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POR

D. ADOLFO RIVADENEYRA,

.'" Socio correspondiente de la Academia de la Historia,


Cónsul de Езрайа.

T O M O 1.

MADRID,
IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE ARIBAÜ Y 0.*
(6TT0BS0BEB DE ZtlTADENEYBA),
callo del Dnque de Osuna , núm* 3.

, 1880.

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VIAJE

AL

I N T E R I O R DE P E R S I A .
VIAJE

AL

INTERIOR DE PERSIA,

ron

D. ADOLFO FÍIVADENEYRA,

Socio correspondiente de la Academia de la Historia


Cónsul de España.

-9

T O M O 1.

MADRID,
IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE ABIBAU Y C. =

(SUCESORES DE IUVADENEYHA),
culle del Duque ile Osuna , núm. 3,

1880.
Esta obra, es propiedad del Autor, el cual se re-
serva el derecho de su reimpresión y traducción.
A LA SEÑORA

Boña Jíieucs Sancii^ be íuvabcnegra.

MADRE MÍA : este libro, lleno de recuerdos, es la ofrenda


que te prometí al marchar k Persia, pero ¡ay de mí! llega
tardo; lo consagra ú tu memoria, con la cual vive más que
con el resto del mundo, tu

ADOLFO.
AL L E C T O R .

La carrera consular ofrece á la actividad del


hombre campo tan inagotable de observaciones, y
ocasión para estudios tan variados y útiles, que
siempre aplaudiré el haber ingresado en ella. N o se
limita la misión de un Cónsul á velar por los inte-
reses y seguridad de sus conciudadanos, sino que
se extiende á promover de los países en que reside
la exportación de todo cuanto en el propio pueda
contribuir al fomento de la riqueza y al estímulo
del saber. A los respectivos Gobiernos toca dar p u -
blicidad á las relaciones de sus Agentes, de c u y o c e -
lo son firme garantía, á fin de que puedan ser úti-
les á quien necesita consultarlas, sin ir en busca de
lejanas tierras.
E l Ministerio de Estado fácilmente hallara per-
sona de más valía c instrucción que y o para man-
dar á Persia; con mejor deseo de servir, ninguna.
Fruto de mis estudios en aquella región clásica de
la antigüedad es el presente libro.
VIII AL LECTOR.

Sé que es m u y atrevido escribirlos de esta clase


hoy, en que á todas horas pasa por la Puerta del
Sol quien haya dado la vuelta al m u n d o ; sé que son
muchas las obras que pueden reunirse tocante á
cualquier país, pero también sé que de dos siglos á
esta parte nada so ha escrito en España acerca del
país de los persas, y que, por lo tanto, puede servir
de excusa á mi osadía la conveniencia de poseer en
nuestro idioma noticias que sólo en extraños era
permitido encontrar. Tamj)oco ignoro lo difícil que
es escribir bien sobre materia alguna, y señalada-
mente sobre viajes; pero, ajeno y o á todo linaje de
pretensiones literarias, he creído que puedo ganar-
me, no el aplauso, pero sí la benevolencia de los
más, pensando con ingenuidad y escribiendo con
sencillez.

Lleno,-sin e m b a r g o , de t e m o r , fui dilatando el


término de la presente publicación, que retrasaron
asimismo causas de m u y distinta índole, tales c o m o
la profunda pena ocasionada por la muerte de mi
madre, larguísima enfermedad después, un año de
permanencia en Mogador, el país más triste, si bien
el más sano del universo, y la falta de entusiasmo
para dar publicidad á un libro que seguramente no
leerán cien personas en España y sus colonias.

E n punto á la verdad de los datos, he escrito con


AL LECTOR. ix
el mismo cuidado que hubiese puesto sabiendo que
todo el mundo ha de ir á j u z g a r de la exactitud de
mi relato; narro h e c h o s , no impresiones. D o s per-
sonas se impresionan ante un mismo objeto ó suceso
de distinta manera ; por consiguiente, el modo de
acertar es no impresionarse y apuntar aquello que
por ser tangible no admite duda; es decir, que me
ha guiado la observación, nunca la imaginación.
Si hubiese podido volver á I r á n , allí concluyera
mi trabajo sin los tropiezos que lejos de aquel país
he hallado. A salvarlos casi todos han contribuido
las personas cuyos nombres me complace consig-
nar : Félix Vauvillier, ilustrado ingeniero francés,
conocedor del idioma y usos de aquel país, D i r e c -
tor del Parque de Teherán, donde tantos y tan f e -
cundos trabajos ha llevado á c a b o ; Rene de Balloy,
distinguido diplomático al servicio de Francia, y el
Coronel R o s s , Residente inglés en el Golfo Pérsico,
persona m u y versada en lenguas orientales, traduc-
tor do varias obras arábigas sacadas por él del ol-
vido, uno de los más cumplidos caballeros que he
tenido la suerte de encontrar en mi ya larga pere-
grinación por el mundo, y á quien debo eterna g r a -
titud por el buen acogimiento y agasajo que me
hizo. Reciban aquí estos señores la expresión de
mi profundo reconocimiento.
x AL LECTOE.

También es acreedor á él nuestro ingeniero y


orientalista, D o n Eduardo Saavedra, á cuyos c o n -
sejos y vastísima ciencia acudí repetidas veces d u -
rante la publicación de esta obra.
Garantía es, por fin, de la conciencia con que be
escrito, el que por él no aguardo recompensa de
ninguna clase, ni me alienta el l u c r o ; fuera locura
pretenderlo y o cuando nuestros escritores de nota
apenas alcanzan mediano pasar con su pluma. Y es
que nosotros no compramos libros para saber si son
b u e n o s , sino á veces cuando estamos m u y seguros
de ello. L o único que anhelo es estimular á nuestra
floreciente juventud á estudios que enaltezcan sus
privilegiadas dotes.
L a coyuntura más propicia para conocer á una
persona pronto y bien es viajar con olla; sus c u a -
lidades, sus defectos, resaltan á cada m o m e n t o , así
durante las horas tranquilas del reposo, c o m o duran-
te aquellas en que la fatiga agobia al cuerpo. P o r
este motivo, dicho se está que corro riesgo de que
el lector me abandone por antipatía, ó fastidio, que
sería p e o r ; mas si tal no ocurre, y juntos en buena
armonía volvemos al punto de partida, declaro i n -
genuamente á mis compañeros de peregrinación
que el mayor favor que podrán hacerme, y con la
voluntad á mí posible desde ahora a g r a d e z c o , será
AL LECTOR. xr
corregir lo que conceptuaren susceptible de m e j o -
ramiento en el arte de escribir viajes, y así, los d e -
fectos encontrados en este segundo ensayo podrán
quizá remediarse en un t e r c e r o , si ahora, que prin-
cipio á saber viajar, no principia á decaer la ener-
gía necesaria á secundar la más inocente de las p a -
siones.
I.

DE MADRID Á TÍFLIS.

Tiflis, 15 de Marzo de 1874.

Pocas ocasiones se presentan en el curso de la


vida que permitan recorrer país tan apartado y dis-
tinto del nuestro como lo es el Reino de Irán, y ya
que la casualidad me coloca allí con cargo honroso,
quiero aprovecharla para contar á mis compatriotas
todo cuanto estime y o que pueda serles de utilidad
ó agrado. N o limito á la Pcrsia propiamente dicha
mi relato; empieza éste el dia en que salí do Madrid,
y terminará aquel en que regrese al amado suelo
donde reposan las cenizas de mi padre.
A fin do cumplir esto propósito lo mejor que
pueda, creo conveniente seguir el mismo procedi-
miento adoptado en el Viaje de Ceylan á Damasco,
que publiqué hace tres a ñ o s , es decir, hablar tan
sólo de cuanto vea ó tenga por bien averiguado, sin
cuidarme del artificio retórico más que para desig-
nar las cosas por su verdadero n o m b r e ; y si do vez
en cuando renuncio á este mi primer sano intento,
2 VIAJE AL INTERIOR DE PERSEA.

será únicamente de pasada, como ahora, por ejem-


plo, para hablar de las relaciones que en otros tiem-
pos mediaron entre España y Porsia, materia enla-
zada con la historia de esto pueblo, y que tiene aquí
natural cabida.
L u e g o que recibí el nombramiento de V i c e c ó n -
sul en Teherán busqué fuentes en que hallar datos
acerca de aquel tan olvidado asunto; y c o m o aun
para esto so necesita instrucción, acudí á la notoria
de mi amigo Zarco del V a l l e , quien al punto me
designó el Legajo 2 7 — F e l i p e 111—Casa, archi-
vado en la biblioteca de Palacio. Entre lo que de
allí copié, y por lo que de nuestra historia general
tenía aprendido, redacté el siguiente resumen:
Sin referir el origen, D . Modesto Lafuento c o n -
signa el hecho de que en tiempos de Alfonso el C a -
t ó l i c o , el kelbite Ab-uI-Játar, aquel que envió el
Gobernador de África para restablecer el orden en
Andalucía, repartió porción de tierras entre los i n -
vasores, y que de resultas de dicha distribución « a l -
gunos persas se quedaron en Loja.» Esta es la vez
primera que en la Historia de España se menciona
á los persas.
E n una disertación histórica sobre la parte que
tuvimos en las guerras de las Cruzadas, dice D o n
Martin Fernandez de Navarrote, bajo la responsa-
bilidad de Jauna y Capmany, lo siguiente: « D e r r o -
tados los sarracenos junto á Emesa por doscientos
mil hombres que mandaba G a z a n , lley de Persia,
abriéronsele las puertas de Damasco y Jerusalen.
DE MADRID Á T I F U S . 3

Sabedor de esta expedición D . Jaime I I de A r a -


g ó n , envió á Pedro Solivera por Embajador á Ga-
z a n , con instrucciones y cartas fecha á 18 de M a y o
de 1 3 0 0 , ofreciéndole naves, galeras, g e n t e s , a r -
mas, caballos, víveres y cuanto fuese provechoso á
su hueste, aun su misma Real persona ; notificán-
dole ademas haber ordenado que cualquiera de sus
vasallos que quisiese aumentar los ejércitos lo p u -
diese hacer sin obstáculos.» Sabido es que Gazan
fué el último rey de Persia que ayudó á los cristia-
nos á recuperar los Santos Lugares, y que para
eontrarestar el poderío del Soldán de E g i p t o trató
con varios Soberanos europeos; pero no consta que
por aquel entóneos mediasen con España ulteriores
relaciones.
Un siglo después, en 1 4 0 0 , D . Enrique el D o -
liente, ó el E n f e r m o , que así lo califican las his-
torias de aquel tiempo, y por tal título es aún d o -
signado á pesar de haberle granjeado otros mejores
su energía y amor ai p u e b l o , decidió enviar una
embajada al gran Tamerlan, al esforzado caudillo
que un dia se vio reducido á la posesión de un c a -
ballo y de un camello, y que p o c o después llegó á
dominar veintisiete Estados. Creen algunos que al
entablar el Soberano de Castilla relaciones con Ti-
mur-leng, que es tanto c o m o si dijésemos Timur el
C o j o , no tuvo otro fin que el de hacer alarde y o s -
tentación de poder ; pero sospecho que D . Enrique
•quiso entonces granjearse la amistad de los fuertes,
si no es que se propuso también conocer costumbres
4 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

y leyes de extrañas tierras, cual conviene á quien


rige los destinos de una Nación.
Los Embajadores castellanos fueron Payo Gó-
mez de S o t o m o y o r y Hernán Sánchez Palazuelos,
quienes tuvieron ocasión de asistir á la memorable
batalla de A n g o r a , en que Bayaceto quedó vencido
y prisionero. Tamerlan agasajó á los españoles con
ricos presentes, y entre los que envió al R e y D . E n -
rique con un caballero principal de la Corte, llama-
do Mahomad Á l c a g í , estaban dos bellas cautivas
de noble linaje, que, según el cronista González
Dávila, casaron después con los dos Embajadores,
y fueron troncos de ilustres familias de Castilla.
Asegura, empero, A r g o t e de Molina, en su Discur-
so sobre el itinerario de Ruy González de Clavijo,
que, de las dos bellas cautivas que vinieron c o n
Mahomad A l c a g í , y posteriormente se llamaron
doña María Gómez y 13. Angelina de Grecia, sólo
a

la primera casó con P a y o Gómez de Sotomayor,


y la segunda con D i e g o González de Contreras,
R e g i d o r de Segovia.
N o quiso Enrique I I I ceder en cortesanía á su
nuevo aliado, y le envío otra embajada, más sun-
tuosa que la primera, compuesta do R u y González
de Clavijo, el Maestre F r a y Alonso Paez do San-
tamaría y G ó m e z de Salazar, portadores de valio-
sos presentes para el Soberano asiático, que residía
en Samarcanda, capital de los tártaros, y ala sazón
ciudad rica, populosa y próspera.
L o s enviados de Castilla, acompañados de M a -
DE MADRID Á T I F U S . 5

honrad A l c a g í , que regresaba á la Corte de sn S e -


ñor , so embarcaron en el puerto de Santa María á
21 de Mayo de 1 4 0 3 ; siguieron las costas de Espa-
ña basta Cabo Martin, desde allí hicieron rumbo á
Oriente, y con suerte más bien adversa que favora-
ble llegaron á Trapisonda el ] 1 de Abril de 1404.
E n dicha ciudad, capital de un imperio mezquino,
dejaron nuestros viajeros la carabela, y recorrieron
á caballo durante cinco meses dilatadas comarcas
de Armenia, de Media y del Jorassan, hasta llegar
á Samarcanda, nunca antes visitada por europeos,
y aun hoy de m u y pocos conocida.
De su viaje escribió Clavijo una narración suma-
mente curiosa, que es al propio tiempo modelo de
bien decir en aquel siglo p o c o letrado. La obra a d o -
lece del estilo de entonces, monótono y c o n c i s o ;
demasiado conciso para quien gustaría de conocer
á fondo el estado social é intelectual de pueblos casi
ignorados. La transcripción de nombres de lugares,
en lo cual h o y tampoco estamos m u y adelantados,
dificulta ademas determinarlos en el m a p a ; pero en
cambio son patentes la buena fe del autor, su gran
juicio y discreción. Leyendo el relato de Clavijo no
se puede menos do seguirle con cariñoso interés en
aquella larga expedición al través do los mares
dominados entonces por los genoveses, y por e n -
medio de los desiertos infestados por numerosas
hordas, instrumentos fieles del poderoso T i m u r ; r e -
crearse en la pintura de muchas islas del Mediterrá-
neo y de la capital de los Paleólogos, antes que la
G VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Media Luna hubiese destronado la Cruz ; sentir con
viveza las varias situaciones en que se halló, cuando
por el alto carácter que revestía era objeto de h o -
nores, así en el palacio como en el aduar, ó de obse-
quios y agasajos para él desconocidos, c o m o el c o -
mer caballo asado y beber leche de y e g u a : y por
fin, verlo juguete de contratiempos, entre los c u a -
les debió causarle honda impresión la muerte de su
colega y compañero G ó m e z de Salazar, ocurrida en
Teherán, liada es más interesante, por su misma
sencillez, que el asombro que muestra al c o n t e m -
plar en el territorio de la antigua Eáges, «torres tan
altas como un orne podia echar una piedra en alto,
que eran fechas de lodo é cabezas do ornes de unas
gentes que llamaban Tártaros Blancos», así c o m o
la admiración que experimenta en Samarcanda, de
la que dice que era p o c o m a y o r que Sevilla, al
verse precedido « p o r seis marfiles que tenían e n -
cima sendos castillos de madera, con ornes encima
dellos que los facian facer j u e g o s con la gente.»
Regresó Clavijo á Trebisonda por el misino c a -
mino que llevó á la ida, y , do tormenta en tormenta,
que lo echaba de un puerto á otro, llegó á Sevilla,
y poco después á Alcalá de Henares, donde t e m p o -
ralmente se hallaba la C o r t e , el 4 de Marzo do 1 4 0 6 ,
al año de morir el gran conquistador tártaro, y un
año antes de la muerte de Enrique I I I .
Como acontece á menudo en nuestra patria, la
obra do Clavijo quedó sepultada en el olvido cerca
de dos siglos, hasta que el original vino á parar á
DE MADRID Á TIFLIS. 7

manos do A r g o t e do Molina, quien lo publicó «bajo


el favor y amparo de Antonio Pérez.» E n nuestros
(lias, ávidos los ingleses de cuantas noticias se r e -
fieren al Asia Central, lian traducido á Clavijo, y
no es aventurado asegurar que este viajero-escritor
es ya más conocido en las Islas Británicas que en el
resto do Europa, y aun en nuestro propio país. E x -
traño, sin embargo, que en una obra titulada : Biblio-
grapliie ele la Per,te, escrita por Mr. S c h w a b , no se
mencione la de Clavijo , lo cual prueba que nos su-
ponen tan escasos en varios ramos de la literatura,
que no se toman el trabajo de buscarlos, cuando, por
el contrario, eu todos los hemos heredado abundan-
tes y sazonados, y en éste nos afanamos por no des-
merecer de la reputación que crearon nuestros m a -
yores.
Andando el t i e m p o , durante el reinado de F e l i -
pe I I I , próspero tan sólo para las letras, se vuelven
á anudar momentáneas relaciones entre España y
Persia, gobernada á la sazón por uno de esos g r a n -
des Beyes que constituyen el orgullo de un pueblo.
Ansioso Shah Abbas el Grande de establecer
toda clase de mejoras que pudiesen contribuir al
desarrollo del Irán, y á iniciar á los Persas en los
adelantamientos que entonces se verificaban en el
arte y la industria europea, atrajo á sus dominios
varios extranjeros do reputado mérito, entre los c u a -
les hicieron gran papel dos hermanos, ingleses de
nación, llamados Roberto y Antonio Sherley. Éste
se ocupó de la organización del ejército, y aquél
8 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

fué enviado á Europa en calidad de Embajador


para hacer alianza con los Soberanos « q u e creen
en Jesucristo», y en contra de los turcos, enemi-
gos acérrimos de los persas.
H e visto las cuentas de gastos que se formularon
con motivo de la estancia en Madrid á principios
del siglo x v i i de varias embajadas persas, y por ellas
principalmente, ya que documentos de mayor valía,
archivados en Simancas, no llegaron á mis manos,
he logrado comprender la ilación que entonces g u a r -
daron nuestras relaciones diplomáticas, y , según ta-
les datos, es c o m o s i g u e :
E n 1600 vinieron á E u r o p a , enviados para re-
velar las miras del Shah, Antonio Sherley y U z e n
A l í B e y ; mas por entonces sólo éste se presentó en
Madrid, porque, según González Dávila, el inglés
ceno osó entrar en España, á causa de su propia
conciencia por lo que habia cometido contra el R e y
Católico. )>
A esta primera embajada correspondió Felipe I I I
enviando á Abbas el Grande tres religiosos agusti-
nos : F r a y Antonio de G o b e a , F r a y Jerónimo de
la Cruz y F r a y Cristóbal del Espíritu Santo, que
partieron de Goa con instrucciones y presentes que
les dio Fray Alejo de Meneses, V i r e y de la India.
Parecería h o y extraño revestir del carácter de E m -
bajadores á tres sacerdotes, pero en aquellos tiem-
pos era común y corriente, porque el anhelo de
ganar la corona del martirio llevaba al J a p ó n , al
C o n g o , á A n g o l a , á Siam, á las Molucas y á todas
DE MADRID Á TIFLIS. 9

partes á los sacerdotes do la f e , conquistadores p a -


cíficos al parecer, pero en realidad promovedores
de disturbios, que á la larga motivaban, y aun h o y
acarrean, la invasión extranjera.
Los tres religiosos agustinos pasaron por Masca-
t e , Shiraz, G u n - A b a d , y fueron recibidos en au-
diencia por el S h a h , en M a g e d , á 4 de Setiembre
de 1G02. « S . M . , dice la crónica, recibió las cartas
del Soberano español, y el presente, que constaba
de muchas cosas preciosas, porque es la puerta por
donde se llecra á negociar con estos bárbaros. E n las
cartas se le pedia hiciese guerra al T u r c o , y d i j o :
«Yo responderé c o a obras, y cumpliré lo que el
» gran B e y me pide. »
Así lo hizo efectivamente, publicando la guerra
á sangre y f u e g o , mandando pregonar en sus R e i -
nos que el vasallo que fuese su amigo le buscara
doquiera riñese batalla; y en testimonio de amis-
tad, despachó una embajada á Castilla, compuesta
de Maculí B e y Bauticaré, A l í Guli B e y , Boniat
Bey, y Orush B e y . L o s tres últimos se convirtie-
ron posteriormente al catolicismo, fueron bautiza-
dos en Valladolid, y en esta misma ciudad publicó
Alí Guli B e y , bajo el nombre de Don Juan de Per-
sia, un poema que consta de ochocientos versos,
acerca de las c( cosas notables do P e r s i a , genealo-
gía de sus B e y e s , guerras de Persianos y Turcos,
su conversión, e t c . »
La carta que Maculí B e y Bauticaré entregó á
Felipe I I I , y en que Shah Abbas reclamaba el a p o -
30 VIAJE AL INTERIOR DM PERSIA.
y o de España contra Turquía, principiaba de este
modo : « E n nombro de D i o s , las cartas que me e n -
vió el m u y alto y poderoso Señor, cuya grandeza
es sin igual, que resplandece por todo el orbe, tan
poderoso como fué Alejandro M a g n o , que tiene el
sol por montera, á cuya sombra vive la cristiandad,
que manda sobre todas las tierras, cuyos vasallos
son tantos c o m o las estrellas del cielo, el mayor de
todos los Reyes cristianos, que no hay otro que
tenga mano en el mundo como él, Don Felipe,
R e y de España » Pero cuanto pudo lograr por
entonces el Soberano español, fué que el Marqués
de Santa Cruz, G-eneral.de las galeras de Ñapóles,
apresara algunas embarcaciones do corsarios y sa-
queara varias islas del Archipiélago, hecho lo cual
volvió á Ñapóles, mientras que los piratas turcos
venían á insultar nuestro pabellón hasta Gibraltar.
N o era así c o m o el persa entendía que España
cumpliese su promesa de auxiliarlo contra el p o d e -
río t u r c o , y en 1610 despachó á Castilla á R o b e r t o
Sherloy y Danguiz B e y para quejarse de la poca,
ayuda que Felipe I I I prestaba, y aun para decir
que Persia baria infaliblemente La paz con Turquía
« s i sus Embajadores se volvían, como los demás,
con las manos vacías. 5) A pesar do t o d o , y do la
opinión del Consejo de Estado, qus resolvió f a v o -
rablemente acerca de las pretensiones del Shah, el
R e y no pudo seguir obrando más que en pequeñí-
sima escala relativamente á las pretensiones do su
ambicioso aliado.
DE MADRID Á TIFUS. 11

A esta última embajada debió corresponder F e -


lipe I I I enviando á Persia, en 1 6 1 2 , á Fray A n t o -
nio de G o b e a , obispo de Sirene. N o he hallado
acerca de tal misión más indicio que el consignado
accidentalmente por el editor de la Vida del Gran
Tamorlan, sacada cíe los Comentarios de Don Gar-
cía de Silva y Figvcroa.
Esto mismo personaje fue quien recibió la orden
de ir á Persia en 9 de A g o s t o de 1 6 1 3 ; pero no se
puso en camino hasta principio de 1 6 1 8 , justa-
mente cuando el Shah despachó á Madrid por se-
gunda vez á Roberto Sherley. Quizá entraría en
los designios de Felipe I I I abandonar relaciones e n -
tabladas años atrás, comprendiendo que de las h o s -
tilidades de España contra Turquía quien tínica-
mente se aprovechaba era Persia, y por esto se
retrasarla la marcha de Silva Figueroa. Mas v o l -
viendo á Madrid Eoberto Sherley para insistir en
las pretensiones de su Señor, y en el cumplimiento
de lo pactado, no j u z g ó conveniente el Gobierno
darse por desentendido, y mandó partir al nuevo
Embajador.
Antes de hacer mención del viaje de este perso-
naje daré al lector extracto de algunas cuentas que
presentó Hierónimo do Quinquoces, contralor de
Su Majestad, por los gastos que ocasionaron las
misiones persas. Muestran dichos documentos que
entonces, c o m o aun h o y se estila en Oriente, los
Embajadores vivían á expensas del país donde es-
taban acreditados.
12 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Entre lo que se iba librando para el gasto do M a -


culí Bey Bauticaré, que llegó á Madrid el 6 de
Febrero de 1 6 0 8 , figuran las partidas siguientes:
« 1 0 0 . 0 5 0 maravedises por alquiler de un brasero
de plata para servicio del aposento del Embajador,
durante tres meses, á razón de 350 reales mensua-
les ; — 2 0 0 . 7 3 2 maravedises y medio por los vestidos
que se compraron para el Embajador y sus criados,
para ir á ver las fiestas al prado de San J e r ó n i m o ;
— 2 6 4 reales para seis mozos y dos galopines que
sirvieron al Embajador durante los treinta y dos
dias que estuvo en la Corte, á razón do tros ducados
cada m e s . » Figuran ademas partidas de leña, car-
b ó n , pastelería, especias; otras de alquiler de casa,
una de 500 ducados para la gaveta del Embajador,
y una del pellejero Luis Navarro, que asciende á
2 0 0 . 9 2 4 maravedises, « p o r cuatro lomos de martas
para forro de un sombrero y dos ropas del E m b a -
jador. » L a más curiosa es una cuenta do « 1 3 2 . 4 0 5
maravedises librados á Juan Ortiz de Á n g u l o , su-
miller de la c a v a , por tantos que montó el vino r e -
galado al Embajador en los treinta y dos dias que
se le hizo la c o s t a » ; prueba do que Maculí B e y t e -
nía pocos escrúpulos fuera de su país.

E l hospedaje de Danguiz B e y y su mujer, que


vinieron á Madrid en 1 6 1 1 , costó 5!). 199.368 ma-
ravedises. Una de las muchas partidas dice así:
« ocho ducados por tantos en que se tasó un balcón
alquilado á Cosme de Burgos (mercader de esta
villa) en la puerta de Guadalajara, para que D a n -
DE MADEID Á TIFLIS. 13

gniz B e y y su gente viesen la procesión general que


en esta villa se hizo dia de Nuestra Señora de M a r -
zo de este presente año de 1 6 1 1 . »
Los gastos que originó la permanencia de R o -
berto Sherley, desdo el 18 de Febrero de 1G18 hasta
fin de Marzo del mismo año, fueron 15.330.012 m a -
ravedises, y se alojó « e n una casa del Conde de la
Puebla, que es en la callo de L e ó n , á razón de
ocho mil reales al año. )>
D i g n o de mención es en verdad el viaje de don
García do Silva Figueroa, personaje do vasta ilus-
tración, autor de los Comentarios de la embajada
que de parte del Jleij de España Don Felipe III
hizo al Rey Xaabas de Persia. Desgraciadamente
la obra no ha llegado completa hasta nosotros; F i -
gueroa murió en Madrid según u n o s , en el mar
de Loanda según otros, y en esto caso lo que t e -
nemos sería tan sólo extracto de sus notas. Sea c o m o
fuere, la obra del último Embajador que medió e n -
tre España y Persia fué vertida al francés por
W i c q f o r t en 1G67, mientras el texto castellano per-
manece inédito hasta tanto que la suerte lo depare
un editor, c o m o se lo deparó á la obra de Clavijo.
Recorrió Figueroa casi toda la Persia, parte de
la Mesopotamia y del Asia M e n o r ; demuestra un
tacto especial en sus relaciones con los orientales,
gran juicio y mayor talento de observación, c o m o
lo prueba el haber adivinado que los escritos c u -
neiformes constituían caracteres de un idioma, y n o
dibujos, como hasta entonces creyeron los demás.
14 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Trascurrieron dos siglos sin que en España se
hiciese mención de Persia ni de los persas, hasta
que el año 1814 se vulgarizó tal nombre con m o t i -
v o de la exposición presentada á Fernando V I I por
amantes del absolutismo, y cuya primera frase, que
forma endecasílabo, d i c e : « Era costumbre en los
antiguos persas » aludiendo á la que, según I l e -
r o d o t o , regía en aquel país, de pasar algunos dias
sin Gobierno al finalizar cada reinado, para d e m o s -
trar que conviene vivir esclavo y sujeto a u n dueño,
puesto que de otra suerte surgen el desbordamiento
y males propios á la anarquía. Persas se llamaron
desde entonces los firmantes de tal d o c u m e n t o , y
conservaron este apodo hasta tanto que sus secuaces
formaron el partido de los anille ros, origen del mo-
derado, reducido h o y á un corto número do ancia-
nos. Finalmente, en 1842 firmóse en Londres un
tratado de amistad y comercio entre España y el
Reino de Irán, que fué ratificado en 1 8 7 2 ; mas de
hecho no se entablaron relaciones directas entre
ambos países hasta dos años después, que me cupo
en suerte ser nombrado Vicecónsul en Teherán por
el Gobierno de la República.

Cualquier compañero mió habría aceptado este


nombramiento con indiferencia, sin más objeto que
el do ir acumulando años de servicio á fin de ade-
lantar en la carrera; pero y o lo acogí con verdadero
alborozo, entre otras razones, ¡rorque profeso desde
la infancia extraordinaria predilección á conocer
cuantas noticias se relacionan con Irán. E l primer
DE MADRID Á TIFLIS. 15

libro que cayó en mis manos en París, el año 4 8 ,


fué el álbum anejo á las obras de Chardin; y ante
las escenas que reproducen aquellos dibujos quedó
absorta la infantil imaginación. Más tarde estudia-
ba yo con afán la Historia antigua, y lo p o c o que
se sabe de Persia servia de aliciente á mi curiosi-
dad. Cuando visité el Museo Británico, no obstante
los prodigiosos restos que allí se acumulan de las
primeras civilizaciones, m e faltó tiempo para entrar
en el departamento persa : al tocar en Busliir, el
año 6 8 , consideré c o m o una desgracia no poder v i -
sitar las ruinas de Pcrsépolis, sin pensar que p r o n -
to se abriría ancho campo á mi insaciable deseo de
recorrer las tierras donde primero se desparramaron
los padres do nuestra raza, justificándose este pen-
samiento de Goethe:

V/as man in der jugend sich lo'únshl


Hat mam in dem alter diefülle.

« L o que desea la juventud lo goza la vejez.» Sin


duda el gran poeta filósofo consideraba que el deseo
y la voluntad obran cual fuerza material en la reali-
zación de los hechos.
E s , pues, evidente que nadie habría sido tan d i -
choso como y o al recibir la orden de ir á Persia,
contribuyendo á mi alegría la misma incertidum-
bre en punto á mi itinerario, á pesar de la facilidad
do comunicaciones y generalizado comercio de g e n -
tes que h o y existen entre las varias regiones del
globo.
10 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Á la verdad, yo bien sabía dónde se halla el Irán:
yendo de Ceylan á Damasco, vi en el Golfo Pérsi-
co las inhospitalarias costas del Beluchistan y del
Farsistan, las arenosas playas casi desiertas del
Arabistan, donde tribus árabes viven aún la vida
de los siglos pasados; desde el Tigris divisé á lo l e -
j o s los Montes de atrás (.Puskti Kiili), que limitan
el Loristan por la parte do O c c i d e n t e , y y o sabía,
por haberlo loido repetidas v e c e s , que el Guilan, el
Mazanderan, son fértiles provincias que forman la
costa Sur del Caspio. Con t o d o , repito, me vi p e r -
plejo acerca do la ruta que habia de seguir.
E n el mapa, por cualquier c a m i n o , parecía llana
la llegada á Teherán; por el Danubio y Rusia, á las
playas septentrionales del Caspio, camino que s i -
guieron los primeros pobladores de Europa, pronto
me vería en Persia; atravesando desde Escutari á
Sivas, el país de la «salida del s o l » , ó sea la A n a -
tolia, donde florecieron colonias griegas, y se a c u -
mulan maravillosos restos del arte antiguo, cami-
nando luego por las frías y accidentadas comarcas
do los Ha'iks, que h o y llaman Armenios, y entran-
do en Persia por J ó i, Tabriz y K a s v i n , también
llegaba á mi destino. Mas en el primer caso, sobre
estar helado el Danubio, ignoraba los medios de
comunicación por el mar Caspio; en el segundo,
dudaba si en la presente estación sería posible atra-
vesar las nevadas regiones donde se desarrollan el
monte Tauro con sus numerosas ramificaciones, y
en arabos, la duración del viaje me parecía d e m a -
DE MADRID Á TIFLIS. 17

siada. Podía acortarlo, cruzando el mar N e g r o bas-


ta Poti, luego el Cáucaso; pero acerca de tal itine-
rario también carecia de datos en Madrid, y c o m o
creyera hallarlos en París, me despedí de mi fami-
lia el 18 de Enero, llegando en breve por Alicante
y Marsella á la capital de Francia.
E n el trayecto de Madrid al Mediterráneo, prin-
cipalmente hacia Almansa, noté recientes estragos
de la guerra que prosiguen los carlistas, empeñados
siempre en que lo pasado ha de volver; cerca ya de
Alicante, cautivaron mi atención los restos de an-
tiguos y escarpados castillos moriscos, la belleza y
estructura del país, rico en viñas, en olivos, en al-
garrobos, que, sin cultivo, produce cada uno de
cincuenta á sesenta reales; pero más que nada, el
espectáculo de miles do palmeras, y un sol envidia-
do por casi toda E u r o p a , distraían alegremente mi
espíritu, preocupado con la amarga separación de
la víspera. Cien veces, desde quo salí de Madrid, he
contemplado á mi madre, arrasados los ojos en lá-
grimas , oyendo el eco de una voz quo lo repetía e s -
tos versos populares, tan sencillos, tan llenos de
sentimiento:

«Ya so van los quintos, madre,


Por la puerta de Alcalá;
Ya se van los quintos, madre,
¡ Dios sabe si volverán !»

Hacía diez y siete años que no había pasado por


Alicante. Inútil es decir lo mucho que en ese t i e m -
po ha prosperado, como ha prosperado toda nues-
2
18 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

tra E s p a ñ a , á pesar de sus discordias é imperfecta


administración. Paseándome por el muelle vi a g o l -
parse á varias embarcaciones de pequeño porte,
tropel de muchachos que emigraban á Oran para
eximirse del alistamiento forzoso; los infelices van
allí confiados en la hospitalidad de los árabes, c o m o
si fuese posible hallarla en ninguna parte sin dinero
y sin poderse entender; y por el afán de trocar la
sujeción en libertad, concluyen las más veces presa
del hambre, de enfermedades y de la muerto.
La emigración á Oran y A r g e l constituye una
verdadera sangría para España : h o y la debilita,
mañana una raza fuerte hispano-francesa será su
enemiga.
Supe asimismo en Alicante la causa de ir la Nu-
mancia á Oran, y no á Marsella, c o m o , según pare-
ce, habian acordado do antemano los jefes de la
insurrección de Cartagena, y fué q u e , á la salida
del puerto, el fuego do la escuadra del Gobierno
produjo tal confusión en aquel inmenso buque,
abarrotado de gente inexperta por lo general en.
faenas de m a r , que nadie cuidó de la derrota; sólo
un maquinista conservó serenidad bastante, y la
aprovechó para hacer rumbo á Oran, donde tenía
su familia.
La travesía de Alicante á Marsella Ja efectué en
un buque francés, c u y o capitán tenía sobre el c o m e r -
cio y la colonización ideas harto peregrinas. C o m -
prendiendo la pingüe ganancia que proporciona el
tráfico del extremo Oriento, y temeroso de que el
DE MADRID Á TIFLIS. 19

proverbial talento de imitación de chinos y j a p o n e -


ses amengüe la industria europea, propalaba c o m o
remedio eficaz el exterminio de aquella raza, que
es como dos veces la población de E u r o p a , y en
cuanto á la A r g e l i a , sostenia que debia ser trastor-
mada de colonia en provincia francesa, no por otro
medio sino obligando á los indígenas á casarse cris-
tianamente y á usar sombrero de copa alta.
Tenía ademas un acabado p r o y e c t o , fruto de su
larga práctica y natural t a l e n t o , para señales de
noche, á fin de evitar abordajes; mi escasa c o m p e -
tencia en cosas de mar me impidió comprender el
conjunto y los detalles; pero recuerdo que hice
propósito de no navegar si llegaba á ponerse en
práctica.
La modesta colonia que hace veinticinco siglos
fundaron heroicos emigrados focenses es h o y mía.
ciudad de primer orden y do grandísimo m o v i m i e n -
to, mas no tuve tiempo de recorrerla; á p o c o de
poner pié en tierra tomé el tren rápido, que me lle-
vó á París en diez y seis horas. Advertí en los c o -
ches una mejora digna de adoptarse : consiste en
cierta campanilla eléctrica que pueden utilizar los
viajeros para que el tren se detenga.
N o me atrevo á hablar de París al lector; si allá
estuvo, lo conocerá tan bien ó mejor que y o ; de l o
contrario, no es posible describírselo al paso. París,
corazón de F r a n c i a , participa del carácter n a c i o -
nal; es alegre, industrioso, elegante. E l arte tiene
más grandes y espléndidos monumentos en otras
20 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

capitales: las Tullerías no valen nuestro Palacio


Heal; Notre Dame no vale la catedral de B u r g o s ;
Inglaterra, y sobre todo Italia, tienen monumentos
superiores al Louvre y IÚ Hotel de Ville, dicciona-
rio de la historia de cuatro s i g l o s , que h o y reedifi-
can p o c o á p o c o ; la nueva Opjera, mezcla de dora-
dos , bronces y mármoles, con todos los órdenes de
arquitectura y de gusto discutible, me ¡carece, por
más que cautive la vista, un producto de los hete-
rogéneos conocimientos que ávida pretende abarcar
la j u v e n t u d , una prueba tangible de que el arte m o -
derno busca aún por sendero incierto fórmula que
lo caracterice.
Pero en lo que París no tiene rival en el mundo
es en el arte de vivir; treinta duros diarios puede allí
gastar una persona, sin vicios, viviendo en una al-
coba y completamente aislada, condición de muchos
extranjeros, por lo mismo que se necesita andar una
legua para visitar á cualquier amigo. Cada escapa-
rate es allí una tentación, y cada tentación no tiene
escape, porque de los países más remotos afluyen
productos que comprometen la bolsa más modesta;
allí lo bien alineado de las anchurosas calles, la m u l -
titud que las inunda, hacen andar horas y horas sin
saber adonde ni por qué, origen y raíz del verbo
fláner; allí, en fin, hay diversiones honestas para
todos los bolsillos, para todos los gustos, y de las
que dejan de serlo habría tomos que escribir.
Ni en belleza ni en perfección aventajan las fran-
cesas á las demás europeas; pero así y t o d o , hay
DE MADRID Á TIFLTS. 21.

señora que con sus encantos llega á reunir cincuen-


ta mil duros de renta, suma que parecerá inverosí-
mil á nuestras modestas cortesanas, y que asombra
al considerar la habilidad que debe atesorar un ser
de veinte a ñ o s , débil, al parecer inexperto, desva-
lido do ordinario, para conducir á hijos de familia,
á graves diplomáticos, á sagaces banqueros á la
ruina y al suicidio, sin más armas que las gracias
naturales. Pero no miremos sólo el terrible cuadro
encerrado en tan dorado m a r c o ; no veamos de P a -
rís sólo los lovlevards y teatros, Mabille con su
ejército de cocones, el Bosque de B o l o n i a , los res-
lavrants, los infinitos cafés; veamos también sus es-
cogidos museos, sus acaudaladas bibliotecas, per-
fectas escuelas, hospitales y sociedades benéficas, y
no olvidemos que, si es la metrópoli del placer, lo
es igualmente del saber y del arte, y que ningún
artista alcanza universal reputación si no ha pasado
por la sanción del criterio parisiense.
Volvamos á mi viaje, puesto qiie para dar con el
más breve camino, y no á otro propósito, fui y o á
París.
Principié al efecto mis informes visitando al G e -
neral Nazar Á g á , Ministro del Shah. E n cuanto le
vi supuse fuera cristiano, y no me equivoqué, pues
en el curso de la conversación dijo que pertenecía á
la colonia armenia de Ispahan. Habló S. E . de P e r -
sia como habla de su patria el destei-rado ; dijo
luego que en la presente estación no podia irse á
Teherán más que por Trebisonday Tabriz, pues era
22 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

imposible llegar á Bacú bajando el V o l g a , por h a -


llarse helado este r i o ; que cruzar el Cáucaso desde
Poti era factible, pero m u y penoso , y en fin, que
la travesía de B a c ú á E n z e l i , puerto de la provin-
cia del Guilan, ofrece el inconveniente de que los
vientos h o y reinantes obligan á menudo á proseguir
hasta la bahía de Asterabád, desde donde vuelve á
intentarse el desembarco, muchas veces en vano.
Añadió el Sr. Ministro que sería fácil recoger en
Constantinopla mejores datos, y á este fin tuvo la
bondad de darme una carta de recomendación para
su colega en la capital de Turquía.
P o r Constantinopla debia pasar necesariamente,
cualquiera fuese mi itinerario, y allá me encaminé,
dejando á París el 16 de Febrero por la noche, aun-
que sin resolverme á seguir la ruta que habia indi-
cado líazar A g á , no tanto por la distancia de d o s -
cientas setenta leguas que hay de Trebisonda á
Teherán, cuanto por lo desagradable de recorrer
países cuyo idioma aun desconozco.
E n treinta y siete horas llegué á V i e n a , disfru-
tando cómoda instalación en un v a g o n - c a m a , con
retrete, tocador, bebidas, etc., menos durante el tra-
yecto de Estrasburgo á M u n i c , por haber olvidado
la Compañía pedir permiso á la autoridad local á
fin de que circulasen esta clase de carruajes, olvido
harto sensible, que me obligó á atravesar en un c o -
cho ordinario el Vurtemberg, país notable por el as-
pecto de bienestar y limpieza de sus pueblos y esme-
rado cultivo del campo, á la sazón cubierto de hielo.
DE MADRID Á T I F U S . 23

E l 18 por la mañana llegué á V i e n a , ciudad b e -


llísima, aristocrática más que otra alguna, y que
visitaba por vez primera.
La capital del imperio austríaco, asentada en fér-
til campiña, cortada por el Viena y el canal del D a -
nubio , el mayor de los que por allí forma el cauda-
loso r i o , ofrece maravilloso conjunto. Destácase en
ella, cual eminente atalaya que parece desafiar la p e -
sadumbre del tienrpo, la torre de la catedral, una
de las más altas de E u r o p a , y desde la cual se d i -
visan los campos de batalla de L o b o , V a g r a m , A s -
pern y E s l i n g , teatro de las esforzadas hazañas de
Napoleón. N o es Viena la ciudad antigua y de p o -
bre aspecto que la Historia y los viajeros pintaban
el siglo pasado, de calles estrechas y tortuosas, c o -
modidad escasa, vida barata, reducido espacio; la
actual población, por el número de habitantes, que
asciende á un millón; por sus anchas y limpias vías,
su hermoso caserío, sus teatros, m o n u m e n t o s , par-
ques y j a r d i n e s , iguala y aun aventaja en desahogo
alas más famosas éntrelas modernas. La navegación
o

de su r i o , los progresos de la industria, han verifi-


cado trasformacioncs que me confirman en la idea
de que la generación que espira ha asistido al c a m -
bio material más grande que jamas vieron los siglos.
A d o l e c e , sin e m b a r g o , la capital de un inconve-
niente difícil de remediar y perjudicial á la salud
pública; consiste en el polvo de vastas canteras g r a -
níticas , situadas en las inmediaciones, y que por el
derribo de las murallas, que antes servían de valla-
24 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
d a r , se arremolina por las principales arterias de la
ciudad. La falta de aguas se salva en la actualidad,
mediante la conducción por un acueducto, casi ter-
minado , de los copiosos manantiales de Semmering,
distante veinte leguas. Las obras costarán siete m i -
llones de d u r o s , y según me dijo el Director de
Obras Públicas, el agua sale á la temperatura de
seis grados, y sólo aumenta dos en el trayecto.
Durante todo un dia recorrí los sitios en que sin
duda los romanos establecieron sus campamentos
para dominar esa gran barrera contra heterogéneas
muchedumbres, cuyo remoto origen atestigua el
nombre de Don-Ohi, ó sea A g u a - O b i ; las espaciosas
calles, adornadas de árboles y animadas por multi-
tud de elegantes y bellisimas mujeres; las ruinas
del palacio de la Exposición, del cual todavía puede
formarse idea. Y a se han vendido en pública subas-
ta los materiales que formaron tan lujoso emporio
de la industria moderna, y á este propósito c o n s i g -
naré que la Exposición defraudó las esperanzas de
los vieneses, no realizando el hiero que se p r o m e -
tían , y de los industriales, que por la frecuencia de
estos certámenes no podian hallar adelantos sobre
aquellos que ofreció París seis años atrás.
Sólo un dia permanecí en Viena, y aun éste lo
habría aprovechado en adelantar el viaje si el tren
de París enlazara con el de Odessa; pero las esta-
ciones de ambos puntos distan una legua, y no p u e -
de disponerse del tiempo suficiente para verificar el
trasbordo. Lejos de pesarme tal contratiempo, lo c e -
DE MADRID Á TIFUS. 25

lebré, y el 19 marché á Odessa, tomando el billete


hasta Constantinopla.
Mi primor cuidado en el vagón fué arreglar el
dinero, si tal puede llamarse la variada colección do
billetes de Banco que en Austria y Rusia reempla­
zan casi en absoluto al metálico, y cuyo cambio sólo
se consigue con empeños ó crecidos descuentos. E n
honor de la verdad, los billetes austríacos, por d e s ­
agradable que sea usarlos, atendido lo sucios que
están, son de un grabado excelente, y en forma de
orla tienen los signos heráldicos de los doce pueblos
que hablan otros tantos idiomas, subdivididos en
muchos más dialectos empleados en el Imperio aus­
tríaco.
Ordenada la hacienda, dediquéme á contemplar en
las provincias que atravesaba los profundos surcos
de la bien cultivada, tierra, fina, negra, crasa, abun­
dante en aguas. ¡Buen país! pensaba y o , poblado,
bien administrado, de más rendimientos que E s p a ­
ña E n cambio no se dirá de nosotros : Alii bella
gerant, tu , felix Au stria, nu be (mientras otros p e ­
lean, Austria feliz, tú cuidas de matrimonios). №
estamos expuestos á ver despedazarse el territorio,
á que diez millones de alemanes se unan á Prusia,
á que las provincias de raza eslava, la más refrac­
taria al alemán, constituyan nacionalidad, ó las a b ­
sorba Rusia; á que la tradición de mil años so borro
á manos de una aristocracia vana, que allí todo el
mundo se dice noble, y lo estiman en mucho.
Pasada la ciudad de Cracovia disminuyen consi­
20 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
derablemente los centros de población, y baja tam-
bién la temperatura, pues noté que desde aquel punto
los viajeros acudian al tren con abrigos de pieles de
volumen tan descomunal, que hubiera sido justo p a -
gasen doble asiento ; los cuellos particularmente se-
mejaban pesada carga, bajo la cual desaparecía la
cabeza por completo.
El 20 á mediodía llegué á Voloziska, frontera
rusa, aduana por consiguiente, y de las más seve-
ras. L a operación de visar los pasaportes es m i n u -
ciosa : un caballero que venía de París tuvo que
volverse á Cracovia, primer punto en que hallaría
Agente de su Nación, para recoger el visto del C ó n -
sul ; no dejaron en sacos y maletas ni pañuelo sin
desdoblar; un polaco que llevaba dos pistolas de
lujo, á las cuales renunció con gusto para proseguir
el viaje, hubo de permanecer en Voloziska, y p r o -
bar sin duda que aquellas armas no eran para aten-
tar contra la preciosa vida del Zar.
Permanecí dos horas en la fonda de aquella esta-
ción, pensativo y con el disgusto propio de quien
no comprende el idioma que oye hablar. Á fin de
pasar el tiempo, pedí un plato que circulaba en t o -
das las mesas, llamado blini, manjar nacional con
que los rusos se regalan en Carnestolendas, que es
propio de pueblos no muy cultos tener platos espe-
ciales para festejar solemnidades. L o preparan del
modo siguiente: mezclan 20 gramos de levadura
con un cuartillo de leche t i b i a ; cuelan el líquido, y
en él diluyen 250 gramos de harina de flor y 3 0 0 de
DE MADRID Á TIFLIS. 27

harina de alforfón, cuidando que tome p o c o c u e r p o ;


se añade á la pasta un p o c o de sal, y se la deja al-
zar por espacio de dos horas. Calentadas unas p e -
queñas sartenes hechas á propósito, y untadas de
manteca de vaca, echan en ellas la pasta, y pasan
al horno por espacio de tres á cuatro minutos. A l
cabo de este tiempo retiran las sartenes, echan á la
pasta un poco de manteca derretida, la vuelven del
revés, y nuevamente va al horno. A los dos m i n u -
tos sirven los blinis con leche cuajada, manteca
derretida ó caviar, ó bien aún con todos estos adhe-
rentes. P o r treinta y cinco copecos (cinco reales)
me sirvieron tres de aquellas tortitas, pero las hallé
tan pesadas, que no pude concluir la s e g u n d a ; los
demás despachaban hasta una docena, y todavía
guardaban espacio para beber dos ó tres vasos de
té, de un m o d o por cierto distinto del nuestro, pues
en lugar de echar el azúcar en el té para que so
disuelva, lo muerden, y detras sorben el líquido.

De Voloziska á Odessa el trayecto es l i s o ; lo ha-


bitan poblaciones donde predomina el elemento i s -
raelita, m u y poderoso en la Pequeña Píusia, pero
detestado, c o m o en todas partes, del resto de las
gentes. A l llegar á Odessa el 21, á las doce de la m a -
ñana, hacía" mal tiempo, la niebla impedia distinguir
una persona á veinte pasos, circunstancia frecuento
en aquella costa durante los dos ó tres primeros m e -
ses del a n o , debida á la diferencia de temperatura
entre el agua del mar y la más fria del Danubio.
Valido de persona con quien podia entenderme,
28 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

tomé, á falta de otro carruaje, uno descubierto, con


orden al cochero de llevarme al muelle donde se h a -
llaba atracado el vapor que iba á Constantinopla. I g -
noro de qué modo lo entendería el istvoschseJiik, que
asi, ni más ni menos, se llama en ruso al auriga; ello
es que durante dos horas y media me llevó de un
punto á otro á todo escape. Cuatro ó cinco veces r e -
corrí las mismas calles, muy anchas, tiradas á c o r -
del, con casas bajas por lo general; otras tantas
pasé junto á la estatua del Duque de Richelieu,
fundador y Gobernador de aquel emporio del c o -
mercio á principios de este s i g l o ; no sé el número
de veces que subí y bajé el muelle, salpicando con
el barro que despedian las ruedas un vocabulario
frances-ruso, donde porfiaba por combinar frase m e -
diante la cual pudiese decir al cochero que parase
en sitio donde hablaran otro idioma que el ruso. N o
lográndolo, me limitaba á gritarle: ¡jarashó, niet.'
(¡bien, n o ! ) , pero el hombre no me entendía, m e j o r
dicho, no queria entenderme, y arreaba las flacas
bestias, hasta que por fin vi pasar un militar de
alta graduación, y dirigiéndome á él en francés, en
inglés, en alemán, acortó á comprender en esta h a -
bla cuan angustiosa era mi situación. Volvióse g r a -
vemente al istvoschsclák, y debió reprenderle, porque
llegué al punto de mi destino á los dos minutos.
Algunos más, y no hubiera alcanzado el vapor por
obra y gracia de mi cochero, que no forma e x c e p -
ción entre los suyos, atendido á que todos y en t o -
das partes proceden de igual manera, para decir en
DE MADRID Á TIFLIS. 29

el momento de la retribución : « ¡ Y a ve V . cuánto he


c o r r i d o ! » Preciso es añadir que los tales aurigas no
brillan por su inteligencia, cosa nada extraña, pues
que tengo entendido que la plebe en Rusia es do
cortísimos alcances.
El trayecto de Odessa á Constantinopla es de
quinientas treinta y ocho verstas (trescientas c i n -
cuenta m i l l a s ) ; por reglamento deben emplearse
treinta y seis horas; pero rara vez aquél se cumple.
En la buena estación, durante Junio y Julio, cuan-
do el estado atmosférico permite divisar las tierras
llanas de la costa, la navegación se verifica en
veintiocho horas, y en cuarenta y tantas durante el
equinoccio, sin contar las paradas á que obliga la
espesa niebla, como sucedió en nuestro viaje, y la
cual explica el nombre de mar Negro con que lo
apellidaron los turcos. E l calificativo eu.xeinos, h o s -
pitalario, era sin duda una antífrasis empleada pol-
los griegos, con objeto de dar á entender la hostili-
dad que hallaban en aquellas costas.
En primera clase sólo tuve por compañeros á dos
comisionistas franceses, uno de los cuales reveló
hasta donde puedo llegar la vanidad humana. P a r e -
ciéndole la cruz de la Legión de H o n o r m u y fuera
de su alcance, y anhelando tener una á toda costa,
me consultó cómo podría lograr la del Síedshidiye
ó la de Cristo de Portugal, cuyo color rojo de la
cinta se asemeja al de la francesa. L e dije que, do
todos los caminos, el más corto era disponer de un
amigo poderoso ; pero contemplándose por una parte
SO VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

huérfano de tal ayuda, y por otra meciendo su ilu-


sión en la posibilidad de llegar al término de sus
deseos, exclamaba con acento contrito y lastimoso:
Du rouge, inon Dieu, du rouge!
El 23 de Marzo amanecí en el B o s f o r o , nombre
griego equivalente á «paso de b u e y » y que más tar-
de reemplazaron los turcos por el de bogaz (gar-
ganta), palabra adecuada á la importancia do un si-
tio que fué y será manzana de discordia entre los
fuertes. Tan triste como los anteriores era el dia
aquel; ni un rayo de sol bañaba las de antiguo c é -
lebres riberas entre las cuales se deslizaba majes-
tuosa y lentamente el v a p o r ; á todas partes acudía
la mirada ansiosa de contemplar el siempre bello e s -
pectáculo de la naturaleza, y á cada recodo del canal
aumentaba la impaciencia, porque crecían la anima-
ción y la vida. A chozas pobres, míseras, seguian
casitas de madera pintadas de azul, amarillo y r o j o ,
veíanse luego espaciosas viviendas, caseríos asenta-
dos en verdes lomas, blancos palacios de estilo orien-
tal y europeo, magníficos alcázares del Sultán, r o -
deados de jardines que sombrean altos cipreses,
corpulentos álamos y vetustos cedros; y allá, á lo
lejos, al cabo de dos horas de intervalo, divisé en
accidentado terreno, por entre nubes de gaviotas, la
apiñada multitud de casas, de mezquitas cuajadas
de cúpulas que encierra Islam-polis, de cuyo seno
arrancan centenares de elevadísimos y blancos m i -
naretes, semejando, cual flechas góticas, lazo de
unión entre la tierra y el cielo.
DE MADRID Á TIFLIS. 31

Tan bollo panorama ¡quién lo diria! es ilusorio:


Istambul es un dédalo de callejuelas intransitables
en invierno, sucias, desniveladas, sin monumentos
dignos de especial atención, salvo alguno que otro
destinado á Dios. Mas esto no me sorprendió ; t i e m -
po bá tengo observado que las ciudades orientales
se semejan en lo bollas que aparecen por fuera, y
en lo triste y descuidadas por dentro; son', c o m o
sus moradores, de simpático acceso y adusta i n -
tención, y c o m o el idioma, pomposo en palabras,
casi siempre vacías de sentido.
Frente á Constantinopla, en territorio que un
dia estuvo unido á ella, so asienta Escútari, ciudad
importante, cuyo inmenso cementerio cobijan b o s -
ques de sombríos cipreses. E s costumbre antigua
que las personas piadosas y ricas dispongan en vida
el traslado de sus cadáveres á dicho rincón del Asia,
fundándose para ello en que la Bien guardada se
conquistará en Viernes, precisamente cuando los
fieles estén orando en las mezquitas.
No es mi propósito hablar de Constantinopla, á
cuyo nombre va unido en nuestra mente el de la
iglesia do Santa Sofía, edificio que merece verse,
como también el Tesoro por los objetos que en él se
encierran. N o vi ninguno de los dos. Dijeron en
nuestra Legación que era preciso para ello un firman
del Soberano; mas estando ya Constantinopla d e n -
tro do casa, c o m o suele decirse, no insistí, y me
ocupé en la prosecución de mi viaje.
El Sr. Ministro de España me presentó al E m b a -
32 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

jador de Persia, Motasen J a n , taombre de modales


corteses, fácil palabra, mirada escudriñadora y p e -
netrante, quien se dignó convidarnos á almorzar
para el siguiente dia.
Habita S. E . primoroso palacio junto á una m a n -
zana de oficinas, cuartuchos, donde están todos los
Ministerios, y que lleva el nombre de Sublime
Puerta. La mesa fué espléndida, servida á la euro-
pea, con profusión de manjares y vinos, y ningún
indicio revelaba ser el anfitrión un oriental, ni
como tantos otros de su raza, los cuales, al preten-
der imitarnos, siempre dejan resquicio por donde
se percibe la diferencia entre la copia y el original.
~So puedo decir otro tanto de la cultura de su espí-
ritu : larga permanencia entre la alta sociedad e u -
ropea no ha logrado destruir en S. E . añejas p r e -
ocupaciones. Tratándose de la temible picadura de
algunas víboras, aconsejó con la mayor seriedad
que, para evitarla, me hiciese encantar al llegar á
Persia: « Y o lo estoy, decia, y apuesto á que todas
las serpientes venenosas del mundo no me harán el
menor daño.»

También se habló de mi futura estancia en Irán.


A l decir del Ministro y sus secretarios, aquel país
en nada cede al más privilegiado ; pero en opinión
de uno de los convidados, ingeniero inglés recien
llegado de Teherán, debe contarse entre los más
miserables del m u n d o ; y tanto me dijo á solas en
este sentido, tantos ejemplos adujo, que sin el en-
tusiasmo de que iba yo poseído, en vez de prose-
DE MADRID Á TIFLIS. 33

guir, habría vuelto á mi casa. Dicho señor regresó


por Bacú y P o t i ; sus indicaciones me decidieron á
seguir el mismo itinerario, y , sin más averiguacio-
nes, me embarqué para este último puerto el dia 2 8 ,
á las cuatro de la tarde, si bien no salimos de C o n s -
tantinopla hasta la madrugada siguiente.
El mar tan temido en los tiempos bíblicos es
surcado h o y por vapores franceses, austriacos, t u r -
cos, que tocan en dias fijos en los puertos de la
costa Sur hasta Trebisonda; sin e m b a r g o , sólo los
vapores rusos llegan á Poti. E l Bug, donde me
embarqué, era un barco viejo, de doscientos c i n -
cuenta caballos de fuerza, y c u y o p o c o calado, p o r
escasez de c a r g a , nos puso en grave peligro al salir
del Bosforo; la mucha mar y el viento, impidiendo
ir avante, obligaron á fondear á la entrada del C a -
nal, en diez y siete brazas, j u n t o á peñascos y p e -
ladas rocas, donde la mar rompía furiosa, con ries-
go de nuestra vida. Cincuenta horas permanecimos
en tan crítica situación; al salir de ella percibimos
un aviso turco, c u y o destino i g n o r á b a m o s ; pero
momentos después llegó por el lado opuesto un
vapor ruso, engalanado, conduciendo á bordo al
general Ignatief, embajador el más influyente en
Turquía.
Con sumo trabajo principiamos á romper la mar,
hasta tanto q u e , pasadas doce horas, la encontra-
mos en p o p a , pues los muchos ríos que desaguan
en el mar de A z o f f y golfo de P e r e c o p , buscando
salida por el Bosforo, producen á la entrada del
3
3t VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Canal nna corriente central de cinco millas, y dos*
laterales de diez en sentido contrario, una do las
cuales encontramos estando ya á distancia de la
boca, y merced á ella continuamos el viaje sin i n -
terrupción. También contribuyó á empeorar el tran-
ce en que nos vimos un Noroeste de los que se p r o -
ducen en Setiembre, Febrero y Marzo, durando de
ordinario cinco y seis dias. •
Tocamos primero en Incboli, cuyas casitas y
montes inmediatos apónas dejaba percibir la espesa
nieve que los cubría. Más adelante, camino de S i n o -
p e , pescamos caballas, sargos, escombros, espadar-
tes, que, según dijeron, emigran al mar Blanco d u -
rante la canícula; atún, r o m b o , llamado en turco
calcan, es decir, broquel ó escudo. D e noche los
habitantes de la costa cogen con la mano un pez,
cuyo nombre i g n o r o , atrayéndolo por medio de a n -
torchas. L o que más comíamos eran hermosos len-
guados, mucho esturión sobre t o d o , aderezado de
una manera exquisita con setas y salsas m u y pican-
tes, que eran parte á aliviar la molestia acasionada
por el intenso frío.
Asentada en reducida península, c o m o de dos
leguas do circuito, está Sinope, con cuatro mil h a -
bitantes ; al par de Sebastopol, es puerto natural,
seguro é inmenso. Abundan en la bella campiña los
granos y el tabaco, prueba de que la nieve era e n -
tonces un accidente de aquel dulce c l i m a ; aceite,
frutas, manzanas particularmente, que cuestan á
tres cuartos la docena; á orillas del mar las ostras
DE MADRID Á TIFLIS. 35
cuestan á real el ciento, y á precio más ínfimo aún
las almejas de tamaño extraordinario.
En la antigüedad, Sinope enseñoreaba con su
marina la Paflagonia entera; luego vino á ser c a -
pital de los Reyes del P o n t o , hasta caer presa de
Lúculo. Allí nacieron Diógenes y Mitrídates; allí
la flota turca sufrió terrible desastre, que ocasionó la
guerra de C r i m e a ; allí, por fin, se encuentran m o -
nedas, medallas y restos de fortificaciones antiguas.
Más poblada que la anterior es la ciudad de S a m -
sum, próspera á impulsos del comercio y actividad
do circasianos que hallaron en Turquía refugio c o n -
tra la Rusia. La mayoría de estos desgraciados,
que en número de medio millón huyeron ó fueron
desterrados de su país el año 5 9 , perecieron de h a m -
b r e ; algunos viven todavía del pillaje; otros descua-
jan los c a m p o s , donde abunda la viña, y sobre todo
riquísimo tabaco, que venden en Constantinopla
con pingüe ganancia. Otro germen de riqueza para
aquel puerto, si dispusiera de combustible, serian
las minas de plomo argentífero, c o b r e , hierro y naf-
ta que entraña la vecina cordillera. Así me lo d i -
jeron dos ingenieros franceses, conocedores de la
localidad por haber trazado los planos del camino
de hierro que proyectan construir de Escutari á
Bagdad.
D o c e leguas de S a m s u m , hacia el interior, está
la antigua Amassia, que deseara visitar en otra o c a -
sión; encierra restos de soberbios monumentos, c u -
yas fotografías compré en Trebisonda, y grandes
36 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

sepulcros tallados en escarpada roca, que se cree


fueran obra de los persas, dada la analogía que
guardan con otros del Irán. N o desembarqué en
aquella playa-, á causa de la mucha nieve; así es que
seguí tranquilamente hacia Trebisonda, saludando
de paso á Ordun y Kirasundan. E n una obrita que
tenían á b o r d o , compuesta á principios de este si-
glo por el belga Eottiers, leí que « d e s d e Kirasun
fué enviado á Italia el cerezo por el Procónsul L ú -
culo. Así lo aseguran San Jerónimo y A m i a n o M a r -
celino, y es digno de notarse que ciento veinte años
después trasplantaron dicha fruta á Inglaterra.» N o
me es posible averiguar aquí la certeza de esta n o -
ticia.
Muchas horas pasé sobre cubierta meditando en
las vicisitudes de ese pedazo de tierra llamado Asia
Menor, mansión de la Fábula, morada un dia de
la riqueza, del valor, de la libertad; presa envi-
diada de persas y g r i e g o s , y puerta por donde el
coloso romano asentó en Asia su poderío. E l de los
turcos tuvo allí la cuna, y también hallará sepul-
tura en dias no lejanos, que es vergüenza para E u -
ropa haberse dejado invadir y dominar por gente
que destruyó todo sin crear nada, y para colmo de
ignominia, se burló de nosotros en las personas de
los Cruzados.
E l 7 de Marzo llegué á Trebisonda. Las almena-
das fortificaciones, hoy muy deterioradas, todavía
forman un cuadro que resalta á la vista del especta-
dor. Es población de ciento veinte mil habitantes; su
DE MADRID Á TIFLIS. 37

movimiento comercial no baja de diez millones de


duros, á pesar de ofrecer h o y el Cáucaso nuevas
vías al comercio asiático, y la prestan vida y ani-
mación la continua llegada y partida de compactas
caravanas, que en todas direcciones llevan p r o d u c -
tos europeos para competir en baratura con otros
ele igual origen traidos por distintas vías.
La Cuadrada, cuyas espesas murallas cubre la
hiedra, y que un dia albergó á los Diez mil en su
retirada, no posee camino a l g u n o ; así es que el
trigo, valiendo dos duros el quintal á diez leguas
de distancia, cuesta cinco en la ciudad. Tal ca-
restía no ocurre de ordinario; proviene actual-
mente del intenso calor que el año pasado destruyó
las mieses do aquella fértilísima provincia, rica
también en piedra de construcción y en metales; el
hierro, por ejemplo, abunda de tal suerte, que apli-
cado un imán á las arenas del mar, saltan parcelas
del metal.
Como Persia no figura todavía, en la Union p o s -
tal, es preciso nombrar en Trebisonda persona e n -
cargada de recibir las cartas de Europa y de remi-
tirlas á aquel país, ó viceversa. Recurrí para esto
á la amabilidad del señor Vicecónsul de España,
quien tuvo asimismo la de presentarme á algunos
de sus colegas, entre ellos al francés Mr. Querry,
traductor de un Código de leyes shiitas titulado:
Ordenanzas sobre los puntos lícitos y vedados, com-
puesto por E l Mohekldk en el siglo v n r .
Después de platicar largamente con tan ilustrada
38 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

persona, me despedí de Tarabozan; así pronuncian


los turcos el nombre de la ciudad, origen de un
imperio efímero y de costumbres bárbaras, y tanto,
que los soberanos daban sus hijas á vecinos bárba-
ros y soeces á cambio de condescendencia y buena
amistad, de que tanto necesitaban.
Tres horas después de zarpar vislumbré, á c u a -
renta leguas de distancia, la nevada cima del Cáu-
caso. A la mañana siguiente, al llegar á Batum,
la blanquísima cordillera semejaba inmensa barrera
surgiendo de los mares, y el s o l , tiempo há escon-
d i d o , animaba con sus rayos las altas cimas que e n -
señorea el mitológico E l b u r z , de seis mil metros de
altura.
Puerto excelente y natural tiene la pequeña c i u -
dad de Batum, asentada en los terrenos do aluvión
que, desde A t i n a , soparan el mar de los montes del
Lazistan, población reputada por su valor entre las
que constituían la riquísima Colquide. N o lo es me-
nos hoy por la abundancia y excelente calidad del
m a í z , del tabaco, del algodón, de la fruta, entre la
cual es de admirar el tamaño de las uvas y manzanas.
P o r el Sur do la ciudad desemboca el rio C h o -
roc ( c o r r o m p i d o ) , voz parecida á C h o l o c , que es
el nombre de un riachuelo cercano á P o t i , y fron-
tera entre Eusia y Turquía, según el Tratado de
1860. La semejanza entre ambos nombres es causa
de continuas contestaciones, porque al fijarse la
divisoria de ambos imperios, el Zar pretendía lo
fuese el Choroe, guardándos3 de esta suerte á B a -
DE MADRID Á TIFLIS. 39

tum, mientras que el Sultán sostenía serlo el C h o -


l o c , como lo es efectivamente, no obstante las r e -
clamaciones de Ilusia, que surgen con cualquier
pretexto.
A mediodía me trasbordé al GalupcJiik (peque-
ño p i c h ó n ) , vaporcito de rueda con fondo llano,
donde se verifica el paso de la barra que obstruye
la embocadura del famoso Rion. Conmigo embarca-
r o n , procedentes de Francia y de la Pequeña R u -
sia, centenares de cajas de azúcar, artículo de g r a n -
dísimo consumo en el Cáucaso y ÍTorte do Persia.
Costeé las risueñas playas donde abordaron los
argonautas, fija la vista en la imponente cordillera
de doscientas leguas de l a r g o , barrera hasta el pre-
sente entre Europa y Asia. E n la falda septentrio-
nal del Elburz existe una comarca llamada A s i a ;
de ella tomaron tal vez nombre las tierras que los
griegos exploraron al Sur de la roca donde P r o m e -
teo fué condenado ; pero viendo que el Asia no t e -
nía límites al Oriente, llamaron Asia Menor al país
que consideraban cual segunda patria, con objeto de
distinguirlo del resto del continente. Semejante di-
visión va borrándose poco á p o c o , y nunca la c o n o -
cieron los asiáticos.
A las dos horas de deslizarse el GalupcJiik v i , en
el punto más oriental del mar N e g r o , el fin de la
cordillera Lazistan, que abunda en caza m a y o r , y
bosques espesísimos donde el r o b l e , el h a y a , el
enebro, el castaño, sólo caen á impulsos del t i e m -
po. Serian las cinco cuando cruzamos la barra deL
40 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Ш о п , paso m u y peligroso siempre que los vientos


del tercero y cuarto cuadrante soplan con violencia.
Desemboca este rio lentamente en el mar, forman­
do un delta llamado Isla de los Faisanes, ensancha­
do cada dia por el limo que arrastra; sus planas
limosas orillas, bordadas de b o j , acacias, plátanos,
álamos y clemátides, las animan tropeles de pelí­
canos é inmensidad de ranas. E n la margen i z ­
quierda , á dos quilómetros, está la ciudad de Poti,
cuyo nombre parece ser el mismo que la voz Tasis,
mediante una trasformacion de las letras aspiradas.
E l celo de las autoridades rusas no desmerece en
dicho punto del que desplegaron en V o l o z i s c a , y
nada tiene de extraño, cuando los periódicos diri­
gidos á Poti van primero á Tiflis, donde borran
cuanto parece irrespetuoso á la persona del Zar.
A cambio de contraseñas se llevaron los pasaportes,
y , no obstante mi carácter oíicial, é insistir en que
desde luego registrasen baúles y sacos, hube de d e ­
jarlos en la aduana, pues al ocaso del sol concluyo
la tarea de los empleados en dicho centro. A fuerza
de gestos y de hojear mi vocabulario, fui en direc­
ción de una fonda, corriendo por anchas calles c u ­
biertas de nieve. A cada persona que hallaba ai
paso decia : ¿Gastininza ciída? (¿hotel dónde?);
pero ocupados los dos que existen allí, hube de p e ­
dir albergue en una taberna con visos de fonda,
donde, á falta de comodidades, hallé compañía a l e ­
gre y servicial; que en esto la de los pobres suele
ser más envidiable que la de los ricos.
DE MADRID Á TIFLIS. 41

L a dueña de la casa, hermosa mujer maguer sus


cincuenta a ñ o s , sólo hablaba georgiano. A l igual
de otras personas que levantan la voz al dirigirse á
quien no las entiende, c o m o si la ignorancia de un
idioma implicara sordera, la buena señora atronaba
mis oidos; p e r o , siendo estériles sus esfuerzos, p i -
dió auxilio á un g r u p o de hombres que alrededor
de una mesa bebían, fumaban y departían con el
calor y entusiasmo propios de nuestra raza. Todos
se interesaron por el extranjero, contribuyendo p r e -
surosos á facilitarle el alimento y descanso que h a -
bia menester. Iba á disfrutarlo, cuando acertó á e n -
trar un j o v e n , empleado en correos y conocedor
del idioma alemán; saludarnos y quedar apalabra-
dos para verificar al dia siguiente un paseo en t r i -
neo todo fué uno, alegrándome muchísimo tal
coincidencia, pues nada iguala al fastidio de andar
solo por una ciudad que se desconoce. N o se redu-
j o á tan estrecho límite nuestra excursión; por es-
pacio de tres horas recorrimos en todos sentidos los
alrededores de P o t i , dignos de cautivar la atención
del naturalista. Debo francamente confesar que me
alegró sobremanera oír llamar Jason al cochero
que nos guiaba; ese nombre me trasladó mental-
mente á la infancia de la Historia, y sin poderlo
evitar, contemplaba aquel hombre cual reliquia de
frágil nave perdida en el océano de los tiempos.
Todos allí, hasta los niños, conocen la leyenda de
la mitológica expedición.

La fundación de Poti se remonta á tres siglos,


42 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cuando Amurátes I I I disputaba el Cáucaso á los


persas; consta de doscientas casas de un solo piso,
construido sobre estacas de haya y roble, que vale
á seis duros el metro c ú b i c o ; p e r o , efecto de la
excesiva humedad, causa de fiebres que allí se pa-
decen, y también de la multitud de insectos, p o -
cas habitaciones resisten veinte años. Las calles son
m u y anchas, rectas y l a r g a s , porque á cada finca
está anejo un jardín con profusión de hortalizas,
único artículo que se encuentra barato; lo demás
es carísimo, incluso las carnes, y siendo e x o r b i -
tantes los derechos que el Gobierno impone á los
productos extranjeros, resulta que el trato en las
fondas varía de ocho á doce duros diarios. L a c i u -
dad carece por completo de la animación y vida
q u e , sin duda, tendría en los siglos X i i l y s i v ,
cuando los activos genovesos por allí comerciaban;
todo es soledad y tristeza.
A l S. E . de Poti extiéndese el lago salado Paleos-
t o m , bordeado de juncos y cañas; tendrá seis qui-
lómetros de diámetro; su nombre griego significa
antigua Loca, lo cual da á entender, creo y o , que
un tiempo debió ser la desembocadura del Piion,
por más que el rio tenga hoy un curso indepen-
diente del lago. Este se une al rio por el estrecho
canal Nadorta, y al mar por el riachuelo K a p a r -
c h á i ; aconteciendo á menudo que las olas inundan
el Paleostom y lo convierten en sitio fétido, cuajado
de m u s g o , empeorando de esta suerte las condicio-
nes higiénicas de la ciudad. P o r mi parte considero
DE MADRID Á TIFLIS. 43

el espacio de legua y media cuadrada que c o m -


prende el delta del I l i o n , el Nadorta y el l a g o , c o -
mo robado al mar por las tierras que arrastra el
famoso rio, y cuyo lecho se viene modificando des-
de que no existia la antigua boca. Aquellos terrenos
ofrecen á la vista una capa de arcilla clara, donde
brillan partículas de mica que en otros tiempos t o -
maban por o r o , si bien aseguran que las arenas del
rio arrastran el precioso metal.
Monumentos históricos no existen, y mal pudiera
haberlos donde las discordias principiaron, hace
treinta y cinco siglos, con la venida de los argonau-
tas, que, con perdón de sus descendientes, tengo
por unos bandidos cuyas violencias y mala fe crea-
ron en Oriente aversión profunda contra una raza
aventurera y pérfida.
Tres horas duró la agradable expedición en tri-
neo , que por cierto me costó siete rublos , unos seis
duros ; pero los di como bien empleados, tanto
más, cuanto que soy apasionado por este medio do
locomoción, único encanto de las regiones frías.
Invertí el resto del día en diligencias encamina-
das á que no abrieran un cajón que contenia otro de
z i n c , en que llevo parte del equipaje á fin de p r e -
servarlo de la humedad, y á la mañana siguiente,
al despuntar el dia, marché á Tifus.
Diez minutos tardó un vaporcito en subir el rio
hasta la estación del camino de hierro, situada en
la opuesta orilla á la en que se halla Poti. N o o b s -
tante la diligencia que acostumbro á desplegar c u a n -
U VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
do viajo, descuidóme aquel dia más de lo prudente.
Tomado el billete, fui á facturar el equipaje; pero
viendo otros muchos delante del mió, j u z g u é que
tardaría en llegar mi t u r n o ; en tal supuesto, acudí
con varias personas á tomar café, sin ocurrírseme
que el tiempo invertido en soplar la hirviente bebida
lo perdian los baúles para ser facturados con tiem-
po. D e repente, sin previo toque de campana ni se-
ñal alguna, salen del café todos los viajeros, o c u -
pan en un instante los coches, y y o me encuentro
s o l o , frente al equipaje, que seguía donde lo había
dejado. E n vano doy á entender que lo facturen;
los empleados se encogen do h o m b r o s , contestando :
pozdno (es t a r d e ) ; vuéivome al conductor, que daba
el primero y último silbido, y ya echaba á andar el
tren, cuando opté por ir á Tiflis y dejar el equipa-
j e , gritando desde el estribo del carruaje á los e m -
pleados que circulaban por el andén : «Tiflis, tele-
graf.» Deseaba y o significar en tan breves palabras
el propósito do enviar un parte con las señas del.
equipaje á fin de que pudiesen remitírmelo, y s e g u -
ramente lo adivinaron ; en cambio y o no adiviné las
idas y venidas, las subidas y bajadas que la r e c u -
peración de los baúles habia de costarme, apren-
diendo de p a s o , no sin cierto consuelo, que existen
administraciones donde el expediente es aun más
largo que en España.

