carmona Gutiérrez, Jessica; Reche Ontillera, Alberto; Rodríguez Casillas, Carlos J.
Souza, Guilherme Queiroz de; Vianna, Luciano José (Eds.).
Poder y Violencia durante la Edad Media Peninsular (siglos XIV y XV)

Virginia Labrador Martín80


Violencia antijudía en el reino de Castilla durante la Edad
Media
Violence anti-Jewish in the Kingdom of Castile during the Middle Ages

Resumen:
En el presente trabajo se analiza de forma diacrónica los momentos de violencia
más significativos que sufrieron los judíos en la Corona de Castilla a lo largo de la
Edad Media. Para ello se parte desde la llegada de los hebreos al solar hispano,
continúa con la monarquía visigoda y sus disposiciones de carácter legal, por el trato
recibido bajo el Islam y posteriormente por los monarcas castellanos hasta su
expulsión por los Reyes Católicos en 1492. Los periodos más virulentos como
fueron la segunda mitad del siglo XIV a raíz de la Primera Guerra Civil Castellana
entre Pedro I y Enrique II y los pogroms de 1391 se encuentran desarrollados con
mayor profundidad, así como el último intento de las comunidades judías por
recuperar el esplendor pasado ya avanzado el siglo XV.
Palabras-clave:
Judíos; Violencia; Castilla.

Abstract:
In this article we analyze in a diachronic way the most relevant moments of violence
that Jewish people suffered in the Reign of Castile during the whole period of the
Middle Ages. In order to do this, we start from the arrival of Hebrew people to the
Spanish peninsula, we continue with the Visigoth monarchy and its legal
dispositions, because of the treat they received from the Islam, and after from the
Castilian monarchs until the expulsion of Jewish people in the hands of the Catholic
monarchs in 1492. The most injurious periods, for instance, are the first part of the
XIV century when the first Castilian Civil War between Peter I and Henry II took
place, and the pogroms of 1391, are developed in a more detailed way, as well as the
last attempt of the Jewish communities in order to recover the lost glory advanced
in the XV century.
Keywords:
Jewish; Violence; Castile.

80 Becaria FPI-UVA de la Universidad de Valladolid. E-mail: labrador_martin@hotmail.es

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Introducción

La religión es el principio fundamental, el más importante dentro del sistema


de valores y creencias de los judíos de época medieval. Pero no sólo era la principal
referencia y guía de su actividad cotidiana sino que, además, actuaba como un
importantísimo elemento de cohesión que les permitía conservar su identidad en el
seno de la mayoritaria sociedad cristiana en la que se encontraban. Ello es evidente
ya que en la religión erradicaba su diferencia respecto a los otros, los cristianos o los
musulmanes. Según la concepción mental medieval se rechazaba al judío porque
este negaba a Cristo, no había un componente étnico en esa oposición como puede
haberlo en la actualidad. Por ello en esta época podemos hablar de un antijudaísmo,
pero no de un antisemitismo. El antisemitismo es un fenómeno posterior que irá de
la mano del rechazo al converso, rechazo que empezó a fraguarse a partir del siglo
XIV en la Península Ibérica fundamentalmente (Niremberg, 2000: 43-46). Por ello,
en estos siglos se habla mucho de la tolerancia o la no tolerancia hacia los judíos, de
todos es conocido el viejo tópico del crisol (Castro, 1982) de culturas en la
Península, como gracias a esa convivencia y mestizaje particular que se vivió dio
como fruto la singularidad del ser español. Pero habría que hablar más que de
tolerancia de coexistencia. Sobre la tolerancia y permisividad respecto al otro, muy
brevemente se puede decir que la tolerancia se daba y era posible en periodos
inmaduros tanto a nivel político como económico, en los cuales la cooperación de
los judíos era en varios aspectos imprescindible, de ahí que hubiese momentos de
más relajación en su devenir histórico, pero a pesar de ello siempre se mantiene una
puerta abierta para la conversión. Por ello deducimos que la intolerancia se impuso
cuando la madurez política y el desarrollo económico alcanzó un cierto desarrollo y
nivel, hecho que se observó en los distintos estados europeos cuando llevaron a
cabo las expulsiones de los judíos81, en el caso que nos interesa, solo los Reyes
Católicos lograron un Estado lo suficientemente poderoso e independiente que les
permitió llevar a cabo tal decisión.

1. Los judíos desde su llegada a la Península y el Reino Visigodo de Toledo

Establecer una fecha clara para la llegada de los judíos a España ha sido
cuestión de controversia ya desde tiempos medievales y objeto de disputa entre los
historiadores (Amador de los Ríos, 1960; Castro, 1982: 48; Beinart, 1962: 1-32). Al
margen de leyendas más o menos interesadas que situaban la llegada de los judíos a

81 En 1182 se produjo la primera expulsión de los judíos de Francia junto a la confiscación de sus bienes bajo
el reinado de Felipe Augusto, se repitieron sucesivas en 1306, 1321, 1322 y 1394. En 1290 por Eduardo I de
Inglaterra y Gales; en 1421 en el Archiducado de Austria; en 1488 del Ducado de Parma y en 1490 en el de
Milán por los Sforza.

