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Revista de Derecho y Genoma Humano. Genética, Biotecnología y Medicina Avanzada
Núm. 47, Julio-Diciembre 2017, Editorial Dykinson, ISSN 1134-7198
© G.I. Cátedra de Derecho y Genoma Humano, Universidad del País Vasco UPV/EHU

Informes / Reports

Responsabilidad de los delincuentes


juveniles a la luz de la neurociencia*

María Sánchez Vilanova**


Becaria del Programa Formación de Profesorado Universitario (FPU),
Departamento de Derecho Penal, Universidad de Valencia (Valencia,
España)

DOI: 10.14679/1100

Sumario / Summary: 1. Introducción. 2. Regulación de la responsabili-


dad penal de los menores. 2.1. Situación actual. 2.2. Vaivenes históricos
en los Códigos Penales. 3. La controvertida delimitación de la edad del
infractor a efectos de la responsabilidad penal. 4. Argumentos de la neu-
rociencia cognitiva. 5. Neuroimagen y menores. Una realidad en Estados
Unidos. 6. Conclusiones. 7. Bibliografía.

Resumen / Abstract: En el presente artículo reflexionaremos sobre los


avances de la neurociencia en relación al desarrollo cerebral de los ado-
lescentes, cuestionando la idoneidad de la concreta edad que nuestro
Código penal contempla para su imputabilidad y que determina el some-
timiento de estos jóvenes al sistema penal de adultos, cuando, como
veremos, puede que su desarrollo cerebral no se haya alcanzado por
completo.

In this article we will reflect on the progress of neuroscience regarding


the adolescent’s brain development, questioning the appropriateness of
the specific age that our Criminal Code provides for imputability and
which determines the subjection of these youth to adult criminal system

*
Artículo recibido el 30 de marzo de 2016 y aceptado para su publicación el 19
de octubre de 2016.
**
El presente artículo ha sido realizado gracias al programa de. Formación de
Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y
se enmarca dentro del Programa Estatal de I+D+i Orientada a los Retos de la So-
ciedad.

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MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

when, as we will see, maybe brain development has not been achieved
completely.

Palabras clave / Keywords:


Neurociencia / Responsabilidad / Delincuencia juvenil.

Neuroscience / Responsability / Juvenile delinquency.

1. Introducción

La reforma aprobada por la Ley Orgánica (en adelante, LO) 8/20061


eliminó la posibilidad de aplicación de la LO 5/20002, reguladora de la res-
ponsabilidad penal de los menores (en lo sucesivo, LORRPM), a jóvenes
entre 18 y 21 años; una limitación que, a la luz de las modernas investiga-
ciones neurocientíficas, será, como veremos, realmente cuestionable.

El derecho de los adolescentes a ser juzgados y sancionados por un


sistema especial tiene amplia consagración en los tratados internacionales
de Derechos Humanos. Desde hace siglos, los seres humanos se han
enfrentado a la necesidad de definir la edad a partir de la cual se es moral
y jurídicamente responsable de los propios actos. Ya ARISTÓTELES desta-
caba que los jóvenes podían ser geómetras y matemáticos y, en cambio,
no parecía que pudieran ser prudentes. Con esto, se desprendía que el
comportamiento del individuo durante los años previos a la adultez presen-
taba importantes diferencias respecto del comportamiento de los individuos
que habían logrado su pleno desarrollo. Y, como veremos, la neurociencia
ha hecho recientemente importantes aportes que permiten entender el
motivo de esas diferencias3.

1
Boletín Oficial del Estado (BOE), Núm. 290, de 5 de diciembre de 2006. Ley
Orgánica 8/2006 de 4 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 5/2000,
de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores. Disponible
en: https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2006-21236 [Última consulta: 12
de febrero de 2018].
2
Boletín Oficial del Estado (BOE), Núm. 11, de 13 de enero de 2000. Ley Orgá-
nica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los
menores. Disponible en: https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2000-641
[Última consulta: 12 de febrero de 2018]. Asimismo, Boletín Oficial del Estado
(BOE), Núm. 209, de 30 de agosto de 2004. Real Decreto 1774/2004, de 30 de
julio, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de
enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores. Disponible en:
https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2004-15601 [Última consulta: 12 de
febrero de 2018].
3
SLACHEVSKY, A. / SILVA, J. R. / PRENAFETA, M.L. / NOVOA, F., “La contribución
de la neurociencia a la comprensión de la conducta: El caso de la moral”, Revista
Médica de Chile, Núm. 3, Vol. 137, marzo de 2009, pp. 419-425. Disponible en:

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RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

La justificación de fijar uno de los límites de la capacidad de culpabili-


dad en la edad se explica por la constatación de que existe una etapa en la
evolución cronológica de la madurez del ser humano en la que aún no
están plenamente asentados los rasgos psicológicos ni la personalidad. A
partir de la mayoría de edad, se considera que el sujeto puede ser penal-
mente responsable dada su capacidad de actuar motivado por las normas,
salvo que se tenga, como destaca MUÑOZ CONDE4, algún defecto o altera-
ción psíquica que incida en su imputabilidad.
Debemos recordar que la categoría dogmática de la imputabilidad es
una de las más controvertidas en la Teoría Jurídica del Delito, y, sin duda,
aquella que en menor medida admite criterios exactos de determinación 5,
pudiendo ser contemplada desde una multiplicidad de posicionamientos
dogmáticos, prácticos, psiquiátricos o psicológicos.
La mera constatación de la realización de un hecho injusto tipificado
por la ley penal no basta para la exigencia de responsabilidad criminal 6,
sino que la misma requiere la afirmación de la culpabilidad del sujeto, que,
conforme destacan COBO DEL ROSAL y VIVES ANTÓN7, es el reproche perso-
nal que se dirige al autor por la realización de un hecho típicamente
antijurídico. Y, para afirmar dicha culpabilidad se requiere, entre otros re-
quisitos, que el sujeto sea imputable; esto es, la culpabilidad supone un
determinado desarrollo o madurez de la personalidad y unas determinadas
condiciones biopsíquicas que permitan al autor conocer la lesividad mate-
rial de su comportamiento y su ilicitud, así como dirigir su voluntad
conforme a dicha comprensión, recibiendo este conjunto de condiciones o
facultades mínimas el nombre de imputabilidad.
A este respecto, conviene destacar que nuestro Texto punitivo no con-
tiene un concepto expreso de imputabilidad, sino que a lo que alude es a
su falta excepcional: la incapacidad de culpabilidad o inimputabilidad. Así,
en su artículo 20 recoge tres causas de inimputabilidad; las anomalías o
alteraciones psíquicas y el trastorno mental transitorio; el estado de intoxi-
cación plena y el síndrome de abstinencia; y las alteraciones en la

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-988720090003000
15 [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
4
MUÑOZ CONDE, F., Derecho Penal y Control Social, Ed. Fundación Universitaria
de Jerez, Jerez, España, 1985.
5
MARTÍNEZ GARAY, L., La imputabilidad penal. Concepto, fundamento, naturale-
za jurídica y elementos, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2005, p. 15.
6
BACIGALUPO ZAPATER, E., Principios de Derecho Penal. Parte General, 5ª ed.,
Ed. Akal, Madrid, España, 1998, p. 298.
7
COBO DEL ROSAL, M. / VIVES ANTÓN, T. S., Derecho Penal. Parte general, 5ª ed.
corregida, aumentada y actualizada, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1999,
p. 535.

