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EL REALISMO, FOTOGRAFÍA SOCIAL

A. Situación histórica:

Es importante conocer España en la segunda mitad del siglo XIX.

Situación de España.
Situación histórica Situación socio-cultural
- La burguesía, formada por grandes empresarios y - El positivismo, corriente filosófica que surge
terratenientes, es la clase dominante del país. Se tras los avances técnicos y científicos, propone
instalan en el poder y se vuelven conservadores y la observación rigurosa y la experimentación
moderados. como únicos métodos para llegar al
conocimiento de la realidad. Se desechan las
- Los progresistas, integrados por pequeños corrientes románticas en las que predominaba
empresarios, artesanos y militares de baja el sentimiento y la imaginación. Surge el
graduación, se enfrentan al conservadurismo y a los realismo literario que pretende reflejar la
privilegios de los ricos. realidad tal y como es.

- El proletariado, clase a la que pertenecen los - El evolucionismo es un nuevo método


obreros y campesinos, intenta defender sus experimental sobre las leyes de la herencia y la
intereses; socialismo y anarquismo se enfrentan al evolución de las especies. Este método pretende
sistema político dominante. La caída de Isabel II en explicar el comportamiento del hombre. Los
1868 abre el camino hacia un gobierno republicano. escritores naturalistas reflejan estas corrientes
en sus obras.

Situación literaria

Los cambios sociales y las nuevas corrientes ideológicas que surgen en esta segunda mitad del siglo
XIX influyen en la producción literaria. La fantasía y la subjetividad del Romanticismo, así como la
expresión libre de sus sentimientos más íntimos son sustituidos por todo aquello que rodea al hombre.
Se centran en la descripción minuciosa de la realidad y en el análisis de los comportamientos
humanos (Observación de la realidad).

El Realismo y el Naturalismo sustituyen al Romanticismo en su visión progresista. Son movimientos


centrados en una visión más conservadora, menos imaginativa y más objetiva.
De ahí que el género literario por excelencia sea la novela, como fotografía de la realidad. Cuyas
características pueden ser resumidas en las siguientes:

- Se centra en la realidad (fotografía de época) RETRATO DE LA SOCIEDAD


- Buscan la máxima objetivad (fotografía de época) DESCRIPCIONES DETALLADAS
REPRODUCCIÖN DEL HABLA REAL
AMBIENTES CONCRETOS
- Presencia de un narrador omnisciente.
- La novela es el centro de la vida literaria.
B. Desarrollo de este movimiento.

1. Prerrealismo

Etapa temprana. Comienza en 1849 con la publicación por parte de Fernán Caballero (Cecilia Böhl de
Faber) de su novela La gaviota.

Cultivó un pintoresquismo de carácter costumbrista y su obra se distingue por la defensa de las virtudes
tradicionales, la monarquía y el catolicismo.

Otro autor a tener en cuenta es Pedro Antonio de Alarcón, por su dominio en la construcción de la novela
corta. Un ejemplo de ello es su obra: El sombrero de tres picos.

2. El Realismo

Este movimiento literario aparece en la segunda mitad del siglo XIX, como consecuencia de las
circunstancias sociales de la época: la consolidación de la burguesía como clase dominante, la
industrialización, el crecimiento urbano y la aparición del proletariado.

Las características básicas del Realismo literario son:

• Eliminación de todo aspecto subjetivo, hechos fantásticos o sentimientos que se alejen de


lo real.
• Análisis riguroso de la realidad. El escritor nos ofrece un retrato riguroso de lo que
observa.
• Los problemas de la existencia humana, componen el tema fundamental de la novela
realista; ésa es la consecuencia del sumo interés por la descripción del carácter,
temperamento y conducta de los personajes.
• Surge un tipo de novela en la que se analizan minuciosamente las motivaciones de los
personajes y las costumbres.
• El novelista denuncia los defectos y males que afectan a la sociedad y ofrece al lector
soluciones para detenerlos. Cada autor, según sus ideas, muestra lo que para él es un mal de
la sociedad.

