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TEMA 59: EL REALISMO EN LA NOVELA DE BENITO PÉREZ GALDÓS

1. Introducció n. Justificació n. LOE.

2. Desarrollo del tema.


2.1. El concepto de Realismo.
2.2. Trayectoria novelística en la Españ a del XIX.
2.2.1. La novela prerrealista.
2.2.2. La novela realista.
2.2.3. La novela naturalista.
2.2.4. La novela realista-espiritualista.
2.2.5. La novela realista-naturalista.
2.3. Benito Pérez Galdó s.
2.3.1. Vida.
2.3.2. Galdó s y la estética realista. Su creació n literaria.
2.3.3. Etapas en la obra de Galdó s.
2.3.3.1. Novelas histó ricas y de tesis.
2.3.3.2. Los Episodios Nacionales.
2.3.3.3. Novelas españ olas contemporá neas.
2.3.4. El teatro en Galdó s.
2.3.5. Obra miscelá nea.
2.3.6. Galdó s en la historia. Conclusiones.

3. Conclusió n.

4. Bibliografía:
A.A. V.V. (1990): Historia de la literatura española, Tomo II. Madrid: Cá tedra.
CORREA, G. (1977): Realidad, ficción y símbolo en las novelas de Pérez Galdós.
Madrid: Gredos, Biblioteca Romá nica Hispá nica.
PEDRAZA, F. y RODRÍGUEZ, M. (1997): Manual de literatura española.
Barcelona: Ariel.

