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Introducción
INTRO: “Los efectos que Internet y los nuevos dispositivos de la conectividad están
teniendo en las prácticas de creación, circulación y recepción de las imágenes son hoy uno
de los campos de trabajo prioritarios de los Estudios VIsuales”:
1
Agamben, G. (2005) Profanaciones, Barcelona, Anagrama.
1
Ideas sueltas
TIEMPO: e-image La economía de la imagen que se realiza bajo las condiciones puestas
por los desarrollos de las tecnologías electrónicas desplaza de forma radical lo que
podríamos llamar su impulso mnemónico, la forma en que ella opera como
dispositivo-memoria. Y ello por una razón fundamental: que mientras la formas tradicionales
de realización de la imagen cristalizaban en materializaciones estables (docu /
monumentales) la forma del darse de la imagen electrónica es volátil, pasajera, tiene el
carácter mismo del fantasma (como la imagen en su lugar natural: la imaginación).
ESPACIO: Mil pantallas Mil pantallas. Acaso todavía no ponderamos bien lo que supone
una red de escenarios tan diseminada y ubicua como la que representa un mundo saturado
en todas partes de pantallas. Acaso todavía no ponderamos bien la singularidad que como
soporte poseen –esta especie de cuadernos mágicos, en los que lo que aparece tiene la
misma cualidad del fantasma. Acaso todavía no somos capaces de valorar su alcance
ubicuo, la instantaneidad del transporte que proporcionan, la posibilidad de apariciones
multisíncroas o simultáneas que ofrecen, la recepción privado/colectiva pero dissimultánea
que propician, su carácter de heterotopías prácticas, encastradas en lo real …
INTRO: Pensar el presente: nada tan difícil, tan complejo, tan casi imposible -diría. El
mundo, el mundo para nosotros, se mueve a la velocidad del pensamiento: es su producto.
Pensarse en su propio acontecer.
MATERIA: Las matrices tienen algo de escritura, entre cabalística, cirílica y japonesa, y
algunas líneas van cargadas de ceros y unos, de numeraciones invertidas. Parece una
reducción matricial de otra escritura más compleja, y en cierto sentido uno no puede evitar
la sensación de asisistir a una transmisión de contenidos muy sofisticada, altamente
elaborada, como si estuviera leyendo un gran libro, la gran biblia que contuviera incluso
toda su hermenéutica. Una escritura todavía —o acaso definitivamente— profana, compleja
pero indescifrable. El mensaje es inabordable, pero nada en él despierta el interés de leerlo:
de alguna manera se sabe que matrix no se lee: se ejecuta.
Como quiera que sea, su mensaje se agota en sí mismo, no admite mediadores, no se da a
la interpretación. Es más, todo parece indicar que nos encontramos frente a un nivel de
escritura estrictamente primordial. Total y enteramente productiva, para la que ninguna
lectura, mediación o interpretación es necesaria. Ella es, precisamente, producción de
producción.
Y lo único que sería más real que ese real, es esta lluvia de matrices que es, pura y
simplemente, la escritura de su economía estructural... la fianza simbólica de su ser
imaginario, su arcano narrado. Es esto lo que nos atrapa en estas pantallas. Ni detrás ni
delante de ellas hay nada.
ARTE
INTRO: “EN TODO ARTE, decía Paul Valéry, y corría por entonces el año 1928, hay una
parte física que no puede contemplarse ni tratarse como antaño.
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Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son desde hace veinte años lo que eran desde
siempre. Hay que esperar que tan grandes novedades transformen toda la técnica de las
artes y de ese modo actúen sobre el propio proceso de la invención, llegando quizás a
modificar prodigiosamente la idea misma de arte”. 2
Hoy, cuando casi ha pasado de aquella visionaria afirmación un siglo, la idea misma de arte
sigue empecinada en reconocerse muy escasos cambios. Sin embargo, aquellas grandes
novedades que Valéry predecía no han dejado de sucederse, acelerándose en nuestros
días de un modo imparable, que muy probablemente acabará por otorgar la razón a las
afirmaciones del entusiasta autor de La conquista de la ubicuidad.
Tres son las dimensiones, creo, en que el desarrollo actual de las tecnologías de producción
y distribución de imagen están afectando a toda la técnica de las artes, y muy en particular
a su materia, espacio y tiempo, en efecto.
