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Carrera De Especialización En Psicología Clínica

De Niños Y Adolescentes Con Orientación


Psicoanalítica.

“”
 Psic. Contreras Myriam Irene
DNI 35.344.303
 Psic. Garcete Walkiria
DNI 32.041.445

Modulo:
“Toxicomanias e Infancia.”
 Docente a cargo: Mg. Ofelia Wyngaard

AÑO 2023
Plantear el abordaje de las toxicomanías desde una perspectiva psicoanalítica es en
principio poder ubicar algunos conceptos en referencia a las modalidades de goce,
sujeto, satisfacción y la dimensión de lo social entendida como los discursos del amo.
En este sentido la siguiente propuesta de trabajo de articulación conceptual se propone
poder revisar algunas nociones referidos a la toxicomanía a la luz de los conceptos que
el psicoanálisis nos ofrece. Esto último involucra en principio, lograr situar los efectos
de los discursos totalizantes, discursos que requieren sujetos dispuestos al consumo de
objetos que se ofrecen para la satisfacción inmediata de la pulsión, homogenizándose en
ideales que el mismo mercado construye, desde sus propias lógicas y con sus propias
reglas, dejando como resto a sujetos con una determinada manera de gozar, goce que se
juega sobre el vacío y lo lleno.
Ante dicho paisaje, el psicoanálisis nos posibilita poder introducir interrogantes, ahí
donde el discurso del ideal-médico intenta acallar el malestar en la cultura de aquellos
sujetos que requieren ser oídos en su singularidad. En tanto que no hay una manera
universal de sufrir, Freud insiste sobre la importancia de la singularidad frente a lo
universal del ideal, es decir, de la locura de buscar un ideal válido "para todos”.
En un mundo liberal, que produce segregación y exclusión, los más excluidos son los
sujetos que están en mayor desventaja, en este sentido nos interesa visibilizar algunos
obstáculos que se presentan al momento de abordar las toxicomanías y el problema de
las drogas sobre todo en los sujetos que se encuentran al margen de lo social, que se los
ha dejado al desamparo Institucional. Aquí nos preguntamos ¿es posible un abordaje
desde los conceptos psicoanalíticos?, ¿cuáles serían las direcciones de la cura?, ¿cuáles
las perspectivas? de genero?, ¿de derecho? de despatologización?
Es así que la propuesta refiere a poder deslizar algunas respuestas en clave de enigmas
que nos habiliten a seguir pensando dichos interrogantes.

