Está en la página 1de 7

FACULTADES ORGÁNICAS

Por: Genara Castillo Córdova

I. EL CUIDADO DE LOS SENTIDOS EXTERNOS

La sensación es un acto inmanente, que afecta y permanece en el sujeto, lo cual reviste especial importancia
en el ser humano. Los actos cognoscitivos que se ejercen a través de los sentidos inciden en sus facultades y
en cierta manera en la vitalidad de su principio remoto que es su alma, facilitándole o dificultándole sus
operaciones propiamente espirituales. El ser humano, a diferencia de los animales puede ejercer un cierto
control y cuidado de su actividad sensible gracias a que posee inteligencia y libertad.

a. Ver y mirar

Se podría diferenciar el ver y el mirar. Ver es simplemente ejercer el acto de la visión, si el órgano está sano
y hay un medio físico como la luz entonces se produce el acto de la visión y aquí hay poco por hacer de
nuestra parte. El ver supone una cierta maduración orgánica y especialmente una organización de los
diferentes elementos captados visualmente por parte de los sentidos internos, sentido común, imaginación,
etc.

Sin embargo, el mirar humano es más que el simple ver, es ver con detenimiento, fijar libremente la
vista en aquello que queremos detenemos. Por esto, la mirada humana supone una cierta dirección por parte
del sujeto, comporta tener en cuenta unos ciertos criterios.

Por eso es que el cuidado de los sentidos se corresponde con el saber dirigirlos. No da igual mirar,
escuchar, etc. cualquier cosa, porque de esas formas vistas, escuchadas, etc., se "alimenta" el alma en el
sentido de que son integradas dentro del ser humano. Uno se hace aquello que conoce, por esa posesión
intrínseca el objeto conocido queda, permanece, dentro de uno mismo.

Así por ejemplo, si a través de la televisión uno obtiene imágenes de violencia o pornográficas, él
mismo «se hace» todo aquello que conoce, introduce dentro de sí toda esa violencia o inmundicia; lo cual no
sólo afecta simplemente a su sistema nervioso, sino que le impide ejercer actos superiores; queda por así
decirlo «debilitado» por la presencia de aquellas imágenes que irresponsablemente ha hecho pasar a su
interior y que le obstaculizan su propio desarrollo personal.

El ser humano es el único ser que puede dirigir inteligente y libremente su conducta, aún tratándose
de acciones tan elementales como el mirar o escuchar; sin embargo, por esa misma razón también es el
único ser que puede ir en contra de sí mismo (los animales están protegidos por su instinto). El ser humano
es libre, pero al ejercer su libertad tiene que saber por lo menos las consecuencias de lo que hace.

Así pues, la mirada humana, a diferencia de la del animal puede ser dirigida por la inteligencia. El
mirar supone en cambio una dirección de la facultad de manera que la mirada puede detenerse en aquello
que considera relevante.

Es muy importante aprender a mirar, es una de las maneras más inmediatas con la que nos hacemos
con la realidad externa. Por ello es importante tener criterios, distinguir aquello que es conveniente
mirar de aquello que no lo es; la observación más elemental es un acto cognoscitivo que va acompañado de
la atención. Este detenerse, el fijar la mirada, puede y debe ser dirigido. Hay cosas que es conveniente saber
mirar y otras que lo mejor es ni siquiera verlas. El ser humano tiene la posibilidad, mediante los criterios
adecuados, de educar la mirada.
A su vez, la mirada humana no es sólo posesiva, hacia la realidad externa, sino que también es
expresiva de lo que se lleva dentro, y tiene la capacidad de manifestar la interioridad del sujeto. Por esto se
suele decir que los ojos son como las «ventanas» del alma, lo que hay dentro de un ser humano se suele
transparentar en la mirada humana.

La misma racionalidad queda patente en la mirada humana. Aquí como en tantas cosas más, el ser
humano aparece claramente superior. Aunque tanto el animal como el hombre tienen sentidos, a pesar de
que tienen dos ojos, la mirada humana es distinta de la del animal. En el ser humano se manifiesta la índole
espiritual de su ser.

Por ejemplo, esto se puede observar en las típicas fotografías que se suele hacer un niño de ocho años
con su perro, los dos frente a las cámaras, puestos casi al mismo nivel, y entonces podemos advertir que la
belleza de la mirada del niño es patente, en cambio se podría decir que la mirada del perro es estúpida. El
brillo de la mirada del niño pone de manifiesto la presencia de un espíritu, su naturaleza racional, propia del
tercer nivel de vida, que es superior respecto a los demás seres vivientes.

