Está en la página 1de 324

Eres mi destino,

pequeña.

La isla de los dragones 1

Jennifer Díez
Título: Eres mi destino, pequeña.
Serie: La isla de los dragones 1.
© 2020 Por Jennifer Díez.
Maquetación: Jennifer Díez.
Portada: Jennifer Díez.

Todos los derechos reservados. Queda totalmente prohibido reproducir el


contenido total o parcial de este texto sin permiso expreso de la autora.
Incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la
distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
Todos los nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de
la imaginación de la autora. Cualquier parecido con personas vivas o
fallecidas es mera coincidencia.
Índice:
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Epílogo
Agradecimientos
Biografía
Dedicatoria

A mi marido, por su apoyo en esta nueva aventura, y a mi pequeño, por


estar a mi lado siempre.
Capítulo 1

Siento como si se me fueran a salir los pulmones por la boca. ¡Joder! ¡Llego
tarde!
No sé qué me está pasando, duermo muy poco por culpa de los malditos
sonidos que no paran en mi cabeza. Me están volviendo aún más loca de lo
que estoy. En fin, que desde hace una semana esos sonidos leves que me
han acompañado toda mi vida, siempre presentes y que durante las noches
era un ligero silbido, ahora han aumentado e incluso no ceden en las noches
y es insoportable.
Se me notan las ojeras por no descansar, ya he llegado tarde tres veces al
trabajo y eso no es normal en mí. Atravieso la puerta de la librería a toda
leche, llevándome en el camino el cartelito que mi jefa se empeña en dejar
en la entrada. ¡Dios que fastidio! Me mira con mala cara. ¡Uff, mal
empezamos, ya sé que hoy no me libro!
—Evolet, a mi despacho. ¡Ya! —Levanta la voz.
—Si jefa, allí voy.
Pongo los ojos en blanco al darme la vuelta para que no pueda verme y
me dirijo a su despacho. Para que os hagáis una idea, su despacho no es otro
que una simple mesita incrustada a presión en el almacén, con un ordenador
portátil de diez pulgadas y usa a modo de silla de escritorio una papelera al
revés, que ya he perdido la cuenta de las veces que la ha cambiado en los
casi tres años que llevo trabajando para ella.
Me adentro en el almacén, que es un espacio diminuto lleno de
estanterías metálicas que usa más de archivo que otra cosa. Zigzagueo entre
las cajas de libros que aún no ha dado de alta, ya que está esperando que sea
yo quien acabe haciéndolo, y paso el tiempo mirando las telarañas del techo
a que la reina del drama venga.
La espero y espero... Y a mí me va entrando un no sé qué, qué me está
poniendo mala, hasta que veinte minutos después aparece la muy hija de
puta.
La miro, me mira... Sabe que no aguanto estas tonterías por muy jefa mía
que sea y encima la odio, solo un poquito, pero la odio. Empieza la función
dramática y le pido al cielo no acabar despedida.
—Evolet querida, no sé qué te pasa, llevas unos meses fatal, no rindes en
el trabajo y…
No termina la frase, la interrumpió de inmediato levantando la mano al
frente, viendo su cara roja por la interrupción.
—Paula querida —digo con retintín—, he llegado tarde tres días en esta
semana, cuatro con hoy y rindo perfectamente —espeto tranquila.
¡Mejor que tú! quiero soltar, me muerdo la lengua. Al menos de
momento.
—No me interrumpas, mal educada —grita.
¡Uff! Por ahí no paso, lo estoy intentando de verdad, pero ¡joder! ¡No
puedo!
—Paula, a mí no me grita nadie, ni siquiera tú. —Se ofende colocando
una mano en su pecho con la boca abierta— Sí, he llegado tarde, es cierto,
no estoy pasando por un buen momento ahora mismo. Incluso llegando diez
minutos tarde he rendido como siempre y lo sabes —le aclaro intentando
calmarme contando mentalmente hasta veinte, porque con diez no es
suficiente.
—Por dios acabas de cortar mis palabras, eso es de mala educación —
exclama sonriendo. ¡Malo! —, claro es normal, es lo que pasa cuando eres
criada en un orfanato. No te ofendas, querida —suelta sintiéndose superior.
—No me ofende provenir de un orfanato —digo levantando la voz lo
suficiente para que me oigan los clientes que seguro están fuera esperando
ser atendidos, estoy segura de que no ha puesto el cartel de «vuelvo en 5
minutos»—, sin embargo, me ofende trabajar para una mujer egoísta que
solo piensa en el dinero, una amargada a la que ni su marido aguanta y
prefiere a sus amantes.
—No te permito que…
Ella parece una olla a presión a punto de explotar, con ganas de matarme
por interrumpirla de nuevo.
—¡Shhh! —le interrumpo intentando estar calmada, a la mierda el
trabajo, mi lengua me pierde y he aguantado demasiado— Llevo tres años
aguantando tus malas y ofensivas palabras sin motivo, tus gritos cuando
algo te sale mal a ti y te descargas conmigo, es lógico si no tienes ni puta
idea de llevar una librería y que si sigue abierta es gracias a mí. Yo te he
ayudado a levantar el negocio que estaba casi en la quiebra por no saber
desempeñar el oficio. Tu marido te compró todo para que le dejaras en paz
y estuvieras entretenida, gracias a mis ideas, de las que te apropias como
tuyas sin quedarte ni roja de vergüenza y amenazándome con despedirme si
digo algo, funciona todo. Así que se acabó ¡Dimito! Quédate con tu librería,
a ver cuánto te dura. Adiós Paula.
Por primera vez en tres años vi miedo en su cara porque sin mí, cerraría.
No sabe nada y su marido no va a ayudarla, al contrario, desea su fracaso.
Qué bonito es el amor ¿verdad?
—Por favor no te vayas, no te gritaré más —me ruega con carita de
pena.
Y casi, casi me convence, pero no. Estoy cansada de que por ser buena e
intentar ayudar, como me enseñaron, me hagan daño a mí.
—Adiós Paula. —repito tajante y muy seria— Prepara los papeles y
avísame, estaré fuera esperando para firmar, me quiero ir ya.
—¡No sé qué papeles son! —grita. Está histérica viendo que ya no puede
conmigo y que, si antes podía, es porque yo se lo permitía— ¿Qué debo
preparar?
—Llama a una asesoría, ese es tu problema no el mío, ya me cansé de
ver tu despacho ¡ah!, por cierto, hazlo rápido que seguro no cerraste la
puerta y no dejaste el cartel y hay clientes fuera esperando... —le digo entre
risitas. Luego levanto mi mano y le digo adiós moviendo los dedos, me giro
y salgo.
Dos horas después, al fin puedo firmar los dichosos papeles y me voy
para no volver.
Al salir de la librería me coloco los cascos de mi iPod, y me voy a pasear
al parque para pensar un rato.
Soy española, ahora vivo en la isla de Tenerife. Donde nací... No lo sé,
tampoco es seguro, ya que cuando me dejaron mis padres yo tenía 2 años y
no dejaron más datos que mi nombre, así que no sé de qué manera saber de
ellos y tampoco es que me importe mucho. Dijeron que no podían cuidar de
mí y que estaría mejor ahí y adiós muy buenas, me dejaron en un pueblo
donde había un orfanato y las monjas se quedaban con los niños.
Aunque con el paso de los años no me duele pensar en ellos, si me
entristece. Tengo la suerte de poseer una familia a la que escogí yo, mis
hermanos de orfanato o como preferimos llamarnos «El equipo Z».
Sigo caminando por el parque García Sanabria mientras voy pensando en
ellos y me siento feliz por conservarlos en mi vida. Somos seis: el primero
es Héctor, el soltero de oro y gay, que no quiere ataduras y disfruta del sexo.
Como yo, no cree en el amor y siempre me dice que debo tener telarañas
por la falta de uso, a pesar de que nos contamos prácticamente todo hay
cosas que prefiero dejar solo para mí y no sabe nada de mi vida sexual.
Luego están Alan y Luciana que se enamoraron desde niños y siempre
han estado juntos, son felices y estoy deseando que me hagan tía. Y por
último están Mateo y Luna: ella siempre estuvo enamoradita de Mateo y él,
como niño que era, no hacía más que fastidiarla y ella acabó sintiendo un
amor-odio. Se hacían la vida imposible el uno al otro hasta que Luna
cumplió los dieciséis años y Mateo de diecisiete empezó a verla con otros
ojos y ya no quería fastidiarla sino todo lo contrario: quererla. Pero ella le
hizo unas cuantas perrerías hasta que al final el amor ganó al odio y ahí
siguen felices.
Al salir del parque decido meterme entre las calles sin rumbo, caminar
mientras sigo pensando en mis cosas.
El sonido se ha ido acentuando un poco más conforme voy bajando por
la calle del Pilar. No le presto mayor importancia, ese sonido que ya lleva
fastidiando mi vida treinta y un años y me llevó a una situación complicada
que he mantenido en secreto. Me dejó marcada e hizo que mi corazón se
hiciera de piedra, en lo que al amor de pareja se refiere, puesto que con mi
familia suelto amor por cada poro de mi piel.
Ya ni sé dónde estoy, nunca vine por aquí, no que yo recuerde al menos.
Ese pitido ya se está haciendo insoportable, me cuesta mantener los ojos
abiertos y me paro al lado de un escaparate de una tienda de antigüedades,
entro y siento una punzada que me hace llevarme las manos a las sienes y
me inclino hacia delante. La dependienta se acerca a mí preocupada.
—¿Estás bien mi niña?
—¡EH! Sí perdone, ya me encuentro mejor, es esta migraña que no me
deja tranquila, muchas gracias por preocuparse. —Intento sonar
convincente a pesar de que parece que la cabeza me va a estallar.
Miro a mí alrededor y de repente mi mirada se posa en algo que parece
ser una llave guardada en una vitrina de cristal. Y mientras me enderezo
para ir hasta la llave, el sonido, ese que me ha acompañado toda mi vida, al
menos desde que recuerdo, como si fuera cosa de magia se para. Así sin
más, ya no hay sonido, el dolor desaparece y llega tal alivio a mi mente que
empiezo a reírme yo sola y debo de parecer una loca en potencia porque la
dependienta de pelo blanco, recogido en un moño, regordeta y entrada en
años me mira como tal.
Ahora que puedo mirar todo con calma, por primera vez en mi vida,
puedo observar cuanto me rodea y me encanta. Siempre me han fascinado
las cosas antiguas, sobre todo si hay una historia detrás, como a quién
perteneció o si fue robada en algún momento de la historia. Soy muy
imaginativa, lo sé, siempre quise estudiar historia, y como yo no era una
estudiante de becas y no me podía permitir pagarme la carrera desistí. Eso
no impide que me empape de todo lo que pueda en bibliotecas, internet o
escuchando a las personas sobre su vida pasada, aunque en ocasiones sea
inventada, no me importa.
—No conocía la existencia de este anticuario, ¿lleva mucho tiempo
abierta? —le pregunto interesada.
—Sí, llevamos más de cincuenta años abiertos querida, por lo que puedo
apreciar en tu rostro te gustan las antigüedades —responde sonriente.
—Sí, ¡me encantan! —digo emocionada.
Y mi mirada se dirige de nuevo a esa vitrina y a esa llave, y ahora sí, me
acerco para mirarla bien.
—Es hermosa y parece muy antigua, ¿qué historia esconde esta llave? —
Le pregunto con mi cara casi pegada al cristal.
—Bueno no sabría decirte a ciencia cierta, sé que viene de Noruega y
que perteneció a los vikingos. Está hecha de hierro, el mismo que usaban
para crear las hachas y espadas y no les ha sido posible datar el año, o al
menos, eso le dijeron a mi nieto en la compra. Está a la venta, por si te
interesa —suelta como quien no quiere la cosa y yo quiero esa llave, algo
me dice que debo comprarla.
—¿Qué vale la llave?
—Bueno querida, mi nieto la compró por 30 € si te la vendo por lo
mismo no ganaré nada, ¿te parece bien 40 €? —pregunta esperanzada por
finalizar la venta.
—Le pagaré 60 €. Solo dígame en qué lugar la compró su nieto por si
alguna vez puedo ir a Noruega a investigar la historia de la llave, si es que
esconde alguna.
De repente la señora se pone colorada, hasta me asusto pensando que le
va a ocurrir algo. Me mira con carita de arrepentimiento y me percato que
me ha tomado el pelo y me río a carcajadas, si no le llego a preguntar por el
nombre del lugar me la cuela, pero bien, igualmente no me voy a ir sin la
llave. ¡Esa, ya es mía!
—No se preocupe quiero la llave igual y le pagaré lo que le dije, pero sí
me gustaría saber si la compró su nieto en Noruega o si simplemente se la
encontró en el camino a su casa —le pido con cariño.
—La verdad querida, es que se fue de viaje con sus amigos a Noruega a
ver los furdus o como se llamen —Intenta rectificar al verme descojonada
—se la encontró allí. No sé decirte como se llama el sitio exacto porque
esos nombres son imposibles de decir, pero sí es traída de Noruega, eso
seguro —murmura arrepentida y avergonzada por la pillada.
—Le agradezco que me diga la verdad, así que me la llevo —digo feliz.
Ella la coge de la vitrina y me fijo que lleva una especie de cadena echa
de tiras de cuero trenzada así que le digo que no me la envuelva y me
cuelgo del cuello. La llave no es muy grande y me queda justo por encima
del canalillo. Le pago y salgo del anticuario despidiéndome de la ancianita
feliz.
El sonido sigue sin aparecer y es algo que no puedo entender y que me
hace feliz. Ahora con mi llave, estoy dispuesta a encontrar su historia como
sea, pero pronto, mientras encuentro otro trabajo y viviré del paro y de mis
ahorros.
Decido sentarme en una cafetería para contarles a mí «Equipo Z» la
nueva noticia del trabajo. Una vez traen mi poleo menta, cojo el móvil y les
mando un audio donde les comento por encima lo sucedido en la librería, al
llegar de nuevo tarde. Por suerte estoy sola dentro, la mayoría están fuera
aprovechando el calor del verano, estamos en pleno agosto así que nadie me
escucha y no tardan en llegar contestaciones.

Héctor: Me alegro de que pusieras a esa bruja en su lugar, nunca te


ha valorado, no te preocupes seguro que encuentras algo pronto bichito.

Luna: ¡Ohh! ¿Lo grabaste en video?

Héctor: ¡Por dios! Luna, que ocurrencias tienes, peores que las mías.
Bichito, ahora lo que vas a conseguir es aprovechar el tiempo libre para que
te quiten esas telarañas que ya va siendo hora. Voy a pedir hora con mi
esteticista para que te quiten ese matojo.
Me atraganto con el té y empiezo a toser, la camarera se acerca para ver
cómo me encuentro y le hago señas con la mano indicando que estoy bien y
no ha sido nada.

Luciana: Ja, ja, ja, yo os acompaño que quiero verle la cara cuando le
retiren la cera. ¡Eso no me lo pierdo!

Alan: Peque no hagas caso a ese loco, tú lo que debes hacer es salir a
cenar con mi amigo Fran y si surge pues te quitas las telarañas. Ja, ja, ja eso
nunca viene mal.

Héctor: Que poco la quieres, ese feo no es para mí bichito. Ella se


merece algo que le haga mojarse las bragas y no que le provoque arcadas.

Luna: No es tan feo, pobrecito de Fran.

Luciana: Luna es feo lo mires por donde lo mires, la labia le salva.


Eso con Evolet no le sirve.

Luna: Pues a mí me cae muy bien y me parece perfecto, yo apoyo la


idea de Alan, ¿cuándo podríamos concretar una cita? Necesita enamorarse,
ya se está haciendo vieja.

Luciana: Necesita un polvo o varios, no enamorarse, cielo.

Yo estoy flipando con estos locos que tengo por hermanos.

Héctor: Luna, que tu historia acabara en amor, es perfecto, pero no


puedes querer lo mismo para Evolet.

Luna: Y para ti también quiero el amor, por eso tienes una cita
preparada con un chico que conocí el otro día en el bar.
Mateo: Amorcito, ¿la cita no será con el chico nuevo que entró a
trabajar de camarero en el bar?

Héctor: ¿Está bueno?... Me vale.

Luna: Si… ¿por qué?... Cariñito.

Mateo: Porque... ¡NO ES GAY! ¿Tú le dijiste que era con un chico?

Evolet: HELLO!!!! es de mí ¡NO! trabajo de lo que tendríamos que


estar hablando y no de mis telarañas en el matojo, ni de la cita a traición que
le acaba de preparar a Héctor. Y por Dios, ni se os ocurra concertar una cita
con Fran, ¡NI CON NADIE!

Luna: Vaaaaaaale, que sepas que así no vas a encontrar nunca el


amor y se te va a pasar el arroz.

Eso dolió, ella me conoce y sabe lo que deseo ser madre, hasta he
llegado a pensar en la inseminación artificial, precisamente, por que en
pocos años se me va a parar el reloj biológico. Ya me informé por la
adopción y en mi caso, sin marido, es muy difícil y ahora para colmo sin
trabajo, pues menos aún. La vida a veces te pone las cosas bastante jodidas.

Héctor: Lunita cariño, ¿qué día es esa cita? Si no es gay a lo mejor se


anima a descubrir nuevos horizontes.

Alan: Buenoooo, por donde va la conversación. A ver, vamos a


centrarnos. Peque, debes salir y conocer chicos o chicas porque la verdad es
que de tu vida sentimental desconocemos todo y mereces ser feliz, como lo
somos nosotros. Hasta Héctor, sin una relación estable dispone de vida
social. Necesitas amigos, salir de tu zona de confort, conocer gente nueva y
que te concedas la oportunidad que te niegas.

Evolet: Ya estáis vosotros a mi lado, gracias por tus palabras, pero no


necesito a nadie en mi vida, soy feliz así.
Sabía que era una mentira enorme y que desde luego ninguno se la iba a
creer. Porque en el fondo, muy en el fondo, sé que necesito algo más para
ser feliz, eso a lo que me niego por miedo a que me traicionen de nuevo y
soy incapaz de romper esa piedra en la que se ha convertido mi corazón
para el amor.
Necesito un cambio en mi vida, que ese maldito sonido no haya vuelto es
algo que me desconcierta y creo que es el momento. Se me ha ocurrido una
idea y ahora solo debo tener valor y salir, como dice Alan, de mi zona de
confort. Sé que sospechan que algo me pasó hace años y nunca me han
preguntado, supongo que por miedo a que me cierre más en mí misma y me
pierdan.

Evolet: Cambiando de tema. Ahora que soy una chica en el paro con
mucho tiempo libre seguro que se me ocurre un plan hasta que tenga un
nuevo trabajo, nos vemos mañana en la cena.

Ellos siguieron hablando y cerré la conversación, no necesito que me


digan lo que ya sé. Aunque sepa que me dicen las cosas porque me quieren,
eso no hace que sea menos doloroso. Si supieran ese secreto que tan
celosamente guardo, seguro que hasta dejarían de mirarme de la misma
forma y ellos son lo único que me queda, no los puedo perder, ya es
suficiente con que yo misma sienta asco por lo que pasó.
Mañana es sábado y como cada sábado cenamos todos juntos, es una
forma de no perder el contacto nunca y contarnos qué tal nos ha ido la
semana. Le toca cocinar a Héctor y es malísimo, todo se le quema. Después
haré un postre para llevarlo e iré un ratito antes que los demás para arreglar
la cena y que sea comestible.
Decido que ya va siendo hora de llegar a mi casa. Antes me paso por el
supermercado para comprar lo que me hace falta para el postre, unas
palomitas y refresco para ver alguna peli y desconectar.
Por fin llego a casa, dejo la compra en la barra de la cocina, me quito la
llave del cuello. Una duchita rápida y me cuelgo la llave de nuevo y me
pongo mi ropita de estar por casa.
Mi casa es pequeña, perfecta para mí, porque se limpia rápido y suelo
dejar todo recogido antes de salir. Está en un edificio pequeño en La
Laguna, solo tiene tres plantas, aunque con ascensor, yo vivo en el medio.
Al entrar en mi casa está el baño a la derecha, un pasillo con un armario
empotrado de cuatro puertas, que me viene genial, al final del pequeño
pasillo está la cocina con barra americana y seguido el salón donde está mi
rincón favorito con mi tele y mi sofá, una pequeña estantería con libros y
fotos de mi familia, un balconcito y mi cuarto con mi camita de matrimonio
al frente, sus mesitas de noche y otro armario, no necesito nada más para
mí. Es mi lugar, solo mío, donde me siento segura y a salvo.
Me dispongo rápido a preparar el postre de chocolate y en media hora ya
está metido en la nevera listo para mañana. Meto las palomitas al
microondas, me lavo las manos mientras se van haciendo y busco algo en la
tele que me llame la atención hasta que veo que están dando Pretty Woman.
¡Me encanta! Como está empezando decido verla, las palomitas ya están
listas y me acomodo en mi sofá con mi bol al lado y me centro en la
película.
Hasta ese momento no soy consciente de lo mucho que debía de
esforzarme antes para poder centrarme con ese sonido incansable, que por
arte de magia no ha vuelto y espero que no vuelva jamás. Termino de comer
y dejo el bol sobre la mesita frente al sillón y me acuesto de nuevo, estoy
tan cómoda que poco a poco se me van cerrando los ojos sin poder evitarlo
y acabo quedándome dormida en el sofá.
Capítulo 2

Siento un aire gélido en mi cara. Tengo mucho frío, me castañean los


dientes, alargo la mano para coger una manta, toco a mí alrededor
buscándola y no noto mi sillón sino algo frío y húmedo, abro los ojos para
asegurarme y miro a los lados desconcertada, estoy tumbada sobre nieve,
debo estar soñando, pero me estoy congelando el culo, así que me levanto.
Estoy descalza y con el camisón, me abrazo a mí misma para intentar coger
algo de calor, es imposible.
Es de noche, la luna llena me deja ver un poco, todo está cubierto de
nieve, oigo el mar rompiendo contra la costa, aunque no logro verlo y al
fondo creo distinguir montañas, pero no estoy segura. Intento caminar y mis
congelados pies se hunden más en la nieve haciendo casi imposible
adelantar un paso. Oigo un ruido y freno mi intento de dar ese paso, miro
sin parar a todas partes buscando de donde proviene esa especie de sonido
sibilante que parte el gélido viento, hasta que miro hacia el cielo y lo que
veo me deja sin respiración.
Estoy segura de que la silueta es de algo parecido a un dragón, de esos
enormes que escupen fuego en los libros de fantasía. Es gigantesco, oscuro
y con las alas muy grandes, aunque con tan poca luz no sé qué pensar. Me
invade un terror como nunca antes había sentido y grito con todas mis
fuerzas sin poder evitarlo, aun sabiendo que eso llamará su atención, y así
es.
«¡Mierda!».
Intento correr para buscar un lugar donde esconderme, pero no puedo
mover un músculo, estoy congelada y soy incapaz de seguir mirando a esa
figura de ojos violetas y brillantes que consigo distinguir desde la distancia.
Parece que se dirige directo a mí, aunque ya no estoy segura, solo cierro
mis ojos e intento abrazarme más fuerte y lo último que pienso es en esos
ojos violetas.
Me despierto sudando y gritando, intento calmarme porque sé que es una
pesadilla. Miro el reloj y son las tres de la mañana y al respirar sale vaho de
mi boca y sigo tiritando, mi piel está fría y me fijo que no es sudor y que
hay restos de nieve a mí alrededor, los dedos de mis pies y manos están
rojos.
Me levanto como puedo y me acerco al baño, me meto en la bañera y
echo agua templada por mi cuerpo, sobre todo en los pies. Me quito el
camisón empapado y voy dejando que la bañera se llene. Intento no pensar
en lo que ha pasado, estoy aterrada y aún siento la mirada violeta de ese ser
que me perseguía. Me abrazo a mis piernas mientras el agua termina de
cubrirme, y lloro, lloro como hacía años no lloraba. Poco a poco voy
entrando en calor, el tiempo pasa y todo me parece tan real que me asusta.
Me voy calmando y salgo cuando ya he entrado en calor, voy a mi cuarto
y me visto con un pijama que me abrigue, porque aún siento parte de mi
cuerpo congelado, a pesar de que estamos a más de 25 °C. Me cubro los
pies con unos calcetines gordos y con miedo aún, me meto en la cama.
No consigo dormir hasta que la luz empieza a entrar a través de las
cortinas y mi cuerpo está tan cansado que caigo en un profundo sueño. Me
despierto horas más tarde sudando a mares sin saber por qué estoy tan
abrigada. Empiezo a despegar la ropa de mi cuerpo, mi largo pelo está
pegado a mi cara y me hago un moño, desnuda me dirijo al baño y veo el
camisón tirado en el suelo y empapado y la bañera todavía llena de agua, ya
fría. No consigo recordar qué me pasó anoche, lo último que recuerdo es
quedarme dormida viendo Pretty Woman.
Me doy una ducha rápida para eliminar el sudor y ver si se me quita esta
ansiedad que siento sin saber por qué. Me seco el pelo un poco con secador
para quitar la humedad y lo dejo suelto, me llega liso hasta la cintura y me
gusta que se seque al aire. Voy en dirección a mi cuarto y al pasar por el
sillón veo que está mojado, me acerco por si son imaginaciones mías, y al
tocarlo el recuerdo de la pesadilla viene a mi mente de golpe. Ahora
recuerdo de forma clara la figura de un dragón volando directo a mí, con
unos ojos violetas que me aterran, no entiendo nada. Recuerdo el frío y la
nieve por mi cuerpo al despertar, mierda, debo de estar volviéndome loca.
Dejo de pensar en esa pesadilla y me visto en mi cuarto con una camiseta
de manga corta y un pantalón vaquero también corto. Limpio la casa y dejo
las ventanas abiertas para que se seque el sillón.
Dos horas después, a eso de las dos y media, me tumbo en mi cama y
pongo la alarma a las cinco para vestirme e irme a las seis y media para
ayudar a Héctor con la cena. No he desayunado y tampoco he comido nada,
aunque quiera, no me entra nada de comida y eso es raro en mí, porque mis
kilitos de más están por algo, pero el cansancio me puede.
Al sonar la alarma del móvil me levanto como un resorte, no voy a
arreglarme mucho y no suelo maquillarme: un poco de colorete, anti ojeras,
que se me marcan mucho por la falta de sueño, un poco de pintalabios rosa,
máscara de pestañas y listo. Me visto con una camisa blanca con un
unicornio rosa, unos leggins negros y unos tenis blancos. Siempre suelo ir
con ropa sencilla, menos cuando es un día señalado, que ahí si me maquillo
más y me visto más acorde, aunque luego me maten los tacones. Los
sábados en estas cenas, aunque son especiales para mí, no necesito
emperifollarme a tope.
Dejo todas las ventanas cerradas, cojo el postre y una muda de ropa
porque seguramente pasaré la noche allí. Me voy en mi coche hasta la casa
de Héctor, que no vive muy lejos, podría ir andando, pero no me apetece
nada ir cargada.
Llego a su edificio, es muy antiguo, tiene cinco plantas y sin ascensor.
Su casa es amplia, tiene cuatro habitaciones y a él le encanta que nos
quedemos a dormir para no sentirse tan solo. Miles de veces me ha dicho
que deje la caja de cerillas donde vivo y me mude a su casa. Yo quiero mi
intimidad, se lo agradezco muchísimo, además, él trae a sus ligues a su casa
y no me gusta molestar.

—¿Quién es? —pregunta desde el telefonillo.


—Soy yo —digo para picarlo, cambiando la voz.
—Y quién carajo es… ¿Yo? —contesta irritado— Si no me dices ya
quién eres, no te abro.
—Soy Evolet, que sensible estás —respondo riéndome.
—¡Capulla! Sube y ayúdame. ¡Te necesito! —Parece desesperado y me
abre.
Mientras subo las interminables y estrechas escaleras, la loca idea que
tuve ayer mientras hablaba con mis hermanos, va tomando forma según me
voy quedando sin aire al subir, aunque me parece más loca aún, creo que es
la solución a mis problemas.
Estoy a punto de dejar mis dientes dos veces en las escaleras hasta que
por fin llego a mi destino, el puñetero me está esperando riéndose de mí,
como puedo, le enseño mi dedo medio y eso provoca que acabe riéndose a
carcajadas, a cada segundo más molesta soy yo la que sonríe con cara de
mala.
—Si quieres mi ayuda en la cena y comer mi postre, ya puedes ayudarme
y dejar de reírte —le amenazo.
Se calla de golpe y me mira con cara de cachorrito abandonado y mi
sonrisa se amplía, veo como se acerca a mí sin decir nada de nada, coge la
mochila y el postre. Termino de subir los cinco escalones que me quedaban
y al entrar me lo encuentro de rodillas en el suelo con las palmas pegadas al
frente suplicando perdón, mientras pone morritos y ahora soy yo la que me
río, al final me tiro a sus brazos.
—Yo te perdono todo —Me devuelve el abrazo fuerte.
—Sabes que te quiero mucho bichito —susurra de forma tierna.
Mis ojos se llenan de lágrimas que consigo contener y le abrazo más
fuerte.
—Lo sé bichito, yo también te quiero mucho. —respondo emocionada—
Vamos a preparar la cena y a esperar al resto, mientras me cuentas qué tal
ha ido tu mañana.
Voy entrando en la cocina y me va contando que ha estado hablando con
uno de sus ligues para repetir y que como está bueno le parece perfecto, y
yo me alegro por él. Siempre le digo que tenga cuidado con quien se
acuesta, se ríe de mí y me dice que se cuida, que no debo preocuparme.
Menudo desastre ha montado en la cocina. Todo tirado, el caldero aún al
fuego con lo que debían ser unos macarrones ya casi sin agua, quemados y
pegados en una especie de masa. Pongo los ojos en blanco y contengo la
risa porque es un negado total en la cocina y me dispongo a salvar la cena.
No ha hecho la salsa así que tiro lo que hay en el caldero y lo dejo en agua
caliente con un poco de jabón para que se vaya ablandando y manos a la
obra con la cena. Miré que tuviera más pasta en la despensa y me metí de
lleno con la salsa carbonara, mientras Héctor me mira como si fuera su
heroína.
En unos cuarenta minutos ya tengo la carbonara lista, la dejo a un lado y
lavo el caldero para volver a llenarlo de agua. Y como los demás están al
caer lo pongo al fuego con un poco de agua para que hierva mientras recojo
todo lo demás.
Héctor ya había puesto la mesa y solo faltaban las bebidas y colocar los
entrantes que seguro ellos traían. Cuando el agua empieza a hervir le añado
la pasta y en ese momento tocan al portero. ¡Justo a tiempo!
Van entrando los cuatro, que habían llegado al mismo tiempo y entre
todos terminamos de colocar los últimos detalles y nos sentamos a la mesa
entre risas.
Héctor fue el primero en contarnos su semana, tranquila y sin
contratiempos, algún que otro ligue pasajero y en el trabajo de fotógrafo
todo genial. Es muy bueno en su trabajo, hace reportajes de bodas, bautizos,
comuniones, fiestas de todo tipo y cualquier cosa que pueda surgir. Esta
semana tiene que sacar más fotos a algunos modelos donde conoció a su
último ligue. Mi bichito es un loco, pero lo adoro.
Luego fue el turno de Alan y Luciana que sin saberlo nos alegran con
una gran sorpresa, se dan la mano y nos miran a todos.
—¡Estamos embarazados! —nos dicen al mismo tiempo emocionados.
—¡Por fin vamos a ser papás! —solloza Luciana llena de alegría.
Dejamos de comer y nos levantamos a felicitar a los futuros papis, que
después de 5 años de intentos fallidos y ya sin esperanza iban a probar
inseminación artificial, pero al final no hizo falta.
—Estoy tan feliz, por fin voy a ser tía —digo llorando de felicidad.
—Un nuevo bichito a la familia. ¡Bien! —dice Héctor, que parece un
niño el día de reyes.
Miro a Luna y Mateo y muevo mi cabeza animándolos a informar
también la nueva noticia, que sabían desde hacía una semana y que solo me
han dicho a mí, porque tenían miedo a la reacción de Luciana. Ellos sin
buscarlo se quedaron embarazados por un descuido, yo les dije que no
fueran tontos que tendrían su apoyo incondicional.
—Bueno —carraspea Mateo llamando la atención de todos—, nosotros
también tenemos una noticia… —dice con algo de miedo en su voz.
—Nosotros también vamos a ser papás —dice finalmente Luna, ya que
Mateo no terminaba de acabar.
Un chillido agudo proveniente de Luciana, que casi me deja sorda con su
boca pegada a mi oído. Sale en tromba hacia los brazos de Luna y se abraza
a ella gritando que van a ser mamis al mismo tiempo, ellos también se
abrazan y se dan las felicidades y yo de repente me siento un poco triste
porque dudo que pase por esa etapa tan maravillosa de la maternidad.
Héctor que siempre está pendiente de mí me abraza por detrás fuerte, me da
un beso en el cuello, y dice susurrando para que solo yo le escuche.
—No pierdas la esperanza, bichito, algún día tú también serás mamá y
todos compartiremos tu felicidad. Tienes que volver a ver la vida como
antes, volver a confiar en un hombre porque, aunque no me lo hayas dicho
con palabras sé que uno fue el que te hizo daño tanto tiempo atrás y sé con
certeza que, si pones de tu parte y te das la oportunidad de cambiar, la vida
te sorprenderá. Hay un hombre ahí fuera para ti esperando para ser el
indicado y hacerte feliz, y si no te hace feliz me lo dices y le parto las
piernas.
Esto último lo dice con gracia y al mismo tiempo con un tono de voz
serio. Dudo que eso pase, pero me aferro a sus palabras. Me giro para estar
de frente y poder mirarle a los ojos, levanto la cabeza, ya que él mide
1.85 cm y yo solo 1.55 cm, acaricio su mejilla con mi mano y le sonrío.
—¿Sabes lo mucho que te quiero bichito? —le digo con amor.
—Lo sé, bichito —responde sonriendo.
Y de repente pienso en mi descabellada idea, me giro y lo suelto así, sin
anestesia, mientras ellos hablan de bebés, ecografías y demás.
—Me voy a ir unos meses a vivir a Noruega —digo nerviosa.
Se forma un incómodo silencio y me miran como si tuviera dos cabezas.
Nadie se atreve a romper el silencio, no me dicen si les parece bien o mal,
aunque por sus caras agrias puedo deducir que no les ha hecho ni puta
gracia mi decisión de irme fuera del país por un tiempo, necesito unas
vacaciones y empezar de cero.
—Bichito, cuando te dije que tenías que cambiar, no me refería de país
—dice Héctor muy molesto.
—Lo sé. Necesito un cambio radical en mi vida, me encanta la historia,
lo sabes. Ahí hay mucha, además, es un país hermoso y quién sabe, a lo
mejor allí encuentro en un vikingo el amor que tanto queréis para mí —digo
esto último con la esperanza de que les ablande un poco.
Si les digo que la principal razón de que quiera ir a Noruega es por la
llave que tengo colgada al cuello, me encierran. Algo en mi interior me dice
que esa llave es la que evita los sonidos y más con esa pesadilla tan real que
tuve, así que esa parte me la guardo para mí.
Alan y Mateo me apoyan en mi locura siempre y cuando todos los
sábados hagamos una cena, desde la distancia, por videollamada. Abrazo
fuerte a los dos hombretones tan guapos y amorosos que la vida ha puesto
en mi camino como mis hermanos.
—Te vamos a echar de menos, queremos que estés en el nacimiento de
tus sobrinitos —dice Luna llorando.
—Yo también y por teléfono vamos a hablar a diario, os lo prometo —le
digo mientras le doy un achuchón y estiro el brazo al mismo tiempo a
Luciana para que se una al abrazo y así vuelven a unirse Alan y Mateo. Me
falta mi bichito y giro la cabeza buscándolo y él me mira con rabia y dolor.
Sabía que no le gustaría.
—Vamos a seguir cenando o se nos va a enfriar la cena —digo mientras
me aclaro la garganta con lágrimas contenidas.
Todos nos vamos sentando en nuestro sitio y cenamos casi sin hablar, me
siento culpable, no puedo evitar llorar y sin mirar a nadie más me levanto.
—Siento haber estropeado la sorpresa con mi estúpida idea de irme,
estoy súper feliz... —susurro haciendo una pausa porque me cuesta respirar
—. Por los cuatro —termino con esfuerzo y sin darles tiempo a decir nada
más, cojo la mochila del sillón y salgo corriendo sin mirar atrás, oigo que
me llaman, no paro y bajo las malditas escaleras.
Llego a mi coche y como estoy tan nerviosa y mi casa está cerca prefiero
irme caminando, ya cogeré el coche mañana, más tranquila. Sé que bajarán
a buscarme porque los oigo llamarme. Me meto por una de las calles y
camino más deprisa, llego a mi casa en tiempo récord. Entro y cierro la
puerta, dejo la mochila en el suelo sin quitarme la ropa, voy directa a mi
cama y me tiro encima en posición fetal.
Mi teléfono no ha parado de sonar y la puerta de mi casa igual, lo ignoro
y lo apago, son las doce de la noche, ya se cansarán, aunque tengan llave
saben que sin mi permiso no pueden entrar tan solo emergencias y esto no
es una emergencia.
Lo siento, ahora mismo no quiero ver a nadie, llorando pasan las horas
hasta que consigo dormir al amanecer.
Siento ese conocido aire gélido en mi cara y mucho frío y sé que estoy
de nuevo en la pesadilla. Me da terror abrir los ojos. Me armo de valor y
poco a poco los abro. De nuevo estoy rodeada de nieve, pero esta vez está
amaneciendo, vuelvo a escuchar el mar rompiendo contra la costa. Parece
que está más lejos, miro para buscarlo y me quedo fascinada mirando una
montaña donde hay un enorme castillo estilo medieval hecho de hielo, es
impresionante.
Esta vez llevo puestos los tenis y puedo caminar, siento la nieve en mis
tobillos cuando mis pies se hunden y me da igual. Yo estoy como
hipnotizada por el castillo, desde la distancia se ve enorme con varias torres
de vigilancia y una torre central gigantesca con varias situadas a su
alrededor. La rodea una muralla de tres o cuatro metros de altura. No
distingo mucho más desde aquí, a pesar de ser de hielo no se ve el interior,
me ha dejado fascinada y a la vez me da inseguridad y toco mi pecho
buscando la llave, la agarro fuerte, como si ella pudiera protegerme, y sigo
caminando.
Me estoy congelando, al fin y al cabo, estoy en camisa de manga corta y
leggins, nada que ayude un poco con el frío. No paro de mirar al cielo por si
veo ese dragón de ojos violetas. El castillo está demasiado lejos y el frío me
está mermando las escasas fuerzas. No sé qué hacer para despertarme, y
pienso que tal vez, si muero en el sueño lo haga en la vida real, ya que el
sueño parece serlo. También pienso en mis hermanos y en lo gilipollas que
he sido ignorando sus llamadas y me digo a mí misma que si salgo de esta
situación les diré lo muchísimo que los quiero.
Cada paso me cuesta muchísimo y siento que en cualquier momento me
voy a desmayar, y pasa de nuevo, vuelvo a escuchar ese sonido sibilante
que proviene de esas alas. Con miedo y mucho esfuerzo levanto mi cabeza
y esta vez es un dragón blanco. Es hermoso con unos ojos rojos profundos,
unos cuernos grandes y rectos salen de la frente hacia atrás, sus alas
terminan en una especie de garras y sus cuatro patas también. Todavía no sé
si me ha visto y esta vez aguanto las ganas de gritar, no sé dónde
esconderme salvo enterrarme en la nieve, parece como si estuviera
vigilando la zona y no tardará en verme, este dragón parece mucho más
grande que el de la noche anterior.
Ya no me quedan fuerzas y sin poder evitarlo caigo hacia un lado, gimo
bajito por el dolor de mis músculos al moverse y mantengo mis ojos en su
dirección. El movimiento capta su atención y se dirige a mí, a diferencia del
otro dragón no me produce ese miedo a que vaya a comerme, más bien,
parece que quiere saber qué soy, y eso me da unos minutos. Tal vez me
entienda al hablar, debo estar loca, pero cada vez que paso más tiempo aquí,
creo que este lugar es real.
Llega hasta mí y ¡joder! Sí que es grande, debe medir más de tres metros
de altura, el cuerpo está cubierto de escamas que brillan a la luz del sol y
esos penetrantes ojos rojos me dan miedo por la forma en que me miran,
porque lo hacen con odio y eso es imposible... ¿no?
Baja el morro, me huele y gruñe y yo como acto de estúpida protección
agarro la llave y la llevo a mi corazón sin dejar de mirarlo. Eso llama
poderosamente su atención y me da un toque con el hocico en la mano para
ver que oculto. Al ver la llave suelta una especie de gruñido fuerte que me
hiela aún más, si es posible, la sangre y que parece que ha sido escuchado
por más dragones por que se escuchan más gruñidos.
Intento moverme para huir y me golpea moviendo varios metros mi
cuerpo. Creo que mañana no voy a ser capaz de despertarme de esta maldita
pesadilla. Me duele mucho el costado izquierdo, donde me golpeó, no sé si
tendré las costillas rotas porque todavía puedo respirar sin mucho dolor, una
buena contusión tendré seguro.
Siento que el peligro es cada vez más real, debo despertar como sea de
esta pesadilla. No puedo evitar que un gemido de dolor salga de mis labios
al intentar levantarme, un nuevo gruñido me obliga mirar, estoy aterrada,
hay varios dragones que vienen hacia nosotros. Cierro los ojos y espero el
final cogiendo la llave con mi mano.
Me despierto gritando y ya no me pilla tan de sorpresa, intento
levantarme y casi me caigo al suelo, estoy sin fuerzas, helada y rodeada de
nieve que ha venido conmigo del sueño. Me impulso para levantarme de
nuevo y un dolor horrible me recuerda el porrazo que me ha pegado esa
bestia, ¡Dios como duele!
Aguanto y esta vez no lloro, ese dragón blanco quería dañarme y más
cuando vio la llave, eso le puso furioso, y por eso creo que me golpeó, pero
no le voy a dar el gusto de demostrarle miedo, debo estar como un cencerro
por pensar así, era un sueño, no puede ser real... el dolor, eso sí es real y es
imposible.
El dragón negro, ese directamente... sí quería comerme. Miro el reloj y
veo que son las ocho de la mañana no entiendo nada de lo que paso anoche,
¡mierda! Me estoy congelando y no me puedo mover, estoy muy dolorida,
cansada y cierro los ojos.
Capítulo 3

Han pasado casi trescientos años desde la muerte de mi padre y mi odio por
los humanos ha ido creciendo a fuego lento. Se aprovecharon de su bondad
y le atravesaron el corazón a traición. Nadie esperaba algo así y menos que
tuvieran en sus manos lo único que puede matarnos.
Mientras estoy en mi despacho, mirando algunos de los libros antiguos
que mi hermana Phipai me ha traído, me pierdo en mis pensamientos. Estoy
perdiendo la fe en la magia de la llave, mi querida madre me dice que le dé
tiempo, que tal vez mi Neushal[i] aún no ha nacido, cosa que puede ser
posible, ya que sabemos que algunos de los dragones no volvieron a la isla
al cerrarse la puerta. Tal vez mi dragona esté con ellos o aún no exista, no sé
qué pensar. Cuento con el apoyo incondicional de mis hermanos y amigos.
La isla de los dragones es enorme, nosotros vivimos al norte, fuera de la
ciudad de Olvernus, en el castillo Senzyras, que está en la montaña.
Siempre ha habido muchas disputas por los terrenos, si entre ellos no
encuentran una solución favorable para todos, me piden consejo para dar
con la solución que, bajo mi criterio, sea la más justa.
En nuestro mundo existen muchas criaturas como nosotros y cada uno
sabe cuál es su lugar, es muy raro que haya algún enfrentamiento, nos
ayudamos entre todos. Por mucho que hayamos evolucionado preferimos
vivir como siempre lo hemos hecho, no nos gusta la tecnología, pero
tenemos comodidades sin contaminar nuestro mundo. La vida en la tierra ha
cambiado mucho y temo que mi Neushal no se adapte a nuestra forma de
vivir, deberá asumirlo. Es su destino.
Estoy cansado de sentirme vacío. Mis dos hermanos Boltcan y Rodan y
mi hermana Anarfi ya entregaron su corazón y algunos son padres. Boltcan
tiene dos gemelos pequeños que me vuelven loco. Yo también necesito a mi
mujer para criar juntos a nuestros hijos y tener una larga vida feliz, ¡por fin!
Mi nueva amante sueña con ser la elegida por la llave, ya lleva un par de
años en el castillo y es muy joven para entender lo que eso significa para un
rey. Yo le sigo el juego y no le corto la ilusión, sabe lo que pienso, que
mientras tenga algo de interés en ella seguirá calentando mi cama igual que
las otras. Ella no es la única y solo le seré fiel a mi mujer y sé, sin disponer
de la llave, que ella no lo es. Igual que lo supe con Imila que fue mi amante
durante milenios.
Me levanto de mi sillón y paseo por la habitación, la puerta siempre está
abierta, a no ser que tenga una reunión o quiera estar solo. Veo el ir y venir
de los criados o alguno de mis hermanos y de pronto aparece la hermosa
Leta. Es rubia, de cabello no muy largo, pechos pequeños, aunque los
prefiero grandes, en conjunto no está nada mal. Su cuerpo es esbelto como
el de casi todas las dragonas y es alta, pasa el metro ochenta sin llegar a mis
dos metros. Sus ojos azules me miran con deseo mientras se relame, pero yo
no logro excitarme hasta que no la toco, y no me apetece nada en este
momento. Al acercarse intenta besarme y eso me cabrea. Mucho.
La miro mal para dejarle claro que quiero que se vaya, pero al parecer no
entiende mi mirada porque me acaricia y besa mi cuello intentando
calmarme. Sus manos suben hasta mi pecho, estoy furioso y me asquea su
toque no deseado. La cojo de las muñecas con fuerza y veo en su cara una
mueca de dolor, la aparto de un empujón que no espera y cae de culo al
suelo. Imila fue a la última dragona que bese antes de ser rey.
—No vuelvas a intentar besarme. ¡Jamás! Si no te busco para follar no te
acerques a mí. Aprende de una vez cuál es tu lugar, eres mi amante, no mi
mujer. Ese derecho le pertenece a mi Neushal —le espeto furioso—. ¡Largo
de mi vista! —grito con más fuerza.
Leta está roja de ira por el desaire, se va todavía más furiosa por no
poder responder como le gustaría y sé que cuando la quiera abierta de
piernas para mí, se abrirá y eso me aburre.
Mi madre entra, cierra la puerta y se sienta en la silla de mi despacho y
me hace un ademán para que me siente frente a ella, es la única a la que le
permito sentarse allí en mi presencia.
—Khonox, esa dragona no me gusta —dice seria.
—Madre, por favor, a ti ninguna de mis amantes te ha gustado —
respondo con media sonrisa.
Y es cierto, desde que soy el rey odia a todas y cada una de las mujeres
que han pasado por mi cama, sin embargo, a las de antes no les prestaba
atención.
—Desde que aparezca tu Neushal tendrás muchos problemas con tus líos
de faldas hijo, te lo digo por experiencia y no sabemos cómo será ella, si se
ha criado en la tierra, es seguro que no sepa luchar como ellas o que nunca
haya cambiado a dragón —me mira con ojos suplicantes.
Mi madre no lo tuvo fácil, pues mi padre, antes de encontrarla a ella tuvo
muchas amantes y algunas se creían con más derecho que ella siendo su
Neushal. Ella luchó con garras fieras contra lo que la alejaba de su amor,
pero eso no me pasará a mí, mis amantes saben cuál es su lugar.
—Le he suplicado a la llave que mi Neushal sea fuerte, una guerrera que
no me tema y se enfrente a mí —le digo mientras pienso en que la llave me
conceda eso después de estar tantos años esperándola.
—Seguro que la llave ha escuchado tus deseos y por eso está tardando
tanto, porque esa mujer no está preparada. Llegará y cuando eso pase
acuérdate de esta conversación, Leta es una niña encaprichada en tener lo
que no puede y sé que le pondrá las cosas difíciles si no la frenas —dice
muy segura de sus palabras.
Mi padre no hizo nada por proteger a mi madre, quería que ella se ganara
ese puesto a su lado y sufrió por ello. Ver el orgullo de mi padre cada vez
que nos contaba como su Neushal luchó por su corazón era tal, que nos
emocionaba a todos.
—Yo la protegeré madre y las amantes que estén en ese momento a mi
lado saldrán del castillo y de mi vida, porque a mi lado estará ella y por fin
estaré completo. Solo ella puede ser mi mujer, la elegida por la llave, la
única que me puede otorgar a mi descendencia —digo con los ojos llenos
de lágrimas contenidas por la desesperación y la rabia.
—Eso espero, que la protejas siempre, sea cual sea su situación. Te he
criado bien hijo, me voy a pasear —susurra con cariño.
Se levanta, besa mi frente igual que a un niño y se va cerrando la puerta
para dejarme intimidad con mis pensamientos. Y eso hago, pensar durante
mucho tiempo como será mi Neushal, la he imaginado de tantas formas:
cómo será su cabello, su cuerpo, si será alta o baja, lo que sí sé es que sea
como sea, a mis ojos, será perfecta y la amaré y protegeré hasta el fin de
mis días.
Paso la tarde metido en mi despacho, no quiero ver a nadie, la
conversación con mi madre me ha dado mucho en lo que pensar, tendré que
hablar con Leta y dejarle las cosas bien claras o finalizar nuestros
encuentros. No estoy dispuesto a aguantar otra tontería como la de hoy,
todas sin excepción saben que mis besos son únicamente para mi Neushal.
Antes de ser rey besaba a cualquier mujer, ahora no, y tampoco dejo que
me toquen mucho, no me gusta. Yo les brindo placer y ellas a cambio me
dejan que me desahogue unos minutos y hasta semanas después no las
necesito.
Sé que en el momento en el que la mire no habrá otra para mí. Mi padre
me explicó que después de convertirse en rey y su especial llegara unos diez
años más tarde, todas a su alrededor dejaron de existir para él. Ya de por sí
habían dejado de interesarle las demás y tan solo las buscaba para su placer,
su madre se le resistió porque decía que ella no sería otra amante más del
rey y él le mostró la llave y se la entregó, le dijo que la esperaría para
siempre y que debía ganar su lugar a su lado.
Las amantes de mi padre intentaron humillar a mi madre, pero ella era
una guerrera y se ganó el respeto no solo de él, sino de todo el reino. Todas
ellas supieron cuál era su lugar y jamás volvieron molestar a su reina Gal.
Me gusta pensar que mi futura reina será tan fuerte como mi madre y si
no, estoy seguro de que ella se encargará de enseñarla —Sonrío mientras
me intento relajar un poco y vuelvo a meterme de lleno en el papeleo.
Las horas pasan y de pronto siento un dolor en el pecho que me arranca
un jadeo, no sé qué me pasa, los dragones no nos sentimos enfermos y solo
somos heridos entre nosotros mismos, sin ser mortal. La única manera de
matarnos es atravesar nuestro corazón con una espada o daga hecha de
Angrom[ii], que es un tipo de hierro puro que solo se encuentra en nuestra
tierra. Me levanto y siento un mareo, estoy a punto de caerme al suelo, pero
mi hermano Boltcan, al que le tocaba guardia dentro del castillo, vino en mi
ayuda.
—Hermano, ¿qué te pasa? —pregunta preocupado frunciendo el ceño
porque no entiende qué ocurre.
—No…No lo... sé no pu…puedo... res…respirar —digo con esfuerzo.
—Voy a tumbarte y a buscar a Yiri, ¡No te muevas! —Me ordena y por
la nota de preocupación lo dejo pasar y asiento para que vaya ya, me cuesta
hablar.
Cierro los ojos y mi mente va a la pradera al otro lado de la montaña y
veo a una mujer casi desnuda caminando por la nieve, su pelo largo es
movido por el viento y yo estiro mi mano intentando tocarla, la veo
nerviosa mirando a todas partes. No consigo ver su rostro, al girarse su pelo
le tapa la cara, pero hay algo que sí logro ver y provoca que mi corazón se
dispare como nunca antes. Tiene la llave colgada del cuello, ella es mi
Neushal, al fin está viniendo a mí después de tantos años. No quiero dejar
de verla y no puedo hacer nada, sé que está asustada y que parece que tiene
frio. Siento la necesidad de protegerla, de arroparla siempre entre mis
brazos, como nunca antes sentí. Al final abro mis ojos para poder ir hasta
ella.
En ese momento llega mi madre asustada junto a Yiri. Le comunico que
mi Neushal está aquí y me levanto. El dolor en mi pecho sigue, aunque es
diferente, ahora siento mucha ansiedad. Ella está aterrada, algo le está
pasando y me olvido de mí para correr hacia la ventana y lanzarme por ella,
cambiando en pleno salto para poder dirigirme a mi amor. Espero no
asustarla, no sé qué puede o no saber de los dragones, ya que ha sido criada
en la tierra escondiéndose seguramente de los malditos humanos.
Un grito de puro terror me deja paralizado, reacciono y vuelo todo lo
rápido que mis alas me permiten para llegar a ella, siento que está a punto
de desaparecer, y al momento dejo de sentirla. Mi corazón llora por su
partida, pero ahora tengo una esperanza. Ella volverá, vi la llave, es
cuestión de tiempo y eso me anima. Mi dragona está al llegar, al fin me
sentiré completo.
Llego al lugar donde la vi en mi mente y la nieve está removida, huelo a
Rax y me enfurezco, él debió asustarla. Maldito dragón, ya arreglaré
cuentas con él.
Apoyo mis cuatro patas en la nieve y cambio a mi forma humana, algo
llama mi atención y me alarma, olor a humano. Un olor que no olvidaré y
tengo un mal presentimiento. Me acerco aún más a donde estaba mi
Neushal y noto un olor frutal de mora, que me la pone dura al momento.
Gruño entre enfadado y excitado como jamás lo he estado en mi larga
existencia, ese olor proviene de un humano, rectifico, una humana para ser
exacto.
Grito de ira y rabia contenida, y en ese momento llegan mis dos
hermanos y mi madre, cambian a su forma humana y huelen lo mismo que
yo. A la humana, y me miran desconcertados.
—Es una humana, madre. Una maldita humana —gruño entre dientes.
—Cálmate, si la llave la ha elegido es por algo, va a volver y si no
mantienes el control, la perderás. No me gusta que sea humana, ha pasado
demasiado tiempo y tal vez han cambiado, tal vez ella es diferente. Lo poco
que sabemos ha sido por tu hermano. Debes tener cuidado, si ella te rechaza
de verdad nunca serás feliz. Cuando tu hermano ha abierto los portales, lo
ha hecho en lugares en los que no hay muchos humanos para intentar sentir
a la llave, sin resultados. Sabes que sin la llave estamos atrapados en
nuestro mundo, que el único con el poder de ir es tu hermano y por miedo a
que fuera atacado no ha tenido mucho contacto con humanos —intenta que
comprenda algo que no quiero ni escuchar.
—Tú rechazaste a padre y tuvieron una vida feliz después —le recuerdo.
—Yo nunca rechacé a tu padre, acepté su desafío a ganarme mi lugar a
su lado, si lo hubiera rechazado de verdad, ambos hubiéramos sido infelices
y eso es algo que es difícil de reparar. Si una Neushal rechaza a su amado
no hay vuelta atrás, no se sabe si es posible ganarse de nuevo el amor —
dice pensativa—. Si fuera posible no sería nada fácil —susurra más para sí
misma que para nosotros.
—No quiero una humana, sin embargo, si es la única que pueda
engendrar a mis hijos, así será. Nunca le entregaré mi corazón —les
informo.
—Hijo ¿qué piensas hacer? Ten mucho cuidado, se puede volver contra
ti —suplica.
—¡Basta madre! Llevarla al castillo, quiero estar solo —Esta vez miro a
mis hermanos, que cumplen mi orden sin decir nada.
Estoy furioso con la vida, tanto esperar y resultó ser una humana, el peor
de mis castigos. Eso es algo que creo que jamás ha pasado y no puedo
matarla, eso acabaría conmigo, no obstante, sí puedo herirla rechazándola y
haciéndola mi prisionera. La obligaría a engendrar a mis hijos y le haría
creer que son criados y cuidados por mi amante. Sí, eso haré para que ella
sufra y así me cobraré mi venganza contra los humanos. Todos pagarán y
ella será la primera. Esperaré a que vuelva, sé que sabré donde está y
cuando eso pase la atraparé.
Vuelvo al castillo y mando llamar a Leta a mis aposentos y me dirijo
hasta allí. Ahí empieza mi venganza, aunque sé que mi madre me lo va a
reprochar. Mientras la espero pienso en la humana y en su cuerpo
curvilíneo, no es perfecta, pero aun así me la vuelve a poner dura. Necesito
pensar en esa humana porque ahora sé con certeza lo que mi padre me dijo.
No habrá otra mujer para mí.
Me odio por lo que voy a hacer y una parte de mi mente me dice que no
lo haga. Sé que las consecuencias pueden ser desastrosas para mí, alguien
debe pagar por la muerte de mi padre. Además, es una humana; son seres
egoístas, materialistas, mezquinos y despreciables, todos son iguales y no
quiero que mis pequeños sean criados por un ser así.
Leta llega a mis aposentos y yo ya estoy desnudo. Ella me mira
sonriente, yo me acerco y cierro de un portazo. La tiro sin contemplaciones
a la cama, le rompo la ropa, la coloco de espaldas a mí, para que no me
mire, y coloco la mano en su espalda inmovilizándola, me agarro la polla
sin mirarla, pensando en mi Neushal, en ese cuerpo que vi en mi mente y
ese olor que me cautivó.
Me la follo sin piedad, pensando solo en mi propio placer, pero sus gritos
y gimoteos me crispan, así que le tapo la boca para no escucharla. Pero mi
nariz se acerca a su cuello y al aspirar no huele a mora, sino a algo que me
provoca repulsión y se me baja de golpe la erección, saco mi flácida polla
de ella y me doy la vuelta.
—¡Sal de aquí! —Le ordeno tajante.
Ya he profanado el lugar sagrado para ella, eso es algo que nunca me voy
a perdonar y empiezo a odiar las palabras de mi madre, porque yo también
voy a sufrir. Mi odio a los humanos me ha hecho romper la promesa de
guardar nuestra alcoba para su llegada, una que jure reservar para mi mujer.
¿Qué acabo de conseguir con esto?
—Mi rey, soy tuya, no pasa nada, puedo esperar —dice dispuesta.
—¿Esperar a que? —pregunto con una sonrisa maligna.
—Pues... a que vuelvas a estar listo, si tú quieres puedo ayudarte —
responde intentando parecer sexy y a mí me provoca arcadas. ¡Maldición,
estoy perdido!
—Leta, que mi polla no haya funcionado contigo es porque ya encontré
a mi Neushal y quería comprobar que tan cierto es lo que decía mi padre —
le informo desganado, quiero que se vaya de mis aposentos.
Ella se queda rígida, no es algo que esperaba escuchar, supongo que
quería seguir a mi lado, eso se acabó en el instante en que vi y olí a mi
jodida humana, mi mujer… mi Neushal.
—No puedes abandonarme. —suplica mientras se arrodilla y se agarra a
mis piernas—. Por favor, no me dejes. —Llora desconsolada o eso intenta
porque no le creo nada, lo que le jode es perder los privilegios de ser mi
amante en el castillo y eso se acabó.
—¡Largo! —ordeno señalando la puerta—. ¡Ahora! —La separo de mí y
me acuesto en la cama.
Ella se da por vencida y sale del cuarto despacio, como esperando que la
detenga, algo que no va a pasar.
—¡Ah! por cierto, a partir de mañana abandonarás el castillo, no te
quiero cerca de ella, si lo descubro lo pagarás muy caro, ¿entendido? —
pregunto con mi voz de dragón.
—Sí, mi señor —dice sumisa. Antes no me molestaba esa actitud tanto,
ahora no la soporto.
En cuanto sale por la puerta me visto y llamo a la criada para que retire
la ropa de cama y la cambie por una limpia. Se me ha quitado el sueño por
completo y me dirijo a la cocina para que me den algo de comer, no he
querido cenar.
Entro en la cocina y un olor, ahora muy conocido, llega a mis fosas
nasales y mi polla da un respingo en mis pantalones. Para disimular el bulto
que se me ha formado, me coloco detrás de la mesa de la cocina, parece que
están cocinando algún postre con moras. Le digo a la cocinera lo que quiero
y antes de salir le pregunto:
—Northa, ¿a quién manda realizar los jabones del castillo? —pregunto.
—Los crea mi hija mi señor, si no es de su agrado le puedo decir cuáles
son para no traerlos más —habla nerviosa y yo la tranquilizo con una
sonrisa que pocas veces muestro.
—No se preocupe, al contrario, todos son de nuestro agrado, quería saber
si podría hacer alguno con aroma a mora y traérmelo a ser posible mañana
en la noche —le digo tranquilamente, aunque se lo haría traer ya mismo.
—Por supuesto mi señor, la veré en un rato y le pasaré su orden —dice
inclinándose.
—Estaré en mi despacho, por favor lléveme allí la bandeja.
—Enseguida se lo llevo mi señor —responde solícita, y se dispone a ello
mientras yo termino de salir.
Está a punto de amanecer y me pregunto dónde estará la humana.
¿Cuándo volverá? ¿Querrá a un dragón a su lado? ¿Será feliz aquí? Debo
retenerla a mi lado como sea, y esos pensamientos me enfadan. He de
vengar la muerte de mi padre y voy a usarla para ese fin. Me juré matar a
los humanos en cuanto tuviera la oportunidad y no voy a fallar, todos son
iguales y ella no será diferente, aunque sea mi Neushal. Tarde o temprano
mostrará su verdadera esencia y yo me adelantaré, no me voy a dejar
vencer.
No vuelvo a la cama y paso el resto del día encerrado en mi despacho y
ordeno que nadie me moleste. Mi madre intenta hablar conmigo, pero ahora
no quiero oírla, necesito pensar y saber cómo voy a actuar mientras la tenga
a mi lado. ¿Qué sabrá ella de lo que supone ser la portadora de la llave?
En ninguno de los libros indica que una humana haya sido la elegida por
la llave nunca. Sé de dragones y dragonas que se han acostado con humanos
y uno de ellos estuvo a punto de entregar su corazón a una humana, pero la
perdió antes de unirse a ella y yo lo perdí a él porque sin ella no quiso vivir.
¿Qué es lo que saben de los dragones ahora? Antes eran pocos los que
sabían de nuestra existencia y todo puede haber cambiado. Si todos lo
supieran, algo hubiera escuchado mi hermano en sus incursiones.
Las horas van pasando lentas, no quiero dormir estoy esperando sentirla
de nuevo para ir en su busca y poder llegar a ella antes que nadie y vuelvan
a asustarla. No sé qué espero sentir al estar cerca de ella. No puedo dejar
que los sentimientos por ser ella me ablanden. Sé que la llave no cumplió
con mis deseos, una humana no puede ser una guerrera, son débiles y
sumisas a merced del hombre. Lo vi durante siglos mientras íbamos a su
mundo, las mujeres solo servían para parir y servir al hombre.
Lo mejor es que salga a trabajar en los campos de sembrado, no puedo
perder más el tiempo. Se acerca la recogida de la cosecha y se necesitan
manos y ser el rey no me convierte en un vago que se pasa las horas
muertas sentado. Necesito algo de acción.
Cuando íbamos a la tierra era para comprar ganado y sobre todo semillas
que aquí no crecían, y las cambiamos por piedras preciosas a un buen
hombre. Fue el único humano que nos ayudó sin preguntar sabiendo de
antemano que éramos diferentes.
Siempre escuchamos muchos rumores a cada cual más descabellado
sobre nosotros y él nunca nos juzgó. Era amigo de mi padre y gracias a él
tenemos aún esas semillas como son el trigo y el maíz, que compramos al
otro lado del portal y que no crecían aquí.
La llave está cerca y pronto podremos pasar al otro lado y ver cómo
están las cosas. Mi Neushal nos ayudará a prepararnos y pasar
desapercibidos para atacar.
Capítulo 4

Mis hermanos ya están trabajando y al llegar se quejan de que no les ayudo.


Nos peleamos entre risas. Por muchos milenios que pasen seguimos
comportándonos como unos niños traviesos y peleones. Algunos de mis
sobrinos ya son hombres y mujeres de los que me siento muy orgulloso y
otros son unos diablillos que me sacan sonrisas estando cerca.
Siendo todos ellos felices, yo soy feliz. Solo falta Phipai, siempre tan
sumida en sus libros que no quiere saber nada de romances porque la
distraen de su aprendizaje. Todavía es joven a pesar de tener cientos de
años, ya que envejecemos muy lentamente, mi madre podría pasar por mi
hermana mayor. Eso me preocupa un poco, no sé qué pasará con la vida de
mi Neushal al ser una humana, quizá con la unión sea haga inmortal, pero
no sabemos qué pueda pasar realmente porque no se ha encontrado ningún
escrito sobre ello. No sé su edad, ni su nombre… aparto esos pensamientos
y sigo junto a todos trabajando. Pasan un par horas y nos avisan para ir a
comer.
En el salón principal del castillo veo a Rax, intento calmarme, antes
quiero saber a qué ha venido, hace milenios era uno de mis mejores amigos
y después de nacer Phipai no sé qué le pasó, se alejó de mí y ahora nos
soportamos lo justo.
—Mi señor. —Se inclina con desgana— Anoche encontré de madrugada
a una humana.
—¿Cómo llegó aquí? ¿Por qué no la has traído? —exijo saber—
Escuché un grito, pero cuando llegué al lugar del que provenía, no encontré
a nadie.
—Desapareció sin más, la vi al sobrevolar la zona, ella al verme grito y
al acercarme desapareció. No tuve tiempo de alcanzarla, sé por el olor que
era una humana. Ninguna humana ha entrado a la isla. Nunca. ¿Cómo es
posible que ésta entrara y que desapareciera sin más en segundos? —está
nervioso, no lo sabe con certeza y solo quiere confirmar que ella es la
elegida por la llave.
—Ella posee la llave, es la única forma. —aclaro— Es mi Neushal, no te
acerques a ella —gruño.
Levanta las manos en señal de paz, le conozco lo suficiente como para
saber que quiere algo.
—¡Habla! —le ordeno.
—Sabe lo que deseo, mi señor, quiero una oportunidad —pide.
Tal vez me equivoque, pero... parece ser diferente, aunque sigue sin
gustarme.
—Bien, de momento estás dentro, tendrás la oportunidad que pides,
ahora gánate su amor y si no te acepta estás fuera para siempre, irás al sur y
estarás fuera de las filas de los guerreros—le aclaro.
Aprieta los puños hasta que sus nudillos se blanquean, sabe que es muy
difícil y puede perder su puesto de guerrero sin posibilidad de volver nunca.
—Eso no es justo y lo sabes, mi puesto es aparte de esto. Me lo he
ganado como todos —dice perdiendo las formas con los dientes apretados
conteniéndose. Sabe que no tiene ninguna posibilidad contra mí, nunca he
sabido cuál es su problema, nos hemos criado juntos y no sé qué pueda ser.
—Cuida tu lenguaje Rax, le hablas a tu rey —sisea Boltcan. Y Rax
agacha la cabeza con esfuerzo.
—Os pido perdón, mi señor, por favor solo quiero una oportunidad —
dice queriendo que parezca que es una súplica y que acaba siendo más un
gruñido bajo, aunque a mí lejos de molestarme, me resulta hasta gracioso.
—Ya sabes mis condiciones, si no te acepta estás fuera de Olvernus, de
su vida y de los guerreros —aclaro tajante para que no haya inequívoco.
Mi madre aparece en el salón y me mira.
—Buenas tardes, caballeros. La comida está en la mesa, ¿mando colocar
un lugar más? —pregunta mirando Rax.
—Tú dirás, Rax —lo dejo a su elección.
Simplemente asiente en mi dirección y se gira para hablar a mi madre.
—Por favor Gal, será un honor comer en su mesa —le indica.
—¡Perfecto! Bienvenido, os esperamos en la mesa —le dice con cariño.
Me mira de nuevo—. Cuando acabe la comida necesito hablar contigo de
algo importante, ¿sería posible hijo? —me dice tranquila y sé que no puedo
negarme más tiempo.
—Por supuesto madre, después de comer nos reuniremos en mi
despacho —Finalizo la conversación caminando en dirección a la mesa del
comedor.

Ha terminado la comida y me dirijo al despacho a la espera de mi madre.


Sé lo que va a decirme con toda la razón. Pero no puedo dar mi brazo a
torcer y mientras no conozca a mi Neushal, no quiero cambiar de opinión.
Tocan a la puerta y le pido que entre, la cierra y se queda de pie.
—Hola, hijo. Sé que no quieres oír mis reproches y tampoco voy a
decirte mucho más de lo que ya he dicho, pero lo de anoche con Leta no me
gustó. Es una falta de respeto hacia ti mismo y sé, porque te conozco, que te
sientes mal por tus actos y ya no hay solución, obraste muy mal. Espero que
no tenga mayores consecuencias con tu mujer. —Pongo un mohín de
enfado al oírla decir mi mujer.
—Madre por favor no...
—Lo siento, es así y lo sabes. Es tu mujer y la única que te hará feliz,
por favor recapacita. Está la posibilidad de que ella sea buena persona y que
el mundo que antes conocíamos no sea como el de ahora. No quiero que me
digas nada, tan solo piensa en ser feliz y date la oportunidad... ¡Por favor!
—Se acerca, besa mi mejilla y se va sin dejarme decir nada.
De todas formas, que voy a decir, no puedo rebatir sus palabras pues
tiene toda la razón. Mi padre murió a manos de unos humanos que llevan
muertos demasiados años, y a la persona que debo proteger es a la que
quiero obligar a pagar. Aun así, no voy a dejarme engañar tan fácilmente
por su olor, aunque si lo pienso, eso ya lo ha hecho, aunque aparto eso de
mi mente.
He de esperar a encontrarla y no dejar que se vaya bajo ningún concepto.
Es mía. Para ella tal vez sea difícil de comprender, pues por lo que sé de los
humanos no aman como nosotros. Quiero conocerla y saber si es buena
persona, porque si la llave ha cometido ese error, estoy en un serio
problema. Sin solución.
Decido bajar a luchar con mis hombres. Siempre empezamos en nuestra
forma humana y al final cambiamos a dragones. No podemos matarnos
entre nosotros, aunque sí nos dañamos con las garras y los dientes.
Soy el único dragón blanco, y ser el rey me otorga los tres poderes
esenciales de un dragón que son aliento de hielo, fuego y veneno. Cada
dragón nace con uno de esos poderes igual que volar, regenerarse, fuerza y
velocidad.
Todos tenemos diferentes tonalidades en nuestra forma de dragón, mis
hermanos tienden a tener tonalidades grisáceas, casi blancas y yo soy como
mi padre, y mi hijo será como yo. Un dragón blanco.
Acabamos extenuados y decido terminar la lucha por hoy. Cambiamos a
nuestra forma humana y desnudos vamos al río a refrescarnos y destensar
los músculos. Nos vestimos con la ropa que nos quitamos antes del cambio
y yo me despido. Queda una hora para la cena y quiero bañarme en la tina
con agua caliente, en mis aposentos.
Al llegar siento aún el olor de Leta y me odio a mí mismo por mancillar
el lugar reservado para ella. Mi Neushal. Una rabia inmensa me recorre de
arriba abajo y lo destrozo todo. En unos segundos no dejo nada en pie.
Alguien toca la puerta y mi única reacción es salir por la ventana, porque sé
que es mi madre quien está al otro lado y no quiero escuchar más reproches.
Llevo muchas horas en la montaña, ya está amaneciendo y no quiero
volver al castillo, la espero a ella, la necesito y eso me está poniendo
irritado, inquieto y muy nervioso. ¿Y si le doy miedo por ser un dragón?
¿Qué le pasará a ella cuando nos unamos? ¿Será una dragona? ¿Será
inmortal? O una simple humana a la que perderé en un suspiro de mi tan
extensa vida.
No puedo soportar la idea de perderla, cada vez que pienso en las
palabras de mi madre, mis pensamientos hacia los humanos cambian un
poco, pero sobre todo hacia ella. La rabia aún está patente bajo mi piel y es
en ese momento de rabia que la huelo, inhalo profundo llenando mis
pulmones con ese olor a mora, está aquí de nuevo y esta vez no se va a
escapar.
Sobrevuelo el cielo en su busca, hasta que al final la distingo entre la
nieve tumbada, debe de estar loca. ¿Qué tipo de vestimenta es esa? Está casi
desnuda y eso aumenta mi rabia, que se convierte en furia hacia ella, al
recordar como la vio Rax anoche.
Vuelo en su dirección y me detengo en seco ante ella, está asustada y no
me importa, la huelo y gruño, veo como ella aprieta algo entre sus dedos y
le golpeo con el morro suavemente y en ese momento veo la llave, está tan
cerca. Gruño muy fuerte, para dar la orden a mi familia para que venga,
pues apareció en las proximidades del castillo.
Intenta escapar y yo la detengo con el morro, no soy consciente de lo que
acabo de provocar hasta que la oigo gemir de dolor y veo su brazo en el
costado izquierdo. Mi corazón se resquebraja al ser yo el causante de ese
daño y me odio por ello. Ella mira hacia mis hermanos cada vez más
asustada y se agarra de nuevo a la llave como si eso la pudiese proteger.
Siento mi alma triste al percatarme que yo mismo acabo de provocar que
me tenga miedo. Me acerco hacia ella de nuevo y estoy a punto de
alcanzarla, cierra los ojos y... desaparece. ¡Maldita sea!, acabo de perderla
de nuevo y esta vez estaba aquí mismo... tan cerca de mí y todo lo que
provoqué fue asustarla y maltratarla, incluso ha volado unos metros por el
golpe. ¡Maldición!
Mientras hacía el cambio a mi forma humana hinqué las rodillas en la
nieve y lloré con dolor y desesperación. Mis hermanos se pusieron a mi
lado sin decirme nada, estoy seguro de que vieron el daño que acababa de
infligir a mi Neushal y saben cómo me estoy sintiendo. Pienso en su carita
enrojecida por el frío, tan asustada, es tan pequeña y tan frágil.
Debo reconocer que tuvo mucho valor al mirarme directamente a los
ojos sin echarse a llorar como cualquier otro humano hubiera hecho en su
lugar. Fue muy valiente y eso me hizo sentir orgulloso y a la vez un
monstruo por dañarla. Sentía los músculos con tal entumecimiento que al
intentar levantarme casi caigo de nuevo de rodillas si no me sujetan, aunque
lo que merezco, por idiota, es que me dejen tirado al frío. No merezco que
me ayuden.
Les ordeno que me dejen solo. Al principio se niegan a obedecer, pero
claudican y se marchan. Allí me quedo por lo que parece una eternidad y
aunque el frío no nos afecta como a los humanos, sí que nos enfriamos si
nos exponemos en forma humana y sin protección, como estoy yo ahora
desnudo, y no me importa.
No sé cómo solucionarlo, he sentido su miedo y angustia como si fuesen
mías, y eso provoca que me sienta aún más desdichado por golpearla,
¡maldición!... No sé en qué estaba pensado para reaccionar así, lastimando
su bello cuerpo de piel blanca, Me fijé en su pelo castaño, con unos reflejos
rubios que nunca vi en nadie y sus ojos, esos ojitos con color chocolate tan
hermosos.
Necesito el consejo de mi madre, porque sé que ella volverá. La llave
hará que venga a mí de nuevo, y ahora sí que siento terror a que me odie y
me rechace por golpearla.
Siento a alguien cerca y me sorprende sentir a Phipai. Con todo esto no
he podido hablar con ella para decirle que Rax va a reclamar su corazón,
aunque estoy seguro de que ya lo sabe. Rax no es santo de mi devoción.
Siempre he sabido lo mucho que ama a mi pequeña hermana y en el fondo,
aunque ella lo niegue, sé que también le ama, solo que él ha tardado tanto
en acercarse que no estoy seguro de que le perdone.
Durante siglos se le han declarado muchos dragones que querían
conocerla, mientras ella lo esperaba a él, pero Rax estaba demasiado
entretenido con otras dragonas y no se percató que la estaba perdiendo y
cuando quiso poner remedio, mi hermana ya estaba metida de lleno en su
aprendizaje y le ignoró. Tanto que tuve que intervenir y decirle que se
mantuviera alejado de ella, de ahí que su odio injustificado hacia mí
aumentara. Me daba igual, ella era lo más importante y necesitaba tiempo,
yo se lo iba a proporcionar.
Antes de sentarse a mi lado me puso unas pieles por la espalda, y se
sentó sin decir nada, suspiró y se apoyó en mi hombro. Al cabo de un rato,
comenzó a relatar algo que me dejó estupefacto, no lo podía creer, al fin
esta historia parecía arrojar algo de luz. Le pregunté miles de cosas ansioso
por saber cómo debía proceder, no podía fallar. Ella, paciente, me explicó
todas las dudas que pudo, aunque muchas cosas quedaban en el aire. Sentía
el nudo de mi pecho ir desapareciendo un poco y eso me relajó.
—Necesito decirte algo —Le confieso nervioso.
—Ya lo sé, Rax ha venido a hablar conmigo. —dice pensativa mirando
hacia las nubes— Rax es y siempre será el amor de mi vida y así se lo hice
saber, pero también que no podía ser su pareja. Eso le molesto y me confesó
algo que nunca imaginé y por eso estoy aquí, necesito saber la verdad, tú
eres mi hermano —murmura suplicante. Entonces me mira con los ojos
llenos de lágrimas que se empiezan a derramar.
Saco el brazo por un lado y la atraigo hacia mi pecho. Intento que se
calme entre susurros.
—Habla hermanita, te diré lo que quieras saber, no me gustan las
mentiras y lo sabes.
—Rax me dijo que cuando erais unos adolescentes y yo tan solo un bebé,
él te confesó que yo era la más bonita y que tú le empujaste y le prohibiste
acercarse a mí o hablarías con padre —me mira suplicante como si esperaba
que le dijera que no era cierto. Lo era, lo había olvidado.
—Cariño mírame, es cierto y te juro que todo tiene una explicación —
susurro. Ella me mira y solloza—. ¡Shhh! Él nunca habló conmigo de
nuevo y ahora entiendo ese odio hacia mí, todo ha sido por un comentario
bajo los celos de un adolescente que quería proteger a su hermanita, como
su padre le ordenó. Todo es cierto, si dije esas palabras fue sin maldad. No
pensaba que se tomaría de esa forma mis palabras y si hubiera hablado
conmigo cuando fuiste una adulta, que empezaba a ser cortejada, yo mismo
le habría ayudado, tal y como estoy haciendo ahora al dejarle volver al
castillo —le explico.
—¿Por qué no procediste así en su intento por acercarse a mí? —
pregunta muy triste.
—Porque tú no le querías en ese momento, estabas dolida con él y creí
que era lo correcto, lo siento tanto, hermanita... ¿Podrán perdonarme los
dos? —pido con ojos suplicantes y sé que no lo merezco, por mi culpa
llevan milenios separados. Dudo que él sí me perdone, ya que les robe
demasiado tiempo por actuar como un crío, por unos celos de hermano.
—Por supuesto que ella te perdona, hermano. —Me giro al escuchar la
voz de Rax, que me llama como antes de estropearlo todo. Estaba tan
centrado en mi hermana que no le escuche llegar—. Yo no puedo decirte
que te perdono tan rápido. Sé que lo haré, eras mi mejor amigo hasta que
esas palabras nos separaron para siempre y ahora, que por fin has
encontrado a tu Neushal, ya sabes cómo me sentí yo al no poder tenerla y
mi furia contra ti —explica serio.
—Confío en poder recuperar a mi amigo algún día —digo con sincera
esperanza.
—Mientras no me alejes de mi amor, todo irá bien. —dice guiñando un
ojo y bromeando para relajarnos. —Ahora que has hablado con tu hermano
te unirás por fin a mí, mi amor.
—Si mi dragón. Os quiero a los dos a pesar de ser unos testarudos
incapaces de hablar, quiero que eso cambie a partir de ahora. Me gustaría
pedirte que tú seas mi acompañante en nuestra unión —me pide ilusionada
con carita de felicidad.
—Claro que sí mi pequeña Phipai, será un honor para mí. —La abrazo
fuerte—. Te quiero hermanita.
—Y yo a ti. Vamos al castillo, mamá está histérica —susurra divertida.
Yo me encojo como si me escondiera y Rax ríe a carcajadas.
—Eres el rey, no tendrás miedo a una dragona. —Ahí los dos estallan en
carcajadas más fuertes.
Saben que, si alguien puede conmigo, esa es mi madre. Puedo ser el rey,
pero sigo siendo su hijo y cuando estemos a solas o junto a mis hermanos
no tendré escapatoria, tanto para hablar de mi hermana y Rax, como del
dolor que le he causado a mi Neushal.
Pensar en ella me entristece, he sido un idiota y le suplicaré a mi madre,
a todos mis hermanos, mis amigos y todo aquel que pueda, para que me
ayuden. Recuperar a mi mujer es mi única prioridad y sé que ahora sí que es
complicado.
Los días van pasando y no he vuelto a tener señales de ella, no lo
entiendo y eso me desespera y agria aún más mi humor. Soy un buen
hombre, aunque tantos años en soledad sin poder ser feliz me han pasado
factura. No suelo reír nunca y no sé si lo haga de nuevo de verdad. Ojalá
que su llegada a mi vida la cambie para bien, realmente quiero confiar en
los consejos de mi familia para conquistarla, aunque nunca los he
necesitado con las hembras y espero que no sea necesario con ella.
Capítulo 5

