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Patokinesiología: un modelo permanente para el estudio de la

disfunción del movimiento

Antonio López S., Ramón Pinochet U., Sergio Crisóstomo H., Claudio Véliz M., Máximo Escobar C*.
* Académicos Escuela de Kinesiología Universidad Católica del Maule

Resumen

Los modelos que interpretan la disfunción del movimiento humano son escasos, probablemente por
que la actividad reflexiva en base a problemas del quehacer, sólo se ha dado a partir de la
necesidad de instalar procesos de innovación curricular. La tensión de las estructuras que soportan
el eje conductor de la Kinesiología Chilena, además se ha visto impactada por el aumento
indiscriminado de la oferta profesional que sólo ha replicado esquemas iterativos. En este sentido, es
pertinente señalar que las responsabilidades de los que subsidian proyectos sustentados
estrictamente en las leyes del mercado, sin considerar el estado del arte de la disciplina, son
conductas inapropiadas para el desarrollo de una masa crítica activa, fundamental para contener el
riesgo asistencialista que se posiciona en el país.
Disfunción, Patokinesiología, Terapia Física.

Summary

The models who interpret the dysfunction of human movement are scarce, probably by the reflexive
activity based on problems of endeavour, has only been given from the need to install innovation
processes curriculum. The tension of the structures that support the axis of Kinesiology Chilean
driver, also has been impacted by the indiscriminate increase in supply professional who only has
replicated iterative schemes. In this regard, it is pertinent to note that the responsibilities of those who
subsidize projects based strictly on market laws, without considering the state of the art of discipline,
misconduct are to develop a critical mass active, vital to contain the risk asistencialista that is
positioned in the country.
Dysfunction, Pathokinesiology, Physical Therapy

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Introducción.

Uno de los rasgos distintivos de toda profesión, respecto de otras actividades u ocupaciones no
profesionales, es la existencia de un cuerpo de conocimiento propio, el cual establece un marco
referencial útil para la aplicación de tecnología y un conjunto finito pero dinámico de procesos,
procedimientos y técnicas cuyo dominio y adaptación queda en manos de la profesión que las
practica (1). Poner en el centro de la discusión nacional la estructura epistémica de la Kinesiología,
es un objetivo académico que permite revisar reflexivamente el quehacer .

Al interior de la Kinesiología, entendida como actividad profesional ( en adelante


descrita a través de sus denominaciones análogas kinesiterapia o terapia física ), se han generado
confusiones a la hora de emparejar los términos Kinesiólogo y terapista físico. Al respecto es
necesario ser claros y destacar que hacer dicha equivalencia bajo una concepción científica es a
todas luces incorrecto. Nos referiremos por tanto a la kinesiterapia o terapia física, según la
definición de la OMS (1957), como “el arte y la ciencia del tratamiento por medio del ejercicio
terapéutico, calor, frío, luz, agua, masaje y electricidad”. Más recientemente la WCPT (World
Confederation of Physical Therapy, 2001) define que “la terapia física ayuda a las personas y los
pueblos a desarrollar, mantener y restaurar la máxima habilidad de movimiento y estado funcional”
(2). No obstante lo anterior, habitualmente se ha identificado como marco disciplinario de nuestra
profesión a la kinesiología, estudio científico del movimiento humano y sus aplicaciones, las cuales
aportarían las bases conceptuales y teóricas necesarias para la comprensión de las alteraciones o
desórdenes del movimiento. Recuérdese que es la disfunción del movimiento lo que históricamente
ha pretendido diagnosticar y tratar la terapia física, de tal forma que, por medio de diversos estilos
declarativos, se ha afirmado consistentemente que el movimiento orientado a la funcionalidad es el
foco principal de la profesión. Nótese además que la praxis profesional ha tenido una clara
inclinación hacia el campo de la salud con orientación clínica, especialmente en los países con
menor profesionalización de nuestra actividad. Sabemos que somos profesionales de la salud, pero
no tenemos la misma identificación como profesionales orientados, por ejemplo, hacia el mundo del
trabajo, la escuela o la empresa.
Esta matriz disciplinaria “tácita” a su vez ha configurado una aproximación
epistemológica particular. Dicho de otro modo, este modelo de conocimiento ha pretendido definir un