Por lo tanto, si analizamos a los sujetos que han quedado al margen del Otro social que
y buscan en las Instituciones un lugar de asilo, que les permita detener algo de aquello
que desborda y se presenta como intratable. Podemos ubicar que las Instituciones
operan, en principio, como lugares donde algo de lo real se dosifica, o al menos supone
recepcionar un pedido/demanda. A su vez en dichas instituciones suele circular lo
homogéneo lo que no se diferencia, hombres toxicómanos, hombres pobres, hombres
que están en conflicto con la ley, ante lo cual nos preguntamos de la deuda pendiente
que nuestra sociedad tiene con las mujeres que consumen. En una sociedad que espera
que la mujer sea proveedora de cuidados y no sujeto de cuidados y su valor recae
únicamente en su capacidad reproductora, la mujer toxicómana aparece velada. Como el
caso de Yanina, joven de 25 años, consumidora de pasta base de hace 10 años,
atravesada por la prostitución, los abusos y expuesta a riesgos constantes, la adicción a
la pasta es la brújula de su existencia, suele organizar su cotidianidad en función de
conseguir para consumir, dice que el “faso” le da hambre y que la pasta le quita las
ganas de comer, y en esos polos de su adicción pendular ella existe, Yanina a la vez no
deja de demandar, de pedir comida, “tengo hambre”, “estuve sin dormir por estar
consumiendo”, “el otro día casi se me quema la casilla, estaba en una, no me di cuenta
de la vela, gracias a Dios fue una desgracia con suerte” Yanina apela a un Otro, ya sea
de la suerte o Dios, lo contingente se hace real, este empuje compulsivo no hace más
que llamar a Otro que acoja y le permita dar sentido o un nuevo sentido a su identidad,
una manera de inscribirse en el Otro. Es un llamado al Otro para que ayude en la
regulación de un goce que se descontrola y genera un profundo malestar, son un grito,
una demanda que busca el amparo del Otro.
En este sentido, Philippe Lacadée en referencia a la adolescencia señala
“la salida por la vía de una satisfacción Otra sostiene la dimensión del
acto y empuja al adolescente a correlacionarse a un objeto de goce, no
olvidemos que a menudo, él busca allí una solución significante para
nombrar su parte de indecible, haciéndose nombrar (incluso tratar) por el
Otro como-toxicómano o psicópata, delincuente o pibe-chorro, hacerse
marcas en el cuerpo -tatuajes, piercings- como intento de inscribir los
límites que ya no reciben del Otro.” (Lacadeé, P. 2010)
siguiendo esta idea el toxicómano en su intento de inscripción realiza actos de consumo,
consumos que no hacen lazo, sino que lo desanudan al Otro y a los otros.
Es así que encontramos, cada vez más, en la escena social a la luz del día estos
deambuladores o grupos que no hacen más que mostrar cierto destino social/fatal.
Alexandre Stevens en “La errancia del toxicómano” refiere que
“aún la calle es una institución. Siempre regulado por un Otro que tiene
sus reglas, sus modos de inserción y anclajes posibles. (…) En un mundo
liberal, de mercados comunes, que produce segregación y exclusión, los
más excluidos son los sujetos que están en mayor dificultad. (…) Buscan
al mínimo como mínimo la institución como lugar de asilo, que le
permita detener algo que desborda. (…) La institución como lugar de
vida vale si no la utilizamos sólo en su dimensión de asilo que es lo que
produce segregación con respecto al campo social. El uso que nosotros
podemos hacer de la institución como lugar de vida es permitir, ayudar,
favorecer que se constituya un rasgo singular que le permita al sujeto
anclar su goce”. (Stevens, A. 1998)
Las Instituciones en este sentido a la vez que producen sujetos son efectos de lo
discursivo. El toxicómano en su intento de anclaje, busca en dichos dispositivos que se
ofrecen para su cura, un intento de inscripción de los márgenes y los bordes que dejo de
recibir del Otro, Otro del mercado, Otro segregativo y excluyente, que margina
ubicándolo como resto de lo social.
Yanina en su búsqueda de anclaje, suele deambular y manejar los tiempos según su
péndulo de consumo, es así que sus demandas suelen ser en el pasillo de la Institución a
la que acude por comida, y en horarios no pautados, ella misma encarna un objeto de
goce, como señala Miller
“El toxicómano no es un sujeto, sino un personaje que por su hacer con la
droga crea un yo soy: un yo soy toxicómano, que le permite escapar a las
obligaciones que impone la función fálica. A partir de la fórmula yo soy
toxicómano, el hecho de ser hombre o mujer no tiene importancia. No
hay en la toxicomanía lo masculino y lo femenino, solo existen
consumidores, y este es el sueño del discurso capitalista.” (Miller, J.
2005)
Aquí podemos ubicar algunas de las nociones del psicoanálisis en relación a las drogas,
Freud nos muestra que no todas las formas de satisfacción son iguales, algunos
encuentran respuestas a la satisfacción pulsional vía el amor, vía la sublimación y/o el
síntoma, por otro lado, Lacan nos aporta el concepto de goce, concluyendo que “El goce
es lo que no sirve para nada”, en algún sentido la satisfacción de la pulsión es para la
satisfacción misma. Este puro autoerotismo no sirve para nada. Es recién cuando se
establece la fantasía, que uno tiene la creencia de que la satisfacción es con un
partenaire, es con la fantasía que se agrega un objeto. (Naparstek, F.2005)
Siguiendo las nociones propuestas por Naparstek quien refiere la distinción de los usos
de la droga, el cual es necesario poder ubicar para comprender la función que cumple
para ese sujeto esa droga, es que necesitamos como analistas poder alojar y escuchar lo
que el toxicómano nos viene a mostrar de su forma de gozar, goce “patético” y
“fatídico”, poder alojar es el primer intento de subjetivación, intento de escuchar el
malestar, el sufrimiento que acompaña esas formas de satisfacción pulsional, sin bordes
que ubican constantemente a ese sujeto como resto.
Teniendo en cuenta esto último y a modo de ir concluyendo, nos interrogamos sobre la
dirección de la cura de las toxicomanías. Para lo cual es necesario referir a la noción de
cura, en este sentido a lo largo de la historia dicha noción estuvo relacionada al par
salud-enfermedad, lo cual implica además interrogar ambas concepciones, que han ido
cobrando diferentes significaciones según los contextos socio-históricos, políticos y
culturales. Viviana Carew señala que el Otro social encarnado en el Estado, cuyo ideal
“para todos” implicaría velar por los cuidados y protección de sus ciudadanos,
refiriendo que en la mayoría de las instituciones de salud de nuestro país las propuestas
de tratamiento y sus objetivos muestran su estrecha relación a dicho ideal y que en el
marco de las llamadas Políticas en Salud Mental es donde podemos ubicar con más
claridad lo que se plantea como salida de la toxicomanía bajo el ideal médico-social de
abstinencia de consumo, y respondiendo a este ideal la mayoría de las instituciones
especializadas ordenan su propuesta de tratamiento.
Debido a la insistencia con la que fracasa este ideal. Otro modo de respuesta a este
fracaso son los llamados Tratamientos de Sustitución y las políticas de Reducción del
Daño. Si bien estas respuestas o salidas que proponen las instituciones, son respuestas al
síntoma social de segregación y exclusión paradójicamente resulta excluyente de lo
singular de cada sujeto.
En este sentido es que volvemos al inicio de esta propuesta, en el que enunciamos que el
psicoanálisis apuesta a la escucha subjetivantes, cuyas coordenadas son las marcas en el
sujeto que ha dejado el pasaje por ese Otro, la pregunta por las modalidades de goce de
ese sujeto toxicómano, son las direcciones que trazan las intervenciones posibles.
Por último, hacemos mención a la citada autora
“Dejarse sorprender” es una indicación que nos sitúa en la perspectiva
ética, una posición desde la que hacemos lugar a la destotalización y a los
puntos de inconsistencia estructurales del saber previo que enmarca
nuestra intervención; una posición que hace posible escuchar al sujeto
que consulta, más allá de ese nombre que lo trae y lo marca, haciendo
lugar a su particularidad. (…) Lo importante radica entonces en cómo
orientar la problemática hacia otro escenario, cómo lograr un pasaje del
goce de la sustancia al goce de la palabra. (Carew, V.)

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