Me desperté desorientada y con el maldito sonido de nuevo en mi cabeza,


estaba en el hospital universitario y los policías empezaron a preguntar en el
momento en que les avisaron que me desperté. Yo no quería hablar con
nadie.
No sabía qué era real y que no, necesitaba relajarme, entender lo
ocurrido. Insistieron en las preguntas muchísimo y como no hablaba ni
preguntaba nada, decidieron dejarme sola con la certeza de que volverían.
Esperé a que me dejaran sola, me senté un poco en la cama, busqué en
mi bolso, que estaba en la mesita, y vi el teléfono dentro.
Por fin pude cogerlo, lo encendí y miré que tenía bastante batería
todavía. Lo primero que vi fueron los mensajes y llamadas perdidas, antes
de apagarlo, de mis hermanos, de todos menos de Héctor. ¿Tan enfadado
estaba por querer irme un tiempo a buscarme a mí misma? No lograba
entender qué le pasaba. Sí, sabía de antemano que a ninguno les gustaría la
noticia, pero de ahí a lo que finalmente pasó. ¡Bueno! llamaré a Alan, no
quiero que las chicas me vean así, ya habrán cogido demasiados nervios por
mi culpa. Da un tono antes de que responda.
—¡Evolet! ¡Por Dios! ¿Dónde estás? ¿Por qué no abrías la puerta?
¿Dime qué estás en tu casa? —exige. Está tan nervioso que no para de
preguntar.
—Necesito que vayas a mi casa, cojas una mochila y metas un par de
pijamas, ropa interior y también la llave que llevaba colgada del cuello en la
cena, debe estar en mi cuarto encima de la cama o por el suelo y me que lo
traigas al hospital y por favor, ¿puedes hacer eso sin preguntar nada? —le
suplico.
—Voy a llevarte lo que necesitas. No esperes que no te pregunte nada —
dice tajante. Y yo suspiro cansada.
—Está bien, aunque ni yo misma sé lo que pasó —me sincero.
—¿Cómo te encuentras? ¿Por qué estás en el hospital? —Está cada vez
más nervioso y no para de preguntar otra vez.
—¡Por favor! Pregúntame aquí, pero ven pronto —le pido llorando.
Él no dice nada más y corta la llamada, sabe que yo no lloro por
tonterías, de hecho, creo que el único que me ha visto llorar en muchos años
ha sido Héctor.
Espero alrededor de una hora hasta que por fin aparece, no le dije el
número de habitación, supongo que preguntaría en admisión. Al verle
rompo en llanto de nuevo estirando los brazos en busca de su abrazo. Él se
queda quieto mirándome fijamente de arriba a abajo muy serio al ver mi
pierna escayolada entera.
—¿Quién te ha hecho esto? No me mientas por favor, ¿ha sido ese
cabrón que una vez te maltrató?... ¿Ha vuelto? —Nunca lo había visto tan
serio, él siempre es el más simpático y divertido, junto con la loca de Luna
— Te lo pregunté muchos años atrás y nunca quisiste decirme nada, ¡habla
ya! —Me ordena.
—Ese cabrón como tú le llamas, no tiene nada que ver, hace doce años
que no le veo y espero que siga siendo así —respondo molesta. Odio hablar
de mi vida privada porque es mía. Solo mía.
—¿Qué fue lo que te pasó, peque? —Su voz y su mirada se suavizan al
mirarme a la cara.
—La verdad es que no lo sé Alan, sufro de lagunas mentales —bajo la
mirada a mi regazo para que no vea la mentira en mi cara—. Quiero que
dejen de preguntarme, me digan como estoy, aparte de lo evidente y que me
dejen irme a casa. No me han dicho cómo he llegado aquí. ¿Tú sabes algo?
—le miro suplicante.
—La enfermera me ha comentado que alguien debió llamar a la policía,
te escucharon gritar varias veces y pedir ayuda y te trajeron aquí
prácticamente muerta por hipotermia, una fractura en el fémur y cubierta de
nieve casi derretida en tu cama, y una buena contusión en las costillas.
Ahora vendrá el médico y nos confirmará todo.
Me mira con culpabilidad por no haberme podido ayudar. Siento tanto
que me vea así.
—¿Qué ha pasado? Estábamos cenando y sales corriendo después de
darnos esa noticia de que te vas del país y ahora después de buscarte y
llamarte resulta que estabas en tu casa medio muerta, ¿cómo puedes
explicarme eso? y… ¿La nieve? Dijeron que estaban seguros de que era
nieve lo que había a tu alrededor. ¿Cómo puedes explicar algo así? No hay
ninguna lógica, si no nos prohibieras la entrada a tu casa sin tu permiso, tal
vez no estarías aquí ahora. —Se nota la angustia en sus palabras y yo me
siento fatal por no poder decirle la verdad— Mateo ya está de camino.
—¿Y Héctor? —pregunto. Estoy triste porque no vi ni llamadas, ni
mensajes suyos. Él aparta la mirada.
—Lo siento peque, desde anoche no sé nada de él, lo he llamado y le he
dicho que estás aquí y no creo que venga —se sincera.
Suspiro cerrando los ojos y me recuesto. Se acerca a mí y ahora me da el
abrazo que antes no pudo por el shock de verme en ese estado. Y yo lloro
de nuevo, sintiéndome ahora segura en sus brazos.
Tocan en la puerta y Alan da paso a un médico.
—Buenos días, Señorita Expósito. Ha estado unas seis horas durmiendo
—me informa—, llegó en un estado muy grave de hipotermia, tres costillas
y el fémur por encima de la rodilla fracturados. Por suerte ha salido todo
bien, en unos días si sus constantes siguen estables se podrá ir a casa. ¿Ha
recordado algo de lo sucedido?
—No, no he recordado nada aún.
—La policía ya la ha atosigado a muchas preguntas y quiero informarle
que mientras esté aquí no la van a molestar más, quieren que vaya a
comisaría cuando salga del hospital para presentar la denuncia de su
agresión. ¿De acuerdo? Me pasaré mañana para ver su evolución. Si siente
dolor avise a una enfermera —dice casi de carrerilla, y yo asiento—. Que
tenga un buen día. —Nos mira a ambos y con un movimiento de cabeza se
despide antes de salir.
—Joder peque, ¿qué te han hecho? —Mateo se acerca a mí y besa mi
frente con amor fraternal, y yo, aunque me falta mi bichito, soy feliz por
contar ahora mismo con dos de los hombres más importantes de mi vida.
—No sé qué ha pasado, la verdad que no recuerdo nada más que
acostarme en la cama, vestida tal y como llegue y dormirme llorando. —
Intento calmarme y es imposible.
—¡Shhh! Ya está peque, estamos aquí contigo, no estás sola —susurra
Alan.
—Lo sé, y siento todo lo que ha pasado desde anoche. —Tapo mi cara
con las manos y rompo en llanto de nuevo, soy un jodido grifo abierto y lo
odio—. Lo siento, pero ahora estoy más decidida que nunca a ir a Noruega.
Ahí empezará mi viaje y es lo que necesito ahora. No es un capricho, quiero
cambiar de aires y necesito estar sola —hablo con total sinceridad,
volviendo a mirarlos a los ojos—. Serán unas semanas o quizás unos meses.
Pero volveré, sois mi familia y, además, ¿quién va a ser la tía más feliz
consintiendo a sus bichitos? —bromeo riendo por primera vez en lo que va
de día, lo que provoca dolor en mis costillas.
—Peque sabes que te amamos con el alma todos nosotros y hablo en
nombre de los cinco cuando te digo que te apoyaremos. Es cierto que
Héctor está un poco dolido, pero te ama, lo entenderá y te apoyará, dale
tiempo ¿vale? —me recuerda Mateo acariciando mi mano volviendo a besar
mi frente.
—Está bien, necesito que entre en razón antes de irme porque lo haré en
cuanto el médico me dé autorización para viajar, en una o dos semanas
espero estar en Noruega —les digo nerviosa.
—Tal vez deberías posponer un poco más el viaje, hasta estar recuperada
del todo. —comenta Alan pensativo.
—Opino igual, dos semanas es poco tiempo para que dejen de dolerte las
costillas y que puedas caminar bien. Además —murmura Mateo con una
sonrisita estúpida en la cara, y sé lo que va a decir—, tienes a dos
enfermeras que no se van a separar de ti y, te guste o no, te vas a ir a mi
casa para recuperarte. —Intento interrumpirlo y me pone los dedos en la
boca y yo pongo los ojos en blanco—. No hay discusión o mi casa o la de
Alan y en el caso de que Héctor entre en razón podrás irte a la suya.
—Sabemos que con él existe una conexión más fuerte y es por eso que la
noticia le ha sentado peor y necesita tiempo, mientras tanto te quedarás con
nosotros —reitera Alan sin opción a replicar.
—De acuerdo, mañana hablaré con el médico a ver qué me aconseja, y si
me entrega el alta iré con ustedes. Por favor, prometedme que ninguna
vendrá a verme aquí, deben de estar tranquilas y un hospital no es bueno en
su estado. —Ambos asienten conformes.
Alan me acerca la mochila. Cuando entró con ella el sonido disminuyó
bastante y ahora al cogerla, ha desaparecido. La abro y compruebo que la
llave está ahí, no la cojo y dejo la mochila en la mesita colgada de un
gancho, muy cerca de mí.
—Voy a vestirme con un pijama y quitarme esta bata horrible —les digo.
—Espera que llame a una enfermera para que te ayude o si te parece bien
te ayudo yo —dice Alan rojo como un tomate. Lo que provoca la risa de
Mateo y la mía.
—Tranquilo llama a la enfermera, quiero ir al baño y asearme un poco y
eso prefiero que sea con una enfermera —le explico entre risas.
Verme reír parece que les calma a ambos un poco, a pesar de mis gestos
de dolor por las punzadas de las costillas. Tocan el timbre y se van al entrar
la enfermera. Justo antes de salir les digo:
—Os amo muchísimo a los dos. Traedme unas revistas y algunas
golosinas para que la estancia sea más entretenida —Les hago morritos
como cuando era una niña.
Ellos asienten y se van con una sonrisa enorme al verme bromear de
nuevo.
Al cerrar la puerta le digo a la enfermera lo que necesito y ella amable
me ayuda en todo. Me aconseja no ir al baño todavía con las muletas y trae
la silla de baño. Con esfuerzo y dolor me siento en la silla. Ya en el baño me
puedo apañar sola en casi todo, salvo en lavarme la cabeza. Ella me la lava
y luego con paciencia me quita el exceso de agua con la toalla, no hay
secador así que me lo dejo suelto en un lado en mi hombro. Es imposible
ponerme ninguno de los pijamas que Alan trajo, así que me visto con otra
bata horrible y me lleva de nuevo en la silla hasta la cama, donde me ayuda
a recostarme un poco. Al menos no tengo el culo al aire. Le agradezco a la
enfermera, que se llama Sheila, por la ayuda y se va a seguir con su trabajo.
Los chicos llegan y me dan las cositas que les pedí, son un amor, están
un rato conmigo y luego se van. Las chicas no han parado de llamarles para
saber cómo estoy, es mejor que se vayan para que las pongan al día de lo
ocurrido y las tranquilicen.
A la hora de la cena me traen una pechuga de pollo a la plancha con
verduras que no está mal. Como estoy sola en la habitación decido encender
la televisión, aunque me acaba aburriendo. Decido coger el libro que me
han comprado mis hermanos y leo hasta que me quedo medio dormida. No
consigo conciliar el sueño del todo, me despierto a cada momento con la
necesidad de coger la llave y ahora no estoy mentalmente preparada para
enfrentarme a lo que hay al otro lado de donde sea que me lleve.
Pasan dos días y espero que hoy me den la noticia de que me dan el alta.
Los chicos han venido un ratito a verme cuando han podido y solo están
esperando que pueda irme con ellos. No sé nada de Héctor, he intentado
llamarlo y sigue sin querer hablarme, no entiendo por qué el enfado le dura
tanto, lo necesito muchísimo.
Por la tarde viene el médico a verme y la persona que le acompaña me
deja sin respiración.
—Buenas tardes, Señorita Expósito.
Yo me quedo sin habla, soy incapaz de responder al saludo, quiero salir
corriendo de aquí. Mi vista está fija en su acompañante y en su cara de
sorpresa al verme.
«Joder, joder, joder. ¿Qué coño está pasando en mi vida?»
—Le presento al psicólogo Carlos López, he pensado que le vendría bien
hablar con él antes de darle el alta, dada su situación de agresión y lagunas
mentales. Es un gran psicólogo y no podría dejarla en mejores manos.
—Se lo agradezco, pero no necesito ninguna valoración psicológica,
pueden marcharse y traerme el alta o pediré el alta voluntaria —hablo lo
más calmada que soy capaz.
Estoy recuperándome de la impresión de estar frente a frente con ese hijo
de puta delante de mí sin saltarle al cuello y arrancarle la nuez de un
mordisco. La vida, en ocasiones, es bastante jodida. Por suerte están lejos
de mí y puedo coger mi mochila, busco la llave y me la cuelgo al cuello.
Cojo el móvil para mandarles un mensaje a Alan y a Mateo para que
vengan a toda hostia al hospital, no le doy explicaciones y confío en que, en
las palabras que acabo de dejar en el mensaje noten la desesperación que
estoy sintiendo.
—Es algo rutinario no se preocupe, les dejaré a solas para que puedan
hablar. —Se da la vuelta y justo antes de salir le paro.
—¡No! No me voy a quedar a solas con este señor. —Soy tan tajante y
estoy tan seria que su rictus cambia a confusión y mira al psicólogo y luego
a mí.
—No se preocupe Señorita Expósito, solo serán unas preguntas de rutina
para estar seguros de su estado mental, tras el ataque que ha sufrido y del
que no ha recordado nada aún —dice Carlos mientras sonríe y yo siento
ganas de matarlo.
—No está obligada a hablar con él, la dejaremos sola. Llame a su familia
para que vengan a buscarla, y le aconsejo que vaya a un psicólogo si se
siente más recuperada para que la ayude a averiguar qué pasó —me
aconseja el médico mirándome serio.
—Gracias por las molestias, no lo necesito, quiero irme a casa en cuanto
usted me traiga el alta. Buenas tardes. —Me despido.
A ese cabrón no le ha hecho ninguna gracia que lo despachara y eso me
alegra. No veo la hora de que salga de mi vista e irme pitando de aquí. No
consigo entender como está aquí, en Tenerife, la última vez que nos vimos
él estaba trabajando en su oficina en León, donde yo lo conocí. Yo me
trasladaba a su consulta desde el pueblo donde vivía con mis hermanos.
Él era mi secreto, un hombre quince años mayor que yo del que me
enamoré y que era mi psicólogo. Él me jodió, literalmente, la vida
agasajándome con palabras bonitas, que yo, una cría de veinte años, creí sin
más.
Ahora rondará los cuarenta y seis o cuarenta y siete años y aunque aún es
atractivo, no tiene el cuerpo fibroso de antes y se notan sus kilitos de más.
Ahora me arrepiento de no haber hablado con ninguno de mis hermanos
de lo que me pasó. Sentía vergüenza de mí misma y eso es algo difícil de
obviar para seguir adelante con tu vida amorosa. Dejé de creer en el amor y
viví para mí y mis hermanos.
Los dos salen con un gesto de la mano a modo de despedida. Debo irme
cuanto antes. Su mirada, me ha dado a entender que me desea y me quiere
de vuelta, y eso no va a pasar jamás. Ya no soy esa estúpida a la que podía
engatusar con su palabrería barata. Me tiembla todo el cuerpo por los
nervios y los chicos aún no vienen, ¡joder! Espero que no tarden, y que a él
no le dé por volver a mi habitación, ahora no puedo ni quiero enfrentarlo.
Pasan dos horas antes de que alguno de mis hermanos venga al hospital.
La enfermera ha venido para decirme que en un rato pasarán con el alta,
menos mal que ellos han sido precavidos y han traído un chándal con las
perneras anchas, para vestirme e irme de aquí. Me han preguntado qué ha
pasado, ya que estoy blanca como la pared, y yo soy incapaz de hablar,
estoy tan bloqueada que no sé cómo decirles todo. Solo sé que salir de aquí
es mi prioridad y así se los hago saber, prometiéndoles contarles todo esta
noche, cuando lo haya procesado.
Tal y como dijo la enfermera, en unos minutos me trajo el alta. Cuando
voy a salir por la puerta, ese cabrón me está esperando. Como si nada
hubiera pasado entre nosotros, se acerca a mí y extiende el brazo para
acercarme su tarjeta, la cual por supuesto no cojo. Lo ignoro e insto a mis
hermanos a irnos ya.
—Volveremos a vernos Evolet, no te voy a dejar escapar esta vez —
advierte mirándome, se da la vuelta y se va sin más.
Mis hermanos me miran, están a punto de ir tras él y yo les freno.
—¡Por favor! —susurro para que solo ellos me oigan, ya que Carlos
estaba más alejado—. Sacadme de aquí.
—Está bien peque, más te vale que nos digas que está pasando, no
pienso tolerar que te hable así, no hay que ser muy listo para saber quién es
—dice Alan y Mateo asiente sin añadir nada más.
—De acuerdo, es algo que debí contar, pero era muy difícil para mí en
ese momento y estaba aterrada. Lo siento. ¡Vayámonos ya, por favor! —
suplico.
No me dicen nada más y nos vamos a casa de Mateo y Luna. Yo me
acomodo como puedo en la parte de atrás y miro por la ventanilla, con la
vista fija en ninguna parte. El trayecto no es muy largo y enseguida estamos
en su casa. Allí me reciben mis loquitas, que se me tiran encima y yo grito
de dolor, porque estaban tan emocionadas de verme, que no se dieron
cuenta de achucharme suave.
—¡Ohh Dios mío! Perdónanos, que brutas somos —balbucean Luciana y
Luna al mismo tiempo.
—Tranquilas no pasa nada, necesitaba ese abrazo, y si me lo dais otra
vez más suavecito, yo encantada —les pido y miro a todos.
Los cuatro se me acercan y forman un círculo a mí alrededor y nos
abrazamos, o más bien yo me dejo abrazar, y atesoro este momento porque
siento pánico de que su forma de verme cambie cuando les cuente lo que
me sucedió en el pasado.
Las chicas ya me han preparado el sillón cama en el salón, para poder
ver la televisión si me apetece. Con las muletas me cuesta un poco
moverme, pero el baño está cerca. Las habitaciones están en la planta alta,
ya que es un adosado, pero yo sería incapaz de subir las escaleras con la
pierna escayolada y sin poder doblar la rodilla, así que me parece perfecto
quedarme en el salón.
—Chicas me ayudáis a cambiarme de ropa y a tumbarme, luego hay algo
que quiero contaros, me gustaría que Héctor también estuviera aquí, pero
bueno... —titubeo mirando sus caras.
—Claro cariño, vamos —dice Luna.
—Preparad todo en la mesa chicos, no tardamos nada —añade Luciana.
Notan la tensión de ambos, y se mantienen calladas sin pedirme
explicaciones. Vamos al baño y me ayudan a asearme un poco y colocarme
el camisón por la cabeza. Al terminar suspiro derrotada y muy nerviosa,
parpadeo para que no me salgan las lágrimas, ya lloraré en unos minutos.
—Vamos ya, no vaya a enfriarse la cena —les recuerdo. Ellas asienten
serias y salimos. Los chicos ya están sentados esperándonos.
Cenamos en silencio, yo soy incapaz de mirarlos a la cara, estoy con un
nudo en el estómago y casi no pruebo la comida. Al terminar me ayudan a
recostarme en el sillón cama y ellos se sientan en los sillones frente a mí.
Suspiro de nuevo y miro a mi alrededor. La decoración es sencilla, con
un mueble bajito donde está la televisión y encima unas estanterías llenas
de fotos de los seis. Lo han acomodado todo de forma que pueda ver la
televisión acostada y ellos desde el sillón también la pueden ver. Sin darme
cuenta empiezan a caerme las lágrimas y sin mirarlos les cuento todo.
—Desde que tengo uso de razón un sonido siempre me ha acompañado.
Con dieciocho años se lo conté a mi médico, sé que a vosotros nunca os dije
nada, pero estaba asustada de que no me quisierais a vuestro lado por ser
rara y solo os decía que me dolía la cabeza. En las pruebas no salía el
porqué del sonido y me aconsejaron ir al psicólogo. Al principio no quería
ir, por miedo a que pudiera decirme que me estaba volviendo loca. Dejé
pasar un tiempo, pero el sonido nunca cesaba, y al final busqué psicólogos
lejos de donde vivíamos. Había uno que tenía buenas referencias. Se
llamaba Carlos López y me decante por él. Cuando su secretaria me pidió la
dirección, le di una falsa, para que no me negara la primera visita por la
lejanía y empecé a ir a su consulta a escondidas.
Me cuesta horrores hablar de esto, pero ellos merecen saber la verdad
por muy doloroso que sea para mí.
—Así es como conocí a Carlos. Iba hasta León a su consulta y no les dije
nada porque no quería que supieran de los sonidos y me trataran de loca. Él
era quince años mayor que yo y ambos nos enamoramos. Me hizo
prometerle que, mientras me tratara, debíamos mantenerlo en secreto y no
me fue difícil, ya que nadie sabía nada de mis visitas. Pasaron varias
semanas y cuando quiso pasar de los besos le confesé que aún era virgen y
que no me sentía preparada aún. Creí que se molestaría y no fue así, al
contrario, me dijo que me entendía y que esperaría lo que hiciera falta.
Me quedo pensativa contemplando una foto en la que estamos los seis.
—Los meses pasaron, fingí que estaba bien y ya no escuchaba ningún
sonido, para que me diera el alta en su consulta y poder deciros que estaba
enamorada de un hombre maravilloso. Ese fue mi error, creer en sus
palabras edulcoradas hechas para atrapar a la estúpida virgen de veinte años
que cayó en sus redes. Un fin de semana me invito a pasarlo con él y yo
acepté, estaba nerviosa, sabía lo que él quería y en parte creía que yo
también.
Me quedo absorta en mis pensamientos hasta que oigo un carraspeo y
vuelvo a la realidad.
—Fui a su casa en León con temor, pero a su vez con ilusión y terminé
pasando el peor fin de semana de mi vida y por el que jamás volví a ser la
misma. Llegué el viernes a mediodía y me esperaba una sorpresa que aún
hoy no he sabido gestionar del todo. Después de comer, me dijo que me iba
a vendar los ojos y que confiara en él. Decía que me había preparado una
sorpresa y que nos lo íbamos a pasar muy bien juntos el fin de semana. Yo
no lo supe hasta ese momento, era un hombre al que le iban los juegos
extremos en el sexo.
Paro unos segundos porque ahora les cuento parte del infierno que me
hizo vivir.
—Me llevó a una habitación, que yo no vi al estar con los ojos tapados, y
empezó a relatarme con detalle todo lo que pensaba hacerme y que, según
él, lo iba a disfrutar. Mientras iba relatándome lo que quería hacerme, yo
me asustaba más y más, así que intente quitarme la cinta gritando que no,
para poder salir corriendo de ese lugar. Se ve que él esperaba algo así y me
golpeó con fuerza en la cara, tanto, que me dejo atontada por unos segundos
y ahí empezó mi infierno.
Empiezo a temblar de manera descontrolada y las chicas me abrazan, por
lo que parecen minutos, pero yo quiero terminar de contarles todo, porque
no sé si en otro momento tendré el valor para hacerlo.
—Ese infierno duró el fin de semana completo, no voy a entrar en
muchos detalles. Me corrompió la mente de tal manera que mi cuerpo
reaccionaba a todo cuanto me hacía provocándome orgasmos que me
confundían. Yo no quería nada de lo que él me hacía, si no me sentía
preparada para el sexo normal menos aún para eso. La última vez que me
tomó me dijo que fui una decepción y que lo mejor era dejarlo y no volver a
vernos, y que debía agradecerle todos los orgasmos que no me gané. Me
soltó de las esposas que me mantenían prisionera y se fue de ese lugar
horrible dejándome sola. Yo creía que no saldría viva de allí. Me vestí y salí
de la habitación y él me estaba esperando para despedirse como si nada.
Recuerdo ese momento y como me sentí.
— Salí de la casa sin mirarle, entré en el coche y conduje hasta que
llegué al pueblo, me metí en casa corriendo y deseando morirme. Él me
dijo, mientras me violaba una y otra vez, que como parecía que me gustaba
y llegaba al orgasmo, eso no era una violación. Que ni se me ocurriera
contarlo, que nadie me creería a mí, a la loca que decía tener sonidos en su
cabeza. Además, él era un prestigioso psicólogo, solo que con gustos
diferentes en el sexo.
Me quedo callada mirándome las manos en mi regazo, sintiendo aun el
abrazo de mis hermanas, mientras repaso en mi mente todas las
barbaridades que me hizo ese psicópata. Suspiro y termino mi relato.
—Y esta es la historia de mi pasado. Os la he contado porque ya no
podía guardarme para mí esto que me ha atormentado durante tantos años.
No quiero que hagáis nada, os conozco y sé que seríais capaces de buscarlo
y darle una paliza, pero no es lo que quiero. Necesito dejarlo atrás y por eso
he de irme a Noruega. Voy a vender mi casa, porque necesito este cambio.
Espero que me entendáis y no me odies o penséis mal de mí por las cosas
que hice con él.
El silencio era incómodo. Solo escuchaba mi propio llanto, que cada vez
era más intenso y era incapaz de controlarlo, y no me importaba. Me sentía
liberada, al menos una parte de mí, se sentía tranquila.
Con miedo levanté la vista hacia ellos y los miré por primera vez desde
que empecé a relatarles mi historia. Estaba asustada por lo que me iba a
encontrar. Ahí estaban cuatro de mis hermanos mirándome con lágrimas en
sus mejillas, nunca había visto llorar a mis chicos, así que me sentí fatal por
hacerles pasar por ese mal trago. Sabía que sufrirían por mí, pero también
sabía que no podría ocultarles por más tiempo aquello que tanto me
atormentaba.
Las chicas, que habían vuelto a su sitio, se lanzaron a mis brazos
llorando a moco tendido, diciendo palabras que era incapaz de entender
entre sus balbuceos, mientras intentaba decirles que estaba bien, que
contárselo me había aliviado un poco el dolor que llevaba dentro. Miré a los
chicos y me asustó verlos con las mandíbulas apretadas, intentando
contener la furia que les recorría el cuerpo en ese momento. Yo sabía que
ellos no iban a dejar las cosas así.
—¡Por favor! —susurré— Os lo suplico, ya estoy lo bastante
avergonzada porque sepáis esa parte fea de mi vida y necesito que me
ayudéis a salir adelante dándome vuestro cariño y apoyo, como hasta ahora,
para irme tranquila sabiendo que no sentís asco de mí y sobre todo que no
vais a cometer ninguna locura —rogué con miedo. Luna me cogió con sus
manos por las mejillas y me limpió las lágrimas y susurró.
—Nadie puede culparte por creer en el amor de un hombre que te
engañó y fue cruel contigo, nada de lo que ocurrió fue tu culpa y sabes bien,
que sí te violó. Le dijiste, ¡que no! y él te ignoró. ¿Lo entiendes cariño?
Yo asentí sin poder parar de llorar e hipando, lo que estaba provocando
que el dolor del costado se hiciera insoportable, los chicos se levantaron,
me abrazaron, besaron la frente y se fueron a la cocina sin decir ni una
palabra. Las chicas me tranquilizaron diciéndome que no me preocupara
que ellos me querían y que esto les había pillado por sorpresa, que
probablemente no sabían ni qué decirme.
Me dejan sola y van con ellos. Los oigo cuchichear y al ratito vuelven
para darme la medicina. Esperaba que se me aliviara el dolor para poder
descansar. Alan y Luciana se acercan para despedirse e irse a su casa.
—Descansa cariño, te quiero con locura y tendrás mi apoyo para irte a
donde necesites, siempre que vuelvas ¿vale? —Me abraza y me besa la
mejilla mojada por las lágrimas, pero a mí no me salen las palabras.
—Te quiero peque, eso no lo dudes jamás, no quiero ni imaginar por lo
que has tenido que pasar con todo esto sola, somos tu familia y estaremos a
tu lado siempre —dice él con voz entrecortada.
—Os quiero muchísimo a los tres —añado mirando la tripita sin abultar
aún de Luciana. Ellos vuelven a decirme que me quieren y se van tras
decirles adiós a Mateo y Luna.
—Buenas noches cariño, si necesitas cualquier cosa llámame y bajaré
enseguida, te quiero tanto, hermanita —susurra esto último entre lágrimas y
yo me uno a ella, soy un puto grifo.
—Está bien, descansa tú también que lo necesitas, yo te avisaré
cualquier cosa, te quiero mucho. —Mira a su marido y le besa antes de
subir.
Mateo suspira y se sienta en el suelo a mi lado de cara a mí para poder
verlo bien, y yo espero con un nudo en la garganta por lo que vaya que
decirme. Me agarra la mano y me mira con los ojos llorosos y yo me rompo
por el dolor que les estoy causando a todos.
—Shhh, tranquila peque —me pide mientras me acaricia con el pulgar
—. Necesito saber si ese cabrón te ha hecho esto y no quieres decir nada
por miedo, no me lo ocultes por favor —suplica, mirando mi pierna
escayolada. Yo niego con la cabeza y le digo:
—Te prometo que no ha sido ese cabrón.
—Me duele que no hubieras confiado lo suficiente en mí o en cualquiera
de nosotros ¿Héctor sabe esto? —Niego con la cabeza— Nunca te
hubiéramos juzgado, eres nuestra hermana, debiste decirnos la existencia de
la relación con ese hombre, o contarnos, por difícil que fuera, lo que te
pasó. Igual que lo del sonido que dices que escuchas en la cabeza.
—El sonido lo ha estado siempre. —Toqué la llave—. Pero ahora he
dejado de escucharlo. Paró de repente y espero que nunca más vuelva.
Respecto a mi pasado, era muy, muy difícil decir las cosas que me
ocurrieron, lo que me dejé hacer. Llegó un momento en que no me resistí
más y dejé que hiciera conmigo lo que quisiera para que me dejara o me
matara de una vez. Al final me dejó ir pero fue tanto el daño, que nunca
jamás volví a confiar en un hombre. Si os hubiera hablado de él, tal vez, las
cosas serían distintas o quizá no, nunca lo sabremos. Solo quiero ser feliz y
si me voy fuera de España, quizás cambiar de aires me siente bien y cure mi
mente. A lo mejor vuelvo con un vikingo o si Noruega no me convence me
vaya a otro sitio, no lo sé, pero quiero intentarlo.
—Dispones de nuestro apoyo incondicional y a Héctor se le pasará el
berrinche, sabes que eres su bichito y no concibe la vida sin estar cerca de ti
y verte a diario, aunque sea un minuto. Será difícil para los seis estar lejos.
Júrame que nos contarás como te va y no dudes en pedirnos ayuda, somos
una familia. Ahora descansa, veremos cómo pasas la noche y como te vas
desenvolviendo estos días. Querrás irte cuanto antes y lo entiendo, pero no
debes precipitarte. Primero debes curarte, no pensarás irte antes de que
puedas cuidar de ti misma, porque ahora mismo no puedes ni vestirte sola.
Yo creo que debes esperar un poco, aunque solo tú tienes la última palabra,
no cometas la locura de irte antes de tiempo. Buenas noches, peque. Te
quiero.
Capítulo 6

Paso unos días maravillosos al lado de mis hermanos, aunque me sigue


faltando Héctor. Pero tiempo al tiempo, no sabe nada de mi pasado y
prefiero que siga así. Me han cuidado y mimado como nunca, y yo, para
qué negarlo, me he aprovechado para atiborrarme de gominolas, chocolates
y helados. Soy muy golosa, no lo puedo remediar.
Alan y Mateo han ido, en varias ocasiones, a mi casa y han cogido una
maleta con ropa y algunas cosas personales que me quiero llevar a Noruega.
Las chicas me ayudaron a encontrar un hostal precioso y bastante más
barato de lo que esperaba. Tengo mis ahorros y voy a hacer una buena
inversión para mi paz interior.
Me han dicho que esta noche en la cena quieren contarme algo. Necesito
que también venga Héctor y podamos hablar, pero no me han confirmado
nada, solo me queda esperar.
Llega la cena y los noto a todos algo tensos, creo que es porque mi
bichito no da señales y eso me entristece. Ya puedo moverme mucho más,
así que puedo vestirme sola. Con la muleta puedo manejarme bien sin
muchos inconvenientes, aunque al caminar las costillas aun me molestan.
Siguen sin dejar que los ayude con la cena, así que me siento en la silla
que han puesto para mí en la cocina para poder hablar. Ellas están
preparando una tortilla de papas y ni las papas me han dejado pelar, es
increíble, me siento un poco inútil. Solo quieren mimarme.
Los minutos van pasando y la cena está casi lista, me levanto y me voy
al salón. Los chicos han puesto la mesa y están cuchicheando, pero en
cuanto se dan cuenta de mi presencia se callan de inmediato. Pude escuchar
algo de Carlos y me tenso. ¿Y si es de él de quién quieren hablarme? Se dan
cuenta de que me he puesto pálida y Alan maldice mientras se levanta para
ayudarme a llegar a la silla y poder sentarme.
—Peque, tranquila. No vamos a permitir que vuelva a estar cerca de ti.
—Es evidente que se refiere a Carlos.
—Si hemos hecho esto, a escondidas de ti, ha sido porque no queríamos
que te pusieras nerviosa, después de lo que nos contaste. Hemos estado
siguiendo a ese cabrón y cada día pasa varias veces por tu casa esperando
encontrarte. Hablamos con él y le hemos amenazado con llamar a la policía
y parece no importarle absolutamente nada, está obsesionado contigo y no
tiene intención de parar —Interviene Mateo con los puños apretados.
Ahora mismo tengo sentimientos contradictorios. Estoy enfadada porque
me lo han ocultado y aliviada por haber permanecido en la ignorancia más
absoluta. Tengo ganas de llorar, sin embargo, no pienso hacerlo, eso se
acabó. No pienso llorar más por ese hijo de puta.
Las chicas aparecen en ese momento y caigo en la cuenta de algo.
—Por eso tanta insistencia en encontrar un sitio donde quedarme en
Noruega cuanto antes, ¿no? —Tercio mirando a las chicas que agachan la
cabeza sintiéndose culpables por ocultarme todo esto.
Miro a los chicos y con un gesto de cabeza los insto a que sigan y me
cuenten todo de una vez. Hay un silencio algo incómodo y la verdad, yo ya
no sé qué pensar.
Estoy cada vez más nerviosa y no me para de temblar la pierna buena.
Empiezo a tamborilear los dedos en la mesa y parece que eso les acaba
despertando porque Alan empieza a hablar.
—A ver peque —carraspea incómodo—. Mañana te vas a Noruega por
la tarde, haces escala en Londres, aunque no es necesario que bajes del
avión porque es el mismo que te lleva hasta Noruega. Lo hemos hecho así
para que no tengas que caminar mucho y no fuerces la pierna más de lo
necesario.
—¿Tan pronto? Si aún no he hablado con Héctor —susurro triste y una
lágrima cae por mi mejilla.
Mis hermanas se levantan y se ponen a mi lado para abrazarme y
apoyarme.
—Cariño no sé qué decirte, él quizá necesita más tiempo, pero tú no —
explica Luna.
Los miro con los ojos abiertos de par en par exigiendo una explicación
ya. Me temo que no va a gustarme un pelo lo que van a decirme.
—Quiere hablar contigo, dice que es algo importante, que se arrepiente
de haberte asustado tanto, que debió intentarlo de otra forma y que necesita
decirte todo en persona. —masculla Mateo enfadado porque se da cuenta de
que tiemblo de miedo—. No vamos a permitir que esté cerca de ti, por eso
te vas mañana mismo. Ya lo hemos arreglado todo para que salgas sin que
te vea, e ir directos al aeropuerto. Vamos a ir en dos coches y tú irás en uno
de ellos agachada. Desde hace dos días le hemos visto por la zona y aunque
creo que no sabe dónde vivimos, no nos podemos a arriesgar. Para cuando
consiga averiguar cuál es nuestra casa, tú ya no estarás.
No me salen las palabras de agradecimiento y amor por todo lo que están
haciendo por mí, para poder sentirme segura. Aún no estoy en condiciones
para viajar, ya que no estoy del todo recuperada, pero dadas las
circunstancias haré de tripas corazón y fuera dolor.
—Me preocupa un poco que os moleste demasiado, no quiero causar
ningún problema. Tal vez lo mejor sea enfrentarlo de una vez, saber lo que
quiere y mandarlo a la mierda —digo intentando mostrar un valor que estoy
muy lejos de sentir y ellos lo saben. Lo que me apetece es coger ya mismo a
ese avión.
—Eso ni lo pienses. No va a encontrarte porque vamos a protegerte,
somos una familia los seis. Siempre juntos. Por algo somos el «Equipo Z»
¿No? —me recuerda Luciana con lágrimas en los ojos.
Sin dejar de abrazarme a ellas y con mi inminente marcha, las achucho
más cerca de mí. Siento una punzada en el costado que me obliga a
aguantar la respiración y acordarme de toda la familia del dragón blanco.
Los chicos se nos unen y así entre abrazos y palabras de cariño nos vamos
despidiendo antes de acostarnos.
Al día siguiente nos levantamos temprano. Nos espera una larga mañana
y empezamos por ir a una inmobiliaria para que ponga en venta mi casa.
Espero que hoy mismo dejen el cartel de se vende para que Carlos lo vea si
al final averigua donde vivo.
Mateo se pasó primero por mi barrio, para comprobar que no andaba
rondando por allí. Imaginamos que estará en el hospital trabajando y eso
nos da un margen para organizar todo lo que necesito en mi casa.
Los chicos se van a encargar de guardar lo que les he pedido. Todo lo
demás es para tirar o para venderlo con la casa. Estaba todo recogido salvo
el cuarto, que ellos no tardaron en ordenar para que la chica de la
inmobiliaria pudiera hacer las fotos y poder publicarlas en su web. Ella nos
avisará de cualquier persona interesada. Antes de salir, se aseguran de que
Carlos no esté por la zona.
Por la tarde, de camino al aeropuerto, las chicas y yo no paramos de
llorar y ellos se ríen de nosotras. Sé que están aguantando, se les notan los
ojitos aguados. ¡Dios mío como voy a echarlos de menos!
Ya he pasado por ventanilla para coger la tarjeta de embarque, no he
necesitado facturar, la única maleta que me llevo no es muy grande. He
podido demostrarles a mis hermanos que llevando solo la maleta y el bolso
de mano puedo moverme. Me cuesta un poco y me duele el costado, pero
qué le voy a hacer.
Queda una hora para que el avión salga y decidimos ir a la cafetería un
rato antes de que tenga que pasar por el control. Necesito aprovechar al
máximo los pocos minutos que nos quedan juntos.
Estamos charlando tranquilos y escucho a alguien gritar mi nombre. Me
giro en la silla y veo a Héctor venir corriendo hacia mí. Me levanto todo lo
rápido que puedo y lo espero con la cara llena de lágrimas pidiéndole
perdón por irme tan pronto.
Me abraza tan fuerte que pego un grito de dolor y ahora es él quien me
pide perdón sin parar por ser tan bruto y por no haber quedado conmigo
antes.
Acabamos los seis, entre abrazos y risas, rodeados de personas que nos
miran y me da igual. Ahora, sí soy feliz, mi bichito me perdona por irme y
no me importa nada más.
Los minutos han pasado y saco la tarjeta de embarque del bolso y se cae
la llave, mi bichito la coge y me la pone en el cuello.
—Bichito, sabes que te quiero, ¿verdad? —Yo asiento llorando otra vez
y me abraza con cuidado.
—Yo también te quiero bichito, os quiero a todos. Os mandaré un
mensaje al llegar a Noruega, ¿vale? Y quedaremos para hablar por una
videollamada juntos.
Todos asienten y uno a uno van turnándose para despedirse de mí, me
está costando más de lo que pensaba irme.
Llega la hora de pasar el control y otorgar la bienvenida a mi nueva vida
o al menos al nuevo comienzo.
No dejo de mirar atrás y me avisa el policía para que siga. Me ayuda a
colocar la maleta y el bolso, paso y el detector pita. Me pide que me quite
las cosas metálicas que lleve y me saco el colgante y vuelvo pasar.
Siento la necesidad de ponérmelo de nuevo antes de coger la maleta y les
digo adiós a mis hermanos por última vez. Cojo mis cosas, me giro, respiro
hondo y le agradezco al policía sin mirar atrás.
Ya estoy en la cola para entrar al avión, entrego la tarjeta de embarque
junto a mi DNI y me da el paso la azafata.
Tengo una sensación extraña que me recorre el cuerpo, aunque no le doy
importancia y sigo caminando. Al pasar por el túnel agarro la maleta con
fuerza y todo se vuelve borroso y me mareo, cierro los ojos y al abrirlos no
me puedo creer lo que veo.
¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!
He vuelto a este lugar, ahora es de día y siento mucho frío, solo tengo
una camisa de cuello de cisne, un pantalón de chándal suelto y unos tenis.
Todo está lleno de nieve, abetos y montañas.
Estoy mareada, no puedo dar un paso sin correr el riesgo de darme una
hostia. Posiblemente debajo de la nieve haya algunas piedras y una caída
sería muy dolorosa.
Mi chaqueta está en la maleta, con mucho cuidado clavo la muleta en la
nieve y entre gruñidos, cada vez más enfadada, saco la chaqueta y me la
pongo, me cuelgo el bolso, cojo la muleta maldiciendo a la llave y al dragón
blanco.
Intento dar otro paso, lo consigo y voy a por el siguiente. Oigo unas risas
y me quedo tiesa como un palo mirando a mi alrededor, parecen risas de
niños, pero sigo sin ver a nadie y con las experiencias anteriores no me fio
un pelo.
Paso de tener la maleta en mis manos a verla volando mientras escucho
más risas de niños. Estoy de muy mal humor por los mareos y por estar en
este lugar frío, en el que he acabado de nuevo, sin mi permiso. De repente
dos niños iguales de unos siete u ocho años, preciosos y sonrientes se
aparecen frente a mí.
Uno de ellos con la maleta por encima de su cabeza y diciéndome algo
en un idioma que no entiendo, para luego mirar al que está al lado.
Estoy viendo alucinaciones, esto no puede estar pasándome a mí. En el
fondo, sé que son reales, vuelvo a cerrar los ojos y los abro. Nada ha
cambiado, los niños siguen ahí, mirándome sonrientes.
—Hola, no entiendo lo que me queréis decir, me he perdido y necesito
volver a mi casa, ¿podéis llevarme con alguien mayor que pueda ayudarme?
—Justo cuando acabo de decirlo me percato de que no van a entenderme.
Para mi sorpresa me miran y asienten como si me entendieran, el que
está sin la maleta se acerca a mí.
—Hola, yo soy Kokel y mi hermano se llama Rend, nuestro tío es el rey
y vamos a llevarte con él al castillo Senzyras.
—Yo me llamo Evolet.
Los miro y les sonrió agradecida. Casi tengo ganas de llorar por venir
aquí una tercera vez y que no quieran hacerme daño, respiro hondo.
—Gracias por vuestra ayuda, preciosos.
Ellos se ríen en respuesta y para mi mala suerte escucho ese sonido tan
aterrador para mí. No sé cómo, pero siento que es él. El dragón blanco.
Tiemblo de miedo al confirmarlo y siento que me faltan las fuerzas y que
el mareo que parecía disiparse vuelve por la ansiedad, ¡Joder! Creo que
estoy teniendo un ataque de pánico.
Los pequeños me dicen algo, no les hago caso y logro tirar de ellos para
colocarlos detrás de mí. Tengo que aguantar por ellos, no voy a permitir que
les haga daño a ninguno.
El dragón blanco ya está frente a nosotros, me mira con esos ojos rojos y
siento su mirada diferente, no es odio, ni ganas de matarme, no sé cómo
explicarlo. Se fija en los niños detrás de mí y yo abro mis brazos en un
intento estúpido de protección.
—Antes tendrás que matarme, no voy a permitir que les hagas daño —
grito furiosa.
Él gira la cabeza a un lado y parece resoplar, los niños se ríen e intentan
salir de mi protección para acercarse a él y se lo impido, no les dejo.
—Él es bueno no te hará daño.
No sé cuál de ellos lo dice. Yo me río triste y les digo señalando mi
pierna y mis costillas.
—Él ya me lastimó.
Para mi estupefacción le gruñen. Sí, gruñen al dragón.
—Has sido malo, eso no está bien —regañan a dúo al dragón.
Para mi sorpresa el enorme dragón se acerca con la cabeza agachada,
casi está a un metro de distancia cuando le apunto con la muleta.
—¡No te acerques más o te arreo una hostia! —suelto gritando.
Se para y pone la cabeza en el suelo, y hace unos sonidos que parecen
como si estuviera llorando, yo miro a mi alrededor buscando una cámara
oculta, porque a este dragón lo han cambiado.
—Te está pidiendo perdón y quiere que le toques —me susurra uno de
ellos al oído.
En todo este tiempo, mi respiración se ha ido calmando y mi ansiedad se
ha esfumado, pero ni de coña me acerco a ese monstruo.
—¡Fuera bicho, fus fus, vete ya! —le espeto haciendo aspavientos con
mi mano.
El dragón se ha estirado en toda su envergadura como si le hubiera
ofendido. Miro a los niños, y ellos a su vez me miran con los ojos abiertos
como platos y luego miro al dragón de nuevo.
Yo vuelvo a sentir ansiedad. Creo que ese dragón entiende lo que acabo
de decirle y me arrepiento. Pero pienso en lo que me hizo y mi ansiedad se
convierte en enfado.
—Si quieres mi perdón vas a tener que currártelo, bicho —le digo
haciendo las comillas con los dedos al llamarlo de nuevo así, me cruzo de
brazos como puedo y levanto la barbilla.
Acerca el morro a mi cara, está a unos centímetros y me huele por todas
partes y cuando digo todas... ¡Son todas! De hecho, parece recrearse con el
olor de mi entrepierna y yo estoy por soltarle un manotazo en todo el morro.
Consigo contenerme, de repente gruñe y me pega una buena ducha con
su lengua, de pies a cabeza. Mierda, su boca es casi de mi tamaño y gimo
sin poder evitarlo. ¡Dios ahora me come!
Estos niños tan preciosos y un poco cabroncetes, dicho de paso, se están
partiendo de la risa a mi costa. Están, literalmente, agarrando su tripita
tirados en la nieve, mientras inundan el lugar con sus hermosas carcajadas.
Ahora sé que él no va a comerme, ha vuelto a agachar su cabeza, estiro
mi mano sin llegar a tocarle. Los niños se callan de repente, yo cierro los
ojos rezando todo lo que me enseñaron las monjitas y que ya ni recordaba.
Noto algo debajo de mi mano, abro los ojos y veo que ese dragón ha
acercado su morro a mi mano con sus dientes enormes y puntiagudos, aun
así, no siento miedo y suelto todo el aire que estaba reteniendo de golpe.
—Todavía no estás perdonado, bicho.
El jodido vuelve a pasarme la lengua de arriba a abajo, mira a los niños y
les dice que cuiden de mí hasta que vengan a buscarnos, se da la vuelta
volando por donde vino.
Puede hablar y su voz es fuerte, muy grave y profunda, pero, aunque no
parezca lógico no me da miedo. Los niños asienten sonrientes ante la
petición y me miran, colocan la maleta tumbada a mi lado y me ayudan a
sentarme y se sientan a cada lado cerca de mí, para así esperar que vengan a
buscarnos.
Mientras pasa el tiempo me fijo en su forma de vestir, me recuerda a los
vikingos de la serie o como los imagino al describirlos en los libros, con el
cuero y las pieles. Es absurdo, me siento como si hubiera viajado en el
tiempo.
—¿Qué hacéis los dos solitos por aquí, vivís en el castillo? —Pregunto y
ellos asienten.
—Nos gusta pasear y si encontramos animales heridos los llevamos al
castillo para curarlos —le miro pensando cuál será de los dos y parece
entenderme —Yo soy Rend, es normal que no sepas distinguirnos solo
mamá lo consigue, a los demás los engañamos.
—Os podéis quedar delante de mí para mirar bien vuestras caritas a ver
si yo os puedo distinguir… no me gustaría confundirme… por favor.
Curiosos ambos se colocan de pie delante de mí, miro fijamente sus
caritas y desaparecen. Me quedo con las manos en el aire cuando me dirigía
a tocar sus caras y aparecen de nuevo.
Yo suspiro, debo de estar como un cencerro, creo que me estoy
volviendo loca porque lo veo como algo normal, que dos niños
desaparezcan o que un gigantesco dragón, después de dejarme para el
arrastre, me haya olido y babeando. Y yo aún no salga huyendo
despavorida.
Cada uno me coge una mano y se agachan a mi lado y las ponen en sus
cachetes. Por más que miro, no consigo ver alguna diferencia, al menos en
el rostro pensé que tal vez algún lunar podía servirme. Nada. Dos gotas de
agua idénticas.
—Lo siento, pero me temo que no os voy a poder distinguir, sois
igualitos, así que, si me confundo no os enfadéis conmigo. ¿Vale?
Ellos asienten aún con mis manos en sus cachetes. Tiemblo de frío y se
colocan a mi lado para ofrecerme calor. Me está entrando una morriña
impresionante, poco a poco me voy escurriendo entre ellos buscando una
posición cómoda y me quedo dormida.
No sé cuánto tiempo paso dormida, y al despertar, creo que estoy en los
brazos de alguien, me tenso e intento apartarme.
—Tranquila estás a salvo —susurra una voz grave.
Esa voz provoca que mi piel se erice por todas partes y no de miedo
precisamente. Necesito verlo. Con cuidado de que no se dé cuenta abro un
ojo y acabo abriendo los dos.
¡Madre mía! La camisa deja la parte del pecho descubierta. ¡Qué
pectorales tiene este hombre! Sigo subiendo mi mirada a un cuello fuerte y
ancho tapado un poco por una barba rubia con una trenza pequeña a cada
lado. A los lados de la cabeza veo que lleva hechas unas trenzas que
adornan su pelo con abalorios circulares que parecen de oro. Llego a su
boca y allí se esconden unos labios carnosos que me dan ganas de morder.
¿Yo? ¿Morder los labios de un hombre? ¿Qué me está pasando? Su nariz es
grande, pero proporcionada y no le quita belleza. Quiero ver sus ojos y al
levantar la mirada quiero que la tierra me trague.
Parece que escucha mis pensamientos, porque ahora me está mirando a
pesar de que no ha parado de caminar y creo que se ha dado cuenta del
escaneo por mi parte. No puedo dejar de mirar sus ojos, son sorprendentes:
alrededor del iris son de una tonalidad marrón muy claro, que luego se
mezcla con un verde suave y le otorga un magnetismo que hace que no
pueda dejar de mirarlos. En uno de sus ojos creo que tiene un lunar que
hace que me quede totalmente idiotizada.
Lo oigo carraspear mientras sonríe, entonces despierto del momento
tonto y logro preguntar.
—¿Dónde están los niños? —susurro para no parecer más idiota y que
encima de los nervios me salga algún gallo y me muera de la vergüenza.
Mueve la cabeza hacia atrás señalando dónde están y yo asomo la mía
por encima de su hombro. Veo a los gemelos dados de la mano de un
hombre muy guapo que, por el parecido, creo que es su hermano mayor o
incluso hasta su padre.
Ellos me ven mirándolos y me saludan con la mano libre y el hombre
mueve la cabeza a modo de saludo. Yo sonrío y vuelvo a colocar mi cabeza
en el pecho de este grandullón y suspiro.
—Muchas gracias por llevarme…—hago una pausa, ya que no nos
hemos presentado y desconozco su nombre.
—Khonox —susurra suave cerca de mi oído.
Ese gesto me parece demasiado íntimo y creo que, por primera vez en mi
vida, estoy roja como un tomate. Jamás en toda mi vida las palabras de un
hombre me habían afectado de esa manera, simplemente mi cerebro no las
registraba y punto, ni siquiera Carlos conseguía algo así en mí.
—Ehh… si eso K…Kho… —Carraspeo sintiéndome estúpida —
Khonox, muchas gracias por llevarme, no soy precisamente peso ligero,
aunque parece que tú ni lo notas.
Me quedo mirándole otra vez embobada perdida y él sonríe de medio
lado. Entonces caigo en la cuenta de que este pedazo de maromo, fijo tiene
una relación o incluso estará casado, y yo haciendo el papel de tonta
babeando por él.
Me encuentro muy incómoda de repente, me muevo en un intento de
separarme de él. Algo imposible, lo sé, ya que me lleva en brazos, pero lo
hago igualmente provocando que una punzada de dolor se me clave en el
costado, dejándome sin respiración.
—Joder, duele mucho —jadeo casi a punto de llorar, me está doliendo
horrores.
Se para de inmediato con cara de preocupación. Yo intento coger aire y
soltarlo poco a poco, la punzada cada vez es más fuerte.
—Cierra los ojos, vamos a llegar en unos minutos, no quiero que te
marees por la velocidad. —Yo le miro extrañada con una ceja levantada.
—Confía en mí, por favor, cierra los ojos para poder aumentar la
velocidad y que no te provoque mareo.
—¿Tío Khonox, que le pasa a Evolet? —gritan asustados mis niños
preciosos.
—Estoy bien, solo necesito acostarme un rato, no os preocupéis
preciosos, ¿vale? —les digo con esfuerzo y miro a Khonox —confío en ti.
—Me recuesto en su pecho y siento que de verdad sin conocerlo de nada
confío en él, me relajo y cierro los ojos.
Noto el aire a mi alrededor con el movimiento, en unos minutos todo
parece pararse de golpe y me acuesta sobre lo que supongo será una cama.
Hace calor aquí y suspiro de alivio al sentir que el dolor en el costado está
remitiendo al ponerme cómoda, ¡menos mal!
—Ya puedes abrir los ojos, Evolet —habla cerca de mi rostro, parece que
se recrea en mi nombre. Yo abro los ojos y lo miro—. ¿Cómo te sientes
ahora?
—¡Ehh!, bien sí… de verdad muchas gracias, no debes preocuparte
tanto, estoy mejor gracias a ti. —Aparto la mirada— Espero no causarte
molestias con tu mujer por todo esto, no quiero molestar, solo quiero saber
en qué lugar estoy y por qué motivo he venido aquí.
Me levanto de golpe y grito por el dolor, pero no me importa. En este
momento solo puedo pensar en mis hermanos. No sé cuánto tiempo ha
pasado desde que supuestamente cogí el avión. Tal vez ya haya pasado el
tiempo que duraba el vuelo y ellos estarán preocupados esperando mi
llamada para saber que llegué a Londres o incluso a Noruega.
—Mi bolso. ¿Dónde está?
—Todo está al llegar. Acuéstate por favor, te estás haciendo más daño.
—Intenta tocarme para acostarme de nuevo y yo lo aparto, le miro y parece
dolido por mi rechazo.
—Lo siento, necesito saber cuánto tiempo llevo aquí. Mi familia está
esperando un mensaje y necesito mi bolso para poder avisarles, si no les
mando el mensaje van a preocuparse mucho —digo desesperada.
Justo en ese momento los niños entran en tromba en la habitación donde
estoy, y en la que ni me he fijado, ya lo haré después.
—Hola, preciosos necesito mi bolso. —Estiro mi mano y me lo entregan
rápido—. Gracias.
Lo abro y busco con desesperación mi móvil, que está apagado. Lo
enciendo, estoy tan metida en mis pensamientos que no me he fijado que la
habitación se ha llenado de personas hasta que escucho murmullos. Miro al
frente y los veo, pero no les presto atención, tengo otra cosa en mente más
importante. Vuelvo la vista al móvil, por fin puedo teclear el pin e ir a mis
contactos para llamar, no tengo señal.
—No, no, no, no, no… —murmuro desesperada. Vuelvo a intentar
llamar—. ¡Joder!, esto no puede estar pasando, necesito que sepan que
estoy bien. No pueden pensar que me ha pasado algo, ¿Por qué esto no
funciona? ¿Dónde narices estoy? ¿Qué lugar es este? —grito desesperada
mostrando el móvil.
—Tranquilízate, buscaremos la manera de avisarles, estás asustando a
los niños. —Es una mujer la que me habla, levanto la cabeza y mis lágrimas
empiezan a salir sin parar.
—No, no lo entendéis, necesito avisarlos, si no saben de mí, van a pensar
que él me ha encontrado, mis hermanas están embarazadas no quiero que
estén nerviosas —suplico mirando a todos los que están conmigo, miro a
los niños que están tristes por verme así—. Perdonadme preciosos, no
quería asustaros. ¿Podéis abrazarme para sentirme mejor?
Ellos se suben rápido a la cama y me abrazan con cuidado, cierro los
ojos, suspiro y su olor me tranquiliza. Miro a todos los adultos, sin fijarme
realmente en ellos, solo puedo pensar en cómo voy a poder enviarles un
mensaje sino hay cobertura.
—Lo siento mucho, no quería asustar a los pequeños yo…
Muerdo mi labio intentando retener los sollozos que quieren salir. Ya ni
siento las punzadas constantes de dolor. Si mis hermanos piensan que él me
ha encontrado se van a preocupar y no tengo como avisarles. Siento sus
miradas de pena en mí.
La misma mujer que habló antes se acerca a mí y toca mi mano, me fijo
en sus ropas y parecen de otra época. Ya no sé qué pensar, espero que ellos
me puedan dar respuestas.
—Me llamo Gal y esta es mi familia, aquí estás a salvo. Necesitas
descansar un poco. Voy a traerte una sopa y mis hijas van a quedarse
contigo para hacerte compañía y te ayudarán a cambiarte para estar más
cómoda. —Yo asiento dándome por vencida. Tiene razón, en este momento
no hay nada que pueda hacer.
Dos chicas guapísimas muy parecidas a su madre, aunque en realidad
ésta parece su hermana mayor, se acercan a un lado de la cama.
—Yo soy Phipai y ella es mi hermana Anarfi, ¿quieres que nos
quedemos contigo?
—Sí, por favor —digo casi en un murmullo.
El resto va saliendo poco a poco, incluso los niños que protestan sin
parar y me sacan una sonrisa. Gal se acerca a Khonox y le dice algo en un
idioma que no entiendo y eso me molesta. Resulta evidente que están
hablando de mí, ya que no dejan de mirarme de reojo. El gruñe a la mujer y
sale de la habitación. Ella me mira con una disculpa en su rostro, como si
supiera lo que estaba pensando, y también se va.
Yo me quedo en silencio, sé que ellas me hablan, aunque desconecto por
completo y me dejo ayudar. Me llevan a un baño, los muebles son preciosos
hechos de madera, intento fijarme en detalles que me hagan olvidar. Solo
hay un mueble con un balde y una jarra, un inodoro bastante raro hecho de
piedra y luego una bañera de hierro enorme y alargada sin grifos por ningún
lado. Hay un banco de madera que sería la envidia de muchos ebanistas. Me
sientan en él y me ayudan a desnudarme, alguien toca a la puerta en ese
momento y ellas me tapan con una tela por encima.
—Van a traer agua y unas cosas que necesitamos para curarte las heridas,
y que mañana ya nada te duela.
Yo suspiro y asiento. Entran tres personas, cada una con un cubo con
agua en cada mano, la echan en la bañera y se van después de realizar una
reverencia mirándome, yo abro los ojos y las miro sin preguntar nada. Me
encojo de hombros y sigo en mi mutismo.
Me quitan la escayola de mi pierna rompiéndola con sus manos y antes
de entrar en la bañera veo que una de ellas, creo que Anarfi, echa fuego por
la boca para calentar el agua. Yo abro los ojos como platos y pienso si
estaré alucinando. Miro a la otra que me sonríe de manera cariñosa y acabo
sonriendo.
—Listo, ya puedes entrar —dice alegre Anarfi. Me acomodo con su
ayuda y ronroneo de gusto en el momento que el agua caliente me cubre por
completo.
—Está perfecta.
Me lavan la cabeza y el cuerpo con un jabón que huele a moras y me
encanta. Yo las dejo cuidarme porque ahora mismo me recuerdan a Luna y
Luciana y eso me entristece por un momento, así que respiro hondo y
espero que pronto pueda hablar con ellas y quedarme tranquila.
Las dos parecen percatarse de mi cambio, pero no preguntan nada.
Acaban y me ayudan a salir, me secan bien y me quedo sentada en el banco.
Me untan una pasta en la pierna y en el costado y la cubren después con
tela, me van a vestir con un camisón que parece de una abuela y niego con
la cabeza. Me levanto, voy hasta la habitación con la ayuda de Phipai y
señalo la maleta.
—Ahí tengo ropa para dormir, lo siento. No quiero ponerme eso —les
aclaro.
Se miran y asienten. Me acercan la maleta, la abro y saco una camisa y
un pantalón de pijama que son muy calentitos y holgados. Me lo pongo y
me acuesto en la cama. Dejan unos cojines a mi espalda y justo en ese
momento tocan a la puerta. Es Gal quien entra con una bandeja de madera
con la sopa.
—Toma querida, está caliente y te va a sentar de maravilla para que
duermas un rato. Ya verás que después de las curas de mis hijas y la sopa te
vas a sentir mucho mejor. —Me llevo una cucharada a la boca y cierro los
ojos.
—Está deliciosa, gracias.
Aprovecho para mirar la habitación y es preciosa. Los muebles son de
madera. Hay una cómoda enorme con un espejo y una silla, frente a la cama
un sillón que parece cómodo con una mesita al lado y un libro encima. La
cama de matrimonio es bastante grande y tiene un dosel con cortinas
blancas. No veo fotos por ningún lado ni adornos, pero teniendo en cuenta
que no hay agua corriente, tampoco creo que tengan cámara de foto. Hay un
baúl bastante grande a los pies de la cama y no veo armarios tampoco.
Me quedo satisfecha con mi revisión y miro a Gal, sus hijas están detrás
y escucho que las tres están soltando unas risitas suaves y yo me pongo roja
porque me hayan pillado dándole un repaso a la habitación. No lo he podido
evitar, todo parece tan antiguo que me llama la atención y estoy segura de
que está hecho a mano, ¡me encanta!
—Mi hijo la mando preparar para su mujer y estaba esperando a que
viniera para poder estrenarla con ella —me explica. Y yo me remuevo
incomoda en la cama al saber eso.
—¿Y por qué estoy aquí? Puedo dormir en cualquier sitio, además no me
puedo quedar mucho tiempo…
—Esta es tu habitación, no tienes que preocuparte por nada —me
interrumpe y yo la miro extrañada, pues no entiendo nada—. Te prometo
que responderé a todas tus preguntas y aclararé las dudas que tengas. Ahora
me gustaría que te terminaras la sopa y que intentes dormir lo que tu cuerpo
necesite para sanar, puedes hacer eso por mí por favor.
Yo asiento y me termino la sopa sin decir nada más. Gal me besa en la
frente y me tapa como si fuera una niña y suspiro emocionada y triste, ya
que nadie que no fueran mis hermanos han hecho eso por mí.
Cierro los ojos y escucho el sonido de una voz en mi cabeza que me
canta mientras me toca el pelo con caricias que me llevan a un sueño
profundo.
Capítulo 7

Levanto la cabeza y huelo el aire.


—¡Está aquí! ¡Ha vuelto!
Salto y me convierto para ir a por ella y traerla a su nuevo hogar en la
isla Thanthana. Detrás oigo a mi madre gritarme que no la asuste de nuevo
y la traiga a casa.
La encuentro con mis sobrinos y me enorgullece verla protegerlos ante
mí. Paso unos minutos con ellos y luego me voy. Regreso poco después con
mi hermano Boltcan y la encuentro dormida pegada a los cachorros. Verla
en ese estado me enternece como jamás me pasó con nadie que no fuera de
mi sangre. Tiene una cosa blanca que protege su pierna y siento un pellizco
en el corazón, porque parece algo que impide su movimiento, sé que es mi
culpa. Yo le hice más daño del que imaginé y me odio a mí mismo. La llevo
al castillo para que mis hermanas la curen y que pueda descansar.
Me siento terriblemente mal por engañarla, pero no la voy a dejar volver.
Le he quitado la llave mientras dormía en mis brazos y me la he colgado al
cuello. Buscaré la manera de hacer llegar ese mensaje a su familia. Mi
madre viene a mi lado, me aparta y se comunica en dragón para que no nos
entienda.
—Khonox está muy nerviosa debes salir y dejar que se calme, no puedes
decirle ahora quien es ella para ti, además hay alguien que quiere causarle
mucho dolor, no sé muy bien qué ocurre, su mente ahora es un caos y solo
piensa en sus hermanos. Por favor, sal de la alcoba, tu presencia la pone
algo nerviosa.
Yo le gruño y acabo cediendo, por mi mujer, porque sé que tiene razón.
Salgo y me dirijo a mi despacho y cierro la puerta, saco la llave de mi
cuello y la escondo entre los libros rojos, ahí ella no la va a encontrar
nunca.
Mientras, espero a que mi madre venga y me informe de qué le pasa y si
sabe quién es ese hombre. Si antes no la iba a dejar ir hasta no estar seguro
de que volvería a mi lado, ahora menos sabiendo que corre peligro. Buscaré
después a mi hermano para saber cómo enviar el mensaje a sus hermanos y
dejar que ella esté más tranquila. Necesito pensar muy bien cómo explicarle
quien es para mí, no quiero asustarla más.
Verla proteger a mis sobrinos del dragón que tanto dolor le causó me
sorprendió, nunca pensé que llegara a enfrentarse a mí. Y me gustó. Poder
olerla y lamerla fue excitante.
Sé que ella se siente atraída hacia mí como hombre, pero no es amor. Si
fuera una dragona las cosas serían más fáciles. Sé que por ella merece la
pena cada esfuerzo, aunque sea un camino difícil.
Es una mujer fuerte a pesar de ser una humana, pero eso ya la hace débil
en mi mundo. Debo estar seguro de que me ama como hombre y como
dragón antes de unirme a ella, si no la voy a perder. Phipai fue muy clara, si
ella no ama a mi parte de hombre y de dragón por igual, y me uno a ella,
morirá. Y si me ama de verdad, no sabemos si cambiará a dragona, si
obtendrá algún poder a pesar de ser humana, si será inmortal o qué pasará.
Las escrituras se remontan a cientos de milenios atrás y no hay nombres,
solo se sabe que el dragón que amaba a la humana no era de la realeza. No
podremos saber nada hasta que Evolet se una a mí y para eso he de
asegurarme de su amor, si no la mataré y eso es algo que no va a pasar.
Lo que conseguimos saber es que la humana no amaba lo suficiente a la
parte dragón en la unión y casi le cuesta la vida. Le amaba, pero según los
escritos aún sentía miedo a su parte dragón. Poco a poco el dragón se ganó
su amor fortaleciendo el vínculo y fueron felices, no se sabe si ella murió
como humana o era una dragona inmortal, aunque sabemos que en la isla no
están.
Ya he hablado con Boltcan y puede llevar una carta a sus hermanos para
que estén más tranquilos. Pasan unas horas hasta que tocan a la puerta y doy
paso a mi madre. La miro esperando que me explique qué ha pasado.
—Hijo, tienes que calmarte, estar tranquilo, para que no cometas ningún
error más con ella —me ruega nerviosa.
—Lo sé… lo sé. Me está costando mucho, madre. Los nervios están
acabando con mi paciencia.
Ella me mira en silencio muy seria.
—Debes tener en cuenta que no sabes nada de ella, como se crio y qué
valores le han inculcado, tienes que ganártela cariño no asustarla, ya lo
sabes.
—¿Y qué pasa si me desafía? ¿Debo permitírselo por ser ella? —Ella
levanta una ceja. —Sé lo que le pedí a la llave. Una cosa era cuando
pensaba en ella como una dragona, alguien a mi altura, y no en ella siendo
una insignificante humana.
—Cuida tus palabras, es tu Neushal, a pesar de ser una humana. Ya le
has hecho bastante daño. ¿No te parece Khonox Rior Dragonian?
Trago saliva. Ella usa los nombres completos de sus hijos con voz de
dragona si está realmente molesta y me lo merezco.
—Madre, estoy aterrado. Estoy acostumbrado a que se haga mi voluntad
sin preguntas, y presiento que ella me va a poner las cosas difíciles —me
sincero con ella.
—Debes actuar con paciencia y conocerla para saber cómo es ella, debe
adaptarse a su nueva vida a tu lado si es lo que ella quiere, y no has
empezado bien lastimando su cuerpo.
—Explícame madre, ¿por qué me sacaste así de la alcoba?
—Le tiene miedo a un hombre, no pude saber el motivo ni qué le pasó,
su cabeza es un caos. No me es fácil de leer en este momento, entre tu
hermana Anarfi y yo conseguimos dejarla dormida y espero que duerma y
no despierte hasta que esté bien completamente y tú debes estar ahí si
despierta —suspira y prosigue —. Va a rechazarte, lo sé, rechaza todo
contacto con hombres que no sean sus hermanos, debes conseguir que
confíe en ti. ¿Dónde está la llave? Ella o no se ha percatado o no ha
preguntado todavía y es algo que hará. El que le permitas hablar con su
familia te ayudará, sé que la has escondido y es tu elección, aunque creo
que te estás equivocando.
—No quiero perderla, madre.
—Es lo que pasará si le mientes.
—¿Cómo puedo actuar con ella? Necesito tiempo, necesito ganármela
antes de entregársela —suspiro nervioso frotándome la cara, me levanto y
camino sin parar de un lado a otro.
Mi madre estará pensando en la mejor manera de entablar esta
conversación con ella y no asustarla. Yo quiero follarla, morderla y
marcarla, y para eso ha de estar enamorada de mí al completo.
—Maldición, ¿Qué voy a hacer? Ahora que la conozco no creo que sea
mala, al contrario. Si la hubieras visto proteger a los cachorros frente a mí
en mi forma de dragón, después del daño que le causé. No demostró miedo,
al contrario, se puso delante de los niños y me amenazó con un palo. Me
llamó bicho. ¿A mí? ¿A quién se le ocurriría llamarme así? De frente, sin
querer demostrar ese miedo a pesar de sentirlo. Me sentí orgulloso de ella.
Mi madre empieza a reírse y hacía tiempo, muchísimo tiempo, que no
lloraba de la risa, al final me contagia y acabamos riéndonos los dos y eso
me ayuda a relajarme y calmar mis nervios.
Ella, mi pequeña guerrera ha conseguido con sus acciones sacarme unas
risas, quiero ser feliz y ella es mi felicidad, es valiente como ninguna otra
mujer.
—Vamos, debes estar a su lado.
Nos encaminamos hacia mi alcoba, esa que mancillé con mi última
amante y que renové cada detalle para mi mujer. Al entrar, ella sigue
durmiendo mientras Anarfi está a su lado.
—Ha estado tranquila, es probable que duerma el resto del día y puede
que la noche. —Asiento y ella se va.
—Ve a descansar madre, te avisaré en cuanto despierte, no te preocupes,
cuidaré de ella.
—Si está con el sueño intranquilo llama a Anarfi, ella la tranquilizara. —
Mi madre se acerca a mí, me agacho para que pueda besar mi frente—. Te
quiero hijo, demuéstrale a esa humana que tú eres su hombre cuando
despierte, sin asustarla por supuesto. Eso es lo más importante. —Se acerca
a Evolet, besa su frente y se va dejándonos solos.
Yo me siento en el sillón y cojo el libro que comencé e intento leer. Sin
poder evitarlo mis ojos se van constantemente a mi mujer, me acerco en
varias ocasiones y paso mis nudillos por su mejilla, le recoloco un mechón
de su hermoso cabello, es muy largo y liso y es algo que me encanta.
Oigo su latido pausado, y eso consigue que me calme. Con el sonido de
su corazón vuelvo a sentarme, me centro en él y cierro los ojos.
Me despierto sobresaltado al escuchar gemidos de dolor, me levanto de
golpe y voy hacia mi mujer que no para de moverse, está con pesadillas y
murmura cosas sin sentido que no logro entender. Coloco la mano en su
hombro para intentar despertarla, en cuanto la toco, se retuerce gritando
desesperada, y ahí sí entiendo lo que dice:
—Por favor, no me hagas más daño, ya no aguanto más dolor, por favor,
te lo suplico. ¡Para ya! —grita entre jadeos de terror.
De inmediato salgo al pasillo y mando llamar a Anarfi que viene con
rapidez. Abre la puerta sin preguntar y sin mirarme, va hacia la cama y usa
su poder, y consigue lo que yo no he podido. Calmarla.
Mi pequeña guerrera pasa de tener la cara contraída por el miedo y el
dolor, a estar con la carita relajada y tranquila de antes. Mi hermana se va a
la puerta para salir y la paro. No siempre le pasa, muy pocas veces puede
sentir y ver el pasado de una persona, tal vez con Evolet haya sentido algo.
—¿Qué ha pasado aquí? ¿Quién le hacía daño? Era por mi culpa —
afirmo roto de dolor.
—No hermano, recuerda que ella ha tenido una vida y algunas cosas no
han sido buenas, no soy yo quien debe contarte su historia, llámame si lo
necesita, descansa, ella está bien ahora.
Asiento sin decir nada más y ella se va. Vuelvo a quedarme a solas con
mi cabeza hecha un caos, no me gusta saber que alguien le ha hecho daño,
me vuelven a la mente sus palabras en las que nombraba a alguien que
quería encontrarla. Voy a matar a ese humano.
Ha pasado toda la noche y parte de la mañana durmiendo. El día va
pasando y los niños vienen a verla varias veces y siempre está dormida. No
ha vuelto a tener pesadillas y eso calma mi alma. Es la hora de la comida y
a mí me la traen como le pedí a la doncella, no quiero salir de aquí hasta
que despierte.
Estoy comiendo y noto movimiento en la cama, me levanto y veo como
abre sus ojos y me mira fijamente, parpadea, pasa sus manos por sus ojos
para quitarse el sueño y se incorpora para sentarse.
—Hola, ¡vaya!... ya casi no siento dolor ni molestia.
Mira a todos lados buscando algo, la noto nerviosa.
—Buenos días, Evolet. Me alegra saber que estás más recuperada, ¿te
puedo ayudar en algo?
—¡No! —Grita con los ojos como platos.
Yo levanto las manos en señal de paz y sus mejillas cogen el color de
una cereza y agacha la cabeza.
—Yo necesito estar sola un momentito. Es que… yo… verás, es que…
—Necesitas ir al excusado ¿no?, tranquila llamaré a la doncella para que
te ayude.
Ella se tapa la cara y gruñe.
—¡No!, no necesito la ayuda de nadie para hacer pis, solo que salgas un
momento. ¡Por Dios!
—Lo siento, no quiero dejarte sola, me quedaré aquí por si necesitas
algo.
Me cruzo de brazos y la intimido para que sepa que no voy a salir, ella
sin decir nada más se levanta con cuidado y entra al excusado, no tarda
mucho y sale de nuevo. He cogido el camisón y se lo tiendo para que se lo
ponga.
—No voy a ponerme eso. No lo necesito, mi ropa es suficiente, pero
gracias de todas formas.
—Lo harás porque yo te lo pido, eso que llamas ropa marca tus curvas y
no me gusta, ponte el camisón. He mandado que te traigan ropa mañana y
también vendrá una costurera para tomarte las medidas y crearte ropa
nueva.
—No sé quién coño te crees que eres para hablarme y ordenarme como
si te perteneciera, y déjame decirte que yo no le pertenezco a nadie y no
quiero ponerme esa ropa, ¿queda claro?
Respiro hondo antes de acabar gritándole, pensando en que su forma de
criarse y sus costumbres nada tienen que ver con las nuestras.
—Te lo pido como rey, hay unas normas de vestimenta y no quiero que
nadie te mire más de la cuenta.
Ella parece pensárselo, aunque no le gusta acaba cediendo, coge el
camisón y vuelve al excusado a cambiarse. Cuando sale me arrepiento por
completo, ¡Maldición!, se le transparenta todo, está desnuda y sin ropa
interior.
Siento una lucha en mi interior, estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano
para no abalanzarme sobre ella, chupar esos pezones y enterrarme en su
interior una y otra vez. He estado largas temporadas sin una mujer y ahora
con ella a mi lado es casi imposible controlarme, no necesito buscar a otra,
la necesito a ella. Va directa a la cama sin mirarme, ignorando mi batalla
interior, salgo al pasillo y mando llamar a mi madre para que venga y
podamos hablar ya.
Siento alivio al ver llegar a mi madre. Me ve sentado en mi silla y a
Evolet mirando por la ventana ignorándome y pone los ojos en blanco. He
intentado comunicarme con ella y me dice que no quiere, así que opté por
armarme de paciencia y dejarla con sus pensamientos y yo con los míos.
Está enfadada por obligarla a ponerse el camisón y por eso ahora se niega a
dirigirme la palabra, debe aprender a obedecer mis órdenes.
—Buenas tardes, dormilona.
Ella estaba tan centrada en la ventana que ni la escuchó entrar, se
incorpora y le regala una sonrisa que provoca que me tiemblen las piernas y
a la vez me enfurezca porque a mí no me ha sonreído así. Mi madre se
sienta en la cama a su lado.
—Hola, Gal. ¿Hablaremos ahora? —Y me mira a mí.
—Sí, vamos a hablar. Lo primero que quiero es saber por qué estás tan
cómoda con nuestros poderes, tanto los cachorros como mis hijas dijeron
que no te asustaste, de hecho, con Anarfi acabaste sonriendo mientras
calentaba el agua de la tina.
—Bueno, siempre he pensado que, si los humanos existimos por qué no
otros seres, si lo piensas es lógico que no seamos los únicos en este mundo.
—Se encoge de hombros.
—Eso es cierto, ¿no te damos miedo?
—La verdad al principio sí que pasé miedo cuando vi a los dragones,
sobre todo cuando el blanco me atacó, pero con los pequeños sentí ternura a
pesar de que me estaban gastando bromas mientras no podía verlos. —
Sonríe al recordarlo—. Cuando volvió el dragón blanco temí por los
pequeños, y aunque sabía que era algo estúpido intente protegerlos y todo
salió bien. Creo. El dragón se fue y luego desperté en sus brazos. —Levanta
su mano en mi dirección molesta y me señala.
Parece que verme aquí no le gusta y no entiendo el porqué, pues deberá
acostumbrarse a mi presencia.
—Ante todo quiero daros las gracias por cuidarme, lo que me pusieron
sus hijas me ha quitado casi por completo el dolor.
—En realidad fueron mis nueras Lessla y Yiri las que hicieron esos
mejunjes para aliviar tu dolor, ellas son las curanderas. Y son las mejores,
pero no se lo digas a ellas —susurra lo último tapando un lado de su boca
haciendo reír a Evolet.
—Deberíamos hablar de las cosas importantes. —Intervengo de manera
brusca. Ella da un respingo. Me molesta que me ignore, no lo soporto.
—Claro hijo. Evolet cariño puedes preguntar todo lo que quieras.
Evolet se agarra las manos y las pone en su regazo nerviosa.
—No sientas miedo a preguntar, te diré la verdad siempre que la sepa o
que sea yo quien deba darte esa respuesta. —Ella frunce el ceño y mira a mi
madre.
—Lo primero que necesito saber es si ya han encontrado alguna forma
de enviar a mis hermanos el mensaje para que sepan que estoy bien y
segura.
—Tal vez hay una forma, mi hermano Boltcan puede abrir portales entre
nuestros mundos y solo él puede traspasarlos, he pensado en que quizá
quieras escribirles algo y él hacérselo llegar a ellos.
—Eso estaría bien, puedo mandarles un mensaje explicándoles que
tardaré un poco en poder hablarles cómo les prometí, que donde estoy no
llega la cobertura y que estoy bien y a salvo. El único problema es no
obtener una respuesta de ellos y ser yo la que se quede intranquila sin saber
que están a salvo.
—Mi hermano puede decírtelo en el momento en que los vea. Necesitará
que los describas y le des su dirección y él te dirá. Tienes mi palabra.
—¿La palabra de rey o la palabra de Khonox?
—Mi palabra de hombre.
Suspira, se frota la carita y me mira, parece que su enfado está
disminuyendo y debo tener cuidado. No quiero alejarla de nuevo.
—Está bien, te perdono por obligarme a ponerme esto. —Me sonríe y
siento un cosquilleo extraño recorrer todo mi cuerpo, y es algo que nunca
me pasó con nadie, la siento cercana y eso me gusta—. Pero necesito enviar
el mensaje cuanto antes, por favor.
—Primero vamos a hablar y luego llamaré a mi hijo para que te ayude
con tus hermanos. ¿De acuerdo? —Evolet asiente—. Si todo sale bien es
una forma de estar en contacto con ellos mientras estás aquí.
—¿Por qué estoy aquí? —pregunta.
—No hay una forma sencilla de decirte esto. Eres la mujer destinada a
ser la Neushal del rey, eres la única que puede engendrar a sus hijos, eres la
elegida y por eso estás aquí cariño.
Ella se aparta del toque de mi madre que en ese momento le estaba
agarrando las manos y se levanta de la cama, se acerca a la ventana
temblorosa y me mira a mí directamente.
—No voy a ser su puta señor, mucho menos engendrar sus hijos, antes
me tiro por la ventana. Quiero volver a mi casa. ¡Ahora!
Lo dice con una calma que me hiela la sangre y sé que haría lo que está
diciendo, está equivocada. Voy a decírselo y mi madre se adelanta.
—Te equivocas cariño, jamás serías eso para mi hijo, serías su mujer, la
reina de nuestra isla Thanthana y la futura madre de mis nietos. La llave te
eligió y te ha traído hasta él.
Ella niega con la cabeza y se sienta en el suelo debajo de la ventana y yo
suspiro con alivio, aunque nunca la hubiera dejado caer, el hecho de que lo
piense ya me da terror. Evolet se abraza las piernas y nos mira sin decir
nada más.
—Yo fui la Neushal de su padre. Antes de ser rey no nos conocíamos y
cuando fue rey, tardé diez años en estar a su lado. Al principio me negué,
sin embargo, estaba enamorada de él y fui muy feliz. Te prometo que te
contaré bien mi historia. Solo quiero que sepas que estáis destinados a estar
juntos, ser felices y formar una familia.
—Yo no puedo ser la elegida o lo que sea, no quiero estar con ningún
hombre yo… no puedo, os estáis equivocando.
—¿Por qué crees que nos equivocamos nosotros?
—Yo soy feliz estando sola.
—No lo eres, envidias a tus hermanas por el amor que a ti se te ha
negado, y ahora que van a ser madres todavía más, aunque las amas deseas
lo que ellas poseen.
—¡Sííí! Pero yo no creo en el amor, la única vez que creí amar a alguien
me traicionó y me rompió.
—No le amaste, le querías sí, no obstante, no le amaste y sabes por qué
lo sé. —Ella niega mirando a mi madre con ojos llorosos. —. Porque si le
hubieras amado te habrías entregado a él y nunca lo hiciste, siempre algo te
hacía negarte a intimar con él.
—¡Basta! —Ambas dan un respingo—. Te daré el tiempo que necesites,
llevo esperándote trescientos años, tienes que darme una oportunidad.
Ya no aguanto más, me levanto y salgo de la alcoba. Mi madre me llama,
pero no puedo seguir escuchando que hubo otro hombre en su vida. Me
acerco a la cocina y pido que le lleven algo a mi mujer de comer, avisando
que ya despertó, y me meto en mi despacho.
Paso una tarde en la que soy incapaz de concentrarme en mis
obligaciones, mi mente va a ella una y otra vez, y eso me va poniendo de
muy mal humor. Mi madre ha venido dos veces pidiéndome que vaya a
verla.
Saber que ella ha vivido otra vida y que su corazón ha sido o es de otro
me está matando. He de ganarme su amor y hasta el momento no he hecho
más que fastidiarla, quiero que confíe en mí, pero como lo hará si le oculto
la llave y la dejo atrapada en mi mundo.
No ha querido salir de la alcoba, parece que nos ha cogido miedo a todos
menos a los cachorros, no estoy acostumbrado a que me rechacen y ella lo
está haciendo, aunque no por no gustarle como hombre sino porque su
corazón tal vez ya tenga dueño. No sé cómo conseguir que me quiera a mí,
ella es mía. ¡No la voy a dejar marchar!
Subo por la noche, mi madre ya parece que ha desistido por hoy de
intentar que salga. Se ha quedado sola en la alcoba y me acerco a la puerta
que está abierta y la veo sentada en el sillón, parece tan triste.
Saber que ha sido de otro no sé cómo gestionarlo. Es normal que eso
haya pasado, además, que voy a reclamarle yo sí he estado con muchas más
en todos mis años de vida. Seré un hipócrita si se lo reclamo. Respiro hondo
y dejo de pensar en ella con otro hombre porque la furia vuelve cuando la
imagino en brazos de otro.
La veo sentada en el sillón, me fijo en sus manos y en el aparato con el
que quería comunicarse con sus hermanos, escucho voces y risas. Está tan
concentrada que no se da cuenta de mi presencia, me quedo en la puerta a
escuchar.
—Te quiero bichito —solloza—. No sé qué va a ser de mí aquí, sin ti, sin
mis hermanos. Yo no quiero estar con él, no quiero que me obligue a nada.
Te echo tanto de menos, quiero estar contigo y que me abraces fuerte. —No
puedo aguantar más, esas palabras crean algo que nunca antes tuve. Celos.
Y no me gusta. Camino hasta ella furioso.
—Eres una ramera, ¿amas a otro? —Me mira con miedo, no me importa,
no voy a dejar que sus sentimientos sean para otro, es mía. ¡Maldición!—.
No me importa que ames a otro, yo soy tu destino. Te guste o no, ahora eres
mía —grito furioso.
—¡No! —solloza abrazándose a sí misma levantándose del sillón—. No
puede obligarme. No me obligue. No es lo que piensa, yo…
—Puedo y lo haré. —La interrumpo—. Soy el rey y puedo hacer contigo
lo que me plazca. ¡Maldición! —grito—. Debería dejarte encerrada en las
mazmorras para que aprendas a respetarme —Me arrepiento de lo que
acabo de decir demasiado tarde, los celos me están cegando. Camina hacia
atrás alejándose de mí.
—Me faltas al respeto y me acusas de algo, sin preguntar a quién iban
dirigidas mis palabras. —Masculla perdiendo las formas, y en su rostro se
va el miedo y aparece esa guerrera que me enamoró desde el primer
momento—. ¡Muy bien! Haz lo que desees. Te advierto una cosa, si haces
algo así, jamás te lo perdonaré. Yo no elegí esto, me estás obligando a algo
que no sé si puedo entregarte y ahora me amenazas con encerrarme. ¿Por
qué? —suena desesperada—. ¿Por qué escuchas algo privado? ¿Algo que
va dirigido a alguien a quien amo?
—¡Sí! —grito con fuerza, porque ha confirmado que lo ama y me estoy
quemando por dentro de la rabia.
—Khonox cálmate, deja que te explique quién es ese hombre —
interviene mi madre.
—¡Silencio! —gruño—. Ella ha sido clara madre. Ama a otro —me
cuesta decir esas últimas palabras.
—No, en realidad no lo he sido, no me has dejado —protesta—. Puedes
ser el rey aquí, pero no soy una mujer a la que puedas manejar a tu antojo y
no puedes prohibirme amar a mi hermano. ¿Has escuchado? —insiste—.
Mi hermano. No un amante. Así que la próxima vez que me acuses de algo,
asegúrate de todo antes de amenazarme con meterme en la mazmorra. —
Maldición y mil veces maldición. ¿Su hermano? miro a mi madre que
asiente con tristeza.
Me siento como un estúpido por no escucharla. Los celos me hicieron
creer lo que no era y ahora debo disculparme y esperar que me perdone.
—Te pido perdón por mi comportamiento, no me gustó lo que escuché y
pensé que era a … —Levanta la mano y me silencia. Y yo para no
molestarla más, no digo nada.
—No necesito que pidas perdón. No te necesito ni a ti ni a ningún
hombre que quiera controlar mi vida, odio que me obliguen a hacer cosas
que no deseo. Si en realidad quieres algo de mí, cuida tu forma de hablarme
y gánate mi respeto, no lo exijas. Porque no lo tendrás. —Se gira hacia la
ventana dando por finalizada la conversación.
No sé qué decir, debería pararla y enseñarle cuál es su lugar. Una mirada
de mi madre me frena, y yo respiro intentando relajarme. Ambos salimos y
cerramos la puerta caminando al final del pasillo.
—Déjala hijo, ella te querrá, aunque debes ganártela y no apartarla de tu
lado como acaba de ocurrir. Mañana la veré, no lo estropees más y espera a
ver si está más receptiva.
—Me rechaza madre —le recuerdo.
—Hijo está asustada, es normal que te rechace, no puedes esperar que
por muy bien que lo esté llevando todo no sienta miedo. Bastante bien se lo
está tomando. ¿No crees?
Me despido y voy a mi despacho a trabajar, todo parece estar en silencio,
ya es medianoche y decido que mejor me voy a descansar.
Llego al salón y escucho ruido procedente de la cocina. Una de las
criadas pasa para ir a descansar.
—¿Qué es ese ruido, Northa no está descansando?
—Mi señor. —Se inclina ante mí—. Es mi señora, que me ha pedido que
la llevara y que la dejara sola.
Entro en la cocina buscándola y está cocinando, esto es inaudito. ¿Por
qué está mi mujer en la cocina?
—¿Qué estás haciendo? Sal de aquí, este no es tu lugar —le grito. Ella se
asusta y se corta el dedo con el cuchillo.
—Me cago en… ¡Gilipollas! ¿Pero tú eres tonto o qué? —masculla
tapando la herida con el vestido. Las maldiciones que suelta por esa boca
me dejan inmóvil, nunca nadie ha osado dirigirse así a mí. Y no voy a
tolerarlo.
—¡Cállate! —gruño demasiado fuerte y molesto. Me mira furiosa y las
lágrimas caen por sus mejillas. Va a salir y al pasar a mi lado, sin mirarme,
me espeta:
—Yo no nací en una cuna de oro como tú, siempre he hecho mis cosas
sola. En vez de gritarme de nuevo y asustarme, podrías interesarte por lo
que estaba haciendo. —Intento detenerla, pero se me escurre de las manos,
aunque podría detenerla si quisiera no deseo estropearlo más.
Busco a la criada para exigirle saber por qué mi mujer estaba cocinando
y le pido explicaciones.
—¿Por qué ha dejado sola a mi mujer?
—Mi señor, ella me dijo que necesitaba estar sola y que cocinar la
relajaba mucho, además quería elaborar un postre para la comida de
mañana para agradecerle a su familia estar cuidando de ella.
¡Maldición! No hago más que meter la pata, no sé cómo hacer las cosas
bien. Ni me molesto en ir a buscarla, no va a querer verme y con razón.
Al día siguiente esperando que las cosas estén más calmadas voy a verla
y ella me ignora, está molesta y ya no me tiene miedo. Como ella dijo, su
respeto debo ganarlo y solo la he fastidiado más. No sé cómo acercarme a
ella, no estoy acostumbrado a tener que buscar a una mujer y mucho menos
que huyan de mí. Acabo gruñéndole molesto y marchándome.
Capítulo 8