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eje saber-hacer propio de la terapia física, funcional a nuestra profesión, es decir, poner al servicio
de ella un campo del conocimiento abundante y meritorio por sí sólo: las ciencias del movimiento.
Tal enfoque ha recibido buena adherencia por parte de la comunidad kinésica, tanto que este hecho
histórico forma parte de nuestro acervo cultural, constituyendo uno de los cimientos formativos de la
profesión. De hecho se sostiene y declara explícitamente que para ser kinesiólogo, y buen práctico
en lo profesional, primero es necesario “saber de kinesiología”. Sin embargo cuando se reflexiona
con mayor detención respecto a lo que esto implica, surgen las dudas y controversias. Aún así es
reconocida la aceptación que ostenta este paradigma por parte de los miembros de nuestra
comunidad, lo que sin duda es condicionado, además, por el progresivo posicionamiento nacional e
internacional que evidencia la kinesiología como ciencia. A nivel local, se ha diagnosticado
insistentemente que “nos llamamos kinesiólogos, pero que realmente no hacemos kinesiología”. Es
decir, ya sea por formación o por requerimientos profesionales, hemos ejercido eminentemente
como prácticos; no nos reconocemos kinesiólogos en tanto estudiosos del movimiento. Si esto es
así, ¿se puede afirmar por ello que hemos dejado de hacer una buena práctica de la terapia física?
Aún más, acaso esta categoría, el ser terapeutas, ¿implica una menor escala de valoración social?,
¿es un handicap negativo para nuestra autoestima?
Es preciso entonces hacer notar la contradicción: si la kinesiología constituye
nuestro alero como disciplina científica, que nutre y enriquece la base de conocimiento necesaria
para la praxis, ¿cómo es posible que seamos capaces de hacer buena práctica sin desarrollarnos
como estudiosos del movimiento? Una contradicción de este tipo merece al menos una segunda
interrogante. En tanto profesión que ha entregado sus principales esfuerzos al área de la salud,
¿estamos en el camino correcto al afirmar que la kinesiología es nuestro cuerpo de conocimiento?
Aquello que nos nutre e identifica como profesión, de forma directa y exclusiva.
Si la respuesta fuese positiva, estaríamos en condiciones de concedernos lo
siguiente: la kinesiología no es sólo nuestra alma mater, es nuestro desafío y responsabilidad, ya
que según nuestra capacidad productiva, la kinesiología se fortalece como área del conocimiento, y
en la misma medida lo hace nuestra profesión. Si la respuesta es negativa, ¿entonces cuál es la
disciplina del conocimiento que mejor representa los desafíos propios de la terapia física? Como
síntesis introductoria es posible visualizar que es complejo pero necesario diferenciar un modelo de
estudio propio, consistente con el objetivo de mejorar la comprensión de las disfunciones del
movimiento, ya sea para evaluar con mayor eficiencia las repercusiones funcionales y de

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desempeño físico, como para adoptar cuidados o acciones profesionales en pro de la recuperación
del movimiento funcional. Estamos hablando de necesidades propias de una profesión que busca
desarrollarse y de un objeto de estudio pertinente cuyo mejor modelo de análisis y comprensión
parece ser esquivo.

El movimiento normal: abundancia de la Kinesiología.

