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Brutal (Pleasure & Prey 2) - A.J. Merlin
Brutal (Pleasure & Prey 2) - A.J. Merlin
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Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Con t en ido
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Sinop s is
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Estiro los brazos sobre la mesa de picnic, la mejilla apoyada en la áspera ma-
dera mientras miro las luces parpadeantes en los árboles. Me he pasado todo el 7
verano intentando encontrar un lugar que encajara perfectamente bajo algunas
de las zonas mejor iluminadas, y esta mesa de picnic lo es.
Por no hablar de la falta de voces y chillidos de los niños lo hace aún mejor.
Tras dos meses organizando campamentos de dos semanas de duración en este
lugar y cobrando más del salario mínimo por cada noche, por fin puedo sentarme
aquí sin los gritos de los niños ni el sonido de mi nombre para ocuparme de algo
casi demasiado ridículo para creerlo.
Consejera Hazel, ¡Adam está tratando de ahogar a Petra en el lago por diversión!
Nunca en mi vida había pensado que los niños fueran capaces de ser tan, ah,
creativos, pero este verano definitivamente me ha probado lo contrario.
Y me ha demostrado las pocas ganas que tengo de tener mis propios hijos.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Liberando un profundo suspiro cierro los ojos ante el sonido de las pisadas
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
sobre la hierba áspera, el crujido de las pequeñas ramas y las hojas caídas mien-
tras la persona se dirige hacia mí. Tal vez si no me muevo, pensarán que estoy
muerta y seguirán adelante. Otros consejeros son como osos, ¿verdad? ¿No te ven
si no te mueves? Además de eso, tengo una idea bastante buena de lo que quieren,
y lo he estado evitando toda la tarde.
Tengo la sensación de que lo está haciendo ahora, pero no voy a apartar la vista
de mis árboles para averiguarlo.
—Te vas a perder la fiesta —anuncia, con la voz seca por la decepción esperada.
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—¿Recuerdas? ¿Eso que nos pasamos toda la tarde preparando? Tú estabas allí.
Ella resopla. —Entonces no bebas. Pero no puedes quedarte aquí toda la noche
enfurruñada.
—Quizá estoy demasiado preocupada para ir contigo —expongo con una risa
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—Sí, obviamente. —Me siento, apenas capaz de ver el brillo del agua a través
de la arboleda. —Estoy haciendo guardia para que cuando salga del agua como
una cosa muerta y poseída, pueda gritar lo suficientemente fuerte para que todos
ustedes huyan. Mientras me sacrifico, por supuesto.
Poniéndome de pie de todos modos, estiro los brazos por encima de mi cabeza.
Por fin está refrescando aquí, ahora que estamos a mediados de agosto en Ohio,
y la brisa del lago es agradable en lugar de bochornosa y portadora de una marea
de mosquitos dispuestos a chuparnos toda la sangre.
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Jenna espera a que la mire antes de poner los ojos en blanco.
—No voy a meterme en el lago —suspiro, poniéndome a su altura. —En primer lugar,
apenas me gusta nadar. —Pero no puedo negar exactamente el resto de su declaración.
ahogarnos los fines de semana, ni ahora, cuatro años después, aquí en el campa-
mento Clearwater mientras los más de quince consejeros sorben todo el alcohol
que tienen a la vista.
¿Cómo dice el dicho? ¿Cerveza antes que licor y nunca enfermo vas a sentirte?
Algo así creo, sin embargo, nunca se me ha aplicado, ya que todo me sienta fatal
cuando se trata de alcohol.
Sin pesar más en ello, mi cerebro hace los cálculos de lo que he oído, y pre-
siono las palmas de las manos contra el mostrador mientras frunzo el ceño. Glen-
dale Road no está tan lejos de aquí. Tal vez unos dieciséis kilómetros si tenemos
suerte, y eso me pone increíblemente nerviosa.
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Mis ojos parpadean, la mirada va de cara en cara de la multitud de conse-
jeros. A diferencia de otras instalaciones que emplea adolescentes, Campamento
Clearwater siempre ha contratado jóvenes adultos para su colonia de verano, ale-
gando que somos “más maduros” cuando estoy bastante segura de que no es así
en absoluto. La mayoría ronda alrededor de los veintiuno o veintitrés años, como
yo, aunque hay un par con valores atípicos.
Como Brett. Con veintisiete años, me parece raro que quiera trabajar aquí con
personas cinco o seis años más joven que él. Y lo que es peor, ciertamente no
actúa como si fuera mayor que cualquiera de nosotros. En todo caso, es exacta-
mente lo contrario.
Por fin, encuentro a Jenna, justo a tiempo para verla sacudirse el flequillo os-
curo y apartar sus ojos igualmente oscuros mientras mira a otra de las orienta-
doras, una chica que se hace llamar Em, con una expresión en la cara que ya he
visto antes. Alguien tiene un enamoramiento.
sólo para que alguien me sujete del brazo y tire de mi para enfrentarlo.
No hay nadie más en el mundo que pueda hacerme fruncir el ceño así, ni hacer
que mi corazón se hunda. No es sólo que sea cinco años mayor que yo, además
de ser el hijo del dueño. Y no es sólo que su personalidad apesta. No, esos no son
los verdaderos problemas.
—Sí —reconoce Brett, la preocupación clara en sus rasgos. —Pero mira, ella
está... —Frunce el ceño mientras observa a Jenna, que ahora se ríe de Em acercado
su cuerpo a la chica más alta. —¿Quieres que vayamos a hablar fuera?
Levanto la vista hacia él, observando su delgado y atractivo rostro por el que
debería desmayarme en lugar de que me resulte indiferente. Y quizá debería apre-
ciarlo, si no fuera porque no es mi tipo y para nada simpático. Pero ahora mismo,
parece la persona más sobria de aquí, y quiero hablar con alguien sobre la posibi-
lidad de que nos maten a todos mientras dormimos.
Esta no puede ser una decisión peor que cualquiera de las que ya he tomado
este verano. —Bueno, eh sí. Supongo. —Asiento un par de veces, aún insegura.
—Vamos afuera.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
C uando dije que saldría con Brett, no me imaginé que me llevaría de excur-
sión. Esperaba ir justo afuera de las puertas de la cabaña comedor, donde es más
tranquilo y no podemos oír el ruido de los otros consejeros intoxicados.
Ah, claro, porque sólo tengo dos sudaderas para usar en otoño y ésta es una
de ellas.
—Querías hablar fuera, ¿recuerdas? —señala, mirándome por encima del hombro.
No puedo ver su expresión en la oscuridad, pero sus palabras me hacen dudar.
—Pero no quería ir de excursión. —Me detengo, con los brazos cruzados sobre
el pecho mientras lo miro bajo la ristra de luces que hay sobre nosotros. Es sufi-
ciente para poder verlo girarse con una estúpida sonrisa en su estúpida cara.
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No me gusta cómo lo dice, y retrocedo dejando caer las manos a los lados para
apretarlas, con las uñas clavándose en mis palmas.
—Hombre, hay un asesino aquí fuera —expongo despacio, como si tuviera pro-
blemas para oírme. —Quizá no estabas escuchando, pero en la radio han dicho
que esta mañana han encontrado un cadáver en Glendale Road. No está lejos de
aquí. ¿Tal vez dieciséis kilómetros?
—¿Y eso qué? —repito, estupefacta. —¿Lo único que puedes decir es y eso qué?
Está demasiado cerca para que nos quedemos aquí arriba. Este tipo ha matado a
tres personas en dos semanas. ¿De verdad quieres ser el siguiente?
Sería grosero hacerle saber lo poco que pienso de él, o que estoy segura de que
es un asqueroso pervertido.
—Entonces, ¿qué quieres que haga al respecto? Nadie va a subir aquí. Esto es el
campamento Clearwater, por el amor de Dios.
—Los únicos que están aquí arriba son los consejeros borrachos y nosotros
dos. Nadie más.
Vuelvo a tropezar, pero esta vez la mano de Brett se extiende para sostenerme,
reteniéndome incluso cuando soy capaz de valerme por mí misma.
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—No me llames así —reprendo bruscamente. Nunca he tenido a nadie que in-
tente acortar mi nombre, y él no será el primero.
—Como quieras. Te llamaré lo que quieras, sólo dame una oportunidad. Deja
de ser tan fría. Es la última noche del campamento de verano, ¿sabes? —Su otra
mano se extiende, agarrando mi brazo opuesto para que no pueda golpearlo.
Menos mal que lo hizo, porque mi plan era, romperle la nariz. Por desgracia,
con sus largos dedos de Nosferatu agarrándome, eso no va a suceder.
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Abro la boca para increparlo, pero me detengo al oír algo cerca de nosotros,
como pisadas en el bosque.
—¿Entonces qué? —Se burla de mí, cortándome el rollo. —¿Me has estado jo-
diendo todo el verano?
Por el rabillo del ojo, veo que algo se mueve a mi izquierda, pero el agarre de Brett
es demasiado doloroso para que pueda distinguir realmente si era sólo la sombra de
una rama o yo recibiendo un latigazo cervical por lo fuerte que me está sacudiendo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¿Qué? —Sus palabras atraen mi atención hacia él en lugar de hacia lo que nos
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—Nunca has dicho nada las otras veces que te he tocado, o cuando te he ayu-
dado. —No creo que respirarme en el cuello durante el voleibol sea ayudarme,
pero está claro que para Brett sí. Quizá no le enseñaron buenos modales de pe-
queño. —Ni una sola vez me has dicho que pare, o que no te gustaba. Y esta noche
aceptaste salir afuera conmigo. ¿Cuál es tu jodido problema, Hazel?
—No quiero tener nada que ver contigo. Y definitivamente no quiero lo que sea
que te propones hacer. Suéltame, Brett. Suéltame de una jodida vez y vete.
—Está bien —tranquiliza Brett después de un momento, sin más ruido que
el de los grillos y el resto de la vida nocturna junto al lago. —No es nada, ¿de
acuerdo? Jesús, Hazel. Actúas como si nunca hubieras estado al aire libre. Son
sólo los sonidos de la naturaleza por la noche.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Hay suficiente luz de luna para que pueda ver la sonrisa arrogante de su cara,
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
pero cuando presiona su cuerpo contra el mío, doy un respingo para prepararme
para su asalto y cierro los ojos con fuerza contra el movimiento.
Lo que no espero es que afloje las manos. No espero sentir su respiración en-
trecortada ni el sonido ahogado que emite.
A pesar de ello, cuando abro la boca para gritar, lo único que sale es un agudo
jadeo y un muy sentido—: Joder.
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Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Él mira hacia arriba, el miedo ampliando sus ojos saltones, sus rodillas se do-
blan y él sólo… se va. 17
Con poca gracia, sus piernas patalean mientras una mano sube para aga-
rrarse la garganta como si pudiera hacer algo para alterar el hecho de que se está
muriendo.
Sus ojos giran en sus órbitas para encontrarse con los míos y un sonido sale de
su garganta mientras me mira en busca de ayuda.
Pero, ¿qué demonios se supone que debo hacer? Mi mirada se desliza hacia
arriba, con el miedo helándome cada centímetro del cuerpo mientras el hombre
enmascarado, vestido con un abrigo negro holgado sobre una camiseta y unos
jeans negros, observa a Brett morir. Sin embargo, no es su atuendo ensangrentado
lo que mantiene mi atención. Tampoco es la sucia máscara manchada de sangre
que lleva sobre su rostro.
Cuando levanto las manos temblorosas y veo la sangre en ellas, veo que allí
también parece negra.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
un paso más cerca de mí, atravesando el cuerpo de Brett como si fuera un obstá-
culo más en el suelo.
Me interrumpo, aterrorizada.
Estoy a salvo. El alivio de que, por alguna razón, no haya decidido matarme
inunda mi cuerpo y casi me derrumbo. Estoy a salvo y él se marcha y se va...
Caigo al suelo, arrodillándome en la tierra mientras rebusco hasta que mis dedos
se cierran alrededor de dos rocas de tamaño mediano. Esto es estúpido. Esto es
increíblemente estúpido y no voy a tirarle una piedra a un jodido asesino en serie
para que no pueda ir por mi mejor amiga y los amigos que he hecho este verano.
—¡No! —repito, y esta vez creo que veo su cabeza inclinarse hacia un lado,
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Lanzo la piedra más grande, con mala puntería por el susto y la oscuridad, y le
pasa por encima del hombro.
—¿En serio? —Me sorprende que su voz no sea una mezcla de maldad espe-
luznante. Desde luego, no suena como si el diablo lo hubiera enviado sólo para
asesinarme, ni como un monstruo.
Suena normal.
Entretenido incluso, como si hubiera hecho algo gracioso y ahora quisiera ha- 19
blar sobre ello. El corazón me late en el pecho y tengo los dedos fríos mientras ese
estúpido pensamiento es ahuyentado por un miedo abrumador.
—Mataste a Brett —siseo, con los ojos muy abiertos. —¿No puedes simple-
mente... irte?
Resopla, y eso me recuerda de nuevo que es tan humano. Dios mío, realmente
no debería estar haciendo esto. Debería intentar llegar antes que él al campa-
mento y sacar a todos mis amigos antes de que llegue.
—Si lanzas eso, voy a hacer que te arrepientas. —Su tono es conversacional,
más que amenazador. Casi sorprendido, más que... bueno, amenazante. Tiene una
voz más ligera que no concuerda con la máscara de hockey, y cualquier otro día,
nunca asociaría esta voz con un asesino en serie.
—Bueno. —Muerdo con fuerza mi labio inferior. —¿Si pudieras caminar en la di-
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Pero si no me mata a mí, matará a todos los demás. Lógicamente, es una deci-
sión fácil. Desafortunadamente, es mi vida la que está en juego, y no quiero morir.
—Mis amigos están en esa dirección. No puedo dejar que mates a mis amigos
—añado, poniéndome en pie. Si voy a lanzar esta piedra, no quiero seguir en el
suelo cuando lo haga. Por suerte, el cuerpo de Brett está entre nosotros y sólo
puedo esperar que me dé un segundo extra para alejarme cuando arroje la piedra.
Por favor, déjame correr más rápido que él. Tropiezo con raíces y ramas, pero
no dejo que me frenen. Ni siquiera cuando me cortan las piernas desnudas o des-
garran mi sudadera. Solo sigo corriendo y finalmente llego junto al lago, donde la
luz de la luna me ayuda a ver.
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Una vez allí, alargo la zancada con los brazos a los costados. Nunca fui una
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No quiero morir aquí. Una y otra vez, mientras corro, ruego a cualquier deidad
o destino que me escuche que pueda ayudarme. Que me ayude a escapar de él
lo suficiente como para avisarle a Jenna y pedirle que llame a la policía. Tal vez
pueda rodear el lago, si es necesario. No es... tan grande. No en este momento,
cuando el miedo y el terror me impulsan hacia adelante. Sin mencionar la abru-
madora amenaza de muerte.
De repente, suena el tono que Jenna había elegido para ella y casi me hace le-
vitar de la sorpresa. Me tapo la boca con una mano ensangrentada para no hacer
mucho ruido y deslizo el dedo por la pantalla, dejando una huella ensangrentada
del pulgar en el cristal haciendo una mueca de dolor.
Una respiración llega a mis oídos momentos antes de que me arrebaten el te-
léfono de las manos, desapareciendo entre la maleza mientras me doy la vuelta,
sabiendo ya a quién me voy a encontrar.
Efectivamente, el hombre del machete está detrás de mí, con la máscara ilumi-
nada por la luz de la luna.
Me arrastro desde mis brazos mientras jadeo y miro fijamente el suelo oscuro
debajo de mí. Me repito que tengo que levantarme. Necesito moverme o moriré en
el suelo con un machete clavado en medio de la cara. Y aunque estoy segura de
que hay peores formas de morir, ahora mismo no se me ocurre ninguna.
Los pasos se acercan y mis brazos tiemblan mientras jadeo. Mis dedos se en-
roscan en la tierra cuando los pasos se detienen, pero no tengo que levantar la
vista para saber que está cerca.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Pobrecita. —La voz del hombre solo puede describirse como un ronroneo, y
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Se acerca y, cuando abro los ojos, alcanzo a ver las perneras de sus jeans y la
puntera negra de sus botas de montaña. Mis labios se separan cuando lo miro, y
me muero por decir algo que desmienta el miedo que me provoca estas nauseas.
Va a matarme.
—¿No vas a rogarme por tu vida? —pregunta, sonando curioso más que nada.
—Viste como maté a ese chico. Seguro que sabes lo que viene después, ¿verdad? 23
Me estremezco, agarrando tierra entre los dedos y sacudo la cabeza.
—Que te jodan —siseo, parpadeando con fuerza para intentar apartar las lá-
grimas. Si va a matarme, no va a hacerme suplicarle también.
—No, esto no funciona así. —Sujeta mi barbilla hasta que su pulgar me pre-
siona el labio inferior. El cuero de su guante es áspero cuando lo desliza dentro de
mi boca, y me estremezco cuando siento el sabor cobrizo de la sangre. La sangre
de Brett. —Te atrapé, conejita. Mi pequeña presa.
—No voy a rogarte que no me mates —digo con voz temblorosa. —No te lo voy
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a conceder.
—¿No? Estabas más que dispuesta a rogarme que no matara a tus amigos. —Es
tan sociable que me inquieta. Como si no estuviéramos aquí, en el lago, y la policía
no estuviera en camino para detenerlo o matarlo a tiros.
—Si vas a matarme ahora... —Me giro, tratando de mantener a la vista la mano
con la que sostiene el machete, aunque con él tan cerca de mí, es increíblemente
difícil. —¿Por qué salvarme de Brett? ¿Por qué evitar que me hiciera daño?
—Pero tú...
—A lo mejor estaba celoso de que otra persona tocara a la chica tan hermosa a
la que estuve acechando todo el verano.
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Se me hiela la sangre al oírlo y levanto la cara hacia la suya, con la boca abierta
para replicar, solo para que él levante el brazo de repente y agarre la base del cuello
con sus dedos largos. Me empuja de espaldas al suelo, mis hombros chocan contra
la suave hierba y mis ojos encuentran el débil resplandor de las luces de los árboles.
Voy a morir aquí, bajo una hermosa noche de verano. Me late el corazón en el
pecho cuando se mueve para sentarse a horcajadas sobre mis caderas, y estoy de-
masiado agotada por mi intento de escape como para hacer algo más que mirarlo
fijamente y rezar a Dios para que no me duela tanto como parecía cuando asesinó
a Brett.
Mueve el brazo, el que sujeta el machete, pero cuando entra en mi campo de vi-
sión, no sujeta la hoja en sí. En su lugar, sostiene una tira de tela, algo que podría
haber sido arrancado del faldón de su camisa, y lo cuelga por encima de mi cara.
—No voy a dejar que hagas... lo que sea esto. Si vas a apuñalarme o a dego-
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llarme, tendrás que aguantarte que te vea hacerlo. —No sé qué clase de postura
es esta, y puedo sentir mi alma llorando ahora mientras busco mentalmente cual-
quier señal de que esto no está pasando de verdad.
Porque no puede estar pasando. Tengo veintitrés años y no merezco morir así.
Claro, no he hecho nada grandioso como conseguir un trabajo a tiempo completo
u acudir a terapia con regularidad. Ni siquiera he mantenido viva una planta.
—Adorable —expresa, y me agarra las manos con sus dedos enguantados, obli-
gándome a bajarlas a los costados para poder sujetármelas con las rodillas mien-
tras me agito con renovada energía intentando por todos los medios quitármelo
de encima.
—¡Basta! —grito, probando darle una patada sin conseguirlo. Aparto la cara de
sus manos, pero es inútil. En cuestión de segundos, el paño está atado sobre mi 25
cara, lo suficientemente seguro como para que no vaya a ninguna parte.
Abro los ojos tras él y no me sorprende no poder ver nada. Todo está negro
como el carbón y me paralizo.
—Ya está, conejita —anuncia, recorriendo con el pulgar mi labio inferior. Con
una sacudida, me doy cuenta de que se ha quitado los guantes, aunque no en-
tiendo por qué. —A diferencia de otras personas, no soy tan estúpido como para
mostrar mi cara tan pronto.
—Nada. Sólo hablo conmigo mismo. —Algo tintinea en una roca cerca de mi
cabeza, y cuando me doy la vuelta, encogida ante la expectativa de dolor de ser
apuñalada... no pasa nada.
¿Acaso va a estrangularme?
—Se cumplió tu deseo, ¿verdad? Vine por ti en vez de ir por tus amigos. Eso es
lo que querías. Y me diste una persecución tan divertida. En realidad, no pensé
que durarías tanto, si te soy sincero. Y tienes tan buen aspecto en el suelo, man-
chada de sangre y tan cansada que estás temblando.
Quiero decir algo, aunque no tengo ni idea de qué. Parece casi un cumplido,
pero mi mente se niega a aceptarlo. Es imposible que un asesino en serie esté di-
ciéndome que lo he hecho bien o lo que sea. Claramente, sólo me está jodiendo
para darme esperanzas antes de acabar con mi vida.
Sus nudillos vuelven a tocar mi mejilla, como una suave reprimenda, aunque
no es una bofetada. Es un roce, como mucho.
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inmediatamente.
—¿Me has oído, conejita? —Toca mi mejilla una vez más, con tono divertido.
—¿O el shock te ha dejado inconsciente?
—Eso —susurro. —Porque sé que no acabo de oír lo que creo que escuché.
—¿Qué parte? ¿Qué voy a besarte? ¿Que un asesino con más víctimas que años
llevas viva quiere destrozarte esa boquita tan bonita antes de dejarte libre? ¿O que
he estado viniendo aquí cada semana durante todo el verano, imaginando lo que
te haría si tuviera exactamente como te tengo ahora? Iba a dejarte ir, ¿sabes? —Se
inclina más hacia mí y me agarro con fuerza, aunque ahora no puedo hacer nada
más que apartar la cara de él, con los ojos sin poder ver bajo la improvisada venda.
—¿Vas a obligarme a pelear contigo también por esto? —Se ríe, con su aliento
caliente bañando mi mejilla.
—Haré que luches conmigo por todo —replico, y no estoy preparada para la
forma en que gruñe contra mi oído. Joder.
—Bien. —¿Qué? —Prefiero hacerlo, de todos modos. —Su mano libre me agarra
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
—Buena chica —ronronea, justo antes de besarme en serio, con su lengua pre-
sionando contra la mía y recorriéndome toda la boca. Al contrario de lo que espe-
raba, no sabe a sangre.
Sin embargo, de alguna manera, uno de mis brazos termina en su cabello, mis
uñas rasguñando con dureza el cuero cabelludo hasta que emite un sonido de
satisfacción dentro de mi boca. Esta vez hay un estremecimiento en dirección
contraria que empieza en mi lengua y termina entre mis muslos.
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Es jodida adrenalina, me grito a mí misma, agarrando con fuerza su pelo ás-
pero. En realidad, no quieres esto. Es literalmente la adrenalina. Pero no siento
esa energía cuando me besa. De hecho, siento que realmente estoy disfrutando
esto y que no quiero irme a ninguna parte. Con todo, mi cuerpo no reacciona así,
y aunque hace tiempo que sé que estoy un poco jodida, no puedo estarlo tanto.
¿Verdad?
Acabo de ver a este hombre asesinar a alguien, quien me persiguió por el bosque
para cazarme y divertirse confundiendo a mi cerebro aterrorizado.
—Vas a tener que soltarme el pelo. O al menos sujetármelo con más suavidad,
conejita —murmura contra mi garganta. —Si no, voy a pensar que deseas algo
más que un beso.
verdad, no siento que lo haya hecho, y desearía poder ver, algo más que la negrura
tras la venda que me ha puesto.
Suspira y me roza el labio inferior con el pulgar, arrastrándolo hacia abajo hasta
que su mano se enrosca alrededor de mi garganta. —Supongo. Ya que quieres que
lo haga. —Hay un toque juguetón en su voz que definitivamente no entiendo, y
cuando su mano aprieta muy ligeramente mi garganta, me estremezco cerrando
los ojos con fuerza.
Definitivamente no hay otra buena razón para estar jadeando, pero no lo digo. 29
Me quedo en silencio, esperando que se levante y se vaya para que yo pueda
volver al camping gritando. Y si pateo un poco de tierra sobre el cuerpo de Brett
en el camino, ¿quién va a saber o decir algo?
—Toma. —Me ponen algo en la mano, y cuando mis dedos lo rodean, respiro
sorprendida.
—¿Ese es mi teléfono? —Estoy segura de que sí. Noto la carcasa entre mis
dedos y mi pulgar se desliza sobre la lente de la cámara mientras mi corazón lo
toma como una invitación a acelerarse de nuevo. —¿Me devuelves mi teléfono?
—Sí. —Se mueve, y siento que se pone de rodillas encima de mí, sus labios ya
no están encima de los míos.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¿Y si me haces una foto? —Su mano acaricia mi cadera, haciéndome estre-
mecer. —¿Qué vas a hacer, conejita? ¿Quitarte la venda de los ojos, tirarme al
suelo y hacerme fotos para enseñárselas a la policía? ¿Eh? —Sus dedos rozan
mi piel desnuda, dibujando pequeños círculos en mi bajo vientre. —Y ya que
estás, ¿me atas a un árbol con una cuerda que has tejido con hojas y ramas secas
guiando a la policía hasta mí por el olor?