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la Península Ibérica en tiempos del rey Salomón82, lo más aceptable parece pensar es
que los primeros hebreos se instalaron de forma organizada en la Península Ibérica a
partir de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 de nuestra era 83.
Aunque la destrucción de la casa se Yavhé marcó un antes y un después en la
historia del pueblo judío84 porque conllevó un importante movimiento y traslado de
población de unas zonas hacia otras, también es cierto que se conservan alusiones
por parte de algunos autores que señalan que las migraciones de algunos judíos
sucedieron antes de los actos violentos de Tito (Pérez, 2005: 17-18). Un ejemplo de
ello son los testimonios de algunos judíos residentes en España en los siglos
medievales que algunos autores han recogido en los que se llegaban a afirmar85 que
sus antepasados no eran culpables de la muerte de Cristo debido a que éstos se
encontraban ya fuera de Israel cuando se produjo la muerte del Mesías 86. Esta tesis
ha sido la más utilizada para avalar la teoría de su llegada a tierras hispanas antes de
la destrucción del Templo en manos de Roma y su expulsión de Palestina. Otro de
los argumentos utilizados por parte de algunos de los judíos medievales para tratar
de diferenciarse de la “masa” hebrea llegada tras la diáspora era señalando y
recalcando que su nivel cultural era mucho mayor al de éstos debido a que ellos eran
descendientes directos de la tribu de Judá, tribu desterrada tras la destrucción del
Primer Templo.

Dejando a un lado este debate en torno a su llegada a la Península, las noticias


sobre las comunidades hebreas en el periodo comprendido entre los siglos I-IV
siguen siendo escasas y fragmentadas, pero se conoce que durante estos siglos los
judíos no tuvieron una vida fácil. Avanzando el tiempo, vamos a centrar la atención
a partir del siglo IV, donde encontramos ya a comunidades judías asentadas y
documentadas en el solar hispano87. Aunque las noticias siguen siendo escasas, la

82 Algunos autores hablan de que las primeras señales de la diáspora judía tuvieron lugar a raíz de la
desaparición de los dos reinos formados tras la muerte del rey Salomón en el 930 a.C. Estos dos reinos serían
por un lado el reino de Israel que en el 722 a.C. cayó en manos del Imperio Asirio, y por otro lado el reino de
Judá que cayó en cautiverio en Babilonia en el 586 a.C. Pérez, J. (2005: 17).

83 Los Padres de la Iglesia en sus escritos defendieron la idea de que la diáspora judía tenía como única causa
la destrucción del Templo de Jerusalén por Tito en el año 70.

84Ha sido un argumento muy utilizado por parte de los hebreos incluso en la actualidad para legitimar su
política actual en el Estado de Israel.

85 En Europa también se han recogido opiniones similares en esta cronología.

86 Esta tesis se puede entender como un mecanismo de autodefensa utilizado por las comunidades hebreas
hispanas ya que a lo largo de los siglos uno de los argumentos más comunes que se va a utilizar en contra de
los judíos los cristianos es la acusación deicida, o lo que es lo mismo, se le ves va a acusar en innumerables
ocasiones del asesinato y muerte de Cristo.
87Se conservan referencias documentales de que ya existían comunidades judías en Aragón, Barcelona,
Tarragona, Tortosa, en las Baleares, en la zona de Levante como Orihuela o Elche, en el Valle del
Guadalquivir, en Granada, o en zonas del interior como Toledo, Ávila, Mérida, Astorga.

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mayoría de los investigadores coinciden en que a medida que en los siglos V y VI los
pueblos germanos88 fueron penetrando e instalándose en los territorios que
pertenecieron a Roma, las poblaciones judías fueron respetadas algo más que
anteriormente89. Un ejemplo es el Código de Alarico, que aunque recordaba la vieja
prohibición que tenían los judíos de no poder poseer esclavos cristianos o que
frenaba la construcción de lugares de culto como las sinagogas o el proselitismo; a la
vez les permitía y les dio licencia para que los judíos pudiesen restaurar sinagogas
existentes, o la capacidad para zanjar sus litigios religiosos ante sus propios
tribunales, y también causas civiles si ambas partes eran hebreas. Los visigodos
fueron el pueblo germano que en mayor cantidad penetró en la Península, y aunque
estaban cristianizados su credo no correspondía con el mismo al de la población
hispanorromana autóctona, ya que los godos seguían el credo arriano. Pero la
situación no se mantuvo mucho tiempo, pronto cambió. A partir del año 586 la
política religiosa de los monarcas godos dio un giro de 180º, viendo alterado la cierta
tranquilidad con la que habían vivido hasta ese momento los judíos. Desde esta
fecha de finales del siglo VI se inaugura la etapa católica en el Reino Visigodo, lo
que supuso un considerable empeoramiento de la situación del pueblo judío, hasta el
extremo de peligrar su propia existencia. Orlandis señaló que los judíos para los
visigodos se convirtieron en “un grave conflicto que obró como cáncer
desintegrador de la sociedad visigótica, hasta el punto de influir de modo
considerable en la ruina de la Monarquía toledana” (Orlandis, 1991: 119). El giro
político que llevó a cabo Recaredo hay que entenderle como una estrategia para
conseguir la unión entre “ecclesia et regno” (Amram, 2003: 15). Recaredo va a tratar
de fundamentar su poder real en base a conseguir la unidad religiosa del reino, hasta
ese momento dividida. Hasta entonces, los judíos no eran la única minoría religiosa
existente, ya que también se encontraba tanto la población visigoda arriana, como la
de origen hispanorromano católica. Al convertirse Recaredo y con él todo el reino al
catolicismo dejaba a los judíos en una situación de clara desventaja. Este monarca
aplicó una concepción teocrática del poder a su reino, apoyada en un juramento de
fidelidad y en la unción regia, de tal manera que el rey godo al ser elegido por Dios,
asumía defender a la Iglesia ante cualquier obstáculo, por ello la existencia de
cualquier minoría era intolerable, y dentro de esas minorías se encontraba la judia
(Amram, 1989: 253-265). Esta fue la razón por la que en Hispania Visigoda a raíz de
la conversión de Recaredo es cuando empezaron a adoptarse disposiciones de
persecución de los judíos, refrendadas por sucesivos Concilios Toledanos. Lograda
ya la unidad territorial y jurídica, sólo faltaba completar la religiosa, venciendo las
herejías paganas y, principalmente, judías Estas disposiciones iniciaban una clara
política de tipo discriminatorio que recogía las de época anterior, añadiendo nuevas

