La mayoría del Consejo Superior Universitario (CSU)
de la Universidad Nacional de Colombia designó al profesor Ismael Peña como rector, ignorando la voluntad manifestada en la consulta por estudiantes, profesores y profesoras, egresadas y egresados. De esta manera, la votación efectuada en el CSU opuso la institucionalidad de la UN al principio democrático que fundamenta la autonomía universitaria y la Constitución Política de Colombia.
Desconocer la voz mayoritaria de la comunidad
universitaria significa destruir la base de la legitimidad institucional y entorpecer la construcción pacífica de un proyecto común en medio de la diversidad. Se demuestra así la necesidad imperante de democratizar la vida universitaria y su sistema de gobierno, como lo comprendió y expresó el Gobierno Nacional con claridad, en distintos medios y con la vocería de la ministra de Educación y las dos delegadas en el CSU.
Las estrategias utilizadas en la campaña a la
rectoría para deslegitimar nuestra propuesta resultan inaceptables. Incluyeron amenazas anónimas atribuidas en forma ligera a las y los estudiantes que nos apoyaron, denuncias sin fundamento en relación con un supuesto fraude electrónico, hackeo de nuestras cuentas, noticias falsas elaboradas en las “bodegas virtuales” y la animadversión manifiesta de un integrante del principal cuerpo colegiado de la universidad contra el candidato a la rectoría. La universidad como un bien común y el derecho fundamental a la educación superior constituyen un horizonte que no puede concretarse sin la participación decisoria de todos los estamentos. Un proyecto que no se fundamente en este principio está destinado a mantener y reproducir los grupos minoritarios que han causado la crisis que enfrenta la UN en la actualidad.
Desde la desobediencia civil pacífica, que empiezo a
ejercer a partir de este momento, trabajaré por una constituyente universitaria que permita transformar las universidades públicas del país e impedir que las oligarquías académicas sigan orientando el rumbo de la educación superior colombiana. Es el momento de organizar entre estudiantes, profesores y profesoras, egresados y egresadas, y trabajadores y trabajadoras espacios alternativos de decisión para resistir, con toda legitimidad, a la forma de gobierno impuesta.
Una vez más la comunidad universitaria ha sido
desconocida e irrespetada por quienes ejercen el poder burocrático e ignoran el mandato de los estamentos que representan. Las argucias jurídicas, la retórica política de quienes se proclaman la elite académica o las componendas en el gobierno universitario no van a detener el cambio que necesitan nuestras instituciones.
De nuevo le agradezco a quienes acompañan y
acompañarán el camino hacia la democratización de la vida universitaria, con el convencimiento de que nuestras comunidades no van a aceptar por más tiempo estar sometidas a los mandatos arbitrarios de quienes las están gobernando. La Universidad Nacional de Colombia sigue siendo un grito de libertad.