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POLÍTICAS SOCIALES, CONFIANZA Y

DESCONFIANZA: EXPLORACIONES DESDE


LAS SENSIBILIDADES EN CONTEXTOS DE
DESIGUALDAD

Rebeca Cena

INTRODUCCIÓN
Las políticas sociales son elementos vertebradores (Cena, 2020) en las
sociedades contemporáneas, al menos las del Sur Global (De Sena,
2018). Ello por su carácter masivo (De Sena, 2011) al alcanzar a gran-
des sectores de la población y por su pervivencia (Dettano, 2020) al
mostrar una persistencia en el tiempo y en los territorios como modo
de producción y reproducción de la vida. Las políticas sociales, adi-
cionalmente, han sido centrales para el abordaje de las problemáticas
expresión de la cuestión social en el escenario de la pandemia por
SARS-CoV-2, pues para el caso argentino estas se han implementado
y anunciado casi simultáneamente se declaraba el Aislamiento Social,
Preventivo y Obligatorio (Cena, 2020).
En este escrito se comprende a las políticas sociales como pro-
cesos en producto y productos en proceso (Cena, 2018), al impactar
y ser el resultado de determinados modelos de sociedad (De Sena,
2014; Titmuss, 1974) y estructura social (Adelantado, 2000), impli-
cando particulares interacciones entre orden sistémico y mundo de
la vida (Barba-Solano, 1995). Estas intervenciones estatales, abordan
y disputan sentidos en torno a las diversas problemáticas del mun-
do social desde un esquema de valores compartido (Donati y Lucas,
1987), o proponiendo determinadas imágenes del mundo que, como

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esquemas de división y clasificación (Cena, 2014; Scribano, De Sena


y Cena, 2015), retoman y redefinen cuestiones, identifican sujetos,
cursos de acción posibles y bienes/servicios a transferir, por lo que,
en tanto políticas de Estado condensan las posibilidades de nominar,
significar y hacer. Esto, tal como han señalado Tonkens, Grootegoed y
Duyvendark (2013), Macauslan y Riemenschneider (2011) y De Sena
y Scribano (2020) conlleva estudiar los modos en que estas interven-
ciones impactan y producen modos de sentir.
Bajo ese paraguas analítico, en este capítulo se analizan las políti-
cas sociales de transferencias de dinero, implementadas en la provin-
cia de Córdoba, Argentina, desde una sociología de los cuerpos/emo-
ciones. Se trabaja con entrevistas realizadas a personas receptoras de
intervenciones estatales en el contexto de Pandemia por SARS-CoV-2
y se exploran las sensibilidades sociales que permiten advertir los
complejos entramados entre confianza y desconfianza. Las Ciencias
Sociales se han ocupado extensamente de su desarrollo y compren-
sión. Solo por mencionar aquí algunos trabajos, se han analizado en
relación al dinero (Simmel, 1977), la democracia (Rosanvallon, 2006),
el secreto (Simmel, 2014), las condiciones de habitabilidad (Cervio,
2019), las políticas públicas (Offe, 1999), el acceso a datos informá-
ticos (Voutssás Márquez, 2017), los programas sociales (Cervio y De
Sena, 2017), las asociaciones civiles (Herreros Vázquez, 2004), en la
administración pública (De Zuani y Ruiz, 2015; Güemes, 2014), en los
espacios urbanos (Bauman, 2006), la confianza social (Brange Flores,
2014), en la ciencia (Barber, 1987), entre otros.
La confianza se ha identificado como la base de todo vínculo so-
cial, siendo un fenómeno central para la teoría social (Yáñez Gallardo,
Ahumada Figueroa y Cova Solar, 2006). Relacionada al entendimien-
to mutuo producto de la “fusión de horizontes comunes” que se tra-
zan y acumulan por y a partir de una experiencia vital compartida,
(Bauman, 2006) la confianza se incorpora, se hace cuerpo. Ha sido
abordada, asimismo, a partir de su anverso constitutivo: la descon-
fianza. Entre estas categorías no existen polarizaciones, ni pares anta-
gónicos, sino que forman parte de un continuum complejo, en el que
las condiciones de producción y reproducción de la vida acontecen.
Confianza y desconfianza se problematizan conjuntamente, al no ser
términos contradictorios, coexisten simultáneamente sin anularse ni
desmentirse. En lo que es el ciclo vital de la política social, estas son
dimensiones relevantes para el análisis de los modos en que estas in-
tervenciones estatales dialogan con los modos de ser, hacer y sentir de
las sociedades.

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Políticas sociales, confianza y desconfianza: exploraciones desde las sensibilidades...