Autores importantes: Benito Pérez Galdós, Juan Valera y José María de Pereda

3. El Naturalismo

El Naturalismo surge en España en 1881 como una derivación del Realismo, que tenía como
objetivo explicar los comportamientos del ser humano. El novelista del Naturalismo
pretende interpretar la vida mediante la descripción del entorno social y descubrir las leyes que rigen la
conducta humana.

Los escritores naturalistas representan a sus personajes en situaciones extremas de pobreza y marginación,
y les gustaba describir los ambientes más bajos y sórdidos con el fin de poner al descubierto las lacras de
la sociedad. La descripción de estos ambientes interesaba en la medida que permitía observar cómo influye
un medio hostil sobre la forma de ser de los personajes y cuáles son las reacciones del ser humano en
condiciones de vida adversas.

Tiene su origen en la obra de Emile Zola.

Autores representativos de esta tendencia son Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín, Emilia Pardo
Bazán y Vicente Blasco Ibáñez.

C. Novelistas del Realismo y el Naturalismo

En esta época, la novela es el género literario preferido. Novelistas importantísimos reflejan los profundos
cambios sociales en sus obras. No diferenciaremos autores del Realismo y del Naturalismo ya que todos
participaron en ambas corrientes por simple evolución.

• Juan Valera

Nació en Cabra (Córdoba) en 1824, hijo de una familia noble. Estudió Derecho e ingresó en el cuerpo
diplomático, desempeñando diferentes misiones en varios países europeos y americanos. Fue miembro de
la Real Academia Española. Comenzó a escribir cuando ya tenía cincuenta años. Murió en Madrid en 1905.

Fue un hombre culto y refinado, de espíritu equilibrado y libre. Su inteligencia y fino sentido estético se
manifiestan en su labor como crítico y en su estilo correcto, fluido y elegante; aunque, a veces, adolece de
vigor y calor humano.

Su primera obra fue Pepita Jiménez en la que un joven seminarista conoce a una mujer con la que su padre,
que es viudo, piensa casarse. El joven va enamorándose poco a poco de ella y, tras largas luchas interiores
entre su vocación religiosa y su amor, triunfa el último.

También escribió El Comendador Mendoza, Doña Luz, y una de sus mejores novelas, Juanita la Larga,
cuando tenía setenta años.

• Benito Pérez Galdós (1843-1920)

Nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. Se fue muy joven a Madrid donde estudió Derecho. En la
capital pasó la mayor parte de su vida dedicándose fundamentalmente a escribir. Murió en Madrid en 1920.
Galdós fue un hombre sin prejuicios, abierto a toda idea de progreso y, al mismo tiempo, amaba
intensamente a su patria. Vivió de forma tan comprometida con su época que escribió sus obras con la
intención de encontrar la raíz de los problemas y explicarlo todo a los demás. Galdós fue un extraordinario
narrador, aunque también escribió numerosas obras teatrales.

Características de sus novelas:

- Sus novelas reflejan su realidad.


- Sus diálogos representan el habla real y la manera de pensar y de actuar de sus personajes.
- Sus obras están cargadas de humor e ironía.
La producción literaria de Galdós es enorme. Sólo su narrativa consta de más de setenta volúmenes,
clasificados por él mismo en: Episodios Nacionales, Novelas de la primera época y Novelas
contemporáneas.