88 Uno de los momentos clave de este periodo anterior a las invasiones germánicas y de la convivencia en
tiempos de Roma es el ejemplo de Mahón, donde el obispo Severo a principios del siglo V, en el 418
convirtió forzosamente al cristianismo a un amplio número de hebreos residentes allí.

89 Hay que matizar diciendo que el respeto a las comunidades hebreas fue mayor mientras los visigodos
seguían la corriente arriana.

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como la prohibición de matrimonios mixtos, o la exclusión a los judíos de los cargos


públicos. Pero fueron las conversiones forzosas de Sisebuto y la actitud rigorista del
IV Concilio de Toledo las que terminaron de cristalizar la cuestión judía e iniciaron
la auténtica persecución. Sisebuto llegó al trono en el 612 y entre sus mayores
preocupaciones se encontró la de reiterar las medidas tomadas a cabo por parte de
Recaredo contra los judíos, pero no se quedó solo en ellas, ya que las extendió a los
conversos. El principal efecto derivado de las conversiones forzosas fue que en vez
de la unidad religiosa del reino, la proliferación de falsas conversiones fue cada vez
mayor. En el 638 Chintila continuó esta imposición de conversiones forzosas, pero
en la segunda mitad del siglo VI toda esta violencia que podemos considerar
“oficial” por parte de los monarcas godos, empezó a fraguarse como una violencia
física real que se materializó en penas de muerte por lapidación o en la hoguera.
Finalmente Recesvinto pasó a todos los judíos la orden de bautizarse, y en el 695
Égica les acusó de conspirar contra la corona haciendo esta declaración ante el XVII
Concilio de Toledo, pero el mal funcionamiento de la administración goda y sus
querellas internas impidieron que los reyes cumpliesen sus mandatos y así no se
produjo el desarraigo completo de los judíos. Las explicaciones utilizadas para
entender esta actuación de los monarcas visigodos son dispares y de muy diversa
índole. Por una parte se habla de causas de tipo económico, otras de tipo político,
pero siguiendo a Joseph Pérez (Pérez, 1993: 12-14) ninguna de estas dos sirve. Para
el hispanista ni la codicia ni el recelo económico inspiraron la persecución de la
monarquía visigoda a los judíos, ni tampoco representaban estos un peligro ni una
oposición a la monarquía. Este último argumento solo podía explicarse cuando se
habló a finales del siglo VII de un complot contra Égica, lo cual le permitió dictar
una serie de medidas muy duras de esclavitud. Lo cierto es que se duda de la
existencia de tal complot, pero tradicionalmente se ha utilizado como pretexto para
explicar una posible respuesta por parte de los judíos al siglo de persecución al que
se les había sometido desde la conversión de Recaredo. El celo religioso según Pérez
sería la única razón que inspiraría a los monarcas visigodos a llevar a cabo toda su
política anti judía. De este modo, tendrían mucha influencia sobre estos monarcas
tratados doctrinales como los de San Isidoro de Sevilla90 o los de Julián de Toledo.
Éste último tiene especial importancia debido a su origen converso. Los ataques al
judaísmo por parte de los reyes y la Iglesia generaron una situación de odio y tensión
entre las comunidades judía y cristiana que sólo finalizaron en parte tras la invasión
musulmana y la instalación en la península de una nueva formación político-
religiosa: el Islam. Esta acritud del poder visigodo hacia los hebreos dio pie a la
consideración de su más probable participación militar islámica en la Península
Ibérica a comienzos del siglo VIII. Pero a pesar de las duras medidas que se
tomaron para obligarles a convertirse, los judíos consiguieron sobrevivir, quizá por
la escasa cohesión política de los visigodos, consumidos en luchas internas y
revueltas centrífugas.

