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Documento LTM22.421.

526

Doctrina

Fecha: [”2020”]
Autores: [”JAVIER GONZAGA VALENCIA HERNÁNDEZ”]
Municipalidades: false
TEXTO:

Justicia ambiental y acceso a la justicia ambiental en la constitución ecológica de Colombia


Javier Gonzaga Valencia Hernández*
SUMARIO: INTRODUCCIÓN. 1. LA JUSTICIA AMBIENTAL COMO MODELO ÉTICO, POLÍTICO Y SOCIAL
PARA LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE. 2. LA CONSTITUCIÓN ECOLÓGICA PARA LA JUSTICIA
AMBIENTAL. 3. PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES PARA LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE Y LOS
DERECHOS AMBIENTALES. 3.1. Principio de Protección del ambiente. 3.2. Principio de precaución. 3.3. Principio
del Desarrollo sostenible. 3.4. Principio de Participación ciudadana en las decisiones ambientales. 4. EL DERECHO
DE ACCESO A LA JUSTICIA AMBIENTAL COMO MARCO ÉTICO-POLÍTICO Y JURÍDICO PARA ASEGURAR
LA JUSTICIA AMBIENTAL. 5. DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA AMBIENTAL HACER VIABLE LA
CONSTITUCIÓN ECOLÓGICA Y LA JUSTICIA AMBIENTAL. 6. CONSIDERACIONES FINALES.
INTRODUCCIÓN
La constitución colombiana de 1991 le apostó a un nuevo modelo de relación de la sociedad con la naturaleza, a partir del
reconocimiento de la problemática ambiental y de la urgencia de establecer mecanismos políticos y jurídicos para afrontar
esa situación. Es una propuesta para alcanzar la justicia ambiental a través de la organización de un entramado jurídico,
político, social e institucional que reconociera no solo derechos, sino que garantizara la materialización y ejercicio de los
mismos.
Para asegurar la justicia ambiental, la protección y defensa del medio ambiente y de los derechos ambientales, se con-
sagraron a favor de las personas y las comunidades, unas garantías, derechos y procedimientos para el acceso a la justicia
ambiental.
Sin embargo en el seguimiento y actuaciones de los casos se adelantan en la Clínica Socio jurídica de interés público de la
Universidad de Caldas, línea conflictos y litigio ambiental, encontramos que a pesar de la existencia de ese marco jurídico
político de protección y garantía del ambiente y de los derechos ambientales, la eficacia material se diluye en muchos de
los casos, con la presencia de intereses económicos, políticos, geopolíticos, entre otros, que no cooperan para la garantía
real de la justicia ambiental en Colombia.
1. LA JUSTICIA AMBIENTAL COMO MODELO ÉTICO, POLÍTICO Y SOCIAL PARA LA PROTECCIÓN DEL
MEDIO AMBIENTE
La justicia ambiental tiene como objetivos la protección del medio ambiente y del ser humano. Basado en los principios
de la libertad e igualdad, este movimiento filosófico, político y social, busca preservar la vida y la salud del ser humano
al impedir que empresas contaminantes y basureros tóxicos se asienten en comunidades desprotegidas. Adicionalmente,
la justicia ambiental se preocupa por la creación de una legislación ambiental adecuada, al involucrar a las comunidades
y a los individuos para que propongan soluciones y manifiesten sus preocupaciones ante las autoridades ambientales y
legisladores, así mismo insta a la ciudadanía a que se apropie y utilice los mecanismos legales para ejercer control político,
administrativo y judicial de las acciones u omisiones que tengan que ver con el medio ambiente.