• Episodios Nacionales. En estas obras, Galdós pretende ofrecer una visión, en forma
novelada, de la historia de España del siglo XIX. Consta de cinco series de diez tomos cada
una, salvo la última que quedó interrumpida. Los episodios históricos mejor logrados
fueron: Trafalgar, El dos de Mayo, Gerona, Zaragoza.
• Novelas de la primera época. Todas ellas tienen características comunes: tratan problemas
políticos y religiosos, profundizan en el estudio psicológico de los personajes y sobre la
contradicción entre lo tradicional y lo liberal. Doña Perfecta, La Fontana de Oro, Gloria...
• Novelas contemporáneas. La mayoría de estas novelas tienen como eje central de su
temática la ciudad de Madrid, sus gentes, sus calles y sus barrios. Fortunata y Jacinta, La
desheredada, Miau, Tristana, Misericordia, Tormento, La de Bringas…

- Fortunata y Jacinta

Publicada en cuatro volúmenes entre enero y junio de 1887, es su obra maestra; o, al menos, así está
considerada.

Sobre el trasfondo de la Primera República, el golpe de Pavía y el inicio de la Restauración, se alza un vasto
universo de ficción que se mueve entre esos dos polos que son las mujeres que dan título al relato y los
mundos que representan: el de las clases populares y el de la burguesía ascendente. Ellas son los hilos
conductores de esta «selva de novelas entrecruzadas», animada por secundarios inolvidables y muchas otras
figuras de la más variada condición y mentalidad. El talento de Galdós para la caracterización psicológica
de los personajes y su poderosa imaginación para urdir tramas argumentales sitúan esta prodigiosa novela
en la cima de la narrativa española del siglo XIX.

• Leopoldo Alas "Clarín"(1852-1901)

Nació en Zamora en 1852, de familia asturiana. Estudió Leyes en Oviedo y se doctoró en Madrid. Fue
catedrático de las facultades de Derecho de Zaragoza y Oviedo. Fue un hombre culto, de sólida formación
universitaria y aguda capacidad crítica que hizo que fuese temido y respetado.

Características de sus obras.

- Superación de la novela naturalista, mediante la aplicación de técnicas narrativas cercanas a las


actuales.
- Uso del monólogo interior, para acercarse a los pensamientos desordenados de sus personajes.
- Uso del estilo indirecto libre
- Empleo de la caricatura.

Escribió una novela muy extensa que está considerada como una de las obras fundamentales del Realismo
español: La Regenta, en la que Clarín hace un análisis minucioso y detallado del ambiente hipócrita y
corrompido de Vetusta, ciudad donde se desarrolla la acción y que puede ser Oviedo. Satiriza a sus
personajes que, bajo apariencias honradas, esconden la hipocresía y la maldad.

Clarín también destacó como uno de los mejores escritores de cuentos de su época, en los que analiza el
comportamiento de personas malvadas y llenas de hipocresía. Entre ellos destaca ¡Adiós, cordera! En este
cuento se nos narran las peripecias de tres amigos felices e inseparables: Rosa, Pinín y Cordera. Dos
hermanos gemelos y su vaca Cordera que son felices en las montañas asturianas alejados de los peligros
del mundo. Sólo un palo del telégrafo y un tren que pasa de vez en cuando son indicios de ese mundo. Pero
un día ese mundo se llevará primero a la Cordera y luego a Pinín. Rosa se quedará sola con su dolor y sus
recuerdos.

- La Regenta

Es la gran novela del XIX español. Las pasiones, odios, celos y obsesiones que despierta Ana Ozores en
Vetusta -imagen de Oviedo- sirve a "Clarín" para llevar a cabo una implacable radiografía de la burguesía
española finisecular. En Vetusta, capital de provincia, Ana Ozores, se casa con el antiguo Regente de la
Audiencia de la ciudad, Víctor Quintanar, hombre bondadoso, maniático y mucho mayor que ella.

Viéndose sentimentalmente abandonada, Ana Ozores empieza a ser cortejada por el donjuán provinciano
Álvaro Mesía, un hombre mujeriego y poco de fiar. Para completar el círculo, el canónigo magistral D.
Fermín de Pas (confesor de Ana) también se enamora de la Regenta y se convierte en inconfesable rival de
Mesía.

Un gran retablo de personajes secundarios, retratados por Clarín con inmisericorde ironía, completa el
paisaje humano de la novela.

• Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

Emilia Pardo Bazán nació en La Coruña (Galicia) en 1851. Pertenecía a una familia aristocrática y heredó
de su padre el título de "Condesa de Pardo Bazán." El padre, don José Pardo Bazán, era liberal y favorecía
la vocación literaria de su hija. También apoyaba las reivindicaciones feministas. Desde joven la escritora
tenía acceso a una extensa biblioteca familiar. Empezó a escribir cuando era niña. Es la principal defensora
del naturalismo, pero en España el naturalismo nunca consiguió los seguidores que logró en Francia. Doña
Emilia continuó desarrollando sus teorías literarias con respecto a otro movimiento literario más destacado
en España: el realismo. El realismo comparte con el naturalismo la supuesta objetividad del narrador; pero
no hace tanto hincapié en el determinismo. Doña Emilia sostenía que el espíritu del individuo podía vencer
cualquier obstáculo material. En la cuestión de los méritos relativos del naturalismo y el realismo, Pardo
Bazán terminó abogando por el realismo, creyéndolo "una teoría más ancha, completa y perfecta que el
naturalismo.".
Sus novelas más representativas son Los pazos de Ulloa y La madre Naturaleza.
En su tercera novela, La Tribuna, doña Emilia relató la historia de una cigarrera. Para documentar bien la
novela, Pardo Bazán observó el ambiente en una fábrica de tabacos en La Coruña.
Además de su producción novelística, Emilia Pardo Bazán escribió más de 500 cuentos, recogidos en
Cuentos y novelas de la Tierra. Uno de sus cuentos, "El encaje roto," es reconocido como uno de los
primeros textos modernos feministas de España. De temperamento curioso, doña Emilia fue también una
mujer independiente--tanto económica como intelectualmente--, excepcional en la España de su época. Hoy
se reconoce como precursora del feminismo actual.
EL TEXTO NARRATIVO VIVE SU ESPLENDOR.
La narración y sus técnicas constructivas son las utilizadas, de manera especial, por estos autores; ya que
en ellos un narrador cuenta unos hechos que les suceden a unos personajes.

1. Elementos constitutivos de este tipo de textos:

- EL NARRADOR. Es la voz del texto.


 Si se nos presenta como alguien ajeno a los hechos, toma un punto de vista externo.
 Si se nos presenta como alguien activo en la acción, su punto de vista es interno.
 Si conoce todos los detalles, la acción; e, incluso, los pensamientos, es un narrador
omnisciente.
- LA ACCIÓN. Conjunto de hechos narrados ocurridos en un espacio de tiempo determinado.
Aparecen generalmente ordenados de manera cronológica, pero no siempre.
- LOS PERSONAJES, reales o ficticios, participan en los hechos. Se dividen en:
 Protagonista
 Antagonista
 Secundarios.
2. Su estructura:

- PLANTEAMIENTO o MARCO NARRATIVO:


 Espacio
 Tiempo Presentación de los hechos
 Presentación de los personajes
 Situación inicial
- NUDO: Sucesión de hechos
 La trama como tal. Se narran los sucesos que
se van desencadenando a partir de esa situación inicial
- DESENLACE:
 Situación final del conflicto.
RESOLUCIÓN

3. Características lingüísticas:
- Predominio de los verbos en tiempo pasado. Cuentan hechos.
- Abundancia de marcadores textuales. Muestran el orden.
- Uso del estilo directo. Presencia de la voz de los personajes
- Uso del estilo indirecto.
- Presencia del estilo indirecto libre.

VIDEOS DE APOYO
https://youtu.be/bDH8Lg64JAU
https://youtu.be/mWHSkCzV5gI
https://youtu.be/z8sef25VRpM
BANCO DE TEXTOS.

