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M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 16 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
Capítulo 1
Concepto y evolución
de la orientación
M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 17 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
«... a estos muñecos, como a los humanos, muévenlos cordelillos groseros, que son los intereses,
las pasioncillas, los engaños y todas las miserias de su condición: tiran unos de sus pies y los
llevan a tristes andanzas; tiran otros de sus manos, que trabajan con pena, luchan con rabia,
hurtan con astucia, matan con violencia. Pero entre todos ellos desciende a veces del cielo al
corazón un hilo sutil, como tejido con luz del sol y con luz de luna, el hilo del amor, que a los hu-
manos, como a estos muñecos que semejan humanos, les hace parecer divinos, y trae a nuestra
frente resplandores de aurora, y pone alas en nuestro corazón y nos dice que no todo es farsa
en la farsa, que hay algo divino en nuestra vida que es verdad y es eterno y no puede acabar
cuando la farsa acaba.»
M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 18 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
Introducción
A lo largo de la historia hemos podido comprobar cómo el ser humano se ha dejado llevar unas
veces por esas «pasioncillas» de las que habla Benavente y, otras, por verdadero amor hacia
sí mismo o hacia sus semejantes. Además, observamos cómo, entre otros comportamientos,
ha buscado ser ayudado y se ha esforzado también en ayudar a los demás. Desde las formas
mágicas y religiosas utilizadas por el hombre primitivo hasta los programas más sofisticados
que encontramos actualmente, se han ido aplicando diversas técnicas para ayudar a enfrentar
problemas, liberar tensiones y tomar decisiones en cada etapa del desarrollo o de la vida. Son
las circunstancias históricas las que determinan las distintas maneras de llevar a cabo dicha
ayuda. Y la asignatura que aquí presentamos versa sobre eso: la ayuda.
Teniendo en cuenta su evolución, la Orientación Educativa se reconoce hoy día como la disci-
plina científica encargada de sistematizar el «proceso de ayuda continuo a todas las personas,
en todos sus aspectos, con objeto de potenciar el desarrollo humano a lo largo de toda la vida»
(Bisquerra, 1998: 9). En realidad, la Orientación como actividad profesional institucionalizada
surgió a comienzos del siglo xx. Sin embargo, la orientación, entendida como relación de ayuda
en las distintas situaciones por las que el ser humano atraviesa a lo largo de su vida, es tan
antigua como la humanidad misma. En este capítulo procuraremos desentrañar su significado
y conocer cuál ha sido la evolución histórica por la que ha pasado.
1. CONCEPTO DE ORIENTACIÓN
Cuando pregunto a mis alumnos «¿qué es orientar?» rápidamente sus ideas invaden la pizarra:
«orientar es ayudar», «guiar», «informar», «asesorar», «indicar el camino a seguir», «ayudar a una
persona para que elija lo mejor»… y, con todas sus propuestas y las que nos ofrecen los teóri-
cos, vamos analizando el término e intentando comprender su profundo significado.
De la misma manera, aquí, basándonos en las definiciones ofrecidas por autores relevantes,
procuraremos llegar a la esencia del concepto.
M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 20 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI
Orientar es fundamentalmente guiar, conducir, auxi-
liar a un individuo a clarificar la esencia de su vida.
La raíz de la palabra orientación (guidance) evoca
Rodríguez Moreno (1988) conceptos de guía, gestión, gobierno de tal modo
que para los padres y los sujetos que solicitan ayuda,
orientador sería la persona que dirige o gobierna a
los alumnos (escolarizados o no) hacia ciertas finali-
dades o intenciones educativas y vocacionales.
Escudero Muñoz (1986) Proceso de asistencia, facilitación y colaboración
con los profesionales prácticos de la educación.
Proceso de ayuda inserto en la actividad educativa,
García Gómez, Moreno cuyo objetivo es contribuir al desarrollo integral del
Olmedilla y Torrego Seijo alumno, con el fin de capacitarle para un aprendi-
(1993) zaje autónomo y una participación activa, crítica y
transformadora en la sociedad.