Se está burlando de mí. Está tratando esto como si fuera una gran broma, y
como si yo no pudiera hacer lo que he dicho. Aunque, para ser honesta, no estoy
seguro de que pueda. Probablemente tiene todo el derecho a burlarse de mí, y 30
prefiero que haga eso a que me asesine.
Él se ríe. —No, conejita, no seas así. Te diré una cosa. Eres más que bienvenida
a intentarlo. No voy a matarte.
No le creo.
—¿Me ha estado vigilando todo el verano? —En realidad no es asunto mío saber por
qué un loco asesino en serie hace eso, pero una parte de mí sigue sintiéndose curiosa.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Una vez a la semana por lo menos —asegura casi con dulzura. —A veces puede
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
ser difícil escaparse, pero me alegro mucho de que hayamos quedado antes de que
vuelvas a casa mañana. Es un poco como un dulce romance de verano, ¿no crees?
No respondo.
S e ha ido.
El alivio me invade tan rápido como los sonidos del bosque y me quito la venda
por completo. Hay una brisa entre las ramas por encima de mí, una que mueve
las pequeñas luces sujetadas a los árboles incluso tan lejos desde el campamento.
Por lo que he oído, las luces se extienden un par de kilómetros en cualquier direc- 32
ción del campamento, aunque cada vez son más escasas a medida que avanzan.
Mis ojos encuentran los árboles de la orilla del lago y veo un parpadeo de luz
entre ellos.
Estoy segura de que podría dirigirme hacia allí y regresar a salvo al campa-
mento, pero ese no es el camino que siguió el enmascarado.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
En lugar de eso, sigo el sendero usado para caza menor en el bosque, bastante
segura de que es por aquí por donde ha ido. Sinceramente, se me da bien guardar
silencio y vigilo mis pasos para no pisar piedras o ramas ni nada que pueda de-
latar mi presencia.
¿Llegaría a verle la cara? Eso sí que es una locura, en las películas los asesinos
sólo muestran su rostro a las personas que van a matar. Y yo no quiero morir.
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Pero creo que tampoco quiero que muera nadie más.
Mis pasos lentos me llevan a una parte más oscura del bosque, aunque todavía
puedo oír las olas rompiendo en la orilla en algún lugar a mi izquierda. Luego el
sendero se desvía hacia el lago y, finalmente, salgo de la espesura de la arboleda
y llego a un lugar más despejado en la orilla.
¿Es un lugar para acampar? Es lo único que se me ocurre. El suelo está limpio de
escombros y hay un pequeño muelle que conduce a una parte más profunda del lago,
en vez de la suave orilla que los chicos utiliza para nadar y que me resulta familiar.
Me trago la bilis, deseando haberme quedado en la parte más espesa del bosque
en lugar de venir aquí. Echando un vistazo al alrededor, intento vislumbrar en la
oscuridad de los árboles circundantes. Pero no hay nada. No hay movimiento. Ni
el brillo blanco de una máscara. De hecho, lo único que tiene vagamente forma de
persona es lo que hay en el borde del muelle.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
una víctima ahí fuera, en una silla al final del corto muelle.
¿Verdad?
Dios, es la primera vez en mi vida que espero que alguien esté muerto. ¿Eso
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Lentamente, me doy la vuelta, con la boca apretada en una fina línea mientras
camino con cuidado hacia el muelle. No me importa que la madera cruja bajo mis
pies. No me importa que se quiebre dejándome caer en al lago.
Al final del muelle, miro hacia arriba con la intención de volver a comprobar el
claro antes de escapar. Pero mi cuerpo se detiene en seco.
—¿Creías que estaba sentado admirando la vista? —Su voz es burlona, tran-
quila y jodidamente peligrosa. —¿O pensabas que hallarías otra desafortunada
víctima en el bosque? —Con la capucha puesta, no puedo ver sus rasgos, y tam-
poco se sí quiero.
—Bueno, no eso es del todo cierto, ¿verdad? —Se acerca con el machete, pro-
bando el filo con sus dedos enguantados. Me estremezco ante el movimiento y
doy un paso atrás hacia a los árboles más espesos. —No te ofendas, conejito...
—dice sin mirarme, volviendo a apoyar el machete sobre la mesa. —Pero no eres
lo suficientemente rápida como para dejarme atrás. Sobre todo, porque tengo la
sensación de que estás tan cansada como cuando te atrapé la última vez.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¿Por qué? —suelto furiosa, con las manos apretadas a los lados.
No contesta.
—¿Por qué has venido aquí? —cuestiona en lugar de responder unos segundos
después. —¿Después de que te dejara sola? ¿No deberías haber vuelto saltando a
tu campamento? —Otra vez con las bromas de conejos.
—Me perdí —miento con facilidad, abriéndome paso lentamente hasta la línea
de árboles. —Estaba tratando de volver, pero no sabía por dónde ir, y no me di
cuenta que elegiste este camino...
—No eres buena mintiendo. Y tendrás que mejorar mucho si quieres engañarme 36
—señala suavemente, sin levantar la vista de sus manos.
—Ni lo sueñes. —En lugar de eso, doy otro paso dispuesta a correr.
Dudo, aunque realmente debería huir. Pero tiene razón en algo increíblemente
desafortunado. Estoy agotada. Me arden los músculos y aún siento las piernas
como gelatina. Necesito otro minuto, o diez, para poder correr a cualquier parte,
y me temo que ambos lo sabemos.
—¿Por qué? ¿Qué quieres de mí? Dijiste que no me matarías, ¿recuerdas? —de-
safío, como si un asesino en serie se atuviera alguna vez a su palabra.
—También te dije que hay muchas formas de hacer que te arrepientas que no
impliquen matarte o hacerte un daño grave —explica, sin moverse. Su mano sigue
levantada entre nosotros y la miro, luego a su rostro ensombrecido que no puedo
distinguir.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Tal vez. Pero creo que deberías arriesgarte haciendo lo que te digo, en lugar
de huir.
Sus palabras hacen que se me hielen los pulmones y me ahogo con el aire que
respiro. Él me hará daño. Va a jodidamente matarme, más concretamente. Y le
tengo tanto miedo que me siento paralizada.
Entonces, sin decir una palabra más y rezando para que ocurra algún milagro,
salgo disparada hacia los árboles...
O lo intento.
—N-no.
Se ríe entre dientes. —Mis amigos dicen que soy más simpático sin la máscara,
pero de cualquier forma no vas a verme la cara. O los cierras para que pueda ven-
darte los ojos, o me la pongo y no te gustaré tanto.
Siento que tiemblo bajo su agarre casi abrasador y asiento lentamente, incapaz
de pensar en una salida sin hacer lo que me dice.
—No pasa nada. Puedes confiar en este. Sólo por esta vez. No te haré daño,
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—Lo siento. Me iré. Por favor. Me iré, y no le contaré nada a nadie. No sé nada...
—Sí, soy plenamente consciente de ello. ¿Qué? ¿Pensaste que te dejaría se-
guirme hasta aquí si existiera la posibilidad de que vieras algo que pudiera me-
terme en problemas? ¿Consideraste por un segundo que no sabía lo que mi pe-
queña presa iba a hacer una vez que la dejara libre? —Su voz es un rumor bajo y
burlón que me sacude con una sensación que sólo en parte es de miedo.
—Lo siento —repito, sin oponerme a que me lleve adonde quiere. No sé dónde
ni para qué exactamente. No cuando estoy cegada. Aunque cuando da un tirón
38
repentino y su otra mano me obliga a apoyarme sobre su regazo, con los codos
sobre la mesa de picnic, se me vuelve a hundir el corazón.
—Podría pedirte que contaras por mí... —Levanta la mano y un segundo des-
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pués la baja, con tanta fuerza que el golpe me escuece en la piel. Jadeo, ponién-
dome de puntillas, intentando alejarme de él y del dolor punzante o algo así.
—Pero no seré tan malo contigo. Lo único que tienes que hacer es quedarte ahí y
aguantarlo. Eso es todo, conejita. ¿Es mucho pedir?
—Sí.
Oh joder, maldigo para mis adentros, mientras algo distinto del miedo y el alivio 39
inunda mi cuerpo. Mis muslos se aprietan cuando desliza la palma de la mano
sobre la carne maltratada de la parte superior de mis muslos, y gimo cuando me
golpea, en el mismo sitio, lo que sólo hace que empeore. Me azota dos veces más
y luego baja la mano para acariciarme de nuevo los muslos.
—¿Estás lista para otra ronda más? —canturrea con los dedos clavados en mis
suaves muslos.
Sacudo la cabeza y aprieto la nariz contra su brazo. —Sí, lo estás, dulce co-
nejita. Te portas muy bien conmigo. Eres una chica tan buena para mí. —Eso no
ayuda y desearía que dejara de hablar. Su voz es como un terciopelo suave y liso
que se desliza contra mi cuerpo, haciendo que esta sesión de castigo sea mucho
peor. —Puedes hacerlo por mí una vez más. Dos más en cada lado, ¿de acuerdo?
Eso es todo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
contra él.
—Oh —murmura y se ríe suavemente. —No es por esto por lo que pensé que te
oponías a recibir tu castigo, conejita.
Me quedo en silencio. Sin nada más que decir, sobre todo cuando siento como
el ardor que deja en mi piel tras cada azote parece dirigirse al mismo centro de 40
mi cuerpo.
Su mano vuelve a mis muslos, calmando con caricias uno y luego el otro. Su
piel se siente fría contra mi carne maltratada y gimo mientras me retuerzo en su
regazo, intentando no sonreír contra él.
Pero no importa.
—Para, por favor. Sólo... para —suplico, apenas capaz de prestarle atención. La
cabeza me da vueltas por el placer que intento alejar, y sólo oigo vagamente su
suave risa.
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—¿Que pare qué, conejita? Estás temblando de placer y lo único que he hecho
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Sacudo la cabeza.
—Buena chica —elogia en voz baja y tensa. —Te portaste muy bien conmigo...
aguantaste más de lo que esperaba.
—¿Me dejarás ir, entonces? —susurro, con las manos en sus hombros mientras
41
miro a ciegas el lugar en donde estaría su cara.
—Sí, claro que lo haré. —Empieza a aflojar su agarre, solo para apretarme con
más fuerza, manteniéndome en mi sitio.
—Lo sé, conejita —arrulla, deslizando sus uñas por mi muslo. —Pero eso es
sólo un lloriqueo de alguien a quien no le gusta. ¿Tienes cosquillas? —Ante el
cambio de tema, vacilo y niego con la cabeza. Es mentira, pero definitivamente no
estoy de humor para jugar con un asesino en serie.
—Ah, ¿sí? ¿En verdad, no las tienes? —Me doy cuenta vagamente de que ya no
me sujeta los brazos, sobre todo cuando sus dedos rozan mis costados y luego
se van. Un segundo después, siento que tira de la cremallera de mi chaqueta y,
con un par de movimientos sencillos, me la quita arrojándola a algún lugar que
presiento que es el maldito lago o la zanja más cercana.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—No voy a dártelo —señalo, con más confianza de la que podría sentir dada la
situación.
—No me dejas tenerlo. No me dejas que te toque. No me has dejado darte unos
azotes... y no me has seguido al bosque —reprocha burlón, girándose para que
sus labios rocen mi oreja. —Tantas cosas que has jurado no me dejarías hacer...
pero aquí estás, en mi regazo. Y ni siquiera te estoy sujetando.
Sus palabras me inundan con la verdad. Que no estoy amarrada aquí por él.
—¿Sabes cómo me llamo? —No puedo evitar preguntar, con la cara vuelta hacia
la suya.
—Claro que lo sé. Te he estado acosando, ¿recuerdas? —Apoya las manos sobre
mis caderas. —¿No sientes acalambrados los muslos, conejita? ¿Preferirías sen-
tarte en mi regazo?
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Niego con la cabeza, aun dudando. Pero cuando hace ademán de empujarme,
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no vacilo, y sólo muevo las piernas para que me resulte más cómodo sentarme
sobre las suyas. Tampoco se me escapa que a él le excita azotarme tanto como
a mí. Sería bastante difícil no darse cuenta. Sobre todo, sintiendo el roce de su
abultada erección.
—No puedo decirte que sí —discuto, medio conmigo misma mientras miro
hacia abajo. No es que cambie nada. —Eres un asesino en serie. Mataste a Brett...
No estoy segura de lo que significa. ¿No pensaba matar a mis amigos? Estoy
segura de que esto no era un plan extrañamente elaborado para perseguirme
desde el campamento. No soy tan importante para nadie, y mucho menos para un
44
asesino en serie.
—Ah, ya veo. Entonces no pasa nada. No tienes que decirme que sí. ¿Va... a de-
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jarme ir? ¿Me dejará en el suelo y se marchará, silbando, hacia el bosque? —Pero si
voy demasiado lejos o hago algo que no te guste, dirás ‘rojo’. Y eso no es negociable.
¿Entendido, conejita? —ordena con voz tan severa que vuelvo la cara hacia él.
Se ríe. —Claro que no. ¿En qué piensas, conejita? ¿Que el lobo feroz se va a
poner dulce contigo? Quítatela y esto se acaba, y realmente no te gustaré después
de eso.
45
—¿Por qué? ¿Me secuestrarías y me llevarías a tu espeluznante cabaña con la
mecedora delante y la vieja cama desvencijada detrás? —Casi hago una mueca,
descubriendo que parte de mi miedo me ha abandonado.
—No, porque eso te gustaría mucho. ¿Por qué estoy esperando, conejita?
No lo es. Pero no sé qué hacer. Tan segura como el infierno que no voy a lan-
zarme sobre él.
pente, me levanta la camisa con las dos manos y me clava las uñas ligeramente en
la piel, arañando los lugares en los que tengo cosquillas.
Chillando, me inclino hacia delante para rodearle los hombros con los brazos.
—¡Para! Eso duele —gimo, cuando en realidad es un dolor del bueno. Mueve su
pierna para que un muslo quede más alto, presionándome para que no pueda
cerrar las piernas.
—Ni una puta pizca. —Se lanza hacia delante para aplastar sus labios contra
los míos, tragándose mi ruido de sorpresa mientras me fuerza a abrir la boca e
intenta succionarme el alma de entre los dientes. Levanto las manos mientras él
lo hace, subiendo por sus brazos hasta encontrar su cara. Tiene la mandíbula ás-
pera por la barba incipiente y los pómulos afilados bajo mis dedos. Me pregunto
qué aspecto tendrá, sobre todo cuando sus largas pestañas rozan mis palmas y se
aparta un poco para dejarme respirar.
—¿Te gustaría verme? Quizá no sea tu tipo. —Se burla. —Quizá estoy cubierto
de sangre y ahora estoy manchando tu bonita y pálida piel.
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tando su cara contra la mía y deleitándome con el sonido que hace. Pero sólo dura
unos segundos, hasta que me agarra por la garganta y se libera de mí.
Abro la boca, pero antes de que pueda hablar, añade—: Si no lo haces, quizá
tenga que replantearme mi plan de echarte al hombro y llevarte a casa conmigo. 47
No vivo en una espeluznante cabaña en el bosque como mencionaste antes, pero
creo que puedo mantenerte entretenida durante un tiempo, de todos modos.
¿Entretenerme?
—Lo sé. Eso no cambia lo que te pedí que hicieras. —Él espera, totalmente pa-
ciente, hasta que dejo caer los brazos incómodamente sobre mi cabeza, estirán-
dolos hacia el extremo de la mesa para sujetarme a la madera.
—Hazel. —Cuando pronuncia así mi nombre, escucho con más atención. —No
voy a hacerte daño. ¿De acuerdo?
—¿Está bien? —pregunto, confundida. Hasta que siento el beso del acero frío
contra mi garganta.
Doy un grito ahogado, y mis piernas caen de su cintura para temblar en la mesa.
Mis labios están a punto de formar la palabra rojo cuando la hoja desaparece y su
mano presiona mi abdomen, justo encima del ombligo, para mantenerme quieta.
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—No voy a hacerte daño —repite. —No lo he hecho hasta ahora, aunque he te-
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—No. No puedes.
—¿Por qué?
—¿Qué decías? —consulta con dulzura, mientras el filo del machete acaricia la
turgencia de mis pechos, justo por encima del sujetador.
—Estoy en desacuerdo —replica y corta el delicado material que cubre mis pe-
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—Pero como soy muy amable. Dejaré que te quedes con los pantaloncillos. Si
haces una cosa por mí... —La hoja del machete roza mi garganta, deteniendo mi
respiración mientras me pregunto, de nuevo, si va a acabar con mi vida.
—¿No vas a preguntarme qué es? —añade, mientras la hoja continúa subiendo
hasta posarse justo debajo de mi labio. Me estremezco al sentir la hoja de acero y
trato de no preguntarme si la sangre de Brett me está manchando la piel.
—Suplica.
—¿Qué?
—Ruégame que te las quite en lugar de cortártelas. Suplícame que te deje algo 49
para que puedas mantener tu dignidad cuando vuelvas al campamento tropezando,
casi sin poder andar y tratando de ocultar que estás llena de mi semen.
—¡Está bien, está bien, espera! Por favor, por favor. No me los cortes. Por
favor, déjame conservarlos. No quiero que todo el mundo me vea. Por favor, solo
quítamelos.
—¿Qué es exactamente lo que no quieres que vea todo el mundo, conejita? —in-
cita, con el lado romo del machete presionando de repente entre mis muslos. —Sé
más específica para mí.
—No quiero que todo el mundo me vea... a mí. Desnuda —revelo, la humillación
tiñendo mi rostro.
—¿Por qué?
—Ahí está. —El machete desaparece y sus dedos se enroscan en las presillas
de mis shorts.
—No quieres que nadie vea que te folló el asesino en serie favorito de Ohio.
—Tira con fuerza de mis shorts de jean hasta que llegan a mis rodillas junto con
mi ropa interior. —No quieres que todo el mundo vea lo mucho que lo has dis-
frutado. Pero está bien. Está más que bien. —Me los quita y vuelve a inclinarse
sobre mí, presionando entre mis muslos desnudos. —Porque creo que prefiero
tenerte para mí solo. Abre las jodidas piernas todo lo que puedas. Déjame verte
toda. Cada parte de ti me pertenece ahora mismo. Y no muevas esas manos. Ni
un centímetro.
Dejo quietas las manos, aunque permito que separe mis piernas hasta que mis 50
muslos caen por los bordes de la mesa. Me estremezco bajo su atenta mirada.
—Sí, nena —promete. —Estoy aquí mismo. Lo siento, ¿así está mejor? —Me
pasa las manos por los muslos. —Sólo te estoy mirando. Eso es todo. Admirando
lo bonita que eres, y el bonito coño que tienes para mí.
—No te importa que mire, ¿verdad? No te importa que quiera tocarte toda.
Quiero jugar con todo este cuerpo… aunque no tenemos tiempo, ¿verdad? No.
—Parece decepcionado, pero sus manos se mueven hasta que desliza los dedos
por mi raja, introduciéndolos en mi entrada antes de arrastrarlos mojados con mi
excitación para llegar a mi clítoris.
Me retuerzo sobre la mesa y él se ríe del movimiento. —Lo sé, lo sé. Ya hemos
tardado demasiado, ¿no? No puedo provocarte como quiero. No puedo hacer todo
lo que quiero, pero está bien.
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rodea mi clítoris. —No necesitas mucho, ¿verdad? No cuando estás tan preparada
para mí. Sé cuánto deseas mi polla. Sé cuánto quieres que te llene. ¿Verdad?
—Por favor.
Tira de uno de mis brazos hacia abajo, guiando mi mano hasta que puedo
sentir su pecho y su hombro. Acaricio su camisa con los dedos, deseando poder
acercarlo más a mí.
—Estás muy mojada, tan lista para mí. Creo que estás mojada desde que te
azoté. Así que no sé por qué he alargado la espera. —Oigo cómo se baja la crema-
llera de los pantalones y me pongo tensa.
¿De verdad voy a dejar que lo haga? ¿Voy a dejarme follar por un asesino serial 51
en mitad del bosque? Esto es una puta locura. A estas alturas estoy completa-
mente loca.
—No, no. Shhh. No hagas eso. —Su longitud se desliza contra mi cuerpo, y
ronronea animándome. —No te pongas tensa. Tranquila mi conejita. No te haré
daño, Hazel. No te preocupes. —El repentino deslizamiento dentro de mí fue tan
profundo como puede, hasta que mi cuerpo está al ras del suyo, desmintiendo un
poco sus palabras. No me lo esperaba y grito de sorpresa cuando se inclina hacia
delante para sellar sus labios contra los míos.
—Buena conejita —murmura contra mis labios. —Tan caliente y apretada para
mí. ¿Me estabas esperando? Apuesto a que sí. Tal vez sabías que te estaba mirando.
—No lo sabía —niego, girándome hacia el sonido de su voz para perseguir sus
labios mientras me folla. Mis piernas vuelven a rodear su cintura y me muevo para
tironear su pelo una vez más, clavando esta vez mis dedos en su cuero cabelludo.
—No quería que...
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Sin esperar la respuesta mi otra mano que encuentra su pelo. Gruñe y aporrea
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—Sí.
—Buena chica. Eres tan, tan buena. La pobre conejita no querrá otro castigo
tan pronto, ¿verdad? —Sacudo la cabeza cuando empieza a moverse de nuevo,
gimiendo ante la deliciosa sensación de su profundo deslizamiento. —Lo sé, lo
sé, shh —masculla, con sus labios pegados a mi mejilla. —Me tomas muy bien,
¿verdad? Apuesto a que me estabas esperando, aunque digas que no.
—Apuesto a que sí. No me mientas. Puedo oler tus mentiras. —Se retuerce de
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—Córrete por mí. Ahora mismo. No tengo toda la noche y quiero que te co-
rras para poder llenarte. —Sacudo la cabeza, por un sentimiento de orgullo per-
dido o fuera de lugar. —No te resistas. No te resistas a las jodidas ganas que me
tienes. —Abro la boca para replicar, pero tiene razón. Presiono las manos contra
la madera cuando siento que retuerce mi pezón mientras me exploto. Aprieto las 53
piernas contra él y echo la cabeza hacia atrás, casi abriendo los ojos sin querer
antes de volver a cerrarlos con fuerza al oír el murmullo de su alabanza.
Segundos después, jadea una maldición y sus manos se mueven para sujetarme
con fuerza por las caderas y enterrarse en mí una última vez. Su agarre tiembla y
yo respiro con dificultad, recuperándome de mi propio clímax mientras él cumple
su promesa de llenarme con su semen.
Por fin, cuando noto el frescor de la brisa nocturna rozando todo mi cuerpo,
mi asesino amante da un paso atrás y se ríe. Cierro las piernas y vuelvo a sentir
que me arde la cara mientras intento en vano cubrir mi desnudez con las manos.
—No, no hagas eso. No te escondas de mí, conejita. Eras tan perfecta. Eres tan
preciosa. No te escondas ahora. —Da un paso adelante, ubicándose nuevamente
entre mis muslos, sujetándome la cara y la levanta para darme el beso más dulce
que he sentido nunca. —Escúchame con atención, ¿está bien? —Asiento y me roza
la nariz con un beso. —Si estás mirando al lago, tienes que ir a la izquierda. Hay
un sendero cerca del agua que te llevará de vuelta al campamento. No te pasará
nada. Yo soy lo único peligroso aquí. Volverás en media hora, ¿de acuerdo?
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—No me agradezcas —rechaza. —Sólo te he tendido una trampa para que caigas
en la mía. —Besa mi nariz, luego la frente. —Que tengas una buena vida, mi des-
afortunada presa. —No espera una respuesta y se aleja. Lo oigo recoger sus cosas
en el muelle, antes de que sus pasos se desvanezcan en el bosque a mi espalda.
Y ni una sola vez abro los ojos, por mucho que desee ver el rostro de mi ase-
sino en serie.
Tiene razón, y tardo algo más de treinta minutos en volver al campamento, con
las luces azules de la policía y las rojas de una ambulancia titilando mientras los
paramédicos retiran el cuerpo de Brett.
Pobre jodido Brett. Una tragedia, si es que alguna vez hubo una.
54
Jenna me ve primero y libera un sonido estrangulado de sorpresa, golpeán-
dome fuerte con un abrazo y casi haciéndome caer de pie.
La miro fijamente con los ojos muy abiertos y le digo sin un ápice de arrepenti-
miento o deshonestidad en mi voz—: Nunca lo vi, así que no puedo decirle nada.
Lo siento.
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55
risa, aunque no parece auténtica hasta que sale por la puerta y me quedo sola en
la tienda, con el zumbido de la nevera de fondo.
Las cosas no han sido lo mismo desde mi última noche como consejera del
Campamento en el lago Clearwater. Mi mente recuerda, sin que me sirva de ayuda,
la sensación del pelo de mi asesino serial entre mis manos y la de su aliento
contra mis labios.
Pienso en cómo se sentía cuando estaba dentro de mí casi todas las noches.
No necesito que eso se extienda a las horas del día si puedo evitarlo. Aunque a
este paso, no estoy segura de poder sortearlo.