MATERIA: Materia. La primera tendría que ver con la desmaterialización (imagen sin
carne que no se desgarra. ) de las imágenes, con el hecho de que ellas ahora no dependen
para existir en el mundo de cristalizar materializadas en soportes estables, sino que flotan
fantasmizadas en el que es ahora su nuevo escenario de habitación natural, las pantallas.
Asociado a ello, la cualidad de su reproducibilidad infinita, el hecho de que prácticamente
sin gasto alguno estas imágenes (digitales) pueden reproducirse sin límite, de tal modo que
la posibilidad de dejar atrás la economía de escasez (y opulencia) que presidía la lógica de
su valor social se convierte ya, y cada vez más, en un hecho insoslayable.
2
Paul, Valéry (1928): “La conquista de la ubicuidad”, en P. Valéry: Piezas sore arte, Visor, Madrid
1999, p. 131. Es esta la cita que Benjamin utiliza significativamente como motto de “La obra de arte
en la época de su reproductibilidad técnica”.
3
que le llevaba a Goethe a exclamar su conocido ¡detente instante, eres tan bello!), ahora
las imágenes se constituyen para nosotros en melancólicos testimonios de contingencia,
testigos de nuestro existir irrevocablemente efímero (nosotros los más efímeros,
proclamaba Rilke, con un orgullo antifáustico que es quizás mucho más de nuestro
tiempo).
INTRO: Creo que, en efecto, estas tres grandes transformaciones no pueden dejar intacta
nuestra misma idea del arte.
Que a lo que quede después de ello sigamos llamándole o no arte es quizás lo menos
relevante. Lo fundamental es que todas las estructuras de su funcionamiento social y
simbólico se habrán entretanto transformado profundamente. Y la pregunta sería: ¿estamos
preparados para ello?
Inquietar el ver
Imagen y texto
En primer lugar, este autor sostiene que la interacción entre imágenes y textos es
constitutiva de la representación en sí, de manera que “todos los medios son mixtos y todas
las representaciones son heterogéneas; no existen las artes «puramente» visuales o
verbales, aunque el impulso de purificar los medios sea uno de los gestos utópicos más
importantes del modernismo”.3
Establece una nueva figura compuesta que le permite desmarcarse de las aproximaciones
teóricas que a lo largo de la historia han tratado de explicar, definir, acotar y controlar las
imágenes, de manera que su estudio “examina la relación entre las imágenes y el discurso y
trata de reemplazar una teoría, fundamentalmente binaria, sobre esa relación, con una
imagen dialéctica, la figura de la «imagentexto»” (p. 17). Si se la contempla de este modo,
no se puede considerar la imagen/texto a la manera de “un concepto, sino como una figura
teórica, parecida a la différance de Derrida, la sede de una tensión dialéctica, de un
deslizamiento y una transformación” (p. 98).
José Luis Brea, apoyándose en las investigaciones realizadas por Martin Jay, define
“régimen escópico” o “episteme visual” como la “construcción social de un modelo general
abstracto que articula como actividad cultural los actos de ver”.12 Nuestro tiempo, tras la
aparición de la imagen electrónica, inauguraría uno de “hipervisión administrada”.
3
W. J. T. Mitchell, Teoría de la imagen. Ensayos sobre representación verbal y visual, Madrid, Akal,
2009, p. 12. Se puede seguir un análisis más completo de este asunto a lo largo del texto, en
específico en las páginas 88-91. Asimismo, le dedica un detenido análisis en el capítulo “No existen
medios visuales” en Brea, J., Estudios Visuales. La epistemología de la visualidad en la era de la
globalización, Madrid, Akal, 2005, pp. 17-25.
4
virtualidades de esta lógica paradójica del videograma, del holograma o de la imaginería
numérica”,134 resumiéndola del siguiente modo:
La paradoja lógica es en definitiva la de esta imagen en tiempo real que
domina la cosa representada [...]. Esta virtualidad que domina la actualidad, que
trastorna la misma noción de realidad. De ahí esta crisis de las representaciones
públicas tradicionales (gráficas, fotográficas, cinematográficas...) a favor de una
presentación, de una presencia paradójica, telepresencia a distancia del objeto o del
ser que suple su misma existencia aquí y ahora (p. 82).