Proceso de ayuda continuo, a todas las personas, en
Bisquerra Alzina (1998) todos sus aspectos, con objeto de potenciar el desa-
rrollo humano, a lo largo de toda la vida
[Orientación] es la transmisión de ideas que per-
miten al ser humano elegir entre varias opciones.
Es la transmisión de criterios de valor que ofrezcan
Santana Vega (2003) alguna guía a las personas en una cuestión esencial:
qué hacer con sus vidas. En esta concepción de la
orientación se encuentra la quintaesencia y la fina-
lidad última de la Orientación Educativa.
Algunos rasgos importantes que podemos destacar de la orientación son (Sanchiz, M.L.,
2001):
De ayuda: el psicopedagogo coopera con los otros miembros del sistema educativo
y ofrece los medios a su alcance para comprender e interpretar mejor la realidad y
para que se puedan operar en ella los cambios necesarios.
A todas las personas: atendiendo al tipo de personas, nos referimos, por una parte, al
profesorado, al alumnado (a todo el alumnado y no sólo al que presenta dificultades), a
los familiares y a los miembros de la comunidad. Atendiendo a quién realiza la demanda
de intervención incluimos tanto a quien la solicita como a quien no lo hace. Es muy
importante que el profesional de la orientación, con una visión de conjunto, sepa tener
presentes a todos los implicados en una situación y los incluya en su red de comunica-
ción. Ello puede determinar la eficacia o el fracaso del objetivo pretendido. Queremos
resaltar la importancia que tiene la consideración sistémica de la educación, por las
influencias que unos elementos ejercen sobre otros y viceversa.
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En todos sus aspectos: lo cual supone planificar el desarrollo integral del alumno, de
tal forma, que la intervención no quede circunscrita únicamente al área para la que
se demanda intervención, sino que se prevea el diagnóstico, análisis y tratamiento
para todas las áreas de desarrollo del sujeto y las implicaciones colectivas que supo-
ne en las situaciones de enseñanza-aprendizaje y en las relaciones interpersonales o
afectivo-sociales del grupo.
Con objeto de potenciar el desarrollo humano: toda práctica educativa, que se precie
de ser tal, incluye, entre sus fines, el de la optimización y del desarrollo integral de
la persona. Cada vez, con mayor preocupación, nos planteamos qué tipo de perso-
nas estamos formando, qué capacidades procuramos desplegar, qué valores incul-
camos.
Santana (2003), por su parte, tras un estudio de las diversas definiciones expuestas, recoge
los siguientes puntos esenciales que, de una u otra forma, aparecen implícitos o explícitos en
todas ellas:
Rodríguez Romero (1995) indica que los rasgos esenciales que definen la orientación
o el asesoramiento en educación son los siguientes:
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Para esta autora, las tareas de orientación suponen un medio para aproximar las propuestas
de cambio, generadas externamente, y la práctica concreta: la pretensión de transformar la
práctica de los docentes y el funcionamiento de los centros hace que sea necesario plantearse
una estrategia de influencia diferente a la formación. La orientación, en este caso, proporciona
una ayuda encaminada a generar el cambio (Rodríguez Romero, 1996).
En el siguiente cuadro, siguiendo el esquema propuesto por Moliner (2006: 20) se muestra el
mapa conceptual implícito en la definición dada de la orientación:
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Ojalá que orientadores y educadores seamos capaces: de ayudar, siempre, de hacerlo de forma
continua, de tener en cuenta a todos los sujetos por igual, de contribuir al pleno desarrollo del
alumnado (o del orientado), de capacitarle para la autoorientación y de provocar la participa-
ción activa, crítica y transformadora en la sociedad.
Sinceramente creo que es una de las «utopías» más bonitas, profesionalmente hablando, en-
tendiendo por utopía, un plan que, en su formulación, aparece como irrealizable (al menos al
100%), pero que no deja de ser un proyecto optimista que ha de guiar nuestra actuación.