Áreas del conocimiento como la biomecánica, la fisiología muscular y del ejercicio, la


neurociencia, el estudio del aprendizaje y control motor, se han constituido en áreas disciplinares
que crecen y evolucionan en forma autónoma, pero cuyos vínculos con la Kinesiología son nítidos y
crecientes. A pesar de las diferencias de método y esquemas interpretativos, todas ellas se
relacionan estrechamente con las ciencias del movimiento, ya sea como fuentes de conocimiento,
por ser ciencias afines, o lisa y llanamente como fundamentos científicos del estudio del movimiento
en personas sanas (podríamos decir que si bien no son parte del ADN de la Kinesiología, sin duda
contribuyen a su fenotipo). Es evidente que no se puede decir lo mismo respecto a la vinculación de
la kinesiología, si duda indirecta y muchas veces difusa, con el mundo de las ciencias clínicas
insertas en la terapia física. Por la naturaleza de lo que estudia, para la kinesiología es imperativo
ser ecléctica debido a que su capacidad productiva está en relación al trabajo multi e
interdicisciplinar. Son innumerables los resultados visibles generados por el conjunto de áreas del
conocimiento que se encuentran relacionadas. Por citar sólo algunos: las publicaciones científicas
son numerosas y de alto nivel, ya sea en formato de libros, journals u otras modalidades de
divulgación científica. Sostenemos que esta concepción amplia de tal disciplina científica, ha
derivado en una dispersión y dificultad respecto a las aplicaciones que la kinesiterapia ha podido
extraer de la misma. Hecho cada vez más patente en la medida de que diversas vertientes derivadas
de las ciencias biológicas, físicas y sociológicas, que en alguna medida nutren a la Kinesiología, han
aumentado en complejidad, profundidad y áreas de aplicación.
Sin duda la kinesiología ha hecho una gran contribución como marco referencial,
pero se requiere un modelo de razonamiento y estudio aplicables al área del conocimiento que mejor
representa nuestros desafíos profesionales y prácticos. Este enfoque debiese abordar en forma

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directa y coherente los desafíos del saber propios de la profesión, una fuente de especificación y de
integración de aquellos saberes que se construyen y aplican orientados desde ya, para ofrecer
sustento teórico a nuestro quehacer. La terapia física requiere de una mayor especificidad y
focalización en cuanto a su matriz disciplinaria. A nuestro juicio el conflicto central es el siguiente:
gran parte de los hallazgos que permiten describir y comprender los fenómenos inherentes al
movimiento normal, no son directamente trasladables a los eventos inherentes al movimiento en
disfunción. No es exagerado afirmar que la kinesiología no está interesada en ser la materia prima
de la kinesiterapia, y que a su vez la kinesiterapia no debería sufrir graves trastornos si esto es así.
La denominación de origen que imprimió la kinesiología (fenómeno más bien local, referido a nuestro
país), no parece ser la mejor opción de desarrollo autónomo. Es la hora de que la kinesiterapia o
terapia física, amparada en un mayor grado de madurez, sea capaz de generar el “cisma intelectual”
que le permita tener su propio paradigma.

Disfunción del Movimiento: pobreza de la Kinesiología.

Para Sahrmann (3) el movimiento es un sistema, equivalente conceptualmente a


otros bien conocidos, llámese cardiovascular, nervioso, endocrino u otros. Su visión destaca que
existe un campo particular de estudio, en cuanto a que “el movimiento es un sistema más”, integrado
y complejo como otros, pero que interesa especialmente a los terapistas físicos dado que en su
arquitectura subyace el campo de conocimiento propio de esta profesión. Si bien Sarhmann
reconoce el valor diferenciador del concepto aportado por la patokinesiología (inaugurado 25 años
antes por Hislop), no señala si el “modelo sistémico” requiere de alguna adaptación al tratar con las
disfunciones del movimiento, o si es enteramente aplicable tal cual se usa al estudiar el movimiento
normal. A nuestro juicio esta última opción se confirma al examinar cómo construye Sahrmann el
edificio del sistema del movimiento, el cual contiene en su seno los ladrillos aportados por diversas
ciencias que nutren la kinesiología, ordenados en este caso según propósitos específicos útiles para
la profesión: evaluación biomecánica, de control neuromuscular, capacidad cardiovascular, soporte
mecánico de los tejidos y aspectos psicoafectivos (4) Al parecer Sahrmann sigue en la lógica
romántica de la kinesiología y no se desvincula de la tradición al punto que lo hace Hislop, quien

