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Tomado del manuscrito intitulado “Los desarrollos de la lingüística”

Lucía Tobón de Castro


Universidad Pedagógica Nacional

1. La ciencia

Las particulares condiciones genéticas que distinguen a la especie humana, la


condujeron a desarrollar dos tipos de acción: la actividad mental, es decir su natural
tendencia al descubrimiento, y la acción física a que la obligaba el logro de la supervivencia
frente a una naturaleza del todo desconocida, que la amenazaba desde ángulos bien físicos
o bien psíquicos, en otras palabras, la tendencia innata a la autoprotección, comportamiento
mental a toda luces diferente al observado en el resto de los animales superiores con que
convivía.
Era pues, apenas comprensible que condiciones del medio físico como la temperatura,
la pluviosidad o la sequía, la luz y la sombra, las diferencias geográficas y la amenaza de
los animales presentes en todo momento, la agobiaran; pero todo esto resultaba poco frente
al asedio del hambre, la carencia de abrigo y de sitios seguros para protegerse y tener
reposo. Quizás por esto ha sido generalmente aceptada la teoría de que el humano desalojó
a los animales de su guarida y se la apropió como sitio de convivencia y seguridad. Al
respecto resulta sano el argumento de que debido a este proceso la especie habitó en las
cuevas, en los árboles y, solo cuando alcanzó dominio del entorno, se hizo terrícola y desde
luego abandonó su condición de nómada.
Como lo han afirmado investigadores como Galicia Arias (1974) o Ramón y Cajal
(1905), el ser humano tuvo que enfrentar un universo en el que no se sentía seguro porque
ahí tenían lugar hechos y fenómenos cuyas causas y efectos no alcanzaba a comprender,
por cuanto todos ocurrían de manera simultánea, sin darle tiempo de ir creando
experiencias que le permitieran caracterizarlos y diferenciarlos. Incapaz de descubrir la
interrelación entre ellos, tuvo que empezar por aprovechar lo que el medio le ofrecía para
asegurar tanto la supervivencia como la subsistencia. Fue así como su respuesta a lo
desconocido se tradujo en una acción mental tendiente a la segmentación del universo para
conformar, de esta manera, una serie de espacios análogos que le permitieran ir clasificando
los fenómenos a fin de que, gracias a su curiosidad y al razonamiento incipiente, fuera en
cierto modo removiendo sus distintas limitaciones, para llegar a hacer comparaciones y
acumular datos que, al ser asociados, dieran lugar a estructuras que fueran comprensibles y
asequibles.
Es así como, al caos inicial le fue encontrando cierta regularidad y orden, y pudo, por
fin, ir descubriendo principios de causalidad que, en cierta medida, le permitieron
protegerse de los fenómenos naturales y de los ataques de los animales que le disputaban el
alimento y el cobijo. Por cuanto con ellos se veía obligado a compartir el hábitat, optó por
la observación para entrar a diferenciar los que significaban peligro de los que de alguna
manera le podían resultar útiles. Por tal razón, se hizo cazador, primero, y domador,
después, para descubrir los que podían ser aprovechados como alimento, de los que
resultaban útiles para lograr el control del medio. Estos procesos, que en el mundo actual
son ejercicio cotidiano de grupos de investigadores, para los antepasados fueron un trabajo
de generaciones. Simultáneo a la segmentación del universo, el humano desarrolló el hábito
de registrar los sucesos que ocurrían a su alrededor para precisar épocas de ocurrencia y
adoptar medidas para aprovechar los que lo favorecían y controlar los que le eran adversos.
Dio así el primer paso fundamental para la ciencia, la relación espacio tiempo en el análisis
de los hechos o fenómenos. Esta visión, originada por los pueblos primitivos, ha
representado una herencia cultural para las generaciones subsiguientes que, a partir de tales
logros, ya tenían señalado su destino de seres terrícolas dependientes de la naturaleza.