¿Qué demonios me pasa que quiero que él vuelva? Seguro que no le echo de
menos... ¿o sí? Porque, aunque mi sentido común y mis instintos de supervivencia
no siempre están a punto, me parece digno de un premio Darwin estar deseando
en silencio que venga a buscarme en medio de Akron, Ohio.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
zapatilla mientras miro a dos hombres que entran, uno de los cuales casi le da
con la puerta en las narices al otro mientras sonríe como un lobo a su compañero.
El segundo en entrar, un tipo moreno de más de dos metros, pone los ojos en
blanco y mira a su compañero, más pálido y de pelo claro. Dice algo, sin mirarme
siquiera, y observo cómo los dos curiosean por la parte más romántica de las
muestras de ramos y peluches con muy poco interés.
El hombre de pelo negro, que podría tener treinta años como mucho, lo mira y
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—Lo siento —dice, volviéndose hacia mí. Está más cerca de lo que tiene de-
recho a estar, invadiendo mi burbuja de espacio personal, seguro. Pero yo sólo
me encojo de hombros y vuelvo a sentarme en el taburete que tengo detrás del
mostrador.
—Lo es —dice el hombre de pelo negro. —Estoy comprando flores para mi novia.
—¿Oh? —Una verdadera lástima que esté tomado. No es que estuviera a punto
de lanzarme así sobre un desconocido. Se siente frío, de alguna manera. Distante,
aunque no ha dejado de sonreír ni una sola vez. —¿Y no sabes lo que quiere?
—De acuerdo. Umm... —Me vuelvo hacia las rosas. —Si quieres hacer algo real-
mente... único, ¿podrías regalarle las rosas preservadas? —Le doy un golpecito a
la caja negra y ni siquiera se inmuta ante el precio.
—No lo creo. Eso no es muy de ella —niega. Asiento y le enseño otros tres arre-
glos populares, pero niega con la cabeza ante todos ellos.
—¿Por qué no me enseñas otra vez las orquídeas? No creo que a mi novia le
gusten las rosas. —Su amigo de cabello claro le lanza una mirada exasperada y
vuelve a jugar con los expositores del mostrador lateral, contemplando la vitrina
de marcos de fotos y recuerdos de boda mientras lo hace. La señorita Jenkins
también hace arreglos para bodas y siempre tiene a la vista lo que puede ofrecer
para la fiesta.
Vuelvo a las orquídeas y le enseño los precios de diez o veinte tallos y las op-
ciones de jarrón.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Elige el más caro de todos, sin pestañear, e incluso cambia el jarrón por uno
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más bonito, de cristal azul con una banda dorada en la parte superior. Cuando lo
llamo, le entrego una de las pequeñas tarjetas que pueden ir en el arreglo floral y
miro su tarjeta de crédito para leer su nombre.
Wren Crystal.
¿Lo eligió él mismo? Parece demasiado... diferente para que lo hayan elegido
sus padres, pero tampoco es asunto mío, así que no digo nada mientras él y su
amigo hablan.
No volverá hasta mañana para recogerlo, lo cual sé que le parecerá bien, pero
puede que le envíe un mensaje cuando haya cerrado la tienda por si necesita traer
58
algo mañana para completar el pedido. Aunque no es probable. La parte de atrás
de la tienda está repleta de jarrones, cintas, globos y todo lo que uno pueda ima-
ginar en un arreglo floral.
Niego con la cabeza, sonrío y guardo la tarjeta junto al recibo. —No, a menos
que quieras añadir algo más a tu pedido.
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—Hoy no, creo. —Por fin se endereza y hace una mueca mientras estira la co-
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lumna vertebral. —Gracias. Y siento que te hayamos retenido hasta después del
cierre.
—Oh. —Miro el reloj y vuelvo a mirarlo mientras intento sonreír. —Ni siquiera
me había dado cuenta.
—¿No te diste cuenta? —Mantiene sus ojos oscuros clavados en los míos, con la
cabeza inclinada hacia un lado. —¿No sabías que pasaron diez minutos después
del horario de cierre?
Sólo por casualidad, unos segundos después levanto la vista y veo a su amigo
mirándome, con una expresión confundida en el rostro, antes de que doblen
la esquina y acaben perdiéndose de vista en la calle, dejándome a mí también
despistada.
No es que los conozca, ni que haya hecho nada para molestarlos. De hecho,
he sido bastante amable, teniendo en cuenta que llegaré tarde a una cita con mis
gatos y mi pollo teriyaki favorito de la ciudad.
Me paso la lengua por los dientes mientras cierro la tienda, con la mente
apenas concentrada en las tareas fáciles y cotidianas. Al menos me había lavado
los dientes a las cuatro de la madrugada, cuando no había podido volver a dor-
mirme. Y hoy, cuando me duche después del trabajo, me echaré un bote de acon-
dicionador en el pelo y no me preocuparé de si está bien lavado mientras me
peino para desenredar los nudos.
alrededor. La señorita Jenkins está de pie junto a la caja registradora, con sus
gruesas gafas posadas en la nariz mientras cuenta el dinero y lo guarda cuida-
dosamente bajo el cajón por ahora. Sé que deposita el dinero en el banco los sá-
bados, y ese es mi día libre, por suerte.
Pero ahora, sin la beca que me había sacado adelante los primeros créditos, no
tengo ni el dinero ni las ganas de volver. Así que esos ocho créditos vacíos se van
a quedar ahí, sin cumplir, mientras mi título me saluda desde lo alto.
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Casi se me saltan las lágrimas. Aunque sé que es sobre todo por lo mal que me
siento hoy.
—¿Me necesita para algo extra hoy? —consulto, viendo que la señorita Jenkins
levanta la vista al oír mis palabras. Se vuelve para mirarme y una sonrisa amable
se dibuja en sus labios. No tengo ni idea de lo que piensa de mí, ni de mi carrera
universitaria fracasada, y nunca se lo voy a preguntar.
—No, que yo sepa. —Siempre parece tan amable que me pregunto si es por lás-
tima... pero lo dejo a un lado y la observo unos segundos, por si se le ocurre algo.
—Igualmente para ti. Haz algo emocionante por mí, ¿de acuerdo? —Me guiña
un ojo y me pide lo mismo de siempre, mientras suelto una pequeña risa forzada.
—De acuerdo, señorita Jenkins. —Si emocionante significa comer comida para
llevar, ver reality shows y acurrucarse con gatos, entonces lo tengo en la bolsa.
en este edificio antiguo de Akron, el aire acondicionado funcione tan bien que no
tenga motivos para quejarme. Sin pensarlo, atravieso la cocina, reprendida por
maullidos furiosos, mientras meto el cuenco de comida de los gatos en la bolsa
y se lo dejo delante del fregadero, en la alfombrilla designada. A continuación,
les lleno el bebedero de agua de forma automática antes de dejarlo en el suelo y
volver a enchufarlo.
—De nada, paganos. —Bostezo y rasco a Shadow detrás de las orejas. El gato
negro me mira con ojos amarillos brillantes y yo levanto las manos en señal de
rendición. —Bueno, perdóneme por pensar que podría querer un poco de amor,
señor quisquilloso —murmuro, dando a mi hembra atigrada, Morticia, la misma
atención antes de ponerme de pie.
Suspiro cuando el agua cae en cascada sobre mí, calentándome casi al instante
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
mientras dejo que mi larga melena rubia se empape. Aunque me había duchado
ayer, no había tenido la energía mental para arreglarme el pelo, y eso ha provo-
cado un desastre con el que realmente no quiero lidiar hoy.
Pero ya lo he dejado antes, y sé que, si paso uno o dos días más sin ocuparme
de él, entonces será peor. Levanto las manos y me masajeo el cabello con champú,
aunque lo lavo rápidamente y lo sustituyo por el acondicionador profundo que
prácticamente compro a granel. Me paso los dedos por el pelo y suspiro, inten-
tando no tirar de los enredos y de un desafortunado nudo que tendré que solu-
cionar mientras me siento en el sofá y me desconecto. Con cuidado, cubro todo el
cabello grueso que puedo, con la esperanza de que no sea tan malo como podría
haber sido de otro modo.
Cuando considero que he terminado y siento que me ahogo con el agua ca-
liente, sumerjo la cabeza bajo la roseta y enjuago todo el acondicionador que
puedo. Soy tan minuciosa como necesito serlo, aunque sé que el aceite desenre-
dante tiene el desafortunado efecto secundario de dejar partes de mi pelo oleosas
hasta que vuelva a lavarlo.
No es que importe, ya que es viernes y a los perros que saco a pasear nunca
les ha importado el aspecto de mi pelo. Por fin salgo de la ducha, con el aire de
mi apartamento enfriando mi piel. Podría haberlo evitado, obviamente, si hubiera
cerrado la puerta, pero prefiero el frío al calor húmedo del vapor.
vista a la mesa de centro, donde está el jarrón de cristal azul lleno de orquídeas.
Pero más que eso, ¿cómo demonios ha entrado alguien en mi apartamento ce-
rrado para dejar esto? Sé a ciencia cierta que no estaban aquí antes de mi ducha,
así que eso significa que alguien irrumpió mientras yo estaba desnuda, en el baño,
con la puerta abierta.
Dejo caer la toalla al suelo y el pelo mojado moja mi camisa. No es que importe,
aunque no sea incómodo. Estoy mucho más concentrada en mis pies descalzos
que se acercan a la mesita y en la tarjetita que veo asomar entre las flores.
—Ya estás otra vez pensando demasiado, conejita —dice una voz suave y sin
diluir por encima del hombro, cerca de la cocina.
A bro la boca lo justo para lamerme los labios, todavía demasiado asustada
para moverme. Claro que no me había matado en el bosque. Pero esto no es el
bosque, y con él en mi apartamento, estoy petrificada.
—¿No vas a mirarme? —Suena divertido, y niego con la cabeza ante sus pala-
bras, apartándome ligeramente de él cuando su mano encuentra mi hombro. Su
otra mano sujeta obviamente un arma, y va a matarme.
Él jodidamente va a asesinarme.
Dejo caer la tarjeta de entre mis dedos entumecidos, con el corazón latiendo a
un ritmo desesperado entre mis costillas. No sé qué hacer aparte de quedarme aquí,
congelada, porque él está justo detrás de mí y no tengo ninguna forma de escapar.
—¿Vas a hacerlo?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Sabes, realmente podría —respondo, con más ligereza de la que creo que
debería ser capaz. —Quiero decir, irrumpiste en mi departamento mientras me
duchaba para poner flores en mi mesita. Y estoy bastante segura de que no llevas
tu máscara, ¿verdad? —indago, medio aterrorizada y medio suspicaz.
—No la llevo —confirma con una risita y se inclina hacia delante lo suficiente
como para rozarme la pierna desnuda con los dedos. —¿Crees que voy a matarte
porque me he quitado la máscara?
—Bueno, no siempre es así en la vida real. ¿No quieres verme la cara? —incita
con las uñas acariciándome el muslo. 66
Me muerdo el labio y digo, por fin—: Ya la he visto, ¿no?
Si tengo que adivinar, se trata del hombre moreno y de ojos oscuros de la flo-
ristería. El que se había inclinado hacia mí y se había mostrado tan familiar con-
migo que yo había pensado, en ese momento, que me gustaría ser el centro de su
atención. Supongo que se cumplió mi deseo.
Antes de que pueda decir nada, de repente estoy sobre su regazo, frente a él,
y casi nariz con nariz con mi asesino en serie del bosque y el hombre de la flo-
ristería. Sus manos me agarran firmemente por los muslos, así que no puedo ir a
ninguna parte.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Sin duda eres el asesino en serie más atractivo que he visto nunca. ¿De verdad
te llamas Wren?
Incluso tiene líneas de expresión a los lados de los ojos y, si tuviera que cal-
cular su edad, diría que tiene unos treinta años.
Pero no puedo creer lo apuesto que es. Brazos ligeramente musculosos, pelo
67
negro como el carbón y unos ojos castaño oscuro en los que podría ahogarme,
mantienen mi atención mientras me agarro a sus brazos que están a mis cos-
tados, deseando no sentirme a punto de morir. —Ese es realmente mi nombre. Y
con una afirmación como esa, tengo que preguntarme a cuántos otros asesinos
en serie persigues en el bosque —comenta Wren, sus manos subiendo por mis
muslos, por lo que básicamente está ahuecando mi culo.
—Porque sin la máscara es mucho más fácil ver esas miraditas tan agresivas
que me echas. Como esta. Aunque prefiero cómo me mirabas cuando te subías a
la mesa de picnic, con tus muslos alrededor de mi cintura y...
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Ya me hago una idea —interrumpo, sintiéndome más que un poco incómoda.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Puedo sentir el calor en mis mejillas, y no necesito oír su estúpida risita para
saber que me estoy sonrojando. —¿Qué quieres?
—¿Mal uso de los machetes? —repite, con las cejas subiendo hacia su flequillo.
Sólo me recuerda lo mucho que me gustaba su pelo entre los dedos, y las reac-
ciones que conseguía tirando de él antes. ¿Conseguiría la misma reacción ahora?
No puedo evitar preguntármelo, y me pican los dedos de tirar bruscamente de su
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pelo negro sólo para comprobarlo.
—Sí.
—¿Demasiado cardio?
—Es otra forma de decir correr. —Odio cómo salen las palabras de mis labios.
Como si estuviera llena de bravuconería y sarcasmo y no le tuviera ni un poco de
miedo, aunque ese no sea el caso y este sea aparentemente mi nuevo mecanismo
de defensa para evitar llorar.
Que, francamente, es lo siguiente. Diga lo que diga, no puedo evitar que este
hombre me aterrorice. Aunque es más que ligeramente atractivo y tentador, sigue
siendo espeluznante.
—Lo siento, entonces —murmura, inclinándose más cerca. —Pero no por el mal
uso del machete. Sólo por el cardio. Prefiero que ejercitemos de mejores maneras
que sólo corriendo.
—Gracias.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Parece cansado, me doy cuenta cuando escudriño sus rasgos lo mejor que
puedo. Parece... agotado, en realidad. Tiene ojeras y el pelo alborotado, lo que me
hace pensar que se lo ha pasado por la mano, irritado o frustrado.
Abre los ojos, poniéndolos en blanco con fastidio. —Nunca he amenazado con
matarte, conejita. No vas a morir.
—No necesito que lo seas. No, tú eres mi novia. Y hemos estado saliendo du-
rante meses, en realidad. Eres la chica más perfecta que he conocido... y he estado
cuidando tu departamento todo el verano mientras estabas en ese campamento.
¿No es así?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Oh.
Me interrumpe con una risita y me agarra la nuca con una mano. —Oh, no, ¿es
decepción lo que oigo? ¿Pensabas que había vuelto porque te extrañaba? ¿Porque
no podía dejar de pensar en ti? ¿Quizá porque no me canso de tus gemidos, de tu
sarcasmo o de cómo te sientes cuando estoy dentro de ti?
Vuelvo a sonrojarme, pero esta vez no me gusta tanto. No cuando se burla así de mí.
—Para. No quiero... 70
—Porque todo eso es perfectamente cierto. —Se inclina hacia delante y recoge
algo de la mesita, se aprieta contra mí un momento antes de enderezarse. Sube
las manos, y un segundo después siento el roce de mi cepillo contra un lado de
mi cabeza, arrastrándose delicadamente por mi cabello mojado.
—¿El hecho de que vas a ser mi fiable y perfecta novia que puede proporcionar
a la policía una localización para mí en cualquier momento que lo necesite? Eso
es sólo un bono fantástico. ¿No te parece?
—¿Cómo? —No sé para qué pregunto, porque probablemente no sea tan difícil
de averiguar. Para empezar, no me matará.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
calor de sus ojos cuando me arrastra hacia delante, sus labios a centímetros de
los míos cuando dice—: Oh, creo que podemos resolver algo. Muchas cosas, en
realidad. Apuesto a que hay tantas cosas que le gustan a mi conejita que nadie le
ha hecho nunca... y yo te ayudaré a encontrar todas y cada una de ellas.
Sin obtener una respuesta me besa con dureza, casi devorándome, y el cepillo
queda olvidado cuando enreda los dedos en mi pelo para sujetarme mientras se
toma su tiempo para demostrarme que sólo con la boca dice en serio cada una de
sus palabras.
—¿Me ayudarás? —ronronea por fin, después de separarse para que pueda res-
pirar. —¿Por favor, Hazel? —No parece preocupado.
—Tú serás mi novia —corrige, acortando la distancia una vez más hasta que
sus labios rozan los míos. —Mi perfecta y preciosa novia que ansía al enorme y
malvado asesino en serie para inmovilizarla y cazarla como se merece.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
10
Morticia salta hasta colocarse sobre mi estómago, con una pata sobre mi pecho 72
mientras descansa, lo que parece todo su peso, sobre esa única pata.
Por un momento aterrador, me preocupa que sea Wren. Había guardado su nú-
mero en mi teléfono antes de irse y me había dicho que lo llamara, cosa que hice,
así que ahora también tiene el mío.
—Para cosas de pareja —había dicho dulcemente al salir por la puerta. — Todas
las parejas tienen el número del otro. ¿Por qué habríamos de ser diferentes?
Gracias a Dios.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
las mantas.
¿Cómo estoy?
Un clásico.
—Estoy... bien —consiente. —Espero que no estés ocupada. Sólo quería llamar y
ver cómo estabas y todo eso. Después de... ya sabes.
Sobre todo, cuando apenas había podido ocultar mi decepción dos noches
atrás, cuando Wren se había largado de aquí con sólo unos besos y unas promesas
gruñidas. Dios, ¿cómo de jodida estoy para desear tanto que un asesino en serie
vuelva a follarme?
—¿Quieres que te disculpe? —aclaro, insegura de por qué podría estar discul-
pándose. —¿Por qué?
—Eh, eh, espera —digo con firmeza, cerrando los ojos. —Literalmente, no hay
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Debería darme asco, pero... no lo encuentro. Era algo más que un asqueroso,
y me aterra pensar hasta dónde podría haberme empujado si Wren no hubiera
aparecido y “ayudado”.
—Es una forma horrible de verlo —comenta Jenna secamente. —Pero supongo
que tienes razón. ¿De verdad no estás enfadada conmigo?
—No, de verdad que no. ¿Por eso has estado distante últimamente? ¿Porque
pensabas que estaba enfadada?
—Sí, Hazel. Pensé que estabas furiosa y he estado pensando cómo disculparme.
—El alivio es evidente en su voz y deja escapar un suspiro. —Dios, me alegro de 74
que no lo estés. Por cierto... ¿has visto las noticias de hoy?
Vuelvo a girar los ojos hacia el televisor, olvidando que acababa de cambiarlo.
—Sólo unos minutos antes de que llamaras. ¿Te refieres a eso?
—¿Crees que es él? —La pregunta resuena en mis oídos, y mi corazón se hunde.
Wren podría haber matado a un hombre, y yo acabo de aceptar ser su coartada y
falsa novia.
Recuesto la cabeza contra el brazo del sofá antes de ponerme en pie. —No lo
sé —admito. —No es que sepa nada de él. —Eso es bastante cierto. Estoy segura
de que hay que investigar sobre Wren, pero no voy a ser yo quien lo haga. —En
fin, tengo que irme —miento, sobre todo porque quiero tiempo para ordenar mis
frenéticos y complicados pensamientos.
Últimamente estoy muy cansada, aunque no quiero reconocer que podría de-
berse a ciertos factores como que mi cuerpo se opone rotundamente a producir
esa deliciosa serotonina de la que tanto oigo hablar.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¿Qué vas a hacer esta noche? ¿Quieres ir a cenar? —invita Jenna, con voz es-
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peranzada. Odio romper sus sueños, pero ser sociable no está en mi lista de cosas
que me gustaría hacer ahora mismo. Al menos, algo más social que caminar una
manzana hasta la cafetería y hacer mi pedido allí.
—Me gustaría, pero me duele mucho la cabeza —vuelvo a mentir. Aunque, tal y
como está mi estado de ánimo, el dolor de cabeza podría quedar para más tarde,
¿quién sabe? Apago la televisión y me pongo en pie para buscar mis zapatos y
ponérmelos. —¿Podemos intentarlo esta semana? Si te parece bien.
—Sí —acepta, sin parecer especialmente ofendida ni nada por el estilo. —Sólo
avísame, ¿está bien?
—No hay problema. Y recuerda que no estoy enfadada, ¿sí? No importa si pen-
sabas que lo estaba.
Necesito este tiempo para mí. Y aunque entro y salgo de la cafetería en menos
de veinte minutos, hace más por mí que la mayoría de las otras cosas. El cerebro
no se me nubla, y cuando vuelvo al departamento con mi macchiato helado de
leche de avena medio vacío, me siento mucho mejor que antes de que Wren vi-
niera a verme ayer.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Ahora, si pudiera tener el resto de la noche para seguir con esto, estaría bien.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Cenar es fácil, pienso mientras mis pies suben penosamente las escaleras. Es una
mala idea, y la rodilla que me destrocé de niña empieza a protestar a mitad de
camino. Aun así, aprieto los dientes y aguanto, odiando que de vez en cuando me
recuerde que siempre tendré algún dolor que aflora en los peores momentos.
Qué vergüenza. Sobre todo, si me han visto subir cojeando el último tramo de
escaleras mientras respiro ruidosamente para aliviar un poco mi frustración.
Con la mano en la puerta, no me doy cuenta de que está sin seguro hasta que
se abre.
—¿Fuiste tú? —susurro, agarrando las llaves y el café con más fuerza cuando
empieza a acomodarlos por mí.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Sus ojos se dirigen a los míos y se entrecierran antes de sonreír. —Les he traído
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
la cena. Bueno, nos he traído la cena. ¿No prefieres comer a preguntarme si hoy
he matado a alguien?
—No.
—Bueno, detente.
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Me mira un momento, escudriñando mi cara mientras me entrega las llaves con
los auriculares. —Alguien se siente valiente hoy —murmura aburrido, acortando
la distancia entre nosotros para que su cuerpo roce el mío. Se me corta la respi-
ración en el pecho, pero me niego a que esta falsa bravuconada se eche a perder.
—¿Por qué no puedes simplemente pedirme que entre, Wren? Podrías, no sé.
Llámame o mándame un mensaje o algo. Así no tendrías que quejarte de mi mú-
sica o de mis hábitos que no te gustan. —Bajo su mirada de ceja levantada, mi
nueva confianza se desvanece, y agarro la taza de café con tanta fuerza que el
hielo cruje bajo mi agarre.
A él no le pasa desapercibido, por supuesto. Sus ojos bajan hasta mis manos y,
cuando niego con la cabeza, se limita a suspirar. No va a tomar mi café. Por lo que
sé, lo tirará por la ventana sólo para demostrar su punto.
—Además, ¿no deberías ir a sentarte? ¿Quizá con una bolsa de hielo? Pensé que
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iba a tener que cargar contigo para subir esos últimos escalones, conejita —con-
tinúa Wren con despreocupación, y mi estómago se hunde de vergüenza.
—¿No puedes? —incito en voz baja, pero él se inclina hacia delante para posar
su boca en mi frente. Sus labios se sienten tibios, y un poco agrietados, pero es
imposible no dar un paso hacia él con su brazo alrededor de mi cintura y mi café
casi aplastado entre nosotros mientras suelta un suave suspiro.
En unos minutos estoy sentada en la mesita de la cocina, con los gatos mirán-
dome desde el pasillo mientras retiro la tapa de mi plato favorito de pollo teriyaki
con arroz. Debería sorprenderme, porque nunca le he dicho a este hombre lo que
me gusta, pero en lugar de preguntarle, sostengo los palillos y revuelvo el pollo y
el arroz para tomar una porción.
Tengo una bolsa con hielo en la rodilla que Wren también me lanzó, y lo miro
mientras se sienta frente a mí, con una caja de bistec y arroz integral delante suyo.
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—Entiendo por qué te gusta este sitio —comenta, abriendo el recipiente y reco-
giendo sus propios palillos. —Pero hay un restaurante en la zona norte que es un
poco mejor. Probablemente te guste, aunque tienes que comer allí.
—¿No preparan comida para llevar? —pregunto, perpleja por el hecho de estar
hablando de pollo teriyaki con un asesino en serie. —Qué raro.
—No, sólo quiero decir que el restaurante es tan bonito que sería una pena no
comer allí.
Wren tararea una respuesta neutra y también come su bocado. No puedo evitar
observar su manzana de adán se mueve mientras mastica lentamente, aunque
parece completamente absorto en sus propios pensamientos.
Finalmente, deja los palillos y una sonrisa se dibuja en sus labios. —¿Hay algo
más que quieras preguntarme, conejita? —invita, mirándome desde el otro lado
de la mesa con ojos astutos y entrecerrados. —¿O sólo me miras porque soy muy
hermoso?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—No eres modesto, ¿verdad? —bromeo con desgana, deseando poder aligerar
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—De acuerdo, entonces —resoplo y dejo los palillos junto a la comida, mirán-
dole a los ojos antes de continuar—: ¿Cómo sabías que me gusta comer?
—Si eso es lo que quieres oír, entonces sí, Hazel. Te he estado acosando du-
rante semanas.