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MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

percepción, existiendo unanimidad en la doctrina sobre la consideración


también como tal de la minoría de edad, la cual está regulada en el artículo
anterior, el 19.
Como seguidamente analizaremos, los nuevos avances en neurocien-
cia nos hacen cuestionar la idoneidad del límite que contempla nuestro
Código penal (en adelante, CP)8, puesto que, aunque su fijación cumple
con la seguridad jurídica predicable de nuestro ordenamiento, la concreta
edad que figura como límite superior, 18 años, es objeto de controversia,
teniendo en cuenta cómo las investigaciones neurocientíficas ponen al
descubierto que el periodo de maduración completo del cerebro, y la su-
peración de las dificultades en el control de los impulsos, no se alcanza
hasta entrada la veintena. Sin duda, es obligación del legislador marcar un
momento a partir del cual se debe considerar a los individuos adultos, y,
por tanto, responsables penalmente, aunque las razones que justifican tal
determinación entendemos que pueden ser revisables a la luz de los ha-
llazgos que la neuroimagen pone de relieve.
Es imprescindible el estudio y análisis que estos descubrimientos po-
drían conllevar, puesto que la neurociencia puede convertirse, como
veremos en el caso de su utilización en Estados Unidos (en lo sucesivo,
EE.UU.), en un arma de doble filo. Sin duda, los futuros cambios tendrían
que tener como finalidad la tutela de los derechos del investigado y evitar
que los resultados de dichos estudios fueran utilizados en perjuicio del reo,
alcanzando, tal vez, un sistema más acorde a las especiales característi-
cas que se detectan en esta etapa del desarrollo, contribuyendo a una
respuesta más eficaz por parte del sistema jurídico.

8
De hecho, los avances en Neurociencia cognitiva están teniendo importantes
repercusiones, al margen del Derecho penal, en el Derecho civil o mercantil. No
obstante, sus implicaciones en los procesos penales son cada vez más importan-
tes, encontrando en nuestro país una creciente bibliografía al respecto. Entre otros,
consultar: PÉREZ MANZANO, M., “Fundamento y fines del Derecho penal. Una revi-
sión a la luz de las aportaciones de la neurociencia”, InDret – Revista para el
análisis del Derecho, Núm. 2, abril de 2011. Disponible en: http://www.indret.com/
pdf/818.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018]; FEIJOO SÁNCHEZ, B., “Culpabi-
lidad jurídico-penal y neurociencia”, DEMETRIO CRESPO, E. (Dir.) / MAROTO
CALATAYUD, M. (Coord.), Neurociencias y Derecho Penal, Ed. Edisofer, Madrid,
España, 2013, pp. 269-297; DEMETRIO CRESPO, E., “Compatibilismo humanista.
Una propuesta de conciliación entre Neurociencias y Derecho penal”, DEMETRIO
CRESPO, E. (Dir.) / MAROTO CALATAYUD, M. (Coord.), op. cit., pp. 17-42; CANCIO
MELIA, M., “Psicopatía y Derecho penal: algunas consideraciones introductorias”,
FERNÁNDEZ TERUELO, J. G. / GONZÁLEZ TASCÓN, M. M. / VILLA SIEIRO, S. V. (Coords.),
Estudios penales en homenaje al profesor Rodrigo Fabio Suárez Montes, Ed. Cons-
titutio Criminalis Carolina, Oviedo, España, 2013, pp. 111-126. Disponible en:
http://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/articulos/a_20130508_02.pdf [Última
consulta: 12 de febrero de 2018].

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RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

2. Regulación de la responsabilidad penal de los menores

2.1. Situación actual


Tanto en los sistemas civilistas como en aquellos de Derecho común
existe, desde principios del siglo XX, una jurisdicción específica encargada
de la responsabilidad penal de los menores de edad. Sin duda, una juris-
dicción que nació con una clara vocación protectora y diferenciadora de la
responsabilidad criminal de los adultos, aunque la misma ha acarreado
desde su nacimiento gran controversia, tanto por lo que respecta a las
garantías procesales, como por la determinación de la edad a partir de la
cual debemos dejar de considerar a alguien como menor. De hecho, aun-
que a efectos de responsabilidad penal, como veremos, nuestro CP fija la
mayoría de edad en los 18 años, ni la normativa nacional ni la internacional
ofrece un concepto único de minoría de edad 9, y ni siquiera existe un tér-
mino equitativo.
El menor es conceptuado como aquella persona que por razón de su
edad ostenta una condición que es tenida en cuenta por el Ordenamiento
Jurídico como factor determinante de la situación o posición dentro de la
comunidad y de su ámbito de poder, capacidad y responsabilidad. Así,
deviene un término eminentemente sociocultural, dependiente de las
creencias de la sociedad en relación con la protección que a determinadas
personas se debe conceder.
Como punto de inflexión en la regulación actual de la minoría de edad
encontramos la Sentencia del Tribunal Constitucional 36/1991 de 14 de
febrero, la cual declaró inconstitucional el artículo 15 de la Ley de Tribuna-
les Tutelares de Menores10, vigente hasta esa fecha, debido a la
vulneración de determinados principios fundamentales, como por ejemplo
el principio acusatorio o la presunción de inocencia entre muchos otros 11.