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La justicia ambiental busca que se dé un trato equitativo y se propicie la participación del ciudadano en la implementación
y aplicación de la legislación ambiental. De acuerdo a este concepto, la impartición de la justicia ambiental no se limita
a que las fábricas u otras instalaciones industriales o comerciales que eliminan gases tóxicos a la atmósfera, contaminan
suelos y fuentes de agua o basureros tóxicos sean distribuidas de manera equitativa no solamente en los vecindarios
de pobres; se trata también que se reconozca y respete el derecho a la información del ciudadano y que este participe
activamente y con conocimiento informado, en la toma de decisiones ambientales que puedan afectar a su comunidad.
Sandler y Pezullo (2007) afirman que
Uno de los principios definidos por el movimiento de la justicia ambiental es la exigencia del derecho de las personas y co-
munidades afectadas a participar como partes iguales en y a todos los niveles del proceso de toma de decisiones, incluyendo
la definición de las necesidades, la aplicación de gravámenes, la planeación, implementación, sanción y evaluación (pág.
322).
Igualmente, Dobson (1998) al referirse a los objetivos de la justicia ambiental arguye que:
El movimiento de justicia ambiental no sólo se interesa en la relación de la pobreza y la discriminación medioambiental y
sus consecuencias, también se interesa en otras formas de injusticia social, ampliando su horizonte de acción política más
allá de los asuntos locales sobre tóxicos. Teniendo en cuenta las conexiones que hay entre la discriminación ambiental, la
discriminación social y la discriminación racial, el movimiento de justicia ambiental considera otras reivindicaciones que
tienen que ver con la justicia entre los pueblos y con las generaciones futuras (pág. 23).
El movimiento de justicia ambiental considera que el uso del planeta tierra debe ser equilibrado, responsable y ético para
garantizar la sustentabilidad de los seres humanos y la de otras especies en el planeta. Si bien el movimiento de justicia
ambiental tiene en sus inicios una relación muy local, referido especialmente a los botaderos de residuos tóxicos, a las
reclamaciones de las personas de los vecindarios afectados, sus objetivos y formas de actuación social, política y ambiental
se han ido reforzando y ampliando no sólo espacialmente sino a sus planteamientos éticos, políticos y filosóficos. Para
Dobson (1998, pág. 24).
Lo que empezó en una campaña para la compensación por los efectos perjudiciales de residuos hecha en Love Canal, un
pequeño pueblo de Estados Unidos ha tenido repercusiones grandes en la concientización por los efectos de las actividades
antrópicas sobre los seres humanos y sobre la biodiversidad en todo el mundo.
Otro desarrollo e impacto social importante del movimiento de justicia ambiental es la forma como sus propuestas
éticas, políticas y sociales han influido en el movimiento ambientalista tradicional, para tomar también el camino de la
justicia ambiental, al reconocer lo injusto de las actuales relaciones económicas, sociales y ambientales entre los países
y las personas, porque se padece la injusticia en la distribución del poder político, en la distribución ecológica y en la
distribución económica.
La lucha por la sustentabilidad se fundamenta en una ética de la libertad y de respeto a la vida e invita a profundas
trasformaciones subjetivas que conduzcan a alcanzar relaciones con justicia entre “nosotros” y con “los otros” y con el
universo.
Para alcanzar la justicia ambiental se busca establecer una economía ecológica (como teoría y como práctica social) que
conduzca a la redistribución de los ecosistemas y de las riquezas. Tal economía se fundamenta en el reconocimiento de que
siendo la naturaleza limitada no puede haber un crecimiento económico ilimitado, y siendo la naturaleza fuente de bienes
y valores de uso, impone límites a fines y medios de la economía. Las relaciones económicas y sociales con fundamento
ecológico están dirigidas al bien-estar y al bien-ser de la sociedad y tienen como fin la justicia ambiental, bajo criterios
de sustentabilidad y cuidado del mundo que las generaciones futuras han puesto en nuestras manos.
La economía ha puesto su énfasis en la productividad, que es una racionalidad temporal —productos y trabajo por unidad
de tiempo— desdeñando el espacio, la naturaleza. Por ello el ambientalismo se propone el reconocimiento de la tierra y
la naturaleza como factores fundamentales de la economía ecológica y de la vida. Se deben pensar en nuevas formas de
ocupación del espacio que no están orientadas a su valorización crematística —o monetaria—, a la plusvalía y la renta
de la tierra, sino, como se ha dicho al bien-estar y el bien-ser de las gentes y todos los demás seres.

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Esta propuesta ética, política y social plantea una forma y un cambio de las actuales relaciones de la sociedad con la
naturaleza, pero también de relaciones entre los mismos seres humanos, por considerar que es necesario un cambio de
valores, actitudes y comportamientos, favorables con el medio ambiente, pero también con los demás congéneres.
2. LA CONSTITUCIÓN ECOLÓGICA PARA LA JUSTICIA AMBIENTAL
La protección al medio ambiente en la Constitución Colombiana de 1991 tiene una relación directa con los derechos
colectivos, que tiene presencia en un gran número de preceptivas constitucionales. En las Actas de la Asamblea Nacional
Constituyente de 1990, se puede verificar la connotación e importancia que tuvo lo ambiental para los diversos represen-
tantes de la sociedad colombiana que participaron en la construcción de la nueva Constitución, al decir los asambleístas:
La Asamblea Nacional Constituyente no puede ser inferior en este aspecto a su tarea histórica. El problema ambiental
no es una simple moda pasajera. Ha acompañado al hombre a lo largo de su historia y muchos de los fracasos de antiguas
culturas se deben a formas sociales inadecuadas de adaptación al medio. La diferencia entre las crisis ambientales
del pasado y la del presente, consiste en que tanto el desarrollo como la amenaza al orden de la vida; se han vuelto
planetarias. La unificación tecnológica y cultural del mundo ha engendrado la conciencia de la unidad de los procesos
vivos. El problema ambiental es posiblemente uno de los mayores movilizadores de la conciencia pública en este final de
siglo. Ya no es posible ver el problema ambiental como un recurso romántico o de escape a las condiciones del presente.
Implica una mirada sobre la manera como se entiende el desarrollo y, por lo tanto, no puede ser ajeno a la formulación de
la Carta Fundamental. La dimensión ambiental debe permear el contenido de la nueva Constitución. (Asamblea Nacional
Constituyente, 1990, pág. 27).
Los valores ambientales, la protección del patrimonio natural y cultural, el reconocimiento de la diversidad étnica y
cultural del pueblo colombiano, la importancia de la participación ciudadana en las decisiones ambientales, el derecho-
deber de gozar de un ambiente sano, la propuesta a futuro de “sentar las bases jurídicas para que sea posible un desarrollo
basado en un nuevo pacto con la naturaleza” (Asamblea Nacional Constituyente, 1990, pág. 30), que fueron reconocidos
por el constituyente, se evidenciaron mediante un conjunto normativo extenso inserto en el texto de la carta, por lo que
la Corte Constitucional ha considerado la Constitución de 1991, como una “constitución ecológica” al decir que:
“Esta Constitución ecológica tiene dentro del ordenamiento colombiano una triple dimensión: de un lado, la protección al
medio ambiente es un principio que irradia todo el orden jurídico puesto que es obligación del Estado proteger las riquezas
naturales de la Nación (CP art. 8). De otro lado, aparece como el derecho de todas las personas a gozar de un ambiente
sano, derecho constitucional que es exigible por diversas vías judiciales (CP art. 79). Y, finalmente, de la constitución
ecológica derivan un conjunto de obligaciones impuestas a las autoridades y a los particulares”. (Corte Constitucional, S
C-126 de 1998).
Estos primeros momentos de la apuesta del constitucionalismo colombiano por la protección del medio ambiente, lo
podemos identificar como una aplicación política y jurídica de las propuestas del movimiento de la justicia ambiental y
del ambientalismo por la preocupación no solo del cuidado, protección y conservación del medio ambiente, sino también
de la importancia del a priori de la vida, para la garantía de los derechos humanos. De la existencia y garantía de un
medio ambiente sano, penden los otros derechos que se verían abatidos al no tener el sustento vital para su ejercicio y
desarrollo.
La Corte Constitucional ha dicho sobre la Constitución ecológica:
La “Constitución Ecológica” está conformada por todas aquellas disposiciones que regulan la relación entre la sociedad
con la naturaleza, y cuyo propósito esencial, es la protección del medio ambiente, caracterizado por consagrar una triple
dimensión: De un lado, la tutela al medio ambiente, que, en un principio irradia el orden jurídico, de otro lado, aparece el
derecho de todas las personas a gozar de un ambiente sano y, finalmente, de la Carta, se deriva un conjunto de obligaciones
impuestas a las autoridades estatales y a los particulares. (Corte Constitucional. Sentencia T-760 de 2007).
En múltiples decisiones del alto tribunal constitucional sobre la protección de derechos fundamentales y sobre el estudio de
la constitucionalidad de leyes y tratados internacionales, ha encontrado en la Constitución una serie de valores, principios