90Varios tratados de San Isidoro de Sevilla tratan sobre ello, un ejemplo el De fide catholica contra Judaeos. De
nativitate Christi ex Isaiae testimoniis; de Julián de Toledo destacan los Libros de la sexta edad contra los judíos

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2. Los judíos en Al- Ándalus

Con la conquista musulmana en el 711 no se trató de cambiar el orden social


establecido, simplemente trataron de poner en marcha una administración capaz de
dirigir las nuevas zonas conquistadas. Dentro de esta administración tuvieron su
cabida algunos integrantes de la comunidad judía. Debido a este trato “favorable”
algunos autores para explicar este hecho han llegado a decir que los judíos eran la
“quinta columna”91 en el momento de la invasión musulmana, configurándose así
uno de los grandes mitos del medievo español, como es el de la traición de los
judíos a los visigodos favoreciendo y permitiendo la entrada de las gentes del islam.
Esta “traición” a la España Visigoda no está documentada en las fuentes, pero sí
que es cierto que los judíos mantuvieron una predisposición favorable a la entrada
de los musulmanes, participando en la defensa de algunas ciudades como la de
Toledo. Lo cierto es que sobre este periodo se ha hablado mucho del esplendor y
del apogeo de la cultura hebrea en Al-Andalus, llegando algunos autores a hablar de
una edad de oro incluso. Pero Baer ha señalada lo siguiente

“La cultura judía pudo florecer gracias únicamente a la negligencia y


laxitud religiosa y moral de los gobernantes y no como consecuencia de
una política clara y definida de tolerancia y libertad individual” (Baer,
1981: 29).

Por ello idealizar ese periodo es caer en tópicos, no se puede hablar de


convivencia ni de tolerancia en todo el periodo medieval. Varios autores han
tendido a hablar del crisol de culturas, o de la España de las tres culturas (Castro,
1959). España solo conoció dos culturas dominantes, por una parte la cristiana, y
por otra la musulmana, los judíos se incorporaron a una o a otra, pero cultura judía
como tal no hubo92. Los judíos desde el punto de vista religioso siguieron siendo
judíos dentro de Al-Andalus, pero adoptaron la lengua, costumbres, cultura, el vestir
árabe. Por ello resulta excesivo idealizar este periodo de la historia, los árabes se
mostraron más tolerantes hacia esta minoría por sus propias carencias a la hora de
ejercer el poder y someter a la población, sobre todo debido a su debilidad
numérica, pero no siempre esta tolerancia fue tal. Esta situación cambió
completamente con la llegada de los Almorávides (1086-1143) y posteriormente de
los Almohades (1156-1269). Los Almorávides parece ser que no tomaron medias

91Este anacronismo referente a la Guerra Civil Española (1936-1939) del General Emilio Mola es utilizado
por Claudio Sánchez-Albornoz para ilustrar la tesis que defendía de que dentro del estado visigodo los judíos
maniobraron desde el interior para romper a éste y favorecer la entrada de los musulmanes.

92 Podría hablarse de cultura judía al referirse al conjunto de normas religiosas y espirituales que regían las
aljamas.

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contra los judíos, pero los Almohades93 iniciaron toda una política violenta que
obligaba a los hebreos a convertirse o a sufrir el martirio. Por esta razón, muchos de
ellos comenzaron a emigrar hacia el Norte Peninsular, instalándose en los distintos
reinos cristianos donde en un primer momento fueron bien recibidos.

3. Los judíos en los reinos cristianos: violencia en el ejemplo castellano

Durante los siglos altomedievales apenas se puede hablar de modestas


comunidades judías en León, que fueron creciendo desde comienzos del siglo XI al
calor de la reactivación económica Peninsular, sobre todo a lo largo del Camino de
Santiago. Pero desde finales del siglo XI, con la conquista de Toledo, y durante los
siglos XII y primera mitad del XIII los avances conquistadores de los cristianos
hacia el Sur, hicieron que una numerosa población judía, antes bajo dominio
musulmán, pasase ahora a estar bajo el control de los reinos cristianos. Estos judíos
recibieron privilegios y franquicias por parte de los reyes, que veían en ellos unos
eficaces colaboradores en el gobierno y la administración de sus territorios, a la vez
que colaboraban ampliamente en las tareas repobladoras, sobre todo en el siglo
XIII, siendo el reinado de Alfonso X uno de los de mayor actividad pública de los
judíos. A pesar de que la presión antijudía de la Iglesia se dejaba sentir desde 1215
en el IV concilio de Letrán (Amram, 2009), estas llegaron a Castilla recibiendo una
acogida no muy cálida por parte de Fernando III. La necesidad que los reyes
cristianos tenían de los judíos en estos años de avance territorial hizo que se
opusieran a la aplicación de las decisiones conciliares. Pero aunque los monarcas
cristianos protegían a los judíos, a los ojos de los cristianos los judíos siguieron
siendo considerado como un pueblo deicida, responsable de la muerte de Jesús, y si
eran tolerados era por la esperanza de verlos convertidos a la fe católica. En los años
ochenta del siglo XIII comenzó a deteriorarse la situación de los judíos hispanos a la
vez que aumentaba el antijudaísmo de la sociedad.

Las dificultades del siglo XIV como las sucesivas minorías de los monarcas
agravaron las tensiones sociales y el odio hacia los judíos por parte de las oligarquías
urbanas y de las masas populares cristianas se incrementó también, siendo acusados
muchas veces de propagar las epidemias de peste o envenenar las aguas. Cuando
Alfonso XI llegó al trono la violencia estaba diezmando a Castilla, pero a pesar de
los primeros problemas de su reinado Alfonso XI trató de integrar a la minoría judía
en su reino94. En la ruptura de esa relativa convivencia o coexistencia que hasta
entonces hubo entre cristianos y judíos influyeron varias causas, como pudieron ser
93 Se caracterizaban por su alto sentido rigorista del cumplimiento de la ley, del Corán.
94Amram R. (1990: 411-416.) El Sínodo de Zamora que se celebró en 1313 fue consecuencia directa del
Concilio de Vienne del año anterior y se considera a ambos como el principio del deterioro de la “convivencia
judía”.

