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DE DON BOSCO
En las charlas del año pasado hemos subrayado 7 valores que Juanito absorbió casi
inconcientemente de su madre, del ambiente. Ahora vamos a ver algunos valores que Juan fue
asumiendo durante su adolescencia y su juventud y que nos ha trasmitido como herencia.
Hay en la niñez de Juan un episodio que nos revela un valor suyo que no le fue regalado por su
madre y que marcará su personalidad y su estilo educativo-pastoral. Podemos llamarlos “amor
personalizado y grande”, Es el episodio casi insignificante, pero relativo, del mirlo. (MB 1,118):
“Una mañana Juan encuentra a su mirlo que había aprendido a silbar y a saludar, destrozado por un
gato. Juan llora, mamá trata de consolarlo, hay tantos mirlos, podrás conseguir otro. Pero Juan no
comprendió estás palabras de su madre. A él no le importaban nada los otros mirlos. Era aquel que
estaba allí, su pequeño amigo, el que había muerto.
El hecho de poder cazar otros mirlos, no quitaba nada al hecho de que había muerto su
pequeño amigo y que no volvería a ver jamás. Es esta la primera manifestación del
“amor personalizado” de Juan. Juan no se encariñó, no se aficionó jamás a ninguno de
“una manera general”; los muchachos se sentían amados por Don Bosco en el Oratorio
personalmente, no como número, o como componente de un grupo, sino como personas.
En torno a Don Bosco no existían envidias, “consentidos”, sino que quiere para todos
“todo el bien” que posee, y lo dirá con una comparación muy sencilla: “¿A qué dedo de
mi mano quiero más? A todos”. Don bosco quiere a todos sus muchachos tal y como son:
Don Rúa reflexivo, Don Cagliero, impulsivo, Domingo Savio, diligentísimo, Pablo Albera,
delicado y tímido.
En el episodio del mirlo hay otra particularidad que revela una característica original del
amor de Don Bosco. Dice Lemoyne: estuvo triste durante varios días… finalmente se
paró a reflexionar sobre la vanidad de las cosas mundanas y tomó una resolución
superior a su edad: propuso no apegar su corazón a nada de esta tierra.
Pero leyendo la vida de Juan Bosco notamos que esta misma resolución la formula en
otras muchas ocasiones; por ejemplo: cuando muere su amigo Luís Comollo y todos
comprendemos que cuando un propósito se formula continuamente significa que se
ha logrado muy poco ponerlo en práctica. Me parece muy simpático y me agrada que
este propósito Juan Bosco no haya logrado nunca cumplirlo: tenía un corazón que
necesitaba amar cosas pequeñas y grandes. Bosco llorará a la muerte de Don Juan
Calosso, Luís Comollo, al ver a los muchachos encerrados en la cárcel. Más de un
muchacho oirá decir a Don Bosco: soy un sacerdote pobre te quiero tanto que si un día
tuviera solamente un pedazo de pan, lo partiría contigo y los muchachos sentían que no
eran simples palabras...
Un muchacho que oyó estas palabras, Luís Orione, llegará a decir: caminaría sobre carbón
ardiendo para ver todavía una vez a Don Bosco y darle las gracias. La ascética de aquellos
tiempos era: no hay que apegar el corazón a las criaturas; eso es un mal. La ascética más
evangélica del Vaticano II nos dice que no hay que transformar a las criaturas en ídolos,
que es necesario purificar nuestros corazones, pero que Don Bosco nos ha dado el corazón
para amar sin miedos: el Dios de los filósofos es impasible, no así el Dios de la Biblia. La
tierra en que nació Don Bosco le dio resistencia; espíritu práctico, solidez, sentido
común, paciencia, hasta testarudez. Pero Dios le dio un corazón grande que ama a lo
grande.
3. La alegría
En Chieri Juan hizo su primera experiencia educativa: Fundar y dirigir la “Sociedad de
la Alegría”. Reglamento: no hacer no decir nada que pueda avergonzar a un cristiano.
Cumplir los deberes escolares y religiosos. Estar alegres.
La alegría es otro elemento que emerge de la vida de Don Bosco: la alegría es una de las
ideas fijas de Don Bosco. Santo Domingo Savio llegará a decir: “Nosotros hacemos consistir la
santidad en estar siempre alegres. Tratamos solamente de evitar el pecado que nos roba la
gracia de Dios y la paz del corazón”. Para Don Bosco la alegría es la medicina de los pobres.
Ella consiste en la profunda satisfacción de saberse en las manos de Dios en las manos de
Dios: es la palabra pobre la que indica un valor grande, la esperanza cristiana.
Cuando Don Bosco comienza la obra de su oratorio hay el otro educador cristiano que se
preocupa de los muchachos pobres cuya característica es la “afabilidad seria”: así San Luís
Pavón, fundador de los oratorios de Brescia, así en los manuales de los hermanos cristianos,
el reglamento de Mons. Gastaldi para su seminario: “Hay que ser amables, pero no hay que
permitir que los jóvenes nos alcen demasiado la voz, evitar la alegría rumorosa, hay que
imponer silencio, recogimiento. Conservar cierta distancia, sino se alzan y entonces...”. No
nos extrañemos, es la época y la mentalidad. Don Bosco no. Él va contra corriente, es un
innovador en esto. La amabilidad de Don Bosco es alegre y es el primero que convoca la
alegría rumorosa: Don Bosco quiere que los jóvenes desencadenen las energías que encierran
en su sangre. En esto está con San Felipe Neri: “Jugad, saltad, armad jaleo. A mí sólo me
interesa que no cometáis pecado”. Por el patio, el ambiente libre, los paseos son el
ambiente ideal de educación. Ciertamente Don Bosco asiste a sus jóvenes.
Hoy:
¿Hay alegría en nuestros jóvenes? ¿Participamos de sus alegrías?
¿Nuestra asistencia-presencia con Salesianos Cooperadores se dirige sólo a evitar el mal?