Época clásica: Sócrates (470-399 a.d.C.) destacó uno de los objetivos prioritarios de
la orientación: el conocimiento de sí mismo, Platón (427-347 a.d.C.) reparó en la ne-
cesidad de determinar las aptitudes de los individuos para lograr su ajuste y adecua-
ción social; y Aristóteles (384-322 a.d.C.) propugnó el desarrollo de la racionalidad
para poder elegir una actividad en consonancia con los intereses de los sujetos.
Santo Tomás de Aquino (1225-1274) aboga por una enseñanza eficaz basada en el
conocimiento y desarrollo de las potencialidades humanas. Ramón Llull (1232-1315)
considera conveniente que cada persona elija la ocupación que mejor pueda desem-
peñar de acuerdo con sus capacidades y preferencias.
Renacimiento (s. xvi): destacan las figuras de Paracelso (1493-1541), y de tres es-
pañoles: Rodrigo Sánchez de Arévalo (1404-1470), Juan Luis Vives (1492-1540) y
Juan Huarte de San Juan (1529-1588), fundamentales para comprender el concepto
de orientación. El primero estudió los factores de personalidad y de edad y nos
legó 7 reglas para orientar la vida: 1ª Lo primero es mejorar la salud; 2ª Desterrar
absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo,
rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza; 3ª Haz todo el bien posible; 4ª Hay
que olvidar toda ofensa; 5ª Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda
turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos
medio entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro y
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Capítulo 2
Principios, objetivos y funciones
de la orientación
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Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan,
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.
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INTRODUCCIÓN
Para caminar por la vida, así como para defender aquello en lo que creemos, necesitamos tener
buenos principios a la base, saber qué razones guían nuestra actuación.
Cuando en 1968 Miller exponía lo que consideraba «principios» de la orientación educativa, esta-
ba más bien indicando las características o rasgos de la orientación. Sus siete principios eran:
1. PRINCIPIOS
Principio de prevención.
Principio de desarrollo.
Principio de intervención comunitaria.
Por nuestra parte, coincidimos con Rodríguez Espinar et al. (1993) y con Álvarez Rojo (1994)
al incluir, además de los 3 principios citados, este otro que consideramos está a la base de los
anteriores:
Principio antropológico.
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1.1. Principio antropológico
En este principio subyace la concepción que el profesional de la orientación se hace del ser
humano. Responde a preguntas como ¿quién soy yo?, ¿qué hago aquí?, ¿qué sentido tiene
mi existencia?, ¿qué tipo de persona pretendemos que llegue a ser el individuo que estamos
orientando?, ¿cuáles son las características del proceso de convertirse en persona?, ¿cuáles son
las competencias de la orientación en este proceso? La respuesta a estas preguntas va a ser
determinante de la manera en que nos situemos ante la vida y ante nuestra profesión de orien-
tadores. Además, va a condicionar la forma en que eduquemos y enseñemos a los estudiantes
y al profesorado con respecto a su propia vida.
Por ello, es importante trabajar el autoconcepto, la autoestima, la revisión del proyecto perso-
nal de vida y la búsqueda de sentido (Frankl, 2004).
Surgido del ámbito de la Salud Mental, el principio de prevención reclama que se intervenga
antes de que se produzca el hecho conflictivo. Conlleva una actuación anticipada, en cualquier
ámbito de la vida, con la finalidad de evitar que surjan problemas. En la literatura al respecto
se citan tres tipos de prevención, si bien, la verdadera es aquella que se produce ante factum,
es decir, antes del hecho o suceso no deseado. Estos tres tipos de prevención son:
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En educación se puede llevar a cabo una importante labor preventiva, en todos los niveles,
especialmente en Infantil, Primaria y Secundaria Obligatoria. Desde muy pequeños conviene
formar a los niños y niñas en valores, en la distinción de lo que es adecuado o inadecuado,
correcto o incorrecto, formarles igualmente en habilidades sociales: la habilidad de saber decir
«no», de exponer una queja de forma adecuada, de tomar decisiones ajustadas, de rechazar
situaciones injustas, de practicar hábitos saludables (tanto a nivel físico como emocional).