E l trayecto de Poti á Tiflis es pintoresco. AI


principio se halla la vía como encajonada en espe-
sos bosques de arbustos y altísimos árboles, entre
DE MADRID Á TIFLIS. 45

los cuales descuellan la haya, la higuera, el arce, el


peral silvestre, mezclados al tilo, al fresno, al aliso,
al sauce; pero según me hicieron observar, no exis-
te el álamo blanco, ni árbol alguno con hojas acicu-
lares.
Aquel camino me recordó, por la abundancia do
la flora, el de Colambo á K a n d y , en la isla de C e y -
lan, donde el areca y el c o c o apenas dejan á la l o -
comotora espacio para correr. E n cambio, echaba de
menos la temperatura privilegiada de aquella perla
de la Corona de Inglaterra : el termómetro señala-
b a — 5", y á mayor abundamiento, los vagones son
de hierro y faltos de caloríferos.
En la pequeña aldea de H o b o Ceháku ensán-
chase el horizonte: á derecha é izquierda aparecen
escalonados los macizos y altos ramales del Grande
y Pequeño Cáucaso, trazando aquí y allá valles y
llanuras, entre las cuales, la más importante es la
vastísima que se extiende al Sur de Kutaís, punto
al cual se llega á mediodía. Parecerá extraño que
el camino de hierro diste media legua de tan i m -
portante centro, morada de los antiguos Reyes de
Imerecia; débese, según me dijeron, á que un p r o -
pietario, rico é influyente, deseando vender ciertos
terrenos de su pertenencia, hizo pasar la vía por
donde más cuadraba á sus intereses.
Después de Kutaís la comarca aparece cada vez
más quebrada; por abruptas sierras se ven correr
jabalíes; grandes águilas vuelan á tiro de pistola;
pero lo más digno de observación es la variedad de
46 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
tipos que ofrecen los grupos de peones ocupados
en barrer la nieve ó en apisonar el terreno. No
exagero al decir que entre aquellas caras be visto
cuantas caracterizan al europeo y al asiático; las
hay rubias, morenas, oscuras, ovaladas y redondas;
cabezas prominentes y bajas, con pelos lisos y riza-
dos, estaturas altas y bajas, cuerpos vigorosos y ra-
quíticos; no parece sino que adrede hubieran ido
escogiéndolos para formar tan variado y curioso
conjunto. Vastagos deben ser de pueblos de remoto
origen, que por las leyes de la adaptación formaron
tribus depositarías del idioma y tradiciones de sus
mayores. Prueba de ello es, á mi entender, un h e -
cho reciente.
E n el año 68 fué nombrado el Príncipe A n e n -
gof'f jefe de una comisión cuyo objeto era estudiar
el idioma de los abjházes, colindantes con los min-
grelios por la parte de Norueste; después de vivir
algunos meses entre los abjházes, ni siquiera logra-
ron formar del habla de esas gentes un alfabeto que
reprodujese los sonidos guturales y nasales, tan su-
mamente exagerados, al decir de un testigo auricu-
lar, que todas las palabras parecen idénticas.
Lindando con el territorio de los avaros, están
los vatchas, tribu de unas doscientas familias, cuyo
idioma tampoco entiende nadie. De otros, y dicen
que en el Cáucaso hay diez y siete, sin contar los
dialectos, se han podido traducir por medio de in-
térpretes algunas palabras. N o parecerá inoportuno
consignar unas cuantas del habla de los esvanos,
DE MADRID Á TIFLIS. 47

que habitan orillas del I n g ú r , en su curso más


elevado, y que recogió hace diez años el alemán
Kadde, fundador del Museo de Tiflis. Helas aquí:

MOMBRES PROPIOS ANTIGUOS,

SACADOS DE UN PERGAMINO .ESCRITO EN IDIOMA CllUSINIO.

DE HOMBRES. DE MUJEUE?.

Álp Gunána
Neke Cbalíne
Bebé Altuina
Indo Chatuta
Duda Natella
Kiki Tamara
Lula

NOMBRES PROPIOS MODERNOS.

Pépu Doshmáse
Goga Dido
Doda Tita
Lomi Tánu
Puta Tátu

NÚMEROS C A R D I N A L E S.

1 — cischu 8 — árra
2 — jóri 9 — tcháclira
3 — s'émi 10 — iesht
4 — óshtu 11 — ieshtosclm
5 — óshustu 12 — ieshtjóri
6 — úsqua 20 — j e r v e s h t
7 — íshquit 30 — j e r v e s h t i c s h t
48 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

ADJETIVOS. VEIIDOS.

mucho — massaro! vivir — lürde


poco — molidgar morir — deshódgan
pequeño — c h ó c h r a escribir — lísi
grande — chescha hablar — ragát
claro •— nárgui viajar — lisí
oscuro — lüs cantar — ligral

¡Qué tesoro de riquezas no hallara el filólogo en


el Cáucaso! ¡qué de noticias no podrían suminis-
trarse á la Historia por tan áspero cuanto curiosí-
simo sendero! Pero el Cáucaso no volverá á r e c o -
brar la perdida libertad : los rusos rusificarán tan
heterogénea comarca, y el dia en que esto suceda,
quedarán, si no los ha aprovechado antes, perdidos
para la ciencia secretos que pudieran ilustrarla.
A las dos de la tarde formóse nuevo tren, reem-
plazando los vagones de hierro por otros de m a -
dera, movidos por dos locomotoras, que alimentan
con leña, pues las abundantes minas de carbón que
entraña el Cáucaso todavía no se explotan.
Instalados de n u e v o , fuimos salvando lentamente
un largo trecho, cuyo declive es tan excesivo, que
lo consideran contrario á lo que dicta la prudencia.
Póni es el punto culminante de la vía; hállase á unos
setecientos metros sobre el nivel del mar N e g r o , y
separa la Georgia del Gobierno de Tiflis, uno de los
nueve en que está dividido el Cáucaso. E n Surhan
volvimos á cambiar de vagones, y al caer la tarde
vi el rio K u r , divisoria entre la grande y pequeña
DE MADRID Á TIFLIS. 49

cordillera; sobre las aguas por extremo rojizas des-


lizábanse anchas balsas cargadas de madera ó de
productos que los centros de importancia distribu-
yen á los que la tienen escasísima.
Era ya m u y entrada la noche cuando paré en
Gori, ciudad populosa, cuyos moradores tienen
fama de corteses y elegantes; y, por fin, á la una de
la madrugada descansé en esta población, llamada
por los persas : «Casa de la alegría», proponiéndo-
me apuntar las muchas noticias que aquí he podido
recoger.
Poti dista de Tiflis 289 verstas, es decir, 309 q u i -
lómetros. Invirtieron quince años en construir la
vía férrea que enlaza ambos puntos; los planos se
trazaron por ingenieros r u s o s , pero de las obras so
encargó una compañía anglo-francesa.

4
II.

DE T I F U S Á BACÚ.

Bacú, 31 de Marzo de 1874.

Cuando leo en la Historia que un pueblo invade


á otro, y después de invadirlo trata de aniquilarlo,
todas mis simpatías acompañan al v e n c i d o , y toda
mi indignación se acumula contra el vencedor. E n
vano dice la experiencia que las invasiones redun-
dan en beneficio del progreso moral de los hombres;
que la razón del fuerte bajo algún concepto supera
á la del débil, y que las grandes agrupaciones, u n i -
ficando las formas de gobierno, disminuyen las c a u -
sas de g u e r r a ; á pesar do todo esto, siempre quisie-
ra yo tener en mis manos poder suficiente para l i -
brar del y u g o de una raza superior á sociedades
inferiores, é impedir que las manifestaciones de su
peculiar ingenio se borren de la faz de la tierra.
Este deseo se acrecienta cuando y o mismo pre-
sencio la desgracia; vuelvo entonces á olvidar la
majestuosa marcha de la Historia, para descender
á mirar sus detalles, lo cual es tanto c o m o m a n o -
52 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

sear los pequeños materiales de una obra grandiosa.


La ruina que contemplo es precisamente la del
país en cuya independencia debió interesarse E u r o -
pa , porque sin la gran barrera del Cáucaso, que
hizo cambiar de rumbo á los pueblos asiáticos, no
seriamos hoy lo que somos, y cuantas gentes se des-
parramaron por el Norte del Danubio habrían venido
á poblar nuestro continente por las tierras benignas
de la costa septentrional y acaso por las playas m e -
ridionales del Mediterráneo. Sin el Cáucaso seriamos
tártaros ó m o g o l e s , y el mundo romano no habria
existido. P o r tal motivo se debió proteger el Kavkas
del mismo modo que se protege á una persona acree-
dora á nuestro agradecimiento, ó por lo menos, p o -
ner dicho territorio al amparo de toda agresión.
Bajo el nombre de Kavkas no aludo á la provin-
cia que h o y lleva este n o m b r e , y cuya superficie es
mitad de la de España, sino á aquella parte que se
extiende al Sur de la infranqueable cordillera donde
habitan restos de los antiguos Yavana ó Jóvenes,
descendientes de familias aventadas por las mismas
muchedumbres de que formaban parte, y que no
pudieron contener el V o l g a , ni el D a n u b i o , ni si-
quiera la Persia.
Desgraciadamente hoy ya es tarde para llevar á
cabo aquel plan filantrópico al par que político.
Hasta la Era del vapor, las naciones europeas no
parece que hayan apreciado como debian el carácter
de muchos acontecimientos realizados en A s i a , y
por e n d e , no han podido asociar á las consecuencias
DE TIFLIS Á BACÚ. 53

de los mismos idea alguna de los efectos que un dia


ejercieran sobre su marcha política. Sería prolijo
citar ejemplos en apoyo de este aserto; mas concre-
tándonos al Cáucaso, ¿ quién duda que habría sido
prudente neutralizarlo, ó por lo menos fortalecer
allí á Turquía , aun cuando se la debilitara en E u -
ropa, pero jamas con ventaja de Rusia? D e esta
suerte, Rusia no sería h o y arbitra de una parte del
Asia, ni podría utilizar el mar N e g r o , ni el Caspio,
ni amenazarla el Mediterráneo, ni sería una amena-
za con el crecimiento sin igual de su poderío, que,
como dicen los armenios, «seextiende c o m o el agua
bajo la p a j a . »
Hace diez años cayó en mis manos una traduc-
ción francesa, m u y rara por cierto, de la obra de
Karamzin, que viene á ser en Rusia lo que D . M o -
desto Laftiente en España; el interés con que la leí
me inclinó recientemente á estudiar el desarrollo del
poderío ruso en el Cáucaso, y este estudio me per-
mitirá hacer algunas breves reflexiones antes de r e -
latar mi estancia en Tifus y llegada á Bacú.
De muy antiguo se encontró sitiado este país por
sus cuatro costados : los griegos lo atacaron por
Occidente, los persas por el Sur, los turcomanos
por el E s t e , y por el N o r t e , grupos de gentes que
habitaban las frias regiones del Ural y del rio Obi
hasta el mar Caspio.
Las conquistas de Alejandro, c u y o nombre se
perpetúa aquí en las tradiciones populares, dieron
á los griegos preponderancia sobre los demás inva-
54 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

sores; pero sin duda debieron fundirse con los na-


turales, porque se pierden de vista al aparecer los
r o m a n o s , quienes, después de ocupar la Armenia,
se hallaron frente á l o s partos, del mismo m o d o que
los rusos se encuentran h o y frente á los turcos y á
los persas. Desde entonces el Cáucaso fué pretexto
y teatro de reñidos encuentros.
La invasión de los Bárbaros, detenidos por la
gran barrera del Kavkas, no produjo cambios en el
m o d o de ser de los pueblos de la vertiente meridio-
nal de esta cordillera; pero á causa de la rápida
propagación del cristianismo, que coincidió con la
nueva vida que al culto zoroástrico dio el fundador
de la dinastía sasanida, surgieron guerras religio-
sas, que apenas ahogó el mahometismo. Y a en 661
atacaron los árabes la G e o r g i a , y la guardaron
hasta mediados del siglo v m , dejándola sumida en
discordias. Creen algunos que los lezguis, enemigos
natos de los g e o r g i a n o s , sean una mezcla de árabes
y aborígenes.
A fines del siglo x n principió á conmoverse el
Cáucaso con el flujo y reflujo de las hordas de D y e n -
guiz Jan; luego con las de Tamerlan, merced á lo
cual el elemento tártaro alcanzó la supremacía que
h o y conserva, y habiendo surgido el cisma entre
turcos y persas, el Cáucaso y países limítrofes vol-
vieron á ser teatro de rencores. N o obstante, la me-
moria de Kartlos, fundador del estado georgiano,
aun subsistia, y los Príncipes Kartvelos, que vivían
del prestigio romano, ya c a d u c o , sobrenadaron á
DE TIFLIS Á BACÚ. 55

tantos infortunios hasta después de la toma de C o n s -


tantinopla. Si hubiesen permanecido unidos, vi-
vieran tranquilos al amparo de la Media Luna :
desgraciadamente, como es condición de pueblos v e -
cinos y hermanos andar siempre enemistados, contri-
buyeron á la propia ruina disgregando la corona, y
en 1 5 8 5 , Alejandro I I I , rey de K a j e t í , se acogió el
primero al amparo del Zar Fedor Ivanovich, quien
solia enviarle estampitas de santos en prueba de
simpatía religiosa. Ignoraba el Kartvelo que la p r o -
tección del fuerte tiene del plátano el majestuoso
aspecto, y del manzanillo la venenosa sombra; por
consiguiente, que en el paso que daba se fundarían
cuantas pretensiones ha hecho valer Rusia en el
curso de sus conquistas.
Por m u y favorables que entonces fueran las rela-
ciones de dicho Estado con los Janes que enseño-
reaban la parte Sur del territorio moscovita, hallá-
base demasiado comprometido en lo exterior con
Polonia, en lo interior con las disensiones do los fal-
sos Dimitris; así es que apenas prestó oido al apoyo
que los reyezuelos del Cáucaso imploraban, hasta la
aparición de Pedro ol Grande, quien con voluntad
asombrosa rompió el círculo de hierro que le cerca-
ba por todas partes. E n algunos meses llegó este
grande hombre al A r a x , frente á Persia y Turquía;
y si la muerte le impidió derrotar á esta última
nación, se encargaron de ello sus descendientes,
tanto más, cuanto que mucho antes que Turquía
fuese Turquía, los rusos eran sus enemigos, y esa
56 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
enemistad se borrará únicamente cuando espire el
poderío osmanlí.
H é aquí algunas cláusulas del primer Tratado en-
tre Rusia y G e o r g i a , firmado en 1783 por P o t e m -
kin, uno de los amantes más atrevidos de Catali-
na I I , y en nombre del Zar Heraclio, por Chaft-
chavadre y Dagrasion :

AKTÍCULO i.

De hoy en adelante, Heraclio no se llamará


« V a l y de G e o r g i a » , como vasallo persa; en cali-
dad de cristiano y aliado de R u s i a , so titulará
« Zar de Georgia » , título y poder que Rusia le
confiere para él y sus descendientes hasta la consu-
mación de los siglos.

ARTÍCULO II.

Las provincias que de antiguo pertenecían á la


Georgia, y actualmente ocupan los persas, turcos y
l e z g u i s , se considerarán parte integrante de la
Georgia.

ARTÍCULO V.

E l Zar Heraclio estará representado en San P e -


tersburgo por un Residente, pero es inútil que R u -
sia le tenga en Georgia.

ARTÍCULO VII.

Cuando el Zar confiera cargos elevados, los s o -


meterá previamente á R u s i a por mera fórmula.
;
DE TIFLIS Á BACÚ. 57

ARTÍCULO VIII.

El Patriarca ó Católicos de Georgia tendrá el o c -


tavo puesto entre los arzobispos de Rusia, y añadirá
á sus títulos el de «Arzobispo de T o b o l s k . »
Conviene observar cpie, según la crónica redac-
tada por orden del rey V a c h t a n g , los Soberanos de
Georgia usaron el título de Zar desde el año 159
antes de J. C , y que Catalina convirtió este título
personal en título de la Corona.
El tratado de 1783 sólo constituía una alianza, y
pronto se vio que los rusos querían una fusión. D i -
fícil era llevarla á cabo dadas las disensiones en que
hervia el país por las agresiones de turcos y persas,
tan continuas y devastadoras, que se dudó entre
dejar que el Cáucaso se convirtiera p o c o á p o c o en
desierto donde Rusia tuviera una línea de defensa, ó
bien arrancarlo á los georgianos, cuya voluntad era
fácil captarse á todas horas con esperanza de s o -
corros. Fué adoptado este último plan; las conse-
cuencias ahí están en el tratado de 1 7 9 9 , y en el
manifiesto del Zar Alejandro á los georgianos, f e -
chado el 12 de Setiembre de 1 8 0 1 , que contenia
casi las mismas palabras que en ocasiones recientes
ha dirigido á otros pueblos el actual Soberano m o s -
covita.
« N o es para aumentar nuestras fuerzas, dice, n o
es por el interés de extender los límites de tan gran
Imperio, por lo que aceptamos la pesada carga del
trono georgiano; el sostenimiento de nuestra d i g n i -
51 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

dad, el honor, la humanidad, nos imponen el sagra-


do deber de atender á vuestros padecimientos, de
establecer en Georgia un gobierno fuerte, equitati-
v o , á cuyo amparo disfrutéis los beneficios de la
igualdad ante la ley.»
Pero la misma gran barrera que protegió al Cáu-
caso en diversas épocas dificultó extraordinaria-
mente la ocupación de los rusos; por cualquier par-
te que intentaban pasar, un hombre detenia á ciento.
Abundan los escritos que por aquella época refieren
las proezas de rusos, turcos y persas, y aun de al-
gunos pueblos de Georgia, que no consentían en re-
nunciar la libertad; pero Rusia no omitió sacrificios,
y tuvo la suerte de encomendar la guerra á hombres
c o m o Tsitsianoff, Yermóloff y Paskievich, cuyo g e -
nio supo modificar en estas comarcas escabrosísi-
mas los principios clásicos de la estrategia. A este
último General se debe la derrota del turco Osman
Bajá, y el tratado de Turkmanshái con Persia, fir-
mado en 1 8 2 8 ; en una palabra, las actuales fronte-
ras meridionales del Cáucaso.
L a tranquilidad, sin embargo, aun tardó en con-
solidarse. Los rusos apenas podían atajar la llama
de la rebelión, y á menudo, después de una victoria,
quedaban expuestos á una derrota. A ser posible la
unión entre abjházes, georgianos, imeritianos, min-
grelios, esvanes, gurielos, yevsuropchavos, lezguis,
armenios, kurdos, tártaros, persas, y qué sé yo
cuántos m á s , todavía reconquistara el Cáucaso su
libertad; pero, sobre ser difícil un acuerdo entre
DE T I F U S Á BACÚ. 59

gentes que no se entienden, contribuían á dividirlas


las religiones cristiana y mahometana, en esos paí-
ses equilibradas. Los del Daguestan fueron los más
rebeldes de todos. — « Estos tiempos adversos, p r e -
dicaban los alfaquíes, nos han hecho perder la creen-
cia religiosa, que sólo puede florecer al amparo del
árbol de la libertad, y el árbol de la libertad sólo
brota de la sangre de los tiranos.»—Combatieron
con esfuerzo incomparable por espacio de treinta
años, capitaneados por el heroico Chamil, y aun
subsistiera el foco de la guerra, si el General V o -
ronzoff no hubiese adoptado el sistema de ir cer-
cando y fortificando, á medida que adelantaba, el
territorio ocupado por Chamil, hasta encerrarlo en
la fortaleza del monte G u r i b , situado entre el país de
los avaros y el do los karakoisues. ¡ Ciento cincuenta
mil hombres perecieron antes de hacer prisionero á
aquel solo h o m b r e ! Designáronlo después como r e -
sidencia la ciudad de K a l u g a , cerca de M o s c ú , d o n -
de vivió en honrosa cautividad hasta 1 8 6 8 , época
en que le permitieron ir á M e c a ; allí quedó ciego,
y murió p o c o después.
Un hecho conocido tal vez de pocas personas es
que entre las tropas de Paskievich se hallaba eu
1829 el famoso poeta Pushkin, arrastrado al c o m -
bate, ignoro si por su imaginación exaltada y carác-
ter aventurero, ó si por mandato del Gobierno; ello
es que á orillas del Iusha-su o y ó por primera vez el
silbido de las balas, y fuese derecho al enemigo,
solo, lanza en ristre, con asombro de los cosacos,
60 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

que veían atónitos aquel señorito con sombrero b o n -


g o y gabán de pieles medir sus fuerzas con los más
fuertes en desigual combate. A s í cuentan el hecho
personas que lo oyeron de testigos oculares. P u s h -
kin murió después en desafío: era bullicioso y pen-
denciero, como lo fueron Q u e v e d o , Edgardo Poe,
Larra y otros muchos de gran mérito.
Desde 1 8 6 0 Rusia es definitivamente dueña del
Cáucaso; una generación educada en la paz bastará
á asimilarle estos países. Todo recien nacido es d e -
clarado ruso, la enseñanza de cualquier otro idio-
ma que el ruso está prohibida; los antiguos fueros,
abolidos; la práctica de dar los hijos en esclavitud,
severamente castigada; algunos descendientes de r e -
yezuelos reciben pensiones de los rusos, otros han
emigrado, otros buscan en el trabajo cotidiano esca-
so sustento, y los hay que sirven á quien en c o n -
cepto de ellos debiera servirles. Doscientos mil h o m -
bres, por fin, velan por el mantenimiento del orden,
prueba de temor, ó cuando menos de recelo.
Conocida la situación en que todavía han de
mantenerse los rusos, no se debe extrañar ningún
proceder de la policía, y es fácil comprender las
muchas trabas que dificultan al extranjero circular
por este país, si bien no soy y o quien tenga dere-
cho á decirlo, por la benévola acogida que las auto-
ridades me han dispensado en todas partes. A m b a s
circunstancias se consignarán más adelante. Hable-
mos primero de Tiflis, llamado por los políticos « Ojo
del Cáucaso», y residencia de un Teniente del E m -
DE TIFLIS Á BACü. 61

perador, que actualmente es el Gran Duque Miguel


Nicolaievich.
Así que llegué, pedí que me condujeran al Hotel
de Europa, pues no hay población donde falte alber-
gue bautizado con tal nombre.
Era el dicho hotel el mejor de la ciudad, y hallá-
base situado en el centro de ella. Mediante ocho d u -
ros diarios, sin ningún extraordinario, tenía una al-
coba con muebles de nogal, que apenas resisten la
sequía del verano, y buena comida, donde nunca fal-
tan siluros, barbos, sargos, y sobre todo salmón,
exquisito y m u y abundante en el K u r . Las carnes y
aves son mejores que en Madrid,pero también apre-
cio algo más subido; la carestía de la vida consiste
principalmente en el uso de artículos extranjeros y
en el alquiler de las casas, que es por demás e x a g e -
rado. P o r regla general, creo poder afirmar que,
en el gasto de la vida c o m ú n , una peseta representa
en el Cáucaso el valor de un real en España.
Antes de acostarme pidieron el pasaporte para
presentarlo al Gobierno civil, diligencia que tienen
buen cuidado de cumplir en las fondas, so pena de
pagar veinticinco duros de multa.
Siguiendo mi sistema de ver, antes que los deta-
lles de una ciudad, su conjunto, dediqué un dia á
recorrerla en coche. Tomé uno descubierto, de c u a -
tro asientos, tirado por dos pequeños caballos, y des-
pués de mandar repetir tres veces mis instrucciones
al istvoschshik, eché á andar. Era la primera, que
anduviese despacio; p e r o , á semejanza del que m o
62 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

sirvió en Odessa, corria como si fuera Luyendo de


un peligro, por más que esté prohibido andar al g a -
lope, y así de vez en cuando se lo decían los a g e n -
tes de policía.
A l pasar junto á un edificio en que vi escrito
Telegraph me detuve á poner un parte. L o redacté
en francés, bajo la severa mirada de un delegado
del Gobierno, quien, después de leerlo y mirarme
bien, preguntó qué quería y o dar á entender con
impatient attendant caisse. Contóle entonces lo que
me habia acontecido con mis baúles; pero viendo
que no acababan de satisfacerle mis explicaciones,
añadí que no tenía inconveniente en suprimir la
frase, como así lo hice. Puso él mismo la dirección
del parte antes do entregarlo al telegrafista, sin d e -
jar por esto de mirarme atentamente, y advirtién-
dolo y o , quise preocuparle fingiendo un aspecto si-
niestro. Después de atravesar un jardín, en cuya
puerta se hallaba el carruaje, volví la cara, y detras
de las ventanas vi al guindilla mirándome todavía
boquiabierto.
De allí fui al Banco á cambiar algunos billetes
por plata, pero sólo me cambiaron tres rublos; para
mayores cantidades se necesitan empeños y r e c o -
mendaciones. P o r manera que no es sólo en nues-
tros billetes donde se lee: «Pagadero al portador», y
luego no pagan.
La fundación de Tiflis se remonta al siglo v. E l
B e y georgiano Vajtang G o z g Asían, al dejar su r e -
residencia de ííomen-sjet, se trasladó á Seidabad,
DE TIFLIS Á BACÚ. 63

situado precisamente donde h o y existe la aristocrá-


tica calle de V o r o n z o f f , á corta distancia de unas
aguas termales que empleaba con frecuencia, y que
llaman Tbíli; de cuya palabra, añadiendo la termi-
nación si, que indica sitio ó lugar, resultó Tbilisi ó
Tiflis, nombre actual de la ciudad. Su posición, e n -
tro áridos y amarillentos montes, es desagradable;
divídela en dos partes desiguales, unidas por tres
puentes arqueados, el rio K u r r a , corrupción del
nombre que los griegos dieron á C y r o ; pero los
georgianos llaman á este rio Mhtkbari (agrada-
ble), pues aunque el color sea p o c o grato, sus aguas,
clarificadas, son buenas y saludables.
Es Tiflis un reflejo del Cáucaso, una población de
cien mil habitantes, compuesta de muchas pobla-
ciones que sería difícil enumerar detalladamente.
Después de los indígenas, notables por su belleza,
siéndolo á mi entender mucho más los hombres que
las mujeres, figuran en mayor número los armenios,
representantes del c o m e r c i o ; siguen los tártaros,
dedicados á diferentes oficios, c o m o armeros, j o y e -
ros, bordadores, e t c . ; los persas, ocupados especial-
mente en la construcción y decoración do edificios,
y bastantes cosacos (jajah), nombre que en tártaro
significa «sin h o g a r . »
Desde 1820 existe allí una colonia, c o m o de mil
personas, procedente de Vurtemberg. Residen en
un extremo de la ciudad, en la margen izquierda
del r i o , á lo largo de espaciosa alameda, donde las
viviendas se distinguen por el aseo y cultivo de los
64 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

jardines. La colonia rusa consta principalmente de


empleados civiles y militares. También hay mucho
gitano, casi todos músicos ó cantantes, y algunos cal-
mucos, que parecen genuinos representantes de los
mogoles. Ni siquiera los mencionara, si un c o m e r -
ciante ruso, procedente de Astracán, en cuya p r o -
vincia residen en gran número, no me hubiera ense-
ñado cierto documento que á dichas gentes se refiere,
y el cual prueba que, no obstante haber entre ellos
muchos cristianos, otros conservan aún las creencias
de sus mayores, adorando doce divinidades, cuyos
nombres transcribiré, sin responder de su exactitud.
l.° Bushan Bayusshi, legislador.
2.° Maydári, administrador de los habitantes de
este mundo.
3." Abidaba, dios inmensamente brillante y es-
pléndido.
4.° Maca-gal, divinidad terrible, señora del i n -
fierno.
5.° Saman-daga, divinidad domadora de espíri-
tus infernales.
6.° Onin F e n g u e r i , id. id.
7.° Oteír Bani, id. id.
8.° Dar E k o , pródigo de cuidados al género hu-
mano.
9.° Yzoidshi Burehan, juez del bien y del mal.
10. A j u c h i , dispensador de larga vida.
1 1 . Camsara, dispensador de bienes terrestres.
12. Nübor U z u k c h i , g m a de bienes y del arre-
pentimiento.
DE TIFLIS Á BACÚ. 65

Parece ser que cuantos rinden tributo á estas di-


vinidades oran en el idioma del Tibet, y que sus
oraciones terminan con esta frase : «Coronemos
las cabezas de los sabios del Reino de las n i e v e s » ,
es decir, del Tibet.
Toda la vida de la ciudad de Tiflis está c o n c e n -
trada en la margen derecha del Kurra. Allí se des-
tacan alta y arruinada fortaleza, en anfiteatro, las
moradas de un barrio digno de cualquier ciudad
europea, y las de otros que recuerdan la Turquía ó
atestiguan vida nómada. Las casas son de ladrillo;
constan de dos pisos, con galerías exteriores, c o m o
si hiciese siempre mucho c a l o r ; mas una estadísti-
ca que tengo entre manos arroja los siguientes da-
tos : temperatura media del a ñ o , 1 3 ° ; en invierno
baja h a s t a — 1 5 ° , y en verano subo á 37°. Contribuye
á esta desigual temperatura la situación p o c o des-
ahogada de la ciudad, y las rocas negruzcas y ama-
rillentas que la comprimen. Apenas cuentan cien
dias serenos durante el a ñ o ; por espacio de otros
ciento sopla un S. S. O. abrasador, y otros tantos
nieva ó se desata la lluvia, que estiman en veinte
pies al año. Efecto de estos cambios, las fiebres i n -
termitentes, tifoideas y cerebrales ocasionan muchas
víctimas.
Para resguardarse del frío emplean el sistema de
calefacción generalizado en R u s i a ; consiste en un
cuerpo de ladrillos, de dos varas de alto, revestido
de lozas blancas, donde después de convertida en
brasas la leña queda contenido el calor.
Gtí VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Éntrelos edificios merece citarse en primer lugar


el palacio de la autoridad suprema. Exterior é inte-
riormente es severo, y ele estilo c o m p u e s t o ; llama
la atención una sala preciosamente decorada con ara-
bescos y espejos, multitud de armas, alfombras, se-
derías, industrias del Caucaso, heredadas de los p e r -
sas. Tiene además el Gran Duque en su despacho
un mapa del Caucaso, de relieve, que ocupa todo
un lienzo de pared. A espaldas del palacio se extien-
de un bonito parque, y si bien no puede disfrutar
de él el público, éste encuentra agradable esparci-
miento en el Jardín Botánico, que en nada cede al
nuestro.
También hay un buen teatro, donde suelen traba-
j a r artistas italianos; una gran escuela, y club b e -
llísimo, cuya construcción devoró la inmensa fortu-
na de un armenio.
P o r lo que encierran, y no por lo que aparentan,
haré especial mención del Museo y de la Carto-
grafía.
A l entrar en el primero de dichos establecimien-
tos, que fué inaugurado el 2 de Enero do 1 8 6 7 ,
compré un catálogo, que por estar escrito en ruso,
fué para mí ininteligible; con t o d o , quedé agrada-
blemente sorprendido al ver ordenadas con gran
método y gusto cuantas curiosidades va suminis-
trando el Kavkás en sus diferentes fases.
La fauna constituye la colección más rica. F i g u -
ran en primer término hermosos tigres reales, via-
j e r o s , sin duda, que vinieron del Himalaya cruzan-
DE TIFLIS Á BACÚ. 67

do la cordillera M e d i c a ; todos parecen estar vivos,


y algunos miden ocho pies desde el hocico al arran-
que de la cola. E n compañía de tan terrible animal,
y en posturas m u y bien estudiadas, están el leopar-
d o , el lobo, la rayada hiena, el tejón, el chacal (pa-
ñis aureus). E l uro es el más notable de los rumian-
tes, pero tampoco desmerecen los corzos y antílo-
pes ; la capra caucásica descuella por su tamaño y
abundante vellón. Representan á los vivíparos, focas
procedentes del Caspio y delfines del mar N e g r o .
H a y una nube de pájaros : águilas preciosas, hal-
cones, cornejas, faisanes, abejarucos.
La colección de peces me pareció p o c o interesan-
te y escasa; en cambio hay centenares de anfibios
y miles de insectos: lagartos de media vara de lar-
g o , mucha culebra, pero tan sólo una especie v e n e -
nosa, la, vípera berus; tortugas de diversos tamaños,
si bien pequeñas comparadas á las de Ceylan ; y a d -
vierto que todo el mundo aquí repugna la sopa p r e -
parada con ellas. L a clase de los escarabajos es ri-
quísima, y respecto á los demás insectos, se descubre
el propósito do reunir principalmente cuantos dañan
ó molestan al hombre : langostas, moscardones,
chinches, piojos, falangias, escorpiones, etc.
De la flora existen unas tres mil muestras de m a -
deras y plantas, y lo que no liabia visto nunca, y es
de gran interés práctico, fué el ver reunidas las
plantas características á cada zona vegetal del Cáu-
caso, colocadas sobro grandes cartones, que tienen
forma adecuada á tal objeto. E n los mismos están
68 VIAJE AL INTERIOR DE PEKSIA.

trazadas las dimensiones de cada zona, y se ve, por


ejemplo, que la vegetación del Elburz principia á
doce mil pies sobre el nivel del mar, con la misma
que en los A l p e s , la cunomia rotundifolia.
Contemple del reino mineral magníficas mues-
tras de carbón, cobre, hierro, sal de piedra de las
orillas del Arax, y unos aerolitos que cayeron junto
á Petrovskosh; el mayor tendrá el tamaño de una
naranja.
Pero no es sólo al naturalista á quien interesa el
museo de Tiflis; la sección etnográfica interesa t a m -
bién al historiador. A h í existen martillos y mazas
de piedra procedentes de los alrededores de Culpi,
flechas de hierro y utensilios, al parecer de cocina,
hechos del mismo m e t a l ; adornos de b r o n c e ; tal
cual a r o , corona, hachas, flechas, y pequeños í d o -
los, que sería curioso comparar á otros de diversas
religiones, á los de E g i p t o por ejemplo. Hace más
de cinco mil años que los habitantes de este país
encantador extraían el estaño del Cáucaso, pues no
es probable que fueran á buscarlo á las islas Casité-
ridos, y podría ser que entre los egipcios y los pa-
dres de los 'georgianos se establecieran lazos co-
merciales primero, y afinidades en las ideas religiosas
después. Mas, sea de esto l o q u e fuere, las reliquias
de piedra y hierro no prueban siempre la romo ta
antigüedad de un pueblo.
Del período escita-helénico existen adornos de
oro que revelan sumo gusto, y de tiempos más m o -
dernos se han reunido armas é instrumentos de ¡nú-
DE T I F U S Á BACÚ. 60

sica muy originales, pertenecientes á tribus tártaras


y persas. Llaman, por fin, la atención varias urnas
cinerarias de piedra de distintos tamaños y formas,
no pocas losas con inscripciones que nadie conoce,
y sobre t o d o , una colección de figurines con los
trajes de hombres, mujeres y niños de todas las
nacionalidades del país. Esta c o l e c c i ó n aun está
por completar : constará de unas ciento cincuenta
piezas.
En el mismo compartimiento van colocando vis-
tas fotográficas admirablemente hechas de los p u n -
tos principales del Cáucaso, de m o d o que con per-
manecer ¡en aquel museo un par de dias se conoce
el país y sus habitantes sin necesidad de viajar, y
aun acaso mejor que viajando.
N o menos interesante es la Cartografía, vasto e s -
tablecimiento que honra á su Director el General
Jodsko, reputado por ser el primero que midió el
monte Ararat, cuya altura es de 16.916 pies. E r a
tradición armenia que ningún mortal subiría jamás
hasta su cumbre para no arrebatar el arca de N o é .
Secundado el General desde hace veinticinco años
por oficiales de Estado M a y o r , cumple con gran
celo la misión de dar á conocer en sus más mínimos
detalles la región del Cáucaso y países limítrofes.
Para ello lucharon á menudo con la ignorancia, y á
veces apelaron á las armas; pero fruto de tantos
sacrificios es una riqueza de datos etnográficos que
antes de pocos años permitirán conocer los puntos
más recónditos de este territorio.
70 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

E n diversas escalas hacen y publican mapas es-


peciales para el militar, para el g e ó l o g o , para el
viajero, y no sólo del Cáucaso entero, sino que tam-
bién de cada provincia, y aun de cada distrito. Pol-
lo general aplican la escala de una pulgada inglesa
porcada veinte verstas, es decir, de i m
l
0 0 Q 0 • Los c o r -
tes del terreno están indicados con suma precisión,
determinándose particularidades y variedades de las
rocas graníticas, poriíricas, volcánicas ó neptunia-
nas ; las alturas se han calculado casi siempre por la
triangulación, y rara vez por alturas barométricas.
A l recorrer dicho establecimiento, donde trabajan
cien personas, entre oficiales, dibujantes, grabado-
res, prensistas, coloristas y aprendices, me detuve
á examinar un gran mapa de Persia, para el cual
confrontan escrupulosamente cuantos datos sumi-
nistran las personas que han viajado por dicho I m -
perio. Este mapa tendrá dos varas en cuadro, y no
lo concluirán hasta dentro de tres años. Otro traba-
j o , cuya importancia no está suficientemente apre-
ciada, consiste en un gran mapa de relieve del Cáu-
caso, hecho con pasta de p a p e l : mido tres metros
en cuadro, y es más primoroso que el que está en
el despacho del Gobernador General.
Nada más á propósito para conocer la geografía
pronto y bien. Allí el Rion y el K u r señalan per-
fectamente la separación de los dos Cáucasos, « d e
análoga formación á la de los Alpes y Pirineos,
me decia el Coronel Stebnitsky, y abundantes en
carbón, hierro, mármol, durísima piedra para cons-
DE TIFLIS Á BACÚ. 71

truir, y alguna propia á litografiar, por más que


empleemos con preferencia la de Baviera.» E n aque-
lla preciosa miniatura se ve el Ijoksha, lago v o l c á -
nico con buena a g u a , situado á 6.340 pies sobre el
mar N e g r o , es decir, 1.000 pies más alto que el
lago V a n , y 2.000 sobre el U r m i y a b , ambos con
agua salada, y este último falto de peces. E l nivel
del Caspio, después de repetidas observaciones, r e -
sulta hallarse 87 pies más bajo que el mar N e g r o .
E l famoso monte Elburz domina el Ararat y tie-
ne el tamaño de un huevo. Nadie ha pisado el v é r -
tice de tan gran manifestación de las fuerzas volcá-
nicas que dieron origen á la cordillera entera, y cuyo
acceso defienden picos traqiúticos y profundos pre-
cipicios. C o m o es natural, cada pueblo lo designa á
su manera : Kaf-da ( K a f - m o n t e ) , le llaman los tár-
taros; Shatlgora (monte de las sombras), los rusos;
Orji-itub, los abjházes; Oshga-Machía ( m o n t e de
los bienaventurados), los adigués; pero el nombre
más general es ICwamli, que en georgiano signifi-
ca « h u m o » , y Dshin-padishah (emperador de los
genios), en persa, sin duda porque los abismos que
lo rodean pintan lo inaccesibles que en la imagina-
ción de los antiguos bordaban la región de los fan-
tasmas.
Por medio del gran Ararat, llamado todavía Kuh-
Nuli (monte do N o é ) , pasa la divisoria entre T u r -
quía y Rusia; j u n t o á él está el pequeño Ararat,
dividido en tres partes : la rusa, la turca y la persa.
También me indicaron los dos estrechísimos d e s -
72 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

filaderos por donde algunos salvaron la gran cordi-


llera : el uno, llamado por los antiguos Pibe Cauca-
siai, y por los georgianos Yevis-Karí (puertas de
J e v ) , está en el meridiano de Tiflis y Vladicavcas;
dentro de poco surcará la locomotora aquella esca-
brosísima región; el otro, que cae junto á Derbent,
roca de doscientas varas, tajada como á pico, deja
en la orilla del mar estrecho paso, parecido al de las
Termopilas; se llamó Pilce Albania:; luego, «Puertas
principales», « Puertas de hierro», por árabes y tur-
cos, y también « T r o n o de o r o » , por los tártaros.
De allí arranca la muralla levantada contra los pue-
blos del N o r t e , que llegaba hasta las Pila} Cauca-
sicc, obra atribuida por los orientales á Scandar
( A l e j a n d r o ) , por más que el héroe macedonio, si
bien lo dice el Alcorán, no pasara de Armenia. E n
el siglo V la restauró el Shah de Persía, K o b e d , se-
gún indica una historia do Derbent, traducida del
persa al armenio, y luego extractada en ruso. U n
oficial que hace pocos años visitó aquella obra g i -
gantesca me dijo que, á juzgar por algunos trozos
que miden 12 metros de altara por ia tercera parte
de espesor, la muralla que arranca de las «Puertas
de hierro» puede competir con las grandes obras de
igual clase de chinos y babilonios, y que supera á
la que protegía á Corinto, Constantinopla, y á la
que levantaron los romanos contra los pictos.
D i g n o es de observarse que en los montes Cau-
cásicos no nace ningún rio caudaloso, y á este p r o -
pósito diré que la unión de los dos mares, canali-
DE TIFLIS Á BACÚ. 73

zando el K u r , y uniendo su manantial al del Ilion,


es empresa demasiado difícil, que nadie piensa en
realizar, máximo cuando puede lograrse el mismo
objeto volviendo á principiar los trabajos que inició
Pedro el Grande : la construcción de un canal, des-
de el manantial del Kamisinska desaguando en el
V o l g a , al del Lana en el Don.
Terminé aquella interesantísima lección llegando
á la escabrosa comarca teatro de las hazañas del
indómito Chamil, visitando más abajo las estepas
del M o g a n , por donde, reunidos el K u r y el Arax,
surcan un terreno que se han creado; pero donde
con preferencia se fijó la vista fué en el camino que
seguí hasta Bacú á lo largo de las lisas tierras r e g a -
das por el K u r .
E n la Cartografía de Tiflis existen, como es na-
tural, cuantos trabajos en establecimientos análogos
produce Europa; también me los enseñaron, y á
este propósito los señores oficiales tuvieron la defe-
rencia de hablarme de los trabajos de Ibañez y de
los itinerarios de B o z a s , encomiando el mérito de
ambos Generales.
Los dos centros acerca de los cuales he creido
conveniente hacer especial mención hablan m u y
alto en favor de la ilustración del Gobierno ruso.
Estos países jóvenes llevan grandísima ventaja á los
pueblos antiguos; pueden principiar por donde e s -
tos últimos concluyen, sin necesidad do destruir añe-
jas preocupaciones. Además, entre nosotros es n e -
cesario buscar dentro y fuera del país quien nos
74 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

enseñe, mientras que los rusos se atraen indistin-


tamente cuantas personas puedan dirigirlos. Así
marchan ellos.
Trabajos de m u y distinta clase dan asimismo á la
ciudad de Tiflis especial nombradla: las capuchas
para resguardar del frió la cabeza, y do uso gene-
ral, constituyen una gran industria. Es un tejido de
pelo de cabra ó de camello, llamado paja en geor-
g i a n o , y bashlik en turco, es decir, cabecera; pues-
to al estilo del país, afecta la forma del gorro frigio,
con sus dos puntas colgantes; los más finos, los de
pelo de camello, cuestan doce duros. Las incrusta-
ciones en plata, mediante una composición de c o -
bre, p l o m o , plata y azufre, son más conocidas en
E u r o p a , por tener aplicación á multitud de objetos
de adorno, c o m o cadenas, botones, brazaletes, ca-
j a s , petacas, etc., que exportan en crecido número.
A l considerar el barrio de Tiflis que ofrece as-
pecto europeo, dicho se está que sus moradores han
de participar del mismo carácter, siendo digno de
notar la mareada disposición de estos pueblos, y
también del ruso, á asimilarse idiomas y costumbres
extranjeras; facultad que, á mi entender, caracteriza
al asiático como á todas las razas atrasadas. Con
las modas francesas, inglesas, alemanas, se han ido
introduciendo costumbres, conceptos, aplicaciones,
en que cada cual elige lo que le parece m e j o r , del
mismo modo que el Gobierno ruso, afrancesado
hace algunos años, tiende hoy á germanizar leyes,
ejército y enseñanza. E l procedimiento es inevita-
DE TIFLIS Á BACÚ. 75

Lie, y en la práctica sucede á menudo que pecan de


exagerados, principalmente porque imitan al ruso,
quien á su vez imita á otros. Así, por ejemplo, siendo
proverbial la amabilidad de formas en el francés, no
quieren quedarse atrás, y á los cinco minutos de c o -
nocer á una persona se despiden de ella con besos y
abrazos; saben que al ir de visita acostumbramos
á dejar el gabán ó la piel en la antesala; pues aun
para entrar en una oficina veinte veces en una bora,
veinte veces se quitan el gabán ó la piel, y lo c o n -
trario sería incurrir en grosería. Oyen que los ingle-
ses consideran de mal tono prescindir del frac para
comer, y cátate á un georgiano de frac y guante
blanco á las ocho de la mañana; saben que cuando
brindan pronuncian algunas palabras, y ellos p r o -
nuncian discursos de media hora; que en presencia
de dos personas desconocidas, la conocida de a m -
bas suele presentarlas mutuamente, y sin enco-
mendarse á Dios ni á los Santos, sin averiguar si
conviene al uno ó á los dos, ni siquiera si procede
presentar A á B , ó B á A , al p u n t o : — « T e n g o
el honor de presentar á V . á mi querido amigo A ;
•—El señor es mi queridísimo amigo B » ; han oido
decir que es propio, en fin, de rancios aristócratas
besar la mano á una señora, y ellos en toda ocasión
y tiempo la besan á jóvenes y viejas. E n cambio c o -
meten multitud de faltas, que entre nosotros m e r e -
cerian censura, y no las apunto, porque en materia
de costumbres no admito la crítica; duele, sí, ver s o -
ciedades que cifran la civilización en cosas fútiles,
7G VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
cuando puede alcanzarse sin detrimento del propio
carácter y sin incurrir á los ojos del extranjero, y
por el afán de imitar, en anomalías cuyo alcance
desconocen.
Sea ó no consecuencia de la misma exageración,
la amabilidad de este pueblo hacia los extranjeros
es digna de encomio, y el terreno que para tributar-
la eligen con preferencia es, c o m o en todas partes,
la mesa.
N o se abriga, ni acaso es posible, la sobriedad en
las regiones frías; y si un español hubiera de medir-
se en este punto con un ruso ó georgiano en los
convites, ni siquiera obtendría el accésit. Y allá va
la p r u e b a :
Antes de sentarse á la mesa páranse los convi-
dados á tomar el zacusca delante de otra m u y p e -
queña, donde en orden de batalla se agrupan bote-
llas de vinos generosos, secos, dulces y toda especie
de entremeses, entre los cuales el caviar ocupa
siempre la vanguardia. Es de usanza que durante el
zacusca los comensales se pasen uno á otro el tene-
dor ó cuchara que han empleado; s i g n o , creo y o ,
de fraternidad.
Ocupan luego sus sitios, teniendo sumo cuidado
el anfitrión de colocar á cada uno en el que j u z g a
corresponderle, pues no todos discurren con el gran
juicio de D o n Quijote, y principia el festín, abundan-
te en manjares, que cualquiera de ellos bastara á sa-
tisfacer un regular apetito, y nunca son de estos que
abultan mucho y cuestan p o c o , c o m o nuestro maldito
DE TIFLIS Á BACÚ. 77

alimento respij'atoi'iollamado garbanzo. Los rellenos,


las pastas, los huevos duros, la cebolla, el chaucráut
alemán, el asado con torta de manzanas, ó gelatina,
ó ambas cosas á la vez, budines, etc., son adherentes
de cualquiera mesa exenta de grandes pretensiones.
A pesar de que los vinos extranjeros son de rigor,
los del país tienen gran aceptación, no obstante ser
muy fuertes y su sabor á brea. Entre todos los del
Cáucaso, el vino de Cajetí, el mayor viñedo de
Georgia, ocupa lugar preferente; cuesta á peseta la
botella, y tiene algún parecido con el B o r g o ñ a ; su
color semeja al dorado del exquisito vino de Cana-
rias, pero no es natural, sino que se obtiene m e -
diante el zumo de una uva que cultivan únicamente
para dicho objeto; lo trasportan en pellejos de cabra
ó búfalo de una sola pieza, de manera que sólo fal-
ta al animal la cabeza para semejar que está v i v o ;
el interior de los pellejos lo untan con nafta.
Pero no son los vinos del país los que emplean
para los brindis, sino el clásico eliampagne, que en
Oriente no es más que un compuesto de muchos
compuestos, por caro que se pague. El dueño de la
casa designa la persona que ha de beber á la salud
de los demás, y en principiando u n o , imposible
calcular cuándo terminarán todos; al final observan
una costumbre digna de elogio : los convidados sa-
ludan al anfitrión, y si tiene familia, sus hijos lo
besan la mano.
Por lo general se hacen tres comidas : almuerzo
á las nueve, comida á la una, cena á las siete, con
78 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

más un tente en pié al levantarse, otro á las cuatro


de la tarde, amén de cinco ó seis vasos de t é , que
se toma en cualquier visita ú oficina. ¿ H a y entre
nosotros quien se atreva á tanto?
Sólo nueve dias permanecí en la capital del Cáu-
caso, y los dediqué principalmente á disponer mi
viaje á B a c i i , empresa poco c ó m o d a , y menos en
la estación de invierno.
A n t e todo es preciso lograr un padaroshna, ó
pasaporte, indispensable para ir á cualquiera parte,
so pena de ser rechazado. L o hay de dos clases: el
padaroshna de correo, el más eficaz, porque en los
relevos tiene preferencia para obtener caballos, se
da únicamente á personas encargadas de una misión
extraordinaria; y el padaroshna cazolnaya, ó de la
corona, que fué el que á mí me dieron, atendido mi
carácter oficial. D e no tenerlo, hubiera debido ser
portador de una recomendación especial del Gobier-
no ruso.
Dueño del padaroshna, de buen grado habría yo
recorrido á caballo los seiscientos veinte quilómetros
( 5 8 0 verstas) que me separaban do esta ciudad, si
en las paradas dieran á los jinetes caballos, y á és-
tos pienso; no hallándome dispuesto á organizar
una caravana, tenía que optar entre el troika ó el
carruaje.
Mi difunto padre ( q . e. p . d.) recorrió, hace vein-
te años, el mismo trayecto que acabo de recorrer,
y tenía tan mal concepto del troika, que desde lue-
g o renuncié á é l , no sin ensayarlo antes por vía de
DE TIFLIS Á BACÚ. 79

curiosidad. Verdaderamente es un vehículo inaeuan-


table, sobre todo habiendo do andar á campo tra-
vés, que es como se anda de Tifus aquí, porque,
careciendo de resortes y muelles, los sacudimientos
son terribles. Redúcese á un cajón de madera en
forma de cesto, en el cual caben dos personas y el
cochero, pero tan apretados, que apenas puede lle-
varse un saco de n o c h e , á no ser que el equipaje
sirva de asiento. La única ventaja del troika es ser
barato : cuesta un kopcko ( 2 5 maravedises) por
versta y uno por caballo, y como siempre se e m -
plean dos por lo m e n o s , resulta que el viaje de Ti-
fus á Bacii puede hacerse mediante una onza. El
troika y el cochero so renuevan en cada una de las
treinta y dos paradas que hay en el trayecto.
Jío están los carruajes en el mismo caso; sobre
ser difícil hallar siempre disponible el que se nece-
sita, debe pagarse adelantado el alquiler para la
ida y para la vuelta, que precisamente ha de durar
docedias; pero c o m o al llegar el viajero al punto á
que se dirige, rara vez encuentra quien necesite su
carruaje para ir al de partida, resulta que casi nunca
reembolsa la mitad del gasto. E l carruaje además
exige llevar un conductor que lo vuelva al punto
do salida; y aunque las sesenta personas que desem-
peñan este cargo disfrutan sueldo, es costumbre
gratificarlas. Resultado: el viaje en carruaje cuesta
como dos viajes. Si se lleva mucho equipaje, á m e -
nos que sea indiferente aguardarlo cuarenta dias en
Bacú, todo se complica, porque entonces debe b u s -
80 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

carse vehículo que lleve al viajero y sus baúles, y


de uua carretela de dos asientos á una de cuatro,
ó á una diligencia, la diferencia de precio es exor-
bitante. Gracias a l a amistosa intervención del señor
Director de Comunicaciones, General Paparigopu-
l o s , pude esquivar las exigencias del contratista de
carruajes, que si n o , allí concluyeran los treinta mil
reales que traje de Madrid, y logré además salir de
Tifus á tiempo justamente para alcanzar el vapor
de Enzelí.
Conocí al General Paparigopulos por mediación
de un pariente suyo, propietario de los más acau-
dalados de la Pequeña Rusia, con quien vine de
Viena á Odessa, y como cuarenta y ocho horas de
conversación en viaje intiman más que años de es-
caso trato en populosa ciudad, resultó que los dos
viajeros, unidos por afinidad de ideas, se convir-
tieron en amigos.
Mediante, pues, los buenos oficios de dicho Di-
rector, conseguí una carretela para dos personas, en
que parte del equipaje servia de asiento, y la otra
iba en espaldar. P o r conductor diéronme nada me-
nos que al mismo que acompañó al Shah de Persia,
un alemán de fuerzas hercúleas, luterano, de ejem-
plar piedad, más inofensivo que una malva, no obs-
tante haberse distinguido en la campaña de Alexan-
dropol en 1853 ; desde entonces iba en pos de la
fortuna, pero con poca suerte en verdad.
E l importe del viaje subió á trescientos duros:
ciento sesenta por alquiler del carruaje y el de los
DE T I F U S Á I3ACÚ. 81

caballos, diez por derechos de calzada, cuarenta y


cinco de gratificación á los soldados que en ocasio-
nes me escoltaron, cuarenta y ocho por caballerías
suplementarias, veinte de gratificación al c o n d u c -
tos, y sólo diez por manutención y hospedaje, pues
traia provisiones en abundancia, y , como se verá,
apenas he parado en punto alguno.
Dispuestas y arregladas las cosas mejor de lo
que presumía, salí de Tiflis el 20 de Marzo a l a una
do la tarde, embargada la mente por esa virtud
mágica del deseo, que todo lo embellece, y con bríos
para llegar de un tirón, no digo á B a c ú , sino al
mismísimo lago Balkash, codo á codo con mi c o n -
ductor, ambos en animada conversación, y guiados
por un cochero tártaro capaz por su fisonomía de
infundir terror á los Siete Niños de Ecija.
Al volver una calle, impidiéronnos el paso, so pre-
texto de que iba á pasar por allí el Gran D u q u e , y,
dando un rodeo, ganamos los arrabales de la c i u -
dad y luego una carretera junto al r i o , en cuya
opuesta orilla, al borde de elevada y tajada roca, se
ven hacinadas las casuchas de los barrios tártaros.
Corríanlos con toda la velocidad de nuestros caba-
llos, cuando vi al conductor levantarse de su asiento,
agitando en la mano el padaroshna, para que los
guardas del portazgo levantaran una gran viga atra-
vesada en medio del c a m i n o ; así lo hicieron, y á
escape proseguimos hasta la primera estación, don-
de en cinco minutos cambiamos de caballos y de
cochero. A las cinco y media llegamos del mismo
e
82 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

modo á la tercera estación, recreando de continuo-


la vista, ora en las blancas cimas del Cáucaso, ora
en las sinuosidades del rio ó en lomas de arcilla de
variados colores que bácia la derecha se perdían en
lontananza.
Pero las circunstancias no habian de plegarse
siempre tan á mi sabor. E n la tercera estación ya
paramos una hora; j u z g ó prudente el conductor va-
lerse de sus poderes pidiendo dos jinetes que nos
escoltasen, « p o r q u e , decia, vamos á pasar por unos
desfiladeros donde suelen emboscarse ladrones, y si
le roban á V . , hallará los procedimientos judiciales
tan largos, que gustoso renunciará á recuperar lo
perdido.» E s cierto que ocurren robos, pero rarísi-
ma v e z ; en tales casos, no siendo habidos pronto
los culpables, manda el Gobierno soldados, y á v e -
ces un regimiento al pueblo ó pueblos en cuya zona
so cometió el delito, y en el cual deben de estar
avecindados los escopeteros que escoltan al viajero.
Como las tropas viven á expensas del pueblo hasta
tanto que se descubren los ladrones, todos se inte-
resan en coparlos, so pena de verse arruinados en
p o c o t i e m p o ; de ahí el que pueblos, tribus, tártaros
en su mayor número, tengan buen cuidado en o b -
servar á los forasteros, y aun unos á otros entre sí.
L o s jinetes destinados á la seguridad particular se
llaman chape'»'; son dos ó tres en cada estación, y
reciben del Gobierno quince rublos mensuales, lo
cual no quita para que acostumbre gratificarlos
quien los molesta; tienen larga cabellera, dividida
DE TIFLIS Á BÁCÚ. 83

en finísimas trenzas, que cubre desmesurado gorro


de pelleja de c a m e r o , montan casi de pié sobre e s -
trecha silla, y llevan siempre el fusil dentro de una
funda y en bandolera.
A las ocho de la noche costeamos el rio Jrama,
que riega fértilísimas tierras abundantes en cerea-
les, y á las nueve descansé en la cuarta estación,
después de haber andado setenta quilómetros. B i -
fúrcanse allí los caminos que conducen á A l e x a n -
dropol, sobre la frontera de Turquía, y á Dshulfa,
sobre el A r a x , camino éste que hubiera seguido á,
no tener propósito de venir por él cuando regrese á
España.
Como los baúles estaban artísticamente amarra-
dos al carruaje, preferí dejarlos en tal estado á
entrarlos en el aposento; pero el conductor creyó
prudente mandarlos custodiar por un centinela m i e n -
tras dormía, ó mejor d i c h o , trataba de dormir, que
no es fácil conseguirlo dada la escasa comodidad
que para ello ofrecen los paradores de este trayecto.
Constan de una gran cuadra con su correspondiente
cabra, para impedir, d i c e n , el pataleo de los caba-
llos durante la n o c h e , y alejar al diablo. Según
prescripción del G o b i e r n o , debe haber disponibles
veinte y cuatro caballos para los viajeros, y seis para
los correos que semanalmente cambian la corres-
pondencia entre Tiflis y Bacú. Separada de las c u a -
dras hay una habitación sin más ajuar que dos ó
tres bancos que sirven de c a m a , un cubo de agua,
una tetera y el samavar, de rigor en todas partes,
84 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
para calentar agua. Redúcese tan generalizado apa-
rato á una caja de latón que se cierra hermética-
mente, dentro de la cual hay una, á manera de
chimenea, donde se echa el carbon, y por medio de
un grifo vierten el líquido en la tetera. Junto á al-
guna que otra estación he visto un fortín con diez
ó doce circasianos, á quienes incumbe obligación
análoga á la de nuestros guardias civiles.
Proseguí antes del amanecer; el dia era oscuro y
desapacible; el coche ya no corría por ancha y lisa
carretera, sino por vastísima llanura, como las de
Mesopotamia, pero no tan igual que permitiera an-
dar sin tropiezos y saltos; sólo recreaban la vista,
haciendo olvidar algún tanto la aridez del país, el
aspecto de la gran cordillera, sus caprichosos estri-
bos y la variedad de sus tintas. M e detuve en dos
puntos á ver las habitaciones subterráneas de los
tártaros, y de las que es imposible formar idea desde
fuera; nadie, en efecto, sospecharía por la adusta
entrada de tan singulares
ís
moradas el agradable
o
re-
fugio que ofrecen en la presente estación, y á no
dudarlo, también en la cálida. Sobre gruesas vigas
de basta seis metros de alto descansan las tablas ne-
cesarias al sostenimiento de la tierra; un profundo
agujero transversal da luz y aire á la mansion, en
c u y o centro está el fuego destinado á los usos do-
mésticos y para calentarse. V i ' e n una, alrededor de
las brasas, y en cuclillas, más de veinte personas en-
vueltas en tan densa atmósfera de h u m o , que pá-
rese imposible puedan soportarla seres humanos.
DE TIFLIS Á BACÚ. 85

El tipo de los tártaros es interesante : marcial


presencia, fisonomía de clásica regularidad; en g e -
neral son do aspecto f e r o z , realzado por las muchas
trenzas do pelo negro y rizado que cubren sus fren-
tes, pero también he visto caras de dulzura f e m e -
nina. Los dientes son blanquísimos, los ojos, redon-
dos, las manos, grandes y velludas como el resto de
sus cuerpos, pero los pies no guardan con ellas p r o -
porción, antes me han parecido pequeños. Conser-
van el habla de sus mayores, padre del turco; p r a c -
tican la religión de Mahoma, pero aseguran que
no han olvidado ritos de época m u y anterior al P r o -
feta, del tiempo quizá en que aun no habian salido
de la mansión primera para ser terror del Asia y
de los reyes V a r e g o s .
A las nueve y media de la noche, enfermo y ren-
dido por la fiebre, llegué al pié de los últimos c o n -
trafuertes del Pequeño Cáucaso, de donde arranca
la llanura en que está situado Elizabetpol; al pronto
tuve intención de permanecer allí un dia y recu-
perar en los siguientes el tiempo perdido; mas l u e -
go desistí, estimando que la constancia y voluntad
deben desplegarse en trances arduos, aunque no sea
más que porque no sobrevengan circunstancias que
los compliquen.
Como el termómetro y barómetro bajaban simul-
táneamente, temí la lluvia, que en efecto arreció, y
habiendo de dificultar el camino, resolví marchar á
la mañana siguiente, no sin dedicar una hora á r e -
correr Elizabetpol, aglomeración de miles de c h o -
86 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

zas con su correspondiente jardín, que ocupan una


superficie de legua y media cuadrada. Priva allí el
plátano, esbelto, corpulento, y entre los cuadrúpe-
d o s , el búfalo. E l número de habitantes se calcula
en treinta y cinco mil, tártaros los más, armenios los
menos, pero ricos éstos c o m o en todo el Cáucaso,
por ser dueños del comercio y disponer de fondos
bastantes para dedicarse á la banca, especialmente
al cambio de billetes por moneda : el del cobro cues-
ta 3 por 1 0 0 , 8 el de la plata, 15 el del o r o ; mas
estos tipos se elevan á fin de Marzo y Setiembre
c o n motivo de las transacciones que se verifican eu
la famosa feria de Nijni N o v o g o r o d , á la cual acu-
de mucha gente de esta comarca y del Irán.
Lindan con la ciudad dilatados viñedos, que pro-
ducen m u y buen vino tinto y blanco; la uva es gran-
d e , y en todas partes la tenian, á la sazón, colgada.
Abundan asimismo el t r i g o , cebada, seda, y entre
las maderas, el n o g a l ; largas vigas de un pié de
diámetro cuestan dos duros.
Gandsha llamaban los persas á E l i z a b e t p o l ; fué
patria del famoso poeta N i z á m i , autor de cinco
poemas m u y celebrados, titulados: Josrú y Shirin,
Leila y Medslmun, Las siete figuras, Scandar na-
meh y Almacén de secretos. Murió en 1 1 8 0 .
A l salir de dicha población caminé hacia el E. N. E.
en busca del rio K u r , distante cincuenta y ocho
verstas; fronte á mí estaba la gran cordillera; á sus
pies pequeñas lomas, y luego extensas llanuras con
espesas alamedas, cuyos árboles tenian el aspecto
DE TIFLIS Á BACÚ. 87

triste de la estación. A l a tercera parada, décima-


quinta desde Tiflis, atravesé el K u r en una barca
de maroma, llamada iguirní en tártaro, y par rom en
ruso, que consiste en un tablado sobre dos lanchas.
El parrom es propiedad de la Corona, y los viajeros
nada pagan por utilizarlo.
E n un pequeño establecimiento, orillas del rio,
me detuve á ver de qué manera confeccionan el ca-
viar; la fabricación en ancha escala de tan exquisito
entremés, generalizado por Austria y Rusia, se v e -
rifica en Salian, j u n t o al Caspio.
Dispónense las huevas de diferentes clases de es-
turiones sobre un cedazo, y se comprimen hasta que-
dar tan sólo la grasa y los tendones; á medida que
caen las polvorean con sal, mucha en verano, poca
en invierno. Luego amasan las huevas hasta produ-
cirse un ligero zurrido semejante al que se verifica
removiendo pedacitos de vidrio, hecho lo cual, las
disponen en barriles de tilo silvestre, y mejor aún
en cajas de hoja de lata. Este caviar, tan bueno c o m o
el que en Cartagena se conoce con el nombre de hue-
vas de m ú j o l , es el « f r e s c o » ; pero hay otro llamado
«comprimido», que consiste en impregnar las huevas
en salmuera, prensándolas después en grandes sacos.
Las varias clases de pescado que utilizan al efec-
to se disponen por capas en cajones de madera, c u -
briéndose cada capa con sal. Cerradas las cajas, las
conservan en hielo ó en sitios muy aireados; al mes
retiran el pescado para secarlo al sol, y ofrece á los
pobres ordinario sustento.
88 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Además del caviar obtienen del esturión la veziga,


que emplean en la confección de algunas pastas.
Para ello lavan las cuerdas dorsales, se prensan, y
extraen la materia blanda. La cola y el aceite se
preparan por los medios ordinarios.
Discurriendo acerca del tamaño de los salmones
que abundan en el K u r , oí referir una particulari-
dad digna de mención, si es que el conductor me
la explicó bien. Parece ser que el salmón sube las
cataratas del r i o , algunas de tres y cuatro pies de
altura, no por medio de saltos, sino por un movi-
miento combinado de la cola y de las aletas; la fuer-
za de la corriente favorece tan extraño ejercicio,
m u y saludable al p e z , puesto que en Tifus-es más
exquisito que orillas del Caspio.
Momentos antes de proseguir el viaje llegaron de
la estación inmediata nueve caballos, que apenas
bastaron á arrastrar un faetón, efecto del estado por
demás deplorable de los caminos. Fundado en esto,
pidió el conductor cuatro caballos en lugar de dos;
mas á pesar del celo y habilidad de nuestro coche-
r o , al cuarto de hora no fué posible andar, por la
profundidad del barro y accidentes del terreno. A l
salvar una colina bastante rápida bajamos del coche,
y á cada instante teníamos que aunar las fuerzas para
desatascarlo. E n uno de aquellos malísimos pasos
hallamos una carreta tirada por búfalos, y noté, en
la penosa ascensión de los animales, que para p r o -
ducir mayor fuerza se arrodillaban y arrastraban
todo su cuerpo, haciéndose firmes en los pies. Ca-
DE TIFLIS Á BACÚ. 89

miné luego trabajosamente por espacio de dos lio-


ras, con barro basta la mitad de la rodilla, apro-
vechándome de las huellas que habían impreso los
cuadrúpedos, y no sin repetir de vez en cuando la
operación de desatascar el vehículo.
Con tales y tantos trabajos, que subían de punto
al atravesar caudalosos torrentes, donde raro es el
año que no perezca algún viajero, anduvimos desde
las cuatro de la tarde hasta las nueve de la noche; á
esa hora llegué á una estación ocupada por varias
personas, pero tan llena de humo, que preferí dor-
mir en el coche y á la intemperie.
Dos dias y medio tardé en ir de Elizabetpol á
Sliamaha, empleando siempre tres, cuatro ó cinco
caballos. Guardaré un triste recuerdo de aquella e x -
cursión, porque, además de las dificultades del ca-
mino, de la lluvia, de la fiebre que por momentos
me debilitaba, un frió de — 1 4 ° llegó á paralizar
los menores movimientos. Si el Gobierno ruso g u s -
ta de alejar del Cáucasoá los viajeros, no tiene sino
dejar los caminos en el estado que se encuentran,
que son tal y conforme los trazó naturaleza.
Pero no arredra sólo la mayor ó menor molestia,
sino que también lo yermo del país, falto de recur-
sos, sin más que alguno que otro oasis de tama-
rindos y granados, ni más población que cabanas
donde mora la miseria. E n algunos grupos de tan
tristes viviendas penetré varias veces, para observar
á los matacanes, secta de origen presbiteriano, que el
emperador Nicolás echó de Rusia, y hasta entonces
90 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

mandaban emigrar de una provincia para otra,


ce con propósito de que no contaminasen á los o r t o -
d o x o s . » Carecen de templos é imágenes; sus direc-
tores espirituales, lospresbiler, no están asalariados,
y deben la posición que ocupan á una vida ejemplar
y al conocimiento de los textos sagrados. Todos los
domingos se reúnen para cantar salmos ó leer la
Biblia, y efecto de observarse constantemente unos
á otros, poseen virtudes á las cuales deben cierta
prosperidad material con relación al medio en que
viven.
Media hora antes de llegar á Shamaha, desde la
vertiente de los montes que dejaba á mi espalda,
descubrí esta ciudad, asentada sobre la falda de una
colina. Las noticias que allí nos dieron del estado
de los caminos requería siquiera andar de d i a ; en
lo que restaba de luz era imposible llegar al punto
inmediato, y la aproveché para recorrer algunas
calles antes de acostarme.
Estas son anchas; las casas, de un solo piso, bas-
tante levantado sobre el suelo, son de madera y
con techumbre en caballete; para preservarlas de la
extraordinaria humedad, las pintan de verde ó en-
carnado. Aunque todas tienen ventanas, rara vez se
abren, por la extraordinaria fuerza del viento, que
sopla de todas partes, pero señaladamente del lado
de Oriente. La catedral es m u y espaciosa y riquísi-
ma en imágenes; su cúpula, forrada de chapas de
zinc pintado de verde.
Shamaha está situado á unos ochocientos metros
DE TTFLIS Á BACÚ. 91

de elevación, y g o z a de una triste celebridad, la do


los temblores de tierra, motivo por el cual emigra-
ron los habitantes en distintas épocas. Sin embargo,
sigue floreciendo una industria que de antiguo le da
reputación, y que consiste en unos preciosos tejidos
de seda, que exportan en forma de colgaduras, c o -
jines , etc. E n algunas tiendas vi mucha piel de
zorra, al precio de seis cuartos cada una.
E l dia 25 fué el último del viaje. ¡Pasado el rio
Kirsanka cesa toda vegetación, aun la más pobre,
y la vista sólo descubre largas hileras de lomas are-
niscas de diversos y mareados colores, ó anchas
grietas en que se ven estratificaciones de marga e n -
carnada , que insensiblemente degenera en color
blanco, indicio de terrenos terciarios. Vivir en aque-
llas soledades es morir en vida, y acertados andu-
vieron los persas al darlas el nombre de Cabristan,
que significa cementerio. Con t o d o , lo atravesé m u y
satisfecho; á más de no haber llovido por dicha zona,
el suelo es duro, inclinado, y corría el coche cual
en circo romano, con velocidad vertiginosa. M a n i -
festando mi asombro al conductor, dijo que el c o -
chero era ruso y de los más diostros; iba de pié,
algo doblado el c u e r p o , con una mano tenía las rien-
das, sencillas cuerdas, y con la otra agitaba el láti-
g o , que de vez en cuando le servia de pañuelo; para
ello aplicaba el extremo en un lado de la nariz y
luego en el otro.
Pero si el cochero merecía elogios, también son
acreedores á ellos los caballos de este país : peque-
92 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
ñ o s , flacos, pero sufridos y seguros c o m o los que
más; ni una sola vez los he visto tropezar.
M e detuvo largo rato en Balaz, pueblo de mala-
canes, donde existen cuatro molinos, únicos que he
visto por el Cáucaso, y luego también en Barazy,
que consta de dos hileras de casitas m u y bajas, con
su correspondiente habitación subterránea detras.
Noté en aquel sitio una piedra sepulcral en forma
de trapecio, de un pié de espesor por metro y m e -
dio de l a r g o , sobre seis decímetros en el lado más
ancho. E l centro lo ocupa casi todo un hueco cuya
forma afecta el contorno del cuerpo humano, y en
cada extremo del sitio reservado al cadáver, un
agujero, cuadrado el de la parte inferior, oblongo el
otro. E n los cuatro lados, por fin, y con caracteres
persas m u y bien hechos, se lee : Abel AVlali (escla-
v o de D i o s ) .
A las cinco de la tarde vi m u y á lo lejos, y por
cima de oleadas de arenas, una cinta azul; era el
mar Caspio, y su vista aumentó el ansia que tenía
de llegar. Desgraciadamente el trayecto de la últi-
ma estación se hallaba en tan pésimo estado, que
fué preciso enganchar seis caballos, y era ya de n o -
che cuando, en lugar de ver la ciudad de Bacú, sólo
tenía delante espesísima niebla, que apenas dejaba
paso al reflejo de la luna en su cuarto creciente. A
las nueve apareció, cual si estuviera á mis pies, el
brillo de algunas luces, que fueron acentuándose
más y más, y creciendo el declive del camino, pron-
to llegué á los confines de la interesante comarca
DE TIFLIS Á BACÚ. 93

donde un tiempo tal vez se meció la cuna de nues-


tros valientes progenitores. Considerado entonces
el triste estado del vehículo, halló módico el precio
en que lo habia alquilado; con otro viaje parecido
al mió necesitará tantos cambios y composturas,
que será preferible desecharlo y comprar otro.
III.

DE BACÚ Á RESHT.

