Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
pequeña.
Jennifer Díez
Título: Eres mi destino, pequeña.
Serie: La isla de los dragones 1.
© 2020 Por Jennifer Díez.
Maquetación: Jennifer Díez.
Portada: Jennifer Díez.
Siento como si se me fueran a salir los pulmones por la boca. ¡Joder! ¡Llego
tarde!
No sé qué me está pasando, duermo muy poco por culpa de los malditos
sonidos que no paran en mi cabeza. Me están volviendo aún más loca de lo
que estoy. En fin, que desde hace una semana esos sonidos leves que me
han acompañado toda mi vida, siempre presentes y que durante las noches
era un ligero silbido, ahora han aumentado e incluso no ceden en las noches
y es insoportable.
Se me notan las ojeras por no descansar, ya he llegado tarde tres veces al
trabajo y eso no es normal en mí. Atravieso la puerta de la librería a toda
leche, llevándome en el camino el cartelito que mi jefa se empeña en dejar
en la entrada. ¡Dios que fastidio! Me mira con mala cara. ¡Uff, mal
empezamos, ya sé que hoy no me libro!
—Evolet, a mi despacho. ¡Ya! —Levanta la voz.
—Si jefa, allí voy.
Pongo los ojos en blanco al darme la vuelta para que no pueda verme y
me dirijo a su despacho. Para que os hagáis una idea, su despacho no es otro
que una simple mesita incrustada a presión en el almacén, con un ordenador
portátil de diez pulgadas y usa a modo de silla de escritorio una papelera al
revés, que ya he perdido la cuenta de las veces que la ha cambiado en los
casi tres años que llevo trabajando para ella.
Me adentro en el almacén, que es un espacio diminuto lleno de
estanterías metálicas que usa más de archivo que otra cosa. Zigzagueo entre
las cajas de libros que aún no ha dado de alta, ya que está esperando que sea
yo quien acabe haciéndolo, y paso el tiempo mirando las telarañas del techo
a que la reina del drama venga.
La espero y espero... Y a mí me va entrando un no sé qué, qué me está
poniendo mala, hasta que veinte minutos después aparece la muy hija de
puta.
La miro, me mira... Sabe que no aguanto estas tonterías por muy jefa mía
que sea y encima la odio, solo un poquito, pero la odio. Empieza la función
dramática y le pido al cielo no acabar despedida.
—Evolet querida, no sé qué te pasa, llevas unos meses fatal, no rindes en
el trabajo y…
No termina la frase, la interrumpió de inmediato levantando la mano al
frente, viendo su cara roja por la interrupción.
—Paula querida —digo con retintín—, he llegado tarde tres días en esta
semana, cuatro con hoy y rindo perfectamente —espeto tranquila.
¡Mejor que tú! quiero soltar, me muerdo la lengua. Al menos de
momento.
—No me interrumpas, mal educada —grita.
¡Uff! Por ahí no paso, lo estoy intentando de verdad, pero ¡joder! ¡No
puedo!
—Paula, a mí no me grita nadie, ni siquiera tú. —Se ofende colocando
una mano en su pecho con la boca abierta— Sí, he llegado tarde, es cierto,
no estoy pasando por un buen momento ahora mismo. Incluso llegando diez
minutos tarde he rendido como siempre y lo sabes —le aclaro intentando
calmarme contando mentalmente hasta veinte, porque con diez no es
suficiente.
—Por dios acabas de cortar mis palabras, eso es de mala educación —
exclama sonriendo. ¡Malo! —, claro es normal, es lo que pasa cuando eres
criada en un orfanato. No te ofendas, querida —suelta sintiéndose superior.
—No me ofende provenir de un orfanato —digo levantando la voz lo
suficiente para que me oigan los clientes que seguro están fuera esperando
ser atendidos, estoy segura de que no ha puesto el cartel de «vuelvo en 5
minutos»—, sin embargo, me ofende trabajar para una mujer egoísta que
solo piensa en el dinero, una amargada a la que ni su marido aguanta y
prefiere a sus amantes.
—No te permito que…
Ella parece una olla a presión a punto de explotar, con ganas de matarme
por interrumpirla de nuevo.
—¡Shhh! —le interrumpo intentando estar calmada, a la mierda el
trabajo, mi lengua me pierde y he aguantado demasiado— Llevo tres años
aguantando tus malas y ofensivas palabras sin motivo, tus gritos cuando
algo te sale mal a ti y te descargas conmigo, es lógico si no tienes ni puta
idea de llevar una librería y que si sigue abierta es gracias a mí. Yo te he
ayudado a levantar el negocio que estaba casi en la quiebra por no saber
desempeñar el oficio. Tu marido te compró todo para que le dejaras en paz
y estuvieras entretenida, gracias a mis ideas, de las que te apropias como
tuyas sin quedarte ni roja de vergüenza y amenazándome con despedirme si
digo algo, funciona todo. Así que se acabó ¡Dimito! Quédate con tu librería,
a ver cuánto te dura. Adiós Paula.
Por primera vez en tres años vi miedo en su cara porque sin mí, cerraría.
No sabe nada y su marido no va a ayudarla, al contrario, desea su fracaso.
Qué bonito es el amor ¿verdad?
—Por favor no te vayas, no te gritaré más —me ruega con carita de
pena.
Y casi, casi me convence, pero no. Estoy cansada de que por ser buena e
intentar ayudar, como me enseñaron, me hagan daño a mí.
—Adiós Paula. —repito tajante y muy seria— Prepara los papeles y
avísame, estaré fuera esperando para firmar, me quiero ir ya.
—¡No sé qué papeles son! —grita. Está histérica viendo que ya no puede
conmigo y que, si antes podía, es porque yo se lo permitía— ¿Qué debo
preparar?
—Llama a una asesoría, ese es tu problema no el mío, ya me cansé de
ver tu despacho ¡ah!, por cierto, hazlo rápido que seguro no cerraste la
puerta y no dejaste el cartel y hay clientes fuera esperando... —le digo entre
risitas. Luego levanto mi mano y le digo adiós moviendo los dedos, me giro
y salgo.
Dos horas después, al fin puedo firmar los dichosos papeles y me voy
para no volver.
Al salir de la librería me coloco los cascos de mi iPod, y me voy a pasear
al parque para pensar un rato.
Soy española, ahora vivo en la isla de Tenerife. Donde nací... No lo sé,
tampoco es seguro, ya que cuando me dejaron mis padres yo tenía 2 años y
no dejaron más datos que mi nombre, así que no sé de qué manera saber de
ellos y tampoco es que me importe mucho. Dijeron que no podían cuidar de
mí y que estaría mejor ahí y adiós muy buenas, me dejaron en un pueblo
donde había un orfanato y las monjas se quedaban con los niños.
Aunque con el paso de los años no me duele pensar en ellos, si me
entristece. Tengo la suerte de poseer una familia a la que escogí yo, mis
hermanos de orfanato o como preferimos llamarnos «El equipo Z».
Sigo caminando por el parque García Sanabria mientras voy pensando en
ellos y me siento feliz por conservarlos en mi vida. Somos seis: el primero
es Héctor, el soltero de oro y gay, que no quiere ataduras y disfruta del sexo.
Como yo, no cree en el amor y siempre me dice que debo tener telarañas
por la falta de uso, a pesar de que nos contamos prácticamente todo hay
cosas que prefiero dejar solo para mí y no sabe nada de mi vida sexual.
Luego están Alan y Luciana que se enamoraron desde niños y siempre
han estado juntos, son felices y estoy deseando que me hagan tía. Y por
último están Mateo y Luna: ella siempre estuvo enamoradita de Mateo y él,
como niño que era, no hacía más que fastidiarla y ella acabó sintiendo un
amor-odio. Se hacían la vida imposible el uno al otro hasta que Luna
cumplió los dieciséis años y Mateo de diecisiete empezó a verla con otros
ojos y ya no quería fastidiarla sino todo lo contrario: quererla. Pero ella le
hizo unas cuantas perrerías hasta que al final el amor ganó al odio y ahí
siguen felices.
Al salir del parque decido meterme entre las calles sin rumbo, caminar
mientras sigo pensando en mis cosas.
El sonido se ha ido acentuando un poco más conforme voy bajando por
la calle del Pilar. No le presto mayor importancia, ese sonido que ya lleva
fastidiando mi vida treinta y un años y me llevó a una situación complicada
que he mantenido en secreto. Me dejó marcada e hizo que mi corazón se
hiciera de piedra, en lo que al amor de pareja se refiere, puesto que con mi
familia suelto amor por cada poro de mi piel.
Ya ni sé dónde estoy, nunca vine por aquí, no que yo recuerde al menos.
Ese pitido ya se está haciendo insoportable, me cuesta mantener los ojos
abiertos y me paro al lado de un escaparate de una tienda de antigüedades,
entro y siento una punzada que me hace llevarme las manos a las sienes y
me inclino hacia delante. La dependienta se acerca a mí preocupada.
—¿Estás bien mi niña?
—¡EH! Sí perdone, ya me encuentro mejor, es esta migraña que no me
deja tranquila, muchas gracias por preocuparse. —Intento sonar
convincente a pesar de que parece que la cabeza me va a estallar.
Miro a mí alrededor y de repente mi mirada se posa en algo que parece
ser una llave guardada en una vitrina de cristal. Y mientras me enderezo
para ir hasta la llave, el sonido, ese que me ha acompañado toda mi vida, al
menos desde que recuerdo, como si fuera cosa de magia se para. Así sin
más, ya no hay sonido, el dolor desaparece y llega tal alivio a mi mente que
empiezo a reírme yo sola y debo de parecer una loca en potencia porque la
dependienta de pelo blanco, recogido en un moño, regordeta y entrada en
años me mira como tal.
Ahora que puedo mirar todo con calma, por primera vez en mi vida,
puedo observar cuanto me rodea y me encanta. Siempre me han fascinado
las cosas antiguas, sobre todo si hay una historia detrás, como a quién
perteneció o si fue robada en algún momento de la historia. Soy muy
imaginativa, lo sé, siempre quise estudiar historia, y como yo no era una
estudiante de becas y no me podía permitir pagarme la carrera desistí. Eso
no impide que me empape de todo lo que pueda en bibliotecas, internet o
escuchando a las personas sobre su vida pasada, aunque en ocasiones sea
inventada, no me importa.
—No conocía la existencia de este anticuario, ¿lleva mucho tiempo
abierta? —le pregunto interesada.
—Sí, llevamos más de cincuenta años abiertos querida, por lo que puedo
apreciar en tu rostro te gustan las antigüedades —responde sonriente.
—Sí, ¡me encantan! —digo emocionada.
Y mi mirada se dirige de nuevo a esa vitrina y a esa llave, y ahora sí, me
acerco para mirarla bien.
—Es hermosa y parece muy antigua, ¿qué historia esconde esta llave? —
Le pregunto con mi cara casi pegada al cristal.
—Bueno no sabría decirte a ciencia cierta, sé que viene de Noruega y
que perteneció a los vikingos. Está hecha de hierro, el mismo que usaban
para crear las hachas y espadas y no les ha sido posible datar el año, o al
menos, eso le dijeron a mi nieto en la compra. Está a la venta, por si te
interesa —suelta como quien no quiere la cosa y yo quiero esa llave, algo
me dice que debo comprarla.
—¿Qué vale la llave?
—Bueno querida, mi nieto la compró por 30 € si te la vendo por lo
mismo no ganaré nada, ¿te parece bien 40 €? —pregunta esperanzada por
finalizar la venta.
—Le pagaré 60 €. Solo dígame en qué lugar la compró su nieto por si
alguna vez puedo ir a Noruega a investigar la historia de la llave, si es que
esconde alguna.
De repente la señora se pone colorada, hasta me asusto pensando que le
va a ocurrir algo. Me mira con carita de arrepentimiento y me percato que
me ha tomado el pelo y me río a carcajadas, si no le llego a preguntar por el
nombre del lugar me la cuela, pero bien, igualmente no me voy a ir sin la
llave. ¡Esa, ya es mía!
—No se preocupe quiero la llave igual y le pagaré lo que le dije, pero sí
me gustaría saber si la compró su nieto en Noruega o si simplemente se la
encontró en el camino a su casa —le pido con cariño.
—La verdad querida, es que se fue de viaje con sus amigos a Noruega a
ver los furdus o como se llamen —Intenta rectificar al verme descojonada
—se la encontró allí. No sé decirte como se llama el sitio exacto porque
esos nombres son imposibles de decir, pero sí es traída de Noruega, eso
seguro —murmura arrepentida y avergonzada por la pillada.
—Le agradezco que me diga la verdad, así que me la llevo —digo feliz.
Ella la coge de la vitrina y me fijo que lleva una especie de cadena echa
de tiras de cuero trenzada así que le digo que no me la envuelva y me
cuelgo del cuello. La llave no es muy grande y me queda justo por encima
del canalillo. Le pago y salgo del anticuario despidiéndome de la ancianita
feliz.
El sonido sigue sin aparecer y es algo que no puedo entender y que me
hace feliz. Ahora con mi llave, estoy dispuesta a encontrar su historia como
sea, pero pronto, mientras encuentro otro trabajo y viviré del paro y de mis
ahorros.
Decido sentarme en una cafetería para contarles a mí «Equipo Z» la
nueva noticia del trabajo. Una vez traen mi poleo menta, cojo el móvil y les
mando un audio donde les comento por encima lo sucedido en la librería, al
llegar de nuevo tarde. Por suerte estoy sola dentro, la mayoría están fuera
aprovechando el calor del verano, estamos en pleno agosto así que nadie me
escucha y no tardan en llegar contestaciones.
Héctor: ¡Por dios! Luna, que ocurrencias tienes, peores que las mías.
Bichito, ahora lo que vas a conseguir es aprovechar el tiempo libre para que
te quiten esas telarañas que ya va siendo hora. Voy a pedir hora con mi
esteticista para que te quiten ese matojo.
Me atraganto con el té y empiezo a toser, la camarera se acerca para ver
cómo me encuentro y le hago señas con la mano indicando que estoy bien y
no ha sido nada.
Luciana: Ja, ja, ja, yo os acompaño que quiero verle la cara cuando le
retiren la cera. ¡Eso no me lo pierdo!
Alan: Peque no hagas caso a ese loco, tú lo que debes hacer es salir a
cenar con mi amigo Fran y si surge pues te quitas las telarañas. Ja, ja, ja eso
nunca viene mal.
Luna: Y para ti también quiero el amor, por eso tienes una cita
preparada con un chico que conocí el otro día en el bar.
Mateo: Amorcito, ¿la cita no será con el chico nuevo que entró a
trabajar de camarero en el bar?
Mateo: Porque... ¡NO ES GAY! ¿Tú le dijiste que era con un chico?
Eso dolió, ella me conoce y sabe lo que deseo ser madre, hasta he
llegado a pensar en la inseminación artificial, precisamente, por que en
pocos años se me va a parar el reloj biológico. Ya me informé por la
adopción y en mi caso, sin marido, es muy difícil y ahora para colmo sin
trabajo, pues menos aún. La vida a veces te pone las cosas bastante jodidas.
Evolet: Cambiando de tema. Ahora que soy una chica en el paro con
mucho tiempo libre seguro que se me ocurre un plan hasta que tenga un
nuevo trabajo, nos vemos mañana en la cena.
Han pasado casi trescientos años desde la muerte de mi padre y mi odio por
los humanos ha ido creciendo a fuego lento. Se aprovecharon de su bondad
y le atravesaron el corazón a traición. Nadie esperaba algo así y menos que
tuvieran en sus manos lo único que puede matarnos.
Mientras estoy en mi despacho, mirando algunos de los libros antiguos
que mi hermana Phipai me ha traído, me pierdo en mis pensamientos. Estoy
perdiendo la fe en la magia de la llave, mi querida madre me dice que le dé
tiempo, que tal vez mi Neushal[i] aún no ha nacido, cosa que puede ser
posible, ya que sabemos que algunos de los dragones no volvieron a la isla
al cerrarse la puerta. Tal vez mi dragona esté con ellos o aún no exista, no sé
qué pensar. Cuento con el apoyo incondicional de mis hermanos y amigos.
La isla de los dragones es enorme, nosotros vivimos al norte, fuera de la
ciudad de Olvernus, en el castillo Senzyras, que está en la montaña.
Siempre ha habido muchas disputas por los terrenos, si entre ellos no
encuentran una solución favorable para todos, me piden consejo para dar
con la solución que, bajo mi criterio, sea la más justa.
En nuestro mundo existen muchas criaturas como nosotros y cada uno
sabe cuál es su lugar, es muy raro que haya algún enfrentamiento, nos
ayudamos entre todos. Por mucho que hayamos evolucionado preferimos
vivir como siempre lo hemos hecho, no nos gusta la tecnología, pero
tenemos comodidades sin contaminar nuestro mundo. La vida en la tierra ha
cambiado mucho y temo que mi Neushal no se adapte a nuestra forma de
vivir, deberá asumirlo. Es su destino.
Estoy cansado de sentirme vacío. Mis dos hermanos Boltcan y Rodan y
mi hermana Anarfi ya entregaron su corazón y algunos son padres. Boltcan
tiene dos gemelos pequeños que me vuelven loco. Yo también necesito a mi
mujer para criar juntos a nuestros hijos y tener una larga vida feliz, ¡por fin!
Mi nueva amante sueña con ser la elegida por la llave, ya lleva un par de
años en el castillo y es muy joven para entender lo que eso significa para un
rey. Yo le sigo el juego y no le corto la ilusión, sabe lo que pienso, que
mientras tenga algo de interés en ella seguirá calentando mi cama igual que
las otras. Ella no es la única y solo le seré fiel a mi mujer y sé, sin disponer
de la llave, que ella no lo es. Igual que lo supe con Imila que fue mi amante
durante milenios.
Me levanto de mi sillón y paseo por la habitación, la puerta siempre está
abierta, a no ser que tenga una reunión o quiera estar solo. Veo el ir y venir
de los criados o alguno de mis hermanos y de pronto aparece la hermosa
Leta. Es rubia, de cabello no muy largo, pechos pequeños, aunque los
prefiero grandes, en conjunto no está nada mal. Su cuerpo es esbelto como
el de casi todas las dragonas y es alta, pasa el metro ochenta sin llegar a mis
dos metros. Sus ojos azules me miran con deseo mientras se relame, pero yo
no logro excitarme hasta que no la toco, y no me apetece nada en este
momento. Al acercarse intenta besarme y eso me cabrea. Mucho.
La miro mal para dejarle claro que quiero que se vaya, pero al parecer no
entiende mi mirada porque me acaricia y besa mi cuello intentando
calmarme. Sus manos suben hasta mi pecho, estoy furioso y me asquea su
toque no deseado. La cojo de las muñecas con fuerza y veo en su cara una
mueca de dolor, la aparto de un empujón que no espera y cae de culo al
suelo. Imila fue a la última dragona que bese antes de ser rey.
—No vuelvas a intentar besarme. ¡Jamás! Si no te busco para follar no te
acerques a mí. Aprende de una vez cuál es tu lugar, eres mi amante, no mi
mujer. Ese derecho le pertenece a mi Neushal —le espeto furioso—. ¡Largo
de mi vista! —grito con más fuerza.
Leta está roja de ira por el desaire, se va todavía más furiosa por no
poder responder como le gustaría y sé que cuando la quiera abierta de
piernas para mí, se abrirá y eso me aburre.
Mi madre entra, cierra la puerta y se sienta en la silla de mi despacho y
me hace un ademán para que me siente frente a ella, es la única a la que le
permito sentarse allí en mi presencia.
—Khonox, esa dragona no me gusta —dice seria.
—Madre, por favor, a ti ninguna de mis amantes te ha gustado —
respondo con media sonrisa.
Y es cierto, desde que soy el rey odia a todas y cada una de las mujeres
que han pasado por mi cama, sin embargo, a las de antes no les prestaba
atención.
—Desde que aparezca tu Neushal tendrás muchos problemas con tus líos
de faldas hijo, te lo digo por experiencia y no sabemos cómo será ella, si se
ha criado en la tierra, es seguro que no sepa luchar como ellas o que nunca
haya cambiado a dragón —me mira con ojos suplicantes.
Mi madre no lo tuvo fácil, pues mi padre, antes de encontrarla a ella tuvo
muchas amantes y algunas se creían con más derecho que ella siendo su
Neushal. Ella luchó con garras fieras contra lo que la alejaba de su amor,
pero eso no me pasará a mí, mis amantes saben cuál es su lugar.
—Le he suplicado a la llave que mi Neushal sea fuerte, una guerrera que
no me tema y se enfrente a mí —le digo mientras pienso en que la llave me
conceda eso después de estar tantos años esperándola.
—Seguro que la llave ha escuchado tus deseos y por eso está tardando
tanto, porque esa mujer no está preparada. Llegará y cuando eso pase
acuérdate de esta conversación, Leta es una niña encaprichada en tener lo
que no puede y sé que le pondrá las cosas difíciles si no la frenas —dice
muy segura de sus palabras.
Mi padre no hizo nada por proteger a mi madre, quería que ella se ganara
ese puesto a su lado y sufrió por ello. Ver el orgullo de mi padre cada vez
que nos contaba como su Neushal luchó por su corazón era tal, que nos
emocionaba a todos.
—Yo la protegeré madre y las amantes que estén en ese momento a mi
lado saldrán del castillo y de mi vida, porque a mi lado estará ella y por fin
estaré completo. Solo ella puede ser mi mujer, la elegida por la llave, la
única que me puede otorgar a mi descendencia —digo con los ojos llenos
de lágrimas contenidas por la desesperación y la rabia.
—Eso espero, que la protejas siempre, sea cual sea su situación. Te he
criado bien hijo, me voy a pasear —susurra con cariño.
Se levanta, besa mi frente igual que a un niño y se va cerrando la puerta
para dejarme intimidad con mis pensamientos. Y eso hago, pensar durante
mucho tiempo como será mi Neushal, la he imaginado de tantas formas:
cómo será su cabello, su cuerpo, si será alta o baja, lo que sí sé es que sea
como sea, a mis ojos, será perfecta y la amaré y protegeré hasta el fin de
mis días.
Paso la tarde metido en mi despacho, no quiero ver a nadie, la
conversación con mi madre me ha dado mucho en lo que pensar, tendré que
hablar con Leta y dejarle las cosas bien claras o finalizar nuestros
encuentros. No estoy dispuesto a aguantar otra tontería como la de hoy,
todas sin excepción saben que mis besos son únicamente para mi Neushal.
Antes de ser rey besaba a cualquier mujer, ahora no, y tampoco dejo que
me toquen mucho, no me gusta. Yo les brindo placer y ellas a cambio me
dejan que me desahogue unos minutos y hasta semanas después no las
necesito.
Sé que en el momento en el que la mire no habrá otra para mí. Mi padre
me explicó que después de convertirse en rey y su especial llegara unos diez
años más tarde, todas a su alrededor dejaron de existir para él. Ya de por sí
habían dejado de interesarle las demás y tan solo las buscaba para su placer,
su madre se le resistió porque decía que ella no sería otra amante más del
rey y él le mostró la llave y se la entregó, le dijo que la esperaría para
siempre y que debía ganar su lugar a su lado.
Las amantes de mi padre intentaron humillar a mi madre, pero ella era
una guerrera y se ganó el respeto no solo de él, sino de todo el reino. Todas
ellas supieron cuál era su lugar y jamás volvieron molestar a su reina Gal.
Me gusta pensar que mi futura reina será tan fuerte como mi madre y si
no, estoy seguro de que ella se encargará de enseñarla —Sonrío mientras
me intento relajar un poco y vuelvo a meterme de lleno en el papeleo.
Las horas pasan y de pronto siento un dolor en el pecho que me arranca
un jadeo, no sé qué me pasa, los dragones no nos sentimos enfermos y solo
somos heridos entre nosotros mismos, sin ser mortal. La única manera de
matarnos es atravesar nuestro corazón con una espada o daga hecha de
Angrom[ii], que es un tipo de hierro puro que solo se encuentra en nuestra
tierra. Me levanto y siento un mareo, estoy a punto de caerme al suelo, pero
mi hermano Boltcan, al que le tocaba guardia dentro del castillo, vino en mi
ayuda.
—Hermano, ¿qué te pasa? —pregunta preocupado frunciendo el ceño
porque no entiende qué ocurre.
—No…No lo... sé no pu…puedo... res…respirar —digo con esfuerzo.
—Voy a tumbarte y a buscar a Yiri, ¡No te muevas! —Me ordena y por
la nota de preocupación lo dejo pasar y asiento para que vaya ya, me cuesta
hablar.