METODOLOGÍA
Este escrito emerge de una investigación1 orientada a analizar las
políticas sociales de transferencias de ingresos con componentes de
empleo y educativos en cuatro centros urbanos del interior de la pro-
vincia de Córdoba, Argentina: Villa María, Villa Nueva, San Francisco
y Bell Ville. Villa María y Villa Nueva y San Francisco se encuen-
tran dentro de los cuatro principales conglomerados de la provincia
de Córdoba, que, junto con Gran Córdoba, Río Cuarto-Las Higueras
concentran alrededor de 2 millones de personas (55% de la pobla-
ción de la provincia) (OCDE, 2019). En el caso de la ciudad de Villa
María y Villa Nueva representan un 78% del departamento General
San Martín, y San Francisco un 30% del departamento de San Justo
(OCDE, 2019) y en el caso del Bell Ville concentra el 32% población
del total departamental.
La unidad de análisis fueron las políticas sociales de corte nacio-
nal, provincial y/o municipal, implementadas en las ciudades mencio-
nadas en el período 2020-2021. Para la selección de las intervencio-
nes estatales con las que trabajar nos hemos concentrado en aquellas
de transferencias de ingresos y que adicionalmente incluyeron algún
componente de empleo y/o educativo. Otro criterio de selección fue
centrarnos en aquellas que en sus objetivos se orientaran a la cuestión
laboral, inserción laboral, desempleo, informalidad, la no finalización
del secundario, salario mínimo, vital y móvil. Las unidades de obser-
vación fueron cada uno de los documentos, normativas, resoluciones,
páginas web nacionales, provinciales y/o municipales de las políticas
sociales analizadas y cada uno de los actores estratégicos que partici-
pan del ciclo vital de la política social. Se trabajó con análisis docu-
mental (Taylor y Bogdan, 1994; Valles, 2000; Solanilla, 2007) y entre-
vistas mediadas por aplicaciones (Orellana López y Sánchez Gómez,
2006; Quattrini, 2018), siendo la muestra direccionada no probabilís-
tica, variada y confirmativa (Hernández Sampieri, Fernández Collado
y Baptista Lucio, 2014).

1 Que nuclea dos proyectos denominados “Políticas sociales en educación y traba-


jo: un mapeo de las percepciones de las juventudes en la provincia de Córdoba” en la
Universidad Nacional de Villa María y “Los Programas de Transferencias de Ingresos
en Córdoba: definición de problemas, implementación y vida cotidiana en cuatro
ciudades del interior de la provincia” Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas.

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CONFIANZA/DESCONFIANZA COMO PARTE CONSTITUTIVA DE LA


CUESTIÓN SOCIAL
Los conceptos de confianza y desconfianza se vinculan desde diversos
niveles analíticos con las políticas sociales. En principio, podríamos
identificar 3 vínculos significativos. En término de su abordaje estruc-
tural, veremos que (a) con relación al concepto de cuestión social, la
confianza y la desconfianza son dimensiones constitutivas de dicha
formación histórica y social; y (b) las políticas sociales intervienen
frente a esa ruptura constitutiva e inaugural de la cuestión social, de
allí la centralidad de estas en el manejo del conflicto y la cohesión so-
cial (Faleiros, 2000) y, por lo tanto, de la confianza y la desconfianza
en el régimen de acumulación. En adición a los dos vínculos mencio-
nados, en lo que es el ciclo vital de la política social, (c) la confianza y
la desconfianza operan como dimensiones relevantes para el análisis
de los modos en que estas intervenciones estatales dialogan con los
modos de ser, hacer y sentir. A partir entonces de los 3 vínculos men-
cionados, es que abordaremos en este escrito dichas nociones con el
propósito de mostrar la complejidad a partir de la cual las políticas
sociales suponen, son el resultado y producen sociedad.
Respecto al primero de los sentidos, el vínculo entre confianza y
desconfianza se encuentra íntimamente relacionado la cuestión so-
cial. En dicha línea es menester destacar los desarrollos de Donzelot
(2007) sobre la cuestión social, atravesada por la promesa y el temor
en la conformación de la República; los ejes analíticos trabajados por
Offe (1990) con relación a las lógicas de distribución de los poderes
entre las esferas de lo político y lo económico; y a Rosanvallon (2006)
respecto a la esperanza y el desencanto en las formas de organización
de la vida a partir de la cuestión social:

Históricamente, la democracia se ha manifestado efectivamente siempre


en su doble vertiente de promesa y problema: promesa de un régimen acor-
de a las necesidades de la sociedad, fundadas en la realización de un doble
imperativo de igualdad y autonomía; problema de una realidad a menudo
bien lejos de haber podido satisfacer semejantes nobles ideales. El proyec-
to democrático no ha cesado así de resultar incompleto (ya fuese grosera-
mente pervertido, sutilmente recortado o contrariado de manera puramen-
te mecánica) desde el mismo momento en que fue proclamado. (…) De ahí
que el desencanto haya acompañado constantemente a las esperanzas que
provocaron la ruptura con los mundos de la heteronomía y el despotismo.
El principio electoral de construcción de la legitimidad de los gobernantes
y la expresión de la desconfianza ciudadana frente a los poderes vienen
históricamente de la mano. (Rosanvallon, 2006, p. 221)

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Políticas sociales, confianza y desconfianza: exploraciones desde las sensibilidades...