Ecsht, 7 de Abril de 1874,

Hace doce años que en la costa occidental y m e -


ridional del mar Caspio existen comunicaciones r e -
gulares : de Abril á Octubre, cada ocho dias, sale
de Astracán un vapor que toca en diferentes puer-
tos, incluso Asterabad, situado en el Mazanderan;
en el resto del año el servicio es quincenal, y sólo á
partir de Derbent, porque estando heladas las aguas
del V o l g a , se halla paralizado el movimiento co-
mercial en tan principal arteria. Los vapores p r o -
ceden de Inglaterra; por el L a d o g a y los canales
que surcan la Rusia llegan hasta Nijni N o v o g o r o d ,
donde los arman, y para alimentarlos emplean el
residuo de la fabricación del petróleo, que cuesta
diez veces monos de lo que antes pagaba el carbón
de las orillas del D o n . Una máquina de ciento vein-
te caballos, con velocidad de nueve millas por hora,
consumo once quintales de esa brea mineral, que
en Bacú vale dos reales y medio cada uno. N o e m -
96 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
plean la nafta por el exceso de gases que p r o d u -
ciría.
Dos horas después de mi llegada debia zarpar el
Constantino; mas hubo de permanecer anclado hasta
la mañana siguiente, á consecuencia de un violen-
to S. O. Oí además decir á todo el mundo que en
la presente estación rara vez pueden desembarcar
los viajeros en E n z e l í , y prosiguen hacia Astera-
b a d , conforme lo habia asegurado Nazar A g á ; pol-
lo m i s m o , no quise correr el azar do que me obli-
gara á pasear por el Caspio semanas enteras, como
ha solido acontecer, y aguardé al 31 de Marzo. Ese
dia emprendió el cabotaje un vaporcito cuyo poco
calado le permite atracar en la misma aduana de
Enzelí, y si bien se arriesga á anclar en el camino
por la fuerza del viento, hay la ventaja de poder
aprovechar los momentos de calma. E n tal segu-
ridad, renuncié á marchar con el Constantino, y me
detuve seis d i a s ; por lo agradables que fueron no
me habría pesado que se convirtiesen en seis se-
manas.
E s Bacú una ciudad de veinticinco mil habitan-
tes, m u y digna de ser mencionada por lo heterogé-
neo de su población, sus ruinas, que atestiguan la
dominación persa, y su suelo sembrado de inago-
tables manantiales de nafta. Hállase á la latitud
de Constantinopla, de Ñapóles, de Madrid, en el
centro de la curva que forman las playas desiertas
del Cabristan al Sur, y al Oriente las del promon-
torio A p k e r o n , que penetra diez leguas dentro del
DE BACÚ Á EESHT. 97
mar, extendiéndose á los pies del Cáucaso c o m o las
«radas que conducen á un trono.
La temperatura media del año es de 20", pero la
mitiga un viento N . que por espacio de nueve meses
sopla con furia increíble, obligando á tener cerradas
todas las ventanas y aun á tapar los resquicios con
papel. D e esta particularidad toma la ciudad su n o m -
bre, que en persa significa « v i e n t o g i r a t o r i o » , y
he observado que durante los dias ventosos baja el
barómetro 14 milímetros, do 0 , 7 6 7 , que es la pre-
m

sión normal en la presento estación.


Tiene Badcúha un vasto puerto natural, donde
se abrigan embarcaciones de pequeño porte dedica-
das á la pesca, adorna la playa largo y ancho m u e -
lle, posee buenas callos con espaciosos edificios, por
más que las estrechas y tortuosas estén en mayoría.
Hay un casino, una f o n d a , bonitas tiendas con
productos extranjeros en su totalidad y excesiva-
mente caros; así, por ejemplo, un copillo para la
cabeza me costó cuatro duros, mientras que en M a -
drid costaría cuatro pesetas; un refresco de grosella,
(pie en cualquiera de nuestros cafés vale dos reales,
allí dos pesetas, et sic de cmteris.
El a g u a , si bien es sana, tiene un gusto acre,
desagradable; la tierra es floja, de mala calidad, así
es que no se ve planta alguna. Actualmente crea el
Gobernador un jardin con buena tierra vegetal
traída de ocho leguas al N o r t e , donde principia la
región montañosa, y donde crece la rubia, el mirto
y el ciprés. También al Sur se extienden dilatadas
98 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

llanuras favorables al añil, y una Compañía inglesa


trata hoy con el Gobierno para explotar aquella,
zona que, á no dudarlo, será fértilísima tan luego
como la surquen acequias de donde emane el indis-
pensable riego.
Destácase en Bacú inmenso torreón, hecho de si-
llería , de veinte metros de diámetro por otro tanto
de alto, que en tiempo de la dominación persa debió
ser refugio seguro contra invasores, y acerca del
cual refieren allí cuentos, que no j u z g o dignos de
mención. Existen además restos del palacio de los an-
tiguos J a n e s , todo él de durísima piedra sienita ad-
mirablemente labrada, en cuyo trabajo desplegaron
los constructores raro conocimiento del arte; puede
juzgarse de lo que f u é , contemplando una portada
rectangular de ocho metros de alta. Consta de arco
conopial que abraza extensa inscripción de menu-
dos caracteres arábigos; arrancan debajo intrincados
adornos y bovedillas apiñadas, entre las cuales apa-
recen los capiteles poligonales que sustentan el arco
y descansan sobre columnas funiculares rodeadas de
otras empotradas. A la mitad de la altm-a se destaca
el dintel de una portada, que guarda en todo simetría
con la grande, y cuyo vano, de dos metros de alto,
tiene igualmente la forma de arco conopial. E n todo
ese espacio no hay uno de media pulgada en cuadro
donde la piedra esté sin labrar; de tal suerte lo e m -
bellecen en armonioso conjunto inscripciones arábi-
g a s , alusivas al A l c o r á n , molduras de boltel, Aleta-
das, lacerías, que de lejos semejan finísimo encaje.
PE BACÚ Á RESHT. 90

E n el paramento Je algunos muros existen taijc-


tones cuadrados, redondos, poligonales, de hasta
un metro de d i á m e t r o ; los ocupan caprichosos c a -
racteres tallados en relieve, formados de elementos
rectilíneos combinados de tal suerte, que en vez de
inscripciones semejan dibujos delicadísimos, cuvos
trazos apenas puede seguir la vista en sus vueltas,
cruzamientos y enlaces. Sin e m b a r g o , después de
bien examinados, se descubre que constan de una
misma breve inscripción, recordando el nombre de
Dios ó de los imuniss; pero escrita de distintos m o -
dos y yuxtapuesta de diversas maneras.
N o he visto trabajo igual en ninguna parte, y es
de sentir que aun no se haya reproducido digna-
mente por un medio cualquiera tan preciosa mues-
tra del ingenio persa, refrescado, á no dudarse, pol-
las brisas artísticas de Bizancio y Granada.
Allí cerca me señalaron esbelto alminar circular
cubierto con cimborio estriado, cuya sección es una
ojiva túmida ; al (plinto próximamente de la altura
hay uno á manera de capitel formado de bovedillas
apiñadas, y que constituía el antepecho del pasa-
dizo donde circulaba el almuédano para llamar á los
fieles á la oración.
E n aquel mismo recinto, deteriorado por la a c -
ción de cuatro siglos, hay espaciosa galería dividida
en compartimientos; en uno vese en el suelo estre-
cho agujero que da á vasto recinto subterráneo, y
dice la tradición que allí mandaban los jueces pre-
cipitar vivos á los condenados á muerte. El famoso
100 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

castillo del Siró de Coussy, j u n t o á Soissous, posee


habitación semejante á aquélla.
A espaldas de B a c ú , al Oeste, se alza un m o n -
tículo, donde recogí conchas fósiles, y donde existen
varios cementerios; hacia el Sur, á media hora, está
el arsenal, m u y bien provisto por cierto.
La población es variada; se compono de persas,
circasianos, tártaros, rusos y algunos europeos,
cuya molicie contrasta con la febril actividad de los
orientales, que en sus bazares se afanan por el lu-
c r o ; todos emplean para sus cuentas el slwti de los
chinos, que manejan con suma destreza.
Una clase de hombres que chocan por su fisono-
mía pálida y voz aguda es la de los scopsi ó castra-
d o s , dedicados exclusivamente á la confección y
venta del pan, ó á coser. Entre ellos so castra á t o -
do aquel que engendró una v e z ; son ricos por lo
general, y sumamente caritativos con los suyos.
Hombres y mujeres asumen indistintamente el car-
g o de preceptor ó profeta, al que es inherente una
vida ascética estimulada por el a y u n o , y me asegu-
ran además que tienen reuniones nocturnas donde
se dan el nombro de dios, y so discute quién está más
en la gracia del Todopoderoso.
P e r o lo más importante de B a c ú , lo que le da
nombradla, cual se la da á Málaga la pasa y el vino,
al Brasil el diamante, á Ceylan la canela y el café,
es la nafta, materia que de m u y antiguo cauti-
vó la atención de los hombres. E n el lib. I I , capítu-
lo i, vers. 36 de los Macabeos se llama neftar al
DE BACÚ Á IÍESHT. 101

sitio donde existia dicha sustancia, y de los versícu-


los 19 y 31 deduzco que servia para alimentar el
friego sagrado, como asimismo para la consumación
do dos sacrificios. Atendida, pues, la importancia,
íjue allí tiene la nafta, conviene hablar aquí de la
excursión que realicé por los llanos del p r o m o n t o -
rio Apkeron, con el fin de inspeccionar los terre-
nos donde abunda, y los ingenios donde preparan
el petróleo.
Tomé un coche guiado por tres pequeños briosos
caballos, y , precedido de un tártaro práctico en la
localidad, eché á andar á todo escape, c o m o aquí
acostumbran, con dirección al N. E., para luego v o l -
ver por la orilla del mar, cubierta á la sazón de es-
pesa y negra nube de humo exhalado por treinta
fábricas de petróleo. A p o c o de salir hallé larga fila-
de carretas, vacías las unas, llenas las otras do odres
con nafta destinadas á las fábricas que lejos á mi
derecha dejaba; al cabo de una hora, salvada una
loma de formación cuaternaria, descubrí un sitio
llamado Balajané (arriba casa), y esparcidas en él
como do cincuenta á sesenta barracas de madera,
con techumbres en caballete, cuya parte central se
eleva, hasta quince m e t r o s ; l u e g o atravesé un gran
charco, en que el líquido presenta, los colores del
arco iris, y un olor bastante pronunciado denota la
existencia de la nafta. Allí cerca aparecen distintos
charcos de esta sustancia, que por ser demasiado
(len.-'a, y oscura, no reúne condiciones para el alum-
brado.
102 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Me detuvo en algunas barracas para ver extraer-


la, lo cual hacen, ya por medio de máquinas hidráu-
licas, ya por medio de caballerías que bajan por uu
plano inclinado para subir el odre lleno, y vuelven
por el mismo camino para en seguid;! repetir idén-
tica operación. E n el primer caso consta el aparato
de cilindro de palastro revestido de gruesa hoja de
cobre, y de cinco á seis metros de alto por un pié
de diámetro; vacian la nafta en inmensas cubas, de
donde pasa á distintos depósitos subterráneos. De
esta manera extraen hasta cuatro mil quintales en
veinticuatro horas, y como la tercera parte cal-
leando fuerza animad. Los hombres dedicados á
estas faenas parecen diablos; sus caras y blusas tie-
nen un color cetrino que da m i e d o ; por lo general
son tártaros; ganan diez duros mensuales, pero ten-
g o entendido que apenas gastan dos en su manu-
tención.
N o en todas partes han tenido igual suerte los
propietarios del terreno, y sucede á varios lo que á
muchos en Australia con el o r o , es decir, que des-
pués de hacer crecidos desembolsos no encuentran
nada, ó m u y poco. Sitio hay donde extraen nafta
desde hace cuatro a ñ o s ; en otros, á los dos meses
se había concluido ; en algunos han perforado el ter-
reno quince metros, traspasado una capa de agua,
y barrenado la piedra, para no encontrar á la pos-
tro nada; más allá, en cambio, ha brotado con poco
trabajo espeso y ardiente chorro de nafta de doce
metros de alto, y por fin, en otro- pe rajes el chorro
DE BACÚ Á RESHT. 103

os intermitente, surge cada inedia hora por espacio


de cinco minutos desde hace treinta años, ó cesa á
los pocos dias. La temperatura ordinaria de la
nafta varia entre 15 y 25 grados, y se observa que
cuando sopla el viento N. sale en mayor abun-
dancia.
El Gobierno dividió la superficie de la zona lla-
mada Balajané, que mide ocho kilómetros de largo
por la mitad de a n c h o , en quince lotes, que fué ven-
diendo en subasta á diferentes Compañías por la
suma de dos millones de duros, obligándose los p r o -
pietarios á pagar cien rublos anuales, y el medio por
ciento del producto líquido. E l año pasado estima-
ron en dos millones de quintales la nafta extraída,
de la cual se preparó una tercera parte de fotógeno.
El precio de la sustancia primera varía entre siete
y quince cuartos el quintal; el del fotógeno es inva-
riablemente de una peseta la arroba. L o exportan
en barriles de roble, que cuestan tanto como el c o n -
tenido ; y lo que puede dar idea de la dificultad de
comunicaciones por 'el Cáucaso es que, á pesar de
los derechos de entrada, los Estados-Unidos surten
de petróleo á Poti.

Marché después á Surajané, distante una legua


al E. de Balajané, con objeto de visitar la gran f á -
brica de fotógeno de K o k o r e f f y C. , fundada hace
a

quince años, y ver los fuegos eternos, cuyo e s p e c -


táculo encarecía mi cochero.
A poco de echar á andar, y efecto quizá del vien-
to y de babor almorzado p o c o , sentí tal debilidad,
104 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

que paré en un ingenio, suplicando á fuerza de g e s -


tos me dieran algo de comer. Acerté á dar con per-
sona que me llevó á su c a s a ; eclió aceite en una
sartén, cascó en ella seis h u e v o s , abrió un grifo del
cual salió nafta, y prendiéndole f u e g o , en menos
de dos minutos principié á comer. Bebí un vaso de
agua exquisita, si bien en aquella región es casi t o -
da sulfurosa, aunque buena también después de her-
vida, y seguí adelante á todo escape, pues á gran
prisa se acercaba el término del día.
C o m o leí hace muchos años una noticia acerca de
los adoradores del fuego y de los fuegos eternos,
iba tan entusiasmado que, al ver surgir de tierra
anchas llamas, y gentes alrededor, creí que fueran
discípulos de antiguos sacerdotes practicando ex-
traños ritos. D e pié en el carruaje, estimulaba al
cochero á que corriese, aun cuando no lo habia m e -
nester, y cerca ya del sitio que anhelaba alcanzar,
me encontré con unos albañiles hacinando piedra
para convertirla en cal por medio del hidrógeno car-
bonado que salía de tierra. La escarbé y o mismo
con el látigo del auriga, arrimé' un fósforo, y salie-
ron llamas; sacudí el pañuelo para apagarlas, y p r o -
seguí andando. Era casi de noche cuando divisé el
contorno de un inmenso edificio con luces por t o -
das partes. Este debe ser, dije para m í , el famoso
templo zoroástrico; entré en un patio, y creció de
punto mi admiración al ver por todas partes altas
llamas, que cual arbustos de fuego iluminaban la
fachada del soberbio edificio. Mas pronto m e c o n -
DE BACÚ Á RESHT. 105

vencí de que tampoco Labia allí ni sacerdotes, ni


quien los esperara; estaba en la fábrica de K o k o -
reff y C. , dirigida por un alemán, el Sr. AicLler.
a

Tuvo éste la amabilidad de enseñarme todos los d e -


partamentos, provistos de un sinnúmero de m e c h e -
ros de gas, que prestan más claridad que la del d i a ;
vi cómo por medio de bombas pasa la nafta á una se-
rie de hornillos alimentados por vivas llamas; c ó m o
de allí pasa á otros compartimientos donde la puri-
fican y le quitan el mal olor, mediante un 3 por 1 0 0
de ácido sulfúrico y sosa cáustica, y c ó m o , por fin,
para mejorar la combustión, eliminan las partículas
de sosa por medio del ácido hidroclórico.
El petróleo preparado de esta suerte es de calidad
superior, y para cerciorarme -de ello introduje en
él un papel encendido, y se apagó. U n a máquina de
veinticinco caballos pone en movimiento aquella fá-
brica, c u y o costo total fué de dos millones de p e -
setas. Trabajan allí ciento cincuenta hombres, la
mitad de ellos ocupados exclusivamente en hacer
barriles donde se exportan los ochocientos quinta-
les de fotógeno que diariamente elaboran. L a m a -
dera proviene de] gobierno de Vjatka, al N. de
Rusia.
Diciéndole al Sr. AicLler cuan extraño parecia
el que tan p o c o uso hicieran en Bacú del petróleo,
contestó que es m u y difícil desarraigar preocupa-
ciones añejas; un compañero suyo aplicó en Cuba,
el hidrógeno carbonado á la confección del pan, y
fracasó en su empresa.
106 VIAJE AL INTERIOR DE I'ERSIA.

Terminada esta rápida inspección, me dijo s!


gustaría yo de ver los fuegos eternos. L a sonrisa
con que se expresaba reveló la poca importancia di*
los mismos. A c c e d í , no obstante, y atravesando un
patio, llamamos á la puerta de pequeño edificio
contiguo á la fábrica. Mientras contemplaba á la
luz de inmenso mechero de gas grandes caracteres
sánscritos pintados de r o j o , salió á abrir un indio,
que mire y volví á mirar con atención, temiéndome
no fuera algún tártaro disfrazado para embaucar á
los extranjeros; pero oyéndole decir que era natural
de Bomhay, y habia pasado muchos años en Ceylan,
le saludé en síngales, y el conocimiento de este idio-
ma, á más de su t i p o , me persuadieron de que era
realmente! un indio de la India, por más que no
fuera zoroastriano.
Conducido y o á estrecho recinto m u y estucado,
donde existe pequeño altar con varias piedrecitas
encima y dos campanillas, pasó el indio un fósforo
por delante de varios orificios que habia en la pa-
red y en el suelo, quedando convertida la habita-
ción en luminar que producía cierto olor parecido
al éter; vistióse luego blanco sayo, cogió una campa-
nilla en cada mano, y agitándolas sin cesar, princi-
pió á rezar en sánscrito con grandes inflexiones de
voz. Cambió varias veces de sitiólas piedrecitas que
tenía sobre el altar, y dio principio á una melodía
parecida á la que usan las monjas á la hora de mai-
tines. Terminada la oración me ofreció azúcar candi,
para significar que las palabras que habia pronun-
DE BACÚ" Á RESIIT. 107

ciado en alabanza á Dios eran más dulces aún, y


á seguida .presentó un platillo, donde deposité un
rabio.
A esto se reducen los adoradores del f u e g o , v
los fuegos eternos de B a c ú ; á que un indio, que tal
vez no sepa él mismo lo que dice, viva de la c u r i o -
sidad de los extranjeros, como á expensas de los
que lo son en religión viven otros sacerdotes del
mismo m o d o .
Junto á la habitación en que me hallaba existe
una cúpula de manipostería, y debajo una pequeña
alborea, de la cual, arrimando f u e g o , sale espesí-
sima llama. Parece ser que allí se han quemado al-
gunos muertos. E n diez años que lleva en Bacú el
Sr. Aiehlor, una sola vez, según me dijo, trajeron un
cadáver del Sind, cuyas cenizas, terminada la c r e -
mación, llevaron á aquel país. A espaldas del muro
de cerca noté cuatro losas con caracteres devanága-
res; pregunté al indio si los entendía, y contestó que
eran alusivos á D i o s ; es decir, que lo ignoraba.
E l fenómeno que ofrece la región de ios gases en
el promontorio Apkeron también se presencia en
la orilla del mar; cuando el tiempo es m u y sereno,
io cual rara voz acontece, se acerca al agua un fós-
foro encendido, y flamea el líquido en extensión á
veces de treinta ó cuarenta varas en cuadro; mas
no he podido averiguar si es esto debido á los gases
ó á corrientes de nafta.
Volvamos á la ciudad de B a c ú , donde el G o b e r -
nador me dispensó tan amable acogida, que fuera
108 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

injusto no hacer de ella especial mención; en sn


casa comia diariamente, y en su casa conocí lo más
escogido de la sociedad georgiana, entre la cual su
señora goza de extraordinaria, simpatía por la her-
mosura y talento que la adornan, pues habla tres
idiomas europeos con suma perfección , y está apren-
diendo á escribir el tártaro y el persa.
Nuestras conversaciones recaían principalmente
sobre viajeros que han escrito del Cáucaso, y por
ellas venía en conocimiento de cuan severos son
siempre los naturales do un país en su juicio sobre
aquellos que no han escrito en elogio y buena re-
putación del mismo. Hasta el concienzudo Char-
din fué cierta noche objeto de amarga crítica, por-
que cía á ciertas voces circasianas significación que
no tienen. D e Dumas no hablemos, pues ni siquiera
le conceden que sea el Offembach de la literatura
de viajes. L a obra de Dubois de Montpereux, obra
voluminosa y m u y importante acerca del Cáucaso,
fué proclamada regular; la del alemán Pedzhold,
que también está escrita m u y á conciencia, dema-
siado seca. Así se expresaba el orgullo nacional, in-
transigente c o m o en todas partes, nocivo á la fra-
ternidad que debiera existir entre los hombres;
orgullo que sólo desaparecerá cuando se establezca
comunidad de intereses entre los distintos pueblos.

H é aquí una noticia tocante á las costumbres


persas, que nunca pudiera y o referir de visu. Al
llegar el Shah á M o s c ú , decidió privarse de la c o m -
pañía de cuatro mujeres, las más distinguidas de sn
DE BAGÚ Á RESHT. 109

harem, en atención á los muchos disgustos que le


ocasionaban. S. M. siguió hacia Occidente, y ellas
volvieron á Teherán. Pasaron en Bacú algunos dias,
y con tal m o t i v o , la señora del Gobernador fué á
ver á la ce A m i g a del Imperio» (Anizeddaidet), que
es el nombre de la favorita del Shah. Convenido el
dia, que era uno de los más calurosos de Junio, y la
liora de las nueve de la n o c h e , presentóse la visita,
v fué recibida en espaciosa habitación cuajada de
luces y espejos; la A m i g a del Imperio se adelantó á
recibir á la europea, y conforme á la etiqueta, la
sentó en un extremo del diván en cuyo otro extremo
ella se hallaba. Vestia la real esposa amplia cami-
sola de gasa imperceptible, sujeta por b o t ó n ; encima
una chaquetita de terciopelo carmesí bordado de
oro, diamantes y perlas, pero tan sumamente corta,
que apenas alcanzaba á la mitad del p e c h o ; sobre
uno c o m o calzoncillo de baño llevaba refajito de
finísima tela blanca, cubierto con otro de raso car-
mesí, bordado de oro y casi horizontal; de los m u s -
los para abajo, nada, y en los pies, calcetines de
seda y babuchas bordadas de diamantes y zafiros.
El tocado, por fin, consistía en sencillo pañuelo de
seda verde sujeto sobre la parte superior de la ca-
beza por medio de un aderezo de diamantes. E s
mujer, dicen, de hermosas facciones, cutis blanquí-
simo, cabello de ébano, ojos rasgados y negros.

Después de cambiados los saludos de costumbre,


quitóse la favorita del Shah la chaquetita de ter-
ciopelo, y luego, so pretexto de que el calor era i n -
110 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

sufrible, la camisola, invitando á la extranjera á


desnudarse si gustaba. Preguntando ésta si era
aquél su traje ordinario, contestó que era el mismo
con que suele presentarse á S. 51., único hombre
que la v i o , pues si otro la mirara, perdería al pun-
to, quien lo hiciera, un ojo.
E n una cena que dio el Sr. Gobernador conocí
al general Lazareff, el mismo que después de cen-
tenares de combates logró someter á Chamil Bey,
famosísimo guerrillero, escudo de la independencia
de su país por espacio de treinta años. Tiene Laza-
reff algo de la cara y la fuerza del león : su edad
es de sesenta y siete años, mas, no obstante, aun
conserva bríos de la pasada juventud. U n o de los
artificios que empleaba con el adversario consistía
en pagar hombres adictos á su persona, á quienes
después do hacer padecer hambre é inferirles heri-
das, enviaba en concepto de espías al campo enemi-
g o , donde los acogian como desertores á causa de
los malos tratamientos que recibían de Lazareff.
P o r uno de estos hombres vino en conocimiento de
que Chamil había despachado gente para matarlo, y
hallándose solo en su tienda después de un c o m -
bate, se le acercaron tres hombres, y sospechó al
punto Lazareff que venían á asesinarlo. E n tan
apurado trance, fuese á ellos precipitadamente, y con
mirada fascinadora les d i j o : «Venís á matarme, lo
sé; si no cumplís ahora mismo con vuestro deber,
sois unos viles traidores, y ya que no os decidís,
desde este momento formaréis parte de mi escolta.»
DE BACÚ A RES1IT. 111

Así lo hizo, y los que iban á ser criminales se c o n -


virtieron en sumisos servidores.
Habló Lazareff de Chamil con e n c o m i o , y m e
complacía oirle. D e niño, decia, llamaba ya la aten-
ción por su carácter severo y enérgico, pues siendo
de constitución débil, endureció el cuerpo á fuerza
de penosos ejercicios; cuando los compañeros le g a -
naban en la caza ó en la lucha, se pegaba á sí mis-
mo para castigar su torpeza, y durante muchos dias
permanecía solo y escondido. Era apasionado por
los espectáculos de la naturaleza : á la caída de la,
tarde solia subirse á las elevadas crestas de los m o n -
tes para contemplar el sol en su ocaso, y á veces
pasaba noches en despoblado embebido en la medi-
tación. Su estatura era mediana, claro el color de la
cara, finísimo el cutis, rubios los cabellos, grises los
ojos, recta la nariz, y , c o m o N a p o l e o n , tenía labios
muy finos, y pies y manos de recorte admirable. L a
regularidad en sus movimientos descubría la tran-
quilidad de su alma, y cuanto mayor era el peli-
gro y más horribles los estragos de la muerte, más
sereno se mostraba.
Los hijos de Lazareff, jóvenes apuestos y de c u a -
lidades distinguidas, serán sin duda dignos herede-
ros de las virtudes de su padre.
L l e g ó , m u y á pesar m i ó , el dia 31 de Marzo, en
que debia proseguir hacia Teherán. A las diez de
la noche me embarqué en el vnporcito Guelma, de
setenta y cinco pies do eslora, diez y seis de manga
y cinco de puntal. P a g u é por el pasaje hasta E n z e -
112 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

lí seis duros, no comprendida la manutención, por-


que siendo persas y tártaros la mayor parte de los
•viajeros, cada uno lleva consigo sobria comida.
La tripulación se reducía al capitán, timonel y
un m o z o , tártaros los tres ; pero tan aficionados á
la bebida, q u e , por lo general, dos de ellos siempre
dormían, y aun el otro no estaba tan despierto que
de vez en cuando no creyera y o prudente ver si fal-
taba carbón á la máquina, ó ayudar al timón. La
marcha, de consiguiente, no fué m u y rápida; inver-
timos cuarenta y dos horas en recorren' las 197 mi-
llas que Bacú dista de Enzelí. Conmigo venían un
armenio, una niña circasiana que volvía con sus
padres á Lenkoran, y un montenegrino; no siendo
posible permanecer todos en el camarote, el eu-
r o p e o , que hablaba m u y bien alemán, y y o nos
instalamos sobre cubierta, en medio de sacos de pa-
tatas, q u e , por la excesiva humedad, no se produ-
cen en el Guilan, de grandes cajas de cristalería y
objetos de cocina, procedentes del interior de Rusia,
y de otras más pequeñas de azúcar y t é , producto
éste que de Constantinopla pasa en transit por el
Cáucaso, atendido el impuesto de cinco reales libra
con que los rusos lo gravan en sus antiguas pro-
vincias.

Sumamente entretenido.pasé las horas de la no-


che en conversación tirada con el montenegrino,
dedicado hace años al comercio de las lupias de
árboles, habiendo al efecto recorrido en todos sen-
tidos la provincia del Talish y sus alrededores. Ha
DE BACÚ Á 1ÍESHT. 113

reunido una regular fortuna; pero parece que la in-


dustria por el y otros muchos explotada no ofrece
ya los grandes beneficios en otro tiempo frecuen-
tes. La mayor parte de los nogales están inutiliza-
dos, si bien aun so encuentran algunos que tienen
dos mil años de fecha; el año pasado tuvo aquel
mi compañero la fortuna de arrancar una giba de
nogal del peso de diez quintales, que le valió mil
cuatrocientos duros, y otra de roble, que le valió la
mitad. La preparación de las lupias en hojas se
hace en Europa.
Me contó asimismo que en el M o g a n , territorio
ruso limítrofe do Persia, al O. de L e n k o r a n , las
tribus tártaras llamadas Shasservanes, terribles ban-
doleros en pugna siempre con las autoridades, tie-
nen con los habitantes del Guilan tratos dignos de
las personas más honradas. Parece ser que los de
esta provincia, agobiados por la contribución, e n -
tregan sus rebaños á los Shasservanes para que los
cuiden, dándoles en pago la mitad de los recenta-
les; trato que se mantiene con rara escrupulosidad,
ganando por ende las dos partes contratantes.
Estas y semejantes conversaciones tuve hasta
Lenkoran con mi compañero de viaje, quien, á se-
mejanza de gran parto de sus compatriotas ani-
dados en una superficie de doce leguas cuadradas,
tienen que emigrar de sus áridas montañas para g a -
narse la vida en tierra extranjera. « C o n harto senti-
miento nuestro, decía, pues somos patriotas exal-
tados, y en caso de guerra tomamos las armas sin
s
114 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

distinción de s e x o , ni estar obligados á ello por


nuestro gobierno popular.»
E l 1.° de Abril amaneció hermoso : el color del
cielo semejaba al de una limpia turquesa; el del
agua, á limpia esmeralda. A l S. 0 . se alzaban las ne-
vadas cimas del Talidsh, divisoria del Gobierno de
Lenkorau y de la provincia persa del Guilan. A
mediodía v i m o s , lejos al E . , un islote llamado
D s h i l o i , en cuyas inmediaciones (así lo aseguran
en B a c ú ) , y cuando el mar está en calma, se ven
ruinas de una ciudad, murallas y cuerpos de edifi-
cios, que los rusos llaman Chorovgorod, es decir:
«ciudad del d i a b l o » , y los persas Sltehri Yunáni:
«ciudad de los yavanas ó griegos.»
P o c o después, junto á lisas y desiertas playas
cubiertas de cañaverales, vi una boca del rio Kur,
que surcan hasta la ciudad de Salian, emporio del
caviar, embarcaciones que calan nueve p i e s ; con
el fin de reunir mayor cantidad de pescado, existe,
junto á la boca del r i o , un enverjado de hierro que
los detiene. E n aquel punto el agua del mar toma el
color rojizo de las del K u r , y su gusto agradable;
p o c o después se pasa frente á otra boca del mis-
mo r i o , una de tantas que surcan la bahía de Kizil
Agash.
N o obstante la buena voluntad del capitán, lle-
gamos á Lenkoran después de entrada la noche, y
anunció su llegada á aquellos pacíficos habitantes
disparando cohetes.
E n el m a p a , que por mero lujo habia á b o r d o , vi
DE BACÚ Á RESHT. 116

que á veinte leguas al E. Je Lenkoran se halla e!


punto más profundo del Caspio; mide 1140 metros;
la depresión general de tan inmenso lago cae ha-
cia el S. O., y sabido es que en él no existe marea.
La segunda noche, despejada y embellecida por
la claridad de la luna llena , tuve por compañero s o -
bre cubierta al armenio; desgraciadamente sólo p u -
dimos cambiar alguna que otra palabra turca, las
precisas para comprender y o q u e , en caso de no
hallar morada en Enzolí, él me ofrecía gustoso la
suya. Sin nada digno de referir durante el dia 2,
en que, desde m u y temprano, contemplé las altas
y nevadas cimas de los en otros tiempos llamados
Montes Caspios, entre los cuales descuella el abul-
tado Demavend , llegamos á las cinco de la tarde
á un quilómetro de la boca del Murd ab (muerta
agua). A l par que bandadas de golondrinas y vence-
jos, que revoloteaban sobre el Guelma, abordáron-
lo dos lanchas de las cuales saltaron sobre cubierta,
sin ninguna de las formalidades que en otras partes
exige la Sanidad, hombres armados de largas es-
tacas, que les servian de sonda para guiar al t i m o -
nel. Ganamos así la abertura del l a g o , ancha de
un centenar de metros, si bien es sólo de doce á
quince el espacio por donde podia pasar el Guelma;
y torciendo luego á la derecha, atracamos en la adua-
na de E n z e l í , junto á carabelas destinadas á la
exportación de los productos del Guilan; dichas e m -
barcaciones figuran pertenecer á subditos m o s c o v i -
tas, p u e s , según el tratado de Turkmanshái, el
UG VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Caspio es un lago ruso donde no pueden anclar bu-


ques extranjeros; y tan al pié de la letra mantienen
este derecho, que la madera con que se construyen
las carabelas persas ha de venir de Saratof, previo
permiso del Gobierno del Zar.
Escondidas en un bosque de naranjos , limoneros,
toronjas, están las casas de E n z o l í , y un centenar
de chozas cercadas de j u n c o y cubiertas do tejas ó
bálago. Todo extranjero que desembarca, allí suele
venir recomendado á un agente ruso que desempe-
ña el cargo de capitán de puerto; y o no lo estaba,
y no sabiendo adonde i r , ni menos dar con quién
m e entendiera, acudí á la hospitalidad que me ofre-
ció mi compañero do viaje. Mas antes de ir á su
casa aproveché la última hora del día en visitar el
Palacio del Sol, nombro de un edificio que constru-
yeron para recibir al Shah cuando fué á Europa.
Esta agradable mansión, de forma o c t a g o n a l , cons-
ta de cuatro pisos ; es de ladrillo, y la rodea espa-
cioso jardín. Cada piso tiene una galería sostenida
por finísimas columnas de madera; en el paramento
del muro campean figuras al fresco groseramente
hechas, que representan tipos de soldados presen-
tando armas, jóvenes gallardos y apuestos, al pa-
recer enamorados de bellezas persas, vestidas en
parte á la europea, en parte al uso del país, que en
los pueblos es manifiesta la tendencia á adoptar
exterioridades de otros más cultos. Protegen al Pa-
lacio del Sol contra la intemperie ó el calor, esteras
de finísimo j u n c o , que reemplazan, cuando lo ocu-
DE BACÚ Á REST-IT. 117

pa S. M . , ricos bordados, de que cuida una fami-


lia alojada en la planta baja de aquella deliciosa
mansión.
Le^ más curiosa de las habitaciones es la superior;
revístenla preciosos adornos de yeso con espejitos
de diversos tamaños incrustados en él, que, á no
dudarlo, ofrecerán maravilloso aspecto al encender-
se las muchas arañas y candelabros que penden del.
dilatado techo y adornan las paredes. Agrada asi-
mismo el panorama que desde allí abraza la vista :
por un lado se ve tranquilo y terso el Murd ab, que
tendrá dos leguas y media de E. á O., y la mitad
en sentido contrario; su faja de espesa arboleda do
sauces, bejucos y árboles frutales, protegida por
majestuosa blanca cordillera, es perceptible todo al-
rededor; en el lado opuesto está el Caspio, que en-
viaba hasta mis oidos el fuerte ruido causado por
la agitación de sus olas.
Anclado en el lago hay un vaporcito, única flota
del Shah, con su correspondiente Almirante. Cuen-
tan que el año G(5, deseoso S. M . de hacer un viaje
por m a r , mandó equipar el yate; pero sabedor de
ello el Z a r , puso á su disposición la flotilla que
tiene estacionada j u n t o á Asterabád, sin otro fin
que el de observar á los turcomanos. Cuando el
Shah se dirigió al buque almirante, todo el harem
prorumpióen gritos desgarradores, suplicándole que
no se embarcase, pues de fijo lo llevarían preso; tan
grande fué el clamoreo , q u e , infundiendo serios t e -
mores en el ánimo de S. M . , pensó volverse atrás;
118 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

mas notándolo su a m i g o , ol D r . Tolozan, lo animó


para bien suyo y mantenimiento del prestigio na-
cional. Así que estuvo á bordo y vio el traje de la
gente de tropa, llamó al Ministro de la Guerra y
se quejó de que sus soldados no estuviesen tan bien
vestidos c o m o los rusos; pero el Ministro le replicó
que llevaban aquel uniforme únicamente para hon-
rar á la majestad persa.
A l retirarme á casa del armenio compre un po-
co de excelente onfaeomeli, á razón de quince cuar-
tos el litro, y paré luego frente á una casa que tie-
ne por fachada del piso principal gran ventana
corredera en sentido vertical, á la sazón alzada. Al
borde de la habitación estaba el j u e z , rodeado de
cinco nd la tere, que dirima contiendas con varias
personas que desde la calle exponían sus quejas.
Durante la frugal cena con que me brindaron,
ajusté en cinco duros la travesía á Peribazar, dis-
tante doce quilómetros, y la emprendí á la mañana
siguiente al despuntar el dia.
Nada más agradable que aquella excursión : se-
reno el tiempo, deslizábase la lancha cual en bru-
ñido espejo; la inmensidad de peces que contiene el
lugo excede á toda ponderación, como que á veces
cogian los marineros con la mano carpas, siluros,
jeses, llamados aquí «pescados b l a n c o s » : abundan
el salmón, la trucha salmonada, el s o l l o , el estu-
rión, y lo que prueba la abundancia es que un ar-
menio paga al Shah ochenta mil daros anuales por
el privilegio de pescar en el lago y en la emboca-
DE BACÚ Á RESHT. 119

dura de los r í o s , desde Astara hasta la frontera


turcomana. E s de notar que en toda esa parte del
litoral no existe la langosta ni el lenguado.
A las dos horas cambiaron los remos por el b i -
chero, á fin de atravesar estrechos recortes de caña-
verales que habitan legiones de pelícanos, gaviotas,
cuervos marinos, patos, tropeles de flamencos,
cisnes, y entramos luego en el rio Peribazar, o b s -
truido materialmente por t o r t u g a s , salamandras
acuáticas, serpientes de agua de gran tamaño, y s o -
bre cuyo negro pescuezo se destaca una raya ama-
rilla, que semeja dorado anillo sobre barra de hierro;
multitud de pececitos, por fin, llenaban las orillas,
v cuando les tiraba pan, se lo disputaban luchando
hasta con encarnizamiento.
El rio Peribazar, que subí por espacio de una
hora, tirada por la orilla derecha la embarcación
mediante un c a b l e , se parece á los rios de Ceylan;
extraordinaria es la feracidad de la negra tierra en
¡as orillas, donde se descubren profundas raíces de
hayas y o l m o s , cuyos troncos cubre espeso musgo.
Peribazar es un depósito de mercancías ; esti-
man en nueve mil toneladas los trasportes que se
verifican anualmente de Enzelí allí, y recíproca-
mente, á razón de diez duros cada una. Ilesht dista
una legua en dirección S. E . Tomé una calesa, car-
gué el equipaje sobre dos muías, y fui andando
por regular calzada bordéala de barrancos; mas no
pude distinguir la capital del Guilan sino cuando
entré en ella, por impedirlo espesísimos bosques
120 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cuajados de n o g a l , b o j , nísperos, manzanos, pe-


rales do diversas clases, olivos silvestres, ciruelos,
almendros, viñas, acebos, mirtos, y sobre todo,
alisos } r
morales, más altos que en ninguna otra
parte.
N o obstante ser Resht población de treinta mil
habitantes, hálleme en ella c o m o trasplantado á rrn
mundo distinto del que c o n o z c o . Nadie me enten-
día, nadie ofrecía la sagrada hospitalidad, de todas
partes alejaban al desamparado extranjero por ser
« i m p u r o » Qiadalies), y prescribirlo así la secta shia;
por las calles recogen los hombres cuidadosamente
su traje para no rozarlo con el m i ó , las mujeres, aun-
que m u y tapadas, evitan que so las mire, aplicando
la cara contra la pared. Entré en una carvasera, por-
que urgía descansar y comer, pero al punto se hizo
el vacío á mi alrededor; así es que , no obstante la
natural aversión que profeso á molestar á nadie, y
aun constarme que se hallaba ausente el Sr. Cónsul
de R u s i a , para quien traía carta de recomendación,
acudí con ella á su casa, d o n d e , merced á la bon-
dad del Sr. Canciller, disfruté comodidades y aten-
ciones en mayor grado del que pudiera apetecer
una persona exigente.

L a copiosa é incesante lluvia me ha obligado á


diferir la prosecución del viaje, y me obligara por
más tiempo aún si tratase de aliviar los dolores
reumáticos que hace veinte y cuatro horas para-
lizan mi cuerpo ; pero he resuelto marchar en se-
guida y concluir el presente capítulo refiriendo al-
DE BACÚ Á IíESHT. 121

gnnas de las noticias que lie recogido. Enumeraré


antes el paso que di para poder ir á Teherán, con
objeto de llevar en lo posible al ánimo del lector la
creencia de que es él mismo quien viaja.
Puesto que entre Eosht y Teherán hay paradas
donde pueden renovarse los caballos, del mismo
modo que en Mesopotamia, resolví utilizarlos p r e -
via la adquisición de un permiso ó taliquet que fui
yo mismo á pedir al Gobernador. L a morada de
S. E . , primera casa al estilo persa que v e i a , nada
ofrece exteriormente de particular; m a s , salvada la
entrada,, en el fondo de un jardin rectangular vi,
en forma de escenario, á metro y medio del suelo,
una gran habitación, cuyas ventanas con cierres m o -
vedizos estaban alzadas, y á la cual dan acceso e s -
trechas entradas á ambos lados de la misma. Hallá-
base el Gobernador sentado sobre hermosas alfom-
bras, en el proscenio de aquella habitación, rodeado
de una docena, de personas; en el j a r d i n , inmóviles
y en silencio, soportaban la, lluvia unas veinte per-
sonas entre litigantes y pretendientes, á quienes
prestaba atención S. E . , al parecer, con interés.
Así que entré trajeron una silla, porque saben
lo molesto que es para nosotros sentarnos á la usan-
za oriental, y expuse á S. E . mi pretensión en fran-
cés, idioma que posee por haber estado en Francia
muchos años. Dirigióse al punto á uno de los escri-
bientes que lo rodeaban, mandándolo redactar el
taliquet, y principió á hablarme de cosas indiferen-
tes con bastante frialdad. E n esto hizo una p r e g u n -
122 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

ta el amanuense, y después de breve pausa, oí que


el Gobernador contestó : « D a n m a r k » . Deduje quo
me tomaba por dinamarqués; pero como indudable-
mente sabía que y o era español, no supe darme
cuenta de lo que ocurría, y en la duda, me callé. Al
entregarme S. E . el luliqucl lo d e s p l e g u é ; como la
escritura persa es casi idéntica á la arábiga, recorrí
con la vista el primer renglón, y antes de llegar al
final, leí la palabra bailas, equivalente á Cónsul., y á
seguida danmarhf. Asombrado el Gobernador, pre-
guntó si sabía el persa; le contesté que lo bastante
para ver que en la cédula me llamaban Cónsul de
Dinamarca en vez do España; adujo entonces que
ninguna de las personas á quienes iba dirigido el
permiso sabe que existo tal país de España, y era
probable les fuera más conocido el nombre de Di-
namarca , por beber ido hace algunos años á Tehe-
rán cierto dinamarqués. l\o accedí á tal pretensión,
que fácilmente rebatí, y mantuve mi derecho, que fué
acatado con señales de disgusto.
Poseedor del iaUtjnel y de una silla de montar al
estilo del país, idéntica á las árabes, que lo son á
las andaluzas, puedo presentarme cuando quiera en
el Chapar jane, ó Casa de Correos, y pedir los cua-
tro caballos á que el pasaporte da derecho : uno es
para m í ; dos para los equipajes, entre los cuales va
una cainita de viaje que compré en Constantinopla,
y el cuarto para un grabador en h u e c o , cuya mar-
cha á Teherán aprovecho y costeo, á condición de
que me sirva de intérprete, pues habla el idioma
DE BACC Á RESHT. 123

turco, m u y generalizado por aquí, si bien distinto


del que y o aprendí.
Nada de particular ofrece líeslit. Principió á flo-
recer esta ciudad en tiempo de Abbas el Grande;
las calles están empedradas, pues d é l o contrario no
podría circularse en la estación lluviosa; las casas,
de un solo piso por lo general, y á bastante aitura
del suelo, están hechas de ladrillos y cubiertas con
teja romana; carecen de ventana á la calle, y da a c -
ceso á ellas una puerta m u y baja. Muchas poseen
pequeño j a r d i n , entre cuyas flores la hermosura de
la violeta llamó mi atención.
No puede visitar ¡as mezquitas en Persia ningún
extranjero, ni siquiera pasando por la exigencia de
entrar descalzo. Exceptuando una bastante grande,
las demás apenas se distinguen enteramente de las
casas particulares; cúbrelas amplio tejado cónico, y
los alminares son bajos y cilindricos.
El clima es malísimo : la humedad, acrecentada
por la proximidad del agua al nivel de tierra y a l -
gunos pantanos, perjudica mucho. Todo el mundo
padece de fiebres; especialmente de Julio á Setiem-
bre, hay quien las coge tan sólo al atravesar el G u t -
lait, y meses después Je regresar á Europa vuelven
¡i molestarle. N o las originan tan sólo el calor y la
humedad, sino que también el bad guerm (viento
•saliente), que sopla de Occidente por espacio de tres
á siete dias, desde las once de la mañana hasta las
doce déla n o c h e , principalmente antes y después de
nevar, por Diciembre y Abril.
124 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

L a oftalmía, la hidropesía y la viruela hacen es-


tragos; así es que considero c o m o un sacrificio por
parte de los Cónsules de Rusia é Inglaterra, que
Francia lo suprimió, el residir aquí. La colonia eu-
ropea la componen dos suizos comerciantes.
A pesar de tales inconvenientes , no hay un mé-
dico, ni b o t i c a ; cada cual tiene su provisión de qui-
nina, y Dios ayuda. La única ventaja consiste en
la baratura de la v i d a ; hemos calculado que puede
darse á cinco personas un banquete opíparo, con
buen vino de K a z v i n , á dos reales botella, median-
te un duro: incluyo el gasto del carbón, que es de
tres cuartos arroba. Los cerdos y jabalíes, de que
están llenos los b o s q u e s , sólo cuestan el trabajo do
cogerlos, pues los indígenas aborrecen estos anima-
les, y los matan para que no destruyan los plantíos
de arroz; un cochinillo cuesta tres reales; un pollo,
seis cuartos; las codornices, dos cuartos; las perdices,
un real; la c h o c h a , llamada « r e i n a del Guilan»,
abunda, de tal suerte después de nevar, que por mi-
llares cae extenuada de frío y hambre sobre los te-
jados; los faisanes cuestan una peseta; los capones,
p o c o m e n o s ; el arroz, á dos cuartos libra,; el pan, ¡i
o c h a v o , y al tenor las frutas, u v a s , peras, etc.; pre-
cios todos que tienden á la alza con motivo de la ex-
portación á Rusia. E l rio Ivugarud, que pasa por
Resht, arrastra inmensidad de salmones que llaman
« p e z p e r r o » , y tampoco cuesta más trabajo que co-
gerlo, pues siendo pescado sin escamas, lospersaslo
aborrecen.
DE BACÚ Á RESI1T. 125

La miseria, no obstante, es espantosa; por las


calles se ven hombres, mujeres y niños casi en c u e -
ros implorando sustento; muchos de estos desgra-
ciados sobreviven al año del hambre (el 7 1 ) , en cuya
época las desdichas de este ¡jais no tuvieron cuento.
Para mayor infortunio, sucedió que, después de t o -
mar los rusos á Bojára, devolvieron á Persia trein-
ta mil individuos hechos prisioneros y esclavos por
los turcomanos en distintas correrías dentro de los
dominios del Shah. Persona digna de gran crédito
dice quí! al salir aquella turba, que, bien ó m a l , al
fin vivia en tierra enemiga, los rusos se incautaron
de cuanto llevaban, para que no les fuese arrebatado
por el c a m i n o , dando en cambio á cada interesado
un billete, mediante el cual recibirían del Cónsul
Je Persia en Astracán la suma que le correspondie-
se, los rusos además cubrieron el gasto de aquel
largo viaje; mas al llegar los pobres y atribulados
viajeros á Astracán, vía Iskutsk, al cabo de ciento
noventa dias de m a r c h a , el Cónsul persa les dijo
que hallarían en Enzelí cuanto reclamaban. E n E n -
zelí una gran parte halló la muerte ; otros se espar-
cieron por el Guilan y el Mazanderan, y algunos
todavía subsisten. Muchos de aquellos infelices eran
prisioneros de la derrota sufrida en Merv el año 60,
y se observó que casi habian olvidado el idioma
patrio.

El comercio del Guilan, cuyas mayores transac-


ciones se verifican aquí por mano de armenios, c o n -
siste en la exportación de la seda. E l 'año pasado,
126 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

que fué de los más privilegiados, se distribuyeron


en esta provincia cien quintales de semilla, proce-
dente en su mayor parte del Jorassan, al precio
medio de 1 3 0 0 0 reales; cada quintal lia producido
basta ciento cincuenta de seda, vendida al precio de
cuarenta á cincuenta duros. La seda de calidad muy
superior se paga un 30 por 100 más. El dueño do
la semilla la entrega á uno ó varios propietarios de
morales, que se encargan asimismo de la cría do
gusanos, y terminada, se reparte el producto por
iguales partes entre el propietario de la semilla, el
del campo y las personas que intervinieron en las
faenas, h o m b r e s , mujeres y niños. P o r cuenta del
primero es también el local destinado á la cría.
Y a dije que la pesca es objeto de gran l u c r o ; el
aceite, el j a b ó n , la cera, el b o j , el ciprés, figuran en
los artículos de exportación, como también el jabalí,
cuya piel utilizan para calzado y sillas de montar,
el sebo para diversos usos, y las sedas para cepillos.
Suelen por aquí tener á este animal en las cuadras,
en vista desque su olor aleja las moscas é insectos
que molestan á los caballos.
D e Rusia traen petróleo, objetos de cobre para
cocina, y cosas de gran p e s o ; barras de hierro, quin-
callería, y sobre t o d o , mucho samovar para hacer el
té. He visto que importan ácido sulfúrico, que tam-
bién aquí preparan quemando azufre bajo una cam-
pana.
Merecida fama da á Resht la industria llamada
qul duzi (paño mosaico). Consiste en preciosos bor-
DE BACÚ Á 11ESHT. 127

dados, hechos de trocitos de paño de varios colores,


cosida y bordada la juntura á cadeneta; primoroso
es el dibujo , esmerado el trabajo, que se paga de
uno á dos duros el pié cuadrado, y aun más, se-
gún la profusión y calidad del bordado. Los e m -
plean para tapetes de m e s a , cortinas, pies de lám-
para, g o r r o s , zapatillas, c o j i n e s , y principalmente,
para mantas de caballos. E l m o d o de hacerlo es c u -
rioso : un maestro (listad), rodeado de cuatro ó
cinco mozos y media docena de chiquillos, recorta
el paño; sin decir palabra, cada cual sabe los h u e -
cos donde le toca adaptar piezas de un mismo color.
Hecha esta primera operación, se procede al borda-
do; uno borda hojas, aquél flores, el de más allá
franjas, etc. E l bordado lo hacen con suma veloci-
dad por medio de un ganchito de metal, y sujetando
el paño entre dos planchitas m u y finas. Los niños
y demás trabajadores ganan de dos cuartos hasta
seis reales. Operario hay que confecciona medio pié
cuadrado en un dia, y aun se encarga de reprodu-
cir cualquier dibujo que se le dé.

H o y ofrece la ciudad escaso m o v i m i e n t o ; en c a m -


bio es extraordinario á fines de Julio , cuando prin-
cipia la recolección de la seda; cunde entonces gran
animación; de todos los rincones de la provincia a c u -
den como en romería á n e g o c i a r , á casar los hijos,
sin que sean parte á amenguar el entusiasmo el c a -
lor de 40", ni la lluvia, ni los mosquitos. Los n e g o -
cios son todos al contado; á plazo no se estilan.
Los reshtinos tienen fama de fanáticos, sobre t o -
128 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

do los alfaquíes, que naturalmente los estimulau por


esa pendiente. Referiré algunos episodios, que á no
ser aquí sabidos de todo el mundo no me atreviera
á consignar, temeroso de incurrir en la nota de exa-
gerado , pues difícilmente se concibe que hombres
de edad madura, no exentos do natural talento, fi-
j e n su atención en cosas c o m o las que v o y á referir.
Ocurriósele á un respetable mol'lah, que viene á
ser c o m o ministro do la religión, la duda de si era
lícito á los persas comer el azúcar fabricado por
impuros fránguis, y clarificado además con mate-
rias impuras, s a n g r e , huesos quemados, .entre los
cuales podia m u y bien haberlos de algún cerdo. Fá-
cilmente atrajo á su m o d o de sentir diversas perso-
nas; en las mezquitas, en la plaza pública, en to-
das partes se hablaba de la impureza del azúcar;
nadie se atrevía á comprarlo; unos acudían á im-
plorar perdón por faltas cometidas inadvertidamen-
te, algunos emprendieron lejana peregrinación con
igual fin; ya se formaban conciliábulos, partidos en
pro y en contra, hasta q u e , subiendo de punto la
excitación de los ánimos, y siendo conveniente apla-
carlos, apareció en la mezquita un Viernes el
Mushtahid ó Jefe del clero. Después de larguísimo
e x o r d i o , declaró que un buen shia peca en el mero
hecho de pretender averiguar lo que hacen los im-
puros europeos; y por m u y impuro cpie sea cual-
quier objeto, se purifica comprándolo de un creyente;
« p o r lo mismo, añadió, soy de opinión que el único
responsable ante Dios sea quien venda azúcar.»
DE BACÚ Á RESIIT. 129

Los vendedores de la dulce sustancia proclamaron


á su v e z , fundados en las teorías del Pontífice, que
en el mero hecho de tocar el azúcar con las manos
se purificaba, y de consiguiente, nadie podia censu-
rarles por venderlo.
A fines del año pasado suscitó otro mol'lah la
duda siguiente : ¿puede un persa beber té, después
de servirlo á un europeo? ¿ N o puede dividirse en
dos partes la g o t a , y caer la mitad en la taza del
creyente, y la otra en la del idólatra? También
esto fué origen de gran c o n m o c i ó n ; se formaron
partidos, se explanaron teorías, hasta que por fin
se llegó al acuerdo siguiente: «cuando de uua mis-
ma tetera hubiera de servirse á un europeo y á un
creyente, que se sirviera primero al creyente, y se
dejara luego reposar la tetera, para que no pudiera
dividirse la última gota que estuvo en suspenso. »
Á pocos minutos de Eesht, pasado el rio R u d -
bar, mejor d i c h o , el rio Bar, puesto que rud signi-
fica, rio, visité los trabajos, ya abandonados, para la
construcción del camino de hierro proyectado por
el Barón de Beuter. L a historia de la concesión
hecha por el Gobierno persa al opulento capitalista
es tan larga de contar, y son tantos y tan varios
los períodos por que atravesó, que bien pudiera lle-
nar un t o m o , cuanto más algunos do estos r e n g l o -
nes. Nació dicha concesión de la intriga, y murió
por la intriga. E l Barón, por su parte, se condujo
como un soberano, y los persas c o m o pequeños
subditos. A l amparo de grandes promesas, de s u -
9
130 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

puestas inagotables riquezas del Irán, t o d o s , desde


el Sbah para abajo, participaron de las liberalidades
del Barón antes de firmarse, en Julio do 1 8 7 2 , un
contrato, del cual reproduciré en sustancia algunas
cláusulas:
— S e autoriza al Barón de Beuter ó á sus agen-
o

tes para construir un camino de bierro entre el Cas-


pio y el Golfo Pérsico, y cualquier otro que estime
conveniente. Tan importante privilegio excluye la
competencia, y se concede por setenta a ñ o s , al ca-
b o de los cuales el Gobierno quedará propietario
de los trabajos realizados. La presente concesión se
hace extensiva á la construcción de tranvías.
E l Gobierno entregará, libre de gastos, el terre-
no que se necesite para la construcción de caminos
de hierro, tranvías y dependencias de los mismos,
indemnizando á los propietarios al tipo de los pre-
cios corrientes. Las vías tendrán el ancho suficiente
para una doble línea de carriles, con más treinta
metros de espacio á ambos lados de la misma.
— F a c u l t a al concesionario á proveerse gratuita-
mente en los dominios del Shah de la piedra y are-
na necesarias á la construcción y conservación de
los trabajos.
— C o n c e d e franquicia á todo el material que se
importe para las vías férreas ó de sangre, y los em-
pleados de la Compañía estarán exentos de im-
puestos.
— S e depositará la suma de cuarenta mil libras
esterlinas en el Banco de Inglaterra, en nombre
DE BACÚ Á EESHT. 131

del Gobierno persa y del concesionario. Si los tra-


bajos no principiasen en los quince meses de p r o -
mulgada esta concesión, el Gobierno se incautará
de dicha suma; en el caso contrario se la librará al
concesionario, mediante un certificado del G o b e r -
nador del Guilan en que consto la llegada á Enzelí
de los carriles necesarios para la construcción de la
línea de Resht á Teherán.
— E l Gobierno percibirá el 2 0 por 100 de la g a -
nancia líquida que arroje la explotación de las vías
férreas.
— E x c e p t u a n d o el o r o , la plata y piedras precio-
sas, la Compañía podrá explotar todas las demás
minas situadas en terreno perteneciente al Gobierno,
con la sola obligación de ceder el 15 por 100 de los
beneficios. También se le conceden las minas que,
situadas en terrenos de particulares, no estuviesen
en explotación cinco años antes de pedirlas el c o n -
cesionario.
— C o n c e d e por setenta años el privilegio de plan-
tar arboledas en los terrenos incultos; el 15 por 1 0 0
del rendimiento de los bosques será para el G o -
bierno.
— F a c u l t a al concesionario á levantar un emprés-
tito de seis millones delibras esterlinas para princi-
piar el camino de hierro y demás trabajos. El G o -
bierno pagará el 7 por 100 de ínteres de dicho capi-
tal tan luego c o m o se concluya la vía férrea de Resht
á Ispahan; garantiza dicha renta con la de aduanas,
minas, bosqueB y canales. Antes de aquel plazo el
132 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

pago de la renta será de cuenta del concesionario.


T o d o , por lo visto, quedará en p r o y e c t o , pues la
Compañía que de Astracán debia enviar los carriles
á Enzelí no ba cumplido, y Reuter la ba puesto
p l e i t o ; siete italianos, un ruso y un inglés, que
terraplenaron algunos quilómetros y colocaron un
centenar de carriles, viendo que no se les pagaba y
que la población les era contraria, se marcharon. Y o
oí sus quejas en B a c ú , y es suerte no haya sido ma-
y o r el número de los desengañados, pues tengo en-
tendido que si los trabajos prosiguieran siquiera por
espacio de dos meses, el Gruilan se habría llenado
de impuros, prueba, entre otras, de cuan difícil es
h o y ganar la subsistencia en Europa.
N o creo se pensara nunca seriamente en esta em-
presa; de lo contrario, no habrian puesto traviesas
de álamo, cuando tanto y tan buen roble existe en
el país, y principiaran los trabajos, no aquí, sino
en E n z e l í , protegiéndole contra la acción de las
olas, y canalizando la boca del Murd-ab para faci-
litar la entrada de los buques, y por ende el trans-
porte de los materiales, que en las circunstancias
presentes no es posible verificar.
Pero aun suponiendo que el Barón de Reuter hu-
biese acometido los trabajos que p r o y e c t ó ; que se en-
contrara con grandes cantidades de cobre, hierro,
hulla, etc., ¿adonde habría exportado ésta? ¿dónde,
á la vuelta de crecidos desembolsos, habría podido
competir el cobre ó el hierro llevado de Persia? ¿en
qué lo emplearían aquí? Tales ventajas serian proba-
DE BACÚ Á BESHT. 133

bles después de quebrar la Compañía Reuter, y tras


ésta otras varias, hasta formarse una que se aprove-
chara á poca costa de los sacrificios de las demás.
El ferro-carril no reportará beneficios, porque no
es lo mismo explotar una vía de esta clase allí d o n -
de se necesita, que construirla para necesitarla más
tarde.
IV.

DE RESHT Á TEHERÁN.

Teherán, 15 de Junio de 1874.

E l mayor beneficio de que disfrutarán las g e n e -


raciones venideras será poseer un idioma mediante
el cual comunicarán todos los hombres, y un mis-
mo nivel de civilización en el mundo será premio
de tan feliz innovación. Los dialectos se amalga-
man en idiomas, los idiomas ceden el paso al que
más generalizan las crecientes comunicaciones, y
esa habla llevará siempre consigo gérmenes destruc-
tores de añejas preocupaciones. Elemento tan salu-
dable apenas si alcanza á la Persia. F u é « O j o del
m u n d o » , y con razón así se llamó cuando el m u n -
do era una parte del Asia, cuando para ir de L e -
vante á Poniente caminaban entre el Caspio y el
«Mar del S u r » ; pero hoy, que ese mismo país, habi-
tado primeramente por los hombres de nuestra raza,
se halla apartado de las sociedades modernas; hoy,
que la vida rebosa en las costas de los mares antes
de refluir al interior, el país que necesariamente fué
136 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

« Ojo del mundo » ha venido á ser oasis aislado de él,


donde deben hallarse estancadas las ideas, que para
no corromperse han menester movimiento, como lo
han menester el agua y nuestro mismo cuerpo.
Mas el egoismo que por alguna parte asoma
siempre en el hombre era causa de que y o sonriera
al contemplar la situación de este pueblo, cubierto
aún del sudario del fanatismo, pues, á no dudarlo, ha
de ofrecer pasto abundante á mi curiosidad, tan in-
saciable por conocer al hombre en los diferentes
períodos de su desarrollo, que si fuera permitido
desear aquello que es imposible alcanzar, deseara
nacer en el siglo X V para seguir las huellas de nues-
tros prodigiosos conquistadores.
Embargada la mente en estas y parecidas refle-
xiones, salí de Resht el 7 de Abril á las tres de la
tarde, con tiempo lluvioso, frió, y paralizado ade-
más el cuerpo á causa de la intensidad del reuma.
Sobre espacioso puente atravesé el B u d b a r , cer-
ca del cual vi de nuevo los restos de la comenzada
vía férrea. Pasado el riachuelo Siavash entré por
un país cubierto de arrozales, espesamente arbola-
do con moreras, b o j , algarrobo, cuyos frutos sirven
de pasto á las vacas; pero tan inundado de agua,
que ofrecía á la vista aspecto semejante al de un
lago. Creí hallarme en la India después del copioso
aguacero de una tarde de verano. Para hacerse
cargo de la humedad, baste decir que ahuman el
arroz antes de desgranarlo, y luego lo conservan en
cajones bajo tierra.
DE RESHT Á TEHERÁN. 137

Á todo escape pasé por Dochambé bazar, grupo


de barracas donde cada sábado acuden los c a m p e -
sinos de los alrededores, y donde existe un mástil
que iluminan, untándolo de nafta, el décimo dia de
Muharram, en bonor del Imam Hussein. Llegué á
Kudum, primera estación de las diez que debia r e -
correr, á las seis de la tarde, y proseguí al dia si-
guiente en las mismas molestas condiciones de la
víspera, viendo á derecha é izquierda de los espesos
bosques pequeñas granjas ó cortijos, que en ellos, á
falta de pueblos, están diseminados los habitantes
del G-uilan, cuya principal ocupación consiste en el
cultivo de la seda. Daré á conocer la disposición
que por lo general tienen dichas casitas de labor.
Constan: 1.°, de la habitación de invierno del la-
brador, asentada sobre fuertes vigas, sin más v e n -
tana ni chimenea que la puerta; el tejado en caba-
llete, cubierto de paja de arroz, es tan grande, que
sus extremidades descansan sobre estacas, forman-
do una galería, donde la familia se acoge y resguar-
da gran parte del dia; 2.°, del quetam, habitación de
verano para preservarse contra pulgas y mosquitos,
la cual está colocada sobre una á manera de jaula
de dos varas de alto, consistente en vigas espaciadas
y cruzadas simétricamente unas encima de otras, que
permiten hacer fumigaciones abajo para alejar i n -
sectos arriba; 3.°, del tilimbar, ó cámara destinada á
la cría de los gusanos de seda. Semejase al quetam,
sólo que tiene dos compartimientos paralelos á una
vara de distancia; al inferior llaman el « p u e n t e » ; a l
133 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

superior, la, « c a m a . » Entre, ambos, y todo al rede-


d o r , hay un enrejado do paja de arroz que impide
la caida de los gusanos. Junto al tilimbar suele ha-
llarse, una choza cónica llamada quendudsli ú hórreo,
donde se conservan las mieses en garba, y también
el arroz, que desgranan mediante una viga que pue-
de girar sobre otra; en un extremo tiene piezas sa-
lientes de madera, en el opuesto se pone un hom-
bre á caballo; á cada salto que éste da baja el astil
y despoja el grano del tallo.
Después de nacer los gusanos, un mes antes del
equinoccio de primavera, los colocan en platos de
b o ñ i g a , y los alimentan con las yemas del moral;
allí hacen la primera muda, llamada jab (sueño);
después los llevan al tilimbar para alimentarlos con
ramas verdes de! mismo arbusto. A la cuarta muda
el gusano principia á hilar; quitan entonces la cama
y cierran el tilimbar por espacio de diez días.
Después que hube andado legua y media, aban-
doné el terreno llano, donde crecen la mayor parte
de los árboles frutales que produce el Sur de E u -
ropa, y principié á subir los estribos de los montes
médicos por senderos de fácil acceso, bordados de
tilos, arces, plátanos y bejucos. A las nueve y cuar-
to vi el Sefidrud (blanco r i o ) , que á mi izquierda
corría hacia el mar, sumamente caudaloso en aque-
lla estación, y sembrado de isletas que forman las
arenas que arrastra; su nombre no le cuadra hoy,
pues las aguas aparecian por demás rojizas y espe-
sas. Seguí su orilla hasta Eustemabad , por estre-
DE EESHT Á TEHERÁN. 139
enísima vereda trazada en la falda de los montes que
determinan su curso, no sin peligro á causa de las
torrenteras y derrumbamientos del terreno, tan blan-
do, que cede al menor impulso, arrastrando postes
de la línea telegráfica persa, colocados en cestos de
una vara de alto.
Aquella región abunda en sauces de una especie
muy pequeña, cuyas hojas durante la canícula rezu-
man espesas gotas que utilizan los confiteros. T a m -
bién se ven bosques de cipreses, o l m o s , fresnos,
acacias, entre las cuales hay una variedad llamada
en persa leléki, que tiene largas espinas.
Atravesé sobre buen puente empingado, c o m o lo
llaman en Castilla, el Siarud ( n e g r o r i o ) , tribu-
tario del que venía siguiendo; procede de las oscu-
ras gargantas de montes que cubren el plátano, la
higuera, el frambueso, el azufaifo, el l o d o ñ o , cuya
madera prefieren para la construcción. Á las tres
horas llegué á Rustemabad, mal reputado por las
falangias en que abunda. Tanto el cuarto de los v i a -
jeros c o m o las cuadras estaban inundados de g o t e -
ras; así es que me acomodé en uno de los escalones
desmesuradamente altos que conducen al piso prin-
cipal, y, aderezada una tortilla, proseguí hacia M e n d -
shil, parándome en el trayecto á ver rocas que
entrañan hierro y c o b r e , y á contemplar grandes
plantíos de hermosas higueras, vetustos olivares
asentados en dilatadas v e g a s , orillas del Sefidrud.
Los olivos producen, por término medio, un duro
anual; para comer el fruto lo recogen en Octubre, y
140 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

para beneficiarse en aceite, un mes después. E n el


primer caso lo maceran en ceniza, y depositan du-
rante ocbo dias en agua, hasta que cambia de co-
l o r ; hecha esta operación, extraen los cuescos y
guardan en salmuera la aceituna, que generalmen-
te comen con una salsa compuesta de nueces ma-
chacadas y j u g o de granada agria. Para preparar
aceite colocan las aceitunas á la sombra; así que la
piel principia á arrugarse, las tuestan ligeramente
en calderas de cobre, y puestas en saquitos de tela,
las comprimen entre dos muelas.
D e noche y a , salvé el Sefidrud sobre un puente
de dos rampas opuestas y en pendientes y contra-
pendientes alternadas, de siete ojos y cien pasos de
l a r g o ; los hube de contar, porque fué preciso apear-
se á causa de la violencia del viento; en verano es-
pecialmente sopla desde las doce de la noche hasta
las doce del dia. Débese el fenómeno á la diferencia
de altitud entre las tierras que baña el Caspio y la
región de Mendshil, situada á ochocientos metros de
altura: aquí se forma una corriente de aire proce-
dente de la región baja, y no teniendo más escape
que la estrecha garganta donde está Mendshil, se
precipita por ella. Sin este viento no podría vivirse
en verano por el calor y las moscas; así es que en to-
das las habitaciones hay troneras para circulación del
aire cuando cesa la violencia del que dura sólo doce
horas. Junto al p u e b l o , c o m o de quinientos habitan-
tes, están las ruinas de una fábrica de aceite, y en
sus alrededores recogen alumbre y la planta llama-
DE RESHT Á TEHERÁN. 141

da absynthium artemisia, vermífugo m u y en b o g a .