Me entero de que es el rey después de hablarle de mala manera, aunque la


culpa es suya por no presentarse como era debido y para colmo Gal viene a
hablar conmigo y él se queda.
Me cuentan que la llave me ha traído aquí para ser la puta de este tío, por
mucho intentaran convencerme de que no es así, es como me han hecho
sentir.
Está muy bueno, pero yo no soy la mujer para él y por mucho que desee
ser madre no me siento preparada para estar con un hombre, y menos con él
que parece igual de dominante que Carlos. Nunca me dejará ser yo misma.
Y después de los dos encontronazos que tuvimos anoche, cuando me
llamo ramera el muy capullo y en la cocina de madrugada. ¡Joder!
Necesitaba relajarme, ¿tanto mal hice?
Ahora Gal ha venido de nuevo dispuesta a hablar, ni me voy a molestar
en pedirle que me deje sola como paso ayer.
—Bueno cariño, ahora hablaremos tranquilas tú y yo, después hay dos
cachorros que están deseando verte de nuevo y enseñarte algo muy
importante.
Yo la miro mientras me sonríe y toca la cama dándome a entender que
quiere que me siente, suspiro y me levanto del sillón.
Me siento en la cama y me tiemblan mucho las manos, estoy muy
nerviosa, quiero preguntarle muchas cosas y soy incapaz. Ella me mira, me
acaricia las manos intentando calmarme, respiro hondo varias veces y me
armo de valor.
—Puedes explicarme, ¿Por qué me ha elegido una llave? ¿Por qué soy la
única que puede darle hijos al rey?... No sé, se me amontonan las preguntas
—murmuro nerviosa.
—Es una llave mágica que no solo elige a la reina, sino que es la que
abre un portal para ir a tu mundo, y solo el rey tiene el poder de abrir o
cerrar el portal. Tú eres la única humana que ha pasado sin el permiso del
rey, aunque sabiendo que eres su Neushal es normal.
Gal da paso a una chica monísima que entra y me acerca una bandeja
para que pueda comer algo tranquila. Hasta ahora Gal es quien me ha traído
la comida, no quería a nadie más dentro salvo a los pequeños.
—Gracias.
—Estoy a su servicio, mi señora. —Estoy a punto de decirle que no soy
su señora.
—Evolet, te presento a Nan, ella será tu doncella personal, ella te
atenderá. —Se gira y mira a Nan—. Puedes retirarte Nan, te avisaré si tu
señora te necesita.
Ella realiza una reverencia y se va tranquila, antes de salir me sonríe de
forma amable. Le pagan por esto, no voy a joderle su trabajo a la pobre
chica.
—Por donde me quede… —susurra pensativa dando toques con el dedo
índice en su barbilla—. ¡Ya! Tú como su Neushal eres la única que puede
engendrar a su heredero, sin ti nunca podrá tener descendencia.
Yo asiento, pero en realidad no entiendo como una llave puede tener ese
poder, aunque a mí me ha quitado el sonido que me ha mortificado durante
toda mi vida y me ha traído aquí tres veces. Bajo la cabeza buscando la
llave, pero es evidente que no está en mi cuello. Ya me había dado cuenta y
no quise preguntar.
—¿Dónde está la llave?
—No puedo ofrecerte una respuesta cariño. Lo siento.
—¿Qué sientes?
—Te dije que habría algunas cosas que no podría decirte.
—¿Sin la llave no puedo volver? ¿Era la causante del sonido en mi
cabeza?
—No, no puedes volver sin ella. Y sí, es probable que ella sea la
causante de ese sonido. Es la llamada de la llave, aunque en las dragonas no
ha pasado eso nunca. A mí me llamó de una forma diferente, yo soñaba con
este lugar, hasta que me decidí a venir sin saber con lo que me encontraría
—me confirma. ¡Estupendo! Esto es estupendo.
—¡OK! Solo hay una persona que querría quitarme la llave y seguro que
me la quitó mientras estaba dormida, lo que no sé es en qué momento, pero
me va a oír. ¡No tiene derecho sobre mí! —protesto indignada.
Ella me mira comprendiendo mi enfado, o eso creo, y hago la pregunta
que más miedo me da ahora mismo.
—¿Podré volver a ver a mi familia? —le ruego.
No sé qué estoy llorando hasta que ella seca mis las lágrimas con sus
pulgares, sin decir una sola palabra, por lo que entiendo que ella no
responderá.
—Ahora quiero estar sola, por favor, diles a los niños que mañana los
veré, ahora no quiero ver a nadie.
No me hace ni caso y me anima a levantarme y aunque intento negarme,
es imposible. Me ayuda con un vestido que no es de mi talla, me queda algo
apretado y largo.
—Quiero quitármelo, estoy horrible. ¿Por qué no puedo vestirme con mi
ropa?
—¡Shhh! No digas eso, estás preciosa. No es tu talla, ya mi hijo se ha
encargado de llamar a una costurera para que venga a cogerte medidas
cariño.
Yo suspiro derrotada, algo había dicho él. Vamos a la cómoda enfrente
de la cama donde hay una silla y un espejo y me peina haciendo una
diadema trenzada con mi pelo dejando el resto suelto, me miro al espejo y
me siento bonita, aunque esta ropa no sea mi estilo debo decir que el
vestido es precioso, yo soy más de pantalón, pero es lo que me toca ¿No?
Se da por satisfecha, me agarra del brazo y salimos de la habitación.
Vamos por un pasillo amplio, aunque el vestido es de manga larga yo siento
algo de frío. En los pies llevo unos zapatos tipo botines, sin tacón, de cuero
muy calentitos. Fuera hay nieve y no sé a dónde nos dirigimos.
Camino sumida en mis pensamientos, hasta que empezamos a bajar por
unas escaleras anchas y se oyen voces al fondo. Llegamos abajo y hay un
corto pasillo que se abre a una sala enorme con varias zonas, en la parte
donde está la chimenea hay varias personas y a algunas las conozco, pero a
otras no estoy segura.
Vamos dónde están todos y yo me siento pequeñita y lo digo
literalmente, la más bajita me debe sacar quince centímetros más o menos,
todos a mi alrededor son enormes, incluso las mujeres.
Yo voy arrastrando el vestido y a nadie parece importarle. Todos me
sonríen con cariño y yo me escondo un poco detrás de Gal, cosa que ella
impide y me empuja un poco para que me vean. Yo no soy muy sociable
con la gente fuera de mi familia, me cuesta conocer personas nuevas, hasta
eso me quito Carlos, a veces siento ansiedad.
—Te voy a presentar formalmente a mi familia, Evolet. —suspiro
nerviosa e intento calmarme y no quedar en ridículo—. Ya los has visto en
tu alcoba, pero estabas nerviosa y seguramente no los recuerdes. A mis
hijas Phipai y Anarfi ya las conoces y los hombres que están a su lado son
sus parejas, Rax y mi yerno Degon.
—Ho... —Carraspeo nerviosa—. Hola —murmuro suave, por poco me
sale un gallo de los nervios.
Ellas me sonríen y ellos se inclinan en una reverencia, y yo me siento
incómoda. Mucho. Hay algo en la pareja de Phipai que me llama la atención
y son sus ojos, con un color ligeramente violeta y que me recuerdan al
dragón negro.
Alguien tose y me saca de mi trance. Miro a Gal para que siga con las
presentaciones.
—Ellos son mis hijos Boltcan y Rodan y mis nueras las que te comenté
el otro día Yiri y Lessla. —Esta vez ellos me sonríen y ellas son las que se
inclinan. —Boltcan es quien hará llegar tu mensaje.
—Muchas gracias, Boltcan. —Asiente y ahora las miro a ellas—.
Gracias por aliviar mi dolor. —Me sonríen las dos con calidez y me gustan,
como Phipai y Anarfi.
—Vamos, mis hijos están deseando verte y quieren enseñarte algo
importante. —Nos anima a salir Yiri emocionada.
Me fijo en que todos parecen contentos y me siento feliz de que los
pequeños piensen en mí.
—De acuerdo, vamos.
Lo digo con una sonrisa y eso parece que les gusta. Salimos al patio, no
hay sol y ha dejado de nevar. Veo a los niños a lo lejos al otro lado del patio
y vamos todos hasta allí.
—¿Es que soy la única pequeña aquí? —murmuró muy bajito, más para
mí misma que para los demás.
Todos parecen escucharme y se ríen mientras asienten. ¡Genial! Tienen
oído supersónico o algo así. Gal se ríe y siento como si supiera lo que
pienso, me quedo mirándola y asiente. Pongo los ojos en blanco.
—Estupendo. —Al final me uno a sus risas y me siento bien con ellos.
No veo a Khonox y lo prefiero, ahora mismo no es mi persona favorita.
Los niños me ven y gritan mi nombre emocionados, desaparecen y aparecen
a unos dos metros de distancia.
—¿Estás preparada? —preguntan ansiosos.
Me hace gracia que hablen al mismo tiempo y asiento para que sepan
que lo estoy. A saber, qué es eso tan importante que quieren que vea.
Al momento y sin esperarlo su cuerpo cambia y se convierten en dos
dragones entre verde y violeta, sin poder evitarlo caigo al sueldo de culo
por la impresión.
Son pequeños en comparación con el blanco. Me levanto y me acerco a
ellos, no les tengo miedo, no a ellos. Esto no es algo fácil de asimilar, les
retiro algo de ropa rota que se quedó sobre ellos y agachan sus cabezas para
que les toque.
—Sois unos dragones muy bonitos, preciosos.
Pasan su lengua por mi cara y rugen, yo me asusto un poco porque no
me lo esperaba. Sin que me diera cuenta justo detrás de ellos está el dragón
blanco que al ver que le miro agacha la cabeza.
Yo me acerco, y como la última vez cierro los ojos y estiro el brazo.
Noto de nuevo el morro bajo mi mano para que le acaricie, respiro hondo y
abro los ojos, sonrío y le beso. Me huele y se para en mi entrepierna de
nuevo y esta vez no me quedo con las ganas y le largo un manotazo.
—¡Quita bicho! —siseo enfadada.
Detrás de mí oigo risitas y el dragón me vuelve a bañar con su lengua.
—¡Iiiuuu! ¡Qué asco! —susurro y todos estallan en carcajadas.
—Hueles muy bien. —Y sin más se va volando.
Los pequeños han cambiado de nuevo y se ríen muchísimo mientras Yiri
ya les está dando ropita nueva.
En mi mente algo se enciende como una bombilla y miro al de los ojos
violeta y le señalo acusadora.
—¡Tú!
Se va a acercar a mí y me echo hacia atrás con las manos levantadas al
frente como si eso me fuera a proteger.
—No voy a matarte. Ya no —aclara—. ¡Por favor! Perdóname por
asustarte. En ese momento solo quería hacer daño a Khonox y supe quien
eras tú cuando te vi. ¿Podrás perdonarme?
—Yo… pues… intentaste matarme, como podría confiar en que no lo
vas a intentar de nuevo —digo con voz temblorosa. Phipai se coloca a mi
lado.
—Mi hermano Khonox sin saberlo lo alejó de mí y eso provocó su ira.
Estaba enamorado de mí y le prohibió estar a mi lado, ya todo está bien y
por suerte no te hizo daño.
Me mira como si de verdad le importase que le perdonara y por ella, le
perdono. Me debe faltar algún tornillo porque no es normal.
—Te perdono por Phipai, no por ti. No confío en ti todavía, ehh…
—Rax, me llamo Rax.
—Eso. Si, son muchos nombres que aprender. —Otra reverencia.
—Podríais no hacer eso, ¡por favor! —pongo mis manos entrelazadas
delante de mi pecho.
—Es por respeto, eres su futura reina —interviene Gal—. Así es como te
dan su apoyo y te aceptan.
—Está bien, supongo que deberé acostumbrarme, aunque no me guste.
Estamos jugando con los niños, pero yo estoy intranquila porque pienso
en que, si el dragón negro es Rax, estoy segura de que el blanco es Khonox.
Es él, estoy segura, tal y como me olía si no fuera Khonox no creo que
nadie se atreviera a olerme de esa forma sabiendo quién soy para él.
Lo que más me preocupa en realidad es que, si son el mismo. ¿Por qué
me lastimó y por qué vi odio en la mirada del dragón la primera vez que nos
vimos? Por más que lo pienso no logro entenderlo.
Pasamos unas horas divertidas con los pequeños hasta que los mandan a
bañarse para cenar, es en ese momento que aprovecho para hablar con el
hijo de Gal.
—Boltcan, tengo una idea. —Me mira y espera a que le hable—. ¿Crees
que, si yo escribo un mensaje en mi teléfono y tú pasas el portal, puedas
buscar cobertura para enviarlo?
—Claro, aunque sé lo que es un teléfono de las veces que voy a tu
mundo, no sé cómo usar ese trasto. Si quieres ve a buscarlo y después de
cenar me explicas lo que debo hacer para que llegue el mensaje.
—En realidad, ya lo tengo. —Saco el teléfono que metí en un bolsillo
del vestido que descubrí, mientras intentaba meterlo a presión en mi bota—.
Y si conoces a alguna ciudad a la que puedas ir, a ser posible en España, se
enviará solo.
Saco el teléfono que metí en un bolsillo del vestido, que descubrí
mientras intentaba meterlo a presión en mi bota. Una vez encendido,
escribo el mensaje y toco la tecla de envío al grupo del «Equipo Z».
Evolet: Hola chicos siento mucho no poder estar en contacto con
ustedes seguido y haber tardado tanto en dar señales de vida. Estoy a salvo
en una isla, no sé bien el nombre y no hay cobertura. Estoy bien, buscaré la
manera de hablar más a menudo, por favor quedaros tranquilos. Os amo a
todos. Espero que me perdonéis por la tardanza y que pronto podamos
hablar. Besos.

Él mueve delante una mano haciendo círculos y se abre un círculo


nublado, no se ve el otro lado y en el momento que me acerco para
entregárselo, mi móvil empieza a volverse loco y a sonar mensajes.
Tengo más de trescientas llamadas perdidas de todos mis hermanos y
varios números que no conozco. También otros cientos de mensajes, lo
pienso un segundo y decido leer los últimos. Estoy en ello cuando me fijo
en que el mensaje que acabo de mandar no llega y eso me pone nerviosa.
Voy a los mensajes, miro por encima los últimos del «Equipo Z» y han
dejado un audio, donde me dicen que van a cambiar los números de móvil y
que llame a los números que me han dejado en llamadas perdidas, que son
ellos, que olvide los números de antes.
No entiendo nada y me estoy poniendo muy nerviosa por la
incertidumbre. Miro a mi alrededor y todos los adultos están pendientes de
mí, dejo mi vista fija en el móvil y luego en Boltcan.
—¿Puedes mantener eso abierto un poco más a ver si puedo llamarlos?
—Si tranquila, gasta mi energía, pero puedo aguantar un poco más.
—Gracias.
Me acerco a él, le cojo de la camisa y tiro abajo, cuando se agacha le
beso en la mejilla.
Él se pone rojo porque no se lo espera y yo me rio feliz porque tengo una
pequeña posibilidad de hablar con ellos. Así que, sin esperar más, empiezo
a marcar uno por uno los cinco números que debo guardar hasta que alguno
lo coja, rezando interiormente porque ninguno sea Carlos.
—¡Evolet! —Se oyen sollozos y reconozco a Luna—. Dime que eres tú,
¡por favor!
—Soy yo, cielo, soy yo. Tranquila no llores, siento no haber podido
llamar antes, perdonadme. Hasta ahora me fue imposible.
Se oyen voces de fondo y creo que están todos juntos, empiezan a
preguntarme un montón de cosas que no consigo comprender.
—¡Esperad por Dios, si me habláis al mismo tiempo, no os entiendo! —
grito nerviosa.
—Bichito, escúchame bien ¿vale? Si realmente estás bien, no puedes
volver todavía, tienes que esconderte, sabemos por la policía que subiste al
avión, pero no llegaste a Noruega. Lo más importante es que Carlos no ha
dado contigo, no nos digas dónde estás...
—¿Qué ha pasado con él? —murmuró. Trago saliva asustada y cierro los
ojos.
—Peque soy Alan, la chica de la inmobiliaria que iba a vender tu casa ha
muerto. —Me quedo pálida, sé lo que viene ahora—. Carlos entró en tu
casa a esperar a que tú llegaras. Héctor fue con ella y todo estaba oscuro, a
él le disparó y le dio por muerto, pero en cuanto se dio cuenta de que ella no
eras tú, la torturó y la mató, la dejó ahí, con una nota donde decía que te
buscaría.
Mi respiración se vuelve rápida y mi corazón va a mil, todo se vuelve
borroso. Hago acopio de todas mis fuerzas para volver a recuperarme del
golpe que han supuesto sus palabras.
—¿Estáis a salvo? ¿Todos? ¿Héctor?
—Si cariño, los cinco estamos a salvo y ahora más tranquilos sabiendo
que ese cabrón no ha dado contigo, no entendemos por qué no llegaste, ¿te
bajaste en Londres? —interviene Luciana.
—Es una larga historia. Estoy en una isla lejos y a salvo, os lo juro. Voy
a guardar los teléfonos e intentaré hacer una videollamada en otro
momento, no quiero quedarme sin batería, aquí no sé dónde cargar el móvil
y solo me queda un poco más de la mitad. Bichito tú... Tú estás...
Ya no aguanto más y las lágrimas salen solas, las chicas me abrazan y
cuando Anarfi me toca la mejilla siento que me calma, ella me mira y me
sonríe y yo me apoyo en su mano y respiro hondo.
—Tranquila bichito la sangre es muy escandalosa y eso me salvó el culo
literalmente, esa pobre chica no tuvo tanta suerte. Me dio en el hombro
izquierdo y ya estoy mejor, no fue grave. Ya me dieron el alta y estamos
todos juntos en mi casa, la policía lo está buscando y nos dijeron que
permaneciéramos juntos.
—Peque, si tú estás a salvo nosotros también. Nos cuidaremos, pero
nosotros somos cinco y tú una, debes cuidarte mucho —ruega Mateo.
—Vale, tranquilos, estoy muy segura os lo prometo. Voy a colgar, todos
los días os mandaré un mensaje. Intentaré la videollamada mañana ¿Ok?
Voy a apagar el móvil, mantenedme informada de todo lo que pase por
favor, cuando lo encienda lo leeré. Os amo con toda mi alma y os juro que
pronto nos veremos.
—Ahora lo más importante es que estás a salvo y fuera de sus garras.
¡Hasta pronto bichito!
Se empiezan a oír besos y te quiero de todos y yo respondo con un nudo
en la garganta que los quiero mucho a todos.
Al final cuelgan ellos porque yo soy incapaz. Boltcan cierra el portal, me
acerco a él y le abrazo por la cintura dándole las gracias, y seguido voy
abrazando a cada uno de ellos incluso a Rax.
Me falta Khonox, pero aún estoy molesta con él, además tiene que darme
muchas explicaciones, y me importa una mierda que sea el rey.
Si estoy destinada a ser su reina va a tener que aguantarme y
demostrarme que lo que siente es real, porque yo no siento amor por él y no
sé si llegaré a amarlo. ¿O sí?
—No me siento muy bien, quiero ir a mi habitación.
—Me gustaría que cenaras con todos nosotros. Queda un rato, porque no
das un paseo por el patio y luego entras. —Sugiere Gal.
—La verdad es que siento náuseas por los nervios.
—Voy a prepararte una infusión con unas hierbas que te aliviarán el
estómago. ¿Quieres?
—Gracias Lessla, a ver si así me tranquilizo y puedo cenar algo.
Van marchándose y dejándome sola. Lo que me han contado mis
hermanos me ha dejado muy mal, he estado a punto de perder a mi bichito,
y una pobre chica inocente ha perdido la vida demasiado pronto. Ha sufrido
su ira sin motivo y sé de lo que puede ser capaz ese cabrón, aunque a mí no
me mató y seguro que no sufrí físicamente tanto como ella. Sé que es capaz
de cualquier atrocidad.
Capítulo 9

¿Qué va a pasar ahora? Si Khonox se entera de esto, no me va a dejar


volver. Si soy la única que puede quedarse embarazada de él, me va a tener
atada en corto y yo no voy a poder hacer una mierda, porque estoy sin la
llave.
Me pongo a pensar en él y en lo que sentí al verlo la primera vez. Me
pidió que confiara en él y sorprendiéndome a mí misma lo hice y, ¿para
qué? Sin saberlo siquiera ya me había traicionado, si no me había quitado
en ese momento la llave, lo haría después.
Lo pienso y tuvo que ser ahí, no recuerdo sacarme la llave del cuello
para lavarme, aunque estaba bastante nerviosa y no podría estar segura,
igual me siento traicionada. Y duele ¡joder! duele y mucho, se supone que
debería protegerme no hacerme daño. En la cena seguro que estará y no me
extrañaría que me obligara a sentarme a su lado.
Son humanos que se convierten en dragones y yo debo acostarme y parir
hijos con uno. ¿Y si mi cuerpo no aguanta el bebé porque salga como ellos?
Dijo que llevaba esperándome trescientos años y ha vivido muchos años
más seguro. Yo envejeceré y moriré, y mi hijo, si salgo viva del parto,
llegará un momento en que dejará de tenerme a su lado. No podré
entregarle todo mi amor, para que siempre sepa que lo quise con toda mi
alma.
Mi sueño es ser madre y ahora tengo la oportunidad de que sea realidad,
y sé que si yo falto él o ella estará con una familia que lo amará, pero ¿y su
padre? Que quiera descendencia no significa que ame a su hijo, solo se
asegura un heredero al trono y eso me molesta.
Hablaré con él, aunque antes quiero hablar con Gal. Alguien debe saber
que pasa con una humana que se queda embarazada de uno de ellos. ¿Qué
pasa si se cansa de esperar a que quiera estar con él y acaba haciéndolo por
la fuerza? Yo la verdad no me fio de nadie, me da miedo enamorarme,
entregarme, que no me valore y que me use sin importar mis sentimientos.
Suspiro de nuevo y camino por el patio, hay nieve y formo una bolita,
voy a lanzarla...
—¿Por qué estás tan sola aquí fuera? —me lo susurran al oído y aunque
sé quién es, actuó por instinto.
Con un gritito por el susto y una mano en el pecho, le lanzó la bola de
nieve que tengo en la otra mano y sin proponérmelo le cae justo en la cara.
Él no se lo espera y se le queda una cara arrugada por el frío que provoca
que estalle en carcajadas. Me tengo que agarrar la barriga porque me duele
de la risa, no puedo parar, no dejo de imaginar su cara y sigo riendo.
—Me tiras una bola a la cara y... ¿Encima te ríes?
Yo me río más porque se ve que está aguantando la risa. Me tapo la boca
en un intento de que se me pase y es imposible, no paro de ver su cara
contraída una y otra vez en mi mente.
—Más te vale que corras, porque si te pillo te vas a enterar.
Levanta los brazos y se abalanza sobre mí despacio y yo chillo muy
fuerte, me agarro la falda para no dejarme los dientes en alguna piedra
escondida y corro todo lo que puedo. Como no sé a dónde ir acabo
corriendo en círculos muerta de la risa y él detrás de mí, es evidente que me
está dejando ganar y acabará pillándome.
Ya me estoy cansando entre la carrera y las risas y me paro en seco, no
se lo espera y choca contra mí, me agarra y me protege con su cuerpo
cayendo él sobre la nieve y eso me encanta. No puedo parar de reír. Me deja
sobre la nieve y se sube sobre mí a horcajadas, ahora sí, la risa se me corta
de golpe y trago saliva fuerte sin dejar de mirar esos hermosos ojos.
—Gracias por hacerme feliz —susurra contra mis labios.
Y me besa. ¡Me besa! Yo me quedo tiesa, no muevo ni un músculo. Me
gusta, a pesar de estar enfadada con él, me gusta. Es un beso tierno y suave,
me está dando la opción de apartarme y yo cierro los ojos y me dejo llevar
por el momento, ya me arrepentiré, o no, después.
Llevo tantos, tantos años esperando sentir algo de nuevo. Con timidez y
miedo abro la boca poco a poco, le escucho gemir y me invade con su
lengua, y ahora la que gime de gusto soy yo. Nunca me habían besado así,
el primero y único fue Carlos y aunque en su momento me encantaba no
hay comparación con Khonox. Eso me aterra porque si me usa, me
destrozaría por completo y más si su fin es tener descendencia.
Para el beso y pega su frente a la mía, yo abro los ojos y me salen unas
lágrimas que él besa, me sale un sollozo involuntario por su gesto.
—Tenemos que hablar de muchas cosas, pero favor, no me apartes.
Dame una oportunidad de hacerte feliz ahora y para siempre.
—Tengo miedo, odio que me tomen por tonta y me mientan. Y creo que
sabes por qué lo digo. —murmuro con rabia por la traición.
—No me pidas que te entregue la llave, no todavía, yo también tengo
miedo —me pide y creo que es sincero. ¿Será que de verdad le importo?
—De acuerdo, ¿puedes levantarte?, se me está mojando el culo. —acabo
diciendo entre risas intentando bromear.
—¡Claro! Además, te han traído algo para tomarte. ¿Te encuentras mal?
—pregunta preocupado.
—No, ahora estoy bien, digamos que me has hecho olvidar algo malo,
algo que deberías saber, pero prefiero que no sea ahora.
Se levanta, me ayuda a mí y coge una taza de un muro que me acerca a
las manos, aún está caliente, perfecta para tomarlo. Él es enorme a mi lado,
me siento como pulgarcita. Sonrío por mis pensamientos mientras tomo la
infusión y él, que no me ha quitado la vista de encima, se da cuenta.
—¿Todavía te estás riendo de mí? —Se hace el ofendido.
—¡Que! ¡No, para nada! Es que soy muy pequeña a tu lado y corro el
riesgo de romperme el cuello al mirarte a la cara desde mi altura.
Ahora le toca el turno a él de reírse, me tomo todo el contenido de la
taza, me coge en brazos y así me lleva al interior. Estoy más tranquila, y es
gracias a él, ¡increíble! Apoyo la cabeza en su pecho y pienso que
realmente sí podría enamorarme de él, aunque me ha demostrado que no
todo será color de rosas.
Tengo casi treinta y dos años, he perdido doce por miedo a volver a
confiar en un hombre. Él puede ser mi puerta a la felicidad, y al parecer, yo
soy la suya. Aunque el miedo sigue ahí.
Quiero lo que tienen mis hermanas. Yo también deseo que eso me pase a
mí, dure lo que dure y necesito saber qué pasará con nuestro hijo, necesito
saber que pase lo que pase conmigo, cuidará de él y lo amará siempre.
Entramos y todos nos esperan, me deja en el suelo y Gal se acerca a mí y
me abraza fuerte, yo le devuelvo el gesto con todo el cariño que siento hacia
ella.
—Gracias por la oportunidad para mi hijo y también a ti misma cariño,
te mereces ser feliz y sé que podrás con cualquier obstáculo.
Yo me encojo de hombros y muevo la mano quitando importancia. Algo
me dice que ella sabe que no lo tendré nada fácil.
—Hay algo que quiero preguntarte. ¿Podemos hablar un momento? —
Ella mira a Khonox.
—Te la robo un momento. Id yendo al comedor ahora vamos nosotras.
Todos asienten y se van, Khonox me besa en los labios antes de irse, yo
me pongo roja. No estoy acostumbrada a esto.
—¿Qué quieres saber?
—Yo moriré algún día y necesito que me prometas que cuando eso pase
y, si ya ha nacido mi bebé, no permitas que nadie le haga daño. —Va a
interrumpirme y no la dejo—. Espera, ¿qué pasa si uno de ustedes se junta
con un humano? Vivís muchísimos años, tu hijo dijo que llevaba
esperándome trescientos años y seguro que son muchos más, yo con suerte
vivo cuarenta o cincuenta, ¿si tenemos hijos? ¿Serán como yo o como él?
Necesito respuestas.
—La verdad es que sabemos muy poco de la unión entre un dragón y un
humano. Phipai es la que ha encontrado los antiguos escritos, aunque no
dicen nada de hijos. No sabemos cuánta verdad hay en ellos y tampoco si en
la tierra los dragones que quedaron allá se unieron a los humanos, es algo
que no podría decirte con seguridad.
—Vale.
Y con esa escasa información me deja con las mismas preguntas. Nos
dirigimos con los demás para cenar. Khonox se acerca a mí y me coge de la
cintura y empieza a presentarme a todos los que me faltaban.
—Ellos son mis sobrinos, los hermanos mayores de los gemelos, Norrus
y Veron que son guerreros. Ellos son los cinco hijos de Rodan y Lessla, mis
dos sobrinas Laga y Lixda que han querido aprender a usar las plantas como
su madre y su tía Yiri, y mis tres sobrinos Ugor, Kode y Hodul también
guerreros. Todos los hombres de mi familia gobernamos juntos, yo soy el
rey y mis dos hermanos son mis consejeros. Yo siempre escucho sus
opiniones, incluidas las de mis sobrinos, todos somos justos y leales y
espero que siga siendo así siempre. Ella es mi tía Neblis la hermana de mi
difunto padre. —La tía me mira como si hubiera chupado un limón.
Mientras me lleva hasta otro grupo de personas me comenta que su tío
Dagud, el gemelo de su padre, está al sur de la isla y no viene hasta dentro
de una semana y que le conoceré dentro de poco.
—Ellos son como de la familia, mis amigos Rianri, Naden y su mujer
Resli, Nemain y su mujer Ame, los cinco son guerreros y ellas dos son las
que elegí para que enseñaran a las mujeres en la lucha, son las mejores. —
Ahora se dirige a una mujer que esta algo alejada de los demás—. Y ella es
mi mejor amiga Imila.
Los he ido saludando a todos conforme ha ido presentándolos y todos me
han parecido agradables, excepto su tía.
Me siento junto a Khonox, algo que un rato antes no pensaba hacer.
Todos hablan de cómo les ha ido el día y yo escucho sin intervenir, a veces
me río con algunas cosas. La verdad es que podría acostumbrarme a esto,
aunque me faltan mis hermanos. Ojalá Khonox les permita venir alguna
vez, aunque dada su condición de dragón, no sé cómo se lo van a tomar, si
se asustarán o lo aceptarán, o si me toman por loca directamente.
—¿Estás bien? Te has puesto seria.
—Sí tranquilo. —Le sonrío y acaricio su mano sobre la mesa—. Estoy
bien, pensaba en mis hermanos, nunca he estado tanto tiempo separada de
alguno de ellos, sobre todo de mi bichito. Él y yo estamos muy unidos, ya
que mis otros dos hermanos están casados con mis dos hermanas y van a ser
padres.
Los pequeños que estaban pendientes de nuestra conversación son los
que parecen animarse a preguntar.
—¿Se pueden casar los hermanos? —Preguntan al unísono.
—La verdad es que ninguno de los seis somos hermanos de sangre.
Crecimos juntos en el mismo lugar sin mamá, ni papá y jamás permitimos
que nos separaran. Donde iba uno, íbamos todos los demás, nos llamamos
el «Equipo Z». —Sonrío y, sin poder evitarlo, una lágrima se me escapa y
Khonox la retira con el pulgar—. Cuando crecimos y pudimos trabajar nos
costó un poco adaptarnos a nuestra nueva vida, al principio vivimos juntos
y poco a poco cada uno de nosotros formó su vida, pero siempre, siempre
nos veíamos o hablábamos a menudo y los echo de menos.
Khonox pasa su brazo por encima de mis hombros y me besa en la sien.
—¿Y por qué no tienes papás?... —vuelven a preguntar mis preciosos a
la vez.
—Niños ya basta, no más preguntas. —Les frena Yiri.
—No me molestan sus preguntas, es normal que sientan curiosidad. —
Me giro para mirar a los niños—. Cuando tenía unos dos añitos, me
llevaron a un lugar que estaba lleno de niños y niñas sin papás, y me
dejaron allí para que también me cuidaran a mí, porque ellos no podían. Y
no pasa nada, ahora tengo cinco hermanos maravillosos y voy a ser tía
pronto, aunque deba que esperar para verlos.
—Nosotros queremos ser tus sobrinos. ¿Te vas a unir al tío Khonox
como mis papás y así ser nuestra tía? —preguntan con carita de ilusión.
Eso me llegó al corazón, me levanté y fui hasta ellos, miro a sus padres
esperando que entiendan lo que quiero hacer y ambos asienten, me agacho a
su lado.
—Si me dejáis, puedo ser ya vuestra tía para siempre, pase lo que pase.
—¡Síííí! —Se tiraron encima y parecíamos una croqueta mientras los
adultos sonreían y a algunos derramaban lágrimas de felicidad.
Ya estaban empezando a servir la comida así que me separe de los
pequeños y nos sentamos entre risas.
¡Odio el hígado! Y para mi completo asco y horror me dejan un plato
con un trozo enorme de hígado casi crudo y soltando sangre. Me puse las
manos en el estómago aguantando las ganas de vomitar. Miró a mi
alrededor y soy a la única a la que le han puesto esto, toco el brazo de
Khonox para que me mire.
—Yo no puedo comerme eso. —Le señaló mi plato y sin esperar
respuesta le cojo su plato y lo cambio por el mío, me mira con una ceja
levantada.
—Lessla le pidió a la cocinera esto para ti especialmente, para reponer
fuerzas —dice Gal a mi lado.
—No, yo... no. Hígado, no —Me aguanto una arcada.
Me levanto con el plato de Khonox en las manos ante la mirada de todos,
unos con confusión y otros riéndose, y me acerco a Anarfi.
—¿Puedes utilizar eso del fuego otra vez y dejar la carne más hecha?
—Claro. —Se ríe, sin embargo, es su marido Degon quien me hace el
favor.
Yo alucino mientras lo hace, le doy las gracias, y feliz de vuelta a mi
sitio con mi trozo de carne bien hechita, empiezo a comer y miro a Khonox
que está aguantando la risa y le digo.
—¡Ale! a comer hígado para que repongas fuerzas, que está muy rico.
Ya no aguanta más y acaba partiéndose de la risa, y para mi sorpresa se
lo come ante mi cara de asco que provoca que todos, sobre todo los
pequeños, se rían.
—Lo siento Lessla, pero es que el hígado no me gusta nada de nada,
seguro que puedo comer otra cosa que también me ayude y que no sea eso.
—No lo sabía —titubea con la cabeza agachada.
—Da igual ya le encontrarás sustituto. —Eso le saca una sonrisa, parecía
algo nerviosa.
Gal me mira y sin que mueva los labios la escucho.
«Ella estaba nerviosa porque pensaba que te enfadarías por
equivocarse, eres maravillosa, otra en tu lugar hubiera puesto el grito en el
cielo sin importar sus sentimientos.»
—Ehh...
«Puedo hablar contigo mentalmente ya lo he hecho antes, te canté
mientras dormías».
Lo recuerdo y comienzo a comer como si para mí, hablar con ella así,
fuera lo más normal del mundo.
La cena va pasando entre más risas y anécdotas divertidas, yo ya me
siento cansada. Este día ha sido extraño. Le digo a Khonox que me voy a la
habitación a dormir, quiere acompañarme y yo me niego. Llama a la
doncella, cosa que no me gusta, pero en fin, ellos tienen sus costumbres y
no me queda de otra que adaptarme. Les doy las buenas noches a todos y
me voy.
La chica, Nan, me acompaña y me lleva directa al baño, me ayuda a
desvestirme y quiere bañarme. ¡Puff! Que va, ya estoy bien y no necesito
ayuda.
—Por favor, yo sola puedo, de verdad no te necesito para esto.
—Mi señora, por favor, es mi trabajo y lo hago con gusto. —Pone ojitos
de cordero degollado y me da pena que encima tenga problemas por mi
culpa
—Hazme un favor, cuando estemos solas no me digas así, me llamo
Evolet —susurro cansada—. Está bien, ayúdame si eso te hace sentir bien,
aunque no es necesario.
—Gracias. —Se agacha en una reverencia.
Me muerdo la lengua y frunzo el ceño me meto en la bañera que ya está
caliente y siento un alivio enorme, la miro mientras me baña y me relajo,
porque la verdad si me deja me quedaría hasta dormida.
—¿Por qué me das las gracias?
Se tensa por mi pregunta y no me gusta, quizá alguien la ha tratado mal
antes.
—Puedes decirme lo que quieras, me gustaría que pudieras verme como
una amiga, aunque algún día, tal vez sea tu reina.
—Verá mi señora. —Toso interrumpiéndola—. Perdón, Evolet… es
que… no estoy segura de que deba hablar.
—Bueno según Khonox. ¿Eres mi doncella no? —Ella asiente—. Si no
quieres decírmelo por miedo a que se lo diga a alguien lo entiendo, no me
conoces, y no confías en mí. Pero si alguien te trata mal, sea quien sea,
dímelo por favor no permitas que nadie ni siquiera yo, te trate mal.
—Si me promete que no se lo dirá al señor para que me castigue…, se lo
diré.
¿Castigo? Vamos a ver que me cuenta.
—Tienes mi palabra, de mi boca no saldrá nada y luego me explicas eso
de los castigos.
—Verá mi señ… —Levanto una ceja—. Verás, es que antes era la
doncella de algunas de las amantes de mi señor y muchas eras crueles
conmigo. El señor jamás me castigó por su culpa, pero usted es su Neushal
y si se entera de que le estoy hablando de sus amantes, pues… —dice entre
susurros con la cabeza agachada.
No me hace ni puta gracia oír que otras han estado con él y menos que la
han tratado así por creerse superiores a ella. Es evidente que él no se iba a
mantener en celibato hasta mi llegada, además no sé si tendré valor de
intimar con él llegado el momento. Aunque tal y como me besó creo que
me dejaría llevar al fin del mundo entre sus brazos. ¿Será amor? ¿Celos?
—Escúchame bien Nan, nunca vuelvas a permitir que nadie te humille, y
si alguien lo intenta, dímelo y ya veré como solucionarlo. Y ahora no te
preocupes, es lógico que tenga amantes, aunque si él y yo estamos juntos
espero que deje de tenerlas. Bueno eso ya veré como gestionarlo en su
momento.
Le sonrió y ella termina con el baño, parece que va a decir algo mientras
me estoy secando, y tocan a la puerta interrumpiéndola. Ella va a ver quién
es, oigo a Khonox decirle algo y luego la puerta se cierra, por un momento
me tenso cuando escucho pasos y suelto el aire al ver que es ella quien
regresa.
No me dice nada más y yo lo dejo estar en ese sentido, ya tengo el
camisón de abuela puesto, y me peina muy despacio, tan despacio y con
tanta delicadeza que estoy por quitarle el peine y terminar yo. Para
olvidarme de eso le pregunto por su familia y me entero de que la cocinera
del castillo es su abuela y que su madre es la doncella de Gal.
—Me gustaría conocerlas.
Es más, un pensamiento en voz alta, pero ella me responde igual.
—Sería un honor, mi señora, poder presentárselas.
—Te lo paso esta vez, ya sabes, cuando estemos tú y yo solas, soy
Evolet. Con los demás, soy «mi señora». ¿Vale?
Ella asiente sonriente y termina de peinarme en silencio, luego se va y yo
me acerco a mi maleta y cojo uno de mis libros, me siento en el sillón a leer
cerca del fuego de la chimenea.
Capítulo 10

Los cachorros ya son dragones completos, su necesidad de proteger a


Evolet ha acelerado su cambio y mi hermano está orgulloso de sus retoños.
Son unos dragones fuertes y sus poderes son impresionantes, es como si
fueran uno solo, y aun son unas crías, cuando sean hombres van a ser
mucho más fuertes.
Al ver la reacción que ella tuvo con los cachorros en forma de dragón,
me hizo sentir orgulloso de ella, a pesar de ser una humana, me gusta como
es con mi familia.
El rato tan divertido que he pasado a su lado en el patio, ha sido algo
increíble me ha hecho reír como nunca antes y solo ella lo ha logrado, no
pude evitarlo y acabé besando esos carnosos labios, ha sido el mejor beso
de mi vida, su sabor es adictivo y me costó demasiado esfuerzo separarme y
no acabar haciéndola mía ahí mismo.

Más tarde, antes de la cena, hablo con mis hermanos y nos apartamos un
poco.
—¿Qué ha pasado con mi mujer? ¿Por qué estaba sola en el patio?
—Ha conseguido hablar con sus hermanos y no le han dado buenas
noticias. Ellos están bien, pero es mejor que ella misma te lo cuente todo.
Tu mujer no debe volver, mañana abriré el portal de nuevo para que los
llame y deberías estar a su lado en esa llamada.
—¿Por qué no me dices todo ya y punto?
—Estas de muy buen humor y quiero que sigas así hermano y lo que te
va a contar no te va a gustar. Te adelanto que en su mundo corre peligro y
aquí a tu lado está a salvo, conserva la paciencia y escúchala —me aconseja
Rodan.
Suspiro, ella ya me comentó que hay algo que debo saber y esperaré a
que me lo diga, al menos tengo la certeza, por lo que me están diciendo, que
corre peligro. Ahora no me arrepiento tanto de ocultar la llave y de decirle
que soy el dragón blanco, no quiero esconderlo más tiempo, ella querrá
saber por qué le hice daño.
—Está bien, esperaré hasta mañana para que me lo diga, si no acabaré
enterándome en esa llamada. Vamos ya vienen.

La divertida cena acaba y Evolet se va sin darme un beso. Mi madre se


sienta a mi lado para hablar conmigo.
—Hijo, mañana vamos a ir al mercado de Olvernus a comprar telas para
los vestidos que queremos llevar a la unión de tu hermana. Nos gustaría que
Evolet fuera con nosotras y así todos los que estén allí puedan conocerla. Ya
saben que está aquí y qué es una humana, deben conocerla sin ti y aceptarla
por ella misma y no porque tú se lo ordenes.
—Si ella quiere perfecto y que compre lo que desee para ella madre,
quiero complacerla en todo.
—Está bien, yo me retiro y os dejo.
La noto triste desde hace unas semanas y ahora parece más triste todavía
y me temo que todo es debido al recuerdo de mi padre.
—Madre…
—Echo de menos a tu padre, y sé que a él le gustaría esa muchacha.
¡Ah! y otra cosa, debes decirle quién es para ti Imila ahora y quién fue en el
pasado. No se merece enterarse por otros que ella fue tu amante. Mañana va
a ir con nosotras y si Evolet va a estar incómoda en su presencia es mejor
que Imila no venga.
—Lo comentaré con Imila ahora madre, ella siempre supo su lugar al ser
el rey y jamás ha intentado nada. Aunque no quiera reconocerlo ama a
Rianri y espero que él no se canse de esperarla. —Se despide de todos y se
marcha.
Yo aprovecho para ir un momento a la alcoba para decirle a Nan que
cuide de mi mujer y que no se atreva a mencionar a ninguna de mis
amantes. Regreso al salón y voy con Imila.
—Esa mujer te va a tener entretenido, te va a sacar de tus casillas y
enamorarte como un loco. Me gusta. A pesar de ser humana, verte reír así
es maravilloso.
—La verdad es que ya estoy enamorado, pero ella… Espero que ella
pronto lo esté.
—Me gustaría que me permitas hablar con ella, que sepa por mí que,
aunque tú y yo tuvimos una historia, mis sentimientos no son los mismos y
quizá, aunque no pueda verme como una amiga, tal vez no le importe mi
presencia. Si por el contrario le molestara mi presencia me mantendría
alejada. Prefiero que lo sepa por mí o por ti, a que sea por otros y crea que
aún existe algo entre tú y yo.
—Mi madre acaba de aconsejarme lo mismo y ambas estáis en lo cierto,
pero yo no sé cómo decírselo.
—Yo tampoco, esto no es fácil. No quiero que me vea como una
enemiga y si te parece bien, mañana hablaré yo con ella antes de irnos a
Olvernus. —Asiento conforme.
—¿Ya te vas a brindar por fin la oportunidad de ser feliz junto a Rianri?
—Prefiero no mencionar eso ahora, yo ya me voy. Nos vemos,
despídeme de los demás y cuidado con Leta, te va a ocasionar problemas.
Está en la ciudad, así que la tendré vigilada mañana.
Yo asiento en agradecimiento y se marcha. Cuando vuelvo con los
demás, Rianri únicamente me mira y no me dice nada.
Pasan unas horas y al final todos se acaban marchando a descansar, pero
yo no puedo dormir estoy intranquilo, decido ir a la alcoba a verla dormir, a
ver si así me entra el sueño. Que no me besara antes de irse me molestó.
Termino de subir las escaleras y un grito aterrador me deja inmovilizado
por unos segundos, reacciono rápido y voy a mi alcoba donde está mi
mujer, ella es la que ha gritado. Llego en segundos, la encuentro en el suelo
tumbada y temblando, llorando con las rodillas pegadas al pecho y
murmurando algo que no entiendo, se me aparte el alma verla así.
La cojo en brazos y me siento con ella, que aún sigue dormida, empiezo
a susurrarle y consigo que se calme un poco. Mis hermanos están fuera y les
hago un movimiento de cabeza para que me dejen a solas, incluida Anarfi,
ya que como Evolet se ha calmado no la necesito de momento.
—¡Shh mi Neushal! Estoy aquí, nadie te hará daño, mi amor, yo cuidaré
de ti —susurro.
Eso parece que termina de tranquilizarla. Su carita se relaja por
completo, suspira y se acomoda en mi pecho. Yo me recoloco con ella en el
sillón y me quedo vigilando sus sueños toda la noche, sin más pesadillas.
Necesito saber que atormenta a mi pequeña y arrancar su dolor.
La dejo en la cama antes de que se despertara y me voy a mi despacho y
luego a entrenar con mi ejército. Hoy íbamos a ir temprano para volar al
sur, solo faltarían mis dos guerreras, que irían a la ciudad de Olvernus con
las mujeres y lo agradezco, ellas son mejores que muchos de mis hombres.
Pasamos una buena mañana y llegamos al sur, en la ciudad de Atleos,
para comunicarme con mi tío Dagud, al parecer, por fin alguna dragona le
ha tocado el corazón y le está costando cortejarla. Por eso no quiere volver.
Lo encontramos hablando con una mujer muy hermosa, por lo que veo
en sus ropas es una campesina y estoy seguro de que duda de las palabras
de amor del tío del rey, vamos a ver si puedo ayudar en algo.
—Buenos días, tío. —Me giro hacia ella y la saludo—. Señora ¿Cómo se
encuentra?
—Hola Khonox, perdona mi retraso, te pido unos días más a no ser que
me necesites, entonces me vuelvo de inmediato.
—Buenos días, mi señor —dice con una reverencia nerviosa.
—No te preocupes, debes estar para la unión de tu sobrina dentro de una
semana. Me gustaría que conocieras a mi Neushal, aunque también puede
esperar a que vuelvas.
—Gracias, te presento a Cisane. Es por ella que no quiero volver
todavía, no sin ella. —A ella parece no gustarle, pero mantiene la boca
cerrada en mi presencia.
—Es un placer Cisane, las puertas de mi castillo están abiertas para
usted, me gustaría que nos visitara junto a mi tío, será bien recibida.
—Disculpe mi señor, no creo que sea bien recibida por una persona que
vive en su castillo, ya se lo he dicho a su tío. —Eso no lo sabía, pensé que
no quería ir porque no quería estar con él.
—¿A quién se refiere? —sueno algo duro, pero quiero ayudar a mi tío a
ser feliz. Perdió a su gemelo y eso le hizo muy infeliz. Ahora parece que
eso va a cambiar gracias a esta dragona y todos queremos verle feliz.
—He cumplido, no quiero más problemas con ella, por favor. Quiero
seguir con mi vida. Me alejé del castillo como me exigió.
—El único que puede dar una orden así, soy yo. ¿Quién es?
—Khonox déjame a mí averiguar las cosas, la estás asustando y creo
saber quién es, aunque sigue sin confirmarlo, necesito que confíe en mí. —
La mira directamente—. ¡Por favor! Cisane, mi corazón, háblame.
No da el resultado esperado, hace una reverencia y se va a su hogar, mi
tío parece derrotado y lo siento por él.
—Quédate lo que necesites, vuelve al castillo para la unión y luego
regresa con tu dragona, ¿de quién sospechas?
—No estoy seguro.
—Muy bien, mantenme informado. Consigue llevar a tu mujer al
castillo, te mereces ser feliz.
—¿Cómo te va con la humana?
—Tenías que verle, jamás lo escuchamos reír así, es buena tío. A pesar
de ser humana, es muy buena. —Se me adelanta Rodan.
—Y mis cachorros han cambiado a dragón antes de tiempo por querer
protegerla, estoy muy orgulloso de ellos, la quieren mucho.
—Eso es maravilloso, Boltcan —dice con orgullo—. Sabes lo que siento
por los humanos, ellos me arrebataron a mi hermano, sin embargo, por ti le
daré el beneficio de la duda y veré qué tan buena es por mí mismo.
—¡Bien! Vamos a comer algo para el viaje, luego regresamos al castillo.
¿Vienes con nosotros a comer?
—Si, después conversaré con ella del miedo que tiene. Voy a saber qué
está pasando para solucionarlo.
En Atleos hay una cantina donde se come muy bien y como ya saben que
estoy aquí, nos ofrecerán lo mejor. Al llegar veo a varias dragonas que han
pasado por mi cama, aunque se mantienen al margen menos una de ellas
que se acerca a mí y pasa su mano por mi pecho para seducirme, yo la
aparto de mi lado. Hablo alto y claro para que no ocurra de nuevo.
—Si os acercáis a mí para meteros en mi cama, como esta dragona,
acabaréis en las mazmorras como correctivo, si le faltáis el respeto a mi
Neushal me lo faltáis a mí. ¡Vuestro rey! —grito furioso—. Espero que os
quede claro. Yo no soy mi padre que permitió que sus ex amantes
molestaran a mi madre. —Me giro hacia la dragona que tuvo la osadía de
tocarme sin mi permiso—. ¡Largo de aquí! —gruño entre dientes
conteniendo las ganas de lanzarme a por ella y darle su merecido—. Y no
aparezcas hasta que me haya ido, si te veo de nuevo cumpliré mi palabra, ya
no estoy disponible para ninguna dragona. ¡No lo olvidéis!
Esto, aunque ella no esté presente, es una falta de respeto hacia mi mujer.
Me llena de ira que esto me traiga problemas con ella, porque sé que pasará
de nuevo y me estoy temiendo las palabras de mi madre e Imila.
Leta va a molestar a mi mujer y debo pararla antes, si le hace daño... La
mataré. Ojalá hubiera hecho caso a las sabias palabras de mi madre cuando
me decía que esperara a mi Neushal. ¡Maldición! debo hablar cuanto antes
con ella.
Nos sentamos todos en varias mesas y nos sirven la comida en silencio,
el ambiente está muy tenso. Las mujeres vienen hasta dónde estamos y una
de ellas se adelanta a las demás. Está muy nerviosa y no para de tocarse las
manos, me fijo en las demás y todas parecen aterradas y me arrepiento de
ser tan brusco, pero necesitaba ser claro con todas ellas.
—Mi señor, me gustaría… decirle unas… palabras —dice con voz
entrecortada. Asiento en respuesta—. Verá mi señor, nosotras, al menos las
que estamos aquí y hablo en nombre de todas, nunca os hemos faltado al
respeto. Os suplico que no nos castigue por algo que no hemos hecho, ni
haremos jamás. Muchas de nosotras llevamos siglos sin intimar con usted,
yo misma ya entregué mi corazón y soy muy feliz, tengo dos hijos y…
—¡Silencio! —Interrumpo levantando la mano—. No os preocupéis, tal
vez me excedí en mis palabras con respecto a todas, pero debéis entender
que solo estoy protegiendo a mi mujer. Ella no merece pasar lo que mi
madre pasó en su momento. Vendré con ella más adelante, debe conocer la
isla y a sus dragones.
—Será un honor mi señor poder conocerla al fin, todos aquí estamos
felices, pues ya ha encontrado a su Neushal y podrá ser feliz por fin.
—Gracias. —Miro a todos en la cantina—. Gracias a todos. —Me giro
para seguir comiendo, mi tío pone su mano en mi hombro y aprieta.
—Todo irá bien muchacho, has hecho bien frenando a esa dragona.
Deben respetar a tu Neushal, y más siendo una humana, eso la debilita.
Miró a mis hermanos que asienten de acuerdo a las palabras de mi tío, y
me calmo un poco.
—Boltcan, ¿Cuándo vas a abrir el portal?
—En el momento que ella me lo pida, supongo que querrá pensar que
decirle a su familia y debes tener cuidado si vas a estar a su lado. No va a
ser fácil para ti, tu instinto de protección va a salir en cuanto nombren cierto
asunto, espero que ella hable antes contigo. Te necesita calmado, no lleno
de ira.
—No entiendo por qué no me decís que está pasando y punto.
—Madre ya sabe qué le pasó y nos advirtió de no decirte nada, que ella
es la que debe contártelo.
—Vamos a comer y a volver, quiero saber cómo ha ido todo en el
mercado y como la han tratado todos los dragones, eso me tiene intranquilo.
—Tranquilo hermano, esa humana se va a ganar a todos —dice Rodan
entre risas dándome en el codo, mira a mi tío y lo señala con la cabeza—.
Incluso a este cascarrabias, esa muchacha parece poseer un don para
sacarnos sonrisas y lágrimas al mismo tiempo.
Todos nos echamos a reír sin parar recordando la cena y le contamos
todo a mi tío, que acaba estallando en carcajadas con lo que hizo con el
hígado. Espero que esté en lo cierto y no haya pasado nada malo en mi
ausencia.
Ya estamos listos y cambiamos a dragón para volver a Senzyras, la echo
de menos y estoy intranquilo por si aún sigue molesta conmigo, necesito al
menos un beso suyo.
Capítulo 11

Desperté y estaba sola, me sentí extraña porque pensé que Khonox vendría
a estar conmigo. Me incorporo y estoy en la cama, no recuerdo haberme
acostado, no entiendo nada. Voy al baño a asearme, seguro que en breve
viene Nan.
Termino con mis necesidades básicas mañaneras y me acerco al espejo y
creo que el grito se queda en mi garganta cuando el hombre enorme que
tengo detrás, me silencia con un gesto de su dedo índice en su boca. Poco a
poco me voy girando y le miró de frente, bueno arriba porque aquí todos
parecen ser gigantes.
—Me ves —dice con la voz tan ronca que no parece humana.
Yo estoy acojonada, pero por algún jodido motivo siento que no me va a
causar daño.
—Sí, te veo. ¿Quién eres?
—Ayúdame a volver —Y justo empieza a desaparecer en mis narices,
estiramos la mano a la vez y nos tocamos. Siento un corrientazo de la hostia
que me recorre entera y recuerdo todo lo que me pasó anoche.
Apareció en mis sueños y me habló, los recuerdos son borrosos, solo sé
que sentí mucho miedo y grité queriendo despertarme. Un momento
después recuerdo oír susurrar a Khonox e ir tranquilizándome poco a poco.
El hombre estuvo en mi sueño varias horas hasta que desapareció por
completo, parecía... débil.
Tocan a mi puerta y le pido a Nan que entre, me deja guapísima o al
menos así me veo yo con ese precioso vestido azul oscuro. Me ha hecho
una trenza en espiga lateral desde la sien izquierda y lo demás suelto y me
gusta el resultado.
Vuelven a tocar y entra Gal, que está preciosa con un vestido verde
musgo, y también lleva el pelo trenzado. Se acerca a mí y besa mi frente.
Una señora que entra con ella me coge las medidas y se va sin decir una
palabra dejándonos a solas.
—Estás preciosa, buenos días ¿Preparada para ir a conocer la ciudad con
las mujeres? Hoy es día de mercado en Olvernus y queremos comprar telas
para que la costurera elabore los vestidos para la unión de mi hija Phipai.
Ella ve el miedo en mi mirada, una cosa es que esté en el castillo y otra
salir. Me siento insegura, no conozco a nadie y odio estar con mucha gente.
Me paso los dedos por los ojos varias veces nerviosa y empiezo a morderme
la mejilla sin parar.
—Vas a estar a salvo, la gente quiere conocer a su futura reina estarás
con nosotras. Además, Phipai quiere saber tu opinión.
Vale, ahí ya me ganó y ella lo sabe, no puedo negarme después de lo que
han hecho por mí, por mucho miedo que sienta. Además, estaré con
dragonas fuertes, no me pasará nada ¿no?
—Está bien, iré.
—Nan, puedes retirarte —le pide Gal.
—Sí mi señora, avíseme si me necesita. —Con una reverencia sale. Yo la
miro extrañada.
—Hay alguien que quiere decirte algo.
El misterio me está crispando los nervios, a ver qué pasa ahora. No le
digo nada no es necesario, ella sale y entra una chica preciosa como todas
las dragonas, me siento el patito feo, el día que me encuentre con alguna
amante me pego un tiro. Me fijo bien y sé que es la misma que me presentó
Khonox en la cena como su mejor amiga.
No estoy entendiendo nada, no sé qué viene a decirme ella. Igualmente
la escucharé.
—Adelante, siéntate en el sillón estarás más cómoda, ¿qué quieres
decirme? Perdona, no recuerdo tu nombre, son todos muy raros. —Intento
sacarle una sonrisa porque parece nerviosa y no surte efecto, está muy seria.
—Mi nombre es Imila y asumiré, si después de decirte esto, no quieres
volver a verme y lo respetaré. Te pido que me escuches.
Yo asiento y levanto la mano para que empiece, ahora sí que estoy cada
vez más nerviosa.
—Hace muchos años yo era amante de Khonox —Me tenso. No sé si
quiero escucharla. Que puta ironía, ¿no? ¿Dónde está la pistola? —Fui su
amante digamos, predilecta, la que vivió en el castillo durante largos años.
Jamás me fue fiel y yo lo soportaba porque a pesar de todo, lo sentía mío,
pero no era más que una ilusión. Todo acabó en cuanto se convirtió en rey.
Él me quería, aunque nunca me amó, al descubrir que yo no era su Neushal
me apartó de su lado. Él sabía de mis sentimientos, nos criamos juntos,
éramos amigos de toda la vida y yo siempre estuve enamorada de él, así que
cuando me ofreció ser su amante, no lo pensé y acepté.
¿Qué debo hacer? El hecho de que venga a decírmelo a la cara me da
que pensar. Y creo que voy a darle el beneficio de la duda, además me cae
bien por venir a dar la cara.
Aun así, me levanto y empiezo a caminar dando vueltas sin parar. Estoy
enfadada y si digo que no siento celos sería una mentirosa, pero hace siglos
que no están juntos y ella no lo ama, y le creo por sus lágrimas, son sinceras
y me pide perdón. ¿A MÍ? El que debería pedir perdón es Khonox.
—Tardé un siglo en volver a hablarme con él y nos convertimos en
grandes amigos. Lo quise muchísimo, pero sé que nunca le habría entregado
mi corazón, estaba tan cegada por él que no vi a mi verdadero amor. Él
lleva sufriendo muchos años por mi culpa, ahora sé que está conociendo a
otra dragona y que yo lo perdí por no saber diferenciar el amor verdadero
de una ilusión infantil. Tú eres su mujer, y si no me quieres cerca por
nuestro pasado lo entenderé, quizá con el tiempo me perdones y puedas
soportar mi presencia.
—¡Qué cabrón! ¿No le diste una patada en los huevos? —le espeto
indignada. Ahora sí que sonríe. —Por dios, a mí no debes pedirme perdón.
¿Cómo pudiste aguantar algo así? Desde luego si esa es la vida que quiere
conmigo se puede ir a tomar por el culo, una cosa es su pasado con otras y
otra muy distinta que siga igual mientras está a mi lado. Vamos lo que me
faltaba ya, ¡No te jode!
Estoy furiosa por mí y por ella, no me esperaba algo así. Sí, es evidente
que ha estado con muchas, sin embargo, tratarla así, a alguien a quien
quieres. Pues si me va a querer así, puede irse a la mierda.
Necesito calmarme y ella parece percatarse.
—Hay algo que creo que no sabes y te dejará más tranquila. Cuando un
rey encuentra a su Neushal, solamente estará para ella, ninguna otra
dragona llamará su atención nunca, te será fiel hasta su muerte. Pero te
advierto que hay varias dragonas que van a seguir intentando conseguir sus
favores en el lecho y ocupar tu lugar. Sobre todo, una en concreto. Ella es la
última que vivió aquí con él. El mismo día que te sintió, la sacó de aquí.
Estate atenta y mucho cuidado con ella, la conozco y es mala.
—Bueno, no creo que me moleste aquí.
—Vas a ir a la ciudad y ella está allí. Seguramente dirá algo para
molestarte y no debes permitírselo, sabe que eres humana y te cree inferior,
no lo eres. Eres nuestra reina. No le demuestres miedo.
—Ya bueno, eso es fácil decirlo, ¿qué pasa si me pilla sola? —Me miro
al espejo y me digo a mí misma que él es mío, aunque eso no me lo crea del
todo—. Vámonos, al menos me siento más segura con ustedes a mi lado.
—¿Quieres que vaya contigo? No me... odias. —afirma sorprendida.
Tanto, que me resulta hasta gracioso.
—A ver, si te soy sincera, estoy celosa de ti y de todas las que han estado
con él, y créeme solo he sido celosa con mi familia. Y si has sido sincera
conmigo, amas a otro hombre. ¿Quién es?
—Lo conociste anoche, el dragón que estaba sin acompañante y amigo
de Khonox, él es Rianri. —se sonroja al hablar de él.
—Es muy guapo, habla con él. Si te ama de verdad, tal vez te dé una
oportunidad. No lo hará si no luchas por él. Ahora debes ser tú quien le
demuestre tu amor antes de que alguna lagarta te lo quite.
—Estoy asustada. —susurró tan bajito que casi no la oigo.
—¡Nos ha jodido! ¡Yo también estoy asustada! Estoy en un mundo que
no es mío, con personas que se convierten en dragones. Un hombre que dice
que yo soy la única que puede quedarse embarazada de sus hijos, que me
esconde cosas, que no sé si llegará a amarme de corazón o porque lo dice
una maldita llave y, ¿sabes qué? He decidido que tengo derecho a ser feliz
con un hombre que me ame, aunque me dure poco tiempo y tú deberías
hacer lo mismo.
—¿Sabes que me sorprendes? Otra en tu lugar me sacaría a patadas y
tú... ¿Te enfadas con él?
—Nadie es perfecto. —Me encojo de hombros.
—Te equivocas eres perfecta para él, y vas a enloquecerlo muchas veces.
—Ambas nos sonreímos.
Sin decir nada más, vamos a buscar a las demás que nos están esperando
en la entrada del castillo, estamos bajando las escaleras agarradas del brazo
y le pregunto.
—¿Qué es lo que más odia Khonox?
—Que le lleven la contraria y que no obedezcan sus órdenes.
—Pobrecito, la que le espera.
Y ambas de nuevo nos echamos a reír, esta vez mucho más fuerte y eso
llama la atención de todas, los niños corrieron a mi lado y me abrazaron
casi tirándome al suelo.
Adoro a mis nuevos sobris, son tan perfectos y tan traviesos que me
llenan de alegría y también de tristeza, porque no sé en qué momento
conoceré a los que vienen en camino. Quiero que Khonox me dé la llave
para verlos, me da miedo que nunca me deje volver, que me retenga aquí y
debo decírselo.
Gal se acerca a mí, me besa la frente y me susurra al oído que soy
increíble. Esos gestos me dan tanta paz, ojalá mi madre hubiera hecho algo
así en vez de abandonarme. Sé que es por Imila, ya sabe lo que hablamos en
mi habitación, espero no equivocarme con ella y que esto acabe explotando
en mi cara. Los peques se quedan y me da pena, bueno otro día seguro que
podemos ir con ellos.
Al enterarme de que vamos a ir a caballo me emociono dando saltitos,
provocando las risas de todos los presentes. Los hombres que cuidan los
caballos me preparan uno precioso de color marrón, les digo que no cuento
con mucha experiencia montando caballos. Uno de los hombres encargados
de los caballos me cuenta lo que debo hacer mientras lo acerca a mí. Me
dice que su señor fue quien lo domó y que en realidad es una yegua y que es
perfecta si no poseo mucha experiencia.
Me encanta, es preciosa, la toco y dejo que huela mi mano buscando
comida, el hombre me pasa una zanahoria que se come encantada, no dejo
de acariciarla y en el momento que él lo cree conveniente me pide que suba
y ahí viene el problema. Estoy usando un puñetero vestido y no soy una
buena amazona, si ya me cuesta subir por mi estatura con pantalones, con
vestido es imposible.
Lo intento varias veces, hasta que al final, con el permiso de Gal, me
coge por la cintura y me sube de lado. Yo, sin esperar más indicación, como
puedo, y sin subir mucho el vestido, consigo dejar una pierna al otro lado a
horcajadas, ellas van de lado, yo imposible, acabo en el suelo fijo. Miro mis
piernas tapadas por completo, muevo las riendas y la yegua se mueve hacia
delante, no sé su nombre y no lo pregunté, así que la llamo bonita.
«Se llama Neushal». Pego un chillido agudo, muy agudo. «Es en tu
honor, en estos trescientos años, Khonox siempre ha reservado una yegua
con ese nombre, las criaba y domaba únicamente para ti». Termina Gal con
una amplia sonrisa por el susto.
Las muy puñeteras se ríen de mis chillidos y ya nos encaminamos al
mercado. Tardamos una hora y media o eso dijeron, yo sin reloj no me
entero, sentía el culo dolorido y aún me esperaba la vuelta.
Al fin llegamos a las caballerizas donde podemos dejar a los caballos
para que les den agua, comida y descansen. Dos hombres se acercan a
nosotras y se agachan en una reverencia yo sonrío y les muevo el dedo
índice en círculos para que se giren, extrañados obedecen y yo dejo mis
piernas juntas a un mismo lado. Ahora que ya no se me ve nada les digo que
ya pueden girarse de nuevo y yo de un salto bajo de la yegua, pierdo un
poco el equilibrio por estar en la misma postura tanto tiempo, uno de ellos
me sujeta justo a tiempo de darme una buena hostia.
—Mi señora, cuidado —me aconseja asustado.
—No te preocupes el problema no es bajar sino subir después a Neushal
—dejo los ojos en blanco mientras la señalo y me sonríen.
Les devuelvo la sonrisa, beso a Neushal y me despido con la mano
dándoles las gracias.
Estoy nerviosa porque sé que la última ex amante de Khonox va a
intentar provocarme y la verdad es que, aunque me siento protegida, sé que
me va a decir cosas que me van a molestar. El problema es que no pueda
contenerme y acabe en una pelea, en la que perderé de forma inevitable, y
no quiero que eso cause problemas con los demás dragones. No quiero que
me vean con malos ojos, lo último que deseo es perjudicar el reinado de
Khonox.
Llegamos al mercado y hay mucha gente, unos más elegantes que otros,
y muchísimos puestos de todo tipo: comida, joyería, juguetes, telas,
muebles y muchos más. El lugar es enorme y no sabía dónde mirar, voy del
brazo de Imila y el resto van unas delante de mí y otras detrás, lo que hace
que me sienta segura. Lo primero que hacemos es ir al puesto de telas, ahí
nos entretenemos un siglo, yo prefiero ver la ropa hecha no entiendo de
costuras y menos de estas modas, es como viajar al pasado.
Nunca entenderé por qué no se modernizan, aunque eso no es asunto
mío. Seré una reina de adorno, yo no sé nada de llevar un país, un reino,
una isla o como lo llamen. Al final se deciden por varias telas, el hombre
del puesto está de lo más contento, hoy se hace la mañana con nosotras. Yo
me dejo aconsejar y al final compran muchas telas para vestidos nuevos, ya
que la costurera me tomó las medidas.
Nos despedimos del hombre y antes nos comunica que mañana nos
entregarían las telas en el castillo.
—Gracias por su paciencia.
Ahora sí, viene mi parte divertida, hay tantas cosas hermosas. Al pasar
por un puesto con cositas hechas de cuero algo llama mi atención, y pienso
en Khonox, es una pulsera ancha de trenza de cinco nudos, me recuerda a él
y sin pensarlo la cojo. Solo queda esa nada más y no quiero que nadie me la
quite, las chicas se han ido desperdigando, aunque siempre cerca de mí.
—¿Cuánto cuesta señor?
—Son cinco Dran[iii], mi señora.
¿Y qué coño son Dran? Joder, no voy a poder comprarla, mis ojos se
llenan de lágrimas que aguanto sin derramar a duras penas y la vuelvo a
poner en su lugar.
—Lo siento, quizá otro día pueda comprarla, ahora no dispongo de ese
dinero.
Todas al momento estaban pendientes de mí sin comprender que me
pasaba para estar casi a punto de llorar, pues ellas ya sabían que no lo podía
comprar con dinero de mi mundo, pero yo no.
—Ella quiere esa pulsera para el rey y el dinero de su mundo no vale
aquí, por eso está triste.
El chico entiende el porqué de mi malestar, coge la pulsera y la envuelve
en una tela.
—Mi señora tome, ya me comprara algo en otro momento, esto se lo
regalo. Si me permite decirle, es un honor conocerla aquí hoy. —Niego con
la cabeza.
—No puedo aceptarlo, este es su trabajo.
—No me lo rechace mi señora, por favor, es mi forma de ayudarla ahora.
—Yo…
—Acepta cariño, no querrás ofender al muchacho al rechazar su regalo.
—dice Gal.
—No claro que no, perdóneme, no quería ofenderle —Me muerdo el
labio, y tal vez esté mal visto aquí, pero yo tengo otras costumbres.
Me acerco al chico y le abrazo, no se atreve a devolverme el abrazo se ha
quedado de piedra el pobrecito y me arrepiento de mi impulsividad.
—Lo siento, solo quería agradecerle—. Miro a Gal que niega con la
cabeza.
Agacho la cabeza avergonzada y siento ganas de llorar, más que antes,
soy una estúpida.
—Tranquila no pasa nada. No estamos acostumbrados a este tipo de
gestos, es indebido, eres su reina y debes darte a respetar, ¿lo entiendes?
—Pues sí... pero yo no he sido criada como una reina y estoy
acostumbrada a las muestras de cariño si me salen del corazón, a quien sea.
Sé que hay muchas cosas que debo aprender aún.
Estoy a puntito de romper a llorar como un bebé, me estoy muriendo de
vergüenza, sabía que iba a cagarla. Anarfi me toca y me calma al momento
y yo la miro y le sonrió agradecida.
—No has de avergonzarte por ser tu misma, solo has de controlarte un
poco. Ellos ya estaban avisados de tu llegada y de que les ibas a sorprender,
simplemente nos volviste a sorprender incluso a nosotras. Todo está bien —
confiesa Anarfi.
Miro al chico y le sonrió mostrándole la pulsera.
—Gracias por el regalo y disculpa por el mal momento que te hice pasar.
Volveré a comprar algunas cositas más con dinero que si pueda usar. —Me
quedo roja como un tomate y él me sonríe y como no podía faltar realiza
una reverencia. Me contengo para no poner los ojos en blanco.
Vamos caminando y yo ya no miro nada, estoy incómoda y quiero volver
al castillo para encerrarme en mi cuarto a llorar.
Están mirando algo entretenidas y en un segundo una chica rubia se
coloca frente a mí, es muy alta, y sin que nadie me lo diga, sé quién es esta
idiota que me mira como si yo fuera un bicho, pues no estoy de humor yo
ahora para aguantar tonterías.
Resoplo de manera sonora pareciendo aburrida cruzándome de brazos, si
me mata pues una menos.
—Aparta de mi camino —gruño.
—¿Te crees valiente porque estás acompañada? podría matarte si
quisiera. —Descruzo los brazos y la enfrento.
—Sí, podrías y te aseguro que Khonox te lo haría pagar.
—Khonox es mío, es a mí a quien hace el amor cada noche. Siempre
viene a mí. —Pega su cara a la mía, alguien la aparta y es Imila quien está a
mi lado.
—Cuidado con lo que dices, es tu señor, y no tienes derecho a decir su
nombre y además, nunca fue tuyo. Fuiste su puta con privilegios en el
castillo, con quien va a unirse y quién logrará su felicidad soy yo.
—Vaya, vaya, ¿sabías que ésta? —Señala a Imila de forma despectiva
con cara de asco— También fue su puta.
Me ciego, ni siquiera pienso en las consecuencias, una cosa es que me
diga cosas a mí y otra que se meta con las personas empiezo a querer. Me
abalanzo sobre ella y le lanzó un gancho derecho, se cae al suelo con el
labio partido y al querer golpearla por segunda vez Imila me agarra.
—No te atrevas a llamarla así, aquí la única puta fuiste tú, ella fue su
pareja, una a la que no respeto. No te confundas, si te metes con ella, te
metes conmigo. ¡Zorra! —Todos me miran sorprendidos y yo no entiendo
tanta tontería, hasta que caigo en la cuenta—. ¿Cómo he podido pegarle y
no hacerme daño?
Y la respuesta son mis preciosos que aparecen a mi lado de forma
protectora y gruñéndole. Sigo sin saber por qué están aquí, miro a su madre
a ver si me ilumina un poco.
—Ellos nacieron con el poder de tocar y quitarle los poderes a quienes
ellos quieran, los absorben y los devuelven cuando quieren. Ahora ella es
como tú, una humana, por eso pudiste golpearle. Buen puñetazo, por cierto.
—Me has dejado impresionada —dicen Ame y Resli casi al unísono.
—¿Ellos no se quedaron en el castillo?
La chica a la que acabo de pegar, que no sé el nombre todavía, se levanta
y va directa a los pequeños gritándoles.
—Devolvedme mis poderes. ¡Malditos críos!
Los protejo con mi cuerpo y me preparo para pelear de nuevo, y más por
mis preciosos, pero justo cuando está a punto de tocarme todos gruñen y no
me refiero a las dragonas protegiéndome, ellas están calladas. Son los
dragones de los puestos y los que están en el mercado para comprar, todos
le gruñen a ella para protegerme a mí.
Ella se agacha muerta de miedo y más sabiendo que no puede defenderse
y atacar, y se marcha corriendo.
—¡Cobarde! —grito sin poder contenerme.
Todos aplauden y una mujer con una corona de flores se acerca a mí.
—Mi señora es un honor tenerla entre nosotros, sabemos que no está
siendo fácil para usted y por eso queremos, todos los presentes, regalarle
esta corona de flores en símbolo de aceptación como nuestra futura reina.
Deseamos que disfrute del mercado con nuestra gente, su gente, todos la
protegeremos y no por ser nuestra futura reina, sino porque ha demostrado
ser buena y defender a los dragones sin miedo.
—Gracias de verdad, muchas gracias a todos por protegerme. —Mis ojos
se llenan de lágrimas y caen sin control por mis mejillas.
Todos actúan al mismo tiempo con una reverencia y se van, volviendo
todo a la normalidad. Ahora me siento bien y ya no quiero irme, pero sigue
estando el problema del dinero, eso es algo que debo también discutir con
él. Necesito ganar algo de Dran, no quiero depender de él.
Pasamos el resto de la mañana en relativa calma, por todo aquel puesto
que pasamos no paran de regalarme cosas, son detalles como una flor, una
piedra preciosa, que espero que no sea muy cara, anillos, pulseras de cuero,
comida y muchas cosas más.
Una mujer está vendiendo unos postres que están deliciosos y me ofreció
probar uno a mí y a los peques, me encantaron y le dije a Gal que si
podíamos comprar para comerlo después de la cena. Por supuesto
encantada, los compra y la mujer me dio las gracias por alabar su comida.
Me sentía un poco fuera de lugar por ser el centro de atención, todos
querían que me sintiera cómoda y al mismo tiempo parecía que yo misma
me iba adaptando, desde que llegué aquí estaba cambiando. Soy más
sociable y bromista. Yo siempre era la aburrida y aquí siento que estoy
resurgiendo de mis cenizas y me encanta, estoy deseando escuchar y ver a
mis hermanos para que los conozcan a todos. Les va a flipar un poco la
forma de vestir, ya veré que me invento. ¿No hay Amish? Pues esto igual.
Estoy mucho más tranquila y deseando ver a Khonox. ¡Dios mío! No
entiendo por qué tengo tantas ganas de verlo, al principio le quería lejos y
ahora ya no, lo que me hizo sentir con ese beso me ha cambiado.
Se acerca la hora de comer, nos vamos a montar a los caballos y
finalmente vuelven a subirme, soy incapaz con el puñetero vestido.
Mientras volvemos, vamos comentando lo ocurrido.
—No quiero que Khonox sepa lo que pasó con esa mujer, aunque eso va
a ser imposible. ¿Verdad?
—Debe saberlo, ha de ser castigada. —exclama Phipai enfadada.
—Ella está dolida y enfadada.
—¿La defiendes? —dice sorprendida Ame.
—¡No! Por supuesto que no. Es eso de castigo, no me suena bien. Y no
sé si quiero saberlo, la verdad.
—Bueno, eres sagrada para Khonox, Evolet. Aunque que la hayas
humillado frente a todos pegándole y defendiéndote sin temerle, es peor que
acabar una temporada en las mazmorras de Senzyras, créeme.
—Imila, ¿tú cómo estás? Ella no debió meterse contigo.
—Te das cuenta de que le pegaste una vez me insultó a mí. A ti también
te dijo cosas hirientes y le respondiste con palabras, ¿por qué?
—¿Por qué te defendí a ti? —Asiente—. Porque yo protejo a las
personas que quiero, es así de simple. He crecido sola, sin padres que me
protegieran, solo contaba con el apoyo que vino después de mis hermanos,
éramos niños y los seis juntos hemos salido adelante. Por eso te protegí,
para mí eres importante, no importa qué fuiste para Khonox en el pasado,
importa quién eres ahora para él y para mí. Eres importante para él y el
hecho de hablarme de frente y que no me haya enterado por otros, como
hubiera ocurrido antes, hace que te valore más. No veo que hay de malo.
Mientras le hablo a ella le salen las lágrimas y no quieren salir las
palabras de sus labios, y yo acabo llorando también.
—Venga va. Se acabó tanta llorera. —Me giro para ver a los pequeños
que van con su madre en el caballo —Sois unos traviesos y os quiero
mucho. ¿Por qué estabais escondidos?
—Porque queríamos protegerte y al final lo logramos —dice Kokel
hinchando su pechito, al que le sigue Rend.
—Sí, gracias a nosotros pudiste darle su merecido a esa bruja que nunca
nos trató bien y nos decía cosas feas. —La sonrisa se nos borra de golpe a
todas.
—¿No le dijisteis nada a nadie? —pregunto al ver la cara de sorpresa y
luego de enfado en Yiri.
—No, era cuando estábamos solos, nos decía cosas feas. Nunca nos
pegó, aunque nosotros a ella si la asustamos muchas veces.
—Ya hablaremos después, cachorros —gruñe su madre.
Los pobres agachan su cabecita. Me da pena, y no logro entender como
Gal no lo vio.
—Yo no estaba cerca de esa mujer y los niños son muy difíciles de leer.
Tus pensamientos son los que veo. Si piensas en algo yo lo puedo ver, si no,
es imposible. Esa dragona pagará por sus ofensas a mi familia —dice eso
último y da bastante miedo. Para relajar el ambiente se me ocurre jugar con
los peques.
—A ver preciosos, vamos a jugar todos al veo-veo.
—¿Ese que juego es, tía?
Yo me derrito de amor cada vez que me llaman así, aún no me lo creo,
son geniales.
—Pues es fácil, es un juego que consiste en elegir cualquier cosa que
veas y decir su color para que así los demás lo podamos adivinar, y quien lo
adivine le toca elegir algo, ¿jugamos?
—¡Sííííí! —responden al unísono.
Les enseño la canción para que la sepan antes de jugar.
—Veo veo.
—¿Qué ves? —cantan todos al mismo tiempo y me alegra que el resto
del grupo también quiera jugar.
—Una cosita.
—¿De qué color es?
—Es de color... blanco.
—¡Nieve! —gritan todos a la vez y nos echamos a reír.
Así nos pasamos el rato, jugando y riendo sin parar hasta llegar a nuestro
destino.
Estoy hambrienta, soy incapaz de esperar a los hombres y al final para
no dejarme comer sola con los niños todas me acompañan.
Al ratito de comer oímos movimiento fuera, son los hombres. Salimos y
al ver a Khonox no lo puedo evitar, salgo corriendo y él me espera con los
brazos abiertos, salto y me agarró a su cuello y enredo mis piernas en su
cintura.
Capítulo 12