Con este primer abordaje, el concepto de cuestión social alude a que


los modos de organización de la vida se han enfrentado siempre al
problema de una estructura profundamente desigual y a la prome-
sa de una formalidad que anuncia igualdad, situación que genera un
desajuste entre una serie de expectativas y las experiencias de vida
(De Sousa Santos, 2006). De ahí que el desencanto, la desilusión haya
acompañado este modo de organización de la vida (Donzelot, 2007)
de la mano del principio electoral de legitimidad de los gobernantes y
la expresión de la desconfianza de la ciudadanía frente a las brechas,
escisiones, aporías (Castel, 1997; Grassi, 2003) expresadas a partir de
problemáticas específicas.
En este marco interpretativo estructural, las políticas sociales in-
tervienen afectando las expresiones de la cuestión social y desempe-
ñando un rol central en la conformación de las sociedades a partir de
dicho momento histórico (Faleiros, 2000). Pues en tanto intervencio-
nes estatales poseen la potencialidad de suturar (Grassi, 2003) —no
cerrar— las escisiones, aporías (Castel, 1997) de la cuestión social.
En ese sentido, operan en las arenas de la confianza/desconfianza, re-
gulando los niveles de conflicto y cohesión social en el régimen de
acumulación capitalista (Offe, 1990). En otras palabras, las políticas
sociales —regulando los límites de su definición (Cena, 2014) — abor-
dan los problemas expresión de la cuestión social producto de la puja
de diversos intereses en juego, afectando los niveles de conflictividad
social y de confianza/desconfianza en este modo de organización de
la vida, haciendo posible su persistencia a lo largo del tiempo. De allí
que no sea una novedad la masividad de las intervenciones estatales
en las sociedades contemporáneas (De Sena, 2011) y en el escenario
pandémico (Cena, 2020).
En relación con el tercero de los niveles analíticos aludidos, la
confianza se posiciona como una “institución invisible” (Rosanvallon,
2006, p. 222) que desempeña tres funciones nodales. En primer lugar,
como un economizador institucional que permite generar procesos
de internalización —bajo la forma de presuposiciones— de todo un
conjunto de mecanismos de control, presentación de pruebas y verifi-
cación de los comportamientos. En este sentido cuando hay confianza
se genera un ahorro en los mecanismos de control o en los recursos a
ellos vinculados (Rosanvallon, 2006; Offe, 1999) y, al mismo tiempo,
se hacen cuerpo, se internalizan, se incorporan en tanto horizonte de
sentido compartido en la vida de los sujetos. En segundo lugar, la con-
fianza permite presuponer comportamientos futuros (Simmel, 2014),
esto quiere decir, se vuelve expectante respecto a qué podrán y que
no podrán hacer otros transmitiendo la sensación de continuidad en
el tiempo. Este segundo sentido en que Rosanvallon (2006) aborda el

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concepto de confianza, es similar al recuperado por Bauman (2006) y


Barber (1987). Pues se vincula a las expectativas socialmente apren-
didas e incorporadas acerca de lo que las personas esperan unas de
otras, de las instituciones que las rodean, así como del orden que es-
tablece el entendimiento fundamental en sus vidas (Barber, 1987). En
tercer lugar, permite advertir la profundidad de la legitimidad otor-
gando un carácter moral (ser digno de confianza) y substancial (con-
fiar en vistas a la preocupación por el bien común).
Confianza/desconfianza pueden encontrar diferentes espacios y
objetos. Sztompka (1999) identifica objetos primarios de la confianza,
clasificando 5 categorías que refieren a) las relaciones de cercanía y
familiaridad, de personas allegadas, b) confianza depositada en los
roles sociales, lo que implica que el papel que la persona desempe-
ña en la sociedad la vuelve en principio confiable/desconfiable, c) las
instituciones y los procesos institucionales que involucran, d) los sis-
temas posicionados como expertos o abstractos (telecomunicaciones,
tráfico aéreo, energía, agua, transportes, etcétera, y e) los sistemas
sociales. Estos elementos a partir de los cuales analizar la confianza,
permiten identificar su centralidad en las sociedades contemporáneas
e incluso como un elemento de los procesos de cohesión y regulación
del conflicto, a partir de las políticas sociales en los regímenes de acu-
mulación capitalista.
Una vez realizado este bosquejo inicial que nos muestra la estre-
cha vinculación entre confianza/desconfianza, cuestión y políticas so-
ciales, es necesario adentrarnos en las particularidades del concepto
que nos convoca. Para ello, retomamos los aportes que realiza Adams
(2005) respecto a la diferencia entre confianza y certeza o seguridad.
Este último concepto —que no es el que aquí trabajamos— se encuen-
tra íntimamente relacionado a un referente específico y está influen-
ciado por probabilidades. Mientras que confianza tiene un alcance
más amplio, se caracteriza por falta de información y ser un “salto
de fe” a lo desconocido, de allí su vinculación con algún grado de
incertidumbre. Tal es así que la confianza emerge solo en una situa-
ción donde hay riesgo, incertidumbre, vulnerabilidad y dependencia
de otra persona o del accionar de otro, de allí su potencialidad para
el análisis de las políticas sociales. “La confianza se ha descrito como
el ‘grado de creencia en una hipótesis dada’ (Griffin y Tversky, 2002)
(…) (y posee) dos componentes principales: 1) la hipótesis dada, y 2)
nivel de creencia o certeza que uno tiene en esa hipótesis o decisión”
(Adams, 2005, p. 3). En este sentido, el acto de confiar —o no— se
encuentra afectado por factores interpersonales y contextuales que le
otorgan sentido.