1.1 Relación mito, magia y ciencia

No obstante el dominio alcanzado, el ser humano se sintió inseguro frente a ese


universo en el que operaban fuerzas que no podía controlar y existían hechos y fenómenos
que no lograba manejar para que se ajustaran a sus particulares necesidades de subsistencia
y vivencia personal. Además, por estar dotado de una ad natural, abundaban las preguntas
sin respuestas. Como respuesta a sus múltiples interrogantes, ideó dos creaciones que aún
perviven en muchas culturas: el mito y la magia como sistemas de explicación y control de
lo que sucedía a su alrededor. Tal preocupación de la humanidad, en todas las épocas de su
desarrollo, ha dado lugar a teorías que tratan de explicar el origen de la ciencia. La primera
de ellas, que encuentra soporte en las creencias de los pueblos primitivos, es la del mito,
que dio lugar a la creación de seres benéficos o maléficos que generan los fenómenos
naturales y los hechos humanos y, de otra parte, la magia, que con ceremonias y ritos se
utilizaba entre nuestros antepasados para halagar a las deidades que causaban daño y adorar
a las que resultaban benévolas.
Fue entonces como, a partir de la experiencia cotidiana, cada individuo fue
almacenando ciertas experiencias que erróneamente atribuía a la existencia de ciertos seres
sobrenaturales —semejantes a él mismo—, cuando en realidad se trataba de su propia
construcción de conocimiento, logrado a partir de la observación o tomado de sus propias
vivencias. Muestra de ello es el caso del descubrimiento de nuestros indígenas
suramericanos que, al observar el efecto de la picadura del mosquito (anófeles), aliviaban el
dolor consumiendo la corteza del árbol de la quina, sustancia cuyos beneficios reconoce
actualmente la medicina. Se generaron, entonces, multitud de tradiciones relativas al valor
preventivo o curativo de las plantas, forma racional que fue substituyendo la acción de la
magia.
Surgió así el refinamiento de la creación abstractiva que dio como resultado el mito,
construcción basada en la experiencia perceptiva, que originó procesos creativos
considerados el comienzo de la mitología, uno de los sistemas interpretativos más bellos del
mundo antiguo que condujo al ser humano a crear deidades que encarnaban no sólo las
fuerzas de la naturaleza, sino las virtudes y los vicios que él mismo había descubierto en
sus semejantes y trataba de explicar. Comenzaron desde entonces una serie de dicotomías
sobre la existencia de valores opuestos como bien y mal, espiritual y material, benéfico y
maléfico, divino y humano, entre otros, que bien pueden ser considerados antecedentes de
las que en la actualidad maneja la cultura y están presentes en la ciencia.
¿Acaso no es todo esto un inicio de ciencia que, a través de la simbolización, trataba
de hallar el principio causal de toda la fenomenología que rodeaba la vida del ser humano,
tanto en lo natural como en lo social? Se ha estudiado como postura religiosa, pero se ha
ignorado como interpretación de lo que significaba para ellos la presencia de la naturaleza
en su vivencia individual y colectiva, de la escala de valores que construyeron, de las
formas de vida que idearon y de los marcos filosóficos con que sustentaron todos sus
procesos cognitivos, es decir, se ha sublimado lo que los antiguos pensadores generaron
como una explicación racional de su realidad.
Posteriores desarrollos del mundo clásico dieron lugar al surgimiento de sistemas
metodológicos que trataron de explicar el origen del universo y, dentro de este, la génesis
de la especie. Es con ellos como se inicia esa tendencia humana a crear propuestas teóricas
que expliquen el origen de cuanto existe, sea realidad presente o sea creación de la mente.
Una respuesta a todo esto es lo que encontramos en la riqueza filosófica y en los primeros
descubrimientos de la ciencia en el mundo clásico grecolatino Desde luego sin olvidar lo
que es obra de los imperios del oriente próximo y lejano que, a más de ocuparse del
comienzo y transformación del mundo, creó concepciones sobre el origen del hombre y
sobre las transformaciones de la tierra causadas por factores físicos, a los cuales les
atribuyó la función de fuerzas sobrenaturales o de contingencias reales.
Por tanto, es hecho ampliamente reconocido que una de las creaciones humanas que
mayor desarrollo ha alcanzado en los últimos tiempos, tanto en el universo de la naturaleza
como en el de la sociedad, es la ciencia. Pero no nos basta registrar hecho cognitivo tan
importante, es preciso hacer una caracterización seria de sus atributos, para terminar con
multitud de conceptos erróneos que la engrandecen por sus descubrimientos o la rechazan
porque sus hallazgos no siempre significan beneficio para la humanidad. De otra parte, le
exigen soluciones que no están en su ámbito o le asignan la calidad de ciencia a diversas