“Y mientras abajo sonaba el ruido confuso y garrulo de las despedidas y los preparativos de marcha, y
detrás el estrépito de los que corrían en la galería, y allá en el cielo, de tarde en tarde, el bramido del trueno,
la Regenta, sin notar las gotas de agua en el rostro, o encontrando deliciosa aquella frescura, oía por la
primera vez de su vida una declaración de amor apasionada pero respetuosa, discreta, toda idealismo, llena
de salvedades y eufemismos que las circunstancias y el estado de Ana exigían, con lo cual crecía su encanto,
irresistible para aquella mujer que sentía las emociones de los quince al frisar con los treinta.
No tenía valor, ni aun deseo de mandar a don Álvaro que se callase, que se reportase, que mirase quién era
ella. “Bastante lo miraba, bastante se contenía para lo mucho que aseguraba sentir y sentiría de fijo”.
“No, que no calle, que hable toda la vida”, decía el alma entera. Y Ana, encendida la mejilla, cerca de la
cual hablaba el presidente del Casino, no pensaba en tal instante ni en que ella era casada, ni en que había
sido mística, ni siquiera en que había maridos y magistrales en el mundo. Se sentía caer en un abismo de
flores. Aquello era caer, sí, pero caer al cielo.
Para lo único que le quedaba un poco de conciencia, fuera de lo presente, era para comparar las delicias
que estaba gozando con las que había encontrado en la meditación religiosa. En esta última había un
esfuerzo doloroso, una frialdad abstracta, y en rigor, algo enfermizo, una exaltación malsana; y en lo que
estaba pasando ahora ella era pasiva, no había esfuerzo, no había frialdad, no había más que placer, salud,
fuerza, nada de abstracción, nada de tener que figurarse algo ausente, delicia positiva, tangible, inmediata,
dicha sin reserva, sin trascender a nada más que la esperanza de que durase eternamente. “No, por allí no
se iba a la locura”.
Don Álvaro estaba elocuente; no pedía nada, ni siquiera una respuesta; es más, lloraba, sin llorar, por
supuesto, “de pura gratitud, sólo porque le oían”. “¡Había callado tanto tiempo! ¿Que había mil
preocupaciones, millones de obstáculos que se oponían a su felicidad? Ya lo sabía él; pero él no pedía más
que lástima, y la dicha de que le dejaran hablar, de hacerse oír y de no ser tenido por un libertino vulgar,
necio, que era lo que el vulgo estúpido había querido hacer de él.”
(capítulo 28 de La Regenta)

“Como de costumbre, jugaba al tute con la madre; como de costumbre, hablaba con Juanita en conversación
general, y Juanita hablaba igualmente y le oía muy atenta manifestándose finísima amiga suya y hasta su
admiradora; pero, como de costumbre también, las miradas ardientes y los mal reprimidos suspiros de don
Paco pasaban sin ser notados y eran machacar en hierro frío, o hacían un efecto muy contrario al que don
Paco deseaba poniendo a Juanita seria y de mal humor, turbando su franca alegría y refrenando sus
expansiones amistosas.
De esta suerte, poco venturosa y triunfante para don Paco, se pasaron algunos días y llegaron los últimos
del mes de julio.
Hacía un calor insufrible. Durante el día los pajaritos se asaban en el aire cuando no hallaban sombra en
que guarecerse. Durante la noche refrescaba bastante. En el claro y sereno cielo resplandecían la luna y
multitud de estrellas, que, en vez de envolverlo en un manto negro, lo teñían de azul con luminosos rasgos
de plata y refulgentes bordados de oro.
Ambas Juanas no recibían a don Paco en la sala, sino en el patio, donde se gozaba de mucha frescura y olía
a los dompedros, que daban su más rico olor por la noche, a la albahaca y a la hierba Luisa, que había en
no pocos arriates y macetas, y a los jazmines y a las rosas de enredadera, que en Andalucía llaman de
pitiminí, y que trepaban por las rejas de las ventanas, en los cuartos del primer piso, donde dormían Juanita
y su madre.
En aquel sitio, tan encantador como modesto, era recibido don Paco. Todavía allí, a la luz de un bruñido
velón de Lucena, de refulgente azófar, se jugaba al tute en una mesilla portátil, pero no con la persistencia
que bajo techado. Otras distracciones, casi siempre gastronómicas, suplían la falta de juego. Juana, que era
tan industriosa, solía hacer helado en una pequeña cantimplora que tenía; pero con más frecuencia se
entretenían comiendo ora piñones, ora almendras y garbanzos tostados, ora flores de maíz, que Juanita tenía
la habilidad de hacer saltar muy bien en la sartén, y ora altramuces y, a veces, hasta palmitos cuando los
arrieros los traían de la provincia de Málaga, porque en la de Córdoba no se crían.”
Juanita la Larga (Juan Valera)