Llegamos al patio y cambiamos a nuestra forma humana. Nos vestimos y


las mujeres empiezan a salir para recibirnos, y entonces la veo. Está
preciosa, con una corona de flores en el pelo, y me parece una diosa con ese
vestido de color azul oscuro. Al verme me sonríe y empieza a correr en mi
dirección tirándose a mis brazos, ese gesto me hace sentir tocar el cielo con
los dedos.
—Hola, no te despediste de mí, y por eso no te esperé para comer.
¡Estaba muerta de hambre! —lo dice de esa forma tan graciosa que, sin
pretenderlo, hace que una amplia sonrisa asome a mis labios—. Te tengo
una sorpresa.
—¿Una sorpresa? ¿Qué es?
Me da un beso que me sabe a poco, porque se separa rápido y me mira
mordiéndose el labio nerviosa.
—Bueno, es un regalo, una tontería. Es que me gustó mucho y cuando lo
vi pensé en ti. El chico que lo vendía me lo regaló porque mi dinero aquí no
vale.
¡Vaya!, eso es algo que nunca me pasó con ninguna de mis amantes,
siempre querían regalos, nunca me regalaron nada. Solo mi familia me
hacía regalos y ese detalle hace que se me forme un nudo en la garganta que
me impide hablar bien.
—Nada que venga de ti, es una tontería. ¡Me lo das! —Le pido nervioso.
Ella saca la mano de detrás de mi cuello y la abre, veo que hay algo
envuelto en tela. Va a bajarse y se lo impido.
—Ábrelo tú, No te quiero soltar. —envuelto hay una pulsera de cuero de
cinco nudos ancha y muy bonita.
—Es preciosa, muchas gracias por el regalo —se me nubla la vista y me
aclaro la garganta intentando recuperarme.
—Menos mal, no sabía si te gustaría y la verdad es que supongo que
tienes de todo, así que no sabía si te gustaría. Verás… yo... —murmura con
la cabeza agachada y la notó inquieta.
—¡Ehh! ¿Qué ocurre?
—¿Podemos hablar? Hay algo que quiero que sepas, esperaré a que
comas y descanses un rato del viaje.
—Estoy bien. ¿Hay algún sitio donde prefieras ir?
—Podemos pasear —mira a mi madre y suspira.
Miro a mi madre esperando que me diga algo mentalmente.
«Está muy nerviosa porque piensa que, si sabes lo que le pasó, la vas a
apartar de tu lado, no es fácil lo que va a decirte así que cálmate cariño y
dale tu apoyo. Lo necesita.»
Asiento y con Evolet en brazos, salgo del castillo para llevarla al bosque
de pinos que linda con la muralla del castillo, la nieve está más baja y
podemos caminar bien. La bajo de mis brazos. Es tan pequeña y a la vez tan
perfecta para mí.
—Antes de que digas nada, quiero hablar yo primero. ¿Te importa?
—Adelante.
—Antes de que tú vinieras poseía una amante, varias de hecho. El día
que viniste por primera vez, antes incluso de conocerte las aleje de mi vida.
No van a desaparecer, no puedo borrar mi pasado… —Me siento mal por
decirle esto, pero es necesario, quiero que sepa que soy suyo. Soy incapaz
de mirarla a la cara, no quiero ver la decepción en sus ojos.
—Todos tenemos un pasado. Yo tengo el mío. Nunca te juzgaría por
acostarte con otras antes de mí, pero si realmente quieres que esté en tu vida
como tu pareja, espero que no estés con otras a partir de ahora.
—Nunca, para mí solo existes tú —aseguro—. Lo juro por mi vida.
—Yo creo en ti. Y ahora viene la parte difícil para mí —suspira. Su
pulso se acelera, coge un poco de nieve y forma una bola mientras habla—.
Hace unos doce años conocí a un hombre quince años mayor que yo. Él era
la persona que me estaba ayudando con los sonidos que escuchaba en mi
cabeza, sonidos que desaparecieron en el momento en que encontré la llave.
Yo era una cría que soñaba con el amor y él supo engañarme, nunca estuve
con ningún hombre y él fue el primero que me besó. Nunca me entregue a
él, de alguna manera sabía que, aunque le quería no deseaba entregarle mi
virginidad, no me sentía preparada. Cuando me sinceré y le dije que era
virgen su interés fue a más y yo sin saberlo caí en su trampa.
No para de caminar y de coger nieve para formar la bola más grande
hasta que deja de hacerlo y se queda quieta, sé que no va a gustarme lo que
le sucedió en el pasado y debo mantener la calma.
—Yo... no quiero entrar en detalles porque no deseo recordar esos días
que me cambiaron la vida, él me forzó a ser suya, me utilizó como quiso y
yo no pude defenderme, me mantuvo encerrada casi tres días atada y
amordazada a merced de todo lo que quisiera hacerme. La verdad no pensé
salir de ahí con vida. Llegó la tarde del último día, me soltó y me dijo que
nadie me creería si decía algo y que yo no era suficiente para él, que me
fuera. Salí de allí tan rota, avergonzada y humillada. Eso me hizo fuerte,
aunque nunca dejé a otro hombre acercarse a mí, me daba asco. Tú eres…
eres el único al que deseo besar y estoy cansada de sentir miedo, quiero
vivir y quiero que sea contigo, si me aceptas a pesar de lo que me pasó.
Mientras sigue con su historia, es incapaz de mirarme a la cara en ningún
momento, y la ira que siento no se compara a ninguna antes. Voy a matar a
ese monstruo, pero ahora debo controlarme por ella.
—Y eso es una versión corta de esa parte de mi pasado, él volvió a mi
vida mientras estuve en el hospital por culpa del dragón blanco que me
agredió. Sé que eres tú y me gustaría saber qué pasó para que me hicieras
daño y ahora me falta algo más. Yo estaba de camino a un lugar donde
esconderme cuando aparecí aquí de nuevo porque él me estaba buscando.
Apareció en el hospital y yo me negué a hablar con él y no paró de insistir
en verme.
Respiro hondo varias veces lo único que quiero es ir a buscarlo en este
instante y hacerlo sufrir una y otra vez, por todo el daño que le hizo a mi
pequeña. Pero debo esperar a que termine y darle mi apoyo para que sepa lo
mucho que la amo.
—Por suerte no me encontró, pero entró en mi casa después de que yo ya
estuviera aquí y casi mata a mi hermano. A la pobre empleada de la
inmobiliaria que estaba en mi piso y que la había confundido conmigo,
acabó matándola cuando supo que no era yo, la torturó dejando una nota
para mí. Estoy asustada por mis hermanos y sé que crees que si me das la
llave me iré y no volveré, te juro que me quiero quedar contigo, quiero
intentarlo. Tú y yo juntos, si a pesar de mi pasado aún quieres intentarlo.
Entenderé que me digas que no y lo aceptaré.
Ella sigue sin mirarme y mantiene la cabeza agachada, la bola ya hace
rato que desapareció.
—¡Mírame! ¡Mírame! —repito más fuerte. Levanta la cabeza y sus
mejillas están empapadas por las lágrimas, me arrodillo frente a ella y cojo
su carita entre mis grandes manos—. Para mí eres perfecta, da igual tu
pasado o lo que soportaste para sobrevivir a lo que él te hizo. Ahora estás a
mi lado, voy a protegerte siempre. No soy un hombre fácil y sé que haré o
diré cosas que te molesten. Te pido que me des una oportunidad de ser
felices juntos.
Se tira a mis brazos llorando sin parar, la arropo susurrando palabras
para intentar tranquilizarla, pasamos así un tiempo y nada más me importa
salvo estar a su lado y que sienta con mis caricias, todo el amor que siento
en mi interior.
—Quiero ser tuya —susurra, traga saliva y me mira—, quiero ser tuya
ahora.
—Me encantaría hacerte el amor aquí y ahora, mostrarte lo mucho que te
amo. Eres mi Neushal, mi mujer y quiero unirme a ti antes, aunque hay algo
que sí me muero por hacer si tú me dejas.
Ella se queda roja con los ojos abiertos, esos ojos marrones que me
vuelven loco, con esa mirada de inocencia que aún conserva y asiente con
una sonrisa tímida.
La tumbo en la nieve y me enfado conmigo mismo por no traer una
manta. Me coloco sobre ella sin apoyar mi peso para no aplastarla. Esta vez
sí froto mi polla contra su centro para que me sienta y se muerde el labio,
algo que me vuelve loco y la beso, un beso duro, apasionado, entregándome
a mi mujer y que ella me devuelve con ganas.
Poco a poco voy bajando y deshago el lazo del vestido para dejar sus
pechos a mi alcance, los devoro como el mejor dulce, son grandes y
perfectos para mí y los pezones erguidos y rosados. Disfruto de ellos
succionando y mordiendo suavemente alternando entre uno y otro junto a
mis manos, deleitándome en sus sonidos.
Creo que ya es suficiente, bajo una de mis manos para subirle el vestido
y cuando estoy a punto de tocar su sexo me para.
—Espera…
—¿Estás segura de que quieres que pare? Porque si lo estás debes
decírmelo mi amor, nunca haré nada que tú no quieras —susurro contra sus
labios mientras le doy suaves besos por toda la cara.
—No quiero que pares, es que estoy muy nerviosa, perdona.
—Nunca pidas perdón por decir cómo te sientes, iré despacio, dímelo y
pararé de inmediato.
Espero a que asienta y la beso haciéndonos jadear a los dos. Vuelvo a
meter mi mano bajo la falda, la noto temblar, aunque no paro y sigo mi
camino, pongo la mano entre sus muslos y llego a su centro notando su
humedad, siento que voy a volverme loco.
Le quito su ropa interior y vuelvo a meter la mano entre sus piernas, mis
dedos se empapan con su deseo y los llevo a mi boca y la saboreo. Estoy a
punto de correrme en los pantalones. ¡Maldición! La miro y veo su boca
entreabierta, respirando de forma acelerada, sus mejillas sonrosadas y sus
ojos me miran con deseo por el placer que le estoy provocando, y eso llena
mi ego de macho.
Un gruñido sale de mi interior y termino de levantar el vestido, sin dejar
de mirarla agacho la cabeza y soplo entre sus piernas, ella gime fuerte,
agacha la cabeza y levanta la cadera. Yo ya no aguanto más y hundo mi
boca saboreándola. Es increíble, su sabor es fuerte y a la vez dulce y me
encanta, quiero más. Lo quiero todo. Uso mis dedos y mi boca para
proporcionarle más placer.
Ella no para de susurrar que no pare, mientras se agarra de mi pelo, y no
lo hago, no paro, sigo y sigo hasta que noto que ya está a punto. Me fascina
cómo reacciona y succiono más fuerte su clítoris mientras muevo mis dedos
y acaba dándome lo que tanto ansío, su placer.
Se corre en mi boca y yo la saboreo hasta el último resquicio que pueda
quedar del placer de mi mujer. La escucho suspirar y yo aún intento
comprender como no he podido controlarme y he acabado corriéndome al
mismo tiempo que ella en mis pantalones.
Le bajo las faldas y le abrocho como puedo el vestido, me tumbo a su
lado y la subo sobre mi pecho sin dejar de besar su pelo.
—Gracias por este regalo —digo mirando la pulsera—. Nunca nadie, sin
ser de mi familia, me ha regalado nada. Me honra ser tu hombre, tu dragón.
—Gracias a ti, por ser el primer hombre que me ha proporcionado un
orgasmo de verdad. Uno real.
—Tú nunca…
—Lo que pasó con él fue forzado, hasta eso. Yo solo sentía asco y los
que yo alguna vez me provoque a mí misma no han sido igual, es…
diferente. —No quiero pensar en ella dándose placer ahora mismo, pero es
algo que deseo ver.
—Lo siento, no quise que te acordaras de nada malo.
—Todo está bien, bueno al menos yo, tú no te has… ehh bueno, que no
has… disfrutado. —Parece tan adorable e inocente—. No lo he hecho
nunca, pero si quieres puedo lograr que tú también sientas placer. Si tú me
enseñas yo puedo...
—Me ha pasado algo contigo que nunca me pasó antes, ni siquiera
siendo un crío. —Levanta la cabeza y me mira extrañada y le confieso—.
Acabo de correrme en los pantalones como un cachorro mientras te corrías
en mi boca, así que sí que estoy bien mi amor, mejor que bien. Yo te
enseñaré todo lo que quieras aprender conmigo, da igual si lo haces bien o
mal, que quieras intentarlo por primera vez conmigo me honra. —añado
mientras beso su rostro.
Ella pone sus manos sobre mi pecho, apoya en ellas su barbilla y me
mira sonriente.
—Sí que soy buena, para que te corras sin que te toque. —Y me guiña
un ojo.
Me rio, ¿cómo no reírme con ella?, es única y verdadera, y siento tanto
como la traté en nuestro primer encuentro.
—No sé si alguien te lo ha comentado. Los humanos mataron a traición a
mi padre clavándole una daga hecha de Angrom, es un metal que solo está
en la isla y clavarlo en nuestro corazón es mortal para nosotros. Sigo
odiando a los humanos, al menos a los que mataron a mi padre y ahora a
uno más. Por eso, yo soy el rey, tras la muerte de mi padre, yo como dragón
blanco y primogénito soy su sucesor.
—No, nadie me dijo que tu padre fue asesinado por un humano.
—La primera vez que viniste sabía que eras humana por el olor que
dejaste, por eso cuando te vi estaba enfadado, dije e hice cosas de las que
me arrepiento al saberte humana. Al acercarme a ti no quería que eso
pasara. Al ver cómo te apartabas para irte, me enfade más y tampoco me
gustó la ropa que llevabas, me llenó de ira. Realmente no quise golpearte
con el morro tan fuerte, no medí mi fuerza y te dañé mucho. Te fuiste y
lloré por el dolor que yo mismo te causé y he estado esperándote para
suplicar tu perdón, sin embargo, luego no sabía cómo decirte quién era yo.
Tenía miedo de que te fueras de nuevo usando la llave y eso fue lo primero
que se me ocurrió, quitártela. Te la entregaré en unos días más, aún siento
miedo de que me dejes.
—Siento mucho lo que le hicieron a tu padre. No todos los humanos
somos malos.
—Ahora lo sé, vamos a volver al castillo para que puedas hablar con tu
familia.
—Me gustaría que estuvieras a mi lado. —Aparta la mirada al decirlo—.
Quiero decirles que por fin he encontrado a un hombre que me gusta,
aunque omitiré lo de dragón de momento.
—Quería estar a tu lado así que, es perfecto que me lo pidas.
Nos levantamos y la abrazo fuerte mientras ella se abraza a mi cintura y
juntos volvemos al castillo.
Me siento inmensamente feliz, ella es mía. Necesito hablar con mi
madre, quiero unirme cuanto antes a mi mujer. Phipai está primero, quedan
unos días para su unión y después haremos la nuestra. Me gustaría que sus
hermanos estuvieran presentes, algo muy difícil sin antes explicarles lo que
somos.
Sé que haría muy feliz a mi Neushal y eso es suficiente para intentarlo.
Vamos a ver cómo va esta conversación con ellos y veré hasta qué punto
puedan estar receptivos. Nos detengo a los dos y le tomo de la barbilla para
que me mire.
—¿Qué te pasa? Te noto nerviosa.
—Nada, solo estoy nerviosa por mis hermanos, les echo de menos.
Me está ocultando algo y no sé qué puede ser.
Llegamos al patio y Boltcan está fuera con Rianri, la noto tensarse y
parece que va a decirme algo cuando Rianri se adelanta.
—Gracias por defender a Imila, eres una mujer valiente. —Se arrodilla
ante ella y besa su mano.
—¿Qué está pasando aquí? —gruño fuerte. No me gusta que la toque.
Ella se asusta y me mira con culpabilidad y eso me llena de ira después
de lo que hemos hecho. ¿Por qué me ha ocultado algo importante y no ha
confiado en mí?
—¡Habla! —le grito a ella, que da un brinco por el susto.
—Hermano, cálmate. Ella no ha hecho nada.
—Iba a contártelo después de hablar con mis hermanos —dice con voz
temblorosa.
Me paso las manos por la cara nervioso, me siento mal por asustarla, no
obstante, la falta de información no la consiento, ni siquiera a ella. Debe
entender como son las cosas aquí.
—Leta la provocó en el mercado, ella se defendió con palabras hasta que
me insultó a mí diciendo que yo fui tu puta, entonces Evolet le dio un
puñetazo y...
Dejo de escuchar lo que dice Imila y miro a mi mujer enfadado como
nunca antes, la muy insensata se ha puesto en peligro. La agarró de los
brazos y la levanto moviéndola bruscamente.
—¿En qué estabas pensando al pegar, tú, una maldita humana a una
dragona?
Siento como la separan de mí, estoy tan cegado por la ira que no me doy
cuenta del daño que le estoy causando con mis palabras y volviendo a
maltratar su cuerpo. Cuando me doy cuenta intento acercarme con el
arrepentimiento marcado en mi rostro. Ella me ve y aparta a Imila que la
sujetaba alejándola de mí.
—La puta de tu ex amante me quiso humillar y herir con sus palabras y
como no lo consiguió, utilizó a Imila y yo la defendí porque me dio la puta
gana. ¿Te enteras? —grita—. Por suerte mis sobrinos le quitaron sus
poderes antes de que nadie se diera cuenta y recibió un buen golpe que
partió su precioso labio —dice con rabia—, luego quiso causar daño a los
niños y también se lo fui a impedir. No te preocupes rey de dragones, esta
maldita humana se va su habitación a hablar con sus hermanos y espero que
no te aparezcas por allí. Vuelve con tu puta.
Me lo dice con tal rabia que sé que esta vez no va a ser fácil conseguir su
perdón. Se da media vuelta y le dice a Boltcan y a los niños que les avisará
cuando esté lista para la llamada y desaparece tras la puerta del castillo.
Nadie me dice nada y todos me miran sorprendidos por mis palabras.
Palabras de las que me arrepiento porque dan a entender que estoy
defendiendo a Leta por ser dragona y despreciándola a ella por ser humana.
Eso jamás pasará y Leta va a pagar muy caro todo esto, se lo advertí y lo
ignoró.
—Encontradla y encerradla en las mazmorras, no quiero que vuelva a
ver la luz del sol en toda su existencia. —Mi voz de dragón resuena en todo
el castillo.
—Mi señor.
Rianri se inclina, se acerca a Imila, besa su frente y se marcha con
algunos dragones incluidos mis cinco sobrinos, han de buscarla por todas
partes y si alguien la esconde acabará igual que ella.
—¿Qué pasó en el mercado? —pregunto nervioso. Necesito saber que
pasó, aparte de lo que dijo Evolet.
—Tienes a una mujer muy valiente a tu lado, ni siquiera yo, siendo una
dragona he sido tan valiente y he puesto a esa furcia en su lugar. ¿Viste su
corona de flores? Después del altercado y de que todos. ¡Todos! Los
dragones del mercado protegieran a ¡Tu mujer!, se la regalaron para
demostrarle que la aceptaban como su reina, por su valentía y por proteger a
un dragón sin demostrar miedo. Y ese dragón, era yo —habla Imila con
orgullo mientras se señala a sí misma con el dedo.
Sin decir más, se da media vuelta, para marchar a su hogar, cuando
escuchamos un grito lleno de rabia y dolor, un grito que me desgarra y todo
por no controlarme, seguido de rotura de cristales, golpes y gruñidos.
Voy a ir a verla y mis hermanas se interponen en mi camino, mientras
Imila sale en busca de Evolet. Mi madre habla y su tono y lo que me dice
me deja helado y sin palabras.
—Te advertí que tuvieras cuidado, ella te perdonó una vez tu agresión, te
perdonó que sentaras en su misma mesa a tu antigua amante, protegió a tu
familia de Leta cuando ninguno de nosotros los protegió. —Frunzo el ceño
confundido—. Ella lleva martirizando estos años a mis nietos y ni siquiera
yo he podido verlo, ¿sabes lo que me provoca no haberlos protegido?
Mantente alejado de Evolet, dale tiempo, si es que te perdona esta vez. Tus
palabras han sido de lo más ofensivas para tu mujer.
Yo soy incapaz de decir nada, tiene toda la razón.
—Iré a verla por si necesita mi ayuda —dice Lessla.
Boltcan ya se ha llevado a los niños y Yiri se va sin mirarme. Por mi
culpa, por meter a esa mala persona en nuestras vidas, los cachorros han
sufrido y yo les reprendía si los veía asustarla, y era su forma de vengarse
de ella. ¡Maldición!
Rodan se va dejándome solo, sin dirigirme la palabra y eso es peor a que
me diga algo, está muy enfadado. Ahora quien me preocupa es mi reina, la
estoy perdiendo de nuevo y ahora no voy a contar con el apoyo mi familia.
Estoy solo de nuevo. Estábamos tan bien, logré avanzar tanto hoy en la
intimidad.
Cambio a dragón y me voy a la montaña, necesito pensar como pedirle
perdón, esta vez lo he estropeado todo por no medir mis malditas palabras y
he vuelto a hacerle daño.
Paso tres días en la cabaña de la montaña. Pienso y pienso qué debo
decir para recuperarla y no se me ocurre más que arrodillarme y pedirle
perdón, debí volver al castillo como me aconsejo mi hermano y hablar con
ella, pero no encontré el valor, espero que viéndola ahora pueda intentar
algo que consiga su perdón.
Capítulo 13

No puedo creer que me haya hecho daño de esa manera y esas palabras me
han hecho sentir como si no valiera nada para él, y me ha demostrado lo
que yo más temía. Sus sentimientos son mentira. Y por primera vez desde
que hablamos en la habitación el primer día he tenido miedo de él. Debo ser
fuerte.
Acaba de joderme, pero bien, el muy cabrón, ¿en serio me ha llamado
maldita humana? ¿Eso es lo que en verdad piensa de mí? Bueno, mejor es
saberlo ahora que no cuando me haya unido a él o peor después de darle un
hijo.
Ni siquiera soy consciente de que llego a mi habitación, la misma que se
supone que es nuestra, voy al baño y me miro al espejo. Las imágenes de lo
que me hizo sentir con su boca y sus manos me hacen soltar un grito de
dolor y golpeo con el puño al espejo que se agrieta, sin poder parar le doy
una y otra y otra vez.
No siento dolor físico, pienso en que un nosotros nunca ha existido de
verdad. Me doy cuenta de que me he enamorado de ese dragón arrogante y
gilipollas que me está utilizando y fingiendo que siente cosas por mí,
porque soy la única que puede darle un heredero. Le odio tanto por no ser
sincero y mentirme.
Le conté lo que me pasó, eso me llena de rabia, y golpeó más fuerte al
espejo. Me pican los ojos y no puedo ver quien me agarra de los brazos,
siento una punzada y grito de dolor.
—¡No me toques, déjame sola! —exijo.
—Déjame ayudarte, no por ser tu doncella, sino como tu amiga —
suplica—. Por favor Evolet.
Me quito las lágrimas y la miro fijamente, creo que es sincera, aunque ya
no sé qué pensar. Khonox también me parecía sincero y mira lo que pasó.
En ese momento entra Imila en el baño y no la dejo seguir, mis palabras
la frenan.
—Lárgate de mí vista, mentirosa. —Ella lleva su mano al pecho, como si
mis palabras la hubieran golpeado—. Te protegí de esa mujer en el mercado
porque confié en ti, a pesar de que fuiste su amante o quizá lo sigas siendo,
y yo soy una estúpida a la que engañar ¿verdad? Te odio, no quiero volver a
verte en mi vida. ¡Lárgate! —no grito mi voz sale ronca.
—Nunca te mentí —balbucea entre lágrimas. Yo aparto la mirada y
levanto el brazo señalando la puerta.
Oigo su llanto perderse en la lejanía mientras sale de la habitación y no
siento lástima por ella en este momento.
—Está bien, quédate. Busca algo con lo que pueda curarme, por favor —
le pido a Nan, que no se ha marchado de mi lado.
—Deja que Lessla o Yiri te ayuden, yo no sé curarte.
—No necesito que nadie me ayude, yo sola puedo, no quiero a nadie
cerca. —En ese momento tocan la puerta y Nan va a ver quién es.
—Evolet, Lessla quiere entrar al excusado para curarte.
—Lo siento Lessla, no quiero que me cures, quiero estar sola.
Me duele rechazarla, lo que menos necesito es su compasión o su
lástima, ahora soy fuerte. No puedo volver a sentirme vulnerable y hundida
por otro hombre, tengo que volver con mi familia. Nan entra de nuevo y yo
me siento en el suelo.
—Nan, busca algo con lo que curarme. Luego quiero estar bonita para
que me vean mis hermanos.
Ella me mira extrañada, aunque va a buscar el trapo, mientras me voy
sacando los cristales de la mano como puedo, después cogeré las pinzas de
depilar y me quitaré los que son más pequeños. Me lavo bien la mano con
mucho cuidado, ya me empieza a doler y sé que algunos cortes necesitan
puntos, casi no puedo moverla, creo que al final acabaré pidiendo ayuda a
Lessla.
Me envuelvo la mano sin apretar solo para tapar los cortes, vuelvo a la
habitación para coger la ropa y me quito la corona de flores y la dejo en el
tocador. Con la ayuda de Nan me visto con una camisa de manga corta y
unos vaqueros y le pido que me quite la trenza. Me agacho, me revuelvo el
pelo y con mi pinza me hago un moño suelto alto, me pinto un poco los
labios para no parecer una muerta andante y me miro al espejo del tocador.
—¡Lista! Por favor, avisa a Boltcan.
—Enseguida vuelvo.
Tarda un poco y empiezo a estar nerviosa porque tal vez no quiera venir.
Cojo el móvil con manos temblorosas y lo enciendo, me queda muy poca
batería y eso ya me entristece, solo espero que me dé tiempo de verlos,
aunque sea unos minutos y reservar algo de batería por si necesito hablar
con ellos de nuevo.
Cuando llega Boltcan, los pequeños le acompañan y pienso que ellos son
los únicos que no me han mentido. Me siento tan dolida.
—Evolet yo…
—No quiero escucharte, si vas a ayudarme adelante si no ahí está la
puerta. —Señalo la puerta por la que acaban de entrar los tres.
—¿También estás enfadada con nosotros tía? Preguntan al unísono.
—Por supuesto que no, mis pequeños traviesos, venid a mi lado, quiero
que mi familia os conozca. Si queréis claro.
—¡Síííí! —gritan los dos contentos.
Miro a Boltcan esperando que abra el portal, me mira mientras mueve la
mano. El móvil parece volverse loco y no tengo tiempo de leer los mensajes
y lo utilizo para la videollamada a uno de los números que me dejaron
como nuevos y espero a que contesten pronto y que estén todos juntos.
Se ve la pantalla negra con ruido de fondo y al momento los veo a los
cinco Alan se acomoda de nuevo después de colocar el móvil para verlos a
todos.
—Hola, ¿cómo estáis? Os echo muchísimo de menos, he pensado en
volver pronto.
—¡Nooo! —grita Luna—. No puedes volver, cielo.
—Y esos bichitos, ¿quiénes son? —dice Héctor moviendo la mano
frenéticamente.
—Son mis sobrinitos, se llaman Kokel y Rend.
—¿Tía? —dicen Luna y Luciana al mismo tiempo.
—Sip, voy a tener cuatro sobrinos. Soy una chica con suerte. —Les pico
un ojo.
Todos van saludando a los pequeños y ellos están encantados y
asombrados con poder ver a los locos de mis hermanos. Tengo la mano
vendada detrás del que creo que es Rend para no tener que dar
explicaciones, estamos así un rato hasta que Mateo rompe el buen rollo.
—Peque, ¿has leído los mensajes que te hemos mandado con las
noticias?
—Creo que es mejor que los niños no escuchen esto —dice Alan serio.
—Preciosos podéis salir un momento y nos vemos después.
Les cuesta un poco, aunque al final acaban saliendo y es cuando
empiezan a contarme el infierno que están viviendo.
—Escucha peque. ¿Estás sola ya? —pregunta Alan. Asiento en respuesta
—. En los mensajes te decimos que Carlos ha vuelto a matar, han aparecido
los cuerpos destrozados de varias mujeres. La diferencia con la chica de la
inmobiliaria es que estas se parecen a ti, todas son de pelo largo castaño,
constitución similar, incluso la altura es parecida, por eso no puedes volver
peque.
Yo rompo a llorar sin poder evitarlo, no puedo volver sin poner en riesgo
mi vida y tampoco quiero estar aquí. Estoy sentada en el suelo y abrazo mis
rodillas sin mirar al móvil que lo tengo apoyado en la maleta con cuidado
para que no vean la mano vendada.
—Evolet, míranos bichito, vamos a irnos de aquí. La policía está
buscándolo, pero ya no nos están protegiendo porque dicen que no es a
nosotros a quien quiere, y que está matando a otras mujeres que sí necesitan
protección.
—Anoche cuando estaba asomada al balcón, estoy segura de que lo vi —
dice Luciana asustada.
—La policía dice que, de hallarse cerca, lo hubieran visto así que
debemos cuidarnos nosotros —Termina Alan por ella que con el llanto no
pudo seguir.
—¿Y a dónde vais a ir? ¿Y si él os sigue? Por mi culpa estáis en esta
situación, tal vez debí hablar con él.
—No seas tonta, nunca te hubiera dejado en paz, te hubiera violado
como lo hizo cuando eras una cría inocente, y esta vez acabarías muerta —
sisea Luna con furia—. Eres nuestra hermana y vamos a protegerte. Nos
reuniremos contigo cuando podamos, pero por el momento es mejor que no
sepamos dónde estás.
—Está bien, por favor id a mi banco y sacad todo mi dinero, eso os
puede ayudar junto con el vuestro. —Van a protestar y no les dejo—. Aquí
no lo necesito, además tampoco me sirve, es complicado. Héctor, saca todo
el dinero. No me queda mucha batería y no sé dónde cargarlo, aquí no hay
electricidad. Es como si hubiera viajado en el tiempo con algunas
modernidades, aunque estaré bien, lo que me preocupa es que estéis bien. Si
os pasa algo por mi culpa me muero.
—Eh bichito, nada de esto es tu culpa.
—¡Sííí! Todo esto es mi culpa. Yo lo he puesto en vuestro camino y me
he largado sin más. —Nan se acerca a mí y me abraza—. Me engatusó con
sus palabras, se aprovechó de mi inocencia y me violó y torturó durante
varios días. Deseé morir y estuve a punto cuando me dejó marchar, pensé
varias veces en ello. No pude hacerlo y fue por pensar en los cinco, en mi
única familia y ahora ese cabrón os está rondando, y yo estoy en este
maldito lugar.
—Basta cielo, no es culpa tuya. Y no nos va a pasar nada, nosotros
somos cinco y no vamos a estar solos. Apaga el móvil, cada día te
mandaremos un mensaje por la noche y una foto de nosotros. ¿Vale?
Cuando se acabe la batería pues... ya veremos —aclara Luciana muy seria.
—¡Joder hija! Sí que has viajado en el tiempo. ¿Todos visten como esa
chica? Es verdad que los niños también vestían raro —mira a Nan mientras
la saluda moviendo los dedos.
—¡Luna! —los cinco gritamos su nombre al mismo tiempo. Y yo rompo
a reír mezclado con llanto.
—Os amo, cuidad de mis sobrinitos, nos veremos pronto. No sé cómo,
pero nos veremos. Cuidaros mucho, esperaré el mensaje cada noche hasta
que mi batería no funcione más, Cuando eso pase buscaré otra forma de
comunicarme y estar en contacto.
Y así nos despedimos entre lágrimas y algunas risas más. Cuando
terminamos veo que he gastado un poco así que apago enseguida.
—Gracias por permitirme comunicarme con ellos. Ahora vete, quiero
estar sola.
—Evolet, mi hermano nunca quiso ofenderte, él…
—Ya basta, soy humana no gilipollas. Solo vete y ya. —Parece que se da
cuenta de que por más que diga no voy a cambiar de opinión y se va.
—Mañana en la noche después de cenar vendré. Y déjate curar esa mano
—dice tranquilo. Me mira por encima del hombro y sale de la habitación.
Sé que tiene razón, sin embargo, no me da la gana dejar que me toquen.
No ahora, estoy muy enfadada y sé que voy a decir cosas hirientes. Además
¿dónde está el culpable de todo? ¿Se iría con su amante a reírse de lo
imbécil que soy?
Suspiro de forma ruidosa y me froto las sienes intentando alejar este
dolor de cabeza.
—Puedo traerte algo si te duele la cabeza para comer —asiento con los
ojos cerrados.
Me levanto del suelo me quito los pantalones haciéndome más daño en
la mano, que vuelve a sangrar. Así mismo me meto en la cama, abrazo uno
de los almohadones que huele a él. Lloro por perderlo, aunque en realidad
nunca fue mío. Duró tan poco, ni siquiera tuve tiempo para disfrutar de su
amor, aunque fuera falso.
Cierro los ojos e intento dormir y es imposible. Nan viene y trae las
cosas, yo no quiero comer así que la ignoro. Ella se sienta a mi lado
apoyada en el cabecero y me acaricia el pelo, yo me doy la vuelta y me
abrazo a ella como si fuera mi salvavidas, sin que una lágrima más salga de
mis ojos, dejo que el sonido de su corazón me calme y pienso en lo mucho
que deseo que sea Khonox y no ella.
Pasan horas o al menos a mí me lo parece, siento latidos en la mano y
me duele muchísimo la cabeza. Recuerdo que siempre llevo pastillas para el
dolor de cabeza que antes me provocaba el pitido, así que con cuidado me
levanto y cojo el neceser de la maleta.
Me meto la pastilla en la boca ante la atenta vista de Nan, que parece
vigilar cada movimiento, voy donde está la bandeja con fruta picada que ha
traído y cojo el agua y me la trago. Comí algo antes y no creo que me haga
daño.
La noche llega enseguida y él no da señales de venir a pedirme perdón.
Que imbécil soy, no tengo remedio.
Llevo esperando que vuelva y que me diga que todo ha sido un error
desde que la ira que sentí se esfumó. Ahora siento un vacío en mi corazón
mayor que el que sentí hace doce años, porque Khonox en pocos días ha
conseguido lo que nadie antes en años, romper el muro que construí y yo se
lo permití. Y ahora siento que todo muere a mi alrededor. Dramatismo puro
el mío, en fin.
Nan trae la cena para las dos, yo pico un poco de carne, y se marcha a
llevar las bandejas dejándome sola de nuevo.
La puerta se abre despacio y es Gal quien entra.
—Hola, cariño. Te apetece hablar conmigo o también vas a echarme de
tu lado.
—La verdad es que no tengo ganas Gal. ¿Dónde está tu hijo?
—No está, se ha ido a la montaña —la risa me sale sola y no tengo ni
pizca de diversión en mi cara.
—Ya, bueno. Que le vaya bien, cuando venga dile de mi parte que no se
acerque a mí, ya perdió la oportunidad de pedir perdón. Y ahora si no te
importa quiero estar sola.
—Sé que estás dolida cariño y con toda la razón del mundo, no está
acostumbrado a que le escondan las cosas, y saber que podría haberte
pasado algo le puso muy nervioso. Jamás pondría a Leta o cualquiera de sus
ex amantes por delante de ti, tú eres su mujer, él te ama. Espero que todo se
solucione.
No le respondo, para qué. Todos pueden decir lo que quieran. ¿Cómo
creerles si el que debe de enfrentarme, se larga? ¿Tan poco le importó lo
que pasó entre nosotros, que no es capaz de darme la cara?
Ahora mismo le odio. Nan entra y le pido que por favor me deje sola. No
me hace ni puto caso, vuelve a colocarse en la cama y me coge, parezco una
pluma en sus manos, me coloca igual que antes y creo que en algún
momento voy a caer rendida, pero no. Le pregunto si está enamorada y me
cuenta que su corazón pertenece a un dragón y que no sabe si algún día
podrán estar juntos. Me da pena por ella, no quiere decirme quien es, solo
que es alguien importante y que se ven a escondidas, deseo que sea feliz
con o sin él.
El tiempo pasa sin poder dormir y así paso toda la noche. La luz de un
nuevo día me alegra con la llegada de mis preciosos, por ellos merece la
pena todo esto.
Yiri viene con ellos, los peques se meten a la cama conmigo, Nan ha
salido a por el desayuno y se acurrucan cada uno a un lado. Al final esta
mañana al levantarme me vestí con un pijama, total no voy a salir de aquí,
para qué vestirme.
—Buenos días Evolet.
—Serán buenos para ti, supongo. Ya me curé antes así que no pierdas tu
tiempo —digo señalando la puerta con la cabeza. Ella suspira, sé que me
estoy pasando, que al final ellos no son los culpables, pero no lo puedo
evitar.
—Gal quiere volver a hablar contigo, por favor al menos escúchala. Ni
ella, ni los demás somos responsables de las desafortunadas palabras del rey
y que además has malinterpretado. —La miró con la ceja levantada y una
cara de, eso no te lo crees ni tú—. Es la verdad, sus palabras estuvieron mal
y no es lo que realmente quiso decir.
—Dame tiempo quizá mañana vea las cosas de otra forma, tienes razón,
ustedes no me dijeron nada. Dile que venga cuando pueda. —fuerzo una
sonrisa y parece que eso la calma. Y se despide de los niños.
Cuando Nan trae el desayuno, como dos trozos de pera y lo aparto a un
lado para jugar con los niños. El dolor de la mano es cada vez mayor, así
que me distraigo contándoles cuentos y los entretengo, nos pasamos así
toda la mañana.
A la hora de la comida traen tres bandejas repletas de comida, sigo sin
comer, solo bebo un poco y pasamos el resto del día igual. Por la noche me
traen una sopa y los niños se empeñan en dármela y acabo comiendo casi
todo. Tengo el estómago revuelto, Boltcan y Rodan vienen con Yiri y ella se
lleva a los cachorros.
—Buenas noches mis preciosos os veo mañana, os quiero muchísimo. —
Ellos me besan y se van.
Una vez la puerta de cierra Boltcan abre el portal sin hablarme, ambos
me miran muy serios y no me importa. Cuando enciendo el móvil tengo
aparte de los de ayer dos nuevos mensajes, uno es de mis hermanos del
grupo nuevo que crearon cuando cambiaron los números.

Mateo: Hemos salido de Tenerife con destino Sevilla y mañana te


decimos qué hemos decidido. Te queremos todos, peque.

Miro la foto que me han mandado y la toco, pasó un dedo por cada uno
de ellos y le respondo un «ok» con muchos besos y corazones.
A continuación, abro el otro mensaje de número desconocido. Cuando lo
abro siento que la tierra se abre bajo mis pies y rápidamente aparto el móvil.
—Buenas noches. —Ellos asienten y se van.
Cuando por fin salen, Nan está aquí y ahora necesito tenerla a mi lado
para ver lo que ese cabrón me ha preparado.
Me siento en el borde de la cama y doy un toque a mi lado para que se
siente, cuando lo hace cojo aire y lo suelto.
—Voy a ver algo que quiero que quede entre nosotras, por nada del
mundo quiero que salga de esta habitación por favor, confío en ti y no tengo
valor para verlo sola.
—Te juro mi lealtad, no diré nada nunca —murmura con la mano en su
corazón.
Con manos temblorosas miro la pantalla y primero leo el mensaje antes
de acceder al video.

Desconocido: Hola putita, te estoy buscando y no voy a parar hasta


encontrarte. Todo sería más fácil si hubieras hablado conmigo en el
hospital. Te he echado de menos todos estos años, aunque nunca te busqué
hasta que te vi de nuevo. Estás tan hermosa, sigues teniendo esa carita de
ángel. Echo de menos tus gritos y tus súplicas amortiguadas por la mordaza,
nadie ha podido superarte. Por eso nunca pude matarte, eras tan especial.
Mira mi regalo, esto es lo que te espera cuando caigas en mis manos putita
y esta vez nada me detendrá hasta acabar con tu último aliento.

Nan me mira con los ojos abiertos y ahora no puedo decirle nada o no
tendré valor para ver el video. Le doy al play y siento tanto asco.
Ha atado a una pobre chica a un columpio sexual y está amordazada
igual que estuve yo hace años, está llena golpes y cortes por todas partes.
Le da la vuelta y tiene dos consoladores grandes metidos, uno el ano y otro
por la vagina, la sangre sale por ambos orificios dándome a entender que la
ha roto por dentro.
Vuelve a colocarla frente a la cámara para que vea su cara, se parece a
mí, solo que su piel es un poco más oscura que la mía. Se queda detrás de
ella, la agarra por el cuello y sonríe mirando a la cámara.
«Hola putita, estas mujeres son un entretenimiento, a ti te voy a disfrutar
y a follar hasta que me canse.» Tiemblo de miedo antes sus palabras. Un
grito de dolor amortiguado se me clava en el fondo de mi alma, cuando me
enseña lo que le ha hecho, veo que los consoladores que le acaba de sacar
tienen una especie de clavos.
La ha desgarrado por completo para que se desangre. Es un monstruo.
Cuando pienso que a esa pobre chica ya no puede hacerle nada más, se
vuelve a quedar a su espalda y coge un cuchillo de cocina enorme y se lo
clava en el estómago. Por inercia mis manos van a mi estómago.
La chica empieza a intentar vomitar y con la bola en su boca le es
imposible. La coge del pelo, tira la cabeza hacia atrás y mira a la cámara
«Eres mía putita» y con esas palabras saca el cuchillo de su estómago y le
raja la garganta con una sonrisa sádica en su rostro. Se acerca a la cámara y
la apaga.
No sé qué me pasa, no me sale la voz, quiero gritar. Oigo voces a mi
alrededor, yo no dejo de mirar el móvil que acaba cayéndose de mis
temblorosas manos. Alguien intenta cogerme la cara, la aparto de un
manotazo, y voy al baño arrastrándome para vomitar.
Prácticamente no tengo nada en el estómago y las contracciones me
acaban doliendo mucho, por más que lo intento no puedo sacarme esas
horribles imágenes, oigo gemir de horror a alguien y es Gal que ha leído mi
mente.
—Si te atreves a decirle algo a tu hijo de lo que sabes, nunca te lo voy a
perdonar. —espeto con rabia.
—Déjame estar a tu lado, por favor cariño, no diré nada.
Eso me calma porque, además, aunque no quiera reconocerlo la necesito.
Ahora mismo a quien realmente querría tener a mi lado se ha largado
dejándome sola.
—Volverá cariño, ambos necesitáis algo de tiempo para perdonar sus
palabras, el mismo no puede perdonarse, por eso se ha ido.
—Tengo miedo, si les pasa algo a mis hermanos me muero, no quiero
que nadie más sufra en sus manos. Ninguna chica merecía ese final.
Busco el móvil, tal vez haya escrito algo en los mensajes de mis
hermanos y enseguida doy con ello. Todas son prostitutas, mujeres
inocentes que no merecían un final tan horrible.
—¿Quieres que te ayude a calmarte y puedas dormir?
—No Anarfi, gracias, ahora mismo necesito todo esto que estoy
sintiendo. —Me siento en la cama.
—Por favor, déjame sola, necesito pensar.
—Deja que miren tu mano —Ruega.
—Mañana, por favor.
Apago el móvil y me meto en el baño me lavo con el agua que cada día
preparan para mí en la bañera, está fría y me despierta de golpe de esta
pesadilla de mierda. Estoy asustada, necesito que Khonox me dé la llave y
ni siquiera ha venido.
Salgo, me seco y asomo la cabeza, cuando veo que están Gal y Nan,
entro en la habitación sin importar mi desnudez. Me visto con otro pijama,
tengo frío así que cojo uno abrigadito y me acuesto.
—Voy a buscar agua de valeriana y manzanilla, mi abuela me lo da
cuando estoy nerviosa.
—Gracias por cuidarla tanto, Nan.
Yo cierro los ojos y siento a Gal cerca, me gusta su olor a flores. Se
sienta a mi lado y me acaricia el brazo.
—Un día te prometí contarte mi historia. ¿Quieres escucharla? —Me
doy la vuelta la miro con una sonrisa triste y asiento.
—Cuando yo aún era una dragona joven de trescientos años, un rey
guapísimo y demasiado mujeriego, por lo que se contaba de él, se acercó a
mí para decirme que yo era suya. Yo, por supuesto le dije que no iba a ser
otra de sus conquistas, eso le enfadó, saco la misma llave que te ha traído
aquí y yo entendí a lo que se refería. Era su Neushal. Él dejó que sus
amantes se acercaran a él buscando sus atenciones delante de mí, un día no
aguanté más, y me pelee con cada una de las dragonas que querían a mi
dragón para ellas. Sentía tanta rabia y dolor por lo que me estaba haciendo.
Dejaba que ellas me humillaran delante de todos, creyéndose por encima de
mí y las derroté a todas, nunca más volvieron a molestarme. Roir unos días
después me besó, yo quería golpearle, pero como le amé desde el mismo
momento en que le vi, le devolví el beso.
Se calla un momento, perdida en sus tristes pensamientos, como no
quiero interrumpirla espero a que siga hablando.
—Al día siguiente nos unimos para siempre y fuimos muy, muy felices,
hasta que un humano me lo arrebató cuando él pretendía ayudarles. Le echo
de menos cada día. Rior era un hombre duro, hecho para la guerra y
aprendió a ser amoroso conmigo. Nos costó mucho al principio y cuando
Khonox llegó a nuestras vidas, nunca más volvimos a tener diferencias,
fuimos felices con nuestros hijos y nietos... al menos los mayores, porque
los más pequeños nunca los pudo conocer.
Me mira y toca mi cara, yo apoyo mi mejilla en su mano y pienso en lo
que me gustaría tenerla en mi vida siempre.
—Lo que quiero decirte contándote mi historia, es que mi hijo es un
hombre duro de la manera en que lo era su padre, y que tiene que aprender a
decir lo que piensa. Nadie es más importante para él que tú, dale la
oportunidad que ambos necesitáis, sé que estás dolida, pero también sé que
puede ser un gran hombre a tu lado. Nunca había visto reír a mi hijo de esa
forma y solo tú hiciste eso posible. No te pido que le perdones fácilmente
debes hacerlo sufrir un poco, aunque no demasiado, que yo quiero más
nietos a los que mimar pronto.
No sé qué decirle. ¿De verdad yo soy realmente importante para él de
corazón? ¿De verdad me ama o es una mentira?
—Es real cariño.
—Ojalá sea verdad, porque le quiero mucho. Y me duele tanto que no
haya venido.
—Vendrá. —Gal se marcha a descansar después de besar mi frente. Lo
dice tan segura que creo sus palabras.
Más tarde me empiezo a sentir muy mal, tengo temblores y estoy
empezando a sudar, quizá me estoy poniendo mala por bañarme con agua
tan fría.
Yo sigo metida en la cama tapada y Nan se sienta en el sillón
vigilándome, anoche no dormí nada y hoy parece que voy por el mismo
camino, igual no le digo nada e intento tapar los temblores con mantas.
Casi sin percatarme pasa la noche y empieza a amanecer, la mano me
duele muchísimo creo que he cometido una estupidez al no dejarme curar.
No me he sacado los cristales con las pinzas y seguro que se me ha
infectado. Intento levantarme y no puedo, el cuerpo parece que me pesa una
tonelada, me cuesta abrir los ojos, tengo la boca muy seca, me cuesta hablar
y cuando lo consigo me sale muy ronca.
—Nan, ayuda.
Ella se levanta del sillón donde se quedó dormida y al mirarme ahoga un
grito, se pone la mano en la boca y sale rápidamente. No entiendo que pasa
para que se ponga así y me ha asustado mucho.
Consigo sentarme en la cama y soy incapaz de mantenerme en pie, me
arrastro hasta el espejo para mirarme, nunca llego, todo se queda oscuro.
Cuando despierto me sigo encontrando muy mal, me cuesta mucho abrir
los ojos y veo borroso. Gal está a mi lado y los peques también, la mano
ahora casi no me duele así que supongo que me han curado. Quiero
levantarme y el movimiento llama su atención.
—¡Tía!
—No te levantes y tomate esto, cachorros buscad a mamá o a la tía
Lessla y decidles que ya despertó. Esto te ayudará a bajar la fiebre —Lo
dice muy seria, igual que si me estuviera regañando.
—Me bañé con agua fría anoche. Cogí frío, nada más. Estoy bien —
Susurro. Joder menudo vozarrón me ha salido.
—¿Qué estás bien? —sisea. Los ojos le brillan igual que a Khonox
cuando se enfada, pero no me da miedo, está asustada por mí—. Casi no lo
cuentas, tu mano se infectó. Has sido una inconsciente.
Cierro los ojos mientras me cuenta que han pasado todo el día intentando
bajar la fiebre, ahora estoy un poco mejor, sé que aún estoy en peligro.
Entre los niños y Gal me obligan a comer una sopa que me sabe a rayos,
soy incapaz de quejarme y me vuelvo a dormir.
No sé cuánto tiempo ha pasado y Khonox sigue sin aparecer.
Capítulo 14

Quedan pocos días para la unión de Phipai y Rax y decido volver, pero me
sorprendo al entrar. El castillo debería estar preparándose para el festejo y
sin embargo, todo está en absoluto silencio, veo a Nan corriendo con algo
en la mano y la llamo.
—¿Qué está pasando?
—Mi señor, creo que debería hablar con su madre, debo llevar lo que me
han ordenado.
—Te estoy preguntando a ti —mi voz suena fuerte por la orden.
—Lo lamento, mi señor —dice a punto del llanto—, pero mi señora ha
empeorado.
—Evolet —susurro con la voz rota. En un segundo estoy en nuestra
puerta a punto de abrir y sale Lessla.
—¿Empeorado de qué? ¿Qué le pasa a mi mujer? —pregunto
desesperado.
—Se destrozó la mano derecha rompiendo el espejo del excusado, hasta
hace unas horas no he podido curarle, no nos dejaba acercarnos. —Voy a
interrumpirla, pero levanta la mano con mirada suplicante—. Le saqué los
cristales que aún le quedaban y cosí las heridas profundas, pero ya había
infección. Le puse un ungüento que ayuda a remitir la infección, pero está
con fiebres muy altas y pesadillas constantes, ni siquiera Anarfi es capaz de
calmar su agonía. Delira y se ha negado a comer, si sigue así puede morir.
—Sus lágrimas me confirman la gravedad de su estado.
Estoy a punto de derrumbarme, no había venido antes a estar a su lado,
mi hermano me pidió que volviera al día siguiente de la discusión y que
hablara con ella y me negué porque me sentía avergonzado de mi actitud
salvaje. Ahora estoy a punto de perderla para siempre. Es humana, por lo
tanto, mortal. Las siguientes palabras de Lessla me traen de vuelta al
presente.
—No quiere verte Khonox, si vas a entrar y te ve, tal vez te eche, solo te
pido por su salud que, si lo hace, salgas. No necesita coger más nervios, la
pobre ya tiene suficiente.
Asiento, para que sepa que haré lo que sea para que no se sienta peor,
aunque tener que separarme de ella, sabiendo que está mal, me parta en dos.
Entro sin hacer ruido, mi madre es la única que está con ella, parece que
está hablándole diciéndole que estoy aquí. Abre los ojos poco a poco y
están llorosos por culpa de la fiebre, me mira y una lágrima cae por su
mejilla y vuelve a cerrarlos.
Yo siento que mis piernas se debilitan y voy a caer en cualquier
momento. He sido un cabrón con ella, no se merecía mis palabras. No supe
expresarme y dije las palabras equivocadas.
Con miedo a su rechazo me acerco despacio a la cama y me siento a su
lado. Ella nota el movimiento, me mira de nuevo, pero no dice nada y me
atrevo a tocar su mano. Está fría, voy a darle calor y la aparta.
—Vete —susurra forzando su voz.
Lo he prometido, sé que dije que me iría y lo haré, aunque antes necesito
pedirle perdón.
—Nunca quise decirte esas palabras ni de esa forma, pero el miedo a
perderte y que te hubiera podido dañar me nublaron la mente. Te pido, te
suplico que comas, que te recuperes y que me permitas hablar de ello. Por
favor, mi am…
—Vete, no te atrevas… a llamarme así. —En su mirada ahora hay algo
parecido al odio y yo no lo soporto más, miro a mi madre que mantiene su
vista fija en mi mujer y me voy.
Cierro la puerta y la oigo sollozar, no me quiero alejar de ella. Me apoyo
en la pared y me deslizo hasta que me siento en el suelo. Sin poder evitarlo
más lloro en silencio por mi estupidez, no va a perdonarme y si termina por
rechazarme, jamás seré feliz. Ninguno lo seremos, aunque tengo la
esperanza de que, si me rechaza finalmente ella no sufra como yo y que al
ser humana no le afecte de la misma forma que a los dragones.
Debo conversar con mi madre más tarde. Quiero saber por qué no se
dejó curar, así que me voy a mi despacho y mando llamar a mi cuñada
Lessla. Pasan unos pocos minutos y tocan a la puerta.
—Qué necesitas Khonox, tengo que atender a Evolet, mi hermana está
ocupada con uno de tus guerreros que acabo herido en el entrenamiento.
Aunque intenta que no se note, sé que está enfadada conmigo. Todos lo
están y por un buen motivo.
—Me gustaría saber por qué no se dejó atender sus heridas y acabó en
ese estado. ¿Se pondrá bien? —Quiero que mi voz sea normal, pero al final
no lo consigo. Y me tiembla en la pregunta final.
Ella suspira ruidosamente, algo que nunca había hecho delante de mí, se
pasa las manos por la cara nerviosa y me acaba mirando muy seria.
—Si come sí, se recuperará, pero los únicos que han conseguido que
coma algo de líquido son los cachorros. Voy a asearla un poco para que esté
cómoda y que la vean los cachorros a ver si conseguimos que coma algo. Al
verte aquí entiendo que no ha querido verte. —Afirma más que pregunta y
yo no respondo y agacho la cabeza avergonzado.
—Nan ha estado todo el tiempo a su lado, tal vez deberías conversar con
ella a ver si puede decirte algo, y tu madre está destrozada por verla así.
¿Sabes? A pesar de ser humana es increíble y ojalá te perdone, porque si tú
la pierdes, lo haremos todos. —Y con esas palabras se levanta esperando
dar por terminada la conversación, muevo la cabeza señalando la puerta, se
inclina y se va sin decir una palabra más.
No me sorprende saber que se ha ganado el cariño de todos, y sé que es
increíble. No es solamente deseo lo que siento por ella, la amo y no porque
la llave me la ha entregado como mi Neushal sino porque es una mujer
maravillosa, cariñosa y también una guerrera, que ha demostrado mucho
valor al enfrentarse a una dragona para proteger a quien quiere, eso la hace
aún más perfecta para mí.
Y a mí un completo imbécil por tratarla de esa manera y más después de
lo que pasó entre nosotros. Aún recuerdo su sabor en mi boca y me pongo
duro al instante al pensar en todas las cosas que deseo hacerle a mi pequeña
guerrera. Tal vez haya perdido el derecho a que sea mía. Un rugido de dolor
sale desde lo más profundo de mi ser, debo calmarme y subir de nuevo,
aunque no me quiera a su lado necesito estar cerca.
Decido volver de nuevo a arriba, estoy a punto de terminar de subir las
escaleras y se me ocurre una idea. Es algo que vi hacer a mi padre y mis
hermanos para mejorar su relación y que jamás he hecho antes con ninguna.
Salgo al patio y busco las Duffayza[iv], que son unas flores del color del
fuego, muy parecidas a las rosas de su mundo, pero mucho más grandes y
creo que le gustarán. Crecen únicamente en nuestra tierra y mi madre las
cuida en su invernadero, le gustan mucho y las mima con cariño. Es uno de
los muchos recuerdos que mi padre le dejo a su marcha, a veces se puede
quedar ahí durante horas mirándolas pérdida en sus recuerdos y nadie se
atreve a molestarla en esos momentos de tristeza absoluta.
Llego al invernadero y busco la más bonita de todas, cuando la
encuentro, con sumo cuidado, la corto como mi madre me enseñó. Luego
vuelvo a mi despacho y escribo unas palabras que espero que la ablanden
un poquito, busco a Nan para que sea ella quien se la dé.
La encuentro en la cocina llorando, abrazada a su abuela. Carraspeo para
que noten mi presencia, ya que no me escucharon al llegar. Ambas dan un
respingo y enseguida se recomponen, me percato de que su abuela también
estaba llorando.
—Mi señor, disculpe, ¿qué necesita?
—No se preocupe Northa, tan solo es un encargo para su nieta. —La
calmo y miro a Nan—. Podrías concederme unos minutos antes de hacer el
encargo, por favor.
—Por supuesto, mi señor. —Le hago un gesto para que me siga y la
llevo a mi despacho. En el camino ella se retuerce las manos nerviosas y
eso me llama la atención.
—Siéntate —le ordeno una vez estamos dentro. Está temblando
mordiéndose el labio y retorciendo sus manos—. Ahora quiero saber qué ha
pasado con mi Neushal en mi ausencia. ¿Qué te ha contado ella? Sé que tú
eres la única, a parte de mis sobrinos, que ha permitido estar cerca.
—Lo siento, mi señor. —Me mira con los ojos llorosos—. Con todo mi
respeto y la lealtad que le he guardado durante tantos años. No voy a decirle
nada de mi señora, usted la dejó a mi cuidado y ella confió en mí, se hizo
mi amiga, me trató como a una igual y no como basura. Entenderé y
aceptaré mi castigo si así usted lo dictamina, pero jamás traicionaré la
confianza de Evolet.
La verdad es que me pilla de sorpresa, sabía que la quería, pero no hasta
el punto de obtener un gran castigo por desobediencia o traición, eso era por
completo inesperado. No me importa, aunque de momento siga sin saber
qué pasó, me está demostrando que su lealtad a mi mujer es irrompible.
—No me equivoqué contigo al elegirte de doncella para mi Neushal. —
Abre los ojos como platos y tiene la mandíbula a punto de desencajarse—.
Sé que te sorprende mi actitud, he hecho las cosas mal con ella y necesito
arreglarlo, recuperarla y enamorarla para ser felices. Ella es tu reina y
entiendo y respeto que tu lealtad sea ahora suya. Necesito que le entregues
esto en mi nombre. —Le dejo en la mesa la nota y la flor.
—Mi señor, mi lealtad es de ambos. Siempre. Pero no puedo decirle lo
que ella me confió como amiga, Decírselo a usted, sería traicionarla.
—Puedes al menos decirme si me odia después del daño que le hice. —
La miro suplicante.
Esto es inaudito, que yo el rey, le suplique a la doncella de mi pequeña.
No se lo creería nadie. Ella sonríe, es una sonrisa sincera que acaba en una
risita.
—Ella dice que sí le odia, mi señor. Pero…
—¿Pero?
—Sé que no le odia, aunque sí está muy, muy dolida. No creo que vaya a
ser fácil, tiene muy mal genio, y es impresionante siendo tan pequeña. Le
deseo suerte porque la va a necesitar, espero que se recupere pronto y que
puedan ser felices con el tiempo. O que con un milagro lo perdone rápido.
Trago saliva y asiento, señalo la puerta, ella se levanta se inclina y se va
dejando la puerta cerrada.
Estoy acojonado como nunca antes en mi vida, ni en las peores guerras
donde vi caer a tantos hermanos, durante siglos, tuve tanto miedo y ahora
tengo ganas de salir volando con la cola entres las piernas.
Oigo que Boltcan está afuera con los cachorros. Ellos han sufrido
también a manos de esa furcia a la que yo metí en mi castillo. ¿Cómo no me
di cuenta? Sabía que no era buena, pero nunca pensé que su maldad pudiera
llegar a los niños. Creí tenerla controlada, he fallado y me ha explotado en
la cara. Pienso en lo sucedido, fui muy duro con ella sin razón, aunque ella
también debió confiar en mí y contarme lo que pasó. Recuerdo que antes de
llegar al castillo dijo que quería contarme algo y posiblemente era eso.
Estúpido de mí, lo he estropeado todo, pero tengo una pequeña
esperanza con lo que me dijo Nan y voy a agarrarme a eso. Ella lo es todo
para mí.
Tengo una idea. Salgo al patio, retiro mi ropa y cambio a dragón, todos
me miran curiosos, me quedo debajo de la ventana de nuestra alcoba un
poco apartado y dejo caer mis cuartos traseros en el suelo sin apartar la
mirada de la ventana y sin moverme, esperando que alguien le diga que
estoy aquí.
Pasan algunas horas y no recibo respuesta alguna, agacho la cabeza y
resoplo, me siento estúpido perdiendo el tiempo aquí con tantas cosas que
dejo pendientes como rey, pero ¿de qué me sirve ahora ser rey, si no la
tengo a ella a mi lado? Mantengo mi cabeza gacha, estoy a punto de desistir
y volver a mi despacho, y alguien carraspea a mi lado, miro y es mi
hermano con los niños que me sonríen.
—Deberías volver a mirar, hay alguien asomado.
Y ahí está mi amor y con la Duffayza en la mano izquierda puesta sobre
el corazón y cuando ve que la miro mueve la otra saludándome. Yo rujo con
fuerza y me acerco más hasta la parte que queda justo por debajo de la
ventana y vuelvo a levantar la cabeza.
—Aún no estás perdonado, pero quería que supieras que eres la primera
persona o más bien el primer hombre en mi vida que me regala una flor, sin
contar claro, la corona de flores de los dragones, pero no es lo mismo, es
una flor preciosa Khonox, muchas gracias —su voz es débil y triste, pero el
que se haya levantado me alivia el corazón porque la fiebre parece estar
bajando, se retira de la ventana y dejo de verla de nuevo.
Vuelvo donde dejé mi ropa, encima de una piedra, cambio y vuelvo al
despacho. Ahora sí, con la esperanza renovada tras sus palabras. No me ha
dado su perdón todavía, pero me lo ganaré.
Ha pasado un día desde que volví al castillo y esta vez voy a llevarle yo
mismo la Duffayza que acabo de coger junto a una bandeja con el desayuno,
que mande preparar para ella desde temprano. Estoy muy nervioso, temo su
rechazo de nuevo pero, aunque así sea, no voy a rendirme nunca.
Llego a la puerta, toco con cuidado para que no se caiga la bandeja y
espero a que me dé paso. Está ella sola, seguramente piense que es Nan,
pero no me importa, si no quiere verme me iré dejándole el desayuno y la
flor.
Entro sin mirar y cierro con la pierna, al girarme a la cama no está, miro
en dirección a la puerta del excusado y lo que veo me deja de piedra y la
mandíbula por el suelo, me tiemblan las manos tanto que ella acaba
acercándose a mí y coge la bandeja a tiempo. ¡Mal-di-ción!
Trago el nudo que se ha formado en mi garganta, me está costando un
mundo no abalanzarme sobre ella y comérmela entera. Viste con algo casi
transparente y muy pequeño, la tela de color azul parece tan suave que
tengo que apretar fuertemente los puños para no tocarla y comprobarlo por
mí mismo. Mi respiración se vuelve fuerte y la necesidad de hacerla mía
para siempre está consiguiendo que casi pierda el control.
—¿Estás bien? Te noto nervioso —susurra y luego se muerde el labio.
Es lo más sexy que he visto en mi vida y estoy a punto de volver a
correrme en los pantalones y esta vez sin llegar a tocarla, soy incapaz de
articular palabra estoy inmóvil por completo.
—Ven conmigo, aún estoy algo débil ¿puedes ayudarme a comer? —dice
suavemente. Al mismo tiempo que señala su mano aún vendada.
Escuchar que aún está débil me despierta de golpe de mi ensoñación y la
miró con la preocupación grabada en el rostro y también el arrepentimiento
por mis absurdos pensamientos, agacho la cabeza y respiro hondo y vuelvo
a levantarla para mirarla.
—Me encantaría ayudarte.
Me acerco a ella y, aunque puede sola, la cojo en brazos y la acomodo en
la cama sentada. Ella se mueve un poco dejándome espacio a su lado y da
unos toquecitos con su pequeña mano y me sonríe.
No me merezco esa sonrisa, pero me muero por verla cada día de mi
eterna vida, necesito unirme a ella, pero ahora no es el momento de
decírselo porque seguro que acabaría echándome a patadas.
Cojo la bandeja y la coloco en su regazo y voy dándole la fruta variada.
Ella coge un trocito de manzana con sus dedos y la acerca a mi boca, yo no
puedo evitarlo y atrapo uno de sus dedos entre mis labios, noto como ella
contiene la respiración y dejo libre su dedo, pero no puedo apartar mi
mirada de sus preciosos ojos marrones, están llenos de deseo y debo parar
esto antes de que se acabe arrepintiendo. Me muevo incómodo antes de
decirle.
—No estoy acostumbrado a tener que pedir perdón, no sé cómo decir las
palabras adecuadas, contigo siempre lo estropeo todo. Fui un cobarde por
no venir antes, no sabía cómo enfrentarme a ti, sin alejarte más. No me
importa que seas humana, te amo más que a mi vida. Nunca quise decir
«maldita humana» de forma despectiva, solo que bajo el miedo me salió así.
Lo que en realidad quería decir es, ¿cómo te atreviste a golpearla? El miedo
y el enfado por exponerte al peligro tu misma no me hizo ser consciente de
las palabras, ni de que te estaba maltratando al agarrarte tan fuerte. Sé que
no tengo excusa para el daño físico que te cause y es algo que nunca me
voy a perdonar, volví a no medir mi fuerza y yo… —Tapa mi boca con su
mano para callarme.
—¡Shhh! Escúchame tú a mí ahora. —Espera a que le diga que sí y yo
asiento, ya que no ha apartado su manita, y yo aprovecho y la beso, ella
suspira y sigue hablando aún sin quitar la mano—. Me dolieron mucho tus
palabras, por que al principio creí que la protegías a ella por ser dragona por
encima de mí, una humana, y… aunque el dolor físico desaparece, ¿cómo
puedo estar segura de que no volverá pasar? Ya ha pasado dos veces, una la
perdoné y lo dejé pasar dada la situación, esta vez tengo miedo de
perdonarte y que me decepciones de nuevo. Tu madre me dijo qué es lo que
te pasó y por qué actuaste así, pero aun así esto puede volver a pasar,
volveré a ponerte nervioso o a enfadarte, discutiremos una y otra vez y
necesito estar segura de que nunca perderás el control conmigo. Ahora no
confío en ti. Lo siento.
Sus palabras se me clavan hondo, cierro los ojos mientras pego nuestras
frentes, agarro su cara entre mis manos me separo un poco y la miró a los
ojos tristes y aguados, que son un reflejo de los míos. Sin poder ni querer
aguantar más, una lágrima me cae por el rostro, beso su frente y me levanto
dándole la espalda.
—No voy a rendirme mi amor, llevo demasiado tiempo sin ti, ahora que
te tengo a mi lado no voy a rendirme —susurro. Mi voz sale ronca, estoy a
punto de romperme, la miró por encima del hombro—. Te amo, mi pequeña
guerrera.
No espero que diga nada, me dirijo a la puerta y me frenan sus palabras,
no es lo que deseaba, pero es algo.
—Me gustaría pasar tiempo contigo, conocerte y que tú me conozcas y
ver si puedo volver a confiar en ti, sin miedo. ¿Puedo estar a tu lado?
Prometo no molestarte. —Me lo pide de una forma que es imposible decir
que no, aunque tampoco pensaba negarme.
—Debes vestirte no voy a permitir que estés así por el castillo —gruño.
Ella sonríe, se levanta de la cama, coge algo de su maleta y va al baño,
sale de nuevo me mira y da una vuelta. Maldigo en todos los idiomas que
conozco, lleva pantalones y se marca todo, puedo ver perfectamente el
triángulo entre sus muslos. Quiero decirle que se cambie de ropa ya mismo,
pero sé que me está poniendo a prueba, así que me muerdo la lengua y
aguanto estoico. Ella sonríe vencedora, se acerca a mí, se pone de puntillas
y tira de mi camisa para agacharme a su altura y besa mis labios, un beso
fugaz, pero que me llena de paz. Que mal voy a pasarlo. ¡Maldición!
La cojo en brazos y la llevo a mi despacho. Allí pasamos unas horas y
ella se deja dormir en el sillón. No ha sido una buena idea, porque no puedo
concentrarme, pero me encanta tenerla cerca.
Mientras está dormida parece hablar en sueños, no consigo entenderla y
me acerco a ella pero de pronto se calla, no dice nada más y abre sus ojos.
—¿Estás bien? ¿Era otra pesadilla?
—No. —Se estira y es adorable verla—. Siento quedarme dormida —
Sus mejillas están rosadas y baja la mirada.
—Mírame amor... —Cuando levanta la mirada no puedo seguir porque
sus tripas rugen y su rostro se pone rojo.
No lo puedo evitar y estallo en carcajadas. La cojo en brazos y ella se
remueve, pero acaba cediendo y se apoya en mi pecho y juntos vamos al
comedor, es casi la hora de comer. Al llegar, vemos a mi madre que está
acompañada de su doncella Nous y nos mira sorprendida por vernos así,
lleva sin dirigirme la palabra desde que esas desafortunadas palabras
salieron de mis labios.
—¿Todo bien mi señor? ¿Puedo ayudar en algo?
—Mi mujer está famélica, no creo que aguante hasta la comida. —
Evolet gruñe y se tapa la cara.
—Enseguida le traigo la comida, mi señora. —Se va sonriente y eso me
gusta.
—Gracias… —le susurro el nombre de la doncella—. Nous —grita
cuando ya desaparecía.
—De nada. —dice asomando la cabeza y volviendo a marchar.
En pocos minutos vuelve con una bandeja llena de comida y bebida para
los tres y se retira. Al principio comemos en silencio, pero Evolet enseguida
empieza a hablar preguntando por los niños y al poco tiempo todos
empiezan a llegar, se alegran de verla mejor y la llenan de besos y abrazos
sobre todo los cachorros. Mis hermanos se acercan a mí, me apartan un
poco y me dan una palmada en la espalda.
—No vuelvas a hacerle daño hermano. Es única, maravillosa y te
necesita ahora más que nunca. Las cosas al otro lado no están nada bien, he
ido a vigilar que sus hermanos no tuvieran problemas y después de que
Evolet hablara con ellos varias veces hay algo que no va bien, creo que
deberías tomar una decisión.
—¿Qué decisión?
—Ahora no hermano, después —susurra Rodan—. Habla con ella y que
te lo cuente, pregúntale por su familia y después reúnete con nosotros en tu
despacho cuanto antes. Y tomaremos una decisión de cómo dar caza a ese
cabrón. —Voy a decir algo, pero Evolet me abraza por detrás. Asiento a mis
hermanos y me doy la vuelta para abrazar a mi pequeña.
—¿Damos un paseo? Hay algo que necesito contarte.
—Claro, pero me gustaría más que fuera en mi despacho, yo…
—Está bien, —Pone los ojos en blanco—, ya sé que no quieres que me
vean así vestida. Vamos a tu despacho.
Sonrío triunfante por ganar esta vez. La voy a coger en brazos, pero
niega con la cabeza y camina delante de mí, su rostro serio me da a
entender que lo que va a decirme no me gustará.
Llegamos y nos sentamos uno frente al otro, estoy nervioso no sé lo que
va a decirme, pero necesito preguntarle por su familia.
—¿Qué tal fue la conversación con tus hermanos, están todos bien?
—De eso es precisamente quiero hablarte. La última vez que te oculte
algo acabamos muy mal y no quiero ser yo quien provoque tu ira por tener
secretos contigo. Y también hay algo más, pero eso es una tontería sin
importancia que te diré después.
—De acuerdo mi amor, qué es lo que quieres contarme. —Oigo como
suspira y me mira con ojos llorosos.
—¿Sabes? Me encanta que me digas así, pero te suplico que no lo hagas
hasta que no... Bueno ya sabes hasta que no estemos juntos.
—Me sale solo, pero lo intentaré, lo prometo. Hasta que tú quieras —
digo con cariño con mi mano sobre mi pecho.
Empieza contando lo que habló con ellos, que están asustados por que ha
habido más muertes de mujeres y todas se parecen a ella. Que nadie le ha
visto a él y está con miedo a que les haga daño a sus hermanos.
—Kho…nox —murmura mi nombre entre hipidos. Y yo ya no aguanto
más y la abrazo colocándola en mi regazo—. Si les pasa algo jamás me lo
voy a perdonar, tengo que protegerlos. Y no puedo sola, ayúdame. Te
necesito.
—Ya mi pequeña guerrera, yo voy a protegerte a ti y a tu familia, sé que
aún no confías en mí, pero te juro que si es necesario traeremos aquí a tus
hermanos.
—¿De verdad? —Sorbe los mocos de una manera poco femenina que me
saca una sonrisa.
—Pequeña, daría mi vida inmortal por ti.
—Yo… La verdad Khonox es que… creo que… me estoy…
enamorando de ti. Yo… yo daría mi vida por ti, pero… —Mi pecho se
hincha antes sus palabras y ahora soy yo quien la silencia con mi dedo
índice sobre sus labios.
—Lo sé pequeña mía. —susurro. Agarro sus mejillas con mis manazas y
retiro sus lágrimas que no han parado de salir—. Me ganaré tu confianza y
haré que ese «creo» se convierta en un «te amo» real y sin dudas. —digo
remarcando las palabras te amo y beso sus labios de la forma más tierna que
puedo, conteniéndome para no devorarla ahí mismo y me separo de sus
labios.
—Abrázame fuerte y no me sueltes.
Y así pasan los minutos sin decirnos nada, su respiración relajada en mi
cuello me calma y mientras acaricio su espalda acaba quedándose dormida,
la llevo a nuestra cama para que descanse. Me siento a su lado y le acaricio,
no puedo parar de tocarla y acabo acostándome a su lado desnudo y pego su
espalda a mi pecho, apoyo su cabeza sobre mi brazo y con su olor a moras
acabo quedándome dormido.
Capítulo 15

Al despertar hay un olor diferente, me recuerda a Gal, aunque es más fuerte


y me gusta mucho. Abro los ojos y a mi lado hay una flor con un color
increíble, parece pintada y es muy parecida a la rosa, aunque muchísimo
más grande y bonita. Me fijo que hay una nota, estoy algo mejor así que me
incorporo con cuidado, miro a mi lado y está Gal dormida y Nan me mira
desde el sillón con una sonrisa.
Cojo la nota, rompo el sello de un dragón y la abro:

Para mi amor:

Perdona a este dragón estúpido y gruñón que no supo escoger las


palabras adecuadas al saberte en peligro y no haber estado a tu lado para
protegerte, perdí el control dañándote a ti. Perdóname mi pequeña guerrera.

Tuyo siempre
Khonox.

Me pongo muy nerviosa, ¿de verdad lo que me dijo Gal es real y yo soy
lo más importante para él? La llamo nerviosa y como no despierta la muevo
y ruge molesta. Parezco una niña el día de reyes con su juguete nuevo.
—Mirad lo que me ha dejado Khonox. ¿Qué hago? Estoy muy nerviosa.
¿Dónde está?
—Desde que salió de la habitación se fue a su despacho, pasado un rato
me buscó y me dio esto para ti.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —Parezco desesperada y es que lo estoy.
Y si se ha cansado de esperar. Ellas se ríen al verme tan nerviosa y me dan
ganas de sacarles los ojos a las dos.
—Lleva todo este tiempo esperando en el patio —me suelta tan tranquila
Nan. Yo le gruño, me levanto con su ayuda y cuando me mantengo en pie
sola las miro.
—¿Cómo estoy?
Ellas se miran sin decirme nada, vamos que estoy horrible, me la pela, si
me quiere de verdad que me vea también en las malas, no solo las buenas.
Con nervios me asomo a la ventana. Está convertido en dragón, me hubiera
gustado decirle que le perdonaba, pero no podía sin hablar antes con él.
Entro de nuevo y me giro dando saltitos, me paro en seco. Las chicas,
todas, están dentro de la habitación viéndome, me mareo un poco y cierro
los ojos. Los vuelvo a abrir y las miro, he sido horrible con todas, sobre
todo con Imila, soy incapaz de decirles nada coherente, pero espero que
sirva de algo.
—He sido una bruja con todas, ¿Podréis perdonarme?, yo creí que me
estaban mintiendo como él.
—Eres nuestra hermana, sabemos que lo has pasado muy mal. No ha
sido agradable querer ayudarte y que nos echaras de tu lado, aunque lo
comprendemos. —Phipai es la primera que habla, se acerca a mí y me
abraza— Hay algo que quiero pedirte, después conversamos las dos.
Y así voy abrazando a cada una de ellas, la última es Imila.
—Puedo ser muy mala si me hacen daño y de verdad creí que me
mentiste. Pero no te odio y yo… no quiero perderte. —Ella se lanza a mis
brazos llorando.
Pasado un ratito nos calmamos y hablamos de tonterías, algunas sentadas
en la cama, otras en el suelo y paso el ratito más agradable en días.
—Nan puedes decirle a tu madre y a tu abuela que vengan, no he podido
conocerlas en condiciones.
—Es tarde, se lo diré ahora que voy a la cocina a por la cena. —Se va
con una sonrisa. Phipai se acerca a mí con una sonrisa pícara que me
contagia.
—Veo que no nos van a dejar a solas así que te lo diré delante de todas.
Lo he comentado con Rax y si tú quieres en la unión estaremos los cuatro a
la vez, quedan pocos días y creo que sería perfecto, no quiero decirle nada a
Khonox porque quiero que sea una sorpresa, él va a llevarme hasta Rax en
nombre de mi padre. ¿Qué te parece?
—Yo, no lo sé. Ni siquiera sé de qué va eso de la unión. Yo lo imagino
como una boda en mi mundo, Khonox me lo nombró el otro día cuando
estábamos…
—¿Te has acostado con él antes de la unión? —Preguntan varias al
mismo tiempo. Dios, tierra tragarme y escúpeme lejos.
—No me he acostado con él —murmuró avergonzada tapando mi cara.
Odio hablar de mi vida íntima.
—Tampoco pasa nada, digamos que adelantas la parte divertida —dice
Anarfi entre risas y todas la apoyan en esa teoría, incluida Gal.
En ese momento tocan a la puerta y estoy salvada. Entra Nan con su
familia, dos mujeres a las que había visto por el castillo. Una de ella parece
más mayor, a los años de mi mundo rondará los 45 y creo que me estoy
pasando, la otra parece la hermana, como Gal con sus hijos. Parecen
nerviosas, yo me levanto de la cama y me acerco a ellas.
—Perdonad las pintas horribles que tengo, hace días que quería conocer
a… —miro a Nan—. ¿Son tu abuela y tu madre? —pregunto, señalando
respectivamente.
—Sí. —Se oyen risitas.
—Madre mía. ¿Por qué estáis todas tan buenas? —Todas, incluidas ellas,
acaban descojonadas y yo también me uno a las risas.
Pasamos un ratito más así, yo acabo bostezando y se me acaban cerrando
los ojos sin poder evitarlo. Siento como me cogen y me acuestan en la
cama. Yo suspiro y me duermo un poco más feliz.

***

Paso un día muy agradable junto a Khonox, lo necesitaba a mi lado.


Después de leer su carta sentí muchas cosas, hablamos y el día junto a él
fue casi perfecto. Ya no tengo tantas dudas, lo deseo muchísimo y me
encanta dormir entre sus brazos.
Me despierto en nuestra cama entre sus brazos, y soy feliz. Me muevo
con cuidado y él también quedando boca arriba, me incorporo un poco y
empiezo a besar sus pectorales y abdominales, estoy segura de que está
despierto, pero no se mueve.
Me atrevo y voy más allá, está desnudo así que lo tengo todo para mí y
me muero de ganas de probarlo, nunca lo he hecho y el miedo al ridículo
está a punto de frenarme. Paso mis labios por el tronco que se impulsa
mientras Khonox gruñe suave y eso me da valor para seguir.
Paso esta vez mi lengua humedeciéndolo, veo una gotita asomar y la
saboreo, creí que no me gustaría, sin embargo, mi cuerpo parece despertar
más aún ante su sabor. Lo cojo con mi mano y lo meto poco a poco en mi
boca, pasando mi lengua por todas partes, no me cabe entera y dudo estar
capacitada para mucho más, las pocas pelis porno que Héctor me hizo ver
han servido de algo. Es grande y gruesa, parece que ha crecido más desde
antes de empezar a tomarle en mi boca.
Sigo adelante intentando no tener una arcada, sé que necesita que vaya
más rápido y más profundo, él me agarra por el pelo y me guía.
—Eres perfecta, lo estás haciendo muy bien, sigue pequeña —gime con
un suspiro y yo también siento un extraño calor devorándome desde lo más
profundo de mi ser—. Me muero por hacerte el amor.
Yo me emociono e intento relajar la garganta, me cuesta un poco, aunque
algo más entra. Entre mi mano y mi boca sigo adelante, tira de mi pelo, lo
ignoro. De pronto lo siento tensarse, gruñe y acaba derramando su semen en
mi boca, me lo trago sin pensar.
Paso la lengua por mis labios mientras me siento sobre mis rodillas y él
se abalanza sobre mí y me besa devorándome, le oigo gruñir y siento que
voy a abrasar por dentro. Apoyo las manos en su pecho y me separo,
aunque no es lo que quiero.
—¿Te gustó? —pregunto demasiado insegura.
Él me mira con una sonrisa torcida de lo más sexy y asiente sin decir
nada, pero ya no es necesario, su mirada brillante y sus ojos rojos me lo
dicen todo. Se abalanza sobre mí y me arranca la ropa.
Primero besa todo mi cuerpo, juega con mis pechos llevándome a la
locura jadeando de puro placer, luego besa una de mis piernas desde el
tobillo hasta el muslo, casi llegando a esa zona que tanto anhela su toque, y
vuelve a la otra pierna y me besa igual sin llegar al final.
También me besa los costados haciéndome cosquillas, me encantan todas
las sensaciones que despierta en mi cuerpo, poco a poco va bajando y por
fin logra que me derrita dos veces. Estoy en el cielo y no quiero dejar de
sentirme así.
—Te amo Khonox, ahora estoy segura, quiero estar a tu lado.
—Te amo mi pequeña guerrera valiente. Necesito hacerte mía, sé que te
dije que esperaríamos a la unión, pero necesito que sea ahora, quiero
marcarte, quiero morderte mientras hacemos el amor, mientras te hago mía
para siempre.
—Yo también quiero todo contigo. Eres mi vida —susurro con lágrimas
contenidas y un nudo en la garganta.
Me besa por toda la cara provocándome risitas mientras se coloca entre
mis piernas. Entra de golpe y siento algo de dolor, mi cuerpo no ha sido
invadido por nadie en demasiado tiempo. No puedo evitar que las lágrimas
caigan por mis mejillas.
—Perdóname pequeña, te lo compensaré, te lo juro.
—Muévete —suplico con un jadeo —, no lloro de dolor, lloro porque
soy feliz, no pares amor, devuélveme a la vida mi dragón.
—Prepárate pequeña, vamos a volver juntos a la vida.
Empieza a moverse despacio y después en un ritmo frenético en el que
me corrí sin poder evitarlo, no pude esperarlo y a él pareció no importarle,
eso me relajó y parece saber lo que pienso.
—Disfruta mi amor —susurra con voz ronca en mi oído y después me
pasa su lengua y yo tiemblo.
Cambiamos de postura y acabo a horcajadas sobre él, aun sin salir de mí
y yo me siento en las nubes. Me acerco a su pecho y lo beso mientras hago
círculos con mis caderas y poco a poco cojo mi ritmo. Él se incorpora, me
abraza y juntos unimos nuestros cuerpos. Estoy a punto de correrme, en esta
postura mi clítoris está rozando con su pubis y parece que una corriente
eléctrica me recorre entera, hecho mi cabeza atrás y es cuando lo siento. Es
un dolor intenso, por el mordisco que me acaba de dar en el hueco entre mi
hombro y el cuello, y nos corremos entre gritos, gimoteos y gruñidos.
Ambos nos abrazamos fuerte. Me aparto un momento y le miro y por su
boca asoman unos dientes puntiagudos llenos de sangre y sus ojos están
brillantes y completamente rojos. Aunque me da un poco de asquito la
sangre le doy besitos por toda la cara mientras sus dientes poco a poco
vuelven a la normalidad, me besa y después pega nuestras frentes y sonríe.
Se recuesta llevándome con él y nos quedamos en silencio, estoy feliz
entre sus brazos. Estoy tan agustito que no quiero moverme, mi estómago
protesta y ruge en desacuerdo. Resoplo y escondo mi cara en su pecho que
tiembla por las risas. Se sienta conmigo encima, aún está dentro de mí y
noto como se endurece de nuevo, estoy algo irritada e incómoda, pero no
me atrevo a decirle nada y meto mi cabeza en el hueco de su cuello y
suspiro.
—¿Estás muy dolorida?
—Un poco, no pasa nada, estoy bien —miento.
—Mi pequeña, no me estás diciendo la verdad. —Me aparta para
mirarme, sale con cuidado de mí, y yo no puedo evitar mostrar una mueca
de dolor.
—Es que… no quiero que te enfades por no… estar contigo, y que
busques a otra. —Agacho avergonzada la cabeza, pero las dudas siguen ahí.
—Desde que llegaste a mi vida no he podido estar con otra. Lo intenté la
primera vez que viniste, en el momento en que te olí, después de
desaparecer y descubrí que eras humana. Aun no te había visto y tu olor a
moras me volvió loco de deseo, pero cuando también olí a humana, me
llené de ira y quise que sufrieras estando con otra en nuestra cama. Ni
siquiera pude terminar, la eché del castillo y rompí todo. Desde ese estúpido
intento no he vuelto a estar con otra, solo tú amor.
—Ella me contó que cada noche le hacías el amor, no le creí hasta que
dijiste esas cosas. Entonces sí que la creí y te odié por engañarme.
—Ella pagará por su atrevimiento, mi pequeña. Sabía lo que le pasaría si
se acercaba a ti y no le importó.
—Prefiero no saber qué le va a pasar.
—No va a morir, no obstante, sí será castigada duramente, ella y quien
esté ayudándola a esconderse. Sigue siendo como una humana, es imposible
que pueda esconderse de mis hombres sin ayuda —gruñe muy enfadado.
—¿Has pensado en algo sobre mis hermanos? —Cambio de tema.
—Voy a tener una reunión con mis hermanos para tomar una decisión,
aunque soy el rey, siempre cuento con su opinión. Sea lo sea lo que
decidamos, los pondremos a salvo y quiero que sea cuanto antes. Después
de cenar tendremos la reunión y no quiero que nadie nos interrumpa, ni
siquiera tu pequeña, prometo informarte de todo al detalle y después cuando
hayamos tomado una decisión, quiero saber si estás o no de acuerdo.
—Lo entiendo, aunque no me guste y más tratándose de mis hermanos.
—¿Confías en mí?
—Me he entregado a ti por completo. Sí, confío en ti, solo espero no
equivocarme.
Sin decir nada más vamos al baño y nos aseamos. Nos vestimos y yo me
aseguro de tapar el mordisco, iba a vestirme con mi ropa, pero no quiero
incomodarle por una tontería, así que me pongo uno de los vestidos que
más me gusta, y salimos para ir a cenar.
—Te importa si después voy a la biblioteca a leer algo. Voy a estar
nerviosa y prefiero entretenerme.
—Por supuesto que no me molesta, es tu castillo y puedes ir donde
quieras. Menos a las mazmorras, ese no es un lugar para ti.
—Vale tampoco es algo que quiera ver —digo mientras un escalofrío
recorre mi cuerpo.
Todos cenamos felices entre risas. No paro de mirarle, es tan hermoso.
Siento escalofríos, noto que algo pasa detrás de mí y me toca, mi piel se
pone de gallina. Necesito que me dé el aire y antes de acabar la cena toco a
Khonox. No sé si podrá, pero de verdad necesito esto.
—¿Qué pasa amor? —suspiro tonta perdida. ¿Cómo puede ser tan
capullo y tan perfecto al mismo tiempo?
—Tal vez no puedas ahora por la reunión con tus hermanos, pero quiero
algo y solo quiero que tú lo hagas realidad. —Mi inseguridad a su negativa
parece verla en mi rostro.
—Pequeña dime que necesitas. Pídelo y será tuyo.
Pienso en cómo decírselo, la verdad es que me da vergüenza pedirle que
me lleve a volar un ratito chiquitín y dejar de sentir que alguien me está
rondando.
—Me gustaría que me llevaras a volar. —Levanta las cejas y creo que va
a negarse—. Un poquito, para saber qué se siente y dejar de pensar en cosas
malas. —Murmuro bajando la cabeza sintiéndome una idiota.
Me levanta la cabeza tocando mi barbilla y con una sonrisa me besa y
me coge en brazos sacándome del salón ante la atenta mirada de todos.
—Nos vamos a volar. Hermanos, nos vemos en el despacho en 15
minutos. —Y yo que pensaba que iba a decirme que no, y parece él más
contento que yo.
Se desnuda delante de mí y yo miro a los lados por si hay alguien, sobre
todo una mujer, no quiero que le vean. Vuelvo a mirarle y sonríe, es esa
sonrisa de medio lado que me tiene loca y el chichi empieza a dar palmadas
de alegría. Me aclaro la garganta y muevo la cabeza negando. Me coge de la
cintura, me acerca a él y desearía estar desnuda para sentirlo todo.
—Eres increíble y no tienes que tener celos a que otras me vean
desnudo, eres tú quien va a disfrutar de mí, amor. —Lo dice mientras se
pasa la mano por el pecho y el abdomen, y yo pongo los ojos en blanco por
no darle un sopapo con toda la mano abierta.
—Así que yo disfruto de ti, ¿no? Y qué pasaría si yo también me
desnudo, por ejemplo, ¿ahora? —Hago como que me voy a desabrochar el
vestido. Gruñe fuerte y cambia a dragón, me huele y como siempre se
detiene en mi entrepierna y yo suelto una risita mientras le toco el morro y
suelta el aire por la nariz fuerte.
—¿Quieres subirte a mi lomo? —dice con esa voz a la que no me
acostumbro.
—La verdad es que me sentiría más segura si me llevas agarrada tú.
Se agacha de nuevo para cogerme y me pego a su pecho escuchando su
corazón. Le beso sus escamas, luego me giro y me agarro a una de sus patas
fuerte, cuando estoy preparada eleva el vuelo y un grito sale de mi garganta,
sin poder evitarlo, por la impresión y luego suelto gritos de liberación sin
parar.
—Más alto —le pido gritando. Sube mucho más alto y el castillo se ve
pequeñito.
—Prepárate.
Se da la vuelta dejándonos mirando al cielo y se deja caer así. El miedo
provoca que le agarre más fuerte y me aferre con las uñas, aunque casi me
quedo sin ellas. Da varios giros en el aire mientras bajamos y el miedo se
va, siento un hormigueo en el estómago y me encanta.
Llegamos al castillo, vamos a donde dejó su ropa, la coge con sus garras
y alza el vuelo de nuevo. Vamos al balcón de la biblioteca y se transforma,
veo su rostro y no puedo resistirme y me lanzó a besarle, él se agacha y me
coge en volandas. Me agarro a su cuello y abrazo su cintura con mis
piernas, y así, con el desnudo y yo con ganas de estarlo, entramos dentro.
Está calentito por fuego de la chimenea. Se para, mira alrededor y vamos
a la puerta, la cierra con llave y luego vamos a una mesa. Me deja en el
suelo, me quita el vestido y besa mis labios, me da la vuelta para que apoye
mi pecho sobre la mesa. Se agacha y muerde mis nalgas me abre y pasa su
lengua desde mi clítoris hasta el ano.
—¡Joder! —gimo sin poder evitarlo.
Todo lo que hace me gusta hasta que toca con el dedo mi fruncido
agujero. Me tenso y las imágenes de lo que me pasó con Carlos vienen de
golpe.
—No, por favor, para —suplico casi a punto de llorar.
—¡Shh! tranquila, no haré nada que no quieras, lo juro. Lo seguiré
intentando porque quiero que seas mía de todas las formas que conozco.
Ahora mi pequeña guerrera, quiero que te agarres al borde fuerte y no te
sueltes, voy a follarte duro amor, muy duro —gruño bajito y creo que solo
con sus palabras me voy a correr—. Iré despacio al principio para que tu
cuerpo no se dañe, pero luego serás mía como llevo queriendo desde que te
olí la primera vez.
—¡Síííí! Hazlo —le pido desesperada por sentirlo de nuevo en mi
interior.
Y como prometió, empieza despacio y luego me agarra fuerte de las
caderas y arremete con fuerza una y otra vez, me corro al instante gritando.
Las manos me sudan y no puedo agarrarme de la mesa, aunque a él parece
no importarle si me suelto o no, así que aguanto como puedo. Me da un par
de nalgadas y vuelve a morderme, me corro de nuevo junto a él, que se
derrama dentro de mí con un gruñido.
Me tiembla todo el cuerpo, me coge en sus fuertes brazos y ambos nos
vamos calmando y volvemos a la normalidad. Mientras nos vestimos no
puedo quitarme la sonrisa tonta de felicidad.
—Ojalá todo vaya bien entre nosotros, dure lo que dure, no te quiero
perder ahora que te he encontrado.
—No me vas a perder pequeña, terminaremos la unión y veremos qué
pasa, no quiero una vida donde tú no estés.
—Necesito que me prometas algo antes de irte con tus hermanos. —
Ahora está serio y se pasa las manos por la cara y el pelo resoplando—. Si
llego a tener un hijo, y yo sigo siendo mortal, quiero que me prometas que
le hablarás de mí, y que, si unes tu vida a otra mujer, te asegures de que
nunca le maltrate como hizo Leta con los cachorros.
—Nunca habrá otra. Jamás. Y no quiero pensar en una vida sin ti. Te
prometo que pase lo que pase cuidaré de él y nunca te olvidará, igual que
yo. ¿Contenta? —Pregunta con dolor y los ojos llorosos. Yo asiento en
respuesta y le beso dándole todo mi amor. Nos separamos y pega su frente a
la mía entre suspiros.
—Te amo, Khonox.
—Yo también te amo mi pequeña guerrera y recuerda, no vayas a
interrumpirnos, espera que yo venga contigo y te cuente nuestra decisión.
—Está bien, aguantaré los nervios aquí. —Le sonrió y le abrazo fuerte
—. Anda ve, que ya llevan un buen rato esperándote, yo estaré aquí, si me
quedo dormida, me despiertas ¿vale?
—Sí, lo prometo.
Y así me quedo sola en la biblioteca, aunque intento entretenerme
buscando un libro que leer, no dejo de mirar a la mesa y pensar en lo que
acaba de pasar ahí, ha sido maravilloso y tan diferente. Estoy tan feliz que
nada podría empañar mi felicidad.