Cierro los ojos y mi mente va a la pradera al otro lado de la montaña y
veo a una mujer casi desnuda caminando por la nieve, su pelo largo es
movido por el viento y yo estiro mi mano intentando tocarla, la veo
nerviosa mirando a todas partes. No consigo ver su rostro, al girarse su pelo
le tapa la cara, pero hay algo que sí logro ver y provoca que mi corazón se
dispare como nunca antes. Tiene la llave colgada del cuello, ella es mi
Neushal, al fin está viniendo a mí después de tantos años. No quiero dejar
de verla y no puedo hacer nada, sé que está asustada y que parece que tiene
frio. Siento la necesidad de protegerla, de arroparla siempre entre mis
brazos, como nunca antes sentí. Al final abro mis ojos para poder ir hasta
ella.
En ese momento llega mi madre asustada junto a Yiri. Le comunico que
mi Neushal está aquí y me levanto. El dolor en mi pecho sigue, aunque es
diferente, ahora siento mucha ansiedad. Ella está aterrada, algo le está
pasando y me olvido de mí para correr hacia la ventana y lanzarme por ella,
cambiando en pleno salto para poder dirigirme a mi amor. Espero no
asustarla, no sé qué puede o no saber de los dragones, ya que ha sido criada
en la tierra escondiéndose seguramente de los malditos humanos.
Un grito de puro terror me deja paralizado, reacciono y vuelo todo lo
rápido que mis alas me permiten para llegar a ella, siento que está a punto
de desaparecer, y al momento dejo de sentirla. Mi corazón llora por su
partida, pero ahora tengo una esperanza. Ella volverá, vi la llave, es
cuestión de tiempo y eso me anima. Mi dragona está al llegar, al fin me
sentiré completo.
Llego al lugar donde la vi en mi mente y la nieve está removida, huelo a
Rax y me enfurezco, él debió asustarla. Maldito dragón, ya arreglaré
cuentas con él.
Apoyo mis cuatro patas en la nieve y cambio a mi forma humana, algo
llama mi atención y me alarma, olor a humano. Un olor que no olvidaré y
tengo un mal presentimiento. Me acerco aún más a donde estaba mi
Neushal y noto un olor frutal de mora, que me la pone dura al momento.
Gruño entre enfadado y excitado como jamás lo he estado en mi larga
existencia, ese olor proviene de un humano, rectifico, una humana para ser
exacto.
Grito de ira y rabia contenida, y en ese momento llegan mis dos
hermanos y mi madre, cambian a su forma humana y huelen lo mismo que
yo. A la humana, y me miran desconcertados.
—Es una humana, madre. Una maldita humana —gruño entre dientes.
—Cálmate, si la llave la ha elegido es por algo, va a volver y si no
mantienes el control, la perderás. No me gusta que sea humana, ha pasado
demasiado tiempo y tal vez han cambiado, tal vez ella es diferente. Lo poco
que sabemos ha sido por tu hermano. Debes tener cuidado, si ella te rechaza
de verdad nunca serás feliz. Cuando tu hermano ha abierto los portales, lo
ha hecho en lugares en los que no hay muchos humanos para intentar sentir
a la llave, sin resultados. Sabes que sin la llave estamos atrapados en
nuestro mundo, que el único con el poder de ir es tu hermano y por miedo a
que fuera atacado no ha tenido mucho contacto con humanos —intenta que
comprenda algo que no quiero ni escuchar.
—Tú rechazaste a padre y tuvieron una vida feliz después —le recuerdo.
—Yo nunca rechacé a tu padre, acepté su desafío a ganarme mi lugar a
su lado, si lo hubiera rechazado de verdad, ambos hubiéramos sido infelices
y eso es algo que es difícil de reparar. Si una Neushal rechaza a su amado
no hay vuelta atrás, no se sabe si es posible ganarse de nuevo el amor —
dice pensativa—. Si fuera posible no sería nada fácil —susurra más para sí
misma que para nosotros.
—No quiero una humana, sin embargo, si es la única que pueda
engendrar a mis hijos, así será. Nunca le entregaré mi corazón —les
informo.
—Hijo ¿qué piensas hacer? Ten mucho cuidado, se puede volver contra
ti —suplica.
—¡Basta madre! Llevarla al castillo, quiero estar solo —Esta vez miro a
mis hermanos, que cumplen mi orden sin decir nada.
Estoy furioso con la vida, tanto esperar y resultó ser una humana, el peor
de mis castigos. Eso es algo que creo que jamás ha pasado y no puedo
matarla, eso acabaría conmigo, no obstante, sí puedo herirla rechazándola y
haciéndola mi prisionera. La obligaría a engendrar a mis hijos y le haría
creer que son criados y cuidados por mi amante. Sí, eso haré para que ella
sufra y así me cobraré mi venganza contra los humanos. Todos pagarán y
ella será la primera. Esperaré a que vuelva, sé que sabré donde está y
cuando eso pase la atraparé.
Vuelvo al castillo y mando llamar a Leta a mis aposentos y me dirijo
hasta allí. Ahí empieza mi venganza, aunque sé que mi madre me lo va a
reprochar. Mientras la espero pienso en la humana y en su cuerpo
curvilíneo, no es perfecta, pero aun así me la vuelve a poner dura. Necesito
pensar en esa humana porque ahora sé con certeza lo que mi padre me dijo.
No habrá otra mujer para mí.
Me odio por lo que voy a hacer y una parte de mi mente me dice que no
lo haga. Sé que las consecuencias pueden ser desastrosas para mí, alguien
debe pagar por la muerte de mi padre. Además, es una humana; son seres
egoístas, materialistas, mezquinos y despreciables, todos son iguales y no
quiero que mis pequeños sean criados por un ser así.
Leta llega a mis aposentos y yo ya estoy desnudo. Ella me mira
sonriente, yo me acerco y cierro de un portazo. La tiro sin contemplaciones
a la cama, le rompo la ropa, la coloco de espaldas a mí, para que no me
mire, y coloco la mano en su espalda inmovilizándola, me agarro la polla
sin mirarla, pensando en mi Neushal, en ese cuerpo que vi en mi mente y
ese olor que me cautivó.
Me la follo sin piedad, pensando solo en mi propio placer, pero sus gritos
y gimoteos me crispan, así que le tapo la boca para no escucharla. Pero mi
nariz se acerca a su cuello y al aspirar no huele a mora, sino a algo que me
provoca repulsión y se me baja de golpe la erección, saco mi flácida polla
de ella y me doy la vuelta.
—¡Sal de aquí! —Le ordeno tajante.
Ya he profanado el lugar sagrado para ella, eso es algo que nunca me voy
a perdonar y empiezo a odiar las palabras de mi madre, porque yo también
voy a sufrir. Mi odio a los humanos me ha hecho romper la promesa de
guardar nuestra alcoba para su llegada, una que jure reservar para mi mujer.
¿Qué acabo de conseguir con esto?
—Mi rey, soy tuya, no pasa nada, puedo esperar —dice dispuesta.
—¿Esperar a que? —pregunto con una sonrisa maligna.
—Pues... a que vuelvas a estar listo, si tú quieres puedo ayudarte —
responde intentando parecer sexy y a mí me provoca arcadas. ¡Maldición,
estoy perdido!
—Leta, que mi polla no haya funcionado contigo es porque ya encontré
a mi Neushal y quería comprobar que tan cierto es lo que decía mi padre —
le informo desganado, quiero que se vaya de mis aposentos.
Ella se queda rígida, no es algo que esperaba escuchar, supongo que
quería seguir a mi lado, eso se acabó en el instante en que vi y olí a mi
jodida humana, mi mujer… mi Neushal.
—No puedes abandonarme. —suplica mientras se arrodilla y se agarra a
mis piernas—. Por favor, no me dejes. —Llora desconsolada o eso intenta
porque no le creo nada, lo que le jode es perder los privilegios de ser mi
amante en el castillo y eso se acabó.
—¡Largo! —ordeno señalando la puerta—. ¡Ahora! —La separo de mí y
me acuesto en la cama.
Ella se da por vencida y sale del cuarto despacio, como esperando que la
detenga, algo que no va a pasar.
—¡Ah! por cierto, a partir de mañana abandonarás el castillo, no te
quiero cerca de ella, si lo descubro lo pagarás muy caro, ¿entendido? —
pregunto con mi voz de dragón.
—Sí, mi señor —dice sumisa. Antes no me molestaba esa actitud tanto,
ahora no la soporto.
En cuanto sale por la puerta me visto y llamo a la criada para que retire
la ropa de cama y la cambie por una limpia. Se me ha quitado el sueño por
completo y me dirijo a la cocina para que me den algo de comer, no he
querido cenar.
Entro en la cocina y un olor, ahora muy conocido, llega a mis fosas
nasales y mi polla da un respingo en mis pantalones. Para disimular el bulto
que se me ha formado, me coloco detrás de la mesa de la cocina, parece que
están cocinando algún postre con moras. Le digo a la cocinera lo que quiero
y antes de salir le pregunto:
—Northa, ¿a quién manda realizar los jabones del castillo? —pregunto.
—Los crea mi hija mi señor, si no es de su agrado le puedo decir cuáles
son para no traerlos más —habla nerviosa y yo la tranquilizo con una
sonrisa que pocas veces muestro.
—No se preocupe, al contrario, todos son de nuestro agrado, quería saber
si podría hacer alguno con aroma a mora y traérmelo a ser posible mañana
en la noche —le digo tranquilamente, aunque se lo haría traer ya mismo.
—Por supuesto mi señor, la veré en un rato y le pasaré su orden —dice
inclinándose.
—Estaré en mi despacho, por favor lléveme allí la bandeja.
—Enseguida se lo llevo mi señor —responde solícita, y se dispone a ello
mientras yo termino de salir.
Está a punto de amanecer y me pregunto dónde estará la humana.
¿Cuándo volverá? ¿Querrá a un dragón a su lado? ¿Será feliz aquí? Debo
retenerla a mi lado como sea, y esos pensamientos me enfadan. He de
vengar la muerte de mi padre y voy a usarla para ese fin. Me juré matar a
los humanos en cuanto tuviera la oportunidad y no voy a fallar, todos son
iguales y ella no será diferente, aunque sea mi Neushal. Tarde o temprano
mostrará su verdadera esencia y yo me adelantaré, no me voy a dejar
vencer.
No vuelvo a la cama y paso el resto del día encerrado en mi despacho y
ordeno que nadie me moleste. Mi madre intenta hablar conmigo, pero ahora
no quiero oírla, necesito pensar y saber cómo voy a actuar mientras la tenga
a mi lado. ¿Qué sabrá ella de lo que supone ser la portadora de la llave?
En ninguno de los libros indica que una humana haya sido la elegida por
la llave nunca. Sé de dragones y dragonas que se han acostado con humanos
y uno de ellos estuvo a punto de entregar su corazón a una humana, pero la
perdió antes de unirse a ella y yo lo perdí a él porque sin ella no quiso vivir.
¿Qué es lo que saben de los dragones ahora? Antes eran pocos los que
sabían de nuestra existencia y todo puede haber cambiado. Si todos lo
supieran, algo hubiera escuchado mi hermano en sus incursiones.
Las horas van pasando lentas, no quiero dormir estoy esperando sentirla
de nuevo para ir en su busca y poder llegar a ella antes que nadie y vuelvan
a asustarla. No sé qué espero sentir al estar cerca de ella. No puedo dejar
que los sentimientos por ser ella me ablanden. Sé que la llave no cumplió
con mis deseos, una humana no puede ser una guerrera, son débiles y
sumisas a merced del hombre. Lo vi durante siglos mientras íbamos a su
mundo, las mujeres solo servían para parir y servir al hombre.
Lo mejor es que salga a trabajar en los campos de sembrado, no puedo
perder más el tiempo. Se acerca la recogida de la cosecha y se necesitan
manos y ser el rey no me convierte en un vago que se pasa las horas
muertas sentado. Necesito algo de acción.
Cuando íbamos a la tierra era para comprar ganado y sobre todo semillas
que aquí no crecían, y las cambiamos por piedras preciosas a un buen
hombre. Fue el único humano que nos ayudó sin preguntar sabiendo de
antemano que éramos diferentes.
Siempre escuchamos muchos rumores a cada cual más descabellado
sobre nosotros y él nunca nos juzgó. Era amigo de mi padre y gracias a él
tenemos aún esas semillas como son el trigo y el maíz, que compramos al
otro lado del portal y que no crecían aquí.
La llave está cerca y pronto podremos pasar al otro lado y ver cómo
están las cosas. Mi Neushal nos ayudará a prepararnos y pasar
desapercibidos para atacar.
Capítulo 4
Más tarde, antes de la cena, hablo con mis hermanos y nos apartamos un
poco.
—¿Qué ha pasado con mi mujer? ¿Por qué estaba sola en el patio?
—Ha conseguido hablar con sus hermanos y no le han dado buenas
noticias. Ellos están bien, pero es mejor que ella misma te lo cuente todo.
Tu mujer no debe volver, mañana abriré el portal de nuevo para que los
llame y deberías estar a su lado en esa llamada.
—¿Por qué no me dices todo ya y punto?
—Estas de muy buen humor y quiero que sigas así hermano y lo que te
va a contar no te va a gustar. Te adelanto que en su mundo corre peligro y
aquí a tu lado está a salvo, conserva la paciencia y escúchala —me aconseja
Rodan.
Suspiro, ella ya me comentó que hay algo que debo saber y esperaré a
que me lo diga, al menos tengo la certeza, por lo que me están diciendo, que
corre peligro. Ahora no me arrepiento tanto de ocultar la llave y de decirle
que soy el dragón blanco, no quiero esconderlo más tiempo, ella querrá
saber por qué le hice daño.
—Está bien, esperaré hasta mañana para que me lo diga, si no acabaré
enterándome en esa llamada. Vamos ya vienen.
Desperté y estaba sola, me sentí extraña porque pensé que Khonox vendría
a estar conmigo. Me incorporo y estoy en la cama, no recuerdo haberme
acostado, no entiendo nada. Voy al baño a asearme, seguro que en breve
viene Nan.
Termino con mis necesidades básicas mañaneras y me acerco al espejo y
creo que el grito se queda en mi garganta cuando el hombre enorme que
tengo detrás, me silencia con un gesto de su dedo índice en su boca. Poco a
poco me voy girando y le miró de frente, bueno arriba porque aquí todos
parecen ser gigantes.
—Me ves —dice con la voz tan ronca que no parece humana.
Yo estoy acojonada, pero por algún jodido motivo siento que no me va a
causar daño.
—Sí, te veo. ¿Quién eres?
—Ayúdame a volver —Y justo empieza a desaparecer en mis narices,
estiramos la mano a la vez y nos tocamos. Siento un corrientazo de la hostia
que me recorre entera y recuerdo todo lo que me pasó anoche.
Apareció en mis sueños y me habló, los recuerdos son borrosos, solo sé
que sentí mucho miedo y grité queriendo despertarme. Un momento
después recuerdo oír susurrar a Khonox e ir tranquilizándome poco a poco.
El hombre estuvo en mi sueño varias horas hasta que desapareció por
completo, parecía... débil.
Tocan a mi puerta y le pido a Nan que entre, me deja guapísima o al
menos así me veo yo con ese precioso vestido azul oscuro. Me ha hecho
una trenza en espiga lateral desde la sien izquierda y lo demás suelto y me
gusta el resultado.
Vuelven a tocar y entra Gal, que está preciosa con un vestido verde
musgo, y también lleva el pelo trenzado. Se acerca a mí y besa mi frente.
Una señora que entra con ella me coge las medidas y se va sin decir una
palabra dejándonos a solas.
—Estás preciosa, buenos días ¿Preparada para ir a conocer la ciudad con
las mujeres? Hoy es día de mercado en Olvernus y queremos comprar telas
para que la costurera elabore los vestidos para la unión de mi hija Phipai.
Ella ve el miedo en mi mirada, una cosa es que esté en el castillo y otra
salir. Me siento insegura, no conozco a nadie y odio estar con mucha gente.
Me paso los dedos por los ojos varias veces nerviosa y empiezo a morderme
la mejilla sin parar.
—Vas a estar a salvo, la gente quiere conocer a su futura reina estarás
con nosotras. Además, Phipai quiere saber tu opinión.
Vale, ahí ya me ganó y ella lo sabe, no puedo negarme después de lo que
han hecho por mí, por mucho miedo que sienta. Además, estaré con
dragonas fuertes, no me pasará nada ¿no?
—Está bien, iré.
—Nan, puedes retirarte —le pide Gal.
—Sí mi señora, avíseme si me necesita. —Con una reverencia sale. Yo la
miro extrañada.
—Hay alguien que quiere decirte algo.
El misterio me está crispando los nervios, a ver qué pasa ahora. No le
digo nada no es necesario, ella sale y entra una chica preciosa como todas
las dragonas, me siento el patito feo, el día que me encuentre con alguna
amante me pego un tiro. Me fijo bien y sé que es la misma que me presentó
Khonox en la cena como su mejor amiga.
No estoy entendiendo nada, no sé qué viene a decirme ella. Igualmente
la escucharé.
—Adelante, siéntate en el sillón estarás más cómoda, ¿qué quieres
decirme? Perdona, no recuerdo tu nombre, son todos muy raros. —Intento
sacarle una sonrisa porque parece nerviosa y no surte efecto, está muy seria.
—Mi nombre es Imila y asumiré, si después de decirte esto, no quieres
volver a verme y lo respetaré. Te pido que me escuches.
Yo asiento y levanto la mano para que empiece, ahora sí que estoy cada
vez más nerviosa.
—Hace muchos años yo era amante de Khonox —Me tenso. No sé si
quiero escucharla. Que puta ironía, ¿no? ¿Dónde está la pistola? —Fui su
amante digamos, predilecta, la que vivió en el castillo durante largos años.
Jamás me fue fiel y yo lo soportaba porque a pesar de todo, lo sentía mío,
pero no era más que una ilusión. Todo acabó en cuanto se convirtió en rey.
Él me quería, aunque nunca me amó, al descubrir que yo no era su Neushal
me apartó de su lado. Él sabía de mis sentimientos, nos criamos juntos,
éramos amigos de toda la vida y yo siempre estuve enamorada de él, así que
cuando me ofreció ser su amante, no lo pensé y acepté.
¿Qué debo hacer? El hecho de que venga a decírmelo a la cara me da
que pensar. Y creo que voy a darle el beneficio de la duda, además me cae
bien por venir a dar la cara.
Aun así, me levanto y empiezo a caminar dando vueltas sin parar. Estoy
enfadada y si digo que no siento celos sería una mentirosa, pero hace siglos
que no están juntos y ella no lo ama, y le creo por sus lágrimas, son sinceras
y me pide perdón. ¿A MÍ? El que debería pedir perdón es Khonox.
—Tardé un siglo en volver a hablarme con él y nos convertimos en
grandes amigos. Lo quise muchísimo, pero sé que nunca le habría entregado
mi corazón, estaba tan cegada por él que no vi a mi verdadero amor. Él
lleva sufriendo muchos años por mi culpa, ahora sé que está conociendo a
otra dragona y que yo lo perdí por no saber diferenciar el amor verdadero
de una ilusión infantil. Tú eres su mujer, y si no me quieres cerca por
nuestro pasado lo entenderé, quizá con el tiempo me perdones y puedas
soportar mi presencia.
—¡Qué cabrón! ¿No le diste una patada en los huevos? —le espeto
indignada. Ahora sí que sonríe. —Por dios, a mí no debes pedirme perdón.
¿Cómo pudiste aguantar algo así? Desde luego si esa es la vida que quiere
conmigo se puede ir a tomar por el culo, una cosa es su pasado con otras y
otra muy distinta que siga igual mientras está a mi lado. Vamos lo que me
faltaba ya, ¡No te jode!
Estoy furiosa por mí y por ella, no me esperaba algo así. Sí, es evidente
que ha estado con muchas, sin embargo, tratarla así, a alguien a quien
quieres. Pues si me va a querer así, puede irse a la mierda.
Necesito calmarme y ella parece percatarse.
—Hay algo que creo que no sabes y te dejará más tranquila. Cuando un
rey encuentra a su Neushal, solamente estará para ella, ninguna otra
dragona llamará su atención nunca, te será fiel hasta su muerte. Pero te
advierto que hay varias dragonas que van a seguir intentando conseguir sus
favores en el lecho y ocupar tu lugar. Sobre todo, una en concreto. Ella es la
última que vivió aquí con él. El mismo día que te sintió, la sacó de aquí.
Estate atenta y mucho cuidado con ella, la conozco y es mala.
—Bueno, no creo que me moleste aquí.
—Vas a ir a la ciudad y ella está allí. Seguramente dirá algo para
molestarte y no debes permitírselo, sabe que eres humana y te cree inferior,
no lo eres. Eres nuestra reina. No le demuestres miedo.
—Ya bueno, eso es fácil decirlo, ¿qué pasa si me pilla sola? —Me miro
al espejo y me digo a mí misma que él es mío, aunque eso no me lo crea del
todo—. Vámonos, al menos me siento más segura con ustedes a mi lado.
—¿Quieres que vaya contigo? No me... odias. —afirma sorprendida.
Tanto, que me resulta hasta gracioso.
—A ver, si te soy sincera, estoy celosa de ti y de todas las que han estado
con él, y créeme solo he sido celosa con mi familia. Y si has sido sincera
conmigo, amas a otro hombre. ¿Quién es?
—Lo conociste anoche, el dragón que estaba sin acompañante y amigo
de Khonox, él es Rianri. —se sonroja al hablar de él.
—Es muy guapo, habla con él. Si te ama de verdad, tal vez te dé una
oportunidad. No lo hará si no luchas por él. Ahora debes ser tú quien le
demuestre tu amor antes de que alguna lagarta te lo quite.
—Estoy asustada. —susurró tan bajito que casi no la oigo.
—¡Nos ha jodido! ¡Yo también estoy asustada! Estoy en un mundo que
no es mío, con personas que se convierten en dragones. Un hombre que dice
que yo soy la única que puede quedarse embarazada de sus hijos, que me
esconde cosas, que no sé si llegará a amarme de corazón o porque lo dice
una maldita llave y, ¿sabes qué? He decidido que tengo derecho a ser feliz
con un hombre que me ame, aunque me dure poco tiempo y tú deberías
hacer lo mismo.
—¿Sabes que me sorprendes? Otra en tu lugar me sacaría a patadas y
tú... ¿Te enfadas con él?
—Nadie es perfecto. —Me encojo de hombros.
—Te equivocas eres perfecta para él, y vas a enloquecerlo muchas veces.
—Ambas nos sonreímos.
Sin decir nada más, vamos a buscar a las demás que nos están esperando
en la entrada del castillo, estamos bajando las escaleras agarradas del brazo
y le pregunto.
—¿Qué es lo que más odia Khonox?
—Que le lleven la contraria y que no obedezcan sus órdenes.
—Pobrecito, la que le espera.
Y ambas de nuevo nos echamos a reír, esta vez mucho más fuerte y eso
llama la atención de todas, los niños corrieron a mi lado y me abrazaron
casi tirándome al suelo.
Adoro a mis nuevos sobris, son tan perfectos y tan traviesos que me
llenan de alegría y también de tristeza, porque no sé en qué momento
conoceré a los que vienen en camino. Quiero que Khonox me dé la llave
para verlos, me da miedo que nunca me deje volver, que me retenga aquí y
debo decírselo.
Gal se acerca a mí, me besa la frente y me susurra al oído que soy
increíble. Esos gestos me dan tanta paz, ojalá mi madre hubiera hecho algo
así en vez de abandonarme. Sé que es por Imila, ya sabe lo que hablamos en
mi habitación, espero no equivocarme con ella y que esto acabe explotando
en mi cara. Los peques se quedan y me da pena, bueno otro día seguro que
podemos ir con ellos.
Al enterarme de que vamos a ir a caballo me emociono dando saltitos,
provocando las risas de todos los presentes. Los hombres que cuidan los
caballos me preparan uno precioso de color marrón, les digo que no cuento
con mucha experiencia montando caballos. Uno de los hombres encargados
de los caballos me cuenta lo que debo hacer mientras lo acerca a mí. Me
dice que su señor fue quien lo domó y que en realidad es una yegua y que es
perfecta si no poseo mucha experiencia.
Me encanta, es preciosa, la toco y dejo que huela mi mano buscando
comida, el hombre me pasa una zanahoria que se come encantada, no dejo
de acariciarla y en el momento que él lo cree conveniente me pide que suba
y ahí viene el problema. Estoy usando un puñetero vestido y no soy una
buena amazona, si ya me cuesta subir por mi estatura con pantalones, con
vestido es imposible.
Lo intento varias veces, hasta que al final, con el permiso de Gal, me
coge por la cintura y me sube de lado. Yo, sin esperar más indicación, como
puedo, y sin subir mucho el vestido, consigo dejar una pierna al otro lado a
horcajadas, ellas van de lado, yo imposible, acabo en el suelo fijo. Miro mis
piernas tapadas por completo, muevo las riendas y la yegua se mueve hacia
delante, no sé su nombre y no lo pregunté, así que la llamo bonita.