“Entre los soldados vi algunos que sentían el malestar del mareo, y se agarraban a los obenques para no
caer. Verdad es que había gente muy decidida, especialmente en la clase de voluntarios; pero por lo común
todos eran de leva, obedecían las órdenes como de mala gana, y estoy seguro de que no tenían el más leve
sentimiento de patriotismo. No les hizo dignos del combate más que el combate mismo, como advertí
después. A pesar del distinto temple moral de aquellos hombres, creo que en los solemnes momentos que
precedieron al primer cañonazo la idea de Dios estaba en todas las cabezas.
Por lo que a mí toca, en toda la vida ha experimentado mi alma sensaciones iguales a las de aquel momento.
A pesar de mis pocos años, me hallaba en disposición de comprender la gravedad del suceso, y por primera
vez, después que existía, altas concepciones, elevadas imágenes y generosos pensamientos ocuparon mi
mente. La persuasión de la victoria estaba tan arraigada en mi ánimo, que me inspiraban cierta lástima los
ingleses, y los admiraba al verlos buscar con tanto afán una muerte segura.
Por primera vez entonces percibí con completa claridad la idea de la patria, y mi corazón respondió a ella
con espontáneos sentimientos, nuevos hasta aquel momento en mi alma. Hasta entonces la patria se me
representaba en las personas que gobernaban la nación, tales como el rey y su célebre ministro, a quienes
no consideraba con igual respeto. Como yo no sabía más historia que la que aprendía en la Caleta, para mí
era de ley que debía uno entusiasmarse al oír que los españoles habían matado muchos moros primero, y
gran pacotilla de ingleses y franceses después. Me representaba, pues, a mi país como muy valiente; pero
el valor que yo concebía era tan parecido a la barbarie como un huevo a otro huevo. Con tales pensamientos,
el patriotismo no era para mí más que el orgullo de pertenecer a aquella casta de matadores de moros.”
Trafalgar (Benito Pérez Galdós)