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las fisuras en el seno de la propia comunidad judía. Un ejemplo fue la influencia del
converso Abner de Burgos, el cual en sus escritos proponía ciertas soluciones al
problema “judío” que distaban mucho de la convivencia y respeto, ya que era un fiel
defensor del uso de la violencia para acabar con ellos. Pero también influyeron los
factores de índole ideológica y económico-social. La hostilidad hacia los judíos tenía
una clara base religiosa, a la que se añadieron factores derivados de los contactos
cotidianos entre ambas comunidades: la actividad de los judíos como arrendadores,
recaudadores o prestamistas crearon situaciones de tensión permanente entre ambas
comunidades, agravadas por las dificultades que desde finales del siglo XIII se
dejaron sentir en Occidente. Esta hostilidad también creció al aumentar las críticas a
que ciertos judíos ostentasen o ejerciesen cargos públicos de gran influencia y
proyección política. El antijudaísmo fue de esta manera la válvula de escape de las
tensiones sociales en los siglos bajomedievales en toda Europa y las persecuciones y
violencias contra los hebreos se acrecentaron por toda la península en el siglo XIV.

El suceso clave fue la peste negra de 1348, desatándose el rumor de que los
judíos fueron sus iniciadores envenenando las aguas, haciendo que muchas juderías
fueran asaltadas. El sentimiento contra los judíos cada vez se iba consolidando más
e iba teniendo más fuerza. La población hebrea cada vez se vio más diezmada por
las pérdidas humanas causadas en la mayoría de las aljamas por la peste negra de
1348 y posteriores epidemias que hubo, además hay que añadir las gravísimas
secuelas de la guerra de los dos Pedros (1356-1365), particularmente graves en las
comarcas fronterizas entre Castilla y Aragón o durante la Guerra Civil castellana
(1366-1369). Durante la guerra entre Pedro I y Enrique II la propaganda antijudía se
utilizó contra el llamado el Cruel, acusado de filojudío por su hermanastro Enrique
de Trastámara, causando así la enemistad de las masas castellanas contra los judíos y
produciendo un grave daño para la convivencia entre ambas comunidades, como
refleja el asalto a la judería de Toledo (Pérez, 1993: 52-54). Pero cuando el primer
Trastámara subió al trono no prescindió de los judíos, en contra de lo manifestado
en su propaganda anterior, sino que siguió beneficiándose de sus servicios.

Como señalaba la comunidad judía castellana en la segunda mitad del siglo


XIV se encontraba en una situación un tanto compleja. En parte estaban protegidos
o amparados por los monarcas, pero esa protección apenas se ceñía a un pequeño
grupo de judíos más o menos relacionados con la Corte, más que a toda la
población hebrea de Castilla. Por otro lado, como decía anteriormente las juderías
en estos años vivieron un periodo de apogeo y crecimiento demográfico. A Pedro I
se le tachó desde sus primeros momentos de su reinado, y sobre todo por la
propaganda Trastamarista encabezada por el bastardo Enrique de filojudío. A finales
del reinado de Alfonso XI la comunidad judía se encontraba con bastantes
dificultades sobre todo a nivel político por las disposiciones recogidas en el
Ordenamiento de Alcalá de 1348, que aunque no llegaron a tener una total ejecución
algunos autores como Valdeón (Valdeón Baruque, 2000) han dicho que este
Ordenamiento significó la aparición de “un antijudaísmo legal”. A ello hay que

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añadir el clima de inestabilidad propiciado por las mortandades y hambrunas que


siguieron a la difusión de la Peste Negra que aunque en Castilla no se
desencadenaron pogroms como en otras partes de Europa95 contra los judíos si
fueron un agravante de la situación. Pero durante el decenio 1350-1360 reinando
Pedro I, la población judía castellana se fortaleció, al iniciar una política
favorecedora hacia ellos, borrando las medidas legislativas tomadas por Alfonso XI
en el Ordenamiento de Alcalá. Para explicar este cambio de orientación política
entre Alfonso XI y su hijo Pedro I algunos pretendieron demostrar la posibilidad de
que Pedro I no se tratase del hijo de Alfonso XI, sino que se trataría del hijo de
Pedro Gil, un judio (Amador de los Ríos, 1900: 56-65). Este argumento carece de
ninguna validez real y se trataba básicamente de una estrategia del bando
Trastamarista para negar la legitimidad de los derechos dinásticos de Pedro I. Uno
de los primeros actos violentos del bando del Trastámara que sufrieron los judíos lo
padecieron las aljamas de Toledo y de Cuenca en 1355. Aunque el ataque no lo
podemos introducir directamente dentro de la guerra civil fue el precedente a los
ataques que siguieron. En la primavera de 1355, concretamente en el mes de mayo,
consiguieron entrar una serie de tropas fieles a Enrique en Toledo lideradas por el
propio Conde de Trastámara y por su hermano el Maestre don Fadrique. El
incidente lo narra Pero López de Ayala en su Crónica (López de Ayala, 1991: 462),
donde cuenta que el pretexto para entrar en Toledo de los Trastamaristas fue que
allí se encontraba la Reina Doña Blanca a la cual habían jurado proteger. A pesar de
que gran parte de la caballería toledana les impidiese acceder a la ciudad a través del
Puente de San Martín, consiguieron que algunos de sus vasallos les dejasen entrar
por el Puente de Alcántara. De esta guisa, el bando leal a Pedro I organizó la
defensa de la ciudad entorno al Alcázar y a la judería mayor, ya que entendían que
podría ser un objetivo claro. Así sucedieron los hechos, dirigiéndose los
Trastamaristas hacia la judería mayor, pero como esta se encontraba cercada
desviaron su ataque hacia otra judería que existía en la ciudad. Ésta se encontraba en
un lugar más apartado, y aparece nombrada como la “Alcana”, y se considera una
judería de menos tamaño, siendo robada, saqueada y donde recibieron la muerte
tanto hombres como mujeres, unos mil doscientos judíos. El ataque como decía, no
se propagó a la judería mayor toledana gracias a la labor que ejerció la cerca que
bordeaba esta y a la defensa que la pequeña nobleza local hizo en favor de los
hebreos. Pero López de Ayala narra además como se llevó a cabo la entrada del rey
en la ciudad en “socorro” de sus fieles súbditos, entre ellos los judíos, a través del
Puente de San Martín atravesando las azadas que se encontraban por esas fechas
secas y eran muy próximas a la judería mayor. Se cuenta además como los judíos
desde dentro de los muros de la judería tiraban sogas y cuerdas para que los
hombres del rey Pedro, unos trescientos según la Crónica, pudiesen entrar dentro de
la judería y defenderla junto a ellos. El ataque a Cuenca, ciudad cercana a Toledo fue
muy seguido al de esta, aunque las noticias sobre el mismo son muy escasas.

