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“Antígona: insensible a las exigencias del afecto”

Presentado por:

Vanessa Jaén 4-753-74

Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma de Chiriquí

Clásicos de la Literatura Grecolatina

Vielka Ureta Jaramillo

22 de junio de 2023
Antígona: insensible a las exigencias del afecto.

La obra Antígona de Sófocles es una tragedia que se basa en el mito de Antígona,


la cual se representa por primera vez en el año 441 a.C. Ella enfrenta diversos
dilemas, el de la familia, el amor a su prometido y el deber de cumplirle a los dioses.

Antígona, en la obra manifiesta, “mi naturaleza me dicta unirme en el amor, y no en


el odio”, no está expresando adhesión general al amor, sino devoción a la familia,
ella es insensible a las exigencias del afecto. Estos vínculos plantean exigencias
que afectan a los compromisos y acciones de la persona con independencia a sus
deseos.

Los sentimientos que se reflejan son un poco de agrado o simpatía a los demás.
Cuando se refiere a amor, no precisamente se refiere a un amor romántico sino a
un amor fraternal. En toda la obra, Antígona no aparece dirigiéndose a su prometido,
Hemon, para ella, “los muertos y las leyes de los dioses son los más
importantes para complacer”, que, a su amado y a su hermana, es decir, tiene
una pasión impersonal y obsesiva.

Los deberes para con los familiares muertos constituyen la ley suprema y la máxima
pasión. Antígona organiza su vida entera y su concepción del mundo en función de
este sistema deóntico simple y autosuficiente. (Nussbaun, 1986).

Los valores de Antígona para esta adhesión:

• Deber con los difuntos


• Piedad con la religión convencional

Ella empobrece su piedad, tomando decisiones sobre “qué” honrar, hace sus
propias leyes. Malinterpreta la naturaleza de la piedad. Este personaje, no es un ser
amoroso o apasionado, en virtud de su significado, más bien ella contempla a los
muertos como personas amadas, también incluye a las personas servidores de los
muertos, los demás no les importa le son indiferentes.

En cuanto a psicología de Creonte, también protagonista de la obra que también es


importante conocer, según Freud hay teorías de psicoanálisis y dice: que el ser
humano actúa desconociendo gran parte de los móviles que subyacen a su
comportamiento y esto se le añade a Creonte.

Nissim-Sabat (2009), señala que es posible hacer una lectura en términos


psicológicos de la obra Antígona de Sófocles. En particular ha señalado que:

Sobre la base de la detallista descripción de Kohut, es evidente que Creonte no


manifiesta simplemente ira, sino una ira narcisista […]. Su ira se dirige,
especialmente, a los dioses, ya que la herida narcisista de Creonte encuentra su
origen en que los Dioses son todopoderosos, mientras que él, un mero mortal, es
impotente. Este personaje muestra una serie de rasgos propios de un paciente con
trastorno de personalidad narcisista.

Los rasgos narcisistas de Creonte se aprecian con mayor claridad cuando se


muestra las peculiares relaciones que establece con cada uno de los personajes de
la obra, como lo es con Hemón, el guardia, el difunto Polinices, Tiresias y la propia
Antígona.

Retomando el punto principal, Antígona experimenta el amor fraterno que le hace


inscribirse en un lugar de rechazo frente a la ley impuesta por Creonte; ve en tal ley
una injusticia, pues todos los hombres muertos tienen derecho a ser honrados con
la sepultura; reclama que su hermano Polinices sea tratado de la misma manera
con un sepulto.

Algunos investigadores han trabajado otros aspectos del personaje en relación con
la posibilidad de un amor incestuoso, por ejemplo, Jaramillo (2010) inspirado en la
interpretación del psicoanálisis lacaniano de esta tragedia, dice que:

No es explícito el tipo de amor que lleva a Antígona a la acción, pues la respuesta


de ella a su hermana, cuando ésta la interpela con la condena a muerte de la que
sería víctima, es: “habiendo obrado así, será deleitosa la muerte, pues amada
yaceré junto a quien me es amado” (Jaramillo, 2010, pp. 4-5).

El amor de Antígona dirigido a su hermano no necesariamente es un deseo de


incesto. No es amar con afecto de proximidad, es querer con amor familiar, cercanía
de parentesco de fraternidad, cercanía afectiva y familiar.
Ella siente un cuestionamiento que la indigna y la empuja a querer morir en la causa
de su hermano, se vacía de sí misma y siente una nueva hambre de justicia. Dice
Lévinas (1974):

La relación con el Otro me cuestiona, me vacía de mí mismo y no cesa de vaciarme


al descubrirme recursos siempre nuevos (…) lo Deseable no llena mi Deseo, sino
que lo ahonda, nutriéndome de alguna manera de nuevas hambres (p. 56).

Ella sabe que hay una condición de indigencia humana que no puede llevarse al
extremo de no recibir una ritualidad de despedida digna, más si se trata de su propio
hermano, el hijo de su propia madre.

