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EL MARCO DE LA TERAPIA FAMILIAR

Joan de Dou Playà

La atención a la familia como entidad clínica y como campo de interés


teórico se desarrolló de manera minúscula pero con fuerza en el tercer decenio
del siglo XX. A partir de 1930 aparecen trabajos de algunos profesionales de la
salud que tienen en cuenta a los familiares de los enfermos en sus
valoraciones e investigaciones y se asocian para proporcionar orientación y
consejo a las familias (American Association of Marriage Counselors). En la
década de los 50 psiquiatras de peso como el Dr. Bell o el Dr. Ackerman
consideran que la familia de los enfermos psiquiátricos debe ser incluida en el
diagnóstico y tratamiento de los pacientes, dando un enfoque hasta entonces
no utilizado en psiquiatría. Desde este momento, la observación in vivo de los
comportamientos sintomáticos de las personas en su hábitat familiar hace
evidente el marco familiar de ciertos desórdenes y su estudio dentro de la
familia1.

Son muchas las orientaciones y los cambios en los planteamientos


utilizados que, desde entonces, han ido desarrollando las diferentes escuelas
de terapia familiar. El hecho evidente es que tras medio siglo, la terapia familiar
tiene hoy en día una entidad propia, una especialidad de la salud mental que
pone al servicio de las familias instrumentos para la resolución o mejora de los
conflictos de la más variada índole, que interfieren con un buen funcionamiento
de las dinámicas familiares.

El objetivo de esta exposición es situar “la terapia familiar” dentro de un


marco general de planteamientos básicos, sin ahondar en tratamientos y
técnicas de intervención específicas y sin excedernos en el uso de terminología
médico-psicológica.

Iniciamos la terapia familiar tratando personas: hombres y mujeres.


Iguales en tanto que personas, distintas en cuanto que hombres y mujeres.
Pese a que parezca absurda la aclaración, hoy en día se intenta obviar esta
diferencia en aras de una malentendida igualdad y cuando no se subrayan la
identidad de los individuos es fácil que aparezcan problemas2.

Las familias pueden presentar a lo largo de su historia algún conflicto en


su convivencia, que por su naturaleza, duración o intensidad, supere su propia
capacidad de resolución. En estos casos, la mejor estrategia para garantizar el
bienestar de la familia es la prevención. Solicitar ayuda, cuando es necesario,
en los diferentes ámbitos de profesionales al servicio de las familias, puede
prevenir que pequeñas dificultades se transformen en grandes problemas.

1
“Terapia Familiar. Modelos y técnicas”. Daniel Sanchez y Gutierrez. Editorial Manual Moderno
2
“Padres e hijos. La relación que nos constituye” Vitoria Manolo Sanese. Ediciones Encuentro

1
En primer lugar, para desarrollar con eficacia la terapia familiar debemos ser
capaces de establecer con claridad cuáles son los conflictos y cuáles sus
posibles soluciones. Es imprescindible contar con una serie de datos que
permitan realizar una correcta valoración y evaluación de la situación
presentada.

1. Es preciso descartar la presencia de psicopatologías en cualquiera de


los implicados que deban ser tratadas de forma previa al inicio de la
terapia común. En muchas ocasiones las familias consultan por
problemas de convivencia o de comunicación, que tienen su origen en
patologías psíquicas que provocan un malestar emocional en alguno de
sus integrantes y que tras su diagnóstico y tratamiento allanan el
terreno (cuando no resuelven) para la intervención y resolución del
conflicto.