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y normas que, por su estructura y ubicación dentro del texto fundamental, podrían conformarse en una Constitución
Ecológica[1].
Se puede afirmar que en Colombia existe un marco normativo, un acuerdo político y social expresado en la carta magna
de compromiso con la protección de la vida en general, de la vida humana en particular y del medio ambiente, como
fundamento y a priori de la vida, es decir como el sustento vital sin el cual los demás derechos serían inocuos; es la
propuesta de un nuevo contrato social con los ecosistemas, un contrato natural, considerando al ser humano como otra
parte más de la compleja red de la vida.
En la constitución se incorpora como uno de los derechos ambientales más importantes, el derecho a gozar de un ambiente
sano, conforme lo establece el artículo 79 de la Carta Fundamental “todas las personas tienen derecho a gozar de un
ambiente sano. La ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarlo. Es deber del
Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar
la educación para el logro de dichos fines” (Constitución Política de Colombia, artículo 79).
El derecho a un medio ambiente adecuado se concibe como un conjunto de condiciones básicas que rodean a la persona
y le permiten su supervivencia biológica e individual, lo cual garantiza a su vez su desempeño normal y su desarrollo
integral en el medio social. En este sentido, el ambiente sano es un derecho fundamental para la supervivencia de la
especie humana; sin embargo, la vulneración del mismo conlleva en determinados casos, al quebrantamiento de derechos
constitucionales fundamentales como la vida o la salud. Loperena afirma que:
El medio ambiente adecuado no es un fruto del desarrollo social, sino un prius para su existencia. Es un derecho
vinculado a la propia vida humana: donde hay medio ambiente adecuado hay seres humanos; y después podemos seguir
el razonamiento del adagio clásico; ubi homo, ibi societas; ubi societas, ibi ius. El medio ambiente adecuado precede
lógicamente al propio derecho: sin medio ambiente adecuado no hay vida humana, ni sociedad, ni derecho (Loperena,
1998, pág. 52).
Como lo dispuso el constituyente de 1991, el Estado debe garantizar el derecho a gozar de un ambiente sano y adoptar las
medidas encaminadas a obtener el mejoramiento de la calidad de vida de la población y el aseguramiento del bienestar
general, a fin de evitar que se causen daños irreparables a la persona, ya que en tales circunstancias, dicho derecho es
susceptible de ser protegido ante los jueces y tribunales mediante el ejercicio de diversas acciones judiciales como la acción
de tutela en los casos de la conexión con otros derechos fundamentales o mediante las acciones populares.
Acerca de la naturaleza, definición y contenido jurídico del derecho a gozar de un ambiente sano, este ha sido considerado
por diferentes autores como un derecho fundamental (Martín. 1992; Peces-Barba, Fernández & De Asís 1999; Prieto-
Sanchís, 1990; Loperena; 1996; Gutiérrez, 2006), no con referencia a los derechos fundamentales subjetivos de los estados
liberales de derecho, en donde prima la protección del derecho de propiedad, derecho eminentemente individual que
fue protegido jurídicamente por normas civiles y penales; sino con relación a los nuevos derechos emergentes llamados
de tercera generación que tienen una fundamentación iusfilosófica diferente a la que rigió la aparición de los derechos
subjetivos fundamentales de la modernidad política.
La vinculación del derecho a un ambiente sano como derecho fundamental, tiene sus raíces en una nueva comprensión
del derecho de los derechos colectivos, que rebasa los postulados y fundamentos teóricos jurídicos y políticos del estado
constitucional moderno, basado en los derechos, solamente como individuales. El derecho a un ambiente sano nos ubica
en la discusión de los derechos difusos y los derechos colectivos, es decir, lo que es de todos y por lo tanto los fundamentos
teóricos y epistemológicos ya no pueden ser los mismos que se tienen para los derechos individuales, sino que entran
a jugar otros valores que podríamos llamar postmodernos, en una red de relaciones en donde no sólo se incluyen a los
seres humanos, sino que se construye una eticidad y otra juridicidad asociada con la vida misma y todos los factores
asociados con ella. El nuevo escenario de los derechos colectivos está ligado a los valores de solidaridad, responsabilidad,
cooperación, respeto, interdependencia, flexibilidad y diversidad, cuya reflexión y discusión han sido introducidos en las
últimas tres décadas por autores de tan diferentes disciplinas del conocimiento como la filosofía, la física, la biología, la
ecología, la política, el derecho (Jonas, 1995; Noguera, 2004; Capra, 1998; Guattari, 1996; Martín, 1992).
Como lo ha expresado la Corte Constitucional de Colombia en sentencia C-328 de 1995:

