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LA ÉTICA EN EL CORAZÓN DE LA SALUD MENTAL- Espeche

“No se puede ser sano psíquicamente sin una ética interna que se refleje en la conducta.
Poseer un código de valores personales es un elemento decisivo para una felicidad a largo
plazo.”

Es muy importante que los profesionales de la mente comparten con la sociedad los valores
éticos esenciales, dado que es claro que el Yo personal no es una isla privada sino que se nutre
e interactúa con el Yo social, es decir, con las ideas, los valores y las acciones que, entre
prójimos, los humanos instauran a modo de ley, para así posibilitar su convivencia y, por lo
tanto, su supervivencia como especie.

Victor Frankl: “el hombre no está libre de condicionamientos, ni siquiera está libre de algo,
sino que es libre para algo, es decir, libre para adoptar su propia postura frente a todos los
mencionados condicionamientos.”

Salud y libertad son conceptos hermanos, la “libertad para algo”, que trasciende así la
circunstancia (sin negar), es el eje a partir del cual el “hombre sano” puede ser pensado en
estos tiempos de agobio ante la… que propicia el “destinismo” moderno.

No hay que hacer responsable de nuestras conductas siempre la Inc. Si todos somos solo frutos
de procesos ajenos a nosotros mismos, ¿cómo imaginar siquiera la posibilidad de un castigo
justiciero y reparador? No se trata de negar dichas circunstancias sino de recordar que el
sentido futuro que éstas tengas, depende, sin duda, de la dimensión ética de la persona. Ese
punto de libertad acerca del cual es tan difícil referirse por más que, en definitiva, es esencial
para la vida de todos.

El ladrón, por caso, podrá ir a un psicólogo, hablar de complejos varios, transparentar sus
mecanismos psicológicos, focalizar en sus conflictos vinculares, etcétera. Podrá hacer muchas
cosas, pero la culpa seguirá allí. No se curará porque no se trata de una enfermedad, al menos
en el sentido de “disfunción”. Por el contrario, la culpa será lo más sano de esa persona ya que,
a través de su existencia consciente o sintomática, denunciara el desequilibrio. De esta
manera, vemos que no se puede “privatizar” la conciencia comprando salud mental.
Sencillamente no se puede porque la conciencia tiene una dimensión no sólo personal sino
comunitaria. Es más, mucho más, que un rinconcito incómodo e inoportuno en el cerebro
individual. Cuando la conciencia se distorsiona, también lo hace el tramado vincular esencial
para el sostén armónico de la persona y, si la situación no se restituye a buen cauce, aparecen
efectos clínicos manifiestos, tanto físicos como psicopatológicos.

Sin ley y sin una conciencia acerca de la dimensión ética no hay comunidad y, por lo tanto,
dado que el psiquismo existe en tanto exista la trama comunitaria, tampoco hay salud mental
imaginable.

A partir de Freud la psicoterapia apareció como la abanderada de la liberación, en necesaria


reacción contra la asfixiante represión que, sobre todo en el plano de lo sexual, ejercía el
puritanismo victoriano. Se partió de una ética de la liberación en orden de desestructurar lo
represivo y lo rígido. Ocurre que llegados a este punto, “liberados” ya de tantas estructuras
rígidas, los hombres repentinamente encuentran que, dado que todo fluye y que no hay
estructuras, su vida muta sin cesar en un relativismo a veces insoportable. “Para cualquier
clase de revolución es necesario que exista un ideal fijo y familiar” (G.K.) Esta idea sugiere que
todo movimiento, inclusive en un terreno como el de la salud mental, es relativo a un punto
fijo, a una valoración estructurante de la vida a la que llamamos ética. Sin una ética personal,
el hombre se deshace en relativismos que lo agobian tanto como aquella rígida y asfixiante
moral ante la cual se rebeló con el fin de alcanzar una mayor plenitud. La ética libera porque
hace viable que todos lleguen algún día a la Tierra Prometida.

Imaginar una salud mental que asuma a la ética como su eje esencial es poder incorporar, al
trabajo en esta área, la dimensión de mayor humanidad de lo humano. “No es lo mismo ser
libre que estar suelto”. Se espera que los profesionales de la salud algún día llegarán a ser
genuinos promotores de la libertad, de una libertad que, conciencia mediante, reconoce sus
fuentes en, paradójicamente, una sujeción: la sujeción a la ética, columna vertebral a partir de
la cual el sujeto puede moverse en su vida.

El esfuerzo que implica este desafío bien vale la pena, como lo vale el de trabajar día a día en
dirección al sueño por todos compartido: el de llegar a nuestra Tierra Prometida, metáfora de
un horizonte de salud plena que guía, día a día, nuestra tarea de progresar enérgicamente en
el sentido del bien.

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