Estoy sentada en un sofá enorme con un libro muy antiguo, no sé de qué


se trata porque no está en mi idioma, pero tiene unas ilustraciones
preciosas. Solo tengo tiempo de mirar un par de páginas, cuando la misma
sensación de no estar sola vuelve con más intensidad.
Intento ignorarlo hasta que algo toca mi hombro, doy un gritito y me
levanto. Ahí está el hombre de mis sueños, el que se me apareció en el
baño, aunque no se veía igual, el otro día estaba como traslúcido. Y ahora
se ve tan… real, se ve totalmente diferente al otro. En mis sueños tenía el
pelo largo y barba, parecía un guerrero preparado para luchar, ahora tiene
heridas por todas partes y tiene una bata de hospital, el pelo rapado y un
puto cuchillo clavado en el pecho.
—Ayúdame a volver. —Otra vez escucho esa voz ronca y todos los
pelillos se me ponen de punta.
—¿Quién eres? ¿Cómo puedo ayudarte?
—Rior, me estoy muriendo, no me queda mucho tiempo, ayúdame a
volver.
¡Joder! Es el padre de Khonox, está aquí y dice que le ayude volver, no
entiendo nada. ¿No estaba muerto?
—¿Cómo? Dime como puedo ayudarte.
—Tienes que coger la llave de la estantería, donde están los libros rojos.
Apártalos y la verás, póntela, te abrazaré e iremos a dónde me tienen
escondido en tu mundo.
Para de hablar por un momento y creo que no va a poder seguir. Pone su
mano en la garganta y coge aire varias veces. Parece como si le costara
respirar, cuando parece más recuperado vuelve a hablar.
—Tienes que ser rápida y traerme de vuelta en cuanto entre en mi
cuerpo, para volver aquí solo debes pensar en Khonox y la llave te traerá
hasta él sola. Y al regresar quítame la daga tú. Solo tú puedes, tú aún eres
humana.
Estoy asustada, me pongo a buscar la estantería y no veo ninguna con
libros rojos, estoy cada vez más histérica. Él se dobla hacia delante por el
dolor que está sintiendo.
—No veo los libros rojos. —murmuró nerviosa.
—No están aquí, están en el despacho de mi hijo. Él no va a entregarte la
llave. Pídeselo primero y cuando se niegue, cógela tú. Rápido no tengo
mucho tiempo.
Salgo de la biblioteca y me dirijo al despacho, sabiendo que Khonox se
enfadará mucho, sin pensarlo más entro sin tocar.
—¿Qué diablos haces aquí? —Su voz es dura y me duele porque tengo
un buen motivo.
—Es importante, necesito la llave, después hablamos.
—No, ahora sal y vete a la alcoba, debes aprender tu lugar mujer, hay
momentos en lo que debes obedecer —dice muy molesto.
—Gilipollas —le grito dolida.
Y sin esperar que diga nada más, me dirijo hacia la estantería y cuando
llego tiro los libros y veo la llave. La cojo y me la pongo al cuello, Khonox
intenta llegar a mí, pero Rior hace uso de la llave antes y vamos a un lugar
lleno de luz, todo es blanco y lleno de aparatos médicos. Hay cinco
personas más como él, tumbados en camillas y están todos muertos sus
monitores así lo indican, hay sangre por todas partes, han hecho una
carnicería con sus cuerpos. El corazón del Rior, que yace en la camilla, va
muy, muy lento. Estoy tan impresionada y enfadada por lo que estoy
viendo.
—Ponte a horcajadas sobre mí, y después entraré en mi cuerpo,
acuérdate que debes pensar en Khonox. —Hago lo que me pide.
—Entra en tu cuerpo ya —suplico asustada.
No soy consciente de lo que me está pasando a mí hasta que miro mis
manos apoyadas en la camilla a los lados de su cuerpo. Mis manos
desprenden fuego, miro a mi alrededor buscando donde mirarme y me veo
reflejada en un espejo. Mi cuerpo está cubierto de fuego por completo. Bajo
la vista al cuerpo de Rior debajo de mí y está bien, no le estoy quemando, ni
mi ropa tampoco está ardiendo.
Intento coger aire poco a poco para calmarme, siento una opresión en mi
pecho que no me deja respirar, me ahogo.
—Suéltalo Evolet solo tienes que ver lo que nos han hecho —dice
mirando con dolor y rabia a las personas de las demás camillas—, deja
volcar toda tu ira aquí y venga a mis hombres. Destruye este lugar y
mátalos a todos. Grita muy fuerte, sácalo y llévanos a casa. —Entra en su
cuerpo y justo en ese momento muchos hombres armados entran.
Yo grito con todo el dolor que siento dentro de mí abriendo mis brazos.
Algo sale desde lo más profundo de mi interior y todo se desintegra con el
fuego, quedando solo nosotros dos. Estoy a punto de desmayarme y no le
puedo fallar. Pienso en Khonox, que debe de estar furioso, pensando lo peor
de mí.
Me abrazo a Rior con cuidado de no tocar la daga y con miedo a
quemarlo, pienso en Khonox y volvemos al castillo. Me siento mareada y
tengo ganas de vomitar, antes no me provocó ese mareo cuando fue él quien
usó la llave.
Sigo desprendiendo fuego, algo no va bien en mí. Cumplo con lo que me
pidió, saco la daga que se derrite en mi mano y me dejó caer sobre su
cuerpo. Me duermo, estoy totalmente agotada.
Capítulo 16

Mi pequeña ya es mía, hemos hecho una parte de la unión, y me ha


demostrado que ama tanto mi parte humana como al dragón. Oírla decirme
que me ama me llena de vida. La abrazo y luego nos vestimos, le prometo
que si le pasa algo y tenemos un hijo, cuidaré de él y no dejaré que si otra
mujer ocupa su lugar le haga daño.
Me dirijo al despacho, sé que he tardado un poco más de lo previsto,
pero después de estar con mi mujer me da igual.
Estoy ante la puerta y suspiro, me espera una larga conversación con mis
hermanos. Entro y están sentados frente a frente. Me siento en mi sillón y se
giran, muevo la cabeza para que uno de ellos empiece a hablar.
—Lo primero es Leta, la teníamos localizada y consiguió escapar. Una
vez llegamos ya no estaba —gruño al mismo tiempo que golpeo en la mesa
astillando la madera—. Es evidente que alguien la está ayudando —espeta
Rodan con rabia.
—La encontraremos hermano —jura Boltcan. Yo asiento sabiendo que
hará hasta lo imposible por cumplir—. Ahora tu mujer. Ha hablado una vez
con sus hermanos viéndose por el teléfono incluso conocieron a mis hijos.
Luego los mando salir para poder hablar de ese cabrón que hizo daño a tu
mujer, está matando chicas como ella. Ellos no quieren que vuelva.
—¿Qué más?
—Ellos también están en peligro, los está rondando, esperando el
momento oportuno. Lo tengo localizado, aunque puede escapar. Sus
hermanos han viajado y les está siguiendo —suspira, se toma unos
segundos y prosigue—. Algo en la actitud de Evolet llamó mi atención
mientras miraba el móvil, parecía nerviosa, aunque intentó disimularlo pude
verlo. Le pedí a Rodan después de echarnos fuera de vuestra alcoba, que
entrara en su mente.
—¿Qué viste? —No sé si estoy más molesto o agradecido.
—Creo que es mejor que lo veas por ti mismo, Nan estaba a su lado y
luego llamé a madre y a nuestras hermanas para que estuvieran con ella, lo
que vio es horrible y debes estar preparado para mantener la calma.
—Adelante.
En mi mente aparecen las imágenes de lo que vio Evolet y leo lo que ese
maldito le escribió y no es nada comparado con lo que le hizo a esa pobre
muchacha. Eso es lo que quiere para mi pequeña. ¡Voy a matarle! Estoy a
punto de explotar de ira porque estoy seguro de todo lo que pudo sentir mi
amor. Por eso está tan intranquila, debí hablar con mis hermanos en el
momento que me lo dijeron. Voy a protegerla a ella y sus hermanos.
—¿Qué habéis pensado? Porque sé lo que yo quiero. Pero como siempre
cuento con mi familia antes de dar la orden.
—Sus hermanos están en peligro debemos ponerlos a salvo y luego
cazarle —sisea Rodan.
—Sí, hemos pensado que tal vez la manera más segura sea traerlos, va a
ser complicado, pero si realmente la aman como su hermana y por lo que he
escuchado sé que es así, aceptarán lo que eres por ella, les guste o no. Eso
es lo que espero de ellos.
—Por lo que sabemos, allí no hay dragones o no se han dado a conocer y
están escondidos. Va a ser difícil que lo acepten, aunque si son como ella,
puede que sea mejor de lo que esperamos. Hablaré con ella después.
—Ella querrá tenerlos aquí. Son su familia, aunque si tiene la posibilidad
de visitarlos a placer, no será necesario hablarles de nuestro mundo. No
debemos demorar, la última vez que vi a ese hombre sus hermanos estaban
en Sevilla. No sé cuánto tardará en ir en su busca cuando se percate de que
no están.
Nos quedamos en silencio pensando qué acción tomar con sus hermanos.
Si vamos a traerlos aquí podría causar que los perdiera si no me aceptan, no
quiero que tenga que elegir. Creo que lo más sensato es darle caza y así ella
decidirá, si decirles a sus hermanos o no, lo que somos su nueva familia. Sí,
creo que es lo más factible, y así voy a decírselo a mis hermanos, hasta que
la puerta se abre de golpe y me interrumpen.
Veo a mi pequeña entrar como un vendaval e interrumpir en la reunión y
me enfado, pero mi mundo se acaba cuando coge la llave y desaparece. Me
arrodillo justo en el sitio donde se ha ido, y un rugido de ira por el
sentimiento de traición sale desde el fondo de mi ser, seguro que ha
escuchado algo y ha querido irse sin esperar más tiempo.
El problema es que no puedo ir por ella. Quiero pedirle a mi hermano
que la busque y la convenza de volver.
No estoy seguro de cuánto tiempo pasa, quizá tan solo unos minutos, el
despacho empieza a temblar, algunos libros caen y al momento mi mujer
llega envuelta en fuego. ¿Cómo puede hacer eso?
Y no vuelve sola, está encima de un cuerpo inerte, por un momento creo
que es ese hombre, pero nada puede prepararnos para lo que pasa a
continuación. Los tres vemos como saca una daga del pecho del hombre,
una daga que conocemos y que no hemos olvidado.
Es imposible, no puede ser él. Después de sacar la daga, se derrite en su
mano y acto seguido el fuego de su cuerpo se extingue, ella se deja caer
sobre el pecho del hombre. Mi padre. Justo en ese instante él abre los ojos,
mira a su alrededor y se encuentra con nosotros. Nos mira y la abraza.
—Gracias por traerme de vuelta con mi familia —dice con el rostro
contraído y una voz ronca que desconozco. Llora como jamás lo he visto en
toda mi existencia agarrado a Evolet y besando su coronilla.
Mis hermanos y yo estamos impresionados y nos miramos sorprendidos,
no entendemos cómo es posible que después de todos estos años siga con
vida.
—Traidor —murmura con voz ronca, los tres nos tensamos—. Hay un
traidor. Tenéis que esconderme, avisad a Lessla y Yiri, deben curarme.
Pronto. No quiero que vuestra madre, ni vuestras hermanas me vean así,
¡por favor! —suplica—. Cógela Khonox debe descansar aún es humana y
ha gastado toda su energía, los ha matado a todos, ha destruido el lugar
donde me tenían. Rodan muéstraselo —ordena.
Mi hermano obedece sin mover un músculo, y nos muestra como mi
pequeña guerrera se ha enfrentado a esos malditos, estoy orgulloso y a la
vez enfadado, no debió ir sola. Pudo morir.
Está tan débil, cuando la tomo en mis brazos abre los ojos, por un
momento, me mira, sonríe y se desmaya de nuevo. Me levanto y me siento
en mi sofá con ella pegada a mí pecho, acunando su pequeño cuerpo.
Mientras, mis hermanos ayudan a mi padre a sentarse.
Tenemos suerte que mis hermanas y mi madre no hayan venido a ver qué
ha pasado, saben que no pueden entrar si no son llamadas y creo que eso es
lo único que las retiene.
—Lo mejor es llevarlo a la cabaña, le diré a Lessla que diga que quiero
irme con ella unos días, que hable con Yiri para que coja todo lo que
necesita para curarlo. Si madre ve esto en vuestras mentes nos matará por
ocultarlo. Ahora iré en su busca y marcharemos sin demora. —Mira a mi
padre, besa su frente mientras toca su cabeza sin pelo. —No puedo creer
que seas real, padre.
Sale con rapidez a buscar a su mujer para que pueda ayudar a nuestro
padre, yo no puedo apartar mi mirada de él. Está tan diferente, tan delgado,
sin esa barba trenzada de la que tanto presumía. Dijo que los había matado a
todos y en la visión que nos mostró Rodan así parece, aunque no estoy
seguro de eso.
—Voy a llevarla a nuestra alcoba para que descanse, no tardo.
Salgo y en segundos la dejo en nuestra cama, beso sus carnosos labios.
Nan está esperando fuera y toco su hombro.
—Gracias por estar a su lado mientras yo no estaba, cuida de ella por
favor. Está dormida, si se despierta llámame de inmediato.
—No se preocupe, mi señor. Daría mi vida por ella.
—No me equivoque contigo, gracias.
Se inclina, entra y se pone al lado de mi mujer velando sus sueños, ya es
muy tarde. Vuelvo en segundos a mi despacho, y ya Rodan está ahí
esperando que llegue Lessla para poder marcharse.
—¿Cómo sigues vivo padre? —pregunto nervioso—. De saberlo te
habríamos ayudado de alguna forma.
—Es complicado, creía que la daga había sido manipulada. Alguien de
aquí quería mi muerte, pero el humano que me clavó la daga también la
traicionó a ella. No usó la daga solo para mi muerte sino para estudiar mi
cuerpo. Quería la inmortalidad, si hubiera sido más listo, quizá mi hermana
se la hubiera otorgado al entregarle su corazón.
—Espera ¿Neblis? ¿Ella es la causante de tu muerte? —Siseo lleno de
ira.
—Debemos tener cuidado, ella está ayudando a Leta, quiere venganza.
—¿Por qué? —pregunta Boltcan.
—Yo no le permití estar con el humano, todo fue por mi culpa, en el
fondo nunca me gustaron. Neblis consiguió varias dagas y se las entregó al
humano. En ese entonces yo dejaba el portal abierto para poder entrar y
salir sin problemas y ella se aprovechó de ello para traicionarme, no tuvo
valor para hacerlo ella y se lo pidió al humano. Lo que no imaginó fue que
se quedaría en la isla tras mi muerte y no estaría con él.
—Y qué pasó con él.
—Murió, como todos los que vinieron después. Excepto el último, ese
estaba logrando algo que ninguno logró, acabó matando a los dragones que
tenían retenidos conmigo y yo era el último. Podía olerlos y cuando me
proyectaba podía verlos a todos, mis amigos de guerra. Y yo su rey no
podía protegerlos.
—Estabas indefenso padre, todos lo estabais.
—Eso ya no importa no pude salvarlos. Os he visto desde la distancia,
podía venir, aunque yo tan solo era un espectro que nadie veía. Tu mujer, la
portadora de la llave pudo hacerlo, al principio fue mientras dormía y luego
conseguí que me viera, pero no tenía fuerzas y necesitaba reservarlas, al
unirse a ti busqué las pocas fuerzas que me quedaban para llevarla hasta mi
cuerpo y que me trajera de regreso. Hubiera preferido no ponerla en peligro,
pero no tenía tiempo. Tú no la hubieras creído, ninguno lo hubiera hecho.
—En eso tienes razón. Aunque hubiera entrado en su mente. Tal vez, si
ella hubiera dicho algo, yo lo habría comprobado padre —insiste Rodan.
—No hijo mío, tú mismo sabes que si te niegas a ver algo, no lo verás y
saber que yo seguía con vida, es algo que ninguno creería jamás. Me visteis
morir ante vuestros ojos.
Pienso que tiene razón, que lo más probable es que nadie creería en mi
pequeña, ni siquiera yo. La tomaríamos por loca.
—Descubrí que mientras la daga permanece en nuestro corazón estamos
dormidos, los humanos lo llamaban estado de coma. También vi como el
último de los humanos, el más cruel, sacaba las dagas de mis hombres y
despertaban, estuvo días así hasta que probó lo mismo entre dos dragones
manipulándolos él mismo. Fui testigo, viendo con horror, como sujetaba la
mano de uno de mis hombres para que le clavara la daga en el pecho a otro
y luego como la sacaba, dando al fin muerte al primer dragón. Ninguno
teníamos voluntad para luchar, estábamos a su merced. Así fue matándolos,
sin que yo pudiera protegerlos.
Tocan a la puerta y son Rodan y Lessla que ya está lista. Preparamos a
mi padre tapándole para que nadie lo vea y salimos al patio. Está todo
vacío, mi hermano y mi cuñada cambian a dragón y cogen las cosas y a mi
padre con mucho cuidado y se van.
Boltcan y yo nos vamos a dormir, necesitamos despejar la mente y nada
mejor que tener a nuestras mujeres cerca. Entro y veo que Nan se ha
quedado dormida tocando la mano de Evolet, me da pena despertarla, pero
necesito estar a solas con ella.
—Nan despierta, ve a descansar ya me quedo yo con ella. —Ella abre los
ojos y al verme los abre de golpe, parece asustada.
—Lo siento mi señor, no me di cuenta, me quedé dormida, perdóneme.
—Está casi al borde del llanto, y la tranquilizo con una sonrisa, poco usual
en mí.
—Está bien, tranquila. Ve a descansar, ven mañana con el desayuno para
ambos por favor.
—Gracias, gracias mi señor, así lo haré.
No consigo conciliar el sueño sentado a su lado, así que me desnudo y la
desnudo.
Ella no emite ningún sonido, debe de estar totalmente agotada. Espero
que las horas de sueño sean suficientes para que se reponga. Me acuesto a
su lado y la pongo sobre mi pecho y poco a poco consigo dormir.
Al día siguiente, Nan entra para dejar el desayuno y se va. Mi pequeña
no despierta, no hay manera. Mando llamar a Yiri para que me diga si está
bien.
—Hola, Khonox. ¿Qué ocurre? ¿Notas que ha empeorado?
—No, solo quería comprobar que está bien, ya es casi la hora de la
comida y sigue sin despertar—. Ella se acerca para comprobar su
temperatura.
—La noto algo caliente, tal vez sea normal dada la cantidad de energía
que gastó siendo humana, necesita horas de reparación, no obstante, voy a
mandarte un caldo con unas hierbas para que no empeore la fiebre. Tienes
que conseguir que la tome.
—¿Ha pasado algo más?
—No sé… voy a buscar a Boltcan, no se encuentra bien, se siente
culpable por no haber podido ayudar a vuestro padre, y ninguno tenéis la
culpa, no sé qué pasó, no ha querido contarme nada y lo respeto. Te pido
que, si tienes un momento después, hables con él.
—Por supuesto, aquí solo el traidor tiene la culpa y pagará con su vida.
—Gracias, avísame si me necesitas.
Sale de la alcoba sin decir nada más, dejándome enfrascado en mis
pensamientos. Ahora que mi padre ha vuelto, podré ver a mi madre feliz, no
sé si deba decírselo a mi tío, tal vez sea mejor esperar a que mi padre pueda
hablar.
Ellos eran uno, ahora sé con certeza porque la mujer de mi tío huye de
Neblis. Y deseo que venga con ella cuando esto acabe, ambos merecen ser
felices. Y mis hermanas... no he hablado con Phipai de su unión, los he
tenido abandonados a todos.
Consigo que Evolet trague unas pocas cucharadas de caldo, pero sigue
sin despertar. Ya está anocheciendo y quiero ir a hablar con mi hermano
Boltcan primero.
Mando a llamar a Nan para que cuide de ella mientras me ausento un
rato. Quiero ver a mis hermanas y mi madre, pero ahora que sé que padre
está vivo no me atrevo a mirarlos a la cara, sobre todo a mi madre, nunca he
conseguido esconderle nada y debo cumplir el deseo de mi padre.
Entro al despacho, mando llamar a mi hermano, y lo espero mientras
miro al suelo donde desapareció Evolet para volver con mi padre. Le
debemos su vida, nos lo ha devuelto, mi pequeña guerrera se ha enfrentado
sola a sus nuevos poderes. Es increíble.
Pienso en la llave que dejé colgada de su cuello y sé que nunca se irá, la
usará para estar con sus hermanos y yo iré con ella. Mi hermano seguirá
protegiéndolos desde la distancia, hasta que todo esté bien, y hayamos
acabado con ese monstruo. Llega a mi despacho un rato después.
—¿Qué necesitas hermano?
—Tu mujer está preocupada. Ninguno de nosotros somos culpables
hermano, yo también me siento mal por no haber podido ayudarlo.
—Khonox, con el debido respeto que te mereces como mi rey, no sabes
una mierda sobre cómo me siento —dice levantando la voz. Ignoro su
forma de hablarme porque está dolido y yo solo quiero ayudarle—. Le
dimos por muerto, nunca busqué su cuerpo y su olor tampoco llegó a mí.
¿Sabes realmente lo que siento? Ni Rodan ni tú hubieran podido hacer nada.
¿Cómo? No podían. Yo sí, si hubiera seguido su rastro a su muerte y no
hubiera esperado tanto para volver en busca de la llave, tal vez, hubiera
podido buscar un lugar donde esconderlo y salvarlo, y no hice nada.
—Lo vimos morir hermano. No te atormentes ahora, está aquí y
vengaremos su sufrimiento.
—Esa humana es una guerrera y por lo que veo, parte de tu unión ya está
dando sus frutos. Tal vez no sea una dragona, pero tiene mucho valor, no
cualquiera se arriesga por un completo desconocido que, además, se
suponía que estaba muerto.
—Sí, la traté mal y ella solo me da lecciones. ¿Estás mejor?
—No, dame tiempo, hablaré después con Yiri, quiero que esté tranquila.
—No sé si te lo he dicho hermano, tienes una mujer fantástica y que te
ama.
—Sí, lo es y yo la amo. —Se aclara la garganta—. Voy a verla, después
iré a ver cómo están al otro lado.
—Bien, informarme de cualquier cambio, si me necesitas aquí estoy.
—Igual hermano, gracias.
Se va y deja la puerta abierta, me quedo un rato mirando unos papeles y
Phipai entra.
—¿Molesto?
—Nunca hermana.
Intento relajarme, no quiero que note algo y me pregunte cosas que no
puedo responder.
—Falta un día para mi unión y con todo esto que ha pasado no hemos
podido preparar nada.
—Lo siento, todo es culpa mía de nuevo.
—Tranquilo hermanito, todo está bien, quería decirte que cuando Evolet
se sienta mejor haremos la unión.
—Me parece perfecto.
—¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?
—Todo está bien, Evolet estaba muy cansada y aún está débil por la
infección —murmuro—. Te quiero, hermanita.
—Y yo a ti. —Se levanta y me abraza fuerte—. Adiós, me voy a dormir.
Deberías irte con ella y descansar.
—En eso tienes razón, como siempre. —Beso su frente y ambos salimos
del despacho y cada uno se dirige a sus aposentos.
Abro la puerta y mis ojos se van directos a mi pequeña, aún no sabemos
cómo ha podido manejar el fuego de esa forma, porque es diferente a
nosotros y eso me da esperanzas de tener una vida junto a ella.
—Mi señor, ¿necesita algo más antes de retirarme?
—¿Puedes traer algo de cenar para mí? ¿Se ha movido?
—Enseguida mi señor, y no, no se ha movido. Debe de estar muy
cansada todos los nervios la han agotado, se pondrá bien.
Se va, yo me acerco a Evolet y beso su rostro.
—Todo va a estar bien mi pequeña guerrera, vuelve conmigo pronto. Te
amo tanto.
Un rato después llega Nan, deja mi cena en la mesa y se va. Me levanto
para comer algo de estofado, me aseo en el excusado y vuelvo a la cama
junto a mi pequeña, la llevo a mi pecho y el sonido de su corazón y su olor
a mora me relaja y me quedo dormido.
Al día siguiente sigue sin despertar, ya se está acercando la noche y no
me quedan excusas que decirle a mi madre para seguir evitándola. Sabe que
le estamos ocultando algo. Y lo peor de todo, es que he tenido que fingir
que no me pasa nada delante de Neblis.
Voy a ir a ver como esta mi padre antes de que sea más tarde. No me
quiero arriesgar a que mi pequeña despierte sin mí a su lado. Mi madre se
ha quedado con ella y yo vuelvo a evitar su mirada.
Salgo al patio para desnudarme y cambiar a dragón, lejos de la vista de
cualquiera.
—Khonox espera.
—Imila, ahora no es un buen momento. —Soy más brusco de lo que
pretendía.
—Lo siento —dice triste y da la vuelta para irse.
—Espera Imila, hay cosas que debo atender con urgencia. Por favor,
espérame y hablaremos a mi llegada, no demoraré.
—Está bien, me han comentado que Evolet está dormida, así que hablaré
con tu hermana de la unión.
—De acuerdo, luego hablamos, adiós.
Espero a que se desaparezca y me desnudo para el cambio a dragón.
Capítulo 17

Estoy llegando a la cabaña en la montaña y mi hermano sale a mi


encuentro. Me paro frente a él abriendo y cerrando mis alas hasta posarme
en el suelo.
—¿Y padre? ¿Cómo se encuentra?
—Está mejor, según Lessla aún le falta para recuperarse completamente,
no ha podido cambiar a dragón todavía. Ahora está descansando.
—Entonces vendré mañana de nuevo, Evolet aún no ha despertado y
quiero estar a su lado.
—Se lo diré a padre, ha preguntado por ella.
Muevo mi cabeza afirmando y alzo el vuelo para volver con mi pequeña
lo más rápido que puedo.
Estoy entrando por el castillo, y oigo las voces de mi hermano Boltcan y
mi madre discutiendo, y me acerco a ellos.
—Vais a decirme los dos que está pasando, ¿por qué no puedo leeros la
mente? ¿Qué me ocultan?
—Madre por favor no sigas por… —Fui interrumpido por mi tío que
entró a gritos en el castillo.
—¿Dónde está? ¿Dónde estás maldita arpía?
—¡Basta! A mi despacho ¡Ahora! —grito furioso.
Doy paso a mi madre para que vaya delante de nosotros, mi tío intenta
protestar y lo silencio con una mirada.
Entramos y cierro la puerta, me dirijo a mi sillón, y me siento con un
suspiro de derrota. No podemos seguir callando y me temo que sé a quién
busca mi tío y debo impedirlo, nadie debe alentar a esa mal nacida antes de
tiempo.
—Boltcan asegúrate de que no está cerca. —Desaparece en el portal y
vuelve a los pocos segundos.
—No hay nadie cerca y ella está en su alcoba.
—Lo que voy a decir es algo imposible de creer, y necesito que
mantengáis la calma. Los dos.
—Hijo que está pasando.
—Antes debéis prometer que no haréis nada después de que escuchéis lo
que Khonox va a decir.
—No tengo tiempo para esto Khonox necesito encontrar a mi hermana y
entender por qué amenazó de muerte a mi mujer. —Mi madre ahoga un
grito y le mira leyendo en su mente.
—¡Basta madre! Todo tiene relación, así que prestad atención y silencio.
—Ordeno con voz dura.
Me mantengo en silencio pensando en cómo decirlo, y no se me ocurre
qué mejor forma, que decirlo sin más.
—Padre sigue con vida. —Los jadeos de sorpresa de mi madre y mi tío
me rompen el alma, me miran como si estuviera loco.
—Lo que Khonox intenta decir, es que, aunque vimos como esa daga fue
clavada en su corazón nunca murió.
Mi madre rompe en llanto y yo me acerco hasta ella para abrazarla y le
hago una seña a Boltcan para que siga.
—Lleva trescientos años viéndonos en la distancia esperando a que
alguien pudiera verle, ha sabido todo el tiempo de nosotros. Yo… yo me
siento un miserable por no haberlo encontrado, no fue culpa de ninguno de
nosotros. Todo fue una trampa orquestada por Neblis…
—Esa mujer ya no es mi hermana, va a morir.
—Calma tío, todo a su tiempo. Continúa hermano.
—Neblis se enamoró de un humano y padre le prohibió unirse a él. En
venganza ella cogió dagas de Angrom y se las entregó al humano para que
matara al rey y así poder ser felices juntos, pero él la traicionó a ella y por
eso se quedó aquí en nuestro mundo. No pudo decir mucho más, estaba
muy débil.
—¿Cómo volvió? ¿Quiero verle? —súplica mi madre, rota de dolor.
—Madre mírame, lo verás, pero ahora no está bien. No quiere que le
veas así, por favor. Dale tiempo a que vuelva a ser algo de lo que recuerdas.
No se siente digno de ti ahora ¿lo entiendes? —le suplica mi hermano.
—Evolet veía a padre en sueños, sin saber que era él. Hice parte de la
unión y la mordí mientras la hacía mía, ella se entregó a mí por completo,
sin miedo, aceptando a mi parte hombre y dragón. Eso al parecer le cedió
poder, vino aquí, me quitó la llave, que sospecho padre le dijo dónde
encontrarla y juntos se fueron.
Mientras lo estoy contando, aún sigo sorprendido por todo lo ocurrido y
por lo valiente que fue.
—Nosotros no lo vimos a él, en ningún momento, solo a ella. Pensé que
me había abandonado madre y minutos después volvieron. Ella estaba
envuelta en llamas sacó la daga de su pecho y se fundió en sus manos, y
acto seguido se apoyó en el pecho de padre y se durmió, desapareciendo en
el proceso todo su fuego. Yo ni siquiera lo reconocí al principio está muy
cambiado. Pero volverá a ser él, ahora está de regreso.
—Por mis dragones, ¿cómo es eso posible? ¿Tu Neushal? —pregunta mi
tío incrédulo.
—Sí, al parecer es por la llave, tal vez los unió de alguna manera. Lo
más importante ahora es fingir delante de Neblis, ella no debe sospechar
que sabemos que está escondiendo a Leta. Están planeando algo, así que
cuidado.
—Quiero verlo hijo. ¡Por favor! —suplica con desesperación mi madre.
Me parte el alma negarme.
—Madre, hemos roto la promesa a padre de no decir nada, espera por
favor. Lessla está curando su cuerpo día y noche, creo que en pocos días
estará completa su recuperación.
Justo en ese instante oigo a Nan llamarme.
—Mi señor. Mi señor —grita.
Salgo al salón mientras ella termina de bajar las escaleras.
—La señora ha despertado y pregunta por usted, los niños y sus
hermanas están con ella.
Subo en segundos y abro la puerta de golpe, todos se sobresaltan.
—Dejadnos solos.
No puedo apartar mis ojos de ella, al fin está despierta.
—¿Cómo pudiste darme semejante susto? No vuelvas a hacer algo así.
Nunca —gruño. Pero no estoy molesto, estoy feliz.
Ella pone morritos y me mira.
—¿Estás muy enfadado conmigo? No me habrías creído. Ni siquiera
estoy segura de lo que pasó.
Me acerco a ella, la atraigo a mi pecho y la abrazo fuerte, me separo y
tomo su boca en su beso duro que la hace jadear. Pego mi frente a la suya e
intento volver a respirar.
—¿Cómo te encuentras? ¿Aún estás débil?
—Estoy estupenda, mejor que nunca de hecho, sobre todo ahora
sabiendo que no estás enfadado conmigo.
—¡Ohh! Mi amor, sí que estoy enfadado y recibirás tu castigo, uno que
ambos vamos a disfrutar después. ¿Te sientes con ganas de bajar a cenar?
—Khonox. —Pone su mano en mi rostro—. Mientras estaba durmiendo
había momentos en lo que despertaba, aunque mi cuerpo no me obedecía
era incapaz de moverme. Escuché todo lo que en ese momento se dijo a mí
lado y tu tía Neblis me dijo que iba a matarme, que no tuviera prisa en
despertar porque pronto sería mi muerte, que nunca iba a permitir que una
simple humana fuera su reina.
Me tenso antes sus palabras, no sé en qué momento Neblis entró y por
qué estaba sola. Evolet parece leer mis pensamientos.
—No estaba sola con ella, tu madre había ido al baño para coger una
palangana con agua para asearme un poco, y ella se aprovechó. Me dio
mucho miedo. Tu madre no podía leerme la mente. Y… ¿Tu padre está
bien? ¿Sobrevivió?
—No tengas miedo mi guerrera, eres puro fuego, literalmente —susurro
sonriendo—. Y padre está bien, recuperándose. Solo tú, mi madre, mi tío,
mis hermanos y cuñadas saben que mi padre está de vuelta y confío en que
sabréis fingir normalidad. Si lo prefieres, cenamos aquí, debes estar
famélica comiendo a base de ese caldo de hierbas que costaba un mundo
que tragaras.
—Sé cómo me has cuidado grandullón, eres maravilloso. Verás... es que
allí pasó algo, en mi mundo yo... creo que maté a personas y lo peor es que
me sentí tranquila.
—Cuéntamelo.
—Tu padre me dijo que lo soltara, que sacara mi furia y que gritara, yo
ni siquiera me percaté de las llamas alrededor saliendo de mí, hasta que
miré mis manos, pero no sentí miedo, aunque debería. Y grité con todas mis
fuerzas abriendo mis brazos sobre el cuerpo de tu padre y algo salió de mí
haciendo quemar todo, incluido los cuerpos de los otros dragones ya
muertos. Lo siento —murmura llorando—. No pude salvarlos.
—¡Shhh! Lo sé pequeña, tranquila. No podías hacer nada por ellos, ya
estaban muertos. Estás a salvo. Lo prometo.
—Quiero estar con todos, vamos a cenar, aunque tenga que ver a tu tía.
—Tranquila pequeña. Por cierto, Imila quería hablar conmigo y no he
podido, no sé si aún seguirá aquí.
—Si quieres ve bajando y manda a Nan, yo bajaré con ella.
—No, tú eres mi prioridad.
Beso de nuevo sus hermosos labios y la ayudo a vestirse, se ha
empeñado en ponerse una de sus ropas y lo odio. Su mano ya está curada
del todo, solo le quedaron algunas cicatrices.
Llegamos al salón y ya están todos allí, incluida mi tía, que disimula su
desagrado al ver a mi Neushal recuperada. Un gruñido bajo me sale sin
poder evitarlo.
—¡Ehh! ¿Qué pasa grandullón? —dice mi pequeña algo asustada.
—No sé cuánto tiempo voy a aguantar esta situación, debería meterla en
una mazmorra hasta que venga padre.
—Tranquilo, si actúas con normalidad, no se enterará. Oye espera, ¿qué
pasa si me sale fuego otra vez? —Tiembla asustada—. ¿Y si os hago daño?
—La tranquilizo con un beso y una sonrisa
—Todo va a estar bien, no nos harás daño. —Seguimos caminando y
antes de llegar se para otra vez.
—Toma, —se quita el colgante esperando que me agache, estira los
brazos y ante mi desconcierto sonríe—, no la necesito y no debes
esconderla más. Es tuya y si quisiera ver a mis hermanos, me llevarás tú e
iremos juntos. Ahora no quiero ir, debo controlar el fuego primero.
Cierro los ojos y le pido a los ancestros que mi hermano haya estado
vigilando a sus hermanos, si les pasa algo, no sería capaz de mirar a la cara
a mi pequeña. Joder se me está juntando todo. La abrazo fuerte y beso su
cabeza.
Llegamos al fin a la mesa, todos se interesan por ella y ella les pregunta
a su vez por cómo les ha ido el día, hemos decidido que no conozca a
Dagud hoy, ya que al ser el hermano gemelo de mi padre puede tener una
reacción extraña y Neblis sospeche.
Mi tía se retira rápido, y Evolet está echándole la bronca a mi hermana
por no haberse unido a Rax, estuviera ella o no. Aprovecho y le hago una
señal a mi hermano para que me siga.
—Pequeña voy a hablar con mi hermano no tardaré mucho, si me retraso
ve a buscarme al despacho.
—Tranquilo estoy bien, de verdad ya no estoy cansada. —Mira a Imila
—. No has hablado con ella aún.
—Lo mío puede esperar, si no es hoy, mañana. —Miro a Imila y asiento
conforme.
—Vuelvo en un rato amor —beso sus labios y oigo unas risitas. —
Acostumbraos a verme así con mi mujer —gruño aún pegado a sus labios
mientras ella no para de sonreír feliz.
—Estamos felices hijo, muy felices.
Boltcan y yo nos vamos tranquilos a mi despacho, parece que todo ha
ido bien en la cena. Entramos y cierro la puerta, ni siquiera me siento.
—Dime que sabes algo de sus hermanos.
—Hermano, la verdad es que no he ido, la última vez estaban bien y él
no los estaba buscando.
—Tengo un mal presentimiento, ella me ha entregado la llave y vamos a
ir los dos. —Le toco el hombro a Boltcan, piensa en los hermanos de Evolet
y la llave nos lleva hasta ellos.
De pronto un olor a sangre nos alerta y a mí se me encoge el estómago.
En silencio nos movemos buscando el lugar de donde proviene y nos
encontramos a tres hombres y dos mujeres atados y de rodillas, ellos han
sido golpeados y les han hecho muchos cortes, uno de ellos sangra bastante.
Ellas parecen estar bien. Respiro hondo, oímos un ruido al otro lado de la
puerta y unas maldiciones.
—Tenemos que sacarlos de aquí rápido y llevarlos al castillo, ese se está
muriendo. Ya vendremos a por el culpable de esto, ese cabrón va a desear
no haber nacido.
Salimos sin pensar en nada más que sacarles de este infierno. Ellas se
ponen a gritar a pesar de estar amordazadas.
—¡Callaos putas! Nadie os va a librar de mí. —grita ese cabrón al otro
lado.
—¡Shhh! Me llamo Khonox y él es mi hermano Boltcan, venimos de
parte de Evolet, vamos a llevarlos con ella. Ahora no hagáis ruido. —Eso
parece que les calma, aunque no están muy seguros.
Con rapidez los juntamos para que todos estemos en contacto y cuando
me aseguro que es así les digo:
—Os vais a marear, cerrar los ojos, eso os ayudará. ¡Vamos, rápido!
Parecen tenernos miedo, sin embargo, al escuchar los pasos de ese
malnacido enseguida obedecen y regresamos al castillo, pensando en mi
cuñada Yiri y mis sobrinas Laga y lixda, pues los hombres necesitan curas,
sobre todo uno de ellos.
Aparecemos como tenía previsto en el salón y se forma un revuelo en un
momento.
—¡Rápido! Ayudadme a soltarlos a todos, Yiri, Laga y Lixda ocuparos
de los hombres.
Los cinco están desorientados, no entienden nada de lo que ha pasado.
Busco a Evolet con la mirada, mientras los hombres son atendidos, y la veo
pálida.
—¡Evolet! —Me mira y se tapa su boca con las manos—. Siento no
haber llegado antes pequeña.
Sale corriendo en mi dirección y se abraza fuerte a mí llorando.
—Has salvado a mis hermanos. —Mira a mi hermano y se suelta de mí
para abrazarlo a él—. Gracias a los dos.
Va directa a sus hermanas y se abrazan llorando, comprueba que están
bien y va a cada uno de los hombres, el último es el que peor está. Ella le
habla tocándole el rostro hasta que abre los ojos y la ve, levanta su mano y
toca la cara de mi pequeña.
—¿Sa...sabes que te qui...quiero mu...mucho bi...bichito? —dice el
hombre con esfuerzo.
—Lo sé bichito, yo también te quiero mucho.
Están vivos y con Evolet aquí vamos a ver como se toman las cosas, si
tan bien como ella o si les costará más entender que los humanos no son los
únicos en el universo.
Capítulo 18

Estoy en shock. Mis hermanos están aquí, los han salvado de las garras de
Carlos.
Mis hermanas ya están cada una con su marido y yo estoy con mi
bichito, está sangrando mucho. Yiri lo está atendiendo con rapidez. De
repente, después de que me hablara, siento que su mano pierde fuerza y cae
de mi rostro, lo miro y está inmóvil, pienso si estará muerto. Mi corazón se
acelera, me cuesta respirar, la ira se va apoderando de mí sin control, oigo
voces y gritos, pero no escucho lo que dicen, mis ojos van a mi bichito,
quiero gritar.
Alguien se coloca a mi lado y veo a Khonox.
—Está muerto —balbuceo y rompo en llanto.
—Pequeña, cálmate. No está muerto se ha desmayado por la pérdida de
sangre. —Yo niego con la cabeza—. Mírame mi amor, no está muerto,
confía en mis palabras, cálmate y mírate las manos.
Hago lo que me dice y veo otra vez el fuego a mi alrededor han apartado
a Héctor de mi lado y mis hermanos me miran con miedo, y eso me duele.
—Cálmate pequeña, todos están bien. Él perdió mucha sangre y está
débil, pero sigue vivo.
Me voy calmando y las ganas de gritar van dejándome poco a poco,
aunque sigo asustada. Mi fuego se apaga por completo, y Khonox me
abraza fuerte, diciéndome palabras tranquilizadoras para aliviar mis
temblores. Miro a mi alrededor y todos me miran confusos, no me temen,
sin embargo, mis hermanos me miran como si fuera un bicho raro. Intento
acercarme a ellos y apartan su mirada.
Khonox me saca del salón, no quiero irme, pero creo que deben calmarse
antes de que hable con ellos, miro a Anarfi y ella parece entenderme,
asiente y me sonríe con cariño. Llegamos a su despacho y sin soltarme se
sienta en el sillón conmigo en su regazo.
—Vamos a esperar a que se calmen y podamos hablar con ellos y si no lo
entienden, Rodan puede manipular los recuerdos y cambiarlos para que no
recuerden que vinieron aquí, tú eres quien decidirá eso. Son tus hermanos,
espero que abran su mente y nos acepten, no quiero que sufras más mi
Neushal.
No me salen las palabras y lloro sin parar en sus brazos, donde me siento
protegida como nunca antes en mi vida. Me aferro a su cuello y dejo salir
todo el miedo y el dolor que he sentido por todo lo que ha pasado minutos
atrás. Él me sostiene como si fuera el tesoro más valioso del mundo. No sé
cuánto tiempo ha pasado hasta que consigo calmarme.
—¿Estás mejor? —pregunta preocupado.
—Algo sí —susurro triste. Me encojo de hombros—, contigo me siento
bien, aunque no lo estaré del todo si mis hermanos me rechazan, no lo voy a
soportar, aunque Rodan les cambie los recuerdos, yo sabré la verdad. —Lo
oigo suspirar.
—Yo también estaba asustado y al final me aceptaste por completo, al
hombre y al dragón que hay en mí. —Me sonríe triste.
—¿Viste cómo me miraron? No lo veo tan fácil —susurro derrotada y
miro esos ojazos—. Pase lo que pase tú siempre estarás a mi lado. Te amo
tanto cielo. —Noto como contiene el aire y me aprieta más fuerte entre sus
brazos, su mirada me dice tantas cosas, veo tanto amor en esos preciosos
ojos.
Mi cuerpo empieza a despertar bajo esa mirada tan intensa, le tomo el
rostro entre mis pequeñas manos y beso sus labios, él sube la mano por mi
espalda y agarra mi cuello para profundizar el beso y yo me dejo llevar.
Me derrito en sus manos, cuando al fin me libera, jadeamos para coger
aire y me bajo de su regazo, me quito la ropa quedándome en ropa interior
de encaje negro, gruñe fuerte y yo no puedo evitar sonreír y sentirme sexy.
Me acerco a él lentamente y le quito primero la camisa, luego me agacho y
le saco las botas, y con su ayuda le quito los pantalones y los calzones.
Lo tengo como quiero y me subo en su regazo a horcajadas frotando mi
humedad contra su polla hinchada, que salta ante mis atenciones. No espero
más, me apoyo con una mano en su hombro y con la otra cojo su miembro,
él deja sus manos en mi cintura y me sube. Yo llevo la punta hasta mi
entrada y me dejo caer con fuerza y ambos gemimos de placer ante el
contacto.
Me siento tan llena. Beso su pecho por encima de su corazón y comienzo
a moverme, primero lento y luego voy cogiendo ritmo poco a poco, y
parece que le está gustando. Lo veo cerrar sus ojos y echar la cabeza hacia
atrás jadeando. Un momento después, levanta la cabeza y me mira con
fuego, sus ojos brillan y están rojos.
—Te amo mi pequeña guerrera, me estás haciendo el hombre más feliz,
no te imaginas cuánto. Ahora voy a acabar lo que has empezado mi amor,
agárrate a mi cuello.
Me agarro con fuerza poniendo las manos detrás de su nuca, como me ha
dicho, y él se levanta y me apoya en una pared con sus brazos por debajo de
mis rodillas y me besa mordiendo mi labio inferior. Se entierra en mí de una
estocada, se mueve sin parar, una y otra vez, duro y rápido. Yo siento que
me va a partir en dos, agarro su pelo y seguimos besándonos entre jadeos y
gemidos, llegamos juntos al mejor orgasmo de mi vida mientras me
muerde. Luego pega su frente a la mía y sonríe.
—Me vuelves loco pequeña, eres maravillosa. —Yo sonrío y le doy
besitos—. Vamos a bañarnos y después iremos a ver a tus hermanos.
—Tengo mucho miedo —susurro sin mirarle a los ojos.
—Lo sé, como también sé que eres muy valiente y que te aman igual que
tú a ellos. Vamos, y pase lo que pase, estaré a tu lado.
—Espera, antes quiero que me digas qué pasó con ese cabrón.
—No me gusta que hables así, no estoy acostumbrado a ese lenguaje en
una dama —yo bufo y pongo los ojos en blanco y le saco una sonrisa—.
Sigue vivo, por poco tiempo. No te preocupes por nada yo me encargaré de
todo.
No me gusta saber que aún puede matar a alguien inocente. Sé que mi
grandullón cumplirá su promesa y eso me dará la paz que necesito.
Llegamos a nuestro cuarto y hace algo que yo aún no había visto,
calienta el agua.
—¿Qué más puedes hacer? —pregunto curiosa.
Él me regala esa sonrisa de medio lado tan sexy rodeada por esa espesa
barba, se acerca a mí se agacha y me susurra al odio.
—Nací con el fuego y poseo, además, hielo y veneno, al ser el rey
domino los tres, junto a mi poder especial. Todo aquel de sangre real lo
obtiene al nacer y el mío es la velocidad, aunque todos somos rápidos nadie
puede superarme, pero… ¿Sabes qué más puedo hacer, mi pequeña?
Se separa de mí para mirarme y yo niego nerviosa por su voz seductora,
es como si me activara de alguna manera y tiemblo de anticipación. Sonríe
gira mi rostro y muerde mi labio inferior, no puedo evitar que un gemido
salga de mis labios, vuelve a besar mi cuello hasta volver a mi oreja
mientras me muerde el lóbulo.
—Follarte como sé que te gusta, hacerte el amor una y otra vez,
enterrarme en ti es el placer más exquisito que la vida me otorgó el honor
de sentir. Eres mía para siempre. Dímelo. Dime que eres mía. Eres mi
destino, pequeña.
—Soy tuya Khonox, tuya para siempre.
Se apodera de mis labios y nos desnudamos, entramos al agua y entre
risas y juegos nos aseamos. Quiero y necesito ser suya otra vez, y no parece
que vaya a ser ahora. Él parece notar mi frustración y suelta una risita.
—Te debo un castigo, pequeña. Te haré el amor, pero no será ahora.
Había pensado en otra cosa más interesante... aunque seguro que te
castigaré más a menudo.
—¡Gilipollas! —gruño enfadada cruzándome de brazos y estalla en
carcajadas el muy capullo.
Al final acabamos los dos riendo y yo me siento más ligera y aliviada
para enfrentar a mis hermanos. Nos secamos y lo miro mientras se viste,
¡qué culo tiene! Me dan ganas de morderlo, se me escapa una risita y él se
gira y me sonríe pícaro.
Decido vestirme con uno de los vestidos nuevos y caigo en la cuenta de
algo en lo que no he hablado con él y que quería comentarle el otro día.
—Khonox, verás, es que me di cuenta en el mercado, que el dinero que
guardo en el bolso, no sirve aquí y me gustaría disponer del dinero que usan
aquí ehh… —no consigo recordar el nombre.
—¿Dran?
—Sí, eso Dran.
—¿Cuánto necesitas?
—Pues la verdad es que no quiero que me lo des, puedo ayudarte en
algo, trabajar y ganarme el dinero.
—Eres la reina no necesitas trabajar. —Parece muy molesto y no quiero
eso.
—Técnicamente aún no soy reina y no te enfades sin intentar
entenderme. Estoy acostumbrada a ganar mi dinero con trabajo, estoy
segura de que puedo ayudarte en tu despacho con algunos papeles, o ayudar
en el castillo. Quiero sentirme útil y sobre todo, que cuando quiera
comprarle algo al hombre que amo, no tengan que pagármelo o
regalármelo. —Miro su pulsera y agachó la cabeza avergonzada.
—Está bien, ya buscaremos algo que puedas realizar y ganar el sustento
como deseas. Pero en el momento en que nazcan mis hijos, no trabajarás
para cuidar de ellos.
—¿Perdona? ¿Tus hijos? —espeto, muy molesta. Siento como la ira se
apodera de mí. Levanta las manos en señal de paz.
—Perdóname, hablo de nuestros hijos. ¡Nuestros! ¿Notas el poder que
tienes?
—Sí, y no cambies de tema guapo, escúchame bien, estás acostumbrado
al control y a mandar, y lo entiendo. Aunque conmigo las cosas van a
cambiar un poco. Son nuestros hijos y ambos los criaremos juntos y
tomaremos las decisiones juntos, siempre. Y no dejaré de trabajar si eso me
hace feliz.
—¿Podemos hablar de esto en otro momento? Vamos con tus hermanos
—masculla. Está enfadado, aunque intenta no mostrarse así, veo el brillo en
sus ojos y ahora no me está mirando con deseo.
—Vamos a discutir mucho. ¿Sabes que dicen mis hermanas? —digo
cantarina. Me mira con curiosidad—. Que después de las discusiones
vienen las reconciliaciones. —Mientras lo digo levanto mis cejas varias
veces insinuante, a ver si pilla la indirecta.
Se acerca a mí sonriendo y negando con la cabeza sin parar. Se queda a
mi lado me levanta y besa mis labios, toco su pelo suelto y húmedo aún, y
paso mis dedos por su barba. Nunca creí que me gustaran los hombres con
barba y resulta que me encanta la barba de Khonox.
—Vas a volverme loco, mujer.
Estamos delante de la habitación de mis hermanos porque se han negado
a estar separados. Estoy tan nerviosa que no me doy cuenta de que estoy
estrujando el vestido, hasta que Gal me para.
—Están muy nerviosos, sobre todo ellas. No impiden que les curemos,
pero no nos quieren dentro. —me informa Yiri.
—Está bien. Deseadme suerte. —Miro a Khonox—. Amor puedes
esperar aquí un momento, voy a ver cómo me reciben y luego pasas.
—Estaré aquí fuera. —besa mis labios—. Eres fuerte pequeña. Pase lo
que pase. Te amo.
—Te amo.
Armándome de valor, respiro hondo varias veces y entro sin llamar. Lo
que me espera al entrar no es agradable, sus miradas de miedo me dejan
clavada en el sitio, no soy capaz de dar un paso. Si me rechazan, no sé qué
va a ser de mí, no quiero perderlos.
—¿Qué eres? ¿Qué te han hecho? —Pregunta asustada Luna.
—Sigo siendo yo.
—Nos han traído aquí como si nada, y luego vemos tu cuerpo arder,
perdona si nos impresiona y nos aterra todo esto… ¿Qué está pasando
peque? —La voz de Alan es muy seria.
Escucharle llamarme peque abre una lucecita de esperanza en mi
corazón, evito acercarme y los miro a todos, Héctor aún está dormido y él
no me ha visto todavía.
—Es fácil de decir y muy difícil de entender, debéis tener la mente
abierta ¿vale? —suplico nerviosa. Espero a que todos asientan y yo me
siento en el suelo porque las piernas me tiemblan tanto que dudo que
aguante de pie mucho más—. ¿Recordáis ese sonido que os dije que
escuchaba en mi cabeza? —Vuelven a asentir sin decir una palabra—. Ese
sonido desapareció justo cuando encontré la llave…
—¿La misma que colgaba de tu cuello? —Pregunta Mateo.
—Sí, con ella el sonido desapareció, y también me transportó a este
mundo mágico, sé que suena a cuento, pero es real. Soy la elegida por la
llave para ser la mujer del rey de los dragones.
—¿Qué coño te has fumado? —espeta Luciana molesta. Suspiro triste.
—Si yo me he fumado algo. ¿Qué os está pasando? Os han traído aquí
para protegeros de ese hijo de puta, os han estado vigilando en la distancia
para saber que estabais bien. Sé que no es fácil de entender, volveréis
cuando que sea seguro, y si ya no me queréis en vuestra vida lo aceptaré
con todo el dolor de mi corazón, pero aquí soy feliz. Estoy enamorada de un
hombre maravilloso y aterrador al mismo tiempo—. Me levanto para irme
aguantando las ganas de llorar—. Que descanséis. Os amo muchísimo,
adiós.
—¿A qué te refieres con que es el rey de los dragones? —pregunta Luna.
—Habéis escuchado historias de hombres lobo ¿No? Pues ellos son
dragones.
—¡Estás loca! ¿Cómo puedes decir esa burrada y quedarte así, tan
pancha?
—Alan, todos podéis elegir aceptar la realidad o no, y eso no cambiará
que lo que os digo, sea tan real como que vieron que mi cuerpo ardía. Es
algo nuevo para mí también, me entregué a ese dragón por amor y al
parecer me cedió algún poder. Falta, digamos, la boda y ojalá estéis a mi
lado. Quiero que penséis las cosas con la mente abierta. No me digáis nada
ahora, ¿vale? Vendré mañana a traer el desayuno con él para que lo
conozcáis. Todo ha sido una locura, solo os pido una oportunidad de que los
conozcáis a todos —suplico sin atreverme a mirarlos a la cara—. No os
quiero perder a ninguno.
Salgo fuera aguantando estoica, hasta que veo a Khonox y rompo llorar
desconsolada.
—Vamos fuera, necesito distraerme. —susurro con voz entrecortada. Sin
decir una palabra me abraza fuerte y nos vamos caminando. Gal nos sigue
junto a Yiri y sus hijas. Estoy destrozada, mis hermanos han sido mi mundo
y no les quiero perder.
Una vez fuera paseamos un rato. Siento el frío en mis huesos y no me
importa porque necesito sentir algo que me ayude a olvidar esas miradas.
—Ahora vuelvo, espérame aquí —dice besando mis labios.
—No tardes, no quiero estar sola.
Se va y yo me giro hacia el castillo buscando la ventana de mis
hermanos veo a Luna y Luciana asomadas mirando, en un momento están
tranquilas y en segundos parecen aterradas.
—¡Cuidado!
—¡Corre! —gritan al mismo tiempo. Mis hermanos también se asoman
al escucharlas.
Khonox es ahora un precioso y aterrador dragón blanco. Se acerca a mí
despacio, se coloca detrás de mí y agacha su cabeza a mi lado, yo le toco, le
beso y vuelvo a mirar a mis hermanos. Todos están con la boca abierta y no
sabría si están asustados o impresionados por verme así a su lado.
—Llévame a volar.
Se levanta en toda su envergadura, me arropa entre sus garras, y me pega
a su pecho mirando hacia delante y vuela mientras yo les digo adiós a mis
hermanos con la mano.
—¡Más alto! —le pido.
Y lo hace mientras grito y suelto todo, sintiéndome libre. Sube mucho
más alto que la otra vez y se deja caer en picado, se me encoge el estómago
de la impresión, y vuelvo a gritar esta vez riendo. Me olvido de todo por
unos minutos que se me antojan cortísimos. Me encanta la sensación de
libertad que me da volar con él.
Solo él y yo surcando los cielos.
No sé cuánto tiempo pasamos volando, creo que más de una hora. Es
noche cerrada, aunque la luna está llena y da algo de luz a la oscuridad. Por
inercia miro a la ventana de mis hermanos, ya no hay nadie y supongo que
o bien están dormidos o hablando de lo que les está pasando, algo lógico.
Volvemos a nuestra habitación tranquilamente, me desnuda y luego lo
hace él sin dejar de mirarme, siento que no me mira con ese deseo de
siempre, sino de forma diferente, como si fuera a romperme.
Se acerca a mí despacio y me envuelve en sus enormes y protectores
brazos. Besa mi cabeza, me coge y me lleva a la cama, nos tumbamos y me
sube a su pecho mientras me acaricia la espalda con la yema de sus dedos,
un suspiro triste sale de mis labios.
—Dales tiempo pequeña, te aman, acabarán aceptando tu nueva vida.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—No lo estoy, pero creo que, si te aman, te aceptarán tarde o temprano y
sé que te aman tanto como tú a ellos. Descansa, mañana será un nuevo día.
—Quedé en verlos mañana, les llevaremos juntos el desayuno, si te
parece bien acompañarme, si no iré sola.
—Iré contigo y si no me desean a su lado saldré, y esperaré por ti, pero
me tendrás cerca sea como sea. Y ahora duerme, necesitas descansar.
Poco a poco me voy quedando dormida escuchando el latido de su
corazón.
Capítulo 19

Me despiertan pequeños besos por mi rostro y mi cuello. Bostezo mientras


me estiro, abro los ojos y lo veo mirándome con una sonrisa.
—Eres adorable recién levantada.
—Eso es porque me has despertado con besos, tonto —susurro con la
voz ronca por el sueño y recuerdo que tengo que hablar con mis hermanos
—. Estoy nerviosa.
—Lo sé, pequeña. El desayuno para ellos lo están preparando, vamos a
desayunar nosotros antes de ir a verlos.
Me levanto y voy al baño para asearme. Tengo el pelo revuelto y me
hago un moño, ya lo peinaré después. Al salir, Khonox ocupa mi lugar en el
baño y yo aprovecho para vestirme esta vez con un vestido sencillo y muy
bonito de color verde, cada vez me gusta más esta ropa, aunque preferiría
usar pantalones.
Sale del baño y no puedo apartar la vista de su cuerpo, me encanta. Sigo
sin entender cómo puedo gustarle, no es que sea fea ni tenga un cuerpo
horrible, pero esos kilitos de más se notan. Y después de conocer a dos de
las mujeres con las que se ha acostado, con un cuerpo perfecto, no entiendo
que yo le provoque deseo.
A veces pienso que si nos hubiéramos conocido de otra forma jamás se
fijaría en mí, si no fuera por la llave. Tengo miedo de que la magia se acabe
y él se arrepienta, mi inseguridad sigue ahí. Aunque dure lo que dure, voy a
vivirlo al máximo.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta cuando se
acercó, hasta que posó su mano en mi barbilla para así mirarle a los ojos.
—No te tortures más, eres fuerte, no lo dudes. Vamos a comer algo
rápido para ir, ya estarán despiertos.
No le saco de su error sobre mis pensamientos y comemos algo de fruta
variada. Sin esperar más vamos con mis hermanos. Al llegar a su puerta
Nan está esperándonos con otra de las criadas con las bandejas del
desayuno, veo lo que parece huevos revueltos, pan y manzana picada.
Nos dan las bandejas a Khonox y a mí, tocan a la puerta y sin esperar
respuesta la abren. Yo entro primero y los miro, todos están sentados en una
de las camas vestidos, salvo Héctor que aún sigue durmiendo.
Coloco la bandeja en la mesa y miro a Khonox para que entre. Él deja
también la bandeja en la mesa y se queda detrás de mí con las manos en mis
hombros. El silencio me está matando, solo nos miran sin decir una sola
palabra. Estoy tan nerviosa que no sé qué decirles, así que empiezo por
romper el silencio con algo fácil.
—Buenos días, ¿qué tal pasasteis la noche?
—Hemos dormido algo, al menos, lo que nos han puesto en las heridas
ha servido bastante. No tenemos dolor y están curando más rápido de lo
normal, aunque supongo que eso aquí es lo normal—. Marcos es el primero
en hablar.
—Os presento a Khonox, aunque ya le conocéis. Él os rescató a todos.
—Recalco esto último. Alan mira ahora directamente a Khonox.
—Quiero darte las gracias en nombre de todos por salvarnos, sobre todo
por salvar a nuestras mujeres. Marcos y yo te debemos su vida y la de
nuestros hijos.
—Todo está bien, estáis a salvo. Eso es lo importante.
—Cuando descubrió que estábamos embarazadas, nos dijo que iba a
sacarnos a nuestros bebés y obligarnos a que nos los comiéramos —solloza
Luciana. Mientras Alan intenta consolarla y Luna está igual de nerviosa
junto a Mateo.
Un jadeo sale de mis labios sin poder contenerlo. Carlos es un monstruo
y debe morir. Miro a Khonox suplicante antes de volver a mirar a mis
hermanos.
—No tengo palabras suficientes para pediros perdón, por poner a ese
monstruo en vuestras vidas. —Me abrazo a mí misma para no ir a
abrazarlos a ellos, y siento a Khonox rodearme con sus brazos por detrás.
—No escapará, morirá. Lo traeré a mi reino y será juzgado a muerte.
Luego podréis decidir si queréis quedaros aquí o volver a vuestro mundo.
—Eres el dragón blanco que estaba con ella anoche ¿verdad? —pregunta
Luna con curiosidad, más que miedo, aún con restos de lágrimas en sus
mejillas.
—Sí, y no debéis tenerme miedo, nunca os haré daño.
—Ve mi cielo —murmura bajito Mateo.
Luna se levanta poco a poco y Luciana igual, ambas me miran nerviosas
estrujándose las manos. Me separo de Khonox un poco dando un paso
adelante y cierro las manos en puños escondidas entre el vestido esperando
lo que vayan a decir y ambas se lanzan a mis brazos llorando sin parar.
—Os… amo… con… todo… mi… cora…zón —mis palabras salen
entre hipidos.
—Y nosotras a ti.
Mis dos hermanos se unen a nuestro abrazo diciéndome lo mucho que
me quieren. Pasamos unos minutos así y me siento feliz, giro mi cabeza
buscando a Khonox y lo veo sonreír.
—Te amo mi pequeña guerrera, y ahora desayunen. Os esperamos a
comer en el salón, tengo asuntos que resolver, mandaré que os traigan ropa.
—Entonces, tú eres el rey —dice Mateo y no es una pregunta, ya que,
con sus palabras, si tenían alguna duda, les ha confirmado quien es.
—No le trates de tú —susurra Luna dándole un codazo.
—Aquí las cosas son diferentes sí, no obstante, ahora sois mi familia.
—Bichito, después de ver ese espécimen masculino, espero que te hayas
quitado el matojo antes de que él te quitara las telarañas y que me presente a
uno de esos a mí.
Pego tal chillido que dejo sordos a los que están pegados a mí y salgo
corriendo a por mí bichito. Me paro en seco porque no quiero causarle
daño, aunque me muero por estrujarle.
—¿Qué es matojo? —escuchar a Khonox preguntar eso, me despierta del
momento de felicidad para pensar en la burrada que ha dicho mi hermano, y
ahora si quiero estrujarle, pero para ahogarle. ¡Dios! creo que no he estado
más avergonzada en mi vida.
—Te voy a matar —gruño con las manos en dirección a su cuello.
Todos, menos Khonox se ríen sin parar.
—Bueno te explico, el matojo son los pe… —le tapo la boca con las dos
manos que iban a su cuello.
—Cierra el pico o te quedas sin tu cosita —susurro gruñendo.
—Khonox son tonterías, ni caso. —Le miro y él levanta una ceja
esperando serio—. ¡Joder!
—Debes contener tu lengua mujer, eres la reina —sisea enfadado con su
voz de dragón asustándolos.
—¡Ey! Es una broma. —Héctor levanta las manos hablando despacio—.
No tienes que hablarle así, me estaba burlando de ella.
—Khonox mi amor, por favor, después te lo explico —suplico. Él
suspira y parece que se relaja.
—Lo siento, pequeña —susurra con las manos en la cara.
Me acerco a él y le abrazo, me estrecha entre sus brazos y besa mis
labios, se oyen carraspeos y risitas y nos separamos a regañadientes.
—Vaya peque, esto sí es nuevo para todos nosotros.
—Alan, tampoco es para tanto. —digo escondiendo la cara en el cuello
de mi amor.
—¿No lo comprendes peque? Jamás te vimos tan feliz.
—Es cierto hermanita, ver cómo te mira, nos deja más tranquilos.
Aunque yo, al menos, sigo teniendo miedo—. Se sincera Luciana.
—Bueno, eso es si la mira con cara de tonto enamorado, la de antes,
daba bastante miedito.
—¡Luna por dios! —le regaña Mateo.
—¿Qué? Da miedo.
Yo empiezo a reírme, me baja de sus brazos y miro a Mateo, que está
con la mandíbula desencajada mirando a su vez a Luna. Y las carcajadas me
salen solas. Y acabo contagiando a algunos. Mateo sigue igual.
—Disculpe a mi mujer, es muy espontánea, no quería ofenderle.
—Todo está bien, lo que sí os pido es que cuiden la forma de hablar. —
Me coge la cara entre sus manotas y me besa—. Pequeña voy a terminar
unos asuntos, regresaré para la comida. No demoren más y coman deben
reponer fuerzas—. Les ordena mirándolos a ellos.
—Está bien, te veré después grandullón.
Pasamos la mañana comentando todo lo sucedido, empezando por cómo
llegué aquí y se quedan alucinando desde que les cuento lo que pasó con el
padre de Khonox. Al parecer, esa explosión salió en las noticias y dijeron
que todo quedó destruido, que nadie conocía la existencia de ese lugar y el
FBI estaba investigando que hacían esas instalaciones bajo tierra en el
Parque Nacional del Valle de la Muerte, en Nevada.
Parece que están aceptando las cosas bastante bien, o eso espero. Ellos
me cuentan cómo les fue todo desde que cogí el avión, y el miedo que
pasaron en manos de ese loco, luego como aparecieron de la nada Khonox y
otro hombre a salvarles.
—El otro se llama Boltcan y es el hermano de Khonox, es quien os ha
mantenido vigilados para saber que estabais bien. También seguía los
movimientos de Carlos, al parecer, ese cabrón os atacó cuando menos lo
esperaban y por eso os trajeron aquí. —Las lágrimas se derraman por mis
mejillas.
—Estamos a salvo y curados, asombrosamente rápido. Yo creí que no lo
contaba con toda la sangre que perdí.
—Sí, a mí me pasó lo mismo. Vine aquí en vez de a Noruega, me
curaron y desperté después con una ligera molestia.
—Sí, aún tengo la herida y está curada casi al completo. ¿Es magia?
—No sé qué decirte, creo que son las hierbas con las que hacen los
ungüentos.
Nos interrumpen tocando a la puerta y creo que es Nan con la ropa. Me
levanto de la cama y abro la puerta, la ayudo, aunque insiste en que no debo
hacerlo, su madre la acompaña y los presento.
—Ella es la doncella de la madre de Khonox, Nous, que es la madre de
mi doncella —digo mientras señalo ahora a Nan—, mi mejor amiga, Nan.
Ellas os ayudarán a vestiros, sobre todo a las chicas.
—Es un placer. Parece más su hermana.
—¡Luna! —gime Mateo. Mientras se tapa la cara y todos nos echamos a
reír.
—Todo está bien, no se preocupe. Nos honra tener a los hermanos de
nuestra reina y les atenderemos en lo que necesiten encantadas, así pues,
¡terminen los alimentos y a vestirse! —exclama alegre Nous dando unas
palmas al aire.
A diferencia de mí, mis dos hermanas están encantadas con sus vestidos
y les quedan perfectos. Los chicos tampoco oponen resistencia y se
cambian en el baño. Como aún Héctor necesita ayuda, ellos mismos lo
asean y le visten.
Ha pasado parte de la mañana y sale un poco de sol, me asomo y veo que
mis preciosos están jugando.
—¿Por qué no damos un paseo por el patio?, todo está nevado y los
niños están jugando.
—Y si después de cómo les evitamos, ahora, ¿ya no nos quieren aquí?
No sé Evolet.
—Luciana cariño, os han cuidado a pesar de todo. No te preocupes, de
verdad.
—Está bien. Pero no nos dejes a solas con ellos —ruega. Y yo asiento
con la cabeza y señaló la salida.
Salgo la primera junto a Héctor, que viene a mi lado dándome la mano,
los demás nos siguen y se quedan alucinados con las cosas que van viendo
y no saben lo más alucinante, que el castillo es de hielo, estoy deseando que
lo vean por fuera.
Llegamos al salón y vamos a la entrada principal, he visto a algunas
criadas que se inclinan al verme y eso llama la atención de mis hermanos,
yo ya me he acostumbrado.
Salimos al patio principal donde Khonox y yo nos dimos el primer beso.
Recordar ese momento provoca que sonría como una boba.
—¿Y esa sonrisa bichito?
—En este patio, por donde están los niños jugando, nos dimos el primer
beso.
—¡Uyyy! Desembucha ya...
—Ni de coña, esos momentos no te los cuento que te doy envidia.
—Serás bruja.
—Ya, después hablamos ¿sí? Vamos, quiero que conozcáis a la familia
de Khonox. Al menos los que están aquí.
—¡Joder! Es de hielo.
—¡Luna, por dios! ¡Contrólate!
—Es precioso, parece de un cuento de Hadas. —Todos asienten en
acuerdo.
Lo miran embobados unos minutos y luego nos acercamos a los
pequeños que paran sus juegos para venir corriendo, se lanzan y acabamos
rodando por el suelo, menos mal que solté antes a Héctor y todos acaban
riendo divertidos.
Una vez recuperado el aliento me levanto y les presento formalmente a
toda la familia.
—Os presento a Gal la madre de Khonox, a Yiri su cuñada, sus dos
sobrinas Laga y Lixda que son quienes os han curado. Ellos dos son Norrus
y Veron también son sobrinos de Khonox, que son hijos de Yiri y Boltcan, y
hermanos de estos peques tan preciosos que ya conocéis de la
videollamada, Kokel y Rend.
Todos se saludan con la cabeza excepto los niños que abrazan a mis
hermanos y me fijo en que se quedan cerca de mis hermanas.
—Y ellos son mis hermanos Héctor, Alan y Luciana, Mateo y Luna. Y
de momento hasta aquí puedo presentaros faltan más, ya los veréis en la
comida.
—Tía queremos que nos vean. ¿Podemos? —preguntan entusiasmados.
—Ahora no creo que sea una buena idea niños. —Se me adelanta Yiri.
—Ahora es tan buen momento como cualquier otro. Anoche vieron a
Khonox, antes voy a decirles lo que va a pasar, no queremos que se asusten.
—Vale tía.
—¿Siempre hablan a dúo? —pregunta con curiosidad Luna.
—Sí, siempre —digo y todos nos reímos—. Hace poco hicieron su
primer cambio a dragón por la necesidad de protegerme y quieren enseñaros
como son en su forma de dragón, es importante para ellos.
Ninguno habla y todos asienten. Les pido a los nenes que se acerquen a
mí con el dedo y les digo que se alejen un poquito, ellos obedecen y en
cuanto se alejan un poco más cambian a dragón y yo no aparto mi mirada
de la reacción de mis hermanos.
Están nerviosos es normal, aunque no parecen tener tanto miedo. Los
pequeños se acercan y huelen a todos y dejan su cabeza a la altura de la
mano esperando que les toquen y los acepten. El primero en tocarlos es
Héctor, luego Alan y Mateo, las últimas son mis hermanas, sin embargo,
esta vez cada uno se acerca a una de ellas y no los dos al mismo tiempo
como a mis hermanos.
Luna es más atrevida y le toca enseguida su cabeza, Luciana viendo a
Luna se anima y le toca al otro. Los gemelos levantan la cabeza y gruñen
suavemente, después bajan la cabeza de nuevo pegando su nariz en la
tripita, que ya se empieza a notar.
—¿Por qué gruñen? —pregunta una temblorosa Luciana, sin embargo,
Luna le sigue tocando la cabeza, yo como no sé distinguirlos, no sé cuál es
cuál.
—Tranquila parece que les gusta el sonido de sus corazones, acaban de
convertirse en sus protectores. No debéis temernos, sé que no todos los
dragones son buenos, pero aquí estáis a salvo —explica Norrus.
Con disimulo me acerco a Yiri que parece incómoda o nerviosa con lo
que han hecho los cachorros.
—¿Estás bien? ¿Te incomoda que mis hermanos estén con tus hijos?
—¡No, por mis dragones! ¡No es eso en absoluto! —exclama.
—¿Entonces qué pasa?, estás nerviosa.
—Creo que mis hijos ya han elegido a quien entregar su corazón, son
unos niños y no creo que sean conscientes de lo que está pasando, solo el
tiempo confirmara mis sospechas, otra vez.
—Si aún no han nacido, si son así —le digo levantando la mano
señalando un espacio pequeño con el pulgar y el índice, ella sonríe
—Lo sé y creo que no me estoy equivocando, y si tus hermanos regresan
a su mundo, mis cachorros van a sufrir mucho.
—¿Crees que puedan quedarse y que los demás estarán cómodos con
ellos siendo humanos? —susurro—. La verdad es que desearía que vivieran
aquí.
—Khonox haría lo que fuera por verte feliz, aunque al final quienes
deciden eso son tus hermanos.
—Lo sé. —No puedo evitar la tristeza en mi voz—. Al menos, tengo la
esperanza de que vengan aquí a menudo o ir yo a verlos, no soportaría
perderlos.
—No creo que eso pase, se nota que te aman muchísimo.
Ya no digo nada más, solo asiento y respiro hondo aguantando las ganas
de llorar. Laga y Lixda me abrazan.
—Te queremos mucho, tía. —Cachis, ahora sí que no aguanto y lloro
como una tonta.
Héctor me ve así, se acerca a mí y se une al abrazo, al final nos
abrazamos todos y eso me gusta porque parece que el miedo a lo
desconocido está desapareciendo.
Jugamos los que podemos con los peques y se nos unen Phipai y Anarfi.
No sé dónde están los demás, pero ya me enteraré. Sé que está pasando algo
y lo confirmo cuando los hombres no llegan a la comida.
Estamos todos sentados incluida la tía de Khonox, que le tengo una tirria
que no puedo con ella. Después de lo que me dijo sé que el sentimiento es
mutuo y como no me puedo aguantar, le suelto…
—Perdona Neblis, como parece que te incomoda o molesta la presencia
de mis hermanos, te invito a que te vayas de aquí y puedas cenar
tranquilamente en tu… alcoba. —Mi sonrisa más falsa no puede ser y estoy
esperando su respuesta, que no me sorprende en absoluto.
—No sois nadie para decirme tales palabras, en todo caso márchense
ustedes —dice mirándonos con cara de asco.
Me fijo en que Gal está tensa y creo que la he cagado, aunque no me
importa, nadie molesta a mis hermanos.
«Sigue, eres la mujer del rey, hazte valer. Eres fuerte cariño». Eso me da
valor para seguir.
—Estás muy equivocada, soy tu futura reina y me debes respeto a mí y
mi familia, así que por favor. —Levanto la voz más de lo necesario y le
señaló la salida—. No quiero tu presencia en la comida, ya que ahora es a
mí a quien molesta tu presencia.
Da un fuerte golpe a la mesa provocando que mis hermanas se asusten y
mis hermanos estén en alerta. Voy a decir algo más y alguien entra
interrumpiéndome.
—¡Basta! —grita.
Todos miramos a quien acaba de hablar y creo que estoy teniendo
visiones porque estoy viendo al padre de Khonox completamente
recuperado y con pelo largo.
—Dagud no te entrometas, la humana todavía no sabe cuál es su sitio.
—Si te atreves a tocarla, me veré en la obligación de encerrarte por
traición. Espera a que Khonox vuelva y se lo comentas, él sabrá como meter
a su mujer en cintura.
Estoy a punto de mandar a la mierda al gilipollas este, es evidente que es
el hermano de Rior, cuando Gal vuelve a hablarme.
«Tranquila, no tiene nada en contra de ti, es la única manera de que ella
se vaya. No dejaremos que os toque a ninguno».
Eso parece surtir el efecto deseado ya que se va, eso sí, antes me echa
una mirada que si pudiera me dejaría tiesa en el sitio.
Todos parecen esperar a que esa bruja se largue para seguir con la
comida. El hombre se acerca a mí y yo me levanto, como no, mirando hacia
arriba. Eso sí, no me dejo intimidar y le mantengo la mirada.
—Mi señora, disculpe mis palabras anteriores, será un honor tenerla
como mi reina, mis sobrinos no se equivocaron al hablarme de usted. Será
una gran reina, incluso siendo humana. Y su familia ahora es nuestra
familia.
—¡Ehh! Pues… Vaya, gracias. —Toma mi mano y la besa.
—Mi señora me temo que no le traigo buenas noticias, nuestro rey ha
partido de inmediato con algunos de nuestros hombres y me temo que le
lleve algunos días. Me pidió que lo disculpase, en su nombre, por no poder
avisarle él mismo, no hubo tiempo y partió con urgencia.
—¿Es peligroso? ¿A dónde se fue?
—Tranquila cariño todo está bien, vendrá pronto —interviene Gal. No
puedo evitar sentirme triste y echarle de menos.
Comemos casi en silencio disfrutando de las deliciosas costillas de cerdo
que ha hecho Northa. Estoy intentando que no se note mucho lo que me
afecta la falta de Khonox.
—¿Puedo preguntar algo? —pregunta Luna.
—Claro, puedes preguntar lo que quieras —responde Gal y por su
sonrisa sé que sabe lo que va a preguntar. ¡Ay dios! A ver con que nos sale.
—Pues verás es que tengo una duda, si ellos —dice señalando a Norrus y
Veron—, son tus nietos y ellas tus nietas. —Señala ahora a Lixda y Laga—.
¿Qué edad tienes tú? Deberías ser una señora mayor y pareces un par de
años mayor que yo.
Mateo entierra la cabeza en las manos avergonzado.
—No te preocupes Mateo, es una pregunta lógica, que ninguno no os
atrevéis a preguntar. Bueno, la respuesta es sencilla, somos inmortales y
tengo muchísimos años, envejecemos muy lentamente por eso somos
jóvenes.
—¡Ah! —murmura y parece que algo está pensando y me mira—.
¿Entonces tú eres inmortal también? —Yo me encojo de hombros, no sé la
respuesta.
—Falta completar la unión y sabremos qué pasará, de momento, ha
adquirido un poder, pero sigue siendo humana y mortal.
Nadie dice nada más y mis hermanos me miran y yo suspiro, esa es una
de las cosas en la que no dejo de pensar y la otra es en qué pasará si me
quedo embarazada.
Capítulo 20

Al salir de la habitación sentía que estaba abandonando a mi pequeña, no


obstante, ella necesitaba estar a solas con sus hermanos. Como vi que todo
iba mejor de lo esperado, quise dejarles solos para que ellos no se sintieran
intimidados por mi presencia.
Me entretengo en mi despacho arreglando algunas disputas por unas
tierras, intentando tomar la mejor decisión entre cuatro hermanos, que no
consiguen llegar a un acuerdo. Ya casi he decidido un buen trato que les
haré llegar por carta a cada uno, cuando Rianri entra sin llamar
interrumpiéndome.
—Espero que sea importante para que entres sin tocar —gruño.
—Hemos seguido el rastro de Leta y encontramos piedras mágicas de
Trolls. Las ha usado para esconderse y no sabemos cómo las ha conseguido.
—Eso es imposible, los Trolls no se arriesgarían a entrar en guerra con
nosotros.
—O les han facilitado las piedras sabiendo a lo que se arriesgan o
alguien les ha traicionado a ellos para ayudar a Leta.
—¿Y con qué fin? No es buen momento ahora, pero tampoco podemos
esperar. Prepara a los hombres y dile a Ame y a Resli que se queden junto a
Norrus y Veron cuidando del castillo. Necesitamos saber qué está pasando.
Vamos a ir a Etrull, debo hablar con su rey, Brandar Gor.
—Como ordene mi señor, le esperamos fuera, los hombres ya están
esperando en el bosque, avisaré a las mujeres y sus sobrinos de su decisión.
Maldición todo se complica. No quiero dejar sola a mi pequeña, pero no
tengo más remedio. Mando llamar a mi tío para informarle.
—¿Qué ocurre? —pregunta al entrar y ver mi cara.
—Necesito que te quedes al frente del castillo, creo que alguien está
traicionando a los Trolls y si no es así entraremos en guerra. —Ante su cara
de asombro le aclaro—. Leta posee piedras de Trolls, las ha usado para
mantenerse oculta. Mantén vigilada a Neblis y a salvo a mi mujer y sus
hermanos. Tengo un mal presentimiento.
—Tranquilo, además tu mujer ha demostrado ser mucho más fuerte de lo
que parece y Neblis desconoce la existencia de sus poderes y eso es un
punto a su favor.
—No lo entiendes, mientras estaba en cama sin poder despertar Neblis la
amenazó de muerte, resulta que no todo el tiempo estaba inconsciente y la
escuchó —murmuré entre dientes.
No soportaría que le pasara algo a mi pequeña o a sus hermanos en mi
ausencia, sin embargo, no hay otra opción.
—Te dejo mi vida en tus manos. Protégela hasta mi regreso tío.
No espero una respuesta, no la necesito. Salgo y en el camino me
encuentro a mis sobrinos y mis guerreras, los cuatro mueven su cabeza en
señal de respeto y siguen su camino al castillo.
En el bosque todos esperan mi llegada para partir, cambiamos a dragón y
cada uno coge su ropa con las garras y partimos. Suspiro y le pido a los
espíritus de nuestros antepasados que cuiden de todos nosotros. Boltcan,
antes de partir a Etrull, se desvío para adelantarse e informar a Rodan de lo
sucedido y que esté alerta. Se reunió con nosotros por el camino.
Ascendemos al cielo y, junto a mis guerreros, vamos a las tierras de los
Trolls a toda velocidad. Tardamos medio día en llegar. Estamos a punto de
entrar en sus tierras y ya saben que estamos aquí, por eso no me sorprende
ver al rey esperando fuera del castillo al sobrevolar la zona. No veo nada
extraño que me indique un ataque sorpresa, aun así me mantengo alerta y
ordeno bajar sin hacer el cambio a humano aún.
—¡Amigo mío! Llevo tiempo sin tener el honor de una visita tuya y
menos en tanta compañía, eso me obliga a pensar que no vienes para tener
una charla amistosa.
Gruño para que mantengan sus posiciones y estén alertas.
—Me temo que mi visita es diferente —respondo serio—. Hemos
descubierto que una dragona acusada de traición, ha obtenido piedras de
Trolls para mantenerse escondida. Necesito confirmar que tú estás fuera de
esto, en ese caso te están traicionando, amigo mío.
—Eso sería traición a cada reino no solo a los dragones. Jamás
arriesgaría mi reino por una dragona —asegura. Y le creo, nos conocemos
lo suficiente como para saber cuándo mentimos.
—Bien, entonces debemos descubrir qué está pasando.
—Sois bienvenidos. Te espero en mi despacho para que me informes de
todo lo que sabes.
Se da media vuelta y nosotros vamos al bosque cercano y cambiamos a
nuestra forma humana, nos vestimos y volvemos al castillo. Boltcan va
conmigo para reunirnos con Brandar.
Entramos al castillo y tenemos que agacharnos al entrar, el más alto de
los Trolls mide 120 centímetros y todo está a su medida, nosotros somos
demasiado grandes. Pero que su tamaño no te engañe, poseen una fuerza
descomunal y su piel es de diamante, casi indestructible. Sus poderes
proceden de las piedras, pueden cederlos a otros regalando la piedra, la cual
tiene una energía que se agota con el tiempo, por eso encontraron piedras
tiradas en el bosque.
Entramos al despacho y cerramos la puerta.
—¿Qué diantres está pasando? Khonox, nos conocemos desde hace
demasiado tiempo y jamás has venido sin avisar antes.
—Y me disculpo por ello, no teníamos tiempo. Mi Neushal está en
peligro, al fin la llave la ha traído a mi lado, pronto la conocerás, pero para
eso debo mantenerla a salvo.
—Me alegra oír eso amigo mío, sin embargo, nadie ha entregado piedras
con mi autorización y los Trolls saben que entregarlas sin ella es traición.
No sé quién ha podido hacerlo. ¿Qué poder obtiene esa dragona de la
piedra?
—Creemos que está cambiando de forma y oculta su olor, ella ahora no
tiene su poder de dragón es una humana. Mis sobrinos le quitaron su poder
y no se lo han devuelto, por eso sabíamos que recibía ayuda, jamás
imaginamos que de un Troll.
—¿Cuánto tiempo llevas buscando a esa dragona?
—Una semana, has notado algo extraño en estos días.
—Espero equivocarme, pero mi sobrina decidió irse de viaje y se llevó
algunas piedras con mi autorización y, entre ellas, habían unas con esos
poderes.
—Creo que está muy claro, lo que no sé es que gana tu sobrina ayudando
a una dragona.
—Lo averiguaré.
Sale de forma rápida gritando el nombre de la princesa. Ella aparece
acompañada de un Troll que no conozco.
—Padre, ¿Por qué esos gritos? —pregunta preocupada la princesa.
—Dikha, ¿qué sabes de tu prima Kurma?
—Nada, se fue y no sé nada más, ¿qué ha pasado? ¿Necesitas que vaya
en su busca?
—Tengo la sospecha de que está ayudando a una traidora. Y eso la
condena a muerte. —Ella jadea y no puede contener las lágrimas. El Troll a
su lado la sujeta a tiempo de caer al suelo.
—Lo siento hija, la ley es para todos, puede ocasionar la guerra y no lo
voy a permitir.
—Khonox ya conoces a mi hija, él es Thaso su prometido, el enlace se
celebrará en un mes.
—Enhorabuena, muchacha siento traer malas noticias.
—Gracias. —Ambos nos inclinamos en señal de respeto—. Padre voy a
retirarme a mis aposentos, mantenme al tanto. Por favor, tal vez haya sido
un error y alguien le robó las piedras.
—Puede ser hija, ve tranquila, te avisaré. —Se marcha.
Ya ha caído la noche y nos vamos a quedar aquí al menos hasta mañana.
La cena es muy tensa, ya ha corrido la noticia entre los Trolls de la posible
traición a su rey.
Nadie puede entender que ha podido pasar, yo no conocía a su sobrina,
pero por lo que comentan algunos, se veía una buena muchacha.
Nos dormimos algo tarde planeando la búsqueda de su sobrina para al
día siguiente. El olfato de los dragones nos ayudará con a localizar su olor,
siempre y cuando no use las piedras.
A la mañana siguiente comienza la búsqueda como estaba previsto, e
igual que con Leta, no damos con ella. Pasamos todo el día por diferentes
zonas y nada. Incluso tenemos permiso para buscar en las zonas que lindan
con otros reinos. Es inútil, así que cansados volvemos al castillo, cenamos y
nos acostamos a dormir. Necesito volver con mi pequeña, saber que está
bien, ese mal presentimiento se ha acentuado más y me tiene intranquilo.
Pasan cuatro días más, y algunos de mis dragones volvieron para seguir
buscando a Leta. Brandar requiere mi presencia para ayudarle, y si fuera al
contrario sé que él se quedaría. Por mucho que quiera volver con mi
pequeña le debo el honor a nuestra amistad. Los dragones me han
mantenido informado y me han traído una carta de mi pequeña. Me retiro a
la alcoba que me han asignado para poder leer su carta en la intimidad.