No podemos olvidar que la orientación se incardina en el seno de la educación y que ésta persi-
gue la optimización del sujeto, mediante el pleno desarrollo de todas las capacidades humanas.
La tarea educativa reclama concebir a la persona como una unidad integral, que presenta en el
momento actual unas capacidades, pero, que, sobretodo, puede llegar a desarrollar otras que
son potenciales. Resulta sumamente enriquecedor considerar que ningún ser humano tiene
límites en su desarrollo, que cada uno puede llegar a desarrollar capacidades que, en un prin-
cipio, parecen inimaginables. Tanto para el educando, como para el educador, esta perspectiva
arroja luz, esperanza e ilusión a la labor formativa.
Podemos observar que no se trata sólo de desarrollar a la persona como ser individual, a fin
de que consiga el nivel óptimo de sus capacidades (cognitivas, afectivas, conductuales…), sino
también de educarla para una participación activa en el grupo social. Individualización y so-
cialización son dos viejos principios educativos que requieren ser trabajados conjuntamente.
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Cada ser humano ha de alcanzar lo mejor de sí mismo y ofrecerlo a la colectividad, a fin de
mejorar, en la medida de lo posible el mundo en que vivimos; entonces podremos decir que es
un sujeto «plenamente desarrollado».
Marina (2004: 187) indica que el progreso de la humanidad requiere tres proyectos fundamen-
tales: la libertad, la felicidad y la dignidad.
Los enfoques sistémico-ecológicos han puesto de manifiesto que, para que los programas de
intervención resulten eficaces, es preciso tener en cuenta los contextos escolares y extraesco-
lares en los que se desenvuelve la vida de los destinatarios de dichos programas. Un famoso
proverbio africano reclama «Para educar a un niño hace falta la tribu entera».
Por este motivo, hoy se presta gran atención a la intervención activa sobre el entorno socio-
comunitario con el fin de evitar obstáculos y potenciar los factores positivos.
La comunidad puede contribuir a mejorar la calidad de la educación. Para ello es preciso abrir las
puertas del centro educativo y permitir que los miembros de aquella participen del proceso edu-
cativo. Consecuentemente, es necesario llevar a cabo un asesoramiento comunitario (Rodríguez
Romero, 2006: 59-76): «La enseñanza del respeto, del compromiso mutuo y de la solidaridad
exige que el profesorado domine modelos pedagógicos acordes con la diversidad, el aprendizaje
cooperativo, el cuidado personal y el aprendizaje democrático. […] El asesoramiento comunitario
podría ofrecer alternativas en los tres planos vitales en los que se extiende el aprendizaje: sentido
(nos ayuda a interpretar, descodificar los mensajes de nuestra cultura), identidad (nos ayuda a
configurar una imagen de nosotros/as mismos en relación con el género, la etnia, la nacionalidad,
la cultura, la clase social, la orientación sexual, etc.) y posibilidad (nos ofrece una imagen de lo
que podemos alcanzar en nuestro desarrollo individual y colectivamente».
En el mismo sentido se pronuncian León Guerrero y López López (2006) cuando, al analizar el
planteamiento de Hargreaves (2003), observan cómo éste asocia el éxito del cambio en edu-
cación a la superación de dos desafíos: profundización –que implica atender a los aspectos
racionales y emocionales del cambio– y mayor amplitud –en clara alusión a la necesidad de ha-
cerlo extensible a la comunidad. En su opinión, crear y mantener un cambio educativo positivo
«exige aunar compromisos e impulsar la colaboración y las relaciones de trabajo cooperativas
entre agentes, instituciones y comunidad».
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2. OBJETIVOS
Los objetivos son el marco de referencia y la «ayuda para desarrollar con mayor calidad y efi-
cacia el proceso educativo» (Zabalza, 1991: 90).