9
A pesar de ello, en nuestro ordenamiento sí que encontramos un reconocimien-
to unitario de los dieciocho años, tanto del Código Civil en su artículo 315, como del
Código Penal en el artículo 12, y de la LO 1/1996, de 15 de enero, de protección
jurídica del menor, de modificación del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento
Civil, en el primero.
10
Boletín Oficial del Estado (BOE), Núm. 71, de 12 de marzo de 1943. Decreto
de 11 de junio de 1948 por el que se aprueba el texto refundido de la Legislación
sobre Tribunales Tutelares de Menores. Disponible en: http://www.boe.es/datos/
pdfs/BOE/1943/071/A02298-02299.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
11
En el pasado siglo asistimos a una transformación desde la tradición tutelar,
cuyo origen se remonta a los siglos XVI-XVII y que tiene en la Ley de Tribunales
Tutelares de Menores de 1948 su manifestación más importante, hasta un modelo
de justicia que subyace en la actual Ley Orgánica 4/1992, de 5 de junio, sobre re-
forma de la Ley reguladora de la Competencia y el Procedimiento de los Juzgados
de Menores. Ver más en: COY, E. / TORRENTE, G., “Intervención con menores in-

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MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

Como consecuencia de esta sentencia se aprobó la LO 4/1992 12, pre-


cedente de la actual LORRPM. La necesidad de modificar esta normativa
penal y procesal se explicó tanto por la entrada en vigor de la Constitución
de 1978, como por las denominadas “Reglas de Beijing13”; reglas mínimas
de las Naciones Unidas para la administración de Justicia a menores, así
como las derivadas de la Convención sobre los derechos del niño14, las
directrices de Riad15y la LO 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica
del menor, de modificación del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento
Civil16. Una ley que, debido a su contenido, se puede afirmar que es una
ley penal, una ley procesal y una ley administrativa.
La actual regulación penal ha evitado la disparidad que, como veremos,
existía con el anterior CP y establece, ahora sí, la mayoría de edad en los
18 años. Y, siguiendo estas directrices, el artículo 1 de la LORRPM esta-
blece que la misma se aplica a personas mayores de 14 años y menores
de 18 años17, aunque, desafortunadamente, tras la reforma efectuada en el

fractores: Su evolución en España, Anales de Psicología, Núm. 1, Vol. 13, 1997, pp.
39-49. Disponible en: http://www.um.es/analesps/v13/v13_1/04-13-1.pdf [Última
consulta: 12 de febrero de 2018].
12
Boletín Oficial del Estado (BOE), Núm. 140, de 11 de junio de 1992. Ley Or-
gánica 4/1992, de 5 de junio, sobre reforma de la Ley reguladora de la Competencia
y el Procedimiento de los Juzgados de Menores. Disponible en: https://www.boe.es/
buscar/doc.php?id=BOE-A-1992-13444 [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
13
Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la justicia
de menores (“Reglas de Beijing”). Adoptadas por la Asamblea General en su reso-
lución 40/33, de 28 de noviembre de 1985. Disponible en: http://www.un.org/es/
comun/docs/?symbol=A/RES/40/33&Lang=S [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
14
Boletín Oficial del Estado (BOE), Núm. 313, de 31 de diciembre de 1990. Ins-
trumento de Ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada
por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989.
Disponible en: https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-1990-31312 [Últi-
ma consulta: 12 de febrero de 2018].
15
Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juve-
nil (directrices de Riad). Adoptadas y proclamadas por la Asamblea General en su
resolución 45/112, de 14 de diciembre de 1990. Disponible en:
http://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/PreventionOfJuvenileDelinquen
cy.aspx [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
16
Boletín Oficial del Estado (BOE), Núm. 15, de 17 de enero de 1996. Ley Orgá-
nica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor, de modificación del
Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Disponible en:
https://www.boe.es/boe/dias/1996/01/17/pdfs/A01225-01238.pdf y https://www.boe.es/
buscar/pdf/1996/BOE-A-1996-1069-consolidado.pdf [Última consulta: 12 de febrero
de 2018].
17
Por debajo del límite inferior el menor queda exento no solo de la responsabi-
lidad penal respecto al Derecho Penal de adultos, sino también de la imposibilidad
de que se le exija responsabilidad con arreglo a la legislación de menores.

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RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

año 2006, la misma ya no podrá ser aplicada a los jóvenes entre los 18 y
21 años; intervalo que, como veremos, empieza a ser validado por la neu-
rociencia cognitiva.
Es interesante como en Portugal manejan un intervalo de 16-21 años,
cuyo límite superior será más acorde, como veremos, con estos estudios.
A pesar de ello, en derecho comparado lo cierto es que la mayoría de paí-
ses regulan límites superiores iguales o incluso más bajos a los de nuestro
país. De hecho, Alemania e Italia cuentan con la misma franja que la que
nuestro CP acoge, mientras que en Francia el límite inferior desciende un
año. Interesante es también el caso de Inglaterra, con un amplio margen
que comprende entre los 10 y 17 años, aunque con un peculiar sistema
para los de menos edad según la Ley de Justicia Juvenil de 1999. Final-
mente, como veremos, en EE.UU. la responsabilidad penal de los menores
variará según los Estados, y, aunque como regla general se aplica a partir
de los 15 años, existen peculiaridades para los casos de delitos violentos,
como seguidamente podremos comprobar, donde a un menor de esta
edad se le podrá juzgar por el sistema penal de adultos.

2.2. Vaivenes históricos en los Códigos Penales


Nuestro CP no siempre ha considerado menores de edad a aquellos
englobados dentro del actual intervalo. De hecho, el CP de 1995 instauró
por primera vez en nuestro país estos límites.
En el CP de 1822 la mayoría de edad se regulaba en el artículo 23, te-
niendo como límite inferior una edad bastante más baja que la actual, 7
años. Por otra parte, el límite superior se situaba en 17 años. El CP de
1848 incrementó en dos años el límite inferior y, en contra, la mayoría de
edad la situó dos años por debajo, a los 15 años.
El siguiente CP, el de 1870, mantuvo inalterados los límites de edad es-
tablecidos en el CP de 1848; límites que cambiarán con el CP de 1928, el
cual, en su artículo 56, declaró la irresponsabilidad del menor de16 años,
siendo todos aquellos menores sometidos a la jurisdicción especial del
competente Tribunal Tutelar para niños. También apostó por esta edad el
CP republicano de 1932, el cual en su artículo 8.2 declaró exento de res-
ponsabilidad criminal a los menores de 16 años, contemplando también, al
igual que su predecesor, la atenuante cuando el culpable tenía entre 16
y18 años.
Finalmente, el CP franquista de 1944 mantuvo las líneas básicas del
CP anterior, con algunos cuestionados incisos. En su artículo 8.2 recogió
la minoría de edad también en los 16 años y se mantuvo la preceptiva
entrega a la jurisdicción especial de los Tribunales Tutelares de Menores
del menor de dicha edad que ejecutare un hecho castigado por la ley, con-

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MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

servando también la atenuante de ser el culpable menor de 18 años, pero


mayor de 16 años. Pero, como novedad, se incorporó un inciso con los
siguientes términos: “en los casos en los que excepcionalmente la jurisdic-
ción tutelar declinare su competencia respecto a un mayor de 16 años por
entender que por el tiempo transcurrido desde la ejecución del hecho reali-
zado antes de cumplir la edad, o por razón de las circunstancias del
menor, no ha de ser conveniente la adopción de medida que pudiera apli-
carle, confiará al menor a la autoridad gubernativa para que ésta adopte
las medidas de seguridad que la legislación autorice”. Declinatoria que
desapareció con la aprobación de la LO de la reforma urgente y parcial del
Código Penal de 25 de junio de 198318, dada su incompatibilidad con los
Principios constitucionales de la Constitución de 1978.