—Sí lo hago. De hecho, tengo un empleo muy bueno. Trabajo con una organiza-
ción de concientización medioambiental aquí en la ciudad. Puede que hayas oído
hablar de ella.
—No —digo, recordando que no haber llegado a esa parte en las noticias, si es
que la policía lo sabe. Retuerzo las manos en mi regazo mientras observo su cara,
medio deseando no haber dicho nada. —¿Lo sabes tú? 80
—Andrew Thomas, de cuarenta y dos años, murió en su departamento esta ma-
ñana a las cuatro y siete —recita Wren, sin apartar la mirada. —Los agentes dicen
que le asestaron siete puñaladas con una navaja, aunque una de ellas fueron en
realidad dos heridas en lugar de una como creen.
Él lo hizo totalmente.
—La policía también cree que lo mantuvieron vivo durante mucho tiempo, ya
que ningún órgano vital fue alcanzado, hasta que le cortaron la garganta con una
cuchilla grande que aún no ha sido identificada. Sin embargo, creen que puede
haber sido una espada. ¿No es estúpido? —ironiza, con los ojos brillantes. —¿Una
jodida espada?
—Sí —susurro. —Qué estúpidos. ¿Pero puedes culparlos? Dudo que alguno de
ellos haya tenido que abrirse paso por la jungla con un machete.
—Quizá deberías dejarles una nota —sugiero, sin apartar mis ojos de los suyos.
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—Creo que eso responde a tu pregunta, ¿no? —Camina hacia delante, con las
piernas apoyadas en mis rodillas mientras se inclina para levantarme la cara con
los dedos bajo la barbilla. —Pero, ¿qué piensas tú, Hazel? ¿Crees que maté al señor
Andrew Thomas, de cuarenta y dos años, de Glaucester Drive, en Akron, Ohio?
Me está tomando el pelo. Quiere que lo diga, y puedo ver el brillo de diversión
en sus ojos que despierta en mí el impulso de hacer lo que él no quiere. Después
de todo, es obvio lo que espera. Es obvio que piensa que podría romper a llorar y
rogarle, de nuevo, que no me mate.
—No —suelto, y desvío la mirada todo lo que puedo con su agarre. — Sincera-
mente esto suena a algo que podría oír en un aburrido canal de noticias. Dame
algo mejor, o tendré que pensar que te estás atribuyendo el trabajo de otro.
Wren no habla por un momento. De hecho, espero que se levante, recoja sus
cosas y se marche. He dicho algo distinto a lo previsto, y ¿no ha estado siempre
tan interesado en saber lo que voy a hacer mientras me atrae a su trampa?
—¿Qué?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
prometo. Y cuando termine, te contaré todo lo que hice. —Hay un brillo aterrador
y maniático en sus ojos que no debería ser tan seductor como es, pero aquí estoy
una vez más excitada por un asesino en serie.
—No tienes por qué hacerlo —aseguro, pero ya está inclinándose y presio-
nando sus labios contra los míos. Instintivamente me derrito sobre él, incapaz de
dejar de disfrutar lo bueno que es besando.
Pero el beso dura poco y él se aparta con una sonrisa de anticipación en el rostro.
—Basta.
11
S e toma una ducha más larga que yo. Para el tiempo en que he terminado
de comer, fui poniéndome más y más nerviosa por lo que quiere contarme sobre
el señor Andrew Thomas, de cuarenta y dos años. Wren continua en mi cuarto de
baño, con la puerta entreabierta, y oigo la ducha cayendo a plena capacidad.
observo su expresión. Dios, ¿siempre se divierte con algo? Parece irreal que pueda
estarlo, pero siempre está jodidamente alegre o sonriendo o parece que está a
punto de carcajearse.
—Esto. Tú. Aquí. Conejita, si querías que te follara otra vez, sólo tenías que
pedírmelo. ¿Es eso lo que quieres? —Se inclina para acariciarme la garganta, y yo
aspiro mientras empiezo a decirle absolutamente no.
¿Pero es eso realmente cierto? ¿No he estado deseando que volviera desde que
regresé del campamento Clearwater?
—He estado aquí cuatro veces —corrige Wren alegremente. —Una vez mientras
estabas fuera, y otra mientras dormías. Entonces ya sabes de las otras dos visitas.
—Joder —suelto con franqueza, porque no sé qué más puede haber aparte de
eso. —Te estás tomando esto del acoso demasiado en serio.
—Es un pasatiempo mío —admite, apartándose, pero sin soltarme las manos.
Me quita suavemente los auriculares y frunce el ceño por primera vez esta noche.
—¿En serio, Hazel? ¿Otra vez? Un día, se te acercará sigilosamente alguien que no
sea yo quien, y entonces tendré que hacer algo terrible.
—¿Cómo le hiciste a Brett? —No puedo evitar remarcar, con voz suave.
Se sienta sobre sus rodillas, su peso viene a posarse sobre mis caderas lo sufi-
ciente como para que no pueda levantarme.
Clearwater. Ya sabes, una de las personas a las que ibas a masacrar y todo eso.
—Ella mencionó lo que pasó, y a Brett, y lamentó haberme dejado sola. Pensó
que estaba enfadada con ella. —Me río con pesar. —Y...
—¿Qué? —No puedo creer que lo haya oído bien, y cuando intento incorpo-
rarme, me empuja de nuevo para que me recueste, aun sujetándome con su peso.
—Es mi mejor amiga. Claro que no estoy enfadada...
—No te creo —respiro, aturdida. —¿Por qué yo? Quiero decir, Jenna es mucho
más atractiva que yo. Algunos de los otros consejeros eran mejores en...
—Eres mía, ¿no? Eso significa que eres más que ‘nada’.
No tengo cómo responder a eso. Me hace cosas en el interior que no tienen sen-
tido, y levanto la mano, con los dedos extendidos, deseando poder alcanzar sus
hombros o su pelo. En lugar de eso, me conformo con su camisa y la agarro con
fuerza para tirar de él hacia mí.
—Es muy bonito lo que dices —murmuro por fin. —Es bastante halagador, en
realidad, y...
—Conejita. —Wren se ríe y deja que lo acerque hasta que apoya su peso en los
codos a ambos lados de mí.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—No son halagos. O sólo palabras dulces para que me sigas la corriente en lo
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—Pero me habría tomado mi tiempo. Fui muy amable con él, ¿no crees? Le di
una muerte relativamente rápida cuando podría haberla hecho durar. —Arrastra 86
las uñas por mi estómago, haciendo que me retuerza y le responda con una patada
instintiva. —No seas tímida. Haz esos quejiiditos para mí. Quiero oírte cuando lo
haga. —Lo hace de nuevo, sus uñas dejan una línea de fuego punzante sobre mi
piel mientras abro la boca y jadeo ante la sensación. —Podría haberle cortado las
manos por atreverse a tocarte. —Desliza sus uñas por mi costado, sorprendida
suelto una risita mezclada con una especie de gemido de mis labios. —Podría ha-
bérselas roto antes de cortárselas, porque quería hacerlo. Podría haberlo cortado
pedazo a pedazo... y no habría pestañeado. ¿Te habrías gustado?
No pensé que fuera una pregunta de verdad hasta que me sujeta la garganta, la
presión lo bastante fuerte como para que jadee, pero no lo suficiente como para
dejarme sin aire.
—¿Te habría importado que desarmara al príncipe azul delante de ti para que
lo vieras? ¿Te habrías opuesto a que le diera su merecido por cómo te trató? Lo vi
unas cuantas veces cuando te vigilaba. No era muy amable, ¿verdad, Hazel?
—Sé que no lo habrías hecho. ¿Sigues queriendo oír hablar de Andrew Thomas?
—pregunta burlón, mientras me acaricia mi coño con los dedos.
—¿Te refieres al viejo de cuarenta y dos años que vivía en Glaucester Drive? —
incito, sin poder evitar el tono arrogante de mis palabras.
—Quiero decir... —Trago saliva con dificultad y me giro todo lo que puedo,
acercando mi cara a la suya. —¿Si quieres decírmelo?
—¿Lo harías? —No sé por qué me tiembla la voz. Tampoco sé por qué no las 87
espero. Pero no me ha follado como es debido desde esa noche en el bosque, y me
preocupa que haya sido algo aislado, como si no le hubiera gustado tanto como
había dicho.
—Sólo pensé... —Me aclaro la garganta. —Bueno, como no lo hemos vuelto a hacer
desde el campamento de verano. —Resopla ante la frase. —Quizá ya no lo querías.
—Umm. Quiero decir, es que... ¿eso? —admito, empezando a moverme, pero en-
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Sabe lo que hace. Está en el peligroso y aterciopelado tono de voz que utiliza
mientras oigo como baja la cremallera de sus pantalones. Un escalofrío me re-
corre la espalda, bajo sus dedos, y me pregunto si él puede sentirlo.
—Sólo iba a mirarte para no hablar con una almohada —señalo, incapaz de
sonar más que nerviosa con él detrás de mí, sujetándome en esta posición. —Sólo
estaba...
—Sólo me dabas más y más excusas. Hazel, sólo ibas a darte la vuelta y ponerme
esos dulces y tristes ojos. Haces tan bien el papel de conejita que es un apodo
muy apropiado para ti. Tal vez te consiga un lindo pompón como colita que haga
juego. —Su mano libre se posa en mi trasero, y me estremezco al recordar la úl-
88
tima vez que me tocó así. —¿Te acuerdas cuando nos conocimos? ¿La noche que
te di unos azotes? Te lo merecías, ¿sabes? Pero no pensé que te gustaría tanto.
—Está disfrutando esto. Lo denota su voz, sobre todo cuando hunde los dedos en
mi carne y la amasa con la dureza suficiente para que emitir un sonido que no es
precisamente de protesta. —¿Te duele?
—Sí.
te guste. Eres tan buena para mí, tan buena que tomas todo lo que quiero darte.
Apuesto a que te encantaría que marcara esa suave piel tuya con mis dientes. —
Sus dedos vuelven a deslizarse entre mis muslos, y por un momento espero que
no comente lo mojada que estoy sólo por su violencia.
—Si te ha dolido tanto, si te has sentido tan miserable, ¿por qué carajo estás
chorreando por mí?
—Si esto es lo que querías, o lo que hacía falta para que aceptaras lo mucho que
te deseo, lo habría hecho hace días —detalla Wren, con la boca cerca de mi oído
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mientras se inclina sobre mí. —¿Crees que pasa un solo día en que no me acueste
en la cama pensando en este dulce y apretado coñito que tienes? ¿Crees que no
desperdicio un solo sueño imaginándome todas las cosas que quiero hacerte?
—No pueden ser tantas —susurro, con los dedos empuñando la almohada.
—¿Eso piensas? —Casi conversa mientras retira los dedos, pero antes de que
pueda sentirme vacía, siento su longitud en mi entrada. —Será mejor que estés
preparada para mí, nena —promete, y es todo el aviso que recibo antes de que me
penetre por completo, apretando sus caderas contra mi culo.
—Quiero que corras con todas tus fuerzas hasta que colapses en sucio suelo.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Luego quiero cazarte y arruinarte tan completamente que nunca podrás soportar
estar sin mí. Encontraré todas las formas de hacerte mía que puedan existir, e
inventaré algunas propias.
Abro la boca para discutir, pero cuando sus dedos me aprietan la garganta,
jadeo antes de poder resistirme—: Me parece exagerado, Wren.
Wren se ríe. —¿Estás aturdida? ¿Mareada? Pobre pequeña presa. ¿Acaso soy
demasiado para ti? —Me folla como si estuviera tratando de hacer un punto. Uno
dramático.
—Oh, qué buena jodida conejita eres, joder. Eso es. Márcame. Muérdeme los
brazos. Lucha conmigo, Hazel. Déjame sentir cómo peleas contra mí.
Pero yo también.
Me agarro a su brazo y vuelvo a mordisquearlo, pero eso es todo lo que consigo antes
de gritar de éxtasis, con la mirada perdida mientras él me folla un poco más fuerte.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Si existe el cielo, espero que sea así. Me folla hasta el fondo mientras casi
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—No, no me lo han dicho —digo con voz ronca, sin sorprenderme al notar que
tiemblo cuando me mete la rodilla entre los muslos.
12
Las palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez, pasando como una pelota
de ping-pong que nunca se sale de la mesa. No es que pueda hacer nada al res-
pecto, ya que estoy de pie frente al espejo con la cabeza inclinada hacia un lado y 92
los ojos muy abiertos mientras me observo.
¿Es esto lo que está buscando? No estoy segura de cuándo empezó a impor-
tarme tanto lo que un asesino en serie piense de mí, y suelto un suspiro. Quizá lo
odie y se vaya y no tenga que enfrentarme a mi mayor miedo del mundo.
Un evento social. Peor aún, un evento social elegante lleno de gente elegante.
Ante su insistencia, había buscado a Wren en la página web de GreenCo y casi
había vomitado ginger ale por la nariz al ver una foto suya del brazo del director
general de la empresa.
Es la única opción que estoy dispuesta a aceptar esta noche, ya que voy a una
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cena organizada por GreenCo para sus empleados en algún salón de banquetes
del centro.
Incluso eso es un misterio para mí. Todo lo que puedo pensar mientras aliso
mi nuevo vestido negro hasta mitad del muslo es que será como una boda en la
que las mesas están cubiertas de tela blanca barata y las sillas son de vinilo y
crujientes. Puede que haya un bufé o, como mucho, comida preparada con pollo
o ternera a elección.
El golpe a mi puerta es una sorpresa, pero solo porque Wren nunca había lla-
mado antes y no estoy segura de por qué lo hace ahora. No me parece un movi-
miento muy de acosador, y por eso tardo en contestar.
Mi largo cabello rubio cuelga en ondas hasta mi pecho, y el vestido que he en-
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contrado es negro, con lentejuelas y más cómodo de lo que tiene derecho a ser.
Las mangas transparentes son agradables al tacto en lugar de irritar mi piel, y son
lo bastante holgadas hasta los puños más ajustados para que me sienta como una
Lady pirata.
Mis botines son sencillos, de ante negro, agregándome diez centímetros más
de alto, aunque eso no importa cuando Wren mide un metro ochenta y yo apenas
llegó al uno setenta y cinco metros. No suelo llevar joyas, pero esta noche he
hecho una excepción con una gargantilla negra y el collar de llaves Tiffany que me
regaló mi madre cuando me gradué en el instituto.
Cuando vuelven a golpear, suspiro y aprieto los dedos a los lados. Solo hay una
forma de averiguarlo, y es abriendo la puerta.
El camino hasta allí parece durar más de lo normal y, para cuando llama por
tercera vez, tengo la mano en el pomo y abro de un tirón, frunciendo el ceño.
—Yo diría que siempre llamo a la puerta cuando me veo así de bien —explica
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Wren, con sus ojos oscuros sobre mí. Se dirigen a mi cara durante unos instantes
antes de viajar hacia abajo hasta que estoy segura de que ha escaneado cada cen-
tímetro de mí y probablemente puede dibujar una imagen precisa de las cicatrices
con las que está decorada mi rodilla derecha.
—Pero ¿cómo puedo hacerme un cumplido cuando estás ahí de pie con ese
aspecto? —Su voz es áspera y grave. Ilegible mientras me observa de nuevo, y
frunzo el ceño.
—¿Entonces está bien? —aclaro finalmente, levantando las manos como si in-
tentara vender algún producto al concursante. Sin embargo, en lugar de hacer un
gesto significativo, las dejo caer a la altura de la muñeca, preocupada por si va a
decirme que no le gusta algún aspecto de todo esto.
—¿Te preocupa que no sea así? Conejita —suspira y avanza hasta que tengo
que dar un paso atrás dentro del departamento. Apenas soy unos centímetros
más baja que él con mis tacones, y cuando se inclina para rozar ligeramente sus
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labios con los míos, un cosquilleo recorre mi cuerpo. —Me entristece no poder
quedarme y arrancártelo.
—Si lo odias, supongo que puedes —bromeo. —Pero eso significaría que no
puedo ser tu coartada esta noche.
—No, sólo eso. ¿Necesito llevar dinero? —pregunto, como si esto fuera una cita y a
pagaramos a medias. —Aunque si vamos en Uber, no voy a pagar la mitad. Me niego.
—Allí habrá comida, ¿sabes? —recuerda mientras recojo mis cosas y lo sigo por
la puerta. —Ya que es una cena y todo eso.
—¿Por qué? Me adoran. Nunca hicieron ruido cuando entré la primera vez.
95
Pulsa el botón del ascensor y entro a su lado, con los brazos enroscados en
torno a mi cintura cuando se pone en marcha. —De hecho, salimos cuando te
estabas duchando.
—Te odio —gruño, mientras tira de mi cuerpo hacia él con tanta fuerza que
tropiezo con el suelo resbaladizo.
pensarlo. No parece una reacción lógica. No está bien que me duela que no quiera
volver a verme después de esta noche.
Estoy tan absorta en mis pensamientos que tardo unos segundos en darme
cuenta de que Wren no ha contestado. Sin embargo, cuando intento obtener una
respuesta, la puerta del ascensor se abre y él se dirige al vestíbulo conmigo detrás.
Cuando pasa por delante del despacho de mi casera, ella levanta la vista, con las
gafas colgando de la punta de la nariz, y me sonríe afectuosamente.
—Que pases una buena noche, Hazel —dice mirando a Wren. Sinceramente,
también lo miraría así. Es atractivo, todo sonrisas y simpatía... es todo lo que una
chica querría si no supiera cuál es su pasatiempo.
—Debe ser difícil meter cuerpos aquí si te los llevas a cuestas o algo así.
Cuando se detiene frente al museo, lo único que puedo hacer es mirar. Hay ser-
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vicio de valet y Wren me hace un gesto para que salga del auto, entrega las llaves
y me rodea con el brazo.
A regañadientes, camino y dejo que me arrastre por las escaleras hasta la gran
entrada acristalada del Museo de Historia Natural. —No sé si podré hacerlo. Creía
que ser tu coartada significaba decir que te quedabas en mi departamento en
lugar de estar disfrutando otras actividades —susurro, acercándome para que
nadie me oiga.
Se ríe, los dientes brillando con una hermosa sonrisa. Con su chaqueta y sus
pantalones sastre a medida, tiene un aspecto muy distinto del Wren al que estoy
acostumbrada.
—No es gran cosa, Hazel —ronronea, sus labios cerca de mi oído. —No tendrás
que hacer nada más que verte bonita.
Eso le arranca una carcajada y tira de mí para acercarme más, como si fuera un
riesgo de fuga que va a volver al estacionamiento y esperar allí hasta que esto ter-
mine. Ahora que lo pienso, puede que tenga razón. —Esto es todo lo que necesito
de ti, ¿de acuerdo? —explica, besándome la sien mientras cruzamos la puerta y
entramos en el gran vestíbulo.
—Esta vez no. Pero si quieres ir, seguro que podemos hacerlo —ofrece. Sin em-
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bargo, antes de que pueda continuar, oigo su nombre resonando en las paredes
más cercanas a nosotros, y levanta la vista para ver a un hombre de pelo castaño y
ojos oscuros con una amplia sonrisa que se acerca hacia él con la mano extendida.
Pero es Wren. Este hombre raro y problemático con una perfecta sonrisa es tan
extrañamente seductor que quiero que siempre vuelva por más. No es que se lo
vaya a decir en voz alta.
—Creía que habías dicho que tu novia era pelirroja —expone, volviendo a mirar
a Wren. Antes de que él le pueda responder, lo hago yo. —Es porque estaba peli-
rroja cuando nos conocimos. Llevaba tiempo tiñéndome el pelo y estoy segura de
que pensaste que era natural. —Le sonrío a Wren, quien me devuelve una sonrisa
maliciosa.
El hombre le dice unas cuantas cosas más que ignoro, y pronto se marcha para
hablar con otra persona. Wren lo observa irse, al igual que yo, y luego se vuelve
hacia mí con una ceja arqueada.
—Yo no te pondría en un aprieto, ¿sabes? —asegura. —No creas que tienes que
cubrir mis errores si no te sientes cómoda con ello.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—No tengo ni idea de lo que eso significa —admito, su mano vuelve a desli-
zarse entre las mías mientras me lleva más adentro de la sala con mesas redondas
cubiertas de manteles y camareros que se pasean ofreciendo comida y bebida.
Wren recoge dos copas de champán y me ofrece una. —Significa que eres per-
fecta tal como eres, y que no necesitas fingir ser nada para mí o para ellos —ex-
plica encogiéndose de hombros, observando si me gusta la bebida antes de beber
de las suya.
No es hasta después que se sirve la cena, de la que no como casi nada porque me 99
preocupa equivocarme con los cubiertos y sentirme cohibida con todos cuando me
siento preocupada. El jefe de GreenCo, Jonah, al que reconozco por sus fotos, se
acerca a Wren con una mujer que, según me informa mi asesino en serie, es su esposa.
—¿Lo conoces desde hace mucho? —pregunta Arianna, saltando ante la opor-
tunidad. —Ha sido bastante hermético sobre su relación, así que lo siento sí pa-
rece que nos estamos entrometiendo.
—No —niego, con el corazón golpeándome las costillas. Sé que no importa, que
esto no es real, pero la posibilidad de su desdén me aterra igualmente.
Pero lo hago de todos modos y, antes de que alguno pueda decir algo despec-
tivo, añado—: Desgraciadamente, he tenido que tomarme un tiempo libre. Tuve
algunos problemas de salud que me retrasaron un año y medio, y este es el primer
año completo que vuelvo a estar al cien por cien.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Lo siento mucho —dice Holly al instante, con expresión preocupada. —Pero
me alegro de que vuelvas a poder tus cosas en orden. ¿Dónde conociste a Wren, si
no te importa que te pregunte?
Llevo toda la noche planeando esto, pero aun así me da miedo poner el plan en
marcha. —Como parte del trabajo en antropología, me dedico a estudiar las in-
fluencias culturales generacionales en los niños —explico, orgullosa de que apenas
sea una mentira. —Antes de enfermar, viaje a Malta a estudiar a los Caballeros
de San Juan, los moros y los romanos para comprender cómo su conocimiento
es transmitido actualmente a los niños. Quería hacer más, pero, obviamente, eso
quedó detenido. De todos modos, este año una amiga me pidió que la ayudara
con algún programa infantil en primavera y verano. Modifiqué mi estudio para
que encajara, solo usando a los niños de esta generación en el pueblo de Akron en 101
lugar de Malta. Fue una gran experiencia y realmente influyó en mi tesis. Conocí a
Wren en un lago del norte. Estaba tomando café y se lo tiré encima. Francamente,
me sorprendió que no me gritara, y mucho menos que me preguntara cuál era mi
nombre. —Resoplo ante mi falsa historia y Michael se ríe.
Incluso Arianna parece divertida. Parecen creérselo con tanta facilidad que
noto cómo la tensión va desapareciendo poco a poco de mis hombros.
—Sólo cuando estaba en séptimo curso —respondo, sin apenas darme cuenta
de que Jonah se acerca para sentarse junto a su esposa.
Wren se sienta en la silla de mi lado y rodea mis hombros con su brazo mien-
tras participa en la conversación. —Me sentí excluido —admite, sonriendo. —¿De
qué estamos hablando?
Por desgracia para él, la única parte de mi historia que no es cierta es cómo nos
conocimos, y eso sigue siendo bastante cierto, salvo el asesinato y el mal manejo
de los machetes en la mesa de picnic.
—¿Has pensado en lo que harás cuando te gradúes? —curiosea Holly, tomán- 102
dome desprevenida.
No lo he hecho, porque a este paso parece que nunca lo haré. —Umm, no estoy
segura —confieso, recogiéndome el pelo detrás de la oreja. —Disfrute mucho lo
que he estudiado para mi tesis, pero también quisiera hacer otra cosa. Me encanta
estudiar diferentes culturas y sus historias, y mi universidad ofrece bastantes
programas de posgrado, dependiendo de mi especialización.
—No puedes culparnos —acusa Arianna. —Tú eres el que ha sido tan reservado
escondiéndola de nosotros.
M
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Abro los ojos y lo miro mientras sale a la carretera secundaria del museo.
—Estaba nervioso —admite. —Era una historia muy elaborada para recordar
todos los detalles.
De repente me doy cuenta de que Wren apenas me conoce. Una parte de mí siente
como si le conociera de toda la vida, aunque sólo hayan pasado unas semanas. 103
—No era mentira —digo con cuidado, con los dedos agarrando el teléfono en
mi regazo. —Todo era verdad, excepto cómo nos conocimos. Y, bueno, que estoy
terminando la carrera.
Se queda callado durante unos minutos que parecen horas. Finalmente, dice—:
Es increíble, Hazel. Siempre supe que había tomado la decisión correcta, pero eso
ha sido brillante. ¿Sabes cuánto les gustaste?
pensé que ‘coartada’ significaba más ‘hablar con la policía’ y menos ‘fingir ser tu
novia en un banquete’.
Wren no responde por un momento, pero cuando busco mis llaves, desliza
sus dedos sobre los míos. —Yo también —concede con una sonrisa torcida. —Su-
pongo que se me da mejor pasar desapercibido de lo que pensaba. ¿Hazel?