actividades del quehacer humano que están lejos de alcanzar tal estatus. Por tanto, es
preciso comenzar por definir los rasgos que deben caracterizar a cualquier disciplina para
que logre el rango de ciencia en toda la dimensión que el concepto encierra.

1.2 ¿Cuál es el origen de la ciencia?

Comencemos por recordar que algunos estudiosos del desarrollo de la humanidad han
formulado ya tres teorías sobre el origen de la ciencia: la primera, referida a la de la
satisfacción de las necesidades vítales, expuesta por William James (1935), quien reducía la
conducta mental de los grupos humanos a la satisfacción de lo inmediato; segunda, la de la
curiosidad, expuesta por psicólogos e historiadores que veían en la filogénesis un proceso
de desarrollo análogo al de la ontogénesis y explicaban el comportamiento de los pueblos
como un hecho motivado por la curiosidad y por el interés de comprenderlo todo, como
suele ocurrir en los infantes, y tercera, finalmente, la referida a la satisfacción de la
necesidad, sustentada por los mismos investigadores científicos que encuentran en la
ciencia una respuesta a las necesidades humanas, sean ellas de supervivencia, de
coexistencia o lúdicas.
Es así como Marlow, en desarrollo de la anterior teoría, señala distintos grupos de
necesidades que se evidencian en los comportamientos humanos, a saber: biológicas, las
que corresponden a su condición de ser vivo que cumple un ciclo evolutivo; de seguridad,
tanto mental como física, manifestación de su acción psíquica que supone sentirse
protegido de riesgos y contingencias; sociales, requerimiento de vivencias comunitarias que
pueda jugar un papel significativo para sí y para los demás; de autoestima, es decir lograr la
valoración individual ante el grupo social, y de autorrealización, que le permita lograr
satisfacciones físicas y mentales por jugar un papel individual dentro del grupo (1987).
He sintetizado lo expuesto por Marlow (1987) porque abarca un amplio espectro de
necesidades físicas, psicológicas y ético-morales, sin desconocer que existen otras
clasificaciones que apuntan más bien a principios de supervivencia, pero todas coinciden en
señalar la satisfacción de necesidades como el elemento básico de la acción mental del ser
humano, que pasó de la descripción especulativa a la explicación de fenómenos o eventos
como medio de control del entorno, tanto físico como social, al que está expuesto. Este
principio de la necesidad hace amplia presencia en el quehacer actual de la ciencia, que
trata de hallar medios para no agotar los recursos de la tierra o del mar; que favorece
procedimientos que garanticen la conservación del ecosistema y, de ahí, la búsqueda de
medios y recursos en otras galaxias del sistema solar; para satisfacer necesidades, la
protección y conservación de la vida en nuestro planeta, conjuntamente con el
mejoramiento de formas y medios para salvaguardar los recursos, y para garantizar la
educación y favorecer la proyección de todos los individuos.
Lo anterior nos lleva a afirmar que una de las creaciones humanas que mayor
desarrollo ha logrado en los últimos tiempos, tanto en el universo de la naturaleza como en
el de la sociedad, es ciertamente la ciencia. Pero no basta este reconocimiento, es preciso
caracterizarla para terminar con multitud de conceptos erróneos que, como ya he afirmado,
bien la engrandecen por sus descubrimientos o la rechazan porque sus hallazgos no siempre
significan beneficio para la humanidad.
El primer paso en este proceso de estudio es definir la ciencia, o sea, describirla
mediante la identificación de sus atributos y, a la vez, reconocer su importancia a través de
la función que cumple y de las proyecciones que logra dentro del universo de lo humano y
lo no humano.
Es preciso señalar que desde la etapa prehumana todo individuo contaba con
condiciones inherentes que lo hacían apto para la función abstractiva y que la organización
de su cerebro estaba naturalmente dotada para alternar comportamientos individuales y
vivencias comunitarias, pues, como lo señalamos en la referencia de la introducción a las
investigaciones de la Universidad de Londres (1998), la diferencia entre el prehumano y el
humano es básicamente cualitativa; por tanto, la evolución de la especie fue más bien
proceso adaptativo que cambio sustantivo. Como conclusión es posible afirmar que a la luz
del desarrollo histórico la especie, no importa la diversidad que presente, se ha mostrado
naturalmente apta para construir el conocimiento y almacenarlo como recuerdo.
Reconociendo el hecho de que el ser humano estaba naturalmente dotado para crear
constructos teóricos que explicaran los acontecimientos, es decir, dar muestras de su
capacidad para generar procesos cognitivos sobre formas y medios de solucionar los
problemas que la realidad le planteara, pasemos a ocuparnos de cómo se define la ciencia.