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No en vano el constituyente elevó el interés colectivo por el ambiente sano al rango de derecho constitucional. La
conservación de los recursos naturales y de los ecosistemas, es necesaria para garantizar la vida y la salud de todos. Por
su naturaleza de derecho colectivo, el ambiente goza de mecanismos constitucionales específicos para su defensa, como
son las acciones populares (CP art. 88) y los deberes calificados, en cabeza del Estado, para su protección.
La protección del ambiente sano y de los recursos naturales es un deber del Estado y de los particulares (CP arts. 8, 58 y
95). En virtud de expreso mandato constitucional (CP arts. 49, 79, 80 y 334) y de compromisos internacionales contraídos
por Colombia (Convención sobre Diversidad Biológica, artículo 14), al Estado corresponde cumplir una serie de deberes
específicos en materia ambiental, que ninguna ley, por importante que parezca, puede desconocer (Corte Constitucional
de Colombia, S C-328 de 1995).
El derecho a gozar de un ambiente sano, de un ambiente ecológicamente equilibrado, de un medio ambiente saludable u
otras definiciones más o menos parecidas como se le ha llamado en las constituciones de los últimos veinte años, se ha
constituido en uno de los derechos más importantes, de la garantía de este, se deriva también el disfrute de otros que
están íntimamente ligados como el derecho a la salud, a la vida digna, a la calidad de vida.
Del texto constitucional y de los posteriores desarrollos jurisprudenciales que interpretan los preceptos constitucionales es
necesario concluir que se existe una relación íntima entre los mandatos superiores y la justicia ambiental, tanto desde lo
sustancial como desde lo procedimental. Encontramos no solo los enunciados, sino también que existen las herramientas
políticas y jurídicas para que se pueda aspirar a una justicia ambiental en Colombia.
3. PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES PARA LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE Y LOS DERECHOS
AMBIENTALES
En la constitución política encontramos una serie de enunciados que podemos considerar como verdaderos principios que
orientan al Estado y a las personas para la protección del medio ambiente, como eje fundamental para la materialización
de la justicia ambiental en el país.
Destacamos los principios protección del ambiente, precaución, desarrollo sostenible y participación, que están ligados con
los principios generales del derecho ambiental y facilitan la interpretación y contextualización de las normas ambientales
en los casos concretos. Son principios que guían la actuación y decisiones de las autoridades administrativas, judiciales y
legislativas en el cumplimiento de los mandatos constitucionales de tutela del medio ambiente y de dignidad humana.
3.1. Principio de Protección del ambiente
El principio de Protección del ambiente se despliega en los artículos 8, “es obligación del Estado y de las personas
proteger las riquezas culturales y naturales de la nación”, 79, “Es deber del Estado proteger la diversidad e integridad
del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines”
y 95-8. “Proteger los recursos culturales y naturales del país y velar por la conservación de un ambiente sano”.
Para la Corte Constitucional:
La protección del ambiente “asegura la supervivencia de las generaciones presentes y futuras”, condiciona el ejercicio de
ciertas facultades “que se ven limitadas por los derechos de quienes aún no han nacido, esto es, de las generaciones futuras,
conforme a la función ecológica de la propiedad y la idea del desarrollo sostenible” y obliga a actuar de determinada
manera, dado que “la satisfacción de las necesidades presentes requiere de planificación económica y de responsabilidad en
materia de desarrollo, con el fin de que, como se señaló, las generaciones futuras cuenten con la capacidad de aprovechar los
recursos naturales para satisfacer sus propias necesidades”, planificación y responsabilidad que “para el caso colombiano,
les compete, por mandato constitucional, al Estado y a sus agentes, así como a todos los particulares, sin importar en
cuál campo económico, político o social se encuentren” (Corte Constitucional de Colombia, S C-703 de 2010).
3.2. Principio de precaución
El principio de Precaución contenido en los principios de la política ambiental colombiana de la ley 99 de 1993:
Artículo 3: Del Concepto de Desarrollo Sostenible. Se entiende por desarrollo sostenible el que conduzca al crecimiento
económico, a la elevación de la calidad de la vida y al bienestar social, sin agotar la base de recursos naturales renovables