La abolición de la distancia, la que se necesita “para que el mensaje se transmita, para que
la imagen tenga eficacia sensible” (p. 66), hace que todo quede indeterminado, de manera
que nos encontraríamos hoy en una situación de “realidad integral, sin distancia ni
transcendencia” (p. 60). Ya no estaríamos hablando entonces de representación, sino de
“una circunvalación de cosas que funcionan dentro de un bucle, que están abocadas a sí
mismas [...] que chocan entre sí, se suturan y se saturan”. Dicho de otro modo “realidad
perfecta [...] en la que todo se identifica con el collage y con la confusión de su propia
imagen”. Así llegamos a lo que denomina una forma de implosión: “la imagen retornante
[que] cortocircuita la mirada, cortocircuita la representación, duplicando la realidad por
adelantado e interceptando su desarrollo”, un tipo de imagen “que en cierta medida clausura
cada cosa enfocándola sobre sí misma, a través de una simulación automática de sí misma”
(p. 63).
Treball Imágenes
4
Virilio, P., La Máquina de visión, Madrid, Cátedra, 1998, p.82.
5
Baudrillard, J., La agonía del poder, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2006, p. 46.Baudrillard, J., La
agonía del poder, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2006, p. 46.
5
MUNDO-IMAGEN: Nunca la imagen se ha impuesto a la vida con tanta fuerza como en el
presente. Vivimos rodeados de imágenes, tal como adivinó Paul Valéry en 1928: “Como el
agua, como el gas, como la corriente eléctrica que llegan de lejos a nuestros hogares para
satisfacer nuestras necesidades casi sin esfuerzo, así nos alimentaremos de imágenes
visuales o auditivas, que nacerán y se desvanecerán al menor gesto, a la menor señal” .
Imágenes sin cuerpo que viven 1 entre la aparición y la ausencia y aparecen, de esta forma,
como espectros.
ESPACIO: El sistema visual hegemónico somete las imágenes a una uniformización que las
condena a la ubicuidad. La ubicuidad es el lugar que ocupa la imagen en el mundo
contemporáneo. Una ubicuidad que penetra, a su vez, en la piel de las cosas.
ESPACIO: Este sistema de producción incesante de las imágenes acaba por resultar
insoportable. El exceso ensordecedor de imágenes que reclaman nuestra fascinación
invade y acosa nuestros espíritus incapaces de dominar su abundancia. Esta polución
hace que “el arte muera porque hay demasiado arte” . Las 3 imágenes desposeídas se
empujan unas a otras a una deriva infinita que no se detiene en ningún sitio. “No arribarem
mai a cap imatge on ens sigui possible descansar? ”, se pregunta 4 el artista poeta
Perejaume.
Tal como señala la artista María Ruido, la visualidad es un régimen político y, por tanto, un
territorio de acción política. Es urgente desmantelar el sistema visual y señalar los discursos
hegemónicos que lo sostienen. En este sentido, cualquier acción creativa debe atacar y
dirigirse contra los mecanismos de ocupación del capitalismo.
MATERIA: Se produce, de este modo, una revelación: detrás de la imagen hay texto. Texto
e imagen se frotan e iluminan permitiendo romper la dicotomía entre palabra e imagen.
En conclusión, hay que hacer una crítica de las imágenes en ellas mismas para liberarlas
del poder flotante que el capitalismo anula. Un ejercicio que permita devolver las
potencialidades a las imágenes. Y, en este sentido, es necesario reivindicar y pensar la
imagen pobre, la imagen ruina como forma de resistencia a la hipervisibilidad, a los
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regímenes de producción y circulación visual. Una defensa de la poética de la imagen ruina
como potencia, como territorio de potencialidades.
ESPACIO: Era, pues, de la ubicuidad. El arte vive, desde hace ya algunos años y sin que
sea posible precisar en qué punto se produjo la inflexión, sumido en esa nueva condición.
INTRO: Son, sobre todo, los otros momentos del proceso de circulación de las ideas y los
modelos artísticos -la difusión, la recepción pública- los que han entrado en un proceso
irreversible de aceleración.
MUNDO-IMAGEN: En el ensayo del que este artículo toma prestado el título, Paul Valéry
anunciaba la proximidad del tiempo en que, "como el gas, el agua o la corriente eléctrica, el
arte llegará hasta nosotros a través de un flujo permanente de imágenes auditivas y
visuales que podremos convocar o hacer desaparecer a un gesto mínimo, a un signo
apenas". Cincuenta años después, lo anunciado se cumple y, en su virtud, la circulación
social de los modelos artísticos se vuelve vertiginosa (hasta acercarse al punto en que
todos serán infinitamente ubicuos y simultáneos).