Por otra parte, a través de la mirada humana podemos captar el nivel de vitalidad de las diferentes
personas. Una mirada brillante normalmente manifiesta alegría, optimismo, interés. Esa vivacidad se ve
disminuida en el caso de la mirada triste. Por eso, siempre que advertimos tristeza en la mirada podemos
damos cuenta de que aquella persona tiene alguna dificultad o dolor suficientes como para amenazar su
desarrollo vital.

Podríamos detenemos mucho en este asunto, ver las diferentes clases de mirada (miradas esquivas y
miradas limpias, miradas indiferentes, miradas profundas, etc., podríamos ir hasta su base fisiológica; sin
embargo a pesar de que la mirada humana es un tema antropológico, no es éste un tratado de psicología y no
nos podemos detener mucho en las descripciones, sí podemos destacar la importancia de los sentidos, y
especialmente su cuidado.

A través de la educación artística se puede aprender a mirar un paisaje natural o una obra artística, se
pueden distinguir los elementos relevantes, la armonía de las formas, el trazo genial, la diferente intensidad
de los colores, la luminosidad, etc.

La realidad física del universo es digna de ser contemplada. A veces no se sabe mirar el universo,
que en cierta manera es la casa del viviente, no se sabe mirar ni siquiera el "decorado" y hay quien se va de
esta vida sin saber si el cielo cambia de color. Gran parte de esa pérdida se debe al acostumbramiento y a las
prisas. Por lo demás, los seres humanos tendemos a acostumbramos hasta a lo más maravilloso.

Aquí quizá podríamos hacer la experiencia de echar abajo, como de un manotazo, el


acostumbramiento, e intentar superar ese extraño sopor que a veces tenemos los seres humanos.
Precisamente cuando Aristóteles hablaba del hombre despierto y del hombre dormido se refería al acto de
conocer, y aunque el conocimiento sensible es inferior al conocimiento intelectual, al cual se refería
Aristóteles especialmente, sin embargo no por ello deja de ser importante.

A veces caminamos por el mundo como adormilados, sin la experiencia ni el gozo de conocer. Si
intentáramos mirar, por ejemplo, las estrellas, las plantas, las personas, etc., con la novedad de la primera
vez, es posible que quedemos deslumbrados. Es llamativo el asombro de los niños, cuando por primera vez
se enfrentan a una realidad.

Más llamativo todavía es el hecho de que los mayores intenten, a veces, exagerar los rasgos de los
personajes de los cuentos, de las viñetas, con el objeto de llamar la atención de los niños; a veces se exagera
por ejemplo el largo de una nariz, cuando para un niño lo asombroso, y ante lo cual se detienen, es que un
ser humano tenga nariz.
b. Oír y escuchar.

De modo semejante a la diferencia entre ver y mirar podemos distinguir entre oír y escuchar. En
realidad, tanto en la diferenciación anterior como en ésta se incluye la presencia de otras facultades
superiores a la mera vista u oído. Sin embargo como hemos dicho desde el principio, el ser humano es una
unidad y no cabe en una explicación meramente analítica, en que las partes se estudian aisladamente.

Oír se diferencia del escuchar en que es el simple acto por el cual se capta un sonido. En cambio
escuchar supone la captación auditiva de una unidad de significado, por lo que supone una cierta actividad
de los sentidos internos, especialmente de la imaginación, como luego veremos.

Lo que queremos resaltar ahora es la importancia de saber escuchar, de saber oír con atención, con
criterios sobre lo que vale la pena escuchar y sobre lo que es mejor no prestar atención; todo ello referido al
desarrollo integral del ser humano y en especial al mejor despliegue de sus facultades espirituales, como son
la inteligencia y la voluntad. La actividad espiritual del ser humano se desarrolla mejor si se ejerce un
dominio sobre la sensibilidad, empezando por la actividad de los sentidos externos.

Saber escuchar es otro tema bastante extenso. Para lo que corresponde a este texto introductorio
podemos hacer alusión al influjo que tiene ahí también la dimensión espiritual del ser humano, que es capaz
de discriminar, de tener criterios para saber escuchar. Por ejemplo, al saber escuchar una melodía, se
requiere identificar las diferentes tonalidades y en especial los tiempos de la melodía. Por esto, escuchar
buena música, que no es meramente flujo de ruidos o sonidos discordantes constituye una actividad bastante
formativa.