2. La familia no es sólo una suma de personas, sino un grupo de individuos


únicos con su propia personalidad. La personalidad de un individuo es
el patrón complejo de características psicológicas profundamente
incorporadas y estables, formada por elementos cognitivos
(pensamientos), volitivos (voluntad), afectivos (emociones) y tendencias
conductuales (inclinaciones). Es el sello de identidad de quien lo posee,
las características que definen la esencia de cada persona y el
resultado final del conjunto de determinantes biológicos y aprendizajes.
La personalidad se compone de dos dimensiones básicas: el
temperamento y el carácter. El temperamento es un conjunto de rasgos
psicológicos profundamente arraigados, determinados por la herencia
genética. El carácter se va desarrollando a lo largo de la vida a través de
las propias acciones, de las experiencias, del aprendizaje, de la
educación recibida y del entorno cultural y social al que la persona se ve
expuesta. El carácter está sometido a influencias psíquicas y
ambientales que interaccionan con el autoconocimiento, los recursos y
la libertad individual. Existe la posibilidad de modificar la personalidad de
un individuo (atemperar), actuando sobre su carácter para que su
temperamento muestre su mejor cara. El temperamento de una persona
ofrece características positivas y negativas, como una moneda con dos
caras: trabajando el carácter se consigue que la moneda presente
siempre la cara positiva.

La vida familiar es un sistema de relaciones interpersonales


complejas ya que la personalidad de cada miembro es distinta y pese a
que, unidos por vínculos biológicos, afectivos y psicológicos estrechos,
cada uno tiene percepciones distintas de la realidad familiar. Por ello, es
muy aconsejable que cada uno de los miembros de la familia se conozca
asimismo y a los demás. Si se alcanza un cierto grado de
autoconocimiento se facilitan las relaciones interpersonales, nutridas y
cuidadas, propiciando un clima emocional positivo y una buena marcha
de la dinámica familiar.

2
3. Existe otro factor importante a tener en cuenta: los criterios
antropológicos aprendidos de cada uno de los individuos y sobre los que
se asientan su interpretación de la realidad y la ponderación de los
problemas. La concepción de conceptos básicos sobre los que se
fundamenta la relación y la escala de prioridades entre los cónyuges
puede no estar necesariamente alineada y generar problemas

4. Por las mismas razones, sucede lo mismo con el concepto jurídico-moral


que se tiene del matrimonio y de la trascendencia de sus acciones. La
coherencia entre las creencias de las personas y sus comportamientos
se manifiestan en su totalidad cuando comprometen su vida con otra
persona. Es muy importante que los dos cónyuges partan de la misma
concepción del matrimonio para no basarse simplemente en el diseño de
opciones de futuro sólo probabilísticas. Para poder establecer un vínculo
matrimonial sólido es necesario entender el matrimonio como una
opción libremente consentida de entrega de la propia vida y persona al
otro, participando de un proyecto común, para el resto de sus días, un
“ser-de” y “ser-para” para constituir un “nosotros”3.

5. Los matrimonios y familias vivimos en sociedad. Desarrollamos gran


parte de nuestras actividades rodeados de otras personas y familias y
estamos por tanto influenciados por el entorno social. Recibimos
multitud de influencias distintas del entorno, tanto en calidad como en
cantidad. Una de las más importantes provienen sin duda de las familias
de origen de cada cónyuge, fuente de conflictos habituales sobre todo
durante el primer año de matrimonio. Es natural que al ponerse en
común, en el día a día, dos formas de actuar distintas basadas en
patrones de comportamiento aprendidos en el seno de las familias de
origen hayan roces y se pase por un periodo lógico de adaptación.
Como medida preventiva básica cada cónyuge debiera actuar con la
familia del otro con el respeto que exige para con la propia familia y
extraer de ellos todos los aspectos positivos que pueda aplicar en la
convivencia diaria.

Tras la valoración de los individuos, se debe prestar atención


especial a la relación matrimonial, que es el fundamento y el punto de
partida de la nueva familia. Entre los cónyuges se establece una relación
basada en la unidad, la totalidad, la indisolubilidad y la fecundidad.

