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Historia Económica Argentina

Unidad 1.
El crecimiento económico argentino en el siglo XIX
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, la economía mundial experimentó una etapa de gran
crecimiento. Gran Bretaña era el principal centro comercial y financiero. No obstante, perdió
su predominio absoluto en el mercado de manufacturas al industrializarse Alemania, EEUU y
Francia.
En ese escenario, Argentina figuraba entre los países mas avanzados junto con Europa
occidental, EEUU, Canadá y Australia. Más aún, no solo tenia un elevado ingreso per cápita
sino que su crecimiento era uno de los más acelerados del mundo.
Se busca explicar el crecimiento económico argentino durante el periodo que va desde la
consolidación del Estado Nacional hasta la PGM, empleando la teoría del BPE. Esta teoría es
una invención canadiense que tiempo después fue aplicado a otros países con dotación de
factores similares: tierra abundante, capital y población escasa.
El texto intenta mostrar que el crecimiento económico en la Argentina entre 1880 y 1914
estuvo determinado por el BPE y que el origen de la industria fue producto de dicho bien.
La teoría del BPE es una teoría de crecimiento económico aplicable a economías del siglo XIX
conocidas como “espacios vacíos”, donde la tierra es el factor abundante y el trabajo y el
capital son escasos. A su vez, el mercado interno es limitado o inexistente. La ventaja
comparativa del país o región está en las exportaciones intensivas del factor tierra. Un
supuesto fundamental de la teoría es la ausencia de tradiciones inhibitorias que limitan la
utilización de óptima de los recursos o la incorporación del progreso técnico de regiones más
avanzadas.
La proposición principal del modelo es que el crecimiento económico está determinado por los
BPE:

La elección de los bienes exportables depende de las diversas coyunturas externas que
sucedan a lo largo del tiempo, determinando cambios en la rentabilidad de las líneas de
exportación reales y potenciales. Esto promueve el surgimiento de nuevos bienes, la expansión
de los que ya existían y/o la pérdida de importancia absoluta o relativa de otros. Las
coyunturas externas responden a modificaciones en el ritmo de crecimiento y de progreso
técnico en las regiones centrales. Por otro lado, un factor importante también es la
diversificación de la base de recursos naturales, ya que mientras mayor sea mayor serán las
posibilidades de aprovechar los cambios en la rentabilidad.
Una vez especificada la matriz de bienes exportables, el factor determinante es la tecnología
empleada en la producción, es decir, la función de producción. Esta determina el rango de
oportunidades de inversión que se da en el resto de la economía, gracias a la expansión de
sector exportador (efectos de eslabonamientos).
El incentivo a la inversión interna como resultado de la creciente actividad del sector
exportador se puede dividir en tres efectos de eslabonamientos: hacia atrás, hacia adelante y
de demanda:
 Eslabonamientos hacia atrás: Medida del estimulo a invertir en insumos de producción
local para el sector exportador en expansión, incluidos los bienes de capital. Las
cantidades y tipos de insumos requeridos serán determinados por la función de
producción del bien exportable y los precios relativos. Ejemplo: construcción de
sistemas de transporte para la recolección del bien primario.
 Eslabonamientos hacia adelante: Medida del incentivo a invertir en industrias que
utilizan como insumo el producto de la industria exportadora. Las posibilidades
económicas de transformación y la naturaleza de los aranceles extranjeros son los
determinantes principales. Ejemplo: aumento del valor agregado en el sector
exportador.
 Eslabonamientos de demanda: Medida del incentivo a invertir en industrias nacionales
de producción de bienes de consumo para los factores empleados en el sector
exportador. Su determinante principal es el tamaño del mercado interno, que depende
del nivel de ingreso total, per cápita y de la distribución del mismo.
Según la teoría del BPE, las profundidades y los tipos de eslabonamientos son los que
determinan el ritmo y la calidad del crecimiento económico. Si el BPE genera fuertes
oportunidades de inversión en el resto de la economía y estas son adecuadamente explotadas,
la economía va a crecer y diversificarse hasta que el apelativo economía del bien primario ya
no será suficiente.
Desde 1776 hasta 1862, la actividad económica principal en el Rio de la Plata fue la cría
extensiva del ganado vacuno. Los bienes exportables del ganado no refinado fueron el cuero,
el sebo y el tasajo. Hasta la década de 1860, el cuero siguió siendo el principal bien primario
exportable, aunque empieza a perder importancia relativa en detrimento de la lana que
aumentaba.