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en que se sustenta, ni deteriorar el medio ambiente o el derecho de las generaciones futuras a utilizarlo para la satisfacción
de sus propias necesidades (Ley 99 de 1993, artículo 3).
Igualmente se encuentra plasmado en la Declaración de Río de 1992
Principio 15
Con el fin de proteger el medio ambiente, los estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme
a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá
utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación
del medio ambiente. (Organización de las Naciones Unidas, 1992).
El principio de precaución ha sido elevado al nivel de principio constitucional por la Corte Constitucional al considerarlo
que forma parte de los principios que orientan la protección del ambiente:
Si bien el principio de precaución hace parte del ordenamiento positivo, con rango legal, a partir de la expedición de la Ley
99 de 1993, la Corte ha considerado que se encuentra constitucionalizado, pues se desprende de la internacionalización
de las relaciones ecológicas y de los deberes de protección y prevención contenidos en la Carta, constitucionalización que
deriva del deber impuesto a las autoridades de evitar daños y riesgos a la vida, a la salud y al medio ambiente (Corte
Constitucional de Colombia, S C-703 de 2010).
3.3. Principio del Desarrollo sostenible
El concepto de Desarrollo Sostenible contenido en el art. 80, ha sido desarrollado por la Corte como un principio Constitu-
cional para la protección del ambiente en múltiples fallos, apelando a los compromisos internacionales que tiene el Estado
colombiano con la comunidad internacional en materia ambiental y al mandato constitucional de internacionalización de
las relaciones ecológicas.
Como lo define el Informe de la Comisión Brundtland, “el desarrollo sostenible es aquel que atiende las necesidades del
presente sin poner en peligro la posibilidad que las futuras generaciones puedan atender las suyas” (Organización de las
Naciones Unidas, 1987).
En la Ley 99 de 1993, artículo 3: “Se entiende por desarrollo sostenible el que conduzca al crecimiento económico, a
la elevación de la calidad de la vida y al bienestar social, sin agotar la base de recursos naturales renovables en que se
sustenta, ni deteriorar el medio ambiente o el derecho de las generaciones futuras a utilizarlo para la satisfacción de sus
propias necesidades”.
El concepto de desarrollo sostenible en el mundo contemporáneo sigue siendo objeto de un redimensionamiento, que
atiende principalmente al alto costo que ha tenido que soportar la naturaleza y su entorno, y con ello también la
población mundial, producto del desenfrenado e irreversible quebranto ocasionado al medio ambiente, con las secuelas
negativas que apareja para la vida natural y social (Corte Constitucional de Colombia, S C-449 de 2015).
Así mismo el Consejo de Estado se ha pronunciado sobre la aplicabilidad de este principio constitucional en los casos
concretos de acciones populares al decir que:
Inicialmente, hay que destacar que los principios constituyen letra muerta, si no se logra su práctica y se garantiza su
efectividad real; entonces hay que preguntarse si la actividad de exploración y explotación de material mineral sin un
control y sin agotar los requisitos formales para ello, soslaya el principio que pretendemos desarrollar. Para ejecutar
planes y proyectos productivos aplicando el principio de desarrollo sostenible en nuestro territorio nacional lo primero
que hay que determinar es si realmente existe un sentido de pertenencia y responsabilidad real en las diferentes entidades
encargadas de llevar a cabo un seguimiento y control al momento de realizar las actividades de exploración y explotación
minera previo a un estudio detallado que no afecte los recursos naturales y los 10 diferentes páramos, cuencas, paisajes
turísticos entre otros, que a la postre los únicos damnificados son la comunidad que habita en estos sitios. De tal forma
que, de acuerdo con esta providencia, no se puede concebir el detrimento de los recursos naturales, sin una retribución a
los mismos (Consejo de Estado de Colombia, Rad. 10018, S 2001).
3.4. Principio de Participación ciudadana en las decisiones ambientales

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El derecho de participación de los ciudadanos en las decisiones ambientales de acuerdo con los parámetros dados en la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre El Medio Ambiente y el Desarrollo y establecidos por la Declaración de Río
de Janeiro de 1992 en su principio 10, se compone por: El derecho de acceso a la información ambiental, derecho a la
participación del público en las decisiones y el derecho al acceso a la justicia. Igualmente, el derecho a la participación
de los ciudadanos en las decisiones ambientales está el derecho a participar en los procedimientos administrativos y de
participación política con los que se completaría el marco de herramientas que tiene la ciudadanía para la defensa del
medio ambiente.
El marco jurídico colombiano para la participación de las personas y las comunidades en las decisiones que puedan
afectar el medio ambiente lo encontramos primeramente en la Constitución en donde se consagran no solo los derechos
ambientales, sino también las obligaciones y deberes del Estado y de las personas para su protección, conservación y
defensa. El art. 79 CP establece que:
“Todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano. La ley garantizará la participación de la comunidad en
las decisiones que puedan afectarlo. Es deber del Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las
áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines” (Constitución Política de
Colombia, artículo 79).
Información, participación en las decisiones y acceso a la justicia son consagrados en la Constitución Política, en el Código
de los Recursos Naturales y Protección del Ambiente (Decreto 2811 de 1974) y en la Ley 99 de 1993 o ley del medio
ambiente, por la cual se crea el Ministerio del Medio Ambiente y se establece el Sistema Nacional Ambiental, además en
otros decretos y leyes sectoriales.
El derecho de la participación del público en las decisiones que se tomen sobre el medio ambiente está garantizado
especialmente en los artículos 79, 330-5 y 340 de la Constitución Política, en la ley 134 de 1994 sobre mecanismos de
participación ciudadana y en el capítulo III, artículos art. 69, 70, 71, 72 y 76 de la Ley 99 de 1993.
Otra forma de participación de los ciudadanos en materia ambiental es el derecho al acceso a los procedimientos judiciales
y administrativos (Valencia, 2014a, 2014b), lo encontramos en la Constitución Política en los artículos 86, 87, 88 y 229
en donde se consagran el derecho de acceso a la justicia, las acciones de Tutela, Popular, de Cumplimiento y la acción
de inconstitucionalidad, así como las acciones públicas de nulidad, en la ley 472 de 1998 que reglamenta las acciones
populares y de grupo, ley 393 de 1997 sobre acción de cumplimiento y en la ley 99 de 1993 artículo 73.
Esta red de derechos, acciones, procedimientos e instituciones relacionados con la defensa ambiental está fundamentada
esencialmente en los mandatos constitucionales de protección del medio ambiente. La sociedad civil contemporánea del
riesgo, marcada por la evolución tecnológica y las intensas devastaciones al medio ambiente requiere que los ciudadanos
dispongan de una diversidad de instrumentos jurídicos para la defensa ambiental
El entramado legal e institucional coopera de una manera rizomática en las acciones para la defensa ambiental; en una
causa ambiental, los valores, los principios, las normas nacionales e internacionales, los precedentes jurisprudenciales de
las cortes nacionales e internacionales y demás componentes del bloque de constitucionalidad ambiental servirán como
argumentos de las personas y las organizaciones sociales al momento de pedir el amparo de los derechos ambientales ante
los jueces y tribunales (Valencia, 2014a, pág. 126).
Con la entrada en vigor de la constitución de 1991, abre un espacio normativo muy importante para la participación
activa de las personas y las organizaciones sociales en las decisiones que se puedan tomar con relación al medio ambiente.
En el artículo 79 (CP) se reconoce el derecho de la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectar
el medio ambiente, también el deber de conservarlo y proteger los recursos naturales del país (art. 95-8), el deber de
defender los derechos humanos (art. 95-4), de participar en la vida política, cívica y comunitaria del país (art. 90-5). En
la misma constitución y en leyes posteriores se reconocen unos instrumentos de participación bien en la elaboración de
leyes, en la toma de las decisiones administrativas sobre el medio ambiente, todo ello enmarcado dentro del derecho-deber
a un ambiente sano.
En la ley 99 de 1993 se establecen como principios de política ambiental del país:

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Art. 1. 10. La acción para la protección y recuperación ambientales del país es una tarea conjunta y coordinada entre
el Estado, la comunidad, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado. El Estado apoyará e incentivará la
conformación de organismos no gubernamentales para la protección ambiental y podrá delegar en ellos algunas de sus
funciones; y 12. El manejo ambiental del país, conforme a La Constitución Nacional, será descentralizado, democrático
y participativo (Ley 99 de 1993, artículo 1).
Desde las primeras sentencias de la Corte Constitucional en donde se abordaba el estudio de los derechos ambientales y la
protección del medio ambiente, se ha reconocido la importancia de la participación de las personas y las comunidades en
la protección, conservación y defensa del medio ambiente como derecho y como principio constitucional para la protección
del ambiente y de los derechos ambientales en Colombia.
Esta responsabilidad ética, política y jurídica de la participación ciudadana activa en la defensa del derecho a un ambiente
sano, de los derechos ambientales y del medio ambiente, es una responsabilidad que se asume desde la ciudadanía ambiental
ejercida de una manera individual y colectiva (Cortina, 1999), así la participación ciudadana puede ser entendida, desde
un criterio amplio, como la intervención activa de los ciudadanos en los asuntos públicos.
El ciudadano ambiental (Valencia, 2014b), considerado como un sujeto de derecho, debe exigir y hacer valer el derecho
humano al ambiente —que engloba los otros derechos—, que es un derecho inseparable de otros valores y principios como la
igualdad, la solidaridad, la responsabilidad y la equidad, conceptos claves de la responsabilidad inter e intrageneracional.
Para la Corte Constitucional:
Nuestra Constitución consagra no sólo la protección de los derechos fundamentales cuandoquiera que estén afectados por
daños ambientales, sino también unos derechos del ambiente específicos —a participar en las decisiones que lo afecten,
por ejemplo y también un derecho fundamental al medio ambiente— (Corte Constitucional de Colombia, S T-415 de
1992).
Los principios constitucionales conspiran para construir la red de protección de la vida y la dignidad humana, a partir
de un bloque de constitucional ambiental como soporte de la validez jurídica, que refrenda la importancia que le otorgó
el constituyente primario al cuidado de la casa común.
4. EL DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA AMBIENTAL COMO MARCO ÉTICO-POLÍTICO Y JURÍDICO
PARA ASEGURAR LA JUSTICIA AMBIENTAL
El derecho del medio ambiente y los derechos ambientales nacen como una necesidad y como una reacción del Estado
frente a las presiones de la opinión pública y de los movimientos sociales, que exigen cambios y acciones concretas por
parte de los gobiernos, por el deterioro constante del medio ambiente y los recursos naturales. Las normas de derecho
ambiental han evolucionado a partir del primer ejercicio regulador y sancionador por parte del Estado sobre la ocupación
y apropiación de los bienes de la naturaleza; continuando con la consagración a favor de las personas de los derechos
relacionados con el medio ambiente y de las acciones jurídicas para exigir del Estado el cumplimiento efectivo de las normas
y derechos ambientales, cuando a pesar de su existencia, no son cumplidos por el mismo Estado o por los particulares.
El derecho de acceso a la justicia ambiental es un medio jurídico sustancial y procedimental que tienen las personas y las
comunidades para reclamar y alcanzar algunas de las reivindicaciones que el movimiento de justicia ambiental y social está
pidiendo desde hace décadas. Los principios que inspiran la justicia ambiental complementan y refuerzan los objetivos
del derecho ambiental. Con el derecho de acceso a la justicia ambiental se entrega a las personas y a las organizaciones
sociales instrumentos y procedimientos que ayudan a solucionar los conflictos medioambientales generados no sólo por la
utilización del medio ambiente, sino por el incumplimiento de las normas ambientales de los Estados, las personas y las
empresas. La relación simbiótica entre derecho ambiental, justicia ambiental y derecho de acceso a la justicia ambiental
es la expresión de las relaciones complejas y entramados que se deben tejer en el mundo de la vida (Valencia, 2014a).
La emergencia de la justicia ambiental y del derecho de acceso a la justicia ambiental como propósitos políticos, sociales
y ambientales, hace que las formas jurídicas asociadas al derecho moderno cambien y se transformen en formas jurídicas
pensadas y adecuadas a los actuales contextos de globalización de la justicia y de las injusticias ambientales. De la
existencia y reconocimiento de los derechos asociados a la justicia ambiental y al acceso a la justicia ambiental, depende