95Un ejemplo fue en Alemania donde grupos de disciplinantes se flagelaban por las calles y atacaban a los
judíos para aplacar la ira de Dios.

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Ya en 1360, tras la invasión del reino de Castilla por parte de Enrique


Trastámara apoyado por Pedro el Ceremonioso de Aragón, podemos hablar
propiamente de la Guerra Civil castellana por el cambio de dinastía, donde el asalto
a las juderías fue bastante frecuente y violento. La invasión de las tropas
Trastamaristas se inició por la zona de la actual Rioja y el Norte de Burgos, atacando
las juderías que se encontraban en la zona, como en Nájera o en Miranda de Ebro.
A finales de marzo o comienzos de abril de 1360 un gran ataque violento tuvo lugar
en la judería de Nájera en la que murieron muchos hebreos. Este hecho fue
mencionado por el propio López de Ayala, el cual con la frialdad que acostumbra a
lo largo de su Crónica dijo que:

“El rey don Pedro estando en Burgos sopo cómo el conde don Enrique,
e don Tello, e el conde de Osona, e los otros caballeros que con ellos
venían, eran ya entrados en Castilla, e cómo llegaron a Nájara, e ficieron
matar a los judíos. E esta muerte de los judíos fizo facer el conde don
Enrique, porque las gentes lo facían de buena voluntad, e por el fecho
mesmo tomaban miedo e recelo del rey (don Pedro) e tenían con el
conde (don Enrique)” (López de Ayala, 1991: 301-302).

El canciller nos cuenta así los dos motivos por los que se asalta la judería,
siendo el primero el deseo popular, y en segundo lugar la utilización por parte de
Enrique de Trastámara de estos asaltos para agradar a la gente y crearse más apoyos
y partidarios absolutamente fieles, indisolublemente unidos a su destino y a su causa.
La violencia y el ataque contra el pueblo de Adonai siguió aumentando, creándose
nuevos brotes allá por donde pasaban las tropas de Enrique, como en Miranda de
Ebro, donde el llamado Pedro Martínez, hijo del chantre de la iglesia y verdadera
encarnación del odio popular, invadió la judería indefensa al frente de una
muchedumbre que enloquecida, se dedicó a robar y a matar a los judíos que
encontraron en ella. Para justificar tales ataques utilizarán el argumento de que Don
Pedro protegía a los judíos y que éste estaba dispuesto a que los ataques contra ellos
no quedaran impunes. El asalto a las juderías era un acto de rebeldía y desacato
contra el llamado a la vez, Cruel y Justiciero. De ese acto de rebeldía y desacato la
gente que lo cometiera sabía que compartía la responsabilidad y la suerte con quien
había garantizado su impunidad en la comisión del delito y les había animado a
satisfacer su odio, el rival de don Pedro, don Enrique a cuya causa y destino
quedaban así indisolublemente unidos. Por si las cosas no quedaban claras, el asalto
a las juderías era a la vez una toma de postura clara y neta a favor del bando de don
Enrique. Otra judería muy importante fue fruto también de la ira Trastámara: la
judería de Valladolid. Sobre el asalto de la judería de Valladolid contamos con el
testimonio aportado por Samuel Zarza o Sarsa, un judío que relató lo acontecido en
Valladolid en el otoño de 1367, año en que los habitantes de la villa se sublevaron
contra el monarca Pedro I y asaltaron la judería. Samuel Zarza narraba lo siguiente:

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“Como medio año después de la venida del rey Don Pedro, rebeláronse
contra él los habitantes de Valladolid, diciendo: ¡Viva el Rey don
Enrique! Y robaron a los judíos que moraban entre ellos y derribaron sus
casas, no quedando sino con sus cuerpos y sus tierras desvastadas.
Destruyeron también ocho sinagogas, mientras gritaban: ¡Excavad,
excavad en ella hasta el cimiento! Cogiéronse todas las coronas y adornos
de plata, (de los libros de la Ley) y a estos mismos libros los hicieron
pedazos y los arrojaron por los mercados y a las calles, ni siquiera la
destrucción del Templo fue como esta. Así tuvieron noticia del suceso
los alrededores de Valladolid, exclamaron ¡Ay nuestro placer ha
contemplado nuestra vista!” (Ven Verga, 1927: 278).