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plantea claramente la urgencia de la autonomía, el objeto de conocimiento propio y la distinción
esencial; y que tales propósitos son fundamentales para hacer de la terapia física y la kinesiterapia
una disciplina científica sin complejos (5). Nuestra mayor coincidencia con Hislop se basa en que
para nosotros la disfunción de movimiento no merece ser entendida como un epifenómeno del
movimiento normal; definido según la brecha o distancia que se evidencia respecto a lo esperado en
personas sanas. Es decir, la disfunción del movimiento clasificada como tal, simplemente porque se
aleja de lo “normal”. En nuestra opinión es pertinente entenderla como un evento o fenómeno
singular por si mismo, delineado pero no modelado ni menos determinado por referencias estándar.
La disfunción del movimiento se comporta como un fenómeno particular y específico según las
condiciones biofísicas, psicoafectivas y conductuales expresadas en un individuo particular en su
contexto.
Sobre el punto vale la pena un ejemplo. Nótese que el estudio de la marcha
normal ha develado abundante información respecto a los eventos mecánicos y fisiológicos que
permiten comprender esta conducta motora. Ya sea por los patrones kinéticos y kinemáticos o por
los costos metabólicos medidos por el método científico, es posible abordar razonablemente el
estudio de esta modalidad de locomoción en personas normales con una base conceptual y de
conocimiento enriquecida. La tarea se complica a la hora de enfrentar el estudio de la marcha en
personas con deterioros orgánicos o sistémicos agudos y/o permanentes. Trasladar la información
disponible desde lo confirmado en personas sanas ha sido una opción frecuente y útil, si la idea es
generar descripciones basados en marcos referenciales reconocibles. No obstante, los patrones y
comportamientos de las variables mecánicas y fisiológicas que sirven de parámetros, en el caso de
la disfunción son dictados por factores e influencias que están fuera del alcance de las
determinantes visibles en la marcha normal. Las relaciones e interacciones establecidas (y
preferidas por la integración y adaptación funcional a los objetivos del gesto motor) son de otra
índole. Es cierto que continúan coexistiendo las mismas leyes de la física y biología aplicables a los
parámetros de referencia, pero asimismo es un hecho que su comportamiento varía producto de otro
tipo de influencias, en donde la naturaleza y perfil de tal interacción conformarán los patrones
observables. Según la lógica tradicional, esto es: que la base para la comprensión de la disfunción
del movimiento es el conocimiento del movimiento normal, deberíamos aceptar que los patrones
normales conforman el eje orientador de los objetivos a considerar en un tratamiento. Lo que resulta
de esto es que la marcha de un niño distrófico, por ejemplo, será estudiada bajo el paraguas de un

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modelo errático que contradice la evolución particular de estos enfermos. Al respecto basta pensar
en niños con las siguientes condiciones clínicas: diplejia espástica (estacionaria respecto al deterioro
primario, variable en cuanto al compromiso motor); displasia de cadera tratada (regresiva en cuanto
al deterioro primario y también respecto al compromiso motor); enfermedad neuromuscular
(progresiva respecto al deterioro primario y compromiso motor) infecciones respiratorias en
pulmones dañados y con restricciones para los desplazamientos en las actividades de la vida diaria
(sobrecarga variable sobre deterioro primario). En tales condiciones, ¿qué sucede con los patrones
motores de la marcha? ¿Es útil cimentar el estudio y comprensión de dichos fenómenos de acuerdo
al marco referencial que ofrece la marcha normal? Si es así, en pos de una rigurosa descripción de
los mismos, ¿es suficiente disponer exclusivamente de las descripciones generadas de acuerdo a
las brechas observables con relación a la normalidad? El supuesto básico de que para entender lo
anormal primero es necesario conocer lo normal, es atendible como aproximación primaria, mas no
como enfoque distintivo y profundo del estudio correspondiente. Nuestra visión es que tal modelo
descriptivo y por tanto de estudio de la disfunción del movimiento es restrictivo y muchas veces una
batalla perdida. El identificar y describir lo específico de las interacciones de la marcha en disfunción,
es una tarea que se facilita con nomenclatura y variables estándar, pero no al punto de reducir el
fenómeno en sí mismo a una versión modificada de la marcha considerada normal. Es probable que
mientras más se distancien los patrones o tendencias de las variables entre un acto motor normal y
otro en disfunción, mayor será la pérdida de la capacidad predictiva o explicativa de los modelos
derivados del movimiento normal. Adicionalmente existe un hecho que tiene gran valor a la hora de
establecer diferencias en los enfoques de estudio. En la práctica profesional en terapia física es
sabido que existe un número ilimitado de condiciones clínicas de carácter permanente, o situaciones
asintomáticas pero con desbalances mecánicos y fisiológicos de carácter crónico, en los cuales no
es razonable presumir que ciertos parámetros útiles para definir un movimiento normal, puedan
servir de indicadores terapéuticos o pronósticos. Sin ánimo de redundar, es fácil comprender que
este puede ser el caso, por ejemplo, de un niño con diplejia espática. En él no sirve basarse en los
patrones descritos como normales, pues su particularidad seguirá tendencias que no se enmarcan
en la normalidad, sino en fenómenos que sólo se pueden comprender en base al estudio detallado
de ese tipo de disfunción del movimiento. Volviendo al terreno clínico y de intervención: ¡acaso algún
terapeuta convencerá a los padres y al niño que su objetivo es llevarlo a obtener patrones de marcha
normal¡ La disfunción del movimiento efectivamente puede ser abordado como un fenómeno