INTRO: “Brea ha enfrentado la ruptura entre eras analizando en particular el régimen actual”
“Estas tres eras ofrecen una cierta historia de la imagen que intenta diferenciar de que
manera se construye la episteme escópica de cada una de las fases, a partir de los rasgos
técnicos que caracterizan a la imagen en ese determinado periodo”. “Digamos que como en
Benjamin, la historia de la imagen se desarrolla en particular atención al rol jugado por las
técnicas de su producción y reproducción”.
“En la tercera era, la imagen electrónica deviene ya puro fantasma. Sin adherencia alguna
a un soporte, sus imágenes tiempo flotan efímeras. Imágenes espectrales, espiritualizadas
que retoman las cualidades de las imágenes mentales y se recargan de su cáracter psi. De
ese hacerse fantasmagoría procede su extraordinaria capacidad para condicionar la vida del
deseo y del afecto. (...) Descorporeizada y en todo lugar, en esta era la imagen no tiene
ninguna especifidad en cuanto a su ubicación. (...) La imagen electrónica es cambio,
diferencia en curso, y en el fluir de la diferencia no cabe invocar ni a una memoria de origen
ni tampoco a la historia, a partir de narrativas rotas en todas direcciones, en una escritura
diseminante y rizomática (...). El diferir de la diferencia marca también el final de los
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singulares, entramos en una era de productibilidad infinita, de imágenes no ya reproducibles
sino producibles.”
A diferencia del modo en que la imagen se daba bajo las condiciones tradicionales de su
producción (establemente “consignada” en un soporte material del que era en todo
momento indisociable) la e-image se da en cambio en condiciones de flotación, bajo la
prefiguración del puro fantasma. Digamos que su paso por lo real es necesariamente
efímero, falto de duración. Ella comparece, pero para inmediatamente desvanecerse, ceder
su lugar a algo otro. Su modo de ser es al mismo tiempo un sustraerse, un estar pero
permanentemente dejando de hacerlo. Ella no se enuncia bajo los predicados del ente, sino
exclusivamente con la forma de lo que deviene, de lo que aparece como pura intensidad
transitiva, como un fogonazo efímero y fantasmal, como una aparición incorpórea que no
invoca duración, permanencia, sino que se expresa con la volátil gramática de una sombra
breve, de la fulminación, del relámpago sordo y puntual, sin eco.
Es así que toda e-image es entonces imagen-tiempo, en el sentido de que su paso por el
mundo es, necesariamente, fugaz, contingente. Ellas no claman por la eternidad marmórea
de lo inmóvil, sino quizás al contrario por la intensamente magnífica eternidad del tiempo-
instante, del tiempo-ahora como tiempo-pleno, aquél (Jetzeit) en cuya fuerza Benjamin
reconocía la potencia mesiánica que según él definía el “cometido de la política mundial
cuyo método debiera llamarse nihilismo”
TIEMPO: Toda e-image sería entonces por definición una imagen-tiempo51. Pero que al
mismo tiempo, añado, tiene la potencia de darse (y lo hace casi siempre) como
imagen-diferencia, como imagen-movimiento. En la e-image en efecto la diferencia se
despliega no solo en la espacialización única de un ahora cortado, sino también en cuanto a
la sucesión en el tiempo de la representación, que entonces incorpora la secuencialidad
misma de lo narrado en el propio escenario (antes refractario a toda captura que no fuera de
un instante único) de la imagen. A diferencia de lo que ocurría con la imagen estática, la
imagen-diferencia despliega entonces una nueva retórica de la temporalidad que, diría,
modifica en profundidad su energía simbólica característica. Digamos que ella ya no está en
condiciones de administrar su predicado simbólico más tradicional: su clásica “promesa de
duración”, su darse como respuesta a algún irrefrenable y humano “desir de durer”, a aquél
“detente instante, eres tan bello!” proclamado por Goethe y los románticos. Diría que esta
gran promesa, la promesa de eternidad y perduración contra la experiencia de lo efímero y
pasajero de nuestro existir, constituía el núcleo fuerte de la potencia de simbolicidad
asociada a la imagen. A diferencia del resto de las cosas del mundo, ella, la imagen,
permanecía –y esa permanencia le dotaba a su vez de la potencia cuasi mágica (que, al
decir Benjamin, arrastraba de su origen antropológico) de administrar una cierta promesa de
permanencia y duración para todas las cosas del mundo, en tanto salvadas y recogidas en
ella.