1.3 Hacia la definición de ciencia

Entre los muchos conceptos que al respecto se han propuesto, queremos sugerir
algunos que buscan caracterizar la ciencia como: 1) un proceso cognitivo sistemático,
racional y verificable que supone la contrastación con la realidad objetiva; 2) un sistema
cognitivo ideado por los humanos para lograr la explicación, la interpretación o la
descripción de la realidad, y 3) una concepción abstracta que le ha permitido al ser humano
generar la reproducción conceptual del mundo. Cualquiera de ellos hace hincapié en un
rasgo muy importante: abstracción mental humana que le permite a todo individuo explicar
y explicarse la realidad. Analicemos a continuación las características esenciales de
cualquier proceso científico que se pretenda realizar.
Por sistemático debe comprenderse que todas sus actividades tienen que estar
organizadas de manera tal que su interacción conduzca a resultados contrastables y
verificables, para que de esta forma sea posible, mediante procesos de verificación, el
control de los datos que produzca. La racionalidad supone que la acción de la mente
excluya toda subjetividad o cualquier compromiso que aleje al investigador de la
objetividad. No hay mucho que agregar sobre la falibilidad de la ciencia, porque como toda
empresa humana está sujeta a las falacias de los medios y a las fallas del investigador. Si a
esto agregamos que sus metas no se limitan a lo que es evidente, comprenderemos que
estamos frente a un ejercicio mental que busca el descubrimiento de los factores que
determinan los hechos y los fenómenos.
Cuando hablamos de una acción de la mente frente a la realidad es preciso tener en
cuenta que la ciencia no estudia únicamente lo observable, es decir, lo percibible por los
sentidos; también se ocupa de lo no observable, y para ello proporciona medios o
instrumentos de su propia invención y, finalmente, de lo inobservable, caso en el cual
utiliza la inferencia o el cálculo como el instrumento más expedito para llegar a la realidad
inalcanzable por la percepción sensible o los instrumentos. Todo este proceso, que es
propio de la ciencia teórica, conduce a la explicación y la predicción científicas como
resultado de la investigación, que es su tipo de trabajo característico.
Por último, es conveniente aclarar que, así se trate de una investigación de carácter
interpretativo —como es la etnográfica—, cuya herramienta fundamental es la descripción,
es absolutamente necesario un proceso de planeación que defina el modelo de acuerdo con
el nivel de participación del grupo estudiado, los medios, las metas y las formas de
validación de los resultados que configuran la etnografía Es importante recordar que lo
etnográfico no tiene que ser forzosamente hipotético inductivo, porque, como lo afirma
Goete (1981, 35), "el estudio precedente de la comunidad puede dar lugar a la integración
de lo hipotético deductivo y lo hipotético inductivo".
Delineado en forma somera el hacer y el quehacer de la ciencia, pasemos a analizar
algunos conceptos propuestos por un grupo de investigadores que trabajan en la creación de
teorías, tanto de los hechos como de los fenómenos, y veamos qué concepción prima en
ellos sobre esa acción humana que es la indagación científica:
1) "El interés por describir y explicar cómo funciona el mundo de la naturaleza o de
la sociedad da lugar a la ciencia" (Universidad de Londres, 1998), y 2) "el universo
teórico de un proceso investigativo, o sea la correspondiente aplicación de sus resultados,
que incluye por igual lo teórico y lo aplicado (ciencia y tecnología)" (1998).
Estos conceptos de la Universidad de Londres (1998) puntualizan dos aspectos muy
importantes en su concepto de ciencia: i. reconoce los dos planos en que se da la
investigación científica, el de las ciencias de la naturaleza y el de las ciencias sociales; ii.
atribuye valor científico tanto a la ciencia teórica como a la ciencia aplicada, y iii. sustenta
el principio de que la investigación científica puede ir de la teoría al invento o del invento a
la teoría; de ahí que ambas sean dos formas serias de expresión científica.
3) En la definición analítica que ofrece Bunge, como síntesis de las características de
la ciencia, comienza por presentarla como “un cuerpo de ideas, cuyas características
fundamentales pueden ser racional, sistemático, exacto, verificable y desde luego falible"
(Bunge, 1968, 7), aspecto muy importante para rectificar la creencia de que la ciencia
puede identificarse con el conocimiento empírico logrado mediante la experiencia o el
sentido común. Este autor clama, además, por dos principios básicos racionalidad y
exactitud, con cuyo concurso se logra sustraer la ciencia de la afectividad subjetiva que da
lugar a juicios de valor basados en el criterio del "gusto",
En su obra Teoría y realidad (Bunge, 1985) afirma que la naturaleza existe sin ayuda
de teorías científicas. A las sociedades preindustriales también les bastaba el conocimiento
experto pero preteórico; en cambio el hombre moderno de ninguna manera puede prescindir
de las teorías científicas para avanzar, sea en el conocer sea en el hacer. Hoy en día se
teoriza, no se especula, sobre cualquier tema, no solo acerca de objetos físicos sino también