Así como cuando fijamos la atención al escuchar una melodía, también podemos ejercer una cierta
discriminación y control respecto a lo que escuchamos. Así por ejemplo, es conveniente prestar mucha
atención cuando estamos en una clase, atendiendo a una persona, etc. y es mejor no prestar atención a
comentarios denigrantes, negativos, o irrelevantes sobre las personas o sucesos.

El afán de saberlo todo, incluso cosas que no nos incumben, si fuera un hábito, puede llevar a una
gran pérdida de tiempo, cuando no a actos muy injustos como juicios temerarios, prejuicios, etc. y lo que es
peor todavía pueden acarreamos un daño al guardar aquellas cosas que pueden ser un obstáculo para el
desarrollo personal.

En definitiva, de modo semejante al mirar, el criterio general es que conviene mirar y escuchar todo
aquello que contribuya al desarrollo personal propio o de los demás y hay que saber ser ciego y sordo ante
todo aquello que puede dañarnos. En el. ser humano, el escuchar muchas veces va unido con el ejercicio del
lenguaje, por lo que a veces hay que hacérselo ver a las personas: Eso que me estás contando, ¿me ayuda a
mejorar a mi o a tí mismo? Si no nos ayuda ni a mí ni a ti, no lo escucho. En general, podríamos
planteamos, ¿de qué me sirve esto que estoy escuchando? Así como uno tiene cuidado de lo que se lleva a la
boca, así también debemos cuidar lo que miramos y escuchamos, ya que al "ingerir" esas formas, aquellos
objetos conocidos cuando llegan al interior del sujeto Pueden ayudarle en su desarrollo o también pueden
entorpecerlo.

II. LA SENSIBILIDAD INTERNA.


Los sentidos internos se nutren de lo que les proporcionan los sentidos externos, los cuales nos ponen
en contacto directo con la realidad externa. En los sentidos externos á especie impresa proviene del exterior,
en cambio en los sentimientos internos la especie impresa viene del interior de la misma sensibilidad, es la
llamada imagen retenida o retenta.

Los sentidos internos son aquellas facultades del alma capaces de representar las imágenes sensibles
sin que el objeto-esté presente, ya que posee especies retentas. Estas formas ya, se poseen interiormente,
gracias a las operaciones de los sentidos externos. Así por ejemplo, la imaginación realiza representaciones
pero éstas son posibles en cuanto existen ya las imágenes proporcionadas por los sentidos externos. Uno
sóló se puede imaginar lo que antes ha visto, oído, gustado, sentido, Por esto el cuidado de la imaginación,
memoria, etc. parte del cuidado de los sentidos externos que son como la “puerta de entrada" de aquellas
formas, imágenes, etc.

Según la clasificación clásica los sentidos internos son cuatro. Tres de ellos son fundamentalmente
cognoscitivos: el sentido común, la imaginación, y la memoria. El otro sentido aunque es cognoscitivo es
también valorativo y se llama estimativa en los animales y cogitativa en los seres humanos. Tanto la
estimativa, como la cogitativa requieren del concurso de lo otros sentidos internos, del sentido común, de la
imaginación y de la memoria.

A. Sentido común

Sentido común no equivale al buen sentido, es decir a la razón o la inteligencia en su actividad


espontánea, que tiene la capacidad de poder distinguir lo verdadero de lo falso ya que los animales no
poseen inteligencia. Tampoco es un sentido que tenga por objeto los «sensibles comunes» (tamaño,
movimiento. etc.), ya que éstos son objeto de los sentidos externos, en cambio el sentido común es interno.

Sus funciones son:

1. Distinguir y unir cualidades sensibles diferentes, de orden diferente, como un calor y un


sabor. Por ejemplo, ante un terrón de azúcar distinguimos el blanco de lo azucarado y lo referimos a lo
mismo, pero para comparar hay que tener a la vez los dos objetos. Esto no lo puede hacer ningún sentido
sino el sentido común.

Por ello el sentido común es el que toma parte en la configuración básica de la percepción (unido
también a la imaginación), ya que compara y relaciona la información que dan los sentidos externos sobre
un mismo objeto. Es considerado un sentido interno porque su objeto son las imágenes sensibles
previamente captadas por los sentidos externos.

2. Saber que sentimos. Por ello se le puede llamar conciencia sensible. Un sentido no puede
reflexionar sobre sí mismo. Por ejemplo, el ojo ve los colores pero no puede ver su visión de ellos. Por lo
cual se requiere del sentido común, que no reflexiona sobre sí mismo sino que recae sobre las sensaciones
de los otros sentidos. Sin embargo reflexión no significa aquí operación intelectual porque al volver sobre
los objetos de los otros sentidos no lo hace sobre objetos abstractos sino sobre imágenes sensibles.