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TIEMPO: Hasta tal punto esto era así que cabría decir no sólo que el arte sería la
mnemotecnia de la belleza, según la sugerencia de Baudelaire, sino incluso que el mismo
universo de la imagen constituiría algo así como el gran memorial del ser. Digamos que ella,
la imagen, alzaría toda su potencia simbólica en tanto que dispositivo mnemónico,
herramienta y gran potencial de rememoración del acontecimiento, Ahora bien, diría que
ese gran potencial simbólico asociado a nuestra relación con la imagen como gran memorial
del ser se ve profundamente alterado cuando la naturaleza técnica del propio dispositivo
imagen cambia con la emergencia y asentamiento normalizado de la e-image, de la imagen
electrónica. En ella en efecto la naturaleza de la disposición mnemónica se altera
radicalmente, de tal modo que toda su energía simbólica se desvía para dejar de darse bajo
la prefiguración de la conservación y el recuerdo, abandonando acaso la égida de
mnemosyne, de la promesa de duración.
Sino una memoria de un tipo bien distinto, que movilizaría otras energías simbólicas bien
diferentes, alterando su flecha del tiempo y también toda su lógica social, los formatos de su
distribución y consumo, y su misma economía-política.
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allí se efectúa y que tiene un carácter no de restauración recuperativa sino puramente
dinámico, de reflejo de la economía tensional que caracteriza la disposición de fuerzas en el
sistema.
Actos de ver que en todo caso estarán vinculados al carácter “interpasivo”, de afección
recíproca, que poseen las imágenes. Con lo que Susan Buck- Morss, llama su carácter
dialéctico, el hecho de que la importancia de las imágenes reside siempre en su potencial
de “ser compartidas”; al hecho de que ellas producen conocimiento únicamente en tanto se
intercambian, se hacen “colectivas”. En efecto, la forma de la memoria productiva que
concierne a las imágenes –tanto más en el dominio de la imagen electrónica- es siempre y
necesariamente de naturaleza colectiva, intersubjetiva, comunitaria.
Con ello tiene precisamente que ver mi segunda observación entonces: que el creciente
valor de la presencia y circulación de la imagen en la esfera pública está precisamente
vinculado a su poder de generación de efectos de socialidad, a su eficacia de cara a la
formación de comunidades –de nuevas formas de comunidad, diría. En tanto generadora de
efectos de identificación y reconocimiento, la imagen de hecho ha desbordado al relato en
su potencia simbólica de inducción de formaciones de comunidad. Las nuevas comunidades
ya no se constituyen tanto en la adhesión fidelizada a una narrativa específica, que hacen
objeto de su fe compartida, sino sobre todo en la relación puntual y dinámica con una
constelación de imágenes en circulación con las que se produce una relación de
identificación y reconocimiento que poco a poco las va sedimentando como memoria
compartida, imaginario colectivo. Por supuesto que ese imaginario colectivo no es ni puede
pretenderse universal, sino absolutamente fragmentario, provisorio y molecular, dando ello
precisamente forma a las nuevos modos de comunidad que en ese consumo simbólico de la
e-image se gestan.
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Concluiré esta reflexión muy rápidamente proponiéndole al “régimen escopico” que así he
venido describiendo la caracterización de uno propio de “1000 pantallas” saturadas de
imágenes electrónicas, allí donde los mil no nombran sino más precisamente un
innumerable, la condición de una multiplicidad no limitada. Como características de este
nuevo régimen
propondría, en un resumen rápido:
1. La desviación de la fuerza simbólica asociada a la imagen hacia la percepción del
sentido- acontecimiento, como reconocimiento del diferirse de la diferencia en cuanto al
tiempo.
2. El reconocimiento del carácter mental, psi, de la imagen, disociada cada vez más de la
exigencia de espacialización y materialización en objeto específico y singularizado.