3. La controvertida delimitación de la edad del infractor a efectos de


la responsabilidad penal
El artículo 19 del CP español regula la minoría de edad como causa
eximente de responsabilidad criminal enunciando expresamente que: “Los
menores de dieciocho años no serán responsables criminalmente con
arreglo a este Código. Cuando un menor de dicha edad cometa un hecho
delictivo podrá ser responsable con arreglo a lo dispuesto en la Ley que
regule la responsabilidad penal del menor”.
De acuerdo con esta excepción a la aplicación de la responsabilidad
penal, los menores de 18 años que cometan un ilícito penal contemplado
en el CP y en las leyes penales especiales se regirán por la normativa
específica aprobada para ellos, que, actualmente, es la citada LORRPM.
El límite inferior y superior lo determina el artículo 1 de la LORRPM,
declarando que la misma se aplicará para exigir la responsabilidad de “las
personas mayores de catorce años y menores de dieciocho por la comi-
sión de hechos tipificados como delitos o faltas en el Código Penal o las
leyes penales especiales”.
Además, como destacábamos en nuestra introducción, hasta el año
2006 se podía aplicar dicha ley a los mayores de dieciocho años y meno-
res de veintiuno; previsión que figura en el artículo 69 del CP19, pudiendo

18
Boletín Oficial del Estado (BOE), Núm. 152, de 27 de junio de 1983. Ley Or-
gánica 8/1983, de 25 de junio, de Reforma Urgente y Parcial del Código Penal.
Disponible en: https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1983-17890 [Última
consulta: 12 de febrero de 2018].
19
Artículo 69 del CP: “Al mayor de dieciocho años y menor de veintiuno que co-
meta un hecho delictivo, podrán aplicársele las disposiciones de la ley que regule la
responsabilidad penal del menor en los casos y con los requisitos que ésta dispon-
ga”.

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RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

ser acordada por el Juez atendiendo a las circunstancias personales y al


grado de madurez del autor, y a la naturaleza y gravedad de los hechos.
Según lo previsto en el artículo 69 del CP, al mayor de 18 años y menor
de 21 que cometiera un hecho delictivo se le podría aplicar la LORRPM.
Sin embargo, el CP no aclara en qué casos y con qué requisitos, sino que
se remite expresamente a lo dispuesto en la LORRPM. Fue, realmente la
LORRPM la que fijó ese régimen especial para los mayores de 18 y meno-
res de 21, disponiendo en su artículo 1.2, que “también se aplicará lo
dispuesto en esta Ley para los menores a las personas mayores de dieci-
ocho años y menores de veintiuno, en los términos establecidos en el
artículo 4 de la misma”; previsiones que, en la actualidad, como comentá-
bamos, han sido derogadas.
Tal vez la falta de dificultad de concreción de aquello que se valoraba
en estos jóvenes provocó su reforma. Debemos recordar que la Exposición
de Motivos de la LORRPM explica los límites de edad en base a dos fun-
damentos: En primer lugar, asentando firmemente el principio de que la
responsabilidad penal de los menores presenta, frente a la de los adultos,
un carácter primordial de intervención educativa que trasciende a todos los
aspectos de su regulación jurídica y que supone considerables diferencias
entre el objetivo y el procedimiento de las sanciones en uno y otro sector,
sin perjuicio de las garantías comunes a todo proceso. Por tanto, la deter-
minación de la edad es un asunto crucial, dado que va a jugar un papel
decisivo.
En segundo término, la edad límite de dieciocho años establecida por el
CP para referirse a la responsabilidad penal de los menores precisa de
otro límite mínimo a partir del cual comience la posibilidad de exigir esa
responsabilidad y que se ha concretado en los catorce años, con base en
la convicción de que los niños menores de dicha edad carecen de suficien-
te madurez como para ser plenamente conscientes de la trascendencia de
sus actos y que las infracciones cometidas por los menores de esta edad
son en general irrelevantes y que, en los escasos supuestos en que aqué-
llas pueden producir alarma social, son suficientes para darles una
respuesta igualmente adecuada los ámbitos familiar y asistencial civil, sin
necesidad de la intervención del aparato judicial sancionador del Estado.
Debemos poner de relieve que el legislador ha establecido un criterio
objetivo-biológico que delimita la utilización de un sistema punitivo u otro,
en lugar de declinarse por razones de carácter psicológico que determinen
el verdadero límite de la percepción de la realidad en función de la madu-
rez del individuo y, en consecuencia, de la verdadera trascendencia de sus
actos.

Como veremos, múltiples estudios ponen de relieve que los delincuen-


tes juveniles tienen más dificultades para ponerse en el lugar de los otros y

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MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

anticipar las consecuencias de sus actos. Por ello, si contáramos con ins-
trumentos infalibles que pudieran detectar qué persona ha alcanzado la
suficiente madurez en su capacidad racional, ampliamente considerada y
no limitando la misma al coeficiente intelectual, presuponiendo la respon-
sabilidad absoluta de sus actos, probablemente constituiría la forma más
justa de aplicar un Derecho Penal u otro. Pero, dado que esta infalibilidad
no existe, parece evidente que, al amparo del principio de la seguridad
jurídica, se haya optado por el criterio más objetivo y generalizado, ade-
más de coherente con la realidad jurídica social de los derechos y deberes
jurídicos de los menores de edad en el ordenamiento jurídico español (ar-
tículo 12 de la Constitución).
A pesar de ello, teniendo en cuenta los objetivos y principios de la LO-
RRPM, conviene cuestionar si, una vez que las investigaciones
neurocientíficas sobre el desarrollo cerebral a lo largo de la infancia y la
adolescencia hayan alcanzado determinado consenso, como está empe-
zando a ocurrir, se deberían revisar los límites fijados de forma arbitraria
por nuestros legisladores, adecuándolos a la nueva realidad. Aunque la
madurez comienza cuando termina la adolescencia, se admite que existiría
un período entre los 18 y los 25 años en el que seguiría el crecimiento,
como ponen de relieve los estudios neuroanatómicos y de evolución moral
que seguidamente comentaremos, no alcanzando de todos modos tal
desarrollo, al menos, hasta los 21 años.