A comienzos de los años 1860, tuvieron lugar dos hechos importantes que estimularon
cambios en la actividad productiva. Estos fueron: 1) una caída de la producción de lana rusa
que provocó un aumento del precio internacional de dicho bien y 2) la formación de Estado
Nacional (Mitre presidente) lo cual brindó una estabilidad política y jurídica previamente
inexistente. Esto motivó una mayor cría de ganado ovino, que potenció su exportación a tal
punto de convertirse en el principal.
La producción de lana utilizaba mucho más intensivamente los factores de capital y trabajo
que la producción de cuero. Necesitaba una red de transporte más desarrollada y una cantidad
de mano de obra mayor. La función de producción cambió con la expansión de la lana, lo que
trajo aparejado nuevos y más pronunciados eslabonamientos (hacia atrás: talleres de
reparación de locomotoras, hacia adelante: lavaderos de lana y de demanda: construcción de
viviendas). Consecuentemente, esto trajo aparejado un mayor crecimiento desde esa década.
Carnes y Cereales. El gran cambio se da en la década de 1880, motivado por una coyuntura
externa favorable. Los avances tecnológicos en la navegación posibilitaron una disminución de
los costos de transporte en barcos a vapor. Asimismo, los nuevos barcos a vapor equipados
con cámaras frigoríficas, posibilitaron el traslado de carnes congeladas y refrigeradas de las
zonas productoras a las zonas consumidoras. Esto se reflejó en un aumento de la demanda y
ergo del precio internacional de las carnes en el mercado internacional. La consolidación del
Estado Nacional con Roca como presidente brindó una mayor garantía de los derechos de
propiedad. El ganadero argentino de grandes latifundios comenzó a incorporar la explotación
del ganado refinado en sus tierras lo que requería grandes inversiones en reproductores,
instalaciones ganaderas e implantación de pasturas.
Respecto a esto último, se llevó a cabo a través del sistema de arrendamiento. Bajo este
sistema el ganadero ofrecía en alquiler fracciones de sus tierras que iban rotando por tres
años, el primero sembraban lino, el segundo trigo y maíz con alfalfa (pasturas-alimento para el
ganado) el tercero. De este modo, el propietario ganadero lograba implantar pasturas sin
recurrir al factor escaso trabajo y además obtenía un pago por el arriendo. Así fue como se
introdujo la agricultura en las tierras ganaderas pampeanas.
El sistema combinado de agricultura/ganadería descripto coexistió con el de agricultura
exclusiva de índole colonial. En el primero los agricultores no eran propietarios mientras que
en el segundo sí, de tierras medias o reducidas. La conveniencia del primero estuvo en que
eran tierras no roturadas con rendimientos más altos que además se mantenían en el tiempo
con la rotación del suelo, algo que no sucedía en el segundo.
No obstante, el sistema combinado tardó un largo tiempo en difundirse a juzgar por la
composición de las exportaciones (no serían los principales sino hasta inicios del siglo XX). A
pesar del largo tiempo en difundirse, dio sus frutos con el boom de las exportaciones. La
cantidad de ventas al exterior muestra tendencia ascendente desde 1880 pero a partir de 1898
presenta un quiebre y lo mismo para el valor (precio) de las exportaciones nacionales.
El destino de las exportaciones argentinas fueron los países europeos de industrialización
temprana: GB, Bélgica, Francia y Alemania.

La Campaña del Desierto en 1880 desplazó la frontera y se anexaron unos 30 millones de


hectáreas (casi la mitad de la oferta disponible hasta entonces). Los nuevos territorios se
ubicaban en el oeste y sur de BSAS, sur de Córdoba, La Pampa y Río Negro. Así, la tierra se
convirtió en un recurso variable hasta la PGM. Esto explica la tendencia ascendente que
presenta la superficie cultivada en el periodo 1880-1914. Y, a su vez, el crecimiento de las
exportaciones durante el mismo.
El ferrocarril fue el principal exponente del capital en el siglo XIX. El Ferrocarril Oeste
inaugurado en 1857 fue el primero en rodar sobre el territorio argentino. El Ferrocarril Central
Argentino, fue el primero en unir dos provincias. En 1863, el gobierno le otorgó a una empresa
inglesa la concesión para su construcción y explotación. A través de esta concesión, el
gobierno le otorgó a la empresa británica amplias ventajas como la cesión de tierras a cada
lado de las vías, la eximición de toda carga fiscal, la importación libre de aranceles del material
necesario para el tendido de las líneas y una garantía de ganancias del 7% anual sobre la
inversión original. Entre 1880 y 1914 la red ferroviaria se extendió casi 15 veces, aunque como
muestra el siguiente gráfico su ritmo de crecimiento no fue constante.

El ferrocarril jugó un papel central en el modelo de crecimiento. El traslado de la mano de obra


desde el puerto o desde otras regiones del país hacia la zona productora de cereales y el
traslado de la producción hacia el puerto requería de él.