Algunos autores como C. Merchán (Merchán Fernández, 1976: 65-66) han


interpretado el testimonio de Samuel Zarza como un relato verídico del potencial de
la judería vallisoletana a la altura de mediados del siglo XIV, época de su mayor
auge. Este autor subraya que ese apogeo se debió en parte al apoyo prestado por
Pedro I a la comunidad hebrea, reafirmando la idea tradicional de la política filo-
judía. Aunque, en mi opinión, el número de ocho sinagogas parece algo exagerado,
no obstante no deja de ser un dato significativo de la prosperidad económica y
social de los judíos vallisoletanos en ese momento. Pero los daños materiales
sufridos por los judíos por causa de las guerras durante el siglo XIV no fueron lo
único a lo que debieron hacer frente, a ello hay que añadir el deterioro espiritual de
muchas comunidades religiosas, el cual se traducía en una pérdida de la fe y de los
valores espirituales del judaísmo que propició las violencias de 1391 y posteriores
conversiones al cristianismo.

El año 1391 (Mitre Fernández, 1980) es una fecha clave en la ruptura del
judaísmo en la Península Ibérica, tan importante como la expulsión de 1492, pues a
partir de entonces quedó herido de muerte y ya nunca pudo recuperar los niveles
anteriores, ni en su espiritualidad, cultura ni en bases demográficas y materiales. Las
predicaciones del arcediano de Sevilla Ferrán Martínez encendieron la mecha de los
asaltos a numerosas juderías peninsulares, desde Sevilla y Córdoba a Valencia y
Barcelona, numerosas ciudades fueron teatro de toda clase de atropellos, vejaciones
y crímenes contra los judíos, en los que junto al componente religioso y el
antijudaísmo había fuertes connotaciones sociales y, sobre todo, económicas,
derivadas de las usuras de las que les solían acusar o la competencia. Siguiendo con
Pero López de Ayala éste refleja de nuevo (López de Ayala, 1779) aunque de forma
muy compendiada, la visión de los acontecimientos que marcaron el pogrom de 1391
(Mitre Fernández, 1994: 281-288). Desde Sevilla como epicentro, la onda popular
antijudía se extendió a toda la corona castellana. Desde el 6 de junio (con un primer
conato el 15 de marzo) hasta mediados de agosto puede hablarse de una mayor
virulencia de los acontecimientos en localidades de la Depresión Bética (bien
conocidos y documentados los casos de Sevilla y Córdoba) y en la meseta sur
(localidades como Toledo, Madrid o Cuenca). La explosión de violencia contra los
judíos tiene menos efecto en otras zonas como Murcia la cual se mantiene
prácticamente en paz, o las localidades al Norte de los puertos del Sistema Central.

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El caso de Burgos en el cual tuvieron lugar posiblemente más robos continuados


que muertes violentas puede marcar la pauta. Entre los efectos colaterales aunque
también graves pero sin duda, de menor entidad fueron los asaltos de las turbas a las
morerías o en caso de Sevilla en relación con los genoveses, a los barrios habitados
por comerciantes extranjeros. La influencia de estos pogroms traspasó las fronteras
castellanas y se vieron efectos de contagio cara a los estados de la Corona de Aragón
con los asaltos a las juderías de algunas de las más importantes ciudades. Tal es el
caso de Valencia o Barcelona atizados por gentes originarias de Castilla96. Sobre las
connotaciones sociales de la explosión antijudía se ha lucubrado ampliamente. En
las fuentes de la época ya se señala el supuesto bajo origen social de los violentos
asaltantes y el celo que mostraban de los gobernantes locales para atajar los excesos.
En los últimos años97 se ha hecho hincapié en la situación de crisis y conflictividad
social generalizada en todo el Occidente para explicar tales brotes de violencia
antijudía. Por ejemplo, se puede seguir el esquema fijado por Valdeón (Valdeón
Baruque, 1966) durante la “Revolución Trastámara” para analizar la crisis en las
relaciones entre judíos y cristianos este momento de 1391. Por ello el frente
antijudío que caldeó el ambiente pudo, sin duda, facilitar el estallido y mantener viva
la llama en los años siguientes pero este partido estaría formado primeramente por
varios eclesiásticos (alguno tan significativo como Gutierrez de Toledo) que en
principio trabajan sin mucha conexión entre ellos y de forma un tanto inconexa. De
esta manera van a necesitar de un grupo de ardientes predicadores que actuarán
como punta de lanza; siendo el más representativo el arcediano de Écija Ferrán
Martínez, principal responsable de los tumultos de 1391. En los años siguientes, la
presión de los predicadores como San Vicente Ferrer se llevará de forma mucho
más coordinada y con un amplio apoyo oficial. Por otro lado estarían los conversos,
que incluso alguno inició el ataque contra sus antiguos correligionarios antes de
1391 como los Santamaría o los sevillanos Marmolejo y Abravanel. También va a
estar el Pontificado y sus agentes y para ello va a ser clave el Concilio Nacional de
Palencia de 1388 que actuó como presión. En él quedó claro que la reforma de la
Iglesia exigía entre otras cosas, la estricta aplicación de medidas restrictivas para la
comunidad hebrea. Y por último la presión popular que ejercerá su papel de la
forma más dramática expresando a través de la violencia de las clases más bajas toda
la ira antijudía. Por otra parte si se analiza la temática y las disposiciones aprobadas
en Cortes durante estos años nos encontraríamos con una fuerte presión antijudía
entre las que se reúnen entre 1367 y 1390. Este periodo además coincide con el
período de apogeo de la institución bajo los dos primeros Trastámaras. Por ello de
las 15 reuniones de Cortes documentadas en la Colección de la Real Academia de la
Historia para estos años, en 12 expresan los procuradores sus quejas (hasta 18 tipos
de quejas) contra el elemento judío. Para finalizar señalar que a los protagonistas