«Se llama Neushal». Pego un chillido agudo, muy agudo. «Es en tu
honor, en estos trescientos años, Khonox siempre ha reservado una yegua
con ese nombre, las criaba y domaba únicamente para ti». Termina Gal con
una amplia sonrisa por el susto.
Las muy puñeteras se ríen de mis chillidos y ya nos encaminamos al
mercado. Tardamos una hora y media o eso dijeron, yo sin reloj no me
entero, sentía el culo dolorido y aún me esperaba la vuelta.
Al fin llegamos a las caballerizas donde podemos dejar a los caballos
para que les den agua, comida y descansen. Dos hombres se acercan a
nosotras y se agachan en una reverencia yo sonrío y les muevo el dedo
índice en círculos para que se giren, extrañados obedecen y yo dejo mis
piernas juntas a un mismo lado. Ahora que ya no se me ve nada les digo que
ya pueden girarse de nuevo y yo de un salto bajo de la yegua, pierdo un
poco el equilibrio por estar en la misma postura tanto tiempo, uno de ellos
me sujeta justo a tiempo de darme una buena hostia.
—Mi señora, cuidado —me aconseja asustado.
—No te preocupes el problema no es bajar sino subir después a Neushal
—dejo los ojos en blanco mientras la señalo y me sonríen.
Les devuelvo la sonrisa, beso a Neushal y me despido con la mano
dándoles las gracias.
Estoy nerviosa porque sé que la última ex amante de Khonox va a
intentar provocarme y la verdad es que, aunque me siento protegida, sé que
me va a decir cosas que me van a molestar. El problema es que no pueda
contenerme y acabe en una pelea, en la que perderé de forma inevitable, y
no quiero que eso cause problemas con los demás dragones. No quiero que
me vean con malos ojos, lo último que deseo es perjudicar el reinado de
Khonox.
Llegamos al mercado y hay mucha gente, unos más elegantes que otros,
y muchísimos puestos de todo tipo: comida, joyería, juguetes, telas,
muebles y muchos más. El lugar es enorme y no sabía dónde mirar, voy del
brazo de Imila y el resto van unas delante de mí y otras detrás, lo que hace
que me sienta segura. Lo primero que hacemos es ir al puesto de telas, ahí
nos entretenemos un siglo, yo prefiero ver la ropa hecha no entiendo de
costuras y menos de estas modas, es como viajar al pasado.
Nunca entenderé por qué no se modernizan, aunque eso no es asunto
mío. Seré una reina de adorno, yo no sé nada de llevar un país, un reino,
una isla o como lo llamen. Al final se deciden por varias telas, el hombre
del puesto está de lo más contento, hoy se hace la mañana con nosotras. Yo
me dejo aconsejar y al final compran muchas telas para vestidos nuevos, ya
que la costurera me tomó las medidas.
Nos despedimos del hombre y antes nos comunica que mañana nos
entregarían las telas en el castillo.
—Gracias por su paciencia.
Ahora sí, viene mi parte divertida, hay tantas cosas hermosas. Al pasar
por un puesto con cositas hechas de cuero algo llama mi atención, y pienso
en Khonox, es una pulsera ancha de trenza de cinco nudos, me recuerda a él
y sin pensarlo la cojo. Solo queda esa nada más y no quiero que nadie me la
quite, las chicas se han ido desperdigando, aunque siempre cerca de mí.
—¿Cuánto cuesta señor?
—Son cinco Dran[iii], mi señora.
¿Y qué coño son Dran? Joder, no voy a poder comprarla, mis ojos se
llenan de lágrimas que aguanto sin derramar a duras penas y la vuelvo a
poner en su lugar.
—Lo siento, quizá otro día pueda comprarla, ahora no dispongo de ese
dinero.
Todas al momento estaban pendientes de mí sin comprender que me
pasaba para estar casi a punto de llorar, pues ellas ya sabían que no lo podía
comprar con dinero de mi mundo, pero yo no.
—Ella quiere esa pulsera para el rey y el dinero de su mundo no vale
aquí, por eso está triste.
El chico entiende el porqué de mi malestar, coge la pulsera y la envuelve
en una tela.
—Mi señora tome, ya me comprara algo en otro momento, esto se lo
regalo. Si me permite decirle, es un honor conocerla aquí hoy. —Niego con
la cabeza.
—No puedo aceptarlo, este es su trabajo.
—No me lo rechace mi señora, por favor, es mi forma de ayudarla ahora.
—Yo…
—Acepta cariño, no querrás ofender al muchacho al rechazar su regalo.
—dice Gal.
—No claro que no, perdóneme, no quería ofenderle —Me muerdo el
labio, y tal vez esté mal visto aquí, pero yo tengo otras costumbres.
Me acerco al chico y le abrazo, no se atreve a devolverme el abrazo se ha
quedado de piedra el pobrecito y me arrepiento de mi impulsividad.
—Lo siento, solo quería agradecerle—. Miro a Gal que niega con la
cabeza.
Agacho la cabeza avergonzada y siento ganas de llorar, más que antes,
soy una estúpida.
—Tranquila no pasa nada. No estamos acostumbrados a este tipo de
gestos, es indebido, eres su reina y debes darte a respetar, ¿lo entiendes?
—Pues sí... pero yo no he sido criada como una reina y estoy
acostumbrada a las muestras de cariño si me salen del corazón, a quien sea.
Sé que hay muchas cosas que debo aprender aún.
Estoy a puntito de romper a llorar como un bebé, me estoy muriendo de
vergüenza, sabía que iba a cagarla. Anarfi me toca y me calma al momento
y yo la miro y le sonrió agradecida.
—No has de avergonzarte por ser tu misma, solo has de controlarte un
poco. Ellos ya estaban avisados de tu llegada y de que les ibas a sorprender,
simplemente nos volviste a sorprender incluso a nosotras. Todo está bien —
confiesa Anarfi.
Miro al chico y le sonrió mostrándole la pulsera.
—Gracias por el regalo y disculpa por el mal momento que te hice pasar.
Volveré a comprar algunas cositas más con dinero que si pueda usar. —Me
quedo roja como un tomate y él me sonríe y como no podía faltar realiza
una reverencia. Me contengo para no poner los ojos en blanco.
Vamos caminando y yo ya no miro nada, estoy incómoda y quiero volver
al castillo para encerrarme en mi cuarto a llorar.
Están mirando algo entretenidas y en un segundo una chica rubia se
coloca frente a mí, es muy alta, y sin que nadie me lo diga, sé quién es esta
idiota que me mira como si yo fuera un bicho, pues no estoy de humor yo
ahora para aguantar tonterías.
Resoplo de manera sonora pareciendo aburrida cruzándome de brazos, si
me mata pues una menos.
—Aparta de mi camino —gruño.
—¿Te crees valiente porque estás acompañada? podría matarte si
quisiera. —Descruzo los brazos y la enfrento.
—Sí, podrías y te aseguro que Khonox te lo haría pagar.
—Khonox es mío, es a mí a quien hace el amor cada noche. Siempre
viene a mí. —Pega su cara a la mía, alguien la aparta y es Imila quien está a
mi lado.
—Cuidado con lo que dices, es tu señor, y no tienes derecho a decir su
nombre y además, nunca fue tuyo. Fuiste su puta con privilegios en el
castillo, con quien va a unirse y quién logrará su felicidad soy yo.
—Vaya, vaya, ¿sabías que ésta? —Señala a Imila de forma despectiva
con cara de asco— También fue su puta.
Me ciego, ni siquiera pienso en las consecuencias, una cosa es que me
diga cosas a mí y otra que se meta con las personas empiezo a querer. Me
abalanzo sobre ella y le lanzó un gancho derecho, se cae al suelo con el
labio partido y al querer golpearla por segunda vez Imila me agarra.
—No te atrevas a llamarla así, aquí la única puta fuiste tú, ella fue su
pareja, una a la que no respeto. No te confundas, si te metes con ella, te
metes conmigo. ¡Zorra! —Todos me miran sorprendidos y yo no entiendo
tanta tontería, hasta que caigo en la cuenta—. ¿Cómo he podido pegarle y
no hacerme daño?
Y la respuesta son mis preciosos que aparecen a mi lado de forma
protectora y gruñéndole. Sigo sin saber por qué están aquí, miro a su madre
a ver si me ilumina un poco.
—Ellos nacieron con el poder de tocar y quitarle los poderes a quienes
ellos quieran, los absorben y los devuelven cuando quieren. Ahora ella es
como tú, una humana, por eso pudiste golpearle. Buen puñetazo, por cierto.
—Me has dejado impresionada —dicen Ame y Resli casi al unísono.
—¿Ellos no se quedaron en el castillo?
La chica a la que acabo de pegar, que no sé el nombre todavía, se levanta
y va directa a los pequeños gritándoles.
—Devolvedme mis poderes. ¡Malditos críos!
Los protejo con mi cuerpo y me preparo para pelear de nuevo, y más por
mis preciosos, pero justo cuando está a punto de tocarme todos gruñen y no
me refiero a las dragonas protegiéndome, ellas están calladas. Son los
dragones de los puestos y los que están en el mercado para comprar, todos
le gruñen a ella para protegerme a mí.
Ella se agacha muerta de miedo y más sabiendo que no puede defenderse
y atacar, y se marcha corriendo.
—¡Cobarde! —grito sin poder contenerme.
Todos aplauden y una mujer con una corona de flores se acerca a mí.
—Mi señora es un honor tenerla entre nosotros, sabemos que no está
siendo fácil para usted y por eso queremos, todos los presentes, regalarle
esta corona de flores en símbolo de aceptación como nuestra futura reina.
Deseamos que disfrute del mercado con nuestra gente, su gente, todos la
protegeremos y no por ser nuestra futura reina, sino porque ha demostrado
ser buena y defender a los dragones sin miedo.
—Gracias de verdad, muchas gracias a todos por protegerme. —Mis ojos
se llenan de lágrimas y caen sin control por mis mejillas.
Todos actúan al mismo tiempo con una reverencia y se van, volviendo
todo a la normalidad. Ahora me siento bien y ya no quiero irme, pero sigue
estando el problema del dinero, eso es algo que debo también discutir con
él. Necesito ganar algo de Dran, no quiero depender de él.
Pasamos el resto de la mañana en relativa calma, por todo aquel puesto
que pasamos no paran de regalarme cosas, son detalles como una flor, una
piedra preciosa, que espero que no sea muy cara, anillos, pulseras de cuero,
comida y muchas cosas más.
Una mujer está vendiendo unos postres que están deliciosos y me ofreció
probar uno a mí y a los peques, me encantaron y le dije a Gal que si
podíamos comprar para comerlo después de la cena. Por supuesto
encantada, los compra y la mujer me dio las gracias por alabar su comida.
Me sentía un poco fuera de lugar por ser el centro de atención, todos
querían que me sintiera cómoda y al mismo tiempo parecía que yo misma
me iba adaptando, desde que llegué aquí estaba cambiando. Soy más
sociable y bromista. Yo siempre era la aburrida y aquí siento que estoy
resurgiendo de mis cenizas y me encanta, estoy deseando escuchar y ver a
mis hermanos para que los conozcan a todos. Les va a flipar un poco la
forma de vestir, ya veré que me invento. ¿No hay Amish? Pues esto igual.
Estoy mucho más tranquila y deseando ver a Khonox. ¡Dios mío! No
entiendo por qué tengo tantas ganas de verlo, al principio le quería lejos y
ahora ya no, lo que me hizo sentir con ese beso me ha cambiado.
Se acerca la hora de comer, nos vamos a montar a los caballos y
finalmente vuelven a subirme, soy incapaz con el puñetero vestido.
Mientras volvemos, vamos comentando lo ocurrido.
—No quiero que Khonox sepa lo que pasó con esa mujer, aunque eso va
a ser imposible. ¿Verdad?
—Debe saberlo, ha de ser castigada. —exclama Phipai enfadada.
—Ella está dolida y enfadada.
—¿La defiendes? —dice sorprendida Ame.
—¡No! Por supuesto que no. Es eso de castigo, no me suena bien. Y no
sé si quiero saberlo, la verdad.
—Bueno, eres sagrada para Khonox, Evolet. Aunque que la hayas
humillado frente a todos pegándole y defendiéndote sin temerle, es peor que
acabar una temporada en las mazmorras de Senzyras, créeme.
—Imila, ¿tú cómo estás? Ella no debió meterse contigo.
—Te das cuenta de que le pegaste una vez me insultó a mí. A ti también
te dijo cosas hirientes y le respondiste con palabras, ¿por qué?
—¿Por qué te defendí a ti? —Asiente—. Porque yo protejo a las
personas que quiero, es así de simple. He crecido sola, sin padres que me
protegieran, solo contaba con el apoyo que vino después de mis hermanos,
éramos niños y los seis juntos hemos salido adelante. Por eso te protegí,
para mí eres importante, no importa qué fuiste para Khonox en el pasado,
importa quién eres ahora para él y para mí. Eres importante para él y el
hecho de hablarme de frente y que no me haya enterado por otros, como
hubiera ocurrido antes, hace que te valore más. No veo que hay de malo.
Mientras le hablo a ella le salen las lágrimas y no quieren salir las
palabras de sus labios, y yo acabo llorando también.
—Venga va. Se acabó tanta llorera. —Me giro para ver a los pequeños
que van con su madre en el caballo —Sois unos traviesos y os quiero
mucho. ¿Por qué estabais escondidos?
—Porque queríamos protegerte y al final lo logramos —dice Kokel
hinchando su pechito, al que le sigue Rend.
—Sí, gracias a nosotros pudiste darle su merecido a esa bruja que nunca
nos trató bien y nos decía cosas feas. —La sonrisa se nos borra de golpe a
todas.
—¿No le dijisteis nada a nadie? —pregunto al ver la cara de sorpresa y
luego de enfado en Yiri.
—No, era cuando estábamos solos, nos decía cosas feas. Nunca nos
pegó, aunque nosotros a ella si la asustamos muchas veces.
—Ya hablaremos después, cachorros —gruñe su madre.
Los pobres agachan su cabecita. Me da pena, y no logro entender como
Gal no lo vio.
—Yo no estaba cerca de esa mujer y los niños son muy difíciles de leer.
Tus pensamientos son los que veo. Si piensas en algo yo lo puedo ver, si no,
es imposible. Esa dragona pagará por sus ofensas a mi familia —dice eso
último y da bastante miedo. Para relajar el ambiente se me ocurre jugar con
los peques.
—A ver preciosos, vamos a jugar todos al veo-veo.
—¿Ese que juego es, tía?
Yo me derrito de amor cada vez que me llaman así, aún no me lo creo,
son geniales.
—Pues es fácil, es un juego que consiste en elegir cualquier cosa que
veas y decir su color para que así los demás lo podamos adivinar, y quien lo
adivine le toca elegir algo, ¿jugamos?
—¡Sííííí! —responden al unísono.
Les enseño la canción para que la sepan antes de jugar.
—Veo veo.
—¿Qué ves? —cantan todos al mismo tiempo y me alegra que el resto
del grupo también quiera jugar.
—Una cosita.
—¿De qué color es?
—Es de color... blanco.
—¡Nieve! —gritan todos a la vez y nos echamos a reír.
Así nos pasamos el rato, jugando y riendo sin parar hasta llegar a nuestro
destino.
Estoy hambrienta, soy incapaz de esperar a los hombres y al final para
no dejarme comer sola con los niños todas me acompañan.
Al ratito de comer oímos movimiento fuera, son los hombres. Salimos y
al ver a Khonox no lo puedo evitar, salgo corriendo y él me espera con los
brazos abiertos, salto y me agarró a su cuello y enredo mis piernas en su
cintura.
Capítulo 12
No puedo creer que me haya hecho daño de esa manera y esas palabras me
han hecho sentir como si no valiera nada para él, y me ha demostrado lo
que yo más temía. Sus sentimientos son mentira. Y por primera vez desde
que hablamos en la habitación el primer día he tenido miedo de él. Debo ser
fuerte.
Acaba de joderme, pero bien, el muy cabrón, ¿en serio me ha llamado
maldita humana? ¿Eso es lo que en verdad piensa de mí? Bueno, mejor es
saberlo ahora que no cuando me haya unido a él o peor después de darle un
hijo.
Ni siquiera soy consciente de que llego a mi habitación, la misma que se
supone que es nuestra, voy al baño y me miro al espejo. Las imágenes de lo
que me hizo sentir con su boca y sus manos me hacen soltar un grito de
dolor y golpeo con el puño al espejo que se agrieta, sin poder parar le doy
una y otra y otra vez.
No siento dolor físico, pienso en que un nosotros nunca ha existido de
verdad. Me doy cuenta de que me he enamorado de ese dragón arrogante y
gilipollas que me está utilizando y fingiendo que siente cosas por mí,
porque soy la única que puede darle un heredero. Le odio tanto por no ser
sincero y mentirme.
Le conté lo que me pasó, eso me llena de rabia, y golpeó más fuerte al
espejo. Me pican los ojos y no puedo ver quien me agarra de los brazos,
siento una punzada y grito de dolor.
—¡No me toques, déjame sola! —exijo.
—Déjame ayudarte, no por ser tu doncella, sino como tu amiga —
suplica—. Por favor Evolet.
Me quito las lágrimas y la miro fijamente, creo que es sincera, aunque ya
no sé qué pensar. Khonox también me parecía sincero y mira lo que pasó.
En ese momento entra Imila en el baño y no la dejo seguir, mis palabras
la frenan.
—Lárgate de mí vista, mentirosa. —Ella lleva su mano al pecho, como si
mis palabras la hubieran golpeado—. Te protegí de esa mujer en el mercado
porque confié en ti, a pesar de que fuiste su amante o quizá lo sigas siendo,
y yo soy una estúpida a la que engañar ¿verdad? Te odio, no quiero volver a
verte en mi vida. ¡Lárgate! —no grito mi voz sale ronca.
—Nunca te mentí —balbucea entre lágrimas. Yo aparto la mirada y
levanto el brazo señalando la puerta.
Oigo su llanto perderse en la lejanía mientras sale de la habitación y no
siento lástima por ella en este momento.
—Está bien, quédate. Busca algo con lo que pueda curarme, por favor —
le pido a Nan, que no se ha marchado de mi lado.
—Deja que Lessla o Yiri te ayuden, yo no sé curarte.
—No necesito que nadie me ayude, yo sola puedo, no quiero a nadie
cerca. —En ese momento tocan la puerta y Nan va a ver quién es.
—Evolet, Lessla quiere entrar al excusado para curarte.
—Lo siento Lessla, no quiero que me cures, quiero estar sola.
Me duele rechazarla, lo que menos necesito es su compasión o su
lástima, ahora soy fuerte. No puedo volver a sentirme vulnerable y hundida
por otro hombre, tengo que volver con mi familia. Nan entra de nuevo y yo
me siento en el suelo.
—Nan, busca algo con lo que curarme. Luego quiero estar bonita para
que me vean mis hermanos.
Ella me mira extrañada, aunque va a buscar el trapo, mientras me voy
sacando los cristales de la mano como puedo, después cogeré las pinzas de
depilar y me quitaré los que son más pequeños. Me lavo bien la mano con
mucho cuidado, ya me empieza a doler y sé que algunos cortes necesitan
puntos, casi no puedo moverla, creo que al final acabaré pidiendo ayuda a
Lessla.
Me envuelvo la mano sin apretar solo para tapar los cortes, vuelvo a la
habitación para coger la ropa y me quito la corona de flores y la dejo en el
tocador. Con la ayuda de Nan me visto con una camisa de manga corta y
unos vaqueros y le pido que me quite la trenza. Me agacho, me revuelvo el
pelo y con mi pinza me hago un moño suelto alto, me pinto un poco los
labios para no parecer una muerta andante y me miro al espejo del tocador.
—¡Lista! Por favor, avisa a Boltcan.
—Enseguida vuelvo.
Tarda un poco y empiezo a estar nerviosa porque tal vez no quiera venir.
Cojo el móvil con manos temblorosas y lo enciendo, me queda muy poca
batería y eso ya me entristece, solo espero que me dé tiempo de verlos,
aunque sea unos minutos y reservar algo de batería por si necesito hablar
con ellos de nuevo.
Cuando llega Boltcan, los pequeños le acompañan y pienso que ellos son
los únicos que no me han mentido. Me siento tan dolida.
—Evolet yo…
—No quiero escucharte, si vas a ayudarme adelante si no ahí está la
puerta. —Señalo la puerta por la que acaban de entrar los tres.
—¿También estás enfadada con nosotros tía? Preguntan al unísono.
—Por supuesto que no, mis pequeños traviesos, venid a mi lado, quiero
que mi familia os conozca. Si queréis claro.
—¡Síííí! —gritan los dos contentos.
Miro a Boltcan esperando que abra el portal, me mira mientras mueve la
mano. El móvil parece volverse loco y no tengo tiempo de leer los mensajes
y lo utilizo para la videollamada a uno de los números que me dejaron
como nuevos y espero a que contesten pronto y que estén todos juntos.
Se ve la pantalla negra con ruido de fondo y al momento los veo a los
cinco Alan se acomoda de nuevo después de colocar el móvil para verlos a
todos.
—Hola, ¿cómo estáis? Os echo muchísimo de menos, he pensado en
volver pronto.
—¡Nooo! —grita Luna—. No puedes volver, cielo.
—Y esos bichitos, ¿quiénes son? —dice Héctor moviendo la mano
frenéticamente.
—Son mis sobrinitos, se llaman Kokel y Rend.
—¿Tía? —dicen Luna y Luciana al mismo tiempo.
—Sip, voy a tener cuatro sobrinos. Soy una chica con suerte. —Les pico
un ojo.
Todos van saludando a los pequeños y ellos están encantados y
asombrados con poder ver a los locos de mis hermanos. Tengo la mano
vendada detrás del que creo que es Rend para no tener que dar
explicaciones, estamos así un rato hasta que Mateo rompe el buen rollo.
—Peque, ¿has leído los mensajes que te hemos mandado con las
noticias?
—Creo que es mejor que los niños no escuchen esto —dice Alan serio.
—Preciosos podéis salir un momento y nos vemos después.
Les cuesta un poco, aunque al final acaban saliendo y es cuando
empiezan a contarme el infierno que están viviendo.
—Escucha peque. ¿Estás sola ya? —pregunta Alan. Asiento en respuesta
—. En los mensajes te decimos que Carlos ha vuelto a matar, han aparecido
los cuerpos destrozados de varias mujeres. La diferencia con la chica de la
inmobiliaria es que estas se parecen a ti, todas son de pelo largo castaño,
constitución similar, incluso la altura es parecida, por eso no puedes volver
peque.
Yo rompo a llorar sin poder evitarlo, no puedo volver sin poner en riesgo
mi vida y tampoco quiero estar aquí. Estoy sentada en el suelo y abrazo mis
rodillas sin mirar al móvil que lo tengo apoyado en la maleta con cuidado
para que no vean la mano vendada.
—Evolet, míranos bichito, vamos a irnos de aquí. La policía está
buscándolo, pero ya no nos están protegiendo porque dicen que no es a
nosotros a quien quiere, y que está matando a otras mujeres que sí necesitan
protección.
—Anoche cuando estaba asomada al balcón, estoy segura de que lo vi —
dice Luciana asustada.
—La policía dice que, de hallarse cerca, lo hubieran visto así que
debemos cuidarnos nosotros —Termina Alan por ella que con el llanto no
pudo seguir.
—¿Y a dónde vais a ir? ¿Y si él os sigue? Por mi culpa estáis en esta
situación, tal vez debí hablar con él.
—No seas tonta, nunca te hubiera dejado en paz, te hubiera violado
como lo hizo cuando eras una cría inocente, y esta vez acabarías muerta —
sisea Luna con furia—. Eres nuestra hermana y vamos a protegerte. Nos
reuniremos contigo cuando podamos, pero por el momento es mejor que no
sepamos dónde estás.
—Está bien, por favor id a mi banco y sacad todo mi dinero, eso os
puede ayudar junto con el vuestro. —Van a protestar y no les dejo—. Aquí
no lo necesito, además tampoco me sirve, es complicado. Héctor, saca todo
el dinero. No me queda mucha batería y no sé dónde cargarlo, aquí no hay
electricidad. Es como si hubiera viajado en el tiempo con algunas
modernidades, aunque estaré bien, lo que me preocupa es que estéis bien. Si
os pasa algo por mi culpa me muero.
—Eh bichito, nada de esto es tu culpa.
—¡Sííí! Todo esto es mi culpa. Yo lo he puesto en vuestro camino y me
he largado sin más. —Nan se acerca a mí y me abraza—. Me engatusó con
sus palabras, se aprovechó de mi inocencia y me violó y torturó durante
varios días. Deseé morir y estuve a punto cuando me dejó marchar, pensé
varias veces en ello. No pude hacerlo y fue por pensar en los cinco, en mi
única familia y ahora ese cabrón os está rondando, y yo estoy en este
maldito lugar.