Faltaban dos estaciones para llegar á K a z v i n , y
si bien crecían mis padecimientos en aquella región
por demás húmeda y brumosa, calculando que en
dicha ciudad hallaría medios de alivio, proseguí á
las pocas horas de permanecer en Mendshil. A t r a v e -
sé el riachuelo Lushan, cuyo c a u c e , cuajado de p e -
druscos, señala, á mi entender, el límite de la e x u -
berante vegetación que hasta entonces admiraba,
presentando una barrera de agavanzos, rosales sil-
vestres, terebintos y tamariscos. Más allá de Pachi-
uar corre el Shahrud, tan veloz á la sazón, que
llamé en ayuda de las caballerías unos campesinos
que acertaron á pasar j u n t o á m í ; desde la opuesta
orilla subí trabajosamente por estrechas veredas y
vericuetos inundados de b a r r o , montes en que ape-
nas se descubre otra planta que chaparros, breñas,
aarzales, y desde cuyas cimas descubrí los grandes
contornos de la cordillera E l b u r z , cubierta de e s -
pesa capa de nieve.
Serian las cuatro de la tarde cuando hallé para-
das varias personas, séquito de u n a , al parecer,
importante, mirando atentas en una misma direc-
ción. Acérceseles el c o n d u c t o r , y le señalaron en el
fondo de la quebrada que á mi izquierda se abria,
dos leopardos que felizmente llevaban distinta d i -
rección de la nuestra. Dijéronle también no ser p o -
sible proseguir hasta Mazráa aquella tarde, pues
dificultando el paso la mucha nieve, de fijo nos s o r -
prendería la noche en el camino. Creí, por lo tan-
142 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

t o , sería prudente pernoctar en Jarzan, y fuera lo-


cura no obrar tan cuerdamente, atendido á que las
cuatro horas invertidas al dia siguiente en llegar á
Mazráa fueron penosísimas : el camino se reducia á
estrechísimo espacio abierto en la espesa nieve por
las recuas que en larga fila van y vienen de Resht á
Kazvin. D o s veces nos cruzamos con ellas; siendo
objeto de altercados quién cedería el p a s o ; con di-
nero logré zanjarlos, mas no el caer repetidas ve-
ces del caballo, principalmente en la bajada hacia
Mazráa, donde se me aparecieron inmensos y ári-
dos llanos, que cierran á lo lejos una fila de montes
paralelos á aquellos en que estaba. A mediodía, por
fin, llegué á la ansiada parada, y no siendo posi-
ble seguir inmediatamente hacia Kazvin por falta
de caballerías y por lo agudo de mis padecimien-
tos , me detuve allí dos días.
Hállase situado Mazráa en el límite de dos re-
giones que forman el mayor contraste que pueda
imaginarse. P o r un lado la fertilidad de la India,
b o s q u e s , verjeles, movimiento, industria; por el
o t r o , la aridez del Sahara, soledad, líneas rectas
y severas. Jamás vi contraste igual, definido por los
guilaneses del modo siguiente: «Si te colocas en la
cima de nuestros montes, la mitad de tu barba
vuelta hacia nosotros estará húmeda, tendrá el per-
fume de nuestras flores, mientras que la otra mitad
permanecerá seca, empolvada, c o m o las espinosas
plantas de los desiertos extendidos detras de nues-
tras verdes montañas.»
DE RESHT Á TEHERÁN. 143

Trazado el itinerario de las cuatro primeras esta-


ciones de Resht á Teherán, que suman veintidós
leguas, y valiéndome de las investigaciones histó-
ricas sobre la M e d i a , por G. de Saint C r o i x , y de
un interesante folletito acerca del Guilan, escrito
en francés el año 69 por el Sr. C h o d z k o , quien,
durante trece años, desempeñó el cargo de Cónsul
de Rusia en R e s h t , daré algunos pormenores acer-
ca de la historia y modo de ser del pueblo guila-
nés. Cuando otras personas han dedicado años do
estudio á un asunto concreto , la que sólo puede d e -
dicarle algunos dias debe ceder el paso á quien
sabe más.
El litoral que dominan los montes Caspios mide
cien leguas desde el rio Asta ra, frontera de Rusia,
hasta el de Karasú, divisoria del territorio de A s -
terabad y de los desiertos turcomanos de Desht-
Kiptchak. E n dicha extensión la provincia del G u i -
lan (barro) ocupa treinta y seis leguas de playa;
la del Mazanderan, cincuenta y siete. A m b a s p a r -
ticipan de iguales caracteres : la misma exuberan-
cia do vegetación y de riquezas naturales, la misma
cantidad de lluvia por espacio de siete m e s e s , pero
también la misma atmósfera mefítica, semejante á
la que se respira en una estufa, c o m o que d i c e n :
«Si quieres morir, vete al G u i l a n » ; é idéntica difi-
cultad de comunicaciones, que impide recorrer el
país con detenimiento, y que contribuyó á proteger
la independencia de sus moradores.
Se cree que los guilaneses sean los guelai de H e -
144 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

r o d o t o , que habitaban orillas del Dniéper, j u n t o al


mar N e g r o . Plinio dice : « Gelm, quos graici Cadu-
sius appcllavere.y) Según Ctesias, el persa Parsadas,
enemistado con Astiages, levantó en armas á los ca-
dusios y saqueó la Media. L o s guelios auxiliaron á
C y r o en el sitio de Babilonia, pero no á Jórjes en
su desgraciada expedición contra la Grecia. Quiso
subyugarlos Artajérjes Memnon con un ejército de
trescientos mil infantes y diez mil jinetes, pero fué
derrotado en dos grandes batallas, y los guilanesea
conservaron su independencia hasta el tiempo de
Sapor I. E n el de Justiniano se borra el nombre de
guelios cadusios, y lo reemplaza el de guelios dei-
limitas, tribu autóctona del Guilan, que resistió
con increible valor á la invasión islamita, hasta
tanto que H o l a g ú los subyugó á principios del si-
glo x i n . Desde entonces principian los guilaneses á
cambiar sus rudas costumbres, á participar de la
nueva civilización del Irán, y á plegarse, por fin,
al y u g o de Abbas I , quien, después de una gran
degollación, los impulsó por las saludables corrien-
tes del trabajo, abriendo calzadas y caminos, hoy
en ruina, é introduciendo el cultivo, de la seda, á que
tan propicio es aquel país. Esta industria regeneró
el Guilan; con el lucro y los beneficios de la paz
olvidaron los rudos habitantes sus aspiraciones á la
libertad, y de tal suerte renunciaron á las costum-
bres guerreras de otros tiempos,- que en los presen-
tes pasan por las gentes más inofensivas del Irán.
E n dos ocasiones fueron atacados por mar : en 1636
DE EESHT Á TEHERÁN. 145

y 1668 los cosacos del D o n y del Urall saquearon


á Resht, y en 1 7 2 2 los rusos ocuparon dicha ciudad
por espacio de diez a ñ o s , aprovechándose del t e -
mor que embargaba á los guilaneses cuando vieron
caer decrépita la dinastía sefevida. E n dicho inter-
valo el E e y de Persia cedió á Rusia, y á perpetui-
dad, las provincias del Caspio; mas luego Nadir
Shah redujo todas las ventajas de los rusos á per-
mitirles que tuvieran un Cónsul en R e s t h , acuerdo
que sólo tuvo efecto un siglo después.
Ningún monumento de los tiempos pasados exis-
te en el G u i l a n ; cualquier obra de fábrica perece
allí en p o c o tiempo : las lluvias la minan, y luego
la higuera silvestre con sus profundas raíces de
hierro, y multitud de hierbas y arbustos, pronto
acaban con la obra arquitectónica. E l único m o n u -
mento que halló el Sr. Chodsko en sus expediciones
fué un puente que, j u n t o con el rio que cruzaba,
desapareció bajo una capa de detritus vegetales de
cuatro metros de espesor; los dos ojos tenían cada
uno doce metros de luz. P o r lo que hace al rio , era
uno de tantos torrentes que cambian allí á menudo
de dirección.
El modo de pensar de los guilaneses sobrevive
á los embates del tiempo. Desde la época zoroás-
trica conservan por el gallo b l a n c o , que he visto
en muchos corrales, un gran respeto, persuadidos
de que su canto es de buen augurio y aleja los d e -
monios que vagan por los bosques. L a tórtola se
halla en igual caso que el gallo, y ambos «acrecien-
to
146 VIAJE AL INTBRTOR DE PERSIA.

tan la prosperidad de una casa, preservándola de


las desgracias que el Todopoderoso les envié.» V í s -
pera del último miércoles que precede al equinoccio
de primavera, las mujeres y los hombres van ori-
llas del mar en parejas, encienden allí hogueras, y
saltan por cima de las llamas cantando : « ¡ F u e g o
vivo del miércoles, en justicia del j u e v e s , que se
aleje el infortunio y v é n g a l a prosperidad!» Duran-
te los eclipses tratan de hacer desaparecer « l a man-
cha n e g r a » , disparando tiros, y sobre t o d o , ha-
ciendo gran ruido con baterías de c o c i n a , entre las
cuales es más eficaz aquella que se heredó. Para ob-
tener lo que se les niega invocan los manes de sus
antepasados; invocación hecha rara vez en vano, por
la tenacidad con que procuran alcanzar justicia. Por
desgracia, nadie sabe el origen, el por qué do estas
costumbres, y sería esto precisamente lo interesante.
Entre los cantos populares que aquellos monta-
ñeses conservan, sin duda de sus antepasados, hé
aquí uno :
« F u i á la cúspide del monte á apacentar el re-
b a ñ o , — y vi una muchacha, cuya hermosura para-
lizó mi aliento. — ¡ D a m e un b e s o , j o v e n ! le dije.
— ¡ D a m e dinero! replicó ella. — Contesté: el di-
nero está en la bolsa, la bolsa en la a l f o r j a , — la
alforja sobre el camello, y el camello en Kerman!
— ' Y ella : quieres un beso de mis l a b i o s , — e l la-
bio está detras de los dientes, los dientes cerrados
con l l a v e , — la llave la tiene mi madre, y mi ma-
dre está en K e r m a n ! »
DE TiESHT Á TEHERÁN. 147

Mal de mi grado hube de permanecer en l\Xazrsa


dos dias, habiendo apelado para sudar al medio
que emplean los árabes en el desierto, que fué p o -
nerme al rededor del pescuezo una toalla e m p a -
pada en agua f r i a , cubriéndome luego con toda la
ropa que pude allegar. Tenía buena habitación, que
no era p o c o , y m u y abrigada. E l g r a b a d o r , fatiga-
do del obligado silencio en que y o le tenía, se des-
quitaba ventajosamente día y noche con los viajeros
que allí paraban; m a s , p o r mucha que fuera mi
atención , apenas lograba entender más que alguna
palabra arábiga, y otra cosa que : hale, hule, hale,
adverbio afirmativo. E r a , sin e m b a r g o , atendido
con afabilidad, y entre todos me preparaban de
c o m e r , pues los orientales poco ó mucho saben,
cocinar, no tan bien seguramente co mo L h a r d y ,
pero lo bastante para regalarse ellos á su manera:
así es que si la ignorancia del idioma y la necesi-
dad de permanecer postrado dia y noche me i m p e -
dían participar del natural regocijo que embarga á
quien provisionalmente se resguarda do la incle-
mencia , en cambio la cosecha de observaciones fué
variada, c o m o no puede menos de serlo cuando se
llega á país e x t r a ñ o , y en í-azon á que para r e c o -
gerlas no necesitaba más ayuda que la de los ojos.
L o q\ie choca desde luego es el afán de fumar.
Primero renunciarán á la comida que al galiun; á
todas horas lo tienen en la mano, aspirando con i n -
creíble fuerza. Este aparato es teóricamente el
mismo que usan en Turquía con el nombre de nar-
148 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

gailé, pero más práctico; consta de una vasija elip-


soidal, de nuez de c o c o ó do metal, donde echan
a g u a , y de dos tubos, uno vertical, otro lateral, de
seis á siete decímetros; sobre el primero adaptan el
braserillo con el tombacú, ó sea tabaco del p a í s , y
por el segundo aspiran. E n viaje llevan el galiun en
bandolera. Introdujeron dicha variedad de nicotiana
los portugueses en tiempo de los primeros monar-
cas Sefevidas, y desde luego prohibieron su empleo
hasta con pena de muerte. A l g u n o s granos de opio
colocados en el braserillo contribuyen á aliviar el
dolor de muelas y neuralgias de la cara; para p r o -
curarse alegre éxtasis emplean cáñamo.
D e más novedad fué el apresto del arroz, base do
la alimentación asiática. Prepáranlo de un modo ex-
quisito y por demás sencillo. Se lava dos ó tres ve-
ces en agua fria; después de escurrido, lo vierten en
una cacerola con agua convenientemente salada,
puesta á calentar con buen fuego para que rompa á
hervir. V a n espumando, hasta que alza el arroz y
está en p u n t o ; luego lo escurren por un cedazo,
echándole agua fria. Derriten un p o c o de sebo, que
otra especie de grasa no abunda, en la proporción
de una onza por cada dos jicaras de arroz; después
de hervido se añade una cantidad de agua igual al
volumen de la manteca, y esta mezcla se echa hir-
viendo en el arroz, donde previamente se hacen
agujeros para que se impregne bien. Ponen la cace-
rola encima de la lumbre, cubriéndola con tapadera
de barro, sobre la cual colocan ascuas, y á la me-
DE RESHT Á TEHERÁN. 149

dia hora ó tres cuartos se presenta el arroz de m a -


nera que forme un cono que alcance los bordes del
plato.
H é aquí un procedimiento más breve :
Ponen á gran fuego una cacerola con agua c o n -
venientemente salada, ó caldo; cuando rompe á her-
vir se echa el arroz acabado de lavar, y estando en
punto, retiran la cacerola del hornillo; vierten en
el arroz la mezcla que antes apunté de sebo ó m a n -
teca y agua, remueven el todo con cuchara de m a -
dera, y á los cinco minutos de reposar, lo sirven.
Tal es el pilóo.
El clálóo es para gente rica, y su preparación más
complicada.
Lavada carne de carnero ó pechugas de gallina,
ó ambas cosas, las cortan en pedacitos menudos,
que á fuego vivo frien en una cacerola, donde p r e -
viamente se ha hecho hervir manteca de vacas, caso
de no tener sebo fresco; añaden pedacitos de cebolla
muy picada, tomate colado ó azafrán, pasas de C o -
rinto, piñones ó pedacitos de dátil ó albaricoque,
sal y poquísimo perejil. Dorada esta composición,
echan caldo en proporción de un cuartillo por cada
onza de manteca ó cada dos jicaras de arroz. A s í
que hierve, echan el arroz acabado de lavar; estan-
do en punto, se quita el fuego del hornillo, y lo c o -
locan, mediante una tapadera, sobre la cacerola por
espacio de un cuarto de h o r a , tiempo suficiente
para que el arroz haya absorbido el caldo. Para m a -
yor prontitud suelen, en vez de f u e g o , cubrirla c a -
150 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cerola con una servilleta m u y doblada; pero es con


detrimento del gusto del arroz.
Cuanto mejor e s , más liquido requiere, y el pun-
to que le dan es algo más consistente que en la
paella.
E l pilóo, y á veces el chilóo, se comen con leche
cuajada, suficientemente acida, ó con un lacticinio
preparado del modo siguiente. Depositan leche de
vaca en un tarro durante dos ó tres dias, según la
estación, hasta tanto que la superficie aparece con-
sistente. Ponen luego ascuas al rededor del tarro, y
A'an batiendo la leche con una tablilla redonda ad-
herida á un mango vertical, por medio del cual se
maneja de arriba abajo. R e c o g e n la manteca, y el
residuo se come con el arroz.
Para verificar el cuajo de la leche emplean el de
cabrito, ó la flor de la alcachofa, ó j u g o de hi-
guera.
E l café también lo preparan de un modo especial
y exquisito. Se tuesta y muele cada vez que se toma.
L a primera operación consiste en dorar el grano en
una cazuela; de ahí lo echan en un plato, m u y ta-
pado con una servilleta, á fin de no dejar perder el
aroma; la segunda se lleva á efecto en mortero
de piedra con mano de madera. E n un tarrifo de
cobre, más ancho de base que de cuello, echan agua;
así que hierve, vierten el café en la proporción de
una cucharada de sopa por una jicara de chocolate;
cuando espuma, lo retiran del f u e g o , y luego vuel-
ven á colocarlo en él. A las tres ó cuatro veces de
DE RESHT Á TEHERÁN. 151

repetida esta operación echan unas gotas de agua


fria para precipitar el café, y se sirve. Nunca lo t o -
man con azúcar.
A l g ú n tanto repuesto de mis dolores, salí de M a z -
ráa el 12 á mediodia, y marché á Kazvin.
A las dos horas y media de ir bajando de la c u m -
bre en que me hallaba llegué á A g a b a b á , pueble-
cito situado en llano, al pié de la cordillera que
con tanta penalidad habia salvado. Durante el tra-
yecto me enseñaron, hacia la izquierda, unas ruinas
en el vértice de un monte llamado « N i d o del á g u i -
l a » , donde es tradición que se refugió y combatió
heroicamente el Viejo de la M o n t a ñ a , aquel jefe
de la secta de los A s e s i n o s , que durante los calami-
tosos tiempos del siglo x n aterró la Persia y toda el
Asia anterior con horrorosos asesinatos.
D e A g a b a b á á Teherán el país es llano c o m o la
palma de la m a n o , sin más que alguna ondulación
del terreno , triste, desierto, cual se me apareció
desde la cima del Elburz. Aquella inmensa sabana
de tierra, que se prolonga hasta el Jorassán, se ha-
lla situada á 1.200 metros sobre el nivel del mar
Caspio; la limita por el N . el Elburz, y por el S. las
montañas de Karagan que arrancan en Zindshan,
ciudad importante, situada entre Tabriz y Teherán.
El espacio comprendido entro ambos sistemas de
montañas es de GOá 80 quilómetros; lo riega el K e -
redsh, procedente de los montes Sherestanc; pasado
Mayo es vadeable, pero en la época en que lo atra-
vesé estaba, con motivo del deshielo, m u y crecido,
152 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

c o m o que antes de llegar á Teherán estuve á punto


do perecer en él á causa de la rapidez de la cor-
riente.
Para el riego se valen de canales subterráneos,
llamados janat, que á veces proceden de distancias
considerables; corre por ellos el agua en plano lige-
ramente inclinado; de cincuenta en cincuenta me-
tros hay unos hoyos por donde van extrayendo la
tierra á medida que construyen el janat, y sirven
para bajar á ellos en caso de desmoronarse el terre-
no. Éste se presta admirablemente, porque es só-
lido, duro, y la razón de no estar los canales al
descubierto dicen que es para no interceptar los ca-
minos y evitar la excesiva evaporación.
D e esta suerte se proveen de agua casi todas las
ciudades y lugares del Irán. Los pozos artesianos
son m u y raros; sin duda es m u y difícil construirlos
en regiondon ele la arcilla es tan gruesa y compacta,
y tan sumamente espesa la capa de terrenos cuater-
narios que cubre la piedra.
Llegué á Kazvin á la caída de la tarde, teniendo
la grata sorpresa de ver que el Jefe de la estación
telegráfica era hermano de un médico italiano de
Damasco con quien tenía y o amistad. Gracias al
generoso acogimiento del Sr. Natalé, pasé allí dos
dias m u y agradables.
P o r más que K a z v i n se halle casi todo en ruinas,
es población de cincuenta mil habitantes, y da una
idea d é l o que fueron las ciudades persas, justificán-
dose por ende el asombro de los viajeros que de los
DE RESHT Á TEHERÁN. 153

siglos x i v al x v n las visitaron. H a y espacios inmen-


sos, grandiosidad en las mezquitas y en las puertas
de la ciudad; el gusto y elegancia se revelan en los
sepulcros de los santones, así como en los rincones
de cualquier antiguo edificio. L a curva dominante,
así en las valientes arcadas c o m o en las cúpulas , es
la ojiva túmida; los materiales son el adobe y el
ladrillo; la ornamentación la constituyen ingeniosas
combinaciones de finísimo alicatado, ó de ladrillos y
azulejos, desde el más ordinario al más vistoso entre
los vidriados y esmaltados. D e estos últimos existen
aún bastantes en la mezquita principal, llamada del
Shah, que despiden intenso resplandor; pero sabien-
do el afán de sustraerlos, dificultan extraordinaria-
mente su adquisición.
Como nos está vedada la entrada en cualquier
santuario, fuerza es contentarse examinándolos des-
de fuera. A s í vi en el centro de un gran patio, c u -
bierto de sepulturas, el sepulcro de Hussein, donde
existe un catafalco de o r o , cubierto con preciosos
bordados, y á j u z g a r por cuanto dicen, debe aseme-
jarse al cenotafio de Abrabam *.
Kazvin tiene animación, mejor d i c h o , se la p r e s -
ta el carácter de este p u e b l o , que me parece más
bullicioso y alegre que el turco y el árabe. E n el i n -
terior de la ciudad existen muchas cisternas sólida-
mente construidas bajo tierra, y fuera de puertas
se extiende dilatada zona de jardines cuajados de

1
Viaje de CeyJan á Damasco, pág. 311.
154 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

árboles todavía en desboje , que valieron á Kazvin


el nombre de «Puerta del Paraíso.» L a « u v a real»,
de que preparan vino exquisito, pasa, y cuantas fru-
tas pueden apetecerse, allí se encuentran abundan-
tes y baratas. A pocos quilómetros de distancia re-
c o g e n sal mineral.
L o que más me chocó fué el sinnúmero de peque-
ños trapos que vi suspendidos en las rejas de los
santuarios, en las ramas de los árboles, en las rejas,
en todas partes ; el jirón de una túnica, la punta
de im pañuelo, un trozo, en fin, de cualquier prenda
que se lleva puesta, representa allí un voto hecho.
Nacieron en K a z v i n L o c k m a n y el geógrafo
Hamdul'lah K a z v i n i ; fué corte de los primeros
Sasanidas, luego de los soberanos mogoles desde
Shah Tamasp hasta Abbas el Grande, es decir, por
espacio de más de un siglo.
L a primera noche la pasé despierto casi toda ella,
agradablemente entretenido en oir los suavísimos
ecos de un concierto que parecía darse á larga dis-
tancia. Momentos hubo en que quise levantarme á
oir más de cerca y gozar de una melodía extraña
á, mis oídos ¿ respecto á la cual, manifestando mi
asombro á la mañana siguiente, nadie pudo venir
en conocimiento de aquello á que aludia, mas yo
lo atribuí á que todos tenían oido menos delicado
que el mió, ó habían dormido mejor que y o . En la
noche inmediata A'olvió á reproducirse el mismo
concierto; entonces me levanté, y al llegar ala ven-
tana de la habitación contigua á la mia, caí en que
DE RESIIT Á TEHERÁN. 155

el ruido provenía del movimiento de sinnúmero de


cristalitos que aquí forman las grandes ventanas
correderas en sentido vertical. Consisten en basti-
dores más ó menos anchos, por dos y aun tres m e -
tros de alto, surcados de caprichosos dibujos for-
mados mediante piececitas de madera primorosa-
mente entrelazadas; en las ranuras de los espacios
que dejan, á veces dos ó tres m i l , colocan cristali-
tos de diversos colores, que se mueven al menor
impulso del viento. Para levantar una de estas ven-
tanas se necesitan dos hombres;
Emprendí la marcha de veintidós leguas que fal-
taban andar hasta aquí, en un hermoso d í a , aun-
que más frió de lo que por mi parte podia presumir
dada la estación; verdad es que el invierno ha sido
excepcional, así lo califican, pero estoy acostumbra-
do á oir ponderar en todos los países el frío de la
estación en que se v i v e ; en Trebisonda jamas se
había conocido invierno tan terrible como éste; en
Constantinopla, lo m i s m o ; hasta en Madrid decian
lo propio. Con el calor sucede otro tanto; quizá sea
también que, como el frió y el calor son la base i m -
prescindible de toda conversación, si no los p o n d e -
ran, no hay de qué hablar.
Casi sin desviación fui siguiendo la línea telegrá-
fica, cuyo planteamiento ha costado á no pocos e n e -
migos de ella estar clavados de una oreja contra los
postes de madera, ó amarrados á ellos cuando son
de hierro. Sucedo también que para disminuir el
asombro de la población, y no darle que sentir c o n -
156 VTA.TE AL INTERIOR DE PERSIA.

siderándose inferior á los europeos, proclamó el cle-


ro que el telégrafo lo poseian los persas en tiempo
de Dshemshid, lo cual, para la generalidad, es como
si dijésemos en tiempo del rey que rabió, y que,
efecto de las guerras, cayó en desuso basta que lo
volvieron á descubrir en Franguistan, si bien no
tan perfecto c o m o lo era antes.
P o r más que los ingleses comuniquen desde hace
años con la India mediante el telégrafo de Mesopo-
tamia y el cable del Golfo P é r s i c o , ban establecido
una línea entre Teherán y Bushir, quo les costó
medio millón de duros y es propiedad del Gobier-
no persa. Este percibe además por cada despacho
que se cruza entre Inglaterra y la India siete pese-
tas en concepto de derecho de tránsito, y por la
pérdida que se le ocasiona, pues también tiene una
línea telegráfica entre Teherán y I i c s h t , casi siem-
pre inútil, pero enlazada al fin con la red europea.
D e aquí expiden tan sólo unos cien despachos
mensuales á E u r o p a ; la tercera parte va por la vía
persa, y las veinte palabras cuestan á razón de vein-
tinueve pesetas, en vez de treinta y siete que llevan
los ingleses. Pierden seguramente, pero en cambio
los beneficios que al comercio índico se reportan
son incalculables.
Sin nada digno de particular mención, más que la
de algunos pueblos de trecho en t r e c h o , arruinados
ó desiertos, ya por la adversidad de los tiempos, ya
por miedo á los espíritus, pasé por las estaciones
de AbduPlahabad, Safar Jodshá, Sangurabad y
DE RESHT Á TEHERAN. 157

Miandshub, última parada de mi viaje de Madrid


á Teherán. V i , sin e m b a r g o , en tan monótono tra-
yecto unos montículos que al pronto no llamaron
mi atención, pero luego la paré detenidamente en
ellos.
Afectan la forma de pirámide truncada, de unos
treinta y sesenta metros en la base, por quince de
altura; la pendiente mide cincuenta grados, á v e -
ces algo más. Los naturales los llaman ateshgah
(fuego s i t i o ) , y es tradición que en tiempo de los
adoradores del fuego practicaban allí ceremonias
religiosas; opinion á la cual me inclino, rechazan-
do la de que fuesen sitios destinados á telégrafos ó p -
ticos, entre otras razones, porque desde un ateshgah
se divisan varios ; entre Kazvin y la capital he c o n -
tado diez y seis.
En la parte superior del que visité el piso es-
taba removido, y en algunos puntos descubrí masas
de adobe, circunstancia innecesaria para probar que
dichas moles son artificiales; pues en un terreno
cuaternario con sus estratificaciones horizontales
claramente marcadas, c o m o el que se extiende al pié
del Elburz, la formación de semejantes montículos
sería inexplicable.
Las paradas ó chaparjané (correo casa), donde
se renuevan los caballos, están todos trazados sobre
un mismo sencillo plan. Constan de un patio de
veinte á veinticinco metros en cuadro, cerrado por
cuatro murallas flanqueadas de torreones en los á n -
gulos; todo es hecho de barro m u y e n l u c i d o ; en el
158 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

bajo están las cuadras y la habitación del guardián


que nunca m e ha parecido tener instrucción bas-
tante para saber que Dinamarca y España sean dos
cosas distintas ; en el principal sólo hay un cuarti-
to destinado á los viajeros, pero sin más aderezo
que las paredes. Conviene añadir que los que reali-
zan expediciones en caballos do correo suelen llevar
tanta prisa, que sólo descansan el tiempo preciso
para cambiar sus monturas.
E l 9 de Abril emprendí la última caminata. El
día era hermoso, y por más que fijara la vista en
los confines de la vastísima llanura, ningún indicio
de población se veia. Atravesé el K e r e d s b , donde
no quedé sumergido, únicamente porque estaba es-
crito, c o m o diria un creyente, que en él no babia de
perecer. Buscando el guía un vado por diferentes
puntos, y cansado y o de perder t i e m p o , entré en el
agua tirando su caballo del freno, y él hizo lo mis-
m o con los que conducian el equipaje; desgraciada-
mente no calculé la fuerza de la corriente, y me
arrastró; mas siendo en punto donde el rio forma
estrecho r e c o d o , y hallándose m u y juntas unas de
otras las caballerías, así que halló fondo la mia, pudo
mantenerse en él.
Paré luego en un ventorro á secarme y á almor-
zar antes de proseguir en busca de Teherán. A poco
divisé oscura raya envuelta en vapores, y acentuán-
dose paulatinamente, descubrí el contorno de popu-
losa ciudad situada en una depresión del terreno
apenas perceptible en aquel mar de tierra, y en el
DE RESHT Á TEHERÁN. 150

ángulo que forma el Elburz y un pequeño contra-


fuerte lateral, que va á concluir en Shah A b d u í
Azim, dos leguas S. de aquí. Fueron sucesivamente
destacándose á la vista la armadura de una inmensa
cúpula, la torre rectangular de Palacio, y todas las
masas de edificios bajos, terrosos, que constituyen la
capital del Irán.
Entré por la gran puerta de K a z v i n , y salvado
nn largo espacio amurallado, llegué á los arrabales
de la c i u d a d , á través de un dédalo de estrechísi-
mas calles, donde yacen en fiérrala mayor parte de
las casas, y luego por altos y oscuros bazares salí
á una bonita plazoleta bordada de acacias y olmos.
Me chocó el aspecto de la generalidad de las per-
sonas; vestían de n e g r o , con afectado descuido y
marcada expresión de dolor en la cara; algunos iban
despechugados, todos sin aseo ni compostura.
Eran los dias en que celebran la «fiesta del sacri-
ficio», en memoria de la muerte de Alí y de sus dos
hijos, venerado aquél en Persia al igual, si no más,
que el Profeta, pues éste es «enviado de D i o s » , y
Alí «lugarteniente de D i o s » . Durante tan aciago
período el pueblo celebra bajo toldos, en corrales ó
al aire libre, representaciones teatrales llamadas
tázies, que vienen á ser lo que entre nosotros eran
los autos sacramentales.
L o extraño es que dichas funciones daten tan sólo
de fines del siglo pasado. Quizá hayan querido los
persas, al advenimiento de la actual dinastía turca,
acentuar su adhesión á las creencias nacionales r e -
ICO VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cordando las vicisitudes de la muerte de Alí y de


sus hijos, é ideáronlos tázies.
E n el extremo de la plazoleta de que antes hice
mención, y siguiendo en línea r e c t a , pasé por otra
gran puerta, luego por la anchurosa plaza Meidan
tup jane, donde existen algunos cañones, cercada
toda ella por medio de arcadas simuladas, y , por
fin, salí á anchurosa vía, cuya vista cercaba fren-
te á mí la cordillera Elburz.
Allí está el barrio europeo; al menos así lo lla-
man por radicar en él varias legaciones extranje-
ras, la iglesia católica, la estación telegráfica de
la línea inglesa, algunas casas de europeos, y una
especie de fonda, á cargo de un francés, antiguo
confitero del Shah. E n ella encontré dispuesto el
alojamiento que desde K a z v i n pedí por telégrafo,
y al p o c o rato tuve la satisfacción de recibir un
paquete de cartas que habia llegado la víspera, al-
gunas de Madrid, de sólo treinta y cuatro dias de
fecha.
Después de leerlas, tuvieron algunos europeos la
bondad de venir á saludar al nuevo colono que con
ellos iba á compartir una existencia para mí más
familiar que para todos ellos, pues pocos aquí han
permanecido en Asia los años que y o .
Triste y monótona es la vida en estos países; no
se busquen goces fuera de los materiales; no se ha-
llarán más que en el trabajo ó en el estudio, y aun
éste necesita, para dar frutos, el roce con personas
de saber. E s preciso que el europeo solo, á menos
DE RESHT Á TEHKRÁX. H51

de tener ocupaciones apremiantes, tenga condicio-


nes m u y especiales para vivir aquí; s i n o , el minado
espíritu matará al cuerpo. Pero si logra resistir un
año, está salvado; entonces hallará encantos en los
placeres de la vida que vivíanlos primeros hombres;
placeres que se reducen á dar al cuerpo cuanto ape-
tece, en tanto lo consiente la bolsa, lo cual, después
de t o d o , viene á ser lo único real y positivo que
existe en el mundo.
Los extranjeros forman aquí grupos aislados,
casi siempre indiferentes unos á o í r o s ; siendo orí-
gen de esto, que pudiera llamarse fenómeno social,
no la falta de conocimientos lengüísticos, sino la
diferencia de clases, que entre pocos es m u y mar-
cada, y que existirá mientras existan pobres y
ricos, y asimismo la circunstancia de estar siempre
en evidencia la conducta de t o d o s , lo cual da mar-
gen á la sabrosísima conversación de hablar mal del
prójimo; ocupación m u y principal en estas exiguas
colonias, y en la que trata cada uno de no figurar
como actor. Sin e m b a r g o , son poquísimas las per-
sonas (pie habiendo permanecido años en Turquía ó
en Persia anhelen volver á la patria, y se explica.
El europeo que llega á Oriente se halla al pronto
como trasportado á otro m u n d o , todo le parece e x -
traño, á cada momento recuerda pesaroso la fami-
lia, sociedad, diversiones, alimentos, hasta el ruido y
animación de nuestras ciudades. Pasado algún t i e m -
po, reconoce que la calidad de europeo constituye
una categoría entre ios indígenas, que lo consideran
11
162 Y TAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

por su saber como no lo consideraban sus compa-


triotas; unido esto a l a s ganancias que realiza, alas
ventajas que le dan los tratados, sustrayéndolo á la
jurisdicción local, facultándolo á poseer inmue-
bles, etc., y sobre todo, y principalmente, á la ex-
traordinaria libertad de que g o z a , acaba por amol-
darse á la expatriación, y si la deja, pronto suspira
por disfrutar la perdida libertad; libertad del pájaro,
es v e r d a d , pero que, acostumbrado á ella, consti-
tuye el más preciado tesoro de la vida.
Otra gran ventaja es la economía. Una persona
modesta no encuentra en qué gastar, salvo en la
manutención, y ateniéndose á lo que el país da de sí,
cuatro ó cinco pesetas diarias bastan; es verdad que
hay poca variedad : carnero, arroz, huevos y pollo,
y al dia siguiente, pollo, huevos, arroz y carnero.
Vacas y bueyes matan m u y p o c o s , y aunque los
rusos introdujeron el cultivo de la patata, todavía
escasea.
H é aquí algunos precios corrientes:
Carnero, á nueve cuartos la libra.
S e b o , á dos reales libra.
Manteca de vaca, á peseta la libra.
Leche, á seis cuartos el cuartillo.
H u e v o s , á dos reales la docena.
U n p o l l o , cuatro reales.
Azúcar, á peseta la libra.
A r r o z , á siete cuartos la libra.
Las frutas vienen á costar la cuarta parte de lo
que cuestan en Madrid, y , exceptuando la fresa,
DE RESÍIT Á TEHERÁN. 163

se encuentran las que se quieran. E n la misma


proporción cuestan las legumbres, entre las c u a -
les la lechuga y el berro son de calidad superior;
éste tiene las hojas más pequeñas y finas que el
nuestro.
El pan de cebada está á ochavo la libra, el de
trigo, de uno á dos cuartos, j aun cuando no sepa-
h

ren el salvado de la harina, es m u y bueno, porque


el trigo es inmejorable y la harina da excelente
levadura. Ofrece el pan un grave inconveniente por
el modo de confeccionarlo. E l horno consta de dos
compartimientos, uno abovedado y otro rectangu-
lar yuxtapuesto; el piso de éste lo cubren con p i e -
drecitas, y en el primero producen A'ivas llamas
mediante zarzas y espinos; cuecen éstos la masa d e -
positada sobre las piedrecitas, y después de voltea-
da dos ó tres veces, se coloca sobre ancho escapa-
rate. Resulta que suelen quedar adheridos al pan
algunos guijarros, y que pueden ser tragados inad-
vertidamente. Los panes tienen la forma y tamaño
del perfil de un pantalón.
El que es aficionado á cazar puede tener c u a n -
tas perdices quiera, mucho más delicadas que en
Europa. Respecto al vino, que siendo extranjero
vale cuádruple que en E u r o p a , puede obtenerse del
país, por conducto de los armenios ó j u d í o s , á p e s e -
ta la botella, y bastante regular.
La mayor parte de los europeos que vienen á
Oriente son francmasones, y si bien tienen algunos
hermanos persas, el Gobierno no consiente las l o -
164 VIAJE AL INTERIOR DE PERSÍA.

gias, llamadas faramudí jane (secreto casa), de


miedo no conspiren contra él, y sobre t o d o , de
miedo á la secta bahi.
He observado que fuera de su país los ingleses
viven m u y unidos: lo propio acontece con los ale-
manes y suizos; pero entre los de raza latina cada
uno tira por su lado. N o procedí y o de esta manera,
y c o m o bastan algunas semanas para identificarme
con las costumbres de un país basta el punto de
creer que es el mío, y como por otra parte me vi en
Teherán en la alternativa de vivir solo ó vivir con
todo el m u n d o , no vacilé en la elección. Pero mi
trato con los demás es escaso, porque el estudio del
Idioma persa, que principié al cuarto día de llegar,
absorbe el día y aun parte de la n o c h e ; así es que
mi mayor distracción, la general, suele reducirse
á la llegada del correo, que dos veces 'al mes, si
no lo roban en el camino, viene desde Trebisonda.
Esta ventaja la debemos á las Legaciones extranje-
ras, que alternan el envío desús chapars ó correos,
de tal suerte que cada uno haga dos viajes al año,
recibiendo por ellos dos mil pesetas de gratifica-
ción. Suelen ir y volver en un mes.
E l dia de la llegada del chapar estamos todos
animados y contentos; tenemos, por decirlo así,
una conferencia con los nuestros; c o m o que las car-
tas , en sentir de los árabes, equivalen á la mitad del
encuentro. Los periódicos permiten ochar una mi-
rada sobre los sucesos europeos, y comentándolos
se pasan dos ó tres dias antes de recaer en la ordi-
DE RESHT A TEHERÁN. 165

naria atonía. P e r o no disfruto yo de estas p o l é m i -


cas, porque á fin de ganar tiempo en el estudio
del persa, tan sólo me dedico á leer un solo y m i s -
ino número del periódico Irán, publicado una vez
por semana, seguro de q u e , entendiendo un número
de corrido, entenderé dos.
Esta lectura, por ser siempre la misma, no sirve
de distracción; en cambio contribuye al conocimien-
to de las costumbres del país, y en tal concepto, se
me pasan buenas ganas de traducir aquí mismo t r o -
zos enteros.
En la sección oficial se habla primeramente de la
salud de S. M . , de sus paseos, entrevistas; luego se
enumeran algunas de sus disposiciones, n o m b r a -
mientos, ordenanzas, c o m o , por ejemplo, que se r e -
duzca el alto de los g o r r o s ; actos llevados á cabo
por alguna autoridad, c o m o , por ejemplo, que el
Gobernador de Teherán, paseándose por unos jardi-
nes después de las nueve de la n o c h e , encontró dos
jóvenes con «cabeza bonita» (ser josh), es decir,
demasiado alegres, y los puso en arresto «para que
vuelvan á la vía recta.» E l extracto de periódicos
franceses é ingleses, y los telegramas suelen ocupar
dos páginas; se dan resúmenes de la política exte-
rior, se transcriben noticias que á este pueblo pare-
cen harto extrañas : que en tal ó cual ciudad se d e -
safiaron dos hombres por la posesión de una m u j e r ;
que un marido se tiró por el balcón para evitar las
impertinencias de su mujer; que fulano ó mengano
vende líquidos para rejuvenecer el cabello, ó le t i c -
1G6 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

ne m u y bueno, procedente de la China, para uso y


adorno de las señoritas, etc.
E n la sección de anuncios, por fin, se leen no
pocas declaraciones de quiebras comerciales y se
estampan algunos c o m o éste :
(í/Quimia! ¡Quimia! (alquimia);
fulano ó mengano, domiciliado en tal bazar, fa-
brica metales preciosos, oro especialmente.»
E n observar este pueblo, en estudiar su historia,
su idioma, llevo ya invertidos dos meses, y seguiré
por espacio de otros tres haciendo lo propio, á fin
de emprender siquiera con algún provecho mis via-
j e s por Irán.
V.

HISTORIA DE PERSIA.

Teherán, 13 de Agosto de 1871.

Es indudable que se debe estudiar la historia de


un país antes de recorrerlo, pues que lo contrario
sería, en cierto m o d o , tratar con una persona cuyos
antecedentes se ignoran. Nace entonces la frialdad,
y si yo la hubiera sentido hacia un pueblo como
éste, origen de otros pueblos, y hacia una gente
que, sola entre todas las g e n t e s , jamás so inclinó
supersticiosa ante los ídolos forjados por el miedo
y conservados por la d u d a ; hacia una civilización,
reflejo de la filosofía y de las artes antiguas que
en la sucesión de los tiempos concurren á formar
el modo de sentir y pensar de la humanidad, jamás
hubiera venido aquí.
Suplico al lector tenga la bondad de seguirme
en la rápida excursión que v o y á hacer sobre los
fastos iranios, nombre que los griegos reemplaza-
ron por el de persas, y que ha prevalecido sobre el
de m e d o s , hoy desconocido aquí.
1G8 VIAJE AL INTERIOR 13E PERSIA.

Ni las investigaciones de hombres doctísimos, ni


el auxilio de obras antiquísimas, h o y traducidas y
en poder de t o d o ' el m u n d o , me han servido sino
para aumentar, si cabe, la ignorancia en que me
hallo de nuestros orígenes; apenas también si desde
Cyro hasta los árabes encuentro datos que permi-
tan trazar, sin interrupción y con exactitud, las vi-
cisitudes de esta Nación. En el primer período todos
los materiales se reducen á inducciones y deduc-
ciones ; en el s e g u n d o , rara vez puede descartarse
la v e r d a d , tan difícil de conocer por el hecho y el
modo de apreciarlo. N o obstante, el Shah nameh ó
Crónica Real de Firdusi, arcano de tradiciones, te-
j i d o de alegorías, el libro nacional por excelencia,
prescinde de semejantes obstáculos, y después de
alabar á D i o s , á la inteligencia; después de referir
sucintamente la creación del m u n d o , del hombre,
del sol y de la luna, habla de K a i y u m o r s , primer
R e y de Persia.

« U n h o m b r e , d i c e , que leyó un libro antiguo,


donde están consignadas las historias de los héroes,
refiere que K a i y u m o r s instituyó el trono y la coro-
na, y que fué el primer R e y . »
La Crónica Real descansa sobre cuentos y can-
ciones populares, primer manantial de la Historia,
manantial que encierra verdad, p o r q u e , de lo con-
trario, la epopeya de Firdusi no alcanzara la in*
mensa b o g a que tuvo desde un p r i n c i p i o , pero á
donde la ciencia no puede acudir sin excesiva cir-
cunspección.
HISTORIA DE PEESIA. 169
Hasta la época de C y r o , lo repito, hallamos di-
ficultades insuperables para formar la trama c r o n o -
lógica, y desde los tiempos del gran R e y basta la
invasión islamita estudiamos la historia por boca
de los g r i e g o s , gente aventurera, dada á la e x a g e -
ración , y luego por boca de los romanos , gente
falaz, interesada. E n ambos períodos, por mucha
que sea la inteligencia del historiador, rara vez pue-
de hacer concordar unos con otros los nombres de
Beyes y comarcas que señalan los textos persas, los
que proclaman los monumentos , y aquellos que
apuntan los escritores extranjeros. Explícase esto
por la alteración que sufren las palabras al trascri-
birse en idioma extraño, y puede formar idea de la
anarquía que surge respecto á este particular quien
sepa la forma que al cabo de tres ó cuatro genera-
ciones han tomado en Gibraltar nombres propios,
italianos por ejemplo, escritos primero por espa-
ñoles , y luego por ingleses. Á veces también solía-
cada Nación antigua designar una misma población
por distinto nombre.

A pesar de tanta dificultad y escasez de datos,


fuera descabellado pretender agrupar en algunas
páginas todo cuanto sobre el particular se sabe y
bajo el título que d o y al presente capítulo tendría
derecho á esperarse; sobre esto son inútiles prolijas
explicaciones. Narraré en sustancia algunos de mis
recuerdos, y aun cuando discrepen en parte de a q u e -
llos que el lector conserve, habréle invitado siquie-
ra á meditación propia, adecuada al objeto que me
170 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

p r o p o n g o , esto e s , el de recapitular antes de recor-


rerlo , la historia del país, cuna de nuestra raza.
Siguiendo los tenues filamentos de la filología
comparada, nuevo mundo en la ciencia, sorpren-
demos hacia el Hindú Ivush una familia humana.
E s la jafetita, procreadora de los persas.
Mas no parece que pueda deducirse por esto que
allí estuviera también la cuna de la humanidad
entera. Opónese á admitir esta teoría la circuns-
tancia de que en E g i p t o existió una civilización flo-
reciente y de origen asiático mucho antes de la
época á que alcanzan las primeras tradiciones de
los pueblos do este continente, sin lazo alguno de
unión con la familia jafetita por consiguiente, y el
hecho de no haber quedado rastro de la emigración
de la raza n e g r a , única que desconoce la tradición
del diluvio, en el largo trecho de dos mil leguas
que debió recorrer desde la supuesta primera man-
sión hasta África.
Existe, á no dudarlo, deseo de colocar el núcleo
de las familias postdiluvianas en un solo punto, y
de hacer converger al mismo el origen do los idio-
m a s , ó vice-versa, para deducir de cualquiera de
estas unidades la de la especie humana; pero es evi-
dente que á este fin son innecesarios esfuerzos de
investigación, porque las primeras formas del len-
guaje, en cualquier sociedad humana, han de tener
puntos afines : de causas análogas, efectos homogé-
neos, y la indestructibilidad de los caracteres pri-
mordiales del cráneo revela, por otra parte, unidad
HISTORIA DE PERSIA. 171

en la formación de la especie humana. H a y , sí, m o -


tivos para alejar la época de un estado primero, que
en vano buscará siempre el h o m b r e , y c r e o , por lo
tanto, que los 6984 años q u e , según D . Alfonso el
Sabio, trascurrieron entre el diluvio universal y la
época de J . C. no son suficientes á enlazar los da-
tos históricos antes mencionados, ni otros á todas
luces irrefutables. Verdad es que el gran Monarca
apuntaría la fecha de 6 9 8 4 por análogos motivos
que no apuntó 6983 ó 6 9 8 5 .
Nosotros los antiguos no nos hacemos cargo del
tiempo que habrán necesitado los jóvenes para pa-
sar del período remático al de los dialectos, y luego
al mítico ; ni paramos mientes en el tiempo que ha-
brá trascurrido para formarse el .carácter moral de
los pueblos. Porque si el retrato de los iberos por
Séneca, el de los galos por César, el de los israeli-
tas por Josefo Flavio, el de los persas por H e r o -
doto, son hoy dia aún retratos de los descendientes
de aquellos antepasados, ¿ qué de siglos no habrán
trascurrido antes que de la unidad surgieran seme-
jantes variedades? ¿ C o n qué cifras se puede e x p r e -
sar el tiempo que habrá necesitado el hombre para
inventar las cosas más sencillas, y que en realidad
son muy complejas, como el hacer pan, curtir p i e -
les, tejer telas? etc.
Los antepasados de los persas, jafetitas, aislados
en región elevadísima por un diluvio que cubrió la
tierra « c u l t i v a d a » , diluvio que no sabemos si duró
ciento cincuenta ó sesenta y un dias, constituyen
172 VIAJE A L INTERIOR DE PERSIA.

una familia cuyas tradiciones se acercan más que


otras á nosotros, porque circunstancias extraordi-
narias paralizaron su desarrollo, y el que lo tuvie-
ran con anterioridad los e g i p c i o s , los negros, los
chinos, los aztecas, no implica en manera alguna
negación de la unidad de nuestra especie.
P o r regla general, no se da crédito á remotas tra-
diciones de los pueblos; todas son extravagantes é
inverosímiles. Comprendo que un adam (hombre)
y una i r ( m u j e r ) , creciendo solos en el m u n d o , in-
ventaran un origen, q u e , por lo m i s m o , careciera
de valor histórico; sin e m b a r g o , la manifestación
de este concepto revela en los progenitores de los
Persas origen menos remoto que el de otros pue-
blos. A l decir la t r a d i c i ó n : « L a primera dinastía
de nuestros Reyes reinó tantos miles de millones de
años los Mahabadianos fueron los primeros R e -
yes el Aryanam A^aedsho la primera mansión )),
manifiestan la noción de un estado primero me-
nos remoto sin duda que el de los egipcios, cuando
decian : « D e s c e n d e m o s de P t a h , padre del padre
de los d i o s e s » , ó el de los incas, «descendientes
del S o l . »
Al hablar asimismo los textos zendos de los
hombres-diablos, los oscuros, los divs, que los pri-
meros viajeros jafetitas hallaron caminando hacia
el Occidente del mar de Javer ó Vura kasha, hoy
convertido en lago salado, también se da campo á
la suposición de que antes de dispersarse las fami-
lias concentradas en el Asia central hubiese otras
HISTORIA DE PERSIA. 173
desparramadas por el mundo. E s más; creo infun-
dado suponer que los hombres que dijeron: « c o n s -
truyamos una ciudad, una torre, cuyo vértice lle-
gue al cielo, y conquistemos reputación para no ser
dispersados por el m u n d o » , fueran unos necios que
pretendían lo que no pretende el loco más remata-
do; eran gentes perseguidas, acosadas por aquellas
más fuertes que trataban de dispersarlas. Aquel g r i -
to era un grito de dolor.
Los primeros materiales de que echamos mano
para nuestro estudio son los libros zendos, traduci-
dos, anotados, comentados con sin igual esmero
por franceses, alemanes é ingleses. Aquellos t e x -
tos consignan las circunstancias en que los arios
ocuparon las mesetas del I r á n , tenidas por algunos
en concepto del Paraíso terrenal {Pardas), cómo
estaban en posesión de la idea monoteísta heredada
de sus progenitores, cómo surgió divergencia sobre
este p u n t o , si bien ignoramos el momento en que
el cisma separó á los persas de los medos. Hubo in-
dudablemente lucha, de resultas do la cual el dua-
lismo persa, la creencia en Ormuz y Ahriman, se
impuso al magismo de los medos, descrito por H e -
rodoto, religión cuyo carácter primordial era el
culto de los elementos, principalmente del fuego.
Aun hoy, para apagar una luz no soplan, sino que
la extinguen con los dedos ó agitando un pañuelo,
del mismo modo que los judíos.
Posteriormente se fundieron ambas creencias, y,
predominando los persas, Darío consumó la uniñ-
174 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

eacion. Que el magismo y el dualismo eran religio-


nes distintas lo prueba la magofonia.
Revelan las inscripciones cuneiformes que dos mil
quinientos años antes de J . C. se apoderaron de Ba-
bilonia los m e d o s , y desde aquel momento va apun-
tando la historia el fenómeno propio de las rela-
ciones de unos pueblos con otros : la guerra, las
invasiones recíprocas de semitas é iranios, provo-
cadas siempre por los más pobres contra los más
ricos, y ataques contra t o d o s , de la gente turania,
(pie reemplazó á la aria en la primera mansión. La
forma alegórica de la tradición da fuerza á estos he-
chos, y las inscripciones cuneiformes los confirman.
Pero ni siquiera con visos de probabilidad es aún
posible determinar épocas, enumerar acontecimien-
tos y fijar dinastías, por más que sea corriente de-
signar á K a i y u m o r s , el Dshima ó Dshemshid (Es-
pléndido) de los indios, como fundador de la dinastía
paishdadiana; es decir, d é l o s «distribuidores» (de
la j u s t i c i a ) . Tan sólo puede admitirse de aquella
época tenebrosa la existencia de Gaveh, un pobre
herrador, jefe de una insurrección contra odiados
invasores, que suponen fueran los asirios, y quien,
haciendo de su mandil el estandarte nacional, sacu-
dió la tiranía. Ese mandil del herrero lo veremos
ondear más tarde c o m o la bandera de un pueblo.
El hilo de la historia aparece cuando los medos
conquistan la Asiría. L u e g o principia la dinastía
aquemenida en la persona de Ciaxares, según unos;
en la de Artabaces, según otros; pero lo cierto es
HISTORIA DE PERSIA. 175
que sus descendientes llegaron hasta la Lidia, Susa
por una parte, y la Bactriana por otra, no obstante
haber ocupado temporalmente el país los bárbaros
del N. E., y asimismo que en tiempo del padre de
Üyro existían en Asia tres robustas monarquías:
Media, Babilonia y Lidia.
Difícil es conocer las circunstancias en que el
poderío de los medos pasó á los persas en la perso-
na de Cyro (Kaij Josrit); el hecho, sin embargo,
es indiscutible, como lo es también que ese gran
hombre, de madre meda y de padre persa, fué la
personificación de la unidad irania y de la alianza
ile dos nacionalidades, como se ofrece en todos los
países que marchan de la variedad á la unidad. Qui-
zá también, y puesto que medos y persas pertene-
cian á la familia aria, se hubieran los segundos uni-
do á los semitas, y fueran considerados por los
medos como una raza distinta. E l oráculo de D é l -
fos, viene en apoyo de este aserto.
Sea como fuere, Cyro domina en pocos años
toda el Asia anterior, asentando su poderío sobre
las ruinas del asirio y del niedo.
Por el m o d o como fué tomado Sardes, creo p u e -
da deducirse que se considerarla tan grande, que
despreciaba los medios corrientes entre los débiles,
pues ya entonces poseían los asirios máquinas de
guerra que él debia conocer y no u t i l i z ó ; t a m -
poco los empleaba en su conducta con los venci-
dos: nada de opresión, nada de violencia, seguro
de tenerlos á raya como un padre á sus pequeñue-
176 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

los. Raro ejemplo de un grande hombre, que es al


propio tiempo un hombre bueno. Las mismas colo-
nias jónicas y eolias, imploraban del vencedor que
las tratase al igual de los subditos de Creso; ¡ cuan
grande no sería, por consiguiente, la magnanimi-
dad de C y r o ! Pero prestó aún mayores beneficios
á la humanidad. Primero creó un pueblo, en los lí-
mites que cabía hacerlo, atrayéndose á los vencidos
y asociándolos á sus miras de p a z ; luego resistió
con esfuerzo incomparable al torrente de huestes
turanias que de continuo lo asediaban, ora por el
N o r t e , ora por el Nordeste, ora por el Este del
Imperio, teniendo por digno capitán á Rustem, el
Cid de los persas.
Y acaeció por aquel entonces un hecho memo-
rable, cuya tradición dura aún, á pesar del trascur-
so y vicisitudes de los tiempos; hecho que armoniza
con el carácter caballeresco y elevado de C y r o ; ca-
rácter que comunicaba á sus soldados, como se
comunica hacia abajo cuanto viene de arriba. E n -
tonces, d i g o , junto al Caspio, á presencia de los
ejércitos enemigos que tenían desplegadas sus ban-
deras, donde figuraban esfinges, pieles de pantera,
de león y de gacela, se verificó el combate de los
once iranios contra otros tantos turanios, cantado
por Firdusi con gran entusiasmo; combate seme-
jante al de horacios y curiados en R o m a , en el que
cupo á los iranios la victoria. E l arte, en distintas
manifestaciones, sigue reproduciendo pormenores
de aquel triunfo nacional.
H i STOP,'i A T>Z PEHSI. 177

La raza judía imploró del gran R e y lo que no s«


implora de nadie: la libertad. El la concedió, y los
míseros, no sabiendo cómo levantar á su protector,
le llamaron H o m b r e - C r i s t o , y aun le hicieron cre<>r
que estaba inspirado por Dios. Pero la libertad al-
canzada de esta suerte se pierde pronto, y los judíos
la perdieron cuando el Hombre-Cristo revocó el
edicto que habia dado. Más dignas de aprecio que
las palabras de Isaías y Jeremías, que invocaban á
su gusto el nombre de Dios, son las de un enemigo
como Esquilo, ce Cyro, dice, ¡afortunado mortal!
derramó el reposo entre sus subditos, conquistó la
Lidia y la F r i g i a , sometió la J o n i a , fué siempre
amado de los dioses, porque era j u s t o . »
Como de todos aquellos (pie en la antigüedad d e -
jaron marcada su personalidad poderosa, ignóranse
los detalles de la existencia de Cyro. Brilló, d o m i -
nó, y no sabemos más. A pesar de mi profundo res-
peto hacia tan gran figura, no comprendo su in-
mensa gloria por lo que realizó e n v i d a : el apoyo
que prestó á los judíos fué estéril; en su defensa
contra los turamos fué á veces derrotado y quizá
murió entre ellos. Sin él, ¿habria presenciado E u -
ropa una invasión de bárbaros, que domeñando á
Grecia, matara en embrión al pueblo romano? P o -
sible es, y por esto acaso se le haya ensalzado, más
que por lo que h i z o , por el rumbo que sin sus ae-
toshabria tomado la política. Discurriendo de esta
suerte, Cyro puede ser tenido por más grande que
Alejandro, y de cierto. :.>or el primer agente de la
12
178 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Historia. Pero c o m o ésta no j u z g a con semejante


criterio, deben existir otros motivos que abonen su
extraordinario renombre.
Desde el alto punto de gloria en que colocó al
Irán , descúbrese con asombro y con pena la tortuo-
sa huella histórica de este pueblo. Aparece primero
el período de Jérjes hasta Alejandro, siguen luego
las terribles luchas mantenidas por los Arsacidas;
nace más tarde Nushirvan, el Cyro de la época
sasanida, y todo es claro hasta que la luz desapare-
c e , y viene el caos en que los árabes sumieron á
los que con tanto brío reconquistaron la honra y
gloria de sus mayores. D e vez en cuando veso por
allí ligero brillo, al parecer aurora de un nuevo
día, pero lo eclipsa, ora espesa turba de tártaros,
ora de mogoles, hasta que, rehecho el instinto na-
cional, recobra vida, y vuelve el proceso histórico
á tomar rumbo ascendente, pasando veloz por el
período sefevida; terminado el cual, la historia del
Irán sólo ofrece una serie no interrumpida de des-
gracias y dolores, que acaso, por ley de eterna vida,
contribuyan á la depuración y transformación de
la gente irania.

Acentuemos con detalles tan larga y trabajosa


existencia.
L a buena fe de Herodoto no llega al punto de no
mortificar ó de atenuar la gloria de quienes, por ex-
celentes que fueran, al fin y al cabo vigilaban á los
de su raza. L o único bueno que dice de C y r o , cuya
grandeza llenaba el m u n d o , lo pone en boca de los
ÍSTORÍA DE PERSTA. 179

iranios, quienes ((proclamaban padre á Cyro, amo


á Cambíses y mercader á Darío.»
L o primero es indudable, lo segundo es natural.
Cada día vemos hombres modestos que acumulan
fortuna para, sus h i j o s , y la regla es que los hijos
sean altivos, soberbios, circunstancia que los indu-
ce á cometer actos que parecen originados por la
locura, á pesar de estar libres de ella; así Cambíses,
tachado por algunos de l o c o , después de sepultar
el cadáver de su padre siguió combatiendo al ene-
migo nacional, al turanio, y fué á E g i p t o , donde
se condujo con Psammético al igual de Cyro con
Creso, generosamente, sin abusar de la fuerza; tiene
por lo mismo gran piarte en la obra civilizadora lle-
vada á cabo por su padre. Se m a t ó , según dice la
inscripción de Bisutun; y aunque no revela más,
no por esto debe menguarse su nombre. P o r lo que
á Darío respecta, no veo en él nada de mercader,,
palabra que á mi entender escogería H e r o d o t o , f o r -
zando el concepto de otra más adecuada al Sobera-
no, y que andaría en boca de los iranios.

Trató, c o m o es natural, de probar que pertene-


cía á la familia de los aquemenidas ( a m i g a b l e s ) ;
parece ser que enlazaba á ellos por la tribu de P e -
sergad (hijo de G a d ) , que es ¡como si un pariente
lejano de Enrique I V hubiese aducido para ser R e y
de España afinidad con los vascos. E l primero
dio ejemplo de lo que puede la osadía; es el tipo
del usurpador, y si no lo proclamó, se debe al arrai-
gado afán de los pueblos, encaminado á probar que
180 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

todos sus Reyes proceden de un misino tronco, evi-


tando de esta suerte la vergüenza que sin duda les
causa el que muchos vivan á merced de uno. Esta
vergüenza se ha perdido h o y , en que existen hom-
bres que van por el mundo buscando persona que
se digne mandarlos.
Usurpador y t o d o , afirmó el edificio levantado
por sus gloriosos antecesores, y e s tan difícil por
lo menos conservar como ganar. E n t o n c e s , y lo
mismo observo que acontece h o y , el despotismo
engendra la democracia; siendo altísimo el pedestal
en que se halla colocado el amo, son imperceptibles
las diferencias entre los subditos; todos son iguales
ante aquel que reside en Susa, y la historia de
Mardoqueo prueba (pie en estos Estados despóticos
no es tan fácil deshacerse de un hombre, por insig-
nificante que sea.
Los Kshatrapa, nombre análogo al de Bajá
( P a sha), puesto que éste significa «pié del Shah»,
y aquel, «pié de la corona», y según otros, «Señor
del gran quita s o l » , cuyo sentido es idéntico, erau
funcionarios de la administración, mientras que los
órganos del poder político eran, en mi sentir, los
Jshaeta, especie de Gobernadores ó Señores feuda-
les, sobre quienes estaba el Paiti Jshaeta, Señor de
los Señores feudales, título que ha venido á ser
Padishah, Shahinshah, y de consiguiente, significa
« R e y de los R e y e s » del país, no del mundo.
Respecto á los veinte millones de duros anuales
que procedían de las veinte satrapías, no debían
HISTORIA DE PERSIA.

«star destinados, á juzgar por lo que acontece n o y ,


á los gastos de aquel vastísimo Imperio, sino tan
sólo á una parte de los mismos, y lo restante para
la gaveta de S. M., á cuyas expensas vivirían nubes
de holgazanes é intrigantes. A tan respetable suma
deben añadirse los regalos con (pie ab initio los p e -
queños abren las puertas de las casas de los g r a n -
des, pues mucho antes de Quevedo sabían que el
((pobre cuando da, pide más que cuando pide.» E n
posesión de tantos caudales, ¿qué extraño es el d e s -
pilfarro de que se habla en el libro de Ester? T a m -
bién despilfarra h o y el Shah, quien sigue siendo el
vico por excelencia.
No sabemos si Darío hizo la guerra en persona..
Dado su carácter, creo probable (pie no se c o n t e n -
tara con los ocios de la abundancia, y tomara si-
quiera parte en algunas de las expediciones que por
entonces se realizaron á E g i p t o , á la Pequeña R u -
sia, al Adriático ó á Maratón, donde las armas ira-
nias sufrieron un revés secundario por más que di-
gan, y lo prueba el corto número de Atenienses
que murieron. Puso en curso la moneda, los dári-
cos, regularizó los medios de comunicación, refor-
móla religión, en lo cual no halló dificultad, porque
los iranios fueron siempre despreocupados, estre-
chando con esta medida los lazos de unión entre
muchas y diversas gentes, y por fin, dio cuerpo y
arraigo al Imperio, declarando á Susa capital; C y r o
y Cambíses no tuvieron tiempo de pararse en estos
detalles.
182 VÍA.IE AL INTERIOR DE PERSIA.

N o v e o , por consiguiente, cómo pudo decirse do


Darío que fué un mercader; si no hubiese hecho
más que acumular tesoros, valiéndose de su posi-
c i ó n , podía haber sido tenido por tal, aunque esto
hacían antes que él, y lo siguen h o y haciendo el ma-
y o r número de Monarcas. Pero organizar un país
moral y materialmente, y engrandecerlo, se aviene
mal con aquel concepto. C y r o , Cambíses y Darío
ofrecen el fenómeno, único en la Historia, de tres
grandes hombres que se suceden en un mismo trono.
Llegamos al reinado de Jérjes, el Isayarsa de
los iranios, el Asnero de la Biblia. Nacido en la mo-
licie, educado en el fausto, ¿qué habia de ser? El
harem bastaba á su corazón; las fiestas, á su enten-
dimiento ; es pues natural que en tales manos deca-
yese ya el Imperio, como d e c a y ó ; confirmándose de
esta suerte el principio de que todas las cosas en
este mundo tienen su primavera y su otoño.
Acerca de los detalles trasmitidos por los griegos
de aquella época dolorosa, no hay duda de que cabe
sospechar en ellos extraordinaria exageración. Por
regla general, en Oriente y en Grecia, cuando se
promete ó se elogia, y se promete á cada paso y se
elogia t o d o , hay que dar en seguida al olvido la
alabanza ó la promesa. Sabíalo esto perfectamente
Herodoto, pero halagábale el decir que Jérjes ne-
cesitaba enviar centenares de miles de hombres
contra los helenos ; si lo hubiese meditado un poco,
habría caido en la cuenta de que es tan imposible
mover una mas:; de cinco millones de hombres
HISTORIA DE PERSIA. 183
como mover un país de un ¡lado para otro. Menos
crédito merece aún Ctesias, el cual vivía á mesa y
mantel con los aquemenidas, y como éstos le fa-
vorecian, hablaba mal de ellos. L o propio hacen
extranjeros que van' á ganar la subsistencia en país
extraño; que el agradecimiento no es carga para
todo el mundo.
Indudablemente Jérjes fué arrastrado á Grecia,
y de fijo por los mismos griegos desterrados en su
Corte, que esperarían á cual más, beneficiarse de
la conquista del Gran E e y . E l h a r e m , alma de
estos G o b i e r n o s , también tendría parte, así como
la excentricidad,-el orgullo, y sobre todo, la supers-
tición. Pero ¿debe recaer sobre Jérjes todo el pese
de las desgracias? X o me parece esto j u s t o , entre
otras razones, porque entiendo que la iniciativa del
error nunca parte exclusivamente de nosotros, sino
más bien del conjunto de circunstancias que nos
rodean, mientras que la iniciativa del bien es siem-
pre por entero nuestra.
Cuando contemplo la corte del Shah, ó pienso en
la del Sultán de Cónstantinopla, imagino lo que
debió ser la de Jérjes, y me la represento entre
aquel sinnúmero de bellas construcciones asirías,
realzadas por el ingenio griego, la esfinge en a r m o -
nía con la columna, el bajo relieve con la estatua,
el vistoso azulejo con la sólida sillería ; veo multitud
de operarios y artífices dedicados á la confección de
armas y utensilios preciosos, al tejido de telas, á la.
escritura en adobes, al hierogrammata codearse con
184 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

el guerrero, al persa despreocupado y alegre junto


al industrioso e g i p c i o , al paciente negro alternan
do con graves mercaderes árabes; admiro armella
magnífica ciudad, mansión de la holgura, invadi-
da por hombres de todas las Naciones, llena de
sabios, de artistas, de mercaderes!, astrólogos, fami-
liares, cortesanos, mujeres, y sobre todo de aventu-
reros é intrigantes minando aquel grandísimo edifi-
c i o , pero contribuyendo al mismo tiempo á ser
vehículo de las ideas y corruptores de las costum-
bres, que es el camino para depurarlas, porque sólo
el exceso mata al exceso. Susa no pudo menos de
ser lo que es h o y Londres ó París, lo que había sido
Nínive ó Babilonia; allí se encontraban los viajeros
procedentes de distintas comarcas, allí se reflejaban
las civilizaciones de todos los pueblos, así del g r i e -
g o en su extraordinario rápido a p o g e o , c o m o del
babilonio en su decadencia, c o m o del egipcio ena-
morado de su antigua rutina, como del j u d í o , rudo
de cerviz, orgulloso con su tradición. Y este choque
de tan diversos pueblos debia ser tanto más notable,
cuanto que en aquella edad se viajaba de m u y dis-
tinto m o d o que h o y ; el viajero no pasaba entonces
sin ver ni ser visto; era necesariamente un agente
civilizador en el sentido ¡ato de esta palabra: no v o -
laba por el país, tenía que andarlo paso á paso, mar-
cando su huella en todas partes; entonces entre los
hombres el primer lazo de comunicación era la c o -
munidad de ideas, porque la idea, para hacer su ca-
m i n o , tenía que ir envuelta en la mercancía.
HISTORIA DE PERSiA. 185
Curioso sería conocer los manejos de los helenos
proclamando con énfasis su interés por la persona
del Gran R e y , del mismo modo que h o y proclaman
su adhesión al Sultán, y pidiéndole auxilio á todas
horas para atacar una ciudad, para atizar una rebe-
lión, recomendaciones para intrigar contra un Sá-
trapa, influencias para engrosar las filas de merce-
narios, verdaderas sanguijuelas del gigante iranio,
y posteriormente del coloso griego. Irán pereció por
sobra de h o m b r e s , 'clel mismo modo que Grecia, y
posteriormente nosotros también por falta de ellos.
Los israelitas, fija la mente en reconquistar la uni-
dad nacional, tan rampantes c o m o siempre, t a m p o -
co debieron ceder á los griegos en doblez, y se des-
lizarían por donde sólo ellos saben deslizarse. ¿Qué
extraño e s , pues, que entre todos contribuyeran á
desmoronar el Imperio iranio, faltando iniciativa y
fuerza en quien debiera tenerlos á raya?
N o sabemos cómo ni cuándo murió Jérjes, ni lo
que aconteció después de él. P o r espacio de dos si-
glos, hasta la invasión de Alejandro, disminuyen
los materiales de la Historia al par que el poderío
aquemenida; la agonía de tan soberbia dinastía fué
larga, á proporción de su vigorosa existencia p a -
sada. La Crónica Real no habla más que de intri-
gas, discordias, muertes, es decir, de todo aquello
que surge del harem, eje de giro del gobierno a b -
soluto.
Lo cierto únicamente es que á Jérjes sucedió-
Artajérjes L o n g i m a n o , y que en tiempo de sus
186 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

flojos sucesores se embelleció á Persépolis y Darab,


evidentemente, bajo la dirección de artistas griegos.
El Imperio se hundía por todos los puntos de la
circunferencia y los apocados Soberanos sabían sin
duda que no podían estimarse seguros en el centro
de ella; porque es de advertir que sobre la dura con-
dición de verse de continuo expuesto á las invasio-
nes de gentes de Oriente, el Irán carece de vías flu-
viales, que son las venas de una N a c i ó n ; no tiene un
N i l o , ni un Tigris, ni un I n d o , ni un R h i n , ni si-
quiera un Tajo, y en tales condiciones la obra crea-
dora de un p u e b l o , sobre ser dificilísima y m u y li-
mitada, es instable, porque no hay expansión, todo
es artificio. Irán adquirió por sí solo la vida que en
todos los rincones de la tierra secunda la naturaleza,
y es extraño que H e r o d o t o , tan profundo en sus
observaciones, no hallara para definir este país con-
cepto opuesto al que aplicó al E g i p t o .
El hecho más notorio de aquel período, un tanto
reanimado por la pluma de los griegos, fué la rivali-
dad entre los hermanos Cyro y Artajérjes Memnon.
Sin duda fué una desgracia que Cyro no triunfara
en Cunaxa; parecía joven de dotes brillantes y de
gran iniciativa. Pero resultó, así y t o d o , un benefi-
cio para el país, y fué la retirada de aquellos diez
mil 'peseteros, cuyo famoso relato es otra de las apre-
ciaciones históricas con que se falsea el criterio que
debe tenerse de la antigüedad. P o r m u y desangra-
dos que estuvieran los iranios, ¿ es posible creer que
diez mil hombres fueran terror del Asia? Daño po-
HISTORIA DE PERSIA. 187

dian h a c e r ; lo intentaron, no sólo en tiempo de


Artajérjes, sino que también posteriormente, y lo
prueba la conducta de Tisafernes; pero suponer que
después de Cunaxa se retiraron por motivos honra-
dos, gentes para quienes era lo mismo el ir contra la
Metrópoli que contra las colonias, es negar el timeo
Bañaos, que aun hoy es una verdad plenamente pol-
los hechos confirmada. L o cierto es q u e , sin duda
por aquello de : ce A l enemigo que huye, la puente de
plata » , los griegos no fueron molestados en su mar-
cha; vínicamente los curdos los hostilizaron, y no
siempre, pues que en Armenia no se metieron con
ellos. ¡ Qué diferencia entre la retirada de los diez
mil, y la retirada de nuestros catalanes y aragoneses
de aquellas mismas frías regiones, que guardan i n -
cólume la tradición de las creencias cristianas! Los
unos fueron atacando y venciendo, y volvieron
atacando y victoriosos; los otros fueron seguros y
volvieron á la ventura; las proezas de los unos p u e -
den ser asunto para la epopeya, los actos de los
otros no han podido formarla sino falseándolos por
completo. Se dirá que todos peleaban por dinero, y
que es tan inmoral vender su sangre como el que la
mujer venda su c u e r p o ; pero sobre estar siempre
en primer término la inmoralidad del comprador,
sus efectos tienen graduación, como la tienen todos
nuestros actos.

Á pesar de que el Irán seguía predominando en


el Archipiélago, los griegos mercenarios eran los
niños mimados de aquella época de decadencia, y
188 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

con su genio disolvente avivaban á más no poder


las llamas que desde el harem de Susa se propaga-
ban á todas partes, y como las circunstancias se
aunan así para precipitar la desgracia como para
ayudar á la fortuna, Darío Oko iba á tener por
contrincante á F i l i p o , R e y de Macedonia. Es más,
prodújose en Grecia el fenómeno de dos grandes
hombres que se suceden en un mismo trono.
N o es fácil conocer h o y el alcance de los p r o y e c -
tos de F i l i p o , ni si concibió tal vez lo que Alejan-
dro realizó más tarde. Sea como quiera, el solo pro-
pósito del j o v e n macedonio de marchar contra los
iranios, dándose el título de « J e f e supremo de los
g r i e g o s » , justifica su inmortalidad; que en este g é -
nero de empresas el iniciarlas prueba acaso más
grandeza de ánimo que el llevarlas á c a b o ; porque
los hechos mismos arrastran la voluntad y llevan á
donde nunca quizás imaginó el deseo.
E l hermoso hijo de A m m o n ( e l misterioso) vino
al mundo en momento p r o p i c i o ; mejor que los mis-
mos iranios sabía él cuan postrados se hallaban. V e -
loz como el r a y o , vence en el Gránico; al ver la
rapidez con que caen y se humillan ante él ciudades
importantes, y que el grueso de las fuerzas enemi-
gas ni siquiera era nacional, sino compuesto de mer-
cenarios de distintas procedencias, corre al Pínaro,
y arrollando en todas partes los ejércitos de Darío,
va á someter el E g i p t o , siendo lo singular y hasta lo
asombroso que ninguna pasión se impusiera al con-
quistador; que ni el oirse llamar d i o s , ni el ali-
HISTORIA DE PERSIA.

ciento, del a m o r , ni el verse en posesión de inmen-


sas riquezas, le desviaran del camino emprendido.
Vence en A r b e l a s , entra en Babilonia, y prosigue
recto á Pasargades y Persépolis, librando á todas
estas ciudades del incendio y basta del saqueo, y
dando ejemplos de moderación, dignos de aquel que
lloró al ver á su enemigo en tierra y cadáver, v í c -
tima de golpe inhumano.
Su campaña después de salir de Hecatompilos,
situado en los confines orientales del Mazanderan,
sometiendo pueblos, asociándolos á sus miras con
las armas difíciles de la persuasión y de la generosi-
dad, llegando así hasta orillas del Suledsh, fin de
la última satrapía, y regresando luego á Susa por
el Afganistán, constituye, junto con los proyectos
civilizadores que cortó la m u e r t e , los hechos más
extraordinarios de que guarda memoria el hombre.
Sólo podia ser mayor su gloria si no hubiese sido
hijo de Filipo. En c a m b i o , fué discípulo de A r i s -
tóteles. Sin e m b a r g o , es necesario tener en cuenta,
y no digo esto para desvirtuar la figura del gran
hombre, que en el Irán propiamente d i c h o , el cual
se extiende desde el Oxo (Garcáii) al Tigris, sólo
había entonces tres ó cuatro ciudades de i m p o r -
tancia; que no existían centros de resistencia, úni-
cos que podían oponerse al conquistador; todo lo
cual demuestra que era fácil á tropas bien discipli-
nadas , guiadas por un hábil capitán, atravesar un
país cuyos habitantes, seducidos además por el tacto
y la prudencia del conquistador, hallábanse despre-
31)0 VIAJE AL INTERIOR DE RERSIA.

venidos. L o difícil no era conquistar, sino conser-


var lo coníjuistado.
Dicho se está que los griegos no vacilaron en
apropiarse la gdoria de A l e j a n d r o ; si hubiese salido
vencido, ¡ c ó m o habrían renegado de un vil mace-
domo ! P e r o salió v e n c e d o r , y todos á una gritaron
entonces y han repetido después : « ¡ H e m o s heleniza-
do el Asia!)) L o que sucedió fué que los helenos con-
tribuyeron al esplendor de la cultura que había en
Irán, que es el resultado de toda invasión. El Reino
griego de la Bactriana, que vivió por favor de los
arsacidas, resume, á mi entender, todos los resul-
tados civilizadores de las conquistas de Alejandro.
L o s seleucidas estaban en condiciones m u y distin-
tas de los b.actrianos.
¿ Qué hay además en Alejandro que demuestre
propósito, no ya de helenizar, pero ni siquiera de
subyugar el Asia? ¿ E l que matara al asesino de Da-
río? ¿ El que casara con mujeres iranias y obligase á
ochenta de sus capitanes á hacer lo propio? ¿Es
acaso por su proceder con P o r o , ó porque se rodeó
del fausto propio de los grandes reyes aquemeni-
d a s , ó p o r q u e , c o m o le acusaron los g r i e g o s , qui-
so hacerse adorar á semejanza, de un dios? Pues
todo esto prueba que Alejandro quiso suplantar á
los aquemenidas, que derrotaba á los iranios á la
manera que Felipe V derrotaba á los españoles, no
para volver á G r e c i a , sino para establecer algo só-
lido y personal en el Irán. E s necesario recordar
que Alejandro fué el verdugo de aquella institutriz
HISTORIA DE PERSIA. 191
del m u n d o ; que él dispersó á los hijos de la misma
por todas partes, de tal suerte que había ocho m i -
llones de griegos unidos moralmente, y no habia
ocho mil para defenderla y conservar la soberanía
política. E s indudable que si Alejandro viviera más
tiempo, y hubiera dejado hijos capaces de sustituir-
le, ellos reinaran tranquilamente en Irán, y el se-
gundo ó tercer heredero hubiera sido más iranio
que Darío.
Sacudió el m u n d o , fué un meteoro cuyo brillo
(¡jamas igual se ha vuelto á v e r ! ) se disputaron
para honrarse con él los vencidos, los g r i e g o s , los
egipcios y , según Firdusi, los mismos persas , entre
quienes es corriente decir que hubo dos Alejandros:
el de dos cuernos (zucurnain), el bueno y persa
de origen, y el riimi, es d e c i r , el g r i e g o , que fué
el malo.
En todas las edades la figura de aquel joven ha
sido en Oriente, y señaladamente en el Irán, asun-
to predilecto de la pluma del filósofo y del poeta;
pero no en el sentido severo que guia al historiador,
sino en el ameno que inspira al novelista. Entre
éstos la obra de N i z á m i , titulada Skandar nameh
(Alejandro escritura), sigue ocupando el primer
puesto, algo semejante, por su fondo y estilo, á la
Gerusalemnie liberata del Tasso; pero es patente
que la verdad puede apenas descubrirse al través
de los prismas fantásticos que esmaltan la primera
novela histórica del siglo Vi de la K é g i r a , tomada
en su fundamento de las antiguas relaciones nove-
192 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

leseas griegas atribuidas á Calistenes. A s í , por ejem-


plo, Pitágoras se niega á recibir Embajadores ira-
nios, Aristóteles desencanta á Alejandro y á las
tropas de éste, acaecen muertes por virtud de talis-
manes, se incluye la expedición de los rusos contra
Berda, se ven héroes enjaulados, sortílegos deci-
diendo de la suerte de Alejandro, quien, después do
haber estado en M e c a , convierte al mahometismo
á cuantos le resisten en lejanas tierras, desde el
sitio donde nace el sol, hasta aquel donde se pone;
triunfa de hombres que tienen cuernos ó pies de
buey, atraviesa por desiertos inundados de hormi-
g a s ; aquí se bate con una ballena, allá con un dra-
g o n , y p o c o antes de morir, en los confines del
Oriente, hace su testamento.

Más en armonía con la verdad histórica, cuenta


Firdusi las proezas del macedonio, á quien da por
madre á Nahid, hija de un Emperador griego, y
por padre á Darab ( D a r í o ) , vencedor del rúmi.
Alejandro nombró por sucesor al « m á s fuerte».
¡ Qué conocimiento de los hombres no envuelve esta
palabra! Desgraciadamente, un fuerte excluye á
o t r o ; grandes eran los Generales de Napoleon,pero
él era grande entre los grandes; y en España tene-
mos muchos grandes hombres, pero en vano aguar-
damos uno cuya indisputable superioridad sea re-
conocida y acatada por los demás. E n vano también
aguardó el Irán que los ayudantes de Alejandro
reavivaran la pasada gloria; brilló en algunos pun-
tos, pero débilmente, hasta tanto que el instinto
HISTORIA Di? PERSÍA. 103

nacional tomó cuerpo en los lleves arsacidas ó par-


tos, teniendo por origen la f e , la comunidad de
ideas en antigua tradición, en el venerado mandil
de Gaveh, paladión de la unidad irania, que en re-
motos tiempos de desgracia aunó el esfuerzo contra
bárbaros invasores.
El intrépido A r s h c , nacido en el Jorassan, d e -
claró tenerlo en su poder. Todos lo siguieron; pre-
surosos, destronaron al débil A g a t o c l e s , y, bajo
la forma política de « R e p ú b l i c a de t r i b u s » , ilus-
traron por espacio de cuatro siglos el nombre ar-
sacida, realizando proezas y hazañas que enalte-
cieran á cualquier Nación. Vivían arma al brazo,
siempre apercibidos al combate, sin residencia fija
los jefes, por más que en Reí descansaran á veces.
Del Caspio al Golfo pérsico constituían sólida m u r a -
lla, que el coloso romano no pudo salvar; antes, por
el contrario, allí morian ó perdían su reputación íos¡
más ilustres capitanes, y más tarde volvían á R o -
ma, llevándose de los sasanidas la etiqueta de !a
Corte y formas administrativas.