96 Según viejos estudios de Fita y Dánvila o más recientes de Riera i Sans.

97Existen importantes trabajos que tratan este tema como son los de Valdeón o Monsalvo o los más
concretos de Wolff o Mackay.

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violentos de los tumultos se les conocía como matadores de judíos, los cuales tuvieron
sus predecesores en el caso alemán es el reflejo de los Judenschläger. A los motivos
religiosos anteriormente citados, se sumó la percepción de impunidad de los que
asaltaban y destruían las sinagogas, a causa de la situación política por el vacío de
poder durante la minoría de Enrique III. Nunca había llegado tan lejos la violencia
contra los judíos de forma tan virulenta y dañina, lo que provocó tanto la huida de
muchos de ellos de la Corona Castellana como numerosísimas conversiones. Estas
conversiones algunas de ellas eran motivadas por una estrategia de tipo político para
poder acceder a una carrera en la burocracia civil y estatal, otras porque el credo
judaico ya no respondía a las inquietudes de sus fieles, pero la inmensa mayoría de
convertidos en 1391 dieron el paso al cristianismo impulsados por el miedo y por el
terror a que se repitiesen los acontecimientos. Por ese gran número de conversiones
durante el siglo XV el problema judío va a pasar a un segundo plano, siendo el
principal problema político religioso y social los conversos, a partir de ese momento
pero ese es otro tema.

Entre 1391 y 1405 se conoce por tanto un apaciguamiento en la hostilidad


popular contra los judíos. En 1405 con la reunión de Cortes en Valladolid se aprecia
de nuevo un resurgir de la ofensiva antijudía que afecta, fundamentalmente, a cuatro
cuestiones: las deudas contraídas con judíos, los préstamos usurarios, las pruebas
testificales en las que los judíos habían gozado de algunos privilegios y los distintivos
a usar en la vestimenta. Nada absolutamente nuevo salvo el deseo de los
procuradores de que estas medidas se aplicasen con todo rigor. Pero a pesar de esta
ofensiva en Cortes y a la coincidencia en el tiempo con la actuación de algunos
predicadores como San Vicente Ferrer ambas se van a materializar en un ataque a
los judíos desde el punto de vista legal, no físico ni violento. Hay autores que niegan
que Vicente Ferrer estuviera en Valencia en 1391 e insisten en éste nunca aprobó la
violencia, aunque sí mantienen que Vicente Ferrer pensaba que aquel quebranto era
una buena oportunidad para intensificar la catequesis. Pero unos años más tarde
durante los últimos meses del año de 1411 en que se intensificaron las
predicaciones, las comunidades hebreas sufrieron otro duro golpe desde el punto de
vista legal con Ordenamiento o Pragmática de la Reina Catalina Lancaster de 1412.
Esta Pragmática llevó a la comunidad hebrea castellana a un pozo del que ya no
consiguió salir. Así se manifiesta en el texto de “Lamentaciones” que escribieron
Salomón Ben Varga y Josef Ha Cohen cuando exclamaban que “la ira abrasó
entonces a Valladolid, como mar que se hubiera encendido 98”. A partir de esa fecha
la población judía se trasladó a sus nuevos emplazamientos, ya que a partir de
entonces tuvieron que permanecer aislados del resto de la población. Pero los judíos
castellanos no dieron todo por perdido, y en la década de los años 30 del siglo XV

98Jiménez Lozano (2003), Parbolas y circunloquios de Rab Isaac Ben Yehuda (1325-1402), Barcelona: Antrophos
Editorial, p. 78.

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con Las Taqqanot de Valladolid de 143299 trataron de frenar la caída libre que estaba
experimentando el judaísmo castellano y demostraron que éste aún tenía algo de
fuerza. Las Taqqanot eran un ordenamiento interno para regir la vida en las distintas
aljamas castellanas que fue redactado en Valladolid por los más altos dirigentes de
estas comunidades, liderados por el Rab de la Corte don Abrahán Bienveniste. En
este Ordenamiento se trataba de regular la vida cotidiana por lo que en él se trataron
aspectos tan dispares como la educación, el vestido, la alimentación, los oficios o el
ejercicio de la justicia. Pero a pesar de todo, y aunque los ataques violentos no
volvieron a repetirse, ya que estos estuvieron enfocados contra el converso, los
intentos por volver a convertirse en una próspera comunidad fueron nulos y, como
sabemos, en 1492 se vieron obligados a abandonar Separad, muy a su pesar.

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