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Políticas sociales, confianza y desconfianza: exploraciones desde las sensibilidades...

La diferencia entre seguridad o certeza y confianza radica en el


grado de conocimiento a partir del cual puede ser tomada una deci-
sión. La seguridad o certeza implica un conocimiento específico sobre
un referente finito. La confianza no se reduce a eventos pasados, sino
que implica atribuciones más amplias sobre el referente. Para Adams
(2005) la principal diferencia entre estos términos no se reduce al uso
o no de la razón y la fe. Lo que define a la confianza es la capacidad
de atribución, interpretación causal y extrapolación más allá de la evi-
dencia. Lo que entra en juego es la atribución de intencionalidad. La
confianza va desde los hechos (razón) hacia la fe (interpretación, ex-
trapolación), formando parte así de un proceso más amplio de impre-
siones. El juicio es cognitivo, emocional y motivacional. Al igual que
Yáñez Gallardo, Ahumada Figueroa y Cova Solar (2006) la confian-
za se encuentra conformada por componentes cognitivos, afectivos y
normativos. Para Luhmann (2005) ambas son expectativas positivas
que pueden conducir a la decepción. Confianza implica aceptar que
existe un riesgo, requiere del antecedente situacional del riesgo y sur-
ge en un contexto donde las personas reconocen y aceptan que son
vulnerables a resultados negativos. En la misma dirección, Scribano
(2019, p. 112) sostiene que “la confianza se estructura en torno a tres
factores claves: creer, tomar riesgos, dar por sentado/estar seguros”.
Esta diferencia entre seguridad o certeza y confianza es central
para este escrito, dado que nos permite ilustrar la complejidad de
esta categoría para la comprensión de las sociedades contemporá-
neas afectadas por las políticas sociales. Más allá de este par de con-
ceptos, interesa además adicionar las vinculaciones entre confianza
y desconfianza.
Una aproximación rápida al concepto de confianza podría hacer-
nos pensar que es una directa ausencia de desconfianza. No obstante,
ya significativos estudios han afirmado que no son términos contra-
dictorios, que pueden coexistir simultáneamente sin anularse ni des-
mentirse (Yáñez Gallardo, Ahumada Figueroa y Cova Solar, 2006), y
que una es el anverso constitutivo de la otra (Cervio, 2019). De allí
la importancia de algunos estudios que han abordado la confianza
social y la disposición a desconfiar simultáneamente (Yáñez Gallardo,
Ahumada Figueroa y Cova Solar, 2006). Para Offe (1999) la confianza
es el residuo que queda después de que la propensión a desconfiar
resultó ser infundada. La “desconfianza” no es lo opuesto a la confian-
za, sino la actitud en la que las suposiciones cognitivas se prueban y
analizan continuamente para regular la asignación de confiar. Cuando
se presentan situaciones de desconfianza, se movilizan toda una serie
de actividades (invirtiendo tiempo, recursos, normativas y disposicio-
nes) para saldar la brecha entre comportamiento y la credibilidad o la

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fianza del otro (Offe, 1999), por ello, “la confianza se puede medir me-
diante bajas inversiones en información, monitoreo y sanción donde
existen riesgos de incumplimiento” (Levi 1996, p. 7 en Offe, 1999: 4).
La confianza —y su anverso constitutivo la desconfianza— en-
cuentran así espacios a partir de los cuales problematizar las políticas
sociales involucrando todo su ciclo vital: desde el diseño de las inter-
venciones estatales, su ejecución por parte de agentes estatales y no
estatales, su recepción por parte de personas receptoras, su evalua-
ción, etc. Con este paraguas analítico, es posible analizar al menos dos
elementos centrales: las conformaciones institucionales (Offe, 1999)
(lo que nos permite poner en diálogo con los conceptos que aquí nos
convocan el diseño de la política social) y los actores que influyen en
su ciclo vital (personas receptoras, agentes estatales, agentes de la so-
ciedad civil, sector empresarial, etc.).
La desconfianza, desde este punto de vista no es simplemente la
ausencia de la confianza. Tal como hemos afirmado “en las personas
co-existen expectativas positivas y negativas con respecto a las con-
ductas de las personas. Al ser la confianza y la desconfianza conceptos
independientes, existirían elementos que aumentan y disminuyen la
confianza y otros elementos que aumentan y disminuyen la descon-
fianza” (Yáñez Gallardo, Ahumada Figueroa y Cova Solar, 2006, p. 12).
La invitación, entonces, es a superar las falsas dicotomías, quitando
valoraciones positivas y/o negativas a cada uno de los términos e in-
cluso a romper con lo que se asume desde el sentido común. Con esta
serie de aproximaciones se comprende que la confianza no es un fe-
nómeno unidimensional o dicotómico, pues una tentación en su abor-
daje ha sido caer en cierto reduccionismo (Yáñez Gallardo, Ahumada
Figueroa y Cova Solar, 2006).
La confianza, al estar conformada por componentes cognitivos,
afectivos y normativos, se encuentra estrechamente relacionada al
manejo de la complejidad y la incertidumbre. “Luhmann (1996) plan-
tea, puesto que los seres humanos tienen una limitada capacidad de
procesamiento de información y que la realidad se muestra abierta a
complejas posibilidades, que es necesario limitar las opciones y que
las personas deben optar por confiar o por desconfiar. Ambas posibi-
lidades pueden ser ventajosas o perjudiciales de acuerdo con las cir-
cunstancias” (Yáñez Gallardo, Ahumada Figueroa y Cova Solar, 2006,
p. 12). En este punto al igual que Schutz y Luckmann (2009) la con-
fianza sirve para el manejo de la complejidad de lo social y además se
vincula con otra serie de sensibilidades como, por ejemplo: el miedo
(Bauman, 2006; Cena, 2019), la incertidumbre (Dettano y Cena, 2021)
y la espera.