Querido Grandullón:
Nunca creí posible decir esto de un hombre, pero no sabes cuánto te echo
de menos. No te despediste de mí y me dolió, aunque entendí que no podías
esperar. La vida en el castillo no es lo mismo sin ti.
Mis preciosos no se separan de mis hermanas y cada vez que pueden
besan su tripita, es adorable verlos. Los cinco ya se han ido acostumbrando
a vivir aquí.
La verdad es que tu familia los está cuidando mucho para que se sientan
felices y a salvo. Mis hermanos han hecho amistad con Norrus y Veron,
parece que tienen algunas cosas en común y pasan bastante tiempo juntos,
incluso están entrenando con ellos para que aprendan a usar las espadas, lo
hacen fatal y nos reímos mucho, aunque ellos siguen intentándolo.
Mis hermanas, sobre todo Luciana que era la que más miedo tenía, se ha
vuelto inseparable de Anarfi.
Luna está todo el tiempo preguntando miles de cosas a Phipai. Es
incansable y cada vez que la ve intenta escapar, sin éxito, volviéndola loca.
Ame y Resli nos cuentan sus historias como guerreras, son alucinantes y las
admiro mucho. Quisiera ser como ellas.
Tu tía ha hecho su vida en su habitación, casi no sale y yo lo prefiero, la
verdad es que le tengo mucho miedo. Te necesito a mi lado y espero que no
te demores muchos días más. Nan no me deja sola ni un minuto y cada día
la aprecio más, gracias por ponerla en mi vida como mi doncella.
Es una amiga increíble, a parte de mis hermanas nunca hice amistad con
nadie de forma permanente, sin embargo, ahora tengo unas dragonas y unos
dragones maravillosos que me protegen y me tratan como su familia.
Nunca te di las gracias por la hermosa yegua que tenías para mí, ya
somos inseparables. Doy muchos paseos con ella, aunque debo confesar
que lo hago con pantalones porque, aunque lo he intentado, soy incapaz de
subirme con la falda. No te enfades mucho conmigo mi grandullón.
Cada noche duermo abrazada a tu almohada y tu olor se está disipando.
No he sabido nada de tu padre y tu madre está muy triste, aunque delante de
los demás no lo demuestra. Pasa las noches a mi lado y me canta para que
me duerma como la primera vez.
Tu tío es un gilipollas conmigo si Neblis está cerca, después me pide
disculpas una y mil veces, y yo me río mucho porque el pobre dice que no
me merezco esas palabras.
Me ha contado muchas cosas de ti y tus hermanos de pequeños, y me he
reído un montón con las travesuras de los tres, ya sabemos a quienes salen
los gemelos.
¡Ahh! Casi se me olvida, estoy aprendiendo el idioma dragón con Phipai,
pensé que me costaría algo más, sin embargo, se me va quedando
enseguida.
Bueno mi amor, te he resumido un poco mis días en el castillo. Me
gustaría volver a volar juntos, hacer el amor muchas veces y lo que más
deseo es terminar nuestra unión para ser felices. Por supuesto que también
Phipai haga la suya por fin, le he dicho que a ti no te importaría que ella se
uniera a Rax, espero no equivocarme, igualmente se niega si tú no estás.
Rax va a volver, así que le he entregado esta carta para ti.

Te amo con todo mi corazón.


Siempre tuya.
Evolet.

No he parado de reírme por la forma de expresarse que tiene, no estoy


acostumbrado a que se dirijan a mí de esa forma, y que ella me hable de esa
forma tan cercana me llena de felicidad. Pero al mismo tiempo estoy cada
día más triste e irritante por no poder volver con mi pequeña guerrera.
Doblo la carta y salgo fuera dispuesto a volar un rato, yo también echo de
menos volar con ella.
De camino a la salida me encuentro con Dikha que parece que quiere
hablar conmigo y yo tengo ganas de gruñirle por interrumpir mi salida. Me
contengo, ella no merece pagar mi frustración.
—Buenas tardes, quería felicitarle por su futura mujer, mi padre me
comentó que ya encontró a su Neushal y sé lo que eso significa para los
reyes dragones.
—Gracias princesa. Aún debo unirme a ella, en cuanto regrese a mi
hogar y esto haya acabado será lo primero que haga.
—Me alegra y por favor llámeme Dikha. Sé que no hemos tenido mucho
trato, yo era una niña la última vez que le vi.
—Claro Dikha, una niña algo traviesa. Si me disculpas, necesito
despejarme un rato.
—Por supuesto. —Agacha la cabeza y se va dentro del castillo.
Yo me voy a ir al bosque y algo que me viene a la mente me frena en
seco. La última vez que la vi no era una niña, sino una muchacha en edad
de casar. O ella se ha olvidado o es evidente que algo falla.
Vuelvo sobre mis pasos y busco a Brandar, lo encuentro reunido con su
futuro yerno.
—Tal vez sean cosas mías, pero puedes confirmarme la última vez que
vi a tu hija.
—Sí, hace unos diez años, ya era una muchacha.
—Entonces mis recuerdos están correctos.
—¿A qué viene esa pregunta? —interviene Thaso.
—¿Has sentido a tu mujer diferente? —Miro a Thaso y luego vuelvo a
mirar a Brandar—. ¿Y tú has notado algo diferente a tu hija?
—Sí, es algo normal, la partida de su prima la tiene triste.
—Brandar, tu hija acaba de hablar conmigo. Es la primera vez que se
acerca a mí y me ha hablado con confianza, una que jamás existió y lo que
la delató fue que me comentó que la última vez que nos vimos era una niña.
Algo que sabemos que no es cierto. ¿Qué piensas?
—¿Crees que…? —Asiento—. ¿Y… mi niña? ¿Dónde está?
—Debes mantener la calma amigo mío, si esa mujer no es tu hija, no
debe sospechar que lo sabemos. Sé que es duro, yo tengo a la mujer que
sospecho fue la culpable de la muerte de mi padre viviendo en mi castillo y
debo tratarla igual que siempre para que no intuya nada y que no pueda
escapar.
—Yo no he podido besarla —confiesa Thaso mirando sus manos—. He
paseado con ella como siempre, pero la verdad es que la he evitado todo lo
que he podido. Algo en ella no me gustaba, su mirada es diferente ahora, si
no te comenté nada es porque pensé que era por la disputa que tuvimos un
día antes de irse su prima. Y ahora resulta que mi muñeca... ¿No es ella?
—No es tu mujer. Debes actuar como si lo fuera, vigilar a dónde va sin
que se dé cuenta, tal vez nos lleve hasta la princesa. Si sigue con vida, la
tendrá escondida, daremos con ella. Tú sabrás qué hacer con tu sobrina y yo
volveré con mi mujer, está en peligro y necesito asegurarme por mí mismo
de que está a salvo.
—No te preocupes, ve con tu mujer, yo buscaré a mi hija. Rezo a mis
dioses para encontrarla con vida.
—No. Me quedo, mi pequeña está en peligro, pero tiene a mi familia,
nuestra mayor enemiga está vigilada. Es Leta la que me preocupa y ya están
alerta.
—Encontraremos a mi muñeca y luego te ayudaremos a dar con el
paradero de esa dragona. Tienes mi palabra. —Asiento.
Hablamos durante horas, sobre cómo proceder, intentamos evitar a la
falsa hija para que no note nada.
Ya han pasado diez días desde mi partida y creemos tener una idea de
donde puede estar escondida con una piedra de invisibilidad. Hemos
seguido a Kurma, que ya sabemos que está suplantando a su prima, y nunca
termina de llegar a su destino, me temo que nos ha descubierto y nos está
dando pistas falsas.
Decido volver un par de días con mi pequeña para ver cómo va todo y
regresar con los Trolls para seguir con la búsqueda. Espero que mi pequeña
me apoye en seguir ayudando a mi gran amigo, porque sé que él haría lo
mismo por mí.
Voy en su busca para informarle de mi decisión. Espero no tener
problemas con él por romper mi promesa de quedarme hasta encontrarla. Ya
no me sirve que mis hombres me digan que, aunque está triste, está a salvo.
Necesito verla... y tocarla.
Lo encuentro en el salón acompañado de algunos de sus hombres.
—Brandar —interrumpo. Él suspira, sabe que vengo a decirle que me
regreso, se levanta y le sigo hasta su despacho para que nadie pueda
escucharnos.
—Ve a tu hogar, solo te pido que dejes algunos de tus hombres para que
me ayuden a encontrar a mi niña —dice derrotado. Jamás lo vi así de
vulnerable.
—Regreso por un par de días, necesito ver a mi mujer y saber que está
bien por mí mismo, tengo un mal presentimiento. Volveré a los dos días.
Algo estamos pasando por alto y voy a traer a mi hermano Rodan conmigo,
él está ocupado con un asunto en el que Boltcan es el único que puede
sustituirlo. Es una noticia que nadie espera y la sabrás a su debido momento
amigo. No voy a abandonarte, Rodan podrá entrar en la mente de la
impostora y encontrar a tu hija.
—No voy a tener vida suficiente para agradecerte si me devuelves a mi
niña, Khonox.
—Sé qué harías lo mismo por mí. —Asiente confirmando mis palabras
—. Eso es suficiente para mí. Dos días.
Salgo sin despedirme y me interno al bosque para comunicar a mis
hombres que permanezcan aquí a las órdenes del rey de los Trolls, en la
ayuda de la búsqueda de su hija, sin que nadie más lo sepa y sigan pensando
que es por Leta y Kurma. Por supuesto ninguno se niega y junto a Boltcan
vuelvo al castillo.
Tardaremos casi medio día en llegar, así que podré estar con mi pequeña
solo un día que aprovecharé al máximo. La consentiré en todo y volaremos
juntos como me pidió en su carta y como yo tanto anhelo. Le haré el amor
como un loco, cada noche pensando en ella toco mi miembro hinchado,
pero nunca termino, no sin ella. Y estoy deseándolo.
Llegamos al bosque y salimos apresurados, ambos deseamos ver a
nuestras mujeres, eso es algo que jamás sentí, y no me importa en absoluto
siempre que mi pequeña esté esperándome.
Nadie sabe de nuestra llegada, todos están cenando tranquilamente, y
como ella me informó en la carta, no veo a Neblis por ningún lado. Pega un
grito al verme y viene corriendo junto a mí y se lanza a mis brazos. A ella
se le unen Yiri y los niños que van directos a Boltcan.
Todos nos van dando la bienvenida, incluso los hermanos de mi pequeña
que parece que, tal y como me dijo, están conectando bien con los dragones
y eso me alegra por ella.
Nos sentamos a la mesa y le contamos la parte oficial de la historia, no
quiero que por error llegue a oídos de Neblis y la ponga en alerta. Debemos
tener cuidado.
No dejo de mirar a mi pequeña, la veo sonreír sin parar y cada vez que le
apetece me besa, no ha dejado de tocarme, algo que yo tampoco he podido
evitar. Aún no le he dicho que solo estaré hasta mañana por la noche y
espero que no se oponga y entienda que es mi deber ayudar.
—Mañana vamos a ir al mercado, quiero que mis hermanos y los
dragones se conozcan y Gal me dijo que es una idea estupenda.
—Me parece perfecto, ellos se adelantarán en el camino, nosotros iremos
volando, si tú quieres —digo como si nada. Su sonrisa se amplía, aunque
algo la ensombrece y mira a sus hermanos.
—¿Os importa que vaya con él? —Pregunta insegura.
—Por supuesto que no bichito, ve con él, nosotros estaremos bien
cuidados.
—Es cierto, nos han demostrado que nos aprecian y nos cuidan, además
yo ya no les tengo miedo a ellos, pero me deja intranquila que lleguemos y
aún no estés allí.
—No te preocupes Luciana tienes mi palabra de que estaremos allí antes
de vuestra llegada.
—Gracias.
—Yo también quiero volar —suelta Luna de repente.
—Ni de coña cielo, tienes a mi bebe en tu vientre. Cuando nazca, vuela
lo que te dé la gana. —le replica Mateo. Ella se cruza de brazos poniendo
morritos y nos saca unas risas a todos.
—Si a tu marido le parece bien, yo puedo llevarte una vez estés
recuperada, después de que nazca el bebé. —Se ofrece Norrus.
—Me parece bien Norrus, confío en ti. —Eso parece gustarle a mi
sobrino, su sonrisa sale a relucir como pocas veces, es tanto o más serio que
yo.
La cena termina y hablan un rato más, aunque yo me retiro enseguida,
cojo a mi pequeña y me la llevo a nuestra alcoba entre besos, sonrisas y
caricias. En cuanto llegamos cierro la puerta con el talón y sin decir ni una
sola palabra la dejo en el suelo, la pego a la pared y le rompo el vestido, ella
jadea y su corazón se acelera más.
La alzo de nuevo y mientras ella me rodea la cintura con las piernas,
saco mi miembro y entro en ella de una estocada. Ambos gritamos, sé que
he sido brusco, pero no me detengo, lo necesito. La necesito a ella. No dejo
de moverme y noto como sus manos tiran de mi pelo para acercarme a su
boca y besarme, gimo en su boca y ella se une a mí.
—Más fuerte —jadea—, te he echado tanto de menos. Me he tocado
cada noche pensando en ti y acababa llorando porque no eras tú.
—Mierda, pequeña. Has sido una chica muy mala. —me sonríe traviesa,
asiente y se acerca a mi oído.
—Mucho —susurra y me está volviendo loco.
Sin salirme de su interior la llevo hasta la cama, coloco sus piernas sobre
mis hombros y me acerco a sus labios.
—Te amo —susurro y la beso sin dejar de entrar en ella.
Le hago el amor como un loco y ella me responde pidiendo más, la
siento correrse y acelero. Es perfecta para mí, estoy a punto, saco mis
afilados dientes y la muerdo en el hombro, lo que provoca que ella vuelva a
correrse gritando de puro éxtasis. Con cuidado bajo sus piernas de mis
hombros y me tumbo en la cama colocándola sobre mí y así nos dejamos
dormir.
Me despierto y aún no ha amanecido del todo, es temprano, aunque en
breve bajarán todos a desayunar. La miro, está boca abajo con el pelo
revuelto y con el culito en pompa llamándome. Paso mi lengua por su
columna, desde el cuello hacia abajo y su piel se eriza a mi paso mientras la
escucho suspirar. Termino en su precioso culo y lo muerdo suavemente, le
abro un poco las piernas y me colocó sobre ella entrando poco a poco,
gimiendo por el placer que supone internarme es su interior. Está caliente y
me aprieta como si fuera un guante hecho a mi medida. Es indescriptible lo
que su cuerpo me hace sentir. Nunca tendré suficiente de ella.
—Khonox —jadea mi nombre—, me gusta despertar así.
—A mí también mi pequeña.
Le hago el amor despacio y con mimo al principio y después acelero las
embestidas, aunque no tanto como anoche. Me pongo de rodillas y la
coloco a cuatro patas y me hundo en ella de nuevo. Agarro sus caderas con
una mano y con la otra cojo su pelo dando varias vueltas en mi mano para
enredarlo y tiro hacia atrás para levantar su cabeza midiendo mi fuerza para
no hacerle daño.
Embisto fuerte y rápido en su interior y ella grita corriéndose, intenta
apoyar la cabeza en la cama y se lo impido, la levanto más y dejo su espalda
sobre mi pecho. Es tan pequeña, tan perfecta. Toco su clítoris en círculos
para estimularla, para que vuelva a correrse y que acabemos juntos, esta vez
no la muerdo, me vacío en su interior gruñendo su nombre mientras ella
susurra que me ama.
Nos aseamos juntos en la tina y nos vestimos para ir a desayunar. Luego
iremos al mercado, aunque los demás saldrán antes y nosotros los
adelantaremos por el camino.
Ya están sentados en la mesa. Mi madre junto a Héctor. Nos saludamos y
nos sentamos a esperar a los demás mientras nos van trayendo el desayuno.
Evolet no para de parlotear sobre lo mucho que les va a gustar el mercado.
Me acuerdo de los Dran y le susurro.
—Eh pequeña. ¿Qué te parece si te adelanto algunos Dran para que
puedas comprar cosas, tanto tú como tus hermanos?
—Me parece muy bien, la verdad es que me sentía algo mal por volver
sin dinero.
—Sabes que mi madre te hubiera regalado los Dran.
—Lo sé, pero no es lo que quiero, hay algunos mercaderes a los que
deseo comprar, sobre todo al que me regaló la pulsera para ti.
—Yo te adjudicaré una asignación de Dran necesario para que puedas ir
al mercado y comprar lo que desees, además necesito que hagas algunas
cosas en mi despacho que te diré después, así no pensarás que el dinero es
regalado.
—Gracias por entenderme, cuando quieres eres maravilloso y un gruñón
insoportable. —Me pilló bebiendo agua y casi me atraganto con la
carcajada que no pude evitar. Ella golpea mi espalda riendo sin parar, lo que
provoca risitas entre lo demás.
Terminamos el desayuno y la llevo a mi despacho, debo hablar con ella
de mis planes y de lo que necesito que haga. Como me dijo que ya estaba
aprendiendo el idioma le vendrá bien, además de que puede pedir ayuda a
Phipai en lo que no entienda.
Entro en el despacho con ella y se sienta en el sillón frente a la mesa, yo
selecciono algunas disputas de los dragones y se lo dejo sobre la mesa.
Luego me siento a su lado y le doy la mano.
—Necesito que leas y revises estos documentos y decidas, según tu
criterio, qué sería lo más favorable para los dragones. Como reina, éstas
serán algunas de tus funciones. Me dijiste que estabas aprendiendo a hablar
dragón, si necesitas ayuda, llama a Phipai y ella solventará tus dudas.
—No creo estar capacitada para decidir qué será o no lo mejor.
—No te preocupes, aprenderás, además la solución final la
solventaremos juntos, ahora estás conmigo y quiero tomar las decisiones
contigo, al menos en esto. ¿De acuerdo?
Ella asiente no muy convencida, le he elegido los que ya tenían una
solución dictaminada, a ver si coincidimos. Si no, ya lo discutiremos y veré
sus puntos de vista. Sé qué hará las cosas de forma correcta.
—Ahora mi amor hay algo importante que necesito que comprendas y sé
que no va a gustarte, sin embargo, debo hacerlo por mi honor y mi lealtad a
un gran amigo que necesita mi ayuda.
Capítulo 21

Estoy nerviosa, esperando a ver qué es lo que va a decirme. Estaba tan feliz
con su regreso, que no pensé que nada pudiera empañar esa felicidad y me
equivoqué. Por su forma de mirarme, creo que sé lo que va a decirme y
desde luego, no va a gustarme. No quiero que se vaya de nuevo.
—Primero quiero que sepas toda la historia desde el principio, la historia
oficial, la que comentamos en la cena no es la real. Sabemos que Leta posee
unas piedras mágicas que ha obtenido de una Troll que ha traicionado a los
suyos…
—¿Trolls? Esos son malos ¿No? —Pregunta confusa.
—Sí, son Trolls y no, no son malos, por lo menos no todos. Ya te he
comentado que no somos los únicos en nuestro mundo. —Asiento para que
sepa que me acuerdo —Bien, los Trolls son seres que tienen poderes como
nosotros, la diferencia es que su poder lo obtienen de unas piedras. Dichas
piedras se pueden obsequiar a quienes quieran, siempre que sea bajo la
autorización del rey Brandal. De esta forma otros seres podemos usarlas
para nuestro beneficio. En su momento sucedieron muchas guerras por las
piedras y se acordó entre todos los reyes de nuestro mundo que solo el rey
de los Trolls adjudicaría las piedras y únicamente para el bien.
Toma aire lentamente cerrando los ojos y vuelve a abrirlos, creo que
ahora va a contarme la parte que no va a gustarme.
—Fuimos a su reino en busca de una explicación de por qué
descubrimos las piedras en manos de una traidora a la corona de los
dragones, y descubrí algo más grave.
—¿Qué pasó? —pregunto ansiosa.
—La princesa un día se acercó a mí. —Me tenso sin poder evitarlo, y
unos celos se meten en mi mente con todo tipo de imágenes que no quiero
—. Tranquila mi amor y escúchame. Antes no había hablado con ella más
allá de un saludo formal, pero esta vez se dirigió a mí con una confianza
que nunca ha existido y me comentó que recordaba que la última vez que
nos habíamos visto ella aún era una niña. Ahí cometió el fallo que la delató,
ya que la última vez que habíamos coincidido ella ya era una muchacha
casadera. Supe entonces que esa no era ella y alguien estaba usurpando su
lugar. Aún no hemos encontrado a la verdadera princesa ni tampoco a Leta.
—Pero… ¿Nadie se ha percatado de que no es la princesa?
—Al parecer su prima se aseguró de memorizar cada gesto y su forma de
hablar con sus más allegados y con el futuro esposo de su prima. Con mis
sospechas fui de inmediato a hablar con el rey Brandar que estaba reunido
con Thaso, su prometido, y ellos me confirmaron que sí, que también
habían notado algo raro, sin embargo, no le dieron mayor importancia y lo
achacaron a los nervios de la futura boda. He tardado tanto en volver para
intentar ayudarles. Necesito regresar esta noche para seguir buscando a esa
pobre muchacha, los dragones tenemos mejor olfato y volamos, eso ayuda
mucho.
—Siendo así, jamás me enfadaría contigo. Siempre que sea reciproco y
espero que si tú desapareces ellos puedan ayudarme. Eso no quiere decir
que me haga feliz saber que en unas horas te irás de nuevo sin saber cuándo
regreses. Además, está el tema de Carlos, me preocupa que ese hijo de puta
—cierra los ojos y suspira ante mis malas palabras— pueda estar matando a
más personas. Aunque quizá ya lo ha cogido la policía, no sabemos nada y
eso me deja muy intranquila. Me siento una inútil por no poder ser de
ayuda.
—¡Shhh! Tranquila, todo va a estar bien, pero le debo, por la gran
amistad y el respeto que se ha ganado, el ayudarle a encontrar a su hija, viva
o muerta. Y no pienses en ese hombre pequeña, todo estará bien.
—Lo sé, eres increíble y por eso te amo más. —Abre los brazos y me
acerco a refugiarme en su abrazo, nos sentamos en el sillón y entre caricias
seguimos hablando—. ¿Esa mujer no sospechará nada al verlos allí durante
tanto tiempo?
—Se llama Kurma y piensa que la estamos buscando a ella porque es la
única que se fue poco antes de que Leta desapareciera sin más. Siendo ésta
aún humana, al estar sin sus poderes. Sabemos por mi padre que Neblis la
ayuda, aunque él no sabía lo de los Trolls. Rodan va a venir conmigo para
que entre en su mente, a ver si de esa forma podemos conseguir encontrar el
lugar donde retiene a la princesa Dikha y esperemos que siga con vida.
—Hace días eché a tu tía de la cena y no volvió a reunirse con nosotros.
Tu tío la mantiene controlada. Me odia y le tengo mucho miedo, aunque no
se lo demuestre.
—¿Por qué? ¿Te dijo algo? —pregunta tenso.
—Miró mal a mis hermanos y no me gustó. Así que le dije que se fuera.
—Esa es mi pequeña guerrera. —Sonríe.
—¿Crees que, si alguien me usurpara, tú lo sabrías?
—Estoy seguro de que sí lo sabría. Pero no pienses en eso, estás muy
vigilada y nadie puede llevarte a ningún lado, si no jamás me iría de tu lado
o te llevaría conmigo. Además, nadie sabe de tu poder más que los que
estábamos en la cena, si alguien te usurpa y no sabe de tu poder se delataría.
—Anarfi me ha ayudado a controlar el poder, mira —levanto la mano y
se llena de fuego la acerco a una vela y se derrite. Luego me acerco a su
mano con el fuego y no le quemo a él.
—Es fantástico pequeña, eso también me da algo de seguridad, aunque
sigues siendo humana, y he pensado en terminar la unión aquí y ahora. Solo
tú y yo. Necesito saber que va a pasar contigo, ya obtuviste un poder y
necesito saber que estarás a mi lado para siempre.
—Khonox nada me haría más feliz que ser tu mujer por completo, pero
no podemos hacerle eso a las personas que nos quieren. Esto no lo sabes,
pero Phipai me dijo que le gustaría que lo hiciéramos los cuatro juntos, era
una sorpresa para ti, ya sé los pasos que debemos realizar y me parece bien
que sea juntos. Así que grandullón, te digo que no —suspira y echa la
cabeza atrás y se queda mirando al techo—. Todo va a estar bien, vamos a
disfrutar de este día y a tu regreso nos uniremos para siempre. Phipai me
confesó que ya se entregó a Rax y están esperando entregar su corazón. No
vamos a llevar a cabo eso cuando nos están esperando. ¿No crees
grandullón?
Se queda un rato sin hablar, mirando al techo y creo que se ha enfadado
mucho, de todas formas, no voy a cambiar de opinión, es lo que pienso.
—Siento tanto miedo, pequeña. No puedo perderte ahora que por fin te
he encontrado.
—¡Ya! ¡Se acabó! No me vas a perder soy una guerrera. Tu guerrera.
Confía en mí y vámonos ya, no podemos llegar tarde al mercado.
—Vamos entonces, no voy a convencerte y aunque me moleste estas en
lo cierto, así que a mí vuelta serás mía por completo. Júrame que no harás
ninguna tontería y que estarás siempre con Nan o cualquier dragón que te
proteja. —Pongo los ojos en blanco, él se ríe y me llena besos.
—Te lo prometo mi grandullón.
Salimos del despacho y vamos directos al patio, todos se han ido hace un
buen rato y temo no llegar a tiempo. Él se va tras un muro y se convierte en
dragón y vuelve a mi lado, me toma entre sus garras y vuela alto, como
tanto me gusta ¡Dios, como lo he echado de menos!
—Más alto —grito. Él gruñe y sube más alto. Disfruto como una niña
volando con él y no paro de reír, eso evita que piense cosas que me
entristezcan.
Llevamos volando muy poco cuando los veo en la distancia, volamos
muy alto y son como hormigas. En cuanto Khonox desciende, enseguida
levantan la cabeza para mirar y yo les saludo con las manos, los
adelantamos un poco y vamos más despacio una vez vemos la ciudad al
final del camino.
—Vamos a adelantarnos un poco para cambiar a mi forma humana y
vestirme.
—Vale.
Vuela más rápido y llegamos a la entrada de la ciudad donde hay algunos
en su forma de dragón, todos los que nos ven hacen una reverencia y yo los
saludo con un movimiento de cabeza, me suelta con cuidado y agacha el
morro que lleno de besitos encantada. Se da media vuelta y se adentra entre
los árboles, al cabo de unos minutos regresa ya vestido. Nadie se ha
acercado, pero todos han mantenido un ojo en mí. Cuidándome.
Vamos a las caballerizas, donde irán los demás para dejar los caballos y
les esperamos. Khonox saluda a todos de forma seria y yo soy todo lo
contrario, sonrió a cada dragón o dragona que pasa por nuestro lado. Todo
el tiempo ha estado con una mano en mi espalda guiándome. Me veo tan
pequeñita junto a él que me empiezo a reír a carcajadas de repente y todos
me miran como si estuviera loca, menos mi amor, el ya sabe que es normal
que me ría de repente por alguna ocurrencia de las mías.
—A ver, cuéntame el porqué de esas risas. —Y entre risas le respondo
como puedo lagrimeando.
—Verás, es que eres taaaan grande y yo taaaan pequeñita. —lo digo de
forma tan exagerada que no puede aguantar las carcajadas y si antes me
miraban como si fuera loca, ahora me miran sorprendidos como si el loco
fuera él y lo hubieran cambiado.
Y así nos encuentran los demás. Por el olor todos se dan cuenta de que
hay más humanos y se tensan por instinto, espero que no los rechacen y los
acepten.
—Tranquila pequeña, es normal que su primera reacción sea así al
principio. Todo irá bien mi amor.
Yo no le hablo, solo le miro y asiento con la cabeza sin poder evitar estar
nerviosa. Quiero que, tanto mis hermanos, como los dragones se sientan
agusto.
Todos nos adentramos en el mercado y yo los llevo directos al puesto del
chico que me regaló la pulsera. Quiero comprar pulseras para mis hermanos
y un colgante para mis hermanas, para que, si deciden irse tengan algo con
lo que recordarme.
El chico se me queda mirando nervioso y luego mira a Khonox que veo
que le devuelve una mirada seria, le largo un codazo y me mira.
—Cambia esa cara parece que te lo vas a comer.
—No me gusta cómo te ha mirado. Eres mía. —gruñe fuerte.
—Tranquilo machote, él sabe perfectamente que soy tuya, la pulsera me
la regalo él, así que por favor cambia esa cara de asesino y pon una sonrisa
por mí. —resopla, pero me complace y cambia su gesto sombrío por uno
más apaciguado, aunque la sonrisa aún no asoma.
Me acerco más al puesto y lo saludo con amabilidad, me abstengo de
cometer la locura del otro día y abrazarlo.
—Mi señora.
—Hola, ¿cómo estás? Necesito un encargo especial para mis hermanos y
hermanas.
—Todo bien mi señora, gracias por preguntar. Será un honor. ¿Qué
desea?
—Me gustaría comprar tres pulseras y dos colgantes. —Me giro y les
señalo para que los conozca—. Ellos son mis hermanos y hermanas.
Se saludan de forma educada y él mismo elige las pulseras y los
colgantes que guarda en un trapito y me entrega.
—Son 25 Dran, mi señora. —Saco el dinero de mi bolso escondido entre
el vestido, lo cuento y se lo entrego. —Muchas gracias.
—A ti, por ser tan bueno conmigo el otro día.
—No tiene por qué mi señora, para mí fue un honor poder ayudarla.
Le sonrío y nos despedimos, mientras mis cuñadas compran alguna
cosita más y nos vamos a otros puestos. Estamos llegando a uno de comida
y dos niñas se me acercan con una corona de flores. Se colocan frente a mí
y hacen un movimiento de cabeza muy gracioso, estiran sus manitas cada
una sujetando la corona por cada lado.
Me agacho para estar de rodillas y ellas me la colocan en el pelo entre
las dos, lo llevo suelto y ambas pasan un poco de pelo por los lados para
sujetarlo bien. Terminan y dejan sus manitas a la espalda y agachan sus
cabecitas, la más pequeña imitando a su hermana. Deben ser hermanas
porque el color azul de sus ojos es idéntico, aunque una es rubia y otra
morena.
—Muchas gracias, ¿me regalarías un besito? —Ellas levantan su
cabecita sonrientes y me besan una mejilla cada una y se van corriendo al
puesto de las flores y veo a la misma mujer que me regalo la corona el otro
día—. Gracias. —acerca su mano a su pecho y se inclina.
—Es un honor que esté de regreso mi señora, le deseo que disfrute del
mercado en compañía de su familia.
Me quedo mirando las flores y eso es algo que no se ha dicho para la
unión, en las bodas se usan las flores y quiero mi ramo flores en nuestra
unión. Khonox me abraza y besa mi cabeza.
—¿Qué piensas pequeña?
—Piensa en un ramo de flores —aclara Gal.
—Evolet quiere llevar un ramo de flores como en nuestras bodas, es algo
que siempre ha deseado. Ella fue quien se gastó un dineral en nuestros
ramos. Y nosotras vamos a regalarle el suyo. Si se puede claro —comenta
Luciana.
—Por supuesto que se puede y más si es lo que ella desea. —Afirma
Gal.
—Da igual, no mencionáis las flores en ningún momento para la unión,
así que supuse que eso no era algo habitual aquí. —No puedo evitar que mi
voz suene triste.
—Pequeña, tendrás tu ramo de flores. No te calles las cosas, sabes que
no me gusta, debes decirme todo —suspiro porque sé que tiene razón.
Muchas veces con las chicas hemos hablado de la unión, he querido
decirlo y me he callado por miedo a que me digan que no. Incluso delante
de Gal he evitado pensar en ello para que no se diera cuenta.
—Lo siento. —Lo miro y sonrío—. Quiero mi ramo de flores —digo
ahora emocionada.
Khonox me coge en peso, me abraza, me besa, y yo me derrito. Me
olvido que estamos en el mercado, y escucho que alguien carraspea y nos
saca de nuestra burbuja, y yo escondo mi cara en su cuello mientras todos
se ríen.
—Le avisaremos en el momento en que se requieran sus servicios,
vendré con sus hermanas para comprar el ramo como ellas lo quieran —
informa Gal a la chica de las flores mientras mira a mis hermanas y ellas
asienten contentas.
Así pasamos la mañana entre risas comprando cositas, comiendo y
bebiendo.
—Pequeña despídete de todos quiero llevarte a un lugar antes de volver
al castillo más tarde.
Me despido de todos, y él vuelve siendo un precioso dragón. Como
siempre, agacha su cabeza a mi lado y yo le beso, me coge con sus garras y
volamos lejos. Tardamos en llegar un rato, no sé a dónde vamos, la nieve
desaparece y ya no hace tanto frío.
Acabamos llegando a un lago precioso. Estamos solos me deja en el
suelo y cambia, no se viste, se queda completamente desnudo para mi
alegría y deleite. Me mira como si fuera su presa, se acerca despacio y me
desnuda mientras va besando cada cachito de piel.
Ya desnuda me lleva al agua, que está fría y grito mientras él se ríe de
mí. Me abrazo a su cuello y rodeo su cintura con mis piernas. Me encanta
este lugar.
—¿Cómo se llama este lago?
—Es el lago Egeror. Un día traeremos a tus hermanos a pasar unos días,
nos quedaremos en la posada de la ciudad. ¿Te parece bien? —pregunta y
parece inseguro.
—Me parece una idea magnífica, gracias por pensar en mis hermanos —
murmuro feliz—. Te amo tanto grandullón. Te voy a echar de menos,
encuentra a la princesa de los Trolls y vuelve a mi lado.
—Eso no lo dudes mi pequeña.
Nos besamos y nos entregamos mientras un hermoso paisaje nos rodea.
Sentirlo dentro de mí en el agua es fantástico. Me siento tan amada y
especial como nunca creí posible y juntos llegamos a un orgasmo brutal, al
menos para mí así lo he sentido. Sin poder evitarlo empiezo a llorar sin que
se dé cuenta, pero los espasmos de mi cuerpo por intentar aguantar los
llantos lo alertan.
—¡Ehh! mi amor. ¿Qué ocurre? ¿Te he hecho daño? —lloro con fuerza y
él se asusta—. Vamos dime qué te ocurre, tal vez fui muy brusco, es eso.
—No es e...eso. Te a...amo.
—Ya pequeña cálmate, si todo está bien por qué lloras, me asustaste. No
me gusta que llores.
—So…soy t...tan fe...feliz. —digo entre hipidos.
—¿Y por eso lloras?
—Sííííí —mi llanto aumenta y no puedo parar.
Con cuidado salimos y me abraza yo empiezo a tiritar de frío, y él me da
calor rápidamente con su cuerpo. Nos tumbamos en la hierba mientras algo
de sol nos calienta y nos va secando. Poco a poco me voy calmando y
consigo hablar de forma más coherente, estoy sobre su pecho y sus manos
acarician mi espalda.
—Lo siento, es que estoy muy feliz porque nunca pensé que llegaría a
serlo de esta forma. Aun me cuesta creer que esto sea real y no un sueño del
que no me quiero despertar nunca.
—Es real, nuestro amor es real. Te amo. Sé que al principio te asusté con
mi brusquedad a la hora de dirigirme a ti y no fui muy cordial. Tú me has
cambiado o, tal vez, ahora estoy empezando a ser yo mismo de verdad —
murmura. Sujeta mi cara y me gira para que lo vea a los ojos—. Eres mi
destino, pequeña.
Pasamos parte del día haciendo el amor, sabiendo que vamos a estar
lejos el uno del otro por un tiempo indefinido. Picoteamos un poco de pan
con queso, que no le vi comprar en el mercado, la verdad es que mis tripas
ya estaban rugiendo sin parar provocando su risa.
Cuando llega la hora de volver al castillo no puedo evitar que una
tristeza se adueñe de mi alma, pero lo oculto como puedo, necesito que sepa
que estaré bien para que esté tranquilo y se centre en encontrar a la
princesa. Para que vuelva pronto a mi lado.
Capítulo 22

Me visto y recojo los restos de comida mientras cambia a dragón y me coge


entre sus garras. Volvemos al castillo, pero esta vez el viaje no lo disfruto
tanto. Ya casi es de noche cuando llegamos a Senzyras.
La cena es algo tensa, no tengo ganas de hablar ni de sonreír.
Terminamos y salimos afuera para despedirnos. Me besa una última vez
dejándome con una sensación amarga, se aleja detrás del muro y vuelve
como dragón, beso su morro se da la vuelta y consigo aguantar sin llorar
hasta que desaparece de mi vista volando junto a Rodan.
—Quiero estar sola un rato y después quiero acostarme, me gustaría que
nadie me molestase. ¡Por favor! —suplico entre lágrimas.
Nadie dice nada y se van dejándome sola. Romo, uno de los dragones
guardianes, me sigue en la distancia sin molestarme. Le dejo que realice su
trabajo y sigo mi camino hacia bosque de pinos, necesito despejarme y
poder llorar, me siento tan triste. Quién me lo iba a decir.
Paso un buen rato sola, la noche cada vez deja todo más oscuro, y decido
volver ya. Sé que Romo está cerca, me siento protegida… De pronto me
dan un golpe en la cabeza y me quedo desorientada.
Noto como alguien coge mi mano y me corta con lo que creo que es una
daga, abro los ojos y veo lo me parece una piedra y la pasa por la sangre
que brota de mi mano, parece un colgante y se la pone al cuello. Siento unas
ganas inmensas de matarla. Ahora le veo la cara, es Leta, pero de pronto es
como si me viera en un espejo y sé lo que pretende hacer, va a usurpar mi
lugar. Quiero hablar, luchar, pero quien me sujeta por la espalda ha
expulsado un veneno que me paraliza y hace que moverme sea imposible.
Ella se ríe de mí y antes de que la oscuridad se adueñe de mí, me dice en el
oído.
—Te he preparado una sorpresa que nunca olvidarás, va a disfrutar de lo
lindo contigo. —Se separa de mí—. Llévala a la cueva y vuelve, debes estar
aquí por la mañana.
Despierto desorientada y con mucho dolor de cabeza, lo último que
recuerdo es ver a Leta cambiar y verse como yo. Qué ilusa fui creyéndome
a salvo, mientras tenía a mi enemiga tan cerca sin darme cuenta. Mis
miedos se han hecho realidad. Poco a poco abro los ojos, está casi oscuro,
aunque hay algunas velas que alumbran un poco el lugar. Este lugar huele
muy mal, voy a levantarme y me mareo.
—No te muevas te dieron un golpe muy fuerte y el veneno te ha dejado
inactiva —susurra alguien muy bajito—. ¿Por qué te han traído aquí?
—Soy la Neushal de Khonox Dragonian, y la arpía que me ha usurpado,
acaba de firmar su sentencia de muerte.
—Para ser una humana tienes agallas, pero aquí no te servirán, él vendrá
pronto y desearás estar muerta. Como yo.
—¿Tú... quién eres? Yo me llamo… Evolet.
Vuelvo a intentar levantarme, sin conseguirlo, cuando abro los ojos de
nuevo, lo que veo me deja impresionada. Ella parece hecha de cristal, es
hermosa y brilla a la luz del fuego, me fijo mejor en su cuerpo y está roto, el
cristal o lo que sea está agrietado.
—Soy la princesa Dikha.
—Eres hermosa para ser de cristal. —Me tapo la boca —Lo siento, no
quise ofenderte. —De repente algo en mi cabeza hace clic, estoy ante la
mujer que Khonox está buscando—. Escúchame te están buscando,
debemos ser fuertes, vendrán por nosotras.
—Te equivocas nadie me busca, nadie sabe que la princesa que está en
mi hogar no soy yo.
—No, no, la equivocada eres tú, ellos saben que tu prima te ha usurpado
y la tienen vigilada, Khonox los está ayudando a encontrarte y nosotras
vamos a salir de aquí.
Empieza a reírse de forma histérica negando con la cabeza. Es normal, a
saber, cuánto tiempo lleva aquí encerrada.
—¿Cuánto he dormido? —le pregunto.
—Bastante, algunos días quizá, es difícil de saber sin ver la luz del sol y
no todos los días traen comida. No podemos salir, tú eres una humana y yo
no puedo usar mi poder sin mis piedras. Además, estoy rota, cualquier
golpe puede llegar a matarme, no me dejan regenerarme y no puedo
curarme rápido sin mis piedras.
—Yo no…
—Vaya, vaya, al fin despiertas putita —Jadeo sobresaltada, es imposible,
no puede ser Carlos.
—¿C…có...mo? —La voz casi no me sale del terror que siento.
—Han estado torturándome y curándome cada día, desde que me
arrebataron a tus hermanos de las manos y ahora yo te haré lo mismo. No te
puedo matar todavía, pero lo haré putita. Ahora voy a romper a esta cosita
un poco más, no quieren dejar que se cure.
Sé dirige a la princesa, me levanto y me doy cuenta de que estoy atada
por el tobillo a la pared por una cadena.
—Déjala, es a mí a quien realmente quieres, ¿no? Aquí me tienes, no
puedo escapar. —No sé de dónde saco la fuerza para hablar. Saber que va a
por la princesa y que lo que tiene se lo ha hecho él me da el valor que
necesito.
—Si tantas ganas tienes de sufrir putita, no voy a negarme. —Tiemblo
sin poder evitarlo y eso provoca que se ría a carcajadas y mi corazón se
acelere—. Veamos que encuentro por aquí... sí, esto me servirá para
empezar.
Lo veo venir con un martillo enorme, estoy a punto de hacérmelo encima
de miedo. ¡Joder! Debo ser fuerte y más lista. Está casi a mi altura y pruebo
algo.
—Espera, antes de que empieces, ¿puedo preguntarte algo? —titubeo y
mi voz tiembla por el miedo. Sonríe y asiente —¿Me… me quisiste? —Se
queda paralizado y deja caer el martillo en el suelo.
—Si alguna vez mi negro corazón quiso a alguien, fue a ti. Por eso te
dejé ir, no pude matarte, y al verte después de tantos años, quise ofrecerte lo
que nunca pude antes: amor. Pero me rechazaste y te largaste. —Se lanza a
mi cuello y aprieta fuerte.
No me puedo dejar vencer, me concentro y controlo mi poder, pongo mis
manos sobre su rostro quemándole. Sus gritos me alegran porque le estoy
causando dolor. Se aparta con las manos en su cara.
—¡Puta! —grita furioso —¡Te voy a matar!
Coge el martillo y me golpea en el brazo derecho partiéndolo, grito de
dolor y espero el siguiente golpe con los ojos cerrados, no llega y vuelvo a
abrirlos. Está esperando a que le mire, mis lágrimas caen sin poder evitarlo.
No soy fuerte, no soy una guerrera.
—Déjala, ven a por mí —grita Dikha.
El muy hijo de puta sonríe sádico y va por ella, pero antes se detiene a
coger otra cosa, es otro martillo y el cabezal es igual que su piel, ella me
mira y llora.
—¡Sálvate! —Grita.
Me miró las manos, si le pasa algo por protegerme no me lo voy a
perdonar. Me concentro como me enseñó Anarfi, y lo amplío por mí cuerpo
hasta mis pies, la cadena se funde y sin pensarlo dos veces me lanzo y me
cuelgo a su espalda olvidándome de mi brazo y mi dolor. Y grito fuerte, mi
fuego solo lo envuelve a él, fluyo calor, controlando la intensidad,
quemándolo lentamente. Sus gritos son mi satisfacción y no paro hasta que
se deshace entre mis manos y se convierte en polvo.
—¿Cómo has podido hacer eso? —me pregunta Dikha.
—Ya me he unido en parte a mi amor y me cedió este poder. Falta
entregarle mi corazón y eso lo haré cuando regresemos juntas y ya te
puedes recuperar pronto querida por que te quiero a mi lado ese día. —
Necesito calmar mi respiración y es imposible con la adrenalina a tope—.
Vamos a salir de aquí —le aseguro. Me acerco a su pie para soltar el grillete
con el fuego y ella me frena.
—No, el fuego nos mata.
—Sé que no me conoces, pero te pido que confíes en mí, por favor —
suplico. Se lo piensa un poco y al final asiente.
Me acerco y toco el grillete, que se funde sin que el calor la toque a ella.
Al verse libre llora de alegría, aunque ahora viene lo jodido para poder salir
de aquí, ella no puede caminar, tiene las piernas rotas por muchos sitios.
Con mucho esfuerzo y apretando la mandíbula, la cojo en mis brazos
como un bebé, me duele horrores el brazo roto, sin embargo, ella está peor.
Me pasa sus brazos con cuidado por el cuello, ya que no están rotos, y
empiezo a caminar.
La reja está abierta, salimos sin problemas, aunque con dificultad, hasta
que más adelante nos encontramos con otra cerrada, es de hierro. No quiero
soltar a Dihka, tengo miedo de que se rompa si lo hago. Me acerco y estiro
la mano para que mi calor funda la puerta, concentrándome para no hacerle
daño a ella. Sin esperar más voy subiendo por las piedras.
Ella pesa mucho para ser tan pequeña o es que me siento débil y me
duele horrores el brazo. Me estoy cansando, pero quiero alejarme de aquí,
ya después podré descansar. Ahora debo ser fuerte por las dos. Su familia la
está buscando y debo dejarla con ellos y luego ir a por mí usurpadora. Se va
a enterar cuando la encuentre, si ha conseguido engañar a alguien no
importa, la voy a destrozar. Tal vez no pueda morir, aunque sí sufrir mi ira.
Khonox deberá llevarme hasta ella y además explicarme cómo es posible
que Carlos estuviera aquí, si solo se puede con la llave. Es evidente que
Khonox me ha mentido, por eso me dijo que todo estaría bien. Él ya lo
había traído aquí.
—¡Joder! —grito desesperada cuando las fuerzas me abandonan, no
puedo más.
—Para, no puedes seguir así, estás cansada y herida. Déjame y vete a
buscar ayuda.
—¡No digas tonterías, si salimos de esta, será juntas y si morimos, lo
haremos juntas! —grito furiosa.
Ella se queda callada y no dice nada más y la escucho llorar. Me parte el
alma. La estoy tratando mal y no se lo merece.
—Perdóname, no debí gritarte.
—Te debo mi vida, puedes gritarme lo que quieras si eso te da fuerzas
para seguir, ojalá pudiera ser de ayuda.
—Puedes. Háblame de ti, sé que te vas a casar en breve. Distraerme del
dolor que siento. —Me cuenta cómo se conocieron. Y se enamoraron a
primera vista.
—Un día mi padre me dijo que iban a venir a vivir a nuestras tierras
unos Trolls amigos suyos que estaban cansados de vivir lejos del reino y
con ellos vino su hijo. Él era un buen Troll y pidió mi mano al mes de
conocernos, nuestros padres aceptaron encantados. Sus besos eran mi
alegría, cada día nos veíamos y dábamos largos paseos hablando de nuestro
futuro. Algún día seré la reina y no hay ningún Troll mejor a mi lado para
ser el rey. El último día que nos vimos, discutimos por culpa de mi prima, él
decía que no le gustaba y que se alegraba de que se fuera. Yo me enfadé
tanto con él… y al final, tenía toda la razón, ella no era buena, nunca
sospeché nada y ahora estamos aquí solas, heridas y en peligro.
—Todo saldrá bien, ahora necesito descansar un poco. ¿Dónde podemos
escondernos? ¿Conoces el lugar?
—No puede ser, estamos tan cerca de mí hogar —solloza—, seguro que
ha usado una piedra para esconder el lugar de todos y así no puedan
encontrarme —dice confusa y sorprendida de estar tan cerca.
—Ahora estamos fuera, tal vez nos puedan oler o escuchar si gritamos.
Lo que no quiero es llamar la atención de tu prima o de Leta.
—Más adelante hay otra cueva, antes de llegar al bosque, ahí puedes
descansar y yo podré regenerarme, ya no me van a romper más, aunque sin
la piedra es muy lento.
—Vamos entonces.
La dejo guiarme por una zona menos rocosa que el lugar de donde
salimos. Acabamos en una cueva pequeña y circular, no tiene más salida
que la propia entrada, hace mucho frío y está húmeda.
Poco a poco dejo salir el calor de mi cuerpo y acabo calentando la cueva
y a las dos, sobre todo a Dikha, está tan mal. Temo por su vida, espero que
pueda regenerarse al menos un poco, como ella me dice. Si se muere no me
lo voy a perdonar nunca.
—Gracias por cuidarme, qué calorcito. ¿Cómo es posible que tengas este
poder? Se supone que eres humana. No tenía ni idea de que se pudieran
traspasar poderes de un dragón a un humano.
—No lo sé, ni ellos tampoco lo sabían. En nuestra primera unión de
alguna manera me cedió poder, aunque sigo siendo humana y mortal. Ese
hombre que te ha hecho daño también me lo hizo a mí en el pasado. Lo que
no entiendo es que estuviera libre y Khonox no lo supiera. ¿Quién lo trajo a
este lugar?
—¿Sabes quién te ha traído a ti?
—Creo que Romo, al menos es al último que vi vigilándome de lejos.
Alguien me golpeó, y luego me encontré con Leta. Sentí como el veneno
me dejaba sin capacidad para moverme. Ojalá me equivoque y no sea él.
—El que te trajo, en efecto, fue Romo, y es el mismo que dejó aquí
conmigo a ese monstruo con órdenes de mi prima para que no me
regenerarse, pero sin llegar matarme.
—Siento mucho por todo lo que has pasado, por ahora somos libres,
duerme un rato, nos turnaremos.
Cae rendida enseguida, pasan las horas y yo no veo mejoría en sus
heridas. Ya está oscureciendo y no hay rastro de que nadie nos esté
buscando. Poco a poco los ojos se me van cerrando y, como no podemos
dormir las dos, la despierto con cuidado para que ella se quede vigilando.
Me despierto y aún es de noche, aunque creo que dentro de poco
amanecerá. Dikha me ha dejado dormir toda la noche. Está sentada mirando
la salida, con las manos sobre su regazo y murmurando algo que no
entiendo.
—Debiste despertarme antes. Descansa tú un poco, vamos a salir en un
rato. Voy a ir un momento fuera a ver si encuentro algo que podamos
comer.
—No, la fruta de aquí es venenosa, debemos aguantar.
—Tengo sed y no sé si voy a poder aguantar mucho sin beber o comer
algo, el dolor en el brazo es cada vez mayor —murmuro derrotada y al
borde de las lágrimas, aunque consigo contenerme.
—Más abajo hay un río y podremos beber ahí las dos, mis piernas están
mejor y apoyándome en ti tal vez pueda caminar un poco.
—No, estás muy débil aún y yo solo estoy cansada, el dolor en el brazo
es cada vez mayor, no sé cuánto podré aguantar, pero puedo intentar llegar
al agua contigo. Descansa unas horas más a ver si mejoras algo.
—De acuerdo —masculla enfadada y resignada.
Se recuesta y yo la empujo un poco para que coloque la cabeza en mis
piernas y acaricio su pelo sucio. Damos asco, las dos estamos llenas de
mierda y necesitamos esa agua para beber y limpiarnos un poco. La ropa
está rota, sobre todo la suya, pero nada de eso importa salvo que seguimos
vivas.
La dejo dormir un buen rato. Aunque me da pena porque parece agotada,
la despierto. Debemos salir, encontrar el rio para beber agua y seguir
nuestro camino, antes de que alguien nos eche en falta en la cueva.
Ella ha recuperado parte de sus fuerzas, rompe un trozo de su vestido y
me fija el brazo para no moverlo. El dolor en mi brazo ya es insoportable y
no puedo moverlo y solo tengo ganas de llorar.
Me pongo de cuclillas en el suelo para que ella se suba a mi espalda, ella
puede sujetarse con los brazos y con las piernas con mucho cuidado y me
va guiando hasta el río. Las dos estamos atentas a cualquier ruido, no
podemos permitir que nos descubran, y debemos ir con precaución.
No sé cuánto tiempo tardamos hasta que logramos llegar al agua, estoy
tan cansada. Desato el nudo con la mano y nos dejamos caer con cuidado
sobre el suelo, ambas nos arrastramos hasta el agua y primero bebemos.
Me rompe la manga para poder quitarme el vestido con su ayuda, y me
quedo con la camisola que va bajo el vestido, ella me imita, aunque su
vestido es diferente también tiene algo para cubrir su desnudez.
Lavamos un poco los vestidos y los estiramos sobre la hierba al sol,
entro al agua y al darme cuenta que no entra conmigo me giro y la noto
nerviosa mirando el agua.
—¿Qué ocurre? Vamos entra, está fría, pero nos limpiará un poco.
—Me da miedo ahogarme, siendo pequeña casi me ahogo en un lago por
no saber mantenerme en el agua con mi peso. Y nunca más volví a
meterme.
—¿Por qué pesas tanto?
—Soy de diamante, somos irrompibles a no ser que nos golpeen con
diamantes puros o lo hagamos entre nosotros. La otra cosa que nos causa un
daño mortal es el fuego.
—Y si te apoyas en mí y vamos juntas. Toco el fondo, no nos
ahogaremos en esta parte del río. Confía en mí, no dejaré que te ahogues.
No mueve ni un músculo y la dejo que sea ella quien venga poco a poco.
Al cabo de un buen rato en el que me estoy congelando, parece animarse a
entrar. Mete primero los pies mientras está sentada y los hunde al borde del
río hasta las rodillas. Yo me acerco a ella y estiro mi brazo para que se
apoye en mí y se me pega al costado como un pulpo, mirando al río como si
fuera su enemigo y me empiezo a reír. Río y lloro, y acabamos las dos
igual.
Entre las dos nos ayudamos a lavarnos y quitarnos la suciedad sin dejar
de llorar y reír a la vez, sacando todo el miedo. Al final las risas ganan al
llanto, y acabamos como niñas jugando, ambas lo necesitábamos. Despejar
la mente y olvidar lo malo.
Salimos y ella corta tela del vestido de nuevo y me inmoviliza el brazo,
no nos vestimos, nos quedamos en esta ropa interior. Ella parece que ha
mejorado, la cara ha cambiado y parece más relajada. No sé en qué
momento las dos nos relajamos tanto que casi nos quedamos dormidas. Un
ruido nos alerta y nos levantamos enseguida, Dhika aún está débil y su
cuerpo necesita curarse un poco más, pero puede caminar.
—Escapemos, vamos a escondernos —susurro. Ella asiente y señala
donde está la cueva y niego con la cabeza el ruido viene de ahí.
—No. —Vamos a ir al otro lado, cuando nos frena una voz.
—Habéis sido unas chicas malas. ¿Qué le habéis hecho al humano? Ya
no tenéis escapatoria —dice con diversión.
—Eres un cabrón, ¿por qué? Khonox confío en ti y yo también. —Miro
a Dikha porque la noto temblar demasiado mientras se agarra a mí y la
mirada que le dirige a Romo es de terror—. Fuiste tú. ¿Verdad? No fue
Carlos, fuiste tú, tú la rompiste.
—Sí y no sabes cómo lo disfruté. Como gritaba y suplicaba que parase.
—Suelta una risa que me da escalofríos—. Y ahora, de vuelta a la cueva si
queréis seguir vivas, si no os despedazaré aquí mismo y dejaré unos rastros
con vuestros miembros para que os encuentren.
Dikha acaba vomitando lo poco que hay en su estómago y la dejo a mi
espalda para protegerla.
—Vamos, empieza conmigo hijo de puta —grito con todas mis fuerzas.
Se lanza hacia mí, coge mi brazo partido y lo retuerce fuerte quebrando
más mis huesos, ante mis gritos de dolor sonríe de una forma tan sádica que
consigue darme mucho miedo.
Uso mi poder y quemo su mano. Le pilla por sorpresa y no reacciona.
Dejo que de mi interior fluya ese poder y cubro su cuerpo de fuego. Él grita
por el dolor y ahora la que sonríe soy yo. El inconveniente es que no puedo
matarlo, aunque sí lo debilita.
—Esto es por Dikha —grito con todas mis fuerzas y le lanzó una onda
de fuego igual que cuando salvé a Rior, pero más leve, ya he gastado mucha
fuerza.
Caigo de rodillas y mi mundo se vuelve oscuro una vez más. Solo
alcanzó a oír la voz de Dikha gritando mi nombre.
Capítulo 23

Ya han pasado varios días y no conseguimos dar con la princesa, su olor


está oculto y su padre ha perdido las esperanzas de encontrarla y la poca
paciencia que le quedaba con su sobrina. La mantiene encerrada y le ha
quitado el colgante que ocultaba su verdadera identidad.
Rodan no ha encontrado el lugar exacto. Está con Kurma de nuevo,
intentando sacarle algo más, ha conseguido ver una zona rocosa. El
problema es que hay tantas en este lugar que no sabemos en cuál está
oculta. Tenemos la seguridad de que estaba viva la última vez que la vio,
pero no si aún sigue viva y, de estarlo, no sabemos cuánto tiempo más
pueda aguantar.
No sabemos quién se ha encargado de darle de comer, confirmamos que
ella es quien ha ayudado a Leta y también hay un hombre, pero no hemos
conseguido averiguar quién es, ya que nunca lo ha visto. Leta en su
memoria le nombraba como su ayudante, pero nunca ha dicho su nombre.
Pasan unas horas y Rodan vuelve algo cansado por el esfuerzo de entrar
en su mente.
—Creo que he localizado el lugar exacto, hay una deformación en unas
rocas que vimos ayer en las que no me fijé bien desde las alturas. Vamos a
volver e iremos como humanos, tal vez caminando por la tierra también
podamos escuchar algo, tanto los Trolls como nosotros, ya que el olor es
algo que no podemos captar por la magia.
—Hablaré con Brandar y saldremos enseguida, avisa a los hombres. Y si
ves a Thaso informarle de todo.
—Bien, nos vemos fuera hermano.
No he dejado de pensar en mí pequeña, no he sabido nada de ella en
estos días, con las prisas no le entregué el colgante que le compré en el
mercado, es un rubí tallado en forma de corazón, y lo llevo guardado en el
bolsillo de mi pantalón esperando el momento de dárselo pronto. Que
Rodan haya reconocido algún lugar me da una pequeña esperanza.
Llego al despacho de Brandar y toco la puerta esperando que me dé
paso.
—Adelante. —Entro y cierro la puerta tras de mí. Está él solo y en su
rostro se ve la derrota absoluta.
—Amigo, sé que esto es duro. Tu hija te necesita entero y yo también.
Vamos a ir al mismo lugar que sobrevolamos ayer. Rodan ha visto en la
mente de Kurma unas rocas que ha reconocido, vamos a ir caminando, ya
que el olor no podemos captarlo, dice que tal vez sí algún sonido.
Necesitamos gente y los Trolls poseen muy buen oído. Tengo una
corazonada, algo me dice que daremos con ella.
—No puedo más Khonox, llevamos días buscando desde que volviste y
ni siquiera Rodan ha podido encontrarla, qué sería diferente ahora. ¡Déjalo
ya! No la busques más, han pasado demasiados días. Vuelve con tu mujer y
sé feliz. Mataré a Kurma e intentaré seguir con…
—¡Basta! —gruño—. Le prometí a mi mujer volver después de que
encontrase a la princesa viva o muerta. Y tú vas a ayudarme a encontrarla.
Es tu hija y te necesita, llora después.
—¡Lárgate! —susurra sin fuerza. Le cojo por las solapas de su camisa y
le levanto, pego nuestros rostros y sus pies quedan colgando.
—He dicho llora después. Sé un hombre. Sé un rey y busca a tu princesa
—gruño—. Ella se merece hasta el último esfuerzo, te espero fuera, no me
obligues a volver por ti.
Salgo dando un portazo que provoca que tiemblen hasta los cimientos
del castillo. Me dirijo a mis hombres, miro a Thaso que está esperando con
algunos de los Trolls, y ambos inclinamos la cabeza en señal de respeto.
Mi hermano nos dirige, y yo me quedo atrás esperando a Brandar que no
tarda en salir con semblante serio. No me importa. Es su hija y debe mover
cielo y tierra, si cae yo estaré ahí para levantarlo.
Estamos tardando mucho en dar con el lugar, ya que Rodan va fijándose
en cada detalle que desde el cielo no pudo apreciar. Los Trolls están
cansados y decidimos parar, está anocheciendo y es imposible que Rodan
pueda identificar los detalles con seguridad, así que nosotros también
descansamos.
Nos despertamos al alba y comenzamos la búsqueda, conforme vamos
avanzando algo ha cambiado. Hay un olor, un aroma diferente, es una
mezcla muy leve, pero está ahí. Miró a Rodan que asiente, él también lo ha
notado, todos mis hombres se han percatado y vamos directos a su
procedencia. Es tan leve que tenemos miedo a perderlo, es lo primero que
notamos en tanto tiempo buscando.
Pasan unas horas hasta que el olor se intensifica y entonces huelo algo
que me niego a creer. A mi pequeña y a la princesa. Algo que enmascaraba
su olor ha desaparecido, afino mi oído y lo que oigo parecen risas. La
reconocería entre miles.
—¡Es mi niña! —asegura Brandar—. ¡Está viva!
—¡Es mi pequeña! —susurro incrédulo. Ambos vamos a ir hacia las
risas y mi hermano nos frena.
—Alguien más las está vigilando. No debe saber que estamos aquí.
En silencio nos acercamos, están saliendo del agua y veo como la
princesa cubre el brazo de mi pequeña y se acuestan sobre la hierba,
parecen cansadas. Voy a ir a por mí pequeña, está herida y debo llevarla a
que la curen de inmediato.
—Quieto. —Señala una parte del bosque. Y veo en la lejanía a Romo
acercarse sin ningún cuidado.
—Voy a matar a ese malnacido, vamos a por él —gruño. Él vuelve a
negar y estoy a punto de golpearlo—. ¿Qué estás haciendo? —gruño bajo.
—Mira a tu mujer, es una guerrera. —Se mete en mi cabeza y me
muestra lo que le hizo al maldito humano.
Ellas ya se han percatado de la presencia de Romo. Escuchar el crujir del
brazo de mi pequeña mientras él sonríe y escucharla gritar de dolor, me
llena de ira. No puedo más, me lanzo en su ayuda justo en el momento que
ella usa su poder.
—¡Ésto es por Dikha!
Mi hermano y yo que ya estábamos prácticamente a su lado somos
empujados por la fuerza de su poder mientras que a la princesa ni le ha
tocado. Me levanto para ver cómo Dikha la llama llorando, ha caído al
suelo inerte y temo que haya muerto.
—¡No! —grito desesperado. Corro todo lo que puedo y estoy a su lado
en segundos, todos se van acercando con cautela—. No me dejes mi amor,
por favor. ¡No!
—Padre debes ayudarla, ella me ha salvado. Sin ella estaría muerta —
escucho suplicar a la princesa.
—¿Princesa sabe cómo llegó aquí? —pregunta Rodan.
—Él la trajo aquí —Señala el cuerpo calcinado de Romo—. Alguien se
ha cambiado por ella, una tal Leta creo. Y el humano la estaba esperando
para torturarla, pero ella lo mató muy lentamente, ninguno sabía de su
poder y eso nos ha salvado.
—Permíteme curar a tu mujer amigo mío. Déjame devolverte todo lo que
has hecho por mi hija.
Me separo con todo el dolor de mi alma, y dejo que obre su magia con
las piedras. Me fijo en Dikha que está abrazada a Thaso y su piel se ve rota.
Vuelvo la vista a mi pequeña guerrera. Brandar ha colocado piedras sobre
su cuerpo, tiene las manos en alto y murmura palabras que no entiendo,
mientras veo como su cuerpo va curándose poco a poco.
En algún momento Dikha se acerca a mí y toca mi brazo para que la
mire.
—No sé cómo darle las gracias por buscarme dejando de lado a su
familia. Le debo la vida a su mujer, sé que no es algo habitual, sin embargo,
ella me amenazó con venir a buscarme si no iba a vuestra unión. Quiero
pedirle que me permita estar a su lado en ese día tan especial para los dos.
Y si fuera posible deseo que asistan a nuestro enlace —murmura con
esperanza. Sonrío, mi pequeña es increíble.
—Sería un honor tenerte en nuestra unión y mi pequeña me mataría si no
venimos a tu enlace. —Ella sonríe y vuelve al lado de Thaso que inclina su
cabeza en agradecimiento y yo le devuelvo el gesto. Mi mirada va de nuevo
a mi amor.
—Ya está —murmura Brandar—. Llévala al castillo, tu mujer se va a
despertar pronto. Le he pasado parte de mi energía para que despierte antes.
—Mira a su hija—. Ven mi niña, voy a curarte ahora.
—No es necesario padre, vamos al castillo, allí dormiré junto a ella hasta
que despierte. No voy a dejarla sola.
Nadie se opone, los dragones cambiamos y cada uno coge a un Troll. Yo
llevo a mi pequeña y en menos de una hora estamos en el castillo, dejo a mi
pequeña en manos de Thaso, que la lleva dentro mientras nos traen ropa
para el cambio. No tardo mucho en llegar, mi mujer está tumbada boca
arriba mientras Dikha está a su lado tomando su mano. Su padre la está
curando mientras duerme y se regenera en minutos.
Me siento a su lado a esperar que despierte. El tiempo se me hace eterno
hasta que la oigo murmurar llamando a la princesa nerviosa.
—¿Dikha? ¿Dónde estás?
—Ya mi amor, estás a salvo —susurro con todo mi amor. Abre sus ojitos
marrones y me miran llorosos. —Todo está bien, mira a tu lado. —Le
señalo con la cabeza. Y en cuanto la ve dormida llora con alivio, al moverse
se da cuenta de su brazo curado.
—¿Qué ha pasado? ¿Y Romo? Dios mío, Leta está ocupando mi lugar.
—Han pasado dos horas desde que te desmayaste usando tu poder. Romo
ha sido condenado a muerte por traición a dos reinos. Lo dejaste casi
muerto, si pudiera morir créeme que lo estaría.
—Mate a Carlos, y me gusto escucharle gritar. —murmura llena de
rabia.
—Me siento culpable por ocultarte algo tan importante, volví a por él y
lo llevé a las mazmorras allí Romo lo castigó, y al parecer, después lo liberó
y lo trajo aquí. No debes preocuparte por eso yo también iba a disfrutar
destripándolo. Eso no te convierte en mala persona, él te hizo mucho daño y
casi te quita a tus hermanos. Ya nunca volverá pequeña.
—¿No crees que soy mala persona? —solloza y yo la abrazo fuerte.
—Nunca mi amor, eres especial y única, mi pequeña guerrera.
—Tuve mucho miedo, me golpeó fuerte en el brazo con un martillo y
aguanté. Y al final gané —sorbe los mocos de nuevo de esa forma tan poco
femenina otra vez—. Perdóname —murmura agachando la cabeza.
—¿Por qué?
—Me fui a caminar al bosque de pinos sola, aunque Romo me vigilaba
de lejos no debí ir, mira lo que ha pasado.
—Lo que pasó es que salvaste a mi mujer y te estaré eternamente
agradecido. —dice Thaso detrás de mí.
—Hola, Thaso —susurra entre lágrimas y él le sonríe con afecto—. Nos
salvamos las dos. He ganado una gran amiga. Lástima que estemos tan lejos
la una de la otra.
—Pequeña, no te preocupes por eso, vendremos aquí siempre que lo
desees y ellos podrán ir a nuestro Reino. Has salvado a su princesa de una
muerte segura…
—Nadie podría prohibir tu entrada a mi Reino. Salvaste a mi niña, he
visto lo que luchaste por ella, como la llevaste en brazos a pesar de tu dolor.
Rodan me lo ha mostrado, fuiste muy valiente. Eres parte de nosotros —me
interrumpe Brandar.
—Gracias —murmura feliz—. Vamos a volver, esa puta es mía —dice
entre dientes refiriéndose a Leta. Yo gimo, es imposible que contenga esa
lengua y ellos se ríen de mí.
—Vas a tener una vida entretenida junto a tu mujer y tu hijo.
—Algún día seremos papás… —murmura triste.
—¿Es que acaso no deseas al hijo que llevas en tu vientre, mi niña? —le
miro y él sonríe asintiendo con la cabeza y luego me fijo en mi pequeña.
—Pues claro que lo querré cuando lo ten… —Se tapa la boca con las
manos y solloza y luego pasa sus manitas temblorosas por su vientre. Y yo
soy el dragón más feliz de la historia, la abrazo y lleno de besos—. ¿De
verdad estoy esperando a nuestro bebé? —susurra entre nerviosa y feliz. Yo
asiento y centro mi atención en el latido del corazón de nuestro cachorro.
—¡Dios mío! Cómo se me pasó por alto. ¡Voy a ser papá, vamos a ser
papás! Pequeña, te amo, me haces tan dichoso —exclamo feliz, sujeto su
rostro y lo lleno de besos.
—¡Enhorabuena, amiga mía! —dice feliz la princesa que se acababa de
despertar unos minutos antes. Se abrazan entre risas y llantos y todos
acabamos riendo.
—¡Claro! Por eso estoy tan llorona. ¡Madre mía la que te espera! —
murmura con la mano en su frente mirándome traviesa y yo acabo riendo a
carcajadas, al final acabamos todos igual y luego nos dejan solos.
Sin decirnos nada, la tomo en brazos y la dejo sobre mi pecho acostada,
la abrazo llorando como un niño y dándole las gracias por estar a mi lado.
Se duerme de nuevo y la acomodo en la cama. Aunque no me quiero
separar de ella necesito ver a mi hermano Rodan y darle la buena nueva.
Salgo de la habitación sin hacer ruido y dejo a mi pequeña al cuidado de
Dikha y bajo al salón principal. Como era de esperar mi hermano ya lo sabe
y monta una fiesta en honor a mi cachorro.
Mi hermano se acerca a mí y me abraza fuerte, sabe lo que ese cachorro
significa para mí. Como han cambiado las cosas en tan poco tiempo.
—Enhorabuena, hermano, no solo por el cachorro que está en camino
sino por la mujer tan maravillosa que tienes a tu lado y que ha sabido
ganarse nuestro amor.
—Gracias hermano—murmuro con un nudo en la garganta—, ahora
siento más miedo, aún es humana.
—Sí, ahora más que nunca debes unirte a ella por completo.
Me quedo pensando y decido mandar a uno de mis hombres con una
misiva en la que mando preparar la unión para dentro de dos días y a la vez
envío otros dos a los otros reinos, para avisarles y que asistan a la unión si
lo desean. Mañana partiremos, iremos a por mi padre y mandaré a la basura
a las mazmorras. Ya mataré a las traidoras después, mi pequeña y mi hijo
están primero que cualquier venganza.
Nos sentamos en la mesa a comer algo y poco después aparecen las
mujeres sonrientes. Mi pequeña viene a mi lado con su mano sobre su
vientre. Se ve radiante a pesar de que el vestido le queda corto. No puedo
creer la suerte que tengo.
—Hola, grandullón, aún no me creo que esté pasando esto, estoy tan
feliz que me da miedo que sea un sueño.
—No es un sueño, pequeña. Mira, esto te lo compré en el mercado y no
te lo había entregado. Perdóname. —Le enseño el colgante y ella sonríe
feliz, se gira y levanta su cabello, se lo anudo y al darse la vuelta besa mis
labios—. Veo que te gusta.
—Muchísimo —dice alegre. Su rostro se vuelve serio de repente—.
Recuerdas lo que me prometiste.
—Si —mascullo—. No quiero hablar de eso. En dos días nos uniremos y
veremos qué ocurre. No te voy a perder pequeña. —Ella se abraza a mí—.
Escuchad, en dos días celebraremos nuestra unión junto a mi hermana,
estáis invitados. —Los Trolls levantan sus copas a modo de brindis y en
agradecimiento.
—¿Vendrán con nosotros? —pregunta insegura Evolet.
—Por supuesto, eres parte de esta familia ahora, estaremos a tu lado.
Ella se levanta, se acerca a él y bajo el asombro de todos, menos el de los
dragones que ya la conocemos, abraza al rey de los Trolls que encantado le
devuelve el abrazo y luego va con la princesa.
Pasamos una velada entretenida y volvemos a la alcoba a descansar, esta
vez vamos a la nuestra. La desnudo y nos bañamos sin decirnos nada, no lo
necesitamos. Terminamos y la llevo en brazos a la cama.
Beso su cuerpo con deleite. Empiezo con sus pezones endurecidos y voy
bajando pasando mi lengua por todos lados, me paro a besar su vientre
donde está creciendo mi cachorro, le abro las piernas y le hago el amor con
mi lengua, sus gemidos me vuelven loco.
Me entrega su orgasmo y lo saboreo, me coloco entre sus piernas y me
entrego por completo con todo el cuidado del que soy capaz. No quiero
dañar a mi cachorro y por más que ella me pide más, soy incapaz, toco su
clítoris para que llegue sin necesidad de ir más rápido y nos corremos
juntos.
—Te amo tanto mi pequeña. Y a ti también cachorro —digo besando su
vientre. Ella suelta una risita encantadora.
—Y yo os amo a los dos. Sois mi vida y voy a luchar por nuestra
felicidad. —Se pone sobre mi pecho como siempre y se deja dormir.
A mí me cuesta un poco más coger el sueño y aprovecho para planear el
modo de proceder. Debo pensar hasta el mínimo detalle, no voy a dejar que
los traidores se nos escapen y espero que se confíen al saber que vuelvo
para la unión. Van a llevarse una terrible sorpresa, tanto Leta como mi tía.
Capítulo 24