Ahora bien, aún cuando el ferrocarril constituyó el componente principal del capital social
básico no fue el único, se necesitaba mejorar los puertos, trazar rutas, instalar tranvías,
establecer sistemas de comunicación telegráficas y luego telefónicas y montar redes de agua y
electricidad. El ahorro nacional no era suficiente para financiar tal inversión. De allí que se
recurrió al ahorro externo, a través de la inversión directa y de cartera.
El trabajo fue otro factor clásico que alcanzó una magnitud sorprendente. En 1869, vivían 1,8
millones de personas en Argentina, para 1895 unos 4 millones y para 1914 unos 7,9 millones.
En esta población predominaban las personas en edad de trabajar. Como el país se trataba de
un “espacio vacío” era de esperarse que la contribución de la inmigración extranjera fuera
importante. Obsérvese el siguiente gráfico de saldos netos de los flujos migratorios en el
periodo:
La inmigración tuvo mayor incidencia en la población económicamente activa. Mas del 80% de
la población no nativa tenia entre 15 y 64 años y mas de la mitad eran hombres. Provenían
principalmente de Italia y España expulsados por las crisis agrícolas en sus países y atraídos por
las oportunidades laborales y salariales.
Respecto a los esfuerzos concretos del Estado para atraer inmigrantes, estos pueden
considerarse tímidos o menores a los realizados para atraer inversiones extranjeras. Las
acciones a nivel nacional para ello fueron: propaganda en Europa para alentar la inmigración,
pasaje subsidiado desde Europa y el alojamiento gratuito en el Hotel de Inmigrantes por varios
días, el billete gratuito en tren para dirigirse a su destino en el país y las posibilidades ofrecidas
por la Oficina de Colocaciones.
Las corrientes migratorias externas convivieron con las corrientes migratorias internas. El
comportamiento económico relativo de las regiones determinó la dirección hacia la región
pampeana y litoral (receptora) desde las regiones expulsoras (noroeste y cuyo). En 1914, el
64,3% de la población residía en la región pampeana o el litoral.

Dos grandes consecuencias se derivan del sector rural de fines del siglo XIX y comienzos del XX,
1) Los efectos de los bienes primarios exportables sobre el resto de la economía dieron origen
a la industria domestica y 2) Dichos efectos posibilitaron la creación del mercado doméstico a
nivel nacional.
Así pues, el origen de la industria y del mercado a nivel nacional datan de fines de la década de
1890, cuando el modelo de crecimiento liderado por las exportaciones de cereales/carnes dio
sus frutos.
El conjunto de empresas que conformaban la industria pueden clasificarse en tres grandes
grupos:
 Primer Grupo. Las que producían bienes transables, satisfacían demanda externa e
interna, presentaban ventajas comparativas en el factor tierra y eran producto de los
eslabonamientos hacia adelante. Los ejemplos más claros son los molinos harineros y
los frigoríficos.
 Segundo Grupo. Las que producían bienes no transables, satisfacen la demanda
interna de bienes que no podían importarse, no presentaban ventajas comparativas
significativas y eran producto de eslabonamientos de demanda y hacia atrás. Ejemplos
claros son la construcción de muebles, fabricación de herramientas e instrumentos
agrícolas y producción de alimentos perecederos.
 Tercer Grupo. Las que producían bienes que competían con las importaciones,
satisfacían demanda interna, no presentaban ventajas comparativas y su rentabilidad
dependía de factores como costo de transporte, tipo de cambio y aranceles a las
importaciones. Eran el producto de eslabonamientos de demanda. Ejemplos son
empresas de bebidas, vestido y tocador, entre otros de consumo masivo.
De esta clasificación, se deducen algunos rasgos fundamentales de la industria argentina de
fines del siglo XIX y comienzos del XX. La industria estaba volcada fundamentalmente satisfacer
el mercado interno (segundo y tercer grupos). Muy pocos rubros exportaban (primer grupo).
Por otro lado, las empresas del tercer grupo debían su existencia a factores de rentabilidad:
mayor precio por costos de transporte ya que venían de Europa principalmente, lo cual
constituía una protección natural a la competencia extranjera, un tipo de cambio subvaluado
para encarecer las importaciones (alineado con los incentivos para el sector exportador) y, por
último, los aranceles a las importaciones que estaban lejos de ser compatibles con el
librecambio.

Dado que, en el rubro metales Argentina no gozaba de ventajas comparativas, debido a la


escasez relativa de hierro y carbón, de haberse producido las maquinarias y equipos que
requería el ferrocarril se hubiera hecho a costos reales muy altos, esto explica la política
arancelaria nula sobre las importaciones necesarias para su construcción.