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la posibilidad de que los movimientos sociales que reivindican la justicia ambiental y social puedan seguir en la construcción
de propuestas alternativas para asegurar la sustentabilidad del planeta (Valencia, 2014b, pág. 356).
La existencia del marco normativo que garantiza y promueve la participación de los ciudadanos en el manejo y protección
del medio ambiente, es solo una parte de la ecuación de la participación ambiental (PA= MJ+LS+I+C+DS+AJA). Para
que se dé la Participación Ambiental (PA), es necesario un Marco Jurídico (MJ), que contemple la Participación Pública
en las decisiones ambientales como principio y como valor básico del estado democrático de derecho; la Legitimidad
Social (LS) de los representantes de la comunidad, de las organizaciones sociales interesadas en la defensa ambiental, de
las instituciones públicas encargadas de la protección del medio ambiente y de la responsabilidad social de los empresarios
interesados en el aprovechamiento de los recursos naturales y del medio ambiente; la Información (I) entendida como el
conjunto de datos que al identificar un problema del medio ambiente, permite la definición y medición de su manifestación,
naturaleza, extensión, duración e intensidad de la afectación sobre los diversos componentes ambientales, información
que debe estar disponible, de fácil acceso, confiable, oportuna, clara, actualizada y de calidad, para que las comunidades
afectadas y los defensores ambientales sean interlocutores válidos en las discusiones y deliberaciones; el Conocimiento (C)
que se construye a partir de la información disponible, al ponerla en un contexto social, cultural, temporal y espacial sobre
una problemática ambiental determinada; el Diálogo de Saberes (DS) que se elabora a partir del conocimiento situado
en contexto, tanto de los saberes empíricos, culturales e históricos de los actores comunitarios, los saberes políticos de
los actores interesados en la defensa ambiental, el saber de la administración pública, así como del saber académico y
científico cimentado con las metodología propias de la ciencia; por último el Acceso a la Justicia Ambiental (AJA) como
última ratio para la defensa ambiental.
Para el desarrollo del derecho de acceso a la justicia ambiental partimos de la existencia de ciudadanos comprometidos con
el ambiente —su ambiente— y la calidad de su vida, el ciudadano debe ser, ante todo, un ciudadano informado, formado
y capacitado para la acción colectiva en defensa de sus derechos, los derechos jurídicamente consagrados y aquellos aún
no consagrados pero legítimos.
De esta manera, alrededor del concepto de derecho de acceso a la justicia ambiental gravita la participación ambiental, en
su dimensión individual y colectiva, con capacidad de aprendizaje y de participación en los asuntos públicos, de aprender,
informarse y documentarse sobre problemáticas ambientales, sus causas y sus posibles soluciones, para saber cómo actuar
responsablemente sobre los mismos desde los ámbitos de lo público y lo privado.
La participación ciudadana activa en la defensa del derecho a un ambiente sano, de los derechos ambientales y del
medio ambiente, es una responsabilidad que se asume desde la ciudadanía ambiental ejercida de una manera individual
y colectiva, así la participación ciudadana puede ser entendida, desde un criterio amplio, como la intervención activa de
los ciudadanos en los asuntos públicos.
5. DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA AMBIENTAL HACER VIABLE LA CONSTITUCIÓN ECOLÓGICA Y
LA JUSTICIA AMBIENTAL
En Colombia al garantizar constitucionalmente el derecho a un medio ambiente adecuado y que las personas tengan
derecho a participar en las decisiones que puedan afectarlo, se establece el marco jurídico y político para que todos los
ciudadanos puedan participar e involucrarse de manera activa en la vida democrática del país, por la vía de la protección
de su calidad de vida y su medio ambiente, lo que favorece la consolidación de otros valores democráticos como la
tolerancia, la solidaridad y la diversidad.
El marco constitucional colombiano es abundante y proclive en derechos, deberes, responsabilidades, acciones, proced-
imientos e instituciones para la protección y defensa de los derechos colectivos y en especial los ambientales. En el sistema
jurídico colombiano existen las condiciones de validez para el derecho de acceso a la justicia ambiental, en tanto existe
no sólo la institucionalidad ambiental y judicial, sino los instrumentos necesarios a favor de las personas y organizaciones
sociales, para intervenir ante los jueces y la administración pública en busca de una solución al conflicto ambiental.
El acceso a la justicia ambiental, tal y como está considerado en las declaraciones de la Organización de las Naciones
Unidas[2], de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas[3] y en otros instrumentos internacionales es