4. Argumentos de la neurociencia cognitiva


Gracias a la aparición de la neuroimagen, los neurocientíficos han con-
seguido observar los concretos cambios físicos que tienen lugar en el
cerebro durante la adolescencia y el comienzo de la edad adulta. De he-
cho, en la actualidad están en marcha algunas importantes investigaciones
relativas al cerebro humano durante el período de la adolescencia.
GIEDD20 apunta que durante la pubertad existe una segunda oleada en la
producción de conexiones y células nerviosas; brote neurológico seguido
más tarde en la adolescencia por una poda sináptica que ayudará a forta-
lecer tales conexiones. Utilizando la neuroimagen se demostró que existe
una reorganización cerebral inmensa entre los 12 y los 25 años de edad.
También en este periodo se observa un proceso de maduración que expli-
caría las actitudes de riesgo e impulsividad que presenta el ser humano
durante la etapa de la adolescencia. Esto colisiona con la creencia, am-
pliamente extendida, de que el cerebro humano establecía todas sus

20
GRIEDD, J. N, “Structural magnetic resonance imaging of the adolescent brain”,
Annals of the New York Academy of Science, Vol. 1021, June 2004, pp. 77-85.
Disponible en: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1196/annals.1308.009/epdf [Úl-
tima consulta: 12 de febrero de 2018].

208 Rev Der Gen H 47/2017


RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

conexiones durante el periodo perinatal y los primeros años de infancia,


poniéndose de relieve que durante la adolescencia se extiende un proceso
de maduración neurológica, que implica nuevas células nerviosas, nuevas
conexiones sinápticas y una reorganización neurológica.
En relación al proceso de toma de decisiones, como veremos, las dife-
rencias existentes entre los jóvenes y los adultos derivarán, más que de la
imposibilidad de realizar un razonamiento de coste-beneficio, de la forma
en que realizan dicho razonamiento y cómo sopesan los riesgos y las ga-
nancias, con gran protagonismo de las ganancias a corto plazo.
Conforme ponen de relieve los últimos estudios, durante la adolescen-
cia el cerebro no se encuentra completamente desarrollado, siendo una de
las últimas áreas en madurar de forma completa el lóbulo frontal, espe-
cialmente el córtex prefrontal (CPF)21, una de las regiones claves en la
regulación de actividades como la toma de decisiones, la planificación, o el
control de los impulsos, alcanzando su plena maduración alrededor de los
25 años22. De hecho, en un estudio prospectivo con la utilización de imá-
genes de resonancia nuclear magnética cerebral cada 2 años a niños entre
los 4 y 21 años durante 10 años, se mostró que las regiones dorsolateral y
orbitofrontal del CPF presentaban cambios significativos entre los 12 y los
30 años de edad, alcanzando el volumen del cerebro del adulto tras los 21
años23. Por ello, cada vez más estudios explican las diferencias conductua-
les de los jóvenes con los adultos en situaciones de riesgo en base a las
limitaciones que tienen éstos para anticipar las consecuencias de sus ac-
ciones24. También se encuentra en desarrollo el sistema límbico25,

21
Especial protagonismo le confiere DAMASIO al lóbulo frontal, destacando, entre
otros aspectos, su capacidad para controlar impulsos o el sentido de la responsabi-
lidad hacia uno mismo y los demás. DAMASIO, A. R., El Error de Descartes, Ed.
Destino, Barcelona, España, 2011.
22
SLACHEVSKY, A. / PÉREZ, C. / SILVA, J. / ORELLANA, G. / PRENAFETA, M. L. /
ALEGRIA, P. / PEÑA, M., “Cortex prefrontal y trastornos del comportamiento: Modelos
explicativos y métodos de evaluación”, Revista Chilena de Neuro-Psiquiatría, Núm.
2, Vol. 43, junio 2005, pp. 109-121. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/
pdf/rchnp/v43n2/art04.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
23
GRIEDD, J. N., “Structural magnetic resonance imaging of the adolescent
brain”, op. cit.; GOGTAY, N. / GIEDD, J. N. / LUSK, L. / HAYASHI, K. M. / GREENSTEIN,
D. / VAITUZIS, A. C. / NUGENT, T. F. / HERMAN, D. H. / CLASEN, L. S. / TOGA, A. W. /
RAPOPORT, J. L. / THOMPSON, P. M., “Dynamic mapping of human cortical develop-
ment during childhood through early adulthood”, Proceedings of the National
Academy of Sciences of the United States of America, No. 21, Vol. 101. May 2004,
pp. 8174-8179. Disponible en: http://www.pnas.org/content/pnas/101/21/8174.full.pdf
[Última consulta: 12 de febrero de 2018].
24
BECKMAN, M., “Neuroscience. Crime, culpability, and the adolescent brain”,
Science, Vol. 305, July 2004, pp. 596-599. Disponible en: http://science.sciencemag.
org/content/305/5684/596.full [Última consulta: 12 de febrero de 2018]; VINCENT, M.

Rev Der Gen H 47/2017 209


MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

responsable del procesamiento y el control de las emociones e impulsos,


por lo que los adolescentes experimentan mayores cambios de humor y
adoptan comportamientos más impulsivos que los adultos.
Por último, no podemos olvidar en este entramado la neuroquímica,
puesto que, sin considerar las sustancias químicas presentes en estas
concretas áreas, nuestros resultados serán incompletos. Entre estas sus-
tancias tiene un papel importantísimo la dopamina26. Esta sustancia,
producida por el cerebro para conectar las acciones con sensaciones de
placer, fluctúa durante la adolescencia, hecho que conlleva que activida-
des que antes resultaban emocionantes dejen de serlo, buscando por ello
los jóvenes nuevas actividades con un comportamiento cada vez más ries-
goso. También en la adolescencia la materia gris del cerebro comienza a
diluirse a medida que las sinapsis sufren un proceso de poda. Esto conlle-
va que, a la hora de adoptar una conducta con un determinado riesgo, los
adolescentes no utilizan en la misma medida que los adultos las áreas del
cerebro responsables de la reflexión, la toma de decisiones y la recompen-
sa, llevándoles a exagerar los beneficios de una acción sin evaluar
completamente los riesgos inherentes o las consecuencias a largo plazo.
Aunque lo cierto es que la capacidad intelectual de los adolescentes
puede estar tan desarrollada como la de un adulto y ser capaces de tomar
decisiones razonadas, cuando un adolescente se encuentra en un contex-
to con posible presión de sus pares, donde se le apremia para tomar una
decisión rápida, existe la posibilidad de asumir un comportamiento riesgo-
so con un nivel desmesurado de emocionalidad.
En la actualidad, los métodos de la neurociencia en este concreto ámbi-
to, a diferencia de lo que ocurre con otros usos, tienen una base
verdaderamente sólida, por lo que, desde el punto de vista de su posible
utilización como prueba en el proceso, se cumpliría con la validez científica