—Basta cielo, no es culpa tuya. Y no nos va a pasar nada, nosotros
somos cinco y no vamos a estar solos. Apaga el móvil, cada día te
mandaremos un mensaje por la noche y una foto de nosotros. ¿Vale?
Cuando se acabe la batería pues... ya veremos —aclara Luciana muy seria.
—¡Joder hija! Sí que has viajado en el tiempo. ¿Todos visten como esa
chica? Es verdad que los niños también vestían raro —mira a Nan mientras
la saluda moviendo los dedos.
—¡Luna! —los cinco gritamos su nombre al mismo tiempo. Y yo rompo
a reír mezclado con llanto.
—Os amo, cuidad de mis sobrinitos, nos veremos pronto. No sé cómo,
pero nos veremos. Cuidaros mucho, esperaré el mensaje cada noche hasta
que mi batería no funcione más, Cuando eso pase buscaré otra forma de
comunicarme y estar en contacto.
Y así nos despedimos entre lágrimas y algunas risas más. Cuando
terminamos veo que he gastado un poco así que apago enseguida.
—Gracias por permitirme comunicarme con ellos. Ahora vete, quiero
estar sola.
—Evolet, mi hermano nunca quiso ofenderte, él…
—Ya basta, soy humana no gilipollas. Solo vete y ya. —Parece que se da
cuenta de que por más que diga no voy a cambiar de opinión y se va.
—Mañana en la noche después de cenar vendré. Y déjate curar esa mano
—dice tranquilo. Me mira por encima del hombro y sale de la habitación.
Sé que tiene razón, sin embargo, no me da la gana dejar que me toquen.
No ahora, estoy muy enfadada y sé que voy a decir cosas hirientes. Además
¿dónde está el culpable de todo? ¿Se iría con su amante a reírse de lo
imbécil que soy?
Suspiro de forma ruidosa y me froto las sienes intentando alejar este
dolor de cabeza.
—Puedo traerte algo si te duele la cabeza para comer —asiento con los
ojos cerrados.
Me levanto del suelo me quito los pantalones haciéndome más daño en
la mano, que vuelve a sangrar. Así mismo me meto en la cama, abrazo uno
de los almohadones que huele a él. Lloro por perderlo, aunque en realidad
nunca fue mío. Duró tan poco, ni siquiera tuve tiempo para disfrutar de su
amor, aunque fuera falso.
Cierro los ojos e intento dormir y es imposible. Nan viene y trae las
cosas, yo no quiero comer así que la ignoro. Ella se sienta a mi lado
apoyada en el cabecero y me acaricia el pelo, yo me doy la vuelta y me
abrazo a ella como si fuera mi salvavidas, sin que una lágrima más salga de
mis ojos, dejo que el sonido de su corazón me calme y pienso en lo mucho
que deseo que sea Khonox y no ella.
Pasan horas o al menos a mí me lo parece, siento latidos en la mano y
me duele muchísimo la cabeza. Recuerdo que siempre llevo pastillas para el
dolor de cabeza que antes me provocaba el pitido, así que con cuidado me
levanto y cojo el neceser de la maleta.
Me meto la pastilla en la boca ante la atenta vista de Nan, que parece
vigilar cada movimiento, voy donde está la bandeja con fruta picada que ha
traído y cojo el agua y me la trago. Comí algo antes y no creo que me haga
daño.
La noche llega enseguida y él no da señales de venir a pedirme perdón.
Que imbécil soy, no tengo remedio.
Llevo esperando que vuelva y que me diga que todo ha sido un error
desde que la ira que sentí se esfumó. Ahora siento un vacío en mi corazón
mayor que el que sentí hace doce años, porque Khonox en pocos días ha
conseguido lo que nadie antes en años, romper el muro que construí y yo se
lo permití. Y ahora siento que todo muere a mi alrededor. Dramatismo puro
el mío, en fin.
Nan trae la cena para las dos, yo pico un poco de carne, y se marcha a
llevar las bandejas dejándome sola de nuevo.
La puerta se abre despacio y es Gal quien entra.
—Hola, cariño. Te apetece hablar conmigo o también vas a echarme de
tu lado.
—La verdad es que no tengo ganas Gal. ¿Dónde está tu hijo?
—No está, se ha ido a la montaña —la risa me sale sola y no tengo ni
pizca de diversión en mi cara.
—Ya, bueno. Que le vaya bien, cuando venga dile de mi parte que no se
acerque a mí, ya perdió la oportunidad de pedir perdón. Y ahora si no te
importa quiero estar sola.
—Sé que estás dolida cariño y con toda la razón del mundo, no está
acostumbrado a que le escondan las cosas, y saber que podría haberte
pasado algo le puso muy nervioso. Jamás pondría a Leta o cualquiera de sus
ex amantes por delante de ti, tú eres su mujer, él te ama. Espero que todo se
solucione.
No le respondo, para qué. Todos pueden decir lo que quieran. ¿Cómo
creerles si el que debe de enfrentarme, se larga? ¿Tan poco le importó lo
que pasó entre nosotros, que no es capaz de darme la cara?
Ahora mismo le odio. Nan entra y le pido que por favor me deje sola. No
me hace ni puto caso, vuelve a colocarse en la cama y me coge, parezco una
pluma en sus manos, me coloca igual que antes y creo que en algún
momento voy a caer rendida, pero no. Le pregunto si está enamorada y me
cuenta que su corazón pertenece a un dragón y que no sabe si algún día
podrán estar juntos. Me da pena por ella, no quiere decirme quien es, solo
que es alguien importante y que se ven a escondidas, deseo que sea feliz
con o sin él.
El tiempo pasa sin poder dormir y así paso toda la noche. La luz de un
nuevo día me alegra con la llegada de mis preciosos, por ellos merece la
pena todo esto.
Yiri viene con ellos, los peques se meten a la cama conmigo, Nan ha
salido a por el desayuno y se acurrucan cada uno a un lado. Al final esta
mañana al levantarme me vestí con un pijama, total no voy a salir de aquí,
para qué vestirme.
—Buenos días Evolet.
—Serán buenos para ti, supongo. Ya me curé antes así que no pierdas tu
tiempo —digo señalando la puerta con la cabeza. Ella suspira, sé que me
estoy pasando, que al final ellos no son los culpables, pero no lo puedo
evitar.
—Gal quiere volver a hablar contigo, por favor al menos escúchala. Ni
ella, ni los demás somos responsables de las desafortunadas palabras del rey
y que además has malinterpretado. —La miró con la ceja levantada y una
cara de, eso no te lo crees ni tú—. Es la verdad, sus palabras estuvieron mal
y no es lo que realmente quiso decir.
—Dame tiempo quizá mañana vea las cosas de otra forma, tienes razón,
ustedes no me dijeron nada. Dile que venga cuando pueda. —fuerzo una
sonrisa y parece que eso la calma. Y se despide de los niños.
Cuando Nan trae el desayuno, como dos trozos de pera y lo aparto a un
lado para jugar con los niños. El dolor de la mano es cada vez mayor, así
que me distraigo contándoles cuentos y los entretengo, nos pasamos así
toda la mañana.
A la hora de la comida traen tres bandejas repletas de comida, sigo sin
comer, solo bebo un poco y pasamos el resto del día igual. Por la noche me
traen una sopa y los niños se empeñan en dármela y acabo comiendo casi
todo. Tengo el estómago revuelto, Boltcan y Rodan vienen con Yiri y ella se
lleva a los cachorros.
—Buenas noches mis preciosos os veo mañana, os quiero muchísimo. —
Ellos me besan y se van.
Una vez la puerta de cierra Boltcan abre el portal sin hablarme, ambos
me miran muy serios y no me importa. Cuando enciendo el móvil tengo
aparte de los de ayer dos nuevos mensajes, uno es de mis hermanos del
grupo nuevo que crearon cuando cambiaron los números.
Miro la foto que me han mandado y la toco, pasó un dedo por cada uno
de ellos y le respondo un «ok» con muchos besos y corazones.
A continuación, abro el otro mensaje de número desconocido. Cuando lo
abro siento que la tierra se abre bajo mis pies y rápidamente aparto el móvil.
—Buenas noches. —Ellos asienten y se van.
Cuando por fin salen, Nan está aquí y ahora necesito tenerla a mi lado
para ver lo que ese cabrón me ha preparado.
Me siento en el borde de la cama y doy un toque a mi lado para que se
siente, cuando lo hace cojo aire y lo suelto.
—Voy a ver algo que quiero que quede entre nosotras, por nada del
mundo quiero que salga de esta habitación por favor, confío en ti y no tengo
valor para verlo sola.
—Te juro mi lealtad, no diré nada nunca —murmura con la mano en su
corazón.
Con manos temblorosas miro la pantalla y primero leo el mensaje antes
de acceder al video.
Nan me mira con los ojos abiertos y ahora no puedo decirle nada o no
tendré valor para ver el video. Le doy al play y siento tanto asco.
Ha atado a una pobre chica a un columpio sexual y está amordazada
igual que estuve yo hace años, está llena golpes y cortes por todas partes.
Le da la vuelta y tiene dos consoladores grandes metidos, uno el ano y otro
por la vagina, la sangre sale por ambos orificios dándome a entender que la
ha roto por dentro.
Vuelve a colocarla frente a la cámara para que vea su cara, se parece a
mí, solo que su piel es un poco más oscura que la mía. Se queda detrás de
ella, la agarra por el cuello y sonríe mirando a la cámara.
«Hola putita, estas mujeres son un entretenimiento, a ti te voy a disfrutar
y a follar hasta que me canse.» Tiemblo de miedo antes sus palabras. Un
grito de dolor amortiguado se me clava en el fondo de mi alma, cuando me
enseña lo que le ha hecho, veo que los consoladores que le acaba de sacar
tienen una especie de clavos.
La ha desgarrado por completo para que se desangre. Es un monstruo.
Cuando pienso que a esa pobre chica ya no puede hacerle nada más, se
vuelve a quedar a su espalda y coge un cuchillo de cocina enorme y se lo
clava en el estómago. Por inercia mis manos van a mi estómago.
La chica empieza a intentar vomitar y con la bola en su boca le es
imposible. La coge del pelo, tira la cabeza hacia atrás y mira a la cámara
«Eres mía putita» y con esas palabras saca el cuchillo de su estómago y le
raja la garganta con una sonrisa sádica en su rostro. Se acerca a la cámara y
la apaga.
No sé qué me pasa, no me sale la voz, quiero gritar. Oigo voces a mi
alrededor, yo no dejo de mirar el móvil que acaba cayéndose de mis
temblorosas manos. Alguien intenta cogerme la cara, la aparto de un
manotazo, y voy al baño arrastrándome para vomitar.
Prácticamente no tengo nada en el estómago y las contracciones me
acaban doliendo mucho, por más que lo intento no puedo sacarme esas
horribles imágenes, oigo gemir de horror a alguien y es Gal que ha leído mi
mente.
—Si te atreves a decirle algo a tu hijo de lo que sabes, nunca te lo voy a
perdonar. —espeto con rabia.
—Déjame estar a tu lado, por favor cariño, no diré nada.
Eso me calma porque, además, aunque no quiera reconocerlo la necesito.
Ahora mismo a quien realmente querría tener a mi lado se ha largado
dejándome sola.
—Volverá cariño, ambos necesitáis algo de tiempo para perdonar sus
palabras, el mismo no puede perdonarse, por eso se ha ido.
—Tengo miedo, si les pasa algo a mis hermanos me muero, no quiero
que nadie más sufra en sus manos. Ninguna chica merecía ese final.
Busco el móvil, tal vez haya escrito algo en los mensajes de mis
hermanos y enseguida doy con ello. Todas son prostitutas, mujeres
inocentes que no merecían un final tan horrible.
—¿Quieres que te ayude a calmarte y puedas dormir?
—No Anarfi, gracias, ahora mismo necesito todo esto que estoy
sintiendo. —Me siento en la cama.
—Por favor, déjame sola, necesito pensar.
—Deja que miren tu mano —Ruega.
—Mañana, por favor.
Apago el móvil y me meto en el baño me lavo con el agua que cada día
preparan para mí en la bañera, está fría y me despierta de golpe de esta
pesadilla de mierda. Estoy asustada, necesito que Khonox me dé la llave y
ni siquiera ha venido.
Salgo, me seco y asomo la cabeza, cuando veo que están Gal y Nan,
entro en la habitación sin importar mi desnudez. Me visto con otro pijama,
tengo frío así que cojo uno abrigadito y me acuesto.
—Voy a buscar agua de valeriana y manzanilla, mi abuela me lo da
cuando estoy nerviosa.
—Gracias por cuidarla tanto, Nan.
Yo cierro los ojos y siento a Gal cerca, me gusta su olor a flores. Se
sienta a mi lado y me acaricia el brazo.
—Un día te prometí contarte mi historia. ¿Quieres escucharla? —Me
doy la vuelta la miro con una sonrisa triste y asiento.
—Cuando yo aún era una dragona joven de trescientos años, un rey
guapísimo y demasiado mujeriego, por lo que se contaba de él, se acercó a
mí para decirme que yo era suya. Yo, por supuesto le dije que no iba a ser
otra de sus conquistas, eso le enfadó, saco la misma llave que te ha traído
aquí y yo entendí a lo que se refería. Era su Neushal. Él dejó que sus
amantes se acercaran a él buscando sus atenciones delante de mí, un día no
aguanté más, y me pelee con cada una de las dragonas que querían a mi
dragón para ellas. Sentía tanta rabia y dolor por lo que me estaba haciendo.
Dejaba que ellas me humillaran delante de todos, creyéndose por encima de
mí y las derroté a todas, nunca más volvieron a molestarme. Roir unos días
después me besó, yo quería golpearle, pero como le amé desde el mismo
momento en que le vi, le devolví el beso.
Se calla un momento, perdida en sus tristes pensamientos, como no
quiero interrumpirla espero a que siga hablando.
—Al día siguiente nos unimos para siempre y fuimos muy, muy felices,
hasta que un humano me lo arrebató cuando él pretendía ayudarles. Le echo
de menos cada día. Rior era un hombre duro, hecho para la guerra y
aprendió a ser amoroso conmigo. Nos costó mucho al principio y cuando
Khonox llegó a nuestras vidas, nunca más volvimos a tener diferencias,
fuimos felices con nuestros hijos y nietos... al menos los mayores, porque
los más pequeños nunca los pudo conocer.
Me mira y toca mi cara, yo apoyo mi mejilla en su mano y pienso en lo
que me gustaría tenerla en mi vida siempre.
—Lo que quiero decirte contándote mi historia, es que mi hijo es un
hombre duro de la manera en que lo era su padre, y que tiene que aprender a
decir lo que piensa. Nadie es más importante para él que tú, dale la
oportunidad que ambos necesitáis, sé que estás dolida, pero también sé que
puede ser un gran hombre a tu lado. Nunca había visto reír a mi hijo de esa
forma y solo tú hiciste eso posible. No te pido que le perdones fácilmente
debes hacerlo sufrir un poco, aunque no demasiado, que yo quiero más
nietos a los que mimar pronto.
No sé qué decirle. ¿De verdad yo soy realmente importante para él de
corazón? ¿De verdad me ama o es una mentira?
—Es real cariño.
—Ojalá sea verdad, porque le quiero mucho. Y me duele tanto que no
haya venido.
—Vendrá. —Gal se marcha a descansar después de besar mi frente. Lo
dice tan segura que creo sus palabras.
Más tarde me empiezo a sentir muy mal, tengo temblores y estoy
empezando a sudar, quizá me estoy poniendo mala por bañarme con agua
tan fría.
Yo sigo metida en la cama tapada y Nan se sienta en el sillón
vigilándome, anoche no dormí nada y hoy parece que voy por el mismo
camino, igual no le digo nada e intento tapar los temblores con mantas.
Casi sin percatarme pasa la noche y empieza a amanecer, la mano me
duele muchísimo creo que he cometido una estupidez al no dejarme curar.
No me he sacado los cristales con las pinzas y seguro que se me ha
infectado. Intento levantarme y no puedo, el cuerpo parece que me pesa una
tonelada, me cuesta abrir los ojos, tengo la boca muy seca, me cuesta hablar
y cuando lo consigo me sale muy ronca.
—Nan, ayuda.
Ella se levanta del sillón donde se quedó dormida y al mirarme ahoga un
grito, se pone la mano en la boca y sale rápidamente. No entiendo que pasa
para que se ponga así y me ha asustado mucho.
Consigo sentarme en la cama y soy incapaz de mantenerme en pie, me
arrastro hasta el espejo para mirarme, nunca llego, todo se queda oscuro.
Cuando despierto me sigo encontrando muy mal, me cuesta mucho abrir
los ojos y veo borroso. Gal está a mi lado y los peques también, la mano
ahora casi no me duele así que supongo que me han curado. Quiero
levantarme y el movimiento llama su atención.
—¡Tía!
—No te levantes y tomate esto, cachorros buscad a mamá o a la tía
Lessla y decidles que ya despertó. Esto te ayudará a bajar la fiebre —Lo
dice muy seria, igual que si me estuviera regañando.
—Me bañé con agua fría anoche. Cogí frío, nada más. Estoy bien —
Susurro. Joder menudo vozarrón me ha salido.
—¿Qué estás bien? —sisea. Los ojos le brillan igual que a Khonox
cuando se enfada, pero no me da miedo, está asustada por mí—. Casi no lo
cuentas, tu mano se infectó. Has sido una inconsciente.
Cierro los ojos mientras me cuenta que han pasado todo el día intentando
bajar la fiebre, ahora estoy un poco mejor, sé que aún estoy en peligro.
Entre los niños y Gal me obligan a comer una sopa que me sabe a rayos,
soy incapaz de quejarme y me vuelvo a dormir.
No sé cuánto tiempo ha pasado y Khonox sigue sin aparecer.
Capítulo 14
Quedan pocos días para la unión de Phipai y Rax y decido volver, pero me
sorprendo al entrar. El castillo debería estar preparándose para el festejo y
sin embargo, todo está en absoluto silencio, veo a Nan corriendo con algo
en la mano y la llamo.
—¿Qué está pasando?
—Mi señor, creo que debería hablar con su madre, debo llevar lo que me
han ordenado.
—Te estoy preguntando a ti —mi voz suena fuerte por la orden.
—Lo lamento, mi señor —dice a punto del llanto—, pero mi señora ha
empeorado.
—Evolet —susurro con la voz rota. En un segundo estoy en nuestra
puerta a punto de abrir y sale Lessla.
—¿Empeorado de qué? ¿Qué le pasa a mi mujer? —pregunto
desesperado.
—Se destrozó la mano derecha rompiendo el espejo del excusado, hasta
hace unas horas no he podido curarle, no nos dejaba acercarnos. —Voy a
interrumpirla, pero levanta la mano con mirada suplicante—. Le saqué los
cristales que aún le quedaban y cosí las heridas profundas, pero ya había
infección. Le puse un ungüento que ayuda a remitir la infección, pero está
con fiebres muy altas y pesadillas constantes, ni siquiera Anarfi es capaz de
calmar su agonía. Delira y se ha negado a comer, si sigue así puede morir.
—Sus lágrimas me confirman la gravedad de su estado.
Estoy a punto de derrumbarme, no había venido antes a estar a su lado,
mi hermano me pidió que volviera al día siguiente de la discusión y que
hablara con ella y me negué porque me sentía avergonzado de mi actitud
salvaje. Ahora estoy a punto de perderla para siempre. Es humana, por lo
tanto, mortal. Las siguientes palabras de Lessla me traen de vuelta al
presente.
—No quiere verte Khonox, si vas a entrar y te ve, tal vez te eche, solo te
pido por su salud que, si lo hace, salgas. No necesita coger más nervios, la
pobre ya tiene suficiente.
Asiento, para que sepa que haré lo que sea para que no se sienta peor,
aunque tener que separarme de ella, sabiendo que está mal, me parta en dos.
Entro sin hacer ruido, mi madre es la única que está con ella, parece que
está hablándole diciéndole que estoy aquí. Abre los ojos poco a poco y
están llorosos por culpa de la fiebre, me mira y una lágrima cae por su
mejilla y vuelve a cerrarlos.
Yo siento que mis piernas se debilitan y voy a caer en cualquier
momento. He sido un cabrón con ella, no se merecía mis palabras. No supe
expresarme y dije las palabras equivocadas.
Con miedo a su rechazo me acerco despacio a la cama y me siento a su
lado. Ella nota el movimiento, me mira de nuevo, pero no dice nada y me
atrevo a tocar su mano. Está fría, voy a darle calor y la aparta.
—Vete —susurra forzando su voz.
Lo he prometido, sé que dije que me iría y lo haré, aunque antes necesito
pedirle perdón.
—Nunca quise decirte esas palabras ni de esa forma, pero el miedo a
perderte y que te hubiera podido dañar me nublaron la mente. Te pido, te
suplico que comas, que te recuperes y que me permitas hablar de ello. Por
favor, mi am…
—Vete, no te atrevas… a llamarme así. —En su mirada ahora hay algo
parecido al odio y yo no lo soporto más, miro a mi madre que mantiene su
vista fija en mi mujer y me voy.
Cierro la puerta y la oigo sollozar, no me quiero alejar de ella. Me apoyo
en la pared y me deslizo hasta que me siento en el suelo. Sin poder evitarlo
más lloro en silencio por mi estupidez, no va a perdonarme y si termina por
rechazarme, jamás seré feliz. Ninguno lo seremos, aunque tengo la
esperanza de que, si me rechaza finalmente ella no sufra como yo y que al
ser humana no le afecte de la misma forma que a los dragones.
Debo conversar con mi madre más tarde. Quiero saber por qué no se
dejó curar, así que me voy a mi despacho y mando llamar a mi cuñada
Lessla. Pasan unos pocos minutos y tocan a la puerta.
—Qué necesitas Khonox, tengo que atender a Evolet, mi hermana está
ocupada con uno de tus guerreros que acabo herido en el entrenamiento.
Aunque intenta que no se note, sé que está enfadada conmigo. Todos lo
están y por un buen motivo.
—Me gustaría saber por qué no se dejó atender sus heridas y acabó en
ese estado. ¿Se pondrá bien? —Quiero que mi voz sea normal, pero al final
no lo consigo. Y me tiembla en la pregunta final.
Ella suspira ruidosamente, algo que nunca había hecho delante de mí, se
pasa las manos por la cara nerviosa y me acaba mirando muy seria.
—Si come sí, se recuperará, pero los únicos que han conseguido que
coma algo de líquido son los cachorros. Voy a asearla un poco para que esté
cómoda y que la vean los cachorros a ver si conseguimos que coma algo. Al
verte aquí entiendo que no ha querido verte. —Afirma más que pregunta y
yo no respondo y agacho la cabeza avergonzado.
—Nan ha estado todo el tiempo a su lado, tal vez deberías conversar con
ella a ver si puede decirte algo, y tu madre está destrozada por verla así.
¿Sabes? A pesar de ser humana es increíble y ojalá te perdone, porque si tú
la pierdes, lo haremos todos. —Y con esas palabras se levanta esperando
dar por terminada la conversación, muevo la cabeza señalando la puerta, se
inclina y se va sin decir una palabra más.
No me sorprende saber que se ha ganado el cariño de todos, y sé que es
increíble. No es solamente deseo lo que siento por ella, la amo y no porque
la llave me la ha entregado como mi Neushal sino porque es una mujer
maravillosa, cariñosa y también una guerrera, que ha demostrado mucho
valor al enfrentarse a una dragona para proteger a quien quiere, eso la hace
aún más perfecta para mí.
Y a mí un completo imbécil por tratarla de esa manera y más después de
lo que pasó entre nosotros. Aún recuerdo su sabor en mi boca y me pongo
duro al instante al pensar en todas las cosas que deseo hacerle a mi pequeña
guerrera. Tal vez haya perdido el derecho a que sea mía. Un rugido de dolor
sale desde lo más profundo de mi ser, debo calmarme y subir de nuevo,
aunque no me quiera a su lado necesito estar cerca.
Decido volver de nuevo a arriba, estoy a punto de terminar de subir las
escaleras y se me ocurre una idea. Es algo que vi hacer a mi padre y mis
hermanos para mejorar su relación y que jamás he hecho antes con ninguna.
Salgo al patio y busco las Duffayza[iv], que son unas flores del color del
fuego, muy parecidas a las rosas de su mundo, pero mucho más grandes y
creo que le gustarán. Crecen únicamente en nuestra tierra y mi madre las
cuida en su invernadero, le gustan mucho y las mima con cariño. Es uno de
los muchos recuerdos que mi padre le dejo a su marcha, a veces se puede
quedar ahí durante horas mirándolas pérdida en sus recuerdos y nadie se
atreve a molestarla en esos momentos de tristeza absoluta.
Llego al invernadero y busco la más bonita de todas, cuando la
encuentro, con sumo cuidado, la corto como mi madre me enseñó. Luego
vuelvo a mi despacho y escribo unas palabras que espero que la ablanden
un poquito, busco a Nan para que sea ella quien se la dé.