Unidad: La unión entre los cónyuges viene de la entrega y donación


mutua con todo lo que son y todo lo que tienen. Tal y como cita la Biblia:
“los esposos ya no son dos, sino una sola carne”. Es clara la diferencia
entre los contrayentes “cónyuge deriva de cum iugo y designa a aquél o
3
Documentos de trabajo, serie terapia familiar, del centro de Estudios para la Familia, Universidad San
Pablo CEU. Aquilino Polaino-Lorente

3
aquélla a quien la unión a un mismo yugo permite llevar adelante un
proyecto común libremente decidido y sostenido, apoyando, cuando
fuera el caso, su debilidad con mi fuerza o recibiendo el vigor de su
energía cuando yo flaqueo, hasta hacer fructificar con nuestra acción
conjunta la tierra que estamos labrando” y otros tipos de relación, los
llamados compañeros sentimentales: “Por su parte compañero, cum
pane: persona con la que divido el pan, se refiere al simple comensal”4

Totalidad: El matrimonio es la unión completa entre marido y mujer,


incluyendo la unión sentimental, sexual, económica, legal, espiritual y
parental. El amor en el matrimonio es pleno, perpetuo, comprometido
para toda la vida, fiel y exclusivo. “Quien pretendiera entregarse a más
de un hombre o una mujer, no podría hacerlo más que de forma
parcial”5.

Indisolubilidad: El amor entre los contrayentes, en cuanto real, es un


amor sin fecha de caducidad, para siempre. No se mantiene únicamente
mientras la convivencia resulta agradable, porque es la persona del otro
lo que interesa y no sólo lo que aporta de bueno o agradable. Hablamos
de donación del uno al otro y tal como decía Juan Pablo II: “un don, si
quiere ser total, debe ser sin retorno y sin reservas”.

Fecundidad: El matrimonio está abierto a la vida. La sexualidad entre


los cónyuges forma parte de la donación de la entera persona al otro, es
indisoluble de la afectividad y permite trascenderse uno mismo
participando de la misión de Dios en cuanto a la creación de un nuevo
ser que dota de sentido la vida de ambos progenitores y acontece un
regalo maravilloso para el crecimiento y la responsabilidad personal. El
amor también acontece fecundo en los matrimonios que no pueden tener
descendencia en cuanto a que es trascendente; todo amor trascendente
es fecundo en sí mismo.

Cada uno de los esposos comunica la parte más íntima de su persona


al otro, todos los sentimientos y emociones que se hallan en lo más profundo
de las personas, a salvo de los extraños. Compartir la intimidad es hacerla
visible al otro, donarla, unirla a la intimidad del otro, y esto es posible a través
de la comunicación. La buena comunicación en el matrimonio es la clave para
la consolidación y la buena salud del proyecto común y es el cuerpo sobre el
que se vertebran los pilares que mantienen la familia. Los problemas de
comunicación son los que provocan la mayoría de los conflictos en el seno de
los matrimonios y familias. En un estudio llevado a cabo entre mujeres casadas
españolas, el 87% de las encuestadas coinciden en señalar que el primer
problema de sus relaciones de pareja es la incomunicación conyugal6.

4
“Asegurar el amor”. Tomás Melendo, Lourdes Millán-Puelles. Editorial Rialp.
5
“Mejorar día a día el matrimonio. Una antrofeminología”, Tomás Melendo. Ediciones Internacionales
Universitarias
6
Aquilino Polaino-Lorente, 2000; Polaino- Lorente y Martínez Cano, 1999.

4
Todas las familias tienen como objetivo el mantenimiento y desarrollo
social, psicológico y biológico de sus miembros. Para realizar esta función
deben llevar a cabo una serie de tareas vitales como son: el cubrir las
necesidades básicas de sus integrantes, el establecimiento de una coalición
conyugal funcional y la crianza y socialización de los hijos7:

1. NECESIDADES BÁSICAS: Proporcionar a todos los integrantes de la


familia los medios materiales y afectivos necesarios para su correcto
desarrollo

• SEGURIDAD: No se trata sólo de cubrir las necesidades


básicas de los integrantes en cuanto a sus aspectos
materiales (comida, casa, abrigo,…) sino de proporcionar
además un marco conocido y estable, con unos criterios
y normas que rigen la vida familiar.

• AFECTIVIDAD: Transmitir a cada uno de los individuos de


la familia el sentimiento inequívoco de que él/ella es
importante por ser quien es y es reconocido y querido
como tal por todos y cada uno de los integrantes de su
familia, consiguiendo el desarrollo de una buena
autoestima individual.