biológicos o sociales. El progreso científico se mide hoy, por el progreso teórico, más bien
que por la acumulación de datos. De acuerdo con Bunge, "la ciencia contemporánea no es
experiencia sino teoría lograda gracias a la experimentación planeada, guiada y
comprendida a la luz de las teorías" (1985, 5).
Y agrega,
El desarrollo integral de una nación moderna involucra el desarrollo de su
ciencia. Primero, porque lo necesita la economía del país si aspira a ser
múltiple, dinámico e independiente. Segundo, porque no hay cultura moderna
sin una vigorosa ciencia al día; la ciencia ocupa hoy el centro de la cultura y
tanto su método como sus resultados se irradian a otros campos de la cultura,
así como a la acción, Tercero, porque la ciencia puede contribuir a conformar
una ideología adecuada al desarrollo. Se puede importar conocimiento. Lo
hacen todos los países, pero esto es consumo, no producción, en tanto que la
investigación científica es productora, cada nación debe formar sus expertos,
tanto en las ciencias básicas como en las aplicadas (Bunge, 1985, 5).
4) "La ciencia es un conjunto de construcciones (conceptos, definiciones y
proposiciones) relacionadas entre sí, que presentan un punto de vista sistemático, que
especifica relaciones entre variables, con el propósito de explicar y predecir sobre los
hechos o fenómenos" (Kerlinger, 1975, 15) y, según este autor, gracias a esta concepción
abstracta de la ciencia, el ser humano ha logrado la reproducción conceptual del mundo
como una generalización; además es posible considerar la ciencia como una actividad
social que busca el mejor estar de la humanidad. Como psicólogo, Kerlinger cree que la
ciencia debe cumplir la función social de investigar sobre los procesos cognitivos y la
forma cómo estos enriquecen, tanto la metacognición como la cognición.
5) "Ciencia es teoría (no acumulación de datos), generalización (no clasificación
taxonómica), explicación (no simple descripción), predicción (no inventario)" (Chomsky,
N, 1975,8)
La definición de Chomsky es una caracterización de su teoría, con la cual busca
diferenciarse de sus antecesores, porque si bien es cierto que sus teorías surgen del
estructuralismo precedente, su propuesta es cualitativamente distinta, porque su
racionalismo está basado en la gramática universal y filosófica y, por tanto, no busca
describir lenguas sino descubrir los principios universales que regulan la aptitud lingüística
y se reflejan no solo en las lenguas, sino en todas las formas de representación que han
ideado los grupos humanos. Para él lo más importante del conocimiento aportado por la
ciencia es el descubrimiento de los universales lingüísticos presentes en todos los sistemas
verbales y no verbales que puede crear el ser humano. Sobra agregar que Chomsky concibe
la aptitud lingüística como una facultad de la mente y, por tanto, específicamente humana.
6) "La ciencia es la descripción objetiva y racional del Universo y por ello el
científico busca explicación sistemática y controlada para los fenómenos que observa"
(Gortari, 1967, 18), por eso el investigador ha aprendido a desechar sus propias
percepciones de la realidad y a controlar sus personales prejuicios e inclinaciones que
puedan ser causa de distorsiones en el manejo de los datos y en el análisis de los hechos.
Según este autor, oponer la lógica y el raciocinio a las impresiones y conjeturas es la
manera correcta de identificar las mejores evidencias disponibles en la explicación de los
hechos.
Con esta positura Gortari (1967) señala una condición muy importante que debe
observar todo investigador, evitar el falseamiento de los resultados por el mal manejo de los
datos logrados en el proceso investigativo y prevenir la interferencia de su personalidad en
los juicios, para que estos no pierdan el valor de verdad. Se trata, pues, del proceso de
alejamiento del yo que todo científico debe asumir.
De una u otra manera, después de definir la ciencia, todos los investigadores han
señalado la importancia que tiene para el trabajo científico la actitud sobria y severa del
investigador, cuyo comportamiento debe estar ajustado al rigor y la seriedad en el manejo
de los datos obtenidos, de manera tal que en todo momento sean estos los que procuren la
información, sin que exista interferencia, para que otros estudiosos o el público mismo
puedan hacer la lectura de esta.
Las definiciones propuestas por algunos científicos, que parecen haber sido
seleccionadas al azar por cuanto recogen, tanto el punto de vista de estudiosos que se
ocupan de fenómenos de la naturaleza como de hechos humanos, presentan algo en común,
todas hacen, de algún modo, referencia a la perspectiva que he decidido tratar en esta obra:
la ciencia teórica y de manera particular la referida al estudio del lenguaje, la teoría
lingüística, denominada por otros autores la lingüística general.,
Una vez analizadas las diversas maneras de concebir la ciencia y reconocido el
cambio de actitud que ha llevado a los diversos grupos humanos a buscar cada vez más y
mejores desarrollos de la investigación científica, que den origen a nuevos y mayores
avances en las teorías y las aplicaciones de la ciencia, pasemos a señalar los diferentes
aspectos que confluyen en la realización del proceso que la genera.