Un fenómeno concomitante a la industrialización fue el de la urbanización. La industria se
expandía a medida que el sector primario exportable lo hacía, y con ello la población urbana
también crecía. Para 1911, la población urbana representaba un 50% del total de la población.
No obstante, a pesar de la industrialización, Argentina continuó siendo una economía del bien
primario. En 1900, el valor agregado del sector agropecuario fue casi 90% mayor al valor
agregado del sector manufacturero. En 1914, si bien la diferencia se redujo el primero siguió
colocándose aproximadamente un 60% por encima del segundo.
El crecimiento económico argentino producto de las exportaciones de carnes/cereales se
puede abordar al compararlo con el crecimiento de los seis países de mas alto nivel de ingresos
en el periodo: GB, Alemania, Francia, EEUU, Canadá y Australia. Argentina estaba quinta en PBI
per cápita en 1913 y segunda en la tasa anual promedio de crecimiento en el periodo 1900-
1913.
De este modo, Argentina en los trece años previos a la PGM tenía elevado ingreso per cápita y
uno de los crecimientos más acelerados del mundo.
La Crisis de Baring 1890-1891.
En los años 1890/91, la Argentina experimentó una profunda crisis con características similares
a las evidenciadas un siglo después por las economías emergentes. En realidad, aquella fue la
primera crisis de los mercados emergentes, los mercados de crédito externos e internos se
cerraron. Al mismo tiempo, se dio un proceso de sustitución entre monedas, el público busco
en un activo externo (el oro) un depósito de valor que le diera la estabilidad de poder de
compra que la moneda doméstica (billete de banco) no le garantizaba. La corrida cambiaria fue
secundada por corridas sobre los depósitos, ocasionando el quiebre del sistema bancario. Los
precios subieron, el peso papel se devaluó y la actividad económica se contrajo.
Si bien la crisis tuvo como epicentro a la Argentina, su alcance fue internacional. La Baring
Brothers & Co., un gran banco mercantil británico, tenía su cartera compuesta por una
importante cantidad de títulos públicos argentinos. Cuando la economía argentina tambaleó,
su impacto fue sentido por dicho acreedor. El Banco de Inglaterra actuó como prestamista de
última instancia, alejándose de manera temporal de las reglas de juego del patrón oro. Luego
de este rescate, la crisis fue superada en GB. En cambio, no fue tan fácil para nosotros.
Los autores coinciden en afirmar que las causas principales de la crisis fueron el exceso de
emisión y los abultados déficits públicos. Cortes Conde sostiene que las circunstancias que
condujeron a la crisis tuvieron su causa en factores monetarios y no en factores reales.
Sostiene además que los saldos negativos de la cuenta capital fueron provocados por la fuga
de capitales y no por la interrupción de nuevos préstamos. En tal sentido, expresa que
fenómenos monetarios como el aumento de la emisión no provocaron la depreciación del
cambio ni el aumento de precios, debido a que se instauró un régimen de flotación sucia como
un intento de mantener el precio del oro. No obstante, señala que la enorme expansión de la
BM y el voluminoso déficit fiscal crearon expectativas de que el gobierno no podría sostener
indefinidamente un TC bajo. Ello llevó al público a cambiar activos monetarios domésticos por
otros externos (pesos papel por pesos oro). Fue la salida de ese oro lo que produjo el saldo
negativo de la cuenta de capital. Una visión de autores modernos sostienen que el diseño de
las políticas macro, inconsistentes entre las monetarias y fiscales, fueron la causa de la crisis.
Nuestro enfoque sigue esta visión.
La Política Monetaria.
Previo a 1880, no existía una unidad monetaria nacional. Circulaban monedas metálicas de
origen extranjero, principalmente de Chile, Bolivia y Brasil. Asimismo, se aceptaban otras
monedas extranjeras como las de EEUU, España, Francia y GB, entre otros.
Conjuntamente con esta variedad de monedas, los billetes de banco formaban parte del
circulante: Banco de la prov. de BSAS, del Banco Nacional y de algunas otras provincias como
Córdoba y Santa Fe.
Con la Ley del 5 de noviembre de 1881, se inicia una nueva etapa en materia monetaria en el
país: por primera vez se estableció una unidad monetaria nacional. Se dispuso que el peso oro
y el peso plata tendrían curso legal en todo el país (en la práctica fue solo el oro). Además, se
dispuso el cese del curso legal de las monedas extranjeras.
Respecto al papel moneda, la nueva ley monetaria restringió el derecho a emitir a cinco
bancos: Banco Nacional, Banco de la Provincia de BSAS, Banco Provincial de Santa Fe, el Banco
Provincial de Córdoba y el Banco Otero y Cía. Les dio a estas entidades un plazo de dos años
para remplazar sus billetes inconvertibles por nuevos billetes convertibles a moneda nacional.