La encuentro en la cocina llorando, abrazada a su abuela. Carraspeo para
que noten mi presencia, ya que no me escucharon al llegar. Ambas dan un
respingo y enseguida se recomponen, me percato de que su abuela también
estaba llorando.
—Mi señor, disculpe, ¿qué necesita?
—No se preocupe Northa, tan solo es un encargo para su nieta. —La
calmo y miro a Nan—. Podrías concederme unos minutos antes de hacer el
encargo, por favor.
—Por supuesto, mi señor. —Le hago un gesto para que me siga y la
llevo a mi despacho. En el camino ella se retuerce las manos nerviosas y
eso me llama la atención.
—Siéntate —le ordeno una vez estamos dentro. Está temblando
mordiéndose el labio y retorciendo sus manos—. Ahora quiero saber qué ha
pasado con mi Neushal en mi ausencia. ¿Qué te ha contado ella? Sé que tú
eres la única, a parte de mis sobrinos, que ha permitido estar cerca.
—Lo siento, mi señor. —Me mira con los ojos llorosos—. Con todo mi
respeto y la lealtad que le he guardado durante tantos años. No voy a decirle
nada de mi señora, usted la dejó a mi cuidado y ella confió en mí, se hizo
mi amiga, me trató como a una igual y no como basura. Entenderé y
aceptaré mi castigo si así usted lo dictamina, pero jamás traicionaré la
confianza de Evolet.
La verdad es que me pilla de sorpresa, sabía que la quería, pero no hasta
el punto de obtener un gran castigo por desobediencia o traición, eso era por
completo inesperado. No me importa, aunque de momento siga sin saber
qué pasó, me está demostrando que su lealtad a mi mujer es irrompible.
—No me equivoqué contigo al elegirte de doncella para mi Neushal. —
Abre los ojos como platos y tiene la mandíbula a punto de desencajarse—.
Sé que te sorprende mi actitud, he hecho las cosas mal con ella y necesito
arreglarlo, recuperarla y enamorarla para ser felices. Ella es tu reina y
entiendo y respeto que tu lealtad sea ahora suya. Necesito que le entregues
esto en mi nombre. —Le dejo en la mesa la nota y la flor.
—Mi señor, mi lealtad es de ambos. Siempre. Pero no puedo decirle lo
que ella me confió como amiga, Decírselo a usted, sería traicionarla.
—Puedes al menos decirme si me odia después del daño que le hice. —
La miro suplicante.
Esto es inaudito, que yo el rey, le suplique a la doncella de mi pequeña.
No se lo creería nadie. Ella sonríe, es una sonrisa sincera que acaba en una
risita.
—Ella dice que sí le odia, mi señor. Pero…
—¿Pero?
—Sé que no le odia, aunque sí está muy, muy dolida. No creo que vaya a
ser fácil, tiene muy mal genio, y es impresionante siendo tan pequeña. Le
deseo suerte porque la va a necesitar, espero que se recupere pronto y que
puedan ser felices con el tiempo. O que con un milagro lo perdone rápido.
Trago saliva y asiento, señalo la puerta, ella se levanta se inclina y se va
dejando la puerta cerrada.
Estoy acojonado como nunca antes en mi vida, ni en las peores guerras
donde vi caer a tantos hermanos, durante siglos, tuve tanto miedo y ahora
tengo ganas de salir volando con la cola entres las piernas.
Oigo que Boltcan está afuera con los cachorros. Ellos han sufrido
también a manos de esa furcia a la que yo metí en mi castillo. ¿Cómo no me
di cuenta? Sabía que no era buena, pero nunca pensé que su maldad pudiera
llegar a los niños. Creí tenerla controlada, he fallado y me ha explotado en
la cara. Pienso en lo sucedido, fui muy duro con ella sin razón, aunque ella
también debió confiar en mí y contarme lo que pasó. Recuerdo que antes de
llegar al castillo dijo que quería contarme algo y posiblemente era eso.
Estúpido de mí, lo he estropeado todo, pero tengo una pequeña
esperanza con lo que me dijo Nan y voy a agarrarme a eso. Ella lo es todo
para mí.
Tengo una idea. Salgo al patio, retiro mi ropa y cambio a dragón, todos
me miran curiosos, me quedo debajo de la ventana de nuestra alcoba un
poco apartado y dejo caer mis cuartos traseros en el suelo sin apartar la
mirada de la ventana y sin moverme, esperando que alguien le diga que
estoy aquí.
Pasan algunas horas y no recibo respuesta alguna, agacho la cabeza y
resoplo, me siento estúpido perdiendo el tiempo aquí con tantas cosas que
dejo pendientes como rey, pero ¿de qué me sirve ahora ser rey, si no la
tengo a ella a mi lado? Mantengo mi cabeza gacha, estoy a punto de desistir
y volver a mi despacho, y alguien carraspea a mi lado, miro y es mi
hermano con los niños que me sonríen.
—Deberías volver a mirar, hay alguien asomado.
Y ahí está mi amor y con la Duffayza en la mano izquierda puesta sobre
el corazón y cuando ve que la miro mueve la otra saludándome. Yo rujo con
fuerza y me acerco más hasta la parte que queda justo por debajo de la
ventana y vuelvo a levantar la cabeza.
—Aún no estás perdonado, pero quería que supieras que eres la primera
persona o más bien el primer hombre en mi vida que me regala una flor, sin
contar claro, la corona de flores de los dragones, pero no es lo mismo, es
una flor preciosa Khonox, muchas gracias —su voz es débil y triste, pero el
que se haya levantado me alivia el corazón porque la fiebre parece estar
bajando, se retira de la ventana y dejo de verla de nuevo.
Vuelvo donde dejé mi ropa, encima de una piedra, cambio y vuelvo al
despacho. Ahora sí, con la esperanza renovada tras sus palabras. No me ha
dado su perdón todavía, pero me lo ganaré.
Ha pasado un día desde que volví al castillo y esta vez voy a llevarle yo
mismo la Duffayza que acabo de coger junto a una bandeja con el desayuno,
que mande preparar para ella desde temprano. Estoy muy nervioso, temo su
rechazo de nuevo pero, aunque así sea, no voy a rendirme nunca.
Llego a la puerta, toco con cuidado para que no se caiga la bandeja y
espero a que me dé paso. Está ella sola, seguramente piense que es Nan,
pero no me importa, si no quiere verme me iré dejándole el desayuno y la
flor.
Entro sin mirar y cierro con la pierna, al girarme a la cama no está, miro
en dirección a la puerta del excusado y lo que veo me deja de piedra y la
mandíbula por el suelo, me tiemblan las manos tanto que ella acaba
acercándose a mí y coge la bandeja a tiempo. ¡Mal-di-ción!
Trago el nudo que se ha formado en mi garganta, me está costando un
mundo no abalanzarme sobre ella y comérmela entera. Viste con algo casi
transparente y muy pequeño, la tela de color azul parece tan suave que
tengo que apretar fuertemente los puños para no tocarla y comprobarlo por
mí mismo. Mi respiración se vuelve fuerte y la necesidad de hacerla mía
para siempre está consiguiendo que casi pierda el control.
—¿Estás bien? Te noto nervioso —susurra y luego se muerde el labio.
Es lo más sexy que he visto en mi vida y estoy a punto de volver a
correrme en los pantalones y esta vez sin llegar a tocarla, soy incapaz de
articular palabra estoy inmóvil por completo.
—Ven conmigo, aún estoy algo débil ¿puedes ayudarme a comer? —dice
suavemente. Al mismo tiempo que señala su mano aún vendada.
Escuchar que aún está débil me despierta de golpe de mi ensoñación y la
miró con la preocupación grabada en el rostro y también el arrepentimiento
por mis absurdos pensamientos, agacho la cabeza y respiro hondo y vuelvo
a levantarla para mirarla.
—Me encantaría ayudarte.
Me acerco a ella y, aunque puede sola, la cojo en brazos y la acomodo en
la cama sentada. Ella se mueve un poco dejándome espacio a su lado y da
unos toquecitos con su pequeña mano y me sonríe.
No me merezco esa sonrisa, pero me muero por verla cada día de mi
eterna vida, necesito unirme a ella, pero ahora no es el momento de
decírselo porque seguro que acabaría echándome a patadas.
Cojo la bandeja y la coloco en su regazo y voy dándole la fruta variada.
Ella coge un trocito de manzana con sus dedos y la acerca a mi boca, yo no
puedo evitarlo y atrapo uno de sus dedos entre mis labios, noto como ella
contiene la respiración y dejo libre su dedo, pero no puedo apartar mi
mirada de sus preciosos ojos marrones, están llenos de deseo y debo parar
esto antes de que se acabe arrepintiendo. Me muevo incómodo antes de
decirle.
—No estoy acostumbrado a tener que pedir perdón, no sé cómo decir las
palabras adecuadas, contigo siempre lo estropeo todo. Fui un cobarde por
no venir antes, no sabía cómo enfrentarme a ti, sin alejarte más. No me
importa que seas humana, te amo más que a mi vida. Nunca quise decir
«maldita humana» de forma despectiva, solo que bajo el miedo me salió así.
Lo que en realidad quería decir es, ¿cómo te atreviste a golpearla? El miedo
y el enfado por exponerte al peligro tu misma no me hizo ser consciente de
las palabras, ni de que te estaba maltratando al agarrarte tan fuerte. Sé que
no tengo excusa para el daño físico que te cause y es algo que nunca me
voy a perdonar, volví a no medir mi fuerza y yo… —Tapa mi boca con su
mano para callarme.
—¡Shhh! Escúchame tú a mí ahora. —Espera a que le diga que sí y yo
asiento, ya que no ha apartado su manita, y yo aprovecho y la beso, ella
suspira y sigue hablando aún sin quitar la mano—. Me dolieron mucho tus
palabras, por que al principio creí que la protegías a ella por ser dragona por
encima de mí, una humana, y… aunque el dolor físico desaparece, ¿cómo
puedo estar segura de que no volverá pasar? Ya ha pasado dos veces, una la
perdoné y lo dejé pasar dada la situación, esta vez tengo miedo de
perdonarte y que me decepciones de nuevo. Tu madre me dijo qué es lo que
te pasó y por qué actuaste así, pero aun así esto puede volver a pasar,
volveré a ponerte nervioso o a enfadarte, discutiremos una y otra vez y
necesito estar segura de que nunca perderás el control conmigo. Ahora no
confío en ti. Lo siento.
Sus palabras se me clavan hondo, cierro los ojos mientras pego nuestras
frentes, agarro su cara entre mis manos me separo un poco y la miró a los
ojos tristes y aguados, que son un reflejo de los míos. Sin poder ni querer
aguantar más, una lágrima me cae por el rostro, beso su frente y me levanto
dándole la espalda.
—No voy a rendirme mi amor, llevo demasiado tiempo sin ti, ahora que
te tengo a mi lado no voy a rendirme —susurro. Mi voz sale ronca, estoy a
punto de romperme, la miró por encima del hombro—. Te amo, mi pequeña
guerrera.
No espero que diga nada, me dirijo a la puerta y me frenan sus palabras,
no es lo que deseaba, pero es algo.
—Me gustaría pasar tiempo contigo, conocerte y que tú me conozcas y
ver si puedo volver a confiar en ti, sin miedo. ¿Puedo estar a tu lado?
Prometo no molestarte. —Me lo pide de una forma que es imposible decir
que no, aunque tampoco pensaba negarme.
—Debes vestirte no voy a permitir que estés así por el castillo —gruño.
Ella sonríe, se levanta de la cama, coge algo de su maleta y va al baño,
sale de nuevo me mira y da una vuelta. Maldigo en todos los idiomas que
conozco, lleva pantalones y se marca todo, puedo ver perfectamente el
triángulo entre sus muslos. Quiero decirle que se cambie de ropa ya mismo,
pero sé que me está poniendo a prueba, así que me muerdo la lengua y
aguanto estoico. Ella sonríe vencedora, se acerca a mí, se pone de puntillas
y tira de mi camisa para agacharme a su altura y besa mis labios, un beso
fugaz, pero que me llena de paz. Que mal voy a pasarlo. ¡Maldición!
La cojo en brazos y la llevo a mi despacho. Allí pasamos unas horas y
ella se deja dormir en el sillón. No ha sido una buena idea, porque no puedo
concentrarme, pero me encanta tenerla cerca.
Mientras está dormida parece hablar en sueños, no consigo entenderla y
me acerco a ella pero de pronto se calla, no dice nada más y abre sus ojos.
—¿Estás bien? ¿Era otra pesadilla?
—No. —Se estira y es adorable verla—. Siento quedarme dormida —
Sus mejillas están rosadas y baja la mirada.
—Mírame amor... —Cuando levanta la mirada no puedo seguir porque
sus tripas rugen y su rostro se pone rojo.
No lo puedo evitar y estallo en carcajadas. La cojo en brazos y ella se
remueve, pero acaba cediendo y se apoya en mi pecho y juntos vamos al
comedor, es casi la hora de comer. Al llegar, vemos a mi madre que está
acompañada de su doncella Nous y nos mira sorprendida por vernos así,
lleva sin dirigirme la palabra desde que esas desafortunadas palabras
salieron de mis labios.
—¿Todo bien mi señor? ¿Puedo ayudar en algo?
—Mi mujer está famélica, no creo que aguante hasta la comida. —
Evolet gruñe y se tapa la cara.
—Enseguida le traigo la comida, mi señora. —Se va sonriente y eso me
gusta.
—Gracias… —le susurro el nombre de la doncella—. Nous —grita
cuando ya desaparecía.
—De nada. —dice asomando la cabeza y volviendo a marchar.
En pocos minutos vuelve con una bandeja llena de comida y bebida para
los tres y se retira. Al principio comemos en silencio, pero Evolet enseguida
empieza a hablar preguntando por los niños y al poco tiempo todos
empiezan a llegar, se alegran de verla mejor y la llenan de besos y abrazos
sobre todo los cachorros. Mis hermanos se acercan a mí, me apartan un
poco y me dan una palmada en la espalda.
—No vuelvas a hacerle daño hermano. Es única, maravillosa y te
necesita ahora más que nunca. Las cosas al otro lado no están nada bien, he
ido a vigilar que sus hermanos no tuvieran problemas y después de que
Evolet hablara con ellos varias veces hay algo que no va bien, creo que
deberías tomar una decisión.
—¿Qué decisión?
—Ahora no hermano, después —susurra Rodan—. Habla con ella y que
te lo cuente, pregúntale por su familia y después reúnete con nosotros en tu
despacho cuanto antes. Y tomaremos una decisión de cómo dar caza a ese
cabrón. —Voy a decir algo, pero Evolet me abraza por detrás. Asiento a mis
hermanos y me doy la vuelta para abrazar a mi pequeña.
—¿Damos un paseo? Hay algo que necesito contarte.
—Claro, pero me gustaría más que fuera en mi despacho, yo…
—Está bien, —Pone los ojos en blanco—, ya sé que no quieres que me
vean así vestida. Vamos a tu despacho.
Sonrío triunfante por ganar esta vez. La voy a coger en brazos, pero
niega con la cabeza y camina delante de mí, su rostro serio me da a
entender que lo que va a decirme no me gustará.
Llegamos y nos sentamos uno frente al otro, estoy nervioso no sé lo que
va a decirme, pero necesito preguntarle por su familia.
—¿Qué tal fue la conversación con tus hermanos, están todos bien?
—De eso es precisamente quiero hablarte. La última vez que te oculte
algo acabamos muy mal y no quiero ser yo quien provoque tu ira por tener
secretos contigo. Y también hay algo más, pero eso es una tontería sin
importancia que te diré después.
—De acuerdo mi amor, qué es lo que quieres contarme. —Oigo como
suspira y me mira con ojos llorosos.
—¿Sabes? Me encanta que me digas así, pero te suplico que no lo hagas
hasta que no... Bueno ya sabes hasta que no estemos juntos.
—Me sale solo, pero lo intentaré, lo prometo. Hasta que tú quieras —
digo con cariño con mi mano sobre mi pecho.
Empieza contando lo que habló con ellos, que están asustados por que ha
habido más muertes de mujeres y todas se parecen a ella. Que nadie le ha
visto a él y está con miedo a que les haga daño a sus hermanos.
—Kho…nox —murmura mi nombre entre hipidos. Y yo ya no aguanto
más y la abrazo colocándola en mi regazo—. Si les pasa algo jamás me lo
voy a perdonar, tengo que protegerlos. Y no puedo sola, ayúdame. Te
necesito.
—Ya mi pequeña guerrera, yo voy a protegerte a ti y a tu familia, sé que
aún no confías en mí, pero te juro que si es necesario traeremos aquí a tus
hermanos.
—¿De verdad? —Sorbe los mocos de una manera poco femenina que me
saca una sonrisa.
—Pequeña, daría mi vida inmortal por ti.
—Yo… La verdad Khonox es que… creo que… me estoy…
enamorando de ti. Yo… yo daría mi vida por ti, pero… —Mi pecho se
hincha antes sus palabras y ahora soy yo quien la silencia con mi dedo
índice sobre sus labios.
—Lo sé pequeña mía. —susurro. Agarro sus mejillas con mis manazas y
retiro sus lágrimas que no han parado de salir—. Me ganaré tu confianza y
haré que ese «creo» se convierta en un «te amo» real y sin dudas. —digo
remarcando las palabras te amo y beso sus labios de la forma más tierna que
puedo, conteniéndome para no devorarla ahí mismo y me separo de sus
labios.
—Abrázame fuerte y no me sueltes.
Y así pasan los minutos sin decirnos nada, su respiración relajada en mi
cuello me calma y mientras acaricio su espalda acaba quedándose dormida,
la llevo a nuestra cama para que descanse. Me siento a su lado y le acaricio,
no puedo parar de tocarla y acabo acostándome a su lado desnudo y pego su
espalda a mi pecho, apoyo su cabeza sobre mi brazo y con su olor a moras
acabo quedándome dormido.
Capítulo 15
Para mi amor:
Tuyo siempre
Khonox.
Me pongo muy nerviosa, ¿de verdad lo que me dijo Gal es real y yo soy
lo más importante para él? La llamo nerviosa y como no despierta la muevo
y ruge molesta. Parezco una niña el día de reyes con su juguete nuevo.
—Mirad lo que me ha dejado Khonox. ¿Qué hago? Estoy muy nerviosa.
¿Dónde está?
—Desde que salió de la habitación se fue a su despacho, pasado un rato
me buscó y me dio esto para ti.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —Parezco desesperada y es que lo estoy.
Y si se ha cansado de esperar. Ellas se ríen al verme tan nerviosa y me dan
ganas de sacarles los ojos a las dos.
—Lleva todo este tiempo esperando en el patio —me suelta tan tranquila
Nan. Yo le gruño, me levanto con su ayuda y cuando me mantengo en pie
sola las miro.
—¿Cómo estoy?
Ellas se miran sin decirme nada, vamos que estoy horrible, me la pela, si
me quiere de verdad que me vea también en las malas, no solo las buenas.
Con nervios me asomo a la ventana. Está convertido en dragón, me hubiera
gustado decirle que le perdonaba, pero no podía sin hablar antes con él.
Entro de nuevo y me giro dando saltitos, me paro en seco. Las chicas,
todas, están dentro de la habitación viéndome, me mareo un poco y cierro
los ojos. Los vuelvo a abrir y las miro, he sido horrible con todas, sobre
todo con Imila, soy incapaz de decirles nada coherente, pero espero que
sirva de algo.
—He sido una bruja con todas, ¿Podréis perdonarme?, yo creí que me
estaban mintiendo como él.
—Eres nuestra hermana, sabemos que lo has pasado muy mal. No ha
sido agradable querer ayudarte y que nos echaras de tu lado, aunque lo
comprendemos. —Phipai es la primera que habla, se acerca a mí y me
abraza— Hay algo que quiero pedirte, después conversamos las dos.
Y así voy abrazando a cada una de ellas, la última es Imila.
—Puedo ser muy mala si me hacen daño y de verdad creí que me
mentiste. Pero no te odio y yo… no quiero perderte. —Ella se lanza a mis
brazos llorando.
Pasado un ratito nos calmamos y hablamos de tonterías, algunas sentadas
en la cama, otras en el suelo y paso el ratito más agradable en días.
—Nan puedes decirle a tu madre y a tu abuela que vengan, no he podido
conocerlas en condiciones.
—Es tarde, se lo diré ahora que voy a la cocina a por la cena. —Se va
con una sonrisa. Phipai se acerca a mí con una sonrisa pícara que me
contagia.
—Veo que no nos van a dejar a solas así que te lo diré delante de todas.
Lo he comentado con Rax y si tú quieres en la unión estaremos los cuatro a
la vez, quedan pocos días y creo que sería perfecto, no quiero decirle nada a
Khonox porque quiero que sea una sorpresa, él va a llevarme hasta Rax en
nombre de mi padre. ¿Qué te parece?
—Yo, no lo sé. Ni siquiera sé de qué va eso de la unión. Yo lo imagino
como una boda en mi mundo, Khonox me lo nombró el otro día cuando
estábamos…
—¿Te has acostado con él antes de la unión? —Preguntan varias al
mismo tiempo. Dios, tierra tragarme y escúpeme lejos.
—No me he acostado con él —murmuró avergonzada tapando mi cara.
Odio hablar de mi vida íntima.
—Tampoco pasa nada, digamos que adelantas la parte divertida —dice
Anarfi entre risas y todas la apoyan en esa teoría, incluida Gal.
En ese momento tocan a la puerta y estoy salvada. Entra Nan con su
familia, dos mujeres a las que había visto por el castillo. Una de ella parece
más mayor, a los años de mi mundo rondará los 45 y creo que me estoy
pasando, la otra parece la hermana, como Gal con sus hijos. Parecen
nerviosas, yo me levanto de la cama y me acerco a ellas.
—Perdonad las pintas horribles que tengo, hace días que quería conocer
a… —miro a Nan—. ¿Son tu abuela y tu madre? —pregunto, señalando
respectivamente.
—Sí. —Se oyen risitas.
—Madre mía. ¿Por qué estáis todas tan buenas? —Todas, incluidas ellas,
acaban descojonadas y yo también me uno a las risas.
Pasamos un ratito más así, yo acabo bostezando y se me acaban cerrando
los ojos sin poder evitarlo. Siento como me cogen y me acuestan en la
cama. Yo suspiro y me duermo un poco más feliz.
***
Estoy en shock. Mis hermanos están aquí, los han salvado de las garras de
Carlos.
Mis hermanas ya están cada una con su marido y yo estoy con mi
bichito, está sangrando mucho. Yiri lo está atendiendo con rapidez. De
repente, después de que me hablara, siento que su mano pierde fuerza y cae
de mi rostro, lo miro y está inmóvil, pienso si estará muerto. Mi corazón se
acelera, me cuesta respirar, la ira se va apoderando de mí sin control, oigo
voces y gritos, pero no escucho lo que dicen, mis ojos van a mi bichito,
quiero gritar.
Alguien se coloca a mi lado y veo a Khonox.
—Está muerto —balbuceo y rompo en llanto.
—Pequeña, cálmate. No está muerto se ha desmayado por la pérdida de
sangre. —Yo niego con la cabeza—. Mírame mi amor, no está muerto,
confía en mis palabras, cálmate y mírate las manos.
Hago lo que me dice y veo otra vez el fuego a mi alrededor han apartado
a Héctor de mi lado y mis hermanos me miran con miedo, y eso me duele.
—Cálmate pequeña, todos están bien. Él perdió mucha sangre y está
débil, pero sigue vivo.
Me voy calmando y las ganas de gritar van dejándome poco a poco,
aunque sigo asustada. Mi fuego se apaga por completo, y Khonox me
abraza fuerte, diciéndome palabras tranquilizadoras para aliviar mis
temblores. Miro a mi alrededor y todos me miran confusos, no me temen,
sin embargo, mis hermanos me miran como si fuera un bicho raro. Intento
acercarme a ellos y apartan su mirada.
Khonox me saca del salón, no quiero irme, pero creo que deben calmarse
antes de que hable con ellos, miro a Anarfi y ella parece entenderme,
asiente y me sonríe con cariño. Llegamos a su despacho y sin soltarme se
sienta en el sillón conmigo en su regazo.
—Vamos a esperar a que se calmen y podamos hablar con ellos y si no lo
entienden, Rodan puede manipular los recuerdos y cambiarlos para que no
recuerden que vinieron aquí, tú eres quien decidirá eso. Son tus hermanos,
espero que abran su mente y nos acepten, no quiero que sufras más mi
Neushal.
No me salen las palabras y lloro sin parar en sus brazos, donde me siento
protegida como nunca antes en mi vida. Me aferro a su cuello y dejo salir
todo el miedo y el dolor que he sentido por todo lo que ha pasado minutos
atrás. Él me sostiene como si fuera el tesoro más valioso del mundo. No sé
cuánto tiempo ha pasado hasta que consigo calmarme.