“Desde aquel día en que adivinaron el peligro, Pinín y Rosa no sosegaron. A media semana se personó el
mayordomo en el corral de Antón. Era otro aldeano de la misma parroquia, de malas pulgas, cruel con los
caseros atrasados. Antón, que no admitía reprimendas, se puso lívido ante las amenazas del desahucio.
El amo no esperaba más. Bueno, vendería la vaca a vil precio, por una merienda. Había que pagar o quedarse
en la calle.
El sábado inmediato acompañó al Humedal Pinín a su padre. El niño miraba con horror a los contratistas
de carne, que eran los tiranos del mercado. La Cordera fue comprada en su justo precio por un rematante
de Castilla. Se le hizo una señal en la piel y volvió a su establo de Puao, ya vendida, ajena, tañendo
tristemente la esquila. Detrás caminaba Antón de Chinta, taciturno, y Pinín, con ojos como puños. Rosa, al
saber la venta, se abrazó al testuz de la Cordera, que inclinaba la cabeza a las caricias como al yugo. (...)
El viernes, al oscurecer, fue la despedida. Vino un encargado del rematante de Castilla por la res. Pagó;
bebieron un trago Antón y el comisionado, y se sacó a la quintana la Cordera. Antón había apurado la
botella estaba exaltado; el peso del dinero en el bolsillo le animaba también. Quería aturdirse. Hablaba
mucho, alababa las excelencias de la vaca. El otro sonreía, porque las alabanzas de Antón eran
impertinentes. ¿Que daba la res tanto y tantos xarros de leche? ¿Que era noble en el yugo, fuerte con la
carga? ¿Y qué, si dentro de pocos días había de estar reducida a chuletas y otros bocados suculentos? Antón
no quería imaginar esto; se la figuraba viva, trabajando, sirviendo a otro labrador, olvidada de él y de sus
hijos, pero viva, feliz... Pinín y Rosa, sentados sobre el montón de cucho, recuerdo para ellos sentimental
de la Cordera y de los propios afanes, unidos por las manos, miraban al enemigo con ojos de espanto. En
el supremo instante se arrojaron sobre su amiga; besos, abrazos: hubo de todo. No podían separarse de ella.
Antón, agotada de pronto la excitación del vino, cayó como en un marasmo; cruzó los brazos, y entró en el
corral oscuro.
Los hijos siguieron un buen trecho por la calleja, de altos setos, el triste grupo del indiferente comisionado
y la Cordera, que iba de mala gana con un desconocido y a tales horas. Por fin hubo que separarse. Antón
malhumorado, clamaba desde casa:
-¡Bah, bah, neños, acá vos digo; basta de pamemes! -así gritaba de lejos el padre, con voz de lágrimas.
Caía la noche; por la calleja oscura, que hacían casi negra los altos setos, formando casi bóveda, se perdió
el bulto de la Cordera, que parecía negra de lejos. Después no quedaba de ella más que el tintán pausado de
la esquila, desvanecido con la distancia, entre los chirridos melancólicos de cigarras infinitas.
¡Adíós, Cordera! -gritaba Rosa deshecha en llanto-. ¡Adiós, Cordera de mío alma!
-¡Adiós, Cordera! -repetía Pinín, no más sereno.
-Adiós -contestó por último, a su modo, la esquila perdiéndose su lamento triste, resignado, entre los demás
sonidos de la noche de julio en la aldea...”
¡Adiós, Cordera! (Leopoldo Alas "Clarín")

“Tres años antes, la imposibilitada estaba sana y robusta y ganaba su vida en la Fábrica de Tabacos. Una
noche de invierno fue a jabonar ropa blanca al lavadero público, sudó, volvió desabrigada y despertó tullida
de las caderas. -Un aire, señor -decía ella al médico.
Quedose reducida la familia a lo que trabajase el señor Rosendo: el real diario que del fondo de Hermandad
de la Fábrica recibía la enferma no llegaba a medio diente. Y la chiquilla crecía, y comía pan y rompía
zapatos, y no había quien la sujetase a coser ni a otro género de tareas. Mientras su padre no se marchaba,
el miedo a un pasagonzalo sacudido con el cargador la tenía quieta ensartando y colocando barquillos; pero
apenas el viejo se terciaba la correa del tubo, sentía Amparo en las piernas un hormigueo, un bullir de la
sangre, una impaciencia como si le naciesen alas a miles en los talones. La calle era su paraíso. El gentío la
enamoraba, los codazos y enviones la halagaban cual si fuesen caricias, la música militar penetraba en todo
su ser produciéndole escalofríos de entusiasmo. Pasábase horas y horas correteando sin objeto al través de
la ciudad, y volvía a casa con los pies descalzos y manchados de lodo, la saya en jirones, hecha una sopa,
mocosa, despeinada, perdida, y rebosando dicha y salud por los poros de su cuerpo. A fuerza de filípicas
maternales corría una escoba por el piso, sazonaba el caldo, traía una herrada de agua; en seguida, con
rapidez de ave, se evadía de la jaula y tornaba a su libre vagancia por calles y callejones.”
La tribuna, Emilia Pardo Bazán

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