Gracias al sentido común, que unifica la experiencia sensible, es posible conseguir una conducta
adaptativa y unitaria respecto a los objetos con los que se relaciona el hombre corno el animal.
El sentido común se basa en los sensibles comunes y partir de ahí compara las diferentes sensaciones
y hace primera verificación de su coherencia. A continuación veremos la importante actividad de la
imaginación.
B. Imaginación
Es una facultad que tiene como objeto representa la imagen sensible o fantasma. Por esto se le llama
también fantasía.

Naturaleza de la imaginación.

La actividad imaginativa consiste en volver a hacerse presente un objeto concreto, sensible captado
inicialmente por los sentidos externos.

Por los sentidos externos se hace "presente" una imagen por Primera vez, por los sentidos internos se vuelve
a hacer presente esa imagen, de manera que la imagen representada no es la presentación, sino la
representación de un objeto real, cuando éste se encuentra ausente.

La actividad imaginativa siempre tiene dos elementos:

- Los materiales imaginativos de los que parte (que se poseen ya interiormente gracias a los
sentidos externos).
- La imagen que produce como resultado de su actividad: la representación de una imagen, la
composición, de una escena, etc.

Como queda claro, la imaginación, como todos los sentidos internos funciona a partir de los datos
que le suministran los sentidos externos. El proceso de la imaginación puede seguir las siguientes fases:

1. La fijación de las sensaciones pasadas. Aquí ya la imaginación cumple una función selectiva
pues, sólo fija lo que le afecta suficientemente o lo que le interesa. Para realizar la fijación se requieren dos
condiciones:
o Fijación o persistencia de las sensaciones en su base orgánica.
o Atención e integración de las sensaciones en una unidad de significado (percepción).

2. La conservación de las percepciones como unidades de sentido significativas.

3. La reproducción de las imágenes: Lo agradable se representa con más facilidad, pero también se
puede olvidar de un modo natural y espontáneo. La reproducción de las imágenes puede seguir las leyes de
semejanza, de contigüidad, de causalidad.

4. La creación o facultad de generar nuevas imágenes a partir de sensaciones Y percepciones


que ya poseemos; contar un cuento, imaginar una sirena, etc. La imaginación es capaz de prever y anticipar
futuros esquemas de acción. El objeto de la imaginación es la reproducción de imágenes sensibles que antes
han sido percibidas por otros sentidos, y que la imaginación las recrea nuevamente.

C. Memoria

Es diferente a la imaginación a la cual incluye. La imaginación no es lo mismo que la memoria


porque ésta es la facultad de conservar el pasado en cuanto tal y de reproducirlo. Su objeto formal es el
pasado, es el conocimiento del pasado como pasado. Su acto propio es e1 recordar. Supone una imagen del
presente y cierta percepción o una apreciación del tiempo.

Se considera que los animales tienen:


1. Memoria sensomotriz: por la que el animal asocia sus movimientos actuales con los pasados. Se
distinguen tantos tipos de memoria sensomotriz como tipos de sentidos: memoria visual, auditiva, táctil,
etc.

2. El reconocimiento: es la capacidad de identificar algo que conocía con anterioridad.

3. El reaprendizaje: es aquel tipo de conducta que perdura después de haber olvidado una tarea que se
conocía perfectamente

En el hombre, además de las formas anteriores, se realiza:

4. El recuerdo deliberado: es el proceso deliberado de búsqueda de un determinado objeto.

D. Estimativa/cogitativa

Su objeto es la utilidad o la nocividad de las cosas percibidas. En el animal es un elemento del


conocimiento que está implicado en el instinto (tendencia y habilidad innatas). La estimativa es el sentido
que juzga de modo espontáneo e inmediato sobre la bondad o maldad de los objetos y sobre su utilidad
práctica.

Aunque es una facultad cognoscitiva, tiene una dimensión tendencial porque está muy relacionado
con un apetito natural sensible, aunque puede ser perfeccionado por la inteligencia. Si está reservada al
instinto animal se denomina estimativa, si se refiere al hombre se llama cogitativa porque está
perfeccionada por la razón.

Supone la percepción del objeto y la imaginación de, algo. El efecto es una acción futura. Se trata de
un futuro imaginado. Se acerca a la inteligencia, ya que opera con un principio cercano a la abstracción,
porque capta una relación pero aún no abstrae.