—¿Estás mejor? —pregunta preocupado.
—Algo sí —susurro triste. Me encojo de hombros—, contigo me siento
bien, aunque no lo estaré del todo si mis hermanos me rechazan, no lo voy a
soportar, aunque Rodan les cambie los recuerdos, yo sabré la verdad. —Lo
oigo suspirar.
—Yo también estaba asustado y al final me aceptaste por completo, al
hombre y al dragón que hay en mí. —Me sonríe triste.
—¿Viste cómo me miraron? No lo veo tan fácil —susurro derrotada y
miro esos ojazos—. Pase lo que pase tú siempre estarás a mi lado. Te amo
tanto cielo. —Noto como contiene el aire y me aprieta más fuerte entre sus
brazos, su mirada me dice tantas cosas, veo tanto amor en esos preciosos
ojos.
Mi cuerpo empieza a despertar bajo esa mirada tan intensa, le tomo el
rostro entre mis pequeñas manos y beso sus labios, él sube la mano por mi
espalda y agarra mi cuello para profundizar el beso y yo me dejo llevar.
Me derrito en sus manos, cuando al fin me libera, jadeamos para coger
aire y me bajo de su regazo, me quito la ropa quedándome en ropa interior
de encaje negro, gruñe fuerte y yo no puedo evitar sonreír y sentirme sexy.
Me acerco a él lentamente y le quito primero la camisa, luego me agacho y
le saco las botas, y con su ayuda le quito los pantalones y los calzones.
Lo tengo como quiero y me subo en su regazo a horcajadas frotando mi
humedad contra su polla hinchada, que salta ante mis atenciones. No espero
más, me apoyo con una mano en su hombro y con la otra cojo su miembro,
él deja sus manos en mi cintura y me sube. Yo llevo la punta hasta mi
entrada y me dejo caer con fuerza y ambos gemimos de placer ante el
contacto.
Me siento tan llena. Beso su pecho por encima de su corazón y comienzo
a moverme, primero lento y luego voy cogiendo ritmo poco a poco, y
parece que le está gustando. Lo veo cerrar sus ojos y echar la cabeza hacia
atrás jadeando. Un momento después, levanta la cabeza y me mira con
fuego, sus ojos brillan y están rojos.
—Te amo mi pequeña guerrera, me estás haciendo el hombre más feliz,
no te imaginas cuánto. Ahora voy a acabar lo que has empezado mi amor,
agárrate a mi cuello.
Me agarro con fuerza poniendo las manos detrás de su nuca, como me ha
dicho, y él se levanta y me apoya en una pared con sus brazos por debajo de
mis rodillas y me besa mordiendo mi labio inferior. Se entierra en mí de una
estocada, se mueve sin parar, una y otra vez, duro y rápido. Yo siento que
me va a partir en dos, agarro su pelo y seguimos besándonos entre jadeos y
gemidos, llegamos juntos al mejor orgasmo de mi vida mientras me
muerde. Luego pega su frente a la mía y sonríe.
—Me vuelves loco pequeña, eres maravillosa. —Yo sonrío y le doy
besitos—. Vamos a bañarnos y después iremos a ver a tus hermanos.
—Tengo mucho miedo —susurro sin mirarle a los ojos.
—Lo sé, como también sé que eres muy valiente y que te aman igual que
tú a ellos. Vamos, y pase lo que pase, estaré a tu lado.
—Espera, antes quiero que me digas qué pasó con ese cabrón.
—No me gusta que hables así, no estoy acostumbrado a ese lenguaje en
una dama —yo bufo y pongo los ojos en blanco y le saco una sonrisa—.
Sigue vivo, por poco tiempo. No te preocupes por nada yo me encargaré de
todo.
No me gusta saber que aún puede matar a alguien inocente. Sé que mi
grandullón cumplirá su promesa y eso me dará la paz que necesito.
Llegamos a nuestro cuarto y hace algo que yo aún no había visto,
calienta el agua.
—¿Qué más puedes hacer? —pregunto curiosa.
Él me regala esa sonrisa de medio lado tan sexy rodeada por esa espesa
barba, se acerca a mí se agacha y me susurra al odio.
—Nací con el fuego y poseo, además, hielo y veneno, al ser el rey
domino los tres, junto a mi poder especial. Todo aquel de sangre real lo
obtiene al nacer y el mío es la velocidad, aunque todos somos rápidos nadie
puede superarme, pero… ¿Sabes qué más puedo hacer, mi pequeña?
Se separa de mí para mirarme y yo niego nerviosa por su voz seductora,
es como si me activara de alguna manera y tiemblo de anticipación. Sonríe
gira mi rostro y muerde mi labio inferior, no puedo evitar que un gemido
salga de mis labios, vuelve a besar mi cuello hasta volver a mi oreja
mientras me muerde el lóbulo.
—Follarte como sé que te gusta, hacerte el amor una y otra vez,
enterrarme en ti es el placer más exquisito que la vida me otorgó el honor
de sentir. Eres mía para siempre. Dímelo. Dime que eres mía. Eres mi
destino, pequeña.
—Soy tuya Khonox, tuya para siempre.
Se apodera de mis labios y nos desnudamos, entramos al agua y entre
risas y juegos nos aseamos. Quiero y necesito ser suya otra vez, y no parece
que vaya a ser ahora. Él parece notar mi frustración y suelta una risita.
—Te debo un castigo, pequeña. Te haré el amor, pero no será ahora.
Había pensado en otra cosa más interesante... aunque seguro que te
castigaré más a menudo.
—¡Gilipollas! —gruño enfadada cruzándome de brazos y estalla en
carcajadas el muy capullo.
Al final acabamos los dos riendo y yo me siento más ligera y aliviada
para enfrentar a mis hermanos. Nos secamos y lo miro mientras se viste,
¡qué culo tiene! Me dan ganas de morderlo, se me escapa una risita y él se
gira y me sonríe pícaro.
Decido vestirme con uno de los vestidos nuevos y caigo en la cuenta de
algo en lo que no he hablado con él y que quería comentarle el otro día.
—Khonox, verás, es que me di cuenta en el mercado, que el dinero que
guardo en el bolso, no sirve aquí y me gustaría disponer del dinero que usan
aquí ehh… —no consigo recordar el nombre.
—¿Dran?
—Sí, eso Dran.
—¿Cuánto necesitas?
—Pues la verdad es que no quiero que me lo des, puedo ayudarte en
algo, trabajar y ganarme el dinero.
—Eres la reina no necesitas trabajar. —Parece muy molesto y no quiero
eso.
—Técnicamente aún no soy reina y no te enfades sin intentar
entenderme. Estoy acostumbrada a ganar mi dinero con trabajo, estoy
segura de que puedo ayudarte en tu despacho con algunos papeles, o ayudar
en el castillo. Quiero sentirme útil y sobre todo, que cuando quiera
comprarle algo al hombre que amo, no tengan que pagármelo o
regalármelo. —Miro su pulsera y agachó la cabeza avergonzada.
—Está bien, ya buscaremos algo que puedas realizar y ganar el sustento
como deseas. Pero en el momento en que nazcan mis hijos, no trabajarás
para cuidar de ellos.
—¿Perdona? ¿Tus hijos? —espeto, muy molesta. Siento como la ira se
apodera de mí. Levanta las manos en señal de paz.
—Perdóname, hablo de nuestros hijos. ¡Nuestros! ¿Notas el poder que
tienes?
—Sí, y no cambies de tema guapo, escúchame bien, estás acostumbrado
al control y a mandar, y lo entiendo. Aunque conmigo las cosas van a
cambiar un poco. Son nuestros hijos y ambos los criaremos juntos y
tomaremos las decisiones juntos, siempre. Y no dejaré de trabajar si eso me
hace feliz.
—¿Podemos hablar de esto en otro momento? Vamos con tus hermanos
—masculla. Está enfadado, aunque intenta no mostrarse así, veo el brillo en
sus ojos y ahora no me está mirando con deseo.
—Vamos a discutir mucho. ¿Sabes que dicen mis hermanas? —digo
cantarina. Me mira con curiosidad—. Que después de las discusiones
vienen las reconciliaciones. —Mientras lo digo levanto mis cejas varias
veces insinuante, a ver si pilla la indirecta.
Se acerca a mí sonriendo y negando con la cabeza sin parar. Se queda a
mi lado me levanta y besa mis labios, toco su pelo suelto y húmedo aún, y
paso mis dedos por su barba. Nunca creí que me gustaran los hombres con
barba y resulta que me encanta la barba de Khonox.
—Vas a volverme loco, mujer.
Estamos delante de la habitación de mis hermanos porque se han negado
a estar separados. Estoy tan nerviosa que no me doy cuenta de que estoy
estrujando el vestido, hasta que Gal me para.
—Están muy nerviosos, sobre todo ellas. No impiden que les curemos,
pero no nos quieren dentro. —me informa Yiri.
—Está bien. Deseadme suerte. —Miro a Khonox—. Amor puedes
esperar aquí un momento, voy a ver cómo me reciben y luego pasas.
—Estaré aquí fuera. —besa mis labios—. Eres fuerte pequeña. Pase lo
que pase. Te amo.
—Te amo.
Armándome de valor, respiro hondo varias veces y entro sin llamar. Lo
que me espera al entrar no es agradable, sus miradas de miedo me dejan
clavada en el sitio, no soy capaz de dar un paso. Si me rechazan, no sé qué
va a ser de mí, no quiero perderlos.
—¿Qué eres? ¿Qué te han hecho? —Pregunta asustada Luna.
—Sigo siendo yo.
—Nos han traído aquí como si nada, y luego vemos tu cuerpo arder,
perdona si nos impresiona y nos aterra todo esto… ¿Qué está pasando
peque? —La voz de Alan es muy seria.
Escucharle llamarme peque abre una lucecita de esperanza en mi
corazón, evito acercarme y los miro a todos, Héctor aún está dormido y él
no me ha visto todavía.
—Es fácil de decir y muy difícil de entender, debéis tener la mente
abierta ¿vale? —suplico nerviosa. Espero a que todos asientan y yo me
siento en el suelo porque las piernas me tiemblan tanto que dudo que
aguante de pie mucho más—. ¿Recordáis ese sonido que os dije que
escuchaba en mi cabeza? —Vuelven a asentir sin decir una palabra—. Ese
sonido desapareció justo cuando encontré la llave…
—¿La misma que colgaba de tu cuello? —Pregunta Mateo.
—Sí, con ella el sonido desapareció, y también me transportó a este
mundo mágico, sé que suena a cuento, pero es real. Soy la elegida por la
llave para ser la mujer del rey de los dragones.
—¿Qué coño te has fumado? —espeta Luciana molesta. Suspiro triste.
—Si yo me he fumado algo. ¿Qué os está pasando? Os han traído aquí
para protegeros de ese hijo de puta, os han estado vigilando en la distancia
para saber que estabais bien. Sé que no es fácil de entender, volveréis
cuando que sea seguro, y si ya no me queréis en vuestra vida lo aceptaré
con todo el dolor de mi corazón, pero aquí soy feliz. Estoy enamorada de un
hombre maravilloso y aterrador al mismo tiempo—. Me levanto para irme
aguantando las ganas de llorar—. Que descanséis. Os amo muchísimo,
adiós.
—¿A qué te refieres con que es el rey de los dragones? —pregunta Luna.
—Habéis escuchado historias de hombres lobo ¿No? Pues ellos son
dragones.
—¡Estás loca! ¿Cómo puedes decir esa burrada y quedarte así, tan
pancha?
—Alan, todos podéis elegir aceptar la realidad o no, y eso no cambiará
que lo que os digo, sea tan real como que vieron que mi cuerpo ardía. Es
algo nuevo para mí también, me entregué a ese dragón por amor y al
parecer me cedió algún poder. Falta, digamos, la boda y ojalá estéis a mi
lado. Quiero que penséis las cosas con la mente abierta. No me digáis nada
ahora, ¿vale? Vendré mañana a traer el desayuno con él para que lo
conozcáis. Todo ha sido una locura, solo os pido una oportunidad de que los
conozcáis a todos —suplico sin atreverme a mirarlos a la cara—. No os
quiero perder a ninguno.
Salgo fuera aguantando estoica, hasta que veo a Khonox y rompo llorar
desconsolada.
—Vamos fuera, necesito distraerme. —susurro con voz entrecortada. Sin
decir una palabra me abraza fuerte y nos vamos caminando. Gal nos sigue
junto a Yiri y sus hijas. Estoy destrozada, mis hermanos han sido mi mundo
y no les quiero perder.
Una vez fuera paseamos un rato. Siento el frío en mis huesos y no me
importa porque necesito sentir algo que me ayude a olvidar esas miradas.
—Ahora vuelvo, espérame aquí —dice besando mis labios.
—No tardes, no quiero estar sola.
Se va y yo me giro hacia el castillo buscando la ventana de mis
hermanos veo a Luna y Luciana asomadas mirando, en un momento están
tranquilas y en segundos parecen aterradas.
—¡Cuidado!
—¡Corre! —gritan al mismo tiempo. Mis hermanos también se asoman
al escucharlas.
Khonox es ahora un precioso y aterrador dragón blanco. Se acerca a mí
despacio, se coloca detrás de mí y agacha su cabeza a mi lado, yo le toco, le
beso y vuelvo a mirar a mis hermanos. Todos están con la boca abierta y no
sabría si están asustados o impresionados por verme así a su lado.
—Llévame a volar.
Se levanta en toda su envergadura, me arropa entre sus garras, y me pega
a su pecho mirando hacia delante y vuela mientras yo les digo adiós a mis
hermanos con la mano.
—¡Más alto! —le pido.
Y lo hace mientras grito y suelto todo, sintiéndome libre. Sube mucho
más alto que la otra vez y se deja caer en picado, se me encoge el estómago
de la impresión, y vuelvo a gritar esta vez riendo. Me olvido de todo por
unos minutos que se me antojan cortísimos. Me encanta la sensación de
libertad que me da volar con él.
Solo él y yo surcando los cielos.
No sé cuánto tiempo pasamos volando, creo que más de una hora. Es
noche cerrada, aunque la luna está llena y da algo de luz a la oscuridad. Por
inercia miro a la ventana de mis hermanos, ya no hay nadie y supongo que
o bien están dormidos o hablando de lo que les está pasando, algo lógico.
Volvemos a nuestra habitación tranquilamente, me desnuda y luego lo
hace él sin dejar de mirarme, siento que no me mira con ese deseo de
siempre, sino de forma diferente, como si fuera a romperme.
Se acerca a mí despacio y me envuelve en sus enormes y protectores
brazos. Besa mi cabeza, me coge y me lleva a la cama, nos tumbamos y me
sube a su pecho mientras me acaricia la espalda con la yema de sus dedos,
un suspiro triste sale de mis labios.
—Dales tiempo pequeña, te aman, acabarán aceptando tu nueva vida.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—No lo estoy, pero creo que, si te aman, te aceptarán tarde o temprano y
sé que te aman tanto como tú a ellos. Descansa, mañana será un nuevo día.
—Quedé en verlos mañana, les llevaremos juntos el desayuno, si te
parece bien acompañarme, si no iré sola.
—Iré contigo y si no me desean a su lado saldré, y esperaré por ti, pero
me tendrás cerca sea como sea. Y ahora duerme, necesitas descansar.
Poco a poco me voy quedando dormida escuchando el latido de su
corazón.
Capítulo 19
Querido Grandullón:
Nunca creí posible decir esto de un hombre, pero no sabes cuánto te echo
de menos. No te despediste de mí y me dolió, aunque entendí que no podías
esperar. La vida en el castillo no es lo mismo sin ti.
Mis preciosos no se separan de mis hermanas y cada vez que pueden
besan su tripita, es adorable verlos. Los cinco ya se han ido acostumbrando
a vivir aquí.
La verdad es que tu familia los está cuidando mucho para que se sientan
felices y a salvo. Mis hermanos han hecho amistad con Norrus y Veron,
parece que tienen algunas cosas en común y pasan bastante tiempo juntos,
incluso están entrenando con ellos para que aprendan a usar las espadas, lo
hacen fatal y nos reímos mucho, aunque ellos siguen intentándolo.
Mis hermanas, sobre todo Luciana que era la que más miedo tenía, se ha
vuelto inseparable de Anarfi.
Luna está todo el tiempo preguntando miles de cosas a Phipai. Es
incansable y cada vez que la ve intenta escapar, sin éxito, volviéndola loca.
Ame y Resli nos cuentan sus historias como guerreras, son alucinantes y las
admiro mucho. Quisiera ser como ellas.
Tu tía ha hecho su vida en su habitación, casi no sale y yo lo prefiero, la
verdad es que le tengo mucho miedo. Te necesito a mi lado y espero que no
te demores muchos días más. Nan no me deja sola ni un minuto y cada día
la aprecio más, gracias por ponerla en mi vida como mi doncella.
Es una amiga increíble, a parte de mis hermanas nunca hice amistad con
nadie de forma permanente, sin embargo, ahora tengo unas dragonas y unos
dragones maravillosos que me protegen y me tratan como su familia.
Nunca te di las gracias por la hermosa yegua que tenías para mí, ya
somos inseparables. Doy muchos paseos con ella, aunque debo confesar
que lo hago con pantalones porque, aunque lo he intentado, soy incapaz de
subirme con la falda. No te enfades mucho conmigo mi grandullón.
Cada noche duermo abrazada a tu almohada y tu olor se está disipando.
No he sabido nada de tu padre y tu madre está muy triste, aunque delante de
los demás no lo demuestra. Pasa las noches a mi lado y me canta para que
me duerma como la primera vez.
Tu tío es un gilipollas conmigo si Neblis está cerca, después me pide
disculpas una y mil veces, y yo me río mucho porque el pobre dice que no
me merezco esas palabras.
Me ha contado muchas cosas de ti y tus hermanos de pequeños, y me he
reído un montón con las travesuras de los tres, ya sabemos a quienes salen
los gemelos.
¡Ahh! Casi se me olvida, estoy aprendiendo el idioma dragón con Phipai,
pensé que me costaría algo más, sin embargo, se me va quedando
enseguida.
Bueno mi amor, te he resumido un poco mis días en el castillo. Me
gustaría volver a volar juntos, hacer el amor muchas veces y lo que más
deseo es terminar nuestra unión para ser felices. Por supuesto que también
Phipai haga la suya por fin, le he dicho que a ti no te importaría que ella se
uniera a Rax, espero no equivocarme, igualmente se niega si tú no estás.
Rax va a volver, así que le he entregado esta carta para ti.
Estoy nerviosa, esperando a ver qué es lo que va a decirme. Estaba tan feliz
con su regreso, que no pensé que nada pudiera empañar esa felicidad y me
equivoqué. Por su forma de mirarme, creo que sé lo que va a decirme y
desde luego, no va a gustarme. No quiero que se vaya de nuevo.
—Primero quiero que sepas toda la historia desde el principio, la historia
oficial, la que comentamos en la cena no es la real. Sabemos que Leta posee
unas piedras mágicas que ha obtenido de una Troll que ha traicionado a los
suyos…
—¿Trolls? Esos son malos ¿No? —Pregunta confusa.
—Sí, son Trolls y no, no son malos, por lo menos no todos. Ya te he
comentado que no somos los únicos en nuestro mundo. —Asiento para que
sepa que me acuerdo —Bien, los Trolls son seres que tienen poderes como
nosotros, la diferencia es que su poder lo obtienen de unas piedras. Dichas
piedras se pueden obsequiar a quienes quieran, siempre que sea bajo la
autorización del rey Brandal. De esta forma otros seres podemos usarlas
para nuestro beneficio. En su momento sucedieron muchas guerras por las
piedras y se acordó entre todos los reyes de nuestro mundo que solo el rey
de los Trolls adjudicaría las piedras y únicamente para el bien.
Toma aire lentamente cerrando los ojos y vuelve a abrirlos, creo que
ahora va a contarme la parte que no va a gustarme.
—Fuimos a su reino en busca de una explicación de por qué
descubrimos las piedras en manos de una traidora a la corona de los
dragones, y descubrí algo más grave.
—¿Qué pasó? —pregunto ansiosa.
—La princesa un día se acercó a mí. —Me tenso sin poder evitarlo, y
unos celos se meten en mi mente con todo tipo de imágenes que no quiero
—. Tranquila mi amor y escúchame. Antes no había hablado con ella más
allá de un saludo formal, pero esta vez se dirigió a mí con una confianza
que nunca ha existido y me comentó que recordaba que la última vez que
nos habíamos visto ella aún era una niña. Ahí cometió el fallo que la delató,
ya que la última vez que habíamos coincidido ella ya era una muchacha
casadera. Supe entonces que esa no era ella y alguien estaba usurpando su
lugar. Aún no hemos encontrado a la verdadera princesa ni tampoco a Leta.
—Pero… ¿Nadie se ha percatado de que no es la princesa?
—Al parecer su prima se aseguró de memorizar cada gesto y su forma de
hablar con sus más allegados y con el futuro esposo de su prima. Con mis
sospechas fui de inmediato a hablar con el rey Brandar que estaba reunido
con Thaso, su prometido, y ellos me confirmaron que sí, que también
habían notado algo raro, sin embargo, no le dieron mayor importancia y lo
achacaron a los nervios de la futura boda. He tardado tanto en volver para
intentar ayudarles. Necesito regresar esta noche para seguir buscando a esa
pobre muchacha, los dragones tenemos mejor olfato y volamos, eso ayuda
mucho.
—Siendo así, jamás me enfadaría contigo. Siempre que sea reciproco y
espero que si tú desapareces ellos puedan ayudarme. Eso no quiere decir
que me haga feliz saber que en unas horas te irás de nuevo sin saber cuándo
regreses. Además, está el tema de Carlos, me preocupa que ese hijo de puta
—cierra los ojos y suspira ante mis malas palabras— pueda estar matando a
más personas. Aunque quizá ya lo ha cogido la policía, no sabemos nada y
eso me deja muy intranquila. Me siento una inútil por no poder ser de
ayuda.
—¡Shhh! Tranquila, todo va a estar bien, pero le debo, por la gran
amistad y el respeto que se ha ganado, el ayudarle a encontrar a su hija, viva
o muerta. Y no pienses en ese hombre pequeña, todo estará bien.
—Lo sé, eres increíble y por eso te amo más. —Abre los brazos y me
acerco a refugiarme en su abrazo, nos sentamos en el sillón y entre caricias
seguimos hablando—. ¿Esa mujer no sospechará nada al verlos allí durante
tanto tiempo?
—Se llama Kurma y piensa que la estamos buscando a ella porque es la
única que se fue poco antes de que Leta desapareciera sin más. Siendo ésta
aún humana, al estar sin sus poderes. Sabemos por mi padre que Neblis la
ayuda, aunque él no sabía lo de los Trolls. Rodan va a venir conmigo para
que entre en su mente, a ver si de esa forma podemos conseguir encontrar el
lugar donde retiene a la princesa Dikha y esperemos que siga con vida.
—Hace días eché a tu tía de la cena y no volvió a reunirse con nosotros.
Tu tío la mantiene controlada. Me odia y le tengo mucho miedo, aunque no
se lo demuestre.
—¿Por qué? ¿Te dijo algo? —pregunta tenso.
—Miró mal a mis hermanos y no me gustó. Así que le dije que se fuera.
—Esa es mi pequeña guerrera. —Sonríe.
—¿Crees que, si alguien me usurpara, tú lo sabrías?
—Estoy seguro de que sí lo sabría. Pero no pienses en eso, estás muy
vigilada y nadie puede llevarte a ningún lado, si no jamás me iría de tu lado
o te llevaría conmigo. Además, nadie sabe de tu poder más que los que
estábamos en la cena, si alguien te usurpa y no sabe de tu poder se delataría.
—Anarfi me ha ayudado a controlar el poder, mira —levanto la mano y
se llena de fuego la acerco a una vela y se derrite. Luego me acerco a su
mano con el fuego y no le quemo a él.
—Es fantástico pequeña, eso también me da algo de seguridad, aunque
sigues siendo humana, y he pensado en terminar la unión aquí y ahora. Solo
tú y yo. Necesito saber que va a pasar contigo, ya obtuviste un poder y
necesito saber que estarás a mi lado para siempre.
—Khonox nada me haría más feliz que ser tu mujer por completo, pero
no podemos hacerle eso a las personas que nos quieren. Esto no lo sabes,
pero Phipai me dijo que le gustaría que lo hiciéramos los cuatro juntos, era
una sorpresa para ti, ya sé los pasos que debemos realizar y me parece bien
que sea juntos. Así que grandullón, te digo que no —suspira y echa la
cabeza atrás y se queda mirando al techo—. Todo va a estar bien, vamos a
disfrutar de este día y a tu regreso nos uniremos para siempre. Phipai me
confesó que ya se entregó a Rax y están esperando entregar su corazón. No
vamos a llevar a cabo eso cuando nos están esperando. ¿No crees
grandullón?