Cuando se retira, con los labios aún pegados a los míos, jadeo por el aire que
necesito, aunque él no parece afectado en absoluto.
—No sigas a más asesinos en serie hasta el bosque —ronronea Wren, con los
ojos brillantes. —No creo que le vaya bien a una conejita como tú.
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Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
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S e ha ido.
Durante tres días he aguantado la respiración, pensando que saldría de la nada y 105
me diría que todo era una broma, que me necesitaba para otra cosa. Que tendría que
ayudarlo un poco más con su coartada, como ambos habíamos pensado que haría.
Pero él simplemente... no lo hace. Mi vida vuelve a ser como era antes de que
él apareciera en la floristería, pero, aun así, las cosas no van bien. Es estúpido, y
lo sé. Nadie debería querer que un asesino en serie vuelva a aparecer. ¿Y si se hu-
biera enfadado o aburrido? ¿Y si hubiera dicho algo que no le gustara? Wren mata
gente. ¿Quién dice que no me mataría a mí también?
Es decir, hasta que se abre la puerta y entran cuatro personas, las tres mujeres
que están aquí para probar ramos y cuchichear entre ellas mientras levantan ja-
rrones y luego los vuelven a colocar de formas que antes no estaban expuestas.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
esa mierda antes de irme, a menos que quiera hacerlo el lunes antes de que abra
la tienda, lo que me obligaría a levantarme treinta minutos antes. De ninguna
manera quiero correr esa suerte, así que observo y tomo nota de las cosas que
han movido y que tendré que volver a poner en su sitio antes de centrarme en el
hombre mayor de la tienda.
No creo que esté con ellas. Al menos, no reconoce a las tres mujeres ruidosas ni
las mira. En lugar de eso, echa un vistazo a las tarjetas de felicitación y endereza
un peluche de la estantería, como si se hubiera tropezado con ellas para echar un
vistazo.
Sin embargo, cuando pienso en ello, no puedo evitar recordar la vez que
ocurrió y no pude contener la risa chillona. No sé quién estaba más avergonzado
entonces. Yo o el tipo que había estado engañando a su mujer con un par de ge-
melas idénticas, que al parecer tampoco sabían distinguir la una de la otra.
—Queremos pedir arreglos para una fiesta —dice la que está delante, como si
yo debiera estar emocionada por una celebración a la que no estoy invitada.
que la hace escupirme, abro el catálogo y asiento con la cabeza a todo lo que ella
dice, señalando nuestras opciones más populares y dirigiéndola hacia las flores
más caras que tenemos.
—Hola —saluda, apoyando las manos en el vidrio mientras me mira con el ceño
fruncido. 107
Se está quedando calvo y sólo le quedan algunas canas para cubrir los laterales
de la cabeza. Parte de él está peinado en un pobre intento de ocultar el hecho de
que realmente no tiene pelo. —Esperaba que pudieras ayudarme.
—¿Podrías intentar recordarlo por mí? Creo que es bastante único. Habría es-
tado aquí solo, probablemente. Pelo negro, ojos oscuros. Es un tipo muy simpá-
tico. —El hombre se ríe, aunque no le llega a la cara. —Ni idea de lo que pidió, sin
embargo. ¿Quizás algo para una novia?
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de pelo y de ojos. Pero no estaba solo, y realmente no estaba ordenando algo para
su novia. Pero ¿por qué este hombre estaría preguntando por Wren?
Apenas presto atención a los clientes, y normalmente son las mujeres que
vienen las que son memorables de alguna manera. La mayoría de los chicos de
mi edad no vienen aquí a comprar flores para una novia. —Sinceramente, no creo
que conozca a ningún cliente que haya venido recientemente con esa descripción.
—No quiero ser obtusa, y espero que no piense que estoy mintiendo.
Pero esto realmente se siente como un tiro en la oscuridad, y este tipo acaba de fallar.
108
—De acuerdo. Podría estar equivocado —asegura el hombre, moviendo las
manos para metérselas en los bolsillos. Mientras lo hace, se echa la chaqueta
hacia atrás y el brillo de algo me llama la atención.
Una placa. Me viene a la cabeza que es una placa y estoy segura de que me ha
visto mirarla. Si oculto que lo sé, pensará que es sospechoso. Sobre todo, cuando
parece que hay más posibilidades de que esté aquí por Wren. Vuelvo a mirarlo,
enarcando las cejas. —¿Eres policía? Hacemos descuentos a las fuerzas del orden
y a los veteranos, pero seguro que no te interesa, ¿eh? —Mi media sonrisa es triste
y sincera, y él se ríe.
—No, señorita. Veo que está ocupada... —Se interrumpe, mirando a la seño-
rita Jenkins, que sigue tarareando. —Pero, ¿podría preguntarle a su jefa por mí
cuando termine si ha visto a mi amigo? Por alguna razón, no consigo ponerme en
contacto con él, y estoy preocupado.
Espero que funcione. Asiente, sin apenas escucharme, y extiende la mano para
poner su tarjeta en el mostrador.
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—Eso sería de gran ayuda. —Asiente el agente. —Llama a ese número y avísame
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si lo ves. Aunque no creo que debas decirle que estuve aquí buscándolo. — Duda y
frunce el ceño. —Entre nosotros, no creo que sea su tipo de lugar —comenta, con
cara de preferir estar en cualquier sitio menos aquí.
—Gracias de nuevo. —Se despide con respeto y sale por la puerta, en dirección
a la tienda de artesanía de enfrente.
Aunque supongo que podría ser otra persona la que busca el agente, aunque
encaje perfectamente con el aspecto de Wren y su falso motivo para entrar en la
floristería. Recuerdo que aún tengo su número en el móvil, aunque lo había olvi- 109
dado después de días sin usarlo. Por otra parte, nunca lo había llamado o enviado
un mensaje. Más bien había sido al revés.
Podría volver a dormirme, lo sé. Pero dar de comer a los gatos me ha dado
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hambre y me doy cuenta de que no he comido nada desde esta mañana. Había
tomado un bollo y lo que parecía un litro de café, que me niego a aceptar que no
sea un grupo de alimentos por sí mismo.
—¿Debes hacerlo? —Suspiro mientras Shadow ataca mi pie con vigor. No hace
ningún daño real, pero sigue siendo irritante tener que quitármelo de encima de
110
camino al congelador.
Sin embargo, el ruido de los golpes me paraliza. Por un momento, estoy segura
de que es el agente de la floristería y me quedo paralizada, sin saber qué hacer.
Quizá si finjo que no estoy aquí...
Vuelven a llamar y me muerdo el labio, preocupada por quién está al otro lado
de mi puerta. Podría ser mi casero. No sería raro, incluso a estas horas. O podría
ser que quieren interrogarme sobre Wren.
En cualquier caso, si salgo a la puerta vestida así, sabrán que es un mal mo-
mento, y eso es lo que pretendo.
—¿Wren? —jadeo, con los ojos muy abiertos. —¿Qué haces aquí?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
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Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
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N o tengo ni idea de qué decir a eso. Especialmente con él tan cerca. Ob-
servo cómo deja la bolsa de comida sobre la mesa y sus ojos se clavan en los míos
cuando termina. —Apuesto a que pensabas que te habías librado de mí —ron-
ronea, inclinando mi cabeza hacia arriba con dos dedos bajo mi barbilla. —Que
112
ibas a celebrar sin mí.
—Creía que te habías ido —confieso, con los ojos clavados en los suyos. —No
actuaste como si quisieras quedarte. No dijiste nada...
—No matarte fue mi primera señal —interrumpe Wren. —Por si no había que-
dado lo suficientemente claro, follarte sobre una mesa de picnic era la segunda
señal. Venir a tu departamento con la cena era yo diciéndote algo.
En retrospectiva, admito que las señales eran bastante claras, pero sigo negado
ante sus palabras. —Pero no dijiste nada —protesto, con el corazón latiéndome en
el pecho. —Ya sabes, con palabras. Necesito palabras. Y ni siquiera me conoces.
Sólo pensé que...
Wren pone los ojos en blanco. — Teague —responde rotundamente. —Tu ape-
llido es Teague. Tienes veintitrés años. A pesar de haber trabajado en un campa-
mento este verano, no te gustan mucho los niños y prefieres tumbarte bajo las
luces de los árboles y quedarte mirándolas. Eres zurda, obviamente, porque la
primera vez que intentaste golpearme con una piedra fue con la mano derecha
y fallaste estrepitosamente. Tienes más cosquillas en el lado derecho que en el
izquierdo.
Lo miro asombrada, sin saber qué decir. —Está bien —acepto, con los ojos en-
trecerrados. —Pero tú no me conoces.
—Sé que eres mi conejita y que no me voy a ir a ninguna parte. —Esboza una
sonrisa descarada. —Y que no has comido.
—¿Cómo lo sabes?
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pero no sé si confío en que te alimentes bien. Parece que cada vez que cenamos
juntos, estás demasiado nerviosa y no comes lo suficiente. Así que he venido a
solucionarlo.
No hay mucho más que pueda hacer con la mente tan agitada, así que me
hundo en el sofá y lo escucho sacar de la bolsa lo que sea que haya traído.
Minutos después aparece Wren, con una bandeja de comida en una mano y dos
botellas de agua en la otra. Empuja la mesita hacia atrás con el pie, lo que observo
con confusión, y se sienta a mi lado en el sofá, con su rostro... ¿Ansioso?
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Ansioso y engreído, y hay un brillo en sus ojos oscuros que no entiendo. Me
aparta el pelo de la cara y vuelve a ponerme la mano en la garganta.
Mis entrañas aún se retuercen ansiosas mientras veo cómo abre la caja. Son de
hecho, son mis gofres favoritos, pero desde luego nunca me los había comido de
rodillas en el suelo.
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No tomo la caja, porque estoy segura de que acabaré recibiendo una bofetada
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—Estás bromeando —acuso, mirándolo a los ojos con las cejas levantadas. —
Estás jodidamente bromeando. No soy una puta mascota. No voy a mendigar las
sobras de la mesa.
—Claro que no. —Se sienta y se mete el bocado de waffle en la boca, sin apenas
prestarme atención. —Puedes hacer lo que quieras, Hazel.
Dios, odio cuando se pone así. Eso es lo que me digo a mí misma mientras le-
vanta el tenedor burlonamente, justo fuera de mi alcance.
—Sí.
115
Se ríe y baja el tenedor lo suficiente para que pueda tomar un bocado, mi mano
sube para apoyarse nerviosamente en su muslo.
—Ah, ¿no? ¿En serio? —Rodea mi cintura con un brazo para darme un beso
áspero que me hace preguntarme si está persiguiendo el sabor de los waffles con
chispas de chocolate dentro de mi boca mientras su lengua presiona contra la mía.
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—¿Crees que ahora sería un buen momento para hablar de cómo estás vestida,
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Hazel? —pregunta de la nada, sus manos deslizándose por mis caderas hasta
poder pellizcarme el culo con fuerza.
Grito contra sus labios por la brusquedad repentina y me abalanzo hacia de-
lante cuando me separa los muslos sobre los suyos.
—¿Y si no hubiera sido yo? ¿Y si otra persona te hubiera visto así? ¿Sabes
qué fue lo primero que pensé cuando entré, conejita? —Su boca está cerca de
mi oreja y sacudo la cabeza contra su hombro. —Lo fácil que sería follarte. Ni
siquiera tengo que desnudarte, ¿verdad? —Una de sus manos desaparece, solo
para apartar mis pantaloncillos del pijama a un lado para que sus dedos puedan
acariciar mi coño desnudo. —Quizá no lo sabías. ¿Es así? ¿No lo sabías? —Suena
provocador cuando lo dice, y yo alzo una mano para enredarla en su pelo, con la
cara escondida en su hombro.
—En realidad no soy una presa —rechazo, tirándole del pelo con más fuerza.
Llevo la otra mano a su cuello y presiono suavemente con la palma al lado de su
garganta para sentir su pulso bajo mis dedos.
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—Tal vez —responde Wren burlonamente, acariciándome cada vez más insis-
tente. —Pero lo dudo. Desde luego, no eres un depredador como yo. —Lo muerdo
sin pensar, clavándole los dientes en el hombro, y él gime.
—Muérdeme otra vez —exige, si bien mis dientes aún rozan ligeramente su
piel. —Vamos, Hazel. Húndeme los dientes como yo quiero hacerlo contigo.
—Me alegro de que hayas vuelto —jadeo, con los ojos cerrados concentrán-
dome en su tacto. —No creía que quisieras, es que...
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—Me estás demostrando lo mucho que quieres pertenecerme. Eres tan buena
para mí, Hazel. —Mueve mis caderas lo suficiente para que en su siguiente embes-
tida vea las estrellas y, antes de que pueda negarlo, me corro.
Mis muslos tiemblan por las réplicas sobre los suyos y él se ríe complacido
contra mi pelo. —Eres toda para mí, pequeña presa. Y nunca jamás te dejaré ir.
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Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
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En su lugar de eso, inclino la cabeza hacia arriba sólo un poco, lo suficiente 119
para poder perseguir sus labios en un beso apropiado mientras mi corazón se
acelera. Se aparta, burlón, y yo frunzo el ceño. —Se supone que estabas dormida.
He descubierto que me gusta verte dormir. Es un nuevo pasatiempo para mí.
—Es algo que hace tu devoto acosador —corrige, cambiando el agarre sobre
mis muñecas a una sola de sus grandes manos para que la otra quede libre y me
rodee la garganta. —¿Te parece bien? —pregunta, aunque tengo la cabeza echada
hacia atrás para que pueda hacerme lo que quiera.
—¿Te parece bien que te abrace así para poder sentir cada una de tus
respiraciones?
—Parece un poco intenso —admito, abriendo los ojos para mirarlo detenida-
mente. Me pregunto si notará cómo se acelera el pulso solo por tenerlo cerca.
—No se trata de eso —descarto, tragando saliva bajo su mano. Sus uñas rozan
ligeramente la piel de mi garganta cuando lo hago, y él se remueve para que su
pulgar esté bajo mi mandíbula, justo en el punto de mi pulso.
Sobre todo, cuando me quita las manos de encima para levantar mi pierna y
colocarla encima de su hombro.
—Adelante —invita, bajando la cara para besarme justo debajo del ombligo. —
No voy a impedirte que hables, Hazel. —Me besa hasta que su aliento calienta mi
coño y no puedo evitar el escalofrío que me recorre la espalda.
Lo que no hace nada por tranquilizarlo, y entonces baja para recorrer con sus
labios los míos, acariciándome la entrada con la lengua, antes de encontrar mi clí-
toris una vez más y acariciarlo alternando entre movimientos rápidos y pequeñas
caricias puntiagudas con los dientes.
Sus ojos se dirigen a los míos, con las cejas levantadas, y me doy cuenta de que
vuelve a provocarme para que termine de hablar.
Como si fuera tan fácil con él así, entre mis muslos, adorándome con su boca.
—Dime —ordena, rodeando mis caderas con sus brazos. —Dime, Hazel. Es im-
portante, ¿verdad? Dímelo. —No vacila, y no puedo apartarme mientras vuelve a
su “tarea” de saborear todo lo que pueda de mí.
—Qué interesante —dice, apartándose lo justo para tararear las palabras con
falso entusiasmo. —Continúa.
Pongo los ojos en blanco ante su actitud, pero sigo—: Este tipo entró y estaba
actuando un poco raro. —Puedo sentir su atención más en mis palabras ahora,
por la forma en que sus movimientos se vuelven menos insistentes. —Supuse que
estaba engañando a su mujer y quería llevarle flores para aliviar la culpa. —Mis
dedos se aprietan contra su cuero cabelludo, mis muslos se aflojan cuando vuelve
a encontrar mi clítoris con sus dientes y su lengua. —Sucede mucho en mi trabajo.
Un tipo viene y quiere comprar la ira de su mujer.
—No —protesto. —No lo es. Umm... Vino a verme y me preguntó por un ‘amigo
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
suyo’. Dijo que lo estaba buscando, y que estaba seguro de que había estado en
la tienda hace un par de días. Wren, te describió perfectamente. —Con la mano
aun en mi coño, presiona dos dedos dentro mío y los abre en tijera, un ronroneo
sonando desde detrás de su sonrisa burlona.
—Estás siendo un imbécil —suelto con descaro, y Wren me pone los ojos en blanco.
—¿Lo soy? —pregunta, soltándome las caderas para poder rastrillar con sus
uñas mis muslos y luego volver a subir.
122
Chillo sorprendida por el nuevo ángulo de ataque e intento incorporarme, pero
lo único que consigo es facilitarle que me ponga de rodillas debajo de él.
—Ya está. Ahí es exactamente donde te quiero. Vamos, pequeña presa. ¿Qué
decías? —Me está incitando, burlándose de mí, y suena tan petulante que me dan
ganas de morderlo. Sin embargo, como si leyera mis traviesos pensamientos, me
inmoviliza con su peso sin dejarme hacer otra cosa que apartar la cara de la almo-
hada para mirarlo con desprecio.
—¡Este tipo te estaba buscando! Intentó que admitiera que habías estado en la
florería. Quería que le ayudara a encontrarte. —Me muerdo el labio cuando siento
su polla en mi entrada, y él se ríe entre dientes.
Me interrumpo con un grito ahogado cuando se retira, solo para volver a fo-
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
llarme con tanta fuerza que me preocupa golpearme la cabeza contra la pared.
Como si a él también le preocupara, su mano baja para inmovilizarme, con los
dedos en la nuca.
—Apuesto a que sé quién fue —anuncia Wren mientras me folla. —Hay un de-
tective muy dedicado. Bueno, no siempre lo fue. Pero pensé que vendría a husmear
sobre mí antes de esto. Levanta un poco las caderas. Balancéate hacia mí, conejita.
Hago lo que me pide, mi mente da vueltas con sus palabras y la forma en que
me hace sentir. —Así, sin más. Eres perfecta, Hazel. Y te sientes tan bien alre-
dedor de mi polla. Quizá hoy no te deje salir de la cama. ¿Qué te parece?
—No lo estoy. Porque tengo amigos, y te tengo a ti. Aún no me han atrapado, y
llevo tiempo haciendo esto. O... ¿es que estás dispuesta a ser mi coartada un poco 123
más? ¿Es eso? ¿Me estás ofreciendo ayuda para salir de este embrollo?
—Ya no más, pero tampoco quiero… —chasqueo, con los dedos enredados en
las sábanas. —Que te encarcelen por lo que a mí respecta.
—Pero Hazel —ronronea al oído. —Si me agarran, ¿quién va a follarte así? ¿Te
aburriste y no lo estás disfrutando? ¿O quieres más? Iba a tomarme las cosas con
calma... Pensando que tal vez necesitabas adaptarte a mí primero antes de que te
tome de todas las maneras que quiero.
—Sí —dice en tono sombrío. —Sí, lo es. La verdad es que he sido muy amable.
Todo lo que he hecho ha sido follarme este bonito coño dejándote recuperarte
después cada polvo.
—Podría llevarte a casa y dejarte allí. Tal vez atarte para que no puedas salir
de mi habitación. Podría convertirte en mi conejita de compañía, en lugar de que
corras libre como un conejo salvaje que me deja volver por más. Quiero usar todos
tus agujeros, Hazel. No sólo tu coño, aunque definitivamente soy adicto a lo que se
siente cuando mojas toda mi polla. Vas a dejarme. Lo deseas tan mal. ¿verdad? —
Vuelve a burlarse de mí y me aparta el pelo de la cara para poder besarme. —Deja
que te ayude. —Me rodea con una mano para acariciar mi clítoris, y sus embes-
tidas vuelven a aumentar. —Vamos, Hazel. Córrete por mí, nena. Quiero sentirte.
Quiero hacerlo, y aunque no debería, estar atrapada bajo él, contra él y con él
dentro de mí. Es perfecto, y demasiado, y todo lo que nunca supe que quería en la
vida mientras me corro con sus dedos en mi clítoris y su polla enterrada profun-
damente en mi coño
—Lo sé. —Se ríe entre dientes, mordiéndome el hombro. —No te preocupes,
Hazel. Estarás conmigo por el resto de tu vida. No voy a ir a ninguna parte, ya no.
No ahora que me has dejado entrar.
—¿Lo harás? —aclaro agotada, medio dormida otra vez. —¿Es una promesa?
—Una inquebrantable.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
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—¿Adónde vas? —interrogo, sentándome y cruzando las piernas debajo de mí. 125
—Parece un poco pronto para el asesinato, ¿no? —Mi voz es seca y burlona, pero a
estas alturas, no me extrañaría que el homicidio volviera a estar a la orden del día.
—No —acepta pensativo. —Supongo que no puedes. Pero volveré más tarde.
También te traeré la cena. No puedo dejar que olvides comer.
—Lo sé —asegura Wren en tono tranquilo. —Créeme, lo sé. Pero disfruto cui-
dando de ti, Hazel. ¿Por qué no me dejas consentirte?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Por suerte, antes de que pueda responder, sale por la puerta y cruza la cocina
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a grandes zancadas. Se despide de los gatos, y la puerta se cierra tras él unos se-
gundos después, cuando me levanto a buscar mi ropa.
Resulta obvio que hacer la colada debería estar hoy en mi lista de tareas. Por
fin encuentro un par de leggings metidos en mi armario que probablemente estén
limpios, una camiseta vieja, y me los pongo con una mueca. La camiseta está ás-
pera, ha perdido su suavidad en su centésimo ciclo de lavado, pero no me atrevo a
preocuparme lo suficiente como para meterla en el cesto de la ropa sucia y bajarla
a la lavandería. De todas formas, hoy no voy a ningún sitio tan importante como
para hacer la colada.
Sobre todo, cuando prefiero mirar fijamente al techo y repasar todas las cosas
que Wren me dice y que hacen que el corazón se acelere y mi estómago se contraiga
de expectación. Me gusta, me he dado cuenta. Más de lo que nunca pensé que me
gustaría, pero al mismo tiempo hay una preocupación persistente en mi corazón.
—No lo estoy —respondo mientras retiro el plato de alimento de gato del suelo.
Shadow aúlla su desaprobación por no haberlo hecho antes, y yo lucho contra el
impulso de abandonarlo en un árbol para gatos en medio del lago.
nutos. Pensé que podríamos ir a comer sushi. —Su voz se quiebra un poco, y puedo
decir que estoy en el altavoz de su coche.
—No tengo ni idea de por qué estoy cansada —admito, recostando la cabeza en
el asiento. —Sólo llevo levantada una hora, así que uno pensaría que me sentiría
refrescada como el infierno.
—¿Quizá has dormido demasiado? —Jenna siempre es útil cuando cree que
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puede serlo y se encoge de hombros mientras se desvía por una calle lateral que
nos llevará a nuestro destino en diez minutos o menos. —A veces me pasa. Sobre
todo, cuando estaba muy cansada desde el día anterior.
—Cuando está lleno de niños gritones y propensos a los accidentes con pega-
mento, no cuenta. Y ni hablar de los asesinos con machete.
El auto se queda en silencio y la culpa me golpea de lleno por lo que estoy ha-
ciendo. ¿Qué diría Jenna? ¿Se lo contaría a la policía si le explicara lo de Wren, o
intentaría internarme en un psiquiátrico?
una palabra. Repite lo que ha dicho mirándome, y entablo una conversación fácil
con ella hasta que entramos en el estacionamiento de Mermaid Fin.
—Está bien, pero hace siglos que no venimos aquí —comento mientras me
pongo de pie en el estacionamiento y cierro la puerta de su auto detrás de mí. —
Desde mayo. Es demasiado tiempo, y me ofende por nosotras, la verdad.
—Me siento ofendida por ellos —responde Jenna. —¿Te imaginas cómo se
deben sentir ya que los hemos estado privando del placer de nuestra compañía?
—Entra y yo la sigo, saludando a nuestra camarera quién nos ofrece una sonrisa
que llena su redondeado rostro al vernos llegar. Por lo que sé, es una de las hijas
del dueño y la siguiente en la línea de sucesión al trono de este local.
Según ella, al menos. Como no he conocido a las otras hijas no sé hasta qué
punto será cierto. Podría estar tratando de buscar alianzas improbables en caso
de que la sucesión se convierta en una guerra civil entre la familia Mermaid Fin. En
tal caso, sólo puedo esperar que la calidad de su sushi no sufra las consecuencias.
128
—¡Por fin! —Nuestra anfitriona, cuyo nombre no recuerdo, nos hace señas para
que nos acerquemos a una mesa junto a la barra que da a la cocina. —Pensábamos
que habían muerto durante una excursión del campamento de verano, ya que
hacía tanto tiempo que no las veía.
Casi me sacudo ante esas palabras. Las dice en broma, pero, por desgracia, se
acerca a lo que podría haber pasado.
Bueno, a mí no, supongo. Eso nunca estuvo en mis planes, y tengo que quitarme
de la cabeza los pensamientos de machetes y mesas de picnic antes de meterme
en problemas. Este no es el momento ni el lugar para eso.
Pero no es que quejarme por ello vaya a cambiar nada, así que cruzo los brazos
delante de mí e intento fingir que no es tan incómodo como parece.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
tras lo deslizo más cerca. —Y ambas quieren té negro, ¿verdad? ¿Con hielo? Te
traeré el azúcar —le dice a Jenna.