3. La puesta de su fuerza simbólica al servicio de la producción cognitiva (heurística) –ya no
archivístiva, mnemotécnica- y de la generación de procesos de socialización, productores
de comunidad.
y 4. La apertura del régimen social de circulación de la imagen a la forma de las economías
de distribución. La orientabilidad última del proceso a formas de apropiación colectiva del
conocimiento e intelección colectiva.
Aquí los fantasmas tienen nombre y orgullo de época, de espíritu del tiempo–presente, sí:
pero sobre todo tienen nombre de comunidad, de esa comunidad sin destino fijo (la
comunidad de los que no tienen comunidad, habría dicho Blanchot) que atraviesa la historia
como abandonada a su suerte incierta en ese filo, absuelta de viejas herencias y enfrentada
al abismo de una incertidumbre siempre renovada, que abandona siempre al hombre frente
a frente lo indecidido, el mundo como no-todo-lleno e incompletud.
Lo que algunos llamaron *la era de la imagen del mundo* ha tocado definitivamente a su fin.
No porque ahora circulen menos imágenes o porque la visualidad tenga una presencia
menor. Sino porque sus pretensiones de contener la verdad del ser, la representación
unificada del mundo, han quedado definitivamente arrumbadas.
ESPACIO: Es, dicho de otra manera, el gran potencial que para distribuirse sin otra
mediación que la de su propio escenario autónomo y deslocalizado –la pantalla- el que
definitivamente le va a permitir conquistar aquella ubicuidad anunciada por Valery con que
corona la definitiva innecesidad del establecimiento museístico -como dispositivo
espacializado y situado en algún aquí y ahora preciso, del que la obra esta vez carece- para
el alojamiento y difusión de las nuevas producciones.
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Distribución de la Realidad Sensible a Domicilio” poéticamente trazado por Paul Valery en
su conocido ensayo “La conquista de la ubicuidad”41.
MATERIA: “El problema no es el alma sino el cuerpo, pues donde no hay cuerpo no hay
alma, o sea mirada.” (242) Una imagen viva presenta un curioso parentesco con la
individualidad. (...) Lo inerte y los algoritmos tienen una esencia repetible, como todo lo que
carece de ser”.
Pero lo que esta mirada ve no es, de hecho, una realidad dada y objetiva. En su lugar, se
trata de un campo epistémico, construido tanto visual como lingüísticamente. (298).
Como en Historia de la locura, Foucault describe los inicios de ese periodo en términos del
hundimiento de la supuesta unidad entre palabra e imagen a finales del siglo XVI. En una
cultura basada en semejanzas semánticas, las imágenes se comprendían como jeroglíficos
descifrables y dotados de un significado. El resultado era “una indistinción entre lo que se ve
12
y lo que se lee, entre la observación y la relación, que desemboca en la constitución de una
única superficie continua, en la que observación y lenguaje se entrecruzan sin fin”.6 (305)
Espectador observado.
“La vida entera de las sociedades donde reinan las modernas condiciones de producción se
anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo aquello que se vivía de
manera directa se ha convertido en una representación”.10 Como un maleficio convierte en
imagen todo lo que toca.
Debord se cuidaba de no demonizar la visión en cuanto tal, sino el modo en que operaba en
la sociedad occidental. “El espectáculo, advertía “no es una colección de imágenes, sino
una relación social entre personas, mediada por imágenes”.
6
Foucault, The order of Things, cir., p. 39.
7
Ibidem, p. 73
8
Michel Foucault: Vigilar y castifar: nacimiento de la prisión, trad. de A. Garzón, Madrid, Siglo XXI,
1994.
9
“Questionnaire”, en Internationale Situationniste 9 (agosto de 1964), reimpreso en Knabb (ed.),
Situationist International Anthology, cit., p. 139.
10
Guy Debord. La sociedad del espectáculo, Pre-Textos, 2005.
13
“El ojo del poder destruye todo aquello en lo que fija la mirada” Raoul Vaneigem.
“Lo cotidiano pierde el poder de llegar hasta nosotros; ya no se trata de lo que se vive, sino
de lo que puede verse o de lo que se exhibe, del espectáculo y de la descripción, sin que
entre ello exista ninguna relación activa. Se nos ofrece el mundo entero, pero sólo con la
mirada”. 11
11
M. Blanchot, “Everyday Speech”, Yale French Studies 73 (1987), p. 14.
12
E. Levinas, “Ethics and Politics”, en S. Hand (ed.), The Levinas Reader, Oxford, 1989. p. 290.
13
M. Morris, “Room 101 or a Few Worst Things in the World”, en Seduced and Abandoned, cit., p. 97.
14
La condición digital de la imagen. Juan Martín Prada
La percepción visual está siendo progresivamente automatizada, asistida electrónicamente.