Antes de cumplirse los dos años, la ley estipuló que los Bancos de emisión solo podrían emitir
billetes pagaderos en pesos moneda nacional oro a la par (1 a 1). Estos eran de curso
voluntario.
Fuera de la convertibilidad, la ley de 1881 no impuso restricciones a la emisión de billetes. A
emisión estaría regulada por las cartas orgánicas o estatutos de cada uno de los bancos o
quedaría librada a la decisión de los directivos de los mismos. Es de detallar, que los
requerimientos mimos de metálicos sobre la emisión, fijados por los propios bancos, estaban
muy por debajo del principio de la Currency School, es decir, un recaudo metálico del 100%
sobre unidad adicional de emisión.
Si un banco de emisión deseaba colocar en circulación 100 pesos papel, convertibles a la par
en pesos oro, debía mantener metálico en la forma de reservas en la proporción que
establecía su estatuto o directorio. Ello requería un ajuste en la hoja de su balance, ya sea a
través de una reducción de un activo rentable (créditos) o un aumento del capital propio.
En 1883, todos los bancos ya estaban convirtiendo sus billetes en pesos oro. La argentina,
operaba bajo un patrón mixto metálico-fiduciario, donde la oferta monetaria estaba
compuesta por monedas metálicas (pesos oro y pesos plata, aunque este último ya se aclaró
que sucedió) y billetes de banco convertibles a la par en pesos oro. Se trataba de un régimen
descentralizado, pues no existía autoridad monetaria nacional y el control de los billetes
convertibles estaba en manos de los cinco bancos de emisión.
Sin embargo, la convertibilidad duró 17 meses. Primero el Banco de la Provincia de BSAS dejo
de convertir sus billetes, luego de que las reservas del Banco Nacional estuvieran exhaustas, a
principios de 1885 una serie de decretos autorizó a los bancos de emisión a suspender la
convertibilidad por un plazo de dos años. Estos decretos otorgaron a los billetes de banco el
carácter de curso legal (forzoso). Así, en 1885 la Argentina entró en un régimen monetario
fiduciario, donde el peso moneda nacional se intercambiaba con el peso oro a una relación
flexible.
Dada la suspensión de la convertibilidad, los decretos establecieron tres restricciones en lo
referente al comportamiento bancario:
 No estaba permitido reducir las reservas metálicas existentes en ese momento.
 Era obligatorio mantener en las cajas de los bancos la mitad de las utilidades anuales,
convertidas en metálicos, mientras dure la inconvertibilidad.
 Estaba prohibido aumentar el stock de billetes emitidos.
Sin embargo, estas restricciones fueron levantadas o flexibilizadas al poco tiempo. La primera
restricción se flexibilizó casi instantáneamente: se les concedió a todos los bancos que circulan
billetes inconvertibles la facultad de movilizar el encaje metálico con el propósito de hacer
descuentos en oro, comprar cambios con oro u otra operación legal. Esto significó para los
bancos la supresión del principal costo de emisión que es el sacrificio en términos de ingresos
de mantener como reservas metálicos. Al poco tiempo, el gobierno nacional levantó la
segunda restricción al permitirles a los bancos disponer sus utilidades conforme sus estatutos
o cartas orgánicas. Finalmente, para el Banco Nacional, levantó la tercera restricción al
permitirle emitir conforme su estatuto o carta.
En 1886, se prorrogó por dos años más la inconvertibilidad y asimismo, se autorizó a los
bancos de BSAS, Santa Fe y Córdoba aumento de emisiones (en este caso, a diferencia de para
el Banco Nacional se flexibilizó la tercera restricción y no liberalizó).
Para diciembre de 1886, las restricciones de 1885 al comportamiento bancario habían sido
levantadas o por lo menos flexibilizadas. La emisión creció en esos menos de dos años un 51%
con un respaldo en metálico del 32%. Aunque ese recaudo ya no necesariamente estaba en las
bóvedas de los Bancos, podía estar en activos rentables.
El 3 de noviembre de 1887 se introdujeron nuevas reglas del juego bancario con la sanción de
la Ley de Bancos Nacionales Garantidos. Estas establecían que
I. Cualquier entidad bancaria podría emitir siempre que tuviera un capital realizado por
lo menos de 250.000 pesos moneda nacional y comprara títulos públicos nacionales
por el monto total de billetes a emitir.
II. Se creaba la Oficina Inspectora que entregaría a los bancos los billetes por la suma
igual a los títulos públicos comprados.
III. La emisión de billetes seria limitada al 90% del capital realizado de la entidad, en tanto
que el capital realizado debería superar por lo menos un 30% del autorizado.