—Nos conoces tan bien que es como si nunca nos hubiéramos ido —expongo,
sin querer parecer grosera. Soy antisocial, claro, pero no una imbécil. Me gusta este
sitio tanto como a Jenna y preferiría que tuvieran la impresión correcta de que dis-
fruto estando aquí, y no que sólo me dejé arrastrar por mi amiga, o algo así.
Se ríe y se aleja, y yo bajo el menú para que Jenna pueda agarrarlo y escanear
su contenido.
—¿En serio? —Sus cejas se levantan. —Es increíble. Me alegro mucho por ti,
Hazel. —Una sonrisa se extiende en sus labios, girándolos hacia arriba con pi-
cardía. —¿Cómo se llama?
—Wren.
—¿Dónde trabaja?
—¿Cómo es?
—No, no me refiero a eso. Me refiero a cómo se ve. —Mueve las cejas sugestiva-
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—Él es... —Aprieto los labios, pero no puedo contener la sonrisa que se dibuja
en ellos. —Está muy bueno. Como el mejor amante que he tenido. Y está metido
en un montón de cosas. Un montón. Sinceramente, a mí también me gusta tener
esas experiencias con él. Es sólo que se pone un poco... —Intento explicarle su
actitud y sus ganas de “cuidarme”. —No lo sé. Es raro, supongo. Dice que dis-
fruta cuidándome y asegurándose de que estoy bien. A veces se siente condescen-
diente, pero me gusta. Creo.
Aunque no creo que le guste; más que nada por lo que es.
—Oye, por cierto. No quiero empañar el ambiente ni nada, pero ¿te has ente-
rado de lo del padre de Brett? —El cambio de tema me pilla desprevenida y me
hace un nudo en el estómago. 130
—No. ¿Qué ha pasado?
—No creo que vaya contigo el año que viene —admito, sonriendo cuando llegan
nuestras sopas en pequeños cuencos blancos. Le agradezco a la camarera, y ella
asiente con la cabeza antes de marcharse de nuevo. —Sin ofender ni nada, Jenna.
Pero ya he tenido suficiente del Campamento Clearwater.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Sí, lo entiendo. A veces parece que parte de él nos siguió a casa. ¿Tiene sen-
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tido? ¿Sabes lo que quiero decir? —pregunta, con los codos golpeando la mesa.
Me mira, sorprendida por mis palabras o por el entusiasmo que hay detrás de
ellas, pero luego se encoge de hombros.
—Bueno, tienes cosas mejores en las que pensar, ¿no? —comenta riendo.
—¿Qué hace Wren en GreenCo? ¿Puede conseguirme un trabajo?
Jenna se lo piensa y luego sacude la cabeza. —No sé lo que quiero hacer, sin-
ceramente. Excepto que no quiero trabajar en la oficina de mi madre el resto de
mi vida. ¿Y tú?
131
—Quiero terminar la carrera de antropología —admito, más en serio de lo que
creí posible. —Y quizá volver a Malta alguna vez.
—Quizá gane algún tipo de beca subvencionada y nos consiga a todos billetes
de primera clase para ir allí —sugiero en su lugar.
—¿Todos nosotros?
—Tú, yo y mi tesis.
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—¿Quieres que hablemos de ello? —pregunta sin moverse del marco de mi puerta.
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Doy un paso atrás y hago una exagerada reverencia que le hace resoplar al en-
trar en mi departamento y desplomarse con un gemido en el sofá. —Muy amable
por dejarme entrar.
—Bueno, la mitad de las veces entro solo —remarca. —La otra mitad de las
veces sueles sorprenderte bastante, o llevo unas cuantas calles acechándote. Hoy
no he estado, por si tienes curiosidad.
—¿Y? —pregunta curioso, rodeándome el tobillo con los dedos. Sube despacio,
amasando los músculos con sus largos dedos y casi derritiendo mi cerebro allí mismo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
último segundo, decidí no revelarle que eres el asesino en serie que nos aterrorizó
en Campamento Clearwater.
No puedo evitar poner los ojos en blanco, con el ceño fruncido. —Como digas.
Es que... no sé. No es para tanto. —Empiezo a moverme para que me suelte la
pierna, pero él la sujeta con fuerza.
—Sí significa tanto —argumenta Wren, que me empuja aún más hacia su re-
gazo, de modo que mi culo queda pegado a su muslo y no puedo incorporarme.
—Para ti. Y eso significa algo para mí.
—¿Y?
tarme a horcajadas sobre sus muslos mientras mis ojos encuentran su sonrisa
dulce y fácil. —Hemos vuelto al inicio. Supuse que lo haríamos pronto, basán-
dome en lo que me contó Virgil.
—Incluso puedo entender que pienses que es demasiado pronto, o que estoy
loco por sentir algo tan fuerte por ti. Tal vez incluso pienses que estoy mintiendo. 134
Pero Hazel, si pudiera dejarte entrar para que hurgues mi cerebro o incluso darte
mi corazón para que pudieras ver cómo me siento, sabrías que no miento.
Esboza una sonrisa, con los ojos oscuros. —Eso es como preguntarme si me
aburriré de respirar. Mientras viva, siempre te querré. Puede que ya te quiera. —Mi
corazón se estremece al oír esas palabras. —Quizá sea obsesión. Demonios, creo
que son las dos cosas. Estoy jodidamente obsesionado contigo, Hazel. Siempre
estaré obsesionado contigo.
—Y eso está bien. Porque tengo el resto de mi vida para convencerte. Entonces...
—Se levanta y me pone en pie. —Antes de que decidieras ponerte tan seria, iba a
preguntarte si querías salir conmigo. Un par de amigos míos quieren conocerte.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Los tengo. Y has visto a uno de ellos —asegura Wren. —Les gustarás.
—¿No crees que lo haga? —tararea, y yo ignoro las alarmas que se encienden
en mi cabeza.
—No —digo con franqueza, porque suena ridículo. —Eso es... —No logro ter-
minar mi respuesta. Justo cuando Wren se abalanza sobre mí y me levanta, echán- 135
dome por encima de su hombro para ponerme la mano en el culo y poder dar
zancadas hasta la puerta sin obstáculos mientras yo lanzo dagas a su espalda.
—¡Bájame! —jadeo sin aliento, con las manos tratando de arañarlo. —¡Santa
mierda, Wren! Bájame...
—Sí —está de acuerdo. —Deberían encerrarme de por vida y todo eso. De todos
modos, ¿te gusta la comida cajún? ¿Y la música en vivo?
E
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No está repleto, pero tampoco vacío. Wren rodea el auto y me toma de la mano
con una sonrisa, y yo lo espero para entrelazar mis dedos con los suyos en un
movimiento extrañamente tierno. Su expresión levemente sorprendida se vuelve
cálida y me atrae hacia él para depositar un beso en la sien haciéndome desmayar
por dentro.
—Me gustaría señalar que nunca he estado aquí —explico, contenta de que, con
mis leggings y camiseta, no vaya mal vestida ni para el público ni para él. —Pero
frecuento distintos sitios especializados en preparar comida a domicilio. Lo que
probablemente te resulte bastante obvio.
136
—Muy obvio —asegura Wren, deteniéndose en el puesto de azafatas que hay
fuera del patio y fijando una sonrisa amistosa en sus facciones.
—Mis amigos ya están aquí —dice, señalando el patio enmarcado por barandi-
llas hasta la cintura con celosías decorativas.
Ella sonríe y nos hace señas con la cabeza, y Wren aprovecha la invitación para
tirar de mí a través de las mesas hasta que estamos en el lado más cercano al río.
La música es más tranquila aquí, lejos del edificio, y todo lo que tengo que hacer
para ver el agua agitada es inclinar la cabeza ligeramente hacia un lado y mirar
por encima de la barandilla envuelta en luz.
—Por fin. —La voz es más tranquila que la de Wren, y me resulta familiar, así
que al levantar la vista no me sorprende ver al hombre que había estado aquel día
en la floristería. Sonríe al verme y deja caer al suelo las dos patas delanteras de
su silla. Su compañero, más pequeño y delgado, con el cabello rubio eternamente
desgreñado, se sienta en la silla más cercana a la barandilla y sólo levanta la vista
hacia mí tras un momento de contemplar el río.
—¿No vino Virgil? —consulta Wren, que no parece muy alterada por ello.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—No, él dijo que no cambiaría su cita por una suya. Es la última noche de la
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semana que Sloane pasa en su casa —expone el rubio en tono de reproche, como
si Wren debiera haberlo sabido. —Y te agradece que recuerdes su siempre impor-
tante agenda. Además, le gustaría que te recordara que tiene a los perros comiendo
golosinas orgánicas, no la basura de cuero crudo que intentaste comprarles.
—No era cuero crudo —gime Wren, sacando una silla para mí y mirándome
como si fuera a arrojarme en ella si no lo hago yo misma. —Simplemente no es-
taba a la altura de su nueva comida para mascotas. ¿Alguno de ustedes ha tenido
las pelotas de pedirle a Sloane que se calme de una puta vez?
—Ni en sueños —admite el rubio, con una pequeña sonrisa en la cara. —Si
quieres morir, Wren, allá tú. Pero déjanos al margen.
—Por favor. —Se burla Wren, con voz despreocupada, pero bajando el tono al
añadir—: De todas formas, hace meses que no mata a nadie. Apuesto a que está
oxidado.
137
Me choca que sea tan abierto al respecto, y la mirada del rubio se desvía hacia
la mía antes de preguntar, en voz baja—: Eres Hazel, ¿verdad?
—Soy Jed —responde él, con el toque de un acento sureño. —Amigo es un eu-
femismo. Me recogió a un lado de la carretera y nunca me dejó marchar.
Miro sorprendido a Wren, que suelta una risita y sacude la cabeza. —Lo más
triste es que no miente. Encontramos a Jed haciendo autostop desde Texas. Pero
lo haces sonar tan malicioso.
—Nunca pensé que dejarían entrar a nadie en su club de chicos hasta que Sloane
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empezó a aparecer. Es bueno saber que no es una casualidad. —Mira a Cass como
si la hubiera ofendido personalmente y se va, sin molestarse en darle el menú.
—Creo que me odia —admite Cass, echándose hacia atrás con un suspiro. —
Antes le gustaba. De hecho, solía flirtear conmigo.
Cass pone los ojos en blanco y me mira fijamente, haciéndome sentir que no
pertenezco al grupo.
—Mejor que sepa ahora que eres un problema —señala Wren con dulzura.
—¿Quién es Sloane? —pregunto, en vez de comentar eso. —¿Es otro de tus amigos?
—Más o menos. Bueno, sí. Es nuestra amiga —explica Wren. —Es la otra mitad
del cuarto miembro de nuestro club de chicos. —Hace una mueca con las palabras,
138
claramente no le gustan. —La conoció el año pasado y ahora son inseparables.
Pero ella no quiere mudarse con él, así que sólo pasa cinco noches a la semana en
su casa, en vez de las siete. Olvidé, que esta noche es la última que pueden com-
partir y él siempre se empeña en pasar hasta el último minuto con ella.
—Es muy hermosa —admite Jed, apoyándose en el codo para que pueda oír su
voz tranquila por encima de la música.
La mirada de Jed se desliza hacia Wren, que deja de discutir con Cass para mi-
rarlo sorprendido. —¿Qué?
Incluso Cass lo mira, perplejo, y Wren se burla—: Ninguno de los dos estaba
allí, y ella obviamente está bien.
—¿Realmente está bien? Podrías no estar conforme con esto, si no quieres es-
tarlo —asegura Jed, con ojos suaves y amistosos puestos de nuevo en mí.
—Eh, sí. —Vuelvo a sentarme en la silla, algo relajada, aunque todo esto me re-
sulte tan chocante. ¿Es posible sentirse incómoda alrededor de Jed? me pregunto.
139
Es tan dulce y su sonrisa tan amable... Es desequilibrante por naturaleza, decido,
y si además es un asesino, apuesto a que es uno bastante eficiente.
Me encojo de hombros, atrapada por las palabras. —¿Qué ibas a hacer? ¿Robar
una por mí? No pasa nada, Wren. Tengo otras chaquetas. Y prefiero tenerte a ti
que, a ella, de todos modos.
—Wren dice que eres antropóloga y que has estado en Malta —comenta Cass
con ligereza, rompiendo el silencio. Tanto él como Jed parecen más callados, y me
pregunto si Virgil es igual, o si es más ruidoso y sociable que ambos. Por lo demás,
no puedo evitar imaginar que es Wren el más extrovertido del grupo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
más fácil de lo que hablar. —Sí. Más o menos, aunque nunca he terminado la ca-
rrera. Y fui a Malta hace un par de años para un viaje de investigación.
—¿Por qué no terminaste tu carrera? —pregunta Jed, con la voz tan suave como
siempre. No respondo de inmediato, frunzo el ceño ante mi copa y paso el dedo
por encima para limpiar una gota de condensación en el cristal.
—Son sólo malas rachas. —Me encojo de hombros, sin ganas de mentir ni ex-
plicarme. —Pero acabarán pasando.
Probablemente. Quizá.
Quizá no.
Pero al final del día, siento que eso podría no estar tan mal, en lo que a mí
respecta.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
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—¿Estás despierta? Pensé que haríamos algo divertido antes de llevarte a casa,
pero si estás demasiado cansada, podemos saltárnoslo.
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—No estoy cansada. —Bostezo, obligándome a despertar. Abro los ojos y,
cuando levanto la cara esperando que estemos en casa, me detengo.
—Estamos a las afueras de Akron, ¿verdad? Aquí hay un club de campo y creo
que no mucho más. —Desde luego, nunca he venido a esta pequeña y exclusiva
ciudad para ricos, así que no sé qué demonios quiere hacer Wren aquí.
—Sí. —Se ríe Wren. —Tienen un parque impresionante. Hay rutas de sende-
rismo, hay un estanque. Un estanque de mierda, pero un estanque al fin. Hay es-
pacio para acampar, aunque ninguno de ellos está reservado ahora mismo. Es un
lugar popular durante el día, pero nunca he visto a otra persona aquí por la noche.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Como siempre, me sorprende que sólo lo conozca desde hace unas pocas se-
manas y no desde hace al menos un par de años.
—¿Qué hacemos aquí? —averiguo con cuidado, nerviosa de que quiera que le
ayudo a hacer algo que “nos una para siempre” o algo así de críptico.
Como asesinar.
Al ver mi cara, Wren suelta un bufido. —¿Por qué me miras así? —cuestiona, des-
abrochándose el cinturón de seguridad y echándose hacia atrás. —¿Qué he hecho?
—¿Vas a pedirme que te ayude a matar a alguien? —interrogo, con el corazón 142
latiéndome en el pecho. Mi voz es más suave de lo que pretendía, y las palabras
quedan suspendidas en el aire entre nosotros durante un segundo, convirtiendo
su pequeña mueca en una sonrisa completa.
Wren estalla de risa, con un sonido áspero y genuino, y echa la cabeza hacia
atrás mientras le tiemblan los hombros.
—Ya eres parte de esto —señala Wren. —Me has ayudado a que no me atrapen.
Por favor, conejita. Nunca querría que hicieras eso. No te lo pediría, eso seguro.
No estás hecha para ser asesina, ni nada por el estilo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
gida, o algo así —murmuro, recordando uno de mis series favoritas de crímenes
reales en la que la trama entre los dos hombres era precisamente esa. Por su-
puesto, apenas recuerdo gran parte de la novela, la verdad sea dicha. Sólo la leía
por el sexo caliente e imaginativo.
Las palabras me sacan de mis pensamientos y lo miro, con una sonrisa curván-
dose en mis labios. —Es agradable oír eso. Aunque soy un asco.
—Quiero decir...
Me pone un dedo en los labios, diciéndome sin palabras que me calle. —Po-
demos discutir sobre tus mejores cualidades en otro momento. O nunca, ya que
no aceptaré que seas menos que perfecta.
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Se me retuerce el corazón al oír esas palabras y lucho contra el impulso de
morderle el dedo sólo por diversión. Sólo para ver qué haría.
Mis ojos se dirigen a los suyos, sosteniendo su mirada mientras suelta la mano
y me mira con esa sonrisa satisfecha.
—¿Qué?
—Pero no huyo de ti. ¿No deberías perseguirme? —pregunto, sin estar segura
de que el hecho de que me lleve a follar a un parque tenga mucho que ver con
cómo nos conocimos. Excepto por la naturaleza, claro.
—Quizá deberías empezar antes que yo. —Sus palabras resuenan en el pe-
queño espacio del cálido coche, y él no se mueve salvo para tamborilear con los
dedos sobre la consola.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Esbozo una sonrisa y aprieto los labios para ocultarla, aunque estoy segura de
que Wren ya ha visto la expresión.
—No salgas del parque —bromea. —Eso parece que estaría fuera de los límites,
y no quiero que nadie más te encuentre o piense que realmente estás en peligro.
—No. Voy a contar hasta veinte —segura, con el aspecto más relajado posible.
—Ochenta.
—Sesenta.
—Ya estoy contando, pequeña presa. ¿No crees que deberías, no sé... correr?
Sus palabras bastan para obligarme a salir del auto y me quedo de pie junto a la
puerta aún abierta, sintiéndome como un conejo asustado mientras deseo haber
encontrado algo mejor que mi camiseta, mi sudadera con capucha y mis leggings
para vestir esta noche.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Aunque supongo que los arneses de combate, la pintura negra facial y las ropas
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
camufladas no están de moda en esta época del año, así que nunca tuve la opor-
tunidad de comprarme uno. Qué pena.
Ladea la cabeza para mirarme, con los ojos brillantes. —¿De verdad crees que
no lo haré, conejita? —Su mirada astuta y depredadora me corta la respiración. Sé
que lo hará, pero no lo digo.
Y lo hago.
145
Me doy la vuelta y cierro el auto de un portazo antes de salir corriendo hacia
el bosque y desviarme inmediatamente en otra dirección. No entiendo cómo va a
encontrarme, a menos que vaya a gritar mi nombre o a fingir que necesita ayuda.
El parque ya me parece grande y apenas conozco el terreno.
Pero sigo corriendo hasta que por fin salgo cerca del muelle, en la orilla del
estanque que él mencionó. Los árboles son frondosos, aunque le falta la lluvia
de luces del campamento. Voy despacio, mirando a mi alrededor, y sólo oigo los
sonidos de la brisa entre los árboles y el agua a mi izquierda.
¿Vendrá por esta dirección? ¿Podré quedarme sentada aquí hasta mañana, o al
menos hasta que él acepte que no puede encontrarme? Supongo que me llamará
cuando se frustre y...
—Te dije que corrieras —ronronea, y una mano se acerca para sujetarme la
garganta. —¿Qué demonios estabas haciendo, conejita?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—No creí que me encontrarías tan rápido... —Me interrumpo con un grito suave
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Hecho a correr y me adentro entre los árboles mientras él se gira para contem-
plar el lago y contar una vez más. Ya no puedo preguntarle cuánto tiempo me da.
Y esta vez no paro de correr. Sigo hasta que me arden las piernas y comienzo
a tropezar con raíces y ramas. Una vez más reduzco la velocidad, escondiéndome
detrás de un par de un pino enorme, muy lejos del sendero y oscurecido por tres 146
lados con los arbustos y desniveles de tierra del bosque.
Excepto que apenas cierro los ojos y reclino la cabeza contra el árbol cuando
Wren me agarra las piernas y me saca de un tirón de mi escondite. Se ríe, con la
alegría reflejada en el rostro mientras se cierne sobre mí, enjaulándome entre sus
brazos y rodillas.
—Estás haciendo trampa —acuso, jadeando con fuerza. —Es imposible que me
encuentres tan rápido.
—No estoy haciendo trampa —asegura Wren, sin parecer molesto por la acusa-
ción. Se extiende con su mano libre y agarra la base de mi garganta, inclinando mi
cara hacia la suya. —Sólo eres muy, muy ruidosa. Y algo predecible. ¿Te gustaría
volver a intentarlo?
—¿Por qué? ¿Para que la próxima vez que me encuentres esté desmayada en el
suelo por el cansancio?
—Exacto.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Busco su rostro y dejo que mis labios se curven en una imitación de la sonrisa
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que él lleva. Mi mejor intento, aunque dudo que eso sea decir mucho.
—No —digo, con más curiosidad por ver qué hará que por otra cosa. Si real-
mente quiere que lo haga, volveré a correr. Supongo que, si me niego, aunque sea
por un momento, lo despistaré. Quiere perseguirme, así que...
—¿Qué?
—Buena chica —bromea, el elogio suena más a burla que a otra cosa. —Vamos.
Pelea conmigo.
—Estuviste tan cerca. —Se burla, empujándome contra la sudadera que aún
tengo debajo. —Tan cerca de escaparte de mí, conejita. Tan jodidamente cerca,
¿verdad?
tanto a ambos lados del cuello que veo las estrellas. Es cuidadoso. Lo noto en sus
movimientos, pero al cabo de unos segundos sigo tan mareada que no tengo más
remedio que quedarme en el suelo y respirar el aire que me deje.
—Qué presa tan dulce —ronronea, y una mano se acerca a rozarme el estó-
mago. Me aprieta ligeramente; sus uñas pinchando contra mi piel mientras las
arrastra hacia arriba y hacia arriba, y luego me amasa ligeramente los pechos.
—Me encanta mirarte —admite, y abro la boca para decirle algo, pero él no me
da la oportunidad. Wren arrastra las uñas por mis costados con fuerza, y yo suelto
un quejido por el dolor agudo antes de que repito el movimiento.
—Tan sensible —bromea, reteniéndome una vez más cuando intento incorpo-
rarme. Me hace cosquillas en las costillas, justo donde me había arañado, y no
puedo evitar la súplica jadeante que sale de mis labios mientras mi cerebro casi
sufre un cortocircuito por las sensaciones. —¿Te he hecho daño?
148
—Sí —digo con voz pequeña, y los ojos muy abiertos.
—Lo es, aunque lo niegues. Es generoso, eso es seguro. Todo lo que tienes que
hacer es rogar por mí.
—Para follarte como obviamente te mereces. —Se sienta para quitarse la cami-
seta, y ni siquiera pienso en lo que estoy haciendo antes de hacerlo. Salgo de su
agarre cayendo sobre mis rodillas, pateándolo por debajo, y saltando hacia ade-
lante en la hierba, tratando de ponerme en pie.
oportunidad perfecta para hacer lo que quiera ahora que me tiene boca abajo.
Intento zafarme de él de nuevo, pero eso sólo lo ayuda a quitar el resto de mi ropa
antes de que me aborde una vez más, sujetándome con su cuerpo sobre el mío.
—Nunca —gruñe en mi oído Wren, arrastrando sus caderas contra las mías. —
Nunca dejaré que te alejes de mí, conejita. Eres toda mía. ¿Qué creías que estabas
haciendo exactamente? ¿Qué creías conseguir con ese pequeño truco? ¿Realmente
intentabas huir, o...? —Se aparta lo justo para bajarse bruscamente los pantalones
por los muslos, de modo que cuando sus caderas vuelven a encontrar las mías,
siento su dureza contra mi culo. —¿Sólo querías demostrarme cuánto me deseas? 149
¿Estás de rodillas ante mí para que te críe como a una perra necesitada?
Niego con la cabeza, dejando que me presione hacia abajo hasta que mi co-
lumna se arquea y mi cara queda contra la hierba.
—No lo estoy. No es... —miento, tratando negar que estoy tan excitada cuando
ambos sabemos que no es verdad.
—Sí que lo es. Es todo por mí. ¿Quieres que te llene, conejita? ¿Qué me asegure
de que nadie más pueda reclamarte como suya? Seré tan meticuloso que quedarás
arruinada para cualquier otro.
Gimo y dejo escapar un suave sonido cuando sus dientes rozan mi hombro
antes de pellizcarlo.
—Ruega.
—Estás atrapada, pequeña presa —advierte Wren. —No tienes adónde ir. Ni
siquiera puedes moverte si yo no quiero. Tiemblas de necesidad y necesitas que
te folle. ¿Crees que no es obvio? ¿Crees que no puedo sentir cuánto me quieres
enterrado en tu coño?
Sonríe, llamándome la atención, y se echa hacia atrás para meterme tres dedos
en el coño, arrancando un grito de sorpresa de mis labios.
Asiento con la cabeza y él aparta los dedos para llevármelos a la cara. —En-
tonces abre la puta boca para que pueda enseñarte lo poco que me estoy imagi-
150
nando las cosas.
—Sé que me necesitas. —Desliza la cabeza roma de su polla contra mis plie-
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
gues mojados, arrancándome un gemido ahogado. —Pero sigue sin ser suficiente.
—Lo siento. Lo haré mejor. Lo haré mejor. Porque necesito que me folles. Quiero que...
—Eso es tan vago. Tan tímido. Dime dónde, cómo y por qué quieres que te folle.
—¿Quieres que te críe? —incita, moviéndose para que su punta se deslice contra
mi entrada. —Parece que lo necesitas después de todo.
—Sí. 151
—Dilo otra vez.