1.4 Proceso de construcción de la ciencia

Al iniciar una investigación sobre cualquier tema o problema que haya despertado su
interés, el investigador comienza por ubicarlo en el universo del conocimiento objetivo o
del conocimiento abstracto: lo reconoce como un ente real (natural o social), cuya
existencia es independiente de la mente, o como ente ideal (es decir abstracción conceptual
o relación lógica o matemática) que se genera en la mente misma. Ambos tipos de objetos
son sistemáticos, racionales y verificables; pero los entes ideales no son objetivos porque
no dan información acerca de realidades con existencia independiente, por cuanto son entes
vacíos. Estas dos condiciones básicas determinan absolutamente el tipo de investigación
que se va a realizar. ¿Por qué? Porque no es lo mismo controlar un universo abierto que
conduzca a la contrastación de la realidad, que un universo cerrado que, aunque deductivo,
suponga solo la demostración. Se trata, pues, de diferenciar lo fáctico de lo formal porque
mientras lo fáctico establece relaciones entre sucesos y procesos, lo formal define
relaciones entre signos vacíos que no están referidos a la realidad. Esto explica por qué el
primer grupo de ciencias (las fácticas) acuden al segundo (el de las formales) para
sistematizar sus resultados.

1.5 Caracterización de la ciencia

Empecemos por señalar los rasgos que distinguen la ciencia como sistema
gnoseológico creado por los humanos con el propósito de explicar y explicarse el universo,
tanto fáctico como formal, que existe a su alrededor, incluidos ellos mismos como un
universo particular. Contrario a lo que comúnmente se piensa, la ciencia no apunta a crear
la representación del mundo real que está al alcance de todos, se trata de una estructura
conceptual fabricativa que puede reproducir lo que existe en la realidad o ser un cuerpo de
ideas referido a entes cuya existencia se trata de descubrir. Por esta razón se le considera
como un proceso cognitivo, cuyos rasgos relevantes son su organización sistémica, su
acción investigativa y su carácter falible que la obliga a procesos de contrastación y
verificación con la realidad, pues como toda acción humana suele tener logros y enfrentar
fracasos al tratar de alcanzar sus metas.
Como abstracción de la realidad, la ciencia cuenta con dos características que definen
y aseguran su gestión: objetividad y generalización. Es objetiva en la medida en que
antepone la información que la realidad misma brinda a la percepción subjetiva que pueda
tener el investigador y, en sus procesos de creación de conocimiento, persigue ante todo
llegar a la generalización. Su objetividad estriba en que todo el proceso investigativo se
refiera exclusivamente al objeto o al fenómeno seleccionado, sin que en ningún momento
prime el interés personal o político del investigador y sin que exista influencia de prejuicios
de índole social o cultural que den lugar a resultados apreciativos, por cuanto todos los
hallazgos de una teoría deben estar abiertos a quien los quiera utilizar o valorar. El mejor
medio de evitar cualquier sesgo subjetivo es el empleo de escalas.

1.6 Objetivos de la ciencia

Dado el papel de la ciencia, su objetivo básico es la creación de una teoría, "un


conjunto de hechos, (o fenómenos), hipótesis y leyes compatibles y complementarias entre
sí" (Arias, 1974, 193) En otros términos la creación de un sistema de proposiciones
tendientes a explicar ya los fenómenos naturales, ya los hechos que comprometen al ser
humano como entidad individual o como miembro de un grupo. Por esta razón, cuando se
habla de teoría se piensa en un conjunto de estructuras conceptuales que abarque todas las
variables que suelen ocurrir en la realidad, sin caer en la especificidad de las soluciones.
El elemento fundamental de la teoría y medio para lograr la generalización es la
hipótesis: una propuesta o conjetura tentativa acerca de la relación entre varias instancias de
una situación, denominadas variables, que se alternan y deben, por tanto, ser tenidas en
cuenta en el momento de seleccionar la que es determinante de dicha relación y puede ser
considerada importante en el proceso de investigativo. A partir de este momento comienza
el proceso reflexivo, al que denominó Dewey, "análisis del proceso reflexivo" (Dewey,
1933, 108), que no es otra cosa que el comienzo del razonamiento deductivo que permite al
investigador inferir las consecuencias de la hipótesis y llevarlo, en un momento dado, a un
problema o evento diferente del que había planteado o a advertir que el problema o hecho
no puede ser tratado con los instrumentos que ha utilizado y debe acudir a otros; v. gr.,
abandonar el enfoque de la descripción de casos y echar mano de medios estadísticos o
dejar de lado la búsqueda de relaciones causales y utilizar la experimentación o la
contrastación. Como vemos, el razonamiento deductivo puede hacer cambiar el problema o
la orientación en la forma de tratamiento que se le ha dado. Lo anterior nos permite
comprender que el paso más difícil del proceso deductivo es la definición del problema y la
formulación de la hipótesis.
Si la hipótesis es confirmada, sea a través de la contrastación o de la experimentación,
da lugar a leyes o principios que conforman una nueva teoría que puede originar nuevos
procesos (o modelos) para someterla a prueba que la ratifiquen o la cuestionen,
cumpliéndose así el ciclo de la dinámica de la ciencia. Si traemos a cuento las constantes
tensiones que presenta la ciencia lingüística, comprenderemos por qué una construcción
cognitiva con tal grado de abstracción ha estado siempre signada por grandes controversias
científicas. Como ocurre con todos los estudios de los hechos humanos, los lingüistas no
han podido alcanzar el consuno que la generalización científica supone.
Sobra agregar que la ciencia lingüística, como disciplina tanto teórica como aplicada,
cuenta con recursos técnicos de investigación, pues ha creado modelos científicos acordes
con el marco filosófico que inspira las diversas propuestas de los lingüistas, tanto en lo
ontológico como en lo epistemológico. No podía ser de otra manera por cuanto es una
disciplina que ha mantenido un desarrollo continuo desde su creación y sus logros han
terminado por servir de modelo para otras ciencias.