IV. Los títulos serían pagados con oro a no menos del 85% de su valor nominal y
quedarían depositados en las cajas de la Oficina Inspectora a nombre del banco a que
pertenecieran, en garantía de los billetes recibidos.
V. Dichos títulos gozarían de un interés del 4,5%.
VI. Los bancos emisores deberían mantener una reserva de oro proporcional al 10% de la
emisión y sumarles a las mismas un 8% de las utilidades anuales liquidas.
VII. La emisión a realizar quedaría limitada a 40 millones de pesos para el establecimiento
de nuevos bancos.
La emisión de billetes continuaba siendo descentralizada pero se pasaba de un sistema de
pluralidad de bancos autorizados por el Estado a un sistema de banca libre inspirado por
Estados Unidos, aunque existían dos diferencias fundamentales:
1. Los billetes estaban garantizados por títulos públicos en ambos casos, pero en EEUU
los bonos elegibles provenían de mercados secundarios de activos mientras que en
Argentina los bonos fueron creados específicamente para el fin de respaldar las nuevas
emisiones. Eso conllevaba a la creación de una importante masa de deuda pública
argentina.
2. Los billetes estadounidenses eran convertibles y por lo tanto, los bancos debían
regular la cantidad de sus billetes conforme con los cambios en las reservas. Este
mecanismo funcionaba a medias en Argentina. El sistema monetario era legalmente de
papel moneda inconvertible, con lo cual los bancos no estaban obligados a convertir
sus billetes en una moneda cuya oferta no controlaban (oro). Aunque bajo la ley de
BNG el sistema actuaba como un patrón oro de mano única. La obligación de los
bancos de comprar títulos públicos en oro por el monto total de los billetes a emitir
llevaba a que la base monetaria se expandiera con el aumento del oro, pero la base no
se contraía frente a una disminución de las reservas. Además, el recaudo metálico era
del 85% sobre unidad adicional de emisión.
Si el banco deseaba colocar en circulación 100 pesos papel debía comprar un bono de 100
pesos oro al 85% de su valor, esta compra requería un ajuste a través de un aumento del
capital o una disminución de un activo rentable como los créditos. Asimismo, el banco debía
sostener en reservas el 10% de los billetes en circulación y el 90% restante podía colocarlo en
activos rentables (prestarlo a interés o comprar más Bono Oro Nacional.
Respecto a la circulación previa a la ley de BNG, la ley contenía reglas especiales para los
bancos de emisión que se encontraban funcionando al momento de su sanción:
 Dichos bancos podrían acogerse a la ley y tendrían un plazo de siete años, a partir de
1888 para adquirir los títulos públicos necesarios para garantizar la circulación, a
razón de una séptima parte por año. Podían adelantar los plazos si lo quisieran.
 Podrían disponer la mitad de la reserva metálica, prescripta por leyes vigente y
emplearla e la adquisición de los Bonos Oro Nacional (con aprobación del gobierno).
 Con aprobación del gobierno, podían obtener el anticipo de los títulos públicos si
daban las garantías.
 Estas reglas mencionadas no aplicaban al Banco Nacional. La Nación seria quien
deposite directamente a nombre del Banco Nacional una cantidad de títulos públicos
igual a la emisión primitiva. Pero esos títulos no devengarían intereses ni
amortizaciones.
La adhesión de los viejos bancos emisores a la ley fue absoluta. Todos ellos se incorporaron al
sistema antes de marzo de 1888, con las disposiciones legales. El gobierno central depositó a
nombre del Banco Nacional una cantidad de fondos públicos igual a la cantidad autorizada de
billetes (algo más de 40 millones de pesos moneda nacional).
De este modo a partir de 1888, los billetes emitidos por los bancos nacionales garantidos eran
de curso legal y estaban respaldados por títulos nacionales en oro por igual valor.
No paso mucho tempo hasta que se empezó a autorizar, tanto a los viejos bancos emisores
como los nuevos surgidos bajo la ley de BNG, a aumentar sus emisiones de billetes. Los nuevos
bancos se localizaron en provincias carentes de tales entidades, fundamentalmente se trataron
de bancos con alta participación de capitales provinciales.
Los bancos recientemente creados en las provincias contrajeron deuda pública en el mercado
de Londres para comprar los Bonos Oro Nacionales, requeridos para garantizar su emisión.
Provincias que no tenían industria ni producción con que responder a tan cuantiosos
prestamos obtuvieron millones de pesos oro. Ello llevó a que el esquema de funcionamiento
general se transformara en una operación de arbitraje: con el interés de los Bonos Nacionales,
a 4,5%, se pagaba el de los préstamos externos (algo más caros, un 6%) y se obtenían billetes
que se entregaban a los clientes por créditos por los que se cobraba un interés superior al 1,5%
necesario para cubrir el spread de tasas entre bonos y deuda. Había una clara ganancia.