En sañudo y tenaz combate deslizóse el tiempo


hasta la época de A r f a b a n , aurora de una nue-
va era.
De la arsacida desgraciadamente no puede for-
marse relato completo. Este trabajo está aún por
hacer, entresacando de los autores latinos el fondo,
y de la numismática los detalles, si bien las meda-
llas arsacidas sean muy escasas, y sin fecha por lo
general. Los materiales que se han reunido p e r m i -
13
194 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

ten, á lo sumo, conocer alguno que otro personaje


de ¡as cuatro familias reales párticas : la de Irán, de
Armenia, de Bactriana, ó sea del Oriente, puesto que
bajter significa « L e v a n t e » , y la de los septentrio-
nales, llamados también alanos. Respecto al nombre
de partos, parece indudable que deriva de Partiana,
territorio incluido por Iíerodoto en la x v i satra-
pía, llamada Partva en la inscripción de Bisutun,
y punto desde el cual inició el Gobernador de Bac-
triana, Diodote, el sacudimiento del y u g o seleucida.
La « R e p ú b l i c a de t r i b u s » , mandada por «Reyes
de t r i b u s » , ofrece antiquísimo tipo del feudalismo,
puesto que el país entero, durante 4 8 0 años, estuvo
ocupado militarmente, ó ¡o que es lo m i s m o , divi-
dido entre los defensores de la unidad nacional.
E l último arsacida, Arlaban V , hubo de luchar
contra los romanos, que aun no renunciaban al im-
perio universal, y contra sus mismos compatriotas,
cansados de guerrear, hambrientos de tranquilidad,
ávidos de desarrollar en la paz los instintos de su
raza. A l logro de tal objeto se levantaron aunados
en una misma idea, en la, idea religiosa, y fija otra
vez la mente en el mandil de Gaveh, el estandarte
nacional. La personificación de la opinión pública
fué Ardeshir, nieto de Sasan, sacerdote d é l o s tem-
plos del fuego en el Farsistan, y á quien, desde el
tiempo de Jérjes, busca La Crónica m o d o y ma-
nera de enlazar á ¡a descendencia aquemenida. El
instrumento de la restauración fué el sacerdocio,
alentando á los tibios y reacios, para que contribu-
HISTORIA DE PERS1A. 195

yeran á arrinconar á los antiguos intrépidos defen-


sores de la patria. El núcleo de la gente arsacida,
parece hallarse en Afganistán, cuyos moradores
aun proclaman descender de Israel y de los anti-
guos Hoyes del I r á n ; la palabra afgan, que en
idioma pushtú significa «.(lamentación», tal vez e x -
prese una triste verdad; y digo triste, porque si los
arsacidas preservaron al Irán del y u g o romano, á
ellos correspondía la gloria de organizar el país;
pero sucedió entonces lo propio que á la muerte de
Alejandro, es decir, que la rivalidad de algunos fué,
como siempre, la muerte de todos.
En Ras O r m u z , cerca de Shuster, Ardeshir des-
truyó las últimas reliquias de las fuerzas que a g r u -
pó Arshc, mató á quien las alentaba, tomó el n o m -
bre de Malcam-Malca, ó sea R e y de los Reyes, y se
fijó en Ctesifonte. Proclamaba el sabio vencedor que
«no podia haber autoridad sin ejército, ejército sin
dinero, dinero sin agricultura, ni agricultura sin.
justicia.» A arraigarla en todas partes, á beneficiar
con los efectos de la misma las fuerzas creadoras
del país, y á recoger entre las ruinas de cinco siglos
lo que pudo hallarse del Avesta, dedicó el resto de
su existencia aquel insigne pacificador.
Hubo un tiempo en que el Zend Avesta compren-
día veintiún libros, llamados nosk, libros que la d i -
vina sabiduría iba distribuyendo á los iranios por
conducto de sus profetas y á medida que los nece-
sitaban. Cada nosk contenia el avesta ó texto sa-
grado original y un comentario zendo.
196 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA,

Casi todos aquellos antiquísimos textos se han


p e r d i d o ; creen algunos que Alejandro mandó que-
mar siete y envió los restantes á Macedonia para
que fuesen vertidos al idioma griego. A los que aun
conservamos llaman los parsis Venalidad Sadé. Con-
tienen estos escritos: 1.", el Izeshne, que compren-
de noventa v dos liase» ú oraciones divididas en
dos partes, y suponen que correspondía al prime-
ro y segundo nosk del A v e s t a ; 2.°, el Visperd
enumera todos los «jefes de los seres»; divídese en
veintisiete cárdese», y correspondía al nosk décimo-
quinto; 3.°, el Vendidad, ó sea el nosk vigésimo pri-
mero, es obra de Zoroastro; se divide en veintidós
farga.rdes, que comprenden las oraciones mediante
las cuales se aleja á los demonios, y trata además
del «alejamiento de toda descripción impura, de la
cual arrancan grandes daños para el mundo.»
Los descendientes de Ardeshir fueron modelo de
Soberanos, hasta tanto que la inevitable decadencia
de todas las cosas vino á coincidir fatalmente con
la elevación de otras : el apocado Darío Oko se
encontró con Alejandro; el apocado Yezdeguird,
con las huestes árabes. E l Shah-nameh abunda en
datos históricos acerca de los sasanidas; la pluma
del escritor, indecisa hasta ahora, principia á narrar
la Historia á su manera.
Shahpur (Shah insigne) combatió gloriosamente
contra los Emperadores é hizo prisionero á Valeriano.
Varahran condenó á muerte á Manes, por atreverse
á oponer al culto de los magos una variante de la
HISTORIA DE PERSIA. 197

doctrina pitagórica y del cristianismo. Muchas fue-


ron las sectas y grande la revolución que produjo
el nuevo Paracleto, objetando que Dios no pudo
crear al d i a b l o , puesto que preveía la apostasía, é
impugnando la igualdad de las tres personas que
constituyen la Trinidad; pero de sus escritos y de
los de sus discípulos apenas preservaron alguno que
otro fragmento los Padres de la Iglesia que refu-
taron el maniqueismo, cuya historia sería digna de
conocerse, principalmente por los puntos de contac-
to que ofreciera con el zoroastrismo y el p i t a g o -
rismo.
A principios del siglo iv Shabpur I I hizo frente
á los árabes, que tiempo há se habían asentado y
prosperaban orillas del Golfo P é r s i c o , del Eufrates
y aun en Siria. Sin duda debian ya infundir espan-
to los padres do los mahometanos, puesto que el
Shah mandaba dislocarles los hombros en reciproci-
dad de las crueldades que cometían. Del lado de.
Oriente contuvo á los turcomanos, y orillas del T i -
gris á los griegos.
Disipada ligera nube creada por los aspirantes á
la Corona, vuelve el Irán á consolidar la paz y f o -
mentar la prosperidad; se generaliza la sabia m e d i -
da del fundador de la dinastía, consistente en i n -
demnizar al agricultor cuando la cosecha habia sido
mala; ce el agricultor, decían, es nuestro asociado en
provecho : ¿por que no ha de serlo en la p é r d i d a ? »
•Se trata de reemplazar el antiguo diezmo de los p r o -
ductos de la tierra por un impuesto basado en el c a -
198 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

tastro de toda la tierra cultivable del Irán; miles do


músicos vienen de la India; artistas, filósofos, pro-
fesores de Oriente y O c c i d e n t e ; este desenvuelve
teorías de las doctrinas griegas, aquél traduce las
fábulas de P i l p a y ; aquí se reparan edificios, por
allá se establecen redes de comunicación, y si el
Irán acumulaba gran suma de conocimientos, claro
es que también los propagaría hacia Bizancio, lle-
vando arquitectos, artes, costumbres al supuesto
Bajo I m p e r i o , que cada dia demuestra haberlo sido
menos. Fué aquélla la edad de plata de la gente ira-
ida. Oyro estimuló el amor p r o p i o ; Nushirvan, ¡as
facultades buenas. También Nushirvan fué grande
y b u e n o , y no sólo en la paz, sino que también en
la guerra , cuando la suerte le era propicia en las
fronteras de la India, y cuando, después de ser
derrotado por Belisario, llegó basta el Mediterrá-
neo y el mar N e g r o , donde fué querido su nombre.

Murió aquel insigne Monarca en 5 7 8 , y la abun-


dancia y la pereza en (pie crecieron sus descendien-
tes labraron inauditas desgracias , que pronto vinie-
ron á consumir la floreciente sociedad. E l hijo de
Nushirvan, destronado por su propio hijo Josrú
Parviz, reinó en paz con apoyo del Emperador
griego Mauricio, y aun llegó á E g i p t o y al Bosforo;
pero engolfándose ¡négo en los placeres, recibió a
tirillas del Karasú el mensaje de un individuo de
Meca, que le invitaba á reconocerlo como apóstol
de Dios. Josrú tiró la carta al rio, pero el portador
de la misma le d o : « A 4 echará Dios tu reino, y
: ;
HISTORIA DE PERSIA. 199
rechazará, las súplicas de Josrú. » Tal sucedió; pero
la verdad es que todos procedieran c o m o Josrú.
Desde aquel momento la zozobra reemplazó á la
tranquilidad, la desgracia á la dicha. El Emperador
Heraclio batió en Nínive á Josrú con escaso esfuer-
zo, y con ninguno entró en Ispahan. Rebajado el
Soberano persa en la opinión pública, fué condena-
do á muerte por su propio hijo; su amada Shirin
(Dulzura) le s i g u e , envenenándose sobre la tumba
de su esposo, y tan trágicos acontecimientos son
principio de otros más decisivos y trascendentales
para el país. Los pretendientes al trono se persiguen
unos á otros; pero como todos no podían desapare-
cer , en í)32 lo ocupa. Y e z d e g u i r d ; y aquel hombre
bueno, inocente, victima expiatoria de recientes
desmanes, rota en sus manos el arma que pudiera
oponerles, vio descargar furiosa la tempestad en
forma de un diluvio de hombres, que adulteraron el
idioma, la religión y las tradiciones del Irán, es d e -
cir, el Irán entero.

Los árabes conocían perfectamente el estado crí-


tico en que se hallaban los últimos sasanidas, por
más que éstos les prestaran apoyo contra la domina-
ción abisinia, y habiendo p o c o á poco llegado á es-
trechar de cerca y en gran número á los iranios,
una nueva fe religiosa sirvió de pretexto á hombres
exaltados, sobrios é intrépidos, para ensancharse á
sabor por comarcas prósperas y ricas á la sazón.
Orillas del Eufrates derrotan al sasanida; cuatro
dias después le arrebatan el estandarte venerado, el
200 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

mandil del Herrero. Asaltan á Ctesifonte, inundan 3


Kermanshah, y c o m o si esta creciente marea de
hombres no fuera bastante á aplastar los iranios, de]
lado de Cúfa vino otra hacia Nahavend, en cuyos
llanos quedan dispersas y aniquiladas las postreras
reliquias de la independencia nacional. El último
sasanida huyó por el Jorassan con dirección á Merv,
y extramuros de aquella vasta población, un moline-
ro lo mató alevosamente para despojarle de sus ves-
tiduras; una hija de Yezdeguird casó con Hasan,
hijo de A l i , y Fatma; un hijo imploró hospitalidad
de! Emperador de la China.
Pero los míseros que nacieron en modesta cuna,
ni hallaron amores en que olvidar la desgracia, ni
palacios donde mitigarla; murieron en gran parte,
otros huyeron ó doblaron la cerviz ante las relu-
cientes cimitarras de gente cuya habla no entendían;
otros, después de relegados en el Arabistan durante
un siglo, corrieron hacia la India en busca de una
segunda patria y la hallaron, conservando allí he-
roicamente las venerandas tradiciones religiosas que,
mil años después, cuando ni recuerdo quedara de
la antigua gente aquemenida, concurrieron por me-
dio de su primitiva lengua á facilitar al europeo el
descubrimiento del habla de los Grandes Reyes,
estampada en las inscripciones cuneiformes; descu-
brimiento tan fecundo, que h o y van los parsis á Oc-
cidente para recoger noticias y explicaciones refe-
rentes á los escritos del gran Zoroastro, teatro de
cuyas glorias fué en el Norte de la Bactriana, «en
HISTORIA PE PERSIA. 201
los países donde el día más largo del estío es igual
á los dos más cortos del invierno.»
Si quedara expedito el camino de Occidente, tal
vez recibiera Europa á los parsis emigrantes, y p o -
seyera en ellos lo que posee la India, esto es, una
raza inteligente, trabajadora, rica; pero Europa
tal vez los habría alejado, y acabaran en las s o -
ledades del Á f r i c a , como acabaron los colonos a n -
daluces que fueron á F e z , mientras que en la India
subsisten y prosperan, conservando el idioma y el
ideal de sus mayores, en memoria de quienes adop-
taron la Era de Y e z d e g u i r d , que principia el año
en que murió. Y o los he visto allá en aquellas r e g i o -
nes, donde figuran en número de cien mil; aquí h o y
tan sólo se cuentan unos ocho mil.
No pidamos noticias á los iranios de lo que por
entonces a c a e c i ó ; dirán que « s ó l o Dios es sabedor
de todas las cosas » ; ni las pidamos á los historiado-
res árabes, porque los vencidos no tienen historia;
viven en silencio á la sombra del inmenso poderío
de los Omeyas primero, y del de los Abbasidas des-
pués, gobernados por lugartenientes de tan mag-
níficos Soberanos, que fueron émulos al principio
(ic la carrera, rivales y enemigos en la prosperidad.
Al par que la fortuna , se desvanece la autoridad
de los abbasidas; los iranios, sin más áncora de sal-
vación que la unidad en la idea religiosa, hallan por
ella estrecho sendero á su inútil aspiración, y de las
últimas capas sociales surgen heroicos iniciadores
de la suspirada independencia.
202 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

E n tiempo del Mahdi apareció á orillas del Oxo


un hombre de origen oscuro, que se dijo profeta.
Llamábase el Mukanna y también el Burki, es de-
cir , « e l V e l a d o » , porque cubría con una máscara
su deforme fisonomía, lo cual atribuian los sectarios
á que su rostro esplendoroso podía deslumhrar á
cuantos lo contemplaran. Entre otros milagros, hizo
aparecer la luna del fondo de un pozo por espacio
de muchos dias, hecho que le valió el apodo de
Sazandahmah, «hacedor de l u n a » ; pero infundien-
do recelos el rápido ascendiente que conquistaba,
fué aniquilado por las tropas del Califa, y cuando
hubo perdido toda esperanza de salvación, envene-
na á sus compañeros de armas, quema sus cuerpos,
y él mismo se sumerge en una cuba do ácido nítri-
co. P o r espacio de cinco siglos hubo sectarios del
« h a c e d o r de l u n a » .
Cuando agonizaba la dinastía abbasida, en 868,
un calderero del Sistan fundó la saffarí ó del «azo-
farero», cuyos jefes estuvieron sometidos á los ca-
lifas tan sólo nominalmente; pero habiendo ¡legado
á hacerse sospechosos al poder supremo, instigaron
contra ellos á un jefe tártaro llamado Snmaní, quien,
después de derrotar al último azofarero, probó que
pertenecía á la descendencia de Josrú Parviz, lle-
gando por este medio á fundar la dinastía sama-
nita, cuyos Soberanos residían en Bojara, y trataban
de restaurar la nacionalidad persa avivando ios sen-
timientos ( ¡ q u i é n lo creería!), mediante la propa-
gación de la antigua literatura pahlaví. Sabían ellos
HISTORIA DE PERSIA. 203
que mientras un pueblo conserva su idioma no debe
desesperar de la independencia.
Contemporánea á esta dinastía fué la buyalvida,
fundada por un pobre pescador del Fars, llamado
Buvab; mas pronto la absorbieron los gaznavidas,
cuyo timbre de gloria es haber tenido en la Corte
de Gaznah al inmortal Firdusi, que más propia-
mente debiera llamarse Pardusi, es decir, el « P a r a -
disiaco», y cuyo verdadero nombre era Hasan abul
Kasem.
Pero ya que de todas estas dinastías que surgie-
ron á impulso del noble sentimiento de la indepen-
dencia, sólo la gloria de haber existido quede en la
memoria de algunos hombres, justo es dedicar á
Firdusi, que vive en la de todos, un recuerdo de a d -
miración.
Encargado por Malimud de Gaznah de escribir
en verso la historia de Persia, para lo cual se reunie-
ron cuantos materiales aun quedaban de la irrup-
ción verificada por los árabes, y cuantas tradicio-
nes de generación en generación se transmitían los
Dihcans, «jefes ó propietarios de tierras y pueblos»,
escribió el Paradisiaco una obra sin mezcla alguna
de palabras árabes, es decir, en pahlavi, idioma
que, salvo ligeras alteraciones, producidas princi-
palmente en tiempo de los arsacidas, hablarían los
contemporáneos de los aquemenidas.
Treinta años empleó para componer cincuenta
y cuatro mil versos, en que se encierran historias
de gloria y desventuras pasadas, hasta la muerte
204 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

<le Yezdeguird ; están escritos con el entusiasmo y


amor que empleara el más celoso zoroastriano. Sal-
pican la obra conceptos levantados, ideas brillantes;
el estilo es vigoroso al par que fluido, valiente al
par que sublime desde el principio basta el fin. El
Shalmameb figura en primera línea entre todos los
poemas épicos que en todos los países forjó el genio
humano. Tal fué la admiración de Mahmud el saz-
uavida hacia Á b u l K a s e m , que lo saludó con estas
palabras : « C o n tu presencia mi habitación se ha
convertido en un paraíso » (marides mará, behudúru
tú, pardas guer), y por esto le llamaron el paradi-
siaco.
Concluida la obra, una pequenez la realzó. Mah-
mud no pagó el estipendio debido, y el poeta escri-
bió una larga sátira en que decía : « S i ese R e y hu-
biese sido hijo de R e y , habría colocado una corona
de oro sobre mi cabeza; pero como no hay nobleza en
su sangre, es incapaz de mostrar sentimientos levan-
tados.» Estos versos le valieron ser condenado á que
le hollase un elefante, costumbre aun conservada
en la India; logró empero escapar, y huir por espa-
cio de algunos años de la persecución de Mahmud.
Murió anciano, en Tus, en el Jorassan ( 1 0 2 1 ) ; y
cuando ya era tarde, cuando llevaban á la sepultu-
ra (d cadáver del gran poeta, arrepentido el imbécil
Soberano de su injusticia, le envió una crecida su-
ma de dinero; pero la pobre huérfana del ilustre an-
ciano rechazó con noble arranque el tardío cuantio-
so donativo. ¿ P o r qué capricho de la fortuna se
HISTORIA DE PERSIA. 205
anidará á menudo la bajeza de carácter en quien p r e -
cisamente debiera estar exento de ella?
Con la decadencia, de la dinastía gaznavida coinci-
dió (11(!0) la venida del espeso enjambre de nuevos
enemigos del Irán que de la parte N. E. inundaron
el país cual nube de langostas, y en pocas semanas
apagaron basta las leves obispas del patriotismo na-
cido bajo el y u g o de los semitas. Aquellos bárbaros,
más furiosos que los árabes, más fuertes que los
romanos, guiados por jefes de tribu llamados « b a r -
ba blanca», tienen mucho que ganar, porque nada
tienen que p e r d e r ; nada les resiste, nada les detie-
ne; y si la suerte ó la desgracia engendra un h o m -
bre de genio que tales hombres g u i e , que en masa
los dirija á la realización de una idea, forzosamente
habrán de constituir destructora arma invencible
por doquiera la lleve el cálenlo ó el azar. Ese h o m -
bre s u r g i ó , cual surge siempre d é l a s circunstan-
cias; y ¡qué hombre debió ser para imponerse á mi-
llares de bandidos! E n Nishapur crece Togrul B e i k ;
se declara Soberano, fundador de la dinastía que lla-
mó seldshucida en memoria de su abuelo Seldshuc,
y pone en movimiento numerosas huestes; con ellas
va hasta Bagdad, donde trata respetuoso al último
Califa, y donde apenas puede contemplar los lími-
tes de su prematura grandeza. Mas no paró allí la
hirviente sed de conquista, que crece al igual que la
del dinero; impulsa á los tártaros, del mismo modo
que impulsó á los árabes, irradiando de las primi-
tivas moradas hasta ver turbada la paz del mundo.
206 VIAJE AL INTERIOR DE PERSÍA.

La del Irán no lo fué en la medida que debiera


suponerse; antes, por el contrario, los historiadores
dicen que aquél fué un '(período de bendiciones.»
A ello contribuyó sin duda el primer Ministro de
A l p Arslan (JS izam el Mide ó balanza del Reino),
r

que á menudo hombres que están en segunda fila


labran la gloria de quien aparece en primera.
P o r entonces se difundió la enseñanza, se recons-
truyeron mezquitas, se avivó el c o m e r c i o , y el
asiento de los Reyes del Irán, que hasta entonces
habia estado en Susa, en Persépolis, en Ráges, en
D a r a b , en Hamadan, en Kermansnah, estuvo en
M e r v , llegando á no ceder esta última capital en
nada á sus antiguas rivales. Se instituyó la era ja-
lalea, palabra derivada de Jalal eddin (gloria de
la r e l i g i ó n ) , uno de los títulos de Malee Shab, á
quien guiaba el gran Ministro de su padre. Dicha
era principia en 15 de Marzo de 1 0 7 9 , cuando el
sol entró en Aries, y los astrónomos persas adopta-
ron un sistema de computar el tiempo, elogiado to-
davía en esta edad del saber.
E l esclarecido Ndzam el Mulc cayó el primero
víctima de los terribles « A s e s i n o s » , secta fundada
precisamente por un condiscípulo del Ministro, y
c u y o nombre Hasan Sabah trocó más tarde por el
de « V i e j o de la Montaña» (del E l b u r z ) .
Las vicisitudes de la gente semita no fueron parte
á que renunciara, á la controversia, extravío de la
razón, enardecimiento del espíritu. Mahoma quiso
fundir el judaismo, el cristianismo y el sabeismo;
HISTORIA DB PERSIA. 207

pero antes de morir vio ya alzarse entre los suyos


la discordia, que lia venido alimentándose hasta h o y
ú impulso de una imaginación viva y fantástica. A
más de las dos grandes divisiones del mahometismo,
de que en tiempo oportuno haré especial mención,
cada una se subdividió en múltiples ramas; espe-
cialmente entre los persas, sectarios de A l í , hubie-
ron muchos que se llamaban sindik, es decir, espí-
ritu fuerte, y que, sin duda para socavar el poderío
árabe socavando la fe, esparcieron doctrinas ocultas.
Entre éstas promovió gravísimos trastornos la
secta de los ismaüitas ó ibahis ( i n d i f e r e n t e s ) , que
alcanzó hasta Syria y E g i p t o , y tuvo por jefe en
Irán á Hasan Sabah. A l igual de Mastec y de B a -
bee en los primeros siglos de la H e g i r a , al igual de
los carmatitas después, que lucharon abiertamente
contra el Califato, c o m o los vahabitas en nuestros
dias, los discípulos de Hasan Sabah predicaron la
indiferencia de las acciones humanas, la comunidad
de bienes; su divisa era « n o creer en nada y atre-
verse á t o d o . » Pretendían combinar algunas p r á c -
ticas del Alcorán con las ideas de transmigración
que profesan los indios, proclamando la superiori-
dad de la «ciencia del sentido aparente» sobre la
del «sentido interno», que mostraba resabios del m a -
gismo. ¿Basta la inteligencia ó no para conocer á
Dios? Hé aquí la incierta base de su doctrina. « E l
conocimiento de Dios no se obtiene por la sabiduría
ó por el estudio, sino por las lecciones de los i m a -
mes Si para conocer á Dios bastara el ojo del e s -
208 VÍAJli AL ÍNTEPJOR Ш PERSÍA.

píritu, no habria sectas ni controversias » Y en­


golfándose en tales senderos, estrechaban las distan­
cias entre el bien y el mal erigían el asesinato en
argumento, é imponían á la Orden de los asesinos
la obediencia más ciega y pasiva que déspota alguno
exigió jamás en el mundo. E l nombre de asesinos
que damos á esta Orden se tomó del francés aseas-
sinn; así llamaron los Cruzados á los hashashin,
porque se embriagaban con el hashish, hojas del
canahis indica, especie de cáñamo más robusta que
la nuestra, abundante en Afganistán y Bengala. De
la semilla extraen un aceite q u e , á la dosis de me­
dio gramo, con uno de las hojas machacadas, mez­
clan en un cacillo de leche del tamaño de una hue­
vera, formándose así, después de la fermentación,
una toma ordinaria.
E n medio de aquella anarquía en las ideas, que
llevaban la anarquía á la práctica de la v i d a , sobre­
vino del Oriente nueva avalancha de huestes turco­
manas, que en poco tiempo acabó con la dinastía
seldshucida ( 1 1 9 3 ) ; y en medio de los lamentos, de
los asesinatos, de la opresión, brotó de la lira do
A m v a y un poema llamado « L á g r i m a s del Joras­
s a n » , y que fué escrito expresamente para, implorar
ayuda del G obernador tic Samarcanda. Principiaba
de este modo :
« D o n d e la ruina reina en horrible espectáculo
¿hay alguien á quien sonria la fortuna, ó á quien
alegre la asechanza? Ese es un cadáver que des­
ciende al sepulcro.
HISTORIA DE PERSIA. 209

» ¿ Puede encontrarse mujer inmaculada ahí d o n -


de abundan actos de diabólica concupiscencia? Esa
es una criatura recien salida del claustro materno.
» Y a no recibe la mezquita á la piadosa g r e y ;
el santo lugar, violado, deja paso a las bestias. E s
tina cuadra sin bóvedas ni pórticos.
»Ni puede el salvaje enemigo proclamar su d o -
minio, puesto que todos los almuédanos del Joras-
san han sido muertos, y todos sus pulpitos nivela-
dos con el suelo »
Pero fueron vanos tales arranques del sentimien-
to contra aquellos donde sólo imperaba intenciona-
da maldad. E l Irán fué dividido en pequeños E s t a -
dos, que tiranizaron los jefes de aquellos invasores,
llamados atabegues, y hubo una dinastía de atabe-
gues en el Azcrbaidshan, otra en el Jorassan, otra
en la Karamania, otra en el E a r s , no dejando á
ninguna momento de sosiego los embriagados ase-
sinos , que á esto se exponen los pueblos domina-
dos por el sentimiento religioso. Tan sólo no cayó
en el olvido la dinastía atabeg del F a r s , salván-
dose de él por igual motivo que se salvó la dinastía
gazna-vida, es decir, por haber vivido un gran p o e -
ta en sus dominios. También nosotros tenemos
épocas donde las letras mitigan la desgracia.
Sáadi, así llamaban á aquel florido ingenio, re-
corrió todos los países donde se oia la hermosa len-
gua arábiga; estuvo catorce veces en M e c a , y cayó
prisionero de los cruzados. Dejó dos hijas inmorta-
les: el Gulistan (prado de rosales), y el Busl.cn
14
210 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

( j a r d í n ) , en cuyas obras resplandecen su amor á la


divinidad, el carácter independiente de todo via-
j e r o , su generosidad, su prudencia, su aversión á
las glorias mundanas; en aquellas páginas consigna
su descreimiento en los beneficios de la educación,
estimando «que del hierro viciado no puede forjarse
una buena espada»; su desgracia conyugal, cuando
e x c l a m a : « M e j o r es vivir encadenado con quien se
ama, que coronado de flores en compañía de un
e x t r a ñ o » , y expresa, por fin, su tolerancia con todo
el m u n d o , diciendo: « T o d o s los descendientes de
la raza de A d á n son miembros de un mismo ma-
deramen, puesto que todos en un principio provie-
nen de la misma esencia; cuando la adversidad opri-
me un extremo los demás pierden su ordinario
reposo Si no te conmueve la desgracia ajena, no
mereces el nombre de hijo de A d á n . »
A l igual de F i r d u s i , Sáadi murió anciano y po-
bre, y sin posteridad, c o m o si en los grandes hom-
bres la naturaleza agotara con el talento sus otros
caprichosos dones.
P o c o duraron los males que sobre el país descar-
gaban los atabegues; una enorme invasión de bár-
baros volvió á confundir á todos á principios del si-
glo XIII bajo las pisadas de los innumerables jinetes
mogoles capitaneados por Dshenguiz J a n ; ante sus
espadas, sus flechas, sus mazas de hierro, cayeron
jóvenes y ancianos, y aun no se ha borrado de los
pueblos el recuerdo de las carnicerías que mancha-
ron las manos impías de los invasores idólatras. ¿A
HISTORIA DE PERSIA. 211
qué recordar aquellos sucesos para oprobio de los
humanos? Fijémonos, sí, en las extraordinarias cir-
cunstancias de Dshenguiz J a n , q u e , sin saber leer
ni escribir, dictaba leyes, organizaba sus numero-
sas huestes, regulaba la administración, y era en
esto tan nimio, que precisó hasta las épocas y c o n -
diciones en que debia verificarse la caza.
Muerto él, aparece H o l a g ú , hombre de no m e -
nos energía y mayor i n g e n i o , que asienta sus rea-
les en Maragah, cerca del lago U r m i y a h , y , r o -
deándose de personas de valia, alienta la filosofía,
las artes, la poesía, la astronomía, y establece lo
que aun desconocemos : la libertad religiosa. Sus
descendientes fueron dignos de él, y hay la parti-
cularidad de que su nieto A r g u n , no sólo se mostró
enemigo de los mahometanos, sino que también
propuso á Francia é Inglaterra alianza contra los
mismos. Pero es evidente que á esto lo llevaría el
deseo de medrar. Su esposa encargó antes de morir
que si alguna mujer la había de reemplazar en el
lecho nupcial, fuese de la misma estirpe que ella,
es decir, de sangre mogola. A l objeto despachó A r -
gun al gran Jan una embajada, que llegó á la Corte
Imperial precisamente cuando allí se encontraban
los hermanos Nicolás, Mateo y Maro P o l o . E l S o -
berano todopoderoso designó para mujer de A r g u n
la bella Cocacin , y para acompañarla á Maragah,
«los tres latinos», que, por haberse hecho acreedo-
res á la estima y consideración del J a n , fueron
honrados con tan delicada misión. E l viaje se rea-
212 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

lizó por Java y el golfo P é r s i c o ; pero cuando Co-


cacin llegó á Maragah ya habia muerto A r g u n , y
casó con el hijo y heredero de su prometido, Gazan,
aquel con quien trató D . Jaime I I de A r a g ó n .
A esta dinastía m o g o l a , que posteriormente cam-
bió su residencia de Maragah por la de Sultaníe,
pertenecen también dos Soberanos que se convir-
tieron al catolicismo.
Coetánea era la dinastía muzliaffar, también mo-
g o l a , que reinó en el F a r s , y prosperó en produc-
ciones del i n g e n i o , demostrándose así, c o m o igual-
mente lo demostraron los g r i e g o s , que las letras
no han menester de tranquilidad para florecer. En
Shiraz, en la misma tierra donde nació Sáadi, nació
H a f e z , su émulo en g e n i o , su rival en gloria, el
más famoso poeta entre los muchos de su tiempo,
el Dante de la Persia. Era particularmente aficio-
nado á la filosofía súfi (devoto-filósofo), c u y o sis-
tema tiene por base la doctrina de M a h o m a , y por
expresión la teoría india de Vedanta; fluctúa entre
el materialismo más descarnado y el esplritualismo
más sutil; tiene de común con las prácticas indias
que recomienda el uso del opio para inspirarse ó
abstraerse de este m u n d o , y por ahí llegaban al
abuso del vino. E n las composiciones de Hafez,
K a y a m y otros escritores súfies, diríase que aluden
á una mujer ó á un m u c h a c h o , y en realidad alu-
den á D i o s , ser el más querido. E l súfi se propone
por medio de la educación guiar el alma paso á paso
hasta alcanzar el término de la sabiduría y de h
HISTORIA DE PERSIA. 213

tranquilidad; cree, por fin, en un pacto entre los


espíritus y el Ser Supremo de quien emanaron, p r o -
nunciando una v o z celestial estas palabras en el
momento de la separación: « ¿ N o estáis ligados á
Dios? » Á lo cual contestaron á una los espíritus :
«Bale» ( s í ) .
Antes de morir, conoció el divino Hafez al f a m o -
so Tamerlan, nuevo azote de su patria.
A l igual de los pasados invasores, los descen-
dientes de Dshenguiz Jan acabaron por ser presa
de la discordia, preparando así los unos á los
otros terreno á nuevas desgarradoras invasiones. E l
terreno está expedito; el Asia central todavía r e b o -
sa en gentes que serán terror del m u n d o , tanto
más cuanto que las guia un hombre de dotes supe-
riores.
Dedicado primero al estudio, a l a contemplación
de la naturaleza, á especulaciones filosóficas, de
repente, á la edad de veinte años, cambia Tamer-
lan sus tranquilas costumbres, y con energía sin
igual riñe uno y cien combates hasta alcanzar i n -
mensa soberanía, que asienta en Samarcanda, c u y o
esplendor aumenta, merced á prodigiosas conquis-
tas. Regulariza la administración, la etiqueta, el
ejército; escribe sus Instituciones, donde pone es-
pecial empeño para probar el derecho de la fuer-
za, y donde leo, entre otras cosas, lo siguiente:
« Cuando en un país reina la tiranía y la iniquidad,
es deber de todo Príncipe, amante de la justicia, e x -
tirpar los autores de esa tiranía é iniquidad, y por
214 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

consiguiente, de invadir ese país y ponerlo bajo su


salvaguardia; de esta suerte be salvado el Jorassan,
y purificado F a r s , Irac y Siria.» Más adelante, ex-
plicando los motivos que tuvo para suprimir el lá-
tigo con el cual se castigaba á los soldados, escri-
be : « E l jefe cuyo poder es inferior al del látigo, es
indigno de serlo.» Parco en palabras, su inteligencia
vastísima y clara les imprimía en todas ocasiones
sello de grandeza, c o m o lo prueba, entre muchos
ejemplos, la intimación que dirigió á B a y a c e t o : «La
nave, le dijo, de tu desmesurado orgullo b o g a por
entre las olas de la vanidad; arría las velas de tu
audacia, y echa el áncora del arrepentimiento en el
puerto de la sinceridad, para que la tempestad de
mi venganza no te hunda en el mar del castigo.»
Parecería que, dueño ya de vasto Imperio, rodea-
do en Samarcanda de cuantos tesoros habia arre-
b a t a d o , gustara vivir tranquilo; pero no fué así.
Recorriendo el Asia c o m o se recorre una ciudad,
realiza una expedición al K i p c h a k , llega hasta la
latitud de 54", baja al Arabistan, vuelve á subir á
la Georgia, entra en M o s c ú , luego triunfante en
Samarcanda, y á p o c o , ya anciano, va á conquis-
tar la India. Con sesenta mil hombres llega al Hin-
dú K u s h , que los árabes llamaron «Cintura de pie-
dra del mundo » ; allí abandona los caballos y man-
da salvar los profundos precipicios con el ayuda de
cuerdas; atraviesa el I n d o , acampa frente á Delhi,
destroza el ejército d é l o s Soberanos islamitas, que
hacía dos siglos reinaban tranquilos; verifica eu
HISTORIA DE PERSIA. 215

aquella populosa capital tremenda degollación, sin


que para ello hubiese otro motivo que una pequeña
colisión suscitada entre los indios y sus soldados,
y en seguida regresa á Samarcanda llevándose un
sinnúmero de riquezas. N o paró aquí; fuese t o d a -
vía á apaciguar el Azerbaidshan, á invadir el terri-
torio de los ya pujantes otomanos, y murió á la
edad de setenta años ( 1 4 0 5 ) . ¡Maravilla el contem-
plar la carrera de hombres tan extraordinarios c o m o
Tamerlan! N o hay duda; cuando crecemos en fuer-
za y poderío, llegamos á ser enemigos de nuestro
linaje; verdad es q u e , sin crecer, también solemos
serlo; la diferencia está en que el uno es enemigo
de muchos y el otro de p o c o s ; por esto vive tanto
el gobierno autocrático.
En medio de tanta agitación, no d e j a , sin e m -
bargo, de aparecer por algún lado el testimonio de
la grandeza. L a resumía Samarcanda, cuya n o m -
bradla entonces era extraordinaria y debida á sus
vastísimos monumentos, cubiertos de porcelanas de
China, de azulejos esmaltados y preciosos alica-
tados.
Por aquellas regiones era activo el movimiento
comercial: los productos peculiares, y en todos tiem-
pos admirados, de la « Tierra fértil» ó ce Vista her-
m o s a » , es decir, de la India, venían al caudaloso
rio que la ciñe por O c c i d e n t e , de donde pasaban á
la Bactriana, luego al O x o , barrera entre la bar-
barie y entre la civilización, entre turanios é iranios,
hoy entre rusos é ingleses, y desde aquel rio seguían
216 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

por el Caspio hacia Europa. P e r o con la decaden-


cia de los mogoles y con la toma de Constantinopla
por los mahometanos debilitóse la actividad por
aquellas trias regiones, y el comercio siguió rumbo
por el Asia meridional. También entonces quedó
cerrado el mar N e g r o á Venecia. La antigua Repú-
blica, que no cedia á genoveses y á catalanes en
genio emprendedor; que desde el siglo v i l era la
principal aduana de la riqueza asiática; sobre la cual
velaban sus activos Cónsules (Mercatorum previo-
res) , ojos de la metrópoli en Oriente, cedió á las
circunstancias políticas, redujo el campo de acción
al E g i p t o , y luego á la nada con el descubrimiento
del Cabo de Buena-Esperanza; mas no sin hacer
antes poderosos esfuerzos á fin de buscar por todas
partes enemigos al turco. Con tal m o t i v o , durante
el siglo x v se cruzaron entre Persia y Venecia nu-
merosas embajadas, de cuya historia están llenos los
archivos de la antigua república del dinero; el in-
terés comercial era el objeto de aquellas misiones,,
la política el pretexto, c o m o lo demuestra el he-
cho de haberse impuesto castigo á quien, por miedo
á las revueltas que dificultaban el paso por el Asia
anterior, no aceptaba el cargo de Embajador ó de
Cónsul. P o r uno de los muchos relatos que sobre el
particular leí, vine en conocimiento que de parte
del persa figuraba, en una embajada á Venecia,
cierto judío español que bautizó el papa Sixto.

Sucedió á Timur, Shah Rule, que es tanto como


«jaque al R e y » , porque nació al tiempo de hacer su
HISTORIA DE PERSIA. 217

padre esta j u g a d a en el ajedrez, y fué notable entre


los timuridas por las vías de prosperidad que abrió
al Irán, aunque á mi entender no acertó en tras-
ladar la capital á Herat, pues tales cambios son
más trascendentales en los gobiernos autocráticos
que en una federación. Sus descendientes, no c e -
diendo en esto á los de otras dinastías, vuelven
á ser víctimas de la discordia, causa de múltiples
guerras intestinas.
Quedan de aquella época escritores persas nota-
bles. Si bien el turco dshagatai era el idioma de los
timuridas, el iranio se consideraba entre ellos al
igual del árabe en estos tiempos; es decir, un i d i o -
ma que toda persona bien nacida debe conocer. A
más de Mirjond, Jondomir, D s h a m i , Hatifi, han.
llegado hasta nosotros las obras de A b u l Gazí Jan,
el historiador de los descendientes de Dshenguiz
Jan. Sus escritos están redactados en el idioma lla-
mado turco shajarí, y se dieron á conocer en E u r o -
pa por una coincidencia extraña. U n oficial sueco,
Strahlemburg, hecho prisionero por los rusos, y e n -
viado á T o b o l s k , permaneció en esta ciudad trece
años. Cierto mercader acertó á llegar allí con un
manuscrito de A b u l G a z í ; Strahlemburg lo adquirió,
y, de regreso á E u r o p a , el escrito fué traducido al
francés ( L e y d e n , 1 7 2 6 ) , al inglés ( 1 7 3 0 ) , y t a m -
bién al alemán.
Oscuros son los tiempos de los descendientes de
lamerían, como lo son todos los tiempos de revuel-
tas; los herederos de la gloria de los mogoles a g o -
218 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

nizan á manos de la dinastía curda del « Carnero


B l a n c o » , hasta tanto que apareció el fundador de
la dinastía sefevida, que inaugura ansiada época de
ventura para el Irán.
E n el espacio de ocho siglos que este país estuvo
dominado por turcomanos, la población y el idioma
se alteraron, c o m o es natural, por tan prolongada
dominación de hombres de otras razas; pero el ge-
nio nacional, que recibe su savia del suelo donde se
desarrolla, no habia perdido su vigor y carácter, y
reapareció manifestándose en la filosofía súfi, que se
abrió paso al través de la opresión musulmana. Re-
presentante de los grandes sentimientos de su raza
fué Shah Ismail Súfi, restaurador de los elementos
nacionales, fundador de la dinastía sefevida, que
más propiamente debiera llamarse súfi, cuya doc-
trina se desarrolló entronizándose en Palacio y en-
tre las clases más elevadas, mientras que el shiismo
se arraigaba en la masa de la población.
L a religión sirvió por cuarta vez en el Irán para
juntar á los hombres, más inclinados, por lo visto,
á obedecer las inspiraciones de la fe que los dicta-
dos de su razón para proseguir un fin común. No
es ocioso decir aquí algo sobre el principio de la
secta en que descansa el edificio sefevida, de la mis-
ma breve manera que dijimos el principio que á
dicha dinastía presta nombre.
L a secta shia es respecto á la sunni lo que la
iglesia cismática griega respecto á la latina. Tuvo
aquélla origen á la muerte de AJÍ. Declararon unos
HISTORIA DE PERSIA. 21.9

que el yerno de Mahoma, sus hijos Hasan y Hussein,


y sus descendientes, forman el tronco de los verda-
deros imames; la creencia en este indiscutible dere-
cho es artículo importantísimo de la fe shia, c o m o
lo es asimismo que los cuatro libros sunníes, el
Sliáafi, el Máalaki, el Yamhalí y el llánafi, son i n -
dignos de respeto por ser tradición de pocas perso-
nas. A l í , además, disfruta de igual veneración que
Mahoma, pues si éste fué apóstol de D i o s , el otro
y sus descendientes son vicarios de Dios en la tierra.
Los sunníes niegan tales asertos, y de ahí el que
los persas execren á los usurpadores A b u Bequer,
Ornar, O t m a n , y á cuantos rechazan la santidad de
los imames. Los shias, por fin, dicen que el último
de los imames se halla escondido en un pozo cerca de
Querbelá, donde aparecerá algún dia en cuerpo de
Rey, y dará fin á las dinastías turanias reuniendo
todos los reinos del mundo en un solo Imperio, lla-
mado « I m p e r i o de A l í . » Para ese momento los
Soberanos del Irán tienen siempre en sus cuadras
un caballo lujosamente enjaezado á disposición del
anhelado nuevo Mesías.

En la práctica religiosa existen asimismo varias


diferencias. Cuando el shia se prepara á la oración,
pasa la mano derecha llena de agua por su cara,
desde la frente hasta la barba; deja luego gotear el
líquido desde la muñeca al codo, y se pasa la mano
izquierda tres veces por la misma región del brazo,
por el centro de la cabeza y bajo la planta de los
pies. En vez de : « atestiguo que Mahoma es el P r o -
220 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

feta de D i o s » , suele decir el almuédano : «atestiguo


que Ali es el fiel entre los fieles»; y respecto á los
cristianos, somos aquí impuros en el sentido recto
de la palabra, y no en el figurado, c o m o sucede en-
tre los sunníes. Se fundan para esto en que nuestros
libros son borrados (inansuli), puesto que el Alco-
rán borró todos los demás, incluso el Evangelio, en
tanto que los sunníes veneran nuestras sagradas es-
crituras, alegando que en ellas estaba escrito : «Ma-
b o m a , enviado de D i o s » , palabras que hicimos des-
aparecer rompiendo la hoja donde se hallaban.
D e un célebre santón llamado Súfiddin, con-
temporáneo de Timur, m u y reputado por su ex-
traordinaria santidad y por descender de Musa Ka-
z e m , sétimo i m a m , desciende Shah Ismail, quien
merced al mimerò de prosélitos que sus virtudes
atraían, minó el poderío tártaro y se declaró inde-
pendiente en Ardebil. A l ser proclamado Shah de
Persia ( 1 4 9 9 ) , proclamó el shiismo religión del
Irán, con exclusión de cualquier otra; y éste fué el
lazo de union de los dispersos miembros de la na-
c i ó n , que se aunaron tanto . más , cuanto que por
todas partes se hallaban rodeados de sunníes, y la
religión, si no es el más poderoso de los disolven-
tes, une á los hombres. Los sunníes fueron desde en-
tonces los enemigos más acérrimos de los persas,
en particular los afganes, que recibieron de los tár-
taros la fe mahometana.

N o era fácil la obra emprendida por Ismail, pero


estimo que el mismo círculo de hierro que rodeaba
HISTORIA DE PERSIA. 221

á los iranios fué causa de su triunfo, como lo fué


del triunfo de Sasan. Si hubiesen podido extender-
se impunemente, cayeran los sefevidas mucho más
pronto que los aquemenidas, c o m o cae irremisible-
mente el que sale de su natural equilibrio, á pesar
de intentarlo cuantos pueden; pero hubieron de c o n -
tenerse, y á fuerza de economía iniciaron u n p e -
ríodo de verdadera riqueza, pues por tal debe ser
tenido el que comienza con Ismail, á quien se debe
otra era feliz en la existencia del Irán. Los hijos de
aquel hombre tuvieron tino bastante para proseguir-
la obra de unificación hasta que la entregaron ter-
minada á Abbas el Grande ( 1 5 8 5 ) , uno de los más
esclarecidos Soberanos del Irán, y que por sus c o n -
diciones de carácter y justicia ofrece semejanza
con D . Pedro el Cruel, calificativo que también
suelen á aquél aplicarle. Acertadamente estimuló
el sentimiento religioso desviando á los peregrinos
de Meca, encaminándolos á Querbelá, donde yace
Fatma, hermana del imam R i z a , y á Meshed, d o n -
de reposan Alí y R i z a , primeros mártires de la r e -
ligión. Adquirió por esto gran incremento la actual
capital del Jorassan, y su mezquita fué y sigue
siendo la más rica del Irán; admirablemente enlo-
sados sus patios y vestíbulos, cuajadas de precio-
sos azulejos las paredes, esmaltada por doquiera
con inscripciones, y cubierta de una inmensa cúpula
forrada de placas de o r o .

El gran R e y se dedicó con preferencia á organi-


zar la administración de justicia, cuyo tribunal su-
222 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

p r e m o , en sentir de los shias, se compone de los


profetas presididos por Mahoma, á cprienes auxilian
los doce imames implorando la clemencia de Dios
para que sus sectarios entren en el Paraíso; las pre-
ces del imam Hussein, hijo del imam A l í , son las
más eficaces, y entran de derecho en la encantado-
ra morada los niños cuya muerte no lloran los pa-
dres, y cuarenta de aquellos que elijan los hombres
buenos y justos. Forman en la tierra este tribunal:
el Sader essudúr, «pecho de los p e c h o s » , título
reemplazado h o y por el de mushtahid, «dador de la
evidencia», y que incumbe al más ilustrado de los
santones residentes en Querbelá. E n el Mushtahid
está la más alta dignidad de la jerarquía eclesiásti-
ca de los sirias, mas no por esto reviste superiori-
dad alguna espiritual s ó b r e l o s demás, atendido á
que el Profeta dijo: « C a d a uno de vosotros es un
j e f e . » E l Mushtahid preside el Ir/) centro análogo
á nuestro Consejo de Estado, donde se exponen las
interpretaciones del Alcorán para el comercio de la
v i d a ; le siguen los Sheijulislam, « j e f e s del islamis-
m o » , de nombramiento real, quienes intervienen
directamente en todas las cuestiones, y están auxi-
liados por los cadíes ( j u e c e s ) , por el mu/tí (fiscal),
y moVlalies ó doctores, que completan el Consejo.

E n todas las ciudades suele haber un Mushtahid


y un Sheijulislam (jefes del c l e r o ) ; pero en otras
el Cadí y los mol'lahes asumen el poder religioso
y judicial. Divídense los mol'lahes en religiosos y
sabios: los primeros, después de concluir sus estu-
HISTORIA DE PEESIA. 223
dios, van á Querbelá, donde reciben un certificado
de capacidad; á los segundos los aclama sabios la
opinión pública, y se dedican especialmente á la
enseñanza.
A las órdenes del Gobernador figuran, por fin, en
la administración civil, el calantar, el daroga, los
tenientes de éstos, los ketjodaes y los raises; la anti-
güedad de estos nombres induce a creer que guarda
armonía con la antigüedad de las atribuciones que
un tiempo incumbieron á dichos cargos.
N o pararon aquí las reformas de Shah Abbas.
Estableció un modo de casamiento distinto del
que consigna el A l c o r á n , y que llaman zishah ó ca-
samiento temporal. E n virtud de él, puede contraer-
se matrimonio por el tiempo que se convenga, desde
una hora hasta noventa y nueve años, con una ó
más mujeres; la prole nacida del casamiento t e m p o -
ral es legítima, aunque en grado inferior á la del
casamiento perpetuo, y de su porvenir y de otros
extremos suele hacerse mención en el contrato. Fijó
las fiestas del c u l t o , y dio suma importancia á la
en todos tiempos celebrada el dia del nuevo año
(nu rus: nuevo d i a ) .
Si bien en el curso de estos escritos llamaré clero
á la clase de personas que se dedican á la enseñan-
za é interpretación del A l c o r á n , ó al servicio de las
mezquitas, conviene advertir que entre los mahome-
tanos no existe aquella categoría, porque carecen de
las órdenes sagradas y servicio que incumbe p r i v a -
tivamente á cada una de ellas en otros cultos.
224 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

E l Soberano sefevida consolidó también la tran-


quilidad del país, realizando victoriosas empresas,
que fijaron las fronteras del Imperio en Mesopota-
mia, la Georgia y el Oxo.
Merced á los beneficios de la p a z , el comercio
tomó incremento, y á el contribuía el Soberano
atrayendo extranjeros á sus dominios y difundiendo
la seguridad por todas partes. L o s venecianos, tan
activos c o m o siempre, seguían enviando aquí, por
la vía de A l e p o , tejidos de oro y plata, con que á
estilo de los persas vestían sus mujeres; telas de to-
das clases, rasos, Mío de oro y plata, galones, cera,
azúcar, mercurio y otros muchos productos quími-
c o s ; cordajes, naipes, moneda buena y falsa, armas,
máscaras, que tanto chocaban á los persas, y sobre
t o d o , cristalería y espejos, encanto de todos los
orientales. E l espejo que llevaba la desposada era
veneciano, veneciana la levita que reemplaza al pri-
mitivo traje talar, y el voluminoso turbante cede el
paso al antiguo capirote nacional, más ligero y gra-
cioso. D e Persia copiaban aquellos activos comer-
ciantes procedimientos para vidriar ó dar color á la
pasta vidriosa, y para elaborar incrustaciones; se
llevaban tejidos de pelo de camello, alfombras, mu-
selinas, dulces, pescado salado, oro en polvo de los
rios de Bojara, pimienta y tambacú del Farsistan
y de la Caramania; g o m a s , m i e l , nafta, mumiúi
de Darab y de Behbahan, perlas de Ormuz, la-
pislázuli, turquesas del Jorassan, y sobre todo,
seda del Guilan, que debia pagar un 6 por 100 de
HISTORIA DE PERSIA. 225

derecho en los consulados venecianos de Alepo y


Damasco.
Obstinados en sostener la fortuna en Oriente, á
pesar de conjurarse contra ellos la Europa en C a m -
bray, los venecianos participaban más que otros de
la prosperidad del Irán, pero también acudian con
igual designio de lucro, con fines políticos ó por
mero esparcimiento, hombres de todos los países de
nuestro continente, que por opuestas vías se enca-
minaban á la gran capital de Ispahan, mansión
del l u j o , campo donde se reavivaba el arte sasanida
con todos los primorosos detalles que le añadió la
fantasía árabe, foco de las ciencias, de las letras,
que desparramaban en magníficos colegios sus dul-
ces y sabrosos frutos.
No era entonces tenido en p o c o el elemento
europeo, c o m o fué posteriormente, porque Shah
Abbas, c o m o Pedro el Grande, no temía al sa-
ber y á la iniciativa, antes los acataban de donde
quiera viniesen; así es que eran igualmente bien
recibidas embajadas de Polonia,, de Rusia, misiones
del Holstein, de Inglaterra; igualmente considera-
dos los artífices chinos que venían á enseñar la ela-
boración de la porcelana, los instructores ingleses
que organizaban el ejército, y los viajeros de distin-
tas Naciones, entre quienes figuraban á un tiempo
Chardin, el inmortal viajero-escritor, expulsado de
Francia por sus opiniones religiosas; Pietro della
Valle, casado con una árabe, con quien sólo podia
entenderse en t u r c o ; nuestro D . D i e g o de E i g u e -
15
226 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

roa, calificado por L a Valle de extravagante, sin


duda por su carácter severo y p o c o comunicativo, y
el portugués Antonio Tenreiro, cuyos compatriotas
tenían las llaves del Golfo Pérsico y surcaban el Asia
en todos sentidos. Los frailes carmelitas, agustinos,
franciscanos, circulaban con la misma seguridad
(pie pudieran hacerlo en país católico, ya como mi-
nistros de un culto respetado, ya c o m o Embajado-
res; vélaseles en la Corte, en la iglesia, en todas
partes. E l Shah secundaba tan saludables relaciones
y correspondía con las potencias extranjeras despa-
chando Embajadores á fin de allegar el mayor nú-
mero posible de amigos, que en la vida de las Na-
c i o n e s , c o m o en la de los hombres, suelen ser ca-
mino por donde se encauza el porvenir.
L a marcada predilección con que se atiende al
propio país más que á otro alguno excusará la in-
serción del siguiente párrafo, tomado de la Historia
de los Súfies, escrita por Dshehan K ú s h a , y que
pinta á la vez el carácter de Abbas, y costumbres
que fueron y son :
« E s t e año 1012 (1604) llegaron á los pies del
alto trono de parte del R e y de España, que es el
mayor Monarca de E u r o p a , Embajadores y frailes
cristianos, calificados al propio tiempo de sabios.
Tuvieron la honra de besar el diván del R e y del
mundo en el palacio Nashché Dshihan, en Ispahan,
donde presentaron regalos, cumpliendo su misión
de tal suerte, que fueron distinguidos por la regia
bondad. Como todos los Soberanos cristianos han
HISTORIA DE PERSIA. 227

abierto las puertas de las relaciones y conocimien-


to con la Real Majestad de la sombra de D i o s , so
verifican siempre entre él y aquéllos, cambios de
Enviados y correspondencia. P o r este motivo mandó
Su Majestad hace p o c o á Europa en calidad de E m -
bajador al capitán Dsbenguiz B e y , hombre notable
por su elocuencia y buenas maneras. Habiéndose
relatado á S. M . algunos actos de avaricia y avidez
consumados por Dshenguiz B e y , los desaprobó;
así es que, al volver ésto á presencia de la sombra
de Dios, acompañando á los Embajadores españoles,
incurrió en la cólera real. Quiso hablar para justifi-
carse, pero no lo consintió S. M . , y ordenó al eje-
cutor de altos mandatos que lo cogiese, y allí m i s -
mo le diera muerte, colgándole con la cabeza hacia
abajo, para que tan deshonroso castigo sirviera de
ejemplo. U n o de los abusos que cometió Dshenguiz
Bey consistía en que, al llegar al país do Queré ( ? ) ,
atendió á la pretensión del Gobernador, al propio
tiempo Almirante de los puertos europeos, abrien-
do sus cartas-credenciales y dándole conocimiento
de ellas, lo cual constituye falta grave en el ser-
vicio de los Soberanos. E s además uso antiguo que
á cualquier país que vayan los Embajadores vistan
al estilo de sus conciudadanos y sigan sus c o s t u m -
bres. Mientras Dshenguiz B e y estuvo en la capital
del Rey de España, murió la esposa do este Sobera-
no; el R e y , los funcionarios y las-tropas se pusie-
ron vestidos n e g r o s , que así entienden allá el luto,
y nuestro Embajador hizo lo propio, no sólo para
228 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

agraciar al R e y , sino que también para que ¡e die-


ran un traje negro sin ofrecérselo. Y aun cuando se
lo hubieran ofrecido con motivo del luto, debió con-
testar : «Gracias á D i o s , la cabeza sagrada de mi
Soberano y bienhechor está buena y sana, ¿por qué,
pues, he de llevar l u t o ? » Esta contestación hubiera
sido razonable y justa. P o r fin, la credencial dirigi-
da al Papa de R o m a , Califa de los cristianos y Vi-
cario de Jesús (saludos á é l ) , fué vendida por nues-
tro Embajador á cierto negociante, á fin de que,
tomando éste el nombre de Dshenguiz B e y , la lle-
vara á la capital del Califato europeo, y gozara allí
de privilegios. También esto es inconcebible, porque
si le era difícil ir á R o m a , debió devolver la carta á
Su Majestad y exponerle la verdad. Pero lo más
grave en la conducta de Dshenguiz B e y fué que se
condujo tan mal con las personas que lo acompaña-
ban, que hubieron de cristianizarse y permanecer
en Europa para precaverse de él. Sí, la tiranía es
causa de que los hombres se vuelvan impíos; el celo
musulmán ha motivado su condena, y ha recibido
lo que merecía. »

Y a anciano, realizó Shah Abbas una peregrina-


ción á Meshed. A pié, seguido de gran séquito, fuese
á venerar el sepulcro de R i z a ; el gran astrólogo
tuvo encargo de medir la distancia recorrida, valién-
dose al efecto de una cadena de 87 codos de largo,
y , estimando en 12.000 los del farsaque, halló que
la distancia de Ispahan á la capital del Jorassan
equivalía á 199 farsaques, 28 cadenas y media.
HISTORIA DE PERSIA. 229
Murió ei Gran Abbas en 1 6 2 8 , y con él acabó la
prosperidad del Irán. Habia subido demasiado
pronto.
Durante un siglo sus descendientes parecian q u e -
rer á porfía que la discordia reemplazara á la a r m o -
nía, el miedo á la seguridad, la pobreza al bienes-
tar, el silencio de la inacción al ruidoso entusiasmo.
Todo concurría á presagiar tremenda tempestad,
y esa tempestad vino. E n tiempo de Sbab H u s -
sein ( 1 7 2 1 ) , indolente de cuerpo y de espíritu, e n -
tregado á manos de los mol'lahes, se levantó erguida
la rebelión,-y arreció del Afganistán, nido de los
antiguos arsacidas. A marchas forzadas llegaron
hasta Ispahan veinticinco mil afganes, hambrientos,
extenuados; y reunidos en torno de la esplendoro-
sa capital, saliéronles al encuentro cincuenta mil
soldados, que era el total de los defensores del Irán,
habitado aún por treinta y cinco millones de p e r -
sonas. E l Shah intentó alejar la enemiga turba ofre-
ciéndole dinero, como si el que puede tomar r e -
cibiera.
Al primer choque los afganes cogen los fusiles
de los indolentes persas, y hacen espantosa carni-
cería; seiscientos mil habitantes que contenia I s -
pahan fueron sitiados, y el mismo Shah tuvo que
resignarse á poner la piocha imperial sobre el t u r -
bante de M a h m u d , el joven rebelde afgan, quien
entró á seguida triunfante en la aterrorizada c a -
pital, llevando á su izquierda al desposeído S o -
berano, y sin detenerse hasta llegar al trono, d o n -
230 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

de Hussein hubo de aclamarle por Soberano del


Irán.
N o podia el joven afgan acudir á todos los puntos
donde crecia voraz el incendio, ni detener á rusos y
turcos, que por distintos lados estrechaban el terri-
t o r i o , ni batirse á un tiempo con las poblaciones
enemigas y con las tropas que en K a z v i n proclama-
ron Shah á un hijo de Hussein, llamado Tamasp;
resolvió, por tanto, fortalecerse con el terror, y no
hay pluma que pinte los infinitos asesinatos que lle-
vó á cabo, principiando por los habitantes de Ispa-
hau y por todos los vastagos de la familia imperial,
menos Tamasp y dos hijos de éste, que no pudo ha-
ber. Ni siquiera cesaron los horrores con la muerte
del joven tirano ( 1 7 2 5 ) , á la temprana edad de vein-
tisiete años, porque aquellos que lo sucedieron le
aventajaron, si c a b e , en barbarie; así lo he visto en
la pintura de aquella negra edad trazada por un tes-
tigo ocular, el Padre Crusinski, Procurador de los
jesuítas de Ispahau.

N o ayudó la fortuna al j o v e n Tamasp I I . E n el


Mazanderan reunió poderoso ejército, al que se unió
Nadir K u l i , jefe de bandidos, célebre por su valor
y audacia extraordinarios, que pronto le conquista-
ron el mando de las tropas iranias. A c t i v o como
Dshenguiz J a n , calculador c o m o Tamerlan, cruel
como Mahmud, Nadir persigue, dispersa, ahuyenta
los afganes; libre de ellos el país, destrona á Ta-
masp so pretexto que es demasiado joven para g o -
bernar, y pone la corona sobre la cabeza del niño
HISTORIA DE PERSIA. 231

Tamasp I I I , quedándose él con la regencia del I m -


perio. Murió á poco el n i ñ o , y Nadir, rodeado de
los suyos en las llanuras del M o g a n , se proclama
Shah ( 1 7 3 6 ) .
Así terminó la dinastía sefevida, expresión de la
última gloriosa unidad del país; unidad que cimen-
taron simpatías y enemistades comunes, y fortifica-
ron los poderosos lazos de la práctica religiosa.
Más que en país alguno la clase llamada baja ha
producido aquí hombres de la mayor talla. E n m i -
serable toldillo, junto á Quelat, en Jorassan, vino
Nadir al mundo. Si la libertad al menos templara,
la miseria, él partiera de donde parten los más;
pero la fortuna quiso postergarlo cuanto es posi-
ble para que fuera más asombroso el encumbra-
miento, y mayor la vergüenza de los pueblos que
no saben contener á un tirano. A los diez y seis
años él y su madre fueron hechos esclavos pol-
los uzbeques, y muerta la que le habia dado el
ser, escapó é l ; roba unpequcvño rebaño de carneros,
mata al d u e ñ o , y casa con la hija de su víctima.
Dedicóse luego á la arriesgada existencia del ban-
dolero ; ésa era su inclinación, y naturalmente pron-
to sobresalió entre los demás, que el conocerla no es
pequeño don de la fortuna á quien nace deshereda-
do de los beneficios que procura. La pericia, el v a -
lor, le colocaron á la cabeza de los s u y o s , y de tal
suerte engrosó la cuadrilla, que al p o c o tiempo
reñia batallas con los uzbeques; confiáronle con este
motivo respetables fuerzas para tener á raya tan
232 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

incómodos enemigos; pero hizo más que contener-


l o s , los dispersó, y de la cúspide de su grandeza
presta concurso al joven Tamasp. Y a sabemos lo que
siguió después.
N o le bastó á Nadir estar en posesión del Afga-
nistán, de Tartaria y Persia, sino que anegó en san-
gre la India,, arrebató sus tesoros, y coronó la vic-
toria casando á su hijo con una sobrina del Gran
M o g o l . Como era requisito probar que siete de los
antepasados del novio fueron nobles, dijo el con-
quistador: « M i hijo es hijo de Nadir, hijo de su
espada, hijo de su espada, hijo de, su espada y
así sucesivamente, no hasta la séptima generación,
sino hasta la septuagésima.»
Aterrorizado el país de «Vista hermosa», salió de
Delhi diciendo al M o g o l : « S i es necesario, en cua-
renta dias podré venir aquí desde Candahar»; y se
volvió con tan prodigiosa cantidad de pedrerías, oro
y plata, que calcularon importaba entre cincuenta y
ochentamillones de libras esterlinas, ¡dos mil millo-
nes de pesetas!
Mas como todos los hombres no pueden llegar á
mayor altura que aquella que sus facultades consien-
ten sin ser presa del v é r t i g o , Nadir, á pesar de su
esforzado valor, cayó del pedestal y se arrastró por
los suelos; se hizo avaro, receloso y cruel; desvarió,
en una palabra, que desvarío fué el pretender alcan-
zar paz en sus dominios obligando á los shias á con-
vertirse en súnnics, y aplicando la pena capital por
la falta más leve. P o r tal pendiente debia hallar la
HISTORIA DE PERSIA. 233

muerte, y , reposando bajo su tienda, murió á m a -


nos de un soldado.
Era un gigante, tenía v o z de trueno, osadía
sin igual, pero escasa inteligencia. Si después de
echar á los afganes diera tranquilidad al país en vez
Je abocarlo á nueva ruina, muriera bendecido, y
no execrado por sus conciudadanos, execrado hasta
el extremo de que cuando su sobrino fué llevado al
trono por los asesinos que le facilitaron el acceso,
se vanaglorió de haber tomado parte en la muerte
de Nadir. F u é un tipo extraordinario, y uno de
tantos perniciosos ejemplos de que la infamia puede
alcanzar en el mundo mayor éxito que la honradez.
Fué el último representante de la grandeza y gloria
del I r á n , pero gloria pasajera, c o m o nacida del
azar. F u é lo que debió ser : un gran bandido y nada
más. P u d o haber aprovechado el deseo de los i n -
gleses de comerciar por el Caspio, y aunque los
rusos lo prohibieron, como era natural, en él esta-
ba el atraerse á Inglaterra y el interesarla en su
suerte, ya que es ésta la única manera que existe
para poder contar con el apoyo de la nueva Car-
tago.