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sistémico, pero si optamos por definir la marcha normal como de tipo M (MARCHA NORMAL), sería
una ligereza descriptiva signar la marcha anormal como M’, porque entonces la riqueza y variedad
observable en esta última queda reducida a una apóstrofe, en circunstancias de que se trata de un
fenómeno complejo y particular. Siguiendo la lógica algebraica, sugerimos la opción de señalarla
como MB para el niño diplégico; MC, para el niño con enfermedad neuromuscular y así
sucesivamente. En este punto podríamos afirmar que, vista así las cosas, la kinesiología más que
abrir ventanas muchas veces puede cerrarlas si el desafío consiste en estudiar y comprender la
disfunción del movimiento. Tal cual existe riqueza y diversidad infinita en los análisis y descripciones
propias de las ciencias de movimiento o kinesiología, lo mismo se puede esperar si aplicamos
modelos específicos de estudio para la disfunción del movimiento. El movimiento en personas con
deterioros, limitaciones funcionales o discapacidades, no puede convertirse en un color desteñido de
la variedad cromática ofrecida por el estudio del movimiento normal.

Estudio de la disfunción del Movimiento: potencial de la Patokinesiología

Las profesiones del área de la salud aspiran legítimamente a contar con una filosofía
particular, una cosmovisión que sea factible de convertirse en una teoría propia, una herramienta
que fortalece la identidad. Se afirma además que una teoría de este tipo entrega la posibilidad de
conceptualizar fenómenos complejos desde una perspectiva que facilita el estudio y discusión de los
temas de interés. En la kinesiterapia el modelo Patokinético propuesto por Hislop (1975) representa
una cosmovisión de nuestra actividad que puede ser clasificado como una Gran Teoría (6), en la
medida de que es capaz de aportar una amplia conceptualización de los tópicos que interesan a una
práctica determinada. Así, cuando Hislop señala que el modelo de análisis de la Patokinesiología
representa una base estructural de la Kinesiterapia, está pensando en el futuro de las ciencias
clínicas de nuestra profesión, está pensando en aumentar nuestro cuerpo de conocimiento respecto
a la disfunción del movimiento. La definición original se resume como sigue :

“.. La Patokinesiología es la ciencia clínica distintiva de la terapia física. Es el estudio de la


anatomía y fisiología según cómo se relacionan con en movimiento anormal. Esto representa

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una base teórica amplia suficiente para ofrecer una explicación racional a los desórdenes del
movimiento humano...” (5)

Para modelar el análisis, Hislop establece una jerarquía de niveles de alteración del
movimiento normal que funciona como un circuito de interacciones bidireccionales, desde niveles
“inferiores”, el celular, hasta los “superiores”, la familia (figura 1). Aquí se expresa la intención de
conocer y comprender qué aspectos biofísicos y psicosociales definen un gesto motor disfuncional y
específico. Por su parte las enfermedades e injurias son accidentes que alteran una cierta
homeostasia biofísica y motora (un buen equilibrio entre rendimiento individual, costo biomecánico y
eficiencia energética).