La ley de BNG posibilitó que para marzo de 1889 la emisión se incrementara en un 73% en un
año, emisión marginal respaldada en un 85% por pesos oro de acuerdo al sistema. En 1889, el
gobierno logró su cometido de que entidades privadas (muchas de prestigio) se adhirieran al
sistema de BNG (impulsivamente al sancionar un impuesto de 2% sobre depósitos de
entidades no adheridas al sistema).
La Política Fiscal.
Uno de los rasgos de la política fiscal del siglo XIX es que los ingresos corrientes provenían
básicamente del comercio exterior. En particular, procedían de los impuestos a las
importaciones que representaban alrededor de dos tercios del total de ingresos corrientes en
la década que precedió a la crisis de Baring. Los impuestos a las exportaciones eran nulos o
insignificantes.
Los impuestos a las importaciones recaían fundamentalmente sobre los bienes de consumo.
En cuanto a los gastos públicos, el componente dominante fue el Ministerio del Interior, el cual
absorbía el 32% del gasto autorizado en 1884-87 y de hasta el 40% en 1890. Tiene su lógica,
pues a través de este ministerio el gobierno realizaba sus principales obras públicas, como la
construcción de la red ferroviaria, los trabajos portuarios, los edificios públicos, los subsidios a
la migración y las obras de comunicación, junto con las garantías ferroviarias. El gasto de dicho
ministerio reflejaba el crecimiento de la inversión pública productiva del periodo.
A medida que subía la participación del Ministerio del Interior en los gastos, disminuía la de los
servicios de la deuda, a pesar del aumento del stock de la deuda relativo a las erogaciones
nacionales. Esto parece estar vinculado a la aceleración de la formación del CSB a partir de
1888 utilizando una proporción mayor del presupuesto para financiar la inversión productiva,
prefiriendo pagar el servicio de la deuda con fuentes de ingresos alternativas como créditos,
recursos extraordinarios y fondos de reserva.
En la década previa a la crisis de Baring (1890/91) los gastos siempre excedieron a los ingresos,
a partir de 1888 la brecha entre ambos se acrecentó cuando las autoridades decidieron
acelerar el proceso de formación del CSB.
Cabe preguntarse cómo se financió este déficit fiscal. Es sabido que el Estado tiene dos formas
de hacerlo endeudamiento o emisión, o ambas maneras. Dado que no existe evidencia directa
del flujo de billetes adelantados al Tesoro desde los bancos de emisión se realizan inferencias a
partir del comportamiento de la inflación contrafactual. El supuesto de esta variable es que en
cada año los déficits fiscales se financiaron completamente con emisión, de este modo la
inflación observada debería asemejarse con la contrafactual propuesta si se hubieran
efectivamente monetizado los déficits fiscales.
Para 1885, la inflación fue del 22,8% que se acerca a la contrafactual del 24,1%, esto sugiere
que el déficit puede haberse financiado en gran parte con emisión monetaria. Dicho año la BP
se tornó negativa y se suspendió la convertibilidad. El “riesgo país” fue de 3,10% uno de los
más altos de la década y esta baja calificación crediticia deviene en que resulte poco probable
que el gobierno se hubiera podido financiar a través de la colocación de bonos en el mercado
de capitales internacional. En 1886 y 87 existió una mejor disciplina fiscal reflejada en una
reducción del déficit y del “riesgo país” a 2,47% en 1887, estas mejores posibilitaron al
gobierno a colocar títulos públicos en los mercados de capitales, de modo tal de poder
financiar los déficits con endeudamiento y esto está en línea con el hecho de que la inflación
observada para ambos años están por debajo de las contrafactuales. Pero en 1888, como ya se
dijo, la situación fiscal empeoró. A pesar de ello, el “riesgo país” continuó su tendencia a la
baja (2,18%). ¿Por qué este indicador no reflejó el deterioro de la posición financiera del
gobierno? En ese año se puso en práctica la ley de BNG, en conformidad con la misma la
expansión de la base monetaria estaba respaldada por reservas metálicas marginales. Estas
reservas marginales estaban acompañadas a su vez de un aumento de la deuda externa. Es
decir que la política fiscal expansiva se hallaba vinculada a un patrón oro de mano única, por lo
cual el aumento del déficit no se reflejó en el aumento de precios (la emisión que financiaba el
déficit al estar respaldada por oro no generaba inflación, sin embargo, este oro que la
respaldaba provenía casi exclusivamente del endeudamiento externo por lo cual en realidad el
Estado se financiaba con deuda).
