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Al momento de analizar la literatura del siglo pasado, se puede notar un uso cada vez más frecuente de técnicas narrativas

para subvertir la realidad.


Estas técnicas son utilizadas, casi indistintamente, en las diferentes y variantes literarias del momento. Hay que hacer notar que estas técnicas han
sido usadas no como un escape a la realidad, sino como un medio para tratar de determinar cuánto de esta se puede considerar, sin dudas,
verdadera, y cuánto se puede afirmar como cierto de cuánto se percibe. El objetivo de este ensayo es hacer notar como en el juego de la subversión
de la realidad, las posibilidades del lenguaje y la comunicación dan al escritor la capacidad de crear más que una simple obra de ficción, una realidad
en el sentido pleno del término, la cual es transmitida y compartida con el lector.

When analyzing the literature of the last century, an increasingly frequent use of narrative techniques to subvert reality can be noticed. These
techniques are used, almost interchangeably, in the different and literary variants of the moment. It should be noted that these techniques have been
used not as an escape from reality, but as a means of trying to determine how much of it can be considered, without doubt, true, and how much can
be affirmed as true of how much is perceived. The objective of this essay is to show how, in the game of the subversion of reality, the possibilities of
language and communication give the writer the ability to create more than a simple work of fiction, a reality in the full sense of the term, which is
transmitted and shared with the reader

EL GENIO Y LA CAVERNA Una de las preocupaciones que ha aquejado a la humanidad, y que se ha visto reflejada en su tradición escrita desde
hace siglos, es la duda acerca de la imposibilidad de fiarse de los sentidos o declarando, al menos, que estos “nos engañan algunas
veces”(Descartes, Discurso del método, 71). Tanto en textos de ficción como de filosofía, es común encontrar referencias a la imposibilidad de confiar
abiertamente en los sentidos. Algunos de estos importantes textos filosóficos que hacen referencia a esta preocupación incluyen la alegoría de la
caverna y la hipótesis del genio maligno. En cuanto a las obras literarias, un denominador común es tratar el tema a través de comparar la realidad
con los sueños, y preguntarse ¿Cómo diferenciar la una de los otros?

Cuando Descartes establece en el Discurso del método su famoso “pienso luego existo”, dice que no se trata de una deducción, sino de una verdad
“tan firme y segura” que por tanto él “podía aceptarla sin escrúpulo como el primer principio” de su filosofía fundamentada en rechazar “como falsas
todas las razones que antes había aceptado mediante demostración” (72) , y la imagen que utiliza como base a su método filosófico, es el pretender
que todo cuanto había entrado en su mente hasta entonces no “era más verdadero que las ilusiones de mis sueños”(72). Luego, Descartes afirma
que puede dudar de todo, pero ya no de su existencia. Y es que el único denominador común entre la realidad y los sueños es el ente soñador. Sin
embargo, la siguiente conclusión de Descartes es la existencia de un ser “más perfecto”(72) que él, de hecho, un ser completamente perfecto al cual
identifica con Dios. Es imposible entonces no recordar la idea del hombre como sueño de Dios o, por ejemplo, la idea del mundo como sueño de
Visnú. Así, incluso la existencia puede ser una ilusión, incluso la conclusión más clara puede ser inducida en el hombre por un “Genio Maligno”, tal y
como en la hipótesis cartesiana.