Naturalmente, la anarquía fué el funeral de N a -


dir, y hablar de ella hasta presentarse la dinastía
cadshar equivaldría á recordar los dolores que e n -
gendra el parto. Entre los pretendientes al trono,
Muhammad Hussein J a n , Jefe de la tribu de los
cadshares, que moran junto al Caspio, y prisionero
un dia del feroz Nadir, fué el más imponente; pero
234 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Alí Kuli, sobrino de Nadir, se batió con él deses-


peradamente, y castró á su hijo A g a Muhammad.
Peleaba Muhammad Hussein en el Norte cuando
se le opusieron en las provincias meridionales las
tribus de origen persa capitaneadas por Carim Jan,
y éstas lo vencieron, tratando á su castrado hijo
con benignidad. L a dominación de Carim fué un
beneficio para el país donde la extendió. Cuentan
que un hombre acudió á él en demanda de justi-
c i a . — ¿ Q u i é n eres? le dijo el V a q u i l . — U n mer-
cader á quien acaban de robar.—-¿Y qué hacías
cuando te r o b a r o n ? — D o r m í a . — ¿ Y por qué dor-
m í a s ? — P o r q u e creí que estabas tú despierto, re-
puso el otro.
Muerto Carim, volvió á recrudecerse la anarquía;
el joven castrado Cadshar A g a Muhammad reúne
fuerzas en el Mazanderan, y á su vez tiene por rival
á un descendiente de Carim, L u t f A l í Jan (Her-
mosura de A l í ) , que lo estrechó en Teherán. Nada
más desemejante que estos dos hombres. A g a Mu-
hammad era un engendro asqueroso de la natura-
leza, como por fortuna produce ésta rara vez; en
cambio Lutf A l í Jan era un perfecto caballero, así
en lo moral como en lo físico. Después de serle fa-
vorable la fortuna, no obstante los traidores que lo
vendian, fué derrotado y perseguido en todas par-
tes. K e r m a n fué teatro de su último esfuerzo; pero
vencido aquí también por A g a Muhammad, vendió
éste veinte mil mujeres y niños c o m o esclavos, y se
recreó al contemplar setenta mil ojos de los habitan-
HISTORIA DE PERSIA. 235

tes de la atribulada ciudad, que le fueron presenta-


dos en inmensa bandeja.
El fundador de la dinastía actual, después de c e -
barse en el cadáver de su j o v e n rival, que sólo tenía
veintisiete años, mandó asesinar á todos los parien-
tes y amigos de L u t f A l í , quedando de esta suerte en
posesión del trono cercado de montones de ruinas y
de vapores de sangre. Pero no saboreó mucho tiem-
po la victoria, porque murió luego á manos de dos
criados á quienes, después de haber castigado, c o n -
sintió que permanecieran á su servicio. Decíase de
él que « s u cabeza nunca dejaba nada que hacer á
sus manos.» La historia lo calificará siempre de
bandido y azote de la humanidad; y ante el recuer-
do de lo que hizo, queda el ánimo sumido en el d o -
lor, mucho más si se tienen en cuenta las desgracias
que después cayeron sobre Irán.
La tribu de los cadshares aparece ya en tiempo
de Dshenguiz Jan, y posteriormente fué una de las
siete que sostuvieron el trono de Shah Ismail. D i -
vídese la tribu en cinco g r u p o s ; del Y o c a r i , que
siempre tuvo primacía, es oriunda la familia de A g a
Muliammad.
Un sobrino de este monstruo, Fet Alí Shah, lo
reemplazó en el poder.
No era el hombre apropiado á las difíciles c i r -
cunstancias por que atravesaba el Irán, donde fijó la
vista un enemigo más temible que todos los ante-
riores : el europeo, es decir, los rusos y los ingleses.
A enemistar á éstos con la Persia tendió Ñapo-
236 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

león I ; pero conociendo Fet Alí que nada Labia que


temer por parte de los franceses, no le hizo caso, v
aceptó en cambio de los ingleses dos mil duros dia-
rios en pago de su neutralidad.
Desde entonces el país va á menos; los rusos por
un lado, por otro los ingleses, con gran desacierto,
van haciendo el vacío á su "alrededor, y dudo haya
brazo alguno que del abismo donde se encuentra
pueda levantarlo triunfante, máxime cuando todo
debe esperarlo de un solo h o m b r e , de un Cyro, de
un Nushirvan, de un Shah Ismail, pues ellos nos
han enseñado ya que aquí el Estado es la expre-
sión de su j e f e , mientras que en Europa el jefe del
Estado es expresión de la Nación. Casi vive ya el
Irán la vida del esclavo; mejor d i c h o , vive déla
rivalidad entre dos fuertes, como viven Turquía,
Marruecos, todos los países que aun no han absor-
bido las grandes unidades.
Fet Alí Shah fué un sibarita, Muhammad Shan
un hombre sin voluntad, y el actual Soberano no
parece negar tan desdichada procedencia, su único
afán es atesorar, es un rico pobre.
Antes de terminar este informe croquis de la
existencia de una Nación tan fecunda en aconteci-
mientos trágicos, aunque no variados, v o y á fijar-
me en uno ocurrido hace p o c o tiempo; es decir, en
los postreros dias del reinado del indolente Muham-
mad Shah.
Aconteció por entonces un hecho extraordinario,
no sólo en sí, sino también por las consecuencias
riíSTOIUA DE PERSIA. 237
que pudo tener; hecho que demostrará una vez más
cuan endeble es la base sobre la cual se asientan
monumentos, al parecer, tan imperecederos, que
los declaramos obra de los dioses, cuando en reali-
dad no son sino obra del acaso.
Por el año 1844 vivia en Shiraz, cuna de i n g e -
nios, un joven de diez y nueve años llamado Mirza
Alí Muhammad, descendiente de i m a m , como tan-
tos otros de sus compatriotas, m u y aficionado al
estudio de las religiones en general, y especialmen-
te de la suya. Era de buena figura, afable, de fácil
palabra, uniendo á tan envidiables prendas una
gran reserva, hija, no de la ignorancia ó de la ti-
midez, sino de la reflexión.
El año 1846 marchó á M e c a , pero hubo de acon-
tecerle allí lo que á muchos en R o m a , de la cual
suelen d e c i r : Roma veduta, fede perduta. No obs-
tante, marchó á Querbelá, otro sitio de piadosa p e -
regrinación, donde estudió y meditó por espacio
de algunos meses. D e regreso á Shiraz pudo real-
zar sus naturales gallardas dotes con ese aliciente
que en su trato ofrecen cuantos salen de la nativa
tierra á fin de observar con fruto las extrañas. «Sus
palabras sacudían el a l m a » , decían sus amigos y
admiradores; y en verdad debia ser cierto, porque
al intentar sacudir las conciencias, siguió siendo o b -
jeto de admiración. E n magnífico estilo leia á cuan-
tos le rodeaban interpretaciones suyas acerca del
Alcorán, ampliándolas después en bellísimo discur-
so, cuyos conceptos tendían principalmente á s o -
238 V I A J E AL INTERIOR DE PERSIA.

correr al desvalido y á moralizar á los mismos que


pretenden moralizar; esto es, álos mol'lahe.s. De ahí
á discutir Alcorán en mano y en público sólo habia
un paso, y lo dio. V e n c e á sus contrincantes, con-
funde á los detractores, aumenta el número de
oyentes, que forman partido, y crece al par que
se acentúa el contrario.
D e pronto declara que es la «puerta» (bab) por
donde se llega al conocimiento de D i o s ; le aplican
el nombre de B a b , y el de babies á sus discípulos,
tan considerables y a , que parecian serlo todos los
habitantes de Shiraz.
Si el Bab no hubiese salido del terreno de la dis-
cusión religiosa, seguramente triunfara; mas no le
bastaba criticar á los mol'lahes, sino que los emplea-
dos todos del Gobierno incurrieron en sus censuras.
A consecuencia de esto, el Gobernador general es-
cribió á Teherán dando cuenta de lo que ocurría; el
Bab, por su parte, al Shah, exponiendo su misión de
redimir al mundo, pidiendo permiso para ir á la ca-
pital á fin de argumentar y discutir en público con
los varones más sabios del Irán, y anadia que si
era vencido, su cabeza y las de sus discípulos serian
entregadas en pago de osadía é ignorancia.
L a Corte quedó asombrada al tener conocimiento
de tan inesperadas nuevas. Inclinóse primero á oiral
B a b , mas cediendo luego al influjo de los mol'lahes,
cambió de opinión y mandó al Gobernador de Shi-
raz que impusiera silencio al redentor. Como la
duda es siempre indicio de flaqueza, los babies atri-
HISTORIA DE PERSTA. 239
buyen á miedo la conducta del G o b i e r n o , los c o n -
versos se crecen, se multiplican, y participando del
entusiasmo general el B a b , también se crece y d e -
clara que n o es la «puerta», c o m o antes habia dicho,
sino el « p u n t o » (ivacta) ó «generador de la v e r -
dad.» E l título de Bab se confiere entonces al más
ferviente de los diez y ocho discípulos del « P u n t o » ,
precisamente á un mol'lah llamado Hussein, que
vino del Jorassan con el propósito único y exclusi-
vo de admirar al joven redentor.
El entusiasmo p o r la nueva religión no podia
contenerse en populosa ciudad, de resultas de lo
cual, el B a b , al igual de San P a b l o , deja á su maes-
tro y señor para dedicarse á convertir gentes que
aclamen al representante de Dios en la tierra, y se
aleja sin más arma que el primer escrito del Punto,
un comentario sobre el capítulo del Alcorán titulado
«José». Fuese Hussein, no por campos y villorrios,
sino recto á Ispahan, la ciudad mas poblada de
Persia; allí predica, arrastra las masas, y llega
triunfante á Teherán, donde observan la misma
vacilante conducta que en un principio. E l Shah e s -
cucha al B a b , lo aplaude, lo halaga; pero á fuerza
de oirle discurrir sobre reformas, no sólo religiosas,
sino que también políticas y sociales, llega á temer
por su t r o n o , le impone silencio y lo echa de la c a -
pital.
Nada adelanta con esto S. M . E l Bab se dirige al
Jorassan, y por otra parte, principia la Persia á a r -
der en sus cuatro puntos cardinales, siendo parte á
240 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

atizar el voraz incendio la muerte del Shah; pues


aquí, cuando el Soberano muere, todo el mundo se
considera autorizado á hacer lo que le parece , por-
que están imbuidos de esta idea, de que los gober-
nantes y las autoridades todas son criados del Shah;
por consiguiente, muerto el a m o , quedan despoja-
dos de su autoridad, y todos participan de ella
igualmente.
Mientras el Bab acrecentaba sus fuerzas, no ya
por medio de la palabra, sino de la violencia, en el
extremo opuesto del Imperio, en K a z v i n , una jo-
ven hermosa, valiente, llamada G-urrat el ai'n «Con-
suelo de los ojos » , se lanza en público, la cara des-
cubierta, proclamando, j u n t o con la divina misión
de su maestro, la abolición de la poligamia, precep-
to de la nueva doctrina. E n pocos dias alborotó la
ciudad, conquistó la opinión, y en plena mezquita
manda asesinar á su s u e g r o ; que porfiaba por resti-
tuirla á la vida tranquila del harem.
E l Imperio iranio se halló por entonces en grave
riesgo; la osadía de los nuevos prosélitos no conocia
limites, llegando al extremo de aunar sus fuerzas,
constituyendo en el Mazanderan un poder dentro
de la Nación. Fuese allá el «Consuelo de los ojos)'
á levantar los ánimos con su palabra, recorriendo
c a m p o s , p u e b l o s , ciudades, proclamando que era
llegada la hora de cambiar el antiguo libro por otro;
que Dios iba á ser adorado como lo tenía por con-
veniente, conforme á la nueva religión; que una
nueva ley iba á redimir al m u n d o ; que debían pe-
HISTORIA DE PERSIA. 241

lear las mujeres, para morir ó triunfar, en el c a m -


po del martirio ó de la gloria, al lado de sus padres,
hermanos ó maridos.
Terminada la propaganda por el Mazanderan,
marchóse á Teherán, y atrincherado el Bab junto á
AHabad, en una fortaleza que él y los suyos levan-
taron, estuvo rechazando por espacio de meses las
fuerzas que de continuo mandaba contra él Tagui
Jan, el célebre primer Ministro de Easr ed Din.
Los horrores que allí se cometieron son indescripti-
bles: los unos, movidos por la desesperación; los
otros por el m i e d o , y todos por el afán de mostrar-
se invencibles, consumaron los actos de mayor bar-
barie que la inteligencia humana pueda concebir. A
pesar del entusiasmo, los babies se vieron sitiados;
cuando el hambre principió á producir los naturales
estragos, se alimentaron con huesos molidos de los
cadáveres; cuando el Bab fué herido de dos balazos
en el p e c h o , se rodeó de los s u y o s , y hasta el m o -
mento de espirar les alentó á proseguir en bien de
la nueva religión, asegurándoles que su muerte era
un accidente material sin consecuencia, puesto que
á los pocos dias volvería al mundo á proseguir bajo
otra forma la obra comenzada.
Entre tantos héroes hubo un traidor, y se rindió
la fortaleza de Aliabad. Pero ¡ oh m e n g u a ! el G e n e -
ral de las tropas del S h a h , después de prometer á
los babies, que en junto apenas llegaban ya á unos
trescientos entre h o m b r e s , mujeres y niños, que
conservarían la vida, los degolló en un banquete, y
ís
242 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

poniendo en fila los cadáveres, mandó que les abrie-


ran el vientre.
Teatro de semejantes horribles crueldades era a
propio tiempo la ciudad de Zindshan. También allí
murió con sin igual resignación el jefe de los babies,
un tal mol'lah Muhammad A l í ; también allí perdo-
naron á los vencidos para luego despedazarlos á ba-
yonetazos, y á tres m u y principales, que fueron en-
viados á Teherán, mandó el E m i r Nizam que les
abrieran las venas , muerte que de allí á p o c o le in-
firió el Shah.
A s í las cosas , el primer Ministro aun temia, y de-
cidió acabar con el « P u n t o » . Hallábase éste preso
en un lugar del Guilan, donde en ocasiones mani-
festó su desaprobación á las violencias que cometían
los babies; pensaron llevarlo á Teherán con objeto de
exponerlo á la mofa pública; pero desistieron por
miedo á que las poblaciones se levantaran en su fa-
v o r ; que tales y tan grandes eran los progresos he-
chos por el babismo. Tratóse después de hacerle
discutir con personas de reconocido talento; mas
tampoco osaron, hasta que por fin se dijo á Hesh-
med eddaulet, Gobernador entonces de Tabriz, que
concluyera lisa y llanamente con el P u n t o .
N o se atrevió á ello el Príncipe Gobernador, y al
llegar el joven apóstol cautivo á T a b r i z , le obliga-
ron á discutir, con propósito de desprestigiarlo; pero
c o m o los contrincantes flaqueáran desde luego ante
los argumentos del R e d e n t o r , ocurriósele á Haraza
Mirza decirle que compusiese una surat digna de
HISTORIA DE PERSIA. 243

la inteligencia de Mahoma. E l Punto dijo la surat,


quedándose todos petrificados de admiración; pero
al mandar S. A . que repitiese la misma surat que
habia d i c h o , el Punto no repitió exactamente las
mismas palabras que primero pronunció, y de ahí
concluyeron q u e , si fuese realmente el Revelador
de la verdad, no habría cambiado nada á lo dicho
anteriormente.
Este motivo pareció convincente y sobrado; p u -
sieron grillos al Punto y á dos de sus discípulos,
y juntos fueron entregados al escarnio público. En
el camino apenas podían transitar, porque todos los
habitantes de Tabriz acudieron á contemplarlos. A
uno de los discípulos le dijeron que escupiera á la
cara de su S e ñ o r , y le escupió para alcanzar liber-
tad. Probaron de hacer lo mismo con el o t r o , pero
no fue posible; les pasaron entonces un cordel deba-
jo de los brazos, y de lo alto de la fortaleza fue-
ron suspendidos á corta distancia del suelo. Frente á
ellos habia un pelotón de soldados á las órdenes de
un oficial cristiano, dispuestos para acribillarlos á
balazos, y detras so extendía un mar de cabezas
humanas contemplando al j o v e n de veintiocho años,
que tanto ruido habia metido, y al fiel discípulo que
no quiso renegar de él. E n un momento de silencio
dijo el babi al Punto : « S e ñ o r , ¿ n o estás conten-
to de m í ? » P e r o temiendo el oficial se entablara a l -
gún diálogo que pusiese á la multitud y aun á la
tropa de parte de las víctimas, mandó hacer una
descarga. Cayeron al suelo el Redentor y su dis-
244 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cípulo. Este habia m u e r t o , pero el Punto echó á


c o r r e r ; una bala rompió el cordel que lo sostenía,
Prodújose contal motivo un asombro indescriptible,
y tengo por indudable que, si aprovechándolo en
aquel instante, el Punto se hubiese ido derecho á
la multitud, no c o m o vencido, sino como vence-
d o r , allí triunfara el babismo y muriera la dinastía
cadshar. Pero el Redentor no t u v o , y no era de ex-
trañar después del martirio que venía padeciendo,
serenidad bastante para comprender lo extraordina-
rio de su situación, y en vez de proclamarse con se-
renidad hijo de D i o s , fuese á refugiar á un cuerpo
de guardia, donde el Capitán lo mató á sablazos.
Murió el jefe del babismo en 1 8 5 2 , pero no el
babismo; sus adeptos fueron por espacio de algún
tiempo objeto de terror y de inicuas crueldades,
particularmente aquí, donde la presente generación
guarda memoria de las infamias que cometieron con
aquellos mártires, dignos por su valor y serenidad
incomparables, y por el tesón con que mantenían
su f e , hasta de la admiración de sus cobardes ene-
migos.
Para formar idea del miedo que aun h o y inspiran
los babies, esparcidos por el Irán entero, baste decir
que y o , europeo, no me atrevería á pronunciar en
un bazar el nombre de aquella secta, temeroso de
suscitar en el acto un conflicto.
E s en verdad de sentir que los apóstoles del nue-
vo Mesías no usaran de prudencia; con ella el triun-
fo fuera s e g u r o ; cuando el Gobierno quisiera enco-
HISTORIA DE PERSIA. 245

narse con los conversos, halláralos en mayoría. Y es


que el pueblo no iba impulsado por la bondad de la
idea religiosa; el pobre pueblo no entiende de e s o ;
harto trabajo tiene con ganarse el pan de cada día;
pero la idea de realzar su nacionalidad poniendo en
el trono á un imam descendiente de A l í , y por lo
mismo emparentado con Y e z d e g u i r d , el último sa-
sanida, halagaba su amor p r o p i o , herido h o y con la
presencia de un turanio en el trono de Cyro.
Esta circunstancia ha de seguir alimentando el
babismo, y lo liará reverdecer algún dia. E s d u d o -
so, sin e m b a r g o , que triunfe, porque esas empresas
no se frustran; triunfan ó mueren.
No ha sido posible, á pesar de mi diligencia, ha-
cerme con un ejemplar de los escritos del B a b , que
este nombre conserva aquel que se decia precursor
del « G r a n R e d e n t o r » , ni siquiera de otros que en
su tiempo y aun h o y escriben. E l Sr. Gobineau se
hallaba en circunstancias especiales para adquirir el
Biyan ó « E x p o s i c i ó n » de cuanto importa c o n o c e r ;
lo que ha publicado es un pequeño fragmento de los
escritos del Bab. L a colección más completa de los
mismos se encuentra en San Petersburgo.
He aquí en resumen los puntos característicos de
aquella r e l i g i ó n :
«El mundo emana de la Divinidad por la fuerza,
el poder, la voluntad, la a c c i ó n , la condescenden-
cia, la gloria. P o r cima de estas siete manifesta-
ciones de la fuerza creadora está la vida ( _5^), v

porque ella es á un tiempo origen y producto de


24(5 VIAJE AL INTEMOR DE PERSIA.

las siete fuerzas. Ahora b i e n ; el valor numérico de


las letras que componen la palabra ^jr^ ( e l que
tiene más v i d a ) suman l - f - 8 + 1 0 ; luego 19 es la
expresión numérica de D i o s , y esta cifra sirve en
Jos preceptos del Bab c o m o base de medida para el
tiempo y el espacio.
»Todo cuanto existe emana de D i o s ; el dia del
juicio todo volverá á é l , despojado de los defectos
causados por la emanación de la esencia pura. El
hombre sólo conocerá á Dios cuando vuelva á Dios,
es decir, á ser D i o s ; por consiguiente, es inútil tra-
tar de c o n o c e r l o , y siendo imposible, es preciso re-
signarse á obedecerle y amarle.»
Respecto á la insondable cuestión del bien y del
m a l , dice el Bab : « L a materia es responsable de
cuanto es digno de r e p r o b a c i ó n » ; por consiguiente,
no admite el libre albedrío, origen de tanto daño
para el hombre.
Los profetas participan de Dios y del hombre.
E l Biyan establece una forma do gobierno teo-
crático-democrático; regulariza el culto dándole ex-
traordinaria pompa, y fija la formadle los amuletos
— e l infiel no es miembro del Estado, pero no se le
condena á muerte y es lícito tener amistad con él;—
las abluciones pierden su valor religioso—cualquier
producción intelectual extraña al babismo debe que-
marse, porque sólo pueden contribuir al desorden y
perdición de las gentes;—sólo existen dos castigos:
la multa proporcionada á los recursos de cada cual,
y la prohibición de acercarse á la mujer por cierto
HISTORIA DE PERSIA. 247

tiempo;—la caridad es la principal obligación de los


hombres — condena la poligamia y recomienda el
casamiento, porque «es necesario que las criaturas
dejen una existencia de su existencia; deben casarse
pasada la edad de once a ñ o s ; faltar á esta prescrip-
ción es contravenir á la obra de la p r o p a g a c i ó n » ; —
el divorcio queda abolido, y suprimido el velo de las
mujeres.
Respecto á la administración, el Bab habla p o c o
de ello; la considera c o m o plaga de las Naciones,
imposible de extirpar, y los empleados públicos
como gente temible, trapisondista y holgazana.
N o sé cómo calificar la revolución consumada por
elbabismo. L o que sí sé es que en tiempo de Darío,
en tiempo de Sasan, durante todo el período m a h o -
metano, los hombres que proclamaron una idea reli-
giosa fueron los primeros de la Nación. Careciendo
de un ideal, abrazan el primero que se les presenta,
y lo abrazan con f e , con heroísmo; prueba ésta de
que aun se hallan en el primer período del estado
moral, que es la fe llevada hasta el sacrificio. Por
ahí llegaran tal vez los persas antes cpie nosotros al
ideal de la sociedad humana, que supongo sea : equa-
Htas sub more; es d e c i r , lo que fué en un principio.
Mas la expresión de estas y otras reflexiones que
ahora pudieran ocurrir me alejarían del cuadro que
primero quise bosquejar. Otro dia serán quizá objeto
de especial meditación. P o r lo demás, no es necesario
ahondar mucho el pensamiento para augurar que el
Irán debe ofrecer eu lo sucesivo poco pasto á la c u -
248 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

riosidad, y para conocer asimismo que, aun supo-


niendo que de la posesión de un ideal surgiera nueva
robusta vida, jamás recobrará ya su antigua fisono-
mía : el idioma se pierde, las tradiciones se borran,
las costumbres se eclipsan, y cuando en este suelo
vuelva á florecer la prosperidad, habrá I r á n , pero
no iranios. ¡ D ó n d e estarán los iranios cuando haya
concluido el antagonismo entre Afrasiab y Eustem,
que son los turanios y los iranios, ó mejor aún, los
rusos y los ingleses, destinados fatalmente á reem-
plazar aquellos elementos contrarios!
A s í como la suerte caprichosa nos coloca bajo
humilde cabana ó bajo las bóvedas de soberbio al-
cázar, así las Naciones están predestinadas á sufrir
ó á triunfar. Los iranios sufrieron. Pero que la
suerte sea propicia ó contraria, las sociedades de-
jan manifestaciones de su peculiar carácter, ó ayu-
dan á otras á ostentarlas orgullosas; la suma de es-
tas manifestaciones concurren en la sucesión de los
tiempos á la mayor excelencia de los h u m a n o s , es-
tado ideal en que debemos creer siquiera para alen-
tarnos en esta breve peregrinación por la tierra.
Suponer que existan pueblos de cuyos beneficios
no sean acreedoras las generaciones venideras, equi-
vale á suponer que pueda eliminarse el más ínfimo
de los elementos del Cosmos sin afectar á la obra
entera y grandiosísima de la naturaleza.
VI.

TEHERÁN.

Teherán, 25 de Agosto de 1874.

Eepuesto de los padecimientos que experimenté


durante el trayecto de Resht aquí, pasé á ofrecer
mis respetos á los Ministros délas Potencias extran-
jeras acreditadas en esta capital, teniendo la dicha
de que todos me acogieran con extraordinaria b e -
nevolencia, propia de amigos cariñosos más bien
que de personajes cuya elevada posición impone
necesariamente reserva en el decir y en el trato.
El Ministro de Rusia, Sr. B e g u e r , decano del
Cuerpo diplomático, era Cónsul general en Beirut
cuando y o estaba allí de Joven de lenguas á princi-
pios de 1 8 6 4 ; el de Francia, D . Alejandro Melli-
net, hizo su carrera en Cuba y en las repúblicas
situadas orillas del Pacífico, donde se oye el habla
castellana, que posee con singular perfección, y c o -
mo si esto no bastara á granjearme su bondadoso
trato, apenas me vio, dijo, con gran sorpresa mia :
«Usted debe ser hijo de un antiguo y buen amigo
250 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

m i ó . » Así era, en efecto. E l Representante de In-


glaterra, Sr. Thompson, residió quince años en
Chile, tierra donde nací; me habló y obsequió co-
m o á un compatriota s u y o ; lo propio hizo Munif
E f f e n d i , Ministro t u r c o , c u y o país, la Siria, co-
nozco á palmos. E l de A u s t r i a , por fin, Conde
D u b s k y , dejó hace p o c o tiempo el cargo de pri-
mer Secretario que desempeñaba en Madrid, á cam-
bio del que h o y ocupa, siendo también parte á ad-
mitirme en su trato la circunstancia de poder con-
versar conmigo en alemán.
Goza de mayor influencia entre estos Agentes el
de Rusia, representante de un vecino poderoso; en
cambio, el primer Enviado de dicha Nación, que
vino á Persia, fué rechazado por ser sucio y borra-
cho, según nos cuenta Chardin, allá á mediados del
siglo x v n , cuando las inauditas imposturas de los
falsos Dimitris ensangrentaban la Moscovia. Repre-
sentación diplomática permanente la tienen desde
principio de este siglo R u s i a , Turquía é Inglaterra.
Esta Nación envió en épocas anteriores embajadores
á Persia : en 1 2 9 0 , Eduardo I al R e y A n g u n ; en
1 5 6 1 , Isabel á Tahmasp I ; en el siglo x v n , Car-
los I á A b b a s I ; la Misión francesa sólo data de
1 8 5 5 , y la austríaca, del año pasado.
Entre las personas agregadas á los Ministros son
varias las que por circunstancias especiales, princi-
palmente por un profundo conocimiento en idiomas
orientales, serian dignas de especial mención si no
temiera herir su modestia; baste proclamar que el
TEHERÁN. 251

Cuerpo diplomático no es aquí, c o m o en tantas


otras partes, refugio de nulidades oficiales, y los G o -
biernos proceden con acierto escogiendo para sus
misiones en Oriente personas de reconocida aptitud.
El resto de los europeos, que en junto ascienden
¡i ochenta, lo componen principalmente empleados
ingleses del telégrafo, instructores del ejército, m é -
dicos italianos y franceses, entre ellos el sabio D o c -
tor Tolozan, amigo predilecto del Shah, y el distin-
guido ingeniero Sr. Vauvillier, que tan grandes y
relevantes servicios presta en el parque de artillería.
La exigua colonia me dispensó desde el primer
dia cordialísima acogida, y mi satisfacción habria
sido completa si hubiera podido granjearme igual
simpatía por parte de los indígenas ; desgraciada-
mente, no fué posible. A g o b i a d o s todavía los persas
bajo el y u g o de sus preocupaciones, nos consideran
moral y físicamente c o m o impuros (nadslies), dando
á estas palabras del Alcorán : « l o s idólatras son i m -
puros » , mayor alcance que los turcos. P o r consi-
guiente, tocar la mano á un cristiano, rozarse con
él, beber en el mismo vaso, recibir su visita cuando
llueve, pues del traje pudiera desprenderse una g o -
ta de agua impura que manchara la habitación, todo
esto y mucho más es nadshes; y sé de un antiguo
Ministro de Estado que se lavaba la cara y las m a -
nos después de conferenciar con los Representan-
tes extranjeros.
H a y en esto muchísimo de farsa, por supuesto;
á mi mesa tengo personas tachadas de fanáticas, y
252 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

bebeu más champagne que y o ; pero si nos encon-


tramos en la calle no se atreven á mirarme siquiera:
¡ tan cierto es que muchas de nuestras acciones no
las encamina la virtud, sino el miedo !
Más extraño parecerá que existan aquí indivi-
duos educados en Francia á expensas del Shah, de
quienes el europeo pudiera esperar alguna recipro-
c i d a d ; pero también nos rechazan, para probar á sus
compatriotas que nada perdieron de la fe religiosa,
y que por lo mismo que nos conocen nos despre-
cian. N o existe tal conocimiento; al contrario, des-
pués de seis ú ocho años de vivir en París, vuelven
aquí tan ignorantes de las costumbres europeas,
que llaman chic á la grosería; al vicio desenfrenado,
«conducirse á la f r a n g a » , y al tratar con perso-
nas respetables les dicen mon bon, ma vieille, si
además no les dan una palmadita en el vientre.
Efecto de no conocer el valor de muchas palabras,
ó de graduarlo por el que tienen en su idioma, sue-
len decir : embêté, zut, menteur, etc. Sucede asimis-
m o que pecan en sentido contrario cuando quieren
pasar por corteses ; entonces están siempre enchan-
tés, ó se convierten en « c r i a d o s » ó « e s c l a v o s » . Por
este m o t i v o , los persas ingertos de francés ofrecen
tipos extraños, q u e , lejos de difundir en el país
ideas generosas, levantadas, descubren la hez de
nuestras costumbres, pero ninguna de cuantas de-
bieran adoptar en beneficio propio y ajeno, y es
que una raza inferior, puesta al contacto de otra su-
perior, se corrompe y muere.
TEHERÁN. 253

Otra circunstancia que contribuye á limitar el


círculo de mis relaciones se debe á la frialdad con
que me recibió la autoridad local, por no agradarle
que el primer A g e n t e español viniera revestido de
una categoría tan ínfima como la de V i c e c ó n s u l ,
título que, habiendo de traducirse aquí por « C ó n -
sul pequeño», provoca á risa en vez de merecer res-
peto; y si alguno disfruto, es seguramente en gracia
á la consideración que me dispensan los europeos.
Así lo comprendí al hablar con Hussein J a n , M i -
nistro de N e g o c i o s Extranjeros, quien tardó doce
dias en contestar á la carta que le dirigí al llegar,
dándome así á entender la p o c a deferencia que mi
carácter oficial le merecia.
Fui á visitar á S. A . (que este tratamiento tiene
el gran favorito del Shah), solo, sin guardias, á que
tengo derecho y tenía cualquier europeo hasta hace
ocho años para impedir que lo insultaran por las ca-
lles. Hice media hora de antesala, paseándome de
arriba abajo por un corredor estrecho y oscuro, y
me consolaba con que, si á principios del siglo p a -
sado todo un Ministro de Luis X I V hizo antesala
en el H a y a , para obtener de Heinsius que el G o -
bierno holandés disminuyera sus exigencias hacia
Francia, un modestísimo Cónsul pequeño no tenía
por qué disgustarse esperando el momento de reve-
renciar al « P e c h o de la N a c i ó n » (Saderazam), al
«Jefe del ejército» (Sipahsalm'), que son los m a -
yores títulos á que pueda aspirar un persa.
Eecibióme S. A . en reducido gabinete tapizado
254 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

con preciosos rasos, cuajado de sederías y alfombras


europeas, porque siempre preferimos lo exótico á lo
propio. A l entrar, alzóse, y me hizo descansar so-
bre una silla, atención que sólo dispensan en aquel
departamento. Nuestras palabras fueron tan frías
c o m o nuestras miradas; pero las suyas se fijaron
en mis botinas, y en la duda de si tal actitud seria
requisito de la etiqueta persa, fijé á mi vez los ojos
en los descalzos pies de S. A . Recapacitando un
p o c o , conocí que me bailaba en falta, porque los
europeos de cualquier categoría y condición deben,
al tenor de los Tratados, llevar chanclos, y dejarlos
en la puerta de la habitación donde mora una auto-
ridad; y o no los llevaba, y mi olvido era tanto más
grave, cuanto que la pretensión de este pueblo es
justísima; no tienen más mesa ni más silla que la
alfombra; nunca en ella ponen los zapatos, y de con-
siguiente no está bien pisar ó manchar sitio que
sólo tocan las manos.

Entre otras cosas, expuse á S. A . , con toda la me-


sura de un pequeño hablando de un grande, que si
algún clia se presentaba ocasión propicia de ofrecer
mis humildes respetos á S. M . el Shan, lo tendría á
dicha y honra sin igual. Contestó S. A . : « S i tuvie-
se V . siquiera la categoría de Cónsul General, po-
dría V . pedir una audiencia )); mas al punto le
hice notar, con sorpresa suya, que no pedia nada, y
cumplía, sí, con un deber de cortesía, que debiera
agradar á cualquier subdito del Shah, cuanto más á
su primer Ministro. E s de advertir que todos los
TEHERÁN. 255

europeos visitan á S. M . , m u y amigo de exhibirse,


y de quien he sabido por conducto fidedigno que
desea c o n o c e r m e ; mas teme contrariar á su valido,
por quien está avasallado hasta el punto de tenerle
miedo.
Otro día tuve el honor de visitar á S. A . , y aun-
que no es fácil conocer dónde concluye la confianza
y principia el desprecio, c o m o no h a y ' m o t i v o poi-
qué tenérmelo, atribuyo á aquélla la siguiente
escena:
Fuile á pedir una Gran Cruz de la Orden del
León y del S o l , desparramada por esos mundos al
igual de la del B e y de Túnez , para un hombre e m i -
nente en la ciencia difícil de la lengüística. L a c o n -
seguí únicamente de palabra, que es cuanto aquí
suele conseguirse.
Era hacia la caída de la tarde de un hermosísimo
dia de primavera ; recibióme S. A . en espacioso
jardín, al borde de una fuente, al pié de soberbia,
baya; en un banco me senté y o ; en otro estaba d e -
positada una gran bandeja con pepinos, torrados, l i -
cores, y en otro reposaba perezoso el « P e c h o de la,
Nación», y junto á él un j o v e n de veintitrés años,
que debe ser en esta tierra, á j u z g a r por su hermosí-
sima figura, el fénix de los enamorados. E l Ministro
estuvo m u y afable c o n m i g o ; mas c o m o no se puede
cambiar la expresión de la cara con la facilidad que
la de los o j o s , tuve que atribuir las dulces miradas
que me dirigia á la imposibilidad de ocultar la d i -
cha que en aquellos momentos le embargaba. Con
256 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

gestos de la cabeza me concedía la Gran Cruz, y


me hubiera concedido ciento; pero volvíala en segui-
da á su Adonis, á quien tenía asido con la derecha
m a n o , mientras que con la izquierda buscaba en la
surtida bandeja el mejor de los pepinos para llevar-
lo á la encantadora boca de la « l u z de sus ojos»
nombre de esos jóvenes. D e una caida de caballo
murió p o c o tiempo después aquel doncel, y todo el
mundo, incluso el Shah, y alguno que otro diplo-
m á t i c o , presentaron su duelo al primer Ministro
por la irreparable pérdida. N o lo fué ciertamente
para la esposa del viudo, la que se apresuró á ocu-
par el lugar que la correspondía; mas no hallándolo,
llamó al harem un primo s u y o , y , después de ade-
rezarlo lujosamente, lo presentó á Hussein Jan, al-
canzando por este medio ahuyentar rivales de su
sexo.
Si el proceder del Sipahsalar no me extrañó en
la primera visita, menos me sorprendió en esta se-
gunda, porque de antiguo sé el desenfado con que
las autoridades tratan en Oriente á los europeos, ya
para hacer alarde de poderío é independencia, ya
porque detestan á los extranjeros, pues saben muy
bien que tras de arruinar la industria y minar el
edificio de las antiguas instituciones, los fuertes
pretenderán una parte del territorio.
E l encumbramiento del actual Saderazam es un
misterio para todo el mundo. Generalmente los fa-
voritos suben en gracia p o c o á p o c o , y se imponen
al Soberano c o m o se impone la mujer al hombre, á
TEHERÁN. 257

fuerza de tacto, de paciencia. Nada de esto lia acon-


tecido en el valimiento del Jan. Hijo de un barbero
que servia en los baños de K a z v i n , cayó en gracia
aun personaje entusiasta de su buena figura, quien,
prestándole apoyo, lo nombró Cónsul en B o m b a y ;
hizo luego la peregrinación á M e c a , ostentó gran
piedad, y granjeándose por esto medio la estimación
del clero, ocupó algunos puestos en la, diplomacia
hasta llegar á ser Ministro en Constantinopla, con
cuyo carácter acompañó al Sbab cuando S. M. re-
gresó de Querbelá á Teherán, hará cuatro años.
Durante las dilatadas marchas nocturnas de aquel
viaje observaron algunos que Hussein Jan hablaba
siempre á solas con su Señor, y hubo esto de chocar
hasta el punto de enemistarle con las demás perso-
nas del séquito real; pero es el caso que al llegar á
Teherán fué nombrado Ministro, casó luego con una
tia del Shah, y á poco eclipsó á sus colegas. N o
contento con esto, aspiró al título de Saderazam,
que nadie habia obtenido desde que fué asesinado el
famoso Mirza Tagui J a n ; y después de conseguir-
lo, añadió el de Sipahsalar, asumiendo de esta
suerte el poder civil y militar, sin restricción a l g u -
na , porque el Shah es de carácter débil, aunque tan
vanidoso, que procura ocultar su flaqueza con fin-
gida altivez en la mirada y en el porte. E l cuidado
que Hussein ha desplegado para combatir intrigas
palaciegas, para declararse en guerra con los P r í n -
cipes y no temerlos, piara tener á raya al clero y
alejar á cuantos puedan hacerle sombra, no es para
17
258 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

dicho, si bien fuera curioso y algún tanto instructi-


vo conocer los grandes efectos que á veces produ-
cen pequeñas causas, y cuan á merced del capricho
viven los pueblos que no han sabido conquistarse
leyes.
Fuera merecida la posición del favorito si en el
apogeo de su fortuna atendiera al bien del país,
á levantarlo siquiera de la postración en que lo
sumieron recientes inmensas desgracias, produci-
das por el hambre y la peste, causas de mortandad
horrorosa; pero lo único hasta ahora evidente es que
posee pingüe fortuna, aunque el sueldo nominal, no
efectivo, porque aquí no hay ninguno fijo, de que
disfruta en calidad de Ministro de Estado y de la
Guerra sólo asciende á veinte mil duros. E n todas
ocasiones, sin e m b a r g o , proclama su pobreza, y
en aquellas en que los subditos ofrecen regalos al
Shah, el Ministro se excusa, diciendo que carece de
medios para cumplir tan sagrado deber.
Atendida la privanza del SipaJisalar, á quien
han puesto por apodo durugbashí (mentira jefe),
y el débil carácter del Shah, dicho se está que sus
colegas para nada figuran; bien es verdad que, aun
no mediando tales circunstancias, la máquina admi-
nistrativa sería la misma; para cambiarla se necesi-
tara un concurso de circunstancias que cambiasen
también la índole de esta sociedad.
E l Shah de Persia, aun cuando algunos opinen
lo contrario, es un Soberano d e s p ó t i c o , dueño de
vidas y haciendas. Siendo así, parece que el país
T15HEKÁN. 259

debiera hallarse completamente aniquilado ó en cons-


tante rebelión. IXo sucede ni lo uno ni lo otro,
i Para ejercer el despotismo necesita el Shan divi-
dirlo y subdividirlo; así es que da una orden, y
como nunca es para bien de t o d o s , cada uno de
aquellos por quienes va pasando halla interés en m o -
dificarla ó en anularla; do manera que la orden no
se cumple, ó sólo se cumple en parte. Esta observa-
ción es evidente á primera vista, sabiendo que toda
persona, no sólo revestida de una sombra de poder,
sino del prestigio de haberlo tenido ó de la espe-
ranza de alcanzarlo, está acosada por turbas de p r e -
tendientes, que llamare familiares, cuyas intrigas
paralizan su acción, y cuyo número guarda p r o p o r -
ción con el absolutismo de los Gobiernos. Si esto
acontece con un Alcalde de barrio, ¡qué no aconte-
cerá con los Gobernadores, con los Ministros, con
el Shah! Resulta de aquí que frente al déspota se
halla el resto de la Nación ligado por un espíritu d e -
mocrático nacido del choque de los abusos, donde
se amortiguan ó mueren los efectos de la voluntad
suprema, y asimismo, que los más allegados á ella
son precisamente los que están en mayor peligro.
Hé aquí un ejemplo de esto, que puedo citar entre
muchos.

El Shah confiere el gobierno de las diez y nueve


provincias del Imperio á quien mayor rendimiento
le ofrece anualmente; c o m o exige además, en c o n -
cepto de adelanto, sumas considerables, los G o b e r -
nadores deben tener cuantiosa fortuna. E l Goberna-
260 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

dor por su parte no quiere quedarse en descubier-


to ; aumenta cuanto puede el impuesto personal y
sobre bienes raíces; vende cargos administrativos al
mejor postor, quien á su vez se desquita con los su-
bordinados , que naturalmente buscan cosecha entre
el pueblo. Pero de aquí refluye hacia arriba una
fuerza contraria á la que oprime de arriba abajo.
E l último recurso del pueblo, cuya mayor parte
está organizada en tribus, radica en la fuerza y en
la emigración; cuando lo imponen mayor contribu-
ción de la que buenamente puede satisfacer, se su-
bleva ó emigra. Ante semejante actitud ceden las
autoridades, los recaudadores tratan amistosamente
con el jefe ó jefes de pueblo ó distrito, dejándose
persuadir siempre que la recolección ha sido mala ó
que las enfermedades han diezmado el ganado, etc.;
del mismo modo se entienden los recaudadores con
los gobernadorcillos, quienes entregan al Goberna-
dor general una parte tan sólo de lo que exigió.
Clama S. E., pero en v a n o ; los administradores cla-
man contra los jefes de distrito; éstos contra la
perfidia del p u e b l o ; los gobernadorcillos contra to-
d o s , y recíprocamente, y el Gobernador, en la im-
posibilidad de castigar á todo el m u n d o , transige.
L o que pasa en la recaudación de impuestos pasa
en la quinta y en lo demás. V a , por ejemplo, un Ca-
pitán á tal ó cual distrito, cuyo cupo es de cincuenta
hombres que han de servir toda la v i d a ; forma una
lista de personas ricas, otra de las pobres, y princi-
pia por amenazar á los más pudientes; éstos se apre-
TEHERÁN. 261

suraná remunerarle según sus medios, con objeto de


eximirse del reclutamiento, y dicho se está que en
él sólo acaban por figurar los pobres. Vuélvese e n -
tonces al Coronel, y se muestra disgustado de su
misión, dándole lo menos que puede de cuanto r e -
cogió, si es que antes no ha pagado el cargo que le
confiaron; el Coronel trata con el Ministro de la
Guerra sobre las mismas bases que trató con el Ca-
pitán, y el Ministro se ingenia para quedar con el
Shah del mejor modo posible. Pero si el Ministro ó
el Gobernador no logran contentar ai Soberano, ni
éste tiene por qué temerlos, los castiga, ya ponién-
dolos al sol con la cabeza desnuda, ya mandándoles
colocar en ella un pedazo de hielo hasta tanto que
satisfagan sus exigencias. Tales castigos no empecen
en manera alguna para que cada cual vuelve, á des-
empeñar el empleo epue tuvo.
De lo expuesto se deducen consideraciones socia-
les de varias clases, que el lector puede adivinar, y
que han de subsistir sea cual fuere el carácter del
déspota. La más esencial es que la intriga debe ser
base de t o d o ; no habiendo derechos, no hay d e b e -
res, y recíprocamente; por consiguiente, cada uno
tiende á esquivar el cumplimiento de éstos y alcan-
zar el g o c e de aquéllos. E n una sociedad así c o n s -
tituida los ciudadanos so quejan, murmuran y m a l -
dicen; no conozco país que hablo picor de sí mismo
que éste, y donde á cualquier propósito no excla-
men : / Car Irán ! « ¡ Hechura ó cosas de I r á n ! »
Sin embargo, el país subsiste, porque un abuso des-
2G2 V I A J E AL INTERIOR DE PERSIA.

truye otro, y si un grande roba á muchos peque-


ñ o s , los pequeños roban al grande.
Se concibe que cada, cual desplegue talento y
pericia sin igual para tener el mayor número de
amigos y protectores, ya para amenguar exigen-
cias, ya para logro del medro personal; que grandes
y pequeños traten de parecer lo más pobres que po-
sible sea, para guarecerse contra la persecución ó el
abuso. A s í , muchos propietarios pudientes no ter-
minan la construcción de una casa, y dicen á todas
horas : « ¡ S i no tengo fondos para concluir mi ho-
g a r ! » Á fin de representar el papel más á lo vivo,
suelen estar cargados do deudas para dificultar el
que les pidan; sin e m b a r g o , la mayor parte, por no
decir la población entera, so halla realmente (ai tan
angustiosa situación, siendo común y corriente
prestarse mutuamente los pobres cantidades ínfimas
al 100 por 100 de interés mensual, eludiendo apa-
rentemente la prohibición del Alcorán con suscri-
bir recibos en que los intereses figuran acumulados
al capital. E s de advertir que el acreedor rara vez
usa de su derecho contra el (unidor; antes, por el
contrario, acrecienta el préstamo por miedo de per-
derlo. L o propio sucede con los empleados del
G o b i e r n o , así naturales como extranjeros; para
no comprometer lo que se les d e b e , siguen traba-
jando años y años con esperanza de nivelarse al-
gún día.

E n tesis general tenemos, pues, que el Soberano


se halla tan por cima de los s u b d i t o s , que ante él
TEHERÁN. 263

todos son pequeños, es decir, iguales; y siendo, con


escasa diferencia, igual la pobreza y la instrucción
de las masas, y por consiguiente sus medios de a c -
ción, so aunan para engañar á quien engaña en vez
de proteger. E s decir, que de cualquiera de estas
consideraciones, recíprocas entre s í , resulta q u e , si
hay un pueblo apto para la nivelación social, ese
pueblo es el de Irán. Todos los estados musulmanes
están en igual caso.
El clero y las tribus también constituyen una
barrera contra el absolutismo, pues si bien el pri-
mero se encuentra un tanto decaído, todavía podria
arrastrar al pueblo; respecto á las tribus, algunas
pueden considerarse c o m o estados dentro del Esta-
do; tanto, que el Sbah reside aquí, por no alejarse
de aquellas de donde es oriunda su raza, y si algu-
na vez emprende un viajo, aunque sea á Ispahan,
le acompañan veinte mil hombres.
De la situación y m o d o de ser del pueblo y de
las tribus podré formar idea exacta cuando viaje
por Persia, mejor que en la capital; pero lo que o b -
servo aquí m u y á mi sabor es esa clase, que por
analogía con la de Roma, he llamado familiares;
turba que tiene en asedio á todo el mundo desde el
Shah piara abajo; gentes ociosas, cuya felicidad su-
prema es h o l g a r ; que viven siempre ácosta de otros;
que están dispuestas á prestar sus servicios á todos
y para t o d o , y forman una piarte tan numerosa de
la población, c o m o juntas la clase del negociante,
del menestral, del artista, que sufre, paga, y profesa
264 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

al Shah y á la república, familiar el más profundo-


desprecio. Para el familiar, á quien suelen aplicar
el nombre de fuzúl, intrigante, todos los medios son
buenos al logro de su propósito, incluso los que le
suministran las dotes físicas, sin desmerecer por
esto á l o s ojos de nadie, c o m o no desmerece el Go-
bernador que sufro un castigo, muy al contrario; y
viéndose cada dia pequeños convertidos en grandes,
todos los persas se consideran aptos á desempeñar
cualquier empleo. Ejemplo honorabilísimo de tales
cambios de fortuna es el siguiente:
E l actnal Ministro en Constantinopla, Mohsen
J a n , hallabas;' aquí cesante del cargo de Secretario
de L e g a c i ó n , por haber cometido ciertas faltas en
varias Cortes europeas, principalmente en Londres,
cuando so trató de la concesión Reuter. Durante el
triste período de la cesantía hizo dos veces la peregri-
nación á M e c a , circunstancia que le valió gran con-
sideración entre el c l e r o , y atenuó los errores pasa-
d o s , hasta el pinito de atreverse á ir á Palacio. En
cierta ocasión ofreció al Sliah un revolver-puñal,
industria de los Estados-Unidos; S. M. gustó mu-
cho del regalo, y desde una ventana disparó cinco
tiros; púsose luego á discurrir acerca del mecanis-
m o de arma tan ingeniosa, y volviéndola en sus
manos de un lado para otro, de pronto salió el sexto
tiro que hirió á Mohsen en el muslo. Á l ruido de
la detonación acudieron los de Palacio; propalóse
en un minuto por la ciudad que habían muerto al
Shah, y tal incremento fué tomando el alboroto,
TEHERÁN. 265

que hubo S. M. do presentarse en público para evi-


tar una revolución.
Llevado Mohsen á su casa, acudió á visitarle
todo Teherán, y en particular el clero; el Shah por
su parte se informaba diariamente del estado del
herido, (pie, no obstante estarlo levemente, fingia
morir gustoso, «efecto de un descuido imperial.»
Sin embargo, al mes fué Mohsen á Palacio á besar
las manos al Soberano, quien, visiblemente c o n m o -
vido, le pidió perdón y ofreció darle cuanto fuera de
su agrado. A c c e d i ó el J a n , y en larga lista satisfizo
su ambición; para sí tomó la Legación de Persia en
Constantinopla, y para sus amigos y deudos, un
sinnúmero de empleos que le fueron concedidos.
Los familiares pueden dividirse en dos clases: los
que no saben leer ni escribir, ó sólo de una manera
imperfecta, los cuales son hombres de faena, criado
propiamente dicho (nucar), cocinero (asJipaz), y
los viirzas, que poseen aquellos conocimientos. L a
palabra mirza es contracción do amirzadeh (lujo de
emir), es decir, «bien nacido»; cuando precede al
nombre propio, equivale á « S e ñ o r » , y siguiéndole,
á «Principie».
Dicho se está que el mirza, por ser más ilustrado,
es el más temible de los familiares, y puede tener
muchos y m u y varios empleos, cuya graduación, si
bien marcada en teoría, apenas lo está en la p r á c -
tica. Jefe de servicio (pishjetmet), galopin (gu-
lam),paje (gulambeché, galopan n i ñ o ) , palafrenero
(mirajor), mozo de espuela (farrash), intendente
266 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

(iiázer), servidor de café (cajveeM), portador de


galiuu (galiunchí), portador de papel (capchi), etc.,
son otros tantos títulos con que se bautiza el fa-
miliar. Siéndolo de persona revestida de autoridad,
el jefe de servicio, el p a j e , el intendente, el pala-
frenero sobre t o d o , adquieren gran importancia;
tienen á sus órdenes quien desempeñe el trabajo
material, y pueden accidentalmente ejercer cargos
c o m o el de recaudador, inspector, apremiador ú
otros.
Ninguna de las personas de esta clase, como
tampoco ningún empleado del Gobierno, tiene re-
tribución fija; los sueldos y salarios, por más que
se proclamen, sólo existen nominalmente; pero
cada uno sabe, en cambio, poco más ó menos, aque-
llas entradas (mudájel) que puede tener en el des-
empeño de tal ó cual c a r g o , ó á la sombra do tal ó
cual individuo. Quien no logra vender protección
baila mil medios de lucrarse; por ejemplo, cuan-
do su señor envía un regalo, la persona obsequiada
debe dar al portador el importe de lo que estima
valer el presente; pero si es de alta categoría, en-
tonces, como que no hay límite á su generosidad,
todo parece p o c o ; y ocurre en tales casos que los
beneficios se reparten entre el amo y el familiar.
La costumbre exige que los pequeños -regalen á los
grandes en nu ruz (nuevo dia), año nuevo, ú otra
gran fiesta; cuando uno se casa ó le nace un hijo,
cuando se llega á una ciudad, cuando se alcanzan
empleos, condecoraciones, al recibirse un exequa-
TEHERÁN. 2G7

tur, e t c . ; entóneos el portador de la buena nueva


recibe lo que pudiéramos llamar sus derechos o b -
vencionales. Y tan imposible les parece á los persas
que tengamos sueldos fijos en E u r o p a , que Y a j y a
Jan preguntó á un Ministro de Francia cuánto le
sacaba al empico. « T e n g o sueldo, replicó el M i -
n i s t r o . — N o , no es e s o : — ¿ c u á n t o saca V . de
aquí?....» P o r regla general los funcionarios públi-
cos se guardan el 5 por 100 de los pagos que satis-
facen ó perciben.
Muchos ociosos encuentran seguro abrigo en la
infinidad de establecimientos procedentes de bienes
eclesiásticos : escuelas, mezquitas, capillas, carva-
seras, y aun casas de beneficencia, que disfrutan
rentas, por todos y en todos tiempos respetadas.
Calcúlase que los dos tercios de la riqueza nacional
la constituyen bienes amortizados. Otra circunstan-
cia, por fin, que favorece la existencia aventurera
del familiar y del persa en general, á más de su
indisputable travesura y sagacidad, es la indiferen-
cia con que vive en un punto lo mismo que en o t r o ;
cansado do probar fortuna en una ciudad, so va á
otra sin más que lo puesto; y si en el camino en-
cuentra, un viajero, le sigue, vive en su compañía á
cambio de cualquier servicio, y caminando h o y con
uno, mañana con otro, llegan muchos á recorrer la
Persia entera. Esta movilidad de las personas debe
contribuir al indiferentismo religioso, eme es aquí
mucho mayor de lo que pudiera suponerse.

Por m u y numerosos que sean los títulos con que


208 VJAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

se bautiza el familiar, lo son muchísimo más los


que emanan del capricho imperial.
Consignaré algunos para solaz del lector, y en
primer término, los más usuales de S. M .
S u l t á n — R o y de los Reyes — J a c a n — S a g r a d o —
J e d i v c — P o s e e d o r de la c o r o n a — S e ñ o r de las Na-
ciones—Alquibla del u n i v e r s o — S o m b r a de Dios —
C y r o — C a l i f a del t i e m p o — I g u a l en justicia á Cos-
r o e s — G l o r i a de los Soberanos de los siglos—Ven-
gador de los ejércitos infieles—León que espanta—
Salomón do la é p o c a — G u a r d i a n del m u n d o — P o -
seedor del palacio de D s h e m s h i d — S e ñ o r de los
treinta años (de la generación) — Espada cortante
de Dios.

HAREM.

Cuna suprema (título propio de la Reina madre)


— Dulzura del Gobierno—•Señora bonita — Lustre
del G o b i e r n o — A l e g r í a del Gobierno — Confidente
de la Majestad—Ornato del G o b i e r n o — S o l del Go-
b i e r n o — Lujo del G o b i e r n o — A r m a r i o del Gobier-
n o — L u n a llena del Reino — Práctica del Gobierno
— Potencia del Gobierno.

HIJOS DEL SHAH.

Sombra del S u l t á n — G r a n G o b e r n a d o r — P o m p a
del I m p e r i o — M a n o derecha del Imperio—Brazo
del I m p e r i o — S o s t e n del Imperio—Planeta del Im-
perio.
TEHERÁN. 269

HIJAS.

Castidad del ricino — Gloria de los R e y e s — C o -


rona del Reino — Luna del Imperio.

HERMANOS DEL SHAH.

Honor del G o b i e r n o — D e c o r a d o r del Gobierno


—Columna del Gobierno.

HERMANAS.

Amada del Gobierno—Castidad del Gobierno.

TÍOS DEL SHAH.

Sable cortante del Gobierno—Fortalecedor del


Gobierno—Confidente del Gobierno — Vista del
Gobierno—Asistencia del R e i n o — L u m b r e r a del
Gobierno — P o m p a del Gobierno—Jefe de los
Jefes.

JANES CADSHARES.

Elevación del R e i n o — P r o t e c t o r del Reino —


Confianza del Reino — Ojo del G o b i e r n o — E x h a l a -
ción del Gobierno.

ALTAS DIGNIDADES.

Gran Secretario de los Estados — A y u d a del G o -


bierno— Literario de los Gobiernos — Portero del
Imperio (introductor de E m b a j a d o r e s ) — A n t e b r a -
zo del Gobierno (servidor del S h a h ) — L i n t e r n a del
Reino (montero m a y o r ) — F l e c h a del Reino ( e d e -
270 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

c a n ) — A n t o r c h a del Reino (id.) — Confidente del


Gobierno — Moralizador del Reino — Confianza del
harem (primer e u n u c o ) — L e ó n amarillo (segundo
e u n u c o ) — J e f e de los gimnastas—'Jefe de los sal-
timbanquis—Jefe de los p r e g o n e r o s — F i l o del
Gobierno (jefe de los v e r d u g o s ) .

TÍTULOS DE MOL'LAHES, JURISCONSULTOS

Y SABIOS.

Jefe del i s l a m i s m o — S u p r e m o sacerdote — Sos-


ten de las leyes — Razonamiento del i s l a m i s m o -
V i c a r i o del Viernes •—Sable de las leyes — Corona
de los poetas — Sol de los s a b i o s — R e y de los bi-
bliotecarios—Lengua del Gobierno (cronista).
Como regla general, los títulos afijos á mide (rei-
n o ) son inferiores á los afijos á datdel (gobierno),
que lo son asimismo á los afijos á sultanat (impe-
r i o ) . Suelen éstos ser propiios de la familia Real,
y casi siempre expresan ideas abstractas.
Sería en verdad curioso averiguar el motivo que
tuvieron los antiguos para establecer ciertas distin-
ciones : por qué, por ejemplo, la «Flecha del Reino»
tiene preferencia sobro la « A n t o r c h a del Reino)), ó
la « P o m p a del Gobierno» sobre el «Sable cortante
del I m p e r i o » , por más que á los ojos de este pue-
blo sea de toda evidencia.
Exceptuando los títulos propios de la familia
R e a l , los demás puede alcanzarlos cualquiera con
ayuda de su buena estrella; pero he omitido cargos
de suma importancia que no están en el mismo ca-
TEHERÁN. 271

so, y de los cuales apuntaré algunos. El astrólogo,


llamado en pah.Ia.vi aelaréshinar ( e l que cuenta ó
conoce las estrellas), interpreta diariamente los sue-
ños de S. M . , augura la suerte futura de las espo-
sas y caballos, pronostica los accidentes clel tiempo
y las vicisitudes de la preciosa vida del Sobera-
no. El jefe do los verdugos, el primer eunuco, son
personas revestidas de la mayor consideración, á
semejanza de lo que acontecía en la Corte de los
antiguos Reyes sábeos de A r a b i a ; el Cronista
de S. M. (lengua del I m p e r i o ) lo es hoy una persona
de grandes dotes; pero sus escritos son siempre par-
ciales. N o siguen aquí la buena costumbre obser-
vada en China, donde hay, ó habia por lo menos,
varios cronistas, cuyos escritos eran un secreto hasta
después de morir el Emperador, y sólo entonces
pesaban las distintas opiniones para formular una
imparcial. Reside asimismo en la Corte el Jefe de
los gimnastas (pa/daváii basivi), título propio de
quien en todas partes ha vencido á sus contrincan-
tes. El actual es hombre corpulentísimo, extraordi-
nariamente velludo, y de tan prodigiosas fuerzas, que
maneja troncos de árboles de cuatro ó cinco arro-
bas con la misma facilidad con que y o j u e g o con
mi bastón.

A los títulos y cargos enumerados adaptan tra-


tamientos y fórmulas especiales en la correspon-
dencia, pues el lenguaje cancilleresco está m u y i m -
pregnado de la tendencia oriental á la hipérbole.
Así, por ejemplo, dirigiéndose el Shah al Principe
272 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

heredero, le dice : « L u c e r o do mi alma, Jefe de las


puertas que se abrirán, rama del árbol real, de es-
tirpe sin igual » A los demás hijos : «Perla del
j o y e r o real, estrella brillante, poseedor de mi nom-
bre x> A l primer Ministro: « A l t e z a , glorioso, fe-
liz, honrado, próspero, valiente, columna del Im-
perio, dedo de eterna duración )>; y en este senti-
do va bajando el diapasón de la alabanza.
E l titulo de Jan era entre los mogoles patrimo-
nio de los Príncipes, y los de origen turcomano,
Aga y Bey, son conferidos por el Soberano á quien
le parece, haciéndolos á veces extensivos á los des-
cendientes del agraciado.
Apunté en uno do los párrafos anteriores que
este pueblo, c o m o todos aquellos en que predomina
largo absolutismo, participa necesariamente del es-
píritu de igualdad; por consiguiente, no ha menes-
ter ejércitos permanentes, y de hecho no los tiene.
Envanécense, os verdad, con que pueden poner cin-
cuenta mil hombres en campaña, pero es muy du-
doso que alcanzaran á tanto, y si estallara una
guerra, la fuerza radicaría principalmente en las
tribus, como sucedió el año 1840, cuando se verificó
la invasión rusa; cada provincia entonces se defen-
dia sin auxilio del Gobierno.
Según los datos oficiales, consta el ejército do
veinticinco mil hombres de infantería, uno por cada
veinte duros de contribución, exceptuando los gue-
bros, judíos y armenios, que pagan en metálico la
contribución de s a n g r e ; la fuerza de caballería es
TEHERÁN. 273

insignificante, redúcese á la escolta del Shah, y la


artillería; según informes fidedignos, tendrá doce
regimientos y unos setenta cañones, viejos, m a l o s ;

como el resto del material. H a y un escalafón en


(¡ue figuran seis Capitanes generales, cuarenta Ge-
nerales (Serdar, Emir toman, es decir, E m i r de
diez m i l ) , unos setenta Coroneles (Serlib serheng);
el Coronel tiene á sus órdenes dos Comandantes
(jjaures), el yaur cuatro Sultanes ó Capitanes, etc.
Todos los grados se c o m p r a n , y en teoría están bien
retribuidos : el de Capitán general, con seis mil d u -
ros; el de General, con tres m i l ; los Coroneles d e -
ben cobrar mil quinientos d u r o s ; la mitad de este
sueldo los Capitanes, y por fin, los soldados, llama-
dos sarbaz ( c a b e z a j u e g a ) , tienen asignados diez
duros anuales, y dos trajes, uno de lana y otro de
algodón. Mientras no hay nada que hacer, que es la
mayor parte del a ñ o , los regimientos turnan en el
servicio, reducido á hacer guardia en palacio, en
los centros oficiales, y á hacer ejercicio; pero se le
ocurre al Shah pasar una revista, y en este caso
aparecen ya claramente los defectos de aquella o r -
ganización militar. Una parte de los soldados ca-
rece de uniforme, por haberlo vendido ó empieña-
do, y arguyen no pioderlo comprar atendido á que
se les debe dos ó tres años de s u e l d o ; otros no
acuden al llamamiento por estar ocupados en fae-
nas de las cuales pende el indispensable sustento;
los jefes, persuadidos de la razón que asiste á unos
}" otros, sabedores también de cuándo y dónde se
18
274 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

estancaron las pagas, corren por todas partes inten-


tando atraerse la gente de tropa á fuerza de súpli-
cas y promesas, siquiera sea para salir momentánea-
mente del paso. A l g u n o s acceden, otros exigen dos
ó tres pesetas á cuenta, éste alquila un pantalón,
aquél una levita, el de más allá se presenta como
estaba; de suerte que, al momento de la revista, sólo
forman seis tí ocho mil hombres en vez de doce mil.
Cuando el Soberano pregunta dónde están sus tro-
p a s , el Ministro de la Guerra aduce necesidades del
servicio, desgracias y defunciones; y si el aspecto
de los cuadros no satisface al deseo, allí como en
todas partes el Ministro echa la culpa á los Gene-
rales, los Generales á los Coroneles, y así sucesiva-
mente hasta llegar al soldado, sobre quien recaen
todos los rigores, presentándolo c o m o un ente malo,
i n g r a t o , incapaz de apreciar los beneficios de la mu-
nificencia real. E s decir, acontece al Shah lo que
á los Gobernadores; es á saber, que, en la imposibi-
lidad de castigar á todo el m u n d o , y no teniendo
energía para castigar, ni personas desinteresadas á
su d e v o c i ó n , se ve obligado á transiguir.

Sucede á menudo que los pobres soldados pro-


mueven conflictos en la ciudad con objeto de perci-
bir lo que les adeudan; pero casi siempre las quejas
son estériles, c o m o suelen serlo las protestas contra
los que mandan.
Una mañana, pasando por la plaza destinada á
ejercicios militares (Meidan meshc, campo manio-
b r a ) , vi al primer Ministro arengando á dos regi-
miento.? que se habían pronunciado, y cuyas iras
trataba de calmar á fuerza de promesas. «ISTo es
vuestro General quien os habla, decia, es vuestro
compañero Hussein, el que promete pagaros p u n -
tualmente cuanto se os debe » E n esto salió una
voz de entre las filas diciendo : « ¡ Tan embustero es
éste como los demás!).' Y el Ministro, sin alterarse:
« T ú , a m i g o , vén a c á » , le dijo. Obedeció el solda-
do, pero atravesando el grupo de ayudantes y f a -
miliares que rodeaban á S. A . , escurriéronle una
moneda de o r o , y el valiente, al llegar á presencia
del j e f e , contrito exclamó ; « ¡ General, perdonad
mi locura, he perdido la cabeza! ¡Matadme aquí
mismo si creéis que dudo de vuestra p r o m e s a ! » L o s
compañeros quedaron atónitos y boquiabiertos al
contemplar cambio tan repentino, y S. A . no hubo
menester más retóricas para persuadirles que tuvie-
ran paciencia.
Es m u y difícil, por no decir imposible, señalar
la distancia que media entre las jerarquías milita-
res ; de soldado á Coronel hay un paso, y otro de
Coronel á Capitán General. L a ilustración viene á
ser en todos la misma; las costumbres, parecidas; los
sentimientos, iguales; todos se tratan, so ayudan y
hablan con igual familiaridad, lo mismo en el ser-
vicio que fuera de él. Esta circunstancia, y la de
componerse los batallones de mozos de una misma
provincia ó tribu, c o m o ha acontecido siempre y en
todas partes hasta la Revolución francesa, evitan
a nostalgia, estimulan la abnegación, gran patri-
276 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

monio del p o b r e , y contribuyen á que en tiempo de


guerra pocos soldados sean tan sufridos como el
persa. Durante la última campaña del Sistan com-
batían las tropas bajo un sol abrasador, alimentán-
dose de lo que sólo ellas pueden soportar : hierbas
del c a m p o , caballo, camello y agua cenagosa.
Salvo el traje, en que se ha reemplazado la túni-
ca por la levita, son escasísimos los cambios intro-
ducidos hasta ahora en el ejército por oficiales ex-
tranjeros que vinieron en calidad de instructores;
sin duda los mejores esfuerzos son impotentes con-
tra la rutina, y las atribuciones, además, de los ta-
les oficiales se limitan á ser consejeros de los Gene-
rales indígenas, pues la tropa repugna obedecer á
un cristiano en tanto no se convierta al mahometis-
m o . Las personas que se hallan en este caso son muy
contadas, y más que por natural inclinación, á veces
por obligarles ciertos tropiezos de la vida.
A l tenor de la organización del ejército es la de
todos los centros del Estado. E n ellos no existen
departamentos especiales, donde los asuntos sigan
trámite regular, ni empleados de diversas catego-
rías con atribuciones definidas; algunos amigos de
los amigos del Ministro, bautizados con títulos más
ó menos sonoros, concurren, cuando les parece, á
una habitación, de cuyas paredes cuelgan varios sa-
quitos donde se halla archivada la correspondencia;
allí fuman ó departen amigablemente, despachando
los expedientes de quien solícito y dadivoso implora
una solución. H a y Ministerio, c o m o el de Obras pú-
TEHERÁN. 277

blicas, c u y o local uo lie logrado averiguar, y sin


embargo, debe radicar en algún punto, puesto que
existe el Ministro; verdad es también que algunos
se dicen ministros sin participar de los bonores de
tan elevado c a r g o , y c u y o departamento está donde
ellos están. E n este caso se bailan el Ministro de
Marina, sin otra marina que el yate anclado en el
lago Murd a b ; el Ministro de Correos, no habiendo
más correo que el de aquí á Shimran, distante tres
horas; el Ministro de Telégrafos, encargado de v i -
gilar la línea de Resht, que casi siempre está inter-
rumpida. El Director del Parque de Artillería,
Dshenguiz J a n , también se dice Ministro; es de
las personas más predilectas del Shah, porque h a -
llándose su padre en Tabriz, y de Gobernador G e -
neral en dicha provincia Nasr ed D i n , en sazón que
ocurrió la muerte de Muhammad Shah, el padre de
Dshenguiz Jan facilitó fondos al heredero de la C o -
rona para venir á ocupar el trono.
Con el fin de esclarecer estos apuntes, consigna-
ré algunos datos referentes á los Ministerios y sus
actuales j e f e s , indicando los sueldos que figuran
tener y obligaciones que les incumben, excepto el
Sipahsalar, Presidente del Consejo de Ministros,
Ministro de Estado y de la Guerra, de quien antes
luce particular mención.
MINISTERIO DE HACIENDA Y DEL INTERIOR.—

Ministro: Mirza Yusuf, Mustofi el Mamalee (Re-


caudador de los reinos); sueldo : 2 5 . 0 0 0 duros. R e -
cauda : 1.°, los impuestos que en la provincia de
278 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Teherán rinden las patentes para tener tienda abier-


ta; el importe varía de uno á siete duros mensuales;
2.°, las rentas en especie ó en metálico de las tierras
pertenecientes á la C o r o n a , valuadas en un quinto
del territorio: 3.°, los productos del validar (derecho
de puertas ) que pagan las mercancías al entrar en
las ciudades, por lo general un 5 por 100 ad valo-
rem, y 4.", las ofrendas de toda clase que los subditos
presentan á S. M . , valuadas en unos 5 0 . 0 0 0 duros.
A cargo de dicho Ministerio está asimismo el go-
bierno y policía de Teherán.
INSTRUCCIÓN PÚBLICA. — Ministro : Alí Kuli
Mirza, Itidad es Sultanat (brazo largo del Imperio);
sueldo : 20.000 duros. Esto centro es de menos im-
portancia que el anterior; no obstante, confieso con
rubor que el número relativo de personas que en
Persia saben leer y escribir es mucho mayor que en
España y en Francia, lo cual se debe principalmen-
te á la iniciativa particular. Además de sostener los
censos gran número de colegios, donde los alumnos
adquieren nociones de Filosofía, L e y e s , Medicina,
Historia, existen muchísimas personas que abren
escuelas de párvulos c o m o y donde les parece. Allí
acuden los niños, siendo igualmente bien recibido
el que paga c o m o ol que n o , sin cuidarse nadie de
averiguar quiénes son, ni otras cosas que no hacen
al caso; tan libro está el maestro (ajíinda) como el
discípulo; si al primero le trae cuenta, prosigue; si
n o , lo deja ó va á establecerse á otra parte; lo pro-
pio acontece con el segundo.
TEHERÁN. . 279

Dichas escuelas se reducen á un pequeño cuarto,


situado en cualquier bazar, calle ó zaguán de una
casa; el espacio de dos metros en cuadro basta para
ponerse á deletrear de bruces diez ó doce chiquillos,
atendidos por el maestro con especial cuidado.
Los colegios que subsisten por medio de censos
tampoco requieren mayores formalidades para el
ingreso en ellos, y siempre tienen un remanente,
que se distribuye entre los alumnos más pobres, sin
ocurrírsele á ninguno avergonzarse por e l l o , pues
en estos países el desheredado de la fortuna y el aca-
riciado por ella se codean sin escrúpulo.
De las diez escuelas de Teherán, la Politécnica,
fundada por el Soberano actual, es la más c o n o c i -
da , sin duda porque en ella enseñan un poco de
todo; los maestros son más escogidos, y los alum-
nos perciben cuatro duros mensuales de subsidio.
Unos y otros tienen sus celdas, donde entran y sa-
len cuando les parece.
MINISTERIO DE LA CORTE. — Ministro: Muham-
mad Piahim Jarn, Jila ecl daulet (Sublimidad del
R e i n o ) : sueldo : 6.000 duros. Dicho personaje fué
Maestro de Ceremonias del Shah durante su viaje
por E u r o p a , y desempeña un cargo análogo al de
Introductor de Embajadores.
MINISTERIO DEL COMERCIO. — Ministro : Mirza
Abdul Vahab J a n , Nazer eddanlet (Intendente del
Reino) ; sueldo : 4.000 duros. Gobernando un dis-
trito del Azerbaidshan cayó en desgracia, efecto
de las exacciones y crueldades que cometía con sus
280 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

administrados; pero después logró alcanzar perdón


de S. M . , y h o y es de los que más privan en la
Corte. D i c h o centro recibe el producto del arrenda-
miento de Aduanas (Comroc), que alcanza á unos
dos millones de pesetas. L o s europeos pagan el 5
por 1 0 0 ad valorem de la importación y exporta-
c i ó n , y el 8 por 1 0 0 los indígenas, por más que la
ley musulmana prohiba estos derechos. Estiman la
importación á Irán en ocho millones de duros anua-
les, y la exportación en cuatro; la primera consiste
en mercancías procedentes de Rusia, Inglaterra,
Suiza y Francia, y la segunda, en seda del Guilan,
tombacú de la K a r a m a n i a , pieles del Arabistan,
maderas del Mazanderan, opio del Faristan y Jo-
rassan, alfombras , b o r d a d o s , tejidos de s e d a , cha-
les y azufre.
MINISTERIO DE OBRAS PÚBLICAS. — Ministro:
Hassan A l í J a n ; sueldo : 8.000 duros. F u é destitui-
do del cargo de Embajador en París á consecuen-
cia de las muchas deudas que contrajo; l u e g o mató
á su padre p o r haberlo sorprendido en comercio ilí-
cito c o n su esposa; mas no obstante, continúa g o -
zando del favor imperial. L a única ocupación de es-
te Ministro es cuidar de la carretera de aquí á Shah-
A b d u l A z i m , ciudad distante legua y media. Fuera
de tan estrecho círculo de acción, el antiguo Emba-
jador no tiene quebraderos de cabeza, porque las
obras de utilidad pública, puentes, caminos, acue-
ductos, etc., las acomete y paga quien las necesita,
sin intervención de nadie. Efecto de las gestiones
TEHERÁN. 281

del Sr. Ministro de Austria, celoso de difundir por


aquí instituciones de su país, han sido nombrados
cuatro austríacos para establecer un servicio de
correos y dar impulso á la Casa de la Moneda, p e r -
suadidos los extranjeros de alcanzar aquí resultados
satisfactorios. A m b o s centros marchan ó marcharán
bajo el impulso de Hasan Alí Jan.
MINISTERIO D E LA CASA R E A L . — M i n i s t r o : Yajya
Jan, Ahí es Sultanat ( o j o del I m p e r i o ) ; sueldo:
20.000 duros. Este departamento es el más i m p o r -
tante, pues c o m o el Shah es t o d o , claro es eme su
casa c.s todo también. A q u í está el verdadero M i -
nisterio de Hacienda, que tiene sobre el de otras
Naciones la inmensa ventaja de no tener deudas,
pues si cortos son los ingresos, más pequeños son
aún los gastos. Calcúlanse los primeros en cinco
millones de duros, y los segundos en las dos terce-
ras partes á lo sumo, repartidos entre el ejército, el
clero y algunas agencias en el extranjero. Preciso
es añadir que nadie prestaría fondos á S. M . , m á -
xime desde que realizó su viaje á Europa. E l lujo
del Soberano asiático, los brillantes uniformes b o r -
dados en oro, cubiertos de todas las grandes cruces
habidas y por haber, c o n que iban engalanadas las
personas de su séquito, unido á los títulos, que, tra-
ducidos en nuestros idiomas, son pomposísimos, y
el desden c o n que este pueblo sabe disimular su a d -
miración, fueron parte á que nadie viese riesgo en
honrarse concediendo amplio crédito á personas tan
brillantes, máximo cuando los Soberanos, primos
282 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

unos de otros, lo fueron señaladamente del Shah de


Persia, quien llegó á persuadirse de que era lo que
le hacian parecer, siendo prueba de ello estas pala-
bras pronunciadas al desembarcar en E n z e l í : « Has-
ta ahora nos tenian en Europa por un pueblo bár-
b a r o ; desde que me vieron, cambió la opinión.» Pe-
ro es probable cpie si vuelve á Europa, la recepción
sea menos ostentosa, por cuanto han sabido la hila-
ridad que aun produce aquí el recuerdo de las aten-
ciones que con esta Corte guardamos; y respecto al
crédito, difícilmente se volverá á alcanzar, pues tra-
bajo cuesta á algún Enviado extraordinario orillar
las excusas y promesas del Shah para con sus acree-
dores, á pesar del proverbio: « L a palabra do los Re-
yes es Reina de las palabras.» Así se explica que la
influencia de los Agentes persas se haya resentido
no p o c o , pues d i c e n : «Diríjase V . al Shah por me-
dio de su E m b a j a d o r » , y el Shah por medio de la
Columna del Imperio replica : « Diríjase Y . á mi
Embajador.»