La crisis.
A principios de 1889, emergieron a la superficie los primeros síntomas de debilidad financiera
del gobierno nacional. Este propuso pagar en pesos papel parte de la deuda contraída en oro
con un grupo de acreedores externos, lo que resultó en un default parcial de la deuda externa.
Como era de esperarse la posibilidad de colocar títulos públicos luego de esto se desvaneció
por completo. Argentina alcanzó así un techo en su capacidad al endeudamiento.
Al mismo tiempo, en BSAS el público comenzó a presionar sobre el mercado de cambios. La
gente buscaba en un activo monetario externo un depósito de valor que le diera la estabilidad
del poder de compra que los billetes domésticos no le garantizaban. Así se compraba oro con
papel moneda, y para mayor seguridad se lo mandaba al exterior. El gobierno culpaba a la
especulación la salida del oro y prohibió su negociación en la Bolsa. Pero la salida del mismo
continuó.
Bajo un sistema de TC flexible, esta huida del peso hacia el metálico se traduce en una
depreciación del TC. Sin embargo, ello no ocurrió porque el gobierno intervino en el mercado
de cambios con el deseo de evitar los efectos negativos que la prima del oro (depreciación del
papel moneda) causaba sobre los agregados macroeconómicos. La economía argentina era
particularmente sensible a las fluctuaciones del TC. Como economía pequeña y abierta a los
mercados internacionales, los precios de los bienes consumidos internamente (BPE y
manufacturas importadas) eran determinados afuera. Solo en unos pocos bienes no transables
la oferta y la demanda interna jugaban un rol en la determinación del precio interno. En este
contexto, la depreciación del TC era un elemento crucial en la suba de los precios internos.
Asimismo, un aumento de la prima del oro ocasionaba una disminución de la recaudación
pública ya que disminuían las importaciones. Además, como el gobierno percibía sus ingresos
en papel moneda, la depreciación implicaba una pérdida del valor real de dichos ingresos. Por
otro lado, el gobierno servía su deuda en moneda fuerte, la depreciación significaba una mayor
cantidad de papel moneda necesaria para atenderla. Es decir, también provocaba un
empeoramiento en el balance de las cuentas públicas.
Los impactos negativos de la depreciación no acababan allí. Los inversores externos, ante la
perspectiva de una suba del TC, desisten de sus intenciones de invertir en el país o demanda
una tasa de interés más alta para cubrirse del riesgo de licuación de sus inversiones. La
estabilidad del TC era clave para mantener un sostenido flujo de capitales que financiara los
déficits gemelos (fiscal y comercial) típicos de esa época.
Estas consecuencias justificaban que el gobierno viera conveniente un régimen de flotación
sucia. Así fue como entonces el oro depositado en el Banco Nacional, que era la garantía del
sistema bancario, fue lanzado al mercado. Pero el público anticipó correctamente que la
política monetaria de flotación sucia pronto se desviaría del anunciado objetivo de retomar la
paridad en busca de ser una herramienta al servicio del derroche fiscal. De ello resultó una
intensa sustitución entre monedas. El público no solo empleaba sus propios billetes para
comprar oro, sino que también pedía prestado a los bancos para hacerlo. Los agentes
atesoraban el oro o lo enviaban al exterior, es decir que este no volvía a la circulación.
Mientras que el Banco Nacional, volvía a inyectar los billetes absorbidos por las compras de
oro de la gente a través de redescuentos a los bancos. Esto perpetuaba el exceso de oferta de
dinero, que retroalimentaba el drenaje de oro de las arcas del Banco Nacional.
Como era de esperar la defensa del billete garantido fracasó. Para diciembre de 1889, el
agotamiento de las reservas hizo saltar la prima del oro, estallando la crisis. El salto del TC
generó los efectos explicados: aumento de precios, empeoramiento de la situación fiscal y
mayor reticencia de los capitales externos.
Iniciado el año 1890, el público puso a prueba la “convertibilidad interna” de los depósitos en
billetes, desencadenándose una corrida bancaria sobre los dos bancos lideres el Nacional y el
Provincia de BSAS. Estas entidades mantenían bajos niveles de reservas en relación a sus
depósitos. Sus portafolios contaban con grandes cantidades de títulos públicos, por ello
confiaban en que el gobierno les asistiría en una eventual corrida puesto que era el principal
beneficiario de sus préstamos. Y efectivamente así fue. El gobierno autorizó a entrar en
circulación billetes de vieja emisión para que pudiesen hacer frente al retiro inusitado de
depósitos. Pero estas medidas coyunturales no hicieron más que empeorar los fundamentals
que causaron los problemas, las nuevas “emisiones” incentivaron nuevamente los problemas
macro.

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