5. Webgrafía:
www.gencat.cat/educació
www.educació n.es/horizontales/ministerio
http://cvc.cervantes.es

6. Legislació n:
Ley Orgá nica de Educació n, LOE (2006)

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El fenó meno literario má s importante de la segunda mitad del siglo XIX es el
renacimiento de la novela. Dicho renacimiento tiene su primer hito en la publicació n de La
gaviota (Ferná n Caballero, 1949), cuya estética da inicio al nuevo realismo. En los orígenes
de esta novela realista se imbrican influencias europeas con antecedentes españ oles, en
concreto, con el costumbrismo de Larra, Mesonero Romano y Estébanez Calderó n.
Ademá s, impera en toda la narrativa del realismo españ ol un estilo que trata de resucitar
el ritmo y tono de la prosa del siglo XVII. Prefiriéndose así el humor y la pintura de tipos y
costumbres, en vez del detallado aná lisis psicoló gico, nota distintiva de la novela francesa.
Ideoló gicamente, domina también al principio y, salvo el caso excepcional en toda la obra
de Galdó s, el espíritu tradicionalista de la regió n.
El movimiento realista apareció en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX
como reacció n al romanticismo y estuvo influido por el positivismo y la ciencia
experimental. Esta tendencia estética pretendía plasmar en la obra la realidad objetiva.
Destacan en Francia Stendhal y Balzac en un primer momento y se consolida con Flaubert
(Madame Bovary, 1857). En Gran Bretañ a, son conocidos Jane Austen, Charles Dickens y
Thackeray, entre otros. En Españ a, aunque se pueden encontrar casos de obras realistas
en edades má s tempranas de la historia de la literatura españ ola, guardamos el término
para La gaviota, obra que surgió como reacció n al romanticismo. Aunque debemos señ alar
que el realismo de Ferná n Caballero es un realismo costumbrista de tipo idealizante. El
verdadero realismo se encuentra en las obras de los autores pertenecientes a la
generació n del 68, de la cual má s adelante, hablaremos.
En torno al concepto de realismo surgieron varias teorías como, por ejemplo, que
no se debe reflejar la totalidad de lo real, sino lo ‘real esencial’. Dicho de otro modo, son los
rasgos que delatan la esencia los ú nicos que se deben desvelar al lector. Otra es la
necesidad de observar la realidad de forma minuciosa, de ahí que las obras realistas
tengan como teló n de fondo la sociedad contemporá nea.
El realismo se engendró en el romanticismo junto con la conciencia de la injusticia
social. Zavala (1971, 1976) ha estudiado la conexió n entre romanticismo-realismo-
socialismo. No obstante, la tesis de Zavala resulta tan unilateral como la que propone al
costumbrismo como ú nica vía de evolució n al realismo, a través de la obra de Ferná n
Caballero. Con todo, hubo una relació n importante entre la realidad social que iba
emergiendo del periodo revolucionario y estos dos movimientos estético-ideoló gicos.
Otras dos novedades aporta el romanticismo que influirá , con el tiempo, al desarrollo de la
modernidad. Una de ellas es el conflicto entre deseo y realidad, la otra la presió n
ideoló gica o moralizante sobre el material narrativo.
Así de 1830 a 1870 fueron tres las vías narrativas principales por las que se fue
transitando desde el romanticismo hasta el realismo en busca de una nueva novela
españ ola: la novela histó rica, la novela popular de tema social, y el costumbrismo. Cada
una de estas vías aportó técnicas narrativas, situaciones, personajes, conflictos, modos de
contemplar el mundo y de explicarlo que constituyeron el patrimonio heredado por los
novelistas posteriores a 1868.
Ya hemos mencionado el papel de encrucijada que protagonizó la obra de Ferná n
Caballero. Sin embargo, en 1868 la evolució n de la novela no estaba ni mucho menos
concluida. Si bien es cierto que con la labor de dicha autora el cuadro de costumbres
evolucionó hasta la estructura novelesca, y consiguió elaborar una dimensió n regional,
ademá s del sometimiento del material narrativo a la perspectiva del debate ideoló gico.
La crítica viene agrupando ú ltimamente a los principales novelistas de la segunda
mitad del XIX dentro de la llamada Generació n del 68. Pattison los divide en dos grupos:
los mayores (Alarcó n, Pereda, Valera y Galdó s) y los jó venes (Pardo Bazá n, Clarín, Palacio
Valdés y Blasco Ibá ñ ez). Conforme a la ideología, deberían intercambiarse en esta
clasificació n Galdó s y Palacio Valdés. Este grupo se caracteriza porque sus integrantes
poseen una misma conciencia de clase, creen en la educació n y el progreso. Si bien cabe la
divisió n entre librepensadores y cató licos. Todos parten de un dualismo prerrealista y
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alcanzan la totalizació n realista. Al final, se verá n tentados por el naturalismo. Otra
similitud es que evolucionan del optimismo al pesimismo. Su aspiració n es dar cuentas de
la sociedad españ ola y explicar y demostrar sus resortes internos. Utilizan el narrador-tipo
con el propó sito de interferir en la acció n, comentar y moralizar, así como sugerir al lector
lo que debe pensar de los hechos y de los personajes.
El término «prerrealismo» alude a las novelas escritas hasta 1881, en las cuales se