Por lo tanto, la duda sobre su existencia, para el ser humano, no parte de si este realmente existe o no, sino de si esa existencia aparente puede ser
probada, es decir, la verdadera duda es sobre la naturaleza de la realidad, la posibilidad de determinar cuán real o no es lo que perciben los sentidos.
Es por esto que esta incertidumbre fundamental tiene tanta cabida en la literatura. Una variante de subversión de la realidad en la cual se pone en
duda la existencia misma del soñador, y se le ve precisamente como sueño de otro ente, se ve en la historia titulada Las Ruinas Circulares, del libro
de relato de Jorge Luis Borges, Ficciones; y en la novela de Miguel de Unamuno, Niebla. La primera termina cuando el soñador “con alivio, con
humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñandolo”(29). En la segunda, el soñado luego de que acaba
de descubrir se condición de “mero simulacro”(Borges, 28) le pregunta a su soñador si “cuando un hombre dormido a inerte en la cama sueña algo,
¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña, o su sueño?”(Unamuno, 125) a lo que el soñador le replica preguntando “¿Y si sueña que
existe él mismo, el soñador?”(125) y de nuevo el soñado replica “¿de qué manera existe él, como soñador que se sueña, o como soñado por sí
mismo?”(125). Aunque en el texto de Unamuno se deja claro que la relación entre el soñado y el soñador es la del personaje y el autor, Carmen R.
Rabell demuestra que en Las Ruinas Circulares la relación entre el hombre gris y su hijo soñado es también la del autor y un personaje, aunque el
mismo hombre gris es también un personaje y en definitiva el relato es una “reflexión sobre la creación literaria”.

EL LENGUAJE Y LA FICCIÓN Desde el momento en que el ser humano desarrollo el lenguaje, nació la narración. Pero, al nacer la narración, nace
también la ficción. En el DLE se define la ficción, como “invención, cosa fingida”, y se define como “dar existencia ideal a lo que realmente no la
tiene”. Luego, al revisar la definición de ideal, se tiene que es algo “que no existe sino en el pensamiento”. De esta manera, para decir que una
narración no es ficción, se debe probar la existencia de ese algo que es narrado, más allá del pensamiento. Pero, ¿Más allá de cuál pensamiento es
ese?¿El del narrador, o el de quienes escuchan la narración?

A través de una narración de una persona a otra, sobre un hecho desconocido para quien actúa como receptor de la información, se produce
primeramente un proceso primero de captación por parte del narrador, a través de sus sentidos, del hecho que va a narrar, luego este la transforma
haciendo uso del lenguaje en información transmisible al receptor, entonces el receptor capta a su vez la información y la reconstruye para sí usando
todos los datos que pudo percibir y comprender, y se crea en su mente una idea de los hechos tal cual ocurrieron en un principio. Sin embargo, en
todo proceso de transmisión y transformación de información, se pierden detalles, más o menos importantes, por lo cual, por más perfecta que se
busque que sea el proceso de la comunicación, la idea que el receptor construye en su mente no será nunca totalmente fidedigna a la realidad
original. Por lo tanto, siempre que se produce un proceso narrativo, el producto final que obtiene el receptor es una realidad alterna, la cual no existe
realmente, sino en el pensamiento del receptor. De esta manera, por definición, para ese receptor, la narración es una ficción y así, esta va de la
mano con el acto narrativo primordial.

Esa definición dice que aunque exista o haya existido un equivalente en la realidad a los objetos, seres y hechos son narrados, desde el punto de
vista de quien percibe la narración, esta es en todo sentido un ficción y esos objetos no son más que ideales y los seres reales no son más que
personajes de esa ficción. Esta es la visión de la que nace la convicción de Pierre Menard que “le hizo excluir el prólogo autobiográfico de la segunda
parte del Don Quijote (pues) incluir ese prólogo hubiera sido crear otro personaje -Cervantes-” (Borges, 22)6.