Progresivo sacrificio de la visión, de aquella relación fenomenológica, corporal, del ser
humano con el mundo, a favor de su versión edulcorada: la “visualización”. Visión que es
ver lo ya encuadrado en la pantalla, visión sin mirada directa, delegada al ojo técnico de la
cámara. Su disciplina técnica, la “visiónica”, supone el más claro ejemplo del devenir de la
visión en la óptica, en una técnica o tecnología. Hoy, la portabilidad y creciente
disponibilidad de los sistemas de registro visual en todo tipo de dispositivos portátiles
permite que hagamos constantemente registros visuales de casi todos los momentos de
nuestras vidas. Se trata de vivir los acontecimientos para registrarlos o, incluso, vivirlos a
través de su registro.
Con todo ello un nuevo régimen de lo visual se impone. El ver no es sólo acto o experiencia,
ahora es, simultáneamente, registro técnico, fijación en memoria externa. Son esas
posibilidades del registro las que prevalecen en detrimento de las de la experiencia misma,
que ya no suele ni siquiera darse (cámaras de vigilancia permanente que no son atendidas,
webcams emitiendo sin que sus datos sean visualizados por nadie…) Lógicas en definitiva
de la ausencia tras la cámara y precesión, pues, del registro técnico, de la archivación
digital, frente a la mirada.
La consignación técnica de la imagen predomina así frente a la visión directa del mundo,
continuamente sacrificada en favor de la visualización. Porque, qué duda cabe, hoy, más
que ver, visualizamos, sometiéndonos a la paradoja implícita en la propia definición del
concepto visualizar: “hacer visible una imagen en un monitor” .
MATERIA: Pues la imagen digital no es realmente una imagen, son líneas de código, un
archivo que ha de ser interpretado, leído como imagen, según lo indique su “extensión” (esa
breve cadena de caracteres anexada a su nombre).
Por otra parte, esa construcción técnica de la visión la hace transmisible, editable,
recurrible, reutilizable y, con la puesta en marcha de los grandes repositorios colectivos de
archivos de la Web 2.0, también extremadamente fácil de compartir.
La llegada de los medios digitales a la creación visual evidenciaba que ya no cabía hacer
distinción alguna entre los medios que producen imágenes y los que las reproducen. Pero,
más ampliamente, suponía el inicio de una tercera época de la creación visual.
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a lo que desapareció inevitablemente (ante una fotografía siempre nos confrontamos con la
conciencia de la extrema fugacidad del tiempo y, por tanto, porqué no decirlo, también de la
muerte) es sustituida ahora por la imagen digital, una imagen que es la de un “siendo ahí” .
Porque la imagen que contemplamos en la pantalla de un ordenador se está parcialmente
generando en ella a cada momento, siendo interpretada por un software concreto y
visualizada según el tipo y la configuración del monitor en el que se muestra. El momento
de presencia ante nuestros ojos de esas configuraciones visuales es testimonio de una fase
de su producción misma. Indiferenciación, pues, cada vez mayor, del ver y del producirse de
la imagen, del atender a la imagen y el “estar siendo” de la imagen.
TIEMPO: De todo ello que en relación a una imagen digital no impresa se disuelva cualquier
posible vinculación entre obra y original. La imagen digital es reproducida en el momento de
cada una de sus visualizaciones, es decir, que no hay visualización de la obra sin una
simultánea reproducción en la propia pantalla de su espectador. De ahí que para la teoría
de la creación visual digital siempre sea de tanta importancia el análisis de los momentos de
emergencia de la imagen, los procesos que la ponen en escena, y que, en ello, también (al
menos en parte) la producen.
Bibliografía
Baudrillard, J., La agonía del poder, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2006.
Brea, J. L., Las tres eras de la imagen. Imagen-materia, film, e-image, Madrid, Akal, 2010.
Didi-Huberman, G., Cuando las imágenes tocan lo real, [consulta 2013-02-05]. Disponible
en:
‹www.macba.es/uploads/20080408/Georges_Didi_Huberman_Cuando_las_imagenes_tocan
_lo_real.pdf›.
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