parte de una visió n dual y maniquea de la sociedad, la política y la moral. En ellas aparecen
juicios de valor. Existen hasta este añ o tres modalidades novelísticas. Una de ellas es la
novela de sucesos contemporá neos, representada por las obras juveniles de Galdó s, como,
por ejemplo, La fontana de oro (1870) y las dos primeras series de los Episodios
nacionales. Otra tipología es el realismo idealizante, cultivado por Juan Valera. Por ú ltimo,
la novela de tesis es la que pone al servicio de las ideas morales del autor la trama
argumental y el desarrollo de los personajes. Esta novela es cultivada por varios
escritores. Por ejemplo, Galdó s en Doña Perfecta (1876) encarna la versió n progresista y
liberal del género, mientras que Pedro Antonio de Alarcó n representa la novela de tesis
ultracató lica con obras como El escándalo (1875).
Realismo, naturalismo y realismo naturalista coincidieron en el tiempo. El realismo
se diferencia del prerrealismo por ser má s objetivo y menos ejemplificador. El motivo de
ello es que ofrece una visió n má s amplia y abierta de la realidad, con lo que se desprende
la visió n dual. Este tipo de novela nacerá a raíz de la revolució n de 1868, en la década de
los 80-90; no obstante, en Europa nace antes de 1860.
Los temas de las novelas realistas será n muy variados. El burgués y sus
circunstancias será n los protagonistas de la inmensa mayoría de los relatos. Se preferirá el
entorno urbano, al campesino, con la excepció n de los autores Pereda y Palacio Valdés. Los
asuntos econó micos son frecuentes en este tipo de novelas. Hay también novelas clave
como Fortunata y Jacinta (1886-1887), en que la descripció n de la vida de las clases
populares tiene un extraordinario relieve. A nivel literario, supone un avance a las novelas
predecesoras, puesto que presenta unas rigurosas exigencias artísticas. Entre estas
técnicas narrativas, destaca el narrador omnisciente, por ser la voz que rige el relato, a la
vez que participa activamente dentro de él. Otras técnicas fundamentales son la
descripció n minuciosa de ambientes y personajes, el monó logo y el diá logo. Hubo un gran
esfuerzo por parte de los escritores de la época por reproducir en los diá logos el habla
coloquial. Sin embargo, cuando habla el narrador, se tiende a imitar, la frase cervantina y a
introducir ligeros arcaísmos. Por lo que la crítica los ha acusado de caer en un deliberado
prosaísmo.
La novela naturalista consiste en una visió n de los aspectos má s só rdidos de la
vida. Es una literatura progresista y comprometida que suele chocar con los gustos del
pú blico. El naturalismo de Españ a se distingue del naturalismo de Zola por ser má s tenue y
hasta optimista, así como por ofrecer un aspecto mucho má s humano. Su mayor diferencia
reside en el determinismo. En Españ a, defienden el libre albedrío, pese a los influjos
bioló gicos y ambientales. Coincide en el tiempo con el realismo en la década de los 80-90,
añ os en que aparecen piezas maestras del realismo españ ol. Se considera La desheredada
(1881) de Galdó s como la primera manifestació n del naturalismo en Españ a. Sin embargo,
no fue bien acogida por el pú blico ni la crítica y periodística. Aunque Galdó s consideró
abandonar este nuevo realismo má s radical, sus amigos, Francisco Giner de los Ríos y
Clarín, lo animaron a continuar. El resultado de esta empresa fue la serie de las «Novelas
contemporá neas».
En torno a los 90, el naturalismo deriva a su ocaso, siguiendo los derroteros del
realismo espiritualista, en el que se advierte un proceso interiorizador y una nueva
valoració n del mundo moral. Un buen ejemplo lo encontramos en Misericordia (1897) de
Galdó s.
Benito Pérez Galdó s (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) destacó
como escritor y periodista, documentá ndose sobre la historia y la vida contemporá nea de
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Madrid. Su obra literaria es muy vasta. Consta de novelas sociales, novelas histó ricas,
novelas cortas, cuentos y obras teatrales. Ademá s, en 1897 fue elegido miembro de la Real
Academia Españ ola y participó activamente en la vida política de su época. El novelista
padeció una creciente ceguera, que en 1912 llegó a ser total.
Galdó s asumió la estética realista pero ademá s le confirió un acento personal. El
autor trascendió el mundo de la descripció n escueta y de la realidad material para
explorar zonas de significació n espiritual y de diversidad de perspectivas. Hay una
convergencia en el estilo realista de Galdó s entre el realismo hispá nico del Siglo de Oro, la
objetividad rigurosa de los escritores realistas franceses y, finalmente, de la corriente del
subconsciente en los novelistas rusos. Junto a estas tendencias que desembocan en la
estilística de Galdó s, se puede agregar la preocupació n por los valores místicos, éticos y
religiosos característicos de la cultura españ ola y presentes también en la novela rusa del
siglo XIX. Por otro lado, un logro de Galdó s es el de incorporar la problemá tica del arte a la
sustancia de la propia creació n. Esta preocupació n del autor por esclarecer la naturaleza
del mundo de ficció n en el interior de la novela tiene su origen en el mundo cervantino. En
cuanto a la caracterizació n de los personajes, Galdó s se mueve con un hondo conocimiento
