Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Presentado por:
22 de junio de 2023
Antígona: insensible a las exigencias del afecto.
Los sentimientos que se reflejan son un poco de agrado o simpatía a los demás.
Cuando se refiere a amor, no precisamente se refiere a un amor romántico sino a
un amor fraternal. En toda la obra, Antígona no aparece dirigiéndose a su prometido,
Hemon, para ella, “los muertos y las leyes de los dioses son los más
importantes para complacer”, que, a su amado y a su hermana, es decir, tiene
una pasión impersonal y obsesiva.
Los deberes para con los familiares muertos constituyen la ley suprema y la máxima
pasión. Antígona organiza su vida entera y su concepción del mundo en función de
este sistema deóntico simple y autosuficiente. (Nussbaun, 1986).
Ella empobrece su piedad, tomando decisiones sobre “qué” honrar, hace sus
propias leyes. Malinterpreta la naturaleza de la piedad. Este personaje, no es un ser
amoroso o apasionado, en virtud de su significado, más bien ella contempla a los
muertos como personas amadas, también incluye a las personas servidores de los
muertos, los demás no les importa le son indiferentes.
Algunos investigadores han trabajado otros aspectos del personaje en relación con
la posibilidad de un amor incestuoso, por ejemplo, Jaramillo (2010) inspirado en la
interpretación del psicoanálisis lacaniano de esta tragedia, dice que:
Ella sabe que hay una condición de indigencia humana que no puede llevarse al
extremo de no recibir una ritualidad de despedida digna, más si se trata de su propio
hermano, el hijo de su propia madre.
¡Haz pues lo que te plazca! ¡A él, yo lo sepulto! Y ¿Qué si por ello muero? ¡Qué
bello fuera! ¡Hermana amante junto al hermano amado yacer unidos, después de
haber cumplido con él todos los deberes de piedad familiar! Bendita rebeldía: más
largo tiempo tengo que complacer a los muertos, antes que, a los vivos, como que
con ellos habré de reposar en el más allá (Sófocles, 2007, p. 252).
Ella será capaz de morir por su hermano y estará dispuesta a yacer junto a él como
una amada con su amado, pero sólo por el deber y la obligación moral de su ética
familiar, porque el parentesco exige esa acción. A Hemón, quien se muestra movido
por éros hacia ella, como observa el coro, no le dirige una sola palabra en el
transcurso de la obra. Antígona no sienten el eros.
Ella prefiere complacer a los muertos, una pasión impersonal y obsesiva que no
comprende Ismene, por lo que le reprocha el tener “un ardiente corazón para fríos
asuntos”. Por eso, a juicio de Nussbaum, es preciso entender bien el verso clave de
su compromiso ético: “No he nacido para compartir el odio, sino el amor”. Por
naturaleza Antígona busca la familia, pero no por elección, ya que ha nacido así.
Su piedad con los muertos es igualmente peculiar. Honra a Zeus, como dios de los
difuntos, pero no lo hace, en cuanto protector de la ciudad. Su piedad, como afirma
el coro, es diferente y contraria a la convencional, hará todo lo que sea necesario
por lo piadoso pero esta piedad solo incluye una parte de la religión convencional.
Antígona, honra a los muertos como así misma, ha alterado las pasiones humanas
y termina en una contradicción, se aparta de sus amigos, e imposibilita la
maternidad, hace imposible lo que pretendía, porque sin ciudad no hay honras a los
muertos. La estrechez de miras le lleva al infortunio.
Antígona invoca a Dike y esta le dice: “llevaste al colmo tu osadía y fuiste a chocar
contra el elevado altar de Dike, oh hija” (852-5), es decir la justicia no solo está en
el mundo subterráneo, sino también en la tierra. La juzgan como a alguien que ha
empobrecido su piedad. Ella se muestra orgullosa de lo que hizo y acepta lo que
hizo, mantiene su perspectiva o su creencia de que los muertos deben ser
enterrados y no insepultos lo que atañe a la desobediencia a los dioses. Se refiere
a que, si el cuerpo del muerto se entierra, su alma ira al reino de los muertos en
donde pertenece, es pertenencia de los dioses y si no se realiza su alma quedara
en pena, contamina de manera moral.
Antígona muere para obedecer la ley divina, pero esta obediencia está propulsada
por amor a sus semejantes. Lo hubiera hecho hasta por su peor enemigo y si su
hermano Polinices ha sido un traidor no por ello deja de tener derecho a la vida
eterna; por su acto de rebelión desobedeciendo una orden injusta, decide por sí
misma su suerte, da testimonio de la voluntad divina siendo intérprete de una justicia
superior a la justicia humana, por lo que su figura se agiganta traspasando los
límites históricos de su época para alzarse en portavoz inmortal ele la conciencia
individual frente al poder arbitrario del Estado.
El deber de cumplir las leyes de los dioses, aunque no estén escritas es fundamental
para Antígona, está por encima de todo: de su vida, del amor de su prometido, de
su hermana, de futuro como madre y todo lo que conlleva. Desafía el poder de los
hombres, no le importa su prometido, no piensa en él en toda la obra, solo su deseo
por cumplir a los dioses.
Bibliografía