/ KRONENBERGER, W. / WANG, Y. / LURITO, J. / LOWE, M. / DUNN, D. W., “Media


Violence Exposure and Frontal Lobe Activation Measured by Functional Magnetic
Resonance Imaging in Aggressive and Non aggressive Adolescents”, Journal of
Computer Assisted Tomography (JCAT), No. 3, Vol. 29, May-June 2005, pp. 287-
292. Disponible en: http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?doi=10.1.1.420.
4667&rep=rep1&type=pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
25
BLAKEMORE, S. J. / ROBBINS, T. W., “Decision-making in the adolescent brain”,
Nature Neuroscience, No. 9, Vol. 15, September 2012, pp. 1184-1191. Disponible
en: https://www.nature.com/articles/nn.3177 [Última consulta: 12 de febrero de
2018].
26
CASEY, B. J. / GETZ, S. / GALVAN, A., “The Adolescent Brain”, Developmental
Review, No. 1, Vol. 28, March 2008, pp. 62-77. Disponible en: https://www.science
direct.com/science/article/pii/S0273229707000494?via%3Dihub [Última consulta: 12
de febrero de 2018].

210 Rev Der Gen H 47/2017


RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

requerida, teniendo en cuenta, además, que encontramos estudios longi-


tudinales con gran validez27.

5. Neuroimagen y menores. Una realidad en Estados Unidos

EE.UU. es, en la actualidad, uno de los países pioneros en la introduc-


ción de técnicas de neuroimagen en el proceso judicial, y, dada la
peculiaridad de su sistema de justicia juvenil, las pruebas neurocientíficas
están adquiriendo especial protagonismo en la fase de sentencia de aque-
llos delitos perpetrados por jóvenes en los que se prevé la pena capital o la
cadena perpetua. Aunque la prueba neurocientífica ha sido ya introducida
en todas las fases del proceso penal estadounidense, destaca especial-
mente en la fase de sentencia, debido a que las reglas de prueba no son
tan estrictas como en la fase de culpabilidad, especialmente en los Esta-
dos que aun contemplan la pena de muerte. En estos Estados se admite
cualquier circunstancia, incluidas las sociales, que pueda permitir a los
investigados evitar la pena capital. De todos modos, las reglas de admisión
de dichas situaciones diferirán en cada Estado.
Lo cierto es que en Norteamérica la neurociencia está empezando a
ser tenida en cuenta en la política de justicia juvenil. A pesar de ello, la
teoría del doble soberano que encontramos en un país federal provoca
que, mientras en Estados como California se proponen leyes en conso-
nancia con las modernas investigaciones para reducir la dureza de las
sanciones en el caso de jóvenes infractores, en otros como Kansas o Ne-
braska las mismas son utilizadas para el fin contrario. Y, en todo caso,
como anteriormente comentábamos, la minoría de edad diferirá también
según el concreto Estado. Con independencia de lo dicho, lo cierto es que
cada vez son más las repercusiones que la ciencia del cerebro está te-
niendo para evitar la condena a muerte de menores de edad. De hecho,
encontramos autores como SHUST, que promueven la ampliación de la
posibilidad de mitigación hasta los 25 años a la luz de los nuevos conoci-
mientos neurocientíficos, elaborando además la Red Nacional de Justicia
de Menores una guía completa para los abogados interesados en utilizar
técnicas de neuroimagen28.

27
MERCURIO, E. N. / LÓPEZ, F. C., “CEREBRO Y ADOLESCENCIA Implicancias
jurídico penales”, Revista Pensamiento Penal. Conferencia pronunciada por el Dr.
Ezequiel N. Mercurio en la sesión pública extraordinaria de la Academia Nacional
de Ciencias de Buenos Aires el 13 de octubre de 2009, acto organizado por el Cen-
tro Interdisciplinario de Investigaciones Forenses, septiembre 2009, Vol. 103, pp.
13-54. Disponible en: http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2017/02/
doctrina44831.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
28
MORSE, S. J., “Brain Overclaim Redux”, Law and Inequality: A journal of Theo-
ry and Practice, No. 2, Vol. 31, 2013, p. 509. Disponible en: https://scholarship.
law.umn.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1178&context=lawineq [Última consulta: 12

Rev Der Gen H 47/2017 211


MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

En el filo de la primera mitad de la década del siglo XXI encontramos, el


caso de ROPER v. SIMMONS29, uno de los primeros casos en los que la Cor-
te Suprema consideró la evidencia neurocientífica en la toma de decisión
acerca de la relación entre la madurez del investigado y la culpabilidad.
Este caso, que se configura como la pieza inicial de un nuevo entendimien-
to de la delincuencia juvenil, estableció el precedente de que se debían