e intuició n de la naturaleza humana. El distanciamiento de la realidad, en su calidad de
narrador omnipresente, le permite enjuiciarla críticamente y cumplir así con una tarea de
aleccionamiento y de revelació n de esencias culturales.
La crítica ha distinguido tres etapas dentro de la obra novelística de Galdó s. La
etapa de las novelas histó ricas y de tesis, la de los Episodios Nacionales y, por ú ltimo, la de
las novelas españ olas contemporá neas. Una de las mayores diferencias entre Galdó s y los
demá s escritores contemporá neos suyos es que el mundo galdosiano abarca la sociedad
españ ola íntegra en el ambiente madrileñ o. En él encontramos multitud de caracteres y
problemas que reflejan la sociedad contemporá nea del escritor por entero. Sus escritos
forman un todo, no tanto porque muchos de sus personajes aparezcan en varias novelas,
como ocurre en la obra de Balzac, sino por la unidad de visió n. Su evolució n podría
sistematizarse en términos generales diciendo que va de lo histó rico y social a lo
individual, también de la materia al espíritu.
Las primeras novelas de Galdó s son las denominadas novelas histó ricas o de tesis,
escritas entre 1868 y 1878. En ellas, se propone pintar y analizar los orígenes de la
revolució n españ ola. Se caracterizan por su ideología política pro-liberal y el
anticlericalismo. Este subgénero histó rico florecerá después en los Episodios Nacionales.
La fontana de oro (1870) abre este subgénero. En ella, Galdó s narra el conflicto entre
liberales y absolutistas durante el período del Trienio Liberal (1820-1823). La novela
tiene graves defectos como, por ejemplo, la rigidez de los personajes. En El audaz (1871),
narra los sucesos histó ricos ocurridos en 1804. Las características estilísticas son
similares a las de La fontana de oro.
Las obras siguientes podemos considerarlas «novelas de tesis». Suponen un primer
intento de Galdó s por enjuiciar la sociedad españ ola de su tiempo. Por el tema tratado, la
cuestió n religiosa, se las ha llamado «novelas de la intolerancia». Galdó s percibió que la
pugna siempre activa entre lo antiguo y lo nuevo estaba radicada en lo religioso. Se trata
de cuatro novelas realistas en la técnica y en el lenguaje, pero idealistas por la concepció n
estética, en el sentido de que Galdó s construye los personajes centrales mediante la
abstracció n de ciertas cualidades humanas y, no se sitú a, con excepció n de La familia de
León Roch, que es de ambiente madrileñ o, en lugares reales, sino en ciudades ficticias.
Doña Perfecta, publicada en 1876 por entregas en La Revista de España, trata de la
voluntad de poder y de la oposició n entre la religió n y el progreso. En la novela, se ataca el
inmovilismo social. Constituye un drama sobre las dos Españ as, la de los neocató licos y la
de los liberales. Pepe Rey, representante de los liberales, intenta una reconciliació n
imposible entre estas dos Españ as. La obra fue mal acogida y el autor fue acusado de
irreligioso y de propagador de ideas moralmente perniciosas. La crítica literaria ha visto
un acierto en la creació n de unos personajes arquetipos en los que el nombre que les
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asigna está tratado con ironía. No obstante, señ alan que Galdó s yerra en tratar a los
buenos de muy buenos y a los malos de demasiado malos. En Gloria (1876-77) defiende la
libertad de cultos mediante un cruce epistolar. Marianela (1878) constituye una de sus
obras má s populares. En ella, retrata el problema de la miseria y el trabajo en las minas del
norte de Españ a. Aparece también un tema que será recurrente en Galdó s, el de la ceguera.
Con La familia de León Roch (1878-79) se cierra esta primera etapa de Galdó s. El autor
vuelve con el tema religioso. Esta vez Leó n Roch intenta crear una familia con María
Egipciana, una mujer muy cató lica, a la que pretende transformar al laicismo. Sin embargo,
sus métodos fracasan estrepitosamente.
Seguidamente, Galdó s empezó de forma paralela dos grupos de obras: los Episodios
Nacionales y las Novelas contemporáneas. Los Episodios Nacionales está n constituidos por
cinco series de diez libros cada una, de las que la ú ltima está incompleta (só lo 6). En cada
una de ellas, hay un protagonista central, que la unifica y que vive los principales
acontecimientos del momento. El motivo de estos Episodios es el de trazar los conflictos
que marcaron la historia del siglo XIX desde 1808. El modo en que Galdó s escribió la
historia transformó la novela histó rica al estilo de Walter Scott. Galdó s explicó el pasado
con el fin de comprender mejor el presente. Su técnica consistía en mezclar
acontecimientos y personajes histó ricos con personajes de ficció n. Debido a ello, se
preocupó por documentar bien su obra, por lo que entrevistó a testigos y buscó en
memorias, entre de otros recursos de investigació n de datos.
Empezó la primera serie en 1873 con Trafalgar. Esta serie está protagonizada por
Gabriel Araceli, un joven huérfano y pobre. En ésta, Galdó s narra los acontecimientos de
resistencia y rechazo a los franceses. La ideología que rezuma entre sus pá ginas es la
democrá tica y liberal. Uno de los protagonistas de la segunda serie es Salvador Monsalud.