2. La existencia de UNA COALICIÓN MARITAL FUERTE. Este término


implica que los cónyuges han sido capaces de establecer
apropiadamente los lazos con sus familias de origen y de desarrollar un
sentido de su propia individualidad y valor propio además de una
identidad conjunta como pareja. La consecución de una relación
conyugal satisfactoria implica acuerdos tácitos compartidos entre los dos
miembros de la pareja8. Es importante señalar que el amor que se
procesan los padres es el modelo con el que el niño entiende el amor
conyugal y sobre el que basa parte de su autoestima y su educación en
la afectividad.

3. EDUCACIÓN DE LOS HIJOS: Los padres tienen la misión intransferible


de educar a cada uno de sus hijos, de manera acorde a su personalidad,
para lograr que todos ellos sean personas maduras, seguras y capaces
de amar, de comunicarse y de compartir con los demás todo lo bueno

7
“Terapia Conyugal y Familiar “, Ira D. Glick, M.D., Ellen M. Berman, M.D., John F. Clarkin, Ph.D.,
Douglas S. Rait, Ph.D. Aula Médica
8
“Terapia Conyugal y Familiar “, Ira D. Glick, M.D., Ellen M. Berman, M.D., John F. Clarkin, Ph.D.,
Douglas S. Rait, Ph.D. Aula Médica

5
que tienen. Los hijos aprenden de lo que son y de lo que hacen sus
padres. Es a través del contacto diario, de la convivencia y del ejemplo
de los padres como se transmiten la totalidad de los valores a los hijos.
La educación necesita del tiempo y el esfuerzo de los padres para
formar personas. Cada hijo es un ser único, irrepetible y al que se le
quiere de manera incondicional en la familia, nada más y nada menos
que por ser quién es.

Si las tareas de la familia se llevan a cabo de manera adecuada, el


resultado se observa claramente en los efectos beneficiosos que reciben los
hijos. Se consiguen transmitir valores importantes partiendo del marco de
seguridad y afectividad que brinda la familia y con ejemplo diario de los
padres en cuanto a educadores. Citamos entre los más importantes el
poder transmitir el sentido de la trascendencia y la autonomía personal.

• Entendemos por TRASCENDENCIA la capacidad de salir de uno


mismo, de ir más allá, “tras-pasar” de lo puramente material y personal,
abriéndose al resto de las familias, de la sociedad y en último término a
Dios. Si los padres no consiguen transmitir a los hijos esa necesidad de
abrirse al resto, la familia se encierra en sí misma, se empequeñece y se
aísla, eludiendo sus responsabilidades sociales. La trascendencia aporta
además una visión de sentido que va más allá de lo material y
placentero y que da luz en los momentos difíciles que aparecen a lo
largo de la vida.

• AUTONOMÍA PERSONAL EXPERIMENTADA: Dado que la familia es el


primer grupo de socialización de las personas, los padres son los
encargados de transmitir las pautas que permiten que los hijos se
desarrollen y sean autónomos en la sociedad. El aprendizaje en el seno
de la familia proporciona a cada hijo la capacidad de tomar decisiones y
de organizar su vida libre y responsablemente en base a unos valores
previamente aprendidos que va haciendo propios con la experiencia y
sobre los que fundamenta su vida.

Una forma sencilla que tenemos para evaluar el funcionamiento familiar es


el modelo creado por Olson en la década de los 70. Este modelo trata de
evaluar tres dimensiones en un sistema de relación: cohesión, adaptabilidad y
comunicación9.

La cohesión se podría definir como “los lazos emocionales que cada


miembro de la familia desarrolla con otros miembros de la familia” y la

9
Olson, D., Sprenkle, D. y Rusell, C. (1979), Circumplex Model of Marital and family systems. Family
Process, Vol.18, Num 1:3-28

6
adaptabilidad como “la habilidad del sistema marital ó familiar para cambiar su
estructura de liderazgo y su papel en las relaciones y las reglas de esas
relaciones, en respuesta a situaciones estresantes y cambios”. De estas dos
variables salen 16 modelos de familia según estén más ó menos cohesionadas
(enredada, conectada, separada y desligada) y sean más ó menos adaptables
(caótica, flexible, estructurada y rígida), siendo cada una de ellas más
vulnerable a determinado tipo de conflictos.