—Sí, por favor... —Me interrumpo cuando se desliza dentro de mí, sin parar
sintiéndolo en lo más profundo. Es tan grande que, sin que me estire con los
dedos durante un rato, resulta casi doloroso. Pero eso hace que merezca aún más
la pena. Jadeo y me derrumbo sobre su mano en la garganta de él, con las caderas
aún levantadas y apretadas contra las suyas.
—Buena chica —elogia. Sus caricias se ralentizan durante unos segundos antes
de acelerarse y macharme hasta el desmayo. —Una jodida buena chica para mí.
Siempre lo eres, ¿verdad? —Me arrastra las uñas por los costados y no puedo evi-
tarlo. Grito y me aprieto a su alrededor, notando cuanto eso lo complace.
—No necesitas que pare —promete. —Tampoco necesitas que sea suave con-
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tigo. Conejita, nunca jodidamente lo has hecho. Eres tan perfecta cuando me
tomas así. Es donde debes estar. Dilo conmigo. Este es tu jodido sitio.
Repito las palabras, tropezándome con ellas unas cuantas veces mientras él
sigue destrozando mi cuerpo. No es solo la forma en que me penetra como si
nunca fuera a volver a verme, o la forma en que aprieta mis costados llenándome
de moretones y sisea contra el desgarrador enganche que tengo en su pelo.
Empuja una, dos veces, y luego se hunde tanto que veo las estrellas mientras
se libera dentro de mí. —Córrete por mí —jadea, aún dentro de mí. Me rodea el
cuerpo con las manos y me levanta contra él para que apoye mi peso en las ro-
152
dillas. Sus dedos encuentran mi clítoris para que pueda acariciarme sin piedad
con una mano y sujetarme contra él con la otra. —Ahora mismo, mientras estoy
enterrado profundamente en tu coño. Córrete por mí, Hazel. Si intentas aguantar,
vas a tener problemas.
Quiero aguantar. De alguna manera quiero demostrarle que tengo más control
del que parece. Pero no puedo. Con un sollozo el orgasmo me golpea como un
puño mientras mis músculos se aprietan en torno a él y mi cuerpo casi se rinde
golpeando contra el suelo.
—Date la vuelta para mí, cariño —murmura Wren, sonando tan dulce que lo
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—Sí, lo hice. —Engancha mis rodillas a las suyas y, de repente, vuelve a pene-
trarme con dos dedos.
Aspiro un aliento, con los ojos abiertos, pero antes de que pueda moverme
para detenerlo, está añadiendo un tercer dedo mientras me mete suavemente los
dedos en el coño.
—¿Qué estás haciendo? —siseo, incapaz de hacer mucho más que girarme para
mirarlo.
—Yo nunca...
—Está bien, shh. Tranquila... —Me roza la sien con los labios, el pulgar encon-
trando mi clítoris. —Te obligaré.
Cumple su palabra, y mis ojos se cierran con fuerza mientras mi tercer or-
gasmo me desgarra, más desesperado que lo anteriores. Tarda lo suficiente para
que pueda sentirlo endurecerse contra mi espalda baja, listo para empezar de
nuevo, y cuando me ayuda a girar sobre su regazo, con una sonrisa en la cara,
apenas puedo creer que estemos haciendo esto de verdad.
—Pobrecita. —Su sonrisa es oscura y burlona, y sus ojos bailan de placer. Hace
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una pausa, con una mano en mi cintura mientras me mira. —Sabes que puedes
decirme que pare, y si lo dices en serio, lo haré. Siempre lo hemos tenido claro,
¿verdad, Hazel?
—Claro que sí —concedo, con una lenta sonrisa en los labios. —Pero también
hablo en serio, tendrás que llevarme en andas de vuelta a tu coche, Wren.
19
Quizá sea porque Wren lleva casi un mes haciéndolo. O es sólo porque última-
mente estoy más nerviosa y siento que algo, cualquier cosa, podría salir mal y
caerá el otro zapato y voy a despertar de lo que sea esto.
Esa fue mi primera pista, creo. Llevo veinte minutos oliendo la misma colonia
y sé que no es la de Wren. Eso apenas tendría sentido, ya que acababa de lavar
esta ropa, pero sería más creíble que el spray corporal de un desconocido haya
invadido mi nariz.
Así que sigo caminando. No quiero detenerme todavía, cuando estoy aquí, en
medio de una multitud de gente. No me gusta esta parte de la ciudad y, lo que es
más importante, no me he terminado mi café.
Doy un sorbo, con tanta nata montada como cafeína, y me doy la vuelta para
alejarme de mi departamento. Si alguien me está siguiendo, no quiero llevarle de
vuelta a casa.
Sigo andando y cruzo otra calle. Con todo, esa colonia se me queda en la nariz
y cada vez que puedo mirar discretamente detrás de mí, me parece vislumbrar al
mismo hombre con gafas de sol y un abrigo de cuero negro muy cerca.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
saje a Wren. Tengo miedo de volver a casa, y no sé qué demonios voy a hacer si
este hombre me alcanza.
Aprieto más fuerte la taza de café y bebo otro trago, dándome cuenta tardía-
mente de que no estoy bebiendo más que hielo y los posos de mi café. Mierda.
Ahora no tengo muchos motivos para seguir caminando, y no estoy segura de
adónde voy ahora que he llegado tan lejos.
Giro por otra calle, todavía insegura, y se me encoge el corazón cuando me doy
cuenta de que es más residencial que comercial, y eso significa que hay menos
gente. Pero no puedo detenerme ni actuar como si me hubiera equivocado de ca-
mino. Eso avisaría a mi acosador de que algo va mal y me metería en un lío.
Sin saber qué más hacer, busco a tientas mi teléfono y escribo un breve men-
saje a Wren mientras camino. Con la esperanza de que, parezca que no sé qué
estoy siendo seguida y que estoy por encontrarme con alguien.
156
Aparentemente, no funciona. No si la mano que se cierra alrededor de mi brazo
tiene algo que decir al respecto. Apenas consigo bloquear el teléfono cuando me
sacan de la acera principal llevándome a un patio protegido por dos autos y un
gran arco de ladrillo.
Mi taza de café vacía cae al suelo y la tapa sale volando por el impacto. El hielo
se derrama sobre mis zapatos, y los suyos, mientras miro la cara del detective de
la floristería. Se quita las gafas de sol con la mano libre y me mira con los ojos
entrecerrados, con el blanco de los ojos enrojecido.
—Me has estado mintiendo —gruñe el hombre en voz baja. —Me mentiste en la
floristería sobre tu ‘amigo’, ¿verdad?
—¿En serio? —Me lanza una mirada plana y saca su teléfono, girándolo para
mostrarme una foto.
Soy yo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Pero lo más importante es que estoy junto con Wren. Vamos caminando por
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—¿Cómo iba a saber que te referías a mi novio? —Quizá si admito eso, piense
que no miento sobre el resto. Por la mirada que me lanza, eso no es muy probable.
—Es mi novio, no lo que sea que estés buscando —contesto, intentando za-
farme de su agarre. —¿Qué te pasa? ¿No eres de las fuerzas del orden? ¿Qué he
hecho para que me acoses así? —De nuevo intento zafarme de su agarre, y sus
dedos me aprietan con más fuerza.
—Lo era —acepta con sorna. —Hasta hace poco. Con lo que creo que tu novio
también tiene algo que ver, estúpida perra.
¿Qué demonios le pasa a este hombre? Su mano, que aún me agarra tiembla, y
aprieto los dientes ante el constante ardor de su agarre.
—Todo porque no podía encontrarlo y mi jefe dijo que estaba actuando como
un obsesivo.
Yo, por mi parte, estoy de acuerdo con su jefe. No es que piense decirlo.
—No sé qué quieres de mí, pero está claro que lo has perdido —digo en voz
baja, mis palabras lentas y precisas. —Por favor, suéltame.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¿Por qué? ¿Para que puedas volver corriendo a él y decirle que lo estoy bus-
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cando? ¿Para qué me mate a mí también? —Sus ojos se agrandan con cada pa-
labra, y se me ocurre que podría saber algo. Sin duda, ninguna persona normal
actúa así sin un motivo.
Un gruñido le corta el paso y, antes de que pueda decir nada más, me suelta,
tambaleándose hacia atrás, mientras una figura oscura y peluda pasa junto a mí,
me golpea el extremo de una correa y vuelve al suelo sobre sus cuatro patas. El
perro, un gran pastor alemán, ladra y gruñe, enseñando los dientes, mientras el
ex policía tropieza con el vaso tirado, los hielos derretidos y casi se cae de culo
sobre la acera.
El hombre que entra en el arco de ladrillo para colocarse a mi lado es alto, con el
pelo rizado y castaño oscuro y unos ojos danzantes llenos de perversa diversión.
158
El enorme pastor alemán, vuelve a golpear el extremo de la correa, gruñendo, y
el hombre no le ordena que pare. —No parece que le caigas muy bien a Vulcan —
expone el hombre, sin molestarse en obligar al perro a cesar su comportamiento
amenazante. —Sería una pena que se me soltara la correa. Podría matarte.
—Seguro que sí. Pero, ¿por qué no la dejas en paz? O tendrás problemas ma-
yores que el perro de mi novia haciéndote trizas, te lo prometo.
—Te haré pagar por esto —gruñe, tenso y presa del pánico, pero esa parece ser
su última línea de defensa. El detective huye, caminando tan rápido que básica-
mente trota mientras se mete las manos temblorosas en los bolsillos y finge que
no está aterrorizado por el perro y su dueño.
Yo sé que lo estoy.
—Déjame adivinar —suspira, con los ojos fijos en la figura del detective que se
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Las palabras erizan el vello de mis brazos y me alejo un paso de él, preguntán-
dome si será otra persona que odia a Wren.
—Soy Virgil. —Se presenta por fin, y algo se activa dentro de mí mientras siento
que tomo una respiración temblorosa. —Por esa mirada, parece que has oído mi
nombre antes.
—Wren me dijo que ibas a venir a cenar con nosotros la otra noche —admito,
con las manos apretadas en los puños.
—Te gustaría, y yo preferiría que estuviera aquí —admite en voz baja, apar-
tando la mirada. —No es nada personal, Hazel. No me gusta la gente.
—No, pero aún así... —Mis ojos se posan en el perro que lo mira con ojos felices
y una cola que se mueve lentamente. Parece que le gustan los perros.
Por lo que había oído, podría ser uno de los perros de su novia. ¿Los “adoptó”
cuando empezaron a salir?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
¿Es como Wren? Y más aún, no puedo evitar preguntarme qué piensa su novia
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—Oh, claro que me mataría por ello —asegura Virgil. —Mejor amigo o no. Si
siente por ti lo mismo que siento por Sloane, entonces me haría pedacitos y me
daría de comer a los perros.
—Me ha tirado café y hielo en los zapatos —respondo, con el corazón latién-
dome en la garganta una vez más. Wren abre la boca para decir algo, pero agarro
su mano y rápidamente añado—: Tenía una foto donde estaba contigo. No debería
tener una foto tuya, ni saber quién eres, y creo que puede ser culpa mía…
Mis palabras se van volviendo histéricas a medida que hablo, pero antes de que
pueda continuar, me aplasta contra su pecho una vez más.
—Gracias —le oigo decir. —Me alegro de que te cruzaras con ella. Te debo una, Virgil.
—Claro que sí —asiente con ese tono perezoso que usa el hablar. —Pásate
luego por mi departamento. Deberíamos pensar qué vamos a hacer.
—Ella está bien, Wren —tranquiliza Virgil. —No está herida. No hace falta que
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Wren me aparta lo suficiente para besarme con fuerza. —No sabe lo suficiente
como para localizarme —explica, arrastrándome más adentro de mi departa-
mento. —Y no sabe dónde vives. Con el tiempo lo averiguará, pero ahora no. ¿Se-
guro que estás bien?
—Sí, mamá, estoy bien. —Sosteniendo su mano, la voz todavía demasiado histé-
rica. —Lo siento. Si metí la pata, es que me tomo desprevenida de alguna manera y...
—Soy un asesino en serie, Hazel —recuerda, tirando por fin de mí hacia su 161
regazo en el sofá. —Ya sabes lo que eso significa. La gente siempre me está bus-
cando. A veces son estúpidos y se acercan demasiado. —Me besa con fuerza, sus
manos encuentran el dobladillo de mi camiseta.
—¿Eso no los hace inteligentes? —cuestiono cuando por fin consigo separarme.
Con los ojos muy abiertos, veo cómo se le dibuja en los labios una sonrisa triste
y cómo se le oscurecen los ojos de emoción cuando dice—: Oh, no, no, no, mi
conejita. Eso no les hace inteligentes en absoluto. Porque no sólo se ha ganado
la muerte por mi mano y la de mis amigos, sino que ha tocado lo que es mío. Mi
pequeña presa. Mi Hazel. Virgil me dijo que te había tocado.
20
Con sus gafas de sol y su chaqueta de cuero que resalta en el calor de agosto,
es fácil distinguir al detective de cualquier otra persona. El estómago me da un
vuelco y casi me alegro de que Wren no esté aquí para verlo.
Pero, por otra parte, según Wren y Virgil, está loco y ya no tiene placa. Eso lo
hace más peligroso, y muerdo mi labio nerviosamente mientras me mira fija-
mente desde el otro lado de la calle.
Me alejo de él, olfateando con desagrado, para mirar hacia la calle en la que he
acabado gracias al autobús. No estoy familiarizada con esta parte de la ciudad.
En primer lugar, es demasiado cara para mí. Y segundo, no conozco a nadie que
viva aquí.
Wren tiene una casa en esta zona, según la dirección que me ha dado, y al pa-
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
recer Virgil también. Al menos, eso es lo entendí. Cuando pregunté si Jed vive aquí
también, ambos negaron con la cabeza y me dijeron que reside en los suburbios,
en una bonita casa con un bonito buzón y sin nadie más que lo moleste.
Suena como muy solitario para mí, pero ¿qué sé yo? También vivo sola, con
dos gatos aulladores que rara vez se callan y a los que está claro Wren les agrada
más que yo.
Continúo caminando calle abajo, pasando por delante del dúplex de Wren en
lugar de pararme y llamar. Saco el celular del bolsillo mientras avanzo y doblo la
esquina al final de la calle como si este lugar no fuera mi destino. Despreocupa-
damente, abro mi conversación de texto con Wren.
De acuerdo.
Da otra vuelta. Una amiga mía se reunirá contigo fuera. Ella actuará como si
el lugar fuera suyo, y así el policía no sabrá que es mío. A menos claro, que ya lo
sepa. Está bien, conejita. Hiciste bien en avisar.
lógica de Wren? Seguro que no soy una persona violenta como él. Una que está bien
con hacer algo sangriento o doloroso para ayudar a alguien que ha violado la ley.
No soy un monstruo como Wren, aunque esa píldora sea más fácil de tragar cada día.
Es un asesino en serie.
Doy unos pasos y vuelvo a mirar por encima del hombro, buscándolo una vez más.
Mi novio que mató a alguien delante mío salpicándome la cara con su sangre. Y
si estoy empezando a sentir que le ayudaría a hacérselo a cualquiera que se lo me-
rezca, sin embargo, eso es un problema para otro día. No puedo estar enamorada
de él. Eso es una mierda de “parejas asesinas” que me niego a mirar en detalle.
Y menos hoy, cuando mis pies me llevan dar vuelta a la manzana y veo la cha- 164
queta de cuero negro divisándome entre la multitud.
Un ladrido llama mi atención y mis ojos se posan en el perro que Virgil había
estado paseando el día anterior. Solo que esta vez es una chica, quizá un año
mayor que yo, quien lo pasea y, cuando me mira, sonríe y me saluda como si fué-
ramos viejas amigas.
—¡Hazel! —llama la morena, con voz cálida. —Te dije que lo perdiste. Siento
que hayas tenido que dar otra vuelta a la manzana.
—¡Hola! —saludo, trotando el resto del camino hasta ella. Le da una señal a
Vulcan con la cabeza y yo le tiendo la mano, dejando que me huela para recono-
cerme como si ya no lo hubiera hecho.
Al menos esta vez no ladra ni gruñe como si quisiera comerse a alguien. Eso
promete. Le acaricio las orejas oscuras mientras sonrío a mi peludo “amigo”.
—No puedo creer que me perdiera la dirección —bromeo, viendo la chaqueta de
cuero por el rabillo del ojo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Sloane también, y noto por primera vez de que tiene los ojos de distinto color:
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
uno es marrón claro y el otro azul medio. Es bonito, aunque un poco curioso.
—¿Quieres entrar? —No tiene sentido fingir que no sé qué está ahí. Puedo estar
tan incómoda como quiera, porque no es una actuación y él no creería lo con-
trario. —Me muero de hambre.
—He pedido comida —promete Sloane, y me hace un gesto para que la siga de
vuelta al pequeño y bien cuidado patio del primer dúplex. En total, hay cuatro uni-
dades repartidas entre dos edificios, y miro a mi alrededor con interés mientras
camino justo detrás de Sloane.
165
Sólo en los instantes previos a que la puerta se cierra tras de mí me doy la
vuelta para mirar al detective, que se encoge aún más el abrigo sobre los hombros
y se da la vuelta para marcharse.
—Mi nombre no está en él —dice Wren, entrando en la habitación con una son-
risa irónica. —Si no, probablemente lo haría. Gracias, Sloane. —La rodea con un
brazo en un rápido abrazo, sellando mis sospechas sobre su identidad.
Ella le hace una mueca. —Acuérdate de esto la próxima vez que quieras insultar a
los perros —reprende, pinchándole en el costado. Otro perro, un pastor alemán si-
milar a Vulcan, se levanta y se estira, caminando hacia Sloane y olfateando su pierna
como si hubiera algo que encontrar mientras desengancha al otro de la correa.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Soy Sloane. —Se presenta, volviéndose hacia mí con una sonrisa apenada. —
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Aunque supongo que ya lo sabes. Y tú eres Hazel. Quien de alguna manera está
tan loca como para querer aguantar al señor Camper. —Le lanza una mirada rá-
pida y mordaz a Wren, que sonríe dulcemente a su vez.
—No, oh Dios no. Nunca dormiría en una tienda de campaña o al aire libre. Lo
siento —admito, esperando no ofender a la chica.
—¿Ni siquiera si es conmigo? —consulta Wren, con los ojos muy abiertos.
—Especialmente si es contigo.
166
Sloane resopla al dejarse caer en el sofá junto a Virgil, y yo miro hacia la pareja
mientras ella se apoya en él, dejando que su brazo caiga sobre sus hombros para
acercarla. Al hacerlo, algo parece desvanecerse en ella. Algo de miedo o tensión
que no había notado hasta ahora. No puedo evitar preguntarme si está bien o si
hay algún problema en que yo esté aquí.
¿No le caigo bien? O quizá sólo huelo mal. Nerviosa, alzo la mano para pei-
narme con los dedos en los puntos seguros que casi siempre están libres de en-
redos. Wren da un paso adelante para abrazarme, apoyando la barbilla en mi
cabeza y tirando de mí hacia un sillón reclinable.
—Entonces... ¿qué hago aquí? —aclaro, aunque siento que probablemente sea
descortés, así que añado—: No es que me moleste. Sólo que no parecía que me
estuvieran invitando a pasar el rato.
—No lo hicimos —asegura Virgil con ese aire despreocupado que parece tener
para todo el mundo excepto para Sloane. Para ella todo son miradas suaves, e in-
cluso cuando habla de ella es dulce, a menos que le esté diciendo a Wren que se
guarde sus palabras.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
¿La ama? Y lo que es más importante, ¿la quiere como Wren me quiere a mí?
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Si es así, me encantaría sentarme y hablar con ella sobre esto. Sobre cómo lo co-
noció, o cómo se siente sobre lo que él hace. ¿Le molesta el hecho de que mate
gente? ¿Lo ayuda siquiera?
—Creía que habría sido que no te atraparan —detallo, dirigiendo la mirada a Wren.
—¿Estás... tú?
167
—Lo estaba —reconoce después de un momento, y es tan despreocupado que
parece que no le molesta en absoluto.
—¿Qué te detuvo?
—¿Pero ya no?
—No.
—¿Porque...? —Me gustaría que fuera al grano, explicara la razón, o lo que sea.
—Porque, Hazel. Ahora te tengo a ti. Y eres mucho más interesante de lo que po-
dría ser descuartizar a la gente.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
21
C uando desvío la mirada de Wren, mis ojos se posan en Virgil, quien sonríe
con franca diversión provocando que el calor suba a mi rostro, dándome unas
innegables ganas de retorcerme. —No digas esa mierda delante de otras personas
—murmuro, como si no fuera demasiado tarde para salvar las apariencias.
No es que a Wren le importe. Se ríe entre dientes, con una sonrisa evidente en 168
su preciosa cara, y se acomoda para apoyarse en mi espalda.
—Creo que podemos admitir que no soy un asesino compulsivo —declara, mien-
tras el pomo de la puerta gira al otro lado de la habitación, poniéndome tensa.
Vulcan, el más agitado y guardián de los dos perros, da un ladrido para alertar
a la habitación mientras la puerta se abre, revelando a Cass y Jed.
—¿Sabían que hay un policía rondando por aquí? —pregunta Cass, cerrando la
puerta tras Jed, que permanece callado. El hombre rubio y tímido camina hasta
sentarse en el suelo delante de Vulcan y, por un momento, me preocupa que el
perro vaya a comérselo o, como mínimo, a ladrarle.
—Ex policía —aclara Virgil, mirando a Jed con pereza. ¿Es porque está tan cerca
de Sloane? En muchos sentidos, me recuerda a mi novio. Todos lo hacen, hasta
cierto punto. —Y sí, está bastante seguro de que ha atrapado a Wren y cree que es
responsable de los asesinatos de este año.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¡¿Siete?! —No tengo ni idea de cómo no lo han atrapado ya. Eso parece mucho,
aunque no es que tenga ningún tipo de experiencia con el homicidio.
—¿Por qué? —No puedo evitar preguntar, pero se limita a mirar a Jed, con una
ceja levantada. 169
—Ese perro va a comerte algún día —amonesta a su amigo, que resopla y niega
con la cabeza. —¿Y eso no será poético para ti?
—Así que ahora Wren es un asesino compulsivo —añade Cass, arrastrando una
silla del comedor. Hace un ruido espantoso en el suelo de madera que no entusiasma
a Wren, pero no protesta verbalmente cuando Cass se deja caer en ella y suspira, pa-
sándose una mano por el pelo. —Si Kat estuviera aquí, acabaría contigo —regaña, al-
zando las cejas mientras lo mira de arriba abajo. —Deberías alegrarte de que no esté.
—Como sea. —Nunca había visto a Wren actuar como un niño petulante al que
regañan, pero eso es lo que parece. Especialmente ahora, cuando parece que se ha
cerrado en banda y no quiere hablar de lo que sea que estén insinuando, aparte de
su inminente muerte. —Mira. Hartmann no es el único problema. Es el principal,
claro, pero tiene amigos. Quienes siguen en el departamento y están empezando
a hablar. Si fuera solo él, no tendría por qué ser difícil solucionarlo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¿Y si uno de ustedes lo hace? —sugiere Sloane, como si la idea fuera obvia.
—Hacer que parezca que se enredó con algo que no debía, pero darle a Wren una
coartada honesta.
—Es una opción mejor —admite Cass dubitativo. —Pero sigue dándonos más
atención de la que nos gustaría. Aun así, si no podemos idear otra cosa, yo lo haré.
—Permíteme. —La voz de Jed es ligera y repentina, y levanta la vista con una
sonrisa dulce y pesarosa. —Nadie me mira como al resto de ustedes. Hace años que
no mato a nadie, y nunca por aquí. —Sus pálidos ojos azules parecen iluminarse a
170
medida que habla, hasta volverse espeluznantes. —Además. Todos ustedes suelen
deshacerse de los cuerpos de las formas obvias. Son creativos, en cierto modo.
Pero predecibles. Nunca lo encontrarán si lo hago yo. Soy la apuesta segura.
—No —Virgil y Wren lo cortan a la vez, este último frunce el ceño con preocupa-
ción mientras sacude la cabeza e intercambia una mirada con el novio de Sloane.
—No —repite Virgil, con la preocupación grabada en el rostro. —No creo que sea
una buena idea.
—Yo tampoco —acuerda Wren. —Te lo agradezco, Jed. Pero creo que todos
estaríamos más seguros si no lo hicieras.
Jed sólo se encoge de hombros, la luz de miedo se desvanece de sus ojos mien-
tras vuelve a darle masajes en la pancita al perro. Desde el sofá, el otro perro
observa, pero no deja su lugar allí con sus patas en el regazo de Sloane.
—Pero ese es el problema aquí, Hazel —recuerda Virgil, no sin malicia. —Ya
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
—No a mi favor, querrás decir —señala Wren con un suspiro. —Pero tiene
razón. Es hacerlo o morir. Para cualquiera de nosotros.
—Sí, no estoy discutiendo eso. Pero yo sólo quería decir ¿qué pasa si ninguno
de ustedes lo mata? Si es claro como el día que ninguno de ustedes lo hizo, y el
departamento lo sabe también, entonces ¿no serviría eso? Ninguno los persigue
como a él, así que... —Me encojo de hombros y miro hacia un Wren inseguro, casi
preocupado. —¿Qué?