La narració n abarca desde la marcha de los franceses hasta el comienzo de la guerra
carlista, es decir, el período de la represió n política bajo el reinado de Fernando VII. Estas
dos primeras series fueron escritas entre 1873 y 1879, añ o tras el cual interrumpió la
escritura de los Episodios Nacionales. En ellas todavía se aprecian los residuos del
romanticismo, residuos que ya no encontramos en las tres siguientes.
Galdó s reanudó la escritura de los Episodios en 1898, con la publicació n de
Zumalacárregui, primer título que conformaba la tercera serie. A partir de este añ o fue
escribiendo los Episodios hasta 1912. La tercera serie tiene como fondo histó rico la guerra
carlista y el afianzamiento de la política liberal. Es protagonizada por Fernando Calpena,
que ha sido definido como un héroe romá ntico. La cuarta serie está protagonizada por
Pepe Fajardo. La crítica afirma que las tres primeras series está n má s logradas. El motivo
es que en la cuarta los hechos histó ricos son demasiado recientes para que Galdó s pueda
explicarlos de forma coherente. Esta circunstancia se acrecienta en la ú ltima serie, en la
que Galdó s, cada vez má s espiritualista, deja de preocuparse por la realidad. Ricardo
Gulló n habla de la incorporació n de personajes simbó licos o míticos a esta quinta serie. El
protagonista de esta ú ltima serie es Proteo Liviano, un periodista e historiador. En ella,
Galdó s crítica fuertemente a la burguesía. Su visió n de la Españ a del momento es
desoladora.
En 1881 inicia la serie de las Novelas españolas contemporáneas con la publicació n
de La desheredada. Aunque son menos conocidas, en la actualidad se consideran la
culminació n del arte galdosiano. Se trata de veinticuatro títulos en los cuales Galdó s se
dedica a pintar la vida madrileñ a en la que ve concentrada la Españ a del siglo XIX. Se suele
comparar la obra de Galdó s, concretamente las novelas contemporá neas, con la «comedia
humana» de Balzac. Esta colecció n se caracteriza por un enriquecimiento del realismo. En
algunas novelas, como La desheredada o Tormento (1884), domina la tendencia naturalista
en la crudeza de algunos cuadros de miseria y en el intento de explicar el vicio, el crimen o
el desarreglo vital como resultado de esa miseria. En Lo prohibido (1884-85) y en partes
de Fortunata y Jacinta (1886-87), el elemento eró tico adquiere un realce que no suele
tener la obra de Galdó s. Es a partir de Ángel Guerra (1890-1891) que la novela galdosiana
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se hace cada vez má s espiritualista. Esta ú ltima novela juntamente con Nazarín (1895),
Halma (1895) y Misericordia (1897) son estudios de exaltació n mística con implicaciones
psicoló gicas o sociales. Su tema comú n es la caridad.
El teatro de Galdó s presenta los conflictos que habían inspirado su obra de
narrador en forma má s neta y simple; a veces, con simplismo excesivo. Sus primeros
dramas, entre los que encontramos Realidad (1892) y La loca de la casa (1893), son
versiones reducidas de novelas dialogadas. Luego adaptará alguna otra novela como Doñ a
Perfecta (1896), aunque no siempre con éxito. Concibió dramas y comedias como
producciones teatrales. Algú n ejemplo es La de San Quintín (1894), Mariucha (1903) y
Casandra (1910).
Galdó s completó su obra escrita con un grupo de textos miscelá neos, entre los
cuales encontramos Observaciones sobre la novela contemporánea en España, publicado en
la Revista de Españ a en 1870. En estas observaciones, Galdó s adjudica a la novela la
funció n de reflejar y expresar la nueva sociedad burguesa. Algunas de sus obras
publicadas pó stumamente son Arte y crítica (1923), Nuestro teatro (1923) y Memorias
(1930).
La valoració n de la obra de Galdó s tras su muerte no fue muy positiva. No obstante,
en los ú ltimos treinta añ os parece haber habido un ajuste de cuentas respecto a lo que ha
significado su labor dentro de la evolució n literaria españ ola. Es verdad, como ha dicho
Carlos Gurméndez, que la mayoría de las reformas que ese grupo representó , se llevó
solamente a cabo en la educació n. Ahora bien, algunos aspectos de este programa han
resistido el paso del tiempo mejor que otros, pues Galdó s se dio cuenta de las
insuficiencias del Krausismo y optó por una vía que, primero, desmitifica gran parte de la
historia de Españ a; segundo, ejerce, a través de la novela y el teatro una influencia prá ctica
en la conciencia colectiva; y, tercero, ofrece un futuro esperanzado si las razones del
pesimismo se superan.
Otro motivo de la importancia de la obra galdosiana es la evolució n de la novela
durante el siglo XIX. Probablemente, fue Galdó s, de su generació n, quien mejor descubrió
algo que había descubierto Cervantes y nos ha recordado después Pessoa: «El arte y no la
historia es el maestro de la vida». Galdó s jugó con la ventaja de ser un gran lector de
Cervantes y no menos de la novela europea de su tiempo pero, también, del contacto con
los filó sofos krausistas que se encontró a su llegada a Madrid.
La mirada determinada del escritor hacia la realidad es la particularidad de su
escritura. Se sirvió de la ironía para llegar a la verdad ú ltima de las situaciones, los
individuos y las sociedades.

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