Se queda un rato sin hablar, mirando al techo y creo que se ha enfadado
mucho, de todas formas, no voy a cambiar de opinión, es lo que pienso.
—Siento tanto miedo, pequeña. No puedo perderte ahora que por fin te
he encontrado.
—¡Ya! ¡Se acabó! No me vas a perder soy una guerrera. Tu guerrera.
Confía en mí y vámonos ya, no podemos llegar tarde al mercado.
—Vamos entonces, no voy a convencerte y aunque me moleste estas en
lo cierto, así que a mí vuelta serás mía por completo. Júrame que no harás
ninguna tontería y que estarás siempre con Nan o cualquier dragón que te
proteja. —Pongo los ojos en blanco, él se ríe y me llena besos.
—Te lo prometo mi grandullón.
Salimos del despacho y vamos directos al patio, todos se han ido hace un
buen rato y temo no llegar a tiempo. Él se va tras un muro y se convierte en
dragón y vuelve a mi lado, me toma entre sus garras y vuela alto, como
tanto me gusta ¡Dios, como lo he echado de menos!
—Más alto —grito. Él gruñe y sube más alto. Disfruto como una niña
volando con él y no paro de reír, eso evita que piense cosas que me
entristezcan.
Llevamos volando muy poco cuando los veo en la distancia, volamos
muy alto y son como hormigas. En cuanto Khonox desciende, enseguida
levantan la cabeza para mirar y yo les saludo con las manos, los
adelantamos un poco y vamos más despacio una vez vemos la ciudad al
final del camino.
—Vamos a adelantarnos un poco para cambiar a mi forma humana y
vestirme.
—Vale.
Vuela más rápido y llegamos a la entrada de la ciudad donde hay algunos
en su forma de dragón, todos los que nos ven hacen una reverencia y yo los
saludo con un movimiento de cabeza, me suelta con cuidado y agacha el
morro que lleno de besitos encantada. Se da media vuelta y se adentra entre
los árboles, al cabo de unos minutos regresa ya vestido. Nadie se ha
acercado, pero todos han mantenido un ojo en mí. Cuidándome.
Vamos a las caballerizas, donde irán los demás para dejar los caballos y
les esperamos. Khonox saluda a todos de forma seria y yo soy todo lo
contrario, sonrió a cada dragón o dragona que pasa por nuestro lado. Todo
el tiempo ha estado con una mano en mi espalda guiándome. Me veo tan
pequeñita junto a él que me empiezo a reír a carcajadas de repente y todos
me miran como si estuviera loca, menos mi amor, el ya sabe que es normal
que me ría de repente por alguna ocurrencia de las mías.
—A ver, cuéntame el porqué de esas risas. —Y entre risas le respondo
como puedo lagrimeando.
—Verás, es que eres taaaan grande y yo taaaan pequeñita. —lo digo de
forma tan exagerada que no puede aguantar las carcajadas y si antes me
miraban como si fuera loca, ahora me miran sorprendidos como si el loco
fuera él y lo hubieran cambiado.
Y así nos encuentran los demás. Por el olor todos se dan cuenta de que
hay más humanos y se tensan por instinto, espero que no los rechacen y los
acepten.
—Tranquila pequeña, es normal que su primera reacción sea así al
principio. Todo irá bien mi amor.
Yo no le hablo, solo le miro y asiento con la cabeza sin poder evitar estar
nerviosa. Quiero que, tanto mis hermanos, como los dragones se sientan
agusto.
Todos nos adentramos en el mercado y yo los llevo directos al puesto del
chico que me regaló la pulsera. Quiero comprar pulseras para mis hermanos
y un colgante para mis hermanas, para que, si deciden irse tengan algo con
lo que recordarme.
El chico se me queda mirando nervioso y luego mira a Khonox que veo
que le devuelve una mirada seria, le largo un codazo y me mira.
—Cambia esa cara parece que te lo vas a comer.
—No me gusta cómo te ha mirado. Eres mía. —gruñe fuerte.
—Tranquilo machote, él sabe perfectamente que soy tuya, la pulsera me
la regalo él, así que por favor cambia esa cara de asesino y pon una sonrisa
por mí. —resopla, pero me complace y cambia su gesto sombrío por uno
más apaciguado, aunque la sonrisa aún no asoma.
Me acerco más al puesto y lo saludo con amabilidad, me abstengo de
cometer la locura del otro día y abrazarlo.
—Mi señora.
—Hola, ¿cómo estás? Necesito un encargo especial para mis hermanos y
hermanas.
—Todo bien mi señora, gracias por preguntar. Será un honor. ¿Qué
desea?
—Me gustaría comprar tres pulseras y dos colgantes. —Me giro y les
señalo para que los conozca—. Ellos son mis hermanos y hermanas.
Se saludan de forma educada y él mismo elige las pulseras y los
colgantes que guarda en un trapito y me entrega.
—Son 25 Dran, mi señora. —Saco el dinero de mi bolso escondido entre
el vestido, lo cuento y se lo entrego. —Muchas gracias.
—A ti, por ser tan bueno conmigo el otro día.
—No tiene por qué mi señora, para mí fue un honor poder ayudarla.
Le sonrío y nos despedimos, mientras mis cuñadas compran alguna
cosita más y nos vamos a otros puestos. Estamos llegando a uno de comida
y dos niñas se me acercan con una corona de flores. Se colocan frente a mí
y hacen un movimiento de cabeza muy gracioso, estiran sus manitas cada
una sujetando la corona por cada lado.
Me agacho para estar de rodillas y ellas me la colocan en el pelo entre
las dos, lo llevo suelto y ambas pasan un poco de pelo por los lados para
sujetarlo bien. Terminan y dejan sus manitas a la espalda y agachan sus
cabecitas, la más pequeña imitando a su hermana. Deben ser hermanas
porque el color azul de sus ojos es idéntico, aunque una es rubia y otra
morena.
—Muchas gracias, ¿me regalarías un besito? —Ellas levantan su
cabecita sonrientes y me besan una mejilla cada una y se van corriendo al
puesto de las flores y veo a la misma mujer que me regalo la corona el otro
día—. Gracias. —acerca su mano a su pecho y se inclina.
—Es un honor que esté de regreso mi señora, le deseo que disfrute del
mercado en compañía de su familia.
Me quedo mirando las flores y eso es algo que no se ha dicho para la
unión, en las bodas se usan las flores y quiero mi ramo flores en nuestra
unión. Khonox me abraza y besa mi cabeza.
—¿Qué piensas pequeña?
—Piensa en un ramo de flores —aclara Gal.
—Evolet quiere llevar un ramo de flores como en nuestras bodas, es algo
que siempre ha deseado. Ella fue quien se gastó un dineral en nuestros
ramos. Y nosotras vamos a regalarle el suyo. Si se puede claro —comenta
Luciana.
—Por supuesto que se puede y más si es lo que ella desea. —Afirma
Gal.
—Da igual, no mencionáis las flores en ningún momento para la unión,
así que supuse que eso no era algo habitual aquí. —No puedo evitar que mi
voz suene triste.
—Pequeña, tendrás tu ramo de flores. No te calles las cosas, sabes que
no me gusta, debes decirme todo —suspiro porque sé que tiene razón.
Muchas veces con las chicas hemos hablado de la unión, he querido
decirlo y me he callado por miedo a que me digan que no. Incluso delante
de Gal he evitado pensar en ello para que no se diera cuenta.
—Lo siento. —Lo miro y sonrío—. Quiero mi ramo de flores —digo
ahora emocionada.
Khonox me coge en peso, me abraza, me besa, y yo me derrito. Me
olvido que estamos en el mercado, y escucho que alguien carraspea y nos
saca de nuestra burbuja, y yo escondo mi cara en su cuello mientras todos
se ríen.
—Le avisaremos en el momento en que se requieran sus servicios,
vendré con sus hermanas para comprar el ramo como ellas lo quieran —
informa Gal a la chica de las flores mientras mira a mis hermanas y ellas
asienten contentas.
Así pasamos la mañana entre risas comprando cositas, comiendo y
bebiendo.
—Pequeña despídete de todos quiero llevarte a un lugar antes de volver
al castillo más tarde.
Me despido de todos, y él vuelve siendo un precioso dragón. Como
siempre, agacha su cabeza a mi lado y yo le beso, me coge con sus garras y
volamos lejos. Tardamos en llegar un rato, no sé a dónde vamos, la nieve
desaparece y ya no hace tanto frío.
Acabamos llegando a un lago precioso. Estamos solos me deja en el
suelo y cambia, no se viste, se queda completamente desnudo para mi
alegría y deleite. Me mira como si fuera su presa, se acerca despacio y me
desnuda mientras va besando cada cachito de piel.
Ya desnuda me lleva al agua, que está fría y grito mientras él se ríe de
mí. Me abrazo a su cuello y rodeo su cintura con mis piernas. Me encanta
este lugar.
—¿Cómo se llama este lago?
—Es el lago Egeror. Un día traeremos a tus hermanos a pasar unos días,
nos quedaremos en la posada de la ciudad. ¿Te parece bien? —pregunta y
parece inseguro.
—Me parece una idea magnífica, gracias por pensar en mis hermanos —
murmuro feliz—. Te amo tanto grandullón. Te voy a echar de menos,
encuentra a la princesa de los Trolls y vuelve a mi lado.
—Eso no lo dudes mi pequeña.
Nos besamos y nos entregamos mientras un hermoso paisaje nos rodea.
Sentirlo dentro de mí en el agua es fantástico. Me siento tan amada y
especial como nunca creí posible y juntos llegamos a un orgasmo brutal, al
menos para mí así lo he sentido. Sin poder evitarlo empiezo a llorar sin que
se dé cuenta, pero los espasmos de mi cuerpo por intentar aguantar los
llantos lo alertan.
—¡Ehh! mi amor. ¿Qué ocurre? ¿Te he hecho daño? —lloro con fuerza y
él se asusta—. Vamos dime qué te ocurre, tal vez fui muy brusco, es eso.
—No es e...eso. Te a...amo.
—Ya pequeña cálmate, si todo está bien por qué lloras, me asustaste. No
me gusta que llores.
—So…soy t...tan fe...feliz. —digo entre hipidos.
—¿Y por eso lloras?
—Sííííí —mi llanto aumenta y no puedo parar.
Con cuidado salimos y me abraza yo empiezo a tiritar de frío, y él me da
calor rápidamente con su cuerpo. Nos tumbamos en la hierba mientras algo
de sol nos calienta y nos va secando. Poco a poco me voy calmando y
consigo hablar de forma más coherente, estoy sobre su pecho y sus manos
acarician mi espalda.
—Lo siento, es que estoy muy feliz porque nunca pensé que llegaría a
serlo de esta forma. Aun me cuesta creer que esto sea real y no un sueño del
que no me quiero despertar nunca.
—Es real, nuestro amor es real. Te amo. Sé que al principio te asusté con
mi brusquedad a la hora de dirigirme a ti y no fui muy cordial. Tú me has
cambiado o, tal vez, ahora estoy empezando a ser yo mismo de verdad —
murmura. Sujeta mi cara y me gira para que lo vea a los ojos—. Eres mi
destino, pequeña.
Pasamos parte del día haciendo el amor, sabiendo que vamos a estar
lejos el uno del otro por un tiempo indefinido. Picoteamos un poco de pan
con queso, que no le vi comprar en el mercado, la verdad es que mis tripas
ya estaban rugiendo sin parar provocando su risa.
Cuando llega la hora de volver al castillo no puedo evitar que una
tristeza se adueñe de mi alma, pero lo oculto como puedo, necesito que sepa
que estaré bien para que esté tranquilo y se centre en encontrar a la
princesa. Para que vuelva pronto a mi lado.
Capítulo 22
Empezamos por las Hadas y las mariposas vuelven a rodearme como antes,
revoloteando y una atrevida se posa en mi nariz, la arrugó y junto los ojos
mirándola lo que provoca algunas risitas, soplo y no se va, me encojo de
hombros y así mismo sigo caminando. Miro a Khonox que está aguantando
la risa.
—Tu mejor calladito o te paso la mariposa a ti. —Levanta las manos en
señal de paz.
Llegamos hasta las Hadas, que nos esperan sonrientes porque la jodida
mariposa sigue en mi nariz. Las Hadas son tan pequeñas que caben en mi
mano y se mantienen a mi altura para que pueda verlas, son tan hermosas.
—Os agradecemos su presencia, dada la forma y la premura en la que ha
surgido todo. Ella es Evolet, mi reina. Ellos son el rey Gus Dodds y la reina
Thea Dodds de las Hadas. —Nos inclinamos en señal de respeto.
—Ha sido un placer, sabemos por lo que han pasado y estamos felices
por vuestra unión. —dice el rey.
—Le gustas —susurra con una sonrisa la reina señalando la mariposa de
mi nariz.
—Es muy bonita, también me gusta, aunque me hace cosquillas. —Al
momento se aparta de mi nariz para posarse sobre mi vestido a la altura de
mi ombligo.
—También le gusta tu bebé. —Sonrío más y mi grandullón besa mi
coronilla.
—Es un placer y un honor poder conocerlos. Perdonadme si me
equivoco con los nombres —digo mirando a todos los seres que se han ido
acercando hasta nosotros.
—Evolet, ellos son el rey Noggik Har y la reina Rubink Har de los
Duendes. Y sus dos hijas las princesas Libess y Shimlet Har. —Nos
inclinamos.
—Un placer conocer al fin a la Neushal del rey de los dragones —señala
el rey.
—Para mí también es un placer conocerlos.
—Ellos son el Rey Thanefin y la Reina Leril de los Elfos. Su hijo el
futuro rey Eldrel y su mujer Syl.
Se calla y le miro, algo se mueve delante de mí y fijo la vista al frente en
una Elfa, se nota que es bastante mayor, aunque eso no le resta belleza, su
pelo blanco y sus ojos claros me llaman la atención.
—Y ella es Dhelgriel, la Elfa más antigua que existe y es familia de la
reina Leril. Posee un don especial y quiere usarlo contigo, si tú se lo
permites por supuesto.
—Ehh pues… —miro a Khonox que asiente dándome a entender que
todo estará bien—. Vale.
Se acerca más a mí y toma mi mano entre las suyas parece tan delicada.
Una luz sale de sus manos, intento alejarme y me lo impide, cierro los ojos
y la veo en mi mente, no es como Gal que escucho su voz, a ella la veo.
—Humana, no debes sentirte mal por aquellos a los que le arrebataste la
vida, no eran dignos de seguir respirando. Merecían la muerte. Aún te
queda una batalla por librar, debes estar atenta a las señales y evitar que
mueran más inocentes.
—¿Por qué? ¿Qué va a pasar? No quiero que nadie más muera.
—Lo siento no puedo decírtelo, únicamente prevenirte para que estés
alerta. Debes estar atenta a todo, en algún momento alguien morirá y tú
puedes cambiarlo.
—¿Quién?
—Lo sabrás en su debido momento humana.
—Pero…
Sale de mi mente y abro los ojos, siento un nudo en la garganta y mucha
angustia. Lo que sentí anoche de que algo iba mal a aumentando de forma
considerable, no entiendo nada y más que nunca estaré alerta a todo. Ella
me abraza susurrando, que esté atenta.
Me calmo poco a poco y se aparta de mí, Khonox está serio, quiero
tranquilizarlo, pero… ¿Qué le digo? ¿Qué todo está bien? Sí sé que no es
cierto.
—Ella está bien, se sentía mal por las vidas que quitó, ya sabe que ellos
lo merecían y que no es una mala persona.
—¡Ehh! Te lo dije mi pequeña, no eres mala —suspiro cansada.
—Estaré bien. Vamos a seguir celebrando nuestra unión, aún falta que
me presentes a… —Cierro la boca en cuanto me miran a los ojos, y siento
un escalofrío recorrerme entera, no me gustan. ¿Será con ellos con los que
debo estar alerta?
—Ellos son los príncipes Orcos Goruz y Nazte, a su padre, el rey Raduz,
le ha sido imposible asistir, y ella es la princesa Muza.
—Ehh… disculpad un minuto. —Aparto a Khonox y susurro con la
cabeza agachada y entre dientes de forma que Khonox se ve obligado a
agacharse para entenderme—. No me gustan, me dan miedo y siento
escalofríos mientras me miran. —Lo siento temblar, lo miro y está
aguantando las ganas de reírse—. ¿Estás tonto? —Levanto la voz y el idiota
ya no aguanta más y se descojona a mi costa, lo que provoca que los demás
también se rían.
—Perdona a mis hermanos, querían usar su poder contigo y ver tu
reacción, Khonox les dijo que podíamos hacerlo. Lo sentimos.
—¿Sabes lo incómoda que me estaba sintiendo? ¿Lo difícil que está
siendo todo esto para mí? —digo con los ojos llenos de lágrimas sin
derramar. Su risa y la de todos se corta de golpe y la Elfa es la que empieza
a reírse.
Khonox se intenta acercar a mí y levanto la mano lo más seria que puedo
para frenarlo.
—Esta te la cobro —le digo y ahora sonrío sin aguantar más y miro a
esos hermanos casi iguales y que ahora me parecen menos feos los pobres,
ya me caen mejor ahora que sé que era una broma. Les hago la seña de que
les vigilo con los dedos índice y corazón en mis ojos y luego les señalo—.
Esta os la guardo.
Los hermanos Orcos se miran entre ellos con cara de pasmados y luego
miran a Khonox que parece volver a respirar y una sonrisa traviesa
comienza a formarse, yo no puedo parar de reír. Me acerco a Brandar y le
abrazo.
—Mi niña nos acabas de dar un buen susto, y se lo has devuelto, pero
bien, todos nos lo creímos. —Me río más fuerte.
—Vamos a seguir con la fiesta. Y es un honor para mí, de todo corazón,
poder conocerlos —digo mirando a todos—. Chicas ¿vamos?
Dikha viene a mi lado y se agarra a mi brazo y mira a las demás que,
salvo la Elfa, no se mueven, yo me extraño y miro a Khonox en una
pregunta silenciosa y como no me dice nada pues miro a la Elfa Dhelgriel.
—Humana, quieren saber por qué no estás enfadada con los Orcos.
—Bueno, sé que Khonox jamás me haría daño y que todo era una broma.
—Me encojo de hombros.
—¿De verdad no estás enfadada? ¿No quieres venganza? —pregunta la
princesa Orca Muza.
—No princesa, ella no buscaría venganza por una broma —responde
Khonox.
—Si no falta nadie más por conocer, ¿por qué no vamos a celebrar,
comer y bailar? —pienso en mis preciosos—. Además, tengo ganas de
abrazar a mis preciosos que desde que vinieron mis hermanas, me tienen
abandonada.
—¿Quiénes son? —preguntan varios a la vez.
—Nosotros. —Aparecen a mi lado y pego un gritito que provoca que
todos se rían de nuevo.
—¿Ven lo que tengo que aguantar? —digo cruzando mis brazos—. Os
vais a enterar.
Salgo corriendo detrás de ellos y ahora son ellos los que gritan riendo.
Todos nos siguen a donde será la fiesta, me paro de pronto, miro a mi
grandullón y le saco la lengua y sigo corriendo mientras escucho sus
carcajadas.
La fiesta se hará en el salón grande donde se han colocado mesas y sillas
para los invitados y una mesa grande donde nos sentaremos Rax, Phipai,
Khonox y yo. Al entrar, Héctor se acerca a mí y me abraza fuerte.
—Todos pueden ir entrando menos ustedes —dice mirándonos a Khonox
y a mí. Veo que Rax y Phipai se quedan a nuestro lado mientras los demás
van entrando.
Esperamos hasta que Héctor nos permita entrar. Todo está precioso y me
sorprendo al ver un proyector colocado de forma que todos podamos verlo.
—Este era nuestro regalo de cumpleaños. No pudo ser por las
circunstancias y hemos decidido que este era un momento perfecto en este
día tan especial, además que también es una forma de que te conozcan algo
más. Espero que te guste, bichito. —Cada uno de mis hermanos me abrazan
y me besan.
Una vez estamos todos sentados y en silencio esperando, la pantalla
empieza a funcionar. Y lo primero que se ve es a Héctor.
—Hola, bichito, no te imaginas lo muchísimo que te amamos. Después
de estar a punto de morir dos veces a manos de un monstruo, doy gracias de
seguir vivo y que ya no esté para hacerte daño, disfruta del video que te
preparamos con tanto amor. —Mateo y Alan aparecen en el video junto a
Héctor.
—Te amamos peque —dicen casi al unísono los dos. Siento a Khonox
abrazarme y besarme la sien.
La canción Count on me de Bruno Mars, comienza a sonar y las
imágenes de mi infancia inundan la pantalla, imágenes que ni siquiera sabía
que existían, quiero preguntarles como han conseguido eso, pero no puedo
retirar la mirada de la pantalla.
En una de las fotos estamos Héctor y yo de unos cuatro años llenos de
chocolate, escondidos debajo de una mesa. Recuerdo ese día y la monja que
nos pilló, aunque no que nos sacara una foto, ella siempre guardaba una
sonrisa para todos los niños y murió demasiado pronto.
En esta foto Sor Cristina nos pilló comiendo chocolate a escondidas,
aquí solo estábamos tú y yo bichito.
Aparecen más: en el parque, de excursión en el monte, una de todos los
niños poco antes de morir Sor Cristina.
Van apareciendo varias fotos y de diferentes edades, cada una con una
breve descripción. Hay una que llama mi atención porque no sabía dónde
estaba esta foto. Y me acuerdo de ese día como si fuera ayer.
Miró a Héctor que sonríe con lágrimas en los ojos. Ambos estábamos
muy guapos vestidos, fuimos juntos al cine, los seis en pareja, aunque
nosotros dos no éramos pareja, ya Luna estaba perdonando a Mateo todas
las que le hizo de pequeña.
Está foto es especial para mí, este día me diste mi primer beso después
de confesarte que creía estar enamorado de un chico para que confirmase si
era así o no. Para mi desgracia ese mismo chico nos escuchó y se burló de
mí diciéndome cosas muy crueles y más sintiendo las cosas que sentía por
él.
La foto cambia y se ve una mía con sangre en la cara y algún rasguño
mirando a alguien de forma asesina con los brazos cruzados sentada en una
silla. Me habían castigado.
Así acabaste después de pelearte con él por mí, y como también era uno
de nosotros, llegamos al orfanato y os castigaron a los dos. Le atacaste
como una fiera, tuvimos que separarte entre los tres.
Ahora aparece una foto de Alejandro a mi lado y yo me rio a carcajadas,
jamás vi esta foto. Se le ve a mi lado mientras mi mirada asesina va dirigida
a él, tiene sangre en la nariz, la boca y está lleno de arañazos por toda la
cara, está con los ojos cerrados.
Y eso fue lo que quedó de él, jamás volvió a meterse conmigo, de hecho,
meses después se fue al cumplir dieciocho años y no volvimos a verle.
Pasan una serie de fotos divertidas, también con sus explicaciones. Y
luego otra foto en la que salimos las chicas, nos fuimos de vacaciones a la
playa y estábamos en bikini, Khonox gruñe fuerte al verla.
Esta foto, para los cinco, es un tesoro. Es la última en la que sales con
una sonrisa verdadera.
Esta foto es de unos meses antes de conocer a Carlos, nuestras últimas
vacaciones divertidas, al menos para mí.
Salen más fotos y es cierto, mi sonrisa no es sincera se ve forzada y me
entristece verlo. Se acaba el video con la foto de Héctor y yo llenos de
chocolate. Que provoca risas después de las lágrimas.
Me levanto y voy directa a mis hermanos para darnos un abrazo todos
juntos. Luego voy con mi dragón, que me espera con los brazos abiertos,
me abraza y me besa, demostrándome todo ese amor que yo devuelvo feliz.
Alguien carraspea y es Rax que le hace una señal a Khonox.
—Vamos a bailar pequeña —susurra en mi oído y todo mi cuerpo
tiembla de deseo.
Toma mi mano y me lleva hasta el centro del salón, ya han apartado
algunas mesas para bailar las dos parejas. La música suena y sin poder
evitarlo lloro apoyada en el pecho de mi grandullón al ritmo de esa preciosa
canción.
Suena Perfect de Ed Sheran, que desde que la escuché por primera vez
pensé que sería una bonita canción para bailar con el amor de mi vida el día
de nuestra boda y mis hermanos han hecho eso posible. La canción acaba y
él acaricia mi mejilla y deja sus dedos en mi barbilla para que mire a esos
preciosos ojos que me fascinaron desde el primer momento.
—Te amo mi pequeña, más que a mi vida. —Besa mis labios y me
levanta mientras yo me agarro a su cuello y da unas vueltas en círculo
mientras escuchamos silbidos y gritos de felicidad.
—Te amo grandullón gracias por obligarme a quedarme escondiendo la
llave y por enamorarme con tus defectos y virtudes, eres perfecto para mí y
serás un padre maravilloso. —Termino de hablar entre lágrimas.