de febrero de 2018]; NATIONAL JUVENILE JUSTICE NETWORK, “Using Adolescent


Brain Research to Inform Policy: A Guide for Juvenile Justice Advocates”, Septem-
ber 2012. Disponible en: http://www.njjn.org/uploads/digital-library/Brain-
Development-Policy-Paper_Updated_FINAL-9-27-12.pdf [Última consulta: 12 de
febrero de 2018]; SOLER, M. / SHOENBERG, D. / SCHINDLER, M., “Juvenile Justice:
Lessons for a New Era”, Georgetown Journal on Poverty Law & Policy, Vol. 16,
2009, pp. 483-495. Disponible en: http://www.flintridge.org/newsresources/docu
ments/JuvenileJustice-LessonsforaNewEra-2009.pdf [Última consulta: 12 de febrero
de 2018]; FEDERLE, K. H. / SKENDELAS, P., “Thinking Like a Child: Legal Implications
of Recent Developments in Brain Research for Juvenile Offenders”, Law, Mind and
Brain, 2009, p.199; ARONSON, J., “Brain Imaging, Culpability and the Juvenile Death
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GRUBER, S. A. / YURGELUN-TODD, D. A., “Neurobiology and the Law: A Role in Ju-
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PDF-03-29-06.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018]; MARONEY, T. A., “Ado-
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mise of Adolescent Brain Science in Juvenile Justice”, Notre Dame Law Review,
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Paradigm: Revisiting Capacity, Vulnerability and the Rights Claims of Adolescents
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Vol. 20, 2011, p. 19. Disponible en: https://brooklynworks.brooklaw.edu/cgi/view
content.cgi?referer=https://www.google.es/&httpsredir=1&article=1087&context=jlp
[Última consulta: 12 de febrero de 2018]; SHUST, K. B., “Extending Sentencing Miti-
gation for Deserving Young Adults”, Journal of Criminal Law & Criminology, Vol.
104, Fall 2014, pp. 667-704. Disponible en: https://scholarlycommons.law.north
western.edu/cgi/viewcontent.cgi?referer=https://www.google.es/&httpsredir=1&arti
cle=7487&context=jclc [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
29
Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América. Caso ROPER v. SIM-
MONS, 543 U.S. 551, 578 (2005). BAIRD, A. A. / BARROW , C. L. / RICHARD, M. K.,
“Juvenile Neurolaw: When It's Good It Is Very Good Indeed, and When It's Bad It's
Horrid”, op. cit.

212 Rev Der Gen H 47/2017


RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

considerar los estudios neurocientíficos cuando se discutía la imposición


de la pena de muerte a menores de edad.
Christopher SIMMONS se enfrentó a la pena de muerte por el asesinato
de Shirley COOK cuando contaba tan solo con 17 años. El Tribunal sostuvo
que la ejecución de delincuentes adolescentes violaba la octava y cator-
ceava Enmienda al considerar que los adolescentes tenían, entre otras
consideraciones, más dificultades para controlar sus impulsos. Esto es,
entendió que la etapa de desarrollo que la adolescencia implicaba mitigaba
la responsabilidad de los menores de edad, yendo su ejecución en contra
de los estándares en desarrollo de la decencia que marcan el progreso de
una sociedad madura. Pero, respecto a lo que a nosotros nos interesa,
esta decisión de inconstitucionalidad de la Corte Suprema fue influenciada
por los aportes de la neurociencia, dado que, al emitir su veredicto, se
refirió a los argumentos aportados por diferentes organizaciones (entre
otras la American Psychological Association (APA), o la American Medical
Association (AMA), que pusieron de relieve que el cerebro adolescente
aún no había finalizado su desarrollo, como la neurociencia cognitiva des-
tacaba, por lo que debían tener una responsabilidad disminuida.
Años después, el caso de GRAHAM contra Florida30 siguió las incipientes
directrices del caso ROPER y citó, ahora sí explícitamente, el desarrollo de
la investigación sobre el cerebro. Este hecho nos evidencia cómo este
primer caso del año 2005 tuvo un gran impacto para la formación del neu-
roderecho, planteando dónde trazar la línea a partir de la cual se podían
tener en consideración las pruebas neurocientíficas para las defensas31.
En esta decisión de la Corte Suprema afirmó que los delincuentes ju-
veniles no podían ser condenados a cadena perpetua sin libertad
condicional por delitos que no fueran de homicidio, extendiendo el argu-

30
Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América, Caso GRAHAM v. FLORI-
DA, 08-7412. Disponible en: https://www.supremecourt.gov/opinions/09pdf/08-
7412.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
31
De todos modos, algunos autores destacan que desde mediados de la década
de los ochenta estaría abierta la puerta para la introducción de pruebas neurocienti-
ficas, teniendo en cuenta que desde el caso AKEV contra OKLAHOMAN, la Corte
Suprema de Estados Unidos sostuvo la necesariedad de testimonio psiquiatrico
cuando se alegaba demencia. Y, teniendo en cuenta que la neuroimagen está in-
cluida en el ambito del testimonio psiquiatrico, las mismas pueden ser aportadas.
YEON CHOE, S., “Misdiagnosing the Impact of Neuroimages in the Courtroom”,
UCLA Law Review, Vol. 61, 2014, pp. 1504-1505. Disponible en: https://www.
uclalawreview.org/pdf/61-5-8.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018]; PATEL, P.
/ MELTZER, C. C. / MAYBERG, H. S. / Levine, K., “The Role of Imaging in United
States Courtrooms”, Neuroimaging Clinics of North America, Vol. 17, November
2007, p. 558. Disponible en: http://www.neuroimaging.theclinics.com/article/S1052-
5149(07)00058-5/pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018].

Rev Der Gen H 47/2017 213


MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

mento del caso ROPER contra SIMMONS. Remontándonos a los hechos,


conviene destacar que el acusado, menor de edad en el momento de los
mismos, intentó robar en un restaurante junto con dos cómplices, siendo
arrestado y acusado como adulto por robo a mano armada, asalto y agre-
sión. Seis meses más tarde fue detenido nuevamente por robo y
allanamiento de morada, y en el año 2006 fue condenado a una pena de
prisión perpetua. Este caso llegó a la Corte Suprema, la cual, según opi-
nión mayoritaria, entendió que la Constitución prohibía la imposición de
este tipo de penas a un delincuente juvenil en delitos que no atentaban
contra la vida, invirtiendo la sentencia del Tribunal de 1ª instancia de Flori-
da.
Lo cierto es que las pruebas de neuroimagen están siendo especial-
mente admitidas en la fase de sentencia en casos de pena capital de
menores de edad. Aunque las conclusiones de los estudios son controver-
tidas, parece que las evidencias de un desarrollo incompleto en los
adolescentes deberían ser tomadas en consideración, puesto que, de to-
dos modos, concuerdan con la clásica psicología popular. En todo caso,
esta evidencia solo tendría una limitada e indirecta relevancia para la eva-
luación de la responsabilidad, que, evidentemente, se basa en criterios de
comportamiento32.
Estos ejemplos ponen de manifiesto que la evidencia neurocientífica ya
ha llegado a la sala de los tribunales norteamericanos, y, como hemos
visto, a una de las jurisdicciones más importantes; la penal 33.