En la historia de la familia se pasa por diferentes ciclos (noviazgo y


formación de la pareja, matrimonio con hijos pequeños, familia con hijos
adolescentes, pérdidas con su correspondiente periodo de duelo…) que hacen
de la adaptabilidad una habilidad clave para la buena marcha de la vida
familiar10. De hecho las familias están constantemente adaptándose al medio y
enfrentándose a diversas exigencias evolutivas a fin de asegurar la continuidad
y el crecimiento psicosocial de sus miembros11. Se dice que las familias que
funcionan bien son las que logran moverse en un rango equilibrado que les
permite ser permeables a los cambios, sin perder su identidad y estabilidad.

Desde la otra variable, el grado de cohesión de la familia determina que en


la vida diaria cada uno de sus miembros pueda desenvolverse con
independencia o que muestre una resonancia emocional excesiva con los
demás. Es bueno sentir orgullo por formar parte de la familia, pero la
identificación total con ella no permite la necesaria autonomía personal que
antes hemos comentado como un logro del funcionamiento correcto del
sistema familiar. El nivel de empatía y la expresión de las emociones también
varían muchísimo según la cohesión familiar sea alta o baja, así como las
relaciones que se establecen entre los distintos miembros (padres, hijos, familia
extensa).

Otro punto determinado por el grado de cohesión es el de los límites de la


familia. Los límites internos determinan el espacio vital de cada uno de sus
miembros (respeto a la intimidad, por ejemplo) y los externos la facilidad de
relacionarse con los ajenos dentro de la estructura familiar (por ejemplo, casas
donde entran o no los amigos). En este sentido, familias enredadas “no
necesitan” de los demás y permiten poco contacto con personas ajenas a
ellos, mientras que las desligadas tienen más contacto con el exterior que
entre ellos mismos.

Del análisis de los puntos mencionados anteriormente y de otros tales


como la asignación de roles, las normas implícitas y explícitas que rigen la vida
familiar, de la ayuda que se prestan entre sí los miembros de la familia y otras
variables, se puede extraer suficiente información como para concluir si esa
familia satisface las demandas evolutivas de sus integrantes y tiene grados de
cohesión, adaptabilidad y comunicación adecuados. Si es así se dice que esa
10
Haley, J. (1994), Terapia no convencional. Ed. Amorrortu
11
Fishman, C. y Minuchin, S. (1983), Técnicas de terapia familiar. Ed. Paidós IBÉRICA

7
familia desempeña adecuadamente su misión, es decir, que es FUNCIONAL12.
En el otro extremo aparecen las familias que presentan dificultades en
cualquiera de esas variables y determinan la aparición frecuente de conflictos,
son las familias DISFUNCIONALES.

Para finalizar, recordar que a lo largo de esta visión de conjunto de lo


que representa el marco de la terapia familiar, hemos querido destacar que las
relaciones establecidas entre los diferentes miembros de las familias son
complejos y están sometidos a muchos condicionantes que deben tenerse
presente a la hora de evaluar un sistema familiar. Cada familia es distinta y
cada uno de sus integrantes también. Como comentábamos al inicio, partimos
de individuos dotados de personalidades diferentes que van moldeándose a lo
largo de la vida según sus circunstancias personales y de las relaciones que
establece con los demás. El matrimonio no sólo cambia la vida, sino que
transforma a las personas, las hace más valiosas, se comparten cualidades y
objetivos y se intentan paliar defectos en beneficio del bien común. Es una
tarea importantísima que merece todos los esfuerzos que se hagan para
alcanzar el éxito.

La terapia familiar tiene asignada una gratísima tarea: Colaborar con las
familias en la resolución de problemas que dificultan una adecuada
convivencia y provocan malestar entre sus miembros, para conseguir mejorar
el día a día de hombres y mujeres que comparten este fecundo proyecto
común.

12
Walsh, F. (1982). Conceptualization of normal family functioning. New York. Normal Family Process
Guillard Press: 3-44

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