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“Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra,

deleites para siempre.” Salmos 16: 11

No podemos conocer de forma acertada las circunstancias en que David se encontraba en el


tiempo en que escribió este precioso salmo, quizás estaba siendo perseguido o amenazado:
“Protégeme, oh Dios, pues en ti me refugio” (Sal. 16:1). Lo que si es cierto es que podemos ver,
en todo este capítulo, la expresión de un hombre que estaba experimentando las tremendas
bendiciones espirituales, que traen consigo el deleitarse en la presencia de Dios en medio de
cualquier circunstancia, ya sea en la paz o la tribulación. Uno de los elementos más
impactantes que podemos apreciar en toda la Biblia, es que cuando Dios inspiró Su Palabra a
través de estos hombres no echó a un lado la humanidad de ellos; también sus temores y
angustias están reflejados, así como sus errores. Porque toda la Escritura, de una forma u otra
nos hace saber que la solución para el completo bienestar del hombre caído, se encuentra en
la presencia de Dios, en una verdadera relación, estrecha relación con nuestro Señor, ya que
para esto fuimos creados por El. De manera que podemos descubrir cada día, que la presencia
de Dios en nuestras vidas es la mayor necesidad que tenemos. Por eso David podía decir en el
versículo 2 de este salmo: “Yo dije al Señor: Tu eres mi Señor; ningún bien tengo fuera de ti.”
Que bendición, cuando toda nuestra confianza reposa en Aquel que es el único que tiene el
control de todo lo que ocurre en el corto tiempo que estamos en esta vida, no hay nada más
tormentoso que esa sensación de soledad, de abandono, de vacío. David encontraba su
fortaleza y su paz en la presencia de Dios, él sabía que no estaba a la deriva en este mundo, él
no andaba por su cuenta: “El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi
suerte.” (v.5) Muchos piensan que el dolor más grande que sufrió nuestro Señor Jesús fueron
los azotes y las heridas de los vástagos con que lo crucificaron, esto es incierto, no había nada
más doloroso para él que haber sido abandonado por el Padre (Mat. 27:46). Esta era la
máxima manifestación de la ira de Dios cayendo sobre Cristo cuando tomó nuestro lugar, y no
hay nada peor que pueda ocurrirle a un ser humano que experimentar el abandono de Dios. Es
imposible que si usted ha creído con todo su corazón y ha depositado su confianza en el
Salvador, Jesús el Mesías, el Hijo del Dios viviente, en algún segundo de su vida pueda ser
abandonado por Dios. Cristo tomó nuestro lugar sufriendo esto, que merecemos, para que
creyendo en él nosotros nunca lo experimentemos. Porque en Cristo lo que si podemos
experimentar en todo momento es la presencia de Dios, cuando la deseamos, cuando solo Él
es nuestro refugio, cuando nos damos cuenta de que siempre la necesitamos, cuando es
nuestro mayor anhelo.

Una noche se prendió de fuego una casa y un niño de seis años que estaba solo
adentro fue forzado a subir al techo. El podía escuchar varias voces de vecinos
diciéndole que saltara que lo recibirían y que lo hiciera rápido, pero había una voz que
era inconfundible para él: La de su padre que también estaba parado afuera con sus
brazos extendidos gritando: "¡brinca hijo y yo te agarro!" Lo único que el niño podía ver
eran las llamas del fuego, humo y oscuridad. El niño tenía mucho miedo saltar desde
el techo y ya las llamas eran aterrorizantes. Su padre continuo gritando, "¡Brinca ahora
mismo hijo! ¡Yo te agarro!" Pero el niño protestó diciendo, "Pero papá…..es que no te
veo." El padre respondió, "Pero hijo, la única cosa que importa aquí es que yo sí te
puedo ver." Ahora al pequeño niño solo le quedaban dos opciones: Esperar un poco
más de tiempo y tratar de poder ver a su padre para así perder el miedo y saltar, lo
cual lo llevaría a la muerte porque el techo estaba a punto de desplomarse. O para
poder salvarse, confiar completamente en las palabras de su padre a pesar del temor
y de no poder verlo.
Es el deseo de Dios guiarnos, David dijo: “Me darás a conocer la senda de la vida…” En Él está
todo lo que necesitamos para seguir caminando seguros en esta tierra. Sus Palabras son vivas,
Sus promesas son seguras, Sus obras son inevitables, Sus propósitos inquebrantables y todos
Sus caminos son justos. No perdamos la oportunidad de rendirnos ante Su presencia y
deleitarnos en ella cuando nuestros pensamientos nos turban, o cuando las preocupaciones
tratan de quitarnos la esperanza viva que nos han dado en Cristo Jesús Señor nuestro.

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