6. Conclusiones

Como los estudios neurocientíficos ponen de relieve, la capacidad para


tomar decisiones por parte de los adolescentes se encuentra disminuida
por la falta de madurez y desarrollo emocional y cerebral, especialmente

32
MORSE, S. J., “Neuroimaging Evidence in Law: A Plea for Modesty and Rele-
vance”, SIMPSON, J. R. (Ed.) / GREELY, H., Neuroimaging in Forensic Psychiatry:
From the Clinic to the Courtroom, Wiley-Blackwell Ed., New Jersey, United States of
America, 2012, pp. 350 and ff.; AMERICAN MEDICAL ASSOCIATION, “Brief for Amici
Curiae Association of American Medical Colleges et al. In support of respondents”,
2005. Disponible en: http://www.scotusblog.com/wp-content/uploads/2016/08/11-
345-respondent-amicus-AAMC.pdf [Última consulta: 12 de febrero de 2018]; Tribu-
nal Supremo de los Estados Unidos de América, Caso THOMPSON v. OKLAHOMA,
487 U.S. 815., 1988. Disponible en: https://supreme.justia.com/cases/federal/
us/487/815/case.html [Última consulta: 12 de febrero de 2018].
33
FARAHANY, N. A., “An empirical study of brains and genes in U.S. Criminal
Law”, Vanderbilt University Law School, 2011, pp. 485 and ff. Nita FARAHANY se
hace eco de la rápida tasa de crecimiento, con el doble de denuncias en los que es
alegada una evidencia neurocientífica en 2009 en Estados Unidos.

214 Rev Der Gen H 47/2017


RESPONSABILIDAD DE LOS DELINCUENTES JUVENILES A LA LUZ DE LA NEUROCIENCIA

de las zonas frontales del cerebro. Estas zonas, relacionadas con el auto-
control, la impulsividad, la ponderación de riesgos y la regulación
emocional, son las últimas en desarrollarse y no culminarían su proceso de
maduración, especialmente la corteza prefrontal, hasta, al menos, la déca-
da de la veintena.
Ante estos descubrimientos, la legislación, como producto social, no
podría permanecer al margen, dado que las investigaciones en neurocien-
cia cognitiva tienen una clara incidencia en el comportamiento humano que
el Derecho pretende regular y, como hemos visto, en EE.UU. están empe-
zando a colarse estos conocimientos en la sala del tribunal. Más que
rechazar de entrada cualquier nuevo conocimiento, entendemos que lo
más idóneo es su estudio y valoración, evitando así las extralimitaciones
que pueden producirse debido al desconocimiento de gran parte de los
actores judiciales de estos campos.
En base a estas diferencias, autores como SHUST o MOLINA GALICIA34
plantean la ampliación de la posibilidad de un tratamiento diferenciado de
estos jóvenes. En este sentido, este último autor entiende que existe cierto
consenso en que, al menos, hasta los 21 años el cerebro no terminaría de
desarrollarse, por lo que sería adecuado este límite superior para la deter-
minación de la mayoría de edad y el sometimiento al sistema penal de
adultos.
Sería factible valernos de los avances en el campo neurocientífico para
perfeccionar el sistema legal vigente de la minoría de edad, especialmente
respecto a la edad en la que consideramos al investigado mayor de edad,
siempre con respeto a los derechos y garantías de los investigados 35. De
hecho, el Comité de Derechos del Niño de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) se ha mostrado conforme con esta posibilidad de ampliación

34
MOLINA GALICIA, R., “Neurociencia, Neuroética, Derecho y proceso”, NIEVA FE-
NOLL, J. / TARUFFO, M. (Dirs.), Neurociencia y proceso, Ed. Marcial Pons, Madrid,
España, 2013, p. 62.
35
Respecto a las visicitudes de la prueba judicial en nuestro país, consultar entre
muchos otros: LLUCH, X. A. / PICÓ I JUNOY, J. / RICHARD GONZÁLEZ, M., “La prueba
judicial: desafíos en las jurisdicciones civil, penal, laboral y contencioso-
administrativa”, La Ley,-Wolters Kluwer, 2011; ALVARADO VELLOSO, A., La prueba
judicial: (reflexiones críticas sobre la confirmación procesal), Ed. Tirant lo Blanch,
Valencia, España, 2006; BALLESTERO PASCUAL, J. A., Psicología del testimonio y
prueba pericial, Consejo General del Poder Judicial – Centro de Documentación
Judicial (CENDOJ), Madrid, España, 2006; AGUILAR LÓPEZ, M. A., La prueba en el
proceso penal acusatorio, Ed. Bosch-Wolters Kluwer, L´Hospitalet de Llobregat
(Barcelona), España, 2014; GÓMEZ COLOMER, J. L. (Coord.), Prueba y proceso
penal: análisis especial de la prueba prohibida en el sistema español y en el dere-
cho comparado, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2008.

Rev Der Gen H 47/2017 215


MARÍA SÁNCHEZ VILANOVA

de la justicia de menores hasta los 21 años de edad 36, por lo que parece
que no encontraríamos más inconvenientes que el hecho de llegar a un
acuerdo legislativo en fijar un nuevo límite en la determinación del límite
superior de la responsabilidad penal, o valorar la posibilidad de reintroducir
el régimen previsto antes de la reforma del año 2006, que posibilitaba la
aplicación de la LORRPM a los jóvenes entre 18 y 21 años.

7. Bibliografía
AGUILAR LÓPEZ, M. A., La prueba en el proceso penal acusatorio, Ed. Bosch-
Wolters Kluwer, L´Hospitalet de Llobregat (Barcelona), España, 2014.
ALVARADO VELLOSO, A., La prueba judicial: (reflexiones críticas sobre la confirma-
ción procesal), Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2006.
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Medical Colleges et al. In support of respondents”, 2005.
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BACIGALUPO ZAPATER, E., Principios de Derecho Penal. Parte General, 5ª ed., Ed.
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Vol. 305, July 2004.
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ture Neuroscience, No. 9, Vol. 15, September 2012.
BIRCKHEAD, T. R., “Symposium: Juvenile Justice Reform 2.0, Journal of Law and
Policy, Vol. 20, 2011.

36
“Por lo tanto, el Comité recomienda a los Estados Partes que limitan la aplica-
bilidad de las normas de la justicia de menores a los niños menores de 16 años, o
que permiten, a título de excepción, que los niños de 16 ó 17 años sean tratados
como delincuentes adultos, que modifiquen sus leyes con miras a lograr la plena
aplicación, sin discriminación alguna, de sus normas de justicia de menores a todas
las personas menores de 18 años. El Comité observa con reconocimiento que al-
gunos Estados Partes permiten la aplicación de las normas y los reglamentos de la
justicia de menores a personas que tienen 18 años o más, por lo general hasta los
21 años, bien sea como norma general o como excepción”. Comité de los Derechos
del Niño de las Naciones Unidas, Observación General Nº 10, Párrafo Núm. 38,
2007. Disponible en:
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