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ALGUNAS NOTAS ANALÍTICAS CON RELACIÓN A LA CONFIANZA/


DESCONFIANZA EN LAS INTERVENCIONES ESTATALES
Tomando como invitación el abordaje de la confianza y la descon-
fianza como un continuum, sin establecer distinciones excluyentes,
dicotómicas y/o antagónicas, es que se propone el siguiente diagrama.
El recorrido con relación a las políticas sociales podría presentarse
a partir del continuum entre confianza/desconfianza tomando como
criterio organizador el diseño de la intervención estatal, la población
receptora y los “otros” actores involucrados.

Diagrama 1
Confianza y desconfianza en las políticas sociales

Fuente: elaboración propia.

La confianza sustituye a los recursos de control social y ayuda a eco-


nomizar “los costos” involucrados en cualquier tipo de interacción.
Ello implica que cuando existe confianza, no es necesario monitorear
a aquellos en quienes se puede confiar, ni se requiere comprar lo que
confía ofrecerán voluntariamente, ni existe la necesidad de obligar a
actuar o comportarse de determinada manera (Offe, 1999). Cuando
no hay confianza, entonces, emergen y toman visibilidad una serie de
mecanismos tendientes a acreditar, sancionar y monitorear el ser y
hacer dentro de las intervenciones estatales.
En las políticas sociales, este tipo de controles implican y afectan
desde aquellas medidas vinculadas a lo que hemos denominado con-
dicionalidades en las intervenciones estatales de transferencias de in-
gresos (De Sena, Cena y Dettano, 2019), pasando por las penalidades

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Rebeca Cena

que suelen incorporar (retención de un porcentaje de la transferencia


hasta tanto se acredite el cumplimiento de la condicionalidad y/o baja
de la política social ante su incumplimiento) hasta las prácticas de
las propias personas receptoras vinculadas al monitoreo, búsqueda
de canales formales e informales para hacer el seguimiento de una
determinada política social.
Tanto la confianza como la desconfianza se encuentran íntima-
mente vinculadas, y la confianza comienza allí donde se abandonan
los diversos medios y mecanismos de seguimiento, donde las personas
renuncian al impulso de calcular, hacer cumplir y monitorear. La pre-
sencia de confianza alivia a los actores de la sospecha y la vigilancia
(Sztompka 1999, p. 43) y las costosas medidas para controlar cada
detalle del comportamiento de los demás. Bajo este paraguas analítico
la desconfianza puede observarse en el diseño de una política social
Argentina, como la Asignación Universal por Hijo. Un programa de
transferencias condicionadas de ingresos, masivo en su implemen-
tación (De Sena, 2011) que les solicita a las familias receptoras que
acrediten determinados cumplimientos con relación a los cuidados
sociales de las niñeces y juventudes presentes en el hogar:

Hasta los cuatro (4) años de edad —inclusive—, deberá acreditarse el cum-
plimiento de los controles sanitarios y del plan de vacunación obligatorio.
Desde los cinco (5) años de edad y hasta los dieciocho (18) años, debe-
rá acreditarse además la concurrencia de los menores obligatoriamente
a establecimientos educativos públicos. f) El titular del beneficio deberá
presentar una declaración jurada relativa al cumplimiento de los requisitos
exigidos por la presente y a las calidades invocadas, de comprobarse la fal-
sedad de algunos de estos datos, se producirá la pérdida del beneficio, sin
perjuicio de las sanciones que correspondan. (AUH, 1602/20)

La desconfianza en tanto control de condicionalidades excede el es-


tablecimiento de normas y regulaciones, para instalarse así en una
política de la sospecha de las personas destinatarias, una sospecha
desigualmente instalada en términos de clase (para un análisis de a
quiénes le solicitan o retienen importes con relación a las niñeces
y juventudes, ver De Sena, Cena y Dettano, 2019). La confianza de
esta manera se puede medir mediante bajas inversiones en informa-
ción, monitoreo y sanción y su anverso constitutivo la desconfianza
cuando diversas estrategias, medidas de control y penalizaciones se
hacen presente. Continuando con la misma intervención estatal se
sostiene que:

El ochenta por ciento (80%) del monto previsto en el primer párrafo se


abonará mensualmente a los titulares de las mismas a través del sistema

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Políticas sociales, confianza y desconfianza: exploraciones desde las sensibilidades...

de pagos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES).