¡Haz pues lo que te plazca! ¡A él, yo lo sepulto! Y ¿Qué si por ello muero? ¡Qué
bello fuera! ¡Hermana amante junto al hermano amado yacer unidos, después de
haber cumplido con él todos los deberes de piedad familiar! Bendita rebeldía: más
largo tiempo tengo que complacer a los muertos, antes que, a los vivos, como que
con ellos habré de reposar en el más allá (Sófocles, 2007, p. 252).

Antígona ejerce su libertad al decidir bordear la muerte defendiendo el derecho a


una sepultura digna por medio de los rituales requeridos. Afirmó que ella es
insensible a las exigencias del afecto, no se preocupa por más nadie que solo sus
propios deseos: servirle a los dioses y a los muertos. Vive en este agitado momento
una dinámica tragedia; es decir, dejarlo todo por otro, hasta el límite de la condición
humana que es dar la propia existencia, arriesgar lo único que puede sentir como
propio, la finitud.

Poseen un criterio de valoración simple y seguro, al que subordinan todas sus


acciones. A juicio de Nussbaum, la interpretación hegeliana acertó en este punto:
Antígona representa la ética de la familia, de la sangre, de la conciencia particular.

Ella será capaz de morir por su hermano y estará dispuesta a yacer junto a él como
una amada con su amado, pero sólo por el deber y la obligación moral de su ética
familiar, porque el parentesco exige esa acción. A Hemón, quien se muestra movido
por éros hacia ella, como observa el coro, no le dirige una sola palabra en el
transcurso de la obra. Antígona no sienten el eros.
Ella prefiere complacer a los muertos, una pasión impersonal y obsesiva que no
comprende Ismene, por lo que le reprocha el tener “un ardiente corazón para fríos
asuntos”. Por eso, a juicio de Nussbaum, es preciso entender bien el verso clave de
su compromiso ético: “No he nacido para compartir el odio, sino el amor”. Por
naturaleza Antígona busca la familia, pero no por elección, ya que ha nacido así.

La familia, el amor y la amistad para con los de la misma sangre, no es su norma


suprema y en torno a ella organiza su vida y sus deliberaciones, por eso solo quiere
complacer las leyes de los dioses, que es hacer la sepultura correspondiente. La
visión simplista y reduccionista de los valores que tiene Antígona es una visión
unilateral, que conduce a subordinarlo todo a esa norma.

Su piedad con los muertos es igualmente peculiar. Honra a Zeus, como dios de los
difuntos, pero no lo hace, en cuanto protector de la ciudad. Su piedad, como afirma
el coro, es diferente y contraria a la convencional, hará todo lo que sea necesario
por lo piadoso pero esta piedad solo incluye una parte de la religión convencional.

Antígona, honra a los muertos como así misma, ha alterado las pasiones humanas
y termina en una contradicción, se aparta de sus amigos, e imposibilita la
maternidad, hace imposible lo que pretendía, porque sin ciudad no hay honras a los
muertos. La estrechez de miras le lleva al infortunio.

Antígona invoca a Dike y esta le dice: “llevaste al colmo tu osadía y fuiste a chocar
contra el elevado altar de Dike, oh hija” (852-5), es decir la justicia no solo está en
el mundo subterráneo, sino también en la tierra. La juzgan como a alguien que ha
empobrecido su piedad. Ella se muestra orgullosa de lo que hizo y acepta lo que
hizo, mantiene su perspectiva o su creencia de que los muertos deben ser
enterrados y no insepultos lo que atañe a la desobediencia a los dioses. Se refiere
a que, si el cuerpo del muerto se entierra, su alma ira al reino de los muertos en
donde pertenece, es pertenencia de los dioses y si no se realiza su alma quedara
en pena, contamina de manera moral.

Antígona muere para obedecer la ley divina, pero esta obediencia está propulsada
por amor a sus semejantes. Lo hubiera hecho hasta por su peor enemigo y si su
hermano Polinices ha sido un traidor no por ello deja de tener derecho a la vida
eterna; por su acto de rebelión desobedeciendo una orden injusta, decide por sí
misma su suerte, da testimonio de la voluntad divina siendo intérprete de una justicia
superior a la justicia humana, por lo que su figura se agiganta traspasando los
límites históricos de su época para alzarse en portavoz inmortal ele la conciencia
individual frente al poder arbitrario del Estado.

El deber de cumplir las leyes de los dioses, aunque no estén escritas es fundamental
para Antígona, está por encima de todo: de su vida, del amor de su prometido, de
su hermana, de futuro como madre y todo lo que conlleva. Desafía el poder de los
hombres, no le importa su prometido, no piensa en él en toda la obra, solo su deseo
por cumplir a los dioses.

Bibliografía

• Freud, S. (1992). Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores.


• Jaramillo, I. (2010). La Antígona de Lacan: comentario al apartado “La
esencia de la tragedia”, la ética del psicoanálisis.
• Lévinas. E. (1974). Humanismo de otro hombre. México: Siglo XXI Editores.
• Nissim-Sabat, M. (2009). Ni victima ni sobreviviente: Pensando hacia una
nueva humanidad.
• Nussbaum, M (1986). La fragilidad del bien- capítulo de Antígona de Sófocles
• Sófocles. (2007). Antígona. Las siete tragedias. México: Editorial Porrúa.

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