1.7 ¿Qué función cumple la teoría?

Mucho se ha especulado sobre la función de la teoría, pero poco se ha avanzado en la


definición del papel que esta debe cumplir frente a la relación individuo-realidad, teniendo
en cuenta no solo el mejoramiento de los aportes científicos ya logrados, sino buscando la
viabilidad de estudiar los nuevos retos que, tanto los fenómenos naturales como las
realidades sociales del momento le exigen. Es frecuente que, en el caso particular de las
disciplinas que se ocupan de problemas humanos, se observe la tendencia a basar la
controversia en la orientación epistemológica del proceso investigativo, más bien que en el
cuestionamiento de los datos producidos por la investigación que, desde luego, sirven de
sustento a la teorías que se proponen. Como resultado, en las ciencias sociales se observa
más la tendencia al análisis de problemas específicos o a la descripción de hechos, temas
que no suponen un esfuerzo investigativo de nivel teórico, por cuanto no superan lo
meramente observado.
Es frecuente que, en términos generales, toda teoría tenga tres metas básicas: i.
explicar el por qué de la ocurrencia de eventos o fenómenos, sin correr el riesgo de que el
proceso de investigación se salga del marco de la generalización. Como persigue una
formulación teórica que explique el evento o el fenómeno en toda su extensión y alcance, la
primera función que cumple es la abstracción de la realidad objetiva y su configuración
como un conjunto de relaciones que permita establecer cuál es la determinante de la
situación que va a ser estudiada. Los resultados son expresados en forma lógica o cuántica
y, algunas veces, a manera de argumentación. El uso de la generalización es siempre muy
importante porque asegura mayor validez y permanencia de los resultados alcanzados y,
además, garantiza la posibilidad de aplicación de la teoría a multitud de casos análogos,
puesto que la investigación científica excluye la repetición de procesos ya realizados.
Ejemplo de esta función es el estudio de las variables lingüísticas que pueden detectarse a
través de las diversidades, sin que ello afecte el principio universal que caracteriza los
sistemas verbales.
ii. Hecha la abstracción como una red de relaciones, es preciso descubrir el factor
determinante que la suscita y aislar toda referencia a un hecho o fenómeno en particular,
porque la teoría suele encararlo en toda su extensión. De ahí que la segunda función de la
teoría sea determinar el área de la investigación y, por tanto, seleccionar, aglutinar y
consolidar los datos existentes a fin de establecer cuál va a ser el eje de la investigación,
cuáles los resultados que se esperan y qué ámbito de aplicación pueden tener. Es así como
la teoría es importante para lograr que cada individuo realice su aprendizaje a partir de
abstracciones conceptuales y generalizaciones que substituyan los hechos o fenómenos que
no estén al alcance de la observación o que sean creación de la mente. Como ejemplo de
esta función de la teoría, está la comprensión del proceso abstractivo que explica la acción
del cerebro en la creación mental de estructuras conceptuales que den lugar a la conciencia,
es decir, que traten de explicar qué es tener conciencia de algo.
Las anteriores consideraciones nos llevan a concluir que, tan pronto se completa el
proceso, es condición fundamental de la investigación científica aplicar los resultados
obtenidos al problema, a la hipótesis y a la teoría, porque el objetivo esencial de toda
investigación teórica debe conducir al esfuerzo por reproducir y comprobar los hallazgos,
corregir teorías sobre la base de la comprobación empírica, y tratar cada vez de encontrar
explicaciones más consistentes y mejores sobre los hechos humanos o los fenómenos
naturales.
iii. La teoría como marco general sirve de guía a la investigación porque los puntos
débiles que ella misma presente brindan múltiples opciones para diseñar procesos
investigativos que la enriquezcan o modifiquen. Esto explica por qué un mismo marco
teórico puede dar lugar a diversos procesos investigativos que signifiquen progreso en
distintos aspectos de la ciencia. No olvidemos que la teoría ofrece los medios que dan lugar
a la explicación científica de los hechos o fenómenos. El proceso de enriquecimiento de la
ciencia es inherente a la ciencia misma, y no es de extrañar que nuevas teorías vengan a
sustituir otras que ya deben ser decantadas o revaluadas, pues en ciencia no hay valores
absolutos y lo único fijo es el cambio. Ejemplo de esta función de la teoría es el constante
enriquecimiento que experimenta la ciencia con la autocorrección de las teorías ya
existentes.
De ahí que términos de carácter epistemológico que son comunes en todas las
disciplinas científicas, como hecho, fenómeno, postulado, concepto, juicio, hipótesis, ley,
método, teoría, verificación y contrastación sean utilizados en todas las ciencias que se
ocupan de la construcción del conocimiento, por cuanto ellos son elementos constitutivos
de la episteme de la ciencia. Además, el grado de abstracción que esta ha logrado ha
favorecido la integración, por cuanto la identidad de elementos y de estructuras permite
establecer isomorfismos y homomorfismos que hacen posible la aplicación del sistema
epistemológico de una ciencia a otra, a fin de estimular su desarrollo .Ejemplo de este caso
es la propuesta de Barthes (1967) sobre aplicación de la epistemología de la lingüística
estructural de De Saussure al desarrollo de la semiología de la moda o del arte. Es decir,
aplicar el mismo sistema epistémico a ciencias ontológicamente distintas.
De este se desprende un segundo propósito de la ciencia, cual es la explicación
lograda mediante el estudio objetivo de la abstracción o generalización previamente
construida bajo la forma de un enunciado muy simple que puede ser aseverativo o
interrogativo, y debe estar desprovisto de todo juicio de valor. La condición fundamental
para llegar a la explicación confiable es el control de los resultados obtenidos, pues estos
conducen a la comprensión y predicción sobre el comportamiento de los hechos o
fenómenos que se analizan. Esto explica la importancia que tiene la generalización, como
factor que amplía el ámbito de aplicación de los resultados a mayor número de situaciones,
pues es innegable que una investigación con objetivos muy limitados, a más de resultar
muy costosa tiene una proyección de poco alcance. Reconocida la importancia de la teoría
y el valor de la abstracción que hace posible la explicación, llegamos por fin al objetivo
concreto de la ciencia: la investigación científica y la consecuente amplitud del espectro de
sus propuestas. A partir de este es posible realizar el análisis de los rasgos que distinguen la
investigación científica.
El medio indispensable para cumplir cualquier propósito en ciencia es la
investigación científica como un ejercicio mental que lleva a cabo el investigador y que
puede ser a veces teórico, interpretativo o descriptivo, según la naturaleza del hecho o
fenómeno que vaya a estudiar
Una de las tareas más importantes de la investigación científica es lograr
conocimientos que conduzcan a una teoría sobre el problema (derivado de un hecho o un
fenómeno) que el investigador ha identificado y busca estudiar en profundidad o controlar
ideando medios para ello. Pero no siempre se cumple este proceso porque a veces la
extensión y/o la complejidad del problema, particularmente de aquellos que se refieren al
ser humano en sus vivencias y relaciones, son muy difíciles de abarcar en todos sus
aspectos, lo cual obliga a quien los estudia a concretarse en alguno o algunos de ellos y a
aislarlos mediante la abstracción para así llegar a ellos y estudiarlos con profundidad.
Determinada la porción de realidad que se va a estudiar, se trata de explicar mediante
teorías o leyes y se representa a través de modelos. Una vez construido el modelo, se
compara con la realidad, bien a través de la experimentación o de la observación. De este
proceso surge una formulación que da lugar a la hipótesis, que ya mencionamos como parte
de la teoría, la cual constituye el primer momento de una explicación y comienzo de la
abstracción científica como forma de conocimiento.
Un último argumento, no menos importante que los ya planteados, es la exigencia de
la ciencia misma que obliga a que el proceso de investigación sea transparente tanto en su
planeación y desarrollo como en el manejo de los datos y en la validación de los resultados.
Proceso este que debe estar sometido al escrutinio de la comunidad científica y del público
en general. Como todo hecho cognitivo, la ciencia es abierta y resulta insensato ocultar los
medios con que se genera o se sustenta una teoría.

1.7 Función de la ciencia

Dejando de lado el punto de vista de la gente del común, que solo ve en la ciencia un
medio para lograr el bienestar cotidiano y que le concede mayor importancia al invento y
producción de artefactos que a la formulación de teorías que expliquen, interpreten y
describan los fenómenos naturales y los hechos sociales o culturales relativos al
pensamiento, al conocimiento y al comportamiento humanos, tratemos de identificar cuál
puede ser la función de la ciencia.
Al respecto han surgido dos tendencias: una visión inmediatista que ve en la ciencia
una actividad de divulgación que aporta información más o menos sistematizada, cuya
única función es descubrir hechos o fenómenos y agregarlos a los datos ya existentes, y en
la que se toma, como fin último, preservar el trabajo de los investigadores, y la otra que
parte de un enfoque dinámico que ve en la ciencia la actividad constante del científico, pero
considera de gran importancia el mejoramiento de la teoría y el progreso de la
investigación, mediante el descubrimiento; tal es su punto de vista heurístico, que hace
énfasis en el descubrimiento y concede mayor atención a la solución de problemas, y la
importancia que asignan a la teoría existente se reduce a la contribución que preste para
lograr nuevos descubrimientos y una acción investigativa más densa. El carácter heurístico
de la ciencia se observa en la ingeniería y la tecnología, específicamente en la informática,
por cuanto para este tipo de investigadores lo que cuenta principalmente es la solución de
problemas y el dominio de técnicas.
Existe un gran número de científicos que se opone a estas dos concepciones de la
ciencia, Braithwhite, por ejemplo, considera que "la función de la ciencia es formular leyes
relativas al comportamiento de los hechos empíricos o al estudio del objeto con el cual se
relaciona cada ciencia en particular, haciendo posible la distinción entre el manejo de
datos de lo ya conocido y la formulación de predicciones confiables sobre lo hasta ahora
desconocido" (1965,1). Este punto de vista resulta aparentemente relacionado con el
criterio heurístico, pero la importancia que el autor asigna "al establecimiento de leyes o
teorías, destaca lo que diferencia la concepción actual de la ciencia; dar mayor
importancia a la explicación que conduce a la teoría y permite formular predicciones
confiables sobre acontecimientos aún desconocidos" (1965).
Para otros autores, que conforman el grupo formalista de la ciencia cognitiva, la
función principal de la ciencia es diseñar modelos científicos que permitan la definición del
objeto de estudio, la realización de procesos de investigación teórica, de descripción
interpretativa o de aplicación empírica; la formulación de hipótesis, la identificación de
variables, el acopio de datos y su contrastación con la realidad; todos los cuales conducen a
la formulación de una teoría o al desarrollo de una tecnología.
Esta triple proyección de la ciencia supone tres procedimientos diferentes de
aproximación al objeto-problema que se pretende estudiar: i. el observacional, aplicado en
procesos de descripción dirigidos a realidades que pueden ser captadas mediante la
observación directa o el uso de instrumentos de laboratorio que ofrezcan una visión que
magnifique los rasgos del objeto sin deformarlo, como ocurre con la observación de
plantas, de cuerpos sólidos o de variables geográficas y, en el caso de las ciencias sociales,
con el seguimiento de formas de comportamiento, de reacciones sobre determinados
estímulos o la percepción de diversidades en el uso de las lenguas; ii. el método hipotético
inductivo, referido a la investigación interpretativa de carácter cualitativo, particularmente a
la investigación etnográfica que se ocupa de problemas relativos a educación, sociedad y
cultura, en general, y iii. el hipotético deductivo, característico de la ciencia teórica, que
busca formular leyes o principios acerca de hechos o fenómenos; es el caso particular de las
ciencias del cerebro y de la mente, incluidas la lingüística, la neurolingüística y la
biolingüística de una parte y, de otra, de la psicología y la psicolingüística.
Los planteamientos de diversos autores nos llevan a concluir que la función de la
ciencia se puede percibir en toda su dimensión si seguimos paso a paso el proceso
introspectivo que lleva a cabo el investigador que, partiendo de los registros de su
observación o de su experiencia, descubre qué hechos y fenómenos del mundo real,
estructuras conceptuales referidas a abstracciones de la mente o imágenes fijadas en el
cerebro como resultado de la sensopercepción pueden estudiarse mediante la formulación
de una teoría que los explique o interprete, y describa las conexiones que los ligan y las
distintas fases de su producción, para llegar así a la generalización que, al privilegiar lo
general sobre lo particular, trae como resultado la predicción, que constituye la mayor
abstracción científica. En resumen, la gran función de la ciencia es encarar la realidad y,
después de analizarla con detenimiento y profundidad, llegar a la construcción de un ente
de conocimiento que, al guardar relación con su referencia objetiva, permita no solo la
explicación de su naturaleza, sino la predicción de su destino funcional.
Otro elemento fundamental de la ciencia es el método, forma sistemática de trabajo
que diferencia a cada tipo de disciplina. El método científico aplicado en las ciencias
fácticas es la síntesis del desarrollo de un proceso particular de reflexión sistemática que
conduce al logro del conocimiento teórico sobre los fenómenos naturales o los hechos
humanos. Como todo ejercicio intelectual requiere la identificación de un problema o
suceso que, una vez abstraído bajo la forma de una hipótesis y formulado en forma de
enunciado o de pregunta, comience a ser tratado como una generalización, cuyas causas y
efectos puedan ser establecidos mediante un análisis exhaustivo de la información recogida,
bien por la observación de situaciones que lo hacen evidente o bien por la inferencia
derivada de la aplicación de las leyes o principios universales que lo regulen. Tal es el caso
de la lingüística teórica que se ocupa de la acción de la aptitud lingüística que, como
generadora del significado, recoge y asocia todas las unidades significativas o semas
producidos por las neuronas para configurar conceptos que, gracias a la acción de la
memoria, permanecen en la mente por algún tiempo bajo la forma de pensamiento o de
conocimiento, son comunicados a través de sistemas de signos o formas de representación,
o bien desaparecen después de algún tiempo.

1.9 Proyección de la ciencia

Desde un comienzo hemos subrayado que la ciencia puede establecer tres tipos de
relación con la realidad, según la clase de entidad que se proponga estudiar: 1) si se trata de
algo cuya referencia es resultado de la experiencia o de la percepción, como ocurre con los
fenómenos naturales (pluviosidad, aspectos geográficos o topográficos, seres vivos como
mamíferos o reptiles entre otros, tonalidades, sonidos, etc.) hablamos de objetos
observados, 2) si se ocupa, por ejemplo, de hechos o fenómenos resultantes de factores
físicos, psíquicos o socioculturales no aprehensibles por los sentidos (dilatación de los
cuerpos, temperatura, cansancio o fatiga) los referentes son considerados objetos no
observables, y 3) finalmente, si la preocupación del científico está dirigida a objetos o
situaciones que, a más de hallarse fuera del alcance sensorial, corresponden al universo del
conocimiento, como realidades cósmicas, procesos de pensamiento, hechos de memoria,
conflictos sociales, culturales o afectivos, es decir sucesos o procesos inferibles, decimos
que se trata de objetos inobservables,
Esta triple proyección de la ciencia se logra gracias a que ella misma crea los medios
para alcanzar la diversidad de objetos ónticos que se propone describir, interpretar o
explicar. Simultáneamente va definiendo el proceso epistemológico que es posible aplicar a
una determinada realidad óntica y, finalmente, selecciona o construye los recursos que la
investigación exige. En otros términos, la misma ciencia crea las tecnologías que su
ejercicio cognoscitivo demanda o las toma de disciplinas que ya las tienen, para adecuarlas
a sus particulares propósitos y no redoblar así esfuerzos repitiendo procesos que ya han
demostrado su viabilidad y su aplicabilidad.

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