Nos levantamos muy temprano para desayunar antes de partir. Como es un


viaje largo mi pequeña se sube a mi lomo, para que no tenga que hacer
esfuerzos.
—Me da miedo —susurra en mi oreja.
—Hermana, no te dejará caer jamás. —La voz de dragón de mi hermano
retumba.
—Pss. Eso ya lo sé, aunque no dejo de sentir miedo. —Todos ríen.
—Coloca las piernas como nosotros, así te sujetas mejor. —Le aconseja
Brandar. Ella resopla, pero le imita.
—Ya está.
—Ahora sujétate a las escamas igual que yo.
—No puedo, ¿y si le hago daño al agarrarle de las escamas? —murmura
acongojada.
—Pequeña, no te preocupes y sujétate fuerte no me harás daño, nos
vamos. —Una vez que se ha sujetado, ascendemos y volamos a nuestro
reino.
Paramos un par de veces para que los Trolls y Evolet estiren las piernas
y seguimos en dirección a mi cabaña, aunque antes dejo a los dragones y los
Trolls a las faldas de la montaña.
Rodan y yo vamos junto a Evolet y ya nos están esperando fuera, mi
mujer se baja y se lanza a los brazos de mi padre.
—Estás muy recuperado, aunque te falta pelo y ya te ha crecido algo de
barba, cuando te vea tu mujer se va a caer de culo. —Él se ríe y la abraza de
nuevo.
—Estoy deseando verla a ella y al resto de mi familia. ¡Vamos! —dice
mirándome—. Estoy listo. —Cambia a dragón una vez se aleja de Evolet.
Lessla se queda mirando a Evolet y luego baja la mirada hasta su barriga
con una sonrisa enorme, a la que mi pequeña le responde asintiendo con la
cabeza, grita de alegría y se lanza a sus brazos. Esa es una reacción que
nunca vi en mi cuñada antes, todos estamos cambiando. Mi padre nos mira
y yo les informo con orgullo.
—Vais a ser abuelo y tío. —Se concentran para escuchar el latido de mi
cachorro
—Por mis dragones, hijo. Qué alegría más grande.
—Hermano, muchas felicidades.
Evolet se suelta del abrazo de Lessla, y mi hermano y mi padre la
abrazan y felicitan también. Ahora ya estamos listos, les cuento mis planes
y todos están de acuerdo, menos mi pequeña.
Volvemos con los Trolls en forma de dragón, todos reconocen a mi padre
de inmediato y agachan la cabeza en señal de respeto.
—Estabas en lo cierto Khonox, menudo secreto guardabas. Me alegro
tenerte de vuelta viejo amigo.
—Yo también me alegro de poder regresar con vida y todo gracias a mi
hija, que además va a hacerme abuelo. —Ella jadea al escuchar las palabras
de mi padre—. Eres nuestra hija, humana o no. —Giro mi cabeza y la veo
llorar, acerco el morro y ella me besa y acaricia las escamas de mi lomo.
—Volvamos a casa todos. Hay dos brujas a las que matar. Nadie se mete
con mi familia. —Todos se fijan en que también mira a los Trolls y los
dragones gruñen de acuerdo a sus palabras. Yo me siento orgulloso de la
reina que ya es, sin saberlo.
Antes de volver al castillo, mi padre y Evolet, cogen una piedra que les
entrega Brandar para que oculte su olor y que pasen desapercibidos entre
nosotros, y que así puedan acercarse y esconderse hasta que sea el
momento.
Todo marcha según lo previsto y en cuanto entramos en el salón todos se
levantan, veo como se tensan al ver a los Trolls. Pero no dicen nada solo
esperan.
«Hijo ella no es Evolet creo que es Leta, ahora se lleva bien con Neblis
y…»
«Tranquila madre, todo está bien, diles a los gemelos que le quiten su
poder a Neblis ahora y espera».
Me acerco un poco a mi supuesta mujer.
—¿No vas a saludarme corazón? —Eso le da confianza y se acerca a mí
sonriente. La abrazo y aprieto con más fuerza de la necesaria y ella jadea—.
¿Me has echado de menos mi amorcito? —Ella no habla, me mira asustada.
Muevo mi cabeza y sujetan a mi tía, ella intenta usar su poder sin ningún
resultado y los niños aparecen al lado de las hermanas de Evolet
protegiéndolas. Las dos ya están sujetas y sin opción a escapar.
—Algunos de los que estáis aquí sabéis la razón, otros lo van a saber en
unos minutos. Antes quiero decir que esta mujer que está entre mis brazos
no es mi Neushal, mi madre lo supo. ¿Por qué madre?
—Mi hija está embarazada de tu primogénito. —Un silencio inunda la
sala y sonrío, eso no me lo esperaba, pensé que diría que le leyó la mente.
—Exacto. Y tú, no estás embarazada ¿Verdad Leta? —Mi voz de dragón
retumba en el castillo—. No solo pusiste en peligro a mi mujer. —Le
arrancó el colgante para que se vea su verdadera forma—. También la vida
de mi cachorro. —Tiembla sin poder evitarlo, la aparto de mis brazos y
Nemain la sujeta.
Miró a mi tía y por primera vez veo miedo en sus ojos, ella siempre tan
altiva, creyéndose por encima de todos.
—Querida tía, espero que estés preparada para la sorpresa que te espera.
Hace trescientos años vimos morir a nuestro padre. Tu hermano.
Ahora miro a Leta, con odio.
—No te sirvió de nada dejar a mi pequeña a manos de ese humano, ella
le mató, igual que derrotó a Romo. ¿Cómo?, cuando la mordí nos unimos
mientras le hacía el amor, eso le dio poder. Uno que ella ha sabido usar para
salvar a la princesa de los Trolls. Después del daño que le causó a la
princesa Dikha, Romo morirá en manos de los Trolls, he cedido ese placer a
su Rey. Tú… morirás también. —Llora sin decir una palabra sabiendo que
es su fin—. Y tu destino tía lo elegirá otra persona. Ya pueden pasar.
Todos los que no sabían que estaba vivo se impresionan al ver entrar a
mi padre de la mano de mi pequeña, que es puro fuego, literalmente. Ella
suelta la mano mi padre que va directo a mi madre y se entregan en un beso
que nos muestran lo mucho que han sufrido separados. Después es el turno
de mi tío Dagud, los dos hermanos se funden en un fuerte abrazo. Y por
último se acercan mis hermanas y todos mis sobrinos. Vuelvo la mirada a
mi mujer que va directa a Leta.
—Las quiero juntas, traed a Neblis. —Dice ella y mis hombres no
cuestionan su orden, obedecen sin más—. De rodillas —Ordena.
Las dejan colocadas como quiere su reina y se separan un metro a la
espera de una nueva orden. Estoy duro como una piedra desde que la vi
entrar sin miedo y con la venganza en su rostro.
—Tu vida no me pertenece, has hecho mucho daño, y pagarás muy cara
tu traición, pero antes me concederé el gusto de verte sufrir como deseo. Y
tú Leta, debiste mantenerte al margen y aceptar que nunca fue tuyo, si lo
hubieras hecho todo sería diferente. Ahora vas a pagar por el daño que has
ayudado a causar y que tú misma me has hecho a mí —le recuerda.
El fuego de mi pequeña las envuelve y las dos gritan de dolor, esta vez
no necesita tocarlas, cada vez domina mejor su poder.
Me acerco a Evolet por detrás y la abrazo, su fuego no me quema. Todos
se sorprenden, nunca nadie ha podido controlar el fuego de esa forma,
simplemente lo expulsamos por la boca y quemamos todo a nuestro paso.
Ella lo controla y lo usa como desea, la he visto hacerlo y con Romo fue
brutal.
Mi padre se acerca a Evolet por un lado y yo me aparto, ella deja de
quemar a las traidoras, abraza a mi padre y luego apaga su fuego. Se dirige
a mí y yo la cojo en brazos y la beso. Los gemidos de dolor no me dan pena
alguna. Mi padre se acerca a su hermana.
—Adiós hermana.
Saca una daga y se la clava en el corazón y la saca. Muere en el acto, se
acerca a nosotros y le entrega la daga a mi pequeña. No quiero que sea ella,
pero por mucho que no me guste, no puedo quitarle eso.
Ella suspira y se acerca a una Leta carbonizada que mira a mi pequeña
con odio y eso parece que le da fuerzas a mi guerrera para clavar la daga en
su corazón. Cuando se asegura que está muerta quema ambos cuerpos y los
deja hechos cenizas. Se tambalea y la cojo antes de que caiga al suelo por el
esfuerzo.
—Estoy bien grandullón, te agradezco que me cuides tanto.
—Hay dos uniones que celebrar mañana, debes cenar y luego descansar
pequeña.
Todos saludan a mi padre, mis hermanas no han dejado de llorar igual
que mi madre. Los cachorros están felices de conocer a su abuelo y todos
saludan también a Evolet por verla sana y salva. Así pasamos unas horas en
las que la felicidad es lo importante.
—Perdón —susurra mi pequeña levantándose de la silla del salón
interrumpiendo la cena. Carraspea nerviosa llamando la atención de todos
—, quiero o mejor dicho necesito decir esto. —Mira a sus hermanos—.
Cuando me desperté en la cueva donde estaba retenida la princesa Dikha,
no estábamos solas, mi peor pesadilla estaba frente a mí para vengarse.
Yo… encontré a Carlos. —Sus hermanas cambian su gesto de felicidad a
uno de miedo al oír ese nombre y sus hermanos se tensan.
Mi pequeña llora en silencio y mientras sigue hablando, su rostro se baña
en lágrimas, me levanto y la abrazo por detrás dándole mi apoyo.
—¿Está aquí? —Preguntan casi al unísono sus hermanas aterradas.
—No. Yo... acabé con su vida, lo convertí en polvo. Iba a romperla a ella
—dice señalando a Dikha—. Me ofrecí para que viniera a por mí y metió la
pata, esperé hasta que me tocó y le quemé su cara, pero escapó de mi
agarre. Aún no sé bien cómo usar el poder, estoy aprendiendo a controlarlo
cada vez más. Iba a ir de nuevo a Dikha y me solté de las cadenas. Lo
quemé lentamente, hasta que quedo hecho cenizas, porque quería que
sufriera por todo el daño que alcanzó a hacernos a nosotros, a esas pobres
chicas y tantas otras que desconocemos. Y me sentí bien, liberada al fin. —
añade.
Respira hondo y vuelve a hablar, sus hermanos la miran y no sé qué
piensan al respecto
—Con esto quiero decir que podéis regresar a nuestro mundo, que
estaréis a salvo y que iré a veros siempre que quiera y también podréis venir
aquí si así lo deseáis. Os suplico que penséis en una vida aquí, no quiero
que me respondan ya, necesito que penséis en las dos opciones. Por favor.
Ellas son las primeras en ir hasta mi mujer y abrazarla, me separo y les
dejo espacio, luego se apartan y dejan espacio a sus maridos, el último es su
bichito, como ella lo llama. Se abraza a ella llorando y le dice bajito.
—Bichito, ¿Sabes que te quiero?
—Lo sé, yo también te quiero bichito.
—En unos días sabrás mi respuesta, ahora lo más importante es que tu
demonio está muerto y nunca volverá.
—Si peque, danos unos días para sopesar las cosas que dejamos atrás.
Ahora vamos a seguir disfrutando de la cena y de que esta pesadilla se ha
acabado —dice Alan.
—Igualmente, decidáis lo que decidáis, las puertas siempre estarán
abiertas para ustedes, al mismo tiempo que ella podrá ir a veros. —les digo
yo.
—¿Y tú también irías con ella? Porque de ser así, hay que comprarte
ropa con urgencia, así no puedes ir vestido.
—¡Luna! —gritan.
—Perdónala por favor. —Mateo se tapa la cara y ella parece que se da
cuenta de que además estamos rodeados de personas.
—Todo está bien, además está en lo cierto, si voy, no puedo vestir así. —
Parece que eso relaja a Mateo y a Luna le saca una sonrisa.
—¿Ves cielo, tengo razón? —chasquea la lengua y nos provoca la risa a
todos. Mateo pone los ojos en blanco y sigue cenando.
Pasamos un rato más hasta que terminamos de cenar y todos empiezan a
irse, todos estamos cansados.
—Vamos a descansar mi pequeña, mañana nos espera nuestro gran día.
—Me temo que va a ser imposible, Luciana no va a dejar que duerma
contigo la noche antes de nuestra unión, es muy tradicional y a Phipai igual.
—¿Yo? —protesta Phipai.
—Sí, las dos os vais a casar y vamos a celebrar una noche de chicas y
además las novias no pueden dormir con los novios antes del gran día,
según manda la tradición en nuestro mundo, así que por favor chicas. —
Ella se levanta, Luna la sigue y veo como Rax agarra a mi hermana y le
impide ir.
—Pequeña, no quiero separarme de ti —susurro en su oído y luego le
muerdo el cuello y lo beso, su piel se eriza mientras suelta una risita.
—Cuñado, no te interesa mi mujer como enemiga —me advierte Alan,
miro a Luciana que me asesina tanto a mí como a Rax con la mirada y
ambos levantamos las manos en señal de paz, dejando ir a nuestras mujeres.
Evolet me besa y se va con sus hermanas junto a Phipai. Nadie más las
sigue, Luciana se da cuenta, se para en seco y se da la vuelta.
—¿Y ustedes no piensan venir? Esta fiesta es para todas. —Se cruza de
brazos y todas van levantándose menos mi madre.
—Yo declino la invitación, no deseo separarme de mi dragón.
—Es lógico Gal y no sabes lo feliz que soy por ti.
—Las dos estamos muy felices por ti. Nos has tratado como si fuéramos
tus hijas y ese cariño es algo que nunca tuvimos y que te agradecemos en el
alma.
A mi madre le tiembla el labio ante la confesión y las tres se unen en un
conmovedor abrazo, al que mi padre también se une.
—Con la llegada de Evolet hemos ganado seis hijos querido, somos muy
afortunados —murmura feliz mientras acaricia el rostro de mi padre. Ahora
se dirige a los cinco—. Sea cual sea vuestra decisión siempre formarán
parte de nuestra familia.
Se despiden y se marchan, mi madre se va con mi padre y nos quedamos
solos los hombres. Creo que algo le pasa a Norrus pues no han pasado más
que unos minutos cuando se marcha, Boltcan va a hablar con él. Pasamos
un rato entretenidos y mi tío Dagud me comunica que se marcha a Alteos a
buscar a su mujer para traerla al castillo y estar en la unión. Poco después
nos vamos a descansar para el día de mañana, ¡por fin!
—Rax. —Me mira esperando que diga algo—. Siento que hayas tardado
tanto en estar con mi hermana. Te deseo lo mejor a su lado y espero que
algún día podamos volver a ser amigos.
Sin que me lo espere me abraza, yo le agradezco el gesto y le devuelvo
el abrazo.
—Empezar de cero, amigo mío. Empezamos una nueva vida. Se
acabaron los revolcones insulsos con dragonas que nunca nos llenaron,
ahora nuestras mujeres lo harán para siempre, y felicidades, serás un gran
padre. —Aprieta mis hombros y se marcha. Me quedo solo en el salón y
siento que no podría ser más feliz.
Me dirijo a las escaleras y veo que vuelven sus hermanos. Los miro
preocupado pensando que haya podido pasar algo.
—Necesitamos un favor urgente y solo tú puedes ayudarnos.
—Héctor, dime que necesitáis.
—Necesitamos volver a nuestro mundo. Hay algo que necesitamos para
mañana, es una sorpresa para mi bichito, era su regalo de cumpleaños y
ahora será su regalo de boda.
—¿Cuándo es su cumpleaños?
—Ya fue el veinte de agosto, pero con todo esto que ha pasado nos
hemos olvidado. Además, ella odia que la feliciten y no me extraña que, si
se acordó, ni siquiera os lo dijera. Dejó de celebrar su cumpleaños, aunque
siempre le damos regalos y este es especial, tardamos mucho en conseguir
las cosas que necesitabamos. ¿Crees que podrías llevarnos y traernos con
todo? —pregunta esperanzado, miro a sus hermanos y ambos están igual,
parece algo importante.
—Por supuesto, vamos a mi despacho y nos iremos desde ahí.
Nos dirigimos allí mientras me explican qué es el regalo y aunque
realmente no sé de qué me está hablando, por la ilusión que ponen al hablar
de ello, creo que le gustará mucho. Nos tomamos de las manos una vez
cierro la puerta.
—Héctor piensa el lugar al que quieres ir y cerrad los ojos, hará que el
mareo sea menor —les pido, nos damos la mano y nos llevo a ese lugar.
Todo me resulta extraño, es bonito, se ve que me quedo demasiado
tiempo mirando las cosas porque un pequeño golpe en mi espalda me
devuelve a la realidad.
—Bienvenido a mi casa. Vamos, hay muchas cosas que coger y
colocarlas de forma que puedas llevarlas con nosotros.
Voy cogiendo todo cuanto me dan y llevándolo a lo que parece un salón
diminuto, entre los tres es todo más rápido.
—Esto es un generador para dar electricidad en los aparatos que necesito
que funcionen. Aquí se proyectarán las imágenes que se verán en el video.
Y esto es para el sonido de la música, hay una canción en concreto para que
los novios abran el baile. Ya hablé con tu hermana y le parece buena idea,
dice que va a ser mejor de lo que esperaba.
—¿Qué los novios abran el baile? —Niego con la cabeza—. Cenamos
después de la unión y bailan los que lo deseen —explico—. ¿Y mi pequeña
quiere eso?
—Créeme, vamos a sorprenderla, luego te decimos como debes bailar, es
sencillo, Rax lo aprendió rápido y tú también lo harás.
—Y ahora vamos a por las cosas que nos pidieron las chicas o somos
hombres muertos, yo aun quiero conocer a mi hija y Luna tiene muy mala
leche.
Todos nos reímos y salimos de su casa, me sorprendo viendo todo lo que
ha cambiado la vida en este mundo. Se acercan a lo que me dicen que se
llama coche. Nos sentamos dentro, yo estoy tan nervioso que intento salir.
—Quieto, no podemos ir caminando a mi casa, está lejos y no puedes
volar aquí, relájate y disfruta del viaje —me pide Alan y oigo un ruido.
—Tranquilo es el motor funcionando. —Héctor me sitúa una cosa por el
pecho—. Esto es el cinturón de seguridad, aunque tu no lo necesites debes
llevarlo.
Asiento inseguro y empieza a moverse, me agarro a la parte de delante
con fuerza y no me suelto hasta que me bajo.
—¡Joder! voy a tener que cambiar el salpicadero por completo, a ver qué
le digo al mecánico —gime Héctor tapándose la cara.
—Lo siento, no quise estropearlo.
—Tranquilo, haz feliz a mi bichito y estaremos en paz.
Mateo y Alan no dejan de reírse al ver cómo dejé el coche.
—Vamos a por lo de las chicas y volvemos en tu coche. —A Alan se le
corta la risa de golpe.
—Ni de coña, ya ha jodido el tuyo, el mío es nuevo.
—Pues menos risas y al lío.
Entramos en su casa que es muy diferente a la otra y él va a buscar lo
que le pidieron y volvemos al coche.
Subirme de nuevo es un martirio e intento no romperlo más agarrándome
al sillón. Se ve que en algún momento mis garras salieron y lo rajaron.
Héctor vuelve a taparse la cara.
—Esto es por mi bichito. Por ella merece la pena renovar el coche —
murmura bajito varias veces.
Yo no digo nada, me bajo del coche y subimos a su casa. Ellos están
respirando fuerte por el cansancio mientras que yo estoy como si nada, se
dan cuenta y yo me rio.
—Sois unos blandengues, vais a entrenar conmigo y mis hombres mucho
más duro, lo que hicieron con mis sobrinos ha sido jugar.
Niegan, pero yo voy a hacerles hombres de verdad. Sonrío. Nos vamos a
reír mucho con ellos.
Antes de volver al castillo hacen que escuche la canción que voy a bailar
con mi pequeña y me gusta mucho, al mismo tiempo me enseñan el baile,
es sencillo, así que no hay dificultad en aprenderlo en pocos minutos.
Enseguida estamos de regreso al castillo, dejamos todo preparado para
facilitarle el trabajo a Héctor y vamos a descansar. Al pasar por la biblioteca
escuchamos aún las risas de las mujeres y me gusta que todas estén tan
unidas. Mañana, al fin, tanto mi hermana pequeña como yo entregaremos
nuestros corazones a las personas amadas.
Les pido a mis ancestros que la vida de mi pequeña se vuelva inmortal, y
no tenga problemas al traer a nuestro cachorro al mundo. El miedo que
siento ante su posible muerte es atroz.
Capítulo 25

De camino a la biblioteca, que es donde nos vamos a quedar a pasar la


fiesta, pienso en lo que ha pasado y me siento liberada, tal vez me esté
convirtiendo en un monstruo por pensar así, sin embargo, era su vida o la
mía y mi futuro suegro estaba en su derecho a vengar todo su sufrimiento.
Ahora ya está en casa. A salvo. Todos lo estamos.
Llegamos a la biblioteca y están terminando de preparar todo. Ya han
apartado las mesas y las sillas y en el centro, que han dejado libre y han
puesto mantas y pieles por el suelo, es donde vamos a dormir, y me
recuerda a algunas acampadas que hicimos siendo adolescentes en las
excursiones.
Dejan ropa de cama para todas y se van. Es increíble lo detallistas que
son en todo, aunque no sea como las despedidas de soltera de mis
hermanas, ya que nos falta la música para bailar y los cubatas. Pero estoy
segura de que mis hermanas han pensado juegos y cosas para entretenernos,
lo que no estoy segura es si serán del agrado de las demás, espero que sí y
que todo sea divertido y pasemos una noche de chicas perfecta.
Estoy tan feliz de que por fin las cosas estén saliendo bien, aunque
también estoy muy nerviosa: ¡Me voy a unir a Khonox! ¡Me voy a casar!
No puedo creer aún que esto vaya a pasar. Miro a Phipai, que ha
esperado muchísimo más que yo para este momento, y la noto tranquila. Me
acerco a ella y la aparto un poco de las demás, que no paran de parlotear y
reír.
—¿Todo bien?
—Sí, es solo que te veo muy tranquila y yo estoy muy nerviosa.
—No debes preocuparte, hemos practicado cariño, todo va a salir bien y
la verdad es que debo confesar que he usado el poder de mi hermana para
que me calme los nervios, porque ya no sabía cómo calmarme, he leído
mucho para distraerme y no me ha servido de nada. Pensaba pasar esta
noche con él y tus hermanas nos han secuestrado a todas así que no me
quedó más remedio que usar a mi hermana.
—Lo siento, no lo pensé. Voy a decirles que te vas. —Me agarra del
brazo antes de poder decir nada.
—No cariño, vamos a pasarlo bien, y tu ve con Anarfi, pídele que te
calme y pasaremos una noche perfecta. Y mañana nos uniremos a nuestros
dragones —susurra contenta y yo sonrío como una tonta.
Me acerco a Anarfi, me toca la cara y me calma sin decirle nada, y la
abrazo con fuerza por estar a mi lado siempre que la he necesitado. En
realidad, todas de una forma u otra me han ayudado, incluso después de
rechazarlas estuvieron cerca, y me siento afortunada porque ahora son mi
familia.
Busco a Nan que intenta sonreír con mis hermanas y noto que no está
bien, así que la llamo, viene a mi lado y salimos al balcón.
—¿Te pasa algo? Sabes que, aunque vaya a ser tu reina o ya me veas
como tal, somos amigas, eres mi primera amiga de verdad, ya que mis
hermanas no cuentan. —Me tapo un poco la boca y susurro. —Eso no se lo
digas que me comen. —Sonríe por fin.
—El dragón que amo, me ha dicho que va a entregar su corazón a otra,
que siempre será mío y que no dejaremos de vernos. —Abro los ojos
incrédula.
—¿Y tú qué le has dicho? —No me mira a los ojos así que la respuesta
es sí—. Mira, no voy a decirte que debes o no hacer. Tú sabrás. Te voy a dar
unos consejos. Si no te importa compartirlo con otra, acepta. Si no te
importa que ella le dé a sus hijos y la muestre orgulloso como su mujer,
mientras que tú seguirás en la sombra para siempre, acepta. Pero si quieres
un amor de verdad, no te cierres a que otro dragón pueda lograr que seas
feliz porque no te mereces vivir en la sombra, sino ser la luz del dragón que
te ame. Y por mucho que me hayas dicho que él de verdad te ama, no es a
otra, sino a ti a quien debe entregar su corazón.
Abre la boca para interrumpirme, pero no la dejo, quiero que me escuche
porque sé que no es feliz con él. Y ahora lo será menos.
—Sí, ya sé que él es alguien importante y tu una doncella, pero ese no es
motivo para convertirte en su amante, que te deje y ya. Es egoísta lo que
pretende hacer, aunque siempre te apoyaré sea cual sea tu decisión. Ya lo
sabes.
Me abraza llorando y le devuelvo el abrazo acariciando su pelo y la
espalda, susurrando palabras de ánimo. Las demás nos miran desde dentro y
muevo mi mano para que nos dejen unos minutos. La noto más calmada,
levanto su rostro y limpio sus lágrimas.
—Vamos a olvidarnos de todo lo malo y a pasar una noche con las locas
de mis hermanas, mañana estarás a mi lado en mi unión como mi amiga, no
como mi doncella —niega con la cabeza—. Sí, eres importante para mí y
quiero que estés junto a mis hermanos. Y ahora a divertirnos.
Estuvimos charlando hasta las tantas entre risas y juegos de palabras, que
mis hermanas se iban sacando de la manga. Es evidente que en nuestro
mundo hubiera sido muy distinto, aunque no lo cambio por nada. Las horas
van pasando sin importar nada más que pasarlo genial, una de las veces nos
sentamos formando un círculo y una de ellas se quedaba por fuera, tocaba a
una de nosotras en la cabeza y esta debía perseguirla, si conseguía dar una
vuelta al círculo y sentarse en su sitio antes de que la tocara, esa ocupaba su
lugar y tenía que tocar a otra.
La primera que empezó fue Luna que tocó a Dikha y salió pitando. Sé
qué Dikha la dejó ganar, aun así, nos reímos mucho con la cara de
velocidad de Luna. Dikha me toco a mí y no me dejó ganar, corrió
muchísimo más rápido que yo y me quede a tocar a la siguiente. Las muy
cabronas corrían como el viento así que me harté de que se rieran de mí y
toqué a Luciana que por supuesto no me pilló. Aunque a ella de nuevo
como a Luna, sí que la dejaron ganar.
Luego jugamos al juego de las sillas, y Luna era quien cantaba. Tuvieron
cuidado con Luna, Luciana y conmigo por los bebés. Entre las dragonas era
la bomba verlas, se empujaban unas a otras se quitaban las sillas y yo no
podía parar de reír, me dolían las costillas de tantas risas.
Por último, jugamos a las preguntas, bueno más bien ellas nos hacían
preguntas a Phipai y a mí. Preguntas divertidas y otras algo comprometidas,
que respondimos siendo sinceras, aunque en muchas quise matar a la lianta
de Luna.
Ya estamos todas acostadas y la mayoría dormidas, estoy intranquila no
sé qué me pasa. Ya todo acabó, ellos están muertos y nadie nos va a
ocasionar más daño. Me acerco a Anarfi y sin necesidad de decirle nada me
hace un hueco a su lado, me abraza y me calma al instante, aunque no sé
qué es, aún hay algo que me inquieta.
Phipai y yo nos despertamos nerviosas. Hoy es nuestro día. Finalmente,
ella podrá entregar su corazón al dragón que tanto ha amado y Khonox se
unirá a mí después de esperarme tanto tiempo. Me siento inmensamente
feliz, quiero y necesito que todo salga bien.
Nos levantamos y empiezan a llegar las doncellas para vestirnos a todas,
incluida a Nan. Gal entra con Nous la madre Nan para vestirse también,
Northa su abuela ha dicho que estará en la ceremonia, que su comida debe
estar perfecta y sin ella eso es imposible.
A Phipai y a mí nos separan del resto a petición de Gal para que nadie
nos vea vestidas, colocan unos biombos y ahí nos lavan y nos visten. Yo no
he visto mi vestido de novia y sé que nada tiene que ver con el yo soñé y no
me importa, sé que me gustará pues les dije algunas cosas que quería que
tuviera.
Cuando por fin lo veo, me quedo sin palabras, es cierto, no es como yo
lo soñé. Es incluso mejor. A pesar de llevar tapados los brazos por el frío.
¡Me encanta! El color del vestido no es blanco es beige, con mucha pedrería
en el pecho y la caída de la falda desde la cintura también lleva piedras
preciosas sueltas, el lazo en la cintura es rojo como las piedras y me
recuerda a los ojos de Khonox en su forma de dragón.
Miró a Phipai que ya está vestida y está deslumbrante, el vestido es muy
similar al mío con algunos cambios como el color de la tela que es verde
muy claro y las piedras son violetas a juego también con el lazo de la
cintura, igual que los ojos de Rax en su forma de dragón.
Con rapidez me terminan de vestir y nos peinan. A mí me llenan de
flores pequeñas el pelo, que me han trenzado formando una diadema,
dejando suelto el resto que cae hasta mis caderas. A Phipai le han puesto
aros de oro entrelazados en su pelo, le trenzan uno de los laterales dejando
el otro suelto. Su pelo es más corto que el mío y algo rizado y le queda muy
bonito.
Todas han salido sin vernos y esperamos que vengan por nosotras. Unos
minutos después tocan a las puertas de la biblioteca y tras unos pasos,
aparecen Rior y Héctor para llevarnos junto a nuestros dragones. Yo estoy
temblando como una hoja al viento.
Rior me abraza primero y besa mi frente y luego va con su hija.
—Mi pequeña princesa, uno de mis sueños era poder llevarte igual que a
tu hermana, y se ha hecho realidad.
—Te quiero papi. —Se abrazan aguantando las ganas de llorar.
Héctor se acerca a mí, me abraza y luego me toma la cara entre sus
manos y me mira a los ojos.
—Bichito, ¿Sabes que te quiero? —mi labio tiembla por las ganas de
llorar.
—Sí, bi…bichi…to. —balbuceo como puedo. Él sonríe y me besa en la
frente con cariño.
—Vamos, vuestros dragones ya os esperan —dice Rior metiéndonos
prisa sonriente.
Ha llegado el momento y ya estamos donde se celebrará la unión. Quise
que fuera al aire libre y retiraron toda la nieve, ubicaron sillas y un pasillo
de flores por donde iríamos nosotras. Al final de ese pasillo nos esperaban
ellos, y con una tranquilidad fingida nos dirigimos hacia nuestros dragones.
No me he fijado en nadie más, solo en él, mi grandullón. Estoy feliz con mi
súper ramo de flores, solo yo lo llevo, junto a unas preciosas mariposas que
me acompañan todo el tiempo.
Veo tanto amor en su mirada que me hace sentir aún más feliz si cabe y
además me relaja un poco los nervios. No es una boda común como las que
conozco, nadie nos casa o nos une, no se pronuncia un sí quiero. He
practicado el ritual, por decirlo de alguna forma, muchas veces y me da
miedo meter la pata y fastidiarlo todo. Él parece leerme la mente porque
una vez llego hasta él, toma mis manos y me susurra.
—Lo harás muy bien pequeña. —Yo pongo los ojos en blanco y sonríe
más.
Ahora que estoy a su lado miro a los invitados y casi me caigo de culo.
En las primeras filas están nuestras familias, después están los Trolls, y
luego muchas clases de seres sobrenaturales, puedo o creo distinguir Hadas
pequeñas que me recuerdan a campanilla, de la película Disney Peter
pan. También unos seres súper feos y enormes que a saber que serán y
además dan bastante miedito; creo que detrás de los feos hay Elfos, y no sé
qué más. Y eso es algo que, aunque me han avisado que posiblemente
vendrían de los reinos vecinos, jamás creí que me impresionara tanto.
Miro a mis hermanos que parecen tranquilos así que supongo que ellos
ya los han conocido. No puedo evitar sentirme rara ante tantas clases de
personas o seres que solo conocía por los libros de fantasía, pero que aquí
son reales. No siento que me miren diferente o mal, al contrario, muchos
me miran con curiosidad, dirijo mi mirada a Dikha que me sonríe y le
sonrío de vuelta.
—¿Estás lista, mi pequeña guerrera? —respiro hondo y asiento.
—Bien, lo haremos juntos hermano —dice mirando ahora a Rax.
Nosotras nos miramos y asentimos, también queríamos que fuera así.
Lo decidimos mientras Khonox estaba en el reino de los Trolls y
aprovecharon para enseñarme como unirme a él y entregarle mi corazón.
Ahora ha llegado el momento y sigo teniendo un mal presentimiento, pero
lo aparto a un lado de mi mente y miro a mi grandullón.
Los cuatro nos movemos al mismo tiempo, nos colocamos cada uno
frente a nuestra pareja sin dejar de mirarnos a los ojos y alzamos la mano
derecha y la pegamos al de nuestra pareja entrelazando los dedos. Damos
una vuelta completa en sentido de las agujas del reloj y una vez finalizada
la vuelta sin soltar todavía la mano derecha unimos la izquierda. Ya unida la
izquierda soltamos la derecha y ésta la dejamos sobre el corazón de nuestro
amor y ahora damos una vuelta completa en sentido contrario a las agujas
del reloj. Aún no hemos terminado la vuelta y empiezo a sentir algo
parecido a un calambre por todo mi cuerpo.
Resulta muy doloroso para mí, ya me advirtieron que tal vez siendo
humana podría molestarme un poco, pero me duele mucho más que un
poco. Aguanto los últimos pasos hasta que termina el ritual de la unión y
Khonox tiene que agarrarme porque me siento débil, aunque solo dura unos
segundos más, y enseguida me siento recuperada del todo.
Me sigue sosteniendo apoyada en su pecho protegiéndome con sus
brazos y besando mi coronilla.
—Ya pasó, pequeña. Lo siento mucho —susurra enfadado.
—Tranquilo grandullón, solo fue un momento, ahora estoy perfecta. —
Guardo silencio unos minutos mientras le miro—. ¿Soy tuya? No me noto
diferente.
—Si mi pequeña, eres mía y yo soy tuyo para siempre. —Nos besamos y
todos gritan.
—¡Larga vida a la reina de los dragones! —se oyen todo tipo de sonidos
procedentes de cada especie y yo no paro de sonreír.
Me separo de Khonox y abrazo a Phipai que está hecha un mar de
lágrimas. Enseguida llega la familia y nos llenan de felicitaciones y abrazos.
Por fin veo que Dagud, el tío de Khonox, está con su mujer y su hermana.
Me contó como Neblis los separó amenazando a ella con matar a su
hermana pequeña, la única familia que le quedaba y huyó al sur a
esconderse, ahora podrán ser felices. Busco a Nan que no se acerca a mí, y
eso que le dije que hoy era mi mejor amiga. Me aparto de los demás y voy
hasta ella que sigue sentada con las manos en su regazo.
—Te dije que hoy no eras mi doncella, ¿no vas felicitar a tu amiga? —
digo alto para que todos me escuchen. Khonox viene a mi lado y me abraza
la cintura.
—Mi mujer está en lo cierto, te has ganado su amistad como nadie y a
partir de ahora todo será diferente para ti. Después quiero proponerte un
nuevo trabajo. —Veo como ella mira a alguien y vuelve su vista a mi
grandullón, yo me giro y creo que ya sé quién es el cabrón que la está
tratando como a una puta.
—¿Qué trabajo? ¿Vas a alejarla de mí? —pregunto molesta, más le vale
que sea algo bueno para ella y cerca de mí—. Grandullón, creo que lo mejor
es decírselo de una vez, no vas a dejarla sin saber de qué va todo. ¿No
crees?
—¿Si ella está de acuerdo? —va a negar, ni de coña.
—Sí, quieres saberlo ya. Y yo también. —Levanto la voz. Todos me
miran sorprendidos por mi arranque. Es por un buen motivo, sé que el
trabajo va a cambiar su estatus o al menos eso espero y dejará de ser mi
doncella. Y quiero que ese cabrón escuche. Que escuche muy bien—. Sé
que es bueno, si no jamás lo dirías aquí, así que adelante.
—No puedo negarte nada pequeña, no te acostumbres. Y sí, es algo
bueno. A partir de mañana dejarás de ser la doncella de tu reina para
convertirte en su ayudante personal en sus labores como reina, cambiaras tu
vestimenta acorde a tu nuevo estatus ya no ayudaras en el castillo como
doncella. —Nan se queda con la boca abierta.
—¿Por qué decidiste esto sin decírmelo? Es perfecto.
—Desde que se enfrentó a mí por ti, pequeña. Le pedí que me dijera todo
lo que le contaste cuando te negabas a estar con los demás y se negó
diciéndome que no iba a traicionar a alguien que la trató como a su igual, a
riesgo de un buen castigo. —me tenso al oír esa palabra—. Tranquila jamás
la castigaré por ser leal a su reina.
—¿Esto… es de verdad? —pregunta insegura.
—Por supuesto muchacha. —Yo me muero por chillar y abrazarla, me
contengo por poco, aunque Khonox se da cuenta de mis nervios.
—Adelante pequeña, sé tú misma —susurra. Pego un chillido que seguro
le dejo sordo y doy tres saltitos hasta llegar a ella y me tiro a los brazos de
Nan. Miro a Norrus que está pálido, él se da cuenta agacha la cabeza y se
va. ¡Gilipollas!
—Enhorabuena amiga, te lo mereces. —Le doy un sonoro beso en la
mejilla.
—Vamos pequeña, debes conocer a todos los reyes de nuestro mundo, es
la primera vez que nos reunimos todos para algo así —me informa, suspiro
y asiento.
—Está bien, —me separo de Nan que me sonríe y la dejo con su madre y
su abuela que están muy orgullosas de su niña traviesa, como la llama su
abuela—, vamos no hagamos esperar a los demás.
Me coge la mano, la besa y luego besa mis labios. Y así con cara de
alelada me lleva a conocer a todos y cada uno de los reyes y sus
acompañantes.
Capítulo 26

Empezamos por las Hadas y las mariposas vuelven a rodearme como antes,
revoloteando y una atrevida se posa en mi nariz, la arrugó y junto los ojos
mirándola lo que provoca algunas risitas, soplo y no se va, me encojo de
hombros y así mismo sigo caminando. Miro a Khonox que está aguantando
la risa.
—Tu mejor calladito o te paso la mariposa a ti. —Levanta las manos en
señal de paz.
Llegamos hasta las Hadas, que nos esperan sonrientes porque la jodida
mariposa sigue en mi nariz. Las Hadas son tan pequeñas que caben en mi
mano y se mantienen a mi altura para que pueda verlas, son tan hermosas.
—Os agradecemos su presencia, dada la forma y la premura en la que ha
surgido todo. Ella es Evolet, mi reina. Ellos son el rey Gus Dodds y la reina
Thea Dodds de las Hadas. —Nos inclinamos en señal de respeto.
—Ha sido un placer, sabemos por lo que han pasado y estamos felices
por vuestra unión. —dice el rey.
—Le gustas —susurra con una sonrisa la reina señalando la mariposa de
mi nariz.
—Es muy bonita, también me gusta, aunque me hace cosquillas. —Al
momento se aparta de mi nariz para posarse sobre mi vestido a la altura de
mi ombligo.
—También le gusta tu bebé. —Sonrío más y mi grandullón besa mi
coronilla.
—Es un placer y un honor poder conocerlos. Perdonadme si me
equivoco con los nombres —digo mirando a todos los seres que se han ido
acercando hasta nosotros.
—Evolet, ellos son el rey Noggik Har y la reina Rubink Har de los
Duendes. Y sus dos hijas las princesas Libess y Shimlet Har. —Nos
inclinamos.
—Un placer conocer al fin a la Neushal del rey de los dragones —señala
el rey.
—Para mí también es un placer conocerlos.
—Ellos son el Rey Thanefin y la Reina Leril de los Elfos. Su hijo el
futuro rey Eldrel y su mujer Syl.
Se calla y le miro, algo se mueve delante de mí y fijo la vista al frente en
una Elfa, se nota que es bastante mayor, aunque eso no le resta belleza, su
pelo blanco y sus ojos claros me llaman la atención.
—Y ella es Dhelgriel, la Elfa más antigua que existe y es familia de la
reina Leril. Posee un don especial y quiere usarlo contigo, si tú se lo
permites por supuesto.
—Ehh pues… —miro a Khonox que asiente dándome a entender que
todo estará bien—. Vale.
Se acerca más a mí y toma mi mano entre las suyas parece tan delicada.
Una luz sale de sus manos, intento alejarme y me lo impide, cierro los ojos
y la veo en mi mente, no es como Gal que escucho su voz, a ella la veo.
—Humana, no debes sentirte mal por aquellos a los que le arrebataste la
vida, no eran dignos de seguir respirando. Merecían la muerte. Aún te
queda una batalla por librar, debes estar atenta a las señales y evitar que
mueran más inocentes.
—¿Por qué? ¿Qué va a pasar? No quiero que nadie más muera.
—Lo siento no puedo decírtelo, únicamente prevenirte para que estés
alerta. Debes estar atenta a todo, en algún momento alguien morirá y tú
puedes cambiarlo.
—¿Quién?
—Lo sabrás en su debido momento humana.
—Pero…
Sale de mi mente y abro los ojos, siento un nudo en la garganta y mucha
angustia. Lo que sentí anoche de que algo iba mal a aumentando de forma
considerable, no entiendo nada y más que nunca estaré alerta a todo. Ella
me abraza susurrando, que esté atenta.
Me calmo poco a poco y se aparta de mí, Khonox está serio, quiero
tranquilizarlo, pero… ¿Qué le digo? ¿Qué todo está bien? Sí sé que no es
cierto.
—Ella está bien, se sentía mal por las vidas que quitó, ya sabe que ellos
lo merecían y que no es una mala persona.
—¡Ehh! Te lo dije mi pequeña, no eres mala —suspiro cansada.
—Estaré bien. Vamos a seguir celebrando nuestra unión, aún falta que
me presentes a… —Cierro la boca en cuanto me miran a los ojos, y siento
un escalofrío recorrerme entera, no me gustan. ¿Será con ellos con los que
debo estar alerta?
—Ellos son los príncipes Orcos Goruz y Nazte, a su padre, el rey Raduz,
le ha sido imposible asistir, y ella es la princesa Muza.
—Ehh… disculpad un minuto. —Aparto a Khonox y susurro con la
cabeza agachada y entre dientes de forma que Khonox se ve obligado a
agacharse para entenderme—. No me gustan, me dan miedo y siento
escalofríos mientras me miran. —Lo siento temblar, lo miro y está
aguantando las ganas de reírse—. ¿Estás tonto? —Levanto la voz y el idiota
ya no aguanta más y se descojona a mi costa, lo que provoca que los demás
también se rían.
—Perdona a mis hermanos, querían usar su poder contigo y ver tu
reacción, Khonox les dijo que podíamos hacerlo. Lo sentimos.
—¿Sabes lo incómoda que me estaba sintiendo? ¿Lo difícil que está
siendo todo esto para mí? —digo con los ojos llenos de lágrimas sin
derramar. Su risa y la de todos se corta de golpe y la Elfa es la que empieza
a reírse.
Khonox se intenta acercar a mí y levanto la mano lo más seria que puedo
para frenarlo.
—Esta te la cobro —le digo y ahora sonrío sin aguantar más y miro a
esos hermanos casi iguales y que ahora me parecen menos feos los pobres,
ya me caen mejor ahora que sé que era una broma. Les hago la seña de que
les vigilo con los dedos índice y corazón en mis ojos y luego les señalo—.
Esta os la guardo.
Los hermanos Orcos se miran entre ellos con cara de pasmados y luego
miran a Khonox que parece volver a respirar y una sonrisa traviesa
comienza a formarse, yo no puedo parar de reír. Me acerco a Brandar y le
abrazo.
—Mi niña nos acabas de dar un buen susto, y se lo has devuelto, pero
bien, todos nos lo creímos. —Me río más fuerte.
—Vamos a seguir con la fiesta. Y es un honor para mí, de todo corazón,
poder conocerlos —digo mirando a todos—. Chicas ¿vamos?
Dikha viene a mi lado y se agarra a mi brazo y mira a las demás que,
salvo la Elfa, no se mueven, yo me extraño y miro a Khonox en una
pregunta silenciosa y como no me dice nada pues miro a la Elfa Dhelgriel.
—Humana, quieren saber por qué no estás enfadada con los Orcos.
—Bueno, sé que Khonox jamás me haría daño y que todo era una broma.
—Me encojo de hombros.
—¿De verdad no estás enfadada? ¿No quieres venganza? —pregunta la
princesa Orca Muza.
—No princesa, ella no buscaría venganza por una broma —responde
Khonox.
—Si no falta nadie más por conocer, ¿por qué no vamos a celebrar,
comer y bailar? —pienso en mis preciosos—. Además, tengo ganas de
abrazar a mis preciosos que desde que vinieron mis hermanas, me tienen
abandonada.
—¿Quiénes son? —preguntan varios a la vez.
—Nosotros. —Aparecen a mi lado y pego un gritito que provoca que
todos se rían de nuevo.
—¿Ven lo que tengo que aguantar? —digo cruzando mis brazos—. Os
vais a enterar.
Salgo corriendo detrás de ellos y ahora son ellos los que gritan riendo.
Todos nos siguen a donde será la fiesta, me paro de pronto, miro a mi
grandullón y le saco la lengua y sigo corriendo mientras escucho sus
carcajadas.
La fiesta se hará en el salón grande donde se han colocado mesas y sillas
para los invitados y una mesa grande donde nos sentaremos Rax, Phipai,
Khonox y yo. Al entrar, Héctor se acerca a mí y me abraza fuerte.
—Todos pueden ir entrando menos ustedes —dice mirándonos a Khonox
y a mí. Veo que Rax y Phipai se quedan a nuestro lado mientras los demás
van entrando.
Esperamos hasta que Héctor nos permita entrar. Todo está precioso y me
sorprendo al ver un proyector colocado de forma que todos podamos verlo.
—Este era nuestro regalo de cumpleaños. No pudo ser por las
circunstancias y hemos decidido que este era un momento perfecto en este
día tan especial, además que también es una forma de que te conozcan algo
más. Espero que te guste, bichito. —Cada uno de mis hermanos me abrazan
y me besan.
Una vez estamos todos sentados y en silencio esperando, la pantalla
empieza a funcionar. Y lo primero que se ve es a Héctor.
—Hola, bichito, no te imaginas lo muchísimo que te amamos. Después
de estar a punto de morir dos veces a manos de un monstruo, doy gracias de
seguir vivo y que ya no esté para hacerte daño, disfruta del video que te
preparamos con tanto amor. —Mateo y Alan aparecen en el video junto a
Héctor.
—Te amamos peque —dicen casi al unísono los dos. Siento a Khonox
abrazarme y besarme la sien.
La canción Count on me de Bruno Mars, comienza a sonar y las
imágenes de mi infancia inundan la pantalla, imágenes que ni siquiera sabía
que existían, quiero preguntarles como han conseguido eso, pero no puedo
retirar la mirada de la pantalla.
En una de las fotos estamos Héctor y yo de unos cuatro años llenos de
chocolate, escondidos debajo de una mesa. Recuerdo ese día y la monja que
nos pilló, aunque no que nos sacara una foto, ella siempre guardaba una
sonrisa para todos los niños y murió demasiado pronto.
En esta foto Sor Cristina nos pilló comiendo chocolate a escondidas,
aquí solo estábamos tú y yo bichito.
Aparecen más: en el parque, de excursión en el monte, una de todos los
niños poco antes de morir Sor Cristina.
Van apareciendo varias fotos y de diferentes edades, cada una con una
breve descripción. Hay una que llama mi atención porque no sabía dónde
estaba esta foto. Y me acuerdo de ese día como si fuera ayer.
Miró a Héctor que sonríe con lágrimas en los ojos. Ambos estábamos
muy guapos vestidos, fuimos juntos al cine, los seis en pareja, aunque
nosotros dos no éramos pareja, ya Luna estaba perdonando a Mateo todas
las que le hizo de pequeña.
Está foto es especial para mí, este día me diste mi primer beso después
de confesarte que creía estar enamorado de un chico para que confirmase si
era así o no. Para mi desgracia ese mismo chico nos escuchó y se burló de
mí diciéndome cosas muy crueles y más sintiendo las cosas que sentía por
él.
La foto cambia y se ve una mía con sangre en la cara y algún rasguño
mirando a alguien de forma asesina con los brazos cruzados sentada en una
silla. Me habían castigado.
Así acabaste después de pelearte con él por mí, y como también era uno
de nosotros, llegamos al orfanato y os castigaron a los dos. Le atacaste
como una fiera, tuvimos que separarte entre los tres.
Ahora aparece una foto de Alejandro a mi lado y yo me rio a carcajadas,
jamás vi esta foto. Se le ve a mi lado mientras mi mirada asesina va dirigida
a él, tiene sangre en la nariz, la boca y está lleno de arañazos por toda la
cara, está con los ojos cerrados.
Y eso fue lo que quedó de él, jamás volvió a meterse conmigo, de hecho,
meses después se fue al cumplir dieciocho años y no volvimos a verle.
Pasan una serie de fotos divertidas, también con sus explicaciones. Y
luego otra foto en la que salimos las chicas, nos fuimos de vacaciones a la
playa y estábamos en bikini, Khonox gruñe fuerte al verla.
Esta foto, para los cinco, es un tesoro. Es la última en la que sales con
una sonrisa verdadera.
Esta foto es de unos meses antes de conocer a Carlos, nuestras últimas
vacaciones divertidas, al menos para mí.
Salen más fotos y es cierto, mi sonrisa no es sincera se ve forzada y me
entristece verlo. Se acaba el video con la foto de Héctor y yo llenos de
chocolate. Que provoca risas después de las lágrimas.
Me levanto y voy directa a mis hermanos para darnos un abrazo todos
juntos. Luego voy con mi dragón, que me espera con los brazos abiertos,
me abraza y me besa, demostrándome todo ese amor que yo devuelvo feliz.
Alguien carraspea y es Rax que le hace una señal a Khonox.
—Vamos a bailar pequeña —susurra en mi oído y todo mi cuerpo
tiembla de deseo.
Toma mi mano y me lleva hasta el centro del salón, ya han apartado
algunas mesas para bailar las dos parejas. La música suena y sin poder
evitarlo lloro apoyada en el pecho de mi grandullón al ritmo de esa preciosa
canción.
Suena Perfect de Ed Sheran, que desde que la escuché por primera vez
pensé que sería una bonita canción para bailar con el amor de mi vida el día
de nuestra boda y mis hermanos han hecho eso posible. La canción acaba y
él acaricia mi mejilla y deja sus dedos en mi barbilla para que mire a esos
preciosos ojos que me fascinaron desde el primer momento.
—Te amo mi pequeña, más que a mi vida. —Besa mis labios y me
levanta mientras yo me agarro a su cuello y da unas vueltas en círculo
mientras escuchamos silbidos y gritos de felicidad.
—Te amo grandullón gracias por obligarme a quedarme escondiendo la
llave y por enamorarme con tus defectos y virtudes, eres perfecto para mí y
serás un padre maravilloso. —Termino de hablar entre lágrimas.
Me abraza fuerte, me baja besando mi frente, se incorpora y mi mundo
se paraliza. Una flecha le atraviesa el corazón matándolo en el acto. Le veo
caer a cámara lenta y me giro envuelta en llamas llena de ira directa al
culpable, y a quien veo con el arco es a alguien que debería estar bajo tierra.
En cuestión segundos, todo se vuelve borroso y me encuentro de nuevo
abrazada a Khonox bailando. «¿Qué ha pasado?» Siento mi corazón a mil y
no puedo evitar mirar a todas partes buscando al culpable de lo que acabo
de vivir, para mí ha sido tan real. La canción acaba y repite esas palabras
que me dijo antes.
—Te amo mi pequeña, más que a mi vida. —Y luego me besa y me coge
de nuevo igual que en esa especie de sueño real.
Yo no puedo responderle solo recuerdo las palabras de la Elfa y en
cuanto Khonox me posa en el suelo, no espero un segundo y me giro con la
ira que sentí al creerle muerto. Pongo la mano al frente y derrito con mi
fuego la flecha y llevo el fuego hasta el causante.
—¡Tú, zorra, vas a morir! —le grito.
—No vengo sola, maldita humana —dice mientras grita de dolor. Se
oyen gruñidos fuera y yo mantengo a esa bruja atrapada entre mi fuego.
—Protejan a los niños y a los humanos, rápido. —ordena Khonox con
urgencia.
Todo se vuelve una locura, atraviesan los muros del castillo, y todos los
hombres salen fuera donde hay muchísimos dragones y Orcos esperando
para comenzar una guerra, cuando quiero salir Khonox me frena.
—Ve con tus hermanos, te necesito a salvo —me gruñe y me empuja
dentro fuerte perdiendo el control sobre Neblis, ella escapa y cambia a
dragón.
Capítulo 27

No puedo creer que el día más feliz de mi vida acabe en un infierno. Todo
estaba saliendo a la perfección y en un momento, todo se acabó. No
entiendo cómo ha sido capaz de ver algo que nadie más pudo y salvarme la
vida en el último segundo. Sé que no he tratado bien a mi pequeña ahora,
pero la necesito a salvo, no puedo perderla.
Sin mirarla, cambio a dragón y lucho junto a mis hermanos y mis
guerreros, los leales y se unen a nuestras fuerzas todos los reyes con sus
filas de guerreros.
Muchos dragones nos han traicionado y los Orcos también. Miro a los
príncipes de los Orcos que están quietos frente a su rey. Es como ellos,
igual de grande y con una cara horrible, muy desfigurada por las luchas
pasadas. Presto atención a sus palabras mientras lucho. Derribando a cada
dragón y Orco que pasa por mis dientes y garras.
—Luchad conmigo hijos, este es el final del Rey Dragón, por fin acabaré
con él.
—Eres un traidor padre —gruñe Goruz.
—Lucharemos al lado de los Reyes, tú caerás como el traidor que eres,
nunca fuiste un buen rey. Acabaste con todo lo bueno por lo que luchó el
abuelo —termina Nazte.
—Matar a tu abuelo fue lo mejor para los Orcos, nunca debió firmar el
tratado de paz de todos los reinos, los Orcos somos superiores.
Un rugido proveniente de la entrada nos obliga a mirar y es la princesa
Muza y al lado está mi pequeña, que no me ha obedecido. «¡Maldición!,
¿cuándo escuchará lo que le digo?»
La princesa se lanza sobre su padre y sus hermanos intentan protegerla,
él es más rápido y le asesta un hachazo en el estómago. Ellos furiosos
acaban con él sin miramientos y todos los Orcos, que estaban siendo
obligados a luchar contra nosotros, paran de inmediato. La lucha sigue y
esos Orcos se unen a mis filas para acabar con los dragones traidores y los
pocos Orcos que sí querían mi muerte.
No lo veo venir y un dragón me ataca por la espalda y clava sus
colmillos en mi cuello intentando inmovilizarme. Iluso. En un giro rápido
me deshago de él rasgándome la dura piel con sus dientes. Clavo mis garras
en su pecho y se lo abro sin más, uno menos, estamos dejándolos
inservibles para luego darles la muerte que merecen por traición. Ver al rey
de las Hadas tan pequeño destruir a un orco en segundos sigue
sorprendiéndome. Todos estamos luchando unidos y eso nos hace más
fuertes.
Vuelvo la mirada a mi pequeña que sigue en la puerta, los príncipes
Orcos le han dejado a la princesa a su cuidado hasta que Yiri o Lessla
vengan en su ayuda, espero que sobreviva al ataque de su padre, ellos han
vuelto a la batalla junto a todos los reyes.
No encuentro a Neblis por ningún lado, a quien sí veo es a Romo, miro a
Brandar y él asiente, se lanza a por él y en segundos lo destruye con la
magia de las piedras de los Trolls. Pasan varios minutos más, en los que
casi hemos acabado con todos los que había, pero nos olvidamos de Kurma,
la sobrina de Brandar, que usa sus piedras para quitarme mi poder y
volverme a mi forma humana.
Me siento muy débil, no aguanto de pie y caigo de rodillas. Al momento,
Neblis en su forma de dragón, se pone ante mí.
—He esperado este momento desde que decidiste unirte a una humana,
debiste unirte con la idiota de Leta. Ella era perfecta para ti, yo la puse en tu
camino, pero no, tú esperabas a que esa maldita llave te trajera a tu Neushal.
Intenta atacarme y mis fuerzas vuelven, cambio antes de que me clave
sus colmillos. Una vez he escapado de sus mandíbulas, observo a Kurma
que está ardiendo en llamas y sé que la responsable es mi pequeña.
La lucha sigue y logramos reducir a todos los dragones y matar a los
Orcos. Por suerte no hay que lamentar ninguna baja de ningún reino amigo.
Tengo rodeada a mi tía, pero es mi padre quien debe acabar con su vida. Por
desgracia para todos, por error mató a una dragona equivocada, aún no
sabemos quién era, solo espero que fuera otra traidora y no una dragona
inocente.
—Se ha acabado, este es tu fin. No te queda nada.
—Jamás voy a rendirme, tú no mereces ser rey, esa humana y tu
engendro del demonio morirán.
Aún estoy algo débil por culpa de Kurma y consigue escapar de mí para
ir directa a Evolet. Llega a su altura, cambia a humana y una daga que debía
esconder entre las garras va directa a mi pequeña, pero es Imila quien se
cruza en su camino y ella es quien recibe la puñalada en el pecho.
Cae al suelo muerta y el rugido de Rianri retumba en todos nuestros
corazones mientras se lanza a por Neblis, pero mi pequeña es más rápida, su
poder ha aumentado después de nuestra unión.
Puede elevarse con los brazos abiertos. Grita y nos expulsa a todos con
un golpe de energía, forma un círculo de fuego impenetrable para
cualquiera que ella no permita.
Necesito entrar para protegerla y mis hermanos me detienen antes de
sufrir un dolor horrible por las quemaduras. Rianri intenta entrar y se salva
por los hermanos guerreros Naden y Nemain que le cogen a tiempo, cae de
rodillas llorando por un amor que nunca disfrutó por mi egoísmo.
Evolet está furiosa, Neblis está pasando un infierno por lo que ha hecho,
sobre todo por Imila.
—Traed a Héctor. ¡Ya! —ordena.
Ame va a buscarlo sin dudar de su orden y yo no entiendo para qué
quiere a su hermano. La única que queda con vida es Neblis y no la va a
poder matar.
Cuando Héctor sale puedo ver el terror por todo lo que hay fuera, aun
así, no se amilana y sigue hasta estar cerca de Evolet.
—¿Bichito?
—Escúchame debes entrar dentro del círculo, no sientas miedo jamás te
haría daño. —lo veo temblar y aun así asiente y entra dentro—. Ahora
quiero que le quites la daga a Imila y me la des. Debes ser tú, por favor
Bichito, tú puedes salvarla.
—Está muerta, Evolet —gime nervioso.
—¡No! Debes intentarlo, por favor te lo pido. ¡Hazlo! —grita
desesperada. Héctor acaba sacando la daga del corazón de mi amiga sin
pensar un minuto más.
—Dame la daga y quédate al lado de Imila.
Ya no se oyen los gritos agónicos de Neblis, mi pequeña va apagando su
fuego hasta llegar a Neblis que sigue de pie con la barbilla pegada a su
pecho.
—¡Neblis! Hoy es tu final. —Y acto seguido mata a mi tía clavándole la
daga y sacándola ella misma dos veces. Luego la derrite en su mano y
termina de convertir el cuerpo en polvo, apaga su fuego y sin mirar a nadie
más se dirige a Imila.
—Llevadla dentro deben curarla. Ella tiene vivir.
—Pequeña por favor, está muerta. —Voy a abrazarla y me aparta.
Rianri se acerca a Imila, la toma en brazos y la lleva dentro del castillo.
—¿Por qué no ha despertado? —pregunta mirando a mi padre—. Yo era
humana y te saqué la daga del corazón y Héctor es humano, ¿por qué no
despierta?
—No lo sé —dice con tristeza. Me mira a mí —Asegúrate de que
cumplen la orden de la reina. Tal vez aún Imila pueda vivir. —Asiento y me
dirijo al interior. Hago lo que me pide y ojalá tengan razón.
No entiendo qué importa que sean humanos al sacar la daga o no, es
evidente que con Evolet a mi padre le funcionó de forma inmediata. Lessla
y Yiri han dejado a mis sobrinas con Muza y enseguida ayudan a Imila,
aunque tal y como me miran dudo que viva o más bien que vuelva a la vida.
Su corazón no tiene latido, por lo menos yo por mucho que me concentre no
lo escucho.
Rianri no se ha separado de ella, hablándole, suplicándole que se
despierte, que le dé una oportunidad, que nunca hubo otra dragona, que su
corazón es suyo y siempre lo ha sido. Soy incapaz de interrumpirlo, me
parte el corazón verlo así, ojalá mi pequeña esté en lo cierto y despierte.
Salgo sin hacer ruido y me alejo, mando que avisen a todos los reyes para
que se reúnan conmigo en mi despacho, incluidos los príncipes Orcos.
Espero en la biblioteca a que vengan, los últimos en llegar son los
príncipes.
—Ahora tú eres el Rey, Goruz, vas a seguir el legado de tu abuelo. Un
gran orco con el que tuve el honor de luchar para conseguir la paz.
—Gracias, es un honor que nos acepten después de lo que ha hecho mi
padre.
—No sois culpables de las acciones de otros —objeta Thanefin y todos
asienten de acuerdo a sus palabras.
—Es cierto muchacho, tu abuelo fue un gran amigo que se fue
demasiado pronto. Y a pesar de ser criados por Raduz, sacasteis la bondad
de tu abuelo, Karok estaría orgulloso de los tres nietos que dejó atrás —
murmura Brandar recordando a su amigo.
—Debéis reuniros con vuestros hombres, aseguraos de quienes son o no
leales al tratado de paz y que sigan a su nuevo rey —declara Noggik.
—Es cierto y yo debo volver a mi reino, si mi sobrina y Romo estaban
aquí, tal vez deba lamentar la muerte de algunos de mis hombres. —dice
Brandar.
Estamos varias horas hablando de cómo proceder después de esto, los
que siguen vivos están condenados a muerte y será hoy mismo.
No dejo de pensar en mí pequeña, hoy debería ser un día para celebrar y
hemos acabado en una guerra. Aún no he podido verla, aunque sé que está
en buenas manos, yo… la necesito a mi lado. Pienso en mi padre y me
siento orgulloso, a pesar de no estar aún del todo recuperado ha luchado
como el resto de dragones.
Les pido que se queden aquí a pasar la noche y mañana puedan regresar.
Por fin salimos de la biblioteca, aunque la parte difícil para mí aún está por
venir, hombres que creía leales me han traicionado por unirme a una
humana.
Pudieron matarla y nunca la tocaron, fueron amables con ella, la trataban
con respeto y todo era mentira, estaban esperando el momento para
matarme y todo orquestado por una loca traidora.
Una loca a la que mis abuelos acogieron como a una hija más y que se lo
paga intentando matar a su primogénito y luego a mí. Por suerte todo le
salió mal.
Busco a mi pequeña y encuentro a mi tío en el camino con su mujer
Cisane y su sobrina.
—¿Ocurre algo?
—No, pero ya que estás aquí, quiero presentarte formalmente a mi mujer
Cisane y a su hermana Banity, con todo esto no tuvimos tiempo de hablar.
Pronto nos uniremos y he pensado que podríamos comprar una casa en la
ciudad.
—Me alegro mucho por los dos y por supuesto que no, viviréis aquí, este
es tu hogar y ahora lo es de tu familia.
—Mi señor, por favor. Con todos mis respetos. Son dos bocas más que
alimentar y yo no quiero que mi hermana y yo seamos una carga. Quiero
trabajar y ganar mi sustento. Ser la mujer de Dagud no me hace diferente a
lo que soy ahora.
—Hablas igual que mi mujer. —No puedo evitar sonreír como un tonto
—. Si deseas trabajar, seguro que mi tío puede buscarte un buen trabajo.
—Mi señor eso sería maravilloso.
—Mi mujer se ha quedado sin doncella, quizás quieras ocupar ese puesto
—me dirijo su hermana.
—¿Yo? He trabajado en el campo mi señor no sabría cómo atender a mi
señora.
—Tranquila muchacha. Estoy seguro de que, si estás de acuerdo, ella
estará encantada. Hasta que quieras trabajar en otra cosa.
—Mi señor, sería un honor para mí.
—Perfecto. —Miro ahora a mi tío—. ¿Estás de acuerdo? —Asiente en
respuesta—. Bien, ahora voy a ver a mi mujer. Dagud por favor, mañana
quiero una reunión con todos.
—Bien, los avisaré ahora e iré a buscar una habitación para Banity y
hablaré con Nan para que la guíe al principio.
—Sería lo ideal, nos vemos mañana.
Me voy en busca de mi pequeña y una de las doncellas me comunica que
está ya en mis aposentos.
Me dirijo allí nervioso, no sé cómo me la voy a encontrar y sé que la
noche que tenía pensada, llevándola a la cabaña, se ha esfumado. Está viva,
ella y mi cachorro, y eso es lo único verdaderamente importante. Ya
encontraremos otro momento en el que podamos irnos los dos solos. Llego
a la puerta y respiro hondo antes de entrar.
La encuentro sentada abrazada a sus rodillas moviendo una mano delante
del fuego manipulándolo a su antojo. Está tan concentrada que no se percata
de mi presencia hasta que me siento y la abrazo desde atrás. Ella suspira.
—No se despierta. —Llora derrotada—. Quiero que vuelva.
—Lo sé pequeña, yo también.
—¿Pudiste hablar con ella? —solloza. Cierro los ojos sintiéndome una
basura por no escuchar sus palabras y tal vez ahora nunca lo sepa.
—No pequeña, no le di la importancia que merecía y tal vez sí la tenía.
—No debió anteponer su vida a la mía, si no despierta y realmente está
muerta nunca me lo voy a perdonar —murmura impotente—. Rianri está
destrozado. Quiso hacerle daño mintiéndole y ahora… —rompe a llorar de
nuevo.
—¡Shh! Ojalá su cuerpo necesite sanar para despertar. Solo podemos
esperar. Ahora mi amor quiero que te acuestes, yo aún tengo algo de lo que
ocuparme y debe ser hoy.
—¿Qué hablasteis en la reunión? ¿Qué va a pasar con los Orcos?
Escuché a su padre, ellos no sabían nada.
—Lo sé, todos lo sabemos. Goruz es ahora el Rey y será un gran Rey
para los Orcos. Debemos acabar con los dragones, he de estar ahí y
asegurarme por mí mismo que todos los traidores mueren —gruño lleno de
ira. Aunque quiera quedarme hay obligaciones que debo atender y eso me
mata porque ahora mismo solo deseo protegerla y amarla—. Descansa,
volveré a tu lado lo antes posible.
—No, yo te acompaño. Voy a estar a tu lado grandullón.
—No va a ser agradable, prefiero que no lo veas. Ya hoy has sufrido
suficiente. —Se aparta de mí y se da la vuelta para mirarme.
—Escúchame, ahora soy la reina y debo aprender a serlo, cometeré
fallos, muchos, pero no te voy a dejar pasar por esto solo —Voy a decirle
que no estaré solo, pero pone su mano en mi boca—. Sé que no estarás solo,
pero quiero estar para ti, algunos no eran solo tus guerreros, algunos eran
amigos. —Beso su mano y la aprieto contra mi pecho.
—Esta noche debería ser especial para nosotros y estamos aquí
sufriendo, no sabes cuánto lo siento. —Recuerdo entonces como me salvó
en la fiesta—. ¿Cómo pudiste parar esa flecha que iba a mi corazón?
—No lo sé, lo vi antes de que pasara, o más bien lo viví. Y luego lo
cambié. Te vi muerto y sentí tanto dolor. Aún lo siento, porque para mí fue
real, vi la flecha en tu corazón y tu cuerpo caer inerte igual que vi a Imila y
a ella no le pude cambiar su destino. La Elfa me avisó que estuviera alerta y
que yo salvaría a todos. Y no lo hice, Imila no despierta —Me abraza
fuerte.
Me quedo callado asimilando sus palabras ella sigue siendo humana. Y
aparte del fuego que ya lo domina, ha adquirido un nuevo poder al terminar
su unión y también ahora es inmortal. Creo que nunca será una dragona. Y
es algo que ya carece de importancia para mí, la amo tal y como es, lo único
que me preocupa es el nacimiento del cachorro.
Con su nuevo don puede ver el futuro y cambiarlo, y Dhelgriel lo sabía,
por eso la alentó a estar atenta. Debo hablar con Phipai después, ese no es
un poder común, tal vez ella pueda guiar a mi pequeña sobre cómo usarlo.
Gracias a Anarfi aprendió a controlar el fuego y ahora que es más fuerte lo
domina como nadie, ha sido impresionante verla.
Aunque no esté de acuerdo con que ella esté presente en las ejecuciones
debo darle su lugar, se ha ganado el respeto de cada uno de los seres más
poderosos de este mundo, y yo siendo egoísta, la necesito a mi lado.
—Está bien, vamos.
—Estoy con esta ropa. Espera, me cambio rápido. —Está con uno de sus
ropajes raros y por primera vez no me importa.
—Pequeña, en esa imagen se te vio casi desnuda y por poco me quedo
muerto de celos por lo que todos han visto de mi mujer. No me importa que
te vean así ahora, aunque prefiero los vestidos, sé que así estás cómoda y
quiero que te sientas bien, ¿de acuerdo?
—Sí, vamos primero a ver a Imila y luego a donde nos esperan.
Capítulo 28

Salimos al pasillo y nos dirigimos, cogidos de la mano, a la alcoba donde


está Imila. Al llegar Yiri sale, nos ve y niega con la cabeza. Mi corazón se
rompe de dolor por la pérdida de mi única y verdadera amiga. Miro a mi
pequeña que está con el dolor marcado en su rostro.
Le veo respirar hondo varias veces para armarse de valor y entrar, justo
cuando toma el pomo de la puerta los llantos desolados de Rianri la
detienen en seco, me mira y sus lágrimas caen al fin de sus preciosos ojos
chocolate.
Se aparta de la puerta y me abraza enterrando su cara en mi pecho
llorando desconsolada, y yo, por mucho que quiera ser fuerte, lloro por ella.
Esa amiga a la que valoré demasiado tarde, a la que usé a mi conveniencia
sin pensar en el daño que le estaba causando, tanto a ella como a un gran
amigo.
Llevo fuera del pasillo a mi pequeña en brazos, que me agarra mientras
tiembla entre llantos de dolor, como si así pudiera quitarle todo lo que
siente.
Ojalá pudiera, con un beso o una caricia, borrar todo lo malo que le ha
pasado en su corta vida, espero ser suficiente para ella. Sus hermanos y sus
sobrinas morirán con el paso del tiempo y ella permanecerá a mi lado. Me
aterra no ser suficiente y que me odie por verlos morir a ellos también.
Intento apartar esos pensamientos y me centro en llegar hasta el patio
trasero del castillo donde se dará muerte a los traidores y luego
convertiremos sus cuerpos en cenizas.
Llegamos y los mantienen atados y de rodillas, han usado el poder del
veneno para dejarlos sin opción a defenderse, los han vuelto a golpear para
debilitarlos más.
Además, mi sobrino Veron está usando su poder con todos, es similar a
los pequeños solo que el de él dura unos minutos, la otra diferencia es que
los cachorros necesitan tocarte tanto para quitarte como devolverte el poder
de nuevo, Veron solo ha de mirarte.
Norrus ha usado su poder y se ha multiplicado, está detrás de cada uno
de ellos para vigilarlos, no los conté antes y duele ver la cantidad de ellos
que nos han traicionado por seguir a alguien que ya traicionó a su anterior
rey.
Son más de 50 dragones, entre los que hay algunas hembras, que van a
morir por nada. La mayoría de ellas fueron mis amantes y entre ellas, está la
mujer que me molestó en la cantina del sur. Al final morirá por unos celos
inútiles, pudiendo ser feliz y con una larga vida. Siento tanta rabia que uso
mi aliento de hielo y les atravieso a todos provocando más dolor.
Aún con mi pequeña en brazos me pongo frente a todos los traidores,
detrás están los reyes de los demás reinos y parte de mi familia, solo los
hombres, no deseo que ninguna mujer de mi familia vea esto. Tampoco mi
pequeña.
—Mi amor, aún estás a tiempo de ir a la cama a descansar, por favor, no
deseo que veas esto. Sé que lo haces por estar a mi lado y te amo más por
ello, pero…
—Antes quería acompañarte, estar a tu lado. Ahora es por mi amiga,
ellos son en parte culpables de que esté muerta. Y quiero que paguen. Todos
—murmura llena de rabia. Suspiro triste, sé que no va a cambiar de opinión.
Se aparta y entiendo que quiere estar de pie y verlo.
—Traicionasteis a vuestro rey, eso os condena a muerte —declaro alto y
claro para que todos comprendan lo que voy a decir ahora—. Antes quiero
que sepáis que todos fuisteis engañados por una dragona que traicionó a mi
padre, una dragona que entregó una daga de Angrom al humano del que se
enamoró.
Muchos de ellos levantan la cabeza con miedo y otros con ira contenida.
—Quizá algunos no estéis de acuerdo con mi unión a una humana y
podría entenderlo, yo al principio tampoco lo estuve y quise negarme,
aunque fue conocerla y enamorarme de la mujer tan increíble que es. Eso es
algo que ya sabéis la mayoría, ¿verdad? —gruño fuerte y todos vuelven a
agachar la cabeza—. Ser fiel a mi tía os ha traído aquí. A vuestro fin.
Mi pequeña da un paso adelante y me mira pidiéndome permiso para
hablar y levanto la mano dándoselo. Se pone delante de todos ellos y los
mira uno a uno a los ojos deteniéndose en aquellos que conocía y en los que
confío, el último al que mira es a Romo.
—Tal vez alguno me odiéis por el simple hecho de ser humana y otras
por querer ocupar mi lugar. Eso podría llegar a perdonarlo. Lastimar a otro
ser por diversión no —espeta con una dureza que jamás la escuché antes.
Se acerca a Romo y en silencio estira la mano pidiéndole la daga a
Nemain que está al lado. Por supuesto, a pesar de que me mira, no espera
mi aprobación y se la da a su reina.
—Esto es por todo el dolor que le causaste Dikha, púdrete en el infierno.
—Con un gruñido le clava la daga en el corazón y le deja caer a un lado
mientras la saca y se la devuelve su dueño—. Todos los demás provocasteis
con esta traición la muerte de una buena dragona, espero que estéis
orgullosos, aunque no disfrutaré viendo vuestras muertes.
Se da la vuelta y sus ojos se abren como platos, y luego me mira a mí.
Estaba tan concentrado en mi pequeña guerrera que no vi a Brandar y los
Trolls de rodillas con su mano derecha en el corazón y después de él, todos
y cada uno de los reyes junto a sus hombres se postran ante mi mujer. Se ha
ganado su respeto, yo me inclino ante mi reina al mismo tiempo que todos
los dragones.
Se acerca a mí y todos nos levantamos, ella se queda de espaldas a los
traidores, entrelaza su mano con la mía y la besa.
—Adelante, aunque no quiero verlo, si quiero estar a tu lado —murmura
aún con lágrimas cayendo por sus mejillas y los ojos cerrados, respira
hondo y me mira—. Te amo grandullón —dice algo más sosegada. Y yo
hincho mi pecho orgulloso por la hembra que está a mi lado.
Cierra los ojos y me aprieta más fuerte la mano. Con mi señal todos los
dragones que me traicionaron mueren, aquellos dragones que poseen el
poder del fuego lo usan para calcinar sus cadáveres y convertirlos en
cenizas.
Me duele perder de esta forma a algunos de mis hombres, sin embargo,
jamás volvería a confiar en ninguno de ellos y hacía mucho tiempo que no
se condenaba a nadie a muerte. Mi tía provocó que todos ellos, por uno u
otro motivo, quisieran mi muerte y la de mi pequeña.
Sin decir nada más me despido de todos con un movimiento de cabeza y
cojo a mi pequeña en brazos, que se apoya en mi pecho. En un principio me
dirijo a Senzyras, luego lo pienso mejor y voy al bosque, cuando ella se
percata de la dirección levanta la cabeza para mirarme y le sonrío para que
se calme, está muy nerviosa por todo lo que ha pasado y quiero que esté
tranquila unos días, mi sonrisa consigue el efecto que necesito y se apoya
de nuevo en mi pecho.
Llegamos minutos después al bosque, la dejo en el suelo y me desnudo,
la oigo suspirar y me encanta provocar eso en ella. Me acerco, la rodeo con
mis brazos, la levanto y besos sus carnosos labios.
—Vamos a ir a un lugar.
—No podemos irnos con todo lo que ha pasado, además quiero
despedirme de Imila —susurra y me mira con tristeza—, no es así como
quería acabar el día de nuestra unión, todo estaba siendo perfecto hasta
que… —Tiembla y no termina la frase—. No me sentiría bien
manchándome. Créeme grandullón, nada desearía más que estar entre tus
brazos, olvidarme de todo y entregarme a ti una y otra vez. Pero… No
podemos irnos así.
—Está bien, iremos solo unas horas.
Cambio a dragón después de separarme de ella, espero a que coja mi
ropa y se acerque a mí y la sujeto como le gusta entre mis garras y alzo el
vuelo. Esta vez no grita como siempre, no está feliz como las otras veces
que hemos volado, pero sé que le sentará bien despejar la mente un rato,
tanto como a mí.
Llegamos a nuestro destino en la cabaña de la montaña. La dejo sobre la
nieve, ha nevado mucho y se hunde hasta casi la cintura.
—¡Qué frío! ¡Sácame de aquí! —grita tiritando.
Niego con la cabeza y me alejo de ella para cambiar, mientras ella
intenta salir del agujero de nieve, lo que provoca que caiga a un lado y
quede más enterrada. Rompo a reír a carcajadas sin poder evitarlo y oigo su
grito de nuevo.
Me acerco a ella derritiendo la nieve a mi paso con mi aliento de fuego,
algo que ella podría hacer perfectamente, justo antes de llegar se levanta
con dos bolas de nieve en la mano y me las tira dando de lleno en mi cara y
provocando al fin su risa.
No puedo evitar recordar el día que la besé por primera vez, como la
asusté y ella me lanzó una bola directa a mi cara como ahora. Me lanzo a
por ella, esta vez no hay escapatoria y la cojo al momento, la levanto y me
la cargo al hombro como si fuera una presa que acabo de cazar. Ella
protesta y gruñe, aunque yo voy con especial cuidado en no apoyar su
vientre para no dañar a nuestro cachorro.
Derrito la nieve hasta la entrada y, con ella aún al hombro, la llevo a la
cama que está cerca de la chimenea. Yo puedo ver en la oscuridad, enciendo
el fuego y todo se queda en una claridad justa para verla a la luz de las
llamas y me deja sin aliento. Está preciosa despeinada con esa carita
enfadada, los brazos cruzados sobre su pecho, por poco no consigo aguantar
la carcajada que me provoca verla en ese estado.
Con cautela me acerco a ella veo como me recorre con la mirada
deteniéndose en mi miembro palpitante por ella y solo por ella. La desnudo,
y poco a poco su gesto de enfado se va quitando para dar paso al placer que
le provocan mis caricias. La miro y me maravillo cada segundo, está sobre
la cama con esa piel blanca que resplandece a la luz de las llamas, ese pelo
liso enredado y esparcido por la almohada, la boca entreabierta invitándome
besarla.
Ella baja su mano por sus pechos, se pellizca los pezones con suavidad y
luego con la mano derecha sigue el camino hasta su vientre. Baja lo justo
para comenzar a tocarse, es hermosa, se separa los pliegues y toca su
clítoris de forma suave. Por todos mis ancestros, creo que soy adicto al olor
que desprende su excitación.
Soy incapaz de reaccionar esperando que culmine ella sola dándome las
mejores vistas de mi vida. Mi pequeña es un regalo, que no sea perfecta me
gusta aún más, es lo más sexy que he contemplado. He estado con
muchísimas dragonas y también de otras razas y jamás sentí nada parecido
a lo que siento estando con ella.
Mi Neushal, mi dueña, mi todo y ahora la mujer que protege en su
vientre a nuestro primogénito. Su respiración se acelera aún más y sus
movimientos son más rápidos hasta que con un gemido se corre.
Me lanzo sobre ella y entierro mi boca en su humedad saboreando su
néctar, escuchando sus gemidos y volviéndome loco de deseo bajo esa
mirada. Una vez me quedo satisfecho repto sobre su cuerpo y entro en ella
poco a poco y gruñendo de placer.
Me muevo despacio mientras beso su boca de forma desesperada. Ella se
entrega por completo y me encanta, hay algo que me muero por llevar a
cabo y quiero que sea hoy, quiero poseerla de todas las formas que conozco
y a ésta que se negó.
Salgo de su interior, la giro y la pongo de rodillas, dejo una almohada
bajo su vientre y empujo en la espalda para que se agache, en cuanto nota
mis dedos en su fruncido agujero por instinto se aparta y me mira con
miedo. No quiero que sienta miedo sino placer.
—Pequeña si no quieres que siga no lo haré, pero por favor confía en mí.
Deseo poseerte de esta forma.
—No quiero.
—Está bien pequeña, lo dejaremos para más adelante.
—No Khonox, sufrí mucho cuando Carlos me poseyó de esa forma y
tardé demasiado tiempo en recuperarme físicamente por completo, nunca
voy a dejar que me toques así.
—Maldito bastardo. Escúchame bien —gruño. La pongo frente a mí
sujetando su rostro—. Jamás te haría daño y menos de esa forma, es cierto
que es molesto al principio, pero también puede ser muy placentero. Te juro
que si me dejas intentarlo y realmente no te gusta lo que te hago, nunca más
volveré a proponértelo.
—No es así como lo recuerdo. —La abrazo y la beso queriendo borrar
esos recuerdos—. Khonox no quiero decepcionarte... probar y no poder, y
que…
—¿Qué tontería estás diciendo pequeña? Nunca podrías decepcionarme,
esperaré a que quieras y seas tú quien me lo pida. —Ella asiente.
Empieza a besarme el pecho dándole pequeños mordisquitos y mi polla
vuelve a endurecerse al instante. Cierro los ojos al sentir su boca
acogiendome hasta donde puede, me humedece y me besa, se separa y me
mira con tanto amor.
—Quiero intentarlo grandullón. —susurra agachando la cabeza—.
Quiero conocer el placer que dices que puedo sentir.
—¡Ehh! Mírame, mi amor, quiero que estés segura. No quiero que lo
pidas porque yo lo desee —le digo muy serio. Ella se muerde el labio,
asiente y se da la vuelta, se coloca como antes y me mira por encima del
hombro.
—Confío en ti, mi amor y quiero todo contigo.
Con manos temblorosas, empiezo a masajear su espalda para que se
relaje, ahora el que tiene miedo de fastidiarlo todo soy yo. Me inclino y
paso mi lengua desde su clítoris hasta ese punto al que tanto miedo le tiene
y lo humedezco, con cuidado unto mis dedos con su humedad y empiezo a
introducir mi dedo índice poco a poco.
Está muy tensa y temo dañarla, así que la empujó en el hombro para que
se incorpore y se apoye en mi pecho me acomodo mejor y mientras mi
mano derecha invade su precioso culo, mi mano izquierda va directa a su
clítoris y lo froto con suavidad.
Eso la relaja y le da el placer que quiero que sienta. Sin que se dé cuenta,
mi dedo está por completo en su interior entrando y saliendo despacio. Sin
dejar de tocar su clítoris la invado con un segundo dedo, ella se tensa por la
presión que siente, pero como no se queja sigo adelante poco a poco. Se
relaja por completo y parece gustarle porque inclina su cabeza buscando
mis labios, la beso y consigo llevarla al orgasmo mientras grita en mi boca
de puro placer.
La pongo como deseo bajándola y apoya sus codos en la cama y coloco
la punta de mi miembro presionando un poco. Ella respira hondo y empuja
hacia mí, coge mi miembro con su mano y eso parece ayudarla mientras
sigue empujando y metiéndome en su interior.
Las ganas de tomar sus caderas y empujar hasta el fondo son inmensas,
pero no puedo hacerle eso, debo controlarme y hacer que disfrute borrando
los malos recuerdos. Ella gime mientras acabo enterrado hasta la
empuñadura soltando un gruñido.
—Maldición pequeña, estás muy apretada.
—Y… ¿eso te gusta?
—Me encanta. Toda tú me encantas, ¿todo bien, pequeña?
—Sí, es incómodo, pero no siento dolor.
Empiezo a moverme despacio y la escucho gemir, aumento un poco más
el ritmo y le está gustando. Poseerla de esta manera me encanta y temo
perder el control y ser brusco, esto es algo que quiero repetir todas las veces
que me lo permita.
—¡Ohh Khonox, más rápido!
—Maldición pequeña, no me pidas eso, no quiero hacerte daño, solo
quiero que disfrutes de esto tanto como yo.
—Mmm. Vamos grandullón me está gustando mucho y necesito que
vayas más rápido, que seas tú mismo, que no te contengas. Te amo.
Con un gruñido agarro su pelo y sus caderas y le doy lo que me pide y
que yo tanto quiero. No paro hasta que los dos estamos a punto de llegar,
saco mis colmillos, la levanto para morder su hombro y llegamos juntos al
orgasmo. ¡Maldición! ¡Ha sido increíble!
Salgo de ella despacio me lavo con un trapo mojado y cojo otro para
lavarla, luego la pongo sobre mi pecho, tumbados en la cama, me encanta
sentirla sobre mí.
—¿Pequeña?
—¿Qué?
—¿Te hice daño? Y… ¿El cachorro estará bien? He sido demasiado
bruto. —Su risita me da más vida y la aprieto más en mi pecho.
—Al principio fue molesto y un pelín de dolor sentí, pero hiciste que
deseara más y me deje llevar. Y bueno, el bebé aún es muy pequeño y estará
bien, te lo prometo.
Se queda en silencio acariciando el vello de mi pecho, y eso me relaja
hasta casi quedarme dormido.
—He soñado con su carita y que es un niño. ¿Has pensado algún nombre
de niño o de niña?
—No he pensado nombres, eso es cosa de las hembras. —Noto como se
tensa y me maldigo por no saber expresarme en estas cosas—. Lo que
quiero decir, es que aquí son las hembras las que eligen los nombres
siempre pequeña.
—Pues me importa una mierda, quiero elegir el nombre juntos. —Se
levanta muy molesta. ¿Cómo alguien tan menudo puede tener tan mal
genio?
—Pequeña, si es lo que deseas, así será. Debes pensar en nuestras
costumbres —murmuro y ella suspira.
—Tienes razón, lo siento grandullón. Yo también debo respetar vuestras
costumbres, y muchas no las conozco aún. Es que por la forma en que lo
dijiste parecía que no te importaba el bebé.
—Eso jamás, sabes cuánto he deseado ser padre, y tú has hecho que eso
vaya a ser posible. Sois mi mundo. Siempre.
—Te amo tanto.
—Y yo a ti mi pequeña. Ya es hora de volver a Senzyras, mañana se irán
los reyes y cuando todo esté un poco más tranquilo quiero llevarte a
conocer nuestro reino.
—Está bien, vamos.
Su ropa no se ha secado bien y no sé dónde está la mía y así volvemos al
castillo. Vamos hasta el balcón de la biblioteca y espero a que ella vaya a
buscar algo de ropa.
Desde que me dio aquella lección, evito mostrarme desnudo, algo que
antes no me importaba. Regresa con la ropa, cambio mi forma humana y
volvemos a la alcoba donde caliento el agua y ambos nos metemos para
quitar el frío del viaje. Al acabar nos acostamos en la cama relajados y
caemos rendidos al momento con ella sobre mí pecho.
Capítulo 29