E l Shah no es responsable de las censuras que


sobre él recaen; cumple en todas ocasiones; pero ya
dijo c ó m o los efectos de su voluntad se paralizan.
Las funciones cpue incumben al Ministro de la
Casa Real son primeramente el gobierno de pa-
lacio. Se estima en un millón de duros el gasto
anual de S. M . ; pero d o t a n respetable suma, que
viene á ser una tercera parte de sus rentas, viven
más de 6.000 personas; las pequeñas, al amparo de
las medianas; las medianas, de las grandes; las gran-
TEHERÁN. 283

des, del S h a h , centro alrededor del cual giran aquí


los humanos.
Es también suya la organización de fiestas y re-
cepciones. Las del Nu vuz ( n u e v o dia, aquel en que
el sol entra en A r i e s ) son las principales y más es-
pléndidas, según se afirma, porque y o ñolas he v i s -
to. L o propio debo decir de la recepción de E m b a -
jadores : sin e m b a r g o , sé positivamente que ya no
deben presentarse á S. M. calzados con largas m e -
dias de lana encarnada, al estilo mogol, sino con
prosaicas galochas, por los motivos que en otro l u -
gar apunté, y con el sombrero puesto; descubrirse
ante S. M. es irreverente.
Tiene asimismo á su cargo la custodia del Teso-
ro (jazine) del Shah. — Este arcano de riqueza,
cuya reseña sería interminable, lo evalúan en trein-
ta millones de duros en j o y a s , y mitad en m o n e -
das de oro. Consta de una gran parte de los diaman-
tes que Nadir Shah trajo de la India, entre ellos el
inmenso mar de luz, pero de escaso f u e g o ; la mon-
taña de luz, del tamaño de un huevo de paloma; de
dos levitas, una cuajada de perlas ( m u r v a r i d ) , otra
de brillantes (alma;); de una piocha (cheJd-é) de
diamantes, evaluada en cien mil duros, y del tama-
ño y forma de una pluma de perdiz ; en fin, de
varias coronas (dailrim), c u y o uso remonta á Shah
Ismail. La principal, toda de diamantes y granates,
remata en un rubí no tallado, de las proporciones de
una naranja, y es tan sumamente pesada, que en
ocasiones se ha colgado encima de la cabeza de Su
284 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Majestad; lo ordinario es que la coloquen á su lado


sobre un almohadón de terciopelo.
Entre la infinidad de rubíes, los hay en que están
grabados los nombres de las dinastías mogolas de
Delhi. Pero á mi entender, la colección más envi-
diable es la de turquesas (firnzé, feliz). Todas p r o -
vienen de las ricas minas situadas eu las cercanías
de Meshed; y por cierto que una persona entendi-
da podría hacer gran negocio comprando turquesas
en el Jorassan y mandándolas directamente, á E u -
r o p a ; creo que por lo menos retiraría el quíntuplo
del capital. Una turquesa es buena cuando mirada
al sol no aparece en ella la más mínima desigual-
dad en el color, el cual no ha de ser ni pálido ni
oscuro.
H a y quien supone que la turquesa proviene de
huesos depositados en minas de c o b r e ; tendría en
este caso, por consiguiente, origen o r g á n i c o ; pero
análisis recientes rechazan la hipótesis, pues sólo ar-
roja el tres por ciento de fosfato de cal, y la ciencia
la designa bajo el nombre de fosfato hidratado de
alúmina y cobre.
Encierra además el jazine, sinmímero de puñales
y espadas, algunas de dos hojas (zul ficar), hasta
el tercio del l a r g o , y semejantes á aquellas que del
profeta heredó Alí.
E l valor de estas armas también es considerable
por muchos conceptos, por el damasquinado de las
hojas, por el l u j o de las vainas, bordadas con pie-
dras preciosas ó esmaltadas en cobre, por las bellísi-
TEHERÁN. 285

mas incrustaciones de oro que realzan el a c e r o , fi-


gurando dibujos ó leyendas, cuyo sentido e s :
« V e n c e r á la empuñadura de tu puñal, aun cuando
sea de bueso y del largo del puño. »
((No se regulará el Universo hasta tanto que tu
pié no esté en su centro.»
((Esta es la razón de la r a z ó n . »
« C o n tu ayuda desarraigaré al antagonista de
crueles antecedentes.»
Las piedras preciosas son tan considerables, que
no sabiendo S. M . en qué emplearlas, ha principia-
do á construir un globo de oro del peso de sesenta
quilogramos, y siete decímetros de diámetro, en el
cual, esmeraldas representan los mares, diamantes
las grandes cordilleras, turquesas y rubíes los c o n -
tinentes, purísimos brillantes las capitales. Concibo
difícilmente que pueda darse á inmenso tesoro apli-
cación más desprovista de gusto artístico; á no d u -
darlo, preocupa con preferencia los interminables
ocios de S. M . , pues á la puerta de Palacio, bajo su
inmediata inspección, veo muchas veces operarios
ocupados en tan infructuosa tarea, y cuando viaja,
siempre le sigue el famoso globo y cuantos artífices
lo trabajan.
Si el peso de los diamantes que existen en el
mundo es de veinte mil quilogramos, según una e s -
tadística publicada en Amsterdam, seguramente el
Shah posee de ellos una fracción m u y respetable,
que bien puede calcularse en tres arrobas. E s fama
que la mayor parte de las perlas y turquesas, faltas
28G VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

de contacto con el cutis, pierden de su oriente y es-


plendor.
D e lo insaciable que es el hombre da pruebas el
Shah, mostrando por adquirir tesoros, para el inúti-
les á todas l u c e s , avidez tan extraordinaria, que lia
mandado venir un ingeniero alemán, el ilustrado
doctor Teeze, con el fin de que se consagre á des-
cubrir minas en Persia. U n dia, regresando la Corte
de una excursión al E l b u r z , encontró S. M. por el
camino pedacitos de ematites, que, por contener un
60 por 100 de hierro, j u z g ó ser plata; al punto lla-
m ó al Sr. Teeze para examinar el sitio donde realizó
el hallazgo, persuadido de que allí debia existir el
filón de alguna mina argentífera.
Sentado otro dia S. M . en verde l o m a , junto á
Dusham tapeh, imaginó que allí habia o r o , y di-
ciéndoselo á uno desús ayudantes, éste le contestó:
«Cada sitio donde V . M . pone su noble base ¿ha de
cambiarse en oro?» L a Majestad sonrió dulcemente,
E l D r . Teeze no ha formado del Elburz el mismo
concepto que el Shah; apenas ha visto en aquella
zona de reciente formación triásica, y á largas dis-
tancias, otra cosa que pequeñas cantidades de car-
b ó n , ematites, carbonato de hierro, y alguna poca
tierra refractaria junto al monte Demavend, única,
por cierto, hasta ahora conocida en Persia.
Paso ahora á hablar de la ocupación más impor-
tante del «Ojo del I m p e r i o » , el Gobierno del
harem.
El acceso á este lugar está vedado á todo varón,
TEHERÁN. 287
pero en cambio son públicos y notorios los efectos
de la flaqueza del Soberano hacia el bello s e x o , no
menos grande, aunque más fácil de explicar, que la
por adquirir tesoros inagotables.
Posee cuatro mujeres legítimas y cincuenta c o n -
cubinas; A n i z e , « l a amiga íntima que se acomoda
al temperamento y carácter de o t r o » ( q u e esto
significa anize en árabe), aquella que fué visitada
por la esposa, del Gobernador de B a c ú , es la dueña
del corazón; la de los sentidos suele ser hoy una,
mañana otra, y aun dos en un dia. Tal circunstan-
cia sumió recientemente á la Corte en la mayor i n -
quietud.
A m a b a igualmente á dos hermanas, para él á
cual más linda, y no sabía escoger, porque si la p o -
sesión do una colmaba su dicha, aminorábala el re-
cuerdo de la otra; la posesión de ambas en legítimo
matrimonio era además imposible, atendido á que
la religión prohibe enlace con dos hermanas. A
compilarlas se oponía su condición libre. A h o g a d o
por la. pasión, apeló el Shah al Mushtahid ó Gran
Jefe de la religión, y c o m o la consulta precedida
de magnífico regalo permite augurar resultados, fa-
vorables, mandó uno espléndido al director espiri-
tual. A c u d i ó el Mushtahid, examinó el caso, y des-
pués de bien considerado, declaró que S. M. podría
poseer á las dos hermanas sin faltar á la religión, y
esto de un m o d o m u y sencillo: repudiando una cuan-
do tuviese á la otra. La respuesta del Mushtahid vino
á ser la de los Jueces Reales á Cambíses, cuando
288 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

les preguntó si existia una ley en virtud de la cual


podia uno casarse con su hermana; á lo que contes-
taron prudentemente que no existia tal ley, pero sí
conocían otra permitiendo al R e y de Persia hacer
cuanto quisiese ( H e r o d o t o — L . n i — 3 1 ) . Tengo,
sin e m b a r g o , para mí que Herodoto anduvo algo
ligero en apuntar esta noticia, pues Cambíses cono-
cía aquella ley mejor que los Jueces Reales, y podia
sin la anuencia de los mismos satisfacer su capricho,
del mismo modo que Nasr ed Din puede satisfacer
los suyos sin intervención del Mushtahid. Ninguno
de los dos casos prueba que esté coartada la volun-
tad soberana, sino que en ambos se produce una
consulta parecida á la del fuerte hecha al débil, por
descargo de conciencia y mera fórmula.
Sea c o m o fuere, lo cierto es que el capricho
de S. M . encendió en cólera á las cincuenta y tan-
tas concubinas, y aun hicieron protesta colectiva,
pronunciándose con tal descaro, que no había eunu-
cos que bastaran á sofocar el conflicto; y á tal ex-
tremo llegaron las iras de Anize, que pusieron al
Shah en gran c o m p r o m i s o ; pero c o m o las de la
mujer no son aquí tan temibles c o m o en Europa,
quedó el alboroto en breve terminado.
H é aquí el m o d o de efectuarse el examen previo
para ingresar en el harem. Gusta S. M . de una jo-
v e n , la llevan á palacio á presencia de su madre, y
á falta de ésta, á presencia de A n i z e , cuya abnega-
ción es seguramente digna de encomio. Escondi-
do S. M . en una habitación, observa detras de una
TEHERÁN. 289

cortina la persona de cpie se trata; si no corresponde


á la admiración que primero le embargó, despiden
á la cuitada; de lo contrario, ingresa orgullosa en el
harem. Mediante esto examen acaba de pasar á vida
más placentera la bija de un vendedor de tripas y
callos.
Paseándose, hace y a años, por los arrabales de
Teherán, distinguió S. M . al pió de una fuente una
joven descalza con el cántaro en la cabeza, y cuya
belleza resaltaba en humilde porte, como piedra
preciosa en tosco engarce; lleváronla á palacio, y
fué madre del actual Gobernador general de I s -
pahan.
Tros mujeres ancianas, especie de Celestinas, son
las designadas oficialmente para renovar las vacan-
tes ocurridas en el harem real, cumpliendo así en
el sentido recto de la palabra el significado del v e r -
bo cágejuata «buscar piara o t r o » . Esto no obsta á
que muchas mujeres se pircsenten de motu propio, si
es que no vienen por conducto de los Gobernadores
de provincia.
En otro orden de ideas suelen las favoritas de Su
Majestad preocupar m u y seriamente al Ministerio
de Negocios Extranjeros. Sabido es que el Alcoran
no consiente mirar más mujer que aquella con quien
uno no pueda casarse; porque, según la tradición,
estando un árabe de visita en casa de Mahoma, fijó
de tal suerte los ojos en la esposa del Profeta, que
comprendiendo éste lo temible de la mirada p r o v o -
cativa del h o m b r e , prohibió que nadie gozara v i -
18
290 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

analmente del bien ajeno. A u n cuando en esto,


c o m o en todo, cabo arreglo, lo cierto es que el res-
peto hacia la mujer está en razón directa del que se
profesa al marido, y mirar la de un señor principa],
siquiera sea de soslayo, constituye gravísima ofen-
sa. ¿Cuál no será, de consiguiente, la que se infiera
fijando la vista en las mujeres del Shah? A fin de
amortiguar el descaro de los atrevidos, y por ende,
á evitar conflictos de trascendencia, pasó á los M i -
nistros extranjeros el antecesor de Iiussein Jan la
circular cuyo contenido traduzco á continuación :
«Para honrar debidamente la Casa Peal cuando
el harem pase por las calles ó caminos, es indispen-
sable, conforme al uso persa, que los subditos ex-
tranjeros sepan á qué atenerse cuando hallen al paso
el harem de S. M., y asimismo que los eunucos y
guardias que compongan el séquito conozcan en
tal coyuntura su línea de conducta. A dicho fin se
han escrito los artículos siguientes:
» 1 . ° Cuando el harem real pase por un camino
ancho, ó por una plaza, los guardias y eunucos de-
berán advertir con mesura á los subditos extranjeros
que se alejen, y si hubiese por allí alguna bocacalle,
los harán entrar en ella á fin de dejar paso libre.
»2.° Si el camino fuese estrecho, y no hubiese
ningún callejón en las inmediaciones, los subditos
extranjeros tributarán honores á la Casa P e a l , pa-
rándose de manera á no estar de frente ni cerca de
los coches del harem; luego que pasen podrán con-
tinuar libremente su camino.
TEHERÁN. 291

»3.° Si los subditos extranjeros, encontrándose


en una vía ancha donde fuera posible alejarse, des-
oyeran los avisos que dieran guardias y eunucos, no
poniéndose á un lado del camino ó en otro lateral,
ó bien aún, contraviniendo al art. 2.°, mirasen de
frente los coches donde fuere el harem, en ese caso
el deber de quien cumplimenta órdenes superiores
será tomar nota exacta del nombre y señas del
europeo, para informar inmediatamente al Ministro
de N e g o c i o s Extranjeros, quien pondrá esta falta en
conocimiento de la Legación respectiva, y ésta hará
lo que estime procedente.
»4.° Si un subdito extranjero persistiese en desoir
el aviso que le dieren, máxime en sitio donde la vía
fuese ancha, es evidente que le incumbirá respon-
sabilidad por su conducta, pues habrá faltado sin
motivo alguno á los reglamentos.
»5.° Siempre que el harem real pase frente á una
Legación extranjera, el personal de la misma y los
servidores deberán retirarse de la puerta, internán-
dose de modo que nadie esté sobre la vía, pero en
manera alguna podrán molestarlos los guardias ó
eunucos.
»6.° Atendiendo á que so ha dado copia de estos
artículos á las Embajadas de los Gobiernos amigos,
para que sean comunicadas á sus respectivos subdi-
tos, es preciso que Cazem Jan dé copia del presen-
te reglamento á todos los eunucos jfarrashes, para
que lo cumplan estrictamente.»
A veces suelen éstos, por exceso de c e l o , recibir
292 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

de los europeos buena, tunda do palos, gracias á lo


cual van siendo más comedidos de lo cpie eran antes.
P o r mi parte, no he faltado jamás álos reglamentos,
ni en vía ancha ni en vía estrecha, porque mucho an-
tes de ver los coches ya tengo encima una nube de
jinetes que me arrollan en un callejón, ó me desvian
lejos en la llanura, y hay quien atribuye al atractivo
de mis cejas negras y corridas, signo aquí de belleza,
el que tan cuidadosamente alejen do mí un foco do
deseos p o c o recomendables. Solamente una vez, vol-
viendo m u y temprano de Zerguendc, vi pasar el ha-
rom real, que llevaban á respirar el embalsamado
aire matutino, y , escondido detras do la espesa fila
de álamos que adornan la carretera, descubrí una
nariz, algo roma por cierto. Juro que esto es todo
cuanto pueda echar en cara al Cónsul pequeño de
la Nación española este Gobierno imperial.
Grande es mi admiración cada vez que presencio
el desfile del harem. A un quilómetro de los cochea
van disparados seis shateres ( c o r r e d o r e s ) , armados
de una flecha de hierro ( tir ) en la mano, vestidos
con pantalón c o r t o , media blanca, túnica de color
rojo con franjas de oro, cerrada por ancho cintu-
ron, y bonete del mismo color, ribeteado y aplastado
para mejor hendir el aire. Siguen al g a l o p e , y es-
parcidos, quince ó veinte jinetes, gritando desafora-
dos : « V o l v e o s c i e g o s ! ¡ q u e la tierra se abra y se
trague á los imprudentes! ¡dejad libre la v í a ! ¡que
huyan los grandes y los pequeños! ¡alejaos, in-
sensatos, cerdos, hijos de p e r r o ! » ; y al que no anda
TEHERÁN. 293

listo ¡ p a l o ! Cuando pasan los inmensos coches


bamboleándose sobre anchos ejes, cerrados por cuan-
tos intersticios pueda penetrar la vista, el mayor si-
lencio embarga á los transeúntes, todos vueltos de
pechos contra los muros, temblando de que les des-
carguen algún golpe por hallarse en vía estrecha y
sin callejón. Detras de los vehículos, en número ave-
ces de doce, espesa nube de polvo envuelve, montados
á caballo y en curiosísimo desorden, eunucos, cria-
dos, portadores de galiun con el braserillo lleno de
fuego, moviéndose c o m o incensario éntrelas piernas
del caballo; portadores de paraguas, de sombrillas,
de pasteles, de botijos, y cierra finalmente la mar-
cha un pelotón de caballería, á cuya vigilancia va
confiado el precioso depósito, solaz del R e y de los
Reyes, miel de sus manjares, regocijo do aquel que
«desde que empuñó el cetro de la soberanía, la
nombradla do su justicia y de su gloria llena el
Universo desde la luna hasta los p e c e s » ; que esta
es la leyenda que figura .en el sello real, y en la
cual estoy cierto de que preocupó á su autor el aso-
nante, az mah ta mala (desde la luna hasta los
peces), pues no hay poesía de más cadencia que la
poesía persa.

Cuando S. M. sale de paseo á caballo, el séquito


también es numeroso, y si bien apartan á la gente,
no es con la misma severidad. Su escolta cau-
tiva la vista por la diversidad de tipos y trajes
que en ella se destacan. Allí figuran bajtiaries, los
primeros jinetes del m u n d o , gallardos turcomanos
294 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

montados en soberbios y gigantescos caballos, ca-


ras nobles é hidalgas de alguno eme otro podero-
so jefe de tribu, que á fuerza de honores y rega-
los logra el Shah tener en rehenes ; allí están
aglomerados el gorro de pieles y el nacional, el tur-
bante de seda y de lino, allí chocan unos con otros
la espingarda y el remington, la pistola con el tra-
b u c o , el puñal de dos filos y la encorvada daga an-
tigua, las espadas belgas y las hachas, y hasta las
lanzas y los escudos de piel de rinoceronte. P o r lo
que á S. M. atañe, viste con modestia; cuando hace
sol lleva un gran quitasol de seda roja., y el caballo
que monta, como por lo demás cuantos sirven á las
personas de la familia imperial, tiene la cola pin-
tada de color carmesí.
A voces se le ocurre pasear por los bazares, y en
este caso le preceden los farrashes, y le siguen los j e -
fes de servicio, los nascashies ( espoliques), armados
de una hacha (téber), los cuales llevan preciosa do-
rada silla, donde S. M. se sienta cuando le place. Un
día le vi m u y satisfecho comprando en cinco mil pe-
setas una araña sumamente historiada.
Todo esto puede dar idea del estado social del
país. Trataré de ampliar esta clase de observacio-
nes á medida que describa la ciudad de Teherán.
Su diferencia horaria con Madrid es de 3 , 4 0 ' 35"
h

E . , hállase situado bajo el paralelo de Tánger, á


dos leguas de las frondosas estribaciones del Elburz,
en una depresión que forma el conglomerado de
aluvión esquistoso y compacto, propio de aquella
TEHERÁN. 295

zona, cuya fertilidad fuera inmensa á ser abundante


el agua, que por desgracia escasca.
Durante el verano el calor es insoportable; parti-
cularmente en Julio, á las dos de la tarde, la t e m -
peratura suele llegar á 3 8 " centígrados, y por ende
causar algunas muertes de tifus. Pasado el 15 de
Agosto disminuye el rigor del estío. Pero no es tan
molesto el calor c o m o la falta de aire, escasísimo
durante la n o c h e , aun durmiendo, como dormimos,
sobre las azoteas, con un botijo de agua al lado á
fin de templar la extraordinaria sequedad. D e vez
en cuando en la presente estación, y en M a y o sobre
t o d o , sopla el bad shariar ( v i e n t o Shariar, país al
S. O. de a q u í ) ; pero es de tal naturaleza, que e m -
peora nuestro estado, porque materialmente nos aho-
ga, y levanta además tanto polvo, que oscurece el
ambiente, ocasionando entonces estragos de consi-
deración, hasta el extremo de que la semana pasada
echó abajo la cúpula del bonito mirador que adorna
la L e g a c i ó n inglesa.

El invierno dicen que es b e n i g n o , sin e m b a r g o ,


c o m o la altitud de la ciudad se estima en mil d o s -
cientos treinta metros sobre el mar Caspio, suele,
en E n e r o , llegar el termómetro á — 5 " , y no puede
prescindirse de fuego, que lo gastan únicamente de
carbón vegetal procedente del lado septentrional del
Elburz.
Una ventaja inajiireciable de estas diferencias de
temperatura es que estamos muy bien provistos
de hielo, sin el cual hubiera enfermado. E x t r a m u -
29G VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

ros existen graneles alboreas rectangulares de se-


senta metros de l a r g o , diez de ancho y un pié de
profundidad, orientadas de B . á O., y resguardadas
del sol por un muro de doce pies de alto. Durante
los meses de Diciembre y E n e r o llenan las albercas
de agua al anochecer, y á la mañana siguiente la
depositan en heleras practicadas allí mismo bajo
tierra. E l precio del hielo varía de doce á diez y seis
cuartos arroba, según la distancia á que lo traspor-
tan, y de consiguiente, está al alcance de los pobres.
L a época de las lluvias cae en Noviembre y Mar-
z o ; respecto al término medio de la altura baromé-
trica, es de 0' ,Gu. P o r lo demás, y aun cuando igno-
n

ro hasta qué punto la constitución geológica de un


país altera sus condiciones climatológicas, favorece
á esta ciudad el mar de arenas que la circunda é
impide irradiar las (¡vaporaciones del s u e l o ; y sin
disputa debe estimarse sano el clima, á pesar de la
mortandad de e u r o p e o s , en ocasiones de u*i siete
por ciento, en tanto que la de los indígenas no sue-
le exceder do un cinco. Débese á la falta de cuidado
y régimen en los unos, y á la carencia de sana ali-
mentación en los o t r o s ; la del pobre apenas si con-
siste en otra cosa que un mal pedazo de pan de ce-
bada, algún pepino ó fruta verde.
E l grano de A l e p o , desconocido en el húmedo
Guilan, no hace los estragos f[i¡e en Mesopotamia;
pero naturales y extranjeros lo padecen en iguales
condiciones que en la bíblica comarca *.
1
Viaje do Ceylan A Damasco, pág. 67.
TEHERÁN. 297

A corta distancia, que á larga no se ve, el aspec-


to de Teherán es monótono, y no lo es menos, visto
desde la torre do Palacio, centro del Ave ó fortale-
za que, á manera de la City de Londres', existe en
estas ciudades. Desde aquel punto, del cual en é p o -
cas todavía recientes solían precipitar á algunos
condenados á muerte, descúbrese la capital entera.
Como ocho quilómetros de circuito tendrán las
murallas de cerco, flanqueadas á largos intervalos
por torreones, y levantadas sobre el escarpe de un
foso que piara nada sirvo, por no existir salida á las
aguas, cuando se hizo precisamente; para impedir en
invierno las inundaciones, tan impetuosas á veces,
(pie de las faldas del Elburz arrastran al centro de
Teherán troncos de árboles y aun muebles. Dan a c -
ceso á aquel recinto, protegidas por un fortin, seis
altísimas puertas ojivales, sobre cuyo friso están r e -
presentados, con azulejos esmaltados, combates del
famosísimo liustem con el Diablo blanco, gran ca-
pitán del Mazanderan, ó con su propio hijo Sohrab,
ó bien aún el escudo iranio. E n vasta agrupación
de casitas rectangulares, hechas de tierra y hacina-
das en estrechas callejuelas, no se destaca el esbelto
minarete de otras ciudades mahometanas, sino lar-
gas filas de techumbres que cubren los bazares, vas-
tos espacios rodeados de arcadas simuladas hechas
también de barro, c o m o el campo de maniobras y
el Meidan, plaza que existo en todas las ciudades, y
cuyo largo debe ser igual á la distancia que con uni-
forme velocidad puede andar un caballo lanzado á
298 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

todo escape; dichos espacios contribuyen al aspecto


severo de estas ciudades, y son parte á realzar cual-
quier edificio, por mezquino que sea. Aquí, allí, por
fin, se extienden cementerios que sirven de punto
de reunión los jueves por la tarde, y alguno que
otro jardín en que predominan el erguido plátano
(llaman á Teherán « ciudad de los plátanos»), una
especie de olmo (nahervend), que sólo he visto aquí,
de cuatro metros de alto y de ramaje casi esférico,
tan espeso, que intercepta el paso de la luz. Tam-
bién se ven por entre estas arboledas, único refugio
de la triste mirada , mucha lila, más pequeña pero
más fina que la nuestra, menta, sándalo y preciosas
enredaderas de campanillas. Fuera de la ciudad
plana espantosa soledad; á lo lejos alguno que otro
pueblo, reducida imagen de la gran ciudad, y los
lisos senderos que se desenvuelven hacia los cuatro
puntos cardinales.

Donde más fijé mi atención fué en el recinto de


Palacio, que ocupa unos cuatrocientos metros en cua-
d r o , y principalmente en el harem. Consta de unas
treinta casitas á manera de chalets, compuestas de
un p i s o ; todas comunican entre sí y tienen su patio,
por donde van y vienen las odaliscas, sus esclavos
y eunucos. Actualmente consta el harem de tres-
cientas personas, entre mujeres, servidumbre de
todas clases y la inevitable prole.
E n uno de los jardines que rodean á Palacio dis-
tinguí dos personas que depositaban cartas en el
«cajón de la j u s t i c i a » , creado recientemente por
TEHERÁN. 299

S. M. á fin de facilitar á todos los ciudadanos el


medio de dirigirle exposiciones, de c u y o contenido
quiere enterarse él mismo.
La población de Teherán se estima en cien mil
habitantes, guarismo, á falta de estadísticas, tan sólo
aproximado; el número de los muertos, que apenas
alcanza á cinco mil, puede saberse con mayor e x a c -
titud , porque los murdashur (lavadores de cadáve-
res) pasan diariamente nota al Calendar (jefe lie p o -
licía) de las personas que fallecen y que necesaria-
mente han de pasar por sus manos. H a y unos dos
mil guebros, otros tantos judíos, unos y otros m u y
despreciados; los primeros se ocupan de horticultu-
ra, los segundos en allegar dinero, y, c o m o en otras
partes, sin reparar en los medios que para ello e m -
plean. De no mayor importancia es la colonia ar-
menia; desciende de la que se estableció en Persia
el siglo x v n ; visten á la usanza de este país y son
sumamente pobres, exceptuando algunos subditos
rusos ; la mayor parte profesan la religión cismáti-
ca , m u y pocos la católica.
Recorriéndola á p i é , la ciudad en su casco no
desdice del aspecto exterior; semeja inmenso p u e -
blucho, donde en invierno se camina por lodaza-
l e s , en verano por nubes y mares de p o l v o ; y aten-
dida la circunstancia de ser todas las construcciones
de barro, y estrechísimas las calles, el calor se refleja
en ellas c o m o en un horno. P o r muchos sitios se
hallan al paso agujeros de acueductos subterráneos,
donde, especialmente de noche, puede caerse con
360 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

peligro, depósitos de basura, carroñas, y después


de la fiesta del curtan (sacrificio), cuando matan
sinnúmero de carneros, las cabezas de estos ani-
males sirven de pasto á los perros, únicos encarga-
dos de la limpieza de las ciudades orientales. Ahora
escasean éstos m u c h o , electo de haberlos comido
durante el año del hambre, en 1 8 7 1 , pero pronto
aumentará la raza. M e ha sorprendido siempre ver
cómo estos animales distinguen al europeo del orien-
tal ; pasa uno de éstos, y se callan; pasa un europeo,
y se arma una revolución. Entablan á menudo re-
ñido combate, porque cada, familia de perros tiene
residencia fija, y si la traspasa alguno de ellos, trá-
base inmediatamente la lucha, cuyo término es re-
cuperar los enemigos sus cuarteles ordinarios. A t r i -
b u y o á la libertad en que viven el no conocerse los
perros rabiosos.
Como las casas son de barro mezclado con un
p o c o de paja, acontece que, después do un invierno
tan terrible c o m o el pasado, el peso del agua ó de
la nieve hunde los techos. Cuando llegué, yacian
por tierra mil casas: un mes después ya se habian
levantado de n u e v o ; bastan para ello muchos ado-
bes á diez reales el millar, es decir, veinte veces
menos que el precio del ladrillo, y que manipulan
con las ruinas de la antigua casa en el mismo solar
donde se edifica. L a madera exclusivamente em-
pleada es el chopo ó el álamo, que cortan cada cinco
años; una viga de cuatro á cinco metros de larga
por un pié de escuadría cuesta dos duros. Albañi-
TEHEEÁN. 301

les, carpinteros, todos trabajan á compás y cantan-


d o ; que trabaje u n o , que trabajen varios, siempre
cantan. E s t e , por e j e m p l o , c o g e adobes, los ecba á
otro que los pasa á un tercero; pues todo marcha á
compás con el estribillo siguiente ú otro a n á l o g o :
íalma mia dame uno, dame dos dame m e -
dio aquí están para tí trae mortero
alma mia echa barro ojos mios etc.» Para
no molestarse en cantar, suelen tener un chiquillo
que cauta por t o d o s , y á falta de chiquillo, recitan
para sí poesías de su tierra. Guardan compás hasta
para contar dinero, en cuya operación andan a l g u -
nos tan listos, eme, delante testigos, encuentran m o -
nedas de menos en un montón donde positivamente
no faltan.
Los jornales varían de dos á seis reales, acostum-
brando los operarios pedir á cuenta una mitad para
comer á mediodía, ya porque en efecto tienen nece-
sidad de ello, ya por desconfianza hacia el dueño.
H é aquí la descripción de una casa ordinaria más
ó menos desahogada, pero nunca mezquina, por ser
á lo sumo de cincuenta reales el valor de un metro
cuadrado de terreno.
Da por lo general la fachada al Sur, en dirección
á M e c a ; carece de ventanas, ó bien la adorna a l g u -
na que otra persiana en el piso superior ó principal;
la puerta es estrecha y baja, con su correspondiente
perro desempeñando las funciones de guardián. Tie-
nen dos divisiones, y en cada una un p a t i o ; llaman
birun (exterior) á la destinada á los hombres, y an-
302 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

derun (interior) á aquella donde está el harem.


Cuando hay ventilador (badguir), existe debajo de
tierra un sirzamin (bajo tierra), habitación sub-
terránea donde se resguardan contra los ardores del
estío. Todos los patios tienen alberca, revestida con
una especie de estuco compuesto de cal y ceniza,
que batidas y humedecidas por espacio de dos días,
forman un mortero hidráulico. L a ventaja de tener
alberca está apenas compensada por el sinnúmero
de pequeños mosquitos que en ella so crian, y tanto
más temibles cuanto que no zumban.
Alrededor de los patios, como á una ó dos varas
del suelo, están las habitaciones, sin comunicación
unas con otras, ni más luz que aquella que entra
por la puerta; bien es verdad que en las principa-
les suelen estar practicadas en el lienzo del muro
una ó varias ventanas idénticas á las que tanto me
preocuparon en Kazvin, y hallándose levantadas las
compuertas, la habitación semeja un proscenio. Las
puertas no tienen g o z n e s ; giran al rededor de su
larguero, terminado en espigas, que empotran en
tierra y en la parte superior de su m a r c o ; el uso y
las hormigas ensanchan losagujeros, hasta tanto que
el día menos pensado se le viene á uno la puerta
e n c i m a ; son además tan sumamente bajas, que, á
fuerza de recibir coscorrones, he tomado la costum-
bre de entrar en todas partes a g a c h a d o ; los persas
hacen otro tanto, y aun más á causa del inmenso
gorro que llevan puesto; pero en vez de entrar con
el cuerpo echado hacia adelante lo echan hacia
TEHERÁN. 303

atrás, de manera que los buenos mozos hacen p r o -


digios de equilibrio. E n cambio, las gradas de las
escaleras tienen dos pies de alto, lo cual debe f a v o -
recer el desarrollo .de las pantorrillas.
Las cerraduras y llaves son de madera é idénti-
cas á las que usaban en tiempo de Salomón. Consis-
ten las primeras en una caja con un travesano del
cual penden cuatro, cinco ó más clavos cilindricos,
también de m a d e r a ; las segundas contienen el mis-
mo número de clavos en correspondencia de los pri-
meros, y al girar en forma de palanca, levantan
los del travesano y se abre la puerta.
Idéntico aspecto al de la fachada de la casa, m u y
bien enlucida, ofrecen los lienzos de pared de las h a -
bitaciones; pero algunos de ellos están revestidos
de maderas pintadas, en que figuran flores, paisajes
é inscripciones. P o r todo mueblaje hay unas alfom-
bras, colchones y almohadas colocados en un rin-
cón de la habitación; no hay más silla que el suelo,
ni más mesa que alguna de dos ó tres decímetros de
altura para colocar la gran bandeja donde se presen-
tan los manjares á la hora de comer. Los diferentes
objetos de uso común están en baúles y en tajshés,
nichos rectangulares ú ojivales, de un pié de profun-
didad por tres ó cuatro de alto, practicados en los
muros; á veces hay una anaquelería caprichosamen-
te trabajada, y á guisa de cuadros, algunos tarjeto-
nes con versículos del Alcorán ó nombres de imames
campean en el friso de la habitación. E n una m i s -
ma, por lo general, c o m e n , reciben y duermen.
304 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Los terrados, hechos con mortero de cal y are-


na que se extiende sobre la techumbre, vierten sus
aguas á canalones de madera de p i n o ; todos care-
cen de barandilla ó antepecho del lado de la calle,
lo cual no obsta para que la gente esté en el borde
de los m i s m o s , sentada ó de pié, sin temor al vér-
tigo ; los demás lados están cercados de un mu.ro,
porque no es lícito ver lo que hace el vecino. R e -
sulta que nadie puede construir una casa desde la
cual se domine la inmediata, y por este motivo,
después de negociar por medio de su Legación los
Lazaristas, acerca de si la iglesia que construyeron
tendría mayor altura que las demás casas, y campa-
nario por añadidura, hubieron de conformarse á la
regla. E n toda azotea hay una piedra cilindrica, con
que apisonan la tierra después que ha llovido.
Las casas no tienen numeración, ni nombre las
calles; éstas las indican con relación á tal ó cual ba-
zar ó plaza, y la casa, con relación á la de una per-
sona conocida y que á veces ya no existe.
Por mi parte gusto mucho de estas habitaciones,
c o m o gustará cualquier europeo enjaulado aveces en
el quinto c i e l o ; lo único que les falta es agua y ca-
ñerías, pues la carencia de tan necesarias vías con-
vierte á menudo una casa en sitio insalubre, como
que he visto inflamarse un excusado por el exceso
de gas hidrogenado, y las consecuencias de no dis-
ponerse de agua bastante ofrecen, c o m o en todas
partes, grandes inconvenientes. E l encargado de
distribuirla es el Mirab ( E m i r a g u a ) , nombrado
TEHERÁN. 305

por el propietario ó propietarios de las acequias


(janates), únicos que tienen derecho á disfrutar del
precioso líquido; los demás se las arreglan c o m o
pueden con el Mirab á cambio de propinas, único
sueldo de que disfruta.
E n los baños públicos es sobre todo lamentable
la escasez de agua. Allí espuman con un cucharon
la suciedad que aparece á la superficie del líquido,
renovado tan sólo cada V i e r n e s , pues en el resto de
la semana añaden un p o c o á la que se evapora;
unido esto á los sapitos, al mal olor, á la elevada
temperatura, es causa do que no deploremos nues-
tra impureza, obstáculo á entrar en semejantes es-
tablecimientos. Los hombres van al baño por la m a -
ñana , y cuando viene el turno de las m u j e r e s , se
toca una trompeta para anunciarlo á todo el barrio.
El m o d o de bañarse los orientales lo describí deta-
lladamente en mi Viaje de Ceylan á Damasco, pá-
gina 1 5 5 .
N o todos los edificios carecen de ornamentación;
tanto más que los persas, decoradores por excelen-
cia , labran la piedra con extraordinaria precisión,
manejan el y e s o , de calidad m u y superior, con d e -
licadeza, y sin dibujos ni medidas realizan obras
notables, prodigios de buen g u s t o , c o m o artesona-
dos, techumbres estalactíticas, sin más guía que la
altura correspondiente á las extremidades de los
colgantes de la bovedilla sobre un plano de c o m p a -
ración. Pero si las construcciones encantan la vista,
el cuerpo de las mismas es lastimoso; lo constituye
20
306 V I A J E AL INTERIOR DE PERSIA.

un hacinamiento de m a d e r o s , piedras y ladrillos,


colocados sin concierto a l g u n o ; así es que los ele-
mentos destructores obran con rapidez en ellos. Sue-
len también principiar un edificio con gran valentía,
poro no saben concluirlo; en este caso se halla la
cúpula que vi p o c o antes de llegar á Teherán. D e -
bia cubrir mi espacio circular de cuarenta, metros
de diámetro, destinado á sala de teatro ó taqu-uí,
donde representan las tázies; sin parar mientes en
la conclusión, los arquitectos acometieron la bóve-
da colocando grandes arcos de madera; pero como
éstos no son solidarios entre s í , la obra ha quedado
hace años paralizada, sin que se atrevan á cargar
encima la más ligera techumbre.
Otro terrible elemento destructor en los edificios
de Teherán, debido quizás á la extraordinaria se-
quedad, es una especio do comején, llamado en per-
sa muriané, m u y diminuto , blanquísimo , que car-
come la madera, sustrayéndose á la vista por medio
de estrechísimos túneles de tierra, que fabrica él
m i s m o , lo cual me induce á creer que la luz le es
contraria.
E n cuanto á los principales edificios de Teherán,
aunque viendo uno se han visto t o d o s , lié aquí lo
más digno de ser c o n o c i d o . Principio por Palacio.
La regia morada estaba hace p o c o tiempo aislada
por un foso lleno do basura, y del cual aun exis-
ten indicios. E n el frontispicio de la entrada prin-
cipal, hecha, c o m o todo lo demás, de adobes y la-
drillos, se lee esta inscripción : « E l Sultán, hijo de
TEHERÁN. 307

Sultán, hijo de Sultán, y el Jacan, hijo de Jacan,


hijo de Jacan, Nasr ed Din Shah cadshar, eternice
Dios su reino y su reinado.»
Espaciosos y lindos jardines, cortados por anchas
vías esmaltadas de narcisos (nergues), realzado el
severo aspecto por hileras de gigantescos plátanos é
inmensos estanques, cuyas aguas alimentan cente-
nares de grifos, cercan la silenciosa mansión, e x -
cepto por el lado oriental, donde so extiende vasta
alameda. Todo cautiva la admiración de quien an-
tes de llegar aquí sólo vio ruinas y desiertos.
Lindan con los jardines las c o c i n a s , cuadras,
cuerpos de guardia, j u n t o con otras dependencias;
y con las habitaciones imperiales, el harem.
E n el piso bajo , situado c o m o á dos varas del
suelo, se ve la sala de recepciones, que protegen
contra la intemperie ó ardores del sol elevadísimas
y caprichosas ventanas correderas, hechas de miles
de cristales de todos colores; su interior está ele-
gantemente artesonado con vistosos azulejos esmal-
tados y maderas pintadas; por todas partes campean
alfombras, sederías, cuadros, espejos, arañas, relo-
jes, sillones, todo ello procedente de Francia y de
la época de Napoleón I , ó regalo de Luis Felipe y
Napoleón I I I , á excepción del t r o n o , que es de ala-
bastro trabajado con suma delicadeza, y cuya f o r -
ma y dimensiones semejan una cama ligeramente
inclinada hacia el espectador. A los compartimien-
tos inmediatos prestan grandiosidad algunos arcos
trebolados ó angrelados, hechos de madera ó alabas-
308 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

t r o , cuajados de adornos y sostenidos por finísimas


columnas. Las habitaciones particulares de Su Ma-
jestad, situadas en el piso principal, Son menos in-
teresantes, por cuanto la clase de cuadritos, c r o -
mos ó litografías do pésimo g u s t o , y multitud de
objetos de cristal colocados sin concierto alguno,
chocan con la ornamentación persa, por tantos c o n -
ceptos delicada y bonita.
M a y o r armonía, si es que puedo haberla entre
genios distintos, existe en la morada de Y a j y a Jan,
hermano del primer M i n i s t r o , y cuya esposa, en
terceras nupcias, es hermana del Shah. C o m o su
Excelencia estuvo varias veces en E u r o p a , ha ad-
quirido allí nuestros gustos y costumbres, parti-
cipando de los mismos cuanto le r o d e a , pues á ex-
cepción del alicatado de algunas habitaciones, lo
único que en ellas llamó mi atención fueron pre-
ciosas y finísimas alfombras del Jorassan, cuyo cos-
t e , al decir del J a n , alcanza á cien duros el metro
cuadrado.
Y a j y a Jan gasta ocho mil reales diarios; pero
en cambio sus acreedores figuran en número ex-
traordinario, y me aseguraron serlo no pocas de
las personas agrupadas en la puerta de su palacio.
P o r lo que hace á las mezquitas, son desahoga-
das y aun grandiosas; tienen espaciosos patios enlo-
sados, arcos ojivales de la altura del edificio, an-
chos muros cubiertos de finísimo alicatado, arabes-
cos y elegantes inscripciones á todo lo largo de los
frisos. Del mismo aspecto participan algunos colé-
TEHERÁN. 309

gios, establecimientos llamados «Hospitales de la


ignorancia» por un ministro de Fet Ali Sbah. E l
de Merv es el más notable, pero sus dependencias
desmerecen, del brillante aspecto del c o n j u n t o , y al
igual del que cautiva la mirada en los demás edi-
ficios, sólo tiene por base d é l a construcción el a d o -
be y el a z u l e j o , y el alicatado por decoración.
También posee Teherán un jardin zoológico, en
que descuellan algunos leones del Arabistan y pan-
teras del E l b u r z ; pero suelen á menudo las fieras
burlar la vigilancia de quien debe tenerla, y pasear-
se libremente por los jardines de dicho estableci-
miento, sin que por ello hayan ocurrido desgracias.
Monumentos antiguos, edificios que atraigan la
curiosidad por distinto concepto del que caracteriza
los ya mencionados, no existen, pues si bien Tehe-
rán presume de antiguo o r i g e n , sólo ocupa la cate-
goría de capital desde el advenimiento de la dinas-
tía Cadshar; antes yacía arruinado, efecto de la
horrorosa incursión de los afganes. H a y , sin e m -
bargo, en el centro del Meidanesshah un sitio que
recuerda curiosísimo episodio.
Venso allí algunos pedruscos, restos de una se-
pultura donde veinte años atrás fué colocada la c a -
beza del Jan de J i v a , vasallo del Sbah, y c u y o
nombre era Muhammad Rahim Jan. Guerreaba,
como de costumbre, contra los persas, y un dia,
junto á M e r v , pasando revista á treinta mil h o m -
bres , cometió la imprudencia de alejarse un p o c o
de los suyos. Cierto jinete t u r c o m a n o , fiel al Sbah.
310 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

aprovechó la ocasión, arremetió contra el Jan á


rienda suelta, abrióse paso por entre la escolta, y
de un sablazo cortó la cabeza á Kahim, llevándose
el t r o f e o , á todo correr, antes que los enemigos
volvieran de su asombro. L a cabeza del Jan se c o -
locó en el Meidanesshah con gran p o m p a , y el atre-
vido recibió una recompensa en galardón de la ha-
zaña.
D e este m o d o cuentan el hecho, m u y creíble por
cierto, pues hace algunos años el Perú presenció pa-
recido drama. E l Presidente Melgarejo asesinó á su
contrincante, y lo sustituyó precisamente cuando
el confiado rival asistía al desfile de las tropas y se
oia aclamar por el pueblo soberano.
A quien no interesan el recuerdo de lo pasado ni
manifestaciones do un arte inmutable podrán cau-
tivar la animación que existe en los grandes y fres-
cos bazares, llenos siempre de gente, el movimiento
comercial que se observa en las carvaseras (carvan-
serraií) ó depósitos de mercancías, que al igual de
las que existen en despoblado, sirven de alojamiento
á comerciantes transeúntes, y sobre todo, la multi-
tud de escenas suscitadas por el carácter jovial,
chistoso, de este pueblo.
Efecto del espíritu de igualdad que predomina
entre los persas, excepto el Shah, y de la indiferen-
cia con que lo miran cuantos á su sombra no se be-
nefician, oigo á veces con asombro mió, ya en forma
de coplas, ya con motivo de una cuestión cualquie-
ra, diatribas, sarcasmos y burlas en contra de Su
TEHERÁN. 311

Majestad y personas de la Corte, y aun contra moV


lahes y seyyedes de carácter respetable, y todo esto
sin la menor protesta de la policía, tan suspicaz y
numerosa.
Actualmente el ditirambo más en boga alude á
malos sentimientos de S. M., á su indiferencia por
el bien del país, y principia de este m o d o :
« T e vas á Europa cuando llevan á tu madre al
cementerio »
Tiempo atrás, al volver de Querbelá, compusie-
ron varias coplas aludiendo á su ignorancia; princi-
piaban así:
«Se. va á Querbelá con el sombrerillo echado ha-
cia un lado »
Derviches declamando á gritos las virtudes de
A l í , actores ambulantes obstruyendo la vía, vende-
dores de agua, de comestibles, particularmente de
patatas asadas, que apetecen grandes y pequeños;
barberos que, presentando un espejito ante la fiso-
nomía de los transeúntes, les invitan á embellecer
el rostro; multitud de mendigos acosando inoportu-
nos á todo el mundo, pero recibiendo de esta gente
caritativa ínfimos socorros, constituyen el fondo del
cuadro que ofrecen los bazares, punto principal de
reunión. Con frecuencia se ve correr la gente persi-
guiendo á alguno que, después de cometer una mala
acción, va á colocarse en sagrado (bast), debajo de
un c a ñ ó n , en determinadas mezquitas, en capillas
donde está sepultado algún santón, en casa de la.
madre de S. M. ó de cualquiera de sus hijos, y con
312 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

preferencia en las cocinas y cuadras reales, asilos


los más inviolables de todos. Las Legaciones extran-
jeras también sirvieron á menudo de sagrado; pero
c o m o algunas abusaron de este privilegio en daño
del Gobierno, han renunciado á él. L a iglesia cató-
lica también es bast por el uso, no en virtud de los
Tratados. Sucede en todos casos con frecuencia que
á un tiempo se bailen en sagrado el ofensor y el
ofendido, huyendo de la justicia el u n o , implorán-
dola el otro. Nació esta costumbre del abuso de
autoridad; y donde quiera exista, debe augurarse
que la ley es nula. Tengo entendido que en España,
en tiempos monárquicos, era bast la acera de P a -
lacio.
Escena curiosa presencié una mañana, hallando
clavados de una oreja contra la puerta de sus tien-
das á varios carniceros cpie se negaron á bajar el
precio de la carne. Nadie les hacía caso, ni ellos se
quejaban; uno, particularmente, estaba m u y satisfe-
cho de que no le hubiesen cortado la m u ñ e c a ; «esto
duele m e n o s » , decia. E n otra ocasión vese á un
h o m b r e , caballero en un j u m e n t o , á quien pasan
por el cartílago de la nariz un bramante (mahar,
brida), que lleva el v e r d u g o , proclamando á g r i t o s :
« H a cometido tal ó cual mala acción, y lo traigo
para que todos lo conozcáis.» E n tales casos deben
los tenderos dar dos cuartos en prueba de haberse
enterado de la lección.
Ocurre también que se ve dar de palos sobre la
planta de los pies, castigo el más usual, ó cortar uno
TEHERÁN. 313

ó más dedos á un ladrón, ó bien la nariz, la muñeca,


para lo cual dan mi tajo circular con navaja de afei-
tar, y revolviendo la muñeca, la separan de un golpe
contra la rodilla. También suelen cortar una pierna,
el tendón de Aquíles, una oreja, ó las dos, según la
gravedad del crimen, ni más ni menos que en tiempo
de Darío. A veces el verdugo arrastra el cadáver de
nn criminal, y reclama hasta una peseta de los c o -
merciantes más ricos, diciéndoles : « E l Shahdispuso
que y o hiciese el sacrificio de matar á este hombre
para que todos aprovechéis el ejemplo.» Dejan luego
el cadáver delante de la puerta de Shah A b d u l
Azim por espacio de tres dias, amarrado á dos v i -
gas (capuc) en forma de X , ó bien en el suelo;
pero entonces lo mandan custodiar por dos judíos,
para epue no sea pasto de los perros, y porque « u n a
ocupación mala deben hacerla los malos.» Si el
muerto fué en vida persona de recursos, su familia
alcanza del Shah que lo entierren antes del tercer
día, mediante un centenar de duros.
Otros actos de crueldad que no he presenciado,
pero que atestiguan personas respetables, desdicen
del carácter persa, y débense, á mi entender, al ele-
rñento tártaro, tan predominante en esta raza. P o r
ejemplo, cuando las tropas volvían de guerrear c o n -
tra los turcomanos traían cabezas de los vencidos
en las puntas de las bayonetas; efecto quizás del
mismo m i e d o , pues los persas lo profesan tan terri-
ble á dichas gentes, que media docena de turco-
manos han solido ahuyentar un batallón. Tamaños
314 V I A J E AL I N T E R I O R DE PERSIA.

excesos motivaron una nota colectiva del Cuerpo


diplomático, y no se han vuelto á reproducir.
De noche no se presencia ninguna de estas esce-
nas, pero en cambio se ofrecen otras.
Careciendo de alumbrado Teherán, á menos de
haber luna, está envuelto en oscuridad; y como á
las nueve cierran los bazares, no puede circular
un a l m a ; sólo aparece de vez en cuando algún
europeo ó privilegiado que ha podido sustraerse
á la reclusión, llevando en la mano su correspon-
diente linterna (fa?ius) de ordenanza. E s , como
sabemos, un cilindro de papel doblado de manera
que pueda extenderse ó plegarse de arriba abajo; lo
cubren dos placas de metal; en la inferior hay una
vela, y en la superior un agujero para que circule el
aire. E l tamaño del famis indica la mayor ó menor
categoría de la persona : cuanto más elevada, mayor
es la amplitud de la linterna; la de un particular es
del tamaño de un sombrero de c o p a ; la de un M i -
nistro, como un tonel; la del Shah parece una ca-
sita, y la llevan dos hombres colgada de un palo,
que sostienen en alto.
Pero lo que es do admirar, y aun de imitar has-
ta cierto punto, es la policía. Nadie se mueve sin
saberlo la autoridad. A l jefe de policía llaman Ca-
lantar, y de sus atribuciones se formará idea sa-
biendo que hasta hace pocos años tenía derecho á
entrar en cualquier casa á la hora que le parecía
conveniente; de él dependen los ketjodaes, ó sean
los alcaldes de barrio, nombrados por el vecinda-
TEHERÁN. 315

rio; los alcaldes mandan sobre uno ó más agentes


que llaman delí bashi (diez cabezas), y cada uno de
éstos tiene diez subordinados, cuyas funciones vienen
á ser las de nuestros' serenos, pero sin el aditamento
del farol, que precisamente inutiliza los efectos de
la vigilancia. Sitúanse en puntos fijos y á corta dis-
tancia, de manera que el uno pueda oir la voz del
otro; pasa cualquiera, y al verlo, avisa el sereno al
compañero más inmediato que fulano ó mengano
se dirige hacia é l ; si no lo c o n o c e , produce un so-
nido a g u d o , modificado según las circunstancias en
que se cree pueda hallarse el transeúnte, y le c o n -
testan del mismo modo en señal de acuerdo. A cual-
quier cosa que ocurra, el delincuente se ve cogido
al punto entre dos agentes. Resulta de esto que los
robos son desconocidos. Nadie mira mal á los agen-
tes de policía, los cuales no llevan distintivo algu-
no. Sin embargo, el jugador, el vicioso, el borracho,
hallan medio de entenderse con ellos para no ser
denunciados. Llega á tal extremo el celo de los p o -
lizontes, que, sin pasar nadie, gritan para saber si
los compañeros duermen ó no.

E l modo de vigilar á los europeos es por demás


maquiavélico. Para ello se valen de mendigos j u -
díos, que, so pretexto de pedir limosna, no se
mueven de la puerta de una casa; por este medio
sabe el Calantar mis costumbres, con quién me tra-
to, qué hombres, y sobre t o d o , qué mujeres recibo
( e n mi calidad de soltero no recibo á ninguna),
pues respecto á este particular no transigen los per-
31G VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

sas con los impuros; antes, por el contrario, consti-


tuye el punto más escabroso de nuestra conducta en
este país.
Si los mismos musulmanes no pueden ver otra
mujer que aquella con quien el parentesco les veda
casarse, ¡juzgue el lector lo que veré y o ! Si por des-
gracia nos pillan en relaciones, lo menos que puede
suceder es obligarnos á abjurar la religión. Cuando
esto acontece, el europeo va ante el juez y dice :
«ISÍo hay más Dios que Dios, y Mahoma es su P r o -
feta.» L e circuncidan, por más que la circuncisión
no sea dogma del Alcorán, sino uso tradicional,
toma un baño, cambia la ropa antigua por otra nue-
v a , y desde este momento es un sectario de M a h o -
m a , con privilegio, no sólo de casarse con persas,
sino que también de descasarse de cuantos acreedo-
res tuvo hasta entonces. Cierto que el tratado de
Turcmanshai nos sustrae á la jurisdicion local; pero
en la materia que nos ocupa los Tratados sólo ten-
drían efecto después de incurrir en las iras del p u e -
blo , como aconteció á todo un Secretario de E m b a -
j a d a ; y por lo que á la mujer respecta, la ahogan
en un fieltro. Así se explica cómo hay europeos
que después de permanecer años en Persia no han
visto una sola mujer. H a y , sin embargo, medio de
satisfacer la curiosidad.

Con el dinero se hacen p r o d i g i o s ; el vil metal,


aquí c o m o en todas partes, convierte en posible lo
inverosímil; por ejemplo : quiero ver á Paraca (sa-
ludo) , Aisha ( a m a d a ) , Habiba ( a m i g a ) , ó bien á
TEHERÁN. 317

Gol roj b e g u m (mujer con cara de flor), Melar nush


Janúm (señora con ojo de l u n a ) , Jurshid Janúm
(señora s o l ) , cuya belleza ponderan; pues remunero
á todos los vecinos de su casa, soborno su familia,
sus criados, el alcalde de barrio, algún «jefe de
diez», los serenos que tenga en las inmediaciones,
y después de todo esto, que se traduce por media
docena de onzas de o r o , se puede entrar en la casa
precisamente á la hora en que todo el mundo debe
dormir, y salir á las veinticuatro con el mismo si-
gilo que se entró.
Este procedimiento no está al alcance de todo el
mundo; pero hé aquí otro más sencillo y, por ende,
más práctico. Se compra un caballo, se alquila des-
pués una casita con cuadra, donde cuida de él mi
criado; caso á éste con una joven, y, yendo á la
cuadra, puedo verla sin infundir la menor sospecha.
Bien considerado, no merecen las persas el riesgo
que por ellas se c o r r a , porque si tienen buenas f a c -
ciones, hermosos o j o s , buen c o l o r , y más claro de
lo que pudiera presumirse, sin duda por ir siempre
muy tapadas, en cambio no poseen ninguno de los
atractivos que á la gracia prestan la educación y el
talento. Para agradar no siguen los preceptos que
indica Santo T o m á s , ni al igual de nuestras c o m -
pañeras, abultan con engañosos trapos ó reducen
con sufrimiento aquello precisamente que para d i -
ferenciarlas del hombre abultó ó redujo la natura-
leza. Todavía no se las ha ocurrido dar amplitud á
los salientes p e c h o s , añadir pelo á la natural cabe-
318 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

llera, ni han ideado el engañosopoUsson, el espan-


toso miriñaque, ni martirizan la de por sí fina cin-
tura, ni siquiera los pies y las manos, ni menos aún
la boca si es grande, ó los ojos si son pequeños; de-
jan amplia libertad á sus formas, sencillez á las
maneras, y sólo buscan en los colores que emanan
de las plantas, ó en las piedras ó metales que la es-
casez avalúa, aderezos y adornos del gusto de sus
maridos. Tampoco las mujeres casadas van por las
calles y otros sitios concurridos ensoñando á cuan-
tos « no pueden casarse con ellas» las torneadas es-
paldas, los moldeados brazos y las manos de apre-
tadísima nieve; un manto de tela azul (chader) las
cubre desde hi/cabeza hasta los pies; de encima la
frente les cuelga un lienzo blanco (rubend), aguje-
reado á la altura de los o j o s , lo preciso para ver por
dónde andan; en vez de refajos llevan pantalones
verdes m u y almidonados y de extremada amplitud,
que cierran sobre el empeine del pió ó están adhe-
ridos á las medias; las babuchas rematan en punta,
pero la suela queda á mitad do la planta del pió, por
c u y o motivo casi andan de puntillas, y me consta
que es precisamente en el m o d o de andar c o m o se
conocen unas á otras por las calles.

Sobre las azoteas veo de lejos alguna que otra


con lo preciso para no tener f r i ó : un refajito que
llega hasta las rodillas, una chaquetita de percal y
un pañuelo (mandil') en la cabeza, para taparse
cuando sospechan que algún hombre puede verlas;
pero no siempre anclan tan listas, que no observe que
TEHERÁN. 319

la mayor parte se cortan el pelo, dejándose melena.


E l traje de los hombres también es sencillo. V i s -
ten de dos maneras : los que pertenecen al orden c i -
vil llevan levita (dshaeba) en campana, ceñida con
cinturon; el cuello es recto y c o r t o ; los pantalones
(tumban) son anchos; el gorro (culo) es de fieltro ó
de piel; su forma procede de un capirote cuya par-
te superior está metida hacia adentro. E l pueblo
gasta solideo de fieltro, cula namet (sombrero fiel-
t r o ) , el cual, durante la dinastía actual, va susti-
tuyendo al inmenso y antiquísimo turbante. H a y
cula que cuesta cincuenta d u r o s ; los hacen de piel
de cordero nonato do Bojara, y escogiendo única-
mente las rayas negras del lomo. Estos gorros son
eternos; con salpicarlos de agua, y secándolos, ya
con un p a ñ u e l o , y a sentándose encima, al punto
vuelven á quedar flamantes y lustrosos. E n viaje l l e -
van gorro ó solideo con cuatro alas, que pueden d o -
blarse según la dirección on que da el sol.

La camisa (piratren) forma un círculo al rededor


del pescuezo; sólo llega hasta el o m b l i g o , y se cier-
ra sobre el hombro derecho por medio de un botón.
El chaleco es amplio, y es la única prenda que tie-
ne bolsillos; los calzoncillos (shalvar) son de h i l o ;
los calcetines, de purísima lana, m u y fuertes, y las
babuchas (papilsh ó kaftsh) suelen tener suela hecha
de trapos.
Las personas pertenecientes al orden eclesiástico
llevan turbante y traje talar, batas más ó menos
ricas, que, al igual de las demás prendas de vestir
320 VIAJE AL INTEEIOE DE PEESIA.

sirven á personas de una misma estatura, pues las


hechuras son por demás sencillas. También se estila
el traje talar junto con el cula, principalmente entre
los funcionarios públicos. E n invierno se cubren
con el áaha, prenda de corte rectangular, semejan-
te al poncho mejicano, sólo que está abierto por
delante.
Respecto al color de los vestidos, en general es
n e g r o ; pero gustan mucho del a z u l , del v e r d e , del
encarnado y do rasos y cachemires.
P o r más que la ridicula moda apenas haya pene-
trado en Persia, se va haciendo sentir algún tanto,
no en el traje do la m u j e r , sino en el del hombre;
la única conquista realizada hasta ahora consisto en
haber disminuido bastante la altura del gorro nacio-
nal y el largo de las levitas, siendo de advertir que
la amplitud de ambas cosas está en razón directa de
la aversión que profesa la persona que las viste á la
introducción del elemento extranjero.
Sabido es que Mahoma prohibió que los ricos se
distinguieran exteriormente de los p o b r e s , á fin de
evitar disensiones; medida digna de la sabiduría de
aquel h o m b r e , y muy observada aún en Oriente.
Sin e m b a r g o , algunos se extralimitan, llevando sor-
tijas, cadenas, el inseparable rosario (tesbih) para
entretenimiento de los dedos, hecho á veces de ám-
bar y oro en vez de sencillas cuentas. Los que tienen
reloj (sáat) lo guardan en una bolsita de cachemir;
lo pi'opio sucedo con el sello (Jatein).
Apuntaré también aquí ciertas costumbres que, sin
TEHERÁN. 321

necesitar de trato íntimo con este pueblo, puede


cualquiera apuntar sin riesgo de incurrir en equi-
vocación.
E s indudable que, salvo ligeras diferencias, p r o -
pias de las climatológicas de cada zona, el m o d o de
ser de sociedades humanas privadas de contacto
unas con otras, será parecido en todas partes, y
tanto más cuanto nos acerquemos al origen de las
mismas.
E n éste se halla aún, creo y o , la irania. D e s c o -
noce los objetos con que la comodidad sustituye
funciones que pueden desempeñar los cinco dedos
de la m a n o ; los unos sirven de tenedor, do cuchillo,
de pañuelo, y en los oficios sustituyen, en unión de
los pies, multitud de piezas que descubrió la m e c á -
nica; la otra, ó el pan plegado sencillamente, r e e m -
plazan la cuchara; una y otros hacen vez de servi-
lleta. E l suelo sirve de mesa y de asiento. Nadie
cambia las horas en que el alba convida con sus d o -
rados rayos por las pesadas de la noche. A la m u -
jer, que pronto fué objeto de discordia, la han
arrinconado en el harem. La complicada etiqueta j a -
más comprimió en estrechos límites la risa, los m o -
dales, los desahogos piropios, así del organismo m a -
terial c o m o moral; el orgullo, que sólo ha podido
surgir de la desigualdad do fortunas, tampoco ha
alejado á los pequeños de la compañía del grande,
al que recibe de quien d a ; todos respetan á su seme-
jante, porque son iguales, y, efecto de la necesidad,
solidarios unos de otros ante el « Señor do la Grene-
31
322 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

r a c i ó n » , único que oye la lengua de la adulación en


vez del acento do la convicción. A q u í no hay más
ley que la costumbre, y seguirá inalterable hasta que
se altere el igual nivel intelectual de los hombres;
observación esta que bastarla á probar que la socie-
dad irania, en cuanto á su organismo respecta, no
ha sufrido cambio notable desde su origen.
P o r lo que hace á lo físico de esta raza, es, á ¡ni
j u i c i o , la más hermosa del m u n d o , porque sólo la
han cruzado sangro tártara y á r a b e , tipos ambos de
la fuerza, y porque constituye el nudo de donde
irradiaron los jafetitas. Como acontece, á mi enten-
d e r , en España, creo que el hombre aquí es supe-
rior á la mujer : regular estatura, cabeza ovalada,
color moreno claro, hermosos ojos rasgados, que cu-
bren cejas arqueadas y tupidas; el iris castaño, nunca
n e g r o ; la barba firme, y el vello que la cubre, negro,
algo rizado, pero no abundante; el cabello.es liso,
la frente p o c o elevada, las sienes algo comprimidas.
L a nariz es recta, la boca bien hecha, los dientes de
nieve, pero los labios algo gruesos; corto el cuello,
mas no á costa del desarrollo del p e c h o ; los pies
y las manos, por fin, son pequeños y aun bonitos.
E l persa es g r a c i o s o , gentil; nunca so afeita el
b i g o t e , y si bien la Tradición manda afeitarse la
cabeza ó dejar toda la cabellera, ha tomado un tér-
mino medio para « g u s t a r » , y consiste en afeitarse
ó cortar al rape el centro de la cabeza desde el fron-
tal al o c c i p u t , recogiendo el pelo por debajo de las
orejas.
TEHERÁN.

Intelectualmente considerado tiene poca inventi-


va, imaginación exaltada, y más travesura que inte-
ligencia; como las de todos los pueblos meridionales,
sus facultades se estancan así que está desarrollado
el cuerpo, y si bien es frugal por necesidad, cuan-
do puede se excede en demasía. E s m u y dado al
comercio; comercia hasta con dos cuartos, pero no
amontona, ni es banquero de sí mismo como el árabe,
sino que gasta y tira adelante.
Efecto de tener pocas necesidades, su ideal es
holgar, y por este motivo celebran tantas fiestas.
Además del Viernes, dia festivo de los musulmanes,
conmemoran el Lunes, que era el D o m i n g o de los
guebros. N o hace nada en el mes de Ramadan, ni
en el dia 1." de Shewal, que sigue al período de
a y u n o ; ni en los diez primeros dias de Muharren,
que dedican ahora á ver representaciones teatrales;
ni en el 17 de Ilabi el auwal, aniversario del naci-
miento de Mahoina y el de su m u e r t e ; ni en el 13
de S a f e r ; ni menos en el aniversario de la muerte
de Ornar, gran enemigo de los persas; ni en el 18
de Zil hidshe ó fiesta del estanque, en c o n m e m o -
ración del dia en que Mahoma designó á Ahí por
sucesor suyo. T o t a l : ciento cuarenta y ocho dias de
holganza oficial.
o

Debido á la amplitud del t r a j e , y á no ir moles-


tados como nosotros por corbatas, cuellos almido-
nados, pantalones ajustados, botinas estrechas y
guantes más estrechos a ú n , el porte de los orienta-
les es majestuoso, y su trato está en armonía con él.
324 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

E l inferior que se presenta ante un superior inclina


el cuerpo sin hablar, recoge al propio tiempo el traje
con las dos manos, y permanece en pie hasta tanto
le mandan sentar; siendo notoria la diferencia de
posición, se pone de rodillas dejando descansar sobre
los talones todo el peso del cuerpo, y recogiendo el
vestido, sobre el cual descansan las manos abiertas,
una j u n t o á otra, ó bien una encima de otra. A menos
de ser aludido, el visitante tiene en el suelo fija la
mirada, y cuando habla, da á la cara ligera y tímida
sonrisa. Habiendo familiaridad puede uno sentarse,
cruzadas las piernas y levantar más la v o z . Tienen
grandísimo cuidado de dar á cada uno el tratamien-
to que le corresponde; nadie llama á otro de t ú ; es
siempre de vos « s h u m a » , de sarcar esshumá (ca-
beza jefe v o s ) , es decir, jefe de vuestro servicio, de
poderío (daulutcoin), etc.

Cuando se visitan, que en verano es generalmen-


te de cinco á siete de la mañana, y algo más tarde
en invierno, se hacen anunciar para no coger á na-
die desprevenido; es costumbre entonces ir á caba-
llo mejor que á p i é , y en muía el alfaquí; pero lo
más esencial es ir acompañado de tantos más fami-
liares cuanto más importante es la persona á quien
se va á visitar. Esta costumbre es propia de todo
personaje que sale á la calle; no conciben que vaya
s o l o ; pero entre el séquito de familiares holgaza-
nes suelen figurar acreedores que no dejan al deu-
dor ni á sol ni á sombra. El Mustqfí el mamalec y el
Mushtahid\sm precedidos de ocho ó diez criados, y
TEHERÁN. 325

seguidos de treinta ó cuarenta familiares. Dias p a -


sados encontré al segundo en un carruaje, seguido
de diez j i n e t e s ; de repente mandó parar, y s u p o -
niendo quería dirigirse á m í , pensé acercarme,
cuando noté que llamaba á un m o z o cargado con
el violonchelo, donde tanto se distingue mi a m i g o
Vauviller, y después de examinar el instrumento,
prosiguió gravemente el séquito.
E n palabras el persa es el colmo de la atención
y de la amabilidad, circunstancia que, unida á
otras que dejo apuntadas, ha hecho llamarlos « f r a n -
ceses del O r i e n t e » , calificativo que probablemente
se le habrá ocurrido á algún francés. L a alabanza
no tiene límite; las protestas de amistad y adhesión
no tienen fin, pero son meras formas del lenguaje;
jamás se dan por ofendidos; ofrecen todo cuanto
tienen y no tienen, y, al que es demasiado exigente,
también sus mismas personas, diciendo : quirt be cu-
nem, en muestra de que no pueden dar m á s , c o m o
así es la verdad. Con esta prodigalidad de c u m p l i -
dos, adulaciones y ofertas engañan á cualquier e u -
ropeo, acostumbrado por lo general á creer parte
de lo que le dicen.
Pero hay una circunstancia que da al traste con
todas estas buenas prendas, y es la falta de limpie-
za y pulcritud, tan necesarias, á mi entender, para
vigorizar, no sólo el cuerpo, sino que también el al-
ma. A u n cuando se lavan varias veces al d í a , es l i -
geramente; la mano derecha sostiene el botijo, y con
la izquierda se echan agua desde la frente hasta la
32G VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

barba; en cambio suelen bañarse una vez á la se-


mana, y , c o m o acontecia entre nosotros á princi-
pios de este siglo, y aun acostumbran los judíos, se
mudan de ropa el Jueves por la tarde ó al siguiente
dia festivo; pero quien usa calcetines suele llevarlos
hasta que se caen de viejos. Todos gastan pañuelo,
pero se suenan con los d e d o s , y después de restre-
garlos contra la pared, la puerta ó la alfombra, con-
cluyen de limpiarlos en el pañuelo, que nunca des-
doblan; jamás escupen, pero se urgan las narices,
los o i d o s , los pies, y á menudo eructan, diciendo
con tal m o t i v o : istajfur AVlali (perdóneme D i o s ) .
Cualquier otro ruido lo consideran desacato graví-
simo. E n las acequias que llevan agua potable á las
casas suelen, á más de las abluciones, hacer aguas
menores, y por esto los turcos los llaman jar Shah
(borrico del Shah), aludiendo á la costumbre de di-
cho cuadrúpedo al atravesar una corriente de agua;
en cambio los persas llaman á ¡os turcos sec súnni
(perro súnni), por hacer contra las paredes lo que
ellos por las acequias. E n ciertos lugares excusados
el papel es desconocido; reemplázalo un botijo con
agua, y si no, una piedra. Pero la falta de limpieza
es propia de sociedades p o b r e s ; el aseo exige gas-
tos, y son pocos los que pueden sufragarlos; en
cambio, desde la más remota antigüedad practican
aquí la circuncisión del mismo m o d o que la practi-
caban los egipcios, y es de sentir que tan saludable
costumbre no la observemos en Europa.

Los habitantes de Teherán son reputados altane-


TEHERÁN. 327

r o s , sarcástocos, neo-religiosos, porque pretenden


amalgamar la intransigencia característica de toda
religión con las brisas liberales que ya soplan de
Occidente. Están m u y preciados de la ciudad natal
basta el punto de que un teheraní reclama en todas
partes preeminencia, lo cual se explica atendiendo á
que en un país donde el Soberano es todo y los d e -
mas nada, el sitio en que mora el cuerpo y alma de
la Nación infunde en cuantos á su sombra viven la
idea de participar de su omnipotencia.
Echemos, en señal do despedida á esta tan larga
narración, una mirada á los alrededores de T e -
herán.
Nada más triste que esos mares de arena, solita-
rios, yermos, donde tristísimos se esparcen mis ojos
cuando á la caida de la tarde busco á caballo un
descanso á las ordinarias tareas; descanso que por
lo mismo más tiene del recogimiento y meditación
que del solaz en la contemplación de la naturaleza.
Parecería natural que una parte de la población sa-
liera á dicha hora del casco de la ciudad; pero p r e -
fieren pasearse por los bazares, por el meidan, o y e n -
do discordante música de trompetas (nagaré jane,
mansión del ruido), clarines y tambores; así es que,
al salir de mi casa, siguiendo hacia el Norte la vía
donde habito, á los pocos minutos no veo un ser
humano á mi alrededor. Sólo en primavera y en
otoño suele animarse la solitaria llanura con motivo
de alguna carrera de caballos ó de alguna revista.
E n aquella dirección, sin e m b a r g o , existe hace
328 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cinco años una carretera adornada por ambos lados


con espesa fila de rectos álamos, que enlaza la ciu-
dad con los risueños pueblos que se asientan al pié
de Elburz, distante tres leguas, y á cuya región lla-
man Sbimran, residencia en la estación cálida de casi
todos los europeos. Hacia ella camino de ordinario
una legua, basta llegar á Oasser cadsbar ( Palacio de
los cadsbares), deliciosa residencia con jardines en
anfiteatro, ancbas y largas escaleras, que unen el P a -
lacio al parque. Desde allí se distingue otra morada
real, la de Negaristan, donde se ven frescos que
representan solemnes recepciones de Embajadores.
Rara vez babita S. M . el Palacio de sus abuelos;
pero en cambio era morada predilecta do F e t Alí
Shah, llamado « A d á n segundo», porque se le cuen-
tan h o y cinco mil descendientes, y de quien la tra-
dición conserva el recuerdo de multitud de hechos
allí acaecidos. L o s siguientes están plenamente c o n -
firmados :
Ocurrió un dia que el enamorado Shah mandó lla-
mar á cierta persona cuya prenda de amor codiciaba,
y paseando ambos por el jardin, de repente paró el
R e y y dijo á su rival: « ¿ C r e e s que falta aquí algo?
— N a d a . — P u e s opino lo contrario, replicó Fet A l í » ;
y el otro, adivinando que iban á aplicarle el castigo
llamado «plantación de á r b o l » , que consiste en e n -
terrarlo á uno vivo, se echó á los pies de la Majes-
tad y le cedió la mujer con quien iba á desposarse.
E n una de las habitaciones del susodicho palacio
existe el retrato de cuerpo entero de un j o v e n i n -
TEHERÁN. 329

glés, Secretario de L e g a c i ó n , de hermosa y gallar-


da figura, que fué la desesperación de aquel apasio-
nado Soberano. También se ve la alberca donde por
un plano inclinado, hecho de blancos mármoles, r e -
cibia á sus mujeres favoritas, y aseguran que sobre
las cristalinas aguas pendían dos trapecios, y c o l o -
cado en uno la « S o m b r a de D i o s » y en el otro la
«Dulzura del Gobierno» designada al efecto, p r o -
cedían ambos á diversos y fantásticos ejercicios.
Otra morada real existe en Shimran, p o c o fre-
cuentada por el Shah actual. N o há mucho fué á
visitarla una gran señora europea, y á no dar la
casualidad de precederla su marido en cierta habi-
tación, habría sufrido, al visitar esta última, no
poco rubor. H a y allí, en efecto, unos frescos en que
Nasr ed Din y sus mujeres están representados en
posturas lúbricas y escandalosas.
E n otras pinturas, pero son las m e n o s , las f a v o -
ritas ofrecen flores, frutas y bebidas á su Señor, ó
juguetean con é l , ó él con ellas. Recordáronme los
tales frescos las esculturas del palacio de Medinat
Abu, en E g i p t o , donde Sestos I I está rodeado de
sus mujeres, ocupadas en la misma faena que las
persas representadas en la morada de Shimran.
El hombre es siempre el mismo. Nuestra inteli-
gencia, emancipada del estado primero, sólo m o d i -
fica los impulsos de quien la eleva por cima del cuer-
po, donde yace aprisionada en eterno antagonismo.
VII.

PREPARATIVOS DE VIAJE.

Teherán, 16 de Setiembre de 1874.'