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un conjunto de derechos y procedimientos administrativos y judiciales, establecidos para que las personas y las organiza-
ciones de la sociedad civil puedan defender los derechos ambientales y el medio ambiente, de las agresiones o amenazas
provenientes tanto de las agencias públicas, como de los particulares. Con las declaraciones y convenios interguberna-
mentales se legitiman y legalizan las reivindicaciones y luchas de los movimientos sociales: sindicalistas, campesinos,
ambientalistas, ecologistas, académicos; sobre la participación y existencia de más y mejores procedimientos de acceso a
la justicia ambiental.
El derecho de acceso a la justicia ambiental es un medio jurídico sustancial y procedimental que tienen las personas
y las comunidades para reclamar y alcanzar algunas de las reivindicaciones que el movimiento de justicia ambiental y
social está pidiendo desde hace décadas. Por su configuración como derecho autónomo, el derecho de acceso a la justicia
ambiental como instituto legal está dotado de contenido sustancial y procedimental que lo hace independiente en su
estatuto jurídico, pero interdependiente con otros institutos jurídicos que reconocen derechos humanos.
La situación ideal normativa para el acceso a la justicia ambiental en Colombia ha sido desvirtuada en muchos de los
procesos judiciales, que han sido iniciados por causa de los conflictos ambientales que se presentan en los proyectos de
explotación de los recursos naturales. La presión económica y política de las grandes empresas nacionales y trasnacionales
por las riquezas naturales, minerales y petrolíferas, el conflicto armado y la conjunción de estos y otros factores, ha desem-
bocado frecuentemente en procesos violentos de desplazamiento forzado de las comunidades asentadas en los territorios
y en el mejor de los casos, el proceso de participación de la comunidad en las decisiones ambientales se ha adelantado
con metodologías inapropiadas, desconociendo los principios y normas constitucionales que protegen la participación de
la comunidad en las decisiones que vayan a tomar sobre su medio ambiente, situación que ha sido denunciada por difer-
entes organizaciones comunitarias, organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales o por oficinas estatales
encargadas de la vigilancia del cumplimiento y respeto de los derechos, tanto individuales como colectivos.
A pesar de la existencia de una Constitución Ecológica y de un sistema jurídico ambiental muy generoso, las decisiones de
las autoridades públicas, han puesto en peligro la integridad del ambiente, han amenazado áreas de especial importancia
ecológica, han amenazado el derecho a gozar de un ambiente sano, han desconocido el derecho de la comunidad a
participar en las decisiones que vayan a perturbar su medio ambiente, y otros derechos ambientales reconocidos por
tratados internacionales ratificados por el Estado Colombiano. Todo lo anterior al situar por encima de la Constitución
y la Ley, los intereses económicos, políticos y particulares, desconociendo los principios constitucionales, los intereses
y derechos colectivos ambientales que son la guía para la construcción de una sociedad que viva en armonía con la
naturaleza.
6. CONSIDERACIONES FINALES
Las reflexiones teóricas que se hicieron a partir del ejercicio práctico en múltiples litigios ambientales parten del re-
conocimiento de un entramado constitucional y legal que demuestra la intencionalidad política y jurídica de protección
de la naturaleza y de garantizar los derechos ambientales. Se identificaron normativas sustanciales y procedimentales
para la justicia y para el acceso a la justicia ambiental.
Se reconoce la importancia de la participación de la sociedad y de la opinión pública en la conformación de la nueva
legalidad e institucionalidad para la protección del medio ambiente y de los retos que implica el ejercicio en la práctica
de esa nueva legalidad, que se encuentra con obstáculos e intereses económicos y políticos no fáciles de superar en los
casos reales de injusticia ambiental.
Sin embargo, se reconoce que es necesario más no suficiente, para la tutela y defensa del medio ambiente y de los derechos
ambientales, la consagración legal y constitucional de las herramientas para que la comunidad pueda pedir la protección
del ambiente y de sus derechos, frente el incumplimiento por parte del Estado o de otros actores.

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NOTAS:

[1] Ver en: Corte Constitucional de Colombia. Sentencias: T-411 de 1992, C-058 de 1994, C-375 de 1994, C-519 de
1994, C-328 de 1995, C-495 de 1996, C-535 de 1996, C-126 de 1998, C-596 de 1998, C-431 de 2000, C-794 de 2000, C-293
de 2002, C-245 de 2004, C-150 de 2005, C-189 de 2006, T-760 de 2007.

[2] Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Declaración de Río de Janeiro de 1992,
Principio 10.

[3] Convenio sobre el Acceso a la Información, la Participación del Público en la Toma de Decisiones y el Acceso a
la Justicia en asuntos ambientales, Convenio de Aarhus, 1998.

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11
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perado de: http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1995/c-328-95.htm.
Corte Constitucional de Colombia. (27 de noviembre de 1995). Sentencia C-328/95. [Eduardo Cifuentes Muñoz]. Recu-
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INDICE:

Tabla de contenido
Introducción.............................................................................. ............................................................................ 9

12
Los principios de Río de Janeiro y su incorporación en la gestión y la legislación ambiental en Colombia.............................................
.......................................................................... 17
Gloria Amparo Rodríguez
Justicia ambiental y acceso a la justicia ambiental en la constitución ecológica de Colombia................................................................
.......................................................................... 71
Javier Gonzaga Valencia Hernández
Acceso a la información en asuntos ambientales. Principio 10 de la declaración de Río de 1992............................................................
.......................................................................... 93
Erika Castro-Buitrago
El principio de no regresión ambiental en la Constitución Colombiana..............................................................................
........................................................................ 111
Julio Alvarado Mosquera
Los principios normativos generales ambientales en Colombia, aliados estratégicos para la protección ambiental de las gen-
eraciones presentes y futuras.............................................................................. ........................................................................
141
Giovanni José Herrera Carrascal
Visión ambiental de principios no ambientales: el mantenimiento de condiciones o favorabilidad minera.............................................
........................................................................ 165
Andrés Gómez-Rey

Tirant Lo Blanch 2023

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