Esta función, hace que el animal o el ser humano busque, o huya de ciertas cosas a causa de su
utilidad o nocividad real aunque lejana; en el hombre: se da una función igual con diferente nombre. Se
llama cogitativa porque el hombre es inteligente y su inteligencia influye, por lo que se le suele considerar
como una razón particular.

Esta razón particular consiste en una comparación de los casos particulares para obtener una regla
empírica de acción que es la fuente de la experiencia de lo que se llama un hombre de experiencia, de
extrema importancia para la vida práctica.

III. LOS APETITOS SENSIBLES

Noción de apetito

De modo general, el apetito es una tendencia o inclinación por la cual un ser se dirige a aquello que
le es conveniente a su naturaleza. En cierta manera, también en los seres desprovistos de conocimiento se da
una inclinación natural, que deriva de su forma natural y se llama apetito natural. Se trata de una tendencia
intrínseca e impresa en la naturaleza misma del ser vivo hacia la propia perfección, hacia todo que aquello
que haga posible su autoconservación, hacia lo que le conviene a su ser. Cuando el apetito natural no
involucra al conocimiento es sólo la inclinación de su naturaleza: «Todos los seres naturales están inclinados
a lo que les conviene, pues hay en ellos cierto principio de inclinación por el que su inclinación es natural»
En el animal y en el ser humano, el apetito sensible a diferencia del simple apetito natural, supone el
conocimiento, se despierta con él; entonces se habla de apetito elícito. Los animales y los seres humanos
pueden conocer especies sensibles a través de los sentidos. El apetito elícito es una tendencia que sigue al
conocimiento (a la posesión cognoscitiva de una forma). Este apetito nace precisamente a raíz del
conocimiento! inclinándose hacia los bienes conocidos. Sin embargo, en el hombre el conocimiento es
además de sensible también intelectual y por tanto tiene no sólo una apetición sensible sino que a través de
la inteligencia se hace en cierto modo todas las cosas, apeteciendo no sólo los bienes sensibles, conocidos a
través de los sentidos, sino también los bienes captados por el entendimiento.

De esta manera tenemos que si el conocimiento es sensitivo se despierta el apetito sensitivo, y si


sigue al conocimiento intelectual es un apetito intelectivo o voluntad que tiende al bien más perfectamente
que aquel. Según Tomás de Aquino: «Los seres dotados de inteligencia se «inclinan al bien de un modo
perfectísimo, y a esta inclinación se le llama voluntad».

Los apetitos sensitivos y su importancia.

Los apetitos o tendencias sensibles son principalmente dos: el apetito irascible y el concupiscible.

1. Apetito concupiscible: es la inclinación a procurar el bien sensible placentero, de manera


inmediata, y por tanto a eludir lo nocivo. Sus actos son inmanentes y se refieren al bien presente al cual
tienden con razón de fin.

2. Apetito irascible: es la tendencia a conseguir el bien sensible que a diferencia del anterior no es
inmediato sino que está en el futuro. Se trata por tanto de una tendencia a un fin mediato y dificil, ya que
supone acometer tareas arduas y resistir lo adverso, para lo cual se despliega una cierta agresividad. Su
objeto es el bien arduo, por lo cual el sujeto tiene que usar de su agresividad para acometer o para hacer
frente a los obstáculos que impiden alcanzar las cosas convenientes que el concupiscible apetece.

Por tanto, las pasiones del irascible van relacionadas con el concupiscible. Por ejemplo, la ira se
despierta en un perro, cuando al dirigirse hambriento a comer unos alimentos, se le aparece otro que quiere
compartir su menú, entonces aquel manifiesta una agresividad proporcionada a la dificultad que es la de
evitar que el otro le deje sin comida, por tanto, aquel animal trata de ahuyentarle o vencerle, por ello si se
mide con el otro y ve que tiene posibilidades de vencerle, entonces audazmente le arremete.

Tanto el apetito concupiscible como el irascible son muy importantes. El apetito concupiscible, y a
su manera también el apetito irascible, están puestos en la naturaleza básicamente en atención a la
sobrevivencia, por esto es que la posesión de su objeto es acompañada de placer que facilita el acto
correspondiente.

Cuando se trata del ser humano esa finalidad de lograr la sobrevivencia es todavía más importante
que la de los animales. Los actos referidos a la sobrevivencia son: a) actos de la sobrevivencia personal:
comer y beber; y b) actos de la sobrevivencia de la especie humana: actos de la reproducción.

También podría gustarte