Después de permanecer cinco meses en esta capi-


tal, he resuelto dar principio á la misión que me
confió el Gobierno : informar sobre el movimiento
comercial del Irán, y aunque podría verificarlo c ó -
modamente desde casa, valiéndome de observacio-
nes y datos extraños, dicho se está que no emplea-
ré tal procedimiento, sino que he de lanzarme g u s -
toso á recorrer el país en todos sentidos.
Inútil es añadir que he necesitado aprender el
idioma siquiera lo suficiente para entender y ser e n -
tendido, pues de lo contrario andaría á ciegas ; c o -
nocer el sistema de monedas, pesas y medidas, con
objeto de formar idea exacta de los cambios y tran-
sacciones; estudiar las costumbres, á fin de no apa-
recer ignorante de aquellos conocimientos que cada
cual en su país ve con agrado en los extranjeros, y
por último, fijar el itinerario, pues no he de cami-
nar á la ventura, sino que intento visitar en el m e -
332 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

ñor tiempo posible la casi totalidad de las ciudades


de Persia. Dedicaré, p u e s , este capítulo á exponer
los resultados de mi trabajo, y aun á detallar los
medios de que me be valido para adquirirlos.
Así que llegué á Teherán emprendí por undéci-
ma vez en mi vida el enojoso estudio de los princi-
pios de. un habla extraña, lo cual no significa que
posea y o once idiomas, sino que de ellos sé para sa-
lir de apuros con mayor ó menor facilidad, ó sea lo
preciso á los usos y comercio de la vida.
Para ponerme en tal estado respecto al persa, hé
aquí c ó m o procedí, utilizando, para abreviar el tér-
mino de mis deseos, la experiencia que he adquirido.
Doscientos sustantivos, cuarenta v e r b o s , treinta
adjetivos, y otro tanto entre preposiciones, c o n j u n -
ciones y adverbios, suman trescientas palabras, que
bastan á mi objeto, y aun sobran, porque sería har-
ta desgracia que de otros idiomas algo conocidos no
pudiese utilizar raíz alguna. Las escribí en árabe, y
mi maestro el buen moVlah A b d Al'lah que conoce
perfectamente el habla del A l c o r á n , puso á c o n t i -
nuación los significados persas, que fui aprendiendo
de memoria á razón de diez por día.
L a práctica y la teoría tampoco están aquí de
a c u e r d o : al mes debieran saberse las palabras m e n -
cionadas; pero al tratar de hacer uso repentino de
ellas, ninguna de las trescientas llega á tiempo, y si
llega, los verbos se ponen invariablemente en infi-
nitivo, no se acierta á formar un comparativo ó su-
perlativo, se invierte el orden de las voces, todas se
PREPARATIVOS DE VIAJE. 333
pronuncian bien al propio entender, mas no para el
oyente, y tanto peor cuanto mayor os la ignoran-
cia de este último ; por fin, se acude á la mímica,
ó se toma el partido de callar, que es el peor, en ra-
zón á que pugnando por decir algo á todas horas
es c o m o se graban lentamente en la memoria las
palabras que se aprenden, y las cuales han de e x -
presar ideas abstractas, generales, ú objetos de uso
ordinario, siendo conveniente estudiarlas de dos en
dos, de manera que cada una sea antítesis de la otra.
Y efecto del estado de aglutinación de que aun par-
ticipaba el idioma persa al atajar su desarrollo la
conquista árabe, puede á veces simplificarse la tarea,
porque con el mismo esfuerzo que aprendemos el sig-
nificado de una palabra se retiene el de sus elemen-
tos. Por ejemplo : ham-saj/é, v e c i n o , significa mis-
ma sombra—seng-pusht, tortuga ; espalda piedra—
ab-gusht, caldo : agua carne—shotor-cu-paleng, ji-
rafa: camello vaca tigre — teng-dast, pobre: estre-
cha mano — teng-dil, triste: estrecho corazón, etc.
L o propio sucede con los v e r b o s : negah-dashtan,

guardar : mirada, tenei bar-dashtan, quitar : sobre


teñe') gush dadan, oir : oreja dar, etc. He puesto
guiones en las voces persas para que sea patente su
composición.
A l propio tiempo que me dedicaba á tan áspera
tarea, invertía dos horas diarias en leer y analizar
minuciosamente algunas palabras del primer impre-
so habido á las manos, un número del periódico ti-
tulado Irán. Fui así adquiriendo ideas generales de
334 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

la estructura del idioma, cuya sencillez es manifies-


ta, exceptuando, sin embargo, el hipérbaton, á veces
más pronunciado que en alemán, y v o y conociendo
al par la infancia de muchas palabras que usamos
ordinariamente sin saber el significado que en un
principio tuvieron. N o me detendré en exponer la
multitud de voces procedentes del zendo, y quizás
aun de idioma anterior á él, que dejaron aquí hue-
lla, y fueron después tomando cédula de vecindad
por E u r o p a ; sobre el particular existen obras sor-
prendentes, que dan á la etimología carácter históri-
co-cientínco, y sirven al propio tiempo para probar
que de las razas indo-europeas brotó la esencia de
nuestra antigua mitología. Con t o d o , apuntaré al-
gunas voces persas que se han ido á España, ya por
conducto directo de los árabes, ya por conducto
indirecto de griegos y latinos. Helas a q u í : zagú,
zaguán — guérguere, gárgara — andam ( m u s l o ) ,
andamio—tamiz, tamiz — lab, labio—cute, c o r t o —
bázu, brazo — has, bastante — agúr, agur, significa
propiamente sé feliz.
Algunas han cambiado de sentido: arroj, erupto
— conch, rincón—gaudal, profundo —banuyo, estu-
f a — ruste, pueblo, se han convertido en : arrojar,
concha, caudal, baño, riistico. Otras las han llevado
los árabes con su artículo : cupe, montón de trigo,
ha venido á ser alcoba, y luego c ú p u l a — r o b , arro-
pe, etc. Una que la decencia impide escribir signi-
fica en castellano y en francés precisamente lo opues-
to que en persa. Los números ordinales hasta diez,
PREPARATIVOS DE VIAJE. 335

exceptuando uno, cinco y siete, se dicen casi del


mismo modo que los nuestros.
Si el idioma persa, tan influido por el árabe, t u -
viese con éste afinidades gramaticales, c o m o las t i e -
nen los de una misma familia, hubiera empleado en
su estudio método más racional, y por consiguien-
te más c ó m o d o que el de aprender de memoria p a -
labras por centenares; pero el persa no tiene en su
estructura analogía alguna con el habla alcoránico,
y sin embargo, es imposible aprenderlo sin el c o n -
curso de éste.
E l persa pertenece al grupo iranio, uno de los
seis en que se dividen los idiomas indo-europeos; el
tronco del grupo iranio es el zendo, originario de
la Bactriana, y que hablaban con alguna modifica-
ción en tiempo de los aquemenidas. Después de la
conquista de Alejandro el idioma del Irán, alterado
por elementos semíticos, se llamó pahlávi, y subsis-
tió simultáneamente con el darí, dialecto del p u e -
blo, hablado aún, pero no escrito por los adoradores
del fuego. Pafdávi significa « heroico )>, y también
« g r a n ciudad, c a p i t a l » ; por consiguiente, pudiera
indicar un idioma pulimentado, á manera del que
emplean en las grandes ciudades, calificativo propio
de una época en que el país abrazó con ardor las
tradiciones antiguas. Cuando los árabes acabaron
con las del Irán impusieron con su religión su i d i o -
ma, y de tal manera fué éste ganando terreno, que
hoy dia no es exagerado asegurar que las palabras
arábigas componen la cuarta parte del idioma usual,
336 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

v hasta el setenta por ciento del escrito, principal-


mente los documentos oficiales, que parecen redac-
tados por completo en árabe. Y conviene añadir que
los pomposos epígrafes de obras escritas por m u -
sulmanes, desde Marruecos hasta la China, están
asimismo redactados en árabe.
P e r o importa observar que si el elemento semíti-
co ha usurpado una parte del dominio pahlávi, sólo
lo ha usurpado colocando palabras, sin alterar en lo
más mínimo las formas esenciales de la gramática,
que subsisten, como lo ha demostrado B o p p , desde
antes de separarse las familias arias, y subsistirán
hasta que se extinga la raza persa, pues larga e x -
periencia demuestra que, sea cual fuere el número
de voces árabes aclimatadas aquí, nunca logran des-
arraigar fama alguna de los tipos gramaticales re-
presentados en Europa por el latin. E s , pues, evi-
dente que el conocimiento de las palabras semíticas
que hay en el idioma persa requiere el estudio del
árabe, estudio que, por fortuna mia, hice tiempo há,
y al cual no puede ser aquí extraña, persona de m e -
diana condición.
Tanto es así, que cuando hablo con quien pre-
tende tener ilustración, digo en árabe las palabras
cuya significación persa desconozco, y nadie se
atreve á declarar que no me entiende; porque es
de advertir que el elemento semítico no figura en
el pahlávi, c o m o el latin ó el árabe en castellano,
donde es preciso ir de trasformacion en trasforma-
cion para llegar á la voz extranjera, no : las pala-
PREPARATIVOS DE VIAJE. 337

bras árabes, tales c o m o se pronuncian y escriben


en Mesopotamia, en Siria, en E g i p t o , se escriben
y pronuncian en persa, salvo ligeras modificaciones,
debidas á la suavidad y extraordinaria dulzura del
idioma, que rechaza cualquier sonido aspirado ó
gutural. También debiera rechazar voces y l o c u -
ciones francesas, pero la costumbre va haciendo ley?
y oigo decir con la mayor naturalidad: desesperé
hastem, chic daret, estoy desesperado, tiene gusto,
etc. Pero esto mismo prueba la fuerza de resisten-
cia que tiene un i d i o m a ; acabarán los persas por
escribir únicamente en árabe, y ya los raros esfuer-
zos en pro del habla nacional marcan la aurora del
dia en que desaparecerá de los libros; pero el idio-
ma hablado, lo repito, morirá antes de perder el ca-
rácter que lo es propio.
El persa, de tal suerte combatido por el árabe,
apenas le habla una mitad de la población del Irán;
unos hablan el t u r c o , pero no el de Constantinopla,
sino el llamado del Azerbaidsban, que es tarta.ro
salpicado de palabras iranias, curdas, árabes, etc.,
y muchos hablan dialectos como el lori, el curdo,
el belucM, en que aparece, aunque no dominan-
te, el elemento iranio. Esto al menos me aseguran;
cuando vaya por esos mundos, ocasión tendré de o b -
servarlo; y baste lo dicho para persuadir do que,
con trescientas palabras persas que s é , el árabe, y
alguna rpie otra frase turca de que puedo usar, c o n -
seguiré hablar con todo el m u n d o , diciendo do c o n -
suno las gentes que «el ispaniul es un prodigio en
22
338 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

esto de hablar con unos y con otros. » Pero no hay


tal p r o d i g i o , sino mucha paciencia, secundada por
un buen oido musical, muy necesario para hablar
idiomas, pues de decir las cosas bien á decirlas mal
hay una distancia incalculable para el oyente.
La caligrafía fué también objeto de mi atención.
Encanta la belleza de la escritura persa; y creyen-
do que algunas semanas bastarían para apropiár-
m e l a , principié á hacer trazos de todos tamaños
con plumas de diferentes gruesos, en papel más ó
menos engomado, procedente la mayor parte de Ca-
chemir; pero luego reconocí que en toda la vida se
formaría la ya endurecida mano á tan delicado tra-
bajo , y lo abandoné.
Para aprender el trazo de cada letra dicen que
se necesita un año de ejercicio; muchas personas,
sin e m b a r g o , no se dan por satisfechas con seguir
tal precepto, y á los sesenta años de edad todavía
pasan horas y horas sentadas sobre una alfombra,
el papel en la mano izquierda, la pluma en la de-
recha, formando grandes nún ó largos ye, porque
opinan q u e , haciendo bien los trazos gruesos, m e -
j o r se hacen los pequeños. Sabido es que escriben
de derecha á izquierda, c o m o Sos egipcios , los feni-
cios , porque «es más lógico ver de donde viene la
pluma (pie no á donde va.» Y añado y o , porque la
pluma so adapta naturalmente á la mano derecha
para escribir en dicho sentido, y no en el contrario.
L a caligrafía es aquí un arte, y un arte difici-
lísimo ; el mero hecho de saber escribir coloca á
PREPARATIVOS DE VIAJE. 339
una persona en lugar preferente, y la llaman mvrza.
Emplean cinco tipos de escritura, que pueden r e -
ducirse á dos.
P r i m e r o , la rueda ó despedazada es aquí, c o m o
entre los árabes, base del arte caligráfico; las p r o -
porciones de las letras son invariables. Sirve de
unidad para trazarlas el punto diacrítico que da la
pluma de sí. E l a / e / , por e j e m p l o , tiene el alto de
siete p u n t o s , y sus tres inflexiones se desvian de
medio punto de la vertical; el beta tiene la anchura
de seis puntos, y medio en cada extremo cóncavo;
el lié tiene medidas para sus elementos rectos, cur-
vos, é inflexión de los m i s m o s , etc.
Segundo, el taalie ó suspendido, porque parecen
estarlo las letras unas sobre otras. Esta escritura,
fina y elegante, es típica de los persas; es la de los
severos árabes, modificada por el genio artístico, d e -
licado, elegante, de este pueblo.
Todo mirza lleva en la faltriquera un rollito de
papel y un estuche oblongo de cartón barnizado,
donde en un extremo se halla fijo el tintero, y en el
resto del espacio, plumas de c a ñ a , tijeras, uno de
cuyos dos anillos encaja, al cerrarse, en el hueco
que queda entre el primero y el clavillo; navaja para
cortar las plumas, una espátula de cuerno para ta-
llar las puntas, seda para impregnar la tinta, c o m -
puesta de g o m a , azúcar, hollín, y una cucharita
para medir el agua y vinagre que bu de entrar en
su composición.
Las cartas constan de una sola hoja de papel,
340 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

con dos márgenes verticales, y la elegancia consiste


en emplear caracteres m u y diminutos, reduciendo
el texto á dos ó tres renglones, igualmente espacia-
dos en la mitad inferior de la hoja, ligeramente
c ó n c a v o s , y superspuestas algunas palabras al final
de los mismos. Cuando el texto es m u y largo, vuel-
ven la plana del revés para escribir en las márgenes
verticales primero y en las horizontales después.
Cortan cuidadosamente las rebabas del papel, y
cuando la carta sale inmediatamente para su destino,
también uno de los dos ángulos inferiores. E l m e -
nor b o r r ó n , la mancha más pequeña, si no ha podido
desaparecer pasándole el dedo con saliva, es motivo
para rehacer la carta; en esto son intransigentes.
ÍTo gastan sobres; hacen con la misiva un rollito
de un dedo de g r u e s o , ligeramente aplastado, al
que adaptan al rededor una cintita m u y estrecha
de papel encolado, y en ella se apunta la dirección.
D e m u y distinta índole fué la ocupación que me
proporcionó conocer el sistema de monedas, pesas
y medidas, menos complicado en verdad de lo que
y o suponía, pues existe una sola unidad para cada
una de aquéllas.
M O N E D A S . — L a s hay de tres clases: de o r o , pla-
ta y c o b r e , existiendo sólo de las primeras el toman,
equivalente á diez francos. Dije ya que toman signi-
fica en m o g o l «diez m i l » , y por esto dividen el to-
man en diez mil dinares, moneda imaginaria que,
con el mismo nombre y diferentes valores, existe
entre los árabes.
PREPARATIVOS DE VIAJE. 341

Tres hay de plata : el gran, más comunmente


llamado eran, es la décima parte del toman, por lo
que también se llama lazar, es decir, mil (dinares);
el banabat es mitad del eran, y el abbasi, que prin-
cipió á acuñarse en tiempo de Abbas el Grande,
equivale á una quinta parte. Gran es tanto c o m o
« g e n e r a c i ó n » , y Salieb gran, uno de los títulos del
Shah, significa: « S e ñ o r de la generación.»
Entre las monedas de cobro se cuentan : el shái,
vigésima parte del eran, que se subdivide en dos
pules, y éstos, en algunas provincias, en medios pu-
les. E n vez de shái emplean también la palabra sad
diñar (cien d i n e r o s ) , y por c o r r u p c i ó n , sannar.
Aunque no quede explicado con claridad, mucho
más trabajo, por cierto, le costaría á un persa dar
idea de la calderilla que circula en España.
Acuñan la moneda sin el borde que preserva el
desgaste del metal; todas quieren ser redondas, pero
no se encuentran dos iguales en forma ni en g r u e -
so, y por consiguiente, en p e s o ; muchas tienen un
a g u j e r o , y otras, anilla de c o b r e , indicio do que
han servido de amuleto ó adorno. E n el anverso de
las monedas de oro y de plata acuñadas en el p r e -
sente reinado se lee : «Nasr ed Din Shah cadshar,
hijo de Sultán, hijo de Sultán, hijo de Sultán.»
Suele á veces reemplazar á esta inscripción el r e -
trato de S. M . , hecho de tal m o d o , que sólo se dis-
tinguen el gorro nacional y los bigotes. E n las p i e -
zas de cobre hay el emblema de P e r s i a : un león
con espada en la diestra, representa la era sasanida,
342 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

y el sol naciente detrás, la antigua de los aquemeni-


das. E n el reverso de todas las monedas, estas pala-
bras : « S e acuñó en tal ciudad, el año tantos.» Siem-
pre pusieron aquí figuras de reyes en las monedas,
al igual de los lidios, de quienes tomaron la idea; y
en verdad que parece imposible, puesto que no ha
podido destruirse el aserto de Herodoto declarando
aquel pueblo descubridor de la moneda, que ésta no
la inventaran pueblos tan civilizados c o m o los e g i p -
cios, babilonios, a sirios y fenicios, pues sabemos
positivamente que los judíos tomaron de los persas
tan malhadado invento cuando fueron llevados en
cautividad. E n el Museo Británico existe una m o -
neda de oro del tiempo de Darío.
Desde que el numerario escasea por la exporta-
ción que han hecho los comerciantes e u r o p e o s , se
va alterando de tal m o d o , q u e , según análisis del
Director de la Casa de la Moneda, resulta que el
eran tiene veinticinco por ciento de liga; pero en
c a m b i o , reunidas las monedas de cobre que lo c o m -
ponen , suman una cantidad de metal c u y o valor en
venta es de un cuarenta por ciento mayor que un
eran, y un cincuenta por ciento si son medios pules.
Hace veinticinco años el valor intrínseco de un
eran era todavía un franco y diez y seis céntimos;
pero h o y no es más que 0 ' , 8 4 . Es difícil encontrar
fr

aquí letras sobre E u r o p a ; algunas veces se pueden


obtener sobre Francia, pagando por un franco un
eran, lo q u e , atendido el valor de éste, parecería
indicar que Europa salda á veces en especies su ba-
PREPARATIVOS DE VIAJE. 343

lance mercantil con P e r s i a ; pero sucede todo lo


contrario. E l cambio sobre París es, por lo general,
de 9 ' , 5 0 ° ' el toman; sobre Londres, de veinte cra-
tr

71.es y medio la libra esterlina; sobre Tiflis, de tres


cranes y doce sháies el rublo, y sobre Constantino-
pla, de veintitrés cranes la libra turca.
El toman no se ha alterado, pero escasea m u c h o ;
su valor pende de la afluencia de numerario; oscila
entre once y trece cranes. Desde que el comercio
ha venido á m e n o s , en estos últimos cinco años, los
comerciantes y el mismo Shah acaparan el o r o ; los
unos, para enviarlo á E u r o p a ; el otro,para aumen-
tar su Tesoro.
L a fabricación de moneda falsa también se c o n o -
ce por a q u í , siendo tanta la desconfianza, que basta
encontrar una pieza falsa para que todo el mundo
rechace las que, según el cuño, han sido hechas en
la misma ciudad, sean ó no malas. Ocurre pagar
con monedas buenas acuñadas en M e s h e d , y no re-
cibirlas nadie porque hace quince años se encontró
una falsa con el mismo cuño. Cuando la invasión
inglesa, en 1856, los persas fabricaron gran cantidad
de moneda falsa, y cu sus transacciones con el ene-
migo recibían en cambio buenas libras esterlinas.
Además de las persas, circulan monedas de oro
rusas, inglesas y turcas, cuyo valor oscila con los
cambios, y desmerece en muchos casos hasta un
doce por ciento, porque los judíos las sumergen en
agua regia para luego precipitar el metal precioso.
El oro es m u y buscado en la época de la peregrina-
344 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cion á Meca ó durante la feria do Nijni N o v o g o r o d ,


donde acuden muchos comerciantes del Guilan y
otros puntos cercanos al mar Caspio.
Se verifican pocos g i r o s ; emplean, sí, la letra de
cambio ( saftadshad), cuyo invento propagaron los
j u d í o s ; pero nunca se endosa. Los cambios suelen
estar á la par; mas c o m o se desconfia mucho del
crédito, verifican los envíos de numerario por car-
gas de cranes. Cuando vino la embajada birmanesa
tomó en Bushir nueve mil duros en esta moneda, y
fué necesario cargar cinco muías para trasportarlos;
lo propio hacen los comerciantes europeos que tra-
fican enviando numerario á Europa.
P E S A S . — La unidad de peso es el mizcal (el
shequel de la Biblia), igual, según he podido dedu-
cir, á cuatro gramos y sesenta y cinco centigramos.
E l mizcal se divide en diez nohodes ó torrados, y el
nohod en trece guendúmes ó granos de trigo m o n d a -
do. E l quirat, nuestro quilate, unidad de peso para
las piedras preciosas, equivale con poca diferencia
al nohod, pues 23 quirates equivalen á 24 nohodes.
640 mizcales ( 2 quilogramos y 98 centigramos)
componen un man ó batrnan tabriz, así llamado del
nombre de dicha ciudad. E l man ó mina de los asi-
rios se divide en cuatro chareques ó cuartos; el cha-
rec, en diez sires ó ajos, y el sir, en diez y seis
mizcales. Cien manes tabriz componen un jalvar.
E l man varía según las localidades, pero es siem-
pre múltiple ó divisor del man tabriz; los más
usuales son el man shahi, doble del de Tabriz, es
PREPARATIVOS DE VIAJE. 345

decir, seis quilogramos escasos, y el man cuhnc, ó


antiguo, que tiene cinco chareques, y cada uno de
éstos doce sires.
Los mismos pesos sirven para sólidos y líquidos.
M E D I D A S . — La unidad es el zar, próximamente
un metro y trece centímetros; comprende en la
práctica la distancia desde la punta de la nariz, v o l -
viendo la cara hacia la izquierda, hasta el extremo
de la mano derecha echándola hacia atrás todo lo p o -
sible; de manera que cuando se va á comprar tela,
cintas ó cualquiera de los efectos que entre nosotros
se venden por varas, el tendero se aplica el género
á la nariz y extiende el brazo, repitiendo esta o p e -
ración tantas veces cuantas medidas se le piden. E l
zar so divide en cuatro chareques, y éste en ocho
dshines.
Emplean también para medir el codo, que, c o m o
el pié y la cuarta, debió servir de unidad en los
primitivos tiempos, pues los babilonios determina-
ban el peso del talento mediante un cubo de agua de
un codo ( 0 , 5 2 7 ) do arista, y entre los egipcios era
m

el codo símbolo de j u s t i c i a , porque indicaba la uni-


dad é igualdad en las medidas.
Las distancias se estiman por el parsáng, que ha
venido á llamarse farsa) , porque no pudiendo los
árabes pronunciar la combinación nasal ng, la reem-
plazaron por j , y por la misma razón l a p en f; por
esto dicen hoy los persas: Fars, Isfahún, etc., mien-
tras que sus antepasados decian: P a r s , Ispahau.
N o es posible determinar exactamente la equiva-
346 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

lencia del farsáj con el m e t r o , porque equivale en


realidad á la distancia recorrida por un caballo al
paso en una hora; creo que fijando en seis quiló-
metros la referida unidad, el error sería insignifi-
cante. Los persas estiman el farsáj de este m o d o :
cuatro brazos (desde el extremo de los dedos hasta
el c o d o ) suman un báa (distancia entre las puntas de
los dedos, poniéndose en c r u z ) ; mil báa un sil, y
tres siles un farsáj. D e suerte que, estimando el lar-
g o del brazo igual al del codo babilónico, el farsáj
equivale á 6.324 metros; pero los persas dan h o y al
codo dos ó tres milímetros menos que al antiguo.
Se han emitido sobre el origen de la palabra far-
sáj diversas opiniones, pero me parece la más razo-
nable que pars-sang ó pars-seng (puesto que las v o -
cales aje son una m i s m a ) signifique «piedra del
Pars», es decir, piedras que en dicha provincia
señalarían distancias de trecho en trecho, como las
piedras miliarias de los romanos.
A fin de evitar al lector el recuerdo de cuantas
palabras, para él nuevas, quedan apuntadas, en lu-
gar de farsáj, zar, man, shai, etc., emplearé los
equivalentes comunes y corrientes en España.
H e tenido que grabar asimismo en la memoria
las frases de cumplido que en este país reemplazan
á las nuestras de : « H e tenido mucho gusto en cono-
cer á V . » , ó bien, « H a tomado V . posesión de su
c a s a » , etc., y cuyo conocimiento suele prevenir en
favor de quien las emplea. L a fórmula más general
del saludo es la siguiente :
PREPARATIVOS DE VIAJE. 347
« — S a l u d o s á vos.
— Y á vos saludos.
— ¿ C ó m o está vuestra noble salud?
— M u y buena al amparo de vuestra noble mirada.
— ¿ E s t a vuestra nariz crasa?
— Gracias á Dios, muy crasa por efecto de vues-
tra bondad.
— ¿ Dónde estaba vuestra honra ? ( ¿ Dónde esta-
ba Y . ? )
— Estaba en casa, y vine expresamente para t e -
ner la honra (de saludaros).
— ¿ E n qué os ocupáis?
— N o tengo más ocupación que la de rogar á
Dios por V .
— V u e s t r a bondad es excesiva; y o soy vuestro
criado.
— Perdone D i o s ; y o lo soy vuestro. »
Son igualmente corteses por escrito, pues las
cartas dan asi c o m i e n z o : ce Mi alma os está consa-
grada — pueda sacrificarme por vos » ; y terminan
de esta manera : « S o y el más insignificante de
vuestros laudables deseos. »
El tono con que principian los saludos decrece
hacia la mitad de ellos en solemnidad é intensidad
de sonido, para concluir en palabras entrecortadas,
que apenas se o y e n , á manera de etcétera.
Necesito rogar al lector que se fije en la frase :
« ¿ E s t á vuestra nariz c r a s a ? » (Du?naa csshumá
chág estf), porque el modo de interpretarla los per-
sas es erróneo, y errónea de consiguiente l a t r a d u c -
348 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

cicm. Dumag no significa nariz ; es v o z árabe equi-


valente á cerebro, que en persa llaman magz; por
otra parte, el vulgo llama á la nariz dumag, palabra
que nunca ba significado tal c o s a , porque á la na-
riz dicen biní, y de confundir magz, lo que debiera
decirse, con dumag, que casualmente significa lo
mismo en árabe, proviene el error indicado.
También podria aceptarse el sentido que el pue-
blo da á aquella frase, pues es indudable que el es-
tado de un hombre después de comer bien, satisfe-
c h o , contento y rebosando salud, se revela desde
luego por el color y lo luciente de la n a r i z ; una
abultada, m u y colorada, es incompatible con un
cuerpo enfermizo, debilitado por la escasez, y que,
al fin, orientales y occidentales dan gran importan-
cia á aquel órgano protector, es notorio : hombre
de « b u e n a n a r i z » , de « g r a n n a r i z » , de « f i n a na-
r i z » , son frases que acá interpretan c o m o nosotros,
y p o r mi parte me fijo en la nariz de una persona,
creyendo que conviene con los ojos en ser espejo del
alma. U n a encorvada y puntiaguda, ó m u y chata,
roma, caida, respingada, rara vez deja de indicar
el carácter del individuo á cuyo servicio está. Mi
opinión sobre el particular es que cuanta más nariz,
mejor.

V u e l v o á los PREPARATIVOS.
Dije al principio de este capítulo que el c o n o c i -
miento de las costumbres en cuanto se refieren al
trato de gentes fué objeto preferente de mi atención.
H é aquí lo que hasta ahora creo necesario tener
PREPARATIVOS DE VIAJE. 349

más presente, si bien es seguro omita particulares


de importancia, pues esta clase de datos son difíci-
les de reunir y aun más difíciles de explicar; no
vale preguntar: ¿qué costumbres tiene usted? N a -
die sabría qué contestar, estimando las propias tan
sumamente naturales, que no se concibe existan
otras. N o bay más recurso que observar mucho y
observar bien.
— C u a n d o se estornuda es preciso que sea dos v e -
ces por lo m e n o s , aun sin gana; una sola atraería
desgracia sobre los presentes. E l que estornuda debe
encoger el cuerpo y suspender cualquier movimien-
to ó conversación, so pena sean de mal augurio.
— S i por cualquier motivo se quiere demostrar á
una persona que está de más en la habitación, se es-
tira una pierna, cosa fácil de hacer donde no hay
más silla que el suelo.
— N o se debe preguntar á nadie por su fortuna,
sus viajes ó ideas religiosas, cuando en ello puede se-
guirse indiscreción ó perjuicio, porque lo veda la
Tradición. Debe uno en verdad proclamar su creen-
cia religiosa y morir por ella; pero c o m o en todas
hay arreglo, la mahometana permite esconderla en
ciertos casos; «para que no os precipitéis con vues-
tras propias manos en la p e r d i c i ó n » , dice el A l -
coran. Las mujeres ya sabemos que no pueden ni
mentarse.
— S i e m p r e que se recibe un r e g a l o , por insigni-
ficante que sea, debe corresponderse con otro inme-
diatamente.
350 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

— L o s mayores insultos que puedan decirse son .-


peder sec (padre p e r r o ) , es decir, hijo de perro; pe-
der sujté (que tu padre esté q u e m a d o ) ; « he seducido
á tu m u j e r » , «tienes cuatro c u e r n o s » , es decir, p a -
reces un animal c o n c u e r n o s , etc. C o m o se ve, las
imprecaciones y juramentos son contra la familia,
porque de este m o d o creen sin duda hacer más da-
ño al contrario; sin e m b a r g o , no saben insultar á
D i o s , y es verdaderamente curioso que el país re-
putado el más católico de Europa tenga para ello
una locución harto blasfema y obscena.
— C u a n d o piden una cosa, sea la que fuere, hay
que contestar invariablemente cheshem ( p o r mis
ojos), á lo cual se replica : «que vuestros ojos no su-
fran nunca d a ñ o » , pero nunca se da nada. Conse-
cuencia de esto, ó recíprocamente, es preciso decir
hale (afirmación idéntica á la alemana wohl) á todo,
así le digan á uno que coja la luna con las manos.
Ari, sí, lo emplean tínicamente cuando la evidencia
es manifiesta; en este caso se inclina la cabeza ha-
cia adelante, y en el sentido contrario para decir
né ( n o ) .
L o s persas tienen siempre la palabra bale en los
labios, c o m o tuve ocasión de observarlo en Mazráa,
siendo m u y común que el que escucha acompañe
con un continuado bale, bale, bale, á su interlocu-
tor. Entre la multitud do anécdotas que acerca de
tal estribillo pudiera referir, citaré dos.
E l Emir Nizam, aquel que por orden del Shah
fué muerto hace veintidós años, se propuso un dia
PREPARATIVOS DE VIAJE. 351

demostrar á algunas personas principales lo ridículo


de decir siempre, venga ó no á cuento : bale, bale, y
los convidó á fumar tombaeií de calidad m u y supe-
rior. Puso de ésta el E m i r en su galiún, y en el de
los demás estiércol. Mientras fumaban les dijo: « Y
qué tal, ¿es bueno el tombacú?» y los otros : «Bale,
bale, bale.» Pero aumentando el mal olor, añadió:
« ¿ N o veis que es estiércol?)); y los presentes : «Bale,
bule, bale.—Idos de aquí con vuestro bale», replicó
enfadado el Emir.
Presentó un criado á su señor calabacines relle-
nos , preparados de distinta manera que solia h a -
cerlo; y no siendo de su a g r a d o : «¿Están bien p r e -
parados?» dijo el amo, y el criado contestó : «Bule,
bale.» Otro dia los presentó condimentados de d i -
ferente manera, y le dicen : « ¿ E s t á n bien prepara-
dos h o y ? — B a l e , bale.— Siempre me dices bale.»—
Á lo que contestó el m o z o : « P o r q u e soy servidor
vuestro, y no de los calabacines.»
Nunca, por consiguiente, el persa dice no, ni t a m -
p o c o verdad conforme á la sentencia de S á a d i : « L a
mentira alcanza mejor resultado que la verdad, o r í -
gen de disputa.» P o r esto lo mejor es jamás con-
tar c o n é l , ó manejarle de tal suerte que su v o l u n -
tad no sea obstáculo para la nuestra. Esto parecerá
exagerado, pero es cierto, siéndolo asimismo que
siempre afirman cuanto dicen, empleando l o c u c i o -
nes c o m o éstas : « P o r A l í — p o r tu cabeza—juro por
tu b a r b a — p o r tu propia m u e r t e — p o r la piedra que
he besado (si estuvo en Meca) — que vea tu barba
352 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

en sangre—qne no vea á mi h i j o — p u e d a morir tu


h i j o » , etc.
La mayor parte de los viajeros europeos que re-
corren el Irán siguen el trillado sendero de Tabriz
ó de Resht aquí, y de aquí á B u s h i r ; algunos van
de Teherán á Bagdad, y poquísimos á las demás
provincias. Burnes, Fraser, V a m b é r y estuvieron
en el Mazanderán y el Jorassan; el Coronel Golds-
mid en el Sistan y la Karamania, cuando el Gobier-
no inglés proyectó la línea telegráfica por Persia.
E n el Loristan estuvo Bode á fines del siglo pasado;
Layard y Hauskenesht, en el presente; Bawlinson y
Loftus estudiaron una parte del Arabistan, y la Co-
misión artística francesa, que vino en 1 8 4 1 , c o m -
puesta de Flandin y Coste, llegó del lado de Oriente
hasta Darab. P o r manera que, p o c o ó mucho, se c o -
nocen todas las ciudades de Persia; pero las vías re-
corridas han sido siempre las mismas, y para prestar
servicios á la geografía y al comercio sería preferible
dejar los itinerarios seguidos y adoptar uno nuevo.
Tal fué mi primer impulso al proyectar el viaje
que v o y á emprender; pero tratándolo con un c o -
merciante, amigo de mi maestro A b d A l ' l a h , que
durante diez y siete años ha ido repetidas veces de
Tabriz á K e r m a n , y de Meshed á Dizful, se llevó
ambas manos al turbante, y levantándolo, dijo ser
imposible realizar mi propósito, por razones podero-
sas. L a principal, porque fuera de los caminos que
unen las capitales de provincia, todo es desierto, en-
contrándose á lo sumo alguno que otro aduar de
PREPARATIVOS DE VIAJE. 353
miserables y errantes tribus (ilát), donde no halla-
rla lo que, siendo para mí indispensable, entre ellos
escasea por extremo : además, si escapaba con vida,
cuando menos me robarían, «porque, añadió mi ami-
g o , mordiéndose el nudillo del índice de la mano
derecha, esos diablos no tienen religion. ¿Qué os
habéis creído? la Persia es esto, esto);, y se pasaba
la mano por su afeitada cabeza. « P o r fin, prosiguió,
aun suponiendo (pie se encuentre (prion quiera se-
guiros, que no lo encontraréis, habréis de formar
una gran caravana á manera de pueblo ambulante,
llevándolo todo, incluso agua, y hasta pienso para
los caballos, lo cual vendrá á costaros treinta tomo-
nes diarios por lo m e n o s ; y aun así, c o m o no lle-
vaseis una escolta numerosísima, que doblaria vues-
tra caravana y vuestros gastos, á los quince dias de
haberos marchado, seguramente tendría el gusto de
volver á abrazaros.»
A pesar del sentimiento con que veo los inconve-
nientes que se oponen á la realización de mis pla-
nes, me costaba tanto renunciar á ellos, que los c o n -
sulté con otras personas, alguna de las cuales sé
que me tuvo por l o c o , si bien insisto en creer que
todo se allanaría á disponer yo de los treinta tomo-
nes diarios, suma modesta por cierto, en compara-
ción de las que el Gobierno inglés concede á sus
Agentes cuando los envía á países como éstos. G o l d s -
mid, en su viaje por el Sistan, llevaba veinte caba-
llos, veinte camellos, servicio espléndido, y sueldo
más espléndido aún.
•23
354 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Habiendo de reducirme á mis modestos recursos,


debo reducir también mis proyectos, y limitarme á
recorrer la Persia por donde buenamente pueda, lo
cual constituye todavía viaje de alguna importancia,
y de tal naturaleza, que se considera peligroso pol-
la circunstancia de que el poder eficaz de la auto-
ridad rara vez se extiende á las tribus, y menos aún
á las tribus errantes.
A dos cosas me atengo principalmente para fijar
mi itinerario: launa, no recorrer dos veces el mismo
camino, y la otra, aprovecharme de las estaciones á
fin de evitar los frios intensos, que constituyen un
obstáculo más entre los muchos do quo se hallan eri-
zadas estas peregrinaciones; porque si bien la lati-
tud do Persia es la de Marruecos, se las grandes di-
ferencias de nivel que existen en la región central.
Antes de llegar el invierno caminare por el Sud-
oeste hacia Hamadan y Kermanshah, apartándome
de la ruta de Teherán á Tabriz, quo he de recorrer
cuando regrese á E u r o p a ; llegaré al Loristan, que,
según parece, es la Sierra Morena persa, hacia N o -
v i e m b r e ; en Diciembre permaneceré en el Arabis-
tan, cuna de la civilización caldea, y los meses de
Enero y Febrero los pasaré entre la provincia de
Behbahan y Bushir. Este sitio es digno de atención
por ser alma del golfo Pérsico, y valdrá la pena de
estar allí todo el mes de Marzo. E n A b r i l , cuando
hayan desaparecido las nieves de la cordillera del
Farsistan, iré por Firuzabad y Darab á la K a r a -
mania, y hacia Julio podré regresar por el S i s t a n y
PREPARATIVOS DE VIAJE. 355

Meshed. Si, pues, las circunstancias no son contra-


rias, en Octubre del año próximo estaré de regreso,
habiendo recorrido unas mil setecientas leguas por
trayectos de á ciento, cpie es próximamente la dis-
tancia entre dos capitales de provincia.
Decidido c o m o queda dicho el itinerario de mi
viaje, busqué personas que atendieran á mi servicio
y comodidades compatibles con una vida nómada, y
contribuyeran también á que sea y o favorablemente
acogido en todas partes, pues, do antiguo, la i m p o r -
tancia de la persona está en relación del número de
sus servidores. He tomado en calidad de secretario
ó mirza á un armenio de Ispahan, no siendo posi-
ble hallar shia do algún saber y educación que se
atreva á seguirme, por temor do incurrir en la des-
aprobación de sus correligionarios, que á cada paso
dirían : « Haces vida común con unfranguí, ¡oh i m -
pureza J»
Mirza A b c a r es un joven educado en el colegio
Lazareff de Moscú, que fundó un potentado arme-
nio de Ispahan, llamado Lázaro, dotándolo con cier-
to número de becas para sus compatriotas correli-
gionarios, y que habiendo crecido en importancia,
lleva aquel nombre, trasformacion del de su funda-
dor, por el instinto que tienen los rusos de asimi-
larse todo lo bueno, venga de donde viniere. Dicho
secretario conoce, además del persa, del armenio y
del ruso, el t u r c o ; de modo que entre los dos difícil
será encontrar quien no nos entienda. Lleva espe-
cial encargo de saludar en mi nombre á las autori-
356 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

dudes de los puntos á que lleguemos, y el de auxi-


liarme á recoger noticias de todas clases, á c u y o fin
le he escrito una serie de preguntas, cuya contesta-
ción deberá averiguar en cada localidad, y que pue-
den fácilmente ser contestadas por todos los natura-
les. Son las siguientes :
1."—¿Cuáles son las épocas de más frió y de más
calor, las de más lluvia y viento?
2 . — ¿ H a y vientos periódicos?
a

3 . — ¿ Qué precios tienen los alimentos de prime-


a

ra necesidad ?
4 . — ¿ E u qué épocas se hacen la siembra y la re-
a

colección?
5 . — ¿ Q u é árboles y plantas son los más abun-
a

dantes ?
6 . — ¿ C u á l e s las enfermedades más comunes?
a

7 . — ¿ E x i s t e el grano de A l e p o ?
a

8. —¿ Cuáles son las principales industrias ?


a

ib*—¿ Cuáles los objetos de exportación é impor-


tación, y por qué vías so efectúan ?
1 0 . — P r e c i o de los trasportes.
a

1 1 . — ¿ Q u é jornal devenga un hombre


a
eu el
campo y en el pueblo ?
12. —¿Existe
a
algún proverbio local, algún
cuento ?
1 3 . — ¿ Q u é personas notables hay en el país, y
a

por qué lo son?


Pero aunque el mirza se descuide en su misión,
no resultará perjuicio alguno, porque he adquirido
una especie de habilidad en esto de sacar datos á
PREPARATIVOS DE VIAJE. 357

todo el mundo, sin que lo adviertan siquiera, que no


hay persona, por m u y humilde que sea su condición
y escaso su saber, que no pueda en alguna cosa
contribuir á mis fines. A veces, con sólo decir su
nombre, ó cualquier noticia sabida de todos en una
localidad cualquiera, acrecentó el capital de mis n o -
tas, que siempre confronto antes de darles cabida
en el lugar correspondiente.
Tiene además el mirza encargo de vigilar los
criados, pues quien entra aquí al servicio de un e u -
ropeo es con el sano propósito de sisar un quinien-
tos por ciento, á lo cual no llaman robar; carecen
de tal palabra, lo llaman «proporcionarse ingresos.»
La religión apoya este p r o c e d e r : robar á un i m p u -
ro es halal ( l í c i t o ) . E n cuanto al servicio domésti-
co, dicho se está que no es una profesión, c o m o su-
cede en países de costumbres refinadas: aquí, lo
mismo que en España, se pone á servir quien no sa-
be cosa mejor que hacer. Sea cual fuere el salario
del criado, es imposible privarle del deh-yek ó diez
por ciento del dinero que gasta en el servicio del
amo, exactamente como sucede en Francia.
Ajusté al mirza en mil reales mensuales, libres de
todo g a s t o ; tomé por la cuarta parte un cocinero n a -
tural de Shiraz, y por poco menos un criado oriundo
de Bushir. Apercibiéronse los tres para la expedición
con gran contentamiento, porque el viajar es cosa
tan ingénita en los gustos de los persas, que si p u e -
den, vagan constantemente de un lado para otro
sin objeto y sin rumbo fijo ; muchos lo toman por
358 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

oficio, aprovechando ocasión de agregarse á la ser-


vidumbre de algún señor, convencidos de que en
ninguna parte les ha do faltar, á cambio de servicios
ó sin ellos, un pedazo de pan y suelo, lo cual basta
á tan sobria y sufrida raza. P o r esto es frecuente
hallar aquí personas que han recorrido el país en t o -
dos sentidos; á veces con objeto de hacer la religiosa
peregrinación á los templos do Meshed, de Cum y
hasta de Querbelá y M e c a ; á veces por mera afición.
Restaba saber de que manera viajaría, porque el
europeo, en razón de su impureza, lucha con difi-
cultades, y no puede ir á ninguna parte sin la e g i -
da do la autoridad. P o r mi posición oficial tengo
derecho á que me acompañe un inehmandar, de-
legado del Gobierno, á quien bautizan con título
equivalente al de la persona atendida, y á quien d e -
ben prestar ayuda cuantos estén revestidos de m a n -
d o , pues á buenas ó á malas se encarga en todas
partes de proporcionar lo que haya en concepto de
sursat, palabra equivalente á contribución en espe-
cies, y que viene á ser el legado libera de los r o -
manos, contra cuyos abusos clamó Cicerón. Sin e m -
b a r g o , c o m o el Ministro de Estado me ha recibido
fríamente, y á él se debería quizás el empeño del
Gobernador de Resht en querer que pasara y o por
dinamarqués, no quise arriesgar pretensión que fue-
se desatendida, y me contento con una circular
para los delegados del Shah, que he conseguido no
sin dificultad, aviniéndome en su consecuencia á
viajar, fiado en los elementos que ha estado en mi
PREPARATIVOS DE VIAJE. 359

mano allegar, tomando el tiempo c o m o venga y los


hombres c o m o son. De esta suerte conoceré también
mejor el I r á n ; los que viajan con grandes c o m o d i -
dades, obsequiados de oficio en todas partes, apenas
ven la superficie del país, y muchos de sus juicios
son necesariamente erróneos; les pasa lo que á no
pocos en la ópera, que ven la representación y no
se fijan en la orquesta.
Decidido á realizar mi expedición c o m o modesto
particular, puedo acometerla de dos maneras: en
chapar ó correo, y en caravana. E l viaje en chapar,
palabra que en turco significa « g a l o p a n d o » , sólo es
posible en las vías que ligan las principales ciuda-
des con la capital: de Teherán á Tabriz, á Resht,
á Kermanshah, á Bushir y á K e r m a n , en cuyos
caminos hay casas do correos (chaparjanés), situa-
das por lo general á intervalos de seis á ocho leguas
idénticas á las que describí viniendo de Resht, y
sin duda á las que había en tiempo de Herodoto
entre Susa y Sardes, ó en tiempo de Clavijo, que
nos d i c e : « D e Tabriz á Samarcanda hay paradas
de caballos, pudiéndose así cabalgar dia y noche.»
Pero el viajero nada encuentra allí, y sólo puede
descansar en el zaguán ó en un cuartito mientras
ensillan los caballos, si es que tal nombre merecen
aquellos rocinantes, llenos de mataduras, con más
cuartos que un real, y faltos de agilidad por sobra
de trabajo.

Los europeos gozan el privilegio de parar en las


casas de correo el tiempo que gusten,- no así los n a -
360 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

turales, privados de toda clase de derechos, y más


en viaje, porque cualquiera con asomos de autori-
dad, ó emparentado con ella, aunque sea en cuarto
g r a d o , quita á otro el caballo, así sea en medio del
desierto.
Desde la más remota antigüedad la organización
de estas postas llamó la atención de los extranjeros,
y entonces, c o m o a h o r a , no eran lazo entre los
p u e b l o s , sino instrumento en manos de los g o b e r -
nantes. Clavijo, por su parte, observa que « T a m e r -
l a n , para tener noticias de todas partes, tenía un
servicio de jinetes que andaban hasta cuarenta l e -
guas diarias»; por esto el único servicio mediana-
mente subvencionado que existe en Persia es el de
los correos.
E n las regiones montañosas s o n , por lo común,
peatones, llamados casedes (expreso, en árabe), cuya
rapidez, cuando se p a g a , es verdaderamente a s o m -
brosa : en nueve dias van y vienen de Ispahan, y
en treinta y seis horas llegan á R e s h t , atravesando
el Elburz. E l eased se utiliza en circunstancias apu-
radas y cuando se requiere gran exactitud. E l cha-
par puede no encontrar caballos, pero al cased nunca
le faltan pies para llegar á su destino con la m a y o r
puntualidad, y por dos ó tres duros diarios. N o se
le entrega la correspondencia en las manos, sino
que se tira al suelo á su vista, y la r e c o g e ; de tan
extraña costumbre, que va cayendo en desuso, n a -
die ha podido decirme el origen.
E l correo anda dos leguas por hora ; pero hay
PREPARATIVOS DE VIAJE. 361

viajeros que caminan más, y particularmente los in-


gleses suelen hacer prodigios en esta clase de corre-
rías : p o c o há vino un joven de Bushir en menos
de seis d í a s ; ¡ doscientas setenta leguas en ciento
treinta horas! Pero c o m o siempre se encuentra quien
le tome á uno la delantera, ahí está «Filomides,
correo de A l e j a n d r o , que en nueve horas recorrió
los mil doscientos estadios (unas cien leguas) que
dista Elis (Caloscopi) de Sicione 1
(Basilico). D u -
do, sin embargo, que aun cambiando Filomides de
montura cada diez minutos, tuviese pulmones para
tanto. Más creible es que los casales de los incas
anduvieran cincuenta leguas en veinticuatro horas.
Sin correr tan de prisa, aquel medio de l o c o m o -
ción suele dar lugar á tropiezos y caídas, á veces
de funestas consecuencias, tanto más cuanto que,
acostumbrados aquí á refrenar mucho los caballos,
hasta el extremo de que no ven dónde pisan, se da
lugar á que montándolos nosotros tropiecen con fa-
cilidad.
E l viaje en posta cuesta una peseta por legua y
caballo; casi siempre viene un conductor ¡jara devol-
ver la cabalgadura; pero el viajero puede ir solo á
condición de pagar otra peseta por el regreso de la
misma, á no ser que desconfien de él. Se necesita
llevar siempre monturas, y siquiera un pedazo de
pan, pues de no estar las estaciones en poblado, no
dan en ellas cosa alguna.
1
Plinio el naturalista, lib. xr. pág. 73. Traducción de
Littre.
3G2 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Renuncié desde luego á correr la posta de esta


manera, conocida piara mí liace ya tiempo, porque
no sólo es un martirio para el c u e r p o , presa dia y
noche de fatigas incesantes, sino que, como acon-
tece con los viajes en ferrocarril, únicamente sirve
para salvar pronto grandes distancias, y hace i m p o -
sible adquirir los suficientes datos y noticias sobre
el país y sus moradores, objeto exclusivo de mi fu-
tura expedición.
En caravana se puede viajar de dos maneras:
aprovechando las bestias que van por carga, en
c u y o caso el costo es de una á dos pesetas dia-
rias , ó bien uniéndose á una caravana, pagando los
caballos al conductor de ella á tanto diario ó por
viaje redondo; pero c o m o en ambos casos suele ca-
minarse de noche á fin de evitar el calor y los sal-
teadores, cuya audacia está naturalmente en razón
inversa del número do viandantes que han de despo-
j a r , este medio era tan p o c o acomodado á mi o b -
j e t o como el correr la posta.
N o hay otra solución que formar caravana, lo
cual me permitirá viajar c o m o , cuando y por donde
se me antoje. Puedo para esto ir en caballos p r o -
pios ó alquilados á un charrada)', quienes alquilan
caballerías para el trasporte de viajeros y c a r g a , en
cuya industria gozan de merecida y universal c o n -
fianza, no habiendo ejemplo de que roben objeto
que les haya sido confiado. Comprar caballos me
costaria ocho mil reales, pues necesito uno para el
mirza, otro para el cocinero, otro para el criado,
PREPARATIVOS DE VIAJE. 363

otro para m í , dos para nuestros equipajes, y tres


para otros tantos m o z o s , cada uno de los cuales
sólo se encarga do atender á dos bestias cuando
más. H e resuelto, pues, alquilarlos de una ciudad
á otra, supuesto que en todas es fácil bailarlos, y
de este m o d o también evitaré la contingencia de
perderlos. Di el encargo á mi secretario, quien ha
firmado un contrato alquilando seis caballos basta
Hamadan, y adelantando, según costumbre, la m i -
tad del importe, estipulado en diez reales diarios por
cabeza.
U n a de las cosas sobre ¡a cual llaman principal-
mente ¡ni atención, y que por ser imposible de evi-
tar, apenas me detengo en ella, es la contingencia
de caer enfermo. E n la vida be padecido dolencia
alguna; no es abora ocasión de pensar en ellas, y
mucho menos de renunciar á mis proyectos dando
oidos al temor.
Desde hace alguuos años han venido á Persia
facultativos do mérito, unos en calidad de médicos
del Shah, como el Dr. Polak y el D r . Tolozan, emi-
nente en Cirugía; otros, agregados á las Legaciones
extranjeras, como el Sr. D i c k s o n , mi amigo el se-
ñor Castaldi, quien estudió, arriesgando su vida, la
peste que desoló el Curdistan el año 7 1 , y marchó
la semana pasada al Irak-arabi para informar acerca
de una epidemia pestífera, que, según noticias, es
la temerosa peste levantina.
E n opinión de aquellos señores, el clima de P e r -
sia es sumamente s a n o , s e c o , la atmósfera cargada
304 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

de electricidad, y las enfermedades, por lo tanto,


en número mucho más reducido que en E u r o p a ; si
al aparecer cualquiera epidemia la mortandad es e x -
traordinaria , hay que atribuirlo en gran parte á las
malas condiciones higiénicas en que vive la gente,
y peor alimentación, casi reducida á pan no m u y
b u e n o , agua mala, alguna hortaliza, y tal cual
fruta que no dejan sazonar: ¡tristes resultados de la
miseria!
E n general es m u y de temer la fiebre, q u e , s e -
gún las localidades, ofrece caracteres distintos,
pero más comunmente de intermitentes; no hay eu-
ropeo que se libre de tal enfermedad, llamada tab-
larz (resistencia al t e m b l o r ) ; y o m i s m o , que sólo
recuerdo haberla tenido dos veces en Europa y en
la I n d i a , la padecí en cuanto salí de Resht, y no há
m u c h o me tuvo postrado doce dias, curándomela,
con asombro de t o d o s , á beneficio de infusiones de
tamarindo, que luego enfriaba con hielo, pues aquí
emplean la quinina y el sulfato de magnesia contra
toda fiebre, sea ó no intermitente. También abunda
la disentería; pero además del excesivo calor estival,
reconoce por causa la falta de régimen y el abuso
de bebidas, que en esto son exagerados los persas.
Hace p o c o t i e m p o , desde el otoño del 71 á la
primavera del 7 2 , el país fué víctima de un azote
que de tarde en tarde aflige á los pueblos, y que
t o d o s , más ó m e n o s , registran en su historia. Desde
el verano de 18G9 la falta de lluvias había reduci-
do en extremo los productos de la tierra, yerma de
PREPARATIVOS DE VIAJE. 365
bosques y arboledas ; el malestar iba creciendo de
día en dia, basta que comenzó á sentirse el h a m -
b r e ; la g e n t e , casi exánime en calles y caminos,
huia de sus casas, que he visto en ruinas; innume-
rables familias pasaban del bienestar á la miseria;
hubo padres que vendieron á sus hijos para sus-
traerlos á la muerte, y con el precio que recibían,
prolongar algunos dias de amarga existencia, y
hasta se dio el horror de que algunos cadáveres sir-
vieran de alimento á aquellos infelices. E n un m i -
llón de habitantes calculan la mortandad de aquel
año funestísimo, llamado «año c a r o » , por el e x c e -
sivo precio que adquirieron los comestibles: una fa-
nega de trigo costaba diez y seis d u r o s ; un pollo,
ocho duros; un c a r n e r o , treinta. E n c a m b i o , caba-
llos de mil duros se daban en quince, y todo lo que
podia convertirse en dinero andaba á vil precio, lo
cual dio o r i g e n , pero ¡que origen! á algunas fortu-
nas. C o m o era natural, después de tantos desastres
vinieron el cólera, que se ha hecho endémico en
I r á n , el tifus y la peste bubónica, colmo de cala-
midades.

D e tan terrible azote parecería mejor tratar cuan-


do pase por el Curdistan, región donde e m p e z ó ;
pero ya que lo he m e n c i o n a d o , daré en resumen
las observaciones consignadas en un escrito oficial
por el Sr. Castaldi.
E s por demás extraordinario que la peste b u b ó -
nica no se haya desarrollado, como era de suponer,
durante el verano, en un país p o b r e , h ú m e d o , si-
3G6 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

tundo en terrenos de aluvión, orillas de pantanos,


sino espontáneamente durante lo más crudo del in-
vierno, en región montañosa, opuesta al estanca-
miento de las aguas, y en el solo punto donde apenas
se dejó sentir el hambre. Las vínicas circunstancias
que pudieron influir en el desarrollo de la peste
del Curdistan fueron la extraordinaria sequía del
verano precedente, y enfermedades del ganado la-
nar; entre las causas inherentes á la localidad no
puede indicarse otra que las emanaciones de los
arrozales.
L a epidemia se desarrolló de Norte á Sur, presen-
tando carácter contagioso; notóse entonces, c o m o
en casos análogos, que donde aparece epidemia los
habitantes abandonan sus hogares, refugiándose en
la cima de los montes.
Tan presente está aún en la memoria de los p e r -
sas el contagio del año 7 1 , que temen sea repetición
de aquél el iniciado ahora en las fronteras o c c i d e n -
tales del Irán; de ahí el miedo que á los amigos su-
giere su afecto hacia m í , cuando piensan que, i m -
pulsado por mis deseos, puedo hallar la muerte
abandonado en tierra extraña. Pero estoy resuelto,
aunque trato de hacer cuanto esté á mi alcance para
salir sano y salvo , habiendo preparado al efecto un
pequeño botiquín, compuesto de quinina, bismuto,
emético, láudano, éter, ioduro potásico, hilas y lan-
ceta, que deseo vuelva intacto y sin aplicación.
También me p r o p o n g o no usar armas; sólo mis
criados ciñen grandes d a g a s , pero á guisa de ador-
PREPARATIVOS DE VIAJE. 367
n o , y ¡i lo sumo para picar la carne. Mi opinión s o -
bre el particular, comprobada por lo que he viajado
en Oriente, es que las armas para nada sirven, pues
si alguno desea hacer mal sin motivo, ha de ser á
traición, y por consiguiente, aquéllas son inútiles;
no v o y á tomar partido por ninguna tribu, á g u e r -
rear con nadie, ni á echármelas de valiente con los
bandidos, que si atacan, es siempre con gran supe-
rioridad numérica y seguros del éxito, teniendo el
propósito, para casos de esta especie, de parlamen-
tar y rendirme, y emplear la astucia, más p r o v e -
chosa que la fuerza; siempre hice lo m i s m o , y siem-
pre confio en la suerte, pues no es posible percibir
á un tiempo el principio y el fin de las cosas.
Pudiera llevar escolta, c o m o en estos países se
acostumbra, y á que tengo derecho como cualquier
otro europeo, pero hasta Kermansbah no es proba-
ble ningún percance, y prefiero prescindir de lo
que, sobre ser costoso, puede servirme de estorbo.
Resuelta la forma y manera de viajar, arreglados
todos mis asuntos, faltaba únicamente señalar el día
de la m a r c h a , que resolví fuera h o y Miércoles
(chahar sliambé, cuatro shambés), si bien era c o m -
pletamente ajeno á mis proyectos retrasarla ó ade-
lantarla un dia. ISTo fueron del mismo parecer mis
c o m p a ñ e r o s , sobre todo el eharvadar, que se negó
á marchar en dia tan nefasto. Dejólo á su elección,
y eligió el Sábado (shambé), que al igual del Lunes
(du sliambé, dos shambés) y del Martes (se shambe',
tres shambés), es propicio para emprender viajes ó
3G8 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

principiar la siembra, del mismo m o d o que el Jueves


y Viernes (chahar shamhe, cuatro sliambés y dyu-
máa) son favorables para casarse y otras acciones
materiales; ó bien para asistir á los enfermos, c o m o
el D o m i n g o (jjek .dtambé, un sbambé) lo es para e m -
prender la construcción de cualquier edificio, y en
Martes no conviene sangrarse ni con punta de acero
ni de cuerno. Posteriormente supe que el charvcular
no sólo se fijaba en el dia do la semana, sino que tam-
bién en el del m e s , pues en cada uno existen siete
dias nefastos, que son : el 3.",5.", 13.", 16.", 21.", 24."
y 25.° D e ahí el que estos números se consideren
funestos, pero m u y particularmente el 13.
Respecto á los dias de la semana , dicen que an-
tiguamente correspondían á los siete palacios que,
del color de la preciosa cara de la hija de cada R e y
de la tierra, mandó levantar Pahram G u r ; que al
venir los árabes convirtieron el Viernes, shesh shambé
en dijumáa, y que xhamhd, por fin, significa « f r e s -
cura de cara. »
E l sábado 19 emprenderemos, pues, la marcha.
Previamente fui el 6 á despedirme de los euro-
peos que residen en el campo otium cuín honestitate,
después de asistir á la recepción que una embajada
birmanesa, recien llegada de paso para San Peters-
b u r g o , hizo al Cuerpo diplomático, y acerca do la
cual hablaré brevemente.
La constituye un E m b a j a d o r , un secretario, dos
intérpretes, uno indígena que habla i n g l é s , y otro
armenio, vestido á la europea, oriundo de Bombay,
PREPARATIVOS DE VIAJE. 369

y tres criados. T o d o en elios llama la atención : el


traje talar de S. E . , de terciopelo carmesí con fran-
jas de o r o ; su gran capirote encorvado hacia atrás,
cubierto de placas de oro formando diadema; los
pendientes, que á modo de grandes agujas descan-
san sobre el cabello, peinado hacia arriba y recogido
en moño en el centro de la cabeza, y principalmente
la variedad de gestos, movilidad de su fisonomía y
manera de hablar, semejante á un canto crescendo,
y elevando el tono al final de las frases, conforme
al uso do los chinos.
Los trajes del intérprete y criados se reducen á
paladión l
, chaqueta de percal, y un pañuelo de tul
arrollado al rededor de la cabeza, dejando el m o ñ o
descubierto como los singaleses, con quienes guar-
dan parecido hasta en su aspecto femenil, de tal
modo que muchos de los presentes juraban y perju-
raban que no podian pertenecer al sexo fuerte, aun-
que ninguno de los ilusos afirmaba que fuesen del
bello.
Dicen de público que el Embajador trae para el
Shah una caja de marfil con zafiros, diamantes y
otras piedras preciosas por valor de tres millones de
reales, y que va á buscar en el apoyo de Rusia c o n -
trapeso á la invasora influencia inglesa en Birma-
nia: pero también aseguran que el Ministro m o s c o -

1
Paño de percal ó seda á cuadros de varios colores, único
rostido que de cintura abajo gastan los hombres en Ceylan, y
que también usan las filipinas, con la diferencia de que unen
los extremos delpatadion por delante.
24
370 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

vita ha disuadido al Enviado del propósito que le


anima.
E l mencionado birmanés es persona de gran ver-
bosidad y sumamente afable, y al saber que fui
condiscípulo de su Jefe M o n g - S h o c , h o y Ministro
del E m p e r a d o r , me ha tratado con gran deferencia.
Entre varias cosas no dignas de mención, mostró
unas fotografías de dos hombres-monos, nacidos en
una de las provincias que lindan con China, y son
verdaderos fenómenos por su raquítico y velludo
c u e r p o , pareciendo resultado de un cruzamiento
inverosímil.
Curiosa es la carta que el Soberano de Birmania
lia dirigido al Shah, y cedo á la tentación de re-
producirla , traduciéndola del periódico Irán. El
texto es literalmente como sigue :
« Esta es la traducción de la carta del R e y de los
países del Oriente y de Birmania al R e y de los R e y e s :
» ¡ O h R e y ! E s costumbre antigua entre los S o -
beranos do grandes Naciones enviarse mutuamente
Embajadores extraordinarios para reforzar los lazos
de amistad y estrechar las relaciones. Conforme á
este fin, de acuerdo con mis deseos, he tratado con
mucho gusto y placer los subditos extranjeros, y les
he concedido tantos honores y agasajo c o m o á los
mios. Mientras que así me preocupaba en conseguir
la amistad de los demás países, el Cónsul de V . M.
en Bombay vino al país de los birmaneses; lo he re-
cibido con honores; por su dicho he j u z g a d o que
sería fácil entablar relaciones entre el país del Irán
PREPARATIVOS DE VIAJE. 371

y el m i ó , y la esperanza que hace tiempo concebí^


va á realizarse ahora en debida forma. E n conse-
cuencia, he nombrado oficiales ilustres que partirán
con el Cónsul; sus nombres s o n : Sido Dukimelaku-
din J a z a , y Vyachuidaguzunuyata. Tales son sus
nombres, y tienen encargo de entregar á V . M., j u n -
to con esta carta, varios presentes. E l interprete que
acompaña á dichos oficiales se llama Mamchuvái.
Mi Embajador hará presente á V . M. el sincero d e -
seo de establecer relaciones amistosas entre nuestros
respectivos países; espero que V . M. acogerá esta
proposición y se dignará aceptar asimismo la carta
imperial y los presentes que le he confiado. R u e g o
á Dios por la conservación de los dias de V . M. y
los de toda la Real f a m i l i a . — E n el castillo de
Yeyedonapún, el quinto dia del mes de Yukudir del
año 2 4 1 7 , que corresponde alano 1291 de la H e g i -
ra, y al 23 de Marzo de 1874 en la era de los cris-
t i a n o s . — E l buen amigo de V . M., Siyipavayaviza-
yanan Dayazapan Ditamajadana Yazadiya, E m p e -
rador de los países del Oriente y R e y de Birmania.»
— A s í está firmado. H a y además la firma del primer
ministro de S. M. birmanesa: Autamachi M i y u z a -
dun M o n g - k i Menzedumonki Mahazidú.»

Fui el dia 6 de este mes á despedirme de la c o l o -


nia europea, que desde Mayo á Setiembre habita la
región del E l b u r z , designada bajo el nombre de
Shimran, sitio encantador, donde se refugian en la
estación calurosa aun aquellos cuya presencia es
aquí necesaria durante el dia, porque en carruaje ó
372 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

á caballo salvan en hora y media la distancia entre


esta zona, h o y tórrida, y los amenos verjeles de
Gulahec, Zerguendé, Tedshrish y otros puntos, tan
favorablemente situados, que en pocos minutos p u e -
de gozarse la temperatura más envidiable. Allí el
plátano, de dimensiones colosales, nunca vistas en
otra parte, pues los hay que alcanzan 25 metros
de circunferencia; la eucalipta y el árbol de seda
c o n sus ligeros copos de purísimo carmín, disputan
el terreno á cuantos árboles crecen en clima t e m -
p l a d o ; allí las aguas corren y saltan abundantes y
límpidas en las albercas de las habitaciones por in-
finitos arroyuelos, ó se pierden en terrenos forma-
dos á expensas de los despojos acumulados de las
montañas, y cubiertos con hierbas de robusto tallo,
por entre las cuales se arrastra la tortuga.
Las mesas más modestas ofrecen gran variedad
de frutas, incluso melones y sandías; toda clase de
rosas y flores, incluso el lirio y la hortensia, y toda
clase de hortalizas, incluso la suculenta bámie, p r o -
cedente de la I n d i a , y llamadagombaud en francés,
abelmosclius csoulenta en la ciencia. Siembran tan
sabrosa legumbre en M a y o , y la cosechan en verano.
P o r seis mil reales puede comprarse en Shimran
una casita con jardin, pero casi todas se alquilan,
incluso las pertenecientes á la familia R e a l , y que
en nada ceden á las de los Ministros extranjeros.
L a mayor distracción la buscan en cazar jabalíes,
antílopes, argalíes, codornices, perdices, conejos;
pero la caza mayor abunda principalmente en las
PREPARATIVOS DE VIAJE. 373
faldas del Demavend. Inmediato á la gigantesca
montaña, que el actual Ministro inglés salvé el p r i -
mero hasta la nevada c i m a , se halla situado Laar, á
dos mil metros sobre el nivel de Teherán, sitio fres-
quísimo, donde el rio del mismo nombre ofrece
abundante botin de exquisita trucha salmonada.
E s Laar el punto predilecto de las excursiones
de S. M . , quien gusta pasearse, disfrazado, por los
alrededores, departiendo sólo con la gente rústica é
ignorante de quién es. Todavía anda por allí, segui-
do del famoso globo cuajado de pedrerías, instala-
do con sus mujeres bajo lujosísimas tiendas, adorna-
das de puertas y ventanas, siendo costumbre que, al
dignarse visitar cualquiera persona del harem, plan-
ten una lanza ante la estancia de la preferida. E s -
trabon nos cuenta que los antiguos árabes hacían
lo propio.
Todas las casas me están abiertas en Shimran,
pero, efecto de mis ocupaciones, sólo en tres ocasio-
nes disfruté la generosa hospitalidad con que me
brindaron. Esta última vez permanecí allí ocho
días, obsequiado con giras, almuerzos y comidas, á
las cuales siguen partidas de lansquenet, en que se
cruzan sumas considerables hasta tanto que la luz
del sol separa á los jugadores, abrumados por el
sueño.
De todos los banquetes á que entonces asistí, r e -
cordaré siempre con agrado el que mi antiguo y
respetable amigo el Ministro de Rusia dio el 11 para
solemnizar los dias del Zar.
374 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Treinta y seis personas de gran uniforme llena-


ban espacioso comedor lujosamente ornamentado;
veinte criados persas, vestidos de raso carmesí con
franjas de o r o , dirigidos por cuatro cosacos osten-
tando relucientes cananas, amainares y puñales, sir-
vieron por espacio de dos horas y inedia cuantos
manjares y bebidas permiten los recursos de este
país : salmón del Caspio ; carpas (azad-mahi, libre
p e z ) ; anguilas (mar-maJii, serpiente pez) del rio
L a a r ; liebres (Jar-gusht, burro o r e j a ) ; excelentes
alcachofas (cirdesJta/ier); soberbios espárragos (mar-
rhuhi, serpiente estaca); caviar de Asterabad; m e -
lones de Cashán; vinos de Europa, del Cáucaso, de
Iíamadan, y del famosísimo de Shiraz, tan celebra-
do por los poetas persas.
Como todos los de esta naturaleza, el banquete
pareció largo, pero no á mí, que estuve entretenido
y cuidadoso en observar cuanto me rodeaba. Frente
al anfitrión estaba el Sipahsalar, á los lados de a m -
b o s , los Ministros de Austria, Inglaterra, Turquía
y Francia; no lejos de mí estábanlos señores N i c o -
lás, primer intérprete de la Legación francesa, e u -
ropeo el más versado en idioma persa, y autor de
un diccionario turco-persa-frances todavía inédito;
el D o c t o r Tolozan, primer médico de S. M . des-
de 1 8 5 6 , y miembro de la Academia francesa; el
médico de la Legación turca, D o c t o r Castaldi, en
cuya familia he hallado la acogida que se da á los
propios. Frente por frente tenía un Director del
Ministerio de Negocios Extranjeros, que ostentaba
PREPARATIVOS DE VIAJE. 375
en su amplia bata de cachemir seis grandes cruces,
entre ellas la de Isabel la Católica, p o c o acomoda-
da distinción por cierto en el sujeto que la poseía.
Tuvo éste á bien cambiar algunas palabras conmi-
g o , y aun mancharme los pantalones con los huesos
eme arrojaba bajo la mesa después de roídos, opera-
ción á que debia estar más acostumbrado que á ma-
nejar la cuchara y el tenedor, pues con la una rara
vez acertaba á introducir en su boca la sopa que en
forma de lluvia rociaba las cruces, y el otro hizo su
desdicha teniendo que dejar en el plato los guisan-
tes que no pudo pinchar, y parecían m u y de su
g u s t o ; la bata, las placas y el abdomen entorpecían
sus embarazosos y risibles movimientos.
Más en armonía con nuestras costumbres comía
el Embajador de Birmania, sentado al lado del M i -
nistro de Austria, pero en cambio su intérprete, sin
duda por no caer en falta, no probó b o c a d o , entre-
teniéndose durante la comida en observar á los
demás convidados. L o propio hizo un jefe principal
de las tribus del Jorassan, quien llamaba la atención
por sus respetables y hermosas facciones. Después
de comer procedió dicho personaje, ante todo el
mundo, á decir la oración de la n o c h e ; que en las
prácticas religiosas, como en las de la vida, el res-
peto humano, surgido de las diferencias de clases
sociales, es felizmente desconocido entre m a h o m e -
tanos.
Pero si refiriese las circunstancias de todas las
personas presentes en aquel banquete, me extendería
376 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

demasiado, tanto más cuanto que restan todavía


por enumerar algunos preparativos de la próxima
marcha.
Piedúconse á la cuestión del dinero, difícil de c o -
locar, por razones que ya expuse. Como no hay
más moneda que el eran, y llevar la cantidad que
puedo necesitar hasta Bushir, primer punto donde
volveré á tener relaciones directas con esta capital,
tiene el inconveniente, no sólo del p e s o , sino de las
contingencias inherentes al viaje, he colocado cua-
renta mil • reales entre Kermanshah y Bushir, en
cuyo puerto podré recibir además cuanto necesite.
Para casos do apuro únicamente llevo veinte libras
esterlinas y otros tantos imperiales rusos de á cinco
rublos, por más que el oro europeo pierda bastante
en el interior del país.
Mi equipaje consta de una cama que compré en
Constantinopla, dos mudas, un traje para presen-
tarme á las Autoridades, y el de viaje, compuesto de
botas de montar, calzón de p a ñ o , con cuero en la
parte que toca á la silla, y que me ha cedido un i n -
glés ; chaleco con mangas de lana, chaquetón, capote
forrado de pieles, gorro de lo mismo, y salacó ó s o m -
brero de tinsin, pues he de sufrir gran variedad de
temperaturas, y para todas necesito apercibirme.
Llevo papel secante para colocar las plantas que
más llamen mi atención, y pueda clasificar otra per-
sona; un cuaderno dividido en dos partes, la una
destinada al diario, la otra á consignar las noticias
ajenas á él. Tengo un termómetro y una brújula;
PREPARATIVOS DE VIAJE. 377

el termómetro isométrico y el aneroide, junto con


otras cosas que pedí á París, vendrán con los pan-
talones de montar cuando ya esté en marcha; pero
he tenido la fortuna de que el Sr. Collins, agente
del Barón Iteuter, me preste el segundo de aquellos
instrumentos, de que carezco. E n circunstancias n o r -
males, habiendo hecho un pedido á París á princi-
pios do M a y o , debería tenerlo ya en mi p o d e r ; un
mes para ir la carta, medio para llegar el encargo á
Trebisonda, y dos y medio para venir de Trebisonda
aquí, son cuatro meses. Pero las mercancías, á m e -
nos de ser en número considerable, rara vez las trae
una misma caravana desde dicho puerto, sino que en
Bayazed, Tabriz, Zindshan ó K a z v i n , ó en todas
estas ciudades, aguardan que salga recua en la mis-
ma dirección, ya para ceder los bultos, ya para c a -
minar en mayor número, y por consiguiente con más
seguridad. E n la presente estación hubiera sido, pre-
ferible valerse de la vía que seguí por el Cáucaso, y
en cuarenta dias recibiera tal vez mis encargos, más
no la tuve presente.
A más de lo enumerado llevo varios libros : el
Viaje del Shah, las obras de Duncker y Herodoto,
á fin de amenizar los ratos de descanso aquilatando
el pasado de los puntos que debo visitar, y asimis-
mo para ejercitarme en el persa, leyendo una obra
tan fácil c o m o la que acaba de publicar S. M. acer-
ca de su reciente viaje por Europa, cuya narración,
por su estilo, es digna, según dicen las personas ins-
truidas, de un cTiarvadar (arriero.)
378 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

La obra imperial está redactada en forma de dia-


r i o , y á la verdad con infantil candor , sin concepto
ni juicio alguno que en el autor denote siquiera ins-
tinto de observación á falta de ingenio ó talento;
refiere noticias exentas de importancia, sin orden,
sin concierto a l g u n o ; no se descubre una sombra
de sentimiento, cuanto menos .una ocurrencia que
estimule al lector á seguir l e y e n d o , ó suavice el
áspero sendero do insulso relato. Principia diciendo
que al salir de Teherán padecía fuerte catarro con
opresión al p e c h o , lo cual le infundía tristeza; de
las ciudades europeas dice : que cuando se ha visto
una se han visto todas, como si el genio artístico
peculiar á cada pueblo no se reflejase de algún m o -
do en las cuidades; al trascribir nombres propios
extranjeros, S. M. j u z g ó oportuno zanjar la dificul-
tad escribiendo con caracteres persas nombres p r o -
pios franceses, ingleses, rusos, y poniéndolos á se-
guida entre paréntesis con tipos latinos, sin pensar
que á los persas de nada les servirá semejante arti-
ficio, y entro los que no lo son, no hay media d o -
cena que puedan tener el gusto de leer el Diario
de S. M. Pero en esto do trascribir con auxilio
de nuestros alfabetos voces extranjeras no estamos
más adelantados que el Shah, porque es sencilla-
mente imposible alcanzar resultado alguno. Aun
suponiendo que todos siguiéramos, para todos los
idiomas, un mismo sistema, que todos convinieran
en que la a con un punto d e b a j o , p o n g o por ejem-
plo, equivale al a'in, ¿qué adelantaría quien deseo-
PREPARATIVOS DE VIAJE. 379
noce esta letra? y cuenta con que una misma palabra
arábiga se pronuncia de cinco, seis y siete maneras
distintas, desde Marruecos á la China.
Respecto á las obras de Duncker, harto conoci-
das son en Europa ; resumen cuantas investigacio-
nes han hecho el historiador, el filólogo, el viajero,
para sacar de sus escombros pueblos un dia esplén-
didos en civilización, y encierran conceptos que p o -
drán guiar por nueva senda á los venideros, pues á
medida que envejecemos aumenta la afición á c o n o -
cer cosas de nuestra infancia.
E n cuanto á H c r o d o t o , él fué mi compañero inse-
parable desde que pisé el Oriente, y lo será siempre
de cuantos intenten rasgar el velo del tiempo. S e -
guramente que adolece de alguno que otro defecto :
es crédulo en demasía, pero menos de lo que supo-
nían en otro t i e m p o ; no está exento de superstición,
¡quién lo estaba entonces, y que pocos lo están h o y !
á pesar de su buen juicio deduce poco, á menos que
se abstuviera do ello por un laudable sentimiento
de imparcialidad; tampoco sabe más idioma que el
p r o p i o , pero en camino la honradez, la diligencia,
la buena fe son otros tantos títulos de su gloria, tan
grande, tan p u r a , que lejos de menguar, crecerá con
los siglos. Está además exento de vanidad nacio-
nal, es sencillo en el decir, da unidad á sus comen-
tarios, y sobre todo apunta máximas, costumbres,
preocupaciones, elemento principal de la verdadera
historia, prisma el más interesante á través del cual
debe, creo y o , contemplarse la vida de cada pueblo.
380 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Herodoto, el primer viajero-escritor, es modelo


en su clase. ¡Casualidad es también que la excelen-
cia vaya unida á la prioridad! A m b a s concurren en
H o m e r o , Fídias, F o - h i , en Cyro, en la pirámide de
Cbeops, y en Cervantes: ¿quien, antes que él, fijó
un babla, y creó dos tipos como no se volverán á
crear jamás?
Existe h o y una edición de las obras de H e r o d o -
to, anotadas, comentadas, analizadas por el sabio
Rawlinson, y que constituyen un prodigio de ilus-
tración; pero libro tan abultado, que poseo en mi b i -
blioteca, no es para llevado y traido por estas tierras
en reducida alforja, y por lo mismo me contonto con
una traducción francesa, que no abandono nunca.
Parecería natural que llevase además alguna re-
lación de viajes por Persia, pero me abstengo de
ello por creer que no debe ir prevenida la imagina-
ción con la manera de ver de otros, á fin de no d e s -
truir la sorpresa que tendré ignorando descripción
de monumentos y organización de sociedades que
v o y á ver y tratar. S o y de opinión que la persona
destinada á recorrer un país no aprenda de él más
que la historia y el idioma, y terminado el viaje e x a -
mine detenidamente descripciones antiguas y m o -
dernas; esta lectura será entonces m u y provechosa,
y encaminará el propio criterio, metodizando el plan
de la obra que se intente escribir, cuyos frutos se-
rian, á no dudarlo, más abundantes y sazonados.
D e las vituallas se ha encargado mi cocinero,
quien, además de algunas, principalmente arroz, se-
PREPARATIVOS DE VIAJE. 381

ho de carnero, azúcar, café y conservas, ha c o m -


prado la batería de cocina más indispensable,
toda ella de c o b r e , como aquí la usan, y rara vez
de estaño, cubiertos, servilletas, e t c . ; que mientras
se pueda pasar regularmente, no hay para qué pri-
varse de nada. Claro es que no exigiré de él gran-
des primores, pues conviene en todas partes alimen-
tarse á la usanza del país ; prefiero en España el
trato de las posadas ó casas de huéspedes, al de las
fondas, donde se paga á la francesa, y no se c o m e ,
ni con mucho, á la española.
El secretario se ocupa en recoger varias cartas
de recomendación con que me brindaron algunos
amigos, y otra del Sipahsalar, la cual ha estado á
punto de retrasar mi viaje por haberse extraviado
(no lo c r e o ) el sello de ¡3. A . ; que entre los orien-
tales no hace fe la firma si no se estampa el sello
detras de la página escrita. P o r fortuna pareció á
tiempo, y esta misma mañana he unido la carta de
S. A . á otras que me han dado cerradas, costumbre
en verdad preferible, á mi modo de v e r , que la eu-
ropea de entregarlas abiertas, si bien en este caso la
buena forma requiere cerrarlas á presencia de quien
las entrega.
L a carta-circular dice a s í : — « Esta carta se d i -
rige á los Agentes de los Gobernadores y empleados
en el Gobierno de Kermanshah, del Arabistan, de
Bushir, de la Karamania y demás puntos de este
camino. Mussiú Adúlf, de elevado rango, que la
grandeza le acompañe, Cónsul pequeño del excelso
382 VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.

Gobierno español, y su Residente cerca del Subli-


me Gobierno, marcha como turista hacia Bushir y
otros países. E n cada provincia y localidad donde
la susodicha persona permanezca, deberán facilitar-
le de una manera conveniente cuanto sea necesario
para la conservación de su consideración y tranqui-
lidad, dándole en cada estación que lo j u z g u e c o n -
veniente, guardias y escopeteros á fin de que viaje
con la mayor comodidad, y guste en todas partes
los placeres. E s indudable que no dejarán de tener
gran cuidado de el, escribir más sería superfino.
Mes do Ferverdin, año de 1 2 9 1 . »
El Gobierno persa me califica de turista, para
dar á entender que no viajo oficialmente, sino c o m o
partievdar, eximiéndose por ahí de responsabilidad
si me acaeciese cualquier desgracia, imposible de
prever en puntos donde no acatan la autoridad su-
prema. Como s é , por otra parte, lo que valen r e -
comendaciones oficiales entre las tribus, no quiero
entablar reclamaciones, que á nada conducirían,
y guardo la carta de Hussein Jan más que como r e -
curso, por si puede ser útil en cierto ahora i m p r e -
visto caso.
D e algunas de las restantes traduciré el sobres-
crito, que llamó mi atención. U n a , dirigida al m é -
dico militar do Bushir, dice a s í : — « Q u e S. E . el
compañero de las virtudes, de las ciencias y do l a s

artes, Aflatún ( P l a t ó n ) de estos tiempos, el sitio


honorable hacia el cual vuelvo el rostro, mi d i g n í -
simo y querido amigo A g á mirza Alí, médico en
PREPARATIVOS DE VIAJE. 383
jefe, pueda su gloria exaltada eternizarse, lea esta
carta.»
Otra que ha tenido la bondad de entregarme el
Ministro de Rusia para Hesbmed eddaulet, tio de
S. M . , Gobernador general del Loristan y Arabistan,
tiene el sobre así redactado : — « Q u e el explorador
de la estrella de la columna de la grandeza, y digno
de poseer la Corona, que da brillo y lustre á las j o -
yas del Océano del Califato y de la fortuna, S. A .
Serenísima Heshmed eddaulet, lea esta carta.»
Terminados los preparativos do viaje, dedicaré el
tiempo que me resta á ver los que pudieren faltar,
y el Sábado, si es que el mirza, el cocinero, ó al-
guno de los otros no se vuelve atrás, emprenderé la
marcha hacia Savah, ciudad reputada de mucho i n -
terés, pero que se halla un tanto apartada del c a -
mino de Teherán á Hamadan.

FIN DEL TOMO PRIMERO.


ÍNDICE.

Páginas.

Dedicatoria v
Al Lector vn

VIAJE AL INTERIOR DE TERSIA.

I.—De Madrid á Tiflis 1


II.—üc Tiílis á Baeú 51
III.—De Bacú á Besht 95
IV.—De Resht á Teherán 135
V. - Historia Vio Pcrsia 1 0 7

VI.—Teherán.' 249
VIL—Preparativos de viaje 331
Î 5 6 0 8 6 8 0 5 3 8 5
• • ^ 1 0

Precio de la obra en España: t r e s duros.


Se vende en la Administración de la BIBLIO-

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dera, núm. 8, Madrid.
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