Me abraza fuerte, me baja besando mi frente, se incorpora y mi mundo
se paraliza. Una flecha le atraviesa el corazón matándolo en el acto. Le veo
caer a cámara lenta y me giro envuelta en llamas llena de ira directa al
culpable, y a quien veo con el arco es a alguien que debería estar bajo tierra.
En cuestión segundos, todo se vuelve borroso y me encuentro de nuevo
abrazada a Khonox bailando. «¿Qué ha pasado?» Siento mi corazón a mil y
no puedo evitar mirar a todas partes buscando al culpable de lo que acabo
de vivir, para mí ha sido tan real. La canción acaba y repite esas palabras
que me dijo antes.
—Te amo mi pequeña, más que a mi vida. —Y luego me besa y me coge
de nuevo igual que en esa especie de sueño real.
Yo no puedo responderle solo recuerdo las palabras de la Elfa y en
cuanto Khonox me posa en el suelo, no espero un segundo y me giro con la
ira que sentí al creerle muerto. Pongo la mano al frente y derrito con mi
fuego la flecha y llevo el fuego hasta el causante.
—¡Tú, zorra, vas a morir! —le grito.
—No vengo sola, maldita humana —dice mientras grita de dolor. Se
oyen gruñidos fuera y yo mantengo a esa bruja atrapada entre mi fuego.
—Protejan a los niños y a los humanos, rápido. —ordena Khonox con
urgencia.
Todo se vuelve una locura, atraviesan los muros del castillo, y todos los
hombres salen fuera donde hay muchísimos dragones y Orcos esperando
para comenzar una guerra, cuando quiero salir Khonox me frena.
—Ve con tus hermanos, te necesito a salvo —me gruñe y me empuja
dentro fuerte perdiendo el control sobre Neblis, ella escapa y cambia a
dragón.
Capítulo 27
No puedo creer que el día más feliz de mi vida acabe en un infierno. Todo
estaba saliendo a la perfección y en un momento, todo se acabó. No
entiendo cómo ha sido capaz de ver algo que nadie más pudo y salvarme la
vida en el último segundo. Sé que no he tratado bien a mi pequeña ahora,
pero la necesito a salvo, no puedo perderla.
Sin mirarla, cambio a dragón y lucho junto a mis hermanos y mis
guerreros, los leales y se unen a nuestras fuerzas todos los reyes con sus
filas de guerreros.
Muchos dragones nos han traicionado y los Orcos también. Miro a los
príncipes de los Orcos que están quietos frente a su rey. Es como ellos,
igual de grande y con una cara horrible, muy desfigurada por las luchas
pasadas. Presto atención a sus palabras mientras lucho. Derribando a cada
dragón y Orco que pasa por mis dientes y garras.
—Luchad conmigo hijos, este es el final del Rey Dragón, por fin acabaré
con él.
—Eres un traidor padre —gruñe Goruz.
—Lucharemos al lado de los Reyes, tú caerás como el traidor que eres,
nunca fuiste un buen rey. Acabaste con todo lo bueno por lo que luchó el
abuelo —termina Nazte.
—Matar a tu abuelo fue lo mejor para los Orcos, nunca debió firmar el
tratado de paz de todos los reinos, los Orcos somos superiores.
Un rugido proveniente de la entrada nos obliga a mirar y es la princesa
Muza y al lado está mi pequeña, que no me ha obedecido. «¡Maldición!,
¿cuándo escuchará lo que le digo?»
La princesa se lanza sobre su padre y sus hermanos intentan protegerla,
él es más rápido y le asesta un hachazo en el estómago. Ellos furiosos
acaban con él sin miramientos y todos los Orcos, que estaban siendo
obligados a luchar contra nosotros, paran de inmediato. La lucha sigue y
esos Orcos se unen a mis filas para acabar con los dragones traidores y los
pocos Orcos que sí querían mi muerte.
No lo veo venir y un dragón me ataca por la espalda y clava sus
colmillos en mi cuello intentando inmovilizarme. Iluso. En un giro rápido
me deshago de él rasgándome la dura piel con sus dientes. Clavo mis garras
en su pecho y se lo abro sin más, uno menos, estamos dejándolos
inservibles para luego darles la muerte que merecen por traición. Ver al rey
de las Hadas tan pequeño destruir a un orco en segundos sigue
sorprendiéndome. Todos estamos luchando unidos y eso nos hace más
fuertes.
Vuelvo la mirada a mi pequeña que sigue en la puerta, los príncipes
Orcos le han dejado a la princesa a su cuidado hasta que Yiri o Lessla
vengan en su ayuda, espero que sobreviva al ataque de su padre, ellos han
vuelto a la batalla junto a todos los reyes.
No encuentro a Neblis por ningún lado, a quien sí veo es a Romo, miro a
Brandar y él asiente, se lanza a por él y en segundos lo destruye con la
magia de las piedras de los Trolls. Pasan varios minutos más, en los que
casi hemos acabado con todos los que había, pero nos olvidamos de Kurma,
la sobrina de Brandar, que usa sus piedras para quitarme mi poder y
volverme a mi forma humana.
Me siento muy débil, no aguanto de pie y caigo de rodillas. Al momento,
Neblis en su forma de dragón, se pone ante mí.
—He esperado este momento desde que decidiste unirte a una humana,
debiste unirte con la idiota de Leta. Ella era perfecta para ti, yo la puse en tu
camino, pero no, tú esperabas a que esa maldita llave te trajera a tu Neushal.
Intenta atacarme y mis fuerzas vuelven, cambio antes de que me clave
sus colmillos. Una vez he escapado de sus mandíbulas, observo a Kurma
que está ardiendo en llamas y sé que la responsable es mi pequeña.
La lucha sigue y logramos reducir a todos los dragones y matar a los
Orcos. Por suerte no hay que lamentar ninguna baja de ningún reino amigo.
Tengo rodeada a mi tía, pero es mi padre quien debe acabar con su vida. Por
desgracia para todos, por error mató a una dragona equivocada, aún no
sabemos quién era, solo espero que fuera otra traidora y no una dragona
inocente.
—Se ha acabado, este es tu fin. No te queda nada.
—Jamás voy a rendirme, tú no mereces ser rey, esa humana y tu
engendro del demonio morirán.
Aún estoy algo débil por culpa de Kurma y consigue escapar de mí para
ir directa a Evolet. Llega a su altura, cambia a humana y una daga que debía
esconder entre las garras va directa a mi pequeña, pero es Imila quien se
cruza en su camino y ella es quien recibe la puñalada en el pecho.
Cae al suelo muerta y el rugido de Rianri retumba en todos nuestros
corazones mientras se lanza a por Neblis, pero mi pequeña es más rápida, su
poder ha aumentado después de nuestra unión.
Puede elevarse con los brazos abiertos. Grita y nos expulsa a todos con
un golpe de energía, forma un círculo de fuego impenetrable para
cualquiera que ella no permita.
Necesito entrar para protegerla y mis hermanos me detienen antes de
sufrir un dolor horrible por las quemaduras. Rianri intenta entrar y se salva
por los hermanos guerreros Naden y Nemain que le cogen a tiempo, cae de
rodillas llorando por un amor que nunca disfrutó por mi egoísmo.
Evolet está furiosa, Neblis está pasando un infierno por lo que ha hecho,
sobre todo por Imila.
—Traed a Héctor. ¡Ya! —ordena.
Ame va a buscarlo sin dudar de su orden y yo no entiendo para qué
quiere a su hermano. La única que queda con vida es Neblis y no la va a
poder matar.
Cuando Héctor sale puedo ver el terror por todo lo que hay fuera, aun
así, no se amilana y sigue hasta estar cerca de Evolet.
—¿Bichito?
—Escúchame debes entrar dentro del círculo, no sientas miedo jamás te
haría daño. —lo veo temblar y aun así asiente y entra dentro—. Ahora
quiero que le quites la daga a Imila y me la des. Debes ser tú, por favor
Bichito, tú puedes salvarla.
—Está muerta, Evolet —gime nervioso.
—¡No! Debes intentarlo, por favor te lo pido. ¡Hazlo! —grita
desesperada. Héctor acaba sacando la daga del corazón de mi amiga sin
pensar un minuto más.
—Dame la daga y quédate al lado de Imila.
Ya no se oyen los gritos agónicos de Neblis, mi pequeña va apagando su
fuego hasta llegar a Neblis que sigue de pie con la barbilla pegada a su
pecho.
—¡Neblis! Hoy es tu final. —Y acto seguido mata a mi tía clavándole la
daga y sacándola ella misma dos veces. Luego la derrite en su mano y
termina de convertir el cuerpo en polvo, apaga su fuego y sin mirar a nadie
más se dirige a Imila.
—Llevadla dentro deben curarla. Ella tiene vivir.
—Pequeña por favor, está muerta. —Voy a abrazarla y me aparta.
Rianri se acerca a Imila, la toma en brazos y la lleva dentro del castillo.
—¿Por qué no ha despertado? —pregunta mirando a mi padre—. Yo era
humana y te saqué la daga del corazón y Héctor es humano, ¿por qué no
despierta?
—No lo sé —dice con tristeza. Me mira a mí —Asegúrate de que
cumplen la orden de la reina. Tal vez aún Imila pueda vivir. —Asiento y me
dirijo al interior. Hago lo que me pide y ojalá tengan razón.
No entiendo qué importa que sean humanos al sacar la daga o no, es
evidente que con Evolet a mi padre le funcionó de forma inmediata. Lessla
y Yiri han dejado a mis sobrinas con Muza y enseguida ayudan a Imila,
aunque tal y como me miran dudo que viva o más bien que vuelva a la vida.
Su corazón no tiene latido, por lo menos yo por mucho que me concentre no
lo escucho.
Rianri no se ha separado de ella, hablándole, suplicándole que se
despierte, que le dé una oportunidad, que nunca hubo otra dragona, que su
corazón es suyo y siempre lo ha sido. Soy incapaz de interrumpirlo, me
parte el corazón verlo así, ojalá mi pequeña esté en lo cierto y despierte.
Salgo sin hacer ruido y me alejo, mando que avisen a todos los reyes para
que se reúnan conmigo en mi despacho, incluidos los príncipes Orcos.
Espero en la biblioteca a que vengan, los últimos en llegar son los
príncipes.
—Ahora tú eres el Rey, Goruz, vas a seguir el legado de tu abuelo. Un
gran orco con el que tuve el honor de luchar para conseguir la paz.
—Gracias, es un honor que nos acepten después de lo que ha hecho mi
padre.
—No sois culpables de las acciones de otros —objeta Thanefin y todos
asienten de acuerdo a sus palabras.
—Es cierto muchacho, tu abuelo fue un gran amigo que se fue
demasiado pronto. Y a pesar de ser criados por Raduz, sacasteis la bondad
de tu abuelo, Karok estaría orgulloso de los tres nietos que dejó atrás —
murmura Brandar recordando a su amigo.
—Debéis reuniros con vuestros hombres, aseguraos de quienes son o no
leales al tratado de paz y que sigan a su nuevo rey —declara Noggik.
—Es cierto y yo debo volver a mi reino, si mi sobrina y Romo estaban
aquí, tal vez deba lamentar la muerte de algunos de mis hombres. —dice
Brandar.
Estamos varias horas hablando de cómo proceder después de esto, los
que siguen vivos están condenados a muerte y será hoy mismo.
No dejo de pensar en mí pequeña, hoy debería ser un día para celebrar y
hemos acabado en una guerra. Aún no he podido verla, aunque sé que está
en buenas manos, yo… la necesito a mi lado. Pienso en mi padre y me
siento orgulloso, a pesar de no estar aún del todo recuperado ha luchado
como el resto de dragones.
Les pido que se queden aquí a pasar la noche y mañana puedan regresar.
Por fin salimos de la biblioteca, aunque la parte difícil para mí aún está por
venir, hombres que creía leales me han traicionado por unirme a una
humana.
Pudieron matarla y nunca la tocaron, fueron amables con ella, la trataban
con respeto y todo era mentira, estaban esperando el momento para
matarme y todo orquestado por una loca traidora.
Una loca a la que mis abuelos acogieron como a una hija más y que se lo
paga intentando matar a su primogénito y luego a mí. Por suerte todo le
salió mal.
Busco a mi pequeña y encuentro a mi tío en el camino con su mujer
Cisane y su sobrina.
—¿Ocurre algo?
—No, pero ya que estás aquí, quiero presentarte formalmente a mi mujer
Cisane y a su hermana Banity, con todo esto no tuvimos tiempo de hablar.
Pronto nos uniremos y he pensado que podríamos comprar una casa en la
ciudad.
—Me alegro mucho por los dos y por supuesto que no, viviréis aquí, este
es tu hogar y ahora lo es de tu familia.
—Mi señor, por favor. Con todos mis respetos. Son dos bocas más que
alimentar y yo no quiero que mi hermana y yo seamos una carga. Quiero
trabajar y ganar mi sustento. Ser la mujer de Dagud no me hace diferente a
lo que soy ahora.
—Hablas igual que mi mujer. —No puedo evitar sonreír como un tonto
—. Si deseas trabajar, seguro que mi tío puede buscarte un buen trabajo.
—Mi señor eso sería maravilloso.
—Mi mujer se ha quedado sin doncella, quizás quieras ocupar ese puesto
—me dirijo su hermana.
—¿Yo? He trabajado en el campo mi señor no sabría cómo atender a mi
señora.
—Tranquila muchacha. Estoy seguro de que, si estás de acuerdo, ella
estará encantada. Hasta que quieras trabajar en otra cosa.
—Mi señor, sería un honor para mí.
—Perfecto. —Miro ahora a mi tío—. ¿Estás de acuerdo? —Asiente en
respuesta—. Bien, ahora voy a ver a mi mujer. Dagud por favor, mañana
quiero una reunión con todos.
—Bien, los avisaré ahora e iré a buscar una habitación para Banity y
hablaré con Nan para que la guíe al principio.
—Sería lo ideal, nos vemos mañana.
Me voy en busca de mi pequeña y una de las doncellas me comunica que
está ya en mis aposentos.
Me dirijo allí nervioso, no sé cómo me la voy a encontrar y sé que la
noche que tenía pensada, llevándola a la cabaña, se ha esfumado. Está viva,
ella y mi cachorro, y eso es lo único verdaderamente importante. Ya
encontraremos otro momento en el que podamos irnos los dos solos. Llego
a la puerta y respiro hondo antes de entrar.
La encuentro sentada abrazada a sus rodillas moviendo una mano delante
del fuego manipulándolo a su antojo. Está tan concentrada que no se percata
de mi presencia hasta que me siento y la abrazo desde atrás. Ella suspira.
—No se despierta. —Llora derrotada—. Quiero que vuelva.
—Lo sé pequeña, yo también.
—¿Pudiste hablar con ella? —solloza. Cierro los ojos sintiéndome una
basura por no escuchar sus palabras y tal vez ahora nunca lo sepa.
—No pequeña, no le di la importancia que merecía y tal vez sí la tenía.
—No debió anteponer su vida a la mía, si no despierta y realmente está
muerta nunca me lo voy a perdonar —murmura impotente—. Rianri está
destrozado. Quiso hacerle daño mintiéndole y ahora… —rompe a llorar de
nuevo.
—¡Shh! Ojalá su cuerpo necesite sanar para despertar. Solo podemos
esperar. Ahora mi amor quiero que te acuestes, yo aún tengo algo de lo que
ocuparme y debe ser hoy.
—¿Qué hablasteis en la reunión? ¿Qué va a pasar con los Orcos?
Escuché a su padre, ellos no sabían nada.
—Lo sé, todos lo sabemos. Goruz es ahora el Rey y será un gran Rey
para los Orcos. Debemos acabar con los dragones, he de estar ahí y
asegurarme por mí mismo que todos los traidores mueren —gruño lleno de
ira. Aunque quiera quedarme hay obligaciones que debo atender y eso me
mata porque ahora mismo solo deseo protegerla y amarla—. Descansa,
volveré a tu lado lo antes posible.
—No, yo te acompaño. Voy a estar a tu lado grandullón.
—No va a ser agradable, prefiero que no lo veas. Ya hoy has sufrido
suficiente. —Se aparta de mí y se da la vuelta para mirarme.
—Escúchame, ahora soy la reina y debo aprender a serlo, cometeré
fallos, muchos, pero no te voy a dejar pasar por esto solo —Voy a decirle
que no estaré solo, pero pone su mano en mi boca—. Sé que no estarás solo,
pero quiero estar para ti, algunos no eran solo tus guerreros, algunos eran
amigos. —Beso su mano y la aprieto contra mi pecho.
—Esta noche debería ser especial para nosotros y estamos aquí
sufriendo, no sabes cuánto lo siento. —Recuerdo entonces como me salvó
en la fiesta—. ¿Cómo pudiste parar esa flecha que iba a mi corazón?
—No lo sé, lo vi antes de que pasara, o más bien lo viví. Y luego lo
cambié. Te vi muerto y sentí tanto dolor. Aún lo siento, porque para mí fue
real, vi la flecha en tu corazón y tu cuerpo caer inerte igual que vi a Imila y
a ella no le pude cambiar su destino. La Elfa me avisó que estuviera alerta y
que yo salvaría a todos. Y no lo hice, Imila no despierta —Me abraza
fuerte.
Me quedo callado asimilando sus palabras ella sigue siendo humana. Y
aparte del fuego que ya lo domina, ha adquirido un nuevo poder al terminar
su unión y también ahora es inmortal. Creo que nunca será una dragona. Y
es algo que ya carece de importancia para mí, la amo tal y como es, lo único
que me preocupa es el nacimiento del cachorro.
Con su nuevo don puede ver el futuro y cambiarlo, y Dhelgriel lo sabía,
por eso la alentó a estar atenta. Debo hablar con Phipai después, ese no es
un poder común, tal vez ella pueda guiar a mi pequeña sobre cómo usarlo.
Gracias a Anarfi aprendió a controlar el fuego y ahora que es más fuerte lo
domina como nadie, ha sido impresionante verla.
Aunque no esté de acuerdo con que ella esté presente en las ejecuciones
debo darle su lugar, se ha ganado el respeto de cada uno de los seres más
poderosos de este mundo, y yo siendo egoísta, la necesito a mi lado.
—Está bien, vamos.
—Estoy con esta ropa. Espera, me cambio rápido. —Está con uno de sus
ropajes raros y por primera vez no me importa.
—Pequeña, en esa imagen se te vio casi desnuda y por poco me quedo
muerto de celos por lo que todos han visto de mi mujer. No me importa que
te vean así ahora, aunque prefiero los vestidos, sé que así estás cómoda y
quiero que te sientas bien, ¿de acuerdo?
—Sí, vamos primero a ver a Imila y luego a donde nos esperan.
Capítulo 28
Ya han pasado casi seis meses y para mi grata sorpresa mis hermanos Alan,
Luciana, Mateo y Luna regresaron para quedarse de forma definitiva,
dejaron todo arreglado allá para no volver más. Ya han nacido mis preciosas
sobrinitas, que son la alegría del castillo y por supuesto mis preciosos son
sus mayores fans, no se apartan de ellas en ningún momento, salvo a la hora
de dormir. Tienen pocas semanas, la primera en nacer es Leyre la hija de
Luna y Mateo y después vino Danae la hija de Alan y Luciana. Son
chiquitinas y preciosas.
La sorpresa que me dieron al decirme, en una de las cenas en la que
nosotros fuimos a su casa, que se venían para siempre y ya lo tenían todo
preparado, me alegró la vida. Por supuesto viven en el castillo con todos.
Aún guardo el regalo que Brandar me entregó a solas antes de volver a
Senzyras, esperando el momento para ofrecérselo a mis hermanos.
Héctor sigue sin querer venir, ni siquiera a pasar el día y de Nan ya ni
hablar, es tan feliz con el pinypon que es imposible que venga, aunque me
prometieron los dos que vendrían a ver a las niñas y a mi cachorro cuando
estuvieran los tres nacidos.
Ya ha llegado el momento de entregarle a mis hermanos el regalo que me
dio Brandar. Después le mandaré una carta para que venga si lo aceptan y
obre su magia.
Están en el cuarto de juegos que preparé para los niños, donde mis
preciosos Kokel y Rend están ahora mismo con su verdadero amor, espero
que les vaya mejor a ellos que a Nan con Norrus. Ahora ya sé diferenciarlos
por mis picusinas. Kokel está sosteniendo a Leyre y Rend está sosteniendo
a Danae. Con un gesto mío, mis hermanos vienen a un lado de la sala.
—¿Qué ocurre? —preguntan Alan y Mateo al unísono al ver mi cara.
—Veréis, en el enlace de la princesa Dikha, el rey Brandar me entregó
unos regalos para mis hermanos y sobrinas, y ahora que han nacido es el
momento que sepáis que regalo es.
—Qué intriga, suelta ya el regalo —dice Luna ansiosa. Saco los
colgantes de oro con una piedra de Onix Negro.
—Es precioso —murmura Luciana.
—Sí lo es, y muy especial también. Escuchadme bien, ¿vale? La
decisión es solo vuestra. —Espero a que asientan los cuatro—. Estas
piedras proporcionan vida, no os da la inmortalidad, pero envejeceréis
muchísimo más lento, no sé cuánto exactamente, aunque sí me aseguró que
muchísimo tiempo, no padeceréis enfermedades y estaréis siempre sanos.
Colgándolo en el cuello es efectivo, el problema es que se os puede caer y
perderlo, y no habrá otra piedra igual nunca. Así que el rey me ofreció que
lo incrustaría en vuestro corazón bajo su magia, de esa forma nunca podrían
perderlo. Por el momento os lo entregaría a los cuatro, si lo aceptáis. Ya os
conté lo que los gemelos desean con vuestras pequeñas.
—Los niños nos gustan y son un cielo y sé que tratarán a nuestras hijas
con amor, también sabemos que ellas vivirán y nosotros no —murmura
Alan triste.
—Os doy la oportunidad de cambiar eso con estos colgantes, una vez
que os los coloquéis serán vuestros para siempre. Os tengo que hacer una
pequeña incisión en el dedo para que vuestra sangre toque la piedra y luego
Brandar vendrá y os la incrustará en el corazón.
—¿Va a doler?
—No, me aseguró que no sentiréis nada.
—¿Y Héctor?
—Luciana cariño, él ha de escoger entre tres opciones. La primera es que
perdone al dragón tonto que le rompió el corazón, la segunda que use la
piedra y la tercera vivir una vida normal y morir.
Al final aceptan y dos días después ya poseen la piedra en su corazón.
No saben cómo agradecer a Brandar por tan maravilloso regalo y yo
muchísimo menos porque me dio la oportunidad de disfrutarlos muchos
años a mi lado.
Al acabar el día, Khonox vuelve de Egas, por suerte para mí ninguna
dragona ha vuelto a intentar nada con mi dragón, confío en él por completo,
mis inseguridades eran mi debilidad y eso se acabó. Yo ya he cenado y
estoy leyendo un libro tranquila cuando entra en la habitación, viene directo
a mí, me besa y luego baja a besar y hablar con nuestro cachorro.
—Hola, mi guerrero, espero que te hayas portado bien y no estés
cansando mucho a mamá. —Da unas patadas en respuesta que nos saca
unas sonrisas y nos miramos con amor—. Es muy fuerte.
—Lo sé, soy yo quien recibe las patadas en mis órganos —digo feliz.
—¿Todo bien? —Asiento feliz y le beso de nuevo.
Mi barriga ya es grande, bastante más de lo que debería y eso que aún
me faltan casi tres meses, únicamente escucho un corazón, llegué a pensar
que venían dos.
Todavía no sabemos qué nombre elegir, a ambos nos gustaría que el
primero fuera un niño, por si acaso quiero elegir nombre de niña también,
que nunca se sabe.
—¿Has pensado ya algún nombre grandullón?
—No, todavía no, quiero verle la cara.
—Me parece una buena idea, yo he pensado de niñas y niños por si
acaso, aunque no son de dragones, son de mi mundo.
—El que decidamos juntos será perfecto pequeña.
Me coge y me lleva a la cama, me desnuda besando todo mi cuerpo y
con mucho cuidado me hace el amor, mi barrigota nos incomoda bastante y
no puede ser tan salvaje, eso será para más adelante.
Me dejo dormir entre sus brazos, y como ya sabía, tuvimos que cambiar
a la posición de la cucharita, aunque no me quejo, sentir su calor en mi
espalda y una de sus manos sobre mi barrigota me encanta. Jamás fui tan
feliz, me falta que llegue su nacimiento y sostenerlo entre mis brazos.
Quién me iba a decir que durante el verano dejaría mi trabajo y ese
horrible sonido que tanto me acompañó y martirizó nunca más volvería, que
mi vida cambiaría tanto. El miedo casi me vence, pero ya no siento dudas,
las quemé de mi mente para siempre. Tengo a mi lado un dragón
maravilloso y sé que será el mejor padre del mundo.
***
FIN
Agradecimientos