La orientación, tal como explicamos en el capítulo primero, «podría ser entendida como un
proceso de ayuda a la persona, en la toma de conciencia sobre sí mismo, sobre los demás y
sobre la realidad que le rodea, con el objeto de ir integrando un conjunto de valores que per-
mitan su interrelación» (Valdivia, 1994. Citado por Bisquerra 1998:46). En esta línea han de ir
los diversos planteamientos sobre la actuación orientadora, y, en función de ella, deberemos
formular los objetivos a perseguir.
Rodríguez Moreno (1995: 12), tras analizar una gran variedad de textos sobre orientación,
recoge los que podrían ser objetivos generales de la misma En su listado observamos la impor-
tancia que tiene el desarrollo personal:
Muchos autores (Bisquerra, 1990; Giddens, 1995; Arnaiz, 2001) coinciden en señalar la auto-
orientación como el objetivo principal de la orientación. Lo principal es que el sujeto sepa co-
nocerse en profundidad, aprenda a comprender y organizar su propia vida y a tomar decisiones
coherentes con las que habrá de ser consecuente.
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3. FUNCIONES
Ofrecemos aquí la clasificación de las funciones de la orientación que Morrill, Oetting y Hurst
(1974) expusieron en un artículo ya clásico, citado por Bisquerra (1998:47), en el cual destacan
tres categorías de la intervención:
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A. Objetivo de la intervención ➤ B. Finalidad de la intervención
1. Terapéutica
➤
1. Individuo 2. Prevención
➤
➤
3. Desarrollo
2. Grupos primarios ➤
3. Grupos Asociativos ➤
3. Medios tecnológicos
4. Instituciones ➤ ➤
2. Consulta y formación
o comunidades
1. Intervención directa
➤
➤
C. Métodos de intervención
Presentamos, a continuación, las propuestas de Bisquerra (1990), Álvarez González (1995), Ro-
dríguez Moreno (1995) y Riart Vendrell (1996) [véase el cuadro síntesis al final del capítulo].
Bisquerra (1990: 8-11) propone, orientativamente, una serie de funciones recogidas en la si-
guiente relación:
Álvarez González (1995), considera que, en la orientación profesional las principales funciones
son:
La síntesis que propone Rodríguez Moreno (1995: 16-17) sobre las funciones básicas d ela
orientación es la siguiente:
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1. Función de ayuda encaminada a la consecución de la adaptación, para prevenir
desajustes y adoptar medidas correctivas. Se intenta alcanzar la resolución de los
propios problemas, para ello se crean servicios especializados de orientación educa-
tiva y vocacional dentro de los programas curriculares.
4. Función informativa sobre la situación personal y del entorno, sobre aquellas posi-
bilidades que la sociedad ofrece al educando: programas educativos, instituciones
a su servicio, carreras y profesiones que debe conocer, fuerzas personales y sociales
que puedan influirle, etc. También esta función debe hacerse extensiva a la familia
del orientado y a sus profesores.
Por último, otro de los autores recogidos por Bisquerra (1998) es Riart Vendrell (1996), quien, a
través del estudio de la literatura al respecto, realiza una reflexión y clasificación de funciones
generales de la orientación, estructurando cada una de ellas en torno a las preguntas ¿en qué
consiste?, ¿a quién se dirige?, y ¿cómo se ejerce? La propuesta que realiza de las funciones es
la siguiente:
El siguiente cuadro, ofrecido por Bisquerra (1998: 50), sintetiza todas las funciones expuestas
por los autores comentados:
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Cuadro 23. Funciones de la orientación
• EVALUACIÓN • CONSEJO
• INVESTIGACIÓN • CONSULTA
• EVALUACIÓN
INVESTIGACIÓN
Hoy día los centros educativos reclaman que el profesional de la orientación cumpla, de ma-
nera equitativa, todas las funciones expuestas, si bien, a nivel social, se detecta la demanda de
asesorar acerca de cómo mejorar la convivencia en las aulas y cómo gestionar los conflictos
de forma adecuada.
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