El restante veinte por ciento (20%) será reservado en una Caja de Ahorro a
nombre del titular en el Banco de la Nación Argentina percibido a través de
tarjetas magnéticas emitidas por el banco, sin costo para los beneficiarios.
Las sumas podrán cobrarse cuando el titular acredite, para los menores
de cinco (5) años, el cumplimiento de los controles sanitarios y el plan de
vacunación y para los de edad escolar, la certificación que acredite además,
el cumplimiento del ciclo escolar lectivo correspondiente. La falta de acre-
ditación producirá la pérdida del beneficio. (AUH, 1602/20)

La sanción o penalidad es uno de los mecanismos que implementan


las políticas sociales para saldar las distancias entre confianza/descon-
fianza. Tanto las retenciones como las sanciones (dar de baja) son un
modo de monitorear la acción y las expectativas, constituyen disposi-
ciones que obligan a cumplir o que pretenden acreditar, dar crédito,
certificar la veracidad de los actos, volviendo a las personas receptoras
“merecedoras” de las transferencias estatales.
Estas medidas se han justificado como un modo para lograr apo-
yo y aceptabilidad a las transferencias por parte de las poblaciones
(Fiszbein y Schady, 2009). Las condicionalidades están basadas en el
criterio de la desconfianza —so pretexto de tranquilizar a los no re-
ceptores de las transferencias (Cecchini y Madariaga, 2011)— en tanto
que en algunos casos se realiza una retención porcentual del mon-
to hasta que las condicionalidades sean cumplimentadas. Adicional-
mente, las contraprestaciones dialogan con la ocupabilidad (De Sena,
2016) en tanto estrategia que superpone, supone y refuerza el “estar
haciendo algo” en el vínculo que supone la intervención estatal. El no
ser digno de confianza, particularmente en las políticas sociales, im-
plica que se requieren estrategias que salden, que suturen esa falta de
fiabilidad, sobre todo cuando es aplicado desigualmente de acuerdo
con el lugar que se ocupe en la estructura social.
Ahora bien, si continuamos con el continuum que significa la
confianza y la desconfianza, como puede observarse en el Diagrama 1,
la desconfianza emerge con fuerza cuando se diseñan, ejecutan e im-
plementan mecanismos de monitoreo particularmente en las políticas
sociales, porque como ya han documentado otros escritos (Danani,
2009), el encontrarse en condiciones de pobreza o desigualdad nunca
ha sido razón suficiente para ser destinatario de una política social.
Si en la cita precedente la acreditación del cumplimiento con los cui-
dados sociales se encuentra en íntima vinculación y desigualmente
distribuida en términos de condición y posición de clase, en la cita
que compartimos a continuación la desconfianza emerge con relación
a las juventudes y la conformación de un hogar diferente al de origen:
“Cuando el solicitante tenga menos de 25 años, deberá acreditar un

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Rebeca Cena

domicilio de residencia distinto al de sus padres para que se lo asimile


a un grupo familiar unipersonal” (MTEySS, 2020).
El encontrarse en condiciones de pobreza, se ha complementado
con cuestiones etarias, de género, de lugar de residencia, de mínimas
y máximos a quienes cubrir (como cantidad de meses, cantidad de
hijos e hijas, etc.). En el extracto que compartimos, el Ingreso Fami-
liar de Emergencia, una política social de transferencias de ingresos
implementada en Argentina durante el año 2020 en el contexto de
pandemia sostenía una serie de restricciones y sospechas con relación
a la población joven. Este requisito no solamente desconoce las condi-
ciones de hacinamiento, asentamientos precarios y más de un núcleo
familiar en una misma locación, sino que también proyecta una mi-
rada sobre la población destinataria que desconoce que las juventu-
des se encuentran particularmente afectadas por las condiciones de
pobreza y desempleo, las condiciones de hacinamiento en Argentina
y la creciente proporción de población joven en las políticas sociales
(Cena, 2020). Adicionalmente, la sospecha, la desconfianza permea el
diseño de la política social al suponer, proyectar y sostener determina-
das expectativas con relación a los comportamientos de la población
receptora. En este caso, con relación a la “cantidad” de receptores
susceptibles de incorporarse al IFE.
Por otro lado, las instituciones son dignas de confianza, en la
medida en que emergen razones para confiar en aquellos que están
involucrados en ellas, en este caso, aquellos agentes estatales que se
encuentran afectados e involucrados en la interpretación, ejecución
y acción de las instituciones. Los programas de transferencias de in-
gresos con componente laboral durante la pandemia en la provincia
de Córdoba, Argentina, se vieron suspendidos durante un período de
tiempo. La modalidad de informar tal suspensión —más allá de la
interrupción misma de la transferencia de ingresos— implicó que se
despertara el descreimiento, la desconfianza con relación a la política
social:

Cuando arrancó la pandemia al principio seguíamos trabajando desde


casa, pero creo que fue una semana, y después ya nos mandaron un men-
saje de texto muy informal, diciendo que se daba de baja el plan hasta
nuevo aviso. No nos dijeron más que eso, bueno ahí el grupo este que te
digo, algunos les llego un mail, a algunos un mensaje de texto como a mí.
Al principio no me lo creí porque era un mensaje de texto que tenía todas
las palabras abreviadas, no era nada oficial. (E27, entrevista)

Cuando se presentan situaciones de desconfianza, se movilizan toda


una serie de actividades invirtiendo tiempo, recursos y disposiciones
para saldar la brecha entre comportamiento y la credibilidad o la

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Políticas sociales, confianza y desconfianza: exploraciones desde las sensibilidades...

fianza del otro (Offe, 1999). En el caso de la población receptora de


las intervenciones estatales, cuando la información escasea o no es
certera, cuando la desconfianza se hace presente, emergen una serie
de mecanismos y estrategias vinculadas a la búsqueda de informa-
ción, compartir dudas e inquietudes, identificar estrategias a seguir,
etc. Tal es la situación de los grupos de Facebook y WhatsApp que nu-
clean a un número masivo de personas receptoras (Dettano y Cena,
2020) de políticas sociales con el propósito de saldar las situaciones
de desconfianza:

La verdad… eeeh, no. Nadie nos informó nada, ni siquiera la asistente so-
cial de acá, todo lo que yo me pude ir enterando fue por un grupo que
había por Face (se refiere a Facebook) de los planes. Por MI, Pila2 y todo
eso y que ahí bueno, todos nos íbamos comentando y nos íbamos aseso-
rando unos con otros, pero no, no, no recibí información de nadie. (E13,
entrevista)

El vínculo entre confianza/desconfianza con relación a las políticas


sociales, se vincula a las expectativas socialmente aprendidas e incor-
poradas acerca de qué esperar, cómo conformar las expectativas con
relación a la intervención estatal, pero también, con relación a las
otras personas recetoras, otros canales de información, otros actores
estratégicos. La desconfianza, desde esta perspectiva, se posiciona
como una categoría susceptible de rastrear en las políticas sociales,
que involucra una serie de prácticas que, como la vigilancia, el res-
guardo y la sospecha, dialogan con otro tipo de situaciones como los
miedos y la incertidumbre. La desconfianza se expresa en la sospecha
respecto a continuidad o no de una política social en el contexto de
pandemia y el miedo:

Sí, me dijeron por el tema de la pandemia y no te dan mucho lugar para ex-
plicarte. Sí, es raro porque no creo que de la provincia dejen de mandar lo
que están mandando estudiantilmente, pero bueno, uno tampoco se puede
poner a cuestionar eso, porque si se quieren poner en desgraciados, por así
decirlo, te dicen “bueno, pero vos ya tenés otra situación económica y no te
lo mereces”, y te lo sacan. (E2, entrevista)

La desconfianza, es esa sensación que se presenta, en general, cuando


se des-conoce el modo de proceder del otro y cuando el otro posee “an-
tecedentes” que atentan contra su capacidad de fianza (Cervio, 2019),

2 Refiere a dos programas de la Provincia de Córdoba: Pila (Programa de Inclusión


Laboral para Adultos Varones) y al Por Mí — Programa de Experiencia Laboral de
jornada corta para mujeres.

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Rebeca Cena

o cuando su comportamiento resulta, a priori, impredecible, no acor-


de a lo socialmente esperado. La desconfianza se ha ido constituyendo
en una categoría social y analítica central para explorar las sensibili-
dades de las poblaciones que participan de las políticas sociales, en
tanto no solo involucra las prácticas de resguardo personal, sino que
también moviliza otros sentires como la incertidumbre, la falta de cer-
tezas, el miedo, preformando el ser receptor de una política social. Re-
tomar la desconfianza desde una sociología de los cuerpos/emociones,
permite advertirla como sensación y como “forma de socialización”
(Cervio, 2019), en tanto saber hacer compartido, un horizonte común
en el marco de las políticas sociales.
Estas expresiones de desconfianza conviven asimismo con ins-
tancias de confianza y “saltos de fe” entre aquellos que influyen en el
ciclo vital de la intervención estatal. Dentro de los actores no estatales,
podemos comenzar por los grupos de Facebook y de WhatsApp de re-
ceptores de programas sociales que comparten inquietudes, capturas
de pantalla de sus cuentas bancarias, datos personales etc., pasando
por el sector socio-productivo que participa como espacio de desem-
peño de las contraprestaciones (Cena, 2020), hasta aquellos actores no
estatales involucrados en los procesos de asesoramiento, inscripción
y difusión de información de las políticas sociales. En el fragmento
de entrevista que compartimos a continuación actores no estatales,
involucrados individualmente en la gestión de la política social en el
contexto de pandemia, aluden a las relaciones entre confianza y des-
confianza:

Claro, lo que necesitábamos sí o sí era poder ingresar a “mi ANSES”, mu-


cha gente tenía —ya contaba con una clave— pero nunca habían sabido
por qué la tenían realizada. Entonces, yo les solicitaba que necesitaba el
DNI y enseguida me lo pasaban, la gente no es que desconfiaba. Por ahí
uno piensa, pasar una foto del DNI es medio complejo; pero yo, automá-
ticamente, la gente me pasaba la foto, les pasaba yo una foto anotando
los datos de lo que la página me solicitaba. La confianza era mutua, yo
con ellos y ellos conmigo, gracias a dios no tuvimos inconvenientes. Pero
siempre y cuando ellos se vean beneficiados, por eso mismo la confianza,
porque veían que el trámite estaba realizado. (E17, entrevista)

La confianza suele ser ciega en ese momento, no te piden mucha explica-


ción al respecto; “necesito la foto de tu documento”, fa (sonido de ono-
matopeya), tomá la foto de mi documento, “necesito tu CUIL”, muchos
no sabían el CUIL, entonces también el proceso de buscar el CUIL. (E5,
entrevista)

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Políticas sociales, confianza y desconfianza: exploraciones desde las sensibilidades...

El ser parte, participar de una política social, también implica una di-
ferenciación con relación a la posibilidad de ser o adquirir confianza.
Pues la confianza o no, ya lo dijo Offe (1999), también es diferente (y
los riesgos de confiar o no, y la posibilidad de saldarlos) con relación
a lugar que se ocupe en la estructura social. La confianza, como “salto
de fe” convive con la incertidumbre en tanto modo de ser y estar en el
mundo, marcado por la falta de fianzas, de certezas (Dettano y Cena,
2021). Con este horizonte, emerge como objeto de confianza/descon-
fianza también el proceso de inscripción y acceso al cobro.

REFLEXIONES
El propósito de este escrito fue analizar las políticas sociales de trans-
ferencias de dinero, implementadas en la provincia de Córdoba, Ar-
gentina, desde una sociología de los cuerpos/emociones. Lo primero
a subrayar es la centralidad de las políticas sociales en las socieda-
des contemporáneas. Ello no solamente porque en Argentina desde
febrero de 2020 se han implementado diversas medidas que podrían
ser conceptualizadas bajo el paraguas de las políticas sociales y que
muestran justamente ese carácter vertebrador, sino porque interven-
ciones similares venían implementándose en Argentina y se han lleva-
do a cabo en otros países del Sur Global (De Sena, 2018).
A contraluz de la pandemia se vuelve nodal observar algunas
constantes, como por ejemplo algunos sentires y vivencias con re-
lación a las intervenciones estatales como aquellas atravesadas por
la confianza y la desconfianza. Tener que demostrar el merecimien-
to, acreditar el cumplimiento y respaldar las prácticas vinculadas al
trabajo y al cuidado (como se ha expuesto previamente) forma parte
de los modos de ser/estar en las políticas sociales y de los modos en
que estas también suponen un modo de ser destinatario. Adicional-
mente, ser parte de la población receptora de las políticas sociales
implica experimentar la desconfianza frente a una potencial baja, pe-
nalización o suspensión de un programa social. Experimentar la des-
confianza moviliza diferentes prácticas que hemos visto van desde la
identificación de canales paralelos para saldarla hasta la experimen-
tación de emociones como el miedo o la inseguridad de reclamar. En
este punto, recuperar la problematización de la desconfianza desde
la sociología de los cuerpos/emociones, habilita a tensionarla como
“forma de socialización”, en tanto saber hacer compartido, un hori-
zonte común en el marco de las políticas sociales. Estas situaciones
de desconfianza conviven con espacios compartidos de confianza, de
“saltos de fe” frente a la incertidumbre y el riesgo, que involucran en
este caso a actores otros que influyen también en el ciclo vital de la
intervención estatal.

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Rebeca Cena

El continuum entre confianza y desconfianza es una forma de es-


tar, habitar y vivenciar las políticas sociales. Ello se traduce en una
manera de experienciar el presente atravesado por la incertidumbre,
el miedo, la desconfianza frente a las políticas sociales como compo-
nente central de reproducción de la vida en contextos de desigualdad.
En este escenario, junto al miedo y la incertidumbre, la desconfianza
se posiciona como un modo de “resolver”, de saldar las expectativas
que supone el ser receptor de una política social en contexto de des-
igualdad. Ante el desconocimiento respecto al desenvolvimiento de
la intervención estatal, la desconfianza emerge como una sensación
que se hace cuerpo, se internaliza y permea las prácticas cotidianas
tendientes a evitar la exposición del conflicto social. Como tal, orienta
las expectativas comunes, direcciona cómo manejarse y comportarse
con relación a la intervención estatal y los agentes estatales, e intensi-
fica otro tipo de prácticas vinculadas a la búsqueda de vías y canales
alternativos para saldar, achicar, compensar la falta de certidumbre.

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