Me despierto en los brazos de mi grandullón con el sabor de la felicidad en


los labios y el dolor de una pérdida irreparable. Aun no entiendo por qué
con Rior funcionó y con ella no. Todo ha sido un caos y al fin Neblis ha
muerto y todos los que la ayudaron también. Me gustaría poder escapar de
todo con él, pero eso es imposible.
Con cuidado me levanto sin despertarlo, quiero que duerma todo lo
posible después del esfuerzo de la batalla de ayer. Voy al baño tranquila,
aún con los ojos pegados por el sueño, oigo un ruidito y ni caso, sigo mi
camino zombi hasta la palangana de agua, vuelvo a escuchar ese sonido y
miro a mi alrededor, aunque sigo sin ver nada.
Me lavo la cara y mientras estoy orinando, dos putos ratones que no sé
de dónde salen vienen en mi dirección, pego un grito y salgo corriendo sin
apartar la mirada de ellos que me siguen, me golpeo por detrás de las
rodillas y acabo cayendo espatarrada dentro de la bañera salpicando todo y
grito aún más fuerte por lo fría que está el agua de anoche.
Khonox entra abriendo la puerta de golpe desencajándola, me mira y
luego alrededor. Hasta que da con los ratones y luego me mira de nuevo.
Debo estar con una postura cómica porque en vez de ayudarme y matar a
los ratones, que no se han movido, empieza a reírse. Los ratones vuelven a
venir en mi dirección e intento salir y lo único que consigo es caerme de
nuevo provocando más risas.
—¡Khonox! —grito —¡Mátalos! ¡Que vienen! —Eso provoca que sus
carcajadas aumenten y tocan a la puerta.
—¡Esperen fuera! —ordena gritando y riendo.
—¡Ayuda! —grito desesperada—. ¡Mátenlos! —Todos me ignoran, ya
que las carcajadas de Khonox siguen y los ratones salen por un agujero que
pienso cerrar, después de asegurarme que no haya más.
Me saca de la bañera y le empujo, odio a los ratones, me producen
mucho, mucho miedo. Y él se ha reído de mí sin preocuparse de si estaba
bien o no.
Cojo un camisón y me visto, salgo del baño empapada bajo la mirada
risueña del gilipollas y me encuentro a casi toda la familia de frente
esperando saber qué ha pasado.
—¿Qué? —contestó de forma brusca y me arrepiento hasta que escucho
a Khonox volver a reír—. ¡Gilipollas! —mascullo.
—¿Qué ha pasado? —se atreve a preguntar Gal aguantando la risa.
—Yo no le veo la gracia, me dan pánico los ratones y se han aparecido
dos ratones enormes. —separo las manos exagerando el tamaño, esa última
parte obviamente es mentira, los ratones eran diminutos y escucho de nuevo
a Khonox volver a descojonarse.
—Eran crías —grita para que todos le oigan. Su risa es más fuerte y
todos se ríen de mí.
Estoy segura de que nunca me sentí tan avergonzada por sentir miedo a
los ratones, es algo que no puedo controlar desde niña, siempre he tenido
pesadillas. Hasta los seis años no pararon, comprendí que ellos nos tenían
más miedo a nosotros y que solo querían la comida, aunque el miedo está
ahí presente siempre que veo a uno. Lo que me extraña es no haberlos visto
antes, vamos eso que me alegro.
Cada vez estoy más enfadada, ven mi miedo como algo tonto. Sé que
Gal lee mis pensamientos al dejar de reírse.
—Vamos peque —me pide Alan con la mano estirada.
Me tapo con una manta, menos mal que este camisón es más tupido y no
se transparenta nada. Le doy la mano y me voy con él sin mirar atrás, de
camino a su cuarto escucho como Héctor les explica lo poco que saben de
mi miedo a los ratones. Entramos en su cuarto, cierra la puerta y me acuna
igual que cuando era una niña, él siempre se colaba en la habitación de las
niñas cuando me escuchaba gritar.
Me tarareaba una canción mientras estaba en su regazo hasta que me
dormía. Ahora somos más grandes y sería feo vernos de esa forma, así que
nos sentamos en la cama y me dejo abrazar mientras me tararea esa misma
canción. La verdad es que ya no estoy asustada por los ratones, más bien
enfadada por cómo él se ha reído de mí, provocando que los demás también
lo hicieran. Me quedo relajada como siempre, de todos era el único que
conseguía calmarme y por eso siempre venía él.
Ya más calmada le beso en la mejilla y me levanto, me acompaña hasta
mi cuarto. Khonox está sentado en la cama ya vestido y me mira con cara
arrepentida. Alan besa mi coronilla y se va.
Me acerco a él esperando que diga algo, sigo molesta porque no me
ayudara cuando me caí, por suerte no me pasó nada.
—Lo siento pequeña, debí atenderte, asegurarme de que estabas bien
antes de reírme.
—Me avergonzaste por sentir miedo de unos ratoncitos y es algo que no
puedo controlar. Tú no lo sabías, por eso no estoy tan enfadada contigo.
Pero verme ahí tirada y no ayudarme…
—Es que estabas muy graciosa —me interrumpe entre risitas. Le miro
con los ojos entrecerrados y carraspea—. Perdón.
—En fin, más vale que mantengas lejos a esos ratoncitos de donde yo
esté o les achicharro. —Me levanto para ir a vestirme y tira de mi brazo,
caigo sobre su regazo, me agarra del pelo, me besa fuerte y yo gimo sin
poder evitarlo deseosa de más.
Me rompe el camisón y se abalanza a mis pechos, ¡joder! Como me
gusta todo lo que siento con él. Anoche me hizo el amor de una forma que
jamás creí ser capaz de consentir y no solo pude, sino que lo disfruté y
quiero repetirlo.
Le separo y protesta, me da igual, le empujo para que se tumbe y busco
su polla con mis labios y me deleito como si fuera mi helado favorito,
mientras el mete sus dedos en mi interior dándome placer. Sus gruñidos me
indican que está cerca y no dejo que termine, me levanto y me coloco a
horcajadas sobre él, con mi mano lo guío hasta mi interior y me dejo caer
de golpe y jadeamos por el placer que sentimos.
Me muevo suave y al hacerlo froto mi clítoris contra él, estoy a punto de
correrme y no quiero parar, él me ayuda a ir más rápido se levanta y siento
sus dientes en mi hombro, llegamos juntos y me sigo moviendo un poco
más en círculos hasta que me siento satisfecha. Más calmada levanto la
cabeza y le miro a los ojos, que ahora son rojos y brillantes.
—¿Te gustó, mi amor?
—Siempre pequeña, siempre.
El sonido de mis tripas me avisa que no hemos desayunado y me rio. Me
levanto, me aseo y me visto mientras él baja a pedir que nos sirvan el
desayuno porque los demás habrán desayunado ya. Bajo en cuanto termino
y me reúno con él que está esperándome con una sonrisa feliz que me
derrite, hay algo que necesito preguntarle o más bien confirmar.
No sé qué harán mis hermanos y si mi vida ha dejado de ser mortal
quiero pasar el mayor tiempo posible con ellos hasta que deba decirles
adiós para siempre y cuidar de mis sobrinas y los que vengan.
Me siento a su lado y empezamos a comer en silencio, para mí no es
incómodo, sabe que algo quiero preguntarle y está esperando. Me da miedo
la respuesta, sea cual sea voy a perder algo.
—¿Qué te pasa pequeña? —suspiro y me atrevo a hablar.
—Verás, sé que obtuve más poder y que puedo ver trazos del futuro
inmediato, al menos de momento, y necesito saber si sigo siendo mortal.
—No, mi pequeña. Eres inmortal, sigues siendo humana, con poderes y
con una vida inmortal. —No puedo evitar sentirme triste, sé que estaré
obligada a despedirme de mis hermanos y mis sobrinas algún día.
—¿No quieres pasar una eternidad conmigo? —noto inseguridad en esa
pregunta y me enfado por no saber esconder mis emociones.
—No es eso, mi amor, me encanta la idea de ver la vida pasar a tu lado y
al de nuestro hijo y los que vengan después, porque quiero muchos —él
sonríe más tranquilo—. Pero… no puedo evitar pensar en mi familia y en
qué, algún día, les diré adiós para siempre. Si dijeras que sigo siendo mortal
también estaría triste, ya que perdería una larga vida a tu lado y serían tú y
nuestro bebé los que me dirán adiós.
—De alguna manera siempre pierdes algo —susurra. Asiento porque me
ha entendido, me abraza y me besa.
—¿De verdad podríamos ir a ver a mi familia si deciden no vivir aquí o
ellos venir cuantas veces deseen?
—Por supuesto, este es su hogar y siempre conservarán su lugar aquí
hasta el día de su muerte. —Hablando de ellos y aparecen en el salón y se
sientan a nuestro lado.
Por su forma de mirarme creo que no van a quedarse aquí, ninguno.
Bueno es lógico, esta es mi vida, la suya está al otro lado.
—Os vais, ¿verdad? —Todos asienten y yo lloro al mismo tiempo que
mis hermanas, vaya tres lloronas.
—Vendremos siempre que podamos, tú puedes ir con Khonox cuando lo
desees, queremos seguir con la cena de los sábados y podemos venir aquí o
ir tú a casa —dice Mateo.
—Al venir nosotros también veríamos a todos los demás que nos han
tratado tan bien —añade Alan.
Estamos un rato en silencio, aunque lo esperaba, no quiere decir que me
haga feliz que se vayan. Pasan los minutos y Khonox me besa y nos deja a
solas.
—Bichito, pensé seriamente en quedarme, me he enamorado como un
loco—contengo el aliento, ante su confesión, no sabía nada—. Creí que él
también y si algo me quiere no es suficiente para salir del armario, así que
prefiero poner distancia, me ha hecho muy feliz, pero también infeliz con su
rechazo, ¿lo entiendes verdad?
—Por supuesto bichito. Vas a decirme de quién se trata o prefieres que
sea en otro momento.
—En otro momento, no quiero que por un descuido nos escuchen.
Querernos irnos ya, no soporto las despedidas y no quiero que él sepa que
me he ido hasta después.
—Sí, todos estamos de acuerdo y nos iremos ya mismo si es posible
peque. —Siento mi corazón romperse. Es su vida y debo aceptarlo.
—Se lo pediré a Khonox, vamos al despacho y si no está ahí nos
esperan, él guarda la llave y prefiero que vayan con él.
Sin decir nada más, me dirijo hasta allí a paso rápido, cuanto antes se
vayan antes puedo irme a mi habitación y estar sola un rato. Sabía que lo
más probable es que se fueran, aunque no así de rápido y la causa es el
hombre del que se enamoró Héctor o más bien del dragón, cuando sepa
quién es, se va a llevar una patada en los huevos. Llegamos y Khonox está
allí.
—¿Crees que es posible que se puedan ir ya mismo? —Frunce el ceño y
los mira—. Después te explico, llévalos y vuelve. —Miro a mis hermanos
—. Os amo, nos veremos en unos días, iré a verles el próximo sábado,
preparen mi cena favorita —murmuro triste. Sin esperar nada más me giro y
salgo al pasillo.
No es una despedida, iré a verlos, pero ahora no puedo más. Salgo
directa a mi habitación sin poder retener más mis lágrimas, tropiezo con
alguien.
—Tía, ¿dónde está Héctor? Necesito decirle algo importante.
—Mis hermanos… se han ido, Khonox acaba de llevarlos, pero…
Héctor, creo que no va a volver nunca —digo con voz entrecortada y en alto
lo que pienso y salgo corriendo de nuevo entre sollozos, llego a mi cama y
me tiro sobre ella a llorar.
Minutos después Khonox entra y sin decirme nada, me abraza y me da
consuelo. En algún momento me debí quedar dormida porque despierto sola
en la cama y una nota que me dice que vaya al despacho, que me espera ahí.
Me levanto y una Banity nerviosa entra junto a Nan para vestirme.
Hoy empieza como mi doncella y no es un buen día para mí. No hablo,
solo asiento o niego con la cabeza a lo que me preguntan, quiero acabar ya
y salir en busca de Khonox. Primero iré a ver a Imila para despedirme de
ella antes de que la entierren o la quemen.
Me da pena de Banity que intenta hacerlo todo a la perfección para que
me sienta bien con ella y procuro ser lo más amable que puedo, ya me
conocerá mejor en otro momento. Hoy me visten con un vestido color
malva que no me gusta nada, un peinado similar al de siempre y me dejan
libre al fin.
Voy de camino a ver a Imila y me siento tan mal, ojalá estuviera viva. No
puedo creer que diera su vida por mí y menos aún que no funcionara como
con Rior. Ya de qué sirve lamentarse, no sé cómo no pude ver eso y
cambiarlo, ¿de qué me sirve este poder si no puedo salvar a todos?
Abro con cuidado porque no escucho ruido y veo a Rianri dormir a su
lado, ella parece que está dormida, y sigue siendo hermosa. Nunca entendí
por qué Khonox la dejo escapar, aunque en realidad me alegro, ahora él está
a mi lado y por mi culpa Rianri nunca estará con ella.
Me quedo de pie y agacho la cabeza mientras lágrimas de tristeza caen
de mis ojos. No sé cuánto estoy así pensado en los momentos que hemos
pasado juntas, buenos y malos y en lo mal que la traté.
Un ruido raro llama mi atención y veo a Rianri aun durmiendo al lado de
una Imila viva y que me señala a su dragón durmiendo a su lado con una
enorme sonrisa, algo se desconecta dentro de mi cabeza y todo se vuelve
negro.
Escucho voces lejanas y creo que logro distinguir a Lessla y luego a
Khonox, pero no entiendo lo que dicen. Quiero abrir los ojos y me pesan
mucho, sigo intentándolo hasta que lo logro. Miro a mi amor a mi lado
sujetando y besando mi mano.
—Hola, ¿qué ha pasado? —susurro. Me mira con alivio se inclina y me
besa en los labios—. Dime que lo que vi es cierto y no fue mi imaginación.
—Él sonríe y es otra persona la que habla.
—Menudo susto me has dado, casi no llego a cogerte, aún estoy débil —
dice y suelta una risita—. Casi podría jurar que a Rianri se le paró el
corazón al verme mientras te sujetaba. He sido consciente de todo, pero me
era imposible hablar o moverme, mi corazón necesitaba repararse y gracias
a las chicas mi recuperación fue mayor. Ante todo, gracias a ti, gracias por
intentarlo aun sabiendo que podía no vivir, sin ti estaría muerta.
—No, sin mí no te hubieran herido. Por suerte ya todo pasó y no sabes
cómo me alegro de tenerte de vuelta. Te quiero amiga. —Sus ojos se llenan
de lágrimas y ambas nos damos un abrazo. Ya más calmadas miro a
Khonox que está muy serio.
—¿Qué te pasa?
—Ahora nada, me diste un buen susto al verte así, no vuelvas a hacerlo.
—No le respondo con palabras sino llenando su cara de besitos que le
acaban sacando una sonrisa tonta que me encanta.
Me siento bien ahora, supongo que el desmayo fue de la impresión de
verla con vida, me imagino la cara del pobre Rianri. Necesito ver a mis
preciosos y saber cómo están con la partida de mis hermanos, sobre todo de
los bebés.
Les encuentro y me parte el corazón verlos tan tristes, y pienso en lo que
dijo Yiri al ver la reacción de los niños ante los latidos de los bebés. He
pensado en llevarlos el sábado, no sé si será una buena idea, son muy
traviesos y allí no pueden usar sus poderes, aunque seguro que se ilusionan,
así que se lo preguntaré a sus padres y si me dan permiso se lo diré a ellos,
no antes.
Los días pasan en relativa calma, feliz, muy feliz. Mañana ya es sábado y
tanto Yiri como Boltcan me dan permiso y a Khonox le parece buena idea
llevarlos, voy a decírselo ahora que están cenando más pronto, puesto que
han hecho mucho entrenamiento y están agotados.
—Hola, mis preciosos, estáis muy cansaditos ¿no? —ellos asienten con
los ojitos casi cerrados—. Bueno entonces os dejaré descansar y no os diré
la sorpresa que os he preparado para mañana. —La palabra sorpresa llama
su atención.
—¿Qué sorpresa tía Evolet? —oírlos llamarme así, me llena.
—Pues veréis, voy a ir a cenar con mis hermanos y he pensado que quizá
querríais venir.
—¡Sí queremos tía!
—Bien, siendo así debéis prometerme que vais a portaros muy bien y no
usaréis vuestros poderes allá, es importante.
—Haremos lo que nos digas tía. Vamos a estar con nuestros bebés. —
Esa forma de decir "nuestros" llama la atención de Yiri que me mira
confirmando sus sospechas.
—Sí, pero no debéis decir que son vuestros, ¿entendido? —Tengo que
hablar con mis hermanos de esto.
—Ellas aún no han nacido y debéis ser hombres para reclamar su
corazón y ellas querer entregar el suyo. ¿Entendido cachorros?
—Sí papi. —Son adorables y los amo.
Se van a descansar y espero a que vengan a cenar los demás. Nan
aparece a paso rápido con los ojos llorosos, me mira, levanto los brazos y se
viene a mí sin pensar en nada ni en nadie. Y si a alguien le molesta que le
joda.
No deja de llorar en un rato y en cuanto empiezo a ver movimiento me la
llevo a la biblioteca, solo están Phipai y Hodul como casi siempre inmersos
en sus lecturas, y la saco al balcón para estar solas.
Me siento en el suelo y ella me imita moqueando, le entrego un pañuelo
de tela que suelo llevar para mí y mis lloros, es que con las hormonas lloro
mucho y odio llorar. Deja su cabeza en mi regazo y empieza a contarme lo
que le ha dicho Norrus y yo quiero arrancarle la cabeza, ¿cómo se puede ser
tan insensible?
—¿Quieres venir conmigo a ver a mis hermanos? Así te despejas un
poco, además, voy a necesitar ayuda para controlar a los cachorros que van
a venir también.
—No quiero molestar, tal vez a tu familia no le guste verme.
—¿Y eso por qué? ¿Te han tratado mal en algún momento?
—No, por supuesto que no.
—Bueno, pues si quieres mañana nos iremos y regresaremos por la
noche. ¿De acuerdo? —No dice nada y lo tomo como un sí. Norrus se va a
arrepentir de perderla y una idea me ronda la cabeza para que ella viva más
tranquila sin perder su trabajo.
Al día siguiente vamos los cinco a casa de Héctor, todos se alegran al ver
a los niños, que además como esperaba no se separan de mis hermanas y
besan sus tripitas.
Ya se les empieza a notar y están casi a mitad de gestación, sin saberlo se
quedaron embarazadas casi al mismo tiempo. Se llevan según la ginecóloga
unas dos semanas de diferencia, siendo Luna la que se quedó primero
embarazada.
Se alegran de ver a Nan y yo me alegro más, sé que mis hermanos van a
echarme una mano si ella acepta. Cenamos de manera tranquila y divertida
contando como ha ido todo.
El tema de Carlos parece olvidado, ya que dejaron de aparecer
cadáveres, y sus trabajos han vuelto a la relativa normalidad, pues su
ausencia estaba más que justificada. Y bueno… llegó la hora de irnos, por
lo tanto, de soltar la bomba.
—Bueno antes de irnos quiero pediros un favor, siempre y cuando ella
esté de acuerdo. —Miro a Nan para que sepan que me refiero a ella—.
Quiero que Nan se quede aquí unos días, quizá algunas semanas.
Khonox me mira negando, pero no pienso permitir que Nan regrese para
seguir a merced de ese capullo que ahora tengo por sobrino, merece tener la
oportunidad de decidir lo que desea.
—Tu sobrino Norrus la mantiene como su puta personal, dice que la ama
pero que a consecuencia de su bajo estatus social no puede entregarle su
corazón. Ha decidido entregárselo a otra siempre, por supuesto, que Nan
esté a su disposición por que la quiere para él, eso es algo que ni tú harías
después de entregar tu corazón. Así que si ella quiere y mis hermanos están
de acuerdo puede quedarse aquí un tiempo, aclarar sus ideas sin la presión
de tu sobrino merodeando todo el tiempo, volver a su trabajo a mi lado y
contar con la oportunidad de enamorarse de un dragón que la merezca. Tú
decides Nan.
Veo como Khonox aprieta la mandíbula furioso y no sé si es conmigo o
con su sobrino y me da igual. Miro a mis hermanos, que asienten como
esperaba, y ella mira a Khonox que asiente también.
—Si de verdad no hay inconveniente, me gustaría quedarme.
—Bien, te quedarás aquí conmigo, en la habitación de Evolet. Ellos ya
han vuelto a sus casas y aquí estarás bien y también puedes ayudarme en mi
trabajo, no estarás sola y conocerás este lugar hasta que desees volver.
La cojo de la mano y le muestro mi cuarto, todas mis cosas están aquí y
ahora son suyas, la ropa poca podrá usar, ya que yo soy más bajita. Mañana
ya le traerán mis hermanas, que al ser más altas le irá mejor. Ellas ahora la
ayudarán, yo debo irme y hablar con Khonox antes de que estalle. Sé que
no le ha gustado nada lo que he hecho y lo entiendo.
—Vendré en un par de días a ver cómo te adaptas y si quieres volver dilo
¿De acuerdo? —Ella solo asiente.
Fui precavida y cargué mi móvil aquí para estar en contacto con ellos por
mensaje, cualquier cosa que suceda, ellos me dirán como va todo con Nan.
Regresamos al salón y nos despedimos de todos, los peques se
entristecen y mis hermanas lo notan.
—Los bebés estarán bien, y vamos a ir a verlos a menudo igual que
pueden venir siempre que quieran. No estén tristes.
—Luciana dice la verdad, no podemos apartar a nuestras princesas de
sus protectores.
Eso les saca una sonrisa y se quedan más tranquilos sabiendo que
volverán a escuchar a sus corazones. Nos juntamos los cuatro y regresamos
al despacho.
Capítulo 30

Llegamos al castillo y mando a los niños a descansar, necesito calmarme


porque no entiendo en qué estaba pensado mi mujer al decidir algo tan
importante sin mi consentimiento.
La miró furioso y ella lo sabe, no ha hecho las cosas bien, ¡maldición!
Nunca sospeché del enamoramiento de Nan por mi sobrino y menos que
fuera su amante. No comprendo por qué Norrus actúa así, sus padres jamás
le impedirían entregar su corazón a la mujer amada. En cuestión de corazón
no miramos la clase social, miramos el corazón bueno o malo del dragón.
Se lo comunicaré a Boltcan, si por esta estupidez le ocurre algo a Nan será
mi responsabilidad por permitirlo.
—¿¡En qué demonios pensabas para proponerle algo así!? —Aguanta
mis gritos estoica. —¡Contesta!
—En Nan, pensaba en ella.
—¡Debiste decírmelo antes! —digo gritando. Pero ella me responde
calmada y eso me enciende más.
—Si hubiera hablado contigo no hubieses permitido siquiera que se lo
propusiera. Por eso actué de esta forma.
—Ella no debe quedarse, puede estar en peligro.
—Mi familia la cuidará y si quiere volver, solo debe decirlo. No hay
peligro.
—No has pensado en ella, ¿qué hay de los que ocultaron a mi padre? ¿Y
si queda alguno y da con ella?
—Están todos muertos y ella estará vigilada —murmura entre dientes y
hace una pausa—. ¿Dices que no pienso en ella? ¿En serio? —espeta ahora
furiosa—. Quien la protegió de tu sobrino, de la crueldad de sus palabras,
de su falso amor, de ofrecerle ser su puta mientras él entrega su corazón a
otra porque es de mayor estatus. ¿Tú? Quién la protegió de la crueldad y
humillaciones de tus amantes. ¿Tú?
Me quedo parado incapaz de rebatir sus argumentos, está en lo cierto.
—¡Contesta! —grita mis propias palabras. Me quedo callado y la miro
furioso, da igual si tiene o no razón, debió decírmelo. Ella sigue esperando
una respuesta que no voy a darle. Le gruño fuerte
—Tú se lo dirás a su madre. Y será tu responsabilidad, si algo le pasa.
—Perfecto, yo hablaré con su madre y asumiré mis culpas, en caso de
que algo le suceda. No sabes lo que siento al dejarla allí, lejos de todo lo
que conoce, ojalá que esto le sirva de lección para no creer en las palabras
azucaradas de tu sobrino. ¿Sabes? No entiendo a qué se refiere con clases
sociales, será algo que se aplica a él mismo ya que tu tío está enamorado de
una campesina a la que va a entregar su corazón. Sabes que creo, que está
cagado de miedo y va a perder a una mujer excepcional por no sacarse el
palo que guarda metido por el culo. Y ojalá cuando vuelva sea una nueva
versión de sí misma que no se deje engatusar por palabras de mierda.
Vaya boquita tiene mi pequeña, voy a interrumpirla para que no siga
hablando de esa forma, pero vuelve a hablar.
—Y otra cosa, hay otro motivo por el que mi hermano Héctor se ha ido y
por ende mis otros hermanos para no dejarlo solo. Y estoy casi segura de
que al final se hubieran quedado aquí, aunque puedo estar equivocada en
esto último.
—¿A qué te refieres? —mascullo molesto.
—Que tienes unos sobrinos peculiares y bastante imbéciles. Mi hermano
está enamorado, no me ha dicho de quien, aunque de todos tus sobrinos hay
uno que me ha preguntado por Héctor y no por mis hermanos en general. Y
lo rechazó porque no quiere admitir que le gusta que le den por detrás.
—¡Basta!
—¿Por qué? ¿Tan malo sería que uno de tus sobrinos se enamorara de mi
hermano?
—No, no es eso. No soporto escucharte hablar así, eres la reina, modera
tus palabras, no eres una ramera de la cantina. —Se acerca a mí y me suelta
un bofetón, vaya fuerza.
—No soy una puta y Nan y mi hermano, tampoco lo son. Por eso están
lejos de tus sobrinos, y si es hombre dará la cara si de verdad ama a mi
hermano y confirma que es quien yo pienso, ahora me voy a dormir.
—Espera, no quise ofenderte. No pienso eso de ti, pero sabes que debes
medir tus palabras.
—Por supuesto, mi señor. —Termina con retintín el señor. —Que
descanse, me retiro a dormir. —No la retengo más porque sé que voy a
empeorarlo.
Paso horas metido aquí sin salir para nada, todo está en silencio y
necesito ir con mi pequeña. Pienso en lo que nos hemos dicho y no creo que
me quiera cerca.
Me dirijo a la alcoba y está leyendo en el sillón, pensé que ya estaría
dormida. Ella se levanta, se acerca a mí de forma lenta y firme, y me
abraza. Eso no me lo esperaba y con gusto le devuelvo el abrazo y busco
sus labios, los muerdo y la escucho gemir, ya conversaremos luego. Ahora
quiero que sea mía.
La cojo en brazos y la llevo a la cama la desnudo besando cada trocito de
piel que queda expuesta a mis ojos y mi boca y ella repite lo mismo
conmigo, es maravillosa aunque me enfade a cada rato y tenga una lengua
demasiado afilada y sucia para una reina. Así es mi pequeña.
Termina con mi miembro enterrado en su boca y me vuelve loco,
¡maldición! Ya no aguanto más. La tumbo de nuevo, y dejo sus piernas en
mis hombros y me entierro de golpe gritando de puro placer, me quedo unos
segundos así y al abrir los ojos veo su cara y su mirada de adoración.
Me quedo paralizado por unos segundos, y doy gracias a la llave por esta
mujer tan maravillosa. Decidido a demostrarle todo el amor que siento,
comienzo a moverme y como siempre ella me pide más y yo le entrego todo
de mí, siento como me aprieta mientras se corre. Amo morderla mientras
me vacío en su interior y ella nunca se ha quejado.
Jamás mordí a nadie. Nunca. Solo a ella y nunca permití que nadie me
mordiera, Leta lo intento la primera vez y la encerré en la mazmorra como
correctivo, nunca más lo intentó. Morder durante el acto para un dragón es
como entregar una parte de ti y eso solo sería para mi mujer, es algo que
nuestra madre nos inculcó a cada uno de nosotros desde cachorros.
Siento que ya ha llegado mi momento, saco mis colmillos y la muerdo,
justo por encima del tobillo, ella grita y yo empujo más fuerte en su interior
y vuelve a tener un orgasmo bastante intenso, tanto que la miro a los ojos y
están cerrados, está profundamente dormida.
La coloco con cuidado en la cama, cojo un paño humedecido y la limpio.
Me acuesto a su lado y la acomodo sobre mi cuerpo y me quedo dormido
con mi pequeña y mi cachorro entre mis brazos, dentro de unos meses no
podré dormir así.
Me despierto y ella aún duerme, me levanto despacio, quiero que
descanse un rato más. Vuelvo a dejarle una nota, antes de salir, pidiéndole
que vaya al despacho antes de ir con Nous, y allí me dirijo. Me encuentro
con algunos de mis sobrinos y pienso en cuál de ellos se habrá enamorado
del humano y por miedo al rechazo lo oculta.
Mando llamar a mi madre y la espero mirando algunos asuntos que he
dejado de lado, a mi pequeña se le da mejor de lo que esperaba manejar los
asuntos entre los dragones, aunque no siempre estemos de acuerdo intento
mirar su punto de vista. Tocan a la puerta y entra mi madre.
—Hola, hijo. ¿Qué necesitas?
—En realidad, necesito saber cuánto sabes de lo que voy a preguntarte.
¿Conoces de la relación oculta que hay entre Norrus y Nan? ¿Y a cuál de
tus nietos le gusta el hermano de mi mujer?
—Sé lo suficiente, y no me siento orgullosa de mantenerme al margen.
Una vez quise dialogar con Norrus y me dijo que eso era asunto suyo y
nunca más lo intenté. Y sobre mi otro nieto, es algo que él debe anunciar,
creo que soy la única que lo sabe. Jamás estuvo con hombres, solo hembras
y muy pocas. No le llenaban ni se sentía feliz, hasta que llego Héctor, pero
su miedo a ser rechazado es mayor a su amor, y por ello sufre. Espero que
se dé cuenta antes de perder a Héctor.
—Madre, hay algo más. —Me mira con extrañeza, ya que no lo ha visto
en mi mente —Como sabes hace unos días sus hermanos volvieron y
anoche… —Tocan a la puerta interrumpiendo la conversación y eso me
molesta—. Adelante.
Es mi padre y me calmo, espero a que se siente y prosigo.
—Como decía, anoche nos fuimos a ver a sus hermanos y Nan también
fue con nosotros. A Evolet se le ocurrió la brillante idea de dejar ahí a Nan
para que piense lo que realmente quiere y vuelva con las ideas claras, sin
tener a Norrus detrás de ella.
—Bueno siempre que Nan esté cómoda y no muestre sus poderes estará
a salvo de miradas indiscretas, ya es hora de que alguien mirara por ella
porque todos los que conocemos su historia, hemos hecho la vista a un lado
—murmura mi madre con culpa.
—Es cierto, y cuando se entere querrá buscarla.
—Ya, pero él ya ha anunciado que se unirá a otra dragona, una de buena
familia, no puede tener a las dos. No sería justo para ellas, sobre todo para
Nan.
—Bueno padre, me gustaría saber si tendrías algún problema en que uno
de tus nietos se uniera a otro hombre.
—No, en absoluto, a quien él decida entregar su corazón no es asunto
mío. Ni de nadie más —sentencia.
—Me quedo más tranquilo.
—Hablará hijo, tarde o temprano hablará. —Asiento esperando que mi
madre tenga razón.
—¿Cómo lo lleva mi niña? —pregunta mi padre.
—Querido, ya te dije que ella esperaba que se quedaran y está triste. —
Mi padre suspira con tristeza.
Adora a Evolet, aunque no suele ofrecer muestras de afecto a menudo en
público, con mi madre y sus hijos es magnífico y ahora mi pequeña es su
niña también.
—Tranquilo padre, todo está bien, voy a llevarla por toda la isla, eso le
servirá de distracción y en el momento que desee ver a sus hermanos
usamos la llave y listo. Voy a proponérselo después, tardaremos casi un mes
aproximadamente, y acabaremos en el reino de los Trolls para asistir al
enlace de la princesa Dhika, y quiero que sea ahora, antes de que el
embarazo avance más. Rodan se quedará a cargo, a no ser que tú quieras
asumir el mando.
—No hijo, ayudaré siempre desde las sombras. —Tocan de nuevo y
contesto de mala manera. Odio las interrupciones.
—¡No molesten! —grito. Abren la puerta un poco y quien se asoma es
Evolet.
—Perdón, no quería interrumpir —murmura triste—, me pediste que
viniera. —va a salir y reacciono rápido. Pensé que aún dormiría más.
—Entra pequeña, no pensé que fueras tú tan pronto.
—No pasa nada —les sonríe a mis padres y es una sonrisa muy triste—.
Voy con Nous, y luego volveré a la habitación. —Sale y cierra la puerta.
—Maldición, soy un idiota —mascullo enfadado. Salgo en su busca y de
inmediato la encuentro de camino a la cocina—. Eh pequeña, de verdad no
pensé que fueras tú, sé que tenemos que hablar de lo de anoche, pero…
—Todo está bien grandullón, anoche ambos dijimos cosas que no
debimos, no me siento así por eso, anoche te perdoné. Te amo mucho y no
quiero pelear, tú tienes razón en muchas cosas y yo también. Ve y termina
con tus padres y nos vemos después, necesito ir ya a hablar con Nous. —La
beso y dejo que se vaya, quedándome más tranquilo.
—Espera, ven después al despacho hay algo que quiero proponerte
pequeña. —Asiente y sigue su camino.
Vuelvo a mi despacho y me despido de mis padres, intento concentrarme
y es imposible, no paro de pensar en mi pequeña y en cómo le irá. Pasan un
par de horas en las que no dejo de pensar y me apetece ir a volar.
Como aún no ha venido salgo al invernadero con la nota que acabo de
escribir pidiendo a mi pequeña que se reúna en el bosque de pinos conmigo,
cojo una Duffhayza y busco a Banity para que se lo entregue. Una vez
hecho me voy al bosque, me desnudo y cambio para esperarla.
No pasan más de 15 minutos y la veo aparecer con una sonrisa borrando
un poco su tristeza y eso me hace feliz. Estoy tumbado y ella se mete entre
mi cabeza y mi cuello, se acomoda y suspira.
—Gracias por la flor, es hermosa, tanto como tú. Te amo grandullón.
Estoy lista para ir a surcar los cielos y sentirme libre —gruño y golpeó
suave su costado con el morro.
—Antes quiero que hagas algo y luego volaremos juntos. —Me mira
extraña—. Quiero que uses tus poderes y levites como pasó mientras
mataste a Neblis.
—¿Yo hice eso? —Me mira sorprendida—. No lo recuerdo.
—Sí mi pequeña, lo hiciste y quiero que lo intentes, que te concentres y
veremos qué pasa y luego iremos, como tú dices, a surcar los cielos. —
Asiente seria, se levanta y se aparta de mí.
Cierra los ojos y de su cuerpo surge el fuego, es fascinante verla tan
pequeña y tan poderosa. Como esperaba según aumenta la intensidad se
eleva, abre los brazos y sube un poco más. No me quema ni a mí, ni a los
árboles, sin embargo, puedo sentir el calor en mi cuerpo. Poco a poco baja
la intensidad y su fuego desaparece por completo.
—Es verdad, puedo levitar. —Parece muy sorprendida y se pone a dar
saltitos hasta llegar a mí, vuelve a donde estaba sentada y besa mi cuello.
—Antes de irnos, quiero decirte que mañana empezaremos el viaje para
conocer el reino, quiero que sea ya y acabar en Etrull el reino de los Trolls,
para poder asistir a la boda de la princesa Dikha, y luego estar tranquilos en
Senzyras esperando la llegada del cachorro.
—Me parece perfecto, ya vámonos, quiero volar.
Me levanto y la sujeto como le gusta y estamos horas volando, liberando
tensión. Estoy feliz escuchando sus gritos cuando me pide que suba más
alto y luego caemos en picado. Le encanta sentirlo así.
Hemos comido algunas frutas en los bosques. Ya es la hora de la comida
y volvemos al castillo, no me he alejado demasiado para volver rápido y
comer tranquilos junto a toda la familia. No hemos hablado de nada, solo
disfrutamos de nuestra compañía.
Capítulo 31

Al día siguiente comenzamos el nuevo viaje, he decidido que vayan con


nosotros Nemain y Naden con sus mujeres Ame y Resli, cuatro guerreros y
también Banity, para que ayude a mi mujer. Sé que ella hubiese preferido
que Nan la acompañara, pero no podía ser. De todas formas, la muchacha
está esforzándose mucho para agradar a su señora.
Vamos a ir volando, cada uno llevará su saco entre las garras, salvo el de
mi pequeña que lo llevo yo junto al mío. Pasamos por la primera ciudad,
Olvernus, a saludar y se la ve algo más feliz, los dragones la adoran y como
ya parece ser costumbre le colocan una corona de flores que ella luce feliz y
orgullosa.
En la siguiente ciudad, Euphus, dormiremos la primera noche en una
posada. Envié una notificación, el día después de la unión, de nuestra visita
a cada una de las ciudades, para que estuvieran preparados para nuestra
llegada.
Se llevan tan bien las cuatro mujeres, que no han parado de hablar y
reírse en todo momento, mientras los hombres permanecemos en silencio
escuchando sus risas.
Los dragones están encantados con su reina y los niños aún más, han
estado toda la tarde jugando con ella y los que ya podían convertirse en
dragón se mostraron ante ella orgullosos.
Mis antiguas amantes son las que más me preocupan porque no deseo
incomodar a mi pequeña con mi pasado. He vivido demasiado tiempo y no
he sido un santo, sin embargo, ojalá hubiera estado estos trescientos años
solo esperándola a ella, me avergonzaría que alguna de ellas tuviera la
osadía de insinuarse como en la cantina de Atleos.
Parece que todas o han entregado su corazón o simplemente han pasado
página, sabiendo que no estoy disponible para ellas y eso me tranquiliza un
poco. También sé que mi pequeña puede protegerse ella sola ante cualquiera
de ellas.
Así van pasando los días, en los que, por supuesto, vamos a su mundo a
ver a sus hermanos y a Nan para esas cenas especiales. Paramos en cada
poblado y ciudad de todo el Norte de la Isla Thantanas tardando seis días.
En la zona Este solo estamos 4 días, ya que tiene menos población y
volamos a mayor velocidad.
Y llegamos a la última ciudad del Este, Egas. Es de noche, así que
pasamos por la cantina para cenar ahí antes de ir a la posada a descansar y
empezar un nuevo día. Entramos al lugar y somos recibidos con halagos y
palabras de alegría por la reciente unión. Evolet como siempre se gana a
todos. Ya es tarde y muchos de los dragones vienen a buscar mujeres,
espero que respeten a mi mujer y esperen a que nos retiremos para empezar
su fiesta.
Nos sentamos en una mesa que nos han cedido, algo apartada, para que
nadie nos moleste. Nos traen a todos la comida a base de pescado, ya que
estamos al lado de la costa, y vamos comiendo tranquilamente.
Casi estamos terminando de cenar cuando Irlin, una de mis ex amantes
resentida por no volver a calentar mi cama, se presenta bastante escasa de
ropa y con el descaro de acercarse a nuestra mesa con una jarra de cerveza.
Se coloca entre mi pequeña y yo y se agacha hasta dejar la jarra delante
queriendo mostrar sus encantos, a los que ni miro. Estoy a punto de decirle
que se vaya, que no requerimos nada de ella, pero Evolet se me adelanta.
—Perdona bonita, me vas a sacar un ojo con el pezón que está casi
asomando por el escote del mini vestido que llevas, deberías andar con más
cuidado, pareces una ramera buscando que te metan una polla entre las
piernas.
Naden y Nemain que estaban bebiendo escupen todo y Betany se
atraganta con el pescado mientras que Ame y Resli sueltan una risita. Irlin
se queda tiesa porque no esperaba esa reacción de su reina.
—A no ser claro está, que sea eso lo que eres. En ese caso te recomiendo
que cambies de mesa si no quieres que te achicharre el culo por puta —
sisea mi pequeña. Se está alejando acobardada y Evolet vuelve a la carga.
Por primera vez no me ha importado que use esas palabras—. Una cosa
más, si vuelves a faltarme el respeto y te acercas a mi dragón ofreciendo tus
encantos, conocerás la ira de tu reina. Y ahora lárgate de mi vista, no quiero
verte mientras esté en la ciudad.
Sale de la cantina sin mirar atrás con el rabo entre las piernas, como la
cobarde que siempre fue. No aparto la mirada de mi pequeña que la vigila
hasta que desaparece por la puerta y vuelve su mirada al plato. Por suerte ya
ha comido bastante, porque en ese momento aparta el plato molesta. No
abre la boca, aunque intentamos darle conversación. Lo que más temía pasó
y no sé en qué está pensando mi pequeña ahora.
—Me voy a dormir, estoy cansada. —Lo dice sin mirarme, se levanta, da
las buenas noches a todos y sale de la cantina conmigo detrás de ella.
Llegamos a la alcoba de la posada y no sé cómo abordar el tema, tiene
todo el derecho a estar molesta y pero yo no quiero eso, deseo que el viaje
sea como hasta ahora, estaba mejorando su ánimo, se reía más y gastaba
bromas.
—Pequeña —Levanta la mano para callarme.
—Khonox, todos tenemos un pasado y está claro que el tuyo va a
molestarme por un tiempo, hay algunas que no entienden que estés conmigo
y hoy ya han rebasado mis límites. He soportado miraditas insinuantes de
las que tú no te percataste porque solo me mirabas a mí, puedes preguntar a
tus guerreros, ellos lo vieron todo en cada ciudad y eso lo dejé pasar. Lo que
acaba de suceder, no.
Está al borde del llanto y quiero abrazarla, al acercarme vuelve a
levantar la mano para detenerme.
—No estoy enfadada contigo, ya que no la estabas mirando a ella en
ningún momento y estoy segura de que ibas a decirle algo. Debo darme a
respetar, sé que usé palabras feas, pero no iba a quedarme callada. Lo siento
si te he avergonzado ante los demás hombres —murmura triste. Lágrimas
caen por su rostro y aún a riesgo de que me aparte de nuevo me acerco y la
abrazo, ella me devuelve el abrazo sollozando.
—Mi pequeña guerrera —susurro con amor—. Hoy no me he sentido
avergonzado sino orgulloso por la hembra que la llave me entregó como
compañera de vida. Sí, has usado palabras mal sonantes y también muy
merecidas, no creo que se acerque a ti.
—Vamos a dormir, quiero olvidar esta noche.
Me desnudo mientras ella se quita el vestido y se queda en ropa interior,
me acuesto en la cama y ella se coloca sobre mí. Tarda en dormirse, está
nerviosa y yo estoy cada vez más furioso.
—Pequeña llevo unos doscientos años sin estar con esa dragona, por
favor perdóname. Te amo a ti, soy tuyo para siempre. —Besa mi pecho y
suspira, parece que necesitaba escuchar lo que acabo de decirle con todo mi
corazón.
—Lo sé mi amor, gracias por decirlo, de verdad necesitaba oírtelo decir.
¿Sabes?, me siento inferior ante ellas, son todas hermosas, altas y con
cuerpos perfectos y yo soy bajita, gordita y…
—Y eres lo más hermoso del mundo pequeña, eres perfecta para mí.
Nunca dudes de tu belleza y jamás te sientas inferior ante ninguna, nunca
tendré ojos para otra que no seas tú, mi reina. ¿Me crees? —pregunto
inseguro. Es algo que no me gusta, aun así en este momento quiero que
confíe en mí.
—Sí, ¿sabes por qué lo sé? —Niego con la cabeza—. Solo me has
mirado a mí estos días y eso me ha hecho sentir segura y amada. Por eso no
he podido enfadarme contigo, porque créeme, si te pillo mirando sus tetas,
las cosas estarían siendo muy distintas.
—Gracias por creerme pequeña, descansa por favor, mañana conocerás a
los dragones de la ciudad y partiremos al Oeste —murmuro, ella suspira y
levanta la cabeza, besa mis labios dejando un rastro de humedad de sus
lágrimas, las retiro de sus mejillas con mis dedos y vuelvo a besarla.
Se acomoda de nuevo encima de mí y ahora sí, pasados unos minutos la
noto relajada y se queda dormida. Yo pienso en lo afortunado que soy con
ella y mi cachorro y poco a poco me duermo junto a mi familia, escuchando
el latido de sus corazones y con ese aroma a mora que desprende mi
pequeña y que tanto me gusta.
Pasamos la mañana en la ciudad de Egas y parece que estar con los niños
le hace olvidar el mal rato de anoche. Por la tarde vamos al Oeste donde
pasamos una semana tranquilos y divertidos sobre todo con los más
pequeños, sin ningún inconveniente más acabamos en el Sur.
Ya ha pasado casi un mes desde que empezamos la ruta y acabaremos en
Alteos a dónde nos dirigimos ahora. Quedan cinco días para el enlace y
quiero llegar un día antes para que mi pequeña pueda relajarse un rato, ha
estado muy cansada y ha dormido la mayor parte de los vuelos. Las mujeres
dicen que es normal, por el embarazo. Sus latidos son constantes, aunque
quiero que en Atleos la mire alguna curandera y poder quedarme más
tranquilo.
Pasan dos días en los que hacemos noche en dos pequeñas aldeas que
nos quedan de camino a nuestro último destino y por fin llegamos a Atleos.
Mi pequeña aún duerme entre mis garras y como tantas otras veces, se la
dejo a Nemain o Naden para hacer el cambio a mi forma humana, vestirme
rápido y cogerla de nuevo.
Siguen diciendo que es normal, pero para mí está durmiendo demasiado,
siempre está cansada, aunque aguanta ante los demás disfrutando de los
días que pasa en cada ciudad o poblado diciendo que volverá, y en cuanto
volamos cae rendida. Ni siquiera he querido intimar y ella está tan cansada
que no me lo ha pedido.
Llegamos a la posada y mando llamar a una curandera, la que viene es
una de mis antiguas amantes, la misma que hablo conmigo después del
incidente con la ramera la última vez que estuve aquí. No me separo de su
lado, la valora con cuidado y la mueve con mimo, me percato que realmente
le importa qué le ocurre a su reina.
—Bueno, mi señora parece estar bien, el cansancio es mayor que en las
dragonas. Ella es humana, más fuerte sí, pero humana finalmente, y estar
embarazada de un dragón agota su energía. Debe seguir vigilándola por si
nota algún cambio. Mi señor, si lo desea me trasladaré a la posada para estar
más cerca si me necesita.
—Gracias, serás recompensada por supuesto, será un día, pasado mañana
saldremos para Etroll.
—No es necesario mi señor, lo hago con gusto, mi señora es especial y
valiente. Deseo conocerla junto a mi familia.
—Así será, mujer. —Se inclina y sale de mi alcoba.
Estoy algo más tranquilo, ahora que me ha confirmado que los dos están
bien, necesito ver sus ojos y su sonrisa.
—Si te pasa algo mi pequeña no sabría cómo vivir sin ti —susurro
besando su frente.
Duerme dos horas más y se levanta aún algo cansada. Bajamos a cenar
algo y subimos de nuevo según terminamos, la acomodo sobre mí en la
cama y se duerme al instante. Vigilo su sueño y acaricio su espalda hasta
que yo también acabo dormido.
Al día siguiente, pasamos un día divertido. Los niños han preparado
unos juegos de guerra, los más pequeños usan espadas de madera y los
grandes cambian a dragón, lo han preparado para mi pequeña y ella está
maravillada.
La veo que se toca mucho la tripita y miro a la curandera preocupado,
me sonríe y mueve la mano quitando importancia, pero yo sigo intranquilo,
algo le está pasando y tal vez la curandera no pueda verlo.
Traen comida y come un poco de carne bien hecha que ella misma
quema a su gusto, intento que pruebe otras cosas y es imposible, no quiere
nada. Esta noche cenaremos con sus hermanos y mañana partiremos a
Etroll, si todo va bien llegaremos por la tarde y podrá descansar bien para el
enlace.
Pasamos la tarde más tranquila conociendo el pueblo, es en el que más
tiempo vamos a estar, quiero pasar la noche aquí y que descanse bien. Le
encanta ver la variedad de árboles, arbustos y las montañas sin la nieve, y
huele las flores silvestres que encuentra a su paso. Hay un río que atraviesa
el pueblo con un puente hecho de ramas secas que parece que se va a
derrumbar, sin embargo, ahí sigue siglos después de su construcción.
Ahora mismo la miro embobado mientras ella admira el agua y los peces
desde el puente durante un rato. Parece que se da cuenta de que la observan,
cuando me ve, me sonríe feliz. Yo siento un nudo en el estómago de
preocupación, aunque la curandera me asegura que no le ocurre nada.
Baja del puente y se dirige a mí.
—Grandullón, sé que te tengo abandonado en la intimidad por el
cansancio y te pido perdón…
—Eso no es importante, pequeña. Tu salud está primero —la interrumpo.
—Lo sé, por primera vez en días me siento mucho mejor y la verdad es
que me muero de ganas de estar contigo y dada la situación, si esto va a más
yo no sé… Bueno es que… tú quizá busques a…
—Basta pequeña, nunca buscaré a otra, no la necesito y si he de esperar
unos meses para poder hacerte el amor, lo haré. Tú eres mi prioridad, y si de
verdad te apetece y te encuentras bien seré tuyo pequeña, porque yo me
muero por ti cada segundo.
La cojo en brazos y me adentro en el bosque, me aseguro que no hay
nadie cerca y la tumbó entre las flores. Desato su vestido para dejar sus
pechos libres para mí, dándoles especial atención a sus erguidos pezones, a
los que beso y muerdo mientras ella se retuerce de placer.
Levanto su falda y le aparto la ropa interior, saco mi miembro y me
agachó a besar sus labios al mismo tiempo que voy entrando en ella, con
sus piernas me rodea la cintura y me encanta, intento ir despacio, aunque sé
que necesita más, igual que yo, pero no puedo tratarla así ahora.
Con cuidado de no aplastarla llevo mi mano a su clítoris y hago círculos
buscando su placer, poco a poco consigo lo que deseo cuando casi está a
punto, saco mis dientes y la muerdo llegando juntos al clímax, después de
tantos días sin estar dentro de ella me parece un sueño.
Salgo con cuidado, rompo un trozo de mi camisa y la limpio un poco,
recoloco su ropa, me tumbó y la subo a mi pecho.
—Ha sido perfecto grandullón —susurra y bosteza—, aunque me
gustaría quedarme así un rato más, me siento cansada y debemos
prepararnos para la cena con mis hermanos.
—Tranquila mi pequeña, yo te llevaré —susurro mientras tomo su rostro
entre mis manos y la beso—. Para mí también ha sido perfecto.
Nos levanto con cuidado, con ella ya dormida en mis brazos, regresamos
a la posada, la dejaré descansar una hora y nos prepararemos e iremos a la
cena.
Por la noche vamos a casa de Héctor y solo están él y Nan que parece
nerviosa, espero que no haya pasado nada malo.
—¿Va todo bien Nan?
—Sí, mi señor. —Se gira y le habla a mi pequeña—. Tengo que contarte
algo importante.
—Se ha liado con Fermín —suelta Héctor y no entiendo qué quiere decir
con liarse.
—¡Nooo! Dijiste que yo debía decírselo.
—Lo sé, pero es que un cotilleo así no me lo puedo guardar más. —Da
palmadas mientras habla. Miro a mi pequeña que está con los ojos como
platos.
—¿Con el pinypon? —murmura aguantando la risa.
—¡Sííí! —grita Héctor riéndose—. Y espera, que lo ha invitado a cenar
hoy, está por llegar. Así que debéis cambiaros de ropa, ve a tu cuarto y tú
Khonox ven conmigo que he escogido la ropa para ti.
Tira de mí y veo a mi pequeña desaparecer tras una puerta. Parece más
animada y eso alivia mi sufrimiento. Entramos a una alcoba un tanto
extraña llena de fotos y figuras de colores, veo ropa sobre la cama.
—Toma. —Me da la ropa y me lleva a un extraño excusado—. Vístete
con esto, escogí un pantalón corto porque eres más alto que yo y la camisa
sin mangas te va a quedar perfecta. —Sale fuera y hago lo que me pide. Al
mirarme al espejo me siento ridículo.
—¡No pienso salir así! —Está tras la puerta, la abre y me mira de arriba
abajo.
—Confía en mí y deja que mi hermana te vea así vestido y después si
quieres buscamos otra cosa. —Asiento con un gruñido y salgo.
Mi pequeña ya se ha vestido con unos pantalones apretados que marcan
todo y una camisa parecida a la mía enseñando demasiado, me encanta,
pero es mía. Gruño fuerte y me mira.
—¡Jo-der! —Casi gime al hablar y la veo morderse su labio con deseo.
—Acabas de mojarle las bragas, tú dirás si buscamos más ropa o después
de esto prefieres quedarte así y que te la quite ella con los dientes —gruño.
Me pongo duro como una piedra imaginándome a mi pequeña así. Y
deseo enterrarme en ella. El sonido de la puerta me saca de mis
pensamientos lascivos.
—Salvada por la campana bichito. —Se acerca a su oído y le dice
pensando que no lo voy a escuchar—. Controla tus hormonas, hasta yo
puedo oler lo cachonda que te has puesto —carraspea y me sonríe, Evolet
se acerca a mí y la beso en los labios.
Me presentan a Fermín, un hombre de la altura de mi pequeña y que al
lado de Nan resulta gracioso verlo. Lo que me llama la atención es la
mirada que hay entre ambos, creo que mi sobrino acaba de perder a esta
dragona para siempre por imbécil. Al poco tiempo llegan los demás y me
fijo en las barrigas cada vez más grandes de mis cuñadas, quiero ver ya a mi
pequeña así.
La cena la pasamos entre risas, aunque muchas veces Evolet me tiene
que explicar lo que dicen, ya que aún no me he acostumbrado a su forma de
hablar.
Nan parece que ha conectado a la perfección, la veo feliz como nunca
antes y me alegro por ella. A la hora de irnos veo a Nan marcharse con
Fermín y volver un momento después con una sonrisa hermosa.
—Me gusta, jamás pensé que te fijarías en el pinypon. Es guapo, aunque
muy pequeño, como yo con Khonox. —se ríe—. Somos los pinypon de los
dragones. —Eso provoca las carcajadas de sus hermanos.
—¿Qué son pinypones? —pregunto y se ríe más fuerte
—Grandullón esos son unos juguetes con los que jugábamos de niño que
eran muy pequeños. Y cuando conocí a Fermín le bautice a escondidas con
ese nombre, pero es un chico simpático, aunque yo no lo he tratado mucho.
Me alegro de que estés abriendo tu corazón con él amiga. —Se abrazan y
nos despedimos de todos.
Abrazo a mi pequeña y volvemos a la alcoba de la posada, donde por fin
puedo romperle la ropa, ella piensa lo mismo porque me rompe la camisa y
me baja con fiereza los pantalones. Se arrodilla y me regala la mejor
mamada de mi vida, está claro que le gustó verme así vestido.
No aguanto y me descargo en su boca. La miro mientras traga mi
simiente y yo me vuelvo loco. La tumbo y no tardo en volver a estar duro
en cuanto noto en mi boca su humedad. Consigo que se corra para mí dos
veces antes de colocarla de rodillas.
Agarro su pelo y golpeo con la mano su nalga, entro en su interior sin
piedad, me muevo rápido y acabo clavando mis dientes en su hombro,
mientras me muevo aún más fuerte, provocando que ambos lleguemos al
éxtasis. Caigo rendido en la cama y la dejo sobre mí mientras nos
dormimos.
Capítulo 32

Me despierto sobre mi grandullón, le ha cogido el gustito a esta postura, que


a mí me encanta, y que dentro de unos meses tendremos que cambiar a la de
cucharita porque mi bebé no nos va a dejar, ya quiero sentirlo dentro de mí
dándome pataditas.
Comienzo a besar su pecho y luego su cuello, se mueve y abre los ojos,
esos ojos verdes y marrones con ese lunar en el iris del ojo izquierdo que
me dejan sin aliento cada vez que me miran.
—¿Te has levantado juguetona, pequeña? —pregunta, travieso. Su rostro
cambia a preocupación en segundos—. ¿Ya no te sientes cansada?
—No, me siento bien y quiero amarte.
Se incorpora sobre mí, abro mis piernas para que se coloque y entra y
sale despacio y me está desesperando, quiero más, le agarro de las nalgas y
lo empujo en mi interior, ambos gemimos.
—¡Ohh pequeña!, me vuelves loco —gruñe en mi oído y luego muerde
mi cuello y yo grito de puro placer mientras aumenta el ritmo.
—¡Mmm! sí, me encanta cuando no tienes cuidado, no me voy a romper,
grandullón. —Pierde aún más el control y levanta una de mis piernas sobre
su hombro haciéndome gritar aún más.
—Te amo mi pequeña.
—Te amo mi grandullón. —Las lágrimas caen por mi rostro, él se tensa
y para, y al ver mi sonrisa vuelve a moverse y se agacha a besar mi cara por
todas partes y me encanta.
Estoy a punto de correrme y veo sus ojos rojos brillantes y sus dientes
puntiagudos, y sé que va a morderme, será doloroso y, sin embargo, toco el
cielo sin poder evitarlo. Y yo aprovecho y le muerdo también en el hombro,
lo escucho gruñir notando como se corre junto a mí.
Amo a este dragón como nunca creí que podría volver a amar, el viaje ha
sido difícil para mí por las otras dragonas, por suerte me ha demostrado su
amor y su fidelidad cada día. Yo he querido quemar el pelo de cada una de
las dragonas que le han mirado con deseo, pero sus miradas y sus
atenciones solo eran para mí, y eso alivió el problemilla de la cantina un
montón. No sé cómo pude contenerme y no prenderle fuego en ese instante
por zorra.
—Ehh, pequeña, ¿estás bien? Te noto distante; en otro lugar.
—Me perdí en mis pensamientos, cariño, estoy bien y feliz. Vámonos ya
a Etroll, tengo muchas ganas de ver a mi amiga, a su padre y a los demás
reyes y sus familiares, que dijeron que iban a asistir también. ¿Sabes que
me encanta cuando él o tu padre me dicen mi niña? Me siento especial. —
Vuelvo a llorar con angustia. Estas hormonas acaban conmigo.
—¡Shhh! Ya está pequeña, estamos juntos. Todo será diferente ahora,
eres la reina y te adoran, porque eres una muchacha increíble y cada día doy
gracias a la llave. Eres mi destino, pequeña.
—Y tú el mío, mi amor.
Me hace el amor de nuevo muy lento y suave, demostrándome con cada
caricia todo el amor que siente por mí, ha sido de muchas, pero ahora será
solo mío. Busca mi placer y yo el suyo, ambos nos amamos. Baja su boca
hasta mi tripita y la besa diciéndole a nuestro bebé lo mucho que lo ama.
Terminamos juntos y seguimos acostados y abrazados, sin ganas de
movernos. El cansancio empieza a llamarme de nuevo y quiero dormir.
Debemos irnos ya, dormiré entre sus protectoras garras. Sé que estoy
durmiendo más de la cuenta, y que en los primeros meses de embarazo te da
sueño o eso han dicho. Lo mío es demasiado y la verdad es que me estoy
empezando a preocupar un poco, creo que hablaré con la curandera antes de
irnos.
Me levanto y lo beso en el pecho dándole a entender que es hora de
mover culo o no llegamos por la tarde como está previsto, ya que mañana es
el enlace.
Termino de vestirme y voy a la habitación de la curandera, toco la puerta
y espero. Al momento se abre rápido y sale con cara de sueño.
—Mi señora.
—Hola, sé que es temprano, vamos a salir en breve y necesitaba hablar
con usted antes, puede concederme unos minutos por favor. No recuerdo su
nombre.
—Claro, por supuesto mi señora. Mi nombre es Alim —Se aparta y me
deja paso—. Dígame en qué puedo ayudarle.
—Verá Alim, es que me estoy sintiendo muy cansada y duermo
demasiado. Sé que es normal que un embarazo te de sueño, pero no dormir
tanto como lo estoy haciendo yo, y claro, en mi situación, no sé hasta qué
punto puede ser malo para mi bebé o para mí.
—Cómo le dije a mi señor, sigue siendo humana y es más débil que una
dragona, la unión le ha cedido poder y fuerza suficiente para sobrellevar el
embarazo, notará algunas dificultades como dormir mucho, aunque no sé
qué más pueda surgir, apenas está empezando y desconozco que pueda
suceder más adelante mi señora.
—¿Él le preguntó?
—Preguntó lo mismo, mi señor está preocupado y quiso que le revisara
según llegó y le comente lo mismo. La quiere mucho mi señora y aquí
somos felices por nuestros señores. —Se estruja las manos nerviosa—. Yo
quisiera decirle algo…
—No hay nada que decir, sé con seguridad que fue en algún momento la
amante de mi dragón, me mira con vergüenza y no debe mirarme así. —Ella
me mira incrédula—. Para todos existe un pasado. Entregaste tu corazón a
un buen dragón y tus cachorros son hermosos, debes mirarme como a tu
igual.
—No podría mi señora, es mi reina —murmura con la cabeza agachada.
—Pues como a tu reina entonces, sin sentir vergüenza. ¿Entendido? —
Ella sigue sin decir ni una palabra—. Vayamos a desayunar que estoy
hambrienta.
Me levanto y se queda sentada mirándome, la cojo de la mano y tiro de
ella, al abrir la puerta me chocó contra el pecho de Khonox. Me coge la cara
con las manos se agacha y me besa, luego pega su frente a la mía.
—Te amo, eres maravillosa pequeña —susurra.
—Yo también te amo. Y ya, vamos a desayunar que estoy con un hambre
que me comería una vaca. —Sigo caminando, tirando de Alim y freno en
seco—. Escuchar detrás de las puertas es de mala educación grandullón —
digo guiñándole un ojo. Suelta una carcajada y se acerca a mí colocando su
mano en mi cintura guiándonos abajo, ya que yo no la he soltado.
Desayunamos entre risas y como estoy algo descansada quiero
aprovechar para disfrutar de las vistas hasta que el sueño me venza. Toda la
isla es hermosa con muchos bosques donde creo reconocer hayas, encinas,
pinos, abedules y campos extensos de cosechas y hay muchas flores que
huelen de maravilla. Si donde hay nieve se ve hermoso, sin ella es aún más
bonito.
Una cosa que me ha llamado la atención es que no he visto pobreza en
ningún lugar y eso me gusta, es cierto que se distingue quién posee más y
quien menos. Las clases sociales por las que tanto ha sufrido mi amiga Nan
durante demasiados años.
Ya es hora de que sea feliz, incluso con el pinypon, que importa la altura
si surge el amor, sé que su corazón siempre será de Norrus, sin embargo,
eso no quita que sea feliz al lado de otro hombre. Uno que la valore a ella y
no a lo que posee o lo que es. El tiempo pone a cada uno en su lugar y ahora
ella es feliz y tiene una nueva ilusión.
Hemos salido volando y el tiempo pasa lento para mí, poco a poco mis
ojos se van cerrando y acabo dormida entre las garras de mi dragón casi al
instante de salir.
Me despierto y al abrir los ojos Dikha está a mi lado, doy un gritito y
salto a sus brazos, ella que no se esperaba el grito se asusta y pierde el
equilibrio y las dos caemos al suelo de la cama, su cabeza se golpea contra
el suelo y yo me asusto.
—¡Ayuda! —grito fuerte—. Lo siento mucho.
—Estoy bien, mírame, no soy fácil de romper, ¿recuerdas? —Los
hombres entran en tromba y nos encuentran a las dos espatarradas en el
suelo. Khonox me levanta y Thaso a Dikha.
Las dos nos miramos y al ver que ambas estamos bien empezamos a
reírnos y acabamos llorando de risa, ellos nos miran como si nos faltara un
tornillo.
Más calmadas nos soltamos de nuestros hombres, que aún nos sujetan
bien fuerte, y nos abrazamos como si llevásemos años sin vernos. Estar en
esa cueva y lo que vino después nos unió mucho. Mis tripas rugen
provocando la risa de todos.
—Perdón —murmuro. Me estoy muriendo de vergüenza.
—Pequeña es normal que sientas hambre solo has desayunado y por más
que hemos querido despertarte para alimentarte ha sido imposible.
—Sí, mi niña, ese cachorro travieso está absorbiendo tu energía y te deja
desfallecida.
—Lo sé, no soy dragona y por eso soy débil. ¿Hay algo que me sirva
para soportar los meses que me quedan?
—No sé si pueda funcionar, pero Khonox puede pasarte parte de su
energía con una piedra, la llevarás colgada a tu cuello y él solo necesita
tocarla cada noche para volver a llenarla de energía y así entre los dos quizá
logréis que el cachorro no te deje tan adormilada.
Se acerca con la piedra blanca en una cadena de oro y me la cuelga al
cuello. Con una señal a Khonox la coge con su manaza unos segundos
mientras cierra los ojos y la suelta sobre mi pecho de nuevo, la miró y el
color ha cambiado a rosa
—Vamos a ver qué tal pasas la noche y cuánto dura la energía de
Khonox.
—Muchas gracias —susurro con un nudo en la garganta. ¡Hala! Ya voy a
llorar de nuevo. Me acerco a él, le abrazo y mis tripas rugen de nuevo.
—Vamos, vamos, no hagamos esperar a ese travieso que está pidiendo
comida. —dice divertido Brandar.
Estamos terminando de cenar y me acerco a Dikha.
—Siento pasar tanto tiempo dormida durante el día, me apetecía mucho
verte, ¿crees que te pueda robar un ratito para hablar?
—Por supuesto, además quiero que veas mi vestido y el tuyo, por si hay
algún ajuste de última hora, mi costurera está esperándonos.
—Pobre, vamos ya, que querrá descansar. —Me levanto y camino dos
pasos hasta que caigo en la cuenta—. ¿Has dicho mi vestido?
—Sí, vas a ser mi testigo y quiero que vayas vestida como los Trolls. Vas
a estar hermosa.
—Sí, ser testigo es un honor que se le cede a las madres o en su defecto a
familiares mujeres más cercanas y mi sobrina era la única… —Brandar
calla unos segundos, respira hondo y sigue hablando—. Ha pedido permiso
y le han concedido que tú seas su testigo.
—Es un honor para mí, no sé… ¿y si meto la pata y te fastidio el enlace?
—digo mirando a Dikha que sonríe.
—Tienes que estar a mi lado durante el enlace y ponernos el colgante
bendecido por los dioses a Thaso y a mí, luego te diré como es y el Owo[v]
te avisará del momento para ello.
—¿Owo?
—Si pequeña, el Owo es algo así como el sacerdote que profesa las
palabras de vuestro dios, aquí tienen sus propios dioses. —Suelto todo el
aire que estaba reteniendo y asiento sonriendo.
—Os dejamos solos señores, nos vamos a retirar. —Veo que Ame, Resli
y Banity se levantan.
—¿Te veré después pequeña? —Yo me encojo de hombros porque no lo
sé.
—Sí, desde que sienta sueño la acompañaré a vuestra alcoba, debe
descansar muy bien para mañana ser mi testigo. —Coge mi mano y tira de
mí fuera de la sala. Les digo adiós a todos con la mano y tiro besitos
volados a Khonox provocando sus risas.
Las chicas y yo vamos a ver los vestidos y me parecen muy bonitos, el
suyo lleva un corsé lleno de piedras preciosas y las mangas son de una tela
parecida al tul, igual que la falda que tiene mucha tela para que aumente el
volumen y es de color blanco.
El mío es rojo, las mangas son de la misma tela de tul semitransparente,
lleva un corsé con piedrecitas rojas y la falda del vestido es de seda con
bastante tela y deja unas ondas muy bonitas a la vista. Me encanta, cada vez
me estoy acostumbrando más a llevar vestidos, aunque sigo prefiriendo mis
pantalones.
Acabamos y nos quedamos las chicas solas hablando un rato de cómo ha
ido el viaje y también de lo que le han supuesto todos los preparativos de la
boda, ya que su prima había cambiado algunas cosas importantes. Sin
enterarme me voy quedando dormida.
Me despierto en mi cama y me siento mal por haberme dormido en la
charla, parezco un oso hibernando. Miro mi colgante y está blanco.
—Hola, pequeña, Resli te trajo anoche ya dormida, ¿cómo te
encuentras?
—Mejor, vamos a vestirnos. —Me voy a levantar y me sujeta.
—Tranquila ahora vienen a buscarte.
—Siento que me quedara anoche dormida.
—No pasa nada, cuando volvamos voy a llevarte a la cabaña y vamos a
recuperar el tiempo perdido por unos días. ¿Te gusta la idea? —me susurra
al oído. Me muerdo el labio y asiento traviesa.
—Mucho —susurro yo también cerca de su oído y le muerdo el lóbulo.
Gruñe y me besa, se acomoda sobre mí y tocan a la puerta fastidiando el
momento.
—Debemos dejarlo para después. Es Banity que viene con ayuda para
vestirte —susurra y yo suspiro, qué remedio—. Un momento —grita. Se
levanta y se viste rápido, coge algunas cosas y sale dejando pasar a Banity.
Me visten y peinan elaborando un recogido de moño alto enlazando
mechones de pelo y luego añaden una tiara pequeña de piedras rojas, los
zapatos son también rojos y con algo de tacón. Espero no torcerme un
tobillo, soy nula con los tacones por eso los usaba en ocasiones especiales.
Para terminar, añaden joyas con piedras preciosas, que deben costar un
pastón.
Terminan de arreglarme y salen dejándome sola, para que segundos
después aparezca Khonox guapísimo con su camisa de hilo con una
abertura en el cuello, dejando a la vista algo de vello, las mangas
remangadas hasta los codos, los pantalones de piel que le marcan ese culo
que está para morder, las botas de cuero y ese pelo largo trenzado en la
parte superior con trenzas cruzadas entre aros, esta vez de plata. Su mirada
me recorre de abajo a arriba, se para en mi peinado y luego vuelve a mis
ojos.
—Estás preciosa pequeña. ¿De verdad eres toda mía? —se me escapa
una risita tonta. Mientras él coge la piedra para pasar parte de su energía y
le respondo.
—Soy y seré tuya para siempre. —Me besa ligeramente—. Y tú, estás
para comerte. —Su mirada se vuelve brillante y gruñe.
Sin decir nada más sale conmigo de la mano y nos dirigimos al salón
principal donde hay más invitados esperando. Nada más ver a Muza me
dirijo a ella sin mirar a nadie más. La abrazo y ella se tensa, aunque después
encantada me devuelve el abrazo.
—Lo siento, es mi costumbre abrazar. —Me disculpo avergonzada por
mi comportamiento impulsivo—. Te veo recuperada. Me alegro muchísimo.
—Voy a ir a saludar a sus hermanos, me sujeta del brazo y esta vez es ella
quien me abraza.
—Me gusta tu costumbre. Gracias por cuidar de mí. —Sonrío agradecida
y muevo mi mano quitando importancia.
Sus hermanos me saludan al final con un movimiento de cabeza y entre
risitas, ya que al ir a abrazarlos un gruñido de Khonox les mantuvo
alejados.
Lo miro, resoplo y pongo los ojos en blanco. Abrazo a todas las mujeres
y los hombres sonríen igual que los Ogros y me saludan con un movimiento
de cabeza para no molestar a mi dragón gruñón. Hoy están todos poco
habladores y yo me limito a estar junto a Khonox esperando el momento.
—Vamos mi niña, debes ir con mi hija. —Me giro para ir con Brandar y
Khonox me besa antes de dejarme ir.
Ya estamos frente a su lugar de culto a sus dioses, me recuerda a una
catedral, es impresionante.
Estamos las dos solas, esperando que nos avisen, faltamos nosotras por
entrar y ya ha llegado el momento. Atravesamos la puerta con las manos
entrelazadas, no puedo evitar buscar a mi grandullón entre los miles de
invitados, yo agradezco que en mi unión fuéramos menos parece que todos
los Trolls han venido, lo veo, sonrío y me guiña un ojo.
Ella está radiante. Su piel brilla a juego con la pedrería de su vestido a
cada paso que damos juntas. Llegamos al altar, uno la mano de Thaso a la
de Dikha y no puedo evitar besar en la sien a mi amiga.
—Te quiero —susurro al terminar el beso.
Me giro y Khonox está ahí para tomar mi mano y ayudarme a bajar del
altar. Me siento con los demás y observo la ceremonia de la que no me
entero de nada, puesto que hablan en su idioma.
Hasta que el Owo no me mira a mí directamente y estira los brazos con
los colgantes, no me levanto. Nerviosa por ser el centro de atención en este
corto momento y esperando no estropearlo. Cojo primero un colgante que
coloco en el cuello de Thaso y luego cojo el de Dikha y hago lo mismo, una
vez puestos me aparto y vuelvo al lado de mi amor.
Acabado el enlace vamos al salón para comer y bailar, para celebrar el
enlace. Pasamos un día increíble. Pero a media tarde yo estoy agotada y
decido sentarme mientras los demás bailan. Khonox está entretenido
hablando con los hombres y no le quiero molestar, las chicas están bailando
y riendo divertidas. Mi malestar empeora, tengo ganas de vomitar, la piedra
está blanca y todo mi cuerpo me pesa, intento levantarme y es imposible,
quiero gritar y la voz no sale. Me estoy asustando.
Paso así unos minutos horribles hasta que alguien se acerca a mí
llamando la atención de todos. Khonox está a mi lado en segundos y toca la
piedra para cederme parte de su energía.
—Pequeña, ¿qué te pasa? estás muy pálida —murmura tan asustado que
no sabe dónde tocarme. Abro la boca para hablar y no puedo, solo me salen
lágrimas.
La Elfa Dhelgriel se acerca e intenta apartar a mi grandullón que le
gruñe.
—Muchacho, permite que la ayude.
—Anciana, sabes que le está ocurriendo a mi mujer, ¿verdad? —Ella
asiente y luego dirige su mirada hacia mí.
—Humana debes luchar y ganar, tu cuerpo humano no puede soportar a
tu cachorro. Eres más fuerte de lo que crees y te estás muriendo lentamente,
ni siquiera puedo asegurar que tu cachorro sobreviva.
—¡Noooooo! —grita Khonox cayendo de rodillas roto de dolor—. Tiene
que haber alguna forma de salvarla. —Lo pide de forma desesperada y yo
lloro por él. Mi temor se está haciendo real. Moriré, solo espero aguantar
hasta que mi bebé nazca.
Intento tocar su rostro y no puedo, ella toca mi mano y vuelve a usar su
poder conmigo. En cuanto estoy a su lado, las dos solas, soy yo de nuevo y
puedo hablar y moverme.
—Como puedo salvar a mi cachorro. Da igual lo que me pase a mí, él
debe vivir, ayúdame Dhelgriel —suplico de rodillas—. ¡Ayúdame!
—Debes de dejar de sentirte inferior, eres muy poderosa, la dragona más
poderosa que ha reinado y debes cambiar ya, o morirás.
—¿Dragona?
—Sabes que eres diferente, aún no te crees hasta qué punto eres
diferente, si sigues negando el cambio nadie podrá salvarte.
—Yo no niego el cambio, quiero ser una dragona, ver crecer a mi
cachorro y ser feliz junto a mi grandullón.
—A algo le temes niña. —Agacho la cabeza porque ha acertado.
—A no ser suficiente para Khonox y que me deje, a morir sin ver a mi
cachorro crecer, a ver morir a mis hermanos, a no ser una buena reina. Yo
quiero ser feliz, dime como lograrlo.
—Lucha contra tus miedos, véncelos, gana y se libre por fin. Libera a tu
dragona.
—¡Espera! Diles que me quiten el vestido no quiero romperlo.
—Díselo tú misma. —dice sonriendo. Abro los ojos y estoy rodeada de
todos, mi mirada va a Khonox.
Sigo sin poder moverme y cuando voy a hablar mi voz sigue sin salir.
Cierro los ojos e intento concentrarme en algo y mi cachorro aparece en mi
mente, con visiones de nosotros juntos, dándole el pecho, viendo sus
primeros pasos, jugando con Khonox, y muchas más, no sé si son imágenes
reales de mi futuro o si son mis deseos y quiero vivirlas. Abro los ojos y uso
mi poder.
—Quítame… el vestido…. y llévame… fuera, mi amor —digo con
mucha dificultad—. Rápido —suplico.
Apago mi fuego y él ya me ha quitado el vestido, me coge y me lleva
fuera. Yo cierro los ojos, aún sigo muy mareada y temo vomitarle encima.
Con mucho cuidado me aleja hasta la pradera del castillo algo alejada y me
deja sobre las flores. Se arrodilla a mi lado y uso mi poder de nuevo.
—Aléjate por favor, necesito hacer esto sola.
—No me pidas eso pequeña, no puedo dejarte sola, si te pasa algo yo…
—lágrimas caen de sus ojos y yo como puedo retiro sus lágrimas.
—¡Shhh! Mírame grandullón, debo luchar y debo hacerlo sola, te juro
que voy a vivir y nuestro cachorro también —le suplico de nuevo. Niega y
se aferra a mi cuerpo—. Confía en mí grandullón.
—No lo entiendo, contra qué tienes que luchar. —Llora más fuerte
abrazado a mí.
—Contra mí misma, ahora aléjate. Te amo grandullón.
—Te amo mi pequeña guerrera.
Parece que nunca va a soltarme hasta que suelta un rugido bajo que
retumba en todas partes y se aleja lo suficiente, sin quitarme la vista de
encima.
Cierro los ojos y uso mi poder, me siento arder por dentro, recuerdo cada
dolor que he sentido por culpa de otros y dejo que salgan todos mis miedos,
confío en Khonox y no debo seguir dudando de su amor, la llave nos unió,
pero los sentimientos son reales, y no voy a volver a sentirme inferior a
ninguna dragona. Yo también lo soy.
Me duele muchísimo y no importa siempre que esté con mi familia para
siempre, una familia grande con muchos cachorros. Mis ojos no se apartan
de él hasta que el dolor se vuelve insoportable y grito sin poder contenerme.
No sé cuánto tiempo pasa mientras estoy sintiendo mis huesos romperse
y mi cuerpo cambiar al fin a dragón. Me siento desfallecida, sigo tumbada y
ahora soy una dragona. Apago mi fuego y levanto mi cabeza con esfuerzo
para verme, soy enorme, aunque al lado de Khonox seguro que soy
pequeña, lo busco y ya está ya a mi lado, agachó la cabeza para que me
toque.
—Por todos mis ancestros, pequeña. Eres una dragona —murmura
incrédulo. Me toca el morro y me besa—. Una dragona preciosa. —Un
gemido lastimero sale entre mis dientes, intento levantarme y no puedo.
—Relájate pequeña, puedes cambiar a tu forma humana, no temas al
dolor, ya pasó yo estoy a tu lado.
Sus caricias me van calmando, me da otro beso y suspiro, entonces
siento el cambio en mi interior sin dolor y eso me alivia porque sentir ese
dolor cada vez que cambie a dragona sería horrible.
Alguien le ha dado una manta y me tapa con ella antes de cogerme en
brazos. Sin esperar a nadie me lleva directamente a nuestra habitación.
Entramos y me deja sobre la cama, se quita la ropa y se pone a mi lado para
después cogerme y acomodarme sobre él.
—Descansa mi pequeña dragona valiente —susurra y así entre caricias y
palabras hermosas me dejo dormir.
Despierto y Dikha está a mi lado sería.
—Lo siento —murmuro triste. Ella tuerce la cabeza.
—¿Por qué?
—Sabía que haría algo que estropearía la boda, lo sabía desde el
principio, y no conseguía averiguar que podía ser. Y al final la fiesta se
acabó antes de tiempo.
—¡Oh! por los dioses, no digas bobadas, por unos momentos me vi
llorando tu muerte y la de mi sobrinito.
Escucharla llamar sobrinito a mi cachorro me encantó, tanto que unas
lágrimas de felicidad salieron mientras asentía con una sonrisa.
—Y todo lo que te pasaba era por lo que te estaba costando hacer el
cambio a dragona. ¡Vaya susto! Muza te manda muchos besos y abrazos,
jamás creí que esa Ogra mostrará cariño por nadie que no fueran sus
hermanos, y tú lo has hecho posible, como lo hiciste salvándome la vida.
Para mí ya eres mi hermana y nos veremos todo lo que podamos. Es una
promesa. Ahora descansa, aún debes recuperarte y Khonox está por llegar,
le obligué a bajar a comer mientras yo me quedaba contigo cuidándote.
—Te quiero hermanita. —Nos abrazamos y se recuesta a mi lado y así
sobre su pecho me dejó dormir bajo el susurro de una canción y sus caricias
en mi pelo.
Pasamos unos cuantos días en el reino de los Trolls, hasta que estoy lo
suficientemente recuperada para que me enseñen a volar, antes de partir. Me
cuesta mantenerme en el aire y hasta que Khonox no está seguro no me deja
volar, de hecho, quería llevarme en sus garras y me negué por completo.
Ahora estoy convertida en dragón después de despedirme de todos y
prometerles que nos veríamos pronto. Es hora de irse y quiero volar yo,
Khonox va vigilándome y dándome todo tipo de consejos sobre cómo volar
una y mil veces, todo el tiempo, poniéndome de los nervios. Yo le dejo,
porque después del miedo que ha pasado pensado que nos perdía, no voy a
negarle nada, solo espero que no se pase de protector.
Hay algo que Brandar me entregó a mí, un regalo. Uno que guardaré con
mucho cuidado hasta que llegue el momento de entregarlo a sus verdaderos
dueños.
Epílogo

Ya han pasado casi seis meses y para mi grata sorpresa mis hermanos Alan,
Luciana, Mateo y Luna regresaron para quedarse de forma definitiva,
dejaron todo arreglado allá para no volver más. Ya han nacido mis preciosas
sobrinitas, que son la alegría del castillo y por supuesto mis preciosos son
sus mayores fans, no se apartan de ellas en ningún momento, salvo a la hora
de dormir. Tienen pocas semanas, la primera en nacer es Leyre la hija de
Luna y Mateo y después vino Danae la hija de Alan y Luciana. Son
chiquitinas y preciosas.
La sorpresa que me dieron al decirme, en una de las cenas en la que
nosotros fuimos a su casa, que se venían para siempre y ya lo tenían todo
preparado, me alegró la vida. Por supuesto viven en el castillo con todos.
Aún guardo el regalo que Brandar me entregó a solas antes de volver a
Senzyras, esperando el momento para ofrecérselo a mis hermanos.
Héctor sigue sin querer venir, ni siquiera a pasar el día y de Nan ya ni
hablar, es tan feliz con el pinypon que es imposible que venga, aunque me
prometieron los dos que vendrían a ver a las niñas y a mi cachorro cuando
estuvieran los tres nacidos.
Ya ha llegado el momento de entregarle a mis hermanos el regalo que me
dio Brandar. Después le mandaré una carta para que venga si lo aceptan y
obre su magia.
Están en el cuarto de juegos que preparé para los niños, donde mis
preciosos Kokel y Rend están ahora mismo con su verdadero amor, espero
que les vaya mejor a ellos que a Nan con Norrus. Ahora ya sé diferenciarlos
por mis picusinas. Kokel está sosteniendo a Leyre y Rend está sosteniendo
a Danae. Con un gesto mío, mis hermanos vienen a un lado de la sala.
—¿Qué ocurre? —preguntan Alan y Mateo al unísono al ver mi cara.
—Veréis, en el enlace de la princesa Dikha, el rey Brandar me entregó
unos regalos para mis hermanos y sobrinas, y ahora que han nacido es el
momento que sepáis que regalo es.
—Qué intriga, suelta ya el regalo —dice Luna ansiosa. Saco los
colgantes de oro con una piedra de Onix Negro.
—Es precioso —murmura Luciana.
—Sí lo es, y muy especial también. Escuchadme bien, ¿vale? La
decisión es solo vuestra. —Espero a que asientan los cuatro—. Estas
piedras proporcionan vida, no os da la inmortalidad, pero envejeceréis
muchísimo más lento, no sé cuánto exactamente, aunque sí me aseguró que
muchísimo tiempo, no padeceréis enfermedades y estaréis siempre sanos.
Colgándolo en el cuello es efectivo, el problema es que se os puede caer y
perderlo, y no habrá otra piedra igual nunca. Así que el rey me ofreció que
lo incrustaría en vuestro corazón bajo su magia, de esa forma nunca podrían
perderlo. Por el momento os lo entregaría a los cuatro, si lo aceptáis. Ya os
conté lo que los gemelos desean con vuestras pequeñas.
—Los niños nos gustan y son un cielo y sé que tratarán a nuestras hijas
con amor, también sabemos que ellas vivirán y nosotros no —murmura
Alan triste.
—Os doy la oportunidad de cambiar eso con estos colgantes, una vez
que os los coloquéis serán vuestros para siempre. Os tengo que hacer una
pequeña incisión en el dedo para que vuestra sangre toque la piedra y luego
Brandar vendrá y os la incrustará en el corazón.
—¿Va a doler?
—No, me aseguró que no sentiréis nada.
—¿Y Héctor?
—Luciana cariño, él ha de escoger entre tres opciones. La primera es que
perdone al dragón tonto que le rompió el corazón, la segunda que use la
piedra y la tercera vivir una vida normal y morir.
Al final aceptan y dos días después ya poseen la piedra en su corazón.
No saben cómo agradecer a Brandar por tan maravilloso regalo y yo
muchísimo menos porque me dio la oportunidad de disfrutarlos muchos
años a mi lado.
Al acabar el día, Khonox vuelve de Egas, por suerte para mí ninguna
dragona ha vuelto a intentar nada con mi dragón, confío en él por completo,
mis inseguridades eran mi debilidad y eso se acabó. Yo ya he cenado y
estoy leyendo un libro tranquila cuando entra en la habitación, viene directo
a mí, me besa y luego baja a besar y hablar con nuestro cachorro.
—Hola, mi guerrero, espero que te hayas portado bien y no estés
cansando mucho a mamá. —Da unas patadas en respuesta que nos saca
unas sonrisas y nos miramos con amor—. Es muy fuerte.
—Lo sé, soy yo quien recibe las patadas en mis órganos —digo feliz.
—¿Todo bien? —Asiento feliz y le beso de nuevo.
Mi barriga ya es grande, bastante más de lo que debería y eso que aún
me faltan casi tres meses, únicamente escucho un corazón, llegué a pensar
que venían dos.
Todavía no sabemos qué nombre elegir, a ambos nos gustaría que el
primero fuera un niño, por si acaso quiero elegir nombre de niña también,
que nunca se sabe.
—¿Has pensado ya algún nombre grandullón?
—No, todavía no, quiero verle la cara.
—Me parece una buena idea, yo he pensado de niñas y niños por si
acaso, aunque no son de dragones, son de mi mundo.
—El que decidamos juntos será perfecto pequeña.
Me coge y me lleva a la cama, me desnuda besando todo mi cuerpo y
con mucho cuidado me hace el amor, mi barrigota nos incomoda bastante y
no puede ser tan salvaje, eso será para más adelante.
Me dejo dormir entre sus brazos, y como ya sabía, tuvimos que cambiar
a la posición de la cucharita, aunque no me quejo, sentir su calor en mi
espalda y una de sus manos sobre mi barrigota me encanta. Jamás fui tan
feliz, me falta que llegue su nacimiento y sostenerlo entre mis brazos.
Quién me iba a decir que durante el verano dejaría mi trabajo y ese
horrible sonido que tanto me acompañó y martirizó nunca más volvería, que
mi vida cambiaría tanto. El miedo casi me vence, pero ya no siento dudas,
las quemé de mi mente para siempre. Tengo a mi lado un dragón
maravilloso y sé que será el mejor padre del mundo.

***

Ya han pasado casi ocho meses desde que mi pequeña se convirtió en


dragona, ese día creí que los perdería a los dos, para que después volviera a
sorprenderme una vez más. Nunca lloré tanto como ese día cuando creí que
la perdería para siempre, es una dragona hermosa del mismo color que sus
ojos chocolate. Volar juntos es increíble, aunque a veces ella prefiere que la
lleve como antes y a mí me encanta escucharla gritar «más alto».
El nacimiento de mi hijo está próximo y para ser sincero conmigo mismo
he sido incapaz de pensar un nombre, quiero escuchar los que piensa mi
pequeña y no he conseguido sonsacarle ninguno. Estoy de viaje por un
asunto importante y estoy deseando volver, ya no voy a salir de viaje más
hasta que mi cachorro nazca.
Mi pequeña se ha vuelto algo gruñona y no me perdonaría que no
estuviera allí. Quiere algo que es imposible para mí. Quiere que esté en el
parto y yo no puedo, no quiero verla sufrir y debe entenderlo, cuando
vuelva hablaré con ella porque está encaprichada y quiere que esté como
mis cuñados estuvieron para sus mujeres. Y los admiro por ello.
Estamos en Euphus resolviendo el asunto del nuevo señor de las tierras
pues el dragón ya quiere descansar de su puesto y cederlo para su hijo, y yo
debo aceptarlo en persona. Mañana partimos de regreso, me estoy retirando
para descansar y Ame entra en la posada a toda prisa.
—Mi señor, debe volver a Senzyras con urgencia, mi señora ya va a traer
al mundo a su cachorro. —Soy incapaz de reaccionar, no he podido hablar
con mi pequeña y va a querer que entre, ¡Maldición!
—¿Cómo está?
—Mi señor, lo está pasando muy mal el cachorro es demasiado grande y
ella lo necesita. Estaba jugando en el cuarto de los cachorros y de repente
empezó a retorcerse de dolor, eso fue justo antes de venir, espero que llegue
a tiempo, dijo que sin usted no nacía.
Salgo rápido, cambio y vuelvo a toda velocidad, llego lo más rápido que
puedo. Al llegar y escuchar sus gritos llamándome me parten el alma.
Cambio a mi forma humana y corro todo lo rápido que soy capaz, entro
desencajando la puerta por completo y dejándola caer a un lado, no me
importa. Un gruñido me hace mirar a la cama.
—¡Vístete o te corto los huevos! —Calla unos segundos hasta que la veo
retorcerse de dolor—. Joder —gruñe bajo—. Duele mucho.
No quiero provocar más su ira y me visto rápido con un pantalón. Estoy
a su lado y me olvido de que no quería verla sufrir, yo solo estaba pensando
en mí y no en ella, y si ella quiere tenerme a su lado, que así sea. Yiri es la
que se está ocupando del parto.
—Estoy aquí pequeña, dime que necesitas.
—Que estés a mi lado, solo eso —murmura feliz por estar con ella.
Cometo el error de ofrecerle mi mano justo en una contracción oigo mis
huesos crujir.
—¡Dios mío! ¡Qué te he hecho! —llora.
—¡Basta pequeña! Si me tienes que romper cada hueso, feliz me dejaré
hacerlo, quiero que dejes de sentir dolor. ¿Entendido?
—Vamos Evolet ha llegado el momento de empujar, en la siguiente
contracción empuja fuerte.
Al llegar la siguiente contracción mi pequeña hace lo que le dicen y
asoma una cabeza llena de pelo negro, yo creo que me voy a desmayar de la
impresión, es la primera vez que veo algo así y no me siento preparado.
—Si se te ocurre desmayarte te muelo a golpes, espabila grandullón que
te necesito entero.
—Vamos, vamos, otra vez, ¡empuja!
Ella gruñe y empuja y veo como salen los hombros de mi hijo y luego
como Yiri lo saca y deja sobre el pecho de mi pequeña a mi primer hijo
varón, con muy buenos pulmones, que se calma un poco en cuanto toca de
nuevo a su madre. Evolet lo mira con tanto amor, mientras yo no puedo
apartar mi mirada de ella y la tomo del rostro para besarla.
—Te amo pequeña, me acabas de hacer el dragón más feliz de todos los
mundos que existen.
—Te amo grandullón —susurra. Está agotada y mira a nuestro cachorro.
—Eres muy grande corazón. —Le susurra mientras le toca y le mira
todo. Me inclino para mirarlo y se me ocurre un nombre.
—Skel Dragonian.
—Skel. Me gusta Skel. —Besa la frente de nuestro cachorro—. Hola
Skel, soy mamá. —Eso hace que deje llorar al momento y se centre en su
voz—. Dile algo grandullón.
—Hola mi guerrero, soy papá. Por fin puedo verte y eres perfecto.
Lessla viene a cogerlo para lavarlo y vuelve a llorar, no le quito la vista
de encima en todo momento, ayudo a acomodar a mi pequeña para que le
dé el pecho en cuanto se lo traigan de nuevo ya limpio.
Pasados unos minutos lo vuelven a traer y se lo entregan a mi pequeña.
Ver la imagen de la mujer que amo alimentando a mi cachorro es lo más
maravilloso que han visto mis ojos. Esta ahora es mi familia, una a la que
cuidaré con colmillos y garras toda la eternidad.
Terminan de recoger y nos dejan solos, ella me mira y me señala un lado
de la cama libre y me siento junto a ella viendo como Skel traga con ansia.
—Es maravilloso Khonox, has hecho mi sueño de ser mamá realidad.
Skel es… —Coge aire y una lágrima cae por su mejilla que retiro con un
beso— Perfecto. Soy tan feliz mi grandullón. Te amo con locura.
—Sí que es perfecto pequeña, igual que tú. —Siento mis ojos llenarse de
lágrimas que derramo sin sentir vergüenza, pues son de pura felicidad—.
Gracias por este regalo, sin ti nunca hubiera sido posible, ambos cumplimos
nuestros sueños de ser padres y vamos a vivir una larga vida para tener
muchos descendientes, todos los que deseemos. Te amo, eres mi destino,
pequeña.
La abrazo y beso con amor y después beso a nuestro cachorro. La vida
por fin nos sonríe y presiento que seremos muy felices.

FIN
Agradecimientos

Primero que nada, quiero agradecerle a Sayo por su paciencia y por


dedicarme tiempo para a ayudarme a mejorar.
A Nuri, muchas gracias por ayudarme con las dudas que han ido
surgiendo a lo largo de estos últimos días.
A mi familia y amigos, que se han enterado en el último momento, por
su apoyo y palabras de ánimo.
Y por supuesto, a mis futur@s lectoras y lectores, porque sin ustedes
nada de esto tendría sentido. Deseo de corazón que disfrutéis de la lectura.
Biografía

Jennifer Díez nació en 1988 en la ciudad de Palencia, aunque reside en la


preciosa isla de Tenerife desde hace 20 años. Es una devoradora de libros,
sobre todo, de romance contemporáneo, histórico y paranormal. Siempre le
ha gustado escribir, pero hasta ahora no se había animado a terminar y
publicar una de sus historias.
[i]
Neushal: Es la compañera de vida del rey de los dragones.
[ii]
Angrom: Es un hierro que solo existe en la isla. Además, es lo único que puede matar a un
dragón, si se le atraviesa el corazón.
[iii]
Dran: Es el nombre que se da al dinero que se usa en la isla de los dragones.
[iv]
Duffayza: Flor del color del fuego, parecida a la rosa, pero de mayor tamaño.

Es el que profesa las palabras de


[v]
Owo:

los dioses de los Trolls.

También podría gustarte