LA LITERATURA DE FICCIÓN EN BORGES Si se comparan dos obras de Jorge Luis Borges, Las Ruinas Circulares y El Jardín de los Senderos
que se Bifurcan, ambas forman parte del libro de relatos Ficciones, se puede apreciar que mientras que en la segunda la ubicación en el tiempo y el
espacio parecen estar bien definidos, haciendo claras referencias a la Batalla del Somme, la primera parece no tener un tiempo ni un lugar
determinado. Más allá del lugar exacto, el mundo de Las Ruinas Circulares es un mundo donde la magia y los dioses existen. Un mundo de
fantasías, de maravillas, de sueños. Por el contrario, el mundo de El Jardín de los Senderos que se Bifurcan es un mundo de guerras e intrigas
políticas. Sin embargo, las coincidencias de ambas son fundamentales en la estructura temática de ambas historias. Ambas tratan, como casi todos
los relatos de Ficciones, de un autor y su obra, las cuales son creaciones fuera de las técnicas tradicionales de narración. Siguiendo la idea que el
tema en Las Ruinas Circulares es el proceso creativo de ficción, donde el soñar es equivalente a la creación artística, entonces los senderos de
ambas obras Borgianas se interceptan.

LA BÚSQUEDA Si algo tienen en común los anteriormente mencionados relatos de Borges, es la existencia en estos relatos de un creador que, en
contra de toda lógica, alejándose de la civilización, renunciando a la vida comunitaria, busca desesperadamente inventar, es decir, crear sin fallas, sin
simulacro, una obra, un ente que trascienda la imaginación para “imponerlo a realidad”(26). En el primer caso, se trata la búsqueda por “soñar un
hombre”(26). En el segundo, aunque en apariencia solo se trata de crear “edificar un laberinto”(45), lo cual Ts’ui Pên logra completamente, pues su
novela es un laberinto y por tanto en el mundo que presenta el relato, ese laberinto existe, pero más importante que todo eso es que eventualmente
lo que creó Ts'ui Pên fue un universo, o quizás, más apropiadamente, un multiverso. Este multiverso también existe en esa realidad ficticia de El
Jardín de los Senderos que se Bifurcan, solo por el hecho de haber sido creados por Ts’ui Pên, pero aunque sus descendientes hayan leído su obra,
no es hasta que Stephen Albert logra hacer entender a Yu Tsun en qué consiste el laberinto de su antepasado, este multiverso no existía para el
espía chino. De igual manera, el mundo de El Jardín de los Senderos que se Bifurcan existe en nuestra realidad, sólo por haber sido creada por
Borges, y al momento del lector asimilar la idea del laberinto de Ts’ui Pên, el multiverso se hace también realidad para el lector. Esos “varios
porvenires”(46) existen por tanto para todos aquellos que se dediquen a la lectura del relato. Esto es análogo a la idea de Rabell de que la en Las
Ruinas Circulares la trama es creada tanto por el lector como por el escritor y que de hecho el hombre misterioso que sería el soñador quien sueña al
hombre gris, sería más al mismo tiempo el autor del relato y el lector del mismo, siguiendo la idea de que cada vez que se transmite una información,
esta crea una realidad en la mente del lector, diferente pero esencialmente relacionada con la que busca transmitir el narrador.

CONCLUSIÓN Al examinar las obras de Borges y de Unamuno anteriormente analizadas, se puede decir que estas tienen en común un creador,
maś concretamente un escritor de ficción. En cada una de las tres obras obras, (Las Ruinas Circulares, El Jardín de los Senderos que se Bifurcan y
Niebla) el rol de ese creador en la historia es diferente, y su obra en cada caso es diferente (Un mago, un laberinto y un ser humano corriente,
respectivamente) pero las tres creaciones literarias tienen en común que de una forma u otra terminan existiendo en la realidad de esos relatos,
simplemente a través del proceso de la escritura y lectura, pero al ser los tres textos autorreferenciales y claros ejemplo de metaficción, entonces el
lector de esos relatos se vuelve lector de los relatos ficticios dentro de esas ficciones, así que a ellos también se aplica la posibilidad de crear esos
seres, objetos y hasta universos que los ficticios autores de ficción buscan crear, por tanto, esos seres, objetos y universos son creados en este
mundo cada vez que alguien lee estos textos de Borges y Unamuno, y en definitiva, de cualquier texto de ficción. Ese es el verdadero poder de la
literatura, y el verdadero poder del autor de ficción

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