Figura 1: Jerarquía de niveles potencialmente afectados por la disfunción del movimiento (5).

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El fundamento del Modelo Patokinético se amplia en sus definiciones según los siguientes
componentes:
• La Estructura que posee la Kinesiterapia en tanto profesión ligada a la salud.
• La Jerarquía de los sistemas involucrados para analizar la Disfunción Motora en los distintos
dominios constituyentes (desde la célula hasta la persona en su medio social).
• Los Propósitos asignados a la terapia física, en tanto actividad profesional con objetivos
comunitarios.
En este contexto se identifica convenientemente las ciencias que dan soporte al modelo jerárquico
de los sistemas, a saber: célula-biología; tejido-histología; órganos-anatomía; sistema-fisiología;
persona-psicología; familia-antropología. Si bien este es un punto de partida, dado la indudable
relación binaria así definida, es pertinente avanzar hacia un método que profundiza las
particularidades del modelo. En este sentido es útil hacer la diferencia entre el aporte
sustancialmente distinto que proviene por ejemplo, de la fisiología vs la fisiopatología; de la fisiología
del ejercicio vs la fisiología del ejercicio clínico; de la biomecánica vs la patomecánica del aparato
locomotor.
Todo lo anterior se entiende si enfatizamos la idea de que el objetivo primario de la
patokinesiología es servir de modelo epistemológico para desarrollar las ciencias clínicas de la
terapia física, convirtiéndose en una base analítica, crítica e interpretativa de la creación y
renovación de nuestro cuerpo de conocimientos. En términos científicos, constituye la mediación
entre preguntas de investigación y los métodos que permiten encontrar las respuestas.

Patomecánica: la descripción del desbalance.

La disfunción del movimiento naturalmente implica la existencia de un desbalance.


Cuáles son las características del mismo, su comportamiento y dinamismo, son atributos que
podrían ser descritos a través de una modelo pertinente con implicancias prácticas. Así como la
patokinesiología representa un esquema que materializa coherentemente la opción de modelar el
estudio de la disfunción del movimiento, existe también la necesidad de caracterizar
operacionalmente este fenómeno en contextos propios de la praxis de la actividad profesional de la

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terapia de física o kinesiterapia; más específicamente, propio de las descripciones que requiere las
ciencias clínicas de la profesión. Escobar y col. (7) inauguran dicha conceptualización como medio
de análisis de la información aportada por una herramienta clínica dirigida a evaluar la condición
ventilatoria de niños hospitalizados por cuadros respiratorios. Es decir, aplicando el esquema
patomecánico se analizó el perfil e implicancia clínica de un tipo especial de disfunción del
movimiento en un contexto específico. ¿En qué consiste el modelo patomecánico? En primer lugar
debemos reforzar la idea de que es una modelo de “análisis del desbalance” vinculado a una estado
de disfunción del movimiento. Como ya se anotó, dicha interrelación es inherente al fenómeno
mismo. Su propósito básico es por tanto caracterizar el desbalance para facilitar su comprensión
respecto a componentes, evolución y consecuencias. Los términos usados en el modelo
patomecánico nacen de la visión mecánica del equilibrio que muestran los sistemas biológicos y
fisiológicos. En este sentido, el análisis patomecánico tiene su punto de inicio en la
descompensación que impone un fenómeno fisiopatológico determinado. En esta lógica aparecen
los conceptos consensuados de carga, traductor y asistencia.
Es una analogía con el equilibrio (o desequilibrio) observado en una palanca de tercer orden definida
por la mecánica clásica (figura 2). Su contraparte, el movimiento humano normal, se encontrará en
equilibrio si la operación algebraica igual a cargas menos las asistencias expresan un valor cero,
vale decir de “normalidad”. Luego, con el propósito de analizar el desbalance implicado en la
disfunción del movimiento definimos dichos componentes de la siguiente forma:

• Carga: fenómeno de carácter ocasional o permanente, que altera el balance funcional de un nivel,
generando como consecuencia una sobrecarga presente o potencial. Esta definición se orienta a
caracterizar los obstáculos que aumentan el “costo de mantención” del sistema. Esto implica que se
utilizará la reserva que habitualmente muestran los sistemas frente a situaciones de mayor
demanda, en este caso impuestas por la presencia de la disfunción del movimiento. Debemos
agregar que la carga nos habla de aquello que impulsa la existencia del desbalance y que se
describe según un cierto nivel (o niveles) afectados de acuerdo a las jerarquías descritas en el
esquema patokinético de Hislop.
• Asistencia: representa los ajustes internos o soportes externos frente al desbalance generado por
la carga. Por tanto hablamos de respuestas o adaptaciones de los sistemas o la presencia de
intervenciones dirigidas a compensar o al menos estabilizar el desequilibrio. El resultado será la

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producción del movimiento a pesar de la existencia de la carga, pero con parámetros distintos a los
apreciados en condiciones de normalidad.
• Traductor: son aquellas variables o fenómenos que hacen visible para el clínico la situación de
disfunción. Por tanto son entendidos como los “sensores” del desbalance implicado en la disfunción
del movimiento.

Figura 2: modelo patomecánico de análisis del desbalance generado por una disfunción del
movimiento. C: carga; A: asistencia; T: traductor.

Así por ejemplo si un niño presenta un evento de crisis asmática, y nos situamos en los fenómenos
titulares implicados en este contexto clínico, entonces al aplicar el análisis patomecánico es posible
describir lo siguiente:

 Carga: broncoespasmo como evento sostenedor del desbalance tisular de la pared de la vía
aérea,

 Traductor: sibilancias (a la auscultación o audibles) ya que permite poner en evidencia


clínica el fenómeno y

 Asistencia: terapia broncodilatadora, que es una medida específica para resolver este tipo
de desbalance.

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Si consideramos ahora el caso de inmovilización prolongada por yeso, y nos situamos en fenómenos
a nivel de sistema muscular, patomecánicamente podemos describir:

 Carga: debilidad muscular porque da cuenta de un desbalance en la función de este


sistema,

 Traductor: FIM, 1 RM, etc., que son métodos para medir la cualidad fuerza máxima
muscular, y por tanto pueden dar cuenta de debilidad muscular y

 Asistencia, reforzamiento muscular como medida específica para resolver la debilidad


muscular.

Conclusiones.

Proponemos que las ciencias clínicas de la terapia física requieren de modelos de


estudio particulares que faciliten la producción de conocimiento relativo a las disfunciones del
movimiento. Se hace notar las limitaciones que presenta la kinesiología como ciencia del movimiento
normal cuando se extrapolan automáticamente sus parámetros en el caso de abordar el estudio de
disfunciones del movimiento derivadas de diversas enfermedades o condiciones clínicas. Se
reflexiona acerca de las potencialidades que ofrece la patokinesiología como modelo de
razonamiento para describir, analizar y comprender las complejidades implicadas en las disfunción
del movimiento y, por su parte, la utilidad del modelo patomecánico para operacionalizar análisis
clínicos específicos, propios de la práctica kinésica, con el objeto de visualizar el desbalance
generado por la disfunción del movimiento, así como herramientas clínicas para su detección y
solución.
A nuestro juicio tanto la patokinesiología como el análisis patomecánico representan
recursos que facilitan el enriquecimiento de las descripciones de las disfunciones del movimiento
que enfrentamos en la práctica diaria. Tienen la ventaja de ser métodos constituidos por un lenguaje

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propio, enfocados a las necesidades específicas de nuestra profesión y que proponemos como
medio de desarrollo de las ciencias clínicas de la terapia física.

Bibliografía.

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