—Hazel... —Se detiene, la inquietud contrayendo sus rasgos. —No voy a dejar
que mates a alguien por mí. Ni que vayas a la cárcel por mí.
171
Frunzo el ceño. —No me estoy ofreciendo. Al contrario de lo que estás pen-
sando, a mí también me gustaría no ir a la cárcel. No, quiero decir, ¿y si lo mata
otro policía?
—¿Y por qué harían eso? —pregunta Cass, con voz interesada pero cuidadosa-
mente desprejuiciada.
—No —admite, volviendo su oscura mirada hacia la mía. —No quiero hacer
nada que la lastime. Y no puedo prometerte que no lo mataré si se pone violento
contigo, Hazel. Y entonces tu plan se arruina, y yo voy a la cárcel de todos modos.
—Su sonrisa es irónica, haciendo que mi corazón se hunda.
—Entonces no vayas —dice Cass con firmeza. —Somos cuatro. No tienes por
qué estar allí.
Wren abre la boca para discutir, pero Virgil le corta para decir—: No, tiene
razón. Y tu novia tiene razón. Hazel, tiene razón. —Se corrige a sí mismo, como si
por fin me he ganado que usen mi nombre en una sala de asesinos en serie. —Es
172
una buena idea, si funciona.
Si no muero haciéndolo.
—¿Yo parezco disgustada? —Hay un tono nervioso en mi voz que desearía que
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
no estuviera ahí, pero es lo que es. —Has echado a tus amigos, básicamente. Tú
pareces realmente enfadado por esto. Conmigo.
Suspira y se apoya en la columna que tiene detrás y que separa el salón del
comedor y la cocina. —No es así —comenta finalmente. —No como tú crees. No
estoy enfadado contigo, conejita. ¿Cómo podría enfadarme contigo?
Me mira y se le dibuja una sonrisa en los labios antes de borrarla con la mano.
—¿Tienes hambre? —pregunta cambiando de tema, haciéndome un gesto para
que lo siga. —Y seguro que quieres ver algo más de mi casa que el salón.
—Lo sé —dice al fin, enderezándose. —Eso es lo que lo hace peor, ¿sabes? Odio
ser yo quien te ponga en esta situación. —Se acerca para apoyarse en el mostrador
frente a mí, sus manos a centímetros de las mías alrededor de la bebida.
guien. Tiene un tipo, y normalmente sólo hay unas pocas veces al año en las que
le apetece matar gente. Por eso todos hacemos una buena fiesta de disfraces en
octubre y lo encerramos. Si no, volvería a ser el Halloween de 2019.
—¿Y qué hay de ti, entonces? Me ibas a decir por qué eres diferente.
174
—He matado más que todos mis amigos juntos —explica Wren sin vacilar, con
los ojos oscuros mientras da golpecitos con el dedo en la mesa. —Fácilmente.
Apuesto a que podrías duplicar su número y aun así no igualar el mío. ¿Quieres
saber lo que me excita, Hazel?
—Nada.
Pero la respuesta es cualquier cosa menos el gran secreto que esperaba. Debe
de ver la confusión en mi cara, porque sonríe y se inclina hacia mí, bajando la voz
para susurrar conspirativamente—: Porque no necesito un detonante. No necesito
un tipo. Todo el mundo es mi tipo, y siempre estoy buscando una razón.
Las palabras, aunque no sean una amenaza para mí, me dejan helada. Es una
reacción instintiva. Una que viene de mi propio ADN, no de mi cerebro ni de mi
corazón. Mis propios sentimientos la ahuyentan un segundo después, pero no
puedo evitar que esas palabras resuenen en mi cuerpo, sólo por un segundo.
Wren es un monstruo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Pero desearía no fueras allí esta noche —admite Wren en voz baja. —Estoy
jodidamente preocupado por ti, conejita. Preferiría matarlos a todos y hacerlo así.
—Bueno, es mi manera.
Porque, aunque Cass va a estar allí para asegurarse que no acabe muerta, sigo
teniendo la terrible y persistente sensación de que podría hacerlo de todas formas.
Sólo puedo esperar estar equivocada, y que esto salga mejor de lo que nunca es-
peré. Entonces, por la mañana, Wren estará libre de esta sombra que lo persigue
y podrá dejar de preocuparse por una bala en la nuca o por pasar el resto de su
vida pudriéndose en la cárcel.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
22
Bueno, para ser justos, es la única idea que se nos ocurrió. La única que se me
ocurrió cómo ejecutar, y nadie más, estaba sugiriendo otra cosa, así que, si es
una mala idea, es la mejor de las peores. Aunque, no estoy segura de si eso es un
cumplido, cuando pienso bien en ello. 176
Un soplo de ansiedad se apodera de mi pecho, y me paro en la esquina de la
calle mientras pasa un autobús, atento a la estación que está tan cerca detrás de
mí que se frena casi hasta detenerse por completo en mi cara. Mis ojos se elevan
mientras pienso, apenas lo enfoco, y sólo por un segundo veo el letrero intermi-
tente de la parte delantera que proclama Springwood, Ohio, antes de que haga el
giro hacia la estación.
No es tan lejos del centro de la ciudad. Pero por eso es mejor idea que ha-
cerlo, por ejemplo, en las escaleras del museo. Al menos aquí, aunque Wren y sus
amigos estén en la sombra, probablemente no serán reconocidos.
Tampoco veo al detective, aunque sé con certeza que no se encuentra tan lejos.
Me he acostumbrado a la sensación de ser observada, y está aquí, con toda su
fuerza, como ojos que perforan mi espalda.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
registra que no vienen de nadie que conozca. Me giro de todos modos, como si
estuviera en peligro, pero el hombre que está detrás de mí sólo levanta una ceja y
me observa. —¿Te he asustado?
—No. —Sonríe amablemente, y cuando veo que las líneas alrededor de sus ojos
se hacen más profundas, calculo que está en la treintena. Mayor que Wren y sus
amigos, sin duda. Pero no por mucho. —¿Sabes cuál es el camino más rápido a la
Universidad de Baltianic? Preferiría no tomar otro autobús, pero si es lo mejor...
177
—Encoge los hombros delgados bajo una ligera chaqueta negra. —Siento de nuevo
haberte asustado.
—No es nada. —Observo cómo vuelve a flexionar los dedos, como si no pudiera
mantener las manos quietas o le dolieran. —Yo que tú pediría un Uber —respondo
finalmente. —El autobús sería brutal para ir tan lejos por la ciudad. Y es tarde, así
que no será un buen viaje.
Hace una mueca, pero la mirada se suaviza cuando vuelve a encontrarse con la
mía. —Gracias —expresa el hombre, como si lo dijera enserio o yo hubiera hecho
algo más que darle vagos consejos. —Espero que tu noche empiece a ir mejor.
Luego se encoge de hombros y se mueve, subiendo por la acera hacia una fila
de restaurantes que normalmente están abiertos hasta medianoche. Le dedico
unos segundos de mi tiempo antes de sacudir la cabeza para despejarla y cruzar
rápidamente la calle como si acabara de perder el hilo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Las luces de los autos, las tiendas y los postes de la calle proyectan sombras
más inquietantes de lo que esperaba. A pesar del miedo creciente, camino como si
tuviera un propósito. Como si todo esto fuera parte de un plan bien pensado para
llegar a algún destino, y no el sinuoso rastro de migas de pan que intento dejar
para el ex agente de policía.
Intento no parecer tan apurada como me siento. Así que me detengo a mirar
dentro del escaparate de una panadería e incluso leo el cartel de un musical que
está haciendo su viaje de Broadway a Akron. Paso una esquina y le hago un cum-
plido al perro que camina por allí, luego vuelvo a cruzar la calle con la pareja y le
deseo lo mejor a la dueña antes de separarme de ella.
Los almacenes se alinean en las calles frente a mí, junto con una disminución
de la iluminación disponible que me hace dudar un poco. Pero confío en Wren y
en los demás, y me recuerdo a mí misma que en realidad no estoy sola aquí.
178
Sobre todo, porque ahora que hay menos gente, la presencia del ex detective
Hartmann es bastante obvia. Estúpidamente, continúa llevando sus gafas de sol,
incluso a estas horas de la noche, cuando es casi la una de la madrugada, y su
elegante chaqueta negra es otro claro indicio con la estrella dorada bordada en el
bolsillo.
La idea es casi suficiente para detenerme en seco. Si le pasa algo, si tiene un tor-
nillo suelto y está dando vueltas en la cabeza para causar aún más daño, ¿es una
buena idea? No importa, seguro que los demás ya han pensado en esa posibilidad.
Giro por la calle Danvers, contenta de no tener tanto miedo como para olvidar
adónde voy, y finalmente ralentizo mis pasos, intentando parecer “perdida”.
—¿Qué quieres? —grito, lo suficientemente alto como para que alguien cercano
me oiga. Está vacío, pero no lo suficiente como para que pase desapercibido. Al
fin y al cabo, el plan es que el público oiga mi angustia y llame a la policía.
Entonces, cuando vengan el patrullero, tendrán que hacer algo con Hartmann.
Irá a la cárcel, o algo así. Tal vez se meta en problemas con sus antiguos supe-
riores. En cualquier caso, amenazar a una chica de veintitantos años no quedará
bien en su expediente.
Hartmann se detiene, con una sonrisa áspera y hostil en los labios. —¿Qué
demonios haces aquí? —suelta, ajustándose la chaqueta lo suficiente para que
pueda ver la pistola que lleva en la cadera. Se me corta la respiración y el corazón
me da un vuelco en el pecho. Esta es la parte aterradora, porque realmente podría
179
hacerme daño.
—¿Tienes una pistola? —Subo el tono de voz, levanto las manos y, de reojo, veo
que algunas personas se fijan en mí, aunque la mayoría se apresuran a mirar en
otra dirección o se quedan inmóviles. —¡Por favor, déjame en paz! —Retrocedo,
sintiéndome casi tan aterrorizada como estoy actuando.
Todo esto me recuerda un poco a la guardería. Por aquel entonces, había una
niña a la que no le caía bien y que un día, en la barra de equilibrio baja en medio
del patio de recreo cubierto de rocas, había fingido que le había dado un puñetazo.
Años más tarde, Emily admitió que había mentido y que todo había sido una
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Y esto es algo más importante que el patio de recreo. Aun así, canalizo a Emily
lo mejor que puedo y me lanzo al almacén que tengo detrás y que previamente
había visitado cuando planeamos esto hacía horas.
—¡Espera! —No desenfunda el arma, pero, como era de esperar, me sigue hacia
el interior del almacén, como sabía que haría. Sus pasos resuenan en el suelo
de piedra, y no avanzo demasiado antes de girar y detenerme en seco, todavía
petrificada.
Levanto las manos y hago todo lo que puedo para convencerlo de que se calme,
mientras lo interrumpo a cada paso. Me late el corazón de miedo todo el tiempo
que lo hago, y cada vez que le ruego que me deje en paz, puedo ver más y más 180
rojo subiendo por su cara. Como si su irritación aumentara por momentos.
—¡Tú sabes por qué! —suelta, con más control del que espero. —Sabes lo que
es, y yo también.
—¡No, no sé de qué estás hablando! Es mi novio, pero nada más. ¡Viene a la flo-
ristería y tenemos citas! Hablamos de antropología y de gatos. ¡Nos está haciendo
la vida imposible y no me deja en paz!
Ahí están. Mientras respiro para tranquilizarme, oigo el sonido distante de las
sirenas. Por suerte, no estamos lejos de una comisaría, así que los agentes no han
tardado mucho en aparecer. Hartmann parece más frustrado que otra cosa
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Si no lo está, y puede explicarse con los policías que vienen, entonces estoy jo-
dida. Como mínimo, esto será mucho más difícil y no tengo a nadie que me ayude.
Las puertas se cierran fuera y Hartmann pone los ojos en blanco, más exaspe-
rado que otra cosa, mientras dos policías entran corriendo en el almacén, con las
armas desenfundadas.
—Finalmente —gruñe, mirando a los dos. —Los dije que se dieran prisa.
—Lo siento —dice el de pelo más oscuro, y se vuelve para mirarme, con la pis-
tola apuntando al suelo. —Estás bajo arrestado —indica, y las palabras hacen que 181
mi cerebro se ponga blanco y el terror se apodere de mí.
Así no es como deberían ir las cosas. ¿De verdad mi plan había sido tan malo?
—Pero él no es...
—Lo es. Y creo que los dos lo sabemos —interrumpe Hartmann, más seguro de
sí mismo de lo que nunca lo había visto. ¿Lo del otro día fue una actuación? ¿Fue
algo aislado? Ha sido brutal en su seguimiento de mí. Implacable. Seguro que todo
eso no fue una actuación para intentar empujarme a hacer algo estúpido.
Seguramente no estaba tratando de presionarme para hacer algo que haría que
Wren saliera de la nada para ayudar.
—¿Cómo lo sabes? —exijo. —¿Por qué sientes tanto odio por mi novio?
Me amenaza.
Pero la verdadera razón por la que me quedo sin aliento no son sus manos
cubiertas por afiladas garras ni el gesto que me silencie. No es porque se esté
acercando, no. Es porque con cada paso y cada respiración que tomo, lo veo en
su cara.
Va a matarlos.
182
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
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Peor aún, aquí sólo está este hombre extraño. Estoy dispuesta a apostar que es
un forastero en Akron, y si Wren lo conoce, seguro que no me lo dijo. 183
—¿Estás escuchándome? —Hartmann avanza blandiendo un par de esposas y
yo lo miro con los ojos muy abiertos. Alarga la mano para agarrarme la muñeca,
con dedos duros y húmedos.
Todos sabían lo cerca que estaba de atrapar a Wren. Y pensé que quizá, sólo
quizá, si le hacía creer que no tenía al departamento detrás de mí, harían algo que
normalmente no hacían. Mira hacia el almacén con ojo avizor y frunce el ceño.
—Pero no sé qué demonios es esto. ¿Por qué has venido aquí? ¿Y esperar por
la policía?
—Yo diría que huía de mí. —El extraño se desliza hacia delante en un grácil
movimiento antes de que ninguno de los dos agentes pueda girarse.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
El tiempo parece ralentizarse cuando el otro apunta con su pistola, pero con
una mano en mi muñeca y la otra sujetando las esposas, Hartmann ni siquiera
piensa en ir por su reglamentaria.
—Oh Dios, por favor, no... —grita una vez mientras el hombre se retuerce,
y luego otra justo antes de que un crujido repugnante llegue a mis oídos y el
hombre caiga al suelo, con las extremidades flojas.
—¿Qué ocurre, agente? —ronronea, retorciendo los dedos para que las garras
hagan suaves chasquidos al rozarse. —Llevas tanto tiempo buscándome. Pensé
184
que te alegrarías de verme.
Está mintiendo.
Algo se desencadena en mí ante las palabras del hombre, porque está encu-
briendo a Wren. No dice la verdad sobre los asesinatos, pero el agente Hartmann
no lo sabe.
Seguro que no. Es imposible que lo supiera. Es humano, como yo. No es un psí-
quico, o algo peor. Tal vez es sólo el destino.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
unas garras metálicas que suenan como uñas en una pizarra cuando chocan
contra uno de los muchos desechos minerales del almacén. No da ninguna opor-
tunidad al ex agente, sólo se mueve a su alrededor y fuera de su alcance. Cuando
Hartmann por fin consigue liberar su arma, el desconocido se la quita de un ma-
notazo, sorprendentemente elegante incluso con las garras puestas.
Hartmann no se levanta. Los otros dos policías tampoco, y es fácil ver por qué.
Uno yace en un charco de su propia sangre, con las garras clavadas en una arteria
carótida de la garganta. El otro, al que le habían roto el cuello, yace con ojos que
miran sin ver hacia la puerta, como si al final hubiera deseado poder huir.
—Yo sólo. Mmm no. —Me relamo los labios y miro a mi alrededor, sin encon-
trar rastro de Virgil ni de Jed. —Pero pensé que podrías conocer a mi novio. Eso
es todo. Pensé que lo habías hecho para quitar las sospechas sobre él... como yo
intentaba hacer.
—No lo hiciste muy bien. —Ahora que sus ojos están sobre los míos, no aparta
la mirada. Merodea más cerca, las garras haciendo ese sonido chasqueante a su
lado mientras mueve los dedos. —¿Qué ha metido a tu novio en tantos problemas
que la policía también te persigue a ti? Supongo que sabías que te seguían desde
la estación de autobuses.
Todo lo que puedo hacer es mirar fijamente a la cara del asesino que podría ser
el que finalmente me mate.
Al oír mis sacudidas, el hombre inhala. Sus ojos se abren de par en par, como
si pudiera olfatear mi miedo, y se inclina hasta que su cara queda a escasos cen-
tímetros de la mía. Está tan cerca que puedo oler la colonia oscura y almizclada
que se adhiere a él como una capa.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
tocando propiedad ajena... ¿verdad? —Levanta la vista y se echa hacia atrás, justo
cuando Wren aparece a mi lado. Aunque no tengo ni idea de cómo lo ha llevado
toda la noche, empuña un machete con los nudillos blancos mientras mira fija-
mente al hombre de las garras.
—¿Cómo te atreves? —susurra con los ojos muy abiertos. —¿Cómo te atreves
a tocarla? —Se coloca frente a mí, con una mano en el hombro, y me pregunta—:
¿Te ha hecho daño, Hazel?
—Salvándola, por lo visto. ¿Eres el novio que buscaban? ¿Al que acusaron de
187
asesinato? —Sus ojos se clavan en el machete, y luego vuelven a mirar a Wren. —Si
lo eres, debes ser uno descuidado. La habrían matado. Y creo que tus dos amigos
debían estar aquí... ¿no? O tal vez estoy pensando en otros dos que intentaban
venir al almacén y fueron detenidos por los policías que están patrullando inten-
samente esta noche.
—Oh, ellos también están bien. Pero te llamaron a ti, ¿no? Estaban preocupados
por ella.
—¿Quizá tú también?
—Él los mató —susurro, mirando los cuerpos. —Le rompió el cuello y apuñaló
al otro. Y el detective...
—Lo dejé vivo —interrumpe el desconocido. —Pensé que era la decisión correcta.
Ya que asumí la responsabilidad de sus crímenes y todo eso. No se preocupen.
Dudo que recuerde mucho. Y si lo hace... —El hombre se encoge de hombros. —No
estaré aquí por mucho tiempo.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Sabe su nombre.
Y aunque Wren se tensa como si fuera a detenerlo. Aunque creo que va a aga-
rrar el machete y clavárselo en la espalda al desconocido, no lo hace. Se queda
ahí de pie, congelado, y sólo cuando el desconocido se ha ido exhala y suelta el
machete para aplastarme en un abrazo que me arranca un chillido del pecho.
—Por supuesto que no —asegura Wren. Me besa una vez, con fuerza, y luego
vuelve a abrazarme. —No debería haberte dejado hacer esto.
—No pasa nada. Ha salido bien, ha... —Miro a Hartmann, que aún respiraba. —
Deberíamos irnos. De hecho, tú deberías irte.
—No sin ti, conejita. —Su voz es firme, pero niego con la cabeza. —No, no. Ese
tipo tenía razón. ¿No lo ves?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Eso tiene implicaciones que tengo que averiguar, pero no ahora. Todavía no.
Wren vacila y yo me estiro para abrazarlo, con el cuerpo aún rígido por el
miedo. —No pasa nada —susurro, aunque no me siento nada bien.
—Bueno, entonces me lo deberás. Así que vete, vete, por favor. Estoy bien. —En
realidad no me siento bien, pero esa no es la cuestión. Wren me besa de nuevo,
prometiendo que Virgil regresará para asegurarse de que no acabo muerta.
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TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
Incluso escuchando música, con los auriculares pegados a los oídos mientras
me tumbo boca abajo con la cara entre las almohadas, sé que Wren está aquí. Me
observa, a juzgar por la forma en que casi puedo sentirlo rondando la puerta.
Pero no me muevo. Abro un ojo y miro el teléfono que sobresale de mis dedos 190
enroscados, y espero no estar a punto de empezar a babear sobre la almohada
que tengo bajo la mejilla.
—¿Tumbada en mi cama sin camiseta y sólo en ropa interior? Creo que es fácil
de adivinar, conejita. Mi dulce y pequeña presa. —Me besa la espalda mientras
habla, y no puedo evitar estremecerme. —Todas tus cosas están aquí, ¿verdad? ¿Y
has entregado la llave al casero?
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—¿Qué eres, mi madre? —protesto, como si fuera una dificultad que me con-
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
venciera tan fácilmente para mudarme con él solo unas semanas después del
asunto con Hartmann.
Y mientras tanto, nos limitamos a mirar los cortes que aún cicatrizaban en su
rostro y supimos que acabábamos de engañarlo para que creyera de todo corazón
algo que no era cierto.
—No. Soy tu acosador —bromea, con dos dedos deslizándose contra mí por en-
cima de mi ropa interior. —Soy tu asesino en serie. —Me coloca debajo de él y me
pone de rodillas para que pueda apretar más fácilmente su cuerpo contra el mío.
191
Es entonces cuando me doy cuenta de que no soy la única que apenas lleva
ropa.
—Ahora eres mi problema, supongo. Eso es lo que dijo Cass —suspiro, aunque
cuando Wren me levanta con una mano en la garganta y me gruñe juguetona-
mente al oído, no puedo evitar reírme. Tampoco puedo evitar el suave sonido
de excitación que me abandona cuando desliza las manos en mi ropa interior y
contra mi clítoris. —Pero, oye. Quiero hablar contigo.
—¿Qué pasa, conejita? ¿Qué puede ir mal? —Aun así, se deja caer sobre un
costado, llevándome con él, y enreda sus piernas con las mías mientras me besa
el hombro.
Desde que me mudé a su casa, le ha costado tanto apartar las manos de mí que
durante un tiempo pensé que era una adicción.
No puedo decir nada mientras me pellizca la piel. No puedo hacer otra cosa que
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
disfrutar cuando me aparta las bragas para meterme dos dedos en mi húmeda y
dolorida entrada.
Joder, lo deseo.
—Vamos —incita, liberando sus dedos para deslizar mi ropa interior por mis
caderas. —¿Quieres preguntarme algo? ¿Quieres decirme algo, pequeña presa?
—Me agarra el muslo, lo sube bruscamente sobre su cadera para que su longitud
roce mi coño goteante.
—Soy espantoso —asiente burlón, sujetándose con una mano para poder hun-
dirse en mí.
Finalmente me corro, por tercera vez en el día, y me deja caer boca abajo mien-
tras intento recomponer mi hilo de pensamiento.
No digo nada. Él sabe lo nerviosa que estoy por haberme vuelto a apuntar a
clases. Había sido en el último minuto, y sólo gracias a sus contactos había conse-
guido entrar en la Universidad de Baltianic para las clases de este semestre.
Por no hablar de que había sido él quien lo había pagado cuando resultó que
ya no tenía la beca de antes. Lo único que me había pedido, cuando le había dicho
que de alguna manera se lo devolvería, era ir al parque esa noche con él y dar un
paseo por las rutas de senderismo del bosque.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
Puede que tenga razón, pero sólo porque él es una opción más atractiva. Des-
pués de todo, no hay otro lugar donde preferiría estar que aquí. —Ahora, ¿puedo
preguntarte algo? —pregunto cuando se sienta en la cama a mi lado. —¿O tienes
algo más que decir?
Me siento y lo miro, pero Wren solo me dedica una sonrisa perezosa. Nunca ha 193
intentado ocultarme nada y, al mirarlo, no puedo evitar admirarlo. Es precioso.
Y es mío.
Su mano se detiene y mira hacia otro lado. —No lo sé —dice por fin Wren, vol-
viendo a acelerar los movimientos. —Pero tampoco creo que vuelva a molestarte.
Y MALVADO ASESINO EN SERIE PARA INMOVILIZARLA Y CAZARLA COMO SE MERECE.
—Lo conoces, ¿verdad? ¿Sabes quién es o qué ha hecho? —Una vez más, Wren
TÚ SERÁS MI NOVIA. MI PERFECTA Y PRECIOSA NOVIA QUE ANSÍA AL ENORME
—Lo conocía —responde al fin, y los nervios de mi estómago hacen que mis
tripas den saltos mortales. —Hace mucho tiempo. Cuando él era diferente, y yo
también. No es una buena noticia. Y no forma parte de nuestro pequeño ‘club’. No
es mi amigo. Hazel...
Se encuentra con mi mirada, sus ojos oscuros serios. —Si lo vuelves a ver, pro-
méteme que saldrás corriendo.
—Creo que es la criatura menos predecible que ha pisado esta tierra, y no tengo
intención de averiguar si ha cambiado o no.
F IN
Sob r e l a A uto r a
195
A.J. Merlin es una escritora, loca de los pájaros y fanática de las pelí-
culas de terror. Nacida y criada en el Medio Oeste de Estados Unidos, AJ
tiene la suerte de estar rodeada de gente que la apoya y de una colección
de animales que la mantienen cuerda, a veces. Cuando no está escribiendo,
probablemente esté viendo algo de aterrador y sangriento o siendo aco-
sada por sus propias palomas.
TRADUCCIÓN